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Testigo de encargo Felicidad, la madre hora que todos escribimos sobre Leopoldo María Pa- A nero, traigo a la memoria a su madre, mujer de excelencia. Fe- licidad Blanc (1913-1990), escrito- de Panero ra de talento que no pudo desarro- llar su obra, fue desde un día de 1941 –y para siempre– la mujer del Escritora, viuda y madre de poetas, fijó en sus memorias, poeta Leopoldo Panero. Al mismo tiempo, tuvo el encargo de ser la ‘Espejo de sombras’, el rastro del dolor madre de cuatro hijos: Juan Luis (poeta), Leopoldo Quirino (falle- ció prematuro), Leopoldo María (poeta) y Michi (escritor a ratos y artista de bulla). “No sé cómo al- guien decidió llamar Felicidad a una mujer que ha vivido en la deso- lación, el dolor y el desencanto”, me dijo un día de 1986, al rumor de las olas de la playa de la Zurriola. Felicidad había decidido insta- Franco. Lo mejor, entre lo peor, de larse por entonces en Irún, para es- esta segunda película sobre los Pa- tar cerca de su hijo, el poeta Leo- nero era precisamente la ausencia poldo María Panero, que había ini- de Felicidad Blanc. Y, en la primera, ciado tratamiento ambulatorio en ella sola llena la pantalla con su sin- San Sebastián, Bilbao (Basurto) y ceridad, con su zozobra, con su mie- en el Hospital de Mondragón, don- do por la pérdida de la salud de su de vivió un periodo especial de su hijo. Éste vivió culpando a su madre vida. de todos sus demonios, mientras Felicidad vivía aterrada ante el he- San Sebastián tiene cosas cho de que la inteligencia de Leo- En esta playa de San Sebastián, el poldo María caminase sin rumbo: marido de Felicidad, Leopoldo, y “Me da miedo que no sea el niño su cuñado Juan, vivieron sus recre- que escribía poemas, que deje de os juveniles y alentaron su educa- ser él definitivamente”. ción sentimental, pues estudiaron Un día de 1994, en la presenta- juntos en el colegio de Maristas de Felicidad y ción en San Sebastián de su libro Or- Champagnat. “Desde luego, para sus tres hijos febre, recuerda Carlos Aurtenetxe Leopoldo, el único mar era San Se- que Leopoldo María le dijo: “Yo só- bastián”, repite Felicidad. Los poe- lo soy a veces”. Su madre, que respi- mas dedicados a la ciudad, sobre to- raba por ayudarle a vivir, esa mujer do su Adolescente en sombra, certifi- que siempre se creyó parte del siglo can el afecto. Para Felicidad, el mar XIX, sentía que no había podido era también este mar, el de Honda- ser nunca ella misma, desde el día rribia y Hendaia (“Nuestra casa es- en que un amigo le presentó al poe- taba al lado de la de Pierre Loti”). ta Leopoldo Panero (padre), que No sabía por entonces Felicidad venía de una condena a muerte por que habría de morir en San Sebas- ser republicano. Salvado del pare- tián. dón por la gestión de su madre ante Al residir en Irún, Felicidad vol- la mujer de Franco, Leopoldo se vía a recobrar la mirada de la bahía puso al servicio del franquismo co- de Txingudi, Bidasoa de su infancia mo si hubiera sido su inventor. Feli- y juventud, donde veraneaba la hija cidad llegó a pensar que la vida ator- de un médico catalán, educada en mentada de su marido, que enjua- Barbastro y Madrid, como tantas fa- gaba en alcohol a diario, sólo po- milias de la burguesía. Fuenterra- dría explicarse por una suerte de bía, donde Felicidad descubrió vergüenza de un hombre de iz- asombrada el mar, acogió en las tres quierdas que se abraza a una causa primeras décadas del siglo XX a fa- en la que nunca creyó. Un hombre milias en las que destacaba el ele- Fotograma de El desencanto Retratada por Gregorio Prieto que era amigo de Neruda y Lorca y, mento culto: los Arniches, los Ber- unos meses después, era amigo ad- gamín, de Eduardo Ugar- autora del prólogo, que retrata la Baroja su encanto por la novela Las nitenciario a los psiquiátricos, don- herido de Luis Rosales, el poeta fa- te, el codirector de La Barraca, con invisibilidad de la mujer en nuestra noches del Buen Retiro y le habló de de residió la mayor parte de su vida langista. “No sé cómo pudo digerir Lorca –familia instalada de conti- cultura–, Felicidad recuerda las ve- Terry, su protagonista. No tiene el el autor de Poemas del manicomio de aquel proceso”, decía Felicidad, in- nuo en Hondarribia– y otras. ladas y carcajadas con Dionisio Ri- mejor recuerdo en cambio para Mondragón. Suma y sigue. tentando comprender. En una de aquellas entrevistas en druejo y su mujer. Luis Rosales, el hombre que iba de Otro día de 1987 le dijo a su hijo la Zurriola, Felicidad preguntó por camarada de su marido, como es- Buscar la identidad perdida Leopoldo María: “En esta playa cre- Claudio Rodríguez, quien residía Esquivar el destino tampa adherida, y “terminaba en En 1977 le dijo a Rosa Pereda: cieron tu padre y tu tío, hijo mío”. en Zarautz, pues eligió también es- Felicidad encontraba en casa de casa siempre de madrugada”. “He buscado escribiendo mis me- “Crecieron, pero se olvidaron de te mar. Claudio, a pesar de tener un Ridruejo la acogida para su sole- No sabemos cómo pudo soportar morias, la identidad perdida. Vol- nacer” –le espetó el poeta, mientras pensamiento dispar al de Leopol- dad, porque el matrimonio recibía esta mujer tanto desgarro de una vi- ver a ser Felicidad Blanc, más allá Felicidad lloraba pidiéndonos cle- do Panero, había tenido con él una con piedad sus lamentaciones. “Y da en el derrumbe. Ella dice que su de ese nombre de viuda de Panero mencia, comprensión, piedad para estrecha relación, en los tertulias ante el tono monocorde y distante vida fue un acto de amor. Se enamo- que llevo conmigo. Y más allá tam- su hijo–. Felicidad –niña que presu- del Ateneo de Madrid y en veladas con que las describo –dice Felici- mía que su abuela (“pero no se lo di- de alcohol y poesía. Felicidad nos dad–, el cúmulo de desgracias aca- gas a nadie”)– le llevó al entierro de dijo que comprendía la reacción de ba siempre en risas. La risa, una Pablo Iglesias, pasaba sus tragos Claudio, tras conocer la película El constante en mi vida, a la que ahora “No sé cómo alguien decidió más amargos, dolor insoportable, desencanto, en una carta que le remi- veo como la manera que he tenido llamar Felicidad a una mujer que ha vivido cuando veía cómo su hijo maltrata- tió: “Sois unos señoritos de Astorga de esquivar el destino, de transfor- ba a médicos, sanitarios y a cual- y nada más”, concluyó el poeta za- marlo a favor mío. Y es algo que no en la desolación y el desencanto” quiera que se encontraba en el ca- morano, molesto por el retrato de se traduce en El desencanto, y que mino de su destrucción. Leopoldo Panero en el film. también echo de menos aquí, en es- Los momentos más intensos que Pero la película es un retrato del tas memorias, cuando las leo”. ró de tres escritores: Leopoldo Pa- bién de la incompleta figura que vi en el rostro de esa mujer se aso- dolor y calvario, zozobras y miedos, Ridruejo representa uno de sus nero, Luis Cernuda y Calvert Casey, muestro en El desencanto. El libro cian a esta playa de Zurriola. Podía de una familia en descomposición, mejores recuerdos. Pero Felicidad pero murió pensando que no había me enseñó cómo soy. Y a los que me pasarse largo rato en silencio, ote- ante los inconvenientes de la im- tuvo otros momentos que contaba encontrado el amor al que aspiró. rodean, cómo los veo. No trato, ni ando el horizonte, como pidiendo postura, desdén y maltrato de su en la conversación, igual que narra Un día de 1966 le llamaron para he tratado nunca, de atacar a nadie. clemencia a la historia, a la vida, co- marido y la quebrada salud de su hi- en sus memorias. El día en que co- anunciarle que su hijo Leopoldo A veces, cuando leo lo que se supo- mo implorando un alivio a tanto jo Leopoldo María, que escondían noció a Azorín, que le dedicó un li- María había sido detenido. Le en- ne que he dicho en algunas entre- desamor. Luego, sonreía. Felicidad los gestos risueños de una joven lle- bro, o su presencia en los actos cul- contraron repartiendo panfletos vistas, me quedo aterrada: yo no ha- Blanc, mujer de criterio, talento y na de vida como había sido Felici- turales del Instituto Británico, contra el referéndum de Franco. blo así”. mirada que convoca, madre de poe- dad. Incluso, de risa desbordante. cuando Pío Baroja se sentó a su de- Posteriormente, otras detenciones, No se veía reflejada en El desen- tas. Todos extintos. Al final de sus memorias –que escri- recha y, a la izquierda, el torero por poseer estupefacientes, y un canto, la película de Jaime Chávarri, bió con el apoyo de Nati Massanés, Juan Belmonte. Felicidad expresó a largo caminar desde el hospital pe- y ya no apareció en la de Ricardo F. M.