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Las Ramblas

Hasta 1854, año en que rompió el círculo de sus murallas, la ciudad era el hexágono del recinto del siglo XV, que hoy en día es el núcleo antiguo delimitado por las rondas de Sant Pau, Sant Antoni, Universitat y Sant Pere, por el paseo de Lluís Companys, la avenida del Marquès d‟Argentera, el paseo de Colom y la avenida del Paral·lel. La Rambla, entonces única vía ancha en el corazón de la ciudad, era un antiguo torrente que, según la creencia general, debe su nombre a la voz árabe ramla, que significa „arenal‟.

Hasta principios del siglo XVIII, junto al torrente pasaba un camino bordeado por conventos y murallas. Fue en el año 1704 cuando se empezaron a levantar casas en el espacio ocupado por las murallas (en los alrededores de ) y se plantaron árboles. La parte de las murallas junto a los astilleros se derribó en el año 1775; pocos años después, se urbanizó la calle y ese trozo de las Ramblas quedó convertido en paseo.

Esta vía singular ―desde el comienzo, en la parte más alta, junto a la plaza de Catalunya, hasta el final, al pie del monumento a Colón― recibe cinco nombres que la caracterizan: en primer lugar, la llamada Rambla de Canaletes, nombre que se le da por la Fuente de Canaletes, localizada en este punto desde antaño. Según el dicho popular, quien bebe de esta fuente siempre vuelve a Barcelona. El tramo que sigue es la llamada Rambla de los Estudios, nombre que le viene dado por un edificio construido a mediados del siglo XV: el Estudio General o Universidad, que suprimió Felipe V; después, el edificio se convirtió en cuartel, el cual también se derribó en el año 1843. Si continuas bajando hacia el mar, encontrarás la Rambla de las Flores (también llamada de Sant Josep porque era donde estaba el antiguo convento de Sant Josep), y el único lugar de la ciudad donde se vendían flores en el siglo XIX; hoy en día es un paseo único en su género. El tramo siguiente es la llamada Rambla del Centro, que también se conoce como Rambla de los Capuchinos, por el antiguo convento de frailes capuchinos que había en esta zona. Finalmente, llegarás al último tramo, la Rambla de Santa Mónica, vestíbulo del puerto, donde se levanta la parroquia que le da nombre y que fue, en su tiempo, convento de los agustinos descalzos.

Rambla de Canaletes

La parte más alta de las Ramblas, junto a la plaza de Catalunya, recibe el nombre de la Fuente de Canaletes, bien conocida por todos los barceloneses y barcelonesas y uno de los lugares más animados de la ciudad. Proviene de una antigua fuente que había en el Estudio General, precedente de la universidad actual. Era una fuente donde unos canalones vertían el agua en una especie de abrevadero. Después de la destrucción de las murallas se instaló una más moderna, y el agua empezó a ser conocida porque venía de la mina de Montcada. Cuenta una leyenda que quien bebe agua de esta fuente vuelve siempre a Barcelona. Se encuentra bajando las Ramblas a la derecha, poco antes de llegar a la calle de los Tallers, y durante muchos años, después de los partidos de fútbol, los aficionados se reunían alrededor de ella y organizaban tertulias muy animadas. En los años setenta, en las postrimerías de la dictadura franquista y a principios de la democracia, este también fue uno de los grandes escenarios de las manifestaciones en las que se reclamaba el retorno de la libertad.

En la esquina con la calle de los Tallers hay un establecimiento de pequeñas dimensiones: la Coctelería Boadas, que se abrió en el año 1933 y fue uno de los primeros bares barceloneses que se especializó en cócteles, combinados que en este caso tenían fuerte sabor caribeño. En la misma calle, se han instalado comercios dedicados a la venta de todo tipo de discos antiguos y modernos. En este tramo de las Ramblas hay asientos donde puedes parar a descansar. Más abajo, continuando por el mismo lado derecho, está la calle del Bonsuccés, que lleva al Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba), al Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) y a la sede del Distrito municipal de . Si bajas por el otro lado, la calle de Santa Anna y la calle de la Canuda te conducirán hacia la avenida del Portal de l‟Àngel, importante vía comercial, que se ha convertido en una zona para viandantes. En la calle de la Canuda está el Ateneo Barcelonés, una de las instituciones culturales de la ciudad, instalada desde 1907 en el palacio del duque de Sabassona (edificio de 1796), y enseguida, la plaza de la Vila de Madrid, con un jardín hundido donde se puede ver parte de una necrópolis romana, que una bomba de la Guerra Civil puso al descubierto.

Rambla de los Estudios

Desde el siglo XIV las murallas cerraban esta parte de las Ramblas por el tramo superior y en el siglo XVI la calle tuvo como fondo el Estudio General o Universidad, que ha dado nombre a este tramo del paseo. Felipe V, después de la guerra de Sucesión, suprimió la universidad barcelonesa y la trasladó a Cervera. El edificio se convirtió en un cuartel, y en 1843 se derribó para abrir, en las murallas, la puerta de Isabel II. La alineación actual del tramo no se llevó a cabo hasta que se derribaron totalmente las antiguas fortificaciones que, hacia principios del siglo XIX, todavía se conservaban en el lado izquierdo.

Si empiezas el recorrido bajando por el lado derecho de las Ramblas, encontrarás el Teatro Poliorama, que desde el año 1912 ocupa los bajos del edificio de la Real Academia de Ciencias y Artes, de estilo progresista, construido en 1883, y que fue precursor del modernismo, que llegó más tarde. En la fachada se colocó el reloj eléctrico que desde 1891 marca la hora oficial de Barcelona, y en el interior hay otro reloj, del año 1869, que además indica la hora de 24 ciudades del mundo, la de la salida y la puesta de sol, tiene un calendario perpetuo y un planetario con los signos del zodiaco.

En el lado izquierdo, en la esquina con la calle de la Portaferrissa, encontramos el Palacio Moja o Palacio del Marqués de Comillas, título que se le concedió a su último propietario, Antonio López i López, creador de la Compañía Transatlántica, del Banco Hispano Colonial y de la Compañía General de Tabacos de Filipinas. En el año 1702, cuando Pere de Cartellà mandó construir este edificio, las murallas de las Ramblas todavía se conservaban, y este palacio, que estaba adosado a ellas, fue uno de los primeros edificios que obtuvo autorización para que se abrieran ventanas. La fachada de las Ramblas se modificó en el año 1934, y se abrieron los pórticos de la planta baja para ensanchar la acera. Desde 1981, se hallan las dependencias de la Consejería de Cultura de la , y en el piso superior se conserva la cámara de Cinto Verdaguer, tal como era cuando trabajaba de limosnero del marqués, en cuyo mecenazgo escribió el gran poema L‟Atlàntida.

Continúa bajando y a la derecha encontrarás, después de la calle dedicada a Pintor Fortuny, la antigua iglesia de los jesuitas que se incendió en el año 1671, la Iglesia de Betlem. En 1680 se empezó a construir la actual, que hace esquina con las Ramblas y la calle del Carme, donde está la fachada principal; la fachada lateral da al lado de las Ramblas. En el interior hay una nave única, espaciosa y con capillas a los lados, a la manera tradicional del gótico catalán.

Antes de 1936 estaba decorada con marqueterías de mármoles de colores y estucos italianos pulidos al fuego, un retablo y grandes celosías en las tribunas, enriquecidas con figuras de talla policromada y dorada. Las bóvedas estaban pintadas con grisalla. El incendio que hubo en el año 1936 la destruyó, y también afectó a la estructura del templo, por lo que se ha reconstruido siguiendo su forma original. Hoy en día esta iglesia dispone de una sala para exposiciones.

Rambla de las Flores

En palabras de Cirici Pellicer: “La Rambla de las Flores es la quintaesencia de Barcelona, y su belleza cambiante es propia de todas las estaciones del año”. Durante el siglo XIX era el único lugar de Barcelona donde se vendían flores, y se dice que el pintor , introductor del impresionismo en Cataluña, encontró aquí a su mejor modelo, que más tarde se convirtió en su mujer, en las tertulias que se formaban en los puestos en torno a floristas de gran belleza.

El mercado de las flores se acompaña de quioscos de libros, diarios y revistas, como los que encontramos a lo largo de las Ramblas, que permanecen abiertos las 24 horas.

Un poco más abajo de la calle de la Portaferrissa, pero al otro lado, está el Palacio de la Virreina. Este palacio lo mandó construir el que fue virrey de Perú, Manuel Amat i Junyent, marqués de Castellbell, que murió prematuramente, y el palacio se convirtió en residencia de su viuda. Las obras empezaron en el año 1772 y se acabaron al cabo de tres años. Aunque los planos ya existían en el año 1770, no se sabe con certeza quién los diseñó; se atribuyen a Josep Ribes. Las obras las dirigió el arquitecto y escultor Carles Grau (1717-1798).

Al lado del palacio, descubrirás una tienda estrechita y muy antigua: la Casa Beethoven, donde se amontonan todo tipo de partituras musicales, antiguas y modernas, y un poco más abajo, el centenario Mercado de la Boqueria (oficialmente, de Sant Josep). Su arquitectura es armoniosa, pero queda escondida bajo la construcción de hierro. Desde el primer día fue el principal mercado de la ciudad. Si retrocedes a la Portaferrissa, adéntrate en la calle de Petritxol, calle al mismo tiempo recogida y llena de vida, donde hay salas de exposiciones, tiendas de orfebres, librerías, tiendas de moda y las chocolaterías típicas de esta calle. Se abrió, en el año 1465, en las fincas de un ciudadano del mismo nombre, y muchas de sus casas se construyeron durante los siglos XVII y XVIII. Todavía conserva numerosos paneles que recuerdan efemérides, y tiene un recuerdo ciudadano y literario entrañable en la figura del popular dramaturgo del siglo XX Àngel Guimerà (1846-1924), que vivió en el número 4.

En el número 94 se levantaba el Palacio Nuevo de la Rambla, ahora “edificio inteligente”, como fue calificado, de alta tecnología, con un aparcamiento robotizado de once plantas subterráneas. Es un edificio comercial de 1992 que diseñó el equipo de arquitectos Martorell-Bohigas-Mackay- Puigdomènech y Jordi Frontons. Su estructura permite, gracias a una apertura de grandes dimensiones en la fachada, ver el campanario de la Iglesia del Pi.

Acto seguido, sorprende una construcción de estilo orientalista. Es una antigua casa de paraguas, bastones y abanicos que abrió Bruno Quadros a mediados de siglo XIX. Fascinado por lo que había visto en un viaje a Oriente, encargó el edificio a Josep Vilaseca (arquitecto del Arco del Triunfo), que la acabó en el año 1888, año de la Exposición Universal. En la esquina de este edificio con la Rambla llama la atención la figura de un dragón con un farol y un paraguas, que obliga a todos los turistas a hacer una parada y unas cuantas fotos. Hay que destacar el mobiliario modernista que se conserva en la oficina bancaria que hoy ocupa la planta baja.

Rambla de los Capuchinos

La Rambla de los Capuchinos, que también llamada Rambla del Centro, empieza en el llano de la Boqueria (espacio comprendido entre la calle del Hospital, el Gran Teatre del y la entrada a la calle de la Boqueria) y va hasta la plaza del Teatre. Este es el tramo que primero se condicionó como paseo, donde por la mañana se reunía la gente acomodada para pasear y charlar. Por eso, y porque el nivel del suelo se levantó sobre el resto, se le empezó a llamar el Terrat, y así quedó; una canción popular de la época lo recuerda: “El gegant del Pi ara balla, ara balla / el gegant del Pi ara balla pel Terrat” (el gigante del Pino ahora baila, ahora baila / el gigante del Pino ahora baila por el Terrado). Las noches de ópera, el paseo se transformaba con la presencia de la burguesía que salía del Liceu con sus mejores vestidos.

Empezando el recorrido a partir del llano de la Boqueria, se encuentra en el suelo una parte de pavimento decorado por Joan Miró. A la derecha, el nuevo teatro del Liceu, que se reconstruyó siguiendo el modelo del antiguo teatro, que se incendió el 31 de enero de 1994. Pasada la calle de la Unió aparece el edificio del Hotel Oriente, que data de 1882; los arquitectos Eduard Fontseré y Juli Mariscal aprovecharon el antiguo colegio de Sant Bonaventura, obra de Pere Serra (siglo XVII). Adentrándose unos metros en la calle de Nou de la Rambla, encontrarás el Palacio Güell, obra de Antoni Gaudí, que se empezó a construir en 1885 y se acabó en 1889. La fachada es de piedra blanca con elementos modernistas y, del interior, merece una mención especial escalera de mármol que lleva al vestíbulo superior, recinto que atraviesa verticalmente todo el edificio, como un patio cubierto que recibe la claridad de la cúpula alta y de manera indirecta a través de las ventanas con cancel de columnas. La Unesco declaró el palacio Patrimonio de la Humanidad.

Delante del Liceu, al otro lado del paseo, está el Café de la Ópera, que conserva la decoración novecentista, con los viejos espejos y las columnas de hierro forjado. Muy cerca se abre la calle de la Boqueria, conocida por su comercio tradicional de tiendas antiguas. Mas abajo, la calle de Ferran, la más aristocrática de la ciudad en el siglo XIX, te llevará a la plaza de Sant Jaume. En la esquina de las Ramblas con la calle de Ferran, hay un edificio destacable por su elegante estructura de la fachada.

Más adelante encontrarás la entrada a la plaza Reial, que, como la mayoría de espacios públicos, plazas o mercados, antes habían sido conventos o edificios religiosos. Esta plaza ocupa el solar del antiguo convento de los capuchinos desde el año 1848, cuando el arquitecto y urbanista Francesc Daniel Molina la creó. A finales de siglo se instaló la fuente de hierro dedicada a las Tres Gracias. En la plaza, reformada en diversas ocasiones, la última en el año 1983, hay también dos farolas que son obra de juventud de Gaudí. Las palmeras contribuyen a darle su toque característico.

Conserva todavía algún establecimiento antiguo, y al lado mismo, en la esquina de la calle del Vidre con la de las Heures, está la antiquísima Herboristería del Rei. En el rincón sur, que da a la rambla, está el romántico pasaje de Bacardí, que se abrió en el año 1856, atravesado por un puente de hierro que, originalmente, tenía los vidrios pintados con paisajes tropicales. Los pórticos del lado norte se han convertido en un famoso lugar de consumo de cerveza. Vuelve a salir a las Ramblas y ve a la plaza del Teatre, donde empieza el último tramo: la Rambla de Santa Mónica.

Rambla de Santa Mónica

Durante el año 1774 se derribaron las murallas desde la plaza del Teatre hasta el mar. A la plaza se le dio este nombre porque estaba delante del Teatro Principal, el más antiguo de la ciudad. Años más tarde (1817), se hizo una fuente dedicada a Hércules, mítico fundador de la ciudad, que se derribó a finales del siglo. Actualmente, hay un monumento dedicado a Frederic Soler, conocido como Serafí Pitarra, fundador del teatro catalán moderno. La obra es un proyecto del arquitecto Falqués y la escultura es de Querol.

En la misma plaza empieza la calle de Escudellers, nombre que recuerda a los alfareros que trabajaban aquí durante la Edad Media. Durante el siglo XVIII fue centro hotelero y hacia mediados de siglo XIX era lugar de tertulias, a las cuales asistían grupos de franceses progresistas. Heredero de estas ideas fue el mencionado Frederic Soler. En la actualidad, esta calle es muy popular por sus típicos restaurantes, tabernas y bares, que le han dado una animada vida nocturna. Al final de la calle está la plaza dedicada a George Orwell, donde en el año 1991 se instaló una escultura surrealista de Leandre Cristòfol, copia ampliada de hormigón, acero inoxidable y madera de una anterior pieza suya, en madera, de 1935. Por la plaza del Teatre tenemos entrada a la Universidad Pompeu Fabra, edificio rehabilitado en parte, al cual se han añadido algunos de nueva planta. Detrás de la universidad está la nueva plaza dedicada a Joaquim Xirau, pensada, como otros espacios de Ciutat Vella, para renovar y descongestionar esta parte de la ciudad.

De la Rambla de Santa Mónica, se podría decir que es el vestíbulo del puerto. Todavía conserva algunos de sus viejos edificios: el frontón Colón, el Palacio Marc, el edificio de Crédito y Docks (al fondo del pasaje de la Banca), y la Fundición de Cañones, neoclásico, del siglo XVII. El frontón Colón (antigua casa del fotógrafo Napoleó) se recuperó en 1992, dentro de las obras olímpicas, como sede de las pruebas de pelota. En el antiguo edificio de mármol de Crédito y Docks, que construyó Elies Rogent en 1882, podemos ver, añadidas a sus estatuas clásicas, dos figuras modernas (Superman y el androide de La Guerra de las Galaxias), que nos anuncian el Museo de Cera, abierto desde 1973.

El Palacio Marc conserva su fachada de austero clasicismo de finales del siglo XVIII. Lo mandó construir Francesc March, gran negociante originario de , por el arquitecto Joan Soler i Faneca (1776-1780). Actualmente, es donde se aloja la Consejería de Cultura de la Generalitat. La Fundición de Cañones pasó a fundir campanas cuando Felipe V prohibió que se fabricaran armas en Barcelona. En el año 1844, pasó a ser la sede del banco de Barcelona, se le añadió un piso y la alegoría del comercio y de la industria, grupo escultórico de los hermanos Vallmitjana, entre otros elementos decorativos. Cuando el banco cayó en bancarrota, pasó a ser sede del Somatén de Cataluña, y últimamente había una farmacia militar que hoy en día está cerrada. Enseguida encontrarás la calle de Josep Anselm Clavé que te llevará hasta la iglesia de la Mercè, y de vuelta a las Ramblas, siguiendo un poco más abajo, está el edificio del Gobierno militar.

Reinicia el recorrido bajando por el lado derecho de la Rambla de Santa Mónica y encontrarás, en primer lugar, el Teatro Principal. Su particular historia llama la atención. En el año 1568, Felipe II concedió al Hospital de la Santa Creu el privilegio de construir un teatro en Barcelona que pudiera sostener esta institución caritativa con sus recaudaciones. El primer teatro, que estaba situado en el mismo lugar que el actual, era de madera, pero años después se sustituyó por uno de obra, incendiado en 1787. Se construyó un nuevo edificio donde, por primera vez, se representó ópera italiana en el país. Antiguamente, se le llamaba Corral de Comedias, más tarde, Casa de la Ópera, aunque el pueblo se refería a él sencillamente como el teatro, porque era el único que había, en un tiempo en que los espectáculos teatrales estaban mal vistos, y en que hombres y mujeres no podían entrar ni sentarse juntos, aunque fueran matrimonio. Sin embargo, ellas solas se lo pasaban tan bien y hacían tanto jolgorio que, al piso que tenían reservado, en las alturas, empezaron a llamarlo gallinero, chiste que todavía corre.

Posteriormente, el local se conoció como Teatro de la Santa Creu, y en el año 1847, después de una importante restauración, recibió el nombre de Principal. Sufrió dos incendios más: uno en el año 1924 y, el último, en el año 1933. La forma de la fachada es curvada y tripartita, y está adornada con cuatro bustos de actores y actrices del pasado, uno de ellos es el de Malibrán, la cantante de ópera más famosa de su tiempo (en los años treinta del siglo XIX) que murió a los veintiocho años. Un poco más abajo está la calle del Arc del Teatre, típica calle del Barrio Chino. Sigue bajando y encontrarás el antiguo convento de los agustinos descalzos (1626), ahora convertido en el Centro de Arte Santa Mònica, sala de arte de la Generalitat que ha conservado el nombre del antiguo convento, y que en la actualidad ofrece interesantes exposiciones. Al lado está la iglesia, que guarda en su interior un notable claustro barroco muy austero.

Al final de las Ramblas encontrarás los astilleros, que son los más grandes y completos de tipo medieval que hay en el mundo y que se conservan en perfecto estado después de la esmerada restauración que realizó la Diputación de Barcelona. Estos son el edificio gótico civil más importante de la ciudad. Se construyeron a lo largo de los siglos XIII y XIV, y se han recuperado después de 1939 como local público y están, en parte, ocupados por el Museo Marítimo, que se creó durante la Guerra Civil Española (1936-1939) y se abrió en el año 1941. El edificio del sector naval de Cataluña ocupa una parte de los terrenos del antiguo cuartel de los astilleros construido en 1792, cuando el edificio fue cedido a la armada de artillería, y derribada posteriormente al ser abandonado el edificio.

Rambla del Mar

Deja la Rambla de Santa Mónica y pasa por el Portal de la Pau. Frente a los astilleros se levanta el monumento a Cristóbal Colón, que conmemora la vuelta de su primer viaje a América, y el hecho de que su primera presentación a los reyes Fernando e Isabel se produjera en Barcelona. El monumento, construido en el año 1886, es obra del arquitecto Gaietà Buigas. La gran columna de hierro que sostiene la estatua del navegante se emplaza sobre un basamento de piedra.

Al cruzar el paseo de Colom, al lado del edificio del Puerto Autónomo, una pasarela de madera ondulada llamada la Rambla de Mar te lleva, por encima de las aguas, hasta donde empieza el muelle de Espanya. Esta pasarela, ideada por Helio Piñón y Albert Viaplana, empezó a funcionar de forma intermitente en setiembre del año 1994.

Al final de una vía tan antigua, pintoresca y enriquecida con los signos de su historia como es La Rambla de Barcelona, única en el mundo, esta nueva rambla es una novedad que, entre las grandes obras llevadas a cabo durante estos últimos años para abrir la ciudad al mar, hace posible que ciudadanos y visitantes de Barcelona, también desde la pasarela, vean el agua más de cerca.

® Ajuntament de Barcelona 2009