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Poesía Reunida de Rodulfo Figueroa Esquinca

(1866-1899)

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UNACH, 2016 Poesía Reunida de Rodulfo Figueroa Esquinca

(1866-1899)

Compilador Gabriel Velázquez Toledo Poesía Reunida de Rodulfo Figueroa Esquinca (1866-1899)

Universidad Autónoma de Chiapas

© 2016 Edicion Digital. Universidad Autonoma de Chiapas ISBN : 978-607-8459-32-2 ©Gabriel Velázquez Toledo, compilador

Contacto: [email protected] Imagenes de Portada: Internet Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; México junio 2016

www.espacioimasd.unach.mx

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Índice

Pag.

Datos Biográficos del Dr. Rodulfo Figueroa Esquinca (1866-1899)* 10 Cronología de la obra poética 14

A mi amigo Abelardo Domínguez. Al partir para la patria 24 Almas por besos A mi madre Al Partir La unión centroamericana. A la juventud Un sueño Dos heridas Cantares ¡Vete! La gloria A mi padre en su cumpleaños Tus plegarias A… Hidalgo No me olvides A mi amigo J.A. Tamasio Ortiz A la apreciable familia del señor don Mariano Serrano Montenegro Al sabino de Santa María del Tule ¡Llámame! El poeta ¡Benditos ojos! Mis infortunios El ángel de la guarda. A mi madre A mis hermanos Para el Álbum de Cora ¡Muerta! Amor Inmenso Ilusión Becquerianas Becquerianas Becquerianas Becquerianas La Promesa Remembranzas Contemplé tan lejano el goce inmenso En cambio de los siglos de agonía Al viandante sediento y fatigado Para el álbum de Cora Ten compasión de mí! Cuando miro tus ojos azulados Una vez, yo no he sabido Adorándote siempre, yo he venido La mujer que en mi alma ¿Qué es el amor? Si hallar en este libro

Olvido. Pequeño poema en tres cantos 47 Canto Primero Canto Segundo Canto Tercero

Fugaces 69

Colección de versos 1890-1896 88 La Poesía El Mendigo Despedida A una religiosa En el Álbum de la Señorita María Santa Cruz En los toros La misma Décimas recitadas por una niña en el cumpleaños de la Srita. Natalia Gorriz Carta á mis padres Noche de luna En mi cumpleaños Oraciones y perfumes A Abelardo Domínguez —Epístola patológica— En el teatro Clemencia. A la Señora Doña Jesús H. de Toledo Noche Buena Contrastes Fugaz Esbozo Los que luchan. A mi amigo máximo Soto Hall Mi alma es la tuya El cuervo Una Consulta A mi maestro el Señor Doctor Don Juan J. Ortega ¡Duerme! Cosas del Mundo (La Religión) En el paseo A mi musa. En el álbum de la señorita Carmen Perales En el Álbum de Lina Cerne Reina y Señora. —A Julia Novella— (en la primera página de su Álbum) Flores Marchitas. En el álbum de Carlota Novella Cosas del Mundo (La justicia) En el Baile En el Bosque El colibrí ¡Solo! A Lolita Pacheco (En su álbum) Clínica negra ¡Patria! Versos leídos por su autor en la Legación Mexicana. A Magdalena El Bardo A Luisa Martínez —en su Álbum— El número 339 En el templo A Julia Garrido (En su álbum) A la Señora Doña María Lorenza de Lazo Arriaga A Clotilde Gamero Primaveral ¡Adelante! A la estudiantina “Colón” en su primer concurso. Besos A Enriqueta Lowenthal A Cristóbal Colón ¡Vacaciones! A mis compañeros de estudios A Trinidad Martínez Su retrato Estudiando Blanco, negro y rojo Fulgores Por el arte A Tuxtla Febrero Junio Septiembre El honor El amor A Margarita Martínez A la Señora Doña Gabriela Garrido de Martínez ¡Adiós! ¡Adiós! ¡Siempre! A Próspero Calderón Fe, esperanza y amor. El toro salvaje Esperanza ¡Sin esperanza! Versos Patrios La zandunga Soñando ¡Imposible! Pinceladas Versos Patrios Los trabajadores del bosque. A Fausto Moguel

Magdalena, Poema en tres cantos 153 A mi amigo el señor ingeniero don Rómulo Escobar Canto Primero Canto Segundo Canto Tercero Versos. A don Leopoldo Gout La marimba

Iconografía 167 Bibliografía del Autor 172 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Datos Biográficos del Dr. Rodulfo Figueroa Esquinca (1866-1899)*

acia 1860, el valle de Cintalapa era uno de los más prósperos en Chiapas. La actividad ganadera, la explotación del añil y la riqueza Hagrícola propiciaron una situación feudal de las tierras. La fragmen- tación política de la época, provocó que la élite del norte del estado de Chia- pas, principalmente San Cristóbal de Las Casas, impidiera el crecimiento y desarrollo de las tierras bajas del centro. La vuelta gradual y limitada a la centralización del poder en la región, se dio en el siglo XIX como resultado del movimiento liberal de Reforma entre los años 1850 y 1860. La victoria liberal contribuyó con la consolidación del Estado mexica- no en Chiapas de dos formas: en primer lugar, las reformas liberales dismi- nuyeron la autoridad política rural de la iglesia católica; en segundo término llevó a una mayor estabilidad política, conforme Chiapas se dividía en tres o cuatro cacicazgos dominados por caudillos liberales que sustituyeron al r égimen de la autonomía municipal. El coronel e ingeniero industrial José Gabriel Esquinca, abuelo mater- no de Rodulfo, se hizo cargo del gobierno del Estado del 17 de junio de 1863 al 30 de noviembre de 1864. Éste era diputado federal cuando fue disuelto el Congreso de la Unión, mientras Benito Juárez García iniciaba su peregrinar por la República. El nuevo gobernador no ignoraba los grandes problemas que tendría que afrontar, sin embargo, era un hombre de soluciones, atrevi- do y muy resuelto, que enfrentó esos problemas en vez de soslayarlos. Durante el gobierno de don José Gabriel Esquinca, los liberales que componían las fuerzas republicanas derrotaron a los imperialistas en la ba- talla del 21 de octubre de 1863 en Chiapa (hoy de Corzo). Así lo recuerda Porfirio Díaz en sus Memorias «a mediados del año de 1863, el Estado de Chiapas fue invadido por una fuerza que se organizó en Guatemala a las ór- denes de Don Juan Ortega y el padre Víctor María Chanona». En el último cuarto de siglo, Emilio Rabasa, Belisario Domínguez y Ro- dulfo Figueroa fueron figuras que consolidaron estos brotes liberales, per- mitiendo al estado transitar por la vía del progreso, mediante el impulso de nuevas ideas que permearon en el ánimo social. Los valores ideológicos de estas generaciones de intelectuales contrastan con una sociedad conserva- dora, que tenía bases en los cacicazgos regionales.

* La información aquí presentada forma parte de la tesis «Análisis Estilístico de la Obra Poética de Rodulfo Figueroa Esquinca» de la Maes- tría en Letras Mexicanas del siglo XX de la UNACH.

10 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

En medio de esta lucha por la libertad de pensamiento, nació Rodulfo Figueroa Esquinca el 4 de agosto de 1866 en la Finca Santiago, del munici- pio de Cintalapa, Chiapas. Su madre, Cecilia Esquinca Loreto fue hija de un insigne liberal; su padre, Esteban Figueroa Selvas, fue dueño de una de las fincas más productivas de la región. Su infancia transcurrió bajo la educación de su madre, su apego a lo familiar se encuentra presente en varios poemas: «El ángel de la guarda (A mi madre)», «A mi padre en su cumpleaños», «A mis hermanos»; su tutor Enrique Merchant le enseñó la lengua francesa. Los relatos de las luchas, en- tre republicanos e imperialistas, ocurridas antes de su nacimiento, influye- ron en muchos de sus escritos, pues abundan en historias como la de Olvido, pequeño poema en tres cantos y Magdalena. El autor gozó de las bondades que le proporcionó el renombre de su familia; desarrolló su formación intelectual cursando estudios básicos y su- periores en las ciudades de Tuxtla y San Cristóbal. Según Fernando Castañón Gamboa (1937: 5-6), en el prólogo a la An- tología poética del autor, Rodulfo «se marchó en 1887 a la Ciudad de México con el propósito de hacer la carrera de médico cirujano; se alojó en una casa ubicada en la antigua calle de Santa Clara, en el lugar que actualmente ocu- pa la casa comercial denominada “La Palestina” (5 de mayo y Bolivar). Allí acudían jóvenes literatos, con quienes cultivó estrecha amistad, tales como Peón del Valle y José Aspe, realizando sesiones culturales en las que Aspe declamaba las composiciones de Figueroa». Andrés Serra Rojas (1958: 9), en el prólogo del libro Poesía completa de Rodulfo Figueroa, por su parte escribió que en la revista La juventud literaria se fueron «recogiendo sus primeros poemas, primicias de aquel ambiente de recuerdo imperecedero, en que florecían grandes literatos y se cultivaban todos los estilos literarios del mundo». Amadeo Figueroa (1981:12) afirma en la edición de 1981 de la obra del autor, que los poemas «A Mi Padre en su Cumpleaños» y «Muerta» son los primeros publicados en aquella revista, «después se publicaron sus ver- sos en la revista El Mundo Ilustrado que también se editaba en la Capital de la República, entre otros “El Toro Salvaje”». Andr és Serra Rojas (1958: 8-9), narró también que por el año de 1887 Rodulfo se había «internado en el dédalo de las ciencias exactas de su época, que enseñaban no sólo los viejos problemas del positivismo, sino también el análisis profundo de las nuevas filosofías que inquirían sobre el origen del hombre, la naturaleza del ser y el humanismo; asimismo le habían servido para conocer, en asignaturas caprichosas, la estructura de su idioma, el ar- tificio de los conceptos, los viajes suntuosos en la historia y en la geografía por los misteriosos países del Oriente». La actividad estudiantil de Rodulfo fue interrumpida debido a un mal cong énito que le provocaba constantes mareos y postraciones. Desde pe- queño su salud fue endeble, lo que no le permitió formarse académicamente

11 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

ni desarrollar su talento en medios más propicios como Europa o los Estados Unidos. En su época de estudiante de medicina en Guatemala, tradujo al es- pañol textos disciplinarios escritos en inglés y en francés, que publicaba en dos revistas estudiantiles de medicina, de cuya edición se encargaba él mis- mo. En el prólogo al libro Poesías (1905) publicado en Guatemala, Celorio Guillén se refiere a su labor como editor: «dos revistas científicas, a las que sirvió con interés, se tomaron el mayor empeño en la presente publicación: “La Escuela de Medicina”, de la cual fue Redactor y cuyo Director actual es el Doctor don Juan J. Ortega, su maestro y amigo, y “La Juventud Médica”, órgano de la sociedad que fundó y de la que fue el primer Presidente, y cuya Revista nos ha tocado redactar desde hace un año». En 1890, siendo aún estudiante, publicó Olvido, Pequeño Poema en tres cantos que le dio el prestigio de prometedor hombre de letras. Su labor como médico fue reconocida públicamente al obtener el primer lugar en el con- curso nacional de medicina en Guatemala. Amadeo Figueroa (1981: 12), en la introducción de la antología de 1981, cuenta que «el 21 de octubre de 1893, recibió de manos del presidente de la república de Guatemala, el general José María Reina Barrios, la Medalla de Oro con motivo del primer premio del concurso Médico Nacional, convocado en ese país por la revista La escuela de Medicina. El trabajo ganador llevaba por título: La Vacuna, su conservación indefinida y su propagación en Guatemala». El autor de «La Zandunga» terminó sus estudios de Medicina habiendo conocido los círculos literarios de las ciudades de México, Toluca y Antigua, por sus estancias en dichas ciudades, en las que, por aquella época, se gesta- ba una nueva estética: el modernismo. Los malestares congénitos se fueron agravando cada vez más, los do- lores de cabeza que le aquejaban desde su juventud llegaron al punto de postrarlo por jornadas enteras, obligándolo a volver a su tierra, pues el mal cong énito conocido como Hidrocefalia, había avanzado significativamente, mermando su salud. Retornó a Chiapas en 1895 y se instaló en la vieja finca, donde se dedi- có a escribir y ofrecer de forma gratuita servicios médicos. Sus últimos años de vida coincidieron con una ferviente labor humanista como médico y con su creación poética más afortunada. El 7 de julio de 1899, en la finca Santo Domingo, la muerte sorprendió súbitamente al autor. Un par de años después de su muerte, en 1901, aparecería el libro Poesías con el sello Hermanos Escobar Editores. Rodulfo tuvo contacto con ellos en los círculos literarios y bohemios de Guatemala. Tras su muerte, los editores comunicaron a la familia Figueroa la intención de imprimir parte de su obra en Ciudad Juárez, Chihuahua. Esta edición alcanzó una difusión considerable en el primer cuarto del

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siglo XX, pues fue la base para reproducir a gran escala su obra. Así lo tes- timonian la Revista Chiapas y México, El estudiante, y periódicos que le rindieron homenaje, como: Guatemala ilustrada, Diario de Centroamérica, El Heraldo, El Observador, entre otros. Rodulfo Figueroa sería considerado por la crítica del siglo XX como el padre de la poesía en Chiapas. Pocos días después de su muerte, C.B. Rovelo, uno de sus amigos que apoyó sus empresas editoriales, escribió el 19 de ju- lio de 1899 una nota que fue publicada el 23 del mismo mes y año en el dia- rio El Observador diciendo: «¡De cuán valioso regalo no le somos deudores sus compatriotas chiapanecos! Nadie antes que él retrató con tanta fidelidad los celajes de nuestro cielo». El doctor Andrés Serra Rojas resume en el prólogo al libro de 1958 la consideración que los compañeros de Rodulfo tenían sobre su obra, inclu- yendo la suya:

El vate Figueroa como dieron en llamarle sus compañeros, juglar, trovador errante, com- prendió una época importante de la vida romántica en el Sureste. En cada uno de sus poe- mas brillará el tema bucólico o el de la eternidad, el del dolor angustioso o el reconfortante del amor que va más allá de las miserias humanas.

Finalmente, es importante decir que las libretas que contienen su obra ori- ginal se encuentra en manos de Humberto Orantes, dueño de la Finca Las Cruces, del municipio de Cintalapa de Figueroa; en éstas se encuentran el mayor número de los poemas del autor, algunos recortes de periódicos que registran la opinión de los críticos y anotaciones de su época de estudiante de medicina. Los diversos impresores de la obra de Figueroa han cometido errores en cuando a fechas, nombres de poemas, etcétera. En la presente edición se da cuenta de la obra del autor con la representación fiel de los manuscritos del autor y en la forma en que los dejase organizados, con la finalidad de sentar un precedente para la creación de una edición crítica que con cumpla con los postulados del cuidado académico que para dicho fin se ameritan, partiendo de los originales que se encuentran en manos de coleccionistas particulares en la ciudad de Cintalapa de Figueroa, Chiapas.

Gabriel Velázquez Toledo

13 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Cronología de la obra poética

Título del poema Fecha Lugar

A mi amigo Abelardo Domínguez. abril 1884 Guatemala Al partir para la patria

Almas por besos julio 1884 Guatemala

A mi madre julio 1884 Guatemala

Al partir octubre 1884 Guatemala

Dos heridas diciembre 1884 Guatemala

Un sueño junio, 1885 Guatemala

La unión centroamericana marzo 26 1885 Guatemala

No me olvides agosto 30 1885 Guatemala

A mi amigo J.A. Tamasio Ortiz septiembre 21 1885 Guatemala

A la apreciable familia del señor don noviembre 5 1885 Guatemala Mariano Serrano Montenegro

Cantares 1886 Santiago

La gloria marzo 19 1886 Santiago

A mi padre. en su cumpleaños marzo, 28 1886 Santiago

Si comprender pudieras mis amores mayo 1886 Santiago

¡Vete! junio 1886 Santiago

Tus plegarias septiembre 1886 Santiago

XVII Desde que tú me despreciaste, llevo octubre 1886 Santiago

Santa María Al sabino de Santa María del Tule noviembre 12 1886 del Tule

14 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

XVI Es mi pasión tan grande y tan inmensa diciembre 1886 México

XIV Todos podrán brindarte las riquezas enero 7 1887 México

A… enero 11 1887 México

XII En confuso tropel á tu memoria enero 15 1887 México

XIX Las golondrinas que en su largo viaje enero 17 1887 México

Aseguran los sabios (Becquerianas) febrero 1887 México

X Si vieras con que aflicción febrero 10 1887 México

XVIII Nada debes temer, te quise tanto febrero 10 1887 México

XXIII Queriendo darte un cielo, cierto día febrero 10 1887 México

Ilusión febrero 12 1887 México

XXI Si quieres conocer por qué mi olvido febrero 14 1887 México

XV ¿Por qué te llaman todos el poeta? febrero 17 1887 México

Hidalgo marzo 1 1887 México

XX ¡Oye! Cuando emprenda marzo 10 1887 México

He buscado (Becquerianas) marzo 10 1887 México

La promesa marzo 21 1887 México

XXII Iban las golondrinas por el cielo marzo 25 1887 México

Si ves que gozo mucho contemplando marzo 31 1887 México (Becquerinas)

XXIV Te seguiré en el mundo, abril 28 1887 Toluca aunque no quieras

XXVI Si lo quieres diré que no hay un mundo abril 28 1887 Toluca

Remembranzas abril 28 1887 Toluca

XXVII Mira cómo me acerco á tus altares abril 8 1887 México

15 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

¡Llámame! abril 28 1887 Toluca

El poeta mayo 12 1887 Toluca

Allá te espero. (a mi bueno y mayo 23 1887 México distinguido amigo el sr. Lic. Magín Lláven)

XXV ¡Espera! Dices ¡espera! junio 9 1887 Toluca

XXVIII Aquí, dije parado ante el sepulcro septiembre 13 1887 Ixtapan

XXX Cuando la campana septiembre 1887 México

XXXI Como la alondra que olvidada y triste septiembre 23 1887 México

XXXII Una sola mirada de tus ojos septiembre 24 1887 México

Contemplé tan lejano el goce inmenso septiembre 30 1887 México

En cambio de los siglos de agonía octubre 7 1887 México

XXXIV Fugaces, vagas é inciertas octubre 11 1887 México

XXXIII Dime hasta cuando termina octubre 13 1887 México

¡Benditos ojos! septiembre 1 1887 Toluca

Mis infortunios septiembre 8 1887 Ixtapan

El ángel de la guarda (A mi madre) septiembre 13 1887 México

XXXVI Para que conozcas agosto 5 1888 Santiago

A mis hermanos agosto 18 1888 Santiago

Al viandante sediento y fatigado

Para el álbum de Cora 1 septiembre 28 1888 Santiago

Para el álbum de Cora 2 septiembre 30 1888 Santiago

XLI Azules montes octubre 14 1888 Santiago

Ten compasión de mí! Yo soy un niño octubre 23 1888 Santiago

La poesía. A Abelardo Domínguez octubre 29 1888 Santiago

16 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

XXXVIII Cuentan que hay cosas tan tristes octubre 30 1888 Santiago

Cuando miro tus ojos azulados octubre 30 1888 Santiago

¡Muerta! noviembre 1 1888 Santiago

XXXIX ¡Como son las mujeres! Todavía noviembre 12 1888 Santiago

El mendigo febrero 13 1889 Guatemala

Despedida marzo 4 1889 Guatemala

A una religiosa marzo 14 1889 Guatemala

XL ¿Sabes por qué me gusta estar enfermo? marzo 19 1889 Guatemala

XLII Cuando fríos aseguran abril 14 1889 Guatemala

Una vez, yo no he sabido abril 16 1889 Guatemala

XLIII Es tan rara la vez que te contemplo abril 17 1889 Guatemala

Adorándote siempre, yo he venido abril 24 1889 Guatemala

LIX El día que pague abril 30 1889 Guatemala

XLV Después que imponente mayo 2 1889 Guatemala

XLVI Cuando cruzas por mi árido camino mayo 6 de 1889 Guatemala

En los toros mayo 15 1889 Guatemala

En el álbum de la señorita María Santa Cruz mayo 21 1889 Guatemala

La mujer que en mi alma mayo 22 1889 Guatemala

¿Qué es el amor? Una cosa mayo 28 1889 Guatemala

XLVIII Cuando miro una estrella fugitiva mayo 30 1889 Guatemala

La misma junio 4 1889 Guatemala

Carta á mis padres junio 26 1889 Guatemala

Noche de luna julio 15 1889 Guatemala

17 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Décimas recitadas por una niña en el junio 15 a julio 20 de 1889 Guatemala cumpleaños de la Srita. Natalia Gorriz

LX Es esta vida tan corta julio 25 1889 Guatemala

En mi cumpleaños agosto 7 1889 Guatemala

Si hallar en este libro agosto 18 1889 Guatemala

XXIX Supe que en confianza á un buen amigo agosto 23 1889 Guatemala

XLIX ¡Un beso!... Por recibirlo agosto 25 1889 Guatemala

LI No temas que me pierda si he formado agosto 24 1889 Guatemala

L Yo sé que de los cielos en el fondo agosto 28 1889 Guatemala

XIX ¡Haces unas preguntas! Poesía septiembre 10 1889 Guatemala

Oraciones y perfumes septiembre 28 1889 Guatemala

Amor inmenso octubre 10 1889 Guatemala

A Abelardo Domínguez. -epístola patológica- noviembre 3 1889 Guatemala

En el teatro diciembre 7 1889 Guatemala

Clemencia. diciembre 21 1889 Guatemala A la Señora Doña Jesús H. de Toledo

Noche de luna diciembre 24 1889 Guatemala

XI Cada palabra tuya en la armonía septiembre 4 1889 Guatemala

V ¡Cuántas manos profanas al acaso septiembre 20 1889 Guatemala

XLIV Sé que no quieres mirar octubre 4 1889 Guatemala

LII ¿Sabes lo que pensé la vez primera? diciembre 25 1889 Guatemala

LVI Después de que sin testigos noviembre 1889 Guatemala

LVII ¡Cuántas flores, cuántas flores diciembre 17 1889 Guatemala

LVIII Cuando en el corazón que te ama tanto diciembre 17 1889 Guatemala

18 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Noche buena diciembre 24 1889 Guatemala

I "Fugaces", así se llaman

II si hallas en este libro

III ¡Cuántas frases harán negras e impuras

IV ¡Así te adoro más! Brotaste un día

VI Vida de la vida mía

VII Vida de la vida mía

VIII De otros mundos mejores he venido

XIII Mataste el corazón donde vivías

XXXV Contemplé tan incierto el plazo largo

XXXVII Por tanto siglo de congoja inmensa

XLVII ¿Qué es el amor? Una cosa

LIV ¿Por qué mis flores al nacer el día

LV Olvídame si puedes, pero entonces

Olvido, pequeño poema en tres cantos 1890 Guatemala

LIII Como viven los pájaros cantores enero 5 1890 Guatemala

Contrastes enero 13 1890 Guatemala

Esbozo febrero 5 1890 Guatemala

Los que luchan. A mi amigo Máximo soto Hall marzo 9 1890 Guatemala

Mi alma es la tuya marzo 9 1890 Guatemala

El cuervo abril 1 1890

Una consulta. A mi maestro el señor Doctor mayo 11 1890 Don Juan J. Ortega

¡Duerme! junio 28 1890

19 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Cosas del mundo (la religión) junio 30 1890

En el paseo agosto 20 1890 Guatemala

Magdalena febrero 1891 Guatemala

A mi musa. marzo 19 1891 Guatemala En el álbum de la Señorita Carmen Perales

En el álbum de Lina Cerne abril 1 de 1891 Guatemala

Reina y señora. A Julia Novella (en la primera abril 1 1891 página de su álbum)

Flores marchitas. En el álbum de Carlota Abril 2 1891 Novella

Cosas del mundo (La justicia) abril 7 1891

A Luz Martínez (en su Álbum) abril 17 1891 Guatemala

En el baile abril 30 1891

En el bosque junio 8 1891 Guatemala

El colibrí junio 14 1891 Guatemala

¡Solo! julio 13 1891 Guatemala

A Lolita Pacheco. En su Álbum julio 27 1891 Guatemala

Clínica negra agosto 1 1891

¡Patria!- Versos leídos por su autor septiembre 16 1891 Guatemala en la Legación Mexicana

A Magdalena octubre 25 1891 Guatemala

El bardo octubre 31 1891

A Luisa Martínez. En su álbum febrero 14 1892 Guatemala

El número 339 febrero 28 1892

20 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Pacto de amor marzo 7 1892

En el templo marzo 27 1892

A Julia Garrido (En su Álbum) abril 2 1892

A la Señora doña abril 25 1892 María Lorenza de Lazo Arriaga

A Clotilde Gamero mayo 12 1892

Primaveral mayo 14 1892 Guatemala

Adelante! A la estudiantina "Colón", junio 17 1892 en su primer concurso

Besos Agosto 6 1892

A Enriqueta Löwenthal Agosto 20 1892

A Cristóbal Colón octubre 14 1892 Guatemala

¡Vacaciones! A mis compañeros de estudio octubre 22 1892

A Trinidad Martínez diciembre 13 1892

Su retrato febrero 20 1893 Guatemala

Estudiando mayo 2 1893

Blanco, negro y rojo junio 2 1893 Guatemala

Fulgores julio 12 1893

Por el arte julio 14 1893 Guatemala

A Tuxtla septiembre 10 1893 Guatemala

Febrero septiembre 15 1893 Guatemala

Junio septiembre 15 1893 Guatemala

Septiembre septiembre 16 1893 Guatemala

El honor septiembre 26 1893 Guatemala

21 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

El amor septiembre 27 1893

A Margarita Martínez marzo 1894 Guatemala

A la Señora Doña Gabriela Garrido Martínez marzo 1894 Guatemala

¡Adiós! marzo 12 1894

¡Siempre! A Próspero Calderón mayo 23 1894

Fe, esperanza y amor abril 21 1894

Fugaz 1894

El toro salvaje abril 15 1895 Santiago

Versos Patrios septiembre 16 1895 Santiago

La Zandunga septiembre 22 1895 Santiago

Soñando (A Consuelo) septiembre 29 1895 Santiago

¡Imposible! enero 22 1896 Santiago

A mi padre en su cumpleaños marzo 28 1896 Santiago

Pinceladas abril 25 1896 Santiago

Versos Patrios. Los trabajadores del bosque. septiembre 2 1896 Santiago A Fausto Moguel

Esperanza 1897 Santiago

Sin esperanza 1897 Santiago

Versos. A don Leopoldo Gout 1897 Santiago

La marimba 1898 Santiago

22 Obra poética

(1884-1890) POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

A mi amigo Abelardo Domínguez Almas por besos Al partir para la patria Si tu dejas que un beso ¡Vas a partir! al fin de aquí te alejas Te dé en la frente Y tornas al hogar donde naciste; Para que así mitigue Vas á volar hasta tu nido y dejas Mi sed ardiente; El suelo donde lágrimas vertiste. Con qué alegría Diera ese beso El tormento maldito de la ausencia El alma mía! Se va á trocar en calma venturosa Que es mi alma muy hermosa Y verás deslizarse tu existencia, Tú no la sabes: Entre horizontes mil, color de rosa. Dulce es como el arrullo De tiernas aves; Al fin respirarás el puro ambiente Como las flores De la patria bendita y del hogar, Que de perfumes viven Y si sufres, aún podrás la frente Esparciendo amores. En el materno seno reclinar. El alma que te ofrezco Es la de un niño; ¡Sé feliz!... ¡sé feliz!... yo mientras tanto Sólo tiene ternura, Cruzando seguiré con paso incierto Sólo cariño: Por la senda maldita del quebranto Es tan hermosa El espantoso y árido desierto. Que muy bien la mereces Esa dicha tan grande que te espera, Niña preciosa Tal vez hermano, nunca la tendré, Y la dueña de un alma Y moribundo aquí, por vez postrera, Como la mía, ¡Patria!... ¡Patria!... quizá balbuciré. Tan hermosa y tan grande Muy bien comprendes mi dolor profundo, Suerte tendría: Pues ya sufriste lo que sufro ahora: ¡Y por un beso Sabes muy bien que es un desierto el mundo Te la doy enterita, Lejos de todo lo que el alma adora. Sólo por eso! ¿Por qué, mi vida, aceptas — Esa fortuna? Te quedarán dos almas Cuando tengas, hermano, por abrigo Y a mí ninguna: De la patria el azul y hermoso cielo, Tratos como esos La saludas en nombre del mendigo, No se han visto en el mundo Que vaga errante en el extranjero suelo. ¡Almas por besos!

¡Parte pues!... en tus horas de alegría, Acuérdate que vive abandonado, El que mezcló sus lágrimas un día Con las que tú, al sufrir, has derramado.

24 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

A mi madre Quiero antes que en los brazos de la muerte En los tuyos vivir. Hubo un tiempo dichoso, madre mía, De mil encantos y de flores lleno, En que inocente junto a ti vivía Al calor de tu seno. Al Partir Era yo niño entonces… en mi frente Colocabas, oh madre, con ternura, En la hora de partir, tú con tristeza Muchos besos de amor… aún mi alma siente Al reclinar, llorando, tu cabeza Que vibran con dulzura. En mi pecho, mi bien, Yo sólo conocía los fulgores Escuchaste un latido de amargura De tu mirar tan tierno, tus sonrisas, Y entonces me miraste con ternura Un campo tapizado por las flores, porque mi corazón lloró también. Y el rumor de las brisas. Era feliz entonces… ignoraba — Que hubieran desgraciados en el mundo; Dichas no más en mi horizonte hallaba Y tuviste un consuelo, vida mía, Y bienestar profundo. Al ver mi corazón que así latía Nunca, madre, esperaba que mi cielo Y que lloraba así; De negros nubarrones se cubriese, Si estuvieras conmigo en este instante Que el dolor me enlutara con su velo, Vieras llorar mi corazón amante Que mi placer muriese. Como la vez aquella en que partí. Era el hombre al fin, y fatal mi destino Me separó, inclemente, de tu lado Y seguí, con dolor, otro camino Y fui muy desgraciado. La unión centroamericana Con sentimiento vi que en soledad A la juventud Se trocaba del mundo la belleza, Y desde entonces vivo en la orfandad Los rencores, los odios, las pasiones Llorando de tristeza! De un corazón pequeño y miserable; Cuando se cruza un árido desierto Las mezquinas y viles ambiciones, Sin el oasis del hogar materno; Todo lo que hace al hombre despreciable; Cuando el placer por siempre queda muerto El ruido atronador de los combates, ¡La vida es un infierno! Perdona mi blasfemia, madre amada En los campos la sangre palpitando; Pero el dolor que sin piedad me azora Del adverso destino los embates, Me vuelve loco, y la blasfemia airada Y la patria infeliz agonizando. De entre mis labios brota. Quisiera Dios que otra vez esté a tu lado, El espacio de sombras encubierto, Que de nuevo reciba tus caricias, De aves negras el grito que amedrenta; Que otra vez junto a ti viva abrigado El silencio espantoso del desierto, Respirando delicias. Y el lejano rumor de la tormenta… Dios no permita que mi negra suerte Eso ayer fue la patria; ensangrentada Destruya, para siempre, mi existir,

25 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Se deshizo al fragor de los cañones; Por eso, juventud, por eso admiro Murió… murió la patria desgraciada: Tus sacrificios por la patria santa; ¡Cinco tumbas guardaron sus jirones! Allá, brillando entre las nubes, miro Tu gloria que tan alto se levanta. — Sacrificas, gustosa, tus abriles Los nobles sentimientos que acaricia En aras de la patria en que naciste; Un corazón que entre lo grande crece; Matas tus ilusiones juveniles Los ideales de paz, de justicia Y dejas al hogar desierto y triste, Todo lo que á los hombres enaltece. Marchas alegre al campo de combate, El eco de cien himnos de victoria Llevas serena tu orgullosa frente Que al cielo eleva sus alegres notas; Y la espantosa muerte no te abate: La luz de un porvenir lleno de gloria ¡Tienes tan grande el corazón valiente! Y de la patria las cadenas rotas. Para escribir tu nombre está la historia Azul el cielo con la luz del día, En tus acciones con los ojos fijos; El quetzal ostentando su plumaje; Diste a la patria su brillante gloria Todo lleno de vida y alegría Y se envanece de sus bravos hijos. Y el lejano brillar de un celaje, Mañana escucharás en sacro templo Eso será la patria porque ufana Del himno que te ensalza los cantares: Elevará hasta el cielo sus pendones; ¡Está bien juventud, diste el ejemplo Vivirá… vivirá, porque mañana De morir por la patria en sus altares! Se alzarán de la tumba sus jirones.

— Un sueño ¡La unidad de la patria! contemplarla Bella y feliz en fraternales lazos; Soñé que al fin tu corazón latía; Del polvo que la ha envuelto, levantarla Que al fin me amabas como yo te amaba; Y reunir para siempre sus pedazos. Que en tu caliente seno, vida mía, Mi fatigada frente reclinaba. Ese sublime ideal en tristes días Soñé un mundo de amor y de delicias, Alzó brillante, su gloriosa tea; Donde aspiré, como en hermosas flores, Sólo tú, juventud, comprenderías El aura embriagador de tus caricias... Que es grande, como tú tan noble idea. ¡Es tan ingrato soñar con tus amores! Loco mi pobre corazón amante Y conociste entonces la grandeza Sintió el calor de juventud perdida; Que encerraba la Unión al comprenderte; Gocé tanto, mi bien, en ese instante Y levantaste entonces la cabeza Que bendije lo hermoso de mi vida. Y dijiste orgullosa –Unión o muerte–. Soñé una dicha delirante, loca, Que tu amor me embriagaba hasta el exceso;

26 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Que acercaba mis labios á tu boca Cantares Y temblando de amor, te daba un beso. Evoqué mis marchitas ilusiones, Te dije que te adoraba Toda la fe que al adorarte siento; No lo quisiste creer Que unimos en un ser los corazones, ¡Y te enseñé mis cantares Que confundí mi aliento con tu aliento. Y lo dudaste también! Que yo apretaba contra el pecho mío No te digo que soy pobre El tierno y palpitante de mi amada.... Porque lo vas a creer. Después!... después, al despertar sombrío… ¡Estrechaba en mis brazos una almohada! II

Tienes, hermosa, unos ojos Tan brillantes y tan negros!... Dos heridas ¡Sabes que nunca pensaba Que fuese oscuro mi cielo? Estabas muy hermosa en tu ventana Encantadora hurí; III A los postreros rayos de la tarde Muy hermosa te vi, Si te cuentan que soy pobre Y no tuve la culpa si imprudente Y que ni vestidos tengo; De ti me enamoré; Diles que tengo cantares Es imposible contemplar con calma ¡Diles que todo es un cuento! Tus encantos, mi bien. ¿Recuerdas? Yo llegué hasta tu ventana Temblando de pasión; Y con voz lastimera al fin te dije ¡Vete! Luz de mi vida, yo… ¡Ay! No pude concluir, en las narices ¡Adiós! me dijo la paloma blanca Me diste con desdén, Que vivió tanto tiempo entre mis flores; Un ventanazo y con aquel cariño Confidente secreto en mis amores, Triste me retiré. Fiel compañero de mi pobre hogar. Herido el corazón me fui alejando Voy á buscar el sol de otras regiones, Y herida la nariz, Lejos... muy lejos formaré mi nido; Y tú, al ver ese chasco tan terrible, Sabe que aunque te dejo no te olvido… Te pusiste a reír ¡Voy por otros espacios á volar!. Me duelen las narices, pero pronto La hinchazón pasará — Me duele el corazón, mas esa herida Es honda y es mortal. Yo quiero conocer aquellas brumas Que se ven desde aquí Tras de los montes, Quiero volar por esos horizontes Pensando en los amores de los dos. No llores porque sabes que te quiero,

27 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Vendré más tarde á acariciar contigo Ese fantasma seguirá mis pasos Tus santas ilusiones que bendigo, En mi camino incierto, No te puedo olvidar... ¡adiós! ¡adiós! Y vivirá conmigo eternamente Con su fulgor eterno… — ¡La gloria! Yo bien sé que con ella sueñan Y la blanca paloma que amé tanto, Los grandes y los necios; Buscando en otro cielo nuevas galas Que es imposible que a las puertas llegue Extendió con afán sus níveas alas, De su sagrado templo; Y para siempre se olvidó de mí. Que puedo caminar toda mi vida ¡Adiós! le dije entonces sollozando, Y siempre estaré lejos Sé que no volverás como otros días Y que al cabo de tantos desengaños Porque buscas cantares y alegrías Llegará el desaliento. Y eso que anhelas tú no tengo aquí. Que nunca ganarán unos laureles — Mis desgraciados versos; Que es quimera soñar…¡ah! si pudiera Estoy triste y te vas... nunca recuerdes Desterrar estos sueños! Al que una vez tu amigo se ha llamado, Al pobre compañero abandonado, Olvida los amores de los dos! Deja las ruinas de mi hogar desierto Viajera de otros climas y otros lares, A mi padre en su cumpleaños Deja que llore solo mis pesares, Vete, paloma blanca, ¡adiós!... ¡adiós! Debo, padre, decirte lo que siento, Es rudo mi lenguaje y es sincero; Tú sabes que á tu lado estoy contento, Sabes que te respeto y que te quiero. La gloria ¡Cómo no te ha de amar el alma mía Si todo lo que tengo me lo has dado! Allí el fantasma está que me persigue Me diste un porvenir que no tenía, Con implacable empeño; Me enseñaste á vivir como hombre honrado. En vano intentan resistir mis ojos Tú me enseñaste á amar, dando el ejemplo, Sus fulgores intensos las virtudes que endulzan la existencia, Y he querido ahuyentar estas visiones A venerar, en sacrosanto templo Que tengo en el cerebro. Todo lo que enaltece á la conciencia. “Sé bueno, me dijiste, no mancilles En mis noches de angustias y de insomnios El nombre que te dejo, esa es tu gloria, Mira mi pensamiento Siempre ten dignidad, jamás te humilles Brillar entre las sombras de la noche Y que solo nobleza sea tu historia Sus contornos de fuego. Ama á mis hijos como á ti te quiero, Vela por ellos como buen hermano: Yo los cuido también… si acaso muero

28 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Tú seguirás la obra en que me afano. Mas te conformas con saber que llevo La santa caridad debe encontrarte, Sin mancha alguna tu sagrado nombre. Protege al desgraciado y al mendigo; Yo conozco muy bien lo que deseas, Piensa que tú también puedes quedarte En dónde tienes tus ideales fijos; Alguna vez sin pan y sin abrigo. Tú sólo te conformas con que veas Que jamás te deslumbre la riqueza; Nobles y buenos tus amados hijos. Con todo el trabajo se ha alcanzado; Y al fin verás tu afán recompensado, Preferible es mil veces la pobreza ¡Cómo ibas á vivir de desengaños! Al oro que de infamia se ha manchado. Te respetan tus hijos, padre amado, Recuerda que los nobles corazones Y quieren abrazarte en tu cumpleaños. Odiaron siempre la maldad y el vicio, Si desbordas sin freno tus pasiones caerás en insondable precipicio. No deshonres á nadie, que tus labios Tus plegarias Dejen para el infame esos alardes; Perdona las ofensas, los agravios En ti pensaba siempre! llegué al templo Porque solo se vengan los cobardes. en donde tú rezabas, Siempre debes decir lo que se siente, y busqué aquellas sombras que velaron Sin esbozo ninguno y con franqueza las tinieblas de mi alma; Y con respeto descubrir tu frente Inmóvil y callado, semejante Donde quiera que encuentres la grandeza. á las mudas estatuas El hipócrita vive de congojas en el recinto oscuro de aquel templo Y arrastra una existencia miserable; escuché tus plegarias. No debes adular porque recojas Los ecos de las naves repetían De pan algún pedazo despreciable. tus vibrantes palabras Debes creer en Dios, al que no cree que resonaban con letal tristeza Todos los miran con horror profundo; en los ecos de mi alma. Dios en el fondo de las almas lee Eran como las notas fugitivas Y protege á los buenos en el mundo”. de alguna voz lejana, Ama el suelo bendito en que naciste como amoroso y lastimero arrullo Que el amor a la patria es noble y santo, de las palomas blancas, Muere por ella si luchar la viste como el canto del niño por la tarde Y de su pabellón forma tu manto. al ángel que lo guarda. Y después de la patria… tú conoces Aquel rumor confuso y apagado Quiénes te cuidan con afán prolijo, como batir de alas: Quienes cifran en ti todos sus goces… yo no sé qué recuerdos me traía, ¡Tú los debes amar si eres buen hijo!”. qué tiempos evocaba! Esos santos consejos, tu bien viste tal vez de aquella edad, que nunca vuelve Que nunca están con mi conducta en guerra; alguna historia vaga, No cambio esos tesoros que me diste oscurecida por las densas brumas Por todas las grandezas de . que me enervan el alma. Jamás podré pagar lo que te debo: Tanto llegué á pensar en mis recuerdos Me diste el corazón, me hiciste hombre, y tanto en ti pensaba

29 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

que asomaron ardiendo en mis pupilas Hidalgo dos silenciosas lágrimas; uní mis oraciones de infortunio Yo no vengo á cantarte! otro lenguaje, á tus preces cristianas Que tu nombre pronuncie es necesario; y olvidé las tormentas que en mi vida Vengo solo á rendirte mi homenaje eternamente estallan.... Al llegar al dintel de tu santuario. Y desde entonces cuando sufro y llevo Para subir al cielo en donde moras, tinieblas en el alma, A la región de luz donde fulguras, cuando en mis horas de tristeza pienso Has llevado las alas triunfadoras que tal vez no me amas; Del águila caudal de las alturas. sin que lo sepas tú, sin que adivines Apóstol que bajabas desde el cielo quién, oculto te guarda, Como la sombra augusta del Mesías, inmóvil y callado, semejante De un porvenir de luz alzaste el velo á las mudas estatuas, Propagando el fulgor de hermosos días. en el recinto oscuro de aquel templo, Rompiendo las cadenas del pasado escucho tus plegarias Surges entre las raudas tempestades: y espero que me invoquen y me llamen La patria envanecida te ha llamado tus vibrantes palabras. Padre de nuestras santas libertades. Tu protesta inmortal vibró en Dolores Derribando á su paso férreos muros; Tres centurias de duelos y rencores A… Rodaron entre el polvo á tus conjuros. De aquella edad tan triste y tan oscura ¿A qué la confesión? No es necesario Sereno arrastras el furioso embate, Pronunciar una frase apasionada; Y destacas tu olímpica figura Que tienes en mi alma tu santuario Entre el fragor y el humo del combate. Ya te lo revelé con la mirada. Sacerdote en el púlpito y guerrero Sabes á quién en mis insomnios llamo, Venciste en buena lid á los tiranos: Quién inspira la fe de mis cantares; Cada palabra de tu labio austero Sin que digan mis labios que te amo Era una redención de tus hermanos. Ya sabes quién habita en mis altares. Entre el rugir del huracán que estalla, Toda mi adoración inmensa y pura Iluminado por radiosas luces, La has conocido sin tener sonrojos: Como el numen de gloria en la batalla, Se dicen tantas cosas de ternura Te miro allá en los Montes de las Cruces. ¡En la muda expresión de nuestros ojos! Aún me parece oír en nuestros lares Jamás podrá decirte lo que anhelo El himno con que alzabas tus pendones, La palabra banal que nada encierra; El grito de las turbas populares El lenguaje del alma está en el cielo Y el eco atronador de tus cañones. Y lo ignoran los pobres de la tierra. En la lucha titánica en que vives Juegas tranquilo la mortal partida, Y, al sucumbir en el combate, escribes El mejor episodio de tu vida… En vano la ignorancia en su rudeza

30 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Te quiso herir y calumniarte en vano: No me olvides 1 Tu sangre demostraba la nobleza De la santa misión del noble anciano. Yo no te olvido nunca ¡si padeces Queda de nuestro honor en los anales No dejes de volver! Eternamente tu pasado escrito, Peón y Contreras Y recuerdan tus hechos inmortales Caracteres de bronce y granito. Hastiada estás de mi pasión ardiente Cada palabra que en tus labios brota y te vas...... ¡está bien! Es una redención de tus hermanos, buscas el mundo ideal en que deliras Y cada ideal que al retroceso azota y no piensas volver, Es una bofetada a los tiranos. buscas nuevas pasiones que mitiguen El Cristo inmaculado que llevabas tu inextinguible sed, Te sirvió de estandarte en la pelea; quieres viajar cual golondrina errante... ¡Y en el nombre de Dios nos libertabas, tiende tu vuelo, pues! Sublime sacerdote de tu idea! Busca algún corazón que te ame tanto Y tan grande es el peso de la gloria como una vez te amé Que gravita en tus hombros de gigante, y en ese afán eterno lo que ansías, Que te mira asombrada nuestra historia ¡quién sabe dónde esté! Sin hallar pedestal que te levante. yo sé que volverán á tu memoria Hoy que se ahogaron ya tantos rencores, los recuerdos de ayer, Que no se oye el rumor de la pelea; que triste y silenciosa, alma de mi alma, Mira… tu enseña que surgió en Dolores tú llorarás después Libre y tranquila en nuestro cielo ondea. que en vano buscarás otros vergeles... Gracias á los martirios de tu vida ¡así tiene qué ser! Y á tu sublime abnegación sin nombre, Pero acuérdate entonces que muy lejos Míranos sacudir la frente erguida Dejaste, en tu desdén, Con el orgullo del que al fin es hombre. tu pobre compañero abandonado... La patria en su cantar tu nombre invoca ¡no dejes de volver! Al tributarte su ovación vehemente, Guardo intacto el altar donde vivía Frescas coronas de laurel coloca el ángel que se fue; En los blancos cabellos de tu frente. pienso en ti nada más, estoy enfermo Para llegar al cielo en donde moras, de tanto padecer A la región de luz donde fulguras, y solo faltas tú para que vuelva Necesito las alas triunfadoras á cantarte otra vez. Del águila caudal de las alturas. Piensa en el pobre nido que has dejado, Y no vengo á cantarte! otro lenguaje piensa en mi amor después, Que tu nombre pronuncie es necesario; y entonces torna el vuelo a tus hogares, Vengo solo á rendirte mi homenaje te espero aquí, mi bien, Al llegar al dintel de tu santuario. sabes que te amo mucho, ¡si padeces, no dejes del volver!

1 El poema tiene una dedicatoria en su versión de 1885 “A mi amigo Antonio Méndez”

31 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

A mi amigo J.A. Tamasio Ortiz Busco lo que afanoso lloré un día; Las bellas flores de la patria mía ¡Como ha pasado mi existencia errante El risueño vergel donde nací; En continuo viajar! Necesito vivir con mis hermanos Tendí mi vuelo fatigado y lento Que quedaron en climas tan lejanos… Entre , ¡Quiero cuanto perdí! Pensando silencioso, en la familia, ¡Como he vagado con incierto paso! En el perdido hogar… Yo anduve solitario y al acaso En alas de la ruda adversidad. Hoy vuelvo a los hermosos horizontes Crucé como gaviota ignotos mares Do mis dichas están, Buscando, errante, mis perdidos lares Y que vagó un mendigo en estos climas Entre la tempestad. Nadie recordará. En su viaje constante el peregrino Halló al fin, una sombra en su camino Sólo tú pensarás en el viajero, Y el cansado viajero reposó. Tú no lo olvidarás, Allí, el fulgor de los pasados días, Porque con él forjaste ilusiones Volvieron las benditas alegrías Buscando un más allá; Y hasta la fe volvió. Con él hiciste versos y le diste ¡Cuántos cariños recibí abrigado! Tu sincera amistad. Allí olvidé que era un desterrado Yo siempre viviré con tu recuerdo Perdido en otros climas… ¡lo olvidé! En mi suelo natal. Al calor de este hogar entre sus flores Ya no volví a llorar por los amores Se olvida el sufrimiento, la alegría, Que tan lejos, dejé. Los recuerdos se van Hoy que busco mis patrios horizontes Y hasta las ilusiones del poeta Aquel cielo azulado, aquellos montes Se llegan a olvidar, Donde pasé mi alegre juventud; Pero las almas que en su vida errante Hoy que dejo este edén lleno de calma Unió la adversidad, Me llevo sus perfumes en el alma; Esas siempre recuerdan sus tristezas Llevo la gratitud! ¡No se olviden jamás! Pronto vuelvo a este hogar casto y bendito, Quiero ver mi familia… necesito Vivir con los recuerdos que lloré. Solo voy a abrigar mi frente helada A la apreciable familia del señor Junto al regazo de mi madre amada don Mariano Serrano Montenegro Y después volveré. Yo soy ave perdida y pasajera Torno a mis lares mi cansado vuelo; Y al alejarse así de esta ribera Necesito el abrigo de otro cielo; Sufre mucho mi pobre corazón. Necesito otro ambiente respirar. Quién sabe si no vuelva y su mañana Torno a buscar mis patrios horizontes, A otra tierra más triste y más lejana Aquel cielo azulado, aquellos montes Me arrebate el turbión. De mi perdido hogar.

32 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Si no puedo volver a estas regiones; pregúntame esos misterios Cuando en la tumba estén mis ilusiones porque sé de muchas cosas Y el polvo nada más de lo que fui, los escondidos secretos; Guardad en este hogar mi triste historia, y te diré cuanto encierra Una lejana y pálida memoria, lo que tú miras tan lejos. Un recuerdo de mí. Que mi espíritu incansable Yo… mientras viva en extranjeros lares buscando luz en su vuelo Vendrá mi pensamiento a estos hogares; ha tendido ya sus alas Aquí se posará junto a su altar. en aquel espacio inmenso. Que aquí encontró mi corazón abrigo Y que entonces no fui pobre mendigo II ¡Quien lo puede olvidar! Cuando escuches por la tarde quejas perdidas del viento, y lleguen á tus oídos Al sabino de Santa María del Tule de extrañas notas los ecos, palabras que no comprendas, A la sombra que presta tu ramaje risas, suspiros, lamentos, Suspendí de mi vida el largo viaje y te parece que se unen Y reposé un instante nada más; del sol al postrer reflejo Es eterno mi adiós! soy pasajero los rumores de la tierra, De letales tristezas mensajero con los rumores del cielo. Que ignora en su camino, á donde va… Si quieres saber qué dicen esos cantares inciertos; llámame á tu lado entonces, pregúntame esos misterios, ¡Llámame! porque sé de muchas cosas los escondidos secretos, I y te enseñaré el lenguaje de los invisibles genios. Cuando fijes la mirada Que mi espíritu ha viajado en las regiones del cielo del sol al postrer reflejo, y lleguen á tus pupilas y conozco cuanto lleva de aquella luz los reflejos; entre sus alas el viento. si quieres saber qué llevan los rojas nubes de fuego, III quiénes habitan los mundos que miras brillar tan lejos, Cuando en largas noches huya y quienes baten sus alas de tus párpados el sueño en aquel espacio inmenso. y nublen tu hermosa frente Si quieres, amada mía mil tenaces pensamientos; ver las grandezas del cielo, si ves ángeles formados llámame á tu lado entonces, de blancas nubes del cielo

33 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

y te despiertan los ruidos V de su constante aleteo. Si te nombran y te llaman Y... ¡escucha! cuando padezcas y te besan sonriendo, en solitario desierto y te hablan en un idioma y, sin reír, lloren mucho que no puedes comprenderlo; tus húmedos ojos negros; llámame á tu lado entonces, cuando comprendas que todas y cuéntame esos misterios tus ilusiones se fueron porque sé de muchas cosas y habiten en tus hogares los escondidos secretos; la tristeza y el silencio. y te diré por qué vienen Si quieres que se disipen á velarte de tan lejos. esas tinieblas de invierno Que muchas veces mi espíritu y otra vez quieres que vuelvan ha discurrido con ellos, las auroras á tu cielo; y sé por qué te acarician llámame a tu lado y cuéntame y por qué turban tus sueños. esos oscuros misterios porque sé de muchas cosas IV los escondidos secretos, y te daré luz y aromas Cuando una sonrisa asome y muchos goces eternos. entre tus labios inquietos Que al ofrecerte mi espíritu y sientas que te acarician los tesoros que poseo ocultos goces intensos; habitarás en los mundos cuando dos lágrimas puras de las regiones del cielo. brillen en tus ojos negros y sientas dentro del alma hondos y azarosos duelos. Si no sabes por qué ríes El poeta entre amargos sufrimientos y no penetran tus ojos, Tiene la aurora suaves colores, estas sombras y esos velos; Lágrimas puras las blancas flores, llámame á tu lado entonces, El aire lleva fragancia y luz; pregúntame esos misterios Doradas gazas ornan la tierra, porque sé de muchas cosas Perlas y espumas el mar encierra, los escondidos secretos, Brillantes nubes el cielo azul. y te diré por qué ríen Mis versos guardan y lloran tus ojos negros. En urnas de oro Que mi espíritu ha vivido Rico tesoro cerca de ti mucho tiempo De inmenso amor; y ya conoce tu alma Porque es hermosa llena de luz y misterios. Mi vida inquieta, ¡Porque el poeta me llamo yo!

34 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Las golondrinas de raudo vuelo Yo siempre busco luces y galas En espirales llegan al cielo Inmensidades para mis alas, Cruzando alegres la inmensidad; Ver el espacio si tiene fin; Suspiros lleva la brisa errante Llevo mis flores a las alturas Y con eterno rumor vibrante Y siempre busco regiones puras… Surcan las ondas del ancho mar. ¡Soy de otros mundos, no soy de aquí! Y el alma mía Llevo á mi paso viaja al acaso Urnas de oro Y va á su paso Con su tesoro Llevando amor; De inmenso amor; Porque es hermosa Porque es hermosa Mi vida inquieta, Mi vida inquieta, ¡Porque el poeta ¡Porque el poeta me llamo yo! me llamo yo!

Las aves duermen entre las hojas Y sin pesares y sin congojas Solas y quietas viven así; Allá te espero Forman los nidos con su plumaje, A mi bueno y distinguido amigo el Y siempre ocultas en el ramaje Señor Magín Lláven Cantando amores duermen allí. Y yo en hogares I De blancos lirios Con mis delirios Adiós! en una carta le decía, De ardiente amor; Hoy que al partir mis ilusiones mueren Porque es hermosa Quiero que tú conozcas, vida mía, mi vida inquieta Las tristezas letales que me hieren ¡Porque el poeta Seré mañana sin tu casto abrigo me llamo yo! Extranjero errabundo en tristes lares, Ama el jilguero la selva umbría Y eternamente llevaré conmigo Y las alondras la luz del día La historia que forme de mis pesares. Y la gaviotas la tempestad; Vierte mi corazón decepcionado Aman las flores las mariposas Llanto de fuego por la vez primera, Y sus perfumes las níveas rosas Porque sabes muy bien que te he adorado Y las violetas la oscuridad. Con la fe inquebrantable del que espera. Yo amo un fantasma Formé, porque vivieras escondida, De luz formado Ignorando altares en el alma; Que me ha brindado Eras en el desierto de mi vida Su ardiente amor; La única hermosa y solitaria palma. Porque es hermosa La luz de tus pupilas disipaba Mi vida inquieta, Las sombras de mis tristes soledades, ¡Porque el poeta Y tu manto de virgen me abrigaba Me llamo yo! De la vida en las rudas tempestades.

35 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Me faltaba la luz y el pensamiento II Si no estabas llamándome á tu lado; ¡Que grande no será mi sufrimiento En papeles que guardo, amarillentos Cuando viva perdido é ignorado! Por los años eternos que pasaron, Como en los rezos que aprendí de niño Escribió sus ocultos sufrimientos, El nombre de la virgen pronunciaba, Las tristezas que al cabo la mataron: Te llamé muchas veces con cariño “Al pensar que te vas y que me dejas Y entre mis oraciones te invocaba. Dos lágrimas se agolpan á mis ojos... Siempre te hablaba con fervor profundo Quiero también que lleves, si te alejas En mis horas de ardiente desvarío; La historia de mis íntimos abrojos. ¡No hallarás á tu paso por el mundo Mientras camines tú bajo otro cielo Amores tan intensos como el mío! Pensando en los dolores que padeces, Lleno de adoración pura y sencilla Yo solo esperaré tender el vuelo Resonaba tu nombre en mis cantares, Y llegar á ese mundo que me ofreces… Y siempre se doblaba mi rodilla Nunca irás al acaso y sin abrigo Al pie de tus magníficos altares. Y lleno el corazón de decepciones, Eras la única fe que iluminaba Porque á tu lado viajarán contigo Mi vida de congojas y dolores; Mi espíritu, mi fe y mis oraciones. Todo el bien de mi alma lo cifraba Feliz y alegre junto á ti vivía En verte reposar entre mis flores. En el nido de flores que me hiciste, Hoy el furioso vendaval que abate Y al arrullo apacible me dormía Sin compasión destroza mi existencia... de tu cantar apasionado y triste. ¡Ya perdí de la vida en el combate En ti cifraba todo mi cariño La última religión... la última creencia! Y el candor infantil de mi ternura; Dejo solo perfumes y armonías Y te soñaba mucho como el niño De tu santuario en el recinto amado... Que forja una visión hermosa y pura. ¡Cuando me llames tú como otros días El alma que te di, como los lirios, Verás que nunca llegaré a tu lado! Vivió al calor de tu pasión ardiente, Mientras mi yerto corazón palpite Y fue la realidad de mis delirios Y un pensamiento en mi cerebro bulla, Los besos que me debas en la frente. Cuidaré que tu amor conmigo habite ¡Si vieras todo lo que mi alma encierra Y una memoria haré... será la tuya! Cada vez que me dices que me quieres! Adiós! que los recuerdos del mendigo Yo sé que no hallarás sobre la tierra Se agiten junto á ti siempre despiertos; Un amor tan hermoso en las mujeres! Que pronuncies el nombre de tu amigo Hoy se alejaron ya mis alegrías Cuando reces y llores por los muertos. Y aquellas horas de placer tranquilas, Ya conoces mi amor noble y profundo Y ya no me veré, como otros días, Y el pobre corazón con que te quiero; Juguetona y alegre en tus pupilas. No pierdas la esperanza... en otro mundo Mañana llevarás sombras y velos Gozaremos tal vez...¡allá te espero! Mi espíritu infantil que luz desea, Y moriré después entre los hielos De la noche invernal que me rodea.

36 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Recordándome siempre tus amores En estas largas noches Las ruinas quedarán de tus altares, de mis vigilias Las hojas amarillas de las flores Velan junto á mi lecho Y el eco nada más de tus cantares. vuestras pupilas; No pienses que te olvide y que mañana ¡solo vosotros Te culpe por el bien que me has quitado: me quedáis en el mundo Te amé con toda mi pasión temprana benditos ojos! Porque te vi sin patria y desgraciado. Yo buscaré también otros vergeles Ojos de la morena Donde reposen mis amores yertos: de mis recuerdos, Allá me encontrarás en los dinteles Si vierais cuánto sufro... Del tranquilo santuario de los muertos. cuánto padezco! Sufre sereno el tempestuoso embate sin esperanzas Del eterno huracán de tu existencia, mi corazón se muere, Si no tienes valor en el combate se muere mi alma. Me perderás á mí con tu creencia. Aquí solo encontró llanto y tristeza Así como vosotros El pobre corazón con que te quiero; negros y grandes, Gozaremos tal vez en donde empieza así son mis congojas La vida del sepulcro... allá te espero!” y mis pesares; y tan intensos como aquellas miradas de mis recuerdos. ¡Benditos ojos! Caminante perdido Ojos de la morena de las montañas de mis recuerdos, que nunca llega al término húmedos y dormidos de su jornada, grandes y negros; en estos climas ojos que encierran me rindo bajo el peso los velados tesoros de mis fatigas. de mi morena. Ojos de la morena ¡Cuánto pienso en vosotros, del alma mía, ojos brillantes, no volverán á verme únicos compañeros vuestras pupilas; de mis pesares; ay! ojos negros, solo y enfermo llorad porque estoy triste, de tristezas sin nombre porque me muero! me estoy muriendo.

37 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Mis infortunios Deja que junto á ti busque la calma, Que me cubran tus alas virginales Oye! si arrodillada en los altares, Del duro cierzo que me hiela el alma. Con la cristiana fe que tu alma encierra, Si velar por los pobres que se mueren Oras porque terminen los pesares Es tu santa misión sobre la tierra, De los infortunados de la tierra. Ora por los dolores que me hieren Si en la tranquila y silenciosa ermita Con la cristiana fe que tu alma encierra. Donde mora la virgen solitaria, Forma con dulce caridad bendita Elevas tu oración casta y bendita Del nombre de tu amigo una plegaria, Y recuerdas al pobre en tu plegaria. En la tranquila y silenciosa ermita Si rezas por los mismos que lloran, Donde mora la virgen solitaria. Por el mendigo enfermo y errabundo; Si allí tus labios con fervor imploran Protección á los huérfanos del mundo. Recuerda entonces mi pasado incierto, El ángel de la guarda Las páginas luctuosas de mi historia; A mi madre Yo también he llorado en el desierto De mi vida ignorada y transitoria. I Yo padezco también, ave perdida Que cruza con afán climas extraños, A pesar de los años transcurridos, En todos los instantes de mi vida de mi tranquila infancia Se asientan junto á mí los desengaños. guardo un recuerdo arrullador y hermoso Si vieras tú mi padecer intenso, en lo íntimo de mi alma. Mis largas noches de mortal vigilia; Es una vieja historia de otros días Si vieras lo que sufro cuando pienso de ternura y de lágrimas En el perdido hogar y en mi familia! que repito mis horas de tristeza En anchuroso mar negro oleaje, como santa plegaria; Miserable juguete del destino; es de una edad lejana que no vuelve Estoy cansado de mi largo viaje reminiscencias vaga, Porque no hallo una sombra en mi camino. que nunca olvidaré porque la llevo El eterno huracán que me destroza hondamente grabada Ruje fiero y potente en mi jornada; en lo más escondido de mi pecho, Mi vida, en la apariencia silenciosa, en lo íntimo de mi alma. Es una tempestad desenfrenada. Llevo siempre en el viaje en que me afano II Mi eterno padecer por compañero; Me he fatigado de buscar en vano Una noche invernal y tempestuosa, Una dicha inmortal que ya no espero. oscura y destemplada, En el ajeno hogar huésped proscrito , silencioso escuché junto a la lumbre Mensajero del llanto de mañana; que en el hogar brillaba En la noche de mi alma necesito el trueno amortiguado que rujía La hermosa luz de tu oración cristiana. detrás de las montañas; En medio de mis lágrimas mortales silbaba el huracán con furia intensa

38 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

y sus perdidas ráfagas III azotaban sin tregua ni descanso las puertas y ventanas; Desde entonces conservo con cariño la luz de los relámpagos rompía en lo íntimo de mi alma con su trémula llama ese recuerdo arrullador y hermoso aquella densa oscuridad del cielo, de aquella edad lejana. del bosque la montaña; Cuando la tempestad en mi camino desgajados los árboles gemían ruje desenfrenada y los perros aullaban, y el huracán atronador e inmenso y esa vez tuve miedo y sentí frío… con furia se desata, frío intenso en el alma! cuando lloro en mis horas de infortunio Creí que los espíritus nocturnos tan negras y tan largas á la tierra bajaban, y recuerdo que llevo solamente en medio de las sombras de la noche tristezas en el alma, miré sus formas vagas, entonces pienso en el hogar que ocultan sentí sobre mi frente el soplo helado las azules montañas, de sus inmensas alas en el caliente nido donde habita y confundí sus gritos con los ecos mi madre buena y santa, del viento que silbaba. y resuena otra vez en mi memoria Yo, con la fe del corazón del niño la bendita plegaria que invoca á quien lo ampara, de la noche invernal que nunca olvido aquella noche de mortal pavura oscura y destemplada. busqué á mi madre santa Duerme! murmura cariñosa y dulce, y oculté mi cabeza en su regazo duerme, niño de mi alma, conteniendo mis lágrimas. que cuidándote está sobre la tierra Duerme! me dijo cariñosa y dulce, el ángel de tu guarda; duerme, niño de mi alma, de la vida en el viaje solitario no temas al rumor de la tormenta te cubre con sus alas ni el huracán que estalla, y el amor con que vela en tu camino, que cuidándote está sobre la tierra jamás, jamás se acaba. el ángel de tu guarda; de la vida en el viaje solitario te cubre con sus alas y el amor con que vela en tu camino A mis hermanos jamás, jamás se acaba! Así dijo la madre de mi vida Caros amigos míos, único ser que me ama, heme de vuelta ya murmuró sonriendo en mis oídos vacilante y enfermo una oración cristiana de oculto y hondo mal y sentí que mis ojos soñolientos cruzando los dinteles al cabo se cerraban, de vuestro santo hogar. que me besó en la frente y que me dijo: Abridme vuestros brazos, duérmete, hasta mañana! dadme calor y pan

39 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

y aquí, junto á la lumbre, dadme el viejo lugar dejadme descansar. que abandoné llorando Miradme... soy el mismo siglos y siglos ha. que tanto, tanto amáis, Caros amigos míos, el mismo pobre hermano vuestra lumbre atizad de aquella hermosa edad porque traigo en el alma que cerca de vosotros fría noche invernal; aprendió á balbucear abridme vuestros brazos, las palabras unciosas dadme consuelo y paz del labio maternal. y aquí, junto a vosotros, Yo soy el que otras veces dejadme descansar. (ha mucho tiempo ya) jugaba con vosotros en santa y buena paz bajo la espesa sombra Para el Álbum de Cora del bosque secular. Soy el hermano errante Siempre que llegan en feliz concierto que tal vez no esperáis, A mi desierto, silencioso hogar el mismo compañero Las dulces rimas de laúd sonoro de aquella hermosa edad Que en lluvia de oro de tantas ilusiones Descompone sus notas al vibrar. que ya no volverán. Miradme... en tantos años Cuando en mi cielo donde falta el día de ausencia y de penar, Vaga armonía se difunde en luz, á fuerza de dolores Y envuelto el aire en la canción serena y de incurable mal Vibra y resuena mi negra cabellera Rasgando el negro y funeral capuz. comienza á blanquear, mi helada frente arrugan La niebla olvido de mi triste invierno, algunos surcos más El duelo eterno que á mi lado está; y acaso, amigos míos, La nube informe de dolor se ahuyenta ya no me conozcáis. Y la tormenta Que queréis! con el tiempo Por el conjuro del cantar se va. todo llega á cambiar, y aunque traiga las huellas Y aquella voz que mi penar consuela, del invierno en mi faz Que alegre vuela por el cielo azul, yo siempre seré el mismo Mi frente arrulla, al desplegar sus galas, de aquella hermosa edad Con tenues alas que no os olvida nunca, De gazas puras de esplendente tul. que siempre os amará. Abridme vuestra puerta, dadme calor y pan y en medio de vosotros

40 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Mas cuando llegan á mi hogar sin flores Canta! que el eco de tu voz querida Frescos rumores de argentina voz; Traiga la vida en donde fue mi edén; Delgado acento de mujer que canta, Canta! y al son de tus vibrantes notas Que se levanta Las cuerdas rotas Hasta llegar al dosel de Dios. Déjame herir de mi laúd también.

Si vaporosa exhalación incierta Deja que el fuego en mis pupilas brille, Cruza en mi yerta, en mi invernal quietud; Que me arrodille al escuchar tu voz; Si en otro espacio misteriosa hada Deja que el pobre y vacilante amigo Gentil balada Suba contigo Arranca de las cuerdas el laúd. Hasta llegar junto al dosel de Dios!

Entonces vuelve á mi pupila el brillo Y me arrodillo á recibir la fe, Porque á la duda el corazón se aferra ¡Muerta! Cuando en la tierra No se puede encontrar lo que se fue. Como fugaz exhalación pasaste Por mi cielo sin luz y sin rumores, Y yo también con tembloroso llanto Y, al hundirte en las sombras, me dejaste Uno mi canto al moribundo son; Deslumbrado con tantos esplendores. Libre de ocultos y voraces males Eres una ilusión desvanecida Brota á raudales Inspiradora de mi fe secreta, De mi numen sin fe la inspiración. El más grato recuerdo de mi vida, Un delirio sin nombre de poeta!. Al escuchar tu voz pura y bendita Y aquí me tienes olvidado y solo ¡Cómo palpita el corazón por ti! Arrullándote en versos funerales: ¡Cuántos celajes de felices horas, Vivo como los náufragos del polo Cuántas auroras Pensando en mis auroras boreales. Ante mis ojos apagados vi! Así, llorando, por tu amor y el mío Paso las horas silencioso y triste… Por eso, Cora, tu palabra ansiosa ¡Fue tu desdén calculador y frio Vino amorosa á sacudir mi fe; Y en la mitad del corazón me heriste! Sacó del polvo de mejores días Hoy, cuando paso junto a ti, comprendo Mustias y frías Que la vieja pasión llama a mi puerta, Todas las ilusiones que olvidé. Y me separo con pesar, diciendo: ¡Qué hermosa estás desde que vives muerta! Canta! y que venga tu gentil balada ¡Oh dulce hada! á mi desierto hogar; Pulsa un instante tu laúd de oro Y eco sonoro Venga mi corazón á despertar.

41 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Amor Inmenso Eres fantasma que me importuna, Quizá tranquilo fulgor de luna, ¡Si comprender pudieras mis amores Radiosa estela de una visión; Y ver de mi pasión la inmensidad!, Sé que has nacido de mis cantares, Mi vida de infortunios y dolores Que te has formado con mis pesares Es una eternidad! Sé que afanoso te busco yo.

Jamás comprenderás cuanto he llorado, Y por doquiera que voy errante Como solo en quererte sé pensar; Allí te miro blanca y flotante Una sola esperanza he acariciado: Como los lirios del lago azul; ¡Que me llegues a amar! Sé que no existes y así te amo, No tienes nombre, pero te llamo Mi pobre corazón solo palpita Y no sé dónde te encuentras tú. Por ese amor eterno nada más, Como la virgen que en su altar habita Aquí en mi alma estás. Becquerianas La fe que tengo a abandonarme empieza, ¡Quién sabe si más tarde volverá! Si buscas al culpable que ha perdido Si vieras mi horizonte de tristeza La historia que llegamos á formar, Qué silencioso está! Acerca tal corazón tus blancas manos Y allí lo encontrarás. Si vieras un instante amada mía, De mi vida el continuo batallar, Y estas horas de fiebre y de agonía.... ¡Me llegarás a amar! Becquerianas

Aseguran los sabios que es preciso Tener el corazón para vivir; Ilusión ¡Yo quisiera saber lo que dirían Si te vieran a ti! Creación hermosa de mis delirios Blanca y esbelta como los lirios De las blancas orillas del lago azul; Ángel alado que me persigues, Becquerianas Y a todas horas me llamas tú. He buscado en mi afán de comprenderte En las calladas noches oscuras los misterios que puedes ocultar, Hechas de luces y nieblas puras y a pesar de las sombras y las nieblas Ante mis ojos te vi flotar, bien pude conocer en donde están. Y en largas horas de insomnio y duelo Pero si encierra un corazón tu pecho Me has ofrecido cuanto yo anhelo; yo no podré decírtelo jamás; Goces eternos que aquí no están. te he amado mucho tiempo y sin embrago ¡aún no sé dónde está!

42 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Becquerianas Remembranzas

Si ves que gozo mucho contemplando La tempestuosa frente entre las manos De tus ojos la negra oscuridad, fatigada de tanto recordar, Si me ves sonreír cuando me envuelve vagando en torno la mirada incierta, En sudario de sombras tu mirar; flotando el pensamiento en donde estas. Es porque las tristezas de mi vida Son del color de tus pupilas ya, Así estuve callado mucho tiempo Y me ves sonreír porque deseo pensando en nuestra dicha que pasó, Vivir en una eterna oscuridad. en nuestras ilusiones olvidadas y en las tristezas que matan hoy.

Después que sufrí mucho y que pasaron La Promesa lentas horas de amargo padecer, se nublaron mis ojos………y mis labios ¡Allá…! Te dije suspirando un día pronunciaban tu nombre aquella vez! Y ocultando mis lágrimas…¡allá! Detrás de aquellos montes se pierden Entre la oscuridad; Contemplé tan lejano el goce inmenso Allá donde se extienden esas brumas Como negro sudario funeral, Contemplé tan lejano el goce inmenso Donde miras nublarse el horizonte… De llegar a poseerte alguna vez, ¡allá tendré que estar! Que tú me lo decías, y sin embargo No lo pude creer. Cuando lleve tan lejos mis tristezas Y piense en lo que amo nada más; Cuando vi que mis sueños se encarnaban, Cuando padezca mucho, vida mía, Que ante mis ojos irradió la luz, ¿Me podrás olvidar? Cuando vi tu mirar que repetía Que al fin me amabas tú, Tal vez ya no recuerdas, desde entonces No sé que tiempo ha transcurrido ya; Entonces... olvidé que soy un hombre! Pero llorabas mucho y me decías, Lloré ¡qué quieres! al pensar en ti; ¡olvidarte……………jamás! Recordaré las plegarias de mi madre Y a tu nombre bendito las uní!. Hoy que vivo tan lejos y que sufro Ocultando mis lágrimas……¡allá! Detrás de aquellos montes que se pierden Entre la obscuridad;

Hoy te nombro y te llamo a cada instante Y aunque ha pasado mucho tiempo ya, Recuerdo que llorabas y decías ¡olvidarte……………jamás!

43 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

En cambio de los siglos de agonía Cuando miro tus ojos azulados

En cambio de los siglos de agonía Cuando miro tus ojos azulados En que viví sin descansar por ti, Radiando libres de importunos velos, Un beso nada más hermosa mía, Siento lo que los pobres condenados Un beso de tus labios de rubí! Que divisan las puertas de los cielos.

Al viandante sediento y fatigado Una vez, yo no he sabido

Al viandante sediento y fatigado Una vez, yo no he sabido Ninguno le pregunta de donde es, Si fue de risa ó tormento, Se le brinda un lugar a la sombra Brilló una lágrima pura Y se apaga su sed. En tus pestañas de ébano, Y entonces me dije: Acaso Cuando el vate se acerque a vuestra puerta Así alguna vez nacieron Jamás le preguntéis a donde va; De abismos tan insondables Mitigad los dolores de su alma Como tus dos ojos negros, Y dejadlo cantar. Los puntos de luz que adornan Tu garganta y tus cabellos.

Para el álbum de Cora Adorándote siempre, yo he venido Llegó hasta mí tu voz, doblé la frente E inspirado y absorto pensé en ti; Adorándote siempre, yo he venido Hay de otros espacios de armonía tus pasos á seguir Luminosa y flotante, así te vi. con mis canciones á endulzar tu viaje y hacerte más feliz En mi espíritu yerto resonaron Y hace ya mucho tiempo que sin rumbo Las quejas que arrancaste del laúd así voy tras de ti, Tan hondamente, que lloré y que te dije onda errante que arrulla y que retrata ¡Ah, si cantara como cantas tú! un astro del cenit. ¿Quién desde el cielo á padecer te trajo? no lo sé, pero al fin mientras perfumes estas soledades, Ten compasión de mí! rosa de otro pensil, yo seré el compañero cariñoso Ten compasión de mí! Yo soy un niño que encontrarás aquí. Con lágrimas y risas en los ojos; Que canta si lo arrullas con cariño, Que llora si lo miras con enojos!

44 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

La mujer que en mi alma Si hallar en este libro

La mujer que en mi alma Si hallar en este libro dejó un desierto, que nuestro amor resume tenía muy hermosos alguna nota oculta los ojos negros: que llegue al corazón, ¡Los ojos negros en sus borradas páginas desde entonces, Dios mío, perdido algún perfume me causan miedo! como en la flor que tiene marchito su botón.

Si encuentras en mis versos ¿Qué es el amor? algún fulgor de aurora que alumbre las tinieblas ¿Qué es el amor? Una cosa del yermo boreal; Que ha venido de muy lejos la luz reverberante A endulzar nuestra existencia que por las tardes dora Deparando un compañero las cumbres revestidas Para que el viaje en el mundo de nieve virginal. No parezca tan desierto. Algo muy grande que todos Murmurios de la tarde Llevamos dentro del pecho que envueltos en la bruma Y que en afán se traduce del alto cielo escalan De dar en el labio un beso; la esplendidez de tul; Una lágrima perdida de la onda resonante Del alma en el albo seno, la fugitiva espuma, Una sonrisa formada las perlas que aprisiona De esperanzas y recuerdos, bajo su manto azul. Una mirada que encierra Todo un mundo y todo un cielo, Incienso vaporoso Un suspiro hondo que brota que en espirales sube Sin sentirlo y sin quererlo; llegando hasta tu solio Algo que tarde ó temprano para besar tus pies; Llegarás á comprenderlo dispersas en girones Cuando á la vida despierte las gazas de una nube Su letargo sacudiendo para que así contemples Tu corazón tan hermoso, los astros á través. Amada mía, y tan yerto.

45 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

La brisa gemidora Si, en fin, encuentras algo que al suspirar modula que cuando sola y quieta tu nombre, amada mía, reposes en tu alcoba de un beso entre el rumor; te aduerma sin cesar, un cielo hermoso y puro caricias invisibles que el horizonte azula de mi pasión secreta y que en su seno encierra suspiros que á tu nido nuestro infinito amor. se llegan á posar.

Del canto de las aves Todo eso que al leerlo la vibración incierta te absorba en muda calma, que vaga entre el ramaje que llene de sonrisas del ceibo y el sauz, tus labios de rubí, vago rumor de alas todo eso me lo has dado del nido que despierta dulce mitad de mi alma al beso pudoroso en las benditas horas de la naciente luz. que he estado junto á ti.

Si encuentras esperanzas radiosas y tranquilas que hacen buscar sin tregua algo que aquí no está, las luces de otro cielo que van á las pupilas para que el alma triste distinga un más allá.

La fe con que sus voces al corazón alienta, efluvios de otros climas que rozan nuestra sien; un himno que en la altura domina la tormenta, una oración que sube para traer el bien.

Las huellas de un arcángel que envuelto en níveas galas de paso por el mundo mi libro acarició, regado en mis canciones el polvo de sus alas como la estela de oro de un astro que pasó.

46 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Olvido

Pequeño poema en tres cantos

(1890)

A mis padres Si hay algo noble y santo en mis versos; Vosotros me lo habéis inspirado; nada más justo Que devolveros lo que os pertenece. Rodulfo

Advertencia

Este poemita, puramente regional, lo dedico á las buenas gentes que viven en el mimo pedazo de tierra donde ví la luz por primera vez; deseando pintar sus costumbres, he empleado en él vocablos provinciales y giros de lenguaje que sólo allá se usan y que muchos de los lectores tal vez no comprenderán. Si tiene la buena suerte de ser bien acogido entre mis paisanos, me daré por satisfecho de este incorrecto trabajo, escrito nada más por vía de ensayo y sin pretensiones de ningún género.

El autor

47 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Canto Primero En donde nunca el esplendor se agosta Descansaba sin duelos ni pesares I El pueblo en el regazo de la costa.

Érase que se era un pueblecico II Tan humilde y tan chico En el pobre rincón donde vivía, Como, lector paciente, Que con todo y su ermita y sus cabañas No quiero que ande en boca de la gente Como un copo de nieve se veía Su nombre verdadero, Sobre la falda azul de las montañas. He resuelto callarlo aunque te asombres, Un bosque impenetrable lo rodea, Porque en toda la historia que refiero Virgen como los sueños de las niñas No viene á cuento descubrir los nombres; Que juegan en la plaza de la aldea, Solo debes saber lo que me es dable, Y entre la fronda obscura y las campiñas Algún detalle principal que sea Siempre gritan sin orden ni concierto Punto menos tal vez que indispensable Pájaros de magnífico plumaje, Para conocimiento de la aldea. Uniendo su rumor vago é incierto Sabe, pues, que tenía, Con el rumor eterno del boscaje. Además de la ermita que blanquea Supieron escoger los moradores, Orando por la paz de la alquería, Para velar sin duda sus amores, Una cruz que de vieja se ladea Un llano tan oculto y escondido, Cuidada siempre con cariño santo, Lleno de tantas vueltas y secretos Que á la entrada del pueblo está parada Que, por más que se esfuercen, aquel nido, Sobre su pedestal de calicanto No lo pueden mirar los indiscretos. Siempre de flores y de juncia ornada; Solamente una loma Y una plazuela limpia y chiquitita Que para ver el pueblo se ha empinado Rodeada de las casas principales Entre los bosques la cabeza asoma Y de la triste y silenciosa ermita, Casi siempre cubierta de ganado; En donde los vecinos y vecinas Y azul por lo perdido y retirado Celebran sus fiestas patriarcales El monte inaccesible se elevaba Asustando los gallos y gallinas. Como un gigante centinela enhiesto Dos pobres cocoteros olvidados Siempre firme é inmóvil en su puesto. Daban sombra á la iglesia solitaria, Y si una nube blanca aparecía Tan airosos y esbeltos y elevados En sus crestas abruptas y lejanas Que, á buen seguro, estaban encargados Era que por el frío se cubría De llevar hasta el cielo su plegaria. Con su gorro de noche en las mañanas. Se me pasó por alto una casona, Frente á frente del monte, Un vestiglo sin duda por su traza, En la otra extremidad del horizonte Que entre las principales de la plaza Y perdiéndose casi entre la bruma, Descollaba su rígida persona; Brillaba con el sol el océano Más alta que los mismos cocoteros En el confín lejano Encima del portal se descubría Como un velo magnífico de espuma. Una vara con humos altaneros, Y oculto entre las selvas seculares Esa casa tan grande es la Alcaldía.

48 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

III IV

Dicen allí las viejas, Pero haciendo justicia Cuando forman historias y consejas Al bueno del Alcalde Para hacer que se duerman los chicuelos, Que por su gran saber y pericia Que nunca aquel lugar se ha transformado No ha ganado su puesto tan de balde, Según la narración de sus abuelos; Gracias á sus esfuerzos y á su brío Que allí se han conservado Y á su administración buena y honrada Guardadas en su nicho las costumbres, Hay un puente de vigas sobre el río Que el presente es lo mismo que el pasado: Y la Calle Real está empedrada. El mismo sol saliendo por las cumbres, Y ya que hablé del puente se me ocurre El mismo mar en calma ó muy bravío, (Lector si esto te aburre La misma religión en la cabaña, Sáltalo que no es fuerza que se lea) El mismo solitario caserío Se me ocurre decir que desde el cerro Y el mismísimo pueblo en la montaña. Bajaba dando tumbos á la aldea, Y también aseguran por sus vidas Pugnando por salirse de su encierro, Que desde años atrás, inmemoriales, Un arroyo rebelde y tumultuoso Cercos de tamarindo y jocotales Deshecho en gritos y en palabras vanas Forman sus callejuelas retorcidas. Como si fuese un chico revoltoso. Yo que tomé muy bien estos apuntes, Era digno de verse el cuadro hermoso Que nunca afirmo que lo negro es blanco, Que formaban allí las aldeanas Digo que siempre hallaban los transeúntes Lavando entre las piedras de la orilla, A cada veinte pasos un barranco, Cantando siempre una canción sencilla, Y porque viene á mano Y á los niños desnudos y enlodados Sacar á luz cuanto en el pueblo había Sacando á los cangrejos de su nido, Diré que en cada sombra se veía Metiendo al zambullirse tanto ruido Roncando á su sabor algún marrano, Como pequeños gnomos asustados. Y que formaban tanta algarabía Iba siguiendo el curso retorcido Los infernales chicos Una intrincada selva gigantesca Bregando con los libros de la escuela De ceibos de sabinos y de amates, Para no rebuznar como borricos Y cada cual en actitud grotesca Como dice en sus pláticas la abuela; Que remedaba humanos disparates Que eran tantos los gritos En las ramas más altas y flexibles De los tordos robando en los graneros, Los monos, bamboleándose, chillaban Tomando por asalto los aleros Con gestos discordantes y risibles, Y sin callar hasta sentirse ahítos, Y en extraños rumores imposibles Que á veces los marranos despertaban Siempre allí se mezclaban Renegando del ruido y de la fiesta Gritos de la cotorra tan parlera, Porque no los dejaban Del pequeño tucán de largo pico, En santa y buena paz echar la siesta. De alguna chachalaca novelera, Del faisán de la pava y del perico; Y en la playa que tuesta por lo ardiente Hacen la digestión, llenos y hartos,

49 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Como trozas que deja la creciente VI Tumbados panza arriba los lagartos. Á veces en las márgenes desiertas, Como soy amigo Entre los juncos, como estatuas yertas, De hablar con claridad en todo asunto, Silenciosas las garzas se veían De decir la verdad en cuanto digo Acaso meditando en el mañana, Y de poner las cosas en su punto; Y como siempre graves discurrían Para que no se tenga por patraña Yo tengo para mí que pensarían Esta historia tan vieja y tan estraña, En las miserias de la vida humana. Citaré como real y verdadero El detalle postrero: V Yo conocí muy bien desde temprano Cuanto la aldea de su humildad encierra: Viendo el pueblo á la incierta Los barrancos, las selvas y la sierra Y vaga claridad del nuevo día, Como á la palma misma de mi mano, Cada humilde casita con su huerta ¡No la he de conocer si está en mi tierra! Una blanca paloma que despierta En su nido de flores parecía. VII ¡Bendita siempre seas Tranquila y santa paz de las aldeas! De alegría infantil haciendo alarde Allí subía en incesante anhelo Estaban las muchachas en el río El humo de las negras chimeneas Una tranquila tarde Llegando en espirales hasta el cielo; Del sofocante y caluroso estío. Allí las candorosas aldeanas Sus voces apagadas y risas Siempre rezaban su oración bendita Que repercute el aire palpitante Al lastimero son de las campanas Eran como el murmullo de las brisas, Que voltean en lo alto de la ermita. Y si el eco vibrante Aquella gente ruda De una argentina y pura carcajada Sin rencores ni agravios, Aquella calma, al resonar rompía, Solo sabe llevar franca y desnuda Algo como el rumor de una cascada Amistosa sonrisa entre los labios. Por lo sonora y fresca parecía. Ignorando una jota Sin suspender su plática sabrosa De la confusa ciencia de los sabios (No sé lo que dirían Que todo lo revuelve y alborota, Pero es de suponerla muy graciosa Hallaron sin embargo en tal maña Dado el gusto y placer con que reían) La paz inalterable y duradera Llenaban con la prisa que podían Que tenían por siempre en su cabaña Los cántaros sedientos y vacíos, La bendición de Dios por compañera; Y envueltas en la luz que apenas arde Porque en esas regiones Con fulgores cansados y tardíos No hay horas de amargura y de vigilia Mucho se semejaban esa tarde Ni hondas y pesarosas decepciones: A las hadas que moran en los ríos; Allí, lector amigo, se concilia Y regresaba el grupo peregrino La santa religión con la familia. Saltando con tal arte y con tal maña Entre las asperezas del camino

50 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Como el venado arisco en la montaña. Y una boca magnífica formada Porque hundiéndose el sol en el ocaso Para las oraciones ó los besos; Cortos instantes de su luz abona Una frente espaciosa Apresuraban el menudo paso, Donde anidan hermosos ideales Llevando con la gracia y gentileza Y una cintura esbelta y tan garbosa Con que lleva una reina su corona Como la verde espiga en los maizales. El cántaro de barro en la cabeza; Así, ni más ni menos, aquel día Y con la eterna y dulce carcajada Estaba aquella niña hermosa y grave…. Que en sus labios palpita y centellea, Lleva el nombre bendito de María, Se dispersaba alegre la parvada ¿Qué galán de aquel pueblo no lo sabe? Por la inmediaciones de la aldea. IX VIII El curso del arroyo contemplando, Apartada del grupo bullicioso, Suelta la cabellera destrenzada Con la mirada fija y persistente Estaba tan hermosa meditando En el arroyo limpio y espumoso, Con cierta dejadez abandonada, Una muchacha de aire misterioso Que en aquellos instantes Escuchaba el rumor de la corriente. De calos que extenúa y que sofoca No llegaba á los quince, y sin embargo Un largo beso de pasión provoca: Anublaba su frente pensadora ¡Eran sus ojos negros tan brillantes, De un pensamiento abrumador y amargo. Tan húmedos los labios de su boca! ¿Por qué estará tan silenciosa y grave? La noche apresurada descendía ¿Qué será lo que piensa? ¿en qué medita? Y ella, pensando en imposibles cosas, Ni ella misma lo sabe! Mirando sus visiones se dormía. Y eso que muchas veces en la ermita Sonaron las cadencias misteriosas Llena de contrición ha pronunciado Que lanzan por la tarde las campanas Todo su repertorio de oraciones Plañideras, agudas y lejanas, Para que se retire de su lado Y sacudió el letargo voluptuoso La turba innumerable de visiones Que le embargada todo el pensamiento Que siempre se le acerca con empeño Al escuchar el eco quejumbroso Y, sin darle un momento de reposo, De aquel gemido amortiguado y lento. Le toba por las noches hasta el sueño. −¡Vaya!− dijo tomando con presteza Figúrate lector, si eres curioso, El cántaro tirado junto al río, Una morena hermosa −Si parece que tengo la cabeza Donde la gracia juvenil se encierra, Como mi pobre cántaro vacío; Una morena dulce y candorosa ¡Qué pensará mi madre que me espera, Como todas las niñas de mi tierra; Qué pensará, Dios mío, Prosigue figurándote unos ojos Sabiendo que no es la vez primera Negros como una noche tempestuosa Que paso en el arroyo eternamente Preñada de relámpagos y enojos, Las horas largas de la tarde entera! – Unos ojos llevando en la mirada Y sumergió con fuerza en el torrente La pasión inmortal con sus excesos El cántaro olvidado

51 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Con firme ceño y ademán seguro, XI Llevando entre la boca atravesado El gestecillo regañón y rudo. Aunque era Andrés muy listo y avispado Echó la niña á andar por el sendero Y por añadidura malicioso, Que era, amén de tortuoso, muy obscuro Aparecía ante el objeto amado Con tanto bosque impenetrable y fiero, Como los delincuentes, tembloroso. Y á pesar de las sombras de todo Siempre que se encontraba con María Iba corriendo con violencia y tino, Temblaba el infeliz cual si tuviera Cuando, al dar una vuelta en un recodo, Empapados los huesos de agua fría Un hombre se interpuso en su camino. O alguna interminable borrachera; Ella no se inmutó, que por fortuna Miraba que los montes desquiciados A la luz del crepúsculo que ardía Amagaban hundirlo en su mareo, Reconoció la sombra inoportuna Y sus dientes crispados Y exclamaron los dos: −¿Andrés! −¡María! Sonaban con molesto traqueteo. Ruego pues al lector que no lo riña X Ni lo tenga por bobo y papanatas, Estaba enamorado de la niña A durísimas penas contuvieron Y hacen tantos milagros las ingratas! De admiración ó de sorpresa un grito, Esos pequeños seres Y, como dos estatuas, estuvieron Hechos de niebla y luz, vulgo mujeres, Mirándose pasmados de hito en hito. Que vienen á la vida transitoria Vaya usted á saber si duraría Para nuestro pesar ó nuestra gloria; Aquella situación falsa y dudosa Esos seres tan monos y rapaces A no salir María Que hacen á su sabor tanta diablura Con su plática dulce y candorosa: De revolver el mundo son capaces −Eres tú! –dijo al fin tranquila y quieta En sus ratos de humor y travesura. Acercándose á Andrés que en su mutismo ¿Qué mucho que un milpero en su rudeza Ha perdido la lengua y la chaveta Que lealtad y pasión sólo atesora E ignora lo que pasa por sí mismo: Perdiera en ese instante la cabeza? −Gracias á Dios que tan á tiempo vienes, Andrés al escuchar la arrobadora Me asustaban las sombras de la tarde, Y vibrante palabra de María Acompáñame pues, pero ¿qué tienes? Llena de sencillez encantadora, ¿Eres acaso como yo, cobarde? Siempre fuera de quicio se ponía. ¡Vamos! –siguió diciendo con tonillo Picaresco y burlón –no tengas miedo, XII Eres un hombre grande y no un chiquillo…. ¡Carga con esto porque ya no puedo! – Meditando tal vez en ese instante Y alargaba su cántaro y reía, En el amor inmenso que lo embarga, Y sin salir Andrés de aquel enredo Iba Andrés adelante En donde su simpleza lo metía, Silencioso y paciente con su carga; Con torpes movimientos inconscientes A pesar de que el pobre enamorado Obedeció el mandato de María Era tan fuerte como cien horcones Y articuló un sonido entre los dientes. Iba muy distraído y atontado

52 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Menudeando al marchar los tropezones. De esto que llevo aquí…. Que no me cabe! Hacía mucho tiempo que deseaba Desde que tengo este pensar injusto Decir tanta terneza que acaricia Estoy huyendo siempre de tu lado Y era la vez primera que encontraba Pálido por el miedo y por el susto Una ocasión tan buena y propicia. Como si cometiera algún pecado, Hizo un esfuerzo por vencer un tanto Y por eso, María, Aquella timidez arisca y ruda, Ya no voy por las tardes á tu casa Y al gin se resolvió, no sin quebranto, Porque mucha vergüenza tenía…. A exponer su pasión monda y desnuda; Y á tu madre también…. Á ña Tomasa. Parose en el camino, y de repente Ayer entre mis pláticas me dije: Una sandez sin duda ‹‹Andrés, no seas cobarde, Dijo con voz cortada y balbuciente, ¡Vamos, echa á volar cuanto te aflige!›› Y recelando al punto que cobarde Y he venido esta tarde En la mejor sazón despareciera Porque supe que estabas en el río El heroico valor de que hace alarde Lejos de tus alegres compañeras Siguió la confesión franca y sincera: Y ya ves que te dije lo que ansío…. −Hace tiempo que aquí llevo guardado− ¡Qué feliz fuera y si me quisieras! Y señalaba el corazón abierto, −Un sentir tan pesado XIII Como aquella montaña del desierto; Hoy que no puedo más y estoy cansado Calló Andrés, y asustado De vivir casi siempre medio muerto, De la audacia tan grande que tenía, He querido saber lo que contestas Tembloroso esperó como azogado Y quitarme el penar de cada día, Su sentencia de labios de María; Que parece que siempre llevo á cuestas Mientras hablaba el chico atolondrado El viejo caserón de la Alcaldía. Sintiendo que se le iba la cabeza, Quiero romper á veces estos lazos Ella miraba el suelo con fijeza, Y estrecharte en mis brazos Y al terminar la historia que escuchaba Porque sé que me ahogo y que me muero Dejó de hacer la cuenta, á lo que infiero, Llevando el corazón hecho pedazos…. Del número de piedras que encontraba ¡Vamos!.... ¡quiero decirte que te quiero! Revueltas al acaso en el sendero. Tú ya sabes muy bien como te miro Y la mirada alzó dulce y tranquila Lleno de sobresaltos y sonrojos, Húmeda de congoja ó de ventura, Conteniendo en mis labios el suspiro Llevando dibujado en la pupila Y queriendo comerte con los ojos; Un poema de amor y de ternura; Y cada vez que sales de la ermita Lo miró sin doblez y sin engaños Más hermosa quizás –Dios me perdone− Con esa castidad serena y pura Que la virgen bendita, Que tienen las muchachas de quince años, Yo no sé como mi alma se compone Y, como las pitayas, colorada Para no arrodillarse en el camino De puro avergonzada, Por donde pasas silenciosa y grave, −Oye! –dijo por fin –no te comprendo, Y, á riesgo de largar un desatino, Yo no alcanzo á entender por qué te mueres Componer el relato peregrino Y estás, como aseguras, padeciendo,

53 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Pero…. ¿de veras dices que me quieres?− Una dicha que acababa con la muerte Y traduciendo la mirada intensa Y el amor eternal que no se acaba; Harto fiel y elocuente Mientras abriendo Andrés tamaña boca Que lanzó el buen Andrés en su defensa, En medio del camino se quedaba Prosiguió cariñosa y diligente: Acariciando su fortuna loca, −Bueno, pues yo también sola y callada Ella con pensamientos muy distintos Pensaba mucho en ti todos los días Iba viendo la luz y la alegría, Y estaba siempre triste y preocupada Perdiéndose en los negros laberintos Creyendo que tal vez no me querías; De la calle intrincada que seguía. Hoy que por fin te digo lo que siento −Se acabaron mis lágrimas –decía, Vengo á dar en la cuenta −Se acabó la tristeza De que por no olvidarte ni un momento Y aquel dolor eterno de cabeza He vivido hasta hoy tan descontenta. Que cuando se alborota y cuando hiere Como tal vez la gente nos persiga Siempre mis horas de descanso escoge, Con su desprecio falso ó verdadero, ¡Cuánto me quiere Andrés… cuánto me quiere! Para no avergonzarme cuando diga ¡Ojalá que mi madre no se enoje! Que yo también te quiero, Lo debes de contar todo en mi casa, XV Dame el cántaro… ¡adiós!... allá te espero… ¡Cuánto tu charla pertinaz me atrasa! Era Andrés un buen mozo, Sobre sus labios el naciente bozo XIV Como una vaga sombra despuntaba Lleno de juventud y lozanía, Escapó la chiquilla Y á fuer de morador del Mediodía Más ágil que una ardilla Un corazón ardiente alimentaba. Al acabar con la confesión ligera Su juvenil semblante Para ocultar sin duda sus sonrojos, Estaba como el bronce obscurecido, Y Andrés la fue siguiendo en su carrera Gracias á un sol pesado y calcinante No sé si con el alma ó con los ojos. Como baño de plomo derretido. Nunca, ni en esas horas Desenvuelto al andar, firme y delgado, De fantásticos sueños imposibles De elevada estatura, Cubiertos de celajes y de auroras Era todo un muchacho bien formado Y de blancas visiones intangibles, De interesante y varonil figura. Nunca llegó á pensar que alcanzaría Entonces todo el mundo lo tenía Placeres tan inciertos y lejanos, Por el más vigoroso de la aldea, Ser amado un instante por María Nadie como él sabía Era, tocar el cielo con las manos. Sacar en un instante la tarea; Mientras plantado Andrés en el camino Viviendo siempre del trabajo rudo Pensaba, restregándose los ojos, Fue formándose el chico sin tropiezo Si era aquello una burla del destino Tan ágil, tan valiente y tan forzudo, A menudo sangriento en sus antojos, Que echarse encima un fardo que se siente Ó si acaso la suerte Que machuca y ahora con su peso Caprichosa esa vez le deparaba Era para él tan fácil y corriente

54 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Como bailar al són de la marimba, Dios conoce mejor este cariño, Como en una tortilla hincar el diente Quiero tanto á la gente de su casa O zumbarse un potzole de nambimba. Como cuando era rapazuelo y niño; Franco como los buenos aldeanos Usted sabe bien cuánto los quiero Que de pura lealtad son la rudeza, Ni tan siquiera regañar debía Llevaba el corazón entre las manos Porque mi corazón es verdadero, Lleno de sentimiento y de nobleza. ¿Y dónde está Manuel? Y…. ¿Y María? Sin padre, sin hermanos y sin madre, −Manuel se fue á buscar por los brñales Sin tener un perruco que le ladre Una vaca mañosa Era más libre Andrés que el mismo viento, Que anda haciendo perjuicio en los cañales, Y en las milpas de todos trabajaba Ya la conoces tú, ‹‹La cariñosa››, Siempre lleno de fe, siempre contento; Aquella vaca vieja Con el poco dinero que ganaba Que de tanta gordura se derrite, Fue viviendo sin penas ni trabajo Vino ayer ño Vicente a dar la queja Y hasta con gran holgura y desparpajo, De que rompió el corral de su chahuite; Tanto que los Domingos se lucía María está ocupada en la cocina (Junto á la iglesia y al salir de misa Viendo que no se pasen con el fuego No sé si por el Cura ó por María) Unos buenos tamales de gallina, Llevando muy flamante la camisa. Que los vas á probar, pues salen luego. −Que se lo pague Dios, sólo he venido XVI A decirle una cosa que parece Que no quiero sacarla de su nido…. −Buenos días, ña Tomasa −¿Qué se te ofrece Andrés, qué se te ofrece? −Andrés, que Dios te guarde. Sabes que por acá tienes tu casa XVII Y no debes venir de tarde en tarde; Siéntate en ese banco, cuando vienes Y dejó ña Tomasa la costura Te acercas siempre con la cara arisca, Y clavaba en Andrés los ojos fijos No puedo comprender qué es lo que tienes… Henchidos de bondad y de ternura −¡Estoy tan atareado con la pisca! Como miran las madres á sus hijos; −¡Miren cómo es de mentiroso y perro, Y Andrés acorralado y compungido Si aún le faltan al sol cuatro brazadas Por aquel trance fiero Para echarse á dormir detrás del cerro Contemplaba azorado y aturdido Y ya tienes las manos tan cruzadas! La toquilla y la copa del sombrero. ¿Por qué no vienes ya todos los días Sentado sobre el banco vacilante A alegrar la tristeza de mi gente Que siente que respinga y que repara Y tomar otra vez como solías Bien hubiera querido en ese instante Tu jicarita de pinol caliente? Que se abriera la tierra y lo tragara. Sabes que por acá se te ha querido, Tosió cual si llevase carraspera, Que no te haremos, buen Andrés, la guerra, Se rascó la cabeza, Y sin embargo con tu negro olvido Y habló por fin como la vez primera Nos has echado encima mucha tierra. Lleno de ingenuidad y de franqueza: −Soy el mismo de siempre, ña Tomasa, −Pues, señor, dijo Andrés; ¡éste es aprieto!

55 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Sabe usted ña Tomasa que hacen años XVIII Que quiero á su familia y la respeto Como yo sé querer … sin los engaños; Y conociendo el pobre enamorado Que hace ya mucho tiempo que venía Que un peso enorme con hablar se quita A jugar con Manuel y con María, Soltó, muy satisfecho y aliviado, Entonces ña Tomasa, Un suspiro más grande que la ermita. Era como un ratón pequeñico, Conforme ña Tomasa iba escuchando El más incorregible de la plaza Aquella historia de interés creciente Y de toda la escuela el más borrico, Se iban también borrando Pues, como iba diciendo, Las austeras arrugas de su frente, Jugaba con la niña desde chico, Y cuando Andrés, muriendo, se agarraba Fui creciendo, creciendo Como náufrago errante á sus despojos Y hoy me dicen mis penas pecadoras Miró que a ña Tomasa le brillaba Que aumentó con el tiempo mi cariño, Algo como una lágrima en los ojos. Que á fuerza de mirarla tantas horas −Todo lo que me cuentas lo sabía− No la puedo querer como de niño. Dijo con voz temblona Ya me conoce usted, sabe lo que hago, Tal vez por la emoción y la alegría. En las fiestas no bebo nunca el trago −Todo cuanto me aflige y desazona Porque no lo deseo, Me lo contó María Y si alegre á veces zapateo La última tarde que te vió en el río, Hasta dejar la suela hecha pedazos, Ella por ti se muere Es porque entonces en mis sueños veo Y además, hijo mío, Que me estrecha María entre sus brazos; Ña Tomasa también mucho te quiere. Sabe usted que hoy trabajo en ca ño Chinto Como yo te adoré desde pequeño Y que todos me buscan en la aldea Mi corazón á todos te prefiere Porque todos conocen que me pinto Y casarte con ella fue mi empeño; Para dejar muy limpia la tarea. Hoy que he llegado á vieja Tal vez en mí no cuadre Viendo tan primorosa la pareja Todo esto que le cuento y que le digo, Que desde chiquitines han formado, Pero ¡qué quiere usted! No tengo padre, Viendo tan cariñosa á la hija mía Ni siquiera conozco un solo amigo, Y á ti tan honradote y tan planchado, Y si yo no digo esto en esta casa Al buen Dios le pedía, Y si nunca le pido lo que quiero Pues nunca el ruego y la oración desecha, Ninguno podrá hacerlo, ña Tomasa. Que te casaras tú con mi María Si hoy no tengo ni milpas ni dinero Para morir tranquila y satisfecha−. Con todo y lo que sudo el santo día, Y la buena señora se enjugaba Es porque no he alcanzado lo que espero… Los ojos anegados y llorones ¡Vamos!... ¡quiero casarme con María! Con un delantalcito que llevaba De colores chillones, Y olvidando también sus pantalones A todo trapo el buen Andrés lloraba, Soltando, porque vió sus fuerzas rotas, Lágrimas como puños de grandotas.

56 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

XIX Entreabriendo las puestas de otro cielo, Y llegaron muy alto en su carrera −¡María! –gritó con fuerza ña Tomasa. Y jamás se cansaron en su vuelo. −Ven, por Dios, no seas mona Tomo aquí la virtud de los discretos, Que hay visita en la casa No quiero descubrir esos secretos Y sólo por ti vino esa persona. Que bien sabe guardar aquella gente −¡Allá voy! –contestó pronto María, Y digo como Andrés en sus aprietos: Y llevando el rubor entre los ojos ‹‹¡Vamos!... ¡si ni merece que se cuente!›› Casi en el mismo instante aparecía Con las mejillas de colores rojos; XX Al mirarla llegar, el aldeano, Lleno de sobresaltos y de susto, El día estaba ya muy avanzado Se limpió con el dorso de la mano Cuando Andrés fue saliendo de la casa Las lágrimas sacadas por el gusto. Harto maravillado −Jesús! Con el calor de la cocina Del amor maternal de ña Tomasa. Has salido, mujer, muy colorada, Porque al fin se casaba con María ¿No saludas a Andrés? ¡si está la indina Y porque no sufrió ningún desaire, Hecha una cimarrona mal criada! Como un potro saltaba de alegría Y como sus congojas se adivina Dando brincos y coces en el aire; Hecha una cimarrona mal criada! Iba tan embobado de contento Y como sus congojas adivina Que para sus adentros se decía: Añadió ña Tomasa con presteza: −‹›¡Dios mío, me rebalsa lo que siento! −Andresico ha venido Al primero que encuentre en mi camino A cumplir la promesa Lo voy á destripar con un abrazo Que como buen muchacho te ha ofrecido, Más frondoso quizás que mi destino… Como yo bien conozco que te quiere ¡Vamos… sin compasión lo despedazo!››− Con todo el corazón y toda el alma Cuando acertó á cruzarse por su lado Le he dicho que te espere (Que ojalá por la paz de su reposo Con un poquito de paciencia y calma Nunca hubiera acertado) Porque estás muy pequeña todavía, Con andar vacilante y tembloroso Que tenga fe mientras el plazo dura, Una pobre señora viejecilla, Que muy pronto en casarlos hija mía, Y se lo dio tan fuerte y tan frondoso, Se ocuparán el Juaz y tata Cura. Tan estrecho y tan lozano ¡Lástima que Manuel no haya venido Que por poco le rompe una costilla. Un poco más temprano! −Andrés!... ¡cómo saludas á un cristiano! ¡Qué alegrón tan hermoso se ha perdido! Hombre, no seas pesado… si por poco!... – ¡El pobre quiere a Andrés como á su hermano!− Pero sin compasión el aldeano Y después del arreglo, muchas horas La estrujaba de firme como un loco. Se prolongó la escena de familia Siguió corriendo Andrés hecho una gloria Con palabras de luz encantadoras Con la felicidad inesperada Que dios sabe dictarlas cuando auxilia; Llovida, para encanto de s historia, Hablaron, con la fe por compañera, De sopetón y sin decirle nada, De una vida mejor que los espera Y con agilidad y ligereza

57 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Saltaba los barrancos por instinto, Pregonado por todas las esquinas Repitiendo sin tregua la promesa Con infernales gritos, dispersando Hasta llegar a casa de ño Chinto: Los concursos de gallos y gallinas. −‹‹Con que un poquito de paciencia y calma Por orden superior, los Concejales Es preciso tener, y si la quiero Recordaban á cada ciudadano Con todo el corazón y toda el alma De la patria las glorias inmortales; Que me ponga á esperar… ¡vaya si espero!›› Hablaban de un peligro tan cercano Que, para el invasor disperso, Convocaban á un pueblo de valientes A formar, como en tiempo más adverso, Nuevas filas de bravos insurgentes; Canto Segundo Y que, desde ese día, A excepción de los viejos y lisiados, I Todo el mundo llegaba á la Alcaldía Para sentar sus plazas de soldados. Las crónicas obscuras de mi tierra Cuentan que por los años de esta historia II Hubo una cruda y borrascosa guerra Que dejo mucha sangre y mucha gloria. Triste á fuerza de penas, una tarde ¿Qué torpeza, qué afán ó qué patraña Andrés pensaba con dolor profundo Llevó el acero á la homicida mano? Que, á riesgo de pasar por un cobarde, ¿Por qué con tanta saña Él, como todo el mundo, El hermano luchó con el hermano? Debe sin extrañeza y sin asombro ¡Misterio impenetrable! Aquella gente, Obedecer lo que ha mandado el bando, Entregada al trabajo noble y santo, Marchar de allí con el fusil al hombro Nunca estuvo al corriente Y volver al hogar Dios sabe cuando! De eso que hiela el corazón de espanto. Su única salvación en ese instante Sólo recuerda que en aquellos días Era la fuga que al honor subleva, El buen Alcalde, pensativo y serio, Y con la deserción, miró delante Hablaba nada más de tiranías, Las escenas sangrientas de la leva. De una patria que se hunde y de un imperio; −Nada! –dijo entre dientes− Que al pasearse en los viejos corredores El único camino está trazado: De la Alcaldía, sin cesar hablaba Entraré en esas filas de insurgentes De mochos y traidores; Y como los demás seré soldado. Que la patria esa vez necesitaba ¿Y la pobre María? ¿y ña Tomasa? De la sangre valiente de sus hijos Yo no sé qué presentimiento interno Porque así solamente se salvaba, Me advierte que si dejo aquella casa Y que el sabio señor, los ojos fijos Será mi adiós eterno!− Clavaba siempre en su tenaz idea Sintió que el corazón se le oprimía, Murmurando sin tregua: ‹‹¡á la pelea!›› Y abrumado por fúnebres martirios Y recuerda también que una mañana Creyó oír las palabras de María Cada cual se asomaba á su ventana Castas como el ropaje de los lirios: Para escuchar con ansiedad el bando −‹‹No temas que te olvide, es imposible!

58 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Si de mi lado alguna vez te aleja Han suscitado por ahí la guerra? El destino inflexible, −¿Y bien? –dijo embobada la aldeana Sin formular mi labio ni una queja, Con los ojos á Andrés interrogando, Con esa fé que mi pasión entraña, −Y bien, que desde antier en la mañana Resignada y tranquila aquí te espero, Por ahí anduvo el bando! Y al volver triunfador de la campaña Siempre que oigo esas cosas no he podido Verás cuánto te quiero! ›› Saber qué dicen entre tánta bulla; Y sacudió su frente soñadora, Pero antier por mi mal he comprendido Fijó la vista en los perfiles rojos Que saldrán los que mandan con la suya. Del monte azul que con la luz se dora, Envuelto enmedio de infernal molote Y expléndidas perdida Oí con honda pena Miró desvanecerse ante sus ojos Que para ser del enemigo azote La ilusión más hermosa de su vida; Nos llevan por la mala ó por la buena. Y ocultando sus lágrimas ardientes, No es posible salvarse… ya he pensado Pensando siempre en el objeto amado, Que la fuga es vileza y cobardía, Se quedó repitiendo entre los dientes: Que el único recurso es ser soldado… −¡Sin remisión, sin remisión… soldado!− ¿En donde está María?

III IV

−Pues no entiendo, señor! nunca pensara Un profundo sollozo Que tan luégo se aguase nuestra fiesta! Que sólo brota de quien mucho siente, ¿Qué te sucede, Andrés? tienes la cara Reprimido, convulso y doloroso Como la misma decepción, funesta. Contestó á su pregunta impertinente. Alivia un tanto tu dolor sombrío Absortos cada cual en esa riña Contándome las penas que te hieren, Que libra el duelo al estampar sus huellas, No están bien tus reservas, hijo mío, No advirtieron que estaba allí la niña Con las gentes que aquí tanto te quieren, Escuchando sus íntimas querellas. ¡Vamos , querido Andrés! abre esa boca −¡No llores –dijo Andrés –Te quiero tanto Y dime sin empacho lo que tienes. Que tu dolor aumenta mis dolores, ¿Es que María, como todas, loca Guarda para otros tiempos ese llanto… Te está haciendo rabiar con sus desdenes?− Vamos, vamos, no llores! Y ña Tomasa en su franqueza inculta Es verdad que me voy, Dios lo ha querido! Miraba á Andrés con insistencia y calma Pero sabes que en cambio, vida mía, Cual si quisiese ver lo que se oculta Jamás, jamás te olvido. En lo más escondido de su alma. Cuando de ti esté lejos, noche y día En vano! Á tanto cariñoso empeño Pensaré en el buen Dios que nos proteje Él se quedaba cabizbajo y mudo, Y en los santos recuerdo de María. Hasta que, despertando de su sueño, Si vuelvo ¿por qué sientes que te deje? Clamó violento y rudo: Volveré… volveré… ¡te lo prometo! −¿Con que no sabe usted esa noticia Y si entonces me quieres como ahora Que á todo el pueblo por lo adversa aterra? Vivir para tu amor será mi objeto… ¿No sabe que el rencor y la malicia Pero usted, ña Tomasa, ¿por qué llora?

59 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

¡Qupe mujeres, gran Dios, no tienen sesos Viendo morir sus esperanzas bellas, Al contarme por muerto entre los vivos! ¡Cuántas cosas de amores se contaron ¿Qué, no saben que soy de carne y huesos A la luz de las pálidas estrellas! Y que ya voy perdiendo los estribos? ¡Cuántos secretos ocultó en su broche Sigo impasible mi destino duro Aquella hermosa noche Porque las cuida aquí, mientras me espera, Impregnada de aromas y de luces! Manuel, que está muy chico y es seguro ¡Qué triste fué el adiós que se dijeron Que no le clavarán la cartuchera. Cuando al fulgor de la alborada vieron Y otra vez les ofrezco que algún día De la alta ermita las airosas cruces! Me verán en las puertas de esta casa, Entre tanto, en las faldas de aquel monte ¿Verdad que no me olvidarás, María? La columna perdida centellea, ¡Deme usted un abrazo, ña Tomasa!− Y en la otra extremidad del horizonte Cruzó aquellos umbrales tambaleando, Como un copo de nieve está la aldea… Sintiendo acaso de la muerte el frío Y con voz apagada murmurando: −¡Ah, si me amara como yo, Dios mío!

V Canto Tercero

¡Allá va la columna! centellea I En medio de aquel límpido horizonte Como reptil inmenso que rastrea Han pasado cinco años ¡Quién pudiera, Sus escamas de acero por el monte. Por librarse de negros desengaños, ¡Pobres muchachos! sin cesar miraban Detener de los siglos la carrera Blanquear las casitas de la aldea Con su cortejo interminable de años! En donde todo el corazón dejaban, Ah! si del árbol que el Simoun arranca Resignados y buenos, en defensa Nos quedaran siquiera algunas flores, De ignorados derechos Y si al tornarse la cabeza blanca Iban, para alcanzar la recompensa No se helaran también nuestros amores! Cicatrices honrosas en sus pechos; Pero en vano es soñar, con las edades Teniendo sólo la virtud por norma Lo más hondo se vá de la memoria, Y el amor que á las almas no deseca, Y pues todo en el mundo es realidades La igualdad, el derecho, la reforma Natural es que cambie nuestra historia. Eran para ellos una cosa hueca, Como la flor que inclina su corola Y aunque al decirlo el ánimo se abate, Al soplo helado de borrascar frías, Aquellas buenas gentes Lloró María inconsolable y sola Jamás preguntarán en el combate Después de la partida, muchos días; Por qué mueren así como valientes. Y pasaron las horas y con ellas Allí marchaba Andrés ¡pobre María Tiempos más bonancibles y mejores A quien dejó llorando sin consuelo! Y poco á poco las profundas huellas Cuando alegre una aurora sonreía De sus tristes dolores La tempestad obscureció su cielo! De musgo se cubrieron y de flores. La vez postrera que los dos se hablaron, Después, la azul y retirada cumbre

60 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Por donde Andrés desapareció miraba, Que con saña y tesón que desconsuela Y para sacudir su pesadumbre La gente de allá lejos se batía, Mirando la montaña suspiraba; Que los buenos muchachos que se fueron Y después muchos años transcurrieron De la risueña aldea, Y con ellos tranquilos desacuerdos, Oh! de seguro su deber cumplieron Hasta que al fin se fueron Muriendo con honor en la pelea! De aquella cabecita los recuerdos. Ña Tomasa, agobiada de amargura, ¡Pobre Andrés! aquella alma candorosa Sus pesares en lágrimas resuelve Que cruzaba con fé climas extraños, Inclinando su frente en la costura Ignoraba que el pecho de una hermosa, Y pensando en Andrés que nunca vuelve Cambia mucho en cinco años. Mientras María, como siempre, pura La mudanza era cruel, y sin embargo Que sólo en mantos de placer se envuelve Era su corazón sencillo y tierno, Y que á su pobre madre no adivina, Huyó María del dolor amargo Oidla: está cantando en la cocina! Como las golondrinas del invierno, Y hubiera sido para Andrés la misma III Si nunca hubiera del hogar partido, Por eso ¡en cuánta reflexión abisma Una vez ña Tomasa, triste y grave; Lo que se llama en la mujer olvido! Llamó a la hermosa niña que tiente Modulaba su canto como el ave II Que saluda aleteando al sol naciente. Al mirar á su madre tan sombría ¿Qué fué del buen Andrés? Desde aquel día Adivinó sus íntimos agravios En que marchó con el fusil al hombro Y se heló la sonrisa que nacía Ni una sóla noticia recibía Húmeda y juguetona de sus labios. La pobre ña Tomasa con asombro. Miró la madre llena de embeleso Al despedirse, conmovido y rudo, Al dulce objeto de su amor prolijo, Sabiendo que éso la zozobra aparta, Hasta que al fin, entre el rumor de un beso, Les ofreció escribir muy a menudo, Con voz muy triste y cariñosa dijo: Y sin embargo de éso ni una carta, –Óyeme atentamente Ni un solo papeluco rasguñado Y deja de tener ese aire arisco: Cubierto de pringajos y borrones Vino ayer ño Vicente Llegó á las manos del objeto amado A pedirte de parte de Francisco. Para acercar así dos corazones, Ya tú sabes quién es… ese muchacho Y para hacer también –¡cosa más rara! – Que de grande señor hace el alarde, Que por un garabato mal trazado El que anda siempre de sombrero gacho Siempre Andrés en un alma se abrigara. Y que no fué a la guerra por cobarde; Jamás á aquel rincón que olvidó el mundo Perdona que me exprese de ese modo, – Llegaron de la guerra los horrores, Prosiguió con dulzura ña Tomasa, Donde todo era paz y amor profundo –Pero con todo y su grandeza y todo ¿Quién iba á despertar viejos rencores? El señor don Francisco no me pasa. Así, pues, el maestro de la escuela Yo que conozco lo que tu alma siente, En un corro de viejas refería Que sé que amas á Andrés como ninguna,

61 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

He mandado á la porra á ño Vicente Y á todos por Andrés he preguntado, Porque su petición era importuna; Y ninguno de él sabe dar cuenta. Es verdad, hija mía, Cuando me acerco al corazón la mano Que está hace tiempo nuestro hogar desierto, Ay! Su latido funeral me asusta! Pero á Andrés lo veremos algún día… Y por curar el mal batallo en vano ¡El corazón me dice que no ha muerto! Y comprendo que soy mala é injusta, ¿Verdad que apruebas lo que ayer le dije Es decir, madre mía, Al bueno de ño Chente y á sus fiestas? Que si viniera Andrés no lo querría. ¡Si vieras cuánto tu frialdad me aflije!... Ña Tomasa que en premio de sus años ¡Vaya!... ¡quiero saber lo que contestas!– Sabe las jugarretas de este mundo, Y la niña inclinaba la cabeza Que esperaba heridores desengaños Porque el dolor su corazón traspasa, Menos aquel olvido tan profundo; Mientras que, pertinaz y con fijeza, Apenas pudo un ahogador sollozo La miraba en silencio ña Tomasa. Contener esa vez la noble anciana Y ocultó como un niño temeroso IV Entre las manos su cabeza cana…

¡Cómo se prolonga eternamente V Aquella muda escena de congoja! Por fin María levantó la frente ¿De qué artes se sirvió? ¿qué maleficio Por el calor ó la vergüenza roja, Usó aquel marrullero sin oficio Y evocando quizás fuerza secreta Para embobar á una alma candorosa? Para afrontar el trance tan temido, ¿Será que la mujer las falsas galas Dijo, entornando la pupila inquieta, Sigue cual la inexperta mariposa Con acento que casi era gemido: Hasta quemar el oro de sus alas? –Madre mía, usted sabe lo que hace, ¿Será, por nuestra eterna pesadumbre, Porque su amor á todo lo prefiero, Que ante los fuegos fatuos se deslumbra Si usted no quiere que con él me case Sin saber que de cieno y podredumbre Yo la obedeceré, pero… ¡lo quiero! Brota esa luz que fugitiva alumbra? No intento defenderlo, madre mía, ¡Quién pudiera, cual buzo, sumergirse ¡Bien sabe Dios lo que mi pecho encierra! De una mujer en la conciencia obscura, Pero ¿quién dice aquí que es cobardía Para así á nuestra lengua traducirse No marchar á la guerra? Lo que sienten cuando hablan de ternura! Muchas cosas Francisco me ha contado, Mas dejando este abismo y esta hondura Cosas de amores que sonriendo escucho, Lo que más nos importa es que María Él no quiso como otros ser soldado Hoy adora á un bellaco hasta los huesos, Porque me quiere mucho. Con qué amargura Andrés repetiría: Por lo que toca á Andrés ¡hermosa azaña ‹‹¡Qué mujeres, gran Dios, no tienen sesos!›› Hizo al dejar mi corazón desierto! En vano ña Tomasa hasta cansarse Madre, tal vez vuestro cariño engaña, La reprende, la mima y la aconseja, ¿Quién sabe si no ha muerto? Pero nada, señor, lo de casarse Muchos del interior han regresado Quedó entre ceja y ceja. Hoy que acabó esa guerra tan sangrienta

62 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

VI VII

Ha salido María con la suya: Cuentan la fama que desde esa noche ¡Cuánto infernal molote, cuánta bulla (A nadie exijo que mi historia crea) Hay en aquella casa Perdió el perfume y enlodó su broche De ordinario tan triste y tan modesta! La virgen más hermosa de la aldea; Es que ño Chico con María se casa Que tan pálida estaba entre sus galas Y hoy celebra sus triunfos esa fiesta. Que escultura de mármol parecía, Después que tata Cura Y que muchos al verla sin sus alas Y el señor Juez del pueblo los unieron, Dijeron al pasar: –‹‹¡Pobre María!››– A celebrar alegres su aventura Y que á pesar de que en su rostro vieron En santa paz para el hogar se fueron. Contracciones severas y tranquilas, Escuchad: en esos viejos corredores Algunos indiscretos sorprendieron Y en el patio que cubre la ramada, Lágrima vergonzante en sus pupilas. Apagando sus ecos mil rumores Y la fama también cuenta y refiere Resuena la marimba fatigada, (Apunto de dato, mas quizá no es cierto) Y acomete el mareo Que á cada instante sus oídos hiere Y parece que se hunde medio mundo Una voz que repite: ‹‹¡Andrés no ha muerto!›› Al sentir el continuo zapateo Y que desde esa vez ya la alegría Aquel temblar profundo. En su frente no brilla y centellea, ¡Como se ven entre las luces rojas Y que murió por siempre con maría De inmensas luminarias que chispean, La virgen más hermosa de la aldea. Sintiendo del cansancio las congojas, Bailadores famosos que jadean! VIII Y luego para hacer como es costumbre Entre la gente enervador estrago, Poco tiempo después aquella casa Aquella sudorosa muchedumbre Se cubrió de tristezas y de duelo, Su sed apaga con mezcal y trago. Oculta enfermedad á ña Tomasa Envueltos en la nube polvorosa Se la llevó inflexible para el cielo. Que levanta al moverse tanta suela, Cuando estaba en su lecho de dolores, ‹‹¡Otra!›› –grita una voz aguardentosa Sintiendo que llegaba la agonía, O un ‹‹¡viva!›› alegre por los aires vuela. Antes de irse á regiones superiores Y mientras todos á alegrarse empiezan, Así dijo á María: Los pobres chicos, de la plaza azote, –Aunque dejarte sola no lo quiero Envueltos en chamarros se esperezan Y aunque á la virgen por tu madre implores, Al calor amoroso del ocote. Conozco que me voy y que me muero. Cabecean los pobres marimberos Ay! cuando deje, al descansar, de verte Porque su compromiso al fin se abona, Y quede sólo mi ceniza yerta, Agonizando están lo ocoteros No sé por qué mi corazón me advierte Y todos duermen á su luz la mona, Que ha de llamar Andrés á nuestra puerta! Y cuando el gallo anuncia la alborada Entonces… ¡quién pudiera Por encanto termina aquel delirio Volverse á unir á terrenales lazos, Y la gente se vá triste y cansada Y besar otra vez su cabellera Porque al fin la marimba tocó el ‹‹Quirio.››

63 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Y arrullarlo como antes en mis brazos! Su espíritu llegaba hasta la lumbre Cuando vuelva á cruzar estos umbrales Del casto nido del objeto amado, Dile que ña Tomasa ya no existe, Y al sentir tanta paz, tanta alegría, Que á mundos luminosos é inmortales Tantos perfumes del hogar distante Por no poderlo ver, se fue muy triste! Evocaba el recuerdo de María Que siempre estuve en su dolor pensando, Y murmuraba entonces: ‹‹¡adelante!›› Que mi cariño á su desgracia abone, Y así, conforme con sus hondos males, Que se acuerde de mí de cuando en cuando Iba sin rumbo como nauta enfermo, Y ruégale también… ¡que te perdone! Arrullado por brisas tropicales Que no descansaré si te aborrece, Que refrescaban de su vida el yermo. Que á ti también mi alma se encariña Ah! la primera vez que el centinela Que tus promesas á olvidar empiece… Puesto de una hondonada en el postigo ¡Cuando se fué a la guerra eras tan niña! Anunció con la frialdad que desconsuela Que se acerque Manuel… ¡pobres criaturas! Gritando atronador: ‹‹¡el enemigo!›› Las quiero tánto, tánto Andrés, sobresaltado y palpitante Que serán para ellos las venturas Sintió sin aire su pulmón estrecho, Que arriba siempre pediré con llanto! Palideció un instante Manuel: sé bueno siempre con tu hermana Y un vuelco el corazón le dió en el pecho; Y á mí… ¡dejad que mi destino siga!... Después, como los bravos veteranos, Orad, orad por mí tarde y mañana!... A su puesto llegó con ceño duro, Nos veremos después… ¡Dios os bendiga!– Acarició el fusil entre las manos Y aquellos ojos de la noble anciana Y allí el valiente está firme y seguro; Que miradas de amor sólo tuvieron, Oyó la voz de mando que vibraba Poco á poco sus luces apagaron Seca, del labio de sus jefes viejos, Y una santa oración que no entendieron Y después al encuentro caminaba Sus labios contraídos murmuraron. Del enemigo que se ve á lo lejos: Y desde entonces funerario duelo Depurado del miedo vergonzoso Fue el huésped importuno de la casa, Nadie oyó en ese instante que decía Ah! si hay un Dios, debe de haber un cielo, Para salir en el peligro airoso: Y si hay un cielo… ¡ese es de ña Tomasa! ‹‹¡En el nombre de Dios y de María!›› Después sonó el fragor de una descarga IX Que al más valiente con su ruido abate, Y Andrés, sereno, se lanzó á la carga Andrés, vagando por extraña tierra, Perdiéndose entre el humo del combate. Agonizando de cansancio y frío, ¡Que lo bendiga Dios! allá se queda Siguió las peripecias de la guerra Escuchando el silbido de las balas Abnegado y sombrío; Entre la espesa y negra polvareda ¡Cuántos climas cruzó con rumbo incierto De aquel raudo turbión de inmensas alas… Alentado por fé santa y sencilla …………………………………………………… Sin ver jamás el prometido puerto …………………………………………………… De aquel mar proceloso y sin orilla! …………………………………………………… Si agobiado por negra pesadumbre ……….………………………………………….. Se sintió alguna vez triste y cansado,

64 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Después de la batalla, el pobre mozo Fue licenciado, y vacilante, incierto Herido en la mejilla de un sablazo, Se encaminó á la aldea. Cambiaba su dolor en alborozo Ya no era el bravo mozo Porque su capitán le dió un abrazo. Sombreado el labio de naciente bozo Que conocimos en mejores días, X Hoy los años tan largos que pasaron Llenos de nieblas y borrascas frías Sumiso y obediente Sus huellas indelebles le dejaron. A férreo yugo por demás pesado, Cuando con fé sencilla Al cabo se avezó como valiente Vuelva al hogar el que partió muchacho A la vida azarosa del soldado, Con honda cicatriz en la mejilla Y así como en la aldea Y en los labios magnífico mostacho; Sacaba en un instante la tarea, Cuando con uniforme tan flamante Él era sin disputa el que primero A sus viejos amigos se presente Entraba sin temor á la pelea Ostentando una cruz limpia y brillante Hasta salir ensangrentado y fiero. Que la lleva tan sólo el que es valiente; Una vez, al ganar una victoria Cuando llame otra vez á aquella puerta Que á la patria colmó de prez y gloria, Que abandonó llorando en triste día Encontraron á Andrés entre los muertos Siempre á su amor y á su esperanza abierta, Apretando el girón de una bandera ¿Quién lo conocerá? ¡sólo María! Entre sus brazos yertos Pensando en estas cosas, triste y solo Cual si perderla con su honor temiera; Proseguía hácia su pueblo caminando Y cuando despertó ¡con cuánto asombro Como viajero que volvió del polo, Miró, al abrir sus moribundos ojos, Y como siempre á solas murmurando: Un galón en su hombro −‹‹Nada saben de mí. En tantos años Y una hermosa cruz en sus andrajos rojos! Ni una sóla noticia pude darles Y allí formado el regimiento entero Para atenuar así los hondos daños Presentando las armas á su frente, Que mi ausencia tal vez pudo causarles; Mientras decía el Capitán severo: Pobres! acaso sin consuelo lloran ‹‹Hijo mío, muy bien… ¡eres valiente!›› Viendo que en mí la ingratitud se encierra, Entonces en sus labios extenuados Yo no pude escribirles porque ignoran Se formó una sonrisa de alegría Que es imposible hacerlo cuando hay guerra. Y brotó de sus ojos apagados Hoy otra vez presentimiento oculto Una lágrima ardiente… ¡por María! Vuelve á anunciarme la desgracia inmensa De que este amor que para mí es un culto XI El olvido tendrá por recompensa. ¡Será María como lo he soñado Cuando acabó la guerra La mitad cariñosa de mi vida? Con un drama sangriento que no nombro, ¿Cuándo vuelva á su hogar triste y cansado Y el extranjero se largó á su tierra Aún podré ser feliz? ¡que Dios decida!››− Pálido por el susto y el asombro, Y mientras piensa con mayor constancia El buen Andrés, cubierto En lo que el pobre corazón desea, De heridas que ha ganado en la pelea, Más y más se acortaba la distancia Que antes lo separaba de la aldea.

65 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

XII XIII

‹‹¡Allá está el pueblecico! −Señora, por las señas que me dieron Tan humilde y tan chico Debo dirigirme á aquella casa, Sobre la falda azul de las montañas, He llamado y sus puertas no se abrieron, Que con todo y su ermita y sus cabañas ¿Es allí donde vive ña Tomasa? Un pedazo de nieve que blanquea Lo miró la señora con fijeza Parece desde aquí… ¡bendito sea!−›› Cual si evocara algún recuerdo incierto, Al pronunciar sin odio y sin enojos Hasta que dijo llena de extrañeza: Estas frases sencillas de cariño, −¿No sabe usted que ña Tomasa ha muerto? Andrés, turbado, se limpió los ojos −No!... dijo Andrés como una estatua yerto, Porque lloraba tanto como un niño. Sintiendo el corazón despedazado, A lo lejos miró, firme y enhiesto −Lo que me cuenta usted no lo sabía Como los centinelas en su puesto, Porque vengo de lejos… soy soldado… El monte oculto entre su densa bruma, Pero… ¿vive María? Y en el confín lejano −¿La mujer de ño Chico? se fue al río Brillando como el sol el océano Por lo que halló la casa abandonada, Como un velo magnífico de espuma, ¡Pobre! ¡que genio tiene tan sombrío Y después vió la iglesia solitaria Desde que está casada! Con sus altos y esbeltos cocoteros −¿Podré esperarla allá mientras la hora De su santa oración y su plegaria Llega de su regreso? Eternos mensajeros… −Por supuesto ¡Siempre el humo brotando de su lumbre, −Muchas gracias, señora, El mismo sol saliendo por la cumbre, Dispense usted si acaso la molesto. El mismo mar en calma ó muy bravío, −No hay de qué, llegue usted hasta la casa La misma religión en la cabaña, Y allí espere sentado con paciencia, El mismo solitario caserío Pronto regresará si no se atrasa Y el mismísimo pueblo en la montaña! Y así terminará su penitencia− Cuando llegó junto á la cruz que estaba Y de nuevo á la casa se volvía Cuidada siempre con cariño santo, Con paso reposado Ay! y que más que nunca se ladeaba Cuando oyó á la mujer que le decía: Sobre su pedestal de calicanto, −Oiga, señor soldado, Con su vieja creencia fervorosa Usted que viene acaso de la guerra El kepi se quitó por el sombrero, Y que sabe sin duda muchas cosas Se persignó con mano temblorosa (Perdone mi pregunta y lo que encierra Y siguió caminando más ligero, Más… ¡somos las mujeres tan curiosas!) Y caminando siempre, caminando ¿No conoció un muchacho por ventura Llegó al pueblo y cruzó muchas esquinas, Que de aquí fue á la guerra y que no ha vuelto, Pensativo y absorto, dispersando Que se llamaba Andrés, una criatura Los concursos de gallos y gallinas. De corazón muy grande y muy resuelto?− Y la señora acarició la falda Y el delantal, con el oído abierto, Y el soldado esa vez le dio la espalda

66 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Diciéndole al patir: −¡Andrés ha muerto! Que en libertad la dejo y que me olvide. −¡Qué melitar tan guapo! –se decía ¡Pobre Adrés!... una bala Mirándolo alejarse pensativo, Le partió el corazón en dos pedazos… −Si no juera por eso, juraría Hoy ya su labio un una queja exhala Que él es el mismo Andrés y que está vivo! Y sólo tierra estrecha entre sus brazos, Y yo, señora, aunque quizá os asombre XIV Este rasgo de honor ó de simpleza, He venido en su nombre Miradlo: bajo el techo se ha abrigado A cumplir como bueno su promesa. Del suspirado hogar, su viejo amigo, Perdonadme si lloro… era un amigo Y sobre el mismo banco se ha sentado Que quise tánto, tánto… De promesas de ayer mudo testigo, Fuí de tantas angustias el testigo… Y otra vez á su frente está María ¿Verdad que es justo y natural mi llanto? Temblando de pavor como una muerta Ah! cuando el sol á declinar empiece Pálida ante ese espectro que venía Por aquella montaña del desierto, A cruzar importuno por su puerta. Pensad que Andrés una oración merece… A pesar de encontrarlo tan cambiado ¡Le gusta tanto la plegaria á un muerto! A fuerza de vigilias fatigosas, Y otra vez del hogar se fue alejando, Bajo aquel uniforme de soldado Sintiendo siempre de la muerte el frío, Vió al amante de edades más hermosas. Con sepulcral acento murmurando Andrés, midiendo su desgracia inmensa, −¡Ah! ¡no me quiso como yo, Dios mío! Estuvo pensativo y cabizbajo, Hasta que, coordinando lo que piensa, XV Dijo con gran trabajo: −Como usted lo verá, soy extranjero Dicen las gentes que desde ese día Que he venido de tierras muy distantes; Más huraña que nunca fue María, Yo conocí en la guerra un compañero Que la niña que fue toda sonrojos Que á mi lado pasó rudos instantes; Agobiada por íntimos agravios, Su nombre usted lo sabe… en mi memoria Llevó siempre una lágrima en los ojos Grabado está lo que me dijo un día… Y contraídos de dolor los labios, ¡Ah! ¡cuántas veces me contó su historia Que tan pálida estaba y tan hermosa Y la de usted también… ¡la de María! Envuelta en sus crespones de tristeza, ¡Cuántas veces me hablaba en la velada Que al pasar como virgen dolorosa De tempestuosas noches invernales Todos se descubrían la cabeza; De una promesa que hizo á su adorada Que ño Chico y Manuel no conocieron De llegar otra vez á estos umbrales! Aquel mal tan oculto que la hiere, Aún me parece que su queja escucho: Y que al verla tan triste, se dijeron: Si muero díle que la quise mucho, −“¡Si sigue así, Dios santo, se nos muere!”− Que tú vas de mi parte hasta su nido Que al verla todos agostada y fría Para contarle lo que yo he sufrido… Dijeron al pasar: −“Pobre María! Díle que soy por ella desgraciado, ¡Acaso llora porque Andrés ha muerto!” Que Dios tan sólo mi infortunio mide, Que tuvo desde entonces la manía Que olvide todo lo que me ha jurado, De mirar la montaña del desierto.

67 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

…………………………………………………… …………………………………………………… …………………………………………………… …………………………………………………… Y mientras tanto, Andrés va por la cumbre Retirada y azul de las montañas Mirando con inmensa pesadumbre A lo lejos la ermita y sus cabañas. Caminando por nuevos horizontes Se hace el tranquilo hogar más y más chico Hasta que vió en la falda de los montes Como el puño cerrado el pueblecico. Caminando sin rumbo, caminando, Lágrima ardiente su pupila esconde Porque la dicha atrás se va quedando Y porque irá á morir Dios sabe donde, Lloró agobiado por dolor ignoto Al ver tan lejos la risueña aldea, Perdida y sola en el confín remoto Como un copo de nieve que blanquea!

Noviembre 1889

Fin.

68 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Fugaces

I II

“Fugaces”, así se llaman Si hallas en este libro Las rimas donde fulguras; Que nuestro amor resume ¡Algún nombre los que aman Alguna nota oculta Deben dar á sus ternuras! Que llegue al corazón; Las formó mi fantasía En sus borradas páginas En mis noches de desvelos Perdido algún perfume Para pagar, vida mía, Como en la flor que tiene De algún modo tus consuelos Marchito su botón Todos los bienes que me haces Para endulzar mis pesares, Si encuentras en mis versos En estos pobres “Fugaces” Los tintes de la aurora Te los devuelvo a millares. Que alegran las tristezas En cambio de aquellas horas Del yermo boreal; Radiantes de tus amores, La luz reverberante En este libro hay auroras, Que por las tardes dora Hay primaveras y hay flores. Las cumbres revertidas Fugitiva y trasparente, De nieve virginal De mi gratitud nacida, Murmurios de la tarde Hay una lágrima ardiente Que envueltos en la bruma En cada estrofa escondida. Del alto cielo escalan Por cada siglo de hastío La esplendidez de tul; Que me quitaste al ser tuyo, De la onda resonante Hallarás, dulce bien mío, La fugitiva espuma, En cada verso un arrullo. Las perlas que aprisiona Y porque sé que algún día Bajo su manto azul. Se irán los bienes que me haces, Escribió mi fantasía Incienso vaporoso Tus consuelos con “Fugaces”! Que en espirales sube Llegando hasta tu solio Para besar tus pies; Dispersas en girones Las gazas de una nube Para que así contemples Los astros á través.

69 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

La brisa gemidora Si, en fin, encuentras algo Que al suspirar modula Que cuando sola y quieta Tu nombre, amada mía, Reposes en tu alcoba De un beso entre el rumor Te aduerma sin esas; Un cielo hermoso y puro Caricias invisibles Que el horizonte azula De mi pasión secreta, Y que en su seno encierra Suspiros que á tu nido Nuestro infinito amor. Se llegan á posar.

Del canto de las aves Todo eso que al leerlo La vibración incierta Te absorba en muda calma, Que vaga entre el ramaje Que llene de sonrisas Del ceibo y el sauz; Tus labios de rubí Vago rumor de alas Todo eso me los has dado, Del nido que despierta Dulce mitad de mi alma, Al beso pudoroso En las benditas horas De la naciente luz. Que he estado junto á ti.

Si encuentras esperanzas, III Como tu amor, tranquilas, Que hacen buscar sin tregua ¡Cuántas frases harán, negras é impuras, Algo que aquí no está; De nuestra historia resaltar la luz! Las luces de otro cielo Presa de mis amargas desventuras Que hieren las pupilas Escribí muchas páginas obscuras Para que el alma triste Cuando no estabas á mi lado tú! Distinga un más allá. IV La fe que con sus voces Al corazón alienta, ¡Así te adoro más! Brotaste un día Efluvios de otros climas Espiritual y hermosa Que rozan nuestra sien; Envuelta en esa túnica radiosa Un himno que en la altura Con que vela sus sueños la poesía. Domina la tormenta; Cual voladora mariposa inquieta Una oración que sube Germinaste entre luces y entre flores Para traer el bien. Para ser del poeta Alada encarnación de sus amores. Las huellas de un arcángel Al calor de un delirio voluptuoso Que envuelto en níveas galas Formas te ha dado mi cincel de artista, De paso por el mundo Y porque sé que me amas, orgulloso Mi libro acarició; Estoy de tu conquista. Regado en mis canciones ¡Ninguna como tú! Ninguna encierra El polvo de sus alas El raudal de pureza que atesoras, Como la estela de oro Los tintes que te bañan… ¡las auroras De un astro que pasó. Solamente los llevan en la tierra!

70 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Cuando mi ruego hasta tu solio sube Si canta mucho el corazón que mimas Desciendes cariñosa y sonriente, Y que siempre te amó Y siento que se posan en mi frente Es porque sé que mis perdidas simas Tus alas entreabiertas de querube; Sólo tú las comprendes como yo! Entonces todos mis dolores robas Y alegrando mi alma con tus galas VI Enamoradas trovas Nacen al tenue roce de tus alas. Vida de la vida mía, Al resplandor de tu mirar de fuego Flor de mis yermos agrestes, Despierto mi dormida fantasía, Pedazo azul de mi alma Y cada vez que acudes á mi ruego ¡Qué hermosa, qué hermosa eres! Arrodillado el corazón te entrego Y te adoro soñando, hermosa mía! Por eso, no más por eso Te perdono tus desdenes, V Todos los males que me haces, Todo lo que me aborreces. ¡Cuántas manos profanas al acaso Nuestro libro abrirán, ¡Si vieras! la frase dura Como abrir torpemente el áureo vaso Que tu rojo labio vierte, Cuyos perfumes con la luz se van! En vez de amargar mi alma Me sabe á tu boca: ¡á mieles! ¡Cuántos al penetrar por esa puerta Que nos guarda á los dos, ¡Si vieras tú que una herida Sin rumbo irán con la mirada incierta Hecha con manos de nieve, Como en el templo el que olvidó á su Dios! En vez de dañar, consuela Y apenas, apenas duele! ¡Cuántos sin conocer nuestros amores, Nuestra historia inmortal, Y las miradas de odio Romperán despiadados nuestras flores Que me diriges á veces, Como los genios fúnebres del mal! ¡Si vieras qué inofensivas Son en tus ojos celestes! ¡Cuántos, envuelto en alboradas tierras, No mirarán tu ser, Por eso, no más por eso Y ajarán estas páginas dispersas Me ves a tu lado siempre, Sin poder nuestro idioma comprender! Viviendo de tus rencores, De tus profundos desdenes. Si ves que marcho por el mundo erguido Con mi viejo laúd, Y cuando más despiadada Y á pesar de mis duelos no he perdido Herirme más hondo crees La esperanza, la fe, la juventud. ¡Si vieras que te perdono Diciendo: qué hermosa eres!

71 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

VII Inmóvil y callado, semejante A las mudas estatuas, En ti pensaba siempre! Llegué al templo En el recinto obrero de aquel templo En donde tú rezabas Escucho tus plegarias Y busqué aquellas sombras que velaron Y espero que me invoquen y me llamen Las tinieblas de mi alma; Tus vibrantes palabras! Inmóvil y callado, semejante A las mudas estatuas VIII En el recinto obrero de aquel templo Escuché tus plegarias. De otros mundos mejores he venido Los ecos de las naves repetían Incansable y tenaz en pos de ti, Tus vibrantes palabras Con mis amores á endulzar tu viaje Que resonaban con letal tristeza Y á hacerte con mis versos más feliz. En los ecos de mi alma. Eran como las notas fugitivas Y hace ya mucho tiempo que sin rumbo De alguna voz lejana, Mi destino es tu huella perseguir; Como amoroso y lastimero arrullo Astro informe que signe eternamente De las palomas blancas, Una estrella brillante del cenit. Como el canto del niño por la tarde Al ángel que lo guarda. ¡Quién desde arriba a padecer te trajo? Aquel rumor confuso y apagado No lo sé, vida mía, pero al fin Como batir de alas, Mientras sufras en estos eriales Yo no sé qué recuerdos me traía, Nostalgias de tu cielo y tu pensil; Qué tiempos evocaba! Tal vez de aquella edad que nunca vuelve Mientras tus blancas alas de querube Alguna historia vaga No vuelvan los espacios á batir, Obscurecida por las demás brumas Yo seré el compañero cariñoso, Que me enervan el alma. El viejo amigo que hallarás aquí. Tanto llegué á pensar en mis recuerdos Y tanto en ti pensaba, IX Que asomaron ardiendo en mis pupilas Dos silenciosas lágrimas; Cada palabra tuya es la armonía Uní mis oraciones de infortunio Que hacen las aves cuando viene el día A tus preces cristianas Desde el nido aleteando por la luz; Y olvidé las tormentas que en mi vida Canto de hadas en las linfas hondas, Eternamente estallan… Misteriosos rumores de las frondas Y desde entonces cuando sufro y llevo De los bosques de palmas y bambús. Tinieblas en el alma, Cuando en mis horas de tristeza pienso Cuando mi corazón padece mucho Que tal vez no me amas, A ti me acerco y extasiado escucho Sin que lo sepas tú, sin que adivines Las gratas vibraciones de tu voz; Quién, oculto, te guarda, Así deben decirse sus querellas Las flores y las pálidas estrellas, ¡Así le hablan los ángeles a Dios!

72 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

X Siento con dolor profundo Que estoy con todos en guerra, Las golondrinas en su largo viaje Pues porque estás en la tierra Otro espacio mejor van a buscar Por eso vine á este mundo. Cruzando ignotos y lejanos climas, Saben á dónde van. Forman eternos anhelos Mi vida desierta y fría; Los otros oleajes se pierden Tengo la triste manía Coronados de espumas en el mar De mirar mucho á los cielos! Incansables rugiendo en su camino, Saben a dónde van. Busco las naves obscuras Donde la oración resuena; Y las nubes informes que atraviesan Como las almas en pena En alas de la rauda tempestad Voy mucho á las sepulturas. Oscuros y lejanos horizontes, Saben a dónde van. A veces suelo soñar Que sigo intangibles rastros, Yo que voy al acaso por el mundo Que he viajado por los astros… Llevando mis fatigas nada más, ¡Yo soy un loco de atar! Yo he emprendido este viaje y aún ignoro A dónde iré con ellas a parar! Desde que te conocí, Ve qué rara enfermedad, XI Busco más la soledad Para pensar solo en ti. Si vieras con qué aflicción, En horas de soledad, Brotan las flores tenaces Pienso en esta enfermedad De mi corazón herido: Que tengo en el corazón! Muchas noches no he dormido Por escribirte “Fugaces”. Es un pesar que se escuda En lo más hondo y remoto, Callado, triste y sombrío Dolor oculto é ignoto Espero dichas mejores; Que hiere con saña ruda. Nunca podrán tus amores Llenar tan hondo vacío! Presentimientos adversos Que apenas mi lira expresa, Ah! Llevamos los poetas Indefinible tristeza Tanta lágrima invisible, De donde brotan mis versos. Tengo sed inextinguible De tus caricias secretas! Crece un cáncer en el yermo De mi alma triste y huraña, Quiero que á mi lado ondules, Como la perla en la entraña Sentir tu tenue rumor, Del pobre molusco enfermo. Quiero dormir al fulgor De tus pupilas azules.

73 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Y –¡Perdona!– en el exceso En cambio yo en el fondo de un sepulcro De mis febriles ternuras, Guardé, piadoso, mis amores yertos, Por ver si mis duelos curas Y envueltos en crespones funerarios Quiero que me des un beso! Allí dejé mis versos.

Mira si tendré razón, ¡Qué triste me he sentido al sepultarlos En horas de soledad, En el polvo que guarda tantos muertos, De pensar con aflicción Y, quedándome solo, despedirlos En la extraña enfermedad Con un adiós eterno! Que tengo en el corazón! ¿Ves esa virgen pálida que duerme XII Entre flores marchitas en el templo? La virgen eres tú… y esos perfumes En confuso tropel á tu memoria Ilusiones que fueron! Nuestro hermoso pasado llegará, Y que mucho te amé… ¡como ninguno! ¿Y no ves una sombra arrodillada Tarde lo llegarás á confesar. Velar al borde del mortuorio lecho? ¡Es el pobre poeta que solloza Cuando vuelva á brotar para besarte Donde duermen sus versos! La nevada azucena virginal, Y otra vez con amor la enredadera XIV Vuelva sobre tur rejas á trepar; Todos podrán brindarte las riquezas, Cuando den las torcaces desde el nido Una vida de fausto y esplendor, De las pasadas citas la señal Las glorias terrenales que se acaban, Y te asomes de nuevo á tus balcones, Cuanto abarque en sus alas tu ambición Ya el guardián de aquel muro no estará! Podrán arrodillarse ante tu solio Las palomas azules, tus amigas, Y allí adrarte como á falso Dios; El viejo limonero y el rosal, Formar con el incienso que te quemen Las golondrinas que te quieren tanto Nubes que te circunden como al sol. Muchas tardes por mí preguntarán. Pero ofrecerte un alma de poeta, Si tan triste como ellos me recuerdas Los tesoros que encierra la pasión Si mi nombre también te hace llorar, Ardientes goces que jamás terminan… ¡No me busques entonces bajo el muro ¡Lo puedo sólo yo! Porque sé que no me encontrarás!

XIII

Mataste el corazón donde vivías Y queriendo acabar con tus recuerdos Tu mano espiritual borró las huellas De los pasados tiempos.

74 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

XV Después de recibir tantos desdenes, Tanto veneno amargo y tanto mal, ¿Por qué te llaman todos el poeta? Después de todo lo que tú me has hecho… Me interrogaba pensativa y quieta ¡Pienso en ti mucho más! Llevándome á regiones de más luz; Yo, con la fe de los que aquí se aman, Y jamás volveré como otros días Le dije sonriendo: ¡Así me llaman Ni una frase de amor á pronunciar; Porque me quieres tú! Te quiero mas que nunca, pero tengo Lo que tú no has tenido… ¡dignidad! XVI XVIII Es mi pasión tan grande y tan inmensa Que bien puede durar Nada debes temer, te quise tanto Lo que dura la vida en el espíritu: Que es imposible que te pueda odiar, ¡Toda una eternidad! Todos aquellos males que me hiciste Los he olvidado ya. A otro espacio mejor, á otras regiones De la vida inmortal Tuya será la culpa si no vuelve Que del sepulcro en el dintel empieza, La primavera hermosa que pasó, Tienes tú qué llegar. Si no tiene más páginas la historia Que formamos los dos. Cuando ese viaje emprendas, á su término Habré llegado ya Ya que tú lo has querido, es necesario Y pensando en lo mucho que te quiero Que dejes ese velo en donde está Allá me encontrarás. Que me tengas por muerto para siempre… ¿Qué te cuesta olvidar? Allá verás entonces que mi espíritu En donde estés, está, Si nunca comprendiste que te daba Que viviré á tu lado mientras dure Todo lo noble y bueno que hay en mí, Nuestra vida inmortal. Si jamás conociste mis grandezas… ¡Tanto peor para ti! A cada instante te diré que te amo, Y te convencerás XIX De lo que dura mi pasión inmensa: ¡Toda una eternidad! ¡Haces unas preguntas! Poesía Es un suspiro de tus labios rojos, XVII La mirada que viene de tus ojos A impregnar de dulzuras mi pasión; Desde que tú me despreciaste, llevo Algo que te persigue y que á tu lado De un peso abrumador la inmensidad; Invisible palpita y centellea, Que te amo desde entonces más que nunca Una cosa que siempre te rodea No lo diré jamás. Como las gazas de la nube al sol;

75 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

El perfume que ondula en tus cabellos, XXII Un beso húmedo y casto de tu boca, La rima enamorada que te invoca Iban las golondrinas por el cielo Cada vez que me duele el corazón! Y los dos las mirábamos volar, Haciéndose caricias se perdían XX Por el azul de aquella inmensidad.

¡Oye! cuando emprenda ¿Por qué se van tan pronto? Preguntabas, Mi espíritu el vuelo ¿Por qué el alero abandonando van? Por esas regiones ¡No tienen corazón las golondrinas Del espacio inmenso; Que así dejan sus nidos al azar! Cuando le dé al mundo El adiós postrero Se van, te dije con pesar oculto Y acaben mis lágrimas Porque el invierno helado llegará, Y mis sufrimientos. Es la estación de brumas y tristezas Entonces… ¡no llores! Y se van a vivir detrás del mar! Que si voy tan lejos Llevaré conmigo En el fondo del alma, vida mía, En el viaje eterno Un nido hermoso te llegué á formar, De nuestro amores Mis flores de poeta te ocultaban Los gratos recuerdos. Y yo te acariciaba nada más. Triste y solitario Iré sin consuelo Después... tú bien conoces esa historia, Por esas regiones Llegó la noche fúnebre, invernal, Del espacio inmenso, Y dejaste los hielos de mi alma, Pensando en los muchos Las eternas tristezas de mi hogar. Recuerdos que llevo, Y esperando siempre Y desde entonces cuando sufro mucho Que vayas al cielo Y recuerdo que tú no me amas ya, Y que me devuelvas Pienso en las golondrinas que esa tarde Cuanto aquí te dejo! Se fueron á vivir detrás del mar.

XXI XXIII

Si quieres conocer por qué mi olvido Queriendo darte un cielo, cierto día Ha puesto entre los dos ese jamás, Lo busqué con afán aquí y allí; Y después de que tanto te he querido ¡Como lo iba á encontrar, paloma mía, No me miras como antes suspirar; Si me alejaba más y más de ti! Si de ver a la luz tantos arcanos Tienes alguna vez curiosidad Acerca al corazón tus blancas manos Y oye lo que un latido te dirá

76 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

XXIV Si allá repites: ¡espera! Tornaré siempre á esperar Te seguiré en el mundo, aunque no quieras, Aunque pasen muchos siglos Con afán incansable y pertinaz; Y pase una eternidad Iré detrás de ti como la sombra Y me consuma esperando Que eternamente á nuestro lado va. Y tú no llegues jamás!

Por donde quiera que los ojos vuelvas XXVI De tu camino al borde me verás, Como el pobre mendigo que importuna Si lo quieres diré que no hay un mundo, Si un mendrugo de pan, no se le da. Que nunca brilla en nuestro cielo el sol, Que se mentira que hay luz y que no existe Y siempre me verás seguir tus pasos Cuanto encierra en su seno la creación. Como el remordimiento al criminal, hasta que tú me digas que me amas Diré si me lo mandar que tus ojos y tengas compasión… ¡por caridad! Han perdido su eterno resplandor Que no eres hermosa… ¡la herejía XXV Que jamás labio humano pronunció!

¡Espera! dices, ¡espera! Que no tengo esperanzas…¡Cuánto quieras! Y yo me pongo á esperar, ¡Hasta podré decir que no hay un Dios! Y pasa así mucho tiempo Pero que no te amo… ¡es imposible! Y pasa una eternidad. ¡Arráncame primero el corazón! Así las horas, los días, Así los años se van XXVII Y yo me quedo esperando Y tú no llegas jamás. Mira cómo me acerco á tus altares Cuando la fe de mi espíritu Y duda, si es que puedes, mi pasión: Siento que vacila ya, Ante ti me arrodillo solamente… ¡Espera! dices, y entonces ¡Ante mi madre y Dios! De nuevo torno á esperar Y pasan siglos y siglos XXVIII De larga noche invernal Y así me estoy preguntando, Aquí, dije parado ante el sepulcro, Preguntando dónde estás. Se reposa por una eternidad, Tal vez al fin me fatigue Aquí el alma extenuada y vacilante De tanto, tanto esperar Se acerca silenciosa á descansar. Y llegue al sepulcro helado Con mi esperanza no más; Aquí las decepciones de la tierra Si allá donde nada acaba, No nos molestan ni nos hieren más, Donde todo es inmortal, Y se apagan los ecos de la vida Y en donde tarde ó temprano Del sepulcro ante el mármol funeral. Nuestras almas se verán;

77 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Aquí se duerme en paz, nadie nos viene XXX De ese sueño tranquilo á despertar; Melancólico vela á nuestro lado Cuando la campana Un ciprés solitario y nada más. Con triste lamento Llorando te diga Al ver estas desiertas soledades Que ha tocado á muerto; Donde los muertos reposando están, Que de algún sepulcro ¡Cuántas veces mi espíritu ha deseado Las puertas se abrieron Dormir allí sin despertar jamás! Para que descanse Un pobre en su seno. Si aún no me he fatigado, si soporto Si ves por las calles Los dolores del viaje terrenal, Humilde cortejo Y me ves con mi carga abrumadora De gentes que llevan Por árido desierto caminar; En hombros un féretro, Y si allí no escuchas Si jamás te abandono, si á tu lado Suspiros y rezos, Me miras afrontar la adversidad, Ni un sollozo oculto, Es porque solitaria y sin consuelo Ni un gemido intenso. No te quiero dejar! Si después encuentras En el cementerio XXIX Ignorada fosa Que rodeó el silencio, Supe que en confianza á un buen amigo Sin cruces que invoquen Preguntaste quién soy, La piedad del cielo, Porque has notado que tus pasos sigo, Sin flores que guarden Que por doquiera que tú vayas, voy. Los despojos yertos. Entonces... recuerda Que nadie pudo aquella vez de un hombre A tu amigo enfermo La historia penetrar, Al poeta errante Que no llegaste á conocer ni el nombre Que miraba al cielo, Del que tanto te llega á importunar. Que por muchos años Fue tu compañero Que del pasado que mi vida puebla Y arrulló tu nido Vio tu afán de mujer, Con sus pobres versos. Algo triste y funesto cual la niebla El será quien vaya Que sólo enigmas te dejó entrever. Sólo al cementerio Sin que nadie llore Pretender sondear tan hondo abismo Donde están sus restos; Es inocencia que hace sonreír: Tal vez recordando ¡Si me lo preguntaras, ni yo mismo En el viaje eterno Te lo pudiera, á la verdad, decir! El adiós sin lágrimas Del sepulturero.

78 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Recuerda un instante ¡Cuántas veces al ver las agonías A tu amigo enfermo, Que matándome están, Eleva llorando Al pensar que tal vez en tanto tiempo Tus preces al cielo Me has olvidado ya, Para que consigo Cuántas veces á solas me pregunto: No vayan tan lejos ¡Si aún tendré que esperar, Tantas amarguras Si durará este sueño hasta la muerte Tantos sufrimientos! Sin despertar jamás! Lleva á su sepulcro Tu llanto y tus rezos, XXXII Tus flores que guarden Sus despojos yertos, Una sola mirada de tus ojos, Porque tú tan solo Una sola sonrisa de tus labios Eres su consuelo; Y olvidaré después nuestros enojos, Sólo tú conoces Nuestros mutuos agravios. Su pasado incierto Sus hondos pesares, Me verás otra vez arrodillado Sus ocultos duelos, Con la misma pasión de aquellos días, Y solo tú puedes Evocaré las sombras del pasado, Evocar recuerdos Las muertas alegrías. Del bardo ignorado, Del pobre que ha muerto! Los sangrientos dolores que me hirieron Se alejarán después como han venido; XXXI No pensaré en la hiel que me ofrecieron Tu desdén y tu olvido. Como la alondra que olvidada y triste Duerme en el forestal Nada podrá importar á las mujeres Y espera con quietud de la mañana Una sola sonrisa de sus labios, La primer claridad Pero así olvidaré, si tú lo quieres, Para volar por el espacio inmenso Nuestros mutuos agravios. Y ponerse á cantar; Así el alma en la noche de mi vida XXXIII Como ave enferma está, Ha plegado las alas que á tu lado Dime hasta cuándo termina Lució con tanto afán La vida inmortal del alma, Sin modular el canto que otras veces Y yo te diré el instante Te elevó al despertar En que mi pasión se acaba. Desde que triste y silenciosa duerme No recuerdo cuánto ha, XXXIV Más sólo á ti como á la luz te espera En su noche invernal Fugaces, vagas é inciertas Para extender sus diamantinas alas Las dos pupilas brillaron Y volver á cantar. Y se quedó con los ojos Eternamente apagados.

79 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Cesó de latir el pecho, Cuando miré en tu frente los sonrojos Enmudecieron sus labios Circular como fuego abrazador Y al verla todos pensaban Y leí en la mirada de tus ojos Que estaba durmiendo acaso. Todo tu santo amor. Cubrieron piadosamente Su cuerpo de velos blancos, Entonces… ¡olvidé que soy un hombre! De flores castas y puras Lloré —¡qué quieres!— al pensar en ti, La sien helada adornaron Y cuando absorto pronuncié tu nombre Y dejaron sobre el pecho Más creyente y más bueno me sentí. Cruzadas las níveas manos. De los cirios que allí ardían XXXVI A los fulgores escasos La vi pálida é inmóvil Para que conozcas Como una virgen de mármol. Lo que yo padezco, Yo estuve junto á la muerta Todo lo incurable No sé qué tiempo parado, De mis sufrimientos; Al resplandor de los cirios Para que comprendas No sé en qué cosas pensando El mal que me has hecho, Hasta que sentí en los ojos Acerca tus manos Lágrimas que me quemaron, A mi pecho enfermo: Lágrimas que duelen mucho Al sentir sus golpes, Cuando asoman á los párpados Al oír sus ecos, Porque brillan y no salen Tal parece que abriendo mi fosa, Y allí se quedan temblando… Están allá adentro! Tal vez pensé en ese instante En los pobres desterrados XXXVII Que en este valle luctuoso Solos y tristes quedamos, Por tanto siglo de congoja inmersa Porque con voz apagada En que viví sin descansar por ti, Por la congoja y el llanto Dame un beso tan solo en recompensa… De aquel recinto mortuorio ¡Un beso de tus labios de rubí! Me retiré murmurando: ¡Una virgen de la tierra XXXVIII Que nos deja abandonados! Cuentan que hay cosas tan tristes XXXV Que nos hieren tanto, tanto, Que el corazón se desgarra Contemplé tan incierto el plazo largo En mil sangrientos pedazos; De que tú fueras mía alguna vez, Que los sollozos ahogan Que pensé que era un sueño y sin embargo Convulsos y entrecortador Estaba yo á tus pies. Y que lágrimas de fuego Asoman en nuestros párpados.

80 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

¡Tienen razón! en mi vida Cielo que anhelan Jamás he sufrido algo Las pobres almas, Que tan hondo me lastime Buscad celajes Que me hiere tanto, tanto, Y auroras claras, Como una ilusión que muere Arcos lucientes, Porque nazca un desengaño! Nieblas de plata Y asistid ataviado á la fiesta XXXIX Que el mundo canta.

¡Cómo son las mujeres! Todavía Mar que aprisionan No se borraba la reciente historia, Inmensas playas Cuando pasé por su camino un día Ornad las ondas Despertando un recuerdo en su memoria. De espumas blancas, Me miró largo rato, interrogando Buscad corales Algo á su corazón que no responde; Perlas y algas Tal pareció que dijo: ¡No sé cuando Y cantad en gigantes estrofas Vi una cara como esa no sé donde! La fiesta santa

XL Azules montes De cimas altas, ¿Sabes por qué me gusta estar enfermo Cielo que anhelan Sumergido en ardientes desvaríos? Las pobres almas Porque entonces se besan cuando duermo, Mar que aprisionan Para endulzar de mi existencia el yermo, Inmensas playas Tus labios sonrientes y los míos. Asistid á mis fiestas brillantes: ¡Cantad que me ama! XLI XLII Azules montes De cimas altas, Cuando fríos aseguran Ornad la frente No sé si sabios ó necios De nieves castas; Que la vida es un producto Cantad el himno De la sangre y de los nervios De las mañanas Como la chispa que brota Porque todo en el mundo es contento, De los motores eléctricos; Fiestas y galas. Que si á veces nuestra frente Ilumina el pensamiento Es porque hay brillantes átomos De fósforo en el cerebro; Que todos los hombres somos Máquinas de carne y huesos Que marchamos por el mundo Al acaso y sin saberlo,

81 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Como las olas perdidas XLIII Que surcan el mar gimiendo; Que cuando la muerte viene Es tan rara la vez que te contemplo Todo se va al cementerio, Y pienso tanto en ti, Y allí para siempre quedan Que aquella tarde, entre el rumor del templo, Ilusiones y recuerdos Pertinaz te seguí. Enterrados en el polvo De la mansión de los muertos. El fulgor de las luces amarillas Entonces, de los más íntimo Nos alumbró á los dos; No sé qué presentimiento Yo estaba ante una virgen de rodillas Surge, y bienhechor destierra Tú, alma mía, ante Dios. Eso tan triste y tan negro, Y lleno de fe profunda Mientras que tu mirada rutilante Me digo: si fuera cierto Iba siempre al altar No existiría en el mundo Absorto yo también, ni un solo instante El ideal de mis versos; Te dejé de mirar. No tuviera en sus pupilas Tanto trémulo reflejo Y aquella tarde entre las pocas veces Que viene de otros espacios Que vi mi cielo azul, De lo increado y eterno; Acaso me arrullaron nuestras preces Su voz cariñosa y dulce Con sus alas de tul. No encerrara tantos ecos Que fugitivos resuenan Acaso el conocer las desventuras En mi corazón enfermo; Del amor de los dos, Yo no viera en su hermosura Después de acariciarse en las alturas Brillar algo tan incierto, Se dijeron adiós! Tan intangible y tan puro, Tan vaporoso y aéreo Atravesar como crucé las puertas Que he pensado muchas veces Del templo, en pos de ti, Que solo existe en mis sueños. No fue profanación: ¡están abiertas Si todo fuera materia, Para un amor así! Sensualidades y cieno, Yo no la hubiera adorado El mismo culto santo, el mismo anhelo En las sombras y en silencio, Esa vez nos juntó, Sin escuchar de sus labios ¡Solo que tu plegaria se fue al cielo Ni una frase de consuelo, Y la mía en las sombras se perdió! Sin recibir de sus ojos Ni un solo fulgor intenso, XLIV Alimentando esperanzas Que aquí realizar no puedo, Sé que no quieres mirar Y mirando á cada instante Mis tristezas junto á ti, Por vago impulso á los cielos! Y de tu anhelo á pesar Yo solo enfermo sé amar, Yo sé querer sólo así.

82 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Y aunque lo esperes, mujer, Algo muy grande que todos No ha de cambiar mi pasión: Llevamos dentro del pecho ¡Mañana, como hoy y ayer, Y que en afán se traduce Siempre me tendrás qué ver De dar en el labio un beso; Con fiebre en el corazón! Una lágrima perdida Del alma en el albo seno, XLV Una sonrisa formada De esperanzas y recuerdos, Después que imponente Un suspiro hondo que brota, Rujió la tormenta, Sin sentido y sin quererlo, Brilló el sol, y á su luz sonrieron Una mirada que encierra El cielo y la tierra Todo un mundo y todo un cielo. Es lo que sienten las flores ¡Cuánto ha que mi barca De tu jardín tan risueño Salvó la ola negra, Cuando la aurora los baña Y aún batallo en el mar de la vida En luz, en perlas y en besos; Con todas mis fuerzas! Lo que las aves modulan En el palacio secreto XLVI Que forman entre el follaje De tus naranjos esbeltos; Cuando cruzas por mi árido camino Lo que la fuente espumosa Sonriente y hermosa sin mirarme Va entre las guijas diciendo, Olvidando que ayer entre sonrojos Lo que murmura en tu oído Ser mía para siempre me juraste; Con vagas notas al viento. Cuando á mi lado pasas distraída Rumores que á cada instante Despertando calmadas tempestades, Van de la tierra á los cielos, Cuántas veces me he dicho, conteniendo Himno sonoro que siempre Un suspiro ahogador como los mares: Canta todo el universo Para borrar como por fin lo hiciste Y que tú tarde ó temprano De tus recuerdos nuestro amor tan grande, Llegarás a comprenderlo, ¡Qué honda debe de ser la sepultura Cuando a la vida despierte Que en tu desierto corazón cavaste, Su letargo sacudiendo Y cuánta tierra le echarías, por miedo Tu corazón tan hermoso, De que sepan que llevas mi cadáver! Tan helado y tan desierto!

XLVII XLVIII

–“¿Qué es el amor?”– Una cosa Cuando miro una estrella fugitiva Que ha venido de muy lejos Que detrás de los montes se va á hundir, A endulzar nuestra existencia Llevando á otra región sus claridades Deparando un compañero Como las esperanzas que perdí, Para que el viaje en el mundo Cuando aquella pupila misteriosa No parezca tan desierto. Desde la inmensidad me ve sufrir,

83 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

No sé por qué padezco más que nunca, Y al mirarla borrarse en el confín Acompañada de suspiros brota Mirando tus pupilas azuladas Una lágrima ardiente y pienso en ti! Como el cielo y el mar, Como el cielo y el mar llenas de abismos XLIX De calma y tempestad; ¡Cuántas veces á solas he querido ¡Un beso!... Por recibirlo Con inútil afán De tus labios entreabiertos Llegar á conocer lo que en el fondo Todos los hombres darían De tu pupila misteriosa había! El mar, la tierra y el cielo; El aire que los rodea, LI Su sangre y su pensamiento, La salvación de sus almas … No temas que me pierda si he formado ¡Todo lo grande y eterno! De ti mi única hermosa religión, Yo que soy pobre y que sabes Si adorarte tan hondo es un pecado… Que cual ninguno te quiero, ¡Es un pecado que perdona Dios! Por recibir de tu boca Una caricia de fuego, LII Por aspirar tus perfumes, Por envolverme en tu aliento, ¿Sabes lo que pensé la vez primera ¡Por un beso que me dieras Que te vi tan hermosa y esplendente? Te daba en cambio otro beso! ¡Que eras una visión, una quimera, Un delirio de tantos de mi mente! L Y á pesar de que muchas, muchas horas Te he vuelto á ver desde tan fausto día, Yo sé que de los cielos en el fondo De que en la tierra con nosotros moras Existe un más allá, No puedo convencerme todavía! Que hay un espacio azul tras de la nube De rosado cendal, LIII Y que brillan flotando en el regazo De aquella inmensidad Como viven los pájaros cantores Otros mundos de luz donde algún día Del viejo ceibo en las umbrosas ramas, Llegaremos á estar. Viven las golondrinas á millares En los cielos azules de mi alma, Yo sé que los abismos de los mares Revoloteando en sus espacios tersos, Se pueden sondear, Mojando con mis lágrimas sus alas. Por la ola resonante y fugitiva Que nombrándote va ¡Te quieren tanto, tanto!... por las tardes Lleva en su manto azul perlas y espumas, Llegan á tus balcones en parvadas Diademas de coral, A saludarte con sus tristes cantos, Y tesoros inmensos que en su seno A regar tus macetas con mis lágrimas No se agotan jamás. Y á llevarte mis besos de ternura Bajo el regazo de sus plumas pardas.

84 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Por eso cada brisa rumorosa Recordando las otras que no vuelven Que tus blondos cabellos embalsama, Porque tú no las llamas; Cada azucena virginal y pura Mientras haya crepúsculos orlados Que brota en tus macetas con mis lágrimas, De olajes de grana, Cada uno de los versos de este libro Y otra vez á su luz las golondrinas Es una golondrina que te canta! Canten dichas pasadas; Mientras sepas que estoy en este mundo LIV Tal vez por tu desgracia, Mientras alguien recite nuestra historia, −¿Por qué mis flores al nacer el día Mientras duren sus páginas, Tienen lágrimas puras en su broche? No vuelvas á decir que me olvidaste –¡Es porque lloran, adorada mía Pues ya que no me amas Cuando las abandonas por la noche! Sabes que me recuerdas todavía Es el postrer consuelo de mi alma! LV LVI Olvídame si puedes, pero entonces De tu memoria arranca Después de que sin testigos Las ilusiones que te di un los días Pasó aquel lance de honor, En que tanto me amabas; Como dos viejos amigos Mira si puedes marchitar por siempre Te hablé de cosas de amor. Esas flores de mi alma ¿Por qué tan pálida y grave Que como mariposas te persiguen Estabas mientras te hablé? Por doquiera que vayas. No temas… ¡nadie lo sabe Borra la huella que mi mano ardiente Y yo nunca lo diré! Dejó en tu mano blanca, Las dulces vibraciones que en tu oído LVII Dejaron mis palabras, La imagen festiva que en tus pupilas ¡Cuántas flores, cuántas flores Siempre llevas grabada, Que en mi corazón germinan ¡El hermoso poema que escribiste Mustias y yertas se inclinan En el libro de mi alma! Del invierno á los rigores! Borra el candente rastro de mis labios De tus labios de nácar Apenas su albo capuz El surco que han abierto tus mejillas Abren, llenas de perfume, Las amorosas lágrimas, Artero mal las consume Y del fondo de tu alma ve si borras Y se ajan faltas de luz. Las huellas de mi alma… Mientras lleves todo eso en tu camino Nacen con pompa y alarde Como pesada carga, De mi vida en los abrojos Y á cada paso, sin quererlo, tornes Como los celajes rojos Hacia atrás tus miradas; Que duran solo una tarde. Mientras llegue otra vez la primavera Con sus eternas galas,

85 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

¡Con qué profunda aflicción Si á piedad os mueve Las miro tristes y solas Mi desgracia inmensa, Plegar sus níveas corolas Si son vuestras almas Dentro de mi corazón! Con los muertos buenas, Dadme cuatro tablas Todas se mueren temprano Por única ofrenda; Como los sueños de un niño, Buscad un paraje Porque les falta el cariño Desierto en la selva De piadosa y blanca mano. Que nadie en el mundo Encontrarlo pueda, ¡Ah! Si quisieras un día Muy honda, muy honda Alimentar mis amores, Cavadme la huesa, Cuántas flores, cuántos flores Y en su fondo obscuro Mi corazón te daría! Dejad al poeta Que olvidado y solo LVIII Descanse sin penas. Cegad los senderos Cuando en el corazón que te ama tanto Borrad vuestras huellas, Indefinibles opresiones siento, Cuidad que no queden Y más que nunca abandonado y solo Señales dispersas Con tu recuerdo y con mi amor me encuentro; Que al cabo descubran Cuando llama á mi puerta el infortunio, Mis cenizas yertas, Mi único inseparable compañero, ¡Y allí con los muchos tesoros que llevo Y se llenan de lágrimas mis ojos Dejadme que duerma Y no hallo á mi dolor ningún consuelo, Entonces busco tus radiosas huellas LX En el teatro, en las calles, en el templo, Y cuando más hermosa que ninguna Es esta vida tan corta Perdida en tanta confusión te veo, Y son tantas mis ternuras, Contemplándote absorto, muchas horas Que quisiera, por que todas Silencioso á tu lado permanezco, Las sepas una por una, Y cuando tú me miras distraída Que de mi lado, alma mía, Me retiro tranquilo y satisfecho! No te separaras nunca; Verme inclinado á tu oído LIX Y tú dejándote muda Adormecer por las rimas El día que pague Que mi corazón oculta. A la madre tierra Como la palma del bosque El mismo tributo Por el terral que murmura. Que al morir le llevan Todos los que vienen A pisar su arena.

86 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Son tantas mis esperanzas, Mis anhelos y mis dudas, Que cuando estoy á tu lado Pienso con honda amargura Que muchas, muchas “Fugaces” Se irán conmigo á la tumba Para morir encerradas En sus paredes oscuras Como la luz que se extingue En tus pupilas profundas. Si de mi fosa en las grietas Miras brotar flores mustias Y mariposas errantes Que en sendos giros te buscan; Si en el sauz que me guarda En claras noches de luna Oyes que triste y quejosa Canta la torcaz nocturna: ¡No lo extrañes! Son “Fugaces” Que en nuestros días de venturas No tuvo tiempo, alma mía, De decírtelas mi Musa; Versos que en mi ser quedaron Como en las ondas la espuma, Como la nota en la lira, Como el perfume en la urna Y que al dejarte por siempre Llevé conmigo á la tumba: ¡Es esta vida tan corta Y son tantas mis ternuras!

87 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Colección de versos 1890-1896

La Poesía Bálsamo que al caer en nuestra frente Cura la honda y dolorosa herida, A Abelardo Domínguez Las señales sangrientas que nos deja Espirales de incienso que se elevan Este rudo combate que se libra Llevando, al traspasar las altas cimas, Entre el pequeño que en subir se afana Efusiones inmensas de las almas Sobre la cumbre escarpada que se empina; Y perfumes y encantos y armonías; Hálito bienhechor y refrescante Himno que de la tierra se levanta Que los yermos eriales fertiliza Raudo y sonoro á la extensión vacía, Y lleno de rumores y de halagos Y en los cóncavos senos del espacio El corazón del peregrino alivia, Desparrama sus notas fugitivas Y consuela al que llora en la jornada Cual enjambre de inquietas mariposas Y levanta al que cae y que vacila. O bandada de alegres golondrinas. Salmo que entonan sin cesar los fieles Meteoro fugaz que apenas arde Y en las naves del templo se eternizan La intensa luz de su fulgor disipa, Quedando las estrofas palpitantes Pero que deja los eternos rastros Siglos y siglos sobre el muro escritas. De su marcha triunfal, por do camina. Vibraciones lejanas que nos llegan Faro que siempre nos señala el puerto Del hermoso concierto de la vida; Entre el fragor de tempestad bravía, Invisibles escalas que se forman Que con su luz esplendorosa y clara Entre el hombre y su Dios, santa poesía, Densas oscuridades ilumina Bien hayan los que saben comprenderte, Y señala el escollo y el peligro Los bardos que te ven y te cautivan, En el mar proceloso de la vida. Los que saben guardarte prisionera Dulce promesa que al mortal ofrece En las cuerdas doradas de su lira; Otro mundo mejor que está allá arriba Los que te dan mil formas intangibles Donde se encarna la ilusión incierta En cadenciosas y brillantes rimas, Que el pobre en sus delirios acaricia; Los cantores del bien, los elegidos Que nos habla de fe cuando la duda Para llevarnos á la eterna dicha. En la conciencia universal se infiltra, Bien hayan los que llevan en la frente Como roedor veneno que sin tregua El desprecio, la hiel y la saliva Lento y voraz el corazón nos mina. Emponzoñada con que el vulgo airado Plegaria que balbuce el labio ardiente Manchar pretende lo que siempre brilla; En la fiebre mortal y en la agonía, Los que llevan la planta destrozada Y que en el trance de morir acerca Con tanto cardo y punzadora espina, Una lágrima pura á las pupilas; Los que, a pesar de su congoja inmensa, Voz misteriosa que de amor nos habla Firmes y graves nuestro suelo pisan, Y á cuyo acento el corazón palpita, Y á pesar del insulto y del sarcasmo Que despierta en el alma del que sufre Que á sus espaldas sin cesar gravitan Esperanzas y anhelos y alegrías. Como una carga abrumadora y grande:

88 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

¡Aún no saben decir lo que es fatiga! Hoy, cuando llega con su triste corte Bien hayan los que saben comprenderte, La estación invernal que al llanto mueve, Los que, guardando su actitud tranquila, Y sopla el viento funeral del norte Desprecian del cobarde y del pigmeo Y hay sudarios de nieve; Las impotentes y mordaces iras, Cuando hay nublados de glacial reflejo Y á pesar del dolor que los agobia Y largas noches de borrasca y frio, Al cielo siempre en su entusiasmo miran! Digo, pensando en el endeble viejo, ¡Qué triste invierno pasará, Dios mío!

El Mendigo Despedida Ocultando su mal, lo vi delante, Hollar las calles con la planta incierta, ¿Por qué tus ojos, al mirarme, lloran Y con voz temblorosa y vergonzante, Y sus fulgores con el llanto matan? Llamar de puerta en puerta. ¿No sabes que dos almas que se adoran Cubierto en partes por informe velo Jamás los lazos de su amor desatan? De repugnante y asqueroso andrajo, ¿Ignoras que nos ligan hondos rastros Como el que nada ha de esperar del cielo, De profunda é intensa simpatía; Miraba siempre abajo. Que, como ciertas flores con los astros, Al verlo caminar como el que piensa Frente á frente estaremos noche y día? Si su fatiga acabará mañana, Que te deje un instante y parta solo Parecía llevar la carga inmensa No te debe causar negros tormentos; De la desdicha humana. Como la aguja que se acerca al polo Y al mirarle el semblante que ocultaba, A ti se acercarán mis pensamientos. Por las vigilias y el dolor provecto, Tú serás en mi largo y triste viaje Afecciones ignotas despertaba Mi única solitaria compañera, Aquel ser tan abyecto. Pues aunque el duelo nuestra vida ultraje Llamando al corazón del noble y bueno, Jamás se borra la pasión primera. Del que se llama en la desgracia hermano, Pueden la adversidad y los dolores En cada puerta del hogar ajeno Batir en torno sus funestas alas, Alargaba la mano. Marchitar una á una nuestras flores, Con las mismas palabras refería Despojarnos el alma de sus galas. Su (La) triste historia de amor desierta, Pueden con su furor vientos extraños Y una voz á sus ruegos respondía: Llevarse el árbol que a enflorar empieza, ¡Pasad á la otra puerta! Y, en su curso fatal, pueden los años Y con duelos y sombras en el alma Cubrirnos de cenizas la cabeza. Lo vi seguir su pesaroso viaje Pero el recuerdo que jamás se agosta Y confundirse en el vaivén sin calma De una vida de amores y cantares, Del humano oleaje. Brilla como los faros de la costa ...... Dominando las luchas de los mares......

89 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Es la estrella lejana que ve el triste A una religiosa A través de las negras tempestades; Lo único duradero que resiste I Al embate del tiempo y las edades. En el destierro una memoria amada Penitente hermosa y grave Ahuyenta el cierzo de las tardes frías; Que en tu afán de ver el cielo ¡Cómo acarician nuestra frente helada Te envuelves en negro velo Tibios efluvios de mejores días! Y en las sombras de la nave; Allá, en noches de llanto y de vigilia, Tú que lloras como el ave Ayudan a pasar el trance fiero, Que su plumaje ha perdido, Al lado de la madre y la familia, Y en vez de formar tu nido La imagen pura del amor primero. Entre las selvas incultas, No esperes que te olvide y que la pena Voluntaria te sepultas Deje tu corazón herido y yerto, En la oración y el olvido. Y que vagues después como la arena Que se lleva el Simón por el desierto. II Nada temas, mi bien, oculta y sola Serás la virgen que mi pecho entraña, Tú, que en tantísimas veces Te guardaré como el coral la ola, Que te he visto arrodillada, Como al oro en sus senos la montaña, Siempre una estatua enlutada Cual la urna que encierra en sus cristales Por lo inmóvil me pareces; Los perfumes que un tiempo ha contenido, Tú que al elevar tus preces Lleva mi alma las huellas inmortales Y que al fijar tus pupilas De tu casta mansión y de tu nido. Azuladas y tranquilas Adiós! por darte el corazón me alejo En los altares desiertos, Llevando ruda tempestad sin calma: De tus labios entreabiertos Todas mis esperanzas te las dejo, Palabras de amor destilas. La mitad de mi vida y de mi alma. Conserva esos tesoros que recibes III Fragmentos de pasadas alegrías, Sabes que en cambio en mis recuerdos vives Tú á quien la muerte no arredra, Tan ideal como los otros días. Que llena el alma de angustia Después, en horas para ti de ensueños, Floreces pálida y mustia Y para mí de insomnios y martirios, Como en las ruinas la hiedra; Arrullarán tus apacibles sueños Tú que pareces de piedra En forma de visiones, mis delirios. Con la dura contracción A cada instante en amoroso anhelo De tu faz sin expresión; Subirán á tu altar mis ilusiones, Que apenas al mundo vienes Así como el incienso sube al cielo, Y sin embrago, ya tienes Como llegan á Dios las oraciones. Desgarrado el corazón.

90 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

IV VII

Tú que solitaria lloras Tus extraños desvaríos, Cuando á atormentarte empiezas, —Perdona!— no los comprendo, Y no sabes porqué rezas Son mariposas naciendo Ni porqué, sufriendo, adoras; Despojadas de atavíos; Tú que tus penas ignoras, En estos claustros vacíos Que no tienes alegrías, Nunca podrás encontrar Que después de tantos días Algo que llegue á inspirar De llanto, tan sólo alcanzas Pasiones a las mujeres, A enterrar tus esperanzas Pues si buscas lo que quieres, Entre las baldosas frías. Hallas desierto el altar.

V VIII

¡Con cuánto dolor contemplo Al ver entre secas flores Tu frente que triste inclinas Ese Cristo ensangrentado A las luces mortecinas Dime: ¿qué impulso ignorado De las ojivas del templo! Despierta en ti los amores? ¡Misterioso y raro ejemplo ¿Por qué ese cuadro de horrores De abnegaciones inciertas! Que de pavura nos hiela A ti á quien abren sus puertas Tu alma lo busca y lo anhela, Risas, auroras y galas Y en horas de embelesos Prefieres plegar tus alas Lo cubres de yertos besos Como las alondras muertas! Y á ti no más te consuela?

VI IX

¿Por qué cierras á la luz Tener en la edad florida De tu alba corola el broche, Amante agostado y frio Y buscas ¡ay! de la noche Que indiferente y sombrío El funerario capuz? Recibe el alma y la vida; ¿A qué llevar esa cruz, Sepultar en honda herida De negro estigma señal, Los amores de los dos, Cuando tu alma virginal, Y de impiedades en pos A tus ojos pecadora, Tender afanosa el vuelo, Es claro fulgor de aurora, ¿No sabes, ángel del cielo, Casta nieve boreal? Que eso es ofender á Dios?

91 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

X XIII

Ah! Si pudiera quererte Olvida, pues, tus quimeras Como amé en lejano día Porque es pecado, alma mía, Con qué furor rompería Sepultar ceñuda y fría El Cristo mudo é inerte! Las ilusiones primeras; Pero hoy, religiosa, al verte Y así como á otras esferas Absorta entre tanta calma La voz del órgano sube como solitaria palma De incienso envuelta en la nube, De las regiones desiertas Así, dejando estas sombras, Hoy que soy otro despiertas Buscas ese cielo que nombras Letal tristeza en mi alma. Con tus alas de querube.

XI XIV

¿Quién que tenga corazón Ya lo ves! no es necesario Podrá contemplar sin pena Formar plegarias sencillas Una tronchada azucena Y estar siempre de rodillas Que desgajó el aquilón? Inmóvil ante el santuario; ¿Quién al verte en oración Dios en su inmenso escenario Postrada siempre de hinojos Colocó templos mejores Cubierta el alma de abrojos Para seres superiores: Y de hondos surcos la frente, Arriba el espacio azul, Quién, peregrina, no siente Estrellas, nubes de tul Que acude el llanto á sus ojos? Y abajo el mar y las flores.

XII XVI

Dios que te dio la hermosura Si allí difundes el bien Como á la flor su ropaje, Orando por los que lloran, No ha de querer que se aje En otras partes te imploran En esta mansión oscura; Mucha miserias también; Si hay una antorcha en la altura, En el eterno vaivén Llama de ardiente crisol Del humano mar que gime, Que bañe en luz el arrebol, Donde á cada paso imprime ¿Por qué, sabiendo volar , Negro surco el huracán, No subes, hasta encontrar Más que tus rezos, el pan, Los esplendores del sol? Las abyecciones redime.

92 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

XVI XIX

¡Cuánto naufrago se halla Y yo, perdido viajero Perdido entre el oleaje En extrañas latitudes, Que tempestuoso y salvaje En adorar tus virtudes En rondo clamor estalla! Seré entonces el primero; En esa ruda batalla Yo que te busco y te quiero Que libran con heroísmo Porque algo evocas tal vez Los pobres y el cataclismo De mi pasado á través, ¡Cuánto moribundo errante Libre de tantos agravios Busca una tabla anhelante Iré posando mis labios Que lo salve del abismo! En las huellas de tus pies.

XVII

En premio de tu virtud En el Álbum de la Señorita Mojarán tu blanca mano María Santa Cruz Las lágrimas del anciano Que sufre en la senectud; Porque todos á porfía Por doquier la gratitud Te llaman casta azucena, De tanto ser indigente Porque eres hermosa y buena, Te seguirá eternamente, Porque te nombras María. Y por tus santas acciones Porque sé que no te enojas Hallarás las bendiciones Si algunos versos perdidos Que hoy esperas penitente. Miras manchar atrevidos De tu álbum las tersas hojas; XVIII Por todo eso, sin temores Vienen aquí mis cantares Golondrina pasajera A vibrar en tus altares De otros climas y otros lares Y á perderse entre tus flores. A los desnudos hogares ¡Qué quieres! Son mariposas Llevarás la primavera; Que van buscando vergeles Encontrarás por doquiera, Gratos perfumes y mieles Al calor de gratos días, De entre las entreabiertas rosas. Perfume, luz y armonías; Son golondrinas viajeras Y olvidarás la tristura, Que en tu libro se quedaron: La calma de sepultura ¡Es tan azul, que encontraron De estas bóvedas sombrías. las eternas primaveras! Abrígalas! Yo te pido Que no les cortes las alas Y que les prestes tus galas Para que formen su nido.

93 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

¿Quién soy? de tu alma sencilla — Esas preguntas destierra: En cambio, yo la vi serena y pura Sabe que busco en la tierra como la última vez, Dónde doblar mi rodilla. cubierta por su hermosa vestidura Hallé tu álbum, y en sus hojas de luz y esplendidez. Vi de tus manos las huellas, — Y te dejé mis querellas Todo lo que perdí en aquellos días Porque sé que no te enojas. de llanto y senectud, ¿Verdad que sí? Da alegría ella con sus perpetuas alegrías Verte tan dulce y serena: Lo ganó en juventud. Tú debes de ser muy buena — Porque te llamas María! Como la contemplaba en cualquier parte así encontré su faz; La misma forma espiritual que el arte no ha soñado jamás. En los toros — Perfumada y esbelta cual los lirios, Dio el clarín la señal. Sobre la arena temprana flor de abril, Apareció gallardo el matador, como la vi en mis férvidos delirios Llamó á la fiera y tras de alguna lucha sonriente y gentil. Hasta el pomo la espada se la hundió, — Mientras que con salvaje clamoreo Así la hallé al pasar: siempre la misma “¡Bravo!” á la par gritaron sombra y sol, misteriosa mujer Ella desde su palco contemplaba que en honda y grave reflexión me abisma Serena el desenlace tan atroz, por penetrar su ser. Recordando tal vez que á sangre fría — También un hombre sin piedad mató La misma dulce inspiradora musa Con destreza mayor, de un solo golpe envuelta en su capuz, Que recto fue á parar al corazón. formada como siempre de confusa mezcla de sombra y luz. — Oí su misma voz fresca y tranquila La misma respirando candor, y vi en su inmensidad de pupila — el mismo resplandor. Por ahogar mi dolor, climas extraños — me puse á recorrer, La misma risa entre sus labios rojos, y á mi vuelta, después de muchos años, su mismo lento andar, nos volvimos á ver. y sus rasgados y dormidos ojos — con el mismo mirar. Tan hondo surco, tan profunda huella el tiempo me dejó, que pasé silencioso junto á ella y no me conoció.

94 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— wII La misma frente de ideal pureza que no imitó el cincel, Hoy, apresurando el vuelo orlada como siempre su cabeza Y deslumbrante de galas, por oscuro dosel. Al cubrirte con sus alas — Bajó un ángel desde el cielo; Siempre con la blancura incorruptible Hoy con afanoso anhelo del copo boreal, Resuenan en tus altares y el talle cimbrador como flexible Perdidos y hondos cantares; palmera tropical. El monte se orna de nubes, — El cielo azul de querubes, Lo mismo la encontré: viviendo en calma De espumas blancas los mares. como la vi al partir; la misma ingrata que enlutó mi alma III á fuerza de sufrir. — Y hoy también, cual mariposas Y otra vez al pasar, mudo y sombrío De la risueña floresta, oculté mi pasión Vienen en traje de fiesta porque llevaba como siempre frio Niñas gentiles y hermosas; el mismo corazón! Urgen tu frente de rosas, Te arrullan con embelesos, Y en amorosos excesos Beben la miel que destilas, Décimas recitadas por una niña Se miran en tus pupilas En el cumpleaños de la Srita. Y te aduermen con sus besos. Natalia Gorriz IV I ¡Con qué cariñosa voz Hoy la aurora en el oriente, Elevan á las alturas Llena de luces inciertas, Sus preces castas y puras Llamó temprano á tus puertas Porque te proteja Dios! Para besarte la frente; ¡Cómo le piden que en pos Hoy desde el nido riente De tu carro peregrino Los pajarillos cantores Lleves atado el destino, Te mandaron tus amores, Sintiendo pasar las horas Y aún ateridas de frio Entre celajes y auroras Sacudiendo su rocío Por tu florido camino! Te perfumaron las flores.

95 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

V VIII

Tú que con tanta alegría ¿Dónde podrás encontrar Vas difundiendo la luz, Resistencias importunas Rasgando el denso capuz Tú que á la belleza adunas De noche invernal y fría; El arte de cautivar? Tú que la niebla sombría ¿Quién te mire pasar Ahuyentas con claras teas Como astro radioso y santo Despertando las ideas Despidiendo luz y encanto, Cual vago rumor de palmas No ha de acercarse un instante En el fondo de las almas, Cual perdido caminante Bendita por siempre seas! Al cobijarse en tu manto?

VI IX

¡Con qué incansable tesón Si lleno de juventud Que no amedrenta el desdén En calma dulce y bendita Vives inculcando el bien Nuestro corazón palpita En lo hondo del corazón! Por el bien y la virtud; Siempre una grata ilusión Si con honda gratitud Que de esperanzas nos llena Vemos en el alma huellas Evoca tu voz serena, De irradiaciones de estrellas Y al respirar tus ambientes Que en fe y amor se resuelven, Sentimos lo que tú sientes Es porque en luz nos envuelven Porque eres hermosa y buena. Los fulgores que destellas.

VII X

No hay misión de más desvelos, Si algún valioso tesoro De más fatigas y abrojos, Llevamos hoy por la tierra Que ir quitando de los ojos Como la nota que encierra Tantas sombras, tantos velos; Dormida el laúd sonoro; Pero al fin de tus anhelos Si como en urnas de oro, De alumbrar hondos arcanos O en cristales de rubí Huyen tus males tiranos De alguna encantada hurí, Al ver las almas tan puras Guardamos hoy un perfume Que con prolijas ternuras Que ya nunca se consume, Hicieron tus blancas manos. Te lo debemos á ti.

96 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

XI Y en lucha desigual, tenaz y fuerte Que en la frente os dejó surcos impresos Por eso, cual mariposas Me arrancasteis al cabo de la muerte, De la risueña floresta, Y absortos por alegres embelesos, Vienen en traje de fiesta Al pasar vuestro duelo sin segundo, Niñas gentiles y hermosas; Me cubristeis de abrazos y de besos; Ungen tu frente de rosas, Que después con amor grande y profundo Te arrullan con embelesos, Me llevasteis tranquilo de la mano Y en amorosos excesos Guiando mi débil paso por el mundo. Beben la miel que destilas, Vosotros que tenéis el pelo cano Se miran en tus pupilas Cual augusta corona de esplendores Y te aduermen con sus besos. Que os da la majestad de un soberano; Que piadosos guardáis vuestros amores En el hogar caliente y escondido Que supisteis formar entre las flores, Carta á mis padres Y allí como las aves en su nido Rebosantes las almas de alegrías I Jamás lloráis el bienestar perdido, Y que al abrigo de borrascas frías, Padres míos, mi gloria, mi fortuna, Os acercáis al Dios que os acompaña Cariñosos amigos de mi alma Rezando una oración todos los días Que cuidasteis por mí desde la cuna; Para que nunca la desdicha huraña Que desvelándoos porque viva en calma Ahuyente los eternos regocijos Sois los ángeles buenos que en la tierra De ese pedazo azul de la montaña. Buscáis tan sólo de mi amor la palma; Vosotros que tenéis los ojos fijos Que con el vicio y la maldad en guerra En la sola ambición y santo anhelo Me inculcasteis con mano bondadosa De que vivan felices vuestros hijos; Todo lo grande que mi pecho encierra. Que siempre sabéis darme algún consuelo Vosotros que formáis la más hermosa En medio de las luchas en que vivo Inextinguible luz que en los abrojos Cual un efluvio aliviador del cielo. Distingo de mi vida trabajosa; En premio de los bienes que recibo Que mitigando siempre mis enojos (Sé que esto á vuestro ojos es bastante) Sois los inseparables compañeros Padres del corazón, hoy os escribo. Que contemplé desde que abrí los ojos. Vosotros que escuchasteis los primeros II Dolorosos gemidos que extenuado Lancé al mundo en acentos lastimeros. Cómo padezco cuando vivo errante, Vosotros que pasasteis á mi lado Solo t perdido en la región desierta Largas noches de amargos sinsabores De los paternos lares tan distante! Velando al niño enfermo y desgraciado; ¡Cuántas veces mi espíritu os despierta Que con grande aflicción y hondos dolores Llegando hasta vosotros cual viajero Visteis un día el cuerpecito inerte Que vacilante llama á vuestra puerta! Del que encarnó al nacer, vuestros amores, Y al entrar al santuario que venero

97 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

En inefables dichas se consume Hoy tan sólo me queda la memoria Contemplando a los seres que más quiero. Que revuelve las páginas borradas Sin pensar en fatiga que lo abrume Donde escribí de mi niñez la historia A vuestro lado con amor se sienta Hoy apenas me llegan apagadas Para aspirar mejor vuestro perfume. Las inciertas y vagas claridades Allí, al abrigo de letal tormenta De fugaces y hermosas alboradas. y de males voraces y tiranos, Azotado por fieras tempestades Del hogar á la lumbre se calienta. Al anublarse mi horizonte estrecho Miro entonces reír á mis hermanos Se anublaron también esas edades. Absortos en que sus juegos inocentes Apenas si recuerdo que en el lecho Con mis nobles abuelos tan ancianos Me enseñaba á rezar la madre mía Confundir sus cabellos esas frentes Con las manos cruzadas sobre el pecho. Que arrugaron los años inflexibles Que después al rayar el nuevo día Y las otras tan tersas y rientes. Desde el nido cantaban los senzontes Allí jamás dolores invisibles Entre el ramaje de la selva umbría. Llevan oras de luto y de vigilia Que aquellos azulados horizontes Hiriendo corazones tan sensibles. Por límites tenían los perfiles En aquel tierno grupo de familia De las crestas lejanas de los montes. Donde dejó la religión sus huellas Que abismado en mis juegos infantiles Todo lo noble y santo se concilia. Con mis hermanos, al pasar las horas Esas almas tan puras y tan bellas, Ay!, pasaban también nuestros abriles! Creen en Dios porque en el cielo alumbran Y siempre al despertar, nuevas auroras Con trémulos fulgores . Envolvían en luces y reflejos Yo no sé que ilusión grata vislumbran Nuestras pequeñas almas soñadoras. Al contemplar lo que tan lejos brilla Aún me parece oír, aunque de lejos, Que á regiones espléndidas se encumbran, Sacudiendo las brumas de los años, Porque movidos por su fe sencilla De mi padre tan bueno los consejos Rezando con fervor miran al cielo Que al mitigar del corazón los daños Y doblan reverentes la rodilla. Me han enseñado con su acento grave ¡Con qué intensa fruición, con cuánto anhelo A sufrir tan profundos desengaños, Mi espíritu contempla esas escenas Y de la ermita en la olorosa nave A través de tupido y denso velo! Escucho resonar el santo rezo Dulces horas de paz, tardes serenas, Que mi madre sencilla solo sabe, Gratas veladas que en las noches frías Y hoy como siempre que á soñar empiezo, Pasé con almas para mí tan buenas; No sé por qué se siente embalsamado Olvidados instantes de alegrías Mi corazón por su tranquilo beso. Que en el techo pasé de mis mayores, Casto beso de amor, triste y callado Ah!, si volvierais como en otros días! Que en refrescantes hálitos me baña Más hoy en mi camino ya no hay flores, Aunque tan lejos viva de su lado. Y guardo solo de pasada gloria Diera la vida que mi ser entraña El recuerdo inmortal de mis amores. Por pasar estas noches invernales En ese hogar que guarda la montaña.

98 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Allí, junto á vosotros, los mortales Noche de luna Duelos que el pobre corazón sepulta Dejarían de hacerme tantos males. Ven! Ya la luna soñolienta y sola Vagar alegre por la selva inculta Principia á recorrer la inmensidad; Respirando como antes vuestro ambiente En la orilla del mar ruje la ola, Que tanto arrullo en su regazo oculta; El lejano celaje se arrebola Contemplar vuestro cielo transparente, Y todo es esplendor y claridad. Buscar descanso a vuestra paz tranquila Y besar con respeto vuestra frente; El cocuyo en la fuente se retrata, Saborear el encanto que destila La espuma besa al dormilón sauz, Vuestra palabra de inflexión tan tierna Y te llama, al sonar la catarata Mirando clarear vuestra pupila; Formando en el abismo arcos de plata Sentir ignota vibración interna Y al caer con fragor puntos de luz. En el fondo del alma desgarrada Cual vagos ecos de la dicha eterna; La selva se ha llenado de rumores, Evocar con vosotros la pasada De funerarios ecos el ciprés, Edad que fue de mi niñez querida Han cerrado sus cálices las flores Por tan negras borrascas disipada, Y en el nido los dulces ruiseñores Y sentir que se cierra la honda herida Durmiendo están para cantar después. Que más y más á desangrar alcanza El combate sin tregua de mi vida; En el lago las hadas se adormecen Por gozar otra vez tanta bonanza Meciéndose en los tallos del bambú; Diera mis ilusiones que quedaron, Blancos vapores de las aguas crecen El postrero fulgor de mi esperanza..... Que á la luz de la luna me parecen ...... Fugitivas visiones como tú...... La brisa donde siempre te embalsamas ...... Agita los penachos del cañal, Y al pasar susurrando entre las ramas, III Repitiéndote va que si me amas Yo te haré con mis trovas inmortal. ¿A qué soñar así? Ya se borraron De mi fúnebre cielo obscurecido Ven! Ya conoces que mis duelos calmas, Las estrellas que un tiempo me alumbraron, Que soy poeta nada más por ti; Por eso, vacilante y aterido, Bajo el follaje de las verdes palmas Mi espíritu cual triste procelaria Se dirán lo que sientan nuestras almas Silencioso se acerca á vuestro nido. Cuando la luna nos alumbre así. De mis labios la férvida plegaria Con sus rumores vuestra paz despierta, La noche con sus genios tutelares Y os saluda mi alma solitaria Protegerá tu castidad mi bien; Llamando fatigada á vuestra puerta! Revestida de blancos azahares Penetrarás conmigo en sus altares… Ven, nada temas á las brumas, ven!

99 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Con sus rojas pupilas, las estrellas ¡Que sencilla y qué inocente Nos verán por la playa caminar, Era en la alcoba la escena! La onda azulada besará tus huellas Mirándose frente á frente, Y te diré de paso mis querellas, Hablan con rumor creciente, Mis ternuras tan grandes como el mar. La niña y la madre buena. Para no tener agravios Ven conmigo á gozar! nadie importuna Están sus cabezas juntas, El amor pudoroso de los dos: Mueve la niña los labios Mirarán desde arriba mi fortuna Y entonces cosas de sabios La soñolienta y solitaria luna, Va formulando en preguntas. Los claros astros del cenit y Dios! —”Madre”— Y sus ojos inquieren Tranquilos y brilladores Negras angustias que hieren. —“Cuando los niños se mueren En mi cumpleaños ¿Por qué los cubren de flores?” “Si duermen á los reflejos Sacudieron las flores su rocío, De los macilentos cirios, Rezó mi madre con el sol naciente Si están sus almas muy lejos, Y me dijo, besándome la frente: Madre, ¿por qué ponen lirios Sé bueno mientras vivas hijo mío. En los ataúdes viejos?” Después muriendo de cansancio y frío “Yo no puedo comprender, Proseguí caminando eternamente, A qué viene ese cariño: Y entre las dichas del hogar caliente Tú me dijiste ayer Dejé olvidado mi lugar vacío. ¡Que cuando se muere un niño Hoy que pisan mis plantas otra arena, Se va para no volver!” Que miro por doquier seres extraños, Callaron sus labios rojos Lejos, muy lejos de mi madre buena. Y entonces el llanto impreso Enferma el alma por ocultos daños, Vio de su madre en los ojos, Ah! Cuánto alivio le daría á mi pena La que, triste y sin enojos Si otra vez me besara en mis cumpleaños! Le dijo, dándole un beso: — Alma de mi alma, estas cosas Después las verás con duelo! Se ponen flores hermosas Oraciones y perfumes Para que lleguen al cielo Los niños oliendo á rosas”. I “Ay! Como no tiene cura El dolor que nos consume, Es una historia que un día Les damos por sepultura Oí con honda aflicción, La espiritual vestidura Tan triste, que todavía, De una oración y un perfume!” Lleno de melancolía Se me oprime el corazón.

100 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

“Son los adioses mejores Una tarde, á los rumores Estos cuidados prolijos; De una oración despertó, Sentimos menos dolores Y olvidando sus dolores Sabiendo que nuestros hijos Muchas flores, muchas flores Se van cubiertos de flores!” Para su lecho pidió. Y envuelta en rosas y lirios II Pidieron sus labios rojos Muchos cirios… muchos cirios… Después… la niña tan buena ¡Y cuando cerró los ojos Y tan sencilla, enfermó; Se acabaron sus martirios! Pálida y mustia se vio Alguien que llorando vio Como una blanca azucena La muerta llena de galas, Que mano aleve cortó. Refiere que allí escuchó Fiebre voraz y mortal Batir fugitivo de alas En su corazón habita, Que en el azul se perdió! Ay! qué inflexible es el mal Mientras la niña á la altura Que poco á poco marchita Una oración y un perfume Aquella alma virginal! Se llevó por vestidura, Todos conocer procuran La madre…¡No tiene cura La enfermedad que la hiere; El dolor que la consume! Cosas muy triste auguran, Y al retirarse murmuran: “¡Se muere porque se muere!” La madre al pie del altar De hinojos pide mercedes A Abelardo Domínguez Repitiendo sin cesar: —Epístola patológica— —“¡Virgen que todo lo puedes No la vayas á matar!” Mi querido Abelardo: si supieras “Tú que alivias nuestro duelo, Lo que me cuesta hallar un consonante, Nuestra perdurable guerra, Más compasivo con tu hermano fueras; Mira el dolor que me aterra: Pero nada, señor, seco y vibrante ¡No quieras, Virgen del cielo, Oigo á mi lado tu lenguaje fiero Dejarme sola en la tierra!” Que me pide tercetos al instante. Y otras vez, mustias y frías Yo que á tu enojo todo lo prefiero, Se ven sus cabezas juntas, Obedezco sumiso a tus mandatos Solo que en sus agonías Y heme aquí con papel, pluma y tintero, La niña, como otros días, Trazando indescifrables garabatos Ya no sabe hacer preguntas. Que harán pasar; puesto que lo has querido, Entre tanto, lentamente Al paciente lector muy malos ratos. Se agosta la pobre enferma, Si censuran mis versos, si un silbido ¡Qué fatigada se siente Resuena por ahí como en los toros Al decir con voz doliente: Rasgando el corazón, más que el oído, “¡Déjame, madre, que duerma!”

101 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Busca de la paciencia los tesoros Me lavo allí de la ignominiosa mancha, Y encontrarán tus invisibles vallas Ruedan mis fanatismos por el suelo Los criticastros y sus viles coros. Como en el monte altivo la avalancha. Yo el bulto escurriré y allá te lo hayas, Si me vieras blandir el escalpelo De lo que á mí me exiges en castigo, Y cubierto de sangre y de sudores Con la turba de viles y canallas. Despanzurrar á quien olvida el cielo, ¿Aceptas? Pues mi epístola prosigo Y en medio de aquel cuadro de terrores Que solo tiene un mérito, y consiste Hacer la disección firme y seguro En que lleva el cariño de un amigo. De un corazón que para ti es de amores, “¿Como la paso aquí?” Triste , muy triste, Resolver sin congoja y sin apuro Sumido en horas de letal vigilia, Los problemas más hondos y formales Siempre pensando en algo que no existe. Llevando luz hasta su seno oscuro, Mis amores, mis versos, mi familia, Hablarte de los centros cerebrales, Mis sueños de grandeza, desvaríos Buscar del alma la morada tosca Que no sé cómo el corazón concilia, Y en el nervio buscar fluidos vitales, Ay! esos son los compañeros míos Al contemplarme en actitud tan hosca, Que animan de mi estancia los espacios Ensangrentado y fiero, dudarías Silenciosos, oscuros y vacíos! De mí que no he matado ni una mosca! Siempre á la dura realidad reacios ...... Mis pensamientos, como magas viejas, ...... Fabrican en el aire sus palacios, Después contemplar las paredes frías Y al graznido de búhos y cornejas De mi aposento por demás estrecho ¡Cuántas historias pueblan sus recintos Al viejo amigo de pasados días, Cuántos lances de amor, cuántas cornejas! Y otra vez dormitado sobre el lecho Una vez en tan bellos laberintos Escucho lo que dicen los latidos Bien sabe Dios que allí me quedaría Del huérfano que llevo aquí en el pecho. A no soplar después vientos distintos. Pienso en los seres para mí queridos Me sacude invisible batería Que dejé con inmensa pesadumbre Con su chispazo, á la razón despierto, Ay! en la tierra en que nací perdidos! Y allí está la lección de Anatomía… Salvo inmensas distancias, y á la cumbre Con duro ceño y ademán incierto Do el lugar con sus cruces de mis padres se domina Abro el libro, y pensando en mi miseria Voy por las tardes á mirar su lumbre; Principio á interrogar á un pobre muerto. Miro al subir la nube blanquecina No hay en verdad ocupación más seria De humo que escala los celajes rojos Que seguir á través de un organismo Llevando acaso una oración divina, El tortuoso trayecto de una arteria. Y olvidando mis íntimos enojos ¡Cómo olvido mis versos! ¡Cuál me abismo Al ver oculta mi casita huraña Sorprendiendo del hombre los secretos, Las lágrimas se agolpan en mis ojos… Es decir, los secretos de mí mismo! Sobre la falda azul de esa montaña Y luego, herido por extraños retos El nido está donde mi madre buena Me acerco al anfiteatro y á su plancha Con su amor y sus rezos me acompaña; Para hacer mis estudios más concretos. La dicha allí es más dulce y más serena, Llenan aquellos horizontes tersos

102 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Los perfumes del lirio y la azucena, Yo que te adoro entre la sombra oculto, Y pensando de nuevo en los adversos Dulce objetos de todos mis desvelos, Invisibles dolores que me hieren, Viendo á la luz lo que formó mi culto Otra vez soy poeta y hago versos. —Perdona que lo diga— ¡tuve celos! Después, por ver si mis tristezas mueren, ¿No te sentiste de vergüenza roja Salgo á la calle á contemplar hermosas, Cuando, llevando tan audaz escote, Ingratas todas porque no me quieren. Escuchaste con íntima congoja Acariciando tan diversas cosas Torpe lisonja y flagelante mote? Que no sé cómo el corazón concilia ¿No sintieron tus carnes de alabastro Paso las lentas horas fatigosas, Bocanadas de fuego, por ventura? Y mientras pueblan mi letal vigilia No te ha quedado el asqueroso rastro Con sus murmullos y su eterna fiesta De tantos ojos de mirada impura Mis amores, mis versos, mi familia… ¿Cuando agitaste el abanico inquieto ¿Qué vida llevas por ahí? Contesta. Para que nadie tus pudores vea, Fue por que al descubrir tanto secreto De rubor tu mejilla se caldea? ¿A qué viene ese afán de profanarte, En el teatro De estar contigo misma en cruda guerra, Cuando no necesitas desnudarte ¡Qué hermosa estabas en el teatro anoche! Para ser la más bella de la tierra? Entreabierto el vestido que te escuda Si quieres conservar limpio el tesoro Eras la rosa que rompió su broche Que hoy el vulgo sensual te mancha y roba, Para quedar á plena luz, desnuda. Tiene la castidad su llave de oro Te vi, sumido en abstracciones hondas Para el tibio recinto de tu alcoba. De las que solo tu mirar me arranca, Cuando la dejes por descuido abierta, Surgiendo descarada de tus blondas Para no parecer hondos agravios Como otra Venus de la espuma blanca. Un ángel rubio cuidará tu puerta Contemplé tu garganta cimbradora Con el índice puesto entre los labios. Con la que siempre mi pasión asedias, Allí, arropada en vaporosas nubes Tu negra cabellera onduladora, Despliega sin temor tus níveas galas, Tu hinchado seno descubierto á medias. Y cuando te adormezcas, los querubes Tu hombro tallado por artista griego, Bajarán á arrullarte con sus alas. Tu brazo escultural hecho de nieve, Oculta y sola bajo tu albo broche Tus rojos labios como el mismo fuego, Se posarán sobre tus hombros tersos, Tu esbelto talle que á estrecharlo mueve. En vez del cieno que sentiste anoche, ¡Qué hermosa estabas como nueva Gracia Las caricias aladas de mis versos. Entre oleadas de luz y de perfume, No sentirán tus carnes de alabastro Despertando un amor que no se sacia, Bocanadas de fuego calcinantes, Que en anhelos sin nombre se consume! Ni tus mejillas llevarán el rastro Al mirarte en tu palco tan radiosa, De tus rojos pudores vergonzantes. Envuelta en claridades de alboradas, Y yo que formo de tu nombre un culto, Con tus formas espléndidas de Diosa, Dulce objeto de todos mis desvelos, Siendo blanco de todas las miradas; Al adorarte entre la sombra oculto Jamás tendré de los querubes celos!

103 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Clemencia IV A la Señora Doña Jesús H. de Toledo. ¿Por qué lloraste aquel día I Cuando envuelta en níveo velo Como escultura de hielo Porque entre zarzas y abrojos La viste pálida y fría? Se halló perdida é inerme, Ella en su ataúd dormía, Como paloma que duerme De tu rezo á los rumores, Cerró en el nido los ojos; Entre cirios y entre flores, Plegaron sus labios rojos Porque llevando cerrados Risas heladas de muerta, Sus grandes ojos rasgados Y mientras su faz tan yerta Se acabaron sus dolores. Mojó lágrima furtiva, Mano invisible allá arriba V Abrió del cielo la puerta. Cuando una virgen así II Ay! para siempre nos deja, Debe de ser nuestra queja ¡Cuántos espacios quizá Por los que estamos aquí; Como el que vemos, azul, Clemencia orando por ti Batió con alas de tul Está con anhelo santo, Para llegar hasta allá!; Y nosotros entre tanto ¡Qué delicioso será Como perdidas gaviotas Romper tras de cruda guerra Vamos con las alas rotas, La cárcel que nos encierra; Cruzando mares de llanto. Dejar bajo el mármol frío Este bagaje de hastío VI Que llevamos por la tierra! Hoy, cuando vas solitaria III A ver la virgen bendita Y arrodillada y contrita ¡Bien hayan los que se van Murmuras dulce plegaria; Como Clemencia se fue, Incansable procelaria, Sin hollar su blanco pie Del cielo eterna viajera, Los fangales que aquí están! Desde la azulada esfera Fue la nieve del volcán Baja la niña que lloras Que ornando su cresta dura Y es con la virgen que adoras Brilló incorruptible y pura De tu oración mensajera. Solo al fulgor de una aurora, Y que después se evapora Sin abandonar la altura.

104 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

VII ¡Cuántas oleadas Fugitivas llegan Guardada en tu hogar caliente Con las armonías Palpita en el aire terso Que en el aire tiemblan, Como el perfume disperso Con los mil perfumes Que por doquiera se siente; De las hojas secas, Es arrullo que al ambiente Del incienso blanco, Le dan incorpóreas musas, De las flores yertas! Exhalaciones profusas Y mientras adentro De aromas, luces y galas, La oración resuena, Rumor incierto de alas, !Cómo con sus gritos De niños risas confusas. Aturden afuera Los raudos cohetes VIII Que humeando vuelan Por los altos cielos, ¡No llores! Cada pedazo Por las nubes negras! Del corazón que se va, Cerca de la lumbre Uniéndote al cielo está Que chisporrotea, En indisoluble lazo; Frente al Nacimiento Ella dejó tu regazo Del rey de la fiesta, Que tanto cariño encierra Allá en sus hogares Para no ver nuestra guerra; La familia entera Dejó Clemencia tu seno Pasa la velada Para pedirla al Dios bueno Alegre y sin penas Por los pobres de la tierra! Refiriendo historias Que al medroso aterran, Escanciando el vino De botellas viejas Noche Buena Y á ricos manjares Haciéndoles rueda. Llenando de voces ¿Qué importa que el cierzo El cielo y la tierra Que á los pobres hiela En la airosa ermita Con mano invisible Las campanas suenan; Sacuda las puertas, Dentro de la nave Y ciña la nieve Las muchachas rezan A la muda tierra A las luces rojas En sudarios blancos, De cirios de cera; En mortaja inmensa? Blancas espirales ¿Qué importa que en tanto De incienso se elevan Esté la tormenta Y una voz de niña Con roncos clamores Temblorosa y fresca Rugiendo allá afuera? Aquellos recintos Con sus ecos puebla.

105 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

¡Caed de los cielos — Oh nieves eternas! Ornan á Luz con su corte ¡Cierzos invernales Gentilezas de morena; Sacudid las puertas! Es Lola rubia y serena ¡Tended vuestras alas Como una virgen del Norte. Vibrantes tormentas!... — No importa! que al cabo Fueron formadas, en fin, Hoy es la gran fiesta, De celajes y de tul, Hoy es noche santa, La morena en Estambul, Hoy es Noche-Buena La rubia á orillas del Rhin. Y solo este vate — Se ha quedado afuera! Ninguna de ellas respeta De su alma pura el santuario: Luz —Mi novio es millonario. Lola —Mi novio poeta. Contrastes — — —Tiene, amoroso y siente, Dolores hecha de tules, En los ojos mil destellos. Y Luz de celajes rojos; —¡ Qué negros son sus cabellos Son de Luz negros los ojos, Y qué pálida su frente! Los de Dolores azules. — — —¡Quién no lo adora al instante Es Luz del boscaje umbrío Si es, por lo bello, un Apolo. Cantora torcaz sentida, —Porque vive triste y solo Y Lola, garza dormida Siempre le seré constante. Entre los juncos del río. — — —Hoy, dormitando en su coche, Es Luz del boscaje umbrío Lo vi pasar por aquí. Cantora torcaz sentida, —¡Qué frío sintió por mí Y Lola garza dormida Bajo mi balcón anoche! Entre los juncos del río. — — —Con ramos de cinco duros Es luz de ardientes amores Diariamente me importuna. La encarnación voluptuosa, —Dice que rayos de luna Y es, transparente y hermosa, Soy de sus versos obscuros. Muy espiritual Dolores. — — —El á fuerza de millones Luz es fiebre que desvela, A amarlo mucho me incita. Sed de un amor que consume, —Tiene él roto la levita, y Lola es solo un perfume, Raídos los pantalones. Copo de nieve que hiela.

106 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— Cuando al fin te alejaste, noche y día —Audaz mi novio se atreve Fue tu olvido borrando mi constancia; Siempre á besarme en la boca, Y heme aquí meditando, hermosa mía, —Y mi novio apenas toca En el valor del tiempo y la distancia! Mis manos para él de nieve. — Esbozo — ¡Qué bien sabe galantear Cuando mis antojos mima! Recibió del dolor la última herida —Ayer escribió una rima Y dejó entre los cirios sus despojos, que mucho me hizo llorar. Y fulguró una lágrima perdida — En los limbos celestes de sus ojos. —En paz y en gracia de Dios La pobre madre como todas, buena, Seré suya el otro invierno. Cubre de besos el cadáver yerto, —Ay! yo no sé, Dios eterno Y luego endulza su profunda pena Lo que será de los dos! Orando á solas junto al niño muerto. — En tanto el padre, menestral salvaje —Entra á casa, viene y va Que enriquece el hogar con sus desvelos, Y no es mi pasión secreta. Invoca a Dios con espantoso ultraje —Por ser pobre y ser poeta Enseñando los puños a los cielos! Lo detesta mi mamá. — Los que luchan —Mi amor es senda de flores. A mi amigo máximo Soto Hall —Mi amor es calvario y cruz. Y está muy radiosa Luz. Los que van por ahí vertiendo flores Y muy pálida Dolores. Que á lodo y cieno sus matices juntan, — Y como niños cuentan sus dolores Parece el bosque umbrío A los que nunca por su mal preguntan. Luz la torcaz tan sentida, Los que hablan de algo que jamás se alcanza Y Lola garza dormida Entre clamores de sangrienta mofa; Entre los juncos del río. Y hacen de cada verso una esperanza — Y encarnan un ideal en cada estrofa; Chispean los negros ojos Los que serenos el continuo ultraje Mientras lloran los azules, Reciben del mundano cataclismo, ¡Qué ha de ser! ¡Lola es de tules Y robando á los Dioses su lenguaje Y Luz de celajes rojos! Hablan de la virtud y el heroísmo. Los que entonan los salmos de su estro Conociendo al juglar que los escucha Fugaz Y viendo al adversario tan siniestro Jamás se arredran en la cruda lucha. Del tiempo y la distancia me reía Los que caminan con el paso enorme Al darle á tus promesas importancia: de abrumador y brutal sarcasmo — Para amor tan profundo, me decía, porque les ven un corazón deforme Nada valen el tiempo y la distancia. que lanza borbotones de entusiasmo.

107 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Son gladiadores en la abierta arena: Mi alma es la tuya A cada golpe que su pecho abate Vuelven con más aliento á la faena <> Me abisma Hasta vencer en el mortal combate. Eso que en tu labio escucho, Como raudos torrentes espumosos Porque, dirás que es sofisma Un cielo arrullan cuando están dormidos, Como yo te quiero mucho Y si encuentran senderos escabrosos Te quieres mucho a ti misma. Lanzan más formidables sus rugidos. Impulsados por fuerzas ignoradas pasan haciendo destrucciones grandes, Cual graníticas moles desgajadas El cuervo De las crestas azules de los Andes. Yo los he visto caminar cual reos, Son dos hogares que hospedan Alta la frente de melena hirsuta La alegría y el pesar, Pisoteando las turbas de pigmeos Una alma que viene al mundo, Que obstruyen siempre la triunfante ruta. Otra que al cielo se va, ¡Cómo escuchan crispados los aullidos Y allá en bosque vecino De los torpes que viéndolos abajo Ronco, inmóvil, funeral, Piensan que son, por la centella heridos, Como el infortunio, negro, Águilas que se arrastran con trabajo! Un cuervo graznando está. Para esquivar injurias tan grotescas — Que á cada paso en su desgracia afrontan En vano la pobre madre Agitando sus alas gigantescas Gime y llora sin cesar, A veces á los cielos se remontan. En vano triste y doliente Y van como el león de los desiertos Suspira con hondo afán Seguidos de famélica jauría: Y le dice al niño enfermo: Si algunos ruedan por el polvo muertos —“¿ Por qué tan pronto te vas? Se levanta mayor la gritería. ¡No me dejes! ¡Si supieras Ah! Todos sienten con dolor oculto Que solo en ti sé pensar, Como hierro candente su anatema, Si superas que te quiero Y es una imprecación y es un insulto Como nadie te querrá Cada gangrena hedionda que se quema! Y que si no me abandonas Llenando el aire de tremendas notas Serás mi felicidad! Inflexibles formulan el presagio, ¡No te duermas! ¡Dame un beso! Y son como las fúnebres gaviotas ¡Dios mío, qué helado estás! Únicos que se salvan del naufragio. ¿No me respondes?”— Y el niño Su eterno lema es depurar la escoria, ¡Cómo le iba á contestar Vivir con todos en perpetua guerra, Si su alma virgen y pura Señalar el camino de la gloria No estaba en el mundo ya! Por los rastros que dejan en la tierra, Entonces la pobre madre Y sin temores ante el sino adverso Que oye el cercano graznar Combatir con endriagos y vestiglos Del cuervo que está en el bosque En la meta sin fin del universo Ronco, negro y funeral, Ante un solemne espectador: los siglos.

108 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Le arroja piedras diciendo: Pues que en hondas y graves disecciones “— ¡Tú te lo quieres llevar! Llevasteis siempre vuestro estudio lejos, ¡Maldito, maldito seas Y ordenáis de un vistazo las funciones por toda una eternidad!—” De aparatos variados y complejos; — Puesto que en laberinto tan obscuro ¡Cuánta dicha, cuánta dicha Sabéis marchar con la cabeza erguida, Se hospeda en el otro hogar! Y á cada instante con mirar seguro, Allí todo es honda calma Sorprendéis los arcanos de la vida; Quietud y tranquilidad, Pues que sois en la cátedra inspirado, Risas en todos los labios, En la palabra, cual ninguno, diestro, En todas las almas paz y los que estamos siempre a vuestro lado Y en las pupilas poemas Con respeto os llamamos el maestro; De un amor que aquí no está. Puesto que vuestra historia es un combate La madre buena y sencilla, Que valiente libráis con la miseria, Reza con ardiente afán Y aliviáis el dolor que nos abate Al niño que vino al mundo Observando el latido de una arteria; A hacer su felicidad Pues que forman milagros vuestro oficio, Y arrullándolo le dice: Y aunque parezca á la carrera mengua, —“¡Qué hermoso, qué hermoso estás! Señaláis el lugar de un maleficio Si supieras, alma mía, Viendo a veces tan solo nuestra lengua; Qué sólo en ti sé pensar, Puesto que tanto (perdonad los puestos) “Si supieras que te quiero Sabéis hacer con vuestra ciencia oculta, Como nadie te querrá!—” Herido por dolores manifiestos Y cuando la madre buena Vengo á haceros, Doctor, una consulta: Oye el grito pertinaz Por la razón para nosotros obvia Del cuervo que está en el bosque De que todo estudiante sin fortuna Ronco, negro y funeral, Ha de tener coloquios con la novia Le dice al niño: “—Es una ave A los pálidos rayos de la luna, Que te viene á saludar, Yo también, por mostrar que no soy tonto, ¡Bendita, bendita sea De buscar mi Julieta me di trazas; Por toda una eternidad!—” Tuve la dicha de encontrarla pronto, Pero mi amor pagó con calabazas. Me dijo que á su lado soy un niño, Que nada tengo de gentil Romeo, Una Consulta Y que me retiraba su cariño Por simple, sandio, insustancial y feo. A mi maestro el Señor Doctor ¡Si vierais qué lindezas me contaba Don Juan J. Ortega A la luz de la luna mi Julieta! De todas mis desgracias, no tragaba Doctor: pues que medisteis un abismo Mi trasnochado aspecto de poeta! A fuerza de inclinaros ante un muerto, La abandoné bajo el enorme peso Y hoy en la intimidad del organismo De abrumador abatimiento injusto, Sabéis leer como en un libro abierto; Pero á veces á solas me confieso Que hay niñas, aunque pocas, de buen gusto.

109 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

A pesar de lo mucho que me aflijo Es la misma del cuerpo si se quiere. Viendo el sino fatal de mis amores, Arrojad ese huésped importuno ¡Vaya si no hizo bien cuando me dijo Que pobló mi existencia de dolores; Que me fuera á paseo con mis flores! Haced con vuestra ciencia que ninguno ¿Qué ilusión puede hacer un papamoscas Me sorprenda cambiando de colores. A una virgen de luz y poesía, Haced que en nuestra eterna mascarada Si lanza, en medio de actitudes toscas, Camine disfrazado entre la gente, Miradas de carnero en agonía? Que no puedan leer de una mirada Yo padezco, Doctor, un mal extraño Delatores letreros en mi frente. Que lo llevo encarnado no sé donde, Dadme verbosidad hasta en los codos, Después de herirme con profundo daño porque sabéis muy bien que en nuestros días Cobarde y vil á mí furor se esconde. Es chico más donoso, el que entre todos Es una enfermedad que me destierra Amontona mayores tonterías. De las farsas del mundo en el proscenio, Sobre todo, Doctor, haced la cura Que siempre está con mi existencia en guerra De mi manía de escribir canciones, Y que se llama: cortedad de genio. Por esa malhadada desventura Muchas formas los síntomas afectan No aprovecho mejor vuestras lecciones. De mi dolencia indefinible y rara, Os vivirá por siempre agradecido Cuando miro una hermosa se me inyectan Si lográis formular esa receta, Todos los capilares de la cara. El notable discípulo que ha sido Siento que el corazón acelerado Ultimo en vuestras clases por poeta! Multiplica en mi pecho sus latidos Y por tantas angustias conturbado Siento mucho calor en los oídos. ¡En qué estado me deja, Dios eterno ¡Duerme! Ese tormento inacabable y rudo! ¡Ni en los profundos antros del infierno Duerme! Entre tanto escucharás mi arrullo Sudan los condenados lo que sudo! Junto á tu nido de paloma inerme; A mi cansada voluntad reacias Duerme! Ya sabes que mi amor es tuyo, Se empeñan en brotar las tonterías; Que velo siempre por tu dicha. Duerme! Por ejemplo: en lugar de decir: “muchas gracias” — ¡Cuántas veces he dicho “buenos días”! Porque estás entre zarzas y entre abrojos Para toda mujer es un contento Soy el esclavo que te cuida tanto, escuchar un piropo en cada labio, Duerme, mi dulce bien, cierra los ojos, Pero maldito lo que yo les cuento Cierra los ojos mientras yo te canto. Y entonces, sin quererlo, las agravio. — Hace poco encontré á la ex- compañera Olvidaré mi padecer sombrío Que dejé tantas veces á la aurora, Al cifrar sólo en ti mi pensamiento; Acongojado le cedí la acera Duerme! las horas en que sientas frío Y le di un empellón a una señora. Calentaré tus manos con mi aliento. Buscad, Doctor, con insistencia y calma La enfermedad oculta que me hiere, Que al fin, al fin la disección del alma

110 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— —Si te casas con Juan, esa camisa ¡Cuál se ocultan tus ojos tan celestes Que llevas hoy se tornará en andrajo: Tras el blondo dosel de tus pestañas! ¡Es un hereje que sin ir á misa, Duerme, porque te esperan los agrestes Se entrega los domingos al trabajo!— Yermos de mi alma que de encantos bañas. — II Cuando cierre tus párpados de rosa Y apenas oigas mi canción confusa, Juan, como todo el que en el campo suda, “Duerme!” dirá flotante y vagarosa Pescó al fin de la historia un tabardillo, Junto a tu lecho virginal mi musa. Dejó a su pobre Margarita viuda — Y abandonado y huérfano un chiquillo. Dame tus manos, adorada mía, Y porque llora repetidas veces Que sopla el cierzo y estarán inertes, Margarita que nunca se consuela, Duerme! tan luego como venga el día —“Todo, todo, mujer, te lo mereces” Te diré con un beso que despiertes. Murmura triste y pertinaz la abuela. — Tú eres mi adoración, tú mi tesoro, Tú en los eriales de mi vida reinas; Duerme! Qué hermosa es la cascada de oro En el paseo De tus largos cabellos que despeinas! — Reclinada en el fondo del carruaje Mientras que presa de sopor incierto Escuchó de la turba el clamoreo Sientes que todo en derredor se esfuma Que en señal de respeto y vasallaje Duerme! Ya sabes que estará despierto Elevaba á la Reina del paseo. En pobre esclavo entre la negra bruma. — — Impasible y serena ante el murmullo A cada instante se alzará mi arrullo De admiración que su belleza arranca, Junto a tu nido de paloma inerme, Fiada en la pompa de su regio orgullo, Duerme, mi solo bien, mi único orgullo, ¡Qué hermosa estaba con su veste blanca! Duerme! Yo velo mientras tanto. Duerme! — Pasaba con sus ojos altaneros imponiendo á la plebe sus grandezas Y á sus pies se agitaban los sombreros COSAS DEL MUNDO De aquel mar ondulante de cabezas. (La Religión) — Cuando a mi lado la moderna Gracia I Ostentó triunfadora sus blasones, Hollando nuestra santa democracia Hace la abuela temblorosas cruces Me mancharon de espuma sus trotones. Porque no oye la niña sus consejos, — ¡Santo Dios, en el siglo de las luces Y vi á lo lejos flamear su traje Todo el mundo se burla de los viejos! Seguido del confuso clamoreo, Hasta que al cabo se perdió En la nube del polvo del paseo!

111 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

A mi musa Las cosas que tú sabes. Dile en secreto sin temer agravios, En el álbum de la señorita En el lenguaje de las frescas brisas, Carmen Perales. Tantas ternuras, que en sus rojos labios Asomen las sonrisas. Musa, recobra tu inquietud perdida Y al librarla del sol con tu profusa Y extiende al sol tus esplendentes galas, Flotante y negra cabellera undosa, Dime: ¿por qué como paloma herida Dile que siempre llegará la musa Pliegas tus blancas alas? Al álbum de la hermosa. Ya muchas veces te bañó la aurora En cascadas de perlas y brillantes, Y tú tan bulliciosa, y tan cantora No te alegras como antes. En el Álbum de Lina Cerne Después mezclaron al llegar el día, Todas las aves con canción confusa, Los que vagáis por el derruido estuario Y en medio de la incierta greguería Como al fin del naufragio la gaviota, Tú sola duermes, musa. Y vais con vuestras almas de incensario Has visto junto á mí con muda calma Un refugio buscando en el santuario Toda la nieve que amortaja el polo, Que el mar del siglo con furor azota; Y tú, la compañera de mi alma, Dejad la queja y el gemido endeble ¿Por qué me dejas solo? Que tan hondo os abate y os contrista, En funerarios copos los pesares Venid, y haced que vuestro canto pueble Bajan de lo alto y mi existencia hielan, El templo de la hermosa y de la artista, Y hace tiempo que espero tus cantares Y al ensalzar esa virtud que encierra Que tanto me consuelan. Su garganta de nieve y de alabastro, ¿Por qué no vienes ya como solías Irán vuestras estrofas por la tierra Hoy que en mi negra soledad te llamo? Como el aroma que a la flor se aferra ¿No sabes que en ti están mis alegrías, Y como va la luz detrás del astro! Que sólo á ti te amo? Deja tus duelos y á mi voz despierta Dando a los vientos tu melena undosa, Canta: ¿no sabes que llegó a tu puerta Reina y Señora El álbum de una hermosa? Tú que en tus horas de entusiasmo arrancas —A Julia Novella— Tu azul ropaje de los cielos tersos, (en la primera página de su Álbum) Deja por siempre entre tus hojas blancas Prisioneros los versos. Sonó el clarín: por los espacios vuela Olvida ese pensar que te consume, Su ronco acento que el castillo guarda, que lentamente, como á mí, te enferma, Y firme y respetuoso el centinela Y dale al libro tu inmortal perfume Golpeó contra el mármol la alabarda. Para que Carmen duerma. El vio llegar el mercenario suizo Llega, como antes, al caliente nido Que vigilaba desde el muro viejo; Y su canto de amor roba a las aves, Sobre el foso está el puente levadizo Y arrúllala, cantándole al oído Esperando que pase tu cortejo.

112 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

A la voz del heraldo que te nombra Deja que formulado en vibraciones La servidumbre por doquier se mueve; Suba tu nombre hasta los cielos tersos, Ya se extendió en el pórtico la alfombra Que invadan tus magníficos salones Hecha no más para tus pies de nieve. Cual golondrinas del tisú los versos. Entra y no temas… el fulgor de día Y al mirar los raudales esplendentes Que en tus grandes pupilas centellea, De tus cabellos que la esclava peina, Alumbrará la obscura galería Deja que te proclame entre las gentes Que el cincel del artista festonea. De las hermosas la señora y reina. Del trono augusto hasta la meta sube Ordena á los guardianes del castillo La amplia escalinata de alabastro, Que nunca al pobre sus recintos cierre Y envuelta del incienso entre la nube Que bien pueden dejar franco el rastrillo Parecerás como en el cielo el astro. A cuantos bardos por los muros yerren. Bañarán las antorchas con su brillo Y yo que como todos deslumbrado La orla dorada de tu blanca veste; Por las grandezas del altar severo Serás la reina del feudal castillo El templo á tu hermosura consagrado Que un mago alzó sobre la roca agreste. Con torpe planta profané el primero. Agitando sus bélicos penachos Perdóname esta vez… negros dolores Armados te custodian los pecheros: Hieren á mi alma que á tu lado reza… No temas por tu honor, que en los picachos ¡Yo no sé qué virtud tienen tus flores Sólo anidan los buitres altaneros. Que alivian del que sufre la tristeza! En la almera que sirve de atalaya Ungir con los perfumes de sus rosas Se abarcan infinitos horizontes: La fe que el vate de los cielos trajo, De un lado el mar en su desierta playa Es la santa misión de las hermosas, Y por el otro los azules montes. De las castas vestales de aquí abajo. Cuando se acerque la estación que aterra En cambio, Julia, por la hermosa dama En que la nieve de los cielos baje, Irá vibrando mi clarín de acero, Y silenciosa y fúnebre la tierra Y seré de tu prez y de tu fama En sudarios inmensos se amortaje; Paladín, trovador y caballero. Cuando con su melena destrenzada Corra por fuera el huracán que ruge, Y al cabo te fastidie en la velada El eco eterno del cristal que cruje, Flores Marchitas Deja que llegue el trovador errante En el álbum de Carlota Novella A quien mofan é insultan los protervos, Dile que pulse su laúd, que cante Porque alguien con buen intento Para embeleso de tus pobres siervos; Te dijo: —”De los cantores Que destierre la negra pesadumbre Jamás recibas las flores Que llenó de su espíritu el vacío, Porque se las lleva el viento”.— Y ofrécele un lugar junto á la lumbre Yo que soy pobre cautivo Que lo proteja del nocturno frío. De tu suprema belleza, Dile que forje la leyenda de oro Con temor y con tristeza Que al mismo tiempo que cautiva arredra, En tu álbum, Carlota, recibo. De la cristiana que adoraba al moro Y que hoy se encuentra convertida en piedra.

113 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Al escuchar tal consejo De tus miradas celestes, Honda aflicción me contrista: Ya que todas por la noche ¡Que dios proteja y asista Ajan su enfermo capullo, A las flores que te dejo! Haz que con tu blando arrullo Mis flores… débiles lazos Estas no cierren su broche. Que unen las almas sencillas Y de tu hogar en la calma ¡Pobres hojas amarillas Serán sus matices bellos, Que el viento lleva en pedazos! E impregnarán tus cabellos Si de mi vida la ignota Con los perfumes de mi alma. Y obscura historia leyeras, Y yo que sin tregua lucho, Yo sé que tú me tuvieras Que voy herido y cansado Mucha compasión, Carlota. Siguiendo un ángel alado Si vieras las brumas frías Que á ti se parece mucho; De mis perpetuos dolores Yo que en la tierra suspiro Acaso á mis yertas flores Por algo que está en el cielo, Predilección les tendrías. Que siento grato consuelo Germinas mustias y solas Cuando en silencio te admiro, Siempre el rumor de una queja Le pediré al Dios clemente Y al no hallar quien las proteja Que nunca el ruego desdeña, Pliegan sus níveas corolas. Una alborada risueña Y sin escuchar mi ruego Para tu nido caliente. Mueren al llegar la noche, De un cielo lleno de galas Y se llevan en su broche Los encantados palacios, Gotas de sangre y de fuego… Y muchos, muchos espacios ¡Cuánto me duele, Dios mío, Para que extiendas tus alas. Verlas morir á millares Y haré que mi historia ignota Siempre de negros pesares, Lleve siempre con ternura Y siempre, siempre de frío!... En su página más pura Tú que alivias generosa En hermoso nombre, Carlota! De los que sufren la pena, Que eres como un ángel, buena, Y como ninguna, hermosa. Tanto, que cuando te veo Cosas del mundo Con nuestra miseria en guerra (La justicia) Que moras aquí en la tierra Jamás, Carlota, lo creo; I Tú que en tus ojos rasgados Donde la aurora fulgura Con el puñal lo encontraron Mundos de amor y ventura Saciando su fiero instinto; Debes llevar encerrados, Y en humana sangre tinto Guarda estas flores agrestes Los gendarmes lo llevaron. Que á tus cariños confío; Dales el fresco rocío

114 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

La indignación, el tumulto, — Los debates en la arena; ¿Qué viene á ser la fugitiva gota Fue segura la condena, Que con los besos de la luz se esfuma? Pero más lo fue el indulto. El leño informe que sin rumbo flota Hace en los mares resaltar la espuma. II — Y luego… yo bien sé que otros cantores Lo tienen como á Se acercarán á tu imperial cortejo, En obscuro calabozo Y sepultados bajo tantas flores Por el crimen espantoso Quedarán estos versos que te dejo! De echar al tirano mueras. —Vano es el grito que exhalas, La vida no es un derecho… ¡ Fuego !... —Y silbando en su pecho En el Baile Se alojaron cinco balas. — Sólo dos cosas no salen ilesas de un baile: el pudor del alma y los encajes del vestido. A Luz Martínez José M. de Vergara y Vergara (En su Álbum) — Mientras las luces del salón se cuajan — Al posarse en la hirviente pedrería, Tan negra es la tristeza que me abruma, Y los trajes, crujiendo, se desgajan Tan profunda y tan grande mi congoja, Oye á la musa triste, amada mía. Que hace ya mucho tiempo que mi pluma Suspende el vals que en su impetuoso giro Más que de tinta, de dolor se moja. Turbó el fulgor de tu mirar sereno, — Ven á mi lado y brotará el suspiro Si de tu vida en la apacible calma Que llevas preso bajo tu almo seno. Jamás has visto batallar los mares, Jamás, ni en horas en que vi en tus ojos Puedes llegar á lo íntimo de mi alma Temblante y pura la pasión huraña, Y mirar esa lucha en mis pesares. Vibró como hoy entre tus labios rojos — Risa tan voluptuosa y tan extraña. Y esos son los que fúnebres y acerbos Al agitar tu blonda cabellera Al rudo embate de los tiempos libro, Cubres la alfombra de marchitas flores, Y los que irán como enlutados cuervos Llevas los tintes que por vez primera A las páginas blancas de tu libro. Miré en tu faz cuando te hablé de amores. — Estoy ligado con tan fuertes lazos Queden aquí, puesto que tú lo ordenas, A tu hermosura que me vuelve loco, Los negros rastros de mi mano aleve, Que en celos ardo cuando extraños brazos Y en tu risueño hogar serán mis penas Ajan los tuyos que ni en sueños toco. Lo que tus ojos á tu tez de nieve ¿Ignora tu alma que á vivir comienza, Que es por esa razón, buena y sencilla, Que en aqueste contacto que vergüenza Y que mancha la fina cabritilla?

115 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

¿Que presas de mortal desasosiego Pero tú me perdonas porque al cabo Se turban en el baile los sentidos, Para mi amor el universo es poco, Que voraces y ardientes como el fuego Porque soy, como todos el esclavo Hay manos que traspasan los vestidos? De tu hermosura que me vuelve loco. ¿Que al danzar, anhelante de congoja, Si sabes bien que para mí no existe Al rítmico compás que marca el piano, Ninguna dicha sin estar contigo, Cual mariposa ante la flama roja ¿Qué mucho entonces que la musa triste Tus alas quemarás tarde o temprano? Sólo viva nombrándote al amigo? Mira: en tu talle de flexible palma Ven á mi lado, pues, mientras se cuajan La huella está del estrujón salvaje, las luces en la hirviente pedrería, Y sin embargo te diré que el alma Porque las almas en el baile se ajan Se desgarra más pronto que el encaje. Lo mismo que los trajes, vida mía! Te diré, si lo ignoras, que el perfume Sólo en el cáliz virginal es bueno, Y que el lirio se enferma y se consume Con una gota nada más de cieno. En el Bosque Que la luz que te baña en los salones Ciega con tantas deslumbrantes ondas, — Y que se ajan allí las ilusiones Mira, mi dulce bien: ¡qué transparente Como tus margaritas y tus blondas. Está hoy el cielo con su luz tranquila! Y después, cuando la urna del acorde Sólo he visto un azul tan esplendente Vuelque sus notas y en las almas vibre, En las quimeras de mi amor ardiente Y en las copas el vino se desborde Y en el fondo de tu húmeda pupila. Y hable la lengua desenvuelta y libre; — ¡Cuántas torpezas que el licor arranca ¡Qué hermoso brilla el sol! desde que incierto Tenaces te herirán con sus murmullos, Vagó su tenue resplandor perdido, A ti, mi bien, que cual paloma blanca Subieron á los cielos en concierto Sólo entiendes de auroras y de arrullos! Los perfumes del cáliz entreabierto Tal vez, sin que lo digas, te entristece Y la canción primaveral del nido. Ver en mis versos la inquietud que abisma, — Pero al fin de fiesta, me parece Gasas de tul la inmensidad serpean Que al acercarte á mí no eres la misma. Cual entumidos cisnes boreales, Me parece que lleva tu mirada Los viejos cocoteros se cimbrean Algo muy negro en su esplendor impreso, Y las cumbres altísimas blanquean Que en tu boca de púrpura y granada Coronadas de nieves inmortales. En vez de la oración palpita el beso. — Que tu voz melancólica ha perdido Herida al beso de la luz, fulgura su tierno acento de inflexión tan suave, La tembladora gota de rocío, Que al llegar al vergel do está tu nido La torcaz se lamenta en la espesura, Olvidas todos tus encantos de ave. Y con lenguaje pertinaz murmura Y cuando llega la hora fugitiva Bajo las ramas del sauz el río. En que á tu lado á reposar me llamas, Y te dejan mis rimas pensativa, ¡Yo no sé porqué pienso que no me amas!

116 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— — El balsámico aliento de las flores Desnuda entonces del cendal de tules Baña tu espesa cabellera blonda, Que te veló como el celaje al astro, Y el bosque con sus múltiples rumores Irás al baño donde libre ondules, Nos invita á pasar nuestros amores Y las aguas tan límpidas y azules Bajo el dosel de su elevada fronda. Besarán tus contornos de alabastro. — — Los naranjos en flor, los platanares, ¡Qué radiosa estarás, dulce bien mío, Las sombreadoras y flexibles palmas, Cuando tus formas bajo la onda vea! Serán los sacerdotes tutelares Pensaré que en las horas del estío Llamados á guardar en sus altares Eres la garza tímida del río La fe que se juraron nuestras almas. Que en la espuma del margen aletea! — — ¡Ven! escuchando mis dolientes rimas Después bajo la selva silenciosa Vagarás junto á mí por el boscaje; Pasaremos los dos gratos instantes, Te contaré lo que en extraños climas Y mientras te hable mi pasión grandiosa Sufrió por ti mi corazón que mimas Extenderás tu cabellera undosa Y las hondas ternuras que te traje. Hasta que deje de escurrir diamantes. — — En cambio tú con tu mirar de aurora En dulces versos te diré que eres Llenarás mi existencia de embeleso; Mi adoración, mi encanto y mi embeleso, Me dirás con tu voz arrulladora Y en señal de que tú también me quieres, Que sólo á mí tu corazón adora Encarnando en tu boca mis placeres, Y en prueba de ello me darás un beso. Por cada estrofa me darás un beso. — — Cantando amores con su voz celeste Y sin cesar te contaré de hinojos Pasa la brisa entre las cañas huecas, Mis sufrimientos de lejanos climas; Ven! Y al andar por la arboleada agreste Besaré con pasión tus labios rojos, La nívea falda de tu airosa veste Hasta que cierren tus rasgados ojos Besarán con amor las hojas secas. Los arrullos dolientes en mis rimas! — Cuando llegue después la hora en que hirviendo Un sol de fuego en el cenit alumbre, Y escuches de las aguas el estruendo El colibrí Con que se alejan del abismo horrendo Al descender por la escarpada cumbre; — — Yo soy el colibrí que al sol extiendo Cuando á lo lejos de la montaña enhiesta Mis alas de esmeralda y de topacio, Reverbere con nítida blancura, Yo estoy en este instante construyendo Y termine el rumor de la floresta En el limbo de una hoja mi palacio. porque se fueron á dormir la siesta Todas las aves á la fronda obscura;

117 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— — Yo nací acariciado por las brumas Y estaremos de fiesta cada día De un cocotero en el penacho de oro, Que en el fondo mullido del palacio Yo soy el ave que en mis tenues plumas Aparezca un plumón, orfebrería Los cambiantes del iris atesoro. De esmeralda, de oro y de topacio!… — — Yo jamás con mis cantos importuno Soy del bosque el orgullo, soy el ave Del bosque umbroso la vibrante orquesta, Que más sonrisas á la hermosa arranca, Yo soy tan inocente que ninguno Soy tan pequeño que mi nido cabe Me causa daños cuando estoy de fiesta. En una diminuta mano blanca. — — Porque me encuentro de ilusiones rico Sólo en horas de amor y de arrebato Me miran todos revolar travieso, Se hallan en el labio humedecido y rojo, Yo vivo de esperanzas, y en el pico Néctar tan suave, delicioso y grato La miel conservo que libé de un beso. Como la miel que de la flor recojo. — — Soy amigo de todas las violetas Yo no tengo inquietudes: la paloma Que á la sombra se ocultan pudorosas, Que anidó en el tupido limonero, Yo soy la inspiración de los poetas Temblando á veces la cabeza asoma, Y el amor imposible de las rosas. Porque la asecha el gavilán artero. — — En los instantes en que siento frío Pero yo sin temor al sol extiendo Me voy al nido que dejé desierto, Mis alas de esmeralda y de topacio, Y cuando tengo sed, bebo el rocío Porque estoy afanoso construyendo Del cáliz perfumado y entreabierto. En el limbo de una hoja mi palacio! — Hoy que me está aguardando mi adorada En un reclamo, manantial de arrullos, No volverá a encontrarme la alborada ¡Solo! Soñoliento y huraño en los capullos. — — Y escuchando á los pájaros cantores ¡Oh, qué inmensa tristeza! ¡quién diría Cifraremos los dos nuestros anhelos Que en el albor de mis primeros años En llevar de las urnas de las flores Viniese á mí tan silenciosa y fría La embriagadora esencia a los polluelos. La noche de los negros desengaños! — — Oh !cuando vengan las primeras lluvias Azotado por cierzos invernales Y ornen al nido exuberantes galas, Que entumecieron mis alas entreabiertas Se adormirán las cabecitas rubias Me senté de la vida en los umbrales Al vibrante rumor de nuestras alas! A contemplar mis ilusiones muertas.

118 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— — Soy el picacho a quien la luz azula Y las auroras besarán en vano Y que solo desierto avasalla, De la musa las alas entreabiertas, Donde siempre la nieve se acumula Y á su fulgor despertaré temprano Y donde toda tempestad estalla. Sólo por ver mis ilusiones muertas. — — Dudé del cielo y abatí la frente Y mientras rujan las tormentas graves Como en la arena el gladiador rendido, Nevará en el picacho solitario, Y solo estoy como el ciprés doliente Y siempre ¡Oh Dios! se alejarán las aves Que nunca guarda en su ramaje un nido. Del ciprés silencioso y funerario. — La musa que antes cual gaviota altiva Del mar cruzaba las hirvientes brumas, Ocultó su cabeza pensativa A Lolita Pacheco Como ave enferma entre sus blancas plumas. (En su álbum) — Y olvidó la canción arrulladora — Que en otros tiempos la alegraba tanto ¡Qué sedosa es tu tez fresca y rosada Y aunque la bañe con su luz la aurora Donde anidan ocultos los sonrojos! Jamás ha vuelto a modular su canto. ¡Qué radiante te he visto aluminada — por la aurora que llevas en los ojos! Mi azarosa misión sobre la tierra — Es llevar, desgraciado penitente, Parece siempre que al romper su broche Cual buitre audaz que al corazón se aferra, Se esparce libre tu melena umbrosa, Ay! el recuerdo de la amada ausente! Que resalta en las sombras de la noche — Blanco y sereno tu perfil de diosa. Es verme siempre con las alas rotas, — Y escuchar un eterno mensajero Yo sé que siempre la oración murmura Que de tierras lejanas y remotas En rojo labio en que la miel se cuaja, —¡Ven, me dice, hace tiempo que te espero! Que eres tan casta, incorruptible y pura — como la nieve que de lo alto baja. Hoy vivo en medio de irritante calma — Mirando atrás de mi camino adverso Vaporosa y gentil como la nube Un sangriento pedazo de mi alma Que inmaculada en los espacios yerra En cada zarza que me hirió, disperso. Agitando tus alas de querube — Evitas los fangales de la tierra. Quedé en la lucha de vigor exiguo, — Y muerta ya mi juventud naciente Solo ante el ara, cuando el salmo uncioso Como el cadáver del egipcio antiguo Puebla de estrofas la desierta nave, Me he quedado mirando hacia el Oriente. He escuchado un acento tan hermoso Como el que vibra en tus arrullos de ave.

119 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— Clínica negra ¿Por qué si Dios á nuestro erial te trajo En señal de esperanza y de consuelo, I Has de sufrir con los que están abajo Sala de un hospital amplia y sombría, Incurables nostalgias de tu cielo? El Doctor ordenaba con imperio, — Y de una úlcera al ver la rebeldía ¡Quién pudiera encarnar la fugitiva Al practicante le pidió el cauterio. Visión incierta que acaricias sola, Enrojecido lo acercó al paciente Y leer en tu frente pensativa Sin preocuparse de su suerte aciaga, Y sorprenderte cuando sueñas, Lola! El miserable se agitó imponente, — Lanzó un rugido y se extirpó la llaga. Son tan grandes, tan grandes, Dios inmenso Y tan negros tus ojos brilladores, II Que cada vez que los admiro, pienso Que se parecen mucho á mis dolores. Los que cumplís la terrenal condena — De ser mirados con escarnio y mofa, Por doquiera que vas dejas los rastros Si halláis á vuestro paso la gangrena De tu suprema irradiación tranquila Sangrienta y ruda formulad la estrofa Porque también, como en el cielo hay astros Como el Doctor, sin escuchar el grito En esa inmensidad de tu pupila. De rebelión y de dolor que estalla, — Quemad con vuestros cantos al maldito Como se encuentran ocultando el oro Aunque ruja y blasfemie la canalla! En sus senos de virgen las montañas, Guarda de inmenso amor rico tesoro La espesísima de red de tus pestañas. — ¡Patria! ¡Una lágrima!… ¡oh Dios!… ¡quién me trajera Versos leídos por su autor en la Legación Solo una gota de tus ojos tersos, Mexicana. Para cantarte por la vez postrera Pero empapando en su frescor mis versos! — — Cediendo á impulso superior y extraño Guardaría esos límpidos cristales La ardiente estrofa de mi lira brota, Con más cariño que á las perlas la ola, Y al veros en familia, os acompaño Y serían entonces inmortales porque soy de vosotros compatriota. Las pobres rimas que te dejo, Lola! — Nací también en la lejana tierra Que envuelve el mar con su cendal de espumas, Donde se eleva la azulada sierra Coronada de nieves y de brumas. — Lo mismo que vosotros, en el pecho Llevo sangre viril de mexicano, Y orgulloso me veis por el derecho Que tengo de llamarme vuestro hermano,

120 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— — De la hermosa región que lloro á solas Y olvidando por siempre los agravios Abandoné hace tiempo las riberas, Que borraron el tiempo y la distancia, Y fatigado de romper las olas ¡Cómo entonces formulan nuestros labios Me quedé en estas playas extranjeras. La oración que aprendimos en la infancia! — — Sopló de la desgracia el torbellino En este duro aprendizaje adverso Que el pobre hogar desmanteló de cuajo, Que pobló mi existencia de pesares Y al hallarme de paso en su camino He llegado a saber que el universo Como á vosotros hasta aquí me trajo. Está encerrado en mis risueños lares. — — Y heme aquí cual herida procelaria Pero bendito el infortunio sea Agitando mis alas impotente Que me hizo amar con entusiasmo ardiente Por dejar esta tierra hospitalaria El pendón tricolor que aquí flamea Jamás tan bella cual la patria ausente. Con su águila soberbia y prepotente. — — Yo sé que aquí por vuestro bien imperan De otro cielo al fulgor, con cuánto orgullo Abiertas siempre las amigas manos, Lo he visto en pleno victorioso día Pero allá congregados nos esperan Desplegar de los bronces al arrullo en el viejo solar vuestros hermanos. Los claros timbres de la patria mía! — — Al calor de este suelo generoso Y eclipsando del sol la luz intensa Nadie se muere de nostalgia y frío, Dominar los espacios altaneros, Pero triste, desierto y silencioso Y dar abrigo con su sombra inmensa Se encuentra allá vuestro lugar vacío. Al honor y a la prez de un pueblo entero!... — Y arrodillados nuestros padres oran ...... Del rojo sol á la tranquila puesta ...... Y en medio de los seres que se adoran ...... Una noche invernal es una fiesta...... — Ah! no hay amor que en el destierro iguale Hoy que se escucha por doquier vibrante Al santo y puro del nativo suelo; El himno patrio que en los aires flota, Sólo así se conoce lo que vale He venido á buscaros anhelante Un pobre hogar con su girón de cielo! Porque soy de vosotros compatriota. — — ¡Cual se suspira con afán perdido Y pues que todos al llegar nos dimos Por la incierta extensión de un horizonte, El fraternal abrazo que concilia, Por la selva frondosa y por el nido De aquel suelo de amor en que nacimos Que oculta y guarda en su regazo el monte! Celebremos sus glorias en familia.

121 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— ¡Cómo te he de olvidar, cuando en tus ojos Entonces el salmo cadencioso Quedaron prisioneras las auroras, De sus hirvientes y encrespados mares, La miel que embriaga entre tus labios rojos El canto libre, atronador y hermoso Y en tu seno las curvas tentadoras! Que resuena en sus bosques seculares. Huérfano del amor y del cariño — Fuiste conmigo compasiva y buena, Y alcemos juntos nuestra voz ferviente Sin con tus besos me tornaste en niño Para que siempre victoriosa sea Tuya ha sido la culpa, Magdalena. El águila soberbia y prepotente Que me perdone Dios esta herejía, Del pendón tricolor que aquí flamea! Pero sabes realzar tanto el contraste, Que he llegado á creer, amada mía, Que has venido de un cielo que olvidaste. Cuando agobiada por tus duelos hondos A Magdalena Reclinaste en mi pecho tu cabeza, Sentí vagar por tus cabellos blondos Me cegó la pasión é irrespetuoso Un perfume disperso de pureza. Llegué a olvidarme de tu inmensa pena, ¿Por qué cuando al acaso nos juntamos Posé mis labios en tu rostro hermoso Te dejé con profundo desconsuelo? Y en el fango caímos, Magdalena! ¿Conseguimos al fin, pues lo intentamos, Negra fatalidad al precipicio Ahogar un tanto nuestro mutuo duelo? Me arrojó de ese crimen que confieso: Tal vez con todos despiadada juegues Una mirada obscureció mi juicio Colmándolos del néctar que destilas, Y concluyó por trastornarme un beso. Pero vi, Magdalena, no lo niegues, Y desde entonces ni por un instante Una lágrima ardiendo en tus pupilas. Me abandona el rumor de aquella orgía, Fue tal vez ilusión de mis sentidos Y llevo en mis recuerdos palpitante Pero en tu frente sorprendí el quebranto, Esa noche de fiebre y de agonía. En tu histérica risa los gemidos Al mismo claro resplandor te veo Y en tu palabra la inflexión del llanto. Cubierta a medias por tu veste ajada Y por eso te amé, todas las flores Y me persigue el rítmico aleteo. Puse á tus pies de mi pasión temprana; De tu sonora y limpia carcajada. Si buscas el por qué de estos amores Como gratos perfumes se disuelven Ve á interrogar á la miseria humana. En mi ambiente tus cálidos efluvios ¿Pero á qué preguntar por lo que sabes Y siento, Magdalena, que me envuelven Si ya en la adversidad lo has aprendido? En sus cascadas tus cabellos rubios. 2 Todos los desgraciados cual las aves Se abrigan siempre junto al mismo nido. Tu nombre... sé que cuando estaba loco Posé mis labios en tu faz serena,

2 La continuación de los versos es la siguiente, corrección del autor: Que la palabra con que yo te invoco

Ligado á ti por el tremendo pacto Es hermosa y sagrada: Magdalena. De aquella noche de locura y gresca, Aún me ves vacilar cual si el contacto Tu historia... ni soy santo ni soy bueno, Me estremeciera de tu carne fresca. Ya intenté, Magdalena, muchas veces Pero sé que es de engaño y de perfidia: No ser vencido en la batalla ruda, Fue un ángel puro el que cayó en el cieno Pero sin tregua junto á mí apareces Y siempre triunfas porque estás desnuda. Y todos lo culparon con envidia.

122 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Con envidia suprema, no retiro — “ Mientras del vals impetuoso Esta blasfemia que por ti profiero: Resuena el rítmico acorde, ¡Condenándote están con un suspiro Dejad que el vino espumoso Porque ninguno te perdió el primero! En mi copa se desborde”. Los mismos que implacables te maldicen Dejad que se alce un instante Con anatema que á mi vez maldigo, Mi voz que al vibrar se pierde, Caer quisieran, aunque no lo dicen, Como promesas de amante En el mismo fangal... ¡Pero contigo! Que dicta el ajenjo verde.” Hoy cuando pasas insolente y bella “Como en los mares la bruma, Cual tiránica reina que avasalla, Como el ábrego en la popa, Y tu tren á las turbas atropella Como la dorada espuma Y á tu alrededor la indignación estalla. Que veis hirviendo en mi copa.” Cuando todos murmuran á tu lado “Y ya que todo es mentira, Con la brutal tenacidad del necio, Dejad que ponga sin penas Y llevas en tus ojos retratado Mi corazón y mi lira Soberano y magnífico el desprecio. A los pies de estas sirenas.” No sé por qué mi corazón herido “Que en acicalados versos Con maldad infernal goza y se ensancha, Hable de sus labios rojos, Porque si hubiera lo que tú sufrido Y de los cielos tan tersos Yo también me tomaba esa revancha! Que están brillando en sus ojos.” Adiós por siempre!... con pesar te dejo “De los anhelados velados Porque mi amor para tu gloria es poco; De tantas miradas hondas, No es por virtud por lo que yo me alejo De los senos tan hinchados, Sino por miedo de volverme loco. Que quieren romper sus blondas.” Pero en cambio, mi bien, jamás olvido “De tantas bellezas, tantas Que me acogiste compasiva y buena, Que ahuyentan mis duelos rudos, Que una mujer tan solo me ha querido, De las flexibles gargantas Una sola en el mundo...¡Magdalena! Y de los hombros desnudos.” “Yo sé que nadie se indigna Por este lenguaje austero, Pues que cumplo la consigna El Bardo Del trovador caballero.” “Pero antes que concluya Como teniendo un abismo Este brindis que no es mofa, Cruzó el salón lento y tardo, Antes que el champaña bulla Y todos á un tiempo mismo Y me eche á perder la estrofa;” Dijeron: —¡Que brinde el bardo! “Dejad que brinde, señores, De hermosura en hermosura Pues aún me siento con calma, Vagó su mirada inquieta, Por la que en tiempos mejores Y con profunda amargura Fue la reina de mi alma.” Así les dijo el poeta: “Por la hermosa que en antaño En la que hoy es urna rota Toda la hiel del engaño Dejó caer gota á gota.”

123 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

“Por la mujer que en mi vida, Nunca olvido la vez que silenciosa De una traición al asecho, Y pensativa junto á mi pasaste, Me abrió tan profunda herida En que al mirar tu esplendidez de Diosa Que aún vierte sangre mi pecho.” Quise besar las huellas que dejaste. “Por esta pena reacia Ornada siempre de intangibles galas Que el corazón me remuerde, Tú perteneces á escogidos seres; Que me enseñó en la desgracia Eres espiritual y tienes alas A libar ajenjo verde.” Y vives con nosotros porque quieres. “Hoy confieso sin encono Y por eso es que á veces te consume Que era mi amada muy bella, Infinita nostalgia abrumadora: Y pues que al fin la perdono Eres ráfaga errante de perfume Brindo, señores, por ella!...” Y solitario resplandor de aurora. Dijo, y de burla y ludibrio Cuando contemplo tu belleza abstracta Oyó un aplauso en la sombra, Un pensamiento sin cesar me abruma: Y perdiendo el equilibrio ¿Cómo te has conservado tan intacta Rodó el bardo por la alfombra! Si eres más delicada que la espuma? Y en ese cómico instante Toda tu historia, por consuelo mío, en que el rumor fue imponente, La he adivinado en tu mirada triste: Un grito agudo y vibrante Sé que en un lirio se cuajó el rocío Hendió la atmósfera ardiente. Y que en su cáliz virginal naciste. Su cárcel que no resiste Sé que no eres de aquí, que hiciste el viaje Rompió un suspiro secreto, Desde otro nido que tu amor encierra, Y estaba un rostro muy triste Que trajiste los ecos del boscaje Tras un abanico inquieto! Que has escuchado en la hondureña tierra. Que las palomas dormitar te vieron A la sombra de espesos platanares, Que tus pies diminutos oprimieron A Luisa Martínez Blanquísimas alfombras de azahares. —en su Álbum— Que tienes golondrinas mensajeras A quienes cuentas tus tristezas hondas, ¡Qué radiosa eres tú cuando te esmalta Que las garzas, tus pobres compañeras, Tu cabellera tan profusa y suelta! Esperándote están bajo las frondas. ¡Qué gallardo y magnífico resalta Que has sabido guardar en tus pupilas Cada perfil de tu silueta esbelta! Los resplandores de tu cielo ardiente, Ni en el armiño, ni en la cresta dura Que tus únicas lágrimas tranquilas Del nevado volcán que no se abate, las has vertido por la patria ausente. He encontrado jamás una blancura Todo, todo lo sé: que eres muy buena, Que se parezca a tu blancura mate. Que por doquier la admiración arrancas, ¡Cómo conservas en tus labios rojos Que tendrán el candor de la azucena Toda la miel de la amapola en broche, Mis pobres versos en tus manos blancas. Y en lo profundo de tus negros ojos Y sé también, para consuelo mío Todas las tempestades de la noche! Que encontrarán en tu mirada triste Condensadas las gotas de rocío Del cáliz virginal en que naciste!

124 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

El número 339 — “En la substancia gris, al microscopio Esto y aquello encontrarán ustedes... I Y de lógica haciendo extenso acopio Habló el Doctor de lo que hallar no puedes.” Estudiando una vez histología “Después mi extraño mal fue más complejo Del anfiteatro en el salón desierto, Más implacable y fiero cada día Una historia encontré, grave y sombría Hasta que vino al fin con su cortejo En la substancia cerebral de un muerto. De tremendos dolores la agonía…” ¿Cómo la descifré? yo la atribuyo “En ese instante en que la vida siente A la extraña aberración del microscopio; Que su organismo á disgregarse empieza, Dejo al lector con el criterio suyo, Por mi familia y por mi patria ausente La someto á su juicio y se la copio. Una lágrima tuve de tristeza.” “Llorar así por los que más me hicieron II Llevaderas del mundo las espinas, Fue el postrer pensamiento que tuvieron “Sabes el nombre que sin pompa y gala Estas células muertas que examinas.” Usé muy poco en mi existencia breve, “¡Mi postrer pensamiento!... Me propuse Tanto, que me llamaban en tu sala Decir verdad y sin querer te engaño; El número trescientos treinta y nueve.” ¡Mi postrer pensamiento lo traduce “Mi profesión, mi edad, mi patria hermosa, Sólo un ser que me adora y no un extraño!” Todo lo viste en el papel estrecho “¡Cuántos adioses por doquier miraran Que colocó la Hermana cuidadosa De mis últimas noches intranquilas, Bajo el número negro de mi lecho.” Si á ese ocular obscuro se acercaran “Me llevó al hospital la dura suerte De una hermosa que adoro las pupilas!” Que en ser adverso al infeliz se aferra; “Aquel largo estertor de agonizante No lo creerás, pero encontré la muerte Hubiera sido pasajero y breve Por enfermarme en extranjera tierra.” Si ella hubiera podido en ese instante “Por orden del Doctor me examinaste Cerrar mis ojos con su mano leve.” Con esa falsa gravedad que ensayas, “Ah! cuando tuve esa ilusión que alegra Y en tu libro de errores anotaste Como rayo de sol tras noche obscura, La enfermedad que en mi cerebro no hallas.” Vi dibujarse como mancha negra “Lo recuerdo muy bien: no hubo ninguno La silueta fatídica del cura!” Que no inquiriese por mis males fieros, No recuerdo que dijo: solamente Y ante mí desfilaron uno a uno Perdidos ecos de su voz cristiana Con orden singular tus compañeros.” Llegaban hasta mí confusamente “Fue en verdad, el Doctor muy bondadoso Con el ora pro nobis de la hermana.” Cuando hablaba de mí por vez primera: “Como ave prisionera en el vacío —Es un caso, Señores, muy curioso Que al asfixiarse con horror se agita, Que estudiarán cuando el enfermo muera.” Así mi ser se estremeció de frío “El diagnóstico es fácil... la necropsia Al sentirse rociar de agua bendita.” Dirá después cuanto explicar me resta; “Con galvánicas fuerzas combatieron Jamás me canso de elogiar la autopsia Todos mis nervios por la vida hermosa, Por los grandes servicios que nos presta.” Y al concluirse esa lucha, me trajeron De esta sala anatómica á la losa.”

125 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

“Después rompiste sin temor mis sienes Con indecible torpeza Porque sabes muy bien que mis dolores Nuestros labios se buscaron, Se acabaron por fin... ¡y aquí me tienes Y cuando al fin tropezaron Trasladado á estos mundos inferiores!” Todo fue susto y sorpresa. “Aquí me tienes con la extraña marca Como los niños traviesos De este nuevo organismo que me apropio, Huyeron despavoridos, Tan pequeño, que á veces no me abarca Y en el aire suspendidos En su campo visual el microscopio.” Se quedaron muchos besos. “¡Que si pienso en mi amada! Me sorprende Después nuestras timideces Tu pregunta tan llena de miseria, Fueron menos infantiles ¿No sabes tú que por amor se entiende Y de esos miedos pueriles Esa eterna atracción de la materia?” Nos burlamos muchas veces. “¿No sabes que dos gotas de rocío Y como en tanta bonanza Si se funden en una es porque se aman, Nunca llegan los agravios, Que hasta en el seno del sepulcro frío Poco á poco nuestros labios Los átomos se buscan y se llaman?” Fueron entrando en confianza. “Y ella al fin morirá... cortos instantes Hallaron ricos tesoros Dura en el mundo la existencia breve, En verse juntos y opresos Y se unirá á las células errantes Y cada vez nuestros besos Del número trecientos treinta y nueve!” Fueron siendo más sonoros. Tanto, que á veces se apura III Tu paciencia tan sencilla Porque dejo en tu mejilla Dejo al lector con el criterio suyo Las huellas de mi ternura. Al concluir esta historia que le copio: —¡No hagas eso que me afea!— Yo de mí sé decir que la atribuyo Dices con pena creciente, A extraña aberración del microscopio. —¡Qué dirá, gran Dios, la gente, Qué dirá cuando me vea!— ¡Que ha de decir! Que provocas, Que enloqueces, que sublevas, Pacto de amor Que con la señal que llevas Se van a agriar muchas bocas. — Y al ver en tu faz impreso ¡Santo Dios, cuánto embeleso De mis labios el contacto, Nos produjo aquel contacto Dirá que hicimos el pacto Cuando firmamos el pacto De nuestro amor con un beso! De nuestro amor con un beso! ¿Recuerdas? nuestras pupilas Con hondo afán se miraban, Y acongojadas temblaban Nuestras almas intranquilas.

126 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

En el templo Cuando al fin conturbaron los sentidos Con sus nimbos de luz tantas grandezas, — Y, golpeándose el pecho, arrepentidos Me agobiaba tan honda pesadumbre Abatieron los fieles sus cabezas; Y te vi tan risueña y tan hermosa, Yo que sólo me rindo con tu arrullo, Que esa vez, contrariando mi costumbre, Pues sólo tú por tu bondad me humillas, Te seguí hasta la nave esplendorosa. En ese instante decliné mi orgullo Jamás me viste, aunque te quiero tanto, Y estuve como todos de rodillas. Profanar el recinto en donde rezas, Y aun me miras pensar con desconsuelo Y es porque sé que á lo divino y santo En esta duda que turbó mi calma: No se deben mezclar las impurezas. ¡No sé si lo hice por el Dios del cielo ¡Cómo se han de juntar, amada mía O si fue por la diosa de mi alma! En el santuario de tu Dios bendito La canción empapada de alegría Y la queja doliente del proscrito! Pero tanto se alivian mis dolores A Julia Garrido Cuando mudo y absorto te contemplo, (En su álbum) Que impulsado por fuerzas superiores La vez aquella te seguí hasta el templo. — El órgano elevaba los unciosos ¡Un álbum! .... al mirar únicamente Y fugitivos cánticos que encierra, El libro casto que de hermosa mima, E imitaban sus notas los sollozos Más tenaz que otras veces, más doliente De los infortunados de la tierra. Dentro de mi alma germinó la rima. Como sube la estrofa que me arrancas — Para besar el solio en que fulguras ¿Has visto el nido silencioso y frío Buscando el cielo, en espirales blancas, Que dejaron los pájaros dispersos? Escalaba el incienso las alturas. ¡Así me queda el corazón, Dios mío, Y lo mismo que alumbras desde lejos Todas las veces que se van mis versos! Mi negra ruta en la tormenta grave, — Los cirios, con sus múltiples reflejos, Y se van no sé á dónde y nunca vuelven, Alumbraban las sombras de la nave. Como las golondrinas que en las brumas En medio de esa atmósfera impregnada Del cielo azul para viajar se envuelven De esplendores, perfumes y armonías, Y no dejan ni el rastro de sus plumas... Más hermosa que nunca, arrodillada — Te vi esa vez en las baldosas frías. ¡Un álbum!.... es como la alcoba quieta Cuando elevó la hostia el oficiante Donde cierras los ojos adormidos, Con ademán solemne y majestuoso, El único refugio que el poeta Y el altar fulguraba más brillante Halla para sus versos ateridos. Y el salmo resonaba más grandioso; — Cuando aquellas cadencias inmortales ¡Bien hayan estas hojas de azahares Huyeron por los altos ajimeces, Del libro hermoso que tus manos cuidan, Y agitaron sus alas virginales, Donde, sólo por verte, los cantares Cual mariposas de cristal, las preces; Como palomas huérfanas anidan!

127 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— — Por eso al ver tan generoso abrigo Oíd! ha tiempo que por fuera ruje Te dejé algunas rimas prisioneras; Embravecida la tormenta grave, ¿Qué más fortuna que vivir contigo Los pinares se doblan á su empuje Y ser tus invisibles compañeras? Y hasta el castillo de sus cimientos cruje — Como en el mar la vacilante nave. En los vergeles de tu libro de oro — Yo sé muy bien que dormirán tranquilas, Al fulgor de relámpagos bermejos Que será su esperanza y su tesoro Los escombros se ven de las cabañas El claro resplandor de tus pupilas. Coloreados de sangre en los reflejos, — Y los truenos que estallan á lo lejos Y me alejo sin penas, pues confío Se oyen repercutir en las montañas. A tu amor estos cánticos dispersos: — ¡Alguna vez han de poder, Dios mío, Desgajadas las rocas se desprenden En otros climas anidar mis versos! Cual bólidos inmensos del espacio; Gritos de horror los horizontes hienden Y de tal cataclismo se defienden Los torreones no más de este palacio. A la Señora Doña — María Lorenza de Lazo Arriaga Oíd! por fuera como león herido Ruje tremendo el huracán que azota; — Y se oye de las rejas el chirrido Señora, llama el trovador errante Mezclado con el lúgubre graznido Aterido y cansado á vuestra puerta, Que ha lanzado espantada la gaviota. Si queréis recibirlo un solo instante — Y en recompensa le pedís que cante Todo es por fuera destrucción y duelo, Mandad al siervo que la deje abierta. Funeraria mortaja en cuanto existe; — Solamente por único consuelo, Ordenad á la inmensa servidumbre Llevando airoso su picacho al cielo, Que á vuestro lado se rebulle inquieta Este castillo secular resistente. Que prepare un lugar junto á la lumbre, — Por que lleno de negra pesadumbre ¡Bien haya, pues, vuestra mansión de hadas Ha venido á cantaros el poeta. Que ha sabido luchar con el vestiglo, — Que ha podido en sus crestas empinadas Hay tanta nieve por doquier, Dios mío, Desafiar á las ondas encrespadas Que ha bajado de espacios tan obscuros, Del proceloso mar de vuestro siglo! Que sin consuelo el trovador sombrío, — Si no le abrís, se morirá de frío ¡Bien haya el templo que en la cruda guerra Tal vez al pie de vuestro mismos muros! Dedicáis á la estrofa triunfadora; Que en su recinto sacrosanto encierra Cuantas dichas existen en la tierra, Puesto que en él os encontráis, Señora!

128 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— — Por eso llama el trovador errante Y si os aterra el fúnebre ropaje Aterido y cansado á vuestra puerta, Que reviste á estos trágicos martirios Si queréis recibirlo un solo instante La blanca musa cambiará el paisaje, Y en recompensa le pedís que cante, Y os contará con rítmico lenguaje Mandar al siervo que la deje abierta. Cómo se aman las rosa y los lirios. — — Dejadlo penetrar: vuestros salones Imitará los múltiples rumores Se poblarán de misteriosas rimas, De los bosques de erguidos cocoteros, Sentiréis palpitar en sus canciones Y os dirá como se hacen entre flores Fugitivas y extrañas vibraciones Las bodas de los pájaros cantores Que ha recogido en extranjeros climas. Que habitan en los frescos limoneros. — — Hallareis en sus versos claudicantes Os contará lo que en su tenue rastro Nevados copos de esperanzas yertas, Deja en los mares la impalpable bruma, Resplandores de cielos muy distantes Lo que murmura en el cenit el rastro, Y exhalaciones huérfanas y errantes Lo que sueñan las garzas de alabastro De margaritas y de rosas muertas. Que se duermen del lago entre la bruma. — — Os contará que de las tumbas frías De las agrestes y escarpadas cimas Lo trajeron las negras tempestades, Os mostrará las nieves sin abrojos, Y al rumor de dolientes alegrías Y al arrullo apacible de las rimas Os dirá por qué vive en nuestros días Que trajo el bardo de lejanos climas El pobre trovador de otras edades. Se cerrarán vuestros rasgados ojos. — — Mientras por fuera el huracán potente A su voz callará la servidumbre Como titán encadenado clama, Que a vuestro lado se rebulle inquieta, Os contará la historia sorprendente Y sentado al calor de vuestra lumbre De aquel cruzado que murió en Oriente Olvidará su negra pesadumbre Por su Dios, por su rey y por su dama. Y sus hondas congojas el poeta. — — En el idioma en que cantaba el moro Después, al ver la claridad tan pura Os fingirá, si lo ordenáis, la queja, Que reverbera en vuestro cielos tersos, Y al dulce son de su laúd sonoro Cada vez que proclame la ventura, Despertará la serenata de oro El amor, el talento y la hermosura, Que duerme al pie de la argentada reja. El trovador os nombrará en sus versos. — — Forjará la leyenda pavorosa Evocará en estrofas cinceladas Que en las veladas invernales narra, La santa paz de vuestro hogar tranquilo, De la cabeza de la esclava hermosa Y enseñará á las gentes admiradas Que desprendió una mano misteriosa Las mágicas bellezas encantadas Armada de sangrienta cimitarra. De la mansión donde encontró un asilo.

129 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— — Y al seguir pesaroso y vacilante Cuando en mi cielo fúnebre y sombrío La obscura senda de su ruta incierta, Te vi surgir inmaculada y casta Como un consuelo llevará triunfante Te comparé a la gota de rocío Vuestro recuerdo el trovador errante Que en la corola de la flor se engasta. Que llamó fatigado á vuestra puerta! — Te comparé á la aurora que importuna La silenciosa calma de la noche, A una lágrima pura de la luna A Clotilde Gamero Que una azucena recogió en su broche. — — Y cuando envuelta en su radiosa veste Para escribir en tu álbum que en ni alma Vi destacarse tu silueta de oro, Despertó indefinibles simpatías, Te confundí con la visión celeste Busqué anhelante la profunda calma A quien tanto persigo y tanto adoro. De los serenos y radiosos días. — — Al fulgor de la luz que te circunda Recogí de los lagos las espumas Sentí al aroma virginal que exhalas, Que bajo el ala de los cisnes brotan, Y me formé la convicción profunda Los girones errantes de las brumas De que te adornan intangibles alas. Que cual bandadas de paloma flota. — — ¡Así deben de ser, por mi consuelo, Condensé los perfumes de las flores Los ideales que guardo con cariño, Que siempre vagan junto á ti, dispersos, Las vírgenes que habitan en el cielo Y elegí con cariño las mejores Y á quienes tanto les recé de niño! Y más puras estrofas de mis versos. — — ¡Así deben de ser! Inconcebibles Busqué para tu libro primoroso Hubieran parecido mis martirios Del palmeral agreste los murmullos, Si por desgracia fueran imposibles Y le pedí á la Musa el más hermoso Tantos sueños ¡oh Dios! tantos delirios. Y el más conmovedor de sus arrullos. — — Ah! si al fulgor de tu hermosura de astro Nada, nada olvidé, cuanto en su velo Se pudieran cuajar mis blancas rimas, Espumoso y azul el mar encierra, Yo te haría de nácar y alabastro Toda la inmensa esplendidez del cielo Un pedestal para que tú lo oprimas! Y todas las bellezas de la tierra. — — Elevaría tu mansión de nieve ¡Eres tan candorosa! Se respira A inaccesible y prodigiosa altura, Tan puro ambiente en donde tú floreces, Para que nadie con su mano aleve Que todas las cadencias de mi lira Profanara tu espléndida hermosura. Jamás te ensalzarán cual lo mereces!

130 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— Oye: perdidos en la selva umbría Y al dibujarse tu gentil silueta los pájaros celebran su ventura; Blanca y radiosa en el azul del cielo, Yo también sé cantar, amada mía, Nada más las estrofas del poeta Y ensalzaré como ellos tú hermosura. Besarían tus plantas en su vuelo! Yo también soy poeta; tú no sabes Cuánto te adora el corazón herido; Te arrullare en la lengua que las aves Hablando están en el caliente nido. Primaveral Buscaré los espléndidos rumores Que han forjado en su seno las florestas, — La canción que los tiernos ruiseñores Es la estación primaveral, cubiertas Modulan siempre en sus nupciales fiestas. De ambrosía y de miel están las flores, Y al conocer en tan risueñas horas Y llegan á sus ánforas abiertas La dicha inmensa que en mi amor existe, Las miradas de insectos zumbadores. Nunca más tus pupilas brilladoras El panal acumula su tesoro Me mirarán con su expresión tan triste. Entre las grietas de los tilos, Dame, pues, de tus besos la primicia Y para el polen con su beso de oro Que tanto arrullo de mi pecho arranca, Envolviendo en amor á los pistilos. Consuélame como antes, y acaricia La bráctea de la espléndida palmera Mi sien ardiente con tu mano blanca. Abre orgullosa su florido estuche, ¡Si vieras cómo á mi alrededor chispea Y empieza el ave á desgranar, parlera, Risueña aurora de esplendores bellos Todos los ritmos que guardó en el buche. Cuando tu mano diminuta albea Sacuden los naranjos ateridos Como copo de nieve en mis cabellos! Las lágrimas temblantes de las lluvias, Olvidaré por siempre mis abrojos Y en la obscura hojarasca de los nidos Cuando escuche tus frases amorosas, Brillan al sol las cabecitas rubias. Cuando fijos mis ojos en tus ojos Las aguas se destrenzan bullidoras Se nos pasen las horas silenciosas. Al descender por la escarpada falda, Y al sentir ese amor que satisface Y al volar las alegres trepadoras Todos mis sueños de ventura y calma, Forman nubes compactas de esmeralda. Verás ¡oh hermosura! que también renace El cocotero sin cesar murmura La primavera espléndida de mi alma! Para que nadie su penacho estruje, y al peso del racimo que madura la débil rama, al desgajarse, cruje. Halagador el perfumado ambiente ¡Adelante! Lleva el arrullo entre sus alas preso, A la estudiantina “Colón” en su primer con- Y por doquiera palpitar se siente curso. La fugitiva vibración de un beso. ¿Por qué, mi bien, en la estación de amores Quedó una lucha pertinaz, constante En ti tan solo el desconsuelo existe, En lugar de la bárbara conquista, Y me envuelven tus ojos brilladores En que el atleta, el adalid pujante En su mirada pensativa y triste ? se llama en nuestros tiempo el artista.

131 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Titánicas batallas que convierten Semejante á las trágicas gaviotas La arena en bosques de inmortales palmas, Siempre á la rauda tempestad se liga, En que los nobles luchadores vierten Y aunque camine con las alas rotas La sangre azul de sus celestes almas. Nunca sabe decir lo que es fatiga. Como en aquella edad vieja y famosa Vedlo: tomó el cincel, con fuerza enorme De combates, de justas y torneos, El duro mármol á romper empieza, En la moderna lid rompe y destroza Y brota al cabo de entre el bloc deforme El audaz pensamiento sus arreos. La prodigiosa estatua que embelesa. Caballero gentil llega á la liza, Buscó con ansia en el azul inmenso Y en lugar de batirse por su dama Más esplendor que el que miró en el día Va á implorar el favor de una sonrisa Y en brillantes colores por el lienzo Voluble y frágil de la Diosa Fama. Derramó su soberbia fantasía. Allí va tras la hermosa recompensa Y derrochando siempre su tesoro, Todo mortal á quién la gloria atrae; Entre el aplauso ó la sangrienta mofa Para el que triunfa la ovación inmensa Pulsó la lira y de sus cuerdas de oro Pero la honra y la pres para el que cae. Vibradora y triunfal nació la estrofa… Allí sin tregua y por doquier se escucha Grito de ardor que el entusiasmo mueve, …………………………………………………………………………… Allí con armas fulgurantes lucha …………………………………………………………………………… El soldado del siglo diez y nueve. …………………………………………………………………………… Y el soldado del siglo es el artista …………………………………………………………………………… Que al frente va de la batalla abierta, El centinela eterno que se alista Hoy en que en recuerdo la vieja usanza, Para gritar en la avanzada:¡alerta! Pero en lid más grandiosa y más augusta, El que puebla de salmos resonantes Rompe el artista su acerada lanza Los graníticos templos de la gloria Del concurso magnífico en la justa; El que burila en planchas de brillantes Hoy que al rumor de la ovación ardiente Todos los triunfos la humana historia. El laurel que á las glorias atavía Como la procelaria ante el abismo Se ha venido á posar sobre la frente Lanza en notas tremendas el presagio Del que halló más hermosa la armonía; Y cuando llega al fin el cataclismo Hoy que vieron los nobles gladiadores Salva de nuestros ideales del naufragio. Cubierto el campo de inmortales palmas ¡Oh, cuántas veces arrastrando el ala Que aún conserva la arena entre sus flores Y abrumado por negras desventuras, La sangre azul de sus celestes almas; Una caída le sirvió de escala Para que siga la batalla abierta Para brillar mejor en las alturas! Quedó en el polvo desafiando el guante; Entonces, libre del humano ultraje, Oíd el grito que lanzó el alerta, Por las regiones superiores vuela, ¡Luchadores excelsos, adelante! La parábola hermosa es su lenguaje Y así nos fortalece y nos consuela. Y tranquilo y sereno, yo lo he visto, Perfumando con su alma de incensario, Subir sin quejas como nuevo Cristo Los amargos senderos del Calvario!

132 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Besos — Es una hermosa quimera — De mis sueños de poeta, ¡Oh, qué hermoso recuerdo! Placentera Es un capricho, Enriqueta, Oyó la historia de mi amor temprano, Por el que la vida diera. Y entonces fue cuando por vez primera — Besé su blanca y diminuta mano. ¿Qué timideces hurañas Después, entre profundos embelesos Tus lindos ojos de cielo De una pasión interminable y loca, Ocultan, detrás del velo Su sed calmaron mis quemantes besos De tus umbrosas pestañas? En el rojo nectario de su boca. — Cuando enfermó, cuando la vi sumida Yo sé que todo lo azulas En los delirios de la fiebre ardiente, Con tus miradas tranquilas, ¡Cómo le quise trasmitir mi vida Y que en pos de tus pupilas Ay! en el beso que le di en la frente! Siempre van las libélulas: ¡Cómo adorné su túmulo de flores — Cuando el mundo dejó con sus abrojos, Parecen vistas de lejos, Y en señal de mis fúnebres amores Cuando trémulas chispean, Con cuántos besos le cerré los ojos! Firmamento en que serpean Los relámpagos bermejos. ……………………………………………………………………… — ……………………………………………………………………… Volubles como los mares ……………………………………………………………………… Semejan en lontananza ……………………………………………………………………… Tus pupilas, mi esperanza; Tus pestañas, mis pesares. Hoy, al sentir como la vez primera — De su hermoso recuerdo los efluvios, ¡Una lágrima! .... ¡qué hermosa Abro, triste y doliente mi cartera Ha de brillar fresca y pura, Y beso un rizo de cabellos rubios! Prendida en la red obscura De tu pestaña abundosa! — Será en tu pupila abierta, A Enriqueta Lowenthal Fugitiva y tembladora, Perla que llueve la aurora — Sobre una myosotis muerta. Acaso vas á pensar — Que tengo mal corazón; Y cuando el dolor acerbo ¡Qué quieres! pero has de estar A tus pestañas la lleve Que, aunque con honda aflicción, Será un pedazo de nieve Quisiera verte llorar. Sobre las alas de un cuervo.

133 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— Lejos, lejos quedaron las orillas ¡Cual rodarán silenciosas Risueñas siempre de los patrios lares, Por tus mejillas, Dios mío, Y mientras tanto, sin cesar las quillas Como el fragante rocío Rompiendo van los tormentosos mares. Que á veces lloran las rosas! Miradlos: allá van!... ya el sol naciente — Disipó muchas veces tantas brumas, Después... vendrán abundantes Y de nuevo al ponerse en occidente Otras á aumentar tu duelo, Hundió en el mar su enrojecida frente Y serás virgen de hielo E incendió sólo sábanas de espumas. Que se deshace en brillantes... De blancas nubes cual nevados montes — Ven los marinos la silueta incierta, Así... ¡qué hermosa estarías Y al trasponer aquellos horizontes Tú que al reír lo eres tanto! Hallan la misma inmensidad desierta; ¡Si fuera por mí ese llanto La misma soledad abrumadora, Creyente y bueno me harías! El espacio infinito — Donde se alza la onda bramadora Para endulzar del poeta Y donde esparce el huracán su grito, La vida triste é ignota, Y al continuar la prosa Basta el frescor de una gota Surcando el agua que voluble ondula, De tus ojos, Enriqueta. Sólo encuentran las naves atrevidas — Ese piélago inmenso que se azula Basta una lágrima pura Cuando á traición sorprenderá las vidas. De tus cielos brilladores ¡Allá van! ... en el límite blanquean Para trocar los dolores Donde se unen los cielos y mares En infinita ventura. Cual náufragas gaviotas que aletean!.... — Allá van desafiando los azares ¡Ya lo sé! vas á pensar De esa empresa inaudita Que tengo mal corazón. Que en el delirio y la demencia toca, Pero por verte llorar En que cada marino necesita, Fuera á tus pies á expirar Para afrontar las iras que provoca Si eso te diera aflicción! Y alentarse en su fe, dura y reacia, Tener de una alma desquiciada y loca La misma ciega audacia. ¿Qué buscan? A creer en las promesas A Cristóbal Colón De un insensato de palabra ardiente, Oda leída en la Escuela de Medicina Van en pos de fantásticas riquezas y Farmacia del Centro, con motivo de De una tierra que está por Occidente; la celebración del IV centenario del Van siguiendo las rutas virginales Descubrimiento de América. De una hermosa región que es un tesoro, Que arrullada por cantos inmortales, ¡Allá van!.... Hace tiempo que las velas un océano de perlas y corales Se hincharon al soplar vientos de popa, La tiene presa entre sus ondas de oro. Y dejaron aquellas carabelas Atrás las playas de la vieja Europa.

134 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Van á abrir en el libro de la Historia ...... Todo un poema grandioso de energía, ...... A arrancar unos cánticos de gloria ...... Del seno mismo de mar bravía; ...... Y adormecidos por el grato arrullo Que esa esperanza irrealizable encierra, Vedlos: vacilan ya; surge en su mente Dicen, henchidos de pedante orgullo, Del santo anhelo de guardar la vida Que van también á redondear la tierra!. El impulso instintivo é inconsciente, Mientras tanto, allá van!... Ya el sol naciente Y al decidirse la mortal partida, Disipó con sus luces nuevas brumas, Aquellos navegantes que otras veces Y otra vez al ponerse en Occidente Asombraron al mundo con sus hechos, Hundió en el mar su enrojecida frente A Dios dirigen sus fervientes preces E incendió sólo sábanas de espumas!.... Porque retire el miedo de sus pechos. Y al seguir confiados en su sino Vedlos cuál se amotinan, cómo escuchan Los derroteros de su marcha incierta, Temblando el grito de los hondos mares, Siempre vuelven á hallar en su camino Y cómo todos luchan La misma vasta inmensidad desierta, Por volver otra vez á sus hogares. El mismo azul y aterrador paisaje, ¿Por qué —se dicen con pavor creciente— Los mismos dilatados horizontes Por qué dimos oídos Y allá al final del viaje A ese pobre demente La mismas nubes que semejan montes. Que en estas aguas nos dejó perdidos? ¡Oh Dios! si siguen tan soberbia empresa, Oh! vale más retroceder las proras, Si la vencen por fin sin que te asombres, Y si es verdad que nos perdona el cielo, Llevarán en sus almas tu grandeza Aún podremos pisar las salvadoras Y no serán como los otros hombres! Risueñas playas del nativo suelo!... Llevarán algo grande y majestuoso Que en mis estrofas describir no puedo, ...... Porque todo mortal, Dios poderoso, ...... Lleva en la carne el miedo! ...... ¿Qué será de esos nautas si resuena ...... Atronadora la tormenta grave, Si el huracán destrenza su melena Pero ¿quién es ese hombre que aparece Y hace trizas la nave?... Con noble majestad de soberano, Mientras tanto, allá van!.... Funesto velo De vibrador acento que estremece, Ha formado en su torno la neblina De faz augusta y de cabello cano? Y en trance tal los abandona el cielo, ¿Quién es ese que lleva en la mirada Porque ven con profundo desconsuelo El fulgor de las raudas tempestades, Que hasta la misma brújula declina; Y en la frente espaciosa condensada Y sin embargo, á continuar el viaje Toda una inmensidad de claridades? Todos se alistan mientras tengan velas, ¿Quién es?.... Miradlo: su ademán sereno Y aunque el mar encrespado los ultraje El desconcierto de la turba acalla, Prosiguen navegando con coraje E hirviendo en la ira que brotó del seno Y allá van, santo Dios, las carabelas!... De la tormenta que en su pecho estalla Así les dice con voz de trueno:

135 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

“¡Con que al fin me dejáis? ¡Con que á la postre ¡Vacaciones! Os sentís con las ansias del cobarde A mis compañeros de estudios Y no hay ninguno que el peligro arrastre Después de tanto fanfarrón alarde? — ¿Con que es verdad que se aterró el marino Señores: hoy que al terminarse el año Que su prez extendió por ancha zona El entusiasmo en vuestros pechos late, Y en el término mismo del camino Que no os asombre ni os parezca extraño Pálido y tembloroso me abandona? Que de vosotros se despida el vate. ¿Qué se hicieron las huestes que á las luces El que lleva ese nombre de camorra De los remotos espacios se extendieron Sabe Dios si con fin noble ó siniestro, Sus castillos, sus leones y sus cruces?.... Y ha aceptado ese título de gorra Decidme: ¿Qué se hicieron? Resignado y paciente por ser vuestro; Sé que poco nos resta El que insultó a Colón, el que hace poco Para concluir nuestra gloriosa hazaña, Sirvió á las musas de risible mofa, Pero si tantas lágrimas os cuesta El que blandió cual verdadero loco Seguir luchando contra la onda enhiesta Lo mismo el escalpelo que la estrofa; Podéis volver á vuestra vieja España”. El compañero, en fin, que hace un instante, “¡Idos!.... Dejadme con mi sueño á solas Con vosotros pasó la pena negra, Pues tengo fe para escalar sus cimas, Teniendo al fiero tribunal delante Dejad en tanto que las roncas olas De intenciones vandálicas de suegra Vayan y cuenten en lejanos climas Ese mismo, señores, cual ninguno Que temblaron tres naves Españolas! Por lo que siente, vuestra dicha mide, Yo á seguir navegando me decido Y por no fastidiaros uno á uno Puestos mis ojos en el Dios supremo; De todos en conjunto se despide. Yo seguiré adelante, y sólo os pido Pero antes que resuenen los disparos Una tabla y un remo.” Con que vais á anunciar las vacaciones, “¡Dejadme!.... tengo mi existencia en poco, Como buen compañero quiere daros Y ya que el cielo su favor me niega, Algunas filosóficas lecciones. Será la tumba de Colón el loco Que habéis de agradecer, esto es tan cierto Este océano insondable en que navega; Como que hay qué estudiar ciencias infusas, El será quien recoja mis dolores Pues promete arengaros con acierto Porque mis quejas las oyó el primero, Este vate enemigo de las Musas. Y él dirá á las edades posteriores, Para el año que viene os aconseja Cada vez que os maldiga en sus clamores, Ver un examen con profunda calma; Que dejasteis morir á un compañero”! Ay! infeliz del que entre ceja y ceja Dijo, y en ese majestuoso instante Lleve pintada la inquietud de su alma! Que en su locura a perecer se aferra, ¡Qué de penas amargas se le juntan Se alzó una voz vibrante Para que toda su esperanza acabe! Que recorrió gloriosa y resonante ¡Cómo entonces los réplicas preguntan Aquellos bastos horizontes: ¡¡ Tierra!! Precisamente lo que no se sabe!

136 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

En esa hora tan larga é intranquila A Trinidad Martínez Cualquiera siente que le falta el juicio; ¡Cómo ha de ser, si mientras más vacila I Más lo empujan al negro precipicio! Recordad este axioma necesario “Inútil es que la ilusión concibas Que rige en esta humanidad atea: De que al fin obtuviste mi permiso, “Cuando llegue á caer un adversario, Porque todos los versos que me escribas Para aplastarlo más, se le patea!” Siempre los llamaré de compromiso.” Cual lobos viejos, arrostrad las iras “Es decir, que una vez en que me viste De los amados maestros con aplomo; De carambola hablamos de tus versos Fabricad las científicas mentiras Y á propósito de eso, me ofreciste Como deben de ser: de tomo y lomo. Manchar de mi álbum los espacios tersos.” Imitad á aquel joven que soporta “Si te hubiera contado en ese instante Este trance fatal con estoicismo, Que los hombres me agradaban mucho, Que propuso una vez ligar la aorta ¿Verdad que por cortés y por galante En las separaciones del estrabismo. Me hubieras ofrecido algún cartucho?” Y que otra vez, para salir triunfante “Pues así es el afán porque suspiras Y ganarse las notas superiores, Y que tiene á las Musas tan inquietas: Que estaban en estado interesante ¡Válgame Dios, para decir mentiras Les probó á nuestros graves profesores. Solo ustedes se pintan los poetas!” Que nadie ponga las facciones lacias “Por donde quiera ven los negros ojos Cuando les toque recibir las aes, De encantadas y espléndidas huríes Que haga como quien dice: “¡Muchas gracias Cielos azules y celajes rojos Por la buena noticia que me traes!” Y el consonante aquel de los rubíes”. Y si todo así pasa sin apuros “Si te cedo mi libro, ten por cierto Y el cuento se repite muchas veces, Que por tu cuenta á trabajar te obligas, Por haceros rabiar, estad seguros, Pues con bastante claridad te advierto Caerán del cielo granizadas de eses, Que ni pizca creeré de lo que digas”. Abur! ya que las almas de ilusiones Y de esperanzas las lleváis provistas, II Pasad vuestras hermosas vacaciones Entre alegres parrandas y conquistas. Esas fueron tus frases que aún escucho Recorred este mundo que os aclama Y que tanto á mi numen desaniman, Como heraldos del siglo de las luces, Que á mi pesar las acaricio mucho Y tocad las trompetas de esa fama Tal vez porque tan hondo me lastiman. Que hace á las viejas deshacerse en cruces. Al ver tus labios de entreabierta rosa Olvidad sobre todo esas eternas Donde la abeja su embeleso sacia Horas de trasudar la gota gorda, ¡Quien hubiera creído, Trini hermosa Y esas caras horribles de las ternas Que supieran herir con tanta gracia! Que siempre tienen la conciencia sorda. ¡Quién hubiese esperado que el orgullo Pero nunca olvidéis, aún en los fieros Que inofensivo entre tus flores duerme, Trances de esta existencia de combate, Pudiera despertar con un arrullo Que de todos vosotros, compañeros, Blando y sentido de paloma inerme! Es vuestro amigo y servidor el vate.

137 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Haces bien! Las que tienen la fortuna A veces me figuro que recibo De ostentar esa pompa que despeinas, El suave aroma de bondad que exhalas Siempre la admiración las importuna Que estas huérfanas rimas las escribo Y á su pesar se imponen como reinas. Sobre el tul impalpable de tus alas. Por donde quiera que tus bellos ojos Mi pluma entonces con pesar se atreve Dirijan, Trini, sus triunfales rayos, A profanar tus galas tan virgíneas, En muda adoración verán de hinojos Porque entre tanta inmaculada nieve A tu rendida corte de vasallos. Se ven muy negras las presentes líneas Mirarás á tu lado confundidos Y se aumentan mis duelos tan adversos Todos los que te admiran o te envidian, Al pensar que tal vez sin tu permiso Y llegarán sin tregua á tus oídos Manché tu libro con mis pobres versos Frases que por lo necias te fastidian. Que siempre llamarás de compromiso! Y si en ti condensadas nos enseñas Las bellezas de todo el universo, Estás en tu derecho si desdeñas La adulación quimérica del verso. Su retrato Haces bien si desprecias y abandonas Los rastreros elogios de las rimas: — Bastan de tu hermosura las coronas Para llenar de luz pura y radiante Para que te fatigue y te oprimas! MI existencia angustiosa y fatigada, Cómo iba á ser que á la lisonja diaria Trajo mi pobre corazón amante Que torpe sigue tus radiosas huellas, A mi desierto cuarto de estudiante Se uniera la canción estrafalaria La imagen celestial de mi adorada. De los que miran siempre a las estrellas! — Pero tuya es la culpa si el rescate Allí, clavada en la pared desnuda, No hallas jamás de tu prisión odiosa; Enfrente está de mi revuelta mesa; Por eso dijo con razón el vate: A cada instante del dolor me escuda, “Ay! Infeliz de la que nace hermosa!” Con su mirada fija me saluda ¡Y lo eres tanto, tanto! Sin consuelo Y me alienta en mis horas de tristeza. He invocado tu imagen noche y día — Y es un recuerdo de calor de cielo Allí está pensativa y silenciosa El que de ti conservo, amiga mía! En la actitud que le indicó el artista; Semejante á la perla que en su engaste Allí se alza esa estrella esplendorosa Hiere con luz reverberante y pura, Alumbrando mi vida tempestuosa ¡Que radiosa a mis ojos desplegaste Y sin perderse nunca de mi vista. Toda la excelsitud de tu hermosura! — Aún me parece que conmigo juegan ¡Con qué serena limpidez fulgura Las frescas risas de tus labios rojos, En ese cuadro su perfil gracioso! Que me envuelve en luz y que me ciegan ¡Cuál resalta su nítida blancura Las auroras brillantes de tus ojos. Envuelta así por la diadema obscura Y ofuscados por esas radiaciones, De su cabello negro y abundoso! Perdona, Trini , mi lenguaje insulso, No distingo en tu libro los renglones Y siento á veces que me tiembla el pulso.

138 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— — ¡Allí está mi adorada! Tan intenso Sus ojos... ¡yo no sé! Mas tan extraña Está su ser dentro de mi ser grabado, Es la ilusión que su mirar despierta, Que en mis instantes de locura pienso, Que parece guardar, triste y huraña, Que en holocausto de mi amor inmenso Bajo la obscura red de su pestaña Junto á ella está mi corazón clavado.! Algo como una lágrima ya muerta! — — Y tanto, tanto condensé mi historia Sé que el artista, de triunfar seguro, En esa eterna y funeraria queja, Así puso al amor de mis amores; Que he creído por óptica ilusoria Pero al verlo clavado sobre el muro Que en ese muro en que cifré mi gloria Con placer insensato me figuro Un pedazo de mi alma se refleja. Que comprende mis íntimos dolores. — — ¿Por qué estará tan triste? Se le mira Me figuro que siente mis abrojos Importuno quebranto que la enluta; Y que llora mis muertas alegrías; Vaga congoja su quietud inspira Que al ver de mi pasado los despojos Y parece que gime y que suspira Esa lágrima inmóvil de sus ojos Su boca primorosa y diminuta. está brotando por las penas mías. — — Se adivina en su frente de alabastro Y se destaca junto á mí, confusa, La palidez de mustias azucenas, Su alta silueta de contornos tersos, Y á pesar de que brilla como un astro Y ella es entonces la doliente Musa Aún se distingue el indeleble rastro De cabellera espléndida y profusa. Que le dejaron las amargas penas. Inspiradora de mis pobres versos. — — Como paloma huérfana y herida Y me parece que á mi estancia llega Doliente inclina su nevado cuello; Su cadenciosa voz como un preludio, Tal parece que enferma y aterida Y ella es el astro que su luz me anega Piensa, en extraña latitud perdida, Cada vez que mi espíritu se entrega En retornar á su vergel tan bello. A las arduas fatigas del estudio. — — Se asemeja á una garza desterrada ¡Oh, cómo alumbra mi horizonte estrecho En las regiones de la eterna bruma; Esa hermosa visión que me acompaña! Que por oculto padecer postrada En mi ausencia la llevo dentro el pecho Suspira cuando asoma la alborada Y regreso á mi cuarto satisfecho Por sus hirvientes márgenes de espuma. Por que sé que un cartón jamás engaña! — — ¡Qué triste está! Por su dolor profundo Sé que a esa imagen que extasiado admiro Parece que con hondo desconsuelo allí estará con su eternal belleza, Va con aire angustiado y gemebundo, Que al volver fatigado a mi retiro Al cruzar los zarzales de este mundo, Hallaré a la beldad por quien suspiro. Padeciendo nostalgias de su cielo! Endulzando, cual siempre, mi tristeza.

139 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— Blanco, negro y rojo Sin conocer los negros desengaños Viéndola mi alma en su pasión se abisma; — Del mundo esquiva los hirientes daños Es más blanca, más blanca y más pura Y aunque me transcurran destructores años Que la nieve triunfal de la altura, Para mi corazón siempre es la misma. Que la espuma flotante del mar; — Yo quisiera besarle la frente, Y llenando de luz á cada instante Pero el beso que tengo es ardiente Mi existencia angustiosa y fatigada, Y la pueden mis labios quemar. Allí está frente á mí, pura y radiante, — Adornando mi cuarto de estudiante Es más negra su real cabellera La imagen celestial de mi adorada!. Que la noche imponente y austera, Que la tumba que guarda el ciprés; Yo quisiera besársela ciego Pero son mis caricias de fuego Estudiando Y en cenizas la cambien tal vez. — ¡Es inútil mi afán! Cuando despierto Son más rojos sus labios delgados De ese mundo en que vivo de ilusiones, Que las flores que dan los granados, La frente inclino sobre el libro abierto Que la sangre que doy por su amor; Y se explaya mi vista en sus renglones. Yo quisiera besarle la boca, Y mi espíritu entonces, más se empeña Pero tanta pasión me provoca, En acercarse á tu caliente abrigo, Que de ahogarla me espanta el temor! Y no comprendo lo que ahí se enseña — Porque mi pensamiento está contigo. Por besarle su cutis tan terso, ¡Oh Cómo en vano por borrar batallo Recoger su cabello disperso Tu amoroso recuerdo que me acosa, Y libar de su boca la miel; Si tras de cada página te hallo Si la fama á su altar me transporta, Cada vez más radiante y más hermosa! Por besarla una vez ¡qué me importa! Y al final de esta lucha en que me inmolo, De la efímera gloria el laurel! Pues querer olvidarte es la agonía, — Sé que he aprendido á pronunciar tan solo !Qué me importan los duelos tiranos Tu dulcísimo nombre, amada mía! Si enlazadas por fin nuestras manos Por el mundo cruzamos los dos! ¡Es tan blanca su límpida frente, su cabello tan negro, luciente Y sus labios tan rojos, gran Dios!

140 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Fulgores — Más pura que las nieves boreales — Que se sonrojan si las besa un astro, Como en las noches de profunda calma Que la perla en su lecho de cristales, Brilla en la obscura inmensidad el astro, Oh! mi pálida virgen de alabastro! Así estás en el fondo de mi alma, Oh! Mi pálida virgen de alabastro! — ¡Cómo te alzas allí, pura y triunfante, Por el arte Cual sagrado blandón de una creencia! ¡Cómo disipa tu esplendor radiante ¡Cuán hermosa es la muerta! Exuberante La triste lobreguez de mi existencia! Su desnudez sobre la losa brilla, — Yo la contemplo pálido y jadeante Allí, flotando en la extensión vacía, Y tiembla entre mis manos la cuchilla. Como la luna majestuosa bogas, El profesor, que la ocasión bendice Y eres tú mi esperanza y mi alegría De poder explicar algo muy bueno, Y mis dolores en tu luz ahogas. A mí se me acerca y con placer me dice: — —Hágale usted la amputación del seno. Así es el faro que señala el puerto Yo que siempre guardé por la belleza Cuando el mar encrespado alza sus gritos; Fanatismos de pobre enamorado, La columna de fuego del desierto —Perdonadme —le dije con tristeza— Que devuelve la patria a los proscritos! 3 Pero esa operación se me ha olvidado. — Se burlaron de mí los compañeros, A veces mi alma que á querer empiezas Ganó una falla mi lección concisa, Gime á tus pies como las negras olas; Vi en la faz del maestro surcos fieros En sus nubes te envuelven mis tristezas, Y en la faz de la muerta una sonrisa! Pero tú con tu luz las arrebolas. — Y si el llanto la baña de amargura, De tu aurora al fulgor, dulce bien mío, A Tuxtla Una lágrima entonces es más pura Que la gota temblante de rocío. 4 ¡Salud, oh pueblo de mis amores Donde en pasados tiempos mejores Mi vida alegre se deslizó! ¡Salud, oh tierra de los vergeles Cuyos recuerdos tienen las mieles De la encarnada flor del sospó!

3 Los versos continúan: —

Con tu beso de luz á mi desgracias ¡Cómo se extiende tu vestidura Las llenas del encanto que destilas Y Cual sediento que jamás se sacia Cabe la falda pendiente y dura Abrorren tus efluvios mis pupilas. Del elevado Mactumatsá, 4 El autor anula también la siguiente estrofa Más pura que los límpidos Cristales Y mientras duermes tan indolente De casta nieve que sonroja un astro sonrojan si las besa un astro; Que la perla en las ondas virginales, Como te arrullan eternamente Oh! Mi pálida virgen de alabastro! Las claras hondas del Zapatá!

141 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— — ¡Cómo recortan tus horizontes Siento nostalgias hondas y frías Los azulados, agrestes montes Por los hermosos, tranquilos días Que altivos yerguen sus terreos blocs! Que en tu regazo tierno pasé, ¡Cuántos arroyos doquier serpean, Y entonces tengo, te lo aseguro, Como tus campos amarillean Áspero el genio, cual torso duro De atronadora flor de candocs! De secas hojas de cupapé. — — Bajo ese palio que tanto anhelo Ya este destierro me desespera, De ti radiante límpido cielo Mientras prosiga de esta manera Pasó dichosa mi juventud; Será imposible curar mi mal; Allí nacieron mis ilusiones Esta tristeza que me consume Y ahí tomaron sus vibraciones Se ahuyenta solo con el perfume Todas las cuerdas de mi laúd. Del barrio alegre del Jocotal. — — ¡Oh, cual se agrupan en mi memoria ¡Oh, Tuxtla hermosa, cómo suspiro Las hojas sueltas de aquella historia Cuando resuenan en mi retiro De un tiempo hermoso que ya se fue! Tus tamaladas del mes de abril; ¡Cuán frescas brotan de sus santuarios Cuando me llega la voz de arrullo Como si fueran viejos rosarios De tus inditas que un bardo tuyo De humildes flores de siqueté! Les dio de gracias un jiquipil! — — Ha tiempo ¡oh Tuxtla! Que no te veo, ¡Quién hay que al cabo no se preocupe Mas cuando busco con mi deseo Cuando la fiesta de Guadalupe Ese terruño que abarcas tú, Se acerca siempre que quiere Dios; Se me figura que soy un niño Cuando flamante sale el programa Y siento á impulsos de mi cariño Como trompeta de inmensa fama Que me indigesto de puxinú. Que al viento esparce su recia voz! — — Se me figura que voy de gresca Y cuando llega por fin la feria Con asquerosa cara grotesca Quién no se olvida de su miseria Porque zapote negro comí; Lleve camisa, chaqueta ó frac! Y sin embargo de ser ranchero ¡Cuántos viajeros por tus caminos, Por las simplezas estoy que muero Cómo se llena de peregrinos De las tajadas de tu yumí. Tu ermita humilde del Tepeyac! — — Tal me parece que alegre sube Hoy me han contado que ya es eterno Mi papalote que hasta la nube Ese bullicio, porque el Gobierno Almidonado va de matzú; buscó las frondas del Sabinal; Que en pos de nuevos, anchos espacios Que siempre tienes perpetua fiesta, Busco los vientos menos reacios Que te proclaman á toda orquesta En la Lomita del Calvariú. De nuestro Estado la Capital.

142 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

— Junio Que tienes kiosco, teatro y mercado Que hermosa estatua le has levantado Llevando alegre su triunfal cortejo Al bueno y mártir de don Joaquín; Pasó el mes de las lluvias tempraneras, Que eres la nave que nunca escolla, Y tan solo de aquellas borracheras Que ya te extiendes hasta Copoya Las heces quedan en el odre añejo. Que tus progresos no tienen fin!... Ni un perfume, ni un canto, ni un reflejo — Que recuerde tan gratas primaveras, ¿Habrás cambiado? ¿Serás coqueta? Y para colmo de desdichas fieras ¿A este infelice pobre poeta, Está el tiempo que arruga el entrecejo. Di, qué acogida le aguardas tú? ¡Oh mes de junio! Quien contigo lidia ¡Soy hijo tuyo, tosco ranchero Reniega al cabo de los negros ratos Que ha mucho tiempo me desespero De tu perpetua lluvia que fastidia! Por atracarme de puxinú! Porque es más duro que los malos tratos — De esas tus horas que el averno envidia Pero cualquiera cosa que vea, Tu indigno modo de arruinar zapatos! ¡Oh, Tuxtla invicta, bendito sea Ese destino que Dios te dio! ¡Salud, oh tierra de los vergeles, Cuyos recuerdos tienen las mieles Septiembre De la encarnada flor del sospó! La aurora entre celajes parpadea, Resuena el bronce con su voz rugiente Y en aquel cielo puro y esplendente Febrero El pabellón con majestad flamea. De lleno herido por la luz febea ¡Cuán alegre está el baile do se escuda Hiende el globo los aires imponente, El mortal cuidadoso tras su velo! Al pueblo arenga el orador vehemente ¡Cuántos ojos que miran con recelo, Y el petardo en las nubes clamorea! Cuánta voz de falsete que saluda! ¡Bendito el mes en que la patria hermosa, Después del vino, la franqueza ruda Porque á sus héroes y á su Dios les plugo, Hierve en la sangre con su tosco anhelo, Recuperó su libertad gloriosa! Y ruedan las caretas por el suelo ¡Bendito el mes en que el infame yugo Y aparece la faz roja y desnuda De triste y negra esclavitud odiosa ¡Cómo imita la fiesta desgreñada, Rompió contra la faz de su verdugo! Pobre Febrero, a quien calumnian loco, De la vida la eterna mascarada! Así es la realidad que siempre toco, Y me burlo con ancha carcajada Del carnaval grotesco que provoco!

143 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

El honor ¿Sabes por qué? Porque los negros hados Envidian toda tu perfección bendita, ¡Pobre Andrés! el ridículo espantoso Y muchos corazones desgraciados Lo hirió con sus sarcásticos excesos, Quedan vertiendo sangre, Margarita! Acudió á una pistola, y valeroso Se levantó la tapa de los sesos! Toda la sociedad clamó indignada, El templo augusto le cerró sus puertas, A la Señora Doña Gabriela Garrido de Y hasta de los iguales la morada Martínez Guardar no quiso sus cenizas yertas! Pero en cambio don Bruno, ese provecto — Que en el infierno de sus penas arde, Hoy que pareces junto al ser que adoras Que llegó á la vejez triste y abyecto una perla orgullosa de su engaste, Porque adora su vida de cobarde; y que jamás se extinguen las auroras Oh! preguntad á la opinión ajena en el hogar risueño que formaste; Y os dirán que es buenote cual ninguno, Piensa en tanto infeliz que hay indigente, Y que en sus tiempos se portó tan buena ya que eres compasiva cual ninguna, La honorable señora de don Bruno! y á Dios eleva tu oración ferviente por tus pobres amigos sin fortuna. Esa es la caridad más abundante que al oprimido corazón consuela, El amor y lloverá la bendición constante en tus floridas cármenes, Gabriela. Los que buscáis en la mujer arrimo Y llegarán por arte misterioso Oíd contar de Guadalupe el chasco: A tu nido de amor los regocijos, Cuando era niña la besó su primo y serás el orgullo de tu esposo Ella hizo un gesto y escupió con asco. y el honor y la gloria de tus hijos! Y cuando al primo le creció el bigote Volvió á besar á Guadalupe bella, Y aunque fumaba un puro el monigote… ¡Se quedó tan serena la doncella! ¡Adiós!

¡Se fue el vapor!…en sin igual batalla La hélice entró con las hirvientes olas, A Margarita Martínez Y te llevó glorioso y en la playa Me dejó con mis lágrimas á solas. — Se fue por fin, y mi letal tristeza Que te bendiga Dios; que alta y serena Al despedirse la insultó violento, Tu frente enseñes de color de rosa; Arrojando a la orilla con fiereza Que seas, Margot, cual tus hermanas, buena Las bocanadas de su negro aliento. Pero jamás como ellas tan hermosa. Y al celebrar la máquina potente Esa victoria con triunfal rugido, Otro grito de amor, triste y doliente se alzó del fondo de mi pecho herido.

144 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

¿Lo escuchaste? Tal vez!…sobre cubierta Sobre esa plancha que al misterio reta Un blanco lienzo desplegó la brisa, Se ve todo tan lúgubre y tan fiero, Y distinguí su agitación incierta Que irónico me dice un compañero: Como el ala de un ave que agoniza. —¡Canta al amor, si puedes, oh poeta! Después la barca su cendal de espuma Enjugueme la frente acongojada Trazó en aquella inmensidad ignota, E invoqué en la desgracia que me abruma Y semejó al perderse entre la bruma El castísimo nombre de mi amada; La silueta gentil de una gaviota. La cuchilla arrojé, tomé la pluma Oh! Tú no sabes lo que entonces lleva, Y brotó de la mano ensangrentada Cuando así nos agobian los pesares, Una estrofa más blanca que la espuma! Una columna de humo que se eleva En el confín remoto de los mares! Al envolverte entre su espeso velo Para siempre, tal vez, amada mía, Fe, esperanza y amor. Aquellas espirales para el cielo Llevaron mi esperanza y mi alegría, Fe, mi bien, es lo mismo que alegría, Adiós!…que nunca nuestro amor se vaya Que seguro refugio y que consuelo; Como esa nube que tu barco arroja, Tengo tanta fe en ti, paloma mía, Y que sepas guardar lo que en la playa Que te hallo siempre que contemplo el cielo. Me dijiste, temblando de congoja! Esperanza… es la sola á quien se entrega Lejos de ti mi corazón cautivo; Porque espero un instante que no llega ¡Adiós! Aquí me tienes en el mundo vivo.

Por vez postrera acaricié su frente Amor… fuerzas me da cuando lo imploro Y lloró silenciosa junto a mí; De mi dura existencia en el combate; <> le dije dulcemente Yo sé que nada más porque te adoro Vertió mi corazón Dentro del pecho el corazón me late. Lágrima ardiente — Y sonriendo, partí. ¡Cuánto esa hermosa trinidad encierra: La fe me lleva de tu gloria al seno, Por la esperanza estoy sobre la tierra Y solo, solo por tu amor soy bueno! ¡Siempre! A Próspero Calderón

Sala de disección: la luz discreta Esboza apenas el perfil severo Del infeliz que ni en su adiós postrero Por la ciencia feroz se le respeta.

145 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

El toro salvaje El vino á desafiarme: silencioso Rascaba un arenal con mis pezuñas I Cuando llegó traidor y cauteloso, Dio el miserable un salto prodigioso “Mi buena madre, en prenda Y en las espaldas me clavó las uñas. De su amor tan profundo como cierto, Mi instinto cruel de luchador se excita Cuando entré de esta vida en la contienda, Al sentir que su garra se me entierra, Abandonó las pampas de la hacienda Me sacudo con cólera inaudita Y se vino al desierto. Y lo arrojo por tierra! Aquí, bajo la selvas ignoradas, Y ciego le embestí, cuando el bandido Sus ubres dilatadas, Quiso escapar de mi furor deshecho Libres de ese tributo vergonzoso Tenía en el vientre hundido Que la ordeña las deja miserables, Hasta el remate mi pitón derecho!.... Exprimieron su néctar delicioso En mis belfos sedientos é insaciables III Lleno de vida respiré este ambiente Donde el hombre raquítico se ahoga, “Oh! si por un momento Soy audaz, soy valiente, En medio de la arena me encontrara Jamás el polvo se posó en mi frente De ese circo sangriento Ni en mi erguido testuz la infame soga. De que un buey, azorado y sin aliento, Mi afán de rey á dominar aspira Las horribles escenas me contara! Cuanto en mi vista en derredor abarca, Y en fe de que mi aserto no es mentira Un solo, un solo instante Nadie mis ancas mira Para ganarme entonces bastaría La ignominiosa huella de la marca; Los ¡hurras! de la turba delirante. Nadie ve en mis orejas el odioso ¡Con qué rabia infinita vengaría Rastro que deja la señal profunda, la penas de los muertos compañeros, Ni en mi cuello soberbio y musculoso Con qué saña en mis cuernos formaría La infame cicatriz de la coyunda; Sarta innoble y convulsa de toreros! Y libre y soberano, sin el yugo Y al mirar otra vez que nuevo brío Que envilece á mis pobres compañeros, Lleva en cada embestida mi coraje, No tengo más verdugo ¡Cómo iba á proclamar aquel gentío Que mis instintos fieros”. Como ejemplo de indómito y bravío A este toro salvaje!” II IV “En horas de quietud, cuando sofoca El sol en cuanto forma mis gobiernos, “Una vez quise ver á mis hermanos Me ocupo de afilar contra una roca Que al hombre dan su denigrante ofrenda, Mis acerados cuernos; Y descendí á los llanos Y si queréis saber lo que yo haría Y á los abiertos campos de la hacienda; Con estas armas de que estoy ufano, Y los pobres esclavos en parvadas Que os lo cuente el jaguar que el otro día Echaron a correr despavoridos Despanzurré de un golpe soberano.

146 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Cuando en aquellas pampas dilatadas VI Resonaron triunfantes mis bramidos. Llegaron los vaqueros; todavía Cuando así el toro alzado discurría, Me figuro escuchar los alaridos Haciendo retemblar con su rugido De aquella sin igual carnicería: La selva que tranquilo recorría, Reculé algunos pasos, levantada Con el rifle tendido Llevaba entonces la cabeza fiera, a lo lejos un hombre se veía. Y así que los medí con la mirada Resonó una explosión que las montañas Me doblegué, emprendiendo la carrera.... Con formidable estruendo repitieron, Ni siquiera el consuelo Y las bravas hazañas De desatar las reatas alcanzaron, Del tirano del bosque concluyeron. A mi empuje violento, por el suelo Los jinetes rodaron; Y una vez entablada la batalla No dejé satisfechos mis rencores, Esperanza Hasta que la canalla El espacio aturdió con sus clamores... ¡No lo extrañes!... es justo que estas horas Que transcurren tan lentas y abrumadoras, ...... Que busquen mis pobres ojos en lontananza ...... Los fulgores lejanos de la esperanza; ...... Y siempre la esperanza −¡Dios la bendiga! – Con su vieja constancia de fiel amiga Así que mis antojos vi cumplidos A besar mis pupilas con luz de aurora Regresé a mis montañas Baja de las alturas en donde mora Trayendo entre las astas, retorcidos, Viene en noches eternas de fiebre ardiente Los fragmentos de entrañas....” Con sus gratos efluvios a orear mi frente, Y bajo estas caricias que me sosiegan V Espero tantas cosas que nunca llegan…

“Aquí están mis dominios, aquí mi mando Oh! los sueños dorados que yo persigo! Como rey absoluto, La dicha tan remota de estar contigo, Aquí están mis vasallos aguardando De llevarte oprimiendo tus blancas manos, La hora suprema del mortal tributo. A encantados países, los más lejanos… Aquí en las pequeñeces de la tierra Y entonces acaricia mi fantasía Lleno de intensa cólera medito, La concepción incierta de que ese día, Y una hermosa becerra Besando tus cabellos de seda y oro, En la que toda mi afección se encierra Podré decirte a solas cuánto te adoro! Me lame la cerviz mientras dormito; Y libre y soberano, sin el yugo Ya la ves! La esperanza que siempre viene Que envilece á mis pobres compañeros, Es la sola en el mundo que me sostiene, He llegado á imperar donde me plugo, Y seré, mientras me abra su casto seno, Sin tener por mi parte otro verdugo Resignado y sencillo, creyente y bueno! Que mis instintos fieros!” Oh, esperanza! Es la hermosa que a cada instante

147 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Sobre mi cuello enlaza su abrazo amante, ¡Sin esperanza! La visión fugitiva de raudo vuelo Por la que vivo siempre mirando al cielo, ¡Vana es la gloria que sin tregua imploras! La maga misteriosa que cuando muera De aquesta lucha en el abierto estuario Ha de cerrar mis ojos diciendo –¡espera! –. Debe haber un vencido necesario Y tú lo fuiste corazón que lloras! ¡Qué fuera de nosotros ¡oh Dios clemente! Sin ninguna promesa que nos aliente? Largas tardes sin luz, lentas autoras Tras la esperanza hermosa suspira y yerra Te vieron aterido y solitario El mortal desgraciado sobre la tierra: Camino de tu áspero calvario A la luz que despiden sus resplandores Coronado de espinas punzadoras. Las zarzas del camino parecen flores, Parece que estuviera cerca de la cima Fue un reguero de sangre tu existencia, De la escarpada cuesta que nos lastima Y ya enfermo, cansado y mal herido, Y absortos contemplamos, como un miraje, Desertaste por fin de la pendencia; Los agrios peñascales del triste viaje. Y aún así −¡desgraciado! – le han caído ¡Así somos nosotros, pobres criaturas! Al ataúd que te formó la ausencia Para hacer llevaderas las desventuras Paletadas de tierra del olvido! Vemos con los fulgores de la esperanza Todo cuanto sabemos que no se alcanza: Que contemplamos siempre con ansia ignota, El iris que nos abre desde el espacio, Versos Patrios El pórtico grandioso de áureo palacio El azul esplendente de la alta esfera… I ¡Todo cuanto es mentira, cuanto es quimera! ¡Pobre Patria! Ya es tiempo que vigiles De tu historia esta página imborrable, Si guardo la esperanza de que estos versos Pues por un mecanismo inexplicable Que ignorados y obscuros irán dispersos Se acabaron tus hombres tan viriles Acaso los recojan tus manos bellas Hoy plagada te encuentras de serviles Y los bañen tus ojos con luz de estrellas; Que en lenguaje, para ellos envidiable, Si acaricia un instante mi fantasía Aplauden con furor de un miserable La concepción incierta de que ese día, Crueles infamias y rapiñas viles Suspirando por algo que ya no existe, Si el porvenir de Chiapas decantado Cruce por tu memoria mi nombre triste; Cifrado se halla en la infamante idea ¡Cómo no ha de ser justo que en estas horas De que mande el procaz al hombre honrado, Que transcurren tan lentas y abrumadoras Aunque sin pan y sin hogar me vez, Busquen mis pobres ojos en lontananza Toda mi vida clamaré indignado: Los fulgores lejanos de la esperanza! —Si el progreso es así: ¡maldito sea!

148 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

II Hoy tanta libertad, que no me explico, Por qué, si soy inofensiva oruga, Yo no sé si en ridícula ó sublime No escribo un libro que me vuelva rico. Esta negra irrisión haya tocado De pensarlo el pellejo se me arruga, Pues años ha que nuestro pobre Estado Si estos patrios sonetos los publico, En el atraso y la ignorancia gime. ¡Que me ampare el buen Dios de la Ley Fuga! Pero en cambio el impuesto nos exprime Todo el producto del trabajo honrado V Ni el anciano, ni el niño, ni el lisiado, Nadie de ver por la instrucción se exime. Al fin, al fin se nos llegó la hora Y los mismos esclavos miserables De que cambien las cosas ¡oh ventura! Que su eterno ideal lo tienen puesto Pues, según los programas, se inaugura En desquitar sus deudas insaldables, Nada menos que una era redentora. Os contarán con espantoso gesto El pueblo, el pobre pueblo que atesora Preñado de amenazas formidables Un corazón henchido de ternura, Que trabajando están para el impuesto! Con profundo pesar, con amargura Por el gobierno que se ausenta llora. III Cuando mira llegar esa emergencia Sabe, Por sus alcances superiores, ¡Caminos!... ¡es verdad! Tenemos más, Que otra cruz se ha añadido á su existencia; Tenemos ya de la abundancia el cuerno, Pues su historia de sangre y de dolores Pues con más esplendor que en el infierno La demuestra con fúnebre insistencia Abundan por acá las pillerías. Que todos los gobiernos son peores. Por los tales caminos, romerías Nos manda de ladrones el gobierno, VI Y es un cordón interminable, eterno El que se ve llegar todos los días. Exterminas con rabia, con locura, Serán mis pensamientos desatinos, A un noble pueblo en la desgracia hundido Pero digo, al mirar los oleajes Y dejarlo por siempre sometido De estas ratas que vienen con destinos: A dolorosa é infernal tortura. —Si para cometer ultrajes Haces que reinen en la vida obscura Han de servirnos siempre los caminos, Los feroces instintos del bandido, Más nos vale vivir como salvajes! Y de miedo cerval, dormir vestido Con la pistola siempre á la cintura. IV Así son los que mandan, así adquieren, De esa infame conducta en recompensa, ¡Oh, libertas hermosa, cómo acudes Absoluto dominio hasta que mueren. A elevar en su vuelo al pensamiento! Oh! cuando pienso en la irrisoria ofensa ¡Como en rauda avalancha de contento Que tan menguados hombres nos infieren Nos envuelven y arrollan tus aludes! La faz se me enrojece de vergüenza! Hoy los bardos empuñan sus laudes, Y libres, soberanos como el viento, Cantando están con inspirado acento De los hombres que mandan las virtudes.

149 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

VII Soñando 5

Si hay un Dios de bondad ¿Por qué le plugo Cuando viene el sangriento desengaño Desde lo alto de su excelso trono A herir mi pecho con feroz constancia, Poner sobre nosotros un patrono Dejo á los hombres y me escondo huraño Que ha cambiado su honor por un mendrugo? En mi desierta y solitaria estancia. Al mirar que es tan débil el verdugo Allí, para olvidarme de que vivo Se me revienta el corazón de encono Una triste existencia desgraciada, Y jamás á mi pueblo le perdono Tomo un pedazo de papel y escribo Que no sacuda tan odioso yugo. Estas dulces palabras: A mi amada. Que lo sometan á tormento largo, ¡Oh qué gratos instantes! La tristeza Que le pongan en cruz, que le encarcelen, La siento al fin del corazón ausente, Que lo hagan apurar cáliz amargo… Y allí me estoy junto á la pobre mesa, Sus heridas también á mí duelen Sobre las manos la ardorosa frente. Es carne de mi carne, y sin embargo ¿En qué pienso? ¡No sé! Lleno de flores Si no despierta así…. ¡que lo flagelen! Miro extenderse el horizonte abierto, Y transportado á mundos superiores Me pongo entonces á soñar despierto. En cruzar anchos piélagos me afano, La Zandunga Y cuando al fin las fuerzas se me entumen Llega hasta mí la protectora mano Cuando en la calma de la noche quieta De la diosa celeste de mi numen. Triste y doliente la Zandunga gime, Y con ansia infinita, con orgullo Un suspiro en mi pecho se reprime Esos lirios blanquísimos estrecho, Y siento de llorar ansia secreta. Y cual flor que se esponja en el capullo ¡Cómo en notas sentidas interpreta Se me hincha el corazón dentro del pecho. Esta angustia infinita que me oprime! Y largas horas permanezco abstracto ¡El que escribió esa música sublime En silenciosa adoración ferviente, Fue un gran compositor y un gran poeta! Y salgo de ese espiritual contacto Cuando se llegue el suspirado día Más sencillo, más bueno y más creyente! En que con dedo compasivo y yerto ¡Cuánta fe, cuánto amor, cuántos destellos, Cierre por fin mis ojos la agonía, Desparrama esa virgen en mi estancia! La Zandunga tocad, Sino despierto ¡Cuál se parece a los querubes bellos Al quejoso rumor de esa armonía, De los sueños lejanos de mi infancia! Dejadme descansar que estaré muerto!.... Al verla envuelta entre las luces puras De auroras que indecisas parpadean, En el fondo de mi alma las ternuras Como palomas blancas aletean. En alegres parvadas, de sus galas Despliegan la brillante orfebrería, Y el sedoso concierto de sus alas Murmura el nombre de la amada mía.

5 Una enmendadura previa confiere a este poema el título de A Consuelo

150 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Después viene á posarse la mirada, Desde que el vuelo triunfador tendiste Cual ave errante que amainó su vuelo, De otro nido á buscar el grato asilo, Sobre alguna cuartilla inmaculada Ya debes de saber que estoy muy triste, Donde está mi esperanza y mi consuelo. Pero sabe también que estoy tranquilo. Entonces, lleno de entusiasmo ardiente, Tranquilo como el águila bravía Poso la pluma en sus espacios tersos; Que sube audaz sin que el turbión le importe, Pero es tan hondo lo que mi alma siente Como el nauta sereno que confía Ay! que no cabe en los estrechos versos! En una estrella que le marca el Norte. ¡Cómo ha de ser á nuestra lengua doble Y tú misma te asustas porque mides Retratar con verdad tanta hermosura, El férreo pacto á que te vez unida, Ni que encierre la estrofa miserable Porque vas á olvidarme cuando olvides Un raudal tan copioso de ternura! El recuerdo más santo de tu vida. Oh! cuando pienso en su ideal belleza Oh! cuántas veces por borrar en vano Y en el amor inmenso que me abruma, De tu memoria el indeleble rastro, Embargado por íntima tristeza Con febril inquietud tu blanca mano Dejo a mi lado reposar la pluma! Pasarás por tu frente de alabastro! Y otra vez, por extraño mecanismo, Como el ave aterida por la lluvia Me olvido del pasado y del presente, Que se acoge á la selva rumorosa, Y en amorosa soñación me abismo Sacudirás tu cabecita rubia Sobre las manos la cabeza ardiente... Por dejar mi recuerdo que te acosa. Pero no puede ser! Bajo tu abrigo ...... Pasaré mi existencia con orgullo, ...... Y por siempre viviré contigo ...... Tengo la gloria de llamarme tuyo! ......

Por eso busco la apacible calma, La quietud y el silencio que desean Pinceladas Estas pobres ternuras que en mi alma Como palomas blancas aletean. I Y me conformo con vivir soñando Parece que, suspenso en su carrera, En el azul espléndido del cielo, Quedose el sol en el cenit clavado, Y estar en mis cuartillas contemplando Sigue el agua su curso fatigado Mi esperanza, mi dicha y mi consuelo! Y la arena del margen reverbera. En el bosque cercano desespera El silencio de muerte que ha reinado, Y apenas se oye el canto desolado ¡Imposible! De la torcaz medrosa y plañidera. Salta un ciervo: á los vientos interroga, Qué mejor galardón, qué mayor gloria Hunde sus secas fauces con anhelo Que al siniestro adversario haber vencido, En la corriente que su sed ahoga; Haciendo que no exista en tu memoria Asustada una garza tiende el vuelo La mancha negra que se llama olvido? Y como nube solitaria boga Por el azul espléndido del cielo.

151 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

II El furor de las hachas relumbrantes Se aumentaba á medida del bochorno, Orando acaso por el ser que adora, Y templaban los mozos jadeantes imagen muda del dolor sombrío, Aquel ambiente de horno El funerario sauce sobre el río Haciendo que llovieran en su torno Cuelga su cabellera protectora. Granizadas de astillas crepitantes; Tenaz conserva su actitud traidora Y cuando algún coloso vacilaba Un martín pescador, hosco y bravío, Y por fin con estruendo se abatía, Y al parecer, durmiéndose de hastío Agria y desconcertada gritería Está en la rama que se inclina y llora. Una nube de pájaros formaba Por fin en el remanso un pez blanquea, Por el nido deshecho que caía! ..... Rápido se derrumba de repente Mientras tanto, el hachazo Y el agua con violencia chapotea; Se escuchaba otra vez, violento y seco, Vuelve á posarse en el sauz doliente. Resonando el bosque en el regazo Y parece, al bañarse en luz febea, Repercutido siempre por el eco; Que llevara en el pico una ascua ardiente. Y siempre, siempre con la misma saña El acero vibrante Se encarnizaba con la dura entraña, Y al rodar por el suelo algún gigante Versos Patrios Pavorosa temblaba la montaña..... Los trabajadores del bosque Y otra vez la estridente algarabía Se formaba en la altura, A Fausto Moguel Y por la brecha enorme se abría Una explosión de luz y de alegría I Llegaba al fondo de la roza obscura!

No se me borra esa impresión grandiosa: II En medio de la selva gigantesca Y á la luz indecisa de la roza Después, á los postreros resplandores Vi la escena dantesca. Del mismo ardiente sol que con asombro Al pie de aquellos árboles copudos Los miró resistir á sus calores, Como negros fantasmas se agitaban Se alejaban aquellos gladiadores Los atletas desnudos Cantando alegres con el hacha al hombro. Que ardorosos se erguían ó encorvaban, Por el fulgor crepuscular heridos Mientras que, presas en sus puños rudos, En la falda del cerro blanqueaban Las hachas, cuál relámpagos, brillaban. Del pobre hogar los agrupados nidos, ¡Con qué rabia el acero Y allá, en los claros que á la selva hollaban, se clavaba en el tronco endurecido, Destrozados quedaban Y á cada golpe fiero Los revueltos montones de vencidos! Cómo el cedro orgulloso y altanero Lanzaba hondo gemido!

152 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Magdalena, Poema en tres cantos A mi amigo el señor ingeniero don Rómulo Escobar

Canto Primero Al rumor de esa música salvaje Cambia su antiguo traje I El bosque secular por nuevas galas, Abre la flor su broche Es san Juan de las Lomas una hacienda Y, envuelta en los misterios de la noche, Con honores de pueblo y castillo, Recobra la crisálida sus alas. Que da pingües cosechas por ofrenda Entonces todo es luz, todo alegrías, A su viejo señor de horca y cuchillo. El aire lleva entre sus hondas, presos Por estar en mi patria, se comprende Perfumes y caricias y armonías Que tiene un suelo de verdor cubierto, Que todo lo despiertan con sus besos, Que a muchas leguas su dominio extiende Y vuelan por el cielo confundidos, Y que marca su límite el desierto; Como raudo turbión de aladas flores, Que el boscaje intrincado que la encierra Los poetas de los bosques tan sentidos, Forma tan ancho muro Esos dulces y agrestes trovadores Unido a los baluartes de la sierra, Que sólo esperan fabricar los nidos Que bien puede el lector estar seguro Para arrullar sus íntimos amores. De no hallarla en los mapas de mi tierra; ¡Bendita siempre sea Que son tan deslumbrantes los fulgores La risueña estación que con ternura De aquel sol tropical con que se baña, Las bondades de Dios nos acarrea! Que en tiempo de bochorno y de calores Entonces en los campos de verdura Reverbera a lo lejos la montaña; La vaca mugidora se pasea, Que cuando llega al fin atronadora Más redonda que nunca de gordura; La estación esperada con anhelos Entonces nace el grano exuberante En que baja la lluvia bienhechora Del seno de la tierra generosa, De lo alto de los cielos Y se ve dilatado y ondulante Inundan San ]Juan los poderíos, Un mar de espigas donde fue la roza, Cada vez más copiosos, los torrentes, Y cifrando las almas su esperanza Y por los anchos cauces de los ríos En las lluvias del año venidero, Descienden fragorosas las crecientes; Para colmo de dicha y de bonanza Que al llevarse de cuajo los plantíos No cabe la cosecha en el granero! Aquella formidable catarata Que por la vega su furor desata, II Destruye de los pobres el tesoro, Cualquiera, al ver la señorial grandeza Quienes dicen tranquilos: –Es la plata De la mansión del amo, pensaría La que se va para dejarnos oro–. Que es sin duda ignorada fortaleza Y en tanto el rato que de luces llena Alta, vetusta, silenciosa y fría. Aquellos dilatados horizontes, Y que en medio de aquellas soledades Con imponente majestad resuena Vive acaso amaestrando su jauría En las concavidades de los montes. Algún noble infanzón de otras edades;

153 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Y, sin embargo, cuando a cada aurora III La campana sonora Con su voz estridente y dilatada Como son en extremo patriarcales Llena el aire de claras vibraciones, De aquellos moradores las costumbres En lugar de la bélica mesnada Nunca sañudos males Llegan tranquilamente los peones Llevaron a San Juan las pesadumbres. Que escuchan, respetuosos y callados, ¡Qué le iban a llevar si aquella gente, Al viejo Caporal que les ordena, Siempre buena y ferviente, Y después por atajos y sembrados Con candorosa sencillez entrega Cada cual se dirige a su faena; Su corazón al dios de las alturas, Y cuando el sol desde la erguida cumbre Pues, a pesar de ser tan inocente, Baña en los resplandores de su lumbre Sabe que el rezo que a su solio llega Del amplio caserón los gruesos muros, Desciende acompañado de venturas! ¡Qué explosiones de dicha y de contento Y después del buen Dios, en la familia Animan sus recintos tan seguros Está el objeto de su amor profundo, Que pueden, sin temor y sin apuros, Y luego en el patrón que los auxilia Servir de fortaleza a un regimiento! Colmándolos de bienes en el mundo. ¡Quien entonces pensara Ah! Cuando lleno de trsteza pienso Que en asalto triunfal por cada puerta Que inagotable, y, por lo mismo, inmenso De esa mansión, al parecer desierta, Es el hondo cariño Penetren el bullicio y la algazara Que a San Juan le profeso desde niño; En rumorosa confusión incierta! Cuando en horas de negra pesadumbre Junto al grito salvaje de alegría Pienso en aquellos climas tan lejanos, Que lanza, sudoroso, en el trabajo Do al calor soñoliento de la lumbre El mozo atleta que saluda el día Dormitan, congregados, mis hermanos, Que nuevos bienes con su albor le trajo; Mirando a ratos el lugar vacío Junto a las risas, que en el aire ondean, Que a su lado dejé desierto y solo Del niño a quien despierta el sol naciente, Para morirme de nostalgia y frío, Porque también hay aves que aletean, Como mueren los náufragos del polo; Como en el nido, en el hogar caliente. Cuando vienen a mí tantos dolores Se oye la voz de una mujer que canta, Con su cortejo de tristezas hondas, Al compás de la piedra moledora, Y me pongo a evocar viejos amores Alados himnos que el amor levanta Ungido con la esencia de las flores A los primeros besos de la aurora! Y con los himnos de las altas frondas; Y lleno de bondad, noble y sencillo, Cuando recuerdo de San Juan la calma, Perdido entre el confuso clamoreo, Su cielo azul y sus celajes rojos, Hace el viejo señor de horca y cuchillo, No lo vas a creer, lector de mi alma: Saludando a la gente del castillo, Se me llenan de lágrimas los ojos! Su acostumbrado matinal paseo.

154 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

IV Y cada onda que pasa entre armonías Cual las otras haciendas de mi tierra, Lleva el perfume de las flores secas. En su regazo encierra Y en tanto se alza, fugitiva y clara, La muy noble señora de las Lomas La voz de un ángel que a los cielos sube, Hileras de casitas blanqueadas, Mientras que el incensario frente al ara Parecidas a huestes de palomas, Todo lo envuelve en olorosa nube. Por la mansión feudal acaudilladas, Y más blanca, más chica y más risueña V Que ese fosco vestigio a quien desdeña, Yo que, errabundo y sin hogar, he visto Está la airosa ermita De otro sol los espléndidos destellos, En constante oración desde su altura, Puedo jurar por Cristo A quien de tarde en tarde la visita Que no son tan hermosos como aquellos, Desde el pueblo cercano el señor Cura. Porque en esa región de eterna fiesta Allí, junto a la cruz que abre los brazos Perpetuamente dura Para reunir en cariñosos lazos En estado salvaje la hermosura: De San Juan los tranquilos moradores, Allí se eleva la montaña enhiesta Cuando vuelven los pobres jornaleros Arropada en su manto de verdura, Fatigados aún de sus labores, Llevando al cielo su empinada cresta, Como antiguos y buenos compañeros Y amagando alcanzar esos picachos Que una misma creencia han conservado. Escarpados, azules y altaneros, Entonan por la noche el alabado; Extienden en las nubes sus penachos Y dan entonces con su voz inculta, Los esbeltos y airosos cocoteros. Que ronca y grave en los espacios vibra, Allí están los umbrosos platanares Gracias al cielo que con mano oculta De dulces frutos ricos, De toda clase de inquietud los libra. Soportando el calor de aquellos lares En premio de velar por sus hogares, Merced a sus inmensos abanicos; Aquella gente tan sencilla y buena Allí los limoneros, do se posan Siempre de flores llena Los pájaros que viven de azahares, De la ermita desierta los altares, Forman tan blancos, tan tupidos velos Y cuando llega el cura ¡qué alegría Que parece que alegres se desposan Invade aquel santuario silencioso Las selvas virginales y los cielos; Desde que asoma por Oriente el día! Allí, reunidos por estrecho lazo, Entonces, volteando sin reposo, En eternal abrazo A la primera claridad saludan Sube la hiedra sobre el tronco añoso, Con metálicas voces las campanas, Y, debido a sus besos de ternura, Avisando que es hora de que acudan Se alza erguido y fastuoso A la santa oración las aldeanas. Lleno el seco ramaje de verdura, Se oyen después del rezo los rumores, Y do mil tempestades estallaron Arden los cirios de amarillas luces Con tan solemne majestad salvaje Que bañan en inciertos resplandores Que en la inmensa explosión de su coraje Los altares, los infieles y las cruces, Las rocas de sus cuencas desgajaron, Y resuenan las bóvedas sombrías Cubriendo el cielo azul con su ramaje De graves salmos con las notas huecas, Se eleva el ceibo secular, copudo,

155 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

A quien siempre los siglos contemplaron Allí, adormida por eterno arrullo, Cuidando nidos cariñoso y mudo. Cada morena, de la hacienda orgullo, Lleva, adornado de silvestres flores, VI Un tesoro inmortal de cuentos magos Esa razón, que para mí es de peso, Que aprendió de los múltiples rumores Me induce a suponer, lector curioso, Que brotan de los juncos tembladores Que sin duda por eso Mecidos por las hadas de los lagos; Todo es grande en San Juan, todo es hermoso. Y siempre incorregibles Como sus horizontes tan agrestes Si sueñan las volcánicas cabezas, Donde se besan con amor las palmas, Ay! Son cosas tan grandes e imposibles Más inmensas aún, aún más celestes Que tenues, vaporosas, intangibles, Son por allá las almas. Flotan en las cabañas las princesas! Yo escuché, siendo niño, una conseja Que a las flamas rojizas del ocote Una noche invernal contó una vieja Que era de mis diabluras el azote; Canto Segundo Tembladora y quiñona refería Que nunca anduvo por San Juan el duelo, I Que si alguien por desgracia se moría Sólo por ser de allí ganaba el cielo; Un domingo (no juzgo necesario Que jamás de sus culpas en castigo Que huelguen pormenores en mi historia) Recibieron de Dios el anatema, A falta de mejor confesionario, Que, de tantas venturas al abrigo, En un ángulo obscuro del santuario De una sola desgracia fue testigo: Roncaba el cura por su eterna gloria. De la historia que forma mi poema Su alma estaba tan lejos, de tal suerte El mortal que ha tenido la fortuna Aquel justo al reposo se entregaba, De nacer en aquellas latitudes, Que largas horas como estaba inerte, Por no ostentar ninguna, Por la quietud en que también se hallaba Pienso que ha de guardar muchas virtudes, Permaneció esperando a que despierte Y ya viva en el lujo o en la inopia Hermosa niña que en el templo oraba. (Esto lo sé por experiencia propia) Un siglo cada instante parecía, Pueblan tantas visiones pertinaces E inmóvil y sereno el buen anciano El estrecho desván de su cabeza, Entre los pliegues de su manto hundía Tan aéreas, tan vagas, tan fugaces, La frente orlada de cabello cano; Que es un loco de atar que da tristeza. Por fin crujió bajo su débil peso Allí jamás los borrascosos celos El antiguo sillón donde dormía, Turban de una pasión la dulce calma, Y después de soltar amplio bostezo, Y es inmenso el amor como los cielos Que a no ser por la cruz que lo acompaña, Y dura todo lo que dura el alma; Hecha de prisa y con artera maña, La más pequeña desazón traidora De seguro disloca Aquellos pobres corazones hierre: Un maxilar enjuto de su boca, Hay quien por nada sin consuelo llora Giró sin rumbo la mirada incierta, Y quien por una sencillez se muere. Pura y azul como el cenit sin nubes,

156 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Igual a la del niño que despierta Sabe que siempre con amor la escucho; Después de conversar con los querubes, Pero mi honda pasión no se destierra Y al mirar a aquel ángel inocente Por más que rezo ante la Virgen mucho! Arrodillado en la baldosa fría Y porque es con las almas solitarias Que su sueño veló dulce y paciente, Usted muy bondadoso, señor cura, Murmuró cariñoso y diligente: He venido a buscar en sus plegarias –¡Vamos, dí tus pecados, hija mía! Alivio a mi profunda desventura. Aunque le infiera al corazón agravio II Al quitarle sus vírgenes amores, Haga, por caridad, ya que es tan sabio, –Yo no tengo la culpa, señor cura! Que me dejen en paz tantos dolores. Aunque rezo con fe, no me abandona Esta inmensa ternura III Que las heridas de mi alma encona Labrando mi profunda desventura! –Puesto que tanto en tus delirios amas Me cuesta mucho obedecer, Dios mío, Pienso, hija mía, que serás muy buena; De mi madre tan buena los consejos, Pero, ante todo, dí: ¿cómo te llamas? Si viera usted qué frío –Me llamo, señor cura, Magdalena. Tienen, señor, el corazón los viejos! –¡Magdalena! es decir, la arrepentida Mi pobre madre que me quiere tanto, Que bajo el peso de sus culpas gime, Cual nieve de las cumbres se deshace La infeliz que por faltas de su vida Mi espíritu que llora noche y día, Busca el perdón de Dios y se redime. Está empeñada en que con Juan me case: ¡Si entendieras todo esto!... ¿Por qué lloras? Y porque siempre en la tenaz porfía ¡Valiente desazón porque te apuras! No sé qué cosas en mi abono arguyo, Si ese amor tan profundo que atesoras Ha llegado a creer la madre mía Es santo y bueno y ante Dios lo juras, Que si no quiero a Juan es por orgullo. ¡Pues yo te casaré con quien adoras Cegada siempre por su amor, prefiere Y así se acabarán tus amarguras!}Por lo que Al que llega al corazón y mata. hace tu madre… iré yo mismo ¡Qué implacable es, gran Dios, qué hondo me hiere! Al ser ante ella de su causa esclavo; Cuando me dice que le soy ingrata! Salvaré, no lo dudes, este abismo Y así, sangrando el corazón herido, Y ablandaré su corazón que al cabo Llevo en el alma perdurable noche: Te ha de amar con ceguera y fanatismo. – ¡Es indecible lo que yo he sufrido Y plegando con saña el entrecejo, Viendo siempre en sus ojos el reproche! Después de ese consejo En vano, señor cura, he procurado Que inocencia y candor encierra, Querer al pobre Juan cual lo merece; Murmuró el pobre viejo: Pero para ese amor desventurado –¡Santo Dios, santo Dios, ved nuestra guerra, Siempre estará mi corazón helado Ved cual se está con la razón en riña; Porque ni a él ni a mí nos pertenece. Por cosas miserables de la tierra Dios que ve mis angustias en la tierra, Sin piedad martirizan a esta niña! – Que mira cuánto por mi madre lucho Y magdalena en tanto se admiraba Con lo que el pobre corazón encierra, De aquella sencillez encantadora

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Que todo a su manera lo arreglaba, Aunque en profunda reflexión abisma Y ocultando una lágrima traidora Ese extraño placer a que se entrega De intachable pureza El ranchero rompiéndose la crisma Que tembló en su pupila brilladora, Que el toro cerril que lucha y brega Dijo, con desaliento y con tristeza: Entre gritos, blasfemias y rugidos, –¡Ay, señor cura, porque usted no sabe Sin que ninguno al parecer se asombre Que es en extremo horrible De mirar confundidos Mi situación tan aflictiva y grave, Rodando por el polvo, fiera y hombre, Por eso me aconseja un imposible: Es el caso, lector, que el hondo estrago Cuando concluya mi dolor profundo, Que produjo tan grande disparate Y al cabo deje con ardiente anhelo Se olvidó cuando el trago, Este bagaje de tristeza y duelo El tepache, el pozol, el tascalate Que me fatiga en el zarzal del mundo, A refrescar pasaron el gaznate, Que se hará lo que usted dice allá en el cielo! – Y luego, cuando tantos corazones Y poseída de mortal congoja, Latieron al compás del zapateo, Por la vergüenza de su culpa, roja, ¡Quién iba a recordar las contusiones Al oído le habló cual si temiera Ganadas en las lídes del rodeo! Que alguien la oyese entre la nave oscura, Oh! esa vez la marimba sin reposo Confundiendo su negra cabellera Alentó con su voz aquel delirio, Con la canas blanquísimas del cura, Y hasta que el aire estuvo polvoroso ¡Qué dijo Magdalena? Es un arcano Y el pobre sanjuanero sudoroso Que aun resguarda la ermita solitaria; Lanzó violento el quirio! Yo sólo averigüe, torpe y profano, A la siguiente aurora Que esa vez una niña y un anciano Desde lo alto anunciaron las campanas, Elevaron al cielo su plegaria. A grito herido, que llegó la hora En que deben rezar las aldeanas, IV Porque, como era de rigor, el cura, Hizo, bueno y piadoso, su visita En amorosa y patriarcal ofrenda A la risueña y solitaria ermita Hecha al santo patrono de la hacienda Que veía por San Juan desde su altura. Hubo, tiempo después, fiesta animada: Resonaron, después las oraciones, Yo leí de San Juan en los anales Los murmullos, las quejas, las canciones Que estuvo muy alegre la coleada, Con que a Dios se dirigen los mortales. Magníficos el mole y los tamales. Y el humo que formaba el incensario Que a plena luz, cual paladines fieros, Llegaba con su blancas espirales Lucharon de aquel sol bajo el bochorno Más allá del esbelto campanario; En sus mejores pencos los caqueros Y cuando todos a su hogar se fueron De todas las haciendas del contorno; Dejando el templo y la oración gozosos Que sirvió de palenque la llanura Porque con Dios y con su fe cumplieron, Que a lo lejos cerraban las montañas, Herida siempre por oculta pena Y porque estaban llenas de hermosura Penetró en sus recintos silenciosos, Las niñas admirando sus hazañas, Más pálida que nunca, Magdalena. Hizo Juan mil prodigios de bravura Por conmover a un ángel sin entrañas.

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V Al entrar a un santuario de pureza, En sus recintos de alabastro y nieve –¡Que bienvenida a mis dominios sea Dejó su huella ignominiosa impresa; La hermosa pecadora incorregible, Con blando acento, embriagador, sentido Escándalo y ludibrio de Judea, El murmuró en tu oído Que ha dado en perseguir un imposible! Ese amor ideal que se contrista; Y bien, supongo que la audaz idea Dichas sin nombre te insinuó cobarde Que forjó tu cabeza soñadora Y hoy el sangriento alarde Al calor de la fiebre y los delirios, Hará de su conquista! Fue randa exhalación deslumbradora Pero en cambio, ya están en la pelea Que se extinguió llevando tus martirios! Mis oraciones y mi fe cristiana; Ah! sueñas tanto que por dar al traste Veremos si en su audacia, pisotea, Con la razón, ni tus cabellos peinas! Junto con tu alma virginal, mis canas! ¡Apuesto a que esta aurora despertaste Con tu corte de hadas y de reinas! VI Mas por fortuna cuando sola y triste Cierres tus ojos de paloma inerme, –Para ocultar el mal que me devora Verás cuando despiertes que no existe Todos han visto mi semblante adusto, La visión tan hermosa que te aduerme. Si él, más que nadie, mi pasión ignora, ¡No es verdad, hija mía, ¡Por qué sois tan injusto? Que murieron por fin duelos añejos, Hasta la madre mía, Que ya no sufres como el otro día, Que por ver a su pobre Magdalena Gracias a la bondad de mis consejos? – Siempre feliz, su salvación daría, Y el cura, como siempre, sonreía Es al secreto de mi alma ajena, Enseñando en sus labios los reflejos Porque si lo supiera, moriría De esa dulce expresión radiosa y franca, Antes que yo de pena. Tan ingenua, tan pura, tan abierta, Fingiendo siempre que descanso y duermo, Que otra sonrisa al corazón arranca: Llega la aurora y mi quietud la engaña, Único don del niño que despierta Y mientras tanto el corazón enfermo De una alborada entre la luz incierta Arrulla a solas su pasión huraña; Y de los curas de cabeza blanca; Y contemplan tan sólo por la noche Pero en vez de reírse con el santo, Esta fiebre voraz que me consume, Pensando Magdalena en su abrojos, Las azucenas que al cerrar su broche Con el pañuelo se enjugó los ojos Derraman en mi estancia su perfume! Acostumbrados a anegarse en llanto, Nadie conoce mi dolor, ninguno Y cuando al fin las húmedas pupilas Alivia como usted mis hondos duelos; Brillaron más tranquilas, Por eso, señor cura, lo importuno: Pues por dicha el dolor no siempre dura, ¡Son tan dulces, tan gratos sus consuelos! Miraron al anciano de hito en hito. Y escuchar de rodillas necesito Y por primera vez con amargura Las palabras unciosas de su labio; Vió Magdalena que indignado el cura No sé quien me contó que el señorito Injurió sin razón al señorito. En otros climas vivirá proscrito –Él fue, dijo animándose, el que aleve Hasta que vuelva, como usted, muy sabio;

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Que , de otro cielo al resplandor, mañana Defenderás tu blanca vestidura Verá otro sol que por las cumbres arde, Agitando tus alas virginales. Que se va a una ciudad que es muy lejana Si bajo el peso del dolor te mueres Y volverá muy tarde! Y dios tu ruta miserable ensancha, Y mientras tanto que su ausencia dura Se acatará la voluntad… ¡qué quieres!... Cada instante será siglo que empieza Pero te irás sin mancha! De inquietud, de congoja y de tortura… Y mientras dejas con placer profundo ¡no es verdad, mi querido señor cura, Este bagaje de tristeza y duelo Que esto es para morirse de tristeza! Que te fatiga en el zarzal del mundo, Para colmo de males, el murmullo Te unirás con quien amas en el cielo!– Oigo siempre de queja punzadora; Dijo, y con noble majestad el cura Mientras que Juan reniega de mi orgullo, Se fue alejando con su voz serena Mi pobre madre por mi causa llora. A pasos lentos, por la nave obscura, Pero, ante todo, de pavor me mata Y más pálida aún que la azucena, Una voz resonante y vibradora Arrodillada en la baldosa dura Que está clamando en mi conciencia “¡ingrata!” Se quedó largo tiempo Magdalena. Y antes que muera y mi destino siga, A usted acudo en trance tan aciago Para que me consuele y me bendiga. ¡Busque un recurso señor cura! diga Canto Tercero Por caridad… por caridad… ¿qué hago? I VII Muchos años después, cual de costumbre –Que desde hoy por arrancar batalles El sol naciendo por la erguida cumbre Lo que tan hondo al corazón aferra; Bañaba San Juan el caserío Que no te desalientes ni avasalles En las rojas cascadas de su lumbre, Por estas pequeñeces de la tierra; Y, aun ateridas del nocturno frío, Que salves este laberinto obscuro De la aurora a los besos pudorosos Siguiendo de tu madre los consejos; Sacudieron las flores su rocío Y al alcanzar la dicha que te auguro Y las niñas sus sueños voluptuosos. Habrás de confesar que no es tan duro Desde las altas torres las campanas, El corazón helado de los viejos! Cumpliendo siempre su misión ufanas, Que te cases con Juan… ¿A qué ese llanto De sus viejos amigos al reclamo Si él será quien mitigue tus dolores? Lanzaron sus alegres vibraciones, ¡Te quiere tanto, tanto Y aquella vez, porque lo quiso el amo, Que tu camino cubrirá de flores! No fueron al trabajo los peones, Y tendrás un hogar que te recoja Que echaron, delirantes de alegría, Y habrá dos ojos en los tuyos fijos, Tantos cohetes, que en su raudo vuelo Y el vergonzante amor que hoy te sonroja Formaron prolongada gritería Lo pondrás en la dicha de tus hijos; Hasta aturdir y hasta nublar el cielo. Y en vez de ser la meretriz impura ¡Cuántas festivas palmas Que se arrastre del mundo en los fangales, Aquellas buenas almas

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Pusieron a la entrada del castillo Si se muere… ¡no sé!... la quiero tanto, Sin almenas, sin puente ni rastrillo! Llenó mi hogar de tan hermosa calma, Y cuando al fin de la llanura extensa Que con ella se irá todo mi encanto, Subió a los cielos, escalando el monte, Todo lo bueno que existió en mi alma! Nube compacta y densa Y si usted nos protege, tan profundo Que manchaba el azul del horizonte; Será, cuando la salve, mi cariño, Cuando del sol el resplandor de plata Que será Magdalena en este mundo Cegaba con sus múltiples reflejos, Mi única adoración después del Niño. – Y alegre y numerosa cabalgata Y del dolor en la expresión suprema, Envuelta en polvo apareció a lo lejos; Ocultando una lágrima en los ojos Cuando la ermita, al regocijo esquiva, Que cuando brota las mejillas quema, Suspendió sus clamores funerales, Juan al doctor escuchó tan conmovido Y traspasó por fin la comitiva Aquella historia de dolor sincero, De San Juan de las Lomas los umbrales, Que cuando vio que Juan la hubo concluido, Entonces cada fervoroso labio, –¡Vamos! – dijo impaciente y aturdido, Cada viejo peón, todo cariño, Buscando entre los libros su sombrero. Hizo ruidosa aclamación al Niño Que regresaba hecho un doctor tan sabio!... III

II Era en verdad conmovedora escena: Ante un altar del aposento estrecho –¡Por el amor de Dios, quite esa pena Alzaba el cura una oración serena, Que todo el corazón me va oprimiendo; Y la madre, parada junto al lecho, Vaya a ver a mi pobre Magdalena Contemplaba a su pobre Magdalena. Porque se está muriendo! Ah! como siempre ante el deber tiranos Vaya señor doctor! Año tras año Y ante un amor en perdurable riña, La misma rara enfermedad la hiere; Resplandecientes los cabellos canos, Hoy es tan hondo, tan intenso el daño, Velaban por el alma de la niña Que dice el cura con acento extraño Aquellos dos ancianos, Que si usted no va a verla se nos muere! E inflexibles los dos, graves, sombríos, Cual lirio enfermo que perdió el tesoro Miraban su obra de dolor perplejos. De rocío, de miel y de perfume ¡Santo Dios, qué tardíos Que conservaba entre su broche de oro, Son en llorar los corazones fríos Así, mustia y ajada, se consume Las almas apagadas de los viejos! La virgen que yo adoro. Dos cirios macilentos que brillaban Siempre pálida, triste y generosa, Para que nadie con su luz se aduerma, Labró con sus consuelos su fortuna; Con indeciso resplandor bañaban Usted la conoció… ¡fue tan hermosa Los velados perfiles de la enferma; Que como ella en San Juan no habrá ninguna! Y estaba tan hermosa en su agonía Y resignada y buena, cada día Aquella mártir que buscaba el cielo, Fue más profundo su dolor incierto; Que por lo inmóvil, por lo blanca y fría, Hoy la encontré tan agostada y fría Una virgen del Norte parecía Que con voz cariñosa me decía Esculpida en los témpanos de hielo. Que sólo por mis rezos no se ha muerto!

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Cuando llegó el doctor, vió sin enojos Volvieron a entregarse a sus trabajos. La enferma al hombre por quien tanto pena; Y otra vez se escuchó el hondo gemido Brotó un gemido de sus labios rojos, Que lanza el roble herido Y vertiendo una lágrima serena, Al sentir el hachazo en sus entrañas, Lo que fue en este mundo Magdalena, Y otra vez en lo espeso del boscaje Para no despertar cerró los ojos… Se oyó el grito salvaje De aquellos segadores de montañas. ……………………………………………………..……………… Y como siempre al declinar el día ……………………………..……………………………………… Que triste y soñoliento parpadea, ……..……………………………………………..………………. Y un mundo de letal melancolía En todas las conciencias aletea, Mientras que todos con dolor profundo Frente a la santa cruz que abre los brazos Lloraban tan inmensa desventura, Elevaron su voz, graves y unciosos, –¿Sabéis qué mal se la llevó del mundo?– Y unidos ya por invisibles lazos El buen doctor preguntaba al cura; Volvieron a sus casas silenciosos. Y el noble viejo, convencido y cierto Y de nuevo al brotar pura y sonriente, De la sola verdad a que se aferra, Cuando a los besos de la luz naciente Le contestó sin vacilar: –¡Ha muerto Se orla de fuego la rasgada nube, Por cosas miserable de la tierra!... De cada hogar caliente Una oración que hasta los cielos sube, ……………………………………………..……………………… Por centésima vez aquella hacienda ……………………..…………………………………………….. Con honores de pueblo y de castillo, ……………………………………………..……………………… Dio abundantes cosechas por ofrenda A su viejo señor de horca y cuchillo. IV

Después volvieron los tranquilos días Y con ellos las dulces alegrías, Versos Los goces que a San Juan arrullas tanto, A don Leopoldo Gout Y cuando al fin los pobres moradores Vieron, con infinito desencanto, I Que los graves doctores Son con todos sus pelos y señales Aún no asoman las primeras Lo mismo que el común de los mortales; Tenues luces de la aurora, y ya andan las calderas Cuando advirtieron con profunda pena Con su válvula sonora, Que su ciencia no es tanta ni tan buena, Vibraciones mensajeras Por la razón de que en San Juan se muere, Anunciando que es la hora Como murió la pobre Magdalena, De cumplir con los deberes que nos ligan aquí abajo. Cualquiera bicho cuando Dios lo quiere. Acudiendo á los talleres Llenos de negra desazón traidora, Del santuario del trabajo, Pensativos, huraños, cabizbajos, Y se acerca presuroso, con rumor que desconcierta A cada llamamiento que a la aurora Un concurso bullicioso Les hizo la campana vibradora, Que a la fábrica desierta va llenando de alborozo,

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Y que súbito despierta Y el sudor que en la pendencia su ardorosa frente baña De la máquina el reposo, Fortalece su conciencia, Entre tanto, fatigadas Y en la culta casa huraña que á alegrar va su presencia Las calderas palpitantes, La abundancia salvadora Con las rojas llamaradas de sus senos calcinantes Con sus goces lo acompaña. Forman nubes de vapores. ¡Cómo no, si á toda hora palpitantes las calderas, Que dan la vida á los motores y á sus círculos gigantes Con su válvula sonora Á los vivos resplandores Son alegres vocingleras De ígneas fauces humeantes, De las dichas duraderas que la fábrica atesora! Se hace extraño y portentoso ¡Cómo no, si cual presea, Ver al hombre sudoroso gobernar, firme y certero, Á los cielos se alza diario de la esbelta chimenea Los impulsos del coloso La espiral del incensario, Que brutal, potente y fiero, Que á las límpidas regiones lleva el cántico sereno Bate lento y cadencioso su amplio músculo de acero Que ha entonado el operario, Que en la fuerza que le imprime Por ganar las bendiciones que el Dios excelso y bueno De las bandas al cordaje, Recompensa al emisario Todo aquello grita y gime con tal furia y tal coraje, De tan dulces oraciones! Que aúlla y ruge la polea Y la máquina jadea Que retiemble el andamiaje! Y al llegar la luz febea á bañar aquel santuario, La marimba Ya la esbelta chimenea, Convertida en incensario, I A las límpidas regiones lleva el cántico sereno Que ha encontrado el operario, ¡Pobre y triste marimba! rudo instrumento Por ganar las bendiciones con el Dios excelso y bueno Que en apacibles horas mandas al viento Recompensa al emisario Las notas fugitivas de tu teclado, De tan dulces oraciones! ¿Quién hasta ahora, dime, quién te ha cantado? Nadie ¡Pobre marimba! nadie en el mundo II Porque todos te guardan desdén profundo; Porque el tosco engranaje de tu estructura, ¡Oh, haya bien el alma pura que solícita nos trajo No forja la cadena flexible y pura Tanto amor, tanta ventura Que ensortijada y hábil y culta mano Con el dogma el trabajo, que es el solo que fulgura En salones suntuosos arrancan al piano; En la triste ruta obscura Porque apenas balbutes, si estás de fiesta De los yermos de aquí abajo! El vals que cadencioso lanza la orquesta, El mortal que en fausto día a la santa ley se acoje, Porque tus misteriosas voces dolientes Esperanza y alegría Los anhelos traducen de humildes gentes, Y consuelo y paz recoje; Porque el númen te ha dado que en ti se encierra Porque viendo la armonía Apartada y distante y obscura tierra… Que inmutable ha perdurado de sus reinos en el seno, Se hace humilde y abnegado Y es por eso que, oculta siempre en la sombra, Y sencillo, noble y bueno, Sólo ¡Pobre marimba! sólo te nombra,

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En tardes esplendentes, el alma buena Me llevas, cuando escucho tus vibraciones, Que fatigada vuelve de la faena; A otros cielos distantes y a otras regiones, Sólo en noches tranquilas de clara luna, Y conforme á mi alma llegan tus quejas Cuando al pie de altas rejas buscas fortuna, Parten mis pensamientos cual las abejas Cabecitas inquietas te oyen absortas A traer sus acopios de otros vergeles Porque á azules regiones tú las transportas, Cuajados de recuerdo que son las mieles; Y al rumor de tus tristes quejas hurañas Y mientras que formulas tu dulce arrullo Voluptuosas se cierran negras pestañas; Es un mundo el que adentro yo reconstruyo; Sólo ¡Pobre marimba! sólo estos versos La hermosura del valle donde he nacido, Te consagran humildes cantos dispersos, Los primeros afectos que yo he sentido, Ignoradas estrofas que nada valen, La pureza radiante de mis paisanas Pero que desde el fondo del alma salen. Que cortaron mis tristes flores tempranas, Deslumbrantes auroras, tardes rientes II Cariñosas palabras de buenas gentes, ¡Tiempos de mis primeros castos amores, ¡Cómo no he de adorarte si desde el día Tiempos que ya se fueron, tiempos mejores! En que el mundo me trajo la suerte impía Tus ecos empapados de honda ternura IV Han hecho llevadera mi desventura! La luz que hirió mis ojos por vez primera ¡Cómo no he de adorarte si fue una tarde Llegó envuelta en tu dulce voz plañidera, Que de luces formaba pomposo alarde El ambiente más grato que he respirado Cuando, al son plañidero de tus querellas, Fue por tus vibraciones purificado, Aprisioné en mis manos dos manos bellas! La primera caricia de mis oídos ¡Cómo no ha de ser tuya la vida mía! Fue el arrullo doliente de tus gemidos… ¡Pobre y triste marimba! si fue ese día Que merced al encanto de tus rumores, Después, bajo anchurosos cielos brillantes, Hablé por vez primera de mis amores! Transcurrieron serenos, breves instantes, Me llegaban tus voces tan doloridas Y ora cerca llorando, ora a distancia Que hallé para mis penas quejas sentidas; Tu constante sollozo veló mi infancia; Conforme al viento daba tus notas puras, Me siguió a todas partes con tal ternura Murmuraban mis labios muchas ternuras, Que cuantas veces te oigo, se me figura Y conocí con honda dicha secreta ¡Pobre y triste marimba! que en tu teclado Que esa vez mi lenguaje fue de poeta Todo, todo lo que amo se halla encarnado; Porque hicieron mis frases brotar tranquilas Se me figura entonces que tú conoces Dos lágrimas brillantes de dos pupilas!... Mis hondos sentimientos, que tienen voces Que a medida que al viento van emergiendo V Sólo á mí me las mandas que las comprendo… Otras veces el eco de tus plegarias, III Mis ojos se deslumbran con luminaria Y a mis oídos llegan, amortiguados, Me cuentas, cuando esparces tus armonías, Rumores cadenciosos de zapateados; Historias de otros tiempos y de otros días, Miro envuelto en polvo los corredores

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Que los amos bañaron de resplandores Con los rumores todos que hay e la tierra, Y allí bailando alegre, la gente buena Que perfumado pasa porque su broche Que fatigada vuelve de la faena; Entreabrió pudorosa huele de noche; Mientras que, entre la sombra que no importuna El ramaje florido que miel exhala Siempre ¡Pobre marimba! por tu fortuna Cuando rauda y vibrante lo hiere una ala, Cabecitas inquietas te oyen absortas Los pájaros que cantan sus esponsales Porque á azules regiones tú las transportas; Cruzando por llanuras y por maizales, Y siempre dominando con tus gemidos Los ocotes de altivo penacho de oro Tantos confusos ecos, tantos ruidos, Que á los cielos elevan himno sonoro… Sin tregua ni descanso se alzan tus voces Todo ¡Pobre marimba! todo este mundo Porque sabes que colmas sencillos goces, Que encerró para siempre mi amor profundo, Hasta que acongojados de ese martirio, Por arte misterioso lo hallo encarnado Fugitivo y sonoro lanzas el Quirio. En las notas dolientes de tu teclado, Y como á veces pienso que lo conoces VI Me apartas cuando lloras ocultas voces.

Después me representa tu acento al lado VII Muchas escenas que has celebrado: Las hermosas de fresca risa argentina Y en la ermita cuajada de resplandores Que, en los instantes en que el sol declina ¡Cuántas veces tus sacros, graves rumores, Y agrupadas á orillas del manso río, Me encontraron inmóvil y de rodillas, El cántaro sediento, rojo y vacío, Con lágrimas gloriosas en las mejillas! Colman con rumorosos chorros de plata Tarareando en concierto tu serenata; El incienso oloroso que en lo alto flota Los negros que á las selvas llegan desnudos Vacilante y sin rumbo como ala rota, Y oprimiendo en sus puños toscos y rudos La confusión de voces incierta y varia Las hachas relumbrantes que al sol provocan Que balbuce la misma lenta plegaria, Siegan bosques frondosos que al cielo tocan: El altar revestido de casta albura, Los vaqueros que asoman, firme y escueta La lengua incomprensible que dice el cura, Sobre los miradores su hosca silueta. La campana que alegre repica á vuelo, Y poblando los aires con su voceo Los cohetes que escalan raudos el cielo, Que tenaz y paciente llama al rodeo, Mientras que sin reposo tu eco apagado Ora doman los lomos del potro airado Envuelve entre sus hondas el alabado… Ora el testuz erguido del toro alzado; Las fiestas tumultuosas, las tamaladas, Todo esto por sencilla, fácil cadena Las tardes en rojiza llama incendiadas A mi memoria enlaza la madre buena, Que son tras la miseria y el infortunio, Me transporta á las tardes esplendorosas Gratas anunciadoras del mes de junio; En que el altar ornaba de frescas rosas, Las lluvias tempraneras que en son de fiestas É implorando á la virgen con dulces ojos Organizan de truenos vibrantes orquestas, Me colocaba ante ella puesto de hinojos; El torrente espumoso que ruje y brama Me transportaba a las noches largas y frías Cuando la nube negra se desparrama, En que oyendo de lejos tus armonías El aire humedecido que libre yerra Su regazo buscaba medroso, inerme, Y ella me acariciaba diciendo −¡Duerme!−.

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VIII

Más tarde transcurrieron brumosos años De vagar bajo obscuros cielos extraños, Y al buscar la memoria la patria ausente Siempre ¡Pobre marimba! tu voz doliente Á todos mis recuerdos los perseguía Con enferma y extraña monotonía; La hermosura del valle donde han nacido, Los primeros afectos que yo he sentido, á La pureza radiante de mis paisanas, Que cortaron mis tristes flores tempranas, Deslumbrantes auroras, tardes rientes, Cariñosas palabras de buenas gentes, ¡todo aqueste cortejo de mis amores Lo bañabas sin tregua con tus rumores!

IX

¡Oh, Dios excelso y bueno! ¡Oh, Dios clemente! Acoge bondadoso mi ruego ardiente De que entierren mi humilde cuerpo aterido En el valle entierren mi humilde cuerpo aterido En el valle de flores donde he nacido! Y al llegar ese hermoso, deseado día, ¡Pobre y triste marimba! que tu armonía Desparrame las hondas de su ternura En el lugar que guarde mi sepultura!

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Iconografía —

Foto de generación Escuela de medicina de San Carlos

Rodulfo Figueroa en la finca Santiago

167 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Rodulfo Figueroa en la finca Santiago “Olvido” 1890

Libreta original “íntimas” 1888 Luisa Martínez

Rodulfo (adolescente)

Iglesia de Santiago

Libreta original “versos II” 1890

Poesías inéditas (1937) Finca Santiago

168 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Rodulfo Figueroa Tesis “La Vacuna” 1894

Rodulfo Figueroa con los hnos. Esponda Diploma de graduación en ciencias i letras

Liceo en Guatemala

Amadeo Figueroa Toledo

Poesías completas 1958

169 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Familia Figueroa Esquinca Poema “Magdalena” 1924

Rodulfo Figueroa

Poesías 1901 Por el arte 1991

Rodulfo Figueroa en prácticas en San Carlos Borrador “El poeta”

Rodulfo Figueroa

170 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Borrador de “Olvido” 1889

Comentario de M. de la To 1890

Poesías completas 1926

A Rodulfo Figueroa

Ensayos literarios Borrador de “El toro salvaje”

Borrador de “Por el arte”

Libreta “Fugaces” 1892

171 POESÍA REUNIDA DE RODULFO FIGUEROA ESQUINCA (1866-1899)

Bibliografía del Autor

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