En El Mar Austral Croquis Fueguinos
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A^8G 1920 1* y".' r -'/•< • f, " — I-A CULTURA ARGENTINA" JOSÉ S. ALVAREZ (Fray Mocho) EN EL MAR AUSTRAL CROQUIS FUEGUINOS Con una introducción de ROBERTO J. PAYRÓ § ADMINISTRACIÓN GENERA},: VAcCARO - Avenida de Mayo 638 — Buenos Aires 1920 v;>^^ •?s :>" M' EN EL MAR AUSTRAL " \¡'í^w.i^^ie.^2- í';/?a!V'W"''^- r-'K"-a'-'V's''^'^.'V -fí??»': Vi.{-^ V LA CULTURA ARGENTINA" JOSÉ S. ALVAREZ (Fray Mocho) N EL MAR AUSTRAL CROQUIS FUEGUINOS '•-"-' 1^ lina iiiti\Dc!ucción de ROBERTO J. PAYRÓ 1**^ AD.MÍMSTRACION GENERAL: VACCARO ~ Avenida de Mayo 05S - Buenos Aires 1S20 •' ]'f^:W^'' r">i'^'íi^^y ^^S^v^l^mj^»'^Á''^^íi?^'-TSffxll^<^r^:^'^ . \ 18 JOSÉ S. ALVAREZ (FRAT MOCBÓ) Estaba en uno de esos momentos en que uno, a ^ fuerza de pensar no piensa en nada, y como única solución a mi situación embarazosa, se pre- sentaba al espíritu atribulado la idea del suicidio. La cosa se arregla fácilmente, me decía. Cami- no hasta allí, bajo por esa escotadura y llego al mar. Si me conviene, sigo hasta la^ punta del muelle, me paro al lado de aquel poste blanco y en el momento en que venga a romper una de esas olas grandes que truenan, ¡zas! me zambu- llo y . abur Perico ... ¡ me voy con ella ! . También puedo caminar — si no me conviene el muelle por ser tan alto y estar tan a la vista — hasta aquellas piedras negras que baña el agua y donde "el mar rompe con furia: espero una ola ... ! . es grande y me lanzo ¡ Qué diablos ¡ Todo cuestión de un minuto! Aquí llegaba de mis reflexiones y ya se acer- caba el momento de levantarme y elegir el punto más aparente para la catástrofe de mi vida, cuan- do llamó mi atención un diálogo medio en inglés y medio en italiano y español, sostenido por dos individuos que no había visto entrar y que esta- ban sentados a una mesa hacia mi derecha. El que hablaba inglés, era up tipo de marinero muy pronunciado y yo lo veía con su pipa hu- meante entre los dientes y una sonrisa que nunca se borraba del todo de su fisonomía, dándole — juntamente con los mechones de pelo rojo que se escapaban de su gorra chata de cuero de zorro y con su barba, recortada en forma de herradura, que ponía al descubierto una boca sin labios, que casi le llegaba desde una oreja a la otra — un aire marcadamente funambulesco. Su acompañante formaba con él un verdadero contraste : seco, anguloso, huesudo, estaba en- vuelto en una manta de lana de cuadritos blancos y negros y cubierto con una galerita, cuyas alas, verdaderamente embrionarias, eran ima nota ale- !. ! Ey ÉL BCAB AVBtnAL gre que dulcificaba la expresión de su rostro, al cual sus ojos, chiquitos y vivos, acentuaban de una manera que hacía pensar en rastrillos, en gan- "' chos, en uñas, en cosas, en fin, de agarrar y de • : arrastrar ; aquella cara debía^ ser, indudablemente, la que soñó Shakespeare para su Sylock o Mo- liere para- su Harpagón, y el sombrerito debía ser obra de alguno de esos hombres que echan a la chacota todas las cosas de la vida. —¡ Le digo a Vd. que no ! . El Gorro de doña Catalina es un canalla, un pillo y a mí me hace esto porque soy italiano . ¿ Sabrá bien Vd. cómo andamos ahora los franceses y los italianos . ? —Esa rio es la cuestión ... ¡La cuestión es que, usted diga lo que diga. El Gorro de doña Catalina o cualquier otro Judas de mar o tierra, conven- ga en ir a dar la paliza ... j Eso es lo que inte- . resa . ! ¡ Con los lobos ya se podrá empezar el otro mes y entre tanto iremos a Sloggett a lavar oro! — Sí ; . pero El Gorro . — i Mire ! . ¿ Cómo, es que le dicen a Vd. ? —Don Cayetano. — ¡ Mire, Don Cayetano, no me embrome la pa- ciencia, eh ! . ¡Le va a caer una racha, si se descuida, que no le dejará ni las alas del gale- rín !...;' ¡ Vamos ; diga derechamente si toma o no parte en la empresa y basta de charla — ¡ Vea . ! ¿ Cómo le dicen a Vd ? —¿Quiénes? — i Digo ! . ¿ Cómo le conocen a Vd . cómo le llaman? —¡Ah!... ¿Mi nombre?... ¡Cómo quiera no- más ! ,¡ Cachalote, si le gusta — ¡ Bueno ! . ¡ Vea, señor Cachalote, yo quiero ir algo en la empresa. ; a mi me gusta, con fran- queza ! . ¿ Sabe ? . Lo único que hay es que estoy pobre y que el cutter va a consumir todo lo que tengo ... ¿ comprende ? Bueno ! . i Vea, ! JOSÉ !S. ALVAKEZ (FBAY MOCHO) pues, que no puedo arriesgarme entonces, así no más, de. palabra, sin una garantía! ¡Mire: con- sultemos a ese hombre que está ahí y que nos mira con cara de juez; verá, él me va a dar la . ! sin garantía no es negocio, razón ¡ Negocio don Cachalote . ¡ por la Madonna Y, sin más trámite, el titulado don Cayetano me saludó y me hizo seña de^ que me acercara a su mesa, aun cuando sin ofrecerme una copa de snap, como su compañero, que salvó la omi- sión con toda cortesanía. —¿No le parece, señor, que lo que digo es jus- to? — me dijo con el acento más calabrescamentc español que encontró en su repertorio. — ¿ Cómo quiere que entre en un asunto como ése, sin una garantía ? —Veamos — repuse, luego de beber mi snap, que me supo, a gloria, pues el airecito de la ma- ñana, al colarse por entre las rendijas de las pa- redes de tabla que formaban la sala de Bl Di- luvio helaba hasta las palabras — ; no sé de qué se trata. —Vea — me dijo el inglés en su español cha- purreado y dedicándome una de sus habituales sonrisas, que le llevó las comisuras de los labios casi hasta reunirse en el occipucio — , este señor, ahí donde usted lo ve, con ese sombrerito y esa cara de zorro, quiere convencerme de que es ven- tajoso para mí darle el cincuenta por ciento de una expedición de caza, pesca y lavado de oro que voy a hacer. En cambio, ofrece hacerme abrir en plaza un crédito de cien pesos y, no con- tento todavía, me exije, para que el negocio sea negocio, que le garanta el préstamo con el cutter que tengo fondeado ahí ... en esa caleta de la derecha. Don Cayetano oyó impasible esta tirada y ni parpadeó siquiera, limitándose a hundirse hasta el cogote su ridículo sombrerito, cuando se aper- ! . : ! . : 137 K. KAB .AUSTSAL cibió de que era motivo de broma para su con- trincante. Como yo continuara en silencio, el ingles se sacó la pipa de la boca, escupió con toda parsi- monia, la colocó cuidadosamente sobre la mesa, y fijando luego una mirada en el prestamista dijo —Mire Don Cayetano o Don Tudas o el diablo, yo no sirvo para juguete suyo ni de El Gorro . de doña Catalina, que es otro que tal . ¡ y le pre- vengo que no quiero hablar más de eso ! . ¡Si me habla, no respondo de que me aguanten í;is anclas ! . ¡ Conque así . aquí me fondeo El calabrés, que seguía impasible el desarrollo del discurso, volvió a darle otro erapujoncito a su gracioso sombrerito, escupió, se pasó por la boca la palma de la mano, y sacando de su garganu) privilegiada la más agudas y mas dulces notat del registro, replicó con vivacidad — I Por San Genaro, señor Cachalote ! . Yo soy hombre de negocios y nada más. ¿A usteJ. no le conviene lo que propongo ? . ¡ Bueno ! . i Esperaremos !.. ¡Lo que no sirve a las ocho, suele servir a las once Y envolviéndose bien en su chai de cuadritos, '^alió con un paso menudo y apresurado, c\ue te- nia algo del andar de la laucha. x Cuando nos quedamos solos, el inglés fijó stis ojos en mí y exclamó: ! — ¡ Qué gente ésta, señor . ¡ Ese judío, El Gorro de doña Catalina y el otro, Guanaco, son todos rizos de la misma vela ! . Creen que el oficio de sleeping partner. ¿Sabe? de "socio dormilón", les va a llenar el bolsillo sin hacer nada. ¡ A fuerza de ser pillos son zonzos ! ¡ El "dormilón", si quiere ganar, debe ser liberal ! . Eso es lo justo, ¿no le parece?. —Bueno, — dije, por decir algo — pero entre ' ' amigos. - . ! . 22 JOSÉ S, ALVABEZ (FBAY MOCHO) ? . ! . ¡ Pero si los conozco —¿ Amigos j Esos tanto como a Vd. o como al diablo! . oí hablar Gorro de do- —¡ Ah ! . Como le del ña Catalina y del Guanaco . -r-¿Vd. los conoce? —¿Yo?... ¡No!... ¡Me llamaron la atención los nombres, no más ! . —¿Qué nombres? —Los de ellos. —¡Ah!... ¿Y Vd. cree que esos nombres son de ellos?... Si estos tiburones se designan ;.'or apodos no más ... ¡Es costumbre de los loberos y de los buscadores de oro — sus víctirruis — que ellos han tomado, en su afán de tomarles todo! ¿No es de aquí Vd? —¡No, señor! tampoco!... Ni quiero ser!... ;Y se —¡Yo i va a fondear aquí, en esta caleta de tiburones, o sigue viaje? —¿Yo?... Vea; no sé... ¡Anoche me hau pe- lado en la ruleta y no conozco a nadie, m ícr-so un peso! ''¡ ! ! . ! . —¡ Ah ah ¡ Conozco ¡ Eso se Ihma estar a pique en veinte brazas ! . ¡ Oh ! ¡ oh ! . ¿Quiere un remolque?... Tengo mi cutter ahí, la bahía: se llama The Qtieen es chiquito. ; en y ! . ¡ pero marinero Si gusta, hay lugar a bordo ' todavía . Somos cuatro, que andamos por irnos a lobear, y uno más no nos hace daño...; ¡ai contrario Un rayo de luz alumbró mi ánimo abatido y acepté con júbilo la proposición tentadora: entre suicidarme estúpidamente en Punta Arenas o lu- char brazo a brazo con la suerte, no era difícil la elección para un temperamento como el mío.