I NDICE.

Páginas.

AL LECTOR XII

JOSÉ MARÍA ALFARO 3 A una amiga de mi madre 5 Al i 5 de setiembre Io Un recuerdo á Juan Diego Braun.. 16 Anhelo I9 Como es ella yy Risa y llanto .?4

VI. LIRA COSTARRICENSE. ÍNDICE. VII.

Páginas. Páginas.

Las dos dudas 25 A la juventud 88 Desencanto 26 A Dios 9ó Ilusión y realidad 28 En la tumba de J. A. Chamorro .. 94 Rimas 30 Flor del cielo 96 A la sociedad "El Porvenir" 40 La nave 99 En un album 45 Albores 103 Después de leer á Becquer 48 Carta erótica en estilo forense ... , 106

JUAN DIEGO BRAUN 53 R. VENANCIO CALDERÓN .... 111 ¿Por qué estás triste? 55 Recuerdos 112 La mujer 59 En la tumba de mi madre 116 Impotencia 64 La mañana 118 Para un album 65 Elvira 119 Yo vivo triste 68 Mis versos 124 Volved á mí 71 A J 126 Adiós á María Teresa 74 Rima 77 A una niña 79 Crueldad 8o JENARO CARDONA 129 Lucha 81 Rimas 131 Canta! 83 Su pañuelo 134

VIII. LIRA COSTARRICENSE, INDICE. I X.

Páginas. Páginas.

La pelea de gallos 136 Rimas 182 Al partir...------1 4 2 Ven 1 84 El llanto de los llantos 145 A una niña-- 187 Tú y yo 188 Que no te quiero?- 192 En la muerte de Graciela Ig6 1 RAFAEL CARRANZA 149 Ramillete 98 A orillas del Tacares 151 En la primera página 203 Preguntas 153 Como es ella 2 0 5 1 Letrilla 55 En el album de una morenita .... 210 Los jugadores 158 A un mirlo 213 Epigramas 161 A Carmen Fernández 215 Un rebocito nuevo 217 Serenata 222

GRACILIANO CHAVERRI 165 Mis cantares 1 67 Tus ojos 169 JUSTO A. FACIO 227 Heredia 170 Á Delia 230 La aurora y la mañana 23 2 Á la luna 240 La esperanza 24 6 AQUILEO J. ECHEVERRÍA.... 179 Juan Santamaría 251

X. LIRA COSTARRICENSE. ÍNDICE. XI.

Páginas¿

Soneto 253 Balada 328 Impotencia 255 En el Irazú 335 Madrigal ------257 Recuerdos de la infancia 343 Despedida 259 La razón. ... 35 1 Sombra 264 Anhelo 353 Elena Aragón 268 A la memoria de J. D. Braun .... 355 Recuerdo al poeta 270 Endechas 358 Elegía --- 275 Rimas ...... 285

LUIS R. FLORES 39 1 Á mis versos ------294 -o-- Desencanto 296 Deseos 300 La guerra 302 Epitalamio ------3 09 Soneto ...... 34 El poeta y la mujer 316 Al Irazú 320 La nube 2 3 4

XIII. LIRA COSTARRICENSE.

los poetas de aquellas repúblicas AL LECTOR hermanas; pero en Costa (Pica no se había llevado d cabo una publi= cación de este género. En 1878 comenzó á imprimirse No hace mucho tiempo que al un libro que debía llamarse tapa= hacerse referencia en una Revista bién «Lira Costarricense;" y por extranjera d ..los progresos de la motivos que ignoro se suspendió literatura centroamericana, se dijo cuando apenas estaban tirados los que en Costa (Pica no se cultivaba primeros pliegos. , la poesía, sino únicamente el café. La ` 'Galería (Poética Centroame= Esto me hizo concebir el proyec= ricana" dada á luz en Guatemala, lo de compilar algunos de losara= ha tenido ya segunda edición, obra bajos de nuestros vates y publicar debida d los esfuersos de don (Pa= la presente obra. mon Uriarte; es preciso reconocer Si se nos ha juzgado indiferen= que este literato ha prestado un buen tes al cultivo del divino arte, a na- servicio d las letras patrias, dando die sino d nosotros debe culparse d conocer al mundo los inspirados de ello. cantos de la pléyade de poetas de En Guatemala y en el Salvador esta sección del continente ameri= cano. s,:: •han coleccionado los trabajos de En laa colección del señor Uriar

AL LECTOR. XIV. X . LIRA COSTARRICENSE.

te figuran solamente unas pocas Lernardo Soto, amante como el composiciones de tres vates costa= primero de las glorias de la patria, rricenses. ordenó que esta obra se impri= Me propuse dar d conocer algo= miese en la tipografía nacional. nos trabajos de la mayor parte de Los señores doctor don (Rafael los que con más ó menos felices dis= Machado, don (Pío Víquez y don posiciones han rendido culta d las ,j . Marcelino (Paclieco, me han musas en esta parte de Centro A= prestado su valiosa ayuda en la ela= mérica;y sin entrar d formar jui= boración de esta obra, y les doy aquí cios críticos, creo que mi labor, ni testimonio de nii agradecirnie,zto. será improductiva para la literatu= Vaya este libro á llevar un hu= ra nacional y el estimulo de la ju 111 ilcte conatin.geiite de parte de Cos= ventud, ni podrá merecer censura ta (Rica, al himno glorioso que en= de los amantes de las bellas letras topa ante él mundo la literatura nacionales. hispano=americana. Aquí, donde como es bien sabi- do se lucha con graves dificultades San José, ('iciembrc 15 de 1889. para la publicación de libros, difí= cil era llevar á cabo mi pensamien= lo. jMÁXIMO fERNANDEZ. (Pero el Gobierno de la Pepúbli= ca, presidido por el Licenciado don _ XVII

PRESENTACION

La decisión del Departamento de Lengua y Literatura y de la Comisión del Centenario de la Lira Costarricense de conmemorar este importante acontecimien- to de las letras nacionales con la reedición del libro Lira Costarricense, es sin duda

un hecho de gran relevancia para la Universi-dady el depaís Costa en general. Rica El rescate literario que lleva implícita la publicación de esta obra impresa por primera vez en 1890 y que colecciona las principales obras de los poetas costarricen- ses de finales del siglo pasado, constituye una motivación suficiente para el apoyo que hemos brindado, de manera que nuestra Editorial, nuevamente ofrezca a los costarri- XVIII XIX cenes el contar con una recopilación singu- Alfaro, pasando por Justo A. Facio, Juan lar de esta generación poética. Diego Braun, Venancio Calderón, Graci- Hoy, 100 años después, le corresponde liano Chaverri y Luis Flores, lo destacan a la Universidad de Costa Rica, el privile- plenamente y lo identifican como auspicia- gio de rescatar este .valioso patrimonio dor y promotor de la poesía costarricense nacional, convirtiéndose una vez más, en la contemporánea. pionera de la educación superior, sal- Esta publicación tiene entonces un vaguardando y defendiendo así las raíces sabor histórico excepcional, publicado en de las letras costarricenses. el marco del Cincuenta Aniversario de la Estoy seguro que este libro se convertirá Universidad de Costa Rica, y deberá servir en un aliado muy importante para académi- de fuente obligada para el estudio histórico cos, estudiantes e investigadores, interesa- de nuestra lírica y de fundamento e inspira- dos en conocer en detalle el origen del que- ción para el quehacer poético y literario hacer de la poesía nacional de fines del costarricense. Mi felicitación sincera a siglo anterior. quienes han legado este verdadero rescate Esta compilación de autores nacionales, de la vida cultural costarricense. efectuada por el Lic. Máximo Fernández, con el decidido apoyo del Presidente don Luis Garita Bonilla Bernardo Soto, como respuesta a la afirma- Rector ción externa del poco interés del costarricen- se en el cultivo de las artes, la convierte en una verdadera antología. LaCardona, presencia Aquileo en J. Echeverría, el libro deJosé JenaroMaría XXI

PROLOGO Un penoso silencio de cien años, perturbado apenas por las referencias que algunos estudiosos formularon en distintas obras, acaba de terminar. Lira costarricense, hija pródiga de la cultura nacional, nació, a pesar de las dificultades, apadrinada por el entonces presidente, Bernardo Soto. La segunda edición conmemora el primer centenario de este nacimiento. Hoy, es el rector de la máxima institución de la educación superior, Dr. Luis Garita, quien acoge nuestras inquietudes, canalizadas por medio del Departamento de Lengua y Literatura. Demasiado tiempo ha transcurrido. Seguimos cultivando el café, mas el quehacer literario ha alcanzado el desarrollo deseado e impulsado por el Lic. Fernández. XXII XXIII

Quizá, el reclamo pertinente es la Asimismo, la reflexión apunta hacia el indiferencia que condena a la desaparición concepto de poesía que sirvió de base para una serie de obras, hijas de su época, pero el escogimiento, de los textos. En primer necesarias para la reconstrucción de los término, se concibe la creación poética orígenes de la cultura. como un producto de la inspiración que La figura de Don Máximo cobra construye una subjetividad, un yo, muy importancia, no solo como difusor de la marcado por la angustia que provoca la creación literaria, sino como uno de los incompletud, producto de la ausencia del primeros críticos de nuestras lenguas. objeto amado. Crítica normativa de la conducta y la La mayoría de estos autores creación de los primeros poetas nacionales. manifiestan esta relación profunda entre Su visión del potencial creador de algunos creación y mujer. (¿No había textos escritos de estos jóvenes fue inequívoca. por mujeres?). En algunos, la idealización La histeria literaria consagra nombres se centra en la figura de la amada, en otros, como el de Aquileo J. Echeverría, José Ma. en la figura de la madre o de la amiga Alfaro Cooper, Jenaro Cardona y Carlos fraterna. Dos modelos de lo femenino se Gagini, entre otros. evidencian. La mujer ángel, toda El primer prólogo nos permite espiritualidad y la mujer ardiente, toda reflexionar también acerca de la conciencia tentación. Este último tipo de "musa" es de que, a finales del siglo pasado, se habla creado por Aquileo J. Echeverría. No de un objeto llamado literatura obstante, en él, la incompletud la causa la costarricense. Para algunos, su existencia es muerte de la madre. (Poema "Tú y Yo"). innegable, para otros, los polemistas de El amor como ruptura de la unidad yo- 1894, es apenas una posibilidad. Sí es tú, continúa siendo tema de nuestra lírica. evidente que la lírica no fue objeto de Esta presencia tan marcada de la apreciación de ninguno de los dos bandos. subjetividad es rasgo que unifica a estos XXIV autores. Su plasmación se realiza por medio de imágenes o figuras fácilmente decodificables. Frente a esta profunda subjetividad, se hace evidente una preocupación por transparentar los conceptos que conducen a la ilusión de manifestar un significado unívoco. Esta aparente "racionalidad" de las imágenes se concreta también en la sistematización del discurso que las ALFARO JOSÉ MARÍA. transporta. La concepción de lo poético está íntimamente ligada a lo métrico. Esta desviación del discurso natural es, para la época, el meollo de la creación poética. Esta condición es posiblemente la causa de que se le niegue la categoría poética a estas primeras manifestaciones y se califique de versificadores a los poetas de Lira costarricense, en las historias literarias. Cien años después, contamos los investigadores con nuevas teorías que nos permiten realizar la reescritura de los textos gracias a la concepción de que la literatura no es un ente inmutable y eterno.

Licda. Sonia JonesLeón ALFARO JosÉ MARÍA.

ACIó en la ciudad de San José, capital N de la República de Costa Rica, en el año de 1861. Hizo sus primeros estudios en el Co- legio de San Luis, de la ciudad de Cartago, y en este establecimiento obtuvo el grado de Bachiller en artes. A la edad de tres años perdió á su buena madre doña Cristina Cooper, y apenas conta- ba José María Alfaro doce años, cuando per- dió á su padre, el abogado don José Joaquín Alfaro. Huérfano y pobre, José María Alfaro debe su educación y sostenimiento á sus tíos ma- ternos, don Juan y don Ricardo Cooper, á quienes él conserva inmensa y profunda gra- titud.

4 - Jose María lfaro.

Alfaro está recienvenido de Europa, des- pués de haber permanecido allá, en varios países, cl espacio de tres años. En la actua- A UNA AMIGA lidad desempeña el importante puesto de Ofi- cial Mayor en el Ministerio de Gobernación, de mi madre. Policía y Fomento. Las poesías del joven Alfaro han nacido es- pontáneas como las flores del desierto. En ellas no se nota ningún espíritu de imitación. tierna y grata emoción Correctas y variadas, muestran que el joven ON vate, dotado de las más felices disposiciones C Arpegios tales oí, será en lo futuro una brillante gloria de la Que escuchándolos sentí poesía costarricense; no, mejor dicho, del Par- Sollozar mi corazón, naso Centroamericano. Pues tu canto refería Con placer y gentileza La virtud y la belleza De la dulce madre mía.

Murió cuando placenteras abrigaba Y el aronia,respiraba De diez y ocho primaveras;

6 José María A lVaro. Á una amiga de mi madre. 7

Cuando soñaba al calor Y mirar cómo se van Inefable del hogar Del alma las ilusiones, Y empezaba á disfrutar Que vuelan á otras regiones Las ternuras del amor. Y que nunca volverán;

Ella fué casta paloma Vivir sin que los placeres De las de plácido arrullo Me ofrezcan halagadores Y que dan el canto suyo Ni el perfume de las flores A la mañana que asoma. Ni el amor de las mujeres,

Y que la muerte cruel Tendiendo el airoso vuelo Sacuda mi sueño ardiente Dejó su verjel querido Sin sentir sobre mi frente Y fuése á formar su nido La corona del laurel; En los jardines del cielo. Conocer con aflicción * Que si mi pecho suspira, No es que la mente delira, ¡ Ansiar lo que no se alcanza Es que sufre el corazón, Después que he sufrido tánto Y haber regado con llanto Y probar siempre al través Las flores de mi esperanza De la vida, la acritud:

g José María Alfaro. Á una amiga de mi madre. 9

Si es ésta mi juventud, Pajarillos pequeñuelos ¿ Cómo será la vejez? Desnudos de ricas galas Que están batiendo las alas Para subir á los cielos.

Mi lira tiene el profundo Acento, el l ay t angustiado Del corazón destrozado Por los embates del mundo;

Y á veces pretendo ufana Celebrar. con voz hermosa Los crepúsculos de rosa De la tarde americana.

Son mis versos el rumor Agreste de la arboleda Que se agita y que remeda Los coloquios del amor;

Al 15 de setiembre. I i

Supo el dogal poner en la garganta: Testigo Irlanda sojuzgada y triste, Testigo la Polonia asesinada, AL 15 DE SETIEMBRE Y entre otros pueblos que esclaviza el hombre, También testigo la colonia Indiana. La sombra por doquier: la ley impía, El derecho del fuerte; la palabra, Medio de adulación para el cinismo, omo turba de buitres carniceros Para el hombre de honor amordazada. C Que su sombra proyectan sobre el agua, Los derechos del hombre postergados Del cristalino lago en que se agitan Al derecho divino del monarca, Los juegos de la luz y de la escama, Y el pensamiento puesto de rodillas O como en noche azul cruza el espacio, Pidiendo redención para las almas. Engendro del vapor, negro fantasma, Esta historia de ayer, historia negra, Del guerrero español, sobre la América, Que nos causa rubor al recordarla, Así pasó la hueste sanguinaria. Y parece imposible que llegase Aun se puede escuchar y no muy lejos Hasta tanta maldad la especie humana. El crujido siniestro de sus armas Y en medio de la noche, do se cruzan Que se mezcla á los ayes de la virgen Espíritus de horror, sangrientas larvas, Cuya modesta túnica desgarran. Brillan astros también que en su carrera Pero tampoco Iberia solamente Derraman con su' luz las esperanzas.

I z José María Aljaro. AZ 15 de setiembre. 13 Colón, Bolívar, Wáshington, los genios Que supieron hacer de nuestras almas Y se convierte en fecundante savia; Conciencias vivas, á la luz abiertas, Se erige como ley para el destino Y en el pecho un altar para la patria. Y penetra en el fondo de las almas. Un recuerdo no más para sus sombras, Hoy el pueblo, por fin, sabe que puede Que, al evocarlas yo, se profanaran Abrir el vasto pecho á la esperanza; Y ya los aires con sus glorias llena Que hay una ley universal que borra La sonora trompeta de la Fama. El privilegio odioso de las castas; La humanidad cual siempre generosa Que bajo el cielo azul son inmutables, Con usura premió sus nobles ansias, La libertad y la igualdad humanas; Y á los que vió vivir como mendigos Que á la pupila y la razón vinieron Lea erige pirámides y estatuas; La luz del sol, la libertad de Francia; Sobre el hierro quizá de sus cadenas Que el derecho del hombre es más divino Les hace luego colocar las plantas, Que el de una imbécil testa coronada, Y presenta magníficos festines Porque viene de Dios, que es la justicia Con el oro ruin que les negara. Y se revela en la conciencia humana; Pero avanza la luz, y como el germen Que hay una luz espléndida y potente Necesita morir para que nazca Que se vierte en inmensa catarata: El árbol que muy débil al principio, La luz de la verdad, en que podemos Después hasta las nubes se levanta. Beber hasta saciar nuestras miradas, Muerto el genio, también surge la idea, Sin que un ser infernal hacia la noche Quiera, de nuevo con horror fijarlas;

t5 . 15 ele setiembre Al 14 José Mana Alfaro.

Bajo el inmenso pliegue de sus alas Que hay un Dios de justicia y de clemencia, El continente todo, entonaremos No de negra y terrífica venganza, El himno de la unión americana. Que empuja al hombre en su ascensión sublime Y no le hace gemir bajo sus plantas; Que podemos vivir, que el pensamiento Puede tender sus luminosas alas Y de un vuelo pasar sobre los astros, Y penetrar en el divino alcázar; Que podemos amar, sin que en el cielo Sobre la inmensa bóveda estrellada, El padre de la luz se muestre altivo Y mire nuestro amor como una mancha, Y que de Francia el Aguila altanera Depositó su nido en las montañas Altísimas de América, y en ellas La prole pereció, pero animada De gigantesco germen, sobre el Norte El sol de libertad pudo incubarla; Y ensayando su vuelo poderoso Se dirige en magnífica bandada Desde Méjico al Sur, y cuando cubra

Un recuerdo a Jean D. Braun. 17

Con los escollos duros de la suerte, Con los fantasmas negros de la envidia.

Y no pudo formar en su coraje UN RECUERDO Aquella inmensidad embravecida, Sino bucles de luz y de esmeralda

A Al quererte oponer su airada linfa.

Después la tarde azul, y el horizonte Juan Diego Braun. Que á tus pupilas ávidas se abría, Mostrándote en hermoso panorama La dulce primavera de tu vida.

Cumplido será mi anhelo: Vivirán eternamente Luego el amor con sus perfumes suaves Tus versos en nuestra mente, Sus palabras de miel y sus caricias, Tu espíritu allá en el cielo. Y un ángel que gustaba de tus cantos,

Que fué tu vida apreciada Y tú con tu canción le adormecías. Mezcla de gozo y de pena, La vida de la azucena Pasajera y perfumada. Y tu barca gentil siempre adelante, Y el cuadro encantador siempre á tu vista, la vida en el piélago espumoso Y tú bogando, y sin cesar bogando, D TropezóE á cada paso tu barquilla Para alcanzar la playa bendecida.

18 José María Alfaro.

Luego tuna nube, luego la tormenta, Luego la tempestad que estalló en ira: El rayo serpeaba en el espacio Y la noche y la mar se confundían. ANHELO. Luego... un choque fatal entre la sombra... Después, gritos (le muerte y de agonía.... Silencio aterrador y allá en la playa Muchas voces de súplica infinita! OH, yo quiero saber! El vuelo airoso i Rápido tenderé por las alturas, Muchos brazos alzándose á los cielos, Y, á pesar de tu brillo esplendoroso, Y sollozos y lágrimas sentidas: He de salvar, oh Sol, tus lindes puras; Son los seres queridos de tu alma Los corazones ¡ay! que te querían. Al lado del que busca el alma mía, Con tus reflejos de oro y de , Vienes á ser la noche de su día Ó un cadáver errante en el espacio.

¡ Oh! yo quiero saber; pues adelante, Subamos más allá, que el pecho henchido De una santa ambición busca anhelante Una huella del astro apetecido.

Anhelo. 21 20. José Marta 4 faro. Y que embellece la vida Y busco, y busco más; y nada encuentro, Con sus mirajes de rosa, Y reconozco al fin de la jornada, Es ave azul que se posa Que si el alma se sale de su centro Muy cerca de nuestro anhelo; Y busca más allá, no encuentra nada. ¿Y habrá una sombra de duelo * Que á su poder no sucumba * * Cuando al través de la tumba Ambición, antro profundo Nos deja mirar el cielo? Que dentro del alma siento Y de cada pensamiento Quisiera formar un mundo; Arcano de luz fecundo Donde mis glorias están Y tras él mis ansias van, Que bien pudieran con él Ser bellas como Luzbel, Y convertirse en Satán.

*

La esperanza, nube hermosa Sobre el alma suspendida,

Como es ella. 2 3

Los castos besos trémulo á libar ? Admirando su mágica belleza Nuestro mezquino corazón desmaya, COMO ES ELLA. Se teme con dolor que se nos vaya, Que pueda tener alas y volar. (Á María.)

NA mujer, un ángel, una diosa, U Visión de amor que descendió del cielo, Imagen del placer y del consuelo Que vino á despertar mi corazón. Hay en su gracia encantos seductores, Encierra tanta luz en su mirada, Que parece fundir enajenada El candor infantil con la pasión.

¿Quién al mirar, ¡oh Dios! no se extasía, El coral perfumado de su boca Que al pensamiento tímido provoca RISA Y LLANTO. LAS DOS DUDAS.

L pasar una luz pintó la risa, s Lucila coqueta y veleidosa, A Y al pasar una sombra pintó el llanto, E Y ha jugado al amor con tanto empeño, Creció en el labio dulce la sonrisa Que negando su influencia poderosa Y en la pupila se anidó el quebranto. Ya sus conquistas le parecen sueño.

Mas ¡ay 1 cuando la mente desvaríe Y la bella, dulcísima María, Por la duda fatal que la devora, Que amó con el candor del alma pura, Si el duelo baja hasta los labios, rie; Perdida la ilusión "¿si amar podría?" Si el gozo sube hasta los ojos, llora. Se pregunta también con amargura.

Y á mí, que tengo ya seca la fuente Mas hay que perdonarles la arrogancia Del llanto y de la risa, ¿qué me queda? De esa duda fatal de tanto daño: Mucha arruga no más sobre la frente, Que una duda nació de la ignorancia, Sin que la risa remedar ya pueda. Y otra duda nació del desengaño.

Desencanto. 27

Después al rayo sangriento De un amor que te abrasaba, Y criminal escondías En lo oscuro de tu alma, Contemplé, desventurado, DESENCANTO. Que desprendidas tus alas, Como reptil venenoso Rudamente te arrastrabas, Para apagar entre el cieno El esplendor de tu magia YER, linda mariposa, Y así mi dicha -murió, A Por el espacio cruzabas, Y así murió mi esperanza. Para ostentar los colores Encendidos de tus alas; Los astros te sonreían, Las flores te acariciaban, Como tú, del mismo céfiro Mecidas y perfumadas; Pues eras allá en el fondo Nacarado de su alma, Como hermanita mayor Del verjel de mi esperanza. Ilusión y realidad, 29

En los raudales del llanto; Porque ha delirado tanto En su sueño de ventura, ILUSION Y REALIDAD Que cuando su labio apura El acíbar del dolor, Más agrio encuentra el licor, UANDO el filósofo ve, Más amarga la amargura. C Con su mirada de hielo, La verdad del desconsuelo, La mentira de la fe; Pregunta al cielo ¿por qué Llora el sabio la ficción Me diste tu luz divina, De la ilusión de su vida, Si en lo que el alma imagina Y el vate llora perdida Con más delicioso halago, La vida de su ilusión; Ve la razón tanto estrago Y yo con igual pasión, Y en cada flor una espina? Cuando la pena me acosa Con su. sombra venenosa, Exclamo en mi desvarío: Y el vate que eleva el canto ¡ Cómo he de mirar, Dios mío, De encantadoras caricias, Para hallar la vida hermosa? Ahogando va sus delicias

g r . Rimas

Cobra más ira la congoja horrenda, Redobla su furor, la luz se apaga, Nuevos despojos la tormenta traga Y el ángel huye sin piedad también. RIMAS. ¿ Y he de fingir torturas que no siento 1. Por caprichos no más del entusiasmo? ¿ O cantar y llorar? ¡Vano sarcasmo Digno de la careta de un histrión? ANTA! Qué he de cantar! si estoy herido Es imposible ¡oh Dios! ¿ En dónde, en dónde i C Por un martirio devorante y fiero, Encontraré el acorde poderoso Si del dolor el límite postrero Que convierta en acento cadencioso He tocado tal vez. ¡Qué he de cantar! La borrasca febril del corazón? Y ¡cómo he de cantar! cuando la pena Que muerde con furor el pecho mío Ya no es pena no más, es desvarío I l. Que hace mi corazón agonizar.

Si un instante el espíritu revive, ¡ Ay! yola amé! qué presto el infortunio Y el pensamiento erguido se levanta, En mi angustiado pecho se asentó, La luz de las pupilas se abrillanta Y sentí sobre el alma lacerada Y un ángel viene á acariciar mi sien. Gravitando la noche del dolor!

. 32 José María Alfaro 33 . Rimas

Tú me has visto sonriendo delirante Que de tu seno alabastrino arrancan Soñándola en dulcísima visión, Las arterias con ímpetu veloz; Y recoger mi espíritu a su vista Palpé con avidez todas las fibras Cual la pupila ante la luz del sol. Que pudiera ocultar tu corazón; Pero todas ¡horror! estaban mudas, Ella ha podido oscurecer mí gloria Hasta la dulce fibra del amor; Y al huir de tu pecho, avergonzado, Y matar en mi pecho la ilusión, Con desprecio hacia tí, negando a Dios, Y encapotar el sol de mi esperanza, Herida al cabo tu fatal soberbia, Pero arrancarme su recuerdo, nó. Con furor sacudió 'tu corazón.

III. IV

Yo quise sorprender entre tu pecho No hay flores en la pradera, El secreto que vela tu pasión; Ni cisnes en la laguna, Y envuelto en el aroma de tus labios Ni estrellas que miren pálidas Mi espíritu sutil, engañador, Sobre la bóveda oscura. En un suspiro que del alma diste, Los sauces del. cementerio Hasta el fondo del alma penetró. Inclinan sus ramas mústias, Errante en el abismo de tu sombra, Y los pájaros nocturnos, Escuché la tenaz palpitación En la sombra se saludan;

Jose Maria Alfaro. 34 Rima.', 35

El angel de las tinieblas Que ya en él apuré los desengaños Habita las anchas grutas, Oscuros de la vida. Y duerme la inmensidad En una calma profunda, Bien puedes sonreir a mis congojas: Como duerme entre mi pecho Tú no naciste dulce y compasiva, El horror de mis angustias. Y ocultas entre 'ores algo horrible Mas si la calma engañosa, Que causa la desdicha. En silencio me tortura, ¿ Qué sera cuando se agite Como no puedo pronunciar tu nombre, La tempestad de mis dudas? Al viento doy las quejas de vais rimas: Ellas se pierden como leve espuma Al soplo de la brasa. V

Si has podido escuchar indiferente Las escapadas notas de mi lira, No hay quien devuelva al pecho lacerado, Yo sé que mi recuerdo abominado Ni una sola ilusión desvanecida, En tu interior se agita. Ni quién convierta el cáliz de amargura, En copa de ambrosía. Sé que al nombrarme para ajenos ojos Siempre te muestras desdeñosa y fria: Ni tú misma. mujer, quebrar intentes Así es la vanidad. ella convierte Ese caliz fatal, lleno de acíbar, Las lagrimas en risas.

36 Jose María Allano. 37 . Rimas

VI. VII.

¿Y otra vez? ¿ y otra vez? ¿Y no es bastante? Yo la miré con la mirada intensa ¿Y en vano el pecho destrozado siento? De una pasión amarga y delirante, ¿ Y en vano oscureció mi pensamiento Y no supo mirar en mi semblante Aquella sombra inmensa de dolor? La negra nube del dolor tenaz. El cielo todo se nubló a mis ojos, Y en una queja tímida y doliente Avaro el sol encapotó sis rayos, Que arrancara el amor desesperado, Y las flores cayeron de sus tallos, Un sollozo del alma le he dejado, Y la noche invadió mi corazón. Un sollozo del alma y nada más.

¿Y me hablas tú de pájaros y flores? Ella que el sueño de mi vida ha sido, ¿Y me pintas tu amor y tus ternuras Ella que fué mi porvenir entero, Cuando inocente y candida procuras ¿ Querrá domar mi espíritu altanero, Ofrecerme un hermoso porvenir? Querra gozarse en mi pesar talvez? ¿Juntos los dos? ¡Jamas! Ni cómo puede, Mas si la quise con el pecho henchido Á la sombra, la luz, unirse -grata: Por la santa ambición de la esperanza, Hasta ese mismo amor que te arrebata Jamás su necia vanidad alcanza Habrá de ser infierno para mí. A domeñar mi orgullo y mi altivez.

José María Ayaro. 38 Risitas. 39

Y vencera por fin pero la frente Todo, todo a la vez; ya no es bastante, Marchitada, rugosa, amarillenta, No llegara jamas a conmoverme Revelara también que la tormenta, Y me sentí temblar cuando imprimiste Altiva despreció de su dolor. Aquel beso de amor sobre ni¡ frente. Y vencera por fin pero la parca Al descorrer las sombras de la vida, Dejara en la pupila entristecida Ix. Escrita allí la historia de mi amor.

¿Sabes que al ver tu dignidad fingida, VIII. He llegado á pensar en mi dolor, Que sobraba veneno de mi pecho Para matar también tu corazón? Que se nutra el espíritu de sombras, Y escuche el corazón voces de muerte, Y tenga ante -ni vista la esperanza, Y que me tenga miedo y que se aleje. Que sienta sobre el pecho lacerado El aguijón mortal de la serpiente, Discurriendo la sangre por mis venas Con el hervor maligno de la fiebre. Que la Gorgona misma ante mis ojos, Con su terrible faz se apareciese

A la Sociedad "El Porvenir". 4i

mas ¡ay! que la imagen bella que mi entusiasmo forjara, tan sólo porque fué mía ya va tornandose palida, A LA SOCIEDAD "EL PORVENIR". y desfallece el espíritu, y el corazón se acobarda, y mil. preguntas siniestras y mil congojas me asaltan. UMLDo ayer en la bruma, ¿Por qué en mi lira hay lamentos? S de mi recóndita calma, ¿Por qué en mis ojos hay lágrimas? sin ilusiones el pecho ¿Por qué nacen tantas dudas para atormentarme el alma? y sin acordes el arpa, buscaba en el ciclo oscuro, ¿Por qué en las horas del sueño por entre nieblas lejanas, se me aparece un fantasma, algún pedazo ele azul y me dice cosas negras, que sólo podré pintarlas, donde posar la mirada, con las sombras de la muerte, que fuese para mis ojos ó las manchas de la infamia? oasis de la esperanza. >las ¡ay! que el ciclo sombrío, ¿.Por que mi pecho se anidan ele horrores haciendo gala, ocultas, mortales ansias? absorbe toda la noche ¿Por qué se ve al desengaño y pesa como una lápida; naciendo de la esperanza?

42 José María Alfaro. A la Sociedad ''EI Porvenir . 43

¿Por qué los ojos del cielo y tantos seres que llenan tienen miradas que matan? de flores resplandecientes ¿Por qué hay sonrisas traidoras los limbos de la existencia. en tantos labios de nacar, Por eso pienso, señores, y a veces todo un infierno que habran de pasar mis quejas en el corazón que se ama? por este lugar tranquilo, ¿Por qué tras cada caricia como una sombra funesta, se ve la traición bastarda, como la espuma que pasa, y hasta en el rostro del angel como la nube que vuela, parece haber una mascara....? que apenas se la ha mirado, y apenas se la recuerda. Mas ¡ay! que mi torpe labio, en vano fingir intenta, y sólo puedo cantar, Mas qué os importa de mí, el canto de mis tristezas. ni de mis locas quimeras, Ya veis qué pobre homenaje, ni de mis hondos suspiros, ya ves qué rústica ofrenda: ni de mis lagrimas tercas, si siempre teneis vosotros algunos ayes muy tristres, en vuestra dulce vivienda, algunas notas muy trémulas: la luz del cielo que irradia una alma toda sumida en la mirada materna, en una noche muy negra, y un hogar, y una familia y un corazón palpitante

44 José .paria fl faro.

y con las alas abiertas, que quiere tender el vuelo desde esta pesada tierra hácia esos soles del arte que vuestros pechos alientan, EN UN ALBUM. y confundir nuestras almas en una ascensión suprema.

N languidez seductora E Soñó el alma placentera; Con la esperanza viajera; Con la ilusión voladora.

Pero al llegar al oscura Albergue del corazón, Ni esperanza, ni ilusión Hallaron hogar seguro.

Por eso el vuelo tendieron Y angustiado me dejaron, Cuando otro dueño buscaron Y en su seno se perdieron.

46 Jose Maria Alfaro 47 . album un En

Por eso el dolor tenaz Al calor de tu mirada, No deja en mi pecho insano, Renacer las ilusiones. Ni algún recuerdo lejano Sé que en tu seno se anidan, De alguna dicha fugaz. Como en un nido de flores, Y cuando pulso la lira Alondras y ruiseñores Para endulzar mis pesares, Que á la esperanza convidan. Se percibe en sus cantares Y sé que te dan su aroma, Que solloza y que suspira. Y los pájaros lo saben, Y la punzante aflicción Amores que solo caben Dejó en bárbaro quebranto En un pecho de paloma. Doblegadas por el llanto Y que entre tímidos velos, Las alas del corazón. Es tu existencia querida, Rosada estrella, encendida Pero las almas quejosas, En el azul de los cielos. También olvidan su duelo, Viendo jugar en el cielo Y yo cantando mis penas, Bandadas de mariposas. Te doy sus notas sentidas, i Pobres lágrimas; vertidas Sé que en dulces emociones Sobre un ramo de azucenas ! Siente el alma lacerada, Y pretendí escribir Unas rimas también, como las tuyas, Con loco frenesí; Pero la pluma resistió impotente A tal insensatez, Y rodando una lagrima sañuda DESPUÉS DÉ LEER Humedeció el papel

A Y pensé que tus obras eran mías, Que tu nombre mi gloria arrebató; BÉCQUER. Y oscurecido el corazón, cobarde, Por fin enmudeció.

E acababa de oír, Becquer sublime, T Y absorto me quedé; Porque tus rimas, en el alma dejan Un fúnebre placer.

Te amé y te aborrecí, surgió del alma Torrente abrasador; Porque la envidia y el cariño brotan Al par del corazón.

Me levanté con ímpetu salvaje BRAUN JUAN DIEGO. BRAUN JUAN DIEGO,

ON tristeza escribimos este nombre. i C Juan Diego Braun murió joven, pero deja recuerdos inmortales en el corazón de sus amigos y en las bellas letras costarricen- ses ! Juan Diego Braun era hijo de don Juan Braun, natural de Alemania, y de doña Elena Bonilla, costarricense. Nació Juan Diego en esta capital el 5 de agosto de 1859, y murió el i i de mayo de 1885. ¿ Qué fué su vida? " Breve suspiro en el viento, Lágrima turbia en el mar". Era Juan Diego, modelo de hijo, modelo de hermano, modelo de amigo,

54 Juan Diego Braun.

Era Juan Diego Braun ahogado dis- tinguido y laborioso, que á brazo partido luchaba contra esa especie de indigencia, que, con pocas excepciones, parece ser siempre cl lote de los favorecidos por las nueve hermanas. ¿POR QUÉ ESTAS TRISTE? Trabajando honradamente para mantener á su apreciable familia, ahogando en cl tra- bajo la inmensa pesadumbre que le dejó la muerte de su querida madre; y soportando la UANTAS veces.... ¿Recuerdas, vida mía,', carga de su vida, tostaba á ratos su lira para C Sentado yo á tu lado, consagrar cánticos inmortales á María Teresa, Al rayo del amor y la alegría, y entonar otras armonías que nunca olvidare- Te dije enamorado mos. El destino nos arrebató prematuramente á Los sueños de ventura que pasaban nuestro querido Mello, pero el recuerdo que En torno de mis sienes ardorosas, de él nos queda sólo la muerte podrá borrarlo. É inquietos en mi mente se posaban Cual bellas mariposas.

¿Dime, Teresa mía, Recuerdas esas noches de alegría?

¿Y no es verdad que aun vive en tu memoria, Cada instante pasado dulcemente, Yo delirando amor y ansiando gloria,

56 Juan Diego Braun. ¿Por qué estás triste? 57

Y tú, piadosa, por borrar mis dudas, Que en tu alma tan joven como pura Jurando amarme con amor ardiente? Haya el dolor cebado su fiereza, Si tu memoria guarda, cual la mía, Marchitando la flor de tu ventura Las promesas de amor que tu me hiciste, Con el soplo glacial de la tristeza. ¿Por qué, Teresa, al parecer sombría Te muestras á mis ojos ¡ay! tan triste? ¿Luego dime, alma mía, ¿Acaso alguna pena Por qué estás triste, al parecer sombría? Hiere tu corazón en desventura, ¡Acaso, acaso el corazón te dice Teniendo por corona la hermosura, Que no debes amarme un solo instante, Y bella cuál la cándida azucena, Pues la distinta suerte que nos guía El cetro del amor y la ternura? Tu frente eleva. a la región del cielo, Y, pobre arista que maltrata el viento, No, mi bien, no es posible Mi corazón arroja en el tormento ! Que airada tempestad sobre tu frente Acaso te predice Haya batido sus malignas alas; Sibila malhadada Porque eres tú tan tierna y apacible, ¡ Ay! que serás amándome, infelice, Nacida entre los sueños del Oriente, ¡Ay! que serás amandome, olvidada! Que pareces un ángel de otros mundos Que por la tierra se desliza apenas ¡ Oh! no!.. por Dios! consuélate, alma mía; Sembrando rosas, lirios y azucenas. Busquemos el desierto, si tú quieres, No, mi bien, no es posible Sitios desconocidos y sin nombres

58 Juan Diego Braun.

Do pueda nuestro amor formar su nido Lejos de la maldad de otras mujeres Y libres de la envidia de los hombres; Y allí.... ¡oh! en mi loco desvarío Al ver risueños tus brillantes ojos, LA MUJER. En rapto de entusiasmo esclamaría: "iEl mundo, el cielo, la ventura es mía!"

A mujer es una flor L A que el ciclo da su esencia, Que embriaga nuestra existencia Con el perfume de amor. Yo, que comprendo el valor Del encanto que atesora, Contemplo en ella la aurora Que anuncia un sol esplendente; Por eso adoro ferviente A la mujer seductora.

Si ella ríe, alegre canto, Y en alas de mi canción, ,ate elevo á ignota región

60 Juan Diego Braun La mujer. 61

Do se duerme mi quebranto; La divina inspiración: Y allí en dulcísimo encanto Bebe de amor la pasión, De hermosura resvestida, Bebe el noble sentimiento; Siento resbalar la vida Pues de una madre el aliento Entre sueños seductores Al nacer, niña, bebimos Como una fuente entre flores Y por la mujer sentimos Que corre apenas dormida. Dulce alegría y contento.

Si ella gime, si ella llora, Que la mujer en el mundo, Cual tórtola solitaria, En esta noche sombría. Alza al cielo su plegaria Es la estrella que nos guía Mi alma también gemidora. Con su brillo sin segundo. Y como el cielo atesora ¿Quién en su esplendor fecundo Pura esencia del amor. Bañado no se ha sentido, Pido que vuelva á la flor Cuando su imperio extendido, Su primitiva hermosura Envuelve en su luz la tierra, Y la paz y la frescura Y cuanto en ella se encierra Que le robara el dolor. Congo el pájaro en el nido?

Dulce niña, en conclusión, Si de la Luna al fulgor Es la fuente la mujer Bajo su faz misteriosa, Do el poeta va á beber Oigo una voz cariñosa

62 han Diego Braun. La mujer. 63

Tierno acento del amor; Es el único consuelo Ah! se calma mi dolor Al dolor y la amargura, Y mi agudo padecer, Símbolo de la ternura, Y extasiado suelo ver, Angel de amor que consuela, Entre nubes de topacio, Ella, ¡ay triste! sólo anhela; Cruzando tenue el espacio En su profundo cariño; La imagen de una mujer Una sonrisa del niño Por quien amorosa vela...... ¿Qué pide ella en su pobreza Ah! ¿quién no lleva en la vida Sobre la tierra que pisa, Oculto en su alma un amor, Si funda en una sonrisa Como el perfume en la flor Su tesoro y su riqueza? En cuyo cáliz se anida? Ella brilla en su grandeza, ¿Quién no acaricia, transida Aun en medio del dolor, Aun de pesares el alma, Si una sonrisa de amor De gloria una verde palma, El hombre tierno la envía Un amor, una ilusión, ¡Qué feliz ella sería Con que sueña el corazón Buscando en ellos la calma? Si aquel no fuera traidor....!

¡Oh, sí! que la mujer pura Como el limpio azul del cielo, .IMPOTENCIA PARA UN ALBUN.

ORRE la nave por él ancho océano CTal vez pérdida y con él rumbo incierto, MBOS, oh niña, en la vida Sobre un abismo de insondable arcano A Llevamos opuestos giros: Tú en la ilusión embebida Y bajo un cielo de terror cubierto; Vas por la senda florida Mas vuela audaz sobre él peligro insano Del amor y los suspiros. Y llega al fin al suspirado puerto; Mientras que él alma, si feliz navega, Yo entretanto, en noche umbría, Al puerto que ambiciona nunca llega. Surco el mar de la ansiedad, A la ventura y sin guía; Cual hoja qué arrastra impía Horrísona tempestad.

Y si á veces ¡ay! levanto Mis canciones hasta vos, No es de esperanza mi canto;

66 Juan Diego Braun . Para un album. 67

Porque es triste como el llanto Que en la tumba entristecido Y amargo como un "adios"! Lamente mi amor perdido Como el sauce y el ciprés. Soy un pajaro que vuela Por el desierto, perdido; Tal vez no sabes que hay penas En cuyo canto revela Que en el silencio se lloran, Que ya la muerte recela Y horas amargas y llenas Por su acento dolorido. De tristísimas escenas, Que el corazón nos devoran. ¡ Plegue al cielo, niña bella, Que no tengas que sufrir Mas, quiera el cielo que ignores La desdicha de tu estrella, Los engaños de la vida, Que hora vívida destella Al cruzar sobre las flores Sobre un cielo de zafir! Por una senda de amores En la ilusión embebida; Que yo como tú volaba Sin que llegues á probar En pos ele alguna ilusión, Y en ella misma encontraba En tu fúlgida niñez, La delicia que anhelaba El veneno del pesar, Delirante el corazón; Que fuerza el alma a llorar Como el sauce y el ciprés. Pero mi suerte ha querido, Desgraciado cual lo ves,

Yo Vivo triste. 69

"Te doy mi corazón y mi terneza, Y juro, juro amarte eternamente;"

Entonces ay! al vislumbrar mi suerte, YO VIVO TRISTE. Comprendí que en el inundo lloraría Los pesares mas tristes de la muerte; Y desde luego la aflicción más fuerte Se interpuso en mis horas de alegria, o vivo triste!.... el infortunio helado Y Hunde mi porvenir en la pobreza, Ser amado y estar correspondido Y estando de Teresa enamorado Era todo mi afán y mi delirio; Yo quisiera vivir siempre á su lado Mas ya que soy de una mujer querido, ¡Quien creyera que sufro entristecido Disfrutando el cariño de Teresa. Los dolores mas hondos del martirio! ¡Cuantas veces mi mente soñadora En alas del amor que la encendía ¿Qué le puede ofrecer quien triste espera Deliró con la suerte encantadora, Encontraren su patria sólo abrojos? Al ver que de su boca seductora ¡Si al menos conquistarme yo pudiera, Una corona de laurel que fuera Manaba la esperanza y la alegría! Tan bella cual la lumbre de sus ojos....; Pero después, que al comprender Teresa La intensidad de mi cariño ardiente, Yo vivo triste.... la pintada rosa Me dijo en su lenguaje de pureza De la ilusión risueña y la alegría

70 Juan Diego Braun.

Me anuncia la ventura mas dichosa; Pero temo á la suerte borrascosa Y lloro ¡ay triste! la esperanza mía. VOLVED A MI,

® H t dulceDe los edad delirios de sinlos fin, sueños, En que es el mundo un jardín De placeres halagüeños! Volved á poblar mi mente De imágenes seductoras: Volved á llenar mis horas Dc los perfumes de oriente! Venid, rasgad en mi frente, Con tu brillante esplendor, Las nieblas de mi dolor; Venid á darme la mano Para ascender, soberano, Á los cielos del amor. Venid de nuevo á llenar

72 Juan Diego Braun. Volved tí mí. 73

El manantial de mi vida, De hinojos en mi altivez Con el agua bendecida En pago de su ternura. De la dicha sin pesar. Delirar con su hermosura, Dejadla vuelva á cruzar Seguir en pos de su huella, Tranquila sobre las flores Ambicionando para ella, Murmurando sus amores; Donde brille cual ninguna, Y dejad que en su raudal, Un alcázar en la luna Como en límpido cristal, Y un palacio en cada estrella Pinte el amor sus colores. ¡Oh dulce y sencilla edad Llegad, oh sueños, llegad, De los delirios y amores, Y en gracioso torbellino, Venid y sembrad de flores Las sombras de ni¡ destino Mi luctuosa soledad. En mil luceros cambiad: Volved de nuevo, y dejad Que torne al fin á beber En la copa del placer; Que mi alma desfallecida Quiere volver á la vida, Amando á alguna mujer.

Pero amarla con locura, Con delirio y embriaguez,

Adios á María Teresa. 75

No encuentro donde reposar, cansado, Ni un ser amigo que me dé apiadado Las migas de su pan;

ADIOS ¿Recordarás entonce, hermosa mía, Al pobre desterrado de tu amor? A María Teresa. ¿Empapará una lágrima, María, Tu rostro encantador?

Ay! déjame pensar por un instante, Think of me vohere' er you be En el momento mismo de partir, Though many miles apart Que hay algún ser que mi destino errante Others way have my company But you may have my heart. Llora con tierno corazón amante, ( 1) Porque sabe sentir.

DIÓS! adiós! Si mi contraria suerte Deja, por Dios, á mi ternura ¡oh niña! A En otras playas ó en la mar tal vez Acariciar esa ilusión de amor, Me obligan, niña, mísero á perderte, Antes que deje el prado y la campiña Sin el consuelo de volver á verte, Y que mi frente pálida se ciña De hinojos á tus piés; La toca del dolor.

O si impelido por el viento helado Adiós! Adiós! lejos de tí no espero De la ansiedad continua y del afán, Un bálsamo encontrar á mi aflicción;

Braun. 76 Juan Diego

Pues sin tu luz, bellísimo lucero, Solo tendrá un acento lastimero Mi herido corazón, RIMA.

OTICIA tan terrible, no extrañeza N Causó á mi corazón: Sorprendióme un momento la tristeza, Mas luego con orgullo y entereza Recobré la razón.

Recordé que las rosas ¡ay! las rosas, Deshoja el vendabal; Y que siempre, aun las tiernas y olorosas, Ocultan tras sus hojas cautelosas. Una espina fatal.

Entonces comprendí que no debía Entregarme al dolor:

78 Juan Diego Braun.

Huyó la pena y vino la alegría ¿Por qué gemir ni odiar, si el alma mía, Necia buscó esa flor? A UNA NIÑA.

o vuelvas, niña, á pedir N Con tanto empeño una flor A un poeta sin amor Que sólo sabe sufrir; Porque si llega á esparcir Por una rara excepción, La aroma de la ilusión; En cambio el alma en que nace Se consume y se deshace En el llanto y la aflicción. CRUELDAD. LUCHA.

E ví más bella que la luz del día T Desde oscura prisión; Es una historia solamente mía, ¡ Fué el instante más cruel de mi tormento! Cuino otras muchas que b la vez se ignora Pues, lo que no logró la tiranía, JOSÉ ZORRILLA. Tu mirada lo obtuvo en un momento: ¡Au.nentar la aflicción entrar en la lucha de la vida Que me causan los grillos y cadenas, AI. Ignoro cuáles armas escoger... Y en estas horas de tristeza llenas La diosa deL amor, compadecida Poner ¡ay! en tortura el pensamiento Me aconseja el perdón para vencer; Y preso el corazón!

Pero el genio del odio más terrible, Que el mundo derramó en mi corazón, Me dice que es el arma preferible La venganza sin tregua y compasión:

82 Juan Diego Braun.

Así el amor y el odio á un tiempo mismo Sus armas me presentan al luchar,

E indeciso entre el cielo Y• el abismo Ay! no sé si vengarme ó perdonar. CANTA!

A Pío Viquez.

1-1 tú ele ni¡ patrio suelo V Cisne (le amores y llanto! ¿ Por qué no elevas tu vuelo A las regiones del cielo En las alas de tu canto?

¿ Por qué no cantas ¡ oh bardo ! Cuando llevas por divisa, No (le las penas el dardo, Sino el amor de Abelardo, La ternura de Eloísa ?

Ca,,/ ! 15 Juan Diego Braun Pero apenas, arrogante, ¿ Olvidaste los rigores Vences tus dolores crueles, De tu amada ingrata Celia, Cuando tu lira brillante Que vial pagó tus ancores. La dejas ¡ ay ! stanteun in Porque era flor sin olores Reposar en sis laureles Hermana de la' camelia ? Bien está; más el poeta Pero si acaso, cantor \o es hijo sólo del llanto, De la noche y de la fuente, Pues hay una voz secreta Has olvidado el dolor, Que augura, como el profeta, En medio del resplandor Horas de amor y de encanto. Que luce sobre tu frente; Y en esas horas de calma, Por qué no pulsas la lira ¿ De dicha y felicidad, En un canto al Irazú? En que alza el amor su palma, Un corazón que delira Debe el vate con el alma Ardiendo en amante pira, " Consolar la humanidad ". Quién lo tiene como tú Porque esa debiera ser Mientras, pobre jeremías, Del poeta la misión; Tu infortunio lamentabas, Cantar lo bello, el placer, En tus tiernas elegías, Aunque tenga que romper Constantemente gemías El luto del corazón. Constantemente cantabas;

86 Juan Diego Brann. Canta ! 87

Por eso yo que he sufrido Mas tú de mi patrio suelo Cual nadie sufrió tal vez, Cisne, de amores y llanto, Yo que tengo el pecho herido, ¿ Por qué no elevas tu vuelo Y te remontas al cielo Que he llorado y que he gemido Aun más triste que el ciprés;

Comprendiendo qué no tengo Tu rico numen, cantor; Con mi pesar me entretengo, Y así sufriendo; irle avengo A vivir con mi dolor.

Y aunque con las fibras rotas Llora cl corazón á solas, De allí se escapan mil notas Que pasan como gaviotas Ligeras sobre las olas:

Notas tristes que llorando Arranco del arpa mía, Y en ellas al viento blando Mis ayes voy entregando Con mortal melancolía.

A la juventud 89

La fuerza del despotismo, Luchará con patriotismo Por la santa Libertad, Por su brillo y majestad, A LA JUVENTUD. Y proclamando sincera, Cual lema de su bandera: Progreso! y Fraternidad !

N cada pecho se anida E De esta hermosa juventud, El fuego de la virtud, Noble encanto de la vida, Palpita bajo una egida, Bajo una misma ansiedad, Por la luz de la verdad Que ilumina la razón Y forman su aspiración Paz ! ¡ Justicia ! ¡ Libertad !

Ella con digno heroismo Alzará la erguida frente Para atacar inclemente

A Dios. 91

Todo, Señor, vestido en el ropaje Con que anuncias tu gloria y tu grandeza, ele anunciaba en espléndido mensaje A DIOS. El futuro placer y la riqueza. Cantaba entonces como canta el niño, Siguiendo de Natura la armonía, Al escuchar con infantil cariño EÑOR! Señor! cuando yo vine al mundo El trino de las aves cada día; S Lo hallé adornado de celajes mil, Adormecido bajo un sol fecundo O el susurro del aura en la floresta En el regazo de un eterno abril. Al jugar con las flores, placentera, O las salvas de amor que, en son de fiesta, El ángel de la dicha revolaba Rinden las aves á la luz primera. En torno de mi cuna cariñoso, Y sobre ella el perfume derramaba Y así como resbala silenciosa De la dicha suprema y el reposo. Tranquila fuente murmurando amores, Y en su linfa retrata cariñosa El cielo con sus fúlgidas estrellas, Hojas y plantas, pájaros y flores; Del verde prado las fragantes rosas, Los altos montes y colinas bellas, Mi vida entonces, de ilusiones llena Las doradas é inquietas mariposas. Reflejaba el encanto y la fortuna,

92 Juan Diego Braun. A Dios. Libre como la brisa más serena, Bella como el semblante de la luna; Quise implorar tu Omnipotencia suma, Con el fervor de una alma entristecida Y la gloria, el amor en dulce abrazo Cuando en el mar la tempestad la abrumó, Circundando mi frente juvenil, Sin esperanza de salvar la vida: Formaban juntos el dorado lazo Que enlaza en sueños á delirios mil; Mas la duda, Señor, ¡ tremenda duda f Ahogó mi voz con inclemencia fiera; Por eso ¡ ay Dios ! cuando yo vine al mundo Mostrándome ¡ ay! la realidad desnuda Vílo á través de fúlgidos amores, De tanta dicha como yo fingiera. Adormecido bajo un sol fecundo En el regazo de brillantes flores;

Pero después el huracán violento La flor de mi esperanza deshojó Y sin amores, ni placer, ni aliento Mi corazón en la ansiedad cayó;

Y en medio del pesar y la agonía Mi vista en vano ansiosa te buscaba, Que en. los crespones de la noche fría El resplandor de tu bondad no hallaba.

En la tumba de J. A. Chamorro. 95

Y así cual brilla entre la noche umbría La estrella de los nautas, placentera; Siempre serás en su empañada esfera, Brillante un astro de la patria mía, EPT LA TUMBA

DE

José Antonio Chamorro,

n DIOS! adiós! Sobre tu blanca losa La palma de la gloria se levanta Y el ave de la patria quejumbrosa Tu nombre en ella agradecida canta.

Aunque la muerte con rigor sañudo Tronchara audaz tu juventud florida, No llegará jamás su filo agudo A extinguir tu memoria bendecida: del cielo. Flor

Perdió por eso, en su infortunio infausto, La paz, su corazón: Miró hacia el porvenir, y hallólo exhausto... Y dió su corazón en holocausto FLOR DEL CIELO. Al llanto y la aflicción.

Y joven é inocente todavía, Dedicada á don Luis D. Sáenz. La ciencia sin saber, En su patria soñaba noche y día; Miraba al cielo ¡pobre sonreía! Esperando volver. ¡` RA una flor del ciclo trasplantada Una noche, lloraba silenciosa Al mundo de Luzbel: Sobre un peñón del mar, Bajó con su virtud inmaculada, Como siempre muy triste y pesarosa, Pero el mundo la tuvo encarcelada Cuando miró la luna esplendorosa En su vaso de hiel. En la onda reflejar.

El sol de libertad, desconocido, Animó su semblante la alegría, Para ella, en su dolor, La fe la reanimó; Jamás tuvo otro acento que el gemido.... Y creyendo verdad lo que veía, ¡La esclavitud constantemente ha sido Desde el peñón donde llorado había Arcángel del terror! Al agua se lanzó 98 Juán Diego B raun.

Miró la flor del cielo, desprendida Al mundo de Luzbel; Pero rompió la cárcel fementida, Donde el mundo la tuvo comprimida Como en vaso de hiel: LA NAVE.

Así la niña, en su inocencia pura, Remedio halló á su mal; Y otra vez la flor de nítida hermosura, A nave de mi vida solitaria Esparce su perfume de ternura L Por un mar de pesares caminaba, En su patria natal. Y cual despojos de urna cineraria De la onda amarga á la merced flotaba.

Sin rumbo y dirección, el triste leño, Entregado al embate de las olas, Era, ¡infeliz! su porvenir risueño Perecer ay! en el abismo á solas.

El cielo tempestuoso parecía Inmensa catarata desbordada, Y en torno de mi nave no se oía Más que el rugir de la tormenta airada.

La Nave. 101 too J040, DIO Bramo. Pero viniste tú----celeste efluvio Amenazaban mi camino incierto Del amor de los cielos mensajero, Dos abismos terribles de la vida; ¡ Oh paloma que á mi arca en su diluvio El cielo arriba, de terror cubierto, Trajo el olivo del amor primero! La mar abajo, de furor henchida.

Feliz mensaje que en la angustia mía Allí la gloria ambicionada un día, Me enviaba cariñoso y compasivo, Allí la dicha que soñaba ufana, El ángel de la paz y la alegría Sepulcro hallaron en la suerte impía En el bíblico ramo de un olivo. Que mi existencia marchitó inhumana:

Y así, de pronto, en el azul del cielo, Allí en mi angustia, y mi dolor terrible; , Bendijo un iris nuestra mutua alianza; Volví á mirar mi corazón llagado; Y descorriendo de mi suerte el velo, Era otro abismo ¡horror! inconcebible, Símbolo fué de gloria y de esperanza... Tumba de la ilusión ¡desventurado!... .

Desde entonces te adoro con terneza, La plegaria entonada en mi barquilla, Suspiro sin cesar por tu hermosura, Al rumor de las olas al chocarse, Porque viniste á ser en mi tristeza Huyó fugaz, como la fe sencilla, El ángel de consuelo y de ventura; El sol de mi esperanza al eclipsarse....

Porque viniste á convertir en calma La borrasca fatal de mi destino, Y á cambiar cl infierno de mi alma En un edén encantador, divino! ALBORES.

iAl fin el hombre en ciudadano altivo Se cambia de la noche á la mañana! Si acaso estaba en la opresión cautivo, Esclavo es hoy de la igualdad humana.

¡Qué dulce esclavitud! .... bajo su imperio, El pueblo piensa, su virtud levanta; Y a la luz de tan noble cautiverio Huye la noche ante la Ley que implanta!

Y torna, en cambio, la justicia luego Cual sol brillante, á iluminar el mundo, Acrisolando, en su radiante fuego, A la virtud con su poder fecundo.

Juan Diego Braun. 104 Albores. los

Y noble, y grande, en su fulgor sublime, Pero si en vez de levantar la espada Viene la libertad, radiante y pura, Para hollarlos derechos más sagrados, A salvar con su luz á aquel que gime La desnuda con alma levantada En las tinieblas de la noche oscura. En bien del orden y la ley hollados,

Entonce el grito de entusiasmo ardiente Es la antorcha más bella y luminosa Será la trompa que dirá su gloria, Que al alma noble en su ideal se muestra; Laureles brillarán sobre su frente, Maldito aquel cuya ambición odiosa Benefactor le llamará la historia. Trueca su lumbre en tempestad siniestra.

Mas una duda, á mi pesar, sombría Mi mente asalta y mi entusiasmo agota, ¿Será presagio de funesto día La nueva aurora que en mi patria brotó

Terrible fuera entonces! .... ¿qué sería De mi patria y de mí?.... Horrible idea! Mas si llegase tan infausto día, El déspota fatal, maldito sea....

Carta erótica. 107

Pero, apenas, ¡suerte impía! Me hube ausentado de tí, Por un lego baladí Se me acusa rebeldía. CARTA EROTICA Yo no pensé, vida mía, Que quisiera algún traidor Despojarme de tu amor; en estilo forense. Porque, al contrario, juzgaba Que tu amor no lo ocupaba Un tercer opositor.

I querida y bella Inés: Mas, Inés, mi amor ferviente V A Ha tiempo que triste he estado Olvidarlo no he podido, Como pleito rezagado Y que deseches, te pido, En cl archivo del juez. La tercería excluyente. Tú no recuerdas tal vez Si tu corazón no siente Las promesas que me hacías, La voz de mi corazón; Ni que amante me pedías Si no escuchas mi pasión, Alma, vida y corazón, Falla al menos imparcial, Cuando estaba en instrucción Cual severo tribunal, El amor que me tenías. Inflexible á compasión. 108 Juan Diego Braun.

Estoy, Inés, tan seguro De mi triunfo en la demanda, Que ya, Inés, no sé cómo anda Mi rival en grande apuro. Injuriarlo, no procuro, Pero rábula sin ciencia, Va á creer su inteligencia Cuando fuerte lo condenes, CALDERÓN R. VENANCIO. Que le das los parabienes Sin entender la sentencia. CALDERÓN R. VENANCIO.

ACIÓ en Cartago, según se nos ha infor- N mado, en 1844, y en 1585 murió asesi- nado en aquella ciudad. Tenía Calderón alma tierna y genio poé- tico; sus composiciones deben ser juzgadas bajo el concepto de que nunca hizo serios es- tudios literarios; y sin embargo en ellas no sólo reboza el sentimiento, sino que se des- cubren dotes para la poesía. Por eso hemos recogido algunas de las composiciones de Calderón, y las insertamos con gusto en el presente libro. 13 1 . erdos cu Re

De inefable ternura y santo amor. Y es lo cierto, que, henchidos de entusiasmo, Saboreamos la vida del recuerdo, Y en paso breve ó lerdo Del tiempo recorremos el panteón. RECUERDOS. En él la luz ele una esperanza extinta Con el alma afligida yo contemplo: Dedicado á Pío Vaquee, Tú miras allí el templo Donde aun brilla tu espléndida ilusión.

1"o siento como tú, no sé qué cosa, uando juntos, los dos, nos engolfamos Cuando juntos ojeamos nuestra historia C Recordando momentos que se fueron Y torna á ni¡ memoria Y plácidos mecieron Ese lapso de suave agitación. Nuestros sueros de gloria por venir, Yo siento como tú, no sé qué cosa, Me dices que encontradas emociones Cuando pienso á tu lado en esos días, De tantas armonías, Se agitan en tu espíritu embebido De tantas dichas y de tanta fe. Y observas, conmovido, Reproduzco el confuso panorama Enjambres de recuerdos mil y mil; Donde juntos soñamos la ventura, Que no sabes si gozas 6 te afliges E insólita tristura Recordando conmigo aquellas horas, Embarga las potencias de mi ser. Bellísimas auroras,

114 P. Venancio Calderón. Recuerdos. 115 Juntos, los dos de corazón ardiente Plegadas de la fe las pobres alas; De cerebro robusto aparejados, Sin calma, sin impulsos de bonanza, Nacimos condenados No tengo ya esperanza A la lucha perpetua y al dolor. Prosigue tu carrera y.... sé feliz. Pero tú, más dichoso, ó más valiente, Combatiendo venciste tu destino; De mi perverso sino Yo no puedo esquivar la intervención!

¡Cuán distintos estamos en esta época! ¡Qué diverso período atravesamos! Y sin embargo .... estamos Como ayer, con diversa propensión: Tú----siguiendo veloz en tu carrera Impulsado del aura que te abona, Conquistas la corona Del poeta de ardiente corazón; Yo.... tropezando en extraviada senda Porscrito de los lares de mi cielo, No tengo ya ni anhelo De granjeará mis penas algún fin. Enla tumbademi madre. 117

Ella sola, si sufrimos Sobre el alma fiera pena, Lava el dolor que envenena EN LA TUMBA Cura el intenso pesar. de mi madre. Es la esencia que embalsama Del corazón la honda herida, Cuando se postra afligida Del espíritu la fe, s aquí donde reposa Cuando la luz importuna E De mi madre cl cuerpo frío; Y las sombras preferimos, Y es aquí do el llanto mío Porque en las sombras sentimos Debe la tierra empapar. Algo del ser que se fué: Porque la tumba que guarda Cuando sin fe ni esperanza Nuestra reliquia más santa, Lloramos el bien perdido; Es la mansión sacrosanta Cuando es la vida un gemido, Donde debemos llorar. Un eterno sinsabor; Cuando la risa que asoma Que es la lágrima del cielo A nuestro labio marchito,

Don prescioso para el hombre; Es el lamento infinito Bálsamo rico, y sin nombre De un infinito dolor. Que la alcance á reseñar. ELVIRA. LA MAÑANA. Fragmento de una leyenda. ELLA, espléndida mañana! B ¡ Cómo cautivan tus galas Cuando tímida resbalas Sobre la verde sabana! tarde adelantaba En las selvas hay .roma, L A Envuelta entre celajes, En el verjel blanda brisa; De nítidos encajes Hay en los cielos sonrisa, En fondo de turquí; Y arrullos en la paloma. Y el aura modulaba Y el ave de dulce trino Ternísimos sonidos, Que canta de rama el, ralltil, Como ayes desprendidos Hija del ciclo te llama Del pecho de una hurí. En su lenguaje divino. Yo estático miraba Tu rostro peregrino, Pensando en el destino, Soñando en nuestro amor.

122 R. Venancio Calderón. Elvira. 123

III. Verás cuánta tristura Rebosa mi cantar: Verás en cada nota Hoy lánguido, sin fuerza, De ni¡ alma desprendida Colmado de pesares, La queja dolorida Ensayo mis cantares, De un íntimo pesar. Recuerdo el bien que huyó; Y en horas desgraciadas De duelo y triste calma, Comprendo que fué tu alma La luz que me faltó.

Mas tú también, Elvira, Al ver mi edén deshecho, Tendrás dentro del pecho Martirio punzador; Tendrás la pena ruda De oír en mis cantares, La voz de mis pesares Y bárbaro dolor. Y entonces, sólo entonces, Transida de amargura, 123 versos, Mis

¡ Que cl que nace condenado Al dolor y la tristura, Goza mucho en la amargura Desu propio corazón! MIS VERSOS.

ON mis versos flébil canto S De mis íntimos dolores, Y los quiero, como flores Que produce el corazón, Cuando el alma se contrista Saboreando los pesares, Son mis lánguidos cantares Mi mejor consolación; Porque en ellos vierte el alma El acíbar de mi vida, Y se queda adormecida En dulcísima emoción, A J

E aflijo tanto cuando triste lloras M De rudos sinsabores combatida; CARDONA JENARO. Cuando escucho tu queja dolorida, Cuando pienso en las penas que devoras. Q ue si compaso las amargas horas En que hoy se agosta tu infelice vida Con las auroras de ilusión perdida Cuyo recuerdo religiosa adoras, Transido de dolor tu suerte lloro Con lagrimas de amor que no entendiste; Tus penas en mis penas, ¡ay! devoro, Y aunque ya mi esperanza en tí no existe, Como al fin tu recuerdo es un tesoro, Con él me gozo cuando estoy más triste. CARDONA SEPARO.

:\caí en esta capital el año de 1863. NV N Hizo sus primeros estudios en la Es- cuela Normal que regentaba el Dr. don Manuel María Romero. Cardona deseaba dedicarse al estudio de las humanidades y la jurisprudencia; pero se lo impidieron circuns- tancias de familia y en unión de la suya se trasladó a San Ramón. En esa villa se ha- llaba entonces el Lic. don 'Julián Volio, quien, siempre entusiasta por la ciencia, pro- movió el establecimiento de una biblioteca y de reuniones literarias. En ese centro fué donde Cardona adquirió verdadera afición a l a literatura, y es autor de estimables traba- jos así en prosa como en verso. Como se ve, Cardona es todavía muy jo- ven, y hay motivo, por lo tanto, para espe- 9 130 Jenaro Cardona . rar que andando el tiempo, llegue á produ- cir frutos de verdadero mérito. Sus compo- siciones actuales son bastantes, y aunque él las ha elaborado cono en sun de juego, sin ánimo ele ganar fama literaria, merecen sin embargo estimación. Tiene numen y faci- RIMAS. lidad para versificar, pero poco inclinado á ser un verdadero hijo de Apolo, descuida al- I. gunas veces la corrección. Dedicado hoy al Comercio, nos hace tener que siga teniendo en poco a las olímpicas hermanas que tan URORA pasajera, amables pruebas le han dado de su cariño. A Mirada de un momento, Sonrisa que al mostrarse En llanto se cambió; Suspiro que se escapa Ligero cono el viento.... Esa es la pobre historia De nuestro triste amorl

∎ ¡Oh! cuán poco duraron Las horas de delicia Que se forjó mi mente En loco devaneo;

132 Jenaro Cardona. Auras. 133

No fueron más que un sueño ¡Qué tumba tan sombría! No más que una caricia Al cierzo abandonada Que en medio de mis ansias No crecen cerca de ella Me presentó cl deseo. Ni flores, ni ciprés.

11. Si alguna de esas manos, Amantes, compasivas, Vi compasivas manos, En ella colocara Amantes; cariñosas, Siquiera triste flor, ¡ Ah! cómo al cielo diera Ornar las solitarias 'Sus' gracias expresivas, Tumbas del panteón ; La pobre tumba mia Y luego aquellas bóvedas ¡Mi pobre corazón! Gimiendo misteriosas, Al cielo parecía Que enviaban su oración.

Sólo una tumba triste, Sin flores, olvidada, En medio de las otras Con susto contemplé; 135 . Su pañuelo

Y así cuando tanto sufro. En mis horas de hondo tedio, Cubro con él mi semblante Y pensando en tí me duermo!

SU PAÑUELO.

UANDO aspiro su perfume C Con éxtasis y embeleso, Me parece en mi delirio Respirar tu suave aliento;

De noche cuando me envuelve, La aflicción entre sus velos Y miro abrirse entre mi alma De la duda abismo negro,

Lo acaricio entre mis manos Con él mi frente refresco Y le dejo entre sollozos, De ni¡ angustia el triste peso.

La Pelea de gallos. 137

Electrizados de furor, temblando El uno al otro el movimiento acecha, Rígido el cuello; y las crispadas plumas Por la nerviosa agitación retiemblan. LA PELEA DE GALLOS.

Parece al verlos luego agazapados Que el tino espera al otro que acometa, ON arrogancia sin igual, altivo, Que un hilo misterioso les amarra C Por entre el circo ufano se pasea, Al ver sus movimientos se creyera. La pata armada de cuchilla corva Que sustituye la punzante espuela. En un segundo.... rápidos se lanzan Orgulloso sacude su plumaje, A la sangrienta lucha, alto se encuentran, Las alas bate irguiendo la cabeza Y en grupo informe presto se confunden Y con valiente, repetido canto Y así adheridos por el suelo ruedan. A su contrario incita á la pelea.

Ya están allí; bizarros gladiadores Grita en tanto la turba entusiasmada Admirando el valor de aquellas fieras, Se buscan un momento y se contemplan, Se oyen votos y horribles juramentos Acortan la distancia paso á paso En medio del calor de las apuestas. Picando los granillos de la arena.

138 Jenaro Cardona. La pelea de gallos. 139

El brillante plumaje descompuesto Aquellos dos valientes animales Por la caliente sangre que chorrea, Tercos están clavados en la arena Heridos mortalmente y vacilantes ¿ Cuando el guerrero abandonó la liza La lucha continúan con fiereza. Sin morir ó vencer en la reyerta?

Largo ha sido cl combate; la cuchilla Así estos belicosos combatientes Acerada y filosa fué certera, Su actitud ofensiva nunca dejan, Las carnes desgarrando en cada golpe Y aunque ciego esté el uno y moribundo, Hasta los huesos se hunde, do se mella. A su adversario ataca y busca á tientas.

Entumeció sus miembros la hemorragia Y sólo rabia sienten y coraje, Y están los dos echados en la tierra, Y hacen prodigios de su exhausta fuerza, Ni están vencidos, ni en la lid se temen. Y unidos cuerpo á cuerpo con sus picos Y altas se miran las rasgadas crestas. A golpes se desgarran la cabeza.

Es preciso que aquello se termine "Ya va á concluir!"-los jugadores gritan, Pendientes con afán de la pelea, Y que uno de los dos muy presto muera, Otros maldicen para sí anhelantes Y entonces muchas voces inhumanas exasperados por la corta tregua. Por todo el circo gritan "prueba!" "prueba!"

141 1 40 Jenaro Cardan. La pelea a¿ gallos.

! Vuelve a empezar la lucha; aquel denuedo -"iOh maldición!" grita una voz en medio A todos causa admiración, sorpresa, De aquel murmullo que entre el circo suena, Y los dos animales aun se baten " He perdido hasta el último centavo Con nueva furia y sin igual violencia. Y se hace ahora tablas la pelea ! "

Es aquello un esfuerzo poderoso, Es el último empuje; es la impotencia Que reune vida en el cansado músculo Y con rabia feroz el golpe asesta.

Y nada más; el furibundo choque Tendido al uno sobre el suelo deja, Muerto y vencido porque ya no tiene Ni una gota de sangre entre sus venas.

En tanto el vencedor allí vacila Y con las ansias de la muerte hipea Y ya al lanzar el canto de victoria, También sin vida junto al otro rueda.

Al partir. 143

¡ Yo sé que al ausentarte de este suelo Te rompe el corazón la aguda pena, La dejas á ella, y dejas un hermano Que está gozando de la dicha eterna

Y.... luego cuando en medio del oceano AL PARTIR. Contemples alejarse la ribera, Que envuelta entre las sombras de la tarde Dibújase hacia allá cual nube incierta,

Á mi amigo Renato de Agüero . Recogiéndose tu alma en el santuario UÉ triste es la partida, caro amigo, De los recuerdos que en tu mente llevas, ¡Q Cuando se quedan en lejana tierra Suspirarás por la que tanto adoras, Esas mil afecciones que en nuestra alma, Por aquella que es luz de tu existencia. Brillante auréola de recuerdos dejan

Mas nada importa separarse, nada, ¡ Qué triste es la partida ! yo he escuchado Si un puro amor dos almas encadena, Emocionado y pálido las quejas Que la distancia ni el olvido, nunca, Que en tu profunda y sin igual congoja Quebrantan del amor la gran firmeza. Sufriendo dabas á tu suerte adversa.

144 Jenaro Cardona .

Qué triste es la partida, caro amigo, Si se abandonan en lejana tierra, Esas mil afecciones que en nuestra alma Brillante aureola de recuerdos dejan. EL LLANTO DE LOS LLANTOS.

Está la casa mortuoria Inundada de tristeza; Tristes gemidos, sollozos Por todas partes resuenan.

Se oyó en la estancia inmediata El triste llanto de Celia, Niña que á los tres abriles Quedaba sin madre, huérfana,

—¿Por qué lloras? ¡Pobrecita! Ya sabes ¡ay! que está muerta,` Le dice triste una hermana Que catorce abriles cuenta.

146 Jenaro Cardona.

"Es.... (murmura entre sollozos Medio consolada, Celia) Que Luisa adentro jugando Me ha quebrado mi muñeca!!"

CARRANZA RAFAEL. CARRANZA RAFAEL.

ACIÓ el 3 de abril de 1840. Hizo los N primeros estudios en la Universidad de Santo Tomás; no. se dedicó á ninguna carre- ra literaria y desde muy joven quiso consa- grarse al arte de, la. imprenta, en el cual se ha ejercitado durante largos años. Ha sido redactor de varios periódicos; sus poesías, muchas de ellas de circunstancias, revelan felices disposiciones para el género epigramático. Carranza merece especial aprecio por una circunstancia que lo recomienda altamente. Él es uno de los pocos periodistas que se han esforzado en nuestro país por estimulará la juventud á dar publicidad á sus pensamien- tos en los diversos periódicos que ha edi- lado.

150 Rafael Carranza.

El Travieso y El Ferrocarril fueron sus periódicos más populares, porque en ellos tuvo siempre oportuno chispeo su musa epi- gramática. Sus composiciones de más méri- to son las de actualidad: breves y rápidas embestidas del ingenio humorístico que se burla y ríe. Sin embargo, no las publicamos A ORILLAS DEL TACARES. aquí deseosos de evitar notas, y éstas ten- drían que ser indispensables para la exacta inteligencia de dichas composiciones. A las señoritas Rafaela y Por lo demás, hay que lamentar en Rafael, que nunca haya podido dedicarse con des- Tule Carranza. ahogo al cultivo de las bellas letras, pues el arte tipográfico, entre nosotros, no proporcio- na grandes ganancias á esos esforzados y hu- mildes obreros de la civilización. "Dice un libro muy antiguo, Titulado dicha humana, Que las tristezas se curan Mirando correr el agua."

o para ahogar los pesares, Y Que oprimen el pecho mío, Busqué la margen de un río, Y me encontré el de Tacares.

152 Rafael Carranza.

Allí estuve contemplando, Con expansión de mi mente, Precipitosa corriente Que iba entre piedras saltando. PREGUNTAS. Aguas que corriendo van Y que de vista las pierdo, Aguas que dejan recuerdo, XPLÍQUEME usted, don Blas: Porque jamás volverán. E Toda aquella algarabía, Que aconteció el otro día Así el recuerdo nos dejan ¿ Qué significaba?-¡Paz! Grabado en el corazón, El amor y la ilusión, Que para siempre se alejan. Dispénseme la estulticia, Y aquellos palos que dieron....? Y aquel otro ---- que prendieron? ¿Y adonde irán á parar, -Son cosas de la justicia! Adonde, pobre amor mío? ¡ Como las aguas del río, A lo profundo del mar! ¿Y aquel que habló la verdad Creyendo salir airoso Y fué á dar á un calabozo? -¡Sufrió por la Libertad!

1 54 Rafael Carranza.

¿Y qué se llama todo eso? Ese juego_ _ _ _quita y pon .... ? -i No lo entiende tu razón! ¡ Esa es la ley del Progreso !

¿Y esa gran disparidad LETRILLA. Con que se lucha en la tierra Que al mundo entero alborota, Unos haciendo la guerra Y otros sufriendo derrota? Santo silencio profeso No quiero, amigos, hablar, -Esa es la Fraternidad! Pues vemos que por callar A nadie se hizo proceso: Ya ea tiempo de tener soso Bailen los otros el son, Chitón!

QUEVEDO.

IGUIENDO el mismo consejo S Del chitón que es el mejor, No incurriré en el error Y salvaré mi pellejo: Esta es mi humilde opinión. Chitón!

.Letrilla. i 156 Rafael Carranza

Que el mundo se desbarate! Sufrir la pena más tosca, Que siga conforme está! Quizá por tina humorada, Esta mi opinión será Es no saber que la mosca Aunque piense un disparate; No busca boca cerrada, Y metido en mi rincón, Ni que el zancudo es punzón, Chitón ! Chitón •!

Y aunque todos me aseguren Que el dinero va á rodar, Que todo el costo es juntar, Y con mil cruces me juren Que ya llega la ocasión, Chitón !

Y aunque el mayor de los bienes (Según dicen los papeles) Es formar red con los rieles, Y que se crucen mil trenes Desde Alajuela al Limón, Chitón!

Los jugadores. t 59

Más que vana es la tarea, Si uno alegre, otro rabiante, Con la creciente y menguante Imitan á la marca.

LOS JUGADORES. Puede reírse el que quiera, Mas la cosa no es de risa: Mandaban á Juan á misa, Pero él se iba á la gallera. A muestra tenéis, lectores, L Y la mamá bendecía Representarla en la luna, De su hijo la inclinación, De la variable fortuna Ignorando que el bribón Que poseen los jugadores. Otro camino cogía. lino entusiasta y ardiente Pero llegó cierto día Feliz con sus ilusiones, En que ella le preguntó, Ganando dos mil doblones Quién el sermón predicó Cree su bolsillo en creciente. Y lo que en él se decía.

Pero otro ¡suerte inconstante ! Mas él repuso ¡joroba! Maldiciendo está del tuno Que, según lo que yo miro, Que quitándolos uno á uno, Como alzó golilla el giro, Lo ha dejado á él en menguante. Se le corrió el malatoba;

1 6o Rafael Carranza.

Y le digo sin recelo Que á otro le llevó ventaja, Le pusieron la navaja E hirió también al carmelo . EPIGRAMAS. Bella es, pues, la relación ! La madre respondió á su hijo; Bien se conoce, le dijo, E visto el gato y ratón Que has aprendido el sermón. H Durmiendo en un mismo lecho; Y que se enoje el que quiera, Pero nunca en lazo estrecho, Q bien que le cause risa, La fuerza con la razón. Muchos hoy faltan á misa, Pero nunca á la gallera. r e -Viene usted muy educado. ¿ Habla usted inglés? --Yes, Y traigo el cuello parado. CHAVERRI GRACILIANO. CHAVERRI GRACILIANO,

ACIÓ en la ciudad de Heredia el i i de N agosto de 1854. Quedó huérfano desde muy temprana edad, y careciendo de recur- sos no pudo adquirir una carrera literaria. Chaverri desde muy joven se dedicó á la enseñanza primaria, ramo importante en que ha prestado buenos servicios, Además, lu- chando con dificultades, ha hecho esfuerzos para ser útil á la sociedad en que vive, y de- bemos celebrar que sus esfuerzos no hayan sido infructuosos: el éxito los ha coronado. Sus relaciones con las musas no han sido frecuentes: es probable que las luchas por la vida, que se ha visto en la necesidad de sos- tener, hayan sido hasta ahora la causa prin- cipal del escaso trato que con ellas ha tenido,

166 Graciliano Chaverri.

á pesar de la simpatía que le han demostra- do. Pocos son sus trabajos poéticos, pero cada uno revela inspiración y sentimiento de artista, Nuestro poeta puede hacer mucho más, y MIS CANTARES, tenemos la esperanza de que él logrará de- mostrar que no es errónea nuestra afirma- ción. Sus versos no carecen de sentimiento y de ternura. Tenemos el gusto de insertar A la graciosa y espiritual señorita algunos de ellos. Guadalupe Solera,

en testimonio de admiración y aprecio,

acordes ni armonías, INS Ahí te van mis cantares: Son quejas de hondos pesares, Lamentos del corazón!.... Rumores de ecos lejanos, Voz del cisne moribundo, Suspiros que lanza al mundo Un huérfano en su aflicción. t68 Graciliano Chaverri .

Mas si acogerlos te dignas Y en tu memoria grabarlos, No podrá el tiempo arrojarlos Al olvido destructor, TU OJOS. Porque en tu plectro divino

De dulcísima armonía, ODO en tí me enamora y me fascina: Tú darás la melodía Tu seductora faz americana, A mis endechas de amor. Tu talle y tu figura soberana, Tu deslumbrante cabellera ondina; Tu voz-que de tu boca purpurina Como cascada bullidora mana- Y esa esbelta arrogancia de sultana, Que es de una Venus la actitud divina. Mas nada, nada en mi entusiasmo tanto Me admira de tus gracias y me asombra, Como tus ojos en que amor destilas: Que el mismo Dios por aumentar tu encanto, En forma de astros condensó la sombra Y los puso en tus ojos por pupilas!....

Heredia. 171

Donde auroras purpurinas Y bellas tardes plateadas Esmaltan de perlas finas Aquellas verdes colinas HEREDIA. Y montañas azuladas,

A la apreciable señorita Adela Es con célica sonrisa Como allí el aura enamora Oreamuno. A la nube que indecisa Lleva en sus alas la brisa I. Cuando aparece la aurora,

los céfiros mecida En primaveral encanto p r Y por las aves cantada, Allí se ostentan las flores, En ancho valle se anida, Desde el pálido amaranto Entre flores escondida, Que habita en el camposanto, Heredia, mi cuna amada. Emblema de los dolores, Modesto pueblo situado Hasta la rosa altanera Entre campiñas hermosas, Que desprecia la violeta, Do tienen su nido amado Porque una linda hechicera El pajarillo pintado La prende en su cabellera, Y las ledas mariposas, O la besa en su maceta.

172 Graciliano Chaverri . Heredia; 173

El murmurio de la fuente, En tí los naturalistas El zumbido de la abeja, Encuentran con profusión Y de la torcaz doliente Insectos, plantas y cristas, La nota que tristemente Y los amantes artistas La fuente de inspiración, Exhala cuando se queja; Del jilguero el suave acento Aves de pluma dorada, Flores de vario color, Que modula en la mañana Fuentes de linfa argentada, Armonioso, vago y lento, Aura fresca embalsamada Forman el dulce concento Y la Venus del amor. - De la música herediana. II. Qh mi pueblito encantado De América rico edén! La simpática herediana, Qh paraíso soñado, De ojos negros, tez de rosa, Donde no hay fruto vedado Talle esbelto de sultana Que nos prive de tu bien ! Que parece por hermosa Lucero de la mañana; Son tus montañas verjeles Son jardines tus praderas, Nereida de leve espuma, Donde crecen los laureles, Sirena de dulce canto, Parásitas, sanmigueles (*) Un cisne de la laguna Y gigantes palmileras. En cuyo nítido manto

(") Flor silvestre muy apreciable. Refleja un rayo la luna;

174 Graciliano Chaverri , Heredia. 173

Golondrina en sus dolores, Y mi ilusión nacarada En el placer, mariposa, De amor sonrisa primera, Fiel paloma en sus amores La dulce niña hechicera Que inocente y cariñosa Quince veces coronada De Flora en la primavera; Forma su nido de flores;

Ligera como la nave, Los amigos de la infancia, Cimbreña como la palma; Con quienes crecí sonriendo Semejando por lo suave Tras los pájaros corriendo, Ún pensamiento del alma Y aprisionando en su estancia Que toma el vuelo del ave: A las palomas durmiendo.

III. Y guardas en tu mansión Los restos ya carcomidos Qh tierra de bendición 1 mi tierra americanaOh De aquellos seres queridos, En tí se ostenta galana Pedazos del corazón La flor de mi corazón, Por la tierra recogidos. La simpática herediana. Eres, pueblo, mi tesoro Tú acariciaste en tu seno Eres, Heredia, mi encanto. Aquella madre querida, Ante tu altar sacrosanto Cuya imagen bendecida Yo vierto triste mi lloro, Es aún el iris sereno Y entono alegre mi canto. De mi borrascosa vida; 176 Gracili ano Chaverri.

Iv.

De Heredia en la tierra amada Caven ¡ay! mi tumba helada, Que es dulce morir así, Como el tierno colibrí. Sobre la flor más preciada. ECHEVERRIA AQUILEO J. ECHEVERRIA AQUILEO J.

s una esperanza en flor que se abre lu- Ejosa. Cuenta apenas veintitrés años. No tiene pasado: su porvenir se adivina. Y en esas tres líneas pudiéramos condensar su semblanza, si no fuera que su poesía es fili- grana y que sus versos tienen algo de todas las novedades. Naturaleza predispuesta al dolcefar niente, no tiene fuerza bastante para vencer sus inclinaciones y vive mucho en el café, en la tertulia y en el salón. Estudió poco tiempo en un colegio, dió de mano á los libros y pronto las necesidades de la vida le exigieron la parte de trabajo que á todos nos corresponde. Los versos de Eche- verría han brotado, pues, espontáneos como el agua de una fuente: de allí provienen sus

Aquileo J. Echeverría. 181 120 Aquileo J. Echeverría.

dulce y acariciadora. ¿ Qué le falta á nues- bellezas, de allí también sus defectos. Tras- tro amigo para levantarse á la altura del ver- nochador eterno, él pudiera decir lo que dadero artista? Dos condiciones indispen- Manfredo en el poema de Byron: sables: no considerar la vida como una bro- ma, y pensar que el arte es una religión.

Yo he velado más que las estrellas!

Y sin embargo, cuán pocas horas ha dedi- cado al estudio ! Tiene una inteligencia cla- ra, y cada conocimiento que adquiere, gana, por decirlo así, al llegar á su cerebro; pero ja- más ha pensado en que el hombre de talento debe ser por costumbre reflexivo, y en que la responsabilidad crece á medida que crece el mérito. Pero esa informalidad, por la cual nos- otros ahora le censuramos, se olvida, y casi, ca- si se le perdona cuando se lee una de sus composiciones. Por falta de devoción al es- tudio y por la rapidez con, que produce, ellas no son perfectas: no tienen nada de lo que constituyen los modelos, pero tienen sí mu- cho de encantador. La poesía dé, Aquileo es voluptuosa, sensible á los encantos del ritmo,

Rimas. 183

Y fué porque en sus ojos vi relámpagos De resplandor siniestro: Algo como del rayo que aniquila, RIMAS. Algo como de llamas del infierno.

I.

Cuando los vi sentados frente á frente, Yo no sé qué sentí .... sólo recuerdo Que densa nube oscureció mi vista Y una serpiente se enroscó en mi pecho; Que mil voces gritaron á mi oído, Mátalos sin piedad, mátalos luego! Y que pasó veloz ante mi vista La negra sombra del feroz Otelo.

l i.

Después de muchas horas de batalla, Por fin me dijo, "cedo;" Y ebria de gozo se arrojó en mis brazos, Y yo la rechacé,,. .me daba miedo.

Vez. 185

Y en mi regazo recuesta Tu soñadora cabeza, Mientras en tu honor las ondas Entonan dulces endechas VEN. Y la luna desde el cielo, Envidiosa te contempla, Bañando tu hermoso rostro EN, niña hermosa, á la playa En su luz pálida, trémula. V A ver las olas serenas Ven á la playa, bien mío, Cómo llegan perezosas Está solita, desierta; A desdoblarse en la arena; El lago manso, tranquilo, Cuál dibujan en la orilla La noche clara, serena. De espumas las cintas bellas, Aquí encontrarás un nido Remedo de los encajes Sobre la menuda arena, Que sobre tu seno tiemblan. Que he formado con hojillas Ven á contemplar las lanchas De claveles y azucenas El lago cruzar veleras, Para ti, mi bien amado, Dejando tras sí perdidas Para ti, dulce gacela, Mil caprichosas estelas, Para ti, luz de mis ojos, Ven, arca de mis amores, Siéntate sobre la arena. De mi cielo única estrella.

t86 Aquileo J. Echeverría.

Ven; no tardes, ay! no tardes Que me matará la pena. ¡ Brisas, llevadle mis súplicas! ¡ Olas, decidle que venga! A UNA NIÑA.

Managua.-Nicaragua. N la montaña el roble majestuoso E Se levanta altanero, Sin temer la tormenta ni los rayos Ni el huracán devastador y fiero. Y sin embargo, cede ante los golpes Del hacha de un labriego. Tan fuerte como el roble es mi alma, niña: Ni el rayo la amedrenta, Ni oscila ante el abismo, Ni cede ante el furor de la tormenta_ -

Y sin embargo, tiembla acobardada A la apacible luz de tu mirada.

7ü y yo. 189

Y que colma tus anhelos; Y yo no tengo en la mía Quien suavice mis desvelos, Ni quien endulce mis penas TU Y YO. Con la miel de tiernos besos. Tú tienes una corona A mi querido amigo De laureles siempre frescos; Tus versos viven, perduran, TÚRomán Mayorga Rivas. Y al nacer mueren mis versos. Tú de la diosa Fortuna

U tienes ante los ojos Eres hijo predilecto; Un porvenir muy risueño, Y ella á mí no me acaricia Y mi horizonte está oscuro Con sus favores del cielo. Con nubarrones muy negros. Tú....; pero no, con franqueza Yo soy pobre pajarillo De lo dicho me arrepiento, Que no puede alzar el vuelo; Y duéleme en lo más hondo Y tú condor atrevido Haber estado mintiendo. Que te remontas muy lejos. Es verdad que muchas cosas Tú tienes allá en tu patria Que tú tienes yo no tengo, Un ángel de ojos sernos, Pero mi madre está viva, Que consuela tus pesares Y tú, Román, eres huérfano!....

190 Aquileo J. Echeverría. 7"ú y yo. 191

Las madres llenan el alma; Hace un rato te envidiaba; Por eso si las perdemos, Pero ahora te compadezco: Yo tengo á mi madre viva, Aunque pasen muchos años Y tú, Román, eres huérfano. No se cierra nunca el hueco. Nos hace falta el sagrado Calor de su dulce seno; Aquella inefable música Wáshington, 1888. Que formaban sus acentos; Y aquella alma de nuestra alma Que, al brindarnos sus consejos, Guiaba por senda segura Nuestros pasos hacia el cielo. Me arrepiento, sí, mi amigo, De no haber dicho lo cierto: Yo soy el grande, el dichoso, Tú eres el triste, el pequeño. A mí no me importan males, Que á mano tengo el remedio, Y mis heridas se curan. Con los maternales besos. Que no te quiero 193

No saben cuánto suspiro, No saben cuánto padezco; Y sin embargo me han dicho, Me han dicho que no te quiero.

QUE NO TE QUIERO? De noche, cuando las sombras Tienden su tupido velo Por el anchuroso espacio, Y encapotan tierra y cielo; UE no te quiero me han dicho, Q, Me han dicho que no te quiero; En alas de mi cariño Y es que ninguno ha mirado Vuela a ti mi pensamiento, Lo que llevo aquí en el pecho; Y a ti vuelan mis suspiros, Y a ti vuelan mis deseos,

Es que todos ¡ay! ignoran Y tu imagen, de mis ojos Lo que sufro, lo que siento; No se aparta ni un momento; La intensidad de mis penas, Y van pasando las horas, De mi cariño lo intenso. Y va trascurriendo el tiempo.

No saben que por tí vivo, Y siempre tú en mi camino Que por tí, mi niña, muero; Y tú siempre aquí en mi pecho. Que eres arca de mi dicha, Y sin embargo me han dicho, Que eres fuente de mi duelo. Me han dicho que no te quiero.

1y4 Aquirleo J. Echeverria . Qué no te quiera t 195

Si acaso á mis ojos llama Para poner á tus plantas Con ruano tímida el sueño, Mis laureles, mis trofeos, Dormido sigo mirándote, Mi gloria, mi porvenir Te sigo dormido viendo; Y cuantas grandezas sueño

Y me parece que escucho Y sin embargo me han dicho, La vibración de tu acento, Me han dicho que no te quiero; Que responde muy bajito Y es que ignoran lo que sufro, A lo que le digo quedo; Y no saben lo que siento.

Ya despierto, ya soñando No te apartas de mi pecho, Y allí fija, fija siempre Te encuentra mi pensamiento.

Por tí quisiera grandeza, Por tí ambiciono talento, Busco anhelante la gloria Y tras los laureles vuelo.

Quisiera ser en la tierra Primero entre los primeros, Poderoso-cual ninguno, Como ninguno ser bueno,

-9n0 la muerte de Graciela , 197

la A mañana siguiente La jaula estaba desierta, l Las pajas del nido rotas Y la corona completa! EN LA MUERTE DE GRACIELA.

A Pío ViqueZ,

z, la corona de Dios D Perdióse una rica perla, Y él mandó á los angelitos a buscársela en la tierra, Vinieron muchos, muchísimos, Y anduvieron por las sierras, Los monjes y los collados, Desiertos, prados y selvas, Hasta que al fin uno de ellos Los dijo á los otros: vedla, Y señalaba la jaula Donde cantaba Graciela, 99 1 . Ramillete

C. H. P.

IENES más sal que la mar; TPero es tan dulce tu boca, Que si tu labio el mar toca RAMILLETE . Por fuerza se ha de endulzar.

L, Ch. P. E. V. Q.

ARA retratarte, Elena, ALIZ donde su nido tiene el amor, PNecesito en la paleta CAmbiente perfumado de primavera, Colocar una violeta, Dulces y alegres notas del risueñor Un jazmín, una verbena, Que canta revolando por la pradera; Y en una hoja de azucena Música suave, Blanca como tú, criatura, Que, perdida en el aire, remeda Suave, bella, tersa, pura, Queja de un ave. Bosquejar con mucho tino, Eso eres tú, Ese conjunto divino Mariposa que vuela ligera De virtudes y hermosura, Con alas orladas de rico tisú. Aquileo J. Echeverria. 200 Ramillete. 201

A, L. 1. .S, A. 0. por tu salero ARECES UANDO pasas, niña hermosa, Angelina, española, C Junto al cuartel Principal De las que pasan diciendo: El cabo grita; ¿quién vive? " Arrecd antne la cala. " Y tú respondes: i La Mar 1

r, H. R, A. Q. L, tratirt4 el nútt,ero hallar T A loa de tus ojos bellos 0t,,,,r»a tus cualidades bellas, L Vale más que la del sol, no como querer contar, Porque dsa alumbra los ojos, Las arenas de la mar Y la tuya, el corazón. Ó del cielo las estrellas,

A, S. G. C. B. B. una sonrisa de Dios ICEN que el sol, Carlotilla, D D rNaciste tú, niña hermosa; Muy pronto se ha de apagar; Y con tus sonrisas nacen No importa, quedan tus ojos Los claveles y la rosa, Que lo pueden reemplazar,

202 Aquileo J. Echeverría.

J. Q. A.

andaluz renegado N U Te miraba tina mañana, EN LA PRIMERA PAGINA Y exclamaba entusiasmado: -¡Qué muera yo condenado, del álbum de la señorita Si esta chica no es paisana! Adela Sáenz.

J. M. F. o importa que te disfraces, AS páginas de tu álbum, una a una, N Porque te conoceré L De dulces cantos llenarán los poetas; En los granillos de sal Que va dejando tu pie. Y en delicadas y pulidas trovas Describirán tus gracias y belleza.

A. B. B. Dirán que ante tus ojos peregrinos

U imagen y semejanza Avergonzadas huyen las estrellas, S Puso Dios en la criatura Que son corales tus divinos labios Si es Él parecido á ti Y tus menudos dientes, ricas perlas. i Cuánta será su hermosura ! Que las palmas admiran envidiosas El ondular de tu cintura esbelta,

204 At q;1f o J, 1 ehe3 wi ta,

Y que con polvo de oro vas marcando En este mundo tu ligera huella.

Y dirán mil primores de tu cuello Y de tu cutis de alabastro y seda, C054O ES ELLA. Y de tus manos, primorosas joyas, Dignas de los buriles de la Grecia,

AY en su cuerpo, señores, H MAs fuego que en el Turrialba Mas quizás á ninguno se le ocurra Y ante el color de sus labios Al hablar de tus gracias y belluxa, Palidecen las granadas. Decir que nada valen, cQuiparadas Es alta, con un palmito Que se lo envidian las palmas, Con los tesoros que en el alma llevas. Y una facha tan marcial Que parece generala, Tiene los ojos muy lindos, Unos ojazos, caramba, Capaces de darle fuego A las mismísimas llamas, Cada mirada (y no miento) Parece una puñalada, Y sus sonrisas, disparos

2ó6 Aquileo T Echeverría. Como es ella, 207

De poderosas metrallas; No hay la sonrisa estudiada, Y con todo eso es más dulce Ni los suspiros fingidos, Que jalea de guayaba, De la coqueta liviana. Pero un dulce muy sabroso, No usa perlas, ni diamantes, Undulce que no empalaga. Ni corales, ni esmeraldas. Choquen ustedes, señores, ¡ Qué más joya que ella misma, Dos onzas americanas, Dónde hay otra que más valga! ¿Lo han hecho? pues de ese modo Perfumes no usa tampoco, Resuenan sus carcajadas, Ella de su cuerpo exhala Con un timbre singular, Un vaho de juventud Con sonoridad metálica, Que trastorna, que arrebata, Como ruido de aleteos, Que hace divagar la mente Como vibraciones de arpa. Por esferas ignoradas, Es ardiente hasta quemar, Donde eternamente amándose Muy ardiente, apasionada, Viven unidas las almas. Capaz de dar la cabeza Todo en ella es natural, Por la persona á quien ama. Cuando habla bajan los dioses Ni una sola pincelada A recoger sus palabras, En tan magnífico cuadro Y van brotando las flores Han dado manos extrañas. Donde ella posa su planta. Cuando se enfada, da risa, Y vean qué cosa más rara, Su coquetería -es genial, dos Aquileo . Echeverria. Cómo es ella. 209

En vez de ponerse fea, He procurado que sea Les juro á ustedes que gana, La pintura muy exacta, Su cólera es de chiquillo Y si no lo he conseguido Y en pocos momentos pasa, No ha sido falta de ganas. Y se conoce su enojo Los que quieran conocerla En que se pone algo pálida, Esta tarde al Parque vayan, Y con majestad de diosa Y aquella que más les guste, Planta los brazoe en jarra, Esa es por fuerza mi amada. Y entre los menudos dientes El labio inferior maltrata, Entonces es que me dan Tentaciones de matarla De matarla, y de comérmela De una sola tarascada, Ahora díganme si tengo Razón y más que sobrada Para mirarme en sus ojos Y amarla con toda mi alma; Para haberla declarado Mi reina, mi soberana, El blanco de mi cariño, Y el arca de mi esperanza. -o- En el álbum de una morenita managüense. 211

Siempre procura, Pues todos, todos, Aunque con piel de ovejas Somos ¡ay! lobos. EN EL ALBUM Si te dicen: "paloma Por ti me muero," DE Á otro perro, contesta, Con ese hueso; Y no hagas caso Pues todo lo que dicen Falso es, muy falso.

ICE un adagio antiguo Si alguno te siguiere, DMuy verdadero: Cruza la calle, "Del enemigo sigue Y aunque te lo supliquen Siempre el consejo." ¡ Ay! no te pares; Voy á darte uno Sigue tu paso Que te será muy útil Que en el agua corriente En este mundo. No nacen sapos.

De los hombres, morena, Yo sé lo que te digo; No te fies nunca, Soy gallo viejo, Y andarles de larguito Y correa recortada

2 i2 Aquileo J, Echeverría.

Del mismo cuero, Y no me engaño, Diciendo: "los conozco Como á mis manos." A UN MIRLO. Monedas falsas somos Todos los hombres, Polvo de oro por fuera, VECILLA pardo oscura, Por dentro, cobre; A Que en las rejas de mi amada Y todos, niña, Cantas llena de amargura, Con el diablo tenemos z Por qué estás tan angustiada, Estrecha liga. Avecilla pardo oscura? Procura, pues, procura, Darles muy recio, Ha muerto tu compañero? Que matando varones Te ha robado el caro nido Se gana el cielo; Guerra al bigote, Algún cazador artero? Vivan todas las clamas, Por qué lloras? Qué has perdido? Mueran los hombres. Ha muerto tu compañero?

Con infinito dolor, Como ayes de liras rotas, Das al viento tu clamor,

1 4 Aquileo J. Echeverría..

Y el viento arrastra sus notas Con infinito dolor.

Bate las alas y canta, Olvida tus hondas penas, El pico altiva levanta, ¿Por qué al dolor te encadenas? Á CARMEN FERNÁNDEZ, Bate las alas y canta. en la noche de su beneficio. Estás muda, no contestas, ¿ No te alegra la mañana? Mira el cielo, está de fiestas. Vestido de azul y grana. UISIERA los perfumes de las flores, Estás muda y no contestas. Q Las sombras de la noche silenciosa La inmensidad del cielo majestuosa, Avecilla pardo oscura, Y el arruyo de tristes ruiseñores; Que en las rejas de mi amada Cantas llena de amargura, Del iris los magníficos colores, ¿Por qué estás tan angustiada, Del arrogante cisne la blancura, Avecilla pardo oscura? De Venus la simpática figura, Del veneciano lago la belleza Y de Oriente la mágica riqueza, Para formar un trono á tu hermosura,

216 AQuileO J. Echeverría.

Del elocuente Castelar quisiera La arrobadora y fácil expresión; De Byron el grandioso corazón, Y de Bécquer la queja lastimera; UN REBOCITO NUEVO. De Quevedo la musa placentera, De Víctor Hugo el noble sentimiento, De Núñez de Arce el fuego y ardimiento,

De Espronceda la rica fantasía, A tez de caliente armiño, Y del divino Homero la poesía L De nieve el redondo pecho, Para formar un trono á tu talento. Flor de granado la boca Y hebras de oro los cabellos; Mas como no soy Homero, Los ojos como dos chispas, Ni Byron, ni Castelar, Digo mal, cual dos luceros Ni tengo perlas riquísimas De esos que en noches oscuras Con que poderte obsequiar; Cruzan veloces el cielo; Me conformo con brindarte, La cintura de serpiente En prueba de admiración. Por el ágil culebreo, Esta humilde florecilla Y los pies, como de broma, Nacida en mi corazón, Piesecillos de muñeco. Cuando sale por la calle Con su rebocito nuevo, Con su camisa de encajes,

218 Aquileo J. Echeverría. Un rebocito nuevo. 219

Y sus enaguas de vuelos, Y después sigue su marcha De tentaciones, la niña Cimbrando el gracioso cuerpo, Va sembrando un semillero; Con un aire de princesa Y llevándose los ojos Que infunde á todos respeto. De todos, con su gracejo. Los sastres dejan la aguja, Quién le dice: palomita Sus hormas, los zapateros, Por tus ojos hechiceros Los dependientes de tiendas Estoy muriendo de amor, Ponen á un lado los géneros; De angustias estoy muriendo. El médico sus recetas, Otro: bendita la madre Su tijera los barberos, Que te ha llevado en su seno, Los periodistas la pluma Y Dios que te hizo esa cara Con que escriben sus enredos; Y ese cuerpo sandunguero. Dejan tirada la plata Así regado de flores En el banco los cajeros, Dejan todos el sendero Y hasta el obispo se asoma Por donde pasa la hermosa, Santiguándose primero, La del rebocito nuevo, A ver pasar á la hermosa, La de la boca de grana, La del rebocito nuevo, La de los ojos de fuego. La de la boca de grana, Ella á ninguno responde; La de los ojos de fuego; Pero se vuelve sonriendo, La que el alma me envenena Y da gracias con los ojos, Que es cual darlas con el cielo : Con su desdén sempiterno,

220 Aquileo J. Echeverría. tin rebocito nuevo. 221

La que me quita apetito, Porque va á costarle caro La que me priva de sueño; Si lo sabe mi Sotero; La que me ha puesto, señores, Y se sacará la rifa, Materialmente en el hueso, Más flaco que un alfiler Porque es un león en lo fiero, Y me ha dicho que ha pensado Y más pálido que un muerto; Por la que paso las noches Hacer un buen escarmiento Rondando corno sereno; Con el primer señorito Por la que me he de morir Que me diga un chicoleo.-" Si Dios no pone remedio, Lo ven ustedes, señores, Si no le suaviza el alma Esto no tiene remedio Que es dura como el acero; Y yo me siento morir Si no le quita el desdén Y de pena desfallezco; Con que responde á mis ruegos Y he de hacer una trastada, Diciéndome:-" no me emporre ; Una locura de á pliego, Ya le he dicho, caballero, Si no cambia de conducta, Si no se le ablanda el pecho Que busque con quién jugar, Á la muchacha garbosa, Que yo no soy su muñeco; La del rebocito nuevo, Que aunque pobre, soy honrada La de los labios de grana, Y sé ganar mi sustento, La de los ojos de fuego. Y antes que manchar mi nombre, De hambre y miseria me muero; Y por último, que deje De amolarmecon sus ruegos,

Serenata. 223

Tus ojos no son negros, Tampoco azules! Son una indefinida Mezcla de luces. SERENATA. ¡ Ole, salero, Esos ojillos hablan Más que un barbero! SCUCHA, niña hermosa, E Mi cantilena, Tienen de la callada Que mi alma no reposa De angustia llena; Noche tranquila, Sal un momento, Los rayos con que mansa Pero muy abrigada, La luna brilla, Porque hace viento. Cuando en el cielo Vierte sobre la tierra, Bien sabes que te quiero Con toda el alma, Paz y consuelo. Que tu rostro hechicero Robó mi calma; Las flores que me diste No seas ingrata, Se marchitaron, Ábreme tu ventana Y al soplo del olvido Queel frío me mata.

934 Aquileo J. Echeverria.

Secas volaron. ¡ Ay! las pasiones También marchitan, niña, Los corazones.

FACIO JUSTO A. FACIO JUSTO A.

L perfil moral de justo A. Facio ofrece Elíneas de irreprochable corrección. Es preciso hablar de él entre los modestos, entre los enemigos del bombo y del garbullo: se dis- tingue por su ingenuidad, por la honradez po- sitiva de sus intenciones, porque tiene lo que en Castilla se llama hombría de bien, por ser lo que se conceptúa excelente sujeto en todas partes, naturaleza sin maldades, y organismo sin aguijón y sin espinas. Nació en Santiago de Veragua (República de Colombia) el 17 de agosto de 1859; pero cuando apenas contaba año y medio de edad, su familia fijó la residencia en este país. La patria no es el punto geográfico donde el ciego destino coloca nuestra cuna; la patria

22,9 Justo A. Facio. Justo A. Facio. 229

es el círculo entero de nuestras afecciones, es Para concluir estos apuntes ¿á qué agregar la memoria viva y palpitante de todo lo que que justo A. Facio ha servido con lucidez varios hemos amado, son nuestros fugitivos goces y puestos públicos, entre otros el de Secretario nuestros ayes de dolor, la patria es el inmenso privado del Presidente de la República? Na- relicario de todos nuestros recuerdos: Costa da de eso importa para la apreciación estéti- Rica es, pues, la patria de Facio, que aquí ca de sus versos, que son poderoso reflejo es donde él tiene profundamente arraigadas de su alma. las raíces del árbol de su vida. Los versos del poeta que nos ocupa revelan un alma noble en donde caben afectos sinceros y dulces; sabe expresarles natural y linda, mente, y de ahí que le tengamos por legíti- mo poeta de sentimiento. Sus composiciones respiran cierto aroma de pureza muy agrada- ble, porque no es afectada, y su versificación es á manera de cauce desembarazado y ame- no por donde corre el pensamiento. Las pri- meras composiciones de Facio se distinguen, antes que por el nervio, robustez y potencia lírica, por su cencillez y apacibilidad. Aho- ra su inspiración varía de `rumbo: fruto de esta evolución es su poesía titulada A la me-en donde hay gritos de moriade mi Padre,

magnífico lirismo y lamentos de doliente re- signación. 231 Delia:

Porque, cumplido mi amoroso anhelo, En ti yo tengo, para dicha mía, Perpetua aurora, primavera y cielo.

1 A DELIA.

DESDE que sigues, Delia, bienhechora Del triste peregrino la carrera, Mi hogar, que asilo de las sombras era, La luz inunda de perpetua aurora.

De tu amor á la sombra protectora En el desierto triste y sin ribera De mi vida lució la primavera Más halagüeña que la tierra enflora.

Y sentí en el. fervor de ni¡ alegría. arrugó; Que hasta ni¡ frente, que el desvelo, Un pedazo del ciclo descendía;

La aurora y la mañana 233.

Sobre las cumbres lejanas Desaliñado y rugoso El manto sutil arrastra; Y al paso indeciso y breve Que sobre los montes graba LA AURORA Y LA MAÑANA. Azulado polvo en torno Su pie ligerísimo alza.

ROMANCE. Ya desciende, y de la noche Silenciosa y reposada Tras el capuz vacilante (A Luis R. Flores.) Con misterio se recata, Y festiva de repente El oscuro velo rasga Y entre el turbio cortinaje A perezosa y envuelta Asoma su faz de maga; Y En su túnica rosada Y al brillar de sus pupilas En el confuso horizonte La claridad sonrosada Asoma la virgen Alba. La parda sombra flotante Apenas, apenas brilla Se trasparenta y enrala, Su soñolienta mirada, Que en el nocturno ropaje ó si gira, sus caricias Repartiendo enamorada, Azules perfiles traza; Á cada beso, temblando De la brumosa colina

234 Justo A. lacio. La aurora y l t mariana. 235

La luz en espiras salta, Dulcemente reclinada Su recogido plumaje Al bullir de la alegría Sacude el ave en la rama, Busca rendida la calma. Y ruborosa su frente Mas ¡ ay ! cuando de natura La rosa encendida baja; En el regazo descansa, Y la tierra que dormita Por qué súbito parece En su lecho de esmeralda Que moribunda desmaya? Estremecida despierta Por qué desfallece y tiembla Al contacto de sus plantas. Triste la faz y turbada ? Al batir en raudos giros En ademán de despecho Entonces sus leves alas Inclina la frente pálida Se cierne por el espacio Y en un punto recogida Polvo luciente de plata; La veste seráfica alza, Y de su cándida veste Que allá vió que del Oriente La más vaporosa gasa En las puertas nacaradas Sobre la tierra descoge Sus rojas cortinas cuelga En ondas tornasoladas. La rubicunda mañana. Infatigable discurre Al tender su vuelo entonces Entre las sombras que aclara La virgen con tristes ansias Y ele cambiantes estelas De sus ojos zafirinos La bóveda azul esmalta, Nítido llanto derrama Hasta que en la verde loma Que tiembla sobre las hojas

236 Justo A. Facio. La aurora y la mañana. 237

En perlas aljofaradas. Ó mil tesoros luciendo Trémula y grave de pronto A nuestros ojos, ufana Sobre las cumbres se para De palmas y de tisúes Y luego palideciendo El regio dosel prepara: El vuelo otra vez dilata; Tiende al cielo rico palio Ya apenas tenue, indecisa, Que en campo de oro y tumbaga Oscila su forma vaga Entretejidas ostenta En el lejano horizonte Rizadas plumas de nácar; Que leve la sombra empaña. Y del pabellón en torno Allá va la fugitiva Ondosa cenefa labra Moribunda y desalada Con el crespón de las nubes Por esconder su quebranto Que en blondas teje y engarza. Trasponiendo la montaña; Cómo brilla ! cuál despliega Acá de la hermosa ninfa En cambiantes visos, franjas El noble triunfo proclaman Opalinas en el centro, Los arrullos y los cantos Orlas abajo argentadas. Que la natura levanta. Cómo entre la orfebrería Al cruzar el vasto cielo De su fina urdimbre salta El manto de oro desata De topacios y rubíes Y, del rey del día heraldo, Deslumbradora cascada 1 Su brillante imperio aclama; Y porque la tierra luzca

2 238 Justo A. Facio. La aurora y la mañana. 39

Más seductora y gallarda egan y desparraman: Despli Sobre ella la ninfa extiende Ya surge, ya resplandece Su cabellera dorada, De mil diamantes cuajada Áureo crespón orla y ciñe La coruscante diadema Á la cúspide más alta, De sus sienes soberanas; Y azuladas tocas cuelga Y extendiendo el regio manto A la distante montaña; Guarnecido de oro y grana, Mientras que brillante asoma, Lentamente al cenit sube Llena de fúlgidas galas, Sobre su plaustro che llamas. La corte que rompe y guía Del rey vencedor la marcha; Y mil guerreros en ella Dispuestos á la batalla Parecen lucir inquietos Las relumbrantes corazas: Desde la cresta del monte, Firme escabel de sus plantas A las sombras fugitivas Sus bruñidos dardos lanzan Hasta que cerca el gigante A quien homenaje pagan Sus escuadrones en torno

Á la Luna. 241

En el soplo de la brisa, Ó en el rayo transparente Que apenas temblando roza Mi descolorida frente!

Ay 1 si lo siento Tanto me consuela, tanto, Tu luz amorosa y grata, De mi tormento, Que hasta recobro el encanto Por largo tiempo perdido De que me priva la ingrata Que así me tiene afligido.

Tú sabes, Luna, Que aunque la idolatro ciego No se cura de mi llora Que la importuna, Ni escucha fina mi ruego; Por eso me ves tú sola El desdén de la que adoro Lamentar bajo tu aureola.

242 Justa A. Facio . Á la Luna, 243

Sí, ya me viste Yo tu hermana la creyera Á la luz con que refleja Porque hay de tu luz preciada Tu misteriosa tristura En sus dulcísimos ojos Errando triste, La claridad argentada. Cuando en son débil mi queja, Que en el silencio resbala, Mas ay ! aunque ella Gimiendo va de ternura En sus ojos te retrata, Del cefirillo en el ala; Tú eres reina de la altura Por ser tan bella, Que me entretiene Ella es reina por ingrata Bajo tu dosel sentado Pues se burla de mi lloro Murmurar la pena grave Y de la misma ternura Que así me tiene Con que rendido la adoro. El corazón lacerado, Pues pienso en mis agonías Pero la pena Que tu destello más suave Que con su enojo recibo Consoladora me envías. Halla en tu faz argentada, Triste y serena Si por mi suerte No sé qué dulce atractivo: Compasiva cual tú fuera Por eso, Luna, en mi duelo La ingrata cuyos enojos Vengo en la noche callada Me dan la muerto, A contemplarte en el cielo,

A la Luna. 244 Justo A. Tracia. 24S

¿ No es una dulce caricia, Porque inspirado Acaso un beso, una queja , Al verte en mi desvarío Que tiembla sobre la frente Pálida hacer tu sendero Del ingrato que te deja? Tan prolongado, Que eres una reina fío, Ah ! pobre, pobre, Nunca de allí destronada, Si es el amor quien te daña---- FL quien amor traicionero Nunca será que en la vida Lleva con la faz velada. Calma recobre

Que esa tristura El que lamenta su saña,- Yo te lo digo, pues quiero, Con que ilumina tu lumbre Y quien me causa la herida Dice de un alma intranquila Sabe que de ella me muero. Que amor tortura La infinita pesadumbre,- Sigue y recorre, Oh Luna, tu eterna vía, Pues, Luna, ¿no es llanto tuyo, Sin que de tu faz en tanto Que amor vierte, el que titila El tiempo borre De la flor en el capullo ? Tan suave melancolía,- Que á su apacible destello Tu rayo triste, Hasta mi rudo quebranto Del alma que ama delicia, Me parece dulce y bello. Que con azul transparente La noche viste,

La Esperanza. 247

Se llama la Esperanza Y su hálito de fuego Enciende en los espíritus La vida universal. LA ESPERANZA Al beso que en la frente Imprime lisonjera Fantasía. El alma se desmaya En dulce conmoción, Y al roce de su mano A maga misteriosa De tibia adormidera, L Á cuya voz ardiente Ensueños vaporosos De su profundo sueño Se forja el corazón. El alma despertó, Sus alas ya no bate En esas horas vagas En torno de esta frente De grata somnolencia, Que con sereno soplo El ángel que custodia Un tiempo refrescó. Mi venturanza en flor, Despierta en otros mundos Es ella la hechicera La mísera existencia Á quien adoro ciego, Al soplo misterioso La maga mentirosa De un hálito de amor. De labio virginal:-

248 Justa A. Facio. La Esperanza: 249

Audaz y libre entonces Oh dulce, oh mentirosa, El pensamiento vaga Oh prófuga Esperanza, Por la región sin sombras En dónde de tus urnas Del inmortal placer, Las dádivas están ? Y corro desalado De la engañosa maga ¿Por qué cual fugitiva En los ardientes labios Dorada refulgencia Mil dichas á beber. Nos ciegas y ocultas Tu mágico fulgor? Mas luego del ensueño Por qué de sueños colmas De pronto despertando, La mísera existencia Ligero ruido de alas Para sembrar en torno Escucho en derredor:- Estéril desamor? Es ¡ay! que tiende el vuelo Yo soy sin la esperanza La maga suspirando Como eco allá perdido, Hacia el ignoto asilo Como una nube triste De su ignorado amor. Que oscila en la extensión, Cual ave abandonada El alma inútilmente Sin árbol y sin nido No cesa, no descansa Que vuela al ciego impulso La lumbre de sus ojos Del hórrido aquilón. Buscando con afán....

250 Justo A. Facio.

Mi vida es sólo un campo Sin luz, sin lozanía, En donde ya no luce Sus pétalos la flor; Que sólo allí vegeta En soledad sombría JUAN SANTAMARIA. La zarza quemadora De estéril desamor.

CAYÓ el valiente: su atrevida planta Al dardo cede del intruso odiado; Pero al rodar su cuerpo mutilado Vencedora la patria se levanta.

La roja llama que al tirano espanta El triunfo dice del audaz soldado, Y su vivo fulgor jamás nublado De la gloria los campos abrillanta.

Mas á la par que resplandor de gloria Brillante esparce su rojiza tea, Aclarando su nombre y su memoria;

252 Justo A. Facio.

La amenazante luz con que flamea Desde la cima de la patria historia Terror de audaces invasores sea!

SONETO.

ECLINA tu actitud batalladora, DEnfermo corazón,-ya estás vencido, Ya es inútil la lucha, ya el olvido Más negro que el sepulcro te devora.

Ninguno entre la turba bullidora

Á gloriosa misión te halló nacido;- Sufre pues tu miseria, y escondido En tu vergüenza desespera y llora.

Quisiste en vano en tu ilusión sencilla Del águila trepar á la eminencia, Tú, solitaria y débil avecilla;

254 Justo A. Facio.

Que en medio del horror de tu existencia, Oh corazón de miserable arcilla, Es grande solamente tu impotencia!

IMPOTENCIA.

QUIZÁS en suave lira yo pudiera J El arrullo imitar de la paloma, Ó verter en mis versos el aroma Que despide el tomillo en primavera.

Tal vez á la sonrisa placentera Que en dulce boca de coral asoma Á mis trémulos labios el idioma De las vírgenes musas acudiera.

Alas de mariposa el pensamiento Tomar puede también, y en polvo de oro Con raudo giro iluminar el viento;

256 Justo A. Facio.

Sólo hallo con pesar que no podría, Para decirte en ella cuál te adoro, Vaciar en una estrofa el alma mía! MADRIGAL.

Y! es verdad, comprendo con despecho A Que la pasión volcánica encendida Por tus ardientes ojos en mi pecho, Ya intensa no derrama En los marchitos campos de mi vida Las rojas ondas de su luz febea, Ni ya con viva llama Mi envejecido corazón caldea. Mas no extinguido el férvido arrebato Quieras airada y triste

Apostrofar mi corazón de ingrato: Muda la forma, sí, pero la esencia A la invasora destrucción resiste,- Y si hoy mi indiferencia

258 Justo A. Facio.

Tu ciego enojo y tu dolor provoca Recuerda, hermosa mía, Que si la lava del volcán se enfría El tiempo luego la transforma en roca, DESPEDIDA.

A Delia.

I.

IERE la lumbre mis ojos: H La Musa, con casto beso, Me ha despertado temblando De mi letárgico sueño 1 Triste parece que roza Con su purísimo aliento Mis sienes adormecidas Por encantados recuerdos, Por ilusiones doradas Y dulces presentimientos!

260 Justo A. Facio. Pesedida . 26t

Al sacudir el marasmo El vasto confin del cielo; De mis confusos ensueños, Cuando con ritmo apacible Tropel de implacables dudas Huya de mis labios trémulos Brotar en el alma siento. Tenue suspiro que escapa' Como la voz de un secreto, Ay! camina tan pausado' Sobre el cristal de las ondas De la triste ausencia el tiempo, Veré tu rostro risueño, Que quién sabe si en la ausencia Y en alas de mis suspiros A tu memoria no vuelvo. Te enviaré dulce recuerdo 1 En cambio, el recuerdo tuyo, Como un ángel dulce y bueno, Será de ni¡ oscuro viaje II. Solícito compañero. Yo voy errabundo y solo En mis cantos fugitivos A confundir allá lejos Tu grato nombre yo elevo Con el clamor de los mares Entre murmullo apacible El clamor de mis acentos; De halagos y pensamientos; .Cuando tienda la mirada Pero las auras serenas Sobre el azul elemento Se llevan con fácil vuelo Hasta hallar del horizonte Á las remotas montañas El celaje oscuro y denso, De tu nombre el débil eco. Como ancha cinta que borda En las marinas riberas

262 Justo A. Facio. Despedida. 263

Sus alas sacude el viento En mis suspiros envuélto Y de sus silbos sonantes El efluvio misterioso El ámbito deja lleno. De mis fragantes recuerdos; Allí tu nombre armonioso, Pero deja que en la ausencia Oh Delia, en no usado metro De mis amores el genio Á cada nota del canto Roce con sus puras alas Tu tranquilo pensamiento: El eco va repitiendo; Cuando entregada reposas Pero como es tan humilde A mil hermosos ensueños Aunque entusiasta mi verso, Con suavidad no sentida Al mar pediré sus voces, Él pone en tu frente un beso; Sus grandes alas al viento, Y le digo que amoroso Y á la rauda fantasía Te repita en el silencio Su audaz y pujante vuelo El nombre pobre y oscuro Para llenar con tu nombre De quien te idolatra tierno; El anchuroso universo; Que si allá compadecida Pues quiero que al olvidarse Me consagras un recuerdo Te repita que en la ausencia Por tosco y rudo mi acento En mi memoria te llevo. De mi amada el nombre deje Eco sonoro en el tiempo.

III.

Yo te mandaré de allende

Sombra. 265

Puros efluvios me trae Á través de la distancia, Y me recuerda en secreto Ilusiones y esperanzas; SOMBRA.. Y en giro que me deslumbra Por mi oscura mente pasan y Risueñas evocaciones A De imágenes adoradas: Todas despiertan ligeras Al tibio beso del aura, Y dejan al ir pasando A brisa de los recuerdos Lampos de aurora en el alma.... L Gime y murmura en la playa Una tan sólo la frente Y en mi ardida frente deja Lleva de sombras orlada, La frescura de sus alas. Y con las sombras el brillo Tranquilo el mar en espumas De mis memorias empaña! Sus suaves ondas desata Y en son confuso parece Es ¡ay! la misma, la hermosa Como que llora ó que canta. Que como estrella ignorada, Bajo la sombra del cielo Resplandeció entre las brumas Reposa natura en calma De mi primera mañana.... Y yo escucho estremecido Yo recuerdo un juramento, El leve rumor del aura ! Una promesa sagrada,

266 Justo A. Facio. Sombra. 267

Besos, halagos_ ...y en torno Esa embriaguez reposada De nuestra vida sin mancha Que rinde como un deleite Luminosos horizontes, El alma que sueña y ama 1 Primavera embalsamada ! Pero hoy con su efervescencia Cada pensamiento mío Esa pasión tumultuaria, De amor ó dicha, brillaba En el fondo de mi pecho, Con el reflejo azulado Ni se agita ni batalla; De su radiante mirada. Hoy el lúgubre pasado El ángel de la inocencia, Cual blanco cirio derrama Que el amor primero ampara, Su pálida lumbre en torno Al contacto no sentido De la ya muerta Esperanza; De sus blanquísimas alas, Y al evocar el recuerdo Brotar en mi mente hacía De mis historias lejanas, Mil ilusiones ufanas. Surges tú como una esfinge Recuerdo que delirante, En el desierto de mi alma 1 Yo, de su amor con la palma La sien ceñida, del mundo Las tormentas desafiaba; Que contemplé fascinado Por desconocida magia En el cielo sólo estrellas,

En la tierra sólo galas. _. _ Me vino cual hondo sueño

Elena Aragón. 269

Yo no lo sé.... Arcano es de la vida Que á la razón asombra ! ¡ A veces luz para radiar nacida Sumérgese en la sombra I

ELENA ARAGÓN. Ella tampoco al aura despedía La esencia de su broche, Cuando ya mustia y pálida caía Al soplo de la noche. Y! por qué cuando apenas en cl tallo Mas no penséis que de sus tintas rojas A Se yergue placentera Dobla su frente con mortal desmayo Renacerá el encanto, Aunque reguéis sus macilentas hojas La flor de primavera? Con vuestro acerbo llanto.

Por qué al relente de la noche fría Marchitos tiene sus estambres de oro Se abate y se consume, Esa flor de inocencia, Si no ha ciado á las auras todavía Y fué Dios, codicioso del tesoro, perfume? Su célico Quién aspiró su esencia ! No tiene por ventura su destino Lo mismo el pensamiento Que el oscuro y cansado peregrino, Que la luz y que el viento?

2 Recuerdo al poeta. 7 1

De [citándome respiro En los efluvios que esparcen Tus amorosos idilios; Porque cada pensamiento RECUERDO AL POETA. Que entre sus notas aspiro, Y cada ilusión que salta (De la corona fúnebre de Juan Diego Entre las ondas del ritmo Flor es de celeste esencia Braun. ) En que se impregna el espíritu,- Y parece así que al alma, Cuando tus versos repito, l. Bajan temblando los átomos De las rosas y los lirios. o faltaron á tu gloria N Á despecho del destino II. Los laureles que el poeta Lleva en la frente ceñidos, Descubro en tus pensamientos Porque luces en la tuya Cuando entusiasta los sigo Con eterno y puro brillo El suave rumor que forman En violetas aromosas Con sus alas y sus trinos Tus ensueños convertidos; Enamoradas las aves Y por eso su tragancia

2 72 Justo A. Facio. Recuerdo alpoeta. 273

Al cobijar sus asilos, ( Tal desolación distingo) Porque de las aves tienes Sus negras alas sañudas En tu corazón de niño La tempestad ha batido; Los cantos arrulladores, Pues son despojos inertes Las alas que dan abrigo; De sus furores impíos, Y por eso cuando calla El triste hogar derribado En tus labios el idilio En el borde del abismo, Pienso con honda tristeza La noble lira que yace En el hogar aterido:- Deshecha en oscuro sitio, Almas dolientes y viudas Y en el ramaje abrasado, En inquieto grupo miro Donde labrabas el nido, Agitarse y revolverse El ave herida que implora En la impotencia y el frío; Gimiendo tu dulce arrimo! Y miro las yierbecillas Con que labrabas el nido Que reservó á tu esperanza Marchitas ¡ay! para siempre El engañoso destino Para las almas que adoras Vagar del viento al capricho. La soledad y el frío, Y en tu frente los laureles 111. Con ciprés entretejidos; Porque el genio de las tumbas Parece que en torno tuyo Con misterioso sigilo,

274 Justo A. Facio.

Cual galardón prematuro Á tu nobleza rendido, Ya su corona de sombras También para tí previno! E LE GIA.

A la memoria de mi padre.

A en el blando regazo de la tierra Y Tu cabeza reposa, Y se rompen los dardos - de la guerra En torno de tu losa.

Descansas de miserias y de males, Sin que al vagar el hombre Escuche en sus revueltas saturnales El eco de tu nombre.

Ni en tu sepulcro entre profanas galas Grabado un nombre ha sido, Que rompa y salve con fulgentes alas Los lindes del olvido.

Elegía. 276 Justa A. Facio. 277

El mundo en su orgullosa indiferencia Que en los duros y trágicos embates De tu historia no sabe; De la humana miseria, Pero conserva Dios de tu existencia Siempre libran sin ruido sus combates El alma y la materia. La misteriosa clave. Basta sólo en las luchas de la vida Luces delante de él cuanto ambiciona Al oscuro guerrero El hombre en su delirio: Cual tú, sacar de la mortal partida Coronas .... tienes una,-la corona El corazón entero. Que te ciñó el martirio! Que no pudo rendirte ni vencerte El noble canto que tus hechos traza Del mundo la fiereza, Es la plegaria incierta Y sólo bajo el peso de la muerte Cuyas dispersas notas Dios enlaza Se dobló tu cabeza. Y próvido concierta. Ella piedad de tu miseria tuvo, Fulgura ante sus ojos tu memoria Y en la mortal porfía, Con resplandor sereno, Ella tan sólo desarmó y contuvo Y es en la noche mundanal tu gloria El brazo que te hería. La gloria de ser bueno. Mas no la increpo con grosera injuria No importa que tus timbres alcanzaras Porque dejó inclemente En ignorado juicio, El rudo golpe rebotar con furia Y que no tenga conocidas aras En mi abrasada frente;- Tu oscuro sacrificio.

278 Justo A. Facio. Elegía. 279

Que desde el fondo de su oscuro arcano Pero cuando su presa restituye, Con alta ley gobierna, Asido al bajo suelo, Y así la paz con el dolor humano -Oscura larva-se desprende y huye Eslabona y alterna. Ante la luz del cielo.

Por qué, pues, denostar irreverente Oh virtud de la muerte ! Si derrumba Su salvadora egida, Nuestros humildes lares, Si es un campo de lucha solamente En cambio ella hace luego de la tumba El campo de la vida? Sacrosantos altares ! Obra de su misión reparadora Si alguna flor abandonada y sola El alma regenera, En sus escombros nace, Y de mustios despojos elabora La sangre que salpica su corola Radiante primavera. La mancha y la deshace. Así tu alma rescata de la arcilla Allí como paloma que bandada Que el viento desmorona, De milanos acosa, Y estrella es luego que fulgente brilla El alma por los males asediada En inmortal corona, Se revuelve medrosa. De tu forma vital rompe la trama, Hasta que de ella, que cejar parece, Y en fecundos raudales El dolor se apodera, Por las sedientas venas la derrama Y con tétricas sombras ennegrece De seres inmortales, Su mundanal carrera 1

280 Justo A. Facio. 281 legía. E

lis la tierra fecunda y noble esposa:- Ni ya gozoso entre la turba insana De la muerte al abrazo Tu figura contemplo, En concepciones múltiples rebosa De que hizo Dios á la virtud humana Su maternal regazo. Inconmovible templo.

Á la ley del amor que la sublima, Ni, sol que con sus rayos embellece Cuanto su seno esconde, Horizontes en calma, Con nueva forma que su faz anima El numen de tu amor hoy resplandece Palpitando responde. En el cielo de tu alma.

Yo sé que presto lucirá vistosa Desde que el puro y luminoso rastro En el aire sereno En él ya no campea, Desplegando sus pétalos la rosa Mi hogar entre las sombras como un astro Que fecundó tu seno; Desquiciado voltea;- Que tal vez en el éter que respiro, Por eso, padre, sin concierto brota De la flor en la esencia, De mi labio el lamento, Los impalpables átomos aspiro Y entre los pliegues de la noche flota De tu nueva existencia. Mi herido pensamiento.

Mas nada son al triste pensamiento En medio del horror en que deliro Tan misteriosos lazos, Allí con honda pena Si no escucho tu voz, si ya no siento De tu martirio silencioso miro Tus férvidos abrazos; La desolada escena:-

282 Justo A. Facio. Elegía. z83

El ¡ay! que apenas en tu boca vibra En tus convulsos labios apagadas Con inefable calma, Las quejas y las voces, Como si fuera el eco de una fibra Y temblando en tus lívidas miradas Que se rompe en el alma; Los últimos adioses;

Tu mirada difusa y de serena Á la muerte la vida resistiendo, Pero apagada lumbre, Y con noble estoicismo Divagando en las sombras, siempre llena ¡ Ay! cómo bregas valeroso viendo De triste mansedumbre; Sobre tu seno mismo.... Las horas deslizándose tranquilas, Todo es allí conmovedor y santo. Sin que el ángel del sueño Allí en solemne coro Derrame compasivo en tus pupilas Vertiendo miro silencioso llanto Su bienhechor beleño; Á los seres que adoro;

La interna lucha del que vida implora, Doblarse miro con desmayo frío Porque recuerda y ama, Las frentes abatidas, Al ver cómo fugaz se descolora Y que en medio del séquito sombrío Su vacilante llama; Sólo tú no trepidas. Tu amante pensamiento detenido Miro después.... ¡ ah ! no,. que ya tu lecho Al remontarse al cielo, Abandonado queda, Como ave que repliega sobre el nido Y de mis ojos en raudal deshecho Su tembloroso vuelo; Amargo llanto rueda!

284 Justo A. Facio.

Ya no miro, ni importa,-mas si en tanto Quietud eterna alcanzas, Treguas haya al dolor, treguas al llanto, Silencio .... ya descansas!

RIMAS.

I.

AJO el puñal del asesino cae, B Premio de su bravura, El que ayer vencedor hizo de Roma Esclava la fortuna.

También, también el que del alma dice La no sabida ruta, Envenenada copa en recompensa Recibe de la turba.

286 Justo A. Facio. Rimas. 287

Así sucumbe quien al hombre salva Lo rechaza con miedo tu recato . 0 quien su senda alumbra,- Y lo reprueba el mundo; Que su encono en lo grande siempre ceba La humanidad sañuda! Que temes ¡ay! que el imposible mismo Te anude y te sofoque entre sus lazos, Pero á mí que no tengo del guerrero Que no quieres rodar hasta el abismo La indómita bravura, En mis amantes brazos. Que siento apenas palpitar la idea En el cerebro muda, Sé que aunque es grande tu virtud y mucha, Ya resistir á la pasión no puedes, ¿Por qué si no soy César, Dios eterno, Y agotadas tus fuerzas en la lucha Los puñales me buscan? Desvanecida cedes. ¿Por qué si no soy Sócrates, me obligas Á beber la cicuta.... ? Pero si quieres sin dolor ni llanto Ay! desligar tu corazón del mío, I I. Y de este amor el peligroso encanto Convertir en hastío;

o bien sé que este anhelo es insensato Y sacar de esta lucha sin odiarme Y Y que este amor tiránico y profundo, Tu corazón y tu virtud ilesos. _ . .

288 Justo A. Facto.

i Oh ! déjame apurar hasta saciarme El incitante néctar de tus besos

III. FLORES, LUIS R.

UISE vivo en tus aras Q De mi amor mantener el sacro fuego, Y eché en él mis pasiones Para darle con ellas alimento, Y desde entonces arde Con las eternas llamas del infierno, FLORES Luis R.

ÓCALE su turno en esta galería al distin- Tguido joven cuyo nombre encabeza estas líneas. Luis R. Flores es hijo de la ciudad de He- redia, tiene treinta años de edad, y se ha de- dicado á la agricultura y al comercio, sin de- jar por eso de prestar servicios á su provin- cia. La representó no ha mucho en el Congre- so, y como diputado se distinguió por su in- dependencia y por la firmeza de sus convic- ciones. Tiene ideas propias, bien definidas, y la vir- tud de haberse formado solo y con sus pro-

292 Luis R. Flores. Luis R. Flores. 293

pios recursos, en medio de los afanes de una composiciones de nuestros buenos poetas cen- vida de trabajo incesante desde su primera troamericanos. edad. ¿Qué estraño sería que en estas poesías se Es Flores tipo de honradez, de noble carác- encontrasen defectos, si Flores no ha hecho ter y de modestia; y á más de esas recomen- carrera literaria? dables prendas, contribuyen á hacerle simpá- No debe olvidarse esta circunstancia al juz- tico sus dulcísimos versos, en los cuales se re- gar los trabajos de este apreciable poeta, á velan sentimiento, originalidad, instintos de quien esperan nuevas coronas y renombre, verdadero poeta. si como es de esperarse, continúa con tan fe- En algunas de sus composiciones predo- lices disposiciones cultivando el divino arte. mina la observación filosófica; en otras se notan arranques atrevidos de tina alma joven y entusiasta, y en muchas de ellas la amar- gura desesperante de Bécquer. La ciudad de las flores y aquellos campos heredianos, tan pintorescos y tan fértiles, propios son para que, á inspirar á sus hijos, benévolas desciendan las musas. Flores se ha inspirado en aquella poética región; y no satisfecho con eso, ha ido á bus- car más amplios horizontes, ascendiendo con alas de cisne á la alta cinta del Irazú. Indudablemente las poesías ele Flores pre- sentan un bello conjunto, y algunas de ellas, en su género pueden figurar al lado de las 29S versos. Mis

Y si alguien os pregunta Porvuestros timbres ó gentil prosapia, Decidles sin rubor que os dió la vida Una alma enferma que buscaba á otra alma. y A MIS VERSOS.

o quisiera vestiros yCon la púrpura regia de un monarca, El brillante ropaje de las flores ó la espléndida túnica del alba.

Pero ¡ay! que es imposible; Que en medio de mi angustia y de mis lágrimas, No puedo daros lo que mi alma ansía, Mi mente es pobre y mi existencia amarga.

Id, pues, 91 mundo solos, Hijos de mi dolor, hijos de mi alma: Vestiréis los harapos del mendigo Que sollozando por el mundo vaga.

Desencanto. 297

Miro vagar-inmensa caravana - La gran familia humana Del dolor con la copa entre las manos Y entre llanto y miserias se desliza DESENCANTO. Prosternada y sumisa Al látigo feroz de los tiranos.

Si evoco con afán en mi memoria Los hechos de la historia, ODO es dolor, angustias y tormento. Se desborda en mi pecho el sentimiento; T Eterno sufrimiento Pues miro transformado ¡ quién creyera ! Devora sin piedad el alma mía. El hombre en una fiera Que convierte en instinto el pensamiento. Quiero cantar y mi dolor me abruma, Mojo en llanto la pluma, Es la historia cual campo de batalla. Mas decir lo que siento.... ¡no podría! No ruge la metralla Ni se oye del cañón el estampido, En vano, en vano en mi dolor profundo Pero ¡ay! en cada página se encierra Navego por el inundo El monstruo de la guerra, Buscando lenitivo á mis dolores, Azote de los hombres maldecido. Que sólo miran mis cansados ojos, Que siempre la ambición, el servilismo, Punzadores abrojos, El torpe fanatismo, Y un desierto sin pájaros ni flores.

298 Lnis R. Flores .

La ingratitud, la cólera insensata, Haces vibrar la cítara en mis manos, Lleva en su seno el corazón humano, No hagas, no, que su cántico armonioso, Y en su delirio insano, Arrulle al poderoso Como la nube, en rayos se desata. Ni enaltezca jamás á los tiranos.

Jamás la libertad-hija del cielo- En nuestro loco anhelo, Risueña luce sus radiantes galas; Que siempre envuelta entre la turba impía De negra tiranía Sacude en vano sus potentes alas.

¿Cómo poder cantar himnos de gloria, Si llevo en mi memoria, Tantos recuerdos de dolor y llanto? ¿ Y cómo demostrar el sufrimiento, Si á mi audaz pensamiento Cortó sus alas de oro el desencanto 1

Pero si entre esta confusión un día, i¡ Oh triste musa mía 1

Deseos. 301

Jugar con las auroras boreales Y arrancar sus recónditos misterios, Y ver chocar las nubes tempestuosas, En las cavernas lóbregas del trueno;

DESEOS. Y luego descender, cuando la noche Tiende medrosa su ropaje negro, Y al caer en los brazos de mi amada "Dejarle el alma entre la miel de un beso."

UISIERA bajo el palio de una nube Vagar por las regiones de los vientos Q Y flotar en las ondas purpurinas Que tiñe el sol con su pincel de fuego;

Reclinarme en el seno de la aurora Y empapar en su llanto mis cabellos, Y ver rodar en confusión sublime Los astros por los ámbitos del cielo;

Prenderme de la estrella más hermosa Que brilla en el cendal del firmamento, Y echando una mirada á lo infinito Abarcar la extensión del universo;

La Guerra, 303

Su lira rompe el bardo Y el escritor su pluma; Ya todos á porfía El arma fuerte empuñan LA GUERRA. Y en alas del delirio Se lanzan á la lucha,

Suspira el alma, y gime A mi querido amigo Justo A. Facio. Natura y palidece; El triste hogar vacío En llanto se sumerge L crugir la armadura Y campos y ciudades A Del Dios de las batallas, Tan sólo i ay Dios 1 parecen Desiertos habitados El cielo se encapota De la conciencia humana; .Por buitres y por sierpes. Se ofusca el pensamiento, La paz huye azorada ¿Por qué si en tu grandeza Benéfico prodigas Y el odio y las pasiones Con savia generosa Inflaman nuestras almas. Las fuerzas y la vida, Consientes que los hombres Arroja el campesino La esteva que fecunda, En luchas fratricidas

304 Luis R. Flores. La Guerra. 305

Se arranquen las entrañas ¡ Ah nó! que de sus negras Como aves de rapiña? Pasiones y sus vicios Entonces os forjaba El hombre á su capricho, Pero ¿serás tú acaso Y hoy el Dios airado El Dios de aquella historia, De los pasados siglos Abismo de perfidias, Es monstruo que sepulta Escándalos y sombras La ciencia en el olvido. En cuyo santo nombre El pueblo que te adora Pero este siglo inmenso Á guerra interminable Que con su luz brillante Frenético se arroja? Deshizo las tinieblas De bárbaras edades, Que ¿Serás el Dios terrible Y templos seculares Que, en su brillante curso, Y de las creencias forja Con mano poderosa Arietes formidables; El astro rey detuvo, Para seguir la lucha, Que labra en la conciencia Cediendo á los impuros Inconmovible templo Caprichos y demencias Y pone en él la antorcha De un mísero verdugo? Del dulce amor eterno;

306 Luis R. Flores. La Guerra. 307

¿ Por qué, por qué este siglo Ya es tiempo que los hombres Con denodado esfuerzo Despierten de ese sueño No doma en su pujanza Letárgico que embota Las furias del averno? Sus nobles sentimientos; Ya es tiempo que depongan Su luz esplendorosa En aras del derecho Ofusca la conciencia, Las armas en el yunque Y el mundo vacilante Forjadas del averno. Camina entre tinieblas; Mentira es el progreso En vano en su arrebato Si existe la miseria, El inspirado poeta Si impera en las naciones El himno entona al triunfo De edades venideras; El monstruo de la fuerza. En vano delirante En sus anhelos sueña Los siglos se suceden Mirar el mundo libre En loco desvarío, De dogmas y de guerras. Y todos al lanzarse Del tiempo en el abismo En uno solo unidos Se precipitan ciegos, Innúmeros pendones, Dejando en su camino Deshechos por el suelo Del monstruo de barbarie Los ídolos deformes: Los gérmenes malditos.

308 Luis R. Flores.

Y el Dios de las batallas Con ímpetus veloces Huyendo con espanto A lóbregas regiones. EPITALAMIO. ¡ Delirio sobrehumano, Bellísima quimera Dedicado á la apreciable señorita Que mira en lontananza El ávido profeta ! Rosalina Morales Yo sé que mientras haya y recitado en la noche de su boda. Ambiciones rastreras, Habrá luchas infames, Habrá dogmas y guerras. F mi arpa humilde que llora DCon amargo desencanto, Hoy quisiera alegre canto Para cantar esta aurora; Quisiera una vez sonora De suave y melifluo acento; De Byron el sentimiento, De Goethe la fantasía, De Bethoven la armonía Y del Tasso el pensamiento.

ato Luis R. Flores. E-

De los celajes quisiera ¡ Oh amor, divina esencia Los relumbrantes colores, Del humano corazón! Los matices de las flores ¡ Oh sacrosanta expresión Que ostenta la primavera; De la eternal existencia! Y así formar lisonjera Tú vives en la conciencia Una estrofa delicada Como el perfume en la flor, Y en esta noche dorada, Y tu aliento embriagador En esta fiesta brillante, Las almas identifica, Con cítara resonante Regenera y purifica Cantar á la desposada. Y les da vida y calor.

Todo á tu voz soberana Más ¡ay! que á mi torpe lira, Se conmueve y resucita; En este mundo traidor Tan sólo el negro dolor Naturaleza palpita Y el cielo azul se engalana; Y el sufrimiento la inspira. Mas ¿quién impasible mira Canta la avecilla ufana Tanta belleza y encanto? Con inefable ternura; El arroyuelo murmura, Y ¡quién no enjuga su llanto Abren las flores su broche, Y en estático embeleso No saluda el dulce beso Llora el ángel de la noche Y el sol radiante fulgura. De dos almas, con un canto?

312 Luis R. Flores. Epitalamio. 313

Y al abrigo de tus alas Por eso mi torpe lira, En tu mágico aleteo, Aunque la hiere el dolor, Yérguese ufano Himeneo En esta noche de amor Y ostenta sus ricas galas. Y de entusiasmo se inspira; El dulce aroma que exhalas Mas ¡ quién impasible mira Y tu mirada ardorosa, Tanta belleza y encanto? En esta pléyade hermosa Y ¡quién no enjuga su llanto Que en tus encantos se inspira, Y en estático embeleso No saluda el dulce beso Pone en cada alma una lira Que ríe, canta y solloza. De dos almas, con un canto?

Y también bajo tu manto Manantial de inspiración, Yo siento del corazón Que brota fácil mi canto. Tanta belleza y encanto, Tanta inefable armonía Exalta mi fantasía, La embelesa y enamora, Y hace, con arpa sonora, Que cante la musa mía.

Soneto. 3 1 1

Los átomos se abrazan, se encadenan; Surge la luz de la tiniebla oscura Y las ondas errantes se serenan.

SONETO. Platón el sabio de la Grecia oriundo, Que como un astro en el cenit fulgura, Así concibe la creación del mundo. A mi apreciable amigo el Doctor M. W. Angulo.

L caos en revuelto torbellino -E Era de los espacios elemento, Cuando arrastraba en confusión sin cuento Los gérmenes de un mundo peregrino.

Pero Dios, en mitad de su camino Deteniendo su raudo movimiento, Ordena al caos, y en aquel momento, El mundo apareció con su destino.

El poeta y la mujer. 317

Astro de luz que fulgura Iluminando el planeta; Entre su cárcel secreta EL POETA Y LA MUJER. Abarca la inmensidad; Es su aliento tempestad Que derrumba los tiranos Y los ídolos profanos Que adora la humanidad. o no puedo comprender Y Qué concordancia secreta Si templa su arpa sonora, Une el numen del poeta Con las notas de su canto, Al alma de la mujer; Mitiga y enjuga el llanto No sé qué extraño poder Amargo que nos devora; Les ha otorgado el Creador: Cual canta el ave que ignora Suspiran por una flor, El mundo que la rodea Y cantan, lloran y gimen, o canta el bardo que crea, Y al universo redimen Que es su tierno y dulce acento, Con el fuego del amor. Cada arpegio un pensamiento Y cada nota una idea.

¿Qué es el alma del poeta Para calmar al que llora En la espléndida natura? Dios formó con su poder

358 Luis R. Flores.

Por qué llora el trovador Con un beso, la mujer, Desdenes del ser querido? Con un suspiro, l a aurora; ¿Por qué lleva el pecho herido? Puso en su alma encantadora ¿Por qué le hace padecer? La ternura, la pasión, ¡ Ay! no puedo comprender El amor, la Qué concordancia secreta inspiración; Poreso el vate, en su anhelo Une el numen del poeta Con los celajes del ciclo Al alma de una mujer! La lleva en su corazón,

Y ¿qué el poeta seria Sin la mujer seductora? Noche eterna sin aurora, Gaviota en la mar bravía; El mundo recorrería, Luchando con la impotencia, Buscando su inteligencia, Desordenada y sin calma, Ese pedazo del alma Que le falta á su existencia.

Mas ¡ay ! -. por qué si han nacido Sus almas para el amor

Al lrazú. 321

Subí después á tic gigante cima Á contemplar en la extensión inmensa Las feraces campiñas de mi patria, Sus montes escarpados y sus selvas. AL IRAZU. Y allá en el confín del horizonte Ent celajes que encendidos tiemblan, Contemplar en estático embeleso De los dos oceanos las riberas. EMBLANDO (le dolor el alma mía T Como ave herida que azorada vuela, Mas ¡ay! que todo se deshizo en breve. Llegué á la soledad de tus montañas, ¡ Cuántas visionc3 y esperanzas bellas Buscando alivio á mis amargas penas. Que exaltar, 11 soñar, la fantasía, Pensé encontrar en mi delirio insano Forja y halaga nuestra mente inquieta! Entre alcatifas de menudas yerbas, Ensueños, ilusiones y esperanzas Lirios del valle, perfumadas llores Son nubecillas que en el éter vuelan, Y tantas cosas que los bardos sueñan. Doradas por los rayos de la aurora Y después por el ábrego deshechas. Pensé encontrar en cl follaje verde Aves canoras modulando endechas, En vez de flores con perfumes suaves Y fuentecillas que entre guijas corren Y de hojas verdes que en las ramas tiemblan, Saltando alegres por feraces vegas.

322 Luis R. Flores. Al Irazú. 323

Allí un desierto solitario y triste Confuso y aturdido quise en vano Sin mas vegetación en sus riberas, Pulsar el arpa y demostrar mis penas, Y en vano el arpa moduló sonidos Que el ardiente arrayán que se deshace Que respondieran á mis tristes quejas. Con la más tenue chispa que lo encienda, Emblema de mi dicha ambicionada Entonces descendí como azorado, Y de ilusiones y esperanzas muertas. Lleno de espanto á tu infernal caverna, Y sentí, con asombro, entre mi pecho Subí después á tu gigante cima Más fuego arder que en tus entrañas negras, Á contemplar en la extensión inmensa Tal vez dormido por mi bien estabas; Y en vez de níveo cinturón de mares Pero, si un día con furor despiertas Miré las nubes en tropel envueltas, Y rugen y retumban tus pulmones, Y estremeces los ejes de la tierra, Cerrando con pavor los horizontes, Los montes escarpados y las selvas, No olvides ¡oh coloso! que yo estuve Presagiando furiosas tempestades, Un jueves Santo en tu gigante sierra Borrascas bramadoras y tormentas. Á orillas de tu cima tenebrosa. Llorando con afán en tus riberas. Todo era horror, desolación y muerte; Mi espíritu inundado de tristeza Ante el fiero espectáculo plegaba Las alas voladoras de la idea.

La Nube. 325

Así formas proyectando, Sin tempestades su seno, La mística parecía Nubecilla del Carmelo. LA NUBE. Cuando extasiado en mirarla Sorprendí súbito al lejos Despedazada otra nube Romance. En girones por el viento, A medida que desvuelve Su triste y opaco velo, Queda en tenebrosa noche barquilla que flota OMO Sumergido el firmamento; Al suave beso del C céfiro Y la tenue nubecilla, Sobre las ondas dormidas La de dorados reflejos, De un mar tranquilo y sereno, Trueca su túnica blanca Por los espacios vagaba, Por largas tocas de negro. En bella tarde de enero, Ya se acercan, ya en un punto Dorada una nubecilla Chocan, y encendido luego Por los fulgores de Febo: Estalla veloz el rayo Ya desplegada bandera Y brama furioso el trueno. Sus pliegues juntaba el viento, En tanto yo pensativo ó de forma caprichosa Me dije azorado y trémulo: Era ya nevado cerro

326 Luis R. Flores. La Nube. 327

iDe nuestra mísera vida Y brama furioso el trueno ; Mas no el rayo que serpea La semejanza contemplo! Por el fenómeno eléctrico, Es nubecilla la infancia Sino el rayo tormentoso, Del sol dorada al reflejo, Del dolor, que es más intenso. Por cuyos pliegues no asoma De las tormentas el cebo; Y así vamos arrastrados Suavemente por el céfiro De las dulces ilusiones, De los cantos y los sueños, Hasta que allá ele improviso Surge otra nube á lo lejos Que entolda con negras sombras Nuestro claro firmamento; Y al chocar desaforada Ella, que lleva en su venir. De las pasiones audaces El enrojecido fuego, Con nuestra dulce inocencia, Nubecilla ele los cielos,

Estalla veloz el rayo

Balarla. 329

En su esencia embriagadora Las auras se perfumaban Y en sus pétalos brillaban BALADA. Las lágrimas de la aurora.

Eran sus bellos colores A mi estimado amigo el poeta Tan claros y relumbrantes, Que las estrellas brillantes

Pío Víquez. Envidiaban sus fulgores.

Allí paraban su vuelo ASE la margen frondosa Y anidaban en las hojas C De arrroyuelo murmurante, Sin penas y sin congojas Fúlgida, sola, fragante Los pajarillos del cielo. Abre su broche una rosa.

Alegre resplandecía Y estos cantores divinos En su tallo tembloroso, En coro armónico y santo Como un rayo luminoso Lo arrullaban con su canto, Del astro que alumbra el día. Sus arpegios y sus trinos.

330 Luis R. Flores. Balada. 331

Le daba el manso arroyuelo Sin linfas el manantial Su halagador murmurío, Que antes alegre corría, Aljófares el rocío Y á natura que yacía Sus arreboles el cielo. Bajo un manto sepulcral.

Y así bella cual ninguna Y en tan tétrica agonía, Besaban su dulce broche, En su amargo sufrimiento Los céfiros de la noche Con tierno y quejoso acento Y los rayos de la luna. Así llorando decía:--

Mas ¡ay! que el árido estío ¿ Qué se hicieron de las aves Con su mirada ardorosa Los himnos arrulladores, Dejó marchita la rosa Que cantaban sus amores Con notas dulces y suaves? Evaporando el rocío.

¿ Qué se hicieron de la fuente Abatida y sin consuelo Los apacibles murmullos? Gira en torno la mirada, Y ¿qué los tiernos arrullos Y halla triste la enramada De las hojas y el ambiente? Ya sin lis aves del cielo.

2 Luis R. Flores. 33 Balada. 333

Y meciendo su corola, Y despierta seductora Con desencanto profundo Llena de perfumes suaves, Exclama: "¡Me deja el mundo Como despiertan las aves Porque soy huérfana y sola ! " Á los besos de la aurora,

"Venid á mí,-proseguía, Se yergue bella y lozana Fuentecillas gemidoras Bajo el ramaje sombrío, Y avecillas trinadoras fresco rocío Brillando el Que me arrullabais un día." En sus pétalos de grana,

°°Traedme ligeras, volando, Así es la mísera vida: Esas gotas de rocío Cuando en su dolor profundo Que aurora en el seno mío Se encuentra triste en el mundo Depositaba llorando." Por las penas combatida;

Y en su ardiente desvarío, Cuando perdida la calma En su ansiedad infinita, Vuelan ¡ay 1 las ilusiones, Al doblegarse marchita Y nacaradas visiones La baña una hoja en rocío. Huyen del fondo del alma;

334 Luis h'. Piares.

Entonces, cuando taladra Nuestra alma el dolor impío, Son nuestro único rocío Las lágrimas de una madre! EN EL IRAZÚ.

O TRA vez fatigado peregrino Llego á tu cima pavorosa y fría, Cansado de luchar con el destino.

Sumergido en letal melancolía, Busco en la soledad la dulce calma Que en vano en el bullicio buscaría.

Quiero al abrigo de tranquila palma, En la muda extensión de tus riberas Dejar que duerma y que repose mi alma.

Y evocar las bellísimas quimeras Que forjaba, al soñar, mi fantasía Poblada de visiones placenteras.

336 Luis R. Flores. 33

Y así dar expansión al alma mía, Oh santa religión, dulce creencia Lejos, muy lejos del mundano ruido Que nos hace volar a lo infinito Al son de la selvática armonía. En airs de la fe v de la conciencia!

Que para el triste corazón herido Serás i oh eterna gloria! sólo un mito, Por el dolor, asilo venturoso, Con que halaga la mente soñadora La soledad y el silencio han sido, A nuestro imbele corazón marchito?

Todo es en tí imponente y majestuoso; i Ay, yo no sé! La duda punzadora Tus agrestes montañas y tus sierras, Luchando con la fe de mis mayores, Tus valles y tu seno tenebroso, Enroscada en mi pecho la devora.

Mas no á mi herido corazón aterras, Que ya no tiene para mí fulgores Aunque estalle rugiendo bramadora Ese brillante azul del firmamento La lava ardiente que en tu seno encierras, Ni aquesta tierra perfumadas flores.

Que cuando al pobre corazón devora Que siempre mi aturdido pensamiento, El intenso dolor, la duda impía, Se pierde en el abismo de la duda, Es entonces la muerte halagadora. Cual nube arrebatada por el viento.

Ese ángel tutelar de la agonía Y es mi angustia tan grande y tan aguda Que apaga nuestra mísera existencia Que en vano distracción busco á mis penas Es la única esperanza y alegría. En esta lucha pertinaz y ruda.

338 Luis R. Flores. En el Irazú. 339

Pero en ti, soledad, todo enajena; Son esos astros de oro y de topacio En ti encuentra expansión el alma mía, Que vagan fulgurando en el vacío, Á pesar del dolor que la envenena. Las antorchas que alumbran tu palacio.

¡ Oh divino Jesús, dulce amor mío! Yo bien sé que en los templos seculares Yo quiero meditar en este día (i) Proclaman tus apóstoles de impío En el drama sangriento de Judea, Lejos de la mundana gritería. Al que llega tranquilo á estos lugares, Ó tal vez con el alma desgarrada ¡ Oh divino Jesús de Galilea, .Por fuertes y recónditos pesares. Genio titán del pensamiento humano, Apostol sacrosanto de una idea! Ellos con ambición desenfrenada, Por el vil interés, han profanado Para evocar tu nombre soberano Tu doctrina y tu imagen venerada. No busco la basílica cristiana Donde se yergue el fanatismo insano. Á tu modesto nombre inmaculado, Con avaricia pérfida, inaudita, Mi templo es esa mole soberana Han hecho de tu templo un gran mercado, Que rueda eternamente en el espacio, Con celajes de púrpura y de grana. Y han convertido en su ansiedad maldita, Sin que Jehová su cólera derrame, (1) LUNES SANTO , En tráfico procaz tu cruz bendita.

340 Luis !R. Flores. En el lrazú. 341

Detente ¡ oh musa! y á mi plectro inspira Este templo de mágica belleza, Un cántico más suave y melodioso, El sólo templo digno de tu nombre, Y no permitas que encendido en ira Do se alza el pedestal de tu grandeza.

Descienda al fango inmundo y cenagoso; Mas ¡ay! mi pensamiento no os asombre, Y préstame tus alas voladoras Que el mismo Jesucristo en su doctrina Radiantes como un astro esplendoroso, Este gran culto profetiza al hombre.

Con que enciendes las almas soñadoras Ante esa voz profética y divina Y pones, de los bardos en la mente Mi ardiente corazón se postra y gime Y siento mi razón que se ilumina. Rutilantes crepúsculos de auroras. ¡ Quién no escucha esa voz, santa y sublime, Que sólo quiero con amor ardiente, Sin sentir, en estático embeleso, Que en mi arpa vibre melodioso acento Que en la conciencia la verdad se imprime 1 Y en mi garganta un cántico ferviente. ¡ Quién no siente de amor en el exceso, Que para consagrar mi pensamiento Si el infortunio nuestra vida azota, Al mártir generoso del Calvario La caricia dulcísima de un beso, Necesito empaparlo en sentimiento; Cuando en sus labios la palabra brota I Y buscar este templo solitario Cuando vemos errar en lontananza De la riente y gentil naturaleza, Nubes de tempestad, y cual gaviota, En donde es cada flor un incensario;

342 Luis R. Flores.

En la mar de la vida sin bonanza, Vemos hundirse ó remontar el vuelo Con sus alas de rosa la esperanza !

Entonces ¡ay! en nuestro amargo duelo, Desesperado el corazón sin calina, RECUERDOS DE LA INFANCIA. Es cada frase de su labio un cielo, Lluvia de besos que refresca el alma. A mi amigo Tranquilino Sáenz.

CUÁL resbalaban las horas De mi plácida inocencia A la suave alborescencia De refulgentes auroras! Las avecillas canoras Me daban el canto suyo Y la fuente su murmullo; Y en mi sencillo embeleso Cada murmurio era un beso Y cada beso un arrullo.

344 Luis R. Flores. Recuerdos de la infancia. 345

En esa edad de ilusiones 4 s Si lloraba no era el llanto "De sueños color de rosa" amargo que nos apena: El pensamiento rebosa ¡ También la noche serena En nacaradas visiones. Llora y llora sin quebranto ! Nos arrullan las canciones ¡ Oh recuerdo dulce y santo Que escucha el alma contrita De aquella edad ilusoria! Te conservo en la memoria De nuestra madre bendita, Para calmar mi dolor, Y son sus cantos serenos Como balsámica flor Suspiros del alma, llenos De una música infinita. Sobre una losa mortuoria,

Cuando á la pobre existencia En esa edad placentera, En esa edad seductora Combaten ¡ay! los pesares, ¡ Cómo lloramos á mares De suaves perfumes, Flora Nuestra perdida inocencia! Empapa la primavera. Cuando en su virgen esencia ¡ Cuán feliz entonces era. Nuestra alma ya no se baña, De los rudos torcedores Cuando con el mal se empaña De pensamientos traidores El cielo del pensamiento, Nunca sentí la fiereza, La herida del sufrimiento Que en medio de la maleza Hallaba enjambres de flores. Nunca el tiempo la restaña.

346 Luis R. Flores. Recuerdos de la infancia. 347

Por eso lágrimas vierto Cuando contigo batallo En mi pesar infinito; ¡ Oh dolor ! en tu demencia, Está mi pecho marchito, ¿Por qué á la humana existencia Mi corazón está muerto. No devoras como el rayo? Es mi existencia un desierto ¿Por qué busco lo que no hallo, De fúnebre y triste calma Por qué mi alma infortunada Donde no crece una palma, Vaga mustia y desolada? Porque mi pena profunda ¿ Qué busco en desasosiego ¡ Ay! agotó la fecunda Si no hay mujeres de fuego Savia primera del alma. Que maten con la mirada?

¿ Por qué del fiero destino Tú también, como yo, un día, Me hiere el dardo traidor? Desesperado y sin calma, ¿ Por qué me azota el dolor Llevabas ¡ay! en el alma Con alas de torbellino? La negra melancolía. Yo no encuentro en mi camino Nuestras almas sacudía Ni una higuera, ni una palma, La duda con su impiedad; Donde reposar en calma Pero en esta tempestad En este mundo de abrojos, Solo quedé ¡ bien lo sabes 1 Y siempre el llanto á mis ojos Sufriendo las penas graves Brota del fondo de mi alma. En mi triste .soledad.

Recuerdos de la infancia. 349 348 Luis R. Flores. Que sordo el cielo á mi acento Pero tú no, en tus dolores, No escucha mi amarga queja, Has hallado peregrina Y más se enciende y no ceja Una ave dulce que Trina En mi pecho el sufrimiento; En bello campo de Flores. Y mirando al firmamento, Hallaste un nido de amores Con glacial excepticismo, En una alma apasionada, Me he preguntado á mí mismo Tierna, pura y perfumada Por qué calla á mi dolor, Que hacia ti remonta el vuelo, Y contesta á mi clamor Con unos ojos de cielo El silencio del abismo. Que besan con la mirada.

Agobiado bajo el peso Y yo á impulsos del quebranto De recónditas angustias, Voy errando peregrino, Miré desprenderse mustias Y entre más ando el camino Las horas de mi embeleso. Es mayor el desencanto. ¡ Quién me dijera que un beso En vano al cielo, entre tanto Es nuestra edad de inocencia, Pido en las noches serenas De una flor la suave esencia Un lenitivo á mis penas, Que en el viento se evapora, Y el largo viaje prosigo, ó de una plácida aurora Cual nómade sin abrigo La fugaz alborescencia! Por un desierto de arenas.

35 0 Luis R. Flores.

Ni paz ni consuelo espero De este mundo en los rigores, No tiene la tierra flores Ni dulce canto el jilguero; El matutino lucero, La indecisa y triste aurora LA RAZON. De mi infancia ya no dora, Ya no brilla refulgente Y mi alma triste, doliente Es ¡ay! un sauce que llora! ARGA noche ele horror y vituperio L La fúlgida conciencia oscurecía, Y el pensamiento volador gemía En el más infamante cautiverio.

No más oscuridad, no más misterio, Dijiste llena de furor un día, Y el fanatismo con su chusma impía, Huyó espantado á su infernal imperio.

¿ Y aun reniega de ti, turba insensata ? ¡ Qué importa! con tu antorcha luminosa Penetras los arcanos de la ciencia;

352 Luis R. Flores

La noche del error se desbarat a , Porque eres ¡ oh Razón esplendorosa! Un astro del Eterno en la conciencia. ANHELO.

ACERTE un verso quisiera H Dulce, melodioso y suave, Que al oírlo pareciera Alegre endecha de un ave Que canta en la primavera.

Pero i ay ! que en la pena mía, Que me ha robado la calma, Despiadada llena, impía, De sombras mi fantasía Y de lágrimas el alma;

Ya nada inspira ni encanta Á mi alma sollozadora:

354 Luis R. Flores.

Que en mi noche sin aurora No soy alondra que canta, Soy una torcaz que llora.

Pero ¡ay! si en m¡ honda aflicción

Quieres de una arpa armoniosa, A. LA MEMORIA Escuchar la vibración, Dame tu amor, Delia hermosa, Y enciende m¡ corazón. DEL NOBLE POETA Juan Diego Braun,

Citad AISTE la flor en primavera C Al soplo arrasador del torbellino! Ya está muda la lira plañidera Que pulsabas, Juan Diego, en tu camino.

Ya de tu acento melodioso y suave No más escucharemos la armonía. Callaste ¡oh bardo! como calla el ave Herida al golpe de la flecha impía ,

356 Luis R. Flore. Á la memoria del noble poeta J. D. Braun. 357

Destino ingrato de la suerte fiera! ¡Ay! todo en confusión se precipita Cuando el amor el porvenir colora, De la muerte en el piélago sombrío ! Nos sorprende en mitad (le la carrera ¿Qué es el hombre? ¿qué el mundo en que se agita!" El monstruo de la muerte v nos devora. i Sarcófagos flotantes del vacío!

Que muera quien no sienta entre su mente Y entre esas tempestades que nos hieren, Arder la inspiración, brillar la idea, Entre ese loco torbellino insano, Quien no ambicione coronar su frente Tan sólo, oh bardo, á su furor no mueren Con los laureles que el ingenio crea: Las flores ¡ay! del pensamiento humano.

Quien no tenga una musa bienhechora Que abrase el corazón desfallecido; Quien no ha pensado cuando el alma llora, Como las aves fabricar su nido;

Pero quien mira un porvenir de gloria Brillar cercano en su ansiedad secreta, Quien ha soñado en agrandar la Historia, Quien ha nacido como tú poeta;

¿Por qué permite el cielo que sucumba? ¿Por qué permite que en edad temprana Baje al abismo (le ignorada tumba El que nació para brillar mañana?

Endechas. 359

Que hay nub< tremebundas en la mente Y negras tempestades en el alma.

Le „os (le ti mi corazón se muere: Sia bañarme ea la luz de tu mirada, ENDECHAS. Es noche eterna para mí 1.1 vida Y cual las ondas de la mar, amarga.

En esta, vida tenebrosa y triste, Es el dolor la noche de nuestra alma. QUlERO decirte adiós....! el sentimiento Y yo camino errante por el inundo I La flébil nota en mi garganta apaga: ¡ Envuelto en esa noche sin mañana.... Siempre enmudecen nuestros torpes labios Cuando está lleno el corazón de lágrimas! ICuándo en la noche de los duelos míos, Llena de tempestades y borrascas, Navego por un mar de tempestades, Fulgurará la aurora esplendorosa Y allá en la oculta soledad del alma En la callada soledad de mi alma? Solloza un corazón enfermo y triste, Sin sueños, ilusiones ni esperanzas. Fieros enojos, negros desengaños Tan sólo encuentro en mi errabunda marcha. En el erial desierto de mi vida Loco ignoraba en mi febril delirio compasiva enjugará mis lágrimas? Que el alma como el mar tiene borrascas. Q ii ín

36o Luis R. Flores.

Nadie .... u¡ importa quién, que en mi tormento No brotan ya, ni mis pupilas bañan, Porque cuando el dolor es infinito !Ay! entonces se quedan en el alma.