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40 FWSASO y crispa la tragedia de los Gutierre! en Lima, y está humeante U PEGASO sangre de los Alfaro en las calles de Guayaquil. Y del otro lado del océano la línea de tragedias va desde el sangrien- REVISTA MENSUAL to Muro de los Federales en el Pére Lachaise—¡ en París ¡—hasta el « MONTEVIDEO—DBÜGDAY trágico Konao de Belgrado. j Que dicen nuestros pulcros fariseos, maestros de errores som- DIMCTORM: rabia ó* Sr«cl«-Jo»í «arta Delgado bríos, con la cabeza metida entre las historias de Mitre o de López ? me. m. xx.—A* ni. Llega bien este libro repetimos,—pese a que no está expurgado ce pasiones todavía. Busoar nuestra verdad es buscar nuestra honra. Tenemos que hacer la historia honesta del país. ¡ Qué bella y qué Nuestro homenaje patriótica tarea ! — J. M. F. S. ' Al torít del Mtrdtro. Versos de JUAN BUEGHI. — Edición Virtus, Buenos Aires 1919. Con este número, PEGASO adhiere al movimiento na- Es el inefable libro de los veinte años, con grandes defectos, mas cional que provocó la llegada a Montevideo de los restos con virtudes grandes. Vehemencia, espontaneidad. El fuego sagra- mortales de José Enrique Roció. do mueve la manó ingenua. Un exceso de vida tiende áureos celajes. Se diría que no vemos si no lo que queremos ver. Tendrán otros tiem- Así es como ofrecemos a nuestros lectores una pági- pos Seremos más ilustrados casi doctos. Pero faltará aquel santo na inédita y autógrafa del autor de "Ariel", que la calor inicial. Dejemos que. los jóvenes como Burgbi nos digan atro- bondad de BUS deudos ha querido poner en nuestras pelladamente sus amores; sus dolores, sus ensueños... AI leer esto* manos fervorosas. Esa página, debió pertenecer a los versos de juventud, un aroma de primavera subirá hasta nuestro* "Nuevos Motivos de Proteo", y tieme toda la belleza corazones. Y hemos de recordar, con nostalgia, lag primeras triste- zas: los ojos de aquella niña que fue novia nuestra, y que sonreí» de un pensamiento noble y de una prosa cincelada. tan bien.... — V. A. S. Damos asimismo, el discurso del Comisionado Baehi- ni, que reempatrió los restos, y una crónica completa de los funerales. PK3ASO cnmple con la admiración intelectual que de- bemos a quien fuera un día llamado "el Maestro de la Juventud de América". —

LA Dnaooiós.

&*- *-* PÍGINA DTÉDITA

Una página inédita de Rodó

¡ Vida, vida refleja del recuerdo, que es como la ciga- íra de Eunomo! i Conoces la leyenda bucólica? Euno- mo y Aristón, citaristas, quisieron probar sus fuerzas de tales, tocando en competencia. Era en el campo; junta a donde Eunomo se hallaba había nna mata de aligustres. Eunomo llegó a pulsar con demasiado brío, e hizo estallar una de las cuerdas de su cítara. Aún no colgaba la cuerda rota, ni su lamento se había oído siquiera, cuando, de entre la mata, saltó sobre la caja sonora una cigarra, que, cantando en la justa entona- ción de la cuerda, la suplió con tal arte que prevenido así el fracaso, quejó rpor Eunomo la victoria. Cítara de muchas cuerdas es la de nuestra sensibilidad. El tañer de la vida las hace estallar con los desastres de la for- tuna y el cariño, después de arrancarles mil concentos. Cuando disfruta el alma del beneficio de que hablába- mos, por cada cuerda rota salta, de entre la frondosidad d« la vida interior, una cigarra ágil y canora que per- petúa, en inmortal remedo, el son proscripto. Esta ci- garra es el recuerdo empapado en la esencia del senti- miento. Botas todas las cuerdas, aún, para esas almas de elección, el concierto de 1» cigarras mantíese la oí- tara, en otras almas muda; y, ella signe sonando, sopan- do, de modo que sólo se ha perdido la materialidad $á. las cnerdas deleznables!

Vmü* fe fc pvttth Malte j BODÓ 279

ta; que es la fe en un destino propio, ya demarcado, hecho de fuerza moral y por lo tanto incontrastable. Junto al carácter penoso de la gestión, he sentido ese orgullo, y también lo he sentido transformarse luego en profundo reconocimiento a la patria, — reco- RODÓ nocimiento de ciudadano y de hombre, — cuando los sentimientos de respeto, de admiración, de ternura fra- ternal hacia Eodó, fueron acentuados por una moción El discurso de Dn Antonio Bnrhlul en ll más viva, frente a la tumba, humilde y lejana, que tran- paraninfo de la Unirersidtd, al entregar loi sitoriamente guardó estos caros despojos. restos dul Sinestr* Juzgando en esa hora, he encontrado analogías de espíritu, de cultura, de idealismos, entre nuestra pa- Señor Ministro: tria joven y los viejos mídeos de civilización europea, donde la labor mental y la depuración sicológica más A V. Ei( como representante en este acto de los altos Poderes de la Nación, y en V. E. a la Nación misma, hondamente han dignificado al hombre. hago entrega de los restos mortales de José Enrique París, con sus monumentos públicos y la nomencla- Rodó Dejo así cumplida la misión con que fui hon- tura de, sus calles, nos enseña cómo la Francia sabe rado por el H. Consejo Nacional de Administración, honrar, en el mármol o con el recuerdo, no sólo a sus de restituir a la patria lo que nos queda de aquella guerreros y políticos, sino especialmente a sus hom- existencia material, tan fugaz en su duración, pero afor- bres de pensamiento, a sus" escritores, a sus poetas, a tunadamente tan fecunda para crear, en los dominios . sus artistas, a sus sabios. Y otras naciones y otras ra- del genio, sus obras inmortales. zas nos demuestran, también, con el ejemplo, que esta Debo confesar, señor Ministro, que si alguna vez he clase de honores al mérito intelectual, no proceden de sentido en mi modestia una filtración de orgullo ha impresionismos o gestos eventuales, sino de conviccio- sido en esta ocasión, viéndome investido de un man- nes firmes, tranquilas, relacionadas con la gloriosa dato tan singularmente elevado y significativo, pues perpetuación de las razas mismas. cuando se pertenece a un pueblo que sabe honrar así Así la inspiración artística del viejo reino lusitano, a sus muertos ilustres, a sus pensadores, A SUS filóso- entrega sus más bellas páginas escultóricas a la me- fos, a los que difundieron la idea sana, luminosa y moria de Camoens y Eca de Queirós.; y cuando Jlega, & guiadora, se puede abrir el corazón al orgullo pftt£$o- hora de la apoteosis para el historiador Héreulana, la tico, se puede confesar el envanecimiento, poi^ne-aque- patria ie, construye na tewpi» SWtooeo^ dentro de Ja. lla virtud define la conciencia de una vitaiidádnaflkh propia íiaaravilla arquitectónica sugerida por laa fea/* nal, que BO se fonda únicamente en cosas material**} zafias de Vasco de Sapa, e iguala de este mgdo el au- que revela la aspiración de una supervivencia más al* tor de ios hechos OOB aquel que aupo ofrecerlos a 1» posteridad en narraciones |«rteiitosa8. RODÓ 280 PEGASO 281

'Llena está la Europa de estas conquistas del espí- la extremidad sud de Italia a la región privilegiada de ritu, y es para nosotros una circunstancia venturosa nuestra América. Un himno a la intelectualidad uru- la que nos permite contemplarlas ya desde un plano guaya es el discurso magistral de Coelho Netto, que honorable, no por mérito de la imitación, sino por la confinna a su autor como astro de primera magnitud prueba espontánea de nuestra capacidad moral. en la más brillante constelación del pensamiento ame- El acto que realizamos se caracteriza, además, por ricano. ser-un triunfo logrado sobre nuestras propias y múl- Yo demandaría, en este punto, la gratitud de nues- tiples imperfecciones. Quebranta, también, la tradición tro país, — honrado, a la vez, objeto de leales simpa- de la justicia tardía, porque nace de un pronuncia- tías en el exterior; — pero al formular el reconoci- miento inmediato de la voluntad popular, ampliamente miento para todos, recordaría especialmente a Italia, interpretada en la prensa, en el Parlamento, en la acción por la actitud de su gobierno, por el noble gesto de en de todos los orgainsmos nacionales. juventud universitaria, por la forma en que sus aso- Son los contemporáneos de Eodó, aquellos que le co- ciaciones artísticas honran a Kodó; y, sobre todo, se- nocieron en vida, los que espontáneamente se unieron ñor Ministro, recordaría a Sicilia, a Palermo, a sus en ese movimiento de justicia, para honrarle apenas autoridades, a su generosa sociedad, que piadosamente fue anunciado el hecho doloroso de su muerte; impul- se emociona, al saber que nuestro excelso pensador ha so nacional extraordinario, único, que, como una gran muerto allí ignorado, sólo, en momentos en que prac- ola avasalladora, pasa sobre las diserepancuis subal- ticaba un peregrinaje de admiración por la encantada ternas y ahoga las voces negativas o discordantes. He tierra siciliana. ahí, el signo más hermoso de este homenaje al genio, Cuando esa' sociedad de Palermo llevó a su seno el y he ahí, también, lo que en esta hora debe ser causa nombre de Rodó, cual si quisiera incorporárselo, en de orgullo para nuestra joven nacionalidad. son de desagravio a las devociones de su propio culto, No importa que la misión a mi cargo no haya alcan- bien ee pudo soñar, señores, que_el suelo uruguayo se zado el brillo y la resonancia a que aspiraban los prolongaba hasta los pies del Etna, que nuestro Plata miembros del Parlamento, autores de la ley de home- fundía sos aguas en los tres mares dte la antigua Trí- naje. Esa misión ha sido conducida con decoro; y la nacria y que el alma de nuestro pueblo palpitaba en el resonancia, que no podía gestionar el comisionado, la ritmo de aquellos corazones hermanos. Pera mante- obtuvo el Bolo nombre de Eodó, difundido en los cen- ner ese recuerdo es que yo demandaría especialmente tros literarios de Europa, glorificado en todas partee, la gratitud de la Nación. honrado con manifestaciones tan elocuentes y sinceras, Trente a las visiones del soñado viaje^ era natural que, en verdad, constituyen «w definitiva consagración que BodÓ, con su brillante mentalidad y stt imagina- internacional. La Academia 4e Letras del Bnuúl, en ción sugestiva, diera preferencia a las atatoraooM de su más caracterizada representación, lia oenfcdo, de Italia, madre del arte y cana de esa raza que nuestro manera conmovedora para nuestro patriotismo, «té filosofo, latino apasionado, estimaba como eterna po- serie de adhesiones recibidas en el largo camino, desde tencia de renovación y perfeccionamiento; pero í 382 PEGASO RODÓ 283

allá d^e Boma siguen los caminos por donde pasaban En su altivez sin ostentaciones, Eodó hizo su turno las artites y las ciencias remotas, en brazos de la civili- de prueba, con firmeza, afrontando las circunstancias zación greco-latina; se suceden los escenarios clásicos como un destino natural. Talvez para su alma senci- del pmmer mundo organizado, y Rodó quiso ver con lla, nutrida de abnegación, no existió siquiera la sos- sus ojocs lo que la historia y la literatura habían este- pecha de que las horas adversas pudieran ser menos nografiBado en su memoria. justas que los instantes pasajeros del éxito político. Fue ciertamente en esta época un peregrino en per- Y así al partir, aunque triste, sus últimas palabras fue- secnció on de confirmaciones ideales; y fue peregrino co- ron de aliento patriótico para la juventud, de con- mo lo a son los que realizan su jornada con fatiga, por cordia nacional, de esperanza generosa, de confianza la fe, sain halagos materiales, llevando en el zurrón un en las ampliaciones futuras del bien común. pan pr»*ecario, y en el alma eL misterio de la soledad y Orientados sus pasos por la polarización de sus vi las duódas que al viajero modesto infunde lo descono- siones, Sicilia, Venus del Jónico, le ofreció por entero cido. sus encantos, como nna amante comprendida y admi- Todo os sabemos, señores, que cuando Eodó empren- rada, a quien el soñador que llega de lejanas tierras, dió su * naje, las únicas letras descontables las llevaba le expresara su afección en apologías cristalinas, que, en los i puntos de su pluma, y que para transporte de fatalmente, a manera de un nuevo canto del Cisne, de- sus valo ore>s le era suficiente la caja fuerte de su cere- bían pagarse con la vida. bro Y fue valeroso y grande en esta postrera expe- Digna tumba, al fin, de un corazón que unía a la ins- rieEeia eL noble-soñador. Ni^ reproches, ni quejas, ni piración latina, el amor de la belleza helénica, que era pesados s sentimentalismos. Por arriba de todo estaba romano por su culto a la raza y griego por su adora- su seremn&ad filosófica, austera, que aún alcanzó a se- ción a las supremas deidades de la estética; porque, ñalarle la ¿forma de su propio alejamiento, no como de- en realidad, Sicilia retiene la herencia de tes viejas ci- signio wengador de los hombres, sino como fatal con- vilizaciones, de los múltiples orígenes del saber, de to- secnenciüa de nuestros hábitos, todavía oscilantes, vi- dos los prodigios de imaginación y pensamiento en el ciados ¿de -egoísmo y por el hecho propicios a la indi- transcurso de las edades. Aún muestran allí sn esplen- ferencia A y al olvido. dor artístico los palacios sarracenos, moradas secula- Desedahetnos, pues, las leyendas, pero recordemos res de reyes y príncipes; los templos normandos, de con áninno de aleccionarnos, que, si en todas partes el arte y riqueza incomparables; los mármoles griegos, aislamiesnto es penoso, no hay aislamiento más frío, las minas sugestivas; en sus bosques, al lado del na- más deseolado, más cruel que el de nuestro ambiente ranjo de eterna flor,crece n los arrayanes j el mirto de político cuando se ha perdido el éxito, porque en taj las bucólicas; poetara allí la mitología con sns dioses, caso las s virtudes, los talentos, los méritos, los servi- resplandecen aún. los altares astronómicos; Eolo vive cios pooo-o valen para disipar la penumbra que se ajbate en ?a caverna, Vñlcano manejilfs fusiones étneaVloB sobre el 1 momentáneo o durable ostracismo. Fuerte» "Rtanes "conservan su escenario; y cuando el mar se son, sin dada, loa que conservan su ánimo dé labor y irrita, va a sacudir sn cabellera dV espumas sobre los su, volunatad de seguir adelante, bajo tales influencias! PEGASO 284 EODÓ

negros frisos de Sala y Caribdes. Tras Virgilio, v«-er- testigos del drama tuvieran siquiera el presentimiento dadero Ariel por la elevación de la mente y la huncBia- de que allí finalizaba una vida singular y excelsa. Pero nidad del ideal, cruzan las evocaciones de Hornero, de al desprenderse de la mísera desolación, su brillante Ovidio, de Teócrito y Píndaro, pues cada piedra, caada espíritu, ave de las cumbres, debió ascender sobre las montaña habla de ellos, así como ellos encontraron en tierras mitológicas, sobre la cresta de los Titanes, so- aquella naturaleza extraordinaria la fuente inagotalTbl» 1: re el sitial de los Dioses, para entrar dignamente, ma- de sus fantasías e inmortales lirismos. jestuosamente, en el reino de las magnas sombras y Es allí donde el poeta vence al tirano y el arte no-HWe de los signos inmortales. a la baiibarie, cuando el normando cambia él cetro poor Gomo fruto de un misterioso fatalismo, aparecen la lira y las tragedias se transforman en idilios; es aellí siempre, frente a esos talento:: excepcionales, ciertos donde fracasa el invento infernal de Fallaris, cuan*do criterios dogmáticos, inflexibles, que, llevados de una las rojas entrañas del monstruo, en vez de engendrrar acritud (gratuita, llegarían, a veces, si pudieran, a ma- la esclavitud, producían, con la calcinación humarxia, cular la nieve de la altura, a herir el ala del ave in- las simientes-de la libertad, que más tarde debían fflo- abordable o a obscurecer las más puras fulguraciones reoer en Juan de Prócida y en los Barones de la Si«i<á- del firmamento. Si algo de eso hubiera existido en el lia emancipada. caso de Eodó, sería mejor; poique esas representado Digna tumba, sí, de nnestro glorioso pensador, bnn- nes del contraste llenan su función en el mecanismo milde como su modestia, la que fue abierta allí, en la de .la vida, -y el- fondo sombrío parece indispensable tierra, a modo del ara gramínea de los antiguos, vigi- para realzar acentuadamente la obra luminosa de los lada por el gigantesco monte Pelegrino, a dos pasaos genios. de la onda marina, bajo el amor de una naturalesia No pudiendo enaltecer con mi elogio la obra de Ro- eternamente dulce, que combina las maravillas del ssol dó, no quiero empequeñecerla con mi defensa, ni creo y del mar con el cielo sin nubes y las montañas desvsra- que sea esta la hora de analizar en el sentido literario necidas en la inmensidad azul, mientras flota en la sst- o sociológico. La realidad está ahí. Los autorizados la mósfera, siempre igual, el perfume de los azahares {pe- proclaman como hecho definitivo, invariable, en la cer- rennes. teza de que el tiempo y las sanciones futuras la con- Refugiado en su meditación, sin interés por las ano- firmarán, — y aun harán más grande y más fulgente mnnicaciones verbales, Rodó fue singularmente silen- la gloria, que hoy recoge la EepóbHca para agregarla cioso y hnraño en sus 'últimos días. A nadie dio «ooeiat» al caudal de sus prestigios intelectuales. en la intimidad de sn condición y de eos dolores. 8 Se Bodó, — primer estilista, en América, del halla cas- dejó abatir por aquel mal todavía ñn calificación- de- tellana, — no jpttetls'liaoer obra 4» regioaaüimv — finida : envejeció de pronto, y una noobe 1» caridad bliea lo transportó a su fecho de arante extendida y minó de extinguiree, ún hablar, ignorado, cono hnpp brea, porque la oondiotfn hum*3§t era su guarismo de ana hospitalización

da, saludamos la gloria eterna de Rodó, que vuela en Jas alas de Ariel y se escapa del Mirador de Prós- pero como un pedazo de sol.

LAS FIESTAS DE RODÓ La naturaleza se adelanta a los pueblos en las gran- des solemnidades. El primer homenaje que el Maestro recibe, cuando los buques van a entrar a la bahía ex- Sabré la muchedumbre que pasa se abren las alas pectante, es la bendición llorada por los cielos de la de Ja apoteosis. El alma está radiante de una clari- patria, que se nublan de improviso y llueven su lluvia dad desconocida que anega las cosas más humildes y de duelo, como si la gran madre común abriera sus va sobre la multitud férvida como un viento de luz. brazos y se arrojara sollozando antes que nadie, sobre Los árboles de la Avenida tiemblan de verde, como su hijo dilecto. las estrellas de plata, y los espíritus de emoción. La La mañana ha sido gris y triste, para ir abriéndose avalancha conmueve el aire de la ciudad que abate clara y pálida, a medida que las horas se acercan. A sus banderas multicolores, golpea sus campana? de las 15 y 40, el "Uruguay" atraca al muelle frente bronce, enluta sus lámparas eléctricas, detiene la acti- al inmenso gentío silencioso, mientras la música de los vidad comercial de sus fábricas, y arroja, por las manos clarines y el retumbo de los cañones llenan la bahía, de sus mujeres maravillosas, una lluvia constante de el cielo, la tierra y las almas. La bandera nacional se rosas blancas y laureles rosas inclina desde el mástil de nuestro crucero, saludando La muchedumbre ha esperado en los muelles al cru- los despojos sagrados. Nuestros marinos jóvenes re- cero que llega; ha formado el largo cortejo que acom- verencian y descienden a tierra la caja de roble y bron- paña los restos del Maestro; le ha puesto a descansar ce. Sobre una cureña de campaña, descansan el fére- veinticuatro horas en las gradas del atrio de la Uni- tro, en tanto que la multitud se mueve dificultosamente versidad; le ha cuidado con desvelo y con grandiosi- delante las miradas de la ciudad entera. Presiden el dad en la noche y en el día; se ha arrodillado ante el duelo los hermanos del muerto, el comisionado BacM- catafalco y ha rezado sus preces de gloria, como un ni, — portador de los restos venerados, — la Comi- enorme coro griego de vocee inmortales. La muche- sión de Homenaje, los representantes del Gobierno. La dumbre ha sentido la inquietud «nocional de una hora columna avanza emocionada y «n silencio, hada el tremante como un aroo, y no descansó un momento corazón de la ciudad que le espera, y ei| las almas hasta que se hizo la primera noche de Panteón Nacio- femeninas que asisten, hay palidece» que, trasuntan nal al héroe moderno, derrotado pero no vwoiáo, que el apilo» interior. La primara-% el Uruguay consagra para la eternidad» siasíqtowk» ji/k •pwataa, "-J En el alma sagrada de la muchedraabre. estremecí- pk

El portón central de la Universidad está clausurado el atrio de la Universidad se van exponiendo, así como con un ancho paño violeta de adornos negros, que vie- llegan, entre tanto se llenan los alburas, que pasarán ne a decorar el catafalco, demasiado pequeño para tan de cien. grande gloria. Le falta suntuosidad, grandeza, mag- En aquel sagrario de la inmortalidad de Eodó, está nificencia. No hay columnas, no hay cortinajes, no hay la patria como delante de un altar, y la apoteosis po- atributos. La sencillez demasiado escueta y pobre, no pular sobrepasa, inmensamente, los homenajes oficiales. realiza la sencillez griega que queríamos. El catafalco A la hora 23 hay más de diez mil almas frente a la es mínimo, y desaparece bajo Ja caja y las ofrendas^ Universidad. Una lucha continua, obsesora, imposi- y las flores ble, sostienen los coraceros contra el pueblo que se Las bandas tocan el Himno Nacional que reverencia revuelve en la impotencia material de estar al lado, a al héroe, y termina la primera jornada con el discurso los pies, allí cerca del Maestro muerto. amplio, grande, hermosísimo, que el comisionado Ba- A las 24 horas del sábado, al amparo celeste de ohini dice entrecortado y grave, a los pies del catafal- un cielo sin nubes, donde las constelaciones rutilan y co. El doctor don Eodolfo Mezzera, — Ministro de tiemblan desplazándose en silencio, Rodó duerme su Instrucción Pública, — recibe los despojos y los entre- primera noche de la patria, entre la llama de las antor- ga a la custodia del Beetor de la Universidad, en un chas, los pilares de flores y coronas, el perfume mís- discurso elocuente, de concepción alta y de brillante for- tico del incienso que sube y el rumor de mar encres- ma, que exalta la tolerancia, la concordia, el ideal. pado de la muchedumbre. Pocos momentos antes, el doctor Carlos M. Prando Se establece la primera guardia militar y en segui- ha dicho una -conferencia sobre el héroe, al fulgor in- da la primera civil, en tanto, aquel mar humano, que quietante de los hachones. Doblan las campanas de una no pudo escuchar los discursos, va llegando y rodea e! marcha fúnebre que acongoja el espíritu, y surge, de túmulo por largos momentos, en un ambiente férvido, pronto, el clamor estentóreo de la multitud que detie- que se continuará hasta el otro día. ne el tráfico urbano hasta más allá de dos cuadras, Se encienden los primeros focos velados por el tul en una impulsión arrebatada, que hace pensar en la de los crespones, y la multitud que se .renueva, no de- potencia de aquella masa popular y en ese olvido in- crece. Ahora se establecen ocho bomberos con hacho- explicable de los comisionados para realizar el home- nes encendidos y hay dos grandes pebeteros fúnebres, naje. que dilayen el incienso como una nube que se deshace Al dar la media noche, como si vinieran de más allá, sobre las cabezas. Las antorchas encendidas, los bom- y se levantaran resonando, entremepeUdos con la sin- beros hieraticoe dentro de su armadura y su casw bron- fonía orquestal, se alzan los coros magníficos Jornada retreta fúnebre de repertorio cláotao; ' culminante* y J» £}o4*¿ entera «gtá presente. Minis- braceros de Mefro alzan so llamarada tros, Consejwp*, fiuhtjadores, ajtos funcionarios pú- blicos, el arzobispo, rodean al primer magistrado de LAS FIESTAS DE BODÓ 297 296 PEGASO falto enarenado de la Avenida y desemboca en avalan- la Nación. La espectativa tiene la majestad luminosa cha por la calle Yaguarón. de un momento indecible. Se han convocado en una asamblea ciclópea cien mil almas estremecidas. El sol Entre el atropello ansioso del pueblo pasan ahora, brilla en las armas de los soldados, en los uniformes relegados a segundo término, los diputados y los sena- de gala, en el túmulo de flores, en las banderas enluta- dores nacionales. Más atrás todavía, vienen damas, das, en los cañones en fila. maestras, estudiantes, delegaciones extranjeras, el cuer- po diplomático, representantes del interior, la masa in- Es el fulgor solar de ana fiesta griega, a cielo abier- mensa, grandiosa, incomparable. Es el bosque humano to. Junto mismo al catafalco, de frente hacia la mul- de una nación entera. titud, el poeta de la patria, — esa gloriosa figura de don Juan Zorrilla de San Martín, — pronuncia su bri- Y arriba de los árboles, colgados en las rejas y en llante oración fúnebre, en nombre de su excelencia el las puertas, encaramados en los pilares y junto a las Presidente de la Eepública. La postura del poeta, columnas, el gentío inacabable. Pasan veinte minu- rompe el orden establecido, y relega a una cuadra di> Conducen el féretro a la capilla de la Rotonda y los distancia la guardia montada de los Blandengues de clérigos ofioian la ceremonia ritual que pidió la familia Artigas que debieron cerrar el núcleo presidencial del Cirios, antorchas, latines, incienso... duelo. Por el camino más corto, ya en la penumbra del atardecer, simplemente, la Comisión de Homenaje de- Y ya pasa el cortejo por la Avenida 18 de Julio. Y posita en «1 Panteón Nacional, bajo el nicho de Juan los batallones presentan armas y derrotan las bande- Carlos Gómez, frente a las cenieas de Artigas, los des- ras. Y las damas que ocupan los balcones del trayecto pojos del Maestro. arrojan flores con un ademán harmonioso y gentil. Y Recién entonces ee abren los grande* portóse» de la gran columna se envuelve de himnos fúnebres, de enerada, pero ef público no puede pasar, no cabe allá sol de tíítima hora, del rumor inquietante de la nral- -dentro. La comitiva oficial y la familia se retira por tifud que como un torrente tumultuoso va «obre el as- 298 PBOASO

las \ías laterales, mientras la concurrencia - perma- nece como arremolinada. La apoteosis populai.r toca a su fin, — tres veces mayor en su expresión y «n su grandeza, — que todas las honras fúnebres «determi- nadas. El Panteón Nacional se llena de coronas de ' bronce, de placas de mármol, de montones de flores blancas OH AMOR I y rosadas, que afrontan la luz rutilante de la i inmor- talidad del Maestro, bajo el arco sepulcral de loas héroes- de la patria, donde él se queda para siempre, ya univer- Quiero amar, ¡ralmente consagrado. Siempre amar, Afuera se hace la noche sobre la muchadurnlAre que Y me causa un gran dolor vuelve invadiendo todas las calles de la ciudad, maientras- El pensar suenan lejanos los clarines victoriosos, y como o en la Que me puede abandonar última página de "Ariel", — la multitud desafila en El Amor, el largo silencio do su desolación, destilando suu dolor, He vivido para tí, hasta que el contacto de la realidad nos devueMve a la En hervor, vida, hajo el cortejo infinito de las estrellas quee desde Mis años de juventud, el cielo nos están mirando sin precisar que noosotros Oh Amor! ias miremos. Aún ahora, mi laúd, Mi salud, TBLMO MiJÍACOOBDt Mi virtud Se exaltan con tu fulgor... Ven, Amor! No te distancies de mí T arrástrame en tu caída, Que yo no quiero la vida Si no es oon tu frenesí De placer y de dolor.

AJSDB6BAL E. DBLOADO.

Enero 25 de 1920. VESSOS DE NEGBITA 301

y sobre eel pecho anhelante mi pálida) mano izquierda.

Mi corazt'én late aprisa y mueve • mi sangre anémica VERSOS DE NEGRITA como si TSmbiese subido diez millooiies de escaleras.

Para "PEGASO". MoBEITO.

PERFIL 1920.

A punto está de deshacerse él negro mido de tus cabellos sobre el hombro. Se desharía bajo un largo beso, con un suspiro demasiado hondo.

Baña la dulce lámpara de seda tu cara en lluvia de reflejos rojos, miejitras que blando, perezoso y puro en cobre vibra tu perfil morocho.

CADA VEZ QUE VOY A VERTE

Cada vez que voy a verte, ya de tu casa en la puerta, el corazón me palpita igual que la vez primera.

Aquí me tienes, Amor, la aldaba de oro en la diestra, DE CüADEmO LAICO 303

te y berrea; luego, para reincorporarse, apara el paso.. Todos esos elefantes son conocidos. Uno formó par- te de la Compañía Brindis, de Labore. Era el payaso, sentado siempre en las patas traseras,-con una enor- me servilleta al cuello. Lo pintaban de amarillo, enar- bolaba en la cola la bandera patria, se emborrachaba, lloraba, se clavaba agujas ec el vientre. En la alta De Cuadrivio Laico noche, en paz ya, lamía horas enteras el anca de los caballos. Un martes de carnaval ineendd¿,el circo y (Del libro «El Salvaje») huyó. Otro lleva ensartada en un colmillo la calavera de un cazador inglés a quien acechó y mató en una em- Horacio Quiroga, considerado a justo tí- boscada. La punta del colmillo sale por la órbita rota. UiXo coma ima de las figuras más eminentes, Cuando ese elefante huye, la cabeza al aire, los dientes dentro de la literatura continental, está flojos del tuerto suenan como un cascabel. dando los últimos toques a un nuevo libro •de cuentos que, bajo el título de EL SAIÍ- Otro es el elefante castrado de un raja, flor de su - VAJE, dará próximamente a publicidad. séquito y favorito del hijo menor, en razón de su be- El ilustre compatriota, a guien se admira lleza. El adolescente sufría sin saber por qué, los cre- y se aprecia como se merece en esta casa, púsculos vehementes lo ahogaban, buscaba la soledad ká extractado de ese nuevo volumen, para para morir, descargando en lánguidos llantos el exce- PEGASO, el cuento que damos a continua- ción, y en donde se revelan singularmente so de su imperial agonía. Una noche de luna, diáfana y su originalidad, su fuerza imaginativa y, melancólica, el elefante bajó a su príncipe a la orilla sobre todo, ese extraordinario poder que del lago y le aplastó el peono. Después lo arrojó al tiene para comunicar a las cosas más fan- agua. La cabeza del infante flotó sobre el regio manto tásticas, un vigor de vida tan intenso co- tendido a nivel, derivó con la brisa como un loto, lle- mo la realidad misma. vando a lo lejos, sobre esa hoja de oro, la flor de su temprana belleza. Moebe de Reye« Otro tiene cien años, más todavía. Nació en la cos- ta de Malabar, de padres domésticos. Ha trabajado En las noches claras de invierno, los elefantes gus- toda la vida sin una revuelta, dócil en su heredada tan de caminar sin objeto. Van, columpiando apaci- mansedumbre. Un día de primavera se alejó hada la blemente la cola, estirando con vaga curiosidad la selva. Ha aprendido de las hijas de sus dueños a amar trompa aquí y allá. Atraviesan la llanura, cortan el las flores. A veces, cuando el monzón trae de la costa juncal cuyos bambúes doblan y aplastan pesadamente recuerdos de centenarios bálagos, reavívase su dnl«se con sus patas de piano, entran en la selva como en una condición, y recostado a un árbol, oon una flor en la trampa, en fila, la trompa erguida sobre la grupa del anterior. A veces uno se detiene, aspira rnidosamen- PEGASO 304 DE CUADBIVJO LAJCO 305 trompa, respira ese perfume largas horas, los ojos ce- Atraviesan ahora un juncal altísimo en que desapa- rrados. recen. De vez en cuando el extremo de una trompa se " Otro es ciego y camina constantemente recostado a jergue sobre las cañas como una cabeza de culebra, alguno de sus compañeros, durmiendo así en marcha. husmea un momento y se hunde. Más allá emerge otra, Un regimiento inglés lo adquirió muy pequeño para el lnego otra. El juncal concluye por fin; salen uno a uno servicio de la guarnición. Lo querían locamente. Una como ratones de esa cueva. roche de champagne — aniversario del 57 — fueron Pero entretanto la luna desmesurada y roja ha sa- a buscarlo cantando a las tres de la mañana, y le abra- lido. Surge en el fondo de la carretera abierta en pleno saron los ojos con pólvora. Estuvo tres días ininóvil, bosque; el negro follaje, a ambas veras, se cristaliza vertiendo la supuración de sus ojos enfermos. Se in- en un frío reguero de plata, hasta el confín. En la ternó luego, y marcha de ese modo sostenido, sobre- eclógica placidez de esa media noche, fría y tranquila, llevando su ceguera como un castigo del cielo, sin una el cielo, ahora iluminado, diluye grandes efluvios de queja. esperanza que el mundo, allá lejos, absorbe con dul- A la cabeza de la tropa va uno flaco y vacilante, que zura en la velada de esa noche de Eeyes. Más tarde, arrastra un poco las patas traseras. Sufre crueles porque aun no es hora, saldrá la estrella de los pas- neuralgias que remedia en lo posible restregando sua- tores. vemente en los troncos su dolorida cabeza. Es un gran Pero no importa: los elefantes, que iban a inter- comedor de cáñamo, y de aquí provienen sos males. narse de nuevo, se han detenido. Oscilan un momento Durante sus horas de embriaguez, la manada se apar- sabré las patas, titubeando; alzan la trompa al cielo ta y le deja solo con sus delirios de brutal grandeza, fresco, respiran profundamente esa inmensa paz, y bramando a las ramas más altas de los árboles, arro- marchan al paso, al Oriente, hacia la luna enorme que llándolo todo, sentándose en los claros con lágrimas Its sirve de guía. de orgullo, "los pulmones hinchados para abultYr más. Otras veces sus accesos melancólicos lo integran con HORACIO QUIBOGA. la manada, va de uno a otro quejándose, para concluir en compañía del ciego, a cuya trompa une la suya fra- ternal, marchando así dulcemente. Nuestros seis conocidos prosiguen su derrota noc- turna.- Enfílanse al eatrar en las sendas sin una di- sensión, con el humor huraño que ha dejado en todos ellos su antigua domestieidad. No berrean «asi nunca, jamás se separan. En esa vida en común, sin embargo, no hay "'simpatías particulares; cada cual se aisla en ea silencioso egoísmo, cansado para siempre de todo afec- to. Van en grupo solamente, evitando la incorporación de nuevos compañeros demasiado ruidosos. "Domus Áurea' "EL POETA INCÓGNITO'

En hora de tinieblas cuantas veces, {Continuación) Por calladas crujías que aún ignoro, Llega a mi lecho de hospital el coro Y también esta quejumbrosa zamba: Fúnebre y fragmentario de las preces. PtOnto verás mi vida, 1 bebo mi terror ¡hasta las heces! al bien que tienes, Pero hoy clamo a mi vez "¡CASA de ORO"! y me datas la muerte Oh MADRE!... de mis hijos, por quien lloro; con tus desdenes. Te pido, eres creyente, que ahora reces!

Yo espero en ti... ¡ESTRELLA de los MARES... De mi desolación !¡R08A... en el yermo Vidalita querida, Que un día floreciste de azahares! flor olorosa, i oye, oye vidUa, Cuan lejos gime aquí tu niño enfermo oye una cosa: lReza!... Cántame nenias familiares, No me mires más nunca, Mi alma está en tu regaso. ¿Yes? Me duermo. yo te lo pido, quiero llorar mis penas BTTBITAVENTTJBA CAVIGLIA (HIJO). en el olvido. Y por último este gato que realmente es bellísimo: Santa María, 9 de agosto de 1919. Amalgamar! mi vida fueses guitarra, pa tenerte en mis braeos atravesada. Más dejemos los cantares criollos y pasemos a otroj que se cantan ya en América o ya en España y qn« 308 PEGASO 'BL POETA INCÓGNITO'1 por su belleza sin par, su gracia 7 su intención,'vale la pena citarlos. que el verdugo mata a un hor¡tbre, Los dos cantares que siguen se distinguen por su y la mala lengua, un mundo. originalidad y belleza:

—¿Cómo es, paloma mía, Para matar la inocencia, paloma blanca, para envenenar la dicha, que para un pecho sólo es un gran puñal la pluma tienes dos alas? y un gran veneno la tinta. ¡Qué profunda ironía y honda filosofía encierran !c s cantares que cito a continuación y que son verda- —Es que el amor cobijo deros epigramas: que me entregaras, En una alforja al hombro y dos alas preciso llevo los vicios, para dos almas. delante los ajenos, He aquí otro cantar que pinta muy bien la vanidad detrás los míos. femenina: Como las cañas huecas • ¿Que escándalo ha precedido son las mujeres, a la invención del vestido? que se llenan de viento ¿Y qué delitos tan graves cuando las quieren. a la invención de las llavest * i Qué aplicación constante tiene en la vida diaria este otro cantar: El que pierde a su padre llora afligido, Del carro de los loóos y el que pierde dinero todos tiramos; se pega un tiro! unos con Uros cortos otros con largos. Dos cosas que no hallarás: ¡ Qué consolador anatema, encierran los dos cantares Un alacrán sin veneno, que-siguen, contra la calumnia, esa vil pasión a cuya y un pedante que halle bueno condenación han dedicado extensos poemas muchísi- lo que escruten los demás! mos poetas: ¡Qué bien reflejada en este otro cantar, la distinta Más temo una mala lengua manera de-apreciar las cesas de la vida, qae tiene cada que la mano del verdugo, temperamento: 310 PMA90

En este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira. ¡ Qué donosura y picaresca intención tiene el que si- Glosas del mes gue: Mis ojos fueron testigos que te vieron persignar, Sobre el Carnaval. quien te pudiera besar donde dices enemigos 1 En las vísperas de las festejos tradicionales de Carnaval, la opinión de la prensa y de los organismos deliberativos de Montevideo s* • í>í bien traduce «1 estado de vaguedad del alma que dividió en dos corrientes. Entendían unos, que el Carnaval decae progresivamente, que cáela anhela vivamente muchas cosas, sin poder concretar año tórnase más melancólico, y, por lo tanto, que era un piadoso ninguna, este cantar: deber de civilización contemporánea acabar con la lenta agonía de esa ¿esta — que mojó la ropa de nuestro; abuelos — matándola de To no sé lo que yo temo una vez. ni sé lo que a mí me falta, Opinaban los otros que, al contrario, moreda el Carnaval todo el apoyo de los Poderos públicos, por ser una fiesta eminentemente po- que siempre espero una cosa pular — el último vestigio de la alegría helénica de la vida, des- que no sé como se llama. hecha por el cristianismo? -que 63 la religión de la tristeza, de la sole- dad y de la renunciación absurda a los placeres palpables de la exis- ¡ Cuan hermosos, descriptivos y llenos de sal andalu- tencia terrena por la bueña-venturanza hipotética del mis allá del za, los cantares siguientes, que pintan las excelencias, túmulo. ora de la mujer morena, ora de la rubia: {Cuál de las dos corrientes triunfó! Indubitablemente que venció la segunda^-pnesto que hasta el Senado resolvió auxiliar pecunia- Moreno pintan a Cristo, riamente las fiestas de Momo. Pero la verdad es, que no está en el poder del Gobierno, dsr la morena a la Magdalena, vida o 1» muerte a una tradición. El Carnaval, como la procesión de moreno es el bien que adoro, Corpog-Cbristi, no morirá en un a fio,po r deliberación de los Poderes ¡viva la gente morena! públicos. Es el mismo pueblo quien ha le. quebrar laa piernas de tus ídolos vetustos y escarnecidos. Es la prepia marcha ascensión*] Con la sal que derrama de la civiliíacióii. Es la cultura moderna, perfeccionada paulatina- una morena, mente. Los cesares de la tierra y del cielo, inventaron esas fiestas para se mantiene una rubia hacer reir o llorar a las multitudes encadenadns y tremantes. semana y media. Cnaudo loa Emperadores de la Boma, decadente, «a medio Je sos festines sin solncion'de «ontinoidad, presentían el sordo ungido de h plebe hambrienta, hacían dar a la «analls, "paaem et eiretntt*", (pe» EDÜABDO D. FOBTBZA. y fiestas). T 1* plebe ignora»»» y lembrirtecida ele la ipeca, ib» "a 1 Buenos Aires. reir, de vientre lleno, a los) tíreos inmenso» de la Cindad Eterna. 312 PEGASO

Ahora, los tiempos han cambiado. La plebe, — consciente de su enorme poder en las democracias actuales, lo que quiere es mejor salario para su trabajo, más pan para su estómago y más derechos cu el patrimonio de la vida, que es común. Y es por eso qeu el Carnaval se vuelvo una tradición moribunda en el seno de las sociedades más civilizadas de Europa. La inmensa ma- yoría del puablo no toma participación en los festejos: — la aristo- Notas bibliográficas cracia porque siente una instintiva repulsión lacla las fiestas en que todos pueden igualarse: — y los pobres, porque no van a sacrificar la alimentación real de todo un año por la felicidad postiza de unos días Solamente la burguesía, con esa discreción sanohopanceeca que proviene de un abdomen bien criado, distrae algún "dinerito" Poémes. — Versos por Julio S'upervielle. — París. cu caretas, matracas y disfraces chillones, para los "botijas" y en Hemos oído criticar que este poeta, nacido en Montevideo, cante un auto para la ''pafrona", — mientras los dependientes se substi- en francas. tuyen en la única puerta samia'bierta de la casa, vendiendo serpenti- A nuestro juicio los lenguajes no son más que distintos modos de nas y pomitos, con un cuarenta por ciento de utilidades. espresarse y nos parece perfectamente legítimo que cada cual, use el Lo cierto es que el Carnaval no hace la felicidad del pueblo, tíi que más facilidades le dé para exteriorizar sus pensamientos o emo- éste es feliz, si no pasa privaciones, como aquí, en que- una avanzada ciones. y ejemplar legislación social lo protege, el Carnaval no deja de ser A primera vista parece evidente que el solo hecho de utilizar i.n una luminosa inutilidad. Si el pueblo es desgraciado^ y miserable, no idioma que no es el natal, revela una tendencia al artificio, o, por lo será con 7a careta de marqués que tacará su desventura, porque, pa- menos, una admiración por la literatura de un país, vecina al fana- sada la ilusión de opio del Carnaval, se impondrá más terrible que tismo y que traerá, como consecuencia lógica, el vasallaje intelec- nunca la reacción incontrastable de la realidad. tual y la pérdida de la- propia personalidad. En el primer caso, proteger el Carnaval es ana. tontería. En este caso, sin embargo, hay factores sanguíneos, educacionale* En el segundo, los Poderes públicos no hacen nada más que disimu- y de ambiente, tan poderosos que an realidad lo exótico, — pueda lar con la máscara de la bondad fingida la de una efectiva crueldad - ser,—seria qfle" Suj»rvielle se expresara en lengua castellana. refinada. Lo mismo podría decirse de Laforgue-, su hermano mayor, de quien Últimamente, lo que se invocó fue protección... al comercio, como es natural acordarse ¡por la similitud del caso, nacido también en si Mercurio que en esta guerra venció al propio Marte, necesitara de Montevideo, "la ciudad de América más próxima del corazón de la protección oficial para arrancarle al pueblo BUS últimos ahorros. Vraneia, la Atenas de estos nuevos países latinos", como, c-reo" que Pero, hace días, (no vimos también declarar a la Asistencia Públi- sin ironía, la llama Paul Fort en el prologo del libro. ca, que la demorada desinfección de los buques que vienen de Eu- Y ya que hablamos de poetas nacidos en el Uruguay cantando en ropa, trasbordantes de microbios, perjudicaba al comercio que espeía lengua gala, permítasenos recordar a Jaureche, — Julio también, sus mercaderías J como Laforgoe y Supervielle, — muerto hace tiempo para el arte y El Carnaval, se hace, pues, para divertir al comercio. La franqueza hace poco para el mundo, que hizo bellas rimas en al idioma de Mo- de la confesión es elogiable. Fiesta comercia], por lo tanto, el Carna- liere. val durará todo el tiempo que demore ol puebla en comprender que al Supervielle es un espíritu sutil y, complicado en quien la vida pa- fln, no vate la pena ponerse una careta nariguda irritando la garganta rece obrar más por terebraciones que por emocione». Es natural que con la voz en falsete, para mayor gloria — ad majorera glorias — su lira refleje esa modalidad y caiga con frecuencia en «1 pecado de de los vendedores de serpentinas y pomltoa... sutilizar demasiado las ideas, o en ei iln IIMJJIH HI|IIIIIIIII en todo, nóctareB inverosímiles. ^f*^"^ Utilizando ana de sus eetrofwríódríamos decir que sus verlos tie- nen mocho d« "gaaui—qflepelgne un vent minuti«ux", — afw mi- nucioso, liii duda, pan, «er natural. Masa psíquica por exceleneii y ultraciviliiatia, prefiere la artificiosa fortaleza que dan al gUesxo- fosíato y la estricnina a la vida libre, el sol y el aire 'puro de la* campana*. 314 PEGASO

la poesía actual, sobre todo aquí en América, ha reaccionado PEGASO fuertemente contra esa tenden ¡a cerebralista pura, que culminara en los últimos grandes poetas iianceses y en los cuales Supervielle REVISTA MENSUAL parece haber emparedo totalmente su espíritu. MONTEVIDEO—ITBÜGTMY I'ero está claro ,ue nosotros debemos juzgar a un poeta no a través de nuestros gustas, sino de los sayos; es decir, no por la que quisiéramos que fuera, sino por lo que es, por lo que nos da, COSA DIRECTORES: rabia 4t Crecl.-Jo.é María Belfa» que la crítica olvida frecuentemente. tota k \HQ. m. XXI-—A» III. En este sentido puede docirse sin aanbajes que Supervielle ha. he- c.,o una notable obia de arte digna de los elogios que le han tejido poetas de tanta fama como Fort y ínticos de la enjundia de Zal- dumbidc — J. lí. T>. EL ORADOR Y LA ELOCUENCIA Ritmos dispersos. — Verses por Miguel Aguilera B. — Bogotá. Poeta inulticorde, ora gime la trágica desesperanza de lo Irreme- diable, ora canta un pgalmo de optimismo; ya se encierra en su huerto interior, o sa e, al mediodía, .con su paleta y su pincel a No está en lo cierto, ni muoho menos, quien dijo pintar tipos, costumbres y paisajes. «quello de que "el poeta nace y el orador se hace", si, "Eitmos Dispersos" deja, al final, la impresión le un poeta, no maduro todavía, que no aleanza a entrársenos en el alma, un poco como es razón, hemos de entender por orador algo dis- por deficiencia de egresión y otro poto por falta de realidad. tinto del homhre que habla con propiedad, y por elo- "Senda Dolorosa", por ejemplo, — poema «n donde se repite la cuencia algo que no sea la simple elocución correcta. vieja historia de la novia muerta ca el viejo estilo romántico, Que e] poeta HO presupone al orador, es fuera de no da en ningún momento eua sensación de versainiiütud sin la cual las palabras parecen cono desposeídas de espíritu. duda; hay poetas mudos, sin boca. Pero el orador, no Lo mejor del libro esti, a nuestro juicio, en "Acuarelas" y "Per- £olo presupone, pero es el poeta, la Poesía, "mejor di- files Campesinos", bten sentidos, llenos de vida y, des aabor genui- cho, en su plenitud. no; un tanto ancaicus en lo tocanto a la técnica, pero en donde se vislumbra el sello de un ¿>oeta capaz de obras do más aliento, como Notemos esto, sin embargo, esto, que constituye mi las que sin duda, nos dará en el porvenir «te lírico colombiano. — proposición; la verdadera oratoria no es un arte, como J. M, D. lo son las formas 'gráficas de expresar bellas ideas o fijar sonidos; el orador no es un artista. Este, el artis- La Visita Optimista. — por Vicente A. Salaverri. — Ediciona» ta, es un realizador de la belleza ideal, un creador de selectas "América". — Buenos Aires, 1918. En el último númoro de estas Ediciones, Vicente A. Salaverri signos qne la representan o sugieren; el orador, más publica una serie de artículos «ortos que revelan a un diestro lita- que realizador de lo bello, es una cosa bella, la '.nos be- rato y a un pensador valiente y original. lla acaso que existe en la naturaleza: un cuerpo y uu "La Vision Optimista" esta escrito en un estilo que di*ta por alma que vibran al unísono con el expresivo universo; igual de la ligereza periodística, y de la pesadez trascendental. i Es la obra do nn ensayista ágil que juzga los sucesos y los hom- un pensamiento sonoro; un corazón musical. No debe, bres sin darles mis relieve qne el que tienen, con un criterio abso- pues, interpretarse a sí mismo, sino mostrarse. lutamente personal, aunque quiaáe demasiado recio. El .árbol que, sacudido por el viento, nos dioe mensa- Salaverri no párese hacer muy buenas miga» con la ironía y la piedad, .dos elem'Jtos, sin embargo, imprescindible» para jugar las jes de loé aire* $oe van pasando; la ola. qne sale del cosas de este mundo.—J. M. D. mar en calma, y rueda sonante y desaparece, dejando-