Una Lectura De La Novela Muerta De Hambre De Fernanda García Lao
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
L’É RUDIT FRANCO -ESPAGNOL , VOLUME 10, FALL 2016 El cuerpo y el ideal: Una lectura de la novela Muerta de hambre de Fernanda García Lao Martín Lombardo Université Savoie Mont Blanc En el libro Qu’est-ce que l’humain ?, los investigadores Pascal Picq, Michel Serres y Jean- Didier Vincent se proponen pesquisar lo que caracteriza lo humano desde diferentes campos de estudio, partiendo siempre de la imposibilidad de alcanzar una explicación certera del tema. Desde una perspectiva neurobiológica, Vincent define al hombre como un animal que gracias al lenguaje se socializa; también afirma que el hombre es un sexo provisto de un gran cerebro. Sexualidad, inteligencia y lenguaje son los elementos propios de lo humano que marcan un signo de distinción con respecto a las otras especies. Por su parte, en su visión paleo-antropológica, Picq señala la antigüedad de la pregunta por lo humano y la revolución aportada doscientos mil años atrás cuando el homo sapiens introduce el arte. La irrupción del arte supone un cambio de paradigma en el universo simbólico y de la comunicación. Frente a la pregunta acerca de si el ser humano es un animal como cualquier otro, Picq ubica al lenguaje como el elemento diferenciador; más en particular, Picq especifica al arte como un manejo singular de lo simbólico que, al escapar del mundo animal, define lo humano. Por último, el filósofo Serres plantea la dificultad que existe al abordar lo humano, ya que se trata de algo que cambia con demasiada frecuencia y que, además, excede siempre toda explicación que se pueda proponer. Lo humano supone un cortocircuito temporal, un elemento que exige redefiniciones permanentes, que no puede ser del todo abarcado por el lenguaje y que, por lo tanto, muta: lo humano no es una esencia pura a la que se pueda acceder ni a la que se pueda describir con facilidad, sino más bien un vector que marca una serie de preguntas. En la argumentación de Serres el lenguaje es también un elemento diferenciador pero más bien por su defecto, debido a que el lenguaje utilizado por los humanos no es suficiente para lograr una definición plena. El carácter por momentos inasible de lo humano hace pensar en la reflexión vertida por San Agustín acerca del tiempo: “Yo sé lo que es el tiempo, siempre que no me lo preguntes” (cit. en Sheed 37). Ahora bien, si lo humano implica una serie importante de dificultades, entonces cualquier intento por abordar la problemática del monstruo también exige una contextualización, ya que cuando se piensa al monstruo se lo piensa en relación con lo humano, ubicándolo dentro o fuera de esta categoría. Si lo humano y lo monstruoso se retroalimentan en sus cambios, cabe la pregunta acerca de las maneras en que la literatura 30 L’É RUDIT FRANCO -ESPAGNOL , VOLUME 10, FALL 2016 actual representa al monstruo, sobre todo teniendo en cuenta que el monstruo ha sido un tema fundamental a lo largo de la historia de la literatura universal. Si adoptamos la literatura como objeto de estudio es porque entendemos que la literatura puede ser una figura de lo neutro, tal y como es trabajada por Roland Barthes en su seminario del mismo nombre: aquello que, frente al terrorismo de una pregunta que exige como respuesta un sí o un no —en nuestro caso, ser humano o no ser humano, ser un monstruo o no serlo—, desplaza el interrogante, lo deja suspendido y abre así una nueva serie de preguntas. Del mismo modo en que lo humano varía, lo neutro también muta; de hecho, la manera en que se concibe lo monstruoso está vinculada a la problemática de lo humano, haciendo que la variación en una de las dos aristas produzca un cambio en el otro vector. En este artículo nos proponemos analizar la representación de lo monstruoso en la novela Muerta de hambre de la escritora argentina Fernanda García Lao. La elección de la narrativa de esta autora se debe a que su obra otorga un particular interés a la cuestión de la norma y de la deformidad, que no dejan de ser maneras de representar lo humano y lo monstruoso en un contexto determinado. Ahora bien, antes de abordar el análisis de la novela es necesario detenerse en algunos aspectos teóricos propios a la temática del monstruo puesto que se trata de un asunto que acepta diferentes enfoques y puntos de vista. En un primer momento analizaremos el problema desde una perspectiva más filosófica, centrándonos en lecturas actuales de los textos de Aristóteles, y luego abordaremos el tema desde la perspectiva del poder propuesta por Michel Foucault y de Giorgio Agamben, en donde el cuerpo, la ley y su excepción, así como el contexto histórico, entran en juego para esbozar la configuración de lo monstruoso. El monstruo como género despótico: Ideal y prodigio, desviación y angustia Según afirma Annie Ibrahim, el monstruo es testigo del poder absoluto y, como tal, no es tanto aquel a quien se muestra (“ monstrare ”), sino más bien aquel que muestra (“ monere ”) (12). Frente a una eventual Corte de los Milagros no se trata tanto de evidenciar lo raro existente en el grupo, aquello monstruoso, sino más bien habría que analizar el contexto que produce al monstruo y ver cómo él mismo, al igual que lo haría un espejo deforme, evoca ese contexto en el que surge. De hecho, si hablamos de la Corte de los Milagros enseguida debemos pensar en una determinada época de París y, sobre todo, pensaremos en la manera en que aparece representada en la literatura de Victor Hugo. A través de un análisis de la figura del monstruo se evoca el tema del poder, sus características y sus limitaciones: así como lo humano se transforma, lo monstruoso también se metamorfosea, ya que, en parte, su lugar extrínseco con respecto a la supuesta norma humana está determinado por la sociedad en la que se inscribe. Un ser aislado nunca puede llegar a ser un monstruo, necesita de un criterio de clasificación y la presencia de otros para que así irrumpa la diferencia. De la complejidad que supone el tema del monstruo, nos interesa aquí señalar dos aristas para abordar nuestro análisis. Por un lado, el vínculo entre el monstruo y el poder, dado que, como bien señala Pierre Magnard, el monstruo, en tanto prodigio, cuestiona la taxonomía en rigor fijada por los humanos (53). En esta línea del poder absoluto se ubica la cuestión del ideal y de los criterios que determinan y clasifican al mundo, relacionando al monstruo con el prodigio y el demiurgo, e incluso, en términos actuales, con la 31 L’É RUDIT FRANCO -ESPAGNOL , VOLUME 10, FALL 2016 experimentación genética.1 Dios, el creador o quien clasifica el mundo es interpelado en sus ideales por la figura del monstruo, que puede funcionar tanto como un ideal a seguir o como un contraejemplo. Esta concepción abre una serie de interrogantes: si a los ojos humanos existe lo monstruoso, cabe preguntarse si existe tal cosa para un dios; asimismo, la presencia del monstruo nos cuestiona acerca de lo humano y quizás nos impone la necesidad de replantear la cadena paradigmática del lenguaje humano. Por otro lado, notamos el vínculo entre la figura del monstruo y los semejantes. Magnard señala que, en tanto anomalía, el monstruo desmiente los criterios de la especie, por lo que la presencia del monstruo produce angustia, a la vez que fascinación: es desvío de la norma, aquello que aparece como diferente y a la vez cercano, una figura de inquietante alteridad (53).2 En cierto sentido, el monstruo se sitúa a una distancia justa: ni demasiado lejos, ya que de alejarse demasiado sería ubicado en otra especie, en otra cadena sintagmática, ni tampoco demasiado cerca, puesto que sería un semejante más, sin la capacidad de suscitar esa angustia y esa extrañeza. De hecho, el célebre texto freudiano Das Unheimliche , traducido al español como “Lo ominoso” o “Lo siniestro”, lleva por título en francés “L’inquiétante étrangeté”, noción que implica toparse con lo propio y ajeno en una misma figura. Si aceptamos que lo siniestro es aquello familiar que, como puntualiza Freud, se vuelve extraño, lo monstruoso se inserta en la misma línea: podemos entenderlo como la diferencia con respecto a los padres.3 De hecho, el monstruo forma parte de lo diferente. Así lo ubica en su lectura aristotélica Jaulin, quien plantea una nueva singularidad del concepto: lo monstruoso ya no aparecerá sólo en función de un exceso o de un defecto con respecto a una norma, sino más bien como el reverso de la norma, su punto externo. No se trata simplemente de un problema de desvío, sino de poder y política, ya que lo monstruoso es el problema político-despótico que permite situar el punto imposible de la política. Apoyándose en Aristóteles, Jaulin afirma que lo despótico, al negar la política y destruir la ciudad, es la forma monstruosa misma. Desde esta perspectiva, para el ser humano lo monstruoso es apolis , es decir, aquello que no forma parte de la ciudad o está fuera de ella. Como consecuencia de este lugar extrínseco, el monstruo no sólo no forma parte de la polis sino que niega la política y se vuelve déspota. Por esta razón, lo monstruoso se relaciona con la dialéctica del amo y del esclavo: no hay monstruo alguno cuando se trata de seres libres; vemos así cómo el poder atraviesa la problemática del monstruo, incluso generándola mucho más que reprimiéndola. Si el monstruo es aquello que muestra (“ monere ”), entonces a partir de su representación literaria podemos rastrear las características políticas en donde el monstruo surge: el ideal en juego y el sistema de clasificación operante, es decir, las reglas de la polis que expulsa al monstruo para así poder autoconstruirse.