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”: una amenaza para los procesos políticos en *

Juan Carlos García Perilla1 [email protected]

Ángela María Herrera2 [email protected] [Universidad Militar Nueva Granada]

Área Temática: 03. Democracia, Democratización y Calidad de la Democracia Resumen La reciente firma del acuerdo de Paz con la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), además, del posible inicio de negociaciones con la guerrilla del ELN (Ejército de Liberación Nacional) genera nuevos e importantes interrogantes, dentro de los que sobresale ¿Cómo combatir las nuevas bandas criminales, en particular el “Clan del Golfo” evitando que se convierta en una amenaza para el posconflicto? El paro armado ilegal promovido por el denominado “Clan del Golfo” durante los primeros días de abril del 2016, en 36 municipios de Colombia, coloco en evidencia la debilidad institucional del país para enfrentar este tipo de nuevas amenazas y sus efectos. Sin embargo el debate se ha centrado en cómo catalogar este grupo, considerado por muchos grupos paramilitares y para otros organizaciones delincuenciales que hacen parte de la estructura del crimen organizado que afecta al país (Masse, 2011). El clan Úsuga es un actor que genera gravísimas amenazas a la población civil e incrementa las actividades ilícitas (Tráfico ilegal de drogas, micro tráfico, extorsión, secuestros entre otras) en las zonas de influencia. (Garzón Vergara, 2016) Por lo anterior, para analizar el fenómeno del neoparamilitarismo en particular el “Clan del Golfo”, es necesario generar un marco conceptual que permita comprender cuáles son las motivaciones del grupo y la manera en la que el Estado colombiano debe garantizar el desarrollo de procesos políticos que se están gestando en el marco del acuerdo de Paz firmado.

1 Politólogo Pontificia Universidad Javeriana, Magíster en Seguridad y Defensa Nacionales de la Escuela Superior de Guerra. Docente investigador del Programa de Relaciones Internacionales y Estudios Políticos – Universidad Militar Nueva Granada. Colombia. Correo electrónico: [email protected] DOI: http://orcid.org/0000-0002-9620-4635

2 Profesional en Relaciones Internacionales y Estudios Políticos de la Universidad Militar Nueva Granada, especialista en Ambiente y Desarrollo Local de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Correo electrónico: [email protected] Introducción El paramilitarismo en Colombia no es un tema reciente, nació a finales de la década de 1980 y su grupo más importante (AUC) se desmovilizo hacia finales de 2006, sin embargo, en los último 5 años las organizaciones criminales herederas del paramilitarismo y que se creían controladas por el Estado colombiano se han visibilizado y fortalecido. En este orden de ideas, el presente documento hace inicialmente un breve recuento del nacimiento del paramilitarismo en Colombia y su desmovilización, posteriormente, describe las características de las nuevas organizaciones y su acciones y control en varios municipios del país para finalmente comprender como el fortalecimiento de lo que se puede denominar neoparamilitarismo puede afectar los acuerdos de paz firmados entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC-EP.

1. MAS ()

Para hablar de paramilitarismo en Colombia es necesario mencionar que este grupo armado se reconoce a sí mismo como Autodefensa, de hecho, el Decreto N° 3398 de 1965 y la Ley N° 48 de 1968 permite que las autodefensas pueden ejecutar acciones dirigidas al restablecimiento del orden público en zonas afectadas por . Así las cosas, el MAS (Muerte a Secuestradores) es el resultado de las medidas tomadas por las organizaciones de narcotraficantes en rechazo a los secuestros de la guerrilla. y Gonzalo Rodríguez Gacha, especialmente, eran obligados a pagar cuotas o vacunas por el ingreso de dineros productos del narcotráfico, de lo contrario tomaban como rehenes a sus familiares o personas allegadas. El 12 de noviembre de 1981 el M-193 secuestró a Martha Ochoa hermana de los hermanos Ochoa integrantes del cartel de Medellín4, lo que obligo a los narcotraficantes a organizar grupos de seguridad privados. Las acciones guerrilleras no sólo afectaban a los grandes narcotraficantes, también afectaron a los grandes ganaderos y latifundistas de la década de 1980, quienes al ver la efectividad de las acciones armadas de los narcotraficantes decidieron apoyar esta empresa de seguridad armada. A partir de lo anterior, se afirma que la creación de las autodefensas es el resultado del interés de los grandes narcotraficantes, ganaderos y terratenientes de proteger su fuente de recursos; esta organización nunca estuvo al servicio de la población civil quien también padecía el flagelo de la violencia, por el contrario, fueron testigos de cómo estos mercenarios incrementaron los índices de muertes, desplazamientos y asesinatos selectivos. Otro factor que influyó en el recrudecimiento de la violencia, fue la “ruptura de los acuerdos que por tiempo prolongado existieron entre la guerrilla y el narcotráfico en áreas de la

*Esta ponencia es producto del proyecto de investigación de la Universidad Militar Nueva Granada con código EES-2339 titulado: “Colombia y el Clan Usuga. Una guerra de cuarta generación” 3 Grupo guerrillero Movimiento 19 de abril 4 Organización narcotraficante liderada por Pablo Escobar. producción de coca, ubicadas sobre todo en el suroriente del país” (Echandia, 2013). Estos arreglos fueron incumplidos por el grupo guerrillero de las FARC quienes continuaron con los secuestros y el aumento de su fuerza política y armada. Ante lo enunciado anteriormente, el mecanismo de ataque que emplearon los paramilitares para debilitar a las FARC, fue el asesinato selectivo de militantes de la Unión Patriótica que se transformaría en el genocidio y exterminio de todo el movimiento político al que no sólo pertenecían simpatizantes de las FARC, sino activistas de todos los sectores sociales, estudiantiles, políticos, académicos, campesinos, entre otros; lo anterior rompe las redes de apoyo político y social de ésta organización guerrillera, existentes en varios de los departamentos y municipios de Colombia.

Las acciones de las denominadas autodefensas no sólo fueron dirigidas a garantizar la seguridad de sus financiadores, sino que por el contrario generaron procesos de desplazamiento de familias campesinas, quienes eran obligadas a abandonar sus tierras o a venderlas a precios que no correspondían a su valor real. Lo anterior trajo como resultado el control político, económico y social de las autodefensas sobre zonas como Puerto Boyacá y el Magdalena Medio, lo que su vez permitió el incremento de sus filas militares (Echandia, 2013) Adicionalmente, en 1989 el presidente Barco declaró el carácter ilegal de las autodefensas ante el peligro que representaba, lo que supuso la persecución y eliminación de la misma. Otro hecho de gran importancia durante la mencionada época, fue la muerte de Gonzalo Rodríguez Gacha (fundador del MAS) en Sucre. Asimismo, se considera importante, lo mencionado por Echandia (2013)

“con posterioridad a la muerte de Pablo Escobar ocurrida en 1993, las organizaciones armadas que habían crecido de la mano del narcotráfico en la década anterior, experimentaron un nuevo impulso gracias a los recursos aportados por otros narcotraficantes que las llevaron a registrar su mayor expansión territorial y niveles de violencia muy elevados” (p.9) 1.2 Expansión y Aprobación Política de las Autodefensas En 1994 se realizó la primera cumbre de las Autodefensas de Colombia, con el fin de buscar su reconocimiento como actor del conflicto armado, a partir de este evento, su capacidad ofensiva se incrementó y el narcotráfico adquirió legitimidad en la sociedad colombiana (Camacho 2011 citado por Echandia 2013). De la mano del paramilitarismo se encuentra el narcotráfico, el cual financió la compra de armas de las autodefensas, quienes adicionalmente buscaron conquistar el apoyo de la población de las zonas en las que tenían presencia, al denunciar los atropellos cometidos por la guerrilla con las personas relacionadas al narcotráfico y al hacer público la incapacidad política y militar del Estado en las áreas más vulnerables. Con la disolución del cartel de Medellín y el cartel de la violencia no disminuyo, por el contrario, las autodefensas adquirieron mayores seguidores y los narcotraficantes cambiaron de posición al comenzar a rendir cuentas a las autodefensas, quienes se convertirían en los garantes de la seguridad, producción y comercio de la coca. De hecho, cuando fue golpeado el cartel de Medellín, las autodefensas buscaron el liderazgo de Carlos Castaño y Salvatore Mancuso para continuar con el negocio del narcotráfico (Echandia 2013). Así las cosas, la desaparición de los carteles no fue garantía para la desmovilización de todos sus integrantes, puesto que como afirma Echandia (2013)

“En abril de 1997, las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, las del Magdalena Medio y las de los Llanos Orientales se unieron para conformar las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). En la práctica se trató de una federación de grupos regionales que se presentaron bajo la bandera de las AUC para parecer, de manera artificiosa, una organización con mando unificado, un plan nacional, coordinación regional de las operaciones militares y una agenda programática” (p.11) Sin embargo, la presencia de las AUC se incrementó entre 1997 y 2002, pasó de estar en 270 municipios a 455, lo que causó la pérdida de control territorial de la guerrilla de las FARC en varias regiones colombianas. Al incrementar su poder territorial, las AUC tuvo que organizarse en bloques

“Norte, Centauros, Tolima, Calima, Élmer Cárdenas, Metro, Cacique Nutibara, así como las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio, las Autodefensas Campesinas de Cundinamarca y las Autodefensas Campesinas de Puerto Boyacá. Cubrió así parte de los departamentos de la Costa Atlántica, es decir La Guajira, Magdalena, Cesar, Atlántico, Bolívar, Sucre y Córdoba; parte del departamento de Norte de Santander, principalmente el Catatumbo y Cúcuta; parte de los departamentos de Casanare, Meta y Guaviare en el oriente del país; el sur del Tolima; el norte del Cauca; parte del Valle, y de Caldas y Risaralda, en el eje Cafetero. También incluyeron parte del centro y el norte del Chocó; buena parte de Antioquia, y en particular Urabá, Occidente, Norte, Bajo Cauca, Nordeste, Oriente, Suroriente, y Medellín y su zona Metropolitana. Así mismo, la región del Magdalena Medio, principalmente en parte de Santander, Cundinamarca, Boyacá, Caldas y Antioquia. Entre sus jefes se encuentran los hermanos Carlos y Vicente Castaño, Diego Murillo Bejarano, Salvatore Mancuso, Jorge Cuarenta y otros más.” (Echandia 2013)

Las autodefensas se ubicaron en zonas estratégicas que les permitieran asegurar la producción, distribución y comercio de las drogas; no sólo se extendieron a áreas rurales, también lo hicieron en zonas urbanas y aledañas, para limitar las acciones guerrilleras. La política de intimidación ha sido el mecanismo más efectivo para controlar a la población civil; ejecutaron asesinatos, masacres y los genocidios, realizaron amenazas selectivas a líderes que se oponían a las políticas y arbitrariedades impuestas por esta organización. La población se vio obligada a someterse a la voluntad de este grupo lo que garantizo el éxito político, económico y social de los mismos en los territorios controlados, así como el posicionamiento de las clases dominantes tradicionales y emergentes (Echandia 2013).

1.3 La “desmovilización” Entre 2003 y 2006 bajo el periodo presidencial de Álvaro Uribe Vélez, se da la desmovilización de las Autodefensas con la cual se buscó la desarticulación de las estructuras representativas de la organización (Echandia, 2013). En 2008, 14 líderes fueron extraditados a Estados Unidos para ser procesados por Narcotráfico, como es el caso de Salvatore Mancuso, Alias Don Berna, Jorge 40, entre otros. En los juicios realizados algunos de ellos hablaron acerca de la relación existente entre las autodefensas con los políticos colombianos y las multinacionales, que contrataban el servicio de “seguridad”, para mantener el control en determinadas zonas del país (El mundo, 2014). El proceso de desmovilización inicio el 25 de noviembre de 2003 en Medellín como lo describe Echandia (2013)

“Con el Bloque Cacique Nutibara y terminaron el 15 de agosto de 2006, con el Bloque Elmer Cárdenas. En 38 actos se desmovilizaron 31.689 de los integrantes de los grupos de autodefensa. Cabe señalar que las organizaciones con mayor número de desmovilizados fueron el Bloque Central Bolívar con 6.348, el Bloque Norte con 4.760, el Bloque Mineros con 2.780, el Bloque Héroes de Granada con 2.033 y el Bloque Elmer Cárdenas con 1.538. A los desmovilizados hay que sumarles otros 3.554 individuales entre 2003 y 2006, 1.579 muertes en combate en el mismo período y 12.100 más que fueron capturados” (p. XX) Sin embargo, el proceso de desmovilización no significó la eliminación de esta organización, durante las negociaciones no se consiguió la desmovilización de Los Machos y , debido a diferencias con el gobierno. Los Machos, por diferencias internas se debilitan, lo que permite que Los Rastrojos amplíen su dominio en zonas donde operaban las AUC, incluso consiguen el control de Los Machos. Asimismo, surgen las denominadas bandas criminales - BACRIM, a partir de 2005 que reemplazan a las autodefensas en las zonas de gran afluencia del narcotráfico. Las nuevas bandas, por un corto periodo de tiempo redujeron los genocidios, magnicidios y asesinatos; estas organizaciones fueron lideradas por desertores como “Vicente Castaño, Pedro Oliverio Guerrero Castillo, “Cuchillo”, o “Los Mellizos” Mejía Múnera […] en zonas de La Guajira, norte y sur del Cesar, Córdoba, Magdalena, sur de Bolívar, Norte de Santander, Urabá y el occidente de Antioquia, Vichada, Meta, Casanare, Arauca, Nariño, Tolima, Putumayo, Caquetá, Chocó y Caldas” (Echandia 2013).

De igual forma el proceso de desmovilización reduce el negocio del narcotráfico, lo que trae como consecuencia la incursión y control de estos grupos en zonas de monocultivo y mineras por medio de la infiltración a empresas y alcaldías para la explotación de metales preciosos y exportación de productos, incluso tenían herramientas como excavadoras y maquinaria de exploración para ejecutar dicha tarea, esto fenómeno se presentó en las regiones del Choco, Nariño y Cauca (Echandia 2013).

2. Las nuevas bandas Criminales - Clan del Golfo

Con el proceso de desmovilización de las AUC, como se mencionó anteriormente, en Colombia no se habla oficialmente de paramilitarismo sino de bandas criminales u organizaciones delincuenciales, lo que ha subvalorado el tema; sin embargo, la reciente firma de los acuerdos de Paz con la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), además, del inicio de los diálogos con la guerrilla del ELN (Ejército de Liberación Nacional) ha puesto de manifiesto el interrogante sobre ¿Cómo combatir las nuevas bandas criminales, en particular el “Clan del golfo” evitando que se convierta en una amenaza para el posconflicto?

El Clan del Golfo, es una estructura que se ha identificado bajo varias denominaciones, inicialmente, se conoció como el Clan Usuga título dado por el apellido de sus principales líderes; posteriormente fue conocido como los Urabeños, por la región en la que nace la estructura y en la que ejercen su mayor dominio, sin embargo, el grupo se autodenomina y dan a conocer como Autodefensas Gaitanistas (Indepaz, 2017). Finalmente, el Clan del Golfo “es la denominación definida por el Gobierno para evitar estigmatizaciones a la región de Urabá, a las personas de apellido Úsuga y al legado de Gaitán” (Indepaz, 2017). El máximo cabecilla del Clan Usuga es Dairo Antonio Úsuga, alias "Otoniel" no es actor nuevo en el conflicto colombiano

“Ha vivido más de la mitad de su vida en el monte. A los 16 años se unió a las filas del Ejército Popular de Liberación, EPL. Luego pasaría a apoyar las acciones criminales del Grupo Centauros de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC. Después de su desmovilización en 2005, regresaría a la ilegalidad en el 2007 al formar parte la banda criminal “Héroes de Castaño”, fundada por Daniel Rendón Herrera, alias “don Mario” (Sarruf, 2016)

La banda neoparamilitar “Héroes de Castaño” se dedicó exclusivamente al narcotráfico por lo que le declaró la guerra a “la oficina” y “los paísas”, las cuales con la extradición de sus líderes le permitieron a los Héroes de Castaño apoderarse del Uraba Antioqueño y Chocoano, expandiéndose posteriormente por el sur de Córdoba, el Nordeste y el Bajo Cauca de Antioquia. En 2009 con la captura de “don Mario”, “Otoniel” se convirtió en el sucesor natural de “los Urabeños”. (Sarruf, 2016)

A partir de 2014, el mencionado grupo se convirtió en la estructura con mayor presencia en el país, y su crecimiento no parece tener intenciones de desacelerar, de hecho, durante 2016 se registraron acciones en 279 municipios de 27 departamentos del país (Indepaz, 2017). De acuerdo con Indepaz (2017) “La capacidad de control territorial de esta estructura narcoparamilitar quedó en evidencia el 31 de marzo el Clan decretó un paro armado que afectó 36 municipios de ocho departamentos” (p. 22) El clan Úsuga es un actor que genera gravísimas amenazas a la población civil e incrementa las actividades ilícitas (Tráfico ilegal de drogas, micro tráfico, extorsión, secuestros entre otras) en las zonas de influencia. (Garzón, 2016) En las siguientes graficas se puede observar la presencia de los grupos de neoparamilitares a lo largo del territorio colombiano.

Fuente: XII Informe sobre presencia de grupos narcoparamilitares 2016 Con el propósito de fortalecer su permanencia en los territorios, el Clan del Golfo, está financiando pequeñas bandas locales de microtráfico, sicariato, extorsión, entre otras. De acuerdo con las autoridades, su forma de acción dificulta su seguimiento (Indepaz, 2017). Esto último sumado al paro armado mencionado anteriormente coloco en evidencia la debilidad institucional del país para enfrentar este tipo de nuevas amenazas y sus efectos. (Masse, 2011). Teniendo en cuenta lo mencionado anteriormente, el ministerio de Defensa, mediante Directiva permanente Nº 15 de 2016, reemplaza la denominación Bacrim (Bandas Criminales) por Grupos Armados Organizados (GAO) y Grupos Delictivos Organizados (GDO). En consecuencia, los GAO fueron clasificados como se describe a continuación:

Clase A: Clan del Golfo, los Puntilleros, los Pelusos. Estos grupos cuentan con capacidad armada, estructura organizativa, capacidad de enfrentar la fuerza pública. Clase B: La Constru, Cordillera, Botalones, La Empresa, entre otros. Estos son de carácter regional y mantienen alianzas con estructuras tipo A. Clase C: Bandas delincuenciales que actúan con un fin específico y en un lugar determinado.

Por su parte Indepaz identifico trece estructuras, clasificadas en dos tipos:

1. Las que tienen una relación con las antiguas Autodefensas Unidas de Colombia, con injerencia a nivel nacional. 2. Las que actúan a niveles regionales y municipales, que no han podido consolidarse o que aparecen por primera vez este año. Dentro de las primeras se encuentran el Clan del Golfo, los Rastrojos, las Águilas Negras y los Puntilleros, estos últimos como la fusión entre el y . En el segundo tipo están, entre otros, La Constru, los Pachenca, La Oficina, La Empresa, Cordillera, los Paisas, Nuevo Orden, Nuevo Renacer AUC y AUC. Actualmente,

“El Clan del Golfo, en particular, se ha consolidado como la estructura con mayor incidencia en el territorio nacional, los Rastrojos continúan con una tendencia a desaparecer, las Águilas Negras duplicaron los municipios en los que hacen presencia y los Puntilleros mantienen control sobre la zona de los llanos orientales; La Constru y los Pachenga aparecen como nuevas estructuras, cuya presencia se concentra en Putumayo y Magdalena-Guajira respectivamente; Nuevo Orden hace presencia en Nariño, particularmente en , con intenciones de cooptar el territorio abandonado por la salida de las FARC-Ep; los Paisas reaparecen, al parecer de la mano del Clan del Golfo; la Empresa, aliada de los Rastrojos, tiende a desaparecer con la llegada del Clan del Golfo a Buenaventura; la Oficina funciona en relación con las grandes estructuras; la presencia de Nuevo Renacer y las AUC se relacionan con amenazas a líderes sociales, defensores de derechos humanos y ciudadanía en general” (Indepaz, 2017) Así las cosas, se menciona que cada uno de los grupos neoparamilitares debe ser leído desde las particularidades territoriales, lo que incluye los diferentes tipos violencias y negocios; de acuerdo con el II Informe de Indepaz (2017) se identifican las siguientes acciones de los grupos neoparamilitares:

"Economías a gran escala: Narcotráfico: control de zonas de cultivo de uso ilícito, puntos estratégicos (aeropuertos, puertos marítimos) y corredores o rutas para el tráfico de drogas, tráfico de insumos para el procesamiento, propiedad sobre los laboratorios, e inversión en infraestructura (submarinos, bodegas, fincas, casas, para almacenaje y camuflaje de la droga, entre otras); Minería: control de zonas mineras, explotación y comercialización; Tráfico de personas: cobro por paso de extranjeros indocumentados; Servicios de seguridad privada; Lavado de activos y Contrabando

Economías a menor escala: microtráfico; prestamos Gota Gota; redes de prostitución; extorsión; sicariato.

Infiltración de instituciones oficiales y alianzas con servidores públicos: Fuerzas armadas y de policía: venta de armas, de información y participación en las demás actividades de economía ilícita. Fiscalía: fiscales en la nómina de las estructuras para obtener fallos a conveniencia. Gobiernos locales: apropiación de recursos, decisiones políticas favorables e incidencia en procesos electorales.

Acciones contra la fuerza pública: enfrentamientos; asesinato de policías (plan pistola)

Acciones contra la población civil: amenazas y homicidios contra líderes sociales y defensores de derechos humanos; reclutamiento de menores; homicidios, desplazamiento; principales empleadores en algunos municipios del país; control de actividades en algunos municipios del país (paro armado)." (p. 14-16) Frente a todo el panorama de las acciones neoparamilitares, el gobierno del presidente Juan Manuel Santos no ha sido indiferente del todo,

“En el 2011, el Consejo Nacional de Seguridad elaboró la Estrategia Nacional Multidimensional de Lucha contra las Bandas Criminales – la cual se institucionalizó mediante la Directiva No. 14 del Ministerio de Defensa. Adicionalmente, dentro de las 16 estrategias operativas de la Policía Nacional para el cuatrienio 2010-2014 se incluyó la meta de “Desarticular las bandas criminales en 2014” (Garzón, 2015) En febrero de 2015 la Policía Nacional, lanzo la operación Agamenon, la cual tiene como principal objetivo “detener a la cúpula de “los Urabeños” y contrarrestar su expansión territorial en el país” (Matta, 2017). De hecho, la mencionada operación

“contaba con enormes recursos: un presupuesto diario cercano a los 150 millones de pesos; un equipo élite de 1.200 policías de todas las especialidades, al mando de cuatro generales, concentrados en la subregión de Urabá; una flotilla aérea, con dos aviones plataforma y 10 helicópteros Black Hawk y Bell; avanzados sistemas de telecomunicaciones e Inteligencia, con apoyo de la DEA y Europol; y una gran innovación: acciones de apoyo a la comunidad, para arrebatarle a la banda la influencia sobre ella y conquistar informantes” (Matta, 2017) Aunque la operación Agamenon no ha logrado la captura del máximo cabecilla del Clan del Golfo alias “Otoniel” y ha tenido dificultades por la hostilidad y desconocimiento del territorio algunos de sus resultados han sido

“1.176 capturas (906 de “los Urabeños” y 270 de otras organizaciones), 30 delincuentes dados de baja y 35 toneladas de cocaína decomisadas, según la estadística policial hasta noviembre de 2016. Fue neutralizado Jairo Durango Restrepo, alias “Guagua”, miembro del estado mayor de la estructura y jefe de la misma en la Costa Pacífica. (…) Además de él, 37 mandos medios y regionales han sido apresados, como “Torta”, “Orejas”, “Zeta 5” y hasta Blanca Madrid, la cónyuge de “Otoniel” y coordinadora de una red de finanzas ilegales” (Matta, 2017) Los acuerdos de Paz5

Es evidente, que las formas de paramilitarismo han cambiado en comparación con sus inicios, pero no ha dejado de existir; con el proceso de desmovilización se extraditaron sus figuras más visibles, mientras que un 90% de los combatientes quedaron en libertad y continuaron sus vínculos con la fuerza pública y los poderes económicos y políticos en los territorios, fomentando violencia y persecución (Voz, 2016). Lo anterior, representa una gran amenaza

5 En los documentos oficiales de las partes se hace referencia al paramilitarismo, lo que en el presente documento tratamos como neoparamilitarismo. para los sectores que buscan reivindicar los derechos sociales, comunitarios e identitarios de los pobladores y líderes de las áreas rurales. La permanencia de las bandas criminales pone en riesgo el primer punto del acuerdo de paz firmado entre las Farc y el gobierno nacional donde se pone de manifiesto que

“1. Hacia un nuevo campo colombiano: reforma rural integral consideran: que, en el marco del presente acuerdo para la terminación del conflicto, la reforma rural integral, en adelante RRI, sienta las bases para la transformación estructural del campo, crea condiciones de bienestar para la población rural —hombres y mujeres— y de esa manera contribuye a la construcción de una paz estable y duradera.” (Alto comisionado de Paz 2017) De acuerdo con lo anterior, para hablar de reforma rural y transformación social en el campo es necesario que existan garantías de seguridad y de cumplimiento en lo pactado. Garantías que no se han logrado, en 2016 fueron asesinados 117 líderes, siendo el Cauca el departamento más afectado (Indepaz 2017), lo que lleva del 2017 han sido asesinados 39 líderes sociales, sindicalistas y defensores de Derechos Humanos que habían protestado frente a los atropellos e injusticias cometidas con sus comunidades (Pacifista, 2017). Estos hechos, no son reconocidos como parte del conflicto en Colombia, sino como hechos aislados de organizaciones criminales; de hecho, solo se reconoce las acciones de los grupos guerrilleros, pero no el de los sucesores de las AUC y demás grupos criminales. De acuerdo con el observatorio de violencia política, “se han registrado un total de 181 hechos victimizantes contra líderes sociales y defensores de derechos humanos desde el 24 de noviembre de 2016 hasta el 11 de julio de 2017” (Valencia, L, 2017) Sin embargo, el neoparamilitarismo

“sigue mimetizado en los tres poderes públicos. Los sectores políticos ultra conservadores, los terratenientes tradicionales y sectores militares mantienen el control del aparato militar de estos grupos que ahora diversificaron su accionar. No solo actúan bajo la doctrina contrainsurgente, también han declarado objetivo político a quienes hacen público su apoyo al proceso de paz; y son los principales cabecillas de gigantes operaciones criminales en las zonas urbanas y capitales de departamento […] En las zonas de conflicto armado el paramilitarismo, en alianza con miembros de la fuerza pública, se apropian de territorios, desplazan campesinos y realizan operaciones militares contra la insurgencia. En las ciudades se disputan el control de las bandas organizadas de delincuencia común, quedándose con los negocios ilegales del tráfico de drogas, extorsión, secuestro y todo tipo de ilegalidades.”. (Voz, 2016) Con la vulneración del primer punto del acuerdo, se afecta inmediatamente el segundo toda vez que no existen las garantías necesarias para permitir la participación política de las Farc, en la cual se incluye no solo a sus integrantes sino a todos los ciudadanos que quieran ser parte de una propuesta política alternativa de paz “2. Participación política: Apertura democrática para construir la paz El Gobierno Nacional y las FARC-EP consideran que: La construcción y consolidación de la paz, en el marco del fin del conflicto, requiere de una ampliación democrática que permita que surjan nuevas fuerzas en el escenario político para enriquecer el debate y la deliberación alrededor de los grandes problemas nacionales y, de esa manera, fortalecer el pluralismo y por tanto la representación de las diferentes visiones e intereses de la sociedad, con las debidas garantías para la participación y la inclusión política. Es importante ampliar y cualificar la democracia como condición para lograr bases sólidas para forjar la paz” (Alto comisionado de Paz 2017) La participación política de todos los actores es necesaria para iniciar un proceso de transformación social, política y económica que disminuya los niveles de desigualdad en el país. La imposibilidad de garantizar las condiciones necesarias para la mencionada participación impide que la oposición pueda acceder a los derechos, a la justicia, verdad y reparación. Ante esta situación las Farc han manifestado que:

“La firma del Acuerdo Final no significa la superación inmediata de la disposición contrainsurgente del orden social vigente y de las estructuras complejas que le han servido de soporte, particularmente de aquellas que se expresan en paramilitarismo mercenario. El asesinato de líderes sociales y populares, hombres y mujeres del común, es una demostración de la persistencia y continuidad de estructuras de contrainsurgencia y de su expresión armada paramilitar […] en desarrollo de este propósito, se precisa insistir en un acuerdo político nacional en el que se exprese el compromiso de todas las fuerzas políticas y sociales de dejar atrás todo vínculo de armas y política; se aborde la discusión de la política de seguridad del Estado y se produzcan las redefiniciones necesarias para la formulación y puesta en marcha de una política de seguridad concordante con los propósitos de la construcción de la paz” (Congreso Fundacional Farc- EP, 2017) Teniendo en cuenta lo anterior, es indispensable que la opinión pública y los medios de comunicación reconozcan la gravedad de la presencia neoparamilitar en el país, y se deje de ver su accionar como un fenómeno delincuencial de baja envergadura, de hecho, su acciones se han caracterizado por “a) No tener ningún propósito contrainsurgente ni anti-subversivo; b) Carecen de vocería e influencia en el campo político; c) No poseen una estructura jerárquica militar; d) Tampoco han logrado control territorial; y e) Obedecen exclusivamente a fines del narcotráfico” (Espacio crítico, 2016). El punto sobre drogas ilícitas también puede ser afectado por el neoparamilitarismo, teniendo en cuenta que el narcotráfico es su fuente principal.

“4. Solución al Problema de las Drogas Ilícitas El conflicto interno en Colombia tiene una larga historia de varias décadas que antecede y tiene causas ajenas a la aparición de los cultivos de uso ilícito de gran escala, y a la producción y comercialización de drogas ilícitas en el territorio. La persistencia de los cultivos está ligada en parte a la existencia de condiciones de pobreza, marginalidad, débil presencia institucional, además de la existencia de organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico.” (Alto comisionado de Paz 2017) Como explica Indepaz (2017) el “Narcotráfico: control de zonas de cultivo de uso ilícito, puntos estratégicos (aeropuertos, puertos marítimos) y corredores o rutas para el tráfico de drogas, tráfico de insumos para el procesamiento, propiedad sobre los laboratorios, e inversión en infraestructura (submarinos, bodegas, fincas, casas, para almacenaje y camuflaje de la droga, entre otras).” La llegada de neoparamilitares a zonas donde antes operaba la guerrilla de las Farc ha generado preocupación entre los habitantes de estos lugares, pues temen que este grupo armado tome represalias, se instauren como nueva autoridad o sus territorios se conviertan en monocultivos o cultivos de uso ilícito. Así las cosas, la fundación paz y reconciliación (2017) clasifica las zonas postfarc, en: i) Zonas con ocupación o expansión del ELN, en doce municipios ii) Zonas con ocupación o expansión de Grupos Armados Organizados (en adelante GAO), 74 municipios, 18 de ellos han sido producto de expansión debido al repliegue de las Farc iii) Zonas de presencia de expresiones de “disidencias” de las FARC, 16 municipios iv) Zonas de anarquía criminal v) Zonas en proceso de consolidación estatal

Conclusiones

Es importante que las regiones que antes tenían presencia de las FARC- EP sean ocupadas por instituciones del Estado, como una forma de impedir que las estructuras ilegales del neo paramilitarismo se apoderen de estas zonas. El fortalecimiento del neo paramilitarismo es la mayor amenaza para los acuerdos de paz, si se tiene en cuenta que no permite la instauración de la seguridad y garantías necesarias para la participación política de nuevos actores y el inicio de un proceso de transformación social, política y económica que disminuya los niveles de desigualdad en el país.

Los planes implementados por la policía han sido insuficientes para frenar las acciones neoparamilitares, e impedir que grupos como el Clan del golfo continúen expandiéndose en regiones donde antes tenían presencia el grupo guerrillero de las FARC-EP a través de estrategias como la cooptación de bandas más pequeñas.

Referencias Bibliográficas

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Garzón, J. (15 de marzo de 2015). Las bandas criminales ¿Qué son y cómo debe responder el Estado? Razón Pública, recuperado de http://www.razonpublica.com/index.php/econom-y- sociedad-temas-29/8326-las-bandas-criminales-%C2%BFqu%C3%A9-son-y-c%C3%B3mo-debe- responder-el-estado.html

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Trabajo preparado para su presentación en el 9º Congreso Latinoamericano de Ciencia Política, organizado por la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (ALACIP). Montevideo, 26 al 28 de julio de 2017.