Carlos Cresci Canciones M Y F
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carlos cresci canciones m y f / EDICIONES DE LA ù BANDA ORIENTAL i los libros del caballito segunda serie 5 CARLOS CRESCI CANCIONES CON HISTORIA © EDICIONES DE LA BANDA ORIENTAL Gaboto 1582 — Tel. 43206 — Montevideo Queda hecho el depósito que marca la ley. Impreso en Uruguay, 1981. EL GUITARRERO t n A los ochenta y dos años falleció en el Hospital de Clínicas, don Francisco Acosta, "El Pampita". En sus últimos momentos le acompañó Aremís, mientras él pedía también la presencia de otros compañeros de guitarra, el Paco, Héctor, Eustaquio... Había nacido en el siglo pasado, ciudad de Paysandú, pasando casi toda su vida en el pueblo La Charqueada, departamento de Treinta y Tres. De físico pequeño, morocho, con rasgos de indígena. Vestía de gaucho y llevaba siempre pañuelo blanco al cuello. Con dignidad y respeto se presentaba pidiendo silencio y atención para su canto. Atención y silencio que realmente merecía, ya que este guitarrero fue uno de los mejores cantores de estilos, milongas, cifras y tristes. Conocedor del canto y su importancia, consciente de su función de trasmisor de los sentires populares, ejercía su oficio con seriedad y esmero. Entre canción y canción bebía, sin apuro, su copa de caña blanca, asegurando que era lo mejor para qui tarse el frío y lo más indicado para alejar el calor. En La Charqueada, los boliches de Cardozo, de Pinocho Lemos, de Caubarrere, vibraron con sus trovas humildes y sencillas, auténticas desde la raíz a la flor... También improvisaba versos el Pampita Acosta y en tal función tuvo en el barrio Puerto Rico, de Montevideo, una topada de las bravas, nada menos que con el famoso payador Braulio Césaro. La contienda fue dura y pareja hasta que el Pampita comenzó a sacar ventajas en buena ley y fue apabullando a su oponente. Al fin, acorralado por las décimas de su adversario, enceguecido de impotencia, con profundas heridas en su amor propio, dio por terminada la payada rompiéndole de un golpe la guitarra al Pampita. Fue algo lamentable, indigno. Sin embargo, duró poco. En las primeras horas del día siguiente, por intermedio de un vecino, Braulio Césaro le envió su propia guitarra al vencedor desarmado, para así enmendar su arrebatada conducta y demostrar en postdata que también sabía perder. Don Francisco Acosta — el guitarrero— lloró conmovido de alegría cuando ya pasados los setenta años, en su boliche del pueblo José Pedro Varela, escuchó por Eustaquio Sosa esta milonga escrita para él. Un tema que refleja también mucho de la 5 trayectoria y la personalidad del propio autor, quien la grabó, además de Washington Carrasco y Santiago Chalar. Una canción que maduró lentamente a partir de aquella copla de Eustaquio: Detrás del cielo azul, amaneció el guitarrero, cantando una copla de ésas que sabe cantar el pueblo. La esquina vieja que se le encima la voz me deja por el madero, del guitarrero el guitarrero... y en el sendero la voz que llega La madrugada conmigo juega. ya desvelada le da su acento Pobre de ropa y el blanco viento toma su copa se lleva alzada de humilde caña, la voz cascada. con ella engaña al propio frío Si alguna estrella o al calorío cae en su huella duro de enero, como el rocío el guitarrero... suelta el navio de sus canciones Con su guitarra por los rincones al pueblo amarra, del pueblo entero, canta su copla el guitarrero... viento que sopla lo lleva en ancas Los rostros pobres, por las barrancas llantos salobres por los caminos, boliche y caña, al peregrino... la pena extraña dolor con dueño, Canta su canto, humilde sueño, muestra el quebranto junto el madero de la miseria del guitarrero, la cara seria del guitarrero... sucumbe al clima (Eustaquio Sosa) 6 EL PULGUITA Conocido por todos, infaltable en cada esquina de Meló, en la plaza o en la confiteVía... Un niño inquieto formado a calle y a boliche, trabajando a la edad de jugar o, dicho de otra manera, jugando a ser hombre mientras trabajaba en serio. Cuando rompía su silencio desgranaba una chispeante charla, encendida por el instinto de conservación que le indicaba lo efectivas que eran sus ocurrencias y travesuras, que condimenta ban su personalidad tornándolo más simpático y popular. Y eso significaba buena clientela. Detalle muy importante porque tener muchos zapatos para lustrar equivalía a comer todos los días. Tenía ya doce años pero físicamente demostraba ocho, edad que "El Pulguita" no desmentía porque continuar siendo niño era también parte de su oficio. La necesidad estimulaba su ingenio, que le estallaba en un chisporroteo de gracia y buen humor, que eran el mejor com plemento para sus habilidades manuales. Porque entre lustrada y lustrada "El Pulguita" montaba una exhibición de sombras chinescas por la que desfilaban personajes de leyenda y toda la fauna por él conocida. En una de sus características "salidas" le dijo a un cliente: — ¿Así que usted es Tabaré Etcheverry?... Y ya que le ha cantau a todos los que trabajan, los que tienen un oficio; ¿por qué nunca le hizo algún verso pa'nosotros, los lustrabotas? El pedido estaba hecho y había que cumplir. Una promesa sacó del paso a Tabaré, pero al año siguiente, al volver a Meló, recibió un justificado reproche ya que, a pesar de las buenas intenciones, la canción todavía no había aparecido. Pero como el cantor no había olvidado su palabra, al poco tiempo estaba pagando su deuda con esa página dedicada a to dos los gurises que dan brillo a los zapatos ajenos mientras su ni ñez se va opacando por un camino de diario sacrificio. Para vos gurí de mi pueblo que hace tiempo ya había prometido éste tema. No quise personificarlo solo en vos, sino para todos los gurises de mi país. De Norte a Sur, de Este a Oeste 7 he encontrado siempre tu misma cara tu mismo silencio y en todos la misma canción. Lo encontré con las manitos sucias remendado y parado en la esquina la neblina de pelo amarillo le cubría su mirar de niño... Es el Pulguita. Lo miré como se mira a un hijo con amor y con tanto cariño que sus ojos de pronto entendieron que deseaba ser su nuevo amigo. Lo escuché conmovido en silencio nunca quieto su cuerpito sucio sus manitas tan chicas y tiernas un sin fin de figuras me dieron... Las del Pulguita. Lustrabotas de mi pueblo chico hombre niño ya tantos te vieron con pomada y cepillo en la mano dando el brillo que a ti no te dieron. Volveré mi buen compañero a buscarte aquí en esta esquina donde siempre te verá mi Meló pies descalzos, mirar de neblina . Volveré mi buen compañero a buscarte aquí en esta esquina donde siempre te verá tu pueblo pies descalzos, mirar de neblina mirar de neblina. Para vos Pulguita creo haber cumplido... Nos vemos? (Tabaré Etcheverry) 8 DE COJINILLO 7' • — |Qué hombre simpático! Y qué trabajador este Cachango — comenzó diciendo Rubén Lena, cuando le pedí algunos datos complementarios sobre "De cojinillo". — Cada vez que me veía, me saludaba con un "|Adiós abuelo!"... Y eso que Cachango tiene como veinte años más que yo... Claro, como yo lo aconsejaba para que se cuidara la presión... La tenía muy alta. Cuando le recordaba que debía cumplir el tratamiento, se atajaba: "|Nol |Qué tratamiento, dé jeme; esa gente me va a matar de una debilidad. Yo cuando me siento mal, me como unos caracuses, me tomo unos vinos y enseguida me acomodo"... — Este Cachango — comenta el Maestro casi en voz baja. Luego me alcanza un mate y acomoda el postigo que un frío viento de fines de setiembre hace golpear contra la ventana, en su casa del Buceo, cerquita del mar. — |Este invierno no se sabe si va o viene! Me recuerda a un hombre de allá de mis pagos, operado de un pie a raíz de una caí da... Casi enseguida, se cayó del caballo otra vez, pero nó quiso volver al médico. Se acomodó el pie él mismo... Le quedó el talón para adelante, pobre! Retomando el tema, hablamos de los bailes en lo de Cachango, allá en el barrio La Floresta, en Treinta y Tres. Cuántos personajes... La Juanita, esa modesta muchacha con los zapatos prestados, "El Cachafaz", un Don Juan de golilla y alpargatas, propasándose con "la de colorau" ante los disgusta dos ojos de la madre de "la nena"... La María esperando al "Ñandú", mientras atiende los convites del "Franela". Yo insistía en que el autor me diera detalles sobre la personali dad de cada uno de los protagonistas y se los fui nombrando. — No, |deje quietol — exclamó al oír un nombrp. Y al siguiente: — Deje quieto — ahora casi en un susurro... La respuesta se repitió varias veces. Al final, casi agotada la lista que iba mencionando al memorizar la letra, me quedé en silencio sin poder anotar nada más. — Pregunta nomás, Carlitos — me animó el Maestro — . Usted siga nombrando, que yo le voy diciendo "|deje quieto!" Finalmente me salvó el Nico. 9 — Vive acá nomás, por Spencer y Veracierto, cerca de un baldío. "En Spencer y Joya", como se vanagloria él, y saca pecho, cuando en Treinta y Tres le preguntan por su domicilio montevideano. "[Sonaste batracio!", dijo el Nico, cierta vez, en rueda de mate y guitarra, luego de aplastar una araña con la alpargata. En este baile que pinta Lena, se "luce" acompañado por la "Papa Madre", apodo sinónimo de poca aceptación ya que a la papa madre "nadie la pela". Y finalmente hablamos de "Camundá", hombre tranquilo, buen vecino. Sin embargo, años atrás fue protagonista de una leyenda negra.