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EDICIONES DE LA ù BANDA ORIENTAL i los libros del caballito segunda serie 5

CARLOS CRESCI CANCIONES CON HISTORIA © EDICIONES DE LA BANDA ORIENTAL Gaboto 1582 — Tel. 43206 — Queda hecho el depósito que marca la ley. Impreso en , 1981. EL GUITARRERO

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A los ochenta y dos años falleció en el Hospital de Clínicas, don Francisco Acosta, "El Pampita". En sus últimos momentos le acompañó Aremís, mientras él pedía también la presencia de otros compañeros de guitarra, el Paco, Héctor, Eustaquio... Había nacido en el siglo pasado, ciudad de Paysandú, pasando casi toda su vida en el pueblo La Charqueada, departamento de Treinta y Tres. De físico pequeño, morocho, con rasgos de indígena. Vestía de gaucho y llevaba siempre pañuelo blanco al cuello. Con dignidad y respeto se presentaba pidiendo silencio y atención para su canto. Atención y silencio que realmente merecía, ya que este guitarrero fue uno de los mejores cantores de estilos, milongas, cifras y tristes. Conocedor del canto y su importancia, consciente de su función de trasmisor de los sentires populares, ejercía su oficio con seriedad y esmero. Entre canción y canción bebía, sin apuro, su copa de caña blanca, asegurando que era lo mejor para qui­ tarse el frío y lo más indicado para alejar el calor. En La Charqueada, los boliches de Cardozo, de Pinocho Lemos, de Caubarrere, vibraron con sus trovas humildes y sencillas, auténticas desde la raíz a la flor... También improvisaba versos el Pampita Acosta y en tal función tuvo en el barrio Puerto Rico, de Montevideo, una topada de las bravas, nada menos que con el famoso payador Braulio Césaro. La contienda fue dura y pareja hasta que el Pampita comenzó a sacar ventajas en buena ley y fue apabullando a su oponente. Al fin, acorralado por las décimas de su adversario, enceguecido de impotencia, con profundas heridas en su amor propio, dio por terminada la payada rompiéndole de un golpe la guitarra al Pampita. Fue algo lamentable, indigno. Sin embargo, duró poco. En las primeras horas del día siguiente, por intermedio de un vecino, Braulio Césaro le envió su propia guitarra al vencedor desarmado, para así enmendar su arrebatada conducta y demostrar en postdata que también sabía perder. Don Francisco Acosta — el guitarrero— lloró conmovido de alegría cuando ya pasados los setenta años, en su boliche del pueblo José Pedro Varela, escuchó por Eustaquio Sosa esta milonga escrita para él. Un tema que refleja también mucho de la

5 trayectoria y la personalidad del propio autor, quien la grabó, además de Washington Carrasco y Santiago Chalar. Una canción que maduró lentamente a partir de aquella copla de Eustaquio: Detrás del cielo azul, amaneció el guitarrero, cantando una copla de ésas que sabe cantar el pueblo.

La esquina vieja que se le encima la voz me deja por el madero, del guitarrero el guitarrero... y en el sendero la voz que llega La madrugada conmigo juega. ya desvelada le da su acento Pobre de ropa y el blanco viento toma su copa se lleva alzada de humilde caña, la voz cascada. con ella engaña al propio frío Si alguna estrella o al calorío cae en su huella duro de enero, como el rocío el guitarrero... suelta el navio de sus canciones Con su guitarra por los rincones al pueblo amarra, del pueblo entero, canta su copla el guitarrero... viento que sopla lo lleva en ancas Los rostros pobres, por las barrancas llantos salobres por los caminos, boliche y caña, al peregrino... la pena extraña dolor con dueño, Canta su canto, humilde sueño, muestra el quebranto junto el madero de la miseria del guitarrero, la cara seria del guitarrero... sucumbe al clima (Eustaquio Sosa) 6 EL PULGUITA

Conocido por todos, infaltable en cada esquina de Meló, en la plaza o en la confiteVía... Un niño inquieto formado a calle y a boliche, trabajando a la edad de jugar o, dicho de otra manera, jugando a ser hombre mientras trabajaba en serio. Cuando rompía su silencio desgranaba una chispeante charla, encendida por el instinto de conservación que le indicaba lo efectivas que eran sus ocurrencias y travesuras, que condimenta­ ban su personalidad tornándolo más simpático y popular. Y eso significaba buena clientela. Detalle muy importante porque tener muchos zapatos para lustrar equivalía a comer todos los días. Tenía ya doce años pero físicamente demostraba ocho, edad que "El Pulguita" no desmentía porque continuar siendo niño era también parte de su oficio. La necesidad estimulaba su ingenio, que le estallaba en un chisporroteo de gracia y buen humor, que eran el mejor com­ plemento para sus habilidades manuales. Porque entre lustrada y lustrada "El Pulguita" montaba una exhibición de sombras chinescas por la que desfilaban personajes de leyenda y toda la fauna por él conocida. En una de sus características "salidas" le dijo a un cliente: — ¿Así que usted es Tabaré Etcheverry?... Y ya que le ha cantau a todos los que trabajan, los que tienen un oficio; ¿por qué nunca le hizo algún verso pa'nosotros, los lustrabotas? El pedido estaba hecho y había que cumplir. Una promesa sacó del paso a Tabaré, pero al año siguiente, al volver a Meló, recibió un justificado reproche ya que, a pesar de las buenas intenciones, la canción todavía no había aparecido. Pero como el cantor no había olvidado su palabra, al poco tiempo estaba pagando su deuda con esa página dedicada a to­ dos los gurises que dan brillo a los zapatos ajenos mientras su ni­ ñez se va opacando por un camino de diario sacrificio.

Para vos gurí de mi pueblo que hace tiempo ya había prometido éste tema. No quise personificarlo solo en vos, sino para todos los gurises de mi país. De Norte a Sur, de Este a Oeste 7 he encontrado siempre tu misma cara tu mismo silencio y en todos la misma canción.

Lo encontré con las manitos sucias remendado y parado en la esquina la neblina de pelo amarillo le cubría su mirar de niño... Es el Pulguita.

Lo miré como se mira a un hijo con amor y con tanto cariño que sus ojos de pronto entendieron que deseaba ser su nuevo amigo.

Lo escuché conmovido en silencio nunca quieto su cuerpito sucio sus manitas tan chicas y tiernas un sin fin de figuras me dieron... Las del Pulguita.

Lustrabotas de mi pueblo chico hombre niño ya tantos te vieron con pomada y cepillo en la mano dando el brillo que a ti no te dieron.

Volveré mi buen compañero a buscarte aquí en esta esquina donde siempre te verá mi Meló pies descalzos, mirar de neblina .

Volveré mi buen compañero a buscarte aquí en esta esquina donde siempre te verá tu pueblo pies descalzos, mirar de neblina mirar de neblina. Para vos Pulguita creo haber cumplido... Nos vemos?

(Tabaré Etcheverry)

8 DE COJINILLO

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— |Qué hombre simpático! Y qué trabajador este Cachango — comenzó diciendo Rubén Lena, cuando le pedí algunos datos complementarios sobre "De cojinillo". — Cada vez que me veía, me saludaba con un "|Adiós abuelo!"... Y eso que Cachango tiene como veinte años más que yo... Claro, como yo lo aconsejaba para que se cuidara la presión... La tenía muy alta. Cuando le recordaba que debía cumplir el tratamiento, se atajaba: "|Nol |Qué tratamiento, dé­ jeme; esa gente me va a matar de una debilidad. Yo cuando me siento mal, me como unos caracuses, me tomo unos vinos y enseguida me acomodo"... — Este Cachango — comenta el Maestro casi en voz baja. Luego me alcanza un mate y acomoda el postigo que un frío viento de fines de setiembre hace golpear contra la ventana, en su casa del Buceo, cerquita del mar. — |Este invierno no se sabe si va o viene! Me recuerda a un hombre de allá de mis pagos, operado de un pie a raíz de una caí­ da... Casi enseguida, se cayó del caballo otra vez, pero nó quiso volver al médico. Se acomodó el pie él mismo... Le quedó el talón para adelante, pobre! Retomando el tema, hablamos de los bailes en lo de Cachango, allá en el barrio La Floresta, en Treinta y Tres. Cuántos personajes... La Juanita, esa modesta muchacha con los zapatos prestados, "El Cachafaz", un Don Juan de golilla y alpargatas, propasándose con "la de colorau" ante los disgusta­ dos ojos de la madre de "la nena"... La María esperando al "Ñandú", mientras atiende los convites del "Franela". Yo insistía en que el autor me diera detalles sobre la personali­ dad de cada uno de los protagonistas y se los fui nombrando. — No, |deje quietol — exclamó al oír un nombrp. Y al siguiente: — Deje quieto — ahora casi en un susurro... La respuesta se repitió varias veces. Al final, casi agotada la lista que iba mencionando al memorizar la letra, me quedé en silencio sin poder anotar nada más. — Pregunta nomás, Carlitos — me animó el Maestro — . Usted siga nombrando, que yo le voy diciendo "|deje quieto!" Finalmente me salvó el Nico. 9 — Vive acá nomás, por Spencer y Veracierto, cerca de un baldío. "En Spencer y Joya", como se vanagloria él, y saca pecho, cuando en Treinta y Tres le preguntan por su domicilio montevideano. "[Sonaste batracio!", dijo el Nico, cierta vez, en rueda de mate y guitarra, luego de aplastar una araña con la alpargata. En este baile que pinta Lena, se "luce" acompañado por la "Papa Madre", apodo sinónimo de poca aceptación ya que a la papa madre "nadie la pela". Y finalmente hablamos de "Camundá", hombre tranquilo, buen vecino. Sin embargo, años atrás fue protagonista de una leyenda negra. Camorrero, peleador hasta para entretenerse... "¡¿Cómo, es la una ya y todavía no he peliau?!", había dicho a la me­ dianoche en un boliche. Pero después fi/e distinto. De su casa al trabajo y de ahí a los mandados. Todo un buen ejemplo. Una de las últimas veces que se le vio enojado y con ganas de pelear fue al comprobar que lo habían hecho en madera, alambre y papel pintado, sobre un tablado de Carnaval, junto a otros enormes muñecos que representaban a los personajes de esta canción. "|l.es viá romper todo a patadas!" amenazó. "Está bien que el Maestro me haya nombrau en un verso, pero yo no soy pa ta- blausl", concluyó Camundá, ofendido. Y hasta aquí algunos rasgos anecdóticos de estos personajes treintaitresinos, hoy conocidos a nivel internacional, ya que, a esta altura, la popularidad de esta polca ha desbordado el país y el continente.

Cuando suena la acordeón en lo’e Cachango y es asunto delicao, jiede a vino hasta con la boca cerrada y anda de ojo revoleao. (este verso se repite cuatro veces más)

Cuando venga Camundá sacando pecho, no hay ambiente pa’dentrar... Tienen miedo las mujeres que haiga lío y ya están por disparar, (cuatro veces más)

10 Y está baila que te baila la Juanita con los zapatos prestaos, y allá afuera en la portera dragoneando un milico atravesao. (cuatro veces más)

Pero mire el Cachafaz cómo la lleva a aquella de colorao y la vieja no lo mira muy a gusto porque ya se ha propasao. (cuatro veces más)

La María en un rincón está entrompada porque no llegó el Ñandú y el Franela aprovechando la bolada la convida con vermú. (cuatro veces más)

El farol de a poquito haciendo pierna cada vez da menos luz y el Nico y la Papa Madre están pidiendo que toquen Cuartito Azul, (cuatro veces más)

Ahora sí cayó el boniato que faltaba peinao y bien afeitao, dejó el baile por el medio en el Progreso y se largó pa’estos laos. (cuatro veces más).

Y está el baile hasta la boca de parejas y hay más gente pa’dentrar y te cobran quince real a cara’e perro sin derecho a protestar, (cuatro veces más)

(Rubén Lena)

11 AQUILINO Y SU ACORDEON

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¿Quién no conoce, en Salto y sus alrededores, a Don Aquilino Pío? Ese moreno alto y delgado, con unos cuantos carnavales encima... Aquilino sí que es popular, tal como lo dice esta ran­ chera que compuso y grabara Marcos Velázquez, tema que también cuenta con muy buena versión del dúo Los Caminantes. No hay espectáculo o reunión donde Aquilino no esté invitado o contratado. Contratado, sí, porque es un músico profesional. Cierto que en el terrenito donde tiene su rancho cultiva una pe­ queña quinta junto a su compañera y cría algunas gallinas, pero nada más que para el consumo familiar, ya que vive de su música. Y al decir "vive” , lo digo en toda la extensión de la palabra, ya que sin su música creo que moriría de tristeza, aunque le sobrara la comida. Sin su instrumento es callado, taciturno, de poco interés por las conversaciones ajenas, a las que parece no entender ni atender. Si habla, es para referirse casi siempre a alguna anécdota de su carrera de músico; luego baja la cabeza otra vez y se queda en na­ da. Pero cuando estira el fuelle de la de doble hilera, cuando pone los dedos sobre las teclas . parece que todo él funcionara mane­ jándose a sí mismo por medio de esos mágicos botones... Es otro Aquilino, porque aparece el sol en la noche de su rostro moreno. La música comienza por dibujarle sonrisas de felicidad y ternura y termina pintándole carcajadas al tiempo que canta y baila. Pura música criolla y todo tradición este personaje, como criolla y tradicional es su impecable vestimenta de gaucho con la que se presenta en sus actuaciones. Lo conocí en trato personal, durante varios días, cuando estuvo en Montevideo cumpliendo un ciclo en un programa televisivo dominical, "Esta tarde en lo de Anselmo", que se emitía por el Canal Oficial. También actuó en la Universidad de la República, en la Facultad de Derecho y en diversas peñas, donde dejó confirma­ do su prestigio de buen acordeonista. De aquellos días convividos en mi casa de la calle Lucas Pfriz 2482 queda lo que narro y el rumor de aquella especie de jerigonza con la cual pretendía hacer creer, ante los desconoci­ dos, que me estaba diciendo en clave vaya a saber qué cosas importantes y hasta amenazadoras para los extraños. 12 Y qué excelente disposición para desenfundar su instrumento cada vez que llegaba alguien por la puerta con cara de simpático, según su criterio... Fue así que el cobrador de impuestos y los vendedores ambulantes, entre otros, ''ligaron" al paso una serenata al revés, de adentro hacia afuera, por parte de Aquilino, mi huésped. Cierto día, en que necesitaba sacármelo de encima por unas horas, le propuse que fuera a pasar el día a casa de sus parientes en Colón. A él no le gustaba mucho ir ahí y ante mi sugerencia el moreno saltó con: — |Nol |Déjeme con esos negros...! Junto a este acordeonista salteño quiero recordar también a to­ dos sus colegas. Y así me vienen a la memoria los nombres del moreno sanducero José Núñez, don Atalibio Ribeiro, nacido en Belén, Salto, pero que vivió en Paysandú, Frankilín Olivera, con su sonoridad norteña, Don Erasmo González, de Piedras de Afilar, el ciego Guillermo, de Tacuarembó, con su polka sola, Isabelino, de Treinta y Tres, recordado por Juan Capagorry, y Don Pereyra González, veterano funcionario del municipio montevideano. Y también todos aquellos otros que no conozco pero que seguramente estarán presentes en la memoria de los que alguna vez disfrutaron de esa música modesta y sincera... Para todos ellos Don Aquilino, desenfunde y toque aquella que improvisó so­ bre el ómnibus "Flecha de Oro", cuando se iba rumbo a Consti­ tución...

“ Se va i’Aquilino pa’Constitución se va i’Aquilino pa’Constitución catica que si, catica que no se va i’Aquilino pa’Constitución.

Si va a Salto le aconsejo ya que lleva la intención, de escuchar folklore en serio Aquilino y su acordeón.

Le será fácil hallarlo porque en Salto es tradición encontrar en todas partes a Aquilino y su acordeón.

13 Se va ¡’Aquilino pa’Constitueión Se va ¡’Aquilino pa’Constitución catica que sí, catica que no se va ¡’Aquilino pa’Constitución.

Vaya frente al Hospital y averigüe en la pensión a qué hora suelen llegar Aquilino y su acordeón.

Y si encuentra en un boliche o en la playa esta canción ahí anda arrugando polkas Aquilino y su acordeón.

Se va ¡’Aquilino pa’Constitución Se va ¡’Aquilino pa’Constitución catica que sí, catica que no se va ¡'Aquilino pa’Constitución.

Si usted llega en Carnaval los verá sobre un camión desfilando disfrazados Aquilino y su acordeón.

Y allá enfrente a lo’e Vitucho cerquita del corralón cuando quiera encuentra el rancho de Aquilino y su acordeón.

Se va ¡’Aquilino pa'Constitución Se va ¡’Aquilino pa'Constitución catica que sí, catica que no se va ¡’Aquilino pa’Constitución.

(Marcos Velázquez) CANCION PARA EL AMIGO

Nacidos y criados en el barrio Cuchilla de la Gloria, de Tacuarembó, como era lógico, se encontraron luego en la misma escuela, la número 1 "César Ortiz y Ayala". Juntos en el salón y en el patio escolar. Y en la vereda, arrastrando unas inverosímiles "cachilas" con carrocería de lata de durazno, tracción a piola y caño de escape labial. En algunas siestas veraniegas le robaron bagres, tarariras y mo­ jarras al dormido río Tacuarembó... En la calle o en el campito pa­ tearon la de trapo, de muy discutible redondez, y luego le dieron con todo a la de cuero en el equipo escolar, el "Huracán" de camiseta blanca, con globito y todo. Después, ya hombrecitos, vistieron la definitiva, la del viejo y querido Wanderers, en cuya sede recibieron también el bautismo casi profesional de cantores y guitarreros, con el conjunto "Las Voces del Norte"... Claro que, antes, existió el glorioso y nunca desmentido antecedente de "Los Faraones", una murga infantil con todas las de la ley. Las madres debieron ingeniarse para confeccionar las vestimentas, tales como las que lucían aquellos exóticos y lejanos egipcios que vieron en la deslumbradora pantalla de la matiné. Luego de esa etapa, desanudados los turbantes, apagados los ecos del bombo y los redobles del tambor, llegaron a los catorce años con esa vocación de canto y guitarra que certificaron en peñas, escuelas, fogones, boliches y serenatas... Esas serenatas que aún hoy siguen trepando a los balcones para anudar un sueño de amor con los desvelos de la muchacha amada. Esa buena costumbre que los pueblos y ciuda­ des del interior mantienen en plena vigencia con lo hermoso y lo prosaico, con la gentileza o la descortesía con que puede ter­ minar, según el caso y la persona. Un "muchas gracias", una flor, una botella de vino o sidra y en los otros casos un vocablo poco académico, un terronazo o una embestida canina en lo mejor de la guarania "Mis noches sin tí", tal como les ocurrió a estos jóvenes artistas. Imposible olvidar la vez aquella, en la radio, cuando dos cuerdas se negaron a puntear la introducción de la zamba "La compañera". Muy recordable también la actitud del escenógrafo del Canal de Tacuarembó que supo apelar a una solución heroica para evitar que a aquellos cantores, vestidos de gauchos, se les vieran los mocasines. "Ante la falta de botas, buenas son las 15 plantas” , dijo el hombre, y colocó un verde y natural decorado a los pies de los artistas para ocultar las carencias. Estas y otras tantas anécdotas laten aún en las reuniones del almacén de la esquina, allá en Artigas y Zabala, donde un con­ greso de vecinos se reúne para probar y aprobar el canto que los amigos proponen desde sus guitarras. Para José Ornar Cuadros, Plinio Barboza, Ariel Farías y Carlos Vassalucci es este vals, con que el cantor brinda por ellos. Washington y Carlos Benavidez — que además grabó el tema— crearon este homenaje a los amigos y a la amistad, digno de ser compartido en la totalidad de sus conceptos.

Cuando debutaste, moña azul y escuela, tembloroso, tímido... Qué alegría única hallarte en el patio con algún amigo.

De aquellos que fueron compinches leales, pescado en el río, cambiando historietas o jugando fútbol en algún campito.

El amigo, un hermano... el amigo, un hermano que la vida nos trajo.

De aquellos que siempre nos acompañaron, fuese amargo o lindo, compartiendo el duro pan de la tristeza como dulces higos.

De aquellos que juntos bebieron la luna, la luna y el vino de las serenatas y las navidades, velorio o bautismo.

El amigo, un hermano... el amigo, un hermano que la vida nos trajo.

16 Para Ustedes canto sencillas palabras y alzo como un vino a mi agradecido corazón de fiesta... Por la vida, amigos por la vida, amigos!

Cuando debutaste, moña azul y escuela, tembloroso, tímido... Qué alegría única hallarte en el patio con algún amigo.

Los amigos viejos, los hermanos viejos, los buenos amigos, los que sostuvieron, firmes como horcones al hermano herido.

El amigo, un hermano... el amigo, un hermano. El amigo, un hermano que la vida nos trajo.

(Carlos y Washington Benavides)

17 MI ABUELA LA ITALIANA

Viene desde otros tiempos Doña María Pastore. Desde hace unos cuantos años, cuando los europeos cruzaban el Océano Atlántico para buscar en América del Sur mejores horizontes que los que les mostraba su viejo y azotado continen­ te. Aquí en Uruguay, desde el barrio de Las Quintas en la ciudad de Paysandú, se proyectó a la vida. Desde su vieja casa con patio de ladrillos y aljibe de agua dulce, Doña María se brindó entera cruzando sus años en un botecito con remos de escoba y vela de delantal, con el que siempre supo llegar a buen puerto. Cinco hijos y un montón de nietos, al igual que sus árboles frutales y su quinta de legumbres y hortalizas, señalan su clara intención de multiplicar todo lo que vive para superar olvidos. Ordeñaba sus vacas, vendía una parte de la leche y con la otra elaboraba el repetido milagro de sus simples manjares. Dulce de leche, manteca, queso y otros exquisitos etcéteras que sumados al prodigio de sus gallinas ponedoras y a la factura de cerdo eran capaces de conmover la sensibilidad de quienes pudieran resistirse a la fragancia de sus jazmines. Cuenta su nieto — Ornar Romano autor e intérprete del tema— que sólo en una oportuni­ dad la vio llorar. Fue cuando escuchó por vez primera estas coplas con un aire de tarantela que parece venir de itálicos antepasados. Una canción con historia para escucharla en sobremesa, luego de saborear el guiso de doña María con dos vasos junto al plato. ...Uno con vino casero y el otro con un jazmín de setiembre.

Mi abuela “ La Italiana” quinta de cebollines delantal y alpargatas y en setiembre jazmines.

Mi abuela en el invierno cuece el pan de su mesa remienda, que remienda su serena pobreza.

18 Mi abuela “ La Italiana” qué pequeña que está cuanto tiempo en sus manos y que lento su andar.

Se le pasó la vida repartiendo bondades. Mi abuela la italiana qué pequeña que está. Mi abuela la italiana qué cansada que está.

Mi abuela la italiana la que escribe con faltas la del eterno guiso y el mate con naranja.

Mi abuela tiene un patio de aljibe y de parral dulzura de pitanga encierra en su mirar.

Mi abuela “ la italiana” qué pequeña que está cuanto tiempo en sus manos y qué lento su andar.

Se le pasó la vida repartiendo bondades. Mi abuela la italiana qué pequeña que está. Mi abuela la italiana qué cansada que está.

Mi abuela “ La Italiana” quinta de cebollines delantal y alpargatas y en setiembre jazmines. Mi sangre que es tu sangre hoy viene a cantar porque en tu falda duermen mis recuerdos en paz.

Mi abuela “ La Italiana” qué pequeña que está cuanto tiempo en sus manos y qué lento su andar.

Se le pasó la vida repartiendo bondad. Mi abuela la italiana qué pequeña que está. Mi abuela la italiana qué cansada que está.

(Ornar Romano) SALUDO A PAYSAN DU

El autor de esta canción nació en Buenos Aires, barrio de San Telmo, año 1858, el 3 de febrero, día de San Blás, santo protector de la garganta... y de los cantores. Gabino Ezeiza, un moreno de piel lustrosa, grueso bigote, pulcro y cuidadoso en el vestir, tenía un aire altivo de distinguido caballero y una hermosa voz de barítono. En su indiscutida sol­ vencia profesional, se dieron cita cuatro modos del canto y la payada, cada uno con su lenguaje particular. El sentimental, el pa­ triótico, el humorístico y el beligerante, es decir el contrapunto netamente competitivo. Supo salir con la frente en alto de varios enfrentamientos con los más mentados payadores de su tiempo. Los uruguayos Fuerte y de Nava, el entrerriano Vieytes, el moreno Cazón, Nemesio Trejo, Santillán y el célebre Pablo Vázquez con quien tuvo un contrapunto que duró tres días y tres noches consecutivos en la localidad de Pergamino por el mes de junio de 1891. La fortuna le sonrió y luego le dio la espalda en dos oportunida­ des. Sí, dos veces sacó la "Grande" aquí en Uruguay y sin embar­ go murió pobre. La segunda vez, con el caudaloso premio, compró un circo en la ciudad de Rosario de Santa Fe y al poco tiempo sus adversarios políticos se lo quemaron. Militante del Partido Radical, fue hombre de Leandro Alem e incondicional seguidor de Hipólito Irigoyen, al que no llegó a ver en el sillón presidencial. Falleció justamente el 12 de octubre de 1916, día en que Don Hipólito asumió la primera magistratura en la República Argentina. En cuanto a este "Saludo a Paysandú" o "Heroico Paysandú", grabado por Gardel-Razzano hace ya sesenta años y por Carlos María Fossati junto a la guitarra de Juan Peyrou en nuestros días, existen dudas sobre la oportunidad en que Ezeiza estrenó el tema. Se ha dicho que fue en 1888, en contrapunto con Arturo de Na­ va, realizado en el Teatro Artigas de Montevideo, ubicado en Andes casi Colonia (lo están demoliendo, justamente por estos días de setiembre de 1981 cuando escribo esta página). Don Emilio Sisa López, un serio estudioso de estas cosas de la historia del canto popular, nos ha facilitado datos concretos de los que surge que por aquel entonces, Arturo de Nava tenía solamente 12 años — muy poca edad para enfrentarse nada 21 menos que con Gabino— y que, por otra parte, en esa época no existía aún en nuestra Capital, ningún teatro con ese nombre. Hubo sí un contrapunto en la cancha de pelota ubicada en San José casi Florida pero entre Ezeiza y Juan de Nava que sí era payador, ya que su hijo Arturo, con quien se le confunde, era cantor profesional pero no improvisaba. Otra versión dice que fue en Paysandú mismo que surgió esta canción con historia. Mientras algunos sostienen que Gabino cantó su saludo desde un barco anclado en el río Uruguay, ya que por motivos políticos no lo dejaban bajar a tierra, otros afirman que el tema fue improvisado en un teatro sanducero en enfren­ tamiento con Juan de Nava. Según Sisa López, esta sería la tesis más aceptable porque puede comprobarse, entre otros elementos, por un contrapunto posterior entre el uruguayo Juan Pedro López y el argentino Francisco Bianco. Este último, en una de sus estrofas, hace una clara alusión al hecho en estos términos:

"...en la vuestra el don ajeno se valora poco y nada si se cruza una payada, con criterio y plenitud, la desidia en su amplitud muestra su tinte mezquino, pasa lo del gran Gabino con Navas en Paysandú!"

Heroica Paysandú yo te saludo hermana de la patria en que nací tus glorias y tus triunfos esplendentes se cantan en tu tierra como aquí.

Los bardos que tenemos en el Plata le dan en el Olimpo su canción, dedican a este pueblo de valientes su más grande y sincera admiración.

Hermanos en las luchas y en las glorias lo mismo de que allá en Ituzaingó son hechos nacionales que la historia en uno y otro pueblo mencionó. 22 Heroica Paysandú yo te saludo la Troya americana porque lo es dedican este pueblo de valientes y cuna de los bravos Treinta y Tres saludan este pueblo de valientes y cuna de los bravos Treinta y Tres y cuna de los bravos Treinta y Tres.

(Gabino Ezeiza) ADIOS MI BARRIO

Todo Montevideo la cantaba a los cinco días de haber sido estrenada en público. Consagrada en el Carnaval de 1930, su "cuarto de hora" va durando ya medio siglo. En el principio fue la música... Y ha sido así en la mayoría de los grandes éxitos del cancionero rioplatense. El .duende todopo­ deroso de la melodía ha llevado a perdurar textos que sin ese apoyo hubieran caído en el olvido en poco tiempo. Y es en muchos tangos famosos donde más se nota este detalle. En un día de diciembre de 1929, en la sede del Club Atenas, sentado al piano, Ramón Collazo compuso la melodía de este tema destinado a la consagración. Con él quería rendir homenaje a su Barrio Sur. A la zona montevideana donde nació, allá por 1901. Calle Camacuá. En encuentro con Víctor Solifio — con quien ya había creado otras páginas que vieron la luz en Carnaval— se habló de ponerle letra, y así fue. Eran los afíos de esplendor de las "Troupes", género introduci­ do en nuestro medio por Salvador Granata, cuando en 1925 deslumbró a los montevideanos con "Un real al 69". Dos años más tarde aparece la "Troupe Oxford", fundada por Ramón Collazo. Del enfrentamiento artístico de ambas, nacieron las me­ jores realizaciones del género a través de tantos carnavales. Y la "Oxford" es quien estrena "Adiós mi barrio", luego de varias semanas de ensayo en una de las viejas casonas de grandes patios, en el propio Barrio Sur. En febrero de 1930, el tema, que contaba con plena fe de autores e intérpretes, estaba pronto y había gran ansiedad por el estreno. El sábado 27 se realizó el desfile inaugural, al que faltó la "Oxford" por algunos desacuerdos con la Comisión Municipal de Fiestas. Entonces invitaron al público para que concurriera al estreno del tema en el mismo Barrio Sur, cuya demolición había comenzado y no parecía detenerse. Se levantó un escenario en la esquina de Mini (calle hoy desaparecida) y Maldonado, con tablones cedidos por la Usina del Gas. A la hora veinte ya había más de dos mil personas. A las veintiuna y treinta, hora de comienzo, llegaban casi a diez mil... 24 Ahí y así se cantó "Adiós mi barrio" por primera vez. Y por segunda. Al día siguiente, una muchedumbre similar rodeó el ta­ blado de Belvedere en Agraciada y San Quintín, para escuchar este emotivo homenaje a uno de los últimos reductos del Monte­ video de ayer... A los pocos días toda la Capital lo entonaba, y a través del disco y la radio llegó a todos los rincones del país. Grabado en principio por la "Oxford", tuvo luego varias versiones más. En nuestros días, recreado por José Luis Guerra bajo la forma de canción carnavalera, se ha transformado en "ca­ ballito de batalla" y sello identificatorio del Dúo Arazá (Iturburu- Collazo), que logró "pegar primero" llevándolo al disco antes que el Grupo Vocal Universo, que por esos mismos días lo estaba ensayando para grabarlo.

Viejo barrio que te vas te doy mi último adiós ya no te veré más. Con tu negro murallón desaparecerá toda una tradición. Mi viejo barrio Sur triste y sentimental la civilización te clava su puñal. En tus calles de ilusión fue donde se acunó el tango compadrón.

Ya no está tu famosa muralla cuyas sombras sirvieron mil veces de testigo a los guapos de laya que morían por un corazón. Y en las noches de lunas febriles al compás rezongón de las olas los muchachos con sus tamboriles ya no entonan su alegre canción.

Viejo barrio que te vas...

25 El boliche ha cerrado sus puertas ya no hay risas ni luz ni alegría y en la calle ruinosa y desierta sopla un viento de desolación. La piqueta fatal del progreso arrancó mil recuerdos queridos y parece que el mar en un rezo demostrara también su aflicción.

Barrio Sur, viejo barrio querido que te van arrancando a pedazos perfumao con olor de leyenda para vos es mi canto. Para vos barrio Sur de mi vida que me viste jugar de muchacho y guardás en tus calles estrechas mil recuerdos sagrados.

(Ramón Collazo-Víctor Soliño) A MI CALLE

Montevideo, barrio Buena Vista, apéndice o continuación del Buceo. Calle Tiburcio Gómez, número 1678, entre Ramón Anador y José Leguizamón. Allí vivió Lucio Muniz entre 1944 y 1967, para volver luego a Treinta y Tres, la ciudad natal. Cuando retorna a la Capital se encuentra con que los años han cambiado su calle. Otras casas, otra gente, caras distintas... Y asi, plantado ante lo perdido y lo reencontrado, comienza a recordar el tiempo aquel. Su niñez, como la de tantos gurises de esta tierra, con su es­ cuela y sus maestras. Y los juegos: trompos, bolitas, cometas, billarda, escondida o "piedra libre"... Y por sobre todas las cosas: el fútbol. Que no es un juego. Es deporte. Y para hombres. Lucio niño practicaba el balompié con ciertas limitaciones. El concepto debe tomarse en forma literal y concreta, ya que su padre, Don Tomás, le tenía prohibido bajar a la calle. Ese era el límite. El cordón de la vereda marcaba la frontera entre el terreno permitido y el vedado. Más allá de la seguridad que esto significaba para el muchachi­ to, la medida traía serios inconvenientes para él y su equipo. De­ bía ocupar siempre puestos laterales aunque rindiera más en el centro y tenía que amoldarse a muy particulares estrategias poco aplicables al informal fútbol de barrio o de calle mejor dicho. Y encima el horario. Sólo después de las cuatro de la tarde, luego de la forzada — a veces simulada— siesta, era dueño de sus pies y la pelota. Con semejantes interdicciones, este jugador era el último en ser pedido cuando se hacía la elección con las tra­ dicionales "pisadas". Lucio lo dice muy claro al final de su poema "De la niñez": Yo fui niño nomás de una vereda y el último en bajar la calle mía. En esta milonga-canción son mencionados sus padres y viejos vecinos, casi fundadores del barrio. Don Juan y Doña Tina, su esposa. Don Sabás Moreira, el albañil. Protagonistas y testigos del paso del tiempo y los cambios sufridos por Buena Vista y esa 27 calle Tiburcio Gómez que salva del olvido el nombre de uno de "Los 33 Orientales". El tema fue grabado por Los Zucará, con recitado intermedio de Lucio, en el disco "En tu imagen" y luego por el autor del texto como solista en el Larga Duración "Calles".

Voy pensando en árboles y en veredas, ayl niñez del hombre dónde te quedas, aunque hayas crecido —niño en una esquina- lejos en el tiempo hoy se te adivina.

Tal vez no pensaste por aquellos días que desamparado te sentirías. Tanto que soñaste con crecer contento y hoy que estás crecido, qué distinto el viento.

Vuelvo a ser el niño que fui en el Buceo, con otros gurises jugando me veo. En Tiburcio Gómez quién en esta hora sabrá que el que canta, recordando llora? Todo está cambiado y hay muros extraños, qué distintas caras trajeron los años. Esa calle es mía, aunque sea de ustedes, con aquellas gentes y con sus paredes.

Sin Don Juan ni Tina, si no está mi padre, don Sabás dónde anda, adónde mi madre. Hoy quisiera verlos, junto a mis hermanos, que por sobre todo sé que son las manos.

Aunque nadie sabe las cosas que tiene ni que en avalancha la vida se viene, yo puedo decirles que le supe el talle que Montevideo cabe en una calle.

(Lucio Muniz-Carlos Gutiérrez)

28 PARECE QUE FUE AYER

“ ...Se canta lo que se pierde..." según Antonio Machado. Esta canción comprueba, una vez más, la certeza de lo dicho por el gran poeta español. Aquí se evoca el tiempo de la niñez y los años adolescentes ya lejanos, perdidos tras las hojas de almanaques que arrastraron los otoños incontenibles. Se canta lo que no está en un doble sentido, porque no sólo aparece el recuerdo del tiempo transcurrido; también está presente la nostalgia por la patria lejana. El poeta y cantor Ornar Fernández, estando en España, a comienzos de los años setenta, escribe dos poemas y se los envía al músico y cantor Washington Carrasco, que los recibe en su casa de la calle Juanicó, en la Unión. Toma las obras, las estudia y resuelve formar una sola. Junta, así, los recuerdos de la niñez, los juegos, la escuela, con la adolescencia, el primer amor y los me­ jores sueños... Así surge esta habanera, escrita por correspondencia, también en doble sentido porque se corresponden en forma plena las añoranzas y los sentimientos de ambos artistas uruguayos. A miles de quilómetros de distancia, no es difícil coincidir en la evocación de las cosas que se han vivido juntos.

Parece que fue ayer cuando salíamos, calle abajo camino de la escuela, con la túnica blanca de los lunes y mi trompo escondido en la cartera.

Cómo amaba la lluvia de las tardes que poblaban de charcos las veredas, navegando barquitos de colores capitán de mi flota marinera.

Y aquel camino viejo que anduvimos, olvidando una tarde los cuadernos, lo caminé otra vez, sigue lo mismo pero en cambio lo nuestro es un recuerdo. 29 Te acordás? Yo soñaba sueños limpios, quería ser cantor, tener un perro... Vos soñabas con huertos y con niños y era lindo soñar aquellos sueños.

Hoy me pregunto dónde nos perdimos, qué fue de aquella tarde y nuestros sueños, y vuelvo a caminar aquel camino porque, estés donde estés, yo te recuerdo.

Parece que fue ayer y sin embargo el tiempo se nos fue sin darnos cuenta, al mirar hacia atrás nos vemos niños parece que fue ayer si está tan cerca.

(O. Femández-W. Carrasco) AL YAGUARI

Se afirma que "yaguarí" significa perro, en idioma guaraní, y también ''río de los tigres" o "de las onzas" (felinos más peque­ ños que los tigres) y ésta es la traducción que más nos conforma si del arroyo Yaguar! hablamos. Este "río de los tigres” es pequeño como río pero grande como arroyo, ya que naciendo en la frontera con Brasil, atraviesa todo el departamento de Rivera para desembocar, junto al Caraguatá, en el Tacuarembó, que vierte todas esas aguas en el lago de la represa del Río Negro. En su recorrido une varios poblados, entre ellos Moirones. Desde allí, por el año 1972, se inspiró Carlos de Mello para componer esta milonga que se transformó en carta de presentación del dúo riverense Tacuruses, integrado por los hermanos Yamandú y Tabaré Da Cruz. Moirones toma su nombre de los troncos de madera curada que sostenían el viejo puente, hoy sustituido por otro más fuerte y más grande. Los antiguos pilotes están aún allí, mirando pasar el agua y los años. Desde el siglo pasado viven los De Mello en la zona. Todos conocen a Don Honorino— abuelo del autor— primer escribano que ejerció por esos pagos. También recuerdan a su hermano mayor, Don Jeremías, quien llegó a presidente del Consejo Municipal de Rivera. Muchos lo nombran todavía por su apelativo de "Gura" y le otorgan una aureola casi de leyenda a este es­ tudiante de Medicina con media carrera hecha y que se auto- diplomó luego con un prestigio avalado por sus infalibles curas naturales con agua fría y caliente. Carlos De Mello vuelca en las aguas del Yaguarí lo que su memoria y sus sentimientos le dictan... Así, viaja desde sus pa­ dres, que viviendo uno en cada orilla — cuando novios— se comunicaban por señales hechas con espejos en los días de sol. La historia lo lleva de un siglo al otro, por años de guerras civiles, de agitación e inestabilidad... Llega hasta los habitantes indígenas cuya existencia está más que comprobada por el hallazgo de cementerios, restos de campamentos y por los múltiples nombres en guaraní que pueblan la región. Hay allí una mezcla de tres culturas: la española, la portuguesa y la indígena, que se proyecta en la forma de ser de la gente y se

31 manifiesta en una profunda nostalgia por ese pasado que no se ha ido del todo... Está en los pescadores de rostros hundidos que buscan el sustento en el arroyo y que junto al fogón cuentan historias de lo- bizones, aparecidos y luces malas, "cai-porá" en guaraní. La nostalgia está en el graznido del mirasol — especie de garza— y flota en el aire con un leve aleteo de "yaraví", canción- lamento de los indios que en la grabación del tema está bien sugerido por la flauta dulce de Daniel Petruchello, según arreglo musical de César Amaro. En síntesis: en esta milonga vive todo un ayer que se proyecta al presente y al futuro, apoyado en profundas vivencias que viajan en las aguas del Yaguarí.

Y se van, se van se arrimarán los arroyos van dos o tres paisanos hacia el Tacuarembó; de rostro hundido con remansos claros en la oscuridad. de luna llena Y allí encarnará en su caminar. un sueño de pan Y el cantor allí y un líquido cielo es el Yaguarí pescando estrellas en cada picada se ganará. misterio adentro Despierta el silencio sé oye su voz. el ronco graznido Las noches de enero del mirasol heridas de estrellas como un alma en pena le duelen más vagan las luces y una pena india del caiporá. teje nostalgias Y arde en el fogón en guaraní. duende y lobizón Y un canto de ayer leyenda y arroyo vuelve a renacer en el plenilunio misterioso monte renacerá. dulce lamento Leyenda y arroyo del Yaraví, en el plenilunio renacerá. A un pesquero abierto entre camelotes (Carlos E. de Mello)

32 EL PEDIDO

Por el año 1785 el Cabildo de Montevideo prohibió a los habi­ tantes de la campaña matar vacas o terneros para hacerse botas con el cuero que sacaban de las patas de estos animales. Por aquel entonces sólo había unos mil gauchos que enfunda­ ban sus pies con el cuero enterizo de las extremidades vacunas, pero como las tales botas duraban apenas dos meses, cada hombre mataba seis animales a! año y aunque el ganado abunda­ ba, a ese tren, se sacrificaban seis mil cabezas anuales para el calzado de un millar de individuos... De esta elemental aritmética surgió la lógica prohibición. Pero la ley, en este caso y por aquella época, dio la solución para que la gente de campo no anduviera de pata al suelo. Como abundaban los caballos, o mejor dicho los potros cimarrones, se disponía que las botas se hicieran con las patas de los equinos salvajes. Al tiempo de preservar las reses para mejor destino, se eliminaban las caballadas inútiles que se comían el pasto del ganado y perturbaban la campaña cuando se reunían en grandes manadas. De ahí el origen de la bota de potro, orgullo de nuestros paisanos. Años más tarde, al aumentar la población, fueron cada vez más los usuarios de este calzado y los caballos, ya aplicados a los ejércitos de caballería criolla, se transformaron en importantes elementos. Ya no estaban tan "de sobra" como en el siglo an­ terior. Fue prohibida su matanza para hacer botas. El control fue riguroso y los castigos muy severos. Cuenta la Historia que el general entremano Justo José de Urquiza mandó ejecutar de cuatro tiros a un gaucho que se había apoderado de un potrillo con la intención de calzar botas con su cuero... Los versos de "El pedido" son del poeta maragato Wenceslao Varela y se presentan a modo de carta a un amigo al que se le pide confeccione las tales botas... Con gran despliegue de ex­ plicaciones se enumeran las características y todos los detalles de las mismas. Santiago Chalar leyó estas estrofas en una revista rural cuando se encontraba en la estancia San Pedro de Cebollatí, departamen­ to de Lavalleja. Entusiasmado con la idea de ponerles música, renunció a una salida al campo programada para ese día y se que­ 33 dó en la cocina con su guitarra. Le buscó acompañamiento y melodía, hasta dar con ese "yeito” muy acertado de milonga fronteriza con aire de chamarrita. Recuerda Chalar, que después de unas domas, cerca del arroyo Gutiérrez, cantó esta milonga dedicándosela al domador Mario Amaro. Sobre el final del tema, el paisano homenajeado se retiró en silencio. La desconcertante actitud de Amaro tuvo inmediata explicación. Apareció enseguida con un hermoso par de botas que le regaló al cantor. El hombre se había tomado al pie de la le­ tra lo que plantea "El pedido" y ahí estaba, fraterno y generoso, de una pieza, desprendiéndose de su calzado de domador para corresponder a la atención recibida.

Mandemé en nombre, paisano, de la amistad de nosotros un par de botas de potro bien graneaditas a mano. Bolée cualquier orejano cuando salga a las laderas, ensebe bien sus potreras y le ajunta los garrones sobran por estas regiones crudos pa’engordar bicheras.

Aunque Usted sabe cueriar, tenga cuidau al sacarlas y sobre todo al lonjearlas, no me las vaya a cortar. Las quiero pa’zapatear con mis espuelas de plata y aunque pueda creer que agatas me asujeto en los garrones, sepa que en los pericones me baja el alma a las patas.

Póngaselas con rocío usted que es medio patón, me las amolda al garrón a lo justo pal pie mío. En su sabencia confío,

34 gaucho prolijo lo sé. Las punteras cuesalé con su pespunte oriental y no deje delantal que estribo con todo el pie.

No les haga de botón, las guasquillas, de jareta porque mis dedos macetas no sirven pa un apurón. Las prefiero de correón pal hombre que anda en baguales y aunque no es muy de orientales es fácil de desatar, ñudo pampa de acortar, dos tientos en dos ojales.

Pa estreno les voy a atar mis enormes nazarenas, con cabrestos de cadena y alza prima de ajustar. Un crudo voy a ensillar, pa lucirlas si él me deja, tengo la costumbre vieja que cuando voy jineteando llevo la pata espueliando hasta el tronco de la oreja.

Cuando me las traiga vamos a asar un buen costillar chupando sin apurar pa’ver si no nos mamamos. Porque si a hablar empezamos de yerras, de jineteadas, pericones y payadas, y estancias que conocemos, de seguro que tendremos el chifle a las testeriadas.

(Wenceslao Varela-Santiago Chalar) MI MAMA, LA PALA Y EL RIO

Bien al Norte de nuestro Uruguay, ciudad de Artigas, costas del Cuareim... El rio espera a las lavanderas que ya se acercan con los grandes atados de ropa sobre sus cabezas. Junto a ellas, los hijos, llevando la palangana, el jabón y la pala; especie de garrote chato, o pequeño remo de madera dura, que utilizan parg golpetear la ropa enjabonada y así ablandar la suciedad. Si el río no se encuentra en condiciones porque el agua está re­ vuelta por la creciente o porque hay picadas y pozos que que­ daron luego del trabajo de los peones areneros, las lavanderas buscan unas lagunas de agua limpia y vertiente propia, cercanas al Cuareim. Cada mujer tiene su lugar para la tarea, la piedra chata sobre la que golpea las prendas con la pala, su cancha de pasto verde donde tiende al sol las ropas enjabonadas y sus arbustos donde secar después del enjuague. Mientras tanto, los gurises cazan pájaros con las hondas o juegan a correr y saltar con sus perros, mientras esperan la hora de la merienda. Cuando llega, se enciende un fueguito con ramas y estiércol de vaca seco, que sirve para calentar el agua y también para ahuyentar mosquitos y jejenes, en verano. Al rato es casi un festival el mate dulce con pan y mortadela... Y no falta el postre para los chicos. Anotemos la receta: unos pe­ dazos de galleta de campaña, dos cucharadas de azúcar, un chorro de agua caliente. Se deja en una taza en remojo según la cantidad de días que tenga la galleta... Y ya está pronto el exquisi­ to y económico postre. Para Doña Zulema Gómez, lavandera del río Cuareim, y para to­ das las que como ella doblaron la espalda ganándose con su limpio sacrificio el pan de cada día, es esta canción terruñera compuesta y grabada por su hijo, Alán Gómez, en homenaje y reconocimiento, escrita en vida de la destinataria.

Canta mi mama la pobre batiendo la ropa con golpes así... y el agua clara del río le dice de paso qué vida infeliz y el agua clara del río le dice de paso qué vida infeliz. 36 Dele, que dele la pala responde cayendo en la roca feroz y en cada golpe se encorva la espalda de mama que siente dolor.

Charlan la piedra y el río de palas de ropas y viejas así. Mientras allí en un ranchito con migas de trigo me duermo gurí mientras allí en un ranchito con migas de trigo me duermo gurí.

Canta mi mama la pobre batiendo la ropa con golpes así... y el agua clara del río le dice de paso qué vida infeliz.

Charlan la piedra y el río de palas de ropa y viejas así mientras allí en un ranchito con migas de trigo me duermo gurí mientras allí en un ranchito con migas de trigo me duermo gurí.

(Alán Gómez) CANCION DE LOS ARENEROS (Aire de huella) o

— Y ustedes, que tanto le han cantado a la gente de esta tierra y a sus tareas, ¿por qué no le han hecho una canción a nuestro oficio? Así preguntó a los Benavídes, aquel viejo arenero que, por el año 1975, conocieron en una fiesta criolla en Pueblo Ansina, ex Paso del Borracho. Tendría unos setenta años y un rato antes lo habían visto lucirse como agarrador en aquel ruedo de yerra y domas, bien entreverado con los mejores y más jóvenes camperos participan­ tes de la faena. Ahora se había arrimado a los cantores y estaba proponiendo un tema que le cantara a la gente de su oficio... Y concluyó señalando su aporte al canto con una frase tan signi­ ficativa como singular: — En esto de los versos y las guitarras, nosotros no sabemos cocinar pero por lo menos servimos pa'revolver la ollal A lo dicho y hecho por este hombre se agregó la imagen de otro viejo arenero que Washington Benavídes conoció; le llamaban "El Andarín" y era el arquetipo de esa raza de sufridas garzas humanas que sacan su pan del río. Siempre descalzo, pantalón arremangado, prendido a la pala, al cernidor, a la zaranda. Hundiéndose en el pedregullo o en la arena, en cualquier época del año, para sacarle al río algunos jornales cortos en muchos días largos... De conocer a esos dos hombres y de observar a sus semejantes nació esta "Canción de los areneros", texto de Washington Benavídes, música de Carlos Benavídes, quien la grabara junto a la guitarra de Eduardo Larbanois y a la percusión de Hugo Jasa en el disco "El cerno queda” .

Arenero, Arenero garza humana del río, oficio fiero.

Vos pensarás que es muy lindo vivir en el arenal

38 con el amparo del monte y hermaneo con el zorzal.

Matear en las madrugadas junto al agua de cristal sintiendo gritar las pavas en el alto tarumán.

Mas yo te digo que es duro en un julio cortador zarandear el pedregullo en la criba de latón.

Mas yo te digo que es bravo meter pala y cernidor en el horno del verano aplastado por el sol.

Arenero, Arenero garza humana del río, oficio fiero.

Recuerdo un viejo arenero apodado “El Andarín” pantalón arremangado siempre descalzo lo vi.

Buscando arenas mejores se fue a tierras del sinfín boina vieja y nariz roja dónde andarás “ Andarín” .

Arenero, Arenero garza humana del río oficio fiero.

Agobiado sobre el cauce, un sauce en el vendaval, habrá riñones que aguanten meta pala y zarandear. Manos y piernas tubianas de intemperie y humedad, entumidas por el reuma cacundas de ancianidad.

Arenero de mi río ojalá que en tu arenal halles la pepita de oro para tu felicidad.

Arenero, Arenero garza humana del rio, oficio fiero.

(Washington y Carlos Benavidez) A DON TOMAS

Este vals que fuera grabado por Los Zucará y por el autor, es la canción que Lucio Muniz no hubiera querido escribir. 0 mejor dicho, la que quisiera haber creado antes de aquel 25 de marzo de 1966 en que murió su padre. Tenía 74 años. Don Tomás B. Muniz había nacido en Treinta y Tres el 27 de febrero de 1892. Pasó gran parte de su vida en esa ciudad para luego trasladarse a Montevideo donde permaneció hasta el fin de sus días. Fue periodista en la capital olimareña; fundador de “ El Baluarte" y "La verdad". Por uno de sus artículos tuvo que ir al campo del honor siendo aún muy joven. El Profesor Mitre Copti, francés de nacimiento, radicado en Treinta y Tres, se sintió atacado y ofendido por lo escrito por Don Tomás, activo militante del Partido Blanco. Lo que comenzó a pluma terminó a pistola. En la madrugada de un día, de fecha ahora imprecisa, en lugar apartado y secreto, Copti y Muniz apretaron los gatillos al mismo tiempo... Y, sin sangre ni más palabras, se abrió un largo paréntesis en la relación de ambos. Don Tomás dijo siempre lo mismo sobre el duelo: — iSuerte que no le pegué...l Diez años más tarde, en una Nochebuena, le escribió a Copti una carta donde le planteaba claramente el olvido de aquel hecho y la conciliación plena; lo cual fue aceptado por el profesor francés. Don Tomás B. Muniz es autor de una serie de poemas y cuentos. Cierra, dentro del orden cronológico, la.antología de Camilo Urueña González "Siete lustros de Periodismo bravio". Además de escribirlos, sabía atrapar por el oído, con sus cuentos. Eran realmente fascinantes los episodios que narraba sobre la "Guerra de los Farrapos", en Brasil, en la que peleó bajo las órdenes de Nepomuceno Saravia. Don Tomás pasó por la vida quedándose en todos aquellos que lo conocieron y compartieron sus virtudes, su talento, su ternura inmensa. En patios o salones, también pulsaba la guitarra y de ella extraía sus impecables milongas y sus conmovedores estilos, algunos de los cuales son como pájaros que sobreviven intactos,

41 anidando en los oídos y aleteando en los dedos de su hijo Lucio... Tras sus notas vuelve Don Tomás con sus cuentos y sus versos, su periodismo bravio y su ejemplo de amor, coraje y trabajo. o

En qué momento te fuiste por qué no volviste, quisiera tenerte otra vez ando diciendo tu nombre tu voz pura de hombre tus dias y tu sencillez.

Vienen flotando en la brisa tu vos y tu risa, que sangran en mi evocación cuando tu recuerdo crece mi canto humedece corazón gorrión.

Cuando en visiones lejanas rebrillan tus canas revivo la casa y son dos, dos sosteniendo mis días y mis alegrías y mis alegrías.

Porque sos un mínimo Dios padre mío, anchuroso río, que viajas en mi corazón... Cuando tu recuerdo crece mi canto humedece corazón gorrión.

Vivas conservo las cosas tristes mariposas de un tiempo que no volverá, tardes de soles y parras, cuentos y guitarras y el centro de todo es papá.

42 Vuelvan las tardes felices y cubran los grises que fijos en el alma están y regresen en los días simples alegrías tibiezas de pan.

Cuando en visiones lejanas...

(Lucio Muniz)

43 RECUERDOS DE UN PATIO OBRERO

Aquel pueblo de pescadores fue perdiendo su nombre de Puerto Sauce a medida que los "Mayuscal'' y los Acosta fueron cediendo terreno frente a los fundadores de las fábricas textiles y papeleras... Desde ahí en adelante es más conocido por Juan Lacaze. Hombres, mujeres y niños comenzaron a cumplir horarios y tareas tras sus jornales, frecuentando la fatiga y el sacrificio... Y a buscar la suerte. Los que ya tenían trabajo trataban de ayudarla con alguna boleta de quiniela o dejándose tentar por alguna timba mayor, que ¡nfaltables aventureros instalaban en los primeros días de cada mes. Los que aún no habían logrado entrar a la textil esperaban que la suerte apareciera en la voz o en el gesto del capataz que, en de­ terminados días, se asomaba a la puerta de la calle para llamar con un "|Vení, vos!", y luego con "|A ver, vos tambiénl", a algunos jóvenes que esperaban su lugar en el establecimiento. Algunos recomendados lograban entrar antes que aquellos que sólo confiaban en esa especie de marchanta, manoteando un puesto y un jornal. Muy pocos fueron tan afortunados como aquel escolar que, un día, subido a uno de los árboles que circundaban la fábrica, fue llamado por el capataz con su ofrecimiento de trabajo. Al no volver de la escuela a la hora acostumbrada, lo buscaron por to­ dos lados... Regresó al atardecer con la noticia de que se había quedado trabajando en la fábrica. A esta altura lleva unos cin­ cuenta años allí. Estas estrofas cuentan de las madres obreras que dejan sus hijos pequeños en manos de las "madres prestadas", en La Casa del Niño, especie de guardería, frente a la fábrica. A la hora indicada cruzan la calle para amamantar a sus bebés o para estar un rato con los más grandecitos. Toda esa gente y su actividad, han motivado esta canción que tiene también, una intención de reconocimiento para todos. Desde el líder gremial "Carbonilla" hasta los más anónimos y casi siempre olvidados trabajadores de tantos y tantos años. Fue escrita por Jorge Miranda, oriundo de Juan Lacaze. Uno de los tantos que, por aquellos años sesenta, no tuvo suerte en las

44 marchantas de empleos y se quedó esperando hasta que la vida le brindó mejores oportunidades. El tema fue presentado a Los Zucará por el autor, en una peña • de la Sociedad Nativista "El Pericón", allá en el Prado, por el año 1977. Los rochenses lo llevaron al disco en 1980.

Aún me quedan los pitos tempraneros, el desfile de obreritas con cara llena de sueño, el humo del viejo casco volviendo el paisaje ciego, silbidos de un nuevo día... y Juan Lacaze, creciendo.

Yo me sentaba en la entrada de la fábrica a esperar marchantas esperanzadas que nunca pude alcanzar.

Pero allí aprendí las formas del rostro de mi ciudad ese de dientes gastados de tabaco y arenal.

Recuerdos de un patio obrero con más de un amanecer la vida en turnos de a cuatro para ser... para no ser. Fabriquero, viejo sastre de tu traje de papel.

Besos de madres prestadas mañanas de medio amor boletas de malas rachas la luz a cuadros del sol.

Simpleza linda de pueblo de pioneros del montón; niño antiguo fabriquero, corto vuelo de gorrión.

(Jorge Miranda) 45 PESCADORES A LA CAÑA

Esta canción que compuso y grabó Tabaré Etcheverry nos cuenta que el Carnaval va llegando a Meló y no lo para nada ni na­ die. En el barrio de la Cuchilla de las Flores, sus habitantes, la mayoría de ellos trabajadores de todo el año, sacan a relucir por esos días su bien ganado prestigio de murguistas. Ahí está la decana, "Don Bochinche", de honrosa trayectoria, blasonada con el más rancio abolengo de bombo y redoblante, de versos actualizados y vino con gaseosa. Fogueándose en tercera división, buscando el camino para llegar a primera un año de éstos viene, haciendo méritos, la murga infantil "La Pichonada". Tras ellos, las demás, comiendo cola... Hay también máscaras sueltas entre las que se destaca el Oso Lima que, para esa fecha, abandona su oficio de pescador en el Río Negro para dedicarse a asustar gurises con su enorme figura cubierta de arpillera mientras cambia monedas por piruetas. Tampoco falta "Muleque" y su insoportable violín. Con ese instrumento se ganó un lugar grande en la historia menor de Meló, desde aquel día en que irrumpió en un concierto de la Sinfónica del Sodre ejecutando un profano y descalabrante solo que desafinó hasta la batuta del desconcertado director. Colegas de similares habilidades, el dúo "Los Excéntricos Gorilas" con la destacada figura del moreno "Jején", seudónimo muy significativo, teniendo en cuenta lo molestos que son estos pequeños insectos. Este dúo cultiva un selecto repertorio de canciones acorde con el acompañamiento musical que bien pue­ de ser una lata de dulce, un peine con hojilla o una guitarra de ta­ blas con cuerdas de alambre. Estos artistas y muchos más, figuran en la programación del ta­ blado "Pescadores a la caña" que auspicia, y abastece de bebera­ je el bolichero Calcagno. Al igual que en años anteriores el tablado se ha levantado en lo alto de la barranca y los muñecos que lo adornan intentan pescar los peces de la alegría y el color para multiplicarlos entre el pobrerío que continúa esperando los panes... Es Carnaval, el barrio de "El Terrón" está de fiesta y hay que disfrutarla porque dura poco... ¡Qué tablado, mi tabladol iVamo'arribal 46 Va llegando el Carnaval Meló olvida sus dolores y repica fuerte el bombo en la Cuchilla e’Las Flores.

De la Mata para fuera se han alegrado los barrios con ensayos de la murga y versos actualizados. Y repica fuerte el bombo en la Cuchilla e’Las Flores.

|Qué tablado mi tablado “ Pescadores a la caña” , justo arriba de la zanja donde termina la cuadra, donde empieza el hormigón y queda “ El Terrón” de espaldas.

Ya empiezan a desfilar las murgas por el tablado “ Aquí está la pelotita” “La Clásica” , “ Pichonada”, El Oso Lima, Muleque y el violín, La Cucaracha, porque todo sigue igual y aquí nunca pasa nada, porque todo sigue igual y aquí nunca cambia nada.

A tres pesos la tajada de la sandía calada y a dos pesos los “ biñuelos” , crema y canela quemada.

En el boliche e’Calcagno meta caña camorrera, un negro “ calienta el pico” y saca a “ jején” pa’fuera, y otro grita “ ¡Viva el Nano!”, se pasó en la brasilera!

¡Qué tablado mi tablado! “ Pescadores a la caña” justo arriba de la zanja donde termina la cuadra, donde empieza el hormigón y queda “ El Terrón” de espaldas y repica fuerte el bombo en la Cuchilla e’Las Flores, y se viene Don Bochinche de la Cuchilla e’Las Flores.

(Tabaré Etcheverry) BAUTIZADO NEGRO

Se oyen tamboriles desde el barrio Sandú de la ciudad de Tacuarembó. Como antesala de una alegre reunión, la Mama Vie­ ja amasa sus tortas fritas, pasteles y empanadas. Hay "olla podri­ da", asado y mucho vino tinto Patcher o Brunelli. Se festeja un casamiento, un cumpleaños, un nacimiento o como en este caso el bautismo de Betuncito, el hijo del negro Florín. Negros, mulatos y blancos disfrutan de la algarabía que el acontecimiento origina y allí están todos los que hacen falta. El negro Ney canta con su bien timbrada voz y por momentos toca el "mate-galleta". Este instrumento de viento, llamémosle así, por no decir de trompa, es un poco más adelantado que el peine con hojilla y consiste precisamente en un mate galleta cortado por el y que al soplarlo boca a boca, haciendo coincidir ambas mitades sin apretarlas demasiado, produce un sonido similar al de la corneta o el trombón. Claro que el tal sonido depende más de la habilidad labial de quien lo sopla que de las posibilidades del instrumento en sí. El negro Ney se luce con él, tanto como con la camiseta azul y roja del Club Ferrocarril. También están Galileo, el del carro-flet tirado por burros, Marino, Valeriano, Belarmino, el Caburé y muchos más... En lo mejor de la fiesta cae el hombre que faltaba y se hace por él un silencio casi pactado... Porque es un cantor. Se trata de Julio Ramírez, conocido por todos como "El Chancleta". Es un siete oficios que tiene su parada en el boliche del Tito Salgueiro y que se ha consagrado ganador de cuanto concurso de cantores se le ha cruzado. Llegada cada oportunidad, su madre le lava en el arroyo sus mejores pilchas, que suelen ser las de todo el año y con ellas prolijamente planchadas y de alpargatas nuevas, sube al escenario para entonar sus tangos triunfadores. En "Bautizado negro" se han dado cita toda una gama de personajes del barrio Sandú que Juan Carlos Rosas pinta con lenguaje sencillo y muy directo, en este candombe que grabara el dúo Los Lugareños, integrado por Martín Díaz y Nito Almeida.

49 Se oye de lejos el llamado de la selva, alió en mi barrio están tocando el tamboril, la morenada que festeja al bautizado de Betuncito, hijo del negro Florín.

La Mama Vieja se requiebra en la amasada, hay tortas fritas, vino tinto y empanadas... Suenan las lonjas, cuero seco y la galleta, galleta y mate que resopla el negro Ney.

Betuncito, grande serás, toda tu raza te aclamará. Betuncito, sentí el tambor que arde en la sangre tu corazón. Negrito lindo serás genial con la Colombina en el Carnaval.

Lonjas Marino, Galileo, Baldomero, Don Valeriano, Berarmino y “ Caburó” ... Y el padrino que acaricia a Betuncito: “ cuando sea grande, será crack y negro de ley” .

Repite el eco y brilla en la madrugada la piel morena con candombe y risotadas, mulato y blancos que también son invitados cantan y bailan con el ritmo contagiados.

Paran las lonjas y un silencio reverente un personaje que ha llegado de repente: “ con el pucho de la vida, apretao entre los labios, la mirada turbia y fría un poco lerdo el andar...”

Es “ El Chancleta” con su voz cascada en vino les canta y baila y así burla su destino, es “ El Chancleta” con su voz cascada en vino, Julio Ramírez, canta y burla su destino.

Betuncito, grande serás...... (Juan Carlos Rosas) JUAQUIM RASGADO

Ritmo de chamarrita con melodía de Ricardo Comba, quien grabó el tema, para que los versos de Lalo Mendoza dibujen la estampa de un hombre de a caballo. Así lo recuerdan todos los que lo conocieron. Desmontar, para Joaquín Dos Santos, fue ba­ jarse de la vida para pisar la comarca de la muerte. Criollo riverense, moreno federal, descendiente directo de los que acompañaron a los caudillos de la Patria Vieja; llevaba siempre anudado al cuello el símbolo colorado de sus ideas nunca desmentidas. Aprendió a montar casi al mismo tiempo que daba sus primeros pasos y así lo vieron pasar siempre por la calle Uruguay de Rivera, en un redomón ya casi resignado a dejar de ser potro para reci­ birse de caballo y como tal pasar a prestar servicios. Hay quienes aseguran que este centauro criollo, en un inédito ejercicio de albañil ecuestre, un buen día pintó su rancho sin ba­ jarse del equino que montaba. Dos manos de cal, bien termina­ das. Sólo el tremendo e incontenible corcovo de la muerte pudo dar en tierra con este paisano norteño cuando en un oscuro ''tapao'' lo sorprendió aquel mal día. Reflexionando un instante sobre la vida y la muerte de Joaquín Dos Santos, se nos cruza la fatal caída de "El alazán" de Don Atahualpa y se nos ocurre una coplita sin intención de parodia.

Si como dice Yupanqui hay cielos p'al buen caballo ¿quién olvidará a Joaquim? Jineteando... jineteando...

Concubino de una zanja con lecho en calle Uruguay era el rancho en su barranca de un moreno federal.

Su nombre Joaquín Do Santos su mote Juaquím Rasgado lucía por ser su encanto un pañuelo colorado.

Su oficio era domador siempre andaba en redomones las lloronas con amor cantaban en sus talones.

Lucía el chambergo en zonas las motas color fumasa era seco en la acordeona y en un trago de cashapa.

La calle Uruguay lo vio partir y volver al trote con un peso que logró siempre arriesgando el cogote.

En un oscuro tapado la muerte un día lo vence llevando en Juaquím Rasgado una estampa riverense.

(Lalo Mendoza-Ricardo Comba)

52 AL PARAO

Departamento de Treinta y Tres, pueblo del Parao, junto al arroyo del mismo nombre. Sí, como quien va por Ruta 8 y desvía hacia la 17. Cerca del río Cebollatí, en el límite con Rocha y no le­ jos del Brasil. Allí vivió y trabajó durante un tiempo, el maestro rural Juan Baladán. Por ese conocimiento directo del paisaje y la gente, supo retratar lo vivido en esta milonga. Los niños de su escuela casi ambulante, las mujeres y los hombres. Muchos de ellos trabajadores en las zafras del arroz y el resto del año sobrevi­ viendo con changas y cazando algún bicho para rellenar la olla o cargar el asador, que también suelen tener poca tarea la mayor parte del año. Por esas fértiles tierras mal aprovechadas viajó este maestro, con su material didáctico a cuestas, dentro del cual no faltaba la guitarra. Herramienta imprescindible, ya que con ella lograba reunir a los padres de los futuros alumnos para así, entre cuentos y canciones, entrar en comunicación y atenuar el rechazo inicial con que se recibe a todo desconocido. Poco a poco se ganaba la simpatía y la confianza y al fin lograba convencerlos de que era necesidad y obligación que los hijos concurrieran a la escuela, aunque sus padres fueran analfabetos y no se hubieran muerto de ello. |Este maestro sí que sabía de pedagogía adaptada al mediol Porque allí no bastaba con el título y las buenas intenciones, había que saber buscar ese camino que Baladán encontró... Con ellos compartió tareas y diversiones, las muchas dificultades y las escasas alegrías. No sólo les enseñó a los gurises a leer y escribir; también a la­ varse las orejas y limpiarse las uñas. Y entre otras cosas, los mayores aprendieron, por ejemplo, que el pozo negro y el pozo del agua de beber deben estar separados por unos cuantos metros. Ayudó a levantar un rancho, a sembrar y a ordeñar. Se arrimó a los hornos de cal, acompañó con su guitarra las polcas que exhalaba el acordeón de Don Ignacio Furtao y al despedirse, transformó su tristeza en abrazo fraterno y los rodeó a todos con estas coplas milongueadas que grabó luego el dúo Los Hidalgos, integrado por los también treintaitresinos Wilson Prieto y Altamar Rosas.

53 Tierra fértil y olvidada y con aire de canción donde el tiempo se detiene está el pueblo del Parao.

Con las sierras vigilantes verde piedra y verde sol pa guardar viejas leyendas y costumbres del lugar.

Los ranchitos en los cerros como queriendo no estar a la fuerza de los vientos y a las ganas de vivir.

Con la caña brasilera y una sonrisa al matear parece que se despierta cuando suena un milonguear.

El silencio de las noches junto a los hornos de cal donde se quema la vida en la lucha por el pan.

La alegría de los bailes con guitarra y acordeón y una polca bien tocada por don Ignacio Furtao.

Desde lejos me parece que ya nunca he de volver a mirar tu cielo grande y tu arroyito cantor.

La sonrisa de los niños y el rojo polvaderal la sencillez de tu gente y aquella franca amistad. la sencillez de tu gente y aquella franca amistad.

(Juan Baladán) UN VINTEN PARA SANDALIO

Sandalio nació en Tacuarembó, antes que el asfalto y la edi­ ficación, y se fue a mediados de la década del 50, tal como había vivido... Lento el andar, arrastrando sus enormes pies descalzos, humilde el alma y el bolsillo. Con su sombrero raído y su descui­ dada barba, sus viejísimas ropas, la bolsa al hombro y su bastón- garrote sosteniéndole el cansado cuerpo. Mendigo y vendedor de yuyos, pidiendo "un vintén para Sandalio” que retribuía con un ramito de malva, carqueja, llantén o yerba del pajarito. Cuántas veces se rieron de sus grandes pies elefantiásicos... — |Qué pata pondría ese huevol — le gritaba alguien. — Dejé nomás, que por algo son mías — respondía él. Cuando fue servidor de una unidad militar, le hicieron botas especiales, bien anchas, de cuero muy flexible. Las estrenó en un desfile, pero al poco rato, encontrándose a pie firme frente a un monumento, no aguantó más el plantón y las arrojó a la calle. Al otro día ya andaba Sandalio como antes, por las calles de la ciudad norteña, cambiando yuyos por vintenes, sin botas ni uni­ forme. — Mi intención al hacer este texto, tiene algo de querer comple­ tar la serie iniciada por "Bocha" Benavídes sobre personajes de Tacuarembó. Así, Sandalio viene a unirse con "La Padilla", "Seu Pedro", Frankilín Olivera y Agapito Alves. Con estas palabras, comenzó a contar las motivaciones de esta canción, el autor del texto, Walter Ortiz y Ayala, en la lluviosa ma­ ñana del 28 de setiembre de 1981, en su casa de la calle Arteaga, del Cerrito de la Victoria, donde somos casi vecinos. ("Un vintén para Sandalio" lleva música del joven cantor y compositor de Tacuarembó, Enrique Rodríguez Viera, y hasta el momento no ha sido grabada.) Luego de que "Orito", dejó de ladrar, satisfecha por haber certificado sus condiciones de perra guardiana, y Walter logró enroscar bien el tapón del termo que goteaba sobre la alfombra, me alcanzó un mate con el agua por dentro y prosiguió... — Lo recuerdo como al "ogro", el "cuco" de la niñez, a la hora de la siesta, llamando a la puerta de mi vieja casa familiar, una manzana de techos, paredes, jardín y monte en la Avenida General Flores, Barrio del Sandú... De ese tiempo tengo las imágenes físicas mencionadas, más que un claro concepto sobre 56 la personalidad de Sandalio... Años después supe de su intrínseca bondad y su oscura ternura, de la increíble humildad que encerra­ ba la horrible figura de aquel infeliz, al que yo temía viéndolo a tra­ vés de la rendija de la puerta apenas abierta. Al recordarlo hoy — concluye Walter— sólo me queda una pureza con aromas de yuyos bienhechores y a su rescate voy.

Negro, mendigo, grandote, ogro, fantasma a la vez, por las calles de mi pueblo sin un antes y un después golpeabas puertas y puertas — sombra de un tiempo que fue— pedías con voz temblona viejo Sandalio, un vintén. Andabas siempre descalzo — de elefante eran tus pies— pagando por la limosna carqueja malva o llantén. Como susto a medianoche pero manso como un buey Sandalio, sólo Sandalio, apellido ¿para qué? pedías, cabeza gacha, viejo Sandalio, un vintén. Un niño te tuvo miedo pero ese niño, después, no te vio como fantasma, no se olvidó del vintén, tan sólo por su memoria dejaste malva o llantén. Atrás se quedó el fantasma el ogro de la niñez, viejo Sandalio, Sandalio, aquí te dejo un vintén, Sandalio viejo Sandalio aquí te dejo un vintén.

(Walter Ortiz y Ayala-Enrique Rodríguez Viera) 57 OLIMARADA DE COMPARSA

— En esta canción — dice Rubén Lena, su autor— hay recuerdos personales entrañables, en los que se mezclan cosas oídas y ese no saber si uno las vio realmente, como ocurre con muchas imágenes de mi infancia... Algunos detalles me los trasmitió un tío mío que murió a los 86 años, otros vienen de Don Totolo, viejo comparsero del Barrio 25 de Agosto... Y todo esto que cuenta "Olimarada de Comparsa" ocurrió en la ciudad de Treinta y Tres, desde 1920 hasta el 30... Las comparsas eran grupos de músicos y cantores, de por lo menos veinte integrantes. Su repertorio se componía de valses, marchas, jotas, temas afro-americanos y otras formas cantables y danzables en boga desde mediados del siglo pasado, cuando estas agrupaciones comenzaron a imponerse. Tenían cantores solistas, ocasionales dúos o tríos y coros a unísono. Eran tiempos en que la gente no necesitaba que llegara la noche para divertirse con este tipo de atracciones. ("Más aburrido que baile de mañana", dice un conocido refrán.) Llegado el Carnaval, las comparsas salían a pleno día, con sus coloridos trajes, de a pie casi siempre, algunas veces de a caballo. Había negros y blancos en sus filas. Cantaban en las casas de los grandes señores y frente a los ranchos humildes, en elegantes escenarios y en los boliches. Existían afinidades entre algunas y cierta animosidad entre otras. Los contrapuntos entre comparsas rivales solían terminar en descomunales trifulcas con algunos que otros contusos. Cada una tenía su líder, su director; uno de los más prestigiosos fue Cirilo Rodríguez "Merele", respetado hasta por sus enemigos. — Yo escribí una parte introductiva que facilita la comprensión del texto de la canción. Debía ir en la grabación que hicieron Eduardo Larbanois y Mario Carrero, pero finalmente — no sé bien por qué— quedó afuera — dice el Maestro. Y luego de buscarla entre muchos papeles, me la alcanza.

"Había muchas comparsas en mi pueblo... A la hora de la siesta salían y cantaban en los patios emparrados o en las veredas al sol, y se marchaban por las calles de tierra, or- gullosas de su color, de su ritmo y de sus evoluciones... Si se encontraban dos comparsas rivales, crecía el entusiasmo, porque cada una trataba de envolver a la otra en sus laberínticas 58 evoluciones... Y quedar en el centro, encerrada, era la derrota y la vergüenza y eso se resolvía a golpes de estandarte y escobas y guitarras y tamboriles. Y la fiesta era completa. ¿Se acuerda don Totolo?"

Ah... “ Los negros vencedores” que vengan... “ Los inmigrantes” “Los Negros Mozambiques” y “Los Esclavos” ... Soy Don Cirilo Rodríguez - A h , sí...? — Merelles... . —Y el estandarte de mi Comparsa dice: “ Hijos del pueblo” ... Otra Comparsa no me encierra mi Comparsa; ninguno —nadie— va a cortar su evolución... Yo sé llevar con orgullo mi traje y el paso altivo de las filas diciendo: “ Hijos del pueblo” ...

Las Comparsa con Sotelo y el Borda con Cirilito y toda la Cruz Alta va por las calles...

Otra Comparsa no me encierra mi Comparsa; ninguno —nadie— va a cortar su evolución...

(Rubén Lena)

59 TABLADO DE AYER

Esta canción con historia, habla de los tablados que pasaron, precisamente, a la historia. Con los ágiles trazos de sus versos, José Enrique Rimbaud retrata aquellos escenarios de barrio, pro­ tagonistas de “ los Carnavales de antes” cuando los que hoy "peinan canas" o ya no peinan nada, todavía eran niños. Después de muchos febreros, mes clásico de un festejo que suele terminar en marzo, el tablado ha vuelto a la esquina. Lo han levantado otra vez luego de un paréntesis que se hizo largo. Y la barriada vive esa fiesta. Ahí están las vecinas entreteniendo la espera con tejidos y chimentos. Los botijas jugando con papelitos y serpentinas, los más grandes con bastoncitos y pomos perfumados. El poeta ha­ bla del vintén, el medio y el real, las no tan modestas monedas de ayer si las miramos desde el hoy. La ¡nfaltable rifa de una olla o una batería de cocina completa, cuyos recaudos servían para solventar gastos del tablado. En estas estrofas, junto a la sana alegría del barrio pobre, se reconocen también los esfuerzos de la "dina" comisión, cuyos emisarios — cuando no los titulares en persona— corrían la gurisada del escenario ante la aproximación del conjunto, confirmada por sus pregoneros que se adelantaban con el clásico "a voluntá lo verso", "lo verso, a voluntá..." Así llegaban aquellas murgas, troupes, nyanzas y conjuntos criollos. A propósito de esta última categoría, ya desaparecida del Carnaval desde hace más de veinte años, vamos a detenernos un instante en el más famoso de estos grupos, aprovechando que "el Francés" lo nombra en una estrofa. Ante el inminente auge del género, en 1918 llegó de Buenos Aires Juan Pignataro, experto en agrupaciones nativistas, quien organizó "Juan Cruz Tranquera y los suyos" (los "suyos" eran entre veinticinco y treinta integran­ tes; hombres, mujeres y niños). Desde 1919 a 1951 ganó el primer premio en veintiuna oportunidades y en seis el segundo puesto. Un año desfiló por la Avenida 18 de Julio en un rancho levanta­ do sobre una chata rodante. Guitarristas, cantores y bailarines escoltaban al rancho-móvil, mientras en su interior varias chinas hacían tortas fritas y las repartían entre el público. "Juan Cruz Tranquera y los suyos" fueron ganadores indiscutidos dentro de los conjuntos criollos a pesar de que había otros muy buenos y de 60 tenaz competencia, como "La Estancia", desprendimiento del mismo grupo ocurrido en 1930 y liderado por el cuñado de Juan Pignataro. El "separatista" se llamaba Manuel Garrido (o Carrillo) y la rivalidad no fue solo en el terreno artístico. El 25 de marzo de 1935, al enfrentarse ambos bandos en la esquina de Durazno y Julio Herrera y Obes, hubo tiros y dos heridos, Francisco Pérez y su hijo Eduardo. El estribillo de esta canción carnavalesca, destaca los Ins­ trumentos clásicos de la batería murguística y el inicio de un tema cuando se da el tono y el "trél" La versión del dúo Arazá (Aníbal Iturburu y Luis Collazo, autores de la música, además) culmina al modo de las tra­ dicionales retiradas murgueras, acertado detalle para esta exaltación de cosas que integran nuestro folklore.

Después de muchos febreros vuelve el tablado a la esquina, grata reunión de vecinas con tejidos y chimen tos, haciendo mucho pamento cuando cae la serpentina.

Están rifando una olla, cuesta un medio el numerito... Mejor comprar papelitos pa poderse divertir y hacer llorar o reír con rociadas de pomito.

Bombo y platillo y redoblante, canto en susurro y un fuerte "T R E ..."

Bastoncitos de colores y antifaz negro de a rial, qué lindo es el Carnaval para la barriada pobre, aunque vintenes no sobren la alegría es general.

61 De lejos se oye un barullo, fuerte roncar de un camión, y la digna comisión echa niños del tablado, pa dejarlo despejado cuando se escucha un pregón.

" A volunté, lo verso, a volunté... Lo que canta la murga, a volunté...”

Qué tiempos esos, qué tiempos que nos traen añoranzas de troupes, murgas y fianzas, Juan Cruz Tranquera y los suyos, tradiciones con orgullo que colmaban esperanzas.

Bombo y platillo y redoblante... Canto en susurro y un fuerte “ TRE ...”

(José Enrique Rimbaud-Arazá) VIEJO BOTERO

Parado sobre el Puente de la Concordia, que cruza el río Cuareim uniendo la ciudad de Artigas con la de Cuaraí, Alán Gómez recordó a los hombres que pocos años atrás, prestaban con sus botes la utilidad que hoy brinda el puente. Cuántos pasajeros de toda condición y oficio cruzaron sobre aquellos puentecitos móviles y flotantes desde Uruguay a Brasil o desde el país norteño al nuestro. Se necesitaba fuerza y coraje para hacerle frente al río cuando la creciente lo ponía furioso. Energía y voluntad casi temeraria para avanzar remando aguas arriba hasta la mitad del cruce y luego lanzarse aguas abajo hasta llegar a Cuaraí. No sólo el botero trabajaba en tales circunstancias; también los pasajeros debían colaborar en tarea de achique, es decir sacando con jarros el agua que entraba en la pequeña embarcación, casi sumergida por el peso y la tremenda correntada. Largas y angustiosas se tornaban esas dos cuadras en ese bo- tecito como de papel, ante el poder del río en creciente. Fueron necesarios muchos brazos, mucho hierro y hormigón, para suplantar la fuerza, la energía y el valor de aquellos hom­ bres... Ese Puente de la Concordia se nos antoja por momentos una escultura levantada en homenaje a aquellos héroes. Entre las aguas y el puente vuelan como errantes pájaros sin nido los nombres de aquellas embarcaciones orientales o brasileñas... "Tamanduá", "Alegrete", "Brasil", "El gurí", "Cuareim", "El Ombú” y tantas otras. Y pasan también, con sus años y sus recuerdos, los nombres de los viejos remeros entre los que vemos a uno de los fundadores de este oficio. Alguien que comenzó de tan joven a trabajar sobre el río y sus peligros que, a pesar de contar con unos cuántos almanaques en su haber y con un hijo médico, todavía le siguen llamando "el Nene Botero". Para todos ellos, entre las aguas y el puente, junto a los pájaros errantes, esta paloma cancionera que el artiguense Alán Gómez suelta desde su guitarra, lleva su mensaje.

63 Dónde estás viejo botero? sudoroso, dónde estás? Río arriba por el tiempo de los recuerdos te vas.

Brazo fuerte, remo y remo por el Cuareim del ayer buscando coplas cantadas por donde puedas volver.

Dónde estás viejo botero del grito de costa a costa me parece verte siempre retratado entre las rocas

Los sarandises verdosos te añoran viejo botero no han dejado de quererte porque vigilan tu tiempo.

Peleador de correntadas has defendido a tu gente no te llevó la corriente porque tus brazos cinchaban.

Dónde estás viejo botero del grito de costa a costa me parece verte siempre retratado entre las rocas.

Los sarandises verdosos te añoran viejo botero no han dejado de quererte porque vigilan tu tiempo.

(Alán Gómez) PREGON DE CAÑA

Se le vio por Treinta y Tres en los años cuarenta. Se llamaba Doroteo y tuvo un apellido que la memoria dejó escapar. Acaso se perdió en el viento, en el polvo, entre las ruedas de su jardinera, o fue borrado por su mismo pregón. Doroteo compraba caña brasileña en Yaguarón y la vendía en pagos treintaitresinos. Entraba a la ciudad olimareña por la parte que en aquel enton­ ces se llamaba "Pueblo del Chorizo". Desde su carro o jardinera voceaba su mercadería por las marcas... "Cavalho Preto", "Ca- valho Branco", "P ernambucana", "Fogo Paulista"... "Caballo Negro” , "Caballo Blanco", "Pernambucana", "Fuego Paulista" y también la caña en barriles que en Treinta y Tres llamaban "caña Baguala". Tenía compradores ocasionales, como todos los vendedores ambulantes, y clientela fija, como todos los buenos comerciantes. Entre otros, Don Pedro María Cruz, Don Ciro Selas y Don Ricardo Martínez Labadie que fue quien contó esta historia a su sobrino Ricardo Arasil, autor del tema conjuntamente con Santiago Chalar, que lo ha llevado al disco. Una canción que busca grabar en nuestra memoria la figura sesentona de Doroteo, el vendedor de caña. El comerciante ambulante que cargaba en su jardinera la espiri­ tuosa y popular bebida, llegando puntualmente a Treinta y Tres los sábados por la mañana, con su pregón característico, hoy transformado en estribillo por los autores de esta obra.

“Cavalo Preto” ... “ Pernambucana” canta un recuerdo de Treinta y Tres, pregón de tiempo de un negro viejo, grito que ahora vuelve otra vez.

La jardinera llena de caña se bambolea desde ayer, matungo zaino, tranco cansino, trae ilusiones por un vintén.

65 “ Cavalo Preto” ... “ Pernambucana” “ Fogo Paulista” tenho tambein, Cashasha forte voy te ofrecendo, Caña Baguala y aguardiente del Brasil.

De puerta en puerta viene diciendo del Yerbal Chico hasta la Estación, que hay caña blanca ya prometiendo sábado alegre en el corazón.

Saco gastado de sol y viento vende la caña que es de barril, gritando ronco por las mañanas, por Lavalleja al Ferrocarril.

“ Cavalo Preto... “ Pernambucana” ...

(Ricardo Arasil-Santiago Chalar)

66 YO AMO ESA PALOMA NEGRA

Desde las instalaciones de CX 30 La Radio, mientras esperá­ bamos la hora de nuestro espacio "Canto Popular", desde una de las ventanas del entrepiso mirábamos, en aquel frío atardecer de otoño, una paloma moribunda sobre un alero del Palacio Salvo. A su lado, otra paloma — seguramente su palomo compa­ ñero— tocaba con el pico al ave agonizante. Una escena realmen­ te conmovedora que presenciamos desde muy cerca; para muchos tal vez una escena común, pero a todos los que está­ bamos nos tocó muy profundamente. Una paloma negra entre tantas grises y blancas que habitan los aleros y cornisas del viejo Palacio Salvo, aprovechando el abrigo y la comida que allí encuentran. Una paloma oscura que se fue haciendo sombra total mientras las otras continuaban su clara existencia de vuelos y de arrullos. Un acontecimiento entre pequeños seres que nos hizo pensar, una vez más, en los misterios de la vida y de la muerte. Chacho Fernández Indarte mostró ahí también su ternura, el Ingeniero Modernell y Lorenzo Goyetche ensayaron una especie de ex­ plicación científica del insuceso y yo observaba escuchando. Pero además de la reflexión que cada uno pudo hacer, también habla nacido una canción. Sí, porque allí estaba el poeta Washington Benavídes y su sensibilidad creadora gestaba el texto que luego musicalizó y cantó Juan José de Mello. Una paloma negra había quedado sin vida sobre las tejas mientras una canción levantaba vuelo, superando esa caída, para salvar del olvido un hecho común pero que importa al fin de cuentas. Porque la vida misma se refleja, simple y total, en la última escena de aquel drama en miniatura. Y una vez más la poesía estaba señalando cosas que hay que saber mirar.

Yo amo esa paloma negra sí, que ha quedado dormidita sobre las tejas, sí Yo amo esa paloma negra.

67 Yo amo esa paloma negra sí, porque ha desterrado el vuelo y está deshecha, sí Yo amo esa paloma negra.

Las otras palomas aman, las otras palomas sueñan son en la torre pura diadema la vida sigue, sigue con ellas

Yo amo esa paloma negra.

Yo amo esa paloma negra

Lo dejo escrito y con esta fecha; encontré una palomita sobre las tejas, sobre un alero del Salvo extraterrena. Gloria del vuelo, paloma muerta Yo... yo amo esa paloma negra

Yo amo esa paloma negra sí, porque a nadie le interesa si una paloma se queda muerta de una paloma quien se recuerda Yo amo esa paloma negra...

(Washington Benavidez-Juan José de Mello)

68 PARENTESCOS

— Para conocer a los protagonistas de esta canción, tuve que recorrer sesenta quilómetros en bote por el río Tacuarembó. Así inició su relato Carlos Enrique "Yoni" De Mello, en el cafó de Colonia y en el atardecer montevideano de aquel húmedo jueves 3 de setiembre de 1981. El viaje fue gestado en una medianoche del verano riverense de 1976, a raíz de una simple invitación a pescar que terminó con un planteo más ambicioso. — |Tengo ganas de salir en bote del Paso Manuel Díaz para llegar hasta Paso del Borracho, meta remo por el río Tacuaremból — dijo José Normey a Carlos Enrique, que “ se anotó" de inmedia­ to. A la una de la mañana salen en busca de otro voluntario seguro: Yamandú Da Cruz, estudiante de Abogacía, cantor solista, luego fundador del dúo Tacuruses junto a su hermano Tabaré, autores de la música e intérpretes de esta canción con historia. Al otro día preparan algunas provisiones, elementos de caza y pesca y un botiquín de primeros auxilios, es decir lo imprescindi­ ble para pasar una semana a río y monte. Invitan al Cholo Fajardo, otro estudiante, hoy escribano, y también al Pocho y al Cacho, pescadores y cazadores profesionales, al igual que José. Los dos botes, con tres ocupantes cada uno, zarparon del Paso Manuel Díaz, río abajo por el Tacuarembó, rumbo a la meta convenida. A los dos días todavía no habían encontrado ningún ser humano a la vista. Sólo la fauna en pleno, puro bicherío. Suerte que llevaban tres rifles, porque aquello ya se estaba pareciendo al Mato Grosso. Un hombre que cruza en su bote, al tercer día, les informa que están cerca del Pueblo Las Flores. — ¿Hasta dónde van?, les preguntó. — A Pueblo Ansina o Paso del Borracho, como guste llamarle... — |Es lejos mismol — ¿Cuántos días? — |Un mes por lo menos! — ¿Qué hacemos muchachos? — preguntó el "Yoni" De Mello ya medio asustado. — Seguimos — afirmó José, y volvió a remar saludando con la cabeza al informante. 69 Cruzaron por lugares de belleza sin par. Hermosas playas aún vírgenes para los promotores del turismo convencional. Cerro del Monte cayendo a pique, Puerto de los Mosquitos, denominación que estos viajeros aplicaron por razones que volaban a la vista. La Picada de Quirino, casi un edén cerca do la confluencia del Cuñapirú con el Tacuarembó. Por ahí pescaron y cazaron algunos carpinchos, ya que no sólo el ojo era menester llenar. Acamparon más adelante, al atardecer del quinto día, y tras el aquelarre de mosquitos por la noche, el amanecer trajo en su brisa la voz de un hombre, gritos de niños y risas femeninas. Cruzaron para encontrarse con los dueños de aquellos sonidos y encontraron sólo una pripuca, un modesto rancho, quincho de carboneros para resguardarse de la intem­ perie durante su estadía en los lugares de trabajo. Al rato, al hacer un nuevo cruce, luego de afinar el oído, llegan al campamento por segunda vez y conocen a sus habitantes; los protagonistas de "Parentescos". Una familia uruguaya, cuyo jefe había cumplido una larga y sacrificada etapa en los arrozales esteños y, decepcionado por los pocos beneficios obtenidos, decidió probar suerte en los montes y ríos del norte. Y ahí estaba con su mujer y sus hijos. Trabajando de sol a sol. Transformando el monte en leña y carbón y las aves, peces y carpinchos en alimentación diaria. Se les veía muy felices a raíz de ese cambio de vida. El nuevo oficio del padre les proporcionaba mejores momentos que cuando estaban en los arrózales. El lugar donde estaban ahora no les regalaba nada, pero todo era más fácil conseguirlo. Y se sentían libres. Por su cuenta organizaban sus tareas sin darle mayor importancia a los horarios y cada jornada rendía sus frutos y sus ratos de solaz, aunque la vi­ da seguía siendo dura. Se sentían emparentados con los ríos desde el nacimiento. Ha­ bían salido de los arrozales para entrar en los montes del Tacuarembó. Conociendo aquello de que los parientes no siempre son la mejor gente, habían optado por el que se les presentaba como más humano aunque no fuera un santo. Nuestros viajeros riverenses, luego de gastar unas lindas horas junto a aquella familia casi primitiva, llegaron al otro día, el sexto, a destino. En Pueblo Ansina dejaron sus botes en casa de un amigo camionero que se los llevó luego hasta Rivera. A esta al­ tura, considerando cumplido el pacto y la palabra convenida, acordaron que se merecían un regreso en ómnibus. La idea original del tema surgió en ese viaje, la letra fue escrita después por Carlos Enrique en Montevideo en la pensión de estudiantes, de Notariado en su mayoría, donde vivía. 70 Por ahí llegó Yamandú un día como tantos y se llevó el texto para ponerle música. Sería, tiempo después, uno de los primeros éxitos del aún no fundado dúo Tacurures.

Fue pión de los arrozales bien pariente del terrón pero más fue de su río el río Tacuarembó.

Por cuestión de parentescos entre el agua y el atroz un día se fue pa’l monte con su rifle veintidós.

Eligió puerto en un claro del monte y en el clarón de una luna de febrero cantó su primer canción.

No meu boticinho a remo vo a favor da correntada y dorma entre os sarandises donde dorme a capinchada

Pasó un loro barranqueño cuando empezaba a clarear poncho verde y pecho rojo monte y sol de madrugada.

Chasque en bote sobre el agua la pava empezó a cantar, la del mate sobre el fuego, la del monte en el palmar.

Quedó en la orilla arenosa una huella en soledad aguas abajo remando se alejaba este cantar

71 No meu botecinho a remo vo a favor da correntada y dorma entre os sarandises donde dorme a capinchada.

(Carlos E. de Mello-Tacuruses) CUANDO CANTE EL GALLO AZUL

La música de este tema es anónima. Fue recopilada por Bolívar Pérez, valioso músico uruguayo, que pasa sus días entre el volante del taxímetro y el teclado de su acordeón. El de cuatro ruedas y la de doble hilera signan los oficios de este hombre naci­ do en el "Pueblo de los Cuadrados", departamento de Tacuarembó. El nombre de la población proviene del apellido de la principal familia que lo habita, ia familia Cuadrado, claro está. Bolívar Pérez ha realizado un importante trabajo de recopilación de temas musicales anónimos que ha encontrado en sus recorri­ das por ranchos y poblados de esa zona norteña. Algunos de ellos llevan versos de Washington Benavides y por esa vía se han di­ fundido entre nosotros. Tal el caso de "Mazurka de la Heroica" grabada por Carlos Benavides con Julio Mora y esta maxixa que llevaran al disco Eduardo Larbanois y Mario Carrero junto al acordeón de Juan Faroppa. La "Maxixa" es una forma musical brasileña muy danzable y muy cantable. Nació en el siglo pasado y llegó al Río de la Plata en los primeros años de este Siglo XX. Por estos lares fue interpreta­ da por varios músicos y orquestas importantes y tuvo su buen cuarto de hora exitoso entre los bailarines. El texto nos cuenta de un paisano caminador, un siete oficios a quien la música empujó hacia aquel rancho donde había fiesta familiar. Y donde parecía esperarlo la moza fronteriza que lo deslumbró en aquella noche memorable. Los versos reproducen el diálogo, los requiebros y los cumpli­ dos. Los anticipados reproches ante inminentes olvidos y las promesas que disimulan la inevitable separación. Terminó el baile y el hombre volvió a la marcha. Al camino de Cañas a Cebollatí, cuando aún se oía cantar el gallo azul, ba­ quiano de tantos sueños inalcanzables.

73 Fue por “ Cañas” que encontré en un rancho entre las sierras la moza tierna que canto yo...

Era fiesta familiar, cumpleaños de la moza, mejor que rosa era esa flor...

Ondulaba el acordeón una maxixa liviana, y daban ganas de al baile entrar...

Yo le dije: —¿Me permite?— y ella dijo: —Como guste... —De usté es el “ cumple” ? pude atinar...

(estribillo)

—¿Vino de la ciudad? —Vine de Tacuarembó... —¿Sólo por verme a mí...? — Su humilde servidor... — ¿Se marchará de aquí...? —Cuando cante el gallo azul... —¿Y allá me olvidará...? — ¡Qué no vea más la luz! 2 Mas la vida me llevó por campos desconocidos, llegó el olvido, todo llevó...

Acampé en Cebollatí, y dormí por la frontera, la brasilera me acompañó...

Ahora quiero recordar a la moza de ojos pardos, en aquel rancho blanco y azul... Y doblao junto al fogón ni su fogata me alumbra vivo en penumbras, cargo mi cruz...

(estribillo y final)

(Washington Benavídez-Bolívar Pérez) TRAIGO CONMIGO

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Aquí Omar Romano, que inició su discografía con este tema, le canta al solar sanducero donde nació y vivió sus primeros años. El cantor nació cerca del arroyito Curtiembre, que toma su nombre del antiguo establecimiento que en sus orillas había. Viene desde Bulevar y pasa por debajo del puente; allí podemos detenernos para gustar unas sabrosas moras blancas, antes de seguir viaje hasta el río Uruguay. Volvemos y nos encontramos a Cachito, casi una caricatura de un Chapiín del Barrio Artigas. Animado con algunos vinos viene canturreando con su bolsa al hombro y pidiendo lo que le quieran dar... Vaya uno a saber que oculta rebeldía le hace golpear el pie contra el pavimento mientras desparrama el calificativo de "lAudaz, audaz!" a cuanto semejante se le cruza por el camino. Lo encontramos con su humilde y descuidada vestimenta de to­ dos los días, pero si quieren verlo bañado y "en la pinta", esperen la fecha señalada. Al llegar el día de cobrar su pequeña pensión, luciendo sus mejores galas, Cachito arriba acompañado hasta el local de cobro... Al otro día ya anda otra vez, mal vestido y soli­ tario. Si quieren acertar a la quiniela, cómprele un número al turco Lasantera. El se los canta pero tienen que anotarlo ustedes porque el no sabe... El turco entrega un trozo de papel cualquiera a su cliente y dicta: — El siete con el cero adelante, primero el dos y después el tres... Luego de cobrar lo que quieran darle por la cébala, se marcha pateando las piedras que encuentra por la calle; mejor dicho arrimándolas al cordón de la vereda, como para que no se repita aquel accidente del motociclista que tanto le impresionó. Mas adelante encontramos al yuyero, a Chirulo el pescador, a Tino — el último pastor— , todo el año con su viejo sobretodo, sus perros propios y sus vacas ajenas. Llegan con diciembre los primeros ensayos de las murgas y los preparativos para las serenatas de fin de año... Para Nochebuena y el treinta y uno, cuando los románticos e ingenuos valsecitos trepan a los balcones en homenaje o declaración de amor, manteniendo una hermosa tradición que no debernos permitir que

76 muera... Porque es necesario seguir cantando en todos los momentos y lugares... Aunque no esté la guitarra de Bogliolo ni el acordeón del Negro Panello.

Traigo conmigo este canto herencia de mis abuelos y con mi voz un saludo de mi pueblo sanducero.

Traigo del río Uruguay su eterno viaje incansable, sus islas, sus arenales con el llanto de los sauces.

Del arroyito Curtiembre, al cruzar bajo sus puentes, traigo el dulzor de sus moras y el frescor de su corriente.

A Chirulo, el pescador, meta pata por el pueblo... Recuerdos del viejo Tino con las vacas y sus perros.

Con “ el número que sale” al “ Turco” pateando piedras... Traigo “El Amable Yuyero” pregonando su márcela.

Del arroyo San Francisco el zambullón de un biguá, entre arrullos de torcazas y la sangre del Ceibal.

El ensayo de una murga cuando un litro va corriendo, recuerdos de carnavales que de a poco van muriendo.

77 Traigo un vals de serenata hacia un balcón color cielo... Bogliolo y Negro Panelo viviendo en nuestro recuerdo.

Traigo toda la esperanza de los hombres de mi tierra, del lustrador, del canilla y de un niño cuando sueña.

Traigo este canto conmigo, herencia de mis abuelos y en mi voz traigo el saludo de mi pueblo sanducero.

(Omar Romano) A PUERTAS ABIERTAS

— "Vivió como un aventurero y murió como un caballero"... Ese sería el mejor epitafio para la tumba de mi más querido maestro... Aventurero, en el mejor sentido de la palabra — se apresura a aclarar Paco Trelles, y luego continúa. — Hombre valiente, amigo de emprender grandes aventuras. Hizo la Segunda Guerra Mundial embarcado, andaba desde 1938 en la Marina Mercante Griega... Bajito, canoso, de bigote blanco, la pipa en la boca y un andar de piernas abiertas, como si siempre estuviera sobre la cubierta de un barco en alta mar. Junto a él aprendí a navegar, en el agua y en la vida — afirma Paco. — Lo recuerdo siempre y lo necesito tanto como a mi viejo, — dice del autor del verso-estribillo del cual surge la idea original de esta canción, grabada por Los Solitarios y Paco Trelles. "Por aguas que se fueron no se navega..." Alberto Jones Brown Riccetto, "el Coco" y "II Vecchio Pa- drone" o "El brujo del Sal", aquel que buscan Trelles y Gaviglio en otra de las conocidas canciones de Los Solitarios. Filósofo y poeta, autor de finos y arcaicos poemas, desconocidos en su mayoría. Sumamente culto, sin ostentaciones en tal sentido. Amigo de bucear en los profundos laberintos de las artes negras y magias de todos los colores. Con su biblioteca-laboratorio- cueva, instalada en la bohardilla de su casa donde se amontona­ ban libros, aparatos de precisión y máquinas infernales de imposi­ ble aplicación práctica. — Tenía gran poder mental, capaz de hacer saltar un objeto desde la mesa al estante, luego de un momento de concentración — asegura Paco— ... — Siempre repetía que algún día se va a descubrir que el espíri­ tu, realmente no muere y que más allá de las muertes, habremos de encontrarnos en un punto del Atlántico... En la isla de los valientes y los eternos enamorados, al resguardo de todos los vientos. Pero no estarán todos ahí, solamente los que hayan sabi­ do desprenderse del rebaño y brillar con luces conquistadas... "Allá estaré esperándote" — me decía con total convencimien­ to — ... "Búscame cuando llegues, estaré en los boliches del Puerto, porque soy hombre de mar. En uno de esos bodegones estaré disfrutando del buen vino y el buen queso..."

79 — Consciente de que ia tristeza es propia del hombre, me ayudaba a combatirla con un trago de "Acuavit", poderoso licor etílico preparado por él y capaz de sacudir las raíces del más temerario... Y cuántas veces con un amargo y una de sus frases, me dio impulso para sobrellevar el peso de un fracaso amoroso u otra gran desilusión... "Sábés tristeza, (tomáte un mate) por aguas que se fueron no se navega...”

Por aguas que se fueron no se navega...

Tristeza todo se quema desde el verso a la madera, con rojas llamas de olvido, negros tizones de ausencia, jalonarán tu marchar por la desolada tierra.

Por aguas que se fueron no se navega...

Para ser verdad el canto, tristeza, tal vez debieras preguntarte si concuerdan las verdades de mi pueblo con tu garganta de piedra.

Por aguas que se fueron no se navega...

Busquemos juntos, tristeza, el sol de puertas abiertas, en la playa de esperanza al hombre niño que llega, a preguntar el por qué, a pedir una respuesta.

80 Busquemos juntos, tristeza, que si la verdad concuerda en nuestras manos está el encontrar la respuesta.

Sabés tristeza... Por aguas que se fueron no se navega...

(Alberto Jones Brown Riccetto-Paco Trelles. Augusto Santana-Eduardo Paradella)

81 LA NEGRA JUANA

El 8 de mayo de 1884, en subasta pública por cuenta y orden de Francisco Piria, el señor Florencio Quinteros adquirió en Montevi­ deo, Barrio Sur, el predio de la calle Cuareim 1070-1084, donde comenzaría a levantarse el conventillo Medio Mundo. Eran 922 metros cuadrados (21,50 de frente por 42,95 de fondo) adquiridos a razón de $3 cada uno. En 1885 quedó pronto un enorme edificio de dos plantas, constituido por 54 habitaciones y 4 baños, un gran patio con aljibe y piletas de hormigón para el lavado de la ropa. Muchas familias, en su mayoría descendientes de negros escla­ vos, vivieron allí a lo largo de más de noventa años. Su población promedio fue de doscientas personas, todas ellas de modesta condición económica, usufructuarias de esas habi­ taciones por alquileres accesibles. De allí surgieron obreros y artesanos, deportistas y cama- valeros. Entre estos últimos, la gente del célebre conjunto "Morenada", todo un símbolo de las manifestaciones musicales y coreográficas afro-uruguayas proyectadas al carnaval montevi­ deano con sus Llamadas, y a las tradicionales celebraciones de Fin de Año. Coloridas explosiones de ritmo y danza para borrar, por unos breves días, los grises de todo el año de trabajo y sacrificio. El 3 de diciembre de 1975 el Poder Ejecutivo, teniendo en cuenta la importancia histórica del significativo y pintoresco edi­ ficio, de indudable atracción turística, además, lo declara Monumento Nacional. Sin embargo, algunos trágicos derrumbes ocurridos por aquel entonces en viejas fincas montevideanas, lle­ varon a los técnicos comunales a promover su demolición por considerarlo ruinoso y ya inhabitable. La medida fue muy discutida y apelada, pero finalmente en 1979, "la piqueta fatal del progreso", personalizada en la opor­ tunidad en la conocida empresa Carrara (aún es propietaria del predio) dio por tierra con techos y paredes, borrando el Medio Mundo de la geografía de Montevideo. ...Y entonces se levantaron las canciones. A las ya existentes se sumaron las muchas que fueron compuestas con motivo del desalojo y demolición. Esta, creada por Tabaré Aguiar (ex integrante de Juglaría y Grupo Vocal Universo, actualmente conformando el dúo Surcos, 82 con Silvio Ortega) nos habla de uno de esos personajes que pasó su vida en la vieja casona. Cuando llegó la orden de retirarse, debió alquilar una casa junto con tres familias también desalojadas de allí. Los hombres traba­ jaban en la construcción y las mujeres "lavando ropa para afuera” . En esto no cambiaron nada los días de la negra Juana. Siempre lo había hecho. Fue lavandera cuando, joven y bonita, se lucía en los festejos como una de las mejores bailarinas de los grupos lubolos, y siguió lavando ropa ajena cuando, años más tarde, le llegó el tiempo de hacer de Mama Vieja en las mismas comparsas. Vivió con el candombe en la sangre y se mudó del barrio llevan­ do junto a su pequeño equipaje, la pena enorme de tener que abandonar su lugar más querido. — Cuando le llevé el tema a Universo — recuerda Tabaré— to­ dos quedamos muy conformes con su enfoque, porque trataba un tema de mucha importancia dentro de nuestro folklore y además, porque en ese momento, año 1979, se habían cerrado las puertas del Medio Mundo. — Desde el estreno, fue un tema que quisimos mucho porque tuvo inmediata aceptación en el público, tanto en actuaciones en vivo como en el disco "Cantar Humano", de Universo, donde encabeza la cara dos.

La negra Juana busca los sueños de aquel febrero, mientras que lava, triste las manos, triste el pensar. Pobre esperanza, pobre el anhelo, pues la llevaron de aquel su mundo, feliz lugar.

Ya no veré, ni sentiré tu sonoro patio mi Medio Mundo, vieja esperanza

83 de mi verdad. Amanecer y anochecer con el ritmo alegre del ángel negro, que dio a mi raza su libertad.

La negra Juana busca en los sueños a los tambores, pa’que con ellos se haga feliz algún despertar. Polleras largas de mil colores, viejas sombrillas bailando al ritmo del candombear.

(Tabaré Aguiar) AGUSTIN

Muchas veces había seguido a aquella muchacha... La esperaba a la salida de la tienda donde trabajaba y caminaba tras ella arrojándole las frases que hilvanaba en sus horas delirantes de loco enamorado. La cortejada se dio vuelta al fin para saber quien era su infatigable e inspirado galán. Mucho se sorprendió al comprobar que se trataba nada más, ni nada menos, que de Agustín. Teniendo en cuenta la -total chifladura de su Romeo le explicó, de la mejor manera posible, la imposibilidad de llegar a un acuerdo sentimental. Al sentirse rechazado, Agustín dio un paso atrás, levantó la frente y lleno de sarcasmo y desdén, lanzó al aire una de sus frases memorables: — Siendo así, a partir de hoy, desde el balcón de mi existencia habré de castigarte con el látigo de mi indiferencia. Este pintoresco personaje solía también pasear su estampa, parecida a la de Chaplín, por las calles de Meló, informando a viva voz lo que decían los diarios... Conviene dejar bien claro que Agustín, no era un vendedor de periódicos. Oficiaba de lector público, de periódico -h u m a n o - parlante; leyendo en voz alta para informar a los que no sabían leer o no podían comprar un diario. Cabe aclarar también que leía lo que consideraba interesante según su criterio; destacaba con voz más potente lo trascendente y aplicaba a cada cosa el retoque o glosa acorde con su filosofía. Sabía pedir con las más correctas palabras, surgidas de la buena educación con que complementaba su dignidad. — ¿Tendría Usted algún inconveniente en facilitarme cierta pe­ queña cantidad en efectivo para poder cubrir mis inmediatas necesidades alimenticias? Sin casa ni familia, recorría la ciudad con su pequeña figura y su abundante cabellera, rojiza y encrespada. Los gurises le gritaban palabras ofensivas y los mayores se burlaban de sus delirios. A veces se enojaba y otras veces, desde su altura, se reía de la risa de los demás... Cierto día, en un rapto de cordura, se le ocurrió pedir ayuda monetaria a dos personajes destacados por su gran caudal y al mismo tiempo famosos por su tacañería. Como era lógico, no le dieron nada. Ni un centésimo. A modo de respuesta, en su momento oportuno, todo Meló vio y oyó a 85 Agustín anunciando con voz en cuello el estreno de la versión cinematográfica de la novela de Víctor Hugo “ Los miserables” . Por su cuenta, Agustín había incluido en el elenco y como actores principales'a los dos consagrados amarretes. Tabaré Etcheverry, que siendo niño también, alguna vez, le gri­ tó a Agustín, le ha compuesto esta canción que grabó, desde la cual nos invita a compartir el frío del Chaplín de Meló. El frío que en aquel invierno se lo llevó para siempre. A tiempo de compartir tu frío, también queremos pedirte que nos prestes un poco de tu lúcida y sublime locura para aliviar el peso de tanta normalidad estéril y absurda... Gracias, hermano Agustín.t

Ahí va Agustín con su melancolía estampa de un Chaplín en sus ropas raídas con ojos bondadosos figura pequeñita románticas palabras y una pena infinita.

Ahí va Agustín y a todos le sonríe los gurises le gritan y los otros se ríen. Con saco de un más grande zapatos de otro alguien propina recibida se la entregó un don nadie.

Ahí va Agustín “ el loco” con un diario en la mano repartiendo noticias cual un pan cotidiano ahí va Agustín el loco por un pueblo que es mío hermano en esta obra compartamos su frío.

86 Porque la vida pasa todo llega a su fin hoy llora la poesía para que ría Agustín. Ahí va Agustín “ el loco” con un diario en la mano repartiendo noticias cual un pan cotidiano.

Ahí va Agustín “el loco” por un pueblo que es mío hermano en esta obra compartamos su frío porque la vida pasa todo llega a su fin hoy llora la poesía para que se ría Agustín.

(Tabaré Etcheverry) INDICE

El guitarrero...... ) C IflS El Pulguita ...... De cojinillo ...... Aquilino y su acordeón...... 12 Canción para el amigo ...... 15 Mi abuela la italiana...... 18 Saludo a Paysandú...... 21 Adiós mi barrio ...... 24 A mi c a lle ...... 27 Parece que fue ayer...... 29 Al Yaguarí ...... 31 El pedido...... 33 Mi mama, la pala y el río ...... 36 Canción de los areneros...... 38 A don T o m á s...... 41 Recuerdos de un patio o b re ro ...... 44 Pescadores a la ca ñ a ...... 46 Bautizado negro ...... 49 Joaquim R asgado...... 51 Al Parao ...... 53 Un vintén para S andalio...... 56 Olimarada de comparsa ...... 58 Tablado de a y e r...... 60 Viejo b o te ro ...... 63 Pregón de caña ...... 65 Yo amo esa paloma negra ...... 67 Parentescos...... 69 Cuando cante el gallo azul ...... 73 Traigo c o n m ig o ...... 76 A puertas abiertas...... 79 La negra Juana ...... 82 A g u s tín ...... 85

Se terminó de Imprimir en Prisma Ltda., Gabotc 1582, Tel.: 432 00, Montevideo, Uruguay en diciembre de 1981. Edición amparada al art. 79, Ley 13.349 (Comisión del Papel). Dep. Legal 171.986/81 POR¡ ADA: Mingo Ferret "Toda» las canciones tienen su historia, su rozón y s u j» r qué... y Carlos Cresol Intenta desentrañar los circunstancias que dieron nacimiento a las ni asi que a través de entrevistas directas con autoi pretes va recreando hechos, situaciones y pi aportando detalles reales y concretos que contri enriquecer lo que cada canción comunica por Por este camino surgen anécdotas y datos blogri van desde el humor al hondo dramatismo, pasando por la ternura y la Ironía, sin descuidar el lenguaje sobrio y di­ recto con que han sido encarados cada uno de los comen­ tarlos, CANCIONES CON HISTORIA, nacido como inquietud personal de Carlos Crescl, hombre de radio, periodista y participe directo en las actividades de la música popular, toma su primer contacto con el público como mlcroespa- clo dentro del programa “ Canto Popular" de CX 30 La Ra­ dio, desde 1975. Ahora, en este primer volumen, presenta una selección de títulos representativos del actual movi­ miento del Canto PopularvUmguayo Contemporáneo con ios correspondientes textos de cada una de las páginas elegidas, conformando asi un comienzo de cancionero, de singular atractivo para quienes gustan de estas expresio­ nes artísticas.

LOS L IBROS DEL CABALI ITO SEGUNDA SERIE