Director fundador Jean Meyer . Istor es una publica­ción trimestral de la Di­ visión de Historia del Cen­tro de In­ves­tiga­ Director David Miklos ción y Do­cenc­ia Econó­mi­cas (cide). Consejo editorial Catherine Andrews, . El objetivo de Istor es ofrecer un acercamien­ Luis Barrón, Adolfo Castañón, Clara García to original a los aconteci­mien­­tos y a los Ayluardo, Luis Medina, Antonio Saborit, gran­­­des de­bates de la historia y la actua­lidad Rafael Rojas y Mauricio Tenorio internacio­nal. Diseño y formación Natalia Rojas Nieto . Las opiniones expresadas en esta re­vis­ta son responsabilidad de sus au­to­res. La reproduc­ Corrección Pilar Tapia y Nora Matadamas ción de los tra­bajos necesita previa autori­ zación. Consejo honorario . Los manuscritos deben en­viar­se a la Di­visión Yuri Afanasiev † Universidad de Humanidades, Moscú de Historia del cide. Su presen­tación debe Carlos Altamirano Editor de la revista Prisma (Argentina) Pierre Chaunu † Institut de France seguir los atri­butos que pueden observarse Jorge Domínguez Universidad de Harvard en este nú­mero. Enrique Florescano Secretaría de Cultura . Todos los artículos son dictaminados. Josep Fontana Universidad de Barcelona . Dirija su correspondencia electrónica al edi­ Manuel Moreno Fraginals † Universidad de La Habana tor responsable: [email protected] Luis González † El Colegio de Michoacán . Puede consultar Istor en internet: Charles Hale † Universidad de Iowa www.istor.cide.edu Matsuo Kazuyuki Universidad de Sofía, Tokio Alan Knight Universidad de Oxford Seymour Lipset † Universidad George Mason . Centro de Inves­tiga­ción y Docencia Eco­nó­ Olivier Mongin Editor de Esprit, París mi­­­cas, A.C., Carretera México-Toluca 3655 Daniel Roche Collège de France (km 16.5), Lomas de Santa Fe, 01210, Stuart Schwartz Universidad de Yale Ciudad de México. Rafael Segovia El Colegio de México . Certificado de licitud de título: 11541 y David Thelen Universidad de Indiana contenido: 8104. John Womack Jr. Universidad de Harvard . Reserva del título ­otorgada por el Indautor: 04-2000-071211550100-102 . issn: 1665-1715 . Impresión: Offset Rebosán. Acueducto 115, colonia Huipulco, Ciudad de México, 14370. . Suscripciones: Tel.: 57 27 98 00, ext. 6093 [email protected]

Portada: La barda interior de la frontera internacional que se extiende hasta el Océano Pacífico y que separa San Diego, California, de Tijuana, México. Fotografía de Sherry V Smith. Imagen publicada bajo licencia de Shutterstock.

­istor, año xviii, número 71, invierno de 2017-2018 Istor, palabra del griego antiguo y más exactamente del jónico. Nombre de agente, istor, “el que sabe”, el experto, el testigo, de donde proviene el verbo istoreo, “tratar de saber, informarse”, y la palabra istoria, búsqueda, averi­gua­ción, “historia”. Así, nos colocamos bajo la invocación del primer istor: Heródoto de Halicarnaso.

Índice 3 David R. Maciel, Estados Unidos latinos Dossier 13 David R. Maciel, Foreigners in their Native Land: El pueblo chicano 33 María de los Ángeles Torres, Los viajes del exilio cubano: Pasajes de un diario de hace sesenta años 51 Zorimar Rivera Montes, Los puertorriqueños en Estados Unidos: Nacionalismo en un país cambiante 67 Douglas Carranza Mena, Conexiones y heterogeneidad en la diáspora centroamericana Notas y diálogos 93 Richard Griswold del Castillo y Arnoldo De León, La historia de los chicanos en el Nuevo Milenio: De 2000 al presente 121 David J. Molina, La importancia de la diáspora mexicana y su repercusión económica en Estados Unidos 133 John A. García, Comunidades de origen mexicano y otros latinos: Enfrentar y combatir la creciente hostilidad en el sistema político estadounidense Convergencias y divergencias 159 Fátima Suárez y Denise A. Segura, Chicanas navegantes en el margen: Resistencia, activismo y empoderamiento 177 María-Teresa Vázquez-Castillo, La ciudad antimigrante en Estados Unidos en el siglo xxi: Los casos de Costa Mesa y Maywood Usos y abusos 191 Cori Salmerón y Ángela Valenzuela, Asuntos, temas y proyectos principales de la educación de los méxico-americanos en Estados Unidos: Panorama general Ventana al mundo 209 Gisela Heffes, Escritura ex oikos: Reflexiones en torno al proyecto dislocados y la creación de un repositorio digital 219 Rose Mary Salum, Nostalgia y grandeza

227 Cajón de sastre Introducción

Estados Unidos latinos

David R. Maciel

La población latina o de origen latinoamericano en Estados Unidos es hoy la minoría étnica más numerosa y la que tiene el índice más alto de crecimiento demográfico. En varias regiones del país y especialmente en el estado de California, los latinos no sólo ya no son minoría, sino que constituyen la mayoría en términos poblacionales. Los latinos están constituidos por cuatro grupos predominantes: los mexicanos-chicanos, los puertorriqueños, los cubanos y los de origen centro­ americano, principalmente de El Salvador, Guatemala y Honduras. También hay latinos provenientes de otros países del hemisferio, sólo que su cantidad es mucho menor que la de los cuatro grupos principales. Según datos de la Oficina del Censo, del total de la población latina, 64.3 por ciento es mexicana, 12 por cien­ to puertorriqueña, 5 por ciento cubana y el resto centroamericana y de otras na­ ciones del área. La importancia de los latinos en Estados Unidos radica no sólo en su volumen demográfico sino en su destacada participación en los ámbitos económico, polí­ tico, social y cultural del país. Por ejemplo, el poder de compra de los latinos es sorprendente, el Seling Center of Economic Growth de la Universidad de Georgia ha anotado la cifra de 1.4 billones de dólares en 2016. En el terreno político hay más de tres mil políticos latinos electos o nombrados, incluyendo gobernadores, congresistas federales, locales y estatales, procuradores, alcaldes, etc. Específica­ mente, el número de latinos en el Congreso es de 30 en la Cámara de Represen­ tantes y tres en el Senado en nuestros días (en la década de 1960 eran sólo cinco en ambas), y estas cifras aumentan cada día a escala estatal y local, sobre todo los legisladores, en particular en estados como California y Florida. Uno de los más dramáticos y trascendentales cambios sociales en el periodo contemporáneo en Estados Unidos es la llamada “latinoamericanización”, que se

3 David R. Maciel enmarca en el carácter multilingüe y multicultural de la Unión Americana. Des­ de Alaska hasta Florida existe una representación sustancial de latinos, y su nú­ mero se ha incrementado sustancialmente en nuevas áreas que incluyen Georgia, las Carolinas, Mississippi, Tennessee, Iowa, Minnesota y Utah. Esta tendencia ha generado reacciones políticas que incluso tienen que ver con el triunfo del Parti­ do Republicano en las pasadas elecciones. Una característica de los cuatro grupos latinos más importantes es que tienen a sus países de origen muy cerca geográficamente, a diferencia de otros inmigran­ tes en Estados Unidos. Dicha cercanía e íntimos nexos aseguran la oportunidad para influir en los asuntos de su nación de origen. Por ejemplo, alrededor de 80 por ciento de la población mexicana o chicana reside a menos de 325 km de la frontera con México. Lo mismo se puede decir de los cubanos, que principalmen­ te radican en el estado de Florida, pues la distancia de la isla es de sólo 145 km. Los puertorriqueños en Estados Unidos, por su parte, se encuentran a pocas millas de Estados Unidos continental y están ampliamente comunicados por aire o agua. Son los centroamericanos los que están más lejos de sus tierras natales —el amplio territorio mexicano los separa de ellas— pero para muchos el transporte y las modernas comunicaciones han acortado distancias. Los latinos también han desarrollado diversos lazos con sus lugares de origen. Sobre este tema se mencionan las considerables remesas individuales (y en algunos casos colectivas) que envían constantemente. Dichas remesas llegan a ser parte central de los ingresos en la economía del país de origen y, aún más importante, de familias y poblaciones completas. La posibilidad de votar desde el exterior, para los latinos que son ciudadanos de países de América Latina donde esto se permi­ te, abre una puerta adicional para contribuir al cambio social en su tierra natal. En el ámbito cultural, los latinos poseen un gran talento y extraordinaria productividad artística en todas las gamas del quehacer artístico: las letras, la música, la pintura, el teatro, el cine y, por supuesto, la academia. Además del elogio en sus países de origen, lo reciben en otras naciones del mundo, incluyen­ do España, Rusia, Inglaterra, Alemania y Rumanía que, entre otras naciones, han convocado congresos y otros foros sobre estos aspectos cruciales de los latinos en Estados Unidos. Más aún, los latinos han transformado de forma definitiva la cultura nacional estadounidense. Incluso se puede decir que ciertas superestrellas latinas están en la cúspide de la cultura, la sociedad y el entretenimiento nacional, llámense Sandra Cisneros, Alfonso Cuarón, Gloria Estrada, Alejandro González Iñárritu, Jennifer

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López, James Edward Olmos, Selena, Alex Rodríguez, Gloria Estefan, Fernando Valenzuela, Luis Valdez, entre otros. Es un hecho que su obra ha merecido gran reconocimiento nacional e internacional. Un impresionante logro cultural de las comunidades latinas ha sido la fun­ dación y el desarrollo de los estudios y centros de investigaciones sobre grupos específicos y también sobre su problemática conjunta en varias de las más pres­ tigiosas universidades desde California hasta Nueva York. Esta tendencia se inició a finales de la década de 1960, en el marco del activismo y las demandas del Mo­ vimiento Chicano por los derechos civiles, cuando estudiantes y académicos lo­ graron presionar a sus respectivas universidades para la creación y el desarrollo de centros de estudio. Al adquirir legitimidad y mayor número de especialistas en esta disciplina, se decidió crear institutos o centros de investigación sobre chica­ nos/as y con posterioridad aparecieron los primeros dedicados a la población lati­ na en su conjunto. Hoy existen tales centros en varias universidades de California, Nuevo México, Texas, Illinois, Arkansas, Nueva York, Florida y Washington. Dado el perfil demográfico, los estudios sobre chicanos predominan en el suroeste norteamericano; en el este y en la región de Florida, los estudios cubanos y puertorriqueños son la norma. Mientras que en el medio oeste y en el este del país se crearon los primeros programas interdisciplinarios de estudios latinos. Recientemente lo más innovador ha sido la fundación de la Facultad de Estudios Centroamericanos en la Universidad Estatal de California, Northridge, que es la primera en todo Estados Unidos. En estos centros de estudio y facultades se han diversificado la temática, los métodos analíticos y las metodologías —en la ac­ tualidad, por ejemplo, se pone el énfasis en estudios que se refieren a género y sexualidad. Es esencial anotar que los cuatro grupos latinos tienen muchas semejanzas. Todos parten de legados históricos provenientes de América Latina que se remon­ tan al siglo xix. Su pasado refleja un trasfondo cultural común con acentuadas tradiciones, costumbres, idioma, religión; además, otro factor crucial es que de una u otra forma, los cuatro grupos latinos han sido víctimas en diferentes mo­ mentos de su historia del coloniaje e imperialismo estadounidense. Por lo demás, su recepción en Estados Unidos ha estado enmarcada por los intereses estratégicos más amplios de este país. La historia de las migraciones latinoamericanas se entrelaza con el estudio de las diásporas, que analíticamente se refieren a las poblaciones ya residentes en Estados Unidos que mantienen lazos con sus naciones de origen. Las diásporas

5 David R. Maciel latinoamericanas han mantenido vínculos complejos con los gobiernos de los países latinoamericanos de donde provienen, porque están inmersos en una dia­ léctica de apoyo, alianza y resistencias, y ciertamente se ven afectados por el esta­ do general de la relación de las naciones de origen con Estados Unidos. La población mexicana y chicana o “el México de afuera” surgió en el siglo xix como resultado directo de la guerra territorial de Estados Unidos contra México (1846-1848). Al concluir esta lucha armada —que fue la primera instancia del “Destino Manifiesto”— la derrota militar de México se tradujo en el despojo de 51.2 por ciento de su territorio. Como consecuencia, alrededor de 110 mil ciuda­ danos mexicanos que radicaban en lo que son ahora California, Nuevo México, Texas y Arizona se quedaron en territorio estadounidense. Al optar por quedarse “en su tierra”, pasado un año, según estipulaba el Tratado de Guadalupe Hidalgo firmado por los dos países, adquirieron la ciudadanía estadounidense. Desde esa fecha hasta nuestros días, esta comunidad ha aumentado considerablemente por la constante migración de México, lo que ha dado como resultado que sea la mi­ noría latina más numerosa en Estados Unidos (alrededor de 36 millones en la actualidad). Los puertorriqueños son el siguiente grupo étnico latino que radica en Estados Unidos. Su presencia masiva fue el resultado del triunfo de Estados Unidos en la guerra contra España a principios del siglo xx. La constitución de una forma de protectorado (Commonwealth) sobre Puerto Rico permitió que sus nacionales adquirieran la nacionalidad estadounidense. A partir de entonces ha habido una constante migración de esta minoría al este de Estados Unidos, particularmente a Nueva York, que más tarde se ha extendido a otros estados. Cabe destacar que una vez asentados en Estados Unidos continental, los puertorriqueños pueden ejercer derechos políticos de ciudadanos estadounidenses, incluyendo el voto. A pesar de esto, siempre ha existido una condición clásica de relación colonial y de dependencia respecto a Estados Unidos. Un ejemplo fue la reciente devastación que padeció Puerto Rico a causa del huracán María, el rescate y la ayuda pro­ porcionados por Estados Unidos han sido raquíticos en comparación con los otorgados a otras regiones afectadas por desastres naturales. Está claro que los ciu­ dadanos puertorriqueños han padecido un mal trato, y la falta de una respuesta adecuada ha propiciado la pérdida de vidas y daños graves en propiedades e in­ fraestructura. La minoría cubana en la Unión Americana creció dramáticamente como re­ sultado del triunfo y la consolidación de la Revolución Cubana en 1959. Al im­

6 Estados Unidos latinos plementarse el modelo socialista en Cuba, con Fidel Castro y sus colaboradores a la cabeza, una cantidad sustancial de cubanos, sobre todo de las clases privilegia­ das y de la clase media alta, pidieron y se les otorgó refugio político en Estados Unidos con la posibilidad de acceder a la ciudadanía en poco tiempo. Es decir, recibieron un trato muy favorable para su residencia en su nueva patria (en com­ paración con otros inmigrantes latinoamericanos) y para facilitar su integración a la sociedad y las instituciones estadounidenses. Además, la generación que arribó en la década de 1960, catalogada como “enemiga del comunismo”, ha te­ nido una excepcional influencia económica en Florida y más aún en la política exterior estadounidense, específicamente hacia su país de origen y hacia América Latina en general. Después ha habido otros flujos migratorios cubanos —por cierto de diferentes clases sociales— que llevaron a estos inmigrantes a otros es­ tados, como fue el caso de los “marielitos” de la década de 1980. Ya para la década de 1970 y durante la siguiente, se gestaron profundos con­ flictos políticos en varios países de Centroamérica. EstadosU nidos los interpretó desde la perspectiva de la Guerra Fría contra la Unión Soviética y procedió a par­ ticipar activamente: apoyó a los militares en El Salvador, e incluso cuando los san­di­nistas y su agenda socialista llegaron al poder organizó en Nicaragua una guerrilla opositora al gobierno, sin el menor asomo de preocupación por la lega­ lidad o la consecuente violación de derechos civiles. Este contexto de violencia e inestabilidad en la región desató un éxodo masivo de centroamericanos a Estados Unidos, principalmente de El Salvador, Guatemala y Honduras. La minoría centroamericana en Estados Unidos se ha incrementado en el nue­ vo milenio (fundamentalmente de estos tres países), debido al fracaso de los modelos económicos neoliberales y de la continua inseguridad, que tiene como nuevo elemento la presencia de corredores de tráfico de drogas hacia el norte.U n drama humano es el de los menores de edad que viajan desde Centroamérica en busca de refugio para sólo encontrar violencia en el trayecto y hostilidad al llegar a Estados Unidos. Las nuevas corrientes migratorias se han asentado en varios lugares de la Unión Americana, pero destaca el estado de California. Tanto es así que sólo en la ciudad de Los Ángeles radican poco más de dos millones de centro­ americanos hoy. En total hay en la actualidad alrededor de 3.4 millones en toda la Unión Americana. Los latinos en Estados Unidos tienen otras diferencias además del origen na­ cional. De hecho, durante la experiencia migratoria y ya diaspórica han construi­ do identidades diversas en razón de raza, etnia, clase social, género y sexualidad.

7 David R. Maciel

Sólo para dar un ejemplo en términos raciales y étnicos, algunos latinos son de raíces indígenas variadas, una gran mayoría son mestizos; sin embargo, también hay población latina blanca y con raíces africanas y asiáticas. En el terreno de la afiliación política existen diferencias entre los grupos latinos en Estados Unidos. En general, la mayoría de los mexicanos o chicanos, puerto­ rriqueños y centroamericanos con derecho a votar, lo hicieron por el Partido Demócrata y a favor de una agenda e iniciativas liberales. De acuerdo con el ar­ tículo de John A. García, en este siglo la afiliación al Partido Demócrata ha creci­ do de 49 a 70 por ciento, mientras que la del Partido Republicano sólo aumentó entre 20 y 28 por ciento. Son los cubanos —debido a su clase y sus preferencias conservadoras— quienes principalmente se han afiliado al Partido Republicano —en especial las primeras generaciones de migrantes, ya que las nuevas son más eclécticas.

Retos A pesar de los avances aquí citados, muchos son los retos para el presente milenio. Uno de ellos es la pobreza. De acuerdo con la Oficina del Censo en 2016, 24 por ciento de los latinos vive en la pobreza (en comparación con 9 por ciento de los anglos), lo cual tiene múltiples repercusiones en el campo de la salud, la educación, etc. Específicamente en el campo educativo, si bien hay cifras alentadoras —como que los latinos que han dejado la preparatoria han disminuido hasta 9 por ciento en 2015 y el número de los que llegan a la universidad se ha incrementado— quedan muchos temas pendientes, como que aún no se alcanzan las tasas de acceso de los angloamericanos a la educación superior. Además, los niños y adolescentes latinos, especialmente los inmigrantes, enfrentan un sistema educativo que no aprecia su cultura. En materia de migración los retos son múltiples. En el ámbito federal pre­ dominan los sentimientos xenófobos, que se traducen en leyes discriminatorias y en crecientes medidas para detener la migración desde América Latina. Las políticas antimigrantes también se llevan a cabo en los estados y aun en las loca­ lidades, a través de resoluciones y ordenanzas. Sin duda hay elementos de esperan­ za. En lugares como California hay una clase política chicana que se ha dado a la tarea de confrontar dichas políticas de la administración Trump y sus aliados. Esto podrá ser un modelo para otros lugares, pero queda mucho camino por recorrer. Finalmente, está la cuestión de la “invisibilidad”. A pesar de sus impresionan­ tes contribuciones al bienestar y la grandeza de Estados Unidos, los latinos han

8 Estados Unidos latinos sido en gran medida ignorados en el perfil social de ese país. A pesar de todas las luchas para conseguir los derechos civiles en pro de las minorías durante las dé­ cadas de 1960 y 1970, y diversas acciones posteriores, el debate en Estados Unidos se concentra muchas veces en la contienda de “blancos contra negros”. Con fre­ cuencia, cuando hay referencias a minorías entre la opinión pública y los medios de comunicación se alude principalmente a la población afroamericana. Esta condición se plasma claramente en políticas públicas, textos académicos y en el imaginario colectivo de la Unión Americana. La excepción son los medios de comunicación en español que tienden a apoyar una cultura panlatina. Por cierto, una gran paradoja es el hecho de que el noticiero televisado de Univisión en es­ pañol es el más visto en Estados Unidos.

Istor y el estudio de los latinos Este número temático de Istor responde a varios propósitos y preocupaciones. Reconoce la creciente importancia que tienen los latinos no sólo en Estados Uni­ dos sino en América Latina. Los latinos son, en gran medida, los intermediarios entre las dos civilizaciones, la anglosajona y la latinoamericana, entre el mundo desarrollado y el de los países en desarrollo. Asimismo, este número busca corregir una desafortunada laguna que existe en la bibliografía en español —incluyendo la producida en México— sobre el es­ tudio de los latinos en Estados Unidos. La investigación y los textos publicados en español sobre la población latina son, hasta la fecha, escasos. Esto se debe a varios factores, quizás el más importante es que en las naciones latinoamericanas de origen —específicamente en México— no se han formado especialistas que estudien y difundan el tema a través de la docencia. La excepción es Cuba, país que sí ha mostrado un gran interés, no sólo por su diáspora, sino también por el estudio de otros grupos latinos en Estados Unidos. Otro importante propósito de este número de Istor es que, por medio de los ensayos que lo componen, se demuestra cabalmente la madurez, creatividad y amplitud temática de la academia latina en Estados Unidos. Todas estas colabo­ raciones son textos originales escritos especialmente para Istor. Se incluyen cuatro ensayos centrales sobre las poblaciones latinas más importantes: mexicanos, puer­ torriqueños, cubanos y centroamericanos, seguidos por otros que tratan temas cruciales para los latinos con énfasis en la población mexicana o chicana. Para mí, en lo personal, ser coordinador de este número de Istor es un gran honor, además de que concuerda con mi agenda profesional de más de treinta años

9 David R. Maciel de fomentar los nexos entre mi comunidad y los otros grupos latinos, así como de los latinos con sus países de origen. Agradezco profundamente a Jean Meyer, entrañable amigo y colega durante cuatro décadas, esta oportunidad de colaborar en tan importante esfuerzo; también a David Miklos, director de Istor, quien con gran entusiasmo apoyó el proyecto. Ante todo, este número tiene como propósito despertar el interés de los intelec­ tuales, políticos, alumnos y público en general acerca de los latinos en Estados Unidos y su creciente importancia en México y más allá de la frontera. Quiero dar un agradecimiento muy especial a los autores que de manera ge­ nerosa y entusiasta aportaron valiosos escritos y demostraron un profesionalismo ejemplar. Ojalá que este esfuerzo fructifique en el futuro inmediato y sólo sea la primera de muchas iniciativas semejantes. En nombre de todos los autores —académicos de la comunidad latina en Es­ tados Unidos— quiero expresar que estamos convencidos de que debemos ampliar todo tipo de nexos entre las Americas. Sabemos y sentimos con toda convicción que tenemos mucho que compartir. Ciertos sectores e individuos de esa nación quieren negar esta realidad, incluso la elección de Donald Trump a la presidencia se debe parcialmente a la reacción no sólo de los supremacistas blancos, sino de otros anglosajones que están sumamente alarmados por el fenómeno de latinoame­ ricanización del país, su presencia en la Casa Blanca es en buena medida respues­ ta y freno de tal proceso. Es por eso que la actual administración ha generado un clima político hostil en Estados Unidos, así como agendas e iniciativas antilatinas. Por último, quiero expresar que, como académico y activista chicano, además de mi formación como latinoamericanista, me inquietaba la gran distancia tanto intelectual como personal que existía entre ambos mundos. Afortunadamente en la actualidad empieza a renacer un cambio positivo. Este número es un claro ejemplo de tal proceso. Enero de 2018.

Nota sobre la terminología A la población latina en Estados Unidos se le denomina con varios nombres y etiquetas. Es importante desglosarlos, pues algunos tienen connotaciones ideoló­ gicas, políticas y sociales. El término Hispanic o hispano lo emplea la sociedad dominante desde la dé­ cada de 1970 para denominar a toda persona descendiente de cualquier región o país, incluido España, que sea de habla española. Es el término preferido por las

10 Estados Unidos latinos agencias gubernamentales estadounidenses. Su uso y manejo es controvertido, ya que en su origen fue un término impuesto por los angloamericanos y no una de­ signación propia de la sociedad latina. Sin embargo, en muchos estudios esta­ dísticos, este es el término empleado para aglutinar información de todas las comunidades y como tal tiene utilidad. El término Spanish speaking population fue el más común y se empleó para deno­ minar a latinos en décadas pasadas, tanto por escritores como por el Censo Na­ cional. Sin embargo, existen dos limitaciones en este término: primero, excluye a latinos de descendencia de países como Brasil y Haití en donde el español no es el idioma principal. El segundo problema es que ciertos latinos nacidos en Estados Unidos no dominan o practican el español todos los días. Es decir, no todos los latinos son Spanish-speakers; como se sabe, el uso del español varía en términos de individuos, grupos, generaciones, clase social, etc. Por ejemplo, entre los cubanos es casi unánime el uso del español en todas las generaciones o clases sociales. Los chicanos o las personas de ascendencia mexicana en Estados Unidos son la minoría en la cual existe una gran diversidad en el uso y manejo del español. Digamos que hay dos polos: el de los asimilados o muy dados al american way of life, y otro, el de los chicanos muy mexicanos que practican el idioma y las tradi­ ciones. La preferencia del uso del idioma depende de varios factores, desde la fa­ milia, la religión, la educación, el nivel económico, etcétera. Además del término mexicano se emplean otros: mexican-american (el más común), y chicano o chicana, que es el más nacionalista y que apareció en la dé­ cada de 1960; lo popularizaron los activistas del Movimiento Chicano por los Derechos Civiles. En palabras de un líder político, un chicano es una persona de origen mexicano que tiene fuerte conciencia étnica, orgullo absoluto de su legado mexicano, un rechazo del coloniaje anglosajón y, ante todo, un anhelo de llevar a cabo un sustancial cambio social en pro de “la raza”. La Oficina del Censo de Estados Unidos incluye en sus cuestionarios los tres términos en un esfuerzo por capturar la información de todos los integrantes de esta comunidad.

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Dossier

Foreigners in their Native Land El pueblo chicano

David R. Maciel*

La redacción de este ensayo me ha hecho reflexionar no sólo en términos acadé­ micos, sino también personales sobre todos los temas relacionados con la expe­ riencia de las personas de origen mexicano en Estados Unidos, denominados chicanos, de la que he sido partícipe. A lo largo de las últimas cuatro décadas he tenido la gran fortuna de ser profesor e investigador en varias universidades esta­ dounidenses, lo cual me ha permitido dictar un sinnúmero de cursos sobre mi comunidad: el “México de afuera”. Mi generación fue la primera de profesores universitarios que, como resultado de los logros del Movimiento Chicano, comen­ zó a ofrecer cursos formales sobre nuestra experiencia a finales de la década de 1970; en mi caso, relacionados con la historia y la cultura chicanas. Para nosotros, el estudio y la docencia sobre estos temas iba mucho más allá de un ejercicio inte­ lectual, ya que eran parte de nuestra historia personal, por eso sentíamos una in­ mensa responsabilidad, no sólo de ilustrar la riquísima historia de nuestro pueblo, sino de exponer un mensaje político de orgullo respecto a nuestra ascendencia mexicana y su legado. Es innegable que a lo largo de casi dos siglos de historia (1836-2017), la co­ munidad chicana ha experimentado el agudo coloniaje, el racismo y la violencia; su identidad y cultura se han forjado en la relación dialéctica entre lo anglosajón y lo mexicano. Cabe destacar que los chicanos son el único grupo latino que or­ ganizó un movimiento social trascendental, que abrió las puertas para profundas

* Doctor en historia, Universidad de California, Santa Bárbara. Profesor emérito unm/ucla. Es autor de “México y lo mexicano en Aztlán. A Study of Transborder Economic, Cultural and Political Linjs”, en Francisco Lomeli et al. (eds.), Handbook of Chicana/o Studies, Londres, Routledge, 2017. El autor agradece el valioso apoyo de sus asistentes Dulce Karina Palafox López y Rodrigo Gordoa de la Huerta en la elaboración de la versión final de este texto.

13 David R. Maciel transformaciones. Lo que se ofrece a continuación es un ensayo interpretativo que esboza los principales momentos del pasado histórico pero también reflexiona sobre el presente. En la actualidad, la comunidad chicana ha logrado una multitud de impresionantes avances, pero a la vez existen retos y problemas sin solucionar. La población de origen mexicano se caracteriza por su peso demográfico, ya que constituye el grupo más grande dentro de los más de cincuenta millones de lati­ nos que viven hoy en Estados Unidos. La llegada de Donald Trump a la presiden­ cia plantea, sin embargo, retos como nunca antes en la historia, ya que es el presidente más antimexicano de todos los tiempos, por ende, nos obliga no sólo a una reflexión académica más cabal, sino a una reafirmación de nuestro ser y a la necesidad de un nuevo activismo político en defensa de “la raza”. El estudio de la comunidad de origen mexicano al norte de la frontera con México se ha abordado desde cuatro importantes enfoques. El primero ubica su experiencia dentro de un marco de referencia que la define como una comunidad autónoma y aislada de la influencia de factores externos. La segunda perspectiva sostiene la premisa de que sus miembros son ciudadanos de Estados Unidos y no son esencialmente distintos de los demás miembros de la sociedad estadouniden­ se, ya que en realidad los factores que los diferencian son poco significativos —el apellido, el idioma de uso en el hogar, etc.—; en este caso, los chicanos constitui­ rían una subcomunidad apenas diferenciada de la sociedad en su conjunto y tendrían que estudiarse en el marco de la historia de Estados Unidos; así, aspectos como la clase social, el lugar de residencia y las prácticas discriminatorias no serían factores de relevancia para analizar esta comunidad. El tercer enfoque sostiene que los ciudadanos de origen mexicano en Estados Unidos forman en realidad parte de la sociedad mexicana aunque vivan fuera del territorio del país, por lo que los valores e influencias más importantes y determinantes de la historia chicana serían los que provienen de México. Por último, el cuarto enfoque valoriza a la comunidad chicana como una enti­ dad incluida pero distinta de su país de origen, con una población definida que reside permanentemente en territorio de Estados Unidos. Dicha comunidad ocu­ pa una posición social subordinada dentro de la sociedad dominante, en la que el color de la piel, la clase social y la cultura determinan la hostilidad o indiferencia de las instituciones. Este último enfoque subraya los movimientos de resistencia y de autodefinición del pueblo chicano y ofrece el sistema explicativo más amplio de la experiencia histórica de esta comunidad. Desde esta última perspectiva se ana­ lizarán en las siguientes páginas algunas de las etapas cruciales de su historia.

14 Foreigners in their Native Land: El pueblo chicano

En este sentido, el pueblo mexicano-chicano ha vivido totalmente en la en­ crucijada de dos culturas: la estadounidense y la mexicana. Es decir, la formación de esta comunidad en 1848 y su evolución ha estado determinada y moldeada por el mundo anglosajón, pero también por la constante migración mexicana (y ahora latinoamericana). Esta condición ha hecho del pueblo chicano algo único: imbui­ do por la sociedad norteamericana pero culturalmente mexicano; una gran mayo­ ría de sus miembros se han “aculturado” y funcionan dentro de las normas y prácticas de la sociedad estadounidense. Su terruño, the contested homeland, fue primero la región que constituyó el norte de México y se convirtió después de la guerra de 1847 en el suroeste estadounidense, compuesto por los estados de Arizona, California, Nuevo México y Texas, pero que ya en el siglo xx, debido a nuevas olas migratorias, abarca áreas tan diversas del territorio de Estados Unidos como Colorado y Nevada, el medio oeste —Chicago y sus alrededores—, y el lejano oeste —Oregon y Washington—. Es más, en épocas recientes, el pueblo chicano se ha convertido ya en una minoría nacional que radica de extremo a extremo de la Unión Americana, con presencia en casi todos los estados del país.

El contexto histórico Los orígenes La historia de la comunidad mexicana al norte del río Bravo se inicia con la colo­ nización del “norte lejano” de la Nueva España a principios del siglo xvii. Después del establecimiento de la autoridad colonial en el centro y en el sur, el área de expansión más importante fue el norte, que contaba con una combinación favo­ rable de factores geográficos y demográficos, así como recursos naturales inexplo­ rados. Tal expansión implicó la migración de un gran número de personas étnicamente diversas (indígenas, mestizos, mulatos, criollos y españoles pobres) que se emplearon en las minas, los ranchos y residieron en poblados norteños ubicados en lo que serían los estados de Texas, Nuevo México, Arizona, Colorado y California. Después de la independencia de México, que puso fin al colonialismo español, las condiciones del país eran precarias y se inició una etapa difícil con una econo­ mía en ruinas, inestabilidad política, una marcada desigualdad social, la falta de un Estado fuerte, la carencia de una verdadera cultura nacional, etc. El reto espe­ cífico que experimentó el norte de México fue el arribo de numerosos contingen­ tes angloamericanos a su territorio, invitados por las autoridades con el ilusorio propósito de poblar y desarrollar la zona para el beneficio del resto del país.U n

15 David R. Maciel caso muy significativo fue el de Texas, donde los inmigrantes anglos pronto su­ peraron a los mexicanos y desde su llegada mantuvieron actitudes de superioridad y discriminación racial contra los mexicanos.

El Destino Manifiesto y el expansionismo estadounidense: Efectos en México (1830-1848) Estados Unidos emprendió una política de expansión dirigida hacia territorio mexicano, inspirada en la doctrina Monroe del Destino Manifiesto (1823), que partía de un mandato religioso-espiritual que afirmaba la superioridad del pueblo anglosajón y la idea de que era su misión imponer sus instituciones y expandir su forma de democracia y sus valores al resto de las Américas. Dicha ideología, se­ guida de acciones de política, ocasionaría un estado continuo de tensión entre Estados Unidos y México. Durante la década de 1820, los primeros embajadores de Estados Unidos en México intentaron repetidamente comprar Texas. Más tarde, la Unión America­ na apoyó la independencia de Texas en 1836 (y en 1838 dieron el primer paso decisivo para la anexión de la República Texana) y condenó el envío de tropas mexicanas a ese territorio. Esto sin entender el hecho de que ningún gobierno de ningún país puede permitir la independencia de una región, y que el conflicto de Texas nada tenía que ver con la obtención de la libertad frente a la dictadura [mexicana] sino con la secesión de una provincia mexicana. Lo irónico es que la guerra civil estadounidense se peleó por idéntica razón décadas más tarde.

El México “perdido” y la emergencia de la población chicana La historia de la población de origen mexicano en Estados Unidos empieza pre­ cisamente a partir de la guerra imperialista contra México (1846-1848). La vic­ toria estadounidense significó la adquisición no sólo de 52.1 por ciento del territorio de México, sino la incorporación forzada de alrededor de 120 mil ciu­ dadanos mexicanos que pasarían a ser uno de los grupos étnicos más importantes de la sociedad estadounidense desde entonces hasta la fecha. El Tratado de Guadalupe Hidalgo, que puso fin a la guerra, se convirtió en el documento clave para entender la historia legal de la incorporación de la po­ blación mexicana que radicaba en la región del norte de México a Estados Unidos. El Tratado también sentó las bases de la futura relación bilateral México-Estados Unidos, e inició el camino para que la Unión Americana se convirtiera en una gran potencia. Por presión de los negociadores mexicanos del Tratado, los nacio­

16 Foreigners in their Native Land: El pueblo chicano nales que vivían en esas tierras tuvieron la posibilidad de optar por obtener la ciudadanía estadounidense o regresar a México. A los primeros, la primera ge­ neración “legal” de chicanos, se les prometió que sus derechos civiles estarían plenamente garantizados; sin embargo, la realidad fue muy diferente y las ga­ rantías que se les ofrecieron fueron pocas o abiertamente no fueron respetadas. Así, en los años siguientes a la guerra de 1847, los mexicanos en Estados Unidos dejaron de ser dueños de su propio destino para convertirse en foreigners in their native land. El carácter, la forma y la rapidez de este proceso —denominado el Gran Des­ pojo— variaron de acuerdo con las características demográficas, sociales y eco­ nómicas específicas de cada región y localidad. Para la mayoría de los mexicanos la vida bajo el régimen estadounidense se caracterizó por la pérdida de derechos civiles, los hostigamientos y hasta los conflictos violentos, por ejemplo, un re­ ciente estudio acerca de la situación de Texas indica que, entre 1880 y 1920, ocurrieron alrededor de 5 200 muertes violentas contra miembros de la comuni­ dad chicana. Desde entonces se aprecian los primeros ejemplos de las cuatro posibles op­ ciones de sobrevivencia para la población chicana. La primera es la asimilación, es decir adoptar plenamente el idioma, las tradiciones, patrones de la vida, idiosin­ crasia, cultura y lealtad a las instituciones políticas y legales de la sociedad domi­ nante, a costa del legado, idioma y cultura de su país de origen. En áreas donde los mexicanos constituían la mayoría absoluta de la población, como en Nuevo México, la clase terrateniente mexicana optó con bastante éxito por la asimilación y así retuvo ciertos privilegios dentro de las comunidades —sus intereses de cla­ se predominaron sobre su compromiso ético. La segunda, y probablemente la opción más viable, fue la aculturación, que se define por la capacidad de funcionar dentro de la sociedad, instituciones, patrones culturales y sociales norteamericanos pero manteniendo “lo mexicano”, especial­ mente en el aspecto cultural. Puede significar, asimismo, ser bilingüe y bicultu­ ral. Esta opción fue —y siguió siendo— la preferida. La tercera opción era la resistencia ante el coloniaje de la sociedad dominante, y el pueblo chicano la practicó de múltiples formas. La resistencia convencional tuvo varias herramientas viables: litigios, escritos combativos y aun manifestacio­ nes y huelgas. También, como parte de la resistencia legal, estuvo la lucha por la preservación de la identidad cultural a través del lenguaje, la familia, las tradicio­ nes, así como el mantenimiento de periódicos en español —que informaban sobre

17 David R. Maciel noticias relevantes para la comunidad, fomentaban el uso del idioma español y el conocimiento de las noticias de México. La resistencia no convencional incluye el bandolerismo social y el levantamien­ to colectivo. El primero fue llevado a cabo por individuos o grupos que apoyaron la vía armada como medio legítimo y necesario contra la pavorosa agresión diri­ gida hacia los mexicanos —y se llevó a cabo cuando todos los otros medios polí­ ticos habían fracasado—. Las más importantes figuras chicanas del bandolerismo social de este periodo fueron, entre otros, Gregorio Cortez, Juan Nepomuceno Cortina, Joaquín Murrieta, Juan de Dios Ortega y Tiburcio Vázquez. El caso de Cortina es particularmente significativo: derrotó a los violentos “rinches” (los Texas Rangers) e intentó llevar a cabo un levantamiento armado de toda la po­ blación chicana del suroeste contra el orden dominante. Otra forma de resistencia armada fue el levantamiento colectivo, como el realizado en el territorio de Nue­ vo México. En la década de 1880, un extenso grupo de granjeros tomó las armas en protesta contra la usurpación ilegal de tierras y los cambios forzados en su forma de vida; por su indumentaria, que incluía una capucha blanca para no ser reconocidos y capturados, fueron llamados los “gorras blancas”. De los levanta­ mientos armados de la resistencia chicana, este fue uno de los más exitosos y con logros concretos. La cuarta y última opción para la población chicana fue el regreso a México, su país de origen. Desde finales del sigloxix familias e individuos chicanos, al no poder soportar más el racismo, las prácticas coloniales y la violencia en su contra optaron por el regreso a México. En varios momentos de la historia, los gobiernos de México apoyaron esta opción y otorgaron recursos financieros para el traslado a la tierra natal —desde la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo. Tampoco faltaron los contactos entre los “dos Méxicos” en la segunda mitad del siglo xix en todas las esferas de la vida social, cultural y económica. La migra­ ción constante desde territorio mexicano —en busca de oportunidades de em­ pleo— también contribuyó a reforzar la cultura mexicana al norte del río Bravo. Además, los chicanos estuvieron muy comprometidos en luchas libradas en su país de origen, por ejemplo, la Guerra de Reforma y la Intervención Francesa; las llamadas Juntas Patrióticas se fundaron en California para apoyar la causa de Benito Juárez. En Tamaulipas, por otra parte, muchos mexicanos-texanos cruza­ ron la frontera para luchar contra la invasión francesa bajo el mando del general chicano Juan Nepomuceno Cortina.

18 Foreigners in their Native Land: El pueblo chicano

El siglo xx (1900-1960) La migración hacia el norte Al núcleo de mexicanos que permanecieron en Estados Unidos después de 1848 se sumaron aquellos que buscaban mejores oportunidades económicas y que se establecieron de manera permanente en territorio norteamericano como parte de un proceso migratorio constante. Es conveniente anotar que los patrones de la emigración mexicana varían considerablemente de los de otros grupos que también se han establecido en Estados Unidos, no sólo porque los flujos se han mantenido constantes, sino por su gran cantidad y sus múltiples contribuciones económicas, sociales y culturales a ese país. El siglo xx trajo cambios muy importantes en cuanto a los patrones de migra­ ción, la urbanización, la lucha social y los vínculos con México. El estallido de la Revolución Mexicana de 1910 favoreció el éxodo hacia el norte, que aumentó conforme se intensificaba la lucha. Además de quienes emigraban por razones económicas, había otros que huían de la violencia o temían futuras represalias de las fuerzas políticas victoriosas. Por lo demás, para Estados Unidos, la Primera Guerra Mundial trajo escasez de mano de obra y con ella la demanda laboral para migrantes se incrementó considerablemente. Incluso los agricultores e industria­ les estadounidenses enviaron contratistas a México para reclutar miles de trabaja­ dores. A partir de entonces, la fuerza laboral mexicana se institucionalizó en todos los ámbitos de la vida económica del suroeste y otras regiones de Estados Unidos. Así, entre 1910 y 1929 se produjo la “gran migración de mexicanos”. Se ha considerado que durante las tres primeras décadas del siglo xx, más de un millón de mexicanos (10% de la población total) cruzó la frontera. Estos migrantes prove­ nían de todos los sectores sociales de México y llevaron consigo sus talentos, su cultura y en ocasiones su capital a Estados Unidos. Aquellos que provenían del ámbito cultural, como el periodismo, el teatro, la música, las letras y el arte, conti­ nuaron con sus profesiones, contribuyendo al florecimiento de la cultura mexicana en Estados Unidos y a la vez a la expansión de sus contactos con su país de origen. El aumento de la migración combinado con el rápido crecimiento económico dio lugar a la formación de mayores concentraciones urbanas de mexicanos en las principales ciudades del suroeste de Estados Unidos y más allá. Los mexicanos- chicanos encontraron mayores ventajas en las ciudades —empleo, educación, vivienda, redes familiares— en comparación con el medio rural. La tendencia a la urbanización tuvo lugar principalmente en los estados de Texas y California, y este último tenía la mayor cantidad de residentes urbanos. Los Ángeles y San

19 David R. Maciel

Antonio, en particular, fueron los principales centros de población. Estas ciudades, junto con Denver, San Diego, Houston, Oakland, Phoenix, Tucson y El Paso se convirtieron en ejes de la vida cultural y social de los mexicanos en Estados Uni­ dos. En el medio oeste, Chicago y Kansas, las colonias de trabajadores ferrocarri­ leros fueron el núcleo central de los barrios mexicanos; debido a la segregación urbana existente, las personas de origen mexicano fueron restringidas a ciertas zonas de las ciudades, donde formaron sus propios barrios y enclaves. La explotación económica y la marginalización social dio origen a la multipli­ cación de organizaciones cívicas de defensa de los mexicanos a escala regional y local y al fortalecimiento de asociaciones de ayuda mutua, como la Alianza His­ pana Americana, así como del movimiento obrero chicano que, para las décadas de 1920 y 1930, desempeñó un papel importante en el movimiento laboral de Estados Unidos. La fundación del Congreso de Organizaciones Industriales (cio, por sus siglas en inglés) en 1935 abrió sus puertas a los chicanos.

Las primeras repatriaciones Sin embargo, no todo fueron logros. Para la segunda década del siglo xx se ini­ ciaron las primeras campañas masivas antimexicanas. La ley migratoria de 1917 fue una de las primeras medidas que afectó la entrada de los mexicanos a Estados Unidos: imponía medidas sanitarias y económicas para el ingreso de migrantes al país, y un impuesto de acceso de diez dólares (lo que por cierto motivó el arribo de mexicanos por puntos diferentes a los cruces fronterizos establecidos). Después de la Primera Guerra Mundial, la breve crisis económica de 1920-1921, el llama­ do “miedo rojo” (al comunismo) y la agitación obrera de esos años, contribuyeron a reavivar los sentimientos antimigrantes de la sociedad estadounidense. A partir de 1924, la recién fundada Patrulla Fronteriza se encargó de la deportación siste­ mática de trabajadores a México. En la primavera de 1929 se comenzaron a manifestar señales de crisis económi­ ca en Estados Unidos, que culminaron con el desplome bursátil de octubre de ese año, que finalmente hundió a Estados Unidos en la peor crisis de su historia: la Gran Depresión. Pronto comenzaron a manifestarse sus efectos sociales devastado­ res; por ejemplo, para 1933, la cuarta parte de la mano de obra estaba desempleada. A medida que se declaraban en quiebra empacadoras de carne, acerías, minas, in­ dustrias, granjas y ferrocarriles, la gran mayoría de los trabajadores chicanos y mexicanos se quedaron sin empleo tras ser señalados como el “chivo expiatorio” de la crisis. Además, no sólo experimentaron dificultades para encontrar empleo en

20 Foreigners in their Native Land: El pueblo chicano las zonas urbanas, sino también en las rurales, de donde fueron des­plazados de sus trabajos por migrantes angloamericanos en busca desesperada de empleo. En este escenario, Estados Unidos aplicó una política masiva de repatriación dirigida hacia los mexicanos: los indocumentados y todos aquellos que no pudie­ ran probar su ciudadanía estadounidense o residencia legal. Las deportaciones forzadas se extendieron por todo el país, aunque se concentraron en el suroeste y en el medio oeste. Se estima que entre 1929 y 1934 fueron repatriados 400 mil mexicanos y se calcula que otro medio millón regresaron a México ante la ame­ naza de una deportación forzada. Al tiempo que se llevaban a cabo las deportaciones en masa, los cónsules mexi­ canos reforzaron las medidas de protección; para eso, además de contar con fondos federales requerían recolectar dinero en la comunidad para cubrir mejor los gastos del regreso de sus compatriotas. En 1931, y solamente en Los Ángeles, el cónsul Rafael de la Colina realizó una labor ejemplar de protección a los mexicanos más vulnerables, apoyado por las organizaciones de la “colonia mexicana”, que aportaron ayuda económica y en especie. Este consulado tuvo que mane­jar alrededor de mil casos de repatriación ese año. Este modelo de colaboración entre consulados mexi­ canos y las organizaciones de la comunidad fue seguido en otras ciudades como Brownsville, El Paso y Laredo. Durante la presidencia de Lázaro Cárdenas se intensificaron las acciones en favor de los repatriados. Se les ofrecieron empleos en los proyectos de colonización, que formaban parte de la política de reforma agraria del régimen. Durante este gobierno, aproximadamente 40 mil mexicanos aceptaron regresar al país. A al­ gunos los impulsaba el espíritu nacionalista y el apoyo del gobierno, aunque para otros la vida allende la frontera se había vuelto imposible por la xenofobia y las políticas antimexicanas. Mucho ayudó que las consecuencias de la Gran Depresión no fueron tan intensas en México como en Estados Unidos. Esto se debió a que para entonces México no era aún un país totalmente urbano y había relativamen­ te pocos trabajadores en las manufacturas y en empleos urbanos.

La Segunda Guerra Mundial y la posguerra En Estados Unidos, el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial tuvo algunos efectos positivos para la comunidad mexicana, que había sufrido mucho con las repercusiones de la Gran Depresión. La Ley G.I., que concedía beneficios para los veteranos, ayudó a los chicanos que sirvieron en las fuerzas armadas a obtener nuevas oportunidades de trabajo y sobre todo les dio acceso a instituciones de

21 David R. Maciel educación superior, luego de su reincorporación a la vida civil. Asimismo, cientos de miles de mujeres entraron en el mercado de trabajo con ocupaciones calificadas y semicalificadas a las que antes no podían aspirar. Así, ocurrieron historias de empoderamiento laboral y específicamente de género durante la posguerra. La llamada “generación mexicano-americana”, surgida de la Segunda Guerra Mundial, fue la primera en involucrarse más directamente en el quehacer políti­ co y cívico de Estados Unidos en un grado más amplio. Los veteranos de origen mexicano empezaron a crear asociaciones empeñadas en lograr cambios positivos en torno a la pobreza, la discriminación, el acceso a la educación y la representación política. Entre las organizaciones más importantes que se fundaron en ese perio­ do se encuentran la Asociación Política México-Americana (Mexican-American Political Association), el Foro G.I. Americano (American G.I. Forum), la Orga­ nización para el Servicio de la Comunidad (Community Service Organization), las Ligas Unidas del Sur de California (Unity Leagues of Southern California) y la Asociación Política de Organizaciones de Habla Hispana (Political Association of Spanish-Speaking Organizations). Todas ellas fueron vehículos de mayor in­ fluencia y más presencia política de la comunidad de origen mexicano en los ámbitos nacional, estatal y local. En el verano de 1942 se inició un nuevo capítulo en las relaciones entre Méxi­ co y Estados Unidos en cuestiones relativas a la migración. Dada la gran necesidad de trabajadores debido al desplazamiento de muchos estadounidenses por el con­ flicto bélico, el gobierno de Washington solicitó ayuda a México para cubrir ur­ gentes requerimientos de mano de obra. Ambos gobiernos, a través de un acuerdo —que nunca ha vuelto a repetirse—, auspiciaron el reclutamiento y la contratación de trabajadores mexicanos bajo las condiciones estipuladas en el llamado Programa Bracero. Este acuerdo fue reformado en la década de 1950 y concluyó en 1964. Entre 1942 y 1964 cerca de cinco millones de mexicanos participaron. También hay que señalar algunos aspectos cuestionables del progra­ ma, como el hecho de que los derechos laborales de los trabajadores mexicanos no siempre fueron respetados.

El Movimiento Chicano y su legado Orígenes y desarrollo de “la causa” Aun con los avances logrados en decenios anteriores, para el inicio de la décadas de 1960, la gran proporción de la población chicana-mexicana pertenecía a la clase obrera: la tercera parte de las familias en Estados Unidos vivía por debajo

22 Foreigners in their Native Land: El pueblo chicano del nivel de pobreza; cuatro quintas partes de esa población tenían empleos no calificados o semicalificados. Los niños y jóvenes se educaban en escuelas segregadas en donde casi nunca obtenían la instrucción ni el impulso para asistir a la univer­ sidad. El poder político de los chicanos estaba aún muy limitado por los obstáculos para empadronarse, votar y ejercer su derecho al sufragio; además, el diseño de los distritos electorales dividía a las comunidades y les restaba fuerza electoral. En ese escenario y en el marco de luchas más amplias por los derechos civiles, se inició el Movimiento Chicano en el que participaron individuos y grupos de diferentes regiones de Estados Unidos e incluía temas importantes como la resti­ tución de las vastas extensiones de tierras arrebatadas después del Tratado de Guadalupe Hidalgo, los problemas de los trabajadores agrícolas y urbanos, el pleno ejercicio de los derechos políticos, los temas de género y las reformas a la educación. Se trataba ante todo de elevar la condición socioeconómica, política y cultural de la comunidad chicana en la sociedad estadounidense. Asimismo, de suma importancia para los chicanos era recuperar y ampliar su legado cultural. Las raíces mexicanas fueron desde el principio una fuente de cons­ tante inspiración intelectual y espiritual del movimiento. El mito de Aztlán como lugar de origen de los mexicas y de la “nación de bronce” se convirtió en un pode­ roso símbolo de la “patria chicana” en Estados Unidos. Sin duda, esta contienda culminó con siglo y medio de resistencia y activismo en pro de los derechos civiles y una existencia más digna para la raza. En la etapa inicial de “la causa” emergieron líderes muy importantes que aportarían extraordinario carisma e inspiración, tanto que el Movimiento Chicano giró alrededor de ellos y sus respectivas agendas. En el estado de Nuevo México, el predicador protestante Reies López Tijeri­ na fundó la Alianza Federal de Mercedes, con el fin de recuperar las tierras que habían sido usurpadas por diversas agencias e individuos de Estados Unidos des­ pués de la guerra de 1847; cuando las instituciones no respondieron a sus deman­ das tomó por la fuerza, al lado de sus seguidores, el pueblo de Tierra Amarilla. Tijerina encabezó el “arresto ciudadano” de un alguacil, con el fin de presionar al sistema para hacerle justicia a todos aquellos que por medios fraudulentos o por la fuerza habían sido despojados de sus tierras. De inmediato respondió el apara­ to estatal, que lanzó una campaña en su contra. Eventualmente Tijerina fue lle­ vado a un juicio y encarcelado por “destruir propiedad federal”, al quemar los rótulos de un parque federal en protesta. Cuando fue liberado, después de dos años de prisión, no volvió a ser el mismo. Se ha especulado mucho respecto a lo que pasó durante ese periodo. El hecho es que nunca más participó en el activismo

23 David R. Maciel político de ninguna forma. Tijerina fue sin duda el líder más carismático del Movimiento; su entrega y pasión por la causa fueron absolutas. César Chávez y Dolores Huerta fueron los líderes que organizaron a los traba­ jadores agrícolas que hasta ese momento no sólo carecían de derechos básicos sino que constituían el segmento más explotado de la clase obrera estadounidense. En 1965, en Delano, California, el recién creado Sindicato de Trabajadores Agrícolas Unidos de América se lanzó a una larga huelga en contra de los granjeros del área, que finalmente culminó en una victoria para el sindicato —en parte debido al apoyo nacional e internacional hacia ese movimiento social—. El sindicato logró mejorar considerablemente las condiciones de trabajo de cientos de trabajadores agrícolas especialmente de California. La obra heroica de César Chávez fue am­ pliamente reconocida en Estados Unidos y en el mundo; Dolores Huerta, con más de 80 años, hoy día sigue activa en el campo del sindicalismo y de diversas causas sociales. En Colorado, Rodolfo Corky Gonzáles fundó la organización La Cruzada por la Justicia, para atender los serios problemas urbanos de los chicanos, como la falta de vivienda digna, el desempleo, la deserción escolar de la juventud, la se­ gregación, las prácticas discriminatorias. Gonzáles y sus seguidores también abogaron por una educación y cultura alternativas que reflejaran el rico legado y la experiencia chicana en su totalidad. Esta preocupación fue clave, pues la histo­ ria del pueblo chicano no figuraba para nada en los planes docentes de educación en Estados Unidos ni en los libros de texto; además, hacían falta profesores y consejeros escolares chicanos para guiar a las nuevas generaciones. Otra importante acción del Movimiento Chicano se llevó a cabo en 1969, cuando José Ángel Gutiérrez fundó, en el sur de Texas, el Partido la Raza Unida, como una clara alternativa a los partidos tradicionales: el Demócrata y el Repu­ blicano que, según estos activistas, no habían hecho justicia a las necesidades del pueblo chicano. El objetivo de Raza Unida era conquistar —a través del voto— puestos públicos en las elecciones locales y estatales. Aun cuando el sistema elec­ toral estadounidense es bastante hostil a cualquier tercer partido, Raza Unida sí tuvo algunos éxitos en el sur de Texas, además le dio valiosa experiencia política a futuros candidatos chicanos. Otro importante avance fue que logró forzar al Partido Demócrata a atender de forma más cuidadosa las agendas chicanas con iniciativas concretas. También en la década de 1960 surgieron importantes iniciativas de mujeres chicanas que, además de participar activamente en todos los aspectos del Movi­

24 Foreigners in their Native Land: El pueblo chicano miento, articularon prioridades y ofrecieron diagnósticos y perspectivas de su situación y de sus problemas específicos. De tales iniciativas se crearon múltiples asociaciones de género; por ejemplo, en 1971 se fundó la Conferencia de las Mu­ jeres por la Raza, que fue la primera de muchas otras iniciativas. Dentro de este activismo, en escuelas y universidades del suroeste de Estados Unidos, los estudiantes se manifestaron por el incremento de las oportunidades educativas para la juventud chicana. En 1968, 15 mil estudiantes de varias pre­ paratorias protestaron en las calles por la baja calidad de las escuelas en el Este de Los Ángeles. Tales esfuerzos mostraron cómo el sector estudiantil fue un partici­ pante esencial del Movimiento Chicano. Los grupos estudiantiles —que adopta­ ron el nombre de Movimiento Estudiantil Chicano de Aztlán (mecha)— también abogaron por la institucionalización de programas académicos en los que se estu­ diara la historia de México y la de los chicanos y mexicanos en Estados Unidos, y pugnaron por la implementación de la educación bilingüe. En 1973 en la Universidad de California, en Santa Bárbara, un destacado grupo de profesores y alumnos de posgrado formularon el Plan de Santa Bárbara, que buscaba reestructurar la educación superior para permitir la creación de fa­ cultades de estudios chicanos en las universidades (que no existían), el recluta­ miento de estudiantes y profesores chicanos por las universidades, así como el otorgamiento de becas y todo tipo de ayuda financiera para chicanos con el fin de apoyar sus estudios universitarios. Otro gran logro del Movimiento Chicano fue el asombroso florecimiento cultural que impulsó y que abarcó toda una gama de actividades artísticas y aca­ démicas: letras, artes plásticas, cinematografía, música, docencia e investigación, así como esfuerzos editoriales que captaron el imaginario nacional y hasta inter­ nacional. La cantidad y variedad de obras artísticas fue asombrosa debido a la gran creatividad de sus narrativas, de sus temas de investigación y de sus imágenes totalmente novedosas. Tales manifestaciones han recibido el reconocimiento nacional e internacional. Las raíces culturales mexicanas fueron desde el principio una fuente de constante inspiración intelectual y espiritual para el Movimiento. Los creadores e investigadores chicanos demostraron su compromiso con el cambio social y el activismo político, que se ejemplifica en el teatro de Luis Val­ dez, en la introducción de Actos, donde señalaba que: “La naturaleza del chicanis­ mo convoca a un cambio revolucionario en las artes, así como en la sociedad. El teatro chicano debe ser revolucionario en sus técnicas, al igual que en su conteni­ do. Debe ser popular, sujeto a ninguna otra crítica más que la del mismo pueblo;

25 David R. Maciel pero también debe educar al pueblo hacia una apreciación del cambio social, dentro y fuera del escenario”. En todas estas expresiones artísticas, los temas de la historia de México y de la migración fueron predominantes. Este es el caso de Malaquías Montoya en las artes visuales y de Luis Valdés, creador del Teatro Campesino y cineasta pionero, en cuyo documental Yo soy Joaquín, sus imágenes y narrativa recorren la historia mexicana con el fin de ubicar en ella a la comunidad chicana de Estados Unidos. Por lo demás, la temática de las obras de la mayoría de los literatos chicanos tiene que ver con México y lo mexicano, y específicamente con la problemática de la migración. Este es el caso por ejemplo de Sandra Cisneros, quien documenta la experiencia migratoria personal y familiar en varias de sus obras: La casa de la calle Mango y Caramelo, entre otras. Los esfuerzos, las metas y el simbolismo que representaba el Movimiento Chicano se prolongó durante la década de 1970. Aunque no todo lo deseado se resolvió, es innegable que se lograron transformaciones importantes para la po­ blación e incluso delineó el significado el ser chicano: el orgullo por el pasado, la identidad étnica y la autodeterminación frente al contexto hostil. El Movimiento planteó las bases para una mayor participación social y política de la comunidad en las décadas posteriores.

La herencia de la causa Para finales de la década de 1970, el Movimiento Chicano en su fase de activismo, es decir de manifestaciones, confrontaciones directas, huelgas, toma de institu­ ciones, boicots, etc., declinaba. Su agenda evolucionó ya no alrededor de sus iconos sino por medio de organizaciones y de la acción colectiva. Entre los temas principales de la lucha se incluyeron migración, educación, cuestiones de género y salud pública. La herencia política del Movimiento incluyó la renovación de organizaciones ya existentes, como la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (lulac) y la creación de otras nuevas como el Fondo Mexicano-Americano para la Defensa Legal y la Educación, dedicada a litigar casos de mucha repercusión, el Consejo Nacional de La Raza, cuyo objetivo es apoyar campañas políticas y presionar, por medio del cabildeo, al Congreso a favor de una agenda política para el bienestar de la población chicana. También en esa década fue de gran importancia la creación del Proyecto de Registro Electoral del Suroeste, cuya tarea principal es promover el voto entre

26 Foreigners in their Native Land: El pueblo chicano aquellos chicanos y latinos que tienen la ciudadanía estadounidense y ayudar a los residentes legales que no se han hecho ciudadanos a cumplir los requisitos de su naturalización. Gracias a estos esfuerzos, el voto chicano aumentó sustancialmen­ te en todos los ámbitos (local, estatal y federal) en Estados Unidos. El quehacer y la importancia de estas organizaciones mostraron con toda cla­ ridad su consolidación y madurez. A la vez revelaron que la lucha chicana había evolucionado de estar dirigida por figuras carismáticas a realizarse a través de organizaciones nacionales y locales, con líderes electos. La década de 1980 fue conocida como “década de los hispanos”, dado el cre­ cimiento de la población latina en Estados Unidos. De alguna forma, durante este periodo, la población de origen latino (mexicanos, puertorriqueños, cubanos, etc.) alcanzó un gran reconocimiento por parte de la opinión pública, ya que se gestó una “hispanización” en Estados Unidos y, como consecuencia, se visibilizó la presencia de estas minorías. Los chicanos consideraron que la cantidad se tradu­ ciría en votos, estos votos en poder, y que el poder engendraría una mejor calidad de vida dentro de la sociedad estadounidense. Por lo demás, se experimentó un evidente avance en lo relacionado con la representación política y el incremento del voto de los ciudadanos de ascendencia mexicana, así como un efecto positivo en las políticas direccionadas a la comunidad chicana. De igual manera, cabe destacar que algunos grupos chicanos lucharon junto a otras organizaciones de­ fensoras de los derechos civiles en favor de importantes causas, como la de obtener una extensión de la Voting Rights Act (Ley de Derecho al Voto). Es importante destacar que durante esta década quedó de manifiesto cómo el feminismo de las chicanas significó la lucha para obtener la autodeterminación, en particular para que pudieran elegir el desarrollo de su propia vida sin tener que enfrentarse con la presión del sexismo, el racismo y la pobreza. El feminismo de las chicanas va más allá de la consigna “lo personal es lo político” y representa un esfuerzo colectivo por la dignidad y el respeto. En la academia chicana estas pre­ ocupaciones se han traducido en un florecimiento de los enfoques de análisis que utilizan el prisma del género y la sexualidad.

La era actual Al lado de todo lo positivo y los extraordinarios logros de la población chicana para el nuevo milenio, aún hay situaciones y aspectos problemáticos que impiden un mayor cambio social y un ascenso de los sectores menos privilegiados de la población chicana, como pobreza y prácticas discriminatorias. Si bien ha habido

27 David R. Maciel avances en el campo de la educación y de la representación política, queda mucho camino por recorrer. En este siglo, la problemática chicana se encuentra inmersa en un contexto más amplio: el de las guerras culturales en las que está en juego la construcción del futuro de Estados Unidos. Por un lado, se encuentran quienes definen y con­ ceptualizan la cultura nacional como monolingüe, protestante y ciertamente basada en “la superioridad del hombre blanco”. Desde esta perspectiva resulta indispensable asimilar a las minorías —en tanto fuerza de trabajo— y mantener­ las en condición colonial. En varios momentos del siglo xx, se articuló la preocupación por la influencia social y cultural que pudieran ejercer estas olas migratorias, particularmente de mexicanos, en el tejido social, la cultura y, en última instancia, la identidad esta­ dounidenses. Este discurso ha tenido un respaldo intelectual y se ha plasmado en políticas públicas e iniciativas. Un ejemplo es la obra del aclamado intelectual Samuel Huntington, quien fue profesor de Harvard, director de planificación de seguridad del Consejo de Seguridad de Estados Unidos, presidente de la Asociación Americana de Ciencia Política, y cofundador y editor de la influyente revista académicaForeign Policy. Tres de sus obras principales, Political Order (1968), The Clash of Civilizations (1996) y Who Are We? (2004), consideradas como excepcionales por sus seguido­ res, argumentan con gran vehemencia que Estados Unidos está ya debilitado en su esencia, precisamente por los cambios en sus estructuras sociales, la cultura nacional y hasta la identidad. Desde esta perspectiva, su país enfrentaba un serio peligro debido a la creciente presencia y volumen de mexicanos y latinoamerica­ nos, que podrían destruir la grandeza y supremacía de Estados Unidos, principal­ mente por su imposibilidad para “asimilarse”. En el otro extremo de las guerras culturales se encuentran quienes apoyan un Estados Unidos multiétnico y multilingüe y aquí se encuentran los latinos y los chicano-mexicanos. Estas visiones están en conflicto sin ninguna posibilidad de acuerdo. Las po­ siciones son irreconciliables y se reflejan en discusiones ideológicas y en la arena de la política pública. De hecho, el discurso antimigrante está envuelto en el con­ texto de las guerras culturales que tienen lugar en Estados Unidos y que deter­ minarán el tipo de país que será en el futuro —una sociedad con predominio anglosajón-protestante o una sociedad multiétnica—. Es innegable que las guerras culturales en la actualidad demuestran la aguda polarización de la sociedad esta­

28 Foreigners in their Native Land: El pueblo chicano dounidense. Quien salga triunfante en tal conflicto en buena medida determina­ rá el futuro del coloso del norte. Así, los latinos y los chicano-mexicanos seguirán inmersos en esta contienda. Es más, la población de origen mexicano radicada en Estados Unidos se encuentra en la encrucijada y atraviesa por uno de los momentos más difíciles de su historia. La llegada de Donald Trump a la presidencia representa, entre muchas otras cosas, la imposición de una agenda supremacista y xenófoba —que se creía que había sido superada en Estados Unidos— caracterizada por iniciativas para frenar los múltiples avances y espacios que las minorías, incluyendo los chicano-mexicanos, han logrado en la Unión Americana. La puesta en práctica de esta agenda se faci­ lita por el triunfo de una mayoría republicana en el Congreso y por el nombra­ miento de un noveno juez de la Suprema Corte afín a esta línea política, lo cual le permite a la derecha radical controlar las tres ramas del gobierno estadounidense. Uno de los postulados centrales de Donald Trump desde su campaña ha sido el lema: “Let’s take our country back” (Recuperemos nuestro país). A primera vista la afirmación parece confusa, ya que EstadosU nidos no es parte de ninguna gue­ rra abierta en la que algún país extranjero esté en posibilidad de amenazar su te­ rritorio. Sin embargo, se puede afirmar que dicha frase en realidad se refiere a la necesidad imperiosa de la derecha en Estados Unidos (y por supuesto de Trump) de tomar ventaja de “la última oportunidad” que existiría para “rescatar” el país y evitar que caiga en manos de “ellos” —léase las minorías, particularmente la de origen mexicano y en especial los inmigrantes. En suma, Trump ha prometido una política interna basada en la “superioridad” del hombre blanco, anglosajón y protestante, y la premisa de “keep the minorities in its place” (mantener a las minorías en su lugar), y ha proclamado su intención de regresar a Estados Unidos a una presunta sociedad “ideal” ubicada en el pasado histórico, previo al auge de los derechos civiles, promovido por el movimiento social afroamericano, feminista y el importantísimo Movimiento Chicano, y antes de que se formulan leyes para abrogar prácticas discriminatorias que permitían la explotación económica, la segregación social y la exclusión absoluta del poder de las minorías en todos los ámbitos de la sociedad estadounidense, incluyendo la esfera política. Este tipo de argumentos fueron muy convincentes para muchos sectores ca­ racterizados por un racismo manifiesto o latente, que se han sentido amenazados por los espacios y avances logrados por los grupos minoritarios durante varias décadas. Además, está la cuestión del estancamiento de la situación laboral (que

29 David R. Maciel es una realidad en varias zonas de Estados Unidos). Al respecto, Donald Trump no ha perdido la oportunidad para subrayar que esta situación y otros “males so­ ciales” también pueden atribuirse a algunas minorías y por supuesto a la presen­ cia de los inmigrantes. En este escenario, el tema de la migración constituye un eslabón importante para llevar a cabo la agenda de Trump, que busca minimizar el impresionante crecimiento de la población chicana-mexicana y, en todo caso, la “latinoamerica­ nización” de Estados Unidos. El panorama político por ende no es nada halagüe­ ño para los chicanos y los latinos en general. Está claro que la administración Trump es la más antimexicana de la historia reciente, pero también que la cruza­ da en contra de las políticas que representa está en marcha y que destacados líde­ res y grupos chicanos están en la lucha. Es más, ya se han formado varios frentes de resistencia a estas agendas a lo largo de la Unión Americana, por ejemplo en California, donde ha habido tajan­ tes denuncias y creativas iniciativas y acciones de una generación de políticos chicanos que se encuentran en posiciones de poder en el estado, y cuyo propósito es contrarrestar la retórica y mitigar los efectos de la agenda conservadora que permea al gobierno federal en este estado, especialmente en el campo de los de­ rechos civiles de los migrantes. La lucha continúa.

Epílogo Después de este recorrido histórico, cabe reflexionar acerca del futuro inmediato de la comunidad chicana en Estados Unidos. La población continuará siendo mayoría étnica, mientras que otros grupos sociales, como los anglosajones y afro­ americanos, disminuyen en población o se encuentran estancados en su cantidad. Otro aspecto alentador para el pueblo chicano es que cada año aumenta el grupo de jóvenes universitarios, lo cual asegura que continuará el crecimiento de profesionistas en todas las carreras y disciplinas. Lo más probable es que su in­ fluencia y trascendencia se ampliará a escala federal, estatal y local. A la vez, el papel de la mujer chicana, por razones semejantes, conseguirá un rol protagónico en la sociedad. También cabe señalar que las prioridades de las chicanas han cambiado sustancialmente en comparación con las generaciones anteriores. Más y más mujeres chicanas desean tener una vida profesional digna e importante. En el ámbito político, los chicanos aumentaran su poder y representación, tanto en el ámbito local y estatal como en el federal. Los nexos con su país de

30 Foreigners in their Native Land: El pueblo chicano origen, México, se podrán incrementar como nunca por el hecho de que México ya se ha dado cuenta del creciente e influyente rol de su diáspora en EstadosU ni­ dos. Culturalmente la población chicana cimentará su impresionante florecimien­ to en las artes y en el mundo del entretenimiento. Es de esperarse que la sociedad dominante sea consciente de la progresiva importancia del pueblo chicano. Así, cuando se hable de los conflictos raciales, ya no será exclusivamente entre blancos y afroamericanos, sino que se tomará en cuenta el poderío de la raza de bronce.

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Los viajes del exilio cubano Pasajes de un diario de hace sesenta años

María de los Ángeles Torres*

En Estados Unidos ha habido cubanos desde mediados del siglo xix. Algunos incluso dicen que Cuba como país fue imaginado desde Estados Unidos, cuando los independentistas fraguaban y organizaban su movimiento en contra de Espa­ ña desde Nueva York y Florida.1 Después de la guerra de Independencia de Cuba —que en Estados Unidos se conoce como la Guerra Cuba-Estados Unidos—, los cubanos siguieron entrando a Estados Unidos,2 para asentarse en Nueva York, donde contribuyeron en muchos ámbitos, como Nacho Pozo y Mongo Santama­ ría lo hicieron en el mundo del jazz, o Pablo Armando Fernández, un poeta en quien dejaron huella los poetas de la generación beat. Tras la Revolución Cubana, acontecimientos y políticos en ambos extremos del Estrecho de la Florida resultaron en una inmigración masiva. Al comienzo, Estados Unidos pensó que el reasentamiento de exiliados cubanos sería temporal, pues habían pronosticado que el régimen sería rápidamente depuesto. Sin embar­ go, Fidel Castro sobrevivió a diez presidentes estadounidenses, y los cubanos si­ guieron entrando a Estados Unidos por medio de caminos más flexibles para la inmigración y la ciudadanía que se abrieron ante ellos.

* Doctora en Ciencia Política, University of Michigan. Profesora titular de Estudios Latinos y Latinoameri­ canos de la Universidad de Illinois en Chicago y directora ejecutiva del Inter-University Program for Lati­ no Research. Coeditora de Global Cities and Immigrants: A Comparative Study of Chicago and Madrid, Peter Lang, 2015, y coautora de Citizens in the Present: Civically Engaged Youth in the Americas. Traducción del inglés de Mauricio Sanders. 1 G.E. Poyo, With All, and for the Good of All: The Emergence of Popular Nationalism in the Cuban Communities of the United States, 1848-1898, Durham, Duke University Press, 1989. 2 L.A. Pérez, Cuba in the American Imagination: Metaphor and the Imperial Ethos, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 2008.

33 María de los Ángeles Torres

Este ensayo pasa revista a la evolución política de la comunidad en el exilio, para así comprender las resquebrajaduras en evolución que, en asuntos políticos y generacionales, se han hecho patentes en las últimas elecciones presidenciales.

Orígenes de la comunidad posrevolucionaria en el exilio Recuerdo cuando Fidel entró a La Habana. Yo tenía cuatro años. Mi padre salió disparado de casa para llevarme a saludarlos. Había una bulla enorme mientras los barbudos, los rebeldes, desfilaban por la Avenida de los Presidentes con rosarios al cuello. Como la mayoría de los cubanos, mis padres apoyaban la Revolución. Batista había acabado con toda esperanza de una república democrática, al prepa­ rar un golpe de Estado cuando quedó claro que iba a perder las elecciones presi­ denciales de 1952. Al recurrir a la violencia prendió la mecha de una rebelión nacional. Fidel Castro, líder de uno de los movimientos revolucionarios, se con­ virtió en el jefe supremo, porque prometió que iba a cumplir el mandato históri­ co de José Martí, que soñaba con una isla independiente y democrática.3 Pero en lugar de elecciones, Fidel gobernó con decretos que presentaba en manifestaciones masivas. Dijo que eso era la democracia y llamó a esas manifes­ taciones la mayor de las plazas públicas del mundo. Quienes habían apoyado la Revolución se rebelaron contra él. Los opositores fueron perseguidos, hubo juicios sumarios y vinieron las ejecuciones. Lo que pudo haber sido un parteaguas nacio­ nal ocurrió mientras en el escenario del mundo sucedía la Guerra Fría, y Eisen­ hower ordenó a la Agencia Central de Inteligencia (cia) que derrocara al gobierno de Castro. Junto con los cubanos que habían apoyado la Revolución, pero se opo­ nían al vuelco hacia el autoritarismo, se hicieron planes para una invasión militar.4 El gobierno de Castro encontró un aliado en la Unión Soviética, que vio con bue­ nos ojos la idea de tener un pie en el hemisferio occidental. Conforme la Revolución se radicalizaba, el pasado dio lugar a un proyecto alojado en el futuro, el cual prometía una sociedad socialista y la creación del “nuevo hombre”.5 Los niños eran clave en este ambicioso experimento de reinge­ niería social. En una carrera por salvar a los niños, se generó un éxodo sin prece­ dentes de niños solos, que viajaron a Estados Unidos por medio de un programa

3 F. Castro Ruz, History Will Absolve Me, disponible en: https://www.marxists.org/history/cuba/archive/cas­ tro/1953/10/16.htm 4 M.A. Torres, In the Land of Mirrors: Cuban Exile Politics in theU.S., Ann Arbor, University of Michigan Press, 1999. 5 E. Guevara, Man and Socialism, 1965, disponible en: https://www.marxists.org/archive/guevara/1965/03/ man-socialism.htm

34 Los viajes del exilio cubano: Pasajes de un diario de hace sesenta años conocido como Operación Pedro Pan. Los menores recibieron exenciones de visa, hojas de mimeógrafo con el membrete Catholic Welfare Bureau, firmadas por el padre Bryan Walsh, un sacerdote que trabajaba con el gobierno de Estados Uni­ dos. Más de 14 mil niños llegaron a Estados Unidos entre 1960 y 1962. Yo era uno de ellos. Ya en Estados Unidos, podíamos llamar a nuestros padres y, tras una revisión de seguridad, se les extendían visas en un proceso que duraba entre seis y nueve meses. Tal fue mi caso. Sin embargo, ante la Crisis de los Misiles de oc­ tubre ambos gobiernos cerraron sus puertas. Para ese momento, más de ocho mil niños se habían reunido con sus padres.6 No fuimos los únicos en ingresar a Estados Unidos sin la documentación apropiada. Había organizaciones clandestinas que combatían al régimen de Cas­ tro y que también tuvieron acceso a exenciones de visa, que en este caso también eran hojas de mimeógrafo que distribuían por medio de sus células en la isla, pues se operaba bajo el supuesto de que todo esto era temporal y todos estaríamos de vuelta después del derrocamiento del régimen. La política de puertas abiertas terminó en 1963. La política de Estados Unidos cambió y dejó de tratar de mos­ trar al mundo los defectos del comunismo con toda la gente que “votaba con los pies”, y en vez de eso trató de detener el libre flujo de migrantes para crear una “combustión interna” en la isla. En 1965, Castro respondió invitando a la gente a recoger a sus parientes en el puerto de Camarioca, en un anuncio de los aconte­ cimientos que estaban por venir. En ese momento, había 300 mil cubanos vivien­ do en Estados Unidos en una situación migratoria confusa. Para acomodarlos a ellos y a quienes Johnson invitó, el Congreso aprobó la Ley de Ajuste Cubano, que legalizaba a cualquier cubano en el territorio de Estados Unidos, asegurando una vía hacia la ciudadanía después de una residencia de cinco años.7 Poco después, el gobierno de Johnson comenzó con los llamados “vuelos de la libertad”, que estuvieron en operación hasta 1973. El gobierno de la ciudad de Miami no estaba contento con esto y puso en marcha un programa de reubicación masiva para dispersar a los inmigrantes por todo Estados Unidos. Mi familia acabó en Cleveland, Ohio. Nacieron comunidades cubanas en Nueva Jersey, Chicago y Los Ángeles y unas pocas familias llegaron hasta lugares como Helena (Montana), Dubuque (Iowa) y Ann Arbor (Michigan), entre otros lugares, con

6 M.A. Torres, The Lost Apple: Operation Pedro Pan, Cuban Children in the US and the Promise of a Better Future, Boston, Beacon Press, 2003. 7 M.C. Garcia, Havana USA: Cuban Exiles and Cuban Americans in South Florida, 1959-1994, Berkeley, Uni­ versity of California Press, 1996.

35 María de los Ángeles Torres aquellos padres de Pedro Pan que, al llegar, no se les permitía llevar a sus hijos a Miami, sino que se les enviaba adonde se encontraban los menores de edad. Mu­ chos exiliados cubanos florecieron, dando cabida al mito del Exilio Dorado.8

Acercamientos Al agravarse la Guerra Fría, las políticas de Estados Unidos y Cuba separaron más a las familias. En ambos países el contacto entre parientes se convirtió en delito. Estados Unidos prohibió los viajes a la isla y el gobierno cubano no permitía el regreso. De cualquier modo, hubo exiliados cubanos que querían visitar la isla. Yo traté de regresar a Cuba muchas veces y por fin lo logré. La primera vez me acerqué a un organizador de Venceremos, una organización estadounidense de solidaridad, para preguntarle si me podía unir al grupo. Me respondió: “Por su­ puesto que no. Naciste en Cuba”. Le supliqué. “¿Pero cómo puede ser posible? Tenía seis años cuando me fui”. La segunda vez fue cuando una de mis hermanas y yo metimos una solicitud para ir al Festival de la Juventud de La Habana. Éra­ mos candidatas perfectas. Trabajábamos con los Boinas Cafés de Austin en pro­ yectos comunitarios y apoyábamos una organización de solidaridad con Chile. Ayudamos a recabar fondos para el viaje, organizando un concierto en San Anto­ nio con el Conjunto Aztlán. De último minuto nos dijeron que no podíamos ir. No se concedió permiso a los nacidos en Cuba. Insistimos. Entramos en contacto con otros cubanos en Estados Unidos que también querían ir a Cuba. Un año después nos invitaron a asistir a una reunión en la isla. El gobierno de Carter descongeló las relaciones con Cuba, abriendo oportunidades para viajar. En nuestro caso, nos invitaron a abordar una aerolínea cubana que había recibido un permiso extraordinario para aterrizar en Atlanta, Georgia, y que transportó a un centenar de nosotros, para participar en una serie de conversaciones con funcionarios cubanos. Nuestros esfuerzos se toparon con la hostilidad de los exiliados cubanos, que veían en nuestro regreso una traición a la causa. Cundió un estallido de rabia que cobró la forma de asesinatos y bombas cuyo blanco eran aquellos que viajaban a Cuba. Con esto sólo se polarizó la comunidad. El viaje a Cuba estaba auspiciado por la Brigada Antonio Maceo, un grupo de exiliados cubanos como nosotros, que estaba interesado en las relaciones con Cuba. Muchos de nosotros nacimos en Cuba

8 A. Portes y R.L. Bach, Latin Journey: Cuban and Mexican Immigrants in the United States, Berkeley, Universi­ ty of California Press, 1985.

36 Los viajes del exilio cubano: Pasajes de un diario de hace sesenta años y crecimos en otros países. En esos viajes hacíamos amistades duraderas con mu­ chos de nuestros contemporáneos que vivían en la isla y que resulta que tenían tanta curiosidad por conocernos a nosotros como la que teníamos por conocerlos a ellos. De muchas maneras, vivíamos vidas paralelas en países antagónicos. Nos dimos cuenta de que teníamos mucho en común. Después de todo, habíamos compartido la niñez y nuestros caminos estuvieron determinados por una Revo­ lución que estalló en el marco de la Guerra Fría.9 Compartíamos el optimismo de que las relaciones entre Estados Unidos y Cuba mejorarían, sólo para darnos cuenta de que muchos funcionarios cubanos no que­ rían un deshielo y, lo que es más, tomaban medidas para dificultar la buena mar­ cha de la normalización de las relaciones. Aquel breve momento de distensión con el gobierno de Carter terminó abruptamente cuando el gobierno de Castro volvió a jugar la carta de la inmigración y abrió el puerto de Mariel en lo que pareció ser un movimiento calculado para llevar una administración más conservadora a Washington.

El advenimiento del republicanismo en Miami A pesar de que la narrativa de una comunidad conservadora de exiliados se extien­ de por doquier, la realidad es que las posiciones políticas de los exiliados cubanos son complejas y fluctuantes. Históricamente, el Partido Demócrata del estado de Florida (donde radica la mayoría de los cubanos) se alinea más de cerca con su ala conservadora. Los dixiócratas (como se les llama a los demócratas sureños, porque sus preferencias políticas se basan más en la política del Sur que en el liberalismo del Noreste) tendían a aislarse, sin dar buen recibimiento a los recién llegados. Si bien incorporaron a un pequeño número de cubanos, por lo general los demócra­ tas no apoyaron candidatos cubano-americanos, a pesar de que a mediados de la década de 1970 la mayoría de los cubano-americanos registrados para votar en el estado de Florida eran cubanos. Un momento en particular ilustra este fenómeno. En 1989 murió el represen­ tante demócrata Claude Pepper, cuyo distrito comprendía Miami, y su escaño en el Congreso quedó vacante. En las elecciones primarias de los demócratas, resultó ganador Gerald Richmond, quien hizo campaña sobre una plataforma que utili­ zaba únicamente la lengua inglesa.10 La polarización étnica desatada por el éxodo

9 M.A. Torres (ed.), By Heart/De Memoria: Cuban Women’s Journeys In and Out of Exile, Filadelfia, Temple University Press, 2003. 10 véase http://articles.latimes.com/1989-08-30/news/mn-1386_1_claude-pepper-s-seat

37 María de los Ángeles Torres de Mariel estaba rebotando en contra de los inmigrantes.11 En cambio, sin ver­ güenza alguna, el Partido Republicano declaró que la silla que había ocupado Claude Pepper ahora pertenecía a los exiliados cubanos, y brindó su apoyo a Ilea­ na Ros-Lehtinen. Ella se convirtió en la primera inmigrante cubana en ocupar un sitio en el Congreso de Estados Unidos, abriendo así la puerta para un realinea­ miento político de la mayoría de los votantes cubanos. Después de esto, los repu­ blicanos apoyaron de manera sin precedentes a los candidatos cubano-americanos, no sólo a escala federal sino también estatal. Con una combinación de posturas anticastristas y favoreciendo la inclusión de los cubano-americanos, el apoyo al Partido Republicano se consolidó durante los siguientes veinticinco años. La Fundación Nacional Cubano-Americana, nacida en ese periodo, se convirtió en un importante grupo de negociación y cabildeo en Washington.12

Cómo comprender la transformación de Miami Mientras los republicanos consolidaban su poder en la arena política del Sur, tradicionalmente demócrata, ocurrió una transformación más sutil en Miami. El efecto devastador de la caída de la Unión Soviética sobre la economía cubana re­ sultó en una nueva ola de inmigración masiva. Muchos cubanos se hicieron a la mar en bordo de balsas, mientras que otros, que visitaban a sus parientes o asistían a congresos profesionales, extendían su estancia más allá del vencimiento de su visa. También se incrementó el número de cubanos que cruzaban la frontera entre México y Estados Unidos. Muchos amigos que tenía en Cuba comenzaron a salir, para fundar nuevos hogares en España, México y, sí, en Estados Unidos también. A esta nueva diáspora se le dio del nombre de Exilio de Terciopelo, y de ella sur­ gieron grupos que abogaban por una “tercera solución”.13 Una especie de renaci­ miento cultural ocurrió en Miami en la década de 1990 y nos preguntábamos qué iba a “caer” primero, si Miami o La Habana. Las visitas a la parentela se extendían, creando oportunidades para que las fa­ milias divididas se volvieran a encontrar, con lo cual la perspectiva acerca del “otro lado” se coloreaba con ricos matices. Un momento clave fue la visita que Juan Pablo II hizo a la isla en 1998. En un conmovedor discurso, el obispo de Santiago de Cuba hizo un llamado para separar a la nación de Fidel y el gobierno, con lo

11 M. Ojito, Finding Manana: A Memoir of a Cuban Exodus, Nueva York, Penguin Publishers, 2006. 12 P.J. Haney y W. Vanderbush, “The Role of Ethnic Interest Groups in U.S. Foreign Policy: The Case of the Cuban American National Foundation”, International Affairs Quarterly, vol. 43, núm. 2, 1999, pp. 341-361. 13 R. Behar (ed.), Bridges to Cuba, Ann Arbor, University of Michigan Press, 2015.

38 Los viajes del exilio cubano: Pasajes de un diario de hace sesenta años cual demostró a Miami que en Cuba había muchos que luchaban en contra del régimen. Las viejas animosidades familiares terminaron en reconciliaciones per­ sonales cuando muchos cubanos de Miami comenzaron a comprender que no todos en la isla apoyaban al régimen. Incluso la Fundación Nacional Cubano- Americana empezó a promover mejores relaciones, si bien correctas más que es­ trechas, entre Estados Unidos y Cuba.

La crisis en la isla Durante más de treinta años he regresado a Cuba varias veces, pero nunca vi una situación tan precaria como en mi viaje de enero de 2014. Un gobierno en ban­ carrota trataba desesperadamente de hacerse de dinero en efectivo y bajar costos incluso a costa de su legado. Los inversionistas extranjeros, incluso los cubano- americanos, eran cortejados, pero no se les pagaba a aquellos que tenían cuentas por cobrar o, peor aún, los encarcelaban o los deportaban.14 Había trueque de médicos por petróleo. Campeaba la prostitución en locales administrados por el gobierno. Se pusieron en marcha planes para despedir a 30 por ciento de la fuerza laboral del país. La infraestructura básica se caía a pedazos. No se podía transitar por muchas calles, los basureros desbordaban y el crimen iba al alza. Incluso la atención médica, una de las perlas de la Revolución, cojeaba, como quedó de manifiesto con varios brotes de cólera. Para agravar la situación, había una lucha por el poder en la cúpula, descrita por algunos como una pelea entre el presidente Raúl Castro, concentrado en los militares, y aquellos que eran fieles a su hermano, el ex presidente Fidel Castro. Unos cuantos años antes, el Partido Comunista Cubano implementó nuevas medidas, facilitó los viajes y autorizó una lista de actividades económicas que se podían realizar de manera legal. Estas nuevas regulaciones legitimaron lo que ya sucedía sobre el terreno y no acarrearon cambios fundamentales. De cualquier modo, brotaron los pequeños de negocios, muchos de ellos alimentados con re­ mesas que los parientes mandaban desde Miami, pero también proliferaron los inspectores, las normas asfixiantes y esquemas impositivos fuera de toda propor­ ción. Incluso con permisos para comprar automóviles, éstos eran tan caros que los cubanos normales no podían permitirse el lujo. Los grupos de opinión consultados por la Iglesia católica indicaban que el pueblo quería venganza. Hubo informes acerca de protestas espontáneas e inclu­

14 véase https://www.theguardian.com/global/2017/mar/19/life-in-a-cuban-jail-for-a-british-man

39 María de los Ángeles Torres so rumores acerca de una decapitación. Aunque no fue posible confirmarlo, indi­ caba los niveles de ira y frustración presentes en muchos cubanos. Aunque a muchos intelectuales se les dio más espacio para criticar, otros, como El Gorki, un roquero punk, fueron encarcelados junto con sus simpatizantes. Se arrestaba selectivamente a miembros de grupos organizados en pro de los derechos huma­ nos y se dictaban largas sentencias en su contra. En preparación ante rebeliones espontáneas, especialmente en zonas urbanas, la policía de Santiago se desplegó en La Habana, por si la situación llegaba a estallar. La esperanza de cambios eco­ nómicos que introdujeran reformas políticas se vinieron abajo, mientras el go­ bierno se mantenía firme y la represión aumentaba. Las expectativas iban en crecimiento y la falta de vehículos políticos para expresar descontento provocaron que las explosiones de violencia aleatoria se hicieran más probables. Los cubanos de Miami estaban agudamente conscientes de esta situación y muchos comenzaron a reflexionar acerca de la política de EstadosU nidos respecto a la isla. Para 2014, encuestas nacionales publicadas por el Consejo de Atlanta re­ velaron que la mayoría de los estadounidenses apoyaban cambios en la política, si éstos podían fortalecer las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. No obstante, el apoyo más fuerte venía de los cubano-americanos.15 Esto no debe causar sorpresa, pues los cambios generacionales y contactos más estrechos entre familias divididas habían enfriado las animosidades entre los cubanos. Lo más importante es que el apoyo se fundaba en la conciencia de que, en la isla, las cosas se venían abajo a pe­ dazos y podían conducir a un final trágico si no se favorecía el cambio pacífico.

La política de Obama Obama hizo campaña preconizando negociaciones con todos los países, Cuba inclusive. Su plataforma para Cuba, en la cual yo colaboré como parte del equipo de transición, incluía una agenda a favor de las familias, con la cual se incremen­ tarían los contactos familiares y se permitiría enviar apoyos más cuantiosos. Ade­ más, pedía contactos más intensos con el público estadounidense en general. Obama llegó a la presidencia con 35 por ciento de los votos de los cubano-ame­ ricanos. Este porcentaje fue incluso mayor entre cubano-americanos más jóvenes. Fue el décimo porcentaje más alto recibido en todos los tiempos por un candida­ to demócrata a la presidencia.

15 véase http://www.atlanticcouncil.org/events/past-events/atlantic-council-poll-americans-want-new-rela­ tions-with-cuba

40 Los viajes del exilio cubano: Pasajes de un diario de hace sesenta años

Obama reestructuró las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, lo cual cul­ minó con un viaje histórico a Cuba que ocurrió en marzo de 2016. Sentí como si culminara mi viaje de cuarenta años en busca de mejorar las relaciones entre mi país natal y aquel en el que ahora vivo. En un conmovedor discurso pronunciado en el Gran Teatro de La Habana, habló sobre las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, reconociendo la complicada relación que los cubano-americanos tenemos con la isla y por qué nuestras aportaciones han sido fundamentales para el futuro de Cuba y Estados Unidos. Aunque hubo opiniones críticas, la recepción en Cuba fue por lo general po­ sitiva. Una amiga comentó con insistencia: “¿Pero para qué fue? ¿No podía al­ canzar la meta con tan sólo seguir la trayectoria de apertura e insistir en que Cuba hiciera lo mismo?” Le expliqué que el viaje no solamente se trataba de Cuba, sino también de su legado. Como Nixon y China. Además, la crisis económica en Cuba se agravaba, creando una situación muy precaria, cuando lo último que Obama deseaba era otro Mariel. Ella siguió insistiendo: “¿Pero es que no entiende que las cosas han empeorado?” De hecho, días antes de la llegada del presidente 300 di­ sidentes fueron arrestados. La discreta apertura de la economía fue acompañada de normas asfixiantes y una multitud de inspectores en busca de sobornos. Algunos días después del viaje de Obama hablé con ella: “¿Qué piensas del viaje?”, pregunté. “Bueno, pues quisiera que el discurso que dio en Argentina lo hubiera dado en Cuba. Quiero decir, recordarle al mundo que los generales de Cuba también tienen las manos manchadas de sangre. Pero de cualquier modo es importante que un presidente americano convoque a un grupo de periodistas, entre quienes había un cubano-americano, para confrontar a Raúl en el Palacio de la Revolución acerca de los prisioneros políticos”. Su discurso también defendía la democracia y alentaba la reconciliación, reconociendo el papel especial de la comunidad cubana en Estados Unidos para el futuro de Cuba.

Navegar por aguas turbulentas El primer signo de una nueva era fue cuando Fathom, la división educativa de los Cruceros Carnival, con base en Miami, recibió autorización para zarpar hacia Cuba. Supe por primera vez de los cruceros por medio Orbert Davis, el trompetista, compositor y director de la Orquesta Filarmónica de Jazz de Chicago. Lo habían invitado a bordo de uno de los primeros cruceros que Fathom hizo a la isla, en mayo. Orbert preguntó si podía llevar consigo a algunos estudiantes cubanos que habían estado en Chicago en otoño, para que formaran parte de su orquesta y

41 María de los Ángeles Torres navegaran de La Habana a Cienfuegos y a Santiago. No obstante, a Orbert no se le concedió el permiso, debido a una misteriosa ley cubana que no permite a los cubanos ir a bordo de una embarcación en aguas nacionales. Se nos puso la piel de gallina debido a todos los absurdos que literalmente había que surcar para esta­ blecer intercambios culturales con Cuba. Debo admitir que nunca antes había tenido ganas de ir a un crucero, pero en éste iba a haber música, y a mí y a mi marido, que es de Chicago, nos encanta la música. Además, el jazz es un puente no sólo con Estados Unidos, sino también con el pasado de mi isla. A mis dos padres les encantaba el jazz, mi madre iba a oír cantar a Nat King Cole en La Habana, y “My Foolish Heart” fue la primera canción que ella y mi padre bailaron. Pensé que el crucero sería una manera para juntar mi vida de La Habana con mi vida de Chicago a través de la música, en especial del jazz. No obstante, cuando traté de reservar mi lugar, mi marido pudo comprar su boleto pero a mí se me informó que aquella arcaica ley también valía para los cubano-americanos. Recibí un correo electrónico que decía: “¡Gracias por ponerse en contacto con Fathom! Actualmente, las leyes cubanas prohíben que personas nacidas en Cuba viajen a Cuba en barco. Debido a esta regulación, en este momento no estamos haciendo reservaciones para personas nacidas en Cuba”. Comencé a hacer llamadas, primero a amigos en la Casa Blanca, que no tenían idea de que esta cláusula estaba incluida en un acuerdo en cuya negociación habían participado y que habían aprobado, asegurándome que sería verdaderamente extraño si de verdad existiera. Llamé a otros cubano-americanos que trabajaban en Carnival, e incluso a sus abogados, quienes me reiteraron que no podían ven­ derme un boleto porque nací en Cuba. La isla de Cuba tenía una norma que prohibía a los viajeros nacidos en Cuba, independientemente de su nacionalidad, navegar por aguas cubanas sin un permiso de navegación. He estudiado las leyes migratorias cubanas durante años, pero esta me dejó pasmada. Mi primer objetivo fue tratar de entender de qué se trataba éste per­ miso de navegación. Buscando en internet, pude averiguar que ésta era una prác­ tica con siglos de existencia, y se originó en la época de la dominación española, como una forma de controlar la navegación con dirección a las Américas. Un sitio me condujo a Ebay, donde se podía comprar un viejo permiso de navegación de 1827 por 490 euros. No sabía cuánto costaba cuando fue emitido por prime­ ra vez, pero me imagino que era una forma que tenía el gobierno español para ganar dinero. También especulo que les preocupaba que barcos sin autorización navegaran por aguas nacionales, después de todo, los piratas eran una amenaza

42 Los viajes del exilio cubano: Pasajes de un diario de hace sesenta años para el esfuerzo colonial. El dinero y la seguridad son preocupaciones que encuen­ tran la manera de codificar las políticas de manera que se enterquen en vivir más allá de su vida útil. Hasta donde pude averiguar, el permiso de navegación fue introducido en Cuba por los españoles y más tarde pasó a formar parte de la ley por orden de Estados Unidos. Paradójicamente, a comienzos de la década de 1960 el gobierno de la Revolución utilizó este decreto estadounidense para castigar a los veleros que en­ traban a aguas nacionales de Cuba sin autorización, por el temor de que llevaran a bordo invasores contrarios a Castro. Más recientemente, aquellos que dejaban la isla se convirtieron en blanco de esta norma. Ganó impulso como mecanismo re­ presivo en la década de 1990, cuando miles de personas salían en cualquier cosa que pudiera flotar.U n grupo trató de salir en un remolcador, pero lo único que consiguieron fue que un guardacostas cubano los alcanzara y que hundiera el barco con sus poderosos cañones. Se ahogaron 41 cubanos. En tiempos más recientes hubo un incremento en el número de personas que dejaban la isla, e incluso hubo quienes llamaban a aquello un Mariel mudo. El permiso de navegación se convirtió en un poderoso instrumento para controlar la emigración, pues quienes eran sorprendidos en aguas cubanas sin permiso enfren­ taban tres años de prisión. De manera inadvertida, también prohibía a los cubanos utilizar vehículos acuáticos recreativos, esquiar en agua, surfear, velear o hacer viajes en crucero. Para los propósitos de esta ley, nosotros contábamos como na­ cionales cubanos. En el entusiasmo que Carnival sentía por ser la primera línea de cruceros que viajaba a Cuba en más de cincuenta años, aceptó la normatividad cubana, logran­ do así llevar al litoral estadounidense una norma que, con base en el origen nacio­ nal, prohibía a cierta clase de individuos subir a bordo de sus barcos. Muchos de nosotros llegamos a Estados Unidos en medio del movimiento a favor de los derechos civiles. Aunque ese enclave del exilio cubano nos defendía contra muchos de los efectos de la discriminación, aquellos de nosotros que no fuimos criados en Miami vivimos incontables experiencias muy crudas por ese motivo. Recuerdo que en Texas, donde crecí, se me negaba el ingreso a albercas, restaurantes y baños públicos porque yo era cubana. Ahí nació mi activismo po­ lítico. Era el mismo caso con el apoyo que Carnival dio de inicio a una política que discriminaba a los ciudadanos de Estados Unidos y a los residentes legales nacidos en Cuba, pues de hecho su observancia excluía a una clase de personas con base en su origen nacional.

43 María de los Ángeles Torres

No fui la única en enfadarme. Una red de amigos cubano-americanos se juntó. Fabiola Santiago escribió una vehemente columna en el Miami Herald pregun­ tando algo muy simple: ¿Carnival hubiera prohibido que en sus barcos viajaran negros a Sudáfrica si el mismo ofrecimiento se le hubiera hecho en tiempos del apartheid? Circuló una petición en línea y se hicieron llamadas a la Casa Blanca. Cubano-americanos de todos los colores del espectro político Cuba-Estados Uni­ dos condenaron a Cruceros Carnival por discriminar a un grupo de personas con base en su origen nacional. Con el paso del tiempo se entablaron dos demandas. Éstas llegaron a manos de la juez de distrito Marcia Cooke, quien dijo que le quedaba claro que la polí­ tica de no vender boletos a los cubano-americanos era discriminatoria, conforme a la ley de Estados Unidos que ella debía defender en el juzgado. La corte dicta­ minó que los barcos cruceros eran transporte público y por lo tanto estaban suje­ tos a la legislación sobre derechos civiles. Para cuando se realizó el jucio, Carnival había cambiado sus políticas y había comenzado a vender boletos a los cubano- americanos, declarando que no zarparía hasta que Cuba cambiara sus leyes. Con el paso del tiempo, los funcionarios cubanos cambiaron las cláusulas de esta ve­ tusta legislación. De cualquier modo, la juez Cooke, una mujer de origen africano con un agu­ do sentido de cómo se estructura la discriminación, les advirtió que, incluso con estos cambios, parecía que para los cubano-americanos era más difícil obtener visas de turista, algo que comparó con la discriminación racial del pasado. Un artículo del Naples News la citó, diciendo “esto me parece igual a los viejos requi­ sitos para votar que había en el sur de Estados Unidos”. La política de acercamiento aumenta las oportunidades para discutir algo de más sustancia que si tendremos o no relaciones con Cuba. Como tal, el debate se centra ahora en los principios y los marcos legales y éticos con los cuales maneja­ remos las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. En este caso, el involucramien­ to nos permite desafiar una ley represiva de Cuba, que viola la legislación sobre derechos civiles básicos, cuando se aplica en el contexto de las leyes de Estados Unidos. Cuando el gobierno de Cuba cambió esta norma, lo hizo para todos los cubanos, incluyendo a los que viven en la isla. Al involucrarnos, podemos hacer brillar la luz sobre el disparate de aquellas industrias improvisadas que han brotado en la sombra del embargo, tanto en Cuba como en Estados Unidos. Podemos cuestionar las prácticas surgidas en la isla, que en el contexto de Estados Unidos resultan en prácticas discriminatorias. Al mis­

44 Los viajes del exilio cubano: Pasajes de un diario de hace sesenta años mo tiempo, podemos y debemos preguntarnos cómo cada compañía estadouni­ dense que viaja a Estados Unidos ofrece los mismos precios. ¿Se están rompiendo las leyes contra el monopolio? ¿Qué hay de los precios justos para los consumido­ res? Y puesto que somos ciudadanos estadounidenses, también debemos desafiar a las compañías estadounidenses, aunque sean tan populares y poderosas como Carnival, cuando sus prácticas van en contra de las leyes de Estados Unidos. En suma, el involucramiento abre la posibilidad para una mayor congruencia y nor­ malidad entre ambos países. La falta de relaciones significativas entre Cuba y EstadosU nidos durante más de sesenta años implica que, de manera inevitable, habrá momentos de desfase, como sucedió con los primeros acuerdos firmados por Obama. Sin embargo, ni yo ni muchos otros cubano-americanos hemos pasado cuarenta años tendiendo puen­ tes sólo para que se nos excluya al momento de cruzarlos o, para el caso, que estos puentes sirvan para que las prácticas represivas del gobierno cubano encuentren un lugar por dónde cruzar hasta las costas de Estados Unidos. Con ese fin, se obtuvieron cambios positivos para todos los cubanos al confrontar y cuestionar las políticas cubanas que afectan a los cubanos en Estados Unidos.

Cerrar las puertas a la inmigración A diferencia de las relaciones que brillantemente condujo Obama con la isla, sus draconianas medidas migratorias se extendieron a los migrantes cubanos. La Ley de Ajuste Cubano de 1966, diseñada para ajustar la situación de aquellos que habían ingresado a Estados Unidos sin la documentación adecuada, surgió de la Guerra Fría. Básicamente, la ley ordena que, un año después de su arribo, se otor­ gue la residencia a todos los cubanos en Estados Unidos, independientemente del camino por el cual hayan entrado, y que todos puedan solicitar la ciudadanía cinco años después. No obstante, en la práctica cualquier cubano que fuera en­ contrado en alta mar y trasladado a tierra firme gozaba de la misma protección. Pero Clinton hizo ajustes, instituyendo lo que se conoce como la política de pies secos, de acuerdo con la cual la ley dejaba sin protección a toda persona que no hubiera pisado suelo estadounidense. Obama cerró esta puerta todavía más, exi­ giendo que únicamente aquellos que hubieran llegado a tierras estadounidenses de manera legal pudieran ser tomados en cuenta para el ajuste. De tiempo atrás el gobierno cubano había buscado que la Ley de Ajuste Cuba­ no fuera más astringente, declarando que muchas personas morían en alta mar tratando de llegar a Estados Unidos. El gobierno siempre ha visto con sospecha la

45 María de los Ángeles Torres inmigración descontrolada, pues teme desatar una rebelión en Cuba, por lo cual ha optado por negociar el aumento de la migración legal. Para Obama, quien deportó a un número sin precedentes de inmigrantes indocumentados, endurecer la Ley de Ajuste Cubano era un acto de congruencia con sus rígidas medidas migratorias. Algunos de nosotros habíamos cabildeado para que todos los migrantes fueran tratados como cubanos, no para que los cubanos fueran tratados igual que los demás. Paradójicamente, Obama también incrementó el número de visas que se ex­ tendían a los cubanos e hizo que su vigencia fuera mayor. No era extraño que a los cubanos de la isla, cuando visitaban a sus parientes o asistían a algún congreso, se les extendiera una visa de turista de ingreso múltiple por diez años. Muchos vieron que esta era una medida para evitar otro Mariel o una crisis en la isla. El hecho es que 80 mil cubanos se quedaron más allá de la vigencia de sus visas en 2016.

Trump En las elecciones de 2016, muchos cubano-americanos sentían resquemor hacia Obama, por causa de sus posturas en contra de los migrantes, incluyendo la re­ ducción de posibilidades para los exiliados cubanos. Al resucitar el mantra de la Guerra Fría contra el régimen de Castro, Trump estaba cortejando a los cubano- americanos conservadores. La inesperada victoria de Trump acarreó incertidumbre acerca de las políticas que, respecto a Cuba y los cubano-americanos, pondría en práctica en el futuro. Por un lado, hizo campaña desde una postura llena de odio contra los migrantes, lo cual asustó a muchos latinos, incluyendo a los cubanos. Los resultados de la elecciones fueron disputados, pues Trump afirmaba que reci­ bió 84 por ciento del voto cubano-americano, mientras que las encuestas colocaban el voto de los cubano-americanos de Florida en 50 por ciento aproximadamente.16 De nuevo, quedó de manifiesto que las diferencias generacionales y la fecha de inmigración fueron los factores para predecir las preferencias partidistas.17 En el verano de 2017, Trump finalmente anunció su política hacia Cuba. Entre fanfarrias, proclamó que iba a cambiar las políticas “unilaterales” de Obama. No alteró las visitas ni las remesas a las familias, ni tampoco las medidas migra­ torias de mayor dureza. Vuelos y cruceros también permanecieron sin cambio. Sin embargo, los estadounidenses que quisieran viajar a Cuba no podían organizar viajes por su cuenta con sus conocidos y amigos, sino que debían hacerlo por

16 véase http://www.miamiherald.com/news/nationworld/world/americas/cuba/article165450707.html 17 véase http://www.latinovote2016.com/app/#cuban-fl-all

46 Los viajes del exilio cubano: Pasajes de un diario de hace sesenta años medio de agencias de viaje. En realidad, lo que hacen muchas de estas agencias de viaje es beneficiar a ciertos sectores de la milicia, que controlan el turismo en la isla. Así pues, muy poco cambió en realidad.18 En septiembre de 2017, Trump firmó una orden presidencial que le extendía mayores poderes para imponer un embargo económico sobre Cuba.19 Obama había promulgado una extensión similar,20 que básicamente resguarda la autori­ dad del Poder Ejecutivo en este tema. Si bien las políticas de Trump no son un retroceso absoluto, sí han detenido lo que pudo haber sido una relación más productiva que hubiera aminorado los efectos del embargo económico. Al permitir, por ejemplo, que las empresas esta­ dounidenses participaran en la industria turística, se hubieran creado alternativas legítimas para sustituir las empresas que tan torpemente administran los gene­ rales cubanos, pues los hubieran sacado del negocio. Al permitir que ciertas compañías ofrecieran servicios de interés, por lo menos la pelota hubiera pasado a la cancha de los generales, que ya no hubieran podido culpar a Estados Unidos por la falta de internet. El mejoramiento de las relaciones no necesariamente implica respaldar al régimen, y éstas pueden mejorar cautelosamente y de mane­ ra condicional. Tampoco quiere decir que exista el propósito de cambiar el régimen cubano, pues eso es decisión del pueblo de Cuba. Sin embargo, la ausencia de relaciones sí tiene como efecto consolidar las fuerzas más represivas de Cuba.

Cambiar el contorno de la comunidad cubana en el exilio La demografía y la política de la comunidad cubana en Estados Unidos se siguen transformando.21 En 2014, un informe del Pew Research Center encontró que el porcentaje de cubano-americanos nacidos en Cuba se había reducido. Poco más de la mitad de los cubano-americanos nacieron en Cuba, y el resto nació en Esta­ dos Unidos o en otros países. El mismo informe también revela que más de la mitad de los cubanos que ahora viven en Estados Unidos llegaron después de 1990. Al mismo tiempo, la afiliación política también varía entre los inmigrantes cubanos. Entre los cubanos que llegaron a partir de 1990, 57 por ciento dice

18 véase https://www.washingtonpost.com/news/monkey-cage/wp/2017/06/22/five-things-you-need-to- know-about-trumps-cuba-policy-and-who-it-will-hurt/?utm_term=.f1d685fc372d 19 véase https://www.theatlantic.com/international/archive/2011/09/obama-quietly-renews-us-embargo- cuba/338014/ 20 véase https://www.theatlantic.com/international/archive/2011/09/obama-quietly-renews-us-embargo- cuba/338014/ 21 véase http://www.latimes.com/nation/la-na-miami-cubans-20161127-story.html

47 María de los Ángeles Torres identificarse o inclinarse hacia el Partido Demócrata, mientras que 19 por ciento lo hace hacia el Partido Republicano. No obstante, entre los inmigrantes cubanos llegados antes de 1990, 48 por dice que son republicanos y 35 por ciento, que son demócratas. Sin embargo, hay grandes variaciones según el grupo de edad.22

Cuadro 1. Cambio en la afiliación partidista, porcentaje 2002 Afiliación al Partido Republicano entre los cubanos 64 2006 Afiliación al Partido Republicano entre los cubanos 56 2013 Afiliación al Partido Republicano entre los cubanos 47 2002 Afiliación al Partido Demócrata entre los cubanos 22 2006 Afiliación al Partido Demócrata entre los cubanos 36 2013 Afiliación al Partido Demócrata entre los cubanos 44 2002 Cubanos sin afiliación partidista 14 2006 Cubanos sin afiliación partidista 8 2013 Cubanos sin afiliación partidista 9 Fuente: http://www.pewresearch.org/fact-tank/2014/06/24/after-decades-of-gop-support-cubans-shifting- toward-the-democratic-party/

En lo que respecta a las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, los sentimientos también han cambiado. En 2016, una encuesta de la Universidad Internacional de Florida reveló que, entre los cubano-americanos adultos del condado de Dade, en Miami, 52 por ciento se oponían a la continuación del embargo, cuando en 1991 se oponía 13 por ciento. Estos porcentajes resultaron mayores entre quienes habían llegado recientemente a Estados Unidos. La misma encuesta encontró que 68 por ciento de los cubanos en Miami favorecía que se reanudaran las relaciones diplomáticas con Cuba, pero 80 por ciento de los cubanos recién emigrados afir­ mó lo mismo. El desencanto con el embargo también creció y el apoyo para faci­ litar las relaciones entre familias divididas es abrumador.23 Las actitudes hacia quienes salen también han cambiado. En la isla, el gobier­ no de Cuba ha realizado profundos cambios en sus políticas hacia quienes dejan la isla. En 2013 anunció que los cubanos que vivían en el exterior podían solicitar la repatriación. Esto representa un cambio respecto a la ley anterior, que decla­ raba que quienes viajaran al extranjero, si no regresaban en un plazo de 60 días,

22 véase http://www.pewresearch.org/fact-tank/2014/12/23/as-cuban-american-demographics-change-so-do- views-of-cuba/ 23 véase https://cri.fiu.edu/events/2016/the-2016-fiu-cuba-poll/cuba-poll-web.pdf

48 Los viajes del exilio cubano: Pasajes de un diario de hace sesenta años perderían todas sus propiedades y su situación sería definida como abandono defi- nitivo. En 2016, el gobierno de Cuba anunció que más de 13 mil cubanos en Estados Unidos había presentado una solicitud para regresar.

Identidades de la diáspora ¿Qué significa volver a Cuba? ¿Cómo se puede ser exiliado si el país que dejaste te dice que puedes volver? ¿Qué define el exilio? Hace muchos años, sostuve esta discusión con Ariel Dorfman, el escritor chileno exiliado que dejó Chile en 1973, tras el golpe de Estado de Pinochet. Las elecciones democráticas habían abierto una nueva era en Chile y yo le pregunté si todavía se definía como exiliado. Re­ cuerdo su respuesta. Siempre iba a ser un exiliado, pues esa condición forma parte de tu ser una vez que la experimentas. Pero también se estaba convirtiendo en inmigrante, pues sus hijos, criados en Estados Unidos, ya jugaban béisbol, deporte que no se practica en Chile, y por eso tenían que estar en Estados Unidos durante el verano. Me parece que esto resuena en los inmigrantes cubanos, aunque las condicio­ nes políticas que condujeron al exilio todavía existen, a pesar de la muerte de Fidel Castro. Después de todo, en la isla gobierna un régimen militar represivo y volver para comprar una casa no necesariamente es lo mismo que libertad o par­ ticipación democrática. De hecho, hay fuertes inquietudes en torno al Estado de derecho y se duda si las inversiones económicas están protegidas. De cualquier manera, hay cambios en la isla y en la comunidad en el exilio, los cuales resultarán en un conjunto de relaciones más intensas y quizá complejas. En mi viaje personal hay exilios y regresos. Desde que volví por primera vez en 1977, he luchado por mejores relaciones no sólo entre Cuba y Estados Unidos, sino también entre los cubanos. Nuestras relaciones familiares y profesionales sirvieron para probar con ácido la lealtad a uno de los dos bandos que se colocaban a cada lado de la línea de fractura que separó a la nación cubana. Sin embargo, tanto la Guerra Fría como la Revolución carecen ya de significado. El trato entre los cubanos en la isla y aquellos en el extranjero fluye mejor. Al día de hoy, casi seis décadas después de la Revolución cubana, aquellos de nosotros que llegamos a Estados Unidos en la niñez hemos formado una identidad conformada tanto por nuestro país natal como por el que nos recibió. Como dice Gustavo Pérez Firmat, vivimos en un guión,24 aunque yo diría que se trata más

24 G. Pérez Firmat, Life on the Hyphen: The Cuban American Way, Austin, University of Texas Press, 1994.

49 María de los Ángeles Torres de un signo de suma. También nos sentimos parte de una amplia comunidad latina, pues los cubano-americanos, junto con los méxico-americanos, cuentan con el apoyo más sólido para el tema migratorio.25 Los jóvenes cubano-americanos de Miami también integran la identidad latina al sentido de su personalidad. Gracias a las veces que he vuelto, mis hijas llevan a Cuba como parte de su ser, pues se identifican como latinas de herencia mixta. Mi padre murió en Miami sin poder regresar a casa. Dijo que iría sólo después de la muerte de Fidel. El dolor de perder su patria y el futuro que había soñado para su familia fue demasiado grande para él. Al comienzo, se oponía a que yo regresara, pero en uno de mis viajes me regaló un viejo mapa de Matanzas, su pueblo natal, hecho por Esso. Cuidadosamente, marcó en el mapa la casa donde vivió, su escuela, el lugar donde trabajó mamá, su parque favorito y el Teatro Sauto, donde debutó como cantante. A mi regreso, quiso ver los videos que grabé. A pesar del vitriolo que arrojan algunos funcionarios cubano-americanos al ganar las elecciones, la respuesta de los cubanos de Miami —incluso aquellos que per­ tenecen a la generación que siente que Fidel traicionó la Revolución por la cual lucharon— ha suavizado esta postura.

25 Latino Decisions, 2016, disponible en: http://www.latinodecisions.com/immigration-research/

50 Los puertorriqueños en Estados Unidos Nacionalismo en un país cambiante

Zorimar Rivera Montes*

Para un extraño, no es difícil dar con el Parque Humboldt, un barrio de Chicago, Illinois, donde predominan los puertorriqueños. Se reconoce por dos enormes banderas puertorriqueñas de acero que se levantan a más de 60 pies de altura. Las dos banderas están a media milla una de la otra, y delimitan una franja de activi­ dad comercial, cultural y comunitaria que celebra la herencia y presencia puerto­ rriqueña en Chicago, en el barrio conocido como Paseo Boricua. El paisaje urbano del Paseo Boricua está poblado por aparadores con nombres de las ciuda­ des y pueblos de Puerto Rico, edificios que evocan la arquitectura tradicional de la isla y más de un mural con la bandera puertorriqueña junto con el retrato de los líderes y artistas de Puerto Rico. Cuando visité el Parque Humboldt, José López, tal vez el líder comunitario más notable, fue sumamente generoso y me invitó a dar un paseo a pie por el Paseo Boricua. Con orgullo, López me mostró los monumentos locales, la mayo­ ría de los cuales de alguna manera se le pueden atribuir a él o al legado de su obra. La escuela Pedro Albizu Campos, fundada por él y su hermano Óscar López, ha cumplido su 45 aniversario, y funciona como alternativa para brindar escolaridad, con una pedagogía crítica, a una mayoría de alumnos puertorriqueños, muchos de los cuales abandonaron sus estudios en escuelas tradicionales. A la entrada de la escuela penden retratos de Albizu Campos, padre del movimiento de indepen­ dencia de Puerto Rico, y citas de Paulo Freire. Rescate, un hogar temporal para la juventud lgbt latina, y Vida-Sida, clínica de prevención contra el vih, son iniciativas locales que ayudó a fundar. Me llevó a la peluquería comunitaria, otro

* Pasante de doctorado en el Programa de Español y Portugués de Northwestern University. Traducción del inglés de Mauricio Sanders.

51 Zorimar Rivera Montes lugar de convivencia, con las paredes totalmente cubiertas con murales del paisa­ je tradicional de Puerto Rico, y donde los parroquianos jugaban dominó, y a la panadería de su sobrina, donde preparan pasteles y panes tradicionales de Puerto Rico. En la panadería, me presentó con Carlos Alberto Torres, un preso político que pasó treinta años en la cárcel por formar parte de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, organización política radical que operaba clandestinamente en el Chicago de la década de 1970, combatiendo al imperialismo estadouniden­ se y el colonialismo en Puerto Rico por “todos los medios necesarios”.1 Torres es del Parque Humboldt y ahora es el panadero de la localidad. Caminamos por centros culturales que anunciaban bomba y plena, música popular tradicional de Puerto Rico, con raíces africanas, restaurantes de comida de Puerto Rico y un proyecto de vivienda de bajo costo, cuyo arquitecto simuló los antiguos fuertes del Viejo San Juan en Puerto Rico. Mientras caminábamos por la calle Division, se­ ñaló el Paseo de la Fama, donde están empotradas en el pavimento estrellas que honran la memoria de famosos artistas puertorriqueños, esculturas de acero con diseños folclóricos de la isla que recubren los postes de luz, y murales que mues­ tran la bandera de Puerto Rico, retratos de los líderes de la independencia y otros indicadores de la identidad de Puerto Rico. “Es un museo vivo”, dijo López. Mientras paseábamos, López me contó de la lucha que había tenido que enta­ blar para crear y conservar el Paseo Boricua como un espacio culturalmente mar­ cado. El barrio carga con una larga historia de discriminación racial, pobreza estructural, carencias de vivienda, acceso inadecuado a los servicios de salud y educación, y el paisaje del Paseo Boricua da pruebas de la lucha organizada para sobreponerse a estas condiciones. El paseo sirvió para que López invocara y con­ memorara una larga historia de resistencia, de la cual él forma parte importante. Me contó de los arrestos que ocurrieron durante la lucha para fundar la prepara­ toria Roberto Clemente, otra escuela mayoritariamente puertorriqueña que tam­ bién fundó él, junto con su hermano Óscar y un puñado de activistas. “No fue fácil lograr todo esto”, recordaba en referencia al Centro Cultural de Puerto Rico, organización no lucrativa que ahora dirige, que cuenta con 16 programas en y para la comunidad. En Non-Sovereign Futures: French Caribbean Politics in the Wake of Disenchantment, Yarimar Bonilla traza con elegancia los lazos entre historia y espacio. Hablando

1 Fuerzas Armadas de Liberación Nacional. Comunicado Número 6, 27 de octubre de 1975, disponible en: http://www.latinamericanstudies.org/faln.htm

52 Los puertorriqueños en Estados Unidos: Nacionalismo en un país cambiante de “paseos memoriosos”, una práctica común en Guadalupe, donde grupos de personas caminan por sitios históricos como una manera para vincularse con sus historias y recuperarlas, Bonilla explica cómo estos paseos crean un “poder docu­ mental” que ensambla “el paisaje en un catálogo de rastros históricos”.2 Espacio y paisaje se convierten en espacios vivos que permiten a las personas relacionarse con su pasado de maneras más inmediatas y significativas que a través de los tex­ tos resguardados en archivos históricos tradicionales. El paseo memorioso, en tanto que permite relacionarse con el paisaje por medio de los sentidos, se con­ vierte en una manera efectiva de atestiguar y “sentir la historia”3 arraigada en un espacio particular. Bonilla afirma: “Se vive la historia como una espiral de acon­ tecimientos, que giran alrededor de un espacio y un lugar compartidos, que in­ cluye el paisaje y lo satura con el peso de lo que fue. Lo importante no es la secuencia de hechos (qué pasó cuándo) sino la espacialidad de la historia”.4 Las luchas que durante décadas José López ha entablado contra la discrimina­ ción racial o económica y la violencia policial, así como a favor de la vivienda y la educación apropiadas, quedaron ilustradas durante el paseo de una manera que difícilmente podría transmitir la escasa documentación existente acerca de la historia del barrio. La espacialidad es importante al considerar la historia del Parque Humboldt, pues si, como dijo Henri Lefebvre, el espacio es el escenario de la lucha social, entonces los vínculos del parque con el espacio físico están grabados en la historia de la comunidad y en su concepto de resistencia. Estas luchas ocurrieron dentro del radio físico de la comunidad del Parque Humboldt y en ella están ancladas. El parque es buen ejemplo de los lazos entre espacio y resistencia y, recientemente, la historia de las luchas de esta pequeña comunidad han alcanzado resonancia internacional. Aunque el Parque Humboldt está lejos de ser el principal enclave puertorri­ queño en Estados Unidos, cuenta con una historia única de organización y resis­ tencia. En este ensayo analizamos las características que hicieron del Parque Humboldt un foco privilegiado de la resistencia nacionalista de Puerto Rico y examinamos las implicaciones que esto tuvo para la población de Puerto Rico, tanto en la isla como en tierra firme de Estados Unidos. También se discurre acerca de la figura deÓ scar López Rivera, un residente del Parque Humboldt, de

2 y. Bonilla, Non-Sovereign Futures: French Caribbean Politics in the Wake of Disenchantment, Chicago, The Uni­ versity of Chicago Press, 2015, p. 143. 3 Idem. 4 Ibid., p. 145, en cursivas en el orginal.

53 Zorimar Rivera Montes sus vínculos con la comunidad y de su papel actual para colocar el parque como foco de la atención internacional. Después, procedemos a revisar otro episodio y otro personaje que se involucró en la política de Estados Unidos, aunque desde una posición ideológica muy diferente. Al examinar el caso de un puertorriqueño recientemente involucrado en el activismo derechista de la supremacía blanca, se hará un contraste con la agenda política del Parque Humboldt, para ofrecer un cuadro más matizado y complejo de los discursos ideológicos, políticos y raciales de los puertorriqueños en la época de Donald Trump. A través de las opiniones discordantes de estas figuras y espacios, se pretende retratar la vida de los puerto­ rriqueños en Estados Unidos. Por último, con un panorama de las circunstancias políticas y económicas que genera la migración de Puerto Rico a Estados Unidos, se pretende echar luz sobre las tendencias migratorias actuales y futuras, así como acerca del panorama político general en el cual se mueven los puertorriqueños, tanto en la isla como fuera de ella.

Óscar López Rivera, el Parque Humboldt y el transnacionalismo de la resistencia puertorriqueña Al caminar por el Parque Humboldt, llamó mi atención una variedad de murales, volantes y figuras de cartón de tamaño real de López Rivera con suéter y una sonrisa tímida. Aunque en el Viejo San Juan, el centro histórico colonial de la capital de Puerto Rico, había visto figuras como estas, me sorprendió ver que aquí había más, parte integrante del paisaje del parque. Óscar López Rivera, del Parque Humboldt, es el preso político mejor conocido en Puerto Rico, recientemente liberado después de cumplir una sentencia de 35 años en una prisión federal de Estados Unidos. López Rivera, quien ahora es un símbolo de la lucha de Puerto Rico por inde­ pendizarse de Estados Unidos, emigró a Chicago cuando tenía catorce años y casi toda su vida ha vivido en el Parque Humboldt. El 17 de enero de 2017, tres días antes de dejar el cargo, el presidente Obama conmutó la pena de prisión de López Rivera, que era de setenta años.5 López Rivera fue acusado de sedición y conspi­ ración por un supuesto intento para derrocar al gobierno de Estados Unidos, como miembro de las Fuerzas Armadas para la Liberación Nacional (faln). La mayoría de los miembros de las faln, organización clandestina radical dedicada a luchar

5 C. Mele, “Obama Commutes Sentence of faln member Oscar López Rivera”, The New York Times, 17 de enero de 2017.

54 Los puertorriqueños en Estados Unidos: Nacionalismo en un país cambiante por la independencia de Puerto Rico, que fue fundada en la década de 1970 (in­ cluyendo a López Rivera) provenían del Parque Humboldt, si bien con el paso del tiempo la organización salió de Chicago para expandirse a otras ciudades de Es­ tados Unidos. La campaña para liberar a López Rivera cundió por todas partes, pues personajes como el papa Francisco, Desmond Tutu o Ricky Martin públi­ camente respaldaron el perdón otorgado por el presidente Obama. Una sentencia de treinta y cinco años en prisión es más larga de la que tuvo que cumplir el líder africano Nelson Mandela, por lo cual López es uno de los presos políticos que ha pasado más tiempo encarcelado en el mundo. López Rivera se crió en las calles del Paseo Boricua, mucho antes de que se convirtiera en lo que es hoy, el “museo viviente” de la cultura de Puerto Rico. Antes de decidir que iba a dedicar su vida a luchar por la independencia de Puer­ to Rico ante el colonialismo y el imperialismo de Estados Unidos, fue un joven del Parque Humboldt radicalizado por los resabios de discriminación que percibía al crecer en Chicago. López Rivera emigró con sus padres, quienes, como muchos puertorriqueños, se mudaron a Estados Unidos como parte de un pro­grama gu­ bernamental diseñado para industrializar e impulsar rápidamente la economía de la isla, la Operación Arranque. En un intento por asegurar el éxito, el gobierno de Puerto Rico fomentó la migración de cerca de un tercio de los habitantes, muchos de ellos de las clases más vulnerables.6 El padre de López Rivera fue uno de esos cientos de miles que dejaron Puerto Rico; llegó a Chicago en 1952 para trabajar en una fundición. Su madre recuerda las duras condiciones que encontraron al llegar: “Mi esposo venía en busca de un mejor ambiente pero aquí no lo encontró. Teníamos que trabajar más, es más frío, te humillan más, hay más racismo. Vivía­ mos humillados por los estadounidenses”.7 Esta historia, que es muy familiar entre los migrantes que sufren experiencias de marginación similares en otras partes de Estados Unidos, montó el escenario para el viaje político e ideológico de López Rivera. Así, trabajó como líder y organizador comunitario, en un esfuerzo para

6 La Operación Arranque (en inglés Operation Bootstrap) fue responsable de alcanzar una de las tasas de crecimiento más elevadas del mundo. Al ofrecer a las empresas estadounidenses lo que en ese momento era el mercado más lucrativo de América, Puerto Rico consiguió incrementar espectacularmente su producto interno bruto y sus tasas de empleo en apenas unas décadas, entre 1950 y 1970. Si bien Estados Unidos celebró este logro posicionando a Puerto Rico como “el escaparate de América”, un bastión de progreso capitalista en el contexto de la Guerra Fría, este progreso fue posible sólo porque el gobierno puertorrique­ ño fomentó un programa de migración a Estados Unidos. Para mayor información, véase: J. Duany, Puerto Rico: What Everyone Needs to Know, Oxford, Oxford University Press, 2017, y J. Dietz, Historia Económica de Puerto Rico, Río Piedras, Ediciones Huracán, 1989. 7 ó. López Rivera, Between Torture and Resistance, Oakland, PM Press, 2013, p. 21.

55 Zorimar Rivera Montes lograr la educación bilingüe de los alumnos puertorriqueños de Chicago, y fue uno de los fundadores de la escuela Pedro Albizu Campos, que en la actualidad atiende principalmente a puertorriqueños, además de realizar muchos otros esfuerzos para mejorar las condiciones de vida, de trabajo y de salud de la comunidad puertorri­ queña de Chicago. López contribuyó a colocar los cimientos de la comunidad que actualmente celebra con orgullo esas luchas y disfruta de sus beneficios. Más tarde, el ejército de Estados Unidods lo reclutó para luchar en Vietnam, en donde recibió la Medalla de Bronce por sus servicios. No obstante, se radica­ lizó más al atestiguar los horrores de la guerra y comenzó a criticar en voz alta las prácticas imperiales de Estados Unidos. Mientras López estaba en Vietnam, las condiciones de vida en el Parque Humboldt se seguían deteriorando y las tensio­ nes aumentaban. En 1966 ocurrió lo que llegó a ser conocido como el Motín de la calle Division, tres días de protestas y rebelión continua por parte de la comu­ nidad, después de que la policía disparó sobre un joven puertorriqueño durante el primer desfile por el día nacional de Puerto Rico celebrado en Chicago. Si bien el motín pudo no haber logrado de inmediato resultados visibles para mejorar las condiciones de la comunidad, sí constituyó el nacimiento de “una nueva concien­ cia política”,8 así como de una nueva identidad colectiva “diferente de la que tuvo la primera generación de puertorriqueños que emigraron a la ciudad y de aquellos que permanecieron en la isla”.9 Esta conjunción de conciencia política e identidad colectiva fue el antecedente para forjar el barrio como un espacio marcado por el nacionalismo y la política. En el Paseo Boricua hay muchas señales e indicadores que celebran la identidad nacional, y éstos también son comunes en los espacios latinos de Estados Unidos.10 Si bien son comunes las historias de organización y activismo político, el Parque Humboldt es un enclave puertorriqueño considerablemente pequeño, si se com­ para con las comunidades puertorriqueñas de Nueva York y Florida (en Nueva York y Florida hay más de un millón de residentes puertorriqueños, mientras que en Chicago se estima que hay 103 mil); no obstante, tanto para Estados Unidos como para Puerto Rico, es un ejemplo notable del involucramiento de una comu­ nidad de emigrados en la política nacional. Mientras que en las comunidades

8 M. Rodríguez Muñiz, “Riot and Remembrance: Puerto Rican Chicago and the Politics of Interruption”, Centro Journal, vol. XXVIII, otoño de 2016, p. 211. 9 Ibid., p. 212. 10 A. Dávila, Barrio Dreams: Puerto Ricans, Latinos and the Neoliberal City, Berkeley, University of California Press, 2004, y Latinos Inc.: The Marketing and Making of a People, Berkeley, University of California Press, 2001.

56 Los puertorriqueños en Estados Unidos: Nacionalismo en un país cambiante latinas de Estados Unidos el activismo suele enfocarse en las necesidades inme­ diatas de la comunidad: vivienda, educación, salud, violencia policiaca, en el Parque Humboldt esas necesidades quedaban encuadradas dentro de la retórica y la acción de una gesta de mayor envergadura en contra del colonialismo estado­ unidense y a favor de la soberanía del pueblo de Puerto Rico, tanto en la isla como en tierra firme. Como señala AnaY olanda Ramos Zayas: “El nacionalismo se transforma en una práctica cotidiana para enfrentar los temas de la discriminación racial, la dislocación residencial, la educación inadecuada, la escasez material, las facciones en la política electoral local y las desigualdades en el poder”.11 Al confi­ gurar problemas comunitarios como la dislocación, la discriminación económica, la violencia policiaca y el acceso a los recursos como algo inextricablemente vin­ culado a una gran lucha anticolonial de carácter histórico, la lucha del Parque Humboldt adquiere dimensiones que trascienden al espacio físico de la comunidad. El lugar del Parque Humboldt en el imaginario de Puerto Rico se amplifica con la lucha nacionalista de López Rivera y otros doce miembros de las faln que fueron arrestados en la década de 1970. López Rivera, el parque y la lucha nacio­ nalista de los puertorriqueños de Chicago constituyen valiosas lecciones acerca del transnacionalismo de la ideología nacionalista de Puerto Rico. Al día de hoy, López Rivera es el epítome de la lucha por la independencia de Puerto Rico, y por eso ilustra la repercusión transnacional y la conexión de la ideología nacionalista entre la isla y la comunidad de tierra firme. En el presente, hay más puertorrique­ ños viviendo en Estados Unidos (alrededor de 5.1 millones) que en el territorio de la isla, cuya población es de aproximadamente 3.5 millones. En 2015, 61 por ciento de las personas que se identificaban como puertorriqueñas vivían en terri­ torio de Estados Unidos. Las faln y sus doce presos políticos mostraron a los puertorriqueños que su lucha contra el colonialismo no tiene por qué limitarse al territorio de la isla. Con su liberación, López Rivera alcanzó un puesto sin prece­ dentes en el discurso político y cultural de Puerto Rico. Animó la conversación política en torno a la independencia y el colonialismo de Puerto Rico, cuando una profunda crisis financiera hizo que la situación de la isla como colonia fuera más dolorosamente evidente que nunca. Los puertorriqueños de la isla lo acogieron como a un héroe y se convirtió en símbolo del potencial de un movimiento iz­ quierdista transnacional a favor de la independencia.

11 A.Y. Ramos Zayas, National Performances: The Politics of Class, Race and Space in Puerto Rican Chicago, Chica­ go, The University of Chicago Press, 2003, p. 4.

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El periplo político de Óscar López traza y refleja las poderosas fuerzas socioeco­ nómicas y políticas que han actuado en el último medio siglo de la historia de Puerto Rico. La migración de su familia fue consecuencia de la Operación Arran­ que, un esfuerzo concertado entre Estados Unidos y Puerto Rico para desplazar a buena parte de la clase trabajadora, con el fin de simular prosperidad capitalista en el contexto de la Guerra Fría. Sus experiencias en Chicago reflejan la margina­ ción y el despojo racial y étnico que enfrentaron miles de puertorriqueños una vez que llegaron a Estados Unidos, lo que motivó su radicalización. Las faln fueron uno de tantos grupos surgidos en la década de 1970 para contrarrestar el impe­ rialismo y colonialismo de Estados Unidos, así como la supremacía de los blancos, lo cual las hace formar parte de una lucha de mayor envergadura, llevada a cabo por grupos radicales de Estados Unidos con el fin de acabar con la guerra y con­ trarrestar la desigualdad social y racial. Del mismo modo, la huella de la pequeña comunidad del Parque Humboldt sobre la liberación de Puerto Rico y sobre la conciencia nacional es mucho mayor que la media milla que delimita el espacio que ocupa. Por supuesto, López Rivera y la historia nacionalista del Parque Humboldt no representan la realidad política o ideológica de la mayoría de los puertorrique­ ños en Estados Unidos. No obstante, el nacionalismo está presente en la identidad cultural de manera muy importante. Es algo verdaderamente excepcional haber pasado más de treinta años en prisión por su compromiso con la causa de la inde­ pendencia de Puerto Rico, pero los vínculos entre los puertorriqueños del Parque Humboldt, en Chicago, los que viven a lo largo de Estados Unidos y aquellos que se encuentran en la isla son más profundos:

El nacionalismo fue más que una manera de expresar orgullo cultural o enfatizar la visión política de un Puerto Rico independiente. Más que eso, el nacionalismo se convirtió en un vocabulario para expresar la estratificación, insistiendo sobre los derechos de ciudadanía y comprendiendo el colonialismo interno y la presencia colonial de Estados Unidos en Puerto Rico, mientras promovía la acción creadora y dinámica de la nación puertorriqueña.12

El compromiso con el nacionalismo es una manera para que, a todo lo ancho de Estados Unidos, los puertorriqueños puedan expresar una identidad política y cultural diferente ante el colonialismo y la marginación.

12 A.Y. Ramos Zayas, op. cit., pp. 80-81.

58 Los puertorriqueños en Estados Unidos: Nacionalismo en un país cambiante

Puertorriqueños y raza en la época de Donald Trump Recientemente, un ejemplo desgarrador de los puertorriqueños en el otro extremo del espectro político e ideológico se abrió camino en los principales medios de comunicación de Estados Unidos. El fin de semana del 12 y 13 de agosto de 2017, la ciudad de Charlottesville, Virginia, se convirtió en sede de la mayor manifes­ tación de supremacistas blancos de Estados Unidos en veinte años, lo cual trajo como consecuencia un deceso y decenas de lesionados entre los opositores a la manifestación. El llamado movimiento de la “derecha alterna”, un eufemismo que sirve de paraguas para un conglomerado de supremacistas blancos, nacionalistas blancos, neonazis, Ku Klux Klan y otras fuerzas de extrema derecha azuzadas por la presidencia de Donald Trump, se unieron para hacer “Derecha Unida”, una manifestación para protestar en contra de la propuesta para remover de su sitio la estatua de un general confederado de la Guerra Civil. El debate en torno a la es­ tatua fue una excusa para las peligrosas fuerzas políticas que despertaron con la retórica abiertamente violenta de Donald Trump, en busca de espacios en donde hacer visible su fuerza política. Las escalofriantes imágenes de esvásticas y hombres blancos blandiendo antorchas fueron el recordatorio crudo y doloroso de las hon­ das heridas raciales que subsisten en el paisaje político de Estados Unidos. No obstante, la idea de que este paisaje racial es una cuestión de estadounidenses blancos y negros sería, por decir lo menos, cándido. En medio de la cobertura tras los incidentes del Charlottesville, las noticias mostraron a Alex Ramos, un sujeto identificado como puertorriqueño que golpeaba a un opositor negro que protes­ taba contra la manifestación. En las imágenes, Ramos aparece pateando y gol­ peando a Deandre Harris, quien yace en el suelo. Aunque la presencia de un hombre de ascendencia puertorriqueña en una manifestación organizada para defender la ideología supremacista y nacionalista de los blancos puede parecer confusa, la contradicción aparente dice mucho acerca de las complejas relaciones entre raza y nación, ciudadanía y pertenencia en Estados Unidos hoy. Las imáge­ nes de Ramos infligiendo violencia sobre un afroamericano en nombre de los supremacistas blancos trae a colación preguntas fundamentales acerca del papel de la raza en la comunidades puertorriqueñas y latinas de Estados Unidos. ¿Cómo un hombre de Puerto Rico, que proviene de una comunidad marginada y racial­ mente alienada de Estados Unidos, termina asociándose con los supremacistas blancos y se identifica con ellos a tal grado que inflige violencia sobe el cuerpo de un negro? ¿Qué significa para la ideología de la supremacía blanca en Estados Unidos poder contar con individuos latinos de piel morena entre sus filas?

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Para responder a estas preguntas, es necesario dar un vistazo al conflicto entre las ideologías raciales de Puerto Rico —y, más generalmente, de América Lati­ na—, en comparación con las de Estados Unidos. Mientras que Estados Unidos despliega un rígido paradigma entre blancos y negros, así como una larga historia de segregación racial, en Puerto Rico —como sucede en América Latina— opera el mito del mestizaje, una democracia racial armoniosa que genera una narrativa diferente acerca de la raza. En Puerto Rico, “el despliegue ideológico de una rea­ lidad local [puertorriqueña] mixta y fluida, enfrentada a la que es racista y extran­ jera porque viene de Estados Unidos”, genera la ilusión de armonía racial e inexistencia del racismo.13 Así pues, se percibe que esta supuesta democracia racial “mixta y fluida” es armoniosa y no es racista, en oposición a la construcción más fija y binaria, donde negros y blancos se enfrentan, que funciona como la narrati­ va racial dominante en Estados Unidos. Las diferentes historias e ideologías raciales que hay en Estados Unidos y Puerto Rico son clave al momento de comprender cómo el discurso y la dinámi­ ca racial operan entre los puertorriqueños, en especial entre aquellos que viven en territorio de Estados Unidos. Como afirma Jorge Duany: “La confrontación domi­ nante entre blancos y no-blancos que existe en Estados Unidos elude a muchos migrantes puertorriqueños, que tienen antepasados africanos y europeos, y cuyo fenotipo varía a lo largo de todo el espectro de colores, del negro al moreno al blanco”.14 Cuando los puertorriqueños emigran a Estados Unidos, estos dos pa­ radigmas raciales chocan y, por raza, los puertorriqueños quedan clasificados entre los blancos. A pesar de los diferentes paradigmas raciales, un “ideal de blan­ cura” sigue operando tanto en Estados Unidos como en Puerto Rico. Si bien la trayectoria que llevó a Ramos a afiliarse a los grupos supremacistas blancos toda­ vía no está clara, podemos ver cómo anhela un ideal de blancura que permea la jerarquía racial presente en Puerto Rico. A esto también podemos añadir el pro­ blema de la separación entre las identidades de negros y latinos, como si fueran mutuamente excluyentes: “Estamos acostumbrados a pensar en lo ‘afro’ y lo ‘la­ tino’ como si fueran cosas diferentes: uno es negro o es latino”.15 Esta segregación oculta la negritud de las comunidades latinas, pues la ascendencia africana es algo

13 I. Godreau, Scripts of Blackness: Race, Cultural Nationalism, and U.S. Colonialism in Puerto Rico, Urbana, Uni­ versity of Illinois Press, 2015, p. 24. 14 J. Duany, The Puerto Rican Nation on the Move: Identities on the Island and in the United States, Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 2002, p. 244. 15 M. Jimenez Román y J. Flores, The Afro-Latin@Reader: History and Culture in the United States, Durham, Duke University Press, 2010, p. 1.

60 Los puertorriqueños en Estados Unidos: Nacionalismo en un país cambiante que mucha gente de América Latina y el Caribe comparte, como sucede con los latinos en Estados Unidos, y esto les permite aspirar a ser blancos. Después de los hechos violentos de la manifestación, Ramos grabó en Facebook un video de una hora de duración, para tratar de justificar sus actos. En estado evidentemente inestable y devaneando, hizo declaraciones acerca de la raza y de su identidad como puertorriqueño, hablando de la violencia en la cual participó, en la que se reflejan las complejidades y tensiones entre las narrativas raciales de Es­ tados Unidos y Puerto rico. Ramos proclama: “Necesito decir una cosas acerca de la utr [la manifestación Derecha Unida] y necesito decir algo sobre el racismo, porque no soy un racista de mierda, soy español”, dijo. “Soy de Puerto Rico. Sí, hay gente racista en Puerto Rico, pero yo no soy de ellos. Y necesito que la gente sepa esa carajada”.16 Lo que Ramos afirma, que no puede ser racista debido a su herencia “española” o hispánica, hace eco del choque entre las narrativas raciales de Puerto Rico y Estados Unidos. Su argumento se apega a las narrativas raciales predomi­ nantes en Puerto Rico, la mezcla de razas y la llamada democracia racial significan que “el racismo es prácticamente inexistente en Puerto Rico, a diferencia de lo que sucede en otros lugares (en particular en Estados Unidos)”.17 La dolorosa ironía es que Ramos hace esta afirmación intentando justificar la violencia racial que acaba de perpetrar. Para enriquecer la ironía, Ramos afirma con insistencia su legado puertorriqueño, en vez de negarlo, como justificación de su benevolencia. Espeta: “¡No soy un pinche blanco! ¿Cómo voy a ser de la raza superior? Soy español. ¿En­ tienden? Por-to-rri-que-ño”. Además de mostrar que lo puertorriqueño es una categoría que diferencia según la raza (más que según la etnia), al mismo tiempo su identidad puertorriqueña lo separa de los “blancos”, quienes reclaman la supre­ macía blanca al tiempo que lo autorizan para ejercer violencia racial sobre otras personas, fundándose en que esa violencia no es racial en tanto que proviene de él. Lo que Ramos sugiere es que la armonía social de Puerto Rico evita que él reclame, realice u obtenga privilegios de la blancura. En realidad, esta manera de pensar acerca de la democracia racial explica el ideal, sutil aunque hondamente arraigado, de la blancura y la antinegritud, tan común entre los puertorriqueños, como Ramos lo puso en evidencia. Ramos también define fronteras muy claras entre los discur­ sos racial y nacional, de manera que su pertenencia a la nación puertorriqueña le impide participar en la dinámica racial de la nación estadounidense.

16 véase https://www.vibe.com/2017/08/charlottesville-attacker-latino/ 17 I. Godreau, op. cit., p. 132.

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Después dijo: “No me importa si les llaman neonazis, kkk o racistas, conmi­ go no fueron racistas. Conmigo fueron buena onda”. Aunque se refiere al grupo de manifestantes como algo que le es totalmente ajeno, celebra que se le permita formar parte del grupo, a pesar de sus diferencias. Con esta declaración, Ramos acepta que ser miembro del grupo no es algo inherente a él, porque viene de un marco étnico y racial “alienado”, sino que es algo que se le tiene que otorgar, y el hecho de que la membresía le haya sido otorgada le da un pretexto para sus propias acciones. De esta manera, admite las diferencias raciales que le impiden participar como miembro pleno del grupo, celebrando una participación alienada de segun­ da clase. De esta manera, la pertenencia de Ramos al grupo extremista resuena con la forma en que Puerto Rico pertenece a la nación estadounidense, una ciu­ dadanía de segunda que todo el tiempo subraya y enfatiza una forma inferior de pertenencia. Si bien el caso de Ramos claramente es y extremo, su aspiración a ser blanco y su actitud hacia la raza definitivamente no son extraordinarias ni aisladas. De hecho, argumentos como esos suelen utilizarse en Puerto Rico para reforzar la noción de armonía racial que vela las prácticas y narrativas racistas que existen en la vida del Puerto Rico contemporáneo. Asimismo, la trayectoria de Ramos como migrante es similar a la de miles de puertorriqueños en Estados Unidos. En el video, en repetidas ocasiones afirma que viene del “ghetto”, refiriéndose a un barrio marginado y racializado del Bronx, en Nueva York, uno de los principales asentamientos de puertorriqueños en Estados Unidos durante la mayor parte del siglo xx. Ahora vive en Georgia, estado del Sur que ha visto crecer la migración de puertorriqueños en los últimos años. Ramos es un joven de 33 años y es un puer­ torriqueño de segunda o tercera generación nacido en Estados Unidos. Al mudar­ se a Georgia desde el enclave urbano de los puertorriqueños en el Bronx, siguió un patrón conocido por muchos de su generación, puertorriqueños que se trasla­ dan desde los grandes centros urbanos como Nueva York hacia asentamientos suburbanos del Sur, en especial de Florida, que son mucho más pequeños y más conservadores.18 El cambio es común entre grupos de migrantes que buscan ascender socialmente y cambian el estilo de vida urbano por uno suburbano. No obstante, en este caso, al mudarse de una populosa ciudad liberal del norte de Estados Unidos a las áreas suburbanas o incluso rurales del sur implica un pro­ fundo viraje ideológico. Si bien Ramos se aferra a la identidad del “ghetto” puer­

18 J. Duany, The Puerto Rican…, op. cit.

62 Los puertorriqueños en Estados Unidos: Nacionalismo en un país cambiante torriqueño, queda claro que no invoca los antecedentes ideológicos del “ghetto puertorriqueño” (sea el de Nueva York, Chicago u otras colonias en el centro de las ciudades), que históricamente se ha organizado en torno a valores de izquierda como la justicia y la igualdad racial. Los perfiles contrastantes de Óscar López Rivera y Alex Ramos sirven como ejemplo de la amplitud de espectro político e ideológico que ocupan los puerto­ rriqueños dentro de la arena de Estados Unidos. Funcionan como figuras en contrapunto, con diferentes trayectorias y antecedentes como migrantes, diferen­ tes experiencias en los ambientes de Puerto Rico y diferentes formaciones, todo lo cual ilumina la vastedad del terreno histórico, social e ideológico de los puer­ torriqueños en Estados Unidos. El contraste entre ambos señala la diversidad de debates en torno a identidad cultural, nacionalismo, raza y nacionalidad (que son algunos de los temas perennes en la isla), tal como operan en las comunidades puertorriqueñas establecidas en territorio estadounidense.

La crisis y los nuevos puertorriqueños de Florida Además de la migración intraestatal en Estados Unidos, el flujo de puertorrique­ ños desde la isla hacia territorio estadounidense también ha alcanzado niveles históricos durante la última década. Puerto Rico ha estado sumido en una pro­ funda recesión económica durante los últimos doce años. Cuando expiraron las exenciones fiscales que incentivaron a empresas de EstadosU nidos (principalmen­ te de la industria petroquímica y farmacéutica) a instalarse en Puerto Rico en las décadas de 1970 y 1980, la economía de Puerto Rico, dependiente y atontada, por fin se colapsó. Esto provocó la salida de casi medio millón de puertorriqueños en el lapso de diez años, casi todos con dirección a Florida. En 2014, la población puertorriqueña en Florida superó el millón, cifra que rivalizaba de cerca con Nueva York, donde vive la población puertorriqueña más numerosa de Estados Unidos. El panorama de los puertorriqueños en Florida es muy diferente del de los asentamientos puertorriqueños más tempranos: la situación socioeconómica de los puertorriqueños en Florida “es más favorable que en otros lugares de Estados Unidos, en particular en Nueva York”.19 Si bien la ola migratoria de las décadas de 1950 y 1960 se concentró en centros urbanos de la costa este, como Nueva

19 J. Duany, Blurred Borders: Transnational Migration between the Hispanic Caribbean and the United States, Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 2011, p. 107.

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York, Chicago y Filadelfia, el éxodo hacia la Florida revela un patrón migratorio de clase media suburbana. Este cambio acarrea importantes consecuencias ideo­ lógicas sobre la población puertorriqueña: La primera ola migratoria se asentó en el centro de las ciudades, donde podía relacionarse con otros grupos marginados, como los afroamericanos, lo cual contribuía al desarrollo político e ideológico de la comunidad puertorriqueña. La combinación de condiciones marginales de vida en el centro de las ciudades con un proceso mayor de racialización sufrido por los puertorriqueños en Estados Unidos, junto con los vínculos forjados con otras comunidades marginadas, llevó a los puertorriqueños en Nueva York y la costa este a una formación política más inclinada hacia la izquierda y a una demografía demócrata entre los puertorriqueños.20 En el largo plazo, todavía están por verse las consecuencias de una población de clase media suburbana extendida por toda la Florida; sin embargo, aún no son clara y homogéneamente de izquierda. No obstante, queda claro que el influjo masivo de puertorriqueños a la Florida im­ plicará un cambio profundo en las tendencias políticas y electorales del estado, que siempre ha sido un campo de batalla decisivo en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. El acelerado movimiento masivo de puertorriqueños hacia Florida promete acarrear consecuencias significativas en el panorama político del estado. La punta de lanza de la migración a Florida ha sido la grave crisis económica en la isla. Como se mencionó, al terminar las exenciones fiscales en vigor durante décadas, Puerto Rico dejó de ofrecer mano de obra atractiva a las empresas de Estados Unidos, que eran la mayor fuente de empleo y crecimiento económico en la isla, y que desapareció. Sin un modelo de desarrollo económico que lo reempla­ zara, el gobierno hizo del endeudamiento el mecanismo para balancear el presu­ puesto, y así adquirió una deuda de 72 mil millones de dólares que sigue creciendo. En 2015, Alejandro García Padilla, entonces gobernador de Puerto Rico, declaró que la deuda era impagable, pero la situación ambigua de Puerto Rico, que no es ni un estado de Estados Unidos ni un país soberano, le impidió declararse en bancarrota en Estados Unidos o buscar la ayuda internacional de organismos

20 La población latina de Florida consiste principalmente de cubano-americanos conservadores, que en su mayoría votan por los republicanos. El influjo de puertorriqueños, que suelen votar por los demócratas, ha modificado el equilibrio, haciendo de Florida, que solía ser un estado “balanza”, un estado más confiable­ mente demócrata. Sin embargo, esta nueva fuerza electoral no pudo derrotar a Donald Trump en las elec­ ciones presidenciales de 2016, en las que Trump y el Partido Republicano derrotaron a Hillary Clinton en Florida por un estrecho margen. Si bien la mayoría de los puertorriqueños votaron por los demócratas, esto no fue suficiente para lograr una victoria a favor del Partido Demócrata en el estado.

64 Los puertorriqueños en Estados Unidos: Nacionalismo en un país cambiante como el Fondo Monetario Internacional. En consecuencia, el gobierno de Estados Unidos fraguó una ley —llamada, con cinismo, Promesa— que estableció una Comisión de Control Fiscal por medio de la cual tomó el control de las finanzas de la isla para asegurar el pago de la deuda. En la actualidad y durante los siguien­ tes siete años, esta comisión tomará todas las decisiones financieras de Puerto Rico, pasando por encima de la soberanía del gobierno local. El desempleo y el deterio­ ro de la infraestructura (más de cien escuelas han cerrado en menos de un año, por poner sólo un ejemplo) provocaron la emigración de cerca de un millón de puer­ torriqueños, que salieron a Estados Unidos, casi todos a Florida. El éxodo de la década pasada rivaliza, y bien puede superar, al éxodo histórico de puertorrique­ ños ocurrido entre las décadas de 1950 y 1960, con lo cual se convertiría en el mayor cambio poblacional en la historia de Puerto Rico. Como consecuencia, la población de la isla ha decrecido, lo cual resulta en que haya más puertorriqueños viviendo en territorio de Estados Unidos que en el territorio de la isla. En este contexto, el huracán María, el más fuerte que haya azotado a la isla en casi cien años, cayó sobre Puerto Rico el 20 de septiembre de 2017. El huracán no solamente fue un desastre natural que devastó el territorio y dejó a miles de personas sin hogar, sino que también expuso la precariedad de una infraestructu­ ra deteriorada y descuidada, a la vez que subrayó la naturaleza colonialista de las relaciones entre Puerto Rico y Estados Unidos. Un mes después de la tormenta, 76 por ciento de la isla todavía no tiene electricidad, escasea el agua potable y siguen apareciendo brotes de enfermedades que incrementan el número de muer­ tos, que oficialmente es de 51, pero que no toma en cuenta a 911 personas que han muerto por causas relacionadas con la tormenta, pero sin ser incluidas en el número oficial de muertes.21 La respuesta del gobierno federal de Estados Unidos ha sido lenta e insuficiente, mientras que la situación colonial de Puerto Rico impide que pueda recibir ayuda de la comunidad internacional. En el último mes 58 mil puertorriqueños han emigrado a Estados Unidos, tendencia que se espera siga creciendo, pues los esfuerzos de reconstrucción quedan paralizados tanto por el gobierno local como por el gobierno federal de Estados Unidos. Así pues, el éxodo de los últimos diez años se intensificará de manera dramática en tasas nun­ ca antes vistas, lo cual seguirá afectando profundamente el destino y el futuro de

21 El número de muertes ha sido motivo de controversia, pues hay 911 muertos que no han sido contabilizados en el registro oficial del huracán, pues la causa del deceso no fue debidamente examinada.V éase http:// thehill.com/homenews/news/357598-puerto-rico-says-nearly-1000-people-died-of-natural-causes-after- hurricane

65 Zorimar Rivera Montes las comunidades puertorriqueñas de Estados Unidos. El Congreso de Estados Unidos ha ofrecido ayuda en forma de préstamos, pero esto únicamente aumenta­ ría una deuda de miles de millones, la cual fue mencionada por el presidente Trump unos días después del huracán, cuando el presidente afirmó que los puertorriqueños la tenían que pagar. Con una reconstrucción que se estima costará 95 mil millones de dólares y una economía paralizada, la situación de la deuda es menos solventa­ ble que antes. Los detalles del descuido y la negligencia en la respuesta de Estados Unidos son horrorizantes, y sirven para confirmar que Puerto Rico está en las condiciones de una colonia. Las dificultades presentes de Puerto Rico y el difícil panorama que se asoma en su futuro nos recuerdan con dureza la necesidad de una lucha organizada como la que nos enseña el Parque Humboldt.

66 Conexiones y heterogeneidad en la diáspora centroamericana

Douglas Carranza Mena*

Introducción La diáspora centroamericana ha sido un tema discutido por muchos autores de la región del istmo y por autores preocupados por el fenómeno migratorio, quienes observaron la migración masiva de la década de 1980 como un movimiento que repercutió en la región más allá de sus fronteras nacionales.1 El énfasis se puso en las consecuencias humanitarias que precisaban urgentes respuestas políticas al éxodo masivo de gran parte de la población centroamericana. El criterio político-humani­ tario que tenían como trasfondo las guerras en Nicaragua, El Salvador y Guatema­ la permeó los análisis durante casi dos décadas, aun después del periodo sandinista y de los Acuerdos de Paz de la década de 1990 firmados por los países en conflicto. En este siglo, los estudios de la migración centroamericana buscan nuevos caminos de investigación con propuestas innovadoras para entender la migración a partir de las identidades generadas en las experiencias de trabajo, educación, organización, etnicidad y transnacionalismo.2 Estos nuevos estudios ofrecen una

* Doctor en antropología sociocultural por la Universidad de California, Santa Bárbara. Profesor titular y director de la Facultad de Estudios Centroamericanos de la California State University, Northridge. Autor de Introduction to Central American Studies, con Beatriz Cortez (eds.), Kendall/Hunt Publishing Company, Dubuque, Iowa, 2008. 1 S. Montes, El Salvador 1987: Salvadoreños refugiados en los Estados Unidos, San Salvador, Instituto de Investi­ gaciones Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, 1987; E. Torres-Rivas y D. Jiménez, “Informe sobre el estado de las migraciones en Centroamérica”, Anuario de Estudios Centroamericanos, vol. 11, núm. 2, 1985, pp. 25-66; C. Menívar, “Salvadoran Migration to the United States: What Can We Learn from It and about It?, International Migration, vol. 32, núm. 3, 1994, pp. 371-401; S. Mahler, American Dreaming: Immigrant Life on the Margin, Princeton, Princeton University Press, 1995; A. Burn, “The Maya in Commu­ nity and Ethnic Context in Maya in Exile”, Filadelfia, TempleU niversity Press, 1993. 2 C. Menívar, op. cit.; R.A. Lukose, “The Difference that Diaspora Makes: Thinking Through the Anthropo­ logy of Immigrant Education in the United States”, Anthropology & Education Quarterly, vol. 38, núm. 4, 2007, pp. 405-418; P.C. Johnson, “Joining the African Diaspora: Migration and Diasporic Religious Culture among the Garifuna in Honduras and New York”, en R.M. Griffith y B.D. Savage (eds.),Women

67 Douglas Carranza Mena mirada exhaustiva al desarrollo de redes migratorias, las prácticas religiosas, las emergentes experiencias organizativas de trabajo, el incremento de las remesas, la educación básica y las asociaciones de origen, entre otros temas. Estas investigaciones han formado un enorme acervo para el estudio de las comunidades inmigrantes y un continuo interés por explorar las diversas prácticas socioculturales que cambian los espacios en los cuales los migrantes se asientan de manera temporal o por largos periodos. Estos estudios, realizados en los últimos diez años, también revelan el estatus privilegiado que todavía ostenta el Estado nación sobre los ciudadanos que decidieron moverse a otros territorios adyacentes al istmo centroamericano.3 En estos trabajos se enfatiza el importante papel del Estado y se expresa preocupación por las políticas de desarrollo, en las que los inmigrantes tienen un papel protagónico en momentos de interés nacional. Si bien la discusión no ha profundizado, deja entrever que el discurso sobre una sociedad globalizada tiene todavía que enfrentar la resistencia que los Estados nacionales presentan con relación a su derecho soberano sobre sus ciudadanos temporalmente ausentes y sobre sus territorios. Y es que esa temporalidad ad­ quiere importancia en la medida en que estos Estados nacionales dependen de la ayuda financiera, directa e indirecta, internacional (léase EstadosU nidos, Comu­ nidad Europea y el Banco Mundial), que se evalúa constantemente en los progra­ mas domésticos de desarrollo local, nacional y regional. A partir de estos nuevos estudios, en algunos casos encomendados por los Estados nacionales, las políticas migratorias implementadas en Centroamérica han creado nuevas instituciones y espacios de discusión que responden a los casi seis millones de ciudadanos que se encuentran fuera de los territorios nacionales. Se organizan foros sobre la repercusión económica que tienen estas comunidades en su lugar de origen y en donde llegan a residir, o bien se han creado institucio­ nes especializadas que generan ideas sobre la problemática migratoria. En El

and Religion in the African Diaspora: Knowledge, Power and Performance, Baltimore, John Hopkins University Press, 2006; S. Bibler Coutin, “The Formation and Transformation of Salvadoran Community Organizations in Los Angeles en E. Ochoa, G.L. Ochoa (eds.), Latino Los Angeles: Transformations, Communities, and Activism, Tucson, University of Arizona Press, 2005; K.S. Gruesz, “Mercurial Space of ‘Central’ America: New Or­ leans, Honduras, and the Writing of the Banana Republic”, en C. Field Levander y R.S. Levine (eds.), He- mispheric American Studies, New Brunswick, Rutgers University Press, 2008; P. Landolt, “The Institutional Landscapes of Salvadoran Refugee Migration: Transnational and Local Views from Los Angeles and Toron­ to”, en L. Goldring y S. Krishnamurti (eds.), Organizing the Transnational: Labour, Politics, and Social Change, Vancouver: ubc Press, 2007. 3 B. Baker-Cristales, Transnationalism Embodied in Salvadoran Migration to Southern California: Redefining El Hermano Lejano, Gainesville, University Press of Florida, 2004; K. Eekoff-Andrade y J.P. Pérez, Communities in Globalization: The Invisible Mayan Nahual, Nueva York, Rowman and Littlefield Publishers, 2003.

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Salvador, Guatemala y Honduras se han fundado viceministerios destinados a ocuparse de sus ciudadanos en el exterior, y se han consolidado estadísticas sobre la población migrante para ejercer un mejor control y así poder implementar las políticas más acertadas. De igual forma, hay otras instituciones que se derivan de estas políticas y que crean instrumentos de control sobre cómo se debe abordar el estudio de la migración y la experiencia de la diáspora centroamericana. De esta manera se reafirma la importancia de la cultura nacional más allá de las fronteras geográficas de los Estados; así se revela y despliega un discurso que busca mantener la conexión de los migrantes con su territorio de origen. Además, existe un sinfín de aparatos simbólicos que mantienen la presencia del ciudadano ausente en el territorio nacional, para darle visibilidad cuando el Estado lo nece­ sita. Estos estudios generados por instituciones estatales se sustentan en una modalidad conceptual: considerar los espacios en los que se mueven los migrantes con la visión restringida del Estado nacional moderno, que usa el patrón seden­ tario como el punto de partida de toda forma de vivir; dicho patrón define los Estados modernos como un territorio demarcado por fronteras nacionales. Como ya señalé, el constante movimiento migratorio ha producido prácticas transitorias, y debido a esos movimientos transitorios que genera la migración mi examen sobre la diáspora centroamericana se enfoca en un espacio de análisis en el que la heterogeneidad y la temporalidad son centrales. Es un espacio que no restringe el movimiento ni la producción cultural de las personas que se mueven en muchas direcciones al salir del territorio soberano del Estado. Las instituciones que investigan el quehacer del migrante y la diáspora creada en ese movimiento se oponen al flujo que no va de un punto a otro, con una di­ rección unilateral y con un destino definido, pues se inventa nuevas formas de escapar de la rigidez del sedentarismo obligado del Estado. Este ensayo profun­ diza en la diversidad cultural inherente al movimiento transnacional de la diás­ pora centroamericana, como es el caso maya-quiché y salvadoreño. Estas experiencias dan a conocer el trasfondo político, cultural y económico en diferen­ tes periodos migratorios. Además, se abordan y problematizan las culturas de la marginación y el racismo de las cuales son objeto estas identidades étnicas, de clase y nacionales tanto en el país de origen como en el de recepción temporal. También se examina la presente crisis humanitaria que tiene su más reveladora manifestación en la masiva deportación de migrantes, que afecta no sólo a las comunidades examinadas en el presente estudio, sino también a las formas orga­ nizativas que demanda este momento.

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La diáspora se entiende en general como un concepto atribuido a la experiencia del pueblo judío en el contexto histórico-cultural, como explica Michele Reis,4 que cuestiona la aplicación directa y generalizada de esa experiencia y de otras prácticas diaspóricas, como la armenia, que hablan de una cultura tradicional, de un lugar de origen al cual piensan retornar y de una nación a la cual pertenecen.5 En otras palabras, estas prácticas se distancian de la experiencia centroamericana en cuanto al sentido de pertenencia que encontramos en la forma tradicional de entender la diáspora, como en los ejemplos antes mencionados, de pueblos que aspiran a un retorno a su raíz cultural, sea ésta ancestral o nacional contemporánea. Reis hace notar que la diáspora contemporánea está influida por el desarrollo tec­ nológico, la idea de nación y la globalización.6 Además, considera que en los últi­ mos tiempos la diáspora hacia Estados Unidos se ha latinizado, respecto a la constante migración proveniente de América Latina, pero sobre todo mexicana y centroamericana. Considero que es importante este señalamiento, ya que supone una homogeneidad cultural inherente de la migración hacia Estados Unidos y, al mismo tiempo, limita el análisis a partir de la visión de los Estados nación. La diversidad cultural de la diáspora centroamericana se invisibiliza en la mayoría de textos, aunque hay notables excepciones que abordan ese desplazamiento humano y sus prácticas cotidianas fuera de los confines soberanos del Estado o dentro de los espacios de control neoliberal.7 La diversidad nacional se asume, se enuncia y con­ textualiza como diversidad cultural, pero al analizar la migración y la diáspora se oculta esta diversidad y se regresa al análisis sedentario, homogéneo y estatal. Con frecuencia estos estudios se enfocan en la solución del problema migratorio, suge­ rir políticas de cómo tratar a la población y más aún, homogeneizan la identidad de los migrantes, sin importar cuáles sean las categorías y códigos que les asignan al describirlos. En suma, hay un reduccionismo en lo que deben ser las políticas de Estado en cuanto a su trato a las comunidades desplazadas. El desplazamiento al que han sido obligadas poblaciones enteras tiene que ver con ese ejercicio sobe­ rano y con esos procesos globalizantes que han hecho que la cultura quede reduci­

4 M. Reis, “Theorizing Diaspora: Perspectives on ‘Classical’ and ‘Contemporary’ Diaspora”, International Migration, vol. 42, núm. 2, 2004. 5 L. Malki, “National Geographic: The Rooting of People and the Territorialization of National Identity among Scholars and Refugees”, en A. Gupta y J. Ferguson, Culture, Power, Place, Londres, Duke University Press, 1997. 6 M. Reis, op. cit. 7 J. Loucky y M. Moors, The Maya Diaspora: Guatemalan Roots, New American Lives, Filadelfia, TempleU ni­ versity Press, 2000; P. Mancina, “Crisis-Management: Tzeltal-Maya Transnational Migration and the Foucauldian Apparatus”, Dialectical Anthropology, vol. 35, núm. 2, 2011, pp. 205-225.

70 Conexiones y heterogeneidad en la diáspora centroamericana da a lo nacional o regional, dependiendo del caso bajo análisis. Lo que propongo es observar esta migración centroamericana desde una lente crítica frente a lo que representa la cultura nacional que impulsan los Estados modernos. Son prácticas culturales que van de la mano de las políticas coloniales que marginan a través de la discriminación racial y la diferenciación ciudadana en los países de origen y que se trasladan a los países de asentamiento temporal o semipermanente. El otro elemento que considero importante explorar es la idea del nomadismo, aparentemente característica del movimiento migratorio contemporáneo, que es el que me interesa en este escrito. Y es que en la teoría sobre el concepto de la diáspora tradicional se encuentra inserta la idea del lugar de origen al cual se as­ pira retornar y que se basa en ideas sedentarias promovidas por una nación cons­ truida o en proceso de construcción, y que por circunstancias político-culturales se ha abandonado, lo que genera desplazamientos hacia otros territorios. En la formación del Estado moderno centroamericano, la mayoría de las poblaciones indígenas no fueron partícipes en la construcción de la nación, y en consecuencia, no lo son en el Estado moderno. La marginación de los pueblos originarios —como es el caso de los maya-quiché de Guatemala— del quehacer público en los proce­ sos de formación de los Estados nación centroamericanos durante el siglo xix fortaleció las políticas racistas heredadas del colonialismo español. Lo que argumento es que en oposición a ese sedentarismo original promovido por el Estado nación, hay una práctica nómada que se mueve a través de los espa­ cios transnacionales contemporáneos con una fluidez que no se aferra a espacios rígidos, sino que resiste las nuevas dinámicas globalizantes del capitalismo y el colonialismo moderno. Me interesa explorar la diversidad de la diáspora centro­ americana que responde a su variada composición étnica, de clase y nacional. Esta diversidad genera una multitud de experiencias culturales, históricas y económi­ cas que necesitan ser examinadas fuera de los ideales de las ciencias sociales que se imponen a la experiencia migratoria a partir de esquemas económicos que se oponen también a la diversidad de formas organizativas que surgen a partir de las experiencias de cada comunidad inmigrante.

La diversidad cultural e histórica de la población centroamericana La diáspora contemporánea de las poblaciones centroamericanas tiene anteceden­ tes históricos que van desde la formación de las repúblicas modernas a finales del siglo xix hasta el término del convulso siglo xx. La emigración centroamericana tiene rasgos regionales que van de la mano con el desarrollo de los Estados nacio­

71 Douglas Carranza Mena nales modernos y su infraestructura económica, como es el caso de la construcción vial, portuaria y de comunicación que facilitaron el movimiento de productos y personas en los enclaves bananeros y las fincas cafetaleras a finales del siglo xix. La emigración salvadoreña se inicia a comienzos de la década de 1930 con la instauración de la dictadura militar, que forzó oleadas migratorias durante déca­ das y alcanzó su momento más trágico en la década de 1980 con la guerra civil, y que continúa su desplazamiento masivo en el siglo xxi. En la actualidad, hay millones de salvadoreños que viven en Estados Unidos, que han sido y siguen siendo desplazados de sus localidades y se mueven en espacios transnacionales en los que influyen culturalmente a su paso. Por su parte, la migración de las poblaciones mayas se remonta a cinco siglos de colonialismo europeo todavía presente en la actual República de Guatemala. El andar migratorio de las poblaciones mayas ha modificado poblados y ciudades enteras en Guatemala y ha revelado la debilidad del proyecto nacional iniciado a principios del siglo xix. Millones de mayas han migrado a Estados Unidos y Canadá en busca de un lugar seguro ante la amenaza violenta que ha marcado de luto permanente a sus poblaciones y lugares ancestrales.

El movimiento hacia el norte En la década de 1980, miles de centroamericanos, especialmente de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, migraron dentro de la región centroamericana, y también hacia México, Estados Unidos y Canadá. Otros miles lo hicieron a tierras más lejanas, como Francia, Italia, Suecia y, en menor escala, Australia. Las causas eran las represiones gubernamentales, las guerras civiles de ese entonces, la pobreza y la falta de alternativas para una vida digna y segura. Las políticas migratorias de los países hacia donde se dirigían los migrantes centroamericanos variaban y de­ terminaron en alguna medida la temporalidad de la estadía. En el caso mexicano, la solidaridad con las luchas de los pueblos centroamericanos generó momentos de fraternidad política que se desbordaba a otros ámbitos sociales y económicos. Es importante hacer notar que la crisis de refugiados mayas en el sur de México generó nuevas políticas en la Organización de las Naciones Unidas. En el caso estadounidense, la política migratoria fue definida por la confrontación de la Guerra Fría replicada en la región centroamericana. Esto se reflejaba en el trato preferencial en algunos casos, como el de los nicaragüenses de la primera ola mi­ gratoria, muchos de ellos allegados a la dictadura somocista, que fueron bien re­ cibidos por la administración de Ronald Reagan. En cambio, los ciudadanos de

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El Salvador y Guatemala (en particular de origen maya) sufrían el rechazo de los forjadores de la política migratoria estadounidense. El estatus de refugiado polí­ tico de estos dos últimos grupos fue minimizado, ya que aceptarlo implicaba la afirmación de que el gobierno de EstadosU nidos apoyaba regímenes dictatoriales y represivos. En la mayoría de los casos de asilo político, éste fue rechazado, enga­ vetado o entrampado en largos procesos legales que no podían sostener financiera­ mente los solicitantes.8 En el caso de Canadá, la política de apertura migratoria estuvo guiada por un rechazo a las políticas de los gobiernos militaristas del área centroamericana y por su política de recolonización interna en regiones poco pobladas del país. No es mi intención en este ensayo profundizar en las políticas migratorias de ese momento, sino presentar una sinopsis del despliegue de éstas y su influencia en la representación mediática de la vida cotidiana y de la lucha de los migrantes centroamericanos en esos años.

Santuarios naturales, nuevos espacios y viejas prácticas Las deportaciones de salvadoreños en los primeros años de la década de 1980 costaron la vida de muchos migrantes que eran regresados en vuelos de aerolíneas tanto fantasmas como conocidas. Muchos de estos inmigrantes repatriados fueron asesinados y desaparecidos. Esto generó un repudio de la comunidad de refugiados en Estados Unidos, que se movilizó para denunciar las constantes violaciones a los derechos humanos de los migrantes centroamericanos. Los niveles de organi­ zación en defensa de esos derechos se extendieron a diversos espacios que brinda­ ron su solidaridad. Así, grupos religiosos de diversa denominación establecieron santuarios para proteger temporalmente a los migrantes centroamericanos. Igle­ sias, instituciones de gobiernos locales y sindicatos fueron los espacios naturales de refugio y solidaridad. Esa labor se aunaba a organizaciones emergentes de protección y de carácter no lucrativo creadas por los migrantes centroamericanos en Estados Unidos, es­ pecialmente salvadoreños, como el Centro de Refugiados Centroamericanos (Carecen), que abrió sucursales en Los Ángeles, Washington, Nueva York, Hous­ ton y San Francisco, El Rescate, el Comité Santana Chirino Amaya en Los Ánge­

8 S. Bibler Coutin, “Falling Outside: Excavating the History of Central American Asylum Seekers”, Law and Social Inquiry, vol. 36, núm. 3, 2011, pp. 569-596; S. Macekura, “‘For Fear of Persecution’: Displaced Sal­ vadoran and US Refugee Policy in the 1980s”, Journal of Policy History, vol. 23, núm. 3, 2011, pp. 357-380; N. Hamilton, J. Loucky y N. Stoltz, “The Sanctuary Movement and Central American Activism in Los Angeles”, Latin American Perspectives, vol. 36, núm. 6, 2009, pp. 101-126.

73 Douglas Carranza Mena les y la emblemática Clínica Monseñor Romero. Algunas de estas organizaciones humanitarias han crecido y han adquirido experiencia en la lucha a favor de los migrantes y atienden actualmente a decenas de miles de personas que buscan protección y solidaridad humana. Es importante enfatizar que la experiencia or­ ganizativa y de asociación en las comunidades inmigrantes sigue teniendo un papel preponderante ante las continuas amenazas de los Estados nacionales que cambian sus políticas migratorias de acuerdo con sus propios intereses. La migración forzada de las comunidades mayas hacia el sur de México y Es­ tados Unidos generó políticas internacionales y la solidaridad de la comunidad religiosa y laica. La Organización de las Naciones Unidas intervino ante la crisis humanitaria generada por los campos de refugiados en la frontera entre México y Guatemala, donde miles de mayas desplazados buscaban huir de las masivas re­ presiones por parte del gobierno de esa nación. Se crearon después políticas de retorno voluntario y repatriaciones a través de los mecanismos institucionales que buscaban una respuesta al desplazamiento masivo.9 En el caso estadounidense, un incipiente movimiento religioso abrió las puertas a la comunidad migrante maya y esos espacios físicos y legales se constituyeron en santuarios que protegieron a la creciente población maya en la Unión Americana. Al finalizar las guerras civiles y con la firma de los Acuerdos de Paz, el esta­ blecimiento de sociedades democráticas y el fortalecimiento de la sociedad civil proyectaban un horizonte promisorio. La realidad fue otra, ya que el proceso de reconstrucción política, social y económica se produjo sólo parcialmente. En el área económica, la costosa reconstrucción, las crisis internacionales y la corrupción frenaron los objetivos anhelados por los grupos que se beneficiarían de la paz. Lo social fue marginado y sólo quedó el andamiaje retórico que repetía constante­ mente la prensa nacional. El espacio público continuaba vetado para cualquier interlocutor que intentara hablar sobre el poco impacto de los acuerdos de paz de Nicaragua, El Salvador y Guatemala. No obstante, la concesión política a los opositores del gobierno fue uno los frutos más notables, signo de que comenzaba una nueva forma de gobernar, con los límites ya establecidos y aceptados por todos los actores. Aunque las recetas fueron similares en los países en cuestión, los resultados han sido disímiles. Se abrieron nuevos espacios, pero en algunos casos las viejas prácticas continuaron.

9 K.E. Miller, “The Effects of State Terrorism and Exile on Indigenous Guatemalan Refugee Children: A Mental Health Assessment and an Analysis of Children’s Narratives”, Child Development, vol. 67, núm. 1, 1996, pp. 89-106; C. Taylor, Return of Guatemalan’s Refugees: Reweaving the Torn, Filadelfia, TempleU niversity Press, 1998.

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Remesas económicas y culturales Los acuerdos de paz no cumplieron las promesas de crecimiento económico por las circunstancias ya apuntadas. Al contrario, generaron un éxodo constante y masivo de personas, especialmente hacia Estados Unidos. Esta salida fue apoyada por los Estados nacionales que recurrían a la migración como una salida a su maltrecha economía agroexportadora y cuya conversión a una economía de servi­ cios estaba en ciernes. La migración de la década de 1980 y las subsecuentes re­ mesas económicas propiciaron más migración y una mirada seria a la captación de los billones de dólares enviados por los migrantes, principalmente desde Esta­ dos Unidos. Estas remesas económicas fueron objeto de orgullo para los Estados nacionales, que las vieron como buenas nuevas y la solución a sus problemas eco­ nómicos debido al envío de dólares a los hogares centroamericanos que día a día buscaban recursos de subsistencia. Pero las remesas no sólo eran económicas, eran al mismo tiempo culturales y sociales, nuevas formas de consumo que forjaban una economía de servicios. En el ámbito social, el flujo de un tipo diferente de deportados iba a contribuir a la construcción de las bases para el ejercicio de la justicia. La inmediata criminalización de los jóvenes deportados y la dureza con la que el sistema judicial enfrentó el retorno de los expulsados, le adjudicó a éstos una identidad que se encontraba fuera de los espacios legales y de las normativas del Estado. Más aún, la distinción de migrante deportado sin ningún pasado criminal y los que sí lo tenían fue omitido constantemente por los medios de comunicación locales. De acuerdo con ese discurso, los buenos migrantes son los que no regresan y continúan enviando remesas, los malos son los que regresan a quedarse y peor aún los que fueron forzados a regresar. Ser deportado era y es un estigma social en Centroamérica.

El abecedario de las identidades migrantes, medios y la proposición 187 Las identidades de los migrantes centroamericanos se han movido en diferentes direcciones. Considero que son las experiencias político-organizativas adquiridas en los lugares de origen en la década de 1970 lo que ha establecido prácticas asociativas en otros espacios públicos. Son identidades que se han forjado como “máquinas de guerra”, como lo plantean Deleuze y Guattari,10 que operan fuera

10 G. Deleuze y Guattari, A Thousand Plateaus: Capitalism and Schizophrenia, Londres, University of Minnesota Press, 1987.

75 Douglas Carranza Mena de la asignación soberana del Estado nacional como máquinas de guerra en cons­ tante movimiento. Los Estados no pueden entender la operatividad de este mo­ vimiento. Muchas de esas identidades formaron sus prácticas en las luchas de emancipación, en donde se creaban espacios propios, irreconocibles por los Esta­ dos con quienes estaban en guerra. Esa persistente lucha obligaba a cambiar de identidad constantemente, a moverse a diferentes terrenos de acción, de lo urba­ no a lo rural o viceversa, o cruzar las fronteras de los Estados adyacentes y operar en otras dimensiones. Desde luego, las máquinas de guerra de las que hablan Deleuze y Guattari no son de guerra en el sentido literal: son formas de oposición al Estado, o sea una resistencia política y cultural en todos los terrenos, fuera del espacio nacional y que resisten la imposición soberana. Los autores también abordan el problema de conceptualizar nuestras experiencias desde puntos de vista sedentarios que han limitado la forma en que observamos algunos fenómenos de nuestra sociedad. Y es que en esa lucha, los espacios ocupados por los migrantes no se limitan a lo sedentario o a lo nómada, sino que pueden ocupar espacios situacionalmente. O sea, esa temporalidad no puede medirse con precisión, está expresada a través de las conexiones cotidianas, sean éstas sedentarias o nómadas. Estos migrantes, en su lucha contra el Estado, han operado con un sinfín de identidades, como las que muchos conocemos: refugiado, amnistiado (en referencia a la amnistía migratoria de 1986), los abc, que son los casos que se dieron bajo la acción legal de la Ame­ rican Baptist Church contra el procurador general Richard Thonrburg, u otras políticas como el Nicaraguan Adjustment and Central American Act y el Tem­ porary Protected Status. Este abecedario de identidades migratorias ha sido el resultado de esa resistencia, organización y asociación de la comunidad centro­ americana, que se desplaza en espacios diagramados por el Estado. Sin embargo, las acciones de los migrantes desterritorializan esos espacios rígidos a través de su resistencia político-cultural, como ocurre en la vida cotidiana de los migrantes de California. Por eso organizaciones como Carecen se descodifican al moverse a otros terrenos de la lucha por los derechos de los migrantes que llegan en la década de 1990, con lo cual su nombre cambia de Centro de Refugiados Centroamericanos a uno que responde a nuevas necesidades e inquietudes, como las educativas y de producción artística. Aunque su acrónimo no cambió su actual nombre Centro de Recursos Centroamericanos responde a los nuevos tiempos. La década de 1990 es de logros mediáticos a favor de los migrantes centroame­ ricanos a escala nacional; en el Estado de California, a través de su gobernador Pete

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Wilson, se promueve la propuesta 187. Esta propuesta intentaba prohibir y ne­ garles el acceso a los servicios sociales a los migrantes, incluyendo los de salud, educación y seguridad social. La representación pública de los migrantes durante la votación incluyó una campaña sistemática de desprestigio cultural, en la que se acusó a los migrantes de tercermundistas acostumbrados a la violencia y de criminales que disparan, apuñalan y distribuyen drogas en las escuelas. La propuesta proyectaba reclutar a miles de maestros de primaria y secunda­ ria, a proveedores y trabajadores de la salud y a otros empleados del Estado como operadores en la guerra total contra la comunidad migrante, mediante la negación de servicios al entrar en efecto la propuesta 187. La campaña mediática del go­ bernador Wilson había funcionado e influyó en el Congreso para que prohibiera o negara el acceso a los migrantes a servicios a escala federal, como vacunación, o bien la ayuda para la adquisición de casas, y se llegó al extremo de negar asisten­ cia en ciertos rubros a migrantes documentados que no eran ciudadanos. Hubo incluso campañas contra los niños de madres migrantes nacidos en Estados Uni­ dos que buscaban negar el derecho de ciudadanía por nacimiento. La propaganda en contra del idioma español tuvo como uno de sus principales objetivos impul­ sar el aprendizaje y uso exclusivo del inglés. Sin embargo, la propuesta 187 fue derrotada en California y las organizaciones comunitarias y sus aliados lanzaron campañas de movilización, junto con la presión a políticos, y se lograron revertir en gran medida los alcances de la propuesta. Pero este experimento antimigrante sirvió de base para que otros estados de Estados Unidos como Arizona propusieran leyes similares con el objetivo de implementar una ley parecida a la lo que California ya había propuesto. En ese contexto de lucha por los derechos humanos de los migrantes, la po­ blación centroamericana abre sitios culturales propios de sus vivencias históricas que son diversas. Se organiza y produce una heterogeneidad que disputa la rigidez del pensamiento sedentario de los Estados, que trata de diagramar y uniformar sus identidades. Sin embargo, los Estados nacionales origen de estos desplaza­ mientos y adonde llegan temporalmente normalizan la vida de los inmigrantes y les adjudican comportamientos a través de una codificación que echa mano de aparatos de control con el fin de restringir el movimiento de poblaciones enteras.

La diáspora maya-quiché: La nación y sus controversias culturales El despliegue del discurso nacional en Guatemala es el resultado de políticas del Estado que desde la época colonial discriminan racialmente a los pueblos indíge­

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nas y que desde finales del sigloxix hacen marcados esfuerzos para homogeneizar a la población maya. El despliegue de las políticas unificadoras ha tomado muchos caminos, como la eliminación de los idiomas mayas, la abierta discriminación en la vida pública y campañas de terror en diferentes periodos del siglo xx. Estas cruzadas adquirieron grados genocidas en la guerra civil de la segunda mitad del siglo pasado. Más de 200 mil miembros de las comunidades mayas fueron elimi­ nados y desaparecidos forzadamente. El éxodo de las comunidades hacia países colindantes representa un sismo cultural que las comunidades todavía tratan de entender. La búsqueda de refugio en México a principios de la década de 1980 representó dilemas para las instituciones internacionales que hicieron algunos esfuerzos por proteger a estas comunidades. Uno de los problemas era el estable­ cimiento de estas comunidades como ciudadanos de un Estado que los perseguía y reprimía. La otra disyuntiva era conciliar la identidad de las comunidades mayas bajo una sola identidad nacional, que es una exigencia de los Estados modernos. La resistencia histórica de los pueblos mayas ejemplifica las dificultades de situar a estas comunidades centroamericanas dentro de lo que llamamos comunidades nacionales. La desconfianza hacia las políticas de repatriación voluntaria hacia Guatemala, y las continuas políticas represivas y de discriminación racial fueron algunos de los motivos de la masiva migración maya hacia México, Estados Uni­ dos y Canadá. Esta identidad no nacional conllevó ciertas prácticas en las comunidades de arribo, como lo muestran las etnografías que se han hecho de algunas comunida­ des y que muestran su incorporación al mercado de trabajo en lugares como Ca­ lifornia, Florida, Texas, Arizona y otros estados.11 Estas valiosas contribuciones ofrecen una perspectiva de la diversidad de las comunidades mayas y de algunos de sus intereses como migrantes, ya que dan cuenta de los mercados laborales, lugares de vivienda, su continua movilidad y sus preocupaciones cotidianas. También presentan una situación de tensión “no hablada” existente entre la co­ munidad ladina (mestiza) y maya guatemalteca residente en Los Ángeles, que tiene que ver con la discriminación racial que ha sido trasladada a las urbes esta­ dounidenses.12 Sin embargo, varios estudios tienen un vacío al no considerar los primeros años de la represión a la que fueron expuestas estas comunidades.

11 J. Loucky y M. Moors, op. cit.; J.M. Hagan, Deciding to be Legal: A Maya Coomunity in Houston, Filadelfia. Temple University Press, 1994. 12 A. LeBaron, “When Latinos are Not Latinos: The Case of Guatemalan Maya in the United States, the Southeast and Georgia”, Latino Studies, vol. 10, núms. 1-2, 2012, pp. 179-195.

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Hablar de los pueblos mayas y su producción cultural ancestral y contemporá­ nea requiere un estudio muy extenso y exhaustivo. Aquí sólo me refiero, primero, a su identidad dentro del Estado nacional guatemalteco; segundo, a su relación con la ciudad, y por último, al traslado de las relaciones interétnicas en Los Ángeles. Miles de mayas residen en la segunda ciudad más importante de Estados Unidos. Al visitar las zonas adyacentes al Parque MacArthur, es muy común ver la venta de productos culinarios, producciones musicales, ropa y venta de cd que recuerdan la vida en sus lugares de origen. A pesar de toda esta representación de los pueblos de donde partieron, es notable la ausencia de su apego a la identidad nacional de Guatemala. Uno de los problemas para el Estado moderno guatemal­ teco es lograr una identidad común entre el heterogéneo mundo de las poblacio­ nes mayas y el unificado ideal del Estado nacional. Su relación con la gran urbe angelina y la recreación de sus prácticas culturales se expresa en las condiciones laborales y resolución de los problemas de la vida cotidiana, que incluyen principalmente el idioma, los derechos humanos y la vivienda. Los Ángeles representa para los mayas un espacio donde sus idiomas adquieren paridad relativa con el español en su condición de otredad en relación con el inglés. Considero que la identidad de las comunidades mayas sugiere un entendi­ miento de la cotidianeidad dentro de la cosmovisión ancestral, poco entendida por la comunidad migrante ladina de Guatemala. Y es que las prácticas espiri­ tuales no manifestadas abiertamente se expresan en la vida diaria, en las relaciones intrafamiliares y en su relación con la madre tierra. Resolver lo cotidiano en una sociedad tan diversa como Los Ángeles requiere un entendimiento cultural de las formas de vida de estas comunidades. Maya Visión es una organización que ha logrado entender esta dinámica de cierta otredad lingüística. La lucha por derechos humanos fundamentales ha si­ tuado a la población maya como una comunidad importante que, aunque se origina en la moderna república de Guatemala, no reclama esos derechos como tal porque no es necesario, ya que su relación y su residencia-existencia en la ciu­ dad Los Ángeles no depende de sus relaciones nacionales. Más bien depende de sus expresiones culturales que adquieren una dimensión de independencia o au­ tonomía incalculables en su nuevo contexto. Aquí no me refiero a su estatus como migrantes y al despliegue de las políticas migratorias estadounidenses, que son discriminatorias e injustas, sino a su posicionamiento como población con relación a la población ladina de Guatemala residente en Los Ángeles.

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Maya Visión ha desplegado ese acervo cultural de la comunidad para estable­ cer relaciones institucionales con la ciudad de Los Ángeles y algunos de sus miem­ bros también participan activamente en las Naciones Unidas, como delegados de la comunidad que luchan por los derechos indígenas a escala internacional. Su apego y respeto a la madre tierra ha posibilitado la movilización de miles de miembros de la comunidad maya-quiché para participar en referéndums en la ciudad de Los Ángeles sobre las políticas que afectan el medio ambiente en sus comunidades de origen. Esto me lleva al tercer punto, que es la relación de discriminación racial que ha sido trasladada por el Estado de Guatemala a la urbe angelina y su contrapar­ te, la construcción de derechos equitativos para toda la población de Guatemala residente en Estados Unidos. A pesar de ser la segunda población centroamerica­ na más grande en dicho país, las diferencias culturales y raciales se mantienen dentro de esa comunidad. Las relaciones al interior de “la gran familia guatemal­ teca” se caracterizan por la ausencia de solidaridad nacional debido a lo antes mencionado. Esa tensión racial y cultural ha visibilizado el estado de discrimina­ ción aún existente en la sociedad guatemalteca, que ve con sospecha los logros de la población maya en las grandes urbes de la Unión Americana. Además, cabe decir que la producción de la diáspora maya-quiché ha visibilizado con mayor frecuencia la identidad del Estado guatemalteco en la diáspora anhelada por dicho país. Esta visibilidad, que se expresa en la participación en actos conmemorativos de la independencia patria, en los que la identidad nacional adquiere relevancia, pero que conlleva las contradicciones del caso. Cabe mencionar que Maya Visión propuso cambios en el Comité de Festejos Centroamericanos con el fin de celebrar la diversidad cultural de la comunidad centroamericana. Es decir, que de ser co­ munidades no deseadas por el estado nacional —que se piensa como un estado homogéneo y permanente, sin posibilidades de dar espacio a la heterogeneidad— pasan a ser representantes de esa nación centroamericana en la diáspora.

La diáspora salvadoreña: Entre lo nacional y lo transnacional Aproximadamente dos millones y medio de salvadoreños residen en Estados Uni­ dos, posiblemente más si tomamos en cuenta a los muchos que prefieren vivir en el anonimato por el temor a la deportación. Y es que ser la mayoría dentro de la co­ munidad centroamericana tiene sus ventajas y desventajas. La visibilidad es eviden­ te, y también los problemas fuera de las fronteras nacionales que hacen que miles de salvadoreños viajen cada año a las grandes y medianas urbes norteamericanas.

80 Conexiones y heterogeneidad en la diáspora centroamericana

Hablar de la comunidad salvadoreña es hablar de un apego a la cultura nacio­ nal, esta comunidad representa el ideal de un Estado moderno que pide lealtad y fidelidad. Aunque el Estado prescinda de sus obligaciones en cualquier momento y actúe contra esos deberes, trata de todas formas de instruir a su comunidad en el extranjero. Me interesa explorar dos puntos en este apartado: primero, la cuestión del apego a la cultura nacional fuera de las fronteras y segundo, la adquisición de la identidad transnacional que afecta de diversas formas el ideal del Estado nación. El Estado salvadoreño ha tenido un éxito parcial al trasladar y promover la cultura nacional dentro de los miles de hogares salvadoreños en el exterior, inde­ pendientemente de su posicionamiento político ideológico, que sigue otros sen­ deros, y que ha sido promovido sin cesar desde el arribo de los primeros miles de salvadoreños en la década de 1980. Ese éxito relativo se debió al nacionalismo inherente a la dictadura militar, que basaba su fortaleza ideológica en la defensa de la soberanía de la patria. Por otro lado, en las décadas de 1970 y 1980, la opo­ sición al régimen dictatorial también contribuyó enormemente al nacionalismo a través de la lucha por la liberación nacional, cuando la producción cultural y política revolucionaria estaba cargada de epítetos nacionalistas que se parecían a los de la dictadura, pero contextualizados dentro del discurso de liberación de esa época insurgente. Después de terminada la guerra civil, el discurso se unificó en alguna medida al promover la mejora de la población salvadoreña bajo una nueva forma de gobernar que permitiera caminar por los senderos democráticos. Aunque los discursos políticos e ideológicos cambiaron, lo que se mantuvo y todavía se promueve es la cultura nacional. Esta promoción no se reduce a la población en El Salvador, se extiende y se despliega hacia el exterior, donde la población salvadoreña creció de una manera exorbitante. La diáspora salvadoreña respondió al llamado de aportar a la cons­ trucción de un nuevo país. Son innumerables las formas en que la comunidad en el exterior ha respondido al llamado, esto se hace más visible con el envío perma­ nente de remesas que actualmente suman 3 500 millones de dólares anuales y que subvencionan la economía familiar, local y nacional. La diáspora salvadoreña produce una cultura, se enorgullece, se desvive, se sacrifica y la preeminencia de su cultura nacional es una constante obligada. En 2005, el gobierno salvadoreño y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud) publicaron un informe sobre el efecto de las migraciones en el país. Este informe abordaba, entre otras cosas, la influencia de las migraciones

81 Douglas Carranza Mena en el mundo globalizado, y hablaba también de que el país había cambiado, di­ señaba oportunidades para un nuevo desarrollo humano y argumentaban sobre la importancia de otorgar derechos a la población migrante. A partir de esas premi­ sas el Estado nación salvadoreño se embarcó en nuevas políticas de administración hacia la población migrante, poniendo énfasis en el factor económico, o sea en la captación de los recursos financieros y materiales. El análisis económico y políti­ co ha sustentado esa mirada hacia el exterior y ha producido propuestas soberanas para ejercer el control sobre esa población que creció no sólo en términos estadís­ ticos y demográficos, sino en su conocimiento sobre derechos nunca obtenidos en el país de origen. A casi diez años de la publicación de ese informe, el desplaza­ miento humano ha ido en aumento, las propuestas de desarrollo humano no se han llevado a la práctica y los derechos otorgados han sido limitados al ejercicio del voto en el exterior. La nueva “mirada hacia el nuevo nosotros”, título dado al informe, es una mirada y una reflexión del Estado nación hacia la forma de ejercer la soberanía sobre la población salvadoreña en el exterior. La crisis político-humanitaria de la década de 1980 continúa y, bajo los nuevos parámetros de la economía neoliberal, se establecen técnicas de control que tienen como común denominador el cons­ tante nacionalismo que se promueve a través de los aparatos de control del Estado. Paralelamente, este desplazamiento de la población ha encontrado en el pro­ ceso migratorio un asidero emocional y económico que evade efectivamente las barreras de las fronteras nacionales. Es en esos momentos cuando la identidad, tan cultivada por las instituciones del Estado, muestra signos de debilidad y agota­ miento. La experiencia transnacional salvadoreña ha erosionado la unidad de la identidad y de la narrativa que la acompaña, a través de acciones culturales y políticas que a veces no pueden ir de la mano. El regreso de millones de salvado­ reños a la patria original es una posibilidad no deseada por el Estado. Para evitar la catástrofe del regreso, se promulgan políticas de desarrollo cultural que de una forma sutil rechazan al ausente. Esta censura a la participación ciudadana tiene un común denominador, que es la urgencia económica. Por eso el migrante es un ser querido, pero es más amado en ausencia. Al asimilar ese rechazo directo, la parte emotiva del migrante queda trastocada y violada. Las acusaciones hacia la conducta del migrante que abandona la patria han sido, en los últimos años, una acción común verbalizada por muchos miembros de las comunidades de origen. En los últimos años de verbalización sutil, se ha pasado a la criminalización del migrante deportado o al rechazo a aquellos que por diversos motivos dejaron sus

82 Conexiones y heterogeneidad en la diáspora centroamericana espacios de origen. Por esta razón y otras expuestas antes, la diáspora salvadoreña comienza a demandar derechos al Estado que no le ha cumplido. Ese incumpli­ miento, genera rechazos a esas formas de trato individual y colectivo. Esta diná­ mica también evidencia los intereses del Estado nación y, al mismo tiempo, la comunidad de la diáspora asume la responsabilidad por el cambio de su identidad nacional por una identidad creada en los espacios donde se asienta temporalmen­ te. Esa identidad desterritorializa y territorializa los sitios donde las prácticas culturales, económicas y políticas se hacen evidentes. Tal es el caso de las asocia­ ciones de origen, que aunque no alcanzan la complejidad organizativa de las fe­ deraciones mexicanas, representan una autonomía singular y relativa en el desarrollo local de los pueblos de origen. Es una identidad que se encuentra en constante movilización ante el despliegue de las políticas migratorias de los Es­ tados donde transitan o se asientan temporalmente. Y es que para la población salvadoreña, independientemente de su condición migratoria, el Estado y sus leyes pueden ser aliados temporales cuya confiabilidad es efímera o está sujeta a las experiencias históricas.

Nuevos retos ante las políticas del Estado: Organización temporal El siglo xxi depara nuevas disyuntivas en el quehacer de los Estados para contro­ lar sus fronteras nacionales y se siguen implementando políticas de control po­ blacional que mueven recursos humanos y financieros para enfrentar esta crisis humana. En Centroamérica miles de personas se mueven hacia el sur buscando nuevas alternativas de sobrevivencia individuales y colectivas. Es el caso de muchos nicaragüenses que residen en Costa Rica. Pero los niveles de violencia y políticas neoliberales en los países centroamericanos también han desatado una constante migración hacia el norte, hacia México y Estados Unidos. Pero la violencia no se limita sólo al daño físico de los migrantes, incluye medidas coercitivas con polí­ ticas de seguridad en todos los países envueltos en esta crisis sin precedentes. Si los Estados nacionales responden institucionalmente según la premisa del Estado de derecho, ¿cuáles derechos pueden ser reclamados por los migrantes contempo­ ráneos? Ante estos nuevos retos, ¿pueden las organizaciones y asociaciones comu­ nitarias redefinir su papel como entes representantes de la comunidad? ¿Puede la heterogeneidad y temporalidad organizativa responder a los nuevos retos? Como ya señalé, las comunidades maya y salvadoreña, desde su diversidad, han desplegado formas organizativas que mantienen una fluidez en las respuestas que se dan a las necesidades de sus comunidades desde su llegada masiva a Estados

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Unidos en la década de 1980 a través de formas alternas de organización y asocia­ ción. A diferencia de otras comunidades inmigrantes establecidas con anterioridad, la continua migración centroamericana no ha tenido espacios de recuperación institucional. Las actuales causas de la migración están aunadas a lo descrito arri­ ba: racismo, exclusión económica y violencia, así como a políticas de desarrollo que han sido impuestas por instituciones internacionales y mal implementadas por los Estados de la región centroamericana. La crisis también ha hecho que Estados Unidos ejerza un Estado de derecho, utilizando narrativas y medidas de control que ponen de manifiesto las dificultades de lograr el entendimiento sobre los derechos de los migrantes. Además, en esta sección quisiera explorar un fenó­ meno que atañe a todas las comunidades, incluyendo las aquí examinadas: la deportación masiva de migrantes cada año. En 2008, el gobierno federal estadounidense inició un programa llamado Comunidades Seguras que desde su inicio implementó técnicas de control de la población migrante a través de la construcción de una base de datos de digitales de los migrantes arrestados. Ante esta situación, la Red Nacional de Jornaleros y sus aliados presentaron una demanda para que se explicara qué había tras las políticas de control poblacional. Entre los elementos que se consideraban peligrosos para las comunidades estaban el uso de la base de datos de los arrestados, la policía comunitaria, la seguridad pública, la detención basada en perfiles racia­ les y las violaciones constitucionales a los derechos de los migrantes. Me interesa examinar con mayor detenimiento la deportación de migrantes centroamericanos en Estados Unidos a partir de las diversas prácticas migratorias en los territorios nacionales y transnacionales, en la cotidianidad móvil y en los espacios de exclusión social, cultural y económica que generan diversas identida­ des nómadas y transitorias. Es decir, considero estas deportaciones a partir de las experiencias que estimulan y lanzan a las personas a moverse en diversos espacios transnacionales dentro y fuera del istmo centroamericano y también por el mun­ do en general. Esto me permite exponer las ideas cambiantes que los migrantes tienen sobre las fronteras nacionales y los espacios fronterizos que despliegan una condición de fragilidad sedentaria. Además, me interesa problematizar los momentos de exclusión de que son objeto los migrantes centroamericanos deportados, que incluyen a los migrantes mayas y salvadoreños, cuyas prácticas comunitarias organizativas he tratado de exponer. La exclusión de que son objeto es legitimada social y culturalmente por las políticas de sus Estados de origen o de recepción.

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La acción de deportar, expulsar, excluir, apartar, trasladar o desterrar a una persona o grupo de un espacio está determinada por el miedo que genera romper con la homogeneidad cultural con la cual los expulsados, deportados o alejados no se conforman. Estas acciones de proscribir a personas o grupos se han produ­ cido a partir del surgimiento del Estado, pues aquellos que controlan o que poseen autoridad política, adquirida por cualquier medio, tienen la tendencia a abusar de ese poder. De acuerdo con los estudios de Pierre Clastres sobre sociedades tribales, aquellos que adquieren poder político, riqueza y prestigio tienen la pre­ disposición de convertir ese privilegio en coerción, desigualdad y explotación.13 Si esa afirmación se aplica a las investigaciones de los diferentes Estados en otros momentos históricos, nos podemos dar cuenta de que ese instinto o disposición va acompañado de un creciente número de reglas que la autoridad política ajusta y legitima simbólicamente de acuerdo con el momento histórico. La migración interna en Centroamérica se acrecentó a partir de finales del sigloxix con la apa­ rición de las plantaciones de café, bananos, la construcción del canal de Panamá, los programas de desarrollo de las décadas de 1950 y 1960. Este desplazamiento humano se acrecentó durante las guerras de liberación nacional de la década de 1980, en gran medida por la represión de los Estados nacionales que luchaban por mantener el statu quo. El traslado humano o migración forzada hacia regiones ale­ dañas y lejanas a Centroamérica ha continuado a pesar del fin de los conflictos ar­ mados; millones de centroamericanos viven, trabajan y se mueven en territorios donde la autoridad política o el Estado los recibe y los expulsa a su conveniencia. La riqueza generada por estos migrantes puede comprobarse en los reportes finan­ cieros internos de las compañías que emplean a esta fuerza laboral no autorizada por el Estado, pero no obstante ocupada para producir la riqueza del Estado. Es una población explotada, reprimida y está sujeta a una exclusión permanente. Las expulsiones o deportaciones masivas con el simbolismo de la legitimidad política adquirida por los Estados se da incluso en la Centroamérica contemporá­ nea, pero es mucho más visible en Estados Unidos. Millones de centroamericanos también se mueven constantemente y trabajan en el Istmo. Hay muchos nicara­ güenses produciendo riqueza en Costa Rica, ¿cuál ha sido el papel del Estado costarricense ante el enorme flujo migratorio del norte? Otro caso sería el de ciudadanos hondureños trabajando en El Salvador en el corte del café, y su par­ ticipación como ciudadanos salvadoreños en periodos electorales pasados. Dicha

13 P. Clastres, Archeology of Violence, Los Ángeles, Semiotext(e), 2010, p. 12.

85 Douglas Carranza Mena participación, al emitir el sufragio como ciudadanos, les ha permitido adquirir una ciudadanía temporal que los ha hecho sujetos de la explotación del Estado en el espacio político. Como demuestra un informe de la Universidad de Syracuse en Estados Unidos, la expulsión de migrantes, especialmente mexicanos y centroamericanos se ha incrementado.14 Desde 2010, a partir del primer gobierno de la administración de Barack Obama, más de 400 mil personas son expulsadas anualmente de Estados Unidos. La actual administración estadounidense ha seguido el mismo patrón de expulsión, y ha adicionado una retórica abiertamente racista dirigida a una expul­ sión a través de políticas selectivas. Se han establecido categorías de expulsados o deportados, así como también se ha expandido la categoría de expulsado-criminal que incluye a aquellos acusados de terrorismo y de amenazar la seguridad nacional.15 La categoría de criminal examinada en sus cifras reales es mínima si observamos los datos estadísticos proporcionados por la Inmigration and Custom Enforcement (ice, por sus siglas en inglés). Aunque su cifra es mínima, el efecto de su uso como ejemplo, a través de los medios de comunicación, amplía la categoría de criminal para describir a todos los deportados. Más aún, la deportación masiva legitima al Estado y le da confianza a la ciudadanía, que ve a los migrantes como transgresores de la soberanía nacional. Por otro lado, me parece que es necesario examinar el papel del Estado que explota a sus ciudadanos obligándolos a migrar y a enviar remesas económicas, como he examinado para el caso salvadoreño, que expresa el derecho ciudadano del migrante en términos políticos y sociales. En especial, en el caso del migrante deportado, pierde los pocos derechos que tenía como ciuda­ dano, al ser criminalizado o expulsado o cuando simplemente salió del territorio nacional. ¿Cuál es su identidad ciudadana, y cómo se expresa social y políticamen­ te? Estas son interrogantes que necesitamos explorar con mayor detenimiento y que nos pueden ayudar a entender las nuevas dinámicas de los Estados nacionales y cómo se organizan las comunidades migrantes ante esas expulsiones masivas. Giorgio Agamben, al hablar sobre la figura del refugiado, señala que los de­ rechos humanos y nacionales siempre le han pertenecido al ser humano debido a su condición de ciudadano y no debido a su condición de ser humano,16 por lo que

14 Trac Immigration Reports, ice Deportations: Gender, Age, and Country of Citizenship, 9 de abril de 2014. 15 Trac Immigration Reports, U.S. Code: Criminal Statutes Most Frequently Used in Immigration Prosecu­ tion, 30 de junio de 2016. 16 G. Agamben, Means Without End: Notes on Politics. Theory out of Bounds, Minneapolis, University of Minneso­ ta Press, 2000.

86 Conexiones y heterogeneidad en la diáspora centroamericana la situación jurídica del deportado como ciudadano deja de ser al perder esos derechos en los espacios de los Estados nación en que se mueven. Lo que he observado es que el migrante, al salir del espacio nacional, adquiere conciencia de su fragilidad ciudadana, la cual estaba manifiesta en su territorio original, pero no al salir;¿cómo se manifiesta esa fragilidad? Basta hablar con mi­ grantes de paso por México o que residen en otros espacios nacionales para encon­ trar esas vulnerabilidades, tal sería el caso de nicaragüenses que viven en Costa Rica, hondureños en El Salvador, centroamericanos que habitan transitoriamente en México o en Estados Unidos. Ante esas dificultades, los migrantes se transforman de acuerdo con el espacio que ocupan o en el que se mueven transitoriamente.

Espacios fronterizos, rutas migratorias y de expulsión Me interesa aquí examinar la visión del Estado, las instituciones y las personas o migrantes que se mueven en los territorios fronterizos, en las rutas migratorias o en las rutas de expulsión. Para ello me baso en el trabajo de Deleuze y Guattari,17 al examinar la jerarquización de individuos y de otras cosas de nuestro diario vivir. Al explorar los elementos jerarquizantes, plantean que hay dos formas de ver ese proceso de ordenamiento vertical: en la filosofía kantiana se trabaja por analogía y a través de su lógica y de algún tipo de ley, ciertos individuos están subordina­ dos a otros. Es decir, algunos individuos son reconocidos como reales y otros no. En otras palabras, estas jerarquizaciones de espacios e individuos están determi­ nadas por principios que se encuentran fuera de las cosas que se jerarquizan, por ejemplo, la forma en que se establecen las categorías de migrantes en las políticas migratorias de los Estados modernos. Históricamente en Centroamérica los Estados nacionales han preferido la migración europea que la proveniente del Caribe o de Asia. En Estados Unidos hay preferencia por darle una visa a un migrante profesional que a un trabajador sin entrenamiento. Usualmente es el modo de operar y la lógica del Estado lo que determina las jerarquías y diagrama los espacios sociales y políticos.18 Estos autores sugieren también que hay otras formas de establecer jerarquías e individualidades, pero que no están sujetas a determinantes externos, sino que lo hacen a partir de sus propios principios. Los estudios sobre las prácticas agrarias hechos por Deleuze y Guattari los llevaron también a explicar que la distribución

17 G. Deleuze y F. Guattari, op. cit. 18 Idem.

87 Douglas Carranza Mena de las tierras por el Estado obedece a leyes externas de cómo debe ser distribuida la tierra, esa práctica jerárquica de distribución produce al mismo tiempo otras verticalidades que pueden incluir identidades y otras formas sedentarias de vida y espacios. En cambio un espacio nómada crea una distribución a partir de rela­ ciones no predeterminadas. Tal es el caso de la relaciones que se establecen en todos los momentos y experiencias que los migrantes viven en el recorrido hacia lugares no necesariamente determinados. Basándome en esta forma de ver los espacios, considero que las políticas del Estado e instituciones (iglesias, organizaciones de la sociedad civil, etc.) se guían por determinantes sedentarias. Producen jerarquías y categorías de espacios e individuos de acuerdo con lo que el futuro de sus instituciones necesite de ellos. Al observar a un grupo comunitario en Guadalajara, México, cuyo objetivo es ayudar a los migrantes en su paso por esa ciudad hacia Estados Unidos, me llamó la atención el mapeo de las rutas que siguen los migrantes, que tienen diagrama­ do en esta organización, el cual aunque hecho de forma rudimentaria, les es muy útil a todos los migrantes que llegan diariamente a pedir ayuda alimenticia y algún apoyo espiritual en su ruta hacia el norte. El mapa me llamó la atención en el sentido de que categoriza y hace una je­ rarquización de los tiempos requeridos para llegar de un punto a otro, las formas de transportación, el kilometraje que tiene cada ruta y la distancia entre los pun­ tos donde los migrantes pueden recibir algún tipo de ayuda humanitaria. Esa jerarquización de rutas obedece a una dinámica que es externa a la vida de los migrantes mismos. El mapeo del andar migrante se fundamenta en las rutas de ferrocarril que muchos inmigrates usan como medio de transporte desde las fron­ teras de Mexico y Centroamérica hasta la frontera con Estados Unidos. Se han establecido rutas, centros de abastecimiento y se lucha contra políticas discrimi­ natorias. Los Estados nacionales también han jerarquizado quién entra y quién no, también se jerarquiza quién sale y quién no, hay una jerarquización del indi­ viduo, hay unos individuos que son considerados reales, para utilizar el lenguaje de Deleuze y Guattari, y otros que no lo son. Las rutas de este mapa también las conocen los organismos de seguridad del Estado mexicano y los Estados de origen de los migrantes, el Estado hacia donde se dirigen, los estudiosos de la migración, y otros grupos que asedian el valioso trabajo de los migrantes. Hay una tendencia a la explotación de los migrantes por parte de los grupos que ostentan la autoridad política, que se enriquecen y que se legitiman. Lo que permanece invisible es la cotidianidad de los migrantes y sus familias.

88 Conexiones y heterogeneidad en la diáspora centroamericana

Algunas rutas las usaron los migrantes para llegar hasta Guadalajara y podrían funcionar de norte a sur o al contrario, dependiendo de su interés. En general no seguían las rutas, los mapas no determinaban por dónde transitaban. Era lo que en ese momento necesitaban lo que señalaba por dónde se iban. Su cotidianidad no estaba fijada por las reglas ni el determinismo institucional sino por una coti­ dianidad nómada cuyos espacios fluyen no por un futuro establecido sino por un presente que es asediado constantemente por lo sedentario, representado por políticas migratorias que jerarquizan, por espacios nacionales que diagraman rutas y controlan los pasos a seguir. Retomando mi pregunta inicial para este último apartado, ¿cuáles derechos pueden ser reclamados por los migrantes contemporáneos? Ante estos nuevos retos, ¿pueden las organizaciones comunitarias redefinir su papel como entes represen­ tantes de la comunidad? Los deportados centroamericanos son garífunas, mayas, salvadoreños, hondureños, nicaragüenses, costarricenses y panameños. ¿Puede la heterogeneidad y temporalidad organizativa responder a los nuevos retos?

Conclusión en movimiento Como manifesté al inicio, el estudio de la migración y la diáspora centroamerica­ na no se enmarca dentro de lo que entendemos usualmente como diáspora. La diáspora centroamericana es diversa en su actuar cotidiano, en su idea sobre su lealtad al Estado nación. La identidad transnacional ha roto las barreras fronteri­ zas, no por la imposición de los Estados nacionales que quieren preservar el statu quo de sus derechos soberanos sino que se ha deteriorado notablemente ante la creatividad de los migrantes que evaden la mano soberana y que crean nuevos espacios por donde transitar. Estas acciones se mueven en espacios libres y cerrados que requieren el estudio de la diáspora centroamericana utilizando el concepto del nomadismo que abre espacios heterogéneos de análisis. Las crisis político-humanitarias, desde finales de la década de 1960 hasta nuestro tiempo, se enmarcan en el esquema sedentario impuesto por las políticas generadas por el Estado nación. Y es que el despliegue moderno de soberanía no reside en un Estado singular, es un modelo que adquirió implementación global y que se ha jerarquizado. Hay soberanías que se imponen sobre otras, es un modelo regulado y vigilado por entes globales que administran la política, la economía, el movimiento de personas y el quehacer público en ge­ neral. Es un modelo que ha homogeneizado las relaciones entre Estados y personas y que dicta leyes globales con narrativas universales. Se ha transformado en una

89 Douglas Carranza Mena guía para responder a las urgentes necesidades de análisis sedentario, el cual es desplegado en la multitud de espacios diagramados de la vida. El estudio de la organización y asociación comunitaria de los migrantes cen­ troamericanos en Estados Unidos y en su paso por regiones adyacentes tampoco escapa al modelo soberano y estático del Estado. Las políticas de desarrollo eco­ nómico, de nuevos modelos de sostenibilidad social y de derechos humanos que se pregonan, no logran su objetivo con el paso de los años. La crisis humanitaria rebasa las respuestas de los Estados nacionales y entidades globales, las depor­ taciones se incrementan, la criminalización de las personas fuera del esquema sedentario es la norma a seguir y las políticas de atención a la población se modi­ fican continuamente. La sostenibilidad de la soberanía del Estado nación moderno en Centroaméri­ ca y en otros Estados en el mundo con soberanías precarias requiere investigacio­ nes académicas que refuercen ese statu quo político y económico. Esa sostenibilidad del Estado necesita la reelaboración de narrativas sedentarias y para ello le dan vida a discursos de sustentabilidad que abarcan todos los espacios del quehacer público, que incluyen el análisis sobre la migración y la interpretación de sus despliegues cotidianos. El entendimiento de la organización y asociación de la diáspora y migración centroamericanas demanda un examen exhaustivo de su composición heterogénea, de sus conexiones diversas y de la ocupación de espacios múltiples. La diversa textura de la cotidianeidad cultural asociativa de la migración y la diáspora maya- quiché en Los Ángeles y otros espacios que ésta ocupa se opone a la homogeneidad de los estudios sobre la migración latina y a la respuesta estatal que vanamente trata de unificar las prácticas diversas de dicha comunidad. La cotidianidad maya-quiché no se reduce al quehacer privado y cultural tra­ dicional, como reportan algunos estudios etnográficos, ésta se mueve en terrenos públicos que son diversos y que le imprimen una forma de relacionarse individual y colectivamente. La organización de la comunidad salvadoreña en el exterior y su amplio estu­ dio sobre el despliegue organizativo público ha facilitado un conocimiento sobre sus aspiraciones individuales y colectivas. La resistencia a las políticas del Estado se ha enmarcado en el modelo sedentario moderno, que incluye las formas tradi­ cionales y las progresistas de autodeterminación. Es necesario mirar con más profundidad el efecto de la migración masiva salvadoreña que en su paso por una diversidad de terrenos políticos, culturales,

90 Conexiones y heterogeneidad en la diáspora centroamericana económicos y sociales ha dislocado el aparente apego a un nacionalismo inculcado por pensamientos de la modernidad basados en prácticas soberanas tradicionales. Las conexiones subterráneas y abiertas de la diáspora salvadoreña han dado muestra de una heterogénea resistencia que combina los espacios sedentarios y nómadas en la vida diaria, la cual es a su vez pública y privada. La heterogeneidad, la cotidianeidad y las conexiones aludidas en este ensayo no pretenden caminar por los senderos enmarcados y diagramados por lo seden­ tario. Por el contrario, he procurado entender una diversidad de relaciones en todos los espacios, sean sedentarios o nómadas, especialmente porque es necesario preguntarnos qué significa la heterogeneidad, la cotidianidad fuera de las políti­ cas culturales tradicionales, como las vividas por individuos y colectividades que culturalmente están fuera de las premisas analíticas del mundo occidental, de la idea de soberanía y de un nacionalismo inherentemente homogéneo.

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Notas y diálogos

La historia de los chicanos en el Nuevo Milenio De 2000 al presente

Richard Griswold del Castillo y Arnoldo De León*

La historia de los chicanos se desarrolló en la década de 1960 como un esfuerzo para interpretar la experiencia de los mexicanos en Estados Unidos. El término “chicano” surgió a comienzos del siglo xx entre los estadounidenses de origen mexicano para referirse peyorativamente a los inmigrantes mexicanos pobres que entraban a Estados Unidos. Con los años, en ciertos enclaves este uso se transfor­ mó en una especie de término de pertenencia que denota camaradería, unidad y solidaridad étnica. Cuando alguien escoge esa etiqueta para aplicarla sobre sí mismo, connota orgullo, confianza juvenil y fortaleza comunitaria. Los méxico- americanos que en aquel periodo participaron activamente en el movimiento a favor de los derechos civiles afirmaban su identidad, una identidad que reflejaba una comunidad que de manera histórica se había opuesto a la exclusión, el racis­ mo y la discriminación sistemáticas y a los prejuicios culturales que experimen­ taba la mayoría de los mexicanos en Estados Unidos. La historia de los chicanos (también conocida como la historia méxico-ameri­ cana) pasó a ser parte del movimiento chicano de la década de 1960. En las univer­ sidades, los estudiantes méxico-americanos exigieron que su historia se enseñara para corregir las visiones distorsionadas de la historia de Estados Unidos. Clamaban por cursos que destacaran su presencia en la crónica estadounidense. Aquellas clases que se centraban en las luchas de la comunidad sirvieron para forjar la iden­

* Richard Griswold del Castillo es doctor en Historia por la University of California, Los Angeles. Profesor emérito, San Diego State University. Autor de Border Angels: The Power of One (sdsu Press, 2016). Arnoldo De León es doctor en Historia por la Texas Christian University. Profesor distinguido y emérito de Historia. Angelo State University. Autor de Tejano West Texas (Texas A&M University Press, 2015). Traducción del inglés de Mauricio Sanders.

93 Richard Griswold del Castillo y Arnoldo De León tidad de un pueblo —los chicanos— que supo resistir a pesar de haber sido siste­ máticamente colonizado y oprimido por la sociedad estadounidense. En el salón de clase, aquellos que enseñaban la historia de los chicanos en las décadas de 1960 y 1970 se valieron en numerosas ocasiones de lo que podían aprender de la historia de México para aplicarlo al surgimiento de una identidad nacional indígena; como carecían de obras publicadas sobre los chicanos, se valie­ ron de traducciones al inglés de libros mexicanos fundamentales, como La raza cósmica de José Vasconcelos y Los de abajo de Mariano Azuela, y de las publicacio­ nes sobre la Revolución Mexicana que encontraban a su alcance. Otros escritos, como los de Sor Juana Inés de la Cruz y las pinturas de Diego Rivera, David Al­ faro Siqueiros, José Clemente Orozco y Frida Kahlo también los ayudaron para fortalecer el orgullo de una identidad histórica como mexicanos. Lentamente, conforme los chicanos accedieron a los estudios de posgrado y emprendieron programas de doctorado en historia, nació una historia de los chicanos diferente, en oposición a la historia de México que solía utilizarse. Los primeros escritos sobre historia de los chicanos, entendida como la experiencia comprendida entre los años inmediatamente posteriores a la Guerra de 1847 y el presente, trataban acerca de las comunidades que eran mejor conocidas para los estadounidenses de origen mexicano, los barrios urbanos de Los Ángeles, El Paso y San Antonio, y las comunidades de migrantes del suroeste de Estados Unidos. La primera historia general de los chicanos que tuvo mucha influencia fue aquella que escribió el periodista Carey McWilliams, quien publicó North From Mexico: The Spanish-Speaking People of the United States (1949) a pesar de la oposición de numerosas casas editoriales. Desarrollaba el tema de la historia méxico-ameri­ cana como el movimiento de un pueblo al norte de México que enfrentó una serie de afrentas en materia de derechos humanos y laborales, pero que también se in­ volucró en gestas heroicas por medio de individuos poco conocidos, como Joaquín Murrieta, Tiburcio Vásquez, Emma Tenayuca y Teresa Urrea. A partir de su pu­ blicación, North From Mexico ha conocido múltiples actualizaciones y reimpresiones. Poco a poco los historiadores chicanos desarrollaron sus propias historias ge­ nerales de Aztlán, el nombre que dieron los activistas del movimiento chicano al suroeste de Estados Unidos. Al ir redactando una literatura revisionista, se basa­ ron en científicos sociales mexicanos como Pablo González Casanova y sociólogos estadounidenses como Joan Moore y Robert Blauner, académicos que aplicaron el concepto de colonialismo interno para explicar la experiencia de pueblos opri­ midos como los chicanos. Una historia general de los chicanos que utilizó tempra­

94 La historia de los chicanos en el Nuevo Milenio: De 2000 al presente namente este modelo fue Occupied America: the Chicano’s Struggle Towards Liberation (1972) de Rodolfo Acuña. Este estudio, que influyó profundamente en los círculos académicos, es un detallado y vasto estudio sobre cómo el pueblo méxico-ameri­ cano se transformó en una colonia interna de Estados Unidos. Como era el caso en numerosos cursos de historia de ese tiempo, esta historia general comenzaba con los pueblos indígenas precolombinos y progresaba hasta las épocas de España en México. Uno de los temas principales del libro postulaba que los chicanos se habían definido a través de su lucha contra el colonialismo, la discriminación racial, la explotación laboral, la segregación educativa y la exclusión política. No todos los historiadores aceptaron sin críticas el enfoque del colonialismo interno aplicado a la historia de los chicanos. De hecho, Acuña cambió de punto de vista acerca del valor de esta teoría en ediciones posteriores de Occupied Ameri- ca, mientras que otros historiadores fueron en busca de distintos temas que tenían escasa relación con los orígenes económicos del racismo. En el nuevo milenio, los expertos que se enfocan en los chicanos han desarrollado diversos enfoques nuevos, muchos de ellos multidisciplinarios, para poner énfasis en la diversidad y com­ plejidad de la experiencia de los mexicanos en Estados Unidos. Entre las nuevas áreas de estudio está el papel de la mujer, tema que había sido soslayado durante largo tiempo. Fueron escritoras chicanas las que tomaron la batuta para explorar este tema. Un libro pionero fue Borderlands-La Frontera: The New Mestiza de Gloria Anzaldúa, el cual circuló profusamente tras su publicación en 1987. En su obra, Anzaldúa desafía la lectura machista de la historia fronteri­ za y argumenta a favor de una interpretación basada en el género, que desvíe la atención de los temas dualistas y nacionalistas para enfocarse en una historia ba­ sada en el mestizaje, la mezcla de razas, naciones, géneros, lenguas y culturas que borra las fronteras fijas. El enfoque histórico de Anzaldúa aligeró las diferencias entre campos como la poesía y la prosa, la literatura y la historia, la autobiografía y la narrativa. Otro libro importante publicado antes del año 2000 fue The Deco- lonial Imaginary: Writing Chicanas into History (Theories of Representation and Diffe- rence), publicado por Emma Pérez en 1999. El libro de Pérez critica las historias nacionalistas basadas en los varones que se escribieron en las tres décadas anterio­ res, y ofrece un nuevo concepto de la historia de las chicanas(os) al tiempo que echa mano de estudios de caso del pasado méxico-americano. Este ensayo trata de valorar la historiografía sobre los chicanos a partir del inicio del milenio. Compilamos una bibliografía de más de 310 títulos que se han publi­ cado desde entonces. No cabe duda de que, si bien algunos nos faltaron, la lista

95 Richard Griswold del Castillo y Arnoldo De León incluye básicamente la totalidad del campo. Para exponerlos de manera organizada, los clasificamos en diez categorías: social y cultural, movimiento chicano, chicanas, autobiografía y biografía, regional, frontera entre México y Estados Unidos, estudios generales, antes de 1848, entre 1848 y 1940 y de 1940 a 1965. Al revisar los tex­ tos producidos después del año 2000 surgieron cierto número de generalizaciones. En primer lugar, ahora hay tanta producción que es difícil para los especialis­ tas estar al día. Nuestro listado no incluye artículos ni tesis, por lo cual aquellos que estudian o enseñan la historia de los chicanos tendrán casi por necesidad que enfocarse en alguna especialidad. En segundo lugar, ahora los académicos publi­ can su obra a través de una amplia variedad de prestigiosas editoriales universita­ rias, algunas con reputación internacional. Entre éstas se encuentran Oxford, Yale, Princeton, Carolina del Norte, Routledge, etc. En tercer lugar, la bibliografía académica en torno a los chicanos está “descentrada”, pues los estudiosos buscan construir comunidad en lugares del Midwest, como Chicago, Mineápolis, St. Paul y regiones urbanas del sur. En cuarto lugar, cada vez más los académicos prefieren nuevos modelos: historia transnacional, marcos interdisciplinarios (enfoque que incluye aportaciones de la antropología, la etnografía y los estudios ambientales, estudios sobre la condición de hombre blanco, historia relacional y otros). Junto con este acontecimiento, han proliferado “nuevas historias”, como la “nueva his­ toria religiosa”, la “nueva historia militar”, la “nueva historia del deporte” y la “nueva historia comunitaria”. Por último, con la inclusión de temas más nuevos en la academia, entre los cuales se cuentan la construcción cultural, ideología, identidad y ciudadanía, viejos tópicos y enfoques han sido revisados y a partir de 2017 se encuentran disponibles muchos más estudios generales (o trabajos sinté­ ticos) y numerosas guías de investigación. Entre éstas se cuentan bibliografías, enciclopedias, índices y sitios de internet. En el examen que se hace a continuación, salta a la vista que la historia de los chicanos está firmemente establecida y que no es una moda pasajera. La investi­ gación realizada por una colectividad integrada por cientos de académicos ha cambiado la faz de la historia tanto de México como de Estados Unidos y presen­ ta muchas nuevas visiones del pasado.

Antes de 1848 Mientras que el grueso de los textos historiográficos apunta en general el año 1858 como el comienzo de la historia de los chicanos, asimismo los historiadores reco­ nocen los vínculos culturales e históricos de los chicanos con el pasado de España

96 La historia de los chicanos en el Nuevo Milenio: De 2000 al presente y México. Como sucedió con aquellas tempranas obras de Carey McWilliams y Rodolfo Acuña, los académicos del periodo después del año 2000 tienden a consi­ derar como parte de la historia de los chicanos la experiencia de la gente de origen mexicano que vivía en el Norte Profundo durante la época de la Colonia española (1598-1821) y el periodo mexicano (1821-1848). Cierto número de publicaciones, incluyendo monografías premiadas, colecciones de aquello que los historiadores llaman testimonies, biografías y estudios literarios de los estados del suroeste, desde Texas hasta California, dan testimonio de que la literatura reconoce ese lazo. Los estudios sobre los tiempos anteriores a 1848 se basaban en diversas meto­ dologías y marcos, en un esfuerzo por comprender y retratar las sociedades mexi­ canas y españolas en los confines. Para este trabajo de recrear la vida en comunidad fueron útiles diversos ensayos históricos escritos por Antonia I. Castañeda, publi­ cados entre la década de 1980 y comienzos de la de 2000, algunos de los cuales se compilaron recientemente en Three Decades of Engendering History: Selected Wor- ks of Antonia I. Castañeda (2014). Castañeda se separó de la antigua literatura sobre los confines, alguna vez dominada por la escuela iniciada por Herbert E. Bolton, para concentrarse en cómo influyó sobre la raza, la clase y el género la colonización española y mexicana del Norte Profundo. Muestras de los mejores estudios bajo la influencia de Castañeda y otros fueron publicadas en la década de 2000 y se enfocaban en California. Negotiating Conquest: Gender and Power in California, 1770s to 1880s (2004) de Miroslava Chávez-García y Married to a Daughter of the Land: Spanish-Mexican Women and Interethnic Marriage in California, 1820-1880 (2007) de María Raquel Casas son ejemplo de las nuevas tendencias académicas al escribir la historia de Californa antes de 1848. Al utilizar enfoques como los estudios culturales, los estudios raciales y los estudios de género, Chávez-García y Casas pudieron elabo­ rar la función de las mujeres al forjar sus roles al interior de las familias y comu­ nidades, y al desafiar tradiciones como el patriarcado, así como el significado de las mezclas raciales y culturales con las poblaciones indígenas nativas de la antigua California, y el significado de la clase en un medio en el cual lagente de razón tra­ taba de construir comunidades entre asentamientos de pobladores considerados como gente sin razón. Estas obras sustituyeron antiguas obras serias acerca de mi­ siones, presidios, ranchos y pueblos, para ofrecer vívidas descripciones de la expe­ riencia en la frontera al tiempo que daban igual trato a mujeres y varones. Sin embargo, California no fue el único escenario para los impresionantes es­ tudios que se publicaron después del año 2000, ni la única área de estudio que

97 Richard Griswold del Castillo y Arnoldo De León burbujeaba con novedosas investigaciones. Es más, uno de los mejores trabajos se basa en Texas y apunta hacia las infinitas posibilidades que existen para escribir la historia de los texanos. Se trata de la obra de Raúl Coronado que se hizo acree­ dora a un premio, A World Not to Come: A History of Latino Writing and Print Culture (2013). Coronado investiga la “cultura impresa” o “textualidad” como se conocía en ciertas partes de la Nueva España en un periodo que va desde finales del sigloxviii hasta mediados del xix: con herramientas de investigación forjadas por estudiosos en el campo de la historia literaria, Coronado buscó explicar las fuerzas detrás de un intento de revolución surgido en Texas a comienzos del siglo xix y rastreó los cimientos intelectuales de la rebelión hasta la escolástica. Esta filosofía prevaleció durante la época de los Habsburgo (1516-1700) y negaba los derechos divinos de los reyes, proponiendo la doctrina de la soberanía, una creencia que consideraba que los derechos eran parte elemental “del conjunto de toda la humanidad”. Esta clase de nociones se contrapuso, a finales del sigloxviii , a la ideología de los Borbones, que prestaba oído atento a los tiempos del absolutismo anterior a los Habsburgo. Cansados del despotismo borbónico, muchos en la Nueva España (y Texas) comenzaron a promover la revolución, entre ellos José Bernardo Gutiérrez de Lara, originario de Nueva Santander, quien llegó a Texas en 1813 para declarar su independencia. Coronado analiza con meticulosidad la “textualidad” de esos escritos en español, demostrando que, al legitimar su movimiento revolucionario, Gutiérrez de Lara estaba invocando de forma consciente la soberanía política que provenía de las tradiciones de la época de los Habsburgo. Sin embargo, la revolu­ ción fracasó, y también el correspondiente deseo que sentían los texanos de fundar un gobierno basado en las ideas que aprendieron de la Nueva España católica y en la creencia de que el poder reside en el conjunto de la comunidad; así, la esperanza de mantener en alto la cultura de la patria no se cumplió, pues se frustró después de 1836 con el gobierno euroamericano que los excluyó racialmente. Alabado por su elegancia y estilo, por su erudición y originalidad, y por la forma brillante en que estudia las corrientes intelectuales de España, México y Texas, A World Not to Come de Coronado ha llegado a considerarse como un clásico.

De 1848 a 1940 Los estudios que abarcan la era desde la ratificación del Tratado de Guadalupe- Hidalgo (1848) hasta los años inmediatamente anteriores al estallido de la Se­ gunda Guerra Mundial siguen bordando sobre temas bien estudiados, como la

98 La historia de los chicanos en el Nuevo Milenio: De 2000 al presente inmigración, la organización laboral, la construcción de comunidades, la activi­ dad política y el racismo. Entre estos temas tempranos, el racismo parece que fue el que más se hizo notar. Los historiadores estudiaban el racismo y las cues­ tiones raciales tanto a partir de perspectivas previas como desde enfoques de avanzada. Los estudios raciales dieron un vuelco fundamental en la historiografía en el momento en que los historiadores se alejaron de los puntos de vista binarios que antes del año 2000 lo dividían todo en blanco y negro, para sustituirlos con los enfoques que constituyen la historia relacional. Ejemplo de esta técnica más novedosa para someter el racismo a escrutinio es la obra Border Dilemmas: Racial and National Uncertainties in New Mexico, 1848-1912 (2011) de Anthony P. Mora. Mora se dispuso a discernir las fuerzas detrás de la creación del odio racial en contra de las poblaciones nativas (entre ellas los indígenas) de las comunidades meridionales de Las Cruces y Mesilla, en los años en que Nuevo México fue un territorio. Suscribiendo los postulados de la historia relacional, un marco que propone examinar el racismo a la luz de otros agentes en los alrededores inme­ diatos de cierto lugar, Mora observó que la gente de esta región anterior a la conquista no era denigrada a causa de la raza. Cuando cambiaron las cosas después de 1848 y los anglos comenzaron a interactuar con las diversas poblaciones del sur de Nuevo México, la posición social de los mexicanos se degradó. Ahora se encontraban en la posición de pueblo mestizo, gente inferior de piel morena, si bien estaban un ápice por encima de las poblaciones de color, en especial de los indígenas norteamericanos. Dos libros refuerzan las conclusiones generales de Mora acerca del origen y la evolución de las actitudes hacia los mexicanos en una jerarquía racial basada en códigos de color; se trata de Manifest Destinies: The Making of the Mexican American Race (2007) de Laura E. Gómez y de Debating American Identity: Southwestern Statehood and Mexican Immigration (2014) de Linda C. Noel. El interés por la raza y el racismo llevó a laos académicos (bien fuera que estu­ diaran este campo por medio de la historia relacional o a través de una lente más tradicional) a seguir catalogando las diversas formas de ataque racista en contra de los mexicanos de piel morena. En el estudio exhaustivo que lleva por título Forgotten Dead: Mob Violence against Mexicans in the United States, 1848-1928 (2013), William D. Carrigan y Clive Webb argumentan que un prejuicio virulento es culpable de numerosos actos de violencia infligidos por las turbamultas en contra de los mexicanos: linchamientos, actos de justicia por propia mano y asesinatos a

99 Richard Griswold del Castillo y Arnoldo De León sangre fría. En Lynching in the West, 1850-1935 (2006), Ken Gonzalez-Day había registrado antes actos semejantes de brutalidad, mostrando gráficamente cómo los blancos de California expresaban el odio racista en contra de aquellos que eran diferentes en complexión, lengua, cultura, religión o clase social. En Texas, las atrocidades en contra de los mexicanos provocadas por el racismo alcanzaron su cénit durante el conflicto de límites de 1910, y los historiadores han tomado debida nota de ello. Los académicos también han hecho la crónica de la forma en que los mexica­ nos resisitieron la opresión. Carrigan y Webb determinaron que, para contrarres­ tar un orden racista, los mexicanos recurrieron a medidas que incluyeron la confrontación armada, la publicación de periódicos en español y llamados de ayuda a los cónsules. En West of Sex: Making Mexican America, 1900-1930 (2012), Pablo Mitchell escarba en los archivos de los tribunales para conocer otras mane­ ras en las cuales los mexicanos se resistieron a las prácticas racistas del oeste americano. Sus investigaciones revelaron que los mexicanos utilizaron en su be­ neficio el sistema legal cuando se trató de manifestar su antagonismo contra una sociedad hostil. El racismo prevalente no podía sino forzar a los mexicanos de raza a valorar su situación en un sistema que se negaba a tratarlos en términos de igualdad con respecto a los blancos. Por supuesto, los mexicanos rechazaron los clichés que se les imponían, pero los sentimientos individuales y comunitarios abaracaban una amplia gama de identidades. En The Language of Blood: The Making of Spanish- American Identity in New Mexico, 1880s-1930s (2004) John M. Nieto-Phillips sostiene que, desde finales del sigloxix hasta la época de la Gran Depresión, la gente de Nuevo México de manera consciente cortejó una cierta hispanofilia que los emparentaba con una tradición blanca europea. Mora encuentra que, si bien algunos se consideraban ciudadanos americanos, muchos de ellos se identificaban resueltamente como “nuevo mexicanos” para ser diferentes de los anglos. En Re- volution in Texas: How a Forgotten Rebellion and Its Bloody Suppression Turned Mexicans into Americans (2003), Benjamin H. Johnson llegó a la conclusión de que durante las escaramuzas fronterizas que hubo al sur de Texas en la década de 1910, cierto segmento de la población texana respaldó un movimiento en contra de los anglos, mientras que otros se proclamaban a sí mismos como ciudadanos estadounidenses observantes de la ley y movidos por el espíritu cívico. En A Quiet Victory for Lati- no Rights: fdr and the Controversy over “Whiteness” (2012), Benjamin H. Johnson hace un detallado recuento de la batalla legal emprendida en 1936 por Timoteo

100 La historia de los chicanos en el Nuevo Milenio: De 2000 al presente

Andrade, un migrante que obtuvo una sentencia favorable que lo declaraba como “hombre blanco” y, en consecuencia, elegible para la naturalización.

La época méxico-americana: 1940-1965 Los estudios que abarcan el periodo entre 1940 y mediados de la década de 1960 (los años que los historiadores suelen señalar para el origen del Movimiento Chi­ cano) dieron prioridad a la participación política de los chicanos en las campañas a favor de la igualdad étnica y racial. El énfasis en la política tenía sentido dados los problemas causados por el racismo antes de 1940 y la segregación que todavía afectaba a los chicanos. Sin embargo, los historiadores también prestaron atención al arduo trabajo de organización laboral en el trabajo realizado en los campos agrícolas de Texas, California y el Midwest. La lucha por la igualdad racial siguió siendo el punto de fuga de los estudios realizados en los veinticinco años que siguieron a 1940. Si bien las investigaciones todavía preferían concentrarse en los méxico-americanos (más que en la totalidad de la campaña a favor de los derechos civiles emprendida en Estados Unidos), ese enfoque fue útil, pues dio fuerza a la nueva literatura acerca de los esfuerzos en pro de los derechos civiles posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Como señala World War II and Mexican American Civil Rights (2008), de Richard Griswold del Castillo, la ofensiva chicana a favor de los derechos civiles cubría el ámbito nacional, si bien los académicos encontraron especialmente atractivo el activismo en Texas. El movimiento texano en pro de los derechos civiles, rastreado por Cynthia Orozco en No Mexicans, Women, or Dogs Allowed: The Rise of the Mexican American Civil Rights Movement (2009) hasta la década de 1920, no cejó durante la Segunda Guerra Mundial ni la Guerra Fría. La Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Uni­ dos (lulac, por sus siglas en inglés) y el Foro Americano gi (agif, por sus siglas en inglés), encabezaron la carga, tras haber seguido un curso políticamente modera­ do, sensato y práctico. Las mejores obras sobre la lulac siguieron las tendencias que entonces imperaban entre los académicos de Estados Unidos y posicionaron las campañas de Texas en un contexto que trascendía las fronteras de aquel estado. En Claiming Rights and Righting Wrongs in Texas: Mexican Workers and Job Politics during World War II (2009), Emilio Zamora demostró que los miembros de lulac tuvieron éxito al obtener la participación de México para presionar al gobierno estadounidense y lograr que atendiera problemas de discriminación, segregación y explotación laboral en Texas y otros lugares. En lulac, Mexican Americans, and National Policy (2005), Craig A. Kaplowitz rastreó el objetivo de lulac de traba­

101 Richard Griswold del Castillo y Arnoldo De León jar con políticos estadounidenses durante las décadas de 1950 y 1960, mientras trataban de desmantelar las leyes de Jim Crow en contra de los mexicanos. Algu­ nos textos acerca de aspectos de los derechos civiles en Texas también utilizaron los estudios multidisciplinarios. En Felix Longoria’s Wake: Bereavement, Racism, and the Rise of Mexican American Activism (2003), Patrick J. Carroll utiliza diversos conceptos teóricos para explicar cómo la ignominiosa negativa de velar a un sol­ dado caído en la Segunda Guerra Mundial (1949) galvanizó a una comunidad del sur de Texas y favoreció el fortalecimiento de la agif. Acabar con la situación de discriminación racial en contra de los mexicanos siguió siendo de gran importancia para los activistas mexicanos (muchos de ellos miembros de lulac y de agif), quienes en 1954 pudieron cantar victoria en Her­ nández vs. Texas. Dos libros que lograron acomodar este caso en el marco de la historia de la lucha por los derechos civiles de los chicanos son White But Not Equal Mexican Americans, Jury Discrimination, and the Supreme Court (2008), de Ignacio M. García, que va más allá de hacer referencia a fuentes secundiarias, para ofrecer un meticuloso recuento de los acontecimientos y resultados de la demanda pro­ movida por lulac y agif. El otro es la colección que compiló Micheal Oliva, “Colored Men” and “Hombres aqui”: Hernandez v. Texas and the Emergence of Mexican American Lawyering (2006), que añadió a la decisión la dimensión legal. En Her­ nández vs. Texas, la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos sentenció que los chicanos eran “una clase por separado” y por lo tanto la ley tenía que proteger­ los en un marco de igualdad. La discriminación racial era tan común —o incluso más— en las regiones agrícolas del país donde agricultores y empleados de las compañías trataban a los mexicanos como si tuvieran habilidades naturales para los trabajos del campo y la capacidad para soportar condiciones inferiores a la norma. De esto dan testimo­ nio libros recientes que actualizan la información anterior al año 2000, entre los cuales se encuentran North for the Harvest: Mexican Workers, Growers, and the Sugar Beet Industry (2009) de Jim Norris, Grounds for Dreaming: Mexican Americans, Mexican Immigrants, and the California Farmworkers Movement (2016) de Lori A. Flores y From South Texas to the Nation: The Exploitation of Mexican Labor in the Twentieth Century (2016) de John Weber. Estos trabajos comparten la confirmación del mezquino abuso del mundo corporativo en contra de la mano de obra agríco­ la; los esfuerzos hercúleos de las familias mexicanas para crear y diseñar estrategias de supervivencia ante las cargas de trabajo desmesuradas, y los perdurables esfuer­ zos de los trabajadores agrícolas para lograr sindicalizarse.

102 La historia de los chicanos en el Nuevo Milenio: De 2000 al presente

El Movimiento Chicano Después del año 2000, los historiadores examinaron numerosas facetas del Movi­ miento Chicano (1965-1975), para analizar el liderazgo, cuestiones de género, las facciones políticas y un tesoro de expresiones culturales. Hasta la fecha se han publicado más de cuarenta libros, los cuales critican o alaban a los activistas y las organizaciones de ese periodo. El punto de vista más amplio y crítico es el de Juan Gómez-Quiñones e Irene Vázquez en su obra monumental Making Aztlán: Ideology and Culture of the Chica- na and Chicano Movement, 1966-1977 (2014). Esta es la primera obra que analiza de forma integral las fuerzas complejas y las ideas que se pusieron en movimien­ to en el auge de este movimiento. Making Aztlán es una obra maestra en cuya autoría participó uno de los pioneros de la historia de los chicanos, Juan Gómez- Quiñones. Sin tratarse de una obra narrativa, es un trabajo teórico de gran pro­ fundidad que versa acerca de las diferentes corrientes que emanaron de las energías juveniles en las décadas de 1960 y 1970. Hay otros libros que hablan del movimiento y realizan un análisis crítico, como los de Jorge Mariscal, Maylei Blackwell, Matt García y David Montejano. En Brown-eyed Children of the Sun: Lessons from the Chicano Movement, 1965-1975 (2005), Mariscal afirma que fueron muchas ideas encontradas las que dieron vida al mo­ vimento y que el movimiento a favor de los derechos civiles de los negros y las luchas de liberación de América Latina influyeron en la evolución de la identidad racial de los chicanos. Matt García, en From the Jaws of Victory: The Triumph and Tragedy of César Chávez and the Farm Worker Movement (2014), utiliza la historia oral y materiales raros para revisar la historia de un héroe ampliamente conocido del movimiento chicano, mostrando cómo, en sus últimos años, el liderazgo de Chávez fue ineficaz y excéntrico, lo cual generó deserciones, purgas y el declive de la fuerza de la unión. Chicana Power!: Contested Histories of Feminism in the Chi- cano Movement, de Maylei Blackwell, es el primer trabajo de gran envergadura que estudia el papel de las mujeres en el Movimiento Chicano. Blackwell analiza cómo las luchas en torno al género y la sexualidad al interior del movimiento crecieron conforme la brecha entre la retórica igualitaria y la realidad aumentó y surgió la identidad política de las mujeres. Resultó un desafío a la formación, dominada por el machismo, del nacionalismo y los estudios sobre chicanos. Por último Quixote’s Soldiers: A Local History of the Chicano Movement, 1966-1981 (2010), de David Montejano, trata acerca del Movimiento Chicano en San Antonio, Texas, y cómo transformó la ciudad alimentándose del activismo de la United Farm

103 Richard Griswold del Castillo y Arnoldo De León

Workers (ufw), del de los estudiantes universitarios, de los trabajadores sociales politizados y de las juventudes de barrio. El resultado fue que Henry Cisneros fue elegido como alcalde y cambiaron muchas de las estructuras represivas de la ciudad. Los conflictos con diversos grupos y la oposición activa de Henry B. González, el más importante político méxico-americano de Texas, obstaculizaron algunas de las iniciativas de reforma. La profundidad de la investigación y el desarrollo teórico que se evidencia en numerosas historias del Movimiento Chicano publicadas después del año 2000 prueban la importancia de esta época y su legitimidad como materia académica.

Historia de las chicanas Las últimas décadas han visto madurar los esfuerzos de los estudiosos de las chi­ canas para investigar y redactar la historia de las mujeres méxico-americanas. Siglos de exclusión e invisibilidad sistemáticas ahora sirven para animar diversas investigaciones históricas. Quizá la más influyente y activa de las historiadoras de las chicanas sea Vicki Ruiz, profesora de la Universidad de California en Irvine, quien ha colaborado con otras mujeres para producir historias de amplio alcance que se han conver­ tido en recursos nacionales. Su libro From Out of the Shadows: Mexican Women in Twentieth-Century America (2008) es una vívida narrativa acerca de las mujeres que ayudaron a sus familias y comunidades a sobrevivir a la opresión económica y racial que caracterizaba la condición de chicano. Utilizando historias personales y entrevistas orales, Ruiz documenta una historia que no había sido contada, la cual no por ser desconocida era menos fundamental. La profesora Ruiz colaboró con otros autores para producir tres importantes libros de consulta: Latina Legacies: Identity, Biography, and Community (2005), editado junto con Virgina Sánchez Korrol, reúne historias escritas por historiadoras latinas en un lapso de dos siglos, a la vez que las coloca en el contexto de su tiempo. Latinas in the United States: A Historical Encyclopedia (2006), producido en colaboración con Virgina Sánchez Korrol, es un proyecto mucho más vasto en tres volúmenes que presenta historias detalladas de más de cien latinas, en un periodo que abarca desde 1565 hasta el presente. Las introducciones regionales a cargo de las autoras son valiosos recursos históricos por sí mismas. Por último, Chicana History Memories and Migrations: Mapping Boricua & Chicana Histories (2008) , en colaboración con John R. Chávez, es una antología que se concentra en la creación de la identidad tal como la mol­ dearon la migración y la memoria. Todas estas obras en colaboración demuestran

104 La historia de los chicanos en el Nuevo Milenio: De 2000 al presente el poder que tienen las latinas cuando unen fuerzas. También ilustran el intento de trascender los orígenes nacionales como una diferencia, al utilizar el término “latina” para explorar la comunalidad dentro de la experiencia histórica. Otra influyente historiadora chicana es Antonia I. Castañeda, cuyos tres ensa­ yos más importantes han sido compilados por Linda Heidenreich en Three Decades of Engendering History: Selected Works of Antonia I. Castañeda (2014). Esta obra presenta el trabajo pionero de Castañeda y a cada ensayo sigue un debate entre académicos. La influencia de Castañeda sobre el debate historiográfico en torno a las mujeres mestizas de California y Texas ha logrado desafiar antiguos estereoti­ pos e imágenes románticas. Su importancia como pionera de la historia de las chicanas y ejemplo a seguir ha sido ampliamente reconocida. Los historiadores de las chicanas han ido más allá de las fuentes y concepciones tradicionales para ampliar el espectro de lo que funciona como canon de la histo­ ria de las chicanas. Estudios comparados, literatura, poesía, archivos de historia oral, biografías, autobiografías y producciones artísticas han desempeñado un papel importante al conformar sus narrativas históricas. Ejemplo de esto es la antología Teatro Chicana: A Collective Memoir and Selected Plays (2008), editado por Laura E. García, Sandra M. Gutiérrez y Felícitas Núñez. Esta es una colección de las experiencias de 17 mujeres que recuerdan su vida y cuánto cambiaron al in­ volucrarse en el movimiento del teatro chicano en las décadas de 1970 y 1980. Como ha sido el caso con otros escritos sobre chicanas, este libro presta atención a una experiencia que no había sido valorada por los historiadores de los chicanos y la presenta de manera que rompe con los límites tradicionales de la academia. Una publicación reciente de Rita Sánchez y Sonia López da ejemplo del si­ guiente paso en la historia de las chicanas, conjuntar y analizar biografías colec­ tivas de mujeres. Su libro Chicana Tribute: Activist Women of the Civil Rights Era, Stories for a New Generation (2017) es una declaración señera de lo que el Movi­ miento Chicano ha significado para gran número de activistas chicanos. Esa misma clase de investigación histórica caracteriza un libro de Teresa Palomo Acosta y Ruthe Winegarten, Las Tejanas: 300 Years of History (2003), que se basa en biografías colectivas de docenas de texanas para ofrecer un panorama de im­ portantes mujeres de origen mexicano en el marco de la historia de los texanos. Como ya se mencionó, las historiadoras de lo chicano han hecho la crítica del Movimiento Chicano. Despierten hermanas y hermanos!: Women, the Chicano Movement, and Chicana Feminisms in California, 1966-1981 (2004), de Marisela Rodríguez Chávez, siguió con el tema y analiza el surgimiento de las ideologías feministas

105 Richard Griswold del Castillo y Arnoldo De León chicanas durante el auge del Movimiento Chicano, que era nacionalista en el as­ pecto cultural. Algunos años más tarde, Maylei Blackwell desarrolló esta crítica analítica en Chicana Power!: Contested Histories of Feminism in the Chicano Movement (2011), que contiene una historia detallada de la activista y teórica chicana Anna Nieto Gómez y las Hijas de Cuauhtémoc, una de las organizaciones pioneras del feminismo latino en el sur de California. Las historiadoras chicanas han examinado la historia del Virreinato y del México independiente desde el punto de vista de la experiencia vedada del papel de la mujer. Bárbara Reyes escribió Private Women, Public Lives: Gender and the Missions of the Californias (2009), Miroslava Chávez-García, Negotiating Conquest: Gender and Power in California, 1770s to 1880s (2004); María Raquel Casas, Married to a Daughter of the Land: Spanish-Mexican Women and Interethnic Marriage in Cali- fornia, 1820-1880 (2007) y Sonia Hernández, Working Women into the Borderlands (2014). Estos libros desarrollan nuevos temas dentro de un antiguo campo, al interpretar documentos de archivo cuya importancia había pasado desapercibida.

Autobiografía y biografía En paralelo a la producción general de libros sobre la historia de los chicanos, han aparecido obras autobiográficas y biográficas. Los trabajadores agrícolas migrantes (algunos de los cuales se convirtieron en académicos o profesionistas) se han con­ tado entre quienes se sienten particularmente motivados a poner por escrito sus recuerdos. Ejemplos de esta clase de autobiografías son Barefoot Heart: Stories of a Migrant Child de Elsa Treviño Hart (1999) y, de Rose Castillo Guilbault, Farmworker’s Daughter: Growing Up Mexican in America (2006). Saúl Sánchez, Rows of Memory: Journeys of a Migrant Sugar-Beet Worker (2014), recuerda una vida de penurias, recompensas y aprendizaje, mientras acompañaba a su familia por la senda migrante hasta los campos de betabel del Midwest. En las filas de aquellos que sienten el impulso de preservar su experiencia se encuentran los educadores. Sus historias ponen énfasis en los prospectos que aguardan a los que se fijan metas ambiciosas, se confían a la terca determinación y con mucha decisión libran los obstáculos de la discriminación. Estos son los temas comunes que se encuentran en los dos libros de Lauro F. Cavazos: A Kineño Remembers: From the King Ranch to the White House (2006) y A Kineño’s Journey on Family, Learning, and Public Service (2016), así como las obras de Ramón Eduardo Ruiz Urueta, Memories of a Hyphenated Man (2011), e Ignacio M. García, Chicano While Mormon: Activism, War, and Keeping the Faith (2015).

106 La historia de los chicanos en el Nuevo Milenio: De 2000 al presente

Se siguen publicando cuantiosas biografías de personajes del siglo xix confor­ me los investigadores reconstruyen y llegan a comprender el pasado de los chica­ nos. Dos biografías resultan especialmente informativas en el caso de Texas. Se trata de De León: A Tejano Family History (2004), en donde Ana Carolina Castillo Crimm cuenta con vívido detalle la vida de la matriarca Patricia de la Garza de León, de Victoria, Texas, y su determinación para proteger a su familia y sus propiedades en los tiempos tumultuosos que corrieron entre 1830 y 1850, año de su muerte. Petra’s Legacy: The South Texas Ranching Empire of Petra Vela and Mifflin Kenedy, de Jane Clements Monday y Frances Brannen Vick (2007), realiza el es­ tudio de Petra Vela de Vidal Kenedy, la esposa de un ranchero y empresario blanco del sur de Texas, dando cuenta a detalle de su papel como matriarca de la familia en el sur de Texas, su devoción a la Iglesia católica y su trabajo para soco­ rrerla, así como los actos de generosidad que dejó como legado. Las deliberaciones sobre aquellos etiquetados como “bandidos sociales” por los historiadores de los chicanos de los primeros tiempos del campo de investigación aún persisten. Destacan entre los estudios recientes de este fenómeno Cortina: Defending the Mexican Name in Texas de Jerry Thompson (2007) y Catarino Garza’s Revolution on the Texas-Mexico Border de Elliott Young (2004). Como respuesta a la añeja pregunta de si Cortina era un defensor de los mexicanos o un forajido, Thompson escribe: “Cortina era un hombre de inmensos matices, contradicciones, opiniones paradójicas y un increíble instinto de supervivencia” (p. 251). Young ubica la rebelión de Garza en 1891 en el contexto internacional, explicando que por toda América Latina hubo movimientos simultáneos en contra de gobiernos despóticos hacia finales del sigloxix , por tanto, el movimiento de Garza fue a favor de los oprimidos de México (en contra del dictador Porfirio Díaz) y de Texas. Aunque no es tan completo como el trabajo de Young sobre Catarino Garza, hecho con enfoques como el modelo transnacional, A Clamor for Equality: Emer- gence and Exile of Californio Activist Francisco P. Ramírez, de Paul Bryan Gray (2012), brinda la primera caracterización en extenso de un nativo de California que dejó marca en la historia de los chicanos como periodista, político y abogado dedicado a las causas liberales (tanto en México como en California), en el periodo que va desde 1850 hasta 1881. La historia de los chicanos identifica a un grupo de individuos que en conjun­ to formaban la cohorte conocida como “generación mexicano-americana” y, a partir de 2000, muchos de sus miembros han estado sujetos a un cuidadoso es­ crutinio. Muchos fueron líderes de los derechos civiles o desempeñaron impor­

107 Richard Griswold del Castillo y Arnoldo De León tantes funciones políticas. En tiempos recientes, se convirtieron en protagonista colectivo de Leaders of the Mexican American Generation: Biographical Essays de Anthony Quiroz (2015). Asimismo, algunos de ellos son lo suficientemente im­ portantes como para merecer una biografía individual. Alonso Perales, fundador de lulac y una voz cantante en asuntos de derechos civiles para los méxico- americanos entre las décadas de 1920 y 1960, el año de su muerte, recibió un homenaje en la colección editada por Michael A. Oliva: In Defense of My People: Alonso S. Perales and the Development of Mexican-American Public Intellectuals (2013). Profundas investigaciones vestidas con elocuencia son las biografías de líderes de la época. Se trata de Héctor P. García: In Relentless Pursuit of Justice de Ignacio M. García (2002), que trata sobre el fundador del Foro gi de Estados Unidos, y Geor- ge I. Sánchez: The Long Fight for Mexican American Integration (2014) de Carlos Kevin Blanton. Este último hace la crónica de las luchas de Sánchez como defen­ sor de los derechos civiles y profesor universitario que desafiaba los estereotipos acerca de las deficiencias intelectuales de los méxico-americanos. Idéntica autori­ dad, tanto por su contenido como por su estilo, tiene Mexican American Odyssey: Felix Tijerina, Entrepreneur and Civic Leader, 1905-1965 de Thomas H. Kreneck (2001), un estudio acerca de un exitoso empresario de Houston que era menos conocido como activista cívico. Los estudios sobre líderes chicanos de la época todavía están en una etapa tem­ prana, pero lo más seguro es que se expandan ampliamente en el futuro cercano. La mayoría de los trabajos gravitan en torno a César Chávez. Miriam Pawel ha recibido aplausos por el equilibrado retrato del líder laboral (y también se le cele­ bra por haber escrito su biografía definitiva) enT he Crusades of César Chávez: A Biography (2015). Aunque Reies López Tijerina encabezó una batalla por la tenen­ cia de la tierra en la década de 1960 y comienzos de la de 1970, la biografía de Rudy V. Busto intitulada King Tiger: The Religious Vision of Reies López Tijerina (2005) examina la visión del mundo a partir de la Biblia que tenía Tijerina, así como su conciencia de ser méxico-americano, explicando cómo ambas fuentes se conjugaron para forjar la fe religiosa y la actividad política de este hombre de Nuevo México.

Inmigración y la frontera entre México y Estados Unidos La inmigración de México hacia Estados Unidos es fundamental para comprender la historia de los chicanos, en especial durante el siglo xx. Uno de los primeros en incursionar en la inmigración desde la perspectiva chicana fue el antropólogo mexicano Manuel Gamio, quien en 1930 escribió Mexican Immigration to the Uni-

108 La historia de los chicanos en el Nuevo Milenio: De 2000 al presente ted States (1930) y The Life Story of the Mexican Immigrant: Autobiographic Documents (1931), que primero fueron publicados en inglés, y mucho tiempo después tra­ ducidos al español. Gamio se aproximó al tema al capturar la dimensión humana de la experiencia de los migrantes en diversos lugares de Estados Unidos, más que enfocándose en los aspectos estadísticos e institucionales de la inmigración. A par­ tir de entonces, casi todas las historias de los chicanos con alguna resonancia se han concentrado en la dimensión humana del fenómeno migratorio, tratando de contar la historia desde el punto de vista del migrante y reconociendo que la ex­ periencia de los migrantes es un elemento necesario para comprender la vida social, política y económica de los méxico-americanos. Después de 2000, los historiado­ res de los chicanos han continuado con esta tradición, a la vez que cada vez cobran mayor conciencia de las implicaciones de las migraciones sobre los derechos civi­ les y humanos. Hay dos estudios innovadores e importantes sobre el Programa Bracero que proporcionan claro ejemplo de este enfoque humanista. Defiant Braceros: How Mi- grant Workers Fought for Racial, Sexual, and Political Freedom de Mireya Loza (2016) es una obra que abre la brecha para revelar la realidad y diversidad de los braceros mexicanos que llegaron a Estados Unidos. Basado en más de ochocientas entrevis­ tas orales con braceros, Loza muestra cómo éstos desafiaron las normas convencio­ nales al organizar sindicatos transnacionales, involucrarse en conductas sexuales fuera de lo tradicional y convivir entre conflictos étnicos y nacionales con trabaja­ dores mestizos e indígenas. Otro recuento íntimo del Programa Bracero es Abra- zando el Espíritu:Bracero Families Confront the US-Mexico Border (2014) es Ana Elizabeth Rosas. Su examen profundo de los braceros y las familias que dejaron atrás manifiesta la manera creativa en que enfrentaron la soledad, los apremios económicos y las pérdidas. Al usar fuentes que hasta ahora no habían sido explota­ das, Rosas muesta cómo los braceros experimentaron cambios en las funciones y dinámicas familiares, creando familias transnacionales que debían lidiar con nuevas tensiones económicas y culturales de forma ingeniosa. Esta historia trata acerca de la gente, no sobre instituciones ni leyes, y narra cómo las familias migrantes encon­ traron nuevos modos para salir adelante abrazando el espíritu, abrevando de una variedad extraordinaria de fuentes. Ana Elizabeth Rosas pone al descubierto una historia de la vida familiar transnacional que había estado oculta hasta ahora. Re­ vela experiencias íntimas y personales para mostrar cómo los mexicanos y sus fami­ lias no fueron víctimas pasivas, sino que encontraron maneras de vivir abrazando el espíritu, de tomar y ejecutar difíciles decisiones acerca de su situación familiar.

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Los historiadores méxico-americanos se han interesado en la forma en que la experiencia de los migrantes ha marcado los temas de la raza y la identidad. En How Race Is Made in America: Immigration, Citizenship, and the Historical Power of Racial Scripts (2014), Natalia Molina observa la manera en que se construyeron las categorías raciales en el periodo 1924-1965, en lo que ella llama el “régimen migratorio”. Este era el punto de vista dominante que justificaba la deportación y deshumanización de los mexicanos en Estados Unidos, y que todavía se utiliza para considerar a los méxico-americanos como estadounidenses de segunda. De manera semejante, Josue David Cisneros en The Border Crossed Us: Rhetorics of Borders, Citizenship, and Latina/o Identity (2013), escribió el análisis histórico de la retórica que ha conformado y trazado las fronteras que afectan la identidad y la ciudadanía. Toma sus ejemplos de los debates que siguieron a la Guerra de 1847, las acciones a favor de los derechos civiles de los chicanos de Nuevo México y los movimientos de protesta contemporáneos. Su argumento es que durante largo tiempo los chi­ canos han luchado contra las fronteras que restringen su cultura, su idioma y su raza. Otro punto de vista acerca de los efectos de la inmigración se encuentra en Mongrels, Bastards, Orphans, and Vagabonds: Mexican Immigration and the Future of Race in America de Gregory Rodríguez (2008), un punto de vista positivo acerca de las consecuencias de largo plazo de la creciente presencia demográfica de los migrantes mexicanos en Estados Unidos. Su punto de vista histórico es que el mestizaje es un proceso en desarrollo y que los méxico-americanos se han ido integrando a la sociedad y transformando la manera en que los estadounidenses piensan acerca de la raza y de su nación. Por último, Douglas Monroy ofrece un punto de vista más íntimo sobre cómo ha surtido efecto la experiencia chicana en The Borders Within: Encounters Between Mexico and the U.S. (2008): se trata de un encuentro personal de exploración que analiza los malentendidos y los vínculos entre ambas naciones, que surgen al aceptar las diferentes narrativas históricas. Los estudios de frontera son un campo interdisciplinario que creció en el pe­ riodo posterior al año 2000 y que conjuga a una comunidad multinacional de académicos que estudian la migración desde diversas perspectivas. Un ejemplo se encuentra en el libro editado por Marc S. Rodríguez, Repositioning North American Migration History: New Directions in Modern Continental Migration, Citizenship and Community (2004). Se trata de un esfuerzo ambicioso para fraguar nuevamente la discusión en torno a la inmigración en el marco de una discusión más amplia, las migraciones continentales, entre las cuales se encuentran la inmigración cana­ diense y la migración hacia el norte de los negros del sur de Estados Unidos, la

110 La historia de los chicanos en el Nuevo Milenio: De 2000 al presente migración de los trabajadores agrícolas de Texas e incluso la migración de vaga­ bundos sin hogar. Temas comunes hilvanan doce ensayos que examinan asuntos como comunidad y construcción de la nacionalidad, la identidad y la ciudadanía. Otra incursión en el campo de los estudios de frontera encabezada por chicanos se encuentra en The U.S.-Mexico Transborder Region Cultural Dynamics and Histo- rical Interactions, antología a cargo de Carlos G. Vélez-Ibáñez (2017). Desde un punto de vista que no por multidisciplinario deja de ser histórico, se examinan la evolución de las desigualdades, los préstamos culturales y las complejidades so­ ciales que caracterizan lo que se conoce como la región transfronteriza México- Estados Unidos. Esta colección de opiniones de académicos mexicanos, chicanos y angloamericanos proporciona un rico análisis a profundidad del presente en términos del pasado. Los historiadores de los chicanos siempre han mantenido una postura crítica sobre las instituciones que controlan la inmigración. No One is Illegal: Fighting Violence and State Repression on the U.S.-Mexico, de Justin Akers Chacón, Mike Davis y Julián Cardona (2006), es una respuesta a la agudización de la persecución contra los migrantes en la era anterior a Trump, que aplica ejemplos históricos del pasado para poner en contexto la crítica de estas acciones. Chacón cuenta cómo, en la actualidad, el programa de “trabajadores invitados” no es sino la resurrección del Programa Bracero, que creó un sistema de castas en el mundo del trabajo y favoreció la segregación. Davis pasa revista a la historia de la violencia étnica y racial en California, que se dirigio contra diferentes grupos: indios, latinoameri­ canos, mexicanos, chinos y japoneses, creando chivos expiatorios que justificaban la represión. Las luchas de la clase obrera en los siglos xix y xx están empapadas en la sangre de los trabajadores migrantes, a pesar de los esfuerzos por dividirlos y demonizarlos. En última instancia, este libro es un llamado a la acción, a la unidad de la clase obrera internacional en contra de un sistema capitalista repre­ sivo. Otro punto de vista crítico acerca de los controles migratorios se encuentra en la obra de Kelly Lytle Hernández, Migra! A History of the U.S. Border Patrol (2010), la primera historia exhaustiva de la Policía Migratoria de Estados Unidos, una institución de enorme relevancia para millones de personas. Hernández cuen­ ta la historia desde el nivel del suelo, comenzando por la experiencia de los agen­ tes de esta policía hasta sus voceros a escala nacional. No se trata de una historia institucional, sino de la crítica del creciente poder de la Policía Migratoria debi­ do al nativismo, el racismo, la presión de las grandes corporaciones agropecuarias, el temor por la seguridad nacional y la soberanía. Esto se inserta en la discrimi­

111 Richard Griswold del Castillo y Arnoldo De León nación racial progresiva contra los migrantes indocumentados y el crecimiento de la vigilancia y supervisión policiacas durante el siglo xx.

Historia cultural Desde el año 2000, los estudios históricos chicanos han hecho hincapié en explo­ rar las variedades de la expresión cultural. Se han publicado más de cincuenta libros que versan sobre temas tan variados como educación, religión, deportes, música, arte, literatura y cultura regional. Como es posible imaginar, si bien surgieron muchos temas, todos tenían como trama el imperativo de dar a conocer una historia desconocida y de subrayar la actuación de los méxico-americanos en Estados Unidos. Un interés primordial radica en la lucha por mejorar el sistema educativo y numerosos historiadores han señalado los logros alcanzados como resultado del movimiento chicano. Los estudios más importantes se concentran sobre Texas. Guadalupe San Miguel Jr. prosiguió con su historia de las políticas educativas en Brown, Not White: School Integration and the Chicano Movement in Houston (2001), libro que estudia a los activistas chicanos de Houston, Texas, mientras luchaban contra los esfuerzos por dar la vuelta a la desegregación ordenada por los tribuna­ les en la década de 1970. Su continuación es un examen general de la lucha de los activistas chicanos en Chicana/o Struggles for Education: Activism in the Community (2013). Las activistas chicanas bregaron por conseguir que los niños indocumen­ tados tuvieran acceso a la educación pública, lo cual culminó con una decisión sin par de la Suprema Corte en 1982. Michael A. Olivas analiza esto con cierto deta­ lle en No Undocumented Child Left Behind: Plyler v. Doe and the Education of Undo- cumented School Children (2012); y Carlos Kevin Blanton, en The Strange Career of Bilingual Education in Texas, 1836-1981 (2004), señala que Texas tiene una larga historia de aceptar, rechazar y aceptar de nuevo la educación bilingüe, de manera que en la actualidad, gracias al Movimiento Chicano, la educación bilingüe está sólidamente establecida por la ley. Una faceta completamente nueva de los textos históricos hizo su aparición después de 2000, con la historia de los méxico-americanos en el deporte. Richard Santillán fue un pionero de estos escritos, al escribir una serie de libros acerca de los méxico-americanos en el béisbol de ciertas regiones de Texas y el sur de Cali­ fornia. Otras colecciones de ensayos y números especiales de algunas revistas contaron la historia de cientos de latinos que participaron, de manera amateur o semiprofesional, en equipos de básquetbol, fútbol, béisbol y fútbol americano.

112 La historia de los chicanos en el Nuevo Milenio: De 2000 al presente

Otra nueva área de investigación se abrió con los estudios religiosos, que exa­ minan el papel de los méxico-americanos para dar forma a la religión en Estados Unidos. El profesor Mario García ha fungido como líder para esbozar el tema, en especial con su libro Católicos: Resistance and Affirmation in Chicano Catholic History (2008). Se trata de un estudio del catolicismo chicano que muestra cómo la fe religiosa y las enseñanzas católicas influyeron sobre la historia de las luchas por los derechos civiles de los chicanos en el siglo xx. García traza los movimientos religiosos tanto urbanos como rurales, populares e institucionales, durante el siglo xx, hasta llegar a los Católicos por la Raza de la década de 1960 y el Movimiento del Santuario, en Los Ángeles de la década de 1980. Un pequeño pero notable grupo de historiadores chicanos examinaron la importancia de las iglesias pro­ testantes y de la religiosidad popular en barrios y colonias. Después de 2000, en las universidades de Estados Unidos surgió el campo de Estudios Culturales, como parte de un esfuerzo para sacar del centro a las narra­ tivas, a la vez que sondear la influencia de los enfoques tradicionales, y dar voz a individuos y grupos que no habían podido hacerse escuchar. Si bien hay diversas aproximaciones que van desde la crítica de la teoría racial hasta el postestructu­ ralismo, el tema común es analizar cómo cultura y sistemas de poder se relacionan, utilizando para ello diversas disciplinas. Líder importante en este campo ha sido Carlos V. Ibáñez, quien ha investigado la complejidad de las fronteras culturales usando la historia, la antropología, la lingüística y la ciencia política. Su libro más reciente, Hegemonies of Language and Their Discontents: The Southwest North American Region Since 1540 (2017), examina los tres siglos de lucha lingüística y política por la dominación en que se enfrascaron las lenguas indígenas, el español y el inglés. Argumenta que la imposición de sistemas lingüísticos fue compleja y contradictoria, pues ha menudo proporcionaba sustento para la revuelta lingüís­ tica y física, al mismo tiempo que creaba lenguajes nuevos basados en la inven­tiva comunitaria. Este estudio atraviesa la frontera entre México y Estados Unidos y se nutre de múltiples fuentes, incluyendo documentos españoles del Virreinato y estudios etnográficos sobre rituales escenificados, como losmatachines de Nuevo México. El periodo posterior a 2000 también ha visto surgir nuevos estudios sobre la literatura histórica. Un buen ejemplo es Narratives of Greater Mexico: Essays on Chicano Literary History, Genre, and Borders de Héctor Calderón (2004), que es un examen de la importancia histórica de siete escritores chicanos: Américo Paredes, Rudolfo Anaya, Tomás Rivera, Oscar Zeta Acosta, Cherríe Moraga, Rolando

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Hinojosa y Sandra Cisneros. Calderón analiza la influencia de las tradiciones y géneros literarios mexicanos en sus obras, rastreados desde el Virreinato y exten­ diéndose hasta el presente (1492-2001). Las historias de las creaciones musicales y las artes plásticas chicanas cobraron mayor importancia en este periodo. No obstante, casi todo se concentra en Los Ángeles. David Reyes escribió Land of a Thousand Dances: Chicano Rock’ n’ Roll from Southern California (2009). Anthony Reyes es el autor de Mexican American Mojo: Popular Music, Dance, and Urban Culture in Los Angeles (2008). Holly Barnet- Sánchez y Drescher publicaron Give Me Life: Iconography and Identity in East LA Murals (2016). Chicano Art Inside/Outside the Master’s House: Cultural Politics and the cara Exhibition (2010), de Alicia Gaspar de Alba, analiza la política tras bambalinas en el montaje de la primera exposición nacional de arte chicano en la Universidad de California en Los Ángeles. La ausencia de chicanos en Hollywood, tanto en la pantalla como detrás de cámaras, fue bien documentada en el siglo anterior. El breve florecimiento de la presencia latinoamericana quedó documentado por Frank Javier García Berumen en Latino Image Makers in Hollywood: Performers, Filmmakers and Films Since the 1960s (2014). Jesús Salvador Treviño, veterano realizador de cine, contribuyó con Eyewitness: A Filmmaker’s Memoir of the Chicano Movement (2001). Los académicos chicanos todavía están por producir una historia más actualizada y completa de la historia del cine chicano. Por último, surgió una variedad de expresiones culturales regionales, que dan prueba de la diversidad de la experiencia de los chicanos. Un buen ejemplo de libros en este campo es Nuevomexicano Cultural Legacy: Forms, Agencies, and Discourse de Francisco A. Lomelí, Victor A. Sorell y Genaro M. Padilla (2002). Esta antología multidisciplinaria ilustra la riqueza y complejidad de la cultura de Nuevo Méxi­ co, e incluye la revisión desde tiempos del Virreinato de su legado literario, sus prácticas religiosas, y sus artes y oficios. Ricamente ilustrado con fotografías, este libro aclara numerosas ideas y tradiciones que estaban confusas.

Región y comunidad El interés de los investigadores también ha gravitado hacia puntos en el nivel micro, es decir, hacia los espacios regionales y comunitarios. Prestando atención a los lentes que actualmente se utilizan para hacer análisis, pero sin dejar de en­ contrar elementos de utilidad en la “nueva historia social” —popularizada por los académicos en las décadas de 1960 y 1970—, los historiadores se afanan en re­

114 La historia de los chicanos en el Nuevo Milenio: De 2000 al presente construir los medios por los cuales sistemáticamente los méxico-americanos se dieron a la tarea de asegurar su supervivencia en medio de situaciones opresivas que los rodeaban por doquier. Las investigaciones acerca de comunidades y regio­ nes particulares considera todas las zonas del país. Una región puede extenderse a lo largo de muchos estados, como sucede en Barrios Norteños: St. Paul and Midwestern Mexican Communities in the Twentieth Century de Dennis Nodín Valdés (2000). En este estudio enciclopédico de la vida en el Midwest, Valdés se detiene en multitud de procesos, incluyendo la inmi­ gración, la formación de asentamientos humanos, el crecimiento cultural, la ac­ tividad laboral, la organización del trabajo, las tendencias de aculturación, las confrontaciones políticas (Movimiento) y más. Así, el “sur” se convierte en una nueva zona geográfica sujeta a estudio. Esta bonanza de la investigación sobre esta región se refleja en la calidad de los libros de historia publicados a partir de 2000, entre los cuales se cuentan el de Heather A. Smith y Owen J. Furuseth, Latinos in the New South: Transformations of Place (2006), el de Hannah Gill, The Latino Mi- gration Experience in North Carolina: New Roots in the Old North State (2010), el de Julie Weise, Corazón de Dixie: Mexico and Mexicans in the U.S. South Since 1910 (2016) y el de Perla M. Guerrero, Nuevo South: Latinas/os, Asians, and the Remaking of Place (2017). Si bien a su manera cada uno es creativo y único, estos libros re­ cientes acerca de los chicanos en el sur tienen en común no sólo una notable efectividad para capturar el ritmo de vida en el paisaje urbano y rural sino también la investigación rigurosa, la aplicación inteligente de conceptos multidisciplina­ rios (como el uso que hace Guerrero de los “actos de ilegalidad espacial”) y la ejecución imaginativa de la teoría relacional, que toma en cuenta la presencia de otros grupos minoritarios, la mayoría de los cuales se asentaron en el sur después de la Segunda Guerra Mundial. Al mismo tiempo que algunos historiadores comenzaron a mirar de cerca las regiones, otros volcaron su curiosidad hacia las comunidades. Por ejemplo, José M. Alamillo, en Making Lemonade out of Lemons: Mexican American Labor and Leisure in a California Town, 1880-1960 (2006), destaca la comunidad rural de Corona, California, que alguna vez se erigió en Capital Mundial de los Limones. Explica, por medio de descripciones, cómo los trabajadores mexicanos en las huertas de limoneros buscaban asegurar la solidaridad con sus familias y colonias. Alamillo observa que los momentos dedicados al deporte proporcionaban “espacios de ocio”, que los locales utilizaban para planear su estrategia para mejorar las condi­ ciones laborales y definir otras agendas en beneficio de la comunidad. En cambio,

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Smeltertown: Making and Remembering a Southwest Border Community, de Mónica Perales (2010), es un estudio acerca de La Esmelda, enclave urbano que alguna vez hirvió de actividad como apéndice de El Paso, Texas. Este es un modelo de la nueva historia comunitaria, en el cual Perales aplica perspectivas de diversos campos interdisciplinarios para describir una zona geográfica en la cual los resi­ dentes perseguían objetivos laudables a pesar de la miseria del vecindario. Chicago, Illinois, también ha sido objeto de investigaciones significativas. Aunque cada uno acentúa diferentes características de la vida urbana, tres libros versan acerca de la inmigración y asentamiento de los mexicanos, así como del crecimiento étnico de la zona. Gabriela F. Arredondo, en Mexican Chicago: Race, Identity, and Nation, 1916-1939 (2008), muestra cómo los mexicanos que ­ graron a Chicago resistieron la discriminación racial haciendo valer su identidad, su mexicanidad. Esto es, celebraban la cultura de México evocando el patriotismo de su tierra natal como recurso para contrarrestar las actitudes negativas endémi­ cas en la ciudad. Steel Barrios: The Great Migration to South Chicago, 1915-1940, de Michael Innis-Jiménez (2013), se adelanta al trabajo de Arredondo a la vez que pone el acento sobre la vitalidad del sur de Chicago: mutualistas, equipos depor­ tivos, sociedades eclesiales, clubes sociales y muchas otras organizaciones (sindi­ catos obreros incluidos) daban consuelo a los residentes que enfrentaban la incertidumbre de la existencia. Lilia Fernández, en Brown in the Windy City: Mexican and Puerto Ricans in Post-War Chicago (2012), compara las respuestas mexicana y puertorriqueña a diversos proyectos de remozamiento urbano que perturbaron la vida de barrio tras la Segunda Guerra Mundial. En el descontento y la resistencia de las décadas de 1960 y 1970, nació el Movimiento Chicano, se dio consentimiento a la Organización de los Señores Jóvenes, se estableció Muje­ res Activas en Acción y se fundaron otros grupos comunitarios. Fernández cubre este periodo haciendo gala de un meticuloso trabajo de archivo, de gran tacto al usar el modelo relacional y de honda comprensión de la manera en que estos dos grupos minoritarios encontraron semejanzas en su experiencia para empeñarse en esfuerzos panétnicos en pro del mejoramiento de la comunidad.

Historias generales A lo largo de las dos últimas décadas, el público lector ha podido acceder a una cantidad creciente de estudios generales y colecciones de ensayos que proporcio­ nan una visión general de la historia méxico-americana, latina, hispánica y chi­ cana. Cada vez se utiliza más el término “latino” para incluir a poblaciones que

116 La historia de los chicanos en el Nuevo Milenio: De 2000 al presente no son de origen mexicano y, como siempre ha sido el caso, las historias genera­ les reflejan el tono político del tiempo en que se escriben, así como el punto de vista de sus autores. El texto que mayor influencia ha tenido esO ccupied America: A History of Chi- canos de Rodolfo Acuña, (2014), que ahora se encuentra en su octava edición. Este extenso libro está bien documentado y siempre ha ofrecido una perspectiva críti­ ca del sueño americano y de las promesas que no ha cumplido a los chicanos. A pesar de haber sido prohibido en las escuelas públicas de Arizona debido a su temática, es muy popular entre las historias generales de los chicanos publicadas en Estados Unidos. Acuña no se traga las palabras para identificar el genocidio de los pueblos indígenas de América, el robo de tierras perpetrado por los angloame­ ricanos, la explotación de los trabajadores mexicanos y la represión contra la re­ sistencia y los movimientos laborales de los chicanos. Sus abiertas críticas a las estructuras de poder de México y Estados Unidos le han valido la reputación de un verdadero intelectual público, que no teme confrontar las injusticias del pasa­ do para utilizarlas como guía para la acción política del presente. A Century of Chicano History: Empire, Nations and Migration, de Raúl E. Fernán­ dez y Gilbert G. González (2012), es otra crítica profunda del imperalismo es­ tadounidense y de la explotación contra los mexicanos, aduciendo que la historia de los chicanos y chicanas debe volver a conceptualizarse en términos de la pe­ netración económica de México y las dislocaciones resultantes, que han conduci­ do a la inmigración masiva del siglo xx. Fernández y González encuentran que la historia de los chicanos ha sufrido profundamente el efecto del crecimiento del capitalismo corporativo. Así pues, esta historia general está en la misma tradición que buena parte de los textos académicos latinoamericanos —de los cuales un buen ejemplo es el influyente libro de Eduardo Galeano,O pen Veins of Latin Ame- rica: Five Centuries of the Pillage of a Continent. A Century of Chicano History critica los enfoques culturalistas y se enfrenta a muchos de los paradigmas que han guia­ do a los académicos chicanos, colocando la emigración y el imperialismo econó­ mico en el centro de su análisis. Una postura crítica bastante legible se encuentra en el libro de Zaragosa Var­ gas titulado Crucible of Struggle: A History of Mexican Americans from Colonial Times to the Present Era (2011). Esta es una historia meticulosamente documentada que abarca un vasto periodo (1598-2008), a la vez que incorpora las investigaciones más recientes y coloca la experiencia histórica dentro del contexto de la historia de Estados Unidos. Además de cubrir los temas principales que suelen tratarse en

117 Richard Griswold del Castillo y Arnoldo De León los cursos de historia de los chicanos, trae la discusión al momento presente, con los debates acerca de la inmigración durante la presidencia de Obama. Our America: A Hispanic History of the United States (2014) de Felipe Fernández- Armesto es la historia alambicada y provocativa de 500 años de registros de la población de habla hispana en Estados Unidos. Fernández-Armesto nació en Es­ paña y se educó en Oxford, enseña historia en la Universidad de Notre Dame. Su perspectiva es que, históricamente, Estados Unidos ha sido un poder colonial que subyugó a africanos, mexicanos e indígenas y, por medio de la conquista y la in­ migración, se ha convertido en algo semejante a los países latinoamericanos. El recuento detallado de las atrocidades cometidas en esta marcha hacia la conquista se aplica por igual a los periodos mexicano y español en el actual territorio estado­ unidense. El vivaz estilo literario de Fernández-Armesto hace eco de Carlos Fuen­ tes e incluye una historia del Movimiento Chicano, a la vez que lleva la historia hasta el año 2000. La importancia de este libro radica en que se dirige a un públi­ co que se encuentra fuera de los círculos académicos y argumenta convincente­ mente a favor del valor histórico y cultural de los hispanos en Estados Unidos. Entre lo publicado en la década anterior a que Donald Trump fuera electo como presidente en 2016, este libro es único en su clase, al dar un punto de vista optimista del futuro de los hispanos de Estados Unidos, debido a su crecimiento demográfico y vitalidad cultural.Latino Americans: The 500-Year Legacy That Shaped a Nation, de Ray Suárez (2013), acompaña a la serie de la Public Broad­ casting Service (pbs) que lleva igual nombre, y lo mismo sucede con Harvest of Empire: A History of Latinos in America (2000 y 2011), de Juan González, un pe­ riodista puertorriqueño que ha merecido varios premios y que, al integrar la historia de los inmigrantes latinoamericanos a la de Estados Unidos, nos da cuen­ ta de sus orígenes comunes (el imperialismo económico), de cuáles han sido sus aportaciones culturales y resume sus luchas políticas en el siglo xx. González también se siente optimista respecto a las consecuencias del crecimiento de la población latina en el país. Neil Foley, en Mexicans in the Making of America (2014), mostró un carácter menos sanguíneo al referirse a los beneficios que acarrean demografía y cultura a los méxico-americanos. Su investigación también se extiende a lo largo de 500 años, pero se concentra más en los temas que en el siglo xx se utilizaron para contar la historia de los chicanos: inmigración, la participación en la Segunda Guerra Mundial, las deportaciones, el Movimiento Chicano, la cuestión racial en la frontera, la discriminación sistemática, etc. Su público está compuesto por

118 La historia de los chicanos en el Nuevo Milenio: De 2000 al presente aquellos que comprenden que la lucha por la justicia social de los mexicanos en Estados Unidos ha sido larga y está lejos de alcanzar la victoria, pues de hecho enfrenta una nueva era de represión. The Columbia History of Latinos in the United States Since 1960, editada por David G. Gutiérrez (2004), también borda sobre la diversidad cultural y demo­ gráfica de la población latina en tiempos más recientes. El libro, una antología de diez ensayos escritos por expertos en diversas poblaciones migrantes latinoame­ ricanas (mexicanos, cubanos, puertorriqueños, dominicanos, centroamericanos y sudamericanos), intenta actualizar a los lectores respecto a las historias únicas de los latinoamericanos, pero también respecto a sus diferencias culturales. Los au­ tores también intentan mostrar cómo los diversos grupos están conectados entre sí y comparten una experiencia común de lengua y discriminación racial. Se trata de una historia multinacional interdisciplinaria que tiene como objetivo guiar las políticas del presente. Mexicanos: A History of Mexicans in the United States, de Manuel G. Gonzáles (2009), es una historia revisada que abarca desde los aztecas hasta el presente, con una narración vivaz y coherente que enfatiza las raíces culturales y raciales de los chicanos, sin por ello minimizar las luchas y la violencia que han debido soportar como pueblo. Este texto ha recibido aplausos por su equilibrio y entereza, que conducen al lector hasta el siglo xxi con un contexto que permite comprender más profundamente este grupo. Mexican-origin People in the United States: A Topical History, de Óscar J. Martínez (2001), es una historia general bien redactada, obra de un veterano historiador de los chicanos que sabe lo que los alumnos necesitan, por lo cual les ofrece este libro como texto introductorio. Su tratamiento del siglo xx prácticamente se limita a temas políticos, económicos y sociales, dejando que otros se encarguen de consi­ derar los desarrollos culturales. Una de las cosas que los alumnos necesitan saber es que, en el siglo xx, la experiencia de los migrantes mexicanos fue muy diferen­ te de la que vivieron otros migrantes latinoamericanos, en especial los de Cuba y Puerto Rico. Otra importante lección que hay que aprender es la inmensa apor­ tación que los migrantes mexicanos han hecho al próspero crecimiento de Estados Unidos. Esta y otras lecciones se imparten en un texto de Arnoldo De León y Richard Griswold del Castillo, North To Aztlán: A History of Mexican Americans in the Uni- ted States (2006). Este texto también fue concebido principalmente como herra­ mienta de enseñanza para estudiantes universitarios e incluye un panorama de los

119 Richard Griswold del Castillo y Arnoldo De León periodos del Virreinato y la Independencia mexicana, junto con secciones dedica­ das a los logros culturales y el papel de la mujer. Bien escrito y de fácil lectura, esta historia general se lee ampliamente en las universidades de Estados Unidos. Para cerrar el círculo, en 2016 apareció una versión corregida y aumentada de North from Mexico: The Spanish-Speaking People of the United States de Carey McWi­ lliams, Matt S. Meier y Alma M. García. En esta nueva edición todavía se escucha la voz crítica de la de 1949, pero se actualiza a los lectores con capítulos acerca del Movimiento Chicano, nuevas organizaciones y líderes, crecimiento demográfico y el debate contemporáneo sobre las políticas de inmigración. Durante casi seten­ ta años ésta sigue siendo una emocionante e informativa introducción a la historia de los chicanos.

Observaciones finales El público mexicano está poco expuesto a los textos que analizamos en este ensa­ ño. Algunos títulos, como el de Acuña y McWilliams, han sido traducidos al español. Los varios volúmenes de la antología editada por David Maciel, El Méxi- co olvidado: La historia del pueblo (1996) es un valioso recurso que lamentablemen­ te se encuentra fuera de circulación. Otras historias generales en español son las de David Maciel, Al norte del Río Bravo (pasado inmediato) (1930-1981) y una obra que le hace compañía a cargo de Juan Gómez Quiñones, Al norte del Río Bravo (pasado lejano 1600-1930). Los editores de México y América Latina deberían reconocer que esta historia adquiere importancia creciente y que los lectores hispanoparlantes merecen con­ tar con acceso a ella. Esperamos que esta historiografía introductoria anime a editores y lectores para conocer más acerca de un conjunto de conocimientos que tiene numerosas implicaciones para el futuro de México.

120 La importancia de la diáspora mexicana y su repercusión económica en Estados Unidos

David J. Molina*

La importancia de la diáspora mexicana en Estados Unidos ha saltado a la vista con la entrada de Donald Trump al sistema político; sin embargo, esta importan­ cia se ha discutido dentro y fuera de los círculos académicos durante décadas. En el corazón del asunto está el choque de dos culturas separadas por una frontera política, social y económica que ha fluctuado a lo largo de los años. La frontera entre México y Estados Unidos es el punto donde estas culturas chocan. No obs­ tante, particularmente después de que, en 1986, entrara en vigor la Ley para la Reforma y Control de la Inmigración (irca, por sus siglas en inglés) y, a mediados de la década de 1990 lo hiciera el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (tlcan), la expansión de la diáspora mexicana a través de Estados Unidos rebasa lo sucedido con cualquier otro grupo de migrantes. Esto implica que la situación económica de la diáspora mexicana y su repercusión sobre la economía se entreteje con la economía de Estados Unidos mucho más que en el caso de cualquier grupo migrante anterior. La expansión geográfica de la diáspora mexi­ cana, desde el punto de vista etnocéntrico, se considera como algo negativo, pues transforma radicalmente lo que, según Huntington, es la cultura estadounidense.1 Los economistas ven esta misma dispersión geográfica de forma positiva, puesto que la mayor propensión de los inmigrantes para la movilidad incrementa la disponibilidad de mano de obra ahí donde hay cuellos de botella o carestías, que de otra manera empantanarían el crecimiento, o bien abandonan áreas donde un

* Doctor en economía por la Universidad Texas A&M. Profesor y director del Departamento de Economía de la University of North Texas. Traducción del inglés de Mauricio Sanders. 1 Samuel P. Huntington, Who Are We? The Challenges to America’s National Identity, Nueva York, Simon and Schuster, 2004.

121 David J. Molina exceso de oferta de trabajo podría hacer disminuir los salarios.2 El propósito de este artículo es proporcionar una comprensión básica de algunos de los temas económicos que giran en torno a la diáspora mexicana en Estados Unidos. Prime­ ro haremos un recorrido a vuelo de pájaro por encima de la frontera entre México y Estados Unidos, donde las culturas interactúan. En segundo lugar analizaremos algunas estadísticas de la repercusión económica de este grupo sobre la economía de Estados Unidos. Por último, utilizando la Encuesta sobre Comunidades en Estados Unidos (acs, por sus siglas en inglés), elaborada por la Oficina del Censo, proporcionaremos un perfil de la educación formal de la diáspora mexicana y examinaremos los salarios antes y después de la Gran Recesión que Estados Uni­ dos padeció en 2008. La frontera política quedó dibujada por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, la Compra Gadsden y una serie de disputas provocadas por la tendencia natural del Río Bravo (Río Grande) para mudar de curso (por ejemplo, en El Chamizal en la década de 1960). En esta frontera dos culturas interactúan: los individuos que viven en la frontera tienen que cooperar y trabajar en dos sistemas nacionales, tanto para alcanzar metas locales como para permitir el flujo de bienes, servicios y personas en ambos sentidos. En Troublesome Border, su libro clásico, el historiador Óscar Martí­ nez llama a los pobladores de la frontera “milusos fronterizos”.3 El término no es peyorativo. Lo que Martínez afirma es que estos individuos han encontrado la ma­ nera de manipular ambos sistemas para lograr sus objetivos y que el término se aplica a todos los aspectos, desde los negocios hasta la vida cotidiana —incluso afirma que los académicos deben aprender cómo viajar entre las dos culturas. No cabe duda de que el lado estadounidense de la frontera, en especial Texas, depende en buena medida de la economía mexicana. Por ejemplo, mucho antes del tlcan, las ventas al menudeo en la frontera eran un aspecto importante en la región,4 así como la mano de obra que la cruzaba de ida y vuelta.5 Por ejemplo, Coronado y Phillips estimaron que desde finales de la década de 1970 hasta prin­ cipios de la de 2000, las compras mexicanas en condados fronterizos de Texas ascendieron a cerca de dos mil millones de dólares, esto es, la cuarta parte de sus

2 Pia Orrenius, “Benefits of Immigration Outweigh the Costs”,T he Catalyst, The Bush Institute, número 2, primavera de 2016, disponible en: http://www.bushcenter.org/catalyst/north- american-century/benefits- of-immigration-outweigh-costs.html 3 óscar Martínez, Troublesome Border, Tucson, University of Arizona Press, 1988. 4 Jesús Tamayo y José Luis Fernández, Zonas fronterizas, México-Estados Unidos, México, cide, 1983. 5 Steven L. Cobb, David J. Molina y Kariann Sokulsky, “The Impact of Maquiladoras on Commuter Flows in the Texas-Mexican Border”, Journal of Borderland Studies, vol. 4, núm. 1, 1989, pp. 71-88.

122 La importancia de la diáspora mexicana y su repercusión económica en Estados Unidos ventas al menudeo y 2 por ciento de las ventas al menudeo de todo Texas.6 Se estima que en 2012 cerca de 30 mil empleos del centro y sur de Texas se deben a clientes mexicanos.7 La industria maquiladora8 ofrece un claro indicador de la fuerte relación económica entre los dos países, pues su efecto sobre ambos lados de la frontera era, y sigue siendo, muy significativo, aunque el InstitutoN acional de Estadística y Geografía (inegi) haya dejado de recabar datos oficiales en 2006. Sin embargo, El Colegio de la Frontera Norte produce una miríada de estudios que detallan la importancia de estas maquiladoras. Por otro lado, la frontera también afecta a las ciudades que quedan cerca, como por ejemplo en el costo que implica sobre el comercio fronterizo la práctica que obliga a los camiones que transportan bienes a través de la frontera a regresar vacíos.9 Esto no solamente duplica el número de camiones sino que, entre otras cosas, causa un impacto ambiental negativo sobre la región.10 Otro ejemplo de cómo la frontera distorsio­ na el comportamiento económico normal lo brindan los impedimentos para cruzar impuestos después del 11/9, pues no permiten que el precio de la gasolina converja, como debería suceder en dos regiones adyacentes.11 El impacto de la diáspora mexicana va mucho más allá de las regiones fronte­ rizas, e incluso de ciudades con altos niveles tradicionales de migrantes mexicanos, como San Antonio, Chicago o Los Ángeles. Passel y Cohn,12 del Pew Hispanic Center, encontraron que la migración no autorizada13 a Estados Unidos constitu­ ye 3.7 por ciento de la población, y que 58 por ciento de dicha migración está

6 Roberto A. Coronado y Keith R. Phillips, “Exported Retail Sales Along the Texas-Mexico Border”, Journal of Borderlands Studies, vol. 22, núm. 1, 2007, pp. 19-38. 7 Steve Niven, The Spending Patterns and Economic Impacts of Mexican Nationals in a Twenty-County Region of South and Central Texas, San Antonio, sabér Research Institute, St Mary’s University and San Antonio Hispanic Chamber of Commerce, 2013. 8 Leslie Sklair, Assembling for Development: The Maquila Industry in Mexico and the United States, Nueva York, Taylor and Francis, 2011. 9 David J. Molina y James Giermanski, The Linking or the Isolation of Two Economies: A Look at Trucking Along the Texas-Mexico Border, Austin, The Lyndon B. Johnson School of Public Affairs, University of Texas at Austin, 1994. 10 Linda Fernández y Mónica Das, “Trade Transport and Environment Linkages at the U.S.-Mexico Border: Which Policies Matter?”, Journal of Environmental Management, núm. 92, 2011, pp. 508-521. 11 Thomas M. Fullerton, Alan A. Jiménez y Adam G. Walke, “An Econometric Analysis of Retail Gasoline Prices in a Border Metropolitan Economy”, North American Journal of Economics and Finance, núm. 34, 2015, pp. 450-461. 12 Jeffrey S. Passel y D’Vera Cohn, Unauthorized Immigrant Population: National and State Trends, 2010, Was­ hington, D.C., Pew Hispanic Center, 2011. 13 En este artículo utilizo la terminología del Pew Research Center: Hispanic Trends, que llama a quienes se encuentran en Estados Unidos sin los documentos apropiados no autorizados, en vez de utilizar los términos ilegal o indocumentado, que tienen una implicación política.

123 David J. Molina conformada por la diáspora mexicana no autorizada; esto significa que la diáspo­ ra mexicana no autorizada constituye cerca de 2 por ciento de la población de Estados Unidos. De manera más significativa, si sólo incluimos los estados con­ tiguos, dejando fuera de Nueva Inglaterra, en cada estado la diáspora mexicana constituye por lo menos una cuarta parte de la población no autorizada, siendo en muchos casos la mitad o más de ésta. Aunque uno esperaría que entre estos esta­ dos estuvieran California y los del suroeste, es en Michigan, Illinois, Indiana, Montana, Idaho, Kentucky, las Carolinas, Georgia, Oregon y Washington donde la diáspora mexicana constituye por lo menos 60 por ciento de la población no autorizada. También resulta significativo que en estados como Texas, California y Nevada (que tienen nutridas poblaciones mexicanas), la diáspora mexicana no autorizada contribuye con cerca de 10 por ciento de la mano de obra. De manera todavía más significativa, muchos de los estados mencionados, donde la diáspora mexicana constituye más de 60 por ciento de la población no autorizada, ésta conforma más de 5 por ciento de la población del estado. La distribución geográ­ fica de la diáspora mexicana no autorizada se ajusta al argumento de los beneficios basados en la movilidad de estos migrantes. La Gran Recesión ha repercutido en la población mexicana no autorizada en Estados Unidos, pues ésta disminuyó de 6.9 millones en 2007 a 5.8 millones en 2014.14 El resto de este artículo examinará la repercusión de la diáspora mexicana sobre la economía de Estados Unidos, así como la situación mexicana de esta diáspora. Siempre que fue posible, los datos se basan únicamente en la diáspora mexicana, aunque a veces sólo había datos disponibles para los hispanos, en par­ ticular para aquellos de ascendencia mexicana. La tarea se dificulta por el hecho mismo de que un gran número de mexicanos que residen en la Unión Americana lo hacen como individuos no autorizados. En consecuencia, es muy difícil recabar datos sobre individuos que por naturaleza tratan de no quedar incluidos en las estadísticas gubernamentales. Uno de los argumentos más socorridos acerca de la diáspora mexicana no au­ torizada en Estados Unidos es la influencia que tiene sobre la economía, en par­ ticular en términos de impuestos y servicios gubernamentales. Un controvertido informe de la Oficina del Auditor de Texas encontró en 200615 que, sin 1.4 mi­

14 Jeffrey S. Passel y D’Vera Cohn, Overall Number of U.S. Unauthorized Immigrants Holds Steady Since 2009, Washington, D.A., Pew Hispanic Center, 2016. 15 Carole Keeton Strayhorn, “Special Report: Undocumented Immigrants in Texas: A Financial Analysis of the Impact to the State Budget and Economy”, Texas, Office of the Comptroller, 2006.

124 La importancia de la diáspora mexicana y su repercusión económica en Estados Unidos llones de migrantes indocumentados, en el año fiscal 2005 el estado hubiera per­ dido 17.7 mil millones de dólares en ingreso estatal bruto, y que los ingresos netos (ingresos menos lo que estos individuos cuestan al estado) fue de 424.7 millones de dólares. Por otro lado, el informe también determinó que, debido al uso de servicios, principalmente a los costos de la educación, las comunidades locales experimenta­ ron un ingreso neto de menos 928.9 millones de dólares en el mismo año fiscal. Un aspecto sumamente interesante del trabajo no autorizado en Estados Unidos son los impuestos asociados con los ingresos. Muchos de los trabajadores no auto­ rizados obtienen números de seguridad social falsos, por lo cual sus ingresos se declaran junto con sus pagos de seguridad social a la Social Security Administration (ssa, por sus siglas en inglés). Estas retenciones no pueden vincularse a estos indi­ viduos, pues no cuentan con una credencial de seguridad social válida. Un estudio de la Oficina del Inspector General oig( ) de la ssa16 determinó que, entre 1937, año en que fue establecida la ssa, y 2012, el Fondo de Ingresos Suspendidos (esf, por sus siglas en inglés) alcanzó un total de 1.2 billones de dólares en salarios no acreditados con 333 millones de W-2. No obstante, la ssa claramente manifiesta que la gran mayoría se acumuló a partir de la década de 1980. La oig estima que cada año entre 3 y 4 por ciento de los W-2 que recibe la ssa se depositan en el esf, por lo que suman entre 1.4 y 1.8 por ciento de los fondos totales que recibe la ssa. Si bien hay un programa que permite a los patrones verificar el número de seguridad social que reciben de sus empleados, menos de uno por ciento de ellos lo utiliza. E-verify, un nuevo método para verificar números de seguridad social, es un requisito para contrataciones de los gobiernos federal, estatal y local y tam­ bién de algunos patrones. La verificación de números de seguridad social va en aumento. No obstante, los impuestos del trabajo no documentado siguen llenan­ do los bolsillos de la ssa. Vale la pena anotar que la oig indica la cantidad de sa­ larios no acreditados, pero no el valor real de la esf. Un informe the la Oficina del Actuario en Jefe de la ssa llegó a la conclusión de que, en 2010, los migrantes no autorizados contribuyeron con hasta 13 mil millones de dólares en impuestos sobre nómina, mientras que los beneficios recibidos por este grupo no fueron mayores de mil millones, lo que implica que el grupo aportó 12 mil millones de dólares netos al flujo de efectivo del programa.17

16 Office of the Inspector General,S tatus of the Social Security Administration’s Earnings Suspense File, Washington, D.C., Social Security Administration, 2015. 17 El informe indica que esta cantidad es extremadamente difícil de calcular y que es muy probable que los supuestos calculados para obtener la cifra representen diversos escenarios improbables. Si bien el informe

125 David J. Molina

La ssa no es el único organismo federal que recibe ingresos de la diáspora mexicana no autorizada. El Servicio Interno de Contribuciones (irs, por sus siglas en inglés) también acepta el ingreso sobre la renta de estos trabajadores. Un error en el que caen muchos estadounidenses es suponer que hay que tener una credencial de seguridad social para pagar impuesto sobre la renta. El irs permite a los individuos obtener un número individual de identificación del contribuyente (itin) con el cual pagar su impuesto sobre la renta. El número se otorga sin importar la situación migratoria. A diferencia del esf, en el cual queda claro que la diáspora mexicana no autorizada contribuye a las arcas de la ssa con poca esperanza de recibir beneficios futuros, todavía está abierto un fuerte debate sobre cuánto es lo que paga en impuestos federales la población no autorizada, o si están utilizando el impuesto sobre la renta para recibir créditos fiscales para sus hijos (en otras palabras, para que su impuesto sobre la renta tenga saldo a favor, esto es, que reciban pagos del irs). Sin importar cuál sea la verdad (esto es, si el impuesto sobre la renta de los trabajadores no autorizados aporta o resta a las arcas del irs), sigue resultando fascinante que, usando el itin —que por ley el irs no puede revelar a las autoridades migratorias—, el irs está aceptando declaraciones de impuestos de la población no autorizada. Un estudio del Instituto sobre Políticas Impositivas y Económicas encontró que los migrantes no autorizados contribuyen con cerca de 11.64 mil millones de dólares al año en impuestos estatales y locales,18 y que la tasa impositiva efectiva para los impuestos estatales y locales es de alrededor de 8 por ciento, porcentaje más elevado que el de los principales contribuyentes, quienes pagan una tasa efectiva de 5.4 por ciento. El informe también dice que si se otorgaran permisos de trabajo a esta población, las contribuciones se elevarían en dos mil millones de dólares, con una tasa efectiva de 8.6 por ciento. Ahora bien, ¿cuál es la contribución de la diáspora mexicana a la totalidad de la economía de Estados Unidos? Un área económica sobre la cual la diáspora mexicana tradicionalmente ha tenido efecto es la agricultura. El Programa Bra­ cero, que comenzó durante la Segunda Guerra Mundial y estuvo en vigor hasta que Estados Unidos se retiró unilateralmente a mediados de la década de 1960, creó un patrón laboral que perdura hasta hoy. Un estudio del Departamento de

no indica directamente que esté sobreestimando la cantidad, las precauciones mencionadas llevan a este lector a pensar que así es. 18 Lisa Christensen Gee, Matthew Gardner y Meg Wiehe, Undocumented Immigrants’ State & Local Tax Contri- butions, Washington, D.C., The Institute on Taxation and Economic Policy, 2016.

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Agricultura19 revela que si los migrantes se redujeran en 5.8 millones de trabaja­ dores no documentados, esto bajaría la producción de frutas, nueces, verduras y productos de los invernaderos hasta en 5.4 por ciento, reduciendo las exportacio­ nes hasta en 9.3 por ciento. El influjo sobre otros sectores agrícolas podría ser hasta de 4.9 por ciento a la baja en la producción y hasta de 7.4 por ciento en la caída de las exportaciones. La influencia sobre el producto interno bruto (pib) podría llegar a ser una reducción de 1.1 por ciento. Otros estudios económicos revelan que la reducción de la diáspora mexicana no autorizada podría resultar en una caída de la producción agropecuaria20 y que esto podría observarse incluso si las regulaciones fueran impuestas a nivel estatal o local, con leyes como las que recientemente aprobaron Arizona y Georgia.21 Hay que resaltar dos aspectos de la reducción de trabajadores migrantes no autorizados, primero, casi no hay evi­ dencia de que legalizar esta mano de obra incrementaría el uso de los servicios sociales;22 segundo, se discute si el resultado de endurecer las políticas de control fronterizo se traduciría en mayores niveles de explotación laboral y la reaparición de prácticas como el enganche o reclutamiento de trabajadores agropecuarios, común hace más de un siglo.23 Por otro lado, Dixson, Johnson y Rimmer24 afirman que dichas políticas elevarían los salarios de los trabajadores no autorizados que se quedaran en el país, con una repercusión menor sobre los salarios de los nativos. No obstante, argumentan que si la reducción en la mano de obra se alcanza por medio de multas e impuestos a los patronos, el resultado conduciría a un descen­ so en los ingresos del gobierno, lo cual podría traducirse en menores impuestos o más servicios de bienestar para los ciudadanos estadounidenses. El poder de compra de los hispanos como consumidores es verdaderamente asombroso. El Centro Selig para el Crecimiento Económico, de la Escuela de Negocios Terry en la Universidad de Gerogia, estima que el poder de compra de los

19 Steven Zahniser, Thomas Hertz, Peter B. Dixon y Maureen T. Rimmer, Immigration Policy and Its Possible Effects on U.S. Agriculture, usda Economic Research Service, 2012, disponible en: https://www.ers.usda.gov/ amber- waves/2012/june/immigration-policy/ 20 Stephen Devadoss y Jeff Luckstead, “Implications of Immigration Policies for the U.S. Farm Sector and Workforce”, Economic Inquiry, vol. 49, núm. 3, 2011, pp. 857- 875. 21 G. Kostandini, E. Mykerezi y C. Escalante, “The Impact of Immigration Enforcement on the U.S. Farming Sector”, American Journal of Agricultural Economics, vol. 96, núm. 1, 2014, pp. 172-192. 22 Anita Alves Peña, “Undocumented Immigrants and the Welfare State: The Labor case of Regional Migra­ tion and U.S. Agricultural Labor”, Journal of Regional Science, vol. 54, núm. 1, 2014, pp. 96-113. 23 Simón Pedro Palacios Izacara, “La precarización extrema en el mercado de trabajo agrario en Estados Unidos”, Colombia Internacional, núm. 89, 2017, pp. 109-132. 24 Peter B. Dixon, Martin Johnson y Maureen T. Rimmer, “Economy-Wide Effects of Reducing Illegal Im­ migrants in U.S. Employment”, Contemporary Economic Policy, vol. 29, núm. 1, 2011, pp. 14-30.

127 David J. Molina hispanos en 2016 ascendió a 1.4 billones de dólares (en comparación, el Banco Mundial estima que el pib de México fue de 1.046 billones). Con base en la En­ cuesta de Gasto del Consumidor, los hispanos gastan en comida más que ningún otro grupo. Por ejemplo, los hispanos gastan 31 por ciento más en carne de res que el hogar estadounidense promedio, 28 por ciento más en pollo y 25 por ciento más en huevo. También gastan 20 por ciento más en ropa. Desafortunadamente, los hispanos gastan menos en atención a la salud (53%) que el hogar estadouni­ dense promedio, y lo mismo sucede con la lectura, 37 por ciento y la educación, 44 por ciento. Además, los hábitos de compra de los hispanos son diferentes de los de otros grupos. Por ejemplo, Nichols y sus colaboradores sugieren que los vendedores minoristas podrían atraer consumidores hispanos con promociones al dos por uno, pues éstos suelen hacer sus compras acompañados de por lo menos una persona.25 Molina y Dorman encontraron que es menos probable que los hispanos hagan compras solos que los blancos no hispanos (cerca de 6.5%) y que es 8.5 por cien­ to más probable que las realicen con por lo menos un acompañante, en compara­ ción con los no-hispanos.26 También sucede que los hispanos cocinan en casa con mayor frecuencia, gastan más en viajes para hacer compras de rutina y visitan supermercados con mayor frecuencia. En 2014, la totalidad de los ingresos por grupos étnicos en los mercados fue de 30.4 mil millones de dólares, y se espera que esta cifra se incremente a 35.2 mil millones de dólares en 2018, lo cual re­ presentaría un incremento anual de 3.7 por ciento acumulado.27 El resto de este ensayo estará dedicado a la Encuesta de la Comunidad Estado­ unidense (acs, por sus siglas en inglés) para evaluar el perfil educativo de la diás­ pora mexicana en Estados Unidos y el impacto de la Gran Recesión sobre sus salarios. Las comparaciones se harán sobre blancos no hispanos (blancos), negros no hispanos (negros), asiáticos no hispanos (asiáticos), otros no hispanos (otros),28 hispanos de origen mexicano (MX_HSP), e hispanos de origen no mexicano (OT_HSP). Por último, la diáspora mexicana se divide en aquellos que son ciu­ dadanos o están buscando regularizar su situación legal (MX_CYZ) y aquellos

25 J.A.F. Nicholls, Sydney Roslow y Sandipa Dublish, “Time and Companionship: Key Factors in Hispanic Shopping Behavior”, Journal of Consumer Marketing, núm. 14, 1997, pp. 194-205. 26 David J. Molina y Megan Dorman, “Emulation vs. Socializing Consumption: The Hispanic Consumer”, Documento de Trabajo, Economics Department, University of North Texas, Denton, 2010. 27 Duff & Phelps, Industry Insights: Food Retail Industry Insights, 2016, disponible en: www.duffandphelps.com 28 En “otros” se incluye aquellos que así se declaran o que declaran pertenecer a dos o más razas.

128 La importancia de la diáspora mexicana y su repercusión económica en Estados Unidos

Cuadro 1. Porcentaje de logros educativos por raza y etnicidad, inmigrantes mexi­ canos con o sin ciudadanía (individuos mayores de 18 años) en 2015

Nivel Blanco Negro Asiático Otros MX_ OT_ HSP MX_ MX_ HSP CIUD NCIUD Sin educación 0.62 1.24 3.60 1.19 1.34 3.20 6.26 6.51 Primaria 0.37 0.93 2.22 0.91 1.77 6.81 16.69 24.22 Secundaria 1.09 1.41 1.25 1.27 1.88 1.88 4.93 7.60 Preparatoria in­ 5.76 11.52 5.39 8.92 13.38 43.38 14.24 20.92 completa Preparatoria 35.18 38.61 20.31 33.91 40.50 40.50 30.70 28.00 Universidad in­ 24.86 28.30 19.07 29.44 28.36 28.36 16.66 8.55 completa Universidad y 32.11 18.00 48.16 24.37 12.77 12.77 10.51 4.20 posgrado Fuente: Elaboración propia con datos de American Community Survey, 2015. que declaran no tener ninguna condición legal.29 Los individuos que se incluyen en este grupo tienen 18 años de edad o más.30 El cuadro 1 presenta el porcentaje de cada grupo y su nivel de logros educativos. Los datos del cuadro 1 revelan que la población de Estados Unidos en conjun­ to tiene un nivel educativo más alto que el de la diáspora mexicana. Incluso la población hispana, sea de origen mexicano o no, tiene niveles educativos más altos. Por ejemplo, en todos los grupos de no hispanos y de la diáspora mexicana, menos de 16 por ciento de la población llegó a cursar la preparatoria, mientras que en los de origen mexicano o hispano esta cifra es de 18.4 por ciento y en aquellos de otro origen es de 24.9 por ciento; sin importar la situación legal, en la diáspora mexicana es de 42 por ciento. En términos de logros académicos a nivel prepara­ toria, todos los grupos se encuentran en alrededor de 30 o 40 por ciento.31 Otra gran diferencia aparece en los logros educativos a nivel universitario y superior. Blancos, asiáticos y “otros” tienen más de 50 por ciento, mientras que los negros alcanzan 46.3 por ciento; sin importar el origen, los hispanos rondan 40 por cien­ to. Entre la diáspora mexicana, la situación legal tiene un fuerte efecto sobre los

29 queda claro que este grupo representa a la población no autorizada, aunque resultaría difícil asumir que lo hace con exactitud. 30 En este estudio uso 18 años como edad límite porque esta es la diáspora mexicana que podría votar en elecciones mexicanas. 31 Salvo los asiáticos, quienes tienen 20.31 por ciento.

129 David J. Molina

Cuadro 2. Valor real de los salarios promedio para trabajadores de tiempo completo y tasas de crecimiento en 2005, 2010 y 2015

Tiempo completo 2005 2010 2015 2005-2010 2005-2015 (dólares) (dólares) (dólares) (porcentaje) (porcentaje) Estados Unidos 49 719 49 659 50 228 -0.1 1.0 MX_HSP 37 269 37 083 35 937 -0.5 -3.6 MX_CIUD 34 616 34 491 36 283 -0.4 4.8 MX_NCIUD 24 234 23 843 25 036 -1.6 3.3 Fuente: Elaboración propia con datos de American Community Survey, 2005, 2010 y 2015. logros educativos a nivel universitario y superior. Los niveles de educación de aquellos con cierto grado de legalidad más que duplican los de quienes no tienen ninguna, con 27.2 por ciento contra 12.8 por ciento. Estas cifras corroboran los hallazgos de Borjas acerca del incremento de migrantes mexicanos con bajos ni­ veles educativos durante la década de 1990.32 Al final de este repaso de la diáspora mexicana en EstadosU nidos, pondremos nuestra atención sobre los salarios promedio, comparándolos con los salarios de los hispanos de origen mexicano. En el cuadro 2 aparecen los salarios promedio de los trabajadores de tiempo completo en 2005, 2010 y 2015, es decir antes de la Gran Recesión, durante el periodo de recuperación y los datos más recientes disponibles. La primera fila del cuadro 2 muestra lo que se sabe: a partir de la Gran Recesión los salarios casi no han variado. Lo revelador es que los salarios de los hispanos de origen mexicano todavía tienen que alcanzar los niveles que tenían antes de la Gran Recesión. El resultado que sorprende es que, independientemente de la situación legal, la diáspora mexicana en Estados Unidos ha visto que sus salarios rebasan los que tenían antes de la Gran Recesión. La asombrosa recuperación salarial de la diáspora mexicana puede deberse a diversos motivos, por ejemplo, a la mayor mo­ vilidad de este grupo, que ya mencionamos, o a su disponibilidad a aceptar me­nores salarios y, por lo tanto, puede ser que los contraten antes que a otros grupos; tam­ bién podría deberse a la reducción de la diáspora mexicana a partir de la Gran Recesión, que también ya mencionamos, mientras que quienes ganaban más per­ manecieron en la Unión Americana y se marcharon aquellos que ganaban menos. Esta última explicación podría aplicarse a los que residen ilegalmente en el país,

32 George J. Borjas, Immigration Economics, Cambridge, Harvard University Press, 2014.

130 La importancia de la diáspora mexicana y su repercusión económica en Estados Unidos

Cuadro 3. Cociente de salarios de trabajadores de tiempo completo entre población total por grupo

Tiempo completo 2005 2010 2015 (porcentaje) (porcentaje) (porcentaje) Blanco 109.0 109.4 110.6 Negro 76.3 77.6 74.5 Asiático 112.8 115.2 121.2 Otros 84.9 89.0 90.5 MX-HSP 75.0 74.7 71.5 OT-HSP 77.5 76.7 76.8 MX-CIUD 69.6 69.5 72.2 MX- NCIUD 48.7 48.0 49.8 Fuente: Elaboración propia con datos de American Community Survey: 2005, 2010 y 2015. pero no explicaría lo que sucede con aquellos que cuentan con una situación lega­ lizada. Sin importar cuál sea la razón de estos resultados, es posible que sean corro­ borados por los hallazgos de un estudio del Pew Research Center,33 que afirma que los latinos sienten mayor confianza sobre sus finanzas personales. Por último, en el cuadro 3, el porcentaje de salarios de un grupo se dividió entre el porcentaje de la población que pertenece a ese grupo. Un cociente de cien por ciento representa una situación en la cual el porcentaje de salarios obtenido por ese grupo es igual a su proporción en términos poblacionales. Claramente, si el índice fuera mayor de cien, entonces la proporción de sus salarios sería mayor que el porcentaje de la población que representan, y lo opuesto sucedería si fuera menor que cien. En el cuadro 3 queda claro que blancos y asiáticos tienen más ingresos de los que les corresponden como población pero, mientras que para los blancos esa proporción no ha cambiado gran cosa desde antes de la Gran Recesión, para los asiáticos hubo una ganancia sustancial en la proporción de sus salarios comparados con el porcentaje de la población que representan. El cuadro 3 también muestra que los hispanos de origen mexicano han visto disminuir el porcentaje de sus salarios en comparación con su proporción poblacional. Por último, resulta inte­ resante notar que el cociente de la diáspora mexicana sin condición legal ha per­

33 Mark Hugo López, Rich Morin y Jens Manuel Krogstad, Latinos Increasingly Confident in Personal Finances, See Better Economic Times Ahead, Washington, D.C., Pew Research Center, 2016.

131 David J. Molina manecido casi sin variación, aunque en el cuadro 2 se vio que sus salarios se incrementaron en 3.3 por ciento. Esto podría confirmar que hubo una reducción en esta población, por lo cual el cociente permaneció igual incluso cuando los salarios subieron. En conclusión, la diáspora mexicana, sin importar su situación legal en Estados Unidos, lentamente se ha entretejido con la economía del país. Los datos presen­ tados en este artículo muestran que, en términos de producción, compra de bienes de consumo e impuestos, la diáspora mexicana es parte integral de la economía estadounidense. Dado el efecto negativo de expulsar de este país a la diáspora mexicana no autorizada, uno debe cuestionar que se discuta su expulsión y la construcción de un muro para impedir que entre. Párrafos arriba afirmamos que una visión etnocéntrica de la dispersión geográfica de la diáspora mexicana alte­ raría la cultura de Estados Unidos, si bien los economistas piensan que ésta sería una forma de equilibrar los mercados laborales. Quizá la aprehensión (o el temor) sobre la amplitud geográfica de la diáspora mexicana provenga de que, en regio­ nes que no manejan formalmente esta diáspora, los ciudadanos estadounidenses tienen que convertirse en aquellos milusos fronterizos de los que habla Óscar Martínez. El choque de culturas se traslada a zonas que en décadas anteriores no tenían que lidiar con algo así, como Montana, Idaho, Kentucky, las Carolinas, Georgia, Oregon y Washington. No debemos sorprendernos de que la mayoría de las encuestas revelen que los habitantes fronterizos se oponen al muro, mientras que lo apoyan los que viven lejos de la frontera. Quizá sea momento para que todos los estadounidenses aprendan a ser milusos fronterizos.

132 Comunidades de origen mexicano y otros latinos Enfrentar y combatir la creciente hostilidad en el sistema político estadounidense

John A. García*

Si bien se podrían caracterizar los años finales del último milenio por la expansión del capital y la influencia política de los latinos en el sistema político de Estados Unidos, los acontecimientos recientes —polarización de los partidos políticos, más profunda separación de las líneas ideológicas que afectan tanto a los partidos polí­ ticos como a sus políticos, y la reciente elección de Donald Trump— han puesto en aprietos a esas comunidades debido a políticas hostiles y actitudes sociales y morales más conservadoras, que se oponen a los migrantes y a las minorías.1 Este artículo expone y analiza estos acontecimientos, conforme los latinos buscan in­ crementar su acción e influencia sobre las políticas y un nivel de representación que refleje sus intereses y situaciones. Para ello, se abordan cinco áreas de discusión: 1) un breve panorama del ambiente político contemporáneo y el estado de ánimo de la nación respecto a las tendencias correspondientes; 2) una caracterización de las preocupaciones de los latinos con relación a las políticas públicas y a los obje­ tivos y principios subyacentes;2 3) la naturaleza cambiante de los partidos políticos estadounidenses (ideológicamente, posiciones en cuanto a las po­líticas públicas, intensidad y polarización); 4) un examen más profundo de tres importantes asun­ tos que afectan a los latinos: inmigración, reforma al sistema de salud, y derecho al voto y las prácticas relacionadas con la emisión de éste y, por último, 5) cómo los latinos buscan el cambio político y la efectividad y los retos que enfrentan en el presente y deberán resolver en el futuro cercano.

* Doctor en gobierno por la Florida State University. Profesor e investigador emérito del Institute for Social Research de la Universidad de Michigan y de la School of Government and Public Policy de la Universidad de Arizona. Traducción del inglés de Mauricio Sanders. 1 J.A. García, “The Race Project: Researching Race in the Social Sciences Researchers, Measures, and Scope of Studies”, Journal of Race, Ethnicity and Politics, vol. 2, núm. 2, 2017, pp. 300-346. 2 J.A. García, Latinos Politics in America: Community of Interests and Culture, Lanham, Rowman and Littlefield, 2016.

133 John A. García

Si bien el artículo se concentra en los latinos del nuevo milenio, los avances y retos de los últimos años del último siglo son muy útiles para poner en contexto esta discusión. En particular, durante las décadas de 1980 y 1990 se prestó gran atención a la tasa de crecimiento de los latinos y a la manera en que cambiaba el panorama de Estados Unidos.3 Algunos efectos discernibles se reflejaron en los mayores asentamientos de latinos en el sur, el Midwest y el estado de Nueva York, la revitalización de pequeñas comunidades rurales y ciudades senectas, el surgi­ miento de nuevos emprendimientos y el crecimiento del número de estudiantes de minorías étnicas. Los latinos, que dominan el flujo de inmigración a Estados Unidos, contribuyeron con casi la mitad del crecimiento del país en los últimos años del milenio pasado, y eso se reflejó en su proporción en el electorado estado­ unidense y en su repercusión económica como consumidores.4 La proporción de representantes políticos latinos, especialmente en el nivel nacional, creció seis veces (N = 5) desde la década de 1960, para llegar a 30 en la Cámara de Repre­ sentantes y tres en el Senado; se han obtenido ganancias semejantes en los ámbi­ tos estatal y local, aunque más en ciertos estados (California, Florida) que en otros.5 En el terreno de las políticas y la opinión públicas, el cuadro ha sido más va­ riado. Mientras que una comunidad latina que crece rápidamente está en primer plano, ha habido algunas reacciones escépticas y negativas. El concepto de “quién” es estadounidense y qué significa serlo ha prevalecido en el discurso nacional. Como resultado, se considera que las personas que no hablan inglés, que no son judeo-cristianas y que tienen la piel más morena no son estadounidenses.6 Muchas áreas de las políticas públicas se han estructurado por temas como el aborto, la orientación sexual, la protección de los valores cristianos, los controles a la posesión de armas, el calentamiento global, la protección del medio ambiente, la cobertu­ ra del sistema de salud y el acceso a programas de bienestar social, los cuales in­ volucran la moral y los valores. Debido al efecto de las políticas públicas sobre sus comunidades, los latinos se han involucrado en muchas de estas áreas, aunque a veces se les ha considerado como la raíz de estos “problemas”. Podríamos caracterizar a los latinos y el sistema político estadounidense como uno en el cual las comunidades de latinos han buscado mayor poder e influencia

3 L. García Bedolla, Latino Politics, Cambridge, Polity, 2014; J.A. García, Latinos Politics…, op. cit. 4 J. Krogstad, M. López, G. López, J. Passel y E. Patten, “Millennials Makeup About Half of Latino Eligible Voters in 2016”, Washington, D.C., Pew Hispanic Research Center, 2016. 5 J.A. García, Latinos Politics…, op. cit. 6 J. Krogstad et al., op. cit.

134 Comunidades de origen mexicano y otros latinos políticos, igualdad de derechos y garantías, y la aceptación como socios igualita­ rios por parte de la sociedad estadounidense y su sistema político.7 Los retos siguen apareciendo, pues se necesitan organizaciones y liderazgo más efectivos, mayores recursos colectivos, sobreponerse al acceso y respuesta limitada de los partidos e instituciones políticos, así como lograr más participación política por parte de un mayor número de latinos. Con esta brevísima exposición de la última parte del último milenio, seguimos adelante con las cinco secciones que conforman el presente artículo.

El nuevo milenio: Un clima político más volátil e intenso y sus efectos sobre los latinos Si bien algunas de las ganancias y retos subyacentes en las últimas décadas se extendieron hasta el nuevo milenio, el ambiente político estadounidense se pue­ de caracterizar por una mayor polarización entre los diferentes grupos de Estados Unidos, creencias firmes y profundamente arraigadas que dictan la dirección de las políticas, una política partidista más ideologizada y hostil, y el fortalecimien­ to de las posturas antimigratorias y aislacionistas en el país.8 Aunque estos desa­ rrollos se originaron en el milenio anterior, las elecciones presidenciales de 2016 y la victoria de Donald Trump sirvieron para agrandar estas divisiones y, por ende, la dirección de las políticas públicas y el blanco de las políticas punitivas. Los temas de la política de Trump que han estado en el centro de sus acciones de gobierno son: Estados Unidos primero, proteccionismo comercial, fortalecimien­ to de los controles fronterizos —con un muro que se extenderá a lo largo de la frontera sur de Estados Unidos— y límites a los refugiados e inmigrantes con base en su afiliación religiosa o su origen en países designados como “terroristas”, re­ ducir la importancia de la reunificación familiar como base para ser admitido en Estados Unidos, la derogación de la Ley de Salud Asequible (Affordable Care Act, también conocida como Obama Care),9 el incremento en el gasto militar, la re­ ducción de los programas de “prestaciones” sociales, y la ejecución de políticas públicas con base en perspectivas morales y religiosas.10

7 S. Manzano, Economic and Health Care Priorities among Latino Voters, Seattle, Latino Decisions, 2016. 8 C. Doherty, J. Kiley y B. Johnson, “The Partisan Divide on Political Values Grow Even Wider”, Washing­ ton D.C., Pew Research Center, 2017. 9 G.R. Sánchez, S. Sánchez-Youngman, A.S. Goodin, A. Rousse y R. Santos, “Explaining Public Support (or Lack Thereof) for Extending Health Coverage to Undocumented Immigrants”, Journal of Health Care for the Poor and Underserved, vol. 22, núm. 2, 2011, pp. 683-699. 10 J.A. García, “The Race Project…”, op. cit.

135 John A. García

En esta sección se examinarán con mayor detalle las preocupaciones de los latinos en materia de políticas públicas, aunque el tema de la migración ha ad­ quirido mayor relevancia para éstos. En la campaña presidencial de 2016, el en­ tonces candidato Trump describió a los migrantes mexicanos que llegaban a Estados Unidos principalmente como criminales, violadores, lo peor de México, y hablaba de construir una “pared muy bonita y muy grandota” pagada por el gobierno de México, pues era la manera más efectiva para detener la inmigración de indocumentados. El presidente Trump también dirigió la atención hacia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlcan), el cual, para que si­ guiera obligando a Estados Unidos, tendría que renegociarse, pues México y Canadá estaban beneficiándose desproporcionadamente a costa de los intereses de Estados Unidos.11 Mientras tanto, los latinos buscaban una reforma migratoria integral —ruta a la ciudadanía, normalización de los miembros indocumentados de las comunida­ des, continuidad de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (daca, por sus siglas en inglés) y Acción Diferida para los Padres (dapa, por sus siglas en inglés), despenalizar la migración ilegal, así como derechos y garantías de los mi­ grantes, en especial ante la policía y los procesos judiciales de acuerdo con la ley—, pero el clima político actual ha levantado una mayor oposición y políticas punitivas que se dirigen especialmente a los latinos.12 La polarización entre el populacho estadounidense ha aumentado en este nuevo milenio, al grado de que hay menos tolerancia hacia las diferencias de opinión y perspectiva, las cuales de­ finen con quien se debe socializar.13 En otra sección de este artículo examinaremos las implicaciones partidistas de esta polarización. Además de la inmigración, la gama de prioridades de los latinos comprende las áreas de políticas de salud, edu­ cación, programas de bienestar social y participación, medio ambiente y cambio climático, así como la economía. Mientras que otros estadounidenses comparten la preocupación por estos temas de política, para la comunidad latina las preferen­ cias y “soluciones” difieren respecto a otros grupos de la política estadounidense.14 Un parteaguas importante para el nuevo milenio fue la elección presidencial de 2016. Una apretada competencia entre los candidatos republicanos terminó

11 Idem. 12 J. Krogstad, “Top Issues for Latinos? Hint, It’s not Immigration”, Washington, D.C., Pew Hispanic Re­ search Center, 2104. 13 C. Doherty, J. Kiley, A. Dyson y B. Johnson, “The Parties on the Eve of the 2016 Election: Two Coalitions Moving Apart”, Washington, D.C., Pew Research Center, 2016. 14 S. Manzano, op.cit.

136 Comunidades de origen mexicano y otros latinos con la nominación de Donald Trump. El presidente Trump, que se describe a sí mismo como “populista”, fija su atención en “hacer grande a EstadosU nidos de nuevo” y “poner a Estados Unidos en primer lugar”. El tema para los latinos era “si encajaban en la narrativa estadounidense” o eran forasteros y posibles detrac­ tores del “tejido” estadounidense. La cuestión de quienes son los “verdaderos es­ tadounidenses” coloca a los latinos, junto con los musulmanes, los nativos de Oriente Medio y otros “extranjeros”, en la posición de estadounidenses sospe­ chosos. Latinos e inmigrantes son el blanco de las posturas políticas y la retórica del presidente.15 Como ya se mencionó, durante su campaña presentó el plan de construir un “muro muy grande y muy bonito” a lo largo de la frontera sur de Estados Unidos como la manera más efectiva para detener el flujo de migrantes indocumentados y proteger el país contra el ingreso de terroristas. De nuevo, el presidente Trump identificó a los mexicanos como la mayor fuente de migración ilegal, compuesta casi en su totalidad por criminales, violadores, degenerados y lo peor que podía salir de México. Además, el gobierno de México iba a pagar por el muro, cuyo costo se estimaba en miles de millones de dólares. Afirmaciones como éstas sirvieron para activar una base orientada hacia el nativismo y menos positiva hacia personas de origen latino, africano o extranjero.16 La postura de Trump, quien prometió echar atrás la Ley de Salud Asequible (aca, por sus siglas en inglés) preocupó a los latinos, quienes temían que con el nuevo sistema de salud tendrían acceso limitado y servicios de salud de calidad menos que buena. Aunque la gran mayoría de los latinos no apoyó la candidatura ni la elección de Trump, y sentía mucha más afinidad hacia las posiciones políticas de Hillary Clinton, también hubo aquellos que, si bien estaban muy reacios a votar por Trump, no necesariamente apoyaban a Clinton.17 El presidente Trump, su gobierno y su base de seguidores tenían pocos aliados en común con los latinos, y carecían de alguien que hiciera proselitismo a su favor, por lo cual la estrecha victoria los coloca en posiciones contrarias en muchos as­ pectos de políticas públicas. En esta elección votó un número sin precedentes de latinos y, de acuerdo con encuestas de salida de Latino Decisions, cuatro de cada cinco votantes latinos votaron por Hillary Clinton. En Florida, Trump tuvo el

15 J. García, “Navigating through Turbulence and Troublesome Times: Latinos, Election 2016, Partisan Politics and Salient Public Policies”, en William J. Crotty (ed.), Winning the Presidency, Nueva York, Rout­ ledge, 2016. 16 M. López y M. Rohal, “Latinos and the New Trump Administration”, Washington, D.C., Pew Hispanic Research Center, 2017. 17 Latino Decisions, “2016 Latino Election Analysis”, Seattle, Latino Decisions, 2016.

137 John A. García mayor rango de apoyo entre los latinos (31%) pero en promedio alcanzó 18 por ciento en todo el país. Cuando se preguntó a los latinos cuál había sido su princi­ pal razón para votar, alrededor de 44 por ciento indicó que fue ir en contra de Donald Trump. Esta motivación fue más alta entre las latinas y los millennials, mientras que fue menor entre latinos que habían cursado como mucho la prepa­ ratoria. Después de la toma de posesión de Donald Trump, los latinos comenzaron a expresar preocupaciones respecto a la manera en que los estadounidenses percibían su acomodo en el país. Poco más de dos quintas partes (41%) mostró seria pre­ ocupación acerca de las percepciones sobre su grado de ajuste, y esta cifra fue mayor entre quienes no tienen la ciudadanía (55%) y los “extranjeros” con resi­ dencia permanente (49%).18 En el verano de 2017, el Instituto de Políticas para Latinos realizó una encuesta entre activistas latinos y encontró que más de 80 por ciento desaprueba enérgicamente la presidencia de Donald Trump. Los activistas puertorriqueños estuvieron en primer lugar, con 89.9 por ciento, seguidos de los mexicanos, con 83 por ciento.19 El gobierno de Trump ha realizado esfuerzos para aumentar las políticas punitivas en el tema migratorio y echar atrás la aca. En este último caso, acciones ejecutivas, como aumentar el número de elementos de la patrulla fronteriza y redoblar la vigilancia de sitios como escuelas, tribunales y oficinas de servicios sociales ha incrementado el temor y la preocupación, en es­ pecial entre personas y hogares en situación de ilegalidad. Mientras que la retórica pública ha presentado el reforzamiento de tales me­ didas como un intenso esfuerzo para lograr el arresto de personas con anteceden­ tes penales y criminales, los grupos defensores de latinos han informado de muchos residentes legales, con largo tiempo de vivir en el país, que han quedado atrapados por las acciones del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ice). Para quienes quedan bajo custodia, se ha convertido en norma que los presenten en una audiencia para la deportación formal, y como consecuencia las penas son mayores en caso de un intento de ingreso subsecuente (se alargan las penas de prisión). Ciudades como Los Ángeles, San Francisco, Austin, Nueva York y Tuc­ son se han declarado como ciudades santuario, lo cual ha limitado el grado de cooperación local con el personal del ice, pues extienden documentos de investi­

18 Latino Decisions, “National Latino Survey”, Seattle, Latino Decisions, 2017. 19 A. Falcón, “National Latino Opinion Leaders Survey: Latino Leaders on Trump, The Democrats, Latino Leadership and Some Issues”, The NiLP Report, 12 de julio de 2017.

138 Comunidades de origen mexicano y otros latinos gación como pan caliente y se rehúsan a interrogar acerca de la condición migra­ toria. En septiembre de 2017, el presidente Trump decidió descontinuar el programa daca, que afecta directamente a más de cien mil “soñadores” registra­ dos. Sin la protección de daca, estas personas se encuentran vulnerables ante acciones de deportación. Aún se realizan esfuerzos para asegurar los fondos nece­ sarios para el muro fronterizo, y los desarrolladores de diseños y prototipos ya han firmado contrato. Como ilustra este panorama, el ambiente político estadounidense puede ca­ racterizarse por su creciente polarización a lo largo de líneas ideológicas y étnicas o raciales. Esto es, la orientación conservadora ha puesto mayor énfasis en la mo­ ral “tradicional” y los valores religiosos, que se han traducido en políticas que restringen los derechos reproductivos y el reconocimiento y la protección de la orientación sexual, un escepticismo casi anticientífico cuando una idea entra en conflicto con las creencias religiosas y un proteccionismo económico de índole pronativista.20 El comienzo de la presidencia de Trump parece haber dotado de energía a un segmento de la sociedad estadounidense más proclive a expresar abiertamente tales sentimientos, y a ejercer políticas que castigan directamente a quienes parecen quedar fuera de ciertos límites ideológicos. En el caso de los latinos, su condición de “minoría” y su caracterización como una comunidad migrante los ha puesto a la defensiva.21 El apoyo y la defensa de una reforma integral, mayor acceso a servicios de salud, protección del medio ambiente y contra el cambio climático, y mayor participación gubernamental en programas de bienestar social, posicionan a los latinos en las “coyunturas” de las guerras cultu­ rales estadounidenses y el ímpetu que busca “hacer a Estados Unidos grande otra vez”. Si bien el desarrollo político de los latinos ha progresado hacia una mayor participación política, una agenda política más discernible y representación política a todos los niveles, el paso ha sido firme pero moderado.22 Ahora el reto se ha trans­ formado en cómo operar en un clima políticamente cargado con frentes de batalla intensamente definidos, manteniendo el impulso expansivo del capital político. En la siguiente sección se esbozan de manera sistemática las áreas de las políticas públi­ cas que son relevantes para los latinos y la oposición que deben enfrentar.

20 C. Doherty, J. Kiley y B. Johnson, “A Divided and Pessimistic Electorate”, Washington, D.C., Pew Re­ search Center, 2016; C. Doherty, J. Kiley y B. Johnson, “Strong Partisan Division in Views of National Institutions”, Washington, D.C., Pew Research Center, 2017. 21 M. López y M. Rohal, op. cit. 22 J. García, Latinos Politics, op. cit.

139 John A. García

¿Cuáles son las preocupaciones y preferencias de los latinos en materia de políticas públicas? Al comienzo de esta discusión proporcionamos un panorama de los latinos en el sistema político estadounidense, tanto durante los últimos años del siglo pasado como en el presente, que deja ver sus importantes logros y los retos que persis­ tentemente enfrentan. A continuación conectaremos las diversas comunidades latinas —mexicanos, puertorriqueños, dominicanos, salvadoreños— con sus prioridades y preferencias políticas. Al identificar las áreas de políticas públicas de mayor importancia, se representa la consolidación y la comprensión común de temas clave para estas comunidades. Así, las organizaciones y el liderazgo desem­ peñan un papel fundamental al articular, priorizar y canalizar a las comunidades latinas hacia metas y acciones específicas en materia de políticas públicas. Además, la mayor participación de los latinos en el proceso político de Estados Unidos puede presionar e influir sobre las acciones gubernamentales y sobre los alcances del discurso político. Cuando los latinos expresan sus preocupaciones y preferen­ cias políticas, también podemos observar cómo se reflejan los intereses de grupo de los demás estadounidenses. El Pew Hispanic Research Center ha concentrado sus investigaciones y sus encuestas en caracterizar y explorar las condiciones, los intereses y las preocupa­ ciones de los latinos en los años inmediatamente anteriores al nuevo milenio. En una encuesta de 2016,23 realizada por Pew, los latinos respondieron cuáles eran los principales temas para sus comunidades. En los primeros seis lugares se ubi­ caron educación (83%), economía (80%), salud (78%), terrorismo (73%), inmi­ gración (70%) y maltrato o discriminación (69%). En comparación con otros grupos, se reflejan temas semejantes, quizá en distinto orden de importancia.N o obstante, no sólo se trata de identificar los temas cruciales, sino también de de­ terminar las preferencias en términos de políticas públicas. La educación ha sido el asunto más importante para los latinos en los últimos sesenta años (desde que las encuestas se utilizan con mayor frecuencia). Las pre­ ocupaciones subyacentes han sido el acceso a la educación —segregación y sepa­ ración en el aula—, el financiamiento y las bases de recursos para fondear la educación, la calidad educativa —planes de estudio disponibles, instructores de calidad, representación entre el personal educativo, instalaciones e igualación de ingresos para las escuelas—, así como conciencia y sensibilidad cultural —en

23 M. López y M. Rohal, op. cit.

140 Comunidades de origen mexicano y otros latinos especial en cuanto al desarrollo de planes de estudio y comunicación con los padres de familia.24 Entre las preferencias de políticas públicas se cuenta la incorporación de planes de estudio bilingües y biculturales con maestros y personal administrativo debi­ damente preparado, igualación financiera de los distritos escolares en cada estado, involucramiento de padres y maestros en las decisiones sobre la escuela, ayuda federal a las escuelas y acciones afirmativas en la educación superior. Histórica­ mente, los latinos han experimentado menores tasas de preparatoria terminada, mayores tasas de deserción, más expulsiones y otras medidas disciplinarias en la escuela, y deben asistir a escuelas con mucha segregación; estos patrones, si bien muestran alguna mejoría, todavía se encuentran rezagados respecto a otros grupos. En tiempos más recientes, los latinos no han apoyado vigorosamente el movi­ miento a favor de escoger escuela y la opción de extender los vales escolares más allá de las escuelas públicas.25 Estados Unidos sufrió una grave recesión en 2007 y se ha recuperado lenta­ mente, así que el tema de mejorar la economía ha sido prioritario para todos los estadounidenses y todos los funcionarios públicos. Sin embargo, el énfasis sobre importantes aspectos de la economía varía según los diversos grupos. Para los latinos, los principales temas son la protección contra la discriminación y el abu­ so laboral, elevar los salarios, permitir y proteger las actividades sindicales, pro­ gramas de adiestramiento laboral, programas de desarrollo económico en ciudades del interior y zonas rurales, y protección y derechos del consumidor, en particular frente a acreedores usureros y prácticas comerciales injustas.26 Las propuestas para proporcionar exenciones fiscales adicionales a empresas y a las porciones superio­ res de la sociedad, de subsidiar industrias en declive como el carbón y los com­ bustibles fósiles, y políticas económicas de “escurrimiento” no han recibido el apoyo generalizado de los latinos. Para los latinos, otra gran preocupación econó­ mica, que también se intersecta con el dominio de las políticas migratorias, es la protección y el acceso de trabajadores migrantes a los sectores agropecuario, de procesamiento de alimentos, de hotelería y restaurantes, y de servicios domésticos. A partir de 2016 ha sido más notorio el aumento de un conjunto de políticas que criminalizan a los trabajadores migrantes, así como una mayor militarización de

24 R.E. Zambrana y S. Hurtado (eds.), The Magic Key: The Educational Journey of Mexican Americans from K-12 to College and Beyond, Austin, University of Texas Press, 2015. 25 Idem. 26 S. Manzano, op. cit.

141 John A. García la frontera, y mayor agresividad al momento de hacer cumplir las leyes federales en barrios de migrantes (en especial si son latinos), al mismo tiempo que la retó­ rica nativista inunda más y más el paisaje estadounidense. Como resultado, los latinos se ponen a la defensiva, pues se les caracteriza como la fuente del alza en el crimen y la causa de la disminución de la calidad de los programas educativos, como aquellos que le quitan el trabajo a los estadounidenses y exprimen el siste­ ma de bienestar social, desviándose del sistema de valores de Estados Unidos. Así pues, conforme más se manifiesta la hostilidad de las políticas punitivas y del clima de la opinión pública, los latinos ponen cada vez más en el centro de su atención el dominio de las políticas migratorias. Más adelante se examinarán con detalle las preferencias sobre políticas migratorias. Otra extensa área que preocupa a los latinos está relacionada con el tema de abusos, derechos y garantías.27 Asuntos como la discriminación en el trabajo, el comercio y los servicios, los barrios y los agentes de la ley (tanto locales como del ice), siguen siendo áreas de experiencia común que preocupan seriamente. Una encuesta de Latino Decisions28 preguntó a los latinos cuáles eran sus prioridades al perseguir el sueño americano. Si bien sólo la mitad indicó que deseaba poseer casa propia y cerca de dos terceras partes que quería poner un negocio, lo que más señalaron es que, para ellos, los elementos principales del sueño americano se re­ ducen a dos deseos: uno es que puedan proporcionar a sus hijos oportunidades para el futuro (95%) y que se les trate con justicia, con respeto y se acaben las conduc­ tas discriminatorias (85%). Sus principales aspiraciones eran que se les incluyera en la sociedad estadounidense como miembros plenos con igual participación, que se les aceptara por ser quienes son y por lo que han aportado al país —cultu­ ra, valores y su compromiso con los valores estadounidenses subyacentes—. Al desarrollar estos tres dominios fundamentales de las políticas públicas —inmi­ gración, salud y derechos electorales— y, más en específico, las preferencias en cuanto a políticas públicas, se habrá analizado el contexto político y desarrollado estrategias para el cambio. En este sentido, a continuación se examina la arena de los partidos políticos y la política partidista, en la cual transcurre buena parte de la dinámica de las po­ líticas públicas. Además de reconocer el desarrollo de los acontecimientos en el

27 J.A. García, G.R. Sánchez, S. Sánchez-Youngman, E.D. Vargas y V.D. Ybarra, “Race As Lived Experience: The Impact of Multi-Dimensional Measures of Race/Ethnicity on the Self-Reported Health Status of Lati­ nos”, DuBois Review, vol. 12, núm. 2, 2015, pp. 349-373. 28 Latino Decisions, “Latinos and Economics Poll”, Seattle, Latino Decisions, 2014.

142 Comunidades de origen mexicano y otros latinos ambiente político estadounidense, con su aguda polarización y abiertas hostilida­ des, las posiciones adoptadas por los partidos políticos son cruciales para com­ prender el mundo político de los latinos en la actualidad, así como los retos que enfrentan. Los partidos políticos sirven como el vehículo para las expresiones y agendas de las políticas públicas y para seleccionar a los representantes políticos.

Los partidos políticos contemporáneos, competencia interna, polarización y dominios de políticas públicas específicamente definidos Hasta el momento, la presente discusión se ha concentrado en la evolución de la participación política de los latinos en el siglo xxi. Conforme se transforma el ambiente político (un mundo más intensamente polarizado a lo largo de líneas ideológicas), los principales partidos políticos sufren divisiones que asimismo se agravan. Tradicionalmente, los latinos se alineaban con el Partido Demócrata, aunque con menos entusiasmo que otros demócratas. En este siglo, la afiliación de los latinos al Partido Demócrata ha variado desde un mínimo de 49 por cien­ to en 2006 hasta un máximo de 70 por ciento.29 En cambio, la afiliación al Par­ tido Republicano ha variado entre un mínimo de 20 por ciento en 2012 y un máximo de 28 por ciento en 2004. El resto de los latinos entró en las categorías de independientes o sin afiliación. En tiempos recientes, las afiliaciones partidis­ tas se han incrementado lenta pero firmemente para los demócratas, mientras que disminuyen para los republicanos. Entre los principales factores que contribuyen al cambio en estos patrones están las posturas y la retórica que, en materia de políticas públicas, adoptan los líderes y las plataformas de los partidos. Tal ha sido el caso con el Partido Repu­ blicano, en términos de sus posiciones y prioridades en migración e inmigrantes ilegales. Estas acciones, junto con el desmantelamiento de “Obamacare”, el des­ conocimiento del cambio climático y los controles ambientales, la reducción y la eliminación de programas de bienestar social, las orientaciones marcadamente nativistas, así como el debilitamiento de iniciativas para la acción afirmativa, han provocado la división en los partidos y las políticas. Una encuesta del Pew Research Center preguntó a los latinos cuál de los dos partidos mostraba mayor interés por los latinos y sus preocupaciones. En la primera década del siglo xxi, los latinos vieron que el Partido Demócrata mostraba mayor interés por los latinos, en un

29 M. López, A. González-Barrera, J. Krogstad, G. López, “Democrats Maintain Edge as Party ‘More Concer­ ned’ for Latinos but Views Similar to 2012”, Washington, D.C., Pew Hispanic Research Center, 2016.

143 John A. García rango que iba de 45 por ciento en 2006 a 61 por ciento en 2012; en contraste con el Partido Republicano, con rangos de 6 por ciento en 2008 a 11 por ciento en 2010.30 Claramente, el Partido Republicano (desde hace mucho tiempo) tiene mayor afinidad con los latinos, pero la segunda respuesta más frecuente revela que los latinos sienten que hay poca o ninguna diferencia entre los dos principales partidos políticos.31 En 2012, el Comité Nacional Republicano creó una comisión para explorar cómo el partido podía ensanchar su base, en especial entre comunidades minori­ tarias.32 El informe proporcionaba estrategias específicas y esfuerzos especiales para influir más en los grupos minoritarios. Se enfatizó a los latinos como un grupo potencialmente receptivo, con base en supuestos sobre sus valores y orientaciones tradicionales y la importancia de sus creencias religiosas. A pesar del informe presentado por este grupo, el Partido Republicano persistió en una retórica que polariza y con objetivos de política pública que son incongruentes (respecto a los intereses de los latinos). En 2016, otra encuesta de Pew Research pidió a los lati­ nos que describieran al Partido Republicano. Los resultados indicaron que 45 por ciento consideraba que este partido era hostil respecto a los latinos y 39 por cien­ to indicó que al partido no le importaban las latinos. Irónicamente, en septiembre un huracán azotó el Caribe, especialmente a Puerto Rico, y la respuesta del go­ bierno de Trump, así como los tuits del presidente, reforzaron esta percepción negativa. El cisma entre los latinos y el Partido Republicano se acentuó con la presiden­ cia de Trump. Como ya se mencionó, durante la campaña, su retórica empleó términos muy negativos y hostiles hacia los latinos, los mexicanos, los migrantes y los extranjeros. En 2016 y 2017, una encuesta de Latino Decisions preguntó a los latinos si su opinión de Trump era favorable o desfavorable. A la categoría muy desfavorable, 68 por ciento contestó afirmativamente, mientras que 12 por cien­ to indicó una opinión algo desfavorable del presidente Trump. Sus acciones más recientes fueron echar atrás la aca, terminar con la daca, aumentar el “emplaza­ miento” del ice en comunidades y espacios que antes eran seguros (edificios pú­ blicos, escuelas, hospitales, etc.) e incrementar las audiencias de deportación para migrantes sin vínculos criminales (muchos residentes bien establecidos, dueños de negocios, aquellos que se presentan regularmente ante el ice); el conjunto de

30 Idem. 31 Idem. 32 Republican National Committee, “Growth and Opportunity Project”, Washington, D.C., rnc, 2013.

144 Comunidades de origen mexicano y otros latinos estas acciones sirvió para aumentar el descontento de una amplia proporción de latinos respecto al presidente Trump y el Partido Republicano. Si bien el Partido Demócrata ha gozado de mayor afiliación y mejores opinio­ nes por parte de los latinos, el tema sigue siendo la respuesta que reciben las prioridades de los latinos, así como el acceso y una mayor participación en el li­ derazgo del partido y la toma de decisiones.33 En la primavera de 2017, el Comi­ té Nacional Demócrata eligió a Tom Pérez (ex secretario del Trabajo con el presidente Obama) como presidente del partido. Poco después, una encuesta sobre liderazgo del Instituto Nacional de Políticas para Latinos34 preguntó a los latinos si este nombramiento representaba alguna mejoría en cuanto a la respuesta del partido hacia los latinos. Casi una tercera parte manifestó que aumentaba su op­ timismo respecto a la capacidad de responder del Partido Demócrata, mientras que 39 por ciento no estaba seguro de que fueran a ocurrir cambios significativos. Al mismo tiempo, en una encuesta de Latino Decisions,35 los latinos indicaron que el Partido Demócrata tenía mayor visión y congruencia que el Partido Repu­ blicano respecto a las preferencias de políticas de los latinos, en áreas como forta­ lecer la economía (33-18%), mejorar el mercado laboral (38-14%), mejorar las relaciones con Medio Oriente (25.20%) y proteger el medio ambiente (37-6%). Claramente, el Partido Demócrata sigue siendo el partido preferido de los latinos y el Partido Republicano se debilita como alternativa. Sin embargo, como ya se sugirió en esta sección, hay escepticismo en torno a la capacidad del Partido Demócrata para defender con firmeza la participación de los latinos en los comités centrales, donde se toman las decisiones. En un sistema básicamente bipartidista, ¿cómo ven los latinos otras opciones partidistas? ¿Se sienten atraídos por los políticos independientes? Históricamente, a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980, chicanos y méxico-americanos funda­ ron el partido La Raza Unida. Si bien tuvieron algunos éxitos locales en comuni­ dades con alta concentración de latinos, con el paso del tiempo el partido dejó de ser una opción real como tercer partido. Una encuesta del Pew Research Center de 2016 preguntó a los latinos sin preferencia partidista si se inclinarían hacia alguno de los partidos principales o seguirían describiéndose como independien­

33 M. López, A. González-Barrera y J.M. Krogstad, “Support for Democrats Falls, but Democratic Advantage Remains”, Washington, D.C., Pew Hispanic Research Center, 2014. 34 A. Falcón, op. cit. 35 Latino Decisions, “National Latino…”, op. cit.

145 John A. García tes.36 En general, 12 por ciento indicó que se sentía atraído por el Partido Repu­ blicano, mientras que 35 por ciento gravitaba hacia el Partido Demócrata. No obstante, 56 por ciento se describió a sí mismo como independiente. Este patrón varía levemente entre latinos de habla inglesa, pues 20 por ciento gravita hacia el Partido Republicano y 35 por ciento hacia el Partido Demócrata. Con estas respuestas, los latinos se encuentran en una posición desde la cual tratan de trabajar con el Partido Demócrata para efectuar cambios en las políticas, pero también son electores que deciden las votaciones cuando algún partido re­ fleja más de cerca sus preferencias políticas.U n ejemplo de este sentimiento se ve en una encuesta de Latino Decisions que pedía a los latinos que explicaran sus principales razones para apoyar a cierto candidato y votar por él. La respuesta tí­ pica fue que promoviera los intereses de la comunidad latina. Por último, hay dos desarrollos respecto al panorama político de los partidos en Estados Unidos que se relacionan con la composición de cada partido y el papel de la ideología al definir cada partido. En el primer caso, los principales grupos socioeconómicos, religiosos y étnico-raciales han llegado a asociarse más estrecha­ mente con un partido en particular. Por parte de los republicanos, se identifican más de cerca con ellos 70 por ciento de los mormones, 68 por ciento de los pro­ testantes evangélicos blancos, 55 por ciento de los sureños blancos y 54 por ciento de los varones blancos. En el caso de los demócratas, 80 por ciento de los afroamericanos, 65 por ciento de los asiático-americanos, 65 por ciento de las per­ sonas sin afiliación religiosa, 64 por ciento de las mujeres con posgrado y 56 por ciento de los latinos se cuentan entre sus seguidores. Si bien 56 por ciento de los latinos se identifica con los demócratas, sólo 26 por ciento lo hace con los repu­ blicanos, por lo cual los independientes o votantes sin afiliación política cons­ tituyen el segundo más grupo más numeroso. Esta “separación” demográfica revela diferentes posturas en cuanto a moral, prioridades, orientaciones políticas y bases electorales. El último desarrollo del sistema de partidos en Estados Unidos es el aumento de la importancia de la ideología política (liberales contra conservadores). En un sistema bipartidista, la composición y los principios subyacentes pueden medirse en elecciones que resultan atractivas para los votantes afiliados a un partido, si caen dentro del espectro lineal entre una ideología de izquierda y una de derecha.37

36 M. López, A. González-Barrera, J. Krogstad, G. López, “Democrats Maintain…”, op. cit. 37 C. Doherty, J. Kiley y B. Johnson, “Strong Partisan…”, op. cit. y de los mismos autores “The Partisan Di­ vide…”, op. cit.

146 Comunidades de origen mexicano y otros latinos

Los candidatos de cierto partido quieren recibir cuantos votos sea posible, así que para lograr este fin, lo lógico es que se muevan hacia el centro, donde se concen­ tra la mediana de los votantes en el espectro ideológico. El “teorema de la me­ diana de los votantes” es un modelo simplificado del sistema electoral por mayorías, para este modelo funcionan como supuestos fundamentales que votan­ tes y candidatos se puedan ubicar con facilidad sobre un espectro político unidi­ mensional. En realidad, los votantes pueden ser liberales en cuanto a los derechos individuales pero conservadores en cuanto a política económica y los candidatos pueden tener diferentes ideologías sobre diversos asuntos. Además, el modelo supone que sólo hay dos candidatos principales que buscan un puesto de elección popular, lo cual puede no ser el caso, como quedó en eviden­ cia en la elección del año 2000 (Bush, Gore y Nader). Si un tercer partido entra en la lid, puede ser que el centro deje de ser el punto de equilibrio, porque es impor­ tante poder localizar a los candidatos sobre el espectro político. Por ejemplo, Ralph Nader, del Partido Verde, pudo haber captado el voto de electores que de otra manera hubieran votado por Hillary Clinton o por Donald Trump, si hubie­ ran participado en esas elecciones. En todo caso, una encuesta del Pew Research Center estudió las simpatías por determinado partido en términos de posturas ideológicas. A partir de 1994, ambos partidos se han alejado del centro ideológico y ahora se ubican en los extremos del espectro; por ejemplo, 92 por ciento de los republicanos son más conservadores que la mediana de los demócratas; de manera semejante, 94 por ciento de los demócratas son más liberales que la mediana de los republicanos. El resultado neto es que los afiliados a un partido ven a los miem­ bros del otro como enemigos, por lo cual la orientación es “nosotros contra ellos”. La polarización a lo largo de líneas partidistas e ideológicas encuadra el debate político y las preferencias de políticas públicos en tonos más intensos y combativos, lo que resulta en menores oportunidades para negociar y para tener iniciativas conjuntas. En tanto que los latinos están más cerca del Partido Demócrata (en términos de preferencias políticas y como parte importante del perfil democrático del partido) y el Partido Republicano ha adoptado posturas punitivas para contra­ rrestar los intereses de los latinos, éstos son tanto defensores como blanco de las iniciativas de políticas públicas. En el dominio de las políticas migratorias hay un claro ejemplo de las iniciativas del gobierno de Trump y de los republicanos (una creciente militarización de la frontera, búsqueda y arresto de indocumentados por parte del ice, más audiencias formales de deportación, terminación del programa daca, etc.) que afectan a la comunidad latina por encima de otras.

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Aunque estos desarrollos políticos han servido para activar y movilizar a los latinos en el terreno de estas políticas, una consecuencia significativa que podría caracterizar la vida de los latinos en este nuevo siglo es la de una comunidad en estado de sitio, que avanza sola con menos aliados políticos. El resto de este texto ilustrará los intereses políticos de los latinos y las estrategias y retos que deben enfrentar.

Prioridades y preocupaciones, preferencias y retos de los latinos en materia de políticas públicas En secciones anteriores hemos procurado identificar y vincular ciertos desarrollos políticos, como el ambiente, las divisiones, la polarización de votantes y simpa­ tizantes de los partidos, así como su efecto sobre la participación política de los latinos. Se han identificado y comentado las principales prioridades en materia de políticas públicas. Esta sección ahondará en tres dominios de las políticas públicas, la reforma migratoria integral, el acceso y cobertura de los servicios de salud y los derechos electorales.38 Si bien la inmigración se encuentra entre los cinco temas más destacados para los latinos, su presencia pública y política permanece al frente en Estados Unidos. Los inmigrantes, en especial los de México y otros países de América Latina y de los países de Medio Oriente (sobre todo los de re­ ligión musulmana), han sido acusados de minar el tejido social y religioso de Estados Unidos, y de no encajar en el ambiente estadounidense. El antinativisimo está al alza y hay graves tensiones entre las comunidades de color y los segmentos mayoritarios de la sociedad. Como resultado, se ve a los latinos como la fuente de las dificultades de Estados Unidos (tasas de desempleo, crimen y violencia, la presión sobre los servicios de bienestar social, su contribución al declive de los estándares de la educación pública, y la falta de apego a los “verdaderos” valores y tradiciones estadounidenses.39 ¿Cuál ha sido la respuesta de la comunidad lati­ na en términos de sus preferencias políticas? En 2006, en cientos de ciudades, millones de latinos y otros simpatizantes de la inmigración salieron a las calles para protestar en contra de una legislación federal que haría de la migración ilegal un acto criminal: la Ley Sensenbrenner. Estas y otras protestas subsecuentes pedían que las políticas migratorias no con­ sistieran en acciones punitivas o restrictivas, sino que fueran acciones humanita­

38 M. Lópezy M. Rohal, op. cit.; Latino Decisions “National Latino…”, op. cit. 39 E.D. Vargas, G. Sánchez y M. Juárez, “The Impact of Punitive Immigrant Laws on the Health of Latinos”, Politics and Policy, vol. 45, núm. 3, 2017, pp. 312-337.

148 Comunidades de origen mexicano y otros latinos rias e integradores para cerca de once millones de residentes indocumentados. El énfasis primario de las políticas existentes se centra en aumentar la seguridad fronteriza (más kilómetros de barda fronteriza y otros instrumentos de vigilancia, más miembros de la patrulla fronteriza, fortalecimiento de la militarización de la frontera sur y más redadas por parte de las autoridades, etc.). En gran parte, los latinos son el blanco de estas acciones y se les presenta como la imagen pública de los inmigrantes indeseados. La política migratoria, otrora dominio exclusivo del gobierno federal, vio cómo gobiernos estatales y locales promulgaban medidas cada vez más restrictivas y punitivas en contra de los migrantes indocumentados. En el discurso nacional prevalecieron sentimientos como “qué no entiendes que es ilegal” y preocupaciones sobre seguridad nacional y terrorismo. El efecto de estas políticas migratorias sobre las comunidades latinos rebasó a los individuos indocumentados, pues muchos hogares viven en situación mixta (nativos, residentes legales, ciudadanos e indocumentados). En consecuencia, casi dos terceras partes de los latinos nativos conocen a alguien que es indocumentado, pues en muchos casos viven en el mismo barrio. Algunos sectores de la economía estadounidense (agricultura, construcción y proveedores de servicios) se benefician de la fuerza de trabajo indocumentada, pero la vigilancia en el lugar de trabajo se ha visto negativamente afectada. De hecho, la vida diaria de muchos latinos ha resultado perjudicada directamente por un ambiente cada vez más desfavorable a la migración. Una encuesta del Pew Research Center40 indica que 40 por ciento de todos los latinos entrevistados sentían que el clima en su contra había empeo­ rado. Este sentimiento era más agudo entre quienes, nacidos en otro país, hablan español, en especial los indocumentados. Entre otras repercusiones de este am­ biente hostil está la menor probabilidad de que los latinos den aviso de actos criminales, renueven sus licencias de conducir, usen el transporte público, viajen en avión y hablen con funcionarios de los organismos de salud o educación.41 Con un Congreso controlado por los republicanos y un gobierno, el de Trump, cuyas políticas migratorias van directamente en contra de las preferencias políti­ cas de los latinos, gran parte de las actividades de las organizaciones de latinos se encaminan a detener las acciones punitivas (asegurar fondos para construir un muro fronterizo, dar por terminado el programa daca, aumentar las redadas que hace el ice en contra de personas indocumentadas que no encajan en el perfil de

40 M. López, A. González-Barrera, J. Krogstad y G. López, “Democrats Maintain…”, op. cit. 41 Latino Decisions, “National Latino…”, op. cit.

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“hombres malos” ni tienen antecedentes criminales, y castigar a las ciudades santuario). Si bien el gobierno federal ha estado encargado de implementar la política migratoria, muchas ciudades y estados han aprobado leyes punitivas en contra de los indocumentados —negarles licencias y otros documentos de iden­ tidad, agresivas acciones por parte de las autoridades para arrestar migrantes in­ documentados, negativa por parte de los estados para sufragar gastos de los “soñadores”, entre otras—. En el caso de las ciudades santuario, muchas comu­ nidades locales se han declarado como santuarios para los migrantes. Esto se manifiesta en su escasa colaboración con los funcionarios delice , ofrecer materia­ les de identificación, acceso a los servicios sociales y transmitir un ambiente acogedor.42 El Departamento de Justicia de Estados Unidos ha tomado medidas para penalizar a las ciudades santuario retirando fondos federales, y estados como Texas han aprobado leyes para “castigar” financieramente a las ciudades santuario a discreción de los locales. Estas acciones colocan a los grupos que favorecen a los migrantes en una posición defensiva y reactiva, ante políticas punitivas que afec­ tan negativamente a los latinos y a otras comunidades de migrantes. Un último ejemplo es el respaldo que recientemente dio el presidente Trump a una iniciativa del Senado (raise), que reduce a la mitad el número de extranje­ ros a quienes se les otorga la residencia permanente cada año. En general, el deseo de reducir los niveles de migración altera décadas de políticas públicas, pues la decisión acerca de quién se convierte en residente legal permanente ya no se toma en razón de los vínculos familiares, sino en el valor de las habilidades laborales y los recursos económicos que aporten los solicitantes. También eliminaría la cate­ goría “diversidad” para aquellos migrantes que provienen de países con baja emigración hacia Estados Unidos y reduciría la aceptación de refugiados. Como base para la inmigración legal, la reunificación familiar ha funcionado como una ancha avenida para los latinos que pretenden que sus familiares sean admitidos en Estados Unidos. En el área de las preferencias sobre política migratoria de los latinos hay un consenso generalizado que cruza las distinciones de lugar de naci­ miento, lengua hablada, situación legal y origen racial.43 Si bien la migración definitivamente se cuenta entre las principales preocupa­ ciones de los latinos, el cuidado a la salud también se incluye en la lista. Los principales componentes de este dominio de las políticas públicas tienen que ver

42 G.R. Sánchez y J. Medeiros, “Linked Fate and Latino Attitudes Regarding Health Care Reform Policy”, Social Science Quarterly, vol. 97, núm. 3, 2016, pp. 525-539. 43 M. López y M. Rohal, op. cit.

150 Comunidades de origen mexicano y otros latinos con acceso al cuidado de la salud, cuán asequible es éste, y la calidad y la cober­ tura de estos cuidados.44 Una encuesta levantada por Latino Decisions en Nuevo México pidió a los latinos que calificaran la importancia del acceso y la asequibi­ lidad del cuidado para la salud en una escala del uno al diez, donde uno era lo más bajo y diez lo más alto; 52 por ciento respondió con diez y 12 por ciento colocó esta área en las posiciones ocho y nueve. Se ve como una política positiva el apoyo a la Ley de Cuidados Asequibles (aca u Obamacare), pues complementa el acceso a los seguros de atención médica a través de los patrones. No obstante, es posible que los latinos, aun contando con empleo, no tengan prestaciones de salud, así que la aca sirve como una vía para el cuidado a la salud. Como grupo, los latinos tienen la proporción más alta de individuos sin seguro entre los grupos étnicos y raciales. De nuevo, un Congreso controlado por el Partido Republicano y el pre­ sidente Trump han intentado echar atrás y sustituir la aca, aunque sus esfuerzos, hasta la fecha, han sido infructuosos. Para cada una de estas propuestas, según proyecciones de la Oficina de Presupuestos del Congreso, millones de participan­ tes actuales perderían su cobertura, habría un decrecimiento en los fondos fede­ rales que cubren el Medicaid y los subsidios a las primas de las compañías que venden seguros médicos, y se reduciría la ayuda a los estados. Los análisis de la Ley de Salud y Reconciliación de los republicanos estiman que 22.5 millones de personas perderían su cobertura y otros 7.3 millones quedarían fuera del mercado no grupal de salud. Además, el recorte en el gasto federal representaría 1.3 billo­ nes de dolares y 1.1 billones de dólares quedarían fuera de las compensaciones para los estados. Para los latinos, habría un incremento de individuos que no están asegurados, que con la aca es de 22 por ciento y con la propuesta republicana sería de 32 por ciento. El total de no asegurados subiría de 11 a 21 por ciento y la gente con menores ingresos también se vería afectada de manera negativa. El campo del cuidado a la salud es un buen ejemplo de las interrelaciones al interior del domi­ nio del cuidado de la salud. Para los migrantes, en especial para los indocumen­ tados, el tema de la cobertura ha sido uno de los insumos de las políticas para latinos.45 Hay mayor apoyo para la cobertura de niños indocumentados, pero este

44 G.R. Sánchez, J. Medeiros y R. Burciaga Valdez, “Tough Times, Tough Choices: The Impact of the Rising Medical Costs on the US Latino Population’s Health Care Seeking Behaviors”, Journal of Health Care for the Poor and Underserved, vol. 23, núm. 4, 2012, pp. 1383-1398. 45 G. Sánchez y S. Sánchez-Youngman, “Politics of Health Care Reform Debate: Public Support of Inclusion of Undocumented Immigrants and their Children in Reform Efforts in U.S.”, International Migration Review, vol. 47, núm. 2, 2013, pp. 442-473.

151 John A. García apoyo disminuye el de los adultos. Dado el ambiente en contra de los migrantes, hay más tensión y ansiedad entre una gran cantidad de latinos; además, el acceso y la cobertura de cuidados para la salud mental son bastante limitados. Hay apo­ yo por parte de los latinos para incluir a los migrantes en cualquier reforma del cuidado de la salud.46 De nuevo, las necesidades de los latinos, sus problemas específicos de salud y los recursos limitados hacen que el cuidado de la salud sea una cuestión fundamental. El partido que actualmente se encuentra en el poder responde menos y con menor congruencia a las preferencias de los latinos en cuanto al cuidado de la salud. Debido a la magnitud y a la naturaleza compleja de éste y la reforma de las políticas, la presente discusión sólo abordará los aspec­ tos más destacados de este tema. El último dominio en materia de políticas públicas que abordaremos tiene que ver con derechos y garantías electorales. Quizá recuerden que un aspecto del sue­ ño americano que los latinos enfatizaban era que se les tratara con respeto y jus­ ticia.47 En el ámbito legislativo, la década de 1960 vio aparecer leyes nacionales sobre derechos civiles que también incluían derechos electorales. Las comunidades minoritarias, en especial la comunidad afroamericana, experimentó políticas y prácticas, de índole formal e informal, que o bien prohibían su participación como votantes o establecían obstáculos significativos que suprimían su participación electoral. Prácticas tales como demostrar que sabían leer y escribir, la cláusula del abuelo (sólo podían votar aquellos cuyos abuelos habían votado, costumbre ori­ ginada en los tiempos en que los afroamericanos estaban considerados como es­ clavos u objetos) y la intimidación económica y física afectaron a las comunidades minoritarias.48 Para los latinos, la preponderancia del uso del español y el limi­ tado dominio del inglés contribuyeron a bajos niveles de participación electoral. La Ley de Derechos Electorales de 1965 (vra, por sus siglas en inglés) fue dise­ ñada para hacer valer los derechos electorales consagrados en las Enmiendas 14 y 15 a la Constitución de Estados Unidos. Garantizaba los derechos electorales de las minorías raciales, en especial en el sur. La ley contenía diversas cláusulas que regulaban la administración de las elecciones, por ejemplo, las de la sección 2, que prohíben a los gobiernos locales y estatales imponer una ley electoral si ésta re­

46 G. Sánchez y J. Medeiros, op. cit. 47 J.A. García, “The Voting Rights Act and Mexican American Political Representation in the Southwest, 1973-1986”, Publius: The Journal of Federalism, vol. 16, núm. 4, 1 de enero de 1986, pp. 49-66, reproduci­ do en S. López (ed.), Minority Politics and Legal Implications, Nueva York, Garland Publishing Co. 48 Idem.

152 Comunidades de origen mexicano y otros latinos sulta en la discriminación en contra de una minoría, sea por causa de su lengua o de su raza. Otras partes de la ley prohíben de manera específica los exámenes de lectura y escritura y otros recursos por el estilo, que históricamente fueron utili­ zados para invalidar a las minorías raciales. La ley también contiene “cláusulas especiales” que únicamente se aplican en ciertas jurisdicciones. Una cláusula especial que resulta fundamental se encuentra en la sección 5, la cual contiene el requisito de previa autorización, según el cual queda prohibido que ciertas jurisdicciones realicen cambios que afecten el voto sin previa autorización del fiscal general de EstadosU nidos o de la Corte de Dis­ trito que tiene sede en Washington, D.C. Estas jurisdicciones debían demostrar que los cambios no discriminaban a las minorías protegidas. Otra cláusula especial exige que aquellas jurisdicciones con poblaciones minoritarias significativas, si éstas hablan otro idioma que no sea inglés, proporcionen a los votantes papeletas y materiales electorales bilingües. Con el tiempo, la vra se ha modificado y ex­ pandido. En tiempos recientes, los legisladores conservadores, que a menudo invocan las conexiones de los migrantes indocumentados, plantearon dudas acerca del fraude electoral y sobre personas inelegibles que emitían su voto. Después de asumir la presidencia, Donald Trump, quien ganó los votos del Colegio Electoral pero no alcanzó la mayoría del voto popular, afirmó que hubo un enorme fraude electoral, en alusión a grandes cantidades de “inmigrantes ilegales”. Actualmen­ te, una comisión presidencial para la integridad electoral investiga el método y el alcance de dicho fraude. Así pues, muchos estados han implementado la identi­ ficación documental de votantes, limitado el periodo para votos en ausencia, acortado el periodo para votar en persona y otros procedimientos que restringen a aquellos que pueden recolectar votos de personas ausentes para someterlos al registro electoral local.49 Requisitos de identificación electoral más exigentes han afectado más a las poblaciones minoritarias, de bajos ingresos o de edad avanzada. Los retos a la condición de votante también han surtido efectos potenciales, pues pueden intimidar y desanimar a votantes elegibles, con tal de prevenir posibles agravios durante el proceso electoral. Organizaciones de latinos como Mexican American Legal Defense and Educational Fund (maldef) y Puerto Rican Legal Defense and Educational Fund (prldef) han desafiado tales leyes estatales, en

49 R. Rocha y T. Matsubayashi, “The Politics of Race and Voter ID Laws in the States: The Return of Jim Crow?”, Political Research Quarterly, núm. 67, 2014, pp. 666-679; E.D. Vargas, G. Sánchez y M. Juárez, “The Impact…”, op. cit.

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Texas e Indiana, y han demostrado con éxito los efectos perniciosos que tienen sobre los latinos y otras comunidades minoritarias. Otro aspecto que afecta los derechos electorales se hace evidente en los planes para redefinir los distritos, lo cual se ha venido haciendo después de cada censo (es decir, cada diez años). Los estados cuyas legislaturas están bajo el control de los republicanos se han caracterizado particularmente por redefinir los distritos siguiendo criterios partidistas, lo cual ha dado como resultado que los republica­ nos maximicen los distritos “amigos” que, o bien concentran a los latinos en el menor número posible de partidos, o los reparten entre numerosos distritos ad­ yacentes. En el último caso, las comunidades latinas quedan tan diluidas que a los candidatos latinos les resulta muy difícil tener éxito. En el primer caso, la preponderancia de los latinos demócratas incrementa los prospectos de que los candidatos demócratas latinos puedan competir en distritos republicanos. En este momento, en la sesión 2017-2018 de la Suprema Corte, los límites impuestos para redefinir distritos se están revisando con mucha atención, pues buscan diluir y desposeer a los latinos y a otras minorías, para que ya no puedan participar con efectividad en el proceso electoral. Considerando estos ilustrativos dominios de las políticas públicas y dado el escepticismo acerca del Partido Demócrata como efectivo y confiable defensor, ¿cuáles son las estrategias y las promesas para un cambio social y político en la situación de los latinos?

El nuevo milenio y los latinos: Estrategias, retos y proyectos a futuro En el nuevo milenio, la comunidad latina se puede caracterizar por luchas más intensas en la arena política, para enfrentar una resuelta oposición a que esta co­ munidad alcance mayor influencia política y logre la igualdad de derechos y garantías. El ambiente político en la actualidad se define en términos de “noso­ tros contra ellos” y, en cuanto a los principales asuntos, los latinos están enzarzados contra un activo movimiento conservador, aunado a la hostilidad de los represen­ tantes en el Congreso y el presidente. Aunque los latinos han seguido una clara tendencia de apoyo a los demócratas, este partido no ha resultado ser un defensor particularmente confiable y efectivo de los intereses políticos de los latinos. Pues­ to que en el futuro cercano no hay la promesa de un clima más favorable, ¿qué pueden hacer los latinos para que su empoderamiento y su agenda política pro­ gresen? En esta última sección, esbozaremos algunos factores y tendencias que pueden facilitar cambios positivos. Desde antes de 2000 se arrastra un énfasis sobre el

154 Comunidades de origen mexicano y otros latinos crecimiento de la población latina (especialmente de aquellos que nacen en el país). Por ejemplo, en el periodo 2016-2017 los latinos contribuyeron con 51 por ciento del crecimiento de la población, mientras que los blancos contribuyeron con 0 por ciento. Otros grupos que alimentan el crecimiento de la población son los afroamericanos (16%) y los asiáticos (24%).50 Como resultado, una proporción del electorado se hace cada vez más diversa, mientras que los blancos pierden su predominio como el grupo mayoritario de la sociedad estadounidense.51 Por un lado, las minorías disfrutarán de grandes ganancias en términos de nuevos votan­ tes; por el otro, esta sociedad de muchas razas puede agravar las divisiones y la competencia entre razas. Dado el escenario de la actualidad, ¿cuáles son los proyectos para los latinos en términos de ganancias electorales? Con cada nueva ronda de elecciones nacio­ nales, la proporción de latinos se ha elevado a una tasa más rápida que cualquier otro grupo; en este momento representan cerca de 12-14 por ciento. La tendencia al alza seguirá y dos datos demográficos clave contribuirán para ello. En términos generacionales, 44 por ciento del electorado latino está conformado por millennials, 28 por ciento proviene de la Generación X, boomers (22%) y la generación si­lente (7%). En contraste, el electorado blanco se compone de 31 por ciento millennials, 35 por ciento Generación X, 31 por ciento boomers y 13 por ciento de la gene­ ración silente. Esta distribución refleja mayores ganancias en la zona joven del rango de edades. En la última ronda electoral, en especial desde 2012, los millen­ nials se han manifestado como mayoritariamente demócratas, políticamente progresistas y con una participación más fuerte. El reto para los millennials latinos (entre 18 y 29 años) está en que la gente más joven no se registra para votar. La importancia de los temas y circunstancias de los latinos, el ambiente hostil y el rango tan amplio que ocupan las organizaciones que defienden a los latinos sirven como estímulo para la movilización de acciones políticas concertadas. Esta obser­ vación no se limita a la arena electoral, sino que incluye la actividad de grupos de presión, el incremento de las protestas y manifestaciones, el acceso a posiciones de liderazgo dentro de grupos tradicionalmente orientados hacia la política (el Partido Demócrata, los sindicatos, los grupos de intereses públicos) y la penetra­ ción de los medios de información por parte de opiniones y análisis desde el punto de vista de los latinos.

50 J. Krogstad et al., op. cit. 51 E. Patten, “The National Latino Population Defined by itsY outh”, Washington, D.C., Pew Hispanic Research Center, 2016.

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El segundo dato demográfico está dado por el segmento de la comunidad la­ tina que nació en el extranjero.52 Desde el año 2000, cerca de una cuarta parte de los votantes latinos está conformada por ciudadanos por naturalización. Al mismo tiempo, las tasas de naturalización entre mexicanos (42%) y centroamericanos (52%) han caído por debajo de la tasa de naturalización promedio, la cual es 74 por ciento para otros inmigrantes.53 En el pasado, los principales obstáculos para incrementar las tasas de naturalización de los latinos estaban en motivos persona­ les (menor dominio del idioma inglés, no había interés, costos más elevados para presentar la solicitud de naturalización). Como corolario, hay un hecho que está alineado con los beneficios de la naturalización: entre los latinos nacidos en Esta­ dos Unidos y aquellos con residencia permanente, más de 65 por ciento de los individuos fueron admitidos teniendo como motivo la reunificación familiar.54 El número efectivo combinado de grupos defensores de los latinos más proactivos al momento de exigir responsabilidades a los organismos gubernamentales en un ambiente antimigrante ha producido mejores rendimientos para amplios segmen­ tos de la comunidad latina. Estos buenos resultados no sólo tienen implicaciones al momento de ensanchar la base electoral de los latinos, sino que canalizan un activismo más fuerte hacia puntos que, a escala nacional, estatal o local, forman parte del espectro de cuestiones fundamentales para los latinos. Otro aspecto del ambiente político de este milenio es la agudización del am­ biente en contra de los migrantes, dentro del cual las experiencias discriminatorias se extienden a múltiples facetas de la vida cotidiana, la situación legal, la edad, el género y el uso del lenguaje.55 Una encuesta de Latino Decisions56 preguntó a los latinos si habían experimentado discriminación en el pasado reciente. Respondió afirmativamente 36 por ciento, e indicó como causa su raza u origen étnico. Estos incidentes ocurrieron en el lugar de trabajo, el vecindario y espacios públicos como tiendas departamentales o restaurantes, o por parte de los encargados de brindar servicios de salud y los agentes de la ley. Cuando se les preguntó cuál consideraban que era el fundamento de la discriminación, estas fueron las respuestas: ser latino

52 A. González-Barrera, “Mexican Lawful Immigrants among the Least Likely to Become Citizens”, Washing­ ton, D.C., Pew Hispanic Research Center, 2017. 53 L. DeSipio, “Building America, One Person at a Time: Naturalization and Political Behavior of the Natu­ ralized in Contemporary U.S. Politics”, en J. Mollenkopf y G. Gerstle (eds.), E Pluribus Unum? Immigrant, Civic Life and Political Incorporation, Nueva York, Russell Sage Foundation, 2001, pp. 67-106; A. González- Barrera, op. cit. 54 A. González-Barrera, op. cit. 55 J.A. García, “The Race Project…”, op. cit.; E.D. Vargas, G. Sánchez y M. Juárez, “The Impact…”, op. cit. 56 Latino Decisions, “National Latino…”, op. cit.

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(47%), hablar español o hablar con acento (16%), el color de la piel o el fenotipo (13%) y ser inmigrante (5%). Resultados como este reflejan los “costos negativos” de ser un latino y vivir en Estados Unidos. Un tema subyacente a esta sección es cómo traducir la experiencia cotidiana de los latinos para dirigirlos por vías de acción y compromiso. Los proyectos y el potencial para los cambios benéficos en las comunidades latinas estriban más en la comunidad misma, en sus organizaciones y liderazgo. Una encuesta reciente realizada por el Instituto Nacional de Políticas para Latinos entre activistas y líderes buscaba averiguar cuánto conocían y valoraban a las or­ ganizaciones de latinos, así como clasificarlas según su efectividad. Se hicieron dos importantes hallazgos: 1) el número de organizaciones identificadas fue relativa­ mente bajo y en muchas ocasiones las comunidades de origen étnico en específico no las conocían; 2) aparte del Fondo México-Americano para la Defensa Legal y la Educación (con calificación de 56-72% entre los latinos de origen mexicano, puertorriqueño u otro), la efectividad del resto de las organizaciones recibió una calificación en el rango de 45-53 por ciento.57 Poco a poco, el amplio espectro de grupos de origen nacional que se cobijan bajo el “paraguas” de lo latino ha reco­ nocido y participado en actividades y organizaciones conjuntas. Esta tendencia necesita cobrar mayor impulso para lidiar con una agenda política relevante y crítica que pueda mejorar la situación, los derechos y la influencia de los latinos. La falta de participación y de importancia puede resultar en políticas públicas que perjudiquen o amenacen a los latinos, en su búsqueda de justicia, igualdad y opor­ tunidades para el futuro. Dada la amplitud de la agenda política (una reforma migratoria más humanitaria, protección del medio ambiente para enfrentar el cambio climático, acceso y calidad de la educación, derechos laborales y prácticas de trabajo justas, derechos electorales y civiles), los latinos pueden establecer y mantener alianzas con otros grupos interesados en el cambio social. Para los latinos, este nuevo milenio se apoya en una larga historia de lucha y resolución para enfren­ tar obstáculos y promover una agenda de empoderamiento para los latinos, maxi­ mizando sus esfuerzos a favor de mayores oportunidades, igualdad y justicia.

57 A. Falcón, op. cit.

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Convergencias y divergencias

Chicanas navegantes en el margen Resistencia, activismo y empoderamiento

Fátima Suárez y Denise A. Segura*

Las chicanas,1 mujeres estadounidenses de ascendencia mexicana, se encuentran entre las poblaciones que más rápidamente están creciendo en el país. Hombres y mujeres de ascendencia mexicana constituyen 63.3 por ciento (36 millones) del conjunto de la población hispana, que a su vez conforma la minoría racial-étnica más grande del país.2 Aunque a menudo a las chicanas y a las mexicanas se les encuadra como “extranjeras”, casi dos terceras partes de las chicanas y los chicanos nacieron en Estados Unidos, mientras que una tercera parte (34.5%) nació en el extranjero.3 En contraste con las creencias populares acerca del “problema” que representan estos descendientes de mexicanos que no hablan inglés, dos terceras partes de todos los chicanos mayores de cinco años tienen un alto dominio de la lengua inglesa.4 Aunque la mayoría de las chicanas viven en California, Texas y

* Denise A. Segura es doctora en sociología por la Universidad de California, Berkeley. Profesora titular de Sociología y profesora afiliada en el Departamento de Estudios de Chicanas/os, en el Programa de América Latina y Estudios Ibéricos, y en el Departamento de Estudios Feministas de la Universidad de California, Santa Bárbara. Es autora de Women and Migration in the U.S.-Mexico Borderlands: A Reader, Duke University Press, 2007. Fátima Suárez es pasante de doctorado en sociología de la Universidad de California, Santa Bárbara, con una maestría en sociología por la London School of Economics and Political Science. Traducción del inglés de Mauricio Sanders. 1 La política del espacio conforma la formación de la identidad y las preferencias por una etiqueta para esta identidad. Las identidades chicanas incluyen a aquellas chicanas que se identifican como heterosexuales, lesbianas, raras (queer) o inconformes en cuestiones de género. El término “chicanx” se usa cada vez más, en un esfuerzo por ser más incluyente. Aunque intentaremos tratar estas diferencias con la mayor sensibilidad que nos sea posible (esto es, cuando abordemos cuestiones de activismo y empoderamiento), nos vemos constreñidas por los métodos de recolección de datos que prevalecen. 2 Antonio Flores, “How the U.S. Hispanic Population Is Changing”, Washington, D.C., Pew Research Center, 2017. 3 Oficina del Censo de EstadosU nidos, 2016, disponible en: https://www.census.gov/newsroom/facts-for- features/2016/cb16-ff16.html 4 Ana González-Barrera y Mark Hugo López, “A Demographic Portrait of Mexican-Origin Hispanics in the United States”, Washington, D.C., Pew Research Center, 2013, p. 8.

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Nuevo México, cada vez más y más hombres y mujeres que emigran a Estados Unidos desde México tratan de trabajar y vivir en lugares en los que ahora cons­ tituyen un segmento creciente de la población minoritaria, como Dakota de Norte o el Nuevo South, incluyendo Virginia, Carolina del Norte y Georgia.5 Sea que las chicanas provengan de familias que han estado en Estados Unidos desde el siglo xix o que hayan llegado al Norte en tiempos más recientes, sus contribuciones al desarrollo económico, social y cultural del país han sido signifi­ cativas, aunque a menudo pasan desapercibidas.6 Este ensayo examina algunos de los retos que deben enfrentar las chicanas al buscar un sentimiento de seguridad y bienestar en Estados Unidos. Comenzaremos por preguntar: “¿quiénes son las chicanas?” Vamos a considerar las cuestiones de identidad, posición socioeconó­ mica y desigualdad social que caracterizan las oportunidades de vida de las chica­ nas. Después revisaremos la persistencia de la desigualdad entre las chicanas, ilustrando cómo navegan entre aquello que la socióloga Patricia Hill Collins llama “la matriz de dominación”,7 caracterizada por la interacción de sistemas opresores de raza, etnicidad, clase y género o sexualidad. La discusión estará guiada por la perspectiva de la interseccionalidad fronteriza, que critica las explicaciones canó­ nicas clave para la desigualdad social, para presentar una alternativa centrada en las chicanas. Desde la perspectiva de la interseccionalidad fronteriza, ponemos énfasis en la “conciencia mestiza”, una forma particular de empoderamiento para las chicanas. En la conclusión ofreceremos algunas reflexiones sobre la importancia de la interseccionalidad fronteriza para proporcionar nuevos puntos de vista acer­ ca de la resistencia, el activismo y el empoderamiento de las mujeres.

¿Quiénes son las chicanas? Las chicanas son mujeres de ascendencia mexicana en distinto grado, que perte­ necen a diversas clases, con sexualidad, educación, ocupaciones, perspectivas po­ líticas y dominio de idiomas diferentes, todo lo cual contribuye a la manera en la que expresan su identidad. Dependiendo de la situación y el contexto, las mujeres de ascendencia mexicana se refieren a sí mismas como “chicanas”, “méxico-ame­ ricanas”, “hispanas” o “latinas”. La fluidez de la identidad es reflejo de su diversi­

5 natalia Deeb-Sossa y Jennifer Bickham Méndez, “Enforcing borders in the Nuevo South: Gender and migration in Williamsburg, Virginia, and the Research Triangle, North Carolina”, Gender & Society, vol. 22, núm. 5, 2008, pp. 613-638. 6 Ruis 1998. 7 Patricia Hill Collins, Black Feminist Thought: Knowledge, Consciousness, and the Politics of Empowerment, Nueva York y Londres, Routledge, 2000.

160 Chicanas navegantes en el margen: Resistencia, activismo y empoderamiento dad y de cómo navegan por situaciones sociales específicas, esto es, una chicana puede referirse a sí misma como “hispana” cuando llena una solicitud de empleo, pero se llama “mexicana” cuando platica con sus parientes en México y adopta una identidad “chicana” con sus amigos. Es importante señalar que a menudo las investigaciones incorporan a las chicanas y a otras mujeres de ascendencia latinoamericana dentro de las “hispanas”, un tér­ mino más general que la Oficina del Censo de EstadosU nidos utilizó por primera vez en la década de 1970.8 Esta práctica tiende a borrar las diferencias entre las chi­ canas, muchas de las cuales nacieron en Estados Unidos antes de la Guerra de 1847, en la cual el norte de México fue anexado a Estados Unidos, o son latinoamericanas en situación de refugiadas (como las cubanas) u otra clase de migrantes latinas. Cerca de 64 por ciento de las llamadas hispanas o latinas son chicanas, lo que ha generado numerosas críticas en contra de esta práctica de agregación, ya que es una medida gubernamental que socava importantes características culturales e históricas de cada uno de estos grupos.9 Conscientes de las contradicciones, pero enredadas en las políticas de los organismos gubernamentales de Estados Unidos, utilizaremos el término “latinas” al utilizar documentos basados en datos del censo, aunque utili­ zaremos la palabra “chicanas” cuando las investigaciones se concentren en mujeres de origen mexicano y “chicano” para referirnos a los varones de origen mexicano.10 Las mujeres de origen mexicano constituyen casi 49 por ciento de la población de origen mexicano en Estados Unidos.11 En general, chicanas y chicanos confor­ man el principal grupo racial-étnico de jóvenes en Estados Unidos, con un pro­ medio de 25 años, en comparación con 37 años, que es el promedio de los blancos no-hispanos.12 El promedio de edad para el primer parto de una mujer de origen mexicano es 23 años13 y desde 1995 las latinas tienen la mayor tasa de embarazos en la adolescencia en Estados Unidos.14

8 Martha E. Giménez, “Latino/Hispanic. Who needs a name? The Case against a Standardized Terminology”, International Journal of Health Services, vol. 19, núm. 3, 1989, pp. 557-571. 9 Suzanne Oboler, Ethnic Labels, Latino Lives: Identity and the Politics of (Re)presentation in the United States, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1995. 10 Como hace Milagros Peña, Latina Activists across Borders: Women’s Grassroots Organizing in Mexico and Texas, Durham, Duke University Press, 2007. 11 A. González-Barrera y M.H. López, op. cit. 12 Ibid., p. 8. 13 Joyce A. Martin, Brady E. Hamilton, Stephanie J. Ventura, Michelle J.K. Osterman y T.J. Mathews, “Bir­ ths: Final Data for 2011”, National Vital Statistics Reports, Washington, D.C., Centers for Disease Control and Prevention, 2013. 14 Lorena García, Respect Yourself, Protect Yourself: Latina Girls and Sexual Identity, Nueva York, New York University Press, 2012, p. 15.

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Hay una considerable desigualdad en los logros académicos por raza-etnicidad y género: entre las latinas, 66 por ciento tiene un diploma de preparatoria, com­ parado con 93 por ciento de las mujeres blancas no hispanas.15 En términos de educación superior, sólo 8.4 por ciento de las chicanas y 7 por ciento de los chi­ canos mayores de 25 años tienen un diploma universitario, en comparación con 34.5 por ciento de los blancos no hispanos.16 Entre los estudiantes latinos que asistieron a la universidad u obtuvieron un diploma asociado, 20 por ciento eran chicanas y 17 por ciento, chicanos.17 En suma, las chicanas tienden a obtener menores niveles de educación que las mujeres blancas, pero éstos son mayores que los de los varones chicanos. Es importante señalar que los grados relativos de logros académicos, al comparar chicanas y chicanos aparecen principalmente a lo largo del proceso educativo18 y que esto es un fenómeno bastante reciente pues, antes de 1980, los varones chicanos alcanzaban mayores logros académicos que las mujeres.19 La desigualdad educativa influye sobre el tipo de trabajo al que pueden acceder chicanas y latinas, pues no asegura que las acepten en la universidad ni que as­ ciendan en sus respectivas profesiones. En 2012, sólo 21.5 por ciento de las chi­ canas trabajaban como profesionales, en comparación con 45.7 por ciento de las mujeres blancas.20 Es importante señalar que la categoría de ocupaciones “profe­ sionales” incluye tanto trabajos con mejores salarios, por ejemplo, abogados y maestros, que tienen percepciones significativamente mayores. De acuerdo con las investigaciones de García-López, menos de uno por ciento de las chicanas son abogadas, en comparación con 25 por ciento de las mujeres blancas y 67 por ciento de los varones blancos.21 Durante la década pasada, la profesión de maestra

15 Oficina del Censo de EstadosU nidos, Current Population Survey, Annual Social and Economic Supplement, Washington, D.C., U.S. Government Printing Office, 2013. 16 Oficina del Censo de EstadosU nidos, Current Population Survey, Annual Social and Economic Supplement, Washington D.C., U.S. Government Printing Office, 2012. 17 Luis Ponjuán y Víctor B. Sáenz, “The Role of Educational Policy in Mexican American College Transition and Completion”, en R.E. Zambrana y S. Hurtado (eds.), The Magic Key: The Educational Journey of Mexican Americans from K-12 to College and Beyond, Austin, University of Texas Press, 2015, pp. 193-214. 18 víctor B. Sáenz y Luis Ponjuán, “The Vanishing Latino Male in Higher Education”, Journal of Hispanic Higher Education, vol. 8, núm. 1, 2009, pp. 54-89. 19 Denise A. Segura, “Labor Market Stratification: The Chicana Experience”,Berkeley Journal of Sociology, núm. 29, 1984, pp. 57-91. 20 Oficina del Censo de EstadosU nidos, Current Population Survey, Annual Social and Economic Supplement, Washington D.C., U.S. Government Printing Office, 2012. 21 Gladys García-López, “Nunca Te Toman En Cuenta [They Never Take You Into Account]. The Challenges of Inclusion and Strategies for Success of Chicana Attorneys”, Gender & Society, vol. 22, núm. 5, 2008, pp. 590-612.

162 Chicanas navegantes en el margen: Resistencia, activismo y empoderamiento constituyó la principal profesión a la cual ingresaron chicanas y latinas. Datos de la Encuesta de Escuelas y Personal del Centro Nacional para Estadísticas de la Educación (2003-2004) muestran que, en Estados Unidos, los blancos constituyen 84 por ciento, de los maestros; los afroamericanos, 7.4 por ciento; los asiáticos 1.4 por ciento, y latinos y latinas 6 por ciento.22 La mayoría de las maestras son mu­ jeres blancas pero chicanas y latinas son el grupo minoritario que más rápidamen­ te crece como parte de esta profesión, en particular en California, donde 15 por ciento de las latinas que cuentan con empleo son maestras.23 La importancia de las maestras chicanas y latinas no puede ser exagerada, dado que la mitad de todos los niños en las escuelas públicas de California son de origen mexicano, por lo cual es crítica la necesidad de modelos culturalmente sensibles del mismo grupo étni­ co-racial.24 La mayoría de las chicanas (más de 2.5 millones) trabaja en ventas y ocupacio­ nes administrativas, mientras que otras (en particular las migrantes) están des­ proporcionalmente representadas (41%) cuando se comparan con las mujeres blancas, en trabajos como el servicio doméstico.25 Las mujeres de origen mexica­ no, en especial las migrantes, también están sobrerrepresentadas como proporción de la fuerza de trabajo total en trabajos estacionales, riesgo de lesiones y empleos peligrosos, como el trabajo doméstico, el cuidado de enfermos y menores, el tra­ bajo agrícola o como obreras en la industria. La Oficina de Estadística Laboral de Estados Unidos informó que, en estos trabajos, chicanos y chicanas tienen una mayor probabilidad de lesión que otros trabajadores y que en 2015 constituyeron 19 por ciento de las muertes en el trabajo.26 En muchos de estos empleos, las chicanas enfrentan altas tasas de hostigamiento sexual y experimentan microagre­

22 Glenda M. Flores, “Racialized Tokens: Latina Teachers Negotiating, Surviving and Thriving in a White Woman’s Profession”, Qualitative Sociology, vol. 34, núm. 2, 2011, pp. 313-335, nota 4. 23 Glenda M. Flores, Latina Teachers: Creating Careers and Guarding Culture, Nueva York, New York Univer­ sity Press, 2017. 24 Bernadette Sánchez y Yarí Colón, “Race, Ethnicity, and Culture in Mentoring Relationships”, David L. Dubois y Michael J. Karcher (eds.), Handbook of Youth Mentoring, Thousand Oaks, Sage, 2005, pp. 191-204. 25 Héctor E. Sánchez, Andrea L. Delgado, Diana Villa, Ian Paul Fetterolf y Juan Sebastian Velásquez, “Tra­ bajadoras: Challenges and Conditions of Latina Workers in the United States”, Washington, D.C., Labor Council for Latin American Advancement, 2012; Centers for Disease Control and Prevention, “cdc Health Disparities and Inequalities Report. United States, 2013”, vol. 62. Morbidity and Mortality Weekly Report. Washington, D.C., Centers for Disease Control and Prevention, 2013. 26 Oficina de Estadística Laboral de EstadosU nidos, “Hispanics in the United States: Celebrating National Hispanic Heritage Month”, Spotlight on Statistics, 2017, p. 14, disponible en U.S. Bureau of Labor Statistics: https://www.bls.gov/spotlight/2017/hispanics-in-the-united-states-celebrating-national-hispanic-heritage- month/home.htm [consultado: 18 de noviembre de 1917].

163 Fátima Suárez y Denise A. Segura siones raciales,27 pues sus prácticas culturales son menospreciadas y sus habilida­ des cuestionadas.28 Los ingresos anuales de las chicanas reflejan su sobrerrepresentación en trabajos mal pagados que suelen ser estacionales o de medio tiempo. Casi una cuarta parte de las chicanas gana entre 25 y 30 mil dólares al año y casi 19 por ciento gana entre 35 y 50 mil dólares anuales.29 Entre las latinas transgénero o inconformes con el género, 28 por ciento reporta un ingreso por hogar menor de 10 mil dólares al año, tasa que duplica la de todas las personas transgénero, y es más de cinco veces la tasa para todos los latinos y latinas, y siete veces la del total de los estadounidenses.30 En 2011, la tasa de pobreza de latinos y latinas fue de 25.6 por ciento, pero más personas de origen mexicano (27%) viven en la pobreza, al compararlas con otros grupos de latinos.31 El acceso a los servicios de salud también es limitado, lo cual en buena medida refleja su sobrerrepresentación en trabajos que no propor­ cionan tales beneficios. Es más, es dos veces más probable que latinos y latinas carezcan de un médico, en comparación con los afroamericanos, y tres veces más probable en comparación con los blancos.32 En lo que toca a los mexicanos, casi 40 por ciento no cuenta con seguro.33 Estas estadísticas muestran indicadores clave de la desigualdad de chicanas (y latinas), la cual, si fuera enfrentada con medidas y políticas, mejoraría de forma significativa su calidad de vida y la de sus familias.

Para comprender la desigualdad económica y social de las chicanas: Una perspectiva desde la interseccionalidad fronteriza Para explicar la persistencia de la desigualdad socioeconómica y política de las chicanas, investigadores y responsables de las políticas públicas han desarrollado explicaciones que están en contrapunto, explicaciones que no son aceptadas por

27 Derald Wing Sue, Annie I. Lin y David P. Rivera, “Racial Microaggressions in the Workplace: Manifesta­ tion and Impact”, en J.L. Chin (ed.), Praeger Perspectives: Race and Ethnicity in Psychology. Diversity in Mind and in Action, Vol. 2. Disparities and Competence, Santa Bárbara, Praeger/abc-Clio, 2009, pp. 157-172. 28 H.E. Sánchez et al., op. cit. 29 Oficina del Censo de Esyados Unidos, Current Population Survey, Annual Social and Economic Supplement. Washington, D.C., U.S. Government Printing Office, 2013. 30 Jaime M. Grant, Lisa A. Mottet y Justin Tanis, “Injustice at Every Turn: A Report of the National Trans­ gender Discrimination Survey”, Washington, D.C., National Gay and Lesbian Task Force and National Center for Transgender Equality, 2011. 31 A. González-Barrera y M.H. López, op. cit. 32 Gretchen Livingston, Susan Minushkin y D’Vera Cohn, “Hispanics and Healthcare in the United States: Access, Information, and Knowledge”, Hispanic Trends Project, Washington, D.C., Pew Research Center, 2008. 33 Ibid.

164 Chicanas navegantes en el margen: Resistencia, activismo y empoderamiento los teóricos que estudian a las chicanas. En una afirmación que se cita con frecuen­ cia, la poetisa chicana Gloria Anzaldúa, teórica lesbiana, escribió: “La frontera entre México y Estados Unidos es una herida abierta en donde el Tercer Mundo roza contra el primero y sangra. Antes de que se pueda formar costra, otra vez viene la hemorragia, y el humor vital de dos mundos se mezcla para formar un tercer país: la cultura de la frontera. Las fronteras se erigen para definir los sitios seguros y los peligrosos, para distinguir a ellos de nosotros”.34 La teoría de las fronteras ofrece nuevas maneras para explorar las relaciones de poder y dominación, resistencia y activismo entre varones y mujeres hasta este momento descartados por otros hacia un lugar marginal.35 La teoría de las fronteras difiere de las explicaciones preponderantes (a saber, las perspectivas del capital humano, el déficit cultural y la cultura de la pobreza) acerca de la marginalidad, la pobreza y la desigualdad educativa y laboral de los chicanos. Por ejemplo, la teoría del capital humano analiza los resultados labora­ les como reflejo de la productividad marginal de un individuo.36 En el caso de las chicanas, puesto que están sobrerrepresentadas en empleos de baja remuneración y subrepresentadas en trabajos profesionales y directivos con mejor paga, lo que se refleja son las decisiones individuales que tomaron en cuanto a logros académi­ cos, aspiraciones laborales, redes sociales y necesidades familiares. Esta teoría puede tomar en cuenta que las minorías raciales y étnicas, entre las que se cuentan las chicanas, enfrentan barreras como la discriminación al buscar acceso a la edu­ cación o el empleo, pero asegura que el libre mercado eliminará estos obstáculos estructurales, pues no son redituables. La teoría del capital humano goza de un fuerte atractivo por el hecho de que muchos individuos de los grupos oprimidos de Estados Unidos han alcanzado altos puestos, como es el caso de Sonia Sotoma­ yor, la primera ministra en la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos. No obstante, Sotomayor, en su libro My Beloved World subraya el papel de programas de intervención gubernamental, como las políticas de acción afirmativa, para abrir puertas otrora cerradas a mujeres talentosas e inteligentes.37 Esta clase de perspec­ tiva rechaza el análisis a escala individual o el énfasis en el libre mercado, para

34 Gloria Anzaldúa, Borderlands/La Frontera the New Mestiza, San Francisco, Aunt Lute Books, 1987, p. 5. 35 Denise A. Segura y Patricia Zavella, “Borderlands”, en Nancy A. Naples, Renee C. Hoogland, Maithree Wickramasinghe y Wai Ching Angela Wong, The Wiley Blackwell Encyclopedia of Gender and Sexuality Studies, 2016, pp. 1-5. 36 Gary S. Becker, “Human capital revisited”, en Human Capital: A Theoretical and Empirical Analysis with Special Reference to Education, Chicago, The University of Chicago Press, 1994, pp. 51-28. 37 Sonia Sotomayor, My Beloved World, Nueva York, Alfred a Knopf, 2013.

165 Fátima Suárez y Denise A. Segura sustituirlos con una perspectiva fronteriza que considera que, para revertir el poder de la matriz de dominación, se requiere la intervención activa de las socie­ dad civil y el gobierno. Sotomayor, al analizar cómo ascendió hasta la Suprema Corte, pone en opera­ ción la teoría de la interseccionalidad fronteriza, señalando la forma en que opera la opresión de género o sexual, racial o étnica, de clase y de otros tipos, para re­ percutir en las experiencias de vida colectiva e individual. Esta teoría sirve como una lente crítica para enfatizar cómo chicanas y latinas navegan a través de dis­ cursos estructurales socialmente violentos, como el patriarcado, la pobreza, la “ilegalidad” y las microagresiones raciales. La teoría de la interseccionalidad fron­ teriza rechaza el concepto de la cultura chicana o mexicana como “deficiente”, en tanto que se concentra en el bienestar de la familia y la solidaridad (familismo) y, por lo tanto, choca contra las nociones de meritocracia y logros individuales. Es típico que la perspectiva del déficit cultural explique la desigualdad edu­ cativa de chicanos y chicanas como un efecto secundario del bajo valor que, se supone, la cultura mexicana asigna a la educación.38 Esta suposición se refleja en quejas que son comunes entre los educadores, quienes culpan a los padres mexi­ canos por no asistir a las juntas de la escuela o no ayudar a sus hijos con las tareas y las lecturas. Hay explicaciones alternativas que se sitúan en la clase social, esto es, para un trabajador que gana un salario bajo o para las numerosas chicanas que tienen más de un trabajo es difícil acudir a una junta de la escuela en horario la­ boral. Más aún, los padres que cuentan con escasa educación pueden sentirse reacios al momento de revisar una tarea, pues temen cometer errores que no ayu­ darían a sus hijos. Rara vez se consideran estas alternativas en las políticas de las escuelas.39 Otra explicación que suele darse para los pobres logros escolares de los latinos es la falta de dominio del inglés; sin embargo, Patricia Gándara y Frances Con­ treras, investigadoras de la educación, afirman que la desigualdad educativa de chicanos y chicanas y latinos y latinas refleja su segregación en escuelas a las que asisten predominantemente minorías raciales y étnicas, a las cuales se les propor­ cionan recursos significativamente menores para el apoyo y la excelencia en la

38 E.H.T. Trueba, “Culturally Based Explanations of Minority Students’ Academic Achievement”, Anthropo- logy & Education Quarterly, vol. 19, núm. 3, 1988, pp. 270-287; Richard R. Valencia (ed.), The Evolution of DeficitT hinking: Educational Thought and Practice, Nueva York y Londres, Routledge, 2012. 39 Patricia Gándara y Frances Contreras, The Latino Education Crisis: The Consequences of Failed Social Policies. Cambridge, Harvard University Press, 2009.

166 Chicanas navegantes en el margen: Resistencia, activismo y empoderamiento educación. Cuando consideramos que dos terceras partes de las chicanas y las la­ tinas mayores de cinco años dominan el inglés y son bilingües y una tercera parte está aprendiendo inglés, queda claro que es imposible atribuir la desigualdad educativa sólo a la falta de dominio del idioma. Otro tema que sustenta las opiniones acerca de las chicanas en Estados Unidos es el discurso acerca de la sexualidad de las chicanas en la adolescencia, que edu­ cadores y encargados de las políticas públicas encuadran dentro de una perspec­ tiva de cultura de la pobreza, en la cual estas chicas viven en pobreza económica pero también moralmente empobrecidas.40 A través de esta lente, ser madre sol­ tera adolescente es una forma de asegurar el subsidio del gobierno para no traba­ jar.41 Rara vez se considera dentro del discurso de la deficiencia cultural el hecho de que numerosos distritos escolares ofrecen información muy limitada sobre educación sexual, y que organizaciones que educan y empoderan a los adolescen­ tes, como Planned Parenthood, viven bajo constante amenaza de ver reducidos sus fondos o de ser eliminadas. La interseccionalidad fronteriza rechaza supuestos peyorativos del discurso predominante acerca del bajo nivel socioeconómico de las chicanas, de sus pobres logros escolares o de su actividad sexual, discurso que considera estos males como algo que está arraigado en una cultura que no fomenta el esfuerzo y la excelencia. Dentro de un sistema educativo que descuida a las chicanas, la perspectiva fron­ teriza identifica madres que, al carecer de altos niveles de educación, se juntan con otras mujeres para abogar por sus hijos ante los funcionarios educativos locales, para que las escuelas apoyen la educación de sus hijos.42 La perspectiva desde la interseccionalidad fronteriza no juzga la sexualidad adolescente como reflejo de una socialización educativa, sino que más bien señala que cada vez más las muje­ res jóvenes se niegan a apegarse a las normas culturales de la virginidad, y tratan de expresar su sexualidad y de negociar con sus parejas un sexo seguro.43 La mul­ tidimensionalidad de la migración también sale a la luz en la perspectiva fronte­

40 Christina S. Meade, Trace S. Kershaw y Jeannette R. Ickovics, “The Intergenerational Cycle of Teenage Motherhood: An Ecological Approach”, Health Psychology, vol. 27, núm. 4, 2008, p. 419; véase también Kathryn J. Edin, “The Myths of Dependence and Self-sufficiency: Women, Welfare, and Low-wage Work”, Focus, vol. 17, núm. 2, 1995, pp. 1-9. 41 Elena R. Gutiérrez, Fertile Matters: The Politics of Mexican-Origin Women’s Reproduction, Austin, University of Texas Press, 2008. 42 Andrea Dyrness, “Confianza is where I can be myself: Latina Mothers’ Constructions of Community in Education Reform”, Ethnography and Education, vol. 2, núm. 2, 2007, pp. 257-271. 43 L. García, op. cit.

167 Fátima Suárez y Denise A. Segura riza que se centra en las mujeres, pues revela que a menudo las mujeres migran para resistir a la presión de casarse con quien las violó,44 desarrollar estrategias para la maternidad a través de los límites internacionales45 y poner en marcha aquello que Patricia Zavella llama las “visiones periféricas” para recrear “la casa” en la frontera.46 Entre las contribuciones clave de la teoría de la interseccionalidad transfonteriza está la recuperación de las historias de aquellas mujeres que han luchado a favor de los derechos laborales47 y documentar las campañas que algunas mujeres han emprendido con éxito para unir a sus comunidades.48 Estas acciones no son sino ejemplos de cómo las mujeres desafían todo el tiempo nociones que son cárceles —la femineidad idealizada de las chicanas o la ciudadanía estadouni­ dense—, mientras luchan por volverse más resistentes y crear comunidad dentro y entre los límites de los dos países. La capacidad para observar y actuar sobre la naturaleza arbitraria de las cate­ gorías sociales, con el fin de articular el activismo individual y colectivo, es parte integral de aquello que Anzaldúa llama la facultad,49 una parte de la conciencia mestiza de las chicanas en la frontera. Para Anzaldúa, las chicanas son mujeres a caballo entre la legalidad y la ilegalidad, no sólo en el sentido legal, sino en tér­ minos de la gama de elecciones de vida que están a su alcance, tanto histórica­ mente como en el presente.50 La conciencia mestiza de las chicanas no es algo uniforme, pues cada mujer experimenta de forma diferente la “lucha entre fronte­ ras” y “la tolerancia a las contradicciones [y las ambigüedades]”. Tener conciencia mestiza quiere decir contar con la capacidad de mantener múltiples perspectivas sociales, a la vez que se mantiene un centro localizado sobre la frontera, que exis­ te donde dos o más culturas se encuentran. La cultura mestiza es un marco de la interseccionalidad basado en las mujeres que conduce a nuevas reflexiones acerca del empoderamiento y la resistencia de las chicanas.

44 Gloria González-López, Erotic Journeys: Mexican Immigrants and their Sex Lives, Berkeley, University of Cali­ fornia Press, 2005. 45 Pierrette Hondagneu-Sotelo y Ernestine Ávila, “I’m Here, but I’m There: The Meanings of Latina Trans­ national Motherhood”, Gender & Society, vol. 11, núm. 5, 1997, pp. 548-571. 46 Patricia Zavella, I’m Neither Here nor There: Mexicans’ Quotidian Struggles with Migration and Poverty, Durham, Duke University Press, 2011. 47 vicki L. Ruiz, “Una mujer sin fronteras”, Pacific Historical Review, vol. 73, núm. 1, 2004, pp. 1-20. 48 Mary Pardo, “Gendered Citizenship: Mexican American Women and Grassroots Activism in East Los Angeles, 1986-1992”, en D. Montejano (ed.), Chicano Politics and Society in the Late 20th Century, Austin, University of Austin Press, 1999, pp. 58-79. 49 G. Anzaldúa, op. cit. 50 Ibid., pp. 78-79.

168 Chicanas navegantes en el margen: Resistencia, activismo y empoderamiento

Resistencia y empoderamiento de las chicanas Deepa Narayan, experto internacional en políticas de género, desarrollo y pobre­ za, define el empoderamiento como “la expansión de activos y capacidades [por grupos históricamente desposeídos] con el fin de participar, influir y controlar las instituciones que afectan su vida, y así negociar con ellas y fincarles responsa­ bilidades”.51 La gente se vuelve activa cuando decide cómo quiere vivir, pues cuenta con acceso a activos y capacidades fundamentales. El enfoque de la inter­ seccionalidad transfronteriza aplicada a la historia del empoderamiento político de las chicanas en Estados Unidos ubica estos activos y capacidades en la “rique­ za cultural comunitaria” de las chicanas, es decir, en sus idiomas, sus relaciones familiares, su cultura y sus aspiraciones.52 El empoderamiento de las chicanas se enraiza en sus comunidades. Esta lente se enfoca en el uso que hacen las chicanas de su conciencia mestiza, para así sobreponerse a las barreras estructurales de Estados Unidos —racialización, femineidad idealizada, clase social, discrimina­ ción educativa y laboral, y ciudadanía—, pues se involucran en actos de resistencia, que van desde desafiar los arreglos patriarcales en la familia hasta movilizaciones contra el Estado. Además, esta perspectiva teórica alumbra la forma en que las chicanas y sus comunidades prosperan, a pesar de las desigualdades que enfren­ tan. En otras palabras, el enfoque de la interseccionalidad fronteriza pone al descubierto las capacidades creativas de las chicanas para vivir vidas plenas y felices. En su búsqueda de empoderamiento, las chicanas han tomado posesión, de manera creativa, de “un sitio y una lengua” a través de la escritura, el arte, la música, las organizaciones y el trabajo académico. Las chicanas usan la escritura creativa en forma de cuento, poesía o teatro, para generar discursos que transmi­ ten los desafíos cotidianos —vulnerabilidades, luchas y triunfos—.53 Las chicanas también se apropian de la lengua española con sus escritos. Al usar el español,

51 Deepa Narayan, Empowerment and Poverty Reduction: A Sourcebook, Washington, D.C., The World Bank, 2002, p. xvii. 52 Tara J. Yosso, “Whose Culture Has Capital? A Critical Race Theory Discussion of Community Cultural Wealth”, Race, Ethnicity, and Education, vol. 8, núm. 1, 2005, pp. 69-91. 53 veánse Gloria Anzaldúa (ed.), Making Face, Making Soul/Haciendo Caras: Creative and Critical Perspectives by Women of Color, San Francisco, Aunt Lute Press, 1990 y G. Anzaldúa, op. cit.; Ana Castillo, Massacre of the Dreamers: Essays on Xicanisma, Nueva York: Plume/Penguin Group, 1994; Sandra Cisneros, The House on Mango Street, Nueva York, Vintage Contemporaries, 1991; Cherríe Moraga y Gloria Anzaldúa (eds.), This Bridge Called My Back. Writings by Radical Women of Color, Nueva York, Kitchen Table Women of Color Press, 1983; Emma Pérez, Forgetting the Alamo, or, Blood Memory: A Novel (Chicana Matters), Austin, Uni­ versity of Texas Press, 2009.

169 Fátima Suárez y Denise A. Segura

“hacen una declaración política acerca del valor de su herencia y los medios para producir discursos [interseccionales] que están directamente vinculados con la experiencia chicana”.54 Otro sito clave para el empoderamiento es el arte. Alma López,55 Ester Her­ nández56 y Melanie Cervantes,57 entre otras, usan el arte para ilustrar las historias y pasiones de las chicanas, identidades múltiples y para un futuro mejor. Junto con la crítica literaria Norma Alarcon58 y la científica social Adelai­ da del Castillo,59 la conciencia mestiza de las artivistas60 las impulsa a transformar artefactos e iconos culturales clave, como la Virgen de Guadalupe, Malinche o Malintzin, Frida Kahlo y Selena, para convertirlos en símbolos de empoderamien­ to a los cuales todas las chicanas tienen acceso. Así sucede también con la música, área en la que Gloria Estrada de La Santa Cecilia, Martha González de Quetzal, Leah Rose Gallegos y Denise Carlos de Las Cafeteras usan su talento musical y su voz para cantar acerca de las intersecciones que, de forma ambigua y contradicto­ ria, conforman las vidas de las chicanas, rebotando el eco de la vida en la frontera. Como respuesta a la exclusión de ciertas instituciones sociales, como la educación y la política, que históricamente han padecido las chicanas, ellas utilizan el arte para expresar quienes son y para llamar la atención sobre las necesidades de sus comunidades. La exclusión institucional no impide a las chicanas encontrar formas alternas para descubrir y expresar su subjetividad. Las organizaciones y el activismo de las chicanas son importantes para su empoderamiento. De acuerdo con Mary Pardo, la historia de activismo político entre las chicanas se “concentra en movilizarse contra el racismo y la discrimina­

54 Aída Hurtado, Voicing Chicana Feminisms: Young Women Speak out on Sexuality and Identity, Nueva York, New York University Press, 2003, p. 8. 55 http://almalopez.com 56 http://www.esterhernandez.com 57 http://dignidadrebelde.com 58 norma Alarcón, “Chicana Feminist Literature: A Re-vision through Malintzin / or Malintzin Putting Flesh Back on the Object”, en C. Moraga y G. Anzaldúa, This Bridge Called My Back. Writing by Radical Women of Color, Albany, suny Press, 2015, pp. 181-189. 59 Adelaida R. del Castillo, “Malintzin Tenepal: A Preliminary Look into a New Perspective”, Encuentro Fe- minil, vol. 1, núm. 2, 1974, pp. 58-77. 60 Los artivistas chicanos, artistas-activistas, se involucran en actividades para edificar la comunidad, utilizan­ do como herramienta el arte, la música y técnicas que se concentran en prácticas participativas de música y danza, así como procesos colectivos para componer canciones y tecnologías digitales, entre las cuales se cuentan los equipos de grabación y las redes sociales. Para una descripción completa del trabajo de los arti­ vistas, véase Martha González, “Chican@ Artivistas: East Los Angeles Trenches, Transborder Tactics”, tesis, University of Washington, 2013.

170 Chicanas navegantes en el margen: Resistencia, activismo y empoderamiento ción en el lugar de trabajo y la comunidad”.61 La lente de la interseccionalidad fronteriza proporciona una forma de penetrar en la resistencia femenina contra el racismo contaminado con temas de género, pues expande las nociones de “ma­ ternidad” para incorporar el activismo y la lucha en contra del Estado.62 Antes y ahora, chicanas como Dolores Huerta e Hilda Solís han luchado a favor del dere­ cho a sindicalizarse, a condiciones laborales seguras y a salarios que les permitan vivir.63 Las chicanas han creado sindicatos laborales como United Farm Workers y Justice for Janitors.64 Junto con Antonia Hernández y Gloria Arellanes, algu­ nas chicanas han servido como instrumento en la lucha a favor de los derechos reproductivos y el acceso a cuidados de las salud.65 Hay chicanas en organizacio­ nes a favor de los derechos de los migrantes, como Puente Arizona,66 que com­ baten medidas estatales draconianas contra los migrantes, como la SB1070 de Arizona. Más recientemente, las chicanas se organizaron contra el racismo am­ biental.67 Estos movimientos en favor de la justicia social continúan el trabajo de activistas como Anna Nieto-Gómez, Cotera, Sonia López y otras que lucharon a favor del respeto y la dignidad, y para abrir espacios a la participación política de la mujer en el Movimiento Chicano de finales de la década de 1960 y la de 1970.68 Al resistir mediante la lucha a las fuerzas opresoras que estorban su capacidad para florecer y la prosperidad de sus familias, las chicanas han extendido los lími­

61 Mary Pardo, “Latinas in U.S. Social Movements”, en H.J. McCammon, V. Taylor, J. Reger y R.L. Einwohner (eds.), The Oxford Handbook of U.S. Women’s Social Movement Activism, Oxford, Oxford University Press, 2017, pp. 643-63, véase p. 643. 62 nancy Naples, “Activist Mothering: Cross-Generational Continuity in the Community Work of Women from Low-Income Urban Neighborhoods”, Gender & Society, vol. 6, núm. 3, 1992; M. Pardo, “Gendered Citizenship…”, op. cit. 63 Martha P. Cotera, Diosa y Hembra: The History and Heritage of Chicanas in the U.S., Austin, Statehouse Printing, 1976; Denise A. Segura y Elisa Facio, “Adelante Mujer: Latina Activism, Feminism, and Empowerment”, en H. Rodríguez, R. Sáenz y C. Menjívar (eds.), Latinas/os in the United States: Changing the Face of America, Nueva York, Springer, 2008, pp. 294-307. 64 vicki L. Ruiz, From out of the Shadows: Mexican American Women in Twentieth-Century America, Oxford, Oxford University Press, 2008; Cynthia J. Cranford, “Constructing Union Motherhood: Gender and Social Repro­ duction in the Los Angeles ‘Justice for Janitors’ Movement”, Qualitative Sociology, núm. 30, 2007, pp. 361-381. 65 E.R. Gutiérrez, op. cit.; Zakiya Luna, “From Rights to Justice: Women of Color Changing the Face of Re­ productive Justice Organizing”, Societies Without Borders, núm. 4, 2009, pp. 343-65; Dionne Espinoza, “’Revolutionary Sisters’: Women’s Solidarity and Collective Identification among Chicana Brown Berets in East Los Angeles, 1967-1970”, Aztlán, núm. 26, 2001, p. 17. 66 http://puenteaz.org 67 M. Pardo, “Latinas in US…”, op. cit. y “Gendered Citizenship…”, op. cit. 68 Maylei Blackwell, Chicana Power!: Contested Histories of Feminism in the Chicano Movement. Austin, Universi­ ty of Texas Press, 2011.

171 Fátima Suárez y Denise A. Segura tes de aquello que se consideraba como “político”. En áreas como el género, la política y la investigación sobre movimientos sociales, la expansión del significa­ do de lo “político” ha sido una de las principales contribuciones teóricas del acti­ vismo de las chicanas y sus organizaciones. La politóloga Carol Hardy-Fanta afirma que “ser político” es un complejo proceso para las mujeres de ascendencia latinoamericana, proceso asociado con vínculos, colectividad y comunidad.69 Em­ pujar las fronteras de aquello que se considera “trabajo político” es consecuencia de la exclusión de las chicanas de la política electoral, e ilustra cómo no están dispuestas a participar en una sola arena política. Para las chicanas y otras mujeres históricamente despojadas, “ser políticas implica un intenso y vasto intercambio de ideas”, que se conecta con acciones realizadas de forma individual y colectiva, las cuales no sólo consisten en seguir al líder designado, sino en verse a sí mismas como líderes.70 De manera semejante, la socióloga Mary Pardo, en un trabajo acerca de las Madres de East Los Angeles (mela), demostró cómo las intersecciones de género, raza y clase dan forma a la participación política y producen una especie de “ciu­ dadanía teñida por el género”.71 Esta clase de ciudadanía reconoce el proceso por medio del cual la participación política y la ciudadanía tienen género, pero este género está mediado por otros sistemas de poder, como la raza, la clase, la nacio­ nalidad y el idioma. Las mujeres que formaron parte de mela también transfor­ maron el significado de la maternidad, al convertirlo en una identidad opositora que desafía el proyecto gubernamental que pretende hacer de sus comunidades una prisión. La conciencia mestiza de las chicanas les permite mezclar lo que aparentemente son identidades opuestas, la “activista” y la “madre”, para formar una sola identidad cultural que las empodera a través de una praxis, en lo que la socióloga Nancy Naples llama “maternidad activista”.72 Como resultado de estas intervenciones teóricas clave, ahora la maternidad puede ser considerada como trabajo político, a través del marco para la maternidad que mela proporciona y el papel de la familia en las luchas a favor de la justicia social. Hardy-Fanta y Pardo, con sus trabajos pioneros sobre las organizaciones chicanas, revelan que “ser política y llegar a ser política pueden desarrollarse a partir de acciones que

69 Carol Hardy-Fanta, Latina Politics, Latino Politics: Gender, Culture, and Political Participation in Boston, Fila­ delfia, HarvardU niversity Press, 1993. 70 Ibid., pp. 133-134. 71 M. Pardo, “Gendered Citizenship…”, op. cit., p. 59. 72 n. Naples, op. cit.

172 Chicanas navegantes en el margen: Resistencia, activismo y empoderamiento comenzaron con el papel tradicional de la mujer”, con lo cual alteran el signifi­ cado que los académicos otorgan a las prácticas tradicionales de género al interior de las familias.73 Conforme las chicanas navegan por la frontera, cruzan diferentes temas y transforman tradiciones culturales por medio del trabajo político. La socióloga Milagros Peña afirma que la lucha por “vincular salud, educación y derechos humanos con problemas sociales, políticos, económicos y ambientales es una valiosa contribución del activismo de las mujeres a nivel de base”.74 En el estudio de Peña, las mujeres cruzan a través de las fronteras espirituales básicas, al traba­ jar en organizaciones de la sociedad civil de base con raíces en la fe, las cuales elaboran agendas que se concentran en los problemas y necesidades de las mujeres en Estados Unidos y México. Si bien el término “feminismo” a menudo se asocia con la política progresista y los movimientos sociales a favor de erradicar la vio­ lencia estructural contra las mujeres, en los temas fronterizos de Peña ese término solamente adquiere significado cuando se transforma enfe-en-mí-mismo . La con­ ciencia mestiza fronteriza las empoderó para organizarse colectivamente contra la explotación laboral, la violencia doméstica y el feminicidio, lo cual tuvo un efec­ to significativo en sus relaciones con sus familias y con el Estado. El activismo contemporáneo de las jóvenes chicanas se edifica sobre las histo­ rias políticas que heredaron. El 21 de enero de 2017, las chicanas participaron en la Marcha de la Mujer con pancartas que decían “ni santas ni putas, sólo mujeres y no te metas con mi cucú”, algunas estaban vestidas con indumentaria zapatista, con lo cual trascendieron las fronteras, al reconocer la influencia política de los movimientos a favor de la justicia social en México. Las chicanas se manifestaron en pro de los derechos humanos y la justicia social: para poner fin a la violencia y en apoyo de los derechos reproductivos, los derechos lgbtqia,75 los derechos para discapacitados y migrantes, y a favor de la justicia ambiental.76 Las chicanas tam­ bién han actuado para promover la legislación derivada de la Ley dream77 y en el

73 C. Hardy-Fanta, op. cit., p. 147. 74 M. Peña, Latina Activists…, op. cit.; Peña 1997. 75 lqbtqia es un acrónimo utilizado en Estados Unidos que significa gay, bisexual, transgénero, queer, inter­ sexual y asexual. 76 La Marcha de las Mujeres en Washington estuvo regida por un conjunto de “Principios de Unidad” redac­ tados por un grupo diverso de líderes comunitarios, entre quienes estaba Carmen Pérez de la Junta de la Justicia. Estos principios son “una plataforma interseccional” que representa “una nueva comprensión de las conexiones connaturales a nuestra lucha y de la visión de nuestra liberación colectiva”. Para conocer los “Principios de Unidad”, véase https://www.womensmarch.com/mission 77 nicholls 2013; Pérez 2016.

173 Fátima Suárez y Denise A. Segura movimiento indocurraros, que trata de utilizar la conciencia mestiza para llamar la atención sobre las intersecciones entre sexualidad y migración que influyen en los migrantes indocumentados homosexuales, quienes viven una experiencia di­ ferente a la de los migrantes indocumentados bugas.78 Se encuentran además a la vanguardia, al incluir temas transgénero en sus or­ ganizaciones en pro de los derechos de las mujeres y los migrantes. Por ejemplo, Jennicet Gutiérrez, una mujer trans indocumentada de origen mexicano, inte­ rrumpió al presidente Obama mientras pronunciaba su discurso en la inauguración del Mes del Orgullo lgbt, al gritar: “¡Liberen a los lgbt de los centros de deten­ ción!”79 Mientras que el Servicio Secreto la conducía fuera de la Casas Blanca, Jennicet gritaba: “¡Ni un solo deportado más!” “Ni un solo deportado más!” fue una forma de recordar al presidente que, mientras celebraba a la comunidad lgbt, un gran número de personas lgbt se encuentran encerradas en centros de detención debido a las políticas migratorias de su gobierno. Isa Noyola es otra líder nacional del movimiento a favor de los derechos de los migrantes lgbt y, en 2015, organi­ zó la primera protesta nacional en contra de la violencia contra los trans.80 Como sus antecesoras, las jóvenes universitarias chicanas también se encuentran sumamente activas en las instalaciones de sus universidades. Cada vez más depar­ tamentos de Estudios Chicanos llevan formalmente en el nombre la palabra “chicana”, que es uno de los resultados de la movilización feminista chicana de las décadas de 1970 y 1980. La inclusión de las mujeres transformó el marco de la disciplina, al lograr que el trabajo de las chicanas se hiciera más visible e im­ portante.81 Aunque esta visibilidad es producto del activismo de las estudiantes chicanas, también genera más activismo en las universidades. Las mujeres chica­ nas (y latinas) en un ambiente universitario han logrado despejar los caminos que conducen a las jóvenes a la educación superior, lo que ha conducido a mayores niveles de logros académicos para las chicanas.82 Por ejemplo, en la Universidad de California, Santa Bárbara, hay una organización feminista de chicanas (y latinas) llamada “Mujer”, que organiza anualmente una “Conferencia Mujercita” a la que

78 Ruth Milkman y Verónica Terriquez, “‘We Are the Ones out in Front: Women’s Leadership in the Immi­ grant Rights Movement”, Feminist Studies, vol. 38, núm. 3, 2012, pp. 723-752. 79 véase https://www.buzzfeed.com/meredithtalusan/the-trans-woman-who-heckled-president-obama-last- summer-refu?utm_term=.krWmoxdv4#.al43d2QGX 80 véase https://transgenderlawcenter.org/archives/11636 81 Segura 2011. 82 Adele Lozano (ed.), Latina/o College Student Leadership: Emerging Theory, Promising Practice, Lanham, Lexing­ ton Books, 2015.

174 Chicanas navegantes en el margen: Resistencia, activismo y empoderamiento están invitadas las chicanas de las preparatorias locales para ir a las instalaciones de la universidad, donde hay talleres y presentaciones que se enfocan en las expe­ riencias vividas ahí donde se intersectan género, raza, cultura, clase, ciudadanía y educación. Las chicanas buscan desarrollar su conciencia mestiza, para así navegar mejor por la educación superior, pues las instituciones universitarias fueron modeladas por normas de la clase media blanca. En este contexto, las estudiantes chicanas pueden llegar a creer que poseen lo que Collins llama “la condición de fuereño en el interior”, que significa que, aunque vayan a la universidad, se sientan como impostoras.83 Al reconocer que las instituciones de educación superior, ocupacio­ nes profesionales y otras organizaciones no fueron diseñadas para complementar o validar las experiencias chicanas, muchas chicanas han identificado aliados y mentores para aprender habilidades que son indispensables para navegar por las instituciones.

Conclusiones A través de la lente de la teoría de la interseccionalidad fronteriza es posible ver los muros de silencio que se oponen a las chicanas, así como el contexto en el cual despliegan su actividad para lograr empoderarse de diversas maneras. Hay expli­ caciones en conflicto para la persistente desigualdad educativa y la sobrerrepre­ sentación de las chicanas en trabajos mal pagados y con frecuencia también peligrosos. Entre estas explicaciones hemos mencionado la teoría del capital hu­ mano, basada en las decisiones individuales, y el análisis del déficit cultural. Ambas asumen que sólo habrá mejoría cuando las chicanas “escojan” esforzarse más para educarse y así tener acceso a mejores trabajos, tarea que sería más fácil si logran desprenderse ideológicamente de esos valores que, se supone, entorpecen las aspiraciones y logros individuales. La perspectiva de la interseccionalidad fronteriza abreva del poder del análisis organizacional, que considera factores de raza y género, para así explicar y poner en evidencia las políticas y las prácticas que limitan la capacidad de las chicanas para elegir mejores escuelas y trabajos. Esta perspectiva penetra en la forma en la cual algunas organizaciones, como es­ cuelas y centros de trabajo, se estructuran para defender los privilegios de los blancos, por lo cual asumen que las chicanas son incompetentes.84 No obstante,

83 Patricia Hill Collins, “Learning from the Outsider Within: The Sociological Significance of Black Feminist Thought”, Social Problems, vol. 33, núm. 6, 1986, pp. S14-S30. 84 Gutiérrez y Muhs, Flores Niemann, González y Haris 2012.

175 Fátima Suárez y Denise A. Segura las chicanas son fuertes y los registros históricos y contemporáneos están repletos de pruebas del esfuerzo que realizan para empoderarse a sí mismas y a sus comu­ nidades, para así mejorar su nivel socioeconómico y expandir las nociones conven­ cionales del poder político. El enfoque de la interseccionalidad fronteriza puede arrojar nueva luz sobre cómo las chicanas navegan a través de los sistemas educa­ tivos, las diversas profesiones y el equilibrio con el estilo de vida, para así formar familias con conciencia política. En la política de Estados Unidos, la historia de algunos latinos y latinas no es igual que la de aquellos chicanos y chicanas de origen mexicano. Si el enfoque de la interseccionalidad fronteriza también le aporta algo a estos latinos y latinas es una cuestión que se hará cada vez más relevante, confor­ me haya más familias birraciales o transnacionales en Estados Unidos y se incre­ mente el número de no chicanos y no chicanas que emigran a ese país.

176 La ciudad antimigrante en Estados Unidos en el siglo xxi Los casos de Costa Mesa y Maywood

María-Teresa Vázquez-Castillo*

Los migrantes ilegales están destruyendo la ciudad. No los quiero aquí. Punto. Lou Barletta, alcalde de Hazleton, Pensilvania1

A comienzos del siglo xxi ha surgido una nueva etapa de la ciudad antimigrante, que tiene como blanco principal a las comunidades migrantes de origen latino, en específico las que provienen de México. Con base en argumentos como defen­ der la frontera y el bienestar fiscal de las áreas urbanas, en el periodo 2005-2006 ciudades de California como Escondido, Costa Mesa y Newport utilizaron instru­ mentos de planeación urbana para controlar la migración dentro de sus límites. Como respuesta, ciudades como Los Ángeles, Maywood y San Francisco se han declarado santuario, es decir, ciudades seguras para los migrantes. Este artículo estudia y compara los perfiles de ciudades santuario y ciudades antimigrantes, así como el contenido y la suerte de las ordenanzas antimigrantes o resoluciones a favor de la migración, que han sido rechazadas o aprobadas en dos de las ya men­ cionadas ciudades de California: Maywood y Costa Mesa entre 2005 y 2008. También explora la composición de los concejos municipales y el tipo de funcio­ narios y planificadores de la ciudad, con relación a la población que representan, así como la forma en la que influyen en la política de la ciudad y la promoción de prácticas de planeación excluyentes o incluyentes, y también nuevas formas de segregación o integración. Por último, identifica las dinámicas y fuerzas que in­ tervienen para dar forma a la ciudad antimigrante del siglo xxi, para así dilucidar

* Doctora en planificación urbana y regional, CornellU niversity. Profesora de tiempo completo del Instituto de Arquitectura, Diseño y Arte de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Traducción del inglés de Mauricio Sanders. 1 “La ciudad se apresta para un operativo contra migrantes ilegales: El alcalde afirma que el problema es tan grave que la gente ‘tiene miedo de caminar por la calle’” (sitio de internet de msnbc, 19 de junio de 2006, disponible en: http://www.msnbc.msn.com/id/13426584/).

177 María-Teresa Vázquez-Castillo el efecto de estas políticas que restringen los derechos y el acceso a la ciudad de migrantes de origen mexicano, así como en la redefinición de la ciudadanía local y la geografía de las ciudades, según sean éstas anti o pro migrantes.

Antecedentes Las ciudades de California no fueron las únicas en formular y aprobar ordenanzas para controlar las migraciones, ni tampoco en rechazarlas para declararse santua­ rios. Para 2008, más de cincuenta ciudades, suburbios y pueblos de todos los tamaños y poblaciones se habían unido a esta tendencia;2 incluso áreas con un aumento considerable en la población migrante emitieron ordenanzas antimi­ grantes, como una especie de medida preventiva para evitar la reubicación de comunidades migrantes al interior de sus jurisdicciones o para expulsar a los migrantes que ya residían ahí.3 Este fue el caso de Hazleton, Pensilvania, que el 13 de julio de 2006 aprobó con éxito tres ordenanzas en contra de los migrantes: la Ordenanza de la Ley para Aminorar la Inmigración Ilegal, la Ordenanza de Registro de Arrendadores y Arrendatarios, y la Ordenanza de Idioma Oficial; todas restringen la contratación de mano de obra indocumentada, prohíben ren­ tarles casas a los migrantes y hacen del inglés el idioma oficial. Según el censo del año 2000, Hazleton era una ciudad que se reducía, su po­ blación disminyó en 5.6 por ciento desde 1990. El censo estimaba que la población iba a ser todavía menor que los 23 329 habitantes que tenía en 2000 y que con­ sistía de 94.7 por ciento de blancos, 0.82 por ciento de afroamericanos, 0.65 por ciento de asiáticos y de 4.85 por ciento de latinos, para llegar a 22 125 en 2015.4 El demógrafo William H. Frey clasificó la zona metropolitana Scranton-Wilkes- Barre-Hazleton como con “una de las más bajas participaciones de minorías su­ burbanas en 2000”, con sólo 2.8 por ciento.5 El censo de 2000 indicaba que en la ciudad vivía 2 por ciento de población nacida fuera del país, un porcentaje insig­ nificante. En contraste con estas cifras y estimados, en 2006 el alcalde de Hazleton propuso ordenanzas en contra de los migrantes, asegurando que de acuerdo con “sus” estimaciones de población, el número de habitantes “hispanos” (casi todos

2 Elliot Spagat, “Anti-Illegal Immigrant Law Put on Hold”, ApNews, noviembre de 2006, disponible en: http://apnews.myway.com/article/20061117/D8LEJT480.html [consultado: 20 de diciembre de 2006]. 3 “Local Governments’ Actions Diminish Justice for All”, American Friends Service Committee, 8 de diciembre de 2006, disponible en: http://www.afsc.org [consultado: 28 de diciembre de 2006]. 4 u.S. Census Bureau Homepage, disponible en: http://www.census.gov [consultado: 5 de enero de 2007]. 5 William H. Frey, Melting Pot Suburbs: A Census 2000 Study of Suburban Diversity, The Brookings Institute, Center on Urban and Metropolitan Policy, junio de 2001.

178 La ciudad antimigrante en Estados Unidos en el siglo xxi: Los casos de Costa Mesa y Maywood mexicanos) en la ciudad se había incrementado en siete mil desde el censo de 2000, lo cual significaba un aumento de 30 por ciento en el número de latinos de esa ciudad en declive. Cuando las organizaciones de latinos protestaron en contra de las ordenanzas, el alcalde especificó que no tenía nada en contra de los hispanos, sino en contra de la invasión de “mexicanos y méxico-americanos” que no valoran a Estados Unidos. Para el alcalde, los medios y “sus” estimados de población son suelo fértil para proponer esa clase de ordenanzas y para exacerbar los sentimien­ tos en contra de los mexicanos. Considerando que las ordenanzas contra los migrantes atacan burdamente a un perfil de migrantes con cierto origen nacional, étnico y racial, resulta perti­ nente declarar que se está formando una nueva ola de segregación, cuyo blanco son los residentes, documentados o indocumentados, de piel morena, casi todos de origen mexicano. Los funcionarios de la ciudad justifican las medidas porque culpan a esa población del “alza en el crimen, el fracaso de las escuelas” y por ser “una carga para los recursos de la ciudad”.6 En algunos estados, los migrantes indocumentados son etiquetados como “malestares públicos que drenan los re­ cursos locales”.7 Por medio de las políticas públicas y de sus medidas de planeación urbana, el alcalde y el concejo municipal de Hazleton redefinieron una ordenanza, no ya como el mecanismo para una mejor planificación en las ciudades, sino como la “herramienta para detener el flujo de migrantes a la ciudad”.8 Lou Barletta, alcal­ de de la Hazleton entre 1998 y 2011, redefinió el sentido y el propósito de una ordenanza al declar en público que ésta “es algo que la ciudad puede hacer por sí misma, mientras que el gobierno trata de proteger las fronteras de nuestro país […] este es un instrumento que las ciudades pueden usar para defender sus límites”.9 En consecuencia, en manos de funcionarios antimigrantes, las ordenan­ zas se transforman en mecanismos que no sólo redefinen el carácter exclusivista

6 véase “English-Only, Other Anti-Immigrant Laws Spread in U.S.”, Bretbart.com, 8 de diciembre de 2006, disponible en: http://www.breitbart.com/news/2006/12/08/061208154024.h6a78c05.html [consultado: 20 de diciembre de 2006]. 7 “Cherokee County, Georgia Passes Anti-Immigrant Laws”, Human Rights Headlines, originalmente publi­ cado en Atlantic Journal/Constitution, el 12 de diciembre de 2006, disponible en: http://ushrnetwork.typad. com/ushrn_news/2006/12/cherokee_county.html [consultado: 10 de enero de 2007]. 8 Kelley Rayburn, “Pennsylvania City Mimicking San Bernardino’s Proposed ‘Illegal Immigration Relief Act’”, Pennsylvania Daily Bulletin, 17 de junio de 2006. 9 A partir de 2011, Barletta se convirtió en representante del 11º distrito de Pensilvania y brindó su apoyo a Donald Trump en 2016.

179 María-Teresa Vázquez-Castillo de la planeación urbana, sino que delimitan fronteras interiores dentro de un país y marcan límites entre la legalidad y la ilegalidad de los residentes de una ciudad. Es bien sabido que las regulaciones y ordenanzas de uso de suelo se consideran como mecanismos para “una mejor planificación”, pero históricamente estos mecanismos se han utilizado en Estados Unidos para excluir y segregar a las po­ blaciones minoritarias.10 La historia del desarrollo de las áreas urbanas y suburbanas está llena de ejemplos de prácticas que excluyen a afroamericanos, mexicanos, chinos, japoneses y judíos, por mencionar sólo a algunos grupos.11 Tradicional­ mente, con sus prejuicios, funcionarios, planificadores y administradores de las ciudades de Estados Unidos han utilizado los instrumentos de planificación para legitimar la segregación, al cerrar el acceso a vivienda, transporte, actividades recreativas, educación y otros servicios. Aunque el movimiento a favor de los derechos civiles fue un esfuerzo por resistir y eliminar esas prácticas discrimi­ natorias, éstas han persistido bajo la guisa de otras formas y regulaciones.12 De cierta manera, los pactos para discriminar por medio de restricciones13 están de vuelta con otro aspecto, y los mecanismos de planificación urbana se utilizan para justificar técnicamente los ataques a las poblaciones mexicanas y latinas. Como la ciudad de Hazleton, la de Escondido, California, afirmó que los mi­ grantes eran causa de hacinamiento, crimen, pobreza y enfermedades, y aprobó ordenanzas antimigratorias. La ordenanza de Escondido impedía que se le renta­ ra vivienda a los migrantes indocumentados, al exigir que los arrendadores revi­ saran la situación migratoria de los arrendatarios y la hicieran saber a la ciudad. A su vez, la ciudad verificaría con el gobierno federal la situación migratoria del arrendatario. En caso de que los arrendatarios fueran indocumentados, los arren­ dadores contarían con diez días para desalojarlos, so pena de enfrentar “cargos por delitos, multas y la revocación de la licencia de su negocio”.14 Hay algunas orde­ nanzas que prohíben la contratación de indocumentados o su acceso a la educación y a los servicios de atención médica; otras prohíben el “hacinamiento”, lo cual

10 June M. Thomas, Urban Planning and the African American Community: In The Shadows, Thousand Oaks, Sage Publications, 1996. 11 Williams Deverell, Whitewashed Adobe: The Rise of Los Angeles and the Remaking of Its Mexican Past, Berkeley, University of California Press, 2004. 12 Dolores Hayden, Building Suburbia: Green Fields and Urban Growth, 1820-2000, Londres, Vintage, 2004. 13 Estos pactos discriminatorios eran cláusulas contenidas en títulos de propiedad que impedían que la gente de color tuviera tierras, sólo los blancos podían ser propietarios. 14 “Escondido, Backs Down from Anti-Immigrant Ordinance”, American Civil Liberties Union, 14 de diciem­ bre de 2006, disponible en: http://www.aclu.org/immigrants/discrim/27684prs20061214.html [consul­ tado: 11 de enero de 2007].

180 La ciudad antimigrante en Estados Unidos en el siglo xxi: Los casos de Costa Mesa y Maywood transforma la definición de “familia” en ciertas zonas, o declaran que en la ciudad únicamente se habla inglés. El resultado de aprobar ordenanzas antimigratorias es que divide a los residen­ tes de las ciudades afectadas y crea tensiones entre los distintos grupos étnicos y religiosos, así como entre diferentes generaciones de migrantes, en las comunida­ des de empresarios y arrendadores y las organizaciones a favor de los derechos civiles. Este último sector ha impugnado la legalidad de las ordenanzas, pues violan los principios de la legislación en materia de vivienda, los derechos de contratación y el proceso jurídico. Entre octubre de 2006 y septiembre de 2008, algunas de las ordenanzas antimigrantes fueron abolidas, pero otras más fueron presentadas y por eso resulta relevante un estudio comparativo entre las ordenan­ zas y resoluciones de diferentes ciudades, pues así se pueden comprender las di­ námicas y fuerzas que las apoyan. También es importante documentar esta época antimigrante, pues se produce un desarrollo importante de normas y las ciudades y pueblos toman decisiones ejecutivas en cuanto a la migración, papel que tradi­ cionalmente se suponía que era exclusivo del gobierno federal. Así pues, la regu­ lación de la migración ha pasado a manos de los gobiernos locales, como si las fronteras internacionales fueran las de escala local. En los tiempos en que la Unión Europea trataba de aparecer como un ejemplo de la diversidad, aprovechar sus activos multiculturales para fomentar el desarrollo económico local15 e integrar a los migrantes a la política de las ciudades,16 después de 11/9 Estados Unidos ha avanzado en la dirección opuesta, al rechazar la diversidad y organizar una perse­ cución masiva para librarse de los migrantes indocumentados de origen latino­ americano, usando a los gobiernos municipales para regular la migración por medio de una planificación urbana discriminatoria y exclusivista, así como de leyes locales que dividen y separan a los habitantes de las ciudades, lo cual ha evitado que Estados Unidos pueda aprovechar plenamente el capital social que ofrecen los migrantes y sus culturas. Con el fin de rastrear esta nueva etapa de la nueva ciudad antimigrante en el contexto de Estados Unidos, uno de los objetivos principales de este artículo es ilustrar el contenido y las implicaciones de las ordenanzas y resoluciones aproba­ das en dos ciudades de California: Costa Mesa y Maywood. Costa Mesa propuso

15 Phil Woods y Charles Landry, The Intercultural City, Londres, Earthscan, 2008. 16 nrc Handelsbad Staff, “Muslim Tapped as Rotterdam Mayor. Morrocan-Dutch Politician to Lead Dutch City”, Spiegel Online International, 22 de octubre de 2008, disponible en: http://www.spiegel.de/internatio­ nal/europe/0,1518,585457,00.html [consultado: 25 de octubre de 2008].

181 María-Teresa Vázquez-Castillo ordenanzas antimigración mientras que Maywood decidió convertirse en ciudad santuario. Me concentré en esas dos ciudades porque, a pesar de contar con pobla­ ciones muy diversas, California es uno de los estados cuyas ciudades encabezaron los cambios en la normatividad de uso del suelo para castigar la inmigración sin regular. Una evaluación de dichas ordenanzas y resoluciones puede proporcionar una ventana a la situación actual de las ciudades antimigrantes (suburbios y cen­ tro) y su contraparte, la ciudad santuario. Si los organismos de los gobiernos locales proponen y ejecutan ordenanzas antimigración, eso indica que los concejos municipales, los administradores y los planificadores urbanos participan en su formulación y aprobación. Debido a la diversificación de la población en pueblos y ciudades de EstadosU nidos, cabe la pregunta de cuál es el perfil de la población que representan y a la que sirven los gobiernos de las ciudades. Resulta evidente que los migrantes indocumentados carecen de derechos, aunque son ciudadanos en el sentido de participar y contribuir a las ciudades. En consecuencia, este texto identifica el perfil de población en las ciudades de Maywood y Costa Mesa, y resalta esta composición como indicador de la representación local que los migrantes tienen (o no tienen) en la política urbana y el gobierno municipal. También tiene como propósito identificar cómo son el acceso y los derechos en la ciudad, así como el uso de la planificación urba­ na y la representación política en las ciudades, suburbios y pueblos, con el fin de fomentar o de prevenir la latinización de las ciudades.17

Hipótesis La hipótesis central de este artículo es que las ordenanzas locales en contra de los migrantes, que han sido aprobadas en ciudades, pueblos y suburbios a lo largo y ancho de Estados Unidos, son un intento por redefinir el acceso o la exclusión en la ciudad, con base en la situación legal y la etnicidad de los migrantes, lo cual crea un nuevo sistema de castas basado en la legalidad y la ilegalidad y, por su­ puesto, en el color de la piel, el origen nacional y la cultura. La segunda hipótesis es que las ordenanzas antimigración violan las prácticas usuales de la planificación urbana, pues favorecen e incrementan los sentimientos en contra de los migrantes y causan una profunda polarización en diversos secto­ res de las ciudades, pues generan más hostilidad, desigualdad y discriminación en contra de un sector de la población que ya de por sí se encuentra desprotegido.

17 Mike Davis, Magical Urbanism: Latinos Reinvent the US Big City, Londres,Verso, 2001.

182 La ciudad antimigrante en Estados Unidos en el siglo xxi: Los casos de Costa Mesa y Maywood

En consecuencia, están de regreso viejas formas de segregación que ahora se apli­ can a las nuevas poblaciones de migrantes. La tercera hipótesis propone que, si bien las ordenanzas antimigración son resultado de múltiples factores, el temor a la creciente latinización o globalización de las ciudades de Estados Unidos y a la mayor diversidad de sus poblaciones podrían ser los verdaderos factores que los medios manipulan para crear aún más temor y rechazo en contra de las poblaciones de origen mexicano. La ley y la po­ lítica locales se resisten a la globalización y los sentimientos y normas en contra de los migrantes son una forma de reacción.18 La cuarta hipótesis es que la aprobación de ordenanzas antimigración refleja la política contemporánea de ciudades y suburbios, así como la maquinaria po­lítica y las alianzas políticas que la sostienen. No obstante, estas fuerzas políticas son desafiadas y acabarán por dividir más profundamente no sólo a las ciudades sino a todo el país, lo cual probablemente provoque un nuevo movimiento a favor de los derechos civiles en Estados Unidos. La quinta hipótesis es que, si se identifica la respuesta a las ordenanzas y reso­ luciones, entonces se sentarán las bases para formular políticas urbanas informadas que puedan contrarrestar la discriminación en contra de los migrantes, lo cual favorecería su integración a las ciudades.

Metodología Me concentré en las ciudades de Costa Mesa y Maywood por la composición de sus poblaciones y funcionarios públicos. Utilicé datos del censo para obtener un perfil de cada ciudad. También identifiqué cómo y cuándo dichas ordenanzas y resoluciones fueron elaboradas, propuestas y puestas en vigor. Con base en el texto de las ordenanzas y resoluciones obtenidas, comparé y evalué sus contenidos e implicaciones. Realicé una investigación usando periódicos locales de cada ciudad, así como las minutas de los concejos municipales que se encuentran disponibles en los sitios de internet de dichas ciudades. En esos sitios de internet también estaban dispo­ nibles los videos de las reuniones de los concejales. Estos materiales permiten adentrarse en el proceso de aprobación de las ordenanzas, así como identificar las dinámicas, fuerzas y actores sociales que intervienen al momento de aprobarlas o rechazarlas.

18 Manuel Castells, The Power of Identity, Hoboken, Wiley-Blackwell, 1997.

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Perfiles de las ciudades de Costa Mesa y Maywood La ciudad de Costa Mesa pertenece al condado de Orange, en California. Se ubica a 68 km del centro de Los Ángeles, su superficie es de 25.2 km2 y una tercera par­ te de su población es de origen latino. Por su parte, Maywood se localiza a 15.5 km del centro de Los Ángeles, pertenece al condado de Los Ángeles, ocupa un área de 2 km2 y 97 por ciento de su población es latina. Resulta interesante que ninguna de las dos ciudades ha crecido de forma significativa. De hecho, Costa Mesa pier­ de población desde el año 2000. El total de la población extranjera de Maywood aumentó sostenidamente entre 1970 y 2000, cuando comenzó a decrecer. No obstante, el total de la población nacida en el extranjero siguió creciendo en Cos­ ta Mesa, no sólo debido a la llegada de poblaciones latinas sino principalmente a causa de nuevas oleadas de migración asiática. Este breve perfil revela que la clase social y económica, además de la etnicidad, podrían ser elementos muy importantes para determinar cuán amigable es una ciudad hacia sus poblaciones migrantes.

La Sensebrenner: A tontas y a locas Como antecedente de la Ley Sensebrenner para la Protección de la Frontera, Con­ tra el Terrorismo y la Inmigración Ilegal, de 2005 (hr 2005), hubo redadas en diferentes partes de Estados Unidos, en especial en áreas con altas concentraciones de inmigrantes latinos. Entre los elementos estipulados por esta ley se encuentran:

1. La criminalización de migrantes indocumentados, su encarcelamiento y la conculcación de su derecho de audiencia. 2. verificación obligatoria de su condición legal por parte de los patrones. 3. Penalización de la ayuda humanitaria a residentes indocumentados. 4. El uso de la policía local como autoridad migratoria. 5. La criminalización del transporte de trabajadores indocumentados. 6. La prohibición de rentar casas a residentes indocumentados 7. La construcción de un muro fronterizo para detener la mano de obra indocu­ mentada de otras regiones de América.

Costa Mesa, ciudad antimigrantes Aunque San Bernardino, California, estuvo entre las primeras ciudades en im­ pulsar a nivel local la aprobación de ordenanzas y regulaciones antimigratorias, Costa Mesa fue la primera ciudad que aprobó fondos de 195 mil dólares para

184 La ciudad antimigrante en Estados Unidos en el siglo xxi: Los casos de Costa Mesa y Maywood entrenar en 2005 a su policía, con el fin de que pudiera fungir como autoridad migratoria. Resulta interesante que el cherif del condado, Mike Carona, apoyara este adiestramiento.19 Además de una agenda antimigrantes, la ciudad cerró el centro diurno de trabajo de Costa Mesa en 2005, con el fin de evitar la contrata­ ción de mano de obra indocumentada en el interior de la ciudad. Allan Mansoor, entonces alcalde y cherif adjunto en la Oficina del Cherif del Condado de Oran­ ge, inició y apoyó estos entrenamientos. Los cinco miembros del concejo de la ciudad eran blancos y fueron quienes tomaron esta decisión. Costa Mesa discutió y apoyó la hr 4427 (Sensebrenner) y para marzo de 2006 concordaba en lo si­ guiente:

1. Penas para los negocios que contrataran trabajadores indocumentados. 2. Penas para arrendatarios que alquilaran a residentes indocumentados. 3. Se declaró que el inglés era la lengua oficial. 4. negar a los inmigrantes el acceso a la salud, la educación y otros servicios y beneficios sociales.

Costos de las ordenanzas antimigrantes en Costa Mesa Como una nueva actividad de la ciudad, se asumió el de autoridad migratoria a escala local. Esta función ha acarreado implicaciones para los diferentes grupos que conforman la ciudad, ha dividido a los grupos étnicos y ha separado a dife­ rentes grupos de migrantes. Como la población latina era el blanco del ataque, incluso las diferentes generaciones de latinos se han dividido, pues algunas de ellas, más privilegiadas, no quieren ser consideradas como ilegales en la ciudad. Durante esos años, la programación de Univisión mostró a varios ciudadanos estadounidenses de origen latino que se manifestaron en contra de los “ilegales” y apoyaron las ordenanzas antimigratorias y el papel de la policía local como au­ toridad migratoria. Este es un aspecto que requiere más investigación y documen­ tación, lo mismo ocurre con la agudización de tensiones raciales entre negros y latinos durante esos años. Los medios y los activistas antimigrantes dieron con una explicación para la falta de movilidad social de los afroamericanos, y dicha explicación fue el crecimiento de la población migrante en Costa Mesa. De ma­ nera sorprendente, los medios retrataron a latinos y negros marchando junto con

19 Mike Carona, alguna vez conocido como “el Cherif de Estados Unidos”, fue sentenciado por cargos de co­ rrupción.

185 María-Teresa Vázquez-Castillo los Minuteman para protestar por la presencia de migrantes “ilegales” en la ciudad de Contra Costa. Estos grupos históricamente desposeídos encontraron un chivo expiatorio a la medida en un grupo que se encontraba en una situación de despo­ jo todavía peor. Para entonces, la ciudad invertía fondos adicionales para adiestrar a más ofi­ ciales de policía. Es una ciudad rica. Le alcanza para pagar cien mil dólares por un entrenamiento así. A la ciudad no le importaba que se le reputara por ser una ciudad inmisericorde y xenofóba, lo importante era mostrar que Costa Mesa real­ mente hacía valer la ley.

Maywood, una ciudad santuario En 2005, la ciudad de Maywood, como muchas otras ciudades de la región, mon­ tó retenes para asegurarse de que los conductores tenían licencia. Los autos de muchos conductores sin licencia fueron incautados durante un mes, causando inmensa penuria económica en una ciudad donde el ingreso promedio por hogar es menor de 37 mil dólares. Esta penuria se hizo insoportable cuando, además de la incautación de sus autos, los conductores fueron penalizados por no contar con licencia. Como respuesta, el concejo municipal, cinco de cuyos miembros son de origen latino, tomó una medida radical: eliminar la división de tránsito de la policía. El 24 de enero de 2006, la ciudad de Maywood se convirtió en la primera ciudad en aprobar una resolución para oponerse a la Ley Sensenbrenner (hr 4437). La ciudad, al ser de mayoría trabajadora y latina, no iba a aceptar la Sensebrenner. Primero, se rehusó a entrenar a su policía como autoridad migratoria y des­pués aprobó la Resolución 5225, que dictaba lo siguiente: a) la ciudad no aplicará recursos para entrenar a la policía local como autoridad migratoria y b) la ciudad se opone a la hr 4437 por ser “punitiva de manera injusta y por no ser una forma razonable de combatir el terrorismo o incrementar la seguridad del país”.20 Después, cuando las noticias mostraron al alcalde Thomas Martin mientras rechazaba la aplicación de la hr 4437 y aprobaba la Resolución 5225 en su ciudad, comenzó a recibir amenazas de muerte y cartas de agresión. Defendió la decisión de la ciudad al decir: “La ciudad no aplicará recursos para entrenar a la po­licía local como autoridad migratoria”.

20 Ciudad de Maywood, “Resolución 5225”, 24 de enero de 2006.

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Costos de las ordenanzas que hicieron de Maywood un santuario El rechazo a que la autoridad local fungiera en materia de migración tuvo un costo, pues desde entonces el odio de los grupos antimigrantes se ha dirigido en contra de las llamadas ciudades santuario, es decir, ciudades seguras para los mi­ grantes. En fechas recientes, estos grupos antimigrantes han cabildeado para re­ ducir los fondos federales de ciudades santuario como Maywood, como venganza por haberse declarado ciudades santuario. La situación se ha hecho tan hostil que, en una entrevista telefónica con personal de la ciudad de Maywood realizada en octubre de 2007, me dijeron que no podían usar la palabra santuario para referir­ se a su ciudad, pues “resultaba muy problemático”. Maywood se declaró ciudad santuario el 26 de abril de 2006.

Surgimiento de las ciudades antimigración y las ciudades santuario Los casos de Costa Mesa y Maywood señalan dos modelos de ciudad que surgen dentro del nuevo régimen migratorio de Estados Unidos. Por un lado, están las ciudades antimigrantes, caracterizadas por comunidades antimigrantes muy or­ ganizadas, las cuales no sólo rechazan a los inmigrantes o a los latinos, sino a los migrantes mexicanos de sus ciudades. A partir de 2005, estas ciudades antimi­ grantes han aprobado resoluciones y elaborado y votado ordenanzas que restringen los derechos humanos y civiles de las poblaciones migrantes de origen latino y mexicano, así como los de aquellos ciudadanos estadounidenses de origen latino. Por otro lado, vuelven a surgir ciudades santuario, caracterizadas por comu­ nidades poco organizadas que responden con lentitud y tienen escasos recursos. Mientras que las comunidades antimigrantes restringen la expansión de la lati­ nización de las ciudades, las ciudades santuario afirman el derecho a gozar de es­ pacio y derechos en la ciudad, buscando expandir los derechos civiles y humanos para que alcancen a las poblaciones migrantes de latinos, estén reguladas o no. Estos dos modelos de ciudad también apuntan hacia direcciones muy dife­ rentes en cuanto a la organización de las ciudades. El primer modelo, antimigra­ ción, adopta una organización comunitaria racista, en la cual grupos como Minutemen, sos y otros grupos de extrema derecha organizan a la comunidad para socavar la incorporación e integración de los migrantes, pasando por alto las imprudentes consecuencias para las economías estatal y local. Hasta el mo­ mento, a pocos les importan las implicaciones económicas a nivel estatal y local que pueden acarrear las redadas en un barrio o lugar de trabajo, o la deportación abrupta de cientos de actores económicos que contribuyen a la economía en el

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área. Esta es una pregunta imperiosa que la situación económica actual reclama de la investigación. El segundo modelo, la ciudad santuario, sigue un modelo humanitario que cruza las fronteras para organizar comunidades en torno a tradiciones de coope­ ración con los gobiernos progresistas de las ciudades, las organizaciones humani­ tarias de la comunidad y los grupos de creyentes de diversas religiones. Recientemente ha surgido una tercera vía de ciudad: la ciudad arrepentida. Un claro ejemplo de esa clase de ciudades se encuentra en el caso de Riverside, Nueva Jersey, en donde, después de aprobar ordenanzas y regulaciones al estilo de la Ley Sensebrenner, echó para atrás esta decisión cuando vio a los latinos (casi todos brasileños) huir de tan distinguida ciudad. Tras atestiguar las implicaciones negativas de la medida, uno de los líderes cívicos y empresariales comenzó una gira por la ciudades de la costa este, dando charlas para animar y aconsejar lo siguiente: “No hagan lo que nosotros hicimos. La reputación de su ciudad va a quedar por los suelos”.21 Me parece que los habitantes de Riverside estaban más preocupados por la economía que por su reputación. Al igual que a los habitantes de Costa Mesa, les importaban poco las implicaciones negativas para los migrantes a quienes tales regulaciones afectaban. Activistas a favor de los derechos de los migrantes han denunciado en innumerables ocasiones las implicaciones para los migrantes en términos de vivienda, empleo, salud mental, educación y capital social, pero los funcionarios de las ciudades antimigrantes hacen oídos sordos. Fue sólo cuando las economías se desplomaron que sus líderes cívicos y empresariales comenzaron a hablar de reconciliación y de evitar la “reputación antimigrante”. Probablemente ahora más que nunca es clave diseñar mejores políticas de inmigración en las ciudades, según el sitio de internet de la Organización de las Naciones Unidas (onu), estas políticas deberían ser “innovadoras, diferentes, sustentables y replicables”. También menciona que “en una época de movilidad” debemos aprender de otras regiones del mundo, para prevenir la discriminación, los abusos y la explotación, así como para proteger los derechos de los migrantes. Podría ser que la planificación para las comunidades migratorias comenzara por incluir la situación de los migrantes dentro de las leyes locales en contra de la discriminación; de esta manera podrían leer que lo ilegal es discriminar a un ser humano con base en su situación migratoria.

21 Davis Dyssegaard Kallick, “New Jersey town offers immigration insights”, Newsday.com, 21 de abril de 2008.

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Sin embargo, Maywood pone el ejemplo de cómo resiste y responde una ciudad cuya población es de mayoría latina, mexicana o migrante. Este ejemplo ha sido imitado por ciudades como Los Ángeles, Oakland y San Francisco, entre otras que han aprobado resoluciones que las declaran como ciudades amigables para los migrantes. Desde la década de 1980, cuando recibieron migrantes de México y otros países latinoamericanos que padecían guerras civiles o dictaduras militares, estas ciudades han edificado la tradición de las ciudades santuario.

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Usos y abusos Asuntos, temas y proyectos principales de la educación de los méxico-americanos en Estados Unidos Panorama general

Cori Salmerón y Ángela Valenzuela*

Introducción Esta reseña bibliográfica se concentra en alumnos de las escuelas públicas -K 12 de Estados Unidos que se identifican como de origen latino. En particular, se enfoca en la experiencia de los estudiantes de origen mexicano y comienza por un panorama general de los méxico-americanos en Estados Unidos. Después pasa revista a los asuntos que históricamente han enfrentado los méxico-americanos, como la escolarización sustractiva, la repercusión de la Ley Ningún Niño Se Que­ da Atrás (nclb, por sus siglas en inglés), los exámenes todo-o-nada, la historia de la educación bilingüe, los errores de identificación en la educación especial, el papel de maestros latinos y las realidades demográficas que sirven para ilustrar cómo el sistema educativo por lo general fracasa en ayudar adecuadamente a los alumnos mexicanos y méxico-americanos. Después, damos un vistazo a las opor­ tunidades que se reflejan en el creciente poder político de los méxico-americanos. Tales oportunidades incluyen la Ley Dream (Ley de Fomento para el Progreso, Alivio y Educación para Menores Extranjeros), las transformaciones pedagógicas que piden a los maestros echar mano de los recursos que los alumnos aportan a la escuela, el creciente involucramiento de las familias y una nueva reflexión sobre la educación bilingüe. Se concluye con los proyectos promisorios para el futuro que se encarnan en movimientos méxico-americanos del presente, el Movimien­ to de Estudios Étnicos y el Movimiento Eduque a su Educador, que comparten una misma agenda para empoderar a las comunidades.

* Ángela Valenzuela es doctora en educación por la Universidad de Stanford. Profesora titular de planeación y política educativa del Departamento de Política y Liderazgo Educativo, Universidad de Texas en Austin. Cori Salmerón es pasante del doctorado en instrucción y currícula en la University of Texas, Austin, con una maestría en educación por el Hunter College, City University of New York. Traducción del inglés de Mauricio Sanders.

191 Cori Salmerón y Ángela Valenzuela

Aspectos y temas principales Constitución demográfica: Latinos y méxico-americanos en Estados Unidos En 2010, los latinos eran el grupo minoritario más numeroso de Estados Unidos.1 Para 2016, cerca de 63 por ciento de aquellos que se identificaban como latinos era de origen mexicano, mientras que los puertorriqueños, el segundo grupo más nutrido, comprendía 9 por ciento de la población.2 Además de constituir el mayor subgrupo, los méxico-americanos tienen profundas raíces en Estados Unidos, que datan desde el periodo anterior a 1848, cuando el suroeste de Estados Unidos formaba parte de México.3 Desde los mariachis hasta los tacos, muchos compo­ nentes culturales que los estadounidenses asocian con los latinos en realidad son mexicanos. Además, incluso aquellas comunidades latinas que no se identifican con los mexicanos han adoptado aspectos típicos de la cultura mexicana y se “me­ xicanizan”.4 Con esta idea, a menudo los investigadores agrupan a los latinos, sin identificar los subgrupos que analizan al describir a sus participantes como latinos. Como resultado, aunque los latinos manifiestan un alto grado de diversidad, podemos utilizar la experiencia de los méxico-americanos para examinar las ex­ periencias del conjunto de los latinos en Estados Unidos.5 Es importante tomar nota de que, como sucede con la experiencia de los la­ tinos, la experiencia de los méxico-americanos no es homogénea. En este estudio se utilizan como términos intercambiables “méxico-americanos”, “de origen mexicano” y “mexicanos nacidos en Estados Unidos”, para referirse a un grupo diverso que también incluye migrantes recién llegados. Las políticas públicas llaman a muchos de estos recién llegados y a algunos jóvenes de origen mexica­ no “estudiantes de lengua inglesa” (ell, por sus siglas en inglés). Preferimos llamarlos con el término “estudiantes bilingües” para no confrontar dos idiomas. En el contexto de los niños migrantes, es importante saber que, de acuerdo con la decisión de la Suprema Corte de Estados Unidos en Plyler vs. Doe (1982), a todos los niños en Estados Unidos se les garantiza educación gratuita en prima­ ria y secundaria.

1 u.S. Census, 2011, www.census.gov 2 A. Flores, “Facts on U.S. Latinos, 2015: Statistical Portrait of Hispanics in the United States”, disponible en: http://www.pewhispanic.org/2017/09/18/facts-on-u-s-latinos/ 3 G. San Miguel Jr. y R., Valencia, “From the Treaty of Guadalupe Hidalgo to Hopwood: The Educational Plight and Struggle of Mexican Americans in the Southwest”, Harvard Educational Review, vol. 68, núm. 3, 1998, pp. 353-413. 4 P.C. Gándara y F. Contreras, The Latino Education Crisis: The Consequences of Failed Social Policies, Cambridge, Harvard University Press, 2009. 5 Idem.

192 Asuntos, temas y proyectos principales de la educación de los méxico-americanos

Esta revisión de la bibliografía comprende las experiencias de alumnos de origen mexicano, en el sentido más amplio de la frase, que viven en Estados Uni­ dos y que reflejan una variedad de diferentes situaciones generacionales. Esto es, algunos nacieron en México (primera generación), otros, por lo menos uno de sus progenitores nació en México (segunda generación) y, por último, están los que, al igual que sus progenitores, nacieron en Estados Unidos (tercera generación). Los jóvenes de tercera generación en adelante provienen de familias que viven en Estados Unidos desde hace muchas generaciones y en su mayoría dominan el inglés.6 Hay un último grupo de transición, constituido por gente de primera generación que vive alternadamente entre México y Estados Unidos.7

Educación sustractiva Valenzuela argumenta que las escuelas deprecian el valor del capital cultural que los alumnos méxico-americanos llevan a la escuela de dos maneras significativas.8 La primera es que las escuelas se involucran activamente en la práctica de “des­ mexicanizar” a los alumnos, restando importancia y marginalizando su lengua, cultura e identidad, presentes en sus comunidades. Esto resulta significativo porque, al excluir sistemáticamente las culturas, idiomas e identidades de los alumnos, se afectan sus logros académicos y su grado de responsabilidad hacia le escuela. Un efecto social de la “desmexicanización” es que, al asimilar o “blanquear” las identidades de los jóvenes méxico-americanos nacidos en México,9 las escuelas socavan la posibilidad de que se formen vínculos entre los migrantes y los jóvenes mexicanos nacidos en Estados Unidos. De esta manera, los jóvenes quedan impo­ sibilitados para acceder al capital social que normalmente se encuentra de forma potencial en esas relaciones y que es necesario para alcanzar el éxito académico.10 Además de la “desmexicanización”, hay un desfase entre la manera en que los alumnos méxico-americanos conciben la educación y la postura prevaleciente

6 J.M. Krogstad y A. González-Barrera, “A majority of English-speaking Hispanics in the U.S. are Bilingual”, disponible en: http://www.pewresearch.org/facttank/2015/03/24/a-majority-of-english-speaking-hispanics- in-the-u-s-are-bilingual/ [consulta: 24 de octubre de 2015]. 7 S. Salas, J.P. Jones, T. Pérez, P.G. Fitchett y S. Kissau, “Habla con ellos – Talk to Them: Latinas/os, Achie­ vement, and the Middle Grades”, Middle School Journal, vol. 45, núm. 1, 2013, pp. 18-23. 8 A. Valenzuela, Subtractive Schooling: U.S.-Mexican Youth and the Politics of Caring, Albany, State University of New York Press, 1999. 9 L. Urrieta, “Colonial Structures, Identities, and Schooling: My Take on Multicultural Education and Whi­ te Supremacy”, en F.E. Objakor y J. Martinez, Latin@ Voices in Multicultural Education: From Invisibility to Visibility in Higher Education. Hauppauge: Nova Science Publishers, 2016. 10 J.S. Coleman, “Social Capital in the Creation of Human Capital”, The American Journal of Sociology, núm. 94, 1988, pp. 95-120.

193 Cori Salmerón y Ángela Valenzuela acerca de la educación, en la cual “los profesores esperan que a los alumnos les importe la escuela de manera técnica antes de que ellos les importen a los profesores, mientras que los alumnos esperan importarle a los profesores antes de que les im- porte la escuela”.11 Estos factores se combinan para crear un ambiente escolar que no cultiva los recursos culturales y lingüísticos que los alumnos méxico-america­ nos aportan a la escuela, favoreciendo un sentimiento de extrañeza respecto a la cultura dominante, que se materializa en un plan de estudios que por sí mismo es chovinista, pues privilegia las historias, narrativas y experiencias del grupo anglo, que domina en la sociedad estadounidense. Esta situación se ve exacerbada por el peso curricular de la ley nclb, por las situaciones que los estudiantes bilin­ gües deben enfrentar y por la escasez de maestros latinos de nivel K-12.

La Ley Ningún Niño se Queda Atrás y Todos los Niños Alcanzan el Éxito: Responsabilidad, exámenes todo-o-nada y el estrechamiento de los planes de estudio La ley nclb trajo consigo un periodo de reformas que se basaban en cuatro gran­ des principios, responsabilidad, autonomía de estados y distritos en el gasto de fondos educativos federales, posibilidad de escoger escuela y el énfasis en prácticas y programas de instrucción que la nclb define como efectivos de manera estrecha, según los estándares de “la investigación científica”.12 Aunque pudiera parecer que esto es un marco útil para la reforma escolar, desafortunadamente está vincu­ lado a exámenes todo-o-nada de carácter obligatorio, pruebas estandarizadas y mediciones de desempeño, lo cual favorece un rígido ambiente escolar y tiene repercusiones especialmente negativas sobre la juventud de origen latino.13 Por ejemplo, el uso de exámenes estandarizados como indicador principal de la calidad de cierta escuela resulta en que, de manera perjudicial, se califica a una escuela como “de bajo desempeño”, cuando el promedio de los resultados cae por debajo de los resultados previamente fijados por el estándar. Las consecuencias oscilan entre planes de estudio más limitados para alinearse con los exámenes todo-o-

11 A. Valenzuela, “Subtractive Schooling, Caring Relations, and Social Capital in the Schooling of US-Mexi­ can Youth”, en L. Wies y M. Fine (eds.), Beyond Silenced Voices: Class, Race, and Gender in the United States Schools, Albany, State University of New York Press, 2005, p. 83. 12 u.S. Department of Education, “Four Pillars of nclb”, 2004, disponible en: https://ed.gov/nclb/overview/ intro/4pillars.html 13 A. Valenzuela, Leaving Children Behind: How “Texas-style” Accountability Fails Latino Youth, Albany, State University of New York Press, 2004.

194 Asuntos, temas y proyectos principales de la educación de los méxico-americanos nada hasta una supervisión intensiva del distrito sobre cambios obligatorios que, de no verificarse, pueden conducir al cierre de la escuela.14 Desafortunadamente, un número desproporcionado de alumnos latinos asiste a escuelas de alta pobreza que a menudo también cargan con la etiqueta de ser escuelas “de bajo desempeño”.15 Una razón por la cual es más probable que en una escuela de alta pobreza haya más alumnos latinos que alumnos de la mayoría blanca es que, de acuerdo con una encuesta de 2015 de la Oficina del Censo de Estados Unidos, la tasa de pobreza entre los latinos era de 24 por ciento, mientras que entre los anglos blancos, la población mayoritaria, esta tasa era de 9 por cien­ to.16 Como resultado, los alumnos latinos suelen asistir a escuelas donde se pade­ ce con agudeza la presión para elevar los resultados de los exámenes.17 En numerosas aulas, esta presión por elevar los resultados de los exámenes se manifiesta al cambiar los planes de estudios, de manera que se enseña cómo rea­ lizar un examen estandarizado, más que el contenido de la materia.18 Debido en parte a esta preocupación excesiva por los resultados de unos exámenes, queda poco margen para planes de estudios construidos sobre la cultura, la lengua ma­ terna y las identidades comunitarias de los alumnos. A esto hay que sumar la carencia de libros escritos para latinos o por latinos. Por ejemplo, en 2016, de un total de 3 400 libros para niños que fueron publicados, 103 estaban escritos por latinos y 169 eran para latinos.19 Más aún, muchas escuelas del país han descon­ tinuado la impartición de cursos de educación mutlicultural (también conocida como estudios étnicos).20 En 2015, la Ley nclb fue sustituida por la Ley Todos

14 u.S. Department of Education, “Four Pillars of nclb”, op. cit. 15 national Center for Education Statistics, “The Condition of Education: Status Dropout Rates”, 2017, disponible en: https://nces.ed.gov/programs/coe/indicator_coj.asp 16 u.S. Census Bureau, “Income Poverty in the United States: 2015”, 2016, disponible en: https://www. census.gov/content/dam/Census/library/publications/2016/demo/p60-256.pdf 17 L. McNeil, Contradictions of School Reform: Educational Costs of Standardized Testing, Nueva York, Routledge, 2000; L. McNeil y A. Valenzuela, “The Harmful Impact of the taas System of Testing in Texas: Beneath the Accountability Rhetoric”, en G. Orfield y M. Kornhaber (eds.), Raising Standards or Raising Barriers? Inequality and High-stakes Testing in Public Education (pp. 127-150), Nueva York, Century Foundation Press, 2001, p. 127; A.Valenzuela, Subtractive Schooling…, op. cit. 18 L. McNeil, op. cit.; L. McNeil y A. Valenzuela, op. cit.; A.Valenzuela, Subtractive Schooling…, op. cit. 19 Cooperative Children’s Book Center, “Publishing Statistics on Children’s Books about People of Color and First/Native Nations and by People of Color and First/Native Nations”, 2016, disponible en: https://ccbc. education.wisc.edu/books/pcstats.asp 20 M. Fine, R. Jaffe-Walter, P. Pedraza, V. Futch y B. Stoudt, “Swimming: On Oxygen, Resistance, and Possibility for Immigrant Youth Under Siege”, Anthropology and Education Quarterly, vol. 38, núm. 1, 2007, pp. 76-96; A.F. Romero, “At War with the State in Order to Save the Lives of Our Children: The Battle to Save Ethnic Studies in Arizona”, The Black Scholar, vol. 40, núm. 4, 2010, pp. 7-15.

195 Cori Salmerón y Ángela Valenzuela

los Alumnos Alcanzan el Éxito (essa, por sus siglas en inglés),21 que mantiene muchas de las reformas de la nclb, aunque pretende que pone el control de las reformas en manos de los estados, si bien el sistema de responsabilidad, basado en exámenes todo-o-nada, presente en la Ley nclb en buena medida queda intacto.22

Educación bilingüe En 1968, el gobierno federal de Estados Unidos aprobó la Ley para la Educación Bilingüe (bea, por sus siglas en inglés). En su forma original, significaba un cam­ bio desde los objetivos “americanizantes” o de asimilación en el sistema educati­ vo del país, reconociendo el perjuicio que los niños sufrían a causa de las políticas escolares de “solamente se habla inglés.23 Para subrayar la carencia de un terreno neutral en la escolarización de la juventud méxico-americana, Valenzuela distin­ gue entre una asimilación cultural que resta y una que suma.24 Por medio del proceso de enseñanza, las escuelas o suman o restan a los recursos de los jóvenes, aunque lo segundo es más frecuente. Por desgracia, la época en que se apoyó la educación bilingüe duró poco y, al comenzar la década de 1980, la oposición a la educación bilingüe creció entre la población de origen no latino.25 Por ejemplo, en 1981 el presidente Reagan de­ claró: “Está muy mal y va contra los conceptos de Estados Unidos contar con un programa de educación bilingüe que de manera franca y abierta se dedica a con­ servar su lengua materna”.26 Otro hecho importante fue cuando en California se aprobó la Proposición 27, que declaraba el inglés como la primera lengua en la enseñanza de estudiantes de minorías étnicas.27 La pelea en contra de la educación bilingüe prosiguió en 2002, con la aprobación de la Ley Ningún Niño se Queda Atrás y el impulso subsecuente que se dio a los exámenes todo-o-nada. La bea cambió su nombre por el de Ley para Aprender Inglés, Mejorar en Lengua Ingle­

21 u.S. Department of Education, “Every Student Succeeds Act” 2017, disponible en: https://www.ed.gov/ esea 22 Texas State Association of School Boards, “Update on the Every Student Succeeds Act”, 2017, disponible en: https://www.tasb.org/Services/Legal-Services/TASB-School-Law-eSource/Governance/documents/up­ date_on_essa.pdf 23 C.J. Ovando, “Bilingual Education in the United States: Historical Development and Current Issues”, Bi- lingual Research Journal, vol. 27, núm. 1, 2003, pp. 1-24. 24 A. Valenzuela, Subtractive Schooling…, op. cit. 25 O. Santa Ana, Brown Tide Rising: Metaphors of Latinos in Contemporary American Public Discourse, Austin: University of Texas Press, 2002. 26 J. Crawford, Bilingual Education: History, Politics, Theory, and Practice, Trenton, Crane Pub, 1989, p. 53. 27 O. Santana, op. cit.; C.J. Ovando, “Bilingual education…”, op. cit.

196 Asuntos, temas y proyectos principales de la educación de los méxico-americanos sa y Logros Académicos.28 El nombre refleja un cambio en el enfoque pedagógico respecto a la educación bilingüe. Al eliminar “bilingüe” y agregar términos como “lengua inglesa” y “logros académicos”, quedó de manifiesto que el propósito de la ley era incrementar el dominio del inglés, y no desarrollar alumnos multilingües capaces de leer y escribir en por lo menos dos idiomas. Otro efecto adverso de la nclb fue dar mayor peso simbólico a las etiquetas “estudiante de lengua inglesa” y “alumno remedial”.29 Históricamente, la meta de los programas de educación bilingüe ha sido la asimilación, más que el bilingüismo y el biculturalismo. El objetivo que se per­ sigue, de manera persistente y como fin de las políticas, es que la lengua materna sirva como tránsito para que los estudiantes dominen el inglés, más que mantener el español y adquirir habilidades en ambos idiomas. En este contexto, los alumnos migrantes de origen latino, en especial los mexicanos, enfrentan dificultades en la escuela que son obra de una deficiente preparación de los maestros en cuanto a métodos de enseñanza para alumnos bilingües y multilingües, y la falta de apoyo para familias que suelen mudarse con mucha frecuencia y tratan de adaptarse al contexto de su escuela y su comunidad.30 Otro problema que deben enfrentar los estudiantes bilingües estriba en los errores al momento de hacer clasificaciones para educación especial.31 Los estu­ diantes bilingües se encuentran subrrepresentados o sobrerrepresentados en la educación especial. En ciertos contextos, hay sobrerrepresentación de estudiantes bilingües en la educación especial debido a valoraciones sesgadas que se basan en modelos de déficit de cociente intelectual y otras valoraciones que no están en sintonía con las necesidades de los estudiantes bilingües.32 En otros contextos hay subrrepresentación de estudiantes bilingües en la educación especial primordial­ mente como resultado de que las escuelas no distinguen bien entre las necesidades de los estudiantes bilingües y aquellos estudiantes con discapacidad para el apren­

28 P. Gándara, “Charting the Relationship of English Learners and the esea: One Step Forward, Two Steps Back”, The Russel Sage Foundation Journal of the Social Sciences, vol. 1, núm. 3, 2015, pp. 112-128. 29 J. Collins, “Migration, Language Diversity and Education Policy: A Contextualized Analysis of Inequality, Risk and State Effects”, Policy Futures in Education, vol. 13, núm. 5, 2015, pp. 577-595. 30 M.E. Good, S. Masewicz y L. Vogel, “Latino English Language Learners: Bridging Achievement and Cul­ tural Gaps between Schools and Families”, Journal of Latinos and Education, vol. 9, núm. 4, 2010, pp. 321-339. 31 J. Scull y A.M. Winkler, Shifting Trends in Special Education, Washington, D.C., The Thomas B. Fordham Institute, 2011. 32 S.B. García y A.A. Ortiz, “Preventing Disproportionate Representation: Culturally and Linguistically Responsive Prereferral Interventions”, Teaching Exceptional Children, vol. 38, núm. 4, 2006, pp. 64-68; L. Baca y H.T. Cervantes, The Bilingual Special Education Interface, Upper Saddle River, Pearson, 2004; G. Valdés y R.A. Figueroa, Bilingualism and Testing: A Special Case of Bias, Westport: Ablex Publishing, 1994.

197 Cori Salmerón y Ángela Valenzuela dizaje.33 Se añade una capa de complejidad respecto a los estudiantes con disca­ pacidades de aprendizaje específicas, quienes presentan variaciones y deficiencias respecto a ciertas habilidades.34 La práctica pedagógica recomendada es que cada alumno cuente con un plan de aprendizaje individual, lo cual también es requi­ sito de ley.35 Debido en particular a la luz que arrojan las investigaciones sobre el poder predictivo de la congruencia a nivel étnico y racial entre alumnos y maestros en el aula, cada vez se presta mayor atención a incrementar el contingente de maes­ tros latinos que enseñen educación general o especial, quienes podrían ayudar a tender puentes lingüísticos y culturales entre lo que los alumnos viven en casa y lo que ocurre en la escuela.36

Por qué es importante la falta de maestros latinos Los alumnos latinos enfrentan una serie de obstáculos institucionales; queremos explorar aquel que representa la falta de maestros de origen latino. Los resultados de la Encuesta sobre Escuelas y Personal Educativo (sass, por sus siglas en inglés) 2011-2012, llevada a cabo por el Centro Nacional de Estadísticas Educativas, muestran que hay grandes disparidades raciales y étnicas entre los trabajadores de la educación. Los maestros anglos representan 82.9 por ciento de todos los maes­ tros, mientras que hay 7.1 por ciento de maestros latinos, 7 por ciento de afroame­ ricanos, 1.9 por ciento de asiáticos y 4 por ciento de indígenas de Norteamérica.37 Para complicar las cosas, hay un notable declive en el número de estudiantes que buscan hacer carrera en la educación.38 Un vasto y creciente conjunto de estadísticas señalan los beneficios académicos de contar con un maestro proveniente del mismo entorno racial y étnico que los

33 C.J. Ovando, M.C. Combs y V.P. Collier, Bilingual and ESL Classrooms: Teaching in Multicultural Contexts, Boston, McGraw-Hill, 2006; A.Y. Ramirez, “Esperanza’s Lessons: Learning about Education through the Eyes of the Innocent”, Multicultural Education, vol. 13, núm. 2, 2005, pp. 47-51. 34 S. Pieters, H. Roeyers, Y. Rosseel, H. Van Waelvelde y A. Desoete, “Identifying Subtypes among Children with Developmental Coordination Disorder and Mathematical Learning Disabilities, Using Model-based Clustering2, Journal of Learning Disabilities, vol. 48, núm. 1, 2015, pp. 83-95. 35 Individuals with Disabilities Education Act (Ley para Personas con Discapacidad), 20 U.S.C. §1400, 2004. 36 K.J. Meier, R.D. Wrinkle y J.L. Polinard, “Representative Bureaucracy and Distributional Equity: Addres­ sing the Hard Question”, Journal of Politics, vol. 61, 1999, pp. 1025-1039. 37 national Center for Education Statistics, “Schools and Staffing Survey sass( ), 2012, disponible en: https:// nces.ed.gov/surveys/sass/index.asp 38 L. Sutcher, L. Darling-Hammond y D. Carver-Thomas, “A Coming Crisis in Teaching? Teacher Supply, Demand, and Shortages in the US”, Washington, D.C., Learning Policy Institute, 2016, disponible en: https://learningpolicyinstitute. org/sites/default/files/product-files/A_Coming_Crisis_in_Teaching_RE­ PORT.pdf

198 Asuntos, temas y proyectos principales de la educación de los méxico-americanos alumnos.39 Por ejemplo, los maestros latinos que tienen la experiencia de haber sido clasificados como ell pueden abrevar en su capital cultural y en posibles experiencias de opresión para formar vínculos con estudiantes latinos en la misma clasificación, de una manera en que los maestros anglos monolingües son menos capaces de hacerlo.40 Por lo general, los estudiantes de origen mexicano tienen maestros de su misma procedencia étnica, lo que implica que cuentan con mode­ los de vida, lo cual resulta en sólidas correlaciones positivas con un mejor desem­ peño académico.41

¿Cómo afectan estas prácticas sobre la educación de los alumnos? La escolarización sustractiva también produce estudiantes que, sin estar vincula­ dos a México y lo mexicano, tampoco se encuentran preparados para tener éxito en la sociedad estadounidense de la mayoría. Esto se asocia con un creciente dis­ tanciamiento hacia le escuela y tasas de graduación más bajas respecto a sus con­ discípulos anglos.42 Además, el ambiente académico concentrado en exámenes todo-o-nada, favorecido por la Ley nclb, junto con las complicaciones que deben enfrentar los estudiantes bilingües y la escasez de maestros latinos, ha contribui­ do a una situación en la cual los alumnos latinos no alcanzan los mismos logros que los del grupo anglo predominante. En 2017, el Centro Nacional de Estadís­ ticas Educativas informó que 9 por ciento de los latinos entre 16 y 24 años de edad no están inscritos en la escuela y no han obtenido el diploma de preparatoria,

39 T.S. Dee,“Teachers, Race, and Student Achievement in a Randomized Experiment”, Review of Economics and Statistics, vol. 86, núm.1, 2004, pp. 95-210; A.J. Egalite, B. Kisida y M.A. Winters, “Representation in the Classroom: The Effect of Own-race Teachers on Student Achievement”, Economics of Education Review, vol. 45, 2015, pp. 44-52; B.C. Clewell, M. Puma y S.A. McKay, Does it Matter if My Teacher Looks Like Me? The Impact of Teacher Race and Ethnicity on Student Academic Achievement, Nueva York, Ford Foundation, 2001; A. Villegas y T.F. Lucas, “Diversifying the Teacher Workforce: A Retrospective and Prospective Analysis”, en M.A. Smylie y D. Miretzky (eds.), Developing the Teacher Workforce: 103rd Yearbook of the Na- tional Society for the Study of Education, vol. 103, núm. 1, 2004, 70-104; A.M.Villegas y J.J. Irvine, “Diver­ sifying the Teaching Force: An Examination of Major Arguments”, The Urban Review, vol. 42, núm. 3, 2010, pp. 175-192. 40 A. Lucero, “Dora’s Program: A Constructively Marginalized Paraeducator and Her Developmental Bilite­ racy Program”, Anthropology & Education Quarterly, vol. 41, núm. 2, 2010, pp. 126-143; L.D. Monzó y R.S. Rueda, “Professional Roles, Caring, and Scaffolds: Latino Teachers’ and Paraeducators’ Interactions with Latino Students”, American Journal of Education, vol. 109, núm. 4, 2001, pp. 438-471. 41 K.J. Meier, R.D. Wrinkle y J.L. Polinard, “Representative Bureaucracy and Distributional Equity: Addres­ sing the Hard Question”, Journal of Politics, vol. 61, 1999, pp. 1025-1039. 42 n.L.Cabrera, J.F. Milem, O. Jaquette y R.W. Marx, “Missing the (Student Achievement) Forest for all the (Political) Trees Empiricism and the Mexican American Studies Controversy in Tucson”, American Educa- tional Research Journal, vol. 51, núm. 6, 2014, pp. 1084-1118; A. Valenzuela, Subtractive Schooling…, op. cit.

199 Cori Salmerón y Ángela Valenzuela en comparación con 5 por ciento de los anglos.43 Si bien la brecha que prevalece no es alentadora, es fundamental poner esta cifra en su contexto. El mismo estudio encontró que la cantidad de latinos que abandonan sus estudios de preparatoria cayó de 28 a 9 por ciento entre 1996 y 2015. En comparación, el número de es­ tudiantes anglos que desertaron se mantuvo aproximadamente igual, de 7 a 5 por ciento en el mismo periodo. Las estadísticas para los méxico-americanos reflejan los datos de los latinos en general. En términos de la preparación para la univer­ sidad, un estudio reciente publicado por act y Excelencia in Education encontró que casi la mitad de los latinos que concluyeron la preparatoria y tomaron el examen act no cumplieron con las medidas de aptitud para la Universidad act.44 A pesar de esta estadística desoladora, es importante hacer notar que el porcen­taje de estudiantes latinos que ingresan a la universidad subió de 35 a 47 por ciento entre 1996 y 2016.45 Es poco afortunado que, en los cuatro años de la universidad, los latinos todavía tengan calificaciones más bajas que otros grupos de Estados Unidos. Una posible razón para esto es que los latinos tienen menores probabili­ dades de asistir a una universidad académicamente selectiva o de estudiar tiempo completo.46 Al ver las estadísticas a vuelo de pájaro queda de manifiesto que, si bien la educación de los latinos ha mejorado, todavía hay muchos cambios que se deben efectuar en políticas y prácticas, si se pretende que alcancen la paridad respecto a los anglos.

Proyectos El creciente poder político de los méxico-americanos Los mexicanos en Estados Unidos están creciendo como porcentaje de la población y por lo tanto está creciendo su poder político.47 El ingreso a la educación superior y las tasas de graduados universitarios a la vez sugieren y reflejan esta situación. En 2016, el porcentaje total de latinos alcanzó la cifra récord de 18 por ciento de

43 national Center for Education Statistics, “Concentration of Public Schools Eligible for Free or Reduced- price Lunch”, 2017, disponible en: https://nces.ed.gov/programs/coe/indicator_clb.asp 44 act & Excelencia in Education, “The Condition of College & Career Readiness 2014. Hispanic Students”, 2015, disponible en: http://www.edexcelencia.org/research/college-career-readiness-2014 45 J. Gramlich, “Hispanic Dropout Rate Hits New Low, College Enrollment at New High”, 2017, disponible en: http://www.pewresearch.org/fact-tank/2017/09/29/hispanic-dropout-rate-hits-new-low-college-enro­ llment-at-new-high/ 46 R. Fry y P. Taylor, “Immediate Entry into College”, 2013, disponible en: http://www.pewhispanic. org/2013/05/09/ii-immediate-entry-into-college/ 47 L. Wright, “America’s Future is Texas”, The New Yorker, 17 de julio de 2017, disponible en: https://www. newyorker.com/magazine/2017/07/10/americas-future-is-texas

200 Asuntos, temas y proyectos principales de la educación de los méxico-americanos la población nacional, constituyendo el grupo étnico-racial más numeroso después de los anglos.48 El mero incremento del número de latinos se traduce en mayor poder político. Por ejemplo, en términos de liderazgo educativo, por primera vez en la historia de Texas, hay superintendentes latinos en cuatro de los seis princi­ pales distritos educativos.49 Otro ejemplo del creciente poder político de los latinos es United We Dream (Soñamos Unidos), organización de jóvenes migrantes, y el movimiento de la Ley Dream. La organización está constituida por más de cien mil jóvenes migrantes, con aliados y organizaciones afiliadas en 26 estados. Comenzó sus actividades a mediados del año 2000. Su objetivo original era lograr la aprobación de una ley que abriera el acceso a la educación superior y un camino para que los jóvenes migrantes indocumentados pudieran establecerse con legalidad en el país. Si bien la Ley Dream no fue aprobada en 2012, obtuvieron un éxito rotundo cuando el presidente Obama declaró que el Departamento de Seguridad Interna debía abs­ tenerse temporalmente de deportar a jóvenes migrantes indocumentados que fueran elegibles para el programa de Acción Desfasada para Arribos de Niños (daca, por sus siglos en inglés).50 Además, los jóvenes migrantes elegibles para el programa tienen acceso a la educación superior. A partir de este éxito, Soñamos Unidos ha extendido sus objetivos para incluir una ruta a la ciudadanía para once millones familias y comunidades de jóvenes indocumentados.

El involucramiento y el impulso de las familias El involucramiento de los latinos también se ha incrementado en espacios que tradicionalmente habían relegado a los estudiantes latinos y sus familias. Bourdieu afirma que, desde el punto de vista histórico, la escuela ha estado al servicio de instituciones que privilegian los recursos culturales que aportan a la escuela los alumnos de clases superiores y sus familias.51 Upper class a menudo es un término en clave que signifca anglos. El acto de privilegiar los recursos culturales de los estudiantes de “clase alta” los mantiene en su situación de clase alta al transformar

48 u.S. Census Bureau, 2016 Population Estimates, 2016, disponible en: https://www.census.gov/quickfacts/ fact/table/US/PST045216 49 C. Smith, “Latino Superintendents Lead the Way in Texas’ Largest School Sistricts”, Dallas News, 24 de octubre de 2016, disponible en: https://www.dallasnews.com/news/education/2016/10/24/latino-superin­ tendents-lead-the-way 50 Soñamos Unidos, United We Dream, “History”, s/f., disponible en: https://unitedwedream.org/about/ history/ 51 P. Bourdieu, “Cultural Reproduction and Social Reproduction”, en J. Karabel y A.H. Halsey (eds.), Power and Ideology in Education, Oxford, Oxford University Press, 1977, pp. 487-511.

201 Cori Salmerón y Ángela Valenzuela sus recursos culturales en capital cultural. Lareau vincula cómo la escuela privi­ legia cierto capital cultural con la forma en que privilegia tipos específicos de compromiso familiar.52 El compromiso familiar deseado se basa en las normas de las élites sociales y las familias que no encajan en esta categoría deben enfrentar que se les tilde de no invertir lo suficiente en la educación de sus hijos.53 En el contexto de este triste retrato del compromiso familiar, parecería que las familias latinas están condenadas a no ser aceptadas como actores legítimos en las comu­ nidades escolares, pues a menudo no participan de la manera que se considera socialmente aceptable. Por fortuna, hay un creciente conjunto de textos académicos que contrarrestan el punto de vista tradicional del involucramiento de las familias en las escuelas. En este sentido, hay un gran número de escuelas que reconocen y contribuyen a los fondos de conocimiento de la familia.54 Estas escuelas entienden que hay categorías específicas de conocimiento compartido en las familias y que apreciar este cono­ cimiento sostiene el desarrollo del niño. Para conocer los fondos de conocimiento, las escuelas deben organizar reuniones para que las familias puedan compartir sus conocimientos culturales.55 Por ejemplo, Huerta y Riojas-Cortes estudiaron un programa diseñado para desarrollar una comprensión más amplia de cómo hay múltiples formas de estar alfabetizado, tanto en casa como en la escuela, y cómo estas formas ayudan a la alfabetización de mexicanos jóvenes y de niños méxico- americanos.56 En la escuela primaria, el programa se concentra en enseñar las letras dentro del contexto de cuentos típicos que las familias comparten para enseñar a los niños las propiedades medicinales de ciertas plantas. En cierta parte de este pro­ grama de padres e hijos, éstos se reúnen para escribir acerca de lo que saben sobre remedios caseros. En esta experiencia, se predica el involucramiento de los padres y se valora el conocimiento cultural que éstos aportan a la escuela. Huerta y Riojas encontraron que, como resultado de esta clase de involucramiento familiar, padres, hijos y líderes del programa desarrollaron una apreciación más amplia de las

52 A. Lareau, “Social Class Differences in Family-School Relationships: The Importance of Cultural Capital”, Sociology of Education,vol. 60, núm.2, 1987, pp.73-85. 53 Idem. 54 L.C. Moll, C. Amanti, D. Neff y N. Gonzalez, “Funds of Knowledge for Teaching: Using a Qualitative Approach to Connect Homes and Classrooms”, Theory into Practice, vol. 31, núm. 2, 1992, pp. 132-141. 55 M. Riojas-Cortez y B.B. Flores, “Sin Olvidar a los Padres: Families Collaborating within School and Uni­ versity Partnerships”, Journal of Latinos and Education, vol. 8, núm. 3, 2009, pp. 231-239. 56 M.E.S. Huerta y M. Riojas-Cortez, “Santo Remedio: Latino Parents and Students Foster Literacy Through a Culturally Relevant Folk Medicine Event”, Part of a Special Issue: Linguistically Diverse Students and Their Families, vol. 18, núm. 2, 2011, pp. 39-43.

202 Asuntos, temas y proyectos principales de la educación de los méxico-americanos prácticas literarias al interior de los hogares de estas familias. Este es un ejemplo importante de cómo el involucramiento familiar no sólo es una manera de asimi­ lar a las familias dentro de la comunidad escolar, sino también una manera de enriquecer esta comunidad. Además, el involucramiento familiar es una forma de integrar a la escuela los fondos de conocimiento de las familias, y es un mecanismo para que las familias pue­ dan pedir aquello que es mejor para sus hijos y para la comunidad. De esta ma­ nera, puede trastocar la idea de responsabilidad escolar y aproximarse a ella con una perspectiva de abajo hacia arriba, y no de arriba hacia abajo.57 Otro ejemplo de involucramiento familiar se encuentra en el Programa Padres Vuelta en U (Parent U-Turn).58 El programa fue fundado por tres padres de familia que parti­ cipaban en el Programa de Estudios para Progenitores de la Universidad de Ca­ lifornia en Los Ángeles. El Programa Padres Vuelta en U es “una organización de padres de familia, autónoma, multicultural y sin fines de lucro, conformada por cerca de doscientos padres provenientes de ciudades del condado de South Los Angeles”.59 Se concen­ tran en desempeñar el papel de abogados de sus hijos para derribar el estereotipo de familias obreras de piel morena que no participan en nada. Los padres se invo­ lucran con las escuelas en un sinfín de actividades; por ejemplo, toman parte en las entrevistas realizadas a candidatos a ser profesores, en el comité de selección de libros de texto y son electos para tomar parte en los paneles en los que se toman las decisiones. De esta manera, el involucramiento de los padres no sólo se trata de que éstos encajen en un cierto molde de conducta deseada, ni de obtener un mejor entendimiento de los fondos de conocimiento de las familias; por el contrario, se valora a los padres como respetables participantes activos en la educación de sus hijos.

La reforma a los planes de estudio y su relevancia cultural A lo largo y ancho de Estados Unidos, escuelas y universidades están acogiendo la idea de que es necesario ajustar los planes de estudio a las necesidades de todos los estudiantes. Este movimiento ha recibido diversos nombres, educación multi­

57 M. Johnson, “A Parent Advocate’s Vision of a 21st Century Model for Bicultural Parent Engagement”, en E.M. Olivos, O. Jiménez-Castellanos y A.M. Ochoa (eds.), Bicultural Parent Engagement, Advocacy, and Em- powerment, Nueva York, Teachers College Press, 2011, pp. 145-158. 58 Idem. 59 Ibid., p. 148.

203 Cori Salmerón y Ángela Valenzuela cultural, pedagogía crítica, pedagogía culturalmente responsiva o enseñanza cul­ turalmente relevante. Este movimiento está enraizado en la visión de Freire acerca de la pedagogía crítica y el trabajo de Ladson-Billings sobre la pedagogía culturalmente relevante.60 Un grupo nacional de pedagogos, normalistas y acti­ vistas comunitarios, conocido como el Proyecto Nacional para la Investigación y Políticas Educativas Latinas (nlerap, por sus siglas en inglés), transmite una articulación fresca de esta visión (Valenzuela ofrece una explicación detallada de este esfuerzo a nivel nacional).61 En particular, buscan la reforma de la educación superior y de la educación normalista, con el fin de incorporar marcos, temas y tópicos críticos, que competen exclusivamente a la experiencia de los estudiantes latinos y negros. nlerap está de acuerdo con la definición de enseñanza culturalmente relevan­ te que Ladson-Billings pone en los siguientes términos: “la capacidad de desarro­ llar a los estudiantes de manera crítica, la disposición para nutrir y fomentar las competencias culturales y el desarrollo de una conciencia sociopolítica o crítica”.62 Ejemplo de un distrito que pone en práctica esta manera de enseñar se encuentra en la investigación que Shannon realizó en un distrito escolar progresista del No­ roeste, que atiende principalmente a estudiantes de origen mexicano.63 Este dis­ trito puso en ejecución un plan de estudios culturalmente relevante y transformó un programa de educación bilingüe para egresados tardíos que se concentraba en ayudar al tránsito a la lengua inglesa, convirtiéndolo en un programa dual de idiomas que se concentraba en desarrollar alumnos bilingües capaces de hablar, leer y escribir en los dos idiomas. En este programa dual había alumnos que do­ minaban el inglés y alumnos que dominaban el español y todos aprendían juntos ambos idiomas. El principal argumento de Shannon es que la enseñanza cultural­ mente relevante y los programas duales de idiomas deberían ir de la mano para tener resultados óptimos. En el otro litoral de Estados Unidos, el Departamento de Pedagogía de la Universidad de Carolina del Norte, en Charlotte, está poniendo en marcha un programa culturalmente relevante de desarrollo profesional, dirigido a profesores

60 P. Freire, Pedagogy of the Oppressed, Nueva York, Continuum, 1985; G. Ladson-Billings, “Toward a Theory of Culturally Relevant Pedagogy”, American Educational Research Journal, vol. 32, núm.3, 1995, pp. 465-491. 61 A. Valenzuela, Growing Critically Conscious Teachers for Latina/o Youth: A Social Justice Curriculum for Educators of Latina/o Youth, Nueva York, Teachers College Press, 2016. 62 G. Ladson-Billings, op. cit., p. 483. 63 S.M. Shannon, “Mexicans in the PacificN orthwest: Lessons from Progressive School Leaders for Progressi­ ve Educational Policy”, Journal of Educational Research & Policy Studies, vol. 8, núm. 2, 2008, pp. 16-40.

204 Asuntos, temas y proyectos principales de la educación de los méxico-americanos de escuelas secundarias públicas que atienden principalmente a alumnos de origen mexicano. Su perspectiva acerca el desarrollo profesional incorpora las experiencias vividas por estudiantes transnacionales, concentrándose sobre todo en las relacio­ nes casa-escuela, con el fin de promover relaciones constructivas entre maestros y padres de familia. El programa se enfoca en la importancia de hablar directamen­ te con los alumnos acerca de su experiencia como jóvenes de origen mexicano, en vez de hablar de latinos en general. Los investigadores encontraron que este acer­ camiento ayuda a los estudiantes de origen mexicano a sobreponerse a los estereo­ tipos que dificultan su progreso en la escuela.64 En el suroeste de Estados Unidos, la biblioteca pública local, el programa de preparación de profesores universitarios y el distrito escolar unieron fuerzas para comenzar el Programa Historias para Nuestros Hijos.65 El objetivo de este pro­ grama es dar apoyo a padres predominantemente méxico-americanos para que escriban literatura culturalmente relevante acerca de los diversos grupos de méxi­ co-americanos que viven en el suroeste del país. Este programa sirve para propó­ sitos múltiples, al abrevar de los fondos de conocimiento de los padres de familia y asignarles un papel activo en la escuela, a la vez que producen textos culturalmen­ te relevantes. Por último, además de que los distritos escolares aplican la enseñanza cultu­ ralmente responsiva (crt, por sus siglas en inglés), las investigaciones también ayudan a llenar la brecha para saber cómo la crt se relaciona con los resultados y logros académicos. López estudió tres escuelas del suroeste, en las cuales la pobla­ ción era sobre todo latina o méxico-americana, y examinó el vínculo entre la crt, manifestada por las acciones y creencias de los maestros y la identidad de los alumnos, y los logros en lectura.66 López también encontró que los estudiantes tenían mayores logros en lectura cuando sus profesores valoraban sus fondos de conocimiento y tenían una conciencia crítica de cómo funcionan las estructuras so­ cietales para mantener la desigualdad social. De manera semejante, Valenzuela argumenta a favor de maestros que no sólo sean de origen mexicano, sino que también posean una conciencia crítica.67

64 S. Salas et al., op. cit. 65 L. Rosado, C. Amaro-Jiménez e I. Kieffer, “Stories to Our Children: A Program Aimed at Developing Authentic and Culturally Relevant Literature for Latina/o Children”, School Community Journal, vol. 25, núm. 1, 2015, pp. 73-93. 66 F.A. López, “Culturally Responsive Pedagogies in Arizona and Latino Students’ Achievement”, Teachers College Record, vol. 118, núm. 5, 2016. 67 A. Valenzuela, Growing critically…, op. cit.

205 Cori Salmerón y Ángela Valenzuela

El movimiento a favor de la educación bilingüe Si bien la historia de la educación bilingüe en Estados Unidos ha sido turbulenta, el problema no es de la educación bilingüe en sí, sino de la complicada historia del lenguaje en el país, manchada por el racismo. Hay un fuerte movimiento histórico a favor del inglés como lengua única que considera a las otras lenguas como la raíz de los problemas educativos y económicos.68 A pesar de que este punto de vista prevalece, lo cierto es lo contrario. En términos del valor peda­ gógico de la educación bilingüe, las investigaciones revelan que la instrucción bilingüe aditiva y culturalmente responsiva es útil, pues al mismo tiempo desa­ rrolla la lengua materna del alumno y su dominio del inglés.69 Las investigaciones también han revelado que el bilingualismo acarrea beneficios en lo cognitivo,70 lo social,71 lo psicosocial72 y lo sociocultural.73 Además de estas ventajas, las in­ vestigaciones recientes muestran que ser bilingüe conlleva beneficios económicos.74 Por ejemplo, de acuerdo con estas investigaciones, un solicitante bilingüe tiene la ventaja en el proceso de contratación.75 Además del valor instrumental del bilingüismo, los méxico-americanos y los latinos en general consideran que la educación bilingüe es un derecho civil y humano.76

68 R. Ruiz, “Orientations in Language Planning”, nabe: The Journal for the National Association of Bilingual Education, vol. 8, núm. 2, 1984, pp. 1-23. 69 K. Escamilla, “Semilingualism Applied to the Literacy Behaviors of Spanish-speaking Emerging Bilinguals: Bi-illiteracy or Emerging Biliteracy?”, Teachers College Record, vol. 108, núm. 111, 2006, pp. 2329-2353; A.B. Rao y P.Z. Morales, “Creating a Climate for Linguistically Responsive Instruction: The Case for Additive Models”, Mid-Western Educational Researcher, vol. 27, núm. 4, 2015, pp. 296-316; N.H. Hornber­ ger y H. Link, “Translanguaging in Today’s Classrooms: A Biliteracy Lens”, Theory into Practice, vol. 51, núm. 4, 2012, pp. 239-247. 70 E. Bialystok, “Bilingualism: The Good, the Bad, and the Indifferent”, Bilingualism: Language and cognition, vol. 12, núm. 1, 2009, pp. 3-11; E. Bialystok y S. Majumder, “The Relationship between Bilingualism and the Development of Cognitive Processes in Problem Solving”, Applied Psycholinguistics, vol. 19, núm. 1, 1998, pp. 69-85; E. Peal y W.E. Lambert, “The Relation of Bilingualism to Intelligence”, Psychological Monographs: General and Applied, vol. 76, núm. 27, 1962. 71 G. Cho, “The Role of Heritage Language in Social Interactions and Relationships: Reflections from a Lan­ guage Minority Group”, Bilingual Research Journal, vol. 24, núm. 4, 2000, pp. 369-384. 72 L.S. Colzato, M.T. Bajo, W. van den Wildenberg, D. Paolieri, S. Nieuwenhuis, W. La Heij y B. Hommel, “How Does Bilingualism Improve Executive Control? A Comparison of Active and Reactive Inhibition Mechanisms”, Journal of Experimental Psychology. Learning, Memory, and Cognition, vol. 34, núm. 2, 2008, pp. 302-312; A. Portes y L. Hao, “The Price of Uniformity: Language, Family and Personality Adjustment in the Immigrant Second Generation”, Ethnic and Racial Studies, vol. 25, núm. 6, 2002, pp. 889-912. 73 M. Zhou y C. Bankston, Growing up American: How Vietnamese Children Adapt to Life in the United States, Nueva York, Russell Sage Foundation, 1998. 74 R.M. Callahan y P.C. Gándara, “Introdución”, en R.M. Callahan y P.C. Gándara (eds.), The Bilingual Ad- vantage: Language, Literacy, and the US Labor Market, Tonawanda, Multilingual Matters, 2014. 75 D.A. Porras., J. Ee y P.C. Gándara, “Employer Preferences: Do Bilingual Applicants and Employees Expe­ rience an Advantage?”, en R.M. Callahan y P.C. Gándara (eds.), op. cit. 76 A. Valenzuela, Growing critically…, op. cit.

206 Asuntos, temas y proyectos principales de la educación de los méxico-americanos

Proyectos En el ambiente de las políticas y prácticas actuales, particularmente en Texas, California, Nuevo México, Arizona y Colorado, lo más prometedor (si bien hay variaciones entre estados y localidades) es la presencia de vigorosos programas bilingües y una visión que conjuga los estudios étnicos con la educación dual o bilingüe y programas como Eduque a su Educador (gyo, por sus siglas en inglés), que establece rutas para reclutar futuros educadores en las comunidades locales y conducirlos hacia una mejor preparación normalista a nivel superior. Una vez que se gradúan, armados con diplomas y credenciales de maestro y con fuertes lazos con sus comunidades, pueden regresar para enseñar en aquellas escuelas y comu­ nidades que los formaron. Organizaciones como nlerap sueñan con poblar las aulas de nuestro país con maestros formados en el programa gyo, que estén vincu­ lados con la comunidad y anclados en su cultura, para que puedan establecer una plataforma sobre la cual sea posible cultivar administradores, miembros de la junta escolar y líderes locales y nacionales, con la conciencia crítica que la comu­ nidad méxico-americana tan desesperadamente necesita.

207

Ventana al mundo

Escritura ex oikos Reflexiones en torno al proyecto dislocados y la creación de un repositorio digital

Gisela Heffes*

Génesis, éxodo y proceso escriturario Hace tiempo que escribo sobre dislocaciones. Específicamente, escritores disloca­ dos y la escritura producida desde el extranjero.1 Más que nada, sobre escritores y escritura cuyo espacio de producción se inscribe en lo que podría definir, aunque tentativamente, como una escritura ex oikos: una escritura fuera del hogar, de la casa. Fuera de la patria. Probablemente por mi propia condición de escritora dislocada, en la primavera de 2011 organicé en Rice University un simposio centrado en la relación entre el proceso de escritura creativa y la experiencia de migración, desplazamiento y traslocación que experimenta un número significa­ tivo de escritores hispanoamericanos que residen en Estados Unidos.2 Para esta instancia inicial, invité a seis reconocidos escritores latinoamericanos —Cristina Rivera Garza, Sergio Chejfec, Arturo Arias, Alicia Borinksy, Sergio Ramírez y Sylvia Molloy— a dar una charla sobre la condición del emigrado en Estados Unidos y sobre la incidencia que ésta tiene en la práctica de la escritura creativa. Se propuso como eje articulador la idea de que la perspectiva del escritor sujeto a la experiencia de desplazamiento y dislocación adquiere dimensiones múltiples, se planteó que, mientras el emigrado experimenta un sentimiento de nostalgia por su tierra de origen, desarrolla a la vez una relación nueva con el país que lo hospeda, donde la posibilidad de retorno se transforma en un posible objeto de

* Gisela Heffes es profesora asociada de literatura y cultura latinoamericanas en la Rice University, Houston. Este artículo se publicó con el título “Escrituras (dis)locadas, o hacia una poética de los dislocamientos”, en Hostos Review, núm. 11, 2014, pp. 99-106. Esta versión se amplió y modificó. 1 véase Gisela Heffes (ed.), Poéticas de los (dis)locamientos, Houston, Literal Publishing, 2012. 2 Como señalaré más adelante, no se trata de un fenómeno exclusivamente de Norteamérica. Por el contrario, los flujos migratorios e intercambios globales que definen los espacios contemporáneos, principalmente urbanos, establecen dinámicas similares en otras partes del mundo.

209 Gisela Heffes introspección, indagación cultural y, en algunos casos, de angustia y ansiedad. Por otro lado, la posibilidad (o no) de volver —o mejor, regresar— condiciona la percepción tanto de sí mismo como del lugar que el escritor ha dejado, impreg­ nado a través de las proyecciones personales de una marca fluctuante que define la voz, el tono y el lenguaje. Esta nueva experiencia propone para el escritor interrogantes vinculados tanto con el lenguaje como con la cultura en los que se inscribe. Algunas de las pregun­ tas que se abordaron fueron: ¿para quién se escribe?, ¿quién lee?, ¿cuál es su públi­ co?, ¿dónde publicar?, ¿en qué lengua? Asimismo, sus escritos exploran la propia dislocación física o emocional, en tanto referente literario o cultural que atraviesa el trabajo escriturario, ya sea de manera explícita o implícita. La dislocación, a su vez, puede estar marcada por un uso específico del lenguaje, y el desplazamiento, el tránsito y la relocación pueden aparecer en el escenario o el ambiente en que la historia se desarrolla. Dado que el escritor traduce su experiencia a un público doméstico y extranjero —tanto a los que lo leen en el exterior como a sus compa­ triotas en sus respectivos países de origen—, los problemas de hibridación, trans­ culturación e incluso diglosia, pueden emerger en su escritura. También la memoria, aquello que se retiene y que se pierde, lo que se conserva y lo que des­ aparece, se despliega en la escritura como una luz intermitente. Una luz que se oculta tras imágenes para reaparecer tergiversada, deshaciendo los bordes precisos de un recuerdo, por más que sea banal, que se torna sepia, se vuelve borradura. Polvo. Por esto mismo, uno de los objetivos principales que acompañó esta inicia­ tiva fue la de indagar si es posible hablar de una poética de los (dis)locamientos. Al simposio le siguió la idea de armar un volumen de ensayos, las Poéticas de los dislocamientos, a la vez que, en conversación con Rose Mary Salum —directora de la revista bilingüe Literal. Latin American Voices— se planteó la necesidad de crear un espacio para que estas voces dislocadas puedieran encontrar una vía de ex­ presión. Fue entonces cuando decidimos crear, dentro del marco editorial de Literal, una serie que denominamos “(dis)locados” y que serviría como plataforma para un proyecto más amplio y abarcador: publicar las voces de una generación que produce su obra en Estados Unidos, la mayor parte de las veces en español, y que se ubica en el espacio intersticial de dos culturas, dos lenguas y dos marcos referenciales diferentes. Estas obras, además, tienen que lidiar con frecuencia tanto con el contexto en que se publican como con la recepción que esa misma obra genera, lo que varía enormemente en cada caso. Con esto en mente, invité a un número importante de escritores a participar en un volumen colectivo para

210 Escritura ex oikos: Reflexiones en torno al proyecto dislocados

que, junto a las ponencias presentadas, pudieran contribuir a este primer número de la serie. Como resultado de esta labor surgieron las Poéticas, seguidas por las series y, con ellas, el germen de un proyecto más abarcador.

Escribir desde adentro y desde afuera Los escritores que residen fuera de sus patrias, los escritores ex oikos, interpelan los problemas de la imaginación creativa, el desplazamiento y la migración desde instancias disímiles, que fluctúan entre lo conceptual, lo temático y lo formal. Pero también indagan desde marcos representativos heterogéneos y referencias literarias que varían y se complementan recíprocamente, para crear un espacio de discusión y reflexión en torno a la condición de emigración y la producción escri­ turaria. Estas variables en la forma de abordar una problemática similar establecen las bases para la gestación de unas poéticas tan específicas como lo son éstas. Se trata, en última instancia, de establecer los efectos que los flujos migratorios de una escritura que se desplaza —junto a sus sujetos— producen en un corpus más amplio, como puede ser una tradición nacional, el mapa del exilio latinoamerica­ no en su marco continental, así como la repercusión que el desplazamiento y la dislocación tienen en el imaginario creativo. Una escritura dislocada cuestiona la idea de una poética vinculada a la funda­ ción, el desarrollo y la celebración de los Estados nacionales, ya que esta escritura consiste en un espacio, un sueño y una búsqueda que pueda darle una dimensión nueva a un conjunto de voces que residen en las junturas, los vórtices, la zona

211 Gisela Heffes fronteriza y desdibujada de aquellas “naciones” declaradas doscientos años atrás. Es una escritura que disloca la idea de una literatura nacional. Estas poéticas proponen un paradigma de indagación cultural innovador, ya que borran la idea misma de nación en tanto forma de inserción y pertenencia y establecen una nueva genealogía literaria que se inscribe en el fenómeno de la globalización, los flujos migratorios y la hibridación de las lenguas, de las experiencias de arraigo y desarraigo, y de las intersecciones entre el desplazamiento físico —con todas sus consecuencias afectivas, emocionales y referenciales— y la producción creativa. Desde esta perspectiva, se trata de un paradigma de interpelación que puede funcionar para indagar fenómenos similares, que no necesariamente deben res­ tringirse al campo de la producción hispanoamericana en Estados Unidos. Un ejemplo podría ser la escritura de los migrantes turcos en Alemania, los albanos en Italia o los argelinos en Francia. Por eso, más allá de la lengua en que se escri­ be, estas escrituras dislocadas proponen un paradigma para reevaluar la noción misma de una tradición literaria nacional, al desplazar la idea de nación en sí y proponer, por lo tanto, una nueva forma de abordar una realidad que ya no se ciñe a estos bordes y fronteras, tanto en lo literal como en los simbólico. Por otra parte, el proceso de dislocación y producción escrituraria es un fenó­ meno creciente, que define la voz de toda una generación emergente. Esta gene­ ración escapa a categorías de edad o nación, para establecer una genealogía literaria que comparte una experiencia cultural común, la del desarraigo, y en la que la lengua deja de funcionar como un índice estable de categorización. Esta generación está viva y puede abordarse desde diferentes instancias, es decir, desde lo institucional por medio de los estudios literarios y culturales provenientes de ámbitos académicos, pero también desde una búsqueda más espontánea, como puede ser la de los lectores no especializados.3 Se trata de una condición que atra­ viesa diversas esferas y que se inscribe en una coyuntura presente, en la que lo global predispone lo local y lo local se ve afectado por lo global. En este sentido, existe una urgencia por darle legitimidad a las poéticas de los dislocamientos y esto —nótese, sin cursiva—, porque me refiero, más bien, a todas estas poéticas que representan todas estas voces y experiencias de dislocación.

3 En lo personal, algo que me ha llamado la atención desde que comencé con el proyecto de definir esta escri­ tura dislocada es cómo diversas personas que, aun careciendo de una relación estrictamente literaria, se acercaron a mí, a propósito del simposio de las Poéticas…, para expresar su identificación con una propues­ ta de esta índole, y cómo ellos, aunque no se encontraran inscriptos en un registro escriturario, se percibían a sí mismos como “dislocados”.

212 Escritura ex oikos: Reflexiones en torno al proyecto dislocados

Por otra parte, la lengua —en cuanto elemento vinculado a un origen y una tradición nacional— ya no es suficiente para dar cuenta de una vasta producción literaria y cultural que se inscribe en los resquicios de un fenómeno tan complejo y abarcador como la globalización. Así como las identidades se encuentran en proceso de redefinición, del mismo modo la escritura, la experiencia de ciudadanía y el desplazamiento entre diversos espacios y culturas se encuentran en un momen­ to de renovación y cuestionamiento crecientes. También la emergencia de internet como forma de navegación virtual nos permite desplazarnos entre una lengua y otra, entre regiones, barrios y calles, para ponernos en contacto, en menos de un minuto, con personas que se encuentran al otro lado del mundo, y reducir la per­ cepción —ya obsoleta— de las distancias espaciotemporales. Y este cuadro geopo­ lítico, cultural, económico y social emerge, asimismo, en las escrituras de los dislocados: así, mientras algunos escritores, como el nicaragüense Sergio Ramírez, se han referido a una “lengua mojada” para describir el fenómeno de los migrantes al sur del Río Bravo hacia Estados Unidos, la mexicana Cristina Rivera Garza propone la lectura de una “lengua postmaterna” y la argentina Sylvia Molloy abor­ da la “memoria dislocada” en relación con aquellos “retornos inconclusos”.4

¿Ciudadanos del mundo o dislocados del mundo? El llamado “ciudadano del mundo” se describía a sí mismo como alguien cuyo lugar de pertenencia es el mundo sin fronteras, sin nacionalidad ni religión par­ ticulares. Se trata prácticamente de una declaración de principios, como lo hicie­ ran Diógenes, Einstein o Garry Davis. La escritura dislocada remite a voces desplazadas e itinerantes que si bien trascienden la noción de fronteras y límites nacionales, se insertan precisamente en los pliegues e intersticios de múltiples culturas. Para estas voces, existe una idea de pertenencia, aunque esa pertenencia se encuentra en flujo continuo.N o es el mundo como un todo inidentificable sino, por el contrario, identificaciones diversas que fluctúan, como el lugar de perte­ nencia, su percepción y su reconstrucción por medio de la memoria. Así, la escritura dislocada remite a los desplazados, los traslocados, los itine­ rantes y nómadas, los que han abandonado los “bordes” de sus naciones para asentarse entre los pliegues, surcos y ranuras de otras territorialidades. Son por lo general territorialidades ajenas. Pero “asentarse” tampoco es la palabra más ade­ cuada. Asentarse implica fijación. Esta escritura, como sus voces, vagan. Vienen

4 Gisela Heffes, op. cit.

213 Gisela Heffes y se van. Aunque estén aquí, vuelven, regresan como una constelación a las ciu­ dades o pueblos en los que crecieron, a sus barrios o colonias, a sus calles, sus veredas, a esos espacios que se han transformado, y a aquellos que permanecen como si el tiempo nunca los hubiera atacado. Y ese ir y venir es justamente lo que transforma al dislocado en un sujeto sin anclaje, sin un lugar de pertenencia. La escritura dislocada es un espacio al que recurren, por una parte, las voces que migran, con la convicción solapada de que existe un número considerable de escri­ tores hispanoamericanos que se encuentran, en el presente, produciendo sus obras literarias lejos de sus loci natales, sus oikos. Escritores ex oikos, que sienten la urgencia por abordar el problema de pertenencia y arraigo desde una perspectiva más fluida y transnacional. Son escritores (y por lo tanto voces) que no están acá ni allá; su es­ critura se funda en ese territorio escurridizo del no-lugar aunque su consistencia y materialidad se corresponda con la producción creativa de textos que tanto en lo individual como de manera colectiva conforman una constelación literaria clave. Se trata, en suma, de un universo poético que ha traspasado las fronteras tradicionales para ubicarse en territorios movedizos, inestables geografías, espacios que se ubican limitados por bordes fluidos y aparentes. Textos y voces transterritorializados.

Entre la ida, la vuelta y la multiplicidad espacial Lidiar con la extranjería. Uno de los problemas de la escritura dislocada es el pú­ blico: ¿les importa a los lectores de Bogotá una historia sobre dos personajes que viven en Jackson Heights y cuya experiencia no es ya del todo colombiana, sino más bien se refiere a la condición del emigrado en un espacio hostil, sus dificulta­ des para insertarse en una sociedad que no los admite del todo pero que, por otra parte, luego ya de muchos años, han asimilado gran parte de sus costumbres, des­ garrados entre prácticas, actitudes y perspectivas que se yuxtaponen, chocan o simplemente se excluyen? ¿Le importa a un lector de Buenos Aires que un escritor que vive en Kansas City rememore somnolientamente a través de su ficción aque­ llos años en que viajaba en Pan Am, comía chocolates Tobby e iba a bailar a luga­ res que en el presente se han vuelto fantasmagorías decadentes? Si la condición de migrar se caracteriza por la fluctuación de estar y no estar a la vez, pertenecer y no pertenecer, la pregunta que surge, entonces, es acerca del interlocutor. El escritor o la escritora dislocado no sabe, a veces, con quién está hablando. El diálogo puede entonces devenir monólogo: un discurrir de voces de un sujeto alienado. Por otra parte, la escritura dislocada en el extranjero puede retomar, aunque sea de forma tangencial, la idea de “retorno”. Esto es, la idea de que, a pesar de

214 Escritura ex oikos: Reflexiones en torno al proyecto dislocados una ida, existe asimismo la posibilidad de una vuelta. Este regreso posible fluctúa muchas veces entre el desplazamiento geográfico, lingüístico e imaginario, y se expresa a través de dispositivos como la nostalgia, el deseo o los recuerdos. La idea de regreso, por otro lado, nos permite situar la mirada no en el norte sino en el sur. Es como si comenzáramos dándole la espalda al espacio y tiempo en que nos encontramos y, en su lugar, nos remontáramos a una geografía que tampoco se encuentra en el presente sino que constituye parte de un pasado y —en algunos casos— incluso de un futuro. En esta idea de “retorno”, sin embargo, puede irrumpir la idea de la “ida” y, por lo tanto, puede surgir la conceptualización del acto mismo de escritura como viaje y poetización de la experiencia migratoria. Esta poetización, de hecho, unifica la experimentación tanto del desplazamiento espacial como de la dislocación y producción escriturarias. A estas dos vertientes dentro de la poética dislocada se suma aquella escritura que explora el proceso de dislocamiento y la imaginación creativa a partir de una lectura entre múltiples espacios. Aquí es tanto la lengua como la experiencia personal las que, por medio de desplazamientos continuos, se insertan en las ranuras de nuevas geopolíticas culturales: desde la lengua de la infancia a la nueva lengua en que se mueve el dislocado, esto se traduce en una búsqueda por preservar un lenguaje vinculado al lugar de pertenencia aunque se intente, a la vez, darle un sentido nuevo a la lengua y cultura que los alberga.

Dislocación del espacio, dislocación de la experiencia Las escrituras dislocadas construyen un puente cultural entre Estados Unidos y América Latina y España, por eso cabe preguntarse ¿cómo se narra la diversidad de la experiencia hispanoamericana en un contexto particular como el de Estados Unidos? A esta experiencia se suma la dislocación espacial. Esto es, cómo espacios urbanos como Nueva York, Miami, Houston, Austin, Los Ángeles —entre mu­ chos— devienen de manera recurrente destinos literarios de un número amplio de autores, epicentro de narrativas múltiples, donde aumenta el volumen de novelas, cuentos, crónicas y ficciones que tienen lugar en EstadosU nidos. En los últimos años han emergido representaciones de espacios urbanos norteamericanos que, a través del proceso escriturario, se han transformado en lugares habitados —y reconfigurados— por comunidades mexicanas, cubanas, sudamericanas, dominicanas, centroamericanas y puertorriqueñas.5 Además de surgir represen­

5 quizá valga la pena recalcar que este fenómeno no se limita a lo literario sino que abarca también trabajos

215 Gisela Heffes taciones de migraciones, desplazamientos, diáspora, y dis- o relocaciones, también surgen cuestiones territoriales en las que se intersectan definiciones de límites y fronteras, y en las que lo local y lo global, la disparidad social y económica entre regiones, y la tensión entre centro y periferia también aparecen ya sea de manera explícita o tangencial. Más allá del amplio y bastante generalista marco referencial que implica hablar de escrituras hispanoamericanas en Estados Unidos, hay tradiciones disímiles entre las múltiples culturas latinoamericanas y, por lo tanto, es importante abor­ dar cómo la experiencia de dislocación será percibida entre escritores de diversos orígenes. Estas diferencias no sólo aparecen reflejadas en sus escritos, sino que también ayudan a reconfigurar categorías fijas de lo que es latino, hispano y lati­ noamericano.

Un repositorio viviente La escritura que atraviesa esta experiencia de dislocación y desplazamiento es cada vez mayor, y por lo tanto es importante conocer más sobre la producción de es­ critores latinoamericanos que residen en Estados Unidos, al igual que crear una conciencia respecto al hecho de que hay una generación de escritores que está produciendo sus obras aquí, y que todos estos escritos conforman la génesis de una poética de los dislocamientos. Una genealogía literaria que, a diferencia de las tradiciones que se remontan a la fundación de los Estados nacionales, se pro­ yecta hacia el futuro. Se trata de una genealogía de escritores en plena gestación. Las poéticas de los dislocamientos constituyen la escritura-umbral de un pro­ yecto más abarcador y apelan a un objetivo adicional: que el escritor hispanoame­ ricano que reside en Estados Unidos tenga un espacio donde publicar sus escritos. Un espacio donde leer las intersecciones, los diálogos, los cruces y también las exclusiones entre poéticas variadas, aunque a su vez compartan una condición similar: un punto de encuentro y de fuga. La creación de un repositorio viviente resulta de esta necesidad inminente de incorporar una de las producciones litera­ rias hispanoamericanas más importantes actuales. Dado que estas voces dislocadas no habían sido reunidas de esta forma, es decir, como pertenecientes a una ge­ neración que emerge en un contexto histórico particular, uno de los objetivos primordiales del archivo es la de reunirlas en una colección que subraye los ele­

cinematográficos. Algunos ejemplos son los filmesLa ciudad, de David Riker (2005) y María llena eres de gracia de Joshua Marston (2004).

216 Escritura ex oikos: Reflexiones en torno al proyecto dislocados mentos en común que comparten entre sí, proporcionándoles visibilidad y reco­ nocimiento.6 Estas obras, a su vez, constituyen un patrimonio cultural que no sólo pertenece a la literatura hispanoamericana sino que es ya parte del patrimonio nacional norteamericano actual, lo que provoca, una vez más, una reflexión sobre las fronteras que definen lo que es (y no es) nacional. Por lo tanto, el proyecto (dis)locados crea un espacio en el que estos escritores publican sus escritos, pero también subraya la necesidad de que estos trabajos publicados sean coleccionados en un archivo que funcione como repositorio, que está disponible tanto de manera impresa como en un formato electrónico para todas aquellas personas interesadas en leer este material. Es decir, uno de los as­ pectos más importantes de esta iniciativa es que el material es accesible de forma gratuita y que cualquiera —ya sea un investigador, un estudiante o un lector— pueda bajar el texto desde cualquier parte del globo sin costo alguno. Al estar reunidos en una colección, puede funcionar como un archivo de interés para tra­ bajos —presentes o futuros— interesados en examinar, evaluar y analizar la obra de una generación en particular.7 Recuperar, aunar, darle consistencia a una red múltiple de voces que crecen dispersas en el mapa inabarcable de un país cuyos bordes exceden todo imagina­ rio posible; voces que imaginan a la vez dentro de sus fronteras, poetizan sus ciudades, latinizan sus acentos y narran sus aventuras diarias. Una que se ciñe a su lengua, pero no a su tierra. Una que se maneja en dos lenguajes: una que en­ cuentra su hogar en la palabra de su lugar natal, mientras que la otra, la cotidiana, remite a los vaivenes de su existencia migratoria.

6 véase www.dislocados.org 7 El archivo se encuentra en la colección digital de Fondren Library, Rice University.

217

Nostalgia y grandeza

Rose Mary Salum*

I A partir de mi mudanza hacia el exilio algo impredecible ha sucedido con el tema de mis raíces; poco a poco han ido reproduciéndose fuera de su tierra de forma desproporcionada, de tal modo que, desde entonces, las llevo cargando en mi brazo derecho como quien trae consigo un lazo largo y bien acomodado en círcu­ los concéntricos. Desde entonces han continuado creciendo y buscan conmigo dónde acomodarse para abrir sus propios canales dentro de la arcilla húmeda. Hay días que no encuentro un pedazo de tierra apropiada dónde depositarlas y cuando eso sucede levanto el brazo y con el otro recojo las raíces nuevas, las que se han reproducido casi de forma inconsciente en los últimos años, las que continuamen­ te viajan conmigo, para al fin recogerlas, seguirlas enrollando alrededor de mi brazo y proseguir mi camino. En un principio esta descolocación me causaba angustia, me hacía sentir ex­ puesta y temía que todos acabaran por notarlo. Conforme fueron pasando los años de vivir en Estados Unidos, me fui encontrando con personajes que, como yo, iban por el mundo desterrados y con sus raíces descubiertas. Algunos se sienten felices, yo diría que hasta liberados y las han cercenado con el afán de no arrastrar consigo la tierra. Ellos, según la definición de Mary McCarthy1 son los expatriados, los que han partido en busca de una mejor posición en cualquier país que no sea el suyo. Otros, tal vez como yo, debo admitirlo, han resentido el peso de esta situación y llevado a cuestas una serie de costumbres y tradiciones que no saben dónde depo­ sitar. Desde entonces, casi veinte años, he convivido con personas de toda Latino­

* Rose Mary Salum es ecritora y editora, creadora de Literal Magazine. 1 M. McCarthy, “A Guide to Exiles, Expatriates and Inner Emigres”, en M. Robinson, Altogether Elsewhere, Boston, Faber and Faber, 1994, p. 52.

219 Rose Mary Salum américa en situaciones paralelas y a veces muy similares que circulan por el mundo con esta suerte de extravío. Algunos de ellos han venido a Estados Unidos por una oferta de trabajo académica, otros porque piensan que sólo en este país se puede florecer y proyectar su reconocimiento de vuelta en América Latina. Pero cualquie­ ra que sea el caso o el país de donde se proviene, el desarraigo se experimenta de forma tan sutil como quien ha recorrido una larga trayectoria y lleva una piedra muy pequeña, casi imperceptible, en medio del zapato. Uno puede seguir avanzan­ do, incluso hasta ocuparse de otros temas, pero esa otra presencia, microscópica­ mente lastimera, es perenne. He observado además, en todos estos años, que el sentimiento no me es exclusivo. Colegas, amigos y familiares han pasado por situa­ ciones similares. En el libro Poéticas de los dislocamientos, reunido por Gisela Heffes, Vicente Luis Mora expresa un sentimiento de extrañeza al vivir en Estados Unidos y no ser reconocido, cuando en España él tenía un lugar dentro de su familia y su comunidad. El anonimato ha marcado su vida en Norteamérica.2 Sergio Ramírez, por otro lado, se enfoca en la lengua y el rechazo del país norteamericano hacia ella. Se pregunta sobre la situación que experimenta todo autor al habitar dentro de las rejas geográficas que delimitan los idiomas. De ese modo titula su ensayo “Lengua mojada”.3 Ese libro, fruto de un proyecto que después desembocaría en la colección Dislocados,4 que iniciamos Gisela y yo en Literal Publishing y que trabajamos conjuntamente con la universidad de Rice, donde se deposita el archivo de la co­ lección y al cual se puede acceder prácticamente desde todo el mundo —de forma gratuita—, descubrió que todas estas migraciones de tantos otros países de Latino­ américa y Europa experimentan la sensación de haber sido arrancados. La postura hacia el tema es ambivalente, hay quien la reflexiona y se toma el tiempo de discutirla, hay quien celebra la noción de haber salido del país de origen. Salman Rushdie acoge ambas posturas en su novela Vergüenza: “conocemos la fuerza de la gravedad, pero no sus orígenes; y para explicar porque nos aferramos a nuestro lugar de nacimiento, fingimos ser árboles y hablamos de raíces. Mira bajo tus pies. No tienes brotes retorcidos en la planta del pie. A veces pienso que la raíces son un mito conservador cuya finalidad es que nos quedemos siempre en el mismo lugar”.

2 V.L. Mora, “Transatlantic Studies o perdiendo el lugar”, en G. Heffes, Poéticas de los dislocamientos, Houston, Literal Publishing, 2012, p. 131. 3 S. Ramírez, “Lengua mojada”, en G. Heffes, Poéticas de los dislocamientos, Houston, Literal Publishing, 2012, p. 179. 4 Véase www.dislocados.org

220 Nostalgia y grandeza

Sin embargo, de inmediato dice: “por lo que respecta a la idea de las raíces, he de decir que no he conseguido liberarme de ella por completo. A veces me veo como un árbol, un árbol majestuoso, como el Fresno Yggdrasil, el árbol del mun­ do de la mitología nórdica”.5 Aferrarse a la tierra de origen, al concepto de las raíces y las barreras geográfi­ cas, intercala en el mundo de las sensaciones del desterrado una fijación de inco­ modidad que debilita. La inseguridad constante se abre en distintas direcciones, desde el lenguaje hasta las costumbres, desde los gustos por la comida hasta la nostalgia por ella, y se retroalimentan y se instalan en la psique, para algunos en un lugar remoto, para otros de lleno y tan a la mano que se traduce en una inco­ modidad perenne. Ha Jin desarrolla un análisis excelente de este tema cuando estudia los casos de algunos de los grandes escritores exiliados, como Joseph Con­ rad, Niapaul o Solzhenitsyn.

Me atrevería a decir, incluso, que para muchas personas desplazadas la nostalgia y el miedo (el miedo, la incertidumbre y afrontar los retos que se plantea en un mundo más grande, el mie­ do a perder la certidumbre y la confianza que ofrece el pasado) son sentimientos inseparables. En lo esencial, la nostalgia se asocia sobre todo con la experiencia y un tipo particular de mi­ grantes, a saber, los exiliados. Para la mayoría de los migrantes el vínculo con la tierra natal puede convertirse en algo irracional e incluso injustificado.6

Es cierto que la escritura en ocasiones está influida por la nostalgia, también la determina la necesidad de perpetuar la voz propia por miedo a ser olvidada y cubierta por otras voces que resultan ajenas no sólo a la lengua si no a la experien­ cia propia. Como le suele suceder a muchos autores, mi intención no era la de volverme una escritora exiliada, incluso eso causó excesiva ansiedad en mí. Pero las circunstancias, ya bien lo decía Ortega y Gasset, determinan al ser humano y eso funcionó a favor de una escritura que jamás consideré. En ese sentido, la irracionalidad a la que se refiere Ha Jin se mide con referen­ cia a las causas que provocaron la partida de los escritores que analiza. Si, como define Mary McCarthy, la salida de una persona fue causada por sus posturas políticas, es decir, parte como exiliado, la nostalgia y el vínculo con su origen se experimentarán de distinta manera de aquellos que salieron como refugiados, o sea los que escaparon por causas ajenas a su voluntad (generalmente debido a

5 S. Rushdie, Shame, Nueva York, Knopf, 1983, p. 92. 6 H. Jin, El escritor como migrante, Madrid, Vaso Roto, 2012, p. 31.

221 Rose Mary Salum conflictos bélicos o desastres humanos) y sin garantías para sus derechos humanos. La añoranza se experimentará de forma muy distinta si alguien decide salir como expatriado o inmigrante. En el caso específico de la migración hispana en Estados Unidos, de los casi 58 millones y medio de habitantes que residen allí, 57 por ciento no nacieron allí, lo que implica que su movilización al país del norte fue provocada por distintas circunstancias; desde los que salieron por convencimien­ to propio, por ofertas de trabajo o en busca de una mejor vida hasta los persegui­ dos políticos o los que temen morir a manos del crimen organizado.

II Una buena parte de los escritores latinoamericanos que producen en Estados Unidos continúa escribiendo mentalmente desde su país de origen a pesar de habitar en otro. Muy a menudo me encuentro escribiendo como mexicana inde­ pendientemente de mi ubicación geográfica. En muchas ocasiones me he pregun­ tado si no es que todo lo que he hecho ha sido llevar en el alma mi país de origen a pesar de radicar en Houston. A veces podría jurar que no vivo en Estados Unidos sino en México; aunque otras, debo aceptarlo, mi escritura (o la de muchos de mis colegas) está muy influida por el lugar donde resido, por sus expresiones cultura­ les y artísticas y por ese estilo directo tan recurrido por los escritores americanos. En otros momentos, muy a menudo, encuentro que mi escritura está marcada por temas libaneses, el país de mis ancestros. Tuvieron que pasar lustros para comprender que mi presencia en suelo mexi­ cano no era necesaria para construir un cuerpo creativo de trabajo. Mi posición geográfica en el momento de prender la computadora es irrelevante, pero llegar a ello fue un proceso de varios años. “Muchos exiliados, emigrantes, expatriados e incluso algunos inmigrantes se sienten poseídos por el deseo de regresar algún día a su tierra natal. La nostalgia los priva de toda orientación y les impide encon­ trar un lugar donde echar raíces. El presente y el futuro están afectados por los desplazamientos y la ausencia de su país de origen tan sólo les provoca dolor”.7 La vida fuera del país de origen trae inherentemente consigo el sentimiento de soledad, es como si al haber arrancado las raíces uno hubiera introyectado el hueco de la tierra y cargara con ese vacío. Un hueco portátil, oscuro e itinerante. Kundera señala que tanto la palabra griega nostos (regreso) como la expresión la­ tina ignorare (no ser consciente de algo; carecer o no comprender; echar de menos)

7 Ibid., p. 76.

222 Nostalgia y grandeza han contribuido a la formación de los significados de la palabra nostalgia en varias lenguas europeas. Para el autor checo, la nostalgia afecta los recuerdos y trabaja en forma inversa: cuanto más fuerte es la nostalgia, más lánguida la memoria, cuanto más honda la raíz, más extenso el vacío.8 El vacío no sólo afecta los recuerdos sino, en mi caso específico, el lenguaje. Cuántos años padecí de esta nostalgia, de ese deseo impotente de poder regresar, de estar, de experimentar una tregua y permitir que mis palabras fluyeran sin tropiezos, retomar la frescura al hablar y olvidar que por muchos años experimen­ té una especie de atrofia lingüística. En corto, poder expresarme sin la duda subyacente, sin miedo, con confianza y sin temor a equivocarme. Porque si la lengua es patria, si como escritores la consideramos nuestro último hogar, el despojo es evidente cuando se nos arrebata el español de las zonas comunes de convivencia, cuando el ambiente político del país señala las pequeñas diferencias, las otras lenguas, un acento irreconocible.

III Desde el momento en que el discurso populista se instauró oficialmente en el país en enero de 2017, la posición de los latinos ha sido cuestionada por sus aportacio­ nes económicas y laborales, pretendiendo olvidar su poder adquisitivo —por más modesto que éste sea—, la existencia de un ingreso promedio de la población hispana, así como el correspondiente porcentaje de impuestos que se pagan reli­ giosamente al gobierno. Pero la narrativa del presidente, sobra decirlo, insiste en representarnos como criminales. La discriminación hacia este grupo, nuestro grupo, está en su punto álgido. No son suficientes los discursos que defienden y presentan al latino como contribuyente serio tanto en el rubro económico y labo­ ral como en el cultural. Y si la narrativa ha estado presente en todo momento, la sociedad en su gran mayoría no parece asimilarla. Atender esta realidad es impe­ rativo, no sólo porque nuestra presencia es un hecho incuestionable sino para ejercer el sano ejercicio de ceñirse a la verdad. Como escritores viviendo en el extranjero, es de nuestro interés apegarnos a lo real; escribir es poner en práctica la virtud de la honestidad. La verdad debe tener un lugar vital en una sociedad democrática independientemente de la identidad racial de sus habitantes, de su lugar de origen. Es una demanda de justicia inhe­ rente al ser humano y su necesidad de justicia. Es decir, castigamos el mal no sólo

8 M. Kundera, en Ibidem. p. 85.

223 Rose Mary Salum para afirmar que el acto fue indebido, sino también para reafirmar la existencia del sistema moral ignorado por la persona que infringió. La falta de respeto de la propuesta trumpiana al afán histórico y filosófico por la verdad, a la historia de sus inmigrantes, específicamente los hispanos, desconciertan a cualquiera. Sus reiterados esfuerzos por mentir son una declaración de que la verdad y la mentira, lo legal y lo ilegal, lo real e irreal son lo que él dice que son. Esta postura es una consecuencia de su ignorancia, pero también de la relación flexible y siempre cambiante respecto a los hechos: su disposición a decir algo y contradecirse mo­ mentos después, sin temor a experimentar ningún tipo de consecuencia. La celebración de la ignorancia retroalimenta la ignorancia. Frente a un ma­ nojo de circunstancias en las que Norteamérica se concentra en sí misma en busca de una época mejor y ha perdido el respeto de la comunidad internacional, así como su liderazgo, la vía posible para volver a recuperar algunas certezas podría realizarse desmitificando una idea impuesta. Por si fuera poco, las ideas antiélite, antirrazón y anticiencia, que han circulado históricamente en el tejido político y social de Estados Unidos, plantean la premisa de que la ignorancia vale tanto como el conocimiento del otro. Una de la razones por la cual el antiintelectualismo y la elección del candidato republicano siguen tan vigentes puede encontrarse en el declive de la educación del país, sobre todo cuando esos niveles educativos des­ merecen respecto del resto de los países industrializados. La bbc, en el reporte más reciente sobre educación en Estados Unidos, dice que tan sólo 8.01 por ciento de la población es analfabeta. Estas circunstancias remiten a Victor Hugo, cuando dice que la verdadera división entre los hombres radica entre los que se han cul­ tivado y los que aún no lo han hecho.9

IV A la distancia, después de haber vivido tantos años fuera de mi país y viendo las cosas desde esta perspectiva, la necesidad de reconstruir un hogar con palabras se me presenta de forma sobrecogedora, casi imperativa; porque se presenta justo así, como una necesidad y siempre con el afán de reconstruir todo tipo de ideas sobre la nostalgia. No es sólo que esta actividad me ayude a pensar que las palabras son un repelente para la ignorancia, sino que me funcionan como el canal de vuelta a casa, el lugar idóneo para depositar mis raíces. Es así como la sensación

9 Cf. R.M Salum, “El futuro incierto”, Laberinto de Milenio, disponible en: http://www.milenio.com/cul­tura/la­ berinto/el_futuro_incierto-rose_mary_salum-victor_hugo-partido_republicano-estados_unidos_0_913108972. html

224 Nostalgia y grandeza de paz va cobrando territorio: el hogar no es físico, el hogar se lleva dentro de uno y eso está bien. Por eso a un nivel personal, Literal me parece fundamental en esta transición. Como bien lo expresa McCarthy:

Las revistas son muy importantes para los exiliados y, para los escritores expatriados son cons­ tructores morales. Comenzar una revista es empezar una especie de gobierno literario en el exilio porque, hasta entonces, sólo eran expatriados sentados en cafés. Para el verdadero exi­ liado, una revista en su idioma nativo es casi tan vital como el correo. No es sólo un foro de discusión, sino también un cinturón de transmisión al hogar subterráneo.10

Ha sido la revista la que me ha proveído comunidad y patria. Ha sido ese acto creativo el que ahora me defiende de las retóricas populistas que permean los círculos sociales y culturales del país. Ese trabajo ha borrado la nostalgia, la sole­ dad y me ha devuelto la noción de que los escritores latinoamericanos viviendo en Estados Unidos somos legión. Hacer una revista, una editorial, un festival de cine, un centro cultural donde el español es la lengua que rige buena parte de las actividades es la vía para resis­ tir políticas absurdas, para trascender prejuicios y miedos propios y para reconci­ liar los conceptos opuestos derivados de toda cultura guiada por la razón. La apertura al arte implica la posibilidad de cambio porque permite la entrada de nuevas ideas y formas capaces de transformar. Literal me ha mostrado que el hogar es uno mismo.

V Si los conceptos de nostalgia se autoimponen y se acarrean por decisión propia, el de volver a una América mejor y sus derivaciones nacionalistas que inspira Trump y en la cual quiere implantar la idea de añoranza por una época mejor, es también un artificio.N o sólo por su desconexión con la realidad sino porque ratifica ideas falsas, como la noción de volver a un país que se antoja grandioso. Si la nostalgia debe manejarse con cuidado porque puede caer en la manipu­ lación de la tristeza o la soledad —porque se corre el peligro de perder el suelo que lo sostiene a uno— añorar un país con dinámicas inexistentes y regido sólo

10 M. McCarthy, op. cit., p. 52. “Magazines are very important to exiles, and for literary expatriates they are moral-builders. To start a magazine is to start a sort of literary government in exile up to then, you were just expatriates sitting in cafes. For the genuine exile, a magazine in the native language, it’s almost as vital as mail. It is not only a forum for discussion but also a transmission belt to the home underground”. La traducción es mía.

225 Rose Mary Salum por la supremacía blanca, lo es aún más. La vuelta a los nacionalismos vuelve a estar vigente como si hubiésemos nacido desmemoriados, como si no hubiésemos estudiado ad nauseam los peligros que trae consigo. Desconocer que el país está formado por migrantes y que los hispanos son una parte fundamental de la economía es vivir en el limbo, en el terreno de lo irreal (y, como consecuencia, de la locura) y todo lo que se decida alrededor de esa noción será una mentira.

226 Cajón de sastre

Jean Meyer

¡Qué normandos! Los descendientes de los vikingos que se habían apoderado de una provincia fran­ cesa, llamada Normandía porque los conquistadores habían bajado del Norte, no se quedaron en paz. Soldados natos, cruzados antes de las Cruzadas, fueron a gue­ rrear en España y en el Imperio Romano de Oriente contra los mahometanos. Entre las hazañas del clan de los Giscard, la captura del papa León IX en 1053, de Cerulario en 1054, luego la alianza con el papa Nicolás II en 1059, la toma de Bari en 1071, la de Palermo en 1072; en 1091 toda Sicilia es de ellos, algo que, hasta la fecha, recuerda la cultura popular de la gran isla. Mientras, en 1066, el normando Guillermo el Bastardo, victorioso en la batalla de Hastings, se vuelve rey de Inglaterra y pasa a la historia como El Conquistador. Tancredo de Haute­ ville y sus cuarenta hijos —un ejército— van de Normandía a España y Sicilia. Participan en la Primera Cruzada, en 1091, son omnipresentes en los reinos lati­ nos de Tierra Santa y en el Imperio Bizantino. Los reyes escoceses Bruce y Balliol tienen antepasados normandos…

En La loi divine (París, Gallimard, 2015), Rémi Brague cuenta cómo en la Edad Media, Islam y judaísmo intentaron administrar y reglamentar toda la vida hu­ mana, en todos sus aspectos, en todas sus edades. Al Ghazali prohíbe ciertos juegos a los niños. “Y, hoy en día, la última declaración oficial del último rabino de Lubavich fue para expulsar de las cunas los peluches de animales no conformes a las prescripciones rituales del judaísmo” (p. 131). Un gran místico precisa con cuál mano debe uno limpiarse el c…; Ghazali dice largamente cómo proceder. José Caro, el gran codificador del sigloxvi , enseña cómo amarrar las agujetas y cuáles faltas de ortografía invalidan un documento de divorcio.

227 Jean Meyer

Pierre Riché, en su L’Enseignement au Moyen Age (París, cnrs, 2016), prolonga sus investigaciones sobre la alta Edad Media con el estudio de las transformaciones de las estructuras escolares y de las materias enseñadas entre el siglo v y el xiii. Sin olvidar a los niños escolarizados en las abadías benedictinas: los niños eran considerados como tales, y no como futuros adultos. Se desarrolló una literatura pedagógica para los jóvenes de las escuelas urbanas que se preparaban a entrar en la justicia, la administración o el comercio. Una mirada nueva, alejada de muchos prejuicios.

Del geógrafo del rey, Pierre Duval, al principio del prefacio de su libro Traité de Géographie qui donne la connoissance et l’usage du Globe et de la Carte, París, 1672: “Los que saben la Geografía, tienen grandes ventajas para la lectura de la His­ toria, y reconocen que el Mapa los vuelve muy ilustrados en todos los asuntos. Confiesan que no les conviene menos a los Hombres que a las Bestias, conocer la disposición de su morada, y reciben placer al viajar sin peligro en Regiones lejanas. La Cronología y la Genealogía, en verdad, son necesarias para bien poseer la His­ toria, pero solamente después de la Geografía; ya que uno pregunta ordinariamen­ te dónde, cuándo y por quién han sido hechas las cosas. Por cierto, como Dios creó la Tierra antes que el Tiempo y el Hombre, según la sabiduría ordinaria, parece que se debe primero conocer los Lugares y que solamente después se debe saber la secuencia del tiempo y los Hombres ilustres”.

Celoso de su celebridad, Napoleón consideraba a Alexander von Humboldt como un espía y le tenía muy mala voluntad. Enamorado de Francia, Humboldt pasó la tercera parte de su vida en París, ciudad que había descubierto en 1790, cuan­ do tenía 21 años. En 1798, se quedó varios meses; pensó participar a la segunda navegación de Bougainville alrededor del mundo y en la expedición científica que acompañaría a Bonaparte a Egipto, antes de decidirse por las Américas. A su re­ greso, se instaló en París durante 22 años. Cuando el rey de Prusia lo llamó a Berlín, puso como condición pasar tiempo en París: varios meses al año, incluso varios años seguidos.

Men wanted for hazardous journey. Low wages, bitter cold, long hours of complete darkness. Safe return doubtful. Honour and recognition in event of success. Este es el anuncio re­ dactado por el explorador irlandés, Ernest Shackleton, para reclutar el equipo de su última expedición, la de 1921. Había participado en la de Scott en 1901-1904,

228 Cajón de sastre en la Antártida, dirigió otra expedición en 1908-1909, una segunda en 1914-1917 y la tercera en 1921-1922, durante la cual murió.

A finales de enero de 1917, el zarN icolás II apuntaba: “el frío redobla de nuevo. No caminé mucho tiempo”. Mientras, en Zürich, Lenin escribía en el muro de un amigo, meditando sobre la guerra y el pacifismo; Anna Ajmatova mandaba por correo su último poema y León Trotsky, en Nueva York, dictaminaba que “en esa ciudad la teoría estética del cubismo reina en las calles y la filosofía moral del dólar en los corazones” (The Economist, 4 de febrero de 2017: 45).

La marquesa Arconati Visconti, gran amiga del capitán Dreyfus, ahora teniente- coronel, combatiente en el frente de guerra, recibe de él la carta siguiente: “15 octubre 1918 […] los acontecimientos se precipitan a una velocidad como no se podía imaginar: la bestia feroz está acorralada y no sabe qué hacer. La Bocherie (pa­ labra intraducible. El “boche”, en argot francés tiene el mismo sentido peyorativo, más fuerte aún, que “gringo”. La “Bocherie” = todos los alemanes) y su emperador buscan la mejor salida posible, pero espero que no nos dejaremos engañar y que exigiremos la aceptación de todas nuestras condiciones, sin discusión […] El pe­ riodo posterior a la guerra será muy interesante por las transformaciones sociales. ¿Qué pasará con todas las mujeres empleadas en las fábricas? Se han acostumbrado a vivir libres ganándose bien la vida. ¿Cuántas preguntas se van a plantear?”.

11 de abril de 1928, en L’Osservatore Romano se puede leer, bajo el título “Una voz israelita”, lo siguiente: Los israelitas no quieren asumir la vergüenza de ser consanguíneos del presi­ dente Calles. Es muy comprensible su repugnancia. Veamos ahora lo que escribe uno de sus órganos informativos, Zentralvereins Zeitung, del 23 de marzo pasado: “De varias partes se ha afirmado que Calles, el presidente de México, es hebreo. Hemos desmentido ya esa afirmación. Ahora podemos añadir a ésta también la declaración del capellán Francisco Rödel: ‘es deplorable que incluso revistas ca­ tólicas saquen del nombre Elías (Plutarco Elías Calles) consecuencias calumniosas contra los israelitas, dando como alimento al antisemitismo un goloso bocado. ¡Vae calumniatoribus!’. De nuestra parte repetimos, a propósito de los deplorables hechos ocurridos en México, cuanto hemos ya escrito el 22 de julio de 1927 […] nuestro desagrado de que, en un país grande y floreciente como México, enteras clases de hombres son objeto de violentísimas persecuciones a causa de su fe”.

229 Jean Meyer

México City, 9 de septiembre de 1935. El embajador de los Estados Unidos, Josephus Daniels, encabezó al Cuerpo Diplomático cuando entró a la catedral para celebrar la fiesta de Santa Rosa de Lima. El embajador iba acompañada de la se­ ñora Daniels.

Chicago, 13 de septiembre de 1935. The Knights of Lithuania, en su convención anual, condenan la persecución religiosa en México.

Ahora dejamos el pasado para ir al tiempo presente.

París, mayo de 2015: Los Archivos Nacionales exponen manuscritos antiguos sa­ cados de Irak in extremis por los dominicos. La exposición intitulada “Mesopotamia, crucero de culturas” presenta manuscritos, cartas, obras únicas, que los dominicos salvaron en agosto de 2014 cuando Mosul fue tomada por el Califato. Instalada en el Norte de Irak desde 1750, su comunidad había reunido un sinfín de documen­ tos en escritura cuneiforme, fenicio, arameo, hebreo y árabe. En el Centro Numé­ rico de Manuscritos Orientales de Mosul, fundado y dirigido por el P. Najeeb, ocho mil documentos habían sido digitalizados, de los cuales 809 manuscritos cristianos y no cristianos, en más de quince idiomas antiguos y modernos. En la noche del 6 al 7 de agosto 2015, el P. Najeeb huyó, cargando con los manuscritos antiguos y el mobiliario litúrgico, para refugiarse en Erbil, en el Kurdistán iraquí.

La editorial Grasset publica del mismo P. Michaeel Najeeb, Sauver les livres et les hommes.

En el Instituto del Mundo Árabe, en París, hasta enero de 2018, exposición “Cris­ tianos de Oriente, dos mil años de historia”.

2016 Fabrice Bouthillon y Marie Levant dirigen la obra colectiva Pie XI. Un Pape contre le nazisme? (Dialogues).

Alberto Fabio Ambrosio publica en las ediciones del cnrs, París, Pouvoir et secret dans l’empire ottoman. L’initiation dans la confrérie bektasie. Los bektasis, que siguen una doctrina esotérica influida por el shiismo, formaron una de las cofradías sufíes más importante del imperio.

230 Cajón de sastre

Thomas Deltombe, Manuel Domergue, Jacob Tatsitsa, La guerre du Cameroun. L’invention de la Francafrique (1948-1971) (París, La Découverte). Una guerra olvidada de la década de 1950, cuando Francia acaba de “perder” Indochina y estaba atrapada en la guerra de Argelia.

2017 Olivier Wieviorka publica Une Histoire de la Résistance en Europe occidentale (París, Perrin). La historia poco conocida de la resistencia fuera de Francia, en Bélgica, Dinamarca, Holanda, Italia, Noruega.

El cineasta Barbet-Schroeder presenta, en el festival de Cannes, su último docu­ mental, El Venerable W., sobre el monje budista Wirathu, responsable de las campañas islamofóbicas en Birmania/Myamar. Una obra premonitoria: poco después, empezó una terrible operación de limpieza étnica en este país, contra la minoría musulmana rohingya. Versión birmana de un nacionalismo identitario con uso masivo de las redes sociales. En 1974, Barbet-Schroeder nos había dado un extraordinario General Idi Amin Dada. Autoretrato, y en 2007 El abogado del terror, sobre el abogado Jacques Verges, defensor de grandes criminales.

Con motivo del aniversario de la guerra de los Seis Días (junio 1967), Arte pro­ dujo el documental Des voix au-dela de la censure (Voces allende la censura), del israelí Mor Loushy, con testimonios emocionantes de soldados, censurados en aquel entonces por el Estado Mayor israelí. Las grabaciones se hicieron poco tiem­ po después de la victoria, por una iniciativa del propio Estado Mayor, pero no se habían escuchado hasta ahora.

Michaël Prazan, en su documental La Passeuse des Aubrais, investiga las zonas oscuras de un pasado familiar doloroso: abuelos paternos muertos en Auschwitz, su padre, que tenía entonces siete años, salvado por la “passeuse” (pollera) que hubiera debido entregarlos, a él y a su hermana, a la Gestapo, en la estación de tren (Les Aubrais, cerca de Orléans)…

Secrets d’histoire, Moulay Ismaïl: el Rey-Sol de las Mil y una noches, documental de France 2 sobre el monarca marroquí y sus relaciones con Luis XIV contra un enemigo común: España.

231 Jean Meyer

En Simferopol, Crimea, el busto de Nicolas II, último zar, beatificado por la Iglesia Ortodoxa de Rusia, llora: “un milagro que los científicos no pueden expli­ car”, según Natalia Poklonskaya, ex fiscal.

Tesnota, ópera prima del cineasta ruso Kantemir Balagov, fascina el público en el festival de Cannes. Rusos también, Andrei Zvyagintsev, con Falta de amor, y Sergei Loznitsa, con Una mujer dulce.

En Afganistán, los arqueólogos, en una carrera contra el tiempo, trabajan en el sitio budista de Mes Aynak, condenado a la destrucción por la industria minera (Le Monde, 6 mayo de 2017).

Ashbal, documental de Thomas Dandols y F.X. Trégan sobre los muchachos perdidos del Califato; testimonios poco frecuentes de antiguos “leoncitos” y de sus familiares: niños formados desde los cuatro años para hacerse explotar o matar presos. Terrible.

Conversaciones con el Sr. Putin, de Oliver Stone. Doce encuentros con el presidente ruso; Oliver Stone es el abogado de la defensa de un Putin que considera injusta­ mente demonizado. Fascinante.

Perú reclama a España 136 láminas coloniales que ganó en una puja. El Ministe­ rio de Cultura de España ejerce el derecho de tanto y se queda con las acuarelas pintadas en el siglo xviii andino, al igualar los 45 mil euros con los que el Museo de Arte de Lima había ganado la puja. El País, 10 de junio de 2017, p. 25.

En Science del 28 de julio, Ann Gibbons publica “Biology of the Book” y explica cómo los científicos desarrollan nuevos modos de descifrar la historia biológica de antiguos manuscritos y libros. Es posible encontrar de manera rápida y certera la edad de un documento.

El tesoro del fotógrafo alemán Walter Reuter sale a la luz: más de cuatro mil negativos que tomó durante la guerra de España han sido identificados entre los fondos de Guillermo Fernández Zúñiga, el padre del cine científico español. Después de la muerte de Reuter en México (2005), se daba por definitivamente perdido ese material. Fue hallado en 2011 en una lata de película y la familia de

232 Cajón de sastre

Fernández Zúñiga lo dio a la Asociación Española de Cine Científico para su ca­ talogación e identificación (El País, 29 de agosto, p. 28).

8 de septiembre, en El País, “Neápolis, la urbe bajo las aguas”. Los arqueólogos localizan en la costa de Túnez la ciudad romana destruida por un tsunami en el año 365 de nuestra era. Una espléndida y próspera ciudad que comercializaba el garum, salsa hecha a base de tripas de pescado fermentado, al estilo del nioc-mam vietnamita de hoy.

17 de septiembre, afp: mutilan la estatua de fray Junípero Serra en la misión de Santa Bárbara en California. El alcalde de Nueva York pretende quitar la estatua de Cristóbal Colón. La colonia italiana protesta. El ayuntamiento de Los Ángeles quitó su nombre a la fiesta del segundo lunes de octubre de modo que “Columbus Day” se llama “Día de los Pueblos Indígenas”. Lo ridículo no mata. Mientras tanto, el Sur se enfrasca en la guerra de las estatuas y de los apellidos.

30 de septiembre, The Economist dedica su obituario semanal a Stanislav Petrov, muerto a los 77 años, “el hombre que salvó el mundo”, en la noche del 26 de septiembre de 1983. Vigilaba, como siempre, un eventual lanzamiento de misi­ les estadounidenses contra la URSS, cuando todo indicó que ocurría un lanza­ miento de gran calado, no un misil, sino varios, “probabilidad de ataque: 100 por ciento”. Fue capaz de reportar a los superiores que se trataba de un disfunciona­ miento, no de un ataque. Tenía razón, el satélite había sido engañado por los rayos del sol reflejados sobre altas nubes en Dakota delN orte, zona con dos bases de lanzamiento.

5 octubre, The New York Times, Nicholas St. Fleur publica un artículo sobre el brazo de bronce y otros tesoros encontrados en los restos del barco que naufragó hace dos mil años en Antikythera, Grecia. Siete estatuas de bronce han sido loca­ lizadas y quedan por rescatar. Hace 115 años que el sitio fue descubierto y ha dado ya maravillas, tal como el famoso mecanismo de Antikythera, considerado como el primer astrolabio o la primera computadora.

233 Documentos Encuéntralo en de trabajo s Novedades os a t Fondo www.LibreriaCide.com

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erónica Calderón. erónica V

Istor, año xviii, número 71, invierno de 2017-2018, se terminó de imprimir el 31 de diciembre de 2017 en los talleres de Offset Rebosán. Acueducto 115, colonia Huipulco, Ciudad de México, 14370. En su formación se utilizaron tipos Garamond 3 Medium de 11.4 y 8.2 puntos.