Queridos Amigos Y Amigas De La Red
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1 ARTURO USLAR PIETRI AVENIDA LOS PINOS 49 – LA FLORIDA CARACAS 1050 VENEZUELA _______ Caracas, 13 de octubre del 2000 Robert Alonso Caracas Distinguido amigo: He tenido el gusto de recibir el “borrador original” de su libro, “REGRESANDO DEL MAR DE FELICIDAD”, que usted tuvo la gentileza de hacerme llegar. Estoy seguro de que su obra tendrá la resonancia que merece. Arturo Uslar Pietri AUP/og 2 A Marta Beatriz Roque y Oscar Elias Biscet 3 A Elián González y a todos aquellos huérfanos que como él ha producido la “Revolución”... 4 Especial agradecimiento al Dr. Carlos E. Loumiet socio del prestigioso bufete de abogados “Hunton & Williams” por su invalorable y desinteresada ayuda y a los abogados Dr. Kendall Coffey y Wilfredo (Willy) Allen por asumir, preventivamente, mi defensa … 5 “Estoy satisfecho de seguir el mismo camino de Fidel. Venezuela avanza en la misma dirección, hacia el mismo mar que el pueblo cubano, un mar de felicidad, justicia social y paz verdadera...” Hugo Chávez Frías Presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela 6 Cultivo una rosa blanca en julio como en enero, para el amigo sincero que me da su mano franca. Y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo, cardo ni oruga cultivo: cultivo una rosa blanca. José Martí 7 “... volveremos quebrando la distancia a encender la manigua de justicia. Volveremos sedientos de heroísmo a prender la inquietud que está dormida... Manuel Artime 8 Cómo Cambian los Tiempos Por fortuna ya no siento aquellas melancolías, ni doy a nadie tormento con vanas filosofías. Ya no me meto en honduras, ni hablo de llantos ni penas, ni canto mis amarguras ni las desdichas ajenas. He cambiado de tal modo, que soy otro diferente; pues hoy me río de todo, ¡y me va perfectamente! Vital Aza Poeta español 1851 – 1912) 9 Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz... Eclesiastés 3:1 10 Nada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración. Artículo 30 Declaración Universal de los Derechos Humanos (de la cual Cuba es signataria) 11 “Sarba pititu sheku, ka nomicci di mayo graze...” Refrán popular de Partinico (Sicilia) que significa: “Aguanta hambre, burro, que en el mes de mayo engordarás...” 12 “A quien le guste la ñema, que aguante el caracaqueo...” 13 El hombre que no esté dispuesto a morir por algo, no tiene nada por lo cual vivir... 14 “Es mejor discutir soluciones ahora que enlutar la Patria mañana.” Pensamiento final del “manifiesto” LA PATRIA ES DE TODOS del Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna 15 PRIMERA PARTE 16 “PAQUITO” Tenía ante mí a un cubano diferente. Su discurso era ecuánime y carente de esa pasión que tantas veces ha empañado los relatos de mis hermanos de patria cuando se refieren a Castro y a su Revolución. Los matices de “Paquito”, como cariñosamente es llamado Francisco José de la Concepción Díaz Gómez, no se limitan al blanco y negro... ni siquiera al gris. De unos dos metros de altura y más de 150 kilos de peso, su cara delataba un tinte de sangre negra. En Cuba le llamamos “mulato ruso”, en Venezuela: “bachaco”. Su piel blanca, casi transparente, contrastaba con unos pómulos salientes y una nariz ligeramente achatada, que armonizaba con un pelo rojizo el cual se revelaba con ondulaciones suavemente “ensortijadas”. La noche en que lo conocí vestía un sobrio traje Montecristo. En la algarabía de la velada lo vi sentado en una poltrona con cierta actitud reflexiva, casi ausente. Su esposa, María Luisa, estaba sentada junto a él y, sin mediar palabras, le daba un ligero masaje en la base de su gruesa nuca. Era evidente que aquella pareja no estaba pasando un rato agradable en medio de aquella fiesta saturada de euforia. Mi curiosidad fungió de presentador e hizo que me acercara a aquel gigantón con cara de niño bueno. Cuatro tragos después y dos horas de increíble conversación, había oído una de las historias más conmovedoras sobre la tragedia cubana. “Paquito”, luego de casi cuatro décadas de exilio, acababa de regresar de Cuba y ese mismo día de la velada se había publicado en un diario venezolano de distribución nacional, una pequeña carta que él le había mandado a la redacción en la cual relataba sus impresiones de su visita a la isla caribeña de Maceo y de Martí. La historia de “Paquito” podría ser la mía o la de millones de cubanos que abandonamos la patria para buscar en otra adoptiva la dignidad y la libertad perdida en aquella que nos vio nacer. Los huesos de su historia están enterrados en el mismo suelo de sol y sal bajo la sombra 17 inerte de unas palmeras verdes y orgullosas que llevan siglos callando, llorando y esperando. “Paquito” nació en una familia surgida de los estratos sociales más bajos de la sociedad cubana, que se elevó a la clase media gracias al esfuerzo, la constancia, la dedicación, los estudios y la honestidad. Sus padres le enseñaron a mantener la frente alta, aún en los momentos más difíciles de su vida. Jamás se vio en la necesidad de delatar a su vecino ni de asistir a un discurso el cual no tuviera deseos de escuchar. Mantuvo, como él mismo se vanagloria, la dignidad. Al ocaso de su vida decidió regresar a sus raíces para decir un adiós terrenal y llevarse con él sus recuerdos. Este es su relato. Cuando terminó de contarme sus vivencias, le sugerí que escribiera un libro, sin embargo, lamentó profundamente no tener las condiciones que exige el sentarse frente a un ordenador y plasmar en hojas lo que salía de su corazón. Fue así como le pedí autorización para hacerlo yo. Nos citamos para el día siguiente y luego de más de cinco horas de grabación, estaba listo para comenzar a escribir lo que ustedes están a punto de leer. Me fue más sencillo de lo que creí, porque --- a ratos --- “Paquito” era yo. El mismo dolor de “Paquito” era el dolor mío. Las mismas preguntas que él se hacía me las he venido haciendo por mucho tiempo. Los personajes en la vida de mi amigo, son los mismos que he conocido durante mi también prolongado exilio. Una vez listo el borrador inicial, me reuní con “Paquito” para su corrección y aprobación. Me di cuenta entonces que le había dado riendas sueltas a mis propios sentimientos, alejándome considerablemente de los suyos. En los de él había entendimiento y perdón, en los míos una profunda venganza que rayaba en el odio, la impotencia y la humillación. Llegué a mi despacho y borré todo lo que había escrito. Esta vez le fui fiel y me cubrí de cordura. Al final terminé pensando como él y continué así por el resto del relato. Tras una decena de borradores y qué sé yo cuántas correcciones, terminé pensando que yo era “Paquito”... y, casi, me sentí reconfortado. A petición de “Paquito”, algunos de los nombres de esta historia han sido cambiados para proteger a los protagonistas. Por respeto a su familia, la carta de la Tía Carmelina fue sacada totalmente de la historia; una decisión que me causó tremendo pesar, pues en ella se reflejaba, en su máxima expresión, la realidad de nuestro drama como nación. La historia de “Paquito” estaba lista y aprobada dos semanas antes de las elecciones presidenciales venezolanas del 30 de junio del año 2000, sin embargo, decidimos que no entrara en imprenta hasta después de los comicios, para no crear la sensación de que se trataba de 18 propaganda en contra de uno de los candidatos. Esto nos dio, además, la oportunidad de actualizar el libro, el cual se cerró definitivamente al regreso del tirano Castro luego de su prolongada visita a Venezuela en octubre de 2000. Robert Alonso El Autor 19 SEGUNDA PARTE 20 LA HISTORIA Mi nombre completo es Francisco José de la Concepción Díaz Gómez. Nací en la ciudad de Camagüey, Cuba, el 24 de junio de 1948. Mi bisabuelo luchó en la Guerra de Independencia de Cuba y murió en la misma batalla en la que perdió la vida José Martí, nuestro apóstol. Fue elevado, post mortem, al grado de “General del Ejército Libertador” --- o al menos ésa era la historia, tal vez fantasiosa, que corría en la familia --- aunque pintorescamente murió con el grado de soldado raso. Mi abuelo paterno, Don Francisco Díaz Díaz, hijo de Doña Teresa Díaz y del “General” Don Francisco Díaz, tenía catorce hermanos. Estudió música y fue el primer saxofonista de la Orquesta Nacional de Cuba. Se casó con mi abuela, una cubana mulata y buena moza que limpiaba pisos en un hospital norteamericano de los tantos que había en Cuba antes de llegar la “Revolución”.