M' él Carmen (jarcia Tejera

CREACIÓN Y RECREACIÓN POPULAR LA POESÍA DE ANTONIO MURCIANO

DISEÑO DE PORTADA Y MAQUETA: JULIO MALO DE MOLINA. La viñeta de portada es del pintor G. MAROTO, 1927

© M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA, 1986

EDITA: DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CADIZ — IMPRIME: «LA VOZ», PLAZA DEL EJERCITO, 38 - SAN FERNANDO I.S.B.N..- EN TRAMITE — DEPOSITO LEGAL: CA. 461-1986 Mi del Carmen (jarcia Tejera CREACIÓN Y RECREACIÓN POPULAR

POESÍA

ANTONIO MURCIANO

A mis padres, ANTONIO y MARIA CRISTINA. Por tanto recibido.

INDICE

INTRODUCCIÓN 13 DATOS PARA UNA BIOGRAFÍA DE ANTONIO MURCIANO 19 Primeras vivencias y pequeña «prehistoria» literaria 21 Comienzan las plublicaciones poéticas 24 Algunas notas para redactar un día mi poética 25 Los condicionamientos históricos y ambientales en la obra poética de Antonio Murciano 27 LOS TEXTOS: DESCRIPCIÓN Y CARACTERIZACIÓN 31 Navidad '. 33 El pueblo 36 Amor es la palabra 38 La semilla 40 De la piedra a la estrella 41 Los días íntimos 42 Nuevo cuaderno de Navidad 43 Perfil del cante 45 11 Canción mía 46 Canciones con fondo de esperanza 49 Fe de vida 50 Nochebuena en Arcos 51 Libros de horas 53 Antología (1950-1975) 55 Poesía flamenca 56 Obras escritas en colaboración con su hermano Carlos 57 Antonio Murciano y su obra 58

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3. ANALISIS DE LOS TEMAS 61 El tiempo 63 Su fluir 63 Su medida 64 Su dimensión humana 66 El Amor 66 Amor, Corazón, Canción, como constantes en la palabra poética amorosa de Antonio Murciano . 67 Iconografía de la amada 70 Tus iniciales aquí, en el corazón 71 Cancionero niño 72 Canciones para mi mismo 74 La Navidad 75 El nacimiento 76 La naturaleza 77 Los personajes 78 Trasposiciones espaciales y temporales 82 Vivencias y sentimientos navideños del poeta 83 Los temas poéticos de Antonio Murciano , 84 4. APÉNDICE 87 Vino, primero pura, / vestida de inocencia 89 Se quedó con la túnica / de su inocencia antigua 92 Concierto en mí 94 5. A MODO DE CONCLUSION 101 Los textos 104 Los temas 104 6. BIBLIOGRAFÍA ! 107 a) Estudios sobre lingüística y teoría literaria 109 b) Estudios generales sobre historia de la literatura española 110 c) Estudios sobre poesía popular tradicional 111 d) Estudios sobre Andalucía y sobre poesía andaluza 111 e) Estudios sobre la obra poética de Antonio Murciano 112 INTRODUCCIÓN

l «descubrimiento» de Antonio Murciano, un poe­ miento (tal es el caso de Campo Sur y de Concierto en Eta cercano (geográfica y cronológicamente), y mí). Hemos contado, en fin, con la valiosa opinión de un estudio anterior de sus coplas y poemas flamencos diversas personas —conocedoras del poeta y de su nos llevaron a la conclusión de que su obra poética y, obra— que nos ayudaron a completar y a hacer más sobre todo, los elementos populares que laten en ellas, objetiva nuestra visión sobre Antonio Murciano y sus merecían algo más que una lectura superficial. Desde creaciones poéticas. luego, Antonio Murciano no es, ni mucho menos, un poeta desconocido: su ya amplia bibliografía poética Para obtener un conocimiento más amplio de la poe­ lo convierte en uno de los más representativos de la lla­ sía de Antonio Murciano hemos optado, en primer lu­ mada «Generación o Promoción del 50». Su dedica­ gar, por describir cada uno de sus libros y después, por ción al flamenco, a Andalucía y —por extensión— a extraer de ellos los temas que aparecen con mayor fre­ cualquier fenómeno de índole popular, es sobradamen­ cuencia: amor, navidad y tiempo (1), y dedicar una te reconocida y aceptada, no sólo en círculos intelec­ atención preferente a los elementos populares que fi­ tuales y literarios. Por tanto, no tratamos de sacar a guran en los mismos. la luz a un poeta, sino de profundizar un poco más en El porqué de un estudio acerca de estos elementos sus creaciones y, sobre todo, en esa veta popular que, populares está motivado por las razones que ya aduji­ en opinión de críticos y de simples lectores, hay en ellas. mos antes. Recordemos, además, que la existencia de una línea poética popular en nuestra literatura es un La «proximidad» a la que acabamos de aludir nos hecho incuestionable: «lo popular» configura, parale­ ha ofrecido la extraordinaria oportunidad de tomar lo a «lo culto» —«Escila y Caribdis», según termino­ contacto directo con el autor: hemos recorrido con él logía de Dámaso Alonso (2)— un camino perfectamen­ Arcos de la Frontera, lugar donde se desarrollan su vi­ te definido y rastreable en la Historia de la Literatura da y su poesía. Él mismo nos ha brindado no sólo una Española. En el caso que nos ocupa y sin olvidar otras visión particular de su propia obra, sino además las mo­ tendencias, podemos afirmar que esta línea popular de­ tivaciones (sentimientos, ideas, acontecimientos...) que fine en gran medida la trayectoria poética de Antonio le llevaron a realizarla. Gracias a él hemos podido te­ Murciano. Las razones pueden ser muchas y de varia­ ner acceso a sus libros —agotados la mayoría por tra­ da índole. Apuntemos las que consideramos más rele­ tarse de ediciones con escasa tirada— y a la crítica que, vantes: en periódicos y revistas literarias, se ha realizado de ellos. Hemos conocido el «crecimiento» de esa obra a) El medio geográfico en el que se desenvuelve el poética, hasta tal punto que algunos libros los hemos poeta, y en el que nace y se desarrolla su obra: ido incorporando a nuestro estudio al hilo de su naci­ Arcos de la Frontera.

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b) El ambiente humano, su diaria convivencia — pular que late en gran parte de su obra. por vocación y profesión— con el hombre del Con todo, un repaso a su biografía puede ofrecer­ pueblo. nos nuevos e interesantes aspectos que nos servirían pa­ c) Su formación literaria, que lo ha llevado a incli­ ra justificar esta querencia por lo popular. narse en numerosas ocasiones por esa línea po­ NOTAS

(1) El tema del flamenco ha quedado excluido del presente estu­ dio por habérsele dedicado ya otra publicación integra: «Poesía Fla­ menca» (análisis de los rasgos populares y flamencos en la obra poé­ tica de Antonio Murciano). Publicaciones de la Universidad de Cá­ diz. Cádiz, 1986. (2) Estudios y ensayos gongorinos. Gredos Madrid, 1955. Vid. pp. 9-28.

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l s I

1. DATOS PARA UNA BIOGRAFÍA DE ANTONIO MURCIANO

n estas líneas no pretendemos formular con toda «Soy de tierra gaditana. Eprecisión la biografía de un poeta que se mantie­ Pero me va por las venas ne en plena actividad creadora. Nuestra intención, de sangre de Utrera y de Málaga.»... miras mucho más modestas, es presentar —junto con su situación espacio-temporal— los rasgos, aconteci­ y «Málaga» (en Perfil del Cante y Sur de Llamas): mientos e incluso anécdotas que, recogidos a través de «En un barrio cartas y conversaciones con Antonio Murciano, de al­ de Málaga, gún modo han servido para configurar —sin que por entre La Cruz Verde ello hayamos pensado nunca en unos falsos determi- y La Alcazaba, nismos— su interés por la poesía popular; interés que, —Calle de los Frailes— hasta el momento actual, ha culminado en la edición por donde una acacia, de diversas obras que en este trabajo nos proponemos andan las raíces describir y analizar. de mi sangre y mi casa. Ella, de Utrera, PRIMERAS VIVENCIAS Y PEQUEÑA la verde-pálida. «PREHISTORIA» LITERARIA Y Él, del azul de Málaga. Antonio Murciano González nace en el número seis Pero yo nací en Arcos de la calle Nueva en Arcos de la Frontera —pueblo ga­ la «anciana y blanca». ditano alzado sobre una peña, puerta a la Sierra—, el ¡Qué mágico, qué lírico 29 de Diciembre de 1929. Fue el hijo mayor (1) de An­ triunvirato me manda! tonio Murciano Mesa, industrial, natural de Málaga, ¡Qué triángulo el mío, y de María Manuela González-Arias de Reyna, nacida qué trío de savias; en Utrera (Sevilla). Esto explica ese «triángulo flamen­ qué tres cunas de cante co» —Cádiz, Sevilla, Málaga—, título de una de sus mecen mis nanas! conferencias, y al que alude en dos poemas: «Nombre para el recuerdo» (incluido en Perfil del Cante y Poe­ ¡Cómo me gritan, hieren, sía Flamenca): puéblanme y alzan!

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¡Cómo me tiran, luego hablaremos), que Carlos le copiaba con cuidada amor, del alma, letra. También por entonces escribía Antonio algunas Arcos, Utrera obritas de teatro —Humildad, La gracia gitana, entre y Málaga!». otros títulos— dirigidas e interpretadas por él mismo Volvamos a la fecha de su nacimiento —29 de (4). Diciembre—, en plenas fiestas navideñas; circunstan­ Es evidente que la Poesía fue su amiga desde muy cia que, alentada por el paisaje betlemita de Arcos, con­ niño. Al parecer, sus predilecciones ya se encamina­ figura entrañablemente parte de su producción poéti­ ban hacia la tradición popular y, concretamente, ha­ ca (2). Antonio Murciano lo refleja especialmente en cia el Romancero: «Allá iba con él [la poesía] — un poema, «Villancico de mi nacimiento». (Nochebue­ continúa Carlos— a su alta ventana, unas veces a dic­ na en Arcos): tarle su música y otras a verle copiar en su libreta gran­ de y rayada, con una tinta parda, sucia, color de tie­ «¿Qué azul villancico rra, los versos más prístinos, aquellos, por ejemplo, que canta por mi vena? comenzaban: «Abenámar, Abenámar, / moro de la Yo nací en Diciembre, morería», o aquellos otros que hablaban del prisione­ una Nochebuena. ro y de la avecilla «que le cantaba al albor» (5). El mis­ ¿Qué música niña mo Antonio recuerda entre sus primeras lecturas... en mi voz resuena? «... Los libros sobre flamenco del Conde de Co- Yo nací en Diciembre lombí y de Pepe Carlos de Luna; los versos de por la Nochebuena. Manuel Machado...». ¿Qué tierna alegría Pero no sólo de sus lecturas poéticas nace este gusto se me vuelve pena? por lo popular —y por el flamenco—. Nos confiesa que... Yo nací y Diciembre era Nochebuena. «... Esta afición me viene desde muy niño. Mis primeros recuerdos se remontan a la zona del Ba­ Calle Nueva seis, rrio Bajo de Arcos y Llanos de la Caridad don­ cal y yerbabuena. de estaba la fábrica de aceites y jabones de mi Cuarenta diciembres padre, orillas del Guadalete, y a las primeras co­ esta Nochebuena». plas oídas a los muchachos —tanto en nuestra «Temprano anduvo la Poesía por nuestra casa de la fábrica como a los de la Tenería— mientras tra­ calle Nueva; y más temprano aún la descubrió Anto­ bajaban; a los arrieros que pasaban cantando por nio. Él no me lo había dicho, mas, para mí, que se la la vereda baja del Romeral al otro lado del río; encontró un día en el cuarto del almacén, junto a la a las criadas de casa...» (6). ventana abierta al corredor encalado; o en aquella otra Estos primeros recuerdos de infancia los resumiría ventanilla de nuestro dormitorio, cuyos barrotes enre­ el poeta en una copla, integrada en la «Canción de los jaban el cemento del Cañuelo, y en donde él se pasaba Pioneros» (Poesía Flamenca), como breve y denso ho­ las horas fecundando el olvido» (3). Carlos, su herma­ menaje a aquellos anónimos «poetas» —en cuanto re­ no, y como él, poeta, alude a la precoz vocación lite­ creadores inconscientes de coplas— que tantas veces raria de Antonio, quien con siete u ocho años compo­ desfilaron ante sus ojos niños: nía ya sus primeros poemas, agrupados más tarde ba­ jo el título de Agua que corre sin cauce (obra de la que «Canta el pueblo en su trabajo M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

y pasan los arrieros «¡Mira, madre, qué dolor! cuesta arriba y cuesta abajo». La hija del hortelano «Alcaraván» y Agua que corre sin cauce. quiere a otro, que a mí no. Dice que el otro es moreno Dejemos transcurrir la década de los cuarenta. An­ y que es más alto que yo; tonio estudia el Bachillerato en el Colegio Salesiano de que tiene una barca grande; Utrera y, posteriormente, Comercio en Jerez y Dere­ que sabe hablarle de amor; cho en Sevilla. «Antonio traía siempre una buena co­ que fuma como los hombres secha poética y todos los premios del género que se ha­ y tiene ronca la voz... bían convocado en su Residencia» (7). En Octubre en 1948 gana la Flor Natural en los Primeros Juegos Flo­ ¡Mira, madre, qué dolor! rales de Arcos; en 1949 el Premio Literario de la Resi­ ¿Qué le dirá el otro niño? dencia Salesiana de Sevilla, y en 1950 —con J.A. Ochaí- ¿Qué le dirá que yo no? ta y Leopoldo de Luis— el Certamen Literario de Al- Cómprame una barca grande geciras en la Fiesta del Centenario. que tenga vela y timón; Volvamos a 1949, cuando un grupo de jóvenes que dime que a los niños rubios compartían amistad e inquietudes litararias, deciden morenos, los vuelve el sol fundar una revista poética: y dime que falta poco para ponerme mayor... «Fue un verano de 1949 cuando brotó la prime­ ra idea de agruparnos. Éramos seis, bien aveni­ ¡Mira, madre, qué dolor! dos, pero algo dispersos. Julio Mariscal y Anto­ La hija del hortelano nio llevaban ya muchos años a vueltas con los quiere a otro, que a mí no.» versos; Antonio, desde su primera infancia... co­ y la «Canción de la amante muerta» piaba a los clásicos en una libreta rayada, con «Por el alba de tu risa una tinta extraña, color de tierra, y le daba sus sin sonido, versos a Manolo Manzano, su fiel dibujante, para Amante, me iré contigo. que se los ilustrara —con lápices de colores— en unas anchas hojas de papel de barba. Antonio Por la tarde de tu cuerpo y Julio pasaban horas y horas leyéndose sus poe­ sin desvío, mas, buscando el uno en el otro la comunicación, Amante, me iré contigo. la comprensión precisa. Por otro lado, Antonio Por la noche de tu ausencia Luis Baena y Cristóbal Romero comenzaban ya sin caminos, a ensayar la canción tímidamente, disfrazando Amante, me iré contigo.» en ocasiones con una sonrisa, con una broma, su clara vocación. Juan de Dios y Carlos, en cam­ Por esta época, Antonio Murciano cuenta ya con un bio, veían todo esto como desde fuera, ajenos a buen número de poemas originales —no olvidemos que aquella inquietud que ya rondaba la sangre» (8). su actividad como poeta comienza en su niñez— que decide reunir bajo el título de Agua que corre sin cau­ El 15 de Agosto de 1949 sale el primer vuelo de «Al­ ce (1945-1949), librillo mecanografiado que oculta hoy caraván». De las ocho colaboraciones que lo integra­ cuidadosamente entre sus carpetas, pero que contiene ban, entresacamos dos canciones de Antonio: La «Can­ el germen de muchas de las composiciones que forman ción del niño ingenuo» sus libros publicados. Agua que corre sin cauce lleva

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una fecha —diciembre de 1949—, una cita de Verlai­ COMIENZAN LAS PUBLICACIONES POÉTICAS ne, una dedicatoria a sus amigos y una «Carta- Prólogo» de Julio Mariscal —el mayor del grupo—, La década de 1950 va a señalar el principio de una de la que entresacamos unas líneas, ciertamente alen­ fecunda actividad de creación y publicaciones poéticas. tadoras y proféticas: En Diciembre de 1952 aparece Navidad (9), primera obra de Antonio Murciano. En Septiembre de 1953 ga­ «... Tu poesía, fresca y joven —¿a qué negar­ na, junto con su hermano Carlos, el Premio de la Ven­ lo?— tiene que andar mucho todavía. Pero... y dimia de Jerez de la Frontera con Los ángeles del Vi­ no quiero negarlo, tu poesía tiene ya el secreto no (publicada el año siguiente; también de 1954 es la de la luz y del color y una vena popular que no 2.a edición de Navidad). Y del tema navideño, de tan­ debes dejar en el olvido. Muchos poemas tuyos, tas resonancias tradicionales, al tema de Arcos —su pai­ han conseguido ya, la gracia, la soltura del ver­ saje, sus gentes...— en El Pueblo, 1955. Vísperas de dadero poeta. Otros, en cambio, necesitas pulir­ su boda —en Octubre de 1957—, Amor es la Palabra. los. Es la ingrata labor artesana que se perfec­ También dentro de esta línea incluimos Los días ínti• ciona con la práctica y los años... Tu poesía, eres mos que, si bien se publicó en 1962, fue compuesto en­ tú mismo, desbordado y entero, "deslizando — tre 1953 y 1959. Con él incide nuevamente en el tema como diría Carmen Conde— tus fuentes del del pueblo que es algo más que un conjunto de casas soñar"»... y gentes: son sus raíces, su propia vida: En Agua que corre sin cauce se integraban poemas ...«Allí está el pueblo, aquellas son sus torres. —canciones, la mayoría—que posteriormente serían Sobre mi corazón, al fin, crecido dadas a conocer en «Alcaraván»: «Canción del niño bajo mi voz. Qué renovado gozo ingenuo», «Canción de la amante muerta» (que hemos irse acercando hacia su piedra en vilo, reproducido más arriba), «Vente conmigo», «Barque­ hacia su cal, hacia su nube... Pueblo, ro», «Deuda» (vid. apartado 4)... Dos sonetos: «Béc- norte de un sur, ya para siempre mío.» quer» (de 1946) y «Nocturno» (1947), acróstico dedi­ [«Pueblo cercano»] cado a Chopin. «Dos figuras, un poeta y un músico, a quienes sigo admirando profundamente hoy», nos di­ Hasta aquí lo que podríamos considerar como una ce Antonio Murciano. Conozcamos otra de las cancio­ primera etapa poética bajo el signo de la tradición po­ nes de este librillo, «¡Aguador!», una de las pocas com­ pular. Porque La Semilla, de 1959, marca ya otros rum­ posiciones puesta en boca de mujer que tiene el poeta: bos en su obra. Sin dejar de ser canto, su poesía se se­ rena y se compromete con las grandes verdades de la «¡Que no me digas que no! existencia humana. En esta corriente se integra tam­ Déjame, madre, sentada bién De la piedra a la estrella, publicado en 1960. esta tarde al mirador. Comienza a partir de estos años lo que podríamos Déjame, que quiero verle llamar una vuelta —o «recreación»— a los temas ini­ pasar, moreno de sol, ciales. Aborda por segunda vez el tema navideño con gritando al aire en mi calle Nuevo Cuaderno de Navidad, 1963, y el amoroso con su pregón. Canción Mía, de 1965, finalista del Premio Nacional de Literatura aquel mismo año. También en 1965 Per­ Madre, tan sólo esta tarde, fil del Cante nos muestra, impresos por primera vez sentada en el mirador. en libro, los poemas y coplas flamencas que la ya vieja ¡Qué no! afición de Antonio Murciano había ido forjando a tra­ Que no me digas que no.» vés de muchos años. M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

Canciones con fondo de esperanza es un breve cua­ «ALGUNAS NOTAS PARA REDACTAR dernillo —publicado en 1966— que sirve de prólogo UN DIA MI POÉTICA» a Fe de Vida, 1969, donde el poeta insiste en el tema existencial —ya citado en La Semilla y De la piedra a En 1966 la Editorial Alfaguara de Madrid publica­ la estrella— y renueva su confianza en la vida, en el ba una Antología de Poesía Amorosa (1939-1964) con hombre: selección, prólogo y notas de Jacinto López Gorgé. «Soy hombre y lucho y, porque lucho, existo. Junto con unos datos biográficos y unos poemas re­ Soy lumbre y quemo y es amor mi llama. presentativos, cada autor antologizado aportaba sus Mi hombría es una forma de milicia. ideas sobre la poesía. Conozcamos las que envió An­ Soy uno más que canta lo que ha visto tonio Murciano bajo el título «Algunas notas para re­ y mira al porvenir de frente, insisto dactar un día mi poética» mediante las que compren­ en que esta hora del mundo es la propicia. deremos mejor su propia obra (11). Soy uno más que cree, que espera y que ama Sus inclinaciones van hacia el género lírico: y que defiende a todo el que reclama I.- «Lucho, aspiro y sueño una poesía lírica viril, re­ su pedazo de pan y de justicia.» belde o tierna, pero hermosamente humana y sen­ [«Fe de vida»] cilla. Poesía lírica, desde luego, mejor que poe­ sía épica, satírica, sociológica..., etc». En la década de los setenta la producción poética de Antonio Murciano se ha ido espaciando más con res­ Se declara decididamente partidario de una poesía pecto a épocas anteriores. Con todo, hay un hecho in­ formal, si bien acepta la libre creación de nuevas for­ cuestionable: sus últimas publicaciones —diversas en mas estróficas: cuanto a tema— ofrecen una clara huella de tradición IL- Y hablando de la «forma en poesía», estimo que popular. En 1972 toca por tercera vez el tema navide­ la actual poesía española vive un grave proble­ ño, pero con resonancias más próximas, puesto que se ma no temático sino formal. Temáticamente la trata de Nochebuena en Arcos. En el Libro de Horas, poesía se ha enriquecido al actualizarse, al ins­ de 1975 (10) plantea el tema del tiempo —de su talarse en su tiempo y, sobre todo, al rehumani- tiempo— en meditaciones que siguen la filosofía po­ zarse, a Dios gracias. Pero está asombrosamen­ pular y se condensan en breves poemas (algunos, en te dominada por un versolibrismo insoportable, aire de copla): arrítmico y decadente. Condeno y no concedo el «Se me está pasando el tiempo menor interés a tanto prosaísmo reinante que se y, como no sé pararlo, sirve como poesía al amparo de una falsa forma suspiro y sigo viviendo». [«25»] poética, consistente en una escritura de capricho­ sos renglones arrítmicos más o menos cortos, Una Antología (1950-1975) de sus versos compen­ puestos verticalmente. diaba, en 1975, veinticinco años de actividad poética ininterrumpida. Poesía Flamenca, publicada al año si­ El poema debe ser una obra de arte y el poeta, guiente, nos ofrecía una variada muestra de sus poe­ al par que un creador de poesía, un artesano del mas dedicados al mundo del flamenco y de sus coplas, verso. Reivindico para la poesía de hoy la frase integradas en el repertorio de numerosos cantaores. horaciana de «agua nueva en odres viejos». Campo Sur, Premio «Aljarafe» de Sevilla, 1979 (1980) III.- En cuanto a «formas estróficas» añadiré que las y Concierto en mí, Premio «Ángaro» de Poesía en Se­ tradicionales son riquísimas en su variedad acon­ villa, 1981 (1982), ponen fin por el momento a la dila­ sonantada o asonantada y, lejos de atar y entor­ tada bibliografía del poeta Antonio Murciano. pecer la libre inspiración, la encauzan y ayudan.

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Positiva conquista la elegancia rítmica, en estro­ El poeta no es un ser intemporal de espaldas a fas, del verso blanco. Pase, en ocasión inspira­ su realidad y de cara al infinito, sino un verda­ dísima e incontenible, el versolibrismo, si con dero hombre de su tiempo, al que incluso le gus­ auténtico ritmo interno al modo cadencioso y ta ver qué hay detrás de las estrellas. Quiero una musical de los «pies» clásicos; pero ocurre que, poesía limpiamente brotada de un hombre con­ al amparo de un falso versolibrismo, andan suel­ creto, pero tan centrado en su circunstancia his­ tos por ahí una infinita legión de pseudo-poetas, tórica y tan abierto a los que le rodean, que tiem­ monótonos de temática y plúmbeos de extensión, po y hombre se sientan individual y solidariamen­ que tanto daño están haciendo a la verdadera te interpretados en el canto. Canción desde den­ poesía —ante la que son impotentes— cuando tro, sí, pero de cara a la cotidiana realidad hu­ pudieran ser —¿por qué no?— buenos narrado­ mana. Me gusta esa idea de abierta intimidad, res, cuentistas, periodistas e incluso autores tea­ cuya formulación pudiera ser aproximadamen­ trales de los que tan faltos andamos. te: poesía lírica = intimismo con ventanas». IV.- Pero aún hay más —y conste que me tengo por Amor, corazón, canción, son —como veremos más progresista— y es que acepto (porque incluso me adelante (cfr. apartado 3)— claves en la poesía de An­ parece beneficiosa) la creación libre por el poeta tonio Murciano. Poesía —que es comunicación— tra­ de nuevas estrofas y combinaciones de ritmos y bajada día a día: rimas a su temperamento, gusto o capricho, siem­ VI.- «Para mí, poesía equivale a conciencia, a razón pre que su estructura se respete en el poema. Vis­ de ser. La razón de mi vida es mi canto. Mi can­ to así el campo de la creación «formal» es inmen­ to cuenta mi vida. Por la poesía conozco y me so y legítimo. Lo que no me gusta ni seduce —y reconozco; con la poesía participo en lo de los lo lamento— es el «informalismo» en arte, y con­ otros y hago a otros partícipes de lo mío; en la cretamente, en poesía. Teniendo hoy la poesía poesía me doy, me comunico a los demás; a tra­ conquistada la materia humana de primerísima vés de la poesía, interpretándome, interpreto el calidad, es una pena que, por seguir la ley del mí­ sentir de los que sienten como yo y son impoten­ nimo esfuerzo, se elimine el trabajo de artesanía, tes a la artística expresión de esos comunes sen­ de pulimento, de brillantez musical y sencillez ex­ timientos. Cada poeta que lo sea de verdad tiene positiva en el verso, que lograrían la «obra de ar­ su público —no todo el pueblo, sino un deter­ te», todo lo cual se da junto y casi sin esfuerzo minado sector o parcela del pueblo—, «su pú­ y por añadidura en el auténtico poeta. Aún más blico» que son «los de su cuerda» y tiene tam­ pesado e inaguantable que una serie sucesiva de bién —¡cómo no!— sus detractores, sus negado- libros poéticos de un autor escritos, v.g., exclu­ res y hasta sus «ignoradores». sivamente en décimas, o en sonetos, o en octa­ vas reales, resulta en este tipo reinante de verso­ VIL- Entiendo que la poesía no es cuestión de cerebro librismo «ad libitum et ad usum». Porque, ami­ —¡fuera programas, consignas, propagandas!— gos, en la variedad consiste el gusto, digo, el sino de corazón. Pero de corazón con los ojos arte». muy abiertos. El diario vivir y el diario soñar dan Sostiene que el poeta debe estar comprometido con el poema diario. Los pies en tierra, sí, pero los la realidad y los nombres de su tiempo: ojos en el cielo. Que no mueran nunca los sueños. V.- En cuanto al poeta, creo y pienso que no debe VIII7 Creo en la inspiración como en un estado de gra­ estar —¡jamás!— encerrado en su torre de mar­ cia; como en una predisposición natural, un día fil, sino a campo abierto y entre sus coetáneos. o un momento determinado, para apresar y pías- M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

mar el poema; creo en esas primeras palabras — Y hasta aquí unos años en la vida —en la poesía— de las que otros hablan— o en esos primeros ver­ de Antonio Murciano, aunque en modo alguno pre­ sos, volados o soplados al oído por no se sabe tendemos poner punto final a la biografía de un poeta qué dioses o celestes ángeles líricos; veo como una que sigue abierto de par en par a todo cuanto se refie­ alta y pequeña ventana por donde entra una sua­ ra a expresión de lo popular. Su condición de aboga­ ve claridad, que ilumina e informa la materia vi­ do en ejercicio que le mantiene en contacto permanen­ va del poema. La creación exige atención, inten­ te con las gentes, su diario convivir con el auténtico ción, contención, devoción y expresión emotiva pueblo en su Arcos natal —donde reside con su mu­ de unos pensamientos, pasados previamente por jer, Juanichi Rosado, y sus hijos, Antonio Ángel, Car­ el corazón. «Poyeo» es crear. Y, ya lo dijo el poe­ men María, Manuel Jesús, Montserrat, Myriam, Ma­ ta, «la poesía no se escribe, se suda». ría Gabriela, Amparo y Juan— o en cualquier otro IX.- La preocupación artística y espiritual, el andar punto de nuestra geografía, contribuyen no poco a ello entre la diaria belleza de los seres y las cosas, el (12). respirar y vivir una poesía en paz con Dios y con los hombres, indudablemente predispone al bien, a la fe y a la esperanza; predispone al Amor. El LOS CONDICIONAMIENTOS HISTÓRICOS amor es la clave del mundo. Sin amor no habría Y AMBIENTALES EN LA OBRA POÉTICA poesía. DE ANTONIO MURCIANO.

De la misma manera que en el corazón de to­ Los condicionamientos que rodean la obra poética do buen poeta anida el buen moralista, la esca­ de Antonio Murciano pueden ser establecidos a partir lonada línea lírica de un auténtico poeta le lleva de dos perspectivas diferentes pero complementarias: a Dios; al amor y a la paz de Dios». una diacrónica que arrancaría de la historia de la poe­ Y en cuanto al problema emisor (autor)-receptor (pú­ sía popular tradicional y otra sincrónica que, situada blico), Antonio Murciano entiende la poesía como ve­ en el último punto de esa línea cronológica, hace refe­ hículo, medio de comunicación, e insiste en la impor­ rencia al entorno «físico», al ambiente en que nace y tancia del verso breve y la forma cancioneril para lle­ se desarrolla la poesía que estudiamos: Arcos de la gar mas directamente al pueblo. Frontera, Cádiz, Andalucía... X.- «Poesía y público... Poesía para mayoría o para Ya planteábamos al comienzo de este capítulo los minoría... Aunque el anhelo y el deseo sean es­ puntos en que centraríamos nuestra atención, apuntan­ cribir para la «gran mayoría», la realidad es que do siempre a la repercusión que alcanzan en la obra el ideal sería llegar siquiera a una «minoría cre­ poética de Antonio Murciano. Así pues, podemos ofre­ ciente». En cuanto a la forma, quizás el verso cer ya, a modo de conclusiones parciales, las siguien­ breve, octosilábico...; la «canción» quizás —más tes notas: que el poema extenso, más que el libro-poema— a) Antonio Murciano cumple en gran parte de su pudiera ser el vehículo para interpretar y quedar obra poética una serie de requisitos que se han en las mentes y en los labios del pueblo. En cuan­ establecido como característicos de la poesía po­ to al fondo, lo que precisamos en poesía —en pular; requisitos que iremos precisando a lo lar­ arte— (y en tantos otros campos del vivir) no es, go de este estudio, pero que podemos ir señalan­ como sostienen algunos, una revolución, sino una do a modo de avance: afectividad y sencillez; cier­ evolución constructiva, valiente, superadora e tos rasgos de «oralidad» —por medio de apela­ ininterrumpida. (ArcQS y QCtubre de 1965)>> ciones, interrogaciones...—, caracteres estilísticos

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tales la brevedad estrófica, el dinamismo verbal, c) A esta influencia de tipo «histórico» se une la de la dramatización —presente en el diálogo, la in­ su propio ambiente: nos referimos a cierto «ba­ terpelación, la pregunta..., el realismo y la rroquismo» expresivo, característico de la poesía concreción— mediante la deíxis... En cuanto al andaluza y a sus vivencias personales, siempre tan aspecto métrico, utiliza estrofas típicamente po­ cercanas al pueblo. Todo ello queda ya reflejado pulares, si bien su mayor logro en este sentido re­ en sus primeras composiciones y en su propia con­ side en la «elaboración» de estructuras estróficas cepción de la poesía, recogida en «Algunas no­ propias al modo de la poesía cancioneril. tas para redactar un día mi Poética». b) Su obra poética constituye uno de los últimos es­ labones de nuestra poesía popular tradicional. De d) En definitiva, situándolo en esta encrucijada, los diferentes procedimientos de aproximación a donde la historia y el marco ambiental se unen, unos moldes populares —reproducción, inclusión tendríamos que afirmar que Antonio Murciano y recreación culta— Antonio Murciano adopta en es el poeta que dentro de su generación —la del la mayoría de los casos este último, por lo que 50— y de su tierra —Andalucía— se acerca con su obra entronca con la poesía cancioneril, que más fuerza e insistencia a la tradición popular, le llega a través de Bécquer, Juan Ramón Jimé­ cuyo trazado poético había quedado casi total­ nez y Alberti: recordemos que la línea neopopu- mente interrumpido a partir de la postguerra con lar trazada por éste —«occidental», como la he­ algunas excepciones, tales las primeras obras del mos denominado—, más ágil y culta, dejaba sevillano Rafael Montesinos, precedente más in­ abierto un camino que no sería continuado por mediato en la década del 40 del popularismo de generaciones posteriores y que casi permanece ol­ Antonio Murciano. vidada hasta Antonio Murciano. NOTAS

(1) Antonio es el primero de cuatro hermanos. Le siguen Carlos caraván» en Poesía Española, n.° 140-141. Madrid, agosto- —también poeta—, Ramón y Amparo. septiembre, 1964. (2) Su poesía navideña, como veremos en los apartados 2 y 3.1.3, (9) Sobre las peculiaridades de ésta y otras obras poéticas de An­ se recoge en tres libros —Navidad (1952 y 1954), Nuevo Cuaderno tonio Murciano, véase apartado 2: Los textos: descripción y carac­ de Navidad (1963) y Nochebuena en Arcos (1972)— de fuerte sabor terización. popular. (10) Este libro se publica por primera vez incluido en la Antología. (3) MURCIANO, Carlos: La Calle Nueva (Memorias de infan­ (11) La misma editorial publicó en 1969 una Antología de Poesía cia) Col. «Juan Such». Ed. Ángel Caffarena, Málaga, 1965 2.a edi­ Religiosa (1939-1964) con selección, prólogo y notas de Leopoldo ción en Librería Huemul Buenos Aires, 1973. de Luis. Los poemas de Antonio Murciano iban encabezados por (4) Según nos confiesa el poeta, esa vocación teatral de su infan­ unas notas: «En torno a la religiosidad de mi poesía» donde dice cia no ha prosperado. Sin embargo, pensamos que algo hay de ello que «me afirmo y ratifico en el contenido íntegro de las notas gene­ en el gusto por la acción dialogada en muchos de sus poemas más rales que en forma de poética personal escribí en octubre de 1965» populares, sobre todo amorosos y navideños, como la «Ronda de (p. 455). Nosotros podríamos añadir —porque él mismo nos lo ha mi corazón en el tuyo» (Amor es la Palabra), «Dialoguillo egoísta confesado recientemente— que hoy, en 1986, sigue manteniendo lo entre el amor y el amado», «Dialoguillo del qué dirán» (Canción escrito en aquellas fechas. mía), «Romance de María y José la noche de Navidad», «Retablo (12) La canaricultura, el folclore y, en especial, el flamenco, son del ángel y los pastores» (Navidad), «De lo que la Virgen dijera al las grandes aficiones de Antonio Murciano. Aparte los premios lite­ marinero de Cádiz que quería embarcar con el Niñó-Dios», «Reta­ rarios conseguidos con sus obras (vid. apartado 2), reseñemos otros blo de Reyes» (Nuevo Cuaderno de Navidad), «Cancioncilla de No­ galardones. En 1974 fue Premio Nacional del Sindicato del Espec­ chebuena», «Villancico de la buenaventura»... (Nochebuena en Ar­ táculo por el cortometraje en color «Arcos entre la realidad y el sue­ cos). Incluso algunos de estos poemas navideños dialogados —el «Re­ ño» (producido por Dédalo Films) cuyo guión poético realizó en co­ tablo del ángel y los pastores» y el «Retablo de Reyes»— han sido laboración con su hermano Carlos. En Agosto de 1975 se le conce­ representados en más de una ocasión. dió la Medalla de Oro de Arcos de la Frontera. La dirección y edi­ (5) MURCIANO, Carlos: op. cit. ción de «Nueva Antología Flamenca» (10 L.P. en la Casa discográ- (6) La situación geográfica de Arcos convierte a este pueblo gadi­ fica RCA de Madrid, de la que es asesor flamenco) le valió en 1979 tano en zona de tránsito o trasiego. No es de extrañar, pues, que el Premio Nacional del Ministerio de Cultura a la mejor obra espa­ Antonio recogiera cantes de diversos puntos; traídos y llevados por ñola de música popular. arrieros, pregoneros, vendedores ambulantes... Su poesía ha sido traducida a varios idiomas. Cuenta igualmente (7) MURCIANO, Carlos: «Con Antonio y su poesía». Prólogo con una amplia discografía que recoge poemas en su propia voz y a la Antología (1952-1975) de Antonio MURCIANO. Plaza y Janes coplas flamencas interpretadas por los mejores artistas del género. Barcelona, 1975 P. 11. Pertenece como miembro de número a la mayoría de las institucio­ (8) MURCIANO, Antonio y Carlos: «Memoria y presencia de Al­ nes académicas andaluzas.

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2. LOS TEXTOS: DESCRIPCIÓN Y CARACTERÍSTICAS

odo texto literario aparece condicionado en su con el n.° 142. Esta última edición —que es la que uti­ Tmisma génesis por diversos factores, de los que, lizamos para nuestro estudio—, consta de un total de como más relevantes, destacaríamos dos: históricos y veinticinco poemas (siete de ellos se incluyen por vez ambientales. En el caso de Antonio Murciano, habría­ primera). Se abre con una nota del autor: «Mi deseo mos de acudir nuevamente a nuestra historia de la lite­ al escribir este libro ha sido —conmo alguien ha ratura para ver esa línea popular que la recorre hasta dicho— "el de dejar cantar jubilosamente mi corazón" desembocar en su obra poética y, por otra parte, co­ en alabanza y gloria de este Misterio, de este milagro nocer el entorno en el que se mueve el autor —Arcos blanco, que cada año nos vuelve un poco niños y nos de la Frontera y su escuela poética—, y recordar, co­ llena la vida de recuerdos y de música de alas. mo acabamos de hacer, las circunstancias de su pro­ Este mundo, estas horas que vivimos, necesitan más pia vida que hayan podido influir en la adscripción a que nunca del eco evangélico del mensaje de Belén: esta vertiente popular (1). "Gloria a Dios en las alturas y Paz en la tierra a los Se impone, pues, una descripción de cada uno de los hombres de buena voluntad". Y el poeta no desea, no libros poéticos de Antonio Murciano. Para que la in­ debe ser-más que eso, un mensajero de la verdad, de formación sea lo más amplia y rigurosa posible, nos la paz y de la belleza». El libro va encabezado por una detendremos en los siguientes aspectos: cita de José Hierro: "Hoy la noche es la mano / que a) Contenido y estructura formal de cada libro. pulsa la piedra y la estrella". b) Circunstancias de su publicación. La obra se divide en cuatro partes. La primera, más genérica y sin título, comienza por un «Tríptico navi­ c) Opinión que manifestó en su día la crítica. deño» (con el Niño, María y José) e incluye también una serie de poemas dedicados a la exaltación del Misterio: NAVIDAD ...«José, siento como un gozo que me corre por las venas. Navidad, el primer libro publicado de Antonio Mur­ Dobla tu vara florida. ciano, fue compuesto entre 1950 y 1952. Apareció, con Dobla tu rodilla en tierra. formato 16 x 11 en la Colección «Neblí» de Madrid, Siento al Hijo que me salta en diciembre de 1952. Dos años más tarde —diciembre por las entrañas... ¡Ya llega! de 1954— se publicó una 2.a edición ampliada en la ¡Cuánta música en el aire! Colección «Lírica Hispana» de Caracas (Venezuela) José, ¿qué... música... es... esa?».

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La segunda se denomina «Figuras de mi belén» y, clásicos, y de Luis Rosales y Rafael Alberti entre los como el título indica, contiene poemas dedicados a las más modernos, nos indican que el poeta además de ser figuritas típicas de un «nacimiento»: el camellero, el un entusiasta del tema, lo conoce a fondo. pescador, la mujer junto al pozo... Dentro de la mis­ ma sección, aunque temáticamente apartados de ella, Desde el punto de vista métrico, encontramos una una evocación, legendaria y fantástica, de Eva en el amplia variedad de estrofas, que va desde el romance Portal, y un poema dialogado en el que un ángel anun­ al poema en verso libre, pasando por la décima, el so­ cia el Nacimiento a los pastores. Veamos un fragmen­ neto, la redondilla y la forma cancioneril. to del soneto «Belén»: Ya hemos dicho que con Navidad, Antonio Murcia­ «Tiene el malva y la juncia aquel otero no recibe y enriquece esa línea de poesía navideña que, sobre el frágil verdor del praderío; desde casi los comienzos de nuestra literatura, y sal­ la Estrella, desdoblada por el río, tando épocas más o menos favorables, llega hasta nues­ tiene un temblor mentido y verdadero. tros días. Pero quizás lo más original, a nuestro jui­ cio, en este libro, sea esa amplia galería de personajes Papel de plata el agua detenida. que nos hemos permitido clasificar en «bíblicos» e «in- Sierras de corcho gris, nieve fingida, trabíblicos»: los que participan de forma directa en el y un Niño-Dios que, al fondo, duerme y vela». acontecimiento (Jesús, la Virgen, San José,...) y los que pudieron haberlo hecho, si bien la Biblia se refiere a De la tercera parte, «Canciones de la Virgen y el Ni­ ellos de forma muy genérica (pastores, ángeles, «gen­ ño», destacamos las nanas que canta la Virgen, conse­ te» del pueblo...). guidas con especial ternura: La crítica sobre las dos ediciones de Navidad fue muy ...«Duerme ya tu sonrisa amplia y llegó desde diversos puntos de España e His­ Niño pequeño, panoamérica (incluido Brasil). De entre esta variedad, que con sus pies de prisa, todos coinciden en tres puntos: a) la adscripción de An­ tenue, la brisa tonio Murciano a la tradición poética española sobre pisa la Navidad; b) su aire andaluz; y c) su originalidad en un ángel de sueño». el empleo de nuevos metros y, sobre todo, al incorpo­ Y por fin, la cuarta, «Los que no vieron al Niño», rar personajes humildes —e incluso figuritas de barro— en la que el poeta recuerda a aquellos personajes que a sus poemas. Reproducimos en primer lugar parte de no vieron al Niño, porque no quisieron —el posadero la crítica que hizo Leopoldo de Luis (3) a este libro, y Herodes— o porque no pudieron, como Anob, el pas­ inmediatamente después de su publicación. Tras alu­ tor ciego, y Artabán, el cuarto rey mago que no llegó dir a esa tradición navideña en la poesía española, afir­ a tiempo al Portal (2): ma: «El tema es eterno y siempre conmoverá el cora­ zón de algún poeta con la autenticidad suficiente para ...«Ve, corre más de prisa, mi Basda, mi caballo mover su pluma. Sin embargo, la tradicionalidad con que nos aguardan lejos y el arenal se agranda, que lo hace Murciano trae indefectiblemente a la me­ que hay en mi calendario una fecha latiendo moria el más cercano precedente de Luis Rosales, co­ y se nos ha perdido mi luz de azogue y plata»... mo, desde luego, también el corte de los villancicos clá­ En conjunto, podemos afirmar que este libro supo­ sicos, pautas sin duda no eludidas por el autor, que más ne una continuación de esa larga tradición de poemas que ansias de novedad ha querido acaso dejar cantar navideños en nuestra literatura. Las citas frecuentes de jubilosamente a su corazón. La gracia primitivamente Góngora, Lope de Vega, Gómez Manrique, entre los surista de la seguidilla apunta por estos versos, y hasta M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

en alguna imagen, el decir lorquiano, ese decir tan traordinario: son palabras usuales... ajustadas a las co­ andaluz». sas ordinarias de todos los días, usadas por las muje­ A continuación, llama la atención sobre el aspecto res que conversan en las calles andaluzas. La métrica más original de la obra: «Pero hay una nota muy per­ tampoco tiene nada de particular fuera de su sencillez; sonal en Navidad de Murciano, nota que presta origi­ y así, ¿de dónde procede este "clima" poético lleno de nalidad a la forma de tocar el tema. Es la dedicación gracia, fresco, ágil, entrando y saliendo, leve como un de su piedad para los que no vieron al Niño: para He- vilano que, al soplar, se desmenuza entre las cuatro raí­ rodes... Navidad es la primera publicación de Anto­ ces del aire?». Más adelante, insiste en su originalidad: nio Murciano, y las calidades que pone de manifiesto «El libro navideño reclama las figuras de barro del na­ merecen estímulo y confianza». Dos años más tarde, cimiento, con las narices partidas y el burro sin ore­ también en fiestas navideñas y en la misma revista, Leo­ jas, la mesa camilla tras la ventana, el olor a corcho poldo de Luis reseñaba la nueva edición de la obra y y brasero, a serrín pintado, a pasos familiares, a luces comentaba sus novedades: «Navidad nos llega, pues, musicales de voces callejeras junto al atardecer de de nuevo en estas fechas de fin de año, con la oportu­ invierno». nidad de un saludo de Pascuas. Murciano ha incluido Citemos también fragmentos de cartas que, a modo siete poemas nuevos en esta edición. La "Balada del de felicitación personal, le enviaron algunos poetas. camellero", con reminiscencias gerardieguistas. La Carmen Conde —a quien Antonio Murciano dedica­ "Balada azul del pescador", de jugoso sabor popular. ba el «Retablo del ángel y los pastores»— afirmaba: "La Visitadora", poema con cierto tono de misterio, «...Me ha conmovido mucho este libro. ¡Qué poemas de extraña ocurrencia, logrado con evocadora fluidez tan bellos!». Gabriel Celaya, desde San Sebastián, ase­ narrativa». guraba: «Navidad es un verdadero regalo de buena poe­ Volvamos a la aportación más original, según la crí­ sía». Y Vicente Aleixandre, desde Madrid, agradecía tica, de Navidad. En la revista «Alcántara» escribían: la dedicatoria de uno de los poemas más originales del «Aunque todas las composiciones del librito son muy libro, «Oración por la figurita más antigua de mi na­ bellas, nosotros elegiríamos, por más originales y en­ cimiento»: «...Mucho he gozado con este libro tan fres­ cantadoras, aquellas que están inspiradas, no ya en los co y tan tierno y también tan vario, cosa nada frecuente personajes históricos que tomaron parte en la égloga en la poesía de Navidad. Sólo con haber leído el con­ de Belén, sino en las figuritas de barro que en nuestros movedor poema a la figurilla de la Samaritana en el nacimientos, y más concretamente en el que se supone Belén (y he leído otros igual) ya sabría yo qué clase de ha montado con ejemplar cariño el autor en su hogar, poeta es Antonio Murciano». representan tosca e ingenuamente aquellos personajes. Finalizamos estos comentarios con uno que, doce Tal esa oración por la figurita de la Samaritana junto años después de la publicación de la 2.a edición de Na­ al pozo, verdadera pieza de élite. El poeta mezcla el vidad, hacía Francisco Lucio en el diario barcelonés símbolo con la realidad en un floreo de magia. He aquí «Tarrasa Información» (5): «Traemos hoy a estas pá­ un sano y bello superrealismo del que podrían beber ginas un libro que se publicó, en su segunda edición, muchos poetas tradicionales y modernos: los unos pa­ hace ya doce años. Sin embargo, tanto por la propia ra gustar una legítima evolución del estilo y los últi­ intemporalidad de la poesía como por la permanente mos para aprender qué caminos y cuáles no deben re­ actualidad del tema... comentar este libro ahora que­ correr estas evoluciones». da plenamente justificado. Su título, sencillamente, Na­ Desde Barcelona, José M.a Rodríguez Méndez (4) vidad; su autor, el poeta andaluz Antonio Murciano. resaltaba el coloquialismo en el estilo de Antonio Mur­ Con él se situó el autor, joven entonces de poco más ciano: «He aquí que las palabras no tienen nada de ex­ de veinte años, entre los mejores cantores de la Navi-

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dad en el siglo XX, uniendo así su nombre a los de Ge­ de los hogares todos, rardo Diego, Alberti, Rosales, el P. Beltrán, F. Mue­ el humo fiel, la cal, las, entre otros. Pero había en aquel libro —en este que la gracia derramada, ahora brevemente comentamos— una nota que, en re­ la paz de Dios y el alto en el camino»... lación con el autor, no se daba en los demás casos men­ cionados, al menos en el mismo grado de intensidad. La segunda, «Corazón» —de la que nos ocupamos Y era —es— que así como en casi todos esos poetas más extensamente en nuestro estudio— está integrada la Navidad es un tema en cierto modo ocasional, ema­ por ocho composiciones. Una dedicatoria («J.R.B. Tus nado de una efusión momentánea —aunque en algu­ iniciales aquí, en el corazón del pueblo.») y una cita nos se haya repetido esporádicamente— y no del pro­ de A. Machado: «... Mi corazón está donde ha naci­ pio carácter de su obra, en Antonio Murciano proce­ do, / no a la vida, al amor...» dan paso a estos poe­ día del mismo venero, de la misma fuente de que pro­ mas de signo amoroso y tono cancioneril, muy en la cede toda su poesía... Al tratar el tema navideño, An­ línea neopopularista:. tonio Murciano nos da, tanto o más que en cualquier «Bajo el olivo, momento suyo, una palabra personal y, por esta ra­ amor. zón, auténtica y plenamente humana. La palabra del poeta, que lo mismo por sus cualidades intrínsecas que Bajo el olivo por la misma naturaleza del tema, se convierte en pa­ donde labra angélica, en cántico que se une con todo derecho un día a aquel que entonaron los ángeles en la noche más pu­ grabamos nuestros nombres; ra de los tiempos». aquel olivo antiguo que sabía de lunas y de soles y tenía la sombra verde EL PUEBLO y bronce.»... «Vida», la tercera y última parte, está formada por El Pueblo, segundo libro publicado de Antonio Mur­ dieciocho poemas, divididos a su vez en dos subgru- ciano, fue escrito entre 1952 y 1954. Apareció en la Co­ pos de nueve y nueve cada uno. Se dedica esta sección lección Agora de Madrid en 1955. Su formato es de a personajes del pueblo. En el primer subgrupo, estos 17 χ 12 cmts. Está ilustrado con dibujos de Poveda- personajes están más individualizados: los amigos que no y la dedicatoria inicial dice: «Para mi hermano Car­ han muerto, el muchacho que nunca había visto el mar, los, tan unido a mí siempre». Consta de treinta y cin­ el buhonero, el tonto, la sabia, la muchacha fea... co poemas que se reparten en tres secciones: ...«Yo sé que al despertarte te miras al espejo, La primera, «Perfil» —nueve composiciones— va y te lavas la cara de ungüentos y carmines, encabezada por una cita de García Lorca: «Agua cla­ y te lloran los ojos, y te muerdes los labios, ra/y olivos centenarios. / ¡Oh pueblo perdido / en y te alisas el pelo desesperadamente.»... la Andalucía del llanto!». Es un canto a la arquitectu­ Este primer subgrupo se abre con una cita de Leo­ ra, a todo aquello que configura el paisaje del pueblo: poldo de Luis: «Cuántos hombres lejanos, olvidados, el río, la torre, la plaza, la calle, las casas... / cuyo dolor de sombra se hace lastre / sobre los hom­ «Vosotras sois el pueblo. bros míos, / ... por él pasaron». Vosotras, la corteza El segundo subgrupo lleva dos citas iniciales: una de M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

Luis Felipe Vivanco: «Hay una vida que es belleza / abordaba así la crítica de El Pueblo, pidiendo a Anto­ por su desgaste menudo y su porfía.»; otra de Ildefonso nio Murciano que definiera ya su línea poética: «Nos Manuel Gil: «Cantaré esas vidas / dulces, ignoradas.» gustaría que la poesía de Antonio Murciano escogie­ Finaliza con unos versos de Vicente Aleixandre: «El ra, ya, el ancho y decisivo camino a que tiene derecho. pueblo en lontananza / del tamaño de un ojo entorna­ Porque este libro... muestra una variedad de facetas do / yace en verde sin respirar aún / medio camino o que, a nuestro juicio, más le restan unidad que le aña­ brazo tibio al beso». Aquí los personajes son más ar- den encanto. En efecto, las tres series en que el libro quetípicos: el hombre del campo, el preso, el jugador, está dividido acusan, no una simple triplicidad de ob­ el oficinista, la beata... jetivos, sino unas patentes diferencias de actitudes y ...«La beata se vive así la vida: enfoques: la primera («Perfil»), una suerte de virtuo­ clausurando perfumes y nostalgias, sismo jugoso e intelectual cercano a la llamada «Poe­ elaborando ñores contrahechas, sía pura»; la segunda («Corazón»), acaso la menos con­ cuidando de los años de su madre seguida, un juego neopopularista andaluz; y la tercera en tanto que se va poniendo mustia («Vida») que nos parece la más apresada y es desde lue­ —huérfana de requiebros— su cintura.»... go la más densa, en la que el poeta incorpora a su voz esa concreción cotidiana y enteramente humana que pa­ o se nos muestran en grupos: los pobres, la colmena, rece ser el signo de la poesía de nuestro momento». y, sobre todo, la crónica de aquellos que no tenían tra­ bajo, la angustiosa realidad de los «Hombres en la Sin embargo, la mayor parte de la crítica valoró en acera»: este segundo libro de Antonio Murciano su neopopu- ...«Yo los he visto así, larismo —lorquiano, en ocasiones—, y su visión «hu­ tal como os digo, mana» de la realidad del pueblo; de su pueblo. Ramón y era terrible verlos, hombres todos González Alegre escribía en «La Noche»: «Antonio con un rayo de sol entre las cejas, Murciano en su libro El Pueblo busca a Andalucía por la colilla apagada sobre el labio el campo abierto y por el corazón de sus hombres. Po­ y un día más sin trabajo por delante.»... cas cosas se deshumanizan en Antonio Murciano. El pueblo puede ser un "pájaro de sol herido" o un "galgo Hemos hablado de tres partes en El Pueblo y ten­ de piedra", pero en cambio caben íntegramente los dríamos que insistir sobre ello, ya que, a nuestro jui­ ríos, las torres, las plazas, los patios, las calles y las cio, el hilo conductor de estos poemas es levísimo; y casas. Estas últimas son el pueblo mismo, el humo fiel más que un todo, pensamos que cada uno de estos gru­ y la fragua. La poesía de Murciano, sin desdeñar lo pos podría constituir por sí solo un libro. Esta visión eminentemente metafórico de la poesía andaluza, busca tripartita se extiende a prácticamente todos los aspec­ más la sal y la lumbre, la estatua nueva con su entere­ tos del libro. La métrica es diferente: más culta — za de bronce y sobre todo al hombre. Quizás en este décimas y soneto, aunque haya algún romance— en la intento de ir más a la integridad de las cosas que pere­ primera parte; cancioneril en la segunda, y predomi­ grinar por sus ramas radique la posible diferencia de nio del verso blanco en la tercera. También se pueden los grupos poéticos andaluces actuales, en relación con observar distintas tendencias estilísticas: «impresionis­ los inmediatamente anteriores». Por su parte, Juan de tas» en «Perfil»; «neopopularista» en «Corazón» y rea­ Dios Ruiz Copete afirmaba en «Loreley», revista de lista —quizás una de las primeras muestras de lo que Sevilla: «Nos enseña Antonio Murciano, poeta de fi­ posteriormente sería llamado «realismo social de los nísimo corte andaluz, una forma —la única— univer­ 50»— en «Vida». salista de ver el pueblo. Se sitúa el poeta —y nos sitúa— Enrique Molina Campos, en «Caracola» (Málaga) en una altitud atalayística para penetrar por la triple

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estructura de la topografía poética en la médula de El go de piedra". El río se enhebra como arroyo de Cal­ Pueblo. Aristas, perfiles, matices, que a otro poeta le derón, y es galán azul que gustara a Soto de Rojas. "La hubieran hecho desembocar en un localismo tenden­ Torre", soneto dedicado a Gerardo Diego, es "grito cioso, aparecen manejados por Antonio Murciano con de piedra alzado hasta la estrella, / que a pájaros y ar­ una soltura, que en el proceso de concreción, de arte­ cángeles convoca; / pirámide de fe...". Aplauden Cal­ sanía del verso adquiere un carácter de generalidad ab­ derón, Soto y Teófilo (8). Este, sobre todo, al "cuer­ soluta. Pese a la variedad temática y estructural la pro­ po de sombras", en "la enorme catedral del aire". Cla­ yección de El Pueblo está longitudinalmente atravesa­ ro que Teófilo ve más bien barrocas linternas plácidas, da por la personalidad definida de Antonio Murcia­ madrileñas, del Viejo. La plaza nuestra "rostro gris" no, en su versión más diáfana de poeta limpio». En —aquí Teófilo prefiere plazas en cuesta, niños que «Gánigo», revista de poesía de Tenerife, comentaban: saltan—. Pero, coincide en "abierto corazón, mano ex­ «El tema pueblerino ha sido tratado sabia y profusa­ tendida", y en "página azul". En el patio, hay tren­ mente en nuestra literatura. Recordemos el caso de zas de niña, cal y albahaca, y "pozo que sabe ahogar Azorín. Hoy, uno de los hermanos andaluces, Anto­ los secretos de la tarde". Y del Mediodía. En la taber­ nio, se aventura por esas difíciles callejas, de sorpren­ na hay cartel de toros y naipes... "Corazón" inicia der sus entrañables secretos. Es un pueblo propio el que J.R.B. ...Y el cantar de vendimia recuerda a Lope. — canta el poeta, y el que —a rastras de la leyenda limi- Perdona, lector, el ritmo adecuado de verso—. Tam­ nar del libro— nos trae el recuerdo del Poema del Cante bién hay siesta, y parece casta: Qué bien lo verde so­ Jondo de Lorca». Jesús de las Cuevas, paisano del poe­ bre lo blanco. —la transposición es de Teófilo—. Pe­ ta, evocaba Arcos a través de este libro (6): «Antonio ro la tarde (como muchos) no entiende. Paredes con ha sabido exprimir toda la gracia y la ingenuidad que cruces, vidas que llevan en hombros la muerte, elegía se respiraba entonces, como quien exprime una fruta, por una niña muerta en abril, como algo entre post- en unas deliciosas canciones, llenas de ritmo y de sen­ becqueriano y de Neruda, y "muchacha fea" de lo más tido oculto. Son canciones para no confundir a la no­ dramático del "pueblo", y tierno. Y el muchacho que via si va al campo o al agua... Y baladas, y gacelas y no vio el mar, el buhonero sin Pérez de Ayala. Y no kasidas recién estrenadas, tal como se estrena una ma­ podían faltar el tonto, la sabia y el aparecido. Falta ñana nueva». En «ABC» de Sevilla la crítica se cen­ lo citado, o mejor, citada, en el capítulo de novela. traba más en «Corazón»: «En El Pueblo encontramos Y luego, colmena, el sereno, el jugador y la beata. Los una sección hecha de versos ligeros, de delicioso aire pobres cierran el pueblo, niños hambrientos, viejos de matinal, muy "cantabile", embriagada de juventud, seguro con barba de más de ocho días, mujeres flacas... fluida, flotante. Se titula "Corazón". Lo idílico está Un libro excelente, documental, evasivo en lírico e aquí vivo y áspero y fresco en la garganta. Se nos ase­ inolvidable». gura que, desde Virgilio, lo bucólico es un género fal­ so... Pero, esto, entonces, ¿qué es? Leed, leed, si pos­ tuláis la autenticidad, esta "Kasida de la mañana nue­ va" o esa "Gacela de una noche de amor". AMOR ES LA PALABRA Este libro, tercero de Antonio Murciano, fue escri­ Cerramos estas notas con el estudio que Ángel Val- to entre 1955 y 1956. Se publicó en la Colección «La­ buena dedicó en su Historia de la Literatura Española zarillo» de Madrid con el n.° 7, en agosto de 1957. Su (7) a El Pueblo: «El "pueblo" está "del suelo al cielo formato es de 17 χ 12. Va dedicado a la que muy po­ ascendido / corazón al campo abierto", y es — co después se convertiría en su mujer: «Todo el amor lorquianamente— "pájaro de sol herido / y de luna de este libro a J.R.B. dedico». Una cita de José Gar­ amortajado". Y también, esto es más antoniano, "gal­ cía Nieto —«porque es llegado el tiempo del que M." DEL CARMEN GARCIA TEJERA

ama»— abre paso a veintiún poemas que se reparten Que una ronda de arcángeles la guarda en tres secciones. para que venga a mí de gracia plena. La primera —«Canciones para ella», con seis Todavía no viene. ¡Cuánto tarda! composiciones— es, en cierto modo, continuación de ¡Oh noche larga de la luna llena!»... «Corazón» (El Pueblo), el libro inmediatamente ante­ Amor es la palabra es una obra de espera y —como rior a éste. Especial protagonismo adquiere aquí la na­ el título de su última parte— vísperas. A pesar de que turaleza, como escenario casi constante del amor: esta vez la temática engarza con más fuerza las tres sec­ ...«Mira el sol cómo se esconde ciones en que se divide la obra, todavía podemos no­ detrás de aquel monte alto. tar cierta rigidez a la hora de delimitar estas tres par­ tes. Con todo, se trata de una poesía personal y senti­ Mira cómo pasa el río da como reconocieron los críticos. Simón Latino es­ —azul y verde— cantando.»... cribía (9): «Antonio vive la poesía y después la escri­ También continúa —aunque sólo en esta primera be; por sus poemas la sangre circula suavemente, tier­ parte— el tono de neopopularismo que ya veíamos en namente. Poeta intimista, sincero, puro, no se propo­ «Corazón». Ε igualmente sigue utilizando formas can­ ne desconcertar a nadie con expresiones incoherentes cioneriles y arabigoandaluzas. o estrafalarias, como tantos otros jóvenes poetas de hoy. Ya le cante al pueblo en que ha nacido y cuya vi­ Los «Sonetos entrañables» —siete en total— que in­ da le enternece o le angustia o le habla al oído a la mu­ tegran la segunda parte, abundan en el tema, si bien jer que prefiere, su poesía tiene el encanto y la senci­ el decir se hace más culto y se acerca, más que al estilo llez de las cosas naturales, que pasan ante nuestros ojos popular, al de Lope en algunos de sus clásicos sonetos sin artificio, como la rosa que se abre, o el agua que amorosos: corre». «Ya estoy de vuelta, amor, viniendo estoy, llegando más a ti cada rodada·; La crítica siguió haciendo hincapié en esa adscrip­ no vuelvo a lo dejado la mirada, ción a la corriente neopopularista, e incluso a su en­ siempre adelante remirando voy. tronque con determinados poetas. G.V. afirmaba: «Hallar resonancias o antecedentes en un libro de poe­ Hombre que sueña y que se acerca soy, mas suele ser tarea fácil que el crítico debe a toda cos­ hombre que viene por la madrugada, ta evitar, sin embargo, en ocaciones son tan fuertes ta­ que anhela y goza y tiembla la llegada les resonancias que es casi imposible eludirlas. ¿Cómo muerto de ayer y redivivo de hoy.»... no pensar en García Lorca ante estas imágenes El co­ razón del nardo, la luna verde, tu voz tranquila de aba­ Otras siete composiciones forman «Poemas de la vís­ 1 pera», tercera y última parte del libro, con predomi­ nico y agua, y los pechos de cristal... . Es más, parece nio de verso blanco. La presencia y la ausencia de la como si Antonio Murciano buscara deliberadamente amada, sus ojos, su voz, las confesiones, la revelación tal semejanza. Sólo así se explicarían esos títulos tan de los secretos... van preparando ya el encuentro defi­ lorquianos cual son «ronda», «zéjel», «carmen» y «ga­ nitivo. Las ilusiones, los últimos deseos, se perfilan muy cela». También el metro, el ritmo, el aire de las leves bien en «El poeta vive la víspera de su boda»: canciones recuerdan a Lorca. ¿Tan aparentes influen­ cias deben considerarse como una virtud o como un «Me tiembla marzo por la sangre. El viento demérito? Nótese que he escrito "aparentes". Quiero bate cristales por mi duermevela. decir con ello que Antonio Murciano no me parece un Se me enreda en las manos todo, siento vulgar imitador de García Lorca ni uno de esos poetas que una ronda de arcángeles me cela. al uso que todavía andan metidos en dudosos roman-

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ceros más o menos gitanos. Quien tal pensara, sería no­ El segundo trata sobre las verdades más profunda­ tablemente injusto con Antonio Murciano». mente humanas: la sinceridad, la ternura, la esperan­ En «Mijares», revista de Castellón, se decía de Amor za, la fe, la alegría, la paz, la verdad, la amistad... Se es la palabra: «Poemario grácil, alado, reverberante de abre con un poema en el que «El poeta llama a las co­ luminosidad y delicadeza. Aunque dentro de una línea sas por su nombre», cualidad que calificamos como una de signo neopopularista con leves reminiscencias juan- de las más esenciales en Antonio Murciano: ramonianas, Antonio Murciano sabe imprimir a estos ...«Si cuando digo amor es porque amo poemas un sello personal e inconfundible. En suma, y cuando digo lumbre porque quemo, un libro de excepcional calidad estética». Por último, cuando digo alegría es porque gozo, Alonso Ortiz de Herrero afirmaba en la revista «Poe­ cuando digo tristeza porque peno sía Española»: «Antonio Murciano es, sin duda, uno y cuando digo "adiós" es porque vaya de los pocos poetas que hoy cultivan la canción, ese a Dios quien me crucé por el sendero. género —nunca "menor"— en el que se hace verdad aquello de "la difícil sencillez"; el denso, sensual y al Cabalgo sobre un bosque de palabras, mismo tiempo, ingenuo aroma del cancionero arábigo- bajo un mar de palabras me sumerjo; andaluz, trasciende en el verso ágil de Antonio me acosan, saltan, hieren, una a una Murciano». y todas a la vez: "— Nómbrame, quiero". Y voy apaciguando las palabras, las acaricio, las ordeno y, dueño, las sonrío y las lanzo, bien maduras, a la cara del hombre de mi tiempo.» LA SEMILLA «Sólo un poema, un soneto de La Semilla haría fa­ moso a un clásico. Ahora es mucho más dura la pelea. Pero este libro lo tiene todo: porque la perfecta mane­ Cuarto libro de Antonio Murciano, escrito entre 1957 ra y estilo, se abren temblorosas calas de profundidad. y 1958. Con él consiguió en 1958 un Accésit al Premio La Semilla es para mí un libro magnífico», le escribía Adonáis de Poesía. Se publicó —con formato 14 χ a 12— en la Colección Adonáis — n.° CLXVI— de Edi­ José M. Pemán desde Cádiz (10). ciones Rialp, Madrid, en mayo de 1959. La mayor parte de los críticos hizo hincapié en una especial ansia de comunicación que Antonio Murcia­ La Semilla es una llamada al hombre, un canto esen­ no ponía en este libro, de características diferentes, en cialmente esperanzado que se resuelve, fundamental­ cierto modo, a los anteriores. Dámaso Santos afirma­ mente, en sonetos y poemas largos —modalidad esta ba en el diario «Pueblo» (11): «Antonio Murciano es última prácticamente desconocida en Antonio Murcia­ también un poeta que siente su tiempo, que sufre, es­ no hasta entonces—. Sus veintisiete composiciones se pera y se desespera en su tiempo. Que en esté tiempo reparten en dos grupos: el primero es una declaración quiere abrir un boquete para la belleza del esfuerzo, personal de principios dirigida a todo el que quiera es­ de la comprensión, del humanismo verdadero. A su li­ cuchar su voz: a las muchachas de quince años, a la gereza y riqueza expresiva se une en La Semilla la hon­ soledad del hombre, a los hombres que creen... dura, la gravedad y la trascendencia de su mensaje fra­ ...«por los hombres de ahora, por todos ternal, y de su entera hombría». Y en «España sema­ estos hombres que viven mi tiempo, nal», decía Rafael Vázquez Zamora (12): «La poesía yo levanto mi fe, como un vino es hoy un instrumento más afilado que nunca para que y la doy a beber en mi verso.» el poeta pueda definirse a sí mismo. Y así como no es M." DEL CARMEN GARCIA TEJERA

preciso que una persona nos hable mucho para que re­ «Vuelo de tierra que en mi voz retuve, cibamos el impacto de su personalidad, a un poeta de curvado sueño al sol, seno del llano; hoy, un poeta hecho como Antonio Murciano —un del suelo al cielo azul, como una mano, hombre de treinta años— puede sobrarle con un libro sorbo de Dios, el monte sube y sube.»... de ni siquiera treinta poemas para comunicarnos glo- La segunda, «Hombre», se subdivide a su vez en dos balmente su alma... Y también es preciso, como lo ha­ grupos: «Vida del Hombre» (dedicada a Hugo Emilio ce Antonio Murciano, una firme y tenaz decisión de Pedemonte) con diez sonetos numerados en los que ha­ comunicar con los demás hombres, de figurarse por ce un recorrido por el camino —lucha— del hombre, unos momentos que no es un poeta sino tan sólo un desde sus orígenes hasta su fin: hombre cualquiera que tiene algo que decir a otros hombres cualesquiera. Y la magia de la auténtica poe­ «Porque un día mordió la fruta aquella sía se ocupará luego de que esta comunicación entra­ y su sangre se puso al rojo vivo, ñable se irise de belleza y se haga canto». porque luego vendió su primitivo amor de Dios, por una carne bella; porque cambió por nácares la estrella y dio por unas rosas el olivo, DE LA PIEDRA A LA ESTRELLA perdió el hombre la paz y, fugitivo, hoy pone barro en todo cuanto huella.»... Este libro —quinto de los publicados por Antonio En «Conciencia del hombre» —segundo subgrupo Murciano— fue escrito en 1957. En este mismo año ob­ con once sonetos dirigidos a Horacio J. de la Cámara— tuvo el Premio Sardinero de Poesía en Santander. Pos­ el poeta plantea todas las formas de vida, de incerti- teriormente, en 1959, el poeta lo amplió y revisó defi­ dumbre y de verdades que hacen al hombre sentirse y nitivamente para su publicación, en enero de 1961 (13) saberse como tal: en la Colección «Veleta al Sur» de Granada. Tiene un «Morirse, sí, morirnos; esto es todo; formato de 21 χ 14. Se abre con dos versos de Dáma­ en esto acaba todo y todo empieza; so Alonso, a modo de cita: «Para su plenitud, Dios ne­ dintel, postigo, umbral de la certeza, cesita al hombre» y «Allí donde hay un hombre se anu­ total segur del último recodo.»... da el Universo». Le sigue un centón —soneto— de Ge­ rardo Diego: «Nombre en vela» (leyendo De la piedra Y la última sección, «Dios», con siete sonetos dedi­ a la estrella del poeta Antonio Murciano), y finaliza cados a Rafael Laffón, es una meditación y súplica fi­ con una tabla de dedicatorias. nal del hombre hacia el Creador: De la piedra a la estrella —expresión que Antonio ...«Te perdí en el gozar, te hallé en la pena. Murciano ha empleado más de una vez en sus versos— Tarde te hallé, Señor, pero tú sabes es un canto al Universo, a Dios, su creador, y en el cen­ que nunca es tarde si la dicha es buena.» tro —incluso en la distribución de los poemas— al hom­ José Luis Cano (14) afirmaba: «De la piedra a la es­ bre. Es un libro muy en la línea de La Semilla, con cua­ trella es el más bello y emocionado libro de Antonio renta y dos sonetos (que arrancan de uno inicial dedi­ Murciano, y lo es porque todo él tiene la emoción y cado «A la poesía») distribuidos en tres partes: la pri­ la belleza de la verdad». Gabriel Gelaya agradecía el mera, «Universo» —doce sonetos para Gerardo Die­ envío del libro (15): «De la piedra a la estrella es un go y Dionisio Ridruejo— es una exaltación de los cua­ libro hecho y derecho. No se trata sólo de tu buen ofi­ tro elementos, de la tierra con sus accidentes y de los cio, sino de algo que en cierto modo lo implica. Tú no astros. Veamos un fragmento del titulado «Monte»: vives en el caos como yo, y esto hace posible este libro

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tan pensado y pesado verso a verso, casi sistemático, la abundancia de formas cancioneriles y el predomi­ aunque siempre con la emoción y el misterio entre lí­ nio del metro corto: neas». Leopoldo de Luis (16) apuntaba en su carta: «En ...«Llevar un pueblo así entre la carne, general, hay en casi todo el libro una temática que im­ con su nube arrollada a la cintura, porta. Y está todo él dicho con esa fluidez encantado­ con palomas y flores, con campanas, ra que hace venial incluso algún motivo doloroso». Y con ríos-venas hacia un mar de dicha, Vicente Aleixandre reconocía (17): «¡Una muy bella con amigos y surcos y canciones, obra! Sin duda la más ambiciosa y redonda de las su­ es encalarse el alma y decir: ¡Vivo!»... yas. Me alegro mucho. Usted, en su Arcos, trabaja y rinde: buen ejemplo, en vivo». La crítica destacó de este libro su pureza y su macm- rez formal. Afirma Francisco Umbral en «Poesía Es­ pañola» (18): «En esta hora poética de voluntarios de LOS DIAS ÍNTIMOS lo andaluz, a toda costa, Antonio reparte una lección de sobriedad al respecto. Se diría que su estro retozón de otro tiempo, va serenándosele en los últimos libros, Sexto de los libros de Antonio Murciano, aunque su lo cual puede ser un síntoma de madurez». B. Mosta­ composición se inició antes que La Semilla: fue escri­ za, en «Ya» (19): «Forma Antonio Murciano en la bue­ 0 to entre 1953 y 1959. Se publicó con ein. 15 en la Co­ na y variada trinca de poetas que Andalucía ha alum­ lección «Alcaraván» de Arcos de la Frontera en diciem­ brado desde 1950 para acá. Y tiene con ellos de común bre de 1962, con formato de 17 χ 12. Va dedicado a el propósito claro de buscar la poesía de lo sencillo, sus padres y lleva una cita de Luis Vaz de Camoens: de lo cotidiano, de lo que el hombre siente y dice cuan­ «Que días hay en que mi alma tiene / un no sé qué que do vive en el plano de la normalidad. De ahí su tono nace no sé dónde / y no sé cómo duele sin por qué». coloquial y su poderoso don de comunicabilidad. Y ya Sus veintiocho poemas se distribuyen de la siguiente no sé si como andaluces o porque sí, coinciden los más forma: uno, que sirve de pórtico —«El corazón des­ de ellos en un senequismo grave y sin retoricismo». Y calzo»— y dos partes, con ocho poemas la primera y Francisco Lucio, en «Tarrasa Información» (20) se pre­ diecinueve la segunda. guntaba: «¿Qué representa la obra de Antonio Mur­ Los días íntimos es un diario poético —todas sus ciano dentro de la poesía andaluza y española de hoy? composiciones se abren con la palabra «hoy»— que, Sin dudarlo, yo diría que representa la pureza. Podrá en cierto modo, adopta el tópico literario de «menos­ haber voces que le igualen o superen en otras cualida­ precio de corte y alabanza de aldea». En la primera sec­ des líricas, pero ninguna voz como la suya dice esas ción —de composiciones arromanzadas y metros lar­ palabras de hermosa sencillez, de transparencia de arro­ gos, en general— el poeta está inmerso en una ciudad yo de montaña, que nos limpian el alma, que nos vuel­ —la Sevilla de sus años de estudiante— de la que pre­ ven más buenos después de leerlas, que nos impulsan tende huir evocando de continuo a su Arcos: a amar a Dios y a los hombres, en un apostolado ejem­ plar, realizado por la palabra, por su verdad humana ...«La ciudad me devora, me hace sangre y su hermosura casi divina, lograda gracias al don poé­ al morderme, me hace suyo. Me siento tico. La voz de Antonio Murciano es la voz pura, cla­ sólo un hombre-engranaje, un hombre-rueda, rísima, de un ángel, entre las voces de los hombres, An­ un pequeño motor de su ruido.»... tonio Murciano es la voz más pura de toda la poesía Esta angustia impuesta por la ciudad se convierte en actual escrita en castellano, pura en el sentido lírico y un estallido de alegría en la segunda parte, vuelto ya en cualquier otro sentido, de pureza que cautiva o al pueblo. El tono jubiloso es perceptible, incluso, en redime.» M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

NUEVO CUADERNO DE NAVIDAD e incorpora —en lo que llamamos «trasposiciones es­ paciales y temporales»— personajes actuales: los «nue­ vos adoradores»... Nuevo Cuaderno de Navidad, segundo de los libros ...«Con su larga barba viene de la serie navideña y séptimo en el total de su obra, por el sueño, por la nieve, fue escrito entre I960 y 1962. Se publicó en los Cua­ cargado, Papá Noel. dernos de Poesía «Tagoro» de Las Palmas de Gran Ca­ Santa Claus viene con él.»... naria en diciembre de 1963. Libro breve, con formato y en especial, una figura muy característica de la déca­ 16 x 12, consta de quince poemas. da de los sesenta: la del astronauta, que vive su Navi­ Si bien podemos considerarlo como un todo único, dad «por el aire», en uno de los poemas más consegui­ señalemos que este Nuevo Cuaderno de Navidad se abre dos y originales de Antonio Murciano: con dos composiciones cuyas características se apar­ ...«Hoy están de parabienes tan un tanto del resto: se trata de vivencias muy perso­ cielo y tierra y mar y aire. nales del poeta. Así, en la primera, «Soneto para mi hijo en su primera Navidad», Antonio Murciano, ya Y yo, astronauta, perdido, padre, celebra la Navidad con su primer hijo: tendido en paz junto al aire, ...«Hoy es tu Navidad nuestra alegría. voy rozando alas y estrellas Ya somos tres, somos José y María mientras giro sobre el aire, con su Niño de Dios. sintiendo en mí la infinita Gracias, Dios mío.» sombra de Dios, frente al aire.»... Y en la otra —«Sonetillo del poeta la víspera de la Na­ La tercera parte está constituida por una larga com­ vidad»—, canta su gozo por la conmemoración de la posición dialogada y representable: «Retablo de Reyes» Nochebuena: que, en cierto modo, recuerda el tema de aquella pri­ ...«Todo es cuna. Hasta la pena mera muestra de nuestro teatro, el Auto de los Tres calienta y hasta el aliento Reyes Magos. Este retablo va presidido por una cita se hace pañal. ¡Qué serena de Félix Ros: «Niño al que abriga un pañuelo / y un música la paz que siento!»... vaho de muía y de buey, / con un rey negro y un rey / blanco y un rey caramelo.» El tono general del «Re­ La segunda parte es la más amplia: doce poemas bajo tablo...» es de un coloquialismo que quita solemnidad el título de «Portal de Belén» y una cita de Alonso de al tema y le presta, por el contrario, un especial e inge­ Ledesma: «Alma dormida, despierta / y escucha el dul­ nuo encanto: ce clamor, / porque esta noche el amor / te ha echado un niño a la puerta». En ella, el poeta amplía la gale­ BALTASAR ría de personajes —iniciada en Navidad— con otros Aquí debe ser, amigos, nuevos: así, en el «Villancico de los dos abuelos» feli­ Recontemos las ofrendas. cita a Santa Ana y San Joaquín por el Nacimiento del GASPAR Niño: Quitad el polvo a las túnicas «Repica una campana y peinad las cabelleras. desde los cielos porque Joaquín y Ana BALTASAR ya son abuelos.» ¡Sonreíd, que no se asuste!...

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MELCHOR «—Dime si a tu Niño dejas ¡Las tres coronas bien puestas!». en mi velero embarcar. —¿Dónde...? - A Cádiz. - ¿Cómo es Cádiz? En conjunto, podríamos valorar este libro como una —Tierra blanca en punta al mar.»... prolongación de Navidad. No sólo por el tema, sino por su tratamiento. La métrica es semejante — En líneas generales, la crítica acogió muy bien esta predominan los romances y el juego cancioneril—, el obra, destacando el afianzamiento progresivo de An­ poeta sigue citando clásicos navideños... Sin embargo, tonio Murciano en el tema navideño y sobre todo, la preferimos enjuiciarlo a partir del adjetivo inserto en novedad y originalidad de sus poemas, entre los que su título: «Nuevo». Efectivamente, esta obra aporta sobresale la «Nochebuena del astronauta». De Jacin­ interesantes novedades a un tema tan de siempre co­ to López Gorgé es el siguiente comentario (21): «Toda mo es el navideño. Ya hemos aludido a la inclusión de la gracia andaluza y esa peculiar melancolía del poeta personajes actuales, como «los nuevos adoradores» o árcense puede asegurarse que está metida en el Nuevo «el astronauta». Otra característica que presta especial Cuaderno de Navidad, llamado así porque ya en 1952 significación al libro es su tono marcadamente inge­ publicó otro libro con el nombre de Navidad. De en­ nuo —casi infantil, diríamos— que nace de ese colo- tonces acá, como fácilmente puede presumirse, ha llo­ quialismo, de ese «decir simple» que ya se observó en vido mucho en la creación del verso de Murciano... El Navidad y en libros posteriores, y que quizás proven­ Nuevo Cuaderno de Navidad posee, pues, el don pre­ ga de su situación personal en aquellos años: hablamos ciado de una muy honda experiencia, además de una aquí del poeta padre. Su poesía en este libro es como fulgurante maestría formal. Y sin proponerse otra co­ un juego entre lo navideño y sus hijos. Podríamos apli­ sa que la exaltación —a veces con rasgos muy car aquí las palabras que J.F. Montesinos dedicaba a originales— de una nueva Navidad, sus resultados vie­ la poesía navideña de Lope: «Es un niño lo que Lope nen a ser los de un bellísimo —quizá uno de los más canta... Un niño que tiene frío y sueño, que "llora de bellos y singulares— libros de tema navideño. Desde amor", pero en lágrimas de niño, y al que Lope con­ el inicial "Soneto para mi hijo en su primera Navidad" suela y mece con canciones de cuna que hubiera podi­ hasta el dialogado "Retablo de Reyes" que cierra el do cantar a sus propios hijos». (Véase la «Introduc­ libro, todo el cuaderno está lleno de ternura e inspira­ ción» a su selección Lope de Vega. Poesías líricas, en ción. La sencilla y original gracia del "Villancico de Clásicos Castellanos). los dos abuelos" es, en su brevedead, una de las cosas que, por citar un ejemplo, más me cautivan de este libro». Vimos cómo este libro se inicia con un soneto dedi­ cado a Antonio Ángel, su primer hijo. Otros dos poe­ Joaquín Caro Romero afirmaba en la Revista «Ago­ mas —«De cómo los niños todos de Belén fueron a ado­ ra» (22): «Antonio Murciano, poeta —como su rar al Niño Jesús y le preguntaban...» y «Letrilla de hermano— tan grato a los oídos y a la memoria, ha las aves en el Portal»— están dedicados también a su vuelto no a repetirse, sino a superar la cosecha de su tercer hijo —Manuel Jesús— y a su segunda hija — fértil tesoro poético. Trae Antonio Murciano a su hijo Carmen—, respectivamente. El mismo tono infantil se un magnífico soneto como portal, repica por seguidi­ revela en «Canción de la nieve cayendo», «Villancico llas "porque Joaquín y Ana / ya son abuelos", guía del Niño que se lleva la flor», «Baladilla ingenua de y dialoga con los animales hacia el pesebre, y canta — los animales en el Belén» y «De lo que la Virgen dijera por primera vez en la poesía española, que yo sepa— al marinero de Cádiz que quería embarcar con el la "Nochebuena del astronauta". Esta Nochebuena se Niño-Dios»: expresa en unas deliciosas estrofas romanceadas, don- M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

de el término "aire" se repite como consonante en los nauta", que abre nuevas posibilidades a la poesía en versos pares, armonizando la composición y relacio­ torno al nacimiento de Cristo al actualizar su pretexto nándola a la afinidad del contenido». y sirve al poeta para escapar de cualquier influjo... Casi La crítica que aparecía en la revista «Poemas» de Za­ no hace falta añadir que para andar con fortuna por ragoza (23) encontraba en este libro resonancias alber- la poetización versificada de la Navidad hacen falta sen­ tianas: «Aunque no quiere el poeta traspasar los lími­ cillez, gracia, emoción, sentido clásico y también con­ tes de un puro recreo del alma en torno a los consabi­ temporáneo de la poesía. Todo lo anterior es cosa co­ dos temas navideños, la delicadeza expresiva y las ati­ rriente en Antonio Murciano, que nos demuestra có­ nadas intuiciones logran ir más allá en diversos momen­ mo para un buen poeta'no hay asuntos viejos.» tos. Poesía fina, titilante, lindando con el primer Al- berti —el de Marinero en tierra, el de El alba del alhelí—, entre poemas cristalinos, casi para sólo niños, pero cantando bien arriba, siempre alto, siempre con­ PERFIL DEL CANTE fiado en lo vivo del alma». Manuel Ríos Ruiz, en un artículo publicado en el diario «La Voz del Sur» de Je­ rez de la Frontera (24) sobre «La poesía navideña de Este libro, octavo de los de Antonio Murciano, fue los hermanos Murciano» habla de los matices diferen­ escrito entre 1960 y 1965 y publicado en la Librería An­ tes que adquiere el tema según sea tratado por Carlos ticuaría «El Guadalhorce» de Málaga el 11 de septiem­ o por Antonio. Sobre este último dice: «Con Nuevo bre de 1965, día del homenaje nacional dedicado en Cuaderno de Navidad, Antonio Murciano nos brinda Málaga a Manolo Caracol. Va dirigido «A María Cris­ nuevos giros dentro de los tradicionales de la Santa His­ tina y Ángel Caffarena. Y a su "Málaga cantaora"». toria, tales como el breve "Villancico de los abuelos", En 1966 obtuvo el Premio Nacional de Poesía o "Baladilla ingenua de los animales en el Belén" y "De Flamenca. lo que la Virgen dijera al marinero de Cádiz que que­ El libro —formato 17 χ 12—, con veinticinco poe­ ría embarcar al (sic) Niño-Dios" y "Nochebuena del mas, está dividido en dos partes. La primera, «Sur de astronauta", composiciones donde la fantasía logra mis ojos» —dedicada a su hermano Carlos— es, co­ verdaderos milagros de realidad creadora». mo el mismo poeta indica, una «geografía lírica». Las Finalizamos con el artículo que publicó J. Martos ocho provincias andaluzas —con sus respectivas en «La Estafeta Literaria» (25): «Antonio Murciano capitales— están evocadas aquí: es uno de los muy pocos poetas españoles que siguen ...«Los cantes de "Yerbabuena" dándole vueltas al tradicionalísimo tema de la Navi­ y la Vela y su campana. dad, al que ya dedicó su primer libro en 1952. Biblio­ Y el grito de Federico grafía, pues, con puntas de Nochebuena, Entre una y y la armonía de Falla. otra se nota el camino, pues más que hace años Anto­ nio Murciano procura añadir a los entrañables límites ¡Ay de Granada!»... del canto y glosa de la Navidad de Cristo unas varian­ La segunda, «Sur de mi voz», va dirigida «a Ansel­ tes conseguidas bien por la recreación de figuras y epi­ mo González Climent, en América, y a Ricardo Moli­ sodios, con menor o con ningún relieve en el Cancio­ na, en España». Historia poética del flamenco que se nero tradicional, bien por la pura invención referida subdivide en cuatro apartados: «La Poesía», «El Can­ tanto al propio poeta como a su tiempo. De la prime­ te», «El Baile» y «Llanto final de la guitarra», con una ra de dichas modalidades distingo ' 'Villancico de los cita de García Lorca: «Se rompen las copas de la ma­ dos abuelos"; de la segunda "Nochebuena del astro­ drugada. / Y empieza el llanto de la guitarra.»:

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«Todos oyen tu llanto ni queramos un cante por y para intelectuales. Lo que y cuentan luego —¡ay!— tu vieja fábula. sí pensamos y palpamos es la aproximación del inte­ Pero sólo tú sabes, lectual de todos los órdenes a las prácticamente vírge­ cuando la juerga acaba, nes parcelas del folklore, al arte andaluz, como medio de ese rezagado, cabal, flamenco viejo, de expresión y hasta como fenómeno humano. Y ese que en lo hondo de tu caja acercamiento se produce con entera espontaneidad, con va enterrando los últimos pureza de intención, con un sobrecogido afán de pul­ vidrios rotos del alba.» sar los misteriosos arcanos de vivencias recónditas y Todas las composiciones adoptan las formas métri­ de llegar a la telúricas honduras de una filosofía an­ cas peculiares de las coplas flamencas: cuartetas, ter- cestral y cósmica. A toda una manera de entender la cetillos, seguidillas, romances, décimas, alguna forma vida». cancioneril... Perfil del Cante es un obra de excepcional impor­ tancia dentro de la bibliografía de Antonio Murciano. CANCIÓN ΜΙΑ Con ella arranca la expresión de una de sus vivencias más profundas, el sentir flamenco andaluz, así como una de las líneas poéticas que más renombre ha dado Canción mía, noveno de los libros de Antonio Mur­ a su autor. ciano, fue escrito entre 1959 y 1964. Se publicó en la Destacamos de la crítica sólo una crónica de urgen­ Colección «La Isla de los Ratones» de Santander, en cia (26), en la que se recogen los aspectos fundamen­ octubre de 1965. Ese mismo año quedó finalista —con tales de la obra, y su significación: «Sobre estas jorna­ Mención Especial— del Premio Nacional de Literatu­ das cantaoras ha nacido en Málaga un libro de Anto­ ra. Su formato es de 17 χ 12 y lleva una cita de Juan nio Murciano. No queremos hablar de incorporacio­ Ramón Jiménez: «Canción, tú eres vida mía, / y vivi­ nes. Pretendemos señalar solamente la aportación de rás, vivirás...». Consta de treinta y una composicio­ un poeta joven al caudal romancero recogido por los nes. Tras un poema inicial —«Canción mía»—, los res­ Machado y continuado luego con poemas diferentes tantes se distribuyen en tres apartados: por García Lorca y José Carlos de Luna. Antonio Mur­ «Nuevas canciones para ella» —primera parte, con ciano es un erudito, un investigador del cante y del bai­ nueve poemas— podría interpretarse muy bien como le, que se lanza con todos sus riesgos por la lírica an­ continuación de aquella otra —«Canciones para ella»— durrial del romance y de la copla. Perfil del Cante... del anterior libro amoroso Amor es la palabra. Sin em­ encarna, precisamente en estos momentos malagueños, bargo, a nuestro entender, hay mucha diferencia entre ese iniciado acercamiento de la intelectualidad española ambos: si «Canciones para ella» era el canto de lo pre­ de los jóvenes poetas y escritores al arte andaluz como sentido, «Nuevas Canciones para ella» supone el can­ fuente inspiradora... Ciertamente, hace falta valor y to de lo vivido, de lo gozado. Novia en la primera; es­ valía para afrontar esta prueba, sobre todo cuando las posa y madre en esta otra: cosas se miran con cristales resecos y cerebralistas. Pero Antonio se nos monta alegre, despreocupado, en el nú­ ...«Sigue el son de la lluvia en los cristales cleo de sus corazonadas y de sus versos impensados, por tu silencio vivo. plasmando bellamente poemas revividores, con dife­ Duermen los hijos. Lo compruebas. Sales. rentes tintas, de aquellas estampas cordiales y eternas... Hago como que escribo. Se trata de empujar, de alzar el cante a la altura de las Te sientas otra vez. Te siento junto. tesis universitarias. Esto no quiere decir que creemos Permaneces callada. M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

Hago como que aspiro y no pregunto. nero en la mayoría de los casos— y el estilo — Y eres tú el aire, amada.» nuevamente neopopularista— contribuyeron induda­ «Cancionero niño», segunda parte con once poemas blemente al éxito de la obra que —todavía hoy y con en seguidillas y dedicados a Antonio Ángel, su primer una bibliografía bastante crecida— se sigue citando co­ hijo, es quizás una de las más originales y mejor cons­ mo una de las más representativas de Antonio Mur­ truidas del libro. Las nanas, los consejos, deseos, en­ ciano. cargos... para el hijo recién nacido que se va a encon­ La crítica acogió muy favorablemente Canción mía. trar con un mundo, una vida, no siempre fáciles: Guillermo Díaz-Plaja escribía en «ABC» (27): «Como ...«De los hombres no esperes Manuel Machado, Antonio Murciano se vincula a la verdad ni ayuda. geografía andaluza, cuyo blanco alcaloide es Arcos de Pero no desesperes. la Frontera, en una definitoria definición estilística, que El pan se suda. halla en el contorno bético todos los elementos nece­ sarios y suficientes para una expresión cabal». En cuan­ Cada cual va a su vida. to a la forma: «Reveladoramente el libro se ciñe a la (Es la costumbre). estrofa de arte menor y factura popular: copla, segui­ Busca en ti la escondida dilla, romancillo, endecha. Al poeta le sobra gracia y luz que te alumbre.»... salero para moverse en tan estrechos cuanto deleito­ Y por último, «Canción mía» (o «Canciones para sos límites, porque opera por concisión, en profundi­ mí mismo», como se tituló esta sección en la Antolo­ dad. Maneja la sobriedad de lo proverbial y del cante, gía), con diez poemas, es el canto al «yo», a su propio ahondando con el cuchillo, emocionando en la propia cuerpo: oídos, manos, ojos, pies... especie de autobio­ entraña: es infantil cuando quiere —en sus nanas— y, grafía poética: cuando lo desea, es extraña y hermosamente anciano, como si espumase el saber inmemorial de sus razas an­ ...«Lucho en presente y comulgo tiguas». Y finaliza: «Un análisis demorado de la obra con ideas de hombres nuevos. general del poeta nos confirmaría, seguramente, en las Creo en Dios y, honradamente, apreciaciones formuladas. Prefiero subrayar de nue­ gano lo que como y bebo. vo la capacidad de síntesis que permite, en el círculo Yo tendré, como cualquiera, del poema menor, abarcar un océano de ternura, con mis cosas buenas o malas, implicación general a una conducta humanísima, a una pero me precio de ser fidelidad familiar, a la consecuencia fiel a unas estir­ de los del alma en la cara. pes de poesía y delicadeza. Todo ello con amor. O, si queréis, con "ángel"». José María Fernández Nieto, Amo apasionadamente en la revista «Rocamador» (28) insistía en que éste era a los hombres de mi tiempo. el camino de Antonio Murciano: «Una vez más nos Quien me conoce, conoce convencemos leyendo, releyendo esta Canción mía de la otra cara del espejo.» Antonio Murciano, que cuando canta como en esta A pesar de ser este el noveno libro de Antonio Mur­ ocasión es cuando explota al máximo su cantera poé­ ciano, pensamos que fue uno de los más «hechos» de tica, que es inequívocamente andaluza. Diríamos que toda su bibliografía y, sobre todo, crucial para definir Antonio Murciano es el gran continuador de la copla de algún modo su línea poética —como ya había pedi­ andaluza —Machado, Lorca, Alberti— y sería una pe­ do algún crítico—. La adecuación entre sus tres partes na que esta poesía enraizada en lo más hondo del pue­ —Ja trilogía de amada, hijo y él mismo—, el tipo de blo se fuera acabando. Como dice el poeta mismo: métrica empleado —versos cortos con sabor a cancio­ "Todo está cantado ya. / ¡Pero cuántas cosas quedan

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/ todavía por cantar!". Esta copla por sí sola, es una con una mínima vinculación a nuestra época, no po­ justificación para los que piensen que con Machado o demos aceptar mansamente. No son los temas — Alberti se cerró ya toda posibilidad de cantar "lo an­ perdurables—, sino la manera de sentirlos, de enten­ daluz' '. Antonio Murciano ha sumado su voz, y ha en­ derlos y cantarlos, lo que se quedan fuera de foco en riquecido a Andalucía de estos cantares hondos como Antonio Murciano. A su canción le falta la raíz de do­ pozos y ágiles como pájaros y cualquiera de sus coplas lor que tiene la canción popular andaluza por él recrea­ puede aspirar a enraizar el alma del pueblo hasta ha­ da. Y le falta el revestimiento conflictivo que cabría cerse anónima, que es el precio irónico de los poetas esperar de su juventud de hombre. Equidistante de am­ grandes que así cantan». Manuel Ríos Ruiz escribía en bos sentires, Antonio Murciano canta en una zona de «La Voz de la Bahía» (29): «En estos tiempos de tanta placidez beatífica, en un cielismo conquistado en vida angustia vital, de tanta literatura atormentada y retor­ por su hombría, al que, naturalmente, no tenemos na­ cida, es alentador encontrarnos con poemas abiertos, da que objetar. Pero sí nos gustaría advertirle a este con versos fluidos, donde la esperanza brille y proyec­ poeta y amigo —dejando a un lado el dolorido sentir te una luz consoladora. Algo que encontramos en Can­ del hombre actual, que a él parece.no interesarle—, có­ ción mía de Antonio Murciano». Desde Tánger afir­ mo a su popularismo lírico le falta el ingrediente esen­ maba Rafael Vázquez Zamora (30): «En los poemas cial del popularismo auténtico que tan bien conoce lo de este libro, llenos de vital sentido y de esa callada trágico». música que tan pocos poetas pueden comunicar —y Antonio Murciano es de esos poetas que necesitan po­ No todos los críticos eran de la misma opinión. Ar­ cas palabras para transmitir ese inefable mensaje— se turo del Villar (32) afirmaba: «En la extensa produc­ transparenta un hombre para quien la poesía es un me­ ción de Antonio Murciano, lo que suele llamarse "gra­ dio de comunicar su fe en la Humanidad, y "de su pe­ cia andaluza" ha dado paso a una preocupación por na hace alegría": "De todos modos, / viví mi poesía la forma del poema y a una especie de reducción de / en paz con todos"». Francisco Umbral declaraba en las ideas a sus límites menores... La canción de Anto­ «Poesía Española» (31): «Un popularismo depurado nio Murciano es honda, como el buen cante. Amor y y una especial querencia por la riqueza literaria del muerte son sus temas principales, los protagonistas "jondo" y sus coplas, confieren a Antonio Murciano constantes de sus versos. Las soleares, seguidillas y can­ su facilidad para la canción, su gracia verbal y versifi­ ciones son la expresión mejor de una poesía realista y cante. Tras algunos intentos de poesía mayor, Anto­ sin matices regionales, a pesar de su localización an­ nio vuelve a sus orígenes puros, a su voz sencilla, que daluza». Luis Jiménez Martos, en «La Estafeta Lite­ a veces se enhebra en un hilo metafísico, puramente raria» (33): «Sabe muy bien el autor sus límites: sabe intuitivo, sin mayor densidad y perduración. Basta para no caer en la pretensión sentenciosa, pone a nivel ar­ que el cantar no se le quiebre, para que el decir no se mónico lo "jondo", que sin duda le sirve de modelo le empañe.» Sin embargo, le objetaba el que a su poe­ a cierta distancia. Y, así, da su canción personal e in­ sía le faltara la tragedia, la otra cara de la moneda en transferible pero perfectamente comunicable, lo que el sentir andaluz: «Poeta de canción y de cantar, sí; nunca será gesto trasnochado, a condición de que quien poeta que ha puesto su lírica en cosas muy ciertas y la transmita, no se confunda de materia, cosa que en cercanas: la esposa, el hogar, el pueblo, los hijos, la esta ocasión está lejos de ocurrir». Melchor Fernán­ amistad... Todo un repertorio vital de manera que lla­ dez Almagro (34), en una crítica de Perfil del Cante, maríamos tradicional, al margen de cualquier proble­ relacionaba con éste a Canción mía como herederos de mática o revisionismo de nuestro tiempo. El poeta nos la tradición andaluza. «Canción mía... nos recalca el da, desde su paraíso de Arcos, una temática que es de punto de impregnación que ha llegado a producir en siempre y en la que no caben rectificaciones, pero que, Antonio Murciano esa fuente de inspiración andaluza M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

y andalucista, tan hondamente sentida y asimilada por «Estas "Cinco canciones con fondo de esperanza", for­ él. Entiéndase que "lo andaluz" y, concretamente la maron parte en un principio de mi último libro publi­ poesía popular de esa quebrada tierra y su costa, no cado Canción mía (finalista del Premio Nacional de es ciertamente una limitación, sino una "apertura" a Poesía 1965) y quedaron fuera del mismo a la hora de las más variadas creaciones o recreaciones líricas al mo­ su edición por estimarse quebraban un tanto su uni­ do de las felizmente conseguidas por Antonio Murcia­ dad temática y formal. Tampoco se han incluido en el no». próximo libro del poeta, aún inédito, Fe de vida (re­ cientemente galardonado con el premio de poesía "Ciu­ Terminamos con las palabras de F. Lucio (35) quien dad de Palma 1965") pese a sus conexiones líricas e pondera la necesidad de la canción: «Qué errado, pues, ideológicas. Sin embargo, forman como un pequeño irá quien piensa que esta canción —la canción— es puente, o enlace entre ambos libros, donde el poeta, ociosa, obra de aislamientos en torres de marfil. Por saliéndose de sí mismo y de su mundo íntimo, vuelve el contrario, estamos con la palabra de Antonio Mur­ a dialogar nuevamente con los hombres y el mundo que ciano ante una de las expresiones poéticas más necesa­ le circunda». Se trata, efectivamente, de un librillo- rias de la poesía española. Él lo sabe, pero conviene enlace, en el que la forma cancioneril —de Canción que se afirme en la creencia. Precisamente porque "vi­ mía— se une a esa llamada dirigida a los hombres de vimos tiempos de discordia y sangre" (decir de Pedro su época, característica de Fe de vida. De estos cinco Gimferrer), la canción es necesaria. Precisamente por­ poemas —«Lo que importa», «Segunda letanía por los que nos echaron fuera del Paraíso, necesitamos la can­ hombres que creen», «Canción de la nueva casa», ción para acordarnos de que a él naturalmente tende­ «Canción para hombre y nuevo» y «Oración para to­ mos. Si algún día esta voz —la de Antonio Murciano— dos los días»— escogemos un fragmento de la tercera: desapareciera, habría perdido la poesía española actual una de las versiones cuya presencia se hace de todo pun­ «Canto, oídme, al hombre nuevo, to indispensable». a ti porque aún no lo eres y a mí porque quiero serlo. Canto para el hombre nuevo, para el hijo de ese hombre, CANCIONES CON FONDO DE ESPERANZA para el hombre de este tiempo». ... Este pequeño librito, casi un cuadernillo, con tan sólo Sobre este cuadernillo escribía Rafael Laffón (36): cinco canciones —décima obra de Antonio Murciano— «Canciones con fondo de esperanza. Así, el rótulo del se escribió en 1965 y se publicó en los «Cuadernos de cuaderno. El poeta posee el don de confiar, y sabe can­ María José» —Librería «El Guadalhorce»— de Mála­ tarlo, —esto es, darlo a los cuatro vientos— con gra­ ga, en 1966, con formato 16 χ 10. Se inicia con la de­ cia y buen acento nuestro. Su voz es limpia y muy cla­ dicatoria: «Para el poeta y escritor santanderino Ar­ ra, inequívoca». Francisco Lucio decía (37): «Estas can­ turo del Villar, tan cerca de mi poesía y mi amistad.» ciones de Antonio Murciano se sitúan con todo dere­ El colofón dice lo siguiente: «Se compuso en "La Es­ cho en esa amplia corriente de poesía actual que se dis­ pañola" y se imprimió en "Dardo" el día 23 de abril tingue por su signo humanista, por tener al hombre, de 1966, al cuidado de M.a José Caffarena. Consta la entendido contemporáneamente, como objeto o fin del edición de 200 ejemplares numerados a mano sobre pa­ poema, corriente a la que, por lo demás, no es ajena pel de hilo Gvarro». la obra anterior del poeta de Arcos». Y desde Cara­ cas, Jean Aristeguieta (38): «Cuaderno de composicio­ Antonio Murciano, en una «Nota a la edición» ex­ nes de una sencillez vibrante, comunicativa, es éste de plica el por qué de la publicación de estas canciones: Canciones con fondo de esperanza. Las imágenes son

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precisas pero aladas. Ávidas de alcanzar la serenidad «Bombas para nunca»— que han sido destruidos de por medio de la armonía. Análogas a exaltadas figu­ algún modo. En este último, Antonio Murciano recuer­ ras de sangre, de barro, de mansedumbre. Sin odio, da el horror de Hiroshima: fraternales, generosas, son estas canciones de Antonio «Se durmió mientras amaba. Murciano». Un pueblo azul que tenía cara de luna y cantaba en sol naciente, y vivía.» ... En la segunda, «Consideraciones en tiempo presen­ FE DE VIDA te» —redondillas, tercetillos encadenados, versos blan­ co, algún soneto roto...— nos va dando su visión del momento presente: peligro y defensa de la paz — Fe de vida, libro número once de Antonio Murcia­ «Reunión en la cumbre», «Soneto roto del pacifis­ no, fue escrito —según nos confiesa el mismo autor al ta»—, confusión y angustia en las ciudades —«Babel», inicio de la obra— «en el período 1963-1965, a excep­ «Ciudad nueva»—, conquista del espacio —«El astro­ ción de los poemas titulados "Soneto roto del pacifis­ nauta»—, para terminar expresando —pese a todo— ta" y "Soneto blanco de la paz", incorporados al li­ su confianza en el presente con un «Creo en el bro en 1967, y "El extraterrestre", en agosto de 1968». hombre»: Con el seudónimo de Antonio Arias de Reyna, Anto­ ...«Y por mi fe, nio Murciano obtenía con Fe de vida el Premio Juan juro que hoy más que nunca es necesario Alcover de poesía castellana Ciudad de Palma, 1965, que haya Dios. Y justicia. Y paz. en enero de 1966. Se publicó en la Colección «San Bo- Amén.» rondón» de Las Palmas de Gran Canaria en 1968. De formato 23 x 17, consta de veintidós poemas, enca­ Y por último, «Meditaciones para un tiempo futu­ bezados por una cita tomada del mensaje navideño que ro», en las que el poeta antepone a todo su esperanza pronunció Pablo VI en 1967: «Ved, hermanos, una co­ en el porvenir, en el que quizás conviviremos con seres sa sencilla y maravillosa: la paz exterior deriva y de­ hasta el momento ignorados: pende de la paz interior». ...«Que nuestros nietos tendrán De Fe de vida quiso hacer su autor una obra testi­ —almas de selva y asfalto— monial y comprometida. Tras un prólogo — la piel color de un futuro «Parábola»— en el que Antonio Murciano expone sus paraíso de mulatos.» propósitos —«Vengo aquí, frente a vosotros, / para Un epílogo —«Canción para empezar un mundo hablaros cara a cara»— el libro consta de tres seccio­ nuevo»— reafirma esta confianza en el futuro: nes. La primera, «Lamentaciones por un tiempo pa­ sado» —en la que Antonio Murciano juega con el so­ ...«Comienza a hacer algo. Ahora. neto, haciendo a veces distribuciones caprichosas— no No te importe el terminar. tiene apenas el tono nostálgico que suele dar el poeta Porque lo que un hombre empieza a otras composiciones en las que se refiere al pasado. otro lo continuará.» ... Exceptuando la «Elegía por la belleza» y el «Sonetillo Acerca de este nuevo libro, Antonio Murciano afir­ en forma de lágrima», dedicado a la luna, ya alcanza­ maba a Jacinto López Gorgé (39): «En mi obra ante­ da por el hombre —«Blanca doncella violada»—, en rior, hay una marcada línea de humanismo universal los restantes poemas se vive la tragedia de individuos trascendente, que tiene su base temática general en mi —«El desterrado», «El ejecutado»— o de grupos — libro de Adonáis titulado La Semilla. Esa línea desem- M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

boca naturalmente en Fe de vida, donde esa temática «Alcaraván» de Arcos de la Frontera, con el n.° 25, se concretiza literaria e ideológicamente en poemas so­ en diciembre de 1972, veinte años después de la salida bre Hiroshima, la conquista lunar, el problema racial, de su primer libro, también navideño. Su formato es la mecanización, el astronauta, la paz, el extraterres­ de 17 χ 12 y consta de veinte poemas originales, a los tre y el credo del futuro... Vista mi obra poética en pa­ que se añaden sesenta más, recopilados del cancione­ norama, Fe de vida viene a significar como una toma ro popular navideño de Arcos. de pulso o de contacto con la problemática más apa­ sionante del momento, con mi concreta circunstancia El libro se abre con un dibujo del poeta por Miguel histórica, con la que el poeta se identifica y solidariza, García de Veas y con unas palabras de Gerardo Die­ creo que valientemente». De cualquier modo, la críti­ go: «¡Qué linda y qué alegre ha de ser la Navidad en ca advirtió cierto «cambio de giro» en la poesía de An­ Arcos de la Frontera! ¡Y con qué sabor primario a ta­ tonio Murciano. Juan de Dios Ruiz Copete (40) seña­ hona, a establo, a zaguán y a despensa, a horno y a laba: «Más de quince años tiene ya la singladura poé­ molino y a ataharres y curtidos de jinetería!... ». Fina­ tica de Antonio Murciano, gaditano, de Arcos de la liza con unas notas del autor al «Cancionero popular Frontera, de la quinta del cincuenta, y más de diez tí­ navideño de Arcos», donde explica los criterios que ha tulos los jalones líricos de su navegación. ¿Podría sig­ seguido para la selección, comenta algunos villancicos nificar este de ahora, Fe de vida, que hace el undéci­ y promete una edición más amplia del Cancionero po­ mo, el primer aletazo para un cambio de rumbo? No. pular de Arcos, en el que viene trabajando. Siguen, a La experiencia de una nueva temática, sí. El poeta en modo de epílogo, unos fragmentos de José y Jesús de este libro pone su sensibilidad en hora con su tiempo, las Cuevas, «Los villancicos inefables de San Pedro», esto es, se encara con las motivaciones esenciales de su tomados de su monografía Arcos de la Frontera (49). momento histórico, pero sin que tal experiencia supon­ Y por último, una amplia tabla de dedicatorias. ga ningún tajo traumático respecto de toda su anterior Nochebuena en Arcos se divide en tres partes. La pri­ andadura». Leopoldo de Luis (4) recalcaba esta mis­ mera, la más personal, es «Mi Nochebuena», que com­ ma idea: «... Quería decirte lo mucho que me ha inte­ prende diez poemas en los que Antonio Murciano, resado tu nuevo libro —Fe de vida— en el que incor­ siempre con trasfondo árcense, tan parecido al bethle- poras a tu poesía, tan ágil y alegre, la inquietud que mita («Tenéis razón, amigos / soy un Belén de ensue­ a todo hombre de su tiempo ha de producirle hoy la ño.», dice el Pueblo en el «Romance de la Nochebue­ ciencia, la guerra, la marcha del mundo. No eres un na en Arcos de la Frontera») vive la Navidad con los poeta que viva en las nubes y no das la espalda a las suyos: realidades circundantes aunque, naturalmente, lo ha­ gas a tu manera, y dentro de tu tono, y con tu sensibi­ ...«en el rincón más puro de los sueños, lidad, pues otra cosa sería traicionarte a ti mismo». tal como ayer, os digo, Carmen, Gabriela, Antonio, Ángel, Myriam, Manuel Jesús y Montserrat, mis hijos, con sus zambombas y sus panderetas —cuando sobre mis hombros ya un tercio de NOCHEBUENA EN ARCOS siglo— me arrancan la canción y la nostalgia,»... Nochebuena en Arcos es el libro que cierra —por el La segunda parte está formada por «Recreaciones momento— el ciclo navideño de Antonio Murciano, de temas navideños populares», o, como aparece en y el número doce en el conjunto de su obra. Fue com­ la Antología, «Nuevos villancicos al modo popular». puesto entre 1970 y 1972 y se publicó en la Colección Se trata, como ambos títulos indican, de otras diez

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composiciones que logra el poeta partiendo de otros abuelos» (45), «Coplas de la zambomba y el carrizo», tantos villancicos populares andaluces. Casi todos es­ «Variaciones para una nana de "Los Panderetos"», tos poemas arrancan de una cita inicial (un verso o una «Coplas navideñas de columpio», «Ronda de villanci­ estrofilla de villancico), a partir de la cual Antonio cos», «Villancico del Niño perdido y hallado», etc. Murciano realiza su versión particular. Algunos están resueltos con verdadero ingenio popular. Así ocurre en La crítica destacó, precisamente, el fuerte sabor po­ el «Villancico de la buenaventura», en el que una gita- pular de Nochebuena en Arcos. Juan Ruiz Peña, poe­ nilla quiere acertar el porvenir del Niño. La predicción ta jerezano afincado en Salamanca, escribía a Anto­ entristece a la Virgen y a San José: nio Murciano desde esta ciudad: «No cabe duda de qué eres el poeta de la Navidad, y el mejor elogio de la pri­ ...«—No llores, la Virgen, mera parte del libro, original, tuya, es que no se dife­ ni tú, San José. rencia en sal, en brío, en calor y color a las otras dos Canastera soy, partes escritas —cantadas— por el pueblo; tal como me voy de Belén... Machado quería». José M.a López Vázquez comenta­ Y ustedes perdonen, ba en «El Diario Montañés» (46): «La forma de los no quise ofender.» versos de todo el libro, ni que decir tiene, que es la tra­ Por último, la tercera parte es una «selección, orde­ dicional en estos temas, o sea: el romancillo, la segui­ nación y transcripción del Cancionero popular navi­ dilla, la copla... (No olvidemos que el villancico es una deño de Arcos de la Frontera» que Antonio Murciano canción y por tanto escrita para ser cantada). Antonio justifica con las siguientes palabras: «Se recogen en la Murciano, que ya con anterioridad había tocado con presente colección de la tercera parte del libro (pues las gran acierto este tema, enlaza en este libro con la me­ dos primeras son de poemas originales) una amplia ga­ jor poesía popular navideña». ma de villancicos y coplas de Nochebuena de las de ma­ En «ABC» de Sevilla escribía Rafael Laffón (47): yor tradición en Arcos. Se han consultado muy diver­ «Bello libro este de Antonio Murciano. No en vano está sas versiones de vecinos y vecinas, en su mayoría an­ considerado el poeta como especialista en la temática cianos, habiéndose aceptado como definitiva la que pu­ navideña. Reconocido y aplaudido por el refrendo ge­ blicamos, que estimamos la de mayor arraigo, sentido neral. Y motivos nos da de continuo para seguir pen­ y gusto poéticos» (43). sando en él como entronque de las distintas corrientes La obra es, indudablemente, el libro navideño más neopopularistas del momento andaluz, generador bá­ enraizado con lo auténticamente popular de los escri­ sico de estas motivaciones entrañables... Nochebuena tos por Antonio Murciano. Constituido en su totali­ en Arcos, es una muestra más, repetimos, del queha­ dad por estrofas muy populares (romances y formas cer en la poética del autor gaditano, al propio tiempo arromanzadas, seguidillas, solares, coplas...), ni siquie­ que revierte en manual popular importante desde el ra lleva una cita de autor clásico, tal como vimos en punto de vista de un análisis exhaustivo de tan solem­ los libros navideños anteriores: las citas aquí pertene­ ne tradición en las regiones andaluzas, por lo que feli­ cen a villancicos de la más pura tradición andaluza, que citamos al buen poeta árcense por este nuevo enrique­ en algunos casos, entroncan con el flamenco. Por otra cimiento del tema». La revista «Azor» de Barcelona parte, un buen número de poemas que integran este li­ (48) publicaba en sus páginas: «El libro, en conjunto, bro han sido grabados por diferentes intérpretes: Fos- es una delicia. La gracia, la finura, el duende de Anto­ forito, El Perro de Paterna, Los Panderetos —grupo nio Murciano asoma al filo de cada uno de sus versos, árcense— (44)... Destaquemos entre estas composicio­ en los que mariposean la exquisitez, la dulzura, el pu­ nes el «Villancico de la noche más alba», «Villancico ro lirismo, intencionado e inocente a la vez. Palpita en del cantaor de flamenco», «Nuevo villancico de los dos los poemas el corazón de este poeta andaluz, supersen- M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

sible, abierto a la captación del aliento popular, que Murciano, totalmente relacionada —a modo de recoge en cada villancico, copla o canción con singu­ adivinanza— con las cuarenta y cinco composiciones lar acierto. Es indudable que con sus composiciones (más un «Poema en forma de prólogo» inicial) de este originales queda desde hoy inexorablemente enrique­ libro: cido este Cancionero de Arcos del que él mismo nos «Le preguntan sus años al poeta. da noticia en su libro». En «Diario de Barcelona» (49) —No tengo edad, ni sé si tengo tiempo, escribía Octavio Saltor: «Nochebuena en Arcos es un pero si quieres, cuenta mis poemas.» eco prístino y genuino acento en la sección inicial "Mi Nochebuena"... Los villancicos de Antonio Murciano Efectivamente, en el Libro de Horas hay tantos poe­ son un primor de pureza expresiva. Como ese "de la mas —numerados— como años tenía su autor cuando noche más alba"... O el del "cantaor de flamenco" la publicación de esta obra. Poemas breves, estrofas donde el autor degusta, en artífice original, su vasto muy populares que rozan en muchas ocasiones la co­ conocimiento intenso de esa modalidad andaluza del pla flamenca: cante, en ejercicio de erudición apasionada». «Monedero de mis penas. Terminamos con el artículo publicado por Francis­ Mis días los voy gastando co Garfias en «Poesía Hispánica» (50): «Antonio Mur­ lo mismo que tus monedas.» ciano, gran poeta de siempre, crece feliz y se supera El tema —como puede deducirse del curioso juego con el entrañable tema de la Navidad. Su servicio co­ de palabras en el título— es el tiempo. Pero el tiempo mo poeta y seleccionador es impagable. Porque sería visto de una forma muy peculiar, diríamos, muy an­ un dolor que se perdiera, por falta de estímulo y buen daluza. El tono sentencioso de la filosofía popular en­ gusto, tanta belleza popular escondida por esos anda­ vuelve a un gran número de estas composiciones: luces pueblos de Dios. Arcos, ciudad de poetas, ciu­ dad para poetas, blanco laberinto derramado en su ce­ «Marcado estoy en la frente rro, suspendido entre el cielo y la tierra, es el escena­ con una cruz de ceniza, rio betlemita ideal. Antonio Murciano lo sabe y can­ cruz invisible del tiempo, ta. Canta en Arcos, por Arcos, para Arcos —una es­ gran cicatriz de la vida.» trella de nieve en la cuartilla—, sus deliciosas cancio­ Se impone una concepción del tiempo un tanto es­ nes de Nochebuena». pecial, en cierto modo, estoica. El tiempo fluye y na­ die puede hacer nada por detenerlo. Ante esto hay dos posturas: la amargura, la «pena» andaluza: ...«¡Qué pena, que oscura pena, LIBRO DE HORAS no saber ni de la tierra siendo granito de arena!»... o el desentendimiento, el olvido: El Libro de Horas, número trece de los escritos por Antonio Murciano, fue compuesto entre 1973 y 1975. «Hay quien cree que el tiempo es aire Se publicó por primera vez —y hasta ahora única—, y hay quien cree que el tiempo es mar, incluido en la Antología del poeta, aparecida en diciem­ hay quien cree que puro fuego bre de 1975. Su dedicatoria reza: «Este libro es para y hay quien tierra... ¡Qué más da!». Ángel, para Rafael y para Nino, para José M.a y para A los relojes —instrumentos para medir el tiempo— Carlos, mis amigos de Rota, donde se escribió. Con están dedicados seis de estos poemas. Pese a la aver­ mi abrazo entrañable». Una cita del propio Antonio sión que el poeta siente hacia esos mecanismos, algu-

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nos tienen resonancias entrañables para él: tiempo», Antonio Murciano quiso completar hasta cin­ ...«de hacer hoguera del tiempo, cuenta el número de poemas de esta obra en una nue­ salvaría el inefable va edición. Pero posteriormente han ido surgiendo y niño reloj de cuco otras composiciones sobre el mismo tema que han da­ de mi madre.» do origen a un nuevo libro, Tiempo al tiempo, aún iné­ dito, y que el poeta ha tenido la amabilidad de facili­ El tiempo se para un día para cada persona. Será en­ tarnos. (54) tonces, como dice Antonio Murciano, «el tiempo del no ser». Y bajo unos versos de Juan Ramón Jiménez El libro se abre con una dedicatoria en verso: «Al —«Y yo me iré, / y se quedarán los pájaros cantan­ tiempo que no he vivivido / y al que nunca viviré, / do.»—, el poeta piensa en este momento y hace un dedico mi más sentido / deseo: mi sed de ser.». Le si­ ruego: guen cuarenta y cinco poemas repartidos del siguiente modo: Inicial («Brindis»), Meditaciones (con veintiún ...«Nada ordeno. Sólo pido poemas), Confidencias (con veintidós) y Final («Des­ que alguien cuide mis canarios pués»). Antonio Murciano utiliza una métrica variada y mis versos. Y mi olvido.» —desde el verso libre a la copla, sin olvidar las formas Antonio Murciano ya había tratado este tema en al­ arromanzadas y cancioneriles, tan características en to­ gunos de sus libros, aunque más «de pasada», como da su obra—. telón o fondo de otros asuntos, nunca tan directamen­ Este libro que surgió, en principio —ya lo hemos te. Y pensamos que el intento mereció la pena. El prin­ apuntado— como continuación del Libro de Horas pre­ cipal defecto que encontramos a esta obra es no haber senta a nuestro entender algunas diferencias con res­ sido publicada aparte: a nuestro entender, el salir a la pecto a su antecesor, al menos en lo que se refiere al luz por primera vez incluida en la Antología es, qui­ tratamiento, a la consideración del tiempo. El tono, zás, la causa fundamental de que haya pasado casi inad­ a menudo despreocupado, con que el poeta contem­ vertida para la crítica. Con todo, señalemos que, tras pla el transcurrir del tiempo en el Libro de Horas (qui­ la Antología, algunos críticos han resaltado el valor de zás por un pacto implícito de mutua ignorancia: «Nues­ este Libro de Horas, e incluso en su Antología de poe­ a tro pacto, amigo tiempo, / no mirarnos a la cara.») tas españoles contemporáneos (1936-1970) (51), M. se hace más grave, casi amargo en ocasiones, en este Dolores de Asís ha incluido dos poemas de esta obra, Tiempo al tiempo. Antonio Murciano se arriesga con del total de cinco que corresponden a Antonio Mur­ valentía a mirar de frente al tiempo y de este careo na­ ciano. Veamos algunas alusiones de la critica al Libro cen unas meditaciones más serenas que se traducen —en de Horas: De F. Salgueiro (52): «En el Libro de Horas la segunda parte de la obra— en confidencias. En unas escrito entre los años 1973 y 75, Antonio Murciano nos y otras se trasluce esta nueva actitud del poeta con el entrega numerosas muestras de una honda, diremos tiempo —con «su» tiempo—, si bien no abandona en jonda preocupación». José García Nieto (53) decía: «... ningún momento la expresión coloquial del libro ante­ Nos dejará, como pocas veces ocurre, ese sabor inde­ rior: coloquialismo patente ya en el título de la obra finido e indefinible del Sur, donde se vive porque no —«tiempo al tiempo»—, en el de algunos poemas — se vive, y al revés también, donde el tiempo —"en el «Hasta mañana», «A mal tiempo, buena cara», «Per­ Sur todo es del tiempo"— pone una medida mágica der el tiempo»...— y en el desarrollo de muchos: a las cosas y las lleva a un retablo donde todo está ro­ zado por ese ala del tiempo andaluz, tan milagrosamen­ «Ya he cogido al tiempo, te batida». ¿Ves?... Lo tengo asido por la cola... Mira, Con motivo de cumplir sus «bodas de oro con el lo atrapé, ya es mío... M." DEL CARMEN GARCIA TEJERA

Y va y se me escapa, ciembre de 1975 por la Editorial «Plaza y Janes» de justo, al conseguirlo, Barcelona. Con formato 19 χ 11, contiene un estudio pájaro de oro, preliminar de su hermano, el poeta Carlos Murciano, pez de plata vivo.» («Tiempo asido») en donde nos traza los rasgos principales de su carác­ ter, sus aficiones y sus comienzos poéticos..., todo ello Pero es, sobre todo, la presencia de la muerte — para un mejor entendimiento de su obra, que comenta tanto en la tradicional imagen «río hacia el mar», o a continuación. Obra que se presenta agrupada de for­ como meta, de este libro. Se trata de una visión sere­ ma temática y no cronológica. Comienza la selección na, de tono amigable, diríamos, que recorre el poema- con los libros amorosos: El Pueblo, del que se inclu­ rio desde su «Brindis» inicial... yen veintiún poemas; Los días íntimos con catorce; «De los miles de millones Amor es la palabra con siete; Canción mía con veinti­ que hoy vivimos este mundo, séis y Canciones con fondo de esperanza con cuatro ¿Cuántos fuego-aire-mar-tierra, de sus cinco composiciones. Siguen luego los libros que por el siglo XXI? podríamos llamar de poesía «existencial»: La Semilla, Estamos a seis mil días con veintiuno; De la piedra a la estrella, con treinta y del futuro año 2.000; cinco, y Fe de vida, que se incluye íntegro. Como no­ su tristeza y su alegría vedad —y también en versión completa— el Libro de ¿quién las vivirá por mí? Horas que, como acabamos de decir en su estudio, se publicó por vez primera en esta Antología. Un antici­ ¡Mi copa por ese día!» po de Sur de Llamas, compuesto entre 1968 y 1970, hasta el poema final, el «Después» de la muerte, mo­ libro «cajón de sastre» del que afirma Carlos Murcia­ mento en que el tiempo deja de ser: no (55): «Es éste, a mi juicio, un libro aparte... En una primera versión obtuvo (1970) la Medalla de Oro del «Si fue mi ángel de la guarda Círculo de Escritores y Poetas Iberoamericanos de Nue­ o mi demonio más íntimo, va York. Inédito, siguió ampliándose, tomando su for­ nunca lo sabré de cierto, ma actual, no sabemos si definitiva: "Las tierras y las pues tan dentro de mí anduvo aguas" —ciudades, pueblos, ríos, rincones que tuvo mi propia voz andaluces—, "Las gentes" —recuerdos, elegías, home­ y, para mí, que yo fui najes a poetas, toreros, cantaores— y "Los amores" símbolo, cuadro, retrato, —donde otra vez florecen la canción y el soneto, a la su perfil definitivo sombra del sempiterno amador—. Libro que acaso se o su esqueleto viviente publique muy pronto o que acaso no se publique nun­ mientras que pisé la tierra. ca. Libro agrupador —y salvador— de esos poemas cir­ Ahora aquí, ya eternidad, cunstanciales, tantas veces afortunados... Libro, por no tiene sentido el tiempo.» ello, no riguroso, mas sí cordial y cálido. Esto sobre todo. Porque brota de "aquel fuego andaluz" que di­ jera Vélez de Guevara. Y toma su nombre del verso albertiano: "Can de llamas:lSur"». ANTOLOGÍA (1950-1975) La Antología finaliza con una selección de poesía na­ videña. De Navidad figuran dieciséis poemas; de Nue­ vo Cuaderno de Navidad, ocho, y nueve de Nochebue­ Una importante selección de la poesía de Antonio na en Arcos. Una noticia bibliográfica —con reseña Murciano se halla en su Antología, publicada en di­ de las obras propias de Antonio Murciano y las reali-

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zadas en colaboración con su hermano Carlos— cie­ dan también de poner sobre su título, o bajo él, estas rra esta Antología de veinticinco años en la vida — dos palabras, "elegía andaluza", porque de nuevo lo poesía— de Antonio Murciano (56). andaluz, tan eterno y totalmente indescifrable, corre La crítica resaltó —quizás en exceso— el carácter po­ por unos poemas que desde su son doliente nos llevan pular y el tono cancioneril de estos veinticinco años de a la alegría, y viceversa... Elegía andaluza que arranca poesía contenidos en la Antología, si bien reconocía de una tradición mantenida por los mejores y turbada la dificultad que entraña el acercamiento a esta línea por los peores. Ya que aquí de poco valen imitación poética. Así, Guillermo Sena Medina escribía (57): «La o aproximaciones. Se es o no se es, "el que sabe, sa­ poesía contenida en esta Antología brilla para mí, con be", y de poco vale aprender y menos suplantar. Des­ más fuerza por su sencillez cálida y su perenne regusto de este punto de originalidad en un mundo heredado popular... Lo andaluz y lo popular le marcan con un misteriosamente hay que entender la poesía de Anto­ hierro sutil y transparente del que, sabemos, se siente nio Murciano». orgulloso... Pero lo popular se funde con lo "culto" —¿dónde empieza en el alma del poema para troque­ lar perfectos sonetos y adentrarse en poemas más "se­ rios"». En este afán de encasillar a Antonio Murcia­ no en la línea popular, L. Jiménez Martos llega a afir­ POESÍA FLAMENCA mar (58) que «La poesía de Antonio Murciano pierde valores cuando se aparta de este lema [la canción], más o menos, pretendiendo alcances objetivados y proba­ Poesía Flamenca, número quince de los libros pu­ turas filosóficas o así. Es cierto que, aun en estos en­ blicados por Antonio Murciano, fue compuesto entre sayos, no se desdice el poeta de su norma de claridad 1960 y 1975 (integra, pues, la obra Perfil del Cante). y no digamos de su continua honestidad. La canción Apareció con el n.° 8 en la Colección de Libros «Dan­ suya es canción en el exacto sentido de la palabra. Den­ te» de Madrid, en noviembre de 1976. Aquel mismo tro del Sur y fuera de él, muy pocos poetas pueden de­ año obtuvo —al igual que Perfil del Cante diez años cir que su soporte expresivo, tradicional y tradiciona- atrás— el Premio Nacional de Poesía Flamenca. De lista, abunda tanto en el son cancionero, propicio a las formato 18 X 11, va dedicada a Anselmo González Cli- palabras y la emoción diáfanas». Hugo Emilio Pede- ment y Francisco Vallecillo Pecino. Consta de cuaren­ mote señala (59): «Antonio es fiel a sí mismo, a su an­ ta y dos poemas y doscientas treinta coplas. Tras un dalucismo raigal y hasta visceral. Este andalucismo con­ poema introductorio —«Letanía y oración a Santa Ma­ diciona su visión del mundo, pero no lo limita. La tie­ ría de los Buenos Cantes»— y rematadas por un «Tes­ rra..., los hombres, el folklore, Dios, los amigos, la mu­ tamento abierto», encontramos cinco partes que, ge­ jer, el pueblo, han dado tema y permanencia a este an­ néricamente, podríamos reducir a dos: Una primera daluz luminoso, calado para salir de promotor de sí que abarca «El Cante», «El Baile», «La Guitarra» y mismo y trabajando con ardor su poesía que es cal vi­ «La Poesía». Continuación de «Sur de mis ojos» y «Sur va, candido resplandor de su alma. No hay en la An­ de mi voz» {Perfil del Cante), y utilizando con frecuen­ tología de Antonio ninguna desesperación que lo con­ cia estrofas cultas (sonetos, décimas,...) traza una his­ dene ni el menor atisbo de mala angustia. Todo es pu­ toria poética del flamenco y analiza la entraña del ro en él y hasta su tristeza resulta, sencillamente, una cante:. ternura equivocada. Un poeta así es siempre un poeta ...«Los sonidos diáfano". Y finalizamos con un extracto de la reseña negros, de José García Nieto (60): «Ahora, al leer nosotros los son notas, compases versos casi completos de Antonio Murciano, ganas nos en clave de duelo, M." DEL CARMEN GARCIA TEJERA

cadencias oscuras cabales.» Y terminamos con palabras de Fausto Bote- de los claros versos, lio en «Sevilla» (64): «A Antonio Murciano le debe mu­ suspiros del alma cho el flamenco. Le deben cantaores y pueblo... Poe­ que lanzan los cuerpos sía Flamenca es un gozoso recreo lírico para los que heridos por fuera gustan del cante y la poesía, un venero inestimable pa­ y muertos por dentro.»... ra cantaores y estudiosos y, sobre todo, un montón de coplas espléndidas... que están pidiendo la voz enduen- La segunda, formada por el apartado «La Copla», dada que las diga.» en donde utiliza solamente métrica popular, que se re­ fiere exclusivamente a la copla flamenca: tonas, bule­ rías, soleares, alegrías, fandangos... «Yo en una copla enterré lo mucho que había vivido: la Historia del mundo es lo mucho que se han querido un hombre y una mujer.» OBRAS ESCRITAS EN COLABORACIÓN CON SU HERMANO CARLOS Poesía Flamenca consagraba a Antonio Murciano como el «poeta del flamenco», o, al menos, el que más atención había prestado al tema, de entre los muchos — Los ángeles del vino: catorce sonetos. Libro es­ —andaluces, sobre todo— que le han dedicado sus crito en 1953. En septiembre de este mismo año obtu­ composiciones y estudios. Así, en «Poesía Hispánica» vo el «Premio Vendimia de Jerez». Se publicó en «Je­ (61) afirmaba Hugo Emilio Pedemonte: «Creo que es­ rez Industrial», Jerez de la Frontera, 1954. te libro es uno, si no el más, difícil de los que ha escri­ to. Difícil por lo que elude de popularismo pintoresco — Corpus Christi: Doce poemas, escrito en 1960. para plasmar autenticidad popular, y difícil porque el Ganó el Premio «Corpus de Toledo». Fue publicado dominio del flamenco no se encuentra a la vuelta de en edición especial de Ángel Caffarena y Rafael León cualquier esquina». Francisco Mena insistía en su fi­ en Málaga, 1961. liación neopopular (62): «Se trata, pues, de un libro — Antología de poetas de Arcos de la Frontera, con clásico, en la línea del neopopularismo de Lorca y Al- prólogo de José de las Cuevas. Publicada con el n.° berti, que, en la voz propia del mayor de los Murcia­ 5 en la Colección «Alcaraván» de Arcos de la Fronte­ no, cobra un tono personalísimo y una hondura de ra en 1958. auténtica entraña lírica». Pero la mayor parte de la crí­ — Plaza de la memoria: Ochenta y dos poemas es­ tica valoró más los caminos de la copla flamenca. En critos entre 1954 y 1966. Quedó finalista del Premio este sentido se expresa Francisco Salgueiro en «La Es­ Nacional de Literatura en 1967 y se le concedió el Pre­ tafeta Literaria» (63): «Antonio Murciano tira por la mio Fastenrath de la Real Academia ese mismo año. borda de su entendimiento ciertos ecos de un lirismo Fue publicado en las Ediciones de la Librería Anticua­ culturalista en pro de una vena de lo más espontánea ría «El Guadalhorce» de Málaga en 1966. y cien por cien popular. El poeta, universitario, licen­ ciado en Derecho, hombre de libros, a cuestas con sus — Los ángeles del vino y otros duendes (1953-1983), milenios de cultura, se ha quedado, por fin, a solas con con prólogo de José y Jesús de las Cuevas, cincuenta su corazón. Ahora nos entrega con sentir de cabal en­ y cinco poemas y treinta y una coplas que tienen como tre cabales, soleares, tientos, polos, cañas, malague­ motivo fundamental al vino. Edición especial de la Caja ñas... En el terreno de lo trágico: tonas, siguiriyas y de Ahorros de Jerez. Vendimia de 1984.

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ANTONIO MURCIANO Y SU OBRA sus secciones {El Pueblo y Amor es la palabra), mientras que en los restantes {La Semilla, De la piedra a la estrella, Los días íntimos, Canciones A partir de esta breve presentación de los textos que con fondo de esperanza y Fe de vida) la presen­ componen la obra poética de Antonio Murciano que­ cia de elementos populares es más espordica. remos destacar ya algunas notas que nos ayudarán a Campo Sur y Concierto en mi serán estudiados establecer posteriormente su grado de acercamiento a en el apartado 4. la poesía popular. b) Por otra parte, es muy significativa la opinión de a) De los dieciséis libros de poesía publicados hasta la crítica que, en conjunto, siempre ha tendido a el momento por Antonio Murciano (más una An- valorar más ese aspecto popular de la obra poéti­ tología que recoge una selección de ellos) podría­ ca que comentamos; de tal maneral que, como he­ mos afirmar que siete se inscriben claramente den­ mos podido comprobar en páginas anteriores, a tro de la línea popular {Navidad, Nuevo Cuader­ menudo encasilló a Antonio Murciano como poe- no de Navidad, Perfil del Cante, Canción mía, tapopular olvidando —a veces injustamente— e Nochebuena en Arcos, Libro de Horas y Poesía incluso rechazando en sus libros otros temas u Flamenca); dos se aproximan a ella en algunas de otras perspectivas de enfoque.

58 NOTAS

(1) Nuestra descripción se ha centrado preferentemente en aque­ (20) Tarrasa, 1 abril 1963. llos textos que serán objeto de análisis en capítulos posteriores: Na­ (21) En «España» Tánger, 19 diciembre 1964. vidad, El Pueblo, Amor es ¡apalabra, Nuevo cuaderno de Navidad, (22) N.° 85-93 Madrid, julio 1964. Canción mía, Nochebuena en Arcos y Libro de Horas... Si bien Perfil (23) En agosto de 1964. del Cante y Poesía Flamenca constituyen una de las muestras más (24) El 5 de enero de 1965. Dicho artículo se publicó también en populares en la obra de Antonio Murciano, hemos preferido tratar­ la revista «Torre Tavira» Cádiz, navidad de 1965. las más de pasada. Nos remitimos a nuestro estudio sobre su obra (25) N.° 302 Madrid, 10 octubre 1964. flamenca, donde quedaron ampliamente comentadas. (26) De E. Domínguez Lobato en «ABC» Sevilla, 12-9-65. Las cartas y los estrados de críticas aparecidas en periódicos y re­ (27) Edición de Madrid, 24-11-66. vistas, etc., que incluimos al final de la descripción de cada libro, (28) Palencia, marzo de 1966. nos fueron facilitadas por el propio Antonio Murciano. Algunas de (29) Con fecha 11-1-66. ellas carecían de referencia sobre lugar y fecha de publicación, por (30) «La canción de Antonio Murciano», en «España Semanal» lo que no nos ha sido posible obtener este dato. Podemos aceptar Tánger, 6 de junio 1966. como aproximadas las fechas de publicación de la obra a que se (31) N.° 158 Madrid, febrero 1966. refieren. (32) «Canciones de Antonio Murciano» en «Alerta», Santander, (2) El libro finaliza con una glosa —formada por cincuenta 29 enero 1966. décimas— a la oración popular «Bendita sea tu pureza» a la que no (33) N.° 344 Madrid, mayo de 1966. hemos aludido por considerar que se aparta del tema navideño, y (34) En «ABC» de Madrid, 27 enero 1966. que —como ha señalado algún crítico— debería formar libro aparte. (35) «Cuando la canción es necesaria», en «Tarrasa Información», (3) En «Poesía Española», Diciembre 1952. 26 junio 1967. (4) En revista «La luna negra», n.° 1, 1953. (36) En «ABC» de Sevilla, 2 junio 1966. (5) Este artículo, «La Navidad de Antonio Murciano», se publicó (37) En «Tarrasa Información», 7 noviembre 1966. el 24 de Diciembre de 1966. (38) En «índice Literario», Caracas (Venezuela), 30 octubre 1966. (6) «Compás de Espera», programa retransmitido por RNE, emi­ (39) Palabras recogidas en «España», Tánger, 13 abril 1971. sora de Sevilla. 15 de Mayo, 1955. (40) En revista «Nuestra Ciudad» Madrid, enero 1970. (7) Tomo IV, pp. 1017-1020. Ed. Gustavo Gili. Barcelona, 1968. (41) En carta enviada a Antonio Murciano y fechada en Madrid (8) «Teófilo» es un seudónimo empleado aquí por Ángel Valbuena. el 7 de septiembre de 1969. (9) En «Cuadernillos Literarios» Buenos Aires (Argentina). (42) Publicada en Jerez de la Frontera, 2.a Edición de 1979. pp. (10) En septiembre de 1959. 217-218 y notas. (11) Madrid, 1961. (43) En «Notas al Cancionero popular navideño de Arcos» No­ (12) Tánger, 15 noviembre 1959. chebuena en Arcos, p. 159. (13) En la edición figura la fecha de 1960. (44) Han puesto música a estas letras Paco de Lucía y Juan Ma­ (14) Madrid, febrero de 1961. nuel Espinosa, entre otros. (15) En carta fechada en Madrid, 15 febrero 1961. (45) Recreación del «Villancico de los dos abuelos» incluido en (16) En carta fechada en Madrid, 14 febrero 1961. Nuevo Cuaderno de Navidad. (17) En carta fechada en Madrid, 8 febrero 1961. (46) «En tierra de poesía.— Nochebuena en Arcos·». Santander, (18) N.° 124 Madrid, abril de 1963. 18 enero 1973. (19) Madrid, 8 julio 1964. (47) Con fecha 28 enero 1973.

CADIZ, 1986 LA POESÍA DE ANTONIO MURCIANO

(48) N.° correspondiente a enero, febrero y marzo de 1973. (55) Vid. Antología, p. 22. (49) «En Arcos de la Frontera». El artículo, sin fecha, fue remiti­ (56) No figura en la Antología ninguna representación de sus poe­ do a Antonio Murciano por Octavio Saltor en carta del 13 de junio mas flamencos, recogidos en Perfil del Cante (1965) y Poesía Fla­ de 1973. menca (1976). (50) Madrid, n.° 242, febrero 1973. (57) En «La Voz del Sur» Jerez de la Frontera, 8-2-76. (51) En Narcea, S.A. Madrid, 1977, 2 vols. (58) En «La Estafeta Literaria» Madrid, n.° 582, 15-2-76. (52) F. Salgueiro en «Poesía Hispánica», n.° 280, Madrid, abril (59) En «La Estafeta Literaria» Madrid, n.° 596, 15-9-76. 1976. (60) En «La Estafeta Literaria» Madrid, n.° 585, 1-4-76. (53) En «La Estafeta Literaria», n.° 585, 1 abril 1976. (61) N.° 289 Madrid, enero 1977. (54) Los cinco primeros poemas que se añadieron para completar (62) En «Información de Andalucía» Sevilla, 3-2-77. los cincuentas son los titulados «Palabra», «Nana imposible», «Can­ (63) N.° 605, Madrid, 1-1-77. ción con puñal», «Lo que me falta» y «Brindis». (64) Sevilla, 12 abril 1977. 3. ANALISIS DE LOS TEMAS

n un primer acercamiento a cada uno de estos tex­ coordenadas vitales en que se resuelve la vida del hom­ Etos poéticos, nos encontramos con el tema, o con­ bre. Pero mientras que el espacio es susceptible de ser tenido de comunicación que Antonio Murciano quie­ modificado a su voluntad, el tiempo, por el contrario, re transmitir al lector. Cierto es que el tema solo no lo rodea, lo envuelve y hasta configura su propia exis­ puede darnos la dimensión poética y popular de estas tencia. Esto explica el que a este tema se haya dedica­ obras, ya que ese contenido de comunicación puede es­ do atención preferente a lo largo de toda la historia y tudiarse bajo cualquier perspectiva extralingüística (fi­ desde muy diversos puntos de vista: científico, filosó­ losófica, psicológica, sociológica...) pero no lo es me­ fico, literario... Pero lo cierto es que cualquier indivi­ nos que el tema constituye el macrocomponente tex­ duo, sea cual sea su condición, es consciente en mayor tual (1), factor básico de un texto: «Lo que hemos lla­ o menor medida de vivir inmerso en una línea tempo- mado hasta ahora la intuición inicial del texto y las pri­ rarl que avanza sin que él pueda hacer nada por dete­ meras etapas de la expansión del plan textual, consti­ nerla. Las reflexiones del hombre del pueblo, su «filo­ tuyen indiscutiblemente la dimensión generatriz de la sofía», nacen de la experiencia, de la observación de estructura profunda textual» (2). unos hechos que se repiten sin cesar y que le hacen lle­ Para explicar mejor la dimensión popular en la obra gar a la evidencia de que todo es perecedero, de que poética de Antonio Murciano hemos seleccionado tres la vida —el tiempo— es un puro pasar, no se detiene. macrocomponentes textuales que configuran temática­ Y estas conclusiones no las desarrolla en amplios tra­ mente a nueve de sus libros: el tiempo, el amor y la tados, sino que las condensa en breves sentencias (5). Navidad. Indudablemente no se trata de temas nuevos Pensamos que Antonio Murciano sigue una clara ac­ —«No hay texto que no pueda ser explicado por la tra­ titud popular en su Libro de Horas (6) por dos razones: dición», afirma V. Lamíquiz (3)— e incluso podemos encontrar continuas recurrencias conceptuales en ellos. a) En cuanto a la forma, el empleo de estrofas «po­ Sin embargo nos aportan el punto de vista personal del pulares» está tan cerca de la copla flamenca que, poeta: «El tema de experiencia expresa una visión sub­ en ocasiones, se identifica con ella. jetiva del autor que tiende a objetivarse en el mayor b) En cuanto al contenido, su manera de tratar este número posible de lectores: es el aspecto de participa­ tema coincide generalmente con la postura que ción conceptual que toda comunicación entraña» (4). adopta el pueblo.

EL TIEMPO SU FLUIR El tiempo —junto con el espacio— es una de las El tiempo es una realidad lineal, continua y unifor- LA POESÍA DE ANTONIO MURCIANO

me; una sucesión de hechos y fenómenos. Concepto cluso a su estado de ánimo (7). El poeta es, desde un tan abstracto que es imposible determinar por sí solo, principio, consciente de estar inmerso en él, aunque en de ahí que el hombre, en su afán de aprehenderlo y ex­ ocasiones pretenda ignorarlo: plicarlo, se sirva a menudo de imágenes. «¿Qué es el tiempo?... ¿Quién me explica El transcurso del tiempo —inevitable aquí el recuer­ el girar de su ruleta?»... [«6»]. do de Manrique— viene indicado por la más universal Otras veces adopta una postura indiferente: de todas: el río, «Hay quien cree que el tiempo es aire ...«¿Cuántos poetas cantaron y hay quien cree que el tiempo es mar, como un largo río al tiempo? hay quien cree que puro fuego ¿Serán los hombres los peces y hay quien tierra... ¡Qué más da!» [«12»]. de este gran río revuelto?» [«3»] Resignada: Con idéntico fin, se vale de otras. El tiempo es... «Se me está pasando el tiempo ...«Como el humo del tabaco, y, como no sé pararlo, hoja seca entre papel, suspiro y sigo viviendo.» [«25»]. ceniza de mi cigarro.» [«11»] O de amarga impotencia, cuando intenta —sin «Monedero de mis penas. conseguirlo— deternerlo, incluso por medios violentos Mis días los voy contando —obsérvese la enorme fuerza del tan desemantizado lo mismo que tus monedas». [«18»] «matar el tiempo» en estos poemas—: A veces el tiempo adopta una imagen terrible: «Me preguntó lo que hacía, ...«Dios al que sacrifican contesté: matar el tiempo. su esclavitud los vivos. La vi como sonreía, Tenia inmensa, gusano, no me vio llorar por dentro.» [«22»] buitre, dragón de mitos, «Dice el quinto: "No matar". Minotauro acechante Yo quiero matar el tiempo en su gran laberinto; y Dios me va a perdonar.» [«26»] sombra que engulle, traga mundos, seres y siglos; negra boca de niebla, vampiro de sí mismo. SU MEDIDA Mitológico Cronos devorando a sus hijos.» [«4»] El tiempo fluye de forma ininterrumpida y progre­ Enumeremos también otras imágenes que represen­ siva. El hombre necesita ponerle unos límites para que tan al tiempo: «ruleta que gira» [«6»]; «Recuerdo», su entendimiento sea capaz de abarcarlo, aunque sólo «olvido», «cedazo», «criba», «crisol» [«9»]; «noria» sera parcialmente. De ahí el concepto de tiempo cró­ [«13»]; «molino» [«14»]; «ceniza» [«15»]; «rosa ro­ nico, es decir, tiempo medido, y, según la posición del ja» [«29»]. hombre, segmentado en pasado, presente y futuro, de Pero ¿cuál es la actitud del hombre ante el tiempo? tal manera que la historia —la vida— de un hombre Su respuesta a este problema suele ser diversa y estar es la duración de su tiempo. Y aquí comienza su gran sujeta casi siempre a sus circunstancias externas e in­ incertidumbre: M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

«Tres mil quinientos millones creencia del hombre en su mortalidad. Porque sólo un de años de vida en la Tierra. tiempo finito puede medirse» (8). Lo pienso y me escalofrío. ¿Hasta qué punto es necesario el reloj? ¿Obstaculi­ ¿Cuántos, Señor, en mi cuenta?» [«1»] za en algo el paso del tiempo? El poeta concluye que porque su vida —su tiempo— está situada entre un tiempo y reloj actúan por separado; el tiempo conti­ principio y un fin, entre dos fechas concretas: núa su marcha sin más: «Hombre es muerte —tiempo al tiempo—, «Las agujas del reloj vida que acaba y que empieza.»... [«10»] llegué a pararlas un día y el tiempo ni se enteró.»... Yo estoy vivo, porque sí, [«36».— Relojes I] entre dos fechas de un tiempo: el día aquel que nací, Por eso, lo mejor es ignorar la existencia de esta com­ y el día en que estaré muerto.»... [«16»] pleja maquinaria: Pero en estas dos fechas hay una incógnita y una cer­ «¡Vano intento de contar teza: «Nada seré. Pero fui.» [«16»]. Efectivamente: lo el tiempo que va pasando!»... único seguro es el pasado que, de algún modo, perma­ [«37».— Relojes II] nece en el hombre. Por el contrario el porvenir es pura «Hoy lo que quiero es quitarme incertidumbre, por lo que el poeta declara a veces su hasta el reloj de pulsera pena: que en la muñeca me late y solo, libre y desnudo, «¡Qué pena más grande tengo, sobre la arena, olvidarme.» no saber a dónde voy»... [«5»] [«40».— Relojes V] pero también su confianza en el azar: Pero hay dos relojes excepcionales para el poeta, por­ «¿Qué es el tiempo?... ¿Quién me explica que forman parte de su niñez, de su vida: el girar de su ruleta? ...«de hacer hoguera del tiempo Roja, vida; negra, muerte... salvaría el inefable ¡Tira tu bola, poeta!» [«6»] y niño reloj de cuco Tiempo crónico —decíamos— es tiempo medido. El de mi madre.» hombre ha inventado sencillos —¿o tal vez demasiado [«39».— Relojes IV] complicados?— métodos para ello: «La torre de la plaza «Calendario de pared, mayor del pueblo, álbum de un año con fechas tiene un reloj de pesas que con cruces cruzaré. dentro del pecho y un coro de campanas Almanaque de mi mesa, de bronce y sueño. te iré arrancando las hojas cuidando que no te duelan.» [«30»] Cuántos veranos, madre, cuántos inviernos Pero quizás el más característico de todos sea el re­ escuchando las horas loj. Y el reloj —dice Antonio Machado por boca de y su concierto, Juan de Mairena— «es una prueba indirecta de la de la sonora mano

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del campanero.» «Quiero clavar mi cuchillo [«38».— Relojes III] en el corazón del tiempo, por ver si estando contigo Y un único reloj, realmente humano, que mide su consigo un instante eterno.» [«21»] vida: reloj-corazón de latidos precisos: ...«un fiel reloj Ya hemos dicho que la muerte pone fin al tiempo de carne y sangre y hueso, de cada persona. El poeta sabe que desaparecen los hombres, que él desaparecerá también... pero perma­ que, quieras o no, canta nece lo humano. Si lo individual es perecedero, hay una y cuenta en mí —¡oh Dios! mi tiempo.» realidad universal que, al ser eterna, enlaza el pasado [«41».— Relojes VI] con el presente y éste con el futuro: la humanidad. Y es esta esperanza del poeta, su confianza en la conti­ nuidad de los otros, la que eterniza su tiempo: SU DIMENSION HUMANA «Será el tiempo del no ser; otros serán lo que he sido»... [«42»] Confianza en SER, ya sin tiempo: El tiempo psicológico —el más cierto y el más irreal a la vez— es la duración del tiempo físico en el inte­ «Ser eterno. Eternidad. rior de cada hombre. Incluso puede estar íntimamente Ser en el tiempo sin tiempo. relacionado con su espacio vital; por eso el tiempo del Volver a ser para siempre. poeta es el del Sur, donde adquiere especiales dimen­ Ser, sin fin, un solo día. siones: Ser un todo en la gran Nada. «En el Sur, Ser un algo en el gran Todo. Ser, no ser, no ser, ser, ser... todo es del tiempo, Loca esperanza del mundo, quiero decir que no cuenta, eternidad, luz de Dios.» [«45»] que le echamos tiempo al tiempo; que no vemos las manillas de ese gran reloj del tiempo; quiero decir que parece EL AMOR que hay un poco más de tiempo que en las otras tres esquinas de la rosa de los tiempos.» [«31»] Al referirnos a los temas de la poesía popular ya di­ Pero el poeta es ante todo celoso guardián de su tiem­ jimos que se encontraban tan enraizados en el senti­ po. A él se aferra: miento, en la experiencia íntima que a cualquiera re­ sultan familiares, que —individuo o colectividad— to­ «No deis cuerda al cronómetro dos nos podíamos sentir protagonistas. Esto explica en ni auscultéis mis latidos. gran parte el éxito perenne de tal poesía. No decidme del tiempo. ¡No hay más tiempo que el mío!» [«35»] Creemos innecesario mencionar el predominio del te­ ma amoroso en la poesía, cualesquiera que sean las épo­ sobre todo si se trata de su tiempo compartido: cas o tendencias. Por supuesto, es el centro de la poe­ «El tiempo no existe sía popular tradicional, en torno al cual giran mil va­ cuando estás conmigo.»... [«19»] riaciones y motivos que configuran en su universo poé- M." DEL CARMEN GARCIA TEJERA

tico una especie de constelación o sistema poético, ca­ «Vivo con más esperanza, paz de generar, con luz propia, nueva actividad poética. con más fe y aún más amor.» [«Canción para mis ojos», CM] Amor, corazón, canción, son tres términos —tres constantes— extraídos de la poesía de Antonio Mur­ y compartirlo: ciano, cuyo significado pleno nos ofrece una eterna —y «El amor, esa hermosa actual— dimensión de la lírica popular y, como ella, pasión de dos.» abre nuevas posibilidades de comunicación poética. [«Rimas que cantan la verdad de ciertas cosas», CM] para lo cual se presenta ante la mujer amada como des­ conocedor de ese sentimiento: «Ignoro lo que es amor, AMOR, CORAZÓN, CANCIÓN, COMO cómo en uno laten dos, CONSTANTES EN LA PALABRA POÉTICA y qué canta un corazón AMOROSA DE ANTONIO MURCIANO cuando en otro se acompaña». [«Zéjel para empezar un amor», AEF] El término amor, desde la amplitud de su significa­ a) «La letra A de mi nombre / da a mi vida amor.» ción, alcanza una función estrictamente designativa cuando señala a la persona más íntimamente amada. ¿Puede definirse el amor? El Diccionario de la De ahí que «amor», como vocativo, aparezca en casi R.A.E. (9) nos dice que es «Sentimiento afectivo que todas las composiciones de tipo amoroso del poeta: nos mueve a buscar lo que consideramos bueno para «Dame la mano, mi amor»; «Bajo el olivo, / amor»... poseerlo o gozarlo». Y más adelante, añade: «Senti­ y que la comunicación «yo-tú» surja limpia y abierta: miento altruista que nos impulsa a buscar la felicidad «Vendimiadora tú, de otra persona». a mi viña, amor.» El amor implica, pues, la doble dimensión de un [«Canción para decirte en la vendimia», EP] «yo» y un «tú» que se resuelve en entrega o —en otras «Tú, por la primavera; palabras— en comunicación, más amplia en la medi­ yo, amor, para el verano.» da que este sentimiento esté más arraigado. Nos encon­ [«Balada del anillo», EP] tramos así ante la gran paradoja de la lírica amorosa —popular o no—: más universal cuanto más íntima, hasta fundirse en un «nosotros»: más comunicativa y trascendente cuanto más entraña­ «En saber por donde vamos da. De ahí que, cuando el poeta se siente invadido por consiste, amor, nuestro juego.» él —«La letra A de mi nombre / da a mi vida amor» [«Canción de amor para el camino», CM] (10)— esté ansioso por derramarlo: Si la comunicación poética amorosa implica una do­ «Me llamo: nación, incluso material, adquiere también su aspecto ansia, anhelo y alegría formal por medio de la palabra. Una palabra que, pre­ de vivir. Y vivo. Y amo.» cisamente por íntima, abre la posibilidad de diálogo: [«Cancioncilla de mis iniciales», CM] «En la palma de tu mano «Amo apasionadamente vertiré mi corazón. a los hombres de mi tiempo.» (Tengo las manos frías, amor)» [«La otra cara del espejo», CM] [«Ronda de mi corazón en el tuyo», AEP]

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«— ¿Cómo reparto mi tiempo, «Era la hora en punto parto, comparto el amor? del corazón del nardo.» — De luna a luna conmigo, [«Carmen del amor llegado», AEP] contigo de sol a sol.» [«Dialoguillo egoísta entre el amor y el amado», CM] Y desde luego es el «órgano central» que indica el rum­ bo de circulación del poeta: «— A estas alturas y haciendo de nuevo, versos de amor... «Corazón, brújula mía.» [«Canción para mis pies», CM] — Yo siempre dejo decir lo que siente, al corazón.» «— Yo siempore dejo decir [«Dialoguillo del qué dirán», CM] lo que siente, al corazón.» [«Dialoguillo del qué dirán», CM] aunque esté, aparentemente, oculto: b) «Pon siempre el corazón / en la palabra.» «un corazón en el pecho que no se ve en el retrato.» El corazón, además de «órgano central de la circu­ [«Retrato de medio cuerpo». CM] lación de la sangre», es el lugar de nuestro cuerpo donde tradicionalmente se han hecho residir los sentimientos «El poeta —dice F. Lucio (12)— no sabe cantar si­ —buenos o malos— del hombre. De ellos, el amor ocu­ no bañando la lengua en corazón». Por eso recomien­ pa el puesto primordial, de tal modo que el Dicciona­ da a su hijo: rio de la R.A.E. define también el corazón como «Pon siempre el corazón «amor, cariño». Se trata, pues, de la imagen concreta en la palabra.» y real de un sentimiento inmaterial; imagen repetida [«Álbum de los consejos», CM] constantemente en el lenguaje coloquial y en el literario. «Baja hasta el corazón La poesía popular es —en el aspecto más etimológi­ el pensamiento.» co de la palabra— esencialmente cordial. «Nace del co­ [«Letrilla final del "Mira que te encargo..."», CM] razón, más que de la inteligencia», dice Manuel Ma­ chado (11). Efectivamente, la poesía popular, intuiti­ Y, porque no tiene lugar más íntimo, funde su cora­ va, directa y afectiva va de corazón a corazón. zón con el de la amada: Aparte este rasgo, más propio del estilo, la poesía «¿A dónde, entonces, di, popular es también cordial en cuanto que su temática mi corazón? 68 es fundamentalmente amorosa. Así, vemos cómo el co­ (Tu corazón en el mío)» razón —donde el amor se hace realidad palpitante— [«Balada de mi corazón en el tuyo», AEP] invade constantemente la poesía de Antonio Murcia­ no. El corazón —el amor— es el centro de las cosas, de la vida misma: c) «Canción mía, séme fiel. / Canta tú para los otros...» «Te pondré la alianza de oro, por mayo, El cantar es un acto tan connatural al hombre como en el dedo tercero el habla misma. Como ella, el canto satisface una ne­ —corazón— cesidad de comunicación con los demás. Junto con ella, de tu mano.» va más lejos en la función conativa: si al sonido arti­ [«Balada del anillo», EP] culado, característico del lenguaje humano, unimos el M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

sonido modulado, propio del cante, el mensaje se ha­ (16)— ¿no es radicalmente obra de caridad, no es ta­ ce más connotativo, lleva mayor carga emotiva y, en rea de amor?». Efectivamente, canción amorosa la del definitiva, produce mayor impresión sobre el receptor poeta, canción universal puesta, incluso, en boca de de la comunicación. la naturaleza: La poesía popular es, también por su propia esen­ «Los ruiseñores todos cia, cantable. «La copla —dice Manuel Machado (13)— cantando.» no se escribe: se canta y se siente.» No ya porque el [«Canción para decirte en la vendimia», EP] tema se preste a ello —pensemos en la cantidad de can­ «que si a la orilla, orilla, tes de boda, bautizo, siega, trilla, vendimia...— ni por cantándonos los álamos.» ese ritmo característico del «buen oído» que posee el [«Balada del anillo», EP] pueblo. Se trata de algo más simple, de algo que nace de su propia necesidad vital de expresión: «No canta «por alboradas porque le escuchen, sino unas veces porque está alegre cantaba el cielo.» y otras para espantar sus males, el pueblo narra su vi­ [«Canción de bodas», CM] da entera en larguísima serie de coplas» (14). «Mira como pasa el río ¿Canto o cante? En principio ambos están defini­ —azul y verde— cantando.» dos como «acción y efecto de cantar». Pero viene en­ [«Gacela para que no te vayas, I» AEP] seguida un sema claramente diferenciador: canto, «arte de cantar»; cante, «cualquier género de canto popu­ «Vente al campo, mi niño, lar». Hay mucho de cante en la poesía de Antonio Mur­ hoy todo canta.» ciano, no sólo por su condición andaluza, sino por las [«Canciones con fondo de campo», CM] formas estróficas —seguidillas, cuartetas, roman­ «y cómo canta la nieve»... ces...— en que aquella se mueve, por los sentimientos [«Canción para mis oídos», CM] que expresa y los giros populares que utiliza (15). Pe­ «La canción empapa la vida del poeta», dice J. Le- ro dejémoslo así. El mismo se ha decidido —sin excluir desma (17). Y rezuma por sus poros invadiendo sus vi­ a las otras— por una tercera solución: la canción que, das más cercanas: su esposa por definición, reúne sonidos articulados — «composición en verso para cantarla o ponerle músi­ «—Para quien conmigo va ca»— y sonidos modulados —«música con que se canta sólo digo mi canción.» esa composición»—. El resultado ha de ser, pues, una [«Dialoguillo del qué dirán», CM] comunicación que revista determinadas características. su hijo: Pero cada comunicación conlleva un mensaje con­ «Debes cantar mañana, creto. Y el del poeta queda claramente definido en el pero entretanto, poema inicial de Canción mía: te sirva de campana «¡Qué alegría es alegrar lo que yo canto. con la alegría de uno Yo tengo mi canción. las penas de los demás! La tuya labra.»... Canción mía, séme fiel. [«Álbum de los consejos», CM] Canta tú para los otros «Baja hasta el corazón cuanto sabes de mí y sé.». el pensamiento. «Esta función alegradora —se pregunta F. Lucio Yo hice así mi canción

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y la di al viento.». primer lugar por la descripción de sus rasgos físicos. [«Letrilla final del "Mira que te encargo..."», CM] El poeta, como si estuviera situado tras una cámara fo­ Cuando se trata de la suya propia, a veces la can­ tográfica, nos ofrece un retrato, aún impreciso en AEP: ción se quiebra impregnada de cierta tristeza:. «Nombre tendrá que sonará a campana, «Llora por una canción tendrá de barro y rosa el apellido, rota en el atril del tiempo. tendrá los hombros presintiendo alas, ¿Quién recuerda letra y son?» tendrá la voz como un arrullo íntimo, [«Variaciones sobre un mismo tema, II», CM] tendrá el pisar como gacela o garza, la piel tendrá como de luna o lirio, «La M de mi apellido tendrá una luz abierta en las pestañas me entristece lo que canto. y habrá nacido en estos mismos sitios. Siempre está doblando a muerto Tendrá un mirar...» en la palma de mi mano.» [«Balada de la elegida»] [«Cancioncilla de mis iniciales», CM] Pero en CM, ya bien enfocado el objetivo, la ima­ aunque siempre termina esperanzada: gen es completamente nítida: «Todo está cantado ya. «Un hermoso cabello ¡Pero cuántas cosas quedan que con mi mano aliso; todavía por cantar!» [«Canción mía», CM] frente tras la que pienso, mirada en que me miro; Porque, como decía Guillermo Díaz Plaja en un ar­ tículo sobre Canción mía (18), «La canción es la vi­ boca de la que bebo da... El poeta la ofrece, condensada, como el suspiro agua de gozos íntimos; o el sollozo, en una síntesis hermosa y musical... Ca­ oído para el requiebro, pacidad de síntesis que permite, en el círculo del poe­ cuello hacia donde giro; ma menor, abarcar un océano de ternura, con impli­ cación general a una conducta humanísina, a una fi­ hombro sobre el que sueño, delidad familiar, a la consecuencia fiel a una estirpe pecho con mi latido; de poesía y delicadeza. Todo ello con amor. O, si que­ brazo en el que me enredo, réis, con "Angel"». mano con que acaricio; Amor, corazón, canción... Tres claves de una poe­ vientre donde me siembro sía amorosa; tres términos que se reparten con profu­ y renuevo y revivo; sión por toda ella y dan título —«Corazón» (de Él Pue­ urna de mi universo, blo), Amores ¡apalabra y Canción mía— a unas obras manantial de mí mismo; en las que lo popular es, junto con lo amoroso, rasgo especialísimo. Amada, hijo y él mismo se convierten pierna en que me sostengo, en protagonistas de ésta poesía. pie para mi camino.» [«Canción donde el poeta intenta hacer el retrato de la esposa»]. ICONOGRAFÍA DE LA AMADA La «cámara» poética se muestra en este caso espe­ cialmente sensible a la vista y al oído: la tonalidad de Su caracterización o individualización viene dada en la piel, los ojos de la amada y el timbre de su voz son M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

los rasgos que más parecen impresionarle: «que si a la orilla, orilla, cantándonos los álamos.» «El sol enciende y dora su piel de nieve.» [«Balada del anillo», EP] [«Siesta», EP] De flores: «La piel tendrá como de luna o lirio» «Llegaste hasta mí, [«Balada de la elegida», AEP] cuando los pájaros, cuando los azahares Los ojos —probablemente el rasgo femenino más de los naranjos.» cantado— no le interesan tanto por su belleza externa como por su mirada: [«Carmen del amor llegado», AEP] «Los aires, por sus ojos «No sigas, porque la tarde se desangra en amapolas»... tristes, alegres.» [«Gacela para que no te vayas, II», AEP] [«Siesta», EP] «tendrá una luz abierta en las pestañas, Y de colorido: «Luna verde del pinar, tendrá un mirar... luna blanca del camino, ¡Mirabas a tu modo!» celeste luna del mar... [«Balada de la elegida», AEP] Sol de verde en el pinar, Y la voz: dorado sol del camino, «Tendrá una voz como un arrullo íntimo» celeste sol de la mar...» [«Balada de la elegida», AEP] [«Primera canción para encontrarte», AEP] «y ella hablaba y tenía Pero el poeta, tan familiarizado con esas tonalida­ una voz como un trino.» des de la naturaleza, teme confundir a ésta con la [«Alegría de contigo», AEP] amada: «Dame la mano, mi amor, que quiero llevarte al campo. (Como viste de verde, tú irás de blanco). «TUS INICIALES AQUÍ, EN EL CORAZÓN...» Dame la mano, mi amor, 1·— De la naturaleza: que quiero llevarte al agua. (Como viste de azul,. La amada ocupa un lugar central, sea cual sea el en­ tú irás de grana).» clave poético. El espacio en que se mueve con más fre­ [«Canción para no confundirte», EP] cuencia es la naturaleza, en el paisaje que ambos con­ «Desnuda sobre el campo templan y en el que ambos viven. Paisaje campestre, mi amante duerme. Heno de árboles: ¡Qué bien lo blanco «Amor, sobre lo verde! bajo el olivo aquel»... [«Siesta», EP] [«Canción para esperarte», EP] La naturaleza guarda también secretos, mitos, des-

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conocidos pero existentes peligros para las jóvenes: «(La tarde era de verde, como fruta que empieza). «No me esperes —te dije— (La tarde era naranja junto a la adelfa, como una fruta nueva). que la adelfa es amarga y eres doncella.» (La tarde era amarilla [«Balada de la adelfa», EP] como una fruta seca).» [«Balada de la adelfa», EP] 2.— Del tiempo. La oscuridad de la noche suele ser motivo de temor y «negros» presagios: La connotación fuertemente temporal de esta poe­ sía de raíces populares se rompe aquí para situar en su «Que, luego, cuando la noche centro a la amada. No hacen falta relojes ni hay que se torne oscura y remota, hablar de años, días o meses que delimitan el tiempo, desandarás el camino cuyo paso señala en la naturaleza la posición de los sola.» astros: [«Gacela para que no te vayas, II», AEP] «—De luna a luna conmigo, Pero, por encima de todo, es símbolo de culminación: contigo de sol a sol.» «Por la noche [«Dialoguillo egoísta entre el amor y el amado, CM] se abrieron El discurrir del día es muchas veces símbolo del trans­ para mí, las puertas curso de toda la vida. La mañana puede significar, a morenas de tu cuerpo.» veces, espera ilusionada: [«Canción de bodas», CM] Y junto con el alba —lazo de unión con un nuevo día— «La mañana traía tiene una especial significación erótica: nueva luz estrenada. «¡Qué delirios de temblores La mañana sabía tu pecho sobresaltado! desnudas nuestras ansias.» ¡Qué pesadilla de anhelos [«Kasida de la mañana nueva», EP] por mis ojos entornados! «Por la mañana, Y el alba toda, el pueblo despacio, era todo campanas por la tibia enredadera y azahar floreciendo.» de tus manos [«Canción de bodas», CM] y mis manos...» [«Gacela de una noche de amor», AEP] Mientras que la tarde permanece a menudo indiferente: «(La tarde, sola, arriba, sueña y no entiende).» [«Siesta». EP] «CANCIONERO NIÑO» aunque va, como la naturaleza, cambiando de color a medida que va ocultándose el sol: En un artículo sobre Canción mía (19) señalaba Gui- M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

llermo Díaz-Plaja la presencia en esta obra del «ele­ siempre, la madre— «no sólo gusta de expresar cosas mento genesíaco»: el tema del hijo, fruto de ese amor agradables mientras viene el sueño —continúa García que ya Antonio Murciano había cantado. Este elemento Lorca (21)—, sino que lo entra de lleno en la realidad se percibe especialmente en la segunda parte del libro, cruda y le va infiltrando el dramatismo del mundo». «Cancionero niño», donde el poeta encierra sus pen­ Así actúa en ocasiones el poeta: con la ilusión, con el samientos y sentimientos de padre. deseo —tan lógicamente paterno— de ver encarnados En conjunto, el «Cancionero niño» es una inmensa en el hijo sus propios ideales, se entrecruzan a menu­ nana, con toda la carga de ternura y realismo a que do el consejo y el aviso, la llamada de atención sobre aludía Federico García Lorca en su estudio sobre las la verdad descarnada —y patética, a veces— de «... un nanas infantiles (22). Para conseguir en este caso que mundo / que yo ne he hecho» (22) y que el niño, ser ambos factores aparezcan perfectamente conjugados, reciente aún, desconoce: el autor ha escogido cuidadosamente dos elementos «De los hombres no esperes esenciales: estrofa y texto. verdad ni ayuda. Hablamos en su momento de la forma métrica utili­ Pero no desesperes. zada en el «Cancionero niño»: la seguidilla, estrofa tí­ El pan se suda.» pica de las canciones infantiles y, en en particular, de [«Álbum de los consejos»]. las nanas, y cuyo ritmo —conseguido gracias a la fluc­ «El mundo, una cadena, tation silábica de sus versos— mece al niño, al com­ tú y yo, eslabones. pás de los brazos o de la cuna. (El texto suele estar per­ Te quitas una pena fectamente compenetrado con el suave «run-run» de y otra te pones.» la melodía): [«Rimas que cantan la verdad de ciertas cosas»] «Que San Gabriel Arcángel Las coordenadas espacio-temporales también desem­ vele tu sueño. peñan un papel importante en el «Cancionero niño». Duérmete, Antonio, ángel Su escenario, el pueblo, la naturaleza, con toda la tras­ de lo pequeño. cendencia que le confiere ese vivir inmerso en ella, tan característico de la poesía popular: Si carpintero fuera, «Agua que le reflejas, sierra de luna, lunas y soles, la flor de la madera para mi niño almejas para tu cuna. y caracoles.» Al ro-ro de la nana, [«Baladilla de las cuatro estaciones»] ay, ¡quién pudiera «Sé con los segadores ser la flor de la lana parva y segur. que te cubriera! Aprende con las flores y el viento Sur.» (Con la nana en su oído [«Canciones con fondo de campo»] —ea, la ea— «Alta flor de blancura doncelillo dormido, en campos verdes. bendito sea.)» Ve mirando a la altura, [«Nanas con ángel»] que no te pierdes.» Pero la persona encargada de dormir al niño —casi [«Seguidillas para encontrar el pueblo»]

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Más difícil resulta precisar el factor tiempo en estos rica del cuerpo» (25), cuando «el poeta se entrega a su poemas. El hijo es prolongación de un hombre y, por propio yo: la realidad física de que se construye, la dul­ lo tanto, también lo es de su tiempo. Pero sucede que ce realidad inmediata del cuerpo, de las criatura car­ el ayer y el mañana se conjugan en función de este nue­ nal, cuyos ojos, cuyas manos, cuyas piernas, son testi­ vo ser, recentísimo presente en quien confluye un pa­ monio primero de su vivir, del contacto del yo con las sado y ante el que se abre un amplio horizonte de fu­ cosas» (26). Lírica que —continúa G. Díaz-Plaja— es turo. Ocurre así que el tiempo del poeta-padre abarca característica de «una mente meridional, tan habitua­ sus tres dimensiones: si, de una parte, se siente más ayer da a concentrar en el contorno físico todas las espiri­ que nunca —«agua de tiempo soy...» (23)—, la pre­ tualidades, incluso las religiosas» (27): sencia del hijo hace que su tiempo cobre nueva «Mis oídos ¿para qué? actualidad: Para oír cómo restalla «En ti miro mi infancia la rosa niña al nacer»... hoy, repetida. [«Canción para mis oídos»] Es mi antigua fragancia «Con ojos nuevos contemplo tu nueva vida.» el mundo de norte a sur. [«Ronda de los deseos»] A medida que en mí crezco y crezca en ansias de futuro: soy menos sombra y más luz». «Viviré para darte [«Canción para mis ojos»] fuerza y ternura. «Yo tengo, Lucharé por llevarte —miradlo— a mi estatura.» la vida [«Ibidem»] en las manos.» hasta lograr que el tiempo quede para él y gracias al [«Canción para mis manos»] hijo, eternizado: «Llevadme, pies, por senderos «¡Cuántas cosas sería de libertad.» hijo, por ti! [«Canción para mis pies»] Quiero que seas un día «Voz mía, cuanto no fui.» sé clara, [«Ibidem»] sé honda, sé llana,» [«Canción para mi voz»] Pero no es sólo una realidad corporal de lo que aquí «CANCIONES PARA MI MISMO» (24) se trata. El hombre no sería tal sin su dimensión espi­ ritual, aquella que le confiere, precisamente, su condi­ «La caridad —el amor— empieza por uno mismo,» ción de ser humano: dice un viejo refrán. Termina, en este caso, aunque no para morir, porque la línea poética amorosa de Anto­ «Yo soy un hombre, miradme, nio Murciano sigue el cauce de un río que desemboca­ sentidme, oídme. Despacio ra en sus mismas aguas —lo que llamaríamos un «cír­ entrad, mas no me toquéis culo vicioso-poético»—: el del propio yo del que nace por, si acaso soy de barro. » y al que vuelve este sentimiento vital. Surge así esta «lí­ [«Retrato de medio cuerpo»] M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

Esencia que se siente aprisionada y liberada, a un Si bien la muerte está presente de la manera más na­ tiempo, por las dos grandes verdades del hombre: amor tural en esta poesía, no es menos cierto que la espe­ y muerte, presentes, incluso, en su mismo nombre: ranza, fiel compañera del poeta, es capaz de vencerla «La letra A de mi nombre y, por consiguiente, eternizar toda una vida: da a mi vida amor. Me llamo: «Como os dije soy un hombre ansia, anhelo y alegría que espera.» de vivir. Y vivo. Y amo. [«Retrato de medio cuerpo»] La M de mi apellido «Voz mía me entristece lo que canto. que hoy cantas, Siempre está doblando a muerto sálvame en la palma de mi mano.» mañana.» [«Cancioncilla de mis iniciales»] [«Canción para mi voz»] «Caracteriza a la poética de Antonio Murciano — «Siento miedo de que el hoy dice Rafael Vázquez Zamora (28)— una honda corrien­ se me haga ayer, se me vaya. te íntima y andaluzamente trágica ,es decir, que no se Pero me consuela siempre note y donde se hable de la muerte como quien no quie­ mi esperanza en el mañana.» re la cosa». Como en la «Canción final del día que yo [«La otra cara del espejo»] me muera», una de las más conseguidas, a nuestro pa­ recer, del libro: «El día que yo me muera habrá luna y luego sol, LA NAVIDAD porque será un día cualquiera. Bueno, no, Las fiestas navideñas son, por múltiples razones, un día cualquiera no, unas de las más arraigadas en la tradición poética es­ ¡será el día que me muera yo! pañola. El nacimiento del Hijo de Dios es motivo más que suficiente para que la poesía —culta o popular— El día que yo me muera, «se haga niña», como dijera en alguna ocasión Gerar­ me echarán en la huesera, do Diego. Pero este Niño recién nacido —hijo también esquina a la carretera de mujer— viene al mundo rodeado de extrema pobre­ del desengaño mayor; za y en las difíciles circunstancias que todos conoce­ bueno, no, mos. Y es precisamente este rasgo tan «humano» del esquina a la carretera Niño Dios lo que hace que el alma popular se sienta de la verdad verdadera. especialmente atraída hacia el divino misterio y que conmemore con gozo el acontecimiento año tras año, Todo será, digo yo, con su emotiva carga de costumbres y tradiciones y su como el viento derriba una palmera, carácter entrañablemente familiar. No es de extrañar como se muere un niño en primavera, que, si el pueblo celebra con alegres canciones y bailes como se barre otoño de una acera... el nacimiento de cualquier niño, cante también con jú­ Bueno, no. bilo a este recién nacido, Hijo de Dios, pero que — El día que yo me muera como cualquier niño— llora, duerme acunado por su me moriré a mi manera, madre y recibe, junto con el oro de reyes, los humildes como sólo muero yo.» regalos de unos campesinos.

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Y si al Niño cantaron ángeles y pastores, al correr mos ya los temas navideños más populares dibujados de los siglos poetas cultos y populares le han ofrecido en su poesía. también sus creaciones: letrillas, canciones y villanci­ cos ingenuos de éstos, antiquísima tradición popular recogida en múltiples ocasiones por aquellos: recorde­ mos en España a Fray Ambrosio de Montesinos, Lo­ pe de Vega, Valdivieso, Góngora... hasta llegar a los más inmediatos: Gerardo Diego, Rafael Alberti, Luis Rosales, Federico Muelas... Naturalmente, el trata­ EL NACIMIENTO miento del tema difiere según las épocas y los autores: mientras unos han centrado su atención en el aspecto estrictamente religioso, otros —los más apegados, sin La Natividad de Cristo es un hecho que, si bien tu­ duda, al sentimiento popular— han preferido «huma­ vo una localización espacio-temporal concreta, cobra nizar» el divino misterio, continuando —y recreando— nuevo sentido cada año y en cada lugar de la cristian­ la tradición popular. dad gracias, en parte, a esos «belenes» o «nacimien­ tos» familiares que renuevan —eternizándolo— el Recién comenzada la década del cincuenta, cuando acontecimiento. la poesía —relegada casi por completo la tradición— De dos maneras ha poetizado Antonio Murciano es­ se movía en torno a temas más cotidianos e inmedia­ tos «nacimientos»: tos, aparece el primer libro de Antonio Murciano: Na­ vidad (1952), que, dos años más tarde alcanza su se­ 1) Moldeando —en los poemas de su libro gunda edición en Caracas, aumentado con varios poe­ Navidad— figuritas de barro. mas (29), y al comienzo de la cual afirmaba el poeta: 2) Realizando la simbiosis «Belén-Arcos» en Noche­ «Mi deseo al escribir este libro ha sido... el de dejar buena en Arcos. cantar jubilosamente mi corazón en alabanza y gloria En Navidad, e iniciado por la descripción en un so­ de este Misterio, de este milagro blanco, que cada año neto de un «Belén» —«vuela que vuela, sin volar, li­ nos vuelve un poco niños y nos llena la vida de recuer­ gero / cualquier jilguero sobre el caserío;»— nos si­ dos y de música de alas». Nuevo Cuaderno de Navi­ tuamos en el apartado que el poeta titula «Figuras de dad (1963) y Nochebuena en Arcos (1972) completan mi belén», poemas de aquellos personajes que, año tras la trilogía navideña de Antonio Murciano (30). año, sus manos conducen hacia el Niño. Así, el came­ llero: Tras haber reseñado el número de libros dedicados al tema y el espacio —casi de diez a/íos— entre la pu­ «— Al Niño que ayer nació blicación de cada uno, resulta fácil deducir que no se y tiene de oro el cabello, trata de una obra juvenil ni circunstancial: por el con­ ¿qué le llevas tú? trario, es un asunto por el que el poeta siente especial — ¿Quién, yo? predilección: recordemos su nacimiento, en los días de Navidad, y en este pueblo gaditano, «navideño» por — Sí, tú... sus tradiciones y por su geografía, protagonista, co­ — El camello. mo hemos dicho, de Nochebuena en Arcos. Añadamos a estas razones la honda religiosidad del poeta y los sen­ — ¿Y qué harás tú sin camello? timientos de ternura que —según sus propias — ¡Qué sé yo!» palabras— despierta en él esta conmemoración, y vea­ [«Balada amarilla del camellero»] M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

El pescador: En este Arcos-Belén se levanta airosa la silueta del «Todos van hacia el Portal. castillo: Yo iré después, cuando pesque «Cíclope de un paisaje mi pez de plata y cristal.» navideño legítimo; [«Balada azul del pescador»] centinela del aire reflejado en su río. Pero sin duda, el poema más entrañable es la «Ora­ Como en un Nacimiento: ción por la figurita más antigua de mi nacimiento», el castillo.» donde el poeta, tras recordar a otras que integran su [«Villancico chico del castillo grande», ΝΕΑ] «belén», Y más abajo, los molinos: «la pastora dorada del cordero a los hombros, «Hornos cotidianos, el molinero blanco de la saca de harina, artesas de cal, el recovero triste con sus pavos de siempre molinos de Arcos y el niño de la cántara con la pierna partida,» que moléis mi pan con piedras antiguas se detiene en ésta: y con nuevo afán, «... déjame que te pida quedaos para siempre por la mujer aquella junto al pozo vacío, donde mi cantar, por la samaritana de barro, pequeñita, orillas del río que espera, cada año, en el sitio que sabes, de la Navidad.» descolorida ya y antigua.» [«Villancico de los molinos», ML4] El segundo apartado lo integran aquellos poemas cu­ ya perfecta localización geográfica —rincones arcenses— no impiden a la fantasía del poeta construir un «belén» vivo y actual en las calles, el campo y el paisaje de Arcos de la Frontera, que dice: LA NATURALEZA «Tenéis razón, amigos, soy un Belén de ensueño. A la hora de elegir un escenario, el poeta popular suele decidirse siempre por el campo, por la naturale­ Tengo una gruta en mi Peña za, trasfondo idóneo y lógico por serle el más cerca­ que es un portal nazareno; no, física y afectivamente. Se trata, por supuesto, de tengo un castillo y un río una naturaleza salvaje, agreste; nunca de la naturale­ y un puente tendido al tiempo; za cultivada, del jardín que suele aparecer en la poesía veredas entre chumberas culta. con pastores y romeros, nieve celeste en mis montes La naturaleza es marco de la poesía navideña de An­ y estrellas, que con los dedos tonio Murciano quien, nacido y residente en un pue­ de mis torres, esta noche blo, en cotidiano contacto con ella, la hace a veces es- bajo desde el cielo al suelo.» pecialísima protagonista de sus poemas. Se trata de una [«Romance de la Nochebuena en Arcos de la Fronte­ naturaleza auténtica, vivida, cuyos elementos pueden ra», ΝΕΑ] muy bien «redondear» toda una escena:

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«La Virgen María nanas de pájaro chico. cantando tejía Doña cigüeña volando blancos hilos finos. con un pañal en el pico.» (La tarde venía [«Letrilla de las aves en el Portal», NCN] por entre los pinos)». Pero el poeta no tiene que recurrir a la imaginación [«Letrilla de la Virgen y el alba que venía», N] para traer a sus versos elementos de la naturaleza, pues­ Naturaleza capaz de compartir sentimientos: to que es también escenario de su vida; de ahí que es­ tos elementos del paisaje árcense afluyan sin cesar a «Que se alegre la nube los poemas de Nochebuena en Arcos: y la nieve en flor. «Calle Nueva seis, Que se alegren las ramas cal y yerbabuena» que estoy alegre yo.» [«Villancico de mí nacimiento»] [«Canción alegre de María la mañana de la Navidad», «A la nana, nanita, N] nanita, ea, Y entre los fenómenos de la naturaleza, resalta la nie­ yerbabuena, tomillo ve, una de las protagonistas de esa «noche blanca», que y alcaravea.» canta mientras baja del cielo a la tierra: [«Variaciones para una nana de "Los Panderetos"»] «¿Quién me mueve y me conmueve? «El Niño Dios se ha perdido Carne de agua. ¿Quién me bebe? su Madre lo va a buscar, Soy la nieve.» lo encuentra en los naranjales [«Canción de la nieve cayendo», NCN] cubierto del azahar.» [«Villancico del Niño perdido y hallado»] También los animales, inconscientes y simpáticos participantes, tienen su lugar en esta poesía. La muía y el buey que, según la tradición, calentaron al Niño con su aliento: LOS PERSONAJES «Le da calor y cobijo el buey manso y le vigila, Sería imposible tratar de hacer un recuento de to­ y en sus tiernos ojos, fijo dos los personajes que, de alguna manera, intervinie­ clava su enorme pupila.» ron en este entrañable acontecimiento. El Nuevo Tes­ [«Villancico festivo del buey y la muía en el Portal», N] tamento nos habla —además, claro está, del Niño, Ma­ junto con otros que, a su modo, adoran al Niño: ría y José— de los Reyes, ángeles, pastores y todo un tropel de seres que, por permanecer en el anonimato, «(También vosotros, también. no dejan de ser sujetos de las más variadas leyendas No alborotéis. y tradiciones que suele atribuirles el pueblo. Estable­ Ya lo sé.) ceremos, por tanto, dos grupos: de personajes «bíbli­ ¿Qué le dices blanca oveja cos» o históricos, el primero, y el segundo de persona­ al recién nacido, qué? jes «intrabíblicos», es decir, aquellos que, si bien no — Béeee...» aparecen explícitamente citados en el Nuevo Testamen­ [«Baladilla ingenua de los animales en el Belén», NCN] to, pudieron haber protagonizado algún episodio jun­ «Mamá calandria cantando to al Niño. M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

Comencemos por los personajes centrales: José, Ma­ midad del parto, en una situación más que difícil: ría y el Niño. Las circunstancias difíciles del nacimien­ «No puedo seguir, no puedo... to, el ambiente hostil creado en torno a la Sagrada Fa­ Déjame sobre esta piedra. milia siempre han despertado profundos ecos en el pue­ ¡Qué dolor, esposo mío, blo, que a menudo se ha encontrado en situaciones pa­ que a un Dios le cierren las puertas! recidas: de ahí su simpatía hacia ellos, sus cantos y na­ nas para el Niño, sentimientos que también comparte el poeta. Cada uno le habla en su lenguaje, y si para ¡Cuánta nieve por mis hombros! Antonio Murciano, poeta culto, el Niño es «Lirio abier­ José, me tiemblan las piernas. to en la nevada» (31), para Antonio Murciano, poeta Reclíname con cuidado popular, es, sencillamente, «el churumbel de María» junto de la paja seca. (32). Siento al Hijo que me salta Intenta, a su manera, protegerlo de cualquier peligro: en las entrañas... ¡Ya llega! «Buscan al Niño perdido ¡Cuánta música en el aire! guardias por las carreteras, José, ¿qué... música... es... ésa?...» para salvarlo han crecido [«Romance de María y José la noche de Navidad», N] las hojas de las palmeras.» Pero, una vez nacido su Hijo, canta llena de gozo: [«Villancico del Niño perdido y hallado», ΝΕΑ] Y —árcense, al fin y al cabo— no duda en llevarlo hasta «Que están meciendo mis manos su pueblo: al Amor. Que se alegre la nube «El Niño Dios se ha perdido y la nieve en flor. por un callejón de Utrera Que es alegre mi risa y lo han venido a encontrar y es alegre mi voz.» en Arcos de la Frontera.» [«Canción alegre de María la mañana de Navidad», N] [«ídem»] «La Virgen María Ε incluso sueña que Jesús es otro niño de Arcos: cantando ponía «Las nanas que canta el río pañales al Niño» Guadalete, que es mi espejo [«Letrilla de la Virgen y el alba que venía», N] duermen al Hijo de Dios Madre temerosa ante lo que pueda ocurrirle al Ni­ como a un Niño más del pueblo.» ño, no lo deja embarcar con el marinero de Cádiz: [«Romance de la Nochebuena en Arcos de la Fronte­ ra», ΝΕΑ] «No puedo. Vuelve a tus olas, «Si el Niño subiera al Cerro, vuelve a tu puerto de mar.» qué bien que lo pasaría; [«De lo que la Virgen dijera...», NCN] con los chiquillos del barrio e interrumpe la buenaventura de la gitanilla: cómo se columpiaría.» «— No sigas, gitana, [«Coplas navideñas de columpio», ΝΕΑ] leyendo mi sino; María y José son considerados como pobres traba­ vete a tu tartana, jadores que han de pasar por las situaciones más pe­ sigue tu camino.» nosas. Mujer ante todo, María tiembla ante la proxi­ [«Villancico de la buenaventura», ΝΕΑ]

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También es María buena ama de casa, con sus «es­ «— Señor San José pecialidades» de cocina: ¿qué dicen de Vd.? «Pastor, si tú quieres gachas — Que no soy el padre hechas con harina fina del Niño Manuel. en el Portal de Belén — No le haga Vd. caso la Virgen te las cocina.» a los que dirán. [«Ronda de Villancicos», ΝΕΑ] — El me llamó padre cuando empezó a hablar. No pueden faltar los «piropos» a María. De José, su esposo: — Si él le llamó padre «María, llena de gracia, por algo será. la más hermosa de todas, Cuando el río suena le decía San José agua llevará...» la víspera de las bodas.» [«Villancico de los que dirán», ΝΕΑ] [«ídem»] Los Magos de Oriente se despojan de su realeza pa­ Y de los tres Reyes. «Alba de Dios, alba bella» la lla­ ra convertirse en tres personajes más de los muchos que ma Gaspar, y Baltasar, «luz de luna, / nivea nube adoran al Niño: nazarena». GASPAR La figura de José, casi siempre en un plano un tan­ «Quitad el polvo a las túnicas to secundario y a veces olvidado, cobra en esta poesía y peinad las cabelleras. toda su dimensión, como padre adoptivo del Niño BALTASAR Dios. Sus escasas apariciones nos muestran a un ser car­ ¡Sonreíd, que no se asuste...! gado de ternura para con la Virgen y el Niño. Por ejem­ MELCHOR plo, cuando habla con el posadero: ¡Las tres coronas bien puestas!» «— Que no por mí, por ella, que de tanto [«Retablo de reyes», NCN] camino caminar está cansada.» Ángeles, pastores: [«El Posadero», N] «Una voz gritaba Carpintero eficiente y esposo solícito: en el cielo limpio: «San José carpinteando "En Belén, hermanos, desde las claras del día está Dios nacido"». le ha hecho una cunita al Niño [«Romancillo de la Buena Nueva», NCN] que ella sola se mecía.» «Le llevaremos leche «La Virgen hacía rosquetes y miel. Le llevaremos y algunos se le rompían los corderos más blancos y San José complaciente de los rebaños nuestros.» iba y se los componía.» [«Retablo del ángel y los pastores», N] [«Ronda de villancicos», ΝΕΑ] Pero no todos quisieron verlo. «Hay —dice Leopol­ Y sobre el tema tan traído y llevado de su paterni­ do de Luis— una nota muy personal en Navidad de dad, el poeta encuentra una respuesta a la medida del Murciano, nota que presta originalidad a la forma de pueblo e ingeniosa a la vez: tocar el tema. Es la dedicación de su piedad para los M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

que no vieron al Niño.» (33) Como el posadero: Pero entremos ya en este apartado que hemos lla­ mado de personajes «intrabíblicos», y que constituyen «Porque estarás llorando todavía, quizás una de las aportaciones más originales del poe­ porque no tendrás paz nunca en tu alma ta al tema navideño. Comenzamos con Artabán, un te lloro, porque estamos, como entonces, cuarto rey legendario que no pudo llegar a tiempo al en Nochebuena y yo te tengo lástima.» Portal: [«El posadero», N] O Herodes: «Tu caballo era lento, frío, como la nieve que en la crin y en las ancas le venía cayendo; «Y no le busques más, no te valdría. tu caballo era lento, y tú, Artabán, sufrías Es inútil que sigas afilando porque no galopaba al compás de tus sueños.» tu venganza en los cuellos inocentes. [«Artabán», N] Para el Hijo de Dios siempre habrá niebla o una palmera al borde del camino.» Anob, el pastor ciego, a quien no fue posible ver al [«Herodes», N] Niño: Hay dos personajes que, si bien no aparecen citados «Y no le viste, Anob, tú no podías en el Nuevo Testamento a la hora del Nacimiento de ver al Hijo de Dios recién nacido, Cristo, sí aparecen en su genealogía: nos referimos a pero fuiste a Belén, como los otros, Joaquín y Ana, padres de María y, por tanto, abuelos a llevarle tu ofrenda de miel rubia.» del Niño: [«Anob», N] «— Señora Santa Ana El hombre leproso, curado por el Niño: ¿qué dicen de vos? «Nadie tiene una palabra — Que soy soberana para el hombre de la lepra, abuela de Dios. y le dejan en los labios — Señor San Joaquín su pregunta sin respuesta. ¿qué dicen de ti? — Que soy el abuelo El hombre junto al camino del chiquirritín.» mira al cielo y llora y reza [«Villancico de los que dirán», ΝΕΑ] y ve ponerse su carne Esta circunstancia ha hecho que la tradición los in­ milagrosamente buena.» corpore a la galería de personajes que están situados [«Romance del hombre leproso», N] en torno al Niño. De ahí que el poeta los incluya en Y los niños de Belén, sin comprender lo que ocurre, sus canciones y los felicite por el acontecimiento: acosan al Niño a preguntas: «Repica una campana «— ¿Cómo estás?... ¿De dónde eres? desde los cielos, — ¿Juegas con nosotros, di? porque Joaquín y Ana — Sabemos más de mil juegos, ya son abuelos. ¿te los jugamos aquí? Que vuestra campana Somos niños bethlemitas resuene sin fin, y venimos... por venir; Señora Santa Ana, ¡como se vinieron todos, Señor San Joaquín.» quién iba a quedarse allí!» [«Nuevo villancico de los dos abuelos», ΝΕΑ] [«De cómo los niños todos de Belén...» NCN]

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Pero no todo es alegría en Nochebuena: Y un recién estrenado personaje —el astronauta— «"Mi vida entera daría, contempla la maravilla «desde el aire»: Niño, por poderte ver." «Hoy están de parabienes Esto dicen que decía cielo y tierra y mar y aire. un hombre que se moría Y yo, astronauta, perdido, aquella noche en Belén.» tendido en paz junto al aire, [«Villancico triste por lo que ocurrió aquella noche», NCN] voy rozando alas y estrellas mientras giro sobre el aire, sintiendo en mí la infinita sombra de Dios, frente al aire. ¡Fiesta de mis ojos niños! ¡Mi nochebuena del aire! TRASPOSICIONES ESPACIALES Y TEMPORALES Aire que el aire me lleva, aire que me lleva el aire.» [«Nochebuena del astronauta», NCN] Decíamos que el Nacimiento de Cristo es un aconte­ Un marinero quiere embarcar con el Niño hasta cimiento que ha estado siempre presente en nuestra poe­ Cádiz: sía. Antonio Murciano lo revive con gozo cada año — «— Dime si a tu Niño dejas «Dios nace en mi pensamiento», dice en ΝΕΑ—. Pero en mi velero embarcar. toda una tradición de veinte siglos no le impiden situar­ — ¿Dónde...? A Cádiz se en su tiempo, en su ámbito vital. De ahí las traspo­ — ¿Cómo es Cádiz? siciones ambientales, mediante la incorporación de nue­ vos personajes y nuevos escenarios en NCNy ΝΕΑ pa­ — Tierra blanca en punta al mar.» ra que el nacimiento del Niño Dios nos resulte próxi­ [«De lo que la Virgen dijera...», NCN] mo en lugar y en tiempo. Una gitanilla dice su buenaventura a María: A los Magos de Oriente se añaden tres nuevos ado­ «— María, dame la mano, radores: que quiero leerte el sino. Ño tengo mejor regalo «Con su larga barba viene para tu Niño divino.» por el sueño, por la nieve, [«Villancico de la buenaventura», ΝΕΑ] cargado, Papá Noel. Santa Claus viene con él. Y como trasfondo, como paisaje, Arcos «Romance de la Nochebuena en Arcos», «Villancico chico del cas­ (La una. Las dos. Las tres...) tillo grande», «Villancico de los molinos»... con toda Vuelve con su larga barba su evocadora geografía callejera: de puntillas, por el alba, «Desde El Cerro veo El Castillo vacío, Papá Noel. y veo La Cueva también Santa Claus vuelve con él. la Plaza del Cananeo Y San Nicolás también.» y la Cuesta de Belén.» [«Villancico de los nuevos adoradores», NCN] [«Coplas navideñas de columpio», ΝΕΑ] M." DEL CARMEN GARCIA TEJERA

VIVENCIAS Y SENTIMIENTOS NAVIDEÑOS de la Navidad.» DEL POETA [«Villancico de los molinos», ΝΕΑ] Pero nuevas costumbres, nuevas formas de vida han irrumpido en el pueblo, casi desterrando a aquellas A través de este recorrido por la poesía navideña de otras que configuraron la niñez del poeta. Su elegía no Antonio Murciano hemos podido observar que se tra­ se hace esperar: ta de una poesía de dualidades, en la que se aunan el «Mis hijos, a coro, ayer y el hoy, el ensueño y la realidad, lo íntimo y lo —¡quién lo iba a creer! — universal, la nostalgia y la esperanza. Las hondas raí­ cantan villancicos ces populares de esta poesía no le impiden, sin embar­ en correcto inglés. go, dirigir la mirada a los hombres de su tiempo, al (Mi duende moreno mundo que le rodea. De ahí que su poesía popular na­ se queja en calé.) videña sea en muchas ocasiones como el vino viejo en odres nuevos. Guitarras eléctricas y musicassettes, Exceptuando el soneto que el poeta dedica a su hijo entre luces tibias, Antonio Ángel en su primera navidad y un «Sonetillo mis hijos —¡qué bien!— del poeta la víspera de la Navidad», incluidos en NCN, bailan locamente sus vivencias y sentimientos navideños están, lógica­ un ritmo ye-yé. mente, más reflejados en ΝΕΑ, donde —en fechas (Mis ángeles músicos, navideñas— naciera el poeta: palmas y almirez.) «¿Qué azul villancico canta por mi vena? Y mientras, vencido, Yo nací en Diciembre toso en humo kent una Nochebuena.» y adornan mis hijos [«Villancico de mi nacimiento», ΝΕΑ] su árbol de Noel, yo miro mi sombra Allí transcurre su vida, al compás de las tradiciones contra la pared. arcenses: (Mi recuerdo llora «En los patios de mis casas, su viejo belén.)» con zambombas y panderos, [«Elegía navideña», ΝΕΑ] me cantan mozas de luna Sin embargo el pueblo, inmutable a través del paso y mozos de sol, aquellos de los años, y sus hijos, canción esperanzada ante el villancicos inefables eterno «belén», devuelven la alegría al poeta: que cantaran los abuelos.» [«Romance de la Nochebuena en Arcos de la Fronte­ ...«tal como ayer, os digo, ra», ΝΕΑ] Carmen, Gabriela, Antonio Ángel, Miriam, Manuel Jesús y Montserrat, mis hijos, y de sus viejos inamovibles rincones. Como el de los con sus zambombas y panderetas molinos: —cuando sobre mis hombros ya un tercio de ...«quedaos para siempre siglo— donde mi cantar, me arrancan la canción y la nostalgia, orillas del río mientras la abuela en su piano antiguo

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toca en aire de ayer —no llores, madre— versales y no exclusivamente literarios; que la Navidad, mi nuevo villancico. en principio, pertenece al ámbito religioso. En este ca­ El pueblo sigue igual de anciano y blanco. so, nos encontramos con esos temas plenamente sub- La Peña, el río igual. ¿Quién el distinto...? jetivados por el hablante-autor: El belén familiar nace el milagro a) El tema del tiempo está tratado aquí muy en la y me hace, en Nochebuena, otra vez niño.» línea del «saber popular» con ciertos matices de [«Belén familiar», ΝΕΑ] estoicismo e intimismo, tan característicos del pueblo andaluz. b) El tema amoroso, íntimo en cuanto vivido, se tra­ LOS TEMAS POÉTICOS DE duce en un canto gozoso a la amada, al hijo y a ANTONIO MURCIANO sí mismo; canto que enlaza perfectamente con la tradición popular de poesía amorosa. Hemos planteado en este apartado el estudio de los c) El tema navideño tiene todo el sabor que la tra­ temas fundamentales que trata Antonio Murciano en dición literaria de un lado, y la popular andaluza sus obras. Pero no nos interesan tanto los temas en sí de otro —además de originales logros del autor—, como el tratamiento peculiar que les da el poeta. Por­ han venido aportando al Misterio del Nacimien­ que ya sabemos que tiempo y amor son dos temas uni­ to de Cristo.

84 NOTAS

(1) Empleamos aquí la terminología propia de la llamada Lingüís• bro de Horas, cuyo único y exclusivo protagonista es el tiempo. Re­ tica del texto, recogida, entre otros, por A. GARCIA BERRIO y cordemos que éste libro se publicó por primera vez en la Antología, A. VERA LUJAN en Fundamentos de teoría lingüística Ed. Comu­ si bien Antonio Murciano prepara actualmente un segundo libro — nicación; Madrid, 1977. pp. 171 y ss. Tiempo al tiempo— sobre el mismo tema. (2) GARCIA BERRIO y VERA LUJAN en op. cit., p. 175. (7) No hablamos todavía del llamado «tiempo psicológico»: nos (3) En op. cit. p. 40. referimos ahora sólo a la respuesta o posición del hombre ante la (4) Ibidem, p. 30. realidad temporal que lo envuelve. Para citar en los ejemplos los siete libros de Antonio Murciano (8) MACHADO. Α.: «Juan de Mairena», XL en op. cit. que analizamos en este trabajo, hemos empleado las siguientes (9) 19. " edición, 1970. abreviaturas: (10) «Cancioncilla de mis iniciales», CM. — Libro de Horas: LDH (11) En introducción a su obra Cante Hondo, 1912. — El Pueblo: EP (12) «Cuando la canción es necesaria», en «Tarrasa Información», — Amor es la palabra: AEP Tarrasa, 26-6-67. — Canción mía: CM (13) En introducción a Cante Hondo, ya citada. — Navidad: Ν ( 14) RODRIGUEZ MARIN, F. : Prólogo a El alma de Andalucía — Nuevo Cuaderno de Navidad: NCN en sus mejores coplas amorosas. Madrid, 1929. — Nochebuena en Arcos: ΝΕΑ (15) La crítica ya advirtió esta voz de la tierra en su poesía: «Un (5) Sobre este tema se ha escrito profusamente y desde los puntos popularismo depurado y una especial querencia por la riqueza lite­ de vista más diversos. Por ello, resulta prácticamente imposible pre­ raria del "jondo" y sus coplas, confieren a A.M. su facilidad para sentar en sólo unas líneas una bibliografía completa. Nos limitare­ la canción, su gracia verbal y versificante...» (Francisco UMBRAL mos, pues, a indicar algunos títulos de obras que, a nuestro juicio, en «Poesía Española», n.° 158 Madrid, febrero 1956). enfocan el problema del tiempo de forma similar a la que sigue An­ «Esta fusión del incontenible afán de cantar en verso y de una hon­ tonio Murciano en el Libro de Horas: da corriente íntima y andaluzamente trágica caracteriza a la poética — MOLINA, R y MAIRENA, Α.: Mundo y formas del cante fla­ de A.M.» (Rafael VÁZQUEZ ZAMORA: «La canción de Antonio menco. Ed. Al-Ándalus, Granada, 1971 p. 121. Murciano», en «España Semanal», 6-6-66). — SALINAS, Pedro: «El tiempo, desesperación y esperanza» y «Se inspira en el canto andaluz para dar el tono íntimo que re­ «La mortalidad», en Jorge Manrique o tradición y originalidad. Ed. quiere el contenido de su libro. El cante es oculto, cerrado, expre­ Seix Barrai Barcelona, 1974. pp. 129-130. sión de un estado de ánimo. El buen cante escoge siempre la "le­ — MACHADO, Antonio: «Juan de Mairena», XXIV, p. 1085. tra" que refleja sus impresiones interiores del momento. La canción XL, p. 1153-54, en Obras Completas. Ed. Plenitud Barcelona, 1973. de A.M. es honda, como el buen cante». (Arturo DEL VILLAR: — LAMIQUIZ, Vidal: «El tiempo lingüístico» en Lingüística Es­ «Canciones de Antonio Murciano» en «Alerta», Santander, 29-1-66). pañola. Pub. de la Universidad de Sevilla, 1975 - 3.a ed. (16) En artículo citado. — LAMIQUIZ, V. y Dpto. de Lengua Española: La experiencia (17) En «Álamo», Salamanca; junio, 1966. del tiempo en la poesía de A. Machado. Pub. Universidad de Sevi­ (18) DÍAZ-PLAJA, Guillermo, en «ABC»; Madrid, 24-11-66. lla, 1975. (19) Ibidem. (6) Como puede comprobarse a lo largo de todo el apartado 3, (20) GARCIA LORCA, Federico: «Las nanas infantiles», en Obras el tiempo aparece —como subtema— prácticamente en la totalidad Completas, vol. I Ed. Aguilar; Madrid, 1974 pp. 1043-1061. de los temas que aquí tratamos, sobre todo en el amoroso y en el (21) Ibidem, p. 1049. navideño. Por eso, dedicamos este apartado sólo al estudio del Li­ (22) «Rimas que cantan la verdad de ciertas cosas».

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(23) «Ronda de los deseos». (28) VÁZQUEZ ZAMORA, R.: Art. cit. (24) Como ya se ha advertido, el título de esta tercera parte de (29) Vid. las reseñas que se dan de ambas ediciones en el aparta­ CM era, igualmente, «Canción mía». Aparece como «Canciones para do, 2. mí mismo» en la Antología. (30) Vid. apartado, 2. (25) Artículo citado de G. DIAZ-PLAJA. (31) «Canción de cuna» (N). (26) Ibidem. (32) «Villancico del cantaor de flamenco» (ΝΕΑ). (27) Ibidem. (33) En «Poesía Española», n.° 12 Madrid, diciembre 1952. 4. APÉNDICE

emos querido recoger, como punto final de nues­ lla —al igual que la de la mayor parte de los poetas Htro estudio, dos momentos importantes en la de su generación— en las revistas de poesía que, con creación poética de Antonio Murciano: su ayer —que mayor o menor fortuna en cuanto a duración, medios se remonta a sus años adolescentes— y su hoy — económicos, etc., recogían las colaboraciones de quie­ representado por sus últimos poemas—, para ver de nes —todavía— no tenían otro medio para darse a qué modo ambos, como en un círculo, han podido lle­ conocer. gar a encontrarse. Sería excesivamente prolijo enumerar todas aquellas Más de treinta años separan «Alcaraván» y Concier­ en las que colaboró Antonio Murciano durante los úl­ to en mí. Un sólo impulso —el de la tradición timos años de la década de los cuarenta y primeros de popular— los une. Y porque las raíces de esta tradi­ los cincuenta. Por ello nos hemos centrado en «Alca­ ción siguen firmes en la poesía de Antonio Murciano, raván», la revista mecanografiada que él fundó —junto pensamos que se hacen realidad en ella unos versos de con su hermano Carlos y un grupo de amigos— en Ar­ Juan Ramón Jiménez, otro poeta del Sur cuyo estilo cos. A través de sus páginas —y también de las de «Pla­ poético —a menudo asimilado por el autor que nos tero», su hermana en Cádiz— hemos podido conocer ocupa— se nutrió más de una vez en las fuentes popu­ algunos de estos primeros poemas. Seleccionamos los lares. El resumen de este apéndice podría hacerse a par­ siguientes: tir de estos versos de Juan Ramón (1): «Vino, primero pura, vestida de inocencia; — «La canción del niño ingenuo». y la amé como un niño. — «Canción de la amante muerta». («ALCARAVÁN», n.° 1, año I. Agosto, 1949) Se quedó con la túnica — «¡Vente conmigo!» de su inocencia antigua. — «Barquero» Creí de nuevo en ella.»... — «Deuda» («ALCARAVÁN», n.° 5, año I. 15 Oct. 1949) «VINO, PRIMERO PURA, / — «A la bamba, mi niña» VESTIDA DE INOCENCIA;» («ALCARAVÁN», n.° 6, año I, 30 Oct. 1949) — «Canción "para soñarte"» La «prehistoria» poética de Antonio Murciano se ha­ («PLATERO», abril, 1950, n.° 32)

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— «Manantial» Por la tarde al arroyo («PLATERO», agosto, 1950, n.° 36) (2) sereno y limpio; En ellos ya encontramos el germen de lo que poste­ tu cabello castaño; riormente serían las direcciones fundamentales de la verde el olivo. poesía de Antonio Murciano: temática amorosa y for­ Luego, mi niña, ma cancioneril. Ambas, entroncadas en la línea de la hacia el pueblo dormido poesía neopopular. galope y brisa...» Se trata, como decimos, de unos poemas fundamen­ [«¡Vente conmigo!»] talmente amorosos, si bien el concepto de «amor» ten­ Esta visión temporal suele ir unida a la amada: dríamos que tomarlo aquí como juego infantil; un amor de niño ingenuo, como el título de esta composición: «Por el alba de tu risa sin sonido, «¡Mira, madre, qué dolor! Amante, me iré contigo. La hija del hortelano quiere a otro, que a mí no. Por la tarde de tu cuerpo sin desvío, Dice que el otro es moreno Amante, me iré contigo. y que es más alto que yo; que tiene una barca grande; Por la noche de tu ausencia que sabe hablarle de amor; sin caminos, que fuma como los hombres Amante, me iré contigo». y tiene ronca la voz...... [«Canción de la amante muerta»] O que sirve de base para una canción de columpio: Pensamos que alcanza un simbolismo especial el agua en estos poemas. El arroyo es transparencia: ...«(A la bamba, a la luna la quiere el sol, ...«Por la tarde al arroyo y a la bamba, mi niña, sereno y limpio;»... te quiero yo).»... [«¡Vente conmigo!»] [«A la bamba, mi niña»] El río —que hay que cruzar en barca— sirve de pre­ Su temática amorosa suele aparecer enmarcada en texto para el tradicional y encubierto juego amoroso la naturaleza; una naturaleza campesina, no marinera: del barquero: «La niña que se ha subido 90 «...Que al sabor de tus besos me sabe el aire; sola, a tu barca, barquero, déjame que te quiera quiere atravesar el río. bajo los sauces.»... Ve navegando en silencio, [«A la bamba, mi niña»] que se ha dormido la niña También alude frecuentemente al paso del tiempo arrullada por los remos. (mañana - tarde - noche): — ¡Si nunca fuese de día! «A la ermita primero ¡Si ella no se despertara! que hoy es domingo; ¡Si el río no tuviera orillas! tengo el caballo blanco Barquero, vuelve a tu barca, junto al camino... y si te miró al marcharse, M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

no se lo digas al agua.» [«Barquero»] — Estribillo, casi siempre unido al paralelismo: El agua es también fuente de vida: «¡Mira, madre, qué dolor! La hija del hortelano «En mi gruta nazco; quiere a otro, que a mí no. en tu río muero. Agua nueva, mi sangre ¿Qué le dirá el otro niño? para tu cuerpo. ¿Qué le dirá que yo no? De la tierra, vengo Cómprame una barca grande —blanca— que tenga vela y timón; con mi silencio. dime que a los niños rubios morenos, los vuelve el sol ¿A qué tierra, luego, y dime que falta poco —azul— para ponerme mayor... con tu secreto...?» [«Manantial»] ¡Mira, madre, qué dolor! La hija del hortelano El tono popular de estos poemas es evidente: obser­ quiere a otro, que a mí no.» vemos los elementos métricos —versos de arte menor, [«La canción del niño ingenuo»] asonancia, composiciones breves y arromanzadas, en forma de canción...— así como algunas isotopías de • El vocativo, la llamada al interlocutor, está presen­ expresión y otros recursos que veremos a continuación. te en casi todos estos poemas. El confidente es, pri­ mero, la madre, a quien el niño-poeta cuenta su Dentro de las isotopías de expresión, encontramos pena: una amplia gama de fenómenos repetitivos. Además de la rima, como ya hemos señalado: «¡Mira, madre, qué dolor!»... [«ídem»] Después apela a la amada, con distintos nombres: — Anáfora: ...«y a la bamba, mi niña, ...«—i Si nunca fuese de día! te quiero yo).» \Si ella no se despertara! [«A la bamba, mi niña»] ¡Si el río no tuviera orillas»... [«Barquero»] ...«Amante, me iré contigo»... [«Canción de la amante muerta»] — Paralelismo, prácticamente en todas las composi­ ciones: La ausencia verbal sintetiza aún más el poema has­ ta reducirlo a su esencia. La interrogación y suspen­ «Tú, tan alta... sión finales lo cargan de sugerencias: Yo te sueño ...«Agua nueva, mi sangre arcángel de nubes altas. para tu cuerpo. Yo te sueño De la tierra, vengo. querubín de estrellas niñas. —blanca— Tú, tan niña. con mi silencio... ¡Yo, de tierra, ¿A qué tierra, luego soñándote a ti, de cielo!» —azul— [«Canción "para soñarte"»] con tu secreto?» [«Manantial»]

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Por último, señalemos una brevísima composición «Estas estampas líricas de nuestra Andalucía con resonancia de copla flamenca: la Baja, son para mi hermano Carlos y para «Para quererte, mis amigos, los poetas andaluces, que viven de Despeñaperros arriba.» no me enseñaste cariño... Para olvidarte, Y una cita de otro poeta andaluz que vivió y murió muy tendrás que enseñarme olvido.» lejos de su pueblo: Juan Ramón Jiménez: [«Deuda»] «Pensé arrancarme el corazón, y echarlo, pleno de su sentir alto y profundo, al ancho surco del terruño tierno; a ver si con romperlo y con sembrarlo, «SE QUEDÓ CON LA TÚNICA / la primavera le mostraba al mundo DE SU INOCENCIA ANTIGUA» el árbol puro del amor eterno.» (3) Campo Sur consta de cuatro partes: En Diciembre de 1979 Antonio Murciano obtuvo el I.— «Las tierras y las aguas» (4) es la menos «po­ Premio de Poesía «Aljarafe» de Sevilla con su obra pular» de todas ellas. Está integrada por sonetos, dé­ Campo Sur, publicado en 1980 por las Ediciones Lite­ cimas, composiciones en verso blanco... que, como el rarias de la Caja Rural Provincial de Sevilla, entidad título indica, nos muestran la geografía andaluza. Un que había convocado el Premio. En 1981 es Premio sólo poema por soleares: Las «Nuevas soleares del «Ángaro» de Poesía (Sevilla) con su libro Concierto Guadalquivir». en mí, que vio la luz en la Colección «Ángaro» de Se­ villa en 1982. Con estas dos obras —que cierran hasta «Como un galgo corredor, el momento su extensa bibliografía— Antonio Murcia­ como un gamo o ciervo herido no retoma su inicial —y nunca del todo abandonada— tras de qué corza, amador. línea poética. Como una lengua de luz Con Campo Sur, el poeta incide nuevamente en lo por entre los naranjales, que venimos llamando «lo popular» —metros, temas, como un señor andaluz. características de estilo...—, aportando un buen núme­ Señor de sus señoríos, ro de creaciones originales, e incluso recreando poe­ desde Cazorla a Sanlúcar mas de otros libros suyos. cabalga el rey de los ríos.»... La edición con formato 19,5 X 12 se abre con un II.— «Paisaje con figuras» es la incorporación del retrato de Antonio Murciano por el pintor Rafael Gi- hombre andaluz —tipificado o concreto—, con sus pe­ ráldez. Le sigue una nota del autor donde señala que culiaridades, sus sentimientos, sus problemas... a esta los poemas «Hoy he plantado un árbol», «Arboleda geografía. Todavía permanece la estrofa culta — ganada», «El Cabezo», «Canciones con fondo de cam­ soneto, serventesio, décima, octava real...— aunque po», «Taberna de pueblo» y «Campesino en paz» son dando paso a la forma cancioneril, la seguidilla, la so­ recreaciones de poemas anteriores. Igualmente indica lear y el romance. Vuelve a la temática amorosa — que los temas de otras composiciones están inspirados encuadrada en la naturaleza y a través del paso del en poesías de su hermano Carlos. día— con esta «Balada del amante campesino»: Tras la reproducción del Acta del Premio, la dedi­ «Vente conmigo, catoria para los poetas andaluces fuera de Andalucía: a coger aceitunas M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

de mis olivos. Este campesinito (Ven por la noche, no tiene cuna, la hijuela de la luna su padre con empleita ya la conoces). va a hacerle una. Vente conmigo Nana, nanita, nana, y probarás las uvas silla de anea, de mis racimos. yerbaluisa y tomillo, (Ven a la tarde, mi niño, ea.» con el sol puesto, III.— «Oraciones al caer la tarde» son plegarias, me­ desnudo el aire). ditaciones que llegan a la puesta del sol, finalizadas ya Vente conmigo, las tareas campesinas. Predominan en esta tercera parte tú la sola amapola sonetos, serventesios y formas cancioneriles. En la entre mis trigos. «Oración a Nuestra Señora de Agosto por los giraso­ (Ven con el día, les» identifica —sin nombrarla— a la Virgen María con que el campo entero sepa un girasol en uno de los juegos cancioneriles —de cierto que ya eres mía).» sabor a Juan Ramón— más logrados, a nuestro jui­ cio, de Antonio Murciano: Y a la ternura de sus nanas, si bien esta «Nana en la choza» aborda, de algún modo, la problemática, el «Alto tallo de sombra, futuro incierto del niño campesino andaluz: corola de la luz, estambres de tu cara, «A la nana, nanita, pistilos de mi cruz. mi niño, ea, (Esquirol, campanillas azules, verderol, blanca azalea. mira al sol, Se ha puesto el día oscuro girasol). y es tu cara mi luz. Otoñado barbecho, Duérmete, mi futuro aguanieve invernal, bracerito andaluz. primavera de ñores, A la nanita, nana, verano del pipal. marzo abrilea, (Tú farol perejil, culantrillo del guiñol, 93 y alcaravea. mirasol, girasol). Mi niño tiene sueño. ¡Ay qué cara y qué cruz! Semillama de luna, Duérmete, mi pequeño miracielo de sol, jornalero andaluz. jaramago gigante, margarita mayor. A la nana, nanita, (Sol, resol, miel y ralea, ababol, zagalillo del campo, gira al sol, bendito sea. girasol).

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Faro de la campiña, pregón: noria de atardecer, «— ¿Qué lleva usté en el canasto carrusel de los sueños, que tan rebosante va? girasol de mi fe. — Murta, algarroba, azofaifa, (Facistol, altramuz y haba tostá, arrebol, la palmicha y la maholeta gira al sol, y las vendo regalas.» girasol).» Y las expresiones (como «está cayendo blandura») en IV.— «Cantando en el campo», última parte de este tema de las «cogeritas»: Campo Sur —la más popular— lleva otra dedicatoria al amigo poeta, desaparecido en 1977: «Que está cayendo blandura, niñas, levantarse ya «A la memoria de Julio Mariscal Montes, to­ y ponerse las manijas davía tan conmigo.» que está a punto el garbanzal.» Y, entre paréntesis, el mismo Antonio Murciano nos define el contenido de «Cantando en el campo»: «(Cantes y coplas al modo popular de ara, CONCIERTO EN MI siega, trilla, escarda, cacerías, recolección, gañanía, columpio, vendimia, aceitunas y otros aires campesinos).» La última obra publicada por Antonio Murciano — Estas coplas —cuartetas, seguidillas, quintillas, so­ Concierto en mí— obtuvo el Premio «Ángaro» de Poe­ leares...— constituyen una continuación ampliada — sía (Sevilla, 1981) y fue editada al año siguiente por la con alguna inclusión también— de los «Cantes labo­ misma Colección de poesía con el n.° 75—formato 21 rales campesinos» que integró Antonio Murciano en χ 14—. Va dedicada «a la memoria de Gustavo Adolfo la sección «La Copla» de su obra Poesía Flamenca. Bécquer». Veamos algunas de «Cantando en el campo», en las Concierto en mí se abre con un «Allegro modera­ que no puede faltar el tema amoroso: to». Tras una cita de Ricardo Molina. «Quiéreme porque soy «Pues sólo Amor mantiene con su fuego gañán de punta el perpetuo milagro de la vida.» y tengo pa casarme un poema —«Tratando de explicar lo inexplicable»—. las cosas juntas.» Concluye en «Adagio con ritornello» con un «Poema Pero, a nuestro parecer, lo más interesante de estos final de la vuelta al principio», al que siguen unos ver­ cantes es el uso que hace el poeta de la fonética y, en sos de Gustavo Adolfo Bécquer: especial, del léxico propio del campesino andaluz: «...Como nota de música lejana...» «Pa trillarme esta parva quiero mis yeguas, «...del coro entre las voces percibía las dejo de recibo su voz vibrante y clara.» con cinco vueltas.» El libro se divide en dos partes: la primera — Observemos la enumeración de arabismos —hoy per­ «Concierto en mí menor»—, siguiendo con el juego de didos, incluso en las ciudades andaluzas— en este palabras que da título a la obra, integra quince com- M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

posiciones que podríamos calificar por su contenido, La segunda parte es «Concierto en mí mayor»: poe­ de amor juvenil. Tal como explica el autor en nota fi­ mas de amor maduro, compuestos —según la nota del nal, estas canciones fueron escritas entre 1940-1950 y autor ya citada— entre 1970 y 1980. Consta de diecio­ recreadas posteriormente para su publicación: efecti­ cho poesías, encabezadas por unos versos de Ben Sa­ vamente, podemos comprobar que algunas pertenecen far Al-Marini (s. XII). Si bien en este caso domina en a «Agua que corre sin cauce», otras habían sido inclui­ ellos el rasgo cultista, también asoma ocasionalmente das en Sur de Llamas; muchas han sido extraídas de la vena popular: notemos, por ejemplo, la construc­ revistas poéticas de aquellos años («Alcaraván», «Pla­ ción paralelística en «A unos ojos de muchacha»: tero», etc.). «Tus ojos son dos ventanas Estos quince poemas se agrupan bajo el subtítulo por donde mirar el cielo. «Cancionerillo de amante andalusí» y una cita del poeta (Déjame asomarme a ellos) Ben Hani de Elvira (s. X): en esta sección, Antonio Dos cancelas altas, puertas Murciano se decide resueltamente por la vuelta, por la al campo de tus secretos. recreación —especialmente estrófica y temática— de (¡Quién entrara por ellos!) la poesía arábigo-andaluza (recordemos algunas ten­ Tus ojos son dos hogueras, tativas anteriores en Amor es la palabra). Un recorri­ brasas del amor ardiendo. do por los diferentes títulos de estos poemas —naib, (Déjame quemarme en ellos) nauriyat, moaxaja, kasida, carmen, gacela, martiya, Dos pequeños lagos, digo maqamat, zéjel, jarcha...— es suficientemente repre­ dos niños mares inmensos. sentativo. Conozcamos algunas muestras: (¡Quién naufragara entre ellos!) «¡Dejaré de buscarte por mi sueño! Tus ojos, gritos de vida, Yo presiento que un día son como dos vivos versos. has de pisar mi sombra en tu camino (Déjame vivir tras ellos)»... y habré de conocerte, O el inconfundible aire de seguidilla en «Cantando porque ese día me dolerá el alma.» en tu cintura»: [«Nauriyat del alma dolorida»] «Como la brisa mece «Recién nacida del mar las cañaveras, sigue tendida en la arena se te curvan los mimbres a orillas de mi cantar. si te cimbreas. De labio a labio Anillito de espuma, te vi volar. playa pequeña, ¿Cuándo, beso, llegarás? porcelana quebrada Negra horita mala, por azucena. triste tiempo mío, Descanso en mis escalas, que ni veo brillar arco en mi flecha, tu cara preso pájaro vivo, en el río cárcel estrecha. de mi soledad. Como el mar van mis brazos El amor se ha ido, y te rodean mi vida tras él. los barcos de mis manos, Si la encontraré...» [«Unas jarchas»] isla secreta.»...

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Y, para terminar, unas seguiriyas: «El poeta se des­ ra tópica de ¡o andaluz torpemente entendido. En él pide por las cabales»: se sustenta una de las voces más exquisitas y, al pro­ pio tiempo, sencillas de ese sur que tienta desde den­ «Cuando yo me muera tro a todos los posibles exégetas de sus gracias y que guárdame el secreto. celosamente se entrega sólo a los mejores y más autén­ No digas a nadie por nada del mundo ticos valedores. Es tarea difícil la elección de este len­ cuándo fue lo nuestro. guaje en la que pueden naufragar los demasiados atre­ Cuando yo me muera vidos. El fenómeno de lo andaluz ofrece peligros que apaga mi fuego. solamente perciben los que luminosamente lo asimilan No alumbres a nadie por nada del mundo y lo entienden. El tópico acecha a cada paso, y hay que cómo fue lo nuestro. saber salvarlo con donosura y con graciosa libertad. Son muchos los que caminan por un campo lleno de Cuando yo me muera ecos, que no ensordecen a Antonio Murciano y de los muérdete mis besos. que se salva siempre personalizando cada línea de su No enseñes a nadie por nada del mundo letra, cada música de su canción» (6). Hugo Emilio Pe- dónde fue lo nuestro. demonte señala que «El cante y la guitarra flamencos, Cuando yo me muera cuyos misterios no es fácil de interpretar, tiene en An­ quémame los versos. tonio Murciano a un poeta con mucho «duende»; él No expliques a nadie por nada del mundo mismo surge del verso como un «cantaor» y reedita, por qué fue lo nuestro. como expresión social literaria, la función de los tro­ Cuando yo me muera vadores y juglares, a un tiempo, como individuo y pue­ destruye mi espejo. blo creador... Antonio Murciano continúa una tradi­ No dejes a nadie por nada del mundo ción única en Andalucía entre lo nónímo y lo anóni­ mo y que se encuentra tanto en Góngora como en Gar­ mirarse en lo nuestro. cía Lorca, Alberti y hasta en la exquisitez de Juan Ra­ Cuando yo me muera món Jiménez... A estas alturas, no hay nada que decir salva mi recuerdo de las formas, siempre magistralmente dominadas en y entiérrame hondo, muy hondo, bien hondo, los versos de Antonio Murciano; pero el lenguaje se dentro de tu pecho.» ha ido depurando de fulgurantes facetas: le queda aho­ Aunque se trata de obras bien diferenciadas, la pro­ ra el quiebro, la insustituible donosura andaluza» (7). ximidad cronológica entre la aparición de Campo Sur «Vuelo de copla, levedad y gracia bien probadas ya por y Concierto en mz'(1980 y 1982, respectivamente) pro­ el autor» —son palabras de Leopoldo de Luis—. «Con­ pició una-crítica conjunta que, en la mayoría de los ca­ centración que sólo los poetas populares saben lograr sos, resaltaba —pensamos que, incluso, con tanta intensidad, acercándose al pueblo que les ins­ excesivamente— los rasgos populares de ambas. Ma­ pira» (8). Eduardo Domínguez Lobato, aquel primer nuel Mantero afirma: «El cante está presente, en rea­ cronista de urgencia de Perfil del Cante al día siguien­ lidad, en la obra entera (y vida) de Antonio Murcia­ te de su presentación, se reafirma en lo dicho doce años no... La copla andaluza, con el debido tono, ejerce su después: «Esta poesía hay que leerla recreándose en la predominio sobre Antonio Murciano... el poeta de la suerte, como si se escuchara los cantes de la madruga, promoción de los años cincuenta que más ha probado esos de las puñalaítas mortales. Esta poesía hay que identificarse con el cantar del pueblo andaluz» (5). En leerla jaleando los pellizcos de una de las voces más la misma línea, dice José García Nieto: «No hay un limpias, más puras, más auténticas que suenan hoy des­ sólo desmayo ni una concesión a la moda o a la mane­ de aquí hasta donde haya gente» (98). En carta perso- M." DEL CARMEN GARCIA TEJERA

nal, Ángel García López escribe que «Antonio es la voz nuevos. Con ello nos demuestra Antonio Murciano que más traductora del pueblo, de sus formas eternas, de va más allá de poseer todos lo recursos formales, por­ su «pellizco» andalucísimo. Aquí {Campo Sur) hay que quema con su roja voz de fuego. Tal capacidad poemas y coplas magistrales, hay emoción y quejido de sugestión nos devuelve a un lírico, si siempre inte­ seguiriyero» (10). Francisco Vallecillo insiste en que resante, intenso y delicado, furioso y verdadero aho­ «La aportación de Antonio Murciano a la copla fla­ ra». Y hace notar la presencia de elementos arábigo- menca, sin duda la más amplia de cuanta realizada por andaluces: «Concierto en mi escapa a la línea media los poetas de la actual generación, está prácticamente de su lirismo —doméstico casi, a fuerza de sencillez y presente en toda su creación publicada» (11). Floren­ vuelo alado—, porque está movido por un erotismo de cio Martínez Ruiz considera a Concierto en mí como raíces neoarábigas hasta ahora ocultas o disimuladas... culminación de la obra amorosa de Antonio Murcia­ No es, por tanto, Concierto en wj'un libro parafrasea- no: «Hay una línea de continuidad en la poesía amo­ dor de los líricos árabes ni de los cancioneros renacen­ rosa de Antonio Murciano que viene ya desde El Pue­ tistas, como tampoco se queda en lo puramente «al- blo y que fragua en Amor es la palabra. Sólo en este bertiano». Murciano trae en su pluma todos los me­ libro de hoy el poeta se cruza con todas las consecuen­ tros posibles —canciones, letrillas, baladas, cantares, cias con ese «niño de los ojos vendados». Y Concierto etcétera— sin olvidar las estrofas arábigas como el zé­ en míes el resultado maduro, tierno, apasionante de jel, la moaxaja, el carmen, la gacela, la martiya, el ma- haber probado en el cercado huerto los sabores más qamat, maravillosa y magistralmente asumido» (12).

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NOTAS

(1) De Eternidades, Juan Ramón Jiménez. (5) «Antonio Murciano y su fidelidad a lo popular», en Revista (2) A partir de 1950 las publicaciones de Antonio Murciano en «Alaluz» Universidad de Georgia, EE.UU., marzo de 1983. «Alcaraván», si bien con predominio del tema amoroso, tocan otros (6) «Campo Sur» en «Ya Semanal», Madrid, 8-5-81. asuntos —religioso, social,...— y se mueven dentro de nuevas for­ (7) «Antonio Murciano: De Navidad a Concierto en mí», en «Nue­ mas: sonetos, poemas en verso blanco, cuartetos alejandrinos... Por va Estafeta», n.° 48-49. Madrid, noviembre-diciembre, 1982. lo que respecta a sus colaboraciones en «Platero», entre 1950 y 1951 (8) «Concierto en mí», en «Ya». Madrid, 23-7-82. aparecieron algunas canciones que posteriormente integraría en «Co­ (9) Primavera de 1982. razón» (de El Pueblo). Por este motivo creemos innecesario citarlas (10) Con fecha 27-4-81. aquí. (11) «Catálogo de libros, librillos y cuadernos de coplas flamen­ (3) Del soneto «Octubre» (Sonetos Espirituales). ca». Revista «Candil» Jaén, agosto 1982. (4) Tomado de Sur de Llamas (vid. Antología citada de Antonio (12) «Antonio Murciano: El amor es un potro desbocado», en Murciano). «ABC» Madrid, 5-6-82.

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5. A MODO DE CONCLUSION

n estas líneas finales quisiéramos insistir, prime­ tarse totalmente de otras perspectivas características de Ero, en la vigencia actual de lo que denominaría­ la Generación o Promoción del 50— Antonio Murcia­ mos «estilo popular» que, nacido con nuestra literatu­ no se constituye como máximo y casi exclusivo expo­ ra, llega por diferentes caminos hasta Antonio Mur­ nente de la corriente popular a partir de esa época; co­ ciano quien, además de asumirla, ha logrado enrique­ rriente que en estos últimos años parece que va toman­ cerla con su aportación personal. Pero hagamos un po­ do cierto auge. De cualquier modo, es innegable el pa­ co de historia: Antonio Murciano se adscribe a la lí­ pel de pionero que, en este sentido, puede atribuirse nea neopopularista trazada por Alberti (que, en orden a Antonio Murciano. cronológico retrospectivo, pasa por Juan Ramón Ji­ Por otra parte, la adscripción de su poesía a la línea ménez, G.A. Bécquer y enlaza con los Cancioneros de popular tradicional no ha sido circunstancial ni espo­ los siglos XV y XVI). Esta línea había quedado rota rádica; en ella constatamos una gran fidelidad a sí mis­ —salvo esporádicos acercamientos— tras el exilio de mo: si confrontamos sus creaciones con sus ideas so­ Alberti. A partir de entonces, sólo podemos hablar de bre la poesía (que, como hemos visto, expuso bajo el creaciones aisladas por parte de algunos poetas que ro­ título de «algunas notas para redactar un día mi poéti­ zan el estilo popular muy de pasada, incluso en la mis­ ca»), podemos concluir lo siguiente: ma Andalucía. En este sentido, Antonio Murciano constituye la excepción dentro de su promoción, ape­ a) La poesía de Antonio Murciano es eminentemente gada a temas quizás más inmediatos (recordemos el lla­ «formal», tanto cuando sigue moldes estróficos mado «realismo social» de los años 50). Este poeta po­ tradicionales, o cuando los adapta o incluso crea drá tener en común con los componentes de esta pro­ nuevos esquemas métricos: este último caso es pa­ moción cierto coloquialismo expresivo, pero en Anto­ tente en los que podríamos llamar sus «formas nio Murciano el grito, la protesta... están sofocados cancioneriles», tan abundantes en estos poemas y, si bien es cierto que a veces adopta un tono de de­ cercanos a la tradición popular. El verso libre, por nuncia, la realidad es que los temas que afloran a su el contrario, apenas aparece. obra son más íntimos: el amor, la navidad... Por otra b) A primera vista puede resultar contradictoria su parte, cabe establecer también una diferencia «formal» afirmación de que el poeta no debe estar jamás con otros poetas coetáneos: frente al auge del verso li­ encerrado en su «torre de marfil». Ciertamente bre, por ejemplo, Antonio Murciano toma el camino se le achacó en su día el que no se hubiera suma­ de la métrica popular tradicional en muchas de sus do con su «grito» —no con su voz— a ese movi­ obras, recreando a menudo los modelos cancioneriles. miento de protesta que recorrió la poesía de los En resumen, podemos, pues, afirmar que —sin apar­ años 50. La clave de esta paradoja puede residir,

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sencillamente, en la interpretación que se dé a su Esta trayectoria podría indicar a primera vista que obra. Porque Antonio Murciano no grita, sino la obra poética de Antonio Murciano tuvo una prime­ que dice. Su poesía, profundamente lírica, se con­ ra etapa más popular que dejó paso posteriormente a vierte en canto, en canción, que el poeta dirige otra más culta. Pero lo cierto es que, aparte su activi­ a todo el que quiera recogerla. dad como poeta del flamenco —plasmada en Perfil del Cante y Poesía Flamenca— ha seguido trabajando en nuevas obras de aire popular: tal es el caso de las dos últimas que ha publicado: Campo sur y Concierto en mí (sobre todo «Concierto en mí menor»). LOS TEXTOS

Una primera ojeada a los libros poéticos de Anto­ nio Murciano nos mostró que contenían un amplio por­ LOS TEMAS centaje de elementos populares, de tal modo que la crí­ tica valoró fundamentalmente en ellos, más que otros posibles logros o aciertos, su conexión con la línea po­ Los temas que hemos seleccionado para el estudio pular, su sencillez expresiva y el «tono cancioneril» de de los elementos populares en la obra poética de An­ muchos poemas. Esta circunstancia nos ha llevado a tonio Murciano no son específicamente populares. una primera selección de obras —e incluso a partes de Tiempo y amor son motivos universalmente tratados ellas— que es lo que ha constituido la base de nuestro por la poesía, sin distinción de corrientes ni épocas. análisis temático. Hemos elegido Libro de horas, «Co­ También la Navidad sirve de punto de partida a mu­ razón» (2.a sección de El pueblo), «Canciones para chas creaciones poéticas, tanto cultas como populares. ella» (1.a sección de Amor es ¡apalabra), Canción mía, Lo que confiere, pues, ese aire popular a los poemas Navidad, Nuevo cuaderno de navidad y Nochebuena de Antonio Murciano no es el tema en sí, sino el trata­ en Arcos. Por otra parte, intuíamos elementos popu­ miento que recibe cada uno: el del tiempo respira por lares en otros de sus libros; elementos que, aunque dis­ boca del propio poeta ese sentimiento —en parte indi­ persos, pudieran completar muy bien el estudio de las ferente, resignado y estoico— que produce su paso en­ obras ya indicadas. Encontramos un grado notable de tre el pueblo andaluz. El amoroso se reviste de ese co- popularismo en El pueblo, Amor es ¡apalabra (exclu­ loquialismo directo entre amado y amada, tan carac­ yendo las secciones en que hemos profundizado, cita­ terístico de la primitiva poesía amorosa popular: en este das más arriba) y Los días íntimos. Estos tres libros caso —y con el protagonismo del poeta— el amor se reúnen gran número de caracteres populares, si bien vierte también en el hijo. El navideño recoge, de un el tono general de cada uno —que apuntaba hacia otras lado, la tradición andaluza de los villancicos, y de otro, corrientes— nos hizo desistir de incluirlos íntegros en las escenas y figuras típicas de la Navidad que, enmar­ nuestros análisis. Otro tanto nos ocurrió con Sur de cadas en un paisaje peculiar —a caballo entre Belén y Llamas, libro casi plenamente popular, pero inédito y Arcos— configuran los entrañables «belenes». Este úl­ sujeto aún a diversas modificaciones por parte de su timo tema ofrece además un rasgo muy original: An­ autor. Las cinco Canciones con fondo de esperanza son tonio Murciano no se vale solamente de situaciones y populares sólo por su forma métrica. Y, por último, personajes bíblicos o legendarios, sino que, en una ex­ en L'a semilla, De la piedra a la estrella y Fe de vida traordinaria trasposición de tiempo y espacio, incor­ estos elementos aparecen de modo muy ocasional y pora a sus poemas navideños —sobre todo en Nuevo aislado. cuaderno de'Navidad— a otros más actuales: el astro- M.a DEL CARMEN GARCIA TEJERA

nauta, Papá Noel... o desarrolla episodios en los que dición popular. Pero no es suficiente asimilar unos mo­ se evocan los escenarios del poeta: es el caso del mari­ delos establecidos y convertirse así en mero transmi­ nero de Cádiz que quería embarcar con el Niño, etc. sor o «copista»: esta tarea debe suponer también un De todo este recorrido por textos y temas podríamos enriquecimiento de esa tradición por parte del poeta, deducir que el popularismo —o, si se quiere, mediante su peculiar aportación. En el caso de Anto­ neopopularismo— de Antonio Murciano supone una nio Murciano concluimos que su popularismo no es só­ recreación culta de lo popular, más que una reproduc­ lo receptivo: la introducción de unos rasgos «diferen­ ción o inclusión de modelos populares en sus obras —si tes» —como hemos venido señalando— confiere a la bien estos procedimientos se dan en ellas de forma creación poética de Antonio Murciano una personali­ esporádica—. Porque Antonio Murciano —aunque re­ dad propia. sulte aquí una afirmación algo chocante— es, indiscu­ Tradición popular y originalidad, pues, forman una tiblemente, un poeta culto, heredero de ese barroquis­ simbiosis perfecta en el popularismo poético de Anto­ mo característico en la literatura andaluza e integra­ nio Murciano. Podemos afirmar que, desde sus comien­ do, además, en la «Escuela poética árcense». zos en la poesía hasta hoy, la línea popular es la que Nuestra investigación sobre estas obras nos ha lle­ mejor define su obra, que se constituye a un tiempo vado al convencimiento de que, efectivamente, este poe­ como receptora de esta tradición y punto de partida ta recoge en sus creaciones muchos elementos de la tra­ para nuevos intentos.

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Se acabó de imprimir la presente edición en los talleres de Imprenta «LA VOZ» en San Fernando (Cádiz) en Junio de 1986. iteratura 2