Antología DE POETAS ARGENTINOS
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-'^Mé ^^>M^\\ií - - < 'Aáwi-'í-. í w^^^-^ THE UNIVERSITY OF ILLINOIS LIBRARY CK^ y.<*. ' .- ^ - \ >:?;:<, > '•'.I,*'. '.-" -, antología DE POETAS ARGENTINOS (tomo IV ) ANTOLOGÍA DE POETAS ARGENTINOS POR JUAN DE LA C. PUIG. i cLA PATRIA ES UNA NUEVA MUSA QUE i INFLUYE DIVINAMENTE.» j i Fr. C. Rodríguez. J. \ \ cNUESTROS POETAS HAN SIDO LOS SA- \ CERDOTES DE LA CREENCIA DE MAYO.» i \ i J. M. Gutierres. TOAO IV -PATRIA Y HONOR BUENOS AIRES Editores : MARTIN BIEDMA É HIJO Bolívar N" 535 aSo del Centenario— 1910 r antología DE POETAS ARGENTINOS PATRIA Y HONOR FRAY CAYETANO JOSÉ RODRÍGUEZ Dr. JOSÉ AGUSTÍN MOI.INA JOSÉ ANTONIO MIRALLA JUAN GUALBERTO GODOY Dr. D. bernardo VERA Y PINTADO Prbro. BARTOLOMÉ MUÑOZ NOTICIAS BIOGRÁFICAS Y BIBLIOGRÁFICAS FRAY CAYETANO JOSÉ RODRÍGUEZ Nació el P. Rodríguez el año 1761, en San Pedro, Provincia de Buenos Aires. A los dieciseis años de edad tomó el hábito de novicio, en el convento de franciscanos de la capital del Vireinato, y profesó el 13 de Enero de 1778, siendo ordenado de sacerdote cuando aun no había cumplido la edad canónica, en mérito de sus talentos y virtudes. Estudioso por inclinación, dedicóse especialmente á la enseñanza, yendo á destacarse con notoriedad nada común entre el grupo de hombres de mayor preparación que hacían célebre á la Universidad Cor- dobesa, donde dictó las clases de Filosofía y Teología, desde 1781 hasta 1790. Habiendo regresado después á Buenos Aires, enseñó la Hermenéutica y la Física, conservándose aún, en la biblioteca del convento de San Francisco un volu- men manuscrito que forma parte de un " Tratado de Física, en tres tomos, que entonces escribiera. Aquí se relacionó y vinculó estrechamente con los hombres de la revolución de Mayo, habiendo sido maestro de Moreno, y después, su mejor amigo y con- sejero. X A esto debió su nombramiento de primer conser- vador de la biblioteca nacional, fundada por inicia- tiva del ilustre secretario de la primera Junta Gu- bernativa. En ese mismo año, 1810, una tramoya de cóncla- ve lo llevó á ocupar el cargo de Provincial de su orden. Kl P. Rodríguez fué hombre de actuación bien de- finida en los episodios de la emancipación nacional, á cuyo servicio puso el concurso, valiosísimo de su talento, su posición social y su prestigio religioso. Alguna vez fué tildado de Saavedrista por la tenaz oposición que hizo á la designación de D. Martín Pueyrredón para substituir al Dr. Passo en la Presi- dencia del Triunvirato, en cuyas circunstancias se produjo la disolución de la Asamblea. Sin embargo, se ha probado que no fueron cuestiones de orden po- lítico las que determinaron aquella actitud del P. Ro- dríguez, sino cuestiones de orden religioso, levanta- das por algunos de los proyectos que se atribuían al nuevo Gobernador, y que efectivamente, después se concretaron y fueron llevados á la practica. En 1 81 6 figuró el P. Rodríguez entre los diputados al Congreso de Tucumán, siendo el primero en aus- piciar la idea de que cuanto antes se proyectara una constitución para el país, «para presentar con ella á los pueblos el bien que debe empeñarlos en la defensa y el vínculo que debe unirlos á una aspiración». Mientras fué diputado tuvo á su cargo la redacción de «El Redactor de la Asamblea» y en las columnas. !: XI de este boletín oficial de aquel célebre Congreso hay muchas páginas muy interesantes debidas á su pluma, é inspiradas en el más alto patriotismo. Republicano de corazón y enemigo acérrimo de todo absolutismo, militó siempre en el partido con- trario á Alvear, y su actitud debió ser bastante agre- siva y desenvuelta cuando vemos que, dirigiéndose al Dr. D. José Agustín Molina, de Tucumán, le dice «Se ha creado una Junta de observación que ha tra- zado el plan para el nuevo Gobierno de esta provin- cia, cuyos vocales van firmados en esa proclama echada por ellos y están arreglando el descuaderno enorme que trajo la ambición y el despotismo. Ah! mi Agustín, qué robos tan enormes, qué injusticias Qué corrupción de costumbres ! Qué escándalos en los mismos gobernantes y en sus dependientes! . , En las cartas que me pillaron iba mucho de esto, porque ya me rebosaba. Yo no sé como no me han ahorcado». Disuelta la Asamblea volvió el P. Rodríguez á Buenos Aires donde sostuvo las más animadas y aza- rosas polémicas contra las tendencias liberales que desencadenaron la reforma eclesiástica de 1822. Periodista tan valiente como ilustrado sostuvo su credo y sus principios doctrinarios con encomiable ardor y entusiasmo, haciendo de las columnas del Oficial del día que redactaba con la ayuda de otro fraile tan sabio como él (pero de una mordacidad poco cristiana ) cátedra de cultura, de ciencia y de gracia. Bien es cierto que tenían que contestar á El XII Centinela^ órgano de D. Bernardino Rivadavia, don_ de la pluma de Juan Cruz Várela destellaba sus más picantes réplicas humorísticas. El P. Rodríguez es el representante mas inspirado del clero nacional entre los poetas de la revolución de Mayo, como Luca y Rojas son los representantes del ejército, López y Lafinur los de la Universidad y Az- cuénaga y Várela los de la prensa. El género, la entonación y el estilo de aquellos poetas-soldados, poetas-jurisconsultos ó poetas-perio- distas, refleja nítidamente su profesión; y al que de- see apreciar en sus versos los distintos grados de ilustración y cultura de las aulas, el foro, los salones y los cuarteles, puede hacerlo fácilmente porque los contrastes son grandes, y las diferencias muy nota- bles. Pero, vulgares ó eruditos, artistas ó desaliñados, poetas ó versificadores, sus poesías tienen todas el en- canto de la verdad y del placer honesto, sus ideas relampaguean con el prestigio del pensamiento do- minante de la época, y en su ritmo palpita el entu- siasmo del movimiento revolucionario. La patria es el tema que inspira sus mejores can- tos la libertad es el ; aura que acaricia todos sus idea- les la gloria es el ; nimbo de luz en que se vislumbran todos los héroes. Y á tal punto se armonizan y con- funden todas sus poesías en este anhelo patriótico y en ese entusiasmo revolucionario, que el mismo P. Rodríguez llegó á decir, refiriéndose á ellos : La pa- tria es una nueva Musa que influye divinamente. ! XIII Lástima grande es que nosotros no podamos decir j otro tanto de las suyas Las poesías patrióticas del P. Rodríguez, son las menos y las peores. La composición «Al paso de los Andes y Victoria de Chacabuco», es muy pobre y vulgar, á pesar de la magnificencia y riqueza del tema; v tan poco expresiva en sus entusiasmos que, hablando de la libertad, solo sabe llamarla: amable; refiriéndose á los gloriosos hechos de armas y á las victorias alcanzadas por el ejército argentino del otro esto : . lado de los Andes, no se le ocurre más que . « Los mas bellos y rápidos sucesos Colman luego los votos » después de lo cual la fuerza del consonante lo com- promete y lo obliga, á llamar : devotos^ á los realistas. El canto encomiástico, gratulatorio, al Gral. San Martín, es también de invención muy pobre. Algo mejorcita es la oda al Gral. Alvear, donde ya se en- cuentran pensamientos de más vuelo y figuras más poéticas que en las anteriores. El lenguaje es mejor y la entonación general más levantada. Con todo, esta poesía está muy lejos de poder competir con las que, sobre el mismo tema escribieron Juan de la Cruz y Flo- rencio Várela. Los historiadores argentinos en general; y D. Juan María Gutiérrez que es el historiador de los poetas ar- gentinos, todos se han hecho eco de un torneo literaria que parece haber sido celebrado por la Asamblea de 1813, con el propósito de elegir la canción nacional, del : XIV cual resultó reconocida como tal, la poesía Marcha Nacional^ compuesta por D. Vicente López y Planes. El otro competidor fué el P. Rodríguez, quien presentó con tal motivo la composición titulada Himno á la patria que empieza Salve patria dichosa, Oh dulce patria, salve Y por siglos eternos Se cuenten tus edades. Creemos que esta es la mejor de las poesías patrióti- cas del P. Rodríguez, pero que podría haber tenido mucho más realce sino la hubiera escrito en un metro tan pobre. Pero inferior en todo sentido á la del Dr. López, no es de extrañar que la Asamblea adoptara la de aquel para Himno Nacional. Donde el P. Rodríguez demuestra mayor entusias- mo, espiritualidad y gracia es en la poesía amatoria, lo que no deja de ser una anomalía. El soneto es su metro favorito, y lo maneja con mu- cho arte. Parece que el hecho de verse obligado á formular el pensamiento que lo inspira con la precipitación que re- quiere la brevedad del metro, conviene á su carácter y se presta á la mejor utilización de sus dotes de contro- versista consumado, pues gradúa con tino admirable la sucesión de más efecto, y sabe desenvolver la composi- ción viniendo á descorrer el velo de su intento cuando el lector ha terminado de leer el último verso. El gracejo de las poesías del P. Rodríguez deja en- trever el misticismo de su vida de convento, y su ironía XV €s todo un modelo de beatifica mordacidad. Si pudiéra- mos olvidarnos de su sotana tendríamos bastante que hablar á este respecto. DR. JOSÉ AGUSTÍN MOUNA ( OBISPO DE CAÍIACO ) El Dr. D. José Agustín Molina nació en Tucumán el 2 de Setiembre de 1773 (i), siendo sus padres D. José Molina y D*. Josefa Villafañe. Recibió su primera ins- trucción en las modestas escuelas de su ciudad natal, y sobre todo en su propio hogar, cuyo ambiente de virtud, dignidad y respeto, fortaleció sus sentimientos dando á su corazón tantas bondades como luces á su mente.