ORDENAMIENTO ESPACIAL Y TRANSFORMACIONES AGRARIAS EN EL VALLE DE , PROVINCIA DE SANTAFÉ, NUEVA GRANADA, 1595 – 1810

David Felipe Sánchez Ruiz

Universidad Nacional de Facultad de Ciencias Humanas Departamento de Historia 2017

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ORDENAMIENTO ESPACIAL Y TRANSFORMACIONES AGRARIAS EN EL VALLE DE UBAQUE, PROVINCIA DE SANTAFÉ, NUEVA GRANADA, 1595 – 1810

Tesis de investigación presentada como requisito parcial para optar al título de: Magister en Historia.

David Felipe Sánchez Ruiz

Directora: PhD. Stefania Gallini

Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas Departamento de Historia

Bogotá, Colombia 2016.

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Contenido

Agradecimientos...... 5

Introducción...... 7

El Valle de Ubaque...... 15 Capítulo 1. El poblamiento y el ordenamiento espacial del Valle de Ubaque...... 24

1.1 El derrumbe demográfico indígena en el Valle de Ubaque, 1560 – 1640...... 25 1.2 El proyecto político de reducción y congregación de naturales ...... 29 1.3 Ordenamiento territorial y la reducción de los naturales del Valle de Ubaque...... 34 1.4 Las mercedes de tierras y la contracción de la población indígena...... 50 Capítulo 2. La formación de una agricultura colonial...... 60

2.1 Organización agrícola y modos de asentamiento indígena: verticalidad y dispersión. ... 61 2.2 Introducciones biológicas y técnicas ...... 69 2.3 Ganadería...... 77 Capítulo 3. La evolución de los pueblos de indios y la transformación del mundo rural en el siglo XVIII ...... 83

3.1 Cambios demográficos del Valle de Ubaque, 1759 - 1777 ...... 84 3.2 Las visitas de la tierra y la vida rural en los pueblos de indios en el Valle de Ubaque, siglo XVIII...... 88 3.3 Introducciones, arrendamientos y la organización interna en las tierras de resguardo. 91 3.4 Fómeque: caracterización de la población vecinal a finales del siglo XVIII...... 99 Conclusiones ...... 107

Bibliografía...... 111

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Mapas Mapa 1: El Valle de Ubaque en el siglo XVIII ...... 17 Mapa 2. Agregaciones en el Valle de Ubaque...... 45

Tablas

Tabla 1: Agregaciones en el Valle de Ubaque, 1560 – 1682...... 44 Tabla 2. Propietarios embargados para el amparo de las tierras de Ubaque por el oidor Pedro González de Guemes, 1655 ...... 54 Tabla 3: Productos agrícolas de los indígenas en el Valle de Ubaque, según sumarias secretas de Miguel Ibarra y Luis Enríquez...... 72 Tabla 4: Población indígena y de vecinos en el Corregimiento de Ubaque 1758 – 1779 .... 86 Tabla 5: Arrendamientos en el Corregimiento de Ubaque...... 93 Tabla 6: Descomposición de las capitanías del pueblo de Cáqueza, 1600 – 1759...... 98

Gráficos Gráfico 1: Evolución de la población indígena total del Valle de Ubaque, 1560 - 1640. .... 27 Gráfico 2: Tributarios del Valle de Ubaque 1656 – 1807...... 87 Gráfico 3: Proporción de familias propietarias y no propietarias en las familias vecinas del pueblo de Fómeque, 1800...... 104

Ilustraciones

Ilustración 1: Pueblo de Choachí y sus alrededores, 1782...... 38 Ilustración 2: La vida rural de un pueblo de indios en el siglo XVII: el caso de Cáqueza...... 57 Ilustración 3: “Imitación de la naturaleza del campo de Pueblo Viejo y Ubaque, 1863” José Manuel Groot...... 76 Ilustración 4: Pueblo de Choachí. Amojonamiento del resguardo y expulsión de intruso ...... 96

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Agradecimientos.

Todo proceso investigativo es, de la misma manera, uno de crecimiento personal. Agradezco a todas las personas que han sido parte de este importante periodo de mi vida: a mis padres, principalmente, por su apoyo incondicional, por sus palabras de ánimo que me permitieron asumir los retos que la vida iba poniendo. A mis amigos y familiares por cada palabra de aliento, motivación y fe en mí. Un agradecimiento especial a mi directora de tesis, la profesora Stefania Gallini por sus importantes comentarios, por su paciencia ante las confusiones y cambios inevitables en todo proceso de investigación, pero sobre todo por su guía en un mundo desconocido para mí. La línea de Historia Ambiental de la Universidad Nacional que ella preside y sus cursos de Historia ambiental fueron el escenario de profundas reflexiones que alimentaron este trabajo. Tengo la esperanza de que estos conocimientos influirán notablemente en los años venideros. Agradezco igualmente a la Universidad Nacional de Colombia y especialmente al departamento de Historia por acogerme en estos años de formación y otorgarme la Beca asistente docente, con cuyo apoyo pude dedicarme al trabajo investigativo. Agradezco especialmente al Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh) por brindarme el Estímulo a la investigación en historia colonial, 2015, con cuyo financiamiento se nutrió enormemente esta investigación y me permitió una estancia de investigación en el Archivo General de India, en Sevilla. Igualmente agradezco al Jardín Botánico de “José Celestino Mutis”, por beneficiarme con el Estímulos a la investigación Thomas Van de Hammen en su tercer ciclo.

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Ordenamiento territorial y transformaciones agrarias en el Valle de Ubaque, Provincia de Santafé, Nuevo Reino de Granada, 1595 – 1810.

Resumen. Se analizan los cambios del mundo rural indígena en el Valle de Ubaque, en el Altiplano Cundiboyacense en la actual Colombia, durante el periodo colonial a través de dos aspectos fundamentales: primero, el ordenamiento territorial construido entre las autoridades coloniales y los indígenas; y segundo, la implementación de nuevas prácticas agrarias producto de la relación entre los diversos actores sociales que influyeron en la vida del Valle. A través de una investigación documental e historiográfica, se analizan por un lado la creación de los pueblos de indios y resguardos indígenas en la región, y por otro la llegada de nuevos cultivos, herramientas y técnicas que configuraron a las sociedades andinas. El resultado fue la construcción de una sociedad campesina característica de esta importante región a finales del siglo XVIII. Palabras Clave: pueblos de indios, régimen colonial español prácticas agrarias, historia agraria, Colombia.

Abstract.

The next text have aim to analyze changes in the indigenous rural world of Ubaque Valley during colonial period through two aspects: first, the land use planning built with colonial authorities and Indians both, and second, the introduction of new agrarian practices, born in relationship with new actors who influenced the Valley’s life. Through documental and historiographical investigation, analyzed, first, creation of the Indian towns and “resguardos indigenas” in the region; second, came the new crops, agricultural tools and agrarian tecnics that configured the Andean societies. As a result of all changes happened in the Ubaque Valley, this work delineates the construction of peasant society in half XVIII century which characterize this important region.

Key Words: pueblos de indios, Spanish colonial rule, agrarian practices, agricultural history, Colombia

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Introducción.

En la segunda mitad del siglo XVIII los pueblos de indios del Valle de Ubaque, al oriente de la ciudad de Santafé (la actual Bogotá, capital de Colombia) y de sus cerros, atravesaban profundos cambios internos. Aunque con menor intensidad respecto a otros espacios del altiplano, la evidente reducción de su población nativa, acompañada de un crecimiento de la población mestiza, derivó en una serie de medidas emprendidas por la administración colonial para su reordenamiento. Si las condiciones de un pueblo iban en detrimento de las leyes, o no servían para el interés imperial, podían sufrir la segregación de parte de los resguardos –como se denominaba a sus tierras corporativas- y su venta publica, la “agregación” de poblaciones de un pueblo a otro, la transformación de las autoridades locales indígenas, entre otras consecuencias1. Los cambios en la vida material y social que habían ocurrido en el interior de los pueblos de indios durante el periodo colonial eran evidentes; la agricultura nativa, fundamental para el sostenimiento del sistema colonial y de las ciudades españolas como Santafé durante los primeros siglos de dominación hispánica, que alimentaron los mercados sabaneros con productos cultivados en sus tierras, y que pese a los embates de la colonización seguían poseyendo, pasó a un segundo plano señalada regularmente como improductiva.

Al mismo tiempo, mientras que las descripciones de las autoridades en la época señalaban al indio como holgazán y poco laborioso, un nuevo actor social surgía de entre aquellos crisoles sociales en que se convirtieron los pueblos de indios coloniales y futuros municipios de la región. A través del mestizaje y la apropiación de la tierra circundante a los pueblos y resguardos, el vecino, aquel que aunque no era legalmente indio podía aprovechar los servicios eclesiásticos y espacios de los pueblos, surgía en el panorama social. Algunos

1 Sobre el problema de tierras ver: Germán Colmenares. La provincia de en el Nuevo Reino de Granada. Ensayo de Historia Social, siglo XVIII. Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1997. Diana Bonnet. Tierra y comunidad: un problema irresuelto. El caso del Altiplano Cundiboyacense (Virreinato de la Nueva Granada) 1750 – 1800. Bogotá: Icanh- Universidad de los , 2002 Camilo García Jimeno. Conflicto, sociedad y estado civil en el resguardo de Chiquiza, 1759 – 1801. Bogotá: Universidad de los Andes, 2008. Sobre las autoridades indígenas a finales del periodo colonial ver: Marta Herrera. Poder local, población y ordenamiento territorial en la Nueva Granada, siglo XVIII. Bogotá: Archivo General de la Nación, 1996. 7 podían ser grandes hacendados, denominados orejones2; la mayoría, por el contrario, eran campesinos pobres quienes arrendaban tierras en las haciendas o resguardos, o en otras ocasiones pequeños propietarios. El gran viraje demográfico en estos dos primeros siglos es muestra de un profundo cambio social que afectó este sector en los diversos pueblos de indios del Valle de Ubaque y del resto del Altiplano, los cuales pasaron de ser predominantemente indígena a albergar una vida rural predominantemente mestiza.

Lo contradictorio de aquellos procesos era que había pasado un escaso siglo y medio desde la ordenación definitiva de los pueblos de indios y resguardos, momento en el cual la legislación indiana había resuelto concluyentemente la protección de las tierras tradicionales de los indios, y regulado sus relaciones con los demás estamentos y actores que se encontraron durante el periodo colonial. Para 1640, en el Valle de Ubaque ya habían sido definidos finalmente los pueblos de indios (con sus respectivas trazas en damero, plaza e iglesia); posteriormente se delimitaron las tierras que, bajo la protección legal, tenían amparadas los indios para su usufructo y reproducción –el llamado resguardo. ¿Qué ocurrió en estos dos siglos para que se transformara radicalmente el mundo rural de estos pueblos?, ¿Cómo el sistema colonial transformó el territorio y el espacio de las poblaciones nativas? ¿Cómo las sociedades indígenas se adaptaron y qué cambios en la agricultura y las prácticas agrarias se dieron entre los siglos XVII y XVII? Comprender estos cambios ocurridos durante los dos últimos siglos del periodo colonial es el acometido fundamental de esta investigación. A través del estudio del Valle de Ubaque, se puede contribuir al estudio del poblamiento andino y la formación del campesinado que caracteriza la región, problemas fundamentales en la historiografía andina.

Para responder estas preguntas, la presente investigación centra su interés en dos aspectos fundamentales para el estudio de la historia agraria colonial de los pueblos de indios: primero el análisis de los cambios en el ordenamiento espacial que la administración colonial adelantó a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, cuando la política de reducciones funda los pueblos de indios y delimita las tierras de resguardos. Segundo, el cambio radical en las prácticas agrarias de las poblaciones asentadas en el Valle de Ubaque producto de la

2 Sobre el concepto de vecino en la colonia tardía. Marta Herrera. Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en las Llanuras del Caribe y los Andes Centrales Neogranadinos, siglo XVIII. Medellín: La Carreta Editores, 2007, pág. 195 8 introducción y adaptación de cultivos, técnicas y producción que se dieron en los primeros siglos del periodo colonial.

El periodo fundamental donde se ordenaron espacialmente los pueblos del Valle, entre 1560 y 1640, se caracteriza por la gran actividad adelantada por la Audiencia de Santafé, máxima instancia judicial de la Corona en la Nueva Granada, quien a través de sus funcionarios estructuraron el poblamiento de la población , entre ellas las del Valle de Ubaque. Se consolidaron sobre la región las estructuras espaciales denominadas pueblos de indios, que a través de su diseño representaban un orden espacial y simbólico del control político y evangélico sobre los indios y que fueron el centro de poblamiento fundamental en los Andes Centrales durante el periodo colonial3. Las llamadas también reducciones o congregaciones permitieron un control más efectivo de la población indígena –la pretendida “vida en policía”-, y fueron una pieza fundamental en la política de segregación socioétnica que evitaba, en teoría, la convivencia espacial de los indios con los demás sectores de la población4. Se fundaron en este primer periodo sobre el Valle de Ubaque los pueblos de Ubaque, Choachí, Fomeque, , , Cáqueza y Fosca, como parte del Corregimiento de Ubaque. A finales del siglo XVIII, con el fracaso de las reducciones -dado que la separación socioétnica ordenada por la legislación indiana no logró mantener los pueblos de indios como lo que en teoría fueron concebidos: espacios exclusivos de habitabilidad india- surgieron nuevos intentos de ordenar el espacio, cuando algunos sectores sociales y políticos influyentes estuvieron de acuerdo con “la supresión de los privilegios corporativos, la erradicación del tributo y la libre circulación de las propiedades comunales”5.

Este trabajo aborda el problema del ordenamiento espacial bajo dos perspectivas6. La primera, lo entiende como experiencia local de un proyecto imperial, y reflexiona sobre la

3 Marta Herrera. “Ordenar para controlar…”. Otro texto fundamental para el estudio del ordenamiento espacial de los pueblos de indios es el estudio de caso de Ángel Luis Román sobre el pueblo de Cajicá en la Sabana de Bogotá. Ordenamiento territorial y resistencia indígena en Cajicá 1537 – 1639. Bogotá: Archivo General de la Nación, 2007. 4 Laura Osorio. “Los pueblos de indios vinculados con las políticas de separación residencial”, Historia Crítica, nº 27, 2004, págs. 277 – 298. 5 Diana Bonnet. Tierra y comunidad… p. 13. 6 Para definir el concepto de ordenamiento espacial en esta investigación: “Lo relativo al manejo u ordenamiento que se hace del territorio considerado como propio, se ha trabajado con el concepto de ordenamiento espacial o Landscape propuesto por Duncan y que se define como un “un modelo culturalmente producido sobre cómo debe estar organizado el entorno” Marta Herrera. Ordenar para controlar…p. 26. 9 capacidad del imperio español por movilizar grandes poblaciones indias a nuevas estructuras espaciales, y de delimitar sus tierras. La construcción de pueblos y resguardos hizo parte de un proyecto político de gran envergadura, uno que buscó construir un mundo rural indio de forma vertical7 a través de la Audiencia y los funcionarios coloniales. Al ser un proyecto político de grandes proporciones, las delimitaciones de resguardos se hacían teniendo en cuenta estándares, como por ejemplo cuanta tierra es necesaria por cada indio tributario, la organización ideal de la producción dentro del resguardo y la forma de las propiedades, todo ello por encima de las múltiples experiencias locales que sostenían la vida agraria previamente8.

Sin embargo, la segunda perspectiva amplía el análisis sobre otras formas de construcción del espacio diferentes al peso de las ordenanzas estatales sobre las sociedades. Las autoridades coloniales debieron plantear escenarios de negociación ante un hecho lógico, como fue la defensa de las mismas comunidades indígenas en mantener sus territorios tradicionales. Este hecho es fundamental para reconocer la forma en que realmente se estableció el sistema colonial, poniendo en evidencia “la agencia de las comunidades andinas en la constitución de la sociedad colonial”9. Según Steve Werkne, la negociación, tanto de la “comunidad” como del “paisaje”, fue un hecho evidente en la configuración territorial de gran parte de las reducciones hispanas en América10. Lo que se ponía en juego no era algo

7. Sobre el proyecto de reasentamiento durante el Virreinato de Francisco de Toledo ver: Jeremy Mumford Lewis. Vertical Empire: The General Ressetlement of Indians in the Colonial Andes. Durham/ Londres: Duke University Press, 2012. Al respecto dice Mumford: “Under Viceroy Toledo’s authority, more tan a million people were assigned to live in about six hundred reducciones. Toledo called universal forced resettlement “the first and most important part” of his work as viceroy. And from our perspective today, its natural to see it as the most significant of his many proyects, the one that changed the face of the land. p. 119. El concepto de “Vertical” empleado por Mumford juega con dos aspectos de la territorialidad colonial andina: su carácter impositivo desde las altas esferas del estado desde las reformas toledanas, por un lado, y segundo, respecto a la “verticalidad” del sistema de asentamiento andino descritos en los trabajos etnohistóricos de John Murra. 8 Como afirma James Scott, “designed or planned social order is necessarily schematic; it always ignores essential features of any real”. Por la misma línea, afirma “the states simplifications, like all simplifications, are always far more static and schematic tan the actual social phenomena they presume to typify” Sobre los grandes proyectos de planificación estatal y su impacto en las experiencias locales ver: James C. Scott. Seeing Like a State: How Schemes to Improve Human Condition Have Failed. New Heaven/London: Yale University Press, 1998, p. 8 – p. 46. Mumford Lewis adopta los planteamientos de Scott en su obra arriba citada. 9 Akira Saito, Claudia Rosas, Jeremy Mumford, Steven Wernke, Marina Zuloaga, Karen Spalding. “Nuevos avances en el estudio de las reducciones toledanas”. Bulletin of the National Museum of Ethnology, Nº 39, 2014, p. 133. 10 Ver Steven Wernke. Negotiated Settlements: Andean communities and lanscape under Inka Spanish Colonialism. Florida scholarship online: may, 2013. “I insist on the local perspective-both because it provides a unique view of the tangible effects of colonial rule and because I think that “community” and “landscape” are critical medianting structures in the negotiation of colonial power”, p. xvi. 10 insignificante: se trataba de establecer las pautas en que las sociedades se relacionaban con el espacio, los recursos, la tierra cultivable, todos aspectos fundamentales de los sistemas agrarios. Además, esta negociación tuvo en cuenta múltiples agentes que también hacían parte del contexto particular, como los encomenderos o nuevos propietarios de tierras. Las estrategias que los indios emplearon para enfrentar este “imperio vertical” fue participando en la construcción de pueblos, en su delimitación, o más frontalmente evadiendo la orden de habitar los caseríos o estableciendo pleitos amparados en la legislación indiana11.

Ahora bien, reconocer la transformación del paisaje y las comunidades no debe estar desligado de la principal característica material de las sociedades rurales: la agricultura. Es ella la principal transformadora del paisaje y el principal vínculo entre el ambiente y la sociedad, por lo menos en las sociedades de base orgánica –como las denominan González de Molina y Toledo12. ¿Cómo cambió la agricultura y la vida agraria después de los proyectos de reducción y delimitación de resguardos? ¿Cómo cambiaron las pautas de poblamiento, la organización de los cultivos, la preparación de los terrenos, entre otras características? La historia agraria y ambiental reciente comprende las transformaciones espaciales como un proceso coevolutivo en el cual participan la organización social, política y el mismo medio ambiente. El convulsionado contexto social con el que se abre marcha el sistema colonial en América, en este caso, no está aislado de las transformaciones agrarias que sufre el Valle y que construyen otra forma de ordenamiento, de paisaje y de integración de los ecosistemas a las prácticas humanas.

Los cambios sociales estuvieron acompañados por un complejo intercambio de cultivos, semillas, técnicas, herramientas, entre otros aspectos de la actividad agrícola13. Esto significó una verdadera transformación en las sociedades americanas y en la vida rural de los pueblos

11 Caroline Cunill describe así lo que denomina el concepto de negociación indígena en la historiografía colonial reciente: “Los historiadores de la negociación indígena consideran, en efecto, que la explotación de la fuerza de trabajo y la usurpación material sufrida por las poblaciones autóctonas no impidieron que éstas poseyeran una clara conciencia política. Rechazan, por lo tanto, la supuesta marginalidad política de los indios e insisten, al contrario, en su capacidad de influir en la conformación de un fluctuante equilibrio de fuerzas mediante el uso de las instituciones, las leyes y el discurso jurídico coloniales”. Caroline Cunill. “La negociación indígena en el Imperio Ibérico: aportes a su discusión metodológica”. Colonial Latin American Review, Vol. 21, nº 3, 2012, pág. 396. 12 Manuel González de Molina, Victor Toledo. Metabolismos, naturaleza e historia. Hacia una teoría de las transformaciones socioecológicas. Barcelona: Icaria Editores, 2011, pp. 157-232. 13 Alfred Crosby. The Columbian Exchange. Biological and cultural consequences of 1492. Connecticut: Greenwood Press, 1973. 11 de indios: cambios en la preparación y cuidado de los cultivos, en el trabajo y la aplicación de energía, en los patrones de asentamiento, entre otros. Suele observarse este intercambio como violento e impositivo por gran parte de la historiografía, aunque es igualmente cierto que la apropiación y adaptación de nuevas estrategias de producción agrícola fueron recibidas por los indígenas a partir de su relación con los demás sectores sociales que ejercieron influencia en el Valle. La adaptación de cultivos, por ejemplo, no se debió meramente a la imposición por parte de los encomenderos de ciertos productos de su dieta, sino también a las posibilidades del territorio para adaptar las semillas y la apropiación del conocimiento por parte de los indígenas, lo cual significó –como se verá en la investigación- un cambio importante en sus formas de vida. Ello es manifestación del mismo proceso de agencia donde los actores logran adaptar a sus necesidades y contextos a las características de una agricultura hispánica. Estas introducciones de nuevos elementos y prácticas fueron una de las variables más importante de los cambios estructurales de la organización agraria y la agricultura del Valle de Ubaque.

El análisis de las prácticas agrarias coloniales neogranadinas entendidas como procesos de negociación entre indígenas, poder colonial y sistemas biofísicos es un campo que todavía requiere investigación. Trabajos actuales han avanzado en esta línea, como por ejemplo los documentados e innovadores análisis de Katherine Mora sobre las prácticas agrarias y su impacto en la degradación del suelo en la Sabana de Bogotá, o el estudio del paisaje colonial en la provincia Guane durante el siglo XVI y XVII14. Ambos estudios sitúan el aspecto de las prácticas agrarias indígenas y coloniales, pero también de las relaciones sociales que las hacen posibles; analizan la organización social, pero también la organización de la producción agrícola. Estos son ejemplos de una historia agraria que no observa meramente el tema de acceso y los conflictos por la tierra, sino que pretende caracterizar la reproducción de la vida material en las sociedades rurales. Adaptan también un análisis de las interacciones

14 Katherine Giselle Mora. Prácticas agropecuarias coloniales y degradación del suelo en el Valle de Saquencipa, Provincia de Tunja, siglos XVI – XVI. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2015. Ver también “Los agricultores y ganaderos de la Sabana de Bogotá frente a las fluctuaciones climáticas del siglo XVIII”. En: Fronteras de la Historia, vol. 20.1, Bogotá: 2015. Adaptación de sociedades agrarias a la adaptabilidad climática. Sabana de Bogotá, Andes Orientales. Tesis para optar al título de Doctora en Historia, Universidad Nacional, 2016. Diana Carolina Ardila Luna. Configuración de paisajes coloniales en el territorio Guane, Santander (Colombia). Tesis para optar al título de Magister en Medio Ambiente y Desarrollo, Universidad Nacional de Colombia, 2010. 12 de las variables sociales y culturales con la ecología, que producen los sistemas agrarios coloniales.

Para contribuir a esta perspectiva de análisis de las sociedades coloniales neogranadinas, esta investigación encuentra evidencia documental principalmente en los registros de visita que consignaron los principales oidores de la Audiencia. Las visitas de la tierra hacían parte de la organización política colonial y respondían a la orden - desde las altas esferas del poder metropolitano – de revisar personalmente los distritos con el ánimo de introducir o vigilar el cumplimiento de la ley indiana. Eran procedimientos que duraban años y que recorrían enormes y extensos territorios, realizados en la mayoría de ocasiones por oidores de la Real Audiencia.

Los documentos de visita son fuentes fundamentales para la historia agraria del periodo colonial, valoradas tanto por la historia institucional como por las vertientes etnohistóricas. En este caso, para una historia agraria de las poblaciones insertadas en el naciente sistema imperial colonial en America, las visitas de la tierra son fuentes extremadamente útiles pese a sus críticas. Sus conteos de la población tributaria, necesarios para la implementación de la tributación indígena, hacen de ellas fuentes demográficas privilegiadas y principales. Sus sumarias secretas - cuestionarios empleados por los oidores para revisar distintos aspectos de los pueblos a través de testigos, en su mayoría indios-, describen los cultivos tradicionales y la forma de sustento y producción para el tributo. Y por último, casi siempre parte de la última parte de la diligencia de visita, la visita de tierras describía y definía el territorio constituyéndose como documento legal para tramitar títulos de resguardo y definir linderos y límites. El oidor fue a través de estos instrumentos un personaje fundamental en el control político y territorial en estos años críticos del periodo colonial, y nos presenta con extremada claridad – por supuesto desde su perspectiva de “agente imperial en terreno” - los cambios en el ordenamiento espacial y rural que efectuó15.

15 Diana Bonnet, Marta Herrera Ángel. “Ordenamiento espacial y territorial colonial en la “Región Central” neogranadina, siglo XVIII. Las visitas de la tierra como fuente para la historia agraria del siglo XVIII. América Latina en la Historia económica, nº 16, 2001, págs. 11 – 32. Para el caso de los agrimensores en en Nueva España y su papel en la “creación de territorio” ver: Richard Hunter y Andrew Sluyter. “How incipient colonies créate territory.”. Journal of Historical Geography, nº 37, 2011, págs. 288 – 299. 13

Las principales existencias documentales provienen de los cuadernos de visita del oidor Joaquín de Arostegui y Escoto, quien recorrió la Provincia de Santafé entre 1758 y 1760 y consignó, no solo la información referente al periodo de su llegada, sino que transcribió las visitas de tierras previas y los títulos que anteriores oidores habían dejado para los resguardos16. Aunque no se encuentran todas las visitas originales de los siglos XVI y XVII, en el Archivo General de la Nacion de Bogotá reposan las realizadas al pueblo de Pausaga, Ubatoque, Teusacá por Miguel Ibarra entre 1593 y 159517, las de Pausaga, Fomeque y Cáqueza por Luis Enriquez en 160018, y la del pueblo de Ubaque en 1628. Esta variedad documental hace del Valle de Ubaque una región privilegiada para el estudio territorial y agrícola de las sociedades indígenas en los primeros siglos del sistema colonial en el territorio muisca, razón importante que lleva a escoger a esta región como objeto de estudio. Otros documentos que nutrieron la investigación fueron los conflictos de tierras en el Valle, cuyas existencias se encuentran en la sección Tierras de Cundinamarca, del Archivo General. La documentación sobre tributación del corregimiento se consultó a través de los libros de carga y data realizados por los Corregidores de partido, y que se encuentra, para el siglo XVII en el Archivo General de India (Sevilla).

El siguiente texto está dividido en tres capítulos. En el primer capítulo se estudia el problema del ordenamiento espacial de los pueblos de indios, resguardos y estancias particulares en el Valle de Ubaque a través del análisis de las visitas de la tierra entre 1594 y 1640, resaltando la experiencia local en la cual se construyó al espacio agrario, a través de dos entidades fundamentales: el pueblo de indios y el resguardo indígena. La permanente disminución de la población nativa dio como resultado un progresivo proceso de reducción de tierras indígenas y el aumento de la solicitud de mercedes particulares, construyendo un mundo rural dividido entre las tierras de resguardo y las estancias otorgadas.

16 Los cuadernos de visita están reunidos en la sección Historia del fondo Archivo Anexo II, tomo II, en el AGN. En ella encontramos, en condiciones impecables, los cuadernos del pueblo de Cáqueza, Ubaque, Chipaque, Choachí, Une, y Fosca. Lastimosamente hace falta el cuaderno de la visita al pueblo de Fómeque, que no se encuentra en la sección. 17 Pausaga: AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 8, ff.335r-441v, Ubatoque: AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 2, ff. 864r-1001v, Teusaca: AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 5, ff. 514r – 667v. 18 Fómeque: AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 4, ff. 261r-368v, Pausaga: AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 4, ff. 783r – 830v, Cáqueza: AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 8, ff. 1r – 157v 14

El segundo capítulo centra su atención en los cambios en la actividad agrícola a través de dos aspectos principales: el cambio en los modelos de asentamiento indígena luego de la formación de los resguardos y la introducción de cultivos y técnicas. El objetivo fundamental es responder por el cambio en las prácticas agrarias indígenas y la formación de una agricultura colonial. Las introducciones más importantes se generalizan en el siglo XVII, incluyendo el trigo y técnicas asociadas como el trillado por molino. Un acápite especial va dirigido a la ganadería, especie transformadora del paisaje colonial en todos los espacios americanos y que generó un nuevo uso de los recursos y el suelo.

Por último, el tercer capítulo observará el segundo momento del ordenamiento territorial de la segunda mitad del siglo XVIII. Se profundizará en las transformaciones sociales que afectaron a la población indígena en los pueblos de indios, y de los nuevos actores que pasaron a presionar sobre las tierras adyacentes a los resguardos conocidos como vecinos. Ya para este periodo es evidente la limitación de la legislación indiana que se implementó en los dos primeros siglos, y la formación de una gran población de pequeños campesinos desligados de la categoría jurídica de indios, y por otro lado, los impulsos por la hacienda colonial tardía en apropiarse del espacio agrario de los pueblos y la acumulación de rentas. A partir del estudio de Fómeque, se observará cómo cambió radicalmente la naturaleza de las tierras del Valle y claro ejemplo del fracaso que en la larga duración significó la política de reducción indígena y las políticas de segregación residencial.

El Valle de Ubaque.

A la llegada de los españoles al Altiplano Cundiboyacense, el Valle de Ubaque era una de las comarcas más importantes y pobladas del territorio muisca. Las referencias tempranas sobre sus condiciones naturales y sociales subrayan sus fértiles suelos, la diversidad de los productos que en el Valle se dan, lo quebrado de sus montañas y abismos, la importancia de sus caminos y conexiones, la complexión física de sus pobladores naturales, entre otros atributos. Su importancia le hizo albergar la encomienda de Ubaque, Chipaque, Cáqueza y

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Ubatoque, la más grande entregada en el Nuevo Reino, al capitán Juan de Céspedes como recompensa por sus hazañas19.

Al oriente de lo que se denominaba el Valle de Bogotá, y cruzando los elevados cerros que sirvieron de sitio a los españoles al fundar la ciudad de Santafé, pasando por extensos y elevados páramos, comienza un precipitado descenso por los valles transversales de los llamados río Negro y el río Cáqueza, que se funden en la gran cuenca del Orinoco desde la vertiente oriental del Altiplano Cundiboyacense. La condición de vertiente le da al llamado Valle de Ubaque una morfología quebrada y mayor rapidez en los causes de los ríos y quebradas. Como lo describió el cronista Lucas Fernández de Piedrahita en 1676.

“Divide esta provincia de la de Bogotá una cordillera limpia de montaña, aunque de ásperos y pedregosos caminos. Yace a las espaldas de Santafé, declinando al mediodía. No es muy dilatada de espacios, pero abundante de grandes poblaciones, y todas fuertes por la naturaleza de los sitios que ocupan, respecto de no tener llanos en qué poblarse. Es fertilísima de mantenimientos, principalmente trigo, que se da bueno y mucho. Báñala, como dijimos, el río Negro y muchos arroyos, todos rápidos en su curso.”20

Según el relato, fue atravesando esas montañas y los elevados cerros en Choachí –camino que según Piederahita llama “del Portachuelo”- que el Zipa entró al Valle de Ubaque y le hizo guerra al cacique que se alzaba señor. Tras grandes batallas el primero se alzó vencedor y sujetó el valle a sus dominios, de tal importancia dentro de la expansión del Zipazgo, que selló su nueva alianza recibiendo a la hija mayor del cacique de Ubaque.

A pesar de que el relato de Piedrahita es muy posterior a los hechos, la descripción de estos conflictos previos a la llegada de los españoles expresan la importancia del valle como una importante unidad física para el asentamiento, así como una categoría para señalar a ciertas poblaciones particulares. Fray Pedro Aguado, más cercano al periodo de la conquista, escribía en 1570 que “es de saber que en la Provincia del Nuevo Reino de Granada […] que

19 Santiago Muñoz Arbeláez. Costumbres en disputa. Los y el Imperio español en Ubaque, siglo XVI. Bogotá: Universidad de los Andes, 2015, p. 33. 20 Lucas Fernández de Piedrahita. Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino, I. part. Libro II. Cap. III, p. 38. 16 se incluye solamente la gente Mosca, de cuyos naturales está poblada, desde su antigüedad y principio siempre fue poseída de particulares caciques y principales que por pueblos o valles tenían sujetos a si a los naturales”21. Agrega después, al referirse a los nombres y apellidos de los indios, como éstos estaban ligados de forma especial a las unidades políticas que poblaban y regían el territorio: “ningún nombre general que comprendiese toda esta Provincia del Nuevo Reino se halla haber usado, ni tenido sus naturales, sino solamente por pueblos y valles que tomaban el apellido del señor particular que los poseía o era principal y Cacique de ellos”22. El Valle de Ubaque, en este aspecto, funcionó previamente a la llegada de los españoles como una unidad política y administrativa centrada en el Cacique de Ubaque, quien se había convertido en señor principal y al cual otros cacicazgos le rendían tributos.

Mapa 1: El Valle de Ubaque en el siglo XVIII

21 Fray Pedro Aguado. Recopilación Historial [1570] Bogotá: Imprenta Nacional, 1906. pp. 125 – 126. Subrayado mío. 22 Lucas Fernández de Piedrahita. Recopilación Historial… pp. 129 – 130. Subrayado mío. 17

Elaborado por: Sergio Rojas, geógrafo. Fuente: modelo digital de terreno SRTM de 1 arcosegundo.

Pero más allá de las interpretaciones que los cronistas replicaron sobre el ordenamiento territorial de los cacicazgos, es importante observar que el valle se convertía, a partir de las unidades físicas y climáticas del territorio, en una forma de acceso eficiente a diversos “servicios ecosistémicos” que la geografía de vertiente ofrecía. El aprovechamiento de los diversos pisos térmicos que ofrecía su carácter de vertiente fue aprovechado por las poblaciones nativas del Valle de Ubaque. En las averiguaciones de la visita al pueblo de Ubatoque en 1594 –cacicazgo agregado al pueblo de Cáqueza en 1600- señala Langebaek que “declararon los indígenas de ese lugar sembraban cubios, un producto característico de clima muy frio y yucas, propias de las tierras templadas y cálidas”.23 Esta característica fue fundamental para definir sus particularidades sus rentas tributarias en la colonia temprana – como por ejemplo en el cultivo de ciertos productos- , y cómo se verá más adelante, en la definición de su territorio dentro de las dinámicas del sistema colonial.

El acceso a los nichos ecológicos que las vertientes ofrecen ha sido fundamental en la historia agraria del Valle de Ubaque y de un número importante de territorios de la Cordillera Oriental. Según Marta Herrera, al analizar el enlace entre estructuras políticas prehispánicas y el sistema colonial de corregimientos, las expansiones del zipazgo hacia Fusagasugá (suroccidente), (nororiente) y Ubaque (suroriente) previo a la llegada de los españoles, permiten sospechar que se trató de un conflictos por el acceso a pisos térmicos y a los productos especiales. Muchos de estos cacicazgos estaban establecidos en los llamados valles que servían a los naturales como eje de poblamiento y que luego de la implementación

23 Carl Henrik Langebaek. Mercados, poblamiento e integración étnica entre los muiscas, siglo XVI. Bogotá: Banco de la República, 1987. Pág. 67. 18 de los corregimientos pasaron a ocupar unidades geográficas y administrativas coherentes24. De esta forma se estableció en el siglo XVII el Corregimiento de Ubaque, unidad administrativa de la Provincia de Santafé, que comprendía los pueblos de Ubaque, Choachí, Fomeque, Cáqueza, Fosca, Chipaque, Une, y hacia la sabana de Bogotá Usme. Esta impronta particular del territorio será fundamental para adentrarse en la dinámica agraria de las sociedades que se establecieron en el Valle de Ubaque, pues cómo expresa Marta Herrera:

El predominio de ciertos climas en los corregimientos se asoció igualmente con la producción y con el tipo de uso que se dio a sus tierras, así como lo quebrado de los territorios, factores ambos que tendrían gran incidencia en el ordenamiento económico, social y político de la provincia en el siglo XVIII. 25

La verticalidad del Valle de Ubaque es especial, pues está rodeado de los páramos de Sumapáz, Mataredondo, Verjon, y Chingaza, desde alturas que superan los cuatro mil metros, hasta los 1560 m.s.n.m en el borde del río Negro a la altura de la actual (ver Mapa 1). La cordillera se caracteriza por sus alturas que crecen hacia el occidente, lo que permite la existencia de elevados páramos. El actual municipio de Choachí, por ejemplo, tiene administrativamente jurisdicción en el páramo el Verjón, a una altura de 3800 m.s.n.m hasta los 1900 del casco urbano. Fómeque, por su parte, tiene jurisdicción sobre el páramo de Chingaza, hasta su límite sobre los 1800 m.s.n.m con el municipio de la unión. En el actual Cáqueza, hacia el sur y los límites con el pueblo de Fosca, se encuentra un ecosistema de subpáramo al superar los 2800 m.s.n.m y que todavía conserva relictos de bosque nativo26. Por otro lado, el Boquerón de Chipaque -que según Rufino Gutiérrez “separa las hoyas del Magdalena y el Orinoco”-, se encuentra situado a 3,250 m.s.n.m, mientas que la cabecera municipal del municipio y antiguo pueblo de indios se encuentra a los 2610 m.s.n.m. Para finales del siglo XIX cuenta Rufino Gutiérrez en sus Monografías, que cruzar el camino nacional que conectaba Villavicencio a Bogotá en el distrito de Chipaque, de siete kilómetros,

24 María Clemencia Ramírez de Jara, María Lucia Sotomayor. “Subregionalización del Altiplano Cundiboyacense: reflexiones metodológicas.” Revista Colombiana de Antropología, Vol. XXVI. Bogotá: 1986 - 1988 25 Marta Herrera. Poder local, población y ordenamiento territorial en la Nueva Granada, siglo XVIII. Bogotá: Archivo General de la Nación, 1996, pp. 32 – 33. 26 Municipio de Cáqueza. Esquema de Ordenamiento Territorial (EOT). ¡Cáqueza… Modelo Ecológico y Turístico. Pág. 93. 19 duraba, en buenas condiciones del camino, unas dos horas y media a caballo27. Estos ejemplos demuestran los rápidos cambios de altitud que la geografía de vertiente le imprime al Valle, que, como ha acordado los estudios geográficos de la cordillera oriental, es “el principal factor determinante de variaciones regionales de temperatura”28

Esta diversidad de pisos permitió también una interacción especial con la altura y las diversas condiciones térmicas. El temperamento de un lugar fue fundamental en el establecimiento de los pueblos de indios del Valle, a finales del siglo XVI y primera mitad del XVII, como se verá más adelante. El padre Oviedo, por ejemplo, describe el temperamento de Une como “sano y deleitoso”, y que produce todos los frutos de “tierra fría”29. El Cura del pueblo de Cáqueza afirmaba en 1600 que “tiene el çitio de Cáqueza por el mejor sano y de mejor temple y fértil de mantenimientos”30. El mismo don Diego Gobernador principal del pueblo afirmaba “que para hazer su población y asiento nuevo ningún sitio ay mejor en ésta comarca [...] por ser sano y de tierra templada”31.

El control de las zonas cálidas era fundamental no solo desde el punto de vista de la apropiación productiva, sino en la identidad política de las autoridades locales, como muestra el hecho de que los caciques de los pueblos de Susa, Fomeque y Pausaga se atribuyeran el título de Usaques32. El concepto ha sido discutido en los estudios sobre la organización política muisca, aunque se asociaba al carácter de defensa en las fronteras del territorio muisca, sobre todo aquellas que colindaban con tierra caliente. Como describe en el año 1595 don Antonio, cacique de Teusaca Usaque –como así mismo se denomina- “todos los caciques y principalmente los usaques que teníamos fronteros las tierras calientes que entre el un pueblo y el otro avía [y qué] entre este pueblo y el de Fumeque Usaque ay tierra caliente”33. Las tierras cálidas también eran importantes económicamente debido a la producción de

27 Rufino Gutiérrez. Monografías Bogotá: Academia de Historia, 1920 28 Marta Herrera. “Milenios de ocupación en Cundinamarca”. En: Los Muiscas en los siglos XVI y XVII: miradas desde la arqueología, antropología y la historia. Bogotá: Universidad de los Andes, 2008, p. 3. Marta Herrera cita estudios que calculan la disminución de la temperatura en 1°C por cada 184 metros de aumento de altura, según Guhl, y de 2/3°C por cada 100 metros de ascenso, según Thomas van der Hammen y Enrique González. 29 Basilio Vicente de Oviedo. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada. Bucaramanga: Imprenta Departamental de Santander, 1990. 30 AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 8, f. 54v. 31 AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 8, f. 59v. 32 Clara Ines Casilimas. “Juntas, borracheras y obsequias en el cercado de Ubaque. A propósito del proceso seguido al cacique de Ubaque por idolatría”. Boletín Museo del Oro, Nº 49, julio-diciembre, 2001, p. 23. 33 AGN. Visitas Cundinamarca, t. 5, f. 663r. 20 algodón y hayo, productos esenciales en la economía distributiva de los cacicazgos previo al contacto con los españoles.

La imagen que los españoles se formaron sobre los páramos usualmente fue la de tierras vacías e inhabitables. Las referencias a los páramos subrayan su frío extremo y la dificultad para su poblamiento. Cerca del Valle de Ubaque, en la expedición de Juan de Céspedes hacia el sur desde luego de la llegada de los españoles a la Sabana de Bogotá, describe Aguado lo que parece ser el páramo de Sumapáz:

“dio en unos páramos de grandísima frialdad y raras poblaciones, cuyos moradores se sustentabas con solas turmas, raíces de una yerba que la tierra producía mediante la cultivación de los indios, sin otra cosa ninguna; porque los grandes y continuos hielos y fríos no daban lugar a que en ella se criasen otros mantenimientos; y vista la miseria de ésta tierra, dio vuelta el capitán Céspedes sobre la mano derecha del poniente”34

Sin embargo los páramos eran parte integrante de la geografía humana del Valle, y por lo tanto apropiados de forma particular por quienes lo habitaron. A pesar de encontrar descripciones sobre ellos como “tierra de muy poca o ninguna sustancia e ynfructifera, porque cae en páramo muy recio, llena de tremedales y atolladeros” o que “la mucha pereza del temple y mal terruño, lleno de pozos, pantanos y otras malezas que las hacen casi ynabitables”, en 1614 el capitán Juan Bravo de Torres -quien se convirtió en una de las personas más acaudaladas en el Valle- pedía una mercéd de doce estancias de ganado mayor en el páramo de Choachí35. A pesar de intentar demostrar la inutilidad de aquellas tierras para que la merced se le entregara por un bajo precio, el capitán debía haber entendido que la vegetación abundante de ese páramo podía sostener una gran cantidad de ganado, actividad que fue realizada en sus demás tierras del Valle.

Los indígenas sin embargo evitaban en lo posible poblar los páramos debido a sus condiciones climáticas extremas. Los indígenas del extinto pueblo de Tunjuelo, al ser obligados a trasladarse a Usme alegaban a través del cacique don Marcos la orden, pues – argumentaban - “son tierras tan frías y tan ynutiles” y por ser “la dicha tierra que nos dieron

34 Fray Pedro Aguado. Recopilación Historial…pág. 141 – 142 35 AGN. Tierras de Cundinamarca, t. 10, f. 818r – 818v. 21 un páramo tan fuerte”36. A los indígenas de Usaquén, al preguntarles sobre las tierras pretendidas por Juan Bravo de Torres, respondieron estar “distintísimas de sus resguardos, en páramo baco y reriarzo, donde jamás ha avido yndios algunos poblados”.

Que no fuera bien visto como lugar donde establecerse de manera permanente no significa que el páramo no estuviera apropiado económicamente. Desde luego, el aprovechamiento de sus recursos fue común durante el periodo colonial. Piedrahita afirma en su Historia General que: “Hállase páramos a quienes el rigor de los fríos hizo inhabitables, y sirven de morada a mucha abundancia de ciervos, osos, conejos, dantas y gatos monteses, donde la inclinación a la caza halla interés y desahogo en los ciudadanos37”. Justamente, en las averiguaciones para otorgar la merced al capitán Juan Bravo de Torres, un vecino de Fómeque afirmaba que recorría el páramo frecuentemente al dirigirse a Santafé, “saliendo muchísimas veces a cazas en toda la cordillera de dhas tierras”38. La caza era una actividad realizada antes del contacto con los españoles, y el páramo suministraba animales importantes en la dieta o la cosmología y rituales muiscas, como el venado, la danta o el oso andino.

La unidad del valle y sus contornos elevados hacían que el tránsito hacia Santafé fuera peligroso, pese a que los cambios en las condiciones políticas hicieran necesario cada vez más la conexión con la sábana de Bogotá y la capital de la Audiencia. En 1594 demandaban los indios de Pausaga ante el oidor Miguel de Ibarra cómo acudían a trabajar en la estancia de su encomendero Alonso de Olmos en la Sabana de Bogotá donde la ante la dificultad del camino algunos indios “se mueren en la frialdad del páramo que pasan”39.

De estos páramos elevados nacen y se reproducen las innumerables fuentes de agua que alimentan el valle y de las que Piedrahita habla. Hay dos cuencas principales que atraviesan el valle: la primera es la del Río Negro, que nace en las lagunas de Buitrago en el municipio de La Calera a 3650 m.s.n.m, y que complementa su cuenca principalmente con los ríos Negro –llamado así en ocasiones al que pasa al norte del pueblo de Fómeque- en el actual municipio de la Unión, y el río Palmar, junto al pueblo de Ubaque. La segunda es la del

36 AGN. Poblaciones, t. 4, f. 566. 37 Lucas Fernández de Piedrahita. Historia general... I. Part. Lib I. Cap. I. De la Conquista. Amberes: 1676 pág.6 38 AGN. Tierras de Cundinamarca, t. 10, f. 819r. 39 AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 8, f. 381v. 22 llamado río Cáqueza en los documentos coloniales, que nace en el Páramo de Sumapáz al sur del Valle, pasando por los pueblos de Chipaque, Une y Cáqueza. La junta de las cuencas se da más debajo de este último, en sus actuales veredas de Tausuta, El Carmen y río Negro Oriental. Otras cuencas importantes son la de Samané, que pasa junto al pueblo de Fosca.

A medida que descienden ambos ríos, el plegamiento de las montañas y el curso de los ríos ha formado terrazas de acarreo y valles transversales de erosión, caracterizados por una gran caída de piedras y escombros rocosos y que impiden la formación de vegas aluviales fértiles40. Esto quiere decir que las riveras de los ríos Negro y Cáqueza, especialmente cuando se encuentran, no se caracterizan por ser tierras fértiles en las márgenes de los ríos; el valle aluvial, por tanto, no se convirtió en el eje de poblamiento del Valle. Esto es importante porque, como se analizará más adelante, la mayoría de las tierras que fueron entregadas a los naturales del Valle en forma de resguardos fueron bordeando los esos ríos.

Es por esta razón que el río no se convierte en eje principal de poblamiento en el Valle de Ubaque –y en general de ninguna región de vertiente. Al momento del contacto se empleaban los ríos principales como un punto de frontera, difusa en muchos casos, entre los diversos cacicazgos y capitanías que se ordenaban en el Valle41. Una excepción en el pueblo de Cáqueza, que a mediados del periodo colonial reunía naturales de las dos bandas del río que lleva su nombre, por la parte de Mustipaga y la capitanía de los Tachas, aunque esto parece ser una excepción en los demás pueblos y cacicazgos42.

Las tierras fértiles se encontraban en las quebradas y algunas terrazas formadas por las quebradas que bajan de los páramos y que eran comúnmente señaladas como útiles de labores agrícolas. Las hondonadas eran valoradas en gran parte de la América Equinoccial y parte importante del poblamiento del Valle de Ubaque durante el periodo de estudio.

40 Ernesto Guhl. Colombia: Esbozo de geografía tropical, tomo 1. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1975, p. 47. 41 Santiago Muñoz. Costumbres en disputa… pág. 40. A partir de documentación primaria, el autor afirma que los ríos sirvieron como frontera “En otro documento también un indio de Unicipa siguiere que el límite entre las labranzas de Cascavita y Unicipa era el río, de manera que es posible que los ríos a menudo pudieran ser utilizados entre las diferentes agrupaciones muiscas como referentes para delimitar los cacicazgos”. 42 “Cuaderno 26 de la visita al pueblo de Cáqueza fecha por Dr Dn Joaquin de Arostegui del consejo de Su Magestad”.AGN. Sección Archivo Anexo II: Historia, t. II, f. 56or – 562r (En adelante “Cuaderno 26 de la visita a Cáqueza”) 23

Fue sobre este territorio que se configuró, durante dos siglos, el espacio rural que sustentaría a las poblaciones nativas que fueron reducidas durante la segunda mitad del siglo XVI y primera del XVII, mientras que las tierras realengas –como pasaron a denominarse- fueron concedidas y ocupadas por particulares, en donde se gestó el mundo agrario del Valle de Ubaque durante el resto del periodo colonial.

Capítulo 1. El poblamiento y el ordenamiento espacial del Valle de Ubaque.

Los primeros años de la conquista han sido descritos usualmente por la historiografía como un periodo de absoluta convulsión de las sociedades indígenas, donde la violencia y la imposición terminaron por desestructurarlas completamente. Quizás la mayor demostración de tal tragedia humana que significó la conquista del Nuevo Mundo por parte de los españoles se encuentra en la enorme reducción de la población nativa, y que los estudios sobre demografía histórica, pese a que algunos contextos no han recibido la atención merecida, arrojan cifras similares. Además de la violencia directa que supuso el proceso de conquista, los actores biológicos, especialmente las enfermedades infecciosas, jugaron un papel mucho mayor en tal resultado43. Menos de treinta años después del contacto, entre 1558 y 1559, una epidemia bastó para llevarse 40.000 almas en los distritos de las ciudades de Tunja y Santafé, en la que quizás fue una de las mayores epidemias del siglo XVI44. Es durante la década siguiente que de forma paralela nuevos proyectos políticos entraron a condicionar radicalmente la vida social de las poblaciones nativas en el nuevo contexto colonial.

En este capítulo se argumentará cómo las nuevas condiciones sociales que supuso el proceso de conquista y colonización -principalmente la reducción de la población y el establecimiento de instituciones coloniales- permitieron un control especial del territorio y del espacio rural del Valle de Ubaque. En la medida que la población indígena entró en un franco descenso, la corona española implementó un vasto programa para aumentar el control directo sobre la

43 Sobre las causas biológicas de la conquista de América ver: Alfred Crosby. The Columbian Exchange…, Cap 2: Conquistador y pestilencia. 44 Michael Francis. “Población, enfermedad y cambio demográfico, 1537 – 1636. Demografía histórica de Tunja: una mirada crítica”. En: Ana María Gómez Londoño (Ed.). Muiscas: representaciones, cartografías y etnopolíticas de la memoria. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2005, p. 75. 24 población indígena y el Valle a finales del siglo XVI. Este consistió en congregar a un más a la disminuida población dentro de los pueblos de indios y resguardos, ordenar el territorio de acuerdo a las necesidades evangélicas, administrativas y tributarias, y permitir la entrada de nuevos propietarios particulares en el mundo rural del Valle.

Como se verá en el siguiente acápite, este proceso puede rastrearse desde las medidas del oidor Tomas López en 1560 que ordenaban la construcción de pueblos de indios, hasta las últimas visitas generales efectuadas por la audiencia a los distritos de Tunja y Santafé en 1640 y que definieron finalmente los resguardos indígenas hasta finales del periodo colonial. En los siguientes capítulos se pretender argumentar cómo estas medidas afectaron el mundo rural indígena y transformaron el espacio dentro de las nuevas lógicas del sistema colonial en el contexto del Valle de Ubaque.

1.1 El derrumbe demográfico indígena en el Valle de Ubaque, 1560 – 1640.

Como se dijo con anterioridad, la fuente más común para estudiar la evolución de la población del Valle de Ubaque proviene de las visitas generales. Aunque se han señalado algunas limitaciones de esta documentación para realizar proyecciones precisas sobre la población en las primeras décadas del periodo colonial, dado que muchas veces se omitió información o en ocasiones no se visitaron la totalidad de las poblaciones45, estas permiten observar una tendencia a largo plazo sobre el cambio demográfico del Valle de Ubaque. El periodo que comprende ochenta años, entre 1560 y 1640, fue un periodo de gran actividad por parte de la Audiencia que realizó varias visitas generales a la región, por lo cual han perdurado registros contables. A pesar de las diferencias en cada uno de los procedimientos, o a que muchos registros de visitas simplemente se han perdido, se puede presentar una evolución general para el periodo

La visita anónima de 1560 es la primera referencia a las poblaciones indias encomendadas del Valle, las utilidades que les generaron a sus encomenderos –tasa de matas, oro y fanegas de productos agrícolas- y el primer registro histórico del número de pobladores de la región

45 Michel Francis. “Población, enfermedad y cambio demográfico…”, pág. 108. 25 medido en la población tributaria (indios entre 17 y 60 años en capacidad de tributaria).46 Como se puede ver en la tabla 2, en éste documento no se registró la población total, incluidas mujeres, niños, ancianos y reservados del tributo; además, las cifras de la población tributaria fueron agrupadas por encomiendas y no por cacicazgos, por lo cual la fuente adquiere varias limitaciones para establecer con certeza el tamaño total de cada una de sus divisiones internas47. Es por esta razón que resulta más fácil organizar la evolución demográfica de forma general para todo el Valle y no desagregar los cacicazgos y poblados que lo conformaban. Las visitas posteriores variaron en sus registros y algunas sí registraron el total de la población, además de que ordenaban los datos a partir de los poblados que fueron fundados.

En un estudio reciente sobre el primer siglo del periodo colonial en el Valle de Ubaque, Santiago Muñoz Arbeláez realiza cálculos por medio del método de “indios y chusma” para acercarse a la población total del Valle en 1560, a partir de la proporción de tributarios dentro del conjunto de la población. A través de la visita general de Miguel de Ibarra en 1595 –la visita posterior que sí contabilizó a los demás sectores de la población-, determina una proporción de 30.8% de tributarios dentro del 100% de la contabilización general. Asumiendo la misma proporción para el año de 1560, de 7190 indios tributarios que suman todas las encomiendas del Valle, Muñoz calcula un total de 16.177 indios no “útiles”- categoría que podía incluir al total de mujeres, varones reservados por edad, enfermos, e indígenas principales que estaban exentos del pago de tributo- para un total de 23.367 personas aproximadamente48. A pesar de que se pueda criticar la pertinencia de la proporción de “indios y chusma” con 30 años de diferencia, es un ejercicio que permite aproximar la cifra a valores cercanos aprovechando las herramientas de la demografía histórica. Siendo reducidas las investigaciones arqueológicas, esta cifra significa un primer acercamiento a la población del Valle.

46 Para ver la visita anónima de 1560 ver: Hermes Tovar (intr. Y transcr.) “Visita de 1560”en No hay caciques ni señores. Barcelona: Sendai, 1988, pág. 21 – 120. 47 Por ejemplo, la encomienda de Juan de Céspedes agrupaba varias cacicazgos: el de Ubaque, Cáqueza y Ubatoque, por lo cual no se puede saber con exactitud la cantidad de tributarios en cada uno de los cacicazgos. También aparecen independientemente los tributarios de Pausaga, Susa y Fómeque, que como se verá más adelante, fueron cacicazgos que se agregaron en 1600 a la población nueva del sitio de Fómeque por el oidor de la Audiencia Luis Enríquez. 48 Santiago Muñoz Álvarez. “Costumbres en disputa…” pág. 49. 26

Treinta y cuatro años después, en 1594, cuando el oidor de la Audiencia de Santafé Miguel de Ibarra realizó la visita general de la provincia de Santafé, registró para los pueblos ya fundados del Valle 2939 “indios útiles” y 9551 en total49. En el transcurso de estas décadas que cerraban el siglo XVI, encontramos una reducción aproximada de 13.816 indígenas, que corresponde al 59,12 %, con un decrecimiento anual de -1,6%.

Cuarenta y cinco años después, luego de la visita general de Gabriel Carbajal realizada en 1640, el panorama de la población demostraba una reducción sostenida. Para los pueblos del Valle de Ubaque, Carbajal encontró un total de 5449 indios, es decir una reducción de 4102 personas que corresponde al 42,9% entre 1594 y 1640. La tasa anual de decrecimiento para la primera mitad del siglo XVII corresponde al 0.95%, considerablemente menor a la del periodo anterior entre 1560 y 1595, aunque muestra de la constante disminución de la población indígena. El Gráfico 1 evidencia la significativa disminución de la población del Valle de Ubaque en este periodo:

Gráfico 1: Evolución de la población indígena total del Valle de Ubaque, 1560 - 1640.

25000

20000

15000

10000 Población indios Población

5000

0 1550 1560 1570 1580 1590 1600 1610 1620 1630 1640 1650 Años

Fuentes. Para 1560: Hermes Tovar (intr. Y transcr.) “Visita de 1560”en No hay caciques ni señores. Barcelona: Sendai, 1988, pág. 21 – 120, Santiago Muñoz Arbeláez. Costumbres en disputa. Los muiscas y el imperio

49 Para una referencia a la visita de Miguel de Ibarra, ver: Julián Ruiz Rivera. “Memoria de los pueblos de indios y de los encomenderos por Miguel de Ibarra, Santa Fe, 17 de abril de 1595”, en Fuentes para la demografía de la Nueva Granada. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1972, págs. 23 – 33. 27 español en Ubaque, siglo XVI. Bogotá: Universidad de los Andes, 2015. Para el año de 1594: Julian Ruiz Rivera. “Memoria de los pueblos de indios y de los encomenderos por Miguel de Ibarra, Santa Fe, 17 de abril de 1595”, en Fuentes para la demografía de la Nueva Granada. Sevilla, Escuela de studios Hispanoamericanos, 1972, págs. 23 – 33, Para el año de 1640: “Ynforme que haze el señor oydor don Joachin de Arostegui y Escoto de la visita que practicó en los siete corregimientos de la Provincia de Santafe” en: Hermes Tovar, Convocatoria al poder del número: censos y estadísticas de la Nueva Granada 1750 – 1830. Bogotá: Archivo General de la Nacion, 1994.

Esta dinámica concuerda con otras aproximaciones a la demografía colonial, y de otros estudios sobre el Valle de Ubaque. En una tesis reciente, Pedro Díaz Céspedes analiza las consecuencias del trabajo coactivo y las enfermedades infecciosas en el cambio de las condiciones de vida del Valle de Ubaque, demostrando con fuentes documentales su enorme impacto en la reducción de la población50. Dentro de las cifras que presenta se observan reducciones del orden de 62% para los tributarios del cacicazgo de Ubatoque, quien pasa de 252 a 95 en el transcurso de 1594 a 1628; es decir una tasa de reducción anual de 4,6%. La mayoría de los pueblos evidencian reducciones de casi la mitad de su población tributaria en este lapso de apenas 34 años, lo cual, como concluye Díaz, demuestra la enorme tragedia que devino a la conquista en el Valle de Ubaque.

Las causas principales de este derrumbe demográfico fueron las enfermedades infecciosas y la violencia propia del sistema emergente en estos años. Aunque las referencias directas a los brotes infecciosos son pocos para el Valle, hacia la década de los ochentas del siglo XVI, los caciques y principales de algunos poblados relacionaron la demora en el pago de tributos y la reducción de la mano de obra para las faenas agrícolas con las enfermedades de la población. Resalta con pena la afirmación del cacique de Ubatoque en 1600 de que “primero eran muchos yndios y agora son muy pocos, que se han muerto muchos en las viruelas y otras enfermedades” 51.

Como demuestra Pedro Díaz, además de las enfermedades que azotaron las comarcas de la cordillera oriental con una violencia terrible, la desestructuración de las sociedades nativas estuvo marcada por la imposición de trabajos por parte de los encomenderos que agotaron a la población activa que había logrado sobrevivir. Las evidencias de maltratos y de violencia

50 Pedro Edwin Díaz Céspedes. Trabajo, epidemia y muerte en las poblaciones indígenas del Valle de Ubaque, 1550 – 1600. Tesis para optar al título de Magister en Antropología, Universidad Nacional de Colombia, 2015. 51 Pedro Díaz Céspedes. Trabajo, epidemia… pág. 123 28 física aparecen presentes en la documentación, en expedientes judiciales, y sobre todo en las mismas visitas. No es labor del siguiente trabajo entrar en el complejo debate acerca de las responsabilidades biológicas o sociales del derrumbe demográfico de la población nativa. En el caso de los encomenderos, a pesar de estas referencias a la violencia física sobre los indios, es igualmente cierto que las relaciones entre nativos y encomenderos fueron complejas y en ocasiones de cercanía, de acuerdo a las circunstancias. Más bien, podemos afirmar que se trató de una constelación de causas -tanto biológicas como sociales y políticas- que mermaron la capacidad de las sociedades indígenas a recuperar ritmos de crecimiento en medio de un contexto particular de la dominación colonial.

1.2 El proyecto político de reducción y congregación de naturales

En la segunda mitad del siglo XVI, la Audiencia de Santafé adelantaba una serie de medidas que modificarían la relación entre los naturales en descenso y su territorio, no solo en Valle de Ubaque, sino a todas las provincias centrales del Nuevo Reino. La primera y más temprana fue las medidas de congregación de naturales establecidas por el oidor Tomas López52 en 1558, que resultaron en la edificación de cientos de poblados en el Altiplano Cundiboyacence durante la segunda mitad del siglo XVI. La erección de los pueblos de indios como estructura central de poblamiento en la región tuvo como principal objetivo la implementación de un nuevo orden espacial que representara el proyecto de la evangelización y la “vida en policía” de los indígenas, lo que sirvió como un importante dispositivo de control político53. Además, el pueblo de indios cumplía también la función de separar espacialmente a la población nativa de la española, una de las principales medidas establecidas dentro del derecho indiano para la protección de los naturales54.

Por otro lado, las medidas de Antonio González en 1591 estaban centradas en la reorganización del panorama agrario, al entregar las propiedades estatales a particulares que

52 Berta Ares Quejia (ed.). “Estudio preliminar”. En: Tomas López Medel. Visita a la Gobernación de Popayán: .Madrid: Centro Superior de Investigaciones Científicas 1989. 53 Marta Herrera. Ordenar para controlar…cit. Cap. 4: Los pueblos de indios de los Andes Centrales y el control social y político de la población rural 54 Magnus Morner. “La legislación segregacionista en el Nuevo Reino de Granada”. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Nº 1. Bogotá, 1963, pp. 63 – 84, Laura Osorio. “Los pueblos de indios vinculados con las políticas de separación residencial”, Historia Crítica, Nº 27, 2004, pp. 277 – 298. 29 cumplieran con el objetivo de utilizar las tierras. La “saneación” de los títulos particulares a través de las mercedes reales, y de la entrega de derechos territoriales sobre la tierra indígena por medio de la delimitación de los resguardos de indios fueron las medidas más importantes a finales del siglo XVI. Dentro de la misma cédula real que dio inicio a sus funciones como Presidente de la Real Audiencia de Santafé, dictada por Felipe II en el Pardo en 1591, se demuestra con elocuencia las intenciones del Rey y sus funcionarios al ir “repartiendo a los indios lo que buenamente hubiere menester para que tengan que labrar y hacer sus sementeras y crianzas, confirmándoles en lo que tienen de presente y dándoles de nuevo hasta lo que les fuere necesario”55.

Estos proyectos de reducción y congregación de la población nativa fueron los principales detonantes de un cambio profundo en las sociedades indígenas de gran parte del territorio del Nuevo Reino, pues produjeron una gestión única del territorio que tuvo como resultado una enorme contracción de la población y la apropiación de la tierra por parte de españoles56. Se ha producido un debate importante en la historiografía para definir el impacto real de la política de congregaciones en la vida agraria de las comunidades indígenas, y aunque las escasas evidencias han demostrado que, por ejemplo en el caso Andino, las reducciones afectaron el patrón vertical de asentamiento y ciertas adaptaciones tradicionales que exigían una constante movilidad, dentro de otras nuevas investigaciones se ha valorado el rol de las autoridades nativas para negociar sus intereses territoriales57. Además, como expresa Alan Durston para el caso de las reducciones Toledanas en el Virreinato del Perú, el resultado de aquel escenario, fue el de “confrontación entre dos formas de percibir, organizar y semantizar el espacio”58 –una nativa y otra impuesta- y tuvo como resultado la desestructuración y reacomodo de las sociedades andinas en el contexto colonial.

55 Sobre la llamada “Reforma agraria de 1591” ver: Indalecio Lievano Aguirre. Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia. Bogotá: Intermedio Editores, 2015 56 Sobre el impacto de las políticas de tierras a finales del siglo XVI ver: German Colmenares. Historia económica y social de Colombia 1537 – 1719. Bogotá: Ediciones Culturales, 1973, cáp IV: La tierra. Juan Friede. “De la encomienda indiana a la propiedad territorial y su influencia sobre el mestizaje”. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Nº4, 1969. Margarita González. “La hacienda colonial y los orígenes de la propiedad territorial en Colombia”. Cuadernos Colombianos, Medellín: La Carreta, 1979. 57 Steve Werke. “Negotiating Community and Landscape in the Peruvian Andes: A Transconquest view”. American Anthropologist, Vol. 109, Nº1, 2007. 58 Alan Durston. “El proceso reduccional en el sur andino: confrontación y síntesis de sistemas espaciales”. Revista de Historia Indígena Nº4, Universidad de Chile, 1993. 30

Respecto a las medidas de reducción, uno de las razones por las cuales se argumentó su implementación fue el problema de la dispersión de la habitabilidad. La dispersión tanto de las almas como de las labranzas, era un aspecto que, en la “particularmente exagerada en la perspectiva española”59, impedía la evangelización y el control de la población, por lo cual fue un aspecto de la vida nativa que se intentó regularizar a partir de los conceptos de las autoridades, y por lo tanto, señalado a toda costa como el principal obstáculo de la conversión y la civilidad. Para llevarlo a cabo las autoridades coloniales no dudaron en implementar un agresivo y masivo proyecto de reasentamiento que movilizó a la población natural, no sólo en la Nueva Granada, sino en la mayor parte de los espacios coloniales mayormente poblados y sometidos60. En gran parte del territorio americano, desde las costas, sierras, selvas y punas se erigieron pueblos de indios, estructuras espaciales que atestiguaron el impresionante alcance y despliegue de la administración imperial de la Corona Española.

Sin embargo a pesar de la bastedad de este proyecto político, estas medidas tenían en consideración la preservación de las tierras tradicionales. La cédula del Rey Felipe II en 1560 es una muestra clara de los objetivos de la política de reducción y poblamiento indígena: “con más voluntad, y prontitud se reducirán a poblaciones los indios, si no se les quitan las tierras, granjerías, que tuvieren en los sitios, que dexaren”.61 Sin embargo, se recomendaba que, así mismo, “los sitios en que se han de formar pueblos, y reducciones, tengan comodidad de aguas, tierras y montes, entradas, y fallidas, y labraças y un exido de una legua de largo, donde los indios puedan tener ganados, sin que se rebuelvan con otros de españoles”62. Este aspecto de la legislación indiana es fundamental, pues a pesar de ser una medida vertical, daba espacio de existencia a la territorialidad nativa.

Según las leyes de reducción se debían, por un lado amparar las tierras tradicionales, y por el otro, exigía una serie de condiciones físicas del territorio en la cual, bajo su concepto, se deberían edificar los poblados para el bienestar y conservación de los indios. Además, la legislación limitaba de cierta forma la propiedad territorial de los españoles al reiterar continuamente la prohibición de los españoles, mestizos, mulatos, entre otros estamentos, a

59 Alan Durston. “El proceso reduccional..”, pág, 79. 60 Jeremy Mumford. Vertical Empires.. pág. 119. 61 Recopilación de leyes de Indias, Libro VI, Título III, Ley IX. “Don Felipe II en Toledo a 19 de febrero de 1560” 62 Recopilación…, Libro IV, Titulo XII, ley VIII. “Don Felipe II en El Pardo a diciembre de 1573” 31 vivir en los pueblos de indios y su jurisdicción63 y, además, en prohibir que se situaran estancias de ganado menos de legua y media de los pueblos64.

El amparo de tierras a los indígenas debía cumplir ciertas condiciones. En primer lugar, y como lo ha resaltado gran parte de la historiografía, la planificación de los poblados y las tierras tenía como componentes las tierras comunales o de año y vez y cría de ganados, las tierras particulares o familiares y los solares para las huertas en el poblado. Además, las tierras debían cumplir con unas exigencias geográficas: existencia de aguas para el riego y abrevadero, de bosques y pastos para ganado. De alguna manera los funcionarios encargados de realizar las reducciones debían realizar una observación sobre los recursos que brindaban los posibles lugares para llevar a cabo el proceso de amparo de tierras alrededor de los poblados. Estas medidas, sumadas a las referentes a la defensa de las tierras indígenas, permitieron que los funcionarios coloniales realizaran esfuerzos por leer el paisaje agrario y organizarlo territorialmente a través de las diligencias de visita65.

No obstante, y pese a las reiteradas preocupaciones de la real conciencia sobre la suerte de los naturales, gran parte de la historiografía ha señalado la relación entre el despoblamiento indígena, la política de reducciones y la solicitud de mercedes por parte de particulares66. La devastadora desestructuración que sufrieron las sociedades americanas permitió que grandes extensiones de tierra adaptada a la agricultura fuera abandonada. Ante una ausencia práctica de los indígenas sobre las tierras, los españoles podían solicitarlas como tierras vacas. Gibson argumenta para el caso del Valle de México que el resultado de estos tres procesos – despoblamiento, congregaciones, solicitud de mercedes- “fue concentrar aún más la población indígena sobreviviente, hacerla más accesible al control de hacendados y otros, y poner las tierras antes ocupadas por los indios a disposición de los españoles”67. Es imposible

63 Recopilación…, Libro VI, título XII, ley XI de 1589. Quizás el problema de la introducción de otros estamentos a los pueblos aumento de tal forma, que aun todavía en 1646 el Rey Felipe IV prohibía la convivencia en los pueblos de indios y sus términos, aunque incluso hayan comprado la tierra. 64 Recopilación…; libr. IV, tit. XII, Ley XII de 1550 y Libr. VI, tit. XII, ley XX de 1618. 65 El concepto de leer el paisaje se encuentra en el artículo de Richard Hunter y Andrew Sluyter “How incipient colonies créate territory… pág. 289. 66 Gibson, para el caso del Valle de México, expresa que la política de congregaciones tenía como sustento principal la eficiencia administrativa y la evangelización de los naturales. “Sin embargo, los españoles difícilmente podían considerar la congregación sin comprender que las propuestas de reagrupación pondrían nuevas parcelas a disposición de los españoles”. Gibson. Los aztecas bajo el dominio español (1519 – 1810). México D.F. Siglo XXI editores, 1967, pág. 290. 67 Gibson. Los Aztecas… pág. 292. 32 desvincular la relación entre estos tres procesos que se enlazan finalizando el siglo XVI, y que agudizan la desvinculación de los indígenas con sus territorios tradicionales.

De estas medidas delineadas en la legislación indiana, las políticas de reducción en el caso particular de la Provincia de Santafé tuvieron diversas fases, de acuerdo a los proyectos políticos en marcha por parte del imperio español y por las condiciones sociales de los indígenas68. Como ha estudiado Marcela Quiroga, a finales del siglo XVI la política de congregación y reducción de los naturales estaba en su punto más álgido y los pueblos de indios se asomaban en el paisaje del altiplano como unidades estructurales del territorio. Luego de las ordenanzas del Presidente Antonio González en materia de resguardos, los oidores de la Audiencia Egas de Guzman y Miguel de Ibarra visitaron las Provincias de Tunja y Santafé entre 1593 y 1595; en ella se encargaron de revisar el estado de la doctrina, ajustar la tasa de las demoras y su pago, y al final, la vista de ojos que delimitaría la tierra que sería entregada por el rey, a través de sus instituciones, en los títulos de resguardo.

Un segundo impulso se da en 1599 con la agregación masiva de poblados, que ante la continua reducción de la población, se requería para un mejor control fiscal y evangélico de los naturales69. La visita de 1600 emprendida por el oidor Luis Enriques redujo 83 a 23 pueblos en la Provincia de Santafé y de 142 a 17 en la jurisdicción de la ciudad de Tunja70. En principio se trató de una medida administrativa, conducente a sostener permanentemente la doctrina de los pueblos sin la necesidad de los párrocos se movilizaran permanentemente entre los sitios establecidos y de mejora arquitectónica de los pueblos e iglesias. De hecho, la agregación no implicó en la mayoría de casos una reducción nueva de las tierras, dado que se siguieron amparando las tierras de los pueblos anexos. No obstante, y como se observará en el caso del Valle de Ubaque, el despoblamiento general sumado a la presión sobre las tierras, generó que parte de las tierras en los pueblos viejos -que siguieron perviviendo dentro de las coordenadas espaciales de los indígenas- se vieran en peligro de apropiación por españoles.

68 Marcela Quiroga habla de tres momentos para el Altiplano Cundiboyacense: reducción en pueblos, delimitación de resguardos, y agregaciones. Marcela Quiroga “El proceso de reducciones entre los pueblos muiscas de Santafé durante los siglos XVI y XVII”. Historia Crítica Nº 52, Bogotá, 2014. 69 Marcela Quiroga “El proceso de reducciones…” pág. 197. 70 Julián Bautista Ruiz Rivera. Fuentes para la demografía histórica de la Nueva Granada”. Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1972. 33

La primera mitad del siglo XVII significó un periodo de profunda fractura de la vida rural del Altiplano Cundiboyacense. En el Valle de Ubaque se vieron pasar, una por otra, las visitas de Fernando de Sahavedra en 1622, y la de Gabriel de Carbajal en 1640. Lastimosamente las referencias directas a estas visitas se han perdidos, aunque a través de transcripciones posteriores se ha podido reconocerlas. Algunas otras fueron locales, de conflictos entre los indígenas de un pueblo y un propietario español por ejemplo, y también resultaron en la modificación de los derechos amparados previamente. Todas aquellas visitas se convertían en momentos tensos, dónde las poblaciones indígenas se jugaban un espacio agrario amenazado ante una fatal disminución de la población que perjudicó sus reclamos.

En el siguiente acápite se busca observar estos tres momentos de las medidas de reducción en el Valle de Ubaque, especialmente la delimitación de los resguardos y las agregaciones de pueblos. El primer momento, que respecta a la fundación de pueblos para los cacicazgos del Altiplano, es anterior al periodo de estudio, y en ocasiones fueron medidas no cumplidas por los encomenderos o sus poblados cambiados de localización en el transcurso de ese siglo con las medidas de agregación. Se considera en este trabajo que el enorme ejercicio de negociación territorial se da, más que todo, a finales del siglo, cuando las medidas políticas de la corona han encontrado asidero en sus presidencias y en la continua labor de la Audiencia por aplicarlas.

1.3 Ordenamiento territorial y la reducción de los naturales del Valle de Ubaque.

De los resguardos que bordearon las reducciones en el Valle de Ubaque, la mitad de ellos fueron establecidos y delimitados por el oidor de la Audiencia Miguel de Ibarra en su visita de 1594, y amparados por cada uno de los visitadores posteriores cuya función era estructurar en mundo agrario hasta finales del periodo colonial. Otros pueblos, como el de Ubaque, sufrieron cambios en visitas sucesivas e inclusos sus cabeceras fueron trasladadas hasta entrado el siglo XVII. Cómo se verá más adelante, los límites de los resguardos fijados entre 1594 y 1640 no sufrieron alteración con las visitas de la segunda mitad del siglo XVIII en el Valle de Ubaque, por lo cual estudiar este periodo es fundamental para comprender la lógica y funcionamiento del proceso de reducción y la dinámica de la vida rural en los pueblos de indios. Esas mismas fronteras construidas para albergar a los indios y separarlas

34 jurídicamente respecto a las demás tierras no fueron asuntos transitorios; por el contrario, permearon la vida indígena y el mundo rural del Valle de Ubaque hasta más allá del periodo colonial ciento cincuenta años después.

En los documentos existentes de 1594 se describe el procedimiento: con la llegada del oidor Ibarra a la plaza se exponía a los indios reunidos las intenciones de su diligencia, subrayando la compasión del rey con sus súbditos y de las medidas que se tomarían para su bienestar. Tras realizar el conteo de los tributarios y sus familias, de observar el estado de la iglesia y la doctrina, y de culminar la sumaria secreta y fijar la tasa de demora, acompañado de indios principales, vecinos y medidores, el oidor observaba las tierras sobre las que se haría el deslinde del resguardo. Era a partir de la vista de ojos, procedimientos que no duraban más de un par de días, estandarizados en la mayoría de ocasiones y bajo la mirada vigilante del oidor y sus ayudantes –que dependiendo de la visita podía ser un par de medidores de tierras, o también jueces de tierras nombrados por el oidor-, que se definía los títulos legales que darían sustento a la entidad territorial del resguardo71. El oidor, en el caso específico de la Nueva Granada, se convirtió en el agrimensor que media y definía usos de la tierra en el cambiante mundo agrario colonial de las poblaciones indias72.

Este procedimiento no difería de otros contextos coloniales, por ejemplo en el Valle de México, donde era el Corregidor –a diferencia del Nuevo Reino dónde la diligencia la realizaba un oidor- quien hacia las investigaciones ante la solicitud de un gobernador nativo. Acompañado de “funcionarios indígenas, un intérprete y varios otros indígenas recorrían la

71 Ángel Luis Román se preguntaba si, por ejemplo, la elección del momento de la visita afectaría las decisiones finales. Imaginaba que, de haber sido visitado el pueblo de Cajicá en invierno y no en época seca, las delimitaciones y amojonamientos hubieran sido diferentes dada las crecientes del ríos y pantanos. Este caso permite observar un hecho muy interesante de la visita: era un procedimiento realizado en un momento específico, y de él se desprendía en gran parte de su resultado. Ver: Ángel Luis Román. Ordenamiento territorial y resistencia indígena en Cajicá, 1537 – 1639. Bogotá: Archivo General de la Nación, 2007. 72 Esta interpretación del oidor como agrimensor no ha sido analizada profundamente por la historiografía colonial, omitiendo de esta forma su profunda importancia en las transformaciones territoriales del periodo colonial. De esta manera, se ha privilegiado el análisis de este tipo de actores para el siglo XIX. Sobre el papel del agrimensor en el contexto agroexportador de Guatemala ver: Stefania Gallini. Una historia ambiental del café en Guatemala: la Costa Cuca entre 1830 y 1902. Guatemala: Editorial Siglo XXI, 200, especialmente el capítulo cuarto: El poder de los agrimensores. Sobre el papel de los agrimensores en la repartición de los resguardos indígenas que sobrevivieron a la colonia en el Altiplano Cundiboyacense en el siglo XIX ver: Lina del Castillo. “Prefiriendo siempre a los agrimensores científicos. Discriminación en la medición y reparto de resguardos indígenas en el Altiplano Cundiboyacense, 1821 – 1854”. Historia Crítica, nº 32, 2006, págs. 68 - 93 35 región en cuestión y hacían un registro de sus medidas y datos topográficos”; luego, “convocaba a los testigos españoles e indígenas para rendir testimonio acerca de las tierras” y posteriormente, si todo estaba en orden, recomendaba al Rey el amparo”73. Sin embargo, el concepto de resguardo indígena que manejaban las autoridades en la Nueva Granada no se encuentra en otras latitudes, por lo cual el resultado de las intervenciones dependió en gran medida del contexto social y geográfico de cada lugar.

En general, quien realizaba la delimitación legal de las tierras del resguardo a través de la vista de ojos debía considerar aspectos importantes antes de realizar la medición y agrimensura de las tierras: en primer lugar debía ceñirse a las directrices generales de la legislación indiana y sobre sus autoridades; segundo, adecuar una serie de métodos de medición predispuestos al espacio que pretendía definir y que podía variar; y tercero, delimitar acorde a los intereses de los mismos naturales quienes habitaban, conocían y empleaban dicho territorio. En la Relación de Orden de la visita de Ibarra, el oidor repetía las formulas de la ley indiana, donde el amparo de tierras sea realizado “con mucha atención y consideración por cuándo del cargar la real consciencia, y que los dichos yndios queden con tierras suficientes”74. En definitiva, dentro de la delimitación de tierras de resguardo en el Valle de Ubaque el oidor y los acompañantes debían leer el paisaje, dialogar a partir de el con los demás actores que lo acompañaban en la vista de ojos y a partir de allí se definía la delimitación del resguardo.

La estrategia de medición y delimitación empleada respondía a un repertorio de técnicas y de las necesidades puntuales del proceso. En la “Relación del Orden” del oidor Ibarra se describe el estándar bajo el cual manejó la delimitación de las tierras del resguardo, donde “un pueblo de 400 o 500 indígenas tributarios –cuya población calculaba en 2000 personas- debían ser asignados 3.000 pasos75, contados a partir de cada costado del pueblo”76. Bajo

73 Charles Gibson. Los aztecas… pág. 269. 74 “Relación de orden que se lleva en la visita general que se va haciendo por el Licenciado Miguel de Ybarra , oydor de la Real Audiencia deste Reyno, de los naturales del distrito de la ciudad de Santafé, desde el 12 de febrero de 1593”AGI. Santa Fe, R. 11, Nº80, f. 5. En adelante “Relación de Orden” 75 El paso (10 sesmas), equivalía aproximadamente a 1,39 metros. Aunque fue un objetivo de la corona el estabilizar pesos y medidas en los reinos, “la diversidad e imprecisión de las pesas y medidas durante la colonia, incluso en el interior de una misma provincia, generaron numerosos litigios en asuntos de tierras”. Katherine Mora. Prácticas… p. 139. 76 “Relación de orden…” f.5, Marcela Quiroga. “El proceso de reducciones…” pág. 192. 36 estos estándares, y las condiciones locales del espacio y el territorio ocupado, se tendió, a partir de la vista del oidor, a amparar a los indígenas sobre resguardos cuadrados a partir de las necesidades que en su concepto tenían los indios77. En el Valle de Ubaque las herramientas de medición que sirvieron en otros pueblos de la Provincia de Tunja y Santafé se se emplearon cabuyas de 100 pasos a partir de la plaza del pueblo durante la visita de Fernando Zahavedra (1622) y Gabriel Carbajal (1644) para verificar las tierras, quienes acompañados por los medidores y “jueces de tierras”.

Sin embargo, bajo la práctica, tales instrumentos que los oidores tenían para la delimitación de las poblaciones muiscas se chocaron con las condiciones geográficas del medio sobre el cual se tenía que hacer la delimitación. Las dificultades de medición fueron constantes en los demás pueblos como atestigua el visitador Miguel Ibarra en Une y Queca, cuando afirma “que por ser tierra áspera, y zerranía, no se pudo cómodamente medir y mucha parte de ella ser tierra inútil”78. Las quejas sobre la dificultad de medir y limitar las zonas montañosas eran comunes en muchos pueblos, sobre todo de vertiente, aunque también es cierto que esta característica geográfica fue aprovechada por los oidores para definir estrategias de medición y amojonamiento especiales por cada pueblo.

Tanto en el pueblo de Fómeque como Choachí se emplearon, por ejemplo, las variadas quebradas perpendiculares al “río grande” que caracterizan el valle, las cuales nacen en los páramos y tierras montañosas que lo rodean, para definir con mayor claridad linderos naturales. Como se puede observar en la Ilustración 1, en Choachí se empleó tanto la quebrada Guasa y la quebrada del Agua Caliente a los lados, el Río Negro en la parte baja, y arriba un “arcabuquito” donde finalizaba una montaña. En Ubaque los linderos que sirvieron de mojón fueron los montes, cerros y cuchillas que caracterizan el paisaje del Valle, además del río Negro en la parte baja79. En Fómeque, se empleó una quebrada que le da en adelante

77 Aunque no en todos los casos pudo realizarse efectivamente, como lo ha mostrado German Colmenares el interés de los oidores consistió en delimitar resguardos cuadrados. Historia económica…p. 165. 78 “Cuaderno 24 de la visita al pueblo de Une fecha por el señor Dr. Dn. Joaquín de Arostegui del consejo de su majestad” AGN. Archivo Anexo I, Historia, t. 2, f. 445v. (En adelante “Cuaderno 24 de la visita al pueblo de Une…”) En el Pueblo de Pausaga ocurrió un hecho similar, pues “por ser tierra áspera y serrana que no se puede medir cómodamente y mucha parte de ella ser riscos y tierra inútil” Ver Marcela Quiroga Zuluaga. “El proceso de reducciones…” pág 159. 79 “Cuaderno 29 de la visita al pueblo de Ubaque fecha por el señor Dr Dn Joaquin de Arostegui…” AGN. Archivo Anexo II. Historia, f. 208r – 209r. (En adelante “Cuaderno 29 de la visita al pueblo de Ubaque…”) 37 el nombre de Río Negro a la cuenca y que en la altura a su segundo lindero se unificaba con el río proveniente de las alturas del Páramo. Así pues, aunque sobre el espacio geográfico no aparecían cuadrados en el sentido geométrico, sí aparecía esta figura en la imaginación administrativa del oidor que los representaba como cuadrados o “globos de tierra”80.

Ilustración 1: Pueblo de Choachí y sus alrededores, 1782.

80 Existen estudios de otros resguardos cuya forma resultó redonda. Ver: Alba Luz Bonilla. “Espacio y poblamiento en el resguardo de Chita, segunda mitad del siglo XVIII”. Historia Crítica, N1 26, 2003, pág. 80. 38

Fuente: Mapas y planos, Nº 4, ref: 134 – A

Sin embargo, más allá de la forma del resguardo pretendida por los oidores lo que resulta interesante de estos procedimientos es que percibieron condiciones físicas del territorio y de los recursos naturales para deslindarlos atendiendo a la exigencia de la política colonial por esquematizar y homogenizar la vida agraria de las comunidades en un tipo particular de espacio rural y régimen agrario, y para lograr los fines de la política proteccionista. Eran los

39 oidores quienes determinaban el última instancia qué espacios, aguas, suelos, bosques y recursos debían entrar y cuales no dentro de los límites del resguardo; qué tierras eran aptas para la agricultura y la ganadería; qué cantidad de tierra debía tener cada pueblo con base en su población tributaria; de cuales quebradas podía gozar el resguardo. Todo ello definía las condiciones eran necesarias para que pudieran reproducirse socialmente y para satisfacer las demoras y quintos. El oidor Ibarra expresaba abiertamente los intereses que definían su función, pues las tierras se amparaban para “que con la labor y granjería de ellas puedan cómodamente pagar sus tributos y el servicio del quinto de ellos que agora han de dar al Rey” 81.

Una primera característica que observó el oidor Ibarra aparece en su “Relación de orden” para el amparo de tierras es a su utilidad para la actividad agrícola. El concepto de lo que debían ser tierras fértiles lo había observado en la forma de asentamiento existente, centrado en las vegas de las quebradas y en los llamados “sitios húmedos” como preferibles para las labores agrícolas de los indios.

“se halla que los yndios en las tierras del distrito de sus pueblos tienen algunas labranzas, vegas de ríos y quebradas, riberas y cañadas, las quales reservan para sus necesidades en los a[ñ]os estériles, por cuyo respecto en la adjudicación de las tierras del dho resguardo se hace a los dhos yndios” 82

La observación de Ibarra de las tierras húmedas ubicadas en las vegas de los ríos fue fundamental en las estrategias de delimitación de tierras. Según esta referencia, el empleo de zonas húmedas en las vegas de los ríos era fundamental para la agricultura indígena, y según. Esta es la lectura de Ibarra de las tierras que deberían procurar ampararse y que los demás visitadores replicaron en sus diligencias. Por ejemplo, en la mayoría de los procedimientos se repite contantemente qué entendía el visitador por tierras fértiles. En la visita de Miguel Ibarra a Chipaque:

81 “Relación de orden…” f. 5r. 82 “Relación de orden…” f. 5v 40

“a constado que no todas las tierras del mismo resguardo son igualmente útiles de labor, sino en algunas partes, donde hay valles, cañadas83, chapas, anconez84, y otros sitios que son de algún provecho para sus labores de trigo y mais, y turmas, en que consta estar muy aplicados para su sustento, granjería y provecho”85

Igualmente, Gabriel Carbajal señala en su visita a Ubaque en 1640 las características de las tierras a amparar a los indios, aquellas:

“que son fértiles, y a propósito, y acomodadas, son las que caen en valles, ancones, reoyas, cañadas, y chapas, y otros sitios bajíos y húmedos así en tierra fría, como en la templada y caliente, y en vegas de ríos, quebradas y en las vertientes de los de Cáqueza y Fómeque y juntas del río Negro"86

Los visitadores llegaron a identificar así mismo qué tierras no consideraban, según su observación, aptas para la agricultura. En Ubaque, el oidor Gabriel Carbajal otorgó estancias particulares en tierras que solían ocupar las capitanías de Ponta y Ganco, pero que en su opinión los indios no aprovecharían por ser “estériles desacomodadas y de ningún provecho para labores, por ser sabanas y tierras altas, secas, faltas de agua y leña, que es de lo que necesitan para su lavor y conservación”87.

Esto no quiere decir que todas las asignaciones de tierra se dieran atendiendo especialmente la habitabilidad indígena. Es imposible que la determinación de la fertilidad y calidad de las tierras fuera obra del oidor en todas las circunstancias. Quienes poblaban y aprovechaban las tierras eran los indios y por lo cual tenían un margen de acción, a través de su conocimiento e historia, para definir las tierras que eran mejores para amparar. Dentro de las diligencias de visita, los indígenas que acompañaban el procedimiento podían solicitar amparo de tierras en donde existieran lugares habitables y labranzas comprobadas. Algunas capitanías poseían cultivos en ríos y quebradas alejadas del caserío principal y en ocasiones no quedaron claramente señaladas dentro de las tierras del resguardo, por lo cual se hicieron peticiones

83 “Cañada. Se llama también assí el valle abierto y inculto en medio de las montañas que es como canal para salir de ellas”. Diccionario de Autoridades, t. II, 1729. 84 “Ancón. s. m. Ensenada, puerto abierto que forma el mar en sus costas, y donde se suelen abrigar los navíos”. Diccionario de Autoridades, t. I, 1726. 85 “Cuaderno 30 de la visita al pueblo de Chipaque fecha por el señor Dr. Dn. Joaquín de Arostegui y Escoto” Archivo Anexo I. Historia, t.2, f. 129r. (En adelante “Cuaderno 30 de la visita al pueblo de Chipaque…”) 86 “Cuaderno 29 de la visita al pueblo de Ubaque…” f. 209r 87 “Cuaderno 29 de la visita al pueblo de Ubaque…” f. 210r 41 por parte de los indios para sostener el control sobre esos espacios ya apropiados para labores agrícolas.

Por ejemplo, en la visita de Carbajal a Chipaque vio que en el límite del resguardo hacia Ubaque “en un vallesito de tierras, había labranzas de trigo que los yndios mostraron estar, desde la quebrada que llamaron Umbasie, que es la del molino, hacia el dicho pueblo de Chipaque, donde labraban los yndios de dos capitanías de Mongue y Mesiame, sujetas al cacique de Chipaque, y que tenían actualmente, de una y otra vanda de la dicha quebrada Umasie”. A pesar de que la tierra era solicitada por Phelipe Hernandez para una estancia, el visitador declaró “estar la dicha estancia ynclusa y dentro del dicho resguardo, y como tal, daba y dio el dicho título por nulo y ningún valor” 88. La defensa de los indígenas de sus tierras y “labranzas antiguas” es algo reconocido dentro de la documentación y ha sido tratado por Ángel Luis Román con la compra de los derechos del reguardo por la comunidad indígena de Cajicá89.

Sin embargo, la lectura del territorio que se hacía en la visita debió ser, con toda certeza, limitada frente a las enormes variabilidades locales que presentaba el valle. Aunque en teoría se debían amparar todas tierras tradicionales, las labranzas antiguas y los “sitios húmedos”, la razón de la visita consistía en fabricar límites y, en consecuencia, se rompieron vínculos entre los pobladores y sus tierras más allá de ellos. Además, el visitador se encontraba envuelto en intereses sobre las tierras y labranzas por la presión de los españoles y –como se verá más adelante- esto permitió que grandes extensiones de tierra fueran segregadas de los pueblos para la entrega de mercedes a particulares.

El caso más representativo de tal ruptura, y que pone en consideración las contrariedades de la asignación de tierras dada por los oidores de la Real Audiencia, se da en el pueblo de Usme. Allí el Protector de Naturales emite una petición al oidor Carbajal en 1640 para que revise los linderos del resguardo, dado que sus tierras productivas que se ampararon en el resguardo por Miguel de Ibarra resultaron reducidas y las que lo son estaban siendo

88 “Cuaderno 30 de la visita al pueblo de Chipaque…”, f. 135r. 89 La compra de los derechos del resguardo de Cajicá por su comunidad y de las tierras antiguas del cercado del Cacique, permiten a Ángel Luis Román hablar de una “reconformación étnica” al emplear la institucionalidad para defender sus intereses. Ver: Ángel Luis Román. Ordenamiento territorial… 42 apropiadas por el encomendero y presbítero del pueblo. Según el Protector, en 1594 Miguel de Ibarra:

“les señaló tierras en que hisiesen sus labores de año y ves, exidos y propios pastos, en que trabajasen y criasen sus ganados, y la cantidad que les dio fue con consideración de que en el tiempo adelante que es este presente, vendrían en aumento de tratos y granjerías, como han venido; y en esta conformidad los dichos yndios han gosado las dichas tierras que así les fueron señaladas, labrando las que tienen comodidad, y dando fruto, que son las vegas del rio, cañadas y bajios, y las partes más hondables, que son las que no gozan de tanto páramo; y aun siendo de esta calidad, es necesario que la que se siembra este año, la dejen olgados, para que pueda dar el dicho fruto, mediante a que como se ve toda esta tierra es de páramo, y sin hacer esta consideración, ha habido algunos ezpañoles que piden estancias como son el padre Augustín Hilarión Gutierres, su encomendero, en lo mejor y más útil de los dichos resguardos, y donde tienen lo ezensial de sus labranzas; y si esto se diese lugar sería en gran daño y perjuicio”90

A través de la referencia podemos observar las contradicciones de un mundo rural que se definía por varios aspectos. Las dimensiones reales del resguardo, que según el protector de naturales no eran suficientes para las demandas de una agricultura tradicional en tierras de altura: en medio de altitudes altas las tierras necesitan mayor descanso. El concepto de “3000 pasos”, predispuesto para todas las delimitaciones, no servía para necesariamente en las tierras altas y de páramo, donde las condiciones climáticas y biofísicas exigían una mayor necesidad de descanso para las tierras. Las medidas previas que habían determinado los límites de las propiedades, y aquellas que entregaban tierra a particulares en ese año, mermaban la posibilidad de los indios de Usme de sostener su agricultura. Por ello solicitaba que se le amparasen otras tierras que no quedaron contempladas en la delimitación del resguardo “en las labranzas que tenían fuera de ellos [los linderos], en la chapa de la otra vanda del río, y en otras partes”, y así proteger las tierras y recursos que en tiempos pasados –como registra con el documento de visita de Ibarra- eran parte de las labranzas del pueblo. La visita de Gabriel de Carbajal sirvió, casi cincuenta años después, en el momento propicio

90 “Cuaderno 31 de la visita al pueblo de Usme…” ff. 616r – 617v 43 para pedir amparos de tierra que, en consideración de los naturales y a través del protector, se encontraban amenazada91.

Respecto a las agregaciones de los pueblos –segundo momento de la política de reducciones en el Altiplano-, en el Valle de Ubaque se dieron gran cantidad de reasentamientos, sobre todo durante la visita efectuada por el visitador Luis Enríquez en 1600. También existieron casos de reasentamientos generales de la población se dio en los pueblos de Ubaque y Fosca cuyas cabeceras fueron trasladadas de sus primeras posiciones luego de su establecimiento en locaciones bastante alejadas de los pueblos antiguos92. Como se observa en la Tabla 3 y el Mapa 2, de 18 pueblos que existieron previos a 1600, solo quedaron establecidos 8 en total, la mayoría ya en la primera mitad del siglo XVII. Este proceso, junto con la política de corregimientos que caracterizó la normativa indiana en la segunda mitad del siglo XVI, pasaron a conformar el la unidad territorial y administrativa del Valle de Ubaque.

Tabla 1: Agregaciones en el Valle de Ubaque, 1560 – 1682.

Pueblo Pueblos agregados Funcionario Año Choachí Choachí, Tuche93. Antonio Bermudez, encomendero 1560 Teusaca Teusaca, Suaque, Tunxaque Miguel Ibarra, oidor. 1594 Ubaque Ubaque, Quescavita, Santa Ana Luis Enriquez, oidor. 1600 Fomeque Fomeque, Susa, Pausaga Luis Enriquez, oidor. 1600 Une Une, Queca. Luis Enriquez, oidor. 1600 Cáqueza Cáqueza, Estaqueca, La Cabuya, Luis Enriquez, oidor 1600 Tunque, Tuira, Tingativa y Quirasoca

91 Nuevos investigadores, entre ellos Steve Wernke, Jeremy Mumford Lewis y Marina Zuluga Rada han complejizado el análisis de las reducciones, resaltando que “la implantación de las reducciones conllevó negociaciones con diferentes agentes locales y en este proceso, el modelo ideal tuvo que adaptarse a las condiciones locales. Los indígenas sí que opusieron resistencia a la reducción, pero esto no impidió que se produjeran compromisos, concesiones, apropiaciones, resignificaciones, etc” Al respecto ver: Akira Saito, Claudia Rosas, Jeremy Mumford, Steven Wernke, Marina Zuloaga, Karen Spalding. “Nuevos avances…” p. 125. 92 En varios de los pueblos del Valle de Ubaque se habla de pueblo viejo en la documentación, haciendo referencia a un caserío abandonado. Sin embargo, el más explícito es el de Ubaque, pues el pueblo viejo continuó teniendo representación en los documentos hasta bien adelantada la reordenación espacial. En el actual municipio de Ubaque se encuentra la vereda Pueblo Viejo, que siguió a través de su nombre impreso en la memoria del lugar. 93 Antonio Bermúdez, encomendero del pueblo de Choachí, construyó dos caserios: el primero “un pueblo arriba junto al mercado de Chuachí y el otro pueblo abaxo en una llanada que está entre Tuche y Gacha”. Sin embargo, luego de la quema del primero se estableció tempranamente esta agregación de poblados. 44

Chipaque. Chipaque, Ciecha Luis Enriquez, oidor 1600 Fosca. Fosca, Pascote94 Juan de Vancarcel, oidor. 1627 Usaquén. Usaquén, Teusaca95 Gabriel de Carbajal, oidor. 1640 Usme Usme, Tunjuelo. 1682

Mapa 2. Agregaciones en el Valle de Ubaque.

Elaboración propia a partir de: Juan Bautista Ruiz Rivera. Fuentes para la demografía histórica de Nueva Granada. Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1972, pág. 47 – 50, Hernando Pardo

94 Este caso es el de una reubicación general de ambas poblaciones, a quienes se les adjudicó nuevo asiento del pueblo y resguardos, durante la diligencia del oidor Juan de Valcárcel en 1627. 95 El pueblo de Teusaca, según Clara Ines Casimilas, estaba junto al de Fómeque separados por el río Negro. A pesar de no ser clara su localización, este pueblo fue agregado por Gabriel de Carvajal en 1640, junto con los pueblos y parcialidades de Tibabita, Tunjuaque y Suaque. Ver. S.C. Visitas de Cundinamarca, t. 5, f. 16r. 45

Díaz. Quinientos años de historia chiguana. Bogotá: Litografías Modelo, 1996, pág. 36. AGN. Caciques e Indios, t. 49, ff. 755r, AGN. Archivo Anexo II, Historia, t. 2. Marcela Quiroga. “El proceso de reducciones…” pág. 197. AGN. Caciques e Indios, t. 5, f. 660r. Clara Ines Casilimas Rojas. “Juntas, borracheras…”, p. 19. AGN. Poblaciones, t. 4, f. 564r – 583r. Colmenares. Historia económica… pág. 43. La localización de los pueblos antiguos se determinó a través de SIGOT y Santiago Muñoz Arvelaez. Costumbres en disputa…, pág. 38 Ante el impacto de una reubicación general de cacicazgos y pueblos, el lugar en donde se programaba la agregación resultaba fundamental. Debía ser, teóricamente, el que más aguas, montes y tierras de cultivo alrededor, según las ordenanzas. En las sumarias secretas realizadas en las visitas, los oidores preguntaban sobre el asiento del pueblo; si era clima sano y de buen temple, para “su salud y conservación”96 . En Cáqueza, los indios respondieron que para:

“poblar y juntar todos en un sitio, lo qual quieren hazer de su voluntad, […] ningún sitio hay mejor en esta comarca, que es el asiento de Caqueça donde al presente están los yndios de Cáqueza, por ser sano y de tierra templada y se hallan bien y que tiene fértil y abundante de comidas y de maíz, turmas, batatas, ahuyamas y hayales y cabuya y algodón y fértil y abundante de todas las frutas y ansi están bien poblados todos el dicho pueblo de Cáqueza y lo mismo dizen estos Tingas, Estaquecas y Tengabitas”97

Aunque la respuesta de los indios del sitio de Cáqueza indica la aceptación las demás parcialidades agregadas en él, igualmente decía que la mayoría de ellas continuaban viviendo en sus labranzas “tierra adentro”98. Puede que, igualmente, la sumaria secreta solo nos brinde el punto de vista de los indios principales del cacicazgo de Cáqueza-principales entrevistados en el interrogatorio- quienes privilegiarían sus tierras, frente a las otras parcialidades y cacicazgos que debían trasladarse incluso ocho leguas para asentarse en el nuevo poblado. Sin embargo se resalta el clima templado y la “abundancia de mantenimientos” como argumento a favor de que Cáqueza haya sido escogido como asiento del pueblo y se convertirá en cabecera importante del Valle de Ubaque. La escogencia del sitio final de

96 Esta pregunta estaba incluida en el interrogatorio del oidor Luis Enríquez en Fómeque y Cáqueza. AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 4, f. 293v. AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 8, f. 49v. 97 AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 8, f. 59r. 98 Ibid. 58r. Un caso similar observa el indio gobernador de Sisatiba durante la visita de Gabriel Carbajal, quien afirma en una pregunta de la sumaria secreta, que algunas parcialidades del pueblo no asisten a la misa por estar en sus “pueblos viejos y labranzas lejanas”. Marcela Quiroga. “El proceso de reducciones…” pág. 199. 46 habitación se negociaba entre el oidor y los indios, quienes al conocer el territorio podían argumentar los beneficios de ciertos espacios. Según se desprende de la documentación, al parecer los oidores e indios prefirieron asentar los poblados definitivos en las tierras templadas para el trabajo agrícola, a pesar de que algunas reducciones se hicieron en tierra fría dadas las condiciones del medio y de la población.99

No obstante no todos los casos fueron exitosos. Muchos significaron la desvinculación absoluta de los indígenas con su territorio. De nuevo el pueblo de Usme nos demuestra los conflictos entre los indios y las medidas de agregación luego de la orden de reducir en él a los pobladores de Tunjuelo en 1682100. Luego de esta orden, los indios de Tunjuelo solicitaron ser trasladados a más bien al pueblo de Choachí por los beneficios que, según su cacique, hallaban en su clima:

“Aviendole despojado al dho casique, y su gente del pueblo y tierras que tenían en Tunjuelo […] a tiempo de diez años han padecido y padecerán tanto enfermedades, hambres y otras incomodidades por haberlos sacado de el abrigo del dho pueblo y natural y llevarlos al del Usme, sitio sumamente frígido, y destemplado, en al manera que a un los naturales de él padecen la misma calamidad, y que fuera de ser paramo, vino la cortedad de las tierras que se les señalaron, no les pueden lograr ni coger fruto de la semillas y legumbres que siembran”101

Las características del clima frio en los bordes del Valle de Ubaque, hacia la Sabana de Bogotá, llevaron a pensar en los indios en los beneficios de poblar tierras más cálidas. El maíz, por ejemplo, tiene la posibilidad madurar dentro de seis meses y de cosecharse dos veces al año en las tierras inferiores a los 1500. Además, el régimen de lluvias en el Valle de Ubaque alcanza a entrar en la zona de biestacional, con dos temporadas de lluvias102. Aunque

99 Colmenares expone cómo “los caciques y capitanes ayudaban a señalar el sitio posible para la concentración o argumentaban en favor del propio sitio, señalando sus ventajas y desventajas de los otros”. German Colmenares. Historia económica y social… pág.40. 100 Colmenares explica igualmente cómo la reducción de Tunjuelo en 1682 fue usado como precedente por parte de la Audiencia para argumentar la reducción de Suta, Moniquirá, Pare y Soatá. German Colmenares. Historia económica y social…pág. 43. 101 AGN. Sección Colonia. Poblaciones Varias, t. 4, f. 564r 102 Víctor Manuel Patiño. Historia de la actividad agropecuaria en América Equinoccial. Cali: Imprenta Departamental, 1965, p. 16. 47 las tierras de Choachí no llegaban a alturas tan bajas, este conocimiento de las condiciones geográficas y climáticas del Valle de Ubaque era un conocimiento que con probabilidad reconocían los indios del Tunjuelo -como se percibe de su insistencia a la reubicación- por lo cual las relaciones entre las tierras altas y templadas no estaban del todo rota, y que los indios conocían bien las posibilidades de poblarse en tierras más cálidas. Sin embargo, las autoridades se negaron, y fue tal el fracaso de esta agregación, que en los documentos sobre tributación de la primera mitad del siglo XVIII muestran una significativa disminución de la encomienda del Tunjuelo –que siguió existiendo independientemente pese al repoblamiento- , rondando constantemente en un tributario, hasta que desapareció nominalmente de la documentación tributaria a mediados del siglo.

Sin embargo, en general las agregaciones no significaron necesariamente la contracción de las tierras que previamente se habían entregado a los pueblos. La separación de tierras del resguardo se hacía, en la mayoría de los casos, respecto a la disminución de la población de un pueblo. En 1636, más de treinta años después de la visita de Ibarra al pueblo de Choachí, el corregidor del partido, don Bernabé Pérez Bernal –y a petición de dos españoles que se les entregó a poco tiempo estancias en márgenes del resguardo-, había constado que solo había cincuenta y ocho indios tributarios103. Ante esto, les acortó el resguardo “del camino que yba a Santafé al dicho pueblo de Choachí, la tierra que había de la quebrada llamada Tuche, hasa la quebrada llamada Munchie, que serían como tres estancias de pan y ganado menor” y por el lindero de la quebrada del agua caliente “desde la dicha quebrada llamada Chiguasa, hasta la del Aguacaliente, que serán como dos estancias de pan y ganado menor”.

En conclusión, la política de reducción de naturales que comenzó con las congregaciones en pueblos, y fue seguida por la delimitación de los resguardos y agregaciones, conformó un nuevo espacio agrario que iba en vía distinta a las formas de organización agraria de la población indígena del Valle de Ubaque y, en general, de toda la región central. La manera en que se fijaban los linderos obedecía a esquemas fiscales que relacionaban la cantidad de tierra atada a cada tributario; aunque, no obstante, variaban de acuerdo a la geografía, los

103 Según el mismo documento, el pueblo de Choachí tenía 160 indios tributarios con la visita de Ibarra de 1594, 131 en la de Luis Enríquez en 1600, 115 en el Fernando de Sahabedra –quien recortó a su vez los resguardos de los indios- en 1623, y finalmente 58 tributarios en 1636 en donde se restringió parte del resguardo. “Cuaderno 28 de la visita al pueblo de Choachí…” f. 333r – 341r. 48 recursos, las condiciones de fertilidad que el oidor observaba y por sus observaciones sobre las labranzas existentes que justificaran su amparo. Progresivamente, mientras los visitadores se acercaban a los pueblos y observaban las fatales consecuencias de las enfermedades y la huida de los naturales, las salidas que tomaron los funcionarios fue la de concentrar cada vez más a la población y reducir, literalmente, su espacio agrario. Puede que en algunos contextos no existieran contradicciones entre estas operaciones y procedimientos con los indios, pero en pueblos especiales significó el abandono de sus tierras y cultivos tradicionales y de la desvinculación absoluta con el espacio.

La estructura del sistema colonial permitía que sobre una reglamentación general para los reinos se dieran lecturas locales de lo que significaban sobre el espacio. El proceso de reducciones, existente en todos el Imperio Español en América, se dio así. Organizar el espacio que no era de ninguna manera un hecho aislado; correspondía, por otra parte, a una larga línea que conectaba la legislación indiana producida en las altas esferas del poder imperial, pasando por las medidas de Antonio Gonzales en materia de tierras, hasta los funcionarios de la audiencia quienes en calidad de jueces definían los límites y alcances de los resguardos en las poblaciones que visitaron. Fue todo un andamiaje institucional por el cual se reglamentó y colocó en marcha un sistema para reubicar y asentar a grandes poblaciones indígenas, y a delimitar, deslindar y otorgar las tierras de resguardo, no sólo en el Valle de Ubaque, sino en gran parte de los Andes Centrales de la Nueva Granada y la América Hispánica.

No obstante, y pese a que las decisiones de los oidores definían en última instancia los límites, por lo menos en materia legal, el margen de acción que adquirieron los indígenas permitió que sus intereses fueran considerados. Algunas medidas que segregaron espacios de tierra fueron revocadas y algunas estancias fueron suprimidas para amparar tierras que solicitaban los indígenas. Como expresaba Colmenares, “el amparo sirvió como pretexto a los indígenas para oponer una resistencia pasiva a los poblamientos ordenados”104.

104 German Colmenares. Historia económica… pág. 41. 49

1.4 Las mercedes de tierras y la contracción de la población indígena.

Parte de la historiografía colonial ha señalado la relación entre el despoblamiento indígena, la política de reducciones y la solicitud de mercedes por parte de particulares, lo que desencadenó una apropiación extensiva de la tierra105. Las epidemias que devastaron la población indígena, y en general, la tremenda desestructuración que sufrieron las sociedades americanas permitió que grandes extensiones de tierras y cultivos fueran abandonados. Ante la ausencia de naturales sobre las tierras, los españoles podían solicitarlas como tierras “vacas”. Gibson argumenta para el caso del Valle de México que el resultado de estos tres procesos –despoblamiento, congregaciones, solicitud de mercedes- “fue concentrar aún más la población indígena sobreviviente, hacerla más accesible al control de hacendados y otros, y poner las tierras antes ocupadas por los indios a disposición de los españoles”106. Es imposible obviar la relación entre estos tres procesos que se enlazan finalizando el siglo XVI, y que agudizan la desvinculación de los indígenas con sus territorios tradicionales y su disolución étnica durante todo el siglo XVII y XVIII.

Este problema ha sido estudiado por Juan Villamarín para la Sabana de Bogotá, uno de los espacios más disputados por sus condiciones favorables para la agricultura y la ganadería en el Reino de Granada107. Allí llegaba a afirmar que “si los indios habían perdido acceso a la mitad de las tierras de la Sabana antes de que les dieran los resguardos, perdieron casi la otra mitad con la adquisición de ellos”. Expone que, luego de la otorgación de los resguardos a finales del siglo XVI, quedó para las comunidades un 5% de la tierra, y la restante -entre 1592 a 1640- fue repartida entre encomenderos y propietarios. Así fue –según cálculos que no aparecen claramente definidos en su artículo- el caso de la reducción de Guasca, donde se libraron 68 estancias de ganado mayor como merced (2.2 km2 cada una). Aunque los datos

105 Gibson, para el caso del Valle de México, expresa que la política de congregaciones tenía como sustento principal la eficiencia administrativa y la evangelización de los naturales. “Sin embargo, los españoles difícilmente podían considerar la congregación sin comprender que las propuestas de reagrupación pondrían nuevas parcelas a disposición de los españoles”. Gibson. Los Aztecas… pág. 290. Orlando Fals Borda El hombre y la tierra en Boyacá. Bogotá: Ediciones Documentos Colombianos, 1957. Juan Villamarín. Encomenderos and indians in the formation of society in the Sabana de Bogotá, Colombia, 1557 – 1740, 2 vol. Tesis para optar el título de PhD, Departamento de Antropología, Universidad de Brandeis, 1972. 106 Gibson. Los Aztecas… pág. 292. 107 Juan Villamarín. “Haciendas en la Sabana de Bogotá, Colombia, en la época colonial: 1539 – 1810” En: Enrique Florescano. Haciendas, latifundios y plantaciones en América Latina. México. Siglo XXI Editores, 1975, pág. 168. 50 pueden ser exagerados, lo que es evidente es que la agricultura española se dio sobre las tierras de los naturales108. No existió como tal una fuerte ampliación de la frontera agraria, al margen de las tierras indígenas.

Esto desencadenó varios cambios en la vida agraria del Valle pues, en primer lugar, hizo que fuera más efectiva la política de contracción de la población indígena al existir presiones sobre las tierras por parte de los particulares. Como señala Vallamarín, “la visita de tierras – de 1594- en cambio de reclamar terrenos poseídos ilegalmente por los colonos como se ordenaba, a cambió de un pequeño pago y conservación de la paz pública los oficiales reales expedían confirmaciones y pagos”109. El cumplimiento de compromisos entre los diversos sectores sociales –autoridades judiciales, propietarias, indígenas- condicionó la aplicación de la ley indiana, por lo cual se mantuvieron muchas estancias en territorios tradicionales. Así se ajustaron intereses durante los años en que se configuraron resguardos y estancias cercanas, que pasaron a ser parte de la gran mayoría de pueblos de indios, hasta crear dos sectores separados, tanto espacialmente, como jurídicamente –característica del poblamiento de la región central en el periodo colonial110.

En el Valle de Ubaque había comenzado en el siglo XVI un periodo marcado por la solicitud de tierras. Los primeros beneficiados fueron los encomenderos, quienes se asentaron en tierras cercanas a sus cacicazgos sujetos111. Sin embargo en el siglo XVII los encomenderos no eran el grupo de propietarios más grande en el siglo pues muchas encomiendas se habían disuelto, o fraccionado.

En ese siglo aparecieron propietarios de otro tipo, y unos con bastante poder político local, como por ejemplo los corregidores de partido, que se alzaron como personajes principales e

108 En el texto de Villamarín no se explicita el método que permitió identificar las tierras indígenas y las mercedes reconocidas. Si no se tiene en cuenta los cambios en el uso del suelo, coberturas vegetales e hídricas, etc, es difícil reconocer como fue repartida la tierra cultivable. Definir el cambio en la espacialidad y el uso del suelo en los primeros años siglos del periodo colonial requiere mucha mayor investigación y mejores técnicas para el caso neogranadino. Para ver un caso de análisis de usos de suelo y coberturas en la Sabana de Bogotá, Katherine Mora. Adaptación de sociedades agrarias…Cit. 109 Juan Villamarín. “Haciendas en la sabana…”, pág. 331. 110 Marta Herrera. Ordenar para controlar… cap. 2: La morfología del poblamiento. 111 Lope de Céspedes, quien heredó la gran encomienda de su padre Juan de Céspedes de Ubaque, Cáqueza y Ubatoque, solicitó al cabildo de Santafé en 1588 dos estancias de ganado mayor cerca de Cáqueza, “en unas llanadas altas de sabana que descienden de una cordillera que está en este sitio y reparttimy[ent]o de Une”. AGN. Tierras de Cundinamarca, t. 19, f. 324v. 51 influyentes. Juan Bravo de Torres, quien figura corregidor del partido de Ubaque en la primera mitad del siglo XVII y encomendero de Chipaque, era propietario de gran cantidad de tierras montaña arriba del resguardo de Choachí. Pidió en 1617 la solicitud de 12 estancias de ganado mayor en el “Páramo de Choachí” –como lo denominó en su solicitud-, quien, aprovechando sus especiales condiciones climáticas, esperaba poder conseguir a un menor precio, que según las condiciones nombradas por los testigos que presentó, debían cobrarse más baratas112. Las siguientes apariciones en la documentación aparecen con los litigios que le hicieron los pueblos de Choachí y Fómeque en 1651 y 1653 por la introducción de ganados. Que haya sido cuestionado en dos pueblos indica que se hizo con el control de tierras en la otra banda del río Negro113,

La introducción de ganados –tema que se aborda en el siguiente capítulo-, debió cambiar los usos del suelo y el paisaje, ante lo cual los mismos indígenas debieron adaptarse. Las denuncias, por el daño de sembradíos, y la continua falta de cercas era un ejemplo de ello. Esta fue una de las causas por las cuales la definición de los límites entre los resguardos y las estancias vecinas se volvieron fundamentales para la defensa de las tierras y cultivos. El manejo de los títulos y en general del sistema legal español fue fundamental para sostener sus intereses territoriales, por lo cual las visitas se convirtieron en un escenario para renegociar el ordenamiento espacial.

Además, como se señaló anteriormente, las visitas se convirtieron en escenarios donde podían solucionarse conflictos legales sobre tierras en poco definidas, y que eran esenciales dentro de su ordenamiento espacial anterior. En Chipaque, por ejemplo, se remitió una queja por parte del protector e indios del pueblo donde reclamaban que “se remuevan y quiten los buhíos y edificios que la dicha Compañía [de Jesus] tiene hechos en el sitio viejo de Siecha por ser resguardo de los dichos yndios”. Argumentaban basados en los títulos e instrumentos, que a pesar de la agregación las tierras del pueblo viejo habían sido amparadas luego de la visita de Luis Enríquez114.

112 AGN. Tierras de Cundinamarca, t. 10, f. 815r. Sobre los límites del resguardo de Choachí, ver mapa 1. 113 “Esto se sabe a través de documentos notariales, donde aparece como propietario de las tierras de “Maza”, en la Jurisdicción de Fómeque, al venderlas a Bernardo Pulido en 1653. Fabio Pardo Díaz. 500 años de historia chiguana. Bogotá: Litografías Modelo, 1996, pág. 85 114 AGN. Miscelánea, t. 112, f. 121r-v 52

Quizás el caso que mejor expone este complejo contexto de intereses sea el proceso de reubicación del pueblo de Ubaque en 1628, y la revisión de linderos que se en la visita de Carbajal en 1640 donde se definió definitivamente el resguardo del pueblo y los límites de las estancias. Luego de la agregación de Quescavita y Santa Ana por Luis Enríquez en 1600, el resguardo principal sufrió una serie de segregaciones y movilizaciones importantes: primero, amparó tierras el señor licenciado Antonio Villareal y Leyva en 1613; y luego en, 1622 el oidor Fernando de Sahavedra

“se los vino a señalar y señaló más cortos, y restringidos […] con la consideración que entonces le movió de que las personas a quien se hisiese merced de las tierras y labranzas que los dichos yndios poseían, y caian fuera del dicho nuevo y moderado resguardo, les arasen y cultivasen en otras tantas””115

Los indios, a través del protector de naturales, exigieron que se amparasen las tierras que anteriormente había establecido Antonio Villareal y Leyva, hecho que se llevó a cabo por el oidor Gabriel de Carbajal en 1640 y para una población que calculó en 921 personas. La mesura de las tierras fue ejecutada por el oidor don Pedro González de Güemes en 1655, más de diez años luego de la orden de Carbajal. Según las leyes de indias las tierras indígenas podían ampararse a costa de las propiedades españolas por lo cual se organizaron recompensan a los propietarios de las tierras donde se ubicaron los indios de Ubaque, a cambio de tierras del anterior resguardo116 . En el pueblo de Ubaque se empleó este recurso para ordenar las tierras que habían sido segregadas al resguardo principal, concedidas a particulares posteriormente, y por último recuperadas por la comunidad indígena.

Como se observa en la Tabla n| 4, a partir de este caso particular se puede observar, a pequeña escala, la gestión del territorio por parte de las autoridades, la defensa de las tierras tradicionales y útiles por parte de los indígenas, aunque también la apropiación de espacios que antiguamente hacían parte del universo indígena del Valle de Ubaque, como eran las tierras de Santa Ana y Quescavita.

115 “Cuaderno 29 de la visita al pueblo de Ubaque…” f. 208r. Resulta interesante ver cómo, para amparar a los nuevos propietarios, el oidor les obliga a cultivar y arar nuevas tierras a los indígenas de Ubaque como “contraprestación” por entregar sus tierras tradicionales. 116 Edda Samudio. “Proceso de poblamiento y asignación de resguardos en los Andes Venezolanos”. Revista Complutense de Historia de América, nº 21, pág. 176 53

Tabla 2. Propietarios embargados para el amparo de las tierras de Ubaque por el oidor Pedro González de Guemes, 1655

Propietarios Descripción Títulos de recompensa Juan Romero “laderas abajo hasta llegar al río negro” “que 2 estancias de ganado y tierra es tierra útil de labor en que hay árboles mayor en Santa Ana fructíferos” Juan Bravo Molino No se le quitaron de Torres Vicente de la “en la ronda del río negro” “se hallaron muchas -no hay datos Hortua vegas, ancones y cañadas” “tierra útil de labor y arbolada” Miguel “hdos casa de vivienda de bahareque y paja” -no hay datos López “arvoles y platanales y otros fructíferos en tierra buena, útil y de lavor” Doña “delante de la dicha ronda del río Negro” “la 3 estancias de pan y ganado Francisca qual es tierra buena, útil y la más de ella de mayor en tierras de Mones y Navarro lavor que hay en vegas y cañadas” Chimiguenes (parcialidades de Ubaque) Don Lorenzo “tiene algunas vegas y ancones útiles y de 1 estancias de pan y ganado Tellez labor, y fue tierra yerma y despoblada” mayo, 1 estancia de pan y ganado menor en tierras e Chimiguenes y Tuchisaques. Francisco “de ahí hay mucha tierra útil y de labor, y -no hay datos Díaz poblada con buhíos de paja redondos y algunos árboles fructíferos” Hernando de “tierras que llaman de Tacha, Ganco y Ponta” 2 estancias de pan y ganado Pedraza “había algunos ancones, hoyas y vegas y mayor encima del pueblo viejo pedazos de tierra buena para labor […] hay que quedó señalado como muchas labores de los indios a quien se ha potrero de los indios repartido trigo, maíz y otras legumbres” Juan de -no hay datos. 2 estancias de pan y ganado Aranda mayor en tierras de Santa Ana, corriendo río arriba aguamonte

54

Francisco -no hay datos. 2 estancias de pan y ganado Rodíguez de mayor en las tierras del pueblo Campos viejo de Quescavita Elaboración propia a partir de: “Cuaderno 29 de la visita al pueblo de Ubaque…” ff. 228v- 269v.

El procedimiento del funcionario que realizó esta distribución de tierras estaba claro en la diligencia:

“reconocimiento de los resguardos y tierras que se dieron a éstos indios, y las que dejaron vacas, y para dar a los que sean de recompensar, y nuevas mercedes que se han hecho por el Gobierno, para que habiendo hecho esta diligencia y hojeado y tanteado la tierra, se le dé a cada uno lo que le pertenece conforme a la antigüedad de sus títulos”117

Acompañado del cura doctrinero, el agente del señor fiscal, autoridades provinciales, medidores, y muy importantes, el cacique Don Francisco, sus capitanes (10 en total según la cuenta del oidor) “y mucha gente de sus sujetos”. También había vecinos comarcanos interesados y sus apoderados de quienes recibirían recompensa. La procesión por las tierras de Ubaque tenía, en un mismo sitio, a las autoridades, particulares e indios interesados en el orden territorial del resguardo y estancias; lo que se jugaba, a pesar de que las fuentes no sean particularmente descriptivas de aquello, no era poco. La visita se ubicó primero en el resguardo donde “su merced haciendo vista de ojos del asiento de dicho pueblo, su capacidad y labranzas de trigo, maíz y arboladas frutales y otras legumbres que tienen sembradas”.

Las tierras que entregó a los indios de Ubaque fueron las que se encontraban en el borde del Río Negro, y que para opinión del oidor eran las más fértiles y útiles del Valle, empleando los conceptos comunes de los para describir las tierras útiles: “valles”, “cañadas”, “ancones”, etc. seguían presentes. Por esta razón las recompensas a particulares fueron entregadas en la parte de arriba, hacia las montañas que habían asentado los pueblos principales de Santa Ana y Quescavita –en donde con anterioridad quedaba el cercado del cacique de Ubaque, hoy vereda Pueblo Viejo.

117 “Cuaderno 29 de la visita al pueblo de Ubaque…” f. 229r. 55

Aunque pueda existir desconfianza con las interpretaciones del funcionario sobre la calidad de las tierras y sus intenciones, queda claro que su especial observación del territorio trajo consecuencias para ciertos individuos. En efecto, Valerio Pedraza –heredero de Hernando Pedraza- se quejaba posteriormente sobre la calidad de las tierras con que fue recompensado, “por haverseme hecho en tierras inútiles e infructífera”, mientras que las que se le quitaron eran “todas de labor”. La solicitud era que se le entregaran nuevas mercedes además de las no pocas 4 estancias de ganado mayor que ya había recibido.

En Cáqueza también existen situaciones similares de solicitud de mercedes en tierras antiguamente indias, como el caso de los Estquecas y Tengavitas –quienes, como se dijo anteriormente, fueron agregados al pueblo de Cáqueza en 1600. En 1621 Juan de la Cerda, vecino de Santafé, pide merced de cinco estancias de ganado mayor, en la vía hacia los Llanos de San Juan, tierras ya ocupadas por un molino de un vecino. La solicitud de merced reitera su condición de tierras indígenas cuando asegura

“que estan a ocho leguas del pueblo de caqueça poco más o menos, que son entre Estaqueca y La Cabuya, camino de San Juan de los Llanos, a mano derecha del dicho camino, como vamos de Estaqueca a la Cabuya, donde estuvieron poblados antiguamente çiertos capitanes de la encomienda del Capitan Lope de Céspedes y donde al presente esta dos o tres yndios disiendo son naturales de allí, los quales están mandados a reducir al pueblo de Cáqueza”118

A pesar de haber pasado veinte años luego de la orden de su agregación, los Estaqueas y Tengavitas seguían viviendo y usufructuando las tierras en que tradicionalmente vivían. Por esta razón, “contradecían y contradijeron quel dho pedimiento de las dhas tierras están hecho dentro de sus resguardos a donde tienen sus frutales y ficales, de dónde sacan los requintos y demoras, y que si les quitan sus tierras se retirarán a San Juan de los Llanos a buscar a donde poder asistir”. Hasta los mismos caquezas rehusaron a aceptar la merced.

Existió en la primera mitad del siglo XVII un intercambio mucho más activo de tierras donde particulares accedieron a grandes extensiones de tierras. Los vendedores destacados fueron los herederos de las propiedades concedidas a los encomenderos, y los principales

118 AGN. Tierras de Cundinamarca, t. 19, f. 732r. 56 compradores “Marcos de la Jara, Miguel Guerrero, la familia Perez Bernal y Juan Bravo de Thorres119. Basado en documentación notarial, el historiador de Fómeque Fabio Hernando Pardo transcribe algunas transacciones de tierras que se dieron en el Valle.

Quizás no sea prudente hablar de un “mercado” de tierras para este periodo pues el acceso a la propiedad territorial estaba restringido a las concesiones reales. A pesar de que existan referencias a compra y venta, los resguardos y las estancias de merced fueron las propiedades más extensas. No obstante, ante la prohibición de la comercialización de tierras de resguardo, la opción podía ser la compra ante el notario de las propiedades. La limitación que la figura de la “merced” ofrecía no fue un impedimento para que ciertos propietarios titulados vendieran sus tierras a terceros.

Ilustración 2: La vida rural de un pueblo de indios en el siglo XVII: el caso de Cáqueza.

119 Fabio Hernando Pardo. Fomeque: cinco siglos de progreso 1500 – 2003. 57

Fuente: AGN. Mapas y Planos, Mapoteca Nº 67-A, 1677.

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Los mapas de tierras realizados como sustento en los pleitos coloniales son una valiosa fuente en la historia agraria de los pueblos de indios de los Andes Colombianos. Este se dibujó en medio del conflicto entre el Nicolás Jara y Luis Vigoya, indio natural del pueblo de Ubaque, en 1677. En el podemos observar la delimitación de los resguardos, las estrategias de delimitación de los visitadores décadas antes, la referencia a antiguos poblamientos indígenas desaparecidos luego de las reducciones, el papel de las estancias de vecinos en los contornos de los resguardos, y en general, del poblamiento en los espacios rurales.

Convenciones:

______: Delimitación de las tierras del resguardo.

_ _ _ _ _: Tierras en litigio por parte de Nicolás de la Jara y Luis Vigoya.

C. Pueblo de Cáqueza. 1. “Aquí estaba poblado el pueblo de Ubatoque quando lo visitó el liçenciado Miguel de Ibarra”. El mapa ubica el sitio antiguo de Ubatoque como referente geográfico después de que fue reducido a Cáqueza 77 años antes. Este se encontraba en el costado oriental de la sierra donde se erigió el pueblo de Cáqueza 2. “Estos son los resguardos del pueblo de Ubatoque que le señaló el liçenciado Miguel de Ibarra visitador que fue”. En el nuevo resguardo de Cáqueza se amparó también en el Ubatoque después de la agregación. 3. Arriba: “Tierras de Julián de Ávila que lindan con el resguardo”. Abajo: “Sitio de Mustipaga” 4. “Tierras de Luis Vigoya”. El litigio es de estas casas para abajo. 5. “Estas laderas están con labranzas distantes de a quadra y de a quadra y media aradas con bueyes. 6. “Estos son resguardos del pueblo de Santa Ana, en que se incluye el Xiron y las Hoyas de Tacha” 7. "Peña que está a mano izquierda de Cáqueza”. Este era un lindero del resguardo, a la altura en que el camino a Une pasaba por la sierra. 8. “Santa Ana”. Al igual que Ubatoque, Santa Ana sirvió como referente geográfico más de setenta años que fue reducido a Ubaque. 9. El árbol de curo, representado en el mapa, servía de lindero del resguardo. Lastimosamente, durante el litigio de Nicolás de Jara, nunca se encontró el curo y habían sospechas de que había sido trasladado. * Con asterisco aparecen las propiedades circunvecinas al pueblo de Cáqueza. De arriba abajo son: estancia de Juan Rodríguez, estancia de Juan de Ávila, estancia de Nicolás de Ávila, estancia de Andrés Riveros y la estancia de Julio Riveros.

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Capítulo 2. La formación de una agricultura colonial.

Es indudable que la conquista y colonización de las Américas supuso un nuevo episodio en la actividad agraria y la vida rural en el continente. La dominación de las cultura indígenas no se dio simplemente en la campo de lo político o cultural, sino en aspectos fundamentales de la vida material, como por ejemplo las prácticas agrarias que sostenían las culturas tradicionales o la introducción de especies vegetales y animales -especialmente la ganadería. La conquista del paisaje -término acuñado por la historiadora Elinor Melvile para el caso del Valle de Mezquital, fue un proceso verdaderamente trascendental en las sociedades americanas, y un proceso producto de nuevas culturas productivas (en el caso mexicano lo denomina pastoralismo ), la características especiales de una sociedad colonial donde predominan relaciones de dominación específicas, y la adaptación de ambas sobre el espacio y el ambiente. El objetivo del siguiente capítulo es identificar la formación de una agricultura colonial en el Valle, en el contexto del proceso reduccional descrito en el capítulo anterior.

En un primer lugar se analiza las consecuencias en la actividad agrícola que supuso el proceso de reducciones y agregación de los pueblos de indios. La política de reducciones fue fundamental en la construcción de una agricultura colonial pues como se ha señalado con anterioridad definió, en mayor o menor medida, usos del suelo y divisiones territoriales particulares, diferentes a las empleadas por las poblaciones nativas antes del arribo de los españoles. Un primer problema estudiado en el siguiente capítulo es sobre las consecuencias de la política de reducciones en la construcción de la vida rural en el Valle de Ubaque. Se parte de la hipótesis de que, en efecto, la delimitación de resguardos y estancias, y sobre todo la enorme despoblación debió afectar la actividad agrícola.

En un segundo momento, el capítulo analiza las introducciones técnicas y biológicas que se dieron luego del contacto en el Valle de Ubaque. Ya desde la documentación temprana existen referencias que demuestran la velocidad con que algunos productos se implementaron y adaptaron a la geografía del Valle, especialmente especies arbóreas europeas. Sin embargo, con el tiempo se generalizan otros cultivos europeos como el trigo, el cual se adecua al sistema económico de la encomienda y luego a la economía india propiamente dentro de los resguardos. Se da especial importancia a la introducción del ganado, especie fundamental

60 para observar el cambio en la práctica productiva tanto de españoles como indios en el Valle, y que generó unos usos especiales del suelo.

2.1 Organización agrícola y modos de asentamiento indígena: verticalidad y dispersión.

Posterior al proceso de reducción de las comunidades nativas en pueblos de indios, y la delimitación de los derechos sobre los resguardos, la vida rural del Valle de Ubaque osciló en dos direcciones: en principio, la segregación espacial entre indios y españoles se confirmó sobre el territorio a través de los pueblos de indios, en tierras de distinta naturaleza jurídica, divididas en resguardos de indios y estancias; por otro, la coexistencia de nuevos colonos e indígenas, que ante el incremento de los primeros y la reducción de los segundos, generó un acercamiento en sus prácticas agrarias, cultivos, herramientas, y en general, de una nueva adaptación de los sistemas agrarios en el contexto colonial. Es evidente que la conformación de los resguardos –que a pesar de las críticas y litigios continuó su existencia hasta el final del periodo- fue modificadores de las relaciones de los indígenas y el espacio dentro de la producción agraria.

Una de las transformaciones más importantes que se da luego del proceso de reducción es el modo de asentamiento de las unidades productivas. Lo que se ponía en juego con el modelo de asentamiento nucleado expuesto en el capítulo anterior, no era solamente la exigencia de la doctrina católica y el control de la población; se trataba, además, de imponer la restricción de las actividades agrarias indias a los resguardos y a los espacios nucleados. Es por esta razón que durante las delimitaciones se daba la precisión sobre las tierras destinadas a cultivos de “año y vez”, los solares particulares y los pastos para ganados como escenarios específicos para las actividades agrarias. Cualquier actividad agrícola fuera de los límites establecidos del resguardo era materia de conflictos con las estancias concedidas, y como una infracción a la luz de las autoridades.

Sin embargo, esta la transición en los modos de asentamiento fue mucho más compleja en la práctica al existir una continuidad en los modos de asentamiento nativo. La agricultura indígena fue descrita por funcionarios y observadores, hasta bien entrado el periodo de estudio, como dispersa. Desde la visita anónima de 1560, por ejemplo, se describe como

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“cada yndio tiene su roza o sementera a la puerta de su morada y a esta causa están poblaziones algo apartadas unas de otras”120. Se evidencia en las primeras referencias al Nuevo Reino las implicaciones políticas de la idea de dispersión, por ejemplo en la Relación del Nuevo Reino de Granada en 1571 –luego de las ordenanzas de Tomas López-, cuando se afirma que los indios se encuentran reducidos “de mala gana” y que suelen estar apartados “a legua o a media legua”; y que “la causa de ser tan mal inclinados a pueblos, es porque de ser ruynes son enemigos de que se sepan sus costumbres”121.

Como se anotó en el capítulo anterior, los oidores de la audiencia junto con los indios principales acordaban el sitio más conveniente para la erección del pueblo. Las viviendas de las autoridades nativas se ubicaron en el mismo pueblo, como se observa en la solicitud de amparo de doña Ana, viuda del cacique de Une –quien antes de morir el cacique en 1659- ella y “el dho su marido tuvieron y goçaron una casa con un solar y los labranças en el dicho pueblo”. Solicitaba luego de la sucesión de autoridades así mismo que el corregidor le devolviera una “huerta donde tenía cantidad de mayz y otras muchas cosas” pues se la había quitado al morir el Cacique122. Otras viviendas dentro de los resguardos los indígenas se organizaron de tal manera que aprovechasen las condiciones naturales del territorio de acuerdo a sus posibilidades y estrategias: es decir, siguiendo la costumbre de mantener habitación junto a los cultivos, y por otro lado, aprovechando la “verticalidad” del relieve, y las demás condiciones del entorno a pesar de las restricciones espaciales que se acordaron.

Para los demás naturales, la principal división que definió el asentamiento y la organización agraria dentro de los resguardos indígenas fueron las capitanías o –después llamadas en la documentación- parcialidades, unidades de filiación familiar dentro de la división social muisca, y que dentro de las descripciones españolas estaban sujetados a un cacique. Existe

120 “Visita anónima de 1560” En: Hermes Tovar. No hay caciques… p. 75. Sobre esta idea, Víctor Manuel Patiño afirma: “Porque es carácter notable de los pueblos ecuatoriales, el de vivir dispersos y no concentrados en núcleos urbanos, importa destacar que en tal sistema de poblamiento tuvo mucho que ver la agricultura. En efecto […] de conflicto entre dos o más condiciones (fertilidad del suelo contra insalubridad del ambiente; fertilidad contra interdicciones religiosas), la regla fue que la vivienda estuviese o dentro de la sementera o muy cerca de ella” Historia de la actividad…, p. 51. 121 “Relación del Nuevo Reino de Granada, por el padre Fray Gaspar de Puerto Alegre (1571)” En: Hermes Tovar. No hay caciques… p. 159. Sobre las implicaciones de la idea de dispersión en el proyecto político del imperio español ver: ver Marta Herrera. “Ordenamiento espacial de los pueblos de indios: dominación y resistencia en la sociedad colonial”. Fronteras Nº 2, vol. 2, 1988, p. 106 – 113. Herrera argumenta que la idea de dispersión sirvió para legitimar la erección de poblados de tipo español. 122 AGN. Caciques e Indios, t. 77, f. 988r. 62 un debate en torno a la naturaleza de las capitanías dentro de la organización política muisca, sobre todo lo que respecta a su territorialidad. Para autores como Jorge Gamboa, su control territorial era limitado, y su población se agrupaba por el aspecto familiar123. Para Santiago Muñoz, para el mismo caso del Valle de Ubaque, las relaciones de sujeción de las capitanías a los cacicazgos eran más flexibles y móviles, sobre todo después de la desmembración del cacicazgo de Ubaque por el sistema de la encomienda124. No obstante, pese a su limitado aspecto territorial en la colonia temprana, en el siglo XVII y XVIII se evidencia cómo se dividió a la población de determinado pueblo a partir de la capitanía a la que pertenecía y cómo se convertían en espacios dentro del resguardo.

Además de las relaciones de vecindad y parentesco que se daban en las capitanías, en las referencias documentales se observa cómo agrupaban también la actividad agrícola de los naturales125. En el caso de asesinato de Lucia en 1629, india de Ubaque en la capitanía de Ponta, el padre de la mujer declaraba que “digo que aviendo venido una hija mìa de mi labraça a oyr misa al pueblo de Cáqueza haze hoy diez días a la tarde bolbiendo a la dha mi labrança no llegó". El principal sospechoso, y que hacía parte de la capitanía de Ponta igualmente, afirmaba en su confesión que “dixeron (los lenguas) que el dho yndio dezia que sí los conoce porque son de una parcialidad y tienen sus labranzas en Ponta juntos, y son vecinos”. El concepto de labranza se refiere, dentro de las declaraciones de víctima y sospechoso, a una unidad habitacional y productiva dentro del territorio de la capitanía o parcialidad de Ponta. Incluso, por cercanía, la víctima había ido a Cáqueza a misa y no a Ubaque, a quien estaba adscrita la capitanía.

123 Dentro de los estudios sobre la organización social muisca en el momento del contacto con los españoles “Eduardo Londoñó planteó la idea de que tanto las utas como las zibyn eran unidades territoriales. La tierra pertenecía a ellas, y no al cacicazgo. Sin embargo, este carácter territorial se ha revelado cada día más dudoso, dada la gran cantidad de pleitos que se dieron por los capitanes que iban y venían con su gente de un lugar a otro, lo cual demuestra que su vinculación con un territorio especifico no era muy fuerte . Jorge Gamboa. El cacicazgo muisca. En los años posteriores a la Conquista: del sihipkua al cacique colonial, 1537 – 1575. Bogotá: Icanh, 2010. ..pág. 70 124 Como expone Santiago Muñoz, en el siglo XVI abundan registros documentales sobre conflictos entre cacicazgos por la anexión de sujetos y parcialidades, pues como concluye, las fronteras territoriales de los cacicazgos y parcialidades era difusas y las relaciones de tributación eran más flexibles y móviles. Las disputas de Choachí y Fómeque, Fómeque y Ubaque, Ubatóque y Susa, Susa y Pausaga y Cáqueza y Ubatoque –la mayoría de ellas por capitanías- demuestra aquello para la colonia temprana. Santiago Muñoz. Costumbre en disputa… pág. 36 -37. 125. Ver: AGN. Caciques e indios, 35, f. 946r, 963v 63

El poblamiento prehispánico no estaba centrado en las tierras del cacique al cual las capitanías estaban sujetas, sino que estas tenían sus propias tierras independientes de cultivo. En el pueblo de Teusaca, al norte del Valle de Ubaque en inmediaciones al actual municipio de La Calera, el capitán Suaba exponía ante el escribano de Miguel Ibarra que sus labranzas se encontraban a una legua de las del cacique. Todavía a finales del siglo XVI las tierras del cacique pertenecían directamente a su grupo de parentesco en las inmediaciones de los antiguos cercados, y el cultivo y mantenimiento de las labranzas era realizado por sus sujetos en ciertos momentos del año y acompañado de ceremonias126.

El proceso de agregaciones mermó de cierta forma esta independencia de las tierras de cultivo, pues dentro del mismo espacio debieron reagruparse poblaciones que tradicionalmente no estaban asentadas dentro de los límites establecidos del resguardo. El caso de Cáqueza demuestra una reorganización de las tierras de cultivo, pues se escogió como sitio las tierras del cacique, mientras que a las poblaciones alejadas se les debió adjudicar nuevas tierras dentro del resguardo, muy a pesar de ellas solicitaban no les quitaran las tierras que poseían previamente. Como se exponía en la visita de Gabriel de Carbajal, “los cáquezas, eztaquecaes y ubatoques –recordemos, agregados a Cáqueza en 1600- están todos revueltos en las tierras y labranzas unos con otros”, y que “mostraron los indios de Eztaqueca y su cacique don Francisco las tierras que pretende para sí y su gente, en que están en pozesión, por averse venido a agregar en su sitio de eztaqueca a éste pueblo de Cáqueza”127.

La organización de la actividad agraria dentro del resguardo a través de las capitanías complejiza aún más el escueto esquema de la organización agraria de los pueblos de indios y los resguardos, que tiende a dividirlas como las tierras comunales, tierras familiares, y solares, o aquellas posturas que consideran la agricultura nativa de carácter colectivo. Si no analizamos con cuidado la documentación administrativa, caemos en el error frecuente de considerar la agricultura indígena bajo esta división; no obstante existió una organización previa que definía con mayor influencia el acceso a la tierra cultivable. La capitanía era una de ellas, aunque no la única. Aunque sí existieron labranzas comunales dentro de la

126 Las referencias al cultivo de las tierras del cacique se encuentran en las sumarias secretas de las diligencias de visita en varios pueblos de Santafé y Tunja. Ver: Hermes Tovar. Formación social Chibcha. Bogotá: CIEC, 1988. 127 “Cuaderno 26 de la visita al pueblo de Cáqueza…” f. 562v. 64 agricultura propiamente muisca, el sistema de trabajo que hacía posible labranzas colectivas era el tributo al cacique, a quien se le cultivaban sus tierras, se le construía el cercado, y quien, a su vez, retribuía a sus sujetos a través de ritos y fiestas128. A finales del siglo XVI las labranzas colectivas, y a las cuales las autoridades prestaban mucha atención, hacían parte de la producción de la renta de la encomienda que para la segunda mitad del siglo XVI era en especie: tanto en productos agrícolas, como en trabajo. Miguel Ibarra registró varias sementeras de comunidad para el pago de tributos durante sus visitas al Valle de Ubaque129.

Sin embargo, cuando se monetizó posteriormente la renta de la encomienda y la entrada de circulante para el pago del tributo se apoyó en la mita minera ya entrado el siglo XVII, influyó en la producción del Valle donde su población india era conducida de forma regular130. Esta es probablemente una razón fundamental que llevó a la disminución del cultivo colectivo, pues la tributación al ser monetizada y personal, corría por cuenta de cada familia encabezada por el indio tributario. En este contexto comienzan las peticiones por extensión de tributos en diversos pueblos, cuya causa mayoritaria era la huida de la población masculina tributaria de la obligación minera.

Ahora bien, la adaptación que las sociedades indígenas debieron realizar sobre el nuevo ordenamiento estaba relacionado, no sólo a las relaciones de parentesco y trabajo, sino por la forma en que tradicionalmente aprovechaban las ventajas geográficas del Valle. La elección de las tierras de cultivo, por ejemplo, era un asunto fundamental en la agricultura indígena y colonial, y varió no solo de acuerdo a las cambiantes condiciones sociales del valle, sino a las pautas de poblamiento y a las transformaciones técnicas agrarias. Como se mostró en el primer capítulo, según el oidor Miguel Ibarra, la existencia de labranzas indígenas en las zonas húmedas, era evidente en muchas poblaciones de la Provincia de Santa Fe, por lo cual las amparó como resguardo.

128 Jorge Gamboa. El cacicazgo muisca…, pág. 126 -127. Santiago Muñoz Arbealez. Costumbres en disputa…pág. 138. Especialmente el capítulo 4: “Biohote, economía y sociedad colonial”. 129 En el pueblo de Pausaga, por ejemplo, se consignó en la Sumaria Secreta que para la demora “se ayudan de la labranza de comunidad que hacen de maíz que lo venden” AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 8, f. 381v. 130 Sobre la conducción de indios a la mita minera desde el pueblo de Ubaque ver: Heraclio Bonilla. “La economía política de la condición de los indios a Mariquita: La experiencia de Bosa y Ubaque en el Nuevo Reino de Granada” Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Bogotá, nº 32, 2005. Para un análisis sobre la composición de la renta de la encomienda ver: Heraclio Bonilla. “La producción de la renta en la esfera de la encomienda. El pueblo de Iguaque, Nuevo Reino de Granada” Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. Bogotá, nº 31, 2004. Julian Ruiz Rivera. Encomienda y mita…, pág. 241 65

Todos estos conceptos con los cuales Miguel de Ibarra describía en 1594 el territorio y, su forma de expresarlos, son importantes indicios de la organización agraria en medio de la implementación del sistema colonial. Las referencias a las “vegas de ríos”, “ancones”, “reoyas”, “cañadas”, etc., -que como vimos aparece en las diligencias del oidor para describir las tierras de reducción-, podrían ser usados por los indígenas para, por un lado, mantener la humedad del suelo en época secas, y por otro, tener un drenaje natural que controlaba el nivel freático. A partir de las fuentes se puede inferir que en el Valle de Ubaque, para mantener la humedad en las tierras de cultivo, se privilegiaba los ríos o terrazas naturales, “enclaves que –cómo afirma Víctor Manuel Patiño-gozan por regla general de suficiente fertilidad”131. Existen estudios sobre los sistemas de cultivo en camellones, especialmente en la Sabana de Bogotá, donde los indígenas adaptaron su uso en las tierras inundables de la sabana para el sostenimiento productivo; sin embargo no hay referencias sobre ésta tecnología en las zonas de vertiente132.

El uso de las tierras “húmedas” de las vegas de los ríos no se limitó a la agricultura indígena propiamente, sino que fue apropiado por propietarios de estancias que apropiaron de las tierras más fértiles del Valle. En una agricultura predominantemente de secano, dependiente de las lluvias, las tierras cóncavas que mantuvieran la humedad eran valoradas por todos sus pobladores, tanto indígenas como no. Cómo permite observar un extenso litigio de 1677 entre Luis Vigoya, indio natural de Cáqueza, con el capitán Nicolas de Jara, por unas tierras que se encontraban en el límite del resguardo indígena, las llamadas “reoyas” eran muy valoradas como tierras productivas agrícolamente (ver Ilustración 2). Según la defensa del Capitán Jara:

“noticia es venido que por auto de Vmd proveydo a mandado que los yndios de la parte de Tacha del pueblo de Ubaque se recojan a su nueva población y resguardo mediante tener los suficientes y que dejen libres las hoyas que se nombran Tutexa donde estaban, y mediante a que las dhas hoyas son mías y están

131 Victor Manuel Patiño. Historia de la actividad… p. 49. 132 Inés Cavalier. “Perspectivas culturales y cambios en el uso del paisaje. Sabana de Bogotá, siglos XVI – XVII”. En: Francisco Valdez (ed.). Agricultura ancestral, camellones y albarradas. Contexto social, usos y retos del pasado y del presente. Quito. Ediciones Abya-Yala, 2006, págs. 127 - 140. 66

en el corriendo de mis tierras que poseo en virtud de compra que hize ante la justicia”133

Las tierras estaban pobladas por la capitanía de los Tachas, adscritas al pueblo de Ubaque, e incluso tenían denominación en la lengua nativa; pero con el reasentamiento del pueblo y la delimitación del resguardo pasaron a manos de particulares. Como se puede observar en el mismo documento, la insistencia del Capitán Jara en la calidad y fertilidad indica que eran apreciadas. En 1678, luego de un año de juicio, Nicolás Jara argumentaba que su estancia produjo en un espacio de nueve años entre 70 y 40 fanegas134 de trigo en aquellas tierras135.

En un espacio que, como nombran las múltiples referencias documentales, abundaba en peñascos, rocas, y otras estructuras del relieve, la elección de las tierras de cultivo era un aspecto fundamental de la vida agraria del Valle de Ubaque. A medida del tiempo, y en la medida de que se adaptaban nuevas herramientas y técnicas, se podían habilitar nuevas tierras de cultivo, aunque también otros se limitaban por el cansancio de la labranza. Tampoco hay referencias a tecnología de terrazas para habilitar tierras de pendiente, aunque la mayoría del territorio del Valle lo era.

Otro aspecto que definía la elección de las tierras de cultivo era el manejo del relieve y la variedad climática que ofrecía particularmente el Valle de Ubaque. Existe un debate vigente para establecer las dimensiones reales del máximo control de pisos verticales y la complementariedad ecológica para la sociedad muisca136; y aunque la experiencia de los Andes peruanos y bolivianos reviste particularidades especiales, sí existe evidencia documental que permite reconocer prácticas agrarias vinculadas al manejo de altitud y al reconocimiento de sus posibilidades137. Como describió al comienzo, una de las características geográficas más importantes del Valle de Ubaque es su quebrado relieve, los bruscos cambios de altitud, y en general la diversidad de microclimas en un espacio

133 AGN. Tierras de Cundinamarca, t. 46, f. 498r. 134 Fanega de trigo: 43,2 kg. Katherinne Mora. Practicas agropecuarias…, pág. 140. 135 AGN. Tierras de Cundinamarca, t. 46, f. 552v. 136 John Murra. El mundo andino: población, medio ambiente y economía.. Lima: Pontificia Universidad Católica de Peru, 2002, especialmente el capítulo 3: Complementaridad ecológica. 137 En un estudio temprano sobre este problema Carl Langebaek afirma que la “pauta de poblamiento” por capitanías “puede entenderse como una forma de maximizar el acceso a la enorme variedad de econichos, y recursos, que ofrece el medio andino” Mercados, poblamiento… p. 42. 67 relativamente corto. Los diversos pisos térmicos, han permitido mantener una variedad de productos y cultivos con los cuales autoabastecerse y cuyos excedentes han ido a los mercados, principalmente el de Santafé.

El control de pisos térmicos existente en el Valle de Ubaque fue adaptado a las nuevas condiciones que supusieron el proyecto imperial español y las nuevas condiciones de la población. En el Valle de Ubaque, luego de las delimitaciones de los resguardos siguió existiendo el manejo de alturas pese a las demarcaciones que se impusieron a la movilidad indígena. Por ejemplo, en el pueblo de Cáqueza en 1600, el cacique afirmaba que las tierras de resguardo eran suficientes, y que en “los veranos benefician su maíz y turmas sobre lo alto deste dho pueblo hazia Samané”138. En la visita al pueblo de Fosca hecha por Juan de Varcarcel se encuentra una descripción mucho más específica sobre el problema de la verticalidad:

“y se ha visto por vista de ojos, las tierras que hay en contorno del sitio donde se ha de fundar el dicho pueblo, y la disposición de ellas, y el número y cantidad de los yndios, y los tratos y granjerías que entre ellos tienen, unos en sembrar y cultivar arboles fructíferos, haiales, algodonales y ficales, y otras raíces de que se mantienen que produce la tierra caliente, donde muchos de ellos han nacido y acostumbrado vivir llamados Pascotes, y otros en tierra más templada y fría, que son los foscas, que son todos de un repartimento”139

La cercanía de los pisos términos que caracteriza la geografía del Valle, con grandes cambios de altura en poco espacio, permitió que muchos títulos resguardos mantuvieran jurisdicción sobre tierras frías o cálidas a pesar de la reducción. No obstante, esto no quiere decir que el proceso de despoblamiento y reducción no haya alterado radicalmente la movilidad vertical de las comunidades nativas del Altiplano, puesto que existieron otros casos donde sí se rompió aquel vínculo. En los pueblos de la Sabana de Bogotá, como en el caso de , el proceso de reducción sí limitó el acceso a las tierras templadas que hacían

138 AGN. Visitas Cundinamarca, t. 8, f. 50v. 139 “Cuaderno 25 de la visita al pueblo de Fosca…” f. 475v.

68 parte de la producción del cacicazgo en la colonia temprana, en las tierras que limitaban con los Panches en la vertiente del río Magdalena.140.

Por otra parte, el empleo de los pisos térmicos para el aprovisionamiento y el complemento de productos agrícolas fue adaptado también por actores no indios, como por ejemplo los encomenderos, quienes aprovecharon la diversidad de posibilidades climáticas y ecosistémicas del Valle de Ubaque para diversificar los excedentes, tanto de trabajo como de productos, que alimentaban el tributo indígena. Al encomendero de Cáqueza Lope de Céspedes –según cuenta el cacique del pueblo en la sumaria secreta en 1600- se le beneficiaba por parte de los indígenas una sementera de trigo en las tierras que limitaban Caqueza y Une, y otra de maíz sin especificar el lugar. A los tingas y estaquecas -que como vimos previamente tenían tierras río abajo de Cáqueza- se les ocupaba “en hazer labranzas de cañas dulces (…) en beneficiarlas y molerlas” y también “en el dicho trapiche haziendo myel”141.

2.2 Introducciones biológicas y técnicas

Con la llegada de los españoles al territorio muisca, las actividades agrarias comenzaron una nueva etapa de adaptación por parte de los indígenas y de los españoles. Los cultivos que sustentaban a las poblaciones muiscas previo al contacto se basaba en maíz, ahuyama, frijoles, ají, cubios, ibas, arracha y papas142; aunque con el tiempo, la variedad se expandiría a partir de las nuevas introducciones que trajeron los colonizadores. Los nuevos cultivos, herramientas y técnicas transformaron la actividad agrícola y el paisaje enormemente, y la respuesta de las poblaciones que sufrieron este contacto fue mucho más compleja que la de una imposición forzada de la cultura material de los españoles143.

140 En este caso, como expone Alvaro Bermudez, las tierras cálidas de Chinga Caliente (capitanía con acceso a tierras calientes) fueron apropiadas en su mayoría por el encomendero y otros españoles, y al momento de la reducción los indígenas pasaron a asentarse en el poblado nuevo de Subachoque o , por lo cual las perdieron. Alvaro Bermudez. “Etnohistoria de Subachoque, siglos XVI – XVII” Revista Colombiana de Antropolgía, Vol. XXIX, 1992, p. 96 – 98. 141 AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 8, ff. 61v – 62v 142 Katherine Mora. Practicas agropecuarias…p. 50. 143 Para el caso de México, María de los Ángeles Robledo invita a considerar este intercambio técnico entre los indígenas y españoles de una forma mucho más compleja, alejada de una visión pasiva de los indígenas ante las exigencias españolas Ver: “La agricultura en la época colonial” En: La agricultura en tierras mexicanas 69

En el valle de Ubaque, tal intercambio se dio de forma temprana, como nos muestra la descripción de los cultivos de Alonso de Olmos, encomendero de Pausaga en 1570, quien describe para la parte baja del Río Negro los cultivos de sus sujetos: “hacia la guerta y tierra donde están las dichas cañas de açúcar y donde están las naranjas y limas, higueras y platanal”144. La introducción de árboles frutales como las naranjas y limonares ya estaba presente en la segunda mitad del siglo XVI, siendo una de las primeras especies que se adaptaron a los climas cálidos y tierras bajas del valle. También en las tierras indígenas complementó el paisaje, como demuestra el cacique de Choachí, Fosavita, cuando afirmaba en 1558, en medio de un litigio con el Cacique de Fomeque, que las tierras limitantes ambos cacicazgos estaban cultivadas de “cañaduzales e huertas de limas e higeras e otros géneros de árboles e hortalizas”145.

Los frutales fueron fundamentales en la región desde periodo temprano, y siguió siendo fundamental en todo el periodo colonial como productos típicos de las tierras bajas del Valle de Ubaque. Complementaron con ellos los productos que, en un principio, sostenían la tributación india como las mantas de algodón y lana, las fanegas de maíz y el oro. El plátano, como describe Bacilio Vicente Oviedo, se producía en las tierras cálidas y era apreciado como “inagotable”, y que “todo el año está produciendo hermosos racimos”146.La caña también fue muy importante en el Valle de Ubaque, y como se hizo referencia más arriba, la exigencia por parte de algunos encomenderos del trabajo en trapiches y la producción de “miel” fue recurrente, como se demuestra con las obligaciones tributarias del pueblo de Cáqueza en 1600. Las cañas, además de servir a la producción de azúcar y miel, fueron importante para la construcción de viviendas y abastos donde se almacenaban los demás productos agrícolas. Los árboles frutales, por otra parte, hicieron parte del paisaje indígena

desde sus orígenes a nuestros días. México DF: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Grijalbo, 1990, p. 140. En el caso neogranadino, éste tema ha sido estudiado para el Valle de Saquencipa, provincia de Tunja, por Katherine Mora. Practicas agropecuarias.. cit. Especialmente el capítulo 2: Practicas agropecuaria: siglos XVI-XVII. 144 AGN. Encomiendas, t. 26, f. 732r – v. 145 AGN. Encomiendas, t. 30, f. 295r 146 Bacilio Vicente Oviedo. Cualidades y riquezas…, p. 82. El banano encontró acogida en las tierras del Nuevo Mundo luego de que fue introducido por primera desde las Islas Canarias en 1517. Alfred Crosby. The Columbian Exchange…, pág. 68. 70 entre las “higueras, plátanos guaiavoz, ficales y otros arvoles” que describía Gabriel de Carbajal en las inmediaciones del río147.

Sin embargo, con posteridad el producto que complementó la producción agraria del Valle de Ubaque con más impacto fue sin duda –al igual que en las demás zonas del territorio muisca- el trigo, al igual que los demás cereales europeos como el centeno o la avena148. A diferencia de otros productos típicamente hispanos como la vid o el olivo, los cereales fueron el principal cultivo introducido dada su importancia en la dieta española. No se puede considerar el Valle de Ubaque como una gran región trigeña, comparado con otras de más reputación como la Provincia de Tunja149, aunque en el siglo XVIII el trigo se cultivaba en todos los pueblos de indios, tanto para el autoconsumo como para la venta en mercado para el pago de los tributos.

Una de las primeras medidas que aumentaron la producción de trigo en las provincias de Santa Fe y Tunja fue la dictada por Lope de Armendáriz en 1579, cuando ante la escasez de trigo y maíz que mantenía a “toda la república padezían mucha necesidad hambre”, ordenó que los indios de los repartimientos de ambas provincias cultivasen trigo en sus tierras. Afirmaba Armendáriz que la falta de sustentos “zesaría e todo andaría abasto si los yndios naturales lo sembrassen e vendiessen de su propia cosecha fuera de las sementeras de su encomenderos”150. La medida de sembradura que solicitaban para el pueblo de Ubaque y Ubate fue una de las más altas de todo la Provincia de Santafé, con 30 fanegas de sembradura; Unecipa, 7 fanegas; Susa y Pausaga se les ordenaba a sembrar 4 fanegas de sembradura cada una151.

Sin embargo, más allá de esta ordenanza, no hay más muestras la documentación sobre su aplicación efectiva sobre las tierras del Valle. El trigo se cultivó por los indígenas principalmente en las tierras del encomendero, que en muchas ocasiones no quedaban en las quedaban en las apetecidas tierras de la llamada Sabana de Bogotá. Por ejemplo, en la visita

147 “Cuaderno 26 de la visita del pueblo de Cáqueza…” f. 562 148 Alfred Crosby. Seeds, germs and animals. Studies in ecological history. Nueva York: M.E. Sharpe, 2002. Katherine Mora. Practicas agropecuarias… p. 70. Como argumenta a partir de las visitas del siglo XVI, el trigo aumento considerablemente su producción entre 1562 y 1570, siendo el cultivo europeo que se difundió con mayor facilidad en el territorio. 149 Katherine Mora. Prácticas agrarias… p.75. 150 AGI. Santa Fe, 189, L.1, f. 1v. Katherine Mora. Prácticas agropecuarias…p. 73. 151 AGI. Santa Fe, 189, L.1, f. 4r. 71

de Viñalfañe en 1564 se les indicaba a los indios de Pausaga que debían, además de cultivar las ciento dieciséis hanegas de mais de tasa, “hareís en cada un año una sementera de ocho hanegas de trigo y quatro de cevada”152. Sin embargo, como los indígenas describieron ante Miguel Ibarra, habían sembrado veinte años antes dieciocho fanegas y en tierras de Bosa; es decir, parte del trigo que hacía parte del de la renta de trabajo exigido por los encomenderos era cultivado en la Sabana de Bogotá153. Aun así hubo cultivos de trigo que prosperaron, sobre todo en las tierras de encomenderos, que, como Lope de Céspedes y sus herederos, las fueron solicitando en las mejores tierras del Valle durante este siglo.

Por otro lado las referencias del cultivo extendido del trigo en las tierras indígenas no se encuentran aún en el siglo XVI. Como se puede ver en la Tabla 5, en las sumarias de visita - entre 1594 y 1600- donde se preguntaba los productos que los indios aprovechaban-, no se señala por ningún testigo el cultivo de trigo. Por el contrario los cultivos más grandes de las sementeras de comunidad, realizada en varios pueblos, era de maíz154.

Tabla 3: Productos agrícolas de los indígenas en el Valle de Ubaque, según sumarias secretas de Miguel Ibarra y Luis Enríquez.

Pueblo Testigo Productos Teusaca Cacique principal del “que en este repartimyento no tienen granjerías más de que cojen algún pueblo maíz e turmas y esto solamente para su sustento” “no se cogen otras cosas de frutas ny legumbres en este pueblo”. Ubatoque Don Juan Ubatoque, “Maiz, turmas, frixoles, cubias y chubias y patatas, yucas y auyamas y cacique. hayo, algún algodón” Pausaga Diego Guanativa, natural. “Maiz, turmas, frijoles, yucas, patatas, auyamas y algún hayo y cabuya”

Pausaga Padre doctrinero “sacan fique y frutas que venden y mais y turmas que siembran y benefician y venden y tejen algunas mantas”

152 Sobre el trigo en el Valle de Ubaque ver: Pedro Díaz Céspedes. Trabajo, epidemia… p. 86 - 93AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 8, f. 370r. 153 Pedro Díaz Céspedes. Trabajo, epidemia… p. 89. Los indígenas de Ubatoque también sembraban una sementera de 12 fanegas de trigo en las tierras del capitán Julio de Céspedes en Bosa. AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 2, f. 913r. El caso de Nueva España presenta características similares: “Las fincas españolas del siglo XVI, basadas en otorgaciones virreinales y mano de obra de repartimiento, dieron a los indios sus primeras experiencias en lo que se refiere a proyectos agrícolas y métodos de cultivo españoles. Las primeras fincas eran productoras de trigo casi exclusivamente” Charles Gibson. Los Aztecas…p. 330. 154 AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 8, f. 381v. 72

Alonso, gobernador del “Las granjerías en su tierra del pueblo viejo son maíz turmas, cabuya, pueblo ahuyama, hayo y otros cuantas gallinas y algunas frutas que son guayabas, curos y piñas “ Cáqueza Don Lorenzo, cacique. “maíz, turmas, ayales, cabuya y frutales” Tingavitas y Quirasocas “algodón y frutas” Fómeque Cura doctrinero “sacan fique y frutas que venden y maíz y hayales que siembran benefician y tejen algunas mantas de algodón” Andrés Tanega, capitan “Maiz y turmas, hayo, cabuya y algodón, lo qual venden y también tienen frutas” Construcción propia: AGN: Visitas de Cundinamarca, t. 2: f. 918r; t. 4: 229v, 306v; t. 8: 63v – 64v, 381v. Visitas de Santander, t. 4: 805v, 811r. Es a mediados del siglo XVII cuando se generaliza el cultivo de este cereal en los pueblos de indios del Valle. Para los cultivos indígenas el oidor Ibarra estimuló el cultivo del trigo, como muestra una referencia a la introducción del trigo en el pueblo de Cáqueza en el contexto de un pleito:

“y por causa de que quando al tiempo que esto se hizo [el amparo del resguardo] no heran los yndios labradores de trigo, les pareció serían competentes, y después que comenzaran a sembrar el dho trigo para su fruto y sustentarse y pagar sus demoras y requintos, porque el maíz que sembraban y cogían era tan poco que apenas tenían para sustentarse”155

Aunque quizás el testimonio exagera respecto al rendimiento del maíz, dado que todavía era el principal producto de sustento y pago de tributos156, es muy probable también que luego de la visita de Ibarra se haya introducido más rápidamente. A medida que el trigo se adaptó a la agricultura del Valle, la tecnología asociada al su producción y procesamiento también se diseminó. Algunos molinos hidráulicos se construyeron en las riberas del río Negro, como por ejemplo el de Corregidor y encomendero Juan Bravo de Torres157. No obstante eran pocos, y pertenecían a particulares en su mayoría. A comienzos del siglo XVII se encuentran

155 Litigio entre el capitán Nicolas Jara y Luis Vigoya, indio de Cáqueza. AGN. Tierras de Cundinamarca, t. 46, f. 525r. 156 “De todo esto tienen para su sustento y venden dello para pagar las demoras y particular el hayo y que tienen labranzas de comunydad y el maíz que della coxen se ayudan para pagar al padre por que le dan demás de la comida veinte y una pesos de oro de veinte quilates”. AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 5, f. 912r. 157 Infra. Cit. Tabla 5. También hay referencias a un molino de Cristóbal Cortés, cerca de la junta de los ríos Cáqueza y Negro. Tierras de Cundinamarca, t. 19, ff. 726 – 735. 73 referencias a la trilla del trigo con yeguas y caballos, que les entregó el encomendero de Pausaga a sus sujetos, porque “primero lo trillaban con palos a fuerza de brazos”158. Las hoces para la siega del trigo, y en general herramientas de metal, tampoco fueron extrañas, y circularon.

El paisaje de Cáqueza cambió rápidamente con la introducción del trigo en los resguardos, y a mediados del siglo XVII ya era común encontrarlo en las tierras altas y bajas. En la vista de ojos de Gabriel de Carbajal se describen “muchas casas y bujios de los yndios, arriba y debajo de la Iglesia, y mucha labransería y tierras labradas y cultivadas de los yndios de Cáqueza, con rastrojos de trigo y mais”; por la otra banda del río, tierra abajo, también encontró las tierras con los restos del trigo que se dejaban para recomponer las labranzas159. En el siglo XVIII, las sumarias de las visitas del oidor Arostegui reflejan también la importancia del trigo para los pueblos de Chipaque, Cáqueza, Usme y Choachí –pueblos con acceso a tierras altas y frías-, que cultivaban junto a los cultivos americanos tradicionales como los frijoles, las turmas, ahuyamas, etc. El maíz continuó siendo un cultivo fundamental durante todo el periodo, pese a las nuevas introducciones160.

Por otro lado, otros productos encontraron un declive pronunciado en su cultivo y procesamiento, como el hayo o el algodón durante el periodo. Este último pasó de ser un producto fundamental en las relaciones materiales y simbólicas en el cacicazgo de Ubaque – como demuestra su importancia en la economía distributiva muisca- hasta desaparecer incluso de las cuentas fiscales casi en absoluto para el siglo XVIII. Hay referencias tempranas que evidencian la producción de algodón en las tierras bajas del Valle, aunque parte de él llegaba a través del intercambio en los mercados de Santafé o Subachoque161.

Ya en el siglo XVIII hay muestras de la limitada producción y procesamiento del algodón. En las cuentas tributarias de todo el Corregimiento para 1718, se registraron una cantidad de 220 mantas de algodón por concepto de demoras y requintos. Solo algunas encomiendas

158 Pedro Díaz Céspedes. Trabajo, epidemia… p. 89. AGN. Visita Santander, t. 4, f. 89r. 159 “Cuaderno Nº 26 de la visita al pueblo de Cáqueza…” f. 559v. 160 AGN. Archivo Bernardo Caycedo. Visitas, t.1, 1-67. AGN. Anexo I, Historia, t. 2. 161 Buscar en Santiago Muñoz Arbeláez. Costumbres…p. 149. En un primer momento, el pago del tributo al encomendero en mantas le permite hablar a Santiago Muñoz de una institución híbrida: “Más aún, el hecho de que el tributo fuera en mantas es diciente de la economía transcultural de la encomienda y matiza las nociones de la economía colonial como una imposición del imperio español en los indígenas” 74 continuaron tributando mantas: Une, Queca y Chipaque y Usme, antes de que las cuentas se realizaran exclusivamente en moneda. Curiosamente las mantas se pagaban en los pueblos de tierra fría donde no se producía la manta, por lo que es probable que se accediera a través del intercambio. Por otra parte, el Corregimiento de Guatavita, que se caracteriza por condiciones geográficas similares y que se encuentra al norte del Valle dividido por el páramo de Chingaza, sólo por concepto de requinto real –es decir, un quinto de la tributación general y que iba directamente a la caja real- produjeron en sus 6 pueblos 424 mantas de algodón y 2/5162. Sólo en quintos reales la producción de mantas de algodón era poco menos del doble. La producción de algodón para uso textil se remplazó en gran medida por la lana ovejuna, mientras se continuaba el uso de otras fibras como la cabuya y fique para alpargatas, mochilas o costales.

Además de la introducción y semillas, la difusión de herramientas, técnicas y prácticas también fue muy importante. Terminando el siglo XVI era muy limitada aún, y la mano de obra indígena continuaba empleando sus métodos tradicionales de cultivo. Los indios de Fomeque describían ante Luis Enríquez, en 1600, cómo realizaban las labranzas del encomendero con los “yndios con sus palas a fuerça de braços rompían la tierra y la cavaban y benefiçiaban y cembraban de maíz y lo desherbaban y cogían y que a esto acudían todos los yndios e yndias del dho pueblo”163. Estas palas eran importante en el proceso de cultivo en el momento de la concquista, como describe el cacique de Teusaca sobre la tributación al cacique: quienes no aportaban al cacique con matas o peso en oro, “traya una pala para cabar la labranza”164.

Por como fue el proceso en el caso mexicano, no sería inverosímil afirmar que los indígenas aceptaron más rápidamente de las nuevas simientes que las herramientas con la cuales se cultivaban en el viejo mundo165. Con estos bastones, denominados tecas en la provincia de Tunja, se podía horadar la tierra para introducir la semilla, y pese a sus variaciones locales, era una herramienta fundamental de la tecnología americana166.

162 AGI. Contaduría, 1346A. 163 AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 4, f. 303v. 164 AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 5, f. 53r 165 María de los Ángeles Romero. “La agricultura…” p. 161. 166 Robin A. Donkin. Agricultural terracing in the aboriginal New World. Tucson, University Arizona Press, 1979. 3 - 16 75

Ilustración 3: “Imitación de la naturaleza del campo de Pueblo Viejo y Ubaque, 1863” José Manuel Groot.

Fuente: Banco de la República. En esta pintura de José Manuel Groot se observa la transcendencia de la cultura material de la colonia por medio de el uso del arado en el Valle de Ubaque.

Pese a la demora de la entrada del trigo, el arado se convirtió en una de las mayores introducciones tecnológicas del periodo colonial, y en general toda la fuerza animal que los bueyes de arada podían brindar para las labores agrarias como trillar o incluso transportar el grano167 se facilitaron con la introducción de la fuerza animal en la agricultura indígena del Valle. Aun así, por lo menos en los primeros dos siglos del periodo colonial la principal fuerza era el mismo indígena, por lo cual siempre existió la limitación de la expansión tecnológica por parte de los agricultores168. Un arado no era una herramienta fácil de adquirir,

167 Los indígenas de Pausaga afirmaban ante el oidor Ibarra que llevaban el maíz que cogían “desde este pueblo a la ciudad de Santa fe cargado a cuestas, hasta que podrá haber siete u ocho años que cargan yeguas y en ellas llevan el dho mayz” AGN. Visitas de Cundinamarca, t. 8, f. 383v. 168 Juan Villamarín. Factores que afectaron la producción agropecuaria en la Sabana de Bogotá. Tunja: Ediciones Pato Marino, 1975. 76 aunque tampoco imposible de obtener por parte de los indígenas. Podía incluso ser materia de litigio la apropiación de un arado, como demuestra la demanda de Ignacio, indio tributario de Ubatoque en 1670, a quien el teniente y alcalde indígena del pueblo quitaron una yunta de bueyes, con la adversidad de “no tener para arar y beneficiar sus tierras más que la dha yunta de bueyes de que poderse valer"169.Con el pasar de los años estas herramientas fueron empleadas para la agricultura indígena, e indudablemente por quienes realizaban las labores en tierras y estancias de españoles y mestizos170 .

Es indudable que las introducciones técnicas supusieron una reducción de energía y de recursos. Sin embargo la principal fuente de energía siguió siendo la población indígena durante la mayor parte del periodo colonial, y la continua disminución de su población por causa de enfermedades, la ausencia y fuga de muchos otros en las mitas establecidas luego de las ordenanzas de Juan de Borja, o la necesidad de concertaje en haciendas y estancias, conllevaron a que las labores agrarias en los pueblos de indios del Valle de Ubaque carecieran de la mano de obra necesaria para desarrollarse.

Para el siglo XVII gran parte de la producción agrícola y el trabajo en general se habían transformado por las nuevas condiciones sociales y fiscales de los pueblos de indios. En primer lugar, los excedentes debieron comercializarse en los mercados para la contribución del tributo en una economía más monetizada. Desde el siglo XVI hay referencias de la venta de productos en los mercados, principalmente en la ciudad de Santafé. En segundo lugar, parte de esos excedentes circularon dentro de las mismas poblaciones para el pago de estipendios al cura doctrinero y al mantenimiento de las nacientes cofradías en los pueblos de indios.

2.3 Ganadería.

La ganadería amerita por sí sola un capítulo completo en el desarrollo de la agricultura y la vida rural americana luego de la conquista española. Parte del éxito de los conquistadores y

169 AGN. Caciques e indios, t. 76, f. 105r. 170 Aunque las variaciones locales son importantes, para el caso novohispano Gibson comenta: “El cultivo indígena siguió utilizando la coa o palo para arar después de la conquista, aunque se sabe que en algunos casos los principales adoptaron el arado y los bueyes en el siglo XVI, y en los sembradíos de comunidad emplearon más tarde técnicas españolas. Datos del siglo XVIII mencionan burros, bueyes y arados indígenas como si fueran posesiones comunes de los indígenas”. Los Aztecas... p. 316. 77 colonizadores en el nuevo mundo se debía a que no veían solos, sino transportando una biota que transformaría radicalmente el paisaje y las prácticas agrarias del continente entero: ovejas, caballos, mulas, vacas, etc. La ganadería, desde los grandes hatos y haciendas hasta la realizada por las comunidades indígenas, se expandiría con una velocidad inusitada al adaptarse a ecosistemas con abundancia de montes, rastrojos y escases de depredadores. También trajo consigo una infinidad de conflictos que han llenado una enorme cantidad de expedientes en la documentación colonial. Importantes para la historia agraria y ambiental están allí: extensas tierras apropiadas para el pastoreo del ganado mayor o menor a expensas de otros usos, variados litigios por la invasión de los ganados en las sementeras indígenas, la adaptación del ganado al sistema de producción indígena, la variación en el uso del suelo, la introducción de especies que alteraron la relación de los hombres con su ecosistema, entre otras consecuencias. La introducción de la ganadería también tuvo efectos positivos; complementó la dieta americana al brindar proteínas distintas a las que ofrcían los animales de caza o las variadas legumbres, ofreció productos fundamentales como el cebo, lana y cueros, y el empleo de su energía facilitó las labores agrícolas y de transporte.

En el Valle de Ubaque, al igual que en la mayoría de comarcas repartidas entre los conquistadores, la introducción del ganado estuvo a cargo de los encomenderos. Inmediatamente surgieron los primeros litigios por los daños que las nuevas especies realizaban a los cultivos indígenas, sobre todo en las extensas tierras de la población de Quescavita y Santa Ana cerca a Une y Ubaque. Un testigo en el proceso contra el encomendero Lope de Céspedes en 1581 describía el daño a los cultivos: “muchas beçes vienen las vacas y las yeguas haçia las labranças y que quando las ben antes que lleguen a las labranças las que dan [sic], y que otras veçes sabe que por no verlas llegan a las labranças y las comen”171. En aquellas tierras, según el testigo, se afectaban los cultivos de hayo, maíz, yuca y batatas que los indios cultivaban, aunque sin definir precisamente el daño total producido por los ganados. Y era más grave aún el problema al estar poblada la mayor parte del Valle, pues como afirmaba don Alfonso, principal de Uneçipa, pues “no solamente se las han comido y comen a los yndios de Cascavita, pero que también an visto pasar las yeguas a la otra banda del río a comerse las labranças de Uniçipa”172 . Desde ésta queja y en adelante, la

171 AGN. Resguardos de Cundinamarca, t. 3, f. 860v. 172 AGN. Resguardos de Cundinamarca, t. 3, f. 862r-v. 78 queja por la invasión de ganados será constante en la documentación colonial, problema que incluso parece ser más recurrente en los archivos que las mismas demandas por linderos.

Pero la reducción de la población nativa, así como la entrega de mercedes por parte de la Corona, habilitó una mayor cantidad de tierras a la ganadería española. Los nuevos propietarios preferían la actividad ganadera, en parte, porque exigía poca mano de obra y la reproducción natural de los ganados. Grandes propietarios del siglo XVII como Juan Bravo de Torres demuestra el alcance de esta actividad dentro del Valle de Ubaque al sostener litigios con las poblaciones de Choachí y Fómeque –a ambas márgenes del Río Negro- por el ingreso de ganados a las tierras de los resguardos. Estos dos procesos judiciales adelantados contra el Capitán demuestran el desarrollo de la ganadería en el Valle de Ubaque, tanto de los particulares, como de los naturales que fueron introduciendo las especies en su economía.

El primero parte de una denuncia de los indios de Choachí en 1651. Según ellos, el daño que hicieron los ganados en los cultivos del pueblo, pero sobre todo en las del gobernador indígena don Lázaro “de dos fanegas de trigo”, y de otra labranza sembrada de “seis fanegas de trigo, y sus vacas y sus mulas y ovejas acabaron toda la labranza”173. Ante esta denuncia, los indígenas solicitaban que el capitán Juan Bravo de Torres pagara los daños causados, petición que habían hecho ante el mismo capitán sin obtener retribución alguna. Algunos testigos afirmaban que el ganado había rondado los cultivos, aunque sin la certeza absoluta de su responsabilidad en los daños; otros, como don Julio –capitán gobernador de la parcialidad de Ponta, Ubaque- afirmaban que mientras iba “en busca de un caballo suyo que se le había perdido” encontró “en una sementera dos vacas y un toro que estaban derramando y desbaratando una asina de trigo y pisándolo”174. Un evento de este tipo podía llegar a ser muy grave al arruinar el trabajo de meses de trabajo de preparación y cuidado de los cultivos.

Los testigos de Juan Bravo de Torres, como el corregidor del partido o el sacerdote, declaraban que los ganados habían sido conducidos por los indios de noche para que amanecieran en las tierras de su resguardo, o que eran el ganado de los mismos indígenas quienes se comían sus cultivos. Según el denunciado, los ganados que mantenían los indios

173 AGN. Caciques e indios, t. 57, f. 112r. 174 AGN. Caciques e indios, t. 57, f. 114v. 79 en sus resguardos eran los responsables de los daños, y concluía: “están estos yndios más expestos al perjuicio dellos mismos” y que “no han querido remediar nada ni que estas cossas se aclaren”. Efectivamente los indígenas tenían ganados, como después se declaraba por ellos.

La rápida difusión del ganado en la agricultura del Valle de Ubaque no fue igual de rápida con la tecnología asociada a su manejo, como por ejemplo los cercados y corrales. Los cultivos se encontraban expuestos a los animales que transitaban por la geografía del Valle en busca de alimentos bajando apoyados en la inclinación natural del terreno. La legislación indiana tampoco pudo impedir los conflictos sobre ganados, y ante la falta de cercas y zanjas era difícil determinar detener. Las leyes prohibían que se entregaran estancias de ganado mayor en las inmediaciones de los resguardos a menos de legua y media de la “reducción” y que las bestias estuvieran resguardadas175. Por el desarrollo de los conflictos puede percibirse una reducida capacidad técnica por parte de los pobladores del valle para construir cercas, y por tanto fue muy difundida la actividad del gañan quien pastoreaba los ganados para evitar que se desbandaran a los campos. En general solía ser mano de obra indígena a través de concertaje. En las haciendas y hatos existía igualmente la figura del mayordomo, quien administraba la propiedad y además cuidaba los ganados.

Durante todo el siglo la poca claridad de los límites de los resguardos y la precariedad del cercado para manejar el ganado había permitido que se siguieran presentando conflictos. Las disputas por la apropiación de un recurso –en este caso la tierra-, mientras que los dispositivos existentes, tanto legales como técnicos no fueron suficientes para resolverlos. Un caso representativo, que resalta tanto por su duración como extensión, ocurrió entre los propietarios de las tierras de la quebrada del Agua Caliente, en la jurisdicción de Choachí, por las definiciones del lindero norte del resguardo. Luego de la entrega formal de las tierras llamadas del Aguacaliente a los indios por parte del Corregidor de Ubaque en 1754, se demuestra en los antecedentes del juicio la cantidad de litigios que se habían adelantado contra los diversos dueños de las estancias. El primero en 1715, cuando el protector de Naturales había pedido a la Audiencia que el hato de San Pablo de Choachí “contiguo a los

175 Recopilación de las Leyes de Indias, Libro VI, Título III, Ley XX. “Que cerca de las reducciones no haya estancias de ganado por Don Felipe Tercero, 10 de octubre de 1618” 80 dichos resguardos del que de conformidad con la ley debe ser extinguido”, pues sus ganados pasaban al resguardo y dañaban los cultivos indígenas. En 1720, ante la intermediación del virrey, se amparó a su propietario Fernando Aragonés, aunque obligado a pagar una multa monetaria y la construcción de un cerco de piedra. Este pago no se realizó nunca, ni tampoco la construcción, y en 1754, luego de nuevas invasiones de ganado, se volvió a amparar a los indios en contraposición a su nuevo propietario Dionisio Gómez176. Hasta 1780 se da continuidad a la falta de claridad sobre los linderos del resguardo y la expulsión de las familias que se habían introducido al resguardo.

A pesar del cambio de los actores dentro de todo el litigio, tanto de los propietarios de las tierras, de las autoridades indígenas y coloniales, demuestra un hecho poderosamente recurrente y conflictivo en la sociedad colonial de los pueblos. La persistencia de los indios de Choachí por acceder a las tierras del Aguacaliente es igual de impresionante a la falta de inversión para el control de los ganados que, como se observa claramente, fue evitada por los sucesivos dueños de la estancia vecina. Estos conflictos reflejaban el cambio en el uso del suelo que caracterizó la sociedad rural colonial en el siglo XVII y XVIII.

Sin embargo, no hay razón para considerar la ganadería como una actividad exclusivamente española, que hacia parte de una imposición violenta sobre los indígenas, que suelen ser considerados usualmente como cultivadores. En los resguardos estaban destinadas tierras para potreros de comunidad –como se observaba en el ordenamiento espacial de los resguardos-, y tarde que temprano, fueron introducidos por los mismos indígenas dentro de las distintas dinámicas del pueblo. A diferencia de otras comarcas como el Valle de Saquencipa o la Sabana de Bogotá177, la ganadería indígena no fue apropiada tan rápidamente, pues las primeras referencias aparecen apenas en el siglo XVII.

En la documentación aparecen dos tipos de ganadería indígena. Primero la particular y familiar, que consistía en algunas cabezas de ganado o yuntas de bueyes con las cuales apoyarse en las labores agrícolas. Aunque no hay referencias de una producción elevada por

176 Estas tierras habían pasado, curiosamente, de su propietario original Juan Bravo de Torres hasta Dionisio Gomez, quien interpuso la queja en 1754. Se puede decir que estas tierras fueron materia de conflicto durante gran parte del periodo colonial. Luego de Juan Bravo de Torres se traspasaron en ventas y herencias a través de los propietarios Juan de Candi, Esteban Galindes, Fernando Aragonés, hasta Dionisio Gómez. AGN. Tierras de Cundinamarca, t. 5, ff. 154r – 225v. La continuación hasta 1780 se encuentra en ff. 446r – 515v. 177 Katherine Mora. Prácticas agropecuarias…p. 84. 81 familia, si hay referencias a ganados indígenas en las tierras comarcanas, como se demuestra en el litigio de Luis Vigoya y el capitán Nicolás Jara, donde este último que calculaba en 40 fanegas de cultivos devastadas por los ganados de Vigoya178. Aunque no hay certeza de la magnitud del daño, si se reconocía que Luis tenía ganados vacuno y ovejuno al igual que otros propietarios del Valle. En la segunda mitad del siglo XVII era tan importante la posesión de ganados, que se quejaban indios de varios pueblos que la hermandad no registraran los ganados; el cacique de ubaque

También hay referencia a caballos y mulas como medio de transporte para el escarpado territorio. En el caso de Lucia, india asesinada en 1626 en las tierras de Ponta, afirmaban algunos testigos que la habían visto caminar con un caballo desde Cáqueza a su labranza. A pesar de la prohibición de las leyes indianas en que los indígenas montaran a caballo, eso no impidió que el caballo fuera apropiado por las comunidades indias del Valle.

La introducción de ganado ovejuno, por otra parte, fue mucho más precaria y hay evidencia que permiten interpretar su poca expansión en el valle dado que no hacia parte de la base productiva de estos pueblos de indios. Si se compara con, por ejemplo, los pueblos del Corregimiento de Ubate, algunos de los cuales poseían gran tradición como productores de manufacturas, el Corregimiento de Ubaque contrasta con su poca producción en lo que respecta a las mantas de lana y de algodón. En el año de 1663 se produjeron en todo el corregimiento apenas cuatro mantas y 4/5 de lana para el pago del quinto real, y haciendo cálculos por el número de tributarios, al menos 11 mantas más para el pago de demoras. En el partido de Ubate hacia 1669 se registraba en concepto de quinto real una producción de 1768 mantas de lana y 3/5. Sin hacer un cálculo extensivo sobre el número de tributarios de cada partido o la tasa por demora en cada uno de los pueblos, aun así se puede observar la poca cantidad de producción lanar179.

178 AGN. Tierras de Cundinamarca, t. 46, f. 552r 179 AGI. Contaduría, 1346A. 82

Capítulo 3. La evolución de los pueblos de indios y la transformación del mundo rural en el siglo XVIII

Como extensos trabajos historiográficos han estudiado y discutido, en la segunda mitad del siglo XVIII se hizo visible la profunda transformación demográfica de los pueblos de indios donde, por un lado, la población de naturales se había reducido considerablemente comparado con los padrones del siglo XVI; por otro, la población de vecinos libres que cohabitaba los pueblos, aprovechaba sus servicios eclesiásticos, y vivía en los contornos del resguardo, había incrementado. También, dicha historiografía ha hecho énfasis en relacionar tales dinámicas poblacionales con cambios en la condición de la población indígena a finales del periodo colonial, en la implementación de una nueva política agraria por parte del Estado colonial, y en el desarrollo de constantes y nuevos conflictos de tierra por parte de diversos sectores180. Es esta contradicción aparente entre dos sectores poblacionales diferentes, que poseen cada uno un papel particular en la sociedad colonial, cobijadas ambas bajo normatividades distintas, que cumplían con obligaciones tributarias diferentes, y que inclusive son comprendidas en términos raciales y legales como divergentes, la principal característica de la sociedad rural en la región central andina a finales del periodo colonial. En el mundo rural, el crecimiento de vecinos es proporcional –como Diana Bonnet ha explicado en su obra Tierra y comunidad- a la presión sobre las tierras de resguardo en los pueblos, lo que supuso que la política de tierras, acompañada de un movimiento modernizador, permitiera desmantelar lentamente la segregación espacial en favor de los vecinos libres, que pasaron a posicionarse como un sector económicamente activo.

Tal panorama permitió una nueva serie de intervenciones por parte de las autoridades, quienes a través de un nuevo ciclo de visitas generales a las Provincia de Santafé y Tunja buscaron nuevamente reordenar los pueblos y resguardos indios para ajustarlos, tanto a la decaída legislación indiana, como a las condiciones locales. Es en la segunda mitad del siglo

180 Margarita González. El resguardo en el Nuevo Reino de Granada…, Germán Colmenares. La Provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada. Ensayo de historia social. Bogotá: Tercer Mundo editores, 1997. Jaime Jaramillo Uribe. La personalidad histórica de Colombia y otros ensayos. Instituto Colombiano de la Cultura, 1977, Jorge Orlando Melo. “Cuanta tierra necesita un indio para sobrevivir”. En: La Gaceta. Colcultura, Nº 12 – 13, 1977. Hermes Tovar. Grandes empresas agrícolas y ganaderas Su desarrollo en el siglo XVIII. Bogotá: Ediciones CIEC, 1980. Hermes Tovar. Convocatoria al poder del número…, Marta Herrera. Poder Local…, Diana Bonnet. Tierra y comunidad…cit. Camilo García Jimeno. Conflicto, sociedad y estado colonial en el resguardo de Chiquiza, 1756 – 1801. Bogotá: Universidad de los Andes, 2008. 83

XVIII donde se pueden observar las consecuencias del proceso de reducción y el cambio en la vida rural indígena, por lo cual es un escenario fundamental para comprender el cambio de la historia agraria del Valle de Ubaque y del resto del Nuevo Reino. En este contexto se dan las visitas de Joaquín de Arostegui y Escoto en 1759, como la de Francisco Moreno y Escandón en 1777. Dentro de ellas, además de los datos demográficos que se pueden extraer, hay referencias significativas sobre la vida rural de las comunidades que habitaban los pueblos de indios y resguardos.

Aprovechando esta documentación, el objetivo de éste capítulo consiste en analizar cómo estos cambios demográficos que se observan en la segunda mitad del siglo XVIII afectaron definitivamente la vida rural de los pueblos de indios en el Valle de Ubaque. Es en este contexto que se observan realmente los resultados de la aplicación de la legislación indiana. Al final se observará el fracaso de la legislación indiana a través del caso de Fómeque, con la solicitud de un grupo de vecinos influyentes en 1800 para convertir el pueblo en parroquia, y someter las tierras de resguardo a subasta pública.

3.1 Cambios demográficos del Valle de Ubaque, 1759 - 1777

La fuente que permite tener un acercamiento más global de los pueblos constituyen los informes de visita que realizaron tanto oidores de la Real Audiencia como las diligencias del Fiscal Francisco Antonio Moreno y Escando hacia 1777. A diferencia de empadronamientos previos, estas fuentes abracaban provincias enteras, en vez de centrarse en pueblos o corregimientos; además, de que no solo consideraban el conteo de la población tributaria, sino de los núcleos familiares, reservados, solteros o viudas. Sin embargo no deben considerarse documentos específicos y marginados de todo contexto.

El panorama que estas investigaciones han develado sobre el comportamiento demográfico del Altiplano Cundiboyancense y las comunidades indígenas contrasta con otras áreas del espacio colonial americano. Como muestran algunos estudios, el siglo XVIII en el espacio andino está caracterizado por una progresiva recuperación demográfica frente a los desastrosos resultados de los siglos XVI y XVII: se redujeron las epidemias, la inmigración aumentó, el mestizaje prosperó y la población mestiza destacó como el grupo más dinámico

84 en varias regiones de la América colonial181. Sin embargo, el crecimiento que se presenta en los pueblos de indios de la Provincia de Santafé y Tunja difiere del que encontramos en otros espacios coloniales donde la población indígena mostró un considerable crecimiento. Cálculos basados en las visitas de la Provincia de Chayanta, norte de Potosí, demuestran que para el periodo de 1751 a 1770 –periodo similar al que se estudiará a continuación- un crecimiento de la población indígena tributaria a una tasa anual de 2,4 %. Este crecimiento fue igualmente causa de tensiones sociales, no solamente contra los diferentes sectores poblaciones dinámicos en su panorama agrario, sino también dentro de los mismos pueblos de indios debido a un aumento proporcional en la presión sobre las tierras comunales.182

La dinámica demográfica del Valle de Ubaque varía respecto a la de los demás corregimientos de la Provincia de Santafé. En un corto periodo la proporción entre vecinos e indígenas se invirtió, pasando de una sostenida, aunque débil población de naturales, a ser superada por las familias del vecindario. Como se puede ver en la Tabla 6, en la visita que realizó Joaquín de Arostegui y Escoto a comienzos de 1759 se puede observar con claridad que el mayor porcentaje dentro del total de la población agregada a los pueblos lo constituían los indios con un 62%, frente al 37,65% de personas definidas como vecinas. Existió dentro del corregimiento dinámicas variables por cada pueblo, por lo cual se puede hablar de aquellos que mantuvieron una población india superior, y otros que, por el contrario, ya demostraban un marcado aumento del sector de vecinos en detrimento de los indios. Dentro de los primeros tenemos a Ubaque, Une, Chipaque y Usme; dentro de los segundos resaltan Fómeque, Fosca, Cáqueza, y en el borde Choachí con 47 % de población india.

Los siguientes veinte años (que corrieron entre la visita de Joaquín de Arostegui y Escoto en 1759 y a la de Francisco Antonio Moreno y Escandón en 1777) mostraron una gran elasticidad del grupo de vecinos, frente a un estancamiento –e incluso cierta reducción para ciertos pueblos- de los indígenas. En aproximadamente veinte años, entre 1759 y 1779 la presión de los vecinos sobre los pueblos de indios y sus resguardos se incrementó considerablemente según nos muestran estas tendencias, pasando de 23.303 vecinos a

181 Juan Carlos Garavaglia, Juan Marchena. América Latina: de los orígenes a la independencia. Tomo II: la sociedad colonial ibérica en el siglo XVIII. Barcelona, Editorial Crítica: 2005, pág. 35 – 40. 182 Sergio Serulnikov. Conflictos sociales e insurrección en el mundo colonial andino. El norte de Potosí en el siglo XVIII. México D.F: Fondo de Cultura Económica, 2006, pág, 35. Sergio Serulnikov. “The politics of Intracommunity land. Conflict in the late colonial Andes”. Etnohistory 55: I (Winter 2008). . 85

42.798. Como muestra la tabla, la tasa de crecimiento para el Corregimiento es de 2.49% anual. Esta se encuentra en concordancia con el crecimiento poblacional y económico de todo el virreinato que diversos historiadores señalan para el siglo XVIII183. Sin embargo el crecimiento presenta variaciones entre indígenas y vecinos que son imposibles de pasar por alto. El crecimiento promedio de indígenas fue de 0.07%, considerablemente inferior al 5.02% de los vecinos. Que el crecimiento total fuera de 48 indígenas en 20 años frente a 3513 vecinos es significativo de las variables demográficas del corregimiento.

Tabla 4: Población indígena y de vecinos en el Corregimiento de Ubaque 1758 – 1779

Indígenas población total Vecinos población total Población total Pueblo Años Crecimiento Años Crecimiento Años Crecimiento

1759 1779 Nº % 1759 1779 Nº % 1759 1779 Nº %

Ubaque 847 910 63 0.36 166 805 639 8.21 1013 1715 702 2,67 Une 748 675 -73 -0,51 73 181 108 4.64 821 856 35 0.21 Cáqueza 335 418 83 1.11 636 988 352 2.23 971 1406 435 1.87

Fomeque 172 111 -61 -2,17 449 1720 1271 6.95 621 1831 1210 5.56

Choachí 180 198 18 0.48 203 737 534 6.66 383 935 552 4.56 Fosca 136 120 -16 -0.62 260 359 99 1.63 396 479 83 0.96 Usme 255 191 -64 -1,43 117 264 147 4,15 372 455 83 1.01 Chipaque 824 922 98 0.56 208 571 363 5,18 1032 1493 461 1,86

Total 3497 3545 48 0.07 2112 5625 3513 5.02 5609 9170 3561 2.49

Fuente: Marta Herrera. El corregidor de naturales y la ruptura de un ordenamiento político administrativo secular en la Provincia de Santafé: siglo XVIII. Tesis de Maestría: Universidad Nacional de Colombia, 1994

Resulta especial el caso del pueblo de Fómeque, quien registra la tasa de decrecimiento más desfavorable para la población indígena con un -2,17% anual.. Por otra parte, es debajo del pueblo de Ubaque el que mayor registra el crecimiento de los vecinos con un 6.95%. Este hecho es quizás el detonante de las dilatadas tensiones entre ambas poblaciones que sufrió el pueblo a finales del siglo XVIII y que, como se verá más adelante, los vecinos blancos

183 Ver: Jaime Jaramillo Uribe: “La economía del virreinato (1740 – 1810) En: José Antonio Ocampo. Historia Económica de Colombia. También: Salomón Kalmanovitz. La economía de la Nueva Granada, Bogotá: Fundación Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, 2008. Y: Hermes Tovar. Convocatoria al poder del número…, Introducción: La frontera del Nuevo Mundo y el poblamiento de la Nueva Granada 86 formulasen una petición para ordenar la agregación de los naturales, vender las tierras del resguardo y erigir el poblado en parroquia184.

Por otra parte, la tendencia de la población tributaria que se muestra en el Gráfico 2 permite hacer aproximaciones más generales sobre su evolución en el Corregimiento de Ubaque desde mediados del siglo XVII. Las cuentas de tributación que los corregidores realizaban en los tercios de Navidad y San Juan permiten observar que a largo plazo existió un descenso poblacional constante desde la segunda mitad del siglo XVII, cuyo punto más bajo se da en 1720 con poco más de 400 indígenas tributarios. La reducción de la población continúa incluso después de las medidas de congregación y reducción del siglo anterior, hasta estabilizarse en 1720. Hasta finales del siglo se puede observar cómo la población tributaria se recupera hasta alcanzar los niveles de 1711.

Gráfico 2: Tributarios del Valle de Ubaque 1656 – 1807.

1200 1000 800 600 400 200 0 1640 1660 1680 1700 1720 1740 1760 1780 1800 1820

Fuente: AGI. Contaduría, 1344B, 1346A, 1597. AGI, Archivo Anexo II, Tributos, caja 16.

A finales del siglo XVIII el panorama del Valle de Ubaque era radicalmente diferente al que se encontraron los españoles al entrar a las tierras del Cacique de Ubaque. En ningún momento del periodo colonial se logró recuperar la población hasta los niveles de 1560, y apenas en 1779 la población total del valle había superado los escasos niveles de la población india en el contexto de la visita de Gabriel de Carbajal, más de cien años antes. De todas formas, la recuperación demográfica en los pueblos de indios en las últimas décadas, aunque extraordinariamente lenta y desproporcionada respecto a otros sectores, sostuvo una población que nominalmente aparece en la documentación como “india” hasta finales del

184 AGN. Poblaciones, t:7, ff: 325 - 432 87 periodo colonial. Antes que una reducción total y definitiva de los indios, ocurrió un aumento en la proporcionalidad de vecinos frente a los indígenas, que como se verá en las páginas siguientes, le otorgó al Corregimiento y a la provincia su impronta característica a finales del periodo colonial.

3.2 Las visitas de la tierra y la vida rural en los pueblos de indios en el Valle de Ubaque, siglo XVIII.

Como se mostró con anterioridad, las visitas son los documentos por los cuales se ha valido la historiografía para estudiar el mundo rural de los pueblos de indios durante el periodo colonial. Sin embargo, y pese a esta enorme utilidad que nos deja, las llamadas visitas de la tierra son valiosos registros de la necesidad que se planteó el gobierno colonial para estructurar el mundo rural185. A diferencia del siglo XVI o XVII, donde en cuestión de algunas décadas se realizaron continuamente visitas de tierras, en el siglo XVIII solo se realizó una –la de Joaquín de Arostegui- las dos ya nombradas; La de Francisco Antonio Moreno y Escandón, por otra parte, pese a su magnitud no entraría dentro de esa categoría186.

Las visitas del siglo XVIII no variaron radicalmente a las realizadas en los siglos anteriores, por lo menos en lo que respecta a la forma de realizarlas. Al igual que las del siglo XVI y XVII, Arostegui y Escandón revisaban el estado de las iglesias y las alhajas, podían modificar nuevamente la tasa de demora si las condiciones lo ameritaban, entrevistaba a indios y vecinos a través de sumarias secretas, etc. De la misma forma, al final, el oidor junto con jueces de tierra, párrocos, autoridades indígenas y vecinos realizaba las vistas de ojo sobre las tierras de resguardo para definir nuevamente los linderos de los pueblos, recorriendo y observando los mojones establecidos en las visitas previas y resolviendo tensiones derivadas de las fronteras del pueblo. De encontrar condiciones particulares, más que todo de la

185 Marta Herrera y Diana Bonnet. “Ordenamiento espacial y territorial colonial en la “Región Central” Neogranadina. Siglo XVIII. Las visitas de la tierra como fuente para la historia agraria del siglo XVIII”. América Latina en la historia económica. Boletín de Fuentes, Instituto Mora, núm. 16 (julio-diciembre), 2001, pp. 11 -31. 186 Según Diana Bonnet “el objetivo de Moreno y Escandón era más amplio. Su función en los pueblos de indios no se puede catalogar como una ya que su tarea consistía en ejecutar lo dispuesto en la Real Cédula del 3 de agosto de 1774. En este caso se hablaba de “comisión”.” Se refiere Bonnet a la Cédula que pretendía reordenar los llamados “corregimientos tenues”. Diana Bonnet. Tierra y comunidad… pág. 48. 88 población tributaria, el oidor podía segregar segmentos de los resguardos para ser vendidos en favor de la Real Hacienda. En lo fundamental que sí se diferenciaron las visitas del XVIII respecto a las del siglo anterior fue, dado el contexto cambiante de los pueblos de indios, que no iba encaminada a implementar la legislación indiana sino a modificarla ante las necesidades locales.

Para la Provincia de Santafé se encomendó a Joaquín de Otegui y Escoto como visitador oficial de la Real Audiencia en 1759, en remplazo del anterior oidor decano Andrés Berdugo y Oquendo, quien había sido el visitador oficial para la Provincia de Tunja y algunos pueblos de Santafé. La solicitud del párroco de Sutamarchan y Yuca en 1754, quien solicitaba que ambos pueblos fueran agregados al de Sáchica debido a su corto número de indios para el pago de estipendios, fue la causa de realizar esta visita a mediados de siglo. La Real Audiencia resolvió que antes de tomar alguna decisión se debía realizar una visita general en las provincias.

Concluida la visita del oidor Arostegui, el balance fue de calma en el corregimiento de Ubaque. Según los cuadernos de visita de cada pueblo, en ninguno de ellos se llevaron a cabo agregaciones o segregaciones significativas de tierra; por el contrario, el oidor ratificó los linderos de las visitas previas por lo cual los resguardos mantuvieron las fronteras establecidas desde las visitas del siglo XVI y XVII. Por lo tanto, las delimitaciones realizadas por Miguel Ibarra o Gabriel de Carbajal siglos antes siguieron vigentes hasta el final del periodo colonial. En el pueblo de Choachí, por ejemplo, Arostegui es claro en su decisión cuando

“para que sean amparados en esta visita en la misma conformidad que lo fueron en la que practicó el mencionado señor Carvaxal, y ver y saber si las poseen y gozan según sus límites y linderos que, y que estos sean bien vistos y conocidos por los dhos yndios, como por lo vecinos que confinan con el resguardo”187

No cambiaron los contornos. Por el contrario fueron ratificados en gran medida a no ser de la resolución de algunos viejos litigios como el levantamiento de una cerca o la intrusión de

187 “Cuaderno 28 de la visita al pueblo de Choachí…” f. 349r 89 alguna estancia188. A diferencia de algunos pueblos cercanos -como por ejemplo Chocontá en el Corregimiento de Guatavita- donde se segregaron tierras de resguardo y fueron avaluadas y rematadas a favor de la Real Hacienda189, en el valle de Ubaque no se segregó ni se redujeron poblados. Inclusive, y como anota Diana Bonnet, las diligencias de Arostegui no afectaron a pueblos en los que habría razones institucionales para hacerlo; pueblos como Fómeque, Fosca, Choachí y Cáqueza que, como se anotó antes, poseían una reducida población de indios y cuya tributación era corta no eran rentables para la corona190.

Veinte años después, durante las diligencias practicadas por Escandón, el panorama agrario se mantuvo, por lo menos en términos de ordenamiento territorial y linderos, en la misma forma a la que Arostegui aceptó dejarlos. Frente al impulso modernizador que caracterizó su función como Fiscal, ya hacia el final de su diligencia Escandón fue más reacio a realizar las medidas que consideraba prácticas para el reino y que consistieron en: agregar los pueblos, reducir la población india a un espacio más limitado y “eficiente”, de permitir a la Real Hacienda acceder a recursos por compra de tierras, y –haciendo honor a un pensamiento ilustrado- permitir que una pujante población libre accediera a la tierra. Por el contrario, y luego de las disputas con otros funcionarios coloniales de la talla de Francisco Gutiérrez de Piñeres, Francisco Javier Serna o Joaquín Vasco Vargas, y luego de una reacción abrupta de los indios afectados por las reducciones, el Fiscal Escandón detiene sus diligencias previas. A su llegada al sur oriente de la Provincia de Santafé el fiscal había detenido la agregación masiva de pueblos y se limitó a la contabilidad de los indios y a clarificar sus obligaciones fiscales.

Luego de las sumarias del Corregimiento, el Fiscal se limitó a decir en su informe, como quien tuviere las manos atadas, que las condiciones del corregimiento exigían las medidas pertinentes de las cuales ya era “inútil repetir”. En términos fiscales los pueblos dejaban al Real erario estrechos márgenes, pues los pueblos con mayor cantidad de tributarios como era Ubaque, Chipaque y Cáqueza, siguieron encomendados a particulares durante todo el periodo, por lo que de ellos solo se recogía el quinto real para la corona. Une, a pesar de su

188 En el caso de Cáqueza, Arostegui ordenó el desalojo de una estancia que se hallaba en tierras señaladas del resguardo desde hacía más de cien años! 189 AGN. Fondo Bernardo J. Caycedo: Visitas, t. 1. 190 Diana Bonnet. Tierra y Comunidad… pág. 292. 90 alta población india, contrastaba con Choachí, Fosca y Fómeque, cuyos tributarios eran bastante reducidos y por lo cual la renta tributaria “no alcanzaba a cubrir el estipendio de sus respectivos doctrineros”. En palabras del mismo Fiscal:

“es preciso que el modelo regular establecido por las leyes para el manejo, instrucción y enseñanza de los indios se invierta y altere en la mayor parte por los motivos que otra vez tengo insinuados y es inútil repetir; por ser precisa consecuencia la anarquía que reina entre indios y españoles, faltando uniformidad en el gobierno de cualquiera población compuesta de habitadores a quienes rigen distintas reglas y de cuyo desorden nace el mayor gasto del Erario, la utilidad que deja de reportar en los tributos que se invierten en inútiles estipendios, la opresión de los indios, los lentos progresos de la población y dificultades de los medios de la felicidad pública”191.

Creo que este es un buen testimonio de la frustración que sentía Escandón ante lo que consideraba un estado de “anarquía” general, y sobre no poder llevar adecuadamente las reformas que a su parecer debían llevarse en las poblaciones del Reino.

El hecho de que los impulsos estatales por intervenir los resguardos a finales del siglo XVIII no hayan ejercido mayores efectos, de que los resguardos no hayan sido segregados, o los pueblos convertidos en parroquias y trasladada su población, es un hecho característico de este Corregimiento. Aunque no se intervinieron, los funcionarios emitieron quejas constantes sobre la situación de los pueblos del Valle de Ubaque. Ello lleva a pensar que la crisis de los pueblos de indios no fue solamente un problema de una política modernizadora desde el estado; es un problema que se remite, más que todo, a unas profundas transformaciones estructurales en la sociedad de la región central andina.

3.3 Introducciones, arrendamientos y la organización interna en las tierras de resguardo.

Dentro de los cuadernos de visita dejados por los funcionarios coloniales, es permanente su preocupación por la ociosidad indígena y su incapacidad para trabajar eficientemente la

191 AGN. Fondo Bernardo J. Caycedo: Visitas, t. 1, ff. 68. La transcripción del informe final sobre el Corregimiento, más no las diligencias llevadas a cabo en cada pueblo, se puede encontrar transcrito en Francisco Antonio Moreno y Escandón. Indios y Mestizos de la Nueva Granada. Bogotá: Banco Popular, 1985, pág. 530 – 532. 91 tierra. Ciertas prácticas que encontraban en su paso por los pueblos llevaron a una decepción constante por la agricultura indígena. El arrendamiento de las tierras de resguardo fue una de aquellas prácticas que condenaron acérrimamente, dado que estaba en contravención con la política de segregación residencial consignado en el derecho indiano. Como expresa Diana Bonnet, “para el visitador –Berdugo y Oquendo-, el arrendamiento de tierras comunales por parte de los indígenas era la manifestación más clara de su desinterés en la producción”192.

Siguiendo el espíritu legalista, Arostegui afirmaba en su informe general de visita que “la causa principal de haver desacaesido las reducciones es por el buen abrigo que esta variedad de genttes encuentra en las tierras de los yndios, cuia mañosa introducción con facilidad les acarrían los más notables perjuicios y estrago en las costumbres”193. La costumbre de arrendar tierras –como la denominó Arostegui- conllevaba, según él, a fomentar la “ociosidad” de los indios, quienes se dedicaban al consumo de chicha y fermentos mientras descuidaban los cultivos. A pesar de la peculiar forma de ver el problema, lo que se evidencia es que la práctica del arrendamiento estaba extendida en gran cantidad de pueblos, no solo del Valle de Ubaque, sino en general en las provincias de Santafé y Tunja.194.

Sin embargo, estas descripciones deben ser analizadas con detenimiento. Las evidencias demuestran que esta práctica que en algunos pueblos sí fue muy considerable, mientras que en otros era mucho más reducido y ocasional; en Fomeque, por ejemplo, la introducción de familias fue enorme –como demuestra la Tabla 7- , y en otros pueblos con registro, como Une, era muy reducido. Además, la práctica del arrendamiento no era solo existía en las tierras de resguardo, sino que era realizado en general por los propietarios de las estancias vecinas como forma de asegurarse renta.

Además, en las mismas diligencias de visita también se demuestra que los indios no eran quienes se beneficiaban de las rentas del resguardo, pues como afirman muchos en las sumarias secretas, este era administrado por los corregidores y los sacerdotes, sin interferencia de sus autoridades195. Cuando en la sumaria secreta el oidor Arostegui pregunta

192 Diana Bonnet. Tierra y comunidad…, p. 58. 193 Informe General de la visita practicada por Joaquín de Arostegui y Escoto a la Provincia de Santafé, en: Hermes Tovar. Convocatoria al Poder del Número. Bogotá: Archivo General de la Nación, 1994, pág. 235. 194 Hermes Tovar. Convocatoria…, p. 235. 195 “De otra parte los curas también aprovecharon las tierras de los indios no tanto posesionándose de ellas como usufructuándolas mediante sistemas de arrendamientos”. Hermes Tovar. Grandes empresas…p. 26. 92 al teniente Simón Solanilla de Ubaque sobre el número de arrendatarios y el monto de la renta, responde “que siempre han pagado a los corregidores y curas, y que lo que han persevido los curas a sido para la Yglecia”. Además afirma “que no sabe quanto pagan de arrendamiento dichos arrendatarios y que hasta que de lo de ser corregidor Don Francisco Torrijos no sabe a quién han pagado los referidos arrendamientos”196. A todos los indios a los que se les remitió la pregunta negaron saber cuánto pagaban y a quien, o si iba en beneficio de ellos. Algunos argumentaron que en tiempos anteriores, parte de los arrendamientos iban dirigidos a subsanar las demoras de los ausentes, pero desde el corregidor Torrijos, dicho arriendo pasó a otras manos, incluidas a los doctrineros.

Tabla 5: Arrendamientos en el Corregimiento de Ubaque.

Pueblo Arrendatarios Arriendo Familias Total personas Ubaque (1759) 14 62 - Une (1759) 6 26 6 pesos Cáqueza (1759) 16 - 3 pesos Fómeque (1800) 63 271197 4 p, 6p, 12 ps. Fuentes: Para Ubaque, Cáqueza, Une: AGN. AAI. Historia, t. 2. Fómeque: AGN. Poblaciones t:7, ff: 325 - 432

En el pueblo de Cáqueza el teniente indio –máxima autoridad nativa a finales del periodo colonial- demostró conocer más las condiciones de los arrendatarios, pues indica

“que dentro de sus resguardos con consentimiento de los yndios viven en sus tierras los vecinos siguientes: Domingo Peres, que paga tres pesos cada año para la misa de Nuestra Señora de Chiquinquirá, Augustín de Herrera que paga unos tres pess cada año para la misa de Christo Crucificado el martes santo, Phelipe de Cespedes otros tres pesos para velas y velar a Nuestra Señora el viernes santo, y Joseph Prieto paga otros tres pesos al año para miza de Nuestra Señora de la Concepción, Baltazar Gaza seis pesos para miza y procesión el miércoles santo, y que unos once vecinos que le parece serán los que viven en las tierras de resguardo y llaman Cabrera son arrendatarios, que entre todos pagan

196 “Cuaderno 26 de la visita del pueblo de Ubaque…” f. 184r. 197 Este número es aproximado, debido a que en el padrón aparecen viviendo dentro del resguardo este número total de personas en 96 familias. Sin embargo, en diligencias que se realizaron para averiguar sobre los arrendatarios del pueblo, el fiscal protector cuenta 63 familias. 93

veinte pesos para la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, y que todo es con consentimiento de los yndios”198

En el caso de Une, los arriendos no iban a parar al corregidor o cura sino que hacían parte de transacciones entre los propios indios y los vecinos. La práctica de arrendar en este pueblo no fue extensa y por eso quizás esta modalidad fue la que existió. Según el teniente:

“Francisco Saleyta, que habrá ocho años poco más o menos que vive en tierras de otro yndio llamado Don Vicente Tuburcio en seis pesos de arriendamiento por año, y que habrá cosa de ocho días que vino un blanco llamado Manuel Banegas a vivir en tierras del yndio Ygnacio Chingaze y que no sabe en quanto le habrá arrendado”199

Existió a finales del periodo colonial un incremento en el papel de la renta de la economía agraria colonial; los arrendatarios no solamente se establecían en el resguardo, pues las estancias y haciendas comenzaron a hacerlo con pocas familias200. En los resguardos era apropiada en gran medida por las autoridades coloniales, mayoritariamente para solventar algunas necesidades del pueblo. El hecho evidente es que fue una práctica general, y hasta en pueblos con alta cantidad de población indígena como Une se llevó a cabo. La mayoría se hacían con el visto bueno de la comunidad, pues continuamente afirman que “en las tierras de sus resguardos viven con gusto de los yndios” aquellos arrendatarios, sin llegar a causar perjuicio alguno; en otras, los ingresos de los arriendos eran fundamentales para sostener los pueblos. En 1809 los indígenas de Fómeque argumentaban la importancia de los arrendatarios, quienes compartían herramientas que para el momento ya eran fundamentales en la agricultura del Valle de Ubaque como bueyes de arada.

“decimos que el corregidor del Partido nos ha quitado nuestras pingue de tierras que son desde quebrada negra hasta quebrada ramada, tierras donde mantenemos nuestros viene y algunos quien le arrendábamos por que estos nos suplían, ya con bueyes quando no los

198 “Cuaderno 26 de la visita del pueblo de Cáqueza…”f. 543v. 199“Cuaderno 24 de la visita del pueblo de Une…”f. 415v. 200El protector de naturales decía de personas como Dionisio Gómez: ser “gente pobre y labradora de estos campos; pues como no viven solo del grano, sino también del mantenimiento de carnes, para gozar de estas se hayan obligados, de la necesidad (que quebranta las más estrictas y rigurosas leyes) a haber de criar algún ganado aunque poco así como maior como menor; y no teniendo éste suficiente pasto en el corto recinto, que comprende una estancia de ganado maior que ha de sostener casa de habitación, labranzas de maíz, del poseedo, y tal vez de algunos arrendatarios” AGN. Tierras de Cundinamarca, t. 5, f. 449r. 94

teníamos, ya con herramientas quando las nevesitabamos, y ya con lo poco que labrarían para aiuda de nuestras cargas”201

Como un argumento de los vecinos de Fomeque para erigir como parroquia el pueblo de indios, se ponía sobre la mesa el arrendamiento de las tierras fértiles del resguardo. Luis Ovalle, apoderado y “protector de los vecinos del pueblo de Fómeque”, para destruir el caserío indígena y erigir parroquia en 1800, se argumentaba que los arrendatarios ya estaban de facto apropiados de las tierras más fértiles y que en esa medida era justificable que fuera repartida legalmente. A pesar de que su intervención estaba orientada en argumentar la idea de la improductividad en la agricultura indígena, el protector de naturales interrogó y observó tales afirmaciones. En su sumaría a los arrendatarios decía que:

“hará más de tres meses más o menos que teniendo noticia que los vecinos arrendatarios del resguardo de Fómeque se aprovechaban de la mejor tierra de los yndios, assí en sembrar como en mantener sus haciendas pagando una cortedad de arrendamiento”202

Bajo esta observación, el Fiscal Protector ordenó que en adelante se incrementaran al doble los arrendamientos y que fueran pagados a él, quien los depositaría en un arca de tres llaves, para que los principales de pueblo pudieran acceder a estos recursos.

Por otro lado el aumento progresivo de los conflictos de tierra es evidente en la segunda mitad del siglo XVIII. Existieron litigios sorprendentes por su duración entre indígenas y hacendados vecinos que duraban décadas, como por ejemplo en Choachi203 entre Dionisio Gomez y los indios del pueblo. En este litigio, citado con anterioridad, se produjo por la entrega de las tierras de la Quebrada del Aguacaliente a los indígenas de Choachí en 1548, quienes inmediatamente las “rozaron y berbecharon” para cultivar, según los medidores de las sementeras, auyama y maíz. Esto molestó a Dionisio Gómez, quien luego de ganar el litigio –a cambio de levantar una cerca que evitara el paso de ganados- siguió quejándose de la sucesiva introducción de indios a sus tierras, y que no podía afrontar por residir en Santafé204. El no haber levantado la cerca fue leído por los indígenas como evasiva para cumplir el juicio.

201 AGN. Tierras de Cundinamarca, t: 11, ff: 982r. 202 AGN. Poblaciones, t. 7, ff. 391r 203 Ver Ilustración 1 y 4. 204 AGN. Tierras de Cundinamarca, t. 5, f. 220v. 95

Esta importante tierra en la quebrada del Aguacaliente era un sitio especial de cultivo –como se ha visto la importancia de los sitios húmedos-, y sostenía alrededor se mantenían labranzas permanente, de tal forma que cuatro años después los ganados habían ingresado de nuevo al resguardo y que cuatro años después se continuó el pleito. Este “inmortal litigio” –como le denominó el protector en 1755- siguió hasta 1782 con un nuevo amojonamiento del resguardo y la expulsión de “intrusos” dentro de las tierras del resguardo (ver ilustración 4). Las tierras eran necesitadas por los indígenas ante una necesidad de acceder a otras tierras y permitir el descanso de las antiguas. Es evidente que había una presión sobre la tierra a finales del siglo XVIII y existieron otros pleitos por linderos, que fueron materia importante de conflictos en el mundo colonial y que definieron la vida agraria de las diversas regiones por su “intensidad” e “incidencia”.205

No obstante en la documentación abundan litigios entre los mismos vecinos a finales del periodo colonial. La presión sobre la tierra no se manifestaba únicamente como un conflicto entre vecinos e indígenas, pues los problemas de linderos fueron una característica intrínseca de la vida agraria de las provincias andinas. Las compras y ventas en el mercado, la repartición por herencia, la conformación de un sector de arrendatarios, entre otros factores, redujeron el tamaño de las propiedades y el rendimiento general que ellas permitían. En el caso del pueblo de Fómeque se observará con más detenimiento este problema.

Ilustración 4: Pueblo de Choachí. Amojonamiento del resguardo y expulsión de intruso

205 Camilo García Jimeno. Conflicto, sociedad y Estado Colonial en el resguardo de Chiquiza. Bogotá: Universidad de los Andes, 2008. 96

Fuente: AGI. Mapas y planos, Nº4, ref: 135 – A

La capitanía, que como habíamos visto se había convertido en una unidad mucho más territorial luego de la composición de los resguardos y donde por filiación familiar se ordenaba el acceso a las labranzas familiares, ha encontrado en siglo XVIII una descomposición muy marcada como demuestra la tabla 9. Quizás la individualidad del tributo y su monetización previa hayan favorecido una agricultura familiar entre los tributarios, mientras que las “sementeras de comunidad” no se registran en ninguno de los resguardos en los pueblos, como consta en los documentos de visita, tanto de Arostegui, como de Escandón. Pertenecer a una parcialidad indicaba un territorio donde estaba adscrita la vivienda, aunque con autoridades locales, capitanes. El sistema de parentesco había desaparecido, y muchas se

97 habían agregado entre sí: de aproximadamente 22 capitanías en los cacicazgo de Cáqueza y Ubatoque al momento de la delimitación del resguardo y reducción, ciento sesenta años después estaban reducidas a 6.

Tabla 6: Descomposición de las capitanías del pueblo de Cáqueza, 1600 – 1759.

Càqueza 1600 Ubatoque 1594

Capitanìa Población Capitanía Población

Capitanía del cacique 78 Del cacique 17 173 Chunyoque 322 Sámano 75 Bapa 106 Boysa 145 Teuso 170 Cuecha 115 Buza 80 don Pedro Suabcha 77 Sugua 40 de don Francisco Bapa 125 Quetame 19 Vupamoque 53 Chaguene 18 Capitanía de Estaqueca 46 Total 772 Tumque 38 Tuira 34 La Cabuya 20 Tingabita 77 Quisasoca 12 Quebradahonda 13 Total 1081

Cáqueza 1749

Capitanía Población

Utinan y su agregada de Sasa o 84 Saisa Boisa 91 Bapa 38 Samane 72

Guatoque (encomendada) 49 Ubatoque? Total 334

Construcción basada en: Santiago Muñoz Arbeláez. Costumbres…pp. 146 – 147. “Cuaderno 26 de la visita al pueblo de Cáqueza…” f. 523r - 531r. Recordar que al pueblo de Cáqueza fue agregado el pueblo y cacicazgo de Ubatoque, en 1600.

98

Luego de que el oidor Arostegui fuera reiterativo en ordenar a las comunidades el sostenimiento de una sementera de comunidad por cada pueblo que pasaba, en la visita de Escandón el panorama no cambió. En ninguno de los pueblos de Corregimiento la sementera de comunidad estaba implementada, pese a que en muchos casos las mismas autoridades indígenas afirmaban “conocer la utilidad que de ella resultaría”. Según el ordenamiento que pretendían aplicar los funcionarios coloniales, la sementera de comunidad permitía adquirir recursos ya sea para el auxilio y socorro de algunos indios que entren en calamidad, para beneficio de hospital y beneficencia o para poder ayudar en el pago de demoras en caso de que condiciones adversas pudieran retrasar su recolección. Su escasa implementación demuestra un hecho fundamental, pues desvirtúa de cierta forma la idea del trabajo colectivo sobre la tierra, existiendo referencias mucho más extensas sobre cultivos familiares en partes específicas del resguardo y la ausencia de una completa redistribución.

3.4 Fómeque: caracterización de la población vecinal a finales del siglo XVIII.

Si en el valle del rio Negro hay pueblos que demuestren los nuevos cambios que se presentan en la región central del Altiplano Cundiboyacense a finales del siglo XVIII, Fómeque se destaca entre todos. En él se demuestra más que en ningún otro el fracaso de las políticas de reducción, la dificultad de las autoridades en sostener la separación residencial, el progresivo mestizaje que caracteriza la región, el conflicto por los espacios urbanos y rurales entre indios y vecinos. Es evidente en la segunda mitad del siglo XVIII la formación de una clase de pequeños propietarios que poblaron las tierras y, por otro lado, el fortalecimiento de la hacienda y su papel en la desintegración de los resguardos indígenas. Este fue el pueblo que más entró en conflicto a finales del siglo XVIII debido a su reducida población india y a una pujante clase de propietarios que pretendía hacerse con el pueblo y resguardo.

Luego de las visitas que mantuvieron sin alteraciones el espacio rural -dado que, como se vio, tanto Arostegui como Moreno y Escandón se abstuvieron de agregar el pueblo o segregar sus tierras- en las postrimerías del siglo XVIII la tensión desembocó en una petición por parte de los vecinos españoles –como se hacían llamar los litigantes- para erigir en parroquia el pueblo y trasladar su reducida población india. A pesar de que no se llevó a cabo la agreación

99 ni se desintegró el resguardo legalmente, sí podemos ver esta petición como un síntoma de los profundos cambios sociales en los pueblos de indios del Corregimiento de Ubaque y del Altiplano Cundiboyacense en general206.

El peligro de que un pueblo de indios fuera agregado o destruido no era nuevo en el Corregimiento, pues tempranamente en 1755 se había ordenado por la Junta General de Tribunales que se agregara el pueblo de Fosca al más cercano207. Sin embargo esta ordenanza en ningún momento se cumplió, y a pesar del avaluó que realizó Arostegui para determinar el valor de las tierras, su venta nunca se realizó y el pueblo continuó con su existencia, incluso después de las recomendaciones de Moreno y Escandón sobre pueblos del corregimiento que eran fiscalmente ineficientes. La diferencia esta vez radicaba en que la petición no la hacían las autoridades, sino un grupo de personas que hablaban por todo el vecindario del pueblo de Fómeque, y que se pronunciaban a través del Procurador Luis Ovalle.

La petición partía del creciente aumento del número de vecinos, en contraposición a la disminución considerable del número de indios, que para el comienzo del siglo XIX era realmente bajo. En palabras del procurador Luis Ovalle:

“Que el citado pueblo de la ynmaculada concepción, por lo que toca al número de yndios ha llegado a una disminución tal, que apenas se alcanzaran a contar diez tributarios al tiempo que el número de vecinos blancos y de otras clases ha tornado tanto yncremento que pasa de cuatrocientas cabezas de familia y cantidad exhorvitante de individuos que no hallan ya tierra donde habitar, ni que puedan cultivar208”

Este hecho generaba –según los argumentos del Procurador encargado- que existiera una limitada oferta de tierras y solares para el crecido vecindario. También, que la asistencia a la iglesia y festividades que exigían ir al poblado fueran incomodas para los vecinos, quienes eran vistos como forasteros. Se jugaba la condición de pueblo de indios, para ser remplazado por una naturaleza jurídica acorde a la población no indígena del pueblo; y sobre todo a la predominancia sobre espacio físico del pueblo.

206 Existieron otras peticiones similares en la Provincia de Santafé. Por ejemplo, en Fusagasugá y , los vecinos solicitaron que se les permitiera erigir Parroquia AGI. Poblaciones, t. 7, d.8 y 10. 207 “Cuaderno 25 de la visita al pueblo de Fosca…”f. 510r 208 AGN. Poblaciones, t. VII, ff. 325r 100

Pero respecto a la vida rural otro de los argumentos que la parte que representaba Luis Ovalle giraba en torno a los beneficios que la agricultura podía tener si los indios dejaban de manejar las tierras del resguardo. Los vecinos resaltaban la absoluta necesidad de propulsar la agricultura representada por el nuevo y pujante sector de propietarios, mientras que por otra parte impugnaban a los indios su falta de dedicación al cultivo por debajo del ocio y el consumo de chicha. La improductividad indígena –que como se mostró antes fue argumentada por los oidores y visitadores en las visitas del siglo XVIII- fue argumentada principalmente con la existencia de arrendatarios dentro de las tierras de resguardo. Según Luis Ovalle, dada la ausencia de tierras y la continua presión sobre ellas, muchas familias “vense presisadas a constituirse arrendatarios a los yndios que entregados con este motivo a la holgazanería, se hacen cada día más insolentes, y los vecinos blancos se ven sujetos por consiguiente a tolerar muchas incomodidades”209. El Protector de Naturales, por otra parte, afirma no saber cómo han llegado allí ni cuál es la tasa que pagaban, por lo cual pide se haga un padrón de los arrendatarios dentro de las pruebas del caso210. En su exposición de los hechos es claro que observa el problema desde un ángulo distinto a Luis Ovalle, no viendo el arrendamiento como producto del ocio de los indios, sino como una presión ilegítima sobre sus tierras211.

Para justificar el impulso de la agricultura, que comprendían como parte de la “causa pública”, son la muestra de la interiorización creciente de nuevas ideas sobre la racionalidad económica sobre el mundo rural. Los vecinos de Fómeque hacían eco de la afirmación de Don Joachín Pedreros en 1787 en su “Utilidad general de las poblaciones en el Nuevo Reino de Granada”, de que “más vale una población arreglada que diez sin arreglo”; y que “en vez de fundarse más poblados, lo que debía gestionar era arreglar las muchas que hay donde hay largos espacios despoblados”212. Según el procurador Ovalle:

“No menos se interesa la causa pública. So primero por que faculta a los vasallos la agricultura tan necesaria en todas partes: pero mucho más en Fómeque cuyos vecinos sin los que abastesen con sus granos, y frutos a esta ciudad. Una vez que se venda aquel dilatado resguardo se aumentarán los trabajadores, dejaran de estar ociosas las tierras

209 AGN. Poblaciones, t. 7, f. 329 r. 210 Para ver la cantidad de arrendatarios y la tasa que pagaban para 1799 ver tabla 9. 211 AGN. Poblaciones, t. 7, f. 387r 212 AGI. Santa Fe, 771, ff. 14v – 15r. 101

haciéndose con esto más fértiles y apreciables, se socorrerá la miseria de los pobres, se aumentarán las ventas y el comercio y con ellos los ramos de Real Hacienda”

De esta forma se presente la imagen –bastante extendida por lo demás- de que la agricultura indígena se contraponía una agricultura moderna y benéfica, conducida por propietarios, con posibilidad de acceso a la tierra. Cómo también lo manifestaron los visitadores de la segunda mitad del siglo XVIII, se llegaba a la idea de que la agricultura indígena era poco eficiente, por lo cual el acceso a la tierra debía limitarse también.

Y ante esta serie de argumentos, la solución que brinda el sector de vecinos representado por este abogado fue: “extinguir el pueblo y venta del resguardo”, con lo cual el vecindario podría gozar de un espacio para sí y, al mismo tiempo:

“Se ynteresa el herario por que un puñado de yndios que no merece nombre de pueblo, y que solo contibuye un tributo levísimo, tiene pensionado al fisco en contribuir estipendio, reparar yglecia, y sobre todo en ocupar inútilmente una porción de tierras que pudieran vender en cantidad considerable para urgencias de la corona”213

La extinción podía pasar por conducir a los indios a poblaciones cercanas, preferiblemente Choachí y Fosca que “tienen tan corto vecindario como número de yndios y sus resguardos son tan extendidos que pueden sufrir ocupación de un pueblo entero”. De no ser así, por otro lado se recomendaba que fueran congregados a una porción particular del resguardo “circunscribiendo un espacio proporcionado para la habitación de los yndios, se venda lo restante, y se erija la Parroquia a cuya Iglesia puede también concurrir los yndios”. Los beneficios de arrinconar a los indios de Fomeque eran justificados pues “si estos yndios fueren ceñidos a una porción de tierra proporcionado, quitándolos la restante, se empeñarían en cultivarla y se harían menos infelices mejorando su conducta”.

Esta última proposición no estaba contemplada de ninguna manera en la agotada política de reducción indígena y segregación residencial –cimiento previo por medio del cual se estructuró el espacio rural- que limitaba la convivencia entre los indios y otros sectores sociales. Sin embargo, fue una salida que le resultaba bastante racional al abogado de los vecinos del pueblo de Fómeque e inclusive para el Fiscal Protector de Naturales, quien sigue

213 AGN. Poblaciones, t. 7, f. 330 r- v. 102 en continuidad con la idea de que es el Estado quien debe regular el control del espacio agrario de los indígenas:

“las leyes no pueden conceder a los yndios más tierras que aquella que necesiten para sus labores con el objeto imperante de que las trabajen para que no se críen olgazanes, y para que con el producto de sus labores tengan para su subsistencia; y todas las sobrantes, que no sean precisas para aquel objeto, no deben concedérseles, por que esto sería en perjuicio evidente de la Real Hacienda, del público, y de la agricultura”214

Además, la petición de vender el resguardo en favor de las cajas reales, a pesar de que era la operación que solía asumir la Real Hacienda cuando se trataba de tierras de resguardo, dejaba oculta el otro lado de la moneda: ¿Quién compraría las tierras que se abrieran a la venta? ¿Quiénes serían aquellos que beneficiarían la agricultura, como constantemente alegaban para argumentar la erección de parroquia? Dado que el proceso nunca se realizó durante el periodo colonial no poseemos certeza sobre los beneficiarios, aunque si analizamos con detenimiento la petición de los vecinos y el proceso librado, se puede argumentar que muchos de quienes asiduamente exigían la destrucción del pueblo y la venta del resguardo eran, en gran medida, los propietarios que según los padrones realizados para el caso controlaban gran parte de la tierra y en las cuales parte del vecindario vivía.

La petición inicial que llegó ante el Corregidor Antonio de Salazar fue presentada inicialmente por Don Antonio Carrillo, alcalde partidario y juez, don Bacilio Romero y don Guillermo Herrera. El primero, de 38 años y con asiento en el partido de La Coacha, se hacía denominar junto a su esposa “de calidad noble” y como “hombre de comodidad”215. Bacilio aparece “de bastante comodidad” y como “cría de todos los ganados”216. Su tierra era sitio de vivienda de varias familias del vecindario, que, como se mostrará más adelante tendía a poseer las tierras propias y no asentarse en la de algún otro vecino. Bacilio Romero era el mayor propietario del partido de San Lorenzo con 17 familias viviendo en sus tierras. Guillermo Herrera, por su parte, era casi propietario de toda la parcialidad de Susa y Guane, con 21 de 31 familias que lo habitaban.

214 AGN. Poblaciones, t. 7, f. 396v. 215 AGN. Poblaciones, t. 7, f. 343r. 216 AGN. Poblaciones, t. 7, f. 371v 103

Sin embargo, pese a que algunos propietarios ricos abanderaron la petición de erección de parroquia, la composición social del vecindario de Fómeque mostraba un tipo especial de vecino que predominó las tierras adyacentes al pueblo y resguardo, distinta a la del gran propietario. Por el contrario, la composición mayoritaria del campesinado en el pueblo de Fomeque consistía en familias propietarias de pequeñas extensiones de tierra, diseminadas en las distintas parcialidades que las agrupaban en el costado oriental del valle del Río Negro. Observar la composición del vecindario es un aspecto fundamental para comprender la situación de los pueblos de indios y de la vida agraria, no solo en el Valle de Ubaque sino en otras zonas del altiplano, a finales del siglo XVIII.

Como muestra el siguiente gráfico, según el padrón que se llevó a cabo para reconocer las condiciones del vecindario, la mayoría de partidos estaban compuestos por familias propietarias, y otras pocas las familias arrendaban en tierras ajenas. A diferencia de los arrendatarios de San Lorenzo o Susa y Huane, que vivían en su mayoría en las tierras de Basilio Romero y Guillermo, en las otras parcialidades algunas de las propiedades albergaban contadas familias. Ysidora Torres era otra gran propietaria, en cuyas tierras vivían las catorce familias del partido de la Huerta, y Carlos Herrera de la capellanía de Susa. No obstante fueron más comunes las parcialidades enteras de familias propietarias, con pocos arrendatarios, como la de Salitre; en ella la mayoría de cabezas de familia se autodefinieron como blancos, originarias del mismo pueblo y pobres. Las demás partes eran similares a los arrendatarios del partido de La Coacha, donde las veintitrés familias estaban repartidas en siete propietarios.

Gráfico 3: Proporción de familias propietarias y no propietarias en las familias vecinas del pueblo de Fómeque, 1800.

50 43 43 45 41 39 40 38 33 35 31 32 29 30 27 26 25 23 19 20 17

Población 16 14 15 11 9 10 10 8 7 7 8 5 104 5 4 4 5 5 2 2 3 0 0

Elaboración propia a partir de: AGN. Poblaciones, t. 7, 337r – 380v

Las características de esta población son notablemente parecidas. La extensa mayoría se dedicaban al cultivo y cría de ganados. Sólo aquellos que eran anotados como criadores de todos los ganados oculta su magnitud, pero en lo que refiere a quienes tenían un corto número de cabezas de ganado las cifras no varían, siendo desde menos de diez hasta algunos casos 60 y 80 cabezas. El ganado total de los vecinos del resguardo, como tope mínimo marcado por este padrón es de 2783 cabezas de ganado mayor y menor, para un total de 572 familias -algo menos de 5 cabezas por familia- lo que de nuevo indica poca vocación ganadera y un predominio por mantener pocas cabezas. Los ganados que predominaban eran lo de producción lechera y quesera, además del ganado de apoyo a las labores agrícolas como yuntas de arado y transporte.

Su procedencia es igual de importante, pues la mayoría aceptaban ser oriundos de Fomeque. Esto quiere decir que una de las formas más importantes para acceder a las propiedades se dio por herencia. En la documentación aparece una gran cantidad de litigios entre los mismos vecinos, e incluso mucho más que los aparecidos entre vecinos e indígenas por tierras limitantes al resguardo. Resaltan litigios por las tierras de Guachavita, la cual en 1800 estaba compuesta por varias familias de propietarios, pero que antes había sido materia de pleitos entre herederos.

En 1761 -año que mediaba las visitas de Joaquín de Arostegui y Escoto y las del Fiscal Escandon- comenzaba un pleito por Manuel de Torres por las tierras de Guachavita, porque “dice haber heredado de Juan de Torres, su padre, en que dice se le han introducido los

105 herederos de Fabian y Juan Ricón”217. Sin embargo en 1807 surgió un litigio entre Francisco Carillo –quien aparece como alcalde pedáneo durante la petición de los vecinos por erigir parroquia- por pedir merced en las tierras de Hoya Grande, hoy vereda del municipio de Fomeque. Ante esa petición se quejaban los vecinos de Guachavita, que argumentaban el perjuicio en el que entrarían pues mucho empleaban las tierras realengas para aprovechar las maderas necesarias y el rastrojo para sus ganados.

En el pleito se afirmaba que diesiceis años antes habían sido repartidas las tierras entre algunos de los vecinos, “aunque –según un testigo- no supo por dónde mismo se dividió”218. Otro testigo afirmó “que en varias ocaciones ha visto que se han repartido por jueves de la tierra de Guachavita, que se han fijado mojoneras y linderos fijos”. El problema de aprovechar las propiedades para las labores agrarias en una tierra más reducida llevó a decir a un testigo “que tiene una corta hacienda” y que “no basta para la radicación de una familia, en que hay bastante gente más pobres y desacomodadas, como tampoco para mantener sus ganados y bestias que depende su subsistencia”219.

La extensión territorial donde todo este vecindario habitaba era enorme, encontrándose algunas parcialidades cuyo tiempo aproximado entre las propiedades y el pueblo era de diez horas. La dilatación del vecindario se reafirma cuando parte de la feligresía más lejana del pueblo, en los partidos de Chatagusa, Llamada y Masa, peligró de ser agregada al pueblo de Choachí ante el descontento de sus habitantes220. Años después, y según expresa Fabio Hernando Pardo, la construcción de puentes que comunicaban ambas bandas del río llevó a la agregación de esta feligresía y a la pérdida de territorio del posterior municipio de Fomeque en el siglo XIX221.

A pesar de que se libró un largo papeleo para argumentar la conveniencia en la destrucción del poblado y venta del resguardo, este nunca se llevó a cabo durante la primera década del siglo XIX. Fomeque continuó siendo pueblo de indios, pese a que de facto gran parte de su

217 AGN. Tierras de Cundinamarca, t. 42, f. 242r. Las tierras de Guachavita habían sido pedidas en merced por Juan Bravo de Thorres en el siglo XVII. Quizás este partido era producto de la descomposición de la propiedad inicial de Bravo de Torres màs la anexión de nuevos vecinos que se asentaron allí. Ver: Cap. 2, Las mercedes de tierras y la contracción de la población indígena. 218 AGN. Tierras de Cundinamarca, t. 19, f. 349r. 219 AGN. Tierras de Cundinamarca, t. 19, f. 353r. 220 AGI. Poblaciones Varias, t. 46, ff. 909r, AGI. Miscelanea, t. 39, 70, 492r – 496v. 221 Fernando Hernando Pardo. Fómeque: 500 años..., pág. 169. 106 población era ajena; su resguardo siguió establecido como tal, a pesar de que la mayoría era ocupada por arrendatarios. En el litigió se ordenó de igual forma que se debían reducir los resguardos “a los que se estimen necesarios para la labranza y crianza de los yndios que tienen con desahogo, vendiendo los sobrantes de cuenta de Real Hacienda”222. Sin embargo, esta ordenanza nunca se cumplió.

Conclusiones

A finales del siglo XVIII el panorama del Valle de Ubaque contrastaba considerablemente al encontrado siglo y medio atrás, que luego de la fragmentación del cacicazgo de Ubaque, cuando se habían fundado definitivamente sus pueblos y delimitado sus resguardos. La población indígena, luego de una enorme reducción durante el siglo XVI y XVII, jamás recuperó el nivel previo de 1560 –fecha del primer registro demográfico existente- a pesar de un modesto crecimiento en el último siglo del periodo colonial. Ni siquiera la proliferación del mestizaje que complementó la geografía humana del Valle logró aumentar la población hasta alcanzar la existente al momento del contacto. A partir de ésta investigación se puede decir que éste fue el aspecto más importante que definió la vida rural y la transformación del espacio del Valle, pues fue a partir de aquel hecho que se adelantó con mayor fuerza y mayores posibilidades de éxito la aplicación del derecho indiano y la política de reducción de naturales. En medio de tal extenuación en que se hallaron en la segunda mitad del siglo XVI, los indios aceptaron bajo ciertas condiciones la habitabilidad en los pueblos de indios

107 y los resguardos, aquellas estructuras espaciales que proliferaron en todo el Altiplano Cundiboyacense y la América hispana.

Cómo se ha intentado mostrar en esta investigación, la política de reducción, en todas sus fases, afectó notablemente la espacialidad indígena y la organización que las sociedades del Valle. Sin embargo, ante la incapacidad de las autoridades coloniales, en cabeza de los oidores visitadores de la Real Audiencia, por comprender con suficiencia esta organización, estas requirieron de los conocimientos de los indios sobre el espacio, junto con una serie de herramientas propias (agrimensura, medidas, etc.) para ordenar el espacio, tanto a las necesidades de la política indiana, como a las comunidades que vivían en el Valle. Por una parte, el oidor era quien definía, en última instancia, la dimensión de los resguardos y la ubicación; sin embargo, y como han demostrado estudios actuales, los indios supieron adecuarse a las posibilidades que brindaba el sistema jurídico, y por tanto aprovecharlo para procurar sus intereses, sobre todo los territoriales. De esta forma, el análisis del proceso local, aparte de un estudio de la legislación indiana, ha permitido observar cómo se aplicaron estas medidas sobre el territorio específico del Valle de Ubaque.

La conformación del espacio colonial no fue un acto exclusivamente español; por el contrario, contó con la participación de las comunidades y autoridades nativas locales durante los procedimientos de visita. Es por esta razón que a pesar de la unilateralidad del procedimiento, diversos actores dialogaban y ajustaban el espacio en medio de las visitas, por ejemplo, solicitando merced de tierras tradicionales, escogiendo los sitios de ubicación de los pueblos, organizando el espacio rural a través de las capitanías tradicionales de cada cacicazgo, empleando la toponimia del lugar, referenciado lugares de importancia, o como en muchas ocasiones, negándose a acogerse a la nueva espacialidad a través de la huida o la no reducción. Actualmente existen en el altiplano, y también en el Valle de Ubaque, numerosas referencias a esta historia indígena que no pereció pese a los trastornos de la dominación imperial: nombres de montañas y ríos, nombres de los pueblos de indios y las capitanías indígenas convertidas hoy en veredas; también, dentro del plano de la agricultura, la adaptación a la especial geografía andina y sus posibilidades.

Los propietarios de mercedes que comenzaron a proliferar en el Valle a comienzos del siglo XVII también fueron un grupo de presión que, aprovechando el despoblamiento y la

108 existencia de tierras disponibles, acudieron a las estancias judiciales para definir sus propiedades. Como demostró esta investigación, esta fue una de las causas por las cuales la población indígena pudo ser efectivamente reducida en una proporción menor de espacio y tierras. A través de los documentos se observa que muchas tierras fueron traspasadas directamente,

Las visitas de tierras y las vistas de ojos fueron los complejos escenarios donde se trazaron estos diversos intereses; y aunque las diligencias se realizaban en algunos días, definieron aspectos tan fundamentales como la ubicación de los pueblos y actuales municipios, y los límites de las tierras legalmente establecidas como resguardos durante casi dos siglos. En efecto, además de amparar tierras tradicionales de parte de la población natural, la visita también permitió el asentamiento de personas que jurídicamente no eran considerados indios en los exteriores, y que debían, según el derecho indiano, evitar la convivencia con los indios. Sin embargo la dinámica fue absolutamente opuesta a lo que las autoridades pretendían y los conflictos de tierras fueron recurrentes durante el periodo de estudio. Justamente, una de las lecciones más significativas que quedan luego de estudiar las transformaciones agrarias del Valle de Ubaque, es el fracaso que a largo plazo significó, primero, la política proteccionista de la legislación indiana, y segundo, las políticas de segregación residencial. Estos “macroproyectos estatales” – siguiendo a James Scott223 - no lograron controlar la enorme cantidad de variables de la vida rural del Valle de Ubaque, y al final hasta el mismo Fiscal Moreno y Escandón lo expresó al evidenciar “la anarquía que reina entre indios y españoles, faltando uniformidad en el gobierno de cualquiera población compuesta de habitadores a quienes rigen distintas reglas”.

¿Cuáles fueron las consecuencias de todo este proceso? Ante el problema de las transformaciones de la población indígena y la conformación de una sociedad campesina - problema que ha movido las preguntas de investigación del siguiente trabajo- el caso del pueblo de Fómeque es ilustrativo. Este fue uno de los pueblos más representativos de la situación de muchos otros los pueblos de indios de la región a finales del periodo colonial. Las condiciones de una reducida población indígena, contrapuesto a un número creciente de

223 James Scott. Seeing Like a State: How Schemes to Improve Human Condition Have Failed. New Heaven/London: Yale University Press, 1998 109 propietarios que aumenta la presión sobre la tierra, permitió la formación tanto de pequeños como grandes propietarios con ansias de expandirse sobre las valoradas tierras de resguardo como del pueblo. Las características del grupo de vecinos es un asunto que no ha sido totalmente clarificado por la historiografía, y el caso de Fómeque brinda nuevas pistas para identificarlo. El predominio de la pequeña propiedad y la existencia reducida de los grandes propietarios se delinea desde los últimos años del periodo colonial. Los pequeños propietarios que salpican el Valle se convierten en la característica más importante de la región, convirtiéndose en la característica fundamental del paisaje social. Es necesario adentrarse más en los estudios sobre este grupo, pues como se ha visto, fue el pequeño propietario quien, como los observadores del siglo XIX describieron, bajaba de las montañas y páramos del oriente de Santafé a alimentar su variado mercado, y terminó predominando aún en los pueblos de indios a finales del periodo colonial. Es necesario identificar la procedencia de esta población y sus relaciones con la población india que vivía en los pueblos durante este periodo a través de nuevas investigaciones.

Esta población campesina de propietarios se observa en algunas referencias en el siglo XIX. Según algunos observadores y viajeros de la época, al oriente de la ciudad de Santafé se encontraba una región fundamental en el abastecimiento de los mercados de donde llegaban continuamente productos característicos de las tierras más cálidas. La importancia de las zonas de vertiente era señalada por la Comisión Corográfica a mediados de ese siglo cuando describían “al naciente se hallan los valles que recorren río Negro en el antiguo cantón de Cáqueza, que se puede llamar el granero de la ciudad de Bogotá, y en pocas horas se trasmonta la cordillera y se llega a un clima más templado y con otras producciones”224. Para Holton Isacc, viajero norteamericano que llegó a la Nueva Granada en 1854, “de todos los caminos que llegan al mercado, los más transitados son los de las montañas del oriente” dado que “a todas horas y en numerosas ocasiones he encontrado multitud de campesinos bajando, a veces solos, a veces en grupos, la mayoría mujeres con uno que otro hombre que las acompaña, arreando o cabestrando un buey […] o cargados ellos mismos con los productos

224 Agustín Codazzi. Geografía física y política de la Confederación Granadina. Vol. 2: Estado de Cundinamarca y Bogotá –Antiguas Provincias de Bogotá, Mariquita, Neiva y San Martín Bogotá: Universidad Nacional, 2003, pág. 189 110 de sus pequeñas parcelas”225. En 1877, el viajero suizo Ernst Rothlisberger afirmaba que la posibilidad de acceder a productos del Valle del Magdalena o los afluentes de Orinoco en poco tiempo, convertía al mercado de Bogotá “en uno de los más ricos que pueda poseer ciudad alguna en el mundo”226.

Contrario a la imagen que los viajeros construyeron sobre la sabana de Bogotá, dónde predominaban las extensas haciendas ganaderas y los cultivos de trigo y cebada, las zonas de vertiente que descolgaban de los cerros orientales fueron valoradas por mucho tiempo por la variedad de productos y la constitución de su campesinado. A pesar de que la importancia del Valle de Ubaque fuera relativamente relegada con el tiempo respecto a otros espacios dentro del escenario regional, sus pueblos, todavía erigidos en la actualidad y parte de la geografía andina, forman parte esencial de la historia regional y son la mayor evidencia de los momentos de cambio que sufrieron las sociedades nativas de la región.

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