Ernesto J. Abálsamo
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Ernesto J. Abálsamo El Tango UN MOTIVO SENTIMENTAL La verdadera identidad de sus protagonistas Los tangos instrumentales y sus historias ÍNDICE CAPÍTULO I Un Agravio Gratuito……………………………………………………………………Pág. CAPÍTULO II Los Verdaderos Nombres………………………………………………………………Pág. CAPÍTULO III Los Tangos Instrumentales…………………………………………………………….Pág. CAPÍTULO IV Rescatando Historias……..……………………………………………………………Pág. La historia del tango está matizada por una interminable serie de factores, que contribuyeron de manera sorprendente para que se transformara, como posiblemente no haya ocurrido con otros géneros, en una música inmortal, y que le aportaron una sucesión de fenómenos que se conjugaron, de una u otra manera, para configurar y ser el alma de la canción ciudadana. Pero la intención de este libro no es, precisamente, abordar la historia de lo que a través de más de un siglo de trayectoria se transformó en una pasión popular, que trascendió largamente nuestras fronteras, algo que ya está ampliamente reflejado en la obra anterior del autor, CRÓNICAS DE TANGO, sino analizar algunos de esos fenómenos por considerarlos, en cierta forma, parte de lo que dio en llamarse, justificadamente, la “Época de Oro” del tango, que transcurrió, aproximadamente, entre 1940 y 1955. De todos modos, no se puede dejar de reconocer, pues sería una necedad, que tanto antes como después de ese lapso esta música ocupó y ocupa un lugar de privilegio en el corazón de varias generaciones, en las más variadas capas sociales. Sí consideramos que vale la pena bucear un poco en los orígenes de esta música, en los que tuvieron una marcada preponderancia el aporte de la creciente inmigración que registró el país a fines del siglo XIX y principios del XX, especialmente el componente italiano y español, y la llegada a la gran aldea de gran parte de la población nativa que provenía del interior, fundamentalmente de la provincia de Buenos Aires. En principio, de estos fenómenos rescatamos tres, que analizaremos a fondo en estas páginas. La lamentable creencia, inspirada y difundida por oscuros intereses económicos de los que comercializaban otros géneros musicales foráneos, de que el tango es una música triste y llorona, y que sus títulos y sus letras están basados en un solo tema, el abandono y la traición de una mujer; Los verdaderos nombres de la gran mayoría de las glorias que hicieron grande al tango y que pasaron al recuerdo con otra identidad; y La existencia de la letra y el nombre de sus autores de una larga serie de obras, verdaderas joyas musicales, que pasaron a la historia como tangos instrumentales, simplemente porque así lo decidieron los maestros que rescataron sus partituras del recuerdo, porque la gran mayoría pertenecen a la primera época del tango. UN AGRAVIO GRATUITO Injustamente, desde los más diversos sectores sociales se tildó en distintas ocasiones al tango de llorón, de tener una música triste, que sus motivos son amores trágicos y no correspondidos, y que sus letras están basadas únicamente en sólo un tema: la traición, el abandono de una mujer. Nada más alejado de la realidad. En principio, ningún género musical como el tango, que incluye al vals y a la milonga, le cantó tanto a la madre, al hogar, a los amigos, a los barrios, al gremialismo, a la ciudad que lo vio nacer, a las crisis económicas y sociales, con la miseria que eso trajo aparejado, a los autores, a los compositores y a los protagonistas de su historia, a los lugares tradicionales de Buenos Aires, y a lo que muchos escritores consideran que fue el punto de partida de nuestra música popular: los temas camperos, así como homenajes a los héroes nacionales, al Ejército, a la Marina, a la incipiente aviación que daba sus primeros pasos en el país. Era tan grande la pasión que despertaba el tango que hasta una personalidad como el distinguido escritor, dirigente político y diplomático Manuel Ugarte se vio, posiblemente sin pensarlo, participando del éxito y de las satisfacciones que brindaba el hecho de ser parte de este género musical argentino. En una breve reseña, podemos decir que Ugarte era un escritor socialista, nacido en 1878 en el barrio de Flores, que desparramó en sus continuos viajes por todos los países iberoamericanos sus ideas nacionalistas y antiimperialistas. Fue director del diario “La Patria” y fundador de la “Revista Literaria”, y su obra fue difundida a través de los medios, no sólo americanos sino también de prácticamente toda Europa. Representó al Partido Socialista en diversos congresos, editó una importante cantidad de libros que alcanzaron notable repercusión, y finalizó su vida pública durante la primera presidencia del general Perón, al ser designado embajador argentino, primero en México y luego en Cuba. Falleció en Niza, Francia, en 1951. Pero la intención no era contar la trayectoria de este hombre público y su fecunda vida, sino relatar de qué manera llegó a tener vinculación con el tango. Dentro de su prolífica obra, se encontraban los versos Recuerdo de carnaval, que con motivo de los carnavales de 1928 el diario “El Telégrafo”, de Guayaquil, Ecuador, los había publicado. Así fue que los descubrió Francisco Paredes H., un compositor local, que les puso música de tango, que registró con el número 331, según las leyes de Ecuador. Pero tuvo la hidalguía de escribirle a Niza, donde vivía Ugarte, para pedirle disculpas por haber utilizado su obra, confesarle que lo había fascinado, por eso le había puesto música, e informarle de qué manera la había obtenido. Además de calificarlo de “Emperador del Verso en esta América Libre y Soberana”, le solicitó que le enviara más poesías para que él les agregara música. No se sabe si Ugarte satisfizo el pedido, ni qué suerte corrió el tango Recuerdo de carnaval. Volviendo al tema del libro, hay obras que recuerdan nombres de mujer, de flores, y también a las dos grandes pasiones de los porteños, el fútbol y el turf, a otros deportes, sin dejar afuera el escolaso y a infinidad de personajes y situaciones risueñas, comprendidos en letras y en títulos cómicos. No quedaron al margen la política, especialmente si se tiene en cuenta que entre las décadas del 20 y del 30 tenían peso en las opiniones populares las ideas anarquistas. Como simple prueba se pueden citar los casos de José González Castillo y del padre de Libertad Lamarque, así como temas vinculados con la religión, la historia, la Patria, y recuerdos de países exóticos. En fin, el tango era un vehículo para hacer conocer los sentimientos del pueblo. También se recuerda en títulos y letras a Francia, ese otro país que le abrió sus brazos, y especialmente a París, sus lugares y sus personajes, que en sus principios gloriosos formaron una unión antológica con los músicos y cantores que pasearon a esta música más allá de nuestras fronteras. Además, se ocupó del desarraigo y la nostalgia de los inmigrantes, que por los años de su nacimiento y posterior difusión llegaban en oleadas a nuestro país. Como ejemplo, podemos recordar que en 1895 había en Buenos Aires 318.000 argentinos y 346.000 extranjeros, y en 1914, 798.000 argentinos y 346.000 extranjeros. Muchos de los grandes poetas, músicos, directores de orquesta e inclusive los cantores, eran extranjeros, la mayoría de ellos italianos o españoles, sin olvidar que Alfredo Le Pera, el autor de las letras de los tangos de Carlos Gardel, era brasileño. Un italiano, Vincenzo Buccheri, tuvo la visión de la pasión que despertaría el tango y creó, allá por 1916, la revista “El alma que canta”, que era la vía para conocer las letras de las últimas canciones. Por todo lo expuesto, podemos decir que en el tango casi no quedaron temas sin abordar. En verdad, mucho de esto obedeció a un fenómeno que podría sintetizarse así: el furor que produjo la aparición del tango, a finales de 1800 y principios de 1900, fue tan grande que hasta quien tenía sólo elementales conocimientos musicales, y que sabía tocar el piano, la guitarra, la mandolina, o simplemente la flauta, instrumentos comunes en esos tiempos, se animó a componer un tango, piezas que eran ejecutadas por los tríos de guitarra, flauta y violín de las primeras épocas. Muchas de esas obras no llegaron al disco, motivo por lo que no se las conoce ni se las recuerda, pero sí figuran como registradas. Ya en plena “Época de Oro” del tango, que como dijimos se inició aproximadamente en 1940 y se extendió hasta un poco más allá de la década del 50, los intereses comerciales discográficos que pugnaban por introducir ritmos foráneos, como el rock, el bolero, el samba brasileño y la música centroamericana, comenzaron un ataque sistemático contra nuestra música ciudadana, del que se hicieron eco quienes, por ignorancia o por desconocimiento, repetían muletillas tales como que ‘el tango es el lamento del engañado’ (en realidad se utilizaba otra ofensa más gruesa que no viene al caso repetir), y otras sandeces por el estilo. Se sostenía que había sido prohibido por la Iglesia, sin que existiera documento alguno que lo probara, simplemente porque era una mentira, y que había nacido en los prostíbulos. Esas apreciaciones, inclusive, fueron tomadas por algunos historiadores, en libros y publicaciones sin una base investigativa seria. Inclusive mucho antes de eso, allá por 1903, Fray Mocho había escrito que Los famosos cultivadores del tango y el tango mismo han desaparecido de la escena. Si ya no asistimos a su ignorada muerte, oímos el fúnebre tañido de la campana que anuncia su agonía. Fray Mocho, que realmente se llamaba José Zeferino Álvarez, aunque él prefería decir que sus nombres eran José Sixto, había nacido en Gualeguaychú, Entre Ríos, el 26 de agosto de 1858, y falleció en Buenos Aires el 23 de agosto de 1903, o sea tres días antes de cumplir 45 años de edad.