En La Araucanía: El Último Parlamento Mapuche De Coz- Coz
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REVISTA CHILENA DE LITERATURA. Sección Miscelánea/ Abril 2010 EN LA ARAUCANÍA: EL ÚLTIMO PARLAMENTO MAPUCHE DE COZ- COZ RELATO DE AURELIO DÍAZ MEZA (1907) PRESENTACIÓN Y TEXTOS DE JAIME HUENÚN, MARÍA EUGENIA GÓNGORA Y CARMEN ARELLANO REVISTA CHILENA DE LITERATURA. Sección Miscelánea/ Abril 2010 ÍNDICE - PALABRAS INTRODUCTORIAS DE JAIME HUENÚN, POETA MAPUCHE. - AURELIO DIAZ MEZA: UNA BIOGRAFÍA. POR MARÍA EUGENIA GÓNGORA. - EN LA ARAUCANÍA. BREVE RELACIÓN DEL ÚLTIMO PARLAMENTO ARAUCANO DE COZ-COZ EN 18 DE ENERO DE 1907. POR AURELIO DÍAZ MEZA. - LAS OPINIONES ERRÓNEAS QUE … CIRCULAN EN LA CAPITAL”. LA PERCEPCIÓN CULTURAL ENTRE LOS WINGKA Y LOS MAPUCHE. POR CARMEN ARELLANO HOFFMANN. * Los textos de Aurelio Díaz Meza y Carmen Arellano Hoffmann fueron publicados en el libro En la Araucanía. El padre Sigifredo de Frauenhäusl y el Parlamento mapuche de Coz Coz en 1907. Carmen Arellano, Hermann Holzbauer y Roswitha Kramer, eds. Madrid, Frankfurt am Main, Vervuert Verlag, Madrid: Iberoamericana, 2006. La presente reproducción de los textos mencionados está autorizada por la editorial Iberoamericana/Vervuert. REVISTA CHILENA DE LITERATURA. Sección Miscelánea/ Abril 2010 EL PARLAMENTO DE COZ-COZ (1907-2007): UN DIÁLOGO NO CORRESPONDIDO Palabras de Jaime Huenún Poeta mapuche A mi juicio, “En la Araucanía”, la crónica del Parlamento de Coz-Coz escrita por Aurelio Díaz Meza es un documento que trasciende el difícil periodo que vivían los mapuches en 1907 en todo el sur de Chile, porque ese momento de cruda discriminación, de sistemática usurpación territorial y de “civilizados” despojamientos e imposiciones culturales se fue repitiendo con cierta infame regularidad a lo largo de todo el siglo recién pasado, permaneciendo vigente hasta la actualidad. Es un documento cuya autoría material pertenece a un periodista chileno, pero que en definitiva constituye el texto plural en el que se integra la mayoría de las voces de quienes allí participaron: loncos, caciques, mapuches de diversas comunidades, de diversos lof (territorios), los que expusieron en dicha instancia no solo sus reclamos para hacer visible su desmedrada situación, sino que también sus propuestas para conseguir algunos acuerdos que permitieran superarla. Pero más allá de los justos reclamos por los territorios usurpados, más allá de las denuncias por las repetidas acciones criminales de cierta sociedad chilena civil y uniformada y ciertos estamentos jurídicos corruptos, creo que el Parlamento de Coz- Coz se alza ante nosotros como una crónica viva e interpeladora que resume la ética de la sociedad mapuche de la época, una ética construida a partir de la intervención de muchas voces, pero también levantada desde la esperanza indígena de querer terminar con los atropellos de que eran víctimas a través de la palabra. La fe en la palabra está allí presente, la fe en la expresión dignificadora y democrática de la palabra en un momento de franco diálogo comunitario; la fe en la palabra individual y colectiva, la fe en la antigua palabra familiar que arranca de una estirpe que intenta prevalecer en este mundo a pesar de las dificultades y tropelías cientos de veces sufridas y denunciadas. Me tocó vivir el Parlamento conmemorativo que se realizó el año 2007 en Coz- Coz, Panguipulli, y aquello fue una experiencia de muchas facetas. Fue, en primer término, una experiencia familiar de reencuentro con la Grandes Tierras del Sur, porque viajé desde Santiago con toda mi familia a pernoctar durante esos días en Coz-Coz, es decir, volvimos a tocar la tierra con lo pies y con las manos, volvimos a respirar el aire de ese territorio, pero también volvimos a escuchar y a ver renovado el ciclo de la conversación mapuche en ese contexto. La conversación mapuche, que es absolutamente fundamental en las comunidades, no solamente expuso en Coz- Coz una faz política y social, sino que arrastró en su caudal la memoria parental y cotidiana de todas las personas que llegaron hasta ese ineludible valle histórico. La conversación que se estableció entre los mapuche de Panguipulli y los de Villarrica, de Lautaro y los que arribaron de Argentina, fue una conversación en mapudungun y en español que tuvo la virtud de permear y a la vez conectar los tiempos y las distancias, las muertes, las persecuciones, los secretos y públicos afanes de la sobrevivencia. Todo ello en un espacio que revivía escenográficamente el primer Parlamento de 1907, esto es, un espacio donde pernoctamos bajo ramadas hechas con los árboles de la zona y en el cual teníamos la posibilidad de contemplar el cielo y el fuego durante las noches; un espacio donde se compartía la carne, el pan y la bebida, donde se dialogaba sobre las viejas ceremonias bajo el influjo de la palabra ritual y oficial de los mapuche dirigentes. Se dice que todos los mapuche somos al fin y al cabo parientes, y en definitiva allí uno se daba cuenta que efectivamente a través de la palabra dialogada uno era pariente del mapuche que venía de Neuquén, de Freire, de Quepe, de Huilio, etc… Fue un instante que uno podría calificar, en lenguaje religioso-católico, como “ecuménico”. Fue un instante no solamente de reencuentro, sino que también de intermitente conexión con el pasado, porque veíamos a los jinetes que resguardaban la normas mapuches vigilar y dirigir el campo ceremonial y social con una solemnidad impenetrable, veíamos a los caciques y 1 REVISTA CHILENA DE LITERATURA. Sección Miscelánea/ Abril 2010 loncos hablando largas horas en mapudungún, saltando con vehemencia en los ceremoniales, gritando las fórmulas rituales de antaño y generando un vínculo material y espiritual con el espacio geográfico, con el despierto paisaje. De alguna manera Coz-Coz volvía a referir a esos antiguos mapuche y se volvía a escuchar ese gran vocerío – el que Díaz Meza calificó, humorísticamente, de pandemónium- en el que se negociaban y dirimían decisiones cruciales para el futuro de un pueblo. Por otra parte, el hecho de estar ahí viviendo “a la antigua” por un par de días hacía que uno como poeta también tuviese una especie de vinculación más estrecha con el espacio territorial, que hablaba desde diversos puntos (el cometa Mac Naugth apareció durante el segundo día del Parlamento y se mantuvo suspendido en el horizonte, quizás como una probable señal para tiempos de mayor promisión). En definitiva, en lo personal fue un momento de necesaria comunión con la tierra, con la palabra mapuche, con los curtidos rostros mapuches, con los viajes y con la posibilidad de generar hacia el futuro una conexión de nuestros hijos con esos ya cercados campos (había muchos niños, familias completas que estaban allí instaladas y cada una esperaba su turno para plantear su propia opinión). Recuerdo que a una de las reuniones grandes que se hicieron, llegaron los descendientes de los antiguos caciques y loncos que participaron en 1907 en ese mismo trawun y ellos reclamaron un momento para hablar de esos antepasados, para reeditar las voces de sus ancestros, hasta entonces ocultas, pero no olvidadas. Esto nos hizo entender que los mapuches han tenido la porfiada vocación de prevalecer a pesar de los cambios y las imposiciones, que la oralidad comunitaria ha mantenido un poder irrecusable y que los muertos no han dejado de decir lo suyo; a pesar de las aciagas circunstancias históricas, la voz de esos loncos todavía sigue gravitando. Yo diría que el Parlamento de Coz- Coz todavía no ha sido correspondido en el diálogo por las culturas criollas y extranjeras colonizadoras, como ha ocurrido con muchos otros Parlamentos de siglos anteriores. Y esto es así porque, creo, la sociedad mapuche aún mantiene elementos morales/éticos que no son traducibles, que no son comprensibles para el llamado “ciudadano occidental”: el honor asignado a la palabra empeñada, por ejemplo, el valor de la palabra hablada como medio legítimo de intercambio y negociación social y política. El winka, en general, ha traicionado ese honor, el chileno y el colono han utilizado la potestad de la escritura, de la letra legal, para provocar y mantener largas y profundas omisiones e irreparables tragedias. Creo que en el fondo de todo Parlamento o Trawun mapuche, tanto del pasado como de la actualidad, habita una intención por reeditar esa manera de ser, esa manera de estar, esa manera de relacionarse con la realidad, con el mundo, con el entorno natural, con el lenguaje y la memoria de los antepasados. Si esto fuera en parte compartido por la sociedad chilena y sus estamentos de poder, constituiría ciertamente una contribución a un diálogo honesto y progresivo que permitiría la recuperación ética de un país y la conformación respetuosa y democrática de una nación multicultural. Creo que Chile es un país enfermo, y su enfermedad radica principalmente en que se ha negado a dialogar sobre los temas más difíciles y dolorosos, se ha negado a conversar sobre la sangre derramada, se ha negado a conversar sobre la propiedad usurpada, se ha negado majaderamente a conversar sobre lenguajes, economías y estéticas excluidas o ridiculizadas, anulando con ello la posibilidad de un crecimiento cultural, social y económico sustentado en un justo respeto por la diversidad étnica, rasgo por lo demás inherente a todas las naciones del mundo. Para ello, a todos nos conviene no pasar de largo por esta frase, escrita con lucidez y rabia por Aurelio Díaz Meza, hace ya 103 años: “Se olvidaban tal vez que ellos, los dueños y señores de la selva que un día hicieron temblar al león de España, han sido perseguidos, robados y asesinados no en campales batallas, sino ¡mientras un Gobierno les cubre los ojos y les ata las manos con un mentido protectorado!” 2 REVISTA CHILENA DE LITERATURA. Sección Miscelánea/ Abril 2010 AURELIO DÍAZ MEZA: UNA BIOGRAFÍA María Eugenia Góngora Universidad de Chile [email protected] Aurelio Díaz nació en la ciudad de Talca, en Chile, el 13 de abril de 1879.