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1 2 Pueblo Mapuche. Ensayos por un Chile plurinacional Augusto Samaniego Mesías 3 Pueblo Mapuche. Ensayos por un Chile plurinacional Augusto Samaniego Mesías ISBN: 978-956-8416-98-0 Santiago de Chile, junio 2020 Primera edición Gestión editorial: Ariadna Ediciones http://ariadnaediciones.cl/ Portada: Andrés Michaeli Imagen: Mural GAM Obra bajo Licencia Creative Commons Atribución-NoComercialSinDerivadas 4.0 Internacional. 4 5 6 Índice Agradecimientos, p. 9 Prefacio, p. 11 Ensayo 1. Prensa e ideal liberal del “Chile homogéneo” , p. 29 Ensayo 2. ¿“Integrar” o respetar al Pueblo Mapuche?, p. 63 Ensayo 3. Allende y el Pueblo Mapuche: el camino desde el Ñielol, p. 83 Ensayo 4 Pueblo Mapuche, la transición inacabada, p. 103 Ensayo 5 Notas sobre Neoliberalismo y Pueblo Mapuche, p. 137 Anexos, p. 165 7 8 Agradecimientos Los “Ensayos” que se entrelazan en este libro se deben, en gran medida, al trabajo en conjunto con el doctor en historia Carlos Ruiz Rodríguez, lo cual, a través de décadas, nos ha permitido hacer diversas publicaciones. Los textos son de mi responsabilidad, por cierto, no obstante, difícilmente habrían sido escritos sin contar con numerosas informaciones y enseñanzas que recibí de él. 9 10 Prefacio Las percepciones y los discursos sobre la indianidad marcan un recorrido tan complejo como la evolución de la historia occidental y sus relaciones con América durante cinco siglos. Esos imaginarios -como toda representación colectiva- se han conformado cual amalgamas del ‘sentido común’ propio de cada gran periodo histórico de la expansión de los europeos; del ‘mito’ esencial a la religiosidad que ellos portaran; de la ‘ideología’ entendida como un producto de las sociedades modernas y su elaboración de propuestas totalizadoras para interpretar el mundo y las relaciones sociales; e, incluso, del ‘relato científico’ de la modernidad que se propone definir conceptos y reglas adecuada a sus verificaciones. Estos discursos se han nutrido de las prácticas del sometimiento de los indios, que luego fueron nombrados como indígenas, aborígenes, hasta llegar a los escenarios actuales en que los poderes y las sociedades no-indígenas deben enfrentar la reivindicación del reconocimiento de los pueblos originarios; esto es, en lo fundamental, deben responder ante ‘los derechos colectivos’ formulados y reclamados por los movimientos indígenas contemporáneos sobre la base de su larga resistencia con el fin de afirmar y reconformar su identidad. En el presente, la reproducción y reelaboración de las identidades étnicas de los pueblos indígenas en amplias regiones americanas, se desenvuelve principalmente mediante el rechazo de las prácticas mediante las cuales el capitalismo contemporáneo -empresas transnacionales y grupos financieros locales asociados- realiza sus negocios en ‘territorios indígenas’ ancestrales. Especialmente, las empresas forestales, energéticas, agroindustriales, mineras y pesqueras. Demasiadas veces, esas inversiones, lejos de impulsar el desarrollo ambiental y socialmente sustentable, acrecientan desequilibrios ambientales y desmerecen la equidad y justicia social, contando con el amparo de políticas del Estado que resguardan dogmas del neoliberalismo. Pero, a la vez, los procesos de mundialización impulsan luchas desde los ámbitos particulares y propios de diversos movimientos sociales; entonces, un resultado relevante ha sido la centralidad que ha ganado una filosofía política de los Derechos Humanos. Lo específico es historiar cómo los Derechos Colectivos ganan significación sustantiva en el concepto pleno de Derechos Humanos y pasan a ser desafíos sistemáticos y cruciales para lograr el desarrollo efectivo de la democracia en ‘los tiempos de la globalización’ bajo el capitalismo real. Con la interacción histórica entre el Estado, la ‘sociedad mayoritaria’ no indígena (wingka, en el idioma de los mapuche), las percepciones y acciones 11 del poder enfrentaron el auge y agotamiento de las ideologías del llamado indigenismo. Aludimos brevemente y, a veces destacamos, aspectos de las demandas mapuche durante el tiempo enmarcado por dos momentos de irrupción de los militares en el poder: la dictadura -pretendidamente ‘legal’- de Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931) y la dictadura de Augusto Pinochet Ugarte (régimen de ‘seguridad nacional’, 1973 – 1990). Ese tiempo histórico contiene, a la vez, procesos de expansión democrática y complejización de la sociedad, la cultura, las ideologías y proyectos de cambio. La fase crucial abierta en 1970, seguido del golpe y 17 años de dictadura, mostró decididamente el tránsito desde aquel indigenismo al ahora llamado indianismo (esto es, desde los pensamientos y las prácticas en pro de los indígenas, pero sin ellos, hasta los nuevos discursos y movimientos actuados por mapuche que reafirman autonomías ante las organizaciones, proyectos y Estado nacional ‘criollo’, no mapuche). Lo vivido es parte de una tendencia continental: la emergencia indígena y demandas de tierras, territorio y autonomías. El pensamiento liberal, con matices, se refiere a un ‘problema indígena’ (llamado también con intencionalidad abusiva ‘la cuestión mapuche’). Y ha tratado de encauzar su política secularmente hacia la ‘integración’ del indígena en la economía, su ‘chilenización’ en una sociedad ‘unificada’ mediante el sometimiento por medios coercitivos, pero -a la vez- utilizando el servicio militar, la educación formal, el ‘sentido común’ discriminador, los aparatos culturales, entre otros medios; todo ello a fin de convencer a los habitantes de esta tierra de que solo se puede vivir bajo un estado centralizado que nos mande y ordene a todos sin aceptar diferencias ni habitantes ‘distintos’ ni mucho menos derechos propios y específicos para esos grupos. Esto es lo contrario al proyecto ‘liberal’ ejercido por largo tiempo bajo un manto democrático, o en otra fase bajo manu mlitari, que ha buscado someter y ‘civilizar´ al indígena para que este acepte desprenderse de su cultura, de su identidad a fin de ser tratado (mentirosamente, en los hechos) como un ciudadano ‘igual que todos los chilenos’. Hablamos, entonces, de derechos indígenas para el presente y futuro derivados de su pasado/presente singular. En el caso de los pueblos indígenas se trata del respeto efectivo de su cultura, de su historia que se expresa en las luchas de hoy; respeto no solo para ellos, sino para todos quienes hemos de reconstruir la sociedad equitativa e inclusiva en Chile. Una que nos pueda ofrecer una convivencia justa. Con estabilidad realmente democrática, con reconocimiento de lo aportado por cada cual a la sociedad. 12 Al fin de la dictadura y también del siglo XX con la transición democrática, aquella política terminó por evidenciar su contrario: el problema wingka. Es decir, la creciente dificultad de los poderes -públicos y privados- para administrar la relación entre la ‘sociedad mayoritaria’ y la identidad/movimientos mapuche. Los nuevos enfoques y prácticas en aras de la construcción de una sustentable relación con los pueblos originarios (‘nuevo trato’, posteriormente ‘pacto de multiculturalidad’ según el discurso estatal contemporáneo), vienen subrayando avances en el conocimiento histórico respecto de discursos y políticas promovidas por actores -sociales, intelectuales, partidistas, estatales- del Chile no indígena. Nos referimos, sucintamente a, primero, algunas de las tendencias en las mentalidades que informaron las visiones de ese problema mapuche que la ‘chilenidad’ expuso desde la mal llamada Pacificación de la Araucanía hasta la década de 1930. Posteriormente, vinieron políticas contradictorias e interactuantes: elaborar leyes de ‘protección al indígena’ junto a su ‘integración y asimilación’ al mercado, a la cultura y sistema político de la pretendida sociedad homogénea y del Estado centralizado-unitario. La irrupción de la propuesta de ‘reconocimiento’ de los derechos de autonomía (relativa) que el comunismo chileno (en el Parlamento, 1927) consideró inherentes a la identidad étnica y las reivindicaciones socio- culturales-políticas de un pueblo mapuche oprimido. La idea de convocarlo a fortalecer la ‘unidad obrero-campesina’ y realizar así la revolución tras el horizonte de emancipación social y nacional (que la experiencia soviética pretendía otorgar también a las llamadas ‘minorías nacionales’). Surgió la crítica del indigenismo estatal, del progresismo asimilador. La perspectiva de incorporar la identidad étnica al pensamiento socialista y a la lucha por una nueva sociedad que aceptase formas de autonomía para el pueblo mapuche y, así, posibilitar su convivencia con el Estado y la sociedad mayoritaria. Ese análisis fue expuesto con profundidad por el ‘sabio’ marxista innovador, militante comunista Alejandro Lipschutz Friedman desde mediados de los ’30 hasta 1972. Los avatares de la política predominante en el tiempo del frente populismo (1939-1946), y también en el segundo gobierno de Ibáñez (1952-1958), denotaron la persistencia de la idea liberal: integrar al mapuche -antes ‘heroico’, luego pauperizado y maltratado- mediante la política y la ley (incluida la cooptación de líderes y de demandas indígenas que fueron muy pujantes en ese período). 13 Llegaron los tiempos del reclamo de una ‘reforma agraria’ hasta su realización. ‘Proyectos globales’, que con Frei Montalva sostuvieron la Revolución en Libertad. Pero, el proyecto para atender la demanda identitaria y social específica mapuche, estaba ausente. No obstante, la movilización campesina y popular transgresora del agro en el cual predominaba