CONSEJERIA DE EDUCACION Y CULTURA DEL PRINCIPADO INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS (C. s. i. C.)

BOLETIN DEL INSTITUTO

DE ESTUDIOS ASTURIANOS

N .º 135

Julio 1990 AÑO XLIV OVIEDO Septiembre SUMARIO

Págs.

Enfermedad y muerte en durante el siglo XIX (I): Un ejemplo del área central y zonas periféricas, por Luis Julio Tascón Fernández. . 431

Las manifestaciones artístico-culturales de la comunidad benedictina de la Vega, por Andrés Martínez Vega ...... 473

Pérez de Ayala, Valle-Inclán y «la emoción del éxtasis», por Víctor Ouimette ...... ■...... 489

El Privilegio de Páramo: Un «privilegio de hidalguía» a dos aldeas astu­ rianas: Parmu (Páramo) y La Foceicha (Teberga), por Javier Fernández Conde ...... 513

Asturias y.el comercio con América en el siglo XVIII, porAlfonso Me- néndez González...... 541

El yacimiento paleolítico de Santa María del Mar (Castrillón, Asturias). Características geológicas del entorno, por Manuel Pérez Pérez y Leopoldo González Menéndez...... 591

Toponimia de las abeyas entre los pueblos de Lena, porJulio Concep­ ción Suárez...... 617

El archivo del conde de Agüera en Entragu (Teberga), por Margarita Fer­ nández M ier...... 631 CONSEJERIA DE EDUCACION Y CULTURA DEL PRINCIPADO INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS (c. s. i. c.)

BOLETIN DEL INSTITUTO

DE ESTUDIOS ASTURIANOS

N .º 135

Julio 1990 AÑO XLIV OVIEDO Septiembre Depósito Legal: O. 43-1958 I. S. S. N. 0020-384X

Imprenta «La CRUZ» Hijos de Rogelio Labrador Pedregal Granda-Siero (Oviedo), 1990 BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS

A ñ o x l iv J u l io -S e p t ie m b r e Núm . 135

ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS D U R A N T E EL SIG LO X IX (I): U N E JE M PL O DEL AREA CENTRAL Y ZONAS PERIFERICAS*

Luis J u l io T a s c o n F e r n a n d e z

I. INTRODUCCION

Con el presente estudio empezamos una tarea cuyos objetivos superan ampliamente los que aquí se plantean, pues las siguien­ tes líneas constituyen la primera fase de un proyecto más ambi­ cioso que m ostrar los resultados de un caso decimonónico. En di­ cho proyecto intentaremos responder, de manera principal, al interrogante que suscita la existencia de una correlación —cuando ésta pueda medirse— entre una evolución de las rentas socio- profesionales y las causas de las defunciones en Asturias. En un estadio preliminar de la investigación intentaremos ve­ rificar la desigualdad que la «causa mortis» establecía dentro del colectivo asturiano partiendo de una localización diferente. No pretendemos con ello profundizar en la patología regional de As­ turias del modo que iniciara don Ramón Delor, quien se ocupó, según su misma expresión, de aquella «in genere», primero, para abordar después las que denomina enfermedades propias de As­ turias: el mal de la rosa —pelagra— y el bocio.Cierto que la gené­ tica y el ambiente («todo lo que no es genética») tienen su peso ex­ plicativo en las enfermedades aludidas ya que según palabras del m ism o DELOR(1958, 16), en una enfermedad la etiología puede ser

* Sin la colaboración del doctor José Manuel Piedra Recio no se habría podido llevar a cabo este estudio. 432 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ

variada y compleja, influyendo la herencia, constitución, sexo, los tóxicos, el «stress», la vida regalada, etc. Pero ni éstas, ni otras enfermedades endémicas centrarán la atención de nuestro estu­ dio. Aquí vamos a dejar a un lado el análisis de la importancia que tuvo la mortalidad epidémica (de 1800 a 1930: cólera, fiebre amarilla y gripe) para los asturianos. Trataremos de identificar las diferencias entre una parroquia del área central y otras tres de zonas periféricas [dos en la costa y una en la montaña central], a partir del estudio de las enfermedades que contribuyeron al des­ censo, durante el siglo XIX, de las tasas de mortalidad en Astu­ rias (PEREZ MOREDA, 1984). Para realizar un análisis socio-económico interesa observar la evolución e incidencia de mayores desigualdades y diferentes ni­ veles de renta per capita. También hemos de valorar, al mismo tiempo, la cuantía y alcance de una inversión pública en sanidad, así como el gasto que realizaban en dicho bien —salubridad/hi­ giene— las instituciones desprovistas de fines lucrativos y las em­ presas. La acción combinada de estos agentes económicos obtiene el consiguiente resultado de una peor o mejor muerte (1). Pero las pretensiones de nuestro estudio encontrarán obstáculos importan­ tes en la carencia de datos cuantitativos sobre algunas de las va­ riables económicas expresadas.

1 . Turiellos (LANGREO). 2. Serrapio (ALLER). 3. Puerto de Vega (NAVIA). 4. Navia (NAVIA).

MAPA DE LOS CONCEJOS DE ASTURIAS

Al igual que KUNIZT (1986), nos apoyam os en la com prensión malthusiana sobre el cuándo y el cómo acontecen las muertes: ca­ si siempre están en íntima conexión y dependen de los modelos

(1) Quedaría por tratar el aumento de la esperanza media de vida de las gene­ raciones (cohortes) que se estudian. Pero, por ahora, en este primer acercamiento a la estructura de la mortalidad por causas de defunción no lo hemos abordado. ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 433

económicos y políticos establecidos. Malthus sostenía la opinión de que las tasas de mortalidad eran producto de los sistemas so­ ciales y que las sociedades civilizadas habían reducido mucho el espectro de las muertes.

1.1. Sobre las fuentes

Para esta investigación, de carácter aproximativo, hemos em­ pleado como fuentes inéditas las custodiadas en el Archivo Histó­ rico Diocesano de Oviedo referidas a las parroquias de Serrapio y Turiellos (libros sacramentales de difuntos). Y como fuente do­ cumental para cubrir la información de las parroquias de Puerto de Vega y Navia, el trabajo de Carmen María SANZO (1980, 259-348): «La población de Asturias en los siglos XVII a XIX: los registros parroquiales». El haber elegido las fuentes de procedencia y elaboración ecle­ siástica no se debe a ningún desprecio por las de carácter admi­ nistrativo, cuyo ejemplo más valioso es el registro civil. La razón metodológica estriba en que la casi totalidad de los datos sobre la «causa mortis» que figuran asentados en los libros de difuntos pertenecen a períodos anteriores al establecimiento, en 1871, del registro civil. Por otro lado, también, se ha buscado la homogeneidad en lo referente a la fuente, pues el que las anotaciones sobre las enfer­ medades las hicieran personas de una formación intelectual pa­ recida otorga una gran similitud a la valoración de los problemas semánticos que plantean los diagnósticos. Cuando los sacerdotes asientan las enfermedades que provocan los decesos en su parro­ quia, es, sencillamente, porque la autoridad eclesiástica se lo ha­ bía recomendado. Así consta en el título XLVIII de la Constitu­ ción 19a del sínodo diocesano de Oviedo (2) que se celebró, siendo obispo don Ramón Martínez Vigil, los días 1, 2 y 3 de septiembre de 1886:

(2) Ver M a r t í n e z V i g i l (1892, 190). El título X L V I I I : De los funerales, en di­ cha Constitución 19a recomienda además que: «Es conveniente que consignen ade­ más los nombres de sus padres y consortes, la clase de funeral que se le hizo, y si otorgó ó no testamento, caso que el párroco pueda averiguar con certidumbre moral todas estas circunstancias». Hay que resaltar el último exhorto: «Abstén­ ganse, sin embargo, de testificar nada que pueda traducirse como una dependen­ cia del ministerio espiritual para con el poder civil, limitándose á decir que se cum­ plieron las prescripciones legales, ó que se presentó el testimonio del juez municipal». También cit. en H e v ia B a l l i n a (1982, 25). 434 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ

Escriban los párrocos cuidadosamente las partidas de defun­ ciones, expresando el nombre del difunto, su edad, habita­ ción, profesión, estado, naturaleza, hora del fallecimiento, enfermedad, sacramentos que recibió, sacerdote que le asis­ tió y día y hora del sepelio.

Se trata, por tanto, en todos los casos que vamos a considerar, de la transcripción que los sacerdotes hicieron del texto certifica­ do por el médico del lugar. De este modo, se añadía la circunstan­ cia que debemos tener presente si analizamos los diagnósticos, de una procedencia teórica de éstos que conjugaría el galenismo tra­ dicional complicado con la cultura médica popular (b e r n a b e u , 1987, 265). Respecto a los problemas semánticos que plantean estas fuen­ tes escritas (b e r n a b e u , 1987, 263) p a ra in te rp re ta r el significado de las causas del fallecimiento, hemos consultado como fuentes bibliográficas de mayor interés las topografías médicas que se pu­ blicaron sobre varios concejos asturianos en el primer tercio del siglo XX y la valiosísima contribución de b e r n a b e u m e s t r e et alii: Evolución de la mortalidad en Pego (1838-1936). Análisis se­ mántico documental, D.H.M.U.A. (3). Sobre las parroquias debemos expresar su composición, pre­ cisando el número de núcleos de población que abarcaban. Hay que tener en cuenta que, simplemente, para averiguar la evolu­ ción censal que tuvieron (ver cuadro I), en el siglo XIX, tendría­ mos que conocer las dimensiones reales de cada una. Para estimar el ritmo de crecimiento anual durante los trein­ ta y cinco últimos años que figuran el cuadro I hemos partido de la división administrativa, de carácter civil, que nos proporcio­ na el nomenclátor de 1857. Los hemos cruzado con los datos que nos ofrece el cuadro sinóptico de las parroquias de Oviedo que lle­ vara a cabo el obispo Martínez Vigil en 1892 (Santo Concilio de Trento, Sess. XXIV, capt. XIII: De reformatione, disponía que «a cada parroquia se le señale demarcación territorial clara y bien determinada ...»), haciendo constar las almas de cada parroquia. Para compararlos hemos tenido en cuanta que las cifras que nos proporciona el nomenclátor de 1857 refieren el número de habi­ tantes dentro de cada partido judicial, por ayuntamientos y den­ tro de ellos por pueblos, aldeas, caseríos y demás lugares compren­ didos bajo su jurisdicción. Por lo que se refiere al cuadro de

(3) Agradezco a don Josep Bernabeu su amabilidad al enviarme dicho traba­ jo mecanografiado que aún está inédito. ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 43 5 parroquias hay que precisar la creación de la parroquia de Tui- 11a, en el arciprestazgo de Langreo, que ya desde ese instante no figurará incluida en la de Turiellos (Ma r t ín e z v ig il , 1882, 67).

CUADRO i

Puerto Años Serrapio Turiellos de Vega Navia (número de habitantes) Fuentes 1828 410 1.680 Miñano 1850 400 2.000 1.300 Madoz 1857 508 2.488 1.255 754 Nomenclátor 1892 422 4.800 1.550 1.100 C. parroquias Ver cuadro de la evolución de la población por municipios en el Apéndice (Años: 1857, 1860, 1877, 1887, 1897, 1900).

Estos treinta y cinco años resultan, por otra parte, los más sig­ nificativos del período, pues en el lapso 1857-1892 contamos con datos sobre la causa mortis para todas las parroquias. Con la va­ lidez que otorga el tipo de aproximación, entre habitantes y al­ mas, hemos obtenido un resultado desfavorable en los casos de Serrapio y Puerto de Vega, cuyos ritmos de crecimiento anual fue­ ron del —0,024 y del 0,084, respectivamente, por lo que se puede afirm ar una pérdida neta de población en ambas demarcaciones. Mas la explotación de los recursos hulleros, que llamaba y per­ mitía la instalación de cierto número de industrias, impulsando desplazamientos de la población, otorgaba, para Turiellos, una ta­ sa de crecimiento anual de un 0,66 por ciento. Esto no hace más que confirmar el reparto de efectivos humanos que anunciaban CRIADO y PEREZ (1975, 13), como origen de la actual distribución de los habitantes de Asturias. Todo el que desee llevar a cabo alguna comprobación deberá tener en cuenta que la parroquia de Turiellos estaba integrada por las siguientes entidades de población: La Pumar, Coto de la Pie­ dra, Ladredo y Resiella, Villar, Vabustio, Campo de la Carrera, Vega, Candín, El Puente, Molino de Arriba, Pajomal, Riparapio, Otero Rodiles, Baeres y la Yorera, La Mudrera, Antuña, Quebran­ tada, Gargantada, La Naba, Pando, Otero Pando, La Fábrica y La Gallina (4). La parroquia de San Vicente de Serrapio integra­

(4) A.H.D.O., 25.11-7 (lib. 7 de bautizados). Lista de confirmaciones de la pa­ rroquia de Santa Eulalia de Turiellos, 1872, por el Iltmo Sr. Obispo Dn. Benito Sanz y Forés. 4 3 6 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ ba, a su vez, las siguientes poblaciones: La Hoz, Orillés, Casar, Espinedo, Tablizo, Carrapetal, Rozadiella, Barredo, Butillanes, Collada, Cuadrazal, Los Prados, Cotasajo y Pedreglas (5). Teniendo en cuenta la restricción apuntada a la hora de com­ parar el número de pobladores (habitantes, almas) de aquellas de­ marcaciones, podemos dar por válida la tendencia señalada por las respectivas tasas de crecimiento anual, en la segunda mitad del siglo XIX. El hábitat que se industrializaba era el único ca­ paz de atraer población y de superar la media de crecimiento stan- dart (moderado: 0,34%) en, aproximadamente, el doble, confir­ mándose el papel de las migraciones que engrosaron el volumen de habitantes de aquellos lugares. La mortalidad infantil no suele figurar, con regularidad, en los asientos de los libros sacramentales hasta bien entrado el siglo XIX. No obstante se registra, causa mortis incluida, en Puerto de Vega desde el primer tercio del ochocientos. La diferencia entre párvulos y adultos se puede establecer nítidamente, pues en las tres parroquias (Vega, Turiellos, Serrapio) figura la edad del fi­ nado. Así, señalaba SANZO(1980, 286) que tal diferencia radicaba en el hecho de haber o de no haber recibido la comunión y extre­ maunción, lo que sucedía a partir de los 8 ó 9 años, edades en las que se aceptaba el acceso del infante al «uso de razón». Si damos crédito a los asientos del libro de «Difuntos párvulos» de Turie­ llos, este margen podemos ampliarlo hasta los 11 años. En esta parroquia los niños que se enterraban eran asentados en un libro distinto del empleado para apuntar las muertes de los adultos, mientras en Serrapio no existe tal diferencia. En cuanto a los adultos contamos, en el caso de Turiellos, con la ocupación de cada difunto. No obstante cuando la hemos em­ pleado en nuestro análisis hemos reducido el espectro a las más significativas. Las profesiones que figuran en dicha parroquia (concejo de Langreo) son:

Albañil, Ama de casa, Arriero, Carpintero, Costurera, Domés­ tico/a, Escolante/a, Fatuo, Guardia Civil, Industrial, Jorna­ lero/a, Labrador/a, Lavandera, Maestro/a Escuela, Mendigo, Militar, Minero, Ocupaciones Domésticas, Operario, Peón Ca­ minero, Pobre de Solemnidad, Pobre Mendigante, Pobre Por­ diosero, Pobre Postulante, Pordiosero/a, Presbítero, Sastre, Tendera y Tenedor de Libros [total difuntos adultos (1878-90): 711]. (5) A.H.D.O., 2.15-4 (lib. 4 de bautizados), 1792-1842. La procedencia del nue­ vo feligrés figura en los asientos del folio al margen izquierdo de cada bautismo. Respecto a Puerto de Vega consúltese S a n z o (1980). ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 437

Este detalle de la estructura socioprofesional no se puede ob­ tener en los casos de Serrapio y Puerto de Vega, aunque cabe afir­ mar que la población de la primera parroquia está dedicada, sal­ vo casos marginales, a la agricultura. La población de la segunda parroquia añadiría a la crianza y labranza de sus heredades una actividad pesquera, que podría incluir una categoría de obrero- m ixto compuesta por trabajadores del puerto y astilleros. Como, en última instancia, nuestro interés se centra en la com­ p aració n suscitada p o r una peor o mejor muerte (en función de un tipo determinado de enfermedad), a partir de condiciones ambien­ tales y socioeconómicas diferenciadas, los errores de extrapolar resultados para aplicarlos al área concejil, así como los deriva­ dos de la falta de coincidencia entre períodos para los que conta­ mos, en cada parroquia, con las causas de defunción explícitas, se disiparían en gran medida. Al no interesarnos por las tasas de mortalidad, asumimos la tesis, suficientemente probada (CRIA- DO/PEREZ, MORALES, PEREZ MOREDA), de no ser este período de transición demográfica. Además de dejar a un lado las diferencias que podrían mani­ festarse a través de dichas tasas, hemos tenido que aceptar el he­ cho establecido de las diferencias cronológicas entre los asientos de difuntos que incorporaban la información sobre la enfermedad letal. Por ejemplo, ni la parroquia de San Juan de Mieres, ni la de Santa Eulalia de Turiellos ofrecen la deseada información pa­ ra los años que consta en Vega o en Serrapio. No hubo suerte con otros fondos como el del archivo eclesiástico del Hospital Gene­ ral de Asturias, que custodia el capellán del mismo centro. En él figuran los fallecidos en el hospital desde el año 1800, pero no cons­ ta la enfermedad. En el caso de Mieres, arriba citado, tan sólo encontramos, abar­ cando h a sta 1864, dos casos en que sí constaba la referencia y ésta era «de muerte violenta». No contamos los casos en que figura la expresión falleció de un accidente, pues dicho término es inespe- cífico y abarca un espectro muy amplio de posibilidades, desde caer de una escalera hasta un ataque cardiaco ( 6 ). Las dos muer­ tes violentas corresponden a lo esperado en aquella zona minera: el prim er óbito sucedía entre la una y las dos de la tarde del seis

(6) Por ejemplo, el 19-V-1860 un hombre de unos 60 años, pocomás o menos, natural de Riosa y viudo, falleció repentinamente en la Real carretera, hallándo­ se sentado en un tomarrueda, y por consiguiente sin auxilios espirituales. Reci­ bió sepultura tres días más tarde. 4 3 8 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ de febrero de 1861, en la mina de carbón llamada «Camila», don­ de se hallaba trabajando un joven soltero, vecino de Canto Fer- moso, que contaba 23 años de edad; la segunda muerte se produ­ cía el cuatro de mayo del mismo año a las ocho de la mañana, cuando un vecino de Mieres, de 37 años, fallecía «sofocado en una carbonera ... sin auxilios espirituales ni testamento» (7).

1.2. Densidad de población y marco de referencia

La parroquia de Turiellos (concejo de Langreo) queda enclava­ da dentro de ese polo demográfico regional constituido por el área central, las de Serrapio (concejo de Aller), Puerto de Vega y Na- via (concejo de Navia) entran a formar parte de lo que MORALES (1986, 56) califica como zonas periféricas. Entre estas últimas co­ marcas, en época contemporánea, se ha producido un proceso de escisión en dos grupos netamente diferenciados social, económi­ ca y demográficamente (m o r a l e s , ibidem), cuyas desigualdades sociales no fueron tan relevantes hace un siglo. La densidad de población de los distintos núcleos asturianos constituye un indicador de los efectos urbanizadores que tuvieron las actividades del sector secundario en la época del carbón y los años del hierro (OJEDA, 1985). El contraste entre la evolución ex­ perimentada por los municipios industriales con respecto al resto de Asturias, desde 1860 hasta 1900, queda perfectamente reflejado en la tasa de crecimiento anual que, tomando valores decenales, fue de un 14,9 p o r m il y de un 0,98 p or m il, respectivam ente ( 8) (pa­ ra los tres concejos que nos interesan, véase cuadro II). En 1887, CRIADO y PEREZ (1975, 16) ponen de m anifiesto que los municipios que se articulan sobre el yacimiento y las industrias atraídas sobre él constituían una zona (de atracción) claramente definida, que, como ocurre en la actualidad (MORALES, 1986, 42-56), arrojaba las mayores densidades (9). El concejo industrial que nos interesa, el de Langreo, a pesar del fuerte retroceso demográfico

(7) El significado del términosofocación no parece fácil de precisar. Por ejem­ plo, el 22-VII-1861 fallecía una mujer casada, de 56 años y vecina de Sobre la Be- ga. No pudo recibir el viático aunque se le llevó por «hallarse á la ocasión en una sofocación que la privó del uso de los sentidos». (8) La tasa de crecim iento anual para el conjunto asturiano quedaba así redu­ c id a a l 3,72 por mil. Los m unicipios industriales eran: Avilés, Gijón, Langreo, M ie­ res, Oviedo y Saín Martín del Rey Aurelio. Véase S a n M ig u e l /O j e d a (1981, 36). (9) Véase C r ia d o /P er ez (1975, 16). La zona de que tratamos reunía sobre 1.600 km? —el 15% de la superficie asturiana— a casi la 3.a parte de la población. ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 4 3 9 reciente, influido por los cierres y reducciones de plantillas, con­ servaba cuando Morales publicaba su estudio una densidad de 682 habitantes./km?. CUADRO II

DENSIDADES DE POBLACION (h/km?)

Años Aller Langreo Navia 1860 10-25 100-150 150-200 1900 25-50 200-300 75-100 1970 50-75 500-750 100-150 1981 20-49 500-700 100-300 Decrto. Decrto. Crto. (en porcentaje) 1970-81 10-20 10-20 10

Fuentes: C r ia d o /P e r e z (1975) y M o r a l e s (1986).

En la actualidad estas parroquias poseen un perfil diferencia­ do (m orales, 1986, 56), puesto que el área débilmente poblada ( de­ prim ida, sic) —área con gran homogeneidad— presenta una rup­ tura, constituida por las parroquias costeras o las que coinciden con capitales de concejos. El mayor contraste resulta sobresaliente en el caso del concejo de Navia, cuya densidad (139,5 h./km?) se puede equiparar a las de los concejos no urbanos más poblados de la zona central (m orales, 58) (10). Serrapio quedaría en la or­ la montañosa que une los extremos interiores de Asturias y por ello pertenecería a uno de los tres grandes vacíos humanos que, hoy día, se pueden localizar. El marco general de referencia consiste en una España que des­ de finales del siglo XVIII hasta 1930 no h abía visto concluir la m o­ dernización demográfica (p e r e z m o r e d a , 1985, 37) y donde las des­ igualdades sociales no se habían agudizado tanto como después de las décadas del crecimiento económico(años 60), el c a m b io p o ­ lít ic o (años 70) y aquella que según t e z a n o s (1984, 60) debería ha­ ber sido de modernización social (años 80) (11).

(10) Hay que reconocer que, a la hora de provocar el aumento de la tasa de densidad, también ayuda la influencia de Navia, como capital del concejo. Pues esta población pasaba de representar un 26,4% del total de población del concejo en 1970 a suponer el 31% en 1981. Ver M o r a l e s (1986, 61). (11) Los estudios deC r ia d o /P e r ez (1975) y de M o r a l e s (1984) confirman pa­ ra Asturias esta idea referente a la transición demográfica y a las transformacio­ nes del modelo matrimonial. Así como el creciente grado de urbanización y la trans- 4 4 0 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ

Respecto a la sanidad, pensamos con BERNABEU MESTRE (1987, 71) que se le h a p restad o poca atención a las enferm edades que no presentan un marcado carácter de «agresión social». Por ello nues­ tra atención no se fijará en las posibles crisis de mortalidad, ni en las enfermedades de «prevalencia epidémica». Por otra parte, las fuentes que refieren la «causa mortis» no acusan recibo de nin­ guna epidemia importante. Dejando a un lado la escasa inciden­ cia que tuvo el cólera (1854-55 y 1885) en Asturias (SAN MIGUEL/OJE- DA, 1981, 31) (12), es preciso hacer hincapié en la limitación de las consecuencias derivadas de las hambrunas como la del año 1868, o b ien la del año 1887. Las repercusiones en la periferia marítima y en el centro de la Península fueron distintas, pues como afirma SANCHEZ ALBORNOZ (1977, 79), en el litoral español la crisis no pro­ vocó una disminución demográfica, ni un aumento considerable de la mortalidad estival. En 1975, el mismo autor (SANCHEZ a l ­ bornoz, 1977, 38)señalaba que el desconocimiento de los motivos por los cuales el año 1882 —y no el de 1887— fue crítico al norte del Mediterráneo quedaban aún por explicar, si bien f o n t a n a (1983, 184-87) había argumentado algo sobre cómo logró evitarse dicha carestía («Es m enos costoso tra e r el trigo de los E stados U ni­ dos a un p u erto español que del centro de E spaña a las costas ...»). Lo cosechado de cereales no fue, nunca, en Asturias tan deter­ minante de la dieta de los campesinos como en las tierras de Cas­ tilla. Como señalaba Gonzalo a n e s (1988, 69), la necesidad de p ro ­ ducir todo lo necesario para el consumo fue la causa de que, en algunas ordenanzas de parroquias, se mandara que los vecinos plantasen frutales y hortalizas (a n e s , 1988, 34). En Serrapio durante el período que estudiamos pudo tener im­ portancia la explotación, por los vecinos, de carbón de piedra, el cual, según MADOZ (1845-50, 203), existía en gran cantidad, y aqué­ llos lo conducían a los pueblos del este del concejo para consumo de sus fraguas. Aunque está claro que su industria era la «agríco­ la» y algún que otro molino harinero, como sucedía en Puerto de V ega (m adoz, 284), cuyos vecinos, además, elaboraban calcetas y pescaban congrio y otros peces. Dicho puerto, con aduana de 4 .a formación de la estructura de la ocupación. Quedaría pendiente un análisis del ciclo vital anual sobre el cual nuestros gráficos (ver apéndice) no arrojan más luz que la de un ejemplo. Si bien el caso de la estacionalidad de las defunciones, tanto de adultos como de párvulos, de Turiellos daría lugar a interesantes comentarios. (12) En 1833-35 murieron del cólera en Oviedo, al menos, 469 personas y para el resto de la provincia no se tienen datos. A principios del siglo XIX hubo algu­ nos brotes de fiebre amarilla. Ver S a n M ig u e l /O j e d a (1981, 31). ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 441 clase, parece que nada conservaba de su antiguo comercio, salvo algunos grandes almacenes y edificios que servían, a mediados del siglo XIX, de refugio a las gentes pobres de las parroquias inme­ d iatas. Turiellos fue, hasta el último tercio del siglo XIX, parroquia agrícola en su totalidad, aunque se presagiaba la influencia de la carretera carbonera que desde Langreo se dirigía a Gijón atrave­ sando aquel término. Allí la tierra producía escanda, maíz, habas y patatas, y sus habitantes, además de otros frutos, criaban ga­ nado vacuno, cazaban perdices, zorros y lobos, y, también, pesca­ ban anguilas y truchas. Habas y patatas eran producciones comunes en las tres demar­ caciones, aparte, claro, del maíz, trigo, escanda y centeno. En Se- rrapio se daban castañas, avellanas, nueces, cerezas y otras fru­ tas, amén de todo tipo de ganado (vacuno, de cerda, caballar, lanar y cabrío), caza y pesca de v arias clases. Los de P uerto de Vega p ro ­ ducían también guisantes y criaban ganado vacuno, de cerda y lan ar. Las enfermedades contagiosas no especificadas, en la opinión de SANCHEZ ALBORNOZ (1977, 72), se p ro p agaron en el ám b ito ru ­ ral propiciadas por el hambre. La ingestión insuficiente de alimen­ tos permite que toda suerte de males se apoderen del cuerpo hu­ mano, pero, ciertamente, de inanición moría muy poca gente. La curva de defunciones del colectivo asturiano, entre 1858 y 1900, presenta una tendencia de signo netamente ascendente, pe­ ro las tasas brutas de mortalidad son calificadas por CRIADO/PE­ REZ (1975, 29) com o excesivamente bajas para la época (16,2% en 1861 y 21,9% en 1870). En el ejem plo que nos ocupa (p arroquias del área central y zonas periféricas) precisaremos —siguiendo la propuesta de b e r n a b e u (1987)— cuáles fueron las enfermedades concretas que contribuyeron a reducir la mortalidad en Asturias con mayor intensidad que el descenso experimentado en el resto de E spaña.

1.3. Modernización económica , salud y rentas.

La región asturiana junto al resto de la fachada cantábrica y, también, la catalano-valenciana parece que poseían, según nos in­ dica PEREZ MOREDA (1980, 218-224), un carácter privilegiado en lo que atañe a la mortalidad. Esta peculiaridad geográfica que pare­ ce mostrar diferencias entre la España interior y la periferia pen­ insular se había manifestado ya en el análisis de la mortalidad en­ 44 2 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ tre los expósitos de las diversas inclusas provinciales a fines del siglo XVIII, es decir, en la mortalidad infantil y juvenil (13). Aun­ que por lo que se refiere a la transición demográfica —reducción drástica de los índices de natalidad y defunción en relación con las proporciones tradicionales— m o r a l e s m a t o s (1986, 19-26) indica que se produce en Asturias a lo largo de este siglo XX (14). El crecimiento de la población española, a lo largo del siglo XIX, fue de tipo tradicional, incluyendo las limitaciones que le imponían las condiciones de una actividad económica «premoder- na», disminuyendo la tasa después de 1860 (PEREZ m o r e d a , 1985, 29-30). Jordi Nadal había señalado que se trataba de una «seudo- rrevolución demográfica», indicando que el crecimiento de dicha población constituía «una falsa pista» para comprender las trans­ formaciones fundamentales de la economía del país. Como es de sobra conocido el título del libro de NADAL (1980) sugiere la exis­ tencia de un intento de revolución industrial en nuestro país, lo cual se plasmó en «El fracaso ...», que paradójicamente alcanzó un gran éxito académ ico (15). Asturias no contó con una burguesía industrial lo suficiente­ mente fuerte como para que el Estado se comprometiera con la región en un proyecto que desarrollara la industria asturiana y que dejara de servir los intereses particulares de los apagadoris- tas entre otros. Aunque, ciertamente, a finales de la centuria de­ cimonónica las medidas de protección arancelaria beneficiaron al Principado (OJEDA, 1985). En este sentido, R afael ANES (1988, 99-112) calificaba la industrialización de Asturias durante el si-

(13) De todas formas P e r ez M o r e d a (1980, 222) tacha de relativamente esca­ sos todo el conjunto de datos disponibles que presentan una estructura interior/pe­ riferia; con niveles estancados en el interior y un descenso de la mortalidad en la periferia. (14) M o r a l e s afirma que la instauración del régimen demográfico moderno o «evolucionado» en Asturias coincide con el final de la guerra civil, pues «es cuando las tasas brutas de natalidad y mortalidad tienden a equipararse a las europeas, con índices por debajo del 20% para la natalidad y del 12% para la mortalidad. (15) La dedicatoria de Jordi M a l u q u e r d e M o t e s (1988, 13) en un artículo so­ bre la industrialización española en el siglo XIX nos lo recuerda: «A Jordi Nadal, després de dotze anys d’éxits d’El fracaso». En 1900 la esperanza de vida al nacer era inferior a los 35 años, hablando de España en conjunto, mientras que los pueblos escandinavos habían rebasado los niveles hispanos de natalidad bruta (33,8 por mil) y de mortalidad (28,8 por mil) unos 150 años antes. Al terminar el siglo XIX la mortalidad y la fecundidad espa­ ñolas no habían consumado aún la ruptura con los antiguos trends, característica del nuevo régimen de población (N a d a l , 1980, 21-22). En la página 22 Nadal afir­ ma que «la falta de revolución agrícola acaba dejando al descubierto el verdadero carácter de la pseudorrevolución demográfica». ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 4 4 3 glo p asado como una transformación económica parcial. E n la so­ ciedad asturiana de la segunda mitad del ochocientos nos encon­ tramos, por tanto, con un desarrollo industrial de alcance limitado, debido a la inadecuada escala de producción que trope­ zaba con unos costes unitarios difícilmente rebajables, para po­ der satisfacer la gran demanda que existía. En las aldeas y villas asturianas, donde se fraguaba una parte importante del mencionado fracaso industrializador, siguieron su curso habitual las desigualdades sociales provenientes de la sem­ piterna relación que entrelaza pobreza, hambre y enfermedad. Por ello dichas diferencias obtenían una renovada carta de naturale­ za dentro de la morbididad ordinaria que padecía la población. Al hablar de desigualdades hay que destacar que nos interesa con­ tra s ta r el tip o de enferm edades que causaban la m u erte en el cam ­ po con relación a las que producían los óbitos en los núcleos más poblados — ciudad/cam po (SANCHEZ ALBORNOZ, 1977, 71)— de ca­ rácter industrial y/o minero. Con este propósito y dentro del primer trabajo hemos escogi­ do tres áreas en los concejos de Navia, Langreo y Aller —estos con­ cejos pertenecen a la división administrativa actual—, las cuales se h allan en el lito ral de la costa occidental, en la denominada á rea c e n tr a l y en la corona del área central (MORALES, 1986, 57). Las p a­ rroquias de Puerto de Vega y Navia, Turiellos y Serrapio apor­ tan la información fundamental sobre la morbi-mortalidad y reú­ nen, también, un interesente contraste ciudad/campo (densidades: habtes./km?) como late motiv para buscar una vieja desigualdad: la que se deriva de las diferentes maneras de morir. Parece claro que éstas suelen estar muy vinculadas a las diferentes formas de vivir que tienen los colectivos históricos. Y, por último, resulta trivial apuntar la gran correlación existente entre niveles de vi­ da —bienestar social— y renta per capita de cualquier sociedad humana. Por lo que resulta evidente, la manera de morir tiene, en gran parte, una estrecha relación con los niveles de renta que disfrutan los individuos —y sus familias— durante su vida. Las energías necesarias para soportar cada deceso son cualitativa y cuantitativamente distintas, pues no hace falta recalcar las dife­ rencias entre fallecer en la cama y sufrir una muerte violenta tra­ bajando en cualquier explotación industrial. Los niveles de renta podrían ilustrar la situación del bienes­ tar potencial de cada estrato social que se considerase [obrero mix­ to, agricultor]. Como resulta obvio teniendo en cuenta que la ren­ ta se compone de las disponibilidades netas en bienes y servicios 44 4 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ

según las necesidades y la calidad de vida, durante un período de tiempo determinado. En Asturias, para el siglo XIX, no se puede cotejar la renta per capita de los activos agrarios con los salarios industriales o mineros. Ello se debe a que las cifras de la primera magnitud son, aún, una verdadera incógnita por despejar (16) y respecto a las segundas tampoco existe excesiva información (17). El panorama estadístico cambia para las décadas cercanas a la ac­ tualidad aunque no lo harán las dificultades de medición y trata­ miento de los datos. Además, el problema de medición se agravaría si tuviéramos información, por el desconocimiento, en la segunda mitad del si­ glo XIX, del número de asalariados que mantenían su pequeña explotación campesina. No me refiero a ningún tipo de agricultu­ ra a tiempo parcial pues dichas explotaciones se ubicaban en el entorno donde se había asentado la nueva industria, como suce­ día en el caso de Turiellos (l l o r d e n , 1988) (18). La dificu ltad re­ sidiría, principalmente, en la imputación de unas rentas agrope­ cuarias, como parte agregada, al salario obtenido en la mina o en una fábrica y, por otra parte, ¿cómo estimarlas? Cuando don Fernando García Arenal escribía sobre la «Cues­ tión social» comparaba la condición económica de la clase obrera con las demás clases sociales del siguiente modo:

La condición económica de la clase obrera, es peor que la de todas las demás clases sociales, porque á lo escaso del sala­ rio, reúne lo eventual é inseguro de tenerle. Los propietarios territoriales, por pequeña que sea la propiedad, como siem­ pre tienen qué vender, algo se utilizan de la carestía, (...). Los grandes propietarios, los hombres de negocios y los ca­ pitalistas, tienen, como en todas partes, las ventajas que les proporciona una imperfecta organización social.

(16) Consúltese S a n M ig u e l C e l a , José Luis (1981, 52-109): «La agricultura». (17) Véase, principalmente: B a r r io A l o n so (1982), G a r c ía A r e n a l (1980), R u iz (1968) y la Revista Minera. Las Estadísticas Históricas de España, siglos XIX y XX, no contienen informaciones al respecto que pudiéramos utilizar. Véase B a r - c ie l a , Carlos (coord.)/CARRERAS, Albert et al. (1989): Estadísticas Históricas de España. Siglos XIX y XX, Fundación Banco Exterior, Madrid. (18) Me refiero, más bien, a una categoría de trabajador que L ó p e z S u e v o s (1975) denominó simbiótico. Consideraba —L ó p e z S u e v o s — que existía simbio­ sis, pensando dicha categoría como una característica del trabajo asalariado, siem­ pre y cuando se pudiera postular la combinación, sistemática, generalizada y sin alteración del lugar de residencia, de actividades por cuenta propia en el marco de la sociedad rural precapitalista, que cubren una parte del consumo familiar ne­ cesario, con trabajos por cuenta ajena en régimen de asalariado. ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 4 45

El testim onio del señor G arcía A renal (1980, 34-35), como pon­ deración de un coetáneo, viene a corroborar la imposibilidad de obtener una información cuantitativa fiable sobre el valor de las rentas correspondientes. Las ideas expresadas por aquel ingenie­ ro —director facultativo de la Junta de Obras del Puerto de Gijón— provenían de un conjunto de sesiones, celebradas en el Ateneo-Ca- sino Obrero de Gijón (del que era un activo miembro de número), en las cuales García Arenal había presentado a los obreros allí reu­ nidos un Cuestionario. Al parecer, la opinión de cuantos trabaja­ dores habían contribuido con datos al cuestionario era unánime: «La condición económica de la clase obrera, de las industrias fa­ briles y urbanas, es muy mala, ...» (garcía arenal, 1885, 33). Si bien hay que partir de que estas informaciones se refieren a los obreros gijoneses con anterioridad a 1885, parece fácil adm itir la posibilidad de hacerlas extensivas a los obreros de otras localida­ des asturianas, como sugiere alvargonzalez (1980, XXIX). Sobre el bienestar social que disfrutaba aquella clase obrero-mixta, co­ mo la denominaba r u iz (1968, 40), las siguientes líneas no tienen desperdicio:

No habiendo sido posible reunir los obreros de la industria agrícola, no hay datos auténticos originales que sirvan de ba­ se para determinar su situación económica, pero en general, puede decirse, que el pequeño grupo de los que sólo cuentan para vivir con su jornal, se hallan en una condición aún más mísera que el obrero urbano. El colono, que labra tierra su­ ficiente para sostenerse con el trabajo que en ella emplea, tie­ ne el gran recurso de los productos del ganado vacuno y de las aves; el aumento de los precios aprovecha en gran parte, y se puede asegurar que disfruta de un relativo bienestar en punto á la alimentación y vestido, y grandísimo en lo que se refiere á la casa que siempre, ó casi siempre, está aislada y suele habitarse por una sola familia; por estas circunstancias, tiene abundantes dos elementos tan indispensables para la vida, como el aire y la luz.

Sigue fijándose GARCIA a r e n a l (1980, 34) en el b ie n e sta r de aquella ciudadanía entreviendo los nexos de unión entre esa mag­ nitud difícilmente cuantificable que es la salud (de problemática constrastación) y la renta de las familias, la cual determinaba la inversión o el gasto destinado a esta última (19):

(19) Se da una potencial existencia de desfases, al igual que ocurre con la edu­ cación, en los efectos económicos que se derivan de la inversión en la sanidad pú­ blica (T o r t e l l a , 1990, 57). 4 4 6 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ

No es posible reunir datos exactos respecto á la mortalidad de la clase obrera en cada industria, ni comparada con la de las demás clases sociales. Lo único que puede asegurarse, es que entre los niños de los pobres, las enfermedades propias de la infancia, hacen mucho mayor número de víctimas.

En resum en, que la cronología de este trab a jo , 1838-1890 (10), lo enmarca en una etapa, en la cual la desigualdad —como fenó­ meno social— no había adquirido, aún, los tintes desarrollistas de los años sesenta del presente siglo. Como ya señalaba David RUIZ (1968, 39) para todo el siglo XIX, puede afirmarse que «no existió en Asturias el trabajador «proletariado »(20). G im eno y Az- cárate lo ilustaba, a finales del siglo (1883-1897), con las siguien­ tes palabras:

Los mineros son en su mayor parte hijos de familias labra­ doras a quienes la comuña y la casería dan elementos de vi­ da que sumar al jornal ( 21).

Más tarde, ya en el siglo XX, el obrero-mixtodejó paso al asa­ lariado a tiempo total ( 22).

II. LA MORBI-MORTALIDAD EN EL AREA CENTRAL Y ZONAS PERIFERICAS

Para hacer posible las comparaciones entre las distintas parro­ quias hemos decidido adoptar las clasificaciones y agrupamientos por edades a las que se ciñe s a n z o FERNANDEZ (1982, 259-348). Los datos de las parroquias costeras, Puerto de Vega y Navia (ambas en el concejo de Navia), provienen de su estudio: «La población de Asturias en los siglos XVIII a XIX: Los registros parroquiales». Lo cierto es que, desde nuestro criterio, habría alternativas taxo­ nómicas con mayor validez, como las que ORTEGA VALCARCEL (1974, 292) empleaba en su tesis sobre las montañas de Burgos. Después de un análisis general resulta evidente la preponde­ rancia de las enfermedades infecto-contagiosas en toda la zona de estudio (parroquias: industrial —centro—, montaña, costeras). Por

(20) Entendido en el sentido y acepción que el término reflejó ya un siglo an­ tes, en la Inglaterra de la revolución industrial. Sobre la cronología del siglo XIX consúltese la periodificación realizada por O j e d a (1985): La época del carbón: 1833-1856/Los años del hierro: 1857-1884/E1 tiempo del acero: 1885-1907. (21) M . G im e n o y A z c a r a t e (1900): La criminalidad en Asturias (1883-1897), Oviedo, p. 24. Cit. por Ruiz (1968, 40). (22) Véase S a n M ig u e l /O j e d a (1981, 40). ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 4 47 ello tendría mayor interés una clasificación centrada en dichas en­ tidades gnosológicas. Aunque, al fin y al cabo, no perturba, ni ses­ ga los resultados emplear la clasificación de Sanzo, en la medida que nuestro objetivo es obtener una comparación. Además ofre­ ceremos el detalle de las enfermedades más significativas.

2.1. «Causa mortis» en adultos

La diferencia entre adultos y párvulos venía marcada, en los libros sacramentales de difuntos, por el hecho de que el niño hu­ biera accedido al «uso de razón» (23). Tal evento solía suceder a los ocho o nueve años de edad, cuando el infante celebraba con su primera comunión la adquisición repentina de tal uso, aunque no lo supiera. En la parroquia de Turiellos la diferencia entre di­ funtos adultos y párvulos se establece dentro de los libros donde se asientan los óbitos, pues existe un libro para cada categoría. En esta parroquia consideraban adulto a todo aquel que sobrepa­ saba los 11 años de edad. En la parroquia de Serrapio no existe tal diferencia. En Puerto de Vega, durante el siglo XIX, las causas más fre­ cuentes de los decesos quedan englobadas bajo la denominación de afecciones respiratorias, que Carmen Sanzo atribuye a las con­ diciones climáticas, características de la zona, además de deficien­ cias en la alimentación e higiene propias del período. En segundo lugar quedan situadas las enfermedades infeccio­ sas y el resto suponen porcentajes bastante más bajos, lo cual in­ dica, para esta parroquia costera, la menor importancia de enfer­ medades como las cardiovasculares, afecciones del sistema nervioso, digestivo, etc. (24). En Turiellos, para la segunda mitad del siglo XIX en la que te­ nem os datos (1879-1890), aparecen como causas predom inantes de los fallecimientos las enfermedades infecto-contagiosas, al igual que sucedía en el resto de la Península (25). Dentro de este aparta­ do hemos incluido las enfermedades que muestra el siguiente cua-

(23) Así lo considera también, entre otros, S a n z o (1980, 286). (24) Ibidem, p. 287. (25) Constituye un hecho probado que antes de la aparición de los antibióti­ cos y de las vacunas la gente se moría de infecciones de todo tipo. Más tarde las enfermedades que causan la muerte toman otro perfil. Véase, también, G u in a r d , P . J. (1964): «Notes sur l’inoculation de la variole en Espagne au XVIIIe s iè c le », Mélanges à la Mémoire de Jean Sarrailh, 1.1, C.R. d e l’I. d’E.H., París, págs. 413-424. Consúltese N a d a l (1984) y P e r ez M o r e d a (1980). 44 8 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ dro (III), además de la fiebre que viene reseñada, en innumerables ocasiones, como entidad propia causante de muerte, aunque como categoría es de lo más inespecífico. Por todo lo cual hemos decidi­ do incluirla en el grupo de las infecto-contagiosas, ya que este tipo de enfermedades son su causa más frecuente, por no decir la única:

CUADRO III

DETALLE DE LAS ENFERMEDADES INFECTO-CONTAGIOSAS EN ADULTOS (mayores de 11 años) DE TURIELLOS

N.° absoluto Porcentaje Fiebre ...... 243 71,68 Tisis ...... 56 16,51 Viruelas ...... 21 6,19 Fiebre tifoid ea...... 10 2,94 Sarampión ...... 4 1,17 Otras ...... 5 1,47 Total de casos en que figura la enfermedad (i-c): 339. 1879-90: Figura enferme­ dad en 680 casos.

Hay que resaltar la aparición de la tisis como causa, de las que tienen entidad propia (la fiebre era inespecífica), más frecuente den­ tro de las infecto-contagiosas. Corroborando el papel tan impor­ tante que desempeñó la «peste blanca» durante aquel período (26). Las muertes producidas por el sarampión son, únicamente, cuatro, que inciden sobre tres escolantes (2 varones y 1 hembra) cuyas eda­ des son 10, 11 y 13 años y, por último, un jornalero de 14 años. Co­ mo queda expuesto, el sarampión incidía en las edades que le eran propias. La viruela presenta mayor uniformidad en su incidencia por edades, afectando tanto a los adultos como a los niños. No obs­ tante, aquel virus mantenía predilección por los infantes (27). En dicha parroquia figuran como segunda «causa mortis» más importante las enfermedades incluidas en el apartado afecciones

(26) La denominación de «peste blanca» era la acepción vulgar de la tubercu­ losis. Don Valentín Fernández (1932, 102) nos lo confirma para el concejo de Ta­ pia. Respecto a la inespecífica fiebre, la más frecuente, entendemos que engloba­ ría algunos casos de tuberculosis (tisis), lo que validaría, aún más, la incidencia de esta última. (27) Don Valentín Fernández (1932, 104) aseguraba, para Tapia de Casariego, que «no hemos de hablar de la viruela, hece muchos años que ya ha perdido su carta de naturaleza. Quiere esto decir que la vacunación se practica con perfecta rppularidad». ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 4 4 9

respiratorias, dentro del cual hemos incluido las siguientes enti­ dades: afección pulmonar, pulmonía, pecho, costado y asma. E s­ ta última acapara el mayor número de casos, 170 de un total de 270, que suponen un 63% del conjunto de afecciones del aparato respiratorio. Al igual que la fiebre, el término «asma» confiere muy poca especificación a la supuesta entidad gnosológica, pues por asma se entiende, únicamente, la dificultad para respirar. Este síntoma podría traducir estados terminales provenientes de di­ ferentes enfermedades bronco-pulmonares, tales como silicosis, antracosis, tuberculosis pulmonar, neoplasias, o incluso de enfer­ medades cardiovasculares. Las restantes muertes debidas a cau­ sas respiratorias poseen una distribución causal uniforme, sin que merezca destacarse ninguna. En la parroquia de Serrapio la mayoría de los adultos que mu­ rieron en el período 1861-1877, al igual que los óbitos acaecidos en Turiellos, tuvieron como causa más frecuente las enfermeda­ des infecto-contagiosas. Cabe reseñar el papel desempeñado por la tisis y la aparición de dos casos de tercianas que pueden ser muy significativos. Sin olvidar que, dentro de este tipo de causas, la fiebre destaca como la más frecuente de todas (ver cuadro IV):

CUADRO IV

DETALLE DE LAS ENFERMEDADES INFECTO-CONTAGIOSAS EN ADULTOS (mayores de 11 años) DE SERRAPIO

N.° absoluto Porcentaje Fiebre ...... 31 63,26 Tisis ...... 7 14,28 Viruela ...... 5 10,20 Tercianas ...... 2 4,08 Erisipela ...... 1 2,04 Tosferina ...... 1 2,04 Fiebre reumática ...... 1 2,04 Afección purulenta...... 1 2,04 Total de casos en que figura la enfermedad (i-c): 49. 1879-90: Figura enferme­ dad en 125 casos. Total: 151.

La tisis tuvo en ambas parroquias (Turiellos, Serrapio) una in­ cidencia similar, situándose como primera enfermedad con enti­ dad propia dentro de las infecto-contagiosas. Parece obligado, al comentar la mortalidad en Serrapio, resal­ tar el peso específico, dentro del conjunto de enfermedades, que 4 5 0 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ tuvo el apartado de «otras», figurando como segunda causa más importante de los fallecimientos, un 32,8%. En dicho apartado he­ mos incluido la extensa relación de muertes que tuvieron como causa, asentada en los libros parroquiales, una «enfermedad na­ tural», o bien difuntos que lo fueron de «muerte natural». Esta descripción de la entidad gnosológica no permite, dada la vaguedad de la expresión, encuadrarla en ninguno de los otros apartados. La única información que nos aporta acerca de la «cau­ sa mortis» es la de que tal defunción no sucedió de forma violenta. Jean Noel Biraben, después de estudiar exhaustivamente la tu­ berculosis en Francia, concluía que «son enfermedades como la sí­ filis (36%), cáncer/tum ores (22-23%) y tuberculosis (15-20%) las que han engrosado, en las diferentes clasificaciones de causas de muer­ te y durante un largo período de tiempo, la rúbrica de “ muertes de causa desconocida” (B ernabeu, 1989, 31). En el caso de las parroquias asturianas que nos ocupan cabe pensar que sucedía algo parecido a lo descrito por Biraben. Nos referimos a las denominaciones aludidas («enfermedad natural»), las cuales podrían encubrir causas que se podrían distribuir en­ tre las restantes del cuadro (ver apéndice) y las citadas por Bira­ ben en su estudio, para principios del siglo XX. Sobre las enfermedades venéreas, dentro del ámbito asturia­ no, nos encontramos con un testimonio contradictorio, el que nos ofrecen en las correspondientes topografías médicas don Valen­ tín Fernández y el de don José María Jove y Canella. Se refería el primero de ambos doctores al concejo de Navia y el segundo al de Langreo. Don Valentín afirmaba la inexistencia de patología venérea, «salvo algún caso de americanismo», atribuible, todo ello, a la buena m oralidad reinante en el concejo. M ientras que don José María se condolía de la extensión de «estas especies patológicas, por desgracia nuestra, de manera prodigiosa en estos últimos tiem­ pos». Al tiempo que consideraba como causa de tal proliferación «la relajación de las costumbres, la aparición de prostíbulos y la fácil comunicación con la ciudad». Como habrá reparado ya el lector, el comentario de don José María parece mucho más realista, digamos verosímil, que el es­ bozado por don Valentín. La razón estriba en que el primero con­ sidera «dado el carácter de secretas que se les ha dado a estas en­ fermedades, aquí, como es corriente en todos los lugares, el tipo del afecto es el de enfermo vergonzante, lo que a su vez es causa de la ocultación...» (28). Posiblemente éste sea el motivo por el que

(28) Véase J o v e y C a n e l l a (1925, 174). ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 451

no hemos encontrado ni un solo caso de enfermedad venérea cau­ sante de muerte ni en Serrapio ni en Turiellos (29).

2.2. «Causa mortis» en niños

En Puerto de Vega las causas de la mortalidad infantil que ocu­ pan el prim er lugar son las enfermedades infecciosas. El resto de enfermedades suponen unos porcentajes más bajos de incidencia. Dentro de las infecciosas el primer lugar lo ocupan el sarampión y las viruelas y el segundo, las enfermedades del aparato digesti­ vo, principalmente, las lombrices y la enterocolitis (SANZO, 1987, 297). La principal causa de muerte en Turiellos, como sucedía en Ve­ ga, son, también, las enfermedades infecto-contagiosas; y dentro de ellas (ver cuadro V) el sarampión y las viruelas. Pero sin olvi­ dar que la inespecífica fiebre aparece como el renglón más reple­ to de óbitos, al igual que sucediera en la misma parroquia con las defunciones de adultos. Puesto que la mortalidad que produce la viruela es, aproximadamente, del 50%, debemos concluir, al ob- sevar el elevado número de muertes que produjo, que su inciden­ cia (núm. casos/habtes./año) era, realmente, elevada. Ello nos in­ duce a pensar que la práctica de la vacunación no había llegado a extenderse por aquellas aldeas. Aunque sabemos que en Espa­ ña el prim er reglamento sobre la práctica de la vacunación, obli­ gatoria para todos los párvulos dentro de los dos primeros meses de vida, apareció en 1814 (NADAL, 1966, 639), ta m b ién conocem os que en 1866, vigente aún dicho reglamento, quedaron por vacu­ nar el 58% de los nacidos aquel año (30). Don José María Jove, tratando de esta «repulsiva enfermedad» (viruela), la da por desaparecida en el concejo de Langreo, fijan­ do el último brote epidémico importante en 1915. Dejando en cla­ ro para las fechas en las que escribe su ensayo el evidente aumen­ to de la vacunación y revacunación (JOVE, 1925, 170).

(29) Puesto que S a n z o (1982) tampoco habla de ellas, es de suponer que no lo hace por idénticos m otivos. (30) Monlau(1871): Elementos de higiene pública, p. 621. Cit. por Nadal(1966, 640). 4 52 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ

CUADRO V

DETALLE DE LAS ENFERMEDADES INFECTO-CONTAGIOSAS EN NIÑOS DE TURIELLOS

N.° absoluto Porcentaje Fiebre ...... 213 44,37 Sarampión ...... 115 23,95 Viruela ...... 74 15,41 Tosferina ...... 69 14,37 Tercianas ...... 5 1,04 Tisis ...... 4 0,83 Otras (Carbunquillo, fiebre tifoidea...) ..... 10 2,08

Total de casos en que figura la enfermedad (i-c): 480. 1879-90: Figura enferme­ dad en 843 casos. Total: 872.

Como segunda causa de los decesos, én Turiellos, aparecen las afecciones del aparato digestivo, y dentro de ellas adquiere una es­ pecial relevancia la «alferecía», que supone el 90% (172 casos de 198). Este término es considerado, en la literatura médica actual, como sinónimo de epilepsia, pero dentro de la región asturiana que nos ocupa (área central) se empleaba para designar otra entidad gno- sológica diferente, también conocida por «diarrea verde» (31). La etiología se debía a transgresiones dietéticas que, actualmente, se considerarían como auténticas aberraciones. Como aquella prác­ tica, bastante común, de dar al recién nacido « cocimientos y pre­ parados especiales como caldo de pitu, agua empanada, anís y azú­ car, ..., introduciendo a los dos meses, en la alimentación ordinaria, el café, el chocolate y las sopas de manteca » (32). En el caso de Serrapio, como en los dos anteriores, siguen pri­ mando las enfermedades infecto-contagiosas como causa principal de la mortalidad infantil. Ahora bien, no se observa, a diferencia de lo ocurrido en las otras dos parroquias, ningún predominio del sarampión o de la viruela (ver cuadro VI). Sin embargo y tal como sucedía con las muertes de los adultos, existe un elevadísimo nú­ mero de defunciones cuya causa referida es la «muerte o enferme­ dad natural» que hemos incluido en el apartado de «otras» (ver cua­ dro del apéndice).

(31) Así lo hace constar J o v e Y C a n e l l a (1925, 176). El uso del térm ino «alfe­ recía» como sinónim o de «epilepsia» proviene de la utilización vulgar de dicho tér­ m ino [Diccionario de Ciencias Médicas, de Alibert, Chaumier y otros. 1821-1927]. V é a s e B e r n a b e u M e s t r e , Josep et al., Evolución de la mortalidad en Pego (1838-1936), p. 537. (32) J o v e y C a n e l l a : I b id e m . ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 453

CUADRO VI

DETALLE DE LAS ENFERMEDADES INFECTO-CONTAGIOSAS EN NIÑOS DE SERRAPIO

N.° absoluto Porcentaje Fiebre ...... 9 42,85 Tosferina...... 3 14,28 Viruela...... 3 14,28 Garrotillo...... 3 14,28 Tisis ...... 1 4,76 Lombrices ...... 9 9,52 Total de casos en que figura la enfermedad (i-c): 28. 1861-77: Figura enfermedad en 52 casos. Total: 78.

En conclusión, se puede afirmar la existencia de una gran si- milud en las tres parroquias respecto al conjunto principal de en­ fermedades que son las principales responsables de los decesos in­ fantiles. Nos referimos a las infecto-contagiosas, y dentro de ellas, al sarampión y la viruela, salvo en Serrapio donde no predomina ninguna de las dos, como ya se ha indicado.

III. LA MORTALIDAD POR EDADES

3.1. La mortalidad infantil por edades

Al tratarse de registros provenientes de libros sacramentales de las parroquias respectivas, deberemos tener en cuenta que exis­ te una infravaloración del número de finados, pues «no están to­ dos los que son». Entre los niños difuntos, aquellos que vivían es­ casas horas no siempre eran asentados en los libros parroquiales pues, como nos precisa s a n z o (1982, 289), una vez bautizados de socorro podían pasar sin pagar en concepto de bautismo y ente­ rramiento. Eso sin contar con los casos de abortos e infanticidios que, obviamente, no figuran en dichos libros sacramentales. De esta forma podrían explicarse los bajos porcentajes de mor­ talidad en el período de 0 a 1 años, que se puede apreciar en las tres parroquias (ver cuadro VII). Porque, con toda certeza, la mor­ talidad en ese intervalo de edad siempre fue más elevada que en el resto de los intervalos reseñados (1-4 años y de 5-9 años): 4 5 4 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ

CUADRO VII

EDAD 0-1 años 1-4 años 5-9 años Período N.° (en %) N.° (en %) N.° (en %) 1879-1890 288 34,00 453 54,00 93 11,00 Turiellos

1861-1877 38 46,91 30 37,04 13 16,05 Serrapio 1869-1878 43.00 45.00 12,00 1879-1888 52.00 28.00 20,00 Vega 1889-1898 60.00 32,00 8,00 1866-1875 43.00 38.00 19.00 1876-1885 31.00 55.00 14.00 Navia Fuente: A.H.D.O., 25-11-17. Arciprestazgo de Langreo, Turiellos. A.H.D.O., 2-15-7. Arciprestazgo de Aller, Serrapio, y S a n z o (1982, 289).

3.2. La mortalidad de adultos por edades y profesiones

Para todas las parroquias (Navia, Vega, Turiellos y Serrapio) se daba una mortalidad elevada, en las edades por debajo de los 19 años. El grupo que presenta mayor resistencia ante la muerte en las parroquias costeras (Navia y Puerto de Vega) es el de 35 a 39 años y para Turiellos y Serrapio el grupo de los 30 a 34 años. En Navia el 55% de la población adulta supera los 60 años, mientras que en Vega el porcentaje es del 49. En los 60 años de edad son el 50% y el 48,76%, respectivamente. Todas estas cifras poseen, resulta obvio señalarlo, una gran similitud. Como se puede apreciar en el gráfico (I), para el grupo de eda­ des comprendidas entre 60 y 64 años existe una diferencia rele­ vante entre el porcentaje de muertos en Serrapio y el resto de las parroquias. No es posiblé justificar dicho fenómeno, a través de los datos disponibles, pues después de observar la relación de cau­ sas de muerte para dicho grupo de edad, no hemos encontrado di­ ferencia alguna en la distribución de frecuencias, la cual es simi­ lar a la observada para el total de adultos. — Entre las distintas profesiones hemos buscado la incidencia de las causas más frecuentes, infecto-contagiosas y respiratorias. Así como las causas traumáticas, debido a la hipotética importancia que p o d rían te n er en tre los mineros, como queda contrastado con ese 14,28% de casos (ver cuadro VIII) debidos a muerte violenta. Para estos trabajadores sigue apareciendo como causa más fre- ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 455

MORTALIDAD POR GRUPOS DE EDAD

EN A PARROQUIAS ASTURIANAS (SIGLO XIX)

GRUPOS DE EDAD

VEGA NAVIA TURIELLOS SERRAPIO cuente las enfermedades infecto-contagiosas, con un 47%, y las res­ piratorias, con un 36,5%. Pensando en el tipo de trabajo, cabría esperar una cifra mayor de enfermedades respiratorias, lo que, paradójicamente, sucedía en el caso de los labradores:

CUADRO VIII ENFERMEDADES («causa mortis»)

Infecto-conta- Profesiones giosas Respiratorias Traumáticas Total Casos (%) Casos (%) Casos (%) Casos Dom ésticos 29 63,04 8 17,39 1 2,17 46 Industriales 67 53,60 37 29,60 2 1,60 125 Jornaleros 48 50,52 28 29,47 5 5,26 95 Labradores 133 41,56 140 43,75 4 1,25 320 Mineros 30 47,61 23 36,50 9 14,28 63 Fuente: A.H.D.O., 25-11-17. Libro de difuntos de Turiellos. 4 5 6 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ

La comparación con Serrapio, parroquia para la cual podemos tomar el conjunto de adultos como labradores (33), muestra que los labradores de Turiellos (zona industrial) se mueren por afecciones respiratorias en mayor medida que los labradores de Serrapio. Po­ dría tratarse de las consecuencias derivadas de un ámbito indus­ trial y su influencia en las condiciones higiénicas que presentaba el hábitat de aquel concejo. Pero fenómenos como el de la lluvia ácida no parecen relevantes con las producciones obtenidas en la época y, por ahora, aunque tenemos las cifras de hierro colado y en barras obtenido en 1860 (en Vega de Turiellos sólo se producía hierro colado: 90.000 quintales castellanos) (34) no podemos aven­ turar ninguna hipótesis sólidamente fundamentada (35).

IV. CONCLUSIONES

Para acercarnos al problema de la estructura de la mortalidad por causas de defunción en la Asturias decimonónica hemos acep­ tado la estratificación convencional que la divide en tres zonas: costera, interior y de montaña. La idea de pertenecer a un lugar concreto se establece merced a la parroquia (Nomenclátor, 1986, XVIII), pues, entonces como hoy, ésta marcaba los vínculos de unión entre los habitantes de los distintos lugares y caserías. Por ello, hemos considerado tres parroquias representativas de las tres zonas, pues dichas demarcaciones eran entidades que aportaban datos sobre la mortalidad de adultos y niños (Navia no aporta in­ formación sobre la mortalidad infantil, aunque la consideremos también). La extrapolación de los resultados obtenidos para es­ tos tres tipos de asentamientos con el fin de aplicarlos al área geo­ gráfica correspondiente parece demasiado arriesgado. Pero con­ viene destacar lo representativo de la muestra, como se deduce de la diferente ubicación, dentro de cada zona, de los núcleos y concejos en los que se hallan enclavados, con claras diferencias entre sus altitudes respectivas —unos 200 m etros entre cada u na—, además de los condicionantes que suponen los diferentes acciden­ tes topográficos de cada entorno. Los aspectos climáticos son por tanto un factor más para explicar diferencias entre las tres parro­ quias, pues, como es sabido, la altitud determina el clima en gran m edida. (33) Exceptuando de «muerte natural», supondrían un 32,8%. (34) L l o r d e n M iñ a m b r e s (1988, 116). (35) Datos sobre las diferentes producciones industriales se pueden encontrar, entre otros, enO j e d a (1985, APENDICES) y también en O j e d a /V a z q u e z (1990, 49-78). ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 4 57

El escaso desarrollo del mercado regional durante aquellos años y el precario estado de formación de un mercado interior, a nivel nacional, hace pensar en una dieta muy ligada a la tradi­ ción de cada zona y dependiente, casi en su totalidad, de las pro­ ducciones autóctonas. Las diferencias higiénico-sanitarias más re­ levantes vendrían marcadas en la época, precisamente, por la dieta, pues como confirmaría más tarde PULIDO (1902), ex istía un atraso higiénico en las viviendas, «se carecía de Institutos de Hi­ giene y de hábitos de aseo». El carácter de provisionalidad que revisten las conclusiones que se obtienen sobre las diferencias que establece la causa mortis, en­ tre las tres zonas asturianas (costa occidental, centro industrial, montaña central) de las que sólo Turiellos tendría carácter de in­ salubre, proviene del tamaño de la muestra observada [Casos de m o rtalid ad infantil: 1.316, repartidos así: Vega, 421; Turiellos, 843; S errapio, 52. Casos de m ortalidad de adultos: 1.545, d istribuidos así: Vega, 745; Turiellos, 675; Serrapio, 125]. Contaríamos, por tan­ to, con un total de 2.861 decesos observados, entre adultos y niños. Por ello y por la falta de uniformidad cronológica en los períodos para los que consta, en las parroquias, la causa de los decesos, que­ daría sin fuerza documental una extrapolación de lo sucedido en estas demarcaciones, para aplicarlo al conjunto asturiano, a lo largo del siglo XIX. Pero la estructura de la mortalidad ordinaria según las causas de defunción queda configurada y enmarcada en la costa, el inte­ rior y la montaña asturiana a partir de una desigualdad social en­ tre aquellos habitantes. Dicha desigualdad atiende a diferencias más teóricas que prácticas. Las dos grandes categorías socio-pro­ fesionales, agricultura (pescador) y obrero-mixto, contienen, en sí mismas, el germen de unas diferencias que se agravarían con el paso de los años, pero que durante el siglo XIX no se desarro­ llaron como en otros países, donde no fracasaban los intentos de industrialización. En Asturias las diferencias que podía estable­ cer el salario industrial es preciso comprenderlas, como indicaba g a r c ía a r e n a l , bajo la inseguridad de poder cobrarlo. Todo lo cual viene a señalar, contando con rentas muy simila­ res, que las principales diferencias en el bienestar de aquellas gen­ tes eran marcadas por factores dentro de su hábitat, como el clima y la dieta, ante unas condiciones higiénico-sanitarias más insalubres para la parroquia del interior que para las de la costa y montaña. Las diferencias de renta per capita, aun conociéndolas con gran precisión, perderían interés debido a la estabilidad de los patro­ 4 5 8 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ nes de consumo a lo largo del ochocientos, comprobada por s im p - SON (1989, 381), que vendría reforzada por el escaso desarrollo del mercado interior (s a n c h e z -a l b o r n o z , p r a d o s ). En consecuencia, la disparidad casi inexistente, por lo que a ren­ tas/bienestar se refiere, para la costa, el interior y la montaña, sí se manifestaría en la estructura de la mortalidad por causas de de­ función. En los adultos estas diferencias se revelaban en la influen­ cia que adquirieron las afecciones respiratorias en la costa occiden­ tal, pues era mayor que la ejercida por las enfermedades infecto-con- tagiosas en el interior y la montaña. Podemos atribuirlas, esperando un estudio que agrupe las entidades gnosológicas dentro de mejo­ res clasificaciones, a una desigualdad proveniente de las condicio­ nes medio-ambientales, digamos del ecosistema. Tan sólo en el caso de los mineros las diferencias coinciden con lo esperado [pues el 14,28% de las causas de defunción se debían a las enfermedades traumáticas; mientras en el resto de las profe­ siones no superan el 5,3% por dicha causa] y no del todo, pues las muertes violentas ocupan el tercer lugar, después de las infecto- contagiosas y de las respiratorias. Asimismo, los labradores de la zona industrial morían a consecuencia de estas últimas enferme­ dades en mayor medida que lo hacían sus paisanos de la montaña. Por todo ello cabría pensar en contrastar la hipótesis, sobre una muestra más amplia, de la influencia insalubre que tuvieron las ferrerías de la zona, debido a los residuos contaminantes que oca­ sionaba su actividad productiva. Que, dada la importancia adqui­ rida en la costa por dichas enfermedades respiratorias habría que verificar, a su vez, con los efectos climáticos y dietéticos que se­ gún SANZO (1980) justificaban dicho fenóm eno en la m arina. Respecto a la mortalidad infantil no se comprueban grandes di­ ferencias entre la costa, el interior y la montaña. No parece que se hubiera extendido la práctica de la vacunación contra la viruela y se daban auténticas aberraciones dietéticas como la que provocaba en los infantes la diarrea verde. Primaba, salvo en la montaña, la categoría denominada infecto-contagiosa y más concretamente las defunciones provocadas por el sarampión y la viruela. Se aprecia, por diversas causas (económicas, aborto, infanticidio, etc.), un nú­ mero de ocultaciones elevado que de poder estimarse aumentaría en gran medida los porcentajes de mortalidad registrados hasta el año de edad. ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 4 5 9

BIBLIOGRAFIA

Anes, Gonzalo (1988): Economía y sociedad en la Asturias del Antiguo Régi­ men, Ariel, Barcelona. A n e s , Rafael (1985): «Límites de la primera industrialización en Asturias», en La modernización económica de España, 1830-1930, Alianza Edt., Madrid. — (1988): «La industrialización de Asturias en el siglo XIX: Una transformación económica parcial», en La industrialización del norte de España (Estado de la cues­ tión), Crítica, Barcelona, págs. 99-112. B a r r io A l o n s o , Angeles (1982): El anarquismo en Gijón (Industrialización y movimiento obrero, 1850-1910), Silverio Cañada Ed., Madrid. B e r n a b e u M e s t r e , Josep (1989): «La actualidad historiográfica de la historia social de la enfermedad», en Boletín de la Asociación de Demografía Histórica (año VII), núm. 3, págs. 23-36. — / L ó p e z P iñ e r o , José María (1987): «Transición epidemiológica y transición de­ mográfica. Reflexiones en tomo al estudio de las causas de mortalidad en España en el período 1800-1930», enI Coloquio Hispano/Luso/Italiano de Demografía His­ tórica, Barcelona, págs. 260-269. — (1987): «Condicionantes de la mortalidad entre 1800-1930: Higiene, salud y medio ambiente», en Boletín de la Asociación de Demografía Histórica (año V), núm. 2, págs. 70-79. — et al. (1990): «La transición sanitaria española en el período 1879-1919», en II Congreso de la Asociación de Demografía Histórica. Preactas, Alicante, págs. 812-846. — et al. (s. f.): Evolución de la mortalidad en Pego (1838-1936). Análisis semántico- documental, Divisió d’História de la Medicina, Departament de Salut Comunita­ ria, Universidad d’Alacant. C r ia d o H e r n á n d e z , Concepción M./P e r ez G o n z á l e z , Ramón (1975): Notas so­ bre la dinámica y estructura de la población de Asturias (1857-1970), Univ. de Ovie- do/Depto. de Geografía, Oviedo. D e l o r C a s t r o , Ramón (1958): Patología regional de Asturias, IDEA, Oviedo. x F e r n a n d e z , Valentín (1932): Topografía médica del concejo de Tapia de Casa­ riego, Imp. y Ene. de Julio Cosano, Madrid. F o n t a n a , Josep (1983): «Transformaciones agrarias y crecimiento económico en la España contemporánea», en Cambio económico y actitudes políticas en la España del siglo XIX, Ariel, Barcelona, págs. 148-213. G a r c ía A r e n a l , Fernando (1980): Datos para el estudio de la cuestión social, Silverio Cañada Ed., Gijón. H e v ia B a l l in a , Agustín (1982): Catálogo del Archivo Histórico Diocesano de Oviedo. Arciprestazgo de Aller, Comisión Diocesana de Patrimonio Documental y Bibliográfico, Oviedo. 4 6 0 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ

JovEyC a n e l l a , José María (1925): Topografía médica del concejo de Langreo, Imp. de la Ciudad Lineal, Madrid. K u n iz t , Stephen J. (1986): «Mortality since Malthus», enThe State of Popula- tion Theory. Forwad from Malthus, Basil Blackwell, Oxford, págs. 279-302. L ó p e z S u e v o s , Ramón (1975): Cara unha visión crítica da Economía Galega, Ed. do Rueiro, A Cruña. L l o r d e n M iñ a m b r e s , M o is é s (1988): «Un ejemplo del proceso de industrializa­ ción de Asturias: El fracaso de la fábrica de hierros de Gil y Compañía, en Vega (Langreo)», en La industrialización del norte de España (Estado de la cuestión), Crítica, Barcelona, págs. 113-127. M a d o z , Pascual (1985): Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de Espa­ ña y sus posesiones de Ultramar, Edc. facsímil (1845-50, Madrid), Ambito, Va- lladolid. M a r t ín e z F e r n a n d e z , Jesús (1974): «Algunas prevenciones contra el cólera en Asturias en el siglo XIX», BIDEA (año XXVIII) núm. 82, págs. 291-300. M a r t ín e z V tgil, Ramón (1887): Sínodo Diocesano de Oviedo ..., Librería Reli­ giosa del Palacio Episcopal, Oviedo. — (1892): Cuadro sinóptico de las parroquias del Obispado de Oviedo. Según la circunscripción hecha por el Excmo y Rmo. Sr. Dr. D. F. R. Martínez Vigil, obis­ po de esta diócesis, con la aprobación de S. M., Estable. Tip. de Vicente Brid, Oviedo. M iñ a n o , Sebastián de (1828): Diccionario Geográfico-Estadístico de España y Portugal, dedicado al Rey Nuestro Señor, por el doctor don Sebastián de Miña- no...... Imp. de Pierart-Peralta, Madrid. M o r a l e s M a t o s , Guillermo (1986): El grupo humano en el espacio geográfico asturiano, Servicio de Publicaciones de la Univ. de Oviedo, Oviedo. M u r g a y S e r r e t , Jorge de (1944):Topografía médica de Mieres, Imp. de J. Co- sano, Madrid. N a d a l , Jordi (1966): «Historia de la población española», en Historia de la po­ blación mundial, Ariel, Barcelona, págs. 559-740. — (1980): El fracaso de la revolución industrial en España, 1814-1913, Ariel, Bar­ celona. — (1984): La población española (siglos XVI a XX), Ariel, Barcelona. O j e d a G u t ie r r e z , Germán (1985): Asturias en la industrialización española, 1833-1907, Siglo XXI/Univ. de Oviedo, Madrid. — (1985): «La primera industrialización en Asturias. Intereses locales y proyecto regional», BIDEA núm. 115, págs 701-774. — / Vázquez, Juan Antonio (1990): «Asturias: Una industrialización interveni­ da», en Pautas regionales de la industrialización española (siglos XIX y XX), Ariel, Barcelona, págs. 49-78. O r t e g a V a l c a r c e l , José (1974): «La subordinación espacial a la ría», en La transformación de un espacio rural: Las montañas de Burgos. Estudio de geogra­ fía regional, Secretariado de Publicaciones/Univ. de Valladolid/Dpto. de Geogra­ fía, Valladolid, págs. 269-298. P r o v in c ia d e O v ie d o (1857): Nomenclátor estadístico ..., Imp. y Lit. de don Be­ nito González, Oviedo. P e r e z M o r e d a , V ic e n t e (1980): Las crisis de mortalidad en la España interior (siglos XVI-XIX), S ig lo XXI Edts., Madrid. — (1985): «La modernización demográfica, 1800-1930. Sus limitaciones y cronolo­ gía», en La modernización económica de España, 1830-1930, Alianza Edt., Madrid. ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 461

Ruiz G o n z á l e z , David (1968): El movimiento obrero en Asturias: De la indus­ trialización a la segunda República, Amigos de Asturias, S.A., Ed., Oviedo. S á n c h e z A l b o r n o z , Nicolás (1975): Los precios agrícolas durante la segunda mitad del siglo XIX, vol. I, Servicio de Estudios del Banco de España. — (1975): «La modernización demográfica. La transformación del ciclo vital anual, 1863-1960», en Jalones en la modernización de España, Ariel, Barcelona, págs. 147-180. — (1977): España hace un siglo: Una economía dual, Alianza Edt., Madrid. S a n M ig u e l C e l a , José Luis (1981): «La agricultura», enHistoria de Asturias, vol. 9, Ayalga, Gijón, págs. 52-109. — / O j e d a G u t ie r r e z , Germán (1981): «La población», en Historia de Asturias, vol. 9, Ayalga, Gijón, págs. 24-49. S a n z o F e r n a n d e z , Carmen María (1982): «La población de Asturias en los si­ glos XVII a XIX: Los registros parroquiales», enLa economía española al final del antiguo régimen. I. Agricultura, Alianza Edt./Banco de España, Madrid, págs. 259-348. S im p s o n , James (1989): «La producción agraria y el consumo español en el si­ glo XX»,Revista de Historia Económica (año VII), núm. 2, págs. 355-388. T e z a n o s , José Félix (1984): «Cambio socialy modernización en la España ac­ tual», R.E.I.S., núm. 28, págs. 19-61. T o r t e l l a C a s a r e s , Gabriel (1990): «Educación, capital humano y desarrollo económico»,Revista de Economía, núm. 4, págs. 55-58. 4 6 2 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ

APENDICE

NUMERO DE DEFUNCIONES IU TS AUTS NÑS E TURIELLOS EN NIÑOS) Y (ADULTOS DIFUNTOS AGE, 1879-1890 LANGREO, ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 4 6 3

NUMERO DE DEFUNCIONES IUTS AUTSNÑS D SERRAPIO DE (ADULTOS+NIÑOS) DIFUNTOS E 81 1877 A 1861 DE ESTACIONALIDAD DE LAS DEFUNCIONES ESTACIONALIDAD DE LAS DEFUNCIONES DE PARVULOS EN TURIELLOS (UNGREO) DE ADULTOS EN TURIELLOS (LANGREO) LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ 4 6 4 ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 4 6 5 DE DE ADULTOS EN SERRAPIO (ALLER). ESTACIONALIDAD ESTACIONALIDAD DE LAS DEFUNCIONES DE DE PARVULOS EN SERRAPIO (ALLER). ESTACIONALIDAD ESTACIONALIDAD DE LAS DEFUNCIONES 4 6 6 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ

ESTACIONALIDAD DE LAS DEFUNCIONES DE SERRAPIO (CONCEJO DE ALLER) ADULTOS TOTALES E F H Ab My J Jl Ag S 0 N D ADT PARV TOTAL

1 8 6 1 2 1 1 1 2 2 9 3 1 2 1 8 6 2 1 1 1 1 4 6 1 0 1 8 6 3 2 2 1 2 1 1 9 8 1 7 1 8 6 4 1 1 1 3 1 7 3 1 0 1 8 6 5 1 1 4 5 1 8 6 6 1 2 2 1 2 1 9 5 1 4 1 8 6 7 1 2 2 1 1 1 8 5 1 3 1 8 6 8 1 1 1 2 5 7 1 2 1 8 6 9 1 2 2 1 1 1 1 1 1 0 3 1 3 1 8 7 0 6 1 3 1 1 2 1 4 6 2 0 1 8 7 1 1 1 1 2 1 1 7 3 1 0 1 8 7 2 1 1 4 1 1 3 11 1 1 2 1 8 7 3 2 3 3 1 1 2 1 1 3 9 2 2 1 8 7 4 1 1 1 1 1 5 8 1 3 1 8 7 5 1 1 1 4 1 1 1 1 11 1 1 2 1 8 7 6 1 2 1 1 5 2 7 1 8 7 7 1 1 2 1 1 1 1 2 1 0 7 1 7

1 6 1 2 1 7 11 1 6 1 0 7 1 0 4 1 5 1 0 1 0 1 3 8

ESTACIONALIDAD DE LAS DEFUNCIONES DE SERRAPIO (CONCEJO DE ALLER) PARVULOS EFMAMYJJLASOND TOTALES

1 8 6 1 1 1 1 3 1 8 6 2 2 1 1 2 6 1 8 6 3 1 2 1 2 1 1 8 1 8 6 4 1 1 1 3 1 8 6 5 1 1 1 1 4 1 8 6 6 1 1 1 1 1 5 1 8 6 7 3 1 1 5 1 8 6 8 1 2 1 1 1 1 7 1 8 6 9 1 1 1 3 1 8 7 0 1 1 2 1 1 6 1 8 7 1 2 1 3 1 8 7 2 1 1 1 8 7 3 1 2 1 1 1 3 9 1 8 7 4 2 1 2 2 1 8 1 8 7 5 1 1 1 8 7 6 1 1 2 1 8 7 7 1 1 1 1 1 1 1 7

8 7 1 0 4 8 5 3 6 8 1 2 6 4 8 1 ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 467

ESTACIONALIDAD DE LOS DIFUNTOS ADULTOS DE LA PARROQUIA DE TURIELLOS

AROS E F M Ab M J Jlo Ag S 0 N D TOTAL

1879 6 4 4 11 7 8 4 6 2 8 5 11 76 1880 4 3 5 5 5 12 1 2 1 2 4 5 49 1881 9 2 5 6 4 3 4 3 8 4 48 1882 8 6 5 3 13 4 6 2 5 6 58 1883 3 4 6 4 4 7 5 1 4 5 4 10 57 1884 6 6 7 4 3 4 4 1 5 4 5 49 1885 5 4 5 7 11 5 2 5 4 6 5 5 64 1886 2 3 4 8 5 7 1 1 4 6 8 3 52 1887 9 5 9 4 3 4 2 4 2 5 4 6 57 1888 9 12 5 4 3 5 5 5 3 3 5 59 1889 7 5 2 6 2 8 3 5 3 5 4 6 56 1890 9 13 6 6 5 2 9 5 2 3 7 5 72

TOTAL 77 67 58 67 67 70 35 44 27 53 61 71 697

ESTACIONALIDAD DE LOS DIFUNTOS PARVULOS DE LA PARROQUIA DE TURIELLOS

AÑOS E F M Ab M JJloAgS O N D TOTAL

1879 3 7 9 6 2 5 4 3 6 5 2 3 55 1880 4 3 4 8 1 2 4 3 7 20 13 8 77 1881 10 8 6 8 7 3 3 4 14 5 3 1 72 1882 6 6 6 6 2 3 4 9 10 3 5 4 64 1883 5 5 3 6 4 4 3 3 17 22 40 29 141 1884 8 9 3 3 2 2 3 3 9 4 2 6 54 1885 4 4 5 5 1 6 7 4 6 5 4 3 54 1886 5 1 6 5 8 8 10 8 5 5 2 6 69 1887 3 1 3 3 1 5 2 11 3 6 4 42 1888 7 12 3 4 9 9 17 13 11 7 4 8 104 1889 7 7 6 9 4 5 2 8 16 7 4 10 85 1890 6 9 6 6 3 2 4 4 4 5 1 5 55

TOTAL 65 74 58 69 46 50 66 64 16 91 86 87 872 4 6 8 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ

EVOLUCION DE LA POBLACION POR MUNICIPIOS.

AÑOS

MUNICIPIOS 1857 1860 1877 1887 1897 1900

NAVI A 10376 10442 6335 6330 5700 5804 LANGREO 7823 899912832 14014 15709 18714 ALLER 10426, 10214 9646 11973 11809 13159 ASTURIAS 515976 540586 576352 595420 612663 627069

FUENTE: (CRIADO/PEREZ;66) 1975,

NUMERO DE NACIMIENTOS Y TASA NETA DE REPROOUCCION EN ASTURIAS, 1858-1900.

NUMERO DETNR NUMERO DE TNR AÑO NACIMIENTOS AÑO NACIMIENTOS

1858 14980 1881 16694 1859 15335 1882 16972 1860 , 16466 1883 16854 1,12510C 1861 18164 1884 16943 1,104858 1862 17744 1885 1863 16337 1886 16835 0,926833 1864 17906 1887 17954 1,011834 1865 16701 1888 18223 1,115443 1866 15917 1889 18985 1,060259 1867 16539 1890 17794 1,065445 1868 18176 1891 19174 1,204623 1869 18358 1892 18540 1,120986 1870 17960 1893 18933 1,041648 1871 1894 19300 1,051312 1872 1895 19174 1,067594 1873 1896 20540 1874 1897 20270 1875 1898 21158 1876 1899 20465 1877 1900 20819 1878 15729 1879 16183 FUENTE: (CRIADO/PEREZ;1975, 67) TNR « 8 /B _ 1880 15512 x x-25 ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 469

MORTALIDAD DE ADULTOS EN LA PARROQUIA DE SAN VICENTE DE SERRAPIO.

NUMEROS ENFERMEDADES ABSOLUTOS X

INFECTO*CONTAGIOSAS 49 39,2 CARDIOVASCULARES 6 4,8 TRAUMATICAS 2 1.6 APARATO DIGESTIVO 7 5,6 AFECCIONES NERVIOSAS 3 2,4 AFECCIONES RESPIRATORIAS 15 12 AFECCIONES GENITO-URINARIAS 2 1,6 OTRAS 41 32,8

TOTAL CASOS 125 100

FUENTE: A.H.D.O., 2.15-7. ARCIPRESTAZGO DE ALLER, SERRAPIO.

MORTALIDAD INFANTIL EN LA PARROQUIA DE SAN VICENTE DE SERRAPIO.

NUMEROS ENFERMEDADES ABSOLUTOS X

INFECTO*CONTAGIOSAS 22 42,31 CARDIOVASCULARES TRAUMATICAS APARATO DIGESTIVO 3 5,77 AFECCIONES NERVIOSAS 1 1,92 AFECCIONES RESPIRATORIAS 3 5,77 ENFERMEDADES CARENCIALES OTRAS 23 44,23

TOTAL CASOS 52 100

FUENTE: A.H.D.O., 2.15-7. ARCIPRESTAZGO DE ALLER, SERRAPIO. 4 7 0 LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ

MORTALIDAD INFANTIL EN LA PARROQUIA DE SANTA EULALIA DE TURIELLOS.

NUMEROS ENFERMEDADES ABSOLUTOS X

INFECTO* CONTAGIOSAS 490 58,13 CARDIOVASCULARES TRAUMATICAS 2 0,24 APARATO DIGESTIVO 198 23,49 AFECCIONES NERVIOSAS 26 3,08 AFECCIONES RESPIRATORIAS 111 13,17 ENFERMEDADES CARENCIALES 4 0,47 OTRAS 12 1,42

TOTAL CASOS 843 99,99823

FUENTE: A.H.D.O., 25.11*17 . ARCIPRESTAZGO DE LANGREO, TURIELLOS

MORTALIDAD DE ADULTOS EN LA PARROQUIA DE SANTA EULALIA DE TURIELLOS.

NUMEROS ENFERMEDADES ABSOLUTOS X

INFECTO-CONTAGIOSAS 339 50,22 CARDIOVASCULARES 17 2,52 TRAUMATICAS 22 3,26 APARATO DIGESTIVO 6 0,89 AFECCIONES NERVIOSAS 8 1,19 AFECCIONES RESPIRATORIAS 270 40,00 AFECCIONES GENITO-URINARIAS 5 0,74 OTRAS 8 1,19

TOTAL CASOS 675 100

FUENTE: A.H.D.O., 25.11-17. ARCIPRESTAZGO DE LANGREO, TURIELLOS ENFERMEDAD Y MUERTE EN ASTURIAS DURANTE EL SIGLO XIX 471 22 7,50 27 5,60 3f60 4<20

4 f80 19 3,90 4,80 22 8 4,50 2,20 7 1,40 479 13 15 17 17 353

15. 19 18 5,00 33 6,80 28 7,90 39 8,10

40-44 75.79 55.59 45.49 30-34 8 6,61 8 6,61 50-54 25 7,00 29 6,00 6 8 11 54,55 11 9,09 72,73 9,09 65-69 70-74 37 43 10,40 12,10 35 55 7,30 11,40 48 48 73 121 Número Número Número Número Número VARONES VARONES HEMBRAS VEQA NAVIA 10-14 10-14 15-19 5 2 50,00 28,57 5 5 10 50,00 7 8,26 71,43 5,79 10-14 14 3 #90 22 4,00 70-74 70-74 75-79 3 3 27,27 75,00 1 4 25,00 3,31 50-54 50-54 1 12,50 7 87,50 80-84 80-84 85-89 4 1 44,44 50,00 5 1 9 55,56 2 7,44 50,00 1,65 80-84 85-89 29 17 8,20 4,80 51 19 10,60 3,90 55-59 55-59 2 40,00 3 5 60,00 4,13 20-24 \ \ 20-24 25-29 2 2 22,22 40,00 7 9 3 77,78 7,44 5 60,00 4,13 20-24 25-29 16 13 4,00 3,60 30 19 6,20 3,90 60-64 60-64 65-69 9 5 40,91 45,45 13 59,09 22 18,18 60-64 34 9,60 33 6,80 90- 90- 0,00 90- *5-49 *5-49 3 100,00 3 0,00 2,48 30-34 30-34 1 50,00 1 2 50,00 1,65 35-39 35-39 40-44 1 4 20,00 50,00 4 4 5 80,00 ’ 4,13 50,00 35-39 9 2,50 17 3,50 EDAD EDAD Absoluto Porcentaje Absoluto Porcentaje TOTAL Porcentaje Absoluto Porcentaje Absoluto EDAD Porcentaje MORTALIDAD MORTALIDAD DE ADULTOS POR GRUPOS DE EDAD EN SERRAPIO EDAD EN VEGA y NAVIA. MORTALIDAD DE ADULTOS POR GRUPOS DE A.H.D.O., A.H.D.O., 2.15.7. ARCIPRESTAZGO DE ALLER, SERRAPIO. SANZO FERNANDEZ (1982, 289). FUENTE: m jo -j -j s Oí Ul o o N U1 o o U1 N o o Ul Oí o o o o o o o o o o o o o Ot Ot 'O in o en v/i *- v/i en rv> OJ o o i / k ONNN(>WW(h(hUlW

00 ->l 0 0

«r* w o> o> w «r* o o o o o o o o o 00 0 0 ov/tov/iouiov^ov/iowio NSO>O‘Ulul^r-MWNM->-> LUIS JULIO TASCON FERNANDEZ M N o o. -i^o^)C9W- ^ W O Q -» -* o O« —* ->j fv» $ nOUIOUlOUlOVflOUlOUlOUlOUlO 0 0 uav'—^o o o o o o i/icruoaivj'o—•^ o o o rooooooooooooooooo u V ) ooí>u<9'(>i'oooui'Ooo»^

FUENTE: A.H.D.O., 25.11*17. ARCIPRESTAZGO DE LANGREO, TURIELLOS. FUENTE: A.H.D.O., 25.11-17. ARCIPRESTAZGO DE LANGREO, TURIELLOS. A.H.D.O., 2.15.7. ARCIPRESTAZGO DE ALIER, SERRAPIO. Y SANZO (1982, 291). 4 72 LAS MANIFESTACIONES ARTISTICO-CULTURALES DE LA COMUNIDAD BENEDICTINA DE LA VEGA

A n d r e s M a r t in e z V e g a

SIGLAS:

A. S. P.: Archivo del Monasterio de San Pelayo de Oviedo. A. H. N.: Archivo Histórico Nacional. A. H. P. O.: Archivo Histórico Provincial de Oviedo. F. S. M. V.: Fondo de Santa María de la Vega. F. S. P.: Fondo de San Pelayo. B. I. D. E. A.: Boletín del Instituto de Estudios Asturianos.

* * *

Sabido es la función que los monasterios benedictinos ejercen en Asturias como promotores de la evolución artística regional; sin embargo, y aunque ésta ya es una faceta vislumbrada desde el establecimiento de las primeras comunidades de monjes de San Benito, no siempre fue apreciada en su justa medida por la des­ aparición de las primitivas fábricas conventuales. Significativos son, no obstante, los testimonios que nos reve­ lan la actividad artística de los monasterios benedictinos en pe­ ríodos tan extensos como el medieval ( 1), aunque nos resulta mu-

(1) Vid. a este respecto, F . J. F e r n a n d e z C o n d e , Orígenes del monasterio de San Pelayo, «Semana de historia del monacato cántabro-astur-leonés» (Oviedo, 1982), págs. 99-121. G. R a m a l l o A s e n s i o , La imaginería medieval en la zona sur- occidental asturiana, «Asturiensia Medievalia», 4 (1980), págs. 237-274. De la primitiva fábrica conventual de la Vega se conserva actualmente la por­ tada románica de la antigua iglesia monacal que «en 1926 fue colocada con mucho esmero por el Cuerpo de Artillería en una capilla» dentro del recinto de la actual Fábrica de Armas (Cfr. Aurelio d e L l a n o , Bellezas de Asturias. De Oriente a Oc­ cidente, Oviedo, 1928, p. 362). Menéndez Pidal trazó el diseño de esta capilla, al modo románico, conocida ac­ tualmente como capilla de Santa Bárbara, y para la cual pintó un lienzo de gran­ des dimensiones, expuesto aún en su interior, a modo de retablo, y que'se conoce como el «EGO SUM» (Vid. lám. I). 47 4 ANDRES MARTINEZ VEGA cho más fácil comprobar la actividad que desarrollan desde finales del siglo XVI y en las dos centurias siguientes (2). El hecho de que desde comienzos del XVI estos cenobios fueran paulatinamente ingresando en la Congregación de Valladolid supone una reorga­ nización interna tanto de sus respectivas comunidades como de los dominios territoriales que disponían. Al dictado de aquella Ins­ titución vallisoletana logran, ciertamente, abrirse a una menta­ lidad moderna y conseguir una alta rentabilidad de su patrimo­ nio que pronto se verá plasmada en la reedificación o renovación tanto de sus iglesias como de sus monasterios. Muchas de las mues­ tras de nuestro actual patrimonio artístico regional proceden de esta brillante etapa, si bien es necesario advertir que no han lle­ gado algunas de ellas hasta nosotros, y ello por motivos, desde luego, ajenos a la propia Orden benedictina. Un ejemplo bien sig­ n ificativo lo constituye la actividad desplegada por la com unidad de la Vega, residente en el monasterio del mismo nombre, situa­ do extramuros de la misma ciudad de Oviedo. Aunque con un ligero retraso temporal respecto a otros monas­ terios benedictinos asturianos (3), comienzan a hacer obras real­ m ente im portantes en la vieja fábrica m onástica en la segunda m i­ tad del siglo XVII; concretamente es durante el abadiato de doña Isabel de Balcárcel (1665-1669) cuando se hace «la portería, vica­ ría y rejas altas y bajas» (4). La traza de la vicaría, a construir so­ bre el viejo edificio en que vivía el padre vicario, fue encargada al arquitecto Gabriel del Monte (5) y a su remate se presentaron

En el Museo Arqueológico Provincial se conservan, asimismo, la lauda sepul­ cral y sepulcro románico de la fundadora del monasterio, doña Gontrodo, fallecida en el año 1186. Igualmente se localiza en este centro el sepulcro y lauda sepulcral de doña Sancha Alvarez, abadesa de la Vega (1313-1320). Sobre esta abadesa así co­ mo de la citada lápida, vid. A. Martínez Vega, Abadologio del monasterio de Santa María de la Vega de Oviedo (1196-1862), «B.I.D.E.A» núm. 122 (1987), p. 568, notas 18 y 20. (2) G. R a m a l l o A s e n s i o , L os monasterios benedictinos como promotores de la evolución artística en Asturias, «Semana de historia del monacato...», p. 422. (3) «Los benedictinos de Oviedo», en la última década del siglo XVI, «acome­ ten importantes obras de remodelación en sus monasterios de la ciudad y de fue­ ra de ella, como fueron: la conclusión de la iglesia de San Vicente (consagrada en 1592), el inicio de la de San Juan de Corias (en 1593) y la construcción total de la de San Pelayo (iniciada en 1592 y ya terminada en 1604)». G. R a m a l l o A s e n s i o , Los monasterios benedictinos..., p. 424. (4) A. S. P.: F. S. M. V.: Caja 38, Libro de Gradas, fol. 3v. (5) Así se reconoce expresamente en una cláusula inserta entre las condicio­ nes en las que se saca a subasta la citada obra: «El maestro en quien se rematare esta obra aya de pagar a Gabriel del Monte zien ducados por la traza...». A. H. N.: Secc. clero, leg. 5.076. MANIFESTACIONES CULTURALES COMUNIDAD BENEDICTINA DE LA VEGA 4 75

las ofertas de los arquitectos Gabriel del Monte, Francisco de Cu­ bas Zevallos, Pedro García de Sierra y Gregorio de la Roza. Defi­ nitivamente se le concede la obra a Gabriel del Monte, con quien se otorga escritura el 6 de agosto de 1666 en la que se especifica «que para el día de San Juan que viene de mili y seyscientos y se­ senta y siete darán perfetta y acabada la dicha obra...», que las monjas han de «pagar por tergia parte». La primera, mil cuatro­ cientos y sesenta reales, al firmarse esta escritura; «y la segunda tergia parte en teniendo asentado el balcón y la ymposta alrrede- dor de dicha obra; y la otra tergia parte después que aya acabado la obra y dádola por buena a satisfagión de maestros peritos en el arte» (6 ). Según los planos de Gabriel del Monte, el edificio de la «vica­ ría» se configura en tres plantas (vid. planos núms. 1, 2, 3) y la fa­ chada principal (plano núm. 4) responde a este espacio interior, quedando configurada por dos ventanas en la primera planta, tres en la segunda y un balcón flanqueado por dos ventanas en la ter­ cera. Tanto las ventanas como las puertas son «de canto vien la­ brado, escodado y trinchado y bien ajustado», al igual que el bal­ cón abierto en el piso superior. El acceso a la puerta principal, situada en el alzado lateral, se hace a través de la portería del mo­ nasterio, cuerpo contiguo construido también en la segunda mi­ tad del siglo XVII (1665-1669). Algo sobresaliente de la fachada de la vicaría y en línea recta con el resto del edificio monástico se levantaba la citada portería, constituida por tres grandes ar­ cadas, formadas por arcos de medio punto que descansan en dos pilastras toscanas colocadas en el centro, y a través de las cuales se accede a un atrio rectangular en cuyo lienzo frontal se abre la puerta principal del monasterio, flanqueada por dos pequeñas ventanas y otra pequeña puerta, al lado izquierdo; en el piso su­ perior se abren tres ventanas; y en el lienzo izquierdo la puerta de acceso a la vicaría. Remata esta fachada, y en un plano supe­ rior a estas arcadas, un nicho central coronado por un escudo y, a ambos lados, sendas ventanas, verticales a las calles marcadas por los arcos del piso inferior (vid. lám. II). Pero la obra más significativa del siglo XVII se lleva a cabo a instancias del General de la Congregación, fray Iñigo Royo, y con­ siste en fabricar una iglesia nueva «con perfegión, por no lo estar conforme al tiempo la antigua» (7). El convento, al frente del cual

(6) Idem. ■ i (7) «Scriptura otorgada con algunos maestros de arquitectura sobre la fábri­ ca de la yglesia». A. H. N.: Secc. clero, leg. 5.076. 4 7 6 ANDRES MARTINEZ VEGA

PLANO N.° 1 Planta de la vicaría de la Vega (A. H. N: Secc. clero, leg. 5.076)

PLANO N.° 2 Planta de la vicaría de la Vega (A. H. N.: Secc. clero, leg. 5.076) MANIFESTACIONES CULTURALES COMUNIDAD BENEDICTINA DE LA VEGA 477

PLANO N.° 3 Planta de la vicaría de la Vega (A. H. N.: Secc. clero, leg. 5.076)

PLANO N.° 4 Fachada principal de la vicaría de la Vega (A. H. N.: Secc. clero, leg. 5.076) 4 7 8 ANDRES MARTINEZ VEGA se encuentra la abadesa doña Isabel de A rango (1693-1697), de in­ mediato decide poner en ejecución la iniciativa del Padre General de hacer la gran iglesia monacal, de acuerdo con las necesidades del momento, para lo cual era necesario demoler la vieja iglesia románica. El 15 de septiembre de 1694, el mismo año en el que se realiza la v isita del padre Iñigo Royo, G regorio de la Roza y Pedro de la Cereceda ya presentan a las religiosas la traza y condiciones en las que se han de ejecutar las obras, suscribiendo la escritura de ajuste con el convento el día 27 del mismo mes y año ( 8). Según estas condiciones, Gregorio de la Roza se compromete a abrir los cimientos y a levantar el basamento «una bara más alto questa oy día el pisso de la yglesia»; la parte exterior «con sus esquinales y estribos de piedra labrada bien guarnecidos y se a de coronar con su ylada de sillarejo que sirba de frisso, y sobre ella se a de asen­ tar una comisa bien moldeada y dispuesta... La puerta principal... guarneciéndola con sus basas, capiteles, arquitrabes y frisso con su frontis, todo bien labrado y con buen arte; y a de formar sobre todo este cuerpo un segundo con el adorno que mejor paresgciere para formar en él un nicho en que se a de colocar a Nuestra Seño­ ra. Y se an de dejar ejecutadas en esta yglesia cuatro ventanas la­ bradas... y al lado del mediodía... y asimismo una bentana para transparente y una puerta con su balcón. Lo ynterior desta yglesia se a de adornar y asegurar con sus pilastras y boquillas... tirando sus arcos torales a medio punto to­ do de piedra labrada y guarneciendo estas pilastras con sus ba­ sas y capiteles, y sobre todo se a de asentar una guarnición de ar­ quitrabe, frisso y cornisa que a de rodear toda la yglesia por lo ynterior... y se a de dejar formada la reja del coro bajo... con su arco de medio punto o rebajado, como sea mas agradable... El maestro a de cerrar las capillas y su media naranja de toba o la­ drillo, a su elegión, y las a de guarnecer con su buena arquitegtu- ra para dos altares con el alto que les corresponde... La sacristía con el alto necesario... Se a de dejar la yglesia guarnecida de alta­ res, sus piañas y gradas en la capilla mayor... Asimismo que se a de abrir una puerta o arco en la pared del capítulo, a eleción de la señora abadesa y padre vicario, y que se a de haser esta obra de modo que la reja del coro esté en línia regta con la pared del capítulo que a de servir de sacristía ynterior, y que las capillas se an de cerrar por arista, y la media naranja bayda y las bóve- • das con yeso...». (8) «Escritura de ajuste entre el Real convento de la Vega de Oviedo y Grego­ rio de la Roza, maestro arquitecto, sobre la fábrica de la yglesia deste convento». A. H. P. O: Protocolos (Oviedo), leg. 593, ff. 60-66. MANIFESTACIONES CULTURALES COMUNIDAD BENEDICTINA DE LA VEGA 4 79

El tiempo necesario para llevar a cabo esta obra se determinó «dentro de el término de dos años cumplidos, que comenzarán a correr y contarse el día primero del mes de mayo que primero vie­ ne de mil seiscientos y noventa y ginco y se acavarán el día últi­ mo del mes de abril del venidero de mili seiscientos y noventa y siete». A pesar de que esta traza es de Gregorio de la Roza no será él quien ejecute la obra. Sabemos que en este preciso año de 1694 el citado arquitecto estaba comprometido junto con el también ar­ quitecto benedictino fray Gaspar Ladrón de Guevara a realizar una importante obra de ampliación del monasterio de San Pela- yo (9); y antes de que se cumpliese el plazo para comenzar las obras de la iglesia de la Vega, concretamente el 27 de febrero de 1695, «Pedro Fernández Lorenzana y Juan González de la Iglesia vinie­ ron a este dicho convento y ante la dicha señora abadesa... yzie- ron baja a la dicha fábrica... conforme al ajuste echo con los di­ chos Gregorio de la Roza y Pedro de la Zereceda, cuya baja se les admitió y de ella se les mandó dar traslado a los dichos Gregorio de la Roza y Pedro de la Zereceda. Por tanto... son conformes... en que los dichos Pedro Fernández Lorenzana y Juan González de la Iglesia ayan de hazer y fabricar dicha nueba yglesia...» y con ellos se suscribe nueva escritu ra el 12 de m ayo de 1695 (10), en la cual se ratifica «que en el cuerpo de la yglesia se aya de hazer un cañón de bóbeda bien guarnecida con sus fajas y recinchos y jun­ tas en las ventanas que an de dar luz a dicha iglesia, que será a la parte del mediodía; y a la parte del norte, si no se pudiesen dar luzes se arán las lunetas con ventanas finjidas...; y en los colate­ rales se han de hazer bóbedas con sus lunetas, y la capilla mayor de media naranja con la vuelta de medio punto... y en las pechi­ nas se hayan de poner quatro remates... y el zerramiento de di­ chas bóbedas y media naranja aya de ser de toba. Y este género de bóbedas se suspende su ajuste por ahora y quedan fuera de es­ ta escriptura». Por fin, se les encargan también a Pedro Fernández Lorenza­ na y a Juan González de la Iglesia las citadas bóvedas por diez mil reales más del importe total de la iglesia y se acuerda que de­ ben dar por terminada toda la obra el último día de abril de 1697. Creemos, ciertamente, que la planta de esta iglesia responde a la prim itiva traza diseñada por Gregorio de la Roza. El templo,

(9) Cfr. G. Ramallo A sensio y otros , Enciclopedia Temática de Asturias, vol.V (Arte II), p. 31. (10) A. H. N.: Secc. clero, leg. 5.076. 4 8 0 ANDRES MARTINEZ VEGA tal como se conservó hasta el año 1917 (11), y según el plano de Oviedo levantado por don Joaquín M.a Fernández en el año 1853 cuando aún residía en el recinto conventual la comunidad bene­ dictina, está estructurado en forma de cruz latina y englobado en el gran conjunto m onástico p or su lado norte, en el tram o que ocu­ pa la nave y parte del brazo del crucero, así como por los pies de la citada nave. El resto de la planta, un pequeño tramo del brazo del crucero, la cabecera y parte meridional, aparece totalmente exenta de construcciones monásticas (vid. plano núm. 5). La nave (plano núm. 6 ) aparece dividida en tres tramos, dos de los cuales presentan idénticas medidas; y se da la circunstancia que la dis­ tancia entre los arcos torales que dividen estos dos tramos es si­ milar al saliente de los brazos del crucero, cerrado por un muro que, asimismo, tiene la misma longitud que el ancho del presbi­ terio, de planta casi cuadrada, y cuya profundidad alcanza las di­ mensiones de los dos tramos anteriores de la nave. El primer tramo de la nave, a los pies de la iglesia, es mayor que los otros; tal vez porque a través de él se accedía a la iglesia desde el exterior, quizás porque en su muro de cierre se abría «la reja del coro bajo»; o porque era necesario este espacio para ha­ cer sobrevolar sobre él el coro alto. Sea como fuere parece clara la intención del tracista de conju­ gar medidas en un espacio amplio y libre de otras construcciones. Todo parece indicar que desea fundir en un mismo esquema la planta central con la longitud y dar un carácter longitudinal al tramo central aprovechando la profundidad del presbiterio res­ pecto a los brazos del crucero y equiparándolo a los dos tramos anteriores de la nave. Para lograr esta solución sería para lo que se coloca una media naranja en el centro del crucero, al tiempo que se eleva el presbiterio sobre gradas, medidas previstas en las condiciones réseñadas anteriormente en las escrituras de fábrica de esta iglesia. Para la construcción, además de aprovechar la piedra del vie­ jo templo románico ( 12), se empleó mampostería de las canteras

(11) «La iglesia de este convento —el cual vino a parar en fábrica de fu sile s- fue derribada por mí en 1917. Era grande. Los arcos torales y bóvedas al caer so­ bre el pavimento metían un ruido semejante al trueno. ¡Qué pena el ver caer tan hermosa obra! Del lado del Evangelio, a la altura del arranque del arco triunfal, encontramos la momia de un gato que había sido emparedado vivo; se mandó al Museo de Historia Natural de la Universidad de Oviedo». A . d e L l a n o R o z a d e A m p u d ia , Bellezas de Asturias..., págs. 361-362. (12) «Este dicho conbento... les a de dar (a Pedro Fernández Lorenzana y Juan González de la Yglesia) la mitad de la piedra labrada y mampostería de dicha iglesia MANIFESTACIONES CULTURALES COMUNIDAD BENEDICTINA DE LA VEGA 481 PLANO Na PLANO 5

ESCALA ESCALA 1 /7 3 0 EMPLAZAMIENTO EMPLAZAMIENTO GENERAL (S««ún DEL plano por tovcntado MONASTERIO JOAQUIN D. M* DE FERNANDEZ SANTA MARIA Alto DE LA 1853) VEGA 482 ANDRES MARTINEZ VEGA Sg n ln lvnao o D JAUN * ENNE Ao 1853 ) Ano FERNANDEZ M* D. JOAQUIN por levantado plano (Según SA A 1/200 ESCALA L N A E A GEI CNETA D L VEOA LA DE CONVENTUAL IGLESIA LA DE PLANTA

L N ni 6 PLANO nfi MANIFESTACIONES CULTURALES COMUNIDAD BENEDICTINA DE LA VEGA 483 de la Granda, Lavapiés y Piedramuelle, revocada en blanco, así como «sillería rasa por dentro y fuera de la iglesia en estribos, es­ quinas y más partes donde se ajustase como assimismo los enlo­ sados... y sillería moldeada en basas, capiteles, cornisas exterio­ res y anteriores, portada, y en todas las más partes donde foere nezessario...». No podemos precisar si la puerta principal de la iglesia con­ ventual se materializó según lo acordado en la escritura con Gre­ gorio de la Roza. Lo único que podemos confirmar es la existen­ cia en la fachada del mediodía, y al lado de la torre románica, de otra puerta (lám. II), tal vez hiciera de principal, ejecutada según cláusula inserta en las condiciones. Está resuelta en arco de me­ dio punto, en medio de una estructura de pilastras toscanas, que sujetan un entablamento con friso de triglifos y metopas, supo­ nemos, sobre el que se asienta un balcón. Para la cubrición se empleó «un cañón de bóbeda bien guarne­ cida» en la nave del templo; en el centro del crucero se levantaba la gran bóveda de toba sobre pechinas; y en sus brazos, «bóvedas con sus lunetas». En estos espacios es probable que se erigieran los retablos de San Blas y San Benito de los que tenemos noticias docum entales (13). De «los demás» no podem os ubicarlos en un es­ pacio preciso. Tal vez entre los arcos fajones de la nave, a modo de capillas hornacinas. El problema de la luz interior quedaría resuelto por las venta­ nas colocadas «a la parte del mediodía, y a la parte del norte... finjidas, y en caso de poderse hazer con luzes se ayan de hazer ven­ tanas correspondientes a las referidas del mediodía»; debajo de las cuales se asienta «una guarnición de arquitrabe, frisso y cor­ nisa que a de rodear toda la yglesia por lo ynterior». En el año 1697, según el plazo previsto, se dan por finalizadas las obras del templo conventual, cuya «última cornisa se acavó de poner el día 14 de agosto» (14), siendo abadesa recién elegida por el Capítulo General doña Catalina de Villazón (1697-1701). A ella le toca tasar la fábrica de la iglesia, dado que el precio esta­ blecido se determinaba según varas de mampostería y sillería, ra- antigua, la otra mitad se la a de bender por la cantidad en que fueren ajustadas las partes». Vid supra, nota núm. 10 (13) En las cuentas pertenecientes al cuatrienio 1801-1805, entre otros gastos, se incluye el dorado de «gran parte de los retablos de Nuestro Padre San Benito y San Blas, y se han limpiado los demás y toda la iglesia por unos italianos»; ade­ más de la compra de un báculo nuevo de planta para San Benito y San Blas. A. S. P.: F. S. M. V.: Caja 32, Libro de Depósito. (14) A. S. P.: F. S. M. V.: Caja 38, Libro de Gradas, f. 5r. 4 8 4 ANDRES MARTINEZ VEGA sa o labrada, unas u otras se habían estipulado de forma diferen­ te; pero no llega a un acuerdo satisfactorio con Pedro Fernández Lorenzana, por lo que se entabla un pleito entre el maestro y la comunidad (15); nombrando ésta como tasador, y en contra de Fer­ nández Lorenzana, al arquitecto Francisco Menéndez Camina, al que no cabe atribuir ninguna otra actuación, por lo menos docu­ mentada, en la fábrica de la Vega. Pero no sólo durante el abadiato de doña Catalina de Villazón se terminó la iglesia; el Libro de Gradas del monasterio señala también la terminación del coro, sacristía y torre en el tiempo que duró su cargo (16). No nos consta ninguna referencia documental a estas obras, ni el lugar en el que estuvieron ubicadas tales de­ pendencias. Tan sólo —y a la vista de la lám. II— podemos plan­ tear la posibilidad de que ocuparan el tramo de fachada localiza­ do entre la portería y la puerta de entrada a la iglesia. Se trata de un amplio tramo levantado con escuadrada sillería y horizon­ talmente recorrido por una imposta moldeada que divide el edi­ ficio en dos plantas, en cada una de las cuales se abren tres venta­ nas que más bien parecen responder a los cánones arquitectónicos de tiempos posteriores. La segunda planta se cierra con una im­ posta de buena piedra moldeada, asimismo, sobre la que se asienta una línea de almenas que recorre todo el frente desde la torre ro­ mánica hasta el otro extremo, rematado igualmente por una to­ rre, a la que se refería, tal vez, el Libro de Gradas. Desde luego el coro, situado a los pies de la iglesia, es casi segu­ ro que se ubicara en este tramo y, teniendo en cuenta que el capí­ tulo era un espacio contiguo, bien podría plantearse la hipótesis de que ocupara esta fachada, y máxime cuando en las condiciones de Gregorio de la Roza para la fábrica de la iglesia se advierte que «se a de abrir una puerta o arco en la pared del capítulo... de modo

(15) La comunidad aduce que para el acarreo de materiales compró y entregó ocho bueyes y diferentes carros que le había costado más de tres mil reales, y el dicho Pedro Fernández Lorenzana y Juan González de la Iglesia «han vendido y van vendiendo sin permiso y en grave perjuicio de esta comunidad»; y de cuatro bueyes que quedaron, «es llegado a nuestra notizia los están vendiendo el dicho Pedro Fernández a zierto mercader de la villa de Xixón en prezio de zien ducados». Por su parte, Fernández Lorenzana alega que «ellas no se ajustaron a la escritu­ ra y querían ampliaciones, e incluso, le habían dado un prado para piedra en la Gran- da y Lavapiés y el P. Vicario les obligó a pasar a Piedramuelle, en donde gastaron más de quinientos reales, y después a la cantera de Pico Sierra». A. H. N.: «Concier­ to que tuvo este monasterio con Pedro Fernández Lorenzana, maestro arquitecto, sobre la tasación de la fábrica de la iglesia y otros gastos que este monasterio tenía hechos en esta fábrica». Secc. clero, leg. 5.076. (16) A. S. P.: F. S. M. V.: Caja 38, f. 5r. LAMINA I «EGO SUM». Oleo sobre lienzo pintado por Menéndez Pidal

LAMINA II Fachada principal del monasterio de Santa María de la Vega.—Luis Muñiz Miranda (1850-1927).—(Colección, Museo de Bellas Artes de Asturias) LAMINA IV LAMINA III Busto en bronce de la reina Isabel II, que actualmente se en­ Retablo de la iglesia conventual de Santa María de cuentra en la Fábrica de Armas, en cuyo pedestal se conserva la Vega la fecha de comienzo de los trabajos de armería LAMINA V Claustro bajo del monasterio de Santa María de la Vega

LAMINA VI Detalle del claustro bajo de la Vega LAMINA VII Estado actual del claustro de la Vega MANIFESTACIONES CULTURALES COMUNIDAD BENEDICTINA DE LA VEGA 485 que la reja del coro esté en línia regta con la pared del capítulo que a de servir de sacristía ynterior». En los primeros años del siglo XVIII, siendo por segunda vez abadesa doña Isabel de Arango (1701-1705), se coloca en la iglesia un gran retab lo trazad o p o r fray P edro M artínez de C ardeña (17), sustituyendo al realizado en 1650 por Pedro Sánchez de Agrela (18). La traza y características escultóricas de este gran retablo, pieza realmente destacable en el panorama artístico asturiano de la épo­ ca (vid. lám. III), han sido estudiadas detalladamente por Rama- lio Asensio (19) tratando de justificar la autoría del maestro be­ nedictino de Cardeña, y poniendo de manifiesto lo mutilado que se encuentra actualmente en la iglesia parroquial de Solís (Cor- vera). Por nuestra parte podemos advertir que estas mutilaciones no h an sido solam ente ocasionadas al tra ta r de a ju starlo a un n ue­ vo presbiterio, sino que a este retablo le falta todo el prim er cuer­ po vendido por las religiosas, al trasladarse definitivamente a San Pelayo, al cura párroco de Villaperi (Oviedo) y al que le ceden pos­ teriormente las imágenes de Santa Gertrudis y Santa Escolástica para ponerlas «en los dos nichos de ese cuerpo donde siempre es­ tuvieron» (20). Posiblemente se tratara de las dos únicas imáge­ nes que portara el citado retablo, resuelto mayoritariamente me­ diante relieves, situados en la calle central —«La Asunción» y la «Coronación», en el ático— y a ambos lados del cuerpo superior, «La huida a Egipto» y «La Sagrada Familia camino del Templo». El progresivo enriquecimiento de la iglesia nos manifiesta la exquisita sensibilidad y gustos del grupo monástico por todo cuan­ to estuviera relacionado con la liturgia y ceremonial religioso. Ciertamente las religiosas dedicaban gran parte de su tiempo a la celebración del oficio, tanto es así que ya en la segunda mitad del siglo XVII se concede un hábito de lega para «acomplir en las oficinas a donde no pueden asistir las señoras religiosas por su continuo coro» (21). Era, por tanto, requisito imprescindible para ser religiosa de velo negro tener un conocimiento y dominio per­ fecto de cómo hacer los rezos y los cánticos, siendo tal período de instrucción llevado a cabo durante el tiempo de noviciado ( 22), a

(17) Cfr. A. M artínez V e g a , Abadologio del monasterio de la Vega, p. 577. (18) Cfr. G. R am allo A s e n s io , Escultura barroca en Asturias, Oviedo, 1985, p. 260. (19) O. c., págs. 98-99 y 372-376. (20) A. S. P.: F. S. P.: Caja 89. En esta iglesia parroquial el cuerpo de este re­ tablo y su imaginaría fue destruido durante la pasada guerra civil. (21) A. S. P.: F. S. M. V.: Caja 38, Libro del Consejo (acta del 20-VII-1678). (22) Al examinar en el Libro de Gradas las fechas de tomas de hábito de reli- 4 8 6 ANDRES MARTINEZ VEGA cabo del cual el Consejo, a propuesta de la abadesa, solicitaba un informe a la maestra de novicias para saber si estaban prepara­ das «en el regó y canto de cerem onias» (23). Se in ten tab a, en efec­ to, de acuerdo con la tradición litúrgica de la Orden dar una gran solemnidad al culto divino en su iglesia conventual, para lo cual no podría faltar el acompañamiento musical. Existía, realmente, en la Vega durante el siglo XVIII capilla compuesta por monjas de oficio, que tocaban el órgano, arpa, bajón y «m anucordio» (24); y además de las dos maestras cantoras primeras, otras que ocu­ paban los cargos de cantora mayor, cantora segunda y suplidora de can to ra (25). El acceso a estos cargos se conseguía previo proceso selectivo. Las cantoras obtienen su oficio tras el beneplácito del Consejo, a quien se le proponen las monjas aspirantes y para quien prim a­ rá como cualidades «la vella voz y destreza en el canto» (26). El cargo de organista no estaba exento de las dificultades que los re­ quisitos del convento exigían. La vacante de tal oficio no siem­ pre era cubierta con la inmediatez de otros oficios; a la muerte de la organista doña Vicenta Calviño, acaecida el 28 de marzo de 1784 (27), el Consejo delibera acerca de las pretendientas y tras consi­ derar que deben leer sus informes a toda la comunidad determi­ nan que la elegida debe ser «examinada de los músicos de esta ca­ tedral» (28), siendo la elección d efin itiv a en el m es de agosto (29). giosas y de profesiones hemos podido comprobar que el período de noviciado des­ de la toma de hábitos a la profesión era de un año durante el siglo XVIII y de dos años en la centuria anterior. (23) A. S. P.: F. S. M. V.: Caja 38, Libro del Consejo (actas del 20-V-1679 y 13-X-1680). (24) La referencia documental a estos instrumentos es escasa aunque suficiente para comprobar su existencia. Sabemos de algunas tomas de hábito para organis­ ta (F. S. M. V.: Caja 38, 6-X-1784. Libro del Consejo, acta del 25-11-1749); aunque de semejante instrumento tan sólo nos consta la reparación de que fueron objeto sus fuelles durante el cuatrienio de 1791-1801 (A. S. P.: F. S. M. V.: Caja 32, Libro de Depósito). El 7 de mayo de 1774 «tomó el hábito de velo negro para música de vajón doña Manuela Benita Bermúdez*; y profesa el 26 de septiembre de 1693 doña Ana Ma­ ría López para el «oficio de vajona» (A. S. P.: F. S. M. V.: Caja 38, Libro de Gradas ). El arpa y el «manucordio» aparecen, asimismo, en el expolio de las religiosas doña Josefa Moreno, organista, y de Francisca de la Granda, «música» (A. S. P.: F. S. M. V.: Caja 30, Libro de Expolios, 17-XI-1748 y 8-1-1770, respectivamente). (25) A. S. P.: F. S. M. V.: Caja 38, Libro del Consejo (acta del 12-VIII-1771). (26) A. S. P.: F. S. M. V.: Caja 38, Libro de Gradas (Difuntos, 25-VI-1773). (27) Idem. (28) A. S. P.: F. S. M. V.: Caja 38, Libro del Consejo (acta del 4-VI-1784) (29) Idem (acta del 2-VIII-1784). MANIFESTACIONES CULTURALES COMUNIDAD BENEDICTINA DE LA VEGA 487

Mas las actividades artístico-culturales de esta comunidad be­ nedictina ovetense no quedaron reducidas a las reformas arqui­ tectónicas que llevan a cabo durante el siglo XVII. La intención de adaptar sus estancias a los grandilocuenttes y ampulosos gus­ tos barrocos se extendió a la centuria siguiente, viéndose respal­ dada por la solidez económica que en aquella época disfrutaban. Aunque en la historia de la arquitectura religiosa asturiana no se han incluido aún, por desconocimiento, las obras llevadas a ca­ bo en este monasterio de la Vega durante el siglo XVIII (30), nos parece oportuno citar una noticia suministrada por el Libro de Gradas del monasterio que aclara rotundamente las remodelacio­ nes experimentadas a mediados de la centuria en la fábrica con­ ventual: «Se a empezado a demoler el conbento en 15 de febrero de 1751, se concluió todo el convento a fundamentis... el año de 757... y se hizo todo de planta como se ve que es de los mejores conventos, la planta, que tiene la religión de monjas» (31). Excepto las dependencias situadas en la fachada del monaste­ rio, construidas en diferentes etapas del siglo XVII, todo fue de­ molido, configurando, ciertamente, la planta que señala el plano de Oviedo de 1853 (plano núm. 5). Coincide cronológicamente es­ ta remodelación con la llevada a cabo en otro monasterio oveten­ se, el de Santa Clara, del que actualmente podemos contemplar su fachada principal y claustro. Del de la Vega se cree equivoca­ damente que nada se conserva tras la transformación del conven­ to en fábrica de armas (32) y la inauguración de los trabajos de armería en 1857 (vid. lám. IV); sin embargo aún pervive en el re­ cinto de dicha fábrica la obra más sobresaliente de las llevadas a cabo a mediados del siglo XVIII: el claustro bajo del monaste­ rio (vid. láms. V, VI, VII). Tiene la forma de un perfecto cuadrado de 23 por 23 m. y en cada uno de sus lienzos se abren seis arcos entre recias pilastras toscanas. Está exento de cualquier elemen­ to de ornato y tan sólo son destacables las molduras rectas y pla­ nas que conforman su traza reticular. Casi con seguridad pode-

(30) Se consideran obras de arquitectura religiosa de esta centuria en Astu­ rias la fachada de San Pelayo (1704), el claustro de Comellana y la fachada y claus­ tro de Santa Clara de Oviedo; así como las realizadas en la catedral, la colegiata de Pravia y en algunas iglesias parroquiales diseminadas por la región. G. R a - m a l l o A s e n s i o , Enciclopedia Temática de Asturias, vol. V, págs. 33 y 37-38. (31) A. S. P.: F. S. M. V.: Caja 38, f. 7v. (32) Aurelio de Llano tan sólo alude a la pervivencia de la portada románica de la iglesia y a «un arco flanqueado por dos columnas con capiteles sobre los que corre una moldura ajedrezada; uno de ellos está ornado con aves y el otro con ta­ llos y follajes». O. c., págs. 361-362. 4 8 8 ANDRES MARTINEZ VEGA mos afirm ar que sobre este piso bajo se levantaban otros dos; la propia fachada del monasterio, tras de la cual se localizaba, nos da pie para pensar en semejante altura; y las abundantes alusio­ nes documentales al «claustro bajo» nos confirman, por exclusión, la existencia de otras plantas superiores; y creemos además que estuviera ordenado en tres pisos porque presenta, en la parte co­ nocida, idéntica traza a la del cercano convento de Santa Clara, resuelta también en tres alturas. Es posible que en los pisos supe­ riores se abrieran ordenadamente balcones entre pilastras tosca- nas como en aquél. La semejanza, en fin, bien puede responder a la traza del mismo maestro. No descartamos, por tanto, que si Antonio Menéndez de Ambás y Pedro Moñiz Somonte están rela­ cionados con las obras de Santa Clara y éste último es claramen­ te responsable de dos lienzos de su claustro (1750-1753); el de la Vega, erigido bajo las mismas premisas, haya sido obra de los mis­ mos, por lo menos es coetáneo en su realización dado que se ter­ mina junto con el resto de las obras conventuales el 31 de marzo de 1757 (33), siendo abadesa doña M.a Teresa de B enavides (1753-1757). Actualmente este claustro se encuentra cubierto por una te­ chumbre metálica que le habilita como pabellón para la fabrica­ ción de armamento. Debido a esta función, su monumentalidad se encuentra muy deslucida y cualquier otro documento gráfico que el aportado en estas páginas parece im posible conseguirlo p or las medidas de seguridad que afectan al recinto y porque cualquier otra perspectiva resulta obstaculizada por elementos ajenos al pro­ pio monumento; no obstante, y aun en estas condiciones, la per- vivencia de este claustro nos amplía el panorama de la arquitec­ tura religiosa dieciochesca de nuestra región e indudablemente aporta una brillante página a nuestra historia del arte.

(33) A. S. P.: F. S. M. V.: Caja 38, Libro de Gradas, f. 7v. PEREZ DE AYALA, VALLE-INCLAN Y «LA EMOCION DEL EXTASIS»

V íc t o r O u im e t t e

Ramón Pérez de Ayala denominó a los miembros de la genera­ ción del 98 «la prole fecunda y diversa del patriarca Galdós» por su «sentido de reverencia ante la vida» y su «conciencia ética de España frente a la Humanidad» (1). No juzgaba su genio indivi­ dual según su manera de cultivar los géneros literarios, sino se­ gún su capacidad de despertar sensaciones en el lector y crear nue­ vas realidades. Ayala llamó a todos los miembros de la generación anterior a la suya «procreantes de nuevos modos de pensar y sen­ tir» (2); estimaba a todos ellos, pero los que ocupaban un sitio de honor en el panteón ayalino eran Unamuno y Valle-Inclán. Como declaró en 1915, «con ellos, la literatura castellana penetra en una fase histórica nueva. Yo denominaría esta nueva fase la de la uni­ versalidad...» (3). Opinaba que Unamuno y Valle hicieron época, y que no sólo la literatura sino también el modo de concebir el mundo y de expresarlo cambiaron definitivamente gracias a su vi-

(1) «Apostillas y divagaciones: letanía galdosiana», La Prensa, 25 de febrero de 1923; en Divagaciones literarias, 125-42; Obras completas, recogidas y ordena­ das por J. García Mercadal (Madrid: Aguilar), 4 tomos: vol. 4 (1963; reimpresión de 1969), 940. En adelante, si no se indica lo contrario, citaré por las Obras com­ pletas. Todas las referemncias a las mismas se indicarán por O.c., seguido por el número del tomo y el de la página. » (2) «Respuesta a ¿quién es el primer novelista español?»,Nuevo Mundo, 23 de marzo de 1928; en Artículos y ensayos en los semanarios «España», «Nuevo Mun­ do» y «La Esfera». Prólogo y recopilación por Florencio Friera Suárez (Oviedo: Universidad de Oviedo, 1986), 158. En adelante, Artículos y ensayos. (3) «Tabla rasa. Sobre los escritores universales», Nuevo Mundo, 3 de julio de 1915; en Tabla rasa, edición recogida y ordenada por José García Mercadal (Ma­ drid: Bullón, 1963), 190. 4 9 0 VICTOR OUIMETTE

sión peculiar y su capacidad expresiva: «Unamuno y Valle-Inclán han engendrado caracteres nuevos. No conozco ningún escritor que haya ganado nombradla, de 1898 para acá, en quien no sea fácil discernir ambas influencias de Unamuno y Valle-Inclán» (4). Durante varios años, Pérez de Ay ala se destacó como uno de los críticos teatrales más influyentes de Madrid, pero al recoger sus reseñas en Las máscaras se sintió obligado a ofrecer la siguien­ te aclaración: «Insisto: no se hablaba sino de autores que a la sa­ zón que yo escribía ponían obras en escena. Por eso no se mencio­ na a Unamuno y Valle-Inclán...» (5). Sin embargo, veía en ellos importantes creadores teatrales que sufrían de la indiferencia de un público mayormente plebeyo que todavía no había sido pre­ parado para reconocer su honda originalidad; en consecuencia, concebía su propia misión como crítico en términos de la necesi­ dad de crear un gusto más exigente, capaz de adm itir un concepto radical de la te atralid ad ( 6 ). Le parecía especialmente preocupante el desconocimiento de las obras de Valle, y al reflexionar sobre la obra de su amigo, se valió de un comentario hecho por Lessing para realzar la perfección de sus instintos literarios. Declaró: «Valle-Inclán clásico. Escribe Lessing: “Fue privilegio de los clá­ sicos no hacer en ninguna cosa nada de más ni de menos”. Este es el tino, con frecuencia, de Valle-Inclán» (7). Si recordamos la

(4) «Tabla rasa. Sobre los escritores universales», Tabla rasa, 189. (5) «“El mal que nos hacen”»,El Imparcial (Madrid), 24 de marzo de 1917; O.c., 3 (1963; impresión de 1966), 105, nota 1. Pocos años más tarde repitió la explica­ ción: «Fue una labor, al día, durante cosa de dos años. En quel período, no se me presentó la coyuntura (el tema de actualidad; obligatorio para mí, como dije) de glosar el carácter de dramatismo preponderante con que se desenvuelve la perso­ nalidad de Valle-Inclán. Esta es la razón por la que en las primeras ediciones de estos libros míos se advierte esa grave deficiencia. Valle-Inclán no figuraba en ellos. Tampoco en mis libros figura Unamuno», «Valle-Inclán, dramaturgo»,La Pluma (Madrid), año IV, t. 6 (1-23); O.c., 3, 161. (6) Ayala hizo la siguiente observación acerca de las obras presentadas en el teatro de la Princesa: «También las obras de don Ramón del Valle-Inclán, si cor­ tas en número, largas y colmadas de excelencia, pasaron por aquel escenario al modo de luminosas exhalaciones con que muchos cegaron y no acertaron a ver con claridad. A pesar de todo, son muchos los espectadores —y no ciertamente del matiz mostrenco e inconsciente— que desearan verlas repetidas de vez en vez. Pero, a nuestro entender, si las obras de los señores Pérez Galdós y Valle-Inclán no se re­ presentan, la culpa ha de achacarse principalmente al público y a quienes de tres lustros acá le han estragado el gusto...», «La compañía de la Princesa», España, 53 (27 de enero de 1916); O.c., 3, 621. (7) «Valle-Inclán, dramaturgo», O.c., 3, 161. La cita es inexacta, ya que Les­ sing no dice «los clásicos», sino «los antiguos»: «Es ist das Borrecht der Alten, kei- ner Sache weder zu viel noch zu wenig zu tun», «Vorrede»,Laokoon, en Lessings Werke. Herausgegeben von Fritz Budde und Walther Riezler (Berlín, Leipzig, Wien, Stuttgart: Deutsches Verlagshaus Bong & Co., 1925), 4, 291. PEREZ DE AY ALA, VALLE-INCLAN Y «LA EMOCION DEL EXTASIS» 491 seriedad con que Ayala empleaba la palabra «clásicos» ( 8), nos d a­ mos cuenta de la importancia de este juicio. Como crítico, nunca se dejaba deslumbrar por las modas, por la brillante superficie ni por los juegos caprichosos que solían llamar la atención del lec­ tor y críticos menos atentos, sino que buscaba lo permanente. La primera obra de Valle que leyó, cuando todavía era estudian­ te de la Universidad de Oviedo, fue Sonata de otoño, y el recuerdo siempre conservaba su intensidad: «Para mí fue una revelación, un como dolor en la retina, por deslumbramiento. ...lo que sí echaba de ver es que en español no se había escrito hasta entonces a la ma­ nera de Valle-Inclán» (9). En su primer comentario a una obra de Valle, expresó su fascinación por lo misterioso e invisible que Va­ lle sabía hacer emanar tan sutilmente de sus escritos, e intuía que allí se encontraba el secreto de este talento único (10). Su extraor­ dinaria perspicacia crítica le permitía reconocer la radical nove­ dad y el estilo plástico de todas las obras de Valle, así como lo que debían significar para las letras y el pensar españoles. Casi desde el comienzo de su carrera, Pérez de Ayala se daba plena cuenta de que el estilo de Valle no era decorativo sino demiùrgico, capaz de generar una realidad insospechada a la que transportaba al lector:

Era un estilo orientado con todo el rostro de hito en hito, en éxtasis, hacia la sensibilidad, como en la aurora del lengua­ je, en que cada palabra fue la condensación de una anterior nebulosa de innumerables emociones mudas, anhelantes de expresarse (11).

Como a continuación se verá, no es la única vez que Ayala invoca esta noción de éxtasis, y precisamente a causa de su innegable va­ lor literario, es el puente por el que pasa Valle-Inclán en La lám­ para maravillosa, para establecer el vínculo necesario entre sus ideas espirituales y su creatividad literaria. Para Valle, nunca de­ bía haber más que un paso entre lo espiritual y su expresión lite­ raria: «El éxtasis es el goce de ser cautivo en el círculo de una emo-

(8) Véase, por ejemplo, Mac Gregor O ’B r ie n , El ideal clásico de Ramón Pé­ rez de Ayala en sus ensayos en «La Prensa» de Buenos Aires. Tesis doctoral (Uni- versity of Missouri-Columbia, 1979), especialmente capítulo 2: «...clásico, para Aya- la, es aquella característica del arte verdadero por medio del cual este arte se hace universal y por medio del cual adquiere valor eterno y trascendente», p. 37. (9) «Apostillas y divagaciones: Valle-Inclán», La Prensa (Buenos Aires), 15 de abril de 1923: en Divagaciones literarias, edición recogida y ordenada por José García Mercadal (Madrid: Biblioteca Nueva, 1958), 185-205; O.c., 4, 980-81. (10) «“Cuento de abril”».Europa (Madrid), 27 de marzo de 1910; O.c., 3, 398. (11) «Apostillas y divagiones: Valle-Inclán», O.c., 4, 981. 49 2 VICTOR OUIMETTE ción tan pura, que aspira a ser eterna. ¡Ningún goce y ningún terror comparable a éste de sentir el alma desprendida!» ( 12). A pesar del racionalismo radical de Ayala, o quizás a causa de él, las teorías estéticas que estaba desarrollando reconocían la ne­ cesidad de comprender que tanto la vida como el arte trascienden la mera idea. Incluso antes de la publicación de La lámpara ma­ ravillosa, Ayala subrayó la importancia que tenía en la obra de Valle su base espiritual tan insólita, profunda y seria. Podía ver que, a diferencia de tantos escritos actuales que despreciaban los cimientos espirituales y se dedicaban a halagar un público ávido de brillantez y facilidad, Valle partía de una serie peculiar pero coherente de impulsos, instintos y sentimientos que se transfor­ man directamente en arte, sin jamás detenerse en ser ideas. Aya- la observó acertadamente que «el estilo de Valle-Inclán es en ab­ soluto incompatible con el discurso especulativo, fluido, genético, de ideas desencarnadas o conceptos puros, encadenados entre sí por fatalismo lógico. Es ésta la forma del lenguaje instintivo y sensual» (13). Efectivamente, en La lámpara maravillosa Valle-In- clán declaró: «Hagamos de toda nuestra vida a modo de una estro­ fa, donde el ritmo interior despierta las sensaciones indefinibles aniquilando el significado ideológico de las palabras» (14). Para Ayala, éste era un talento imprescindible, pero inexplicable, pa­ ra producir la auténtica obra de arte: «Estoy convencido de que la obra de arte es producto de un acto creador en que el juicio opera por intuición inmediata y no por inferencia reflexiva ni deduc­ ción lógica; operaciones estas últimas que son peculiares de la cien­ cia» (15). Por lo tanto, le parecía indispensable reconocer que la literatura de Valle era excepcional precisamente por su espiritua­ lidad que impedía que se convirtiera en púlpito; sacaba fuerzas de este extraordinario fondo espiritual: «La naturaleza de su obra, dentro del dinamismo frenético que en ocasiones parece tener, es un m isticism o de quietud, de éxtasis pasivo y goce mudo» (16). Des­ pués de la muerte de Valle repitió la interpretación al señalar la presencia de «un trémulo sentimiento religioso.., un misticismo

(12) La lámpara maravillosa, segunda edición (Madrid: Espasa-Calpe, 1960), 26. En sus artículos no hay evidencia concreta de que Ayala conociera La lámpara maravillosa, pero parece más que verosímil. Además, como pasó el verano de 1915 con Valle en Galicia, incluso podría haber leído el manuscrito. (13) «Apostillas y divagaciones: Valle-Inclán», O.c., 4, 981. (14) La lámpara maravillosa, 37. (15) «El arte del estilo, II. El estilo y la elegancia», La Prensa, 26 de octubre de 1924; Más divagaciones literarias. Edición recogida y ordenada por J. García Mercadal (Madrid: Biblioteca Nueva, 1960), 15; O.c., 4, 1.052. (16) «Tabla rasa. Sobre los escritores universales», Tabla rasa, 190. PEREZ DE AYALA, VALLE-INCLAN Y «LA EMOCION DEL EXTASIS» 493

quietista...», pero también añadió, con gran sagacidad, que se tra­ taba en realidad de un «sucedáneo de la religión» (17), artística­ mente fecundo, pero de dudosa validez racional. Era esta peculiar espiritualidad de Valle, esta búsqueda del éx­ tasis, según Ayala, el factor oculto que determinaba la sensación de misterio que caracterizaba sus obras literarias. Ayala creía que era un elemento que hacía que sus obras merecieran toda clase de respeto, y nunca cuestionó la sinceridad de este fondo espiritual en Valle. Al contrario: lo definió como un «escritor fragmentario», en cuyas obras «la estructura —condición primordial de toda obra singular de arte— no llegaba a existir, frustrada por la excesiva fruición del pormenor y la importancia desproporcionada de ca­ da fragmento», y sabía que esto también se derivaba de su espiri­ tualidad peculiar: «una vaga esperanza y orientación hacia la uni­ dad en un todo, que resultase por sí misma, a través de la unidad y la personalidad del autor» (18). La espiritualidad de Valle no era doctrinaria, sino que era pro­ ducto de una personalidad genial, otro fenómeno humano que Ayala quería comprender. Concluyó que la personalidad consis­ te en la combinación irrepetible de ingredientes esenciales que a veces no son más que distintas maneras de describir una misma realidad psicológica: el temperamento. Ayala adoptó la definición del arqueólogo y lingüista norteamericano Daniel Garrison Brin- ton (1837-1899): «“el modo personal de reaccionar ante diferentes clases de estímulos”. No podemos concebir un gran artista sin un gran tem peram ento, entendido a la m anera de B rinton...» (19). Se­ gún Ayala, y en su primer acercamiento público a una obra de Valle-Inclán, el temperamento consiste en la sensibilidad, la ima­ ginación y la originalidad, tres elementos difícilmente separables,

(17) «Los muertos del año»,La Prensa, 28-11-37; republicado como «rValle-In- clán, Grandmontagne y Cunninghame Graham» en ABC (Madrid), 31 de marzo de 1959, y Amistades y recuerdos, edición recogida y ordenada por J. García Merca- dal (Barcelona: Editorial Aedos, 1961), 124. (18) «Los muertos del año»,La Prensa, 28-11-37; republicado como «Valle-Inclán, Grandmontagne y Cunninghame Graham» en ABC (Madrid), 31 de marzo de 1959, y Amistades y recuerdos, 124. (19) «“Cuento de abril”», O.c.,, 3, 399. La cita original se lee así: «Confining myself to the psychological aspect of temperament, I should call it the personal mode of reaction to different classes of stimuli. It is the general disposition of the mind, the individual way of looking at things, Vhumeur habituelle, and is inde­ pendent of sentiments, ideas or knowledge». Daniel G.B r in to n , The Basis of So­ cial Relations, A Study in Ethnic Psychology, edited by Livingston Farrand (New York and London: G. P. Putnam’s Sons, The Knickerbocker Press, 1902), 143. 4 9 4 VICTOR OUIMETTE pero que en las raras veces en que se combinan milagrosamente, permiten la génesis del genio literario:

Sensibilidad es lo mismo que originalidad; es la facultad más allá, raíz de otras facultades y principio de toda grande em­ presa; sin ella, inteligencia y voluntad no existirían, como han demostrado Ribot y Bergson. [...] La sensibilidad bien organizada, en oposición a la sensibilidad deficiente, es lo que alumbra en nuestro pecho, la estrella de [sic] ideal. [...] , ’ La sensibilidad hace el temperamento, que engendra, a su vez, la imaginación con tonalidades exclusivas, y la imagi- 1 nación es la matriz de la obra de arte ( 20).

Pero Ayala insistía también en que estos elementos tan necesa- riós para la creación de la auténtica obra estética son condiciona­ dos por el momento y el lugar en que se efectúa la confluencia. En todos los sentidos era Valle una figura excepcional e insusti­ tuible, pero era también un hombre de su época, lo cual confir­ maba ciertas convicciones básicas que Pérez de Ayala estaba ex­ plorando. En un comentario muy característico del momento, observó acertadamente que:

Sin las circunstancias de lugar y tiempo, que es lo contingen­ te, y sin el temperamento del artista, no es posible llegar a entender la génesis de una obra de arte. En el caso presente nos interesa lo primero, y por encima de todo, la persona de don Ramón del Valle-Inclán (21).

No lo veía como un escritor surgido de la nada sino como una fuer­ za revolucionaria dentro de un m om ento concreto y una noble tr a ­ dición espiritual tanto europea como española. En Valle entonces descubrió al artista ejemplar para la Espa­ ña de las primeras décadas del siglo XX: personal, original, sen­ sible y por lo mismo universal, cuyos méritos, al igual que los de Unamuno, trascenderían incluso la traducción a otros idiomas (22). Desgraciadamente, los pocos lectores y críticos españoles que en aquellos años se interesaban por Valle, todavía no se mostraban capaces de interpretar su obra y valorarla. Valle como espíritu y como escritor habitaba un nuevo nivel, primero en el sentir y luego en la expresión hispánicos, y de un modo esporádico, pero con gran coherencia durante un cuarto de siglo, Ayala intentó ais-

(20) «“Cuento de abril”», O.c., 3, 399. (21) «“Cuento de abril”», O.c., 3, 398. (22) «Tabla rasa. Sobre los escritores universales», Tabla rasa, 191. PEREZ DE AYALA, VALLE-INCLAN Y «LA EMOCION DEL EXTASIS» 495 lar y realzar las características peculiares de la creatividad de es­ te escritor, en quien detectaba el genio auténtico, indispensable para la modernización literaria y espiritual de España. Es de la­ mentar el que prácticamente no se pronunciara sobre las novelas de Valle-Inclán, y resulta curioso constatar que todavía hacia 1918 sintió la necesidad de afirm ar en dos ocasiones que «Valle-Inclán no es dramaturgo inferior a novelista» (23). No cabe duda de que en Valle-Inclán, Pérez de Ay ala admiraba sobre todo al drama­ turgo, y en 1923 declaró: «Poeta y narrador admirable, su volun­ tad profunda es la del dramaturgo» (24). Ayala estaba profundamente preocupado por el estado actual del teatro español, y especialmente por la influencia exagerada y nefasta del naturalismo en el mismo (25). Según su opinión, el problema de la llamada «crisis del teatro» estaba mal planteada, y en todos sus comentarios intentó desarrollar una nueva com­ prensión del arte teatral, cuya misión primordial, decía, consis­ tía en la creación de nuevas realidades. Gracias a su intuición, gra­ cias a su inteligencia, o gracias a las dos cosas, Valle-Inclán

(23) «Interludio cómico», 20 de enero de 1918; enPequeños ensayos, edición recogida y ordenada por J. García Mercadal (Madrid: Biblioteca Mueva, 1963), 138; «Fin de fiesta», O.c., 3, 393. Desde luego, el retrato de Alberto de Montes-Valdés en Troteras y danzaderas es indispensable para completar las ideas de Ayala so­ bre su amigo. Véase Andrés A m o r ó s , Vida y literatura en «Troteras y danzade­ ras» (Madrid: Castalia, 1973), 31-42. (24) «Apostillas y divagiones: Valle-Inclán», La Prensa, 8 de abril de 1923; en Divagaciones literarias, 194; O.C., 4, 979. A finales de 1922 Ayala incluyó a Valle entre los principales novelistas modernos de la Península, junto con Alarcón, Va- lera, Galdós, Palacio Valdés, Blasco Ibáñez, Unamuno, Ega de Queiroz y Baroja. «Ega de Queiroz. VI. Enunciados escuetos»,La Prensa, 20 de diciembre de 1922; en Más divagaciones literarias, 180-85; O.c., 4, 1.180. En otra ocasión hizo la com­ paración entre Unamuno, Baroja, Azorín y Valle-Inclán como novelistas, y llamó a éste «el más artista». Véase «Respuesta a ¿quién es el primer novelista español?», Nuevo Mundo, 23 de marzo de 1928; en Artículos y ensayos, 158. (25) Siempre inistiría en la importancia del contexto en que llevó a cabo su trabajo como crítico teatral. Hablaría, por ejemplo, de «mis Máscaras (libros I y II), escritas en pleno apogeo naturalista...», «La crisis teatral, II. La voz en el tea­ tro. La escuela naturaleza», La Prensa, 19 d e j u n io d e 1927; O .c ., 3, 537. L a e n u m e ­ ración de esta serie de artículos es distinta en O.c. Cito por la versión en La Pren­ sa. Aunque de un valor desigual, otros estudios recientes sobre las ideas teatrales de Ayala son: Joaquín C a n o a G a l ia n a , «Pérez de Ayala y el teatro», Homenaje a Ramón Pérez de Ayala (Oviedo: : niversidad de Oviedo, 1980), 161-188, y J o s é M a r ía R o c a F r a n q u e s a , «Notas sobre el credo crítico-estético de Ramón Pérez de Ayala», en el m ismo tomo, 189-230; C. G . H o n t iy u e l o , «Pérez de Ayala, crítico tea­ tral. El teatro español en Las máscaras», Nueva Conciencia, 20-21 ( o c tu b r e 1980), 69-85; J e s ú s R u b io J im é n e z , «Ramón Pérez de Ayala y el teatro. Entre Momo y Ta- lía » , España Contemporánea, I, 1 (in v ie r n o 1988), 27-53. 4 9 6 VICTOR OUIMETTE extendía y enriquecía la realidad, y especialmente en sus obras teatrales. Sus métodos a veces parecían insólitos y hasta arcai­ cos, pero él comprendía sus propios motivos, y los elogios que le dirigió Pérez de Ayala no se debían a la amistad, sino que brota­ ron de sus opiniones acerca de lo que debía ser en la actualidad la obra teatral. El hecho de que casi no hubiera estrenos de obras de Valle no era óbice para que Ayala se sirviera de él para des­ a rro lla r sus p ro p ias teorías acerca del género (26). Es m ás: sus po­ cos comentarios sobre Valle se completan con la lectura de otros ensayos suyos. Si éstos no sirven para indicarnos todo lo que hu­ biera dicho Ayala en circunstancias más propicias, sí sirven para comprender por qué sentía tanto entusiasmo por el teatro de un escritor poco conocido por el gran público. Ayala insistía en la radical originalidad del teatro de Valle-In- clán, pero dentro de una elevada y noble tradición literaria uni­ versal, y con un profundo conocimiento de lo que es la evolución literaria. Declarando que «La tradición es también un modo de ideal» (27), Ayala sostenía que el teatro de Valle era radicalmen­ te nuevo precisamente porque tenía sus raíces en la Grecia clási­ ca y pasaba por Shakespeare (28). En parte Ayala recogía la fa­ mosa observación hecha por Rubén Darío quien dijo del teatro de Valle que «Sus aprobaciones diera el gran Will» (29), pero es asi­ mismo evidente que Ayala veía cómo la más profunda renovación —si no revolución— teatral se llevaría a cabo respetando y dando nueva vitalidad a las grandes tradiciones del género, justamente como lo habían hecho, por ejemplo, tanto Shakespeare como los clásicos españoles. Sólo conociendo las tradiciones era posible res­ petarlas y así superarlas. Valle, entonces, en su «profunda voca-

(26) «Aunque la mayoría de sus obras dramáticas no se hayan representado, quiero mencionar a Valle-Inclán, porque presumo que andando el tiempo ha de reinar en la Talía universal como creador de un género suyo propio, y se le con­ ceptuará como uno de los autores más recios, refinados y progresivos de su tiem­ po», «La crisis teatral. Desde el Siglo de Oro hasta hoy»,La Prensa, 12 de junio de 1927; O.c., 3, 530. (27) «“Cuento de abril”», O.c., 3, 399. (28) «Apostillas y divagaciones: Valle-Inclán», O.c., 4, 979; «Valle-Inclán, dra­ maturgo», O.c., 3, 161. Recordemos que Ramón Gómez de la Serna observó de Va­ lle que «lo que es siempre es un gran teorizador teatral». Don Ramón María del Valle-Inclán, segunda edición (1944; Buenos Aires: Espasa-Calpe, Austral, 1948), 109. (29) R u b é n D a r ío , «Balada laudatoria a don Ramón María del Valle-Inclán» (1911), e n D a r ío , Obras completas, ed. Alfredo Méndez Planearte (Madrid: Agui- la r , 1961), 1.182. El poema suele figurar al principio de V a l l e -In c l á n , Voces de gesta. PEREZ DE AYALA, VALLE-INCLAN Y «LA EMOCION DEL EXTASIS» 4 97 ción de dramaturgo», señalaba el camino en todo lo que escribía, porque todo, incluso sus novelas, llevaba en el fondo este seguro instinto dramático de alta categoría: «Insisto que toda su obra es­ tá concebida sub specie theatri » (30). Para Ayala, la espiritualidad, la contemporaneidad y el respe­ to por las grandes tradiciones que percibía en el teatro de Valle-In- clán culminaban y se materializaban en su dominio de la palabra, que era el medio de crear el éxtasis. Como la casi totalidad de los críticos, reconoció en Valle al «gran estilista» (31), pero sabía ir más lejos porque también comprendía bien la importancia específica de la palabra en el teatro. En un artículo sobre la crisis teatral pre­ guntó: «¿Cuál será la materia prima del teatro? [...] El arte dramá­ tico se reduce a la frase» (32). Por lo tanto, y frente a los que se con­ tentaban con tachar el estilo valleinclaniano de poco castizo o de excesivamente afrancesado, Ayala insistió en lo decisiva que era para su estilo la tradición retórica no sólo española, sino castella­ na, para indicar una vez más que lo genuinamente nuevo en Va- lle-Inclán debía dejar de buscarse en las características hasta en­ tonces más comentadas. En 1923 hizo la siguiente observación:

Si hay un estilo literario que, dentro de la modernidad más fresca y recia, mantiene ligaduras más venerables y nobles —desde la fabla cantarína m edieval, pasando p or el A rcipres­ te de T alav era y La Celestina, y luego Lope, y más tarde don Ramón de la Cruz, hasta Zorrilla y Campoamor—, ese es el estilo de V alle-Inclán (33).

(30) «Valle-Inclán, dramaturgo», O.c., 3, 161. (31) «Apostillas y divagaciones: Valle-Inclán», O.c., 4, 978. El mismo Valle habló de «la fiebre del estilo, semejante a un estado místico», en «Anillo de Giges, II», La lámpara maravillosa, 21. (32) «La crisis teatral, II. La voz en el teatro. La escuela naturaleza», La Pren­ sa, 19 de junio de 1927; O.c., 3, 532-33. (33) «Apostillas y divagaciones: Lo biológico y lo lógico en la historia»,La Pren­ sa, 25 de marzo de 1923; publicado como «Apostillas y divagaciones: Ega de Quei- roz y el francesismo, VIII, IX» enApostillas y divagaciones (Madrid: Ed. Cultura Hispánica, 1967), 63-69; Más divagaciones literarias, 220-30; O.c., 4, 1.207-14 (lo ci­ tado figura en las págs. 1.213-14). Ayala dio poca importancia al influjo francés, aunque en 1926 escribió acerca de «Valle-Inclán, tan emparentado con Barbey [d’Aurevilly] por el tipo de su fe en lo religioso, por su «desiderátum» en lo social, por la tónica siempre tensa de su espíritu, por los gustos literarios y los sentimien­ tos dominantes, y finalmente por la verba, fácil y facunda, en el coloquio íntimo». Véase «Apostillas y divagaciones. Un prólogo de Bourget»,La Prensa, 28 de no­ viembre de 1926, sección 2, p. 2. 4 9 8 VICTOR OUIMETTE

Si Ay ala colocaba así el estilo de Valle dentro de una larga tra­ dición literaria española, no era con la intención de establecer com­ paraciones, porque opinaba que los escritores universales son, por definición, únicos e incomparables. Era más bien para demostrar que en las obras teatrales de Valle el lenguaje cumplía una fun­ ción insólita, aunque hasta en su uso del idioma Valle revelaba una conciencia de la tradición en nada inferior a la que demostra­ ba en su comprensión de las convenciones teatrales. Por otro lado, Ayala también supo ver su tendencia hacia la «es­ tilización», que en otro escritor podría ser un vicio. Creía que Va­ lle dominaba su técnica, y matizó su opinión al distinguir entre un vano afán de decorar un objeto hueco y sin otro mérito, y la capa­ cidad de potenciar el estilo para hacer de él un instrumento expre­ sivo imprescindible, e inseparable de lo que se intenta expresar. Según Ayala, la «estilización» llevada a cabo por Valle pertenecía a esta segunda categoría y era parte del misterio, de lo invisible, que Ayala consideraba como el fundamento de sus obras. La «esti­ lización» en Valle-Inclán es lograda precisamente porque el instinto estético del autor es tan fino que consigue fijar sus propios límites de lo aceptable. Aspira a que el lector le observe correr el riesgo de caer en la exageración más flagrante; el peligro está siempre pre­ sente y el público lo intuye, pero Valle acierta, «por su intuición y buen gusto, a no incurrir en el declive del barroquismo decaden­ te, aunque siempre enhechizado por su tentación» (34). Por otro la­ do, Ayala no era indiferente a la función espiritual que cumplían estas estilizaciones, cuanto más cuando Valle se expresaba en ver­ so. Su palabra fluye directamente del misterio y sus versos bro­ tan de una honda e íntima necesidad en el alma del genio, ya que «son sus deliberadas estilizaciones, su liberación mediante el gon- gorismo» (35). Si se percibe aquí una ligera inquietud en el Pérez de Ayala racionalista frente a ciertos excesos en Valle, se nota tam ­ bién el homenaje hecho a un poeta por otro. Ya que Valle conocía su oficio teatral, en sus obras sabía crear mediante el decir, y es este fenómeno doble el espectáculo que pre­ sencia el público. La revolución no consistía en adaptar al escena­ rio español las nuevas modas europeas, sino en fijar normas que derivaban de la combinación de todos sus talentos, y que encon­ traban su justificación en ella. En cierto modo, Ayala lo admiraba porque Valle se atrevía a ir a contracorriente, rechazando los so-

(34) «Apostillas y divagaciones: Valle-Inclán», O.c., 4, 978. (35) «Apostillas y divagaciones: Valle-Inclán», O.c., 4, 978-79. PEREZ DE AYALA, VALLE-INCLAN Y «LA EMOCION DEL EXTASIS» 4 9 9 portes principales del teatro actual. No se dejaba limitar por las normas de la «carpintería teatral», y por eso muchos creían que sus obras eran irrepresentables. Resistía la tentación de las solucio­ nes fáciles, sencillamente porque éstas representaban posibilida­ des técnicas que no le hacían falta. No aspiraba a escribir obras naturalistas, realistas o psicológicas, porque veía que todo ello era antiteatral: la exploración lenta es el territorio de la novela, y tras­ ladada a la escena resulta o absurdamente condensada o ridicula­ mente acelerada (36). Tampoco hacía teatro autobiográfico, porque «no ha consentido que penetrasen contaminaciones, ni ecos siquie­ ra, de su actividad en génesis —intelectual, social, magistral— ni menos de su actividad pasional y refleja o indiferente. Su obra es puramente estética: figuras plásticas, emociones, imágenes, sensa­ ciones» (37). Lo estético no busca su justificación fuera de sus propios con­ tornos, y en Valle este criterio hace que su estilo sea eficaz menos por el contenido específico de lo que dice, que por lo que es capaz de generar en la imaginación del lector o espectador a través de los sentidos: el éxtasis. En particular, Ayala admiraba su uso de «la realidad de las intuiciones inmediatas», y explicó: «(Intuición, lo que se ve directamente, de un golpe)» (38). La intuición convie­ ne perfectamente a la inmediatez de la experiencia teatral. A tra­ vés de su estilo, Valle-Inclán se proponía, antes que nada, gene­ rar sensaciones inmediatas en el público, y crear de este modo la nueva realidad. La explicación teórica se encuentra en La lámpa­ ra maravillosa:

(36) «Valle-Inclán, dramaturgo», O.c., 3, 162-63. Este punto merece un estudio detenido. Un comentario de 1916 servirá para indicar los criterios de Ayala: «El último corolario del naturalismo dramático es la dramaturgia psicológica. Si ab­ surdo es el naturalismo, el psicologismo lo es mucho más. El psicologismo teatral consiste en estudiar en una obra dramática la formación gradual y el desenvolvi­ miento de un carácter en sus más ocultos y delicados matices. Basta con enunciar el concepto para que lo desatinado del propósito salte a la vista», «La mujer des­ nuda», O.c., 3, 432. (37) «Apostillas y divagaciones; Valle-Inclán», O.c., 4, 984. (38) «Apostillas y divagaciones: Valle-Inclán», O.c., 4, 981. En su análisis de Voces de gesta, Juan Bautista Avalle-Arce llega a una conclusión muy parecida: «no se trata de presentamos las cosas en sus esquemas racionales (el pensar), sino como impactos de impresiones (el sentir)». «Vocesde gesta: tragedia pastoril», en Ramón del Valle-Inclán, An Appraisal of His Life and Works, Anthony N. Zahareas, Ro­ dolfo Cardona, Sumner Greenfield, eds. (New York: Las Américas, 1966), 371. 500 VICTOR OUIMETTE

Ser centro es hacerse extático y vivir en la hora sagrada del Génesis.... Toda expresión suprema de arte se resume en una palpitación cordial y lleva consigo la idea de quietud y de eterno devenir, es la beata aspiración. El Alma, cuando, des­ nuda de sí, trueca su deseo egoísta en el universal deseo, se hace extática y se hace centro (39).

Para Valle, el éxtasis tenía connotaciones principalmente religio­ sas, relacionadas con su capacidad para crear la impresión de atemporalidad fecunda (40), mientras que Pérez de Ayala lo evo­ caba con un propósito más racionalista. Sin embargo, el hecho de que usara el término con tanta frecuencia al hablar de las obras de Valle revela un sutil conocimiento del pensamiento valleincla- niano, y aunque su punto de partida es distinto, sus comentarías corresponden muy a menudo a las ideas estéticas de Valle. Este, al pretender que el éxtasis es el conocimiento de lo perdurable, afirmó que «La estética... se revela como una aspiración al éxta­ sis, y devuelve a la vida su significado religioso, divinamente be­ llo» (41). Esta noción de la inseparabilidad de la estética y lo ex­ tático viene a formar la base de la teoría desarrollada por Valle, quien escribió: «El alma que busca divinizar en sus ojos la visión del mundo, busca desvelar el enigma estético de la eterna quie­ tud, borra en sí toda memoria de lo que pasó y todo anhelo por lo que será, aquieta las horas, y con alas abiertas se cierne sobre el abismo de las supremas intuiciones» (42). El método de conver­ tir esta aspiración en teatro era brillante, pero poco ortodoxo. Por su parte, Pérez de Ayala era el vehículo ideal para dar forma crí­ tica racional a estas intuiciones de Valle y demostrar cómo se plas­ maban en sus obras teatrales.

(39) La lámpara maravillosa, 132, 136. Para Valle, el éxtasis es inseparable de la noción del génesis: «El milagro del éxtasis engendra el Universo», La lám­ para maravillosa, 138. (40) Cfr. «ésta es la ilusión fundamental del éxtasis, momento único en que las horas no fluyen», y «Cuando se rompen las normas del Tiempo, el instante más pequeño se rasga como un vientre preñado de eternidad. El éxtasis es el goce de sentirse engendrado en el infinito de ese instante» (La lámpara maravillosa, 28 y 32). Ramón J. Sender ha hecho la siguiente observación: «Los hombres primiti­ vos tienen una tendencia a la quietud y al éxtasis (defensa pasiva contra sus per­ plejidades) y en eso coinciden con Valle-Inclán, quien identifica la quietud con el logro en la expresión artística. Detener el tiempo —que nunca se detiene— y eter­ nizarlo es nuestro gran privilegio».Valle-Inclán y la dificultad de la tragedia (Ma­ drid: Gredos, 1965), 114. (41) La lámpara maravillosa, 86. (42) La lámpara maravillosa, 132. PEREZ DE AYALA, VALLE-INCLAN Y «LA EMOCION DEL EXTASIS» 501

A Valle, entonces, no le podía interesar cierto tipo de teatro pro­ blemático, dedicado a plantear un conflicto que permitiera que los elementos teatrales fueran meros problemas, tendencia muy de mo­ da pero que A yala detestaba (43). La observación hecha p o r A yala es perspicaz porque apunta a la naturaleza misma del teatro: «Un gran poeta me indicaba que en las obras de Valle-Inclán —ni aun en las dramáticas— no hay polémica jamás. Hay, sí, dramatismo, ahogue de pasiones, contraposición de emociones, pero no polémi­ ca» (44). Precisamente cuando para muchos Ibsen, Shaw y Bena- vente agotaban las posibilidades del teatro actual, Valle-Inclán se negaba a cultivar un teatro psicológico o de tesis. Pero Ayala ha­ bía percibido en el teatro de Valle-Inclán otra cosa: el teatro inme­ diato, in-mediato, absolutamente presente, que no re-presenta si­ no que presenta directamente, delante del público, en solidaridad con éste; un teatro puro y profundo:

Veo, en la entraña de toda la obra de Valle-Inclán, un dra­ matismo remoto y sagrado, una sensación titánica y fiera de la lucha inacabable entre el Bien y el Mal absolutos; pero no entendidos en cuanto conceptos metafísicos, sino [...] en cuan­ to entidades vivas, omnipresentes, trágicas, que así se ma­ nifiestan en una intuición de los sentidos, en un color, una línea, un olor, una irritación de la epidermis... (45).

Es teatro ejecutivo, porque es y se hace sólo en cuanto se lo vea ser y hacerse. Primero, Valle-Inclán comprendía la inviolabilidad del verda­ dero teatro, y sabía respetarla, realizando así una de las principa­ les aspiraciones de Pérez de Ayala para el teatro actual: «la retea- tralización del teatro, o sea el retorno del teatro a su propio territorio y centro de gravedad, con la restauración de los géneros esencialmente teatrales...» (46). En las obras de Valle, el contacto

(43) Toda lección o carga ideológica le parecía peligrosa. Véase, por ejemplo: «En el punto en que una obra se propone demostrar o propagar un principio polí­ tico cae sobre ella la mancha de un pecado original, que le impedirá ser propia­ mente obra dramática, y lo que es más triste, le estorbará que demuestre nada. En este sentido, la denominación comedia política yuxtapone dos términos que se destruyen», «La comedia política» (1917), O.c., 3, 316. (44) «Apostillas y divagaciones: Valle-Inclán», O.c., 4, 982. (45) «Apostillas y divagaciones: Valle-Inclán», O.c., 4, 982. (46) «La crisis teatral, II. La voz en el teatro. La escuela naturaleza», O.c., 3, 537. Conviene indicar que a continuación Pérez de Ayala completa su idea con los siguientes ejemplos: «teatro de polémica de ideas (que nada tiene que ver con el de tesis), teatro poético y teatro fantástico». En Valle-Inclán, desde luego, encuentra sólo teatro poético y teatro fantástico. 502 VICTOR OUIMETTE con el espectador no empieza por ser abstracto, técnico, ideológico o psicológico sino que es sensual, instintivo y libre de contamina­ ciones de otros géneros. Su público, todavía meramente potencial en los años en que escribía Pérez de Ayala, terminaría por experi­ mentar sus obras teatrales en lo más hondo e íntimo de su propia corporeidad. De allí, y según Ayala, fluiría una nueva percepción, «una intuición del alma, que, aunque instantánea,, se dilata en un ámbito desmesurado, semejante a la emocióm de lo infinito, lo ab­ soluto y lo eterno. Ya lo he dicho: esta es la emoción del éxtasis. Y la emoción estética, en su ápice, es una emoción del éxtasis» (47). La yuxtaposición de ideas es sacada directamente de Valle. El tea­ tro más puro, menos literario, es como el de Valle-Inclán: es el transporte a una realidad revelada, y sus recursos son la acción y la palabra hablada. Esta se plasma en el diálogo, y Ayala declaró que «La excelencia más evidente en la obra de Valle-Inclán es, a mi juicio, el diálogo», pero subrayó la admiración que sentía por «lo tocante al diálogo popular (influencia ruralista galaica y reso­ nancia de la Celestina en Valle-Inclán)» (48). Pérez de Ayala, como tantos otros, hizo hincapié en el elemen­ to visual, la plasticidad del estilo coloreado de Valle, así como en la tendencia de Valle a crear con sus personajes escenas pictóricas, dignas de los grandes frescos. En lugar de im itar la novela, como se hacía tanto en el teatro naturalista, Valle devolvía al teatro su verdadera preeminencia como espectáculo visual y auditivo. To­ do era calculado para producir la sensación deseada, principalmen­ te por medio de los ojos y el oído, los órganos por excelencia de la experiencia teatral. Ayala observó de Valle que «Su órgano es­ tético está en sus ojos» (49), pero no era que Valle im itara las artes plásticas, sino que sabía que la visualidad es precisamente lo que el teatro tiene en común con las demás artes plásticas. Por eso Aya- la pudo escribir: «Cuando le leemos olvidamos de estar leyendo y nos parece estar viendo con los ojos. [...] Sus m ás recónditas inquie­ tudes o estados de alma las proyecta sobre el mundo exterior, ma­ terializándolas en una visión extática y eterna, como un paisaje soñado» (50). Mediante el misterio y los sentidos, el teatro de Valle despier­ ta la conciencia del espectador, abriéndole el espíritu a nuevos ho­ rizontes. Según el concepto ayalino, la obra teatral no debe aspi-

(47) «Apostillas y divagaciones: Valle-Inclán», O.c., 4, 982. (48) «Valle-Inclán, dramaturgo», O.c., 3, 163. (49) «Tabla rasa. Sobre los escritores universales», Tabla rasa, 190. (50) «Tabla rasa. Sobre los escritores universales», Tabla rasa, 190. PEREZ DE AYALA, VALLE-INCLAN Y «LA EMOCION DEL EXTASIS» 503

rar a imitar ni reflejar la realidad existente, sino ofrecer una nueva. En sus análisis, Ayala distinguía no sólo entre «la reali­ dad exterior» y «la realidad artística», sino también entre ésta y «la realidad artística verdadera». Sobre estas distinciones descan­ saba su crítica del teatro naturalista, psicológico y de tesis que tanto dominaba en las primeras décadas del siglo XX. Ayala pe­ día en cambio que el teatro se dedicara a la generación de una rea­ lidad nueva, mediante la existente, lo cual exigía una relación di­ námica con el público y la circunstancia externa. De un modo u otro, la obra teatral siempre tiene que sacar su materia de la can­ tera que es la vida, pero luego, a través de la palabra y la magia del genio estético, le da la forma y el sentido necesarios: «El mé­ rito de la obra de arte estriba en su capacidad de recibir con ante- lacción al devolver. [...] Le damos lo vago y amorfo, por ser lo más íntimo, y nos devuelve lo rítmico y neto, nuestro propio espíritu, con una mayor densidad y una graciosa veste» (51). El teatro de Valle, libre de las restricciones arbitrarias impuestas por el na­ turalismo, crea escénicamente una realidad que está ya en el al­ ma del espectador sin que éste lo sepa. Valle ya había comentado la idea: «Lo que no está en nosotros larvado o consciente, jamás nos lo darán las palabras ajenas» (52). En su teatro la ilusión se logra porque todo, por fantástico que sea, al espectador se le pre­ senta completo y perfecto. No se trata de un teatro abstracto, es­ quemático y alusivo, sino de la insinuación de una nueva reali­ dad gracias a la riqueza sensual de su misma corporeidad. Como dijo Ayala: «Pudiera decirse que la obra de Valle-Inclán se corpo- riza y mueve en la esfera de la imaginación, en un mundo de rea­ lidades necesarias e incorruptas...» (53).

(51) «“Cuento de abril”», O.c., 3, 397. Jesús Rubio Jiménez resume así la idea de Ayala: «La responsabilidad del artista consiste en intentar plasmar artística­ mente el alma de su pueblo o lo genéricamente humano. Si esto no se produce, el arte —en nuestro caso el teatro— se aplebeya y degrada. [...] Para él [Ayala] una primera positividad es la del arte que está más próximo al pueblo y luego, ascen­ diendo, tendrán valores positivos todas aquellas manifestaciones artísticas que refluyen sobre el pueblo. [...] El arte supremo se nutre de ideas puras y de senti­ mientos en su máxima exaltación, expresa el alma de todos los pueblos, lo genéri­ camente humano». «Ramón Pérez de Ayala y el teatro. Entre Momo y Talía», Es­ paña Contemporánea, I, 1 (invierno 1988), 46-47. (52) La lámpara maravillosa, 40. (53) «Apostillas y divagaciones: Valle-Inclán», O.c., 4, 980. En esto también Valle compartía la opinión de Ayala. Al comentar el cine, por ejemplo, dijo que debía liberarse de la mera reproducción de la realidad cotidiana: «Mi opinión es que el cine, para alcanzar sus logros estéticos, ha de ser un arte de fantasía y no de baja realidad. Decía Goethe que el fin de la obra de arte es llevar a términos 504 VICTOR OUIMETTE

Según Pérez de Ayala, el teatro, a diferencia de la novela y la poesía lírica, es una experiencia colectiva. Por lo tanto, su capa­ cidad de producir el éxtasis deriva de su capacidad para unir a los espectadores: El arte dramático no admite la soledad. El teatro es un es­ pectáculo público. Supone la agrupación de hombres que vi­ ven civilmente. ... El espaciador en el teatro deja de ser él mismo, en algún modo. Existe un contagio espiritual de la muchedumbre congregada, que va anulando a cada ser de por sí y los envuelve a todos en una masa homogénea, con un so­ lo corazón (54). Así, el dramaturgo llega a ser el portavoz de la sociedad muda, porque sabe poetizar, dar forma estética coherente a esta espiri­ tualidad que, directa o indirectamente, une a los espectadores. Se­ rá ta n to m ás u n iv ersal en la m edida en que logre hacer que la nue­ va realidad sepa a algo: «La visión íntegra de la vida la engendran los pueblos, las culturas; el poeta finalmente la singulariza en un vértice estético. [...] El semblante auténtico del alma de cada pue­ blo se re tra ta en su poesía. [...] El poeta es v id en te [...]» (55). Se­ gún Pérez de Ayala, Valle-Inclán era de los pocos poetas dotados de este talento, y era por lo tanto una voz característica de Espa­ ña. En sus obras Valle transporta a su público, lo transporta fue­ ra de sí mismo; de allí el concepto de éxtasis, ex-stasis. L leva a su público a la nueva realidad, la confeccionada con elementos que este mismo público lleva dentro, pero que sin el toque del poeta nunca lograría formularse adecuadamente. Lo consigue median­ te los sentidos condensados en palabras que parecen recién naci­ das. Según el propio Valle: «El poeta las combina, las ensambla, y con elementos conocidos inventa también un linaje de mons­ truos: el suyo. Logra así despertar emociones dormidas, pero crearlas, nunca» (56). de realización aquello que la naturaleza por impedimentos exteriores, o por falta de fuerza genética, deja en mero intento. Para un platónico todo está en mero in­ tento. El cine, acaso como ninguna otra manifestación artística, podría hacer su­ ya la estética de Goethe: la creación de un mundo más bello, una superior armo­ nía de ritmos y formas». «La importancia artística del cinematógrafo», ABC, 19 de diciembre de 1928; en Juan AntonioV a l l e H o r m i g ó n , Valle-Inclán (Madrid: Fundación Banco Exterior, 1987), 338. (54) «La comedia política», O.c., 3, 315-16. (55) «Valle-Inclán, dramaturgo», O.c., 3, 158. En La lámpara maravillosa (37) Valle escribió: «El poeta, como el místico, ha de tener percepciones más allá del límite que marcan los sentidos, para entrever en la ficción del momento, y en el aparente rodar de las horas, la responsabilidad eterna». (56) La lámpara maravillosa, 39-40. PEREZ DE AYALA, VALLE-INCLAN Y «LA EMOCION DEL EXTASIS» 505 #

Una diferencia esencial entre el teatro poco conocido de Va- lle-Inclán y el teatro tan popular de Benavente, por ejemplo, ra­ dicaba en su concepto de lo que debía ser la realidad teatral. Por su parte, Benavente no aspiraba a crear una realidad nueva, nun­ ca vista, sino a imitar una realidad conocida; no transformar o aprovechar algo latente en el espectador sino confirmar ideas re­ cibidas. Según Ayala, el resultado no pasaba de ser una deforma­ ción y una falsificación, y por lo mismo no era nada artístico, ya que: «La creación artística no se concibe que sea copia mecánica de la realidad exterior, ni la realidad artística es tal realidad, por doblarse meticulosamente a imitar la realidad exterior. La reali­ dad artística es una realidad sui generis» (57). El público de Be­ navente, aunque satisfecho, no salía de sus asientos. Valle, en con­ tra, efectuaba el milagro y revelaba que la verdadera realidad artística es la que vibra con energía y dinamismo propios; es más auténtica, más profunda y más teatral que la naturalista. El tea­ tro de Valle confirmaba así otro criterio ofrecido por Ayala para la renovación teatral: el éxtasis se inicia con los sentidos, pero afecta a lo más hondo y lo más elevado del ser humano: La realidad artística es una realidad superior, imaginativa, de la cual participamos con las facultades más altas del espí­ ritu, sin exigir el parangón con la realidad que haya podido servirle de modelo o inspiración; antes al contrario, rehuimos ese parangón, que anularía la emoción estética y concluiría con la obra de arte, o la reduciría a un tedioso pasatiem po (58). Para Ayala, el naturalismo teatral no era ni natural ni teatral, sino que representaba un angostamiento imaginativo, un empo­ brecimiento espiritual y una expericencia hueca. Al explicarlo Ayala ofreció un contexto intelectual en que se puede colocar la diversidad de las obras de Valle-Inclán que él tanto admiraba: La realidad abarca todo lo que existe, y sería excesivo negar la existencia de la fantasía como facultad humana y de la sus­ ceptibilidad novelesca y romántica como tónica, no rara, del sentimiento. Más aún; la verdadera realidad teatral (o lo que es lo mismo, el verdadero teatro realista) la constituye la rea­ lidad imaginada, fantástica y novelesca, que no la realidad vulgar homogénea, cotidiana, usadera, monótona, chata y ha­ bitual. Este segundo jnodo de realidad baja, apática e inco­ lora es lo que la escuela naturalista entendía por «la natu­ ral» (59). (57) «La realidad artística», O.c., 3, 187-88. (58) «La realidad artística», O.c., 3, 189. (59) «La crisis teatral, II. La voz en el teatro. La escuela naturaleza», La Pren­ sa, 19 de junio de 1927; O.c., 3, 534. 506 VICTOR OUIMETTE

Sin duda, Valle estaría de acuerdo, ya que consideraba a todo poe­ ta genuino un extático, cuya labor consistía en la iluminación y transmisión de una nueva verdad:

Para el extático no existe mudanza en las imágenes del mun­ do, porque en cualquiera de sus aspectos sabe armarlas con el mismo amor. El éxtasis es el goce contemplativo de todas las cosas en el acto de ser creadas: Uno Infinito Eterno. Y el Arte es nuncio de aquel divino conocimiento cuando alum­ bra un ideal de conciencia, una razón de quietud y un imán de centro, plenarios de vida, de verdad y de luz (60).

Pérez de Ayala comentó sólo cuatro obras de Valle-Inclán, to­ das ellas teatrales: Cuento de abril, La cabeza del dragón, Voces de gesta y La marquesa Rosalinda. (61). La visión que nos p ro p o r­ cionan sus comentarios dista mucho de ser exhaustiva, y resulta sorprendente el silencio con respecto a los esperpentos y las gran­ des creaciones de la segunda mitad de la carrera de Valle-Inclán. Sin embargo, Ayala declaró que estas cuatro obras eran suficien­ tes para sacar importantes conclusiones, ya que: «Entre las cua­ tro líneas de este rectángulo cabe acotar la superficie del arte dra­ mático» (62). En particular, creía detectar en ellas un propósito muy concreto que revelaba la seriedad del cometido teatral de Va­ lle. Declaró primero: «Se advierte que el autor se propuso arque­ tipos» (63), pero poco después habló más concisamente de «aque­ llos cuatro arquetipos dramáticos» (64). No cabe duda que si no comentó más obras fue en parte porque no era preciso para de­ mostrar la validez de sus opiniones sobre el teatro en general y el de Valle en particular.

(.bU) La lámpara maravillosa, 70. (61) Conocía otras obras de Valle: en la Biblioteca Corona, por ejemplo, que­ ría publicar «volúmenes como los de D’Annunzio Vocesy de gesta, ediciones ar­ tísticas para vender a 7 pesetas», carta a Miguel Rodríguez-Acosta, 20 de abril de 1914, en Cincuenta años de cartas íntimas a su amigo Miguel Rodríguez-Acosta (1904-1956), ed. Andrés Amorós (Madrid: Castalia, 1980), 143. Además, el artículo citado, «Sobre los escritores universales», fue provocado por la republicación en Opera Omnia de Aguila de blasón. (62) «Valle-Inclán, dramaturgo», O.c., 3, 155. (63) «Valle-Inclán, dramaturgo», O.c., 3, 155. Véase lo dicho por Giovanni Alle- gra: «otra tarea perseguida en la Lámpara es la búsqueda del arquetipo...», en «La lámpara maravillosa. Lumbres y vislumbres en la estética de Valle-Inclán», In­ sula, núm. 517 (enero 1990), 1-2. (64) «Valle-Inclán, dramaturgo», O.c., 3, 160. PEREZ DE AYALA, VALLE-INCLAN Y «LA EMOCION DEL EXTASIS» 507

En La farsa infantil de la cabeza del dragón (1910) encontró un ejemplo ideal de teatro infantil, caracterizado por su libertad es­ piritual y su pureza imaginativa: «la virginidad libérrima del es­ píritu superando la caduquez y determinismo del universo» (65). Valle sabía hacer de la fantasía una gran fuerza teatral que se re­ sistía alegre y triunfante a las limitaciones impuestas por el de­ terminismo naturalista e incluso a las leyes de la naturaleza, pa­ ra deleitar al público con su espíritu evasionista. En La marquesa Rosalinda (1912) estaba la auténtica farsa, con personajes-mario­ netas, «caracteres automáticos», esclavos de la rutina y la fatali­ dad: «Aquí, las pasiones se degradan en fuerza y espontaneidad. Pierden músculo y descubren el esqueleto, la armadura, el resor­ te; pasan a ser costumbres, vicios» (66 ). Voces de gesta (1911), en cambio, es la tragedia, en que todo es consecuencia de las pasio­ nes: «Cada personaje es como una fuerza de la naturaleza: una ley natural» (67). Ayala tenía razón: en ninguna de estas obras había polémica; en ningún caso se trataba de ideas ni mucho menos de tesis, pero todas eran, por su misma originalidad, hijas legítimas de las más profundas tradiciones teatrales. La reteatralización admitía una gran diversidad de técnicas, pero especialmente en lo que se refería a la palabra. En particu­ lar, las obras de Valle confirmaban el valor del verso como me­ dio de crear y expresar la realidad. Quizás el ejemplo contempo­ ráneo más conocido fuera el de Eduardo Marquina quien, a pesar de su habilidad, ni lograba ni se proponía extender los horizon­ tes de la teatralidad. Valle, en cambio, como ya hemos visto, ha­ cía que el verso fuera imprescindible en sus obras. Ayala explicó que si el uso del verso resulta absurdo en aquellas obras que se limitan a reproducir la realidad existente, puede ser profunda­ mente natural en la obra teatral si el dramaturgo comprende y sabe calcular sus efectos:

Si el autor elige para componer su obra aquellos excepcio­ nales momentos de emoción y entusiasmo, ya sean de la vi­ da de un hombre, ya de la de un pueblo, en que todo el resto de la vida difusa y prosaica se concentra y adquiere divino sentido, la expresión perfecta será el verso poético ( 68 ).

(65) «Valle-Inclán, dramaturgo», O.c., 3, 159. (66) «Valle-Inclán, dramaturgo», O.c., 3, 156. (67) «Valle-Inclán, dramaturgo», O.c., 3, 155. (68) «Teatro en versoy teatro poético» (1917), O.c., 3, 246. Para una discusión más amplia de este tema, véase A m o r ó s , «Marquina y el drama poético», Vida y literatura..., 193-205. 508 VICTOR OUIMETTE

Valle, por su parte, escribió que «El verso, por ser verso, es ya emo­ tivo sin requerir juicio ni razonamiento. Al goce de su esencia ideo­ lógica suma el goce de su esencia musical, numen de una catego­ ría m ás alta» (69). Sin embargo, Ayala agregó que: «En resolución, que no es lo mismo teatro en verso que teatro poético» (70). No le cabía duda de que Valle escribía teatro poético, en verso, y la obra de que se sirvió Pérez de Ayala para demostrarlo es el cuarto de los «arque­ tipos dramáticos», Cuento de abril, que comentó en dos ocasiones: p rim ero, en 1910, y luego, en 1923. En este últim o estudio resu ­ mió la característica esencial del drama poético, que debe surgir de la creación de una situación adecuada:

La necesidad, obrando como fatalidad dentro de cada indi­ viduo, en forma de visión íntegra de la vida. [...] Dos actitu­ des distintas frente a la vida pueden enfrentar a dos almas con tanta violencia como la pasión o ajenarlas con tanta re­ pulsión como el vicio. [...] Si alquitaramos un último elixir de lo que sea poesía, veremos que se reduce a una visión ín­ te g ra de la v id a (71).

La idea corresponde perfectamente al criterio enunciado antes, cuando A yala afirm ó que el verso puede u sarse p a ra e x p resar «un hecho de intensidad fuera de lo común» (72). El caso es que en el teatro de Valle-Inclán esta intensidad es prácticamente continua. Al concentrarse específicamente en Cuento de abril, Ayala pudo justificar plenamente la admiración que esta obra provocaba en él:

Un grado superior, más depurado, del drama poético se nos ofrecerá cuando dos visiones íntegras y opuestas de la vida, en el punto de su mayor frescura original y afirmación ex­ pansiva, las visiones recién alcanzadas y orgullosas de dos pueblos diversos en el corazón y en el órgano contemplati­ vo, se contrastan, asumidas irremediablemente en sendas personas, varón y hembra, a quienes por otra parte empuja, de modo recíproco, la proclividad del sexo y del amor. Esto es Cuento de abril. [...] es un pequeño canon del drama poé­ tico. (73).

(69) La lámpara maravillosa, 46. Véase todo el apartado III de «El milagro musical». (70) «Teatro en verso y teatro poético» (1917), O.c., 3, 246. (71) «Valle-Inclán, dramaturgo», O.c., 3, 157. (72) «Teatro en verso y teatro poético» (1917), O.c., 3, 243. (73) «Valle-Inclán, dramaturgo», O.c., 3, 159. PEREZ DE AYALA, VALLE-INCLAN Y «LA EMOCION DEL EXTASIS» 509

Cuento de abril es la primera de las obras teatrales de Valle comentadas por Pérez de Ayala, y es también la que provocó las reflexiones más hondas, lo cual puede parecer sorprendente, tra­ tándose de una obra aparentemente ligera e insustancial. No obs­ tante, y desde su primer comentario, Ayala observó que «En ella cada personaje obedece al ritmo interior en que necesariamente ha de borbotar su sentimiento» (74). Es decir que no se trata de personajes concebidos según el estilo naturalista, y que así se jus­ tifica el uso de verso para la creación (que no la mera evocación) de un ambiente de auténtica realidad poética. Pero, como se ve en las observaciones hechas en 1923, también le impresionaba a Ayala la dualidad interna que da a la obra su tensión dramática. Valle se valió de un argumento convencional y de una delicadeza estilizada para desplazar la verdadera intriga al conflicto cultu­ ral. Así ponía de manifiesto una de aquellas profundas caracte­ rísticas humanas que unían a su público: «Nosotros, hombres oc­ cidentales, llevamos en nuestra red vital dos sangres distintas: pagana y cristiana» (75). La gran intuición de Valle-Inclán surgía precisamente de los sentidos y la poesía, y estimuló la imagina­ ción de Ayala: «El hecho de colocar frente a frente a Provenza, lar pagano, y a Castilla, fortaleza de la fe de Cristo, nos sugiere múl­ tiples glosas que no son del caso en este punto. Jesús y Pan tien­ den su sombra en los jardines» (76). En otro contexto, Pérez de Ayala comentó el significado cul­ tural de Provenza, y es fácil ver por qué le parecía tan decisiva en Cuento de abril. En primer lugar, simbolizaba un momento his­ tórico concreto, ni plenamente medieval, ni renacentista todavía, lleno de evocaciones poéticas a causa de la mentalidad iridiscen­ te que lo determinaba dentro de la evolución de la civilización europea: «Hay en la declinación de los siglos medios europeos un menudo, soleado y florido trozo de la tierra, en el cual la visión y conducta de la vida alcanzaron sutilidad y pulcritud insupera- das» (77). La obra de Valle, entonces, transportaba al espectador a un lugar ni real ni totalmente fantástico, pero poéticamente ri­ co y que el público occidental creía conocer perfectamente. Sólo hacía falta darle la forma auditiva y visual que confirmara la in­ tuición cultural.

(74) «“Cuento de abril”», O.c., 3, 401. (75) «“Cuento de abril”», O.c., 3, 401. (76) «“Cuento de abril”», O.c., 3, 401. (77) «Don Juan», O.c., 3, 343-44. 510 VICTOR OUIMETTE

Evocada por Valle, es Provenza un mundo que se da a conocer primero a través de los sentidos, pero sin limitarse a ellos, y la opinión de Ayala es parecida:

Las cosas divinas de la existencia..., los adorables ornamen­ tos de nuestros días mortales, la finura y delicada suscepti­ bilidad, así del ánimo como de los sentidos, todo eso, que to­ davía hoy perdura y hace hermandad de cuantos hombres —dondequiera que hayan nacido— en ello fían y hacia ello anhelan, ese ideal supremo en lo humano, se realizó por vez primera en Provenza, jardín dilecto de la sapiencia elegan­ te, terruño de Francia empapada en sustancia italiana, gre- co latin a (78).

Igual que en las creaciones de Valle-Inclán, existía en la Proven­ za comunal una espiritualidad profunda, pero sensual y dedica­ da a producir el éxtasis: «El agente del universo, la energía que todo mueve, propaga y muda, es Amor. [...] La vida, en Provenza, se exalta en su sentido religioso y ritual. La religión, es la del A m or. Se codifica el am or y se teologiza sobre el am or» (79). A ya- la estaba explicando su teoría del donjuanismo, pero su Proven­ za parece ser la evocada por Valle-Inclán en Cuento de abril. Como ya queda dicho, no todo es sensualismo y hermosura fí­ sica, pero estos elementos sirven para despertar el interés del es­ pectador, transportarle, y proporcionan la base necesaria para el elemento auténticamente teatral: «las dos visiones íntegras y opuestas de la vida». En Cuento de abril estas visiones se encar­ nan en el trovador pagano y el infante castellano. Estos, sin em­ bargo, aunque no son personajes realistas, tampoco son meros sím­ bolos, sino que, por ser productos de su tierra y su cultura respectivas, traen consigo aquel ambiente particular que Ayala explicó en sus páginas sobre Provenza:

En Provenza, el hom bre se coloca al fin en una posición ecuá­ nime frente al Universo. El pagano no veía en el mundo sino las actitudes formales de la materia, su necesidad, su equili­ brio, su belleza —mundus, en latín, quiere decir limpio y hermoso—. El cristiano desdeñaba la aplaciente corporeidad del mundo, como apariencia engañosa; para él no existía la materia, sino el principio creador, el espíritu arcano, la rea­ lidad moral de la conciencia (80).

(78) «Don Juan», O.c., 3, 344. (79) «Don Juan», O.c., 3, 345. (80) «Don Juan», O.c., 3, 344. PEREZ DE AYALA, VALLE-INCLAN Y «LA EMOCION DEL EXTASIS» 511

Efectivamente, Provenza ofrecía extraordinarias posibilidades para un drama hondo por su sensualismo y elevado por lo que re­ presentaba como conflicto entre sinceros modos de vivir y de creer. Toda plenitud es el comienzo de una decadencia, y Pérez de Aya- la veía en Provenza una perfección sin igual en toda la historia de occidente:

Fue el connubio perfecto, largos siglos presentido y a la pos­ tre consumado, del cristianismo y del paganismo, del culto del espíritu y del culto de la forma. [...] Provenza fue como una maravillosa transustanciación; paganización del cristia­ nismo o cristianización del paganismo, tanto monta (81).

Lo importante no es determinar si Valle-Inclán realmente procu­ raba provocar parecidas nociones a través de la evocación de amo­ res en un jardín provenzal, sino saber qué es lo que Pérez de Aya- la parece haber visto en «la realidad artística verdadera». Frente a la habilidad técnica y la confusión de géneros que era el teatro español de entreguerras, Valle-Inclán sabía valerse de sus intuiciones y su inteligencia para crear un teatro arraigado en la tradición occidental, pero insólito en su momento y su con­ texto. Su extraordinario don expresivo le permitía crear con los elementos conocidos y las convenciones una realidad distinta a la que podía transportar a su público. Y era verdadero teatro que sacaba sus fuerzas de su propia esencia. Pérez de Ayala era el es­ pectador ideal de las obras de Valle: comprendía su importancia en la actualidad y sabía ver que la reconstrucción esmerada de la realidad cotidiana ofrece al público pocas esperanzas de expe­ rim entar el éxtasis. Por ser el teatro el más sensual de las artes literarias, el éxtasis debe ser su meta principal.

(81) «Don Juan», O.c., 3, 344. EL PRIVILEGIO DE PARAMO: UN «PRIVILEGIO DE HIDALGUIA» A DOS ALDEAS ASTURIANAS: PARMU (PARAMO) Y LA FOCEICHA (TEBERGA) (1)

J a v i e r F e r n a n d e z C o n d e

I. INTRODUCCION

«Pelayo Froylaz, señor de Páramo, de la Focella, y de otros lugares en Asturias, fue muy rico y valeroso, y según se colige del Privilegio que llaman del Páramo, parece que tuvo cargos y oficios honrosos de este rey (Alfonso V), y que su cavallerigo mayor, llamado Assemenide, con un falso testimonio, hizo que el rey mandasse prender a Pelayo Froylez; y no pudiendo jus­ tificarlo, le mandó soltar, dando al rey algunos vasallos suyos, como en rehenes, entre los quales le dio un vasallo honrado, que llama el privilegio Manulfo Bellido Oiyolís, el qual hizo conocer de persona a persona a Assemenide, que avía sido fal­ so testimonio lo que contra su señor avía dicho al rey; con lo qual bolvió Pelayo Froylez a la gracia antigua, y se le restitu­ yeron sus honras, y fue assimismo después de este rey, muy privado del rey D. Bermudo (III), su hijo, y alcangó dél la gra­ cia del privilegio de hidalguía y libertad de toda servidumbre para su leal vasallo y todos sus descendientes, que hasta nues­ tros días se guarda» ( 2).

De esta forma compendia L. A. de Carvallo la sustancia del fa­ moso Privilegio de Páramo, cuya eficacia pudo conocer personal­ mente, cuando componía las Antigüedades del Principado a co­ mienzos del siglo XVII.

(1) Este trabajo forma parte de una serie de artículos que empiezan a publi­ carse como resultado de una investigación etnohistórica sobfe dos concejos de mon­ taña asturianos: Quirós y . La investigación ha sido realizada con la sub­ vención del proyecto 907/87 de la Dirección General Científica y Técnica, dentro del Programa Sectorial de Promoción General del Conocimiento. (2) L .A. d e C a r v a l l o , Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias, págs. 291-292. 514 JAVIER FERNANDEZ CONDE

Todavía hoy, cuando elaborábamos una encuesta etnográfica con los vecinos de Parmu y de la Foceicha, éstos conservaban una conciencia muy clara de su pasado histórico de hidalguía, al que iban aparejadas varias disposiciones privilegiadas, en las que no resulta difícil descubrir las adherencias jurídicas de distintas épo­ cas históricas (3). El pergamino de este privilegio, que aún podía verse en el ar­ chivo del concejo de Parmu a principios del siglo XVII (4), ha de­ saparecido. Sólo se conservan copias tardías del mismo, insertas en largas series de confirmaciones reales, que fueron confeccio­ nadas cuando había que hacer pruebas judiciales para extender el alcance de dicho privilegio a vecinos de Parmu y de otros luga­ res, a veces muy alejados de estas comarcas teberganas. Todas las copias consultadas, desde la más antigua a las moder­ nas, están plagadas de incorrecciones, de expresiones confusas y de frases ininteligibles. La primera confirmación conocida que in­ corpora el texto de Berm udo III es de F ernando IV (30-1-1307), pe­ ro el escribano, que lo copió entonces, y todos los otros que le si­ guieron después, debieron de tener graves dificultades con el tipo de letra y con el latín (5). Nada tiene de extraño que el resultado de todo ello fueran las copias y las traducciones deficientes y, con frecuencia, disparatadas. Para hacer este trabajo hemos podido utilizar una de esas co­ pias, la más antigua que conocemos hasta hoy, concretamente de 1567. A p a rtir de ella y con la ayuda de o tras p osteriores —alguna ya publicada—, procuramos establecer un texto latino del «Privi­ legio», lo más cercano posible al original, al menos en lo referen­ te al contenido, aunque somos conscientes de las dificultades que esto entraña cuando se trata de cancillerías medievales ( 6 ). U na vez establecido, lo analizaremos diplomática e históricamente, pa­ ra tratar de conocer el verdadero alcance de la concesión de Ber-

(3) La fama de este privilegio traspasó los límites de Teverga. Un vecino de Ricáu (Ricabo-Quirós) nos decía así: «Antis la villa la Foceicha y Parmu yeran in­ dependientes, nun pagaban tributos, nin ná» (Informante: Maruja de Ricáu). (4) En una prueba de 1603: «In continenti, ante el dicho juez y ante mí el escri­ bano y testigos, el dicho Diego García de Páramo, El Viejo, exibió el dicho Previ- legio original, escrito en pergamino de cuero y sellado del sello real, segund por él parecía confirmado de sus confirmadores y despachadores de previlegios»: Ar­ chivo de los condes de Agüera, Entrago. Teverga, Leg. 1, f. 47r. No se trata del texto original de Bermudo III, sino de una copia posterior del siglo XVI. (5) En la copia de 1603 todavía se dice que los participantes en la prueba jurí­ dica «no entienden el dicho previlegio por ser latín»:I.e., f. 74r. (6) L. N u ñ e z C o n t r e r a s , «Colección diplomática de Vermudo III, rey de León», en Historia. Instituciones. Documentos, 4 (1977) 478-79. EL PRIVILEGIO DE PARAMO 515 mudo III en el año 1033, disipando, de este modo, las dudas razo­ nables que produce la primera lectura de cualquiera de sus copias. La evolución histórica de este singular privilegio, así como su dispersión geográfica, han sido analizadas y estudiadas reciente­ mente por especialistas en historia del Derecho (7).

II. EL TEXTO DEL PRIVILEGIO

1033, setiem b re 17.

Bermudo III, concede perpetuamente a Menulfo, llamado Ve- llito Auriolis, y a su descendencia una carta de ingenuidad o de libertad.

Copias: Arch. Condes de Agüera. (Entrago, Teberga), Leg. 1, ff. lr.-5r. (en confirmación del siglo XVI). BN, Madrid, Ms. 887, ff. 104r.-105r. (si­ glo XVII). AHN, Madrid, Ms. 656 (signatura antigua, 1146), ff. 9r.-llr. (en confirmación del siglo XVII). B. Palacio Real. Madrid, Colección de Privilegios, I, ff. 274r.-281r. (siglo XVIII). Arch. G. Simancas, Li­ bros de Hidalguías y Noblezas. Mercedes, 4.380, ff. 63r.-v. (siglo XVIII) (8).

Confirmaciones:

F ern an d o IV (León, 30-1-1307); A lfonso X I (Lerm a, 5-X-1326); Enrique II (Toro, 22-IX-1371); Juan I (Burgos, 18-VIII-1379); Enri­ que III (20-11-1392); Ju a n II (Segovia, 4-VI-1410. V alladolid, 15-111-

(7) C. C a r r a c e d o F a l a g a n , M. A b o l -B r a s o s y A l v a r e z -T a m a r g o . El artícu­ lo aparecerá en el próximo volumen del Anuario de Historia del Derecho. (8) Existen numerosas copias en otros archivos, que no reseñamos porque, en realidad, no aportan nada nuevo. Las copias del Arch. de la Audiencia Civil de Oviedo, citadas por Vigil y Núñez Contreras han desaparecido. La copia del Ms. de la BN está datada en Ronda «a 18 días del mes de junio de 1634» y el escribano es Diego Ruiz de Ledesma. En el Inventario General de Manuscritos de la Biblio­ teca Nacional, v. II (Madrid, 1956), págs. 493-94, se describe así este documento: «copia simple de un privilegio del Rey de León, don Bermudo III, otorgada en 21 de octubre del año 1000, en el que adopta por hijo a Bellito Auriolis, caballerizo que fue del rey don Alfonso, su padre». El Ms. está datado genéricamente en los siglos XVI-XVII. El Ms. del AHN describe así el documento de continuación o pro­ banza jurídica: «Privilegio de hidalguía concedido por Felipe IV a Dna. Catalina Hernández Aurioles, y revisión de otros privilegios, otorgados a su familia por reyes anteriores». Todo el texto del Ms. está ocupado, íntegramente, por este ne­ gocio jurídico. 516 JAVIER FERNANDEZ CONDE

1420); Enrique IV (Palencia, 22-XII-1456); Fernando e Isabel (Me­ dina del Campo, 15-IX-1482); Carlos I (Valladolid, 30-IX-1524); Fe­ lipe II (M adrid, 25-XI-1577) y F elipe III (M adrid, 20-11-1599); F eli­ pe IV (20-111-1623). H ubo otras posteriores.

Edic. texto latino:

T. González, Colección de Privilegios..., v. V (M adrid, 1829), págs. 12-14. J. P érez de U rbel, Sancho el Mayor de Navarra (Ma­ drid, 1950), A pénd. III, n. CXXX, p. 423 (R eproduce el tex to de T. González); L. Núñez Contreras, «Colección diplomática de Vermu- do III, rey de León», Historia. Instituciones. Documentos, 4 (1977), n. 15, págs. 98-99 (Reproduce el texto del Libro de Hidalguías).

Copias manuscritas traducidas:

Arch. Condes de Agüera, Leg. 1, ff. 51r.-53r. (con notable liber­ tad); Ms. 887, ff. 103r.-104r.

Traducciones publicadas: parciales o completas (9):

L. A. de Carvallo, Antigüedades..., págs. 291-292 (resum en p er­ sonal); T. de Avilés, Armas y linajes de Asturias y Antigüedades del Principado (Oviedo, 1956), págs. 144-146 (texto completo); J. Tre- lles, Asturias ilustrada, v. IV (M adrid, 1760), págs. 269-272; C. M. Vigil, Asturias monumental, epigráfica y diplomática (Oviedo, 1887), págs. 563-64 (traducción parcial); O. Bellmunt-F. Canella, As­ turias, v. III (Gijón, 1900), p. 308 (traducción parcial, muy similar a la de Vigil); C. G. Díaz-Peyroux, «La historia de un concejo (Avan­ ce de su estudio)», en Teverga, historia y vida de un concejo (Ovie­ do, 1978), p. 34 (traducción parcial, muy similar a la de Vigil y Bellmunt-Canella). Para tratar de confeccionar un texto, que pudiera reflejar, al menos de una forma aproximada, el contenido real del privilegio de Bermudo III, haciendo comprensibles todas las cláusulas, he­ mos utilizado la copia del siglo XVI como manuscrito princeps y recogimos, a pie de página, las variables morfológicas o sintácti­ cas más llamativas de las copias posteriores.

(9) Contienen también bastantes incorrecciones y pasajes de difícil compren­ sión, debidos, sin duda alguna, a la fuente manuscrita utilizada por cada autor. EL PRIVILEGIO DE PARAMO 517

COPIA S. XVI TEXTO RECONSTRUIDO

A multis quidem est A multis quidem est quesitum et non a paucis quesitum et non a paucis declaratum quod fuit declaratum quod fuit laicus Asemenedis yn laicus Asemenedis in 5. diebus genitoris mei regis 5. diebus genitoris mei regis domni Alfonsi maiordomus domni Alfonsi maiordomus super cavallericus et supercavallericus et fuit contraversiam cum fuit controversiam cum Manulphum con nominato Manulphum connominato 10. Vellito Auriolis: dicatur 10. Vellito Auriolis: dicitur quod erat cavallerico quod erat cavallerico regis. Et dum venit ad regis. Et dum venit ad aures Regis dompno Alfonsi aures regis dompni Alfonsi propter ymunaciam que propter inimicitiam que 15. huit res dompnus Alfonsus 15. habuit rex dompnus Alfonsus ad Pelagium Frolas, cujus ad Pelagium Frolas, cujus vasallus erat ipe Vellito vasallus erat ipse Vellito Aureolis, mandavit ylum Aureolis, mandavit ilium lidiare in autisimo lidiare in arctisimo

2. C D quaesitum // 3. B D caballericus / / 12. [ad] B [quod] C D qui / B fui / at // 13. B auris / B dompnis / [fuit] C sin t // 4. B C Alphonsi / / 14. B C D E imu- Assemenedis; C D Assem- naciam / [que] B quod // 15. nendis // 5. [genitoris] C se- [habuit] B C D E huic / B nioris / C meis // 6. B domp­ regis / C Alphonsus // 16. nus; C D E dompni / B E [ad] B at // 17. vassallus; mayordomus // 8. [fuit] C vasallo; D bassallus / B C B habuit; C huic; D buit / Velito // 18. B D E Arioles; C E controversiam // 9. Aureoles / [ylum] B et elo // connominatis // 10. C Aurio- 19. B C E autissimo / D au­ les / / 11. [quod] B C que / tisimo // 518 JAVIER FERNANDEZ CONDE

COPIA S. XVI TEXTO RECONSTRUIDO

et propentana tradidit et prope Entuna [Ventana] tradidit ilium. Et adcidit quod ilium et accidit quod tempus pesquisivit im- tempus pesquisivit in- dinitate et quando vidit dignitatem et quando vidit 5. quod erat injusticia 5. quod erat injusticia (in justicia) et dixit ut ingenuaset et dixit ut ingenuaset ilium, obiit ille rex suum ilium, obiit ille rex suum obitum et ille emigravit obitum et ille emigravit ab hoc seculo. Et ego ab hoc seculo. Et ego 10. ssubcesor in regno in 10. subcesor in regno in ordine aliorum parentum ordine aliorum parentum meorum surregit unus meorum surrexit unus burneus dixit Pelagio Farelas Burneus dixit Pelagio Fruelas et fecit mihi sugesionem et fecit mihi suggestionem 15. pro veritate quod ingenuase 15. pro veritate quod ingenuassem ipum Manulphum conominatum ipsum Manulphum connominatum Vollito Auriolis pro anima ipius Vellito Auriolis pro anima ipsius genitoris mei dompni Alfonsi; genitoris mei, dompni Alfonsi; et quod mihi postelavit, ego et quod mihi postulavit, ego 20. inpievi. Ob inde ego Vermudus 20. impievi. Ob inde ego Vermudus res, filie Aldefonsi principis, rex, filius Aldefonsi principis,

1. B C D E propentana // 2. B 15. B queningenuasem; C D in- yllum / B ad vultoque; C a- genuasem; E ingenuassem // 16. diusque; D adivuit; E ad B C D E ipsum / [Manulphum] om. illud // 3. B pesquesit; C D E B / B conominatus; D cognomi­ pesquisit // 4-5. B indenitate; nato; E connominatum // 17. B C E C indevitate; D indivitate; Vellito; D Velito / B C D E ipsius // E indebitate // 6. B dixitur / 18. C Alphonsi // 19. B D E postu­ [ut] C utino / [ingenuaset] C lavit / / 20. B C D Bermudus; E E envasset // 10. B sucesor; C D Bermudos // 21. B C D E rex / B succesor // 12. B C D E surrexit // filis; C filio / E filius / B 13. C Pelatio / E Froelas // 14. C D Alfonsi / B princips // sugessionem; E suggestionem // EL PRIVILEGIO DE PARAMO 519

COPIA S. XVI TEXTO RECONSTRUIDO

tivi Manulpho connominato tibi Manulpho connominato Vellito Auriolis et filiis Vellito Auriolis et filiis tuis vel qui de ti nati tuis vel qui de te nati fuerint, in Domino fuerint, in Domino 5. Deo salutem. Amen. 5. Deo salutem. Amen. Incertum est vite tenpus Incertum est vite tempus quod di mortali ducimus quod de mortali ducimus casu quia neque jnicium casu quia neque inicium nascendi novimus casu nascendi novimus casu 10. neque fine nostrum scire 10. neque finem nostrum scire valemus quamdo ab hac valemus quando ab hac luce transeamus et nos luce transeamus et nos escitad tale venefactus, excitat tale benefactus, ut ante Deum inveniamus ut ante Deum inveniamus 15. mercedem et remedium anima 15. mercedem et remedium anime nostra. Psalmista dicit: nostre. Psalmista dicit: disolve coligationes inpie- disolve coligationesimpie­ tates, solve fasciculos de- tatis, solve fasciculos de­ penites, dimitte eos qui primentes, dimitte eos qui 20. constristati sunt liberos, 20. contristati sunt liberos, tronos eorum disrrunpe. tronos eorumdisrumpe.

1. B C D E tibi / B conominato; C 16. C noster; D nostre; E nostrae // comnominato // 2. C Bellito; D Ve- 17. B de salve / B coligacacione; lito // 3. B C D E te // 6. B C D E C D E colligationes // 17-18. B C tempus / / 7. B qui de; C que te; impietatis // 18. B fasactus (?); D que / e de / / 8. BCDE nec / C fasactos; D fassactos // 18-19. D inictum; B D E initium // 9. B B depemtis; E deprimentes // nec // 11. B C D E quando // 13. 19. B D dimite // 20. contristate; BCDE excitat /BCDE benefac- E contristati / B liveros; C liberos- tus // 14. B inbeniamuis [inveniamus] tiones / sub] ad te add E / / 21. om. D // 15. B merceden et remedius / B disrumpe; C disrumpem II. C anni inde; D anime; E animae //

17-21. Isaias, 58, 6 ( Vulgata latina antiqua): «Dissolve colli- gationes impietatis, solve fas­ ciculos deprimentes, dimitte eos qui confracti sunt liberos, et omne onus dirumpe». 520 JAVIER FERNANDEZ CONDE

COPIA S. XVI TEXTO RECONSTRUIDO

Nunc modo mihi anuit voluntas Nunc modo mihiannuit voluntas ut faciantivi Manulfum mea ut faciam tibi Manulfum kartam ingenuitatis vel kartam ingenuitatis vel rrestaytacionis si tivi que et restitutionis sic tibique et 5. filiis vel nepotibus, qui de 5. filiis vel nepotibus, qui de te nati fuerint, ut sedeatis te nati fuerint, ut sedeatis ingenui et securi a facie Dei ingenui et securi a facie Dei omnipotentis usque in finem omnipotentis usque in finem seculi; et ubi nivendi, ma­ seculi; et ubi vivendi, ma­ io. nemdi lattecumque fodendi io. nendi lattecumque fodendi vitam vestram transire volue- vitam vestram transire volue- ritis liberam in Dei nomine ritis liberam in Dei nomine haveatis potestatem, ita ut habeatis potestatem, ita ut ad nullum honorem bivente ad nullum honorem viventem 15. super terram tribuat manendi 15. super terram tribuatis manendi ita maulatorum parueritis, ita maulatorum parueritis, sed soli Deo onnipotenti sicut sed soli Deoomnipotenti sicut alii ceteri ingenui. Et pro alii ceteri ingenui. Et pro confirmanda hac scriptura confirmanda hac scriptura 20. acepi de te unum cavallum 20. acepi de te unum cavallum

1. [Nunc] C in hoc / E modos / laticunque; C latecumque; [mihi] B michi / B amu- [latecumque] E transeundi bistis; C E annuit / B volump- et // 11. B transene // 13. B C D E tas // 2. B facian tibi; C D E habeatis // 14. B viviente; C D faciam tibi / B C D E Manulphum // vivente; E viventem // 15. E tri­ 3. [kartam] D tarn; E char- buatis // 16. C D E in aulati- tam / ingenitates // 4. B restau­ rum / B polueritis; C D E pa- raciones; C restajectationis; tueritis // 17. B set / B C D E D restaietationis; E restaura- omnipotenti // 18. B alii; [alii tionis / B sit tibi quam; C D E ceteri] C a luce terrae / sic tibi quam // 5. B filis / [ingenui] B ingenti / / 19. B netotibus // 9. B D E vivendi; C scritura // 20. B C D E accepi / D videndi // 10-11. B manidi; C D cabellum // manentdi; D E manendi // 10. B EL PRIVILEGIO DE PARAMO 521

COPIA S. XVI TEXTO RECONSTRUIDO

rosiello valenten trecentos rosiellum valentem trecentos solidos et unum sedemdarium solidos et unumsedemtarium bonum. Et post dien Santi bonum. Et postdiem Sancti Michael arcangeli oferas cereum Michael arcangeli oferas cereum 5. et oblacionem et in pauperes 5. et oblationem et in pauperes distribuas de quanto habueris distribuas de quanto habueris pro anima ipsius genitoris pro anima ipsius genitoris mei rregis Aldefonsi. Ita mei regis Aldefonsi. Ita ut ad me omnes comsam- ut a me omnes consan- 10. ’ guinei mei vel extranei, 10. guinei mei vel extranei, ita in fili mei que nepotes, tam fili mei quam nepotes, si qui contra factum meum si quis contra factum meum ad irrunpende venerint, iran ad irrumpendum venerint, iram regiam patiatur qualibet regiam patiatur qualibet 15. excomunionis vel quas liberi' 15. excomunionis[poena],vel cuiuslibet generis homo biven super terram, generis homovivens super terram, qui hanc jusionem meam qui hanc jusionem meam contravenerint vel accepta- contravenerint vel attenta- verint a mendicitas et lepro- verint ac mendici et lepro- 20. si sedeant, tenemt' suam cariba 20. si sedeant, teneant suam cambam ad frontem, careat luminis, ad frontem, careat luminis, non videàt que bona sunt non videat que bona sunt in Jherusalem, nec pax in in Iherusalem, nec pax in

1. B valente; C D E valentem // 3. [qualibet] B cum quam; C D quam et bonum] om B; C boniem / B. pos / poenam // 15. B excomunicaciones; B C D E diem / B C D E Sancti / [excomunionis] D quam ex eris; C B ceream // 5. B C D E obationem // et poenam excommunionis / [quam] 6. B quantum / B abueris 111. B qui quod / quas liberi] om E // 16. [ipsius] C impius // 8. B C D E B genus / B viven; C viveri; D E vivens regis /C E Aldephonsi II 9. [omnes] II 11. C han / C crussionem; D E jussio- B homines II 9-10. B C D E consan­ nem / B meam // 18. contravenient; C guinei Il 10. mei] om B II 11. [ira contraveniret // 18-19. B aceptave- in] B C D E tam / B C D E filii / rint; C esceptaverint; E atten- B C D E quam II 12. si] om B C taverint // 19. a] om E / E mendici // D E / B meam II 13. [ad irrunpende] 20. B C D sedent / B tenet; C tenent; B mal istam pende; C D adictum pen­ [tenemt suam] E in vita sua / B C D E de; E ad dirumpendem / B C D E camba//22. C D E quae//23. C E Hieru- iram / / 14. [patiatur] B patriam / salem; D Jerusalem / B C D E neque / / 522 JAVIER FERNANDEZ CONDE

COPIA S. XVI TEXTO RECONSTRUIDO

Israel; anatema reputetur Israel; anatema reputetur in conspectu Dei onnipotentis in conspectu Dei omnipotentis et pro tenporali damno con- et pro temporali damno com- proat omnia quale in lira ponat omnia quale in lira (litera) 5. resonat: resonat in duplo 5. resonat: resonat in duplo vel triplo et ad partem regis vel triplo et ad partem regis exsolvad auri talenta duo. exsolvat auri talenta duo. Hec scriptura plenam obtinent Hec scriptura plenam obtineat firmitatem pro seculo tuta. firmitatem pro seculo cuncta. 10. Facta karta ingenuitas die que 10. Facta karta ingenuitatis die que exiit XV Kl. otobris. LXXI post exiit XV Kl. octobris. LXXI post mill. Vermudus rex hanc mill. Vermudus rex hanc scripturam manu mea confirmo. scripturam manu mea confirmo. Serbandus episcopus confirmit. Serbandus episcopus confirmât. 15. Comite Petro Fruelas. Pelagio 15. Comite Petro Fruelas. Pelagio Fruelas. Comes Fruelas Nunez. Fruelas. Comes Fruelas Nunez. Rodericus Niz concomite regis Rodericus Muniz concomite regis cf. Frola Pars cf. Sancius cf. Frola Pérez cf. Sancius Ximenez cf. Nepociano Osoriz Ximenez cf. Nepociano Osoriz 20. cf. Adulphu cf. F. Gutierre 20. cf. Adulphu cf. F. Gutierre Felex cf. Felippe testis. Felex cf. Felippe testis. Iohns cf. Garcia. Iohanis cf. Garcia. Fulgentius notarius. Fulgentius notarius. l.CD Irrael / B C D E anathema / E hune / / 13. B escripturam; C B reputeti; C reputentur // 2. B C D scritum; D E scriptum // 14. B D E E omnipotentis // 3. B C D E tem­ Servandus / B confinit; E con­ porali / / 3-4. B C D comproat; E pec- firmât // 15. [comité] B comuti / tat / / 4. B quali; [quale] E quae / C [Petro] C Petito / / 16. [Nunez] B Lyra [lira] E charta // 5. B E reso­ Numes // 17. [Niz] C D Ms / B comité // nanti; [resonat’2l ’I] om C D E // 6. [ad] 19. B Xemenes / C Hepociano // 20. B at B / B regem // 7. B C D E exsol- Adulpson / F.] om BCDE// 20-21. Gu­ vat // 8. C E haec / B escriptura; C tierre Felex] om B / D Félix // 21. scritura /BCD obtineant; E obti- [Felippe testis] B Felippo tesrobus; neat // 9. B tota; C tua // 10. B ingé­ C Felipe ts. robus; D Felippe ts. Yobus // nitas; D E ingenuitatis //ll.E XVI / 22. John]om BCDE/ [Garcia] C BCDE octobris / / 12. B D E Ber- Garba; D Garva / / 23. B Fulgencius. mudus; C Bermundo / C rey / C ham; EL PRIVILEGIO DE PARAMO 523

En concreto, la del Ms. 887, que llamamos B. La del Ms. 656, que denominamos C. Y las del siglo XVIII: la de la Colección de Privilegios que representamos por la D. La del Archivo de Siman­ cas, que va significada en la letra E. Las traducciones, manuscritas o impresas, que en algunos as­ pectos parecen disparatadas, también nos han servido, con sus dis­ paridades, para tratar de descubrir el significado de algunas ex­ presiones bastante extrañas o ininteligibles. El texto resultante, que publicamos aquí y que servirá de ba­ se a nuestro estudio diplomático-histórico, leído en su conjunto resulta, a nuestro juicio, coherente e inteligible. Las expresiones carentes de sentido son, prácticamente, nulas. Desde el punto de vista lingüístico, sus estructuras están más cerca de un latín co­ rrecto, redactado por autores que conocían muy bien esta lengua que de las habituales en los notarios y escribanos del siglo XI. En muchos de los documentos escritos en esta época, libres de toda sospecha de manipulación preterintencional o intencionada, tam­ bién se encuentran graves irregularidades lingüísticas, sin duda porque los responsables de los mismos no entendían ya el latín. Pero resulta imposible sistematizar con corrección esas irregula­ ridades. Por eso nosotros preferimos aquí tratar de intuir el con­ tenido real de las disposiciones, expresadas en un latín aceptable, aunque no coincidan formalmente y en todas sus partes con las que salieron del escritorio del notario Fulgencius, personaje, por lo demás, conocido en la cancillería leonesa.

III. ANALISIS DIPLOMATICO

En general, se puede afirmar que nuestro documento presenta unas fórmulas diplomáticas que reflejan con bastante fidelidad los hábitos diplomáticos de la época. Núñez Contreras, en el tra­ bajo citado más arriba, hizo ya un estudio diplomático muy com­ pleto del cartulario de Bermudo III, que ha facilitado, notable­ mente, nuestra tarea, ofreciéndonos, además, la posibilidad de establecer comparaciones entre las fórmulas y cláusulas de este documento y las características de todo el conjunto de diplomas, correspondientes a este soberano leonés ( 10). El texto actual del documento carece de invocación simbólica, como en otros muchos de este rey, cuyo original se desconoce, ha­ biendo llegado hasta nosotros en forma de copias tardías y de con-

(10) L. N u ñ e z C o n t r e r a s , «a.c.», págs. 389 y ss. 524 JAVIER FERNANDEZ CONDE firmaciones. También echamos de menos la invocación verbal que no suele faltar en estos siglos ( 11), si bien es cierto que tampoco aparece esta clase de invocación en varias piezas del conjunto ( 12). El documento comienza con una exposición muy larga: A mul- tis quidem est quesitum quod fuit... ego inplevi. Se trata de una v erd ad e ra narratio que recoge las circunstancias o motivos con­ cretos que determinaron la concesión regia, y tiene un interés ex­ traordinario para analizar históricamente las disposiciones de Bermudo III, cuyos antecedentes alcanzan también el reinado de Alfonso V (999-1028), según relata esta fórmula. En este tipo de estructuras diplomáticas, las largas son tam­ bién habituales en la documentación de la época. Comparando ésta con otras del diplomatario del rey leonés, hemos observado que cuando la exposición va inmediatamente después de la intitula­ ción o de la salutación, suele ser m uy b reve (13). Pero cuando se sitúa al comienzo del texto, como en este caso, resulta, por lo ge­ neral, bastante larga. En un documento del mismo Bermudo III, datado unos años antes (1029), tiene una exposición larga con acon­ tecimientos correspondientes, asimismo, a los reinados de Alfon­ so V y de Bermudo, que recuerdan mucho nuestro diploma (14). La intitulación: Ego Vermudus rex, filius Aldefonsi principis es normal o quizá más sobria que en muchos de los diplomas de este soberano (15). La dirección: Manulpho connominato Vellito Auriolis et filiis tuis vel qui de te nati fuerint, no ofrece ninguna particularidad diplomática reseñable, en este conjunto documental del rey leonés. La salutación: In Domino Deo salutem. Amen, es muy senci­ lla, al igual que en todos los diplomas de Bermudo III. El preámbulo es relativamente extenso como en muchos docu-

(11) «La invocación es elemento constante del protocolo inicial en este perío­ do, y solamente de un modo excepcional puede faltar del documento, apareciendo en todos ya la verbal ya la monogramática o bien las dos al mismo tiempo, lo que es en realidad lo más frecuente»: A. C. F l o r i a n o C u m b r e ñ o , Curso general de Pa­ leografía y Paleografía y diplomática españolas (Oviedo, 1946), p. 386. (12) L. N u ñ e z C o n t r e r a s , l.c., p. 409, recoge otros diplomas de Bermudo III, en los que faltan ambas invocaciones. (13) Como excepciones, podríamos citar una exposición larga, copiada después de la salutación: n. 14 (a. 1032) del diplomatario. (14) N. 3 (1029): «a.c.», págs. 447-448. También se enlaza la exposición con la intitulación y con la expresión causal: ob inde, como en nuestro diploma. (15) Bermudo rey, proles Adefonsi principis, es la expresión más socorrida: 1, 2, 4, 6, 7, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 20. (16) A. C . F l o r i a n o C u m b r e ñ o , o.c., págs. 303 y s. EL PRIVILEGIO DE PARAMO 525 mentos occidentales de este período (16): Incertum est... animae nostrae. Psalmista dicit... tronos eorum disrrunpe. Ofrece un con­ tenido religioso-moral muy expresivo, que se puede encontrar también en fórmulas parecidas de la época. El texto bíblico cita­ do, tiene un carácter consolatorio, muy en consonancia con estas estructuras diplomáticas. También se formula la motivación úl­ tima de la acción documental: et nos excitat tale venefactus, ut ante Deum inveniamus mercedem et remedium animae nostrae. En la documentación de Bermudo III esta estructura diplomá­ tica aparece, únicamente, en otras dos ocasiones (17). Las fórmulas dispositivas responden, en lo fundamental, al es­ tilo diplomático utilizado en otros documentos de Bermudo. A ve­ ces, las similitudes son notables y no escasean, incluso, las coin­ cidencias formales:

— Nun mihi annuit v o luntas m ea (1, 6 , 7, 9, 10, 19) (18). — Sic tibique et filiis tuis et nepotibus qui de te nati fuerint (4, 13). — Sed soli Deo omnipotenti sicut alii ceteri ingenui (17). — Et pro confirmanda hac scriptura acepi de te unum cavallum rosiellum valentem trecentos solidos et unum sedemtarium (6 , 7, 8, 11, 16).

La resolución formal, es decir, la concesión de ingenuidad o de libertad jurídica plena a Manulpho por el soberano leonés, no pre­ senta, en principio, ningún tipo de limitación:

et ubi vivendi, manendi lattecumque fodendi vitam ves- tram transiré valueritis, liberam in Dei nomine haveatis po- testatem, ita ut ad nullum honorem biventem super terram tribuatis manendi, ita maulatorum parueritis, sed soli Deo omnipotenti sicut alii ceteri ingenui.

Sólo se consigna al final del dispositivo una obligación de Ma- nulfo con el soberano, característica de los encomendados libres con sus antiguos patronos, como se indicará más adelante. La entrega de un caballo «rosiello» apreciado en una determi­ nada cantidad de sueldos es, como se ve, una constante repetida

(17) L. N u ñ e z C o n t r e r a s , «a.c.», p. 419. (18) Los números incluidos entre paréntesis corresponden a la ordenación del diplomatario de Bermudo III, que establece Núñez Contreras. Conviene advertir que también existen repeticiones de algunas palabras de otras partes del docu­ mento: suggestionem (19); jussionem (7, 9, 12, 13, 14, 19), etc. 526 JAVIER FERNANDEZ CONDE con relativa frecuencia en las confirmaciones o fórmulas corrobo­ rativas de esta época. El mismo precio del caballo, los 300 sueldos, resulta una cantidad plenamente coherente con el valor corriente de esta clase de animales entonces, a juzgar por las cantidades que aparecen en otros documentos y en idénticas fórmulas:

caballum vaium valentem 200 sólidos ( 6, a. 1031) kavallo maurizello » 500 » ( 7, a. 1031)(19) caballum baium 200 » ( 8, a. 1032) kavallo rosello 300 » (14, a. 1032) kavallum rosellum + 300 » (16, a. 1034) sella et freno 5 kavallos II s. 200 » (11, a. 1032) 1 kaballum 200 » (11, a. 1032)(20)

Lo estipulado en esta confirmación coincide, prácticamente, con otra cantidad incluida en un documento de Bermudo III, re­ dactado un poco más tarde (a. 1034, 16), si traducimos el término: sedemtarium por silla de montar y no por jumento, como hace al­ gún traductor moderno equivocadamente ( 21). Tiene, además, un notable interés la última parte del disposi­ tivo: Et post diem Santi Michael arcangeli oferas cereum et obla- cionem et in pauperes distribuas de quanto habueris pro anima ipsius genitoris mei regis Aldefonsi. Manulfo, que aparece sometido a servidumbre en el reinado de Alfonso V, recabe la libertad jurídica de su sucesor, pero al igual que ocurría en el reino astur-leonés con los libertos o siervos ma­ n u m itid o s —maulas, como dice más arriba el documento— segui­ ría manteniendo relaciones de dependencia respecto a su manu- misor real: ofrecer cada año un cirio el día de San Miguel, lo mismo que los cerarii o cerocensuales del Im perio franco (22) y oblacio­ nes a los pobres por el alma del rey Alfonso. Como puede verse, el documento refleja con mucha claridad las condiciones jurídi­ cas de la sociedad del siglo XI plenamente feudalizada.

(19) En este documento, se incluye además en la confirmación (pro confirman- dam): acipitre mutato I optimo. (20) Las dos equivalencias de este documento no tienen nada que ver con las cantidades estipuladas en la fórmula de confirmación. (21) T i r s o d e a v i l e s : «un rocin sendero bueno»: o.c., p. 145. En un documento de Bermudo III, datado el 25-VIII-1032, el sustantivo asno se expresa en latín con jumentum (n. 11). (22) Cfr. L. G. d e V aldeavellano , Curso de historia de las instituciones es­ pañolas. De los orígenes al final de la Edad Media (Madrid, 1968), p. 344. EL PRIVILEGIO DE PARAMO 527

Las cláusulas de sanción evidencian, también, los usos diplo­ máticos de la época, repitiendo casi textualmente expresiones y fórmulas de otras sanciones del conjunto diplomático de Bermu- do III. La expresión condicional del comienzo: si quis contra factum meum ad irrunpendum venerint, habitual en la documentación altomedieval, se repite, con pequeñas variantes, en muchos diplo­ m as del soberano leonés (1, 6 , 7, 10, 13, 14). El notario articula tres clases de sanciones: la jurídica, las es­ pirituales y las materiales. La primera de ellas: ...iram regiam pa- tiatur... sólo aparece en este documento de Bermudo, pero fue muy corriente en el reino leonés (23). El conjunto de sanciones de carácter espiritual: (si quis)... qua- libet excomunionis [poena]... non videat que bona sunt in Iheru- salem, nec pax in Israel; anatema reputetur in conspectu Dei om- nipotentis, que conmina al infractor del privilegio con la condena d iv in a (anatema-anathema), la correspondiente pena eclesiástica (excomunio) y la consiguiente condena eterna como secuela ine­ v ita b le (non videat... pax in Israel), puede considerarse como ha­ bitual en el siglo XI. Integra o parcialmente y con algunas varia­ bles se encuentra, asimismo, en la serie diplomática de Bermudo III (3, 4, 11, 12, 16, 17, 18, 20). La sanción material incluye dos clases de penas: las corpora­ les y las pecuniarias, también dentro del estilo diplomático de aquella época. La mendicidad, la lepra (mendici et leprosi sedeant) y la cegue­ ra (careat luminis), juntamente con la invalidez rayana en la mons­ tru o sid a d (teneant suam cambam ad frontem) (24), conform an el conjunto de las que afectan al cuerpo del transgresor. Las prime­ ras se encuentran en muchos documentos de Bermudo III (25), pe­ ro la tercera constituye una verdadera rareza, no sólo por la pena en sí, sino también por la forma de expresarla.

(23) Sobre este particular, es muy conocido y ha sido citado repetidas veces el trabajo de Hilda G r a s s o t t i : «La ira regia en León y Castilla», Cuadernos de Historia de España, XLI-XLII (1965), 5-135. (24) Las versiones y traducciones de esta parte del documento son absoluta­ mente disparatadas: T. d e A v i l e s : o.c., p. 144: «posean su silla desde los pies has­ ta la frente»; J. T r e l l e s , o.c., p. 271, no lo traduce; C. M.V i g i l , o.c., p. 563: «le­ prosos posean la silla...». En nuestra interpretación camba significa pierna (A. B l a i s e , Lexicón Latinitatis Medii Aevi (Turnholti, 1975), p. 128, y la traducción que proponemos: tengan su pierna pegada a la frente. (25) L. N u ñ e z C o n t r e r a s , «a.c.», p. 429. 528 JAVIER FERNANDEZ CONDE

Las sanciones materiales de índole pecuniaria son habituales tanto en documentos reales como de particulares. La primera de ellas: et pro temporalis damno componat omnia quale in lira (li­ tera) resonat: resonat in duplo vel triplo, es puramente formal, porque no aparece en el documento ningún valor económico. La segunda: et ad partem regis exsolvat auri talenta dúo, responde a ese concepto que se ha llamado economía imaginaria, es decir, la utilización de unidades monetarias antiguas, completamente fuera de uso, para respaldar y fortalecer con su venerable e im­ precisa antigüedad, el peso de las conminaciones penales de esta clase de fórmulas diplomáticas (26). Los dos tipos de sanciones eco­ nómicas figuran en la documentación regia que estamos exa­ m inando. El parecido formal entre este conjunto de clausulas de sanción y las que forman parte del texto de una donación del mismo rey Bermudo a los condes asturianos Piniolo e Ildoncia, datada el 11 de m ayo de 1031, es m uy notable:

Donación de 1031 Privilegio

Ita ut a me omnes consanguinei mei vel extranei, ita ut fili mei Si quis que nepotes, si quis tarnen, quod fieri minime credimus, aliquis homo, contra hoc factum nostrum contra factum meum ad irrumpendum venerit ad irrunpendum venerint, tam regia potestas quam etiam comes vel quilibet generis homo vivens super terram in quibus regnum vel tempore, quod hanc ius- sionem nostram infringere qui verit vel intentaverit, iram regiam patiatur qualibet excomunionis [poena] vel cuiusli- bet generis homo vivens super terram, qui hanc iusionem meam contravenerint vel atten- mendicitas et lepra taverint ac mendici et leprosi prosapia teneat sua sedeant, teneant suam amborum frontibus careat cambam ad frontem, careat

(26) F . J. F e r n a n d e z C o n d e , E. G a r c í a G a r c í a , M. S u a r e z A l v a r e z , S . S u a r e z B w .t r a n e I. T o r r e n t e F e r n a n d e z , «Circulación monetaria en Asturias duran­ te la alta Edad Media (siglos VIII-XII)», en Numisma 24 (1984), 258-259 (Los pro­ blemas de una economía imaginaria). EL PRIVILEGIO DE PARAMO 529

Donación de 1031 Privilegio lucernis et non videat que bona luminis, non videat que bona sunt in Ierusalem nec sunt in Iherusalem, nec pax in Israel, sed con- pax in Israel teratur velut lignum, non ferat fructuum, anathematizata sit anatema reputetur in conspectu Dei omni- in conspecti Dei omni- potentis potentis et prò temporali damno componat omnia quale in lira resonat: resonat et conférât vobis et ec­ clesie vestre prò tempo­ rali damno in duplo vel triplo et ad partem Regis exsolvat auri talenta duo et ipso auri talenta duo. in duplo qui contien- tione miserit.

El escatocolo o protocolo finalresulta completamente coheren­ te con el discurso diplomático del siglo XI. Falta la aprecación, que es rara fuera de los documentos eclesiásticos en esta época (27). De hecho, no la hemos encontrado en ninguno de los documentos del diplomatario de Bermudo III. El p ersonaje Fulgentius es un personaje conocido en estos años (28). También tenemos noticias sobre la mayoría de los hombres que figuran en la validación, como indicaremos más adelante.

IV. ANALISIS HISTORICO

Las circunstancias que constituyen la urdimbre o trasfondo socio- político de este privilegio son muy conocidas. Debilitado el reino leonés a finales del X por los zarpazos de las terribles razzias de Al- manzor, comienza a recuperarse lenta y trabajosamente en los últi­ mos días de Bermudo II (+ 999) y a lo largo del reinado de Alfon­ so V (999-1028). Pero m uy pronto, al finalizar la segunda década del siglo XI, la precaria estabilidad del trono leonés tiene que afrontar

(27) Sobre el protocolo final: A. C.F l o r i a n o C u m b r e ñ o , o.c., págs. 399 y ss. Concretamente, sobre la aprecación, p. 400. (28) Aparece en otros cuatro documentos del rey leonés ejerciendo esa función (4, 9, 13, 14). Sobre la cancillería y el notariado en estos años: L. N u ñ e z C o n t r e - r a s , «a.c.», págs. 432-433. También hace algunas observaciones sobre la genética y sobre la tradición documental. 530 JAVIER FERNANDEZ CONDE otra amenaza no menos formidable: el imperialismo de Sancho el Mayor de Navarra (1000-1032). Este soberano comienza dirigiendo sus tentáculos hacia Castilla para intervenir después, de manera de­ cidida, en la corte de León. En ella ejercen una influencia muy im­ portante poderosos agentes de indudable filiación filonavarra. El más influyente de todos, Urraca, hermana de Sancho el Mayor, se­ gunda mujer de Alfonso V (1023) y regente o tutora de Bermudo III, durante los primeros años del jovencísimo monarca, a la muerte de Alfonso. También tiene un papel destacado en León el obispo Pon- ce, titular de San Salvador de Oviedo (1023/28-1035), de origen ca­ talán y muy vinculado siempre a los intereses de la corte de Pam­ plona (29). La debilidad de los titulares del solio leonés en esta primera parte del siglo XI propiciará, lógicamente, el afianzamiento y las revueltas de los grupos acomodados y de la nobleza, especialmente la que había venido consolidándose en Asturias, Galicia y Casti­ lla, las «tierras de afuera», en expresiva calificación de un diplo­ ma de la época de Alfonso V (30). La enemistad del conde Pelayo Froilaz —uno de los actores principales de nuestro documento— con Alfonso V habría que si­ tuarla justamente en este contexto. Y no fue el único conflicto que enfrentó a los señores de tierras asturianas con el soberano leonés. El mismo Alfonso V, recién coronado en León, muy joven to­ davía, viaja a Oviedo con su madre para sustanciar definitivamen­ te un grave problema social, provocado por la sedición de Analso Garvixio. Este, al frente de un grupo de nobles, había tratado de asesinar al propio Alfonso, cuando era niño, aprovechando las gra­ ves dificultades políticas de los últimos años del reinado de Ber­ mudo II. El rey Bermudo, había abortado el atentado y condena­ do a muerte al traidor. Pero su hijo Alfonso, fiel a una línea política conciliadora para evitar graves rupturas sociales, perdo­ na la vida de Analso a cambio de sus bienes, para rehabilitarlo después com pletam ente (31). Posteriormente, Alfonso V tendrá que vérselas con otra suble­ vación en Asturias, sin duda de menores dimensiones, que prota­ goniza el terrateniente Félix Agelaci. Este personaje, señor de la

(29) Sobre este influyente y hábil prelado: F . J. F e r n a n d e z C o n d e , La Igle­ sia de Asturias en la alta Edad Media (Oviedo, 1972), págs. 47 y ss. (30) J. P e r e z d e U r b e l -R . d e l A r c o y G a r a y , España cristiana. Comienzo de la reconquista (711-1038), v. VI de la Historia de España, dirigida por R . Menén- dez Pidal, (Madrid, 1964), p. 171. (31) Sobre este conflicto:F . J. F e r n a n d e z C o n d e , El Medievo asturiano (si­ glos X- XII), en Historia de Asturias, v. IV (Salinas, 1979), págs. 145-147 y 183. EL PRIVILEGIO DE PARAMO 531

«villa» de Ripella, utilizando como coyuntura propicia la presen­ cia de los normandos en las costas noroccidentales, se levanta con­ tra el soberano de León, y al caer «sobre él la ira del rey don Al­ fonso, tuvo que salir de las tierras e irse a otras tierras en las barcas de los Lodmanos (normandos)» (32). El contexto histórico concreto habría que relacionarlo, segu­ ramente, con la serie de disturbios que surgen en 1008, cuando se produce el asesinato del magnate portugués Menendo González, que tenía en sus manos el control del gobierno durante los prime­ ros años del reinado de Alfonso V, momentos en los que arrecia­ ba, precisamente, el peligro normando (33). En cualquier caso, el titular de la corte de León, fiel a su actitud tolerante y concilia­ dora, se muestra condescendiente con aquel rebelde asturiano de menor cuantía: «Félix recupera la gracia del rey Alfonso y éste le devuelve sus propiedades tal como las había poseído antes de la expatriación» (34). A primera vista, podría resultar llamativa esta relación del te­ rrateniente asturiano con los normandos, considerados habitual­ mente como enemigos intratables que aparecían repentina y es­ porádicamente en las poblaciones costeras, llevando siempre consigo la destrucción y el saqueo. Félix Agelaci puede extrañar­ se en territorios normandos y volver tranquilamente a sus tierras, recuperada la gracia del rey leonés. Y no parece que se trate de un episodio raro y obsoleto: unos años más tarde (1032) en Gali­ cia la gens leodomanorum (pueblo normando) aparecerá ayudan­ do a los nobles gallegos en una empresa organizada para desman­ telar un núcleo de bandolerismo protagonizado por vascones en la comarca de Lugo:

«In ipsius quoque diebus coadunaverunt se abbates et mo- nachos et omnem plebem Sánete Marie et querelaverunt se ad ipse comes de vascones qui sedebant in ipsa penna dicen- tes quod habebant de illos grande dampno et malefacturia in ecclesias et in meskinos depredas et disruptiones et rau- sos et homicidios et furtos et eis erat illa térra herma et de- solata. Tuc vero coadunavit se ipse comes cum omnes suos barones et cum gens leodomanorum et cercavit ipsa penna et pressit ea per forcia et cremavit et desolavit ea» (35).

(32) F . J. F e r n a n d e z C o n d e , o . c ., p. 183. (33) Esta interpretación, ibid., p. 183. (34) Texto: P. F l o r i a n o L l ó r e n t e , Colección diplomática del monasterio de San Vicente de Oviedo (Oviedo, 1968), n. XXX, págs. 72-74. Traducción: F . J. F e r n a n d e z C o n d e , í . c ., p. 183. (35) L. N u ñ e z C o n t r e r a s , «a.c.», p. 470: Bermudo III concede a la iglesia de Lugo de Galicia un promontorio denominado Lapio (30VIII-1032). 532 JAVIER FERNANDEZ CONDE

Nuestro privilegio no ofrece ninguna clase de información so­ bre las causas que originaron las relaciones de enemistad entre Alfonso V y el noble asturiano Pelayo Froilaz:

Et dum venit ad aures regis dompni Alfonsi propter ini- micitiam que habuit rex dompnus Alfonsus ad Pelagium Frolas.

Tampoco incluye ninguna indicación sobre el momento concre­ to del reinado, en el que ocurrió este enfrentamiento. En 1010, las relaciones del procer asturiano con el titular de la corte leonesa eran aún buenas (36). Habría que pensar en los últimos años del reinado (1020-1028). Cuando accede al trono Bermudo III (1028) el acontecimiento de la caída en desgracia de Pelayo Froilaz no pa­ rece lejano. ¿Podría explicarse este conflicto de Alfonso V con otro potentado de Asturias por el distinto punto de vista de éste fren­ te a la influencia, cada vez más fuerte, de los «agentes» navarros en la corte de León en aquellos años? Es una buena hipótesis, pe­ ro sólo eso, una simple hipótesis. En cualquier caso, estamos muy bien informados sobre la fi­ sonomía personal e histórica de Pelayo Froilaz: uno de los perso­ najes más influyentes de la nobleza de las Asturias centro- occidentales de la primera mitad del siglo XI. Su padre, del que estamos poco informados, se llamaba Fruela Xeméniz (37); y su mujer: la condesa Aldonza Ordóniz, de ascendencia real por línea paterno-materna, ya que era hija de un descendiente de Ramiro III —Ordoño Rademiriz— y de Cristina, hija, a su vez, de la pri­ mera mujer de Bermudo II, Velasquita (38).

(36) En 1010 su padre, Froila Xemeni, aparece en la validación de una dona­ ción de Alfonso V a San Miguel de Bárcena, en calidad de confirmante: A. C . F lo r i a n o C u m b r e ñ o , El Libro Registro de Corias, v. I (Oviedo, 1950), págs. 166-168. (37) Ya hicimos referencia a este personaje en la nota anterior, refiriéndonos a un documento de 1010. También aparece en la validación de un testamentum de Bermudo II: L . Testamentorum, ff. 49v.-50v., public. S. G. L a r r a g u e t a , Colección de documentos de la catedral de Oviedo (Oviedo, 1962), n. 34 (992), págs. 123-125 (Fruela Sceméniz), y puede identificarse este personaje con el padre de Pelayo Froi­ laz, por un documento del s. XI, sin fecha, en el que la condesa Aldonza Ordóniz hace una donación de bienes propios en Teberga y en otras comarcas cercanas al monasterio de de Carzana (Teberga). Allí se dice expresamente: «vi- llam que vocitatur Tagia, que fuit de comes Froila Xemenez et venit in divisio- nem ad filio eius comes Pelagio Froylaz et dedit illam mihi Yloncia», S. G. L a ­ r r a g u e t a , o.c., p. 32. El documento íntegro: n. 118, págs.319-323. (38) Sobre la genealogía de esta familia: A. C. F l o r i a n o C u m b r e ñ o , Colección diplomática del monasterio de Belmonte (Oviedo, 1960), págs. 303 y ss. El autor no puede documentar con seguridad la paternidad de Fruela Xeméniz. Sobre la EL PRIVILEGIO DE PARAMO 533

La infanta Cristina, la madre de la condesa Aldonza Ordóniz, está vinculada a los orígenes del monasterio de San Salvador de Cornellana (1024), y estos dos condes, Aldonza y Fruela, encabe­ zan la familia de los fundadores y patronos de otro importante cenobio de la comarca del Narcea: Santa María de Lapedo (1032 aprox.) (39). E ntre su num erosa paren tela (40), figura el conde Sue­ ro Bermúdez, «refundador» de Cornellana en el siglo XII, y Pe­ dro Aldefonsi, personaje central en la vida política asturiana de esta centuria y partícipe, también, de la consolidación monástica de Santa María de Lapedo (Belmonte) a mediados del mismo si­ glo (41). Pelayo Froilaz y su mujer mantienen, asimismo, estrechas re­ laciones con otros condes, no menos renombrados: Piñolo Xeme- ni y Aldonza Munionis, los fundadores de San Juan de Corias (1043), el gran centro monástico de las Asturias occidentales (42). Así pues, como puede comprobarse fácilmente, nos encontra­ mos con una familia de primera fila y muy influyente en la re­ gión, que en la primera parte del siglo XI está en fase de rápida consolidación y afianzamiento económico-social, y que, como otras de similar categoría, utiliza las iglesias construidas en sus predios —iglesias propias— para convertirlas en fuentes de pingües ingre­ sos, constituyéndolas en monasterios. En realidad, estos «cenobios propios», durante su primera época histórica, de monástico no tu­ vieron más que el nombre. Corias podría ser una excepción, al me­ nos desde la redacción de su carta fundacional (43). posible fraternidad de Aldonza Ordóniz con Dña. Palla, otro personaje importan­ te en la historia altomedieval asturiana: A. S á n c h e z C a n d e i r a , «La reina Velas- quita de León y su descendencia», Hispania 10 (1950), 480 y ss. (39) Sobre la protohistoria de S. Salvador de Cornellana: A. C. F l q r ia n o C u m - b r e ñ o , El monasterio de Cornellana (Oviedo, 1949), págs. 5 y ss. Asimismo: F . J. F e r n a n d e z C o n d e , La Iglesia de Asturias en la Alta Edad Media (Oviedo, 1972), págs. 124 y ss. Sobre la primera historia de Sta. María de Lapedo: A. C. F l o r ia - n o C u m b r e ñ o , Colección diplomática..., págs. 1 y ss. También: F . J . F e r n a n d e z C o n d e , La Iglesia de Asturias..., p. 128. (40) Sobre este personaje: A. C. F l o r ia n o C u m b r e ñ o , El monasterio de Cor­ nellana, págs. 11 y ss. (41) Abundantes referencias sobre este personaje: A. C. F l o r ia n o C u m b r e ñ o , Colección diplomática..., págs. 303 y ss. (42) Sobre este cenobio existe una espléndida monografía: E. G a r c ía G a r c ía , San Juan Bautista de Corias (Oviedo, 1980), págs. 73 y ss. (La fundación). Desde mucho antes los condes pensaban ya en la fundación: A. C. F l o r ia n o C u m b r e ñ o , El Libro Registro de Corias, I, págs. 7-9. Sobre la relación de los fundadores de Lapedo y Cornellana: A. C. F l o r ia n o C u m b r e ñ o , El Libro Registro..., I, p. 6, y F . J. F e r n a n d e z C o n d e , El Libro de los Testamentos de la catedral de Oviedo (Ro­ ma, 1971), p. 251. (43) E. G a r c ía G a r c ía , «Pequeños propietarios en Asturias (siglos X y XI)», Asturiensia Medievalia 5 (1985-86), 48 y ss., alude también a estas familias. 534 JAVIER FERNANDEZ CONDE

Si el texto del privilegio de Bermudo III, que proponemos aquí, es correcto, estamos en condiciones de precisar, al menos en par­ te, las circunstancias de la caída en desgracia de Pelayo Froilaz, al final del reinado de Alfonso V. Se produce una disputa (controversiam) entre dos oficiales rea­ les: de una parte cierto «laico», llamado Asemenedis, que era ma­ yordomo y caballerizo (supercavallericus) y de la otra un tal Ma- nulfo, con el sobrenombre de Vellito Auriolis, que tenía también el oficio de caballerizo y era, al mismo tiempo, dependiente (va- sallus) del conde Pelayo Froilaz. La razón o la suerte favoreció al primero de ellos, influyendo, sin duda, de forma determinante el hecho de que el señor de Ma- nulfo estuviera entonces enemistado con Alfonso V (Et dum venit ad aures regis dompni Alfonsi propter inimicitiam que habuit rex dompnus Alfonsus ad Pelagium Frolas). El soberano mandó ata­ carlo en un paraje muy estrecho y angosto junto al puerto de Ven­ tan a (mandavit illum lidiare in arctisimo pro Entana — Ventana—) y lo confinó (44). El rey leonés, al final de su reinado, probablemente cuando se encontraba lejos de Asturias, tratando de recuperar los territo­ rios portugueses que habían sido conquistados en tiempos de Al-

(44) Las interpretaciones de este párrafo que hacen muchos autores son muy distintas y algunas no tienen sentido por partir de un texto latino a todas luces in­ correcto. Así, Carvallo: «...Assemenide, con un falso testimonio, hizo que el rey man- dasse prender a Pelayo Froylez; y no pudiendo justificarlo, le mandó soltar, dando al rey algunos vassallos suos, como en rehenes, entre los quales le dió un vassallo honrado, que llama el privilegio Manulfo Bellido Oiyolís, el cual hizo conocer de persona a persona a Assemenide, que avía sido falso testimonio lo que contra su señor había dicho al rey; con lo qual bolvió Pelayo Froylez a la gracia antigua»: L. A. d e C arvallo, o.c., p. 291. «...Y luego que vino a oídos del rey don Alonso por la enemistad que tuvo el rey este con Pelayo Froilas, cuio vasallo era el dicho Be­ llido Vrioles, mandó que le diese al indino, y por esto lo entregó; y acaeció que el tiempo pesquisó la indignidad...»: T. d e Aviles, o. c ., p. 144. «...Y vino a oídos de el rey don Alfonso mi padre, que por la donación, que el rey havía hecho de un cas­ tillo a Pelayo Flórez, de quien era vassallo Belito Auriolis, dicho Pelayo Flórez se quería alzar en él, y el dicho rey Alfonso mandó que en su defensa lidiasse, y en pelea salió Belito Auriolis, y le venció, y entregó vencido al layco, el qual entonces pidió, que le dexassen la vida, y el rey reconoció, que Pelayo era el señor del casti­ llo, y mandó que al layco le dexassen irse...»: J. T relles, o.c., págs. 269-70. «...As- semenides, caballerizo o mayordomo del rey, el cual tuvo contienda con Manulfo, llamado Bellito Auriolis; dícese que era caballerizo del rey, y luego que vino a oídos del rey D. Alfonso, por la enemistad que tuvo el rey D. Alfonso con Pelayo Frolas, cuyo vasallo era el mismo Bellito Auriolis, mandó que lidiasen, in autiscimo, o de poder a poder, y por esto lo entregó; y acaeció que el tiempo averiguó la verdad...»: C. d e Vigil, Asturias monumental..., p. 563. O. Bellmunt-F. Canella, o.c., v. III, 308, en nota, coincide fundamentalmente con Vigil. EL PRIVILEGIO DE PARAMO 535 manzor, se dio cuenta de la injusticia cometida en la persona del vasallo del conde Pelayo Froilaz y trató de rehabilitarlo con la concesión de la libertad jurídica (ingenuitas). Pero la muerte, que le sobrevino de forma inesperada en el sitio de Viseo, le impidió llevar a buen término su propósito. Lo hará Bermudo III, su hijo, en unas circunstancias históricas que nos resultan perfectamente conocidas (45). La carta de ingenuidad que Bermudo III concede al vasallo del conde Pelayo Froilaz, al final del verano de 1033, resulta perfecta­ mente coherente con las vicisitudes histórico-políticas de aquellos momentos en el reino leonés. Se ha indicado ya por muchos auto­ res, repetidamente, que el año 1032 resultó decisivo para la evolu­ ción de la trayectoria política del reino de León. El soberano leo­ nés, dispuesto a sacudirse el pesado yugo, con el que le estaba ciñendo el rey de Pamplona, aparta de la corte al equipo de los in­ fluyentes agentes navarros, que hasta entonces dictaban la políti­ ca del reino: la madrasta Urraca y el obispo de Oviedo, Ponce. Durante ese verano, hace una larga excursión a tierras galle­ gas para propiciar la pacificación de aquella parte del reino y atraerse la fidelidad de sus nobles, fáciles siempre para aventu­ ras levantiscas. Esta política de atracción de la nobleza de las comarcas y re­ giones más excéntricas la pone en práctica también con los poten­ tados asturianos. De hecho, había comenzado ya a desplegarla dos años antes, en marzo de 1030, cuando, acompañado todavía de su madrastra, efectuaba un cambio con el monasterio de Santa Ma­ ría de O bona (46). A com ienzos de 1032, esta vez ya solo, concede a los condes Piñolo e Ildonza, que estaban planeando la fundación de San Juan de Corias, la importante mandación de Perpera «cum illo alio regalengo de Cangas», a cambio de un conjunto impor­ tante de «hereditates et castella» —un extraordinario complejo de­ fensivo en la costa oriental de Asturias— que constituían, sin du­ da alguna, un importante baluarte en la retaguardia del reino leonés. En el diploma se dice textualmente que les hace la conce­ sión de la mandación o condado de Perpera por «el buen servicio

(45) Sobre la última etapa de la vida de este joven soberano: J. P e r e z d e Ur b e l , España cristiana..., p. 178. (46) L. N u ñ e z C o n t r e r a s , «a.c.», n. 5, p. 452, publica una parte de este docu­ mento. Depende de una copia tardía (s. XVII). Si fuera genuina, estaríamos ante la primera mención fiable de la existencia histórica de Santa María de Obona co­ mo monasterio. Sobre los orígenes de este cenobio:F . J. F e r n a n d e z C o n d e , La Iglesia de Asturias en la alta Edad Media, págs. 107-108. 536 JAVIER FERNANDEZ CONDE

que me prestasteis y porque dijisteis la verdad y os enfrentasteis a mis enemigos e infideles (47). Y d u ran te el otoño del m ism o año 1032, a la vuelta de Galicia favorecerá a los condes Pelayo Froi- laz y A ldonza O rdóniz con la villa de Lapeto, el núcleo central del patrimonio del futuro cenobio de Santa María de Lapedo, por una villa que estos señores tenían en Galicia (48). La última concertación establecida con los fundadores de Santa María de Lapedo suponía o venía a sancionar el restablecimiento de las relaciones amistosas de éstos con la corona. Por eso, la con­ cesión de ingenuidad que hace el monarca a un vasallo del conde Pelayo Froilaz once meses más tarde, será una consecuencia lógi­ ca de la política asturiana de Bermudo III, pensando, sin duda, en el inevitable enfrentamiento militar con Navarra (49). Para la coherencia intrínseca del documento de Bermudo III resulta muy interesante comprobar que el obispo de Oviedo Pon- ce (1025/28-1035) no aparece en la validación del protocolo final. Figurando en su lugar el leonés Servando, que ocupaba aquellos años, efectivamente, la sede de la capital del reino (1026-1040). En efecto, estamos bien informados de los derroteros seguidos por este prelado ovetense, afín, casi siempre, a los proyectos po­ líticos de Sancho el Mayor e identificado con el talante reformis­ ta del mismo, de cuya mano había llegado al reino de León (50). Al abandonar la corte leonesa en 1032, vuelve a incorporarse a las tareas cortesanas del soberano navarro, aunque sin renunciar a su título ovetense hasta 1035, para ocuparse decididamente en el propósito de restauración de la sede de Palencia bajo la égida de los rectores de la política de Navarra (51). Una vez realizado este

(47) El texto de este documento: L.N u ñ e z C o n t r e r a s , «a.c.», n. 8. Sobre los castillos de estos condes en la costa oriental de Asturias: J. M. G o n z á l e z y F er n a n d e z V a l l e s , «Los castillos del conde Piñolo»,Miscelánea histórica asturiana (Oviedo, 1976), págs. 307-317. (48) L. N u ñ e z C o n t r e r a s , «a.c.», n. 13, págs. 272-274. (49) Hace unos años aludíamos ya a las «negociaciones» del rey Bermudo III «con dos poderosas familias asturianas» el año 1032: F . J. F e r n a n d e z C o n d e , El medievo asturiano, p. 183. (50) Una reseña, relativam ente amplia, en: J. P e r e z d e U r b e l , Sancho el Ma­ yor de Navarra, p á g s . 290-294. Cfr. también: F. J. F e r n a n d e z C o n d e , La Iglesia de Asturias en la Alta Edad Media, p á g s. 47-49. En un documento posterior de Fer­ nando I, se dice expresamente: «que era oriundo de Oriente; vivía este obispo se­ gún la costum bre de Roma»: A. F e r n a n d e z d e M a d r id , Silva palentina (E d it. P a ­ le n c ia , 1976), p . 670. Un trabajo moderno sobre este prelado: M. Riu, «Poncio de Tabernoles, obispo de Oviedo»,Espacio, Tiempo y Forma, 1 (1988), 425-436. (51) J. P e r e z d e U r b e l , o.c., en nota anterior, p. 293. En el citado documento se habla de la restauración de esta sede, l.c., p. 670. EL PRIVILEGIO DE PARAMO 537 cometido ocupará la sede castellana de manera definitiva otro obispo proveniente de los reinos orientales, Bernardo, también cercano a los intereses navarros en Castilla/León (52). Ponce ya no retornará más a su sede episcopal en Asturias (53). ¿Cuál era la relación concreta de Manulfo, Vellito Auriolis, y de su señor Pelayo Froilaz con el territorio de Parmu y la Focei- cha, el núcleo territorial originario del supuesto privilegio? Los antiguos historiadores asturianos, aun careciendo de prue­ bas documentales fehacientes, han relacionado esta comarca ais­ lada, al sur del actual concejo de Teberga, con los dominios terri­ toriales de los condes Pelayo Froilaz y Aldonza Ordóniz. Para Carvallo, por ejemplo, este conde era «señor de Páramo, de la Fo- cella y de otros lugares de Asturias» (54). J. Trelles, hace ya titu­ lar de este ámbito señorial a Pelayo Peláez, el segundo hijo de los fundadores de Lapedo: «el qual fuese señor de el Páramo de la Fo- ceya en Asturias y en otros muchos estados en esta provincia» (55). Y Tirso de Avilés describe estas tierras, «el solar de Páramo de la Focella», como vinculadas a Vellito Aurioles (56). Documentalmente, sólo podemos afirmar, con seguridad, que Pelayo Froilaz y Aldonza tenían importantes bienes inmuebles en comarcas limítrofes a las localidades de Parmu y la Foceicha. La condesa en fecha imprecisa, probablemente a mediados del siglo XI, puede donar la villa de Tagia (Taxa) alrnonasterio tebergano de Santa María de Villanueva de Carzana, que había formado par­ te de la herencia paterna de su marido, juntamente con el monas­ terio propio de San Salvador de Ambás, en Salcedo —también de la familia de su marido—, otro monasterio en el vecino territorio de Endriga (Somiedo), Santa Marina de Erreliares (Arbellales) y varias heredades en tierras de Vabia. Somiedo y Vabia son lími-

(52) «Después eligieron y ordenaron fuese obispo Bernardo, varón muy noble y religioso, que trageron a la dicha sede palentina de el Oriente, y dieron térmi­ nos a dicha parroquia»: I.e., p. 671. (53) En un documento del propio BermudoIII, favorable a la sede palentina, aparece Ponce, todavía, con el título de «obetense sedis epc.»,J. P e r ez d e U r b e l , o.c., Apend. Ill, n. CLVIII, p. 440 (17-11-1035). Pero en Oviedo ya figuraba otro pre-* lado con título episcopal: Froilán, según Pérez de Urbel desde 1034: o.c., p. 29*L F . J. F e r n a n d e z C o n d e , La Iglesia de Asturias..., p. 56, pone 1035 como el prim e­ ro del episcopado de Froilán. (54) L. A. C a r v a l l o , Antigüedades..., p. 291. (55) J. T r e l l e s , Asturias ilustrada, v . I I /2 (Madrid, 1760), p. 1. En el v . I I / 1, págs. 355 y ss., tiene un largo estudio sobre la familia de Pelayo Froilaz, a quien llega a hacer sucesor, nieto en concreto, de uno de los hijos de Alfonso III el Mag­ no, Fruela II. (56) T . d e A v il e s , Armas y linajes..., págs. 143-144. 5 38 JAVIER FERNANDEZ CONDE tes naturales de Parmu y la Foceicha (57). Además, el poderío te­ rritorial de estos condes en Vabia, aparece documentado en otra parte, concretamente, en el cambio que hacia 1032 acuerda Aldon- za Ordóniz con los patronos de S. Juan de Corias, cuando éstos es­ taban pensando en la fundación de ese gran cenobio. La condesa recibe de ellos «hereditates suas in territorio Vabia, in Fogio et in v illa M aira» (58). Considerando en conjunto esta serie de referencias documen­ tales, no parece fuera de lugar el suponer que un vasallo de los poderosos patronos de Lapedo, los condes Pelayo y Aldonza, pu­ diera ejercer su influencia en una comarca próxima a los territo­ rios, en los que éstos tenían sus bienes señoriales. Sobre todo, si admitimos que fue en estas difíciles tierras (in loco arctisimo), cer­ ca del puerto de Ventana (prope Entana), donde Vellito Aurioles fue reducido por las huestes fieles al rey Alfonso V, como suge­ ríam os m ás a rrib a (59). En el siglo XII, el territorio de Parmu se describe así:

hereditate que vocatur Paramo cum sua ecclesia Sancti Iusti et cum foro de meis hominibus, tam presentibus quam futuris advenientibus de Kiros vel de Teverga; et cum sua directura Presorias et de Vadabia, per términos et locos an­ tiguos, videlicet, per Bosmeron; et ex alia parte quomodo di- viditur cum Kiros; deinde per Pa.ndo de Pressorias et postea per la Fecedia (Foceicha) (60).

(57) A.C.O., Regla Colorada, ff. 76v.-78r.; Libro de los Privilegios, ff. 154r.-155v. Public.: S. G. Larragueta, Colección de documentos..., n. 118, págs. 319-323. Tam­ bién concede al cenobio de Villanueva una ración en el mismo valle que había per­ tenecido a su hija Elvira Pelagiiz. Por este importante documento sabemos que Pe- layo Froilaz tenía un hermano, que se llamaba Jimeno Froilaz. Elvira Pelagiiz no figura en la genealogía de los fundadores de Lapedo, que recoge y elabora A. C. Floriano Cumbreño, en el lugar citado más arriba. María Pelaiz, una de las hijas de estos condes, hace a San Salvador de Oviedo una donación en 1096, en la que se incluyen varias heredades en tierras teberganas: F. J. Fernandez Conde, El Li­ bro de los Testamentos de la catedral de Oviedo, n. LXIX, págs. 318-19. (58) A. C. F l o r ia n o C u m b r e ñ o , El Libro Registro de Corias, I, f. 2r. B, p. 6: «Similiter dedit predictus comes Ildoncia Ordonii, uxori comitis Pelagii Froile, hereditates suas in territorio Vabia, in Fogio et in villa Maira, pro illa villa de Varzena super flumen Narceie». (59) Ya hicimos referencia a esta interpretación en la p. 538 de este trabajo. (60) A. C. F l o r ia n o C u m b r e ñ o , Colección diplomática del monasterio de Bel- monte, n. 58, págs. 175-177. EL PRIVILEGIO DE PARAMO 5 39

Este territorio formaba parte del realengo. Fernando II lo se­ grega del patrimonio regio y lo pone en manos de la iglesia (61). En cualquier caso, una sencilla carta de ingenuidad, otorgada por Bermudo III a favor de Manulfo, Vellito Aurioles, con el paso del tiempo será interpretada como una concesión de hidalguía amplia­ mente entendida, de la que pretendían participar quienes —siempre en mayor número— pudieran demostrar de algún modo sus vincu­ laciones genealógicas con el famoso Manulfo o con la población de Parmu/La Foceicha. Así, en la primera parte del siglo XVI, este privilegio, era for­ mulado de la siguiente manera: «... que a el dicho Manulpho se le diese título del previle- jio de hijodalgo, de manera que no tan solamente aprovecha­ se a el mismo sino a todos los demás que del biniesen y pro- veniesen ... concediéndole las prerrogativas siguientes: sentaraste seguro a la bista de Dios omnipotente, como hijo­ dalgo, tú y todos los demás que de tí en este siglo nacieren asta el fin; de manera que es mi voluntad que no tan solamente balga esta mi carta sólo para este lugar, sino que se estienda a otros qualesquiera en que tú y tus subgesores gustaredes ve­ nir. De manera que tengáis plenísima libertad ...» (62).

Y unos años más tarde volverán a describir el contenido del venerado privilegio de esta forma:

«... agora tengo yo voluntad para hacerte a tí Manulfo hi- xo adptibo (adoptivo) y darte la descendencia y restauracio­ nes, así a tí como a tus hixos y nietos, como a los que fueren nacidos de tí, para que podáis vivir y pasar la vida segura­ mente, mientras que Dios os la diere, y para hasta el fin del siglo y dondequiera que quisieredes bivir, se os den tierras

(61) El documento citado en la nota anterior es una donación otorgada por Fer­ nando II a San Salvador de Belmonte en 1163, en la que se incluye Páramo, como se ve claramente por el texto reproducido aquí. Las vinculaciones, más o menos estrechas, de estas tierras con los señores de Lapedo dos siglos antes se hacen así más verosímiles. Pero llama profundamente la atención el comprobar que sólo ocho años más tarde, en 1171, el mismo Femando II, en compañía de la reina Urraca, vuelva a donar Páramo con toda la tierra de Teberga a la iglesia de San Salvador de Oviedo y a su obispo Gonzalo:...castellum dicturn Montemreal cura tota Te- verga videlicet cum omni rengalengo et comdadu et cum ómnibus que ad ius re- gium vel comitum pertinent, et castellum de Miranda et in valle Sancti Iohannis villam dictam Varzenam insuper et Paramum... A.C.O., Serie B, carp. 3, n. 17, Pulic. S. G. L a r r a g u e t a , Colección..., n. 185, págs. 452-454. Este documento apa­ rece en una copia de 1300, pero ambos textos, éste y el de 1163, parecen irrepro­ chables diplomáticamente. (62) Arch. condes de Agüera, Leg. 1, ff. 52r.-53r. 54 0 JAVIER FERNANDEZ CONDE

que podáis cultivar, para que podáis passar vuestra vida y cassa donde vibais. Y lo tengáis en el nombre del Señor; y que tengáis poderío, de tal manera que ningún hombre que viniese sobre la tierra tenga mayor honra que bosotros, pa­ ra que no os sujeteis, sino sólo consideréis a Dios omnipo­ tente como los demás mis hixos» (63).

La cronología de los personajes conocidos que figuran en el es- catocolo o segundo protocolo es irreprochable. El perfil histórico de muchos de ellos es muy conocido. Y en el conjunto de nombres destaca, especialmente, el de Sancho Ximénez, un rico propieta­ rio que era hermano del conde Piñolo Xemeni, el fundador de Co- rias. Nepociano Osoriz debía de ser una persona importante en la corte de Bermudo III, porque aparece repetidamente en su do­ cumentación desde 1032, con el título de «armiger». Rodrigo Mun- niz también lleva el mismo título en una ocasión.

V. CONCLUSION

La impresión que produce el famoso «Privilegio de Páramo», cuando lo leimos por primera vez es el de extrañeza. Una vez fija­ do el texto y analizado minuciosamente el documento desde el punto de vista diplomático e histórico, todo parece indicar que su autenticidad formal y de contenido está fuera de duda. Otra cosa bien distinta es el uso y las diversas lecturas que se hayan hecho del mismo en el transcurso de los siglos, al utilizar para las distintas pruebas judiciales de quienes hayan querido be­ neficiarse de sus prerrogativas y privilegios.

(63) BN. Madrid, Ms. 656, f. 103r.-v. ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII

A l f o n s o M e n e n d e z G o n z a l e z

«Dice el refrán que quien tenga enemigos no duerma. El puerto de Gijón los tiene en todo el país, y los tiene solamente porque prospera y sobresale entre todas sus poblaciones. Si sus émulos no lograsen entibiar la protección con que le ha mirado hasta ahora el Gobierno, crea usted que será un día el Cádiz de Asturias.»

G. M. d e J o v e l l a n o s — 1785

La integración de Asturias en los circuitos del comercio colo­ nial se inicia en 1765 con la habilitación del puerto de Gijón para el comercio con las Antillas: Islas de Sotavento, Cuba, Santo Do­ mingo, Puerto Rico, Trinidad y Margarita. La reflexión y estu­ dio de la actividad comercial que aquí presentamos se orienta ha­ cia tres importantes aspectos: 1) la actividad oficial, de promoción y patrocinio, que se advierte en los años anteriores a los decretos de libre comercio; 2) el movimiento comercial en el contexto eco­ nómico del Principado de Asturias, y 3) la interrelación y signifi­ cado de los flujos comerciales asturianos en el entorno de la cor­ nisa cantábrica.

1. PROMOCION Y PATROCINIO, 1742-1778

El interés por el comercio con América genera una actividad oficial de promoción y patrocinio cuyos estímulos proceden de las primeras décadas del siglo. Tras la publicación del «Real Proyec-

Siglas utilizadas: A.G.S.: Archivo General de Simancas. A.G.P.: Archivo Ge­ neral del Principado de Asturias. A.H.N.: Archivo Histórico Nacional. A.H.P.: Ar­ chivo Histórico Provincial de Oviedo. 5 42 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ to para Galeones y Flotas del Perú y para Navios de Registro y Avisos» en 1720, se abre una etapa pródiga en manifiestos, pro­ yectos y memoriales a favor de la apertura y liberalización del comercio colonial. Y es en esta etapa donde la polémica y las ten­ dencias de reforma pasan del ámbito «técnico» de los equipos de gobierno al de los teóricos y tratadistas de la economía (1). Las obras de Uztáriz, el marqués de Santa Cruz de Marcenado, Zava- la y Auñón, Ulloa y Ventura de Argumosa (2) concuerdan con el aluvión de manifiestos y «arbitrios» sobre lá reforma del comer­ cio colonial en la necesidad del libre comercio y en la creación de compañías de comercio como medio más útil para dinamizar el m ercado. La progresiva ruptura del monopolio gaditano se inicia con la creación de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas en 1728, lo que abre importantes expectativas en el movimiento comercial del Cantábrico (3) en cuanto que se activa el deseo de emulación en las regiones vecinas a Guipúzcoa. Tal es el caso de Galicia que, en 1734, solicita la concesión de comercio privilegiado con Cam­ peche creando una compañía al efecto (4). Si bien la idea no llega a prosperar —por la fuerte competencia británica en la costa hon- d u reñ a—, se hace p aten te que el fracaso de la com pañía en sus in i­ cios no tiene por qué desalentar otros proyectos. Pocos años después, en 1739, se inicia la guerra con la G ran B re­ taña, que se prolongará en sus secuelas hasta 1748. Las repercu­ siones son notables: suspensión del régimen de flotas y sustitu­ ción por el comercio suelto de «registros». Es la hora de los nuevos proyectos. En Galicia, el marqués de Uluapa presenta, en 1740, ante la Junta del Reino un ambicioso plan para establecer una

(1) Muñoz P erez, J.: «Los proyectos sobre España e Indias en el siglo XVIII: el proyectismo como género», Revista de Estudios Políticos. Madrid, 1955, págs. 169-195. Ibid., «Ideas sobre el comercio en el siglo XVIII español», enAnuario de Estudios Americanos, 100. Sevilla, 1960. (2) U z t a r iz , Gerónimo de: Theórica y Práctica de Comercio y de Marina (1724)\ S a n t a C r u z d e M a r c e n a d o , Marqués de: Rapsodia económica-política- monárquica (1732); Z a v a l a y A u ñ o n , V.: Representación al Rey Nuestro Señor D. Felipe V dirigida al más seguro aumento del Real Erario (1732); U l l o a , Bernar­ do de: Restablecimiento de las fábricas y comercio español (1740); A r g u m o s a , Teo­ doro Ventura: Erudicción política, despertador sobre el comercio, agricultura y manufacturas, con avisos de buena policía y aumento del Real Erario (1743). (3) H u s s e y , R. D.: La Compañía de Caracas. Caracas, 1962; G a r a t e O j a n g u - r e n , M.: «Las cuentas de la Real Compañía de Caracas», en Moneda y Crédito, 153 (1980), págs. 7-32. (4) C a r r e r a Puj a l , J.: Historia de la Economía Española. Vol. III. Barcelo­ na, 1945, p. 142. ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 543 compañía de comercio. Pretende resucitar la empresa fracasada en 1734, y logra un cierto apoyo de los procuradores de las ciuda­ des gallegas (5). Y de algún modo, la coyuntura política se presenta más favorable cuando don José del Campillo accede a la Secreta­ ría de Guerra, Marina e Indias. Considerado un paisano p o r su ori­ gen montañés, conocidas son sus ideas sobre el libre comercio. Es la oportunidad que aguarda un aristócrata asturiano —el márqués de Ferrera— para conseguir el alto patrocinio en una empresa: la Compañía Asturiana para el Comercio con Indias.

1.1 El memorial del marqués de Ferrera (1742)

A la zaga de Galicia y tras el señuelo de los enormes benefi­ cios de la guipuzcoana, Asturias solicita el establecimiento de co­ mercio directo con América. La solicitud es presentada por el mar­ qués de Ferrera a don José del Campillo y se extiende y razona en un largo memorial que aprueba la Junta General del Principa­ do en reunión extraordinaria el 10 de noviembre de 1742 ( 6 ). En su conjunto el memorial —transcrito en el APENDICE I— no presenta peticiones excesivas ni perjudiciales para el comercio de Cádiz. La prudencia lleva al marqués a solicitar «que se separe y conceda... algún ramo de los que aquel comercio hace por regis­ tros sueltos, como el de Buenos Ayres, Honduras, Yucatán, La Ha­ bana, Islas de Barlovento ...» Esta separación —afirm a— «denin­ guna manera puede ser de perjuicio al comercio de Cádiz, porque en la realidad son unos ramos abandonados, bien porque la nego­ ciación en ellos no es tan regular como en las de Nueva España o Perú, bien porque las ganancias sean menos y mayores los cos­ tos, o porque las ventas no se hacen en oro y plata precisamente sino a frutos de poco valor». La compañía de comercio —formada a imitación de la guipuzcoana de Caracas— exportaría el hierro en bruto, paños de lino, encajes y calcetas de hilo «de que se fa­ brica y puede mucho más en Asturias». Sus beneficios redunda­ rían en todo el Principado, con el regreso de los emigrantes que se emplearían «ya en la labor de las minas del yerro, servicio de la misma Compañía y en el establecimiento de las manufacturas ». Quedan relegados al final los mayores obstáculos. La escasez de

(5) Fernanadez V i l l a m i l , E.: Juntas del Reino de Galicia. Vol. III. Madrid, 1962, p. 343. (6) El memorial y las distintas opiniones expresadas por los procuradores en la Junta General, en A.G.P. Lib. 98, fs. 9-45. Ibid., Apéndice I. 544 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ

capitales y recursos para la formación de la compañía y cargamen­ to de los registros puede fácilmente subsanarse « contando no só­ lo con los caudalejos del principado... sino con los que son algo mayores de las provincias colaterales y los préstamos que harían los acaudalados paisanos establecidos en la Corte y América ». Y así, supuesto lo anterior, los «estorbos estructurales» se obvian: el marqués no tiene inconveniente en considerar capaz y acepta­ ble para el tráfico colonial el puerto de Gijón. Precisa de algunas obras de reforma en el muelle, pero en tanto se realizan piensa que puede desviarse el tráfico hacia los puertos vecinos de San­ tander y El Ferrol. Todo quedará sin embargo en la antesala de las reformas pro­ yectadas. Si, como se espera, todo depende del alto patrocinio de los «paisanos ilustres» (Campillo como montañés, los «acaudala­ dos paisanos», etc.), es natural que se desista del empeño y de la empresa tras la muerte de Campillo en 1743. El memorial de Fe- rrera tiene la misma suerte que las obras manuscritas del alto pro­ tector, en especial el «Nuevo Sistema de Gobierno Económico pa­ ra la América», que Campillo deja como testamento político y que guarda cierta afinidad con los planteamientos del marqués. El ol­ vido se cierne sobre los proyectos (7). La panacea del libre comercio —« medicina universal que sana todas las dolencias del Estado», al decir de Ferrera— se revela co­ mo ilusoria en la medida en que los soportes de infraestructura manifiestan su precariedad. Un examen del estado del muelle de Gijón y de las obras de la carretera de Castilla en las décadas del libre comercio nos permite comprender mejor la generosa ficción sobre la que descansan decretos, memoriales y realidades.

1.2 El puerto de Gijón

Del conjunto de los puertos asturianos sólo el de Gijón parece estar en condiciones de afrontar con cierto éxito la «carrera de In­ dias». De ahí que reciba ayuda oficial para la reconstrucción y ade-

(7) Pese a todo la Corona se mostró generosa en la concesión de licencias para navios-registro. Durante la etapa 1739-1744 zarparon unos 120 registros del puer­ to de Cádiz, si bien «sesenta y nueve de ellos se perdieron en el regreso», como afirma Geoffrey W a l k e r (Política española y comercio colonial, 1700-1789. Bar­ celona, 1979, p. 259). Ninguno de ellos hizo notables negocios. Ello no obsta para que en 1745 la Junta del Reino de Galicia insista de nuevo en su petición de com­ pañía de comercio (E. V il l a m il , op. cit., p. 351). Con el fin de la guerra hispano- británica (paz de Aquisgrán, 1748) se restablece, en unos años, el régimen de flotas. ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EX EL SIGLO XVIII 545 cuación del muelle a partir de 1741, instalado ya Campillo en la Secretaría de Hacienda ( 8). No obstante, se trata de obras que —en opinión de Jovellanos (9)— revelan escasa consistencia y que ni si­ quiera afrontan la necesidad más urgente: la ampliación de la es­ trecha dársena con capacidad para treinta o cuarenta embarcacio­ nes que han de ser remolcadas con evidente riesgo. De resultas de todo esto, se asiste a la destrucción del muelle tras un violento tem­ poral, en 1749, quedando la dársena sin protección. Una segunda etapa en las obras se inicia en 1752, por indicación de Ensenada, destinándose a las obras del muelle el producto dé arbitrios sobre la sal (10). Pero estas nuevas obras se revelarán, pa­ ra muchos, como interminables, invirtiéndose en los primeros ocho años de ejecución un total de 1.304.354 reales. Y así continuarán en la década siguiente con la aplicación y renovación del producto de nuevos arbitrios sobre la sal y el pescado, confirmados en 1768 tras la concesión del libre comercio con las Antillas (11). Transcurridas más de dos décadas, con diferentes maestros y planes, las obras concluyen en 1776 (12). Sobre el aspecto del puerto en estos años contamos con la información —un tanto sesgada de optim ism o en su o b jetiv id ad — que nos facilita Jovellanos (13). En su opinión, la rada es segura y tiene unas dos leguas de extensión, «pudiendo fondear sin riesgo escuadras enteras ». La b a rra p erm ite una fácil embocadura hacia el puerto, con once pies de agua en bajamar y veintiséis en pleamar. También cuenta con un fondea­ dero p a ra buques de h a sta 300 toneladas en b ajam ar, «donde pue­ den aguardar la marea para tomar el puerto con todos los vien­ tos». La entrada al muelle permite a los barcos embocar a vela y sin remolque. La nueva dársena ha triplicado la capacidad de la antigua, ganando en profundidad de cuatro a cinco pies y puede

(8) A.G.S. Secretaría de Marina. Legs. 378 y 384. Obras en el puerto de Gijón. La ayuda oficial se concreta en un arbitrio de 2 rs. en carga de pescado de las que se consuman en el Principado. (9) G. M. d e J o v e l l a n o s : Obras. B.A.E., 50. Madrd, 1952, p. 519. (10) A.G.P. Lib. 108, fs. 43 y ss. Ibid., A.G.S.: Secretaría de Marina. Leg. 384. La dirección de las obras corre a cargo de Thomas O’Daly, quien presenta varios proyectos y dirige su ejecución hasta el año de 1759. A partir de 1760 se encomien­ da la dirección al arquitecto asturiano Pedro Menéndez. (11) A.G.P. Lib. 109, f. 106. Ibid., 3.a parte, fs. 58 y ss. El gasto anual en la obra supera los cien mil reales. Esto alarma a los procuradores del Principado, que con­ sideran la obra como un pozo sin fin cuando ya se llevan consumidos —en 1766— unos dos millones de reales. Ibid., A.G.P. Lib. 110, fs. 42 y ss. Id., Real Provisión de 11 de mayo de 1768 (f. 57). (12) A.G.P. Lib. 111, 2.a parte, fs. 11 y ss. (13) J o v e l l a n o s : Obras. B.A.E., 50, págs. 514 y 520. 546 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ contener «con seguridad doscientos buques de trescientas tonela­ das y aun de seiscientas si fuesen de construcción plana». El puerto cuenta asimismo con astillero, acostaderos y amarraderos para los barcos de pesca, carena, carga y descarga de efectos... y sólo se aprecia un defecto «que los buques quedan en seco en bajamar, y que en marea llena sufren y trabajan por la inquietud de sus aguas». Jovellanos no duda en ensalzar a su villa natal, Gijón, como poseedora de «las ventajas de una población de mil vecinos... pro­ veída de aguas y víveres abundantementemente, colocada en me­ dio de la costa de Asturias, a cinco leguas de la capital (Oviedo) y en línea recta de León, donde debe terminar la nueva carretera de Castilla» (14). De este m odo vincula las posibilidades com er­ ciales del puerto con la conexión viaria de Asturias con León y Castilla. Y como veremos, otras son las realidades de un proyec­ to —el «camino de Castilla»— cuya lenta ejecución term ina por las­ trar y limitar seriamente el futuro comercial de la región. (15).

1.3 El camino de Castilla

La disfunción o desajuste entre los proyectos viario y portua­ rio, en cuanto a su ejecución, sirven para acentuar la debilidad e improvisación, en ocasiones, de los programas ilustrados. En As­ turias la necesidad de apertura de un camino carretero hacia Cas­ tilla era una vieja aspiración. Pero hasta la etapa de Ensenada en el ministerio, con el comienzo del camino de Santander a Rei- nosa (en 1748), poco o nada se hab ía realizado. El acceso a Castilla comienza a vislumbrarse como una reali­ dad cuando Ensenada, en 1752, anuncia la ejecución de las obras del puerto y del camino en un mismo proyecto de subvención. El ingeniero Marcos de Vierna elabora los primeros diseños viarios reconociendo diversos parajes y optando por el puerto de Paja­ res. Pero lo que en principio parece un acertado maridaje en las obras, luego se revela en cierta inoperancia y perjuicio de una de las partes, en este caso, el camino; frente a la actividad desplega­ da en el muelle gijonés en la década 1752-1762, se advierte el esca­ so avance en el camino, del que se construye algo menos de una legua. Será preciso aguardar a una fecha bien tardía, la de 1769,

(14) Id., p. 520. (15) Sobre este y otros aspectos, véase mi obra Elite y poder. La Junta Gene­ ral del Principado de Asturias, 1594-1808. Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias. Oviedo, 1990. ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 547 y a los auspicios de un noble «paisano» (Campomanes) para que el camino obtenga una consignación anual suficiente. Pero con to­ do, el ritmo de construcción es de exasperante lentitud. Como muestra, durante la etapa de máxima actividad, esto es entre 1771 y 1782, tan sólo se construyen 21 kms. entre Oviedo y Mieres, con un gasto evaluado en 4.717.657 reales. Esto significa cerca de 2,3 kms. por año de promedio y a un precio de 224.650 rs./km ., eleva­ do precio que contrasta con los 100.000 rs./km. de la carretera de Reinosa, los 102.000 rs./km . de la de Orduña, o los 187.000 rs./km . de la de Guadarrama. Y todo ello sin acometer aún la parte más dura y trabajosa: la montaña de Pajares. Paralizada la obra de Castilla, se iniciará la construcción del sector Oviedo-Gijón, en el que se avanzará con notable lentitud: los 27,3 kms. de trazado, que se inauguran en 1793, han tenido un gasto de 2.329.149 rs., sensiblemente inferior (85.473 rs./km.) al de lo ya construido. Consciente del estrangulamiento del tráfico colonial gijonés, Jovellanos se hará cargo de la dirección del camino en 1792, pero los constantes retrasos y cambios de dirección harán que la ter­ minación de las obras se dilate hasta bien avanzada la segunda década del siglo XIX. Las escasas consignaciones y las dificulta­ des del trazado marcan la pauta de unas obras cuya etapa final se aborda en la época de la independencia colonial (16). Se revela así con nitidez un hecho puntual: el puerto de Gijón no puede conectar con el interior castellano. Su aspiración de con­ vertirse en lugar de embarque de los productos de las merinda- des leonesas, Sahagún y Tierra de Campos, se resuelve en frus­ tración. Y es este bloqueo a las expectativas comerciales el que planea sobre los proyectos que buscando amparo y patrocinio ofi­ cial acceden a la Junta General del Principado.

1.4 El marqués de Vistalegre y la Junta General (1763-1765)

El optimismo oficial contrasta con la inercia de las institucio­ nes. La apertura de Gijón al comercio colonial, en 1765, fue prece­ dida de gestiones y peticiones del Principado, aunque con desigual resultado. Y un reducido núcleo de nobles reformistas protagoni­ za la movilización de la oligarquía fundiaria tras veinte años de silencio. La ocasión propicia se presenta con el decreto de 16 de mar-

(16) A.G.P. Libros 108, 109-110, 111, 113 y 114 (Fuentes sobre el camino de Castilla). 548 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ zo de 1763 sobre la extracción de lanas por los puertos del Reino y el privilegio concedido a Santander (17). No se oculta a nadie que la iniciativa procede del Consejo de Castilla. Allí se encuentra Campomanes —a quien se califica de «paysano de alto carácter»—, que es quien informa y estimula al diputado asturiano Domingo González Argandona en todo lo con­ cerniente a los beneficios del comercio colonial. Transmitidas las noticias al Principado, es el marqués de Vistalegre —Antonio de Antayo— quien toma a su cargo la elaboración de una petición ra­ zonada que presenta a la Junta General el 11 de julio de ese mis­ m o año (18). La representación de Vistalegre (véase APENDICE II) se a rtic u ­ la en torno a tres peticiones fundamentales: 1) La concesión del libre comercio «en derechura a las Indias». Ya no se solicita una compañía, como en 1742, sino comercio li­ bre, «registros», intercambio «de géneros que sean de cosecha del Pays, o de Castilla y retornando de aquellos parages los frutos y efectos que producen». El beneficio será no sólo para la Real Ha­ cienda sino también para «las muchas fábricas de clavazón y co­ sas de yerro que se pueden establecer por la proporción y abun­ dancia que ay en el Pays de agua y carbón». 2) La carretera a Castilla, en obras, ha de facilitar la extrac­ ción y conducción de los productos. Cabe la posibilidad —tras el decreto de 1763— de que los ganaderos esquilen las merinas en los pastos de altura, pudiendo así dar salida a las lanas desde los puer­ tos de Asturias. Se trataría de conseguir una rebaja del 4% en los derechos, similar a la que disfruta el puerto de Santander. 3) La formación de un consulado, medio adecuado para la pro­ m oción del comercio, con la intervención de un caballero diputado que represente los intereses de la institución regional. Este proyecto recibe el visto bueno de la Junta y en especial del anciano marqués de Ferrera, comisionado para el estudio de su puesta en marcha. De ahí que el informe de Ferrera sea en to-

(17) A.G.P. Lib. 109, fs. 65-80. En el decreto se establece el pago de derechos en las aduanas, el 50% al contado y el resto con dos meses de plazo. Para estimu­ lar el desarrollo de Burgos ordena el registro de las lanas en la aduana de esta ciudad, esto es, para todas las que vayan a ser exportadas por Vitoria, Orduña, Valmaseda y Santander. Y para favorecer a este puerto se le concede una baja del 4% en los derechos de extracción. Esta coyuntura favorable es la que impulsa a la ciudad de Bilbao a la presentación de un proyecto para el establecimiento de un comercio privilegiado —a través de una compañía— con la región de Luisiana, recién cedida a España. El proyecto no llega a prosperar. (18) A.G.P. Lib. 109, fs. 65-87. ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 549 do favorable (es su viejo proyecto) y que considere necesario soli­ citar los beneficios de Burgos. Por ello avala la representación con tres razones más: a) El estímulo y «adelantamiento de toda la fábrica de Ylo», teniendo eh cuenta las cosechas de lino y lo que se importa de «las riveras de León, aún de mejor calidad». b) El aumento de las cosechas de sidra y vino « para las fábri­ cas de los mejores licores, aunque a este fin se tragesen y pagasen bien algunos hábiles forasteros fabricantes de ellos». c) El fin de la emigración y retorno de los emigrantes, por­ que así «se detendrían en el Pays tantas gentes útiles como le es- tan abandonando cada día mas por no tener modo alguno de lu­ crar y aún de subsistir en él». (19). La respuesta a esta gestión, iniciada por la Junta a través de su agente en Corte, se va a dilatar aún dos años y culmina con la Real Instrucción de 16 de octubre de 1765 sobre comercio libre. Gi- jón figura —con Santander y La Coruña— entre los nueve puer­ tos autorizados para el comercio con Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Trinidad, Margarita e Islas de Sotavento. La reacción oficial no parece m uy entusiasta dado el escaso apo­ yo institucional al libre comercio. El posible impacto económico de las medidas oficiales se adivina en lontananza y por ello se si­ gue trabajando en la ampliación del Aiarco geográfico de los in­ tercambios; aunque en ésta, como en anteriores iniciativas, se vis­ lumbra la confianza en la protección de los «ilustres paisanos».

1.5 Campomanes y el comercio de Yucatán y Campeche (1769-1770) Frente a la exigüidad del comercio colonial, la Junta General del Principado se hace eco de la necesidad de promoción de ese comercio en nuevas áreas, a ser posible de comercio privilegiado. Para ello se cuenta con el patrocinio de Campomanes, quien su­ giere un mayor éxito en las peticiones si se suman los esfuerzos a los de otra provincia. Así, la necesidad de conectar el puerto de Gijón con el de La Coruña —siquiera a efectos de completar la carga— lleva a los diputados en Corte de Asturias y Galicia a una tarea de gestión conjunta (20). Un ejemplo evidente lo vemos en

(19) Ibid., fs. 80-87. (20) En Asturias, la junta general celebrada en el mes de mayo de 1769 acuer­ da solicitar «el establecimiento de un continuado comercio con la Provincia de Campeche y todas las del Norte, quando no pueda ser el todo de aquel comercio por si solo, en unión con alguna otra de las dos Provincias inmediatas de la Mon­ taña o Galicia, a lo menos una particular porción de él». A.G.P. Lib. 110, fs. 68 y 76. 550 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ la representación que firman en 1770 Domingo Argandona, dipu­ tado por Asturias, y el marqués de Bosqueflorido, diputado por Galicia. En el texto ambos solicitan que se asignen a Asturias y Galicia los territorios de la costa de Honduras y Campeche. Este comercio privilegiado —añaden— evitará la concurrencia de mu­ chas embarcaciones en los puertos coloniales, poniéndose como ejemplos los de la Compañía Guipuzcoana de Caracas o la más re­ ciente de Cataluña para el comercio con Trinidad, Cumaná y el Orinoco. Ambos diputados insisten en la necesidad de establecer en Gijón y La Coruña sendos consulados y juzgados de comercio y los correspondientes administradores mayores de aduanas (21). Queda en un segundo plano la mediación de Campomanes, pues no llega a conseguirse la zona de comercio privilegiado. Yucatán y Campeche se incorporan al área de libre comercio en el verano de 1770, pero a los nueve puertos h ab ilitad o s en 1765. C am pom a­ nes se felicita de que «nada ha quedado por hacer a fin de facili­ tar a esos naturales una industria lucrosa» (22). P ero poco se ha conseguido, ya que todo se reduce a dejar libre de derechos las es­ pecias de pimienta y cera, de tabacos y pescado salado por seis y diez años, respectivamente (23). El período de iniciativas se cierra con los decretos de comercio libre promulgados en 1778. La ampliación del área de libre cam­ bio hacia Buenos Aires, Río de la Plata, Perú y Chile, junto con las nuevas libertades y exenciones que se conceden (24), parecen despertar poco entusiasmo en el ambiente de la política regional. Pero algo cambia: cesan las representaciones y Asturias encara los efectos de la libre competencia en la carrera de Indias. Es la hora de la iniciativa privada.

2. LA ACTIVIDAD COMERCIAL. GIJON, 1778-1794

Una infraestructura deficiente, a la que ya se ha hecho refe­ rencia, marca la pauta del desarrollo comercial de escaso nivel o actividad en el período que media entre los años de 1765 y 1778 (25). El estudio del m ovim iento com ercial de G iión en tre 1778 y

(21) A.H.N. Expedientes de Fomento. Leg. 3.188, núm. 398, «Petición de As­ turias y Galicia para comerciar directamente con América». (22) A.G.P. Lib. 110, f. 78. (23) A.G.P. Lib. 110, f. 99. (24) A.G.P. Lib. 111, fs. 126-134. (25) Carecemos de datos —y de estudios— sobre el movimiento comercial en estos años. Habida cuenta del movimiento comercial del período 1778-1794, con las obras del puerto prácticamente concluidas es previsible que la actividad haya sido de muy escasa consideración. ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 551

1794 realizado p o r M iguel López (26) y n u estra p ro p ia in v e stig a­ ción en protocolos notariales permite el establecimiento del mar­ co de relaciones comerciales en la época de plenitud. Destáquese, de partida, la fuerte incidencia de los conflictos bélicos en la habilitación y entrada de los registros en Gijón. Un considerable aumento del riesgo —motivado por la guerra de la independencia de los EE.UU.— contribuye a explicar el porqué no hubo m ovim iento com ercial con las colonias en tre 1779 y 1783. Con la excepción de un «correo» con destino a La Coruña, ni en­ traron ni se habilitaron registros en Gijón en esa etapa. Y por las mismas razones, la guerra con Francia, en 1793, es factor de di­ suasión para los cargadores, ya que en ese año no se habilitan re­ gistros, si bien, y de forma especial, se habilita un bergantín en el v erano de 1794 (27). El movimiento comercial se revela en su cortedad ceñido al pe­ ríodo que m edia entre los dos conflictos, esto es 1784-1794. D urante estos años son 17 las embarcaciones habilitadas en Gijón, frente a 15 que hacen su entrada en el puerto. Los años de mayor activi­ dad en las salidas resultan ser los de 1785 y 1788, con tres regis­ tros cada año. Se habilitan dos embarcaciones en cada uno de los años de 1790, 1791 y 1792, m ien tras que un solo barco se fleta en los años 1784, 1786, 1787, 1789 y 1794. Se constata asimismo que las arribadas no guardan relación con las salidas. Los años de más actividad fueron los de 1786 y 1789, con cuatro registros cada uno. Otros dos registros fueron re­ cibidos en 1785, m ien tras que uno sólo en los años de 1787, 1788, 1790, 1791 y 1792. C ifras, en fin, que resu ltan ser realm en te m uy bajas si se comparan con Santander, con 54 registros de movimien­ to de prom edio en tre 1784-1787 y con 117 registros en 1792 (27 bis). Veamos ahora qué características revisten estos flujos comer­ ciales y de qué modo se inscriben en la economía regional.

(26) M ig u e l L ó p e z , I.: «El comercio hispanoamericano a través de Gijón, 1778-1795», enBoletín del Instituto de Estudios Asturianos 132. Oviedo, 1989, págs. 697-730. (27) Jovellanos se refiere a estas circunstancias en una carta de 1790 dirigida al ministro de Indias, don José de Galvez. «Vuecelencia —escribe— no podrá des­ conocer los progresos que ha ido haciendo este pequeño comercio. En el principio se disponía a duras penas una expedición al año. La guerra entibió, como en to­ das partes, los primeros estímulos; pero a la vuelta de la paz han sido ya dos las expediciones anuales, y últimamente no han bajado de tres al año». Obras. B.A.E., 50, op. cit., p. 515. 552 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ

2.1 La flota comercial

Son nueve bergantines y tres fragatas los registros que partici­ pan en la carrera de Indias, tomando el puerto de Gijón como pun­ to de partida o de arribada. Algunos pertenecen a comerciantes-ar­ madores asturianos. Tal es el caso del bergantín «San Francisco de Asís», propiedad del comerciante gijonés Francisco Rodríguez. Este bergantín, de 160 toneladas, es el más activo de la carrera: realiza, en la práctica, un viaje anual de ida y vuelta (conforme a la Real Orden de 1783) entre los años de 1785 y 1792. Zarpa en otoño y re­ gresa en verano (28) y sus viajes definen por sí mismos gran parte del comercio colonial asturiano. Su cargamento supone el 49% del valor total de las mercancías enviadas —entre 1785 y 1792— y el 64% de las retomadas durante ese período (29). Otra embarcación asturiana es la fragata «Princesa de Astu­ rias», propiedad de los comerciantes gijoneses Francisco Antonio Toral y Josef Díaz Valdés Argüelles. Ambos comerciantes han for­ mado compañía con el capitán Basilio Carrandi para realizar via­ jes a América. Poca fortuna acompaña a la empresa, ya que a los tres años de formarse, en 1787, la nave queda varada —e inutili­ zada— en la costa de Burdeos (30). En todo caso, salvada la excepción del bergantín «San Fran­ cisco de Asís», el resto de los registros no hacen más que viajes «tramp» de ida y vuelta con recalada en otros puertos. Son fleta- mentos ocasionales, como el del bergantín «San Antonio de Pa- dua», que conduce el comerciante y capitán Fructuoso García: zar­ pa de Gijón en Noviembre de 1788 con destino a La Habana y regresa en julio del año siguiente, pero ya no realiza más viajes. Modalidad de viaje ocasional que hallamos también en el bergan­ tín «La Isabela», de 110 toneladas de registro bruto y propiedad de un com erciante guipuzcoano. Es fletado en 1790 con cargam en­ to y fianza del com erciante gijonés M anuel Z arracin a Llanos (31),

(27 bis) P a l a c io A t a r d , V.: El comercio de Castilla y el puerto de Santander en el siglo XVIII. Madrid, 1960, págs. 187-188. (28) A.H.P. Prot. Gijón. Caja 1.986, Esc. 10-9-1784. Caja 1.987, Esc. 25-8-1785. Caja 2.020, Esc. 4-9-1790. (29) Cálculos obtenidos sobre las cifras globales que ofrece I.M ig u e l L ó p e z : «El comercio...», art. cit., p. 720. (30) A.H.P.Prot. Gijón. Caja 2.029, Esc. 2-3-1790. Pleito y litigio entre los co­ merciantes asociados y el capitán Carrandi, a quien acusan de «impericia». Jove­ llanos alude al «descalabro que han sufrido los cargadores » (Obras. B.A.E., 50, p. 515). (31) A.H.P. Prot. Gijón. Caja 2.029, Esc. 20-3-1790. ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 553

que confía la carga al capitán Manuel Andraca. Otros compañe­ ros suyos, vascongados, arriban a Gijón, donde son contratados para diversos fletes: tales son los casos de los capitanes Anasta­ sio Sertucha —que conduce el bergantín asturiano «Nuestra Se­ ñora de Covadonga, en 1794, navegando hacie Veracruz— o el ca­ pitán don Ramón Murrieta, que gobierna el bergantín «San Rafael» en 1785. 2.2 La aduana y el consulado

La aduana de Gijón se establece para dar cumplimiento a lo preceptuado en el Reglamento de Comercio Libre de 1778. Cuen­ ta con un administrador y un vista-interventor para las tareas de teneduría de libros, relaciones mensuales y asientos. Aparte está la contaduría y el juez de arribadas, con un cometido complemen­ tario en cuanto a la administración del puerto. Pese a la exigua actividad comercial, se detectan algunas irre­ gularidades de funcionamiento en la administración y que no pro­ ceden tan sólo de conflictos de competencias entre órganos de co­ metido similar. Las denuncias más importantes se presentan en 1782, siendo el acusador el titular de la Administración de las Ren­ tas Provinciales de Oviedo y el Principado. A juicio de éste, la aduana de Gijón carece de utensilios tan elementales como sello de plomo para el sellado de las mercancías. Los comerciantes, por su parte, se quejan de la falta de rigor en los trabajos de consig­ nación y registro de mercancías (32). De la veracidad de estas re­ clamaciones se hará eco Jovellanos en 1790, cuando solicite del mi­ nistro de Indias que en el registro de carga y percepción de derechos se eviten «las vejaciones y molestias de que se quejan agria y frecuentemente los cargadores: vejaciones que han aleja­ do de este puerto a muchos comerciantes y entre ellos algunos, que sin embargo de estar domiciliados cerca de él, suelen adeudar en Santander por excusarlas » (33). Aun contando con el margen de fraude que se denuncia (34), la contribución fiscal del comercio americano se sitúa en márgenes muy prudentes: 365.478 reales de exacción sobre las mercancías em­ barcadas para América y 485.145 reales de las retomadas, lo que supone un to ta l de 850.623 reales p ara el período 1784-1794 (35).

(32) M ig u e l L ó p e z , I.: «El comercio...», art. cit., págs. 698-699. (33) J o v e l l a n o s : Obras. B.A.E., 50, p. 516. (34) «Nohe encontrado mayores robadores de las Rentas del Soberano que en Oviedo y Gijón», afirma el cabo del Resguardo José A. Bravo en 1793 (CF. I. M ig u e l ^Lo p e z , «El comercio...», art. cit., p. 701). (35) En cuanto a las salidas, el 98% de las exacciones procede de los géneros 554 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ

La escasa estimación fiscal de este comercio, en cuanto al Era­ rio Real, se pone de relieve si lo comparamos con los 629.251 rea­ les que paga Asturias anualmente por el encabezado de Rentas P rovinciales (36). No es de extrañar, por tanto, que el consulado —del que se ha­ bla en el artículo 53 del Reglamento— nunca llegara a establecer­ se. Promesas y trám ites se sucedieron desde 1778, culminando en una exposición razonada de Jovellanos al ministro de Indias, don José de G álvez. A provechando la buena c o y u n tu ra de 1790, Jo v e­ llanos no sólo pide un consulado para Gijón —a imitación de La Coruña y Santander que ya lo tienen— sino el establecimiento de un colegio de pilotos. También sugiere la concesión de rebajas en los derechos cobrados a los extranjeros, junto con la gracia de co­ brarles los adeudados al retorno. Queda claro, en su opinión, que el consulado no ha llegado a establecerse por el escaso apoyo que ha prestado a la idea la Junta General del Principado (37), lo que no concuerda, como se ha visto, con las peticiones que en 1763, con el aval de la Junta, presentó el marqués de Vistalegre. Sea como fuere, el juez de arribadas suple, en parte, el cometi­ do del consulado, para cuya formación acaso se necesitaba un ma­ yor número de comerciantes y un negocio más próspero que lo jus­ tificase.- 2.3 Puertos de destino y origen de las mercancías La isla de Cuba y puerto de San Cristóbal de La Habana fue el destino de trece de los diecisiete registros habilitados en Gijón en tre 1784 y 1794. De los cuatro restantes, dos se d irigieron hacia La G uaira, en 1790 y 1791, am bos a cargo del b erg an tín «La Isabe­ la»; otro flete salió para Montevideo en 1792, en la fragata «Pa­ triarca San José», y un último registro para Veracruz, en 1794, el del bergantín «Nuestra Señora de Covadonga», que procedía de S an tan d er. extranjeros, elevado porcentaje si se considera que el valor de esos efectos repre­ sentó el 75% de lo exportado. Los ingresos por retornos fueron superiores a los recaudados por salidas. En este caso el 80% de esta cantidad proviene de los fru­ tos y efectos cuya contribución fue superior a la obtenida por los caudales, salvo en 1785. Cf. I. M ig u e l L ó p e z : «El comercio...», art. cit., págs. 722-723. (36) A.G.P. Libro 109, f. 107. (37) «Loscuerpos políticos son también capaces de estas miserables pasiones cuando los individuos que los forman no saben resistirlas » (J o v e l l a n o s : Obras. B.A.E., 50, p. 513). A nuestro juicio, hay cierto grado de pasión en estas afir­ maciones, ya que la Junta General no se manifestó ni votó nunca en contra de la solicitud del consulado; aunque Jovellanos parece apuntar, más bien, hacia una dejación de responsabilidades en la promoción del bien público. ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 555

En el orden de los retornos se advierte la misma y natural ten­ dencia antillana: de los 15 registros que desembarcan sus géneros en Gijón, 14 proceden de La Habana, y tan sólo uno de Campe­ che, en este caso el bergantín «Profeta Elias», que había salido con destino a Cuba y que regresa con escala en Campeche. Con lo que parece harto evidente que las gestiones de Campomanes y la Jun­ ta G eneral en los de 1769 y 1770 —conducentes a la a p e rtu ra del comercio con Yucatán y Campeche— no se vieron respaldados por el movimiento comercial posterior. Se confirma de este modo el papel creciente del puerto de La Habana en el conjunto insular antillano, centro de redistribución de géneros y mercancías con el que se vincula Gijón de forma pre­ ferente. No es de extrañar, por tanto, que las pautas del intercam­ bio y naturaleza de los géneros recibidos refuercen esa tendencia.

2.4 Las mercancías exportadas

Entre las mercancías exportadas destacan, por su volumen, los productos textiles y los alimentarios o comestibles (38). Los pri­ meros significan más del 55% del total de las mercancías envia­ das, mientras los segundos suponen un tercio, aproximadamente. Dentro del sector textil se evidencia una amplia representación de los lienzos europeos superior a la española. El lienzo definido como «nacional» sólo alcanza valores representativos en 1785 y 1789-1790, años en los que se exportó hilo blanco de manufactu­ ras astur-galaicas. En su conjunto, el lenzal vino a suponer más del 90% de la exportación textil en años clave, como los de 1784, 1785, 1787 y 1791. F ren te a esto, la salida de paños supone un vo­ lumen de escasa consideración, en su mayor parte géneros de la­ na de Segovia o de las Reales Fábricas. Otra partida de menor re­ lieve es la seda, extraída en forma de confección como tafetanes o gasas, pero que sólo alcanza entidad (un 70% del textil hispano) en los reg istro s de 1784 y 1787. Una mejor representación obtienen los productos manufactu­ rados, como mantelerías, colchas, calcetas y artículos de confec­ ción. Jovellanos apunta hacia un comercio floreciente en estos ra­ mos, ya que, al referirse a «los renglones que se extraen por éste puerto», h ab la de «hilos, lienzos y ropas hechas en lino y cáñamo, como gorros, calcetas, camisas, colchas y mantelerías, siendo muy notable el progreso con que van creciendo los productos de ésta

(38) M ig u e l L ó p e z , I.: «El comercio...», art. cit., págs. 708-717. 556 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ

última industria, pues ya se extraen para la América de quinze mil a veinte mil varas de mantelería y otros lienzos, de cinco a seis mil pares de calcetas y de cuatro a cinco mil libras de hilo de coser, cuyas utilidades se refunden en beneficio de la gente más pobre» (39). Alimentos y comestibles ocupan un segundo lugar en las sali­ das, con especial incidencia en los años de crisis agrarias. Esta pa­ radoja se explicaría por tratarse de exportación de harinas extran­ jeras, vía Santander en ocasiones. Pero la tendencia se invierte en los últimos años del período, esto es, entre 1791 y 1794, años en los que predominan los comestibles y bebidas españolas. En el orden de importancia las-harinas extranjeras ocupan el p rim er puesto, a p a rtir de 1785 y en los años de crisis de 1789-1790. En los años restantes se exportan harinas castellanas. Jovellanos menciona, entre otros productos, « manzanas, nuez, castaña, avellana, habas, tocino, sidra y cerveza », pero la reali­ dad es que tienen escaso significado económico. Las partidas de sidra son muy irregulares y sólo alcanzan cierta entidad en 1788 (el 50% de los alimentos) y en 1794 (el 100%); e igual sucede con el vino —una partida de Rioja, en 1785— o la cerveza que se ex­ trae en los fletes de 1784 y 1791. Otros productos alimenticios pro­ ceden del extranjero y son reexportados: quesos de Holanda en 1784 y 1792, especias entre 1785 y 1792, o p artid as de productos cár­ nicos, como jam ones, entre los años de 1789 y 1791. Lugar más discreto y marginal se reserva a los productos side­ rúrgicos. Aunque Jovellanos hace mención al comercio del «car­ bón de piedra» o el «hierro en crudo y labrado» no hay verdadero comercio de minerales. Tan sólo una noticia de exportación de car­ bón en un registro de 1792; y en cuanto al hierro Miguel López pre­ cisa que se trata de producción «de origen vasco» (40): planchas de hierro, clavazón o herramientas. Más variada resulta ser la oferta extranjera, basada en quincallería y utensilios de usos múl­ tip les, en especial en los cargam entos de 1784 y 1792. Otros productos enviados no alcanzan valores significativos. Las exportaciones de loza fueron de escasa cuantía (pese a que el Reglamento de Comercio de 1778 prohibía las talaveras y lozas extranjeras) y se sitúa al mismo nivel que las baldosas o «ruedas de amolar». E igual sucede con los artículos de cuero, madera, cris­ tal o azabache, industria esta última de mucho arraigo en el Prin­ cipado y con especial aplicación al diseño de bisutería.

(39) J o v e l l a n o s : Obras. B.A.E., 50, p. 514. (40) M ig u e l L ó p e z , I.: «El comercio...», art. cit., p. 714. ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 557

2.5 Las mercancías importadas

Los productos coloniales por excelencia —el azúcar y el cacao— se convierten en protagonistas de los fletes de retorno. El cacao está en régimen de monoplio en manos de la Compañía Guipuz- coana de Caracas y de sus distribuidores en Asturias, los Fernán­ dez Cueto (41); de ahí que en los registros no figuren partidas del preciado producto. Acaso en función de la razón enunciada, el azúcar cubano se convierte en la única (en la práctica) motivación de los fletes. En­ tre 1785 y 1792 Cuba exporta hacia Asturias un total de 91.147 arro­ bas de azúcar, lo que significa un 90% del valor de las importa­ ciones registradas en Asturias. Y en este producto le siguen —aunque con valores muy reducidos— el palo Campeche, los cue­ ros, café, caoba, tabaco y aceite de palo. Por su parte, las remesas de caudales, en el valor de los regis­ tros, no alcanzan al 50%, con la excepción de los años 1785 y 1787, en los que se reciben cantidades de pesos fuertes de plata para el pago de mercancías y soldadas (42).

2.6 El comercio colonial en la economía del Principado

¿En qué medida el comercio colonial se proyecta en la econo­ mía de la región? Resulta difícil precisar la cuantía y el alcance de esa proyección, pero podemos destacar algunos rasgos de la co­ yuntura económica del período estudiado con el fin de perfilar al­ gunos datos para la respuesta. El crecimiento económico, vinculado al desarrollo de las lla­ madas «fuerzas productivas», se atisba, entre otros indicadores, en el movimiento de la población. El movimiento intercensal 1787-1797 presenta un incremento de la población, que pasa de 347.776 habitantes («almas») en 1787 a 364.238 habitantes diez años después, justo en los años de actividad colonial del puerto gijonés.

(41) La Compañía Guipuzcoana de Caracas tiene a su cargo el abastecimiento de cacao para el consumo de Asturias mediante contrata con el tesorero de la Jun­ ta General, Domingo Fernández Cueto. En 1763 es la propia Junta quien solicita «a la Compañía de Caracas que ponga en esta Ciudad o en alguno de los puertos de este Principado, un almacén de cacao para surtido de los vecinos »(A.G.P. Lib. 108, f. 220, y Lib. 110, f. 1). (42) Un ejemplo de ajuste y contrato comercial, con pago en pesos de plata, es el del comerciante Francisco González Llanos con el capitán del bergantín «San Francisco» en 1784. A.H.P. Prot. Gijón. Caja 1.987, Esc. 25-8-1785. 558 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ

¿Se muestra como potencialmente activa esta población, de ca­ ra a la actividad agroindustrial que genere el comercio america­ no? El estudio de los censos nos ha permitido apreciar: a) Que se trata de una población «joven», con un bajo índice de envejecimiento, un 6,3% para mayores de 60 años, según el cen­ so de 1797. b) Que la tasa de natalidad oscila en torno al 33%, mientras la relación de masculinidad desciende con la edad de esta suerte:

EDAD 1787 1797 0-7 años 100% 103,1% 25-40 » 87,1% 85,4% 50 y más 85,5% 92,8%

Con ello se refleja aquí, en desigual medida, la sobremortalidad del varón y la emigración a Madrid y América, principalmente. c) La edad media de acceso al matrimonio se sitúa en prome­ dio de 24,4 años p a ra la m ujer y en 25 años p a ra el varón, un v alo r elevado pero similar al de otras regiones vecinas como León y G alicia. d) Una tasa de soltería definitiva de un 13,4% para las muje­ res y 8,7% para los varones. e) La emigración neta, intercensal, para edades entre 16 y 49 años viene a ser negativa, un —16% y baja hasta el —14,7% a los cincuenta años, cifras sólo equiparables a las de Galicia en el con­ junto de la Corona de Castilla (43). En suma, una población joven y dedicada, en su inmensa ma­ yoría, a las tareas agrícolas. El censo de 1787 recoge un total de 3.787 personas en las categorías de comerciantes, fabricantes y ar­ tesanos, esto es, un 1% de la población. Comparado con el censo diez años posterior a estos datos, las cifras han subido: 6.099 arte­ sanos, 123 comerciantes y 172 mercaderes, lo que supone un 1,75% de la población, importante incremento en tan sólo una década. ¿Se trata, acaso, de la reactivación comercial e industrial al calor del comercio antillano? Un repaso a los capítulos de exportación nos permite precisar mejor el modo de inserción de la economía regional en los flujos comerciales. Ya hemos mencionado que el hilo blanco, la mantelería, la cal­ ceta y el lenzal tuvieron presencia relevante en los registros de 1785, 1789 y 1790. A unque sin denom inación de origen (salvo «na­ cional» o «extranjero»), parte del lienzo era regional y elaborado

(43) A.G.P. Censos de 1787 y 1797. Elaboración propia sobre los datos. ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 559 en fábricas nuevas. En el campo de la iniciativa pública cabe des­ tacar el establecimiento de las fábricas de cregüelas y colectas en los hospicios de Oviedo, Santiago y Ribadeo, bajo la dirección de don Joaquín Cester y con el apoyo de la Compañía Guipuzcoana de Caracas. La fábrica de Oviedo llegó a emplear a 130 operarios con 34 telares propios para colchas, mantelerías, cotonías y sayal, m ás 34 te la rillo s y 46 ruecas, y se m antuvo h a sta 1979, año en el que dejó de dar hilo para trabajo doméstico a las 211 tejedoras de­ p en d ien tes de la fábrica (44). Tal parece que la crisis del com ercio colonial fue un factor en su cierre. Como también, y en el marco de la iniciativa privada, la fábrica que establece en Gijón, en 1787, Juan Bautista González, dedicada a la elaboración de lienzos. A éste se sumarían los numerosos telares dispersos por la costa: en Ribadeo, Castropol, Figueras, Gijón, Avilés y Oviedo, que fabri­ can lienzos de lino. U n estado del com ercio en 1780 (45) nos inform a acerca del m o­ vimiento de importación y exportación del lino. Un 43% procede de Castilla, un 36% de Francia, el 8% de H olanda y un 12% es reex­ portado a través de Bilbao y San Sebastián. Y en ese mismo año las exportaciones de lienzos se dirigen hacia Castilla (un 57%), Ga­ licia (30%), La Habana (8,5%) y Santander (4,5%). Lo cual es real­ mente expresivo de la poca importancia que tienen los mercados coloniales en el desarrollo de la manufactura textil. Viene a corroborar lo anterior el recurso al «Censo de Frutos y Manufacturas», que contiene datos de 1799. Según este censo, los telares de lencería producen unas 80.000 varas de lienzos al año (56.398 varas según el «estado» de 1780), pero «todo el lino y cáña­ mo se gasta en el País», en el que tra b a ja n 1.500 operarios (46). P or supuesto, ninguna referencia a los mercados americanos, tras el paréntesis —ya definitivo— que se ha abierto en 1794. Similares expectativas se advierten en el sector alimentario, ya que la provincia es deficitaria en granos. El censo de frutos p ara 1799 habla de un consumo estimado en 2.185.440 fanegas de gra­ nos. Como la producción neta —descontada la sementera— se si­ túa en 871.477 fanegas (incluidos maíz y panizo) se estima un alto déficit: 1.313.963 fanegas de granos. A estas limitaciones natura­ les se unen las específicas del hinterland cantábrico, con la proxi-

(44) A.G.P. Lib. 110, fs. 128-129, y Lib. 125 passim. (45) O c a m p o y S u a r e z V a l d e s , J o a q u ín : La economía asturiana al final del Antiguo Régimen. Las manufacturas, 1750-1850. O v ie d o , 1987, p. 27. (46) Censo de frutos y manufacturas de España e islas adyacentes. Madrid, 1803. Edición facsímil. Madrid, 1960, págs. 7-8. 560 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ midad de Santander y sus molinos harineros. Gijón se convierte así en un apéndice del puerto cántabro de cara a la exportación de harinas, parte de las cuales proceden de las provincias exen­ tas, como en los registros de 1785 ó 1789-1790. Y en la misma medida, las posibilidades de potenciar recur­ sos naturales no quedan debidamente aprovechadas. Tal es el ca­ so de la sidra, que se exporta en 1788 y 1794, pero que no incre­ menta su volumen exportable debido a problemas de conservación y embotellamiento, como advierte Jovellanos (47). De ahí que en el «Censo de Frutos» se diga que «la sidra se gasta toda en el Prin­ cipado , a excepción de una corta cantidad que se lleva a Galicia». La misma despreocupación afecta al potencial de otras bebi­ das. Se ex p o rta cerveza en los registros de 1784 y 1791: es m uy po­ sible que se trate de producción local de la fábrica creada en Gi­ jón y a la que alude Jovellanos en el contexto de esplendor de su v illa n a ta l (48). P ero la escasa entid ad de la producción de cebada (49) es más bien un obstáculo para la expansión de esta industria. El consumo mucho más extendido del vino se enfrenta por igual a los problemas de comercialización. En un registro de 1785 salen partidas de Rioja y otras de claretes castellanos, pero la produc­ ción de vino asturiano —cifrado en unas 13.000 cántaras en 1799— apenas alcanza para cubrir el 5% de la demanda consumista re­ gional, que se estima en unas 312.000 cántaras anuales. La escasa calidad de los caldos asturianos y su lejanía geográfica —amén de pésima comunicación— con el puerto gijonés son razones sufi­ cientes para explicarnos la nula incidencia del mercado colonial en la viticultura. Otros productos en los que Asturias resulta ser excedentaria —como habas y frutos secos— no constituyen capítulos de espe­ cial relieve, salvo en una partida registrada en 1792. Quedan, por tanto, las infundadas ilusiones de los memoralis- tas en torno al carbón y el hierro. En cuanto al primero, tan sólo

(47) «La sidra, que es una producción abundantísima y que a pesar de su ex­ celente calidad, se fabrica de modo que ni tiene una duración, ni sufre los riesgos de un largo transporte y mucho menos de una distante navegación». J o v e l l a n o s : Op. cit., p. 293. (48) «Elestablecimiento de una fábrica de cerveza, otra de loza fina a imita­ ción de la de Bristol, una de medias de hilo y estambre y la restauración de otra de curtidos, antes abandonada del todo y en la que ahora se trabaja continuamente, todas en esta sola villa, son un efecto visible del impulso que va dando a su in- dustra la libertad de comercio ». J o v e l l a n o s : Op. cit., p. 515. (49) Según el «Censo de frutos y manufacturas» la producción de cebada —en 1799— era de 3.776 fanegas, un 0,3% de la producción de granos del Principado. ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 561 se extrajo una partida en 1792, año en el que se liberaliza su co­ mercio (50). El elevado coste de los fletes —aun contando con la subvención oficial que en 1790 se concede a embarcaciones de más de 100 toneladas— no parece que anime a un sector que aún se ha­ lla en una fase experimental en los usos siderúrgicos. La baja calidad de las menas de hierro y su aprovechamiento para servicios de las Reales Fábricas de Armas y Municiones de Oviedo y Trubia (51) reducen al mínimo sus posibilidades de ex­ portación hacia los mercados coloniales. La superior calidad del hierro vizcaíno y la fuerte competencia de las ferrerías vasconga­ das desplaza a la manufactura metálica asturiana, ya que gran parte del clavazón, hierro en barras o herramientas, que sale de Gijón procede de las provincias exentas. Una muestra bien clara de este fenómeno la tenemos en la disminución del número de fe­ rrerías en Asturias: de las 14 censadas en 1752 se desciende a las 11 del censo de 1799, ferrerías en las que trabajan 63 operarios, con una producción estim ada en 1.200 quintales al año (52). F e rre ­ rías que, a fin de siglo, trabajan indistintamente con mineral vasco y asturiano y que comercializan en los mercados locales de Gali­ cia o el norte de Castilla. No hay, por tanto, sectores en progresión productiva, salvo el textil. Los débiles estímulos del libre comercio no consiguieron ha­ cer despegar nuevas industrias, como en las de cerámicas y loza o la de curtidos. Los seis obradores —o fábricas de loza— que tra­ bajan entre 1780 y 1790 no se beneficiaron en gran medida de los efectos del comercio colonial, como ya aseguraba y pronosticaba el comerciante López Dóriga en 1784 (53). La producción —estimada

(50) «Real Cédula de 24 de agosto de 1792 en que se establecen las reglas que han de observarse en el modo de beneficiar las minas de carbón de piedra, se per­ mite el libre comercio de este género y conceden varias gracias para promover su tráfico y la extracción fuera del Reino». A.G.P. Lib. 117, fs. 301 y ss. (51) Sobre carbones y menas de hierro y su aplicación a la siderurgia véase mi artículo «Las Reales Fábricas de Armas y Municiones de Asturias, 1794-1809. Navarros y carboneros», en Boletín del Instituto de Estudios Asturianos 132. Ovie­ do, 1989, págs. 809-832. (52) La producción de 1.200 quintales del censo de 1799 parece realmente baja en relación con lo estimado en 1752 al elaborarse el Catastro. Ello se debe a que en 1779 se computan aparte la producción de clavazón y batería de cocina, que su­ pone 2.109 quintales y 2.013 libras, respectivamente. (53) A.G.P. Lib. 114, f. 83, y Lib. 115, fs. 22, 26, 32. En una carta que el comer­ ciante Dóriga dirige a la Junta General habla del « lastimoso estado » en que se ha­ lla el comercio con América, ya que apenas hay productos para cargar un barco, optando éstos por buscar otros puertos. Vid. igualmente J.O c a m p o : La economía asturiana..., op. cit., págs. 33-34. 562 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ en unas 27.000 docenas de piezas en 1799— se vendía en los merca­ dos locales. E igual sucede con los curtidos. Al calor de la reactiva­ ción, Dóriga fundó una fábrica en Oviedo en 1784, en competencia con la fundada en Gijón por el inglés Diego Noble, protegido de Campomanes. A fines de siglo son cuatro las fábricas de curtidos, con 22 operarios y unas 5.118 piezas, pero en modo alguno se pro­ yecta este sector en la exportación a América. Se concluye, pues, que la escasa actividad del puerto gijonés guarda relación con los débiles estímulos de las ofertas y deman­ das de los mercados a los que sirve y suministra. El potencial de la industria textil quedó seriamente limitado por las exportacio­ nes de La Coruña. Y tampoco las importaciones —azúcar, 90% del volumen total— contribuyen al desarrollo de sectores con porve­ nir. Las expectativas de los memoriales de 1742 y 1763 quedaron truncadas y se revelaron ilusorias. Por otra parte, el estrangulamiento en las comunicaciones y la situación geográfica de Gijón, a medio camino de Santander y La Coruña, no sirvieron para reforzar los efectos de una econo­ mía puente sino más bien para sofocar los débiles efectos de un comercio que ya no se recupera tras la guerra con Francia.

3. EL COMERCIO COLONIAL EN EL ENTORNO CANTABRICO

Una breve reflexión sobre el significado del comercio colonial tras los decretos de 1778 no puede olvidar las diversas posiciones de quienes han estudiado los flujos comerciales en el ámbito es­ tatal. Para Fisher (54) resulta evidente que los efectos del libre comercio fueron beneficiosos para la economía española. Que es­ to se manifestó en un fuerte incremento de las exportaciones en­ tre 1778 y 1796, acom pañado de un aum ento de los*productos «na­ cionales» en la exportación, que pasó de un 38% de promedio en 1778 a un 52% en el período 1782-1796. Y todo ello co n trastan d o con el fuerte crecimiento de las importaciones americanas, cuyos valores se decuplicaron para el período 1782-1796, tomando como año base el de 1778. Pero J. Fisher advierte que no se altera la estructura de la eco­ nomía peninsular, dado el predominio de los productos agrarios sobre los industriales. Y es justo en este punto donde los recien-

(54) F is h e r , J.: Commercial relations between Spain and Spanish América in the Era of Free Trade, 1778-1796. Liverpool, 1985 (en especial la bibliografía del libro para el estado de la cuestión). ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 563 tes estudios de Fontana, Bernal y Delgado, entre otros (55), han venido a confirmar este aspecto. Más aún: que el reglamento de libre comercio perjudicó al desarrollo industrial, porque se optó por el fácil beneficio ligado a la reelaboración de la manufactura extranjera. A todo esto se unió una baja prolongada de los pre­ cios en los mercados coloniales, producto de la invasión de mer­ cancías, con lo que el mercado se reveló poco apetecible para la inversión. El espejismo de la ganancia comercial súbita se mos­ tró como lo que era, ilusión, con lo que el incremento del tráfico no tuvo consecuencias favorables para el desarrollo industrial y, acaso, contribuyó a obstaculizarlo. La confirmación de estas posiciones se manifiesta con cierta evidencia en algunos casos y, en líneas generales, en la comisa can­ tábrica, donde cabe hacer algunas precisiones. En prim er lugar, la no existencia de una coyuntura comercial común, en sus ritmos, tiempos, flujos o reflujos, que sirva para integrar a los tres puertos cantábricos: Gijón, La Coruña y San­ tander. Las razones están en la diversidad de tiempos y condicio­ nes —léase privilegios— con los que acceden a los mercados colo­ niales. El auge com ercial de La C oruña y San S ebastián ve llegada su hora de crisis tras los decretos de 1778: es la oportunidad de Gijón y Santander, que remontarán lentamente la escalada comer­ cial hasta la crisis de 1793, punto de inflexión de sus actividades. La difícil articulación de los puertos cantábricos, en segundo lugar, se explica por su acceso a las rutas coloniales. Para Galicia el despegue se anuncia en 1764, con la creación de los correos ma­ rítimos, organizados como una auténtica compañía de comercio con los mercados protegidos de Perú y la región del Plata. La prós­ pera coyuntura que adviene para el textil lencero se prolongará hasta 1778. A partir de esta fecha, con la pérdida paulatina de los mercados protegidos y los efectos de competencia con los restan­ tes puertos habilitados, se acentúa un descenso en el textil regio­ nal, que pasa de un 50% del total del volumen exportado en los registros a un 26,8% para la etapa 1778-1818. En suma —y como advierte Alonso Alvarez (56)—, que el valor anual de las exporta-

(55) J. F o n t a n a e t A l ia : El comercio libre entre España y América Latina, 1765-1824. Madrid, 1987. Ibid., La economía española al final del Antiguo Régi­ men. III. Comercio y colonias. Ed. e introducción de Joseph Fontana. Madrid, 1982. (56) A l o n s o A l v a r e z , L.: «Galicia y el comercio americano. Las limitaciones del modelo ilustrado de crecimiento económico», enManuscrits. Revista d’Histo- ria Moderna, núm. 7, 1988, p. 123. Ibid., Comercio colonial y crisis del Antiguo Régimen en Galicia, 1778-1818. Santiago de Compostela, 1986. 5 64 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ ciones en tre 1778 y 1818 es porcentualm ente cuatro veces in ferio r al de la etap a 1767-1778. Este reflujo posterior a los decretos de 1778 se detecta en San Sebastián y en el tráfico de la Compañía Guipuzcoana, cuyo prós­ pero negocio del cacao en la costa venezolana —años de 1728 a 1739— enriquecen la villa donostiarra. Pero la reorganización de la compañía, en 1751, no supone sino diversificación de activida­ des —comercio de esclavos, compañía de ballenas, etc.—, cerrán­ dose la etapa en 1785 con la disolución de la compañía tras larga crisis abierta por los decretos de 1778. Al declive de las zonas oriental y occidental de la cornisa can­ tábrica parece suceder el relanzamiento del centro, de Santander y Gijón. La apertura del camino de Reinosa a partir de 1752 y los privilegios concedidos en 1763 posibilitan un lento desarrollo co­ mercial, que llega a su punto de inflexión en los primeros años de la década del noventa. Y en la ola de este impulso se inserta G ijón, en su breve ciclo de 1784-1792. En cualquier caso, comparado el volumen del negocio comer­ cial americano entre ambos puertos —tal y como se detalla en la muestra del c u a d r o i— , parece confirmar las premoniciones de Jovellanos en 1791: «Santander va a tragar todo el comercio de nuestra costa septentrional » (57).

CUADRO I

LA ACTIVIDAD COMERCIAL. Volumen total (exportaciones más importaciones) del comercio con América en reales de vellón

AÑO SANTANDER GIJON 1784 26.870.645 Rs. 1.333.072 Rs. 1785 39.387.424 » 3.139.824 » 1786 44.056.204 » 2.408.858 » 1787 45.507.598 » 1.993.226 » 1791 57.554.315 » 1.217.835 » 1793 24.142.188 » — 0 -

FUENTES: Santander: B a r r e d a y F. d é l a V e g a , Femando: «Prosperidad de Santander y desarrollo industrial desde el siglo XVIII», en Aportación al Estudio de la Historia Económica de la Montaña, Santander, 1957 (datos de 1784,1785,1786, 1787 y 1793). L a r r u g a , Eugenio: Memorias políticas y económicas sobre los fru­ tos, comercio, fábricas y minas de España..., Madrid, 1790-1794. Gijón: M ig u e l L ó p e z , I.: «El comercio hispanoamericano a través de Gijón, 1778-1795», enBoletín del Instituto de Estudios Asturianos núm. 132, Oviedo, 1989, p. 720.

(57) Jovellanos: Obras. B .A .E ., 77, p. 178. ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 565

Por último, los estudios más recientes han venido a subrayar la escasa aportación del comercio colonial al proceso de industria­ lización de la periferia cantábrica. Para Galicia, Alonso Alvarez (58) ha puesto de relieve las limitaciones del mercado interior ga­ llego a partir de 1778, en especial con la pérdida del comercio pri­ vilegiado con Perú y el Plata. No son precisamente de naturaleza colonial los estímulos que se proyectan en el incremento del tex­ til lencero, sino más bien producto de la demanda nacional, que es la que posibilita el aumento del número de telares y las impor­ taciones de linos del Báltico. Y así, es la reexportación de mer­ cancías extranjeras la que forma el grueso del movimiento comer­ cial en el contexto de la p aradoja afirm ada en 1778: la dism inución del volumen comercial. De tal suerte que al perderse los merca­ dos protegidos, se bloquea el camino hacia nuevas inversiones y los capitales obtenidos buscan el recurso a las rentas forales co­ mo cauce de máximo beneficio. Esta función redistribuidora de productos extranjeros parece ser nexo común —y no exclusivo de Gijón— entre los puertos can­ tábricos. Los estudios de J. J. Laborda (59) —para Bilbao— y de M. Gárate (60) —para San Sebastián— coinciden en señalar la di­ fícil articulación del comercio colonial en las economías provin­ ciales. Los puertos sirvieron de plataforma para la redistribución de productos, pero no estimularon la renovación tecnológica en aquellos sectores que —como es el caso de las ferrerías— tenían un porvenir más alentador. Es esta débil vertebración la que nos lleva a definir las rela­ ciones comerciales en el contexto de una economía dual, en la que, por una parte, se presenta un mundo rural de tendencias autár- quicas y de autoconsumo, basado en la pequeña propiedad, y por otra, el istmo del comercio portuario de largo alcance. Santander ilustra, en buena parte, los rasgos más nítidos de lo expuesto. El estanco de las lanas y el nuevo eje Burgos-Santander, desde 1763, confluyen una política de protección: camino de Reino- sa, creación del Consulado en 1785 y nuevas obras viarias que, en

(58) A l o n s o A l v a r e z , L.: «Galicia y el comercio...», art. cit. Ibid., «Oferta y demanda en la crisis del mercado colonial de 1787. Una aproximación a partir del caso coruñés», enEstudis d’Historia Económica, 1, 1987, págs. 83-92. (59) L a b o r d a M a r t in , J. J.: «El arranque de un protagonismo: la recuperación comercial de Vizcaya a comienzos del siglo XVIII» en Saioak, 2, 1978, págs. 136-181. (60) G a r a t e O j a n g u r e n , M .: «Comercio colonial guipuzcoano durante el siglo XVIII», en Coloquio Vasco-Catalán. Barcelona, 1982, págs. 3-15. 566 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ los noventa, se plasman en el camino Palencia-Alar del Rey. El co­ mercio de las lanas pasa a un discreto segundo lugar tras el auge del comercio de harinas y curtidos que se produce a raíz de los de­ cretos de 1778 (61). Pero el máximo desarrollo se produce a princi­ pios de los noventa, cuando el puerto redistribuye remesas de lana castellana y productos coloniales. Predominan los géneros extran­ jeros de reembarque y las harinas castellanas y extranjeras en el movimiento de salida (62). Los productos de la industria regional tienen escasa importancia: clavazón, cítricos, curtidos..., con la ex­ cepción de la cerveza, de apreciada calidad, fabricada en tres esta­ blecimientos de la capital cántabra (63). Pero se advierte, en suma, que el incipiente desarrollo indus­ trial en torno al camino real —fábricas de harinas, curtidos o cerveza— no arrastra consigo a otros sectores, ni es capaz de crear las condiciones para formar un espacio industrial. ¿Se trunca este proceso protoindustrializador con la crisis de 1793? Tal parece, dado el descenso brusco de los intercambios. Lo que sí se evidencia es que en su caída golpea al débil comercio gi- jonés, que habilita sus últimos registros en 1792 (64). La recupe­ ración transitoria de Santander —entre 1802 y 1804— no perm iti­ rá, con todo, la del puerto asturiano, lastrado por el inevitable sino de un camino con Castilla cuya terminación se vaticina im­ previsible.

(61) P a l a c io A t a r d , V.: El comercio..., op. cit., págs. 143-163. (62) Para Tomás Martínez Vara «se ha exagerado su peso dentro del esquema general; las fuentes nos hablan, sin embargo, de un comercio harinero sencillo aún, nada constante e inferior casi siempre a las harinas extranjeras de reembar­ que, francesas o americanas... sin olvidar que buena parte del cereal molturado en las fábricas y molinos cántabros procedía igualmente del exterior, aunque luego las harinas figuraran en los registros consulares dentro del apartado “efectos na­ cionales”». (Cf. T. M a r t ín e z V a r a : «El Cantábrico y el comercio americano», en Manuscrits. Revista d’Historia Moderna, 7. Barcelona, 1988, p. 140. Del mismo autor: «El comercio de Santander en los siglos XVIII y XIX. Notas para su estu­ dio», enSantander. El puerto y su historia. Santander, 1985, págs. 79 y ss. (63) P a l a c io A t a r d , V.: El comercio...,op. cit., págs. 183-184. (64) El bergantín habilitado en 1794 cargó mercancías por valor de 21.399 reales. ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 567

APENDICE I

MEMORIAL DEL MARQUES DE FERRERA (1742)

«Excmo. Sr.: El Marqués de Ferrera creyéndose al paso que obligado por lo que se debe a sí mismo y a la Patria (que ha sido ilustre cuna de todos sus ascendientes) a desearla y solicitarla sus mayores conveniencias, en disposición por lo que V.C. le honra y favorece, con motivo de su actual aunque accidental residencia en esta Corte, de promover la inclinación de V.C. al propio fin así por lo que se interesa su gran celo en cuanto sea beneficio públi­ co, como por lo mucho y honroso que le corresponde en el particu­ lar de aquellas nobles montañas llenas de la mayor complacencia y satisfacción desde que resonó en ellas el nombre de V.C. exalta­ do a la Presidencia de nuestro Gran Monarca (que Dios guarde) expone a V.C. que habiendo meditado tiempo ha el infeliz estado en que se halla reducido el Pdo. de Asturias ha juzgado ser asun­ to muy digno de su obligación y cuidado el pensar igualmente en los medios de repararle siendo sin agravio de otro alguno el te­ rreno más benemérito de toda España, como que fué aquel Rin­ cón el asilo donde se salvaron las reliquias de la Monarquía y de la religión, y de todo aquel cúmulo de esplendor y gloria que amon­ tonó en muchos siglos la nación española y oscureció en pocos días la inundación de los bárbaros que hubiera borrado de la memo­ ria de los hombres aún el nombre de los españoles si la Divina Pro­ videncia no les hubiera puesto como dique cauce y antemoral los montes de Asturias en cuyo breve recinto, como en otra Arca se preservó de aquel diluvio de males en pocos individuos la nación que no sólo libertó a España de la opresión de los Moros, sino que después ha poblado un mundo entero. Ocioso será sin duda, Se­ ñor Excmo., traer en comprobación de estas verdades testimonio ni citas de autores fidedignos cuando esta memoria se dirige a un ministro tan versado como V.C. en la historia de España y de to­ do el mundo y en quien concurren las circunstancias particulares que quedan insinuadas, pero siendo todo esto cierto es cosa de ad­ m irar el olvido que hasta aquí ha padecido de todos los ministros 568 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ aquella tan recomendable porción de España, todas las provincias del Reino gozan en sus privilegios en su comercio y en sus fran­ quicias un equivalente del mérito que se han adquirido con el Estado. Solo el Pdo. de Asturias tiene la desgracia de sentir la desigualdad con que es atendido. No recurramos Señor, en com­ probación de esta verdad a la restauración de España, porque es­ te pasaje solo es de tanto paso que toda la Monarquía junta con los que brinda de honores y conveniencias, no alcaza en la balan­ za de la Razón y la Justicia a contrapesar el mérito del Pdo. en contemplando que la raíz de toda la felicidad de España está en­ terrada en aquellas nobles montañas. Recurramos pues a los tiem­ pos posteriores y se verá que si las Provincias de Guipúzcoa y Viz­ caya han sido por aquella parte el antemural de contra el poder de la Francia, también logran en premio de este mérito una abso­ luta libertad de derechos y tributos personales y Reales que les hace el país más feliz de España, a más de los otros privilegios que dentro y fuera de sus Provincias gozan sus habitantes. Y co­ mo si esto no bastara, goza la segunda todo el comercio del Norte radicado en Bilbao y la primera, por no quedar inferior ha logra­ do en nuestros días el establecimiento de la Compañía de Cara­ cas en San Sebastián, con tanta utilidad suya como es notorio. Si el Reino de Navarra (haciendo de la necesidad virtud se entregó libremente al Rey Católico en manos del Duque de Alba, que con un ejército de 24.000 hombres estaba a las puertas de Pamplona), también logró en premio el vivir como hasta hoy vive conforme a las antiguas leyes de Aragón, unido a Castilla en calidad de Rei­ no independiente. Si la misma Castilla hizo a los Reyes de Astu­ rias y León poderosos contra los moros y los puso en estado de parecer grandes en el mundo, y llevar sobre los otros Reyes de Es­ paña la reputación de los Monarcas Godos, también logran en cam­ bio desde entonces hasta hoy la calidad de provincia dominante sobre las demás de España y tener dentro de sí misma la Corte, siendo la primera, y la que más de cerca disfruta los benignos in­ flujos de sus Soberanos. Si la Andalucía enriquece el Erario Real con lo que produce la extracción de sus preciosos frutos y le dá abrigo seguro en sus puertos a las armas y flotas, también disfru­ ta a título de su ventajosa situación todo el comercio de la Amé­ rica como si para ella sola se hubieran descubierto las Indias. Si las tres provincias que componen la Corona de Aragón se unie­ ron pacificam ente a la de C astilla en la cabeza del E m perador C ar­ los V, también lograron desde luego que esta unión fuese igual­ mente principal y el vivir conforme a sus antiguas leyes y fueros ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 569 en que se conservaron hasta nuestros días, no obstante las Revo­ luciones acaecidas en los reinos de Felipe II y IV y si los desórde­ nes de este siglo irritaron la justicia del Rey y le dieron derecho para descargar todo el golpe de su indignación sobre aquellos pue­ blos, hemos visto que su bondad se dió por satisfecha obligándo­ los a vivir conforme a las leyes de Castilla, haciéndoles así mas felices con el castigo que lo fueron antes de merecerle, pues a la sombra de esta providencia suavísima se administra en aquellos paises santa e inviolable la Justicia, se ha adelantado la agricul­ tura, florece el comercio y con el establecimiento de las fábricas y manufacturas se han hecho Valencia y Cataluña de las más ri­ cas provincias de España: Así, señor Excmo., sino recelase hacer más molesto este papel pudiera ir discurriendo por las restantes provincias y se vería la desigualdad con que se ha atendido al mé­ rito del Pdo. que tanto en estos como en los pasados siglos se ha distinguido siempre de los demás pueblos de la Monarquía: cosa es, señor, muy notable ver sobre lo que queda manifestado como fué y se h a lla despojada aquella noble y p rim era provincia del vo­ to en Cortes que por tantos siglos poseyó justisimamente con la calidad y precedencia a las demás provincias y ciudades hasta el reinado del Emperador Carlos V y jura de su hijo Felipe II en Prín­ cipe de Asturias a que concurrió por el Pdo., con dichas calidades de precedencia, don Fernando de Valdés Salas, último apodera­ do de Asturias en las Cortes, y como si esto no bastase aún fué despojado de la facultad que obtuvo en equivalente por el voto de aprobar en su Junta General antes de ponerse en ejecución las resoluciones que tomasen las Cortes por lo respectivo a sus inte­ reses, quedando el Pdo., después de este agravio, excluido de la asamblea de los estados de España y tratado como si fuera una provincia extranjera o país de conquista. Lo que aún más sensi­ blemente experimenta en este siglo en el que al paso que toda Es­ paña ha recibido bajo la dominación del Rey mil bendiciones del cielo, solo para Asturias habiendo sido como siempre el más fiel por su antigua e innata propensión a amor a sus Monarcas, fué infausto pues en él y en el año de diez y ocho, persuadido S.M. por algunos informes que bebiendo de infectas fuentes varios mal­ sines vertieron y pusieron en diferentes memoriales dados y es­ parcidos a nombre falsísimo y supuesto del Pdo., inclinaron a ello su Real Animo e hizo establecer allí una Audiencia que sobre muy in ú til y n ad a a d ap tab le p a ra aquel país que jam ás la h ab ía tenido y menos la necesitaba. Y que le ha sido y es gravísima por miles de razones que el verdadero y nó supuesto innominado Pdo. tiene 570 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ repetidas veces expuesto y representado a S.M. y últimamente con el motivo de la formación del Regimiento de Milicias, quedando de nuevo desde entonces pendiente y suspensa esta instancia aun­ que próxima ya al despacho en la bolsa del Sr. Patiño cuando fa­ lleció. La resolución de consiguiente costeando S.M. y muy por demás pudiendo restablecer a distinta costa y plena satisfacción de aquellos buenos vasallos su antiguo gobierno de un solo mi­ nistro togado o m ilitar pues de todo hubo aun en el presente siglo antes del establecimiento de dicha Audiencia que aprovechando poco o nada para eso por total falta de práctica más propia de un gobernador y aún del mismo Pdo. si se le fiase a su cuidado per­ mite otro perjuicio no pequeño a aquella provincia y es que vaya allí muy frecuentemente un visitador de montes a solo hacer que hacemos, devengar y llevar de los pueblos crecidas costas y sala­ rios sin las multas que los aniquilan, y todo eso para qué para de­ jar las cosas como se estaban sobrando para que se mantenga y aumente el plantío especialmente en todos los concejos de la cos­ ta, el que una y otra vez cele sobre ello como más propio y pecu­ liar de su encargo el comisario de marina de allí mayormente si los naturales viesen y tocasen con el establecimiento de algunas fábricas y facilidad de comercio, la gran utilidad que de sus plan­ tíos se les seguiría sin duda. Ni han parado en esto solo los males sobrevenidos en nuestros tiempos a aquel pobre país que sin em­ bargo siempre ha contribuido a los Ejércitos de S.M. con muchos millares de hombres y al Real Erario con todas las contribucio­ nes ordinarias y extraordinarias que se han ofrecido capaces y aún excesivas a sus fuerzas, pues en ellos les ha faltado y falta ente­ ramente aquel poco comercio que tenía porque en la resolución que tomó S. M. de establecer las Aduanas en todos los puertos de la costa fueron de consiguiente indistintamente comprehendidas sus cuatro villas de Avilés, Llanes, Villaviciosa y Luarca, no obs­ tante sus particulares y antiguos privilegios que las hacían fran­ cas y sobre que ha reclamado y tiene pendiente el Pdo. ante la Real persona su instancia, con lo que los extranjeros que sacaban los frutos de Asturias se han retirado absolutamente y pasa el año todo sin que se vea un navio sobre la costa con tanto perjuicio de aquella provincia, que antes de la citada providencia hubo año que importó la extracción de la avellana cerca de un ciento de rea­ les y hoy se deja pudrir en los montes porque ni la sacan los ex­ tranjeros ni es posible a los naturales llevarla a otras partes don­ de pudiera tener alguna utilidad su venta. La misma fortuna ha corrido por lo dicho el hierro que estando tan cerca de Bilbao de ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 571

donde se saca franco de derechos ni los españoles ni los extranje­ ros vienen a buscarlo a A sturias de que se sigue el abandono y tr a ­ bajo de estas minas que por su calidad y abundancia se podían contemplar de las mejores de España. Los demás frutos que el Pdo. produce a excepción de lo que consume es menor por lo dicho per­ derlos y como esto sucede todo los años por faltar la extracción se abandona el plantío y la cultura de los campos quedando esta solo reducida a una limitada labor, de que nace el mayor mal que siente el Pdo. y es su despoblación porque no teniendo los natu­ rales en que ganar la vida desamparan sus casas y familias hasta el extremo de darse por contentos con ser barrenderos de las ca­ lles de Madrid y creer que han mejorado su fortuna el día que as­ cienden a lacayos y cocheros, a que se añade que como la mayor parte de estos hombres son casados y en estos ejercicios no pue­ den ganar de modo que hagan en pocos años un caudalillo bastante p a ra re tira rs e a sus casas se hace como precisa u na la rg a y p ro lija ausencia de sus mujeres y faltándolas vida individua del m atri­ monio falta el fin de la propagación, y aunque alguna vez se res­ tituyan, la necesidad de no poderse mantener les obliga de nuevo a salir hasta que pasada la robustez de la edad, viejos, enfermos y estropeados vuelven al Pdo. a umentar el número de sus men­ digos. Otra multitud de gentes se extravía hacia las colonias de la América, y estos, o por que se alejan demasiado o porque las deli­ cias y riquezas que abundan en aquellos dominios los prenden bas­ tantemente, no vuelven a acordarse de su país, y si algunos atraí­ dos del amor de la Patria vuelven a ella, al ver que no encuentran arbitrio para mentenerse ni conservar ni aumentar lo que tienen la dejan por último y aman más el volverse a las Indias o estable­ cerse en otras provincias de España que vivir entre sus parientes y en aquellos solares que les sirvieron de cuna y así enseña la ex­ periencia que siendo el Pdo. de Asturias la provincia de España de que más gente sale para América de ninguna otra se ven me­ nos sujetos que hayan estado en aquellos dominios, lo que sobre comprender mucha parte de la nobleza la demás que queda en la provincia se va a pasos muy largos enteramente aniquilando por­ que siendo, Sr. Excmo., la abundancia y la riqueza las que hacen amar el matrimonio y procurar la propagación, se ve en dicha no­ bleza de Asturias claramente que por estar todos los bienes que posee reducidos a Mayorazgo y llevarlos por ésta razón los pri­ mogénitos muchos de ellos se quedan sin embargo célibes porque con el luxo y superfluidad que lleva el siglo no les alcanzan sus 572 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ rentas para mantener las obligaciones del matrimonio y los hijos segundos o siguen la guerra o los Colegios, donde de cualquier mo­ do sin un gran censo de sus casas para mentenerlos con decencia y decoro o abrazan el estado eclesiástico, no tal vez por verdade­ ra vocación sino por necesidad o bien de gozar las conveniencias del estado o de vivir a poca costa con la moderación que pide, re­ sultando de aquí que un cuerpo tan digno de conservarse como es la nobleza se disminuya y en poco tiempo se acaba, a más de llo­ rarse muchas veces la desgracia de ver los hijos, hermanos y pa­ rientes, o malos religiosos o peores clérigos, porque los fines con que se recoxieron al asilo de la Iglesia no fueron tan santos ni des­ interesados como Dios quiere que sean. No puede, Sr. Excmo., ver el Marqués con ojos enjutos tanta infelicidad, por lo que aún conoce que el celo de V.E., por el bien de la Monarquía no ha menester soplos que lo enciendan o aviven ni su superior comprensión dictámenes ni arbitrios para remedio de los males públicos, y particulares con todo por desahogo del amor que debe a su patria se toma el Marqués la licencia de pro­ poner a V.E. como medio de remediar la pobreza del Pdo. y todos los males que de ella resultan el establecimiento de una Compa­ ñía de Indias que haga un comercio continuo, capaz de interesar a muchos, de ocupar y beneficiar a todos los ociosos y aún inabi- les que el país tiene dentro y fuera con las fábricas y manufactu­ ras que entonces fuera fáciles de establecer allí, de emplear con decencia e igual conveniencia en ocupaciones y encargos que sin desaire pudieren servir gran parte de los nobles de extraer los gé­ neros y frutos que dá de si el país y le sobran, de ejercitar util­ mente la buena proporción de marinería que hay en el Pdo. y fi­ nalmente de atraer a él las riquezas de la América, que no ha participado hasta ahora por no haberle podido caber parte algu­ na en el comercio que se hace desde Cádiz, en lo que y el grande interés que de ello se seguiría al Real Erario, persuadido el Mar­ qués de ser ociosísimo para la perspicaz trascendencia de V.C. el empeño de prueba alguna, pasa así a demostrar por partes que ni otro algún remedio es igualmente adaptable y eficaz al fin y efecto que va manifestado que el propuesto, ni este tiene incon­ veniente alguno. Creeríase tal vez poder ser algún remedio del Pdo., el que la piedad del Rey remitiese en todo o en parte los tributos e imposi­ ciones que paga, per a más de que los empeños en que se halla S.M. hacen impracticable esta prudencia, aunque se lograse no se ha­ ría más rico, de mucho alivio sí le serviría, pero ni los frutos por ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 573 eso tendrían más valor, ni se aumentaría su comercio ni se conse­ guiría el fin de tener la mucha gente que por no poder vivir en él sale a hacerlo, en otras paartes, ni otra alguna de las utilidades insinuadas. Y es la razón porque este arbitrio o alivio no atraería al Pdo. el comercio de los extranjeros, como quiera que estos no vienen a las provincias de España por solo de sacar sus frutos si no por consumir ellos sus manufacturas que dejan en cambio. Y como el Pdo. no puede consumirlas necesitando sólo de ellas una cortísima cantidad, y lo restante tampoco lo puede internar a las demás provincias de España por su extraviada situación, aspere­ za de caminos excesiva, costos de transportes, etc. = Se deja ver que defraudándose S.M. del correspondiente haber que remitie­ se, quedaría el Pdo. sin poder entablar así el comercio activo con los reinos extranjeros, porque reduciendose este en toda Europa a permuta, en no pudiendo consumir un país lo que saca del otro en cam bio de sus frutos, es m enester que cese el com ercio, no sien­ do mutua la necesidad sobre que estriba. Ni el establecimiento de fábricas es hoy especie practicable porque sobre faltar los cauda­ les necesarios, para su fomento, las que pueden entablarse en As­ turias son las mismas que hay en las demás provincias de España y en no teniendo consumo fuera de ella era preciso que los fabri­ cantes se perdiesen, no pudiendo llevarlas a América. Dejar el Pdo. sólo con el beneficio de la Agricultura fomentan­ do y aprovechando de la fertilidad de su terreno, es remediar su hambre pero no su desnudez, demás de que siendo diversas las in­ clinaciones de los hombres, y la agricultura especialmente en aquél país por su natural aspereza y fragosidad una ocupación pe­ nosa y no la m ás p ingue p a ra enriquecer los pueblos, so b raría m u­ cha gente ociosa y pobre. No resta pues Señor, otro arbitrio que el fomento del comer­ cio en el modo que únicamente es posible. V.C. sabe muy bien que esta es la medicina universal que sana todas las dolencias del Es­ tado, que aumenta las fuerzas y haciendo circular el dinero por las bolsas de todos es salud y vida de los imperios y repúblicas. Una Compañía a Indias traería crecidos y notorios beneficios a aquella provincia distribuyendo grandes sumas entre aquellos ve­ cinos, no sólo por el interés que proporcionalmente pueden tener las acciones con que entraren sino porque en ella podrá extraer los frutos y manufacturas del Pdo. No es dudable, Sr. Excmo., que el fierro en bruto y labrado es uno de los renglones que más im­ portan en la carga de los navios a Indias, y de las minas o herre­ rías de aquella provincia puede la Compañía sacar cuanto necesi­ 574 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ tase en bruto, y dentro de la misma provincia labrar la porción de que hubiere menester, de que resultará notoria utilidad a los operarios que en esto trabajan y la correspondiente a los dueños de las minas o herrerías. En el Pdo. se coge una buena porción de lino que se puede aumentar grandiosamente y aún levar allí todo el que se coge en el Reino de León que es el mejor de España. Y habiendo Compañía que saque los lienzos, se fabricarán también muchos más de los que hoy se fabrican siendo uno de los grandes consumos en las Indias los lienzos crudos de Hamburgo y Holan­ da, para vestidos de la gente pobre y baja, cuyos lienzos en nada se diferencian de los fabricados en las dos Asturias y Galicia, de donde fácilmente se pueden hacer venir allí más que en el ancho que se puede dar igual a estos otros para que los compradores no los extrañen. También hay en las Indias un gran consumo de los encajes ordinarios, medias y calcetas de hilo de que se fabrica mu­ cho y puede mucho más en Asturias, y aún traer de las provincias vecinas, siendo una especie de labor que en aquellas montañas aprenden en la niñez las señoras mujeres. Todas estas cosas, Sr. Excmo., que parecen de poca conside­ ración, suben mucho y es un beneficio impoderable para un país hacer dinero aún de aquellas cosas que se toman en las casas y fa­ milias por diversión y escusa de la ociosidad. Lo mismo respecti­ vamente, se puede decir y asentar por lo tocante a mantelería fi­ na, encajes y lienzos también finos y de tan buena calidad como se puedan fabricar en cualquier parte, en todo lo cual con el tiem­ po y el abrigo de la Compañía se podrían aumentar considerable­ mente las fábricas con tanta utilidad como V.C. sabe y conoce no solo de aquella provincia y sus antiguas sino de todo el Reino. Por otros mil caminos pudiera el Marqués demostrar a V.C. las utilidades que resultaría de este pendamiento, así al Pdo. como a todo el Reino, a no juzgar firmemente, como antes de ahora que­ da significado ser ociosísimo dirigiéndose este papel a unos ojos tan linces como los de V.C. para penetrar y juzgar en todas mate­ rias con aquel acierto que igualmente alabamos y admiramos to­ dos por lo que se contentará el Marqués con recopilar y apuntar. El que por lo respectivo al Reino habiendo de ser la pretendida Compañía General y libre a todos los españoles para interesarse en ella, sin duda alcanzaría a toda España su beneficio y el Real Erario alograría todos sus derechos, así en los generos que la Com­ pañía sacase de España, y trajese de la América, como de las ne­ gociaciones extranjeras que insensiblemente se irian encadenan­ do y podría decirse con verdad, que en la Compañía se había ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 575 descubierto un fondo de mucha consideración para su aumento. Y por lo relativo al Pdo., sobre las correspondientes ganancias de las acciones que pusiesen, lograría mantener y detener en sí y aún volver a recoger gran parte de la muchedumbre de gente que aco­ sada de la necesidad sale a buscar en que ganar la vida fuera, ocu­ pándose útilmente entonces ya en la Marina, ya en la labor de las minas del yerro, servicio de la misma Compañía y en el estableci­ miento de las manufacturas con total comodidad que dentro de sus casas o con ausencia de poco tiempo y mucha ganancia no só­ lo se mantendrían sino que se repondrían y aumentarían bastan­ te caudal para sus hijos y sucesores. Demostrada así la utilidad de este remedio por los males que padece el Pdo. y que es únicamente el adaptable a este fin, resta ver que no hay inconveniente alguno en aplicarle. No de parte del Rey, porque siendo imprescindible su utilidad de la del Reino, de­ mostrada esta, queda convencida aquella. No de parte del Real Era­ rio, porque no pidiéndose para el establecimiento de la Compañía ningún desembolso a la Real Hacienda, remisión ni rebaja alguna de derechos, no puede por descontado, padecer perjuicio ni dismi­ nución alguna ante sí, estableciéndose con la Compañía una nego­ ciación cierta y continua en España, que actualmente no hay y que no puede perjudicar a las que están sentadas, de la cual ha de sa­ car S.M. como de todas las que hay corrientes a Indias, sus dere­ chos Íntegros. Es claro que, lejos de disminuirse el Erario recibirá considerable aumento. Lo que aún falta de ver es que tampoco per­ judique al comercio con Indias establecido en Cádiz y para hacer­ lo patente se necesita tocar esta materia a fondo de propósito. Es cierto, Sr. Excmo., que el comercio de Cádiz no es otra cosa que el comercio general de los Reinos de España a Indias, esta­ blecido antes en Sevilla y últimamente en aquella bahía por ha­ berse encontrado más a propósito que otra alguna por la seguri­ dad de los navios. También es cierto que el establecimiento de dicho comercio allí, no se ha fundado en otra cosa que en razones de conveniencia que entonces se hallaron para ello sin que el ha­ berse dispuesto así el principio ni autorizado después esta provi­ dencia por tanto tiempo haya dado algún derecho a Cádiz o a Se­ villa para que de estas dos ciudades únicamente y no de las demás de España, se haya de hacer el comercio a Indias, pues la facultad de hacerlo no reside en ellas privativamente sino en todos los de­ más reinos de la Corona de Castilla y León como fruto de la con­ quista y descubrimiento de aquellos dominios según lo expresó la Reina Católica Doña Isabel en una clausula de su testamento, 576 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ que no fué otra cosa que una declaración de lo que debía ser en esta materia conforme al derecho de las gentes. Y aunque esto so­ lo bastaba para jamás poner en cuestión el derecho privativo de estos Reinos en común al comercio de Indias, se halla hoy supera- bundantemente fortificado con haber pasado de derecho particu­ lar o municipal de España a público habiéndolo reconocido y ga­ rantizado así todas las potencias de Europa en los tratados gene­ rales de Utrecht y en los más particulares que en los diferentes tipos hemos acordado con la Inglaterra y Holanda. De este asun­ to se infiere necesariamente que ni Sevilla antes ni Cádiz hoy tie­ nen derecho alguno particular por tener dentro de sí el comercio general de Indias, y que sin agravio suyo, siempre que parezca con­ veniente al Estado se puede trasladar a otra parte dentro de los Reinos de Castilla al modo que se trasladó de Sevilla a Cádiz. Sentado esto como indubitable no alcanza el Marqués como se concibió útil y ventajoso al bien universal de estos reinos de re­ ducir todo el comercio a un solo puerto, ni que congruencias se pu­ dieron encontrar para que una sola provincia o dos ciudades lo­ grasen todas las ventajas que ofrecen la negociación. Está y dá por descontado es de notorio agravio a todo lo que en los Reinos de Castilla y León no es Cádiz o Sevilla, porque aunque con el es­ tablecimiento del comercio en ellas, no quedaron formalmente ex­ cluidas las demás provincias; lo quedaron sí virtualmente pues con esta provincia se les imposibilitó el poder tener parte en él, y si esto no es así, ¿que parte han tenido hasta ahora los Reinos de León, Galicia y las dos Asturias, y finalmente a excepción de la baja Andalucía y modernamente la provincia de Guipúzcoa, cual otra provincia de España ha podido tener parte en el comer­ cio de las Indias? Ni satisface el recurso a la incuria y desidia de los españoles para persuadir que por una general misión de todos no hayan tenido par­ te en este comercio que en la realidad ha sido imposibilitado de poder hacerlo, pues no pudiendo ser de los frutos a causa de la di­ ficultad y costos de trasportarlos a Cádiz, solo los cosecheros de este puerto se quedaron con el de Santa María y Sevilla, y gozan con agravio de los restantes de España el privilegio de Cargo a la tercera parte de los buques con sus cosechas. Ni tampoco pueden tener parte las demás provincias en las manufacturas, porque ha­ biendo faltado el comercio sin cuyo fomento es imposible que flo­ rezcan las fábricas, ni las ha tenido ni las hay a más del ya citado inconveniente del transporte, y el haber de pasar por la molestia del registro de las Aduanas interiores del Reino, que hace muy di- ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 577 ficil el comercio. Ni aún el recurso de hacerlo por mar les ha que­ dado a las provincias distantes de Andalucía, porque sobre faltar­ les los navios, ni estos pueden navegar largo con poca tripulación, necesitando ir armados por el recelo de los moros que en nuestras costas se pasean impunemente, ni son inferiores los insultos que deben recelar de los piratas domésticos que son los recaudadores de los reales derechos pues en cada puerto y cala a donde les con­ duce la necesidad de repararse, huir del peligro o buscar la conve­ niencia, se encuentran con una visita, un secuestro, una detención y otras mil molestias que por las cortas ganancias que las merca­ derías de España ofrecen no merecen la pena sufrirse, y esta es la razón por la que, a excepción de los vizcaínos y catalanes, y eso tan limitadamente como vemos, ninguna otra gente de España ha­ ce el comercio marítimo de puerto a puerto, naciendo de aquí sus­ tancialmente el gran mal de no disfrutar la nación las grandes ven­ tajas que da el comercio de Indias, porque no pudiendo apenas todo el Reino, cuanto menos una sola provincia o dos ciudades abaste­ cer los dominios de la América de lo que necesitan de Europa, las otras provincias de España, que pudieran contribuir mucho con sus frutos y manufacturas, están imposibilitadas de hacerlo. Viene todo el provecho a los extranjeros, de quienes precisa­ mente se han de tom ar las Mercaderías que se llevan a Indias, lo que sin duda alguna se evitaría si de todas las provincias de Es­ paña se pudiese hacer el comercio, porque al abrigo de él, en cada una florecerían las fábricas, como sucedió en Sevilla, siendo cons­ tante que por muchos años sola aquella ciudad con lo que aumen­ tó de manufacturas proveía todo el, estendido de nuestra Améri­ ca, especialmente de sedas. De todo lo cual resulta evidente que el haber establecido el comercio en un solo puerto, no fué otra co­ sa que abrir las puertas a los extranjeros y cerrarla a los natura­ les, a excepción de pocos, y a la verdad que si los extranjeros se hubiesen puesto a discurrir un arbitrio con el cual lograsen todas las riquezas de la América, no habrían podido encontrar otro que reducir el comercio de España a un solo puerto, porque dirigién­ dose a él sus mercaderías y no pudiendo hacer lo mismo los espa­ ñoles con las suyas, por precisión ellos, y nó los españoles, habrían de lograr, como logran, toda la utilidad del comercio, sin que pa­ ra impedirlo basten, como no han bastado, las providencias que sobre esto se han tomado, pues cuanto hemos conseguido con la más seria y eficaz únicamente ha sido embarazar que los extran­ jeros no hagan comercio por sí mismos, y obligarles a que se sir­ van de los españoles como sus factores o corredores. 5 78 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ

Otro notabilísimo perjuicio de tener el comercio en un solo puerto se toca y palpa fácil y demasiado frecuentemente y es que cualquier ocasión de guerra con sólo bloquear los enemigos aquel puerto, a poca costa está cortado e interrumpido el comercio, co­ mo lo hemos visto en la presente guerra, siguiéndose de aquí un mal de peores consecuencias que la pérdida de dos o tres batallas. Contemplado pues el Marqués, que estos inconvenientes tan de bulto, ni pudieron ocultarse al principio ni dejar de conocerse, y cree desde luego que solo la necesidad ha sido la que ha podido obligar al Gobierno de España a establecer al principio y conti­ nuar hasta nuestros días el comercio sobre el pie en que le vemos. Es constante, Señor, que así como por los portugueses fueron la Madera y las Terceras el Despertador y Guía de sus conquistas, así para los castellanos fueron las Canarias. Y como más cerca­ nos a estas islas los puertos de Andalucía, a éstos y nó a otros de España venían los navios de Canarias, y de los mismos y nó de otros procedían los que de España iban a aquellas islas. Llegó el caso del descubrimiento de las Indias, y como esta obra era tan ardua y fué reputada por puramente imaginaria, como no era me­ nos que pasar más allá de las columnas de Hércules, no pudo Co­ lón servirse de otra gante que de la que hacía este comercio, por ser ella sola la acostumbrada a burlar este peligro. De los navios, pues, y de la gente que traficaba en las Cana­ rias, formó Colón aquella pequeña Armada que desde el Puerto de Palos salió a descubrir un mundo nuevo. Volvió este a Sevilla donde a la sazón tenían la Corte los Reyes Católicos y desde allí emprendió su segundo viaje. Aquí es menester advertir de paso que como el comercio estuvo por muchos siglos en España en po­ der de los judíos, después de la expulsión de estos miraron con tanto desdén los españoles esta profesión, que sin duda alguna se hubiera acabado enteramente entre nosotros si no la hubiesen sos­ tenido los genoveses. De estos había muchos establecidos en Se­ villa, ciudad entonces la más rica y populosa de España, donde los judíos tenían su mejor comercio y en cuyo lugar se subroga­ ron los genoveses. Estos, acostumbrados a las negociaciones ul­ tramarinas, deslumbrados en los granos de oro que trajo Colón en su primer viaje y empeñados en promover a su paisano fácil­ mente entraron en el negocio de sostenerle y Colón en la precisión de depender de ellos y esta fué la verdadera causa de establecer­ se el comercio en Sevilla. Los demás españoles, que siguiendo el ejemplo de Colón, emprendieron el descubrimiento de nuevas pro­ vincias, o dirigieron sus expediciones desde las islas descubier­ ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 579 tas por Colón, como Cortés, Grijalba, Hernando de Soto, Pánfilo Narvaez, etc., o desde España, como Pizarro, el Adelantado Pe­ dro Menéndez de Avilés, Pedro Arias de Avila, Montejo, Maga­ llanes, Diego Velázquez y otros, y estos, no pudiendo h a lla r en Se­ villa todo lo que necesitaban de navios, munición, gente y otras cosas, vagaron por toda España para hacer sus reclutas. Florecía entonces la Marina, más que en otra parte en la costa de Asturias o Cantabria, porque los frecuentes viajes de Felipe el Hermoso y de su hijo Carlos Quinto, y el comercio que entablaron los fla­ mencos en aquellos puertos, por la dependencia de estos, y sus do­ minios habían hecho por precisión marineros a los habitantes de aquella costa y aquí pues era más fácil que de otra parte sacar na­ vios y pertrechos para las empresas de la América, armas, pólvo­ ra y otros géneros que se traían de Flandes, pero siempre queda­ ba la necesidad de ir al Rio de Sevilla a juntarse los navios que procedían de toda la costa del Norte, así para proveerse de víve­ res y caballos, que era la mercadería más apreciable entonces, co­ mo de pilotos prácticos en la navegación de la América, y que só­ lo había en las costas de Andalucía y en las Canarias, como ellos únicamente poseían las noticias que hasta mucho tiempo después no se hicieron públicas en las observaciones y carta de marear. La misma necesidad tuvieron los que desde las Islas de Barlo­ vento emprendieron sus conquistas y vinieron o enviaron a Es­ paña a solicitar socorro y fomento para ellas, y en igual precisión se hallaron los Reyes para las expediciones que por sí mismos cos­ tearon para el socorro que dieron a los conquistadores, para la re­ misión de misioneros, ministros de justicia, etc. Porque como só­ lo en Sevilla era corriente este negocio y en los demás puertos de España era desconocido o mal sabido, en Sevilla solamente ha­ bía oportunidad para ejecutar con prontitud los designios de los Reyes, y por eso nombraron desde luego, ministros que residie­ sen allí, encargados del apresto y dirección de las expediciones, dándoles o atribuyéndoles para ello la jurisdicción necesaria y de aquí resultó y se erigió el Tribunal de la Casa de Contratación. Pero es cosa maravillosa ver que ni las riquezas que venían de la América ni la presencia de las expediciones militares que proce­ dían de Sevilla y habían hecho accesible y regular el viaje a In­ dias alentasen a aquellos mercaderes a emprender el comercio de Indias. Por muchos tiempos se vieron los conquistadores precisa­ dos a proveerse por sí mismos o por medio de sus factores, de to­ do lo que necesitaban de Europa en partes tan remotas y los mi­ nistros reales comprobar y remitir por cuenta del Rey todo lo que 580 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ se juzgaba necesario enviar de España para el fomento de aque­ llas conquistas y establecimiento de las nuevas colonias. Los mercaderes de las Islas Canarias fueron los primeros que' llevaron a las Indias sus navios cargados de mercaderías, y ver­ daderamente se pueden llamar los fundadores de aquel comercio con harta utilidad de la conquista, como se convence de un impor­ tante pasaje de Solís en lo de Méjico. Y aunque en sus viajes lo­ graron exorbitantes ganancias sufrieron también considerables pérdidas, así por los naufragios a que estaban expuestos, hallán­ dose aún muy ruda la navegación en aquellos tiempos como por los insultos de los piratas que de todas partes llovían a la fama de las ricas presas que se encontraban en los mares de la Améri­ ca. Los mercaderes de Sevilla, acostumbrados a disfrutar a pie quedo en los negocios con el Rey y los conquistadores, lo mismo que los canarios a costa de su trabajo, no pensaban en hacer por sí el comercio ni se resolvieron a emprenderlo hasta el reinado de Felipe II. Este Príncipe, conocido que la población de la América no podía tener efecto sin el comercio de España, procuró por to­ dos los medios establecerlo. Más proyectos meditó para esta gran­ de obra pero ningún otro prevaleció más en su idea que el de divi­ dir por provincias el comercio, señalando a cada una de las marítimas de Castilla otra de Indias, para que así cada una cui­ dase de la suya, de su población y aumento, y cultivase el comer­ cio, que era el único fin y modo de traer a España las riquezas de la América. Lo que se halla comprobado por muchas Cédulas ori­ ginales de este monarca, que se conservan en varios archivos de España, dirigidas a las provincias, alentandolas a entablar el co­ mercio sobre este pie. Conoció sin duda aquel sabio Rey los inconvenientes que ha­ bían de resultar de reducir todo el comercio a uno o dos solos puer­ tos, y por eso quiso dividirlos en tantos ramos cuantos fuesen las provincias capaces de mantenerlos, pero esta máxima, en que res­ plandece la profunda política en que estriba, no fué posible eje­ cutarse, porque como era querer enseñar a comerciar a una Na­ ción que aborrecía este ejercicio por creerle profesión propia de los judíos. Y se le proponía de más para esto nada menos que ser el comercio más arriesgado que había entonces en el mundo, no pudieron tener efecto los deseos del Rey y sólo en Sevilla se ha­ llaron, a la sazón, mercaderes capaces de hacer frente a esta ne­ gociación, pero estos más atentos al interés propio que al públi­ co, lo que en realidad era ventaja suya lo vendían al Rey como un servicio particular. Y así antes de enviar sus navios capitula- ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 581 ron diferentes condiciones que se les cumplieron religiosamente, no poniendo ellos de su parte otra cosa que la obligación de en­ viar cierto número de embarcaciones cargadas de mercaderías en cada un año a diferentes puertos de América. Y de este género de contratos resultaron después los asientos de las flotas y galeones que duraron hasta nuestros días. Pero como la negociación era grande y nó igual la fortuna en los diversos mercaderes que en­ traron en ella, tomaron cada uno en particular algún ramo y re­ conociéndose desde luego muy dificultoso que ningún particular puediese por sí sólo ni aún con ayuda de otros, siendo en corto nú­ mero, sostener el ramo que había elegido, pues cualquier pérdida por naufragio o piratería los dejaba destruidos e imposibilitados de v olver a em prender un negocio ta n arduo y costoso pareció con­ veniente unir en Compañía a todos los mercaderes españoles es­ tablecidos en Sevilla, para que así, repartidas entre muchos las ganancias y las pérdidas, ni estas correspondiendo en corta can­ tidad destruyesen a los que las padecían, ni aquellas estancadas en pocas bosas dejasen de ser útiles al público, habiendo más ma­ nos por donde poderse derramar la muchedumbre. Esta Compañía, al frente de la cual está el Tribunal del Con­ sulado, para su mejor regimen y gobierno, es lo que llaman Co­ mercio General de España, no siendo en realidad sino de trescien­ tos o cuatrocientos individuos que la componen. Y estos mismos son los que con buenas o malas artes, han solicitado las prohibi­ ciones que hay para que no se haga el comercio de los demás puer­ tos de España, pretextando siempre que el comercio sería perju­ dicado si se separase algún ram o de él, y a la verdad que si se habla del Comercio General de España, no se comprende como pueda ser ésto por lo que lo mismo es que está en Cádiz o todo o una par­ te y otro en otra parte, si todo se queda dentro de España; pero si se habla del comercio que debiendo ser atendido general se ha hecho particular de Cádiz, bien se comprende y entonces este per­ juicio no debe ser atendido porque aquella Compañía estableci­ da en Cádiz no tenía derecho alguno para disfrutar ella sóla todo el comercio de las Indias. Otra razón ha habido para hacer perpétuo el establecimiento en Cádiz del Comercio General, y es haberse creído, por el Minis­ terio, más fácil, menos costoso y más segura la cobranza de los Rea­ les derechos que este gran fondo produce, estando todo él reduci­ do a un solo puerto que no esparcido en muchos. Pero la experiencia ha enseñado todo lo contrario, pues jamás se han podido evitar ni antes en Sevilla ni hoy en Cádiz, las introducciones y extracciones 582 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ furtivas de los mercaderes ni aún la complicidad de los mismos mi­ nistros que debían celarla. Y así el capítulo de la seguridad queda evacuado. El de la mayor facilidad en la cobranza no se compren­ de como se ha concebido, porque siendo unas solas las reglas por­ que se cobran los Reales derechos, unos mismos los sujetos que las pagan y unas mismas las mercaderías que se exhiban en cualquie­ ra parte que esto concurra, será igualmente fácil la cobranza que en Cádiz, unido todo el comercio sea menos costosa la cobranza, también es incierto porque en aquél establecimiento se ocupa inú­ tilmente tanta muchedumbre de ministros, que sin duda alguna con los que allí sobran se podrían proveer todos los puertos de Espa­ ña. Ello es cierto que se vió en la traslacción del comercio de Sevi­ lla a Cádiz, suprimirse más empleos y ni las rentas por esto se han dejado de cobrar, ni el comercio se ha atrasado ni interrumpido, a más de que cualquier ramo que hoy se separe del comercio gene­ ral de Cádiz producirá sin duda alguna más, dividido que unido a los demás. Y en este aumento cabe sin disminución del Erario Real todo lo que pudiese importar la cobranza separada. Toda esta prolija digresión conduce, Sr. Excmo., a hacer ver a V.C. que no hubo razón fundamental alguna para el estableci­ miento del comercio en un sólo puerto. Que esta idea tan contra­ ria a las máximas de Felipe II, abrazó el gobierno de España por necesidad y por la casual concurrencia de circunstancias que se hallaron entonces en Sevilla y no se pudieron encontrar en otra parte, pero habiéndose mudado en estos tiempos el semblante de las cosas y estando las provincias de España en estado de poder hacer el comercio por sí mismas, la razón natural pide que este se divida, para que igualmente le puedan gozar todas, por que sien­ do el derecho que tienen los reinos de Castilla y León perpetuo e irrevocable, el no haber podido usar de él hasta ahora no ha pri­ vado a los reinos de este derecho sino que a lo más lo ha suspendi­ do y adormecido hasta que el transcurso del tiempo ha puesto a todas las provincias en estado de disfrutarlo; pero si contra toda razón se creyese que es importante al Estado el mantener todo el Comercio de las Indias unido, y que sólo trescientos o cuatrocien­ tos mercaderes de Cádiz lo gocen como lo han gozado hasta aquí, aún en esta hipótesis hará ver el Marqués que el comercio de Cá­ diz no puede ser perjudicado por la separación de algún ramo pa­ ra una Compañía en el Pdo. de Asturias. Es constante, Sr. Excmo., que el comercio de India es el nego­ cio más fuerte que de esta clase se maneja en Europa. También es cierto que en los mercaderes de Cádiz, ni hay ni puede haber ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 583 caudal suficiente para mantener esta vasta negociación, y que por este motivo entran a la parte los extranjeros. Es igualmente cier­ to que la parte que estos tienen se reduce a dos solas negociacio­ nes: la una dar su dinero a Ínteres a los españoles, según los dife­ rentes modos en que se convienen, y la otra rem itir de su cuenta las mercaderías encomendadas a algún factor español. Supuesto esto, y que el comercio de las Indias, para hacerse continua y re­ gularmente necesita por lo menos cuarenta millones de pesos y que de estos apenas será la cuarta parte de españoles, no pueden ser éstos sino los extranjeros los perjudicados en que se separe al­ gún ramo del Comercio de Cádiz a la América. Y es la razón por­ que los extranjeros no tienen parte en dicho comercio sino en de­ fecto de los españoles, pues no es creíble que al español a quien le quepa alguna parte de buque pudiéndolo cargar de mercade­ rías propias lo ceda al extranjero para que lo haga de las suyas, bien que es verdad verse navegar muchas veces sobre nuestras cos­ tas españolas que sin un maravedí de caudal propio llevan navios enteros cargados a su nombre, pero esto nace del desorden con que el Consulado distribuye el buque, pues sin más razón que estar el nombre inscrito en la lista y catálogo de los comerciantes a In­ dias, se les consigna prorrata la porción de buque por costumbre o por las reglas que hay establecidas les corresponde, con lo que se hace preciso que estos lo cedan secretamente a los extranjeros por el interés de las encomiendas. Supuesto esto queda probado que cualquiera separación que se haga del comercio de Cádiz, no puede resultar en perjuicio de los españoles, a quienes siempre les sobra buque, sino de los extranjeros que se aprovechan de es­ ta sobra. Y no es la razón que por quitarlos a estos una ocasión de enriquecerse ilícitamente se deje de tomar la providencia que sin duda alguna será de suma ventaja a la Nación y más confor­ me a sus verdaderos intereses. Resta solo refutar el perjuicio que resultará a los comercian­ tes de Cádiz, faltándoles a los extranjeros la ocasión de enviar a su nombre sus mercaderías a Indias: este no es otro que el ya di­ cho de las encomiendas que por razón de factorías perciben, pero no cree el Marqués que haya algún hombre tan falto de juicio que juzgue justo y conveniente por conservar a los mercaderes de Cá­ diz el ligero interés de estas encomiendas, privar a la Nación de las ventajas que puede traerle la separación de un ramo de aquel comercio, porque esto sería contentarse uno con que le diesen diez de ciento que le hurtasen y acaso sus propios enemigos, pero si aún con toda esta demostración se juzga ser de tal manera dignos 584 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ

de la atención del Estado los mercaderes de Cádiz que no parecie­ sen conveniente privarlos de alguna parte de sus ganancias, ni aún por el bien de una provincia entera de España, o lo que es más, de toda la Nación, o se creyese útil mantener unido todo el comer­ cio sobre el pie en que hoy está, porque los extranjeros faltándo­ les esta ocasión de ganar por medio de los españoles, no vayan a buscarla por sí mismos con mayor perjuicio a la América, aún con todo la idea del Marqués salva unos y otros inconvenientes, no extendiéndose su proyecto a pretender que del comercio de Cádiz se separe el Reino de Nueva España o del Perú, ni que la Compa­ ñía tenga el privilegio de navegar a estos Reinos, en conserva o fuera de ella sin el permiso que se le concediere, porque sabe muy bien que lo primero es negocio tan grande que pedía una Compa­ ñía tan fuerte como la de las Indias Orientales en Holanda, y que lo segundo, aunque fuese en corta cantidad no podía dejar de tur­ bar el orden que tiene entablado el comercio de Cádiz. Pretende, pues, que se separe y conceda a su provincia algún ramo de los que aquel comercio hace por registros sueltos, como el de Buenos Aires, Honduras, Yucatán, La Habana, Islas de Bar­ lovento, etc. Y esta separación de ninguna manera puede ser de perjuicio al comercio de Cádiz, porque en la realidad son unos ra­ mos abandonados, o bien porque la negociación en ellos no es tan regular como en las de Nueva España y Perú, o bien porque las ganacias sean menos y mayores los costos, o finalmente porque las ventas no se hacen a oro y plata precisamente, sino a frutas de poco valor; o lo que el Marqués cree más cierto, porque el co­ mercio de Cádiz, con todo el subsidio de los extranjeros no alcan­ za con sus caudales para emplearse en tantas y tan bastas nego­ ciaciones a un mismo tiempo. De aquí nace, Sr. Excmo., el verse muchas veces días enteros los navios de registros puestos a la carga y no h aber en Cádiz quien la haga. Nó los españoles, porque teniendo las más fáciles y ricas negociaciones del Perú y Nueva España, no quieren arriesgarse con sus personas y caudales a las difíciles y escabrosas, como las de los registros sueltos. No los extranjeros porque hallándose in­ posibilitados de hacerlo por sí mismos, necesitan que los españo­ les se pongan a la cabeza y hagan frente a ello, y para esto, aun­ que absolutamente no faltan, no se encuentran sin embargo como los quieren y han menester hombres de bien de segura correspon­ dencia y crédito asentado, pues los que tienen estas calidades en la carrera de flota y galeones les sobra en que emplearse y así se ve por lo común que los que se encargan del negocio de los regis­ ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 585 tros sueltos son hombres fallidos o desconocidos en el comercio, naciendo de aquí la observación, que ha pasado ya a ser agüero, de haber muy pocos que hayan enriquecido con el tal comercio de registro. Estas y otras muchas razones son causa de que este ramo esté, como queda dicho, casi abandonado y que se vea en él muy de tar­ de en tarde una expedición, para que se necesitan muchos intere­ sados, y una suma muy grande, pues si sucede una de las muchas quiebras a que van expuestos los navios que van a Indias, resulta una p érdida ta n enorm e que no se puede su frir entre pocos sin que­ dar enteramente arruinados, a más de que difícilmente se encon­ trarán en Cadiz ni en otra parte alguna sujetos sueltos que en un sólo navio quieran arriesgar cantidades tan grandes que sean el todo o la mayor parte de sus caudales, siendo un dogma santo en­ tre los mercaderes que el comercio ultramarino se ha de hacer de poca cantidad, y si fuese mucha dividida entre muchos navios. Otro inconveniente tiene este género de comercio y es que co­ mo casi siempre la licencia que se concede es para un sólo viaje y estos son de tarde en tarde, ni las experiencias se aprovechan ni se encuentra otra ocasión de enmendar los yerros, y por lo ge­ neral no se saca otro fruto que el del escarmiento, de que se sigue pasar ocho, diez y quince años sin que vaya un registro a Ultra­ mar, y poco menos a Buenos Aires, Yucatán, etc. Y sobre todo el grande inconveniente de que la nación carezca de aquel comercio que solamente es malo porque se hace sin método ni regla y que­ dan las provincias de las Indias expuestas a que por faltarles el comercio de España, le hagan y tengan disculpas para hacer fur­ tivamente con los extranjeros. De estos desperjuicios pues, pretende una parte el Marqués pa­ ra Asturias, con el seguro de que una Compañía no experimenta­ rá ni los males que los mercaderes de Cadiz han encontrado en es­ tos negocios, ni abandonará jamás los que se les consignase, porque lo primero, una Compañía que tiene el privilegio perpe­ tuo de navegar a otra provincia de Indias, tiene también por lo mismo la ocasión de saber a punto fijo los géneros que ha de con­ sumir allí anualmente, para no alargar a más su negociación. Bus­ cará en Europa los frutos que su provincia produjese y no se em­ barazará en que no sea su comercio a oro y plata. Precisamente las pérdidas que sufriese, como han de ser compartidas entre una muchedumbre de accionistas, aunque sean grandes a ninguno po­ drán arruinar. Y finalmente la frecuencia del comercio le facili­ tará enmendar en los segundos viajes lo que pudiese errar en los 586 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ primeros, aprovechándose para ello de las experiencias de que siempre se conserva noticia en un cuerpo que no se acaba. De esta y dicha, Sr. Excmo., se ve un ejemplo patente en la Com­ pañía de Caracas. Mientras que este ramo de comercio estuvo uni­ do a los demás de Cádiz, jamás se pudo conseguir que viniese por medio de los españoles el cacao que se necesitaba en España, ni que fuesen anualmente los registros para evitar el comercio de los ho­ landeses. Llegó el caso, en este siglo, de formarse una particular compañía de algunos pocos mercaderes fomentados de S.M., entran­ do con ellos a la parte, y con todo se perdió esta y se perdieron otras hasta que se estableció la que hoy florece en San Sebastián, que anualmente y sin interrupción hace el comercio con muchos más intereses que jamás manejaron los registros de Cádiz. Y aunque al principio de esta guerra sufrió una pérdida muy grande, no por eso se ha deteriorado. Lo mismo, por identidad de razón espera el Marqués suceda con la que se estableciere en Asturias. Ultimamente, Sr. Excmo., haciéndose cargo el Marqués de Fe- rrera de dos graves obstáculos que podía oponer a su proyecto el perspicaz y práctico conocimiento de V.C., singularmente en aque­ llas montañas y costas que son faltas de caudales por la notoria pobreza del país y de puertos capaces de recoger y abrigar los na­ vios de la Compañía del buque correspondiente a los de la nave­ gación de Indias, pasa a satisfacerlos subsecuentemente. Al primero, que si bien es tan cierta como innegable la pobreza del Pdo. y todas sus montañas, también es constante que ninguna Compañía en sus primeros viajes ha tenido ni tiene los fondos ne­ cesarios para su correspondiente carga, contentándose por lo mis­ mo con hacer regularmente la primera y aún la segunda de la mi­ tad o menos valor que las sucesivas, y tanto como para esto aunque a costa de algún trabajo a los principios por el caudal escaso que hay dentro del Pdo.; cree sin embargo el Marqués se pueda juntar al tiempo preciso lo suficiente para dicha mitad carga y costos con que se haya de principiar a navegar, contando no sólo con los cau- dalejos del Pdo., que todos saldrán a lucrar reflexionando la utili­ dad y ventajas que de ello se le seguirán especialmente regulando las acciones de entrada a una cantidad moderada, sino con los que son algo mayores de las provincias colaterales e inmediatas, a más de lo que suplirá toda la carga de yerro en bruto y labrado, fruto propio del país, como una gran porción de todo género de lienzos y más manufacturas de lino, a que se añade que sobre tener unas y otras Asturias muchos hijos acaudalados en esta Corte, derrama­ dos por todo el Reino y en la América, que naturalmente querrán ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 587

más tener sus intereses en la Compañía patricia que nó en otra al­ guna parte. Y habiendo de ser después de esto general para todo español, se hace poco más que verosímil que a poco tiempo sobren empeños para la admisión de acciones en vez de faltar las nece­ sarias. Al segundo, que además de que el puerto de Gijón por de pronto es bastante capaz para algo más que medianas embarcaciones, y que en aquella costa hay varias radas, ensenadas, rias y sitios muy a propósito para la fábrica y aumento de algunos buenos puertos, en que siempre se hace preciso pensar, como en facilitar uno, dos o más caminos de carretera franca a Castilla, para abrir, unir y lograr utilmente aquel comercio con el de la costa (todo ello muy factible y conseguible con algún arbitrio que a ese preciso fin se le conceda o perm ita al Pdo. y la demarcación o dirección que pa­ ra las respectivas obras y fábricas de algún experto ingeniero que a este efecto y costa del insinuado arbitrio pase a reconocer toda aquella costa y montaña). También desde luego se hallan próxi­ mos y en la propia costa, aunque no dentro del Pdo., los dos gran­ des puertos de Santander y el Ferrol que de interim hay otros pue­ den (con poco dispendio y particularmente el primero, por más cercano, vecino y aliado, siendo como es de las otras Asturias, di­ ferenciadas Unicamente de lo jurisdiccional secular por los nom­ bres de Asturias de Oviedo y Asturias de Santillana) aprovechar a la Compañía utilizándose al mismo tiempo en eso como es razón. Concluido y persuadido así este asunto, Sr. Excmo., le falta aún en una palabra el todo pues le falta el complemento de su afecto y para ello, y que el Pdo. lo logre con la proporción que necesita y satisfación que desea el Marqués muchas otras cosas aunque ya tocadas que solo V.C. puede facilitar. La primera, que en suposi­ ción de merecer la aprobación de V.C. este pensamiento, tenga por su meditación y protección la Real cuando en nombre y con los poderes necesarios de toda la provincia, venga a solicitarlo algún caballero diputado o comisionado a este fin. La segunda, que pa­ ra subvenir a los costeos del puerto o puertos que se hayan de am­ pliar o hacer como del camino o caminos carreteros que desde di­ chos puertos y la capital salgan más comodos y brevemente a Castilla, difiere S.M. a la comisión o permisión del arbitrio que el Pdo. reflexionase y propusiese menos gravoso a sus vecinos en que sobre lo mucho que se interesará el Real Erario con lo que con­ tribuirá la Compañía, logrará también considerable acrecenta­ miento en todas sus rentas y derechos, a la proporción de lo que de uno y otro modo se extienda y florezca el comercio de aquella 588 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ provincia, como el tener y aumentas allí S.M. más y mejor mari­ nería, uno, dos o más puertos en que se refugien sus naves, y más fuerte número de estas para cualquier expedición en poder de aquellos fieles vasallos. La tercera, que tanto por el mejor servi­ cio de S.M. y bien Público, especialmente para todo lo que va pro­ puesto no pudiendo ser igualmente a proposito para ello una Audiencia que en todo embaraza que un Gobernador expédito, co­ mo por su inutilidad y gravámen a la Real Hacienda y al País y colocando en otros tribunales y primeras vacantes según su méri­ to a los ministros que hoy componen aquel, se sirva S.M. de su­ primirles, restableciendo el antiguo gobierno del Pdo. de un solo ministro que celando con el de marina y la Diputación sobre la conservación y aumento de los plantíos, releve a la provincia del frecuente perjuicio que le causan las frecuentes visitas de los que solo las hacen granjeria y nada más. A la cuarta y última, porque al mismo tiempo que el Pdo. se repare de sus miserias y trabajos, logre también recobrarse de parte de sus bien merecidos honores, que se le reponga de su voto en Cortes según y como consta que constase haberle tenido. Con esto, Ser. Excmo., quedará desagraviado el Pdo., remedia­ das todas sus necesidades y satisfecho y gozoso de haber recibido de su Soberano una señal del premio correspondiente a su mérito y recompensa por lo mucho que en todos tiempos ha contribuido a la gloria de la Nación y sobre todo reconociendo siempre a V.C. por el bienhechor y restaurador de su felicidad, hará por muestra de alguna gratitud que viva eternamente famoso distinguido en la memoria de toda aquella provincia a nombre de V.C. que debe­ rá disculpar la prolijidad y yerros de este papel como golpe del celo y ardor del Marqués por la exaltación de su patria a soplos del favor de V.C. de quien confiadamente espera por lo mismo que mejorando esta idea le dé la perfección que no puede recibir de otra mano.»

F u e n te : A ctas 10-11-1742. L ib ro 98, fols. 9 a 36. ASTURIAS Y EL COMERCIO CON AMERICA EN EL SIGLO XVIII 5 89

APENDICE II

REPRESENTACION DEL MARQUES DE VISTALEGRE (1763)

«El Marqués de Vistalegre deseando contribuir en cuanto ceda en beneficio del Pdo. representa a V.S. que habiendo escrito al Sr. Dn. Alvaro de Inclán y al que dice Dn. Domingo González Argan- dona, Comisario de V.S. en la Corte, lo que había conferenciado con un Paisano de alto carácter, que movido del verdadero amor y celo patriótico, no omite circunstancias de cuantas puedan con­ tribuir a la felicidad y aumento del país, como V.S. podrá recono­ cer reservadamente por la copia de las cartas y su respuesta que presento para que instruido de todo resuelva lo que tenga por con­ veniente; y siendo el principal objeto el que se fomente y aumen­ te el comercio activo y pasivo, como el único medio que hace flo­ recer las provincias, y que S.M. por el paternal amor que tiene a sus vasallos, como es notorio está propenso a protegerlo en cua­ lesquiera de ellas que lo solicite; por no malograr la oportuna co­ yuntura que nos proporciona tener un monarca tan amante de sus vasallos, y por lo mismo un ministerio que pone su principal cui­ dado en facilitarles los mayores alivios: Le parece al que dice po­ drá V.S. solicitar de la Real Piedad: Lo primero la Concesión de libre comercio desde los puertos de Asturias en derechura a las Indias, o a lo menos desde parte de ellos, que por su situación pro­ porciona la comunicación, para que llevando los géneros que sean de cosecha del país, o de Castilla, y retornándo de aquellos para­ jes los frutos y efectos que producen, se hiciese un gran comercio; y al paso que se utiliza tanto la provincia y las inmediatas se aumentará la Real Hacienda con los derechos que se adeudarán en la una y en otra parte, añadiéndose a esto las muchas fábricas de clavazón y cosas de yerro que se pueden establecer por la pro­ porción y abundancia que hay en el país de agua y carbón. Lo se­ gundo, que facilitándose la Carretera a Castilla, que está pedida, minorada la conducción de los géneros y frutos de que abunda, a la que se añade, que si los dueños de merinas hiciesen, por la conveniencia que se les sigue, los esquileos en los parajes de As­ turias y León donde vienen a pastar, era un ramo muy fuerte de 590 ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ que redundaba mucha utilidad a los ganaderos y a la provincia especialmente con el Real Decreto de S.M. de diez y seis de marzo de este año (1763) en que deja lib ertad de ex tra er las lanas p or don­ de más convenga, y mucho más si S.M. concediese a los Puertos de Asturias la baja de un cuatro por ciento de derechos concedido al Puerto de Santander. Lo tercero que conseguiríase la libre navegación en derechura a Indias y se solicitase la formación de un Consulado, a imitación de otras provincias, entre los mercaderes del país, para que como prácticos e inteligentes en el comercio, procurasen tomar las me­ didas más oportunas a su aumento y conservación; pero siempre deberá intervenir un Caballero Diputado del Pdo. que las presi­ da para que se guarde el orden y evitar acuerde alguna cosa per­ judicial a la Provincia. Además de lo dicho, convendrá mucho que V.S. recorriendo las pescas de su costa reconozca si hay algunos abusos que la impiden, procurando el aumento de la marinería, y que los navios del país se prefieran en los cargazones, para que de este modo se aumente su número, y poco a poco se vayan pro­ porcionando los medios para hacer floreciente y útil el comercio en que tanto se interesa la Real Hacienda, toda la Provincia y aún las inmediatas. Esto es poner por mayor las cosas que se pueden solicitar. V.S. con acertada dirección podrá añadir y perfeccionar cuanto juzgue conveniente al más feliz logro; y respecto se interesa y necesita tiempo para tomar algunas medidas y razones conducentes para formar la representación que se había de llevar a los Pies del So­ berano, podrá V.S. encargarlo, si gustase, a la Diputación, para que esta con la brevedad posible, sin omitir circunstancia y aún añadiendo las que se le ofrezcan la formen, exponiendo en ella los grandes intereses que se originarán a la Real Hacienda y a los na­ turales de este país y de los inmediatos si se consigue de la Real Clemencia su concesión, y para que la Diputación prefiera este im­ portante negocio, en que se interesa el servicio del Rey y de la Pa­ tria, a otros que se ofrezcan, se le encargue igualmente lo execute así, dando cuenta en la primer Junta General de lo que se hubiese adelantado en el asunto.»

Fuente: Actas 11-7-1763. L ib ro 109, fo ls. 65 y ss. EL YACIMIENTO PALEOLITICO DE SANTA MARIA DEL MAR (CASTRILLON, ASTURIAS) CARACTERISTICAS GEOLOGICAS DEL ENTORNO

M a n u e l P erez P erez

L eo po ldo G onzález M en end ez

Asturias toda, pero especialmente su franja costera y las cuen­ cas de sus ríos, es un inmenso yacimiento arqueológico del que apenas se conoce una mínima parte. Y esta afirmación, aunque cierta en sus términos más generales, toma especial significación cuando se habla, como en este caso, del paleolítico. Cada día que pasa se hace más evidente que en aquel extenso y lejano período nuestra región estuvo proporcionalmente muy poblada. Una sim­ ple ojeada a las distintas obras de conjunto sobre la prehistoria en Asturias (1), así como a aquellos trabajos de investigación so­ bre zonas o etapas concretas ( 2), lo ponen de manifiesto, eviden-

(1) G ómez T a b a n e r a ,'J. M.: Prehistoria de Asturias. De la Edad de Piedra a la Romanización. Pindal-I. Publ. del Dpto. de Prehist. y Arqueología, Fac. de Fi­ losofía y Letras, Universidad de Oviedo. Oviedo, 1974. — J o r d á C e r d á , F.: «Prehistoria», enGran Enciclopedia Asturiana, vol. 12, págs. 59-60. Gijón, 1970. — J o r d á C e r d á , F.: «Prehistoria»,Historia de Asturias, tomo 1. Hayalga Edicio­ nes. Salinas, 1977. — R o d r íg uez M u ñ o z , J.: «Prehistoria», enGran Enciclopedia Asturiana (Apén­ dice), vol. 17, págfc. 153-154. Gijón, 1981. (2) F e r n á n d e z -T r e sg u e r r e s V e l a sc o , J. A.: El aziliense en las provincias de Asturias y Santander. Centro de Invest. y Museo de Altamira, Monografía núm. 2. Santander, 1980. — F o rtea P é r e z , J.: Investigaciones en la cuenca media del Nalón. Zephyrvs- XXXII-XXXIII, págs. 5-16. Salamanca, 1981. — G onzález M o r a l e s , M. R.: El asturiense y otras culturas locales. Centro de In­ vestigación y Museo de Altamira, Monografía núm. 7. Santander, 1982. — P érez P é r ez , M.: Los yacimientos prehistóricos de la región de Cabo Peñas. Actas del XIII Congreso Nal. de Arqueología, págs. 109-118. Zaragoza, 1975. 592 MANUEL PEREZ PEREZ Y LEOPOLDO GONZALEZ MENENDEZ

ciando, al mismo tiempo, que algunas parcelas importantes, en las que las condiciones de vida durante el pleistoceno hubieron de ser óptimas, se encuentran, inexplicablemente, aún inéditas pa­ ra la ciencia oficial (3). Entre ellas y hasta hoy se contaba el con­ cejo de Castrillón, situado en la Asturias central, con una super­ ficie de 55,76 km .2 (el 0,506% de Asturias) y, aproximadamente, 17 km. de línea costera (unos 10 en línea recta), limitados por la ría de Aviles al E. y por el río Fontebona al W. Casi equidistante a ambos límites; es decir, aproximadamen­ te en el centro de dicha línea costera, está situada la playa de S anta María del Mar, donde hemos localizado los materiales que más adelante estudiaremos y que, como se verá, consideramos suficien­ tes como para sustentar la hipótesis sobre la existencia allí de un yacimiento paleolítico de cierta importancia. Santa María del Mar es, despues de Salinas, el núcleo turísti­ co más importante del mencionado concejo de Castrillón, situa­ do, por carretera, a unos 8 km. de Avilés y muy próximo, hacia el W., a los afloramientos carboníferos de Arnao (4). Su playa, a 43°, 34’, 30” de la titu d N. y 2o, 18’, 30” de lo ngitud W. (5), se fo r­ ma en una suave ensenada en la que desemboca el riachuelo Fe- rrería. En el borde izquierdo de dicha ensenada (fig. 1 y lám. 1), sobre un zócalo de calizas devónicas, se conservan dos platafor­ mas a distinto nivel: La superior corresponde a un arrasamiento marino, muy erosionado, y la inferior, con una génesis no muy clara, está cubierta por arcillas coluviales, al igual que el declive entre ambas y algunos tramos de la superior. En estos coluviones es donde, desde el 18 de septiembre de 1983, venimos recogiendo distintos artefactos líticos que aparecen en

— R odríg uez A se n sio , J. A .: El paleolítico inferior en Asturias. Ediciones Júcar. Gijón, 1981. — R o d r íg uez A s e n s io , J. A .: El paleolítico medio en Asturias. Ediciones Júcar. Gijón, 1981. — R odríg uez A s e n s io , J. A.: «La presencia humana más antigua en Asturias». Es­ tudios de Arquelogía Asturiana núm. 2. Fundación Públ. de Cuevas y Yacimien­ tos Prehistóricos de Asturias. Oviedo, 1983. (3) Es éste un extremo sobre el que hemos venido insistiendo desde hace bastan­ tes años; unas veces, las más, de forma oral, tratando de inculcar la idea a estudian­ tes y equipos de excavación; otras, no tan abundantes, a través de distintas publica­ ciones. Ver, p. ej., P érez P érez , M.: Presentación de Algunos materiales procedentes de Cueva Oscura de Ania, Las Regueras (Asturias). Actas del XIV Congreso Nal. de Arqueología, p. 180. Zaragoza, 1977. (4) Martínez A lvarez , J. A ., y T orres A lo n so , M.: Explicación del mapa geo­ lógico del carbonífero en el noroeste de España. Doc. Inst. Geol. y Geotéc. núm. 4 (mapa en colores). Oviedo, 1967. (5) Hoja núm. 13 del Instituto Geográfico y Catastral, escala 1:50.000. EL YACIMIENTO PALEOLITICO DE SANTA MARIA DEL MAR 593 superficie, en los distintos cortes costeros o al pie de éstos, siem­ pre sin excavación o remoción alguna, pero sin otra selección que la debida a causas naturales o a las del propio azar, ya que, por nuestra parte, no hemos desechado ni el más minúsculo resto de talla localizado. Así, hemos determinado cuatro puntos concretos donde los ma­ teriales fueron apareciendo (fig. 1) y que, por simples razones de método, hemos ido numerando con ordinales sucesivos, cuyo or­ den creciente corresponde únicamente al cronológico de localiza­ ción del primer artefacto en cada uno de ellos. Una precisión que consideramos de interés es la de señalar que en la que denominamos localización 3 todos los materiales, sin ex­ cepción, aparecieron en los afloramientos y cortes de una capa de intenso color rojizo, mientras que en la 1 todos lo fueron en otra distinta, de color amarillento, que se superpone a la anterior. To­ dos los materiales, en general, aparecen «frescos», sin señales de erosión o «rodadura», pero especialmente los hallados en la capa roja presentan aristas tan vivas como si procediesen de un depó­ sito primario, lo que parece denotar que su desplazamiento, de haber existido, hubo de ser mínimo y en un medio cuya acción fue­ se poco abrasiva. El inventario resumido de los artefactos recogidos hasta la fe­ cha, con especificación de sus distintos puntos de localización, es el siguiente:

Grupo Denominación Loe. 1 Loe. 2 Loe. 3 Loe. 4 Total Utiles Raspador nucleiforme ... Pseudoburil...... Perforador doble...... Cuchillo de dorso natural Escotadura doble...... Hachereau ...... Canto trabajado bifacial- mente (6) ...... Subtotal ......

(6) Aunque en otros trabajos (a), siguiendo a Merino (b), hemos denominado a estos útiles como hendidores bifaciales, en la actualidad hemos desistido de tal denominación y adoptado la propuesta por Querol y Santonja (c), no sólo por las razones que éstos aducen, sino, también, porque no deseamos contribuir a un ma­ yor confusionismo en la nomenclatura tipológica, particularmente, desde que Be­ nito del Rey (d) y los mismos Querol y Santonja (e), en sus trabajos sobre hache­ reaux, persisten en utilizar aquel mismo término para designar a este otro útil. 594 MANUEL PEREZ PEREZ Y LEOPOLDO GONZALEZ MENENDEZ

FIGURA 1 EL YACIMIENTO PALEOLITICO DE SANTA MARIA DEL MAR 595

Grupo Denominación Loc. 1 Loc. 2 Loc. 3 Loc. 4 Total

Otros Punta Levallois atípica . 1 ——— 1

Pseudoburil de Siret (7) — 1 —— 1 Lascas Levalloií ...... — — 1 — 1 Lasca clactoniense ...... —— 1 — 1 Otras lascas ...... 8 2 6 — 16 Núcleos ...... 2 — 2 — 4 Subtotal ...... 11 3 10 — 24 Total ...... 13 3 14 1 31

Un total de 31 artefactos, todos ellos en cuarcita, salvo el ras­ pador nucleiforme que fue tallado sobre un cristal de cuarzo. Es evidente que el número de piezas no es suficiente como pa­ ra llegar a conclusiones definitivas, ni siquiera da lugar a la con­ fección de una curva cumulativa que pueda tener alguna signifi­ cación, máxime teniendo en cuenta que los útiles son sólo siete. No obstante, la observación y análisis de ciertos rasgos tecnoló­ gicos, tanto de los útiles como del resto de los artefactos, sí puede arrojar cierta luz o, cuando menos, dar una cierta idea,' a partir de la cual sea permisible proponer una hipótesis de trabajo. Con esta intención efectuaremos un análisis de los materiales, empezando por los útiles que, dado su escaso número, trataremos de forma descriptiva e individualizada.

(a)— Pérez Pérez, M.: L o s yacimientos prehistóricos de la región de Cabo Peñas (ya citado), págs. 113 y 115. (b)—M e r in o, J. M.: Tipología lítica (1.a edición). Munibe, tomo XXI, fase. 1-2-3, p. 51. San Sebastián, 1969. —M erin o , J. M.: Tipología lítica (2.a edición). Munibe, suplemento núm 4, págs. 76 y 78. San Sebastián, 1980. (c)—Q u e r o l, M. A.: Primeros pasos para una tipología analítica de cantos tra­ bajados: Selección de trazos distintivos. Actas del XIII Congreso Nal. de Ar­ queología, págs. 99-108. Zaragoza, 1975. —Q u e r o l, M. A., y Santonja, M.: Sistemas de clasificación de cantos trabaja­ dos y su aplicación en yacimientos del paleolítico antiguo de la Península Ibé­ rica. Saguntum-XIII, págs. 11-38. Valencia, 1978. — Q u e r o l, M. A., y S a n to n ja , M.: Nomenclatura y tipología lítica. Zephyrvs- X X X -X X X I, págs. 261-263. Salamanca, 1980. (d)— Benito del Rey, L.: Notas sobre nomenclatura del paleolítico inferior. Ze- phyrvs-XXV, págs. 9-16. Salamanca, 1974. En este trabajo su autor propone pa­ ra los hachereaux la denominación castellana de hendidores y, desde entonces, la utiliza sistemáticamente. (e)—Q u e r o l, M. A., y S a n to n ja , M.: L o s hendedores en el achelense de la mese­ ta española. Publ. del Patronato de las Cuevas Prehistóricas de la Provincia de Santander, XV. Sautuola-II, págs. 9-39. Santander, 1976-1977. (7) Este es una lasca fracturada a lo largo de su eje mayor, accidentalmente 596 MANUEL PEREZ PEREZ Y LEOPOLDO GONZALEZ MENENDEZ

Cuchillo de dorso natural (fig. 2.1): En cu arcita m elada de g ra­ no fino ( 8), está constituido por una lasca lam in ar de sección tria n ­ gular que en la cara dorsal presenta la impronta de distintas ex­ tracciones bidireccionales previas y una playa cortical que ocupa los 2/3 distales del borde derecho; el filo ocupa todo el borde iz­ quierdo, mientras que el ápice aparece redondeado por unos re­ toques que, posiblemente, no sean intencionados. El talón es li­ so, con ángulo de lascado de 118° y eje desviado 10° del de sim etría, cono de percusión puntiforme y proporcionalmente amplia esca­ ma sobre un bulbo bien desarrollado. Sus valores tipométricos son 73 x 39 x 11 m m ., LA. = 1,87 e I.C. = 3,55. Pseudoburil (fig. 2.2): Sobre una lasca oblicua de ángulo, en cuarcita amarillento-listada de grano medio, cuyo ápice aparece fracturado por flexión y la base aligerada por profundas astilla- duras que interesan solamente la cara dorsal, tenemos lo que, si­ guiendo la nomenclatura de una lista tipo, p. ej. la de Sonneville- Bordes y Perrot (9), podríamos clasificar como «buril de ángulo sobre fractura», salvo por un rasgo tecnológico fundamental: El «golpe de buril», con «escalón de pare» incluido, no fue obtenido por la denominada «técnica de buril» ( 10), sino mediante una ex­ tracción lateral, en charnela, con microimpactos múltiples sobre la cara dorsal, consecuencia, posiblemente, de una percusión apo- y en el momento de la extracción, debido, posiblemente, a la masa del percutor o a la dirección del impacto, pero que, hasta ahora, que sepamos, no se ha confir­ mado esperimentalmente. Siret, en su momento, lo consideró como un buril de factura intencional, pero Bordes, posteriormente, lo definió correctamente como un accidente de talla, designándole, desde entonces, con la denominación que nos­ otros utilizamos. Sobre este tema, ver: — S iret , L.: «Lecoup deburin moustérien».Bull. Soc. Prehíst. Frang., 1933, págs. 120-127. — B o r d e s , F.: Typologie du paléolithique anden et moyen. Publications de l’Ins- titut de Préhistoire de l’Université de Bordeaux, memoire num. 1, p. 32, fig. 4.2. Bordeaux, 1961. (8) Tanto el color de la materia como el tamaño de grano que indicamos para cada pieza son meramente orientativos, ya que, ni el primero está contrastado con tabla alguna ni el segundo fue medido al microscopio. Entendemos que dichas pre­ cisiones sólo son imprescindibles cuando están destinadas a un estudio petrográ­ fico concreto. (9) S o n n eville -B o r d e s , D. et P erro t , J.: «Lexique typologique du paléolit­ hique supérieur. Outillage litithique». Bull. Soc. Prehíst. Frang., tomes LI, LII et LUI, années 1954, 1955 et 1956. (10) B rézill o n , M.: La dénomination des objets de pierre taillée. IV Suplé- ment á Gallia-Prehistoire, pags. 125-127. París, 1971. — C h e y n ie r , A.: «Les burins».Bull. Soc. Prehíst. Frang., tome LX, année 1963. — M e r in o , J. M.: Tipología lítica (1.a edición, ya citado), págs. 77-79. — M e r in o . J. M.: Tipología lítica (2.a edición, ya citado), págs. 116-117. EL YACIMIENTO PALEOLITICO DE SANTA MARIA DEL MAR 597

FIGURA 2 1, cuchillo de dorso natural; 2, pseudoburil; 3, escotadura doble sobre lasca reto­ cada; 4, perforador doble; 5, raspador nucleiforme 5 98 MANUEL PEREZ PEREZ Y LEOPOLDO GONZALEZ MENENDEZ yada. En la cara ventral, la pieza muestra un curioso cambio de dirección en las ondas de expansión que, teóricamente, sólo pue­ de ser debido a una repetición del golpe de extracción con varia­ ción entre ambos del eje de lascado. Las dimensiones máximas de esta pieza son 40 x 31 x 11 mm., lo que, reducido a índices, nos da I.A. = 1,29 e I.C. = 2,82. Escotadura doble sobre lasca retocada (fig. 2.3): Es u n a lasca de decorticado, en cuarcita blanco-amarillenta de grano medio, cuyo talón es natural, con ángulo de lascado de 100° y extracción desv iad a 20° a la derecha del eje de simetría, sobre la que se han ejecutado distintos retoques y ambas escotaduras. Sobre el ter­ cio distal del lado izquierdo se han practicado amplios retoques semiabruptos, directos y de delineación denticulada; próximas al talón y también sobre el borde izquierdo aparecen otra serie de retoques, pero éstos marginales y continuos, aunque también di­ rectos. Sobre el borde derecho y con orientación inversa se locali­ zan dos escotaduras adyacentes: retocada la superior y de tipo clac- toniense la inferior ( 11), observándose en esta última una repe­ tición del golpe de extracción. La pieza arroja unas dimensiones máximas de 42 x 33 x 10 mm., lo que representa un I.A. = 1,27 y un I.C. = 3,30. Perforador doble (fig. 2.4): Es una lasca de cuarcita gris-ama­ rillenta de grano fino, con sección triangular y contorno suboji- val que, orientada en función del eje de simetría, recuerda, aun­ que de forma bastante tosca, una punta de base cóncava. El ápice fue acondicionado en «bec» por retoques sobre las tres caras; la base fue aligerada mediante levantamientos irregulares que in­ teresan el tercio inferior de la arista de la cara dorsal y retoques sumarios sobreelevados sobre la ventral; el mismo tipo de reto­ que, ejecutado sobre el tercio proximal del borde izquierdo, des­ peja un segundo perforador en esta pieza. Sus valores tipométri- cos son 46 x 22 x 11 mm., I.A. = 2,09 e I.C. = 2,00.

(11) Un leve retoque, marginal y alterno, sobre el «diente» que separa ambas escotaduras, determina una pequeña arista, oblicua respecto al borde primitivo, que paraleliza con la de aquellas piezas que Terrade, utilizando un término ya apli­ cado anteriormente por Bouyssonie y Bardon para designar a un tipo particular de buril poliédrico, denominó «buril-cincel» y que posteriormente Bordes redeno- minó como «bec burinante alterno». — T e r r a d e , A.: «Le burin-ciseau de la station moustérienne de Catigny (Oise)». Bull. Soc. Prehíst. Franç., tome II, pags. 185-195, année 1912. — B o r d es , F.: Typologie du paléolithique anden et moyen (ya citado), pags. 37-38. EL YACIMIENTO PALEOLITICO DE SANTA MARIA DEL MAR 5 99

Raspador nucleiforme (12) (fig. 2.5 y lám . IV a): F ue ta lla d o so­ b re un c ristal de cuarzo hialino, en cuya base se creó, p rim eram en ­ te, una plataforma que, dadas las características de la materia, resultó un tanto astillada; a partir de ella, una serie de levanta­ mientos lamelares conformaron el «frente de raspador», escalo­ nado y un tanto irregular, pero neto. La cúspide del cristal apare­ ce «machacada» como consecuencia de su apoyo sobre el yunque durante la talla de dicho frente. Arroja unas dimensiones máxi­ m as de 25 x 24 x 20 mm . Hachereu (lám. II): Obtenido a partir de una gran lasca de cuar­ cita gris-verdosa de grano muy fino, cuyo plano de percusión, na­ tural, se conserva. El ángulo de lascado es de 115°, con extracción desviada 70° a la izquierda; la silueta es en «U», con base redon­ deada y filo recto, aunque oblicuo respecto al eje de simetría, que presenta pequeñas melladuras o «falsos retoques» alternantes. Es una pieza bastante simétrica y rectilínea, cuya sección longitudi­ nal es biconvexa, mientras que la transversal, en su anchura má­ xima, tiende al sinusoide (13). Es encuadrable en el tipo II de Ti- xier (sobre lasca no Levallois) (14) y arroja los siguientes valores tipom étricos: L = 120; m = 90; e = 42; n = 89; t = 82; m /e (I.C.) = 2,14 y L/m (I.A.) = 1,33. La retalla del borde derecho, bifacial, denota la utilización del percutor elástico. Por su parte, el borde izquier­ do en su totalidad, de trinchante a base, presenta un cuidado re­ toque directo, sobreelevado y continuo que le convierte en una auténtica raedera (lateral respecto a la propia pieza, pero oblicua al eje de lascado) con delineación concavo-convexa.

(12) Es ésta una pieza en cuya clasificación hemos tenido serias dudas. Por una parte está la matización, no siempre fácil en este tipo de piezas, entre «núcleo» y «raspador nucleiforme»; aunque, en este caso, dado el evidente tamaño del cris­ tal original, así como el de las extracciones en él realizadas (microlíticas), no es fácil aceptar el que en un contexto no leptolítico pueda ser un núcleo abandonado o agotado. Por otra parte, ni directa ni bibliográficamente conocemos un solo ejem­ plar de raspador nucleiforme con esta morfología y tamaño cuya datación sea an­ terior al paleolítico superior. Ante estos planteamientos y tras múltiples medi­ ciones de las improntas de extracción que conserva, así como del cálculo del volumen total y tamaño individual de las lascas extraídas, hemos llegado a la con­ clusión, no sin ciertas dudas razonables, de que sólo puede ser un raspador y co­ mo tal fue clasificado. (13) Estas secciones tan poco habituales son debidas a la pronunciada conve­ xidad de la cara ventral, ocasionada por el gran desarrollo del bulbo de percusión que, además, se acentúa como consecuencia del levantamiento de una lasca en la zona basilar. (14) T ix ie r , J.: Le hachereau dans l’Acheuléen Nord-Africain. Notes typolo- qiques. Congrès préhistorique de France, pags. 914-923. Poitiers, 1956. 6 0 0 MANUEL PEREZ PEREZ Y LEOPOLDO GONZALEZ MEÑENDEZ

Canto trabajado bifacialmente (15) (lám. III): En cuarcita am a­ rillenta de grano medio, presenta sección aplanada, trinchante dis­ tal oblicúo-convexo y extracciones múltiples sobre ambas caras, aunque más amplias sobre una de ellas. El trinchante, como en la mayoría de estas piezas, es sinuoso, mostrando en su parte más prominente un fuerte desgaste, sin que podamos precisar si éste es debido al uso o a causas naturales. Sus dimensiones máximas son 110 x 112 x 50 m m ., pesa 800 grs. y arro ja u n p erím etro de 33,5 cms., de los que 14,8 corresponden a la zona activa, lo que nos da un índice tecnomorfológico de 18,5, superior a la media del de es­ te tip o de ú tiles (16). Existen algunos otros especímenes que presentan retoques y escotaduras, pero que no los consideramos dentro de la categoría de ú tiles p o r en ten d er que aquéllos se p rodujeron de form a no in ­ tencionada. Incluso hay una pequeña lasca laminar que en su ex­ tremo distal, fracturado, parece apreciarse lo que queda de una profunda muesca retocada que despejaba un microperforador, aunque, debido a la naturaleza del material, no puede asegurarse de forma absoluta que así haya sido y, consecuentemente, tam­ poco la incluimos en dicha categoría. Entre el resto de los materiales se hace evidente, por ejemplo, la utilización de la talla Levallois, puesta de manifiesto en una lasca típica de esta técnica y en una punta que denominamos atí- pica por lo espeso de su facetado talón y el hecho de que conserve en su borde izquierdo una porción de cortex. En el hachereau y en una gran lasca (lám. IV b), especialmente en esta última que presenta dos conos de percusión bien desarro­ llados (17), pueden apreciarse los caracteres típicos de extracción por «percusión lanzada» o «sobre yunque», denominada por bas­ tantes autores como «técnica clactoniense» (18). Otra forma de extracción, detectada en este pequeño conjunto a tra v é s de uno de los núcleos, es la que J. M. M erino (19), siguien­ do a Cheyner (20), denomina «debitado en rodajas de salchichón» y que no es otra cosa que una variante muy especializada de la percusión directa a la piedra. (15) Ver nota 6. (16) L ero i -G o u r h a n , A.: «La prehistoire».Encyclopédie de la Pléiade. His- toire Universelle, v o l. I, f>. 34. P a ris, 1956. (17) B o r d e s , F.: «Estude comparative des différentes techniques de taille du silex et des roches dures».L ’Anthropologíe, tome 51, p. 17. 1947. (18) A lim en , H.: Préhistoire de VAfrique, p. 338. Paris-Boubée, 1955. (19) M e r in o , J. M.: Tipología lítica (2.a edición, ya citado), págs. 39-40. (20) C h e y n ie r , A .: «Stratigraphie de l’abri Lachaud et les cultures des bords abattus». Archivo de Prehistoria Levantina, núm. 4, p. 26. 1953. EL YACIMIENTO PALEOLITICO DE SANTA MARIA DEL MAR 601

Una gran lasca de decorticado, con talón liso, bulbo poco pro­ minente, ángulo de lascado de 110° y de simetría desviado a la de­ recha 20°, arroja un ancho de 110 mm. contra un espesor máximo de 9 (I.C. = 12,22), lo que, tecnológicamente, sólo parece posible me­ diante la utilización de un «cincel blando» en una extracción por percusión indirecta. Fracturas por flexión, y ambas sobre el ápice, se detectan en el pseudoburil (fig. 2.2) y en el «pseudoburil de Siret» (21). Habría que contar con una colección mucho más amplia para poder con­ cluir si esto tiene aquí alguna significación ( 22) o es, simplemen­ te, fruto del azar. El análisis conjunto de todo el lote arroja, desde el punto de vista tipométrico, unas longitudes de tamaño medio, tendente a pequeño, sin que falten las grandes y muy pequeñas , según la si­ guiente distribución, realizada sobre los rangos propuestos por L eroi-G ourhan (23):

2*150 mm. (muy grandes) ...... = 0,0 % >80/150 » (grandes) ...... __ = 6,9 » » 40/ » 80 » (m edias) ...... = 55,2 » * to o » 40 » (p e q u e ñ a s)...... = 31,0 » » 20 » (muy pequeñas...... = 6,9 » Cuando en este mismo análisis se relaciona la longitud con la anchura puede apreciarse que el I.A. (índice de alargamiento) se atomiza a lo largo de un parámetro que abarca desde 0,52 a 2,09 (fig. 3.a), con u n a m edia (X) de 1,17 y una desviación sta n d a rd (s) de 0,41, lo que nos sitúa alrededor del módulo de talla que, gene­ ralmente, tipifica a un conjunto de «lascas anchas». La correspon­ diente nube de puntos arroja, para la recta de regresión, la siguien­ te ecuación: Y = 0,67X + 18,19 (fig. 3.b). Esta misma nube de puntos, llevada a la gráfica de Bagolini (24), nos muestra cómo

(21) Ver nota 7. (22) Aunque la fractura por flexión puede producirse de forma accidental y por distintas causas, ésta fue practicada voluntaria y repetidamente por los fa­ bricantes de útiles paleolíticos, especialmente en ciertas estaciones. Véase: — M er in o , J. M.: Tipología litica (1.a edición, ya citado), p. 13, y (2.a edición, tam­ bién citado), p. 25; fot. 7, 8 y 9 en ambas ediciones. (23) L ero i -G o u r h a n , A.: «Problemas y directrices para la investigación», en La Prehistoria. Ediciones Labor, S. A. (4.a edición), págs. 162-163, fig. 39. Barce­ lona, 1978. (2 4 ) B a g o l i n i , B .: «Ricerche sulle dimensione dei manuffatti liciti prehisto- rici no ritocati».Anuales dell’Università di Ferrara, Secc. XV.I, nùm. 10, págs. 1QS.91Q Ferrera, 1968. 602 MANUEL PEREZ PEREZ Y LEOPOLDO GONZALEZ MENENDEZ

el 62,1%, repartido en tres partes exactamente iguales, se disper­ sa por las casillas 17 (gran lasca), 18 (lasca) y 21 (gran lasca ancha). Cuando, por otra parte, se relaciona el espesor con la anchura, se pone de manifiesto que, salvo en un 7% que se «dispara» hacia arriba (fig. 3.a), el I.C. (índice de carenado) también se atomiza a lo largo de un parámetro bastante concreto, cuyo límite inferior se sitúa en un punto muy próximo al de transición entre las pie­ zas medias y espesas (2,35). Sobre la nube de puntos (fig. 3.b) la ecuación para la recta de regresión es Y = 2,01X + 16,09. Así pues, resumiendo cuanto hemos visto en los puntos ante­ riores, podemos decir que este conjunto, en aplicación de criterios tipométricos, se caracteriza por el predominio de lascas anchas, con longitudes y espesores medios, que tienden, de forma discre­ ta, hacia grandes y espesas. Siguiendo con el análisis de conjunto, pero ahora desde un pun­ to de vista tecnológico, obtenemos el inventario que puede verse a continuación, expresado en valores relativos, sobre una adap­ tación del cuadro sinóptico propuesto por Bordes (25).

Productos de talla Levallois No Levallois

Talones Lascas Puntas Láminas Lascas Puntas Láminas Total

Lisos (Lisos + natu­ rales) ...... _ —— 65,52 —— 65,52

Planos facetados ... 3,45 -- 3,45 - - 6,90

Convexos facetados - 3,45 - 3,45 - - 6,90

D ied ro s...... -- - 3,45 - - 3,45

S u prim id os...... - -- 6,90 3,45 - 10,35 Rotos + no recono­ cibles ...... ——— 6,90 —— 6,90

Totales ...... 3,45 3,45 - 89,67 3,45 - 100,02

6,90 93,12

Destacan aquí tanto el total de lascas como el de talones lisos, siendo una de las combinaciones entre ambos, es decir: talones li­ sos sobre lascas no Levallois, las que tienen el peso más impor­ tante, con un valor superior al de la suma del resto de las varia­ bles, esto es = 65,52% que se convierte en 79,16 al aplicar el «índice de planos de percusión lisos» del mismo autor.

(25) B o r d e s , F .: «Principe d’une methode d’étude des techniques et de la typo­ logie du paléolithique ancien et moyen».L’Anthropologie, tome 54, págs. 19-34. Paris, 1950. EL YACIMIENTO PALEOLITICO DE SANTA MARIA DEL MAR 603

Una medición sistemática del ángulo de lascado ha dado unos valores que oscilan entre 95 y 130°, con una m edia (X) de 108,29 y una desviación standard (s) de 9,2. La distribución de dichos valo­ res (fig. 4.a) m uestra que ^ 100° = 37,50%, de > 100 a < 115° = 41,67% y > 115° = 20,84%. A p a rtir de esto y considerando como «talones ob­ tusos» aquellos con un ángulo de lascado >> 100° (= 62,51%), aplica­ mos el «índice clactoniense» de Combier (26), mediante el cual obtu­ vim os un valor de 54,16. El eje de lascado, referido al de simetría, permite la obtención del «ángulo de simetría» que, medido sobre todos los artefactos de la colección en los que los caracteres de extracción se conservan con claridad, arroja los valores que pueden verse en la fig. 4.b y que van desde 50° desviado a la derecha hasta 70° desviado a la iz­ quierda. Considerando que la extracción desviada es consecuencia de un proceso tecnológico, mientras que el hecho de que ésta sea ha­ cia uno u otro lado forma parte de la sinergia individual del ope­ rario, tendremos en cuenta aquí sólo aquélla, dado el carácter ge­ neralizado del análisis que realizamos. Así, vemos cómo un 34,79% está comprendido en un ángulo de simetría ^ 10°, que el 43,49% lo está entre > 10 y ^ 30° y que el 21,75% es > 30° o, lo que es igual: que, mientras un 34,79% tiene sus ejes de simetría y lasca­ do prácticamente coincidentes, un 65,24% presenta una extracción desviada en más de 10° hacia uno u otro lado. Aunque este último valor es semejante al de los ángulos de las­ cado > 100°, debemos puntualizar que, entre ambos, no existe co­ rrelación alguna. Es evidente que todos estos índices y valores han de ser consi­ derados con las debidas reservas e interpretados, únicamente, co­ mo meros indicadores de ciertas tendencias pues, como ya quedó expresado anteriormente, la colección que estudiamos es muy cor­ ta y, por otra parte, su origen disperso y sin homogeneidad ni ga­ rantía estratigráfica. No obstante, son elementos concretos que pueden ayudar en la interpretación de otros rasgos, reforzando, matizando o contrarrestando aquello que de estos últimos pudie­ ra derivarse. Hemos visto que los métodos de talla utilizados fueron multi- disciplinarios e, incluso, que aún cuando alguno de ellos es tan especializado que permite situarle en ámbitos tecnoculturales con­ cretos, otros fueron practicados a lo largo de períodos bastante

(26) C o m b ie r , J.: Le paléolthique de l’Ardeche. Publications de l’institut de Préhistoire de l’Université de Bordeaux, mémoire num. 4, p. 125. Bordeaux, 1967. 6 04 MANUEL PEREZ PEREZ Y LEOPOLDO GONZALEZ MENENDEZ

FIGURA 3 EL YACIMIENTO PALEOLITICO DE SANTA MARIA DEL MAR 6 0 5

ANGULO DE LASCADO

ANGULO DE SIMETRIA

FIGURA 4 60 6 MANUEL PEREZ PEREZ Y LEOPOLDO GONZALEZ MENENDEZ

extensos. Así, la llamada técnica clactoniense, con sus grandes las­ cas de ancho talón, amplio ángulo de lascado y, en ocasiones, bul­ bo de percusión múltiple, se detecta desde el abbevillense final hasta el achelense evolucionado (27), persistiendo, incluso, en al­ gunas facies musterienses (28). Por su parte, la técnica Levallois (29), que acompañada en ocasiones de pequeñas y espesas lascas clactonienses forma parte de ciertos complejos tayacienses (30), aparece en un momento del achelense superior y alcanza su má­ xima difusión a lo largo del musteriense, donde, especialmente en las variantes tecnológicas conocidas como tipos Quina y Ferras- sie, también se detecta el denominado «debitado en rodajas de sal­ chichón» (31).

(27) C a l l o w , P.: «Le paléolithique inférieur et moyen de la Grande-Bretagne et de la France septentrionale (Nord, Bassin Parisien)». Septentrion, tome 4. 1974. — C a y e u x , L.: «Le Clactonien des stations sous-marines du Havre et de Sainte- Adresse». Bull, de la Soc. Normande d’Estudes Préhistoriques, tome XXXVIII, fase. 1. 1963. — W a e c h e r , J.: «The re-excavation of the lower deposits at Swanscombe and the clactonian problem». Estudios dedicados al profesor Dr. Luis Pericot. Inst. de Arq. y Preh., Universidad de Barcelona, publicación eventual núm. 23, págs. 51-53. Bar­ celona, 1973. (28) Si admitimos como musterienses la capa «alfa» de El Castillo y los nive­ les 16 y 17 de Cueva Morín, habremos de admitir la pervivencia de la técnica clac­ toniense en el mismo, ya que es evidente que algunos de los hachereaux de tipo II hallados en ellos fueron obtenidos a partir de lascas extraídas mediante tal téc­ nica. Por otra parte, Tixier (ver nota 14), en su definición de este tipo II, dice tex­ tualmente: «sur éclat tiré d’un nucléus non préparé, percuté bloc contre bloc sur un plan de frappe lisse ou même sur une suface corticale*. Es la misma forma en que Alimen (ver nota 18) y otros autores definen la técnica clactoniense. (29) K e l l e y , H.: «Contributionà l’étude de la technique de la taille levalloi- sienne». Bull. Soc. Prehist. Franç., tome LI, année 1954, pags. 149-169. (30) H e n r i -M a r t i n , G.: La grotte de Fontéchevade. l.a partie: «Historique, fouilles, stratigraphie, archéologie». Archives de l’institut de Paléontologie Hu­ maine, memoire 28. Paris, 1957. (31) Es ésta la misma técnica de talla que Mouton y Joffroy (a) denominan «talla en pila de platos» y que Bordes (b), siguiendo a Bourlon (c), quien la designó como «en rodajas paralelas», la denomina, simplemente, como «en rodajas», añadiendo que ésta es la que da origen a las lascas espesas sobre las que se obtienen las rae­ deras transversales convexas tipo Quina y, también, que la demostración eviden­ te de que es una técnica intencionada está en el significativo porcentaje con el que aparece en el mustariense tipo Ferrassie, en el que el índice Levallois es elevado. (a)— M o u t o n , P., et J o f f r o y , R.: «Le Paron des Cuèches (Côte-d’Or)».L ’Anthro­ pologie, tome 61, p. 19. Paris, 1957. (b)—BORDES, F.: Typologie du paléolithique anden et moyen (ya citado), p. 26. (c)—B o u r l o n , M.: «Débitaje des rognons de silex en tranches parallèles». Bull, Soc. Prehist. Franç., tome IV, année 1907, págs. 330-332. EL YACIMIENTO PALEOLITICO DE SANTA MARIA DEL MAR 607

Tenemos aquí un amplio panorama que abarca un dilatado es­ pacio de tiempo, pero que, evidentemente, pone de manifiesto un momento común: el musteriense, en el que, pese al elevado índice clactoniense obtenido sobre el conjunto (32), encajan correctam en­ te, sin forzarles, un buen número de artefactos de nuestra colec­ ción, tanto por tipometría (lascas anchas, con longitudes y espeso­ res medios, que tienden, de forma discreta, hacia grandes y espesas) como por tipología y rasgos tecnológicos. Así, el cuchillo de dorso natural, la doble escotadura, el evolucionado hachereau con su bor­ de retocado en raedera e, incluso, el canto trabajado bifacialmen- te que, aunque por sí mismo tiene poca significación temporal, no puede decirse que no encaje en este hipotético contexto; también los productos Levallois, así como los no Levallois cuyo I.C. se si­ túa en la parte más baja del parámetro consignado gráficamente en la fig. 3.a y, también, aquellos cuyos ángulos de lascado y sime­ tría presentan valores iguales o superiores a 105 y 15°, respecti­ vam ente. Bien es verdad que todo esto también encajaría correctamen­ te en un achelense final que, por otra parte, en los yacimientos al aire libre de nuestra región nunca fue fácilmente diferenciable del musteriense (33). No obstante, la evidencia de la talla «en ro­ dajas de salchichón» parece despejar las posibles dudas en tal sen­ tido. Además, en los que creemos puede interpretarse como una confirmación a la filiación más tardía, tenemos los altos índices de carenado, el elevado porcentaje de ángulos de lascado 4-100°, así como el de ejes de simetría y lascado coincidentes en lascas no Levallois, los dos especímenes con el ápice fracturado por fle­ xión (34) y, especialmente, el raspador nucleiforme (35), todo lo cual parece apuntar hacia etapas tecnológicas proporcionalmen­ te recientes que, incluso, podrían atribuirse a los comienzos del paleolítico superior.

(32) Ver nota 26. (33) G o n z á l e z S a i n z , C. y G o n z á l e z M o r a l e s , M .: La prehistoria en Canta­ bria, p. 113. Santander, 1986. — R o d r í g u e z A s e n s i o , J. A .: La presencia humana más antigua en Asturias (ya citado), p. 159. (34) Aunque la fractura por flexión se detecta ya en el musteriense, la genera­ lización de esta práctica se constata durante el paleolítico superior, especialmen­ te sobre raspadores y buriles. A este respecto, ver: — M e r i n o , J. M .: Tipología lítica (1.a edición, ya citado), págs. 230-231. — M e r i n o , J. M .: Tipología lítica (2.a edición, ya citado), págs. 355-356. — M e r i n o , J. M .: «Estudio de los materiales líticos de la cueva de Ekain», en El yacimiento prehistórico de la cueva de Ekain (Deba, Guipúzcoa), págs. 143-144. San Sebastián, 1984. 6 08 MANUEL PEREZ PEREZ Y LEOPOLDO GONZALEZ MENENDEZ

Ante esta amalgama de rasgos tecnológicos y teniendo presen­ tes las diferencias de coloración y posición entre las capas arci­ llosas existentes en las localizaciones 1 y 3, podría colegirse que se están considerando un «todo uno» materiales correspondientes a, al menos, dos conjuntos de distinta cronología y bases técnicas pero, ante esta posibilidad, se analizaron por separado los arte­ factos procedentes de cada uno de los puntos citados sin que se apreciasen diferencias con significación suficiente como para va­ riar lo dicho hasta aquí, lo que no debe ser interpretado como diag­ nóstico definitivo, debido a que 13 y 14 piezas, respectivamente, nunca pueden ser base suficiente que permita llegar a él. Por to­ do ello, en tanto no dispongamos de una colección mucho más am­ plia, preferimos seguir considerando los materiales que hemos presentado como procedentes de un conjunto único. En otro orden de cosas, no debemos olvidar que los núcleos ha­ llados (12,9%), así como las lascadas de desecho (51,6%), unidas al variado, aunque escaso, grupo de útiles, parece indicativo de que éste no fue un punto de tránsito donde se dejasen abandona­ dos algunos artefactos, sino un auténtico «paradero», bien de ocu­ pación estacional o permanente, donde una de las actividades ve- rificables era la talla de utensilios y del que, en la actualidad, el foco de dispersión no ha sido localizado aún o, incluso, puede ha­ ber desaparecido debido a la degradación de la terraza en que hu­ biera estado ubicado. Así, por todo cuanto queda expuesto, consideramos que la exis­ tencia en Santa María del Mar de un yacimiento paleolítico de cier­ ta importancia ha quedado suficientemente confirmada y, aun­ que con las reservas debidas y sólo a modo de hipótesis de trabajo en tanto nuevos hallazgos o una excavación no la invaliden, pro­ ponemos para él, en base a los caracteres técnico-tipológicos ana­ lizados, una atribución musteriense bastante tardía, cuya proba­ ble datación, dadas las condiciones locales y comercales, así como cuanto de ellas conocemos (36), podría situarse alrededor del in- terestadial Würm II/III; esto es: en el denominado Hengelo, ha­ ce, aproximadamente, unos 35.000 años. (35) La existencia de este tipo a lo largo del paleolítico superior, así como en industrias posteriores, podría ser avalada mediante una lista interminable de re­ ferencias bibliográficas, pero ni una sola, que nosotros conozcamos, señala su pre­ sencia en el paleolítico inferior o medio. (36) G o n z á l e z E c h e g a r a y , J.: «Sobre la cronología de la glaciación würmien- se en la costa cantábrica». Ampurias, XVIII, págs. 1-12. Barcelona, 1966. — G o n z á l e z E c h e g a r a y , J.: «Clima y ambiente durante el paleolítico», enLa pre­ historia en la comisa cantábrica. Institución Cultural de Cantabria. Instituto de Prehistoria y Arqueología «Sautuola», págs 33-60. Santander, 1975. LAMINA I Vista parcial del borde izquierdo de la ensenada de Santa María del Mar. En pri­ mer plano y hacia el centro está situado el punto de localización núm 1. En segun­ do término se aprecia el perfil del arrasamiento, de 40 m. LAMINA II Hachereau LAMINA III Canto trabajado bifacialmente a) Raspador nuclei­ forme

b) Lasca clactoniense. Obsérvense los dos conos de percusión

c) A m p lia c ió n 'de un fragmento medial del borde izquierdo del hachereau. Véanse los efectos de la abra­ sión, debida, posible­ mente, a su uso como raedera

LAMINA IV EL YACIMIENTO PALEOLITICO DE SANTA MARIA DEL MAR 609

INTRODUCCION

El entorno geológico en el cual se centran los estudios objeto de la presente nota se sitúa al oeste de Cabo Peñas, en el tramo costero comprendido entre la ensenada de Santa María del Mar y la pequeña playa de Baínas. Son límites naturales, en este en­ torno, la desembocadura del río Ferrería, en la playa de Santa Ma­ ría del Mar, y el río Fontaniella que, a su vez, desemboca en la playa de Baínas. Dentro de estas coordenadas geográficas, la aparición en su­ perficie de diversas piezas arqueológicas, consistentes en útiles y restos de talla, atribuibles al período paleolítico, nos han lleva­ do a efectuar un reconocimiento detallado, a nivel geológico, de la zona, con el objeto de buscar una correlación con el entorno geo­ lógico y obtener las conclusiones que nos sean posibles en cuanto a las condiciones ambientales en las cuales estos objetos han sido abandonados.

CARACTERISTICAS GEOLOGICAS DEL ENTORNO

El área que nos ocupa, en relación con el sustrato geológico, se sitúa en lo que Lotze, en su clasificación de la Meseta Ibérica, denominó «zona cantábrica». Caracterizada, en términos genera­ les, por el amplio desarrollo que en la misma alcanzan los depósi­ tos del paleozoico superior, así como por la ausencia de meta­ m orfism o. Los materiales que constituyen el sustrato geológico compren­ den el grupo de formaciones denominado «Complejo de Rañeces», que desde el punto de vista cronoestratigráfico corresponde a una edad geviniense-siegeniense-emsiense. La sucesión estratigráfica se encuentra, en la zona, en posición invertida y está formada por pizarras grises en la base, a las que siguen un conjunto de dolomías y calizas, muy bien estratifica­ das en bancos delgados. Concluye la sucesión con una serie de ca­ lizas rojas en bancos algo más gruesos. El conjunto estratigráfico forma parte del flanco oriental del anticlinal de cabo Vidrias. Posee el citado anticlinal su eje de pie- 6 1 0 MANUEL PEREZ PEREZ Y LEOPOLDO GONZALEZ MENENDEZ

gamiento según dirección SW-NE, lo que es determinante en rela­ ción con la alineación de los valles costeros que conforman la geo­ morfologia del área geográfica afectada por el mismo. El anticlinal de cabo Vidrias está afectado en su flanco orien­ tal por una superficie de cabalgamiento, perfectamente visible en la playa de Arnao (localidad situada al este de la zona estudia­ da), que pone en contacto materiales devónicos, pertenecientes al complejo de Rañeces, con materiales carboníferos de edad estefa- niense. La historia geológica más reciente va a determinar el perfil li­ toral de toda la costa cantábrica. Los antecedentes geomorfológicos tienen su origen en la aper­ tura del golfo de Vizcaya, con la formación del mar Cantábrico a finales del mesozoico, como consecuencia de un proceso de dis­ tensión cortical durante 1a orogénesis alpina, en el ámbito de los procesos de la deriva continental. A mediados del terciario, en el transcurso de la orogénesis al­ pina, tiene lugar un levantamiento de bloques, sobre todo en la zona central de Asturias, que trae como resultado las caracterís­ ticas acantiladas que presenta en la actualidad la costa asturiana. Un proceso de erosión diferencial, con un doble control, lito­ lògico y estructural, va a determinar la formación de valles cos­ teros y ensenadas. Los últimos acontecimientos geológicos y climáticos ocurridos desde finales del terciario y durante el cuaternario definen los ras­ gos geomorfológicos que caracterizan las zonas próximas a la costa en el litoral asturiano, destacando como elemento geológico más importante la formación de rasas. Son las rasas superficies planares a diferentes niveles, con una ligera pendiente hacia el mar, cuya extensión geográfica, varia­ ble, queda delimitada entre el acantilado costero y las primeras estribaciones montañosas del interior. Su origen se debe al pro­ gresivo levantamiento que ha tenido lugar en el litoral, desde fi­ nales del terciario y durante todo el cuaternario, como consecuen­ cia, fundamentalmente, de movimientos epirogénicos y eustáticos, con prolongados períodos de estacionamiento del nivel del mar. Estos períodos prolongados de estacionamiento del nivel marino determinan un modelado costero con procesos tanto erosivos co­ mo de sedimentación litoral consecuentes. La retirada del nivel del mar y elevación de la costa trae como resultado el encajamiento de la red fluvial y la formación de pro- EL YACIMIENTO PALEOLITICO DE SANTA MARIA DEL MAR 611 612 MANUEL PEREZ PEREZ Y LEOPOLDO GONZALEZ MENENDEZ fundos valles, producidos por las sucesivas reactivaciones de los abundantes cursos fluviales que desembocan en la costa. En el transcurso de los tiempos, las rasas han sido con frecuen­ cia zonas habitadas por el hombre desde los albores del paleolíti­ co, tanto por razones de proximidad a la costa como por razones de facilidad de tránsito, dadas sus características morfológicas eminentemente llanas. Prueba de ello son los numerosos hallaz­ gos de útiles prehistóricos en estas zonas.

EL ENTORNO GEOGRAFICO DE SANTA MARIA DEL MAR

En el área geográfica comprendida entre la ensenada de Santa María del Mar y la playa de Baínas están representadas las ca­ racterísticas geomorfológicas descritas anteriormente para una zo­ na más amplia de la costa asturiana. En la playa de Santa María del Mar confluyen dos valles: uno, al este, se alinea según dirección N-S, y por él discurre el río Fe- rrería, que desemboca en la propia playa. Al oeste, un segundo valle, hoy sin ningún curso fluvial, tiene su término también en dicha playa siguiendo una dirección NE. La playa de Baínas forma una pequeña ensenada, al oeste de Santa María del Mar, y a ella va a desembocar el río Fontaniella. Entre ambos cursos fluviales se encuentra una superficie ele­ vada y llana, con cotas comprendidas entre cuarenta y cuarenta y cinco metros, que corresponde a la superficie de arrasamiento de cuarenta metros. Restos de depósitos de rasa, constituidos por cantos rodados de cuarcita y arenisca englobados en parte en materiales de ori­ gen coluvial, se pueden observar en la ladera oeste del valle por el cual discurre el río Fontaniella, a una cota aproximada de cua­ renta metros. Las actuales características geomorfológicas dan a entender que el río Fontaniella debió desembocar originalmente en la pla­ ya de Santa María del Mar, produciéndose con posterioridad un cambio en su cauce y una reactivación a consecuencia de un des­ censo del nivel del mar. Seguidamente tuvo lugar un rápido pro­ ceso de erosión que afectó a la rasa de cuarenta metros y acabó formando un profundo valle hasta su actual desembocadura en la playa de Baínas. El antiguo cauce aparece en la actualidad re­ cubierto en gran parte por depósitos de origen gravitacional, fun­ damentalmente de naturaleza arcillosa. EL YACIMIENTO PALEOLITICO DE SANTA MARIA DEL MAR 61 3

Otro acontecimiento geomorfológico digno de mención, dentro de la zona, es el resto de una playa elevada existente en Baínas, a una altura de 3-4 metros sobre el nivel actual de pleamar. Este resto de playa elevada parece haberse formado a consecuencia del descenso del nivel del mar, acaecido durante el flandriense. Tras haber efectuado un reconocimiento a lo largo de todo el escarpe, no hemos encontrado ningún resto arqueológico como en un principio esperábamos.

LOS MATERIALES ARQUEOLOGICOS Y SU ENTORNO GEOLOGICO

Hasta el momento han aparecido en la zona un total de treinta y un piezas arqueológicas, entre útiles y restos de talla, localiza­ das en cuatro zonas dentro del entorno, zonas que fueron denomi­ n ad as com o 1, 2, 3, 4. Todas las piezas, a excepción de una que corresponde a un cris­ tal de cuarzo retocado en talla, proceden de cantos rodados de na­ turaleza cuarcítica. Las características petrológicas de las diferentes piezas, en cuanto a tamaño de grano, grano de recristalización, naturaleza de la matriz, etc., son, en términos generales, diferentes. No exis­ te correlación alguna posible entre piezas de diferentes zonas, ni tampoco entre aquellas que han aparecido en una misma zona. No obstante, puede afirmarse que algunos de los útiles, dadas sus ca­ racterísticas petrológicas, corresponden al mismo tipo de roca. La fuente de abastecimiento de los núcleos, como m ateria pri­ ma para la fabricación de útiles, sería la costa más próxima. Atendiendo al entorno geológico en el cual habrían sido aban­ donados los materiales, en la zona uno han sido localizadas un to­ tal de trece piezas, todas ellas de naturaleza cuarcítica y proceden­ tes de cantos. Estos presentan un grado de alteración superficial variable entre los mismos, pero siempre de escasa intensidad. En ninguna de las piezas se observan signos de gelivación ni de eoli- zación. El conjunto de los restos arqueológicos aparece en un medio marcadamente coluvional, formado por arcillas pardas o pardo amarillentas, conjuntamente con cantos angulosos de caliza y are­ niscas rojas con tamaños comprendidos entre dos y cinco centí­ m etros. El suelo, asimismo, posee abundantes nodulos de hierro y man­ ganeso, cuyo tamaño es inferior, por término medio, a un cen­ tím etro . 6 1 4 MANUEL PEREZ PEREZ Y LEOPOLDO GONZALEZ MENENDEZ

La ausencia de desgaste en las aristas de las piezas nos da a entender que el desplazamiento no ha sido excesivamente gran­ de y ha tenido lugar en condiciones de solifluxión. En la zona dos han aparecido tres piezas en un medio coluvio- nal, formado por arcillas pardas y pardo rojizas, con cantos an­ gulosos de tamaño inferior a cuatro centímetros, constituidos por pizarras, areniscas, cuarcitas y calizas. En la zona tres han sido halladas catorce piezas, de las cuales trece son de naturaleza cuarcítica y una corresponde a un cristal de cuarzo. El medio geológico en el cual han aparecido los materiales son arcillas rojas en la base, con tramos superiores de arcillas pardo amarillentas. El conjunto corresponde a un suelo de alteración con mezcla de materiales coluvionales. Ninguna de las piezas, al igual que en las zonas anteriores, pre­ senta signos de eolización ni de gelivación. La ausencia de des­ gaste en las aristas indica un desplazamiento pequeño y en con­ diciones de solifluxión. En la zona cuatro se ha encontrado una sola pieza, en un suelo formado por arcillas pardas y pardo rojizas, correspondiente a unas condiciones coluvio-eluvionales.

RESUMEN

El ámbito geológico en el cual han sido halladas las piezas an­ teriormente descritas viene determinado, en términos generales, por una capa inferior basal de arcillas rojas, sobre la cual se ha depositado un conjunto de arcillas amarillentas o pardo amari­ llentas de carácter gravitacional. En este contexto, las piezas han sufrido un corto desplazamien­ to, si bien diferente en amplitud de unas zonas a otras, en condi­ ciones de solifluxión. El grado de desgaste de las aristas es de muy pequeña intensi­ dad, no observándose signos que indiquen procesos de eolización ni tampoco de gelivación. El carácter gravitacional de los depósitos, con mezcla de ma­ teriales, dificulta un estudio estratigráfico que determinase po­ sibles niveles de ocupación. El conjunto de las piezas, de acuerdo con las características ob­ servadas, parecen haber sido depositadas en condiciones templa­ das y húmedas, determinantes de procesos de solifluxión. A falta EL YACIMIENTO PALEOLITICO DE SANTA MARIA DEL MAR 615 de otros datos y en consonancia con las características tipológi­ cas de las mismas, pudieran corresponder al período interestadial würm II/würm III, en el cual han tenido lugar importantes pro­ cesos tanto de pedogénesis como de erosión de suelo, en un clima templado y húmedo. La proximidad entre sí de las zonas de localización de las pie­ zas nos hacen pensar en la posibilidad de nuevos hallazgos en la zona. Por otra parte, el hecho de coexistir piezas trabajadas con­ juntamente con restos de tallas nos lleva a considerar el entorno como un área, más o menos estable, de asentamiento del hombre paleolítico,

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

A l m e l a , A ., y Ríos, J. M. (1957): «Datos para el conocimiento de la geología as­ turiana». Bol. Inst. Geol. y Min. Esp., t. 65. F l o r , G. (1983): «Las rasas asturianas: Ensayos de correlación y emplazamien­ to». Trabajos de geología de la Universidad de Oviedo. G ó m ez d e L l a r e n a , J., y R o y o G ó m e z , J. (1927): «Las terrazas y rasas litorales de Asturias y Santander». Bol. Soc. Esp. de Hist. Natural. J u l iv e r t , M.; T r u y o l s , J.; M a r c o s , A ., y A r b o l e y a , M . C. (1972): «Mapa geo­ lógico de España, hoja núm. 13 (Avilés)». Inst. Geol. y Min. de España. L l o p is L l a d ó , N., y J o r d á , F. (1957): «Mapa del cuaternario de Asturias». Inqua. V Congr. Intr. Dip. Oviedo. L l o p is L l a d ó , N. (1962): «Mapa geológico de Asturias, hojas 1, 2. Estudios de la región del Cabo Peñas». IDEA. M a r t ín e z A l v a r e z , J. A., y T o r r e s A l o n s o , M . (1976): «Características geoló­ gicas y geotécnicas de los depósitos del cuaternario en la zona central de Asturias». Bol. Geol. y Min. de España. M a r y , G. (1983): «Evolución del margen costero de la Cordillera Cantábrica en Asturias desde el mioceno». Trabajos de geología de la Universidad de Oviedo. M a r y , G. (1970): «Depots marins et éolisation ancienne pres du phare de Pe­ ñas». Berv Geol. Ast. M u ñ o z J im é n e z , J. (1982): Geografía de Asturias, Geografía física. Ayalga Edi­ ciones. R a d ig , F. (1953): «Estratigrafía del devónico en Asturias». Not. y Com. del Inst. Geol. y Min. De Esp. R o d r íg u e z A s e n s i o , J. A ., y F l o r , G. (1979): El estudio del yacimiento prehis­ tórico de Bañugues y su medio de depósito (Gozón, Asturias). Zephyrvs, 29, 205, 222. R o d r íg u e z A s e n s i o , J. A ., y F l o r , G. (1983): «Industrias paleolíticas eolizadas de la región de Cabo Peñas». Cuadernos de Laboratorio Xeolóxico de Laxe. S c h u l z , G. (1858): Descripción geológica de la provincia de Oviedo. V a l d é s L e a l , J. (1962): «Sur le devonien inferieur des Asturies».Mem Bur. Rech. Min., vol. 33. TOPONIMIA DE LAS ABEYAS E N T R E L O S PUEBLOS DE LENA

J u l io C o n c e p c io n S u a r e z

LAS ABEYAS, EN LOS NOMBRES DEL LUGAR

Las abejas debieron ser, tiempos atrás, animales silvestres con una incidencia sustancial en la precaria alimentación humana y en la vida familiar con algunos otros usos. En principio, basta pen­ sar en la serie de nombres de lugar referidos lo mismo a la pala­ bra abeya, abecha (el propio insecto), que a truébano (casa de las abejas), o a los arnos (material de árbol para la construcción de esas colmenas). Se trata de palabras con bases léxicas distintas en su origen y en el tiempo, pero con funciones semejantes: desig­ nar los lugares frecuentes o propios de estos insectos, adonde los pobladores del valle podían acudir cada seronda y prim avera, en la certeza de asegurarse unos tarreños de miel para su dieta y ce­ ra para alumbrar, sobre todo. Así, varios nombres de lugar se refieren a las abeyas en el concejo: Las Abeyas. Naveo: Varias fincas de pradera sobre el pobla­ do, con abundantes sierros calizos y peñascos mayores; zona muy soleada en el alto y de suelo seco en la pendiente roquiza. Tras d ’Abeyas. Zurea: Finca y mayaos bajo El Re Cuncu, en la zona caliza en torno a Chago. Tar d ’Abeyas. Zurea: La misma zona según otros hablantes, que aún recuerdan los truébanos monteses de estas rocas unos años atrás. Tar Abechal. Eros: Terreno pendiente, de pradera y castaños, bajo el pueblo. L ’Abeyera. Eros: Zona junto al pueblo. 6 1 8 JULIO CONCEPCION SUAREZ

L ’Abeyera. Xomezana : Finca en Val de Fuesos, bajo la zona caliza de La Pena la Portiecha. Pena Beyera. Eros: Terreno sobre el poblado. Les Abeyeres. Tablao: Varias fincas en el canal junto al pueblo. Coma Beyún. Teyeo: Promontorio apuntado en la ladera este del valle, sobre el pueblo, y junto al Blime", zona de calizas meno­ res en el entorno que culmina en el macizo de La Tesa. Coma Beyón. Teyeo : El mismo lugar, según otros hablantes. Entre los hablantes lenenses, Vabeyera es una planta olorosa con aspecto de ortiga, pero sin sus efectos urticantes, resquemo- sos, al tocarla; se emplea para atraer las abey as y meterlas de nue­ vo en los truébanos, al untarlos por dentro con su zumo verde mez­ clado con miel. Esta costumbre antigua de cazar truébanos monteses es bien recordada aún hoy por paisanos de media edad. Con un poco de paciencia y conocimiento del terreno, los truébanos se identifica­ ban pronto: en la seronda, las abejas, para construir la miel, ne­ cesitan mucha agua; beben con frecuencia en fuentes y regueros próximos, se hinchan lo que pueden, y vuelven directas al trué- bano en la peña o caborna correspondiente. Inmediatamente el paisano, que observa al acecho, las sigue como puede, y (aunque no sea a la primera) pronto descubre el lugar de la miel. En otras ocasiones, cuando falla el acecho, se cambia el siste­ ma: cerca de la fuente, o del reguero, se coloca un truébano nue­ vo, untado por dentro con un poco de miel y bien impregnado con el zumo de la planta abey era (melisa o toronjil); en pocas horas empiezan a entrar en él las abejas. Se tapa con una sábana y se lleva al poblado. Finalmente, cuando se descubre el truébano en lugar poco ac­ cesible, y peligroso, los cuidados eran mayores: se colocaba un truébano nuevo cerca del viejo; una vez bien ahumado éste, co­ menzaban a salir las abejas y a entrar en aquél, como se indicó más arriba. De esta forma, se hacían dos cosas importantes a la vez: aprovechar la abundante miel del colmenar viejo y formar un colmenar nuevo en lugar más accesible y menos peligroso pa­ ra los lugareños. En estos casos de truébanos nuevos, puesto que las abejas no tenían alimento en reserva, se les colocaba algo de miel para algún tiempo. Ahora bien, una vez transformado el truébano montés en algo más doméstico, habían de seguir los cuidados. Todavía hoy se usan técnicas adecuadas para el control de las abejas. Cuando se aveci­ na una tormenta las abeyas suelen escaparse de los truébanos y TOPONIMIA DE LAS ABEYAS ENTRE LOS PUEBLOS DE LENA 6 1 9 se extienden como nube baja entre las casas; por ello, para redu­ cirlas de nuevo a su lugar, se precisa cierta maña: se coloca una sábana blanca extendida sobre el suelo; al lado, uno o dos truéba- nos vacíos, cubiertos con otra sábana y también rociados por den­ tro con miel y abeyera, como ya se indicó; la persona experta en estos casos va salpicando el enjambre con una escoba bien moja­ da en agua; al mismo tiempo, otra persona colocada junto a la sá­ bana y los truébanos toca suavemente una pequeña cencerra, y a la voz de «posa quería» (posa querida), las va aqueridando, es decir, reduciendo primero a la sábana en el suelo y, finalmente, al nuevo truébano. Tal es el proceso desde que las abeyas ensa­ rnan (‘se escapan en enjambre’) hasta que vuelven de nuevo al truébano. La cuestión de la miel y las abeyas debió ser casi un arte en épocas aún no muy lejanas (ante el precio del azúcar), pero sobre todo algunos siglos atrás, cuando el azúcar estaba aún lejos de ser conocido en estas zonas montañosas y aisladas. Todavía hoy re­ cuerdan los mayores (no digamos los ya ancianos) cuáles eran los puntos que había que recorrer cada seronda y primavera en bus­ ca de la miel y de los truébanos. El Penón de Abiaos, sobre Rios- paso, tenía buenos truébanos, aunque muy difíciles de sacar, in­ cluso para los más jóvenes, por lo escarpado de la caliza; Coma Beyón, bajo La Tesa, de donde llegaron a coger de una sola cabor- na de roble hasta sesenta kilos de un buen colmenar; en Val de Fuesos, próximo a la caliza de La Pena la Portiecha, hubo tam ­ bién abeyas; lo mismo ocurre en Les Abeyeres de Tablao, donde sacaron miel hasta los años sesenta; y, en general, hubo truéba­ nos monteses en todas las zonas más o menos calizas del entorno, situados en las oquedades de las rocas, o en las cabornas de los troncos más gruesos, como las fayas, los rebochos y otros árboles centenarios. Pero el arte (y la necesidad) de las abejas llegó tiempos atrás hasta el extremo de aguzar verdaderamente el sentido de los pai­ sanos: cuenta hoy algún paisano viejo que, por los excrementos de la fuína (muy golosa de la miel), sabía que ésta frecuentaba los truébanos; y así, esperándola varias horas, en una ocasión la pu­ do seguir hasta el colmenar, donde cazó la fuína y volvió luego por la miel, que estaba en el tronco de una gran faya. De la abundancia de colmenas en zona lenense ofrece algunos datos el Catastro del Marqués de la Ensenada: unas setecientas en total. Concretamente, 9 en Campomanes, 24 en Tiós, 22 en So- tiello, 39 en Zureda, 39 en Jomezana, 30 en Tuíza, 100 en Telledo, 6 2 0 JULIO CONCEPCION SUAREZ

29 en Piñera, 39 en Herías, 45 en Congostinas, 29 en Casorvida, 16 en Malvedo, 44 en Puente los Fierros, 88 en Parana, 108 en Ca­ bezón, 25 en Llanos de Somerón, 30 en Santa Marina, 40 en Paya­ res (1). El mismo Catastro cita en Lena de Abajo otras 810 colmenas más (2), precisando además que la cera de la miel sirvió en su tiem­ po para pagar algunos impuestos, como los diezmos y primicias (3); esto da una idea del aprovechamiento sustancioso que los le- nenses sacaban de abeyas, truébanos y colmenas, monteses o más controlados junto a los pueblos. Entre las palabras aún en uso que recuerdan el origen del to­ pónimo melero está la abeyera, planta que Acevedo recoge tam­ bién en zona occidental como abeyeira y que define como «meli­ sa, planta parecida a la ortiga, de la cual gusta la abeja, y se llama ‘herba abeyeira’» (4). La misma planta es identificada por C. Díaz Castañón en el Cabo Peñas con la hierbabuena (5). En Cabrales, su forma es abiyera. Por otra parte, Conde Sáez aclara que la abe­ yera es una planta que debe el nombre al hecho de que gusta es­ pecialmente a las abeyas (6). A la misma abeya se refieren otras voces como abeyar: «bullir las abejas, alborotarse», y aplicado a las personas: «andar de un lado a otro; estar despistado; dar vuel­ tas en busca de algo, etc.» (7); y abeyeru es el «agujero de la col­ mena por donde entran y salen las abejas» (8). Fuera de estas zonas asturianas, Lamano Beneite recoge en Sa­ lamanca abejeo como ‘pasto de las abejas’ (9). Frago García añade en zona aragonesa abejera como ‘enjambre de abejas’ (10). Morale- jo Laso interpreta, asimismo, los topónimos gallegos Abelleira, Abelleiras a partir de abella, ‘abeja’ (11). En la región de habla catalana, Griera cita el topónimo A bellás a partir de un abellars, ‘sitios donde se colocan las colmenas’ (12), de donde también otras formas del tipo Pont d ’Abella (13) y seme-

(1) Catastro del Marqués de la Ensenada, 366, 451. (2) Catastro del Marqués de la Ensenada, 366, 451. (3) Catastro del Marqués de la Ensenada, 366, 490. (4) A c e v e d o : Vocabulario..., p . 1. (5) C. D ía z C a s t a ñ ó n : El bable..., p. 287. (6) C o n d e S á e z : El habla..., págs. 258 y ss. (7) C o n d e S á e z , ib id . (8) C o n d e S á e z , ibid. .-<■ (9) Lamano Beneite: El dialecto..., p . 175. (10) F r a g o G a r c ía : Toponimia..., p . 19. (11) M o r a l e jo L a s o : «Sobre grafía...», p. 26. (12) G r ie r a : «Nombres...», p. 13, t. XXIX. (13) A m ig ó : Toponimia..., p . 26. TOPONIMIA DE LAS ABEYAS ENTRE LOS PUEBLOS DE LENA 6 2 1 jantes. En la misma zona catalana, Amenos precisa que nombres de lugar como Piera tuvieron su origen en apis, ‘abeja’, y quieren decir «país d’abelles», pues sus habitantes se dedicaban a la explo­ tación de la cera y de la miel (14), lo mismo que otros casos como Hostalets de Pierola, diminutivo de Piera (15), ‘zona de abejas’, co­ mo se dijo. Moreu Rey añade otros muchos a este campo: Abellá, Abellarets, y semejantes (16). En otras zonas, las abejas motivaron otros nombres que sólo cambian su aspecto fónico; el origen es el mismo. En Aragón, Abe­ jar fue un colmenar, explica Frago García (17), lo mismo que Abe­ jar en Soria (18). Balaztena añade en Pamplona Abejeras (19). En Navarra, abella y abeylla es ‘abeja’; abelleyra, ‘lugar donde pro­ crean las abejas’; y, en consecuencia, surgen topónimos del tipo Abella y semejantes (20), formas parecidas a las gallegas como A Abelleira (21). Concluye J. M. González que la abeja («Apis Mellifica») fue tiem­ pos atrás un animal imprescindible en una economía familiar y ali­ mentaria todavía desconocedora del azúcar; y no sólo porque la miel suplía al azúcar, sino porque con la miel se pagaban los diez­ mos; y al mismo tiempo se proporcionaba cera para el alumbrado de la casa y de la iglesia, cuestión primera en la economía de unos siglos atrás (22). De ahí la serie de topónimos peninsulares que tie­ nen por referencia en su origen las abejas (apicula, en latín). En definitiva, la referencia de los topónimos estudiados es la misma en todos los casos: se trata de zonas montañosas más o me­ nos próximas a calizas o roquedos, en las que con frecuencia se re­ cogía miel, cera, truébanos o todo ello a un tiempo. Lo único que cambia es la fonética de cada voz toponímica. En algunos casos re­ sulta muy clara: Las Abeyas, ‘lugar de abejas’; L ’Abeyera, ‘tierra abejera’; Pena Bey era, ‘peña abejera’, y semejantes. En otros ca­ sos, las voces no son tan claras: Coma Beyón, o Coma Beyún se­ gún otros hablantes, lugar sobre un picacho apuntado, o Tar Abe- chal, posiblemente con la preposición trans, reducida primero a tra- (como en tramontana), y metatizada luego en Tar por simple fonía contextual en el uso hablado toponímico.

(14) Amenós: Etimologías..., p . 28. (15) Amenós: Op. cit., p . 29. (16) M oreu Rey: Els noms..., 66. (J.7) Frago García: Toponimia..., p . 19. (18) Santano: Diccionario..., p . 275. (19) Balaztena: Toponimia..., p . 59. (20) G r a c e A l v a r e z : Topónimos..., p . 43. (21) C o m is ió n : Toponimia..., p . 58. (22) J. M. González: Toponimia..., págs. 355 y ss. 6 2 2 JULIO CONCEPCION SUAREZ

ARNÓN, ARNOS Y ARNIECHA

Otra serie de nombres de lugar (ciertamente, no muy abundan­ te en Lena) designan la miel y las abejas con palabras un poco me­ nos claras que las ya vistas más arriba: Amiecha. Bendueños: Finca de pradera, en parte rodeada de monte y hayedo, bajo Paradiecha, en el valle de Alceo y Bendue­ ños; oeste de La Penasca Xuviles. Amiecha. Teyeo: Pradera sobre el Río Tuíza, bajo El Cocheu Armá. Amón. Piñera: Conjunto de casas y cuadras (hoy despoblado) en la loma que divide las tierras de Piñera y La Cortina. Vivieron hasta los años ochenta. Amos. Teyeo: Altozano junto al pueblo. Chinu los Amos. Teyeo: Pequeño rellano junto al anterior. En el habla lenense, todavía sigue relativamente arraigada la voz ama para designar la ‘corteza del abedul o de cualquier otro árbol, sobre todo el roble y el rebuchu’; con esa corteza, adecuada­ mente separada del tronco y una vez seca, se hacían los truébanos para las colmenas. Pero es fuera de la zona lenense donde todavía hoy se practica la costumbre como antaño. En la zona de Pesoz, Grandas de Sali­ me o Taramundi, los amos son cortezas del árbol que llaman allí sufreira o alcornoque; con estas cortezas, debidamente sacadas del tronco, construyen truébanos, trobo y calduyas o tapas de las col­ menas; para ello, se hace un corte en redondo sobre la corteza del tronco, más o menos grueso, a un metro de longitud; una vez sepa­ rada la corteza, se extiende con cuidado hasta conseguir una lámi­ na lisa; luego se va cortando a la medida deseada de los truébanos y las calduyas; con ellos se hacen las colmenas para los cortinos de estas zonas, particularmente meleras. Algo semejante se haría entonces en estas zonas lenenses, pues en los vecinos pueblos alie- ranos los amos también son las ‘colmenas’; en singular, simplemen­ te el emú; lo que puede variar es el tronco de donde proceda la cor­ teza; así señala Manuel Menéndez que en el cuarto de los valles occidental esas cortezas se sacan del reboso (23). Por otra parte, esa corteza de los árboles tenía más funciones que la de truébanos en colmenas. Así, R.-Castellano recoge tam­ bién ama en zona occidental como «recipiente de corteza de árbol en el que se hace la colada» (24). En Teverga, García Arias señala

(23) M . M e n é n d e z : El cuarto..., p . 39. (24) R o d r íg u e z -C a s t e l l a n o : Contribución..., p . 166. TOPONIMIA DE LAS ABEYAS ENTRE LOS PUEBLOS DE LENA 6 2 3 también que el arna es «tina de madera donde se metía la ropa para hacer la colada», colocándola sobre el abogadeiru (25). En Pra- via se usa la expresión «tar comu’n arna», con el sentido de ‘estar muy delgado’, es decir, como la corteza de un árbol (26). Finalmen­ te, en Colunga amia también es ‘corteza de árbol’ (27). Y en Anea­ res, J. R. Fernández recoge ama como cualquier clase de corteza de árbol, y desarmar, ‘descortezar el árbol’ (28). Ya en Oseja de Sajambre, el amo se aplica al ‘molde para hacer queso’, y es de corteza de salguero (29), quedando la voz arnietsa como «aro he­ cho generalmente de corteza de tsamera, que se utilizaba para ha­ cer la colada» (30), algo semejante a lo que ocurre en Cabrales, don­ de los arnios son ‘los aros de madera para dar forma al queso’. Fuera de estas zonas asturianas, o de antigua marca asturia­ na, ocurre algo semejante. En Huesca, arna es ‘colmena’ y arnal ‘colmenar’ (31). En Aragón, arna, ‘vaso de colmena’ (32), y arnal, ‘colmenar’ (33) también. Finalmente, Hubschmid observa que se trata de una voz no-indoeuropea común a varias lenguas penin­ sulares, referida a la ‘corteza del roble o de otros árboles’, y do­ cumentada en las Glosas como arna, ‘vas apium ’ (34), es de­ cir, ‘vaso de las abejas, colmena’. Finalmente, en la misma lengua española, arna es también ‘vaso de colmena’ (35). Ya entre los nombres de lugar, en Cangas del Narcea existe L ’Arna, que es un monte roquizo y pendiente; en Columga, A m a ­ da y Arniella (36); en Galicia, Am ela (37), a partir del gallego ar­ na, ‘corteza de árbol’. No obstante, se entra ya en el impreciso cam­ po de las homonimias toponímicas; efectivamente, topónimos con formas semejantes pueden tener sentidos originales bien distin­ tos. Así, Merino Urrutia señala algunos topónimos riojanos y bur- galeses compuestos de arna, como Lanzarna, Utarna, Arnalu- ja, Arnabuja (38), a los que no da explicación concreta. Alarcos

(25) García Arias: El habla..., p . 199. (26) García Valdés: El habla..., p . 167. (27) Vigón: Vocabulario..., p. 63. (28) J. R. Fernández: El habla..., p . 210. (29) Fernández y González: El habla..., p . 196. (30) F e r n á n d e z y G o n z á l e z , ib id . (31) Ballarín: Vocabulario..., p . 141. (32) Baraibar: Vocabulario..., p . 39. (33) Borao: Diccionario..., p . 166. (34) Hubschmid: «Lenguas no-indoeuropeas», págs. 162 y ss. (35) D.R.A.E., v. arna. (36) Vigón: Vocabulario..., p . 491. (37) Comisión: Toponimia..., p . 28. (38) Merino Urrutia: La lengua vasca..., p . 39. 6 2 4 JULIO CONCEPCION SUAREZ

Llorach cita en zona riojana también Amedo, Armadillo, documen­ tados Ameto en 1049, pero que parece interpretar a partir de are­ na (39), por ello, lejos del sentido hasta ahora señalado. Diogo Correia señala también los portugeses Arneiro, Arneirós, Arnei- ráo como ‘terreno arenoso’ (40). Grace Alvarez interpreta, en cam­ bio, los castellanos A m o y Amedo como procedentes de un ger­ mánico arn, ‘águila’ (41), todavía más distante. Y aún Rivas Quintas cree que los gallegos A m a y semejantes tienen en su ori­ gen una base hidronímica de raíz preindoeuropea, del tipo *ar-n- ‘agua’ (42), con lo que deja en evidencia la necesidad de no gene­ ralizar los sentidos toponímicos sin comprobar en cada lugar la morfología del suelo, cultura regional y otros datos locales que identifiquen los topónimos concretos. Respecto a los lugares aquí descritos, el sentido referencial también parece claro, como en los que aludían a las abeyas. Otra cuestión será el origen primero de esas voces en torno al ama. Se­ ñala Corominas que el aragonés ama,‘colmena’, es palabra común a otros dialectos españoles, como el catalán, y románicos como el italiano amia; pero de origen incierto, por lo que se supone pre­ rromano (43). Recoge el mismo autor el corso ama, con la misma forma que el asturiano, y con el sentido de ‘corteza’ también; pa­ ra Corominas se trataría de un posible indoeuropeo hispano del tipo *aro-s, ‘ruedo’, de donde se pasaría a *aro-ná, ‘corteza cilindrica’, y de ahí a ama, amia, con esa frecuente /i/ secunda­ ria en asturiano; resultarían de este modo los citados asturiano desamiar, ‘descortezar el árbol’, y aragonés arnal, arriero, ‘colme­ n ar’; arnera, ‘colmena’ (44). En conclusión, los topónimos aquí estudiados están referidos a dos dostumbres en torno a las abeyas: de un lado, los montes de arbolado que por su calidad producían troncos adecuados pa­ ra fabricar truébanos (caso de Arniecha ); del otro, lugares propios para colocar los truébanos hechos con los amos (caso de Arnón, Chinu los Arnos). Su función entre los antepasados de estas mon­ tañas era la misma: recoger la miel, la cera y las mismas abeyas, en el mejor de los casos. La prueba está en que Arnón, hoy despo­ blado, sigue conservando la cría de abejas con los últimos trué­ banos en los corredores de las casas vacías.

(39) A l a r c o s L l o r a c h : «Apuntaciones...», p. 479. (40) Diogo Carreia: Toponimia..., p . 20. (41) Grace Alvarez: Topónimos..., p . 107. (42) Rivas Quintas: Toponimia..., p . 108. (43) Corominas: Diccionario..., I, págs. 339 y ss. (44) C o r o m in a s , ib id . TOPONIMIA DE LAS ABEYAS ENTRE LOS PUEBLOS DE LENA 6 2 5

TRUEBANO Y TRUBIECU

Un tercer grupo de nombres de lugar con referencia a la indus­ tria de las abeyas se apoya en los truébanos. Y, como en el caso del ama y los amos, la voz no está muy clara en sus orígenes, aun­ que sí en el sentido. No abundan los topónimos, pero bastan los que hay: Truébano. Bendueños: Lugar del poblado. El Truébanu. Arnón: Fuente en el caserío. El Truíbanu. Bendueños: Finca bajo Bendueños. Trubiecu. Los Pontones: Finca abundante en lamas. En el habla lenense, el truíbanu es ‘la colmena’ (45), lo mismo que truébano en el occidente asturiano: ‘colmena hecha con un tronco hueco’ (46); Rato lo define con una función paralela: «El ca­ nasto en que los pasiegos llevan a la espalda los niños de pecho» (47). De modo que la evolución parece evidente: primero sería un simple ‘tronco hueco’, para varios usos, que luego se fue concre­ tando en el de ‘colmena’, sobre todo. Efectivamente, García Rey señala en El Bierzo ambos senti­ dos para la voz truébano: de un lado, «vaso formado por un grue­ so tronco hueco de árbol, que lleva en su parte inferior una tram­ pilla por donde sale lo que contiene, y se usa en elgunos lugares de las montañas bercianas»... «para guardar el grano, la sal y otros productos»; de otro lado, ‘colmena’ (48); y, en la zona leonesa en general, coexisten los dos sentidos de ‘tronco hueco’ y ‘vasija’ (49). Con usos para la miel y las abeyas, explica J. M. González que los truébanos se hacen con un tronco hueco de castaño, se cierran con una tabla por un lado extremo y, verticalmente, se tapan por arriba con dos tejas; se colocan alineados con la puerta de entra­ da hacia el sol (50). No obstante, como se dijo más arriba, el origen de la palabra se esfuma en el tiempo. Constantino García supone una evolución fónica y analógica a un tiempo; para este autor, se trataría del la­ tín tübülus, con el sentido de «canalis, fístula per quam aqua, aut fumus, aut calor exigue permeat» (51); Constantino García se

(45) Neira M artínez: El habla..., p . 154. (46) Rodríguez-Castellano: Contribución..., p . 290. (47) Rato: Diccionario..., p . 239. (48) García Rey: Vocabulario..., p . 153. (49) Rubio: Vocabulario..., p . 318. (50) J. M. G o n z á le z : Toponimia... págs. 356 y ss. (51) C o n s t a n t in o G a r c ía : «Trobo, truébano...», p. 378. 6 2 6 JULIO CONCEPCION SUAREZ apoya en un dato ofrecido por J. M. González, según el cual para sacar agua en terreno llano se planta en el suelo un tronco hueco de colmena o truébano, de modo que por él vaya surgiendo el agua a la superficie; de ahí concluye que la colmena también se emplea como ‘tubo’ (52). Según esto, se trataría de una identificación de truébano con ‘canalis’ y ‘fístula’, a partir de tubo (tübülus), co­ mo ‘tronco para hacer la colmena’. De modo que para este autor a partir de tübülus habría una evolución clara en lo fonético y en lo semántico a un tiempo: el grupo secundario -b’l- resulta­ ría por rotacismo -br-; una vez metatizado, se convertiría en -rb-, lo mismo que otros casos gallegos como stabulu 7 estra­ bo, buitre > bruite y semejantes; de esta forma, resultarían las vo­ ces asociadas por Constantino con la misma base ( trobo, truéba­ no, trubieco ) (53). Pero en definitiva, el proceso parece complicarse con esa dip­ tongación anómala de una /ü/ en /ue/, que, a su vez, habría que ejemplificar en la zona. Con todo, el sentido de ‘hueco’ es común a todas estas voces. En cambio, Corominas al citar el leonés truébano, ‘colmena’, se remonta a una base prerromana. Al hablar del castellano troi, ‘especie de granero’, se remonta con reservas a un posible góti­ co *thraúhs, con el sentido de ‘arca’, en escandinavo antiguo thró, alemán antiguo thuha, ‘arca, armario’; anglosajón thrúh, ‘ar­ ca, caja’ (54); rético y lombardo-alpino truves, ‘granero, cabaña del pastor quesero’; Corominas cita para estas lenguas la forma antigua documentada torbace (766), también con el sentido de ‘gra­ nero’, reducida en otras del tipo torba, tórbora. Por todo ello, es­ te autor se inclina a pensar en una voz indoeuropea afín al britó- nico antiguo treb, ‘vivienda’; y al lituano trobá, ‘edificio’, siguien­ do también a Meyer-Lübke entre otros (55). En el caso concreto del asturiano truébano, afirma Corominas que sí podría haber relación con el étimo de este campo léxico; de modo que truébano, ‘colmena y cuna’, lo mismo que trobo y tru- biecu, tribieco y semejantes, con funciones toponímicas también, se remontarían a la citada base indoeuropea documentada en las lenguas citadas (56).

(52) C o n s t a n t in o G a r c ía , ibid. (53) C o n s t a n t in o G a r c ía , ibid. (54) C o r o m in a s : Diccionario..., V, págs. 653 y ss. (55) C o r o m in a s : Diccionario..., V, p. 654. (56) C o r o m in a s , ibid. TOPONIMIA DE LAS ABEYAS ENTRE LOS PUEBLOS DE LENA 6 2 7

Más difícil sería, sin duda, asociar truébano a otras formas del tipo *throp, citada por el mismo Corominas para el fráncico con el sentido de ‘asamblea’, y que dejó derivados en bajo alemán an­ tiguo y escandinavo como thorp, ‘pueblo’, ‘aldea’, ‘reunión de la gente de un pueblo, multitud’; en francés troupe, ‘banda de anima­ les o de gente’, lo mismo que troupeauK, en francés antiguo tropel, ‘rebaño’, y trop; o en español tropa, asturiano atropar, ‘juntar, ’amontonar’; aragonés tropilla, ‘manada de cabezas de ganado ma­ yor’; tropero, ‘conductor de una tropa de carretas de ganado’ (57). Concluyendo este punto, aunque por el sentido la base germá­ nica de los francos *throp, ‘asamblea’, hubiera podido derivar en lo que de ‘multitud, rebaño, montón, manada’, pudiera tener el truébano asturiano, tampoco parece claro en lo fonético, pues otras voces del tipo cuévano (lat. cophinu) tienen ya una /o/ breve, y evolución normal, por tanto. Finalmente, José Manuel González deriva del latín torus, ‘hinchazón, protuberancia, bulto’, topónimos asturianos del tipo Truóbano, Trobanones, Truébano (58). Para este autor, las voces asturianas trobo, truebu, truébanu, trubieu, trubiecu pueden te­ ner el mismo origen a partir del latín torus, que dejó en caste­ llano tuero, ‘leño, tronco’; y la misma base ya había creado en la­ tín el diminutivo torulus, con el sentido de ‘parte inmediata al tuétano de la madera’ (59). El paso de la voz truébano a los usos toponímicos asturianos que cita, lo explica J. M. González de la siguiente manera: «cuan­ do el nacimiento de una fuente se hallaba en un sitio horizontal de modo que el agua, por falta de desnivel, se derramaba en tor­ no al punto por donde brotaba, con objeto de aislar el agua na­ ciente de la de su contorno, era costumbre hincar en el suelo un tronco hueco de colmena o truébano de tal forma que el agua bro­ tase en el interior del mismo» (60). De ahí los topónimos corres­ pondientes. Esta base supuesta por J. M. González explica la diptongación, al tratarse de /o/ tónica breve, aunque no aclara el autor los pa­ sos consonánticos (metátesis, antihiáticas...) en cada una de las vo­ ces asturianas.

(57) C o r o m in a s : Op. cit., p . 662. (58) J. M. G o n z á le z : Toponimia..., págs. 177 y ss. (59) J. M. G o n z á l e z , ibid. (60) J. M. G o n z á l e z , ibid. 6 2 8 JULIO CONCEPCION SUAREZ

Ya en las referencias concretas de los topónimos lenenses cita­ dos, puede pensarse, en principio, en esa motivación inmediata del truébano como artificio para recoger el agua del suelo en lu­ gares pantanosos y lamas; es el caso del Trubiecu en Los Ponto­ nes (un lamedal, chamarguizo); o el mismo Truébano del poblado de Amón (una fuente). Ahora bien, como queda recogido más arri­ ba, los truébanos se asocian a las abejas en la zona primero que al agua y a las fuentes, aunque en ocasiones el mismo truébanu pudiera servir de artificio adecuado para captar las siempre in­ controlables aguas de un lodazal, de una chamarga. En fin, las voces truébano , truíbanu, trubiecu en usos toponí­ micos lenenses hacen pensar (al otear el terreno) en determinadas zonas estratégicamente adecuadas para la captura, recría, locali­ zación, seguimiento o alimentación de abeyas, bien colocando allí mismo los truébanos ; bien seleccionando los troncos y la madera pertinente en los lugares donde se dieran mejor y resultara más fácil su preparación para la captura. Más aún, en los pueblos ci­ tados de Bendueños y Arnón, los dos en altozanos divisorios de vaguadas distintas, la costumbre se mantiene hasta hoy.

BIBLIOGRAFIA CITADA

1.—A c e v e d o y K u e l v e s , B., y F e r n a n d e z , F . M.: Vocabulario del bable de oc­ cidente. Madrid, 1932. 2.—A l a r c o s L l o r a c h , E.: «Apuntaciones sobre toponimia riojana». Rev. Ber- ceo, t. V, núm. 16 (págs 476-492). Logroño, 1950. 3.—A l v a r e z , Grace: Topónimos en apellidos hispánicos. Estudios de Hispano- filia. Nueva York, 1968. 4.—A m e n ó s R o c a , A.: Etimología deis pobles de la comarca d’Igualada. Igua­ lada, 1957. 5.—A m ig ó i A n g l é s , R .: Toponimia de Vila-Seca de Solcina i del seu terme mu­ nicipal. Ed. Monografíes de Vila-Seca-Salou. Tarragona. 6.—B a l a z t e n a , I.: «Toponimia del término de Pamplona».Actas de la Prime­ ra Reunión de Toponimia Pirenaica (págs. 59-63). Zaragoza, 1949. 7.—B a l l a r ín C o r n e l , A.: «Vocabulario de Benasque». A. F. A., XVI-XVII (págs. 127-211). Zaragoza, 1965-1966. 8 .— B a r á ib a r y Z u m á r r a g a , F.: Vocabulario de palabras usadas en Alava. Ma­ drid, 1903. 9.—B o r a o , Jerónimo: Diccionario de voces aragonesas. Zaragoza, 1908. 10.—Catastro del Marqués de la Ensenada. Libro 366. Archivo General de Si­ mancas. TOPONIMIA DE LAS ABEYAS ENTRE LOS PUEBLOS DE LENA 6 2 9

11.—Comisión de Toponimia da Xunta de Galicia. Santiago de Compostela, 1980. 12.—C o n d e S a iz , M.a V.: El habla de Sobrescobio. Mieres del Camino, 1978. 13.—C o r o m in a s , J., y P a s c u a l , J. A.: Diccionario crítico etimológico castella­ no e hispánico. Gredos. Madrid, 1980. 14.—D ía z C a s t a ñ ó n , C .: El bable del Cabo Peñas. IDEA. Oviedo, 1966. 15.—D io g o C o r r e ia , J: Toponimia do concelho de Cascáis. Cascais, 1964. 16.—F e r n á n d e z y G o n z á l e z , A. R.: El habla y la cultura popular de Oseja de Sajambre. IDEA. Oviedo, 1959. f 17.—F e r n á n d e z G o n z á l e z , J. R.: El habla de Aneares (León). Universidad de Oviedo, 1981. 18.—F r a g o G a r c ía , J.: Toponimia del Campo de Borja. Estudio lexicográfico. Zaragoza, 1980. 19.—G a r c ía A r i a s , J. L.: El habla de Teberga. Sincronía y diacronía. A . O. XXIV. Oviedo, 1974. 20.—G a r c ía , Constantino: «Trobo, Truébano y Trubiecu,». A. O. XII. Oviedo, 1962. 21.—G a r c ía R e y , V.: Vocabulario del Bierzo. León, 1979. 22.—G a r c ía V a l d é s , C. C.: El habla de de Pravia. Mieres del Cami­ no, 1979. 23.—G o n z á l e z , J. M.: Toponimia de una parroquia asturiana. IDEA. Oviedo, 1959. 24.—G r ie r a , A.: «Nombres de santo y de lugar de la diócesis de Gerona». B. D. E. XXIX. 1948-1949. 2 5 .^ -H u b s c h m id , Johannes: «Lenguas no-indoeuropeas: testimonios románi­ cos», en E. L.H .; t. I. C.S.I.C. Madrid, 1960. 26.—L a m a n o B e n e it e , J. de: El dialecto vulgar salmantino. Salamanca, 1915. 27.—M enéndez García, M.:El Cuarto de los Valles, t. II. IDEA. Oviedo, 1965. 28.—M e r in o U r r u t ia , J. J. B.:La lengua vasca en La Rioja y Burgos. Logro­ ño, 1978. 29.—M oralejo L a s o , A .: «Sobre grafía y pronunciación de los topónimos ga­ llegos». Rev. Verba, núm. 3 (págs, 11-34). Santiago de Compostela, 1976. 30.—M o r e u R e y , E.: Els noms de lloc. Barcelona, 1965. 31.— N e ir a M a r t ín e z , J.: El habla de Lena. IDEA. Oviedo, 1955. 32.—R a t o y H e v ia , A. de: Diccionario bable. Madrid, 1891 (reedición de Ramón de Rato). Planeta, 1979. 3 3 .— R e a l A c a d e m ia E s p a ñ o l a : Diccionario de la Lengua Española. 19 edición. Madrid, 1970. 34.—R iv a s Q u i n t a s , E.: Toponimia de Marín. Rev. Verba, anexo 18. Universi­ dad de Santiago de Compostela, 1982. 35.— R o d r íg u e z -C a s t e l l a n o , L.: Contribución al vocabulario del bable occi­ dental. IDEA. Oviedo, 1957. 36.— R u b io A l v a r e z , F.: «Vocabulario dialectal del Valle Gordo». León. R.D.T.P., t. XVIII (págs. 264-320). Madrid, 1961. 37.—S a n t o s y L e ó n , D.: Diccionario de gentilicios y topónimos. Paraninfo. Ma­ drid, 1981. 38.—V ig ó n , Braulio: Vocabulario dialectológico del concejo de Colunga. R.F.E. Anejo LXIII. Madrid, 1955. EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA)

M a r g a r it a F e r n a n d e z M ier

EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA (ENTRAGU)*

El archivo del conde de Agüera está constituido por un total de 20 legajos de documentación, todos ellos numerados y de los cuales falta el número 19. Con el presente trabajo se trata de dar a conocer los fondos que posee dicha casa, cuestión por otro lado no excesivamente difícil, ya que se encuentran en perfecto esta­ do de conservación y todos ellos ordenados, poseyendo la mayo­ ría de los documentos un pequeño resumen indicativo de su con­ tenido. Es posible que esta labor fuese realizada por C. M. Vigil, ya que existe una carta referente a cierta consulta, al pie de la cual se lee: «como paleógrafo C. Miguel Vigil» junto con su firma, no correspondiéndose su letra con la que figura en la carta. Es claro, pues, que en esta tarea de ordenación, lectura y resumen de toda la documentación, pueden observarse dos manos: por un lado to­ dos los resúmenes de los documentos están elaborados por la mis­ ma mano, mientras que el registro asignado a cada documento está escrito por otra mano diferente; por tanto parece que el trabajo desarrollado en este archivo no se debe a una persona sola, sino que fue una labor conjunta. A continuación se exponen todos los fondos contenidos en di­ cho archivo tal y como fueron organizados por legajos, encontrán­ dose dentro de éstos los temas clasificados por letras, y dentro de cada letra, los documentos están numerados consecutivamente. Se ha respetado, por tanto, la labor que ya había sido realizada, limitándonos a exponerlo de forma conjunta y en algunos casos más resumida, como ocurre con los legajos 16, 17, 18 y 20, en los * Este trabajo forma parte de un proyecto más amplio de investigación (bajo la dirección de F. J. Fernández Conde), subvencionado por la Dirección General Cien­ tífica y Técnica, dentro del programa sectorial de Promoción General del Conoci­ miento 907/87. 6 3 2 MARGARITA FERNANDEZ MIER cuales todos los documentos de compra y arrendamiento tienen un extracto de su contenido, pero que han sido omitidos debido a la cantidad de documentos que componen estos legajos, ocupán­ donos, por tanto, en indicar el lugar donde se efectúan las com­ pras o arrendamientos, así como los números de los documentos que se corresponden con ese lugar.

LEGAJO 1

A...GENEALOGIA B...VINCULACIONES C...TESTAMENTOS Y CODICILOS

A...GENEALOGIA

1—Para instrucción de los sucesos de la casa de Entrago en el concejo de Teberga se ha formado el árbol genealógico explican­ do sus progéneos y enlaces, con presencia de los documentos que se hallaron en la casa 29 de septiembre de 1874. En esta época se hallan reunidos en la familia de don Nicolás Cañedo, conde de Agüera, la familia de Diez de San Martín de Ondes, del concejo de Grado; la de Ponce de Berrueño, en el de Teverga, y la de Váz­ quez Miranda, del mismo.

Genealogía (1)

Alvaro Diez 1 Sancho de Miranda 2 6

Mayor Suárez Leonor de las Alas

3 Rodrigo Ponce 7 de Miranda

María Diez

Rodrigo Ponce de Alvaro Ponce 4 Martin Ponce de 8 Miranda, cura de Miranda y Diez Lucrecia Argüelles No dejaron sucesión Catalina González C.ipnfiiptms

(1) Los árboles genealógicos que figuran en los documentos Al y A2 se repro­ EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 633

5 Rodrigo Ponce 9

Teresa Magdalena Queipo y Riego

10 Fabián Miranda Flórez

Francisca Anto­ nia Ponce

11 Diego Miranda Ponce

Gregoria Sierra

12 Francisco Miran­ da y Sierra

Teresa Queipo

13 Nicolás Cañedo

Ramona Miranda Queipo

14 J. Ramón de Cañe­ do y Miranda

Josefa Lamas Me- néndez

Velentín de Cañe­ do Lamas ducen tal y como constan en el archivo. A partir de estas noticias y las suministra­ das por la explicación que acompaña al Al, junto con las noticias que Juan Uría Ríu (J. Uría Ríu, «Rasgo histérico-genealógico de la casa de Valdecarzana (siglos XIV y XV)», en Estudios sobre la Baja Edad Media, Oviedo, 1979) y Margarita Cuar­ tas Rivero (M. Cuartas R i v e r o , Oviedo y el Principado de Asturias a fines de la Edad Media, Oviedo, 1983) dan acerca de los Valdecarzana y Miranda, podía con­ 6 3 4 MARGARITA FERNANDEZ MIER

2—«Amigo, remito a vos a espaldas de este papel las noticias que he podido hallar de su casa de vos, las quales son muy cortas y no tocan más que a D. Juan de Miranda Miño de Castro, y el Mar­ tín Vázquez de Quirós Sr. de la Casa de Miranda que ba por tronco no puede ser visabuelo de vos, siéndolo sexto de D. Juan que tiene mas hedad y así abrá ávido otro después del mismo nombre. Tan- vién he hallado otra noticia más antigua que Albar Diez de Miran­ da casó con Da. Leonor de Mendoza, hermana de D. Lope Mendo­ za, Argovispo de Santiago en tiempo de D. Juan el segundo para la pretensión que tenemos de que D. Juan de Miranda sepa quan deudo es de vos, y quan vien le está el serlo que vos escriba a las Asturias ynviando este papel para (...) y que desde más antiguo se pueda tomar deduzcan su linea de vos de los señores de Miranda hasta vos, y la de Valdecarzana hasta el como Sr. que soi de ella y si se pueden poner casamientos, entierros y años en que fallecie­ ron será mejor, pues allá no pueden conozer de noticia de su pro­ pia casa y más siendo de las de primera clase y aviendoselo ynvia- do a vos razón de todo me la remitan para que yo hordene el papel en la forma y méthodo combeniente siguiendo el estilo de el autor más clásico que habla en esta materia como vos vien sabe y que se deja en el tintero la Casa de Miranda, siendo tan ilustres, tanto a mi parezer por no haber titulado entonzes, como por no haber tenido amistad ni comunicación con ninguno de ella, esto siento en esta m ateria y de lo que resultare me avisará vos (...) y en lo demás me remito a la carta que ba con este = Tanvién me pareze será bueno bengan especificados los patronatos de la Casa de Mi­ randa pues lo de quatro Iglesias Coellegales no le tiene Sr, en Es­ paña fue raro (...) Marqués de Valdecarzana.»

» feccionarse el siguiente cuadro genealógico en el cual puede construirse la sucesión de los hijos de Martín Vázquez de Quirós, nieto que fue del primer señor de Valde­ carzana, Gonzalo Bemaldo de Quirós. Para poder llevar a cabo la organización de este árbol se han utilizado también los testamentos de esta familia, así como las notas de genealogía que Ciríaco M. Vigil proporciona en su obra (C. M ig u e l V ig il , Asturias monumental, epigráfica y diplomática, 2 vols., Oviedo, 1987, págs. 558-559). Uniendo todos estos datos vemos cómo se enlazan la familia de los Diez de S. Mar­ tín de Ondes, los Ponce de Miranda que descienden de Diego Fernández de Miran­ da, y los Miranda descendientes de Rodrigo de Quirós; posteriormente se unirá la familia Cañedo. De esta manera se logra establecer la línea evolutiva de aquellos que fueron señores de la casa de Entrago, cuyos nombres aparecen en negrita. GONZALO BERNALDO DE 0UIR0S+137S 1 SR. DE VALOECARZANA DIEGO FERNANDEZ DE MIRANDA-I-14S5 L O P E G O N Z A L E Z OE OUI ROS LEONOR PONCE OE LEON JUANA GONZALEZ I______HIJA MARTIN VAZOUEZ DE OUIROS HIJO INES DEMIRANDA

DIEGO FERNANDEZ DE MIRANDA r o o rig io I oumos LEONOR DE ARCRGÜEL L ES

LOPE FERNANDEZ DE MIRANDA MARTIN VAZQUEZ DE QUIROST1537 PEDRO LEAL DE MIRANDA MARIA MENENDEZ CASILDA DE CURENOES

HIJA DE LOPE CASÚ CON MAROUESADE MIRANDAT1531 FABIAN DE MIRANOA+1599 J U A N OE MI RANDA GUTIERRE GONZALEZCIENFUEGOS RODRIGO FLOREZ LUCRECIA ARGUELLES INESOEVERGARA

LUCRECIA DE MIRANDA DIEGO OE MIRANOA + 1599 LUISOE VERGARA ALVARO DIEZ SANCHO DE MIRANDA MENCIA DEVALDES ANTONIADECABRERO HAYORSUAREZ LEONORDELASALAS

DIEGO DEMIRANDA HIJA R O D R I G O P O N C E DE M I R A N D A HIJO M A RI A DI E Z DIEGO DE ARGUELLES T 1 G 7 1 JUAN OE MIRANDA CATALINA DEMIRANDA BRIANOA MIÑO DE CASTRO

I .. - T 1171 DIEGODE «IRANIAARGUELLES LUCRECIA DE MIRANDA + 1706 RODRIGO PONCE ALVARO PONCE MARTIN PONCE DE MIRANDA Y DIEZ JUAN DE VELASCO 4 -1 GE9 LUCRECIA ARGUELLES CATALINA FERNANOEZCIENFUEGOS MARIANA FLOREZ DE MIRANDA

I JUAN DE MIRANDA MIÑO DE CASTRO RODRIGO PONCE HERMANA FABIAN DE MIRANDA FLOREZ T 1751 AGUEDA PORTOCARRERO TERESA OUEIPO Y RIESGO FRANCISCA ANTONIA PONCE

DIEGO MIRANDA PONCE BRIANOA DE MIRANDA G R E G O R I A S E R R A

T I 100 FRANCISCO MIRANDA SIERRA HIJA TERESA OUEIPO

NICOLAS CAÑEDO RAMONA MIRANDA OUEIPO

JOSE RAMON CAÑEDO MIRANDA JOSEFA LAMAS MENENDEZ

VALENTIN DE CAÑEOO LAMAS EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 6 35

D. Juan de Miran, po­ D. Juan de Miranda Mi­ D.a Brianda de Miran­ seedor de dicho mayo­ ño de Castrocaballero, da, condesa de Zedillo, razgo, casó con D.a Brian- de la Orden de Santia­ Casó con D. Gabriel de da Miño de Castro, hija go y poseedor del dicho San Condezedillo de Luis Miño, merino mayorazgo, casó con D.a mayor de Valladolid Agueda Portocarrero 8

6 7

Luis de Miranda, posee­ Luis de Miranda fundó dor de dicho mayorazgo, 5 mayorazgo que oi gozan 4 casó con D.a Antonia de sus descendientes, casó Cabrero con D.a Inés de Vergara

Pedro Leal de Miranda casó con D.a Casilda de 3 Curendes

Rodrigo de Quirós y Mi­ randa casó con Leonor 2 Argüelles

Martín Vázquez de Qui­ rós, señor de la casa de 1 Miranda

B...VINCULACIONES

1—Mayorazgo que fundó D. Diego de Argüelles Miranda en favor de D. Diego de Argüelles Miranda su primer hijo y otros lla­ mados igual. 2—Mayorazgo que fundó D. Diego de Argüelles Miranda en favor de D. Diego de Argüelles Miranda su primer hijo y otros lla­ mados igual. 3—Copia de uno de los vínculos de la casa Miranda de Entra- go. Testamento de D. Diego de Miranda Argüelles. Entrago 1776. 4—Donación de D. Agustín de Miranda Argüelles a favor de D. Martín Arias de Miranda y manda agregada al vínculo. 1700. 5—Suplicatorio de Alonso del Río juez de Baldesantibáñez pa­ ra que el juez de la villa de Cangas de Tineo mande a Miguel Ro­ dríguez de escribano real y del número de dicha villa en- 6 3 6 MARGARITA FERNANDEZ MIER tregar la escritura de fundación del vínculo que fundaron Fabián de Miranda y D.a Lucrecia de Argüelles; ante Pedro Arias, escri­ bano de Teverga. 1629. 6—Donación y agregación hecha a favor del capitán D. Diego de Miranda Argüelles por su hermano D. Rodrigo cura de S. Mi­ guel de Lena, del título de regimiento perpetuo del concejo de So- miedo, con más el prado regadío de la Vega de dar 20 carros de yerba, cerrado sobre sí y todos los más bienes raíces que le tocan por herencia y legítima de sus padres. Todo con prohibición de enajenamiento y agregación al vínculo de la casa y con la carga de una misa de aniversaria el día de la Magdalena en la hermita de este nombre agregada a otras seis que ya se cumplían en el mis­ mo día. Suscrita en Entrago a 27 de Marzo de 1686; ante Toribio García Acuña Cienfuegos, escribano de Teberga. Acompáñalos es­ critura general. 7—Documento de fundación de vínculo dado por el rey Feli­ pe el 8 de julio de 1635 a pedimiento de D. Diego Argüelles Miranda. Documento de licencia y facultad real para hacer mayoraz­ go en uno de sus hijos y de Doña Catalina de Miranda su mujer, D. Diego de Argüelles Miranda. 1637.

C...TESTAMENTO Y CODICILOS

1—Testamento de doña Marquesa de Miranda, mujer que fue del señor Rodrigo Flórez. 1531. 2—Testamento y cláusula de él que hizo María Menéndez de Ondes, mujer de Martín Bázquez de Quirós. 1537. 3—Testamento de Pedro Menéndez^hijo legítimo de Martín Bázquez de Quirós y hermano de Fabián de Miranda de Entrago a quien dejó como su heredero. 1544. Translado autenticado ante la justicia (...) del testamento de Pedro Menéndez. 4—Duplicado. Translado autenticado ante la justicia de esta villa de Valladolid del testamento de Pedro Menéndez. 1577. 5—Testamento de Juan de Argüelles de Villar. 1548. 6—Testamento de Martino de Quirós. 1566. 7—Testamento de Bartolomé Argüelles de Villar. 1587. 8—Codicilo que hizo Bartolomé de Argüelles de Villar en fa­ vor de Diego de Argüe]les y sus hijos en que les demanda ciertos bienes. 1857. 9—Testamento de María de Quirós. 1599. EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 6 3 7

10—Testamento autenticado de María de Quirós. 1599. 11—Testamento de Fabián de Miranda y doña Lucrecia de Ar- güelles su mujer. 1599. Con copia simple de 1814. 12—Testamento de D. Diego Argüelles de Castro. 1599. 13—Testamento de Fabián de Miranda el Moro. 1599. 14—Traslado del testamento de Diego de Miranda de Entrago. 1612. 15—Minuta del testamento de doña Lucrecia de Argüelles. 1647. 16—Partida de muerte de Juan Arias a solicitud de Diego Ar­ güelles de Miranda. 1649. 17—Testamento del capitán Diego de Argüelles Arias de Mi­ randa. 1671. 18—Testamento de Diego de Argüelles de Miranda. 1641. 19—Testamento de Fabián de Miranda Argüelles, canónigo pe­ nitenciario en la St. Iglesia Catedral de Oviedo. 1687. 20—Testamento de María García, llamada la Rubia María. 1689. 21—Testamento de Diego de Miranda Argüelles. 1687. 22—Testamento de Lucrecia de Miranda. 1707. 23—Testamento de Bartolomé Argüelles Miranda. 1707. 24—Testamento de Bartolomé Argüelles. 1705. 25—Testamento de D. Martín Arias de Miranda, clérigo. 1683. 26—Testamento de Martín Arias de Miranda y Argüelles. 1700. 27—Testamento de Martín Arias de Miranda y Argüelles, clé­ rigo, presbítero y juez del tribunal de la nunciatura de España. 1700. 28—Testamento de Martín Arias de Miranda y Argüelles, pres­ bítero. Capellán de su alteza en su Real Capilla de S. Isidro. 1707. 29—Testamento de D. Martín Arias de Miranda y Argüelles. 1707. 30—Codicilo que hizo D. Martín Arias de Puertollano. Cape­ llán de su majestad en su Real Capilla de S. Isidro. 1707. 31—Testamento de D. Rodrigo de Miranda Argüelles, cura pro­ pio de la parroquia de S..Miguel de la Llera. 1729. 32—Testamento de D. Agustín de Miranda Argüelles, presbí­ tero y párroco de Entrago. 1741. 33—Testamento de D. Agustín de Miranda Argüelles, presbí­ tero de beneficio simple de S. Miguel de Campiello. 1751. 34—Codicilo añadido al testamento de D. Fabián de Miranda Argüelles, caballero profeso de la Orden de Santiago. 1751. 35.—Testamento de D. Pablo Argüelles Miranda, presbítero de Santianes de Teberga. 1761. 36—Testamento de Doña Teresa de Queipo y Llano. 1800. 6 3 8 MARGARITA FERNANDEZ MIER

37—Diversos testamentos y codicilos: 1—Testamento de Catalina González, vecina de Montecie- 11o. 1554. 2—Testamento de Diego el Viejo de Bandujo, vecino de Viesca. 1564. 3—Testamento de María de Faes. 1594. 4—Testamento de Dominga de Viella. 1599. 5—Testamento de Lope González de y su mujer Inés. 1599. 6—Testamento de Luis Alonso, vecino de Campiello. 15. 7—Testamento de Juan de Argüelles de Mendoza, vecino de Valdesantibanes. 1605. 8—Testamento de Domingo Alva de Riomayor y su mu­ jer. 1642. 9—Testamento de Inés García de Riello. 1644. 10—Testamento de María Fernández de Entrago. 1665. 11—Codicilo de D. Pedro García Cienfuegos, cura de Villa- mayor. 1677. 12—Testamento de Pedro Fernández. 1693. 13—Testamento de Diego Vélez, vecino de S. Martino. 1599. 14—Testamento de Alonso Alvarez de Sobrevilla y su mu­ jer. 1599. 15—Resulta que Alonso de Contreras, vecino de Madrid, nombró por testamentario al licenciado D. Martín Arias. 1670. 16—Testamento de Diego García de Folgueras, vecino de Entrago. 1678. 17—Testamento de Pedro Fernández, vecino de Entrago. 1683. 18—Testamento de Francisco de Otero y su mujer, vecinos de Pola de Somiedo. 1736. 38—Da noticia del testamento de D. Baltasar Argüelles Miran­ da. 1740. 39—Cláusula del testamentato con que murió D. Pedro Velas- co, vecino de Páramo, conjunto de Doña Catalina de Miranda. 1659. 40—Testamento que hizo D. Juan de Velasco, esposo de Lucre­ cia de Miranda, en el cual confiesa no haber tenido hijos y por lo cual dispuso se ha reintegrar de la dote sobre sus bienes. 1669. 41—Memorial de gastos ocasionados en los funerales de D. Juan de Velasco, vecino de Páramo, que fueron ordenados por sus tes­ tamentarios. Y otro memorial de deudas que fueron satisfechas. EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 6 3 9

42—Convenio entre doña Lucrecia de Miranda y D. Sancho Arias de Miranda, heredero de la mejora y vínculo que fundó Pe­ dro de Velasco de Páramo sobre satisfacción de la manda que le dejara su marido D. Juan de Velasco y de los gastos que la misma supliera para los funerales del mismo. 1674.

LEGAJO 2

A...MATRIMONIALES, DOTES Y CARTAS DE PAGO B...RENUNCIAS DE LEGITIMAS C...INVENTARIOS, PARTICIONES Y POSESIONES DE BIENES

A...MATRIMONIALES, DOTES Y CARTAS DE PAGO

1—Dote para Martín Bázquez de Entrago por se casar doña Marquesa de Miranda su hija con Rodrigo Flórez, ante Juan La­ ma de Villanueva. 1527. 2—Escritura m atrim onial a favor de (...) de Miranda y Catali­ na de Gradura. 1562. 3—Matrimonial de doña Mencia de Valdés y D. Diego de Mi­ randa. 1561. 4—Testamento de Favián de Miranda de Entrago y la escritu­ ra dotal que hizo a su hijo Diego de Miranda para casarse con do­ ña Mencia de Valdés. 1581. 5—Contestación a una duda planteada sobre el modo de suce­ der en la mejora de tercio y quinto. 1621. 6—Dote de Martín de Tuñón e Isabel de Argüelles. 1569. 7—a) Donación que María de Quirós, viuda de Bartolomé de Argüelles de Villar Arias, hizo a favor de Diego de Argüelles su hijo y del dicho Bartolomé de Argüelles. ;■ . • . ;' b) Carta de pago de Bartolomé de Arguelles. 1591. 8—a) Escritura matrimonial para.casarse DiégoJ&e Miranda de Entrago con María Argüelles de Miranda,, hija 4eJUa1* Castro y María Fuertes. 1609. 1 b) Carta de pago de María Füertes dé Villar para Diego de Argüelles Miranda de Entrago de lo que le pagó por Diego de Miranda de Entrago. 1634. 9—a) Carta de pago de cincuenta ducados que pagó Diego de Argüelles a Diego Menéndez de Acellana que dejó Diego de Mi­ randa de Entrago. 1623. b) Carta de pago de Diego Arias para Diego de Argüelles. 1 6 3 6 . 6 4 0 MARGARITA FERNANDEZ MIER

c) Carta de pago en favor de Diego de Argüelles. 1628. d) Carta de pago de María Fuertes y de Juan de Argüe­ lles de Villar. 1628. 10—a) Pago de dote de (...) de Campiello y cartas de pago de él para Diego de Argüelles Miranda. 1629. b) Lo que Diego de Argüelles dió a su mujer Isabel de Mi­ randa de Campiello. 1630. 11—a) Conocimiento de (...) de Campiello de cincuenta y cua­ tro ducados que le dió Diego de Argüelles Miranda. 1634. b) Conocimiento de (...) de Campiello de 23 ducados. 1636. 12—Dote de Miguel López. 1641. 13—a) Matrimonial de Pedro de Argüelles, hijo de María Fuer­ tes y Juan de Argüelles, y María Anna de Miranda, hija de Diego de Argüelles y Catalina de Miranda. 1643. b) Lo que Pedro de Argüelles de Billar tiene prescebido de dote de Diego de Argüelles. 1649. c) Obligación de pago de cincuenta ducados para D. Die­ go Argüelles. 1644. 14—Información para la dispensa entre Pedro Sanz de Grado y doña María Ponce. 1615. 15—Dispensas. 16—a) Carta de pago de legítimas que Pedro Fernández de Grado y Mayor Ponce su mujer otorgaron a favor de Alvaro Pon- ce Miranda. 1655. b) Carta de pago de D. Alvaro Ponce contra Pedro Fer­ nández de Grado, su cuñado. 1643. 17—Carta de pago de Alvaro Ponce de Miranda contra Pedro Patallo de St. María de Arbillas y Catalina de Miranda, su mu­ jer, sobre la dote que les mandó. 1650. 18—Carta de pago. 1656. 19—a) Carta de pago de Pedro García de Cuña. 1660. b) Carta de pago a Diego Argüelles de Miranda de Tori- vio García. c) Recibo de pago de ciento veintiún ducados. d) Carta de pago de Toribio García Cienfuegos de Cuña de la dote que Diego de Argüelles Miranda le mandó con doña Ipó- lita su hija. 1662. e) Dispensa para Juan Toribio García Cienfuegos de Cu­ ña y doña Ipólita Miranda. 1657. 20—Escritura matrimonial a favor de doña Florencia Ponce de Miranda y D. Pedro Núñez Flórez. 1668. EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 6 4 1

21—D. Martín Ponce otorga renuncia de la legítima de su mu­ jer doña Catalina Ponce Cienfuegos. 1669. Escritura de conciertos y carta de pago que otorgaron D. Mar­ tín Ponce de Miranda y su mujer a favor de Domingo García Cien- fuegos. 22—Carta de pago de la dote de doña Torivia Ponce. 1669. Carta de pago de D. Martín Ponce de Miranda contra D. Pe­ dro Núñez Flórez, su primo y D. Alvaro Núñez Flórez de Cuña su padre, de mil ducados de la dote que le mandó para la primera paga. 23 y 24—Cartas de pago. 25—a) Proclama y licencia del 31 día para se casar D. Diego de Miranda Flórez con doña Mariana Flórez que se verificó en 24 de setiembre de 1673. También hace constar el nacimiento de sus dos hijas, Magdalena en 1674 y la segunda en 1676. b) Dispensa de Diego de Miranda Argüelles y doña Ma­ ría de Miranda Flórez. 1663. 26—a) Dispensa de Sancho González de Miranda y doña Mag­ dalena de Miranda Argüelles. 1676. b) Dispensa matrimonial. 27—Carta de pago de D. Pedro Ponce de Miranda y su mujer contra D. Pedro Núñez su yerno y cuñado. 1675. 29—Memoria del ajuar que Pedro de Argüelles dió a Germana García de la Vega. 1626. 30—Carta de pago de Juan de Velasco. 1634. 31—Carta de pago de D. Martín Ponce de Miranda contra D. Pe­ dro Núñez su yerno y D. Alvaro Núñez Flórez de Cuña su padre, de los mil ducados de la primera paga. 1679. 32—Escritura matrimonial para se casar D.a Lucrecia García Miranda de Cuña con Fernán Alvarez de Taja, aquella hija de D. Toribio y doña Ipólita Miranda Argüelles. 1691. 33—a) Escritura de entrega de la manda matrimonial de do­ ña María Ponce Miranda. 1689. b) Recibo de D. Diego Flórez de ajuares, a favor de D. Ro­ drigo y su madre. 1687. 34—Curadoría de los hijos de D. Diego para D. Martín Arias. 1692. 35—Dos cartas de pago de Alvaro García Condral de Sogran- dio de la dote que recibió Magdalena de Miranda Argüelles Gar­ cía, su mujer. 1693. 36—Escritura de Pedro Alvaro García Condral de Sograndio para la dote de doña Magdalena. Está también la minuta de la es­ 6 4 2 MARGARITA FERNANDEZ MIER critura que hizo Alvaro y dicho Condral ante Bartolomé García de Hedrada sobre la paga de dicha dote. 37—Escritura matrimonial para que se casen D. Diego Anto­ nio Bruno Rivera con doña Lucrecia Argüelles de Miranda. 1707. 38—Carta de pago. 1717. 39—47 —Estos documentos no tienen ninguna indicación de su carácter. 48—Comprende diferentes escrituras matrimoniales y cartas de pago de dotes que no ofrecen interés y son las siguientes: 1—Matrimonial de Cosme de la Fuente e Inés de Miran­ da. 1587 2—Matrimonial de Pedro Alonso con María de Lorenzo. 1661. 3—Matrimonial de Inés de Entrago con Francisco Rodrí­ guez. 1661. 4—Matrimonial de Santiago Suárez y María García. 1668. 5—Matrimonial de Pedro Rodrigo Flórez de y doña María de Ocampo Lorenzana. 1676. 6—Matrimonial de Miguel Suárez con Isabel García. 1672. 7—Matrimonial de Toribio Rodríguez con Inés Alvarez. 1684. 8—Carta de pago de la dote de María Flórez del Cueto, mu­ jer de Toribio Lorenzo. 1685. 49—Fianza prestada por el señor Castor Cañedo y Lamas a fa­ vor de la señora su madre doña Josefa Lamas de Cañedo, para la tutela y educación de la señorita doña Matilde de Cañedo y La­ mas. 30-Enero-1844. 50—Convenio y obligación otorgada entre los Sres. Josefa La­ mas de Cañedo, como curadora de su hija la Sra. doña Matilde de Cañedo y Lamas sobre el cuidado, alimento y demás de la Sra. Doña Josefa de Cañedo y Miranda. 3-Febrero-1844. 51—Cesión y traspaso de la depositaría de la herencia al Sr. D. Juan de Cañedo y Miranda y entrega de los caudales y más exis­ tente, hecho por el Sr. D. Castor de Cañedo y Lamas a favor de su hermano primogénito el Sr. D. Valentín de Cañedo y Lamas. 3-Febrero-1844 52—Carta de pago y entrega de los dótales y ganancias hecha a la Sra. doña Josefa Lamas de Cañedo por sus hijos Sres. Valen­ tín, Castor y Matilde Cañedo y Lamas. 12-Febrero-1844. 53—D. Juan de Argüelles de Villar, vecino de Valdecarzana, so­ licita la curadoría de Diego de Argüelles, hijo de otro Diego de Argüelles hermano de aquél y de doña Lucrecia de Miranda, la cual había fallecido el 2 de abril de 1611. EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 6 4 3

54—Cuentas de Juan de Argüelles de Villar como curador de la persona y bienes de Diego de Argüelles Miranda y Diego Fer­ nández Miranda, cura de S. Salvador, también curador de dicho Diego; ante diferentes escribanos. 1613. Salió éste condenado a pa­ gar al Juan de Argüelles de Villar 200 ducados. 55—Cuentas ante D. Diego de Argüelles hijo legítimo de D. Die­ go de Argüelles de Castro y doña Lucrecia de Miranda, y Bartolo­ mé de Argüelles, vecino de la Torre, su curador. Año de 1624. 56—Matrimonial de D. Juan de Velasco con doña Lucrecia de Miranda Argüelles. 1651. 57—Carta de pago expedida por Juan de Velasco, vecino de Pá­ ramo, a favor de Diego de Argüelles y Catalina de Miranda, sus suegros, de diferentes años: 1659, 1657, 1666. 58—Memorial de las diferentes cantidades que ingresaron en poder de D. Juan de Velasco, vecino de Páramo por razón de la dote de su esposa doña Lucrecia de Miranda Argüelles y varios recibos correspondientes al préstamo de Cobadonga, de los años 1669 a 1671. 59—Poder otorgado por doña Lucrecia de Miranda Argüelles, viuda de Juan de Velasco a favor de Diego de Miranda Argüelles, su hermano, para el recobro de sus dótales y más derechos; ante Pedro Arias Valdés, escribano de Teberga, año de 1674.

C...INVENTARIOS, PARTICIONES Y POSESIONES DE BIENES

1—Inventario de Sancha de Miranda. 1571. 2—Testamento de Martín de Quirós, hijo de María (...), veci­ nos del lugar de Castro, juntamente con el inventario y memoria­ les. 1572. 3—Traslado del inventario de D. Rodrigo de Quirós. 1576. 5—Inventario de los bienes de María de Quirós, mujer de Bar­ tolomé de Argüelles. 1599. 6—Inventario de los bienes de doña Lucrecia Miranda, mujer de Diego de Argüelles de Castro. 1607. 7—Inventario de Martín Argüelles, hijo de doña Lucrecia de Miranda, mujer de Diego de Argüelles de Castro. 1607. 8—Partición que hizo D. Alvaro Ponce de S. Martín de Ondes. 1736. 9—Posesiones en Berrueño. 10—Inventario auténtico de los efectivos de D. Martín Arias. 1719. 11—Duplicado del anterior. 6 4 4 MARGARITA FERNANDEZ MIER

13—Este inventario fue el que dejó Nicolás de Cañedo al en­ tregar estas casas a su hijo. 14—Escritura de transacción con los hermanos del Conde de Agüera. 1833. 15—Lista de los libros que se hallaron en esta casa de la Plaza de Oviedo. Muebles. Deudas a favor de la herencia. Renta ajusta­ da con los renteros de la casa de Oviedo. Compras. 1833. 16—Contiene el inventario, el número de libros, legajos y de­ más protocolos que se hallan en el archivo del difunto Conde de Agüera D. Nicolás de Cañedo. 1833. 17—Inventario hecho a fin y muerte de D. Nicolás de Cañedo, Conde de Agüera. 1833. 18—Apunte de los enseres que existen en esta casa principal de Entrago. 1844. 19—Partición, división y adjudicación del dinero, alajas, ga­ nados, muebles y otros efectos que quedaron al fallecimiento del Sr. D. Juan de Cañedo y Miranda, otorgada convencionalmente ante la Sra. doña Josefa Lamas de Cañedo como curadora de su hija la Srta. doña Matilde de Cañedo y Lamas y los Sres. D. Va­ lentín y D. Castor de Cañedo y Lamas. 12-Febrero-1844. 21—Inventario de los bienes muebles y raíces que resultaron por muerte de D. Juan de Velasco, vecino de Páramo, hecho a so­ licitud de su viuda y heredera doña Lucrecia de Miranda Argüe- lies, ante Pedro Arias Valdés, escribano de Teberga, año de 1674. 22—Pedimento de doña Lucrecia Miranda en que pide la pose­ sión de los bienes que quedaron a la muerte de su marido D. Juan de Velasco, como su heredera; la cual se lo dió por testimonio de escribano de Teberga, Pedro Arias Valdés, año de 1674. Sigue otro pedimento por dicha doña Lucrecia para el inventario de los bie­ nes de su marido con citación de Sancho Arias Menéndez. Otro de D. Sancho de Miranda Arias de Lamas en que pide la posesión de los citados bienes con citación de doña Lucrecia en el mismo año y ante el dicho escribano y otro de doña Lucrecia oponiéndose a la posesión pretendida por el D. Sancho Arias. Ante Luis Gonzá­ lez, escribano de Teberga. Año de 1674.

LEGAJO 3

NOBLEZA, HONORES, PRIVILEGIOS

Servicios y títulos honoríficos correspondientes a D. Diego de Argüelles Miranda, fundador del mayorazgo de esta casa. 1—Información de D. Diego de Argüelles Miranda de Entrago. EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 6 4 5

2—Pretensión del Alferezazgo de Bavia que hace para renun­ ciarle D. Diego de Miranda, para darle a D. Diego de Argüelles. 3—El notario del Rey en Somiedo a favor de D. Diego Argüe- lies Miranda. 37-Enero-1635. 4—Contiene los certificados que D. Diego de Argüelles Arias presentó al rey pidiendo en su vista y sus servicios mercedes. 5—Nombramiento de capitán del concejo de Yemes a D. Die­ go de Argüelles. 1702. 6—Pide la plaza de sargento mayor del Principado de Astu­ rias en consideración de su calidad y los particulares servicios. 1652. 7—Causa universal donde consta haber sido juez por el esta­ do noble el abuelo paterno del presente. Año de-1653.

“ ■ LEGAJO 4

CAPILLAS, CAPELLANIAS, SANTUARIOS Y OBRASPIAS

■í ' A...Capilla de Nuestra Señora y S. Benito en la Iglesia Cole­ giata de S. Pedro de Teberga: dotaciones y aniversarias. 1—Copia de la fundación hecha por Diego Argüelles de Cas­ tro y doña Lucrecia de Miranda su mujer. 1599. 2—Minuta de fundación que se halla en el archivo de S. Pedro de Teberga, tocantes a esta casa de Entrago. 1599. 3—Sobre pasajes que hubo entre los abades de la Colegiata y Obispo de Oviedo sobre la Iglesia de S. Miguel. 1601-1750. 4—Copia de la información de la presentación de la Abadía de Teberga y su contenido. 1623. 5—Memorial cobradero de la Colegiata. 1641. 6—Letras de la Universidad de Salamanca para que D. Diego Miranda deje el foro de aniversaria que que pagaba a la Abadía de S. Pedro de Teberga. 1668. 7—Pleito entre D. Fabián de Miranda, vecino de Entrago, y D. Juan Argüelles, vecino de Redral, sobre el derecho de la sepul­ tura de la capilla de Nuestra Sr. y S. Benito en la Colegiata de Teberga. 1825. 8—Sobre las sepulturas de la Colegiata. 9—Reconocimiento de los canónigos por dueño de cierto terre­ no en la Colegiata a D. Fabián de Argüelles de Miranda. 1733. 10—Reconocimiento que hicieron los canónigos de ser dueño del territorio de una capilla en la Colegiata D. Fabián Miranda. 1699. 6 4 6 MARGARITA FERNANDEZ MIER

11—Petición de apelación de una queja entre D. Pablo García y el abad. 1701. 12—Redención de un censo de veinte dineros por Alfonso de Riaño, vecino de Campiello. 1705. 13—Foro de los canónigos para Juan Suárez de Entrago, de las tierras de la Culada. 1708. 14—Fundación de aniversarios en la Colegiata. 1724. 15—Copia de la fundación hecha por D. Fabián de Miranda Ar- güelles. 1724. 16—Fundación de memoria de misas por D. Rodrigo Miranda Argüelles, cura de S. Miguel de la Plaza. 1723. 17—Reconocimiento de una carga a favor de la abadía que ha­ ce D. M artín Arias. 1700. 18—Declaración sobre la visita de la Colegiata. 1747. 19—Fundación de aniversario por el escriba de doña Gregoria de Sierra. 1784. 20—Hace título y colación de un canonicato que estaba en su Iglesia colegiata de S. Pedro de Teberga al licenciado D. Pablo García Cienfuegos, clérigo de menores. 1792.

B...Beneficio simple de S. Miguel de Campiello antes de su unión con la capellanía de S. Juan de Santianes en el año de 1695. 1-7 C...Capellanía colativa a honor de S. Juan Bautista, en la ca­ pilla mayor de S. Juan de Santianes. Y beneficio simple del S. Mi­ guel de Campiello en dicha parroquia que se agregó a aquélla en el año de 1695. 2-32 1665-1836 D...Capellanía colativa en el altar del’Santo Cristo de la Igle­ sia parroquial de S. Juan de Santianes, concejo de Valdesan- tibanes. 2-5 1706-1815 • ' E...Capellanía y beneficio simple de St. María en la Parroquia de S. Juan de Viescas, concejo de ValdasantibaneS.

1-5 ; \ - A 1617-1724 F...Capellanía colectiva en la hermita de S. Francisco del lu­ gar de Bárcena, concejo de Valdesantibanes. . ' EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 6 4 7

1-17 1696-1776 G...Capellanía colativa de Nuestra Señora de la Quinta An­ gustia, en la Iglesia parroquial de S. Miguel de Campiello. 1-4 1670-1814 H...Capellanía de St. María, sita en la parroquia de S. Miguel de Campiello. 1-5 1644-1670 Y...Razón de otras capellanías y santuarios, beneficios sim­ ples y aniversarios; Fundaciones de escuelas, obraspías. 1—Traslado del foro que hizo Diego de Argüelles de Salien- cia de los prados del puerto. 1687. 2—Sobre la capilla de St. Ana. 1692. 4—Capellanía de St. Ana (Santianes). 1751. 5—Censo de Sta. Ana. 6—Sobre los honores en la Iglesia de S. Martín de Ondes. 1685. 7—Declaración de las misas de aniversario que según un apeo hecho el año de 1663 de orden del Obispo consta deber la casa de S. Martín de Ondes y sus bienes. 1663. 8—Capilla de St. Ana de Billar. 1673. 11—Resumen de los bienes de la capellanía de la Concepción y traslado simple de la fundación de la capellanía del Cristo de Santianes. 12—Título de posesión del beneficio simple de St. María de Ro­ diles a favor de D. Martín Arias. 1748. 14—Nombramiento de capellán del Hospital de S. Antonio de Segovia a favor de D. Agustín de Miranda. 1705. 15—Donación de los beneficios simples de St. Ana de Serantes a favor de D. Fabián Argüelles Miranda. 1714. 16—Certificación del título en vacación del beneficio simple de la sacristía de S. Juan de Billaverde del concejo de Allande. 1678. 17—Presentación del curato a beneficio de Berrueño. 1691. 21—Fundación de una obrapia en la ciudad de Los Angeles por D. Gutierre Bernardo de Quirós. 1646. 22—Obrapia de la casa de Maldonado. 1663. 6 4 8 MARGARITA FERNANDEZ MIER

LEGAJO 5

CAPELLANIAS DE LA MAGDALENA DE ENTRAGO, SUS PROPIEDADES Y CUENTAS

A...CAPELLANIAS EN LA HERMITA DE LA MAGDALENA B...CENSOS Y OTRAS PROPIEDADES PERTENECIENTES A LA HERMITA DE LA MAGDALENA: SUS CUENTAS

A...CAPELLANIAS EN LA HERMITA DE LA MAGDALENA

1—Libro de fundación de las dos capellanías de título St. Ma­ ría Magdalena en el lugar de Entrago, concejo de Valdesantiba- nes de Teberga, que fundó en dicha hermita el Sr. D. Martín Arias de Miranda, capellán de su Majestad en la capilla de S. Isidro, si­ ta en la villa de Madrid. 1706. 3—Libro viejo de visitas y cuentas de la Magdalena de Entra­ go y escrituras pertenecientes a dicha capilla. 4—Pleito sobre la visita de la hermita de la Magdalena de En­ trago, y se sacó este traslado autorizado del tribunal de la nun­ ciatura de España en donde pararon cuando se dieron traslado los pleitos. 5—Apuntamiento para los pleitos que pasaron a la nunciatu­ ra hecho por parte de D. Fabián de Miranda, caballero de la Or­ den de Santiago, sobre la Hermita de la Magdalena.

B...CENSO Y OTRAS PROPIEDADES PERTENECIENTES A LA HERMITA DE LA MAGDALENA: SUS CUENTAS

1—Censo por el cual se obligó a Francisco García, vecino del lugar de Entrago a pagar a la fábrica del Santuario de la Magda­ lena 11 reales anuales por réditos de un censo, año de 1626, ante el excelentísimo Juan Dávila Miranda. Por nota se dice que fue redimido este censo. 2—Censo por el cual se obligó a Alonso Suárez, vecino de En­ trago, a pagar anualmente 3 reales y 10 morabetinos por réditos de un censo, año de 1627. 3—Censo de Domingo Fernández de Gradura. 5 reales y 17 mo­ rabetinos. 1641. 4—Censo de Pedro Suárez y María Alvarez, su mujer. 4 reales y 17 morabetinos. 1641. EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 6 4 9

5—Censo por el cual Alonso García de Caranga, vecino de En- trago, se obligó a pagar 5 reales y 17 morabetinos anuales por los réditos de un censo. 1627. 6—Censo otorgado por Alonso Suárez, vecino de Entrago, el cual se obligó a pagar anualmente por razón de réditos 5 reales y 17 morabetinos. 1629. 7—Censo de Pedro Díaz y su mujer María García. Réditos 15 mrs. 8—11—Censos. 14—Consulta. 1718. 16-18—Censos. 19—Razón de la fundación y más documentos correspondien­ tes a las capellanías de la hermita de la Magdalena de Entrago. 1706. 20-21—Censos. 22—Memorial de los bienes de la dotación que hizo D. Fabián de Miranda Argüelles a favor de D. Rodrigo de Miranda su tío, cura del Coto de Buenamadre de Somiedo, hoy inclusos en la ca­ pilla de la Magdalena. 1605. 23-41—Censos. 42—Memorial cobradero de los bienes y rentas del santuario de la Magdalena de Entrago, formado en el año de 1819, con ex­ presión de lo que cada colono renta. 43—Diligencia. 1840. 44—Recibo. 1845. 45—Estracto de la escritura que otorgaron D. Rodrigo y D. Fa­ bián de Miranda Argüelles con fecha 4 de abril de 1725, relativa a la cesión que hizo el primero de 12.000 reales para que pudiera llevarse a efecto la fundación de las capillas en la hermita de la Magdalena de Entrago, con cláusula de que el D. Fabián había de tomar a réditos sobre sus bienes otros 12.000 reales con el mismo objeto. Acompañan diferentes papeles que hacen relación a rédi­ tos de censos afectos a dicha capellanía.

LEGAJO 6

CUENTAS GENERALES Y FIANZAS

Cuentas de los años 1814,1815, 1816,1817, 1818, 1819,1820, 1822, 1831, 1834, 1835, 1834, 1836, 1837, 1838; escritura de fianza del an­ terior mayordomo de Entrago a Francisco Tuñón, 1840; cuentas de 1839 y 1840; escritura de fianza que prestan a favor del mayor­ 6 5 0 MARGARITA FERNANDEZ MIER domo, de Entrago y S. Martín de Ondes D. Francisco García Cue­ to, doña Benita Menéndez Carballo, 1842; cuentas de 1841, 1842, 1843, 1847, 1848 y 1849// .

LEGAJO 7 . • .

LIBROS COBRADORES DE RENTAS

A—Relación'de frutos civiles del Sr. Conde de Agüera por lo perteneciente a la administración de la casa de este nombre co­ rrespondiente al año 1824: Parroquias de Pereda, Cañedo, El Retiro, Rodiles, Rañeces, Ruviano, La Garuva, Grado, Los Fornos, Las Corufas, Villama- nín, RentiellOj Noreda, de Ambás, Sorribas, Santa María, Parades. B—Poderes 1—1793. 2—Poder del Sr. D. Fabián de Miranda a D. Nicolás de Cañe­ do para correr con los asuntos de la testamentación del Sr. Cañe­ do. 1814. 3—Poder a favor de D. Ramón de Cañedo a D. Ramón de Mi­ randa en asuntos de la testamentación de doña Antonia Cañedo. 1807. 4—Sustitución de poder para D. Nicolás de Cañedo en D. Ra­ món su hermano y en D. Francisco Quintana. 1814. 5—Memorial de deudas líquidas sacadas del libro de casa del Sr. D. Rodrigo Miranda Argüelles. 6—Memorial de Deudas.

LEGAJO 8

MEMORIALES Y CUADERNOS COBRADORES DE RENTAS

Memorial de rentas y foros de los años 1691, 1709 y 1712; me­ morial de la Renta que se ha cobrado éste S. Martín de 1513 de esta casa de Entrago y de la de S. Martín; memorial de rentas y foros de los años 1714, 1715, 1716, 1718, 1719, 1721, 1728, 1729, 1730, 1731, 1732, 1744, 1746, 1747, 1748, 1749, 1755, 1760, 1761, 1764, 1765, 1766, 1767,1768,1769,1777,1783,1800, 1801, 1802, 1803, 1804,1805, 1810, 1811, 1812, 1813, 1814, 1816, 1817, 1819, 1820, 1821, 1822, 1825, 1826, 1832, 1841, 1843, 1843 y 1844. EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 651

LEGAJO 9

A...RELACIONES DE BIENES Y RENTAS B...OBRAS Y REPAROS EN LA CASA GENERAL Y OTRAS C...CUENTAS DE CRIADOS Y DE GASTO DIARIO

A...RELACIONES DE BIENES Y RENTAS

1—Relaciones de bienes para la operación de catastro:

Casas Huertos Tierras labrantías Viñas Berrueño Foros perpetuos Riello Castañedos, nogales Parroquias de Monteciello Arboles frutales Feudo Sobrevilla Ganado en aparcería Prados Molinos Hórreos Tejeras

Parroquias de Vezal; de S. Salvador; de la Plaza; Campiello, parroquia de Santianes; Ondes; Villamarín; Valdesampedro; Ba­ rrio y Torce. 2-5—Rentas. 6—Relación hecha por la comisión del concejo de Teberga del precio de los granos y demás productos de la tierra. Relación que yo, D. Juan de Cañedo, vecino de la villa de Grado, doy de todos mis bienes por los que debo pagar contribu­ ción en la extraordinaria de guerra con arreglo a la Real orden sobre el particular e instrucción de 24 de septiembre de 1811 apro- vada por el gobierno. 7—Reparto de la contribución territorial y recargos para el año 1851. 6 5 2 MARGARITA FERNANDEZ MIER

B...OBRAS Y REPAROS DE LA CASA GENERAL Y OTRAS

Dimensión y planta de la casa de Entrago. Tasación que se hizo de la carpintería que se hizo de la casa de Entrago. 1690. Cuenta con los carpinteros: 1686, 1687 y 1688. Memorial del ajuste que se tiene hecho con los oficiales y lo que se va dando a cada uno. 1685.

C...CUENTAS DE CRIADOS Y DE GASTO DIARIO

2—Libro de soldadas creado por la Srta. doña María Teresa de Cañedo. 1833-1841.

LEGAJO 10

LIBROS Y CUADERNOS DE REGISTROS DE GANADO EN APARCERIA

Registro de los años de 1708; de 1711: Páramo, y Cuña, Entrago, Gradura, Castro, Midión, Infiesta, Campiello, Santianes, Berrueño, Riello, Coañana, Villa de Sub, Prado, S. Salvador y Mu­ rías; de 1715; de 1737; de 1741; de 1742; registro del ganado en Sal­ cedo, 1744; en Teberga, Traspeña y Páramo, 1760; en Grado, 1762; en Teberga, Proaza y Páramo, 1777; en Grado, 1769; en 1774; en 1777; en 1778; en 1779; en 1812, 1813, 1814, 1815. Papeles de saca de los registros: —Razón del ganado que existe en la casa de Entrago, 1814. —Lista de las caballerías de 1837. —Lista de ganado vacuno, 1837. —Lista de ganado de 1839. —Registro del ganado que doña Lucrecia de Miranda, viuda de D. Juan de Velasco, dejó a medias en Páramo de La Focella, 1611. —Libro del registro del ganado que tiene el Sr. Conde de Agüe­ ra dado en aparcería. 1834.

LEGAJO 11

PLEITOS Y CAUSAS, DEMANDAS Y CONCILIACIONES

1—Querella contra los vecinos de Entrago, 1623. 3—Papeles que dejó en Agüera D. Antonio Cañedo para que se guarden: EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 6 5 3

Legajo 1: Relación de sus méritos dada por la secretaría del Con­ sejo y Cámara de Indias, y firmada por su oficial mayor, D. Francis­ co Paniagua, y comprobada por dos escribanos. Item un testimonio de los documentos que le acredi­ tan dado por D. Josef Casimiro Cabezudo y comprobado por tres escribanos de Lima. Item cuatro ejemplares impresos de los méritos con­ traídos en la armada hasta el año de 69, certificado por el Mayor General de la Armada. Item un testimonio del acto aprovatorio de las cuen­ tas de los haveres que han estado al cargo de D. Antonio Cañedo el tiempo que fue corregidor de lea, dado por el Tribunal Mayor de Cuentas del Perú, certificado por su escribano y comprobado por otros tres. Item un testimonio de la presidencia de dicho co­ rregidor. Item un testimonio de la Real Orden espedida al Vi­ rrey del Perú para que atienda y destine a D. Antonio Cañedo en­ tretanto que el Rey confiera otro corregimiento en virtud de ha­ ber informado dicho Virrey a Su Majestad su cabal desempeño y buena conducta en el que está sirviendo. Item una información testimoniada de los procedi­ mientos de D. Antonio Cañedo en su corregimiento de Yca. Legajo 2: Testimonio de autos contra el Marqués de Torreher- mosa por haber borrado su firma de una acta capitular a que ha­ bía asistido anteriormente. Item otro testimonio de otra acta capitular en que se manifiesto una carta del Virrey dando cuenta de su exaltación al virreinato y la real cédula que acompañó a su nombramiento. Item dos pedimentos del Alcalde Ordinario D. Mel­ chor Cabrera pidiendo convocación del Cabildo para pedir licencia para salir de la provincia con los decretos y autos a continuación de ellos. Item otro testimonio de otra acta capitular y varios autos sobre suspender la elección de alcaldes por estar el corregi­ dor enfermo y río poder asistir. Item un expediente para anular una inhivitoria que consiguieron varios individuos de la provincia de la jurisdicción del corregidor. Item una instrucción expedida para el superior go­ bierno del Perú. 6 5 4 MARGARITA FERNANDEZ MIER

Item impresos sobre asuntos de las milicias del Perú. Item un acto y una carta al virrey sobre asunto de alcabalas y derechos de aduanas. Item una carta del Conde de Surravilla sobre recau­ dación de réditos de la Caja General de Censos. Item una lista impresa de los géneros y efectos del repartimiento. Legajo 3: Quatro certificaciones de los oficiales reales de Li­ ma de haber pagado D. Antonio Cañedo los reales diezmos de 286 marcos y 6 onzas de plata labrada, importando dicho diezmo 172 pesos. Item una porción de cartas del director de las tempo­ ralidades de los exjesuitas del Perú sobre asuntos relativos a ellas, que confiaba a su cuidado sin sujección a la junta de dicho ramo, es fallecida en la ciudad de Yca. Legajo 4: Una información original de la conducta y procedi­ miento de D. Antonio Cañedo en su empleo de corregidor de Yca y un testimonio incompleto de la misma información. Legajo 5: Autos de providencias, gobernativas y políticas y otros papeles que pueden servir en caso de resultar alguna queja de su administración del oficio del corregidor: copia del arancel de los derechos judiciales y de autos para hacerlos observar. Item un testimonio de la entrega de algunos orna­ mentos de la Hacienda de S. Josef a la Iglesia de Luren y depósito de otros en D. Josef Santos Oricain. Item otro de haberse depositado en el mismo Oricain treinta pesos pertenecientes a los herederos de D. Hermenegildo Medina. Legajo 6: Una representación y un testimonio del cavildo ce­ lebrado en Yca para leer una carta del Virrey en que le encargaba la buena armonía con el Corregidor y reprendiéndole por haber­ se opuesto al nombramiento que hizo de Justicia Mayor en su pa­ riente D. Bartolomé de Argüelles por no comprendérsele la pro­ hibición de la ley. Item dos representaciones al Arzobispo de Lima con­ tra el proceder de algunos eclesiásticos. Item un testimonio del cabildo celebrado para ha­ cer las cárceles de la provincia. Item una representación al Virrey solicitando se le descargase de una multa de 500 pesos que le impuso la Sala del Crimen por haber remitido a Lima cuatro reos de muerte y no ha­ berlos sentenciado en Yca. EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 655

Item una carta del Marqués de Casaconcha en res­ puesta a otra suya quejándose del proceder del receptor de alca­ balas de Pisco. Item un auto mandando compareciera a ser juzgada una vecina de Yca, que se había escusado a ello alegando ser señora. Item un papel en que se expresa que los indios del partido de Pisco entregaron al cura para comprar ornamentos para la Iglesia 169 pesos que les devolvió el corregidor por sobrantes de los tributos que habían pagado. Item una relación de las ordenanzas, autos, espe­ dientes y otros documentos que entregó D. Antonio Cañedo a su sucesor en el corregimiento para su dirección y govierno. Legajo 7: Correspondencia con los virreyes del Perú D. Ma­ nuel Guirior, durante el tiempo que fue corregidor de aquel reino. Item una carta del visitador general de aquel reino D. Josef Arteche y la respuesta a dicha carta. Legajo 8: Dos representaciones impresas al tribunal de Mine­ ría de México a favor de este ramo hechas por D. Joaquín Velaz- ques, abogado de aquella Audiencia. Item un pliego de ordenanzas para el gobierno de los minerales de Pachuca y Real del Monte, hechas por D. Francisco Gamboa al alcalde del Crimen de la Audiencia de México, por or­ den del Virrey Marqués de Croix. Item varias cartas y autos de adjudicaciones de mi­ nas en la provincia de Yca por el Alcalde Mayor de ellos, D. An­ tonio Cañedo. Item una suscripción para el trabajo de una mina de cobre del Marqués de la Hinojosa descubierta en las inmediacio­ nes de aquella villa en virtud de facultad real. Item un proyecto para el comercio de oriente por D. Francisco Cabarrús y votos de D. Francisco Montes sobre el asunto. Legajo 9: Una representación impresa del Principado de As­ turias hecha por su apoderado D. Felipe de Caso, contra el esta­ blecimiento de la audiencia y el regente de ella D. Antonio Cepeda. Item otra impresa de D. Ignacio Merás en nombre de dicho Principado, oponiéndose a que entrase en el alistamiento de milicias el estado noble, y un manifiesto de la Junta General exor- tando a los nobles a servir al Rey con un regimiento de 1.400 hom­ bres, vestido y armamento a espensas de la nobleza. MARGARITA FERNANDEZ MIER 6 5 6

Item varios papeles relativos a las disputas acaeci­ das en la Diputación de Asturias el año de 89, sobre el nombramien­ to de comisarios para felicitar al rey por su exaltación al trono, cuyo resultado fue que cumplieron aquella honrrosa comisión D. Antonio Cañedo y D. Sabino Rodríguez de Campomanes. 8—Diferentes demandas, pedimentos, convenios, autos y otros papeles sueltos que hacen referencia a litigios sostenidos por al­ gunos señores de esta casa con varios vecinos del concejo de Te- berga y otros puntos. Son anteriores al año 1651. 9—Diferentes demandas, pedimentos, convenios, autos y otros papeles sueltos que hacen referencia a litigios sostenidos por al­ gunos señores de esta casa con varios vecinos del concejo de Te- berga y otros puntos. Años desde 1651 hasta 1730. 10—Querella de los vecinos de contra Diego de Ar- güelles, vecino de Entrago, sobre pastos y derrotas de cortinales. 1657. 11—Querella de Diego de Miranda de Entrago contra Diego Mi­ randa y otros vecinos del lugar de Villamayor sobre pastos y de­ rrotas. 1655. 12—Querellas. 1654. 13—Querella. 1654. 14—Querella por el derribo de una casa. 1658. 15—Querella del Sr. D. Alonso Entrago de Monteciello contra Bartolomé García de Hedrada, sobre injurias y palabras. 4-Agos- to-1655. 22-2) Diferentes papeles: Poderes que da D. Fabián de Miran­ da Argüelles para litigar contra el Marqués de Valdecarzana, y otros poderes y recursos que da y hace D. Bartolomé Alonso con­ tra D. Fabián de Miranda Argüelles. — Sentencia contra el Marqués de Valdecarzana y otros. —Noticia en que tratan de castigar a Bartolomé García de Hedrada. — Testimonio de nombramiento de escribano a D. Alon­ so Rodríguez de Castro. — Pedimento y decreto para que asistan a las audien­ cias los escribanos del concejo. 1701-1704. 3) Petición a demanda que hizo el Marqués de Valdecarza­ na a causa de un pleito que tratan entre Antonia García y Barto­ lomé García, aquélla de Berrueño y ésta de Sobrevilla, sobre si han de ser válidos los autos del Marqués en Oviedo, y otra causa o apelación que hicieron D. Juan Argüelles y otro contra dicho Marqués, sobre que se quejó que asistían los eclesiásticos a la elec­ ción de justicia. 1702. EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 6 5 7

LEGAJO 12

PLEITO SOBRE PARTICION DE BIENES DE DOÑA LUCRECIA DE ARGÜELLES

1—Compulsa del pleito litigado en la Audiencia de Oviedo en el año de 1661 por D. Pedro Alvarez de Motas, con D. Alvaro Pon- ce de Miranda, y después con su hermano D. Martín, sobre suce­ sión de los bienes que resultaron a la muerte de doña Lucrecia de Argüelles, mujer de D. Alvaro. 2—Memorial de los bienes vinculados que tocaron a Sancha Menéndez por la mejora de tercio y quinta que le dejó su madre Belasquida Menéndez. Y otros dos memoriales de los bienes que resultaron por muerte de doña Lucrecia de Argüelles. Fueron presentados en el pleito anterior que litigaba D. Martín Ponce de Miranda con D. Pedro Alvarez de Motas.

LEGAJO 13

A...PROTOCOLOS DE ESCRIBANOS B...CARTAS ANTIGUAS DE ALGUNOS ASCENDIENTES DE LA CASA DE ENTRAGO

A...PROTOCOLOS DE ESCRIBANOS

1—Parte de un protocolo original del testamento del escriba­ no Gaspar de Barrio, que lo fue de número de Teberga. Contiene algunos testamentos de diversas personas, todos ellos faltosos de hojas. Entre ellos se halla el testamento de la Sra. doña María Arias Ortiz, mujer del Sr. Pedro Vázquez de Miranda, el que otor­ gó en el lugar de Entrago el 10 de junio de 1575 y su codicilo hecho el dia 12. 2—Venta otorgada para Tomás Blanco a favor de Francisco Martínez, aquél de Castro y éste del lugar de Infiesta. 1649. 3—Protocolo de escrituras. 1685. 4—Escritura de censo otorgada por Alonso Fernández de Ba­ rrio, a favor de Cristóbal de Cuña. 1687. 6 5 8 MARGARITA FERNANDEZ MIER

B...CARTAS ANTIGUAS DE ALGUNOS ASCENDIENTES DE LA CASA DE ENTRAGO

—Carta de D. Bazquez de Miranda para Fabián de Miranda, su padre. —A D. Diego de Miranda Argüelles. 1677. —A D. Fabián de Miranda Argüelles. —A Fabián de Miranda. —A D. Diego de Argüelles Miranda. —Memoria que se dió a Diego de Argüelles para saber del hijo de Pedro Arias Cañedo. —Carta de pago de la dispensación de María Ana. —Carta de misa de la Marquesa de Valdecarzana. —A D. Diego de Miranda. —A D. Diego de Miranda. Se encuentran en este legajo otras escrituras y documentos que no corresponden a la casa, pero que algunos pudieran ser títulos de pertenencia.

LEGAJO 14

Contiene los memoriales ajustados, impresos y la demostra­ ción del derecho que asistía a la Sra. doña Ramona Miranda Quei- po Arias Dávila, genealogías y otras relaciones también impre­ sas con derechos de otros litigantes. Arboles genealógicos y estracto de algunos documentos ori­ ginales (que van unidos) relativos al derecho de dicha Sra. Ramo­ na a la sucesión del Condado de Puñonrostro, sus vínculos, ma­ yorazgos y señoríos. Y copias autorizadas en simple de la escritura de fundación de mayorazgos, testamentos y otros documentos de interés pre­ sentados en este pleito y relativos al mismo.

LEGAJO 15

A...APEOS B...CENSOS, RECONOCIMIENTOS Y REDENCIONES C...DOCUMENTOS GENERALES DE PROPIEDAD E...PROPIEDADES EN EL CONCEJO DE PROAZA F...PROPIEDADES EN SANTO ADRIANO EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 6 5 9

A...APEOS

1—Apeo de los bienes y rentas correspondientes al cellero de la Colegiata de Teberga y beneficio simple de la misma Iglesia, formado por orden del Ilustrísimo Sr. Obispo de Oviedo en el año de 1525. Está expedida esta copia por el notario Tomás de Valdés: Villanueva, Cansinos, Villabonel y Lamas, La Torre, Campos, Vi­ llar, Vigidel. 2—Diferentes pedimentos y otros papeles relativos a que se hiciese sabedor y notificase a D. Fabián de Miranda cuando D. Die­ go Fernández de Miranda, Sr. de la casa de Miranda y el Abad de la Colegiata de Teberga hiciesen el apeo de sus bienes situados en dicho concejo. 1584. 3—Apeo del Sr. Obispo de Oviedo, tocante a los bienes que poseía en los lugares de Castro y Entrago y sus términos, que co­ menzó el año de 1595. Es un traslado simple y constan diferentes bienes que los Sres. de esta casa llevaban en foro perpetuo y eran correspondientes a la dignidad episcopal. 4—Apeo de los bienes que tenía D. Diego de Argüelles Miran­ da en los valles de Valdesantibanes, Valdecarzana y Valdesam- pedro de Teberga y en el concejo de Proaza y sus términos, hecho por consecuencia de una Real Provisión y con las citaciones opor­ tunas. Ante el escribano de Teberga Pedro Arias. 1639.

B...CENSOS, RECONOCIMIENTOS Y REDENCIONES

1—Censo que impuso D. Fabián de Miranda, obligándose a pa­ gar a la abadesa y religiosas del convento de S. Pelayo de Oviedo 6 reales de censo perpetuo sobre los bienes que le pertenecían en el lugar de Gradura y sus términos. Oviedo, 19 de octubre de 1570, ante el escribano Alonso Pérez. 2—Censo que impuso Luis Alonso, vecino de Campiello a fa­ vor de D. Diego de Miranda y su esposa doña Inés Velázquez de Salas, por el cual se obligó a pagarle 22 reales de réditos anuales hipotecando a su seguridad bienes raíces. 21 de agosto de 1586, ante el escribano de Teberga Diego González. 3—Censo que impuso Luis Alonso, vecino de Campiello, por el cual se obligó a pagar 22 reales de réditos anuales a D. Diego Fernández de Miranda, y a su seguridad hipotecó diferentes bie­ nes. Año de 1590, ante Diego González, escribano de Teberga. 4—Censo que impuso Juan Fernández, vecino del lugar de la Despernada, jurisdicción de la ciudad de Segovia, por el cual se 6 6 0 MARGARITA FERNANDEZ MIER

obligó a pagar a D. Francisco y D. Juan Arias Ortiz, hijos de Fer- nando Arias de Avila, vecino de Madrid, 1.500 mrs. de réditos anuales, hipotecando a su seguridad diferentes bienes raíces. Su fecha en el lugar del Pardillo, jurisdicción de la villa de Galapa- gar, a 23 de setiembre de 1593, ante Esteban Martínez, escribano de Teberga. 5—Redención de censo de 40 ducados de Principal por D. Die­ go de Argüelles Miranda, y retrocesión de venta del castañedo de Valdelacabaña, junto a la fuente de Quintana, a favor de este por Bartolomé de Argüelles, vecino del Valle de Valdecarzana, ante Juan de Avila Miranda, escribano de Teberga. Año de 1627. 6—Censo otorgado a favor de D. Diego de Argüelles Miranda por Marcos Alvarez, vecino de Traspeña, de 26 ducados de princi­ pal y 14 reales y 6 mrs. de réditos, sobre el prado de Fuente del Oso, de 4 ramos de yerba cerrado sobre sí, sobre el prado del Re- bollal del medio, de 6 ramos de yerba, y sobre la tierra de los Sie- ros, de 2 dias de bueyes, situados en dicho lugar de St. María de Traspeña. Ante Juan de Avila Miranda, escribano de Teberga. 1635. 7—Compra hecha por D. Rodrigo Argüelles Miranda a Alon­ so Alvarez, cura de Carrea con licencia de provisión de unos cen­ sos de 400 rs. de principal y 20 rs. de réditos anuales, que Juan de Avila Miranda consiguió para pagar unas misas de aniversa­ rio en Nuestra Señora del Cébrano; pagan los réditos herederos de Domingo Alvarez de la Barzaniella y de Juan Alonso, vecinos de Entrago, cuyas hipotecas están sitas en este lugar, según re­ sulta de las imposiciones que siguen a esta adquisición y están ba­ jo de este número; ante Bartolomé García Hedrada, escribano de Teberga. 1671. 8—Redención de un censo de 70 ducados de principal por el Marqués de Valdecarzana que grabitaba sobre los bienes de Juan de Velasco de Páramo y su esposa doña Lucrecia de Miranda Ar­ güelles, por haber pasado una hipoteca a poder del dicho Sr. Mar­ qués, cuyo censo era a favor de la Colegiata del concejo de Teber­ ga; ante Bartolomé García Hedrada, escribano de Teberga. 1675. 9—Censo a favor de D. Diego Miranda Argüelles contra Pe­ dro Diez de los Seros, vecino de Entrago, de 13 rs. y medio de ré­ ditos, a cuya seguridad hipotecó la casa de los Seros y otros bie­ nes; ante Toribio García Cuña Cienfuegos, escribano de Teberga. 1686. 10—Obligación que hizo Diego Alvarez, escribano del concejo de Babia, de pagar a D. Rodrigo de Miranda Argüelles como cu­ rador de los hijos menores de D. Diego de Miranda Argüelles, 636 EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 6 6 1

mrs. que le estaba adeudando por réditos de un censo principal de 200 ducados y 10 de réditos anuales. 18 de mayo de 1691, ante el mismo otorgante. 11—Censo a favor de D. Martín Arias de Miranda y Argüelles contra D. Juan Fernández Alvarez de la Vega, vecino de Prado, réditos anuales 7 rs., a cuya seguridad están hipotecados diferen­ tes bienes raíces; ante el escribano de Teberga Toribio González Corral. 1700. 12—Censo a favor de D. Rodrigo de Miranda Argüelles, cura del Coto, contra Marta López, viuda, vecina de Entrago, de 22 rs. de réditos anuales, a cuya seguridad hipotecó bienes en Entrago; ante Toribio González Corral, escribano de Teberga. 1701. 13—Censo a favor de D. Martín Arias de Miranda y Argüelles contra D. Juan Fernández Alvarez de la Vega, vecino de Prado, réditos anuales 11 rs. y medio; ante el escribano Leandro de Ocam- po, escribano de Teberga. 1702. 14—Censo de 11 rs. de réditos anuales impuesto por Eugenia Rodríguez, viuda, vecina del Valle de Lago en Somiedo, a favor del capellán de Nuestra Señora de la Asunción, sita en la Iglesia de S. Miguel de la Llera; y carta de pago de su redención expedi­ da por D. Rodrigo de Miranda Argüelles, cura de dicha parroquia en el año de 1714. 15—Censo a favor de D. Diego Miranda Argüelles por José Fer­ nández, vecino de Riello, de 240 rs. de principal y 7 rs. y 6 mrs. de réditos, hipotecando a su seguridad la casa que habitaba y otros bienes; ante Pedro Arias Cienfuegos, escribano de Teberga. 1752. 16—Censo a favor de D. Diego Miranda Argüelles contra Fran­ cisco Alvarez Manzano, vecino de Riello, de 4 rs. de réditos cada año a cuya seguridad hipotecó diferentes bienes en término de Rie­ llo; ante Alonso Alvarez del Soto, escribano de Teberga. 1755. 17—Censo a favor de D. Diego Miranda Argüelles por Domin­ go García, vecino del lugar de Sobrevilla, de 11 rs. 6 mrs. de rédi­ tos anuales, a cuya seguridad hipotecó varios bienes; Ante Pedro Arias Cienfuegos, escribano de Teberga. 1756. 18—Censo redimible a favor de D. Diego Miranda otorgado por Juan González, vecino de Santianes, de 9 rs. 4 mrs. de réditos anua­ les. Hipotecó a su seguridad la tierra de la Aragona de 2 días de bueys, sita en la parroquia de Villamayor, y la tierra de Paragi- nas de 3/4 de día de buey, con un controzo de castañales; ante Pe­ dro Arias Cienfuegos, escribano de Teberga. 1758. 19—Censo de 70 rs. de réditos anuales que impuso Juan Gon­ zález, vecino de Campiello a favor de D. Diego de Miranda Argüe- 6 6 2 MARGARITA FERNANDEZ MIER lies, a cuya seguridad hipotecó el González diferentes bienes raí­ ces; ante el escribano de Teberga Alonso Suárez Alvarez del Soto. 1769. Sigue la redención del mismo censo por escritura otorgada en Entrago a 4 de mayo de 1774, ante el escribano José Rodríguez Hedrada. 20—Censo a favor de D. Diego Miranda Argüelles otorgado por Francisco González Rozada de Páramo, réditos 18 rs. anuales a cu­ ya seguridad hipotecó la tierra de Lentejar y otros bienes; ante Francisco Alvarez Campa, escribano de Teberga. 1771. 21—Censo redimible a favor de D. Diego de Miranda Argüe­ lles contra Francisco Rodríguez de Campiello, de 45 rs. y cuarti­ llo de réditos, plazo de 23 de junio por razón de 1.508 rs., capital que le había entregado ante Francisco Alvarez Campa, escribano de Teberga. 1772. 22—Censo a favor de D. Diego de Miranda Argüelles otorgado por Marcos Alvarez, vecino de La Focella, de 4 rs. y 28 mrs. de réditos anuales, hipotecando a su seguridad la casa en que vivía y otros bienes; ante José Rodríguez Hedrada, escribano de Teber­ ga. 1774. 23—Censo a favor de D. Diego Miranda Argüelles, por Pedro Lana, vecino del lugar de Villar en Valdecarzana, de 300 rs. de principal y 7 y 162 de réditos anuales, hipotecando la casa que ha­ bitaba y otros bienes; ante Francisco Alvarez Campa, escribano de Teberga. 1779. 24—Censo que impuso Domingo Rodríguez, vecino de Campie­ llo, por el cual se obligó a pagar 30 rs. de réditos anuales a D. Die­ go Miranda, hipotecando a su seguridad diferentes bienes raíces que se expresan en esta escritura. Oviedo 4 de mayo de 1779, ante el escribano Dionisio Antonio Fernández de la Llana. 25—Relación de los censos que se pagaban a los Sres. de la ca­ sa de Entrago con noticia de personas y bienes hipotecados a su seguridad. 1786. 26—Reconocimiento hecho por Sebastián Rodríguez, vecino del lugar de Campiello de Teberga, de pagar anualmente 45 rs. y cuar­ tillo, réditos de un censo redimible de 1.508 rs. de principal, im­ puesto sobre el prado del Carbayón, el del Pozo, la tierra del Ala­ mo, la de Sendín y la mitad de la de Argudo. Entrago, 23 de Junio de 1790. 27—Censo redimible, capital de 200 rs., réditos anuales de 6 rs., a favor del Sr. D. Nicolás de Cañedo Valdés Prada, impuesto por Pedro Alvarez, vecino de Entrago, sobre el prado de la Pumeda, de dar 4 ramos de yerba, que linda de arriba heredad de la Mesa EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 6 6 3

Episcopal de Oviedo, de abajo y de un torno cierro, y del otro he­ redad también de la Mesa Episcopal; ante el escribano Manuel García Cienfuegos. Entrago a 20 de febrero de 1793. 28—Reconocimiento hecho a favor de esta casa por Pedro La­ na, vecino del lugar de Villar, de pagar en cada 9 de Enero, 7 rs. y 1/2, réditos de un censo principal de 300 rs., según constaba de escritura otorgada en el año 1779 a testimonio de Francisco Alva- rez Campa, escribano de Somiedo. 13 de junio de 1800, ante el es­ cribano de Somiedo Juan Antonio Díaz.

C...DOCUMENTOS GENERALES DE PROPIEDAD

1—Convenio entre D. Fabián de Miranda y D. Rodrigo de Qui­ rós su hermano, sobre la herencia de Martín Vázquez de Quirós y María Menéndez de Oviedo sus padres, mejoras por estos hechos y la herencia de Pedro Menéndez su hermano, por el que dicho Fa­ bián da al Rodrigo 9.000 mrs. y éste se aparta de todos sus dere­ chos; ante el escribano de Teberga Juan de Argüelles. 1548. 2—Copia de diferentes bienes raíces con sus aprecios, los cua­ les pertenecían a D. Fabián de Miranda, vecino de Entrago y es­ taban situados en Valdesampedro, Valdesantibanes, Gradura y Entrago. 3—Declaraciones dadas por diferentes personas vecinas de Te­ berga a consecuencia de unas censuras libradas en los años de 1628 y 1769 a solicitud de D. Diego de Argüelles y D. Diego Miranda Argüelles: resultaron los nombres de varios colonos que contri­ buían anualmente con las cantidades en grano y dinero, que se ex­ presan, por la llebanza de bienes en foro y arriendo. 4—Notas expresivas de la mayor parte de los bienes raíces co­ rrespondientes a esta casa de entrago, con los linderos respecti­ vos y nombres de los colonos que los llevaban en arriendo y en foro; corresponden a varios años. 5—Cuaderno en donde se hallan anotados los bienes raíces comprados por el Sr. D. Nicolás de Cañedo en los concejos de Te­ berga, Grado, Oviedo y Pravia, desde el año 1785. 6—Juicio de paz para llevar a efecto el convenio celebrado en­ tre el Sr. D. Juan de Cañedo, Conde de Agüera, con el cabildo de la Colegiata de S. Pedro de Teberga. 1841. 6 6 4 MARGARITA FERNANDEZ MIER

E...PROPIEDADES EN EL CONCEJO DE PROAZA

1—a) Compra hecha por D. Rodrigo Ponce de Miranda a Pe­ dro García de Proacina, en el concejo de Proaza, de la casa que habitaba en dicho lugar, y de una huerta cerradas sobre sí a la par­ te de atrás de dicha casa; ante Alonso Entrago, escribano de Te- berga. 1613. b) Compra hecha por D. Diego de Argüelles Miranda a Mar­ cos Alvarez, vecino de St. María de Traspeña, del prado del Re- bollal del medio, cerrado sobre sí mismo, de dar 6 ramos de yer- va; los 3/4 del prado de Fuente del Oso, sito debajo de la braña de los Zencios, cerrado sobre sí, y dará 2 ramos de yerba; y la tie­ rra de los Sierros de 3 días de bueys cerrada sobre sí; la Hortica que está debajo del hórreo nuevo junto al Camino real, de 1/4 de día de buey; y los castañales que fueron de Francisco González del Fabar; ante Lope García, escribano de Teberga. 1639. 2—Compra hecha por D. Rodrigo de Miranda Argüelles, cura del Coto, a Juan de Entrago y su mujer doña Mariana de Entrago Flórez, vecinos de Bandujo en Proaza, de una casa en el lugar de Sta. María en el sitio de La Rozada, con más de 1 día de bueys lar­ go en el sitio del Valle, en la cortina de dicho lugar; más tapín de un ramo de yerba en el prado de Salgueras, situado más arriba; ante Toribio González Corral, escribano de Teberga. 1700. 3—Compra hecha por D. Nicolás de Cañedo a José Fernández de Sta. María de Traspeña, de una pieza de prado que tiene en la pradería de las Alquirbas, con más los abonos que había hecho en su casa de habitación, sita en el barrio de Rozada; ante el es­ cribano de Proaza Juan Antonio Alonso. 1794.

F...PROPIEDADES EN ST. ADRIANO

2—Compra hecha por D. Diego de Miranda Argüelles a Pedro Miranda, vecino de Villabonel, de la parte que le correspondía en el puerto de Mengoyo y sus términos bravos; ante Toribio García Cuña Cienfuegos, escribano de Teberga. 1680. Este puerto corres­ ponde a los vecinos de Monteciello. 3—Compra hecha por D. Diego de Miranda Argüelles a Cata­ lina de Entrago, vecina del lugar de Sobrevilla, de la octava par­ te de un cuarto que tenía en el puerto de Mengoyo, sus términos y controzos, libre de toda carga; ante Juan de Miranda, escribano de Teberga. 1681. EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 6 6 5

4—Compra de D. Diego de Miranda Argüelles a Toribio de Mi­ randa, de los bienes que tenían en Dosango, St. Adriano. 1683. 5—Memorial de la hacienda de que consta la casería de Do- sango, comprada por D. Diego de Miranda Argüelles a Toribio de Miranda de Villamayor y su mujer. 6—Relación de los bienes que esta casa de Entrago tiene en Dosango, St. Adriano, aforados unos y otros en renta. 1801.

LEGAJO 16

PROPIEDADES EN VALDESANTIBANES

A...DOCUMENTOS GENERALES

1—Carta de pago otorgada por el depositario Diego de Miran­ da a favor de Fabián de Miranda. 1583. 2—Venta Real por el Rey Felipe II a favor de D. Diego de Mi­ randa de la jurisdicción civil y criminal de dicho concejo. 1593. B...ENTRAGO 1-194: Compras, hipotecas, cambios, dejaciones y obligaciones referentes a propiedades en Entrago, Sobrevilla y Gradura, se re­ fiere a tierras, prados, bodegas, hórreos, corrales y molinos. Des­ de 1542 hasta 1840. C...GRADURA 1-17: Compras en Gradura desde 1568 hasta 1743. D...BARZANA 1-10: Compras en Bárzana desde 1543 hasta 1698. E... CAMPIELLO 1-35; Compras en Campiello desde 1547 hasta 1798. F...CASTRO 1-47: Compras en Campiello desde 1547 hasta 1864. G...HEDRADA 1-11: Compras en Hedrada desde 1559 hasta 1835. H...INFIESTA 1-11; Compras en Infiesta desde 1572 hasta 1711. L... PRADO 18-35: Compras en prado desde 1637 hasta 1844. M...SANTIANES 1-14: Compras en Santianes desde 1573 hasta 1855. N...RIOMAYOR 1-15: Compras en Riomayor desde 1574 hasta 1780. O...VILLAMAYOR 1-22: Compras en Villamayor desde 1564 hasta 1785. 666 MARGARITA FERNANDEZ MIER

LEGAJO 17

PROPIEDADES EN VALDESAMPEDRO

A...DOCUMENTOS GENERALES

Requerimiento hecho por D. Fabián de Miranda a los herede­ ros de Alonso de la Fuente el Viejo para que no partan ni dividan los bienes señalados para Martín Vázquez de Quirós; ante Diego Rodríguez, escribano de Teberga. 1561. 3—Venta Real de privilegios ganada a pedimiento de los ve­ cinos del valle de Valdesampedro, concejo de Teberga. 1583. B...BERRUEÑO 1-37: Compras en Berrueño desde 1568 hasta 1855. C...SOBREVILLA 1-41: Compras en Sobrevilla desde 1563 hasta 1851. D... CARREA 1-6: Compras en Carrea desde 1682 hasta 1854. E...ORELLERO 1-2: Compras en Orellero desde 1682 hasta 1699. F... BARRIO 1-2: Compras en Barrio desde 1681 hasta 1682. G...CUÑA 1-6: Compras en Cuña desde 1682 hasta 1791. H...COAÑANA 1-11: Compras en Coañana desde 1694 hasta 1699. Y...MONTECIELLO 1-41: Compras en Monteciello desde 1566 hasta 1845. J...RIELLO 1-12: Compras en Riello desde 1590 hasta 1853. L...FRESNEDO 1-2: Compras en Fresnedo en 1699. M...SA& SALVADOR 1-5: Compras en San Salvador desde 1653 hasta 1699.

LEGAJO 18

PROPIEDADES EN VALDECARZANA Y PARAMO Y LA FOCELLA

A...CANSINOS 1-3: Compras en Cansinos desde 1569 hasta 1841. B...S. MARTIN DE LA PLAZA 1-2: Compras en S. Martín desde 1838 hasta 1845. EL ARCHIVO DEL CONDE DE AGÜERA EN ENTRAGU (TEBERGA) 6 6 7

C... VILLAR 1-19: Compras en Villar desde 1566 hasta 1861. D...REDRAL 1-2: Compras en Redral desde 1680 hasta 1682. E...TAJA 1-2: Compras en Taja desde 1790 hasta 1795. F...URRIA 1-6: Compras en Urria desde 1563 hasta 1841. G...LA TORRE 1-2: Compras en la Torre desde 1569 hasta 1662. H...VILLANUEVA 1: Compra efectuada en 1892.

Y...PARROQUIAS DE S. JUSTO DE PARAMO Y ST. MARIA DE LA FOCELLA

1—Diferentes documentos relativos a los Velasco de Páramo de La Focella, cuyos bienes vinculados disfrutaba en el año de 1674 D. Sancho Arias de Miranda y Velasco, los cuales pueden ser de utilidad a esta casa de Entrago por razón de otros bienes que po­ see en el mismo concejo de Páramo, adquiridos unos y otros da­ dos a doña Lucrecia de Miranda Argüelles, viuda de D. Juan de Velasco en equivalencia de 1.200 ducados que había aportado el matrimonio, en el que no hubo sucesión. Entre dichos documentos se hallan el privilegio de diferen­ tes esenciones a favor de los descendientes de Bellido Aureolis, vecino que fuera de Páramo y que se le expidió por el Rey D. Ber- mudo en 15 de las kalendas de octubre, era de 1071 (año 1033), cu­ yo privilegio fue revalidado por diferentes señores reyes; y otros documentos relativos al mismo asunto. El juro o privilegio de la casa de los Velasco situado sobre lo alfolíes de la sal de Asturias, y constituía parte del mayorazgo fundado por el Maestre de Campo D. Juan de Velasco. Diferentes escrituras de testamentos y codicilos y adquisicio­ nes de bienes y otros documentos correspondientes a dichos Velasco. Provisiones a instancia de D. Pedro de Velasco acerca de fran­ quear los innovados que se hacían en términos comunes y otros papeles sobre bienes y rentas de salinas. Y un expediente sobre construcción de una hermita dedicada a S. Roque en el lugar de Páramo, según dispusiera antes de su muerte Juan de Velascov que murió en la peste general del año 668 MARGARITA FERNANDEZ MIER

1599; y para que el cura del lugar citado guardase e hiciese guar­ dar la constitución sinodial del Obispo. 2-11: Compra de propiedades desde 1674 hasta 1799.

LEGAJO 20

BIENES EN ARRIENDO

A...DOCUMENTOS GENERALES

1—Arriendos otorgados por el Sr. D. Nicolás de Cañedo Vélez a favor de los colonos que se expresarán, en el año de 1789, ante el escribano de Teberga Francisco Alvarez Campa: Gradura y Pra­ do, Entrago, Entrago y Prado, Monteciello. 2—Arriendos otorgados por el Sr. D. Nicolás de Cañedo Vélez a favor de los colonos que se expresarán, en el año de 1790, ante el escribano Francisco Alvarez Campa: Berrueño, Sobrevilla, Pá­ ramo, La Focella, Coañana, Riello, Campiello, Fresnedo. B...VALDESANTIANES 1-62: Arriendos desde 1565 hasta 1845 en: Bárzana, Castro, En­ trago, Campiello, Gradura, Prado, Medion, Infiesta, Riomayor, Berrueño, Villamayor.

C... VALDESAMPEDRO 1-29: Arriendos desde 1595 hasta 1854 en : Monteciello, Sobre- villa, Berrueño, Murias, San Salvador, Barrio, Cuña, La Mata, Ca­ rrea, Riello. D.. .VALDECARZANA 1-14: Arriendos desde 1567 hasta 1845 en: Villar, San Martín, La Torre, Urría. E...PARAMO Y LA FOCELLA 1: Arriendo con fecha de 1700. G...PROAZA 1: Arriendo con fecha de 1800. INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS

PRESIDENTE: Iltmo. Sr. D. Jorge Fernandez B u stillo

DIRECTOR: D. Francisco Tuero Bertrand

DIRECTOR DEL BOLETIN EN FUNCIONES: D. M anuel Fernandez A vello

PRECIO DE SUSCRIPCION ANUAL España, 2.000 pesetas. Extranjero, 2.400 pesetas. Número suelto: España, 500 pesetas. Extranjero, 600 pesetas. Dirección: Plaza Porlier.—OVIEDO

Esta revista no es responsable de las opiniones expuestas por sus colaboradores. IDEA