Cautiva De La Luna Dalia Ferry
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Cautiva de la luna Dalia Ferry Los personajes y situaciones que se narran en esta historia son ficticios, cualquier hecho parecido a la realidad es mera coincidencia. Primera Edición: Noviembre 2016 Fotocomposición de la portada: SW Design© Título Original: Cautiva de la luna Del texto: Dalia Ferry© De esta edición: Red Apple Ediciones© Dalia Ferry© 2016 Bajo las sanciones establecidas por las leyes queda rigurosamente prohibidas, si la autorización expresa de su titular, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico o electrónico, actual o futuro —incluyendo la impresión para su posterior copia o la difusión a través de “amigos” en internet— y la distribución de ejemplares de esta edición o posteriores y futuras mediante alquileres o prestamos públicos. Menú de navegación Capítulo1 Capítulo2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30 Capítulo 31 Capítulo 32 Capítulo 33 Capítulo 34 Capítulo 35 Capítulo 36 Capítulo 37 Capítulo 38 Capítulo 39 Epilogo final Capítulo1 El primer encuentro Soy Joseline, una estudiante de arte que ha decidido cursar estudios en la Universidad de Darklage. No es la mejor a la que una pueda asistir, pero sí es la más barata y en el estado en el que me encuentro, sin muchos recursos económicos a mi favor, es la mejor opción posible. No soy como cualquier chica de mi edad, siempre he tenido un sexto sentido muy desarrollado. A veces, cuando toco a una persona puedo leer su mente, siempre y cuando sus pensamientos sean lo bastante fuertes. Por eso y para evitar sentirme incómoda, en ocasiones muchos pensamientos no son del todo limpios, me mantengo bastante alejada de la vida social. Aquí en Darklage parece que la vida social es un lujo, todo el mundo parece ir a un ritmo diferente al normal. Tengo dos compañeras de cuarto en la residencia universitaria, Gill y Marissa. Una de ellas, Gill es la excepción a esta regla, se pasa todo el día de un lado a otro, hablando hasta con los relojes de la pared. Hoy se le ha ocurrido la genial idea de ir a un circo ambulante, que pasa por la ciudad cada cierto tiempo. No quería ir, pero su insistencia fue superior a mis fuerzas. En el circo vamos a encontrarnos con su primo John, es el encargado de administrar las fiestas y ceremonias del pueblo, algo así como un relaciones públicas. Cuando llegamos allí, fuimos a verle directamente, estaba controlando las entradas y salidas del circo con un enorme listado en la mano. Cuando nos vio reconoció inmediatamente a su prima y fue a nuestro encuentro. Nos saludó dando la mano primero a Gill y luego a mí, aunque yo preferí saludarlo con un simple “hola” y apartar mi mano. Cuando él volvió a su puesto Gill me preguntó por mi extraño gesto. —¿ Por qué no le distes la mano a mi primo? —Es mejor así, sudo mucho y me da vergüenza que lo note —dije intentando buscar una buena excusa. Al entrar, una sensación extraña hizo que todo mi cuerpo se pusiera en tensión. La enorme sala estaba llena de animales salvajes enjaulados. Estaban muy nerviosos, golpeaban una y otra vez los barrotes de metal. —Tu amiga parece asustada, Gill — dijo John al ver mi cara. —No estoy asustada solo nerviosa, no me gusta ver a los animales enjaulados, eso es todo —mientras hablaba sus ojos me recorrieron de arriba abajo, eso me puso aún más nerviosa. —¿No te gustan los animales enjaulados? Si lo prefieres los libero para que los veas más de cerca —respondió John con tono sarcástico. —¡Todos estos pobres animales encerrados! Pues mira, no sería mala idea —le respondí enfadada. —Bueno, si eres sor buena puedes abrir las rejas, así podremos disfrutar de un verdadero espectáculo —esta vez su sonrisa fue algo más fría. —Eres organizador no cómico, así que ahórrate los chistes malos —replique enfadada. —¡Vaya! Una chica con carácter. —¡Venga, basta ya John!, Hemos venido a ver la función no ha discutir —dijo Gill harta ya de tanto sarcasmo por nuestra parte. Mi idea era largarme de allí, no sin antes darle una patada a ese engreído sin cerebro, pero la verdad es que después de tanta publicidad me devoraba la curiosidad y quería ver la función. —Seguidme pequeñas, la verdadera estrella está en la otra sala —dijo John al fin. —¿Por qué? —pregunté. —Es peligrosa, no es como un animal salvaje común, es una bestia en todo el sentido de la palabra. Lo capturamos hace tres meses muy cerca de Pensilvania. Tenía en alerta a dos pueblos cercanos al bosque. Cuando llegamos allí, nos llamó la atención los comentarios de los vecinos y fuimos en su busca. Días después de empezar la búsqueda nos encontramos con esto. Al abrir la puerta de la sala pude ver aquel hombre enorme y peludo con unas garras más grandes que mis manos. Miraba al suelo, alrededor de su cuello había un enorme grillete del que sobresalía una dura y gorda cadena de acero. No llevaba puesto más que un pequeño pantalón vaquero, todo lo demás era pelo negro y muy frondoso. Levantó su cabeza de repente, pude ver sus ojos. Eran de un rojo sangre intenso y por un momento sentí que me atravesaban sin poder hacer nada por remediarlo. Una imagen pasó por mi mente: una chica que lucía un vestido medieval corría por un frondoso bosque lleno de árboles y flores. No huía de nada, al contrario, parecía muy feliz. Su largo pelo cobrizo volaba al son del viento. En un instante, alzó su mano para atraer a alguien que la seguía a su lado. De repente, volví a la realidad. Tanto mi amiga como su primo me miraban con cara asustada. John vino hacia mí y me sujetó para ayudarme a tomar asiento. Ese agarre no le gustó a la bestia, se levantó del suelo y empezó a rugir y a tirar de la cadena que lo sujetaba. John cogió su látigo y nos empujó fuera de la sala. La bestia seguía rugiendo cada vez con más fuerza. Estábamos fuera cuando se escuchó el estruendo de un metal que romperse en mil pedazos. John me agarró de la cintura y tiró de mí con fuerza para alejarme de la bestia. Gill fue más rápida y se adelantó a nosotros. Estábamos a punto de llegar a la salida cuando algo nos empujó contra el suelo. John cayó contra la pared y quedó inconsciente en el acto. Yo me giré con lentitud, al caer mi golpe fue suavizado por el cuerpo de John. Una vez boca arriba, me encontré cara a cara con la bestia. Capítulo2 Otra realidad Había pasado una semana desde aquel día, pero John venía a visitarme a diario, según él vigila mi estado de ánimo, pero estaba segura de que era una excusa para ver a mi compañera de cuarto que era muy guapa. Hoy he decidido salir a tomar el aire, no aguanto volver a pensar en lo que pasó aquel día en el circo. Después de mi encuentro con la bestia me desmayé y estuve inconsciente durante horas. Los médicos piensan que fue debido al susto y al estrés que viví, pero yo creo que fue debido a la impresión, me dejó bastante débil. —¿A dónde crees que vas señorita? —dijo John al ver que me levantaba e iba a por mi bolso. —A ver John, ¿qué haces aquí de nuevo? Marissa no está —dije algo enfadada. —Esto es increíble. ¿Crees que estoy aquí por Marissa? —Su rostro parecía enfadado tras mis palabras. —Sí. ¿Por qué otro motivo estarías aquí a todas horas? —pregunté. —Por ti, tal vez —dijo al fin. —Por favor, dime qué quieres de una vez. —A la bestia. —¿Te has vuelto loco o qué? Crees que escondo en mi armario a tu bestia. —No, pero sí sé que desde que te vio se alteró y desapareció. —¡Estás completamente loco! Voy a salir, así que apártate de mi camino, ya he oído bastantes tonterías por hoy —grité enfadada mientras me dirigía hacía la puerta de mi habitación y salía deprisa de allí—. Está completamente loco. Estaba llegando a la primera esquina y me disponía a cruzar la calle cuando algo con mucha fuerza tiró de mí. —Deberías tener cuidado, ese coche por poco te aplasta —era John con sus impresionantes ojos color miel. —Iba tan despistada que no me di cuenta de que el semáforo se había puesto en rojo, lo siento. —No importa, pero procura ir con más cuidado la próxima vez —al mirar hacia la carretera y ver como el coche que estuvo a punto de atropellarme salía de allí a toda velocidad, perdí de vista a John por unos segundos y al volver a mirar ya no estaba allí. Después de esto, preferí volver de nuevo a mi cuarto, sabía que no había nadie y podría aprovechar para descansar. Me tumbé en el sofá nada más llegar y puse la televisión. Mis ojos se cerraban lentamente mientras pasaba uno por uno los canales en busca de algo interesante que ver, pero el cansancio fue superior a mis fuerzas. De repente, el sol empezó a dar en mi cara y terminó por sacarme de mi agradable sueño. «¿Qué es todo esto? ¿Por qué no estoy en mi cuarto?» me pregunté a mí misma cuando al abrir los ojos me di cuenta de que no estaba en la misma habitación.