Riqch’ariy N° 1, 2020. pp. 25-39 ISSN-L 2709-8680

Pinturas, wakas y pucullos Los olvidados vestigios arqueológicos de Chinchaypucyo

Paintings, wakas and pucullos The forgotten archaeological remains of Chinchaypucyo

Roberto Ojeda Escalante* Fecha de recepción: 25 de marzo de 2020 / Fecha de aprobación: 11 de agosto de 2020

Resumen

El distrito de Chinchaypucyo de la provincia de Anta () posee varios lugares arqueológicos casi desconocidos, en constante deterioro, pero que atesoran evidencias valiosas para conocer nuestra historia. Entre estas tenemos una pintura de aparente filiación Yayamama (intermedio temprano), muy lejos de su área cultural (el Collao), dos estilos de enterramientos ligados a las wakas que Albornoz menciona como de la “nación quechua”, y un lugar con construcciones similares a las de zona “chanca”. Cada uno de estos proporciona nuevas interrogantes sobre aspectos de nuestra larga historia, las mismas que damos a conocer, proponiendo algunas posibles respuestas que ameritarán mayor investigación.

Palabras clave: Cusco, arqueología, arte rupestre, tradición yayamama, estructuras funerarias, Intermedio Tardío.

Abstract

The district of Chinchaypucyo in the Anta province (Cusco) has several almost unknown archaeological sites, which are in a deteriorating state, but contain valuable evidence which contributes to knowledge of our history. Among the remains we have a painting

* Estudió Historia en la UNSAAC, es integrante del Centro Cusqueño de Investigaciones Históricas Enfoques. Email: [email protected]

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of apparent Yayamama appearance (early intermediate), very far away from its cultural place of origin (el Collao), two types of burial linked to the wakas, which Albornoz refers to as being from the “quechua nation”, and a place with constructions similar to the ones of the “chanca” region. Each of these provokes new questions about aspects of our long history, questions which we propose some possible answers for, but which will require further investigation.

Keywords: Cusco, archaeology, rock art, yayamama tradition, funeral structures, Late Intermediate.

Entre los años 2011 y 2014 trabajé en el distrito de Chinchaypucyo, provincia de Anta (Cusco). Esos años, junto a Claudia Palomino y jóvenes del distrito, recorrimos varios lugares, haciendo un reconocimiento de lugares históricos y naturales de la zona. Encontramos una cantidad de sitios de diverso origen histórico, poco conocidos y abandonados, a pesar de figurar en los mapas elaborados por el Ministerio de Cultura. Tratando de ubicar estos lugares a partir de las evidencias históricas y menciones documentales, los veo como muestra de un interesante proceso histórico local, que podría abrir la comprensión del pasado prehispánico en la región, esperando que este artículo motive a investigar con mayor pertinencia los lugares que se mencionan.

La ventaja que ofrece esta zona, es la rica tradición oral aún presente en sus comunidades, que incluye mitos, relatos sobre algunos de estos lugares prehispánicos. Estos se convierten en una fuente más para entenderlos, desde las reminiscencias o las explicaciones de sus habitantes contemporáneos1. Nuestra permanencia en el distrito nos permitió conocer esa mitología viva y la presencia constante del pasado, tanto en evidencias arqueológicas como en las costumbres y creencias contemporáneas. Detectamos la presencia de relatos comunes en otras regiones, algunos de los cuales no se consideraban existentes en territorio cusqueño2. Todo esto me permite afirmar que Chinchaypucyo, el primer valle de la “nación quechua”, el Chinchaysuyu cercano, es un punto clave para comprender las “fronteras” culturales del Cusco prehispánico.

Inventario de los sitios arqueológicos de Chinchaypucyo

Chinchaypucyo es un distrito de la provincia de Anta, de la región Cusco. Esta provincia está ocupada en su mayor parte por una extensa planicie conocida como la pampa de Anta, en la que destacan varios centros arqueológicos vinculados al camino principal del Chinchaysuyu inca. Chinchaypucyo está en un área contigua pero diferente a la pampa de Anta, entre la cadena montañosa que bordea la pampa (cuyos cerros más altos son los apus protectores de nuestra zona) y el cañón del Apurimac.

El área que mencionaremos está conformada por dos cuencas tributarias del río Apurímac: la del Pantipata, en la que se ubica la extensa comunidad campesina de Pantipata (con 9 anexos), y la del Ch’eqemayo, en la que se ubican las otras 8 comunidades del distrito.

1 Algo de esto incluí en un artículo publicado por la UNSAAC (Ojeda, 2012). 2 El cuento de la Achiké (Municipalidad de Chinchaypucyo, 2013).

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Ambas cuencas poseen vestigios arqueológicos de filiación mayormente inca o del intermedio tardío. El registro que realizáramos produjo el siguiente cuadro:

Cuadro 1: Lugares arqueológicos de Chinchaypucyo, según cuenca y ubicados de norte a sur.

Lugar Descripción Ubicación Cuenca del Ch’eqemayo Anexo Paro, comunidad K’umur Probables qolqas Parccotica Anexo Paro, comunidad Pumawasi Cueva con pinturas rupestres Parccotica Pauqarpampa Andenes y cimientos Sector Sit’o, Parccotica Qollmay Centro ceremonial Comunidad Sumaro Canteran o Tinkuq Andenes Sector Racrarumi, Chinchaypucyo Incawasi Construcción fina Pueblo Chinchaypucyo Saqsamarka Andenes, muros, cimientos Norte del pueblo Chinchaypucyo Wañeq Entierros Sur del pueblo de Chinchaypucyo Molino Andenes Sur del pueblo de Chinchaypucyo Terrenos de la comunidad Wankariri Andenes Anansaya Anexo Huantaro, comunidad Waman Wachana Entierros Huancancalla Kisqa Orqo Restos de cimientos Huancancalla Mauk’a Llaqta Restos de cimientos Huancancalla Wamancharpa Restos de cimientos Huancancalla Cuenca del Pantipata Lucre Andenes Comunidad de Pantipata Molino Andenes Comunidad de Pantipata Anexo Chuypa, comunidad Wataqollo Restos de construcciones Pantipata Anexo Chuypa, comunidad Ch’ita Restos de construcciones Pantipata , anexo Ivin, Qayllawasi Andenes, cimientos, chullpas comunidad Pantipata Aqawañay Restos Ivin Punkupunkuyoq Portadas Ivin

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Casi todos los lugares mencionados están abandonados, algunos bastante deteriorados (Punkupunkuyoq prácticamente desapareció con la construcción de la carretera entre los años 2014-2015). Sólo se mantienen en regular estado de conservación los conjuntos de andenes que siguen cultivándose en los sectores Lucre, Wankariri y Molino.

Los pobladores de las distintas comunidades tienen una opinión conflictiva sobre los sitios arqueológicos de sus zonas. El caso de Qollmay, única zona arqueológica protegida por el Ministerio de Cultura, genera desconfianza e inconformidad en la comunidad de Sumaro. Se dice que el Ministerio no coordina con la comunidad y más bien permite que la zona siga siendo huaqueada. En otros lugares nos contaron que en años anteriores pasteaban ganado y hasta que los niños jugaban con los restos óseos de entierros antiguos. No obstante, estas acciones de deterioro de los restos arqueológicos parecen ser relativamente recientes, pues las personas mayores recuerdan el temor y respeto que generaban estos lugares.

Foto 1: Zona arqueológica de Qollmay, comunidad Sumaro.

Foto 2: Inkawasi, sitio arqueológico ubicado en el pueblo de Chinchaypucyo.

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Una figura Pucara en las pinturas rupestres de Pumawasi

Pumawasi (la casa del puma) es una cueva ubicada en el anexo Paro de la comunidad de Parccotica. La cueva no es muy profunda pero sus paredes son bastante altas, en ellas existen pinturas rupestres que han sido descritas y analizadas por Rainer Hostnig (Hostnig, 2014), entre sus varias figuras algunos motivos pueden ser comparados con otros vestigios rupestres de la región, pero hay dos que son únicos, un cazador con estólica y una gran serpiente. Es esta última la que llama ahora nuestra atención, por su similitud con una representación de los monolitos Yayamama, ubicados por Sergio Chávez y Karen Mohr (Chávez & Mohr, 1976) en el altiplano del Titicaca y atribuidos por ellos al Formativo Tardío.

La figura en cuestión es la representación de una serpiente, de la que brotan protuberancias, como si se tratase de una planta. El artista e investigador Edwin Chávez le encontró parecido a un elemento de algunas esculturas Yayamama, así como a algunas representaciones Nazca. Hostnig coincide con lo segundo y menciona el parecido con figuras de “monolitos pucara” (sin mencionar la tradición Yayamama específicamente). Estas esculturas presentan dos personajes ubicados uno a la espalda del otro, uno es masculino y el otro femenino, de ahí el nombre que le dieron Chávez y Mohr (Yaya-mama es “padre-madre”). En algunas esculturas, entre ambos personajes aparecen dos serpientes similares a la de nuestra figura de Pumawasi. Al ser consultado sobre esta figura, Sergio Chávez indicó que habría que encontrar más evidencias similares para definir si se trata de una influencia de la tradición Yayamama (Edwin Chávez, comunicación personal, julio 2019).

Gracias a Rainer Hostnig pude conocer la opinión de Francois Cuynet, arqueólogo experto en monolitos del Formativo y de la época tiwanaku. Cuynet encuentra en la figura elementos más propios de la época pucara y en su aspecto global una similitud con las serpientes de Konkho Wankane (zona sureste del Titicaca), proponiendo que la figura de Pumawasi parece mezclar varias características presentes en el Altiplano y accesibles a partir del Horizonte Medio (Hostnig, comunicación personal, 17 de mayo 2020).

Las pinturas de Pumawasi, sin correlato en otros testimonios rupestres de la región, provocan algunas interrogantes. ¿Cómo aparece esta iconografía altiplánica en una zona tan al oeste? ¿Es una simple coincidencia? Sabemos que la cultura pucara influyó en amplias zonas de la región del Cusco, el punto más occidental de su presencia había sido registrado en Bandojan -Anta- (Edwin Chávez, comunicación personal, 2012), la cueva de Pumawasi vendría a ser una evidencia más de esa presencia. La posibilidad de que fuera dibujada en Pumawasi por un migrante altiplánico resultaría bastante especulativa. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que varias de estas esculturas siguieron siendo veneradas por sociedades posteriores.

Algunos cronistas describen una de estas esculturas en Ilave (Puno):

Un ídolo de piedra de tres varas y media de alto que tenía dos rostros, casi a la traza en que pintaron a Jano, salvo que el un rostro era de varón, y el otro de mujer, con dos culebras que subían de los pies y en la corona un sapo […] Adorábanle por dios de las comidas. (Ramos, 1988 [1621], p. 197)

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Al definirlo como “dios de las comidas”, Ramos nos da la pista para entender el simbolismo de estas figuras. Son monolitos de prosperidad ligados al mundo agrícola, algo que también encontramos en el dibujo de Yamqui Salcamayhua, con la pareja humana al centro de todas las deidades. Las serpientes laterales de las esculturas Yayamama, así como las demás serpientes de pucara, podrían simbolizar las plantas alimenticias, representadas con cabezas por indicar su calidad de seres vivos, es más, son cabezas de mamíferos (tienen orejas) antes que reptiles, tal como se describe al Amaru, ser mitológico generador de agua. Este tipo de simbolismo está extendido en los prehispánicos, donde seres antropomorfos con rasgos animales y vegetales abundan en su variada iconografía (Narváez, 2018). La tradición Yayamama fue reemplazada por el personaje de los báculos en el Horizonte Medio, pero luego de un proceso de transición entre un ícono y el otro (Flores & Kuynet, 2017).

En Pumawasi se ha encontrado restos cerámicos de estilos Inca y Killke (Hostnig, 2013), aunque Silvia Flores indicó haber hallado cerámica desde el periodo Wari al Inca (Flores, 2004), evidenciando una ocupación temporalmente más extensa. Aunque Hostnig ubica el estilo reticulado de algunos fragmentos cerámicos en el periodo Killke (1000-1300 DC), Ivan Ccallo ha analizado este tipo de decorados en cerámica de varios periodos, desde el llamado Qotakalli hasta el Inca (Ccallo, 2019). Los fragmentos de Pumawasi son de un estilo más rústico que los elaborados reticulados killke, lo que nos acerca más en el plano temporal con las últimas manifestaciones de la tradición Yayamama, en el periodo Pucara, contemporáneo a Qotakalli y que tuvo presencia esporádica en la zona de Cusco y la pampa de Anta, zonas cercanas a Chinchaypucyo. ¿Nos indica esta figura, que la influencia Pucara llegó más al oeste de lo que pensamos? No podemos deducirlo por una evidencia solitaria, pero nos provoca repensar las relaciones interculturales entre los pueblos anteriores a la expansión Wari-Tiwanaku (Bauer, 2018; Bélisle & Quispe, 2017).

Nuestra cueva está cercana a un sitio arqueológico llamado K’umur, conformado por doce habitaciones tipificados como depósitos o qolqas, de probable filiación Inca. La inexistencia de excavaciones en la zona no permiten datarla realmente y la probable filiación es arbitraria, sabiendo que los incas utilizaron algunas estructuras anteriores. La cercanía de depósitos de alimentos (qolqas) a una pintura ligada al “dios de las comidas”, nos tientan a encontrar la vinculación deseada. Lo cierto es que, a diferencia de otras zonas arqueológicas del distrito, sobre Pumawasi no existen relatos míticos que lo incluyan o describan. Los relatos que nos contaron, hablaban del tiempo de las haciendas y de que la cueva fue un refugio de pumas que desde allí cazaban caballos y ganado.

Sobre su uso antiguo tenemos:

En tiempos precolombinos tardíos (Período Intermedio Tardío y Horizonte Tardío), la cueva fue usada para fines funerarios y la realización de ceremonias y ritos asociados a los muertos. En la base de la pared lateral izquierda (mirando hacia el interior) existen numerosas osamentas humanas, pero las estructuras funerarias que las albergaban han desaparecido por completo. (Hostnig, 2013)

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Foto 3: Figura de serpiente “Yayamama” en Pumawasi.

Foto 4: El dibujo mejorado digitalmente (Hostnig 2013).

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Existen otras zonas de entierros sin estructuras funerarias, como en el lugar denominado Inkawaskar, en la zona de Sit’o, ubicado en la comunidad de Parccotica y donde también existen restos de estructuras y andenes de tipo inca, llamados Pauqarpampa. Es interesante la distribución de restos arqueológicos en toda la zona: andenes y estructuras finas en la parte baja (Pauqarpampa), entierros rocosos cercanos (Inkawaskar), qolqas en la parte alta (K’umur), entierros y pinturas rupestres en una cueva cercana al anterior (Pumawasi). Sólo estos cuatro lugares podrían proporcionarnos información sobre las sociedades de esos tiempos (zona que en el siglo XV fue reorganizada con mitmas incas).

Sauma y Wañeq, estructuras funerarias en las wakas quechuas

Cristóbal de Albornoz, perseguidor de las religiones andinas en el siglo XVI, nos legó un lis- tado de las principales wak’as entre Cusco y Quito, ubicándolas según sus “naciones”. Así, al describir a los quechuas, cita entre sus principales wak’as a: “Apoguanic, guaca general, es una cueba debaxo del pueblo Chinchaypuquio hazia el río Aporima. Aposauma, guaca piedra, hechura de indio” (Duviols, 1967 [1570], p. 28).

Apoguanic es llamada aún Apu Wañeq, una gran cueva cercana a la carretera que desciende del pueblo de Chinchaypucyo y conduce al río Apurimac. Presenta algunos entierros típicos del periodo killke, y aunque ya no compite con otros apus locales en la ritualidad andina contemporánea, se sigue considerando un antiguo lugar de respeto. En la tradición andina, los apus son seres vivos que interactúan con los humanos, tal como estos lo hacen con las plantas. En un concurso escolar de relatos que realizamos en la Municipalidad Distrital de Chinchaypucyo, una estudiante secundaria relató la historia de este apu y otros contiguos, en los tiempos de la construcción de la carretera, indicando la permanencia de su culto: “Se dice que este cerro [el Mandolinayoc] está encantado, que es una mujer con el nombre de Margarita, el cerro Molle Orqo es un varón llamado Pancho y Wañeq, que es el otro varón llamado Tomás” (Municipalidad de Chinchaypucyo, 2013, p. 37).

En cuanto a Apu Sauma, es un espacio rocoso subiendo del pueblo de Chinchaypucyo. En el que hay entierros prehispánicos y rocas talladas, sobresaliendo una con un gran horadado esférico. Este es el lugar conocido actualmente como Apu Sauma, y es un lugar que sigue siendo utilizado para realizar ofrendas. Es más, nos indicaron que se le denomina Sauma por la costumbre de sahumar en la zona. Aunque es probable que el nombre tenga un significado diferente y mucho más antiguo, lo cierto es que mantiene esa vitalidad sagrada que no han podido borrar los siglos, incluso ahora con la nueva “evangelización” que pretenden varias sectas cristianas en el distrito.

El tipo de entierro de ambas wakas consiste en pequeñas torres hechas de piedra y barro, en las que se ha introducido los restos humanos. Suelen estar adosadas a paredes rocosas como en Waman Wachana (comunidad Huancancalla), como en un sector del mencionado Sauma, o en el propio Wañeq. Son estructuras bastante pequeñas, en las que pueden verse restos óseos. Por haber sido huaquedas es difícil encontrar otro tipo de evidencias, salvo algunos trozos de cerámica o piezas líticas, dispersados por las cercanías del lugar. Estos y algunos trozos cerámicos que conservan algunos pobladores, permiten datar los lugares en el periodo Killke.

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Este tipo de enterramientos nos recuerdan a los que Guaman Poma (1980 [1615]) denomina pucullos3, las tumbas de los chinchaysuyus, que guardan similitud con las ch’ullpas del Altiplano, aunque estas últimas tienen dimensiones mayores.

Una leyenda frecuente sobre estos entierros es que allí se ocultaron los habitantes antiguos, llamados “gentiles”, “machus” o “jesuitas”, denominación que variaba según el informante: “En el tiempo más antiguo llegó una lluvia de fuego, allí los hombres se escondieron en los huecos debajo de las rocas y allí se murieron” (Municipalidad de Chinchaypucyo, 2012, p. 10).

Una característica interesante de estos pucullos en Chinchaypucyo, es su cercanía al río Apurimac. No los encontramos en las zonas altas de las micro cuencas del lugar. El patrón se repite en Ivin (zona baja de la cuenca del Pantipata) y Pivil, comunidad perteneciente al contiguo distrito de Limatambo. Es más, entierros muy similares observamos en la comunidad de Yuttu, en el distrito de Andahuaylillas, muy lejos de nuestra zona de estudio. Sin embargo, comparando los entierros de Yuttu con los de Chinchaypucyo, vemos que aquellos tienen una elaboración más compleja. Un estudio comparativo de varios de estos lugares podría dar luces sobre similitudes y diferencias culturales dentro de la región.

Para datar estos lugares nos servirían análisis arqueológicos, hoy inexistentes, pero la documentación sobre el lugar puede darnos algunas pistas.

Solo estaba enterado que la huaca Guañic tenía dos topos de tierras y llamas, ubicadas al frente de la huaca en unos andenes. Los curacas poseían dichas tierras para que con el producto de la siembra pagaran sus tasas de tributo, estas tierras habían sido asignadas a la huaca Guañic por el propio Topa Inca Yupanqui. (Amado, 2014, p. 147)

Los andenes mencionados pueden ser los de Wankarire, ubicados al otro lado de la quebrada del Ch’eqemayo, en tierras pertenecientes a la comunidad de Anansaya. El testimonio motiva deducir que la zona fue poblada por mitmas en tiempos del inca Tupa Yupanqui. Hay un dato más específico con respecto a Sauma: “la guaca llamada Saoma que era guaca de los indios Cotabambas tenía dos topos de tierras de sembrar maíz y trigo” (Amado, 2014, p. 149).

La costumbre de destinar tierras para solventar el culto a las wakas fue heredada por las imágenes cristianas. Cerca a Wañeq está el cerro Asaqwana, asociado a la leyenda de aparición de la imagen de la Virgen del Carmen, una de las imágenes que poseía tierras para solventar sus cultos hasta hace algunas décadas atrás. Existe un relato sobre la migración del pueblo de Chinchaypucyo desde su antiguo emplazamiento en Asaqwana. En una publicación anterior lo había descrito como el traslado de la población desde una hacienda (la hacienda Asahuana) perteneciente a los jesuitas, y por lo tanto ubiqué esta migración en el periodo posterior a la expulsión jesuita (Ojeda, 2012); el relato podría estar contando un hecho más antiguo. Asaqwana está ubicado en un lugar alto y cuenta apenas con algunos restos de lo que podrían ser cimientos de recintos habitacionales. Tal vez haya sido una “pucara” del Intermedio Tardío, cuya población fue reasentada en tiempos incas en el actual pueblo de Chinchaypucyo. Entonces se habrían construido los vestigios Incawasi y los andenes de Molino y Wankarire.

3 Dibujo de la página 289.

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La descripción de Albornoz permite ubicar la “nación quechua” en ambos márgenes del río Apurimac, incluyendo entre sus wakas al nevado Salqantay. Como actualmente el río sirve de límite provincial y regional, se tiende a pensar que fue igual en tiempos prehispánicos, pero las evidencias indican que ambas márgenes del profundo cañón se comunicaban frecuentemente.

En Cusco es casi una convención ubicar a Chinchaypucyo en el camino al Kuntisuyu, pero siguiendo el análisis de Zuidema (Zuidema & Poole, 1982), nuestra zona estaba ubicada más bien en el Chinchaysuyu. El nombre de este suyu, en vez de estar relacionado con la lejana provincia de Chincha, ¿podría ser eventualmente la derivación de Chinchaypukyu? Más allá de especular sobre el tema, quiero plantear que la importancia de Chinchaypucyo está en su ubicación, en uno de los caminos al Chinchaysuyu (aunque no el principal), lo que está evidenciado por las construcciones incas emplazadas en el mismo.

Y viene una especulación más. Si, como han encontrado los especialistas (Bauer, 2013; Szeminsky, 2003), la “invasión chanca” no puede haberse realizado tal como la relatan las crónicas, es posible que la famosa guerra que encumbró a Pachakuti, se haya dado con alguna población más cercana. La respuesta podría estar en Chinchaypucyo y/o zonas aledañas. Según los relatos de dicha guerra, las principales batallas se dan en la pampa de Anta, espacio ubicado entre el valle del Cusco y los valles de Chinchaypucyo. Las modificaciones en la ocupación del valle y la presencia de mitmas incas, podrían derivar de este proceso, recordando que la guerra real no debió ser tan grande como la describen las crónicas, confundiendo relatos míticos con históricos. Investigaciones sistemáticas en la zona podrían ayudarnos a dejar de lado la especulación y corroborar o descartar las teorías hasta hoy aceptadas sin suficiente evidencia. Pero cualquier investigación tiene que realizarse junto con los pobladores, para no repetir los constantes desencuentros que han existido con el Ministerio de Cultura. No habría daño mayor que el de prohibir que se cultive en esos andenes aún vivos, por ejemplo.

Foto 5: La waka de Sauma.

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Foto 6: Los pucullos del apu Wañeq.

Los pucullos de la pequeña llaqta de Qayllawasi

Durante el trabajo realizado en el distrito conocimos a Miguel Sánchez, joven campesino de Chinchaypucyo con vocación de investigador, que había recopilado relatos y datos sobre varios de estos lugares. Algunos de estos los incluimos en el libro “Testimonios de Chinchaypucyo” (Municipalidad de Chinchaypucyo, 2012). A través de sus indagaciones, Miguel llegó a concluir que varios de estos lugares son anteriores a los incas, probablemente construidos por los chancas. Interesante deducción que se acerca a las evidencias históricas, pues el tipo de construcciones, así como los restos cerámicos y líticos parecen corresponder al Intermedio Tardío, el llamado estilo Killke. Y a la vez, guardan similitud con evidencias contemporáneas de regiones contiguas al otro lado del río Apurimac.

El río es considerado sagrado por las personas mayores, algunos de los cuales lo llaman Willkamayu. Esto nos llamó la atención, pues comúnmente entendemos Willkamayu como el nombre del río Vilcanota. Quizás la denominación Willkamayu (río sagrado) no es un nombre propio sino una categoría para los ríos principales de la zona del Cusco. Este río ha cavado una profunda quebrada, un cañón habitado no solo por cóndores y otros animales, sino también por nuestros antepasados. Si bien en los últimos tiempos ha sido una zona marginal, uno de esos parajes lejanos de los Andes (sus famosas 24 curvas en la carretera que desciende al río, siguen siendo un ejemplo de las escabrosas vías andinas) en siglos pasados era parte de importantes caminos bastante transitados. Los vestigios de caminos incas en la zona, parcialmente utilizados en la actualidad, sólo son una antesala para acercarnos a ruinas de poblaciones construidas casi sobre los acantilados del Apurimac.

En la comunidad de Huancancalla existen dos zonas conocidas como Mauk’a Llaqta (pueblo viejo) y Kiska Orqo (Cerro Espina), de las que apenas quedan los cimientos, pues han sido bastante afectadas por actividades pecuarias. En el anexo Ivin de la comunidad Pantipata encontramos lugares similares pero mejor conservadas. El mismo pueblo está construido sobre construcciones prehispánicas, en una cuchilla cercana a la desembocadura del río Pantipata en el Apurimac.

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En el sector Qochapata, ubicado en una cuchilla que culmina en acantilado, se encuentra el sitio llamado Qayllawasi (casa de los ancestros). Son como cuatro sectores contiguos, cada uno de los cuales contiene andenerías, restos de construcciones circulares y pequeñas estructuras funerarias. Estas no se encuentran en rocas o cuevas, sino en la misma cuchilla, como pequeñas torrecitas ubicadas junto a las otras construcciones (lo que les da mayor aspecto de ch’ullpas). Otra característica es que, a diferencia de los pucullos de Wañeq, son de piedras colocadas rústicamente, sin revestimiento con arcilla. En una de estas observamos restos óseos. Mientras nuestros acompañantes les ofrendaban un k’intu de coca, nos comentaban que algunos curanderos solían hacer “alcanzos” en estos lugares.

Las construcciones circulares de Qayllawasi son similares a un patrón bastante extendido durante el llamado Intermedio Tardío, que era el tiempo de las “pucaras” o poblaciones fortificadas en los cerros. Estas construcciones difieren de los waris o incas que están más bien en los valles. Particularmente las construcciones identificadas como chancas en Andahuaylas (Bauer, 2013), tiene el mismo patrón: viviendas circulares acompañadas de muros y andenes, todo en la cima de alguna loma o cerro. Así, la deducción de Miguel Sánchez no estaba equivocada, existen similitudes entre las construcciones de ambos lados del río en el periodo anterior a los incas. Pero el patrón mencionado es mucho más amplio aún. Podemos verlo en Kupi (Ocongate) como en el norte de Puno, en zonas del centro del Perú, hasta el monumental mucho más al norte. Aunque la historiografía tradicional ha dividido el pasado prehispánico en periodos de integración (Horizontes) y otros de desintegración (Intermedios), las similitudes arquitectónicas de los supuestos momentos de dispersión, parecen contradecir esa mirada rígida. La evidencia indica algunos patrones comunes extendidos por todo el territorio post- wari, pero una diversidad de estilos cerámicos, lo que indicaría una diversificación cultural pero sin rompimientos ni alejamientos tan marcados como suele pensarse.

Generalmente se considera que la ubicación en las partes altas fue producto de la conflictividad que existía en la época, aunque no hay suficientes evidencias de armas en los hallazgos. Sin descartar esa posibilidad, también pudo influir el clima cálido que se dio por esos siglos, para que las poblaciones se mudaran a las zonas altas, mientras que durante el apogeo inca se instalaron en zonas más bajas, coincidiendo con el clima más frío de esos siglos (la pequeña edad de hielo). Aunque esto no explica el fenómeno por sí solo, sí nos da algunas pistas para entenderlo. Tal vez las pucaras de esos tiempos estaban en zonas altas y cercanas al cañón, para observarse a la distancia, como todavía lo hacen las comunidades contemporáneas. Observarse vendría a ser una forma de sentirse parte, de construir una identidad vinculada a la cuenca, una identidad no exenta de conflictos (las identidades de las comunidades andinas contienen un doble componente de conflicto y armonía a la vez).

Las construcciones circulares aparecen en la región del Cusco en la zona de Raqchi (Cacha), durante el periodo Wari. Durante mucho tiempo fueron descritas como qolqas, sin embargo, excavaciones en el lugar determinaron que se trata de viviendas del Horizonte Medio (Sillar et al., 2019). Raqchi resulta siendo la primera ciudad de viviendas circulares entre los wari. ¿Tal vez allí nacieron las construcciones circulares del Intermedio Tardío? Si recordamos la importancia de Cacha en los mitos de Wiraqocha, alguna singularidad debió tener el lugar. Como fuera, la pequeña llaqta de Qayllawasi es un lugar más para

36 Pinturas, wakas y pucullos. Los olvidados vestigios arqueológicos de Chinchaypucyo comprender el Intermedio Tardío. Sus rústicas murallas y sus pucullos aún conservados nos interpelan desde su remoto pasado.

Finalmente, no olvidaré mencionar que en la parte alta del lugar existen cimientos de otras construcciones, pero esta vez rectangulares. No sabemos si son de otra época o contemporáneos, pero de otros usos, nuevamente queda abierta la necesidad de investigar la zona.

Foto 7: Uno de los sectores de Qayllawasi, que se prolongan hasta el cañón del Apurimac.

Foto 8: Pucullo o estructura funeraria en Qayllawasi.

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