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Fecha: 04/08/2020 Visitas: 2.681 Favorabilidad: No Definida Fuente: Culto.LaTercera Título: Nicanor Parra, el poeta que no usó seudónimo Link: https://www.latercera.com/culto/2019/09/05/nicanor-parra-el-poeta-que-no-uso-seudonimo/ El 23 de enero de 2018, Nicanor Parra, el hombre que alguna vez escribió "la poesía terminó conmigo", murió a los 103 años, exactamente ochenta después de declararle "la guerra a la metáfora". Estas son algunas lecturas sobre su obra, la que, a la manera de Pessoa, es también su propia biografía. -La ciencia aborda el mundo de lo real. La filosofía, además, el de lo posible. El epígrafe abre una tesis universitaria que no parece tesis, sino que una novela encubierta sobre la vida y obra de Descartes. Lleva por título René Descartes: datos biográficos, estudios de su obra, juicios críticos y fue expuesta al gran público, a finales de 2012, en la Biblioteca de Humanidades de la Universidad de Chile. El texto corresponde a la tesis con que Nicanor Parra optó al grado de profesor de Matemáticas y Física cuando tenía 26 años. Un ensayo literario que por momentos parece incómodo en esa habitación de lo académico y que por eso escapa, se desborda para dar paso a un lenguaje lleno de desparpajo y soltura. Catorce años antes de Poemas y antipoemas (Nascimento, 1954), ese libro rojo, esa tesis universitaria, deja sentir que ahí, en poco más de cien páginas, late algo que vendrá después, como sugiere el escritor Diego Zúñiga en revista Qué Pasa : "La cadencia particular de la antipoesía, la fluidez del lenguaje, el habla de la tribu". Ese libro ””junto con Cancionero sin nombre (Nascimento, 1937)”” es el laboratorio de Poemas y antipoemas ; una especie de borrador, de apuntes de Parra antes de Parra: el entrenamiento antes de dar ese golpe maestro a las letras hispanoamericanas. Antipoesía eres tú Nacido durante la Primera Guerra Mundial, el mayor del clan Parra fue siempre desacato y lucidez. Nicanor, que había aprendido en Kafka una manera de liberarse de Walt Whitman ””que era una forma más omnipresente aún que Pablo Neruda””, comentó alguna vez por qué demoró el tranco entre Cancionero sin nombre ””su primera obra”” y Poemas y antipoemas. "Estuve diecisiete años atascado con esa mercadería, en la sala de torturas. Porque yo sabía que cada libro de poesía que aparecía en Chile se medía con un solo metro: Neruda. No quería ser humillado por ese número", dijo. Entrevistado por su nieto Cristóbal "Tololo" Ugarte en la revista Mármol, Parra contó cómo era su relación con el hombre de Residencia en la Tierra (Ediciones del Árbol, 1935). "La última vez que estuvimos juntos me dijo: 'Parrita' ””para achicarme, probablemente, porque los poetas consagrados de la época trataban a los poetas jóvenes por el apellido”” 'tengo que decirte algo; ni tú ni yo'. Y yo le pregunté: '¿ Quién entonces?' A lo que me contestó: 'Pezoa Véliz'. Años más tarde se mandó esa frase que usted conoce bien", dice el abuelo. "Parra se está burlando de nosotros, hay que dejarlo que huevee solo", recita Tololo, a lo que Nicanor responde: "Pero la más importante: 'Parra está a la cabeza de una maniobra internacional anti Neruda, pero sepan que yo dejaré caer todo mi peso, que es muy grande, encima de su cabeza'. Dicho y hecho". Neruda y Parra Antes de Parra, la poesía era la voz del poeta ””"una especie de médium entre la gente y las palabras", como dijo Matías Rivas, último editor de Parra”” y, además, le había cambiado el nombre a los poetas: la poesía le había proveído a los provincianos Neftalí Reyes Basualto y Lucila Godoy Alcayaga una identidad propia. Poemas y antipoemas terminó con ese ciclo. "La necesidad y la casualidad decidieron que se operara un cambio en nuestra realidad poética", escribía Enrique Lihn en 1963. "A la necesidad de un nuevo golpe a la tradición establecida en nuestro medio por las grandes individualidades 'geniales', se unió la casualidad encarnada en el autor de Poemas y antipoemas y Versos de salón ", añade el autor de El circo en llamas (LOM Ediciones, 1997). Lihn emplea un solo concepto para catalogar a Parra: "Realismo". El antipoeta, desde Conversaciones con Nicanor Parra (Ediciones UDP, 2014) de Leonidas Morales, aclara que prefiere "simplemente modificar el concepto de belleza y recurrir a un truco platónico, y hacer coincidir la belleza con la necesidad, con la verdad". En Chanchullos: Parra antes de Las Cruces (Alquimia Ediciones, 2014), el antipoeta explica que su obra es realista "en el sentido de que trata de ser una crónica del hombre moderno. Una radiografía del mundo actual". "Tiendo hacia un realismo integral sin negar los aportes de otras escuelas que, sin duda, pueden enriquecer mi poética. Para mí el realismo no es quedarse en la periferia, en lo anecdótico. A veces las situaciones se iluminan desde dentro y no desde fuera", apunta allí. "La provincia hablaba aquí su propio idioma, un idioma que era el mismo de Benjamin Peret o de André Bretón, los ídolos de los mandragoristas que miraron con sorpresa cómo ese profesor discreto rompía todas las reglas que ellos llevaban diez años amenazando romper", anota Rafael Gumucio en el prólogo de una reciente edición de Poemas y antipoemas (Ediciones UDP, 2014). "Lo sorprendente era que para este propósito el profesor usaba no el sueño ni el descontrol de los sentidos, sino la razón más cartesiana llevada hasta el extremo del absurdo", puntualiza. "Parra hace sencillo lo indecible, convierte la claridad en una herramienta de demolición de la pompa poética. Por supuesto, hay algo político ahí", argumenta Álvaro Bisama en Cien libros chilenos (Ediciones B, 2008). "Parra, como los beatniks, prefigura la década siguiente, intuye en la voz de Poemas y antipoemas la posibilidad de un habla desnuda y civil que ha arribado desde el silencio, la mudez, la invisibilidad", añade el crítico literario. A fines de los 40, Parra no solo viaja becado a Oxford para estudiar un doctorado en cosmología. Entre lecturas de Shakespeare y Newton, el autor de "Soliloquio del individuo" prepara el libro que hará olvidar ese vacío. Da la impresión, a la distancia, de que en el momento en que apareció y durante los años que vinieron, Poemas y antipoemas causó tal impacto que le restó protagonismo a Neruda y hasta cambió el eje de rotación de la poesía en nuestra lengua. Entonces, como ensaya Alejandro Zambra, "la antipoesía de Parra se volvió poesía en propiedad: literatura aceptada, legitimada por premios y antologías". Una montaña rusa demasiado grande Roberto Bolaño cuenta en las páginas de Entre paréntesis (Anagrama, 2004) que alguna vez Parra resumió en tres versos toda la historia de la literatura chilena: "El lenguaje periodístico de un Dostoievski, de un Kafka o de un Sartre, cuadran mejor con mi temperamento que las acrobacias verbales de un Góngora o de un 'modernista' tomado al azar", escribe el propio Parra en el volumen Antiprosa (Ediciones UDP, 2015). "Y en cuanto a contenido, también estoy en contra de un romanticismo exclusivista", apunta el antipoeta. "La angustia, la desesperación, la nostalgia, son algunos aspectos parciales del alma humana. Personalmente preferiría trabajar a base de elementos menos usados: la frustración y la histeria, factores determinantes de la vida moderna, me atraen con una fuerza especial", refuerza allí el antipoeta, que medio siglo antes escribió en Versos de salón (Nascimento, 1962) unos graciosos e impertinentes que dicen: Si bien era capaz de recitar de memoria fragmentos completos de Shakespeare o de explicar complejos teoremas físicos, como asegura el crítico literario Juan Manuel Vial: "Nunca permitió que en su poesía, ni tampoco en su conversación, ondearan los faldones pesados de la solemnidad". "El poeta no habla un lenguaje o un idioma de su propiedad ni una jerga en particular, sino que habla el lenguaje de la tribu", explica Parra en el documental Cachureo (Foco films, 1977). "Me pareció que había un problema lingüístico, un problema de lenguaje que estaba resuelto en la poesía popular", añade en ese registro del cineasta Guillermo Cahn. Así ocurre en "Manifiesto", donde toma distancia de los grandes poetas chilenos que sí usaron seudónimo: "Venido de nadie sabe dónde (de un lugar indeterminado entre Chillán y Oxford, de los restos de la lira popular, de los pasillos del Internado Nacional Diego Barros Arana), con Poemas y antipoemas Parra hizo pedagogía de choque y les enseñó cómo escribir a las generaciones siguientes", reseña Álvaro Bisama en Cien libros chilenos. En ese volumen esencial, Parra, el hombre que ganó el Premio de Literatura Juan Rulfo, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Cervantes, parece decir que todo es poesía menos la poesía. A la voz natural del cantor lírico opuso la del individuo adversario de sí mismo; a la voz sagrada, la voz profana; y al pequeño dios, el empleado del boliche. Cuando Nicanor Parra se dejó entrevistar por Cristián Huneeus, en 1978, sentenció una clave de su obra: "El pensamiento de Lao Tsé ilumina mucho mejor el camino de antipoesía en el siguiente sentido: la antipoesía no es otra cosa que la poesía de los contrarios, en la antipoesía tiene cabida simultáneamente lo bello y lo feo, el humillado y el aplaudido, la luz y la sombra; el sujeto no se pone a priori de parte de nada, lo que interesa es integrar a los contrarios". "O sea que en la antipoesía, y perdón por la recomendación, lo que hay en último término es la conjunción del yin y el yang. El nacimiento dialéctico de la antipoesía estaría en el reconocimiento dialéctico de la naturaleza. Yo creo que ahí está la gracia y ahí está la fuerza de la antipoesía", agregó en una luminosa conversación recogida por la revista Dossier.