112 GEORGINA ROSADO ROSADO Y LANDY SANTANA RIVAS Georgina Rosado Rosado y Landy Santana Rivas*

MARÍA UICAB: REINA, SACERDOTISA Y JEFA MILITAR DE LOS MAYAS REBELDES DE YUCATÁN (1863–1875)

Resumen En 1847 estalla en Yucatán, México, una rebelión indígena llamada por los historia- dores la Guerra de Castas. Sobre este acontecimiento se ha escrito gran cantidad de tex- tos, pero la gran mayoría ha ignorado el papel de las mujeres en el levantamiento y en la sociedad autónoma que los rebeldes organizaron en los montes del actual territorio de . El presente trabajo se ocupa de analizar la participación de algunas muje- res consideradas de la nobleza en la organización teocrática militar de los mayas rebeldes, en especial el de la reina y sacerdotisa María Uicab.

MARÍA UICAB: QUEEN, PRIESTESS, AND MILITARY LEADER OF MAYA REBELS IN YUCATAN (1863–1875) Abstract An Indian rebellion referred to by historians as the Caste War broke out in Yucatan, , in 1847. While much has been written on the subject, few texts have examined the role played by women in the uprising and in the autonomous society set up by rebels in the back country of what is today Quintana Roo. This article looks at the participation of women members of the nobility in organizing a military theocracy, in particular the role played by Maria Uicab, queen and priestess.

* Georgina Rosado Rosado (mexicana) es maestra en antropología Social por El Colegio de Michoacán. Actualmente es profesora investigadora titular de la Unidad de Cien- cias Sociales del Centro de Investigación Regional de la Universidad Autónoma de Yucatán e investiga sobre la familia maya y las relaciones de género en Yucatán. Su dirección de correo electrónico es [email protected]. Landy Santana Rivas (mexicana) es maestra en Etnohistoria en la Unidad de Ciencias Sociales del Centro de Investigación Regional de la Universidad Autónoma de Yucatán e investiga sobre Historia con perspectiva de género. Su dirección de correo electrónico es [email protected]. Las autoras agradecen al Dr. Melchor Campos García por haber asesorado la investi- gación y contribuido con sus valiosos comentarios al buen término del presente artículo.

© MESOAMÉRICA 50 (ENERO–DICIEMBRE DE 2008), PÁGS. 112–139

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obre la Guerra de Castas de Yucatán (1847–1902) se han escrito gran canti- S dad de textos que indagan sus orígenes y motivos de la rebelión de los mayas peninsulares, la participación de los diferentes grupos sociales, los perso- najes más destacados y las distintas etapas del conflicto hasta su término con la toma de Chan Santa Cruz, llevada a cabo por el ejército federal mexicano en 1902.1 Aunque los estudios son serios y profundos, carecen de una perspectiva de género.2 Esto les impidió advertir el papel de lo femenino en el cosmos y en la religión de los mayas rebeldes, el desempeño de las mujeres en la nueva socie- dad establecida por los indígenas y su participación en el conflicto interétnico sostenido con los blancos de la sociedad yucateca. Debido a lo anterior, nuestro trabajo implica revalorar el papel trascen- dental de María Uicab, quien ostentó el poder en un momento crítico de la historia de Yucatán; fue reconocida como reina, sacerdotisa y jefa militar de los cruzoob, además de transmisora de las órdenes del oráculo, y tuvo la suficiente autoridad para nombrar y cambiar a los jefes militares de los mayas de Chan Santa Cruz. Sin embargo, el tratamiento e interpretación que diversos autores han hecho acerca de María Uicab, Reina y Santa Patrona de , y el domi- nio que ejerció en la sociedad de los mayas rebeldes, es un claro ejemplo de las implicaciones de la ausencia de la perspectiva de género. Al respecto, Nelson Reed señaló con sorpresa que hacia 1867:

Ya no era la Santísima [de Chan Santa Cruz, capital de los rebeldes] el símbolo nacional sin disputa: en Tulum había aparecido otra cruz. Fue la única que estu- vo controlada por una mujer, María Uicab, que se dice era llamada Reina y Santa Patrona, hacía hablar a la cruz y la interpretaba a su pueblo. Las mujeres siempre

1 La Guerra de Castas ha sido explicada por la historiografía desde diversas vertien- tes. Los historiadores decimonónicos y de principios del siglo XX la imputaron al “odio de los mayas hacia los extranjeros, que había sido alimentado por varios siglos de dominio europeo”. En los últimos años, se han propuesto la tesis de la expansión de la producción agrícola comercial y de la propiedad privada que introdujo entre la población indígena rela- ciones laborales que chocaron con el sistema tradicional de propiedad y de cultivo maya. Otro de los motivos fundamentales fue el nuevo sistema de contribuciones personales ini- ciado a partir de las leyes de las Cortes de Cádiz en 1812. Véase Melchor Campos García, Que los yucatecos todos proclamen su independencia (México: Universidad Autónoma de Yucatán, 2002), págs. 156–161. 2 El concepto de género se desarrollo en el ambiente académico en la década de 1980, lo que explica la falta de esta perspectiva en los trabajos que tratan el tema de la Guerra de Castas, la mayoría de los cuales se elaboraron con anterioridad, por lo que nuestra crítica no tiene la intención de desmerecer sus importantes aportaciones.

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habían tenido un papel secundario en la religión de los mayas, y estaban exclui- das de todos los servicios de origen pagano; debe haberse tratado en este caso de una personalidad desusadamente fuerte, que en tiempos agitados lograría que- brantar la tradición.3

Como podemos notar, Reed entiende la participación de María Uicab como el quebrantamiento de una tradición ya que, de acuerdo a su opinión, la mujer cumplía un papel secundario, en el mejor de los casos. En cambio, en este estudio pretendemos probar que la participación de algunas mujeres consi- deradas nobles en el ejercicio de poder durante la Guerra de Castas no fue un hecho extraordinario en la cultura maya ni implicó quebrantar la tradición. Las mujeres mayas participaron activamente en la rebelión, algunas de ellas en la dirección de su pueblo en el ámbito religioso y de gobierno. Es importante también señalar que el punto de vista etnohistórico con el que se elaboró la investigación se caracteriza por combinar las fuentes históricas con el trabajo de campo, en este caso realizado entre los miembros actuales de la Iglesia Maya de Quintana Roo, que a través de su historia oral reconstruyeron su pasado. Esto nos permitió conocer mejor la sociedad maya y su funciona- miento en el pasado e interpretar con mayor profundidad las evidencias docu- mentales.

LO FEMENINO Y LO MASCULINO EN LA RELIGIÓN DE LOS MAYAS REBELDES DE YUCATÁN Los modelos de lo femenino y lo masculino contenidos en el cosmos de un pueblo no son un reflejo fiel de las relaciones reales y concretas entre los géneros, pero en ellos podemos encontrar elementos simbólicos y valorativos que legitiman las formas de participación de hombres y mujeres en la sociedad. La religiosidad y las representaciones divinas de lo femenino y lo masculino son aspectos a considerar para entender los elementos que legitimaron el poder de algunas mujeres en la sociedad teocrática-militar de los mayas rebeldes. Esto adquiere particular importancia si tomamos en cuenta que las mujeres que ejer- cieron un papel protagónico en el gobierno y en la conducción de la guerra eran sacerdotisas e intérpretes de la voluntad divina. Recién fundada Chan Santa Cruz, los alzados adoptaron una nueva reli- gión retomando elementos católicos y prehispánicos y tuvo su base inicial en la adoración de una Cruz Parlante cuyo origen se cuenta de la siguiente manera:

José María Barrera, en una de sus correrías en la región de Quintana Roo, se encontró con un árbol de cedro. Al verlo, pintó una cruz en él. Al crecer el árbol,

3 Nelson Reed, La Guerra de Castas de Yucatán (México: Era, 1971), pág. 220.

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también aumentó el tamaño de la cruz. Éste, al ver la cruz se lo comunicó a sus compañeros y les dijo que era obra de Dios y los mayas así lo creyeron. Como paso siguiente, cortaron el árbol sagrado y con la madera hicieron una cruz, la llevaron al pueblo y le pusieron de nombre al pueblo de Chan Santa Cruz. Lo siguiente fue hacer que la cruz hablara cada vez que fuera necesario.4

Con la aparición de la Cruz, su culto se difundió y arraigó entre la pobla- ción maya rebelde, la cual se identificó como cruzoob. Esta cruz, centro de la nueva religión, no fue completamente cristiana. Entre los mayas prehispánicos ésta existía como símbolo de la planta de maíz o como representación del árbol de la vida cuyas raíces se sumergen al inframundo y su copa se eleva al cielo. Fray Bartolomé de Las Casas narró que precisamente en había un adoratorio de la cruz relacionado con las lluvias, tan necesarias para el cultivo del maíz.5 El sincretismo entre estas dos cruces, la cristiana y la maya, se confirma con el hecho de que durante la Colonia, como hasta hoy en día, una de las fiestas religiosas más importantes para los milperos fue y sigue la de la Santa Cruz celebrada el tres de mayo, al inicio de la temporada de lluvias.6 La importancia del sincretismo religioso puede confirmarse con el descu- brimiento de cruces con los extremos de los brazos labrados con mazorcas a manera de adornos en los arcos de un edificio, a un costado de la iglesia de Yaxcabá, construida en 1789. La relación árboles-cruces santoh de che’ se en- cuentra también en los altares de laja de piedra encontrados en el perímetro de Yalcobá, Yucatán, donde Jum Balam, “el padre guardián”, reposa y recibe ofren- das de pequeños cantos rodados, adheridos a la suela de las sandalias de los transeúntes.7

4 María Bonifacia Chi Poot, Medio siglo de resistencia maya: fuentes documentales. Etnolingüística 27 (México: Secretaría de Educación Pública, Instituto Nacional Indigenista, 1982), pág. 133. 5 En relación con las cruces, Bartolomé de Las Casas señala: “En el reino de Yucatán, cuando los nuestros lo descubrieron, hallaron cruces, y una de cal y canto, de altura de diez palmos, en medio de un patio o cercado muy lucido y almenado, junto a un muy solemne templo, y muy visitado de mucha gente devota, en la isla de Cozumel”. Véase Bartolomé de Las Casas, Apologética Historia Sumaria. Serie historiadores y cronistas de Indias 1, Vol. 1 (México: Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 1967), pág. 648. 6 Melchor Campos García, “El culto del error: la Cruz Parlante en el pensamiento yucateco”, en Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Vol. 17 (México: UNAM, 1996), págs. 16–18. 7 David Freidel, Linda Schele y Joy Parker, El cosmos maya: tres mil años por la senda de los chamanes (México: Fondo de Cultura Económica, 1999), págs. 174–175.

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Iglesia de Yaxcabá

Cruz a un costado de Detalle de la cruz de Yaxcabá la iglesia de Yaxcabá Fotografías por Melchor Campos García, 6 de enero de 2008

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La asociación árbol-cruz quedó establecida desde un primer momento en la nueva religión de los alzados, pero dos elementos más fueron incorporados posteriormente al culto: la trilogía que responde al concepto cristiano de la santísima trinidad y la unidad dual prehispánica, es decir, los elementos feme- ninos y masculinos unidos en un mismo símbolo. Así, luego de que un coronel apellidado Novelo sorprendiera el santuario el 4 de enero de 1851, tomara prisioneros y decomisara la Cruz, ésta fue susti- tuida rápidamente, pero ya no por una sino por tres, una grande y dos peque- ñas, consideradas las hijas de la primera. Es importante reproducir las palabras con que Reed relata el fenómeno de las cruces:

Se decía que esas tres eran las hijas de la cruz, y la que estaba tallada en el árbol era la madre de las cruces. Las vestían con huipil y faldas, como correspondía a su sexo, y las adoraban con cintas y vivísimos colores. Para el macehual no había contradicción en que las cruces fueran a la vez femeninas, Dios y la Santísima Trinidad; eso era una de sus personales adaptaciones del catolicismo. Barrera trabajaba día y noche en formar su espíritu religioso de solidaridad. Salió con una imagen de la Virgen que había bajado por el camino, ahora ya familiar, del cielo, pero no inspiro fe; la idea de la cruz, sólidamente basada en el culto fami- liar de las cruces pueblerinas y de los linajes, tenía más éxito.8

El vínculo de la planta del maíz —sustancia sagrada, fuente de vida y de la creación humana— con las cruces cristianas permitió que, como acertadamen- te señala Reed, no resultara contradictorio para los mayas alzados que su símbo- lo religioso representara a Dios y a su vez tuviera un carácter femenino.9 El sentido de unidad dual, actualmente reconocido por los especialistas en la te- mática como elemento importante de la religiosidad de los mayas prehispá- nicos, hizo posible que no sólo entre los alzados sino en toda el área maya hubiera cruces vestidas y consideradas femeninas.10

8 Reed, La Guerra de Castas, pág. 141. 9 De acuerdo a los estudios realizados por Carolyn Tate, el hermoso Ser Maíz com- parte ambos géneros y lleva un tocado de tiburón, asociado con las mujeres. Esto se vincula a la característica de la planta que se poliniza a sí misma, hecho que fue observado por los mayas durante el período preclásico medio. Véase Carolyn Tate, “Cuerpo, cosmos y géne- ro”, en Arqueología Mexicana 11: 65 (enero–febrero, 2004), pág. 38. 10 Según Alfredo López Austin, el pensamiento mesoamericano no aceptaba la posi- bilidad de seres puros; todo lo existente, aun los dioses, era una mezcla de las esencias de lo masculino y lo femenino. El predominio de una de ellas determinaba la clasificación y el grado de pertenencia de cada uno de los dos campos taxonómicos. Las identidades de géne- ro se movían a lo largo de un continuo cambiante, donde el factor concluyente era el logro y el mantenimiento del equilibro. Véase Alfredo López Austin, “Los opuestos complementa-

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En la sociedad maya de los cruzoob, como hasta hoy en día en Quinta Roo, las cruces, al representar a la santísima trinidad, también pueden tener persona- lidad propia y ser llamadas “santitos”, con nombres y atributos particulares, como es el caso de la Cruz maya de Tulum, la cual es nombrada por los miem- bros de la iglesia “el santito”.11 Una expresión de esta interpretación religiosa es el caso de la cruz de Sitilpech, cuyo cacique la había acreditado de milagrosa y denominado San Victoriano Original, es decir que representaba a un santo con personalidad propia.12 Una muestra de la complejidad de los elementos que poseen las cruces es la versión que nos narró don Juan Sulub, descendiente de un importante diri- gente maya, el teniente Evaristo Sulub:

Eran tres cruces y la más grande era la hermana mayor que nunca castigaba. Las menores eran las que castigaban, cuando se cometía un error o una falta. Enton- ces decidieron separarlas y enterrar en una cueva a las pequeñas y, aunque estaban pegadas, cortaron la unión, rezaron, pidieron perdón y las enterraron en la cueva, pero al día siguiente que regresaron a la iglesia las encontraron pegadas nueva- mente y en su lugar, por lo que las cortaron nuevamente y repitieron todo. Y otra vez las encontraron al día siguiente pegadas con una carta junto a ellas que decía, “¡oooh mis amados hijos!, nosotras que les hemos entregado tantos dones, y aho- ra ustedes nos quieren separar. Está bien, háganlo, pero si no quieren morir antes nos deben entregar todas las semillas que les dimos”. Y efectivamente, las separa- ron y, después de rezarles, pusieron en la cueva diversos frutos, sandía, maíz, calabazas, muchos, muchos, y no murieron las personas, pero ese año, todas las cosechas se perdieron. Lo que se sembrara, cualquier cosa, no se lograba.13

Como podemos ver, en la adoración de las cruces se encontraba contenida la dualidad de lo femenino y masculino. También nos indica que la cruz, como

rios: la parte femenina del cosmos”, en Arqueología mexicana, la mujer en el mundo prehispánico 5: 29 (enero–febrero, 1998), págs. 6–8. Otras autoras que han aportado elementos impor- tantes sobre el concepto de unidad dual son Tate, “Cuerpo, cosmos y género” y Rosemary Joyce, “The Construction of Gender in Classic Sculpture”, ponencia presentada en American Anthropological Association, Nueva Orleáns, 1990. 11 Un autor que profundiza sobre la introducción de la cruz como símbolo religioso de los cruzoob es Jesús J. Lizama Quijano, “Las señales del fin del mundo: Una aproxima- ción a la tradición profética de los cruzoob”, en Genny Negroe y Francisco Fernández, edito- res, Religión popular: de la reconstrucción histórica al análisis antropológico (Mérida: Universi- dad Autónoma de Yucatán, 2000), págs. 133–162. 12 Campos García, “El culto del error”, pág. 23. 13 Entrevista con don Juan Sulub (Santa Cruz, agosto de 2006).

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símbolo de un dios en sus tres representaciones, no contradice la idea de que personifique a la vez diversos santitos, masculinos y femeninos, con nombres y personalidades propias.14 Bajo esta lógica religiosa no existe objeción entre la creencia en Zamná (un sólo dios) y la veneración de dioses menores, que formaban parte de él. Esto hizo posible durante la Colonia su traslape en santitos y virgencitas. Igualmente permite que el Dios cristiano, interpretado por los mayas según sus creencias prehispánicas, fuera la deidad mayor con sus tres manifestaciones, pero a su vez este Dios coexiste con diversos santitos con personalidades propias, o con vírge- nes emanadas de él. Para los mayas de Quintana Roo, los santitos no se repre- sentan con imágenes sino con crucecitas vestidas con trajes nativos. Las cualidades de estos santitos y virgencitas podían ser positivas y negati- vas. En ocasiones eran benévolas y tolerantes, en otras duras y castigadoras, tal como lo fueron sus antiguas deidades. La historia narrada por Sulub nos habla de que en el imaginario de los mayas rebeldes las cruces protegían y proveían de bienes a las comunidades, pero también castigaban con sequías y malas cose- chas. Esto nos recuerda los atributos de la diosa Ixchel, quien, vinculada a la lluvia y a la fertilidad, podía ocasionar tormentas y calamidades. Tal como en la época prehispánica, la unidad dual se hallaba en el símbolo de la cruz: padre y madre de los cruzoob. Sin embargo, también da origen a los binomios complementarios, como sucede con Jesucristo y la Virgen María, quienes sustituyen a los dioses Itzamná e Ixhel. La fusión entre la Virgen María e Ixchel se facilitó por la asociación simbólica entre ambas. La primera, produc- to de sincretismos anteriores con otras diosas, estaba vinculada en la iconografía con la luna, los mares, el agua y la fertilidad, lo mismo que la segunda. Aunque es preciso también reconocer las diferencias en sus contenidos así, como lo de- muestra el trabajo de Peter Sigal,15 lo femenino representado por la Virgen María esta asociado en la cultura occidental con la virginidad y la pureza sexual, a diferencia de Ixchel vinculada en la iconografía maya con el erotismo.

14 Esta posibilidad es explicada por López Austin cuando se refiere al pensamiento religioso de tres grupos étnicos de Mesoamérica (mexicas, mayas y zapotecas). Nos señala la coexistencia de la idea de un dios antepasado único con la adoración de múltiples dioses que estaban contenidos y formaban parte del primero. Según sus palabras: “Debe tomarse en cuenta que, así como los grupos sociales menores eran parte de otros mayores, en un orden piramidal, los dioses menores se fundían entre sí para formar seres divinos mayores que llegaban a proteger reinos y etnias enteras”. Véase Alfredo López Austin, Cuerpo humano e ideología. Serie Antropológicas 39, Vol. 1 (México: Instituto de Investigaciones Antropoló- gicas, UNAM, 2004), pág. 58. 15 Peter Herman Sigal, From Moon Goddesses to Virgins (Austin: University of Texas Press, 2000).

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La asociación sincrética entre las dos figuras femeninas, la diosa Ixchel y la Virgen María, permitió que el elemento femenino de la nueva religión, aunque representado en la iconografía únicamente por la segunda, no suscribiera sus contenidos al ámbito de la reproducción y de la maternidad, sino que incluyera elementos originalmente asociados a la segunda como la capacidad de causar calamidades y asignar castigos que podían afectar por igual la vida de hombres y mujeres. La dualidad de Jesucristo y la Virgen María quedó plasmada en los escritos elaborados por los cruzoob. La proclama de Juan de la Cruz inicia con la men- ción de Jesús y María.16 En el discurso se enfatiza que el permiso para comenzar la guerra es solicitado tanto a Dios Padre como a la Virgen. Asimismo, es noto- ria la aparición del número siete como parte de los requisitos para acceder a lo divino. El prólogo inicia: “Jesús, María, en el nombre de Dios padre y Dios hijo y en el nombre de Dios Espíritu Santo. Amen, Jesús”. En el capítulo cuarto se puede leer lo siguiente:

Otra cosa les ordeno donde se encuentren, mis queridos pueblos cristianos: que tienen que saber que siete veces entré de día, siete veces entré por la noche en presencia de mi Padre y en presencia de mi Señora la Dulce Virgen María, para obtener el permiso de iniciar la guerra por segunda vez contra los blancos, de mis hijos los indios contra los blancos.17

Lo anterior hizo que desde entonces, como hasta la actualidad, en todas las iglesias mayas se encuentren virgencitas acompañando a las cruces o santitos. La diferencia entre los símbolos religiosos no representa el mayor o menor éxito de las cruces, sino más bien principios diferentes de la dualidad. La importancia de las vírgenes ha sido para los estudiosos un aspecto difícil de comprender. Éstas guardan un tabú: no pueden ser vistas más que por unos cuantos iniciados, por ello permanecen en ánforas cerradas, lejos de las miradas de la gente común. El descendiente del teniente Evaristo Sulub es quien nos narra de nuevo el mito de la virgen de Santa Cruz:

16 La proclama en lengua maya de Juan de la Cruz, adivino de X Balam Na (casa del jaguar), dirigido a sus conciudadanos en 1850, fue conservada originalmente por los mayas de Tixcacal Guardia, traducida por Alfonso Villa Rojas y transcrita por Victoria Reifler Bricker, El cristo indígena, el rey nativo: el sustrato histórico de la mitología del ritual de los mayas (México: Fondo de Cultura Económica, 1989). 17 Bricker, El cristo indígena, el rey nativo, págs. 389–393.

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Una joven fue a lavar al que está junto a la iglesia, y se dio cuenta que dentro del agua se encontraba una virgencita alumbrada por una vela. La vela no estaba fuera sino dentro del agua y la iluminaba. Le fueron a informar al general y éste dijo que iría, pero si la joven mentía, la mandaría azotar. Pero al ir, vio que sí era cierto y, desde ese día, cada año le hacen su fiesta. Por mucho tiempo las personas le rezaban al ánfora, pero la virgen no estaba, la habían robado mucho antes y la tenía un señor. Lo amarraron para que dijera dónde estaba, pero no quería decirlo, que sólo podía entregarla cuando muriera, como se la entregaron a él. Pero de tanto tiempo de estar amarrado por fin dijo que estaba escondida en Tixcacal Guardia, y la regresaron.18 La virgencita no se puede ver, está prohibi- do. La cruz sí, pero ella no.19

Cabe destacar que las vírgenes, al igual que las cruces femeninas, aparecen vinculadas nuevamente a los y al agua, lo cual las asocia con la diosa Ixchel. La historia de la virgen de Tulum contiene elementos muy parecidos a los de la virgen de Santa Cruz. A diferencia de la cruz o santo patrón de Tulum, sólo el sacerdote y unos cuantos iniciados la pueden mirar, por lo que sólo es sacada del templo, guardada en un ánfora, durante la fiesta que le dedican. Pero antes le cambian de ropa, algo que únicamente puede hacer el sacerdote maya. La consecuencia fatal de mirar a la virgen fue confirmada por varios miembros de la iglesia. Don Moisés Chim, sacerdote maya, nos da una versión que, por su importancia etnográfica, reproducimos:

—Pero seguimos con la tradición, el santo lo seguimos. —¿El santo es la cruz? —Es la Santa Cruz. —¿Y lo que esta en el ánfora? —¡Ah!, son las virgencitas, eso está prohibido verlo. —¿Son virgencitas, son varias? —No, es una virgencita, pero te voy a contar por qué no se ve… (nos narra una historia de unas personas ajenas al pueblo que la vieron y se murieron). En-

18 Según Jorge Gonzáles Durán, el teniente Evaristo Sulub, junto con el capitán Con- cepción Cituk, molestos por la profanación del templo maya por los “huaches”, asaltaron la iglesia maya de Santa Cruz a mediados de 1929 y se llevaron las cruces y los santos a La Guardia, por lo que la memoria oral coincide con los hechos históricos. Véase Jorge González Durán, La zona maya: los rebeldes de Chan Santa Cruz (Chetumal, Quintana Roo: H. Ayun- tamiento de Felipe Carrillo Puerto, 1977), pág. 78. En este caso la historia oral coincide con lo consultado en las fuentes bibliográficas, aunque don Juan nunca nos confesó que fue su abuelo el que se robó a la virgencita. 19 Entrevista con don Juan Sulub (Santa Cruz, agosto de 2006).

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tonces por eso ahora no se ve, porque quizá la quieres ver, pero no vas a llegar a tu lugar, y quizá yo también me quedo allá. —¿Usted la ha visto? —Yo sí, pero ya te digo cómo es, eso cuando lo hacemos los mayas hay que ir siete veces hincado así pidiendo perdón a Dios. —¿Cómo es la virgen? —No se puede ver, tiene trapo, tiene traje. —¿Y su rostro? —Está tapado su rostro, no lo ves sólo ves el cuerpo. Pues es una virgencita, vino como la Guadalupe, pero ésa sí la ve la gente, pero ésta no se puede ver, quizás alguien, pero no sé qué día. —¿Y esta virgencita estaba durante la Guerra de Castas? —Sí, cuando estaban huyendo (de los federales) la llevaban con ellos, porque es jefe de los mayas.20

La información presentada en este apartado nos lleva a concluir que en la religión sincrética de los cruzoob algunos símbolos, aparentemente de origen cristiano, mantuvieron elementos de la cosmogonía prehispánica. A dichos ele- mentos como las cruces y las vírgenes se les confirió un papel diferente al acep- tado por la Iglesia católica oficial. Así; la vinculación de la cruz verde maya con el árbol de la vida y el maíz permitió que su representación pudiera ser mascu- lina o femenina. Las divinidades femeninas y masculinas podían proteger a la comunidad pero también originaban calamidades y desgracias. Pero lo funda- mental es que las vírgenes y las cruces —masculinas y femeninas— se utilizaron como oráculos interpretados tanto por hombres como por mujeres.

EL PAPEL DE LA MUJER EN LA SOCIEDAD DE LOS CRUZOOB Existen extensos y profundos estudios que describen cronológicamente, y en algunos casos de manera minuciosa, los acontecimientos más trascendentes de la Guerra de Castas: las campañas bélicas de los alzados, las contraofensivas y los ataques de los blancos. Pero nuestra cronología corresponde a la lógica de nuestro interés central, es decir, a profundizar en la participación de lo femeni- no y de las mujeres en la sociedad de los cruzoob. Un primer período es el transcurrido desde el levantamiento en 1847 has- ta 1850, cuando los mayas rebeldes, al mando de Cecilo Chi y Jacinto Pat, atacan ciudades habitadas por blancos y mestizos, tales como Tekax, Tihosuco, Ichmul, Valladolid, Peto, Tizimín entre otras, hasta llegar a escasos 30 kilóme- tros de la ciudad de Mérida y a ocho de la de Campeche. En esta primera etapa

20 Entrevista con don Moisés Chim (Tulum, junio de 2006).

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no existe ninguna evidencia de que alguna mujer participara de manera prota- gónica.21 En la segunda etapa, de 1850 a 1863, se da la contraofensiva de las fuerzas coloniales y el repliego de los mayas hacia la región del actual estado de Quinta- na Roo. A esto le sigue la fundación de Chan Santa Cruz, capital de los mayas rebeldes. En este lapso surge una nueva religión sincrética y la fe en la cruz maya se extiende por la región. Es adoptada por diferentes pueblos que construyen iglesias para adorarla. En la nue- va organización de los cruzoob, supuestamente fueron sólo hom- bres los que ocuparon posicio- nes de poder o autoridad. Según la historiografía, una vez muer- tos los líderes principales del le- vantamiento, los nuevos jefes fueron Venancio Puc, Florenti- no Chan, José María Barrera y Bonifacio Novelo.22 Iglesia de Chan Santa Cruz Hoy sabemos que, desde el levantada por los indígenas en 1860 primer momento, en la nueva sociedad de los cruzoob las esposas de los sacerdotes no sólo compartieron con sus compañeros la investidura, el poder y las facultades religiosas, sino que algu- nas cumplieron el papel de oráculos e intermediarias con lo divino. Un primer ejemplo es el de Hilaria Nauat quien, según Victoria Bricker, fue posiblemente pariente de Manuel Nauat, uno de los primeros y principales patronos de la cruz. El nombre de Hilaria Nauat aparece mencionado en la proclama de Juan de la Cruz, que a la letra dice: “El primerísimo líder, Fue mi patrón Don Ma- nuel Nauat; El segundo mi patrón Don Venancio Puc, Y doña Hilaría Nauat Y don Atanasio Puc”. En el prólogo que se añadió a la proclama de Juan de la Cruz en algún momento entre 1850 y 1887, se señala nuevamente: “El segundo, Fue mi patrono, Don Venancio Puc, Y doña Hilaria Nauat, Y don Atanasio Puc”.23 Es de llamar la atención que Bricker se ocupe de explicar la personalidad y el posible papel en la sociedad cruzoob de cada uno de los personajes referidos en la proclama, pero de Hilaria sólo comenta a pie de página su posible pa-

21 Reed, La Guerra de Castas, págs. 61–123. 22 Bricker, El cristo indígena, el rey nativo, págs. 218–219; y Don E. Dumond, El machete y la cruz: la sublevación de campesinos en Yucatán (México: UNAM, Plumsock Mesoamerican Studies, Maya Educational Foundation, 2005), págs. 389–393. 23 Bricker, El cristo indígena, el rey nativo, pág. 205.

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rentesco con Manuel Nauat. De este personaje, quien era ventrílocuo y hablaba a nombre de la cruz, la autora señala que su apellido Nauat quizá fue adoptado durante la guerra, por su origen del término nauatlato, que significa intérprete en idioma náhuatl. Sin embargo, no contempla la posibilidad de que Hilaria, quien tenía el mismo apellido, desempeñara también la función de intérprete.24 Otro autor que ignora, pese a la evidencia, el papel protagónico de Hilaria Nauat es Don E. Dumond, quien incluye los mismos versos de la proclama, pero excluye a Hilaria Nauat de la jerarquía de mando. Según sus propias pala- bras: “ninguna mujer llamada Nauat aparece para nada en los informes y relatos relevantes”.25 Pese a la resistencia de algunos autores y autoras a admitir algún liderazgo femenino, la memoria oral y escrita de los cruzoob nos da algunas evidencias contrarias. El actual sacerdote maya de Tulum heredó, junto con su cargo, un cuaderno donde se encuentran escritos los nombres de todos los jefes importantes, militares y sacerdotes de la guerra. Éstos son mencionados, uno por uno, durante la misa del 2 de noviembre.26 En esta lista figuran los nombres de cinco patronas, a las que hasta hoy se les honra. El sacerdote nos las mencio- nó en el siguiente orden: “la primera de ellas María Hilaria Nauat, la segunda Andrea Nauat, la tercera Agapita Contreras, esposa de Pedro Pascual Vareda, y María Petrona Uicab y la quinta y última Soledad” [no se acordó del apellido].27 Según nuestro informante, desde la Guerra de Castas hasta hoy se aplica la norma de que cuando un hombre asume el cargo de sacerdote, la esposa lo asume con él y adquiere también responsabilidades. Fue enfático al aclarar la diferencia entre las que han sido “sólo” esposas de sacerdotes, algunas de ellas con una participación marginal, y las que, según sus propias palabras, fueron “jefas, jefas de verdad”, entre las que figuran las cinco mencionadas. No dio explicación de en qué momento y por qué el papel de las mujeres, como esposas de los sacerdotes, pasó de ser un cargo con un poder real a otro más formal y secundario. A este respecto, don Alberto May, otro informante descendiente de los alzados de Yaxley, nos relató que cuando era niño participaba en las guardias nocturnas en las iglesias mayas de Tulum y Tixcacal Guardia, y ahí escuchaba historias de los ancianos. Según don Alberto, en estas pláticas se enteró de que

24 Bricker, El cristo indígena, el rey nativo, pág. 23. 25 Dumond, El machete y la cruz, págs. 466–468. 26 El 2 de noviembre se celebra en todo México una fiesta sincrética llamada en maya en Yucatán Hanal Pixán, “comida de muertos”, donde se reza y recuerda a los seres queridos fallecidos, que regresan brevemente para acompañar a los vivos. 27 Entrevista con don Moisés Chim (Tulum, junio de 2006).

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la autoridad de las jefas patronas era, en la práctica, de igual importancia que la de sus maridos. Según sus propias palabras:

Hasta ahora ocurre. Como don Moisés es patrono, su mujer también es patrona. Así era tradición hace mucho, es lo que se sigue conservando hasta ahora. Am- bos eran jefes. Cuando llegaban a una iglesia se hincaban, y cuando se levanta- ban, lo que decían ocurría. Nunca fallaban, ambos están de acuerdo en todo lo que digan.28

La importancia del liderazgo de Hilaria Nauat se registra en el Boletín Oficial de Noticias de Mérida, el 29 de octubre de 1861, cuando un prisionero de nombre José de los Ángeles Loeza, huido de Chan Santa Cruz, dio informa- ción a la Jefatura política del partido de Mérida de que dicha mujer era conside- rada por los alzados reina y sacerdotisa, y murió en diciembre de 1860. Tam- bién declaró que después de su fallecimiento se le suponía viva a lado de la Virgen María. Se decía que se había trasladado al cielo a fin de observar mejor las posiciones de los enemigos y dar cuenta a los jefes para mayor acierto en sus operaciones.29 Mujeres como Hilaria Nauat y María Uicab, consideradas reinas, sacerdo- tisas y jefas, capaces incluso de nombrar o destituir jefes militares, como proba- remos más adelante, nos llevan a reflexionar sobre la estructura teocrática-militar de los cruzoob para explicar por qué estas mujeres ejercían funciones tan diversas que abarcaban diferentes ámbitos: religiosos, de gobierno civil y militares. Según Federico Aldhere, la organización de los alzados era la siguiente:

El supremo sacerdote de Chan Santa Cruz tiene el nombre de Patrón y es al mismo tiempo jefe supremo de la población, con un poder ilimitado, despótico. El segundo tiene el título de intérprete de la cruz o de Dios, Tata Polin, y el tercero el órgano de la divina palabra. Sus funciones son éstas: en las circunstan- cias solemnes el patrón, llamado también el Tatich, convoca al pueblo a las in- mediaciones del templo, y en medios de la oscuridad interrogaba a la cruz. El órgano de la divina palabra se encargaba de responder y el Tata Polin comunica- ba al pueblo la voluntad divina.30

28 Entrevista con don Alberto May (Yaxley, Quintana Roo, agosto de 2006). Traduci- da del maya al español por el antropólogo Lorgio Cobá Noh. 29 Mónica Marcos, “Paradojas del modelo liberal ciudadanía y venta de mujeres ma- yas a Cuba 1848–1861”, en Melchor Campos García, editor, Entornos del “ciudadanato” en Yucatán, 1750–1906 (Mérida: Universidad Autónoma de Yucatán, 2006), págs. 153–204. 30 Federico Aldhere, citado por Marie Lapointe, Los mayas rebeldes de Yucatán (Mérida: Maldonado Editores, Gobierno del Estado, 1997), pág. 77.

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El importante papel de los sacerdotes durante la guerra y en la sociedad de los cruzoob tiene sus antecedentes en el período prehispánico. J. Eric S. Thompson nos señala acertadamente que existían los ah-kines (sacerdotes del sol), jefes del poder jerárquico y consejeros del halach uinic (jefe supremo) que cumplían la función de intermediarios entre lo divino y los reyes.31 Este prestigio de los sacerdotes se mantuvo durante toda la Colonia durante la cual participaron con cargos y funciones de naturaleza religiosa y civil. Esta situación es descrita por Gabriela Solís:

Los ah-kines hacían las veces de vaticinadores, llevaban la cuenta del tiempo y, por lo tanto, elaboraban predicciones, lo que les permite recibir el reconoci- miento no sólo de las repúblicas indígenas de adscripción, sino otros pueblos. Los sacerdotes no estuvieron excluidos de los cargos en el cabildo o en las cofra- días o de los oficios de los pueblos.32

Otro elemento a considerar es la asociación entre religión maya y rebelión, que explica la posición relevante que tuvieron los sacerdotes durante el levanta- miento de la Guerra de Castas.33 Situación nada novedosa, más bien constante, en todos los levantamientos indígenas de la Colonia, como lo prueba el trabajo de Pedro Bracamonte, La conquista inconclusa de Yucatán,34 el cual proporciona diversos ejemplos sobre la participación de los sacerdotes en las rebeliones. Durante la Colonia, los ámbitos religiosos y militares estaban totalmente entrelazados, no segmentados como en la sociedad occidental. Como señala Terry Rugeley todavía en 1848 los batab ayudaban a los sacerdotes a escudriñar

31 J. Eric S. Thompson, Grandeza y decadencia de los mayas (México: Fondo de Cultu- ra Económica, 1959), pág. 267. 32 Gabriela Solís Robleda, Entre la tierra y el cielo: religión y sociedad en los pueblos mayas del Yucatán colonial. Colección Peninsular (México: Centro de Investigaciones y Estu- dios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Instituto de Cultura de Yucatán, Porrúa, 2005), págs. 88–89. 33 Es importante señalar que, como abunda Campos García en sus investigaciones, la religión de los mayas durante la Colonia fue un elemento fundamental para la permanencia de su identidad, y en sus intenciones de autonomía y liberación. En ese sentido, el nuevo culto de la cruz parlante de los cruzoob representaba un movimiento de liberación que per- mitía la unidad entre los mayas y un sentido de identificación entre los distintos grupos. Campos García, “El culto del error”, pág. 22. 34 Pedro Bracamonte y Sosa, La conquista inconclusa de Yucatán: los mayas de la mon- taña, 1560–1680, Colección Peninsular; Serie Estudios (México: CIESAS, Universidad de Quintana Roo, 2001).

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la conducta moral del pueblo, especialmente con respecto al casamiento y las normas sexuales, lo que corrobora la asociación entre los diferentes ámbitos.35 Esto permitió que durante la Guerra de Castas los mismos personajes des- empeñaran diversas funciones, simultáneamente o en diferentes momentos.36 Las múltiples ocupaciones de la nobleza indígena y la participación de los sacer- dotes en la vida civil y militar revelarían por qué Hilaria Nahuat, era considera- da también reina, sacerdotisa, patrona y jefa. A su vez, como veremos más ade- lante, explica el porqué María Uicab fue capaz de ejercer una autoridad religio- sa, política y militar.

REINA, SACERDOTISA Y JEFA MILITAR: LOS PODERES DE MARÍA UICAB Entre 1863 y 1901, Chan Santa Cruz, como capital de los cruzoob, se debilita. Debido a la importancia que tiene para los alzados el comercio con Belice, se fortalecen los pueblos costeros del actual Quintana Roo, entre ellos: Xpalma, Chumpón, San Antonio Muyil y otros.37 En este contexto de despla- zamiento de la hegemonía, Tulum reasumió su posición estratégica para el co- mercio terrestre y marítimo, convirtiéndose en el centro de poder para los ma- yas alzados. El puerto ofrecía una salida al mar, donde los mayas podían comer- ciar con los británicos de Belice la venta de palo de tinte, producto altamente codiciado en la época, y adquirir importantes productos a cambio, fundamen- talmente armas para proteger su territorio de las invasiones. Una vez recobrado su papel de centro comercial, Tulum retomó también el de centro religioso. Una prueba contundente del papel de Tulum y sus santos patrones en el comercio con Belice y de la particularmente importante obtención de armas es la carta en la que el señor Juan Carmichael le pide a los santos patrones ayuda de

35 Terry Rugeley, “La elite maya del siglo XIX”, en Geny Negroe, coordinadora, Guerra de Castas: actores postergados (Mérida: Instituto de Cultura de Yucatán, Colegio de Antro- pólogos, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Editorial Nuestra América, 1997), págs. 93–119. 36 El origen prehispánico de las múltiples funciones que ejercían los gobernantes (re- ligiosas, militares y de gobierno) es tratado ampliamente por Cecilia Rossell y María Ojeda Díaz, quienes afirman que en toda Mesoamérica se esperaba que los grandes señores y seño- ras fueran, asimismo, altos guerreros y sumos sacerdotes. Véase Cecilia Rossell y María de los Ángeles Ojeda Díaz, Las mujeres y sus diosas en los códices prehispánicos de Oaxaca (Méxi- co: CIESAS, Porrúa, 2000), pág. 61. 37 Para profundizar sobre este aspecto, véase Lapointe, Los mayas rebeldes, págs. 90–93.

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50 hombres para que los escolten en su paso por el territorio de los alzados, y les informa en un lenguaje respetuoso del envió del encargo de armas. En ella escribe:

Sr. Santo Patrón Don Ignacio Chablé y Sra. Santa Patrona Doña María Uicab, Santo Pueblo Santa Cruz Tulum (...) para que yo escribiese a sus respetables personas, para ver si me pueden dar un auxilio de cincuenta hombres, hasta ahora no me han contestado, quiero saber si sí o si no. Así también tu encargo de seis arrobas de pólvora, los gramos son grandes para cañón o voladores, señor mí amo: la cargue en tu cuenta a razón de cinco pesos arroba; señor la tengo en mi poder y puedes disponer de ella, porque es tu encargo.38

Junto con el control comercial y de las armas, hubo otro factor que marcó los cambios de la estructura de mando de Santa Cruz y el traslado del poder a Tulum: la muerte de los principales líderes religiosos y militares de los cruzoob. Primero la muerte del interprete de la cruz, Manuel Nauta, en 1851, y luego la del fundador de la Santa Cruz, José María Barrera. Le sucedieron las muertes de Agustín Barrera y de Venancio Puc, quien fuera sacerdote de culto hasta 1863, fecha que coincide con las primeras noticias acerca de María Uicab como reina y sacerdotisa de los cruzoob. Hacia 1863, después del asesinato de Venancio Puc en manos de Dionisio Zapata Santos, quien se mantuvo por corto tiempo en el mando, al ser elimina- do por un grupo de cruzoob, hubo cambios importantes dentro de la organiza- ción estructural de mando de los mayas rebeldes. A partir de ese momento se formó un nuevo triunvirato ahora formado por Bonifacio Novelo, asumiéndose como líder militar de los alzados, y por Crescencio Poot y Bernardino Cen, apoyados por Claudio Novelo y Tomás Canché, otras figuras de gran influen- cia.39 Sin embargo, y pese al poder militar de estos líderes, pretendemos probar que estos personajes estuvieron bajo la autoridad de una mujer, María Uicab, reina y sacerdotisa de Tulum. De 1863 a 1864, los nuevos líderes retomaron el culto de la cruz, que fue abandonado durante el breve poder de Dionisio Zapata. Sin embargo, para la comunicación oracular con las deidades, acudían a Tulum. Otra referencia del traslado del poder religioso a Tulum nos la proporciona Reed cuando menciona

38 “Correspondencia recogida a los indios bárbaros en el pueblo de Tulum”, en La Razón del Pueblo, No. 536 (1 de marzo 1871), pág. 3. 39 Sobre estos acontecimientos se pueden consultar a autores como Reed, La Guerra de Castas; Dumond, El machete y la cruz; Paul Sullivan, “Vida y muerte de Bernardino Cen”, en Negroe, coordinadora, Guerra de Castas, págs. 39–86; y Bricker, El cristo indígena, el rey nativo.

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que ya no era la Santísima el símbolo nacional sin disputa, ya que en Tulum había aparecido otra cruz.40 Esto nos permite suponer que, si bien Venancio Puc fue tatich y secretario de la Cruz de 1851 hasta 1867 y Bonifacio Novelo tatich a partir de 1867, posiblemente no eran sacerdotes, pues los mayas de Santa Cruz iban a Tulum para comunicarse con Dios. Pero ¿quién era realmente María Uicab? Por informes de don Moisés Chin, actual sacerdote de Tulum, sabemos que tenía otro nombre, el de Petrona (en realidad su nombre era María Petrona Uicab), quien era hija de un jefe princi- pal de los cruzoob, “el gobernador Uicab, porque en esa época existían goberna- dores”, según sus propias palabras, de quien heredó el poder. Por ello, su linaje fue determinante para ser reconocida por los mayas como reina y sacerdotisa. También sabemos que en realidad residía en Muyil, por lo que acudía única- mente a Tulum para consultar el oráculo y para atender asuntos de gobierno.41 Al heredar de su padre el poder, María Uicab no dependió nunca de sus matrimonios para ejercerlo. Más bien sus maridos fueron los beneficiarios de la tradición referente a que el cargo sacerdotal era compartido con las parejas. Prueba del prestigio alcanzado por María son los mitos, reproducidos por la memoria oral, que hablan de su importancia como reina y sacerdotisa, según los cuales no cualquiera podía pretenderla. Nos refiere don Alberto May:

Nadie se atrevía a pretenderla siendo una mujer tan importante. Su marido era un hombre muy grande y fuerte. Era tan grande y fuerte que cuando peleaba se sofocaba tanto que tenían que abanicarlo entre siete personas. Lo mató el ejérci- to cuando invadió Tulum y se necesitaron siete balas para matarlo de tan fuerte que era. Se extrañaron tanto del trabajo que dio matarlo que lo abrieron para descubrir su secreto, y se dieron cuenta de que tenía tres corazones.42

Su primer matrimonio lo concertó antes de convertirse en reina de los cruzoob, alrededor de 1860, con José María Mukul, con quien tuvo un hijo. Su segundo matrimonio fue en 1867, con Bautista Pat. El tercero fue con Ignacio Chablé, quien murió durante la invasión a Tulum por Traconis. Sobre los maridos de María Uicab, los informes oficiales señalan: “Es de notarse que ha sido casada tres veces y ninguno de sus maridos ha participado

40 Reed, La Guerra de Castas, pág. 220. 41 Entrevista con don Moisés Chim (Tulum, junio de 2006). 42 Entrevista con don Alberto May (Yaxley, Quintana Roo, junio de 2006). La histo- ria oral no refleja un relato fiel de los hechos históricos sino la memoria subjetiva de un pueblo, que si bien puede tener un referente objetivo y real contiene mitos y símbolos, como los tres corazones del esposo de María, que requieren otro tipo de explicación. En este caso podría ser la importancia de los números tres y siete en la religiosidad de los cruzoob.

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de la sagrada investidura de que la creen revestida”.43 El papel secundario de los maridos de Uicab, desde la perspectiva occidental, no dejaba de ser una afrenta al poder masculino, por lo que no dudaron en ponerle adjetivo. Al referirse a uno de sus esposos, la prensa local lo hacía con el término “triste papel del marido”:

Del titulado Santo Patrón Ignacio Chablé solo sabemos que desempeña el triste papel del marido de la llamada Santa Patrona o Reina María Uicab, siendo éste el tercero que ocupa este lugar, gozando de los respetos que les son consiguien- tes. El primero de los esposos o mejor dicho compañero de la Uicab fue José María Mukul, padre del titulado príncipe que lleva el mismo nombre, y fue aprisionado en la última incursión que llegó hasta Tulum, que es la residencia de la patrona, habiendo sido el segundo Juan B. Paat.44

Si bien la información sobre la vida personal de María Uicab es escasa, la evidencia del enorme poder que tuvo sobre los cruzoob es más abundante. El poder y prestigio alcanzado por María Uicab quedó registrado en diversos in- formes elaborados por civiles y militares. A pesar de que éstos expresan los pre- juicios étnicos y androcéntricos de la época, contribuyen al esclarecimiento de las estructuras de mando al interior de la sociedad de los cruzoob. Uno de estos informes señala:

De esta época data el establecimiento en Tulum (1867) de una mujer llamada María Uicab, que es la que al parecer reconocen en sí todos los atributos de la soberanía revestida de un carácter sagrado, explotando mañosamente el carácter supersticioso de los indios y quienes hoy la obedecen mañosamente. Por este medio han seguido manteniendo el principio de autoridad visto desde la muerte de Bonifacio Novelo, aunque sin la buena organización que éste tenía.45

El carácter sagrado del poder de María Uicab es palpable en este informe. Aunque de manera despectiva, se reconoce que una mujer tenía la capacidad de hacerse obedecer por todos los mayas rebeldes. En otro informe, elaborado por el general Traconis, se confirma que María Uicab era quien interpretaba la vo-

43 Anónimo, “Apuntes y datos sobre el estado actual de la guerra de indios”. Bibliote- ca de Campeche, Fondo reservado, Historia, geografía y estadística, Colección 1, letra b, núm. 156 (Campeche: 1868). 44 Prensa del Estado, tomado del número 5 de La Voz del Oriente / La Razón del Pueblo, No. 548 (29 de marzo de 1871), págs. 2–3. 45 Anónimo, “Apuntes y datos”.

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luntad de las cruces y, por tanto, era la intermediaria entre la divinidad y los hombres, lo que le permitía mandar y dirigir a los cruzoob. Según sus palabras:

Por los manuscritos tomados en Tulum se comprende que todos los indios su- blevados están subalternos a esta mujer que llaman Santa Patrona o Reina, y no es aventurado presumir que teniendo ella mucho menos poder que los de Chan Santa Cruz, mantienen o perpetúan la farsa de rendirle una especie de culto, ya sea para sostener el prestigio de su ridícula idolatría, siendo ella la que aparece interpretando la voluntad de las cruces que hablan, ya que explotar por aquel medio el prestigio e influencia de ella en esa retirada región del centro principal de los bárbaros.46

Estos dos informes hacen referencia al papel de María Uicab como sacer- dotisa e intermediaria entre los hombres y lo divino, pero su poder trascendió el ámbito religioso, alcanzando el entorno de la organización de la vida de los alzados en tiempos de paz. Ahí se desempeñó con la autoridad propia de una reina. En los conflictos armados, dirigió y mandó sobre las tropas y los jefes militares de los cruzoob. María Uicab ocupó el poder por un tiempo prolongado, en un contexto donde los líderes duraban poco en los cargos, debido a que o morían luchando contra el ejército colonial o como víctimas de las pugnas por el poder dentro de sus propias filas. Esto nos lleva a concordar con Reed en cuanto a que María Uicab debió tener una personalidad particularmente fuerte. No obstante su carácter recio, posiblemente no estuvo exenta de cierto carisma, si tomamos en cuenta que hasta los más fieros generales terminaron subordinándose a su po- der. Estas afirmaciones se pueden corroborar en la correspondencia entre miem- bros del triunvirato de Santa Cruz y los líderes de Tulum. En ella se advierte no sólo el gran respeto que los primeros demuestran por los segundos, sino su calidad de patrones. Es importante aclarar que tales misivas, aun cuando se refieren a María Uicab, invariablemente se dirigen también al marido en turno de la Santa Patrona, lo que corrobora la preeminencia de la dualidad entre los mayas rebeldes. Un ejemplo es el escrito donde Bonifacio Novelo, supuesta- mente máxima autoridad de los rebeldes, da aviso del envío de sal y unos zapa- tos que el patrón y la patrona de Tulum habían pedido:

Mi muy amado gran señor, mi padre Sr. Santo Patrón, Sr. Don Juan Bautista Pat y la Patrona Sra. Doña María Uicab, en esta hora que se hace preciso contestar a

46 “Expedición militar del Coronel don Daniel Traconis 1871”, en Diario de Yucatán (28 de abril de 1935), pág. 12.

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tu gran señoría los papeles que me mandó tu señoría con el Sr. D. Sebastián, y así mi señor y mi señora muchísimo me alegro de haber recibido de ustedes esos papeles, mi padre, mi madre, donde sus señoríos me dan a saber que tienen mucha salud sus señorías.

Después de señalar que él envía

...también los zapatos del chiquito santo ángel, dos sortijas de plata que les man- dó hacer, una libra y media de acero, productos que es mi voluntad obsequiar.

Sigue diciendo:

...es lo último de mis palabras a sus señores mi señor y mi señora. Dios guarde a sus señoríos un sinfín de días, nosotros somos los más ruines para ser sus criados de sus señorías y besarles las manos a sus Señorías por siempre.

La carta termina:

...este papel, en la mano respetable de mi señor santo patrón Sr. D. Juan Bautista Pat, y a la respetable mi madre la patrona Sra. Doña María Uicab, en el gran pueblo Santa Cruz.47

Un hecho fundamental para comprender el enorme poder de María Uicab es que a la muerte por causas naturales del general Bonifacio Novelo fue ella quien eligió a sus sucesores. Primero a Bernardino Cen, a quien destituyó des- pués del mando del ejército de Chan Santa Cruz por su carácter sangriento, y posteriormente a Crescencio Poot, quien ocupó el liderazgo militar de Santa Cruz. Así, María Cocom, quien fuera originaria de Tihosuco y capturada por los mayas rebeldes y quien, después de vivir un tiempo con ellos, logró escapar del dominio de los cruzoob, declaró ante las autoridades yucatecas que Bernardino Cen fue suspendido de sus funciones de jefe militar por la Santa Patrona o Reina Uicab, aunque por su disposición y por ser sobresaliente para la guerra, se le permitió continuar dirigiendo incursiones difíciles.

Esteban Jiménez, María Feliciano Tuyú y María Dorantes. María Cocom decla- ra que es de Tihosuco y desde la sublevación huyó a los montes, pero hace como ocho años fueron capturados por los rebeldes de Chan Santa Cruz y conducidos al rancho Tzuckum a siete leguas de Chan Santa Cruz y propiedad de Miguel Ic. Declara que Crescencio Poot vive actualmente en Chan Santa Cruz y es quien

47 La Razón del Pueblo, No. 536 (1 de marzo de 1871), pág. 2.

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manda en jefe en lugar de Bernardino Cen por estar este destituido del mando de las fuerzas, debido a que Cen se permitía la licencia de matar a quien se le interponía, incluso a dos de sus hijos, motivo por el cual la Santa Patrona o Reina Uicab lo hubiese suspendido del ejercicio de sus funciones, aunque por su disposición y ser sobresaliente para la guerra sigue dirigiendo incursiones difíci- les y que sin embargo este es respetado sobre todos los demás y se distingue muy especialmente por los dos aretes que usa de continuo y el adorno del pecho de la camisa que es de moneda de oro.48 Con esta acción, María Uicab demostró su capacidad de gobierno y de estratega política, ya que eligió entre sus generales al más capacitado para el gobierno, dejando al bravo y sangriento Cen en una posición más acorde con sus cualidades personales y donde era más útil. Lo sorprendente es el enorme respeto que inspiraba la Reina de Tulum entre los líderes de los cruzoob siendo que el temido y sangriento Cen aceptó sin protestar su sustitución y el recién nombrado Poot siguió fielmente todas sus órdenes. La enorme autoridad de la Santa Patrona de Tulum es expresada nueva- mente en los informes que el general Crescencio Poot, en diciembre de 1870, le escribe para dar cuenta del resultado de una batalla en la que había encabezado tropas prestadas de Tulum. Escribe el general: Gran pueblo Santa Cruz, Diciembre 28 de 1870. Mi muy siempre apreciable y venerable padre Santo Patrono, Señor Don Ignacio Chable y mi respetable ma- dre Patrona Doña María Uicab, Ay mi Señor, ay mi Señora. Un gran perdón de mis faltas tengo que pedir a tu gran hermosura, mi señora. Después, en un texto donde alterna las frases mi señor con mi señora, narra los triunfos, de las tropas, así como sus desobediencias. El general Crescencio Poot finaliza diciendo: [Y] con esto acaba el parte dado mi Señor y Señora: yo el más ruin de los criados de tu hermosura ante quien inclino la cabeza y respetaré hasta el final de mi vida.49 El envío de informes sobre los resultados de las batallas, dirigidos a los patrones de Tulum por parte de Crescencio Poot, es una prueba más del lugar que ocupaban ambos en las jerarquías de mando. Contrario a la opinión de

48 Tomado del núm. 5 de La Voz del Oriente, Valladolid, en La Razón del Pueblo, No. 548 (29 de marzo de 1871), págs. 2–3. 49 “Carta de José Crecencio Poot a los patrones de Santa Cruz de Tulum, 28 de di- ciembre de 1870”, en La Razón del Pueblo, No. 536 (1 de marzo de 1871), pág. 3.

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diversos autores, esto sitúa a una mujer en la posición de mayor altura en la organización teocrática-militar de los cruzoob. Pero el grandísimo poder y pres- tigio logrado por María Uicab no pasó inadvertido para las autoridades. Su representación como sacerdotisa y oráculo resultaba un elemento fundamental en la unidad y en el ánimo de lo cruzoob, al igual que su fuerte carácter para mantener la disciplina y el arrojo en los combates. Todo esto, aunado al papel estratégico de Tulum como centro de abastecimiento de armas, gracias al inten- so comercio que allí se llevaba a cabo con Belice. Un documento fundamental para que las autoridades supieran sobre esta situación y tomaran las decisiones pertinentes para destruir el poder de Tulum y de María fue el informe presentado al gobierno de Yucatán, donde se asienta lo siguiente:

La Uicab tiene en Tulum un gran templo de palma en cual se haya un altar con tres cruces que los indios veneran con tanto fanatismo y los cuales atribuyen el poder de hablar y a la mujer el de comprender o interpretar en lengua que éste se verifica con gran ceremonia, después de la cual comunica sus órdenes desde Crescencio Poot (tatich de Chan Santa Cruz) hasta el último, y es obedecida sin réplicas y sin observación. Si cuando ordena una incursión ésta se malogra por una orden cual- quiera que no se cumple exactamente, el castigo de azotes es irremisiblemente aplicado. A ella dan parte del resultado de las expediciones o de cualquier otra novedad que ocurra, y le es religiosamente entregada una parte del botín.50

Alertadas con información del papel que los santos patrones, y en particu- lar María Uicab, desempeñaban en la sociedad de los cruzoob, las autoridades decidieron invadir Tulum en 1870. Se organizó una expedición al mando del coronel Daniel Traconis, quien partió el 21 de enero de 1871 con un contingen- te de 1,000 hombres de armas y 300 cargadores. El coronel Traconis presentó al gobierno del estado un registro que llamó “Diario de Operaciones”. En él pre- senta lo realizado día a día por sus tropas en el oriente, del 21 de enero al 7 de febrero. Esta información confirma la importancia de Tulum y de María Uicab en esa etapa del conflicto. Consideramos importante reproducir algunos extrac- tos del diario, a fin de revalidar la trascendencia de la Santa Patrona de Tulum. Nos informan:

En aquel caso, Tulum que es donde reside la Patrona o “Reina”, a quien tributan homenaje hasta Chan Santa Cruz, sería el centro de toda esa serie de poblaciones que se están formando, todas bien combinadas entre sí, y tienen una organiza- ción especial y conveniente a sus costumbres y fines. La importancia de estas

50 Anónimo, “Apuntes y datos”.

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poblaciones va creciendo día a día, por lo que sin no se les hace una guerra obstinada hasta que desaparezcan, será más difícil destruirlas.51

Finalmente, el lunes 30 de enero de 1871, después de nueve días de cami- no, el coronel Traconis penetró la selva hasta llegar a Tulum. Cuando el ejército de Daniel Traconis atacó y quemó Tulum, capturaron al hijo de 11 años de María Uicab, junto con otro joven de 12 años, y a la secretaria de la “Reina” o Patrona de allí. Al día siguiente destruyeron Muyil y el 1 de febrero Chun Pom, para después retirarse inmediatamente a Valladolid. Conocemos las noticias de los resultados de la invasión por las declaraciones de prisioneros de guerra:

El coronel Traconis puso a disposición de la Jefatura de Valladolid a varias perso- nas que se presentaron en el campo de Tixcacalcupul, entre los cuales se encon- traban María Cocom y su hijo Ciriaco, Juana Cob, comadre de la anterior. Por su parte, Juana Cob manifestó que sorprendió una conversación de varios indi- viduos de Santa Cruz, quienes contaban en secreto que los blancos habían inva- dido el santo pueblo de Tulum y que lamentaban la pérdida del hijo de la Patro- na o Reina y que ésta se había escapado milagrosamente, lo cual declaró también Feliciano Tuyú que oyó que un indio contase a su mujer que había sucedido en Tulum una gran desgracia.52

Con el ataque de Traconis se extrajeron del santuario de Tulum algunos impresos que nos permiten certificar la importante relación con Belice, a través de la cual María Uicab retroalimentó su religión con elementos de origen cris- tiano. Se recogieron algunos cuadernos y oraciones religiosas católicas y protes- tantes en dialecto maya y versión en castellano, impresas en Londres. Otro de los objetos saqueados durante el ataque de Traconis a Tulum fue un mantel bordado, sustraído del altar, que pertenecía a la Reina de Tulum.53 María Uicab, además de ver destruido su santuario, tuvo que soportar la pérdida de su hijo y secretaria, personajes sobre los que desconocemos cuál fue su suerte. Inmediatamente, María Uicab planeó las represalias, dando lugar a contraataques del gobierno y sangrientas batallas. Esta parte de la historia de- muestra la fortaleza de la Reina de Tulum. A pesar del duro golpe militar y

51 “La expedición militar del Coronel don Daniel Traconis contra los indios rebeldes al Oriente de la Península, en 1871”, en Diario de Yucatán (28 de abril, 5 y 12 de mayo 1935), pág. 12. 52 “Jefatura Política de Valladolid, Declaraciones de María Cocom”, en La Razón del Pueblo, No. 537 (3 de marzo de 1871), pág. 3. 53 “La expedición militar del Coronel don Daniel Traconis contra los indios rebel- des”, en Diario de Yucatán (28 de abril, 5 y 12 de mayo 1935), pág. 12.

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moral que recibió por parte del ejército, fue capaz de organizar la contraofensi- va militar, mandando y dirigiendo a todos sus generales. El trabajo de Paul Sullivan presenta datos sobre un indígena que supuesta- mente escapó de los rebeldes e informó a las autoridades que, como represalia a lo ocurrido en Tulum, los mayas rebeldes quemarían Chemax. Según este autor, lo anterior resultó cierto. Bajo la dirección de Bernardino Cen, los mayas rebel- des quemaron Chemax en junio de ese mismo año.54 Posteriormente, el 3 de julio de 1872, los pueblos mayas de la costa caribeña invadieron Kantunilkín por orden de María Uicab. El ataque, según el periódico La Razón del Pueblo, estuvo dirigido por Juan de la Cruz Pomol, líder de San Antonio Muyil. Fue ordenado, “evidentemente, por los líderes religiosos de Tulum y apoyado por tropas de la misma comunidad”.55 Sobre los detalles de esta invasión, el mismo periódico publicó el testimo- nio de los prisioneros de guerra. Uno de ellos, Juan Chan, declaró que:

[H]ace tres años lo cogieron los de Chan Santa Cruz y lo hicieron soldado, que antes había vivido oculto en los montes inmediatos a la playa de Xelá (¿Xelhá?), que está bajo la inmediata dependencia de la Reina María Uicab, que vive en Muyil: que a solicitud del comandante de San Antonio, Juan de la Cruz Pomol, la reina le mandó 100 hombres a las órdenes del capitán Apolonio Koyoc, que vive en Chumpom, para que unidos a los de San Antonio, viniesen a invadir el pueblo de Kantunilkín.56

Como resultado de la invasión, Kantunilkín fue quemado y saqueado, po- niendo en peligro incipientes ranchos azucareros que empresarios yucatecos co- menzaban a ocupar en el actual municipio de Lázaro Cárdenas. Como era de esperar, la respuesta de los empresarios y el gobierno a este ataque fue inmediata. Realizaron un contraataque invadiendo sorpresivamente Kantunilkín y San An- tonio Muyil. El reporte de la sección de operación sobre los indios bárbaros fue publicado el 23 de agosto de 1872, en el cual el comandante en jefe reporta haber dado una gran lección a los indios bárbaros al invadir sorpresivamente el pueblo de Kantunilkín y San Antonio Muyil, resultando muerto Juan de la Cruz Pomol, el cual fue reconocido por los tres prisioneros que fueron tomados allí. En respuesta, posteriormente los rebeldes causaron la destrucción de 17 ranchos y de Kaua. Todo parece indicar, según informe de algunos que lograron escapar,

54 Sullivan, “Vida y muerte de Bernardino Cen”, pág. 64. 55 “Declaraciones sobre la invasión de Kantunilkín”, en La Razón del Pueblo, No. 759 (26 de agosto de 1872), pág. 1. 56 La Razón del Pueblo, No. 759 (26 de agosto de 1872), pág. 1.

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que fue Crescencio Poot quien dirigió los ataques. Los cautivos fueron llevados de regreso a Santa Cruz y distribuidos entre los líderes principales de allí.57 Después de estas y otras batallas donde María Uicab adopta un indiscuti- ble liderazgo militar, sobrevino en 1875 un conflicto entre los jefes de Santa Cruz, Cen y Poot, que posiblemente marco el fin de su reinado.58 El primero, al temer ser asesinado por el segundo, busca la protección de la Reina de Tulum para salvarse y parte a su encuentro acompañado de 100 de sus seguidores. No sabemos qué pudo haber discutido con la Patrona, pero después de dos o tres meses de permanecer en Tulum, lo abandonó para dirigirse a San Antonio Muyil, acompañado sólo de 30 hombres, dejando al grueso de su tropa bajo la autori- dad de María Uicab.59 Debido al apoyo otorgado por la patrona de Tulum a Bernardino Cen, Poot emprendió acciones de escarmiento en contra de Muyil y Tulum que lo cobijaron e intentó cerrar el suministro de mercancías prove- nientes de la colonia inglesa.60 No hay ninguna constancia escrita posterior a 1875 que hable de María Uicab. Sobre su destino final se hallan dos versiones, producto de la historia oral, ninguna de las cuales hemos podido confirmar. Una de ellas es la de don Alberto May, quien asegura que murió violentamente en manos de los propios cruzoob, repitiendo el sangriento destino de la mayoría de los jefes mayas, lo cual podría estar relacionado con el conflicto que se suscito con Poot a raíz del apoyo otorgado a Bernardino Cen. Según la versión de don Alberto, que escu- chó de los “antiguos” en sus noches de guardia:

María tenía mucho poder y esto despertó la envidia de los generales y supuesta- mente, cuando ella cometió un error [no nos explicó cuál podría ser], la manda- ron a buscar a Chan Santa Cruz para rendir cuentas. Cuando ella quiso entrar a la iglesia, no se lo permitieron, y eso fue un error, porque si ella hubiera entrado no hubiesen pasado tantas desgracias. Cuando la quisieron apresar, ella levantó las manos y sus enemigos se cayeron así que ella escapó. Pero sus enemigos la persiguieron y la mataron, siendo que ella estaba embarazada.61

57 Sullivan, “Vida y muerte de Bernardino Cen”, págs. 66–67. 58 Las causas y detalles de este enfrentamiento son tratados a detalle por Sullivan, “Vida y muerte de Bernardino Cen”, págs. 69–86. 59 Sullivan, “Vida y muerte de Bernardino Cen”, pág. 76. 60 Martha Herminia Villalobos González, El bosque sitiado: asaltos armados, concesio- nes forestales y estrategias de resistencia durante la Guerra de Castas (México: CIESAS-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, INAH, Porrúa, 2006), pág. 243. 61 Entrevista con don Alberto May (Yaxley, Quintana Roo, junio de 2006).

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Otra versión es la del sacerdote actual de Tulum, don Moisés Chim. Éste afirma que María Uicab murió anciana y nunca abandonó a su pueblo. Señala que después de su muerte le siguieron en el poder otra pareja de santos patronos:

Acá en Tulum, murió ya viejita. Son los que andan con la gente, era líder son los patrones. Aquí no hay ningún Uicab. Murió ella, acabó todo. Su papá era un gobernador, le llaman un comandante maya. Ella era María Petrona Uicab, ésa era la jefa. Murió maya de viejita aquí en Tulum y está enterrada entre la iglesia maya. Ellos no tienen cementerio. Como es jefa, era líder de los mayas, se entie- rra en la iglesia, en la iglesia están sus restos. Ahora ya no se ve porque tiene piso como éste. La enterraron en Tulum, aquí en la iglesia porque era jefe. Todos los jefes tienen que estar en la iglesia, hay como cinco o seis restos allá. Una vez estábamos allá donde están las matas de ruda. Empezaron a escarbar y encontra- mos restos y dijeron que es traición, no hay que mover los restos de allá.62

Desconocemos si las diferentes versiones responden al interés de sacerdo- tes como don Moisés de ignorar hechos que recuerden las divisiones y pugnas entre los cruzoob. Situación que podría originar fisuras actuales entre las comu- nidades que participan en el culto, unidas todavía en una red, con actividades religiosas y civiles. O bien, don Alberto confunde la figura de María Uicab con la de otra mujer igualmente poderosa que murió violentamente por motivos desconocidos. Todo esto nos deja en el misterio de cómo murió María Uicab, algo que quizás nunca se llegue a conocer.

COMENTARIO FINAL Ignorar el papel de algunas mujeres, en especial de María Uicab, en la Guerra de Castas y la sociedad autónoma de los cruzoob, resulta inadmisible, ante la gran evidencia histórica, documental y oral con que se cuenta. Las cru- ces con ropajes femeninos, las vírgenes guardadas celosamente dentro de ánforas en los altares, reinas, sacerdotisas y jefas militares nos hablan de lo femenino como elemento central en la vida de los cruzoob. La perspectiva de género em- pleada en este trabajo nos permite hoy poner en duda la versión que casi todos los autores han manejado, es decir, la organización totalmente masculina entre los mayas rebeldes de Yucatán. Lo femenino y las mujeres ocuparon desde siempre un lugar tan predomi- nante como insistentemente negado entre los mayas. Personajes como Hilaria Nauat y María Uicab irrumpen en la historia para romper viejos paradigmas que hicieron invisibles por siglos el papel de algunas mujeres. Por lo que afirma-

62 Entrevista con don Moisés Chim (Tulum, junio de 2006).

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mos, la organización de los cruzoob, propuesta por los estudiosos de la Guerra de Castas, adolece de inconsistencias al no tomar en cuenta el poder de las mujeres. Con este trabajo pretendemos llamar la atención sobre la necesidad de presentar nuevas miradas a hechos tan importantes como la Guerra de Castas de Yucatán, incorporando la perspectiva de género como estrategia metodológica en la reinterpretación de los hechos históricos, no para negar o realizar una critica fácil a los trabajos existentes, sino para enriquecerlos visibilizando a las mujeres, sobre todo aquellas que como María Uicab cumplieron un papel protagónico en la historia de un pueblo.

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