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CEDAR VIGLIETTI

FOLKLORE MUSICAL DEL ÜRUGUAY

~ COLONIA1622 Tel.: 24 000 712 [email protected] (!!3~ Montevideo / CEDAR VIGLIETTI

FOLKLORE MUSICAL DEL URUGUAY

1~~1 EDICIONES DEL NUEVO MUNDO MONTEVIDEO 1968 ( ", A mi hija Silvia. A mi amigo Luis Alba.

© 1968. EDICIONES DEL NCEVO l\IUNDO Juan Carlos Gómez H97 - i\Ionlcvideo. Derechos reservado~ con[orme a la ley. lmprcso en Uruguay - Prinlcd in Uruguay. I

GENERALIDADES

El folklore, ese hijo natural de padres descono­ cidos ... (Larousse).

Concedido que un hecho cualquiera tendrá ca­ rácter folklórico cuando concurran las clásicas con­ diciones que lo configuran como tal, nosotros agre­ garemos -en nuestro estudio- la impresión perso­ nal reflejada en la tradición debidamente analizada. Recuérdese, tradición, según diccionario: "Trasmi­ sión oral de hechos históricos, composiciones litera­ rias o musicales y coreográficas, hecha de genera­ ción en generación". Dice bien Molina Téllez: "Es necesario distinguir lo popular circunstancial, que es sensualismo de corta duración, de lo popular auténtico que, por depuración y largo baño lustral dado de genera­ ción en generación, invoca sus derechos de expre­ sión espiritual de un pueblo". Así deviene la tradición, o lo popular tradicional. No obstante, obsérvese la elasticidad del concep­ to en este curioso ejemplo de Ismael Moya: "Si en un área, cierto porcentaje de población expresa trozos de Martín Fierro no porque lo leyó, sino porque lo oyó en el curso de la vida y ni sospecha que es de Hernández, este trozo en tal circunstancia es folklore para el que lo repite y solamente po­ pular para el conocedor que lo escucha".

9 tock y en varios autores rusos, españoles, etc. Este La co11dición que conjuga con el conc~pto de Moya es la ele anónimo, se habrá ~dverticlo; 1:0 error -por la cultura de quienes conozcan tales au­ importa se piense -en alarde de su~ il eza- que re­ tores- es realmente poco común. buscando intensamente en el pasac.o logre ~arse En nuestro país -al igual que en la algún día con el autor, con ese "padre desco~oc1do". y en otras regiones andinas (la extensión del área Deberá ser espo11tá11 eo, o sea lo contrano ?e lo no tiene importancia) - existe un ejemplo clásico técnico universitario y por ende de lo reUex1vo o de folklore: la Vidalita. Observe el lector y con­ fronte si se cumplen o no todas las condiciones intencional. Colecl'ivo o regional, se trate de un pue.blo (claro mencionadas. que de algunos elementos más ~ menos dispersos. ~e En cuanto a la procedencia de lo nuestro (no esa comunidad pues no valdna una s_ola fanulia digo origen) pienso lo siguiente: así como del estu­ de común origen, por ejemplo) de va~10s departa~ dio de la música folklórica sudamericana (especial­ mentos 0 provincias o aun nusm.o pa1~es ~ercanos mente argentina, Carlos Vega) las fuentes principa­ entre sí 0 de raíces o influencias h1stóncas co- les surgen en Lima, vertiente de la primera cultu­ munes. rn -incaica y europea- así sucede con Montevideo A es tas condiciones imprescindibles que hemos irradiando su influencia sobre la campaña. subrayado agregaba el estudioso a~gentino Carlos No se juzgue es ta afirmación como nacida bajo Vega Ja de superviviente, realmente n~~eresante, que la sugestión de las citas históricas que se van a anima y embellece el hecho en cuesuon. leer -casi todas ellas capitalinas- pues tengo bien Otro folklórogo brasileño, P. Carvalho J'.l:Tetto, presente que los testimonios de los viajeras de si­ agrega a las citadas caracte~ísticas la de. funct011al, glos pasados no se refieren mayormente al interior que no descartamos -obv10 fuera decirlo-:- p~es del país, en razón de que dichos autores apenas se existe -o existió por lo menos- desd~ el pnnc1 p10, asomaron a los enrejados balcones de la ciudadela. desde el mismo nacimiento o adopción del hecho La música del gaucho - llamémosla por ahora no considerado. muy correctamente así- no estaba aquí cuando él Además: es sabido que un abuso del vocablo fol­ apareció. Nada le h abía dejado el indio. Tuvo que klore designa así a una música que adof t~ sus ma­ crearla. ¿Solo? No. En el aspecto coreográfico, más teriales, temas instrumentales y proced1m1entos, ? fácil para ejemplo, un Cielito o un Pericón ofre­ sea su temática y su estilística, del verdadero Y ori­ cen modalidades de indudable ascendencia europea. ginal folklore, surgiendo en obras populares como En lo musical, el Triste, lo más nuestro, acusa las que se hallan en bog~; y hasta a ve~es se ex­ origen incaico pero la escala procede del Viejo tiende el falso título a emrnentes compositores gue Mundo lo mismo qne su contenido literario esen­ bebiendo en las viejas eternas fuentes profundiza­ cialmente hispano. ron en una tecnificación o estilización tal como se observa en nuestro Eduardo Fabini, o más lejos, en Pese a llamársele música gauchesca no nace en Villa Lobos, Ginastera, Grieg, Smétana, Bela Bar- el campo nuestro folklore musical; crear un Estilo

11 10 medio. .. ,. . en fin ' mot·ivos to. d os concurrentes a la (pongo por caso pues cada guitarrero tenía el suyo vación.1 etenc10n de ese arte familiar ' a su cannosa. _ conser- propio) presupone una serie de conocimientos ad­ quiridos directa o indirectamente en los centros Esto no significa un vocabulario forzosamente cultos, urbanos. En largos períodos -generaciones ga;ich~sco cuand~ canta, conviene desconfiar, pues a veces- aun cuando en forma inconsciente o sub- mas bien gl~stara de una literatura propia de los consciente. centros medianamente cultos' ya q··iee ' quiera. o no Ocurre ello por lenta asimilación, por contagio, con f esar1 o, en ellos tiene puestos sus ojos. por herencia. m Aclaremos: al decir nuestro folklore no limita­ Existe sí, la creación -relativa- de la melodía os es~ con.cepto con un rígido sentido de fron­ compaginada en algún ca?º con trnzos tomados aquí o allá, pero el resto, medida, armonía, ritmo, ~~~;s; s1 .nació tal danza aquí o enfrente, demués­ - 0 qdi:ien guste de esas porfías localistas. Nos- es fruto de lento proceso adoptivo y asimilado por otros iremos nuest1 . 0 cuand o aqm, se aclimata natural influencia del medio ambiente. cuand 1 h d o bllega a ser el med' 10 d e expresión· artística' Quizá la obra más interesante del campesino con­ d~ elfm J~ ¡ronteras adent,ro, aun cuando fuera sista en conservar, primeramente, lo que recibe; y p as ic :eo olklore sea mas o menos conocido. luego simplificar, quitar esos inútiles abalorios de or otra parte, esto es lo correcto. los que el músico -cantor o guitarrero- de la ciudad, más hábil, suele abusar en comprensible Allende el Plata hubieron danzas y cantos ue afán de exhibicionismo. ~o pueden ubi~arse de este lado; allá existe ma~or El virtuosismo negativo de este último es elimi­ ane~ad, de ritmos principalmente, ya que por nado a la postre por el amor del campesino, intui­ ;:~~ap de su. 9eografía recibió aportes de , tivo, instintivo, que acierta a · conservar lo funda­ gu~y, y Perú, enriqueciendo así su acer­ mental, lo realmente valioso (el baño lustral ante­ vo musical. dicho) y las más de las veces sin advertirlo. ~osotros -junto al Brasil de distinto idioma que Antiguamente la vida en el campo transcurría quizá por .ello poco o nada nos aportó- logr~mos lentamente, tal la causa poI" la que el folklore se menor variedad de especies y aun de instrumentos· hallaba en el interior: ausencia de novedades en pero, en compensación quizá, la adopción de cier~ material sonoro, afición a lo familiar o a lo here­ tos elementos fue no menos fecunda por intensiva dado por tradición lugareña, una visión menos am­ como se verá más adelante. ~ plia del mundo artístico por restricción de horizon­ tes, apego natural a desenvolverse en la danza o en fr No hubo, pues, mayor intercambio a través de el canto bien conocidos -defensa natural- en con­ onteras terrestres, basta observar que no nos ro­ traste con la desconfianza hacia las renovadas mo· d~an fuertes. c~ntros culturales; ese trasiego más das capitalinas, el tema accesible de los versos que ~1en se realizo entre Montevideo y con dichas músicas se entonan- candor del pueblo e puerto a puerto. ' que habla de lo suyo, de los sucesos comunes a su 13 12 De las influencias europeas que inciden en nues­ ii.e,ron w ~ cuerdas, pues, (casi todos ellos de f tro país se desLacan las españolas en primer tér­ cion .º "de oído" como suele decirse) ArtÍ as ¡. mino, luego las francesas e inglesas. 1 t ':ª _lep, el Padre ~fontcrroso, Eusebio Va1J:11 ~ .. ~ ­ No significa esto una adopción ck Jotas, 1vfinue­ F.e1 ~ando _O torg:1c:s, ~ os dos Spíkerrnan ele la A~ra'. Los y SchotLishs en continuada persistencia. Antes nac a, Bat tolomc II1daluo el asisLe11te "A . " F A · 0 ' • · • nsrna , bien, un hondo sentido racial desalojará pronto de a1_1 ~ t o gullar, Jua~. Manuel Jfonifaz, Bernardo P. estas playas esos Lemas de a U ende los mares. Bc1~ o, Fernando Qu1pno, quien justamente en esas Se bailaron, es cierto, tales danzas; pero no arrai­ cue1das compuso la Canción Patria (1) A . . S · T . , panc10 garon, y cunndo alguna vez Jo hicieron fueron trans­ aravia Y , u 110 Herrera y Reissig. formadas, re-creadas. Concretando, nuestro folklore musical está com­ puesto por las siguientes canciones: Triste, Estilo, Cifra, Milonga y Vidalita. Y por las danzas siguien­ Les: Cielito, Pericón, Nledia Caífo y Polca. Y en un segundo término por un poco ajenas al pueblo unas y por menos conocidas otras, estarían el Minuet Montonero, Cn11dombe, Gato, Huella y k!alambo. (Algunas de ellas, Milonga y Cielito sobre todo, pueden ubicarse indistint:imente como canto o como baile) . Una puntualización destinada a las actuales ge­ neraciones: no existieron los llamados grupos fol­ klóricos a varias voces, con distintos instrumentos y menos con bombo. . . Sólo un hombre abrazado a una guitarra, tañéndola simplemente, o más co­ mún acompañando con ella su canto. Más tarde se empleó el acordeón principalmente para la Polca, el tamboril para el Candombe y en su época el clave o piano para el Minuet. De nuestro libro próximo a aparecer, "El Himno Nacional y la guitarra nuestra" - donde estudiamos la trayectoria histórica de este instrumento en el (1) A est e respecto publi · d . Uruguay- entresacamos algunos nombres del pasa­ M úsi ca de nuestro Him .. que os. art1culos t itulados "La tevldeo del 19 y 26 de "gctu er;i el diario "Acción" de Mon­ la ,verdadera paternidad de db.I ~ de ;9~!4 don~ e se evidencia do para dar una idea de la difusión apuntada: ta- bmda a DebaJi. ic a mus1ca erroneamente atri-

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EL TRISTE Y EL ESTILO

1 EL TRISTE

a) Historia Ya por el 1800 era esta especie la más popular entre nosotros. A fi nes del siglo XVIII Félix de Azara ve que " ... en cada pulpería hay una guitarra; cantan ya­ rabís o tristes, que son cantos monótonos y siempre tristes, inventados en el Perú, tratando de ingrati­ ludes de amor y de gentes que lloran desdichas por los desiertos". En 11otas de un viajero inglés (1) hallamos: "1808. - La diversión principal / ele las mujeres de J\Ionte­ video / es la ele can lar y tocar la guitarra ... Las tonadas que ejeculan son generalmente de carác­ ter amoroso y de melancólicas romanzas del Perú". En 1815 los hermanos Robertson en "Cartas de Sudamérica" se referirán varias veces a Jos "tristes sudamericanos" siempre acompañados por guitarra, que les recuerdan "aires montañeses de Escocia" - interesante sugerencia pues se nos ocurre este re­ cuerdo obra y gracia ele la pentatonía característica de los viejos tristes o yaravíes. A este propósito: la música incaica, nacida en la quena -especie de flauta rústica- de cinco o seis

(1) De "Notas ou the Viceroya!ty of la Plata", por A. Gen­ tleman. Londres, 1808, transcripto de E. Salteraln Herrera.

17 merece una reprimenda; agujeros, se conformaba aproxirnaclarnt nle con una pues sólo deben las niflas escala ele otras tantas notas que podrían correspon­ cantar arias 0 mo

21 20 Mariscal Santa Cruz, Presidente que fue de la Me ayudaré de nuestro Zum Felde Confederación Perú-Boliviana, fue visto por el a veces resulta un tanto conti-adicto1·1-'o aeunnecttiando maestro Verdi, quien casualmente paraba en el "El os te m as.d· , rInsmo · de nuestro folklore es indiºos y . - mismo hotel, para repetir unos yo.ravícs que acos­ ne el Nort d I vie- tumbraba a tocar en su guitarra; yaravíes que lue­ . e, e os Andes, impregnado de la tristeza y ternura de los yaravíes." "El T.· d. go Verdi incorporó a su ópera Traviata." ce en ot d uste - 1- U .!·a parte e su "Proceso Intelectual del D'Orbigny - ya citado- "había oído muchas ve­ rugu_ay - procede del norte argentino y su raíz ces esos tristes o can tos peruanos." ~ndc~st1al se nutre de la tristeza y ternura del alma Y para terminar, dos viajeros aclaran más el pa­ m igena de Jos Andes". norama: Félix de Azara, lo vimos: "yarabís o tris­ tes que son cantos inventados en el Perú", así di­ de ~:t ade!an~e: .. "EI folklor: del norte argentino es . . gen I~d10. Y en seguida, en oposición· "Los ce un español que bien pudo reconocer como tal 1 Ja ascendencia hispana de que habla Vega. El otro c~e Itos no tiene~ mezcla incaica". De lo cual. dedu­ viajero es Mantegazza - 1858: "Muchas veces he ad­ cunos -compartiendo- que el Triste sí la tiene. mirado en aquellos improvisadores gran fantasía y En i~u~stro primer libro sobre folklore, en 1947 espiritualidad, pero mis oídos se han rebelado con­ transcribimos de Orestes Araú. . , remite a J . JO - quien a su vez se tra aquella música. . . El chisporroteo vivaz y las­ - " uan Ci uz Ferrer- estas peregrinas "es- civo de las canciones andaluzas se ha perdido com­ panolas , comparaciones·. · "Los can t os an d a l ucesy t1e-. pletamente y han creado una música triste, monó• ne.f aqui sus _equ_1valen tes en espíritu y forma. Las lona, lúgubre". ;~~~~gas y v1dali tas s~n como las peteneras y so· Innecesario comentar esta su nostalgia por lo es­ .. El gato, la media caña como las seguidillas l pañol "que se ha perdido completamente" ... Y a JOta, etc." En fin, unos cuantos índices apuntando al impe­ No obstante el origen hispano de b rio incaico, o a Lima si se prefiere; y quienes así res - de ahí su españolísimo afán n arn os /uto- señalan conocieron en vida al triste como no lo en absoluto ni al Triste ni al Esti~. ;o:el re i e re~ conocimos nosotros que sólo nos guiamos por atis­ éstos se salvan. . . o menos bos o presunciones. La inteligente investigadora Isabel Aretz que si­ c) Características gue los lineamientos de Carlos Vega, aquí no obs­ tante se aparta de ellos; si bien no se opone for­ Desa.l?arecida_ ~sta especie, basándonos en con­ malmente a su compatriota, habla de "melodías secuencia en VIeJos Tristes pautados, intentaremos francamente europ eas unas, indígenas otras - penta­ esbozar su posible forma. tónicas y hermanas del Yaraví precolombino y del Huayno canción". Lo que es m11cho decir, amén de Hubo de tener un preludio o introducción más que en ningún momento sugiere lo expresado por ~~ e n~s breve -esto dependía de la habilidad del Vega. b I arnsta- facilitando la entrada del canto en ase a una cuarteta, si acaso sextina -no estricta- 22 23 mente octosilábica en su totalidad- con temas li· II terarios de carácter amatorio. Con el correr del tiempo habrá agregado al· EL ESTILO gún par de versos y una parte central, cadenciosa. a) Historia En las dos frases primeras, repetidas al final, está contenido su valor estético: fraseo profundo, La versión más antigua que hallé en el Uru· dramático, donde asoma -donde resalta- el pa· guay correspondería a 1870 aproximadamente; fue rentesco con el Yaraví y por ende su sentido telú· en una "Tribuna Popular" del año 84, refirién­ rico, sudamericano. dose a la niñez de u n matrero apodado "El Cli­ Esta parte lenta y lírica -de romántico carác· nud~" · (Puede? verse más detalles sobre este pcr­ ter- es fácil advertirla al comienzo de un Estilo, sonaJe. al conuenzo del capítulo "Payadores" de luego de la introducción, así como en los finales este libro, o en su biografía, "El Clinudo, un de algunas canciones llamadas camperas o en cier­ gaucho alzao. - 1882" de C. Viglietti, premio M. I. P. 1955.) tos momentos de músicas es tilizadas de inspiración criolla. En estas últimas, cuando en un pasaje can· Dicha versión, pues, la cantó cerca de Minas table de diseño melancólico, percibimos algo como un payador de apelativo Ciriaco (no sabemos su nativo y familiar - antiguo- es porque allí está apellido). escondido el fraseo del Triste, como está en los Ya más acá, digamos que el famoso Circo de grandes momentos de ·~campo" de Fabini, y tam­ los Podestá tuvo "su Es tilo", titulado "La Piedra bién, desde luego, en sus "Tristes" aun cuando del Escándalo'', tan familiar a nuestros abuelos - sin trabas estróficas ni preocupación de medida, tal vez más a nuestras abuelas: lo cual nos inhibe tomarlos como modelo. El sentido musical de este género trasciende so· º'Sob1·e el alero escard1ao Jedad y nostalgia llevada a tal grado de plenitud encontré esta madrugada u na palomita helada y aún de sobria y sin par mesura que pareciera q 11 e el viento la había cxlraviao. configurar en su re-creador, intérprete o aun sim· Porque es tu ya la he cuidao ... " cte. plemente portador, un espíritu profundo ele aris· tocracia capaz de aflorar en cualquier nivel social Cuatro_ décimas en total, lo cl{1sico en el género. cuando de cosas artísticas se trata. A partir del 80 y tantos los hallazgos son innu­ Dice Sarmiento: "El triste es un canto frigio, merables, ~le:ntando -en campaña sobre todo- has· plañidero, natural al hombre en el estado primi· ta las pnm~ras décadas del siglo actual que e~ tivo de barbarie, según Rousseau." Lo cual es co· cuando conuenza su lenta agonía. mentado con verdadera justicia por Carlos Vega: Los ~ayadores nuestros gustaron mucho de es­ "Nada menos. Si hubiera sabido Sarmiento el gra· ta ~spec1e: Arturo de Navas grabó gran cantidad de do de civilización que se necesita para crear, para Estilos -muchos más o menos propios-. Igual­ cantar, para sentir u n Triste ... " mente los cantaron Orlando LancHvar, Eduardo

24 25 Pascual Lindolfo Spíkerman ("yo era muy esti­ Características lero", ~os elijo) y hasta el prop.io Elías Regules Es muy probable que la desaparición del Triste cuyos versos -y cuya "Tapera" mcluso- se ento­ se deba en buena parte -;por lo rnenos en nues­ naron tanto al son de una Milonga como de un tro país- a la gran difusión del Estilo, su here­ Estilo. dero directo, menos monótono, más animado. Uno de estos últimos más conocidos en guitarra Dejando de lado la ascendencia mencionada, pue­ es el N9 2 pautado por Juan Alais; muchas veces de decirse que el Estilo nació y se cultivó en can­ lo oí por guitarreros intuitivos y hasta en algunas to y guitarra perdiendo en este instrumento todo ocasiones observé la melodía reforzada con un~ rastro de pentatonía; pero no la belleza profunda octava baja; me sor~re1:dió en esta f~;ma publi­ del fraseo característico de su antecesor. cado en u na revista italiana de 1902, Natura ed Arte" animando un artículo titulado "Usi e cos­ Adquirió forma regular, abarcando su canto - tumi 'dell'Uruguay, II Gaucho". exento de todo melisma- la clásica Décima. Dice textualmente: "Estila, altro canto del Precede al canto un Alegro, más movido y qui­ zá más extenso que el del Triste por mayor do­ gaucho". minio del instrumento. Luego cuatro versos -to­ No lleva introducción (lo cual he observado más cado es más o menos equivalente- entonados con de una vez cuando el intérprete lo "muestra" al el tema principal empleado dos veces, en compás forastero curioso, suprimiendo también la p~rte lla­ binario, tras lo cual aparece el aire cadencioso, mada cielito y dando así cabal importancia a lo ternario, llamado cielito por algunos, con un rit­ que realmente la tiene). mo que a veces se parece a la zamba, en el cual La letra viene en castellano: ya no hay dramatismo (sino más bien nostalgia, evocación, cierta ternura) y que abarca cuatro "Soy el que el domingo va versos. de rancho en rancho cantando; el que vive pregonando (Este aire ternario suele repetirse musicalmente nuestra santa libertad. idéntico en Estilos distintos) . Soy el que ama .el chiripá (2) y no olvida el cimarrón •. Finalmente, los dos versos restantes se entonan el que no {alta en reunión .. . con la libre melodía del comienzo, esta vez resuel­ que el paisanaje se encuentra (sic) ta definitivamente. "Soy el gaucho que ande ..dcntra va mostrando el corazón. Esta fue la forma clásica, pero los hubieron de ocho versos, restándoles esos dos a la parte inter­ Los cuatro primeros versos van en compás de media, o a la del principio. En otras variantes, tras 3/4, sigue en 2/4 y en los dos últimos torna a 3/4. el tema inicial irrumpía el Alegro o parte de él, resultando así discreto recurso para quebrar en - (2) La melodía de esta parte del Estilo aparecerá Juego cierta forma su natural monotonía. aJ comienzo del tango "Duelo Criollo" de J . Rezzano. 27 26 Antiguamente la cantidad de esLrofas oscilaba III alrededor de cuatro - número excesivo para una exhumación. Restaría• agregar que, como el Triste - ésLe an­ tes, ya se dijo- fue el género más cullivado en todo el país; no transcribimos citas históricas por LA CIFRA no fatigar al lector con tantas como hemos halla­ do, aparte de que, aun sin proponérnoslo, venimos a) Historia oyendo este tipo de canción desde hace más de cincuenta años. Pese a una cita de Acevedo Díaz correspondien­ te a 1823, no nos animamos a ubicarla tan tem­ prano, por lo menos con este nombre; aun cuando Concolorcorvo dice en 1773 que nuestros gauchos gustan de la improvisación al son de la guitarra -característica de esta especie- expresando que "cantan coplas que sacan de su cabeza". Los hallazgos realmente documentados ocurren m;í.s acá de 1870. Del ya citado "Clinudo" decía su antiguo cro­ nista: "Iba a una pulpería los días de fiesta y allí cantaba por Cifra con los milongueros más men­ tados de diez leguas a la redonda". Esto se esnibe en 1884. Por esa década la vemos alternando con la Mi­ longa; anota un periodista compatriota sobre una payada entre nuestro Arturo de Navas y el argen­ tino Ezeiza: "Navas es también sobresaliente en la improvisación y maneja con la misma soltura la cifra que la milonga". Una viejecita, Marta Marino, cercana a los cien años, me contó hace unos veinte que uno de aque­ llos famosos hermanos Valiente había sido su ·pa­ drino; orgullosa refería que murieron tres de ellos en un combate entre blancos y colorados, porque seg ún el sobreviviente "no estábamos los cuatro".

28 29 Este, pues, cantaba Cifras de las que recordó un Siempre - y únicamente- acompañada con gui­ trozo que ella solía cantar en "el Durazno": tarra, ésta inicia una introducción de luj osos ras­ guiclos de gran sonoridad abarcando todas o casi "Era un ella que llovía todas las cuerdas; efecto de mucha vistosidad, lo­ agua que era un estrop_i~io, grado con un vaivén agilísimo de la mano dere­ llegando el gaucho Apanc10 en su negro galopón" ... cha, elegante y caprichosa pero con exacto sen­ tido en su intrincado ritmo. Cuando muere Alcides de María, sobre su tum­ Luego entra la voz, arrogante, enfá tica, desa­ ba, Julio Herrera y Reissig- salu~la "Al Bió~ cam­ fiante, entonando un primer verso al que sigue puso de la leyenda. . . de la guitarra andariega y un rasgueado de un par de compases; tras esto se bohemia de las versadas lle contrapunto y de las repite el primer verso agregándose de inmediato cifras q~ejumbrosas bajo el alero". el .~egundo como en "rubato", acelerando; luego Ramón García, cantor y guitarrero nonag:na­ otres dos versos seguidos por otro rasgueo similar rio, del Soldado (Lavalleja) oía ~ fines de siglo - a veces cambiado por un punteo o especie de a un colega Tito Requena, en Mmas, cantar por trémolo- para así seguir en curioso diálogo de Cifrn estos conocidos versos: guitarra y canto hasta un final resuelto con nuevo énfasis y varonil prestancia. Trina el zorzal dnlcemcnle, se oye el canto del boyero, En la parte central la melodía se mueve en re­ Jos redobles del jilguero ducido ümbito, con repetición de notas o éstas muy y el r umor de la corriente. cercanas en sonido, pero cantadas y no, antigua­ En síntesis, puede suponerse que el apog;o de mente, en forma de verdadero recitado. Juan A. la Cifra ocurra entre 1870 y 1910 desapareciendo, Feijoo, sanducero, antaño asistenle del Gral. barrida por la Milonga, antes que el Estilo. Eduardo Vázquez en época de Latorre, me expre­ saba hace mucho que nunca se recitó parle alguna de la Cifra en sus tiempos ele cantor; esto con­ b) Camcterísticas cuerda con otros informes de Ja época y aun con Género exclusivo de payadores, comenzó con mis propios recuerdos montevideanos. Creo que cuartetas octosilábicas, pero resultó la sextina su este recurso comenzó a emplearse a partir de 1920 y en décimas particularmente. métrica tradicional, aun cuando llega a los ocho o diez versos - artificiosamente. La literatura de esta especie fue en general de No fue tema de amor ni de soledad; antes bien, carácter épico, heroico, resultando atinado com­ buscó siempre el teatro turbulento de la pulpería plemento para la gallarda prestancia de su mú· si ca. o las amplias ruedas de los fogones y hast~ llegó a espectáculo escénico ~n salas de Montevideo o Cuando la lucha por la patria tal vez -o por del interior, a fines de siglo. la divisa más bien por razones de época- suena

30 31 este tema tras el estrépito del réminglon, del sa­ Este brillante preludio inicial de la guitarra se presenta como para iniciar la marcha con la pom­ ble o de la lanza. pa de un fastuoso cortejo precediendo a su canto Si ha caído un caudillo, apenas sosegado el en­ para realzarlo y anunciarlo. trevero -y aún años después- el payador levanta a ese .Jefe para sostenerlo en el recue~do cantai:­ El rasgueo con que se rubricaba u n verso como do sus hazañas y su muerte con rasgmdos de Ci­ en vanidoso aplauso a sí mismo, es presuntuoso fra . Era como envolver al héroe en una tremolan­ anuncio ele lo que vendni pero también -y sobre te bandera ele gloria. Porque ¿cómo podía un gau­ todo- un recurso para ganar tiempo a fin de com­ cho ser corajudo si alguien no hubiera de cantar poner el verso siguiente debidamente acomonan­ su heroísmo al sonar de una criolla vihuela? taclo. Que por algo decía Homero que los. dioses dis­ Huelga decir que a menudo echaban mano de ponen de los destinos hu.manos y deciden de .la refranes y sentencias criollas rematando así sus caída de los hombres, a fm de que las generac10- sextinas. nes futuras puedan componer cantos. No obstante todo lo dicho, es curioso -y obliga­ c) El Contrapunto torio- apuntar que tan co~ui:i-es como l~s homé­ ricos enm los temas humonsticos, narrac10nes de Resta agregar que por 1880, el contrapunto entre pintorescos bailes de. ~ichos de nuestra fau!1a doi:­ dos payadores consistía en una cuarteta o sextina, de alternaba la mallcrn del zorro con la ingenui­ siempre al son de la Cifra, contestada por otra si­ dad de Ja gallina, la tosuclez ele la mu lita,_ el, sapo milar, todo ello ante el público expectante de la cantor, etc. O si no, burlas sobre la tacanena ele pulpería -o afuera bajo la enramada en domin­ algún gringo o sobre su ignorancia de las costum- gos de penca. bres camperas. . . . . Este duelo se es tablecía por anticipado las más Asimismo se relataban duelos criollos, vicmtn­ de las veces, enfrentándose los cantores con sen­ des de matreros, triunfos del pingo parejero, etc. das guitarras - alguna encintada. La introducción de la Cifra por su empaque Y prestancia era un toque de aten~ión en pet~lant~ Aunque no siempre, solían ser comedidos al clarinada, un jactancioso anunc10, era el Aqut principio, rebajando méritos propios y alabando estoy" o "Aqui me pongo a.cantar" del payador (1). al rival, para terminar exaltándose con calor de gallera, llegando incluso a imprecaciones e in­ WFrase ésta de un romance gaut:hesco pe1·tenecientc ~ sultos. un fraile Maziel, ~antafec ino . que 1!!uri6 desterrado en Mo.~ tevideo; data de 1777 y se titulaba C,::'!nta un _guaso en est1 o Temas, de toda índole; se dirigían preguntas so­ campestre los triunfos del Excelentisuno Senor Don Pedro de Cevallos". bre costumbres raras de animales, meteorología, ya Aquí me pongo a cantar abajo de aquestas talas lindando con la metafísica, subiendo al firmamen­ del m a!or guajna del mundo to o hundiéndose en el mar, todo ello salpicado Jos triunfos y las gazaf\as." Todos recordamos, pues, ese verso inicial de Martín Fierro. de dichos y refranes. Cien afíos después. 33 32 Dice Marcehno M. Romfo en su libro ".Itine­ IV rario del Payador", editado en Ja Argentina y so­ bre cantor.es ele ese país: "Hace muchos años leímos en u na revista una anécdota que tuvo por escenario la tierra uru?ua­ ya. Un bardo pueblero llega a un pago del mte­ LA MILONGA rior y se topa con un mentado payador del lugar. En cierto momento es puesto en apuros con la a) Historia siguiente pregunta: Hubieron dos tipos de milonga, la que bailó e] ¿Qué distancia es la c¡nc hay compadrito de los arrabales capitalinos y la que de las orillas al mar? se cantó al son de la guitarra, sobre todo en cam­ paña. Nos ocuparemos de ésta, la otra no perte­ El payador campesino pareció interrogar ~l co­ nece al folklore, no se mantiene como la campe­ razón de su guitarra. Con rasgueos cachac1entos sina extática en sn estructura, antes bien, evolu­ le buscaba voces · inspiradoras. Pero la respuesta ciona en las orquestas típicas hacia el tango para no salía. Ya el concurso comenzaba a pensar en separarse luego -artificialmente- en procura de su d~rrota, cuando la voz del cantor apunto en la su propio ritmo. Daba idea de su linaje una de tensión del instante: "Parece, amigazo viejo - pa­ las cuartetas orilleras más difundida a fines de rece que a mí me toca ... " Pero siguieron. n ue­ siglo: vos .rasgueos. Tras lo cual la respuesta sahó re­ donda y entera: Cabayeros milongueros, la milonga está formada; Parece aroigazo viejo, el que sea más milonguero parece que a mi roe toca; que se atreva y la deshaga. la mesma distancia que hay de los labios a la boca. Según la autorizada opinión de Ventura R. Con lo cual el trovero campesino dio una nue­ Lynch, la Milonga habría nacido en los barrios va muestra elocuente de su ingenio y afianzó la orilleros del Plata como una burla a los bailes fama de que go~aba en su pago". que daban los negros en sus "sitios", observando que lleva el mismo movimiento de los tamboriles de los can dom bes. Domingo Prat por su parte decía que es una creación musical de la mitad de siglo, y sostenía que, como la habanera, ella también es hija del candombe pues el negro abundaba tanto en la Habana como en el Río de la Plata. (Si no her-

34 35 mana ele la cubana es cercana pariente por lo la capiLal; y si la faz pintoresca del elemento fol­ menos). klórico no despierta la atención del cronista, éste En su libro "Cosas de negro", nuestro Vicente pasa de largo, sólo se detiene ante la vistosidad Rossi asegura que proviene del Brasil, por lo me­ de un Pericón, por ejemplo. La Milonga, en cam­ nos la palabra, usual entre los negros angolas que bio, es harto sencilla. Pero más natural, menos allá se aclimataron. artificiosa. Por su etimología, se ha dicho que este nom­ b) Características bre procede del Africa llegando a Pernamlmco Siempre con las clásicas ocho sílabas de nues­ para significar algo así como palabrerío, discusión tro cancionero, fue cuarteta, sextina y hasta déci­ o enredo a base de palabras. ma cuando comienza a desplazar a la Cifra. Si del candombe viene - todo induce a creerlo Y como la Cifra, sirvió para el Contrapunto así- es lógica su aparición después de mitad de aunque en menor escala, pues lo corriente era uti­ siglo. lizar la Milonga para relatos de textos dramáticos, La fecha más antigua en nuestra historia co­ en oportunidades lindando con lo truculento, amén rresponde a 1870, surge en "Crónicas de la Revo­ de todo asunto de interés para el pago, convir­ lución de Timoteo Aparicio", de A. Arózteguy, tiéndose así el cantor en el cronista gaucho de donde se lee que "se baila en nuestra campaña a nuestros campos. la par del Pt ricón''. En fin, los temas fueron de toda índole, inclu­ En 1872 A11tonio D. Lussich escribía: sive humorísticos o picarescos aunque sin perder su honesto sentido; el vocabulario no era rebus­ "Y 110 creyendo sigura caclamente gauchesco, se orientaba hacia el len­ la 111i/011ga comcnsada guaje más bien culto aun cuando adolec.ía de na­ j11é a comprar otra parada turales errores. juyenclo a la scpollura." Cabe aquí citar a Leopoldo Lugones: "La poe­ En 188'1, cuando cantaron Ezeiza y Navas, se sía gaucha era un agente de civilización. Repre­ menciona, ya lo vimos, junto a la Cifra. sentaba para el campesino las letras antes de la lectura; la estética como elemento primordial de Entre estas fechas -y aún después, a trechos­ Ja enseñanza. El gaucho fue, por ella, el más cul­ parece desvanecerse todo rastro de ella, como si la to de los campesinos. Con ella afinaba su len­ monotonía de sus notas se hubiera esfumado ca­ guaje, habituándolo a la cortesía que consecuti­ mino del olvido; pero esto sucede sólo en los li­ vamente pulió también sus maneras''. Y la poesía bros; ella vive, sigue sonando su rítmico latido en - obvio decirlo- entonces sólo florecía para él en guitarras campesinas y suburbanas. boca de payadores o cantores. Es que los datos históricos, crónicas, referencias La Milonga, sigamos, comienza con una intro­ periodísticas, nacen en las ciudades, más aún, en ducción guitarrística adoptando ya el clásico rit-

36 37 roo monótono pero encantador -generalmente en Entre una y otra estrofa hay interludio (común­ la tonalidad de Mi menor- que sólo perderá en mente más breve que el inicial). la transición de los dos últimos versos de cada es­ Un detalle: especie menos popular en la Ar­ trofa, entonados lentamente y con énfasis - con gentina, resultaba distinta de la nuestra, aproxi­ un pasaje a La menor. mándose allá a la cadencia o manera del tango Dicho preludio depende en cuanto a duración antiguo, tango milonga; aquí en cambio, más tran­ de la mayor o menor habilidad del músico, quien quila y melancólica, más campo que arrabal. a veces se extiende en interesantísimos floreos por supuesto que en el tono citado. c) Milongueos de contrapunto Cada guitarrero tiene su ritmo característico - claro que dentro de cierta norma general- que A fines de siglo cuando un compatriota -cam­ lo acompaña de por vida como la sombra al pesino sobre todo- se abrazaba a una guitarra por cuerpo. primera vez (me refiero a los intuitivos) de seguro No surgen rasgos melódicos importantes y aun intentaba tocar una Milonga, o más correctamen­ los logrados no lo son muy correctamente; frases te, el acompañamiento o repiqueteo ya citado, en breves, trozos de escala, etc., tomados de aquí y la tonalidad de Mi por supuesto. de allá, incluso creados -muy penosamente, a ve­ Curioso observarlo en tales instantes - más que ces en años- y sobreestimados por su autor. instantes horas- embebido en esas pocas notas, Valen sí, aquí está el mérito (y por lo que con­ repetidas hasta el cansancio en ronda intermina­ sideramos la Milonga junto con el Triste lo más ble, notas que al cabo adquieren una como re­ valioso de nuestro folklore) las combinaciones rít• signada ingenuidad de niñas jugando a la meda micas, curiosas, personalísimas y con matices ta­ con más fervor que alegría. les que se tornan difíciles de apresar en el penta­ Tal popularidad, pues, trajo como consecuencia grama, con acentuaciones distintas, propias de ca­ la aparición de un amable entretenimiento: lo que da ejecutante. podríamos llamar milongueos de contrapunto. La cantidad de estrofas es variable; cómoda esta especie como pocas para canto y acompañamiento, No fueron tan populares -ni mucho menos­ pueden ser tres, cuatro o más - a comienzo de si­ como las payadas. Se practicaban sin asomos glo se popularizó "La Leyenda del Mojón" y cons­ de rivalidad, como una variante o descanso de taba de catorce estrofas. . . y décimas por añadi­ aquéllas. dura. Naturalmente, la monotonía en estos casos Acordado el lance, los dos guitarreros cuidan resulta fatigante, de ahí la irrupción de un reci­ afinar sus instrumentos -igualándolos- con toda tado luego de los dos o tres primeros versos, re­ paciencia. Sin apuro. La rueda del fogón o del suelto de graciosa manera en los dos últimos can­ boliche aguanta, es la palabra, piensa que la fiesta tados. (Estos recitados surgieron posteriormente, de esas dos vihuelas bien vale la espera. Como en ya en este siglo) . las pencas. Y como en las pencas se gastan en par-

38 39 ticlas, unas partidas donde derrochan lujos increí­ bles. Pues antes de tocar propiamente dicho -ca­ V racterística de los intuitivos- juguetean con las cuerdas de un modo lucido y sorprendente pero que no perdura durante la verdadera ejecución. Al fin comienzan, como es clásico, con el con­ sabido repiqueteo en el tono de Mi. EL CIELITO Despreocupación de melodía cuanto despliegue a) Historia de graciosos ritmos. Semejan dos morenos con sus tamboriles. Cómodos -media vida han pasado en Buscarle un ascendiente al Cielito significa, con eso- y con impertinente aire ele superioridad. Carlos Vega, remontarse a la "country dance" - Hasta que de pronto uno se agacha sobre la contradanza- llegada al Plata a fines del siglo guitarra con esfuerzo, como sobre el pingo, para XVIII donde sufrirá algunos cambios, cierto pau­ cortarse solo, adelante. Va en busca de la melo­ latino acriollamiento. (Otro tanto podríamos de­ día, novia esquiva y bonita; se la trae al otro - cir del Minuet tranformándose en el Cuándo y en y a los otros, al público. Para que la admiren, la el Montonero) . pasea por las cuerdas una o dos veces. Entretanto En memorias de Gonzalo de Doblas - 1871- re­ su acompañante le brinda displicente su monó• firiéndose a los pueblos de las Misiones, leemos: tono repiqueteo a fin de que baile y muestre sus " ... los bailes que usan son antiguos y extranje­ gracias la recién llegada; luego su dueño, cortés, ros; yo no he visto en España danzas semejan­ la retira para que el otro a su turno luzca la suya. tes . . . ahora modernamente van introduciendo al­ Distinta, sobre el mismo plano rítmico que man­ gunas contradanzas inglesas". tendrá ahora el primero, convertido en acompa­ Salteo años y referencias; es en 1823 y en Mon­ ñante. tevideo, anunciándose: "Teatro. . . luego se bai­ Así una y otra vez hasta terminar de común lará el Minueto abolerado por la se ñora García acuerdo en un sonoro acorde de doce cuerdas. y el señor Casacuberta". En el gobierno ele Lecor - escribe Tomás de Iriarte- durante un baile que dio el Cabildo ele Montevideo, "Lecor disimuló manifestándose dis­ traído y vino Viana a instarme para que bailara una contradanza". En el diario de viaje del Capitán Caldheug, por 1821: "La diversión principal consiste en bailar la contradanza española muy superior a la que se conoce en Inglaterra bajo el mismo nombre y tam-

40 41 bién valses y minuelos, lo mismo que un baile que mente. Anota Isabelle: ... "los montevideanos pre­ se acompaña con cantos y en el cual la mujer avan­ fieren aún los cielitos nacionales que no carecen za la primera canlando: Cielito, mi cielito de don­ de encanto". de proviene su nombre". Este género no sólo fue danza, a su medida se Por 1830, Isabelle ya citado: "Se prefiere la con­ ajustaron cuartetas de carácter popular, político tradanza española. . . para bailarla hombres y mu­ y patriótico. En este último aspecto son famosos jeres se colocan en dos filas, mujeres de un lado, los cielitos de Hidalgo, su cantor máximo en razón hombres del otro, tantos como puedan caber en de jerarquía. el salón. Es muy complicado para ser descrito este "¿Por qué naides sobre naides baile; baste saber que van de dos en dos, que ha­ ha de ser más superior?" cen y rehacen figuras, se juntan, se separan, y que se valsa". Fue Hidalgo, es sabido, el primer poeta culto Poco después, 1836, esta complicación es refor­ que se eleva del pueblo pero pueblo siempre por­ zada por D'Orbigny; refiriéndose a nuestro país que con la voz de éste habla, con su genuino idio­ nos hablará del " .. . petulante valse alemán, la ma criollo -gauchesco- y porque su acento es contradanza francesa, la española que parece ser democrático y hasta libertario, máxime si lo ubi­ la favorita, y otros bailes nacionales como el mi­ camos en la época de Reyes, Virreyes y Goberna­ nuet que a la gravedad de su género une el en­ dores con mayúscula. canto de las figuras españolas de la complicada Cielito, cielo que sí, contradanza muy difícil de ejecutar bien". no se necesitan Reyes En estas dos últimas citas destaco las dificulta­ para gobernar los hombres sino benéficas leyes. des de dicha contradanza; quizá por ello - para simplificarla o adaptarla al gusto y carácter crio· llos- haya surgido la creación del Cielito. Por 1814 se conocieron estas "octavas cantadas con guitarra delante de Montevideo"; así reza jun­ A título de curiosidad -el subrayado es mío• to al título de "La traición conjurada", con el transcribo esta cita montevideana: "Después en la subtítulo de "Cielos de la Patria" que hemos ha­ época de la Patria, se dieron algunos bailes en el llado en "Composiciones de la Epopeya Argentina": teatro San Felipe. En ellos se bailaba primeramen­ te un Minuet pm· las personas principales y ense­ Los portugueses valientes guida seguía el rigodón que bailaban los demás pueden venir en auxilio con mucho orden y etiqueta, y la contradanza y trayendo de General el vals". De "Recuerdos de mi tiempo", de Anto­ al señor Javier de Elío. nio N. Pereira. Ay Cielo, cielito, cielo, Ay cielito verdadero Por los años treinta y tantos ambas especies - para rescatar la plaza Cielito y Contradanza- alientan contemporánea- del bravo Montevideo!"

42 43 Dedúzcase la popularidad del género, de esta En 1866 Hudson ve "el airoso cielito o pericón" cita que tomo a J. E. Pivel Devoto: "Los parti­ en Durazno. darios de la anexión al Imperio, haciéndose intér­ En 1870 Graham lo ubica "en un rancho del pretes de sentimientos que atribuían a hombres gran río Yí". del pueblo, circularon entre otros impresos el Cie­ Referente a ese año Manuel Gálvez nos dice en lito de un "blandengue retirado": "Humaitá": "Algunos soldados cantaron el Cie­ lito del Tuyutí, obra de un oriental: Sarratea me hiw cabo, con Artigas fui Sargento, Con el rabo entre las piernas el uno me dio cien palos hoy dice Ja macacada: y el otro me arrimó ciento. Vámonos para el Brasil Cielito, cielo que sí, que el Paraguay no da nada. cielito del corazón, • Allá va cielo y más cielo, para no pagarme sueldo Cielito del Uruguay. era giiena la ración." Al macaco Emperador memorias del Paraguay!" Sobre estos Cielitos anota Rómulo F. Rossi: "los nativos atribuían la paternidad e impresión de las hojas sueltas, a los frailes, que por entonces y en b) Carncterísticas su casi totalidad eran españoles". .Se ha discutido mucho sobre el comp<\s de esta Demás estaría decir que el fecundo Acuña de danza. Martiniano Leguizamón, en su estudio so­ Figueroa escribe Cielitos, lo mismo Ascasubi; y bre Hidalgo le asigna un tiempo de vals lento, en hasta Bernardo P. Berro lo nombra en una poe­ 3/4, con una melodía que evoca antiguos peri­ sía amatoria. cones. Ya en 1844 un abogado y músico compatriota, N uestro Leopoldo Díaz escribe su Cielito en un Francisco Cruz Cordero, defendía nuestro cancio­ Andante del mismo compás; es aquél cuya letra nero: "Existen entre nosotros acordes que nos per­ dice: "Laura su nido el palomo tenecen y que por sí sólos hacen palpitar los cora­ enlre el ramaje escondido. zones: a nuestro cielo (cielito) me refiero". Por Quien fuera Lu palomita esos años un amigo de Cruz y como él guitarrista, para labrarte tu nido." N icanor Albarellos, yerno de Lavalleja, tocará en el teatro un "Cielito para guitarra con acompaña­ José T. Wilkes, en formal estudio, nos conven­ miento de orquesta". ce con su 3/8, coincidiendo con el propio Hidalgo Por mitad de siglo nuestro Dalmiro Costa es­ cuando canta: cribe otro para piano y canto de romántica letra: "Cielito, cielo que si, cielito del tre& por ocho "No sabes LÚ, niiia gentil que se empezó a desangrar que el que Le canta mucre por Lf." lo mesmo que máiz morocho."

44 45 Igual opinan Juan Alais, buen compositor de La ma<~re sonrió, asintiendo a medias. aires criollos, del siglo pasado, y don Andrés Bel­ -Era como una imitación del Pericón, agregó trame, veterano especialista en estas disciplinas. el hijo. _La última parte del Pericón de Grasso es lla­ El otro dato aun cuando se refiere al "pericón mada Cielito, siendo atribuida por sus contempo­ nacional'' nos trae unos versos más cercanos al ráneos al poeta Julio Herrera y Reissig, quien lo Cielito. habría compuesto en la guitarra, de la que era En la Revista Italiana de 1902 se define de hábil tañedor. modo interesante al gaucho oriental: "Dopo la pa­ En cuanto a la coreografía, se sabe que cons· tria (che egli confonde col partito) l'amore e il taba de variadas figuras; la conocida versión de canto, le sue passioni sono il ballo e il giuoco. 11 Lynch anota que es baile de cuatro, de pareja suo ballo prediletto é il pericón nacional, un hallo suelta, resultando sus principales figuras dema11- pieno di figure variabilissime, come il cotillon, che da, valseo, reja y cadena. si balla al suono delle chitarre. E di tanto in tan­ to, alla musica si sposa la voce d'un cantore che vi Andrés Chazarreta ha popularizado una reco· intercala la nota umoristica u piú volentieri la pa- pilación que grabó, con más figuras y varios com­ triotica: pases de Gato al final. Cielo, cielito Vega a su vez se atiene en parte a Lynch cam· cielo de mi alma; No hay cielo más lindo biando la demanda por Betún (rápido escobilleo) que el de mi patria." agregando que por tradición oral tendría aún ma­ yor cantidad de figuras. Esta irregular estrofa, en castellano en el ori­ A todo lo cual podríamos añadir - con ciertas ginal, provoca confusión semejante a la de Hnd­ reservas por el lugar- el detalle observado por un son cuando vio "el airoso cielito o pericón". Capitán en 1821: "un baile que se acompaña con cantos y en el cual la mujer avanza la primera cantando: Cielito, mi cielito". Es danza ya desaparecida; por más años que tuvieran los informantes consultados, en concreto ninguno recordó haber bailado u oído tal especie. · Sólo dos datos muy vagos pude recoger en los últimos tiempos: Fidela Arias de Rubí, de Casu­ pá (Lavalleja) de más de cien años cuando la interrogué, al manifestarme no recordar ningún detalle es interrumpida por su hijo, de 85 años: -¿Cómo no se acuerda? Se bailaba así- y levantó los brazos haciendo castañetear los dedos.

46 47 VI

EL PERICON

a) Historia

Fue sin duda alguna el baile favorito de nues­ tro país; su compás alegra ininterr umpidamente los ambientes rurales y suburbanos desde comienzos h asta fines de siglo. Aun cuando se conoció bas­ tante en Argentina, Chile y Río Grande del Sur, fue en el Uruguay -como el T riste- donde más arraigó, desplazando a otras danzas. No alcanza la importancia folklórica del Triste en lo estrictamente musical, n i deja como él hue­ llas indelebles en nuestro acervo ar tístico. Su bri­ llante fastuosidad ele gran revista no configura raigambre genuinamente americana. Desciende como el Cielito, de la Con tradanza; ya vimos al tratar aquél la variedad de figuras co­ munes y hasta cómo se confunden los extranjeros. Le confiere gran valor al sin1pático Pericón una indiscutible popularidad; al cariño del pueblo se une un sentido patriótico encarnado en la guir­ nalda ele pañuelos blancos y celestes y en su co­ reado " ¡Viva la Patria!". La primera vez que aparece esta palabra en boca de un oriental (de acuerdo a lo que he hallado hasta la fecha) corresponde a enero de 1821 y a nuestro H idalgo. Es en el Diálogo Patriótico en­ tre Chano y Contreras:

49 "Y. amigo, de esta manera, riados, llamados pericotes; SoiLa Reilly decía que En medio del Pericón El que tiene es "don Julano" es aumentativo de perico como nombre dado al \' el q11 c perdió se amoló." ñandú chico - aun cuando ambos, tanto perico como pericón significan abanico grande. Tal publiqué hace una veintena de años y se me criticó porque la palabra la habría escrito Hi­ Nosotros nos inclinamos por la opinión de Leo­ dalgo en la Argentina (donde efectivamente es­ poldo Lugones quien anotaba hace más de medio tuvo) y sin hablar explícitamente de la danza; s'.glo que era el nombre dado al bastonero, espe­ pero el poeta formó su lenguaje en Montevideo y cie muy común entonces, de director de bailes de a un versificador de su talla no iban a faltarlc conjunto. vocablos agudos y asonantes por añadidura paia No quiero cansar al lector con las innumera­ verse forzado a emplear uno recién aprendido en bles citas sobre esta danza, nada esporádicas en el vecino país. nuestro país; me limitaré a las más interesantes. Adem{ts no conozco la acepción ele Pericón como . Hay_ una, venerable de antigüedad tanto como similar a la ele M ilonga extendida a barullo o en­ 111cons1stente: el vía jero Espinosa escribe en 1794: trevero; en el caso de Hidalgo la veo relacionada "Los gauchos cantan unas raras seguidillas que con la cl;ísica rueda de este baile donde "el que llaman de cadena, perico o mal ambo" (sic) acom­ perdía se amolaba" - por "se fastidiaba". pañadas de guitarra. Esta cita así documentada es más antigua que la de folkloristas argentinos p ues las fechas de ellos El detallt del canto estaría mal aplicado al Ma­ anteriores en pocos años son en base a memoria­ la_1:~bo, pero n o al Pericón que se solía cantar como listas que bien pueden entreverar épocas cuando d1J1mos en 1947: dos memorialistas orientales ase­ evocan lejanos recuerdos. . . No soy chovinista; y gura~ _q~1e por 1830 y t

50 ~1 También de Ri\'C.:ra ex presa Acevctlo Díaz que Cai:eloncs una mezcla de las an Liguas figuras del a \'eces "Galopaba veinte leguas por de~collar en Pericón con otras españolas ele estos inmigrantes, un jJericón". lo cual, dice, despertó el interés de los Podest{1. En Lynch hallamos a un Coronel oriental, An­ Isabel Aretz que en 1940 hizo prolijo releva­ drés Baralclo, escribiendo en 1850 un Pericón to­ miento de T ucumán dice: "los músicos viejos de rnado a un paisano de este lado del Plala. la campaña de Tucumán no mencionan el Pericón En 186fi Hudson ve en Durazno "el airoso cie- entre los bailes ele fines de siglo pasado lo que 1i to o pericón"; en el 70 Arózteguy en la campa­ prueba que no se bailaba''. Realmente, no pode­ fía: en el mismo aíío Graham en un recodo del mos nosotros decir igual; creemos no haya un rin­ Yí; por el 75 lo bailaba Aparicio por Santa Clara; cón obstante, a un buen escritor argentino le rnqmeta cumplidamente bas{111dose en gran parte en Lem as el hecho de que los Podestá lo aprendieran en recogidos de guitarras campesinas nuestras. Montevideo y no en Buenos Aires y hallándole Dos afi as después, en parecida forma procede similitud con unas Malagueñas canarias, sitúa en Antonio Podes lá creando el "Pericón por María"

52 53 (Por Maria Podestá o sea a ella dedicado) cuya ··r.1 pt:ikún 11aclit ional última parte se anima con un ritmo de Gato al taniemos con pa11 ió11co ten u1 al alma nacional. cual a su vez se le ha hallado cierta semejanza co n antigua Milonga. Ya se acercan las muchachas a baila1 <: l lindo pericón con relación Ricardo Escuder - autor de un folleto sobre este y en rueda los paisanos al fogón tema- recuerda un pericón del maestro Tió titu­ comienzan sus guitarras a rasguear ... lado "El Chaná", otro de la señora de Evans y ... Comienzan a danzar finalmente el de Leopoldo Díaz muy conocido, el lindo pericón publicado en el año 1891. y ya van a fo rmar el patrio pabellón. La música del Pericón, al contrario de otros bailes folklóricos, no se ajusta a medida determi­ Ya vimos más atrás dos Regules relacionados nada, o de otra manera, no se rige por determi­ con el Pericón; falta un tercero que lo dirige en nada cantidad de compases, salvo cada tema mu­ 1915 en el ~~atro Solís; tal su cariño por esta dan­ sical que suele tener ocho, en fin, que habrá de za que co~1hesa e". un artículo: . .. "pensé alguna tocarse mientras haya figuras por hacer. vez, para mtroducir el pericón en los salones, sus­ Era usual intercalar las llamadas "relaciones", tituir la golilla por cintas, pero nunca se realizó" ... cuartetas y seguidillas que cada pareja se recita Parecida idea -agregamos- ya la había tenido mutuamente, interrumpiendo el baile, requiebros en 1900 un simpático maestro de bailes, salteño, amorosos del hombre contes tados por burlonas eva­ Marcelo Vignale, autor de un librito que hemos sivas de la mujer por regla general. Fueron popu­ hallado en la Biblioteca Nacional, titulado "Bailes lares los escritos por Elías Regules y por varios y Guía del T rato Social". "Apremiado - dice- por discretos poetas nuestros. la sociedad d istinguida de Montevideo, compone su "Pericón de Sociedad", sobre "música de 3/4, Cúmplenos evocar las estrofas ele Carlos Roxlo tiempo de mazurca" (aclara sin duda para con ­ recitadas en toda (iesta nativista de comienzos de ciliar) reajustado con diez figuras seleccionadas y siglo: con el Pabellón, "sin el pañuelo pero en cambio con el abanico abierto" ... "Es el baile nativo; nuestros camperos aprenden de memoria sus relaciones y cuando Jo puntean lo> guitarreros florecen más a prisa Jos limoneros y laten más a prisa los corazones. ¡A cambiar de patronal ¡D:ilc que dale!" etc.

Y aquellos otros versos cantados al son de la música de Grasso, firmados por un "Criollo":

54 5!1 VII

LA MEDIA CAÑA

a) Historia ¿De dónde proviene su nombre? Variadas son las versiones. Quien sostiene su origen en la Caña, antigua danza andaluza. Rossi en el hecho de ha­ berse bailado con botas de media caña. Según otros porque su primitivo nombre era "La Maña­ nita" relacionándolo con la costumbre de tomar caña en vasos chicos o medios vasos, opinión com­ partida por los estudiosos Félix Coluccio y G. Schiafino, porque "mientras duraba el descanso de los danzarines, no se daba tregua a los chifles lle­ nos de caña". Don Andrés Bel trame asegura provenir de una de sus figuras en forma de media circunferencia, llamándose caña entera cuando se cerraba aquélla. Manuel Gómez Carrillo que salvó del olvido - con honestidad y talento- hermosos lemas nativos, coincide con esta última opinión. Si el Cielito y el Pericón tuvier011 carácter pa­ triótico, aquél por sus versos, éste por su ¡Viva la Patria!, la Media Caña lo tuvo político; si aqué­ llos las banderas de Artigas, de los "33" o la Na­ cional, ésta la divisa blanca o la colorada; ya lo veremos. Entrando en su historia, interesa ún artículo de "La Gaceta" del 10 ele agosto de 1839 donde apa­ rece esta danza unánirnemen le aceptada en fiesta

57 de "restauradores"; dice a este propósito nuestro "Al potro que en d iez aííos Magariños Cervantes: "¿Sabéis lo que es la media naides lo ensilló caña? Una danza nada honesta que sólo bailan en Don Frutos en Cagancha se le acomodó. público los negros y las mujercillas de vida ai­ Querelos, mi vida, rada; una danza en la que se recitan coplas como a los orientales éstas: que son domadores Al que con salvajes sin dificultades". . . etc. tenga relación, la verga y degüello, "Med ia caña violín y violón." a campaña caña entera Coincidiendo con la crudeza de esta letra - aun­ como quiera." que ahora de subido color- y con los recovecos de la etimología ya apuntada, halló esta otra bas­ En cuanto a su ascendencia, también aquí de· tante popular: hemos remontarnos a la Contradanza. "Si es soltera, media ca 1la, Dos últimas citas p ara terminar su historia: Ri­ Si es casada caña entera, cardo Rojas la nombra junto con el Cielito bai­ Y si es viuda caña y media. lándose en las parrandas de los suburuios monte­ Lo que sobre ¡pa tu agüela!" videanos, con versos de matiz político y dudoso gusto, recordando una " . .. para que la bailen los Acuña de Figueroa -cuando no- escribió va­ italianos armados en defensa de la libertad orien­ rias; una de ellas, "M edia Cafü1 Constitucional" : tal y argentina", en l 843. También alguna vez se tocó en la Banda que alegraba la Plaza ele Toros, Esta media caña Constitucional según cuenta A. de Figueroa en sus "Toraidas". les entonaremos Pareciera haberse ido con Rivera, con Rozas, al son del timbal. Y en el entrevero con Oribe. oirán repetir La patria o Ja tumba, b) Caracterísl'icas R ivera o morir. Las coplas, pudo advertirse, son de variada cons­ . \ Caña larga caña corta". . . etc. trucción; así el baile, también variada mezcla de ritmos - lo cual le resta espontaneidad- comen­ Este mismo vate anotará que "Es baile muy en zando por uno de Pericón, luego uno de Zamba uso de los pueblos de campaña; y también se llama v· otro de Gato. Esto, a estar a los reconstructores así el canto o la tonada especial, con que se acom­ ~rge nt inos del presente siglo basados generalmen­ paña al son de la guitarra o del piano". te en ·tradiciones orales. A su vez Ascasubi -entonces en Montevideo·­ Creemos tuvo poca difusión como danza y aun escribía: como canción, mucho menos que sus her manas Pe-

58 59 ricón y Cielito. Danza ya extinta, desde luego, nin­ VIII gún viejo informante recordaba ni siquiera el nombre. Atento a su color político, prima en los versos recogidos cierta inclinación por la divisa colorada, quizá a causa ele Figueroa y Ascasubi; nos recuer­ L A V JD ALITA da Ja "Resbalosa" (o "Refalosa") de la vecina orilla, ambas vienen de la mano de una tradición a) Historia salpicada de sangre. Sarmiento se refiere a las Vidalitas en Chile y Vicente Rossi no la considera nuestra y la de­ en 1845, nos interesa una parte ele su versión: "es fine con su característico desenfado: "Estuvo en su el metro popular con que se cantan los asuntos apogeo en tiempos de Juan Manuel, y si la so­ del día, las canciones guerreras". ciedad porteña no inventa el minuet Nacional, Federal o Montonera (títulos que hacían sonreír Tanto en Ja Argentina como aquí la historia al taimado loco) és te le encaja la Media Caña da razón a dichas palabras: afüí hubieron Vida­ como respetable baile nacional-federal, por ser el litas referentes a Quiroga y a La Madrid, aquí a predilecto del paisana je resista, que le adosó ver­ caudillos el e las guerras civiles. sos indecentes". Esto último concuerda con lo Más ele una vez hemos leído que "los huaynos . ya mencionado y aun con palabras semejantes del son las vidalitas de Bolivia"; varios estudiosos afir­ viajero Isabelle. man su origen incaico. Es ello muy posible aun­ Seg·ún Carlos Vega se conoció en "Argentina, que en apariencia la vieja y casi diríamos legen­ Paraguay y acaso Chile". Además del Uruguay - daria pentatonía aparece muy desdibujada en esta siempre olvidado por este autor- puede agregarse canción con semi tonos y sostenidos. al Brasil; en texto ele Paixao Cortes y B. Lessa se La suponernos muy antigua, pese a que noso tros cita la "Meia Canha bailada por las gauchos de la podemos documentar por 1870 aproximada­ Río Grande do Sul", también llamada "Polca de mente. relar;ao; a música mais usual é urna polquinha La citan i\Iagariños Cervantes y Acevedo lJiaz, qualquer". este último una vez más, harto temprano. Esta danza, pues, indiscutiblemente rioplatense; al emigrar a norteños pagos fue perdiendo por el Zum Felde anota: "la vidalita es de origen in· camino musica y coreografí a, parece haber llegado c.aico, y pasada a través de las provincias del nor­ sólo el nombre; amén de que allí se le daba más te argentino, desde su remota ascendencia de ya­ importancia a las "relaciones" semejantes a las del ravíes". Influenciado justamente por la dulzura de Pericón. De éste podemos decir que también se la melodía y por la palomita amorosa que aletea conoció admitiéndose una música muy parecida a en casi todos los versos de este género, agrega: "Las la nuestra, a la recopilada por Grasso ... vidalitas no fueron cosas genuinamente gauchas, 61 60 floreciendo más bien en ambientes semi-pueble­ b) Características ros, propicios a esa ternura y a esa queja román­ tica que Ja reciedumbre y el realismo gauchesco El texto poético -se advierte- es una cuarteta no sintieron". exasílaba con la palabra vidalita entre 19 y 2do.. y entre 39 y 49 versos (por abrev iar la suprimiré Agreguemos que el Circo difunde una "Vidalita en los versos que siguen). de la Rubia" (María Podestá). Muy popular en el l\fontevicleo de fines de si­ Entona a su vez Carlos Roxlo en "Cantos de la glo era ésta: Tierra": "Palomita blanca "Músico y bailarín, cnando puntea de piquito de oro alguna vidalita gemirlora llévale esta carta parece que llorando se recrea" ... al bien que yo atloro."

Hubieron palomitas con picos color rosa, con A cada trecho surgen letras de "El Fog6n", del pechito ele azahar, etc., pero en general siempre Viejo Pancho, de Silva Valdés y de legi6n de au­ blancas; ele ahí tal vez se popularizó cuando las tores nativistas. guerras civiles esta copla entonada por los "blan­ Decía Leogardo Torterolo: "Así como el roman­ cos": ce es en España, desde los tiempos memorables "Lamas y Saravia del" Cid, el metro popular por excelencia, entre y Acevedo Díaz nuestros gauchos lo fueron el triste y la vidalita". son los tres valientes de Ja patria mía." En la vieja revista italiana citada leemos sobre el gaucho oriental: "Egli - nella Vidalita, una Un viejo cantor, Ramón García, me entonó la specie di poesía erotica campestre- chiarna la sua siguiente, no tan popular pero con el mismo color diletta col nome di palomita, colombella. E la pre­ partidario: ga di condurlo in cielo con lei e di lasciarlo sogna­ "El veinte de mayo re sempre vicino a leí. Della dolcezza del suo can­ Lamas falleció. to si puó avere un'iclea scorrendo la musica che Anduvo en la guerra 5egue". Esta música, agregamos, corresponde a la y feliz salvó. clásica melodía unitaria. Asimismo transcribe los Paseando tranquilo correspondientes exasílabos en castellano: por Villa Colón su pingo tordillo la muerte le dio." "Palomita blanca vidalitá si levantas vuelo Cuesta imaginar que melodía tan dulce y tier­ llévame contigo na -justamente su característica- se haya adop­ vidalitá llévame hasta el cielo." tado para temas políticos, asimismo a través de

62 63 los Andes y del Plata; pero tal es la verdad his­ Que, como veremos, semeja bella sí ntesis de es­ tórica aun cuando predominara la palomita blan­ ta variante del yaraví de l\'1elgar: ca mensajera de amor ... El acompañamien lo tradicional fue Ja guitarra, "Yo crié una paloma al lado de m í, pero igualmente se entonó sin ella floreciendo Ja mi único consuelo ternura de sus versos en boca de mujeres, ya cuan­ desde que nací. do adolescentes, ya cuando abuelas junto a una cuna. Urpilita blanca que aprendió a volar, Como también se hizo silbo en el hombre de remontó su vuelo campo, distraídamente durante el trabajo, andan­ a otro palomar. do a caballo o tras el arado. Linda tortolita Fue también popular en el gran Buenos Aires, que yo la crié pero nada tiene de común con la Viclala ni con ~e juntó con otra otras músicas que en el yecino país figu ran con el se voló y se fue. mismo rótulo de Vidali tas, propias del Norte y Avecita blanca Oeste argentinos. de piquito azul Entre nosotros se destacan b uenas versiones es­ nunca ví en paloma critas por Luis Sambucetti - antigua- y por Clu­ tanta ingratitud." zeau Morlet -posterior- y otras varias, todas so­ bre la base ele su clásica melodía unitaria. Quien busque estrictas y totales condiciones foI­ En costas del Queguay recogí ele una viejecila klóricas halla en la Vidalita -musicalmente ha­ de más de noventa años (hace ele ello veinte) un blando, desde luego- ejemplar modelo: colectivo, Lexto que evoca un hermoso Yaraví de Melgar, regional, anónimo, espontáneo, tradicional, funcio­ lamoso poeta, musico y guerrero de la indepen­ nal y hasta superviviente. dencia peruana; dice ele él A. Arispe: "Amó tan apasionadamente a su patria y a su dama que rin­ dió su vida por ambas, joven aún (23 años) su­ friendo el glorioso martirio de Umachiri, en 1815. Todavía espera Mariano Melgar el numen prodi­ gioso que habrá de convertir la música de sus ya­ ravíes en la imponente voz vernacular ele América". Me entonó, pues, la viejecita sanducera, esta Vi­ dalita: Una palomita que yo la crié cuando tuvo alas se voló y se fue.

64 5 65 IX

LA POLCA

a) Historia La Polca -o Polka en sus orígenes- fue baile europeo, bohemio por mayor precisión, nacido ha­ cia 1830 según Curt Sach. No obstante constituye verdádero género folkló• rico en nuestro país; su adaptación al medio, su gran popularidad hacia fines de siglo y muy prin­ cipalmente su diferenciación característica de la europea, permiten su ubicación en estas páginas sin vacilación alguna. Carlos Vega dice que "es una verdadera especie folklórica que no tiene que ver casi con la polka europea. En torno a este nombre gira el más im­ portante conjunto de música popular de la zona, y es todo eso muy buena parte de la música fol­ klórica del Paraguay y del Uruguay". Menos mal que este estudioso argentino nos concede algo a los orientales ... Y aún a estos dos países debe agregarse el Bra­ sil, ya lo veremos. No importa que resulte extraño y anacrónico este afán de una voz solitaria evocando la vieja po~_c¡i qu~ marcó una hora larga y amable en el :reloj -_his toriado_de la abuela, hoy que los -re_lojés laten su tic tac con ritmos tan absurdos como efí· meros; no intentaremos exaltar los valores de esta danza acriollada; pero alegr,ó hasta hace poco los ambientes rurales con su acento humorístico sin

67 mayor trascendencia. Y su humilde alegría mere­ "F.I schouish y pul/:11 so11 ce respeto. do~ bailes ele hon1 a y prn1 cd1u, pie con pie, pecho con pecl1u A Jos ci neo o seis afíos ele edad este baile lle­ se baila; y viva la unión. cra a París desde donde emliarca a América arri­ Y a esa inocente fusión bando al Brasil y al Plata por 1815; allá influye llaman peligroso exceso; en la maxixa y en va rias dan1as folklóricas gaú­ A otro can con ese h UC'>O. chas - riogTandenses. Con brazo firme y pie lisio También incide en la creac10n ele la clásica pol­ en remolino furioso, lleva el galán venturoso ca paraguaya con la característica de su peet~l~a r oído al piano y ojo al cristo. acompañamiento de tresillos de negras, familiar Si ve lo que el sol no ha visto en muchos aires guaraníes, constituyéndose en la dirán que es culpable de eso; base del folklore paraguayo. a otro can con ese hueso."

A la Argentina llega para originar en Corrien­ Al hablar del Minuet citamos a An tonio N. Pe­ tes el conocido Chamamé, diferenciación local ele reira, quien agregaba que "después, en el teatro es ta especie. San Felipe ... se añadieron otros que desterraron Veinte años atr;ís Fernández Saldaña nos mos­ a aquéllos, las cuadrillas, fJolka, mazurca, lan­ tró dos cartas ele su archivo, en francés, escritas ceros ... " en Colonia (Uruguny) al 18'!5: ... "la fJolka est<í De 1860 al 70 Ja veremos figurando en bailes ele moda también aquí. La juventud la recibe con del teatro Solís. entusiasmo. Polka, polka, todo es polka aquí". En En artículo de una Revista Hispano Americana otra carta del afio siguiente: . . . " y este baile, re­ del año 1882 hallamos estas "Letras Populares" de cién introducido fu e bailado por las niñas Eloísa las que decía el articulista Miguel Gutiérrez: y Belarmina Q uijano y fue bisado por b cm1cu­ "Contra la pollw que amenazaba derrocar el bai­ rrencia". Se trataba de las hijas ele Fernando Qui­ le espafíol, cantaba el Pueblo: jano, el creador de la música del Himno. Cuando las niñas miran Al fin ele la Guerra Grande, Bonavita halla en la polka de Satamís Unión -su patria- que un periódico anuncia a se asustan y suspiran y dicen este cantar; Manuel ;\Iontern Calvo, maestrn de banda "4ue que es as(: había sido del Batallón Libertad Oriental de la Ay qué feo q ue es el coco! Compañía de Volteadores que enseña a domicilio l\fadre, vámonos de aquí!" la nueva pollw". Acudimos a Acuña de Figueroa una vez más y Por ese entonces está iniciando su viaje al cam­ leemos parte de una "Defensa Sarcástica": po. ¿Irá a caballo como los Estilos y Pericones escondidos en criolla guitarra? Me temo que no; 68 69 más seguro en diligencias o carretones. Quizá al el mundo en la segunda mitad del siglo; casi logró principio no vaya muy lejos de los límites de Mon­ la aceptación de "el petulante vals alemán", de tevideo -hasta Canelones- y en carros florecidos la mazurca polaca y de la polka checa. El schottish de verduras, ondulando entre tierras labradas, a \como esta última) fue bailado en salones capita­ un lado una quinta, al otro una chacra. lmos y luego en la campaña al son del acordeón. El hombre que se agacha sobre el surco desean· No le otorgamos mayor valor folklórico, pues no sará en ocio merecido, mas sigue curvado el cuer­ fue más que un trasplante no diferenciado, por po, pero ahora sobre el acordeón tenido en las ro­ tanto no nacionalizado, como la Mazurca cuyo ró• dillas. No va a tocar Tristes ni Estilos, se compla­ tulo de Ranchera apenas llegó a disfraz, trocando cerá en músicas de movidos ritmos, schottishs, ma­ pianos y violines por acordeones y guitarras -in­ zurcas y sobre todo polcas. cluso por orquestas típicas o populares- y echando Oportunas palabras éstas de Zuro Felde: "Ya no n~ano más ? menos disimuladamente de temas pro­ se oye el rin rin de las nazarenas, se acaban las p10s de pericones, sobre todo a base de grabaciones corridas de sortijas, los pericones y los gatos. La de índole puramente comercial que inudaron nues­ polha, el vals, la mazurca, bailes de la ciudad, tra campaña. suplantan al baile criollo. La propia guitarra tra­ dicional y romántica, que han pulsado el amor, b) Características el humor y el heroísmo, en los fogones y bajo los ombúes, en los atardeceres de la enramada y en Ya apun.taron varias al coner de su historia; agre­ las fatigas de los campamentos, la guitarra grave guemos -importante- que ella avanza el primer y cálida como una hembra apasionada, empieza a paso hacia el contacto entre ambos sexos; no lle­ tener por rival el acordeón, gangoso cocoliche, que ga al abrazo pero ya es baile de pareja enlazada avanza contoneándose desde los pagos de Cane­ - hasta ahora hemos visto separados hombre y lones". mujer. De ahí precisamente la defensa de Acuña En un "Fogón" del 99 contaba Alcides de Ma­ de Figueroa ... ría: ... "después el cajetilla que manoteaba en un órgano a trompadas, le empezó a meniar a una Baile girado, se avanza y se retrocede, despla­ polha orillera. Aquello era un bailable que ni el zándose a uno y otro lado, con una especie de so­ brepaso que hará decir a un viejo cronista nues­ diablo lo entendía!". tro, "desgraciada polca de punta y taco". En "El Criollo", periódico de Minas, al 1902: "en los mismos ranchos se van borrando los ecos Arraigó muchísimo en Canelones, donde se po· de guitarras que entonen pericones con relaciones; pularizó la llamada Polca Canaria en cuyo ritmo se ponen en moda la polha militar y otros bailes asomaban reminiscencias de Milonga. que serán muy buenos . .. pero ... ". La militar de "El Criollo" de Minas fue muy Esos "otros bailes" eran generalmente el schottish co!1?cida, se llamaba así por sus saludos y venias y la mazurca; el primero, de origen escocés, recorre ffilhtares y pasos característicos de marcha.

70 71 La "polca del pavo" era hasta hace unos cuarenta años, principalmente en campaña, un ingenuo )' X común entretenimiento: varias parejas, una incom­ pleta (un hombre demás generalmente) que a una señal determinada debían carn biar de acompañan­ te; así alguien quedaba de "pavo", azorado, al me­ dio, debiendo bailar abrazado a una silla o a una G A T O, H U E L L A Y M A LA i\I B O escoba. Insistimos: cuando la Polca se desplazó a las ori­ llas de las ciudades y al campo, fue adquiriendo Estas especies no lograron aquí ni la difusión m por evidente transformación musical las ca racterís­ el arraigo de las anteriores; pero el escobilleo al ticas que le otorgarían carta de ciudadanía orien­ son del rasgueado del Gato, la tierna gracia de la tal; se hizo criolla, alegrona al decir paisano. Evi­ canción de la Huella y el vistoso zapateo del Ma­ denció un matiz local humorístico, muy bien ex­ lambo inciden en la vaga memoria de algunns an­ presado por el acordeón, aquel simple acordeón de cianos. y en la literatura de nuestros mayores que una sola hilera. También se tocó en otros instru­ aun sm ser co5turn bristas específicamente fueron mentos, guitarras, flautas, mandolinas o en peque­ forjadores o vitalizadores de la tradición patria; ños conjuntos (los más usuales acordeón y guita­ todo ello, pues, habilita en cierta medida la ubica­ rra) aun cuando primaba siempre el "gangoso co­ ción folklórica en nuestro ambiente. coliche" al decir de Zum Felde. El Gato Entre guitarreros se destacó -para escu chada, no para bailada por su sonido pequeño- la del Pollo De modo general puede decirse fue una de las o del Pollito: era una curiosa polquita muy acelc­ danzas más bailadas en la Argentina y conocida en lcrada, creada a base de originales ligados en las Chile, Perú (posible lugar de nacimiento) y Pa­ cuerdas agudas, lucían mucho en la prima de acero, raguay. logrados con sólo los dedos de la izquierda. Decía Lynch : "Creo que no exista un gaucho que Golpeteando y ligando los sonidos y agregando no sepa por lo menos rascar un gato". armónicos, conseguían imitar el piar ele los pollos; Se llamó antiguamente mis-mis y aun perdiz, nom­ gracej os llama a estas cosas Isabel Aretz quien trae bres aparecidos en coplas de venerable antigüeri:id: tn su libro el conocido ejemplo de imitar el tambor cruzando las bordonas; a esta es tudiosa argentina, V u<' la la pcrclit. matlrc, pues, ha de interesarle este caso el e la polquita Vuela, inícliz, Que se la lleva el gato, oriental parecida en algo a un Gato que ella cita el gato mis·mis. llamado también "El Pollito". Para terminar diremos que hubieron polcas can­ Esta vez son folkloristas argentinos quienes nos tadas y aun con "relaciones" como en el Pericón. adjudican dicha danza. Digo esta vez, porque hace

72 73 mucho yo reprochaba a Carlos Vega -aun dentro de Gato escuchado a un paisano en costas del arro­ del respeto que me merece su obra señera- que no yo Tres Arboles. mencionara, cuando sus investigaciones de veinte Al decir Lynch "rascar un Gato" ya estaba indi­ afios atrás, al Uruguay en los comunes aspectos del cando gráficamente su manera de tocarse a base de floklore musical rioplatense. rasgueados. Los estudiosos arriba nombrados son Lázaro La coreografía insinúa una amable persecución Flury, en su libro "Danzas Argentina", de 1947 : amorosa del hombre tras la mujer que huye en "Hay noticias que en el año 1850 se bailaba en la una como elegante simulación de vuelo; puede ser vecina orilla oriental, donde también ganó las pre­ bailado por una pareja o por dos "en cuarto". A ferencias del gaucho". Tal dice aun cuando refi­ trechos el hombre zapatea y la mujer se zarandea, riéndose al "Escondido", simple variedad del Gato. y se harán sonar las castañetas, o sean los clásicos En forma parecida opinan los profesores Anto­ chasquidos con los dedos pulgar y medio. nio J. Barceló e Isabel Aretz, pero esta vez en re­ Su compás es vivo, · tentador, atracción quizás lación al Gato propiamente dicho. de una especie de contrapunteado entre melodía y acompañamiento aparentando la sensación de un Por mención de un memorialista (al hablar del ritmo sincopado. Pericón) ya vimos a Rivera bailándolo al son de dos guitarreros orientales, por 1830 y tantos y en Versiones orales he recogido pocas y poco con­ Tacuarembó. sistentes; un viejo informante me decía haberlo visto bailar en "El Bajo" (arrabal montevideano Igualmente Alberto Zum Felde lo cita en su "Pro­ ya desaparecido) "pero liso, me explicaba, cepi­ ceso". liando el suelo sin zapatear". En 1876 anotaba Florencio Escardó: "Antes, en El Gato prefiere el tono mayor para su música la campaña oriental no se bailaba sino el pericón, y para sus seguidillas cantadas la repetición de un el gato, el cielito, etc.". verso con la palabra sí. Por el 80 Antonio D. Lussich lo ubica junto al "A esa moza que baila Pericón, al igual de Víctor Arreguine. mucho la quiero En 1887, en "La Heroína del Quebracho", Deme­ pero no para hermana que hermana tengo. trio Núñez habla de "Gatos y Pericones en una es­ Que hermana tengo, sí, tancia en Paysandú. Gatos relacionados y sin rela­ eso es muy cierto" . .. etc. cionar". (Relaciones o cuartetas recitadas). Sus versos intercalados con períodos musicales, Por entonces lo bailan en el Circo, recuérdese su tenían preferentemente matiz risueño o picaresco: cambio por el Pericón. En 1908, Luis Alba, músico uruguayo de sóli• "Dijo una vieja Ahijuna, ahijuna! dos conocimientos y quizás el primer recolector for­ ¿Por qué no bajan patos mal del folklore patrio, anota un interesante tema a mi laguna?"

74 75 ''r\ la huella, a la huella. La huella dénse los dedos, como se clan el pico Menos datos hisLúricos que en baile anterior: los tern teros." alguna cita ele Bauzá junto al Malambo, o de la revista "El Fogón" o ele "El Guerrillero", y no El ingenuo candor de esta seguidilla supone la como danza sino corno ca nción. indicación de un momento de su coreografía por Nadie me eli jo haberla visto bailar ni recordó medio del canto (semejante a olro texto mny clifun­ evocación alguna de sus mayores en el sentido co· diclo en el que se dan "las manos como se dan la reográfico; como canto sí. pluma los escribanos") . Vicente Rossi, no obstanle, la sitúa "como u na Próximo a la revolución del 97 se conocieron de las 1m1s gauchas danzas nuestras" y cita esta se­ Jos versos sigui en tes: guid illa: "A la h uella, huella, huella sin cesar ! "A la huella, a la huella, ban matado a Flores naturalmente, n uestro General!" que tenés más parada que el Presidente." Manuel Gálvez, h istoriando la gu erra de la Tri­ ple Alianza, coincide con Rossi en esta copla: "Los Esta copla y la del tero me fueron entonadas con orientales /en el Paraguay/ amaban el caballo y el la clásica melodía, unitaria tanto como breve y mate, las carreras y los entreveros y sólo cantaban h ermosa. tristezas:" y a continuación transcribe la misma es- Su cornp~ís obedece a un 6/8, menos vivo que el trofa. ' Gato. Las figuras, medias vueltas alternadas con Cumple agregar que es te texto, cambiando a Flo­ giros, en uno ele Jos cuales hombre y mujer se to­ res por Quiroga, era ya conocido en la Argentina. man de las manos -o más delicadamente de los La H uella, como la Viclalila, floreció mejor en dedos- por eso las letras, y luego zarandeos de ella boca de mujeres pero con otros versos; yo recuerdo frente a un zapateo ele él no tan brioso como en el ele mi niñez unos que me cantara una abuela de Gato. los pagos de Tacuaremhó: No resisto a la tentación ele transcribir un ver­ dadero poemita recogido por Ciro Bayo en su "Ro­ "A la huella, a la huella, mancerillo del Plata": patas de tero, no le digas a nadie que yo te quiero." "Don Carlos con la Infantita está bailando en palacio; él viste terno de seda, Es posible esta letra provenga de otra popular ella falda ele brocado. en la Argentina: 77 76 A cada paso de danza ignorar a este sincero y espontáneo precursor de va diciendo el conde Claros: folkloristas rioplatenses. Con sobrada razón decía A la huellita, huella, un intelectual argentino hace cuarenta años: "Este dame la mano ahora inaudito y solitario Rossi, va a ser descu­ como se dan la mano los escribanos. bierto algún día con desprestigio de nosotros sus A la huellita, huella contemporáneos". El impulsivo uruguayo escribía dame la mano peleando, sin mirar hacia atrás; él mismo corregía como se dan Ja mano su plana -cuando la corregía- pues él era su pro­ los cortesanos. pio impresor. Quizá ello motivó errores pero aun A la huellita, huella, así su libro "Cosas de negro" es un archivo digno dame un abrazo .. . de leerse. · La Infanta al oir ésto. furiosa se aparta a un lado. Por el musicólogo Arturo S. Schianca sabremos A la hucllita, huella, que en las Reducciones Guaraníes "un niño de 8 (canta don Carlos) años hizo 80 mudanzas sin perder el compás de la no hay mujer que.~º caiga tarde o temprano. vihuela o harpa" en época anterior a Espinosa; va esto sin comentarios, como un supuesto antecesor no sabemos si indígena o español. El Malambo En cuanto al Uruguay, sólo en "El Fogón", en el Circo en exhumaciones relativamente recientes, Las mismas consideraciones sobre la Huella res­ en el Bajo y finalmente en Bauzá que opina como pec'to a su difusión entre nosotros: vagos recuerdos Rossi. orales más bien referidos a trasplantes en escenarios La citada investigadora Aretz expresa: "El Ma­ y algún dato sin mayor trascendencia, menos que lambo se conserva también en el Uruguay donde en la danza anterior. recogí los nombres de otras danzas que serían pa­ Existe una cita tan antigua como dudosa, ya recidas: el Cocaré y el Chiquimilamlio". De los traída a colación; decía al viajero Espinosa a fi­ que nada puedo yo agregar al respecto. nes del siglo XVIII que el gaucho "canta unas ra­ Diremos que el Malambo fue baile de hombres ras seguidillas que llaman de cadena, perico o mal solos, variado zapateo al son de una guitarra tan ambo al son de una guitarrilla". rítmica, tan empecinada y tan sonora como carente -No obstante, este baile no se canta, ya se dijo. de melodía. Un cortado rasgueo parecido -no igual Rossi lo sitúa entre nosotros a cargo de "un mo­ - al de la Cifra. reno o un gaucho" afirmando qúe "junto co"n la Hubieron contrapuntos, uno después de otro, güeya son las más gauchas danzas nuestras'', lo como entre payadores, durando a veces horas. cual, desde luego· ne> compartimos. · En un "Caras y Caretas" escribía el oriental Se pregu·ntará ei lector por qué; e.ntonces a cada Soiza Reilly: "En 1902, en San José de Flores el trecho lo citamos. No podemos menos, sería injusto gaucho Márquez bailó un Malambo con el negro

78 79 Sabino. Bailaron un día y una noche. Al final, cuando le tocaba el turno al negro, el infeliz no XI pudo levantarse. -¡Se jué a bailar al cielo! sollozaba la viuda".

Conclusiones EL CANDOMBE Así establecidas las cosas, por ahora, yo dejaría Pensando en lo aseverado por Carlos Vega, no a cargo del lector la posibilidad_ de ubicar el Ma­ deberíamos considerar mayormente este tema, ya lambo dentro del folklore musical uruguayo, en que él dice, resumiendo anteriores conceptos, que atención a l? esporúdico de lo~ ~1~11azgo~ docu~e1:­ "con los últimos negros auténticos desaparecieron tados y a cierta falta de tr~d.1~10n;. Y, s1 se qme1~ las danzas africanas, y los descendientes de éstos, conocer nuestra modesta op1n10n, dinamos que s1, puros o no, adoptaron las danzas y la música de que es posible pero con las reservas d~l c_a.so hasta los salones y la campaña ele entonces". tanto aparezcan nuevos elatos con autentico valor. Verdad hasta cierto punto y en Buenos Aires; La ubicación, en cambio, del Gato y de la pero aquí quedó algo: su instrumento el tamboril Huella ofrece menos duelas. y sus sutiles y particularísimos ritmos, nada de ello adoptado ni en los salones ni en la campaña, esto es indiscutible. "Su riqueza sonora -resultante de la combina­ ción de los golpes en la madera y sobre distintos lugares del parche- constituye quizás la única he­ rencia negroide en la música de nuestro país". Así dice Ramón y Rivera, pero aunque sea la única es ya mucho, es nada más pero nada menos que el ritmo. A su vez Ayestarán, siguiendo los lineamientos de Carlos Vega, anota: "De Africa, un ritual pri­ mitivo que al morir el último africano se pierde irremisiblemente y asoma apenas bajo la forma deturpada· del candombe". Ni tan apenas üi deturpada; ' la admiración pór esas lonjas -aun entre extranjeros- merece aten­ ción, hay algo allí. Y el otro algo es ese sutil color - llamémosle local no muy correctamente- inex­ presable (o inapresable) en el pentagrama que re-

80 6 81 s ~lta alambrado harto grosero para detc1 ~r o apri­ sionar tanta pequeñísima y entreverada u. dimbre, XII l:rnta fina y caprichosa acentuación. Además, el tamborileo guc de anta11o conoc,'mos - escuchado en Carnaval- podrá ser ejecutado ror blancos embetunados p ero de oído fino, eso no a!­ EL MINUE MONTONERO tcra el problema ni el sentido racial. Por otra parte, el negro no se ha ido tan del Ya vimos la difusión del l\!Iinué al referirnos al todo en su faz pintoresca buscada - claro- más o Cielito; podríamos agregar muchísimas referencias menos artificiosamente, sobre todo en Montevideo; sobre esta danza, pero baste decir que ya en 1823 ya no digo en Ja campaña pues el moreno del inte­ se báilaba en escenarios montevideanos; en París, rior no logra sonar el parche como el capitalino al 33 se escribe: "le menuet est une des dances le que conservó con fervor no sólo la pasión sino el plus répandues" en el Uruguay; por Wilkes sabre­ arte particularísimo ele su repiqueteo. mos de un Minué, "El 25 de Mayo de 1837" escrito No pretendemos total supervivencia africana; por el pianista Roque Rivero y a su vez "El 18 de qniz<Í. aquí haya siclo creado el Candombe con re­ Julio de 1837" por "doña Carmen Luna, joven miniscencias de origen por una raza heterogénea a oriental de respetable familia" al decir de una re­ la cual todos le concedemos una especiai aptitud vista; Zavala Muniz en sus "Crónicas" evoca a una para el ritmo. anciana que cuando joven " a los compases del Mi­ Aparte de esto, nos atenemos a la tradición y a nuet oyó frases galantes del Gral. Oribe". aquello de que la mentira tiene las patas cortas; Esto nos recuerda aquello de que "en el teatro así pasan los años todos venimos repitiendo las pa­ San Felipe se bailaba primeramente un Minuet por l~bras de Lynch referentes a qne la Milonga pro­ las p ersonas principales". viene del CandomLe, lo cual ya es mucho. Por 1900 aparece en Montevideo un libro sobre Intentada su defensa como elemento folklórico bailes de salón, entre ellos el de marras; pero ya nuestro, y h a biendo quedado nosotros personalmen­ estaba en desuso. Antes, 1892, Eugenio Garzón re­ te bastante al margen de esta especie (posiblemente z~\ ba]e lírico responso: "Todo ha ido muriendo ... por ser ajena a nuestro instrumento la guitarra) ya no se desliza el breve pie de las mujeres que dejamos la descripción del Candombe a especialis­ guardado como en primoroso estuche, en un zapato tas compatriotas que han profundizado el tema, de raso blanco y azul, seguía nervioso, con su afi­ desde Isidoro de María y más tarde Vicente Rossi lado corte, las cortesías suplicantes del Minuet . .. hasta estudiosos contemporáneos de conocida ca­ tan solo por mera extravagancia o por humorada pacidad tales como Ildefonso Pereda Valdés que se suelen oir de tarde en tarde las voces plañideras ha abordado su estudio con su simpático y ya clá­ del Minuet llorando su olvido ... ". sico cariño a la gente de color y Lauro Ayestarán Al Minué Montonero lo citan D'Orbigny e lsa­ que lo ha analizado técnicamente. belle; dice este último " la montonera es una espe­ cie de minuet saltado, en el cual la bailarina imita 82 83 las castaíiuelas con Jos clrdos. Esla danza es verda­ Acrecentamos estos elatos con uno que hemos h :1- deramente encantadora". llaclo en el N9 5 de la revista "Caras y Caretas" - Despuó, a n1ediados de ~igfo el licenciado Peral­ eclüado en i\fontevicl eo en 1890- referente a un ta- nuestro don Domingo G. González- nombra trozo ele la cl{1sica letra ele este Cuándo:

84 85 XIII

OTRAS DANZAS

A nuestro entender, el genuino panorama fol­ klórico uruguayo, musicalmente hablando, ya está expuesto con las especies estudiadas. No obstante, se han seííalado como nuestras, por parte de varios autores, algunas müsicas cuya ubi­ cación dentro de fronteras no compartimos; ya ve­ remos las razones. La Firmeza: personalmente no he podido reco­ ger ninguna versión oral de esta danza; sin embar­ go, como algún historiador nuestro la cita -tam­ bién Isabel Aretz- daremos breve idea. Dice Aretz: "La Firmeza -danza siempre ca nta­ da- se bailó en Buenos Aires lo mismo que en Montevideo desde mediados del siglo pasado", agregando haber recogido alguna vers ión campesi­ na en el Uruguay. Verso y melodía tienen carácter unitario:

"Anteanoche me confesé con el cura de Santa Clara. Me mandó de penitencia que la Firmeza bailara."

Sigue luego el texto indicando la coreogTaüa punto por punto, o sea que los bailarines ejecutan lo que cantan.

87 Alguien ha citado la "Refalosa"; salvo alguna escasas leguas de la frontera poco o nada se cono­ letra de calor político de Ascasubi y otros autores ció esta danza de versos en portugués. (1) de la época, no hay referencias concretas en nues­ Eso sí, en absoluto aceptamos la Tirana, Caran­ tro medio. gueio y Balaio, otras tres "novedades" brasileñas que pretende incorporar dicho autor a nuestro pa­ Asimismo desecharemos otras músicas estudiadas trimonio folklórico. He vivido varios años -hace por Lauro Ayestadn bajo el rótulo de "Folklore unos cuarenta- en departamentos norteños y fron­ Musical Uruguayo", tales como la Ranchera, por terizos y puedo testimoniar con toda formalidad no haber· sido en realidad otra cosa que la Ma­ la falta de razones para situar entre nosotros estas zurca disfrazada de criolla corno ya lo explicamos tres danzas. al hablar de la Polca; desecharnos el Vals por su Además no las he visto citadas por ningún autor falta notoria de diferenciación que impide otor­ nuestro, ya sea historiador, costumbrista o nati­ ga1:le carta de ciudadanía, con el agravante de que vista, desde Hidalgo a Acuña de Figueroa, desde músicos rioplatenses o aun de otros países siguen un Margariños .Cervantes a un Viejo Pancho, desde manteniendo vivo este género con continuos apor­ un Acevedo Díaz a un Carlos Roxlo. tes, condiciones ambas que lo apartan del Folklore; Al rechazar estas danzas lo hacemos muy escru­ ya que ciertos va lses pueden ser valsecitos criollos, pulosamente y sin olvidar que la separación entre pero no folklóricos, es otra cosa, recuérdese lo ex­ el folklore nuestro y el de los dos vecinos (recor­ damos las pasadas emigraciones ) es tan presado a comienzos de ~ste libro, en Generali­ sólo una línea imaginaria y tan elástica corno el dades. criterio para nacionalizar un a danza o un canto Habría que agregar en nuestro rechazo (ya no por el simple hecho de haber hallado tal o cual como danza, es obvio) a .la Serenata, pese a lo ase­ cantidad de referencias. verado por el compatriota ú)timamente nombrado; Conviene decir algo de la Habanera, ciertamen­ las razones son evidentes: patrimon i ~ de todos los te muy popular a partir del 80; llamada "danza" países y épocas, una serenata pudo ser y es cual­ por algunos intérpretes, cabría lo expresado para quier música y cou cualquier instrumento; y si el vals, schottish, etc. Podrían agregarse canciones cantada se descarta -dado el objeto- fueron ver­ de carácter romántico que oscilaban precisamente sos amables o amorosos. Pero no precisó un detalle entre habaneras y valses, como pudo ser aquella formal para situarla como género folklórico mu­ balada tan difundida -aquí y en la Argentina- sical. (1) Puede que algún día nuevas investigaciones. nuevos aportes bien documentados, nos hicieran cambiai· de opinión Ayestarán ubica también a la Chamarrita o Chi­ sobre la Chamarrita pues alguna referencia oral hemos ha­ marrita dentro del rótulo mencionado; sin ser tan llado. En el libro de Cortes y Lessa se lee: "Do Río G. do Su! a danca passou ao Paraná, ao Estado Sao Paulo bem radicales en su exclusión como ante otros géneros, como ás provincias argentinas de Corrientes e Entre Ríos". No cita empero al Uruguay de quien si se acuerda al nom­ expresamos nuestras reservas al respecto, ya que a brar danzas comunes como Pericón y Media Caña.

88 89 "La loca del Bequeló" ele nuestro Ramón de San­ tiago, de la que dice Zum Felde "que el pueblo le XIV dio, al cantarla en la guitarra, tonada de milon­ ga". Al autor del "Proceso" le tocó uirla con ese ritmo, pariente muy cercano del de la Habanera; nosotros la hemos oído como vals cuya melodía se LOS PAYADORES parece mucho a una canción que Aretz recogió 2 6 en Tucuman' pero en - - , t1tu• 1a d a "E•l e·1pres ' " , 8 De antigua raigambre en nuestra tierra este gé­ de autor ve nezolano. nero con mucho de poesfa repentista y algo menos Póngale uno fronleras a la música ... ele músico. En cuanto a las canciones, juegos y rondas de La primera vez que hallamos la palabra gaucho niños - de niifas más bien- si bien son parte im­ se refiere al Uruguay confirmando lo antes dicho: portante del folklore escapan a los propósitos de "Los gauchos o gauderios ... se hacen de una gui­ este ensayo. tarra. . . cantan coplas que estropean y muchas que sacan de su cabeza". Concolorcorvo, en l 773. Recuérdese a Darwing, por 1832 y en Maldona­ do: en rueda de gauchos "la noche se pasó en fu­ mar y en cantar al son de la guitarra alguna can­ ción imfJrovi.wda.". También a lsabellc, 1833: .. . "a los enamorados se les ve con la guitarra improvisando versos ri­ mados". Citado ya Hidalgo, por gala, como el primer pa­ yador del Plata, surge en parecida forma el cor­ dobés Ascasubi a guien se le llama cuando el Si­ tio de Montevideo, "Rey de los Payaclores"; con tal título diríase que los orientales p:.lgáramos de an ti­ cipado gentileza portei1a posterior en un siglo, véase: en modesto librito de un payador argenti­ no leemos: "En cierla oportunidad se celebró un oficio religioso en memoria del primer jJayador do­ cumentado: Bartolomé Hidalgo, al cumplirse los 153 años de su natalicio; congregó extraordinaria cantidad de público en la capilla San José de la

91 Por 1838, después ele la batalla del Palmar ga­ ciudad de Buenos Aires. Los oficios religiosos es­ nada por Rivera, un payaclor "Anavitarte de nom­ tuvieron a cargo del presbítero Doctor Fabián bre, muy mcntao" cae prisionero. En una carpa, 1\Iaullion, secretario privado del Cardenal Santiago al son de una guilarra campera que alcanzó un Luis Copello. Era el día 24 de agosto de 1941". asistente, conminado por Frutos a que cante de­ 1858, Pablo 1\Iantegazza, de sus "Viajes por el terminados versos, el payador entona unas décimas, Río ele la Plata" extractR mos: "En tre un pericón y en alta rueda ele encumbrados caudillos - Juan La­ un cielito ... el poeta de la reunión improvisa cuen­ valle, Anacleto Medina y otros- en las cuales Ri­ tos y chistes amorosos, que con voz nasal y melan­ vera oía llamarse pardejón, ladrón, etc., según nos cólica acompaña con la guitarra. 1\Iuchas veces he cuenta 1\Ianacorda. admirado en aquellos imjJrovisadores gran fantasía Aparicio Saravia, cuando mozo, rasgueaba Ci­ y espiritualidad". fras a lo payaclor; a este propósito recuerdo pala­ 1870, otro viajero, Graham, relata: "Era en los bras que Javier de Viana pone en boca ele los pa­ bailes donde aparecía el improvisador (a quien los dres ele una chinita requerida de amores por un gauchos llaman pa)1ador) en toda su gloria; pes­ trovero criollo: "-Mal bicho, no me gusta. Pa piar punteaba la guitarra, cantaba sus coplas en fa lsete, es guitarrero . .. " Traigo esto a colación porque prolongando la última nota de cada verso para darse cuando Aparicio pone sus ojos ele buena fe en tiempo de comenzar el siguiente con un nuevo epi­ Cfoclida Díaz, ha ele desplegar ardides de todas cla­ grama. Si por mala suerte se presenta otro paya­ ses para vencer las resistencias de quienes ser{rn sus dor, éste se aprovecha de la ocasión para contes­ futuros suegros que "saben sus mentas de ca ntor y tar en competencia, hasta que, como a veces su­ guitarrero". cedía, el que agotaba primero su inspiración, ras­ Cu ando el sitio ele Paysandú, u na "quitandera", gueaba de un golpe todas las cuerdas de su gui­ Sixta Machado, cabalga junto a su hombre, solda­ tarra, la ponía en el suelo y se incorporaba di­ do del Escuadrón tle Caraballo; ella no pelea, sus ciendo: - Ya basta, ahijuna, ¡vamos a ver quien manos sólo se crispan sobre las cuerdas de Ja gui­ toca mejor con el cuchillo! y sacando el facón de tarra con que improvisa en pintorescas noches ele u n revés de muñeca, se ponía en guardia". campamento. Cito a Eusebio Valdenegro, paya<'lor y guitarrero, Por 1880 damos con u n si ngular y famoso ma­ que arengaba en verso a sus soldados, trero apodado "El Clinuclo" (ya citado) de cuyas Al Padre Monterroso, como el anterior, amigo andanzas logramos dos primicias interesantes: es de improvisar coplas atrevidas en las ruedas gau­ el primero en el tiempo en citar el Estilo y es autor chas de las montoneras, según nos lo dice su docu­ ele los más he1-rnósos versos nacidos en boca ele pa­ mentado biógrafo E. de Salterain Herrera. yadores, que no desmerecen en mucho -ya se verá --: de los de .l\fartín Fierro. Ansina, el fiel asistente, versificador de aconteci­ Por esos años este mocetón ele melena hasta la mientos ele la época, de acuerdo a conferencia del cintura cae a un rancho cerca de Mela donde se Gral. Luis A. Mattos. 93 92 baila al son de la guitarra que tañe un pardo de Pasemos ahora a los payadores profesionales, por motas en la cabeza; bailaba el matrero mimando a así decirlo. una china querendona, cuando el músico, celom, Nombramos a Juan de Navas, ele cuyas cancio­ interrumpe el baile y canta ofensiva copla que el nes se hizo un follelo muy difundido, existente en aludido "Clinudo", pidiendo otra guitarra, contes- la füblioteca Nacional. Tras él su hermano, el pa­ ta así: yador más renombrado de los nuestros, Arturo de "La pido, señor chatasca, Navas, autor de mí1sica y lelra del inolYidable "Ca­ que me insulte por lo claro, rretero": pero no tire Ja piedra pa Juego esconder la mano. "No hay vida más desgraciada No debe andar por las rnmas que la del pobre carrero, que eso es perder el trabajo, con Ja picana en la mano ernpiecc a cortar el tronco picando al buey delantero" ... si quiere voltiar el árbol." Fue tal su éxito con esta canción criolla, llevada A lo que a su vez responde el pardo: por él al disco (más tarde por Garclel) que al tiem­ po compuso y grabó otra, "El Nuevo Carretero", De mañas y cosquilloso parecida, pero de menos calidad. se muestra el matungo viejo, Aeda a su modo, salvando las distancias, encarna pero a Jos duros de boca y les pongo freno mulero. la clásica trilogía: músico, cantor poeta. Aun den­ Y si acaso corcovea tro de su condición de sencillo muchacho de pueblo. de fijo deja provecho Y hasta como actor lo aplaudimos en circos de la pues como el pingo es clinudo niñez. lo cerdearé p'al pulpero. Por Prat sa bemos que el diario argentino "La Nación" decía en 1932 con motivo de su muerte: Observando las motas que coronan la cabeza del "Todo él trasuntaba un período ya hace tiempo pardo, canta el matrero: enterrado en el recuerdo, un semblante de la ciudad de hace años. Los pocos payadores que quedan son Ah, morenito compadre, sólo un r~meclo deformado ele la ingenua pureza dcslenguao y sinvergüenza! Decime si andás buscando de otros tiempos. Arturo de Nava componía la le­ que le rebaje la cresta. tra y la música de sus canciones. Lo hacía en su Si querés vender mi pelo juventud pobre y lírica, cediendo a un impulso es­ que está largo por promesa pontáneo, a un desahogo espiritual. Y luego can­ ¿por qué más bien no empeñás Ja lana de tu cabeza? taba sus canciones en la rueda del almacén, en la tertulia del patio, en el baile suburbano, mien­ Luego, tras unas eslrofas más el consabido epí• tras el barrio alejado dormía en la noche. logo: el "Clinuclo" deja tendido a su rival de un Esto sucedía en el Montevideo tan lindo de hace hárbaro tajo en la cabeza". (Ob. cit.). cincuenta años, donde Nava había nacido.

94 95 Tenía en su género condiciones exlraorclinarias De Román, ya citado, transcribo: "Rubén Daría, ele inspiración fresca, de sentimentalismo comuni­ que se contó entre los amigos ele Arturo ele Navas, ca tivo; y conquistaba al público con su voz llena, dedicó a éste la siguiente décima de perfil paya­ poten te y varonil. cloresco: Cantó en ambas márgenes del Plata, sobre Lodo Del Asia Lraje un diamanle en el "Apolo" de la época de los Poclestá, rubri­ para ponerlo en el cuello del ser que he visto más bello cando con su voz de payador el sello criollo del en mi vida claudicanle. teatro rioplaLense. i\fe brindó el sol dc~luml>ranlc Siguió andando el Liempo, la ciudad se Lransfor­ su m;\s brillante color mó, cambiaron los gustos del público, que después y el Iris me dio el mejor ramillcle de sus haces, de haberlo aplaudido en el cálido rumor del tea­ y el Sol me dijo: -1Qué haces? tro lleno y entonado sus canciones en la quietud - Se los doy al payador". de las calles arboladas, lo fue poco a poco ahando­ nando. Y Arturo de Nava conoció el olvido, las di­ Tres figuras cumbres en ese arte surgen por estas fi cultades, la estrechez, como todos los que sólo tierras de América. En Chile, el "pallaclor" (así saben vivir de su arte. escribían allá) más famoso, legendario casi, el "mu­ Vivía últimamente retirado en un barrio lejano lato Taguada", humilde hombre ele pueblo, apenas y allí acaba de morir ahora, en el hogar humilde, un "roto'', hijo de un es pañol y de una india ma­ en la pieza pobre que tantas veces evocó en la puche, según Aceveclo Hernández en su libro "Can­ mansa tristeza de sus canciones". tores populares chilenos". Tal decía "La Nación" sobre el autor de "El Ca­ Su fama -y su vida- se quebró el día que hubo rretero". ele enfrentarse a un rico y pulido caballero, don Dueño ele una hermosa voz, será quien grabe otra Javier ele la Rosa, ante cuya cultura el pobre mu­ canción no menos célebre, cuyo autor fuera Gabino lato vio desmoronarse la glor ia pacientemente lo­ Ezeiza: grada en años de repentistas versificaciones y victo­ "Heroica Paysandú, yo Le saludo, riosos contrapuntos. Esta vez su rival, ele más edad, hermana de Ja patria en q ue nací" ... de facit poesía y buen tañedor de guitarrón lo en­ redó con preguntas linderas de la Teología hasta Llevó asimismo al disco muchos· Es tilos, Cifras, hacerlo expresarse mal de su propia madre, ante lo Milongas y otras canciones criollas, varias de ellas cual el mulato calla vencido irremediable, defini­ de su propia cosecha. tivamente. Transido ele dolor huyó para morir le­ Por R. E. Castagnino sabremos que "Nava ·dü­ jos ele los suyos y de sí mismo, quebradas ya para rante el afio 1898 actüa en el Circo Anselmi -en siempre su guitarra y la propia razón de su exis­ Bs. As.- donde saltan enfrentarse Madariaga y An­ tencia. gel Villoldo, autor este último de "El Choclo" y "El caso de Taguada, dice Aceveclo, coincide con "Cantar Eterno". el ele Santos Vega, aquel de la larga fama ... que

96 97 fue venciclo por el demonio. Ae<í, don JaYie1 ele la Se alzó en la cancha de pelotas una tribuna fo­ Rosa no era el demonio, sino el hombre más pre­ rrada de bayeta punzó. Aunque el precio ele Ja en­ parado. Estc't, pues, nuestra leyenda, descansando trada era medio saladiLo, la cancha se llenó total­ sobre un plano de realidad". mente ele concurrencia. De las tres figuras famosas en eslas tierras, y;i Supondrá el lector que esla concurrencia estaba nombré las otras dos, en la Argentina Ezeiza y aquí formada por milongueros, alorrantes, mozos de Navas; para dar cabal idea de ambos veámoslos cordel, etc. frente a frente según crónica ele entonces. Gran error. Eslaba allí la flor ele la juventud Es en "El Diario" de Montevideo, del 25 de ju­ montevideana, con el agregado de personas respe­ lio de 1884: tabilísimas que ocupan pues tos elevados en la pren­ "Anteanoche, an le una gran concurrencia, hi­ sa, en el foro, en la banca y en el comercio. cieron su debut en la cancha ele la calle San José, A las ocho hizo su triunfal entrada Ezeiza, su­ dos afamados payadores, el argentino Ezeiza y el biendo al escenario en medio de aplausos. 1Qu é oriental de Navas. Los dos, pero particularmente clase de individuo es Ezeiza? Un morenito ioven, Ezeiza que es el tipo del tradicional payador, son delgado, de regular estatura, de modales finos y dignos sucesores de Santos Vega y Martín Fierro. mirada inteligente. Ezeiza tiene una facilidad admirable para la im­ Le alcanzaron una guitarra y la empezó a tem­ provisación y su verso es concreto y ele frase galana, plar con abandono, como quien no quiere la cosa. hasta ilustrada nos atreveríamos a decir. Es un ver­ El morenito rompió el fuego pidiendo a las musas dadero poeta, y con la misma facilidad, improvi­ que lo sacaran bien del apuro. Y Apolo permitió sando o no, maneja el verso de la milonga y ele la que aquellas señoras besaran la frente de un hom­ cifra. . . Le dedicó varias cifras a nuestro galano bre de color. escritor Daniel Muñoz, que, como todo lo que can­ Navas es un hombre como ele 28 años, baio de tó, fue muy aplaudido". estatura y g-rueso. Las improvisaciones de E.zeiza Otra crónica, en primera plana de una "Tribu­ fueron notables, tanto por la fluidez y excelente na Popular" del día anterior, decía: medida del verso como por la oportunidad y con­ "Hace unos días dimos la noticia de que había cisión del pensamiento. llegado a esta capital un payador argentino ele ape­ Navas tuvo también improvisaciones muy buenas, llido Ezeiza, el cual ele sus correrías por la campa­ mereciendo graneles apl;iusos. Después del canto fia del vecino país no había encontrado competidor por cifra vinieron las décimas y los compuestos. en el canto por cifra y de contrapunto, y que bus­ Aquí los dos payadores estuvieron a la misma alt:1- caba por aquí quien pusiera a prueba sus fuerzas ra, aunque Ezeiza demostró tener una memona in telcctuales. Aquí aunque abundan los milongue­ rivileo'iada. En su relato sobre un napolitano que P b • ros, escasean los payadores. Pero un payador nues­ vendía todo su menage para marchar a su tierra, tro, Arturo de Navas, le salió al encuentro y ya probó la exquisita s{ttira de sus versos. Entre el me­ tuvimos armado el pleito. nage dice que había:

98 99 un poco de ropa blan c~ que se vende de color. "Dice un refrán mu¡• antiguo y también muy verdadero: siempre la oveja m;ís ruin do5 espadones sin pu111~ es la q ue rompe el chique1o. buenos para dcsafín. "Fueron tan entusiastas los aplausos -sigue la Tuvo 110Lióas Ezciza ele que Sansón Carrasco (Da­ crónica-- que Jo llevan a entonar esta amable ni el Muñoz) se enc.ontraba entre los concurrentes cuarteta: y le endilgó una bonita improvisación al travieso Dice otro refr;ín antiguo bachiller, quien se reía de buena gana al oír las que yo repito orgulloso, ocurrencias del moreno. que más vale caer en gratia seíiores, que ser gracioso. Navas rompió el fuego del certamen dirigiendo a su competidor una cuarteta que el otro contestó en Con lo cual quedó corrido el que había hecho el acto, entabl{u1dosc un tiroteo de parte a parte, manifestaciones ele desagrado, y triunfante Navas JJ enos ambos payadorcs de cumplidos el uno para en cuya ayuda vino todavía Ezeiza cantando con el otro, demostrando su habilidad si n entrar en el mucha opor tunidad y galantería: terreno ele las rivalidad es. U nas 20 o 30 cuartelas "Eso que a usted le han ~ ilbado se dirigieron mutuamente asombrando a todos por creyl!ndolo un desatino, la facilidad y rapidez de la improvisación, hasta son unos versos preciosos que fatigados de cantar pidieron disculpas para de un payador argentino. descansar un rato. Cuando yo vuelva a mi patria no se ha de tomar a mal Antes de continuar la payada, alguien pidió a si me oyen cantar los versos Navas que cantase algo, y él, condescendiente con de un payador oriental. el pedido, anu nció gue iba a cantar algo viejo pero que no por serlo deja ha de tener gran mérito. Y Y como si todavía no creyera suficientes estas después ele algunos rasgueos caprichosos empezó a demostraciones de simpatía para su compañero, cantar las preciosa5 décimas de Del Campo sobre agreg6: El Fausto". Cuando yo empecé a cam ar, eso allá en los tiempos de a n te~, Interrumpo esta transcripción para decir que en­ he cantado muchos versm tonces ocurrió un incidente comentado por ambos de Magariños Cervantes. diarios: un impertinente, en forma oslensiblemente grosera que provocó indignación, quebró con su Aquí ya no tuvo límites el enlusiasmo del audito­ gesto el encanto de aquel -para el caso- largo rio, y durante cinco minutos aplaudieron ruiclosn­ poema; ante lo cual reprocha instantáneamente de mente. Había algo ele agradecimiento nacional al Navas: porteño que se hacía un honor de haber cantado las esLrofas del lJUericlo bardo oriental." 100 101 Tal la crónica de esa "Tribuna". A la que agre­ Poco después, un;i noche de mayo del 93: ha garemos esle detalle: pocos días después el poeta llegado el famoso payaclor argentino Pablo J. V{1z­ no tenddL a rnenos visitar a Ezeiza en su lecho quez, viene precedido de triunfos logrados aquí y ele enfermo, preguntándole qué versos suyos eran enfrente. Solamente no pudo -era de imaginarse­ los que cantaba en la Argentina. contra Gabino, vencedor suyo en contrapunto que -De su libro "Brisas del Plata", señor. ¿Quiere duró dos días. que le cante alguno? Dice "La Tribuna": "El teatro Cibils ofrecía anoche un aspecto halagador, recordándonos aque­ Días más tarde el moreno vuelve a actuar con llos h ermosos tiempos de la Tetrazzinil Lo que pue­ Navas al que se agrega otro payador Neira. Leo de la afición a las cosas del terruño! en "La Razón" del 5/VIII: "Media hora antes ya es taba llena la cancha. 300 sillas ocupadas cubrían Bien es verdad que había pocas familias aunque el suelo perfectamente alfombrado. Parecía un sa­ más ele lo que podía esperarse, porque el asunto es lón de conferencias: tal su arreglo y la condición ajeno a la sensibilidad ele las damas; pero mucha social de la mayoría. animación, muchas opiniones encontradas y por ende muchas polémicas sobre el mérito de los paya­ Gabino cantó "El Sargento Cabral", los "33", c\ores. Hasta se crüzaban apuestas favorables a Váz­ etcétera. quez sostenidas con fe por gente de la Unión." Allí le dedicó unas cuartetas al doctor José Pe­ (De allí era su rival Eduardo Pascual, ele la mis­ dro Ramírez, al Dr. Francisco Berra y al Dr. Fa­ ma familia que dio nombre a la playa maraga­ rías." . .. ta) . "Al aplauso que saludó la aparición de am­ bos, respondió el oriental con un saludo del que Hurtémonos al encanto de este payador excep­ tomarnos algún trozo: cional y veamos a dos clásicos nuestros, Alcides de María (Calixto el ~ato) y Orosmán Moratoria, Auditorio complaciente (Julián Perujo); armados de sendas guitarras se que ven ís en este instanLe enfrentan en el teatro Politeama, en un beneficio, con decisión anhelante por el año 90, ante un público entusiasta. Glo­ ele oírnos improvisar; saron temas de actualidad al principio, con de­ te saludo agradecido lleno de emoción y espanto rroche de hidalga gentileza los dos amigos, hasta al pensar en que mi canto que como en las verdaderas payadas, se "enojaron" 'te pudiera disgustar. los hombres, rematando uno de ellos con esta cuarteta: El argentino formuló igualmente en verso su sa­ ludo, pasando en seguida a cantar de contrapunto. lVle quisiste madrugar Vázquez, viejo en el oficio, pisaba en terreno fir­ corno hacen los gauchos malos pero tu cuerpo y la lana me, mientras su adversario, enteramente novicio sólo se amansan a palos." -veinte años tenía- se manifestaba emocionado al

102 103 punto de hacer pensar en su facilísima derroLa. das de esa guitarra que él hubiera querido hacer Vázquez observó la predisposición del público y en suya y conocer sus secretos, se mantuvo esa noche una versada impetró ben~ volencia para su impre­ casi ajeno a la algarabía, un muchacho que no fal­ sionado adversario. Y vino lo demás, después de un taba nunca a esas reuniones, muchacho magro, tez corto intermedio: un aficionado señaló el tema pa­ oscura, algo tosedor y con quien la rueda no gus­ ra cantar de contrapunto: "La Tapera", y Pascual taba mucho compartir el mate común, por su as­ que había dejado la cortedad en su camarín, se cre­ pecto sospechoso y su tosesita rebelde. Era un so­ ció adquiriendo tales proporciones que asustaron ñador, poco conocido que ya empezaba a escribir a su adversario." estrofas que firmaba con un nombre largo y aris- tocrático: Julio Herrera y Reissig ... " · Cinco días después hallo la crónica de la segun­ da payada, comienz_a así: "En el Cibils volvieron Y la razón de aquel silencio también nos la con­ a cantar anoche de contrapunto el "soi disant" tó Bonavita: Al año siguiente decía "El Diario" payador Vázquez y el brillante aficionado Eduar­ de Buenos Aires: "Ayer llegó de Montevideo do Pascual. Eduardo Pascual, el más famoso cantor de con­ trapunto de la vecina orilla, vencedor de Pablo J. Vázquez con sus desbordes de consonantes, con Vázquez en una descomunal batalla de verso a sus cantos llenos de cosas lindas y de finales de verso. Pascual viene a desafiar a Gabino Ezeiza, efecto, y Pascual con sus cuartetas bien rimadas y a quien cuenta vencer en la lucha. Se espera que medidas y que servían de engarce a hermosos pen­ el desafiado aceptará, y uno de estos días tendrá samientos impregnados de melancólica poesía, lugar la gran payada del siglo." arrancaron nutridos aplausos" ... Ezeiza aceptó. Los diarios argentinos difundie­ Se tomó la versión taquigráfica de la primera ron la batalla próxima ... y he aquí que de pron­ payada, lo que dio motivo a la publicación de un to el uruguayo se embarcó para MonLevideo, sin librito con las octavas -pese a que el cronista dice una explicación por esa brusca partida. cuartetas- canladas por Pascual. Algo muy grave debía pasarle. Sí. A Pascual se le moría la única hijita y le llamaban al hogar Intrigados nosotros ante el inexplicable silencio angustiosamente. del oriental después de éxito tal, acudimos a Bonavi­ ta por ser aquél de la Unión. Y así supimos que Así terminó, nos dice Bonaviw, la breve carre­ Elías Regules Iue esa noche padrino del payador ra de este payador. nuestro y a su vez Julio Herrera y Reissig (quien Por esos aííos actuaba otro trovero nuestro, prin­ ya comenzaba a inclinarse sobre una guitarra) uno cipalmenLe por departamentos del Este, el "Negro de sus buenos amigos. Nos mostró Bonavita, pues, Zipitría". vieja revista unionense de la que transcribo: "Tras -Tenía una voz altísima, me decía un viejo ca n­ el triunfo de Pascual la pequeña rueda de camara­ tor olimareño, yo ni chifl ando lo alcanzaba. das ganó esa noche su rancho con una alegría des­ Se hacía llamar "El Ezeiza uruguayo'', siempre bordante. Solo, en un rincón, acariciando las cuer- comenzaba sus cantos y payaclas con estas palabras:

104 105 "Oído al pájaro que canta pañánclose a la guitarra, no fue específicamente un es el Ezeiza uruguayo". payador. Periodisla de a ratos, poeta siempre, re­ o s1 no: corría el país entonando sus propias canciones, al­ "Es el negro Zipitría". gunas espontáneas, improvisando, pero las más pa­ cientemente elaboradas, como una de ellas que le Algo juglaresco en su arte variado, se complacía dio fama en el patio del suburbio, en el cafetín en tocar la guitarra colocada a su espalda y ha­ del barrio y aun en la tertulia de romanzas y ma­ ciendo continuas "cejas" (forma ele pisar todas las zurcas, de pianos y violines -y mandolinas-, que cuerdas con el índir.e) para lo cual templaba su acallaban sus voces distinguidas para escuchar ele instrumento de modo especial, parece que era ex­ pronto a una tímida guitarra traída de apuro del perto en las más raras afinaciones. cuarto de los trastos viejos para que alguien se Lo mataron en una pelea en el Brasil, cerca de acompañara aquellos popularísimos versos que co­ Yaguarón, a principios de siglo. menzaban así:

Otro oriental de renombre fue Arturo Santos; ve­ Tú vas subiendo la cuesta de la vida. nido del interior, muy joven conoció los halagos Yo estoy en mitad de la jornada. de la fama. No tenía treinta años cuando murió. Qué bella te parece la subida! Qué triste me parece la bajada! Por Prat sabemos que "en sus viajes mandaba su equipaje por encomienda, no así su instrumen­ Fausto González, del cual dice Juan C. Guarnie­ to que le era inseparable. Como a todo rioplatense ri en su "Antología de autores uruguayos": Fue le atrajo la potente seducción de la gran urbe, un famoso payador avecindado al Cerrito de la Buenos Aires, y en ella pasó sus últimos años, ad­ Victoria, floreciendo como tal entre los años 70 y mirado entre sus colegas. Muerto Santos, en su ho­ 85 del siglo pasado. Analfabeto, dictaba a sus hi­ menaje y como recuerdo sentido, sus compañeros le erigieron un elegante mausoleo de mármol riquí­ jos sus improvisaciones, que conservaba en su pro­ simo; figura una mujer, artísticamente esculpida y, digiosa memoria; sus versos fueron reunidos en a sus pies, una guitarra. Está en "La Chacarita" parte en un folleto publicado en 1885 con el tí• de Buenos Aires." tulo de "Colección de composiciones poéticas en estilo gauchesco" y que hemos hallado en la Bi­ Citamos a Juan Medina, tipógrafo en "El Día" blioteca Nacional. Usó el seudónimo de "El Gau­ y payador en la noche, en las noches famosas de cho Serrano". aquella enramada junto al viejo Royal, parada obligatoria de quienes deambulaban por la pinto­ Leemos en Fernández Saldaña: "Fue un gaucho resca zona; fue hombre de verso fluido y oportu­ convencional que en la hora de la decadencia te­ no, nada vulgar. nía mucho que conceder a la vida suburbana; hu­ Bernabé Comes, un Teniente de nuestro Ejérci­ bo ele conciliar versos y guitarra con faenas de ca­ to, de mercedarios pagos, que si bien cantó acom- rrero, de trilla y ele horno de ladrillos."

106 107 tos - sin contrapunlos- ~ e hit.o poner en carteles En un suelto de la época de su muerte -en 1890 y programas, no el payador (c¡u e lo era específi• :.e arrojó a una laguna- se hablaba de su instru­ camente) sin o "El canlor orient;i l Juan Pedro mento "que colgaba n~.uchas veces ~el alero del ran­ López". cho adornado el clav1,1ero con monas blancas y ce­ lestes". Reali1ó una gira por Espaiía donde logró éxito con su versificación f<íc il y llena de recursos pro­ De unos versos suyos tiLulados "La Media Ca­ pios de su veteranía. Pero ... confiado en sí mis­ ña" tomamos las dos primeras cuartetas: mo olvidó Ja realidad ele la hora -ya crítica y de­ cadente para este género- y así fueron duros sus "Sc11ores, yo aquí he venido como olro cualesquiera, últimos años, recurriendo a vender su mentada a divertirme y a ver guitarra española (aun cuando ya estaba malogra­ lo que pasa en esta fiesta. da en sus voces por plaqnilas de oro con el nom­ bre de sus donantes admiradores, hombres ele pro Denlrar sin que me conviden me parece que no es giieno, y hasta políticos famosos) . Trashumante bohemio, yo aquí estoy avcrgonzao agostada ya la flor ele su sonrisa, sólo restaba ho­ p ues parezco peno ajeno." gaño aquel s11 empaque seíiorial de presunto aris­ Lócrata. Ya más reciente - fue ídolo de nuestra adoles­ Dice un historiador argenlino, M. M. Román: cencia- surge Juan Pedro López; lo conocimos en ''El celebrado au tor de la "Leyenda del mojón", sus mejores momentos, arrogante figura de gran relato en décimas que dio base a nna película ar­ señor, con ese aplomo que dan los triunfos popu­ gentina, compitió con varios trovadores argenti­ lares. nos de ·gran nombradía. Entre eslos Evaristo- Ba­ Fue autor de algunas poesías de fácil sentimen­ rrios" - tan conocido en el Uruguay en mérito a talismo, "Quema esas cartas", "Cierra esa puerta" graciosas y ocurrentes grabaciones- "y Francisco y la exlensa l\Iilonga "La Leyenda del Mojón" ~an N. Bianco le tributaron en sm ,·ersos, homenajes conocida en nuestro país y aún en la Argentma de recordación bien merecidos." que entonaba con dramático énfasis y gestos ele ac­ Podemos decir que si no antes, por lo menos con tor, recitando en las partes centrales de algunas de él, cerróse el ciclo de los payadores; guiz{t la es­ sus estrofas. tridencia de la radio apagó Ja voz -y la . esponta­ Cuando el aviatlor Ramón Franco arribara a neidad- de los troveros que huyendo de las luces l\Iontevideo, López le improvisa en una fiesta co.n capitalinas refugiaron su derrota en triste peregri­ singular acierlo y el español a su vez le obseq~1 ia naje por pueblitos del interior. con una linda guitarra exhibida luego por el ca!1· lVIás o menos contempori11eo de López surge tor en st1s andanzas, como una reliquia. Braulio Cesáreo, de voz potente y espléndido fi­ Gustó mucho en Buenos Aires, de cuyas aclua­ nal en sus versadas - Milongas casi siempre- que ciones destaco un detalle sugestivo: nunca quiso de humilde peón ele herrería por la Curva de Ma- enfrentarse a Ezeiza y alguna vez que actuaron jun- 109 108 roñas, llega a alcamar súbita ,fama. venciendo al Sobre las cuchillas palrias erirndas de lanzas, de famoso argentino Abelarclo Jose Bons, con el _cual sables y de réminglones galopa tdgico el año 1904. mantuvo varios duelos, alguno de tremebundo final. Un ce11te11ar ele hombres milacl soldados mitad Evoco a Pedro Medina a guíen oí por el veinle gauchos se aprestan al combaLe; su Jefe reúne en y cinco en café ele la Unión; simpático y desen­ cuadro a las tropas para arengai-las. vuelto -condición muy payadoresca- rotundo en Es un Jefe valiente pero duro de boca para esas improvisaciones ocurrenles que entusiasrn~~an a rosas, así en frío; durante la pelea sí sabe dar ór• cualquier auditorio, tuvo entr~ otros el mento ~e denes y son rápidas y son precisas, y hasta le so­ dar a conocer en todos los rincones ele la patria bran palabras para alentar a un indeciso o a un el famoso "Truco'e cuatro" del minuano Santos herido o para despedir a un moribundo; más ante Garrido (Guillermo Cuaclri) . la solemnidad de las tropas formadas a la espera ele sus frases, no le sale ninguna. De corrido no es "Don pulpero, altansenós capaz de improvisar más de un ¡Viva la Patria! o las cartas y los porotos, vamo a ganarle a estos chotos 1Viva el Partido! Y hay gue decirle algo a esa in­ uno "hasta el dos de tres dos". diada que aguarda palabras encendidas para que­ Giieno, tape, las das vos, marse conlenta en el braserío. y vos las cortás, Mariano. Cuidame muy bien la mano Vacila. Disimula -viejo recurso- remolineando porque si pierdo y me tomo al pingo. Piensa con fastidio en su segundo Jefe: puede que te deje el lomo como galope'e gusano." podría "desempeñarlo" en este Pericón, tiene boca de seda para los discursos, es muy "letrao'', habla florido él, aunque difícil, eso sí, no todos lo en­ Ironías del destino: estas décimas que relatan un tienden, siempre está con "el problema de la hora" pintoresco partido de naipes fueron su c_aballito ele o con que van "a entrar en las páginas de la his­ batalla; pero también barajas por me_d10, en par­ toria" ... tido similar de final borrascoso, Medma mata en la disputa a su ocasional adversario. Cumplida sn Mas los tapes no saben problemas -cuentan con pena, muere al poco tiempo de salir de la cárcel. los dedos- y además, ¿qué van a hacer en esas pá­ Cerrando así el ciclo del payador -verdadero ginas si no saben leer? portador y mantenedor de nuestro folklore - (pues Dejarlo discursear es darle alas, hacerlo Jefe, y aquí es cuando comienza la agonía _de este arte), ya las tiene muy largas. En ese instante está ahí, vuelvo atrás en el tiempo para tennmar, por gala, detrás, guardando la distancia; pero en el combate con dos troveros de rancio abolengo, Orlando Lan­ la pierde y se corta adelante. A veces vuelve h erido, dívar emparentado con los Lavalleja y Lindolfo pero aludo siempre. Olvida órdenes y cuando el Spíkerman de noble apellido. Jefe se lo recrimina repite su excusa: De ambos vamos a exhumar viejas crónicas -Es el tostao, mi Comandante, no lo pude parar. nuestras: 111 110 Pero el Jefe le mira de reojo los flancos del ca­ tes enancadas a un bordoneo. La realidad extraíí.a ballo y unas simétricas h u ella~ de sangre y pelo del espectáculo está por encima de la fantasía: el clen11ncian Ja mentira. teatro es el campo, el público una montonera pron­ y ahora en crítico momento lo adivina tras suyo, ta a dar su sangre por una divisa o por romanti­ esperando la bolada, se le viene a las barbas, sien­ cismo o porque sí; el artista un payador, un ra­ te que adelanta su tostado ... yador cualquiera, un payador más pero un símbolo -Soldado Lamlívar! - grita entonces el Coman­ de la raza gallarda, heroica hasta lo absurdo, que dante. ahora se emociona como un niño ante su cantor. El tostado retrocede, aguardando. La sugestión de la escena vuelve triviales las pa­ Un mocetón de mediana estatura sale de las fi­ labras, hablar de ella es desvanecer sus bárbaros las, desenvuelto, avispado, cuadrándose a medias. colores. -Acerca te. Sólo quiero agregar una legendaria frase de aquel general argentino La Madrid: "Para imponer res­ Pocas palabras y ya sale el mozo hacia un árbol peto a los soldados criollos, un buen militar ne­ cercano, desata un ponchito calamaco y torna con cesita dominar tres cosas imprescindibles: saber una gu itarra encintada ele blanco y celeste. mandar como un padre, saber pelear como un ti­ Se coloca al centro del cuadro dominando con gre y saber tocar la guitarra como un ángel". su aplomo algunas primeras risas que no lo atu­ Realmente este fue breve, fugaz episodio en la rullan, bien sabe lo que tiene entre manos, para vida trashumante de Landívar, sus verdaderas ar­ eso es el payador. mas fueron su guitarra, su calamaco terciado y su Y canta. Le canta a la patria o al partido, para picardía. ellos es lo mismo, al caudillo, a sus propios com­ Veámosfo llegar a un pueblo cualquiera de cam­ pañeros. paña en ferrocarril cuyo boleto no paga nunca por Tiempo después, antes de otro combate, de nue­ lo q~e una vez se le perdona y otra se le obliga a vo frente a un cuadro ya medio raleado, grita el apearse en la primera estación. Jefe, esta vez con títul? flamante junto al apela­ O viaja agregado a un cortejo fúnebre o a un tivo: remate importante. -¡Sargento Landívarl Actúa con variadas alternativas, tanto da; igual Mas ahora el payador no sale corriendo a buscar se deja estar semanas enteras y no en fondas u ho­ la encintada vihuela, hace una seña y se la trae su teles baratos. Menos tiene, más derrocha, fantasea, asistente, cuidadosamente, como quien trae una cuenta hazañas, se dice nieto de Lavalleja. bandera. Un día se le ve marchar a la estación en ani­ Co~ respeto yo imagino una voz amplia y sonora mada charla con el dueño del hotel. Cuando lle­ llegando al corazón ele esos hombres que se sienten gan el tren ya está por salir. Un abrazo efusivo, nombrar por uno de los suyos con palabras vibran- lleno de alharacas. Quiere hablar de la cuenta el

112 8 113 hotelero y lo abrazan de nuevo. Pitadas del tren, do jaquet gris con flor blanca al ojal y se tocaba campanilleos, el chás-chás del arranque . . . con galerita inclinada hacia un lado. Y un hombre simpático que desde la ventanilla Más que profesional -aun cuando no tenía ma· agita un ponchito y da grandes voces de afecto yores recursos- cultivaba su arte por gala, como apagando las otras -ya airadas- de justo reclamo. herencia de lujo, alternando con hombres como Al­ Cierta vez se halla en una timba, ha perdido cides de María y Elías Regules. todo. Hace unos veinte años llegamos a su piecita hu­ Mira su ponchito, livianón, gastado; se separa milde - un altillo- en tranquila calleja de la Ta­ un momento de la rueda y pide otro, aduciendo blada. frío, a un personaje respetable. Se lo pone y torna -Yo era muy "estilero". Cantaba décimas de Al­ al juego. cides y de Enrique de María, de Rafael Obligado, -Por mi poncho, ¿cuánto me llevan? Adolfo del Campo, Juan Escayola, de Ceferino Tra­ -Diez pesos, - dice alguien mirando aquel lujo. vieso que también tocaba la guitarra -nos dice­ de oído pero muy bien. Pierde y alcanza el calamaco. -Conocí a Eloy Riano, ¡qué guitarrista! Sí, tam­ Cuando le protestan, aclara sonriente con sim­ bién a Landívar, fuimos amigos, el hombre de los patías que desarman enojos: caminos. . . siempre con su ponchito él. -Yo dije el poncho mío. Cómo vi'a jugar éste Spíkerman recuerda muchas letras, la mayoría de que es de don Fulano ... carácter patriótico, algunas compuestas por él mis­ Terminamos nuestro libro con la semblanza mo; pese a sus ropas humildísimas trasunta cierta de un cantor de glorioso apellido, Lindolfo Spí• distinción y cultura. Tiene más de ochenta años; kerman. conocimos, no con él pues vive solo, dos hermanas El habrá de recoger con noble ademán una gui­ suyas y también hijos y nietos. tarra de leyenda posiblemente desembarcada en la -Aquí todos me dicen abuelo, gi·andes y chicos. playa de la Agraciada en brazos de Andrés Spí• Hace unos días una negrita de unos nueve años kerman, el cadete, ya que su hermano el Sargen­ golpeó a mi puerta; tras alguna vacilación me acla­ to Juan nos dice en sus memorias que esa memo­ ró que venía a pedirme permiso para decirme abue­ rable noche Andrés cantó "unas famosas décimas lo ella también, porque como era negrita . .. en las que se ponía de oro y azul al General La­ valleja" quien intrigado requirió el nombre del au­ -Mi abuelo Juan y su hermano Andrés -los de tor resultando ser un Teniente español Valverde la Agraciada -no eran domadores pero sí grandes apresado en un combate pocos días después por los jinetes. ·Como una gracia cambiaban sus caballos mismos "33" ... a la carrera de plaza Cagancha a Plaza Independen­ cia; en esta última solían hacer corridas de sortijas. El nieto del Sargento, pues, Lindolfo Spíkerman, fue mozo de estampa atrayente, vestía bien corta- -Los dos tocaban la guitarra.

114 115 En su lucha por la vida, no siempre fácil, don me levantaba y la acostaba a ella entre las cobijas, Lindolfo parte un día a la Argentina y se dedica así agarró buenas voces; pero una noche ... a cuidar ganado, cerca de los lagos de Nahuel -Verá, una noche yo cantaba en un boliche, por Huapí. Hombre de coraje y hecho a las armas, se acá por la Tablada, hace ya muchos años. Era una hace respetar en un medio áspero y bravío, de asal­ décima patriótica que terminaba así: tos y malones. Considerado, logra el puesto de Oficial Inspector "Bien puede te!'nblar la tierra de policía que ejerce durante un año. Esto repre­ que el oriental no desmaya". senta la seguridad, Ja tranquilidad económica. Un italiano allí presente le remeda el final: Pero he aquí que para confirmarlo en dicho car­ go se le exige nacionalizarse argentino. -No desmaya mas "despara" . .. No puede. Un Sargento de la Agraciada, su abue­ lo Juan, le tironea desde la patria. -Cierto, yo estaba medio punteao, y él también. Nos muestra el nombramiento y la aceptación de Con los golpes nos refrescamos. En realidad éramos la renuncia; se empeña en regalarnos ambos docu­ amigos; por eso, medio abrazaos, él protestaba en mentos, le aceptamos el último fechado en 1894. su idioma que había sido una broma y yo. . . yo lloraba por la guitarra rota en su cabeza. Realiza la grabación de unas décimas en exalta­ Este cantor tuvo su buen cuarto de hora a fines ción de Aparicio Saravia; así logra noventa pesos y de siglo; en un número ele "El Fogón" lo hallamos se casa con una hija del coronel Angel Muniz, tor­ cantando celebrada décima de Enrique de María; y nando a cuidar ovejas a los lagos argentinos. así como en libro de poesías nuestro clásico Ma­ Regresa años después con hijos que nacionaliza gariños Cervantes dedica una al payaclor Ezeiza, orientales. otro no menos clásico, Orosm{111 Moratoria, honra -Orientales, me aclara, no uruguayos. con dedicatoria similar - esta vez elegíaca letra de Animado por nuestro asentimiento, acude a los Vidalita- a Lindolfo Spíkerman, en 1895. clásicos ejemplos históricos; agrega que toda la fa­ Una tarde que le pedimos que entonara algo: milia se reúne un día al año en casa de un hijo que vive cerca, en torno a un asado. Ese día es el -Y sin guitarra .. . nos dijo. 19 ele abril. .. Le conseguimos una, y siempre que lo visitába­ Tropero largos aí'íos, vive ele modesta jubilación. mos nos cantaba antiguas décimas y hasta impro­ Entre mate y mate, al extrañarnos de hallarlo visaba alguna cuarteta. sin guitarra, baja Ja cabeza. A la hora del atardecer, en aquel sosegado lu­ -Me da vergüenza contarlo, no lo diga en su gar tan parecido a la campaña, hasta los ranchos libro; yo tenía una guitarra de veinte y cinco rea­ vecinos llegaba su voz esfumada en nieblas de le­ les, la había hecho buena a fuerza ele cama. Sí, yo yenda por los años y la distancia.

116 117 Mientras canta, hace el recuerdo -enancado a un Es tilo- un viaje fantasioso hacia la lejana ju· ventud del viejo que parecía asomar a sus ojos, a su expresión ausente. Cae la tarde como una bendición del cielo, el NOTAS AL APENDICE l\IUSICAL aire fino de la hora se carga de sutiles aromas, al ESTILO - Compuesto sobre tema recopilarlo en Salís de tiempo que salen de sus ranchos -como sapitos en Mataojo (La\'alleja) por Cédar Viglietti en 1927. Fue día de lluvia- unos niños blancos y una niña negra publicado completo para guitarra por la "Antigua Ca­ para oir con respeto cómo canta el abuelo. sa Núíiez", llenos Aires 1967. OTRO ESTILO - Compuesto por Luis Alba y publicado Hará unos ocho años nos llamó para devolvernos completo para guitarra en "Folklore en el Uruguay" la guitarra (no aceptársela hubiera sido una ofen­ de Cédar Viglietli, Montevideo 1947. sa) porque ya sus manos no podían con ella. Y así CIFRA - Versión Lomada del Payaclor López, de Durazno, se empezó a morir. en 1897, por Luis Alba. OTRA CIFRA - Composición de cankLer más popular, recogida por el autor en 1920. CIELITO - Tomado del estudio mbre Bartolomé Hidal­ go, de Martiniano Leguizamón: "El primer poeta crio­ llo del R ío de la Plata" y reproducido por Carlos Vega. OTRO CIELITO - Compuesto por Luis Alba y publica­ do completo para guitarra en "Folklore en el Uruguay" de Cédar ViglietLi, Montevideo 19,17. CIELITO - Compuesto en JS91 por el músico compatrio· La Leopoldo Díaz, quien lo acopla a sn Pericón. MILONGA - Tomada en parte a un cantor en las Cos­ tas del Olimar 1910, por Luis Alba y publicada en forma completa en la obra citada. Agregamos por vía de ejemplo las semicorcheas de los tres últimos com­ pases. /\IALAMBO - Compuesto por Luis Alba para "Folklore en el Uruguay", del autor. l\fontevideo 1947. l\IALAMBO - (Más popular) . En estos dos compases que deben hacerse a base de conLin uos rasgueos, est;\ con­ tenida la forma más completa -y más ~encilla- :le esta danza. l'ERTCON - Tomado por Lnis Al ba en 1897 a C;\ncliclo Silvera, Teniente J\ lcalcle de la 17~ Sección de Montevi· deo, en la pulpería llamada "del Catalán Casella'". MEDIA CAFIA - Reconstrucción de Luis Alba en base a melodías recogidas en el litoral urug ua)'O a fines de siglo.

118 119 POLCA - Recogida por Luis 1\lba en 1907 a un acordeo­ n ista de apellido Ramos, en costas del Arroyo d e la Yirgen (Florida). \ ' IDA U T.\ - Tema popularísimo en todo el país a comien· zos del siglo. l lüELL.\ - Tema relativamente popular, oído reiterada­ mente por 11oso 1ro ~ hacia 191.'í. T RISTE - Composición de Luis Alba en base a tema oído en Soriano a fines del siglo, y publicado completo w nuestro "folklore en el Uruguay". No se ajusta a Ja, clásicas ocho sílabas -cqmo tampoco la primer Cifra-; pero al modiíicarlo se arriesgaba destruir su inclisculi­ ble belleza. Obsérvese cómo acusa marcada influencia incaica. ~\ ~\ ~\ l\i.- --.."91' r_ 1I \ 1

~ ·~ NI ~ - ~ '1 1 ~ ~ ~ ,...,, ~ ~ ~ ~ -.,. t -1- ~ ~ BIBLIOGRAFIA INDICE

En Ja preparación de esta obra, además de la informa­ ción recogida personalmente en las propias fuentes popu­ Generalidades ...... 9 lares, se han tenido en cuenta obras y artículos do los si­ guientes autores: El Triste y el Estilo Eduardo Acevedo Díaz - A. Acevcdo Hern;\ndcz - Fran­ el Triste ...... 17 cisco Acufia de Figucroa - J. Alonso y Trelles ("El Viejo el Estilo ...... 25 Pancho") - Orestes Araújo - Isabel Aretz - Fernando Assun\íªº - Víctor Arreguine - Lauro Aycstar{m - Félix La Cifra ...... 29 de Azara - Francisco Bauzá - Andrés Beltrame - Fran­ La Milonga ...... 35 cisco A. Berra - Areliano Berro - P. Berrutti - Luis P. El Cielito ...... 41 Bonavila - P. Caldleugh - P. G . .Cattaneo - Paulo de Carvalho Netto - Félix Coluccio - "Concolorcorvo" - Pai­ El Pericón ...... 49 xao Cortés -Charles Darwin - F. Espinoza y Téllez - M. La Media caña ...... 57 Fal~áo Espalter - J. M. Fernández Salclafia - Juan C. Fe­ rrer - Lázaro Fl ury - Jorge M. Furst - Manuel Gálvez La Vid ali ta ...... 6 1 - Flavio A. García - Serafín J. García - Nicasio García La Polca ...... 67 Berisso ("Sandalia Santos") - G. García Selgas - A. Gen­ tleman - Domingo González ("Licenciado Peralta") - Ra­ Gato, Huella y Malambo món P. González - J. Graaner - C. Graham - Paul Grous­ el Gato ...... 73 sac - Juan Carlos Guarnieri - Bartolomé Hidalgo - Ar­ sene Isabcile - Tomás de Iriarte - Dámaso A. Larrafiaga la Huella ...... 76 - Martiniano Leguizamón - Barbosa Lessa - M. López el Malambo ...... 78 Ossorio - Antonio D. Lussich - Ventura Lynch - Santia­ go Macicl - A. Magariiíos Cervantes - Alcides de María - El Candombe ...... 81 Isidoro de María - F. Malina Tellez - Ismael Molla - El Minué montonero ...... 83 José Monegal - A. Montiel Ballesteros - Daniel Mufioz ("Sansón Carrasco") - Alcides d'Orbigny - l. Pereda Val­ Otras danzas ...... 87 dés - Antonio N. Pereyra - Dom Pernclly - Juan E. Pi­ Los Payadores ...... 91 vcl Devoto - José Podestá - Domingo Pratt - J. Proctor - Carlos Reyles - J. y G. Robertson - Gregario F. Ro­ Apéndice musical ...... 119 dríguez - Yamandú Rodríguez - Marcelino Román - Ró• mulo Rossi - Vicente Rossi - Carlos Roxlo - Ana S. de Cabrera - E. d e Salterain y Herrera - Sandalio Santos - Rafael Schiaffino - F. Silva Valdéz - Leogardo Tortero­ lo - J. Torre Revelio - Carlos Vega - Javier de Viana - Daniel Vidart - J . Zorrilla de San Martín y Alberto Zum Felde. Esle libro fue realizado para las EDICIONES DEL NUEVO MUNDO con la contribución de la Comisión del Papel (Ley N9 13.349, art. 79), en los talleres gráGcos de la IMPRESORA CORDON, Dante 2156 en el mes de mayo de 1968. L Cédar Viglietti, conocido como virtuoso de la guitarra, es asimismo un estudioso y un metó• dico investigador de los orígenes musicales na­ cionales.

Su infancia transcurrió en la villa de la Unión, en contacto con payadores y vieios cantores de nuestras formas folklóricas, que despertaron en él una definida vocación por el conocimiento de su pasado. "Folklore Musical del Uruguay", cui­ dadoso análisis de la expresión musical orien­ tal, animado con lo pintoresco, lo típico y lo crí• tico, es un estudio basado tanto en la erudición bibliográfica, como en una minuciosa búsqueda que le ha permitido reunir valiosísimas y origi­ nales informaciones en las propias fuentes po­ pulares, campesinas o urbanas.

CA~ATULA DE HORACIO AflON

•r.•!t•••••·••a:i:t•••.., biblioteca ...... ••••••'1• .. uruguaya ...... ••a:•••••••., ...111.