FOLKLORE MUSICAL DEL IJBIJGIJAY Cé1la1· Viglietii t 1 l 1 1 •'••a:•r.ii!ll•••• ..... 1 ......, .. 1 biblioteca n•••••••··••••••:.•:••···~· uruguaJJa a:•••••1r.•••ii:H!lil• 1 J RIBI IOTECA URUGUAYA 6 CEDAR VIGLIETTI FOLKLORE MUSICAL DEL ÜRUGUAY ~ COLONIA1622 Tel.: 24 000 712 [email protected] (!!3~ Montevideo / Uruguay CEDAR VIGLIETTI FOLKLORE MUSICAL DEL URUGUAY 1~~1 EDICIONES DEL NUEVO MUNDO MONTEVIDEO 1968 ( ", A mi hija Silvia. A mi amigo Luis Alba. © 1968. EDICIONES DEL NCEVO l\IUNDO Juan Carlos Gómez H97 - i\Ionlcvideo. Derechos reservado~ con[orme a la ley. lmprcso en Uruguay - Prinlcd in Uruguay. I GENERALIDADES El folklore, ese hijo natural de padres descono­ cidos ... (Larousse). Concedido que un hecho cualquiera tendrá ca­ rácter folklórico cuando concurran las clásicas con­ diciones que lo configuran como tal, nosotros agre­ garemos -en nuestro estudio- la impresión perso­ nal reflejada en la tradición debidamente analizada. Recuérdese, tradición, según diccionario: "Trasmi­ sión oral de hechos históricos, composiciones litera­ rias o musicales y coreográficas, hecha de genera­ ción en generación". Dice bien Molina Téllez: "Es necesario distinguir lo popular circunstancial, que es sensualismo de corta duración, de lo popular auténtico que, por depuración y largo baño lustral dado de genera­ ción en generación, invoca sus derechos de expre­ sión espiritual de un pueblo". Así deviene la tradición, o lo popular tradicional. No obstante, obsérvese la elasticidad del concep­ to en este curioso ejemplo de Ismael Moya: "Si en un área, cierto porcentaje de población expresa trozos de Martín Fierro no porque lo leyó, sino porque lo oyó en el curso de la vida y ni sospecha que es de Hernández, este trozo en tal circunstancia es folklore para el que lo repite y solamente po­ pular para el conocedor que lo escucha". 9 tock y en varios autores rusos, españoles, etc. Este La co11dición que conjuga con el conc~pto de Moya es la ele anónimo, se habrá ~dverticlo; 1:0 error -por la cultura de quienes conozcan tales au­ importa se piense -en alarde de su~ il eza- que re­ tores- es realmente poco común. buscando intensamente en el pasac.o logre ~arse En nuestro país -al igual que en la Argentina algún día con el autor, con ese "padre desco~oc1do". y en otras regiones andinas (la extensión del área Deberá ser espo11tá11 eo, o sea lo contrano ?e lo no tiene importancia) - existe un ejemplo clásico técnico universitario y por ende de lo reUex1vo o de folklore: la Vidalita. Observe el lector y con­ fronte si se cumplen o no todas las condiciones intencional. Colecl'ivo o regional, se trate de un pue.blo (claro mencionadas. que de algunos elementos más ~ menos dispersos. ~e En cuanto a la procedencia de lo nuestro (no esa comunidad pues no valdna una s_ola fanulia digo origen) pienso lo siguiente: así como del estu­ de común origen, por ejemplo) de va~10s departa~ dio de la música folklórica sudamericana (especial­ mentos 0 provincias o aun nusm.o pa1~es ~ercanos mente argentina, Carlos Vega) las fuentes principa­ entre sí 0 de raíces o influencias h1stóncas co- les surgen en Lima, vertiente de la primera cultu­ munes. rn -incaica y europea- así sucede con Montevideo A es tas condiciones imprescindibles que hemos irradiando su influencia sobre la campaña. subrayado agregaba el estudioso a~gentino Carlos No se juzgue es ta afirmación como nacida bajo Vega Ja de superviviente, realmente n~~eresante, que la sugestión de las citas históricas que se van a anima y embellece el hecho en cuesuon. leer -casi todas ellas capitalinas- pues tengo bien Otro folklórogo brasileño, P. Carvalho J'.l:Tetto, presente que los testimonios de los viajeras de si­ agrega a las citadas caracte~ísticas la de. funct011al, glos pasados no se refieren mayormente al interior que no descartamos -obv10 fuera decirlo-:- p~es del país, en razón de que dichos autores apenas se existe -o existió por lo menos- desd~ el pnnc1 p10, asomaron a los enrejados balcones de la ciudadela. desde el mismo nacimiento o adopción del hecho La música del gaucho - llamémosla por ahora no considerado. muy correctamente así- no estaba aquí cuando él Además: es sabido que un abuso del vocablo fol­ apareció. Nada le h abía dejado el indio. Tuvo que klore designa así a una música que adof t~ sus ma­ crearla. ¿Solo? No. En el aspecto coreográfico, más teriales, temas instrumentales y proced1m1entos, ? fácil para ejemplo, un Cielito o un Pericón ofre­ sea su temática y su estilística, del verdadero Y ori­ cen modalidades de indudable ascendencia europea. ginal folklore, surgiendo en obras populares como En lo musical, el Triste, lo más nuestro, acusa las que se hallan en bog~; y hasta a ve~es se ex­ origen incaico pero la escala procede del Viejo tiende el falso título a emrnentes compositores gue Mundo lo mismo qne su contenido literario esen­ bebiendo en las viejas eternas fuentes profundiza­ cialmente hispano. ron en una tecnificación o estilización tal como se observa en nuestro Eduardo Fabini, o más lejos, en Pese a llamársele música gauchesca no nace en Villa Lobos, Ginastera, Grieg, Smétana, Bela Bar- el campo nuestro folklore musical; crear un Estilo 11 10 medio. .. ,. en fin ' mot·ivos to. d os concurrentes a la (pongo por caso pues cada guitarrero tenía el suyo vación.1 etenc10n de ese arte familiar ' a su cannosa. _ conser- propio) presupone una serie de conocimientos ad­ quiridos directa o indirectamente en los centros Esto no significa un vocabulario forzosamente cultos, urbanos. En largos períodos -generaciones ga;ich~sco cuand~ canta, conviene desconfiar, pues a veces- aun cuando en forma inconsciente o sub- mas bien gl~stara de una literatura propia de los consciente. centros medianamente cultos' ya q··iee ' quiera. o no Ocurre ello por lenta asimilación, por contagio, con f esar1 o, en ellos tiene puestos sus ojos. por herencia. m Aclaremos: al decir nuestro folklore no limita­ Existe sí, la creación -relativa- de la melodía os es~ con.cepto con un rígido sentido de fron­ compaginada en algún ca?º con trnzos tomados aquí o allá, pero el resto, medida, armonía, ritmo, ~~~;s; s1 .nació tal danza aquí o enfrente, demués­ - 0 qdi:ien guste de esas porfías localistas. Nos- es fruto de lento proceso adoptivo y asimilado por otros iremos nuest1 . 0 cuand o aqm, se aclimata natural influencia del medio ambiente. cuand 1 h d o bllega a ser el med' 10 d e expresión· artística' Quizá la obra más interesante del campesino con­ d~ elfm J~ ¡ronteras adent,ro, aun cuando fuera sista en conservar, primeramente, lo que recibe; y p as ic :eo olklore sea mas o menos conocido. luego simplificar, quitar esos inútiles abalorios de or otra parte, esto es lo correcto. los que el músico -cantor o guitarrero- de la ciudad, más hábil, suele abusar en comprensible Allende el Plata hubieron danzas y cantos ue afán de exhibicionismo. ~o pueden ubi~arse de este lado; allá existe ma~or El virtuosismo negativo de este último es elimi­ ane~ad, de ritmos principalmente, ya que por nado a la postre por el amor del campesino, intui­ ;:~~ap de su. 9eografía recibió aportes de Chile, tivo, instintivo, que acierta a · conservar lo funda­ gu~y, Bolivia y Perú, enriqueciendo así su acer­ mental, lo realmente valioso (el baño lustral ante­ vo musical. dicho) y las más de las veces sin advertirlo. ~osotros -junto al Brasil de distinto idioma que Antiguamente la vida en el campo transcurría quizá por .ello poco o nada nos aportó- logr~mos lentamente, tal la causa poI" la que el folklore se menor variedad de especies y aun de instrumentos· hallaba en el interior: ausencia de novedades en pero, en compensación quizá, la adopción de cier~ material sonoro, afición a lo familiar o a lo here­ tos elementos fue no menos fecunda por intensiva dado por tradición lugareña, una visión menos am­ como se verá más adelante. ~ plia del mundo artístico por restricción de horizon­ tes, apego natural a desenvolverse en la danza o en fr No hubo, pues, mayor intercambio a través de el canto bien conocidos -defensa natural- en con­ onteras terrestres, basta observar que no nos ro­ traste con la desconfianza hacia las renovadas mo· d~an fuertes. c~ntros culturales; ese trasiego más das capitalinas, el tema accesible de los versos que ~1en se realizo entre Montevideo y Buenos Aires con dichas músicas se entonan- candor del pueblo e puerto a puerto. ' que habla de lo suyo, de los sucesos comunes a su 13 12 De las influencias europeas que inciden en nues­ ii.e,ron w ~ cuerdas, pues, (casi todos ellos de f tro país se desLacan las españolas en primer tér­ cion .º "de oído" como suele decirse) ArtÍ as ¡. mino, luego las francesas e inglesas. 1 t ':ª _lep, el Padre ~fontcrroso, Eusebio Va1J:11 ~ .. ~ ­ No significa esto una adopción ck Jotas, 1vfinue­ F.e1 ~ando _O torg:1c:s, ~ os dos Spíkerrnan ele la A~ra'. Los y SchotLishs en continuada persistencia. Antes nac a, Bat tolomc II1daluo el asisLe11te "A . " F A · 0 ' • · • nsrna , bien, un hondo sentido racial desalojará pronto de a1_1 ~ t o gullar, Jua~. Manuel Jfonifaz, Bernardo P. estas playas esos Lemas de a U ende los mares. Bc1~ o, Fernando Qu1pno, quien justamente en esas Se bailaron, es cierto, tales danzas; pero no arrai­ cue1das compuso la Canción Patria (1) A . S · T . , panc10 garon, y cunndo alguna vez Jo hicieron fueron trans­ aravia Y , u 110 Herrera y Reissig. formadas, re-creadas. Concretando, nuestro folklore musical está com­ puesto por las siguientes canciones: Triste, Estilo, Cifra, Milonga y Vidalita.
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