Futbol Limpio Negocios Turbios
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
Capítulo 1 Crónica de la involución "El fútbol es un comercio de fervores sentimentales, y no una industria de manufactura deshumanizada". Dante Panzeri. Nada volverá a ser igual en el fútbol argentino después del mundial de Corea y Japón. Ni siquiera su más atractivo producto de marketing, el seleccionado nacional, que había quedado a salvo de convertirse en ruinas humeantes, como el resto de la actividad. La prematura eliminación del equipo en la primera ronda, significó la expectativa frustrada de obtener la Copa y, por añadidura, que se recaudaran casi 7,5 millones de dólares en total, la suma que sí percibió Brasil por salir campeón. En cambio, la Argentina apenas embolsó 2,5 millones porque sólo jugó tres encuentros, con Nigeria, Inglaterra y Suecia. Las consecuencias del fracaso deportivo ya se perciben hoy. Mientras los actuales campeones del mundo anunciaron que cobrarán un canon de 500 mil dólares por partido amistoso de aquí en adelante, en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) estudian cómo harán para mantener activos a los patrocinadores del seleccionado: Coca Cola, Visa, Quilmes, Adidas y Carrefour. Y resulta impensable que, el último superávit de 3.109.110,14 pesos que produjo el equipo nacional durante la convertibilidad, pueda transformar una tendencia al derrumbe que ya se vislumbró este año. Por el contrario, el pasado 25 de octubre se aprobó el ejercicio 2001-2002 que arrojó para la AFA un déficit de 20.725.084,31 pesos, un resultado singular si se analizan las sucesivas ganancias anuales durante la década del ’90. “Se trata de un período inéditamente difícil para el país, para los clubes y para nuestra propia Asociación”, sintetizó en su informe al Comité Ejecutivo, Héctor Domínguez, el tesorero de la AFA, en una de las 653 páginas del último balance. Mucho demorará en percibirse el renacimiento de esta industria sin chimeneas, exportadora de talentos deportivos cada vez más púberes y sumida en el quebranto, si su artículo más seductor durante dos décadas, la selección, baja su cotización. Aunque no es el único índice desalentador. Se trata de otro dato negativo del actual fútbol argentino. Ese territorio fértil para apenas un pequeño racimo: grupos empresarios de origen difuso, con o sin patente para operar, intermediarios parasitarios, propietarios de derechos televisivos que poseen contratos leoninos y hasta ciertos accionistas de experimentos bursátiles. En contraste, los clubes deben cifras millonarias y sólo a la AFA le adeudan créditos en conjunto por 102.247.714,68 pesos, sin contar otros ítems como los préstamos destinados a sistemas de seguridad (cámaras de video, centrales operativas, audio) por 10.548.294,28 pesos. Los estadios semejan anfiteatros donde se añora el eco de las multitudes que, en 1954, alcanzaron su clímax con 15.056 entradas vendidas de promedio por partido. Ahora, lejos de ese pasado de esplendor recaudatorio, todo es muy diferente. Desde la temporada 1996-1997 se aceleró una tendencia a la baja que, en el período 2000-2001 registró apenas 5.828 boletos colocados por encuentro en Primera División. La devaluación, la aplicación del IVA, los altísimos costos en los operativos de seguridad por cada partido, los distintos impuestos provinciales y municipales y hasta la entrega de entradas de favor, redondearon un diagnóstico desalentador: el fútbol padece un estado de inanición. Ya no resulta suficiente como alimento la transferencia de jugadores que, sin interrupción, se van todos los años al exterior. Pero, además, los pedidos de quiebra a ciertas instituciones se han vuelto un rito cotidiano que, en ocasiones, convierte a los jueces de los fueros civil y comercial en programadores del espectáculo deportivo más cautivante. Por último, la violencia irrefrenable se combate con sanciones que castigan a las entidades futbolísticas pero, rara vez, a sus hombres. Ya sostenía Dante Panzeri a mediados de los años '70: "Muchos son los problemas de difícil solución por escasez de dineros. El del fútbol es quizás el único en el que las soluciones son difíciles por abundancia de dinero" (1). Su enfoque debería, cuanto menos, provocar un debate. Hay datos elocuentes: la FIFA vendió los derechos televisivos del mundial 2002 a cambio de 1.300 millones de francos suizos (unos 830 millones de dólares). Julio Grondona, el presidente de su comisión de Finanzas, en un informe del 3 de mayo pasado, sostenía: “La FIFA goza de una salud financiera única en su historia”. En efecto, más allá de las denuncias de corrupción que recibió su presidente, el suizo Joseph Blatter y del derrumbe de sus socios estratégicos, la compañía ISL y el grupo Kirch, entre 2003 y 2006 la federación internacional espera recaudar 2.042 millones de francos suizos (algo más de 1.300 millones de dólares). Es en este contexto - donde el fútbol posee la mayor convocatoria entre todos los espectáculos - que, en nuestro país, cobró vigor en los últimos años la polémica sobre la enajenación de ese patrimonio cultural y deportivo que han sido siempre los clubes. Quilmes, el primero que delegó su administración bajo la tutela reglamentaria de la AFA, vio trunco su proyecto de culminar la relación contractual con el grupo Exxel, que invirtió 11 de millones de pesos. Ese conglomerado de capitales volátiles abandonó el gerenciamiento de la institución cuando los fracasos deportivos se sucedieron. Las seis chances de ascender a Primera División que dilapidó el equipo disuadieron al Exxel de no continuar con su aventura deportiva. El sociólogo Héctor Palomino, quien ha emprendido más de un estudio referido al fútbol, señaló argumentos para tomar en cuenta durante una conferencia desarrollada en la Facultad de Filosofía y Letras el 14 de mayo de 1999. Citando al libro "Las pasiones y los intereses", de Albert Hirschmann, sobre los orígenes culturales del capitalismo, dijo que entre los términos de ese título "parece haberse establecido una tensión formidable" y que cualquiera los trocaría en la antinomia "asociaciones civiles o sociedades anónimas". Palomino interpreta que Hirschmann podría haber expresado: "La pasión por ganar dinero se ha legitimado culturalmente: estamos ya en pleno capitalismo, lo que equivale a decir que las pasiones han dejado de estar divorciadas de los intereses". ¿Se puede suscribir esta idea en una actividad tan expuesta a los vaivenes afectivos de la gente? Quienes tienen a su cargo la toma de decisiones en nuestra sociedad, mantienen una discusión aún no saldada sobre qué hacer con un fútbol jaqueado por continuas penurias económicas pero que, al mismo tiempo, es capaz de mover un volumen de dinero que lo convierte en uno de los sectores más seductores para el capital. El periodista Ezequiel Fernández Moores, en una extensa nota de la revista Trespuntos publicada el 26 de agosto de 1999, señaló: "Menem, para bien o para mal - según los gustos e intereses de quien lo mire -, cambió al país. Privatizó hasta el agua potable. Impuso la cultura del ajuste hasta en la oposición. Transformó corporaciones de hierro en papel, desde los militares a los sindicatos. Y en su cirugía mayor sin anestesia su bisturí partió en dos el cuerpo social. Pero no pudo con el fútbol..." Lo que ni el ex Presidente de la Nación logró con su empecinada política de obscenas privatizaciones, recobró fuerzas durante el gobierno de la Alianza. Los clubes de fútbol - un botín sin la dimensión estratégica de empresas como YPF o Gas del Estado -, quedaron a merced de inmensas corporaciones o fondos comunes de inversión alentados por propuestas condescendientes de un grupo de legisladores menemistas, del presidente de Boca devenido en candidato político, Mauricio Macri, del propio Julio Grondona y hasta de la ex Ministro de Acción Social y Medio Ambiente, Graciela Fernández Meijide. En esa disputa dialéctica, quedaron enfrentados con políticos parados en la otra vereda como Alfredo Bravo y Néstor Vicente, con varios dirigentes y, por sobre todo, con la gran mayoría de los socios e hinchas que podría sintetizarse en ese espíritu indómito que muestran los seguidores de Racing. Durante los últimos años se han agrupado bajo consignas como "la pasión no quiebra". Si entonces pretendemos discernir cuál es el paradigma del fútbol nacional en lo que se refiere a la historia de sus clubes, lo que estos representan como elemento constitutivo de una cultura y por qué llegaron a la delicada situación en que se encuentran, debemos escarbar entre sus propias raíces. Esa es la tarea que, por ahora, nos proponemos, persuadidos de que éste es tan sólo un aporte modesto para un debate inconcluso. La búsqueda de una respuesta estimula a encarar un viaje de ida hacia el pasado. Cómo parió el fútbol argentino Transcurrido el período de dominio británico sobre el juego comprendido entre la introducción del fútbol en el país y la primera década del siglo XX, se asistió a su definitiva y acriollada fisonomía. Habían quedado atrás instituciones como la Argentine Association Football League (1893-1903) o la Argentine Footbal Association (1903-1912) - los primeros antecedentes de la actual AFA- , nombres y apellidos como los de Alejandro Watson Hutton, Isaac Newell's y Hugo Wilson y clubes como Buenos Aires Railway, Flores Athletic Club y Alumni, el emblemático equipo de los hermanos Brown. Sólo perduró en el mundo del fútbol el lenguaje de los ingleses, extendido a los términos más usuales: wing, centre half, team, offside, foul, entre muchos otros. "Para disputar el campeonato debíamos trasladarnos a todos los barrios, y así conocimos bien la ciudad. Yo pertenecía a un club que jugaba en la Tierra del Fuego, barrio del bajo de Recoleta, en el cual el Nacional Oeste (hoy Mariano Moreno) tenía su campo de deportes; allí jugamos hasta 1909, donde últimamente lo hizo River. ¡Avenida Alvear y Tagle! ¡Cuántos recuerdos gratos para tantos amantes del fútbol de todas las épocas! Así, obreros y estudiantes nos pusimos en contacto y aprendimos a respetarnos, no por lo que éramos, sino por nuestra capacidad de jugadores y comportamiento en el field.