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GABRIELA CERRUTI Big Macri Del cambio al FMI Espejo de la Argentina Planeta El arquitecto Mauricio Macri se echó a reír. Estaba desnudo, al borde de un risco. Abajo, a mucha distancia, yacía el lago. Las rocas se elevaban hacia el cielo sobre las aguas inmóviles, como una explosión de granito que se hubiese helado en su ascensión. El agua parecía inmutable; la piedra, en mo- vimiento. Pero la piedra tenía la detención que se produce en ese breve momento de la lucha en que los antagonis- tas se encuentran y los impulsos se detienen en una pausa más dinámica que el movimiento. La piedra relucía baña- da por los rayos del sol. El lago era solamente un delgado anillo de acero que cortaba las rocas por la mitad. Las ro- cas continuaban, inalterables, en la profundidad. Comen- zaban y terminaban en el cielo, de manera que el mundo parecía suspendido en el espacio, semejando una isla que flotara en la nada, anclada a los pies del hombre que es- taba sobre el risco. Mauricio Macri es Howard Roark. No es un secreto, claro, pero nadie le presta suficien- te atención cuando señala una y otra vez que El manan- tial es el libro que cambió su vida. El que releyó una y otra vez. El que le regaló a Juliana Awada para decirle que 7 estaba enamorado. El mismo que le sugirió leer a cada uno de sus ministros cuando se sumaron al gabinete. Un rito de iniciación. La vicepresidenta Gabriela Michetti puede decir que lo supo antes que nadie: ya se lo había regalado cuando le pidió que lo acompañara como vice- jefa de gobierno. No leyó muchos más libros en su vida: le aburren la lite- ratura y la historia. Pocas novelas le atraen, pero las obras de Ayn Rand, El manantial, primero, y La rebelión de Atlas, después, son la biblia de su religión. Su héroe es —dice— Roark. El arquitecto individualis- ta, envidioso, que no negocia ni un milímetro sus creencias y sus ideas, que fue capaz de destruir un edificio con sus obreros adentro porque no iba a ceder a las críticas ni a las perspectivas de otros sobre lo que él tenía que hacer o de- cir. El que cree que el altruismo destruyó a la humanidad y que el egoísmo es la fuerza que la salvará. El que divide la sociedad entre creadores y parásitos, y cree que la hidal- guía es un invento para debilitar la fuerza de los buenos. Por eso nunca recibe consejos, de absolutamente na- die. Cuando toma sus grandes decisiones, se encierra en sí mismo mientras finge que escucha, o convierte las conver- saciones en intercambios triviales para así no dar el bra- zo a torcer. Está dispuesto a llegar hasta el final por lo que cree y no atiende a las advertencias cuando le plantean ca- tástrofes por venir. Así creció, dice Macri una y otra vez. Así se preparó para ser presidente. Sin dudas, sin miedos. —Qué le voy a tener miedo a estos —dice. Con un gesto leve del mentón señala la ventana y deja que la mirada se suspenda en algún punto allende la Pla- za de Mayo. 8 —Qué le voy a tener miedo a nadie… Si crecí con el peor enemigo pegado a mi espalda. Y encima era mi papá. Con esa convicción, Macri ingresó a la Casa de Gobier- no el 10 de diciembre de 2015 para llevar adelante desde allí el proyecto liberal más ambicioso de la historia argenti- na que se haya puesto en marcha desde finales del siglo XIX. El mismo modelo que a lo largo de casi dos siglos defen- dieron los sectores empresarios, terratenientes y financie- ros ligados al capital internacional, e impulsaron median- te gobiernos democráticos o dictaduras militares. Y ahora, por primera vez, se despliega tras un triunfo en elecciones democráticas, y de la mano de un líder nacido, educado y formado en una familia fruto de la burguesía empresaria y la derecha oligárquica tradicional. Para hacerlo, Macri no tuvo empacho en refundarse a sí mismo. En algunos meses destruyó a su familia paterna y cons- truyó una nueva, glamorosamente perfecta, exhibida como trofeo en los medios de comunicación y las redes sociales. Le inició a su padre un juicio por insania hasta hacerlo renunciar a todos sus bienes; mientras la familia lloraba la muerte de su hermana mayor, Sandra, él internó a su her- mana menor, Florencia, en una clínica psiquiátrica. Se dis- tanció de su hermano Mariano y puso a su hermano Gian- franco a cargo de los negocios compartidos. Se rodeó de sus amigos del colegio Cardenal Newman y de las relacio- nes sociales de su madre, Alicia Blanco Villegas. Transfor- mó las empresas heredadas de su padre en fondos de in- versión, transfirió las acciones de sus constructoras a tes- taferros e hizo que sus principales socios, su primo Angelo Calcaterra y su amigo Nicolás Caputo, hicieran lo mismo. 9 Cambiaron de socios y diseminaron sus valores y propie- dades en múltiples fondos de inversión y en empresas ra- dicadas en paraísos fiscales para que sus fortunas y sus ne- gocios resultaran imposibles de rastrear. Comenzó así el intento más potente de la derecha ar- gentina desde el proyecto de refundación nacional de la dictadura militar que desalojó a un gobierno constitucio- nal el 24 de marzo de 1976. Los sectores empresarios, me- diáticos y financieros que habían administrado el Estado por medio de golpes militares, conspiraciones y alianzas con los sectores gobernantes o formando parte activa pero disimulada dentro de los partidos populares, por primera vez en la historia reciente llegaron al gobierno elegidos por los votos de la ciudadanía y representados por un hijo di- lecto, nacido, formado y educado en ese grupo social, po- lítico y económico. Desde el 10 de diciembre de 2015 Mauricio Macri ins- tauró un gobierno con prácticas totalitarias que avanzó so- bre el control total de la Justicia, manipuló la conversación pública y privada y reprimió la protesta popular, sin ser to- talitario. Un gobierno al mismo tiempo extremadamente li- beral en lo económico, hijo pródigo del capitalismo finan- ciero y el flujo de capitales líquidos, pero que en la política eligió el abuso de los decretos de necesidad y urgencia y la persecución a los opositores. El mismo patrón de otros go- biernos en los márgenes del Estado de derecho ahora sos- tenido por el marketing moderno y el uso intensivo de las herramientas del Big Data y la política 2.0. 10 Economía líquida, política condensada El laboratorio argentino no fue ajeno al clima de época en el mundo. El auge del capitalismo financiero, con sede en los grandes centros de inversión, donde la Bolsa y las acciones reemplazan a las fábricas y los obreros, se instaló en la Argentina con la misma cuota de fascinación por par- te de los sectores del poder y de resistencia por parte de las clases populares que en el resto del continente. El neoliberalismo a ultranza, con recetas y propuestas casi calcadas de los programas llevados adelante durante los años 80 en el centro del capitalismo mundial, fue al mis- mo tiempo una definición ideológica nunca revisada de la elite del poder en la Argentina y el lugar que la nueva fase de la economía mundial asignaba. Si la oligarquía argenti- na de finales del siglo XIX se pensó como «el granero del mundo», el macrismo en el gobierno se proclamó «el su- permercado del mundo». En definitiva, un proveedor de materias primas, ya sean producto de la tierra, de las nue- vas industrias digitales o —mucho más estratégicamente— de los recursos naturales abundantes en el amplio territorio argentino, y cada vez más protegidos en otras geografías. En la Argentina de Cambiemos, el ciclo de liberalismo económico a ultranza se impuso desde el primer día con la apertura del comercio, el endeudamiento externo (cuyo extremo se observó en el regreso al Fondo Monetario In- ternacional [FMI] luego de catorce años de independen- cia económica), la quita de retenciones e impuestos a las clases altas, el gobierno del Banco Central, la extranjeriza- ción de los recursos naturales y los negocios estratégicos de la mano de la familia y los amigos presidenciales. En pocas 11 semanas se tomaron todas las medidas necesarias para reti- rar al Estado de aquellos lugares de control u organización de la economía donde las fuerzas del mercado operan so- las a favor de los dueños de la propiedad, la tierra y los ne- gocios, a la vez que se empleó el brazo duro ejecutor para aquellas áreas donde fue necesaria la intervención para ga- rantizar las ganancias del grupo en el gobierno. Se levantaron las restricciones al movimiento de capital, se desreguló el mercado financiero local, se liberó el comer- cio exterior, se quitaron los subsidios a los servicios públi- cos y se eliminaron las retenciones a los cultivos y expor- taciones industriales. La transferencia de recursos al agro fue automática y la población la pagó desde el primer día con alimentos más caros. Se ingresó en una espiral de economía líquida, un fes- tival de bonos, acciones, dólares, deuda, que creció hasta convertirse en crisis y corridas que terminaron por llevar a la Argentina, una vez más, al FMI y a reiniciar el camino de endeudamiento y dependencia de los organismos inter- nacionales de crédito que marcó el siglo XX. Paralelamente, el ciclo de autoritarismo político se reins- tauró con la misma ferocidad, el mismo espíritu fundacio- nal y el mismo revanchismo que en épocas pasadas, cuan- do las dictaduras militares derrocaban a los gobiernos po- pulares, pero sumó variantes nuevas para conservar algu- nas formas republicanas y la sofisticación de las nuevas tec- nologías para el control de la población mediante las redes sociales y los bancos de datos personales.