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Nivel Cero 12 Santander, 2010 Pág. 15-34

BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA: ESTADO DE LA CUESTIÓN, 1990-2005

Lawrence Guy STRAUS Departamento de Antropología Universidad de Nuevo México

1. INTRODUCCIÓN su contexto sociocultural y económico y el fenómeno universal de las diversas respuestas humanas al tér- El estudio del Paleolítico Superior de la Región mino de las condiciones ambientales del Pleistoceno, Cantábrica comienza en la década de 1870 con las hace unos 10.000 años en cronología radiocarbónica. excavaciones de Marcelino Sanz de Sautuola en las cuevas de El Pendo, Camargo, y especialmente Al- 2. LA REGIÓN CANTÁBRICA, AHORA Y tamira, donde, en 1878, descubrió pinturas rupestres ENTONCES y reconoció su relación con el depósito arqueológico de época glacial que estaba excavando en el vestíbulo Se trata de una entidad geográfica bien definida, de la cueva (Madariaga, 2000). Tras dos décadas de limitada al norte por el mar Cantábrico, al sur por rechazo por parte de la mayoría de los prehistoriado- la Cordillera Cantábrica (con cimas más frecuentes res profesionalizados, la prehistoria cantábrica, una entre c.1.500 a 2.000 m.) y Los Picos de Europa (con vez más, afirmó su importancia con el descubrimien- una altitud máxima en 2.648 m.), al este por los Piri- to por H. Alcalde del Río y Lorenzo Sierra, hace ya neos, y al oeste por el río Nalón, que delimita el área un siglo, de evidencias artísticas y arqueológicas tan litológica del occidente asturiano y Galicia. Desde un importantes como El Castillo, Hornos de la Peña, punto de vista administrativo, la región natural está Covalanas, La Haza, El Mirón, y El Valle (Cabrera dividida de este a oeste entre las dos provincias coste- y Morales, 2000). Desde entonces, y con un ritmo in- ras del País Vasco (Guipúzcoa y Vizcaya), tensificado en estos últimos años, se han descubierto y Asturias. Desde el río Bidasoa al Nalón, la distancia más de un centenar de cuevas con arte y muchos más es de 350 km. aproximadamente, y la anchura actual lugares de habitación del Paleolítico Superior, que de la región, de la costa a la cima de la Cordillera, convierten la región vasco-cantábrica, relativamente oscila entre los 30 km. y no más de 50 km. El área pequeña, en una de las más ricas del mundo para la total es de unos 14.000 km². Durante la máxima re- arqueología del periodo entre c. 40.000 y 10.000 años gresión del nivel del mar, debió emerger una banda en cronología radiocarbónica. de la plataforma continental de solo entre 4 y 12 km. de ancho; en el mismo periodo, el hielo cubría áreas El propósito de este artículo es revisar y poner a dis- considerables de la Cordillera y Picos de Europa. El posición de los lectores no especialistas algunos de los lecho litológico dominante en la mayor parte del País aspectos más destacados y característicos del registro Vasco y de Cantabria está constituido básicamente del Paleolítico Superior de la Región Cantábrica, por calizas del Cretácico, muy karstificadas, aunque resaltando los descubrimientos e innovaciones en la hay también afloramientos de calizas carboníferas y comprensión de la mayoría de los problemas que han cuarcitas del Paleozoico antiguo, especialmente ha- tenido lugar desde la publicación, hace más de una cia occidente. El relieve es muy escalonado, con unas década, de mi libro Iberia before the Iberians: pocas bandas de llanuras costeras, relevantes en tor- of Northern (Straus, 1992). En particu- no a la actual Bahía de Santander (que es de época lar, esta compilación es significativa en relación con holocena) y en la zona central de Asturias, o en los el discurrir del debate sobre la llamada transición del amplios valles fluviales. Paleolítico Medio al Superior, el impacto del último máximo glacial en el poblamiento humano de Eu- El área vasco-cantábrica conforma la “España ver- ropa, el estudio del arte del Paleolítico Superior en de”. Climática y ecológicamente aparece bien dife- LAWRENCE GUY STRAUS

vo gigante y varios tipos de rinoceronte estuvieron presentes durante los estadios isotópicos 4 y 3, pero parecen haberse extinguido pronto, durante el esta- dio 2. Existe un marcado contraste entre Aquitania y la región vasco-cantábrica, en donde el ciervo fue la caza principal en las zonas no montañosas durante todo el Paleolítico Superior, mientras el reno fue muy a menudo la presa aplastantemente dominante en Francia. En ambas áreas la cabra montés, asociada comúnmente al rebeco, fue la caza principal en si- tios escarpados y zonas rocosas de montaña. El reno invadió el territorio del ciervo en el norte de Espa- Fig. 1. Vista de el valle del río Pas desde el monte de El Castillo (). ña durante periodos fríos y no demasiado secos en Aquitania, mientras que el ciervo se expandió hacia el norte en épocas cálidas y húmedas. renciada del resto del país, de manera que el ambiente mediterráneo es perceptible tras cruzar la Cordillera. Se trata de una región de bruscos contrastes dentro 3. CRONOESTRATIGRAFÍA DE LOS de distancias cortas. Situada entre los 43º y los 43º ESTADIOS ISOTÓPICOS 3 Y 2, Y DEL 30’ latitud norte, en la actualidad, bajo condiciones PALEOLÍTICO SUPERIOR benéficas por la influencia de la corriente del Golfo, tiene una temperatura moderada y estable en la costa El Musteriense final, la transición del Paleolítico Me- (media anual: c. 14º C), pero temperaturas bajas en dio al Superior y el Auriñaciense se engloban todos las altas montañas adyacentes. Durante el Plenigla- ellos en el estadio isotópico 3: el Interpleniglacial cial, sin embargo, la corriente del Golfo se vio alejada würmiense, entre c. 60 y 27 ka. (en adelante para in- hacia el sur y las temperaturas de la superficie marina dicar miles de años). Este periodo resulta climática- fueron unos 10-11º C inferiores (Cabrera y Morales, mente complejo, aunque, en general, se caracterizó 2000). Las precipitaciones en esta franja oceánica son por condiciones relativamente moderadas con una muy altas, de 1.000 a 1.400 mm. anuales. En la ac- serie de oscilaciones térmicas. Hengelo (c.40 ka.) es tualidad las precipitaciones casi nunca son de nieve un periodo de particular interés en lo que respecta a en las zonas costeras, pero en las montañas son abun- la transición tecnológica al Paleolítico Superior, que dantes las nevadas invernales. En realidad, la nieve parece tener lugar en ese momento. Los análisis polí- en las altas vertientes orientadas al norte no se funde nicos indican que al menos en los ambientes de costa por completo hasta avanzado el verano, aunque no existía cierto arbolado. existen ya glaciares. Durante el Pleniglacial la línea de nieves perpetuas se situaba entre los 1.650 y los El estadio 2 de condiciones plenamente glaciales 1.025 m, con morrenas terminales más bajas entre se inicia c. 27 ka. y se prolonga hasta los 18 ka. El los 600 y los 750 m. sobre el nivel actual del mar. clima fue tan extremo que los niveles del Solutrense inicial en La Riera, en la llanura costera del oriente Antes de la intensa deforestación que ha afectado re- asturiano, carecen de pólenes arbóreos. La polémica petidamente a la región y ha creado grandes prade- se centra en la cuestión de la existencia de varias os- ras y brezales desde tiempos neolíticos, la vegetación cilaciones durante la primera parte del Tardiglacial holocena debió ser exuberante, con bosque mixto de (González Sainz, 1994; Leroi-Gourhan, 1994; Sán- hoja caduca. La vegetación del último Glacial, por el chez-Goñi, 1991, 1996). Parece que tales episodios, contrario, corresponde a un paisaje abierto, oscilan- especialmente , tuvieron lugar, fundamental- do entre la pradera salpicada por pequeños grupos de mente con mayor humedad, como indicaciones del pinos, enebros, y unos pocos taxones de hoja caduca límite de la pedogénesis del Tardiglacial, y han sido muy resistentes (como el abedul) bajo condiciones detectados en largas secuencias de loess del norte de interestadiales, a praderas sin árboles y brezales en Europa, pero no en las cuevas del sur de Francia y condiciones estadiales. España. El significativo atemperamiento del Inter- estadio del Tardiglacial (Bölling + Alleröd) comenzó La actual fauna salvaje de grandes mamíferos se en- bruscamente hacia el 13 ka. y algunos registros de cuentra empobrecida (corzo, jabalí, rebeco, oso par- gran potencia sugieren una leve disminución hacia do, lobo, zorro), pero era considerablemente más rica su mitad (Dryas II). La tendencia al atemperamiento en el Pleistoceno Superior, cuando incluía también se interrumpió súbitamente hacia el c.11 ka con un oso de las cavernas, león, leopardo, hiena, cuón, bi- retorno a condiciones frías, aunque todavía húmedas sonte, ciervo, uro, caballo, cabra y, excepcionalmente -Dryas III, un evento de Heinrich- (Corty y Vallver- bajo condiciones glaciales, reno. El mamut, el cier- dú, 2001). Este episodio frío finalizó hacia el c. 10 ka.,

16 Nivel Cero 12 2010 BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA tan inesperadamente como había comenzado, dando trense per se. Estos conceptos son abstracciones. Asi- paso a las condiciones interglaciares del estadio 1. mismo, el gran periodo representado y la vasta área cubierta por “el” Auriñaciense (unos 12.000 años y En la Región Cantábrica, los límites cronológicos un alcance geográfico desde hasta ), habituales de las unidades estratigráficas-culturales hacen menos probable que los términos se correspon- tradicionales del Paleolítico Superior están definidos dan a algo remotamente parecido a una cultura del como sigue (fechas de radiocarbono sin calibrar): presente etnográfico. Por su parte, el Magdalenien- se avanzado del occidente europeo, con una densa - Auriñaciense Inicial: c. 40-35 ka. red de conexiones espaciales entre áreas que abarca unos 2.500 años, podría acercarse más a una realidad - Chatelperroniense: c.35 ka. cultural identificable, dentro de una definición muy amplia de “etnicidad” reconocible. A medida que la - Auriñaciense Superior: c.35-28 ka. precisión de las fechas de radiocarbono se incremen- te, será más factible comparar colecciones por fechas - Gravetiense: c.28-20 ka. calibradas, y no por las tradicionales fases culturales. Estamos cerca de esta situación en el final del Paleolí- - Solutrense: c.20-17 ka. tico Superior, pero todavía lejos en los estadios inicia- les, particularmente antes de 20 ka. Continúo usando - Magdaleniense Inferior y Medio: c.17-13 ka. los tradicionales nombres de las “culturas” del Paleo- lítico Superior como etiquetas para compartimentar - Magdaleniense Superior: c.13-11’5 ka. mejor el tiempo, teniendo en cuenta algunas caracte- rísticas distintivas en cuanto a tecnología y arte, así - Aziliense: c.11’5-9 ka. como a poblamiento y subsistencia.

Considero que estas unidades taxonómicas tradicio- 4. LA TRANSICIÓN DEL PALEOLÍTICO nales son simplemente herramientas descriptivas que MEDIO AL SUPERIOR permiten la comunicación entre los prehistoriadores. Sin embargo, son construcciones de los arqueólogos Las evidencias para la primera ocupación humana decimonónicos, que además han sido retomadas y de la costa norte de España son aún muy limitadas, modificadas por otros estudiosos a lo largo del siglo a pesar de su proximidad al extraordinario comple- veinte. Asimismo, todas estas unidades fueron con- jo de cuevas de la Sierra de Atapuerca, con homíni- cebidas para el ámbito francés y sus definiciones han dos y artefactos del Pleistoceno Medio e Inferior, y tenido que ser forzadas para amoldarse a las condi- el reciente descubrimiento de la cueva de Valdegoba ciones cantábricas. Estoy realmente convencido de con restos musterienses y de neandertales (Arsuaga que estamos ante tradiciones tecnológicas y artísticas y Martínez, 2004; Bermúdez de Castro et alii, 1999; locales, regionales e interregionales que existieron Bermúdez de Castro et alii, 2004; Quam et alii, 2001). durante cada uno de los periodos tradicionales del No obstante, recientemente se han descubierto cla- Paleolítico Superior, con contactos entre bandas e in- ras evidencias de la presencia Achelense en la región dividuos que constituyeron redes de relaciones y, por vasco-cantábrica en los sitios al aire libre de Irikaitz tanto, redes para la difusión de objetos, ideas y sím- (Guipúzcoa) y La Verde -Cantabria- (Arrizabalaga, bolos, a lo largo de amplias áreas de Europa. Pero no 2000; Montes y Muñoz, 2000). existió, por ejemplo, una cultura auriñaciense o solu- Las excavaciones modernas de depósitos Musterien- ses, que se añaden a los ya clásicos proyectos de El Pendo y Cueva Morín, ambos en la llanura costera próxima a Santander, son pocas en número y ningu- na, de momento, ha sido definitivamente publicada. Los nuevos descubrimientos musterienses incluyen los restos de Neandertales de la cueva del Sidrón, en la zona centro-oriental de Asturias (Prieto et alii, 2001) y los sitios arqueológicos de La Viña, cerca de El Conde, Llonín en la zona este de Asturias; El Mirón, en la montaña interior del oriente de Cantabria, y Amalda en las montañas de Guipúzcoa. Una revisión de las viejas colecciones del Musteriense de , en Vizcaya, que permanecen sin fechar, incluye evi- Fig.2. Paisaje más abierto, cercano a la costa, en la cuenca baja del río Asón. dencia de un incremento en la selección de sílex de buena calidad para la talla en los niveles superiores

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(Baldeón, 1999). Se ha reivindicado la existencia de la transición y por qué ocurrió entonces, durante el objetos de “arte” simples en niveles musterienses de estadio 3 (Finlayson y Giles, 2000; D´Errico y San- Axlor y del Castillo. chez-Goñi, 2003; Finlayson et alii, 2004). Es también relevante que el mayor cambio cultural ocurriese me- El final del complejo tecnológico Musteriense y la diado el Paleolítico Superior, coincidiendo con el últi- sustitución de los Neandertales en la Península Ibé- mo Máximo Glacial. El Paleolítico Superior no apa- rica se completó a lo largo de un periodo de c.12 ka., rece de repente como un paquete completo en torno que fue climáticamente benigno, aunque variable en a 40 ka., sino que se desarrolló a partir de esa fecha, comparación con el Pleniglacial (Straus, 1997; Ca- en gran parte en respuesta al estrés demográfico y brera, 1993; Van Andel y Davies, 2003). Ya que los climático (Fig. 4 A). Neandertales habían sobrevivido anteriormente a condiciones interglaciales (estadio isotópico 5e) e in- La secuencia más importante corresponde a la cue- terestadiales (estadios 5c y 5a), así como a condicio- va de El Castillo, que fue reexcavada y estudiada de nes glaciales, la cuestión recae en por qué tuvo lugar nuevo durante un cuarto de siglo por la comentada

Fig. 3. Entrada a la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria).

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Victoria Cabrera. Los niveles de Musteriense Inferior temente niveles del Musteriense Superior datados en- han sido datados hacia el 89 y 69 ka. (Bischoff et alii, tre >39 y 36 ka., y un Auriñaciense inicial fechado en 1992; Rink et alii, 1997). Aunque estos estratos fueron 32 ka. (Fortea, 1995, 1996, 1999). Todos estos sitios excavados sólo por H. Obermaier entre 1911 y 1914, sugieren una transición de la tecnología Musteriense el nivel 20 (del Musteriense avanzado) y el nivel 18 a la del Auriñaciense inicial en la Región Cantábrica (Auriñaciense Inferior) han sido excavados por Ca- entre aproximadamente los 40 y los 36 ka., en la línea brera. El nivel 20 tiene dataciones por espectrome- de lo que parece ocurrir en Cataluña. Sin embargo, tría de acelerador de partículas (AMS) y por ESR de una reciente datación por AMS del 37.1 ± 1 ka en un c. 41 ka. El nivel 18 ha sido recientemente datado hueso de la cueva de Arrillor, en Álava, al sur de la por AMS sobre carbón por diferentes laboratorios, Cordillera, está asociada a un utillaje que se atribuye aportando diez lecturas consistentes que se extienden a un musteriense rico en raederas, aunque con algu- entre 37 y 41 ka. (Cabrera et alii, 1996; Rink et alii, nos tipos de útiles del Paleolítico Superior (Hoyos et 1996) no entre los 36 y 36’6 ka. como demandan Me- alii, 1999). Hay también evidencias radiométricas de llars (2005) y D’Errico y Zilhao (D´Errico et alii, 1998; una posible continuidad del Musteriense hasta casi Zilhao y D´Errico, 1999; D´Errico, 2003). la misma época en los sitios próximos de la Ermita y Millán, en Burgos (Moure et alii, 1997; Carbonell et Un profundo sondeo en El Mirón arrojó una indus- alii, 2000). Recientemente se ha reivindicado la su- tria lítica escasa en el nivel 130, que incluía denticu- pervivencia de la tecnología lítica musteriense en la lados asociados a carbón datado por AMS en el 41 cueva del Esquilleu en Picos de Europa, con datacio- ± 1 ka. El nivel 128, que es también pobre en restos, nes de 14C entre los 39 y los 37 ka. (Baena et alii, 2000; está datado por AMS sobre carbón en el 27.6 ± 0.2 Baena y Carrión, 2002; Carrión y Baena, 2003). ka. (Straus et alii, 2001). El análisis de las materias primas empleadas, los es- El enorme abrigo de La Viña, que domina el valle del tadios tecnológicos y las tipologías han apuntado una Nalón cercano a Oviedo, también ha ofrecido recien- continuidad entre el Musteriense Superior local y el

Fig. 4A. Distribución de yacimientos con depósito de inicios del Paleolítico superior.

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Auriñaciense inicial, al menos en el área que rodea 5. EL CHATELPERRONIENSE Y EL Santander (Cabrera et alii, 1997). Las verdaderas in- AURIÑACIENSE SUPERIOR novaciones del Auriñaciense incluyen puntas de asta y una variedad de la industria lítica del Paleolítico El panorama del desarrollo local de las industrias líti- Superior, pero éstas se asocian con muchos útiles que cas auriñacienses en la Región Cantábrica resulta di- son considerados normalmente propios del Muste- fícil de definir por la presencia de algunos conjuntos riense, especialmente raederas. Incluso las laminillas atribuidos al Chatelperroniense. Tradicionalmente están presentes tanto en los niveles del Musteriense existían sólo dos conjuntos chatelperronienses en la final como en del Auriñaciense inicial de El Castillo, región, en El Pendo y Morín, con algunos ejemplos aunque el supuestamente diagnóstico retoque margi- aislados de puntas o cuchillos de dorsos curvos (“cha- nal de las laminitas Dufour no aparece hasta niveles telperron”) en otros lugares. El nivel 10 Chatelperro- superiores de la secuencia estratigráfica de dicho lu- niense de Morín descansa entre el Musteriense Supe- gar. Los “raspadores/núcleos” carenados se han en- rior y el Auriñaciense inicial. El Chatelperroniense se contrado también tanto en los niveles musterienses data por una única prueba convencional de 14C en como auriñacienses, de éste y otros yacimientos. Los 36 ka., pero con una desviación estándar de 6.8 ka. mismos tipos de sílex y otras materias primas locales Hay series de dataciones similares sobre carbón que han sido usadas durante la transición, la cuarcita sólo oscilan entre c. 31´5 y 27´2 ka. para los niveles 8a –7 se va abandonando en el área de Santander de forma del Auriñaciense “arcaico” o “típico”, pero el nivel progresiva y tardía, a lo largo del Paleolítico Superior. Auriñaciense más antiguo (9), con una posible aza- gaya de base hendida, carece de datación. El Chatel- La continuidad en los medios de subsistencia durante perroniense de El Pendo está sin datar; su integridad “la transición” aparece sugerida también en El Cas- y su supuesta interestratificación entre los niveles del tillo, El Pendo y Morín (Altuna, 1992). Los caballos y Auriñaciense ha sido cuestionada (D´Errico et alii, bóvidos son abundantes en comparación con su me- 1998; Zilhao y D´Errico, 1999). nor importancia en las colecciones del Paleolítico Su- perior, pero el ciervo puede ser también muy numero- Más recientemente se excavaron dos nuevos sitios so, especialmente en los niveles del Musteriense final chatelperronienses: A Valiña en Lugo y Labeko Koba y el Auriñaciense inicial del Castillo. Los individuos -Guipúzcoa- (Llana et alii, 1996; Arrizabalaga y Altu- juveniles fueron consumidos con frecuencia, y pre- na, 2000). El primero, poco usual por su aislamiento sumiblemente cazados, en ambos periodos. En otros y por estar ubicado en un área donde las cuevas son yacimientos musterienses parecen existir evidencias raras, está datado entre los 35 y los 32 ka. Este sitio de una clara concentración en ciertas especies que tiene evidencias palinológicas de condiciones inter- debieron ser más abundantes en el entorno: rebeco estadiales, como en Morín. El utillaje lítico, que in- en Amalda, bóvidos en Lezetxiki, ciervo en algunos cluye las supuestas “puntas” diagnósticas, es escaso. niveles de Axlor (todos ellos en Guipúzcoa), y cabra El nivel IX Chatelperroniense de Labeko Koba ha en el Esquilleu (Cantabria). Sin embargo, el número sido datado en su parte inferior en el 34.2 ± 1.3 ka. de individuos animales representados en cada fino El escaso polen conservado incluye algunos granos nivel de habitación, es por lo general muy pequeño. de taxones termófilos así como de pino, sugiriendo Los grandes carnívoros (hienas, felinos, cánidos, osos) su atribución a un interestadio, acaso Les Cottés. En son abundantes en muchos conjuntos musterienses, contraposición, la parte superior del nivel IX se for- lo que plantea la cuestión de la importancia de los mó bajo condiciones de marcado carácter frío, con agentes humanos en la acumulación de restos anima- presencia de mamut y rinoceronte lanudo. Como es les de los yacimientos. Por el contrario, la presencia común en los sitios vasco-cantábricos no montaño- de grandes carnívoros cae a lo largo del Paleolítico sos, Labeko Koba que es una cueva cercana a la línea Superior en las cuevas elegidas por los humanos para del río Deva, tiene como fauna chatelperroniense do- una habitación más intensa. El estudio de los restos minante el ciervo, junto a gran número de restos de dentales de los ungulados de yacimientos del área de caballos, bóvidos y hienas. Las hienas son también Santander (Pike-Tay et alii, 1999) sugiere que el sumi- destacadas entre la fauna de Valiña. dero, pero muy buen refugio, de El Pendo fue usado por las poblaciones humanas sólo durante las fases El conjunto industrial chatelperroniense de Labeko frías del Musteriense y del Auriñaciense, mientras Koba es reducido, pero incluye porcentajes altos de el Castillo y Morín fueron visitados durante amplias láminas, tres o cuatro “puntas” de dorso curvo, tres temporadas en ambos periodos, aunque con algunas laminillas de dorso, un buril, un raedera, y un frag- restricciones de los periodos de uso en el rico horizon- mento de punta de asta. Ni Morín ni el Pendo han te 18 del Auriñaciense inicial del Castillo. Una nove- proporcionado artefactos de hueso chatelperroniense dad de este nivel es la presencia de algunos moluscos y, a diferencia de algunos conjuntos chatelperronien- marinos. ses franceses, no contienen objetos de adorno perso- nal.

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Sitios como El Pendo, El Castillo, Morín, La Viña, caso, hay una considerable evidencia de la continui- Cueto de la Mina, Labeko Koba y Lezetxiki contie- dad o similitud entre el Musteriense final y el Auriña- nen secuencias con niveles del Auriñaciense Superior ciense y Chatelperroniense de la Región. La cuestión (en total son sólo una docena los sitios vasco-cantá- aún sin resolver es a quién se debe cada uno de ellos. bricos con colecciones atribuidas con seguridad al Los restos de neandertales no son abundantes en la Auriñaciense). Aunque las fechas radiométricas son región vasco-cantábrica, salvo en el caso extraordina- todavía raras, está bastante claro que este complejo rio del Sidrón. Los restos de cromañón son aun más tecnológico perdura hasta aproximadamente los 28- escasos y están pobremente documentados (Garralda 27 ka. Algunos de estos conjuntos contienen una o et alii, 2000). En España no hay restos humanos aso- varias puntas de asta, incluyendo las de base hendi- ciados con el Chatelperroniense y esto no prueba que da en los niveles más antiguos y las de sección plana estas industrias fuesen realizadas aquí por los nean- en los más modernos, y dientes perforados, como los dertales. Tampoco el modelo de desarrollo autónomo caninos de ciervo. Los objetos de arte mueble están del Chatelperroniense por los neandertales propuesto ausentes, a excepción de un fragmento de asta con por Zilhao y D’Errico (D´Errico et alii, 1998; Zilhao grabados lineales del Auriñaciense más reciente de y D´Errico, 1999; D´Errico, 2003) ni el modelo de Labeko Koba, y unas pocas piezas grabadas y per- aculturación Auriñaciense de Mellars (2005) es de foradas de El Pendo. Los raspadores/núcleos care- modo inequívoco soportado por las evidencias can- nados y en hocico suelen ser abundantes, así como tábricas. Pero hay bastantes pruebas de una conti- las laminillas Dufour en las colecciones recogidas nuada adaptación regional, independientemente de con una criba de malla fina. Pero las hojas clásicas, las formas de humanos que estuvieron presentes en grandes y con retoque escaleriforme, o las hojas es- esta área durante el final del estadio isotópico 3. Un tranguladas auriñacienses, nunca son realmente co- modelo de desarrollo cultural en mosaico durante la munes en la zona vasco-cantábrica, en parte quizás a transición del Paleolítico Medio al Superior, y dentro causa del pequeño tamaño de los nódulos de materia del Paleolítico Superior inicial, parece acorde con la prima. Por el contrario, los tipos musterienses como evidencia de Cantabria en particular, así como de la los denticulados, muescas y raederas son abundantes Península Ibérica en general (Straus, 2005). e incluso muy abundantes en algunos conjuntos del Auriñaciense “inicial” o “típico”. 6. EL GRAVETIENSE

Los medios de subsistencia muestran una continui- En el norte de España el Gravetiense está escasa- dad, vis à vis con el Musteriense Superior, con domi- mente representado. Para el periodo c.28 a 20 ka. nio del ciervo, al que siguen bovinos y caballos en se conocen sólo unos 18 yacimientos, unos 2,5 sitios cantidades importantes, y que, debido a su gran ta- por milenio. Este es un número bajo, pero mayor maño, pudieron proporcionar tanto o más alimento que para el Auriñaciense y Chatelperroniense juntos, que el ciervo. Algunos niveles mantienen grandes cuya media es de 1,25 yacimientos conocidos por mi- cantidades de restos de oso de las cavernas, mostran- lenio (Straus et alii, 2000 a, 2000 b) (Fig. 4B). Para do que incluso en el Paleolítico Superior se compartió ambos periodos la densidad de la población vasco- alternativamente el uso de las cuevas entre humanos cantábrica, aunque medida con el procedimiento no y los osos durante su periodo de hibernación. muy fiable del número de sitios, parece ser mucho más baja que en el Périgord, por ejemplo. Aún así, El escepticismo al separar los troncos culturales tradi- hubo un cambio tecnológico en la Región similar al cionales Auriñaciense y Chatelperroniense, al menos ocurrido entre el 28 y 26 ka. en Aquitania y en otras en la Región Cantábrica, puede deberse al hecho de muchas regiones de Europa, coincidiendo con el final que las puntas de “Chatelperron” aparecen en mu- del estadio isotópico 3 y el comienzo del Pleniglacial chas colecciones “Auriñacienses”; los raspadores ca- Superior. Se produjo una notable reducción de tama- renados y en hocico pueden encontrarse en conjun- ño y, en algunos casos, microlitización, de los útiles tos Chatelperronienses; las laminitas Dufour pueden líticos, con un énfasis en los proyectiles líticos y los bu- ser abundantes o faltar en las colecciones modernas; riles, que se hacen más delgados, y las laminillas más las fechas de radiocarbono para niveles Chatelperro- estrechas; también se produjo una importante reduc- nienses superan en tres lugares el Auiñaciense inicial, ción de la importancia de las puntas de asta. Aunque son anteriores a las del Superior y se solapan en muchos de los tipos líticos especializados que definen otros; y a la posible interestratificación de los niveles este complejo arqueológico del Perigordiense Superior Auriñacienses y Chatelperronienses (aunque muchos en el suroeste de Francia son raros o no aparecen en el restos líticos coinciden en los dos conjuntos). Estos norte de España, es notable la abundancia y persisten- mismos hechos pueden ser usados, alternativamente, cia de los buriles de “Noailles”, pequeños y de múltiples para argumentar que el Chatelperroniense es resulta- truncaturas, especialmente en el País Vasco, donde hay do de una “aculturación” a partir de un Auriñaciense una notable concentración de yacimientos gravetienses, muy antiguo existente con anterioridad. En cualquier incluyendo varios al aire libre en Guipúzcoa y Navarra.

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Fig. 4B. Distribución de yacimientos gravetienses (c. 28-20 ka).

Las fechas de radiocarbono para el Gravetiense ini- costa de Santander, hay ahora evidencias de una no- cial son pocas, aunque hay tres idénticas de 27.4 ka table especialización en la caza de cápridos en zonas procedentes de los niveles ricos en buriles de Noailles rocosas de la montaña vasca, con un gran número de de Amalda (Guipúzcoa) y Antoliñako Koba -Vizca- rebecos en Amalda y de cabra montés en Bolinkoba ya- (Aguirre, 2000). El límite superior para las indus- -Vizcaya- (Castaños, 1983). trias de aspecto Gravetiense y sin presencia de puntas solutrenses es c.20-21 ka. (fechas de Amalda, Morín, El sitio de La Fuente del Salín apunta claramente a la La Riera y Lezetxiki). Una de las dataciones más existencia en la Región Cantábrica de un arte rupes- interesantes, de 22.3 ± 0.5 ka, es la realizada sobre tre realizado durante el Paleolítico Superior arcaico. carbón procedente de un hogar de la superficie del Se ha sabido o sospechado durante tiempo que los interior de la cueva de La Fuente del Salín, en el oes- grabados de algunas cuevas datan de antes del Solu- te de Cantabria (Moure y González Morales, 1992). trense; esto es evidente en el caso de El Conde, en la Sobre esta estructura –con más fechas inéditas- hay zona central de Asturias, donde los grabados lineales impresiones de manos en la pared de la cueva, cuya fueron cubiertos por los depósitos auriñacienses. La datación por AMS parece confirmar su edad Gra- misma situación ha sido cuidadosamente documen- vetiense final (M. González Morales, comunicación tada por las modernas excavaciones del abrigo de la personal). Viña (Fortea, 1994). Durante mucho tiempo se ha propuesto una cronología del Paleolítico Superior ar- Las condiciones ambientales para los primeros mile- caico para los grabados profundos de Venta la Perra, nios del estadio isotópico 2 eran todavía algo ines- en el valle de Carranza, un afluente del Asón en la tables, con al menos una oscilación, ampliamente frontera ente Cantabria y Vizcaya. Esto parece ha- aceptada, algo más templada (“Tursac”) en torno a berse confirmado recientemente (Arias et alii, 1999). 24 -23 ka, que ha sido identificada en algunas series Las antiguas excavaciones de Venta la Perra, por su polínicas vasco-cantábricas (por ejemplo, Amalda). parte, sugieren la presencia de industrias líticas de Mientras el ciervo, junto con el caballo, continuó ambos periodos. Recientemente se han realizado siendo el principal recurso en lugares cercanos a la dataciones experimentales por termoluminiscencia

22 Nivel Cero 12 2010 BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA en calcitas infra y superpuestas a las pinturas de ani- una media de 18 sitios por milenio (Fig. 4C). Estos males de las paredes de la cercana cueva de Pondra; yacimientos están frecuentemente agrupados, y se- los resultados sugieren una cronología del Paleolíti- parados en ocasiones por áreas vacías. Claramente co Superior inicial (González Sainz y San Miguel, existían áreas que eran favorables y favorecían el 2001). De ser correctos, estos resultados indicarían la asentamiento humano, presumiblemente aquellas producción de al menos algo de arte a lo largo del con buenos abrigos, agua, combustible y paisajes Valle de Carranza en un tiempo en que existía una propicios para la caza. Unos pocos de estos sitios o ocupación cercana en el Mirón. conjuntos concentran la mayor parte de los mate- riales solutrenses de la región. Entre ellos, el grupo Los objetos de arte mueble y de adorno están pre- de La Llera en el oriente de Asturias; Las Caldas y sentes en los contextos gravetienses, aunque aún son otros sitios del valle del Nalón en Asturias; Altamira y relativamente raros. De este modo, la explosión de la los sitios cercanos de la llanura costera del centro de producción artística en el Paleolítico Superior tardío Cantabria; el trío de Santimamiñe, Atxeta y Antoliña de la Región Cantábrica tiene sus antecedentes en cerca de Guernica en Vizcaya; y el complejo de cue- los tiempos Auriñaco-Perigordienses, aunque de un vas de Aitzbitarte cerca de San Sebastián. modo muy limitado y poco espectacular. Esto mues- tra un marcado contraste con lo que está sucediendo El Solutrense vasco-cantábrico se data actualmente en esta época especialmente en el suroeste de Alema- por más de una treintena de fechas de radiocarbo- nia, centro-sur de Francia y Moravia, donde encon- no, que oscilan entre el 20/20.5 ka y el 17/16.5 ka, tramos, respectivamente, la producción de figurillas Los conjuntos solutrenses se definen por la presencia de marfil de los valles de Ach y Lone, las pinturas de de las características puntas líticas, con una variedad la cueva de Chauvet, y los trabajos en marfil, hueso y de subtipos distintiva de la región, especialmente las arcilla del arte Pavloviense. puntas de base cóncava pero acanaladas (¿lanzas?), y puntas de muesca (¿jabalinas?) principalmente en 7. LA RESPUESTA SOLUTRENSE AL la mitad este de Asturias y en Cantabria, y puntas ÚLTIMO MÁXIMO GLACIAL foliáceas romboidales en las provincias vascas. Las puntas solutrenses son, en general, más abundantes Las condiciones en extremo frías y áridas del esta- en los sectores occidentales de la región, y más raras dio isotópico 2 forzaron al eventual, y casi completo, y asociadas con muchas puntas de dorso y buriles de abandono humano del noroeste de Europa. La con- Noailles en las áreas orientales. Esto sugiere una di- tracción de la distribución humana al área al sur del ferenciación social, como aparece en el resto de la Loira parece haber coincidido con un notable incre- oikumene solutrense. Hay también azagayas grabadas, mento del número de yacimientos en los “refugios” cortas, monobiseladas, y aplanadas en el centro del del suroeste de Europa e Italia, especialmente en la fuste, especialmente distintivas y comunes en Asturias periferia costera de la Península Ibérica. La crisis del y Cantabria. último máximo glacial también parece haber provo- cado el desarrollo de un torrente de nuevas tecnolo- Sin embargo los contactos entre varias partes de este gías en el oeste europeo, incluyendo la variedad de mundo se manifiestan por los sílex “exóticos” de Las puntas líticas foliáceas, pedunculadas o con aletas, Landas y Guipúzcoa encontrados en yacimientos so- proyectiles, las agujas con ojo y, casi al final, las pun- lutrenses del País Vasco-Francés -Isturitz, Azkonzilo- tas de asta armadas con puntas de dorso sobre lami- (Chauchat, 1990), así como por el descubrimiento de nilla. Las puntas líticas fueron frecuentemente acaba- yacimientos que empiezan a colmar los vacíos entre das mediante una exquisita percusión y un retoque el Atlántico y el Mediterráneo, entre el norte y sur por presión. El último máximo glacial parece haber de los Pirineos (Utrilla y Mazo, 1996) y entre Anda- llevado a incrementar la intensificación de los medios lucía y el Algarve. Unas pocas puntas “occidentales” de subsistencia a través tanto de situaciones de espe- de base cóncava en sitios del País Vasco y Pirineos, cialización como, sobre todo, de diversificación de las incluyendo algunos bellos ejemplos de costillas reto- fuentes de alimentos, pese a ser ambientes pobres cadas de la cueva de Antoliña en el centro de Vizcaya en productos vegetales aprovechables; y a posibles (Aguirre, 1998), evidencian los contactos humanos en cambios en la territorialidad, la organización social el mundo Solutrense. Estos objetos, como las puntas y la ideología, como expresa el arte rupestre (Straus, solutrenses del Mirón, están realizadas sobre materias 2001). primas de colores variados y de excelente calidad. Aunque raras, algunas de las puntas están intactas, En la región Cantábrica, el incremento en el número y todos los hechos sugieren que debieron ser aprecia- de yacimientos conocidos atribuibles al Solutrense es dos “objetos de intercambio” o regalos. sobresaliente: al menos 54 sitios, un incremento re- lativo de tres veces respecto al Gravetiense, y en un El solutrense cantábrico experimentó el desarrollo periodo que es sólo un tercio del Gravetiense, con de una caza más intensa de ciervo, especialmente en

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Fig. 4C. Distribución de yacimientos con industrias solutrenses (c. 20-17 ka). las llanuras costeras de Asturias y Cantabria, y de la gida entre el centro de Cantabria y el occidente de cabra montés en las montañas del interior, especial- Vizcaya. Otro posible arte parietal solutrense incluye mente en el País Vasco. La intensificación de la sub- agrupaciones de puntos rojos alineados en las con- sistencia también incluyó la explotación de moluscos cavidades de la roca, y otras imágenes tamponadas marinos y algo de pescado en un primer momento, en el oriente de Asturias u occidente de Cantabria: implicando incluso el transporte de lapas y otros mo- Riera, Chufín, Meaza, y Mazaculos, muchas de ellas luscos durante unas dos horas de camino desde la con puntas solutrenses. costa del Pleniglacial a la cueva de La Riera, en el oriente de Asturias. Tanto en la Península Ibérica como en el sur de Fran- cia, el Solutrense nos proporciona una imagen de El arte mueble incluía huesos con marcas o muescas grupos humanos viviendo en territorios relativamen- y plaquetas de marfil, dientes y conchas perforados, te restringidos pero favorables, practicando una caza y artículos figurativos raros, como un canto con un intensa como base de la subsistencia (posiblemente grabado de cabra en Bolinkoba y un pájaro esculpido complementada con el marisqueo), empleando el en un canino de oso de la caverna de El Buxú. Este nuevo y mortífero armamento y otras tecnologías. yacimiento solutrense, situado en el valle de la cara Estos grupos desarrollaron estilos locales de puntas y sur de la cadena montañosa del este de Asturias, tiene arte, pero claramente mantuvieron los contactos para también grabados rupestres (Menéndez, 1992). Otras rituales, buscar pareja, y otras actividades sociales, así cuevas con arte rupestre de la zona son atribuidas al como para la transmisión de información y el inter- Solutrense, aunque ninguna ha sido aún datada di- cambio de objetos. De este modo se mantuvo unido rectamente, a diferencia de lo que ocurre en Andalu- el universo humano de los refugios de suroeste de cía (Sanchidrian et alii, 2001). Las imágenes en trazo Europa, proporcionando un cierto grado de realidad punteado de color rojo, de caballos, bóvidos, renos y cultural a la noción de “El Solutrense”, una red de especialmente ciervos, marcan un estilo distintivo que supervivientes del Pleniglacial. tiene su centro en Covalanas y La Haza, en el este de Cantabria, y afecta a un área geográfica restrin-

24 Nivel Cero 12 2010 BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA

8. EL “FLORECIMIENTO” los Pirineos franceses, marcada por pequeñas cabezas MAGDALENIENSE Y LA REEXPANSIÓN de caballos y otros ungulados recortados en huesos DURANTE EL TARDIGLACIAL finos como ornamento (en La Garma, El Juyo, Tito Bustillo y La Viña), raros “proto-arpones”, e incluso La moderación gradual y discontinua de las condi- rodetes perforados y decorados en Llonín. En mu- ciones climáticas durante los 4-5 milenios posteriores chos casos hay un alto grado de continuidad entre al Ultimo Máximo Glacial (Dryas I) parece que con- los artefactos líticos del sustrato llamado Solutrense tribuyó a inmediatas reacciones en Francia, como el terminal y los conjuntos del Magdaleniense antiguo, pronto abandono de las puntas líticas solutrenses, el indicando un desarrollo in situ del último en el nor- desarrollo de las tecnologías del Magdaleniense Anti- te de España, del mismo modo que la transición del guo, y la reexpansión de los asentamientos humanos Magdaleniense terminal al Aziliense fue gradual, hacia las tierras altas del sur y hacia las llanuras del desigual, y claramente local. El Magdaleniense can- norte, sobre la cuenca de Paris y eventualmente más tábrico carece de muchos de los útiles y armas espe- allá (Straus, 2000). El abandono de la “costosa” fabri- cíficos definidos en el Perigord. Sin embargo, tiene cación de puntas solutrenses en la Península Ibérica una colección extraordinariamente rica y diversa de fue más lento, tal vez porque los cambios ambientales astas decoradas, huesos, dientes y objetos en piedra, del Último Máximo Glacial no fueron tan marcados algunos claramente utilitarios pero otros ciertamente y abruptos como en las latitudes más altas de Francia. ornamentales o rituales, así como punzones planos Durante unos mil años después de que los artefac- y agujas. tos solutrenses desapareciesen en Francia, las clásicas puntas seguían produciéndose en España, pero pro- Incluyendo unos pocos lugares vinculados a la Cordi- gresivamente se sustituyeron por armas con puntas llera en Navarra, se conocen 56 sitios para el Magda- de asta resistentes y reutilizables, combinadas con la- leniense Antiguo-Medio y 50 para el Magdaleniense minillas de dorso reemplazables y de baja inversión. Superior, que, respectivamente, se traducen en 17 y Se trata de un proceso de “desolutreanización”. El 25 sitios por milenio (Fig.5A). La densidad de sitios complejo tecnológico Magdaleniense, con su profu- (¿y de gente?) parece recordar a aquella del Solutren- sión de elementos de asta y líticos -que incluye tipos se durante el Dryas I, aparentemente incrementada generales como las laminillas de dorso y útiles espe- durante el último interestadio (Bölling-Dryas II- cializados como los abundantes tipos de buriles y per- Alleröd). Es también destacable la existencia de más foradores- se extiende en el periodo c.17 a 11.5 ka. sitios en tierras altas. Al retroceder los glaciares de la y alcanza al Aziliense, un “Epimagdaleniense” que Cordillera, los humanos ascendieron en altura, como hace de puente en el límite del Pleistoceno-Holoceno. también hacían en el Magdaleniense en Francia y en Este es el “clásico” Paleolítico Superior del que mu- el Epigravetiense final en Italia, como parte del gran chos textos extraen aún la mayoría de las descripcio- movimiento recolonizador que tuvo lugar no solo en nes estereotipadas de este estadio de la evolución hu- altitud, sino también en latitud a lo largo de Euro- mana -aunque los artistas de Altamira, de hace c.14 pa durante el Tardiglacial. Para el final del Magda- ka., están separados de los productores de azagayas leniense hay de nuevo evidencias de asentamientos de base hendida del Auriñaciense inicial por cerca de humanos, aunque dispersos, en la Meseta norte en dos veces el tiempo que les separa de nosotros en fe- Burgos y en otras partes de Castilla la Vieja. Mu- chas radiocarbónicas. chos de los valles fluviales vasco-cantábricos tienen yacimientos Magdalenienses por toda su longitud, El Magdaleniense cantábrico puede ser dividido desde sus actuales desembocaduras hasta la Cordi- al menos en dos fases tecnológicas: la anterior y la llera (Straus et alii, 2002). Los yacimientos pueden ser posterior a la invención de los verdaderos arpones campamentos residenciales con áreas de actividades dentados de asta hacia c.13 ka. Esto coincide con el diversas, a menudo localizados sobre o cerca de la principio de la significativa mejora climática de la os- planicie costera y, de otro lado, sitios de actividades cilación de Bölling. El paso del Magdaleniense Anti- más limitadas, como campamentos de caza, situados guo al Reciente está mostrando algunas variaciones a menudo en la zona montañosa. Otra indicación internas, con diversidad de facies definidas por tipos de la relativa densidad de la población humana es la particulares de azagayas y por la relativa importan- presencia en muchos lugares de niveles de ocupación cia de las puntas de dorso entre las colecciones líticas magdalenienses muy espesos, con restos de hogares, obtenidas por métodos de muestreo moderno. Sin hoyos y otras estructuras, y llenos de restos de fau- embargo, un Magdaleniense “inicial” (c. 17-15,5 ka) na, útiles, y restos de talla, a menudo sin lentejones aparece en yacimientos como El Rascaño y El Mirón, culturalmente estériles. Los ejemplos incluyen depó- y un Magdaleniense “Medio” comienza a definirse sitos magdalenienses de yacimientos como la Viña, en la región vasco-cantábrica en los conjuntos data- Llonín y Tito Bustillo (Asturias); Altamira, El Juyo, dos entre el c.14 a 13 ka. (Corchón, 1995, 2000; Utri- El Castillo y El Mirón (Cantabria); Santa Catalina y lla, 1996). Esto guarda relación con la fase clásica de Lumentxa (Vizcaya); y Urtiaga y Ekain (Guipúzcoa).

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Algunos sitios, elegidos por su localización apropiada especialmente salmón y trucha, son muy abundantes y disponibilidad recursos, fueron usados repetida- en diversos yacimientos, ambos en lugares cercanos a mente, tal vez durante periodos extensos o por gru- la costa y a lo largo de los ríos en el interior, en nive- pos grandes. les con o sin arpones, ya que la pesca pudo haberse realizado también con puntas de asta biseladas (Poki- La tendencia a la intensificación en la subsistencia nes y Krupa, 1997). El mar Cantábrico y los ríos que continuó durante el Tardiglacial (Straus, 1993), sin desembocan en él debieron constituir un gran refugio duda bajo la presión del incremento de la población. para el salmón del Atlántico norte durante el Ultimo La gradual pérdida de una modesta franja costera Glacial, cuando la corriente del Golfo estaba ausente a medida que el nivel del mar comenzó a ascender y las aguas frías y los hielos forzaron a los peces hacia fue compensada por la retirada de los glaciares en el sur (Consuegra et alii, 2002). Hay algún resto raro las montañas. El término de L.G. Freeman, wild har- de foca en sitios Magdalenienses, probablemente de vesting (cosecha o acopio masivo de recursos salvajes) animales varados en las playas. Los más recientes ha- puede aplicarse con exactitud en muchos sitios a las llazgos, incluyendo focas junto con pingüinos, proce- prácticas cinegéticas sobre el ciervo, especialmente den de Santa Catalina (Berganza, 1998-9). manadas de ciervas con sus crías. Los sitios Magdale- nienses en altura, en las laderas rocosas de las mon- El Magdaleniense vasco-cantábrico, como el de los tañas, se caracterizan generalmente por conjuntos Pirineos franceses y Aquitania, es mejor conocido por faunísticos dominados aplastantemente por la cabra la riqueza de su arte parietal y mobiliar (González montés, aunque hay otros, especialmente El Mirón, Echegaray y González Sainz, 1994; Barandiarán, dominando un amplio valle, en donde se aprecia un 1994; González Sainz y Moure, 2000). Desde el tra- co-dominio con el ciervo. Numerosos sitios a lo largo bajo de Alcalde del Río, Sierra y Breuil a comienzos de la franja costera del este de Asturias y Cantabria del siglo veinte, han sido documentadas semejanzas tienen gran número de lapas y bígaros, indicativos de llamativas en las mismas cuevas (Altamira y el Casti- una explotación sistemática. Los restos de pescado, llo) entre imágenes grabadas con el distintivo “som-

Fig. 5A. Distribución de yacimientos del Magdaleniense Inferior y Medio (c. 17-13 ka).

26 Nivel Cero 12 2010 BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA breado” estriado en las paredes de las cuevas y en es- de los grandes santuarios de arte de la región tam- cápulas de ciervo, que se han empleado en la datación bién tienen yacimiento magdaleniense. Algunas de del arte rupestre del Magdaleniense Inferior (Gonzá- estas cuevas están rodeadas por yacimientos “meno- lez Sainz, 1993). Una reciente datación directa sobre res” de habitación y de arte, formando agrupaciones una escápula grabada de Altamira, considerada en significativas. Entre estas se encuentran los complejos origen de edad Solutrense, ha mostrado que también kársticos de la actual desembocadura del río Sella en es del Magdaleniense Inferior (Valladas et alii, 1992), el este de Asturias y los del monte de La Garma y como los ejemplos de otros lugares: El Juyo, Rasca- el monte de El Castillo, ambos en la zona centro de ño, El Cierro, El Pendo y, ahora, El Mirón (Gonzá- Cantabria (Moure, 1994; Utrilla, 1994; Arias et alii, lez Echegaray y Freeman, 1992/1993; Fortea et alii, 2000). El arte rupestre cantábrico está dominado por 1990; Arias y Ontañón, 2004). En los últimos años las imágenes de bisonte, uro, caballo, cabra y ciervo. se han elaborado argumentos estilísticos similares El reno, hallado ocasionalmente entre las arqueofau- para la datación. Más recientemente hemos revelado nas Magdalenienses, es raro, pero está muy bien re- un espectacular caso de superposición estratigráfica, presentado, junto a otros animales “inusuales” como datada por radiocarbono, de depósitos culturalmen- osos, carnívoros, peces, y pájaros. Los antropomorfos te del Magdaleniense reciente sobre un bloque que no son comunes pero, cuando aparecen, son por lo había caído del techo de la cueva del Mirón y había general poco realistas e incluso “grotescos”. El arte sido grabado en el Magdaleniense antiguo (González parietal de Cantabria y Asturias es particularmente Morales y Straus, 2000). Además, hay ahora cerca de rico en “signos”: en rejilla, tectiformes, claviformes, 50 dataciones fiables por AMS sobre pinturas reali- puntos, y “vulvas”. zadas en carbón de cuevas cantábricas, que oscilan entre c.15 y 11 ka. (Moure y González Sainz, 2000) Además de las famosas escápulas grabadas, los cien- (Fig. 5B). Otras imágenes datadas por AMS sugieren tos de trabajos Magdalenienses de arte mueble inclu- una continuidad de la decoración de las cuevas hasta yen plaquetas líticas grabadas, entre las que hay una el final del Pleistoceno (Corchón, 1996). La mayoría amplia colección de Las Caldas, que incluyen algu-

Fig. 5B. Distribución de yacimientos del Magdaleniense superior (c. 13-11,5 ka).

Nivel Cero 12 2010 27 LAWRENCE GUY STRAUS nas imágenes antropomórficas, y un único y exquisito una red de relaciones, símbolos e ideas compartidas, ejemplo de Ekain, además del colgante con grabado y objetos característicos que, a pesar de las grandes de caballo del Magdaleniense inicial de El Mirón, o diferencias medioambientales, de recursos y en las la falange de La Garma. Asimismo hay tubos sobre estrategias de subsistencia entre los extremos de este hueso de ave, siendo notables los de El Valle y To- universo humano, se extendía desde España a Ale- rre; astas perforadas (bastones), incluyendo un par de mania y Polonia. ellas casi idénticas de los niveles del Magdaleniense fi- nal de El Castillo y la cercana Cualventi, y otro par si- 9. EL FINAL DEL PALEOLÍTICO milar de los yacimientos más distantes de El Valle y El SUPERIOR: EL EPÍLOGO AZILIENSE Pendo, todos ellos en Cantabria; ocasionales escultu- ras, como el busto humano en cuarcita de Entrefoces, El final del complejo tecnológico Magdaleniense es en Asturias; dientes perforados y decorados; conchas un proceso prolongado; pueden sostenerse de forma perforadas, unas pocas de taxones mediterráneos; justificada tanto cronologías cortas como largas. Tras bastones decorados; azagayas; y arpones (Corchón, el breve y poco marcado giro climático del Dryas II 1995; González Morales, 1990 a). Motivos decorati- vuelven a establecerse unas condiciones moderada- vos poco usuales en varios periodos Magdalenienses mente atemperadas (Alleröd). Con ellas llega el co- incluyen los llamados motivos geométricos “tectifor- mienzo de la simplificación tanto de las tecnologías mes”, estilizaciones en visión frontal de cabezas de líticas como óseas del Magdaleniense y un cambio cabra alpina, cordones, serpentiformes, y zigzags. radical en la expresión artística y decorativa. Esta tendencia se conoce como “proceso de azilinización”. En contraste con el Magdaleniense de Francia, Bélgi- El producto final, alrededor de la crisis climática del ca, Suiza y Alemania, no hay tantas evidencias en la Dryas III y el principio de las condiciones holocéni- región vasco-cantábrica de transporte a larga distan- cas c.10 ka., se conoce en la región franco-cantábrica cia de materias primas líticas, tampoco hay tantos fó- como Aziliense. siles o conchas marinas exóticas, e incluso resulta que el ámbar es de origen local (Álvarez, 2002). Es proba- Un estadio de transición rico en laminillas de dorso, ble que la causa sea que esta zona costera no estaba con puntas azilienses curvas, de dorso recto, así como en las fronteras de la reexpansión magdaleniense ha- micro puntas de doble dorso, se está definiendo en cia el norte. El sílex y, especialmente en Asturias, las el norte de España (Adan et alii, 2001; Aura et alii, cuarcitas empleadas para la fabricación de útiles eran 1998; Bernaldo de Quirós et alii, 1992; Straus, 1996 frecuentemente locales o de fuentes situadas a pocas b). Las azagayas y otros artefactos óseos típicos del horas de camino del yacimiento (Freeman, 1991; Magdaleniense desaparecen, los arpones continúan González Sainz, 1991; Straus, 1996 a). Por otra parte, fabricándose, pero con sección plana, en vez de re- es evidente a partir de las especificidades típicas de los donda. En principio son todavía bastante alargados estilos del arte rupestre, como el modo de “contorno e incluso, en tres yacimientos asturianos (Los Azules, negro” en el Pirineo, por ejemplo en Niaux, o a partir Cueva Oscura y La Lluera), con grabados geométri- de objetos mobiliares como los contornos recortados cos (Fernández-Tresguerres y Junceda, 1990), pero pirenaicos, que había contactos humanos significati- algo más tarde comenzarán a ser más aplanados y vos (por ejemplo, visitas, intercambios y matrimonios) en ocasiones con perforación basal. Un motivo de- entre la región vasco-cantábrica y los Pirineos, y aun corativo similar a líneas con tracitos fue grabado en más allá (Schwendler, 2004), incluyendo similitudes objetos óseos de diversos yacimientos del Magdale- notables con objetos decorados y artefactos del Le- niense terminal y Aziliense antiguo de Cantabria y vante español. Existió un “universo Magdaleniense”: Asturias. El Aziliense muestra un brusco descenso del número de buriles y otros tipos de útiles, excepto de los raspadores circulares, que tienden a hacerse sobre pequeñas lascas. Un término en ocasiones aplicado a la tecnología Aziliense ha sido el de “empobreci- miento”, pero gran parte del instrumental y las armas probablemente empezaron a realizarse ahora en ma- dera, cuando comenzó la reforestación de la Región.

Los patrones de asentamiento azilienses son casi una copia exacta de los del Magdaleniense. El número de yacimientos es básicamente idéntico: 51, que supo- ne una media aproximada de 25,5 yacimientos por milenio (Fig.7). La mayoría de las unidades azilienses Fig. 6. Representación de reno en la cueva de Las Monedas se apoya sobre las magdalenienses, pero muchos ya- (Puente Viesgo). medio (c. 17-13 ka). cimientos fueron abandonados tras el Aziliense. Así

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Fig. 7. Distribución de yacimientos de época Aziliense (c. 11,5-9 ka). mismo hay más yacimientos azilienses que magda- las condiciones atemperadas y húmedas de Alleröd y lenienses ubicados en la alta montaña, no hay duda el Preboreal, se incrementó el uso de las avellanas y que debido al final de la deglaciación (Bernaldo de hayucos, bellotas, y nueces, así como una variedad de Quirós y Neira, 1996; Muñoz y Berganza, 1997). Al- semillas, bayas y raíces. El programa de flotación de gunos yacimientos azilienses algo más tardíos (Prebo- El Mirón, como el del Juyo, debería arrojar luz sobre real) están localizados sobre o cerca de una línea de el papel de las plantas en la dieta. costa ya muy cercana a la actual. Estos sitios a menu- do contienen gran cantidad moluscos en concheros Además de la exigua mención realizada anterior- que son los precursores de la “cultura asturiense” me- mente sobre la decoración de los arpones del Azi- solítica (González Morales, 1995; Straus, 1995). Los liense inicial y plaquetas de hueso o colgantes, hay moluscos son aún taxones de aguas frías. unos pocos objetos de hueso y asta decorados con grabados geométricos, una espectacular espátula de Además de moluscos marinos, durante el Aziliense hueso con infinidad de puntos grabados de los Azu- las gentes explotaron en ocasiones cantidades impor- les (Asturias) y unos 40 ejemplares de cantos pintados tantes de caracoles terrestres, como en El Piélago, en -29 de ellos de la misma cueva, donde muchos de es- los bordes de las montañas, y La Fragua, ambos en tos objetos “clásicos” se asocian a un enterramiento Cantabria, y una variedad de peces marinos y aná- humano (Fernández-Tresguerres, 1994)-. El número dromos, como en La Riera. Los pájaros, incluyendo de objetos azilienses decorados desciende a medida aves acuáticas, comienzan a incrementarse de forma que pasa el tiempo, probablemente cuando todo el regular en las arqueofaunas desde el Magdaleniense sistema simbólico Magdaleniense se colapsa. En rea- final y Aziliense. El principal recurso animal durante lidad, todo el arte rupestre y mobiliar figurativo había el Aziliense continuó siendo el ciervo en los lugares de desaparecido ya totalmente hacia el final de Alleröd, la llanura costera y en los valles cercanos, y la cabra presumiblemente porque el mundo en el cual esa alpina y el rebeco en los lugares de montaña. Sin em- ideología se apoyaba había dejado ya de existir. bargo, con la reforestación comenzaron a aparecer ya desde sus inicios cantidades importantes de corzos Los artefactos azilienses desaparecen hacia el final y jabalí. Se puede suponer que, especialmente bajo del Preboreal (c. 9 Ka). La fase Boreal en Asturias

Nivel Cero 12 2010 29 LAWRENCE GUY STRAUS oriental y Cantabria occidental está marcada por la la Cordillera (Alday, 1998; Cava, 2004) y muy pocos formación de enormes concheros en gran número de yacimientos en los flancos montañosos de Picos de cuevas situadas a 1-2 km de la costa, especialmente Europa en Asturias y de la Cordillera en el oriente de alrededor de ensenadas y estuarios. El componente Cantabria y Vizcaya. La población humana parece cultural de estos yacimientos “Asturienses” es limita- haber estado todavía fuertemente concentrada a lo do; picos sobre cantos, lascas y punzones de hueso largo de la costa, especialmente en estuarios y ense- componen la mayor parte del instrumental. No hay nadas, los más ricos ecosistemas. Es en este mundo de evidencias de arte y sólo se conoce un buril, pobre- recolectores de amplio espectro donde se introduce mente documentado. Los concheros asturienses la domesticación animal neolítica, las cerámicas, los contienen grandes masas de moluscos marinos (aho- cereales y los megalitos, probablemente por medio ra bígaros de aguas templadas, así como lapas, que del comercio y migraciones del mundo mediterráneo son más pequeñas en La Riera y otros yacimientos, a través del Ebro o el sur de Francia poco después probablemente a consecuencia de una sobreexplota- de hace 6.000 años en fechas de radiocarbono (Peña- ción). Asimismo contienen erizo de mar y caparazo- Chocarro et alii, 2005). nes de cangrejos, espinas, algunos restos de plantas, y abundantes huesos y dientes de mamíferos (principal- AGRADECIMIENTOS mente ciervo, seguido de corzo y jabalí, y en menor proporción otros ungulados), así como pequeños car- Este breve resumen constituye un pálido reflejo de los nívoros y pájaros. trabajos de muchos colegas españoles, a los que se lo agradezco enormemente y me disculpo de antema- En Cantabria oriental y las provincias vascas costeras, no por posibles simplificaciones, tergiversaciones, u se ha documentado un énfasis similar en los recursos obviar aspectos de su gran y cuidadosa investigación. marinos, especialmente en yacimientos alrededor de Una de mis aportaciones a lo largo de los años ha los estuarios del Asón y de Guernica. Aquí, debido a sido no sólo contribuir a documentar la Prehistoria los diferentes substratos litorales, los taxones son di- cantábrica, sino también contribuir a su mejor cono- ferentes, incluyendo muchas ostras en el Boreal y a cimiento en el mundo angloparlante. Los mapas fue- inicios del Atlántico. Las manifestaciones culturales ron esbozados en un SIG, a partir de mis datos, por mesolíticas son algo diferentes (los picos asturienses Ann Winegardner. Tengo especiales deudas de gra- están ausentes), pero la colección de útiles es también titud con Joaquín González Echegaray, Jesús Altuna en general pobre (González Morales, 1990 b; Gon- y Manuel González Morales, así como hacia Leslie zález Morales y Diaz, 1992; González Morales et alii, G. Freeman y Geoffrey A. Clark, que me introduje- 1992). Un enterramiento simple datado en el 8.300 ron en la prehistoria cantábrica hace unos 30 años, y B.P. ha sido recientemente encontrado en un conche- a mi esposa, María del Carmen Rapado Errazti de ro del este de Guipúzcoa (Iriarte et alii, 2005). Santander, quien, incluso desde entonces, ha tolerado tantas excavaciones y escritos. La traducción al cas- Hay un debate en curso sobre si la montaña interior tellano fue hecha gentilmente por Raquel González fue o no abandonada durante la mayor parte del Gutiérrez y revisada por César González Sainz y por Mesolítico (Arias, 1995; González Morales, 1999; el autor. Este artículo está dedicado a nuestra queri- Straus y González Morales, 2003). Lo cierto es que da amiga y colega Victoria Cabrera Valdés, la gran había numerosos yacimientos epipaleolíticos en la conocedora de La Cueva de El Castillo, que desapa- cuenca superior del Ebro, de Álava hacia el sur de reció prematuramente en 2004.

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