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NIVEL CERO 12

GRUPO ARQUEOLÓGICO ATTICA

Santander 2010 Edita Grupo Arqueológico ATTICA

Colaboran Consejo de Estudiantes de la Universidad de Vicerrectorado de Estudiantes de la Universidad de Cantabria

Coordinadores A. Gómez, J. A. Hierro y R. Bolado

Maquetación Enrique Gutiérrez Cuenca Grupo Arqueológico ATTICA

Imprime Tratamiento Gráfico del Documento, S.L. Avda. de los Castros, s/n Santander 39005 (Cantabria)

© Grupo Arqueológico ATTICA © Autores

I.S.S.N. 1134-0320 Santander, 2010

El editor no se responsabiliza de las opiniones vertidas por los autores en los trabajos recogidos en la revista EDITORIAL

A comienzos de la década de 1990, un grupo de alumnos de la extinta Licenciatura en Geografía e Historia de la Universidad de Cantabria aunaron esfuerzos e ilusiones para crear el Grupo Arqueológico ATTICA. En aquellos momentos el fenómeno del asociacionismo universitario gozaba de una muy buena salud, al menos en lo que a la UC se refiere, y ATTICA fue uno más de los frutos de aquel estado de cosas. Un fruto del ansia juvenil de reunirse, de compartir ideas y aficiones, de desarrollar proyectos. En definitiva, de acercar la Arqueología a la sociedad, a los universitarios y también a la gente de la calle; en Cantabria y fuera de ella.

Durante los primeros tres lustros de su existencia el colectivo llevó a cabo una prolífica y extensa labor divulga- tiva: se organizaron conferencias, seminarios, jornadas de experimentación científica… Y se trató, sobre todas las demás cosas, de desarrollar una actitud crítica –y constructiva– en relación con la Arqueología y todo lo que la rodea.

Uno de los principales recursos, herramienta estrella y emblema de la asociación, fue la revista Nivel Cero. Una publicación que surgió como un canal de comunicación abierto a todos, en el que alumnos, profesores e investi- gadores vinculados o no a centros oficiales pudieran compartir intereses, conocimientos y preocupaciones.Nivel Cero, además, vino a rellenar un vacío en el medio universitario cántabro: la inexplicable ausencia en la UC de una revista científica dedicada a la Historia y la Arqueología. Una cuestión poco entendible, si tenemos en cuenta la riqueza e importancia del patrimonio arqueológico de nuestra Comunidad Autónoma.

Durante esos primeros años y de forma natural, las sucesivas promociones de alumnos fueron nutriendo al colec- tivo, a la vez que los antiguos miembros lo abandonaban una vez finalizado su período de formación académica. El creciente interés del alumnado por las actividades del grupo, unido al dinamismo de éste, llevó a ATTICA a unas cotas de producción divulgativa y científica difíciles de olvidar: publicación periódica y continuada de Nivel Cero, conferencias, proyecciones, coloquios, jornadas divulgativas sobre las actuaciones arqueológicas en Canta- bria, jornadas de Arqueología Experimental…

Pero todo llega a su fin. Y el fin de la asociación ha llegado. Tras quince años dignos de recordar, el último lustro ha dejado bien claro que el tiempo de ATTICA ya pasó. Y por eso este número de Nivel Cero que tienes en tus manos va a ser, salvo sorpresa, el último. ¡Qué mejor forma de terminar este recorrido que con un ejemplar de la revista que puso a ATTICA en el mapa de los que están y hacen algo en el mundo de la Arqueología peninsular!

Tras haber reflexionado sobre ello en los últimos tiempos, creemos que es necesario compartir nuestras ideas acerca de las causas del declive del grupo en estos años. En un principio, aunque aún no hayamos sido capaces de hallar una explicación convincente para esas causas, creímos que el responsable de que todo vaya a terminar de esta manera era el desinterés de los alumnos. La falta de implicación de unos estudiantes universitarios a los que, al contrario de lo que ocurrió con nosotros años atrás, ni el Grupo Arqueológico ATTICA ni su labor “les dicen nada”. Llegamos incluso a la conclusión de que el culpable último era lo que –en una muestra más que evidente de que nuestro tiempo ya ha pasado y somos demasiado viejos– denominamos “efecto Queen”. O lo que es lo mismo, esa manía tan de los jóvenes de hoy en día de quererlo todo y quererlo ya, como decía, más o menos, el estribillo de uno de los temas de la etapa terminal de la famosa banda británica. Sin implicarse, sin pelearlo, sin trabajar sabiendo que casi nadie se lo reconocerá. Por tanto, la culpa era de los nuevos alumnos, esos seres egoístas que habían roto el eterno ciclo abandono-renovación del que se nutría el grupo, condenándole a morir de una vejera mal llevada y peor asumida.

Sin embargo, ni había “efecto Queen” ni los alumnos tenían la culpa de lo que ocurría. O al menos no toda la culpa. El asociacionismo en la UC sigue teniendo, siempre en términos relativos, bastante vigor. Y ni siquiera nos quedó el recurso a la escasez de alumnos, fruto de una presunta desapetencia de los jóvenes por los estudios de Humanidades. Cuando revisamos algunas cifras relativas al número de matriculaciones por carrera durante los últimos años pudimos comprobar que la realidad era otra: las disciplinas técnicas, al contrario de lo que se pudiera pensar en principio, no gozan de gran ventaja sobre las de letras en ese sentido.

Llegó entonces el momento de la autocrítica: quizá el propio colectivo, ensimismado con su propio éxito, no supo darse a conocer suficientemente entre los nuevos estudiantes. No supo calar entre el público en el que se encontraba su capital humano futuro, condenándose así a la extinción. Era difícil de aceptar pero quizá nosotros mismos, con cada vez menos tiempo que dedicar a la causa y más hipotecas que pagar, éramos los únicos cul- pables del fin de ATTICA. Sin embargo, y aunque en los últimos años el grado de actividad ha sido menor, la asociación ha seguido estando presente en la vida cultural de la Universidad de Cantabria, organizando eventos divulgativos, conferencias e incluso editando un número de Nivel Cero. Por tanto, quien tuvo un mínimo interés, supo de su existencia y de las actividades que desarrollaba. Entonces, ¿por qué no se unió? ¿Por qué nadie se sintió atraído por hacer aquellas cosas que a nosotros nos pareció que había que hacer, sí o sí, años atrás?

Aunque no acabamos de entenderlo, quizá porque una “venda generacional” sigue tapando nuestros ojos, puede que la explicación a este final sea, en realidad, muy sencilla: los tiempos han cambiado. El modelo que ATTICA promocionó y practicó ya no es válido. Nuevas formas de ser y de hacer han sustituido a las antiguas y es en ese nuevo marco en el que han de moverse –y seguro que lo hacen ya– quienes tengan inquietudes e ideas similares a las que llevaron a todos los miembros que han pasado por el colectivo, desde su fundación, a pertenecer a él. Hemos tardado en darnos cuenta, es cierto. ¿Habríamos “salvado” a la asociación de haberlo hecho antes? Sinceramente, no lo creemos. Su tiempo, nuestro tiempo, había pasado ya. Los alumnos no sufrían el “efecto Queen”. Al contrario, éramos los miembros de ATTICA quienes estábamos afectados por el efecto “Los Otros”: seguíamos habitando en ese viejo caserón que era el grupo sin saber que estábamos “muertos”, que el presente había acabado con nosotros. Ahora lo sabemos y por eso queremos darnos, a nosotros y a la asociación, un en- tierro digno en forma de revista.

Cerramos así un periplo, el del Grupo Arqueológico ATTICA, de 20 años de duración. Consideramos que el balance ha sido más que positivo y que el grupo ha cumplido con creces las expectativas de quienes lo fundaron y quienes lo hemos ido manteniendo en pie, con mejor o peor fortuna, hasta ahora. Estamos seguros de que esas nuevas formas de hacer de los futuros arqueólogos ya están en marcha y que sus frutos, si es que aún no se han recogido, no tardarán en aparecer. En alguna de ellas es donde habremos de buscar a los herederos de nuestro trabajo, de nuestros desvelos y nuestras ilusiones. Y ellas serán la mejor prueba de que, al final, mereció la pena. ARTÍCULOS

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INDUSTRIA LÍTICA EN EL PICU SANTUFIRME (LLANERA, ASTURIAS) ¿SELECCIÓN DE ESPACIOS Y TERRITORIOS EN EL PALEOLÍTICO ANTIGUO?

David ÁLVAREZ ALONSO Departamento de Prehistoria y Arqueología UNED [email protected]

1. INTRODUCCIÓN 2. ZONA DE ESTUDIO Y ANTECEDENTES

Con este trabajo hacemos un breve acercamiento a El Picu Santufirme (440 m) es un pequeño cerro si- una cuestión escasamente tratada para las primeras tuado en el centro del concejo de Llanera, que deli- ocupaciones paleolíticas del Cantábrico, pero su- mita por el norte la cuenca terciaria central asturiana, mamente interesante, en tanto en cuanto podemos la cual se caracteriza por formar una gran planicie. intuir que existe una continuidad en el poblamiento Se sitúa al norte del monte Naranco, quedando entre desde las últimas fases del Pleistoceno Medio, has- ambos la gran llanura a la que nos hemos referido ta los inicios del Pleistoceno Superior (o lo que es anteriormente. El Santufirme forma parte, a su vez, lo mismo, desde los primeros vestigios del Paleolíti- de una serie de cerros aislados que se caracterizan co antiguo –Inferior y Medio antiguo– al aire libre, por formar un relieve residual que va descendiendo hasta el Musteriense clásico que se desarrolla en las hasta la rasa litoral cantábrica. cuevas cantábricas). Esta continuidad, visible a partir de las industrias líticas durante el Paleolítico antiguo La cuenca de Llanera se encuentra delimitada por y el Musteriense clásico, nos hace pensar en un po- dos áreas de fuerte presencia inferopaleolítica, la pri- blamiento continuado, y por lo tanto pensar en una mera de ellas la constituyen las cuencas fluviales del paulatina evolución interna que conllevaría una fija- centro de la región, caracterizadas en este punto por ción territorial, y el planteamiento de recurrentes es- el río Nora y su afluente, el Noreña, donde destacan quemas económicos adaptados al medio cantábrico. los yacimientos de Paredes y Llagú y los múltiples Sin lugar a dudas, el análisis de las primeras etapas hallazgos de los alrededores de Oviedo y Siero (Ro- paleolíticas conocidas en el Cantábrico, y la posible dríguez Asensio, 1983). La otra área a destacar es la existencia de un planteamiento territorial con distin- región costera, en este caso representada por la zona tas funcionalidades del espacio, es una cuestión de del Cabo de Peñas (Álvarez Alonso, 2004; Álvarez gran importancia para conocer la posterior evolución Alonso y Arca, 2008; Pérez Pérez, 1975, 2001; Rodrí- de los grupos humanos a comienzos del Pleistoceno guez Asensio, 1983) y sobre todo por los hallazgos de Superior, pero también nos llevaría a desterrar viejos los alrededores de Gijón (Rodríguez Asensio y Noval mitos sobre la, tan recurrente, visión del nomadismo Fonseca, 1998). para los grupos humanos del Paleolítico Inferior. Es- tas cuestiones están directamente ligadas al medio y Vemos que Llanera se sitúa en un punto intermedio al marco geográfico y topográfico (así como también de dos áreas bien diferenciadas, la costa y los valles climático), por lo cual, para analizar el modo de vida del interior, formando parte del corredor natural en- de los primeros grupos humanos paleolíticos cono- tre estas dos zonas. cidos en el Cantábrico, no es válido partir de con- ceptos generales extraídos de análisis de industrias 3. INDUSTRIA LÍTICA y yacimientos de otras zonas, (como pueden ser los yacimientos africanos, centroeuropeos o incluso de la Durante los años 2004 y 2005 se produjeron una se- Meseta, con otras características totalmente diferen- rie de hallazgos en el entorno del Santufirme, fruto tes). de un proyecto de investigación materializado en un programa de prospecciones arqueológicas intensivas (Álvarez Alonso, 2005 y 2007). Se trata, en definiti- DAVID ÁLVAREZ ALONSO

Fig. 1. Situación del Picu Santufirme. va, de una serie de pequeños conjuntos líticos, distri- siendo halladas un buen número de ellas en contexto buidos desde la cima hasta el pie de la ladera, cuya estratigráfico (Álvarez Alonso, 2005; 2007). Se trata cronología relativa la podemos encuadrar en el Pa- de un yacimiento en clara posición secundaria, aun- leolítico antiguo, es decir, testigos de ocupaciones an- que la densidad de material hallado en superficie y teriores al último periodo interglaciar (OIS 5e), o lo en el corte estratigráfico, así como la homogeneidad que es lo mismo, adscritas a los últimos momentos del de la muestra y el estado de la misma, con escaso ro- Pleistoceno Medio e inicios del Pleistoceno Superior. damiento y ausencia de pátina en muchas piezas, nos hace pensar en la proximidad al enclave primario de Durante los trabajos de prospección se recogieron un deposición de estos materiales. total de 108 piezas líticas, documentándose 2 locali- zaciones contextualizadas estratigráficamente asigna- Los materiales que aparecen son encuadrables cla- das al Paleolítico Inferior1, varios hallazgos aislados ramente en el Paleolítico antiguo, apareciendo repre- así como conjuntos líticos sin relación estratigráfica sentado el macro-utillaje característico de esta etapa, alguna. Estas dos localizaciones se encuentran muy cantos trabajados, hendedores, bifaces y triedros. cercanas entre sí, en la ladera del Picu Santufirme Todo parece indicar que se trata de un conjunto pero a cotas diferentes, y además los materiales re- achelense, aunque este extremo no lo podemos ase- cuperados poseen gran similitud, siendo muy homo- gurar, ya que bien pudiera pertenecer también a una géneos. fase inicial del Paleolítico Medio, en donde sabemos que aún coexiste el utillaje característico del Paleolí- En primer lugar tenemos el conjunto lítico de La tico Inferior. Sólo una intervención arqueológica nos Bérbola, que se encuentra compuesto por 43 piezas, permitiría profundizar en esta cuestión y aclarar la atribución crono-cultural del yacimiento, ya que la muestra es demasiado limitada para obtener más in- 1 De manera provisional, y hasta futuras investigaciones que preci- formación. El conjunto está formado por 2 bifaces, sen la cronología, nos decantamos por incluir estos yacimientos en este periodo y no en otro. 3 hendedores, 1 pico triedro, 8 cantos trabajados, 7

8 Nivel Cero 12 2010 INDUSTRIA LÍTICA EN EL PICU SANTUFIRME (LLANERA, ASTURIAS)

Fig. 2. Industria lítica de La Bérbola. núcleos, 1 raspador atípico, 17 lascas, 1 lámina y 3 aparece una pieza retocada, un raspador. Abundan, restos de talla. por encima de todos los útiles, los cantos trabajados (todos unifaciales) y además hay presencia de un hen- En segundo lugar tenemos el conjunto de Caraviés, dedor y de un protobifaz, las lascas es el otro grupo formado por 26 piezas (Álvarez Alonso, 2005). Los dominante, todas ellas simples y sin retoque. materiales se encontraron principalmente en uno de los caminos de ascenso al Picu Santufirme desde Ca- Completando estas colecciones, a lo largo de la lade- raviés, apareciendo casi todos en superficie, aunque en ra se recuperaron otras 33 piezas líticas descontextua- algunos casos fueron extraídos del corte estratigráfico lizadas entre las que abundan los productos de talla, existente en el lugar, a unos 50 cm de profundidad y y tan sólo un hendedor y dos cantos trabajados son en un contexto arenoso similar al de La Bérbola aun- representativos de estos otros conjuntos. La mayoría que con un número menor de elementos líticos. de las piezas estaban aisladas, y sólo destacan dos conjuntos líticos cercanos a Caraviés, los cuales no El contexto geológico es el mismo que el del yaci- presentan discordancias tecnológicas con los materia- miento de La Bérbola, un coluvión cuaternario, y los les hallados en contexto estratigráfico. Intervenciones materiales son muy similares. Por todo ello, conside- arqueológicas futuras, podrían arrojar luz sobre estos ramos estas dos localizaciones como parte de un mis- hallazgos, que aún no se encuentran muy bien carac- mo yacimiento2, a falta de estudios exhaustivos sobre terizados. sus contextos geológicos y estratigráficos. Todo pare- ce indicar que la ubicación primaria estaría cercana 4. SELECCIÓN DE ZONAS Y LUGARES DE al lugar de Caraviés, siendo los materiales encontrados OCUPACIÓN en La Bérbola y en cotas más bajas, fruto del arrastre y la removilización dentro de un depósito de ladera, y Son pocos los datos que poseemos para poder aden- por lo tanto en una clara posición secundaria. trarnos en cuestiones relativas al tipo de hábitat o a las actividades llevadas a cabo por los grupos huma- La industria lítica de Caraviés, al igual que la de La nos del Paleolítico antiguo en esta zona. No obstan- Bérbola presenta una ausencia casi total de elemen- te, consideramos necesario un acercamiento, en este tos retocados, y al igual que en aquel conjunto, sólo caso fundamentalmente teórico, a partir de los esca- sos vestigios y su distribución diferencial por el marco geográfico. 2 Yacimiento que se encuentra a lo largo de la ladera, en un depó- sito que conforma un gran cono de deyección.

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Por territorio, aplicando este concepto al Paleolíti- geografía, la topografía y el ecosistema que se desa- co antiguo, entendemos un espacio variado y fuer- rrolla en función de esas variables, son los elementos temente condicionado por el medio geográfico y el fundamentales que van a definir un territorio, y por ecosistema. Rodríguez Asensio (2004) ha aportado lo tanto el grado de movilidad (o sedentarismo) de un alguna definición al respecto para el área cantábri- grupo, que girará en virtud de la variedad del biotopo ca, aunque de carácter muy genérico. Este autor en- y de la capacidad de adaptación al mismo, así como tiende el territorio de un grupo paleolítico como “un del planteamiento económico desarrollado. Vemos, espacio geográfico en el que se encuentra una fuente por tanto, la dificultad de evaluar la territorialidad de de agua potable en torno a la cual se extiende un área los grupos humanos en épocas tan antiguas, a partir de varios kilómetros cuadrados que es fácilmente do- de tan pocos datos. minable por un grupo humano en el desarrollo de sus actividades predatorias”. Este mismo autor indi- El Picu Santufirme, como hemos visto, se sitúa en un ca que puede considerarse como tal, la “zona que se lugar privilegiado, pudiendo dominarse visualmente encuentra dentro del espacio que un grupo humano desde su cima una amplia zona, que va desde la cos- es capaz de recorrer en un movimiento de ida y vuel- ta (región del Cabo Peñas) hasta alcanzar, en días de ta desde un punto fijo en dos jornadas”, Rodríguez buena visibilidad, los Picos de Europa, y por supuesto Asensio (2004) hace referencia también, de manera toda la región central asturiana –hasta el monte Na- somera, a la importancia de la geografía y la topo- ranco y sierras del área central–. De igual modo, el grafía. Por nuestra parte consideramos que éste es sin control visual permite divisar claramente la zona del lugar a dudas el aspecto más importante a la hora valle de Paredes, donde se encuentra un importante de definir un territorio para un grupo paleolítico. La yacimiento inferopaleolítico, las pequeñas elevacio-

Fig. 3. Cono de deyección en la ladera del Santufirme con sedimentos cuaternarios que incluyen la industria lítica. 1 Cima del Picu, en la cual se halló alguna pieza aislada; 2 Caraviés; 3 La Bérbola.

10 Nivel Cero 12 2010 INDUSTRIA LÍTICA EN EL PICU SANTUFIRME (LLANERA, ASTURIAS) nes que se divisan hacia el Nordeste, entre las cuales tos de Paredes (Rodríguez Asensio, 1983) y de Cayés, discurre la antigua carretera Oviedo-Gijón (N-630) y pertenecientes, seguramente, a un mismo horizonte donde se encuentran, entre otros, los yacimientos de de ocupación humana que denota el intenso pobla- Veranes (Rodríguez Asensio y Noval, 1998) y los de miento de la cuenca del Nora y del centro de Asturias la zona del valle del Nora/Noreña a su paso entre los durante el Paleolítico antiguo. concejos de Oviedo, Llanera y Siero. Se trata pues de una zona con abundancia de restos del Paleolítico Principalmente, los yacimientos conocidos en Astu- antiguo, a la vez que un estratégico punto de control rias (y en el resto del Cantábrico) atribuidos al Paleo- del territorio. lítico antiguo, suelen situarse en la cercanía a cur- sos de agua, zonas lacustres, o en un contexto litoral En tiempos paleolíticos, en los que estas zonas tuvie- (Rodríguez Asensio, 2004). Esto se puede explicar en ron una prolongada ocupación –a la luz de los nu- términos económicos como la elección de un espacio merosos hallazgos– el conocimiento del medio debió con abundancia de recursos esenciales para la super- de ser un factor sumamente importante para la su- vivencia, tanto para el desarrollo de la vida humana pervivencia, y del mismo modo para la localización como animal, siendo por lo tanto un lugar idóneo de recursos bióticos o para el control (y prevención) para la caza, e incluso para el carroñeo, al igual que de supuestos peligros para estas poblaciones –como zonas óptimas para la adquisición de materias primas podría ser el contacto con los grandes depredadores líticas. De este modo no es extraño encontrar ocu- existentes en el Pleistoceno medio–. Por lo tanto, la paciones en zonas elevadas como por ejemplo en te- existencia de un lugar desde donde poder controlar rrazas fluviales, pero estas ocupaciones, en principio, visualmente y dominar una zona tan extensa, debió responden a la mencionada proximidad al medio de suponer un elemento importante para los grupos fluvial donde no sólo es posible aprovisionarse de ali- humanos paleolíticos. Así, tenemos evidencias cer- mentos sino también de materias primas. El ejemplo canas de restos líticos en zonas elevadas, en el Altu del Picu Santufirme no se corresponde, con las mis- la Mayá en Siero (Rodríguez Asensio, 1977), visible mas circunstancias que otros yacimientos cercanos desde el Santufirme, en la zona de Veranes, Campa como por ejemplo Paredes –terraza fluvial–. Su ubi- Torres, monte Deva, monte la Granda y monte Areo, cación, en una zona de características diferentes, pa- en Gijón, (Rodríguez Asensio y Noval, 1998), como rece responder a una funcionalidad distinta de unos lugares más representativos y claramente diferencia- yacimientos a otros. Aunque presente, no existe en el dos del hábitat en zonas bajas, todos ellos cercanos entre Santufirme un fácil y óptimo acceso a buena materia sí –norte de la región central asturiana–. Creemos prima como en el inmediato curso del Nora o del No- que la presencia de industrias líticas en zonas ele- reña, y por otro lado se ubica en el límite de la gran vadas, alejadas de las zonas que, a priori, presentan llanura endorreica (situada entre el Naranco y el San- un mayor potencial económico, por su ubicación y tufirme) que debió constituir un espacio con una gran riqueza (cercanía a cursos de agua y mayor accesibi- variedad biológica, así como con una gran afluencia lidad a las materias primas líticas), puede explicarse de mamíferos. La idea del control visual sobre este por cuestiones derivadas del diferente uso y estruc- territorio, de una zona elegida por su privilegiada si- turación que los grupos humanos hacían del espacio tuación, más que por sus recursos naturales para la que habitaban. Especialmente, los hallazgos del Picu subsistencia, ha de ser puesta en consideración. Por Santufirme (Álvarez Alonso, 2005; 2007) se pueden otra parte los restos líticos encontrados en esta zona relacionar, a nivel de tipología de asentamiento, con no han sido aportados por agentes naturales, por lo los del Altu la Mayá (Rodríguez Asensio, 1977) y el que su presencia en este monte, ha de ser explicada Cantu Negru y Silvota (Rodríguez Asensio, 1983), ya por circunstancias derivadas del aporte antrópico. que todos se encuentran delimitando la gran llanura central, el primero por el norte y los restantes por el Aquí podemos introducir el concepto de territoriali- sureste –aunque estos últimos sin duda controlan di- dad de los grupos humanos del Paleolítico antiguo, rectamente el valle del Noreña–. Todos estos hallaz- con lo que ello conlleva para la concepción de gru- gos se encuentran en cotas situadas por encima de pos tradicionalmente considerados nómadas o semi- los 200 m, y no superan los 250 m (con la excepción nómadas. No sólo eso, sino que sería la primera vez del Picu Santufirme). En todos los casos no se trata en la que podríamos plantear este tipo de comporta- de contextos fluviales, no pudiendo asignar estos ma- miento para los grupos humanos paleolíticos de esta teriales a depósito de terraza alguno. Sin más datos zona, siendo por lo tanto las primeras evidencias de al respecto, no deja de ser llamativo que los cerros este tipo de comportamiento en la Región Cantábri- y pequeños cordales que delimitan esta gran depre- ca, y uno de los más antiguos vestigios de la Penínsu- sión, tengan constatada presencia humana durante la. Este concepto de territorialidad no lo contempla- el Paleolítico antiguo. En esta zona se documentan remos pues como la sujeción de un grupo humano a además otros depósitos de terraza en el río Nora, con un área determinada y su identificación con ella, sino restos del Paleolítico antiguo, como son los yacimien- más bien como una forma de integración en el medio

Nivel Cero 12 2010 11 DAVID ÁLVAREZ ALONSO y conocimiento del mismo para su mejor explotación, Rotundamente decimos que no a esta última pregun- y por lo tanto para poder asegurar la subsistencia de ta, por la sencilla razón de que los restos se encuen- una manera más consolidada. tran en iguales circunstancias en zonas altas y bajas, siendo incluso más frecuente el hallazgo en zonas ba- La existencia de dos hábitats diferenciados en esta re- jas y a menudo dependiendo de las circunstancias de gión central y el control visual sobre ambos hace que prospección. Por lo tanto no se puede decir que sean la idea de estacionalidad del hábitat entre costa e in- relictos mejor conservados, cuando la actividad agrí- terior en un intervalo espacial corto (debido a las par- cola a lo largo de la Historia en Asturias ha ocupado ticulares características geográficas de Asturias) cobre no solo las zonas llanas y bajas sino también las cotas sentido dentro de un esquema vertebrado del espa- elevadas, y más tratándose de cotas inferiores a los cio. El emplazamiento en zonas elevadas sería pues, 500 m y con pendientes poco pronunciadas (como es más que un asentamiento condicionado por el apro- el caso del Santufirme). Esto evidentemente ha hecho vechamiento económico directo, un lugar que pode- que tanto unas zonas como otras se han visto someti- mos considerar como ubicación de carácter indirecto das a la constante acción antrópica, no teniendo por o secundario, donde existiría una predeterminación qué estar menos alteradas unas que otras, y más aún de las actividades a llevar a cabo en estos lugares, en cuando la acción reforestadora de época contempo- definitiva un punto de vertebración del espacio. ránea ha incidido notablemente en los montes del centro y de la costa asturiana. A este planteamiento se le pueden cuestionar prin- cipalmente dos puntos, el primero sería el por qué Al margen, creemos que esta crítica se saldría del consideramos que los grupos del Paleolítico antiguo planteamiento que estamos desarrollando, ya que tendrían un comportamiento estacional entre la costa el problema sería plantear por qué se ocupan zonas y el interior en función del aprovechamiento econó- elevadas en lugares donde existen en los alrededores mico, si no se puede hablar de caza especializada y más recursos, como los fluviales y todo lo que de ello sí por el contrario de oportunismo; o por el contario se deriva, aparentemente autolimitando el desarrollo este aspecto no supone más que una suposición, ya de las actividades, y no la frecuencia de hallazgos de que no hay restos faunísticos de estas etapas en los unos sitios a otros. yacimientos al aire libre del Cantábrico. Creemos que algunas de estas ocupaciones en zonas Evidentemente no existen más restos que los líticos, elevadas podrían responder a una motivación verte- y la ausencia de restos de fauna o de restos de habi- bradora del espacio, funciones previas e indirectas tación que demuestren un tipo determinado de con- sobre el medio que posibilitan la posterior interac- ducta nos impide afirmar con rotundidad una cosa u ción, y por lo tanto, la explotación de los diferentes otra. Pero lo que está claro es que a pesar del tipo de recursos de los cuales se pueda disponer, pudiendo aprovechamiento económico, ese oportunismo que así entender que existen ocupaciones de carácter pri- llevaría a cazar cualquier especie o recolectar carroña mario y secundario en función del grado de estableci- o vegetales sin una pauta económica concreta pero miento de posteriores cadenas operativas durante el sí con una predeterminación en la actividad a llevar Paleolítico antiguo. a cabo, recogería por lo tanto la posibilidad de con- trolar un ecosistema variado y con más posibilidades 4. CONCLUSIONES para la subsistencia, como el que presenta un esque- ma costa e interior. Esto haría, por lo tanto, necesario Los restos documentados en el Picu Santufirme no un conocimiento del territorio para lo cual, eviden- constituyen un volumen suficiente de información temente, lo mejor es contar con zonas de visualiza- para profundizar en esta interpretación, pero son ción desde puntos elevados. Una circunstancia que claramente encuadrables dentro del Paleolítico anti- llevaría a obtener un esquema mental del territorio, guo. Asumiendo que no se puede asegurar que los e incluso poder establecer puntos de control para la restos pertenezcan a un mismo conjunto, y menos a captación de recursos. En el Paleolítico Superior es- una misma ocupación al hallarse totalmente descon- tas conductas se muestran altamente especializadas y textualizados y carecer de contexto estratigráfico, es consolidadas, por lo que cabría pensar en una cierta obvio que su situación y el hecho de encontrarse en evolución en este sentido a partir de las etapas más estos lugares, no se puede explicar por circunstancias antiguas del Paleolítico. derivadas de la acción de agentes naturales. La pre- sencia de herramientas líticas en estas zonas elevadas, La segunda cuestión que se podría plantear al respec- sin lugar a dudas responde a su traslado hasta allí por to, es sí la localización en estos puntos elevados del te- parte de los grupos humanos paleolíticos, por lo cual rritorio, más que a una elección concreta y predeter- hay que explicar la presencia humana en este tipo de minada, responde a zonas que por sus características localizaciones. En este aspecto debemos señalar que han conservado mejor los restos que las zonas bajas. en Cantabria se ha hecho referencia a la presencia de

12 Nivel Cero 12 2010 INDUSTRIA LÍTICA EN EL PICU SANTUFIRME (LLANERA, ASTURIAS) materiales en zonas elevadas alejadas de la inmedia- de yacimientos del Paleolítico antiguo, atendiendo a ta influencia de cursos fluviales (Montes, 2003), así su morfología y no a las condiciones de deposición, como en la cuenca del Duero, donde también se han es grande. Aquí debemos apuntar que hemos hecho documentado circunstancias similares (Díez Martín, referencia a localizaciones primarias y secundarias 2000). no desde el punto de vista del depósito, sino desde el punto de vista de la concepción del asentamiento, La existencia de materia prima en la zona y el tratar- refiriéndose a su finalidad y a lo que de ello se deriva. se de útiles de sencilla elaboración nos hace pensar Por lo tanto creemos que las localizaciones de indus- que pueden pertenecer a cadenas operativas realiza- trias líticas del Paleolítico antiguo en zonas altas no das íntegramente en el mismo lugar (o alrededores) asociadas a terrazas fluviales pueden responder (tal del hallazgo, no con ello queriendo decir que puedan vez entre otras razones) a motivaciones vertebradoras relacionarse entre sí. del espacio en un esquema paleolítico concreto como es el del centro de la región asturiana. Por lo que respecta a la situación del hallazgo y las re- ferencias que hemos hecho a cuestiones relacionadas con la territorialidad, podemos decir que la variedad

BIBLIOGRAFÍA

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Nivel Cero 12 Santander, 2010 Pág. 15-34

BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA: ESTADO DE LA CUESTIÓN, 1990-2005

Lawrence Guy STRAUS Departamento de Antropología Universidad de Nuevo México

1. INTRODUCCIÓN su contexto sociocultural y económico y el fenómeno universal de las diversas respuestas humanas al tér- El estudio del Paleolítico Superior de la Región mino de las condiciones ambientales del Pleistoceno, Cantábrica comienza en la década de 1870 con las hace unos 10.000 años en cronología radiocarbónica. excavaciones de Marcelino Sanz de Sautuola en las cuevas de El Pendo, Camargo, y especialmente Al- 2. LA REGIÓN CANTÁBRICA, AHORA Y tamira, donde, en 1878, descubrió pinturas rupestres ENTONCES y reconoció su relación con el depósito arqueológico de época glacial que estaba excavando en el vestíbulo Se trata de una entidad geográfica bien definida, de la cueva (Madariaga, 2000). Tras dos décadas de limitada al norte por el mar Cantábrico, al sur por rechazo por parte de la mayoría de los prehistoriado- la Cordillera Cantábrica (con cimas más frecuentes res profesionalizados, la prehistoria cantábrica, una entre c.1.500 a 2.000 m.) y Los Picos de Europa (con vez más, afirmó su importancia con el descubrimien- una altitud máxima en 2.648 m.), al este por los Piri- to por H. Alcalde del Río y Lorenzo Sierra, hace ya neos, y al oeste por el río Nalón, que delimita el área un siglo, de evidencias artísticas y arqueológicas tan litológica del occidente asturiano y Galicia. Desde un importantes como El Castillo, Hornos de la Peña, punto de vista administrativo, la región natural está Covalanas, La Haza, El Mirón, y El Valle (Cabrera dividida de este a oeste entre las dos provincias coste- y Morales, 2000). Desde entonces, y con un ritmo in- ras del País Vasco (Guipúzcoa y Vizcaya), Cantabria tensificado en estos últimos años, se han descubierto y Asturias. Desde el río Bidasoa al Nalón, la distancia más de un centenar de cuevas con arte y muchos más es de 350 km. aproximadamente, y la anchura actual lugares de habitación del Paleolítico Superior, que de la región, de la costa a la cima de la Cordillera, convierten la región vasco-cantábrica, relativamente oscila entre los 30 km. y no más de 50 km. El área pequeña, en una de las más ricas del mundo para la total es de unos 14.000 km². Durante la máxima re- arqueología del periodo entre c. 40.000 y 10.000 años gresión del nivel del mar, debió emerger una banda en cronología radiocarbónica. de la plataforma continental de solo entre 4 y 12 km. de ancho; en el mismo periodo, el hielo cubría áreas El propósito de este artículo es revisar y poner a dis- considerables de la Cordillera y Picos de Europa. El posición de los lectores no especialistas algunos de los lecho litológico dominante en la mayor parte del País aspectos más destacados y característicos del registro Vasco y de Cantabria está constituido básicamente del Paleolítico Superior de la Región Cantábrica, por calizas del Cretácico, muy karstificadas, aunque resaltando los descubrimientos e innovaciones en la hay también afloramientos de calizas carboníferas y comprensión de la mayoría de los problemas que han cuarcitas del Paleozoico antiguo, especialmente ha- tenido lugar desde la publicación, hace más de una cia occidente. El relieve es muy escalonado, con unas década, de mi libro Iberia before the Iberians: pocas bandas de llanuras costeras, relevantes en tor- of Northern (Straus, 1992). En particu- no a la actual Bahía de Santander (que es de época lar, esta compilación es significativa en relación con holocena) y en la zona central de Asturias, o en los el discurrir del debate sobre la llamada transición del amplios valles fluviales. Paleolítico Medio al Superior, el impacto del último máximo glacial en el poblamiento humano de Eu- El área vasco-cantábrica conforma la “España ver- ropa, el estudio del arte del Paleolítico Superior en de”. Climática y ecológicamente aparece bien dife- LAWRENCE GUY STRAUS

vo gigante y varios tipos de rinoceronte estuvieron presentes durante los estadios isotópicos 4 y 3, pero parecen haberse extinguido pronto, durante el esta- dio 2. Existe un marcado contraste entre Aquitania y la región vasco-cantábrica, en donde el ciervo fue la caza principal en las zonas no montañosas durante todo el Paleolítico Superior, mientras el reno fue muy a menudo la presa aplastantemente dominante en Francia. En ambas áreas la cabra montés, asociada comúnmente al rebeco, fue la caza principal en si- tios escarpados y zonas rocosas de montaña. El reno invadió el territorio del ciervo en el norte de Espa- Fig. 1. Vista de el valle del río Pas desde el monte de El Castillo (). ña durante periodos fríos y no demasiado secos en Aquitania, mientras que el ciervo se expandió hacia el norte en épocas cálidas y húmedas. renciada del resto del país, de manera que el ambiente mediterráneo es perceptible tras cruzar la Cordillera. Se trata de una región de bruscos contrastes dentro 3. CRONOESTRATIGRAFÍA DE LOS de distancias cortas. Situada entre los 43º y los 43º ESTADIOS ISOTÓPICOS 3 Y 2, Y DEL 30’ latitud norte, en la actualidad, bajo condiciones PALEOLÍTICO SUPERIOR benéficas por la influencia de la corriente del Golfo, tiene una temperatura moderada y estable en la costa El Musteriense final, la transición del Paleolítico Me- (media anual: c. 14º C), pero temperaturas bajas en dio al Superior y el Auriñaciense se engloban todos las altas montañas adyacentes. Durante el Plenigla- ellos en el estadio isotópico 3: el Interpleniglacial cial, sin embargo, la corriente del Golfo se vio alejada würmiense, entre c. 60 y 27 ka. (en adelante para in- hacia el sur y las temperaturas de la superficie marina dicar miles de años). Este periodo resulta climática- fueron unos 10-11º C inferiores (Cabrera y Morales, mente complejo, aunque, en general, se caracterizó 2000). Las precipitaciones en esta franja oceánica son por condiciones relativamente moderadas con una muy altas, de 1.000 a 1.400 mm. anuales. En la ac- serie de oscilaciones térmicas. Hengelo (c.40 ka.) es tualidad las precipitaciones casi nunca son de nieve un periodo de particular interés en lo que respecta a en las zonas costeras, pero en las montañas son abun- la transición tecnológica al Paleolítico Superior, que dantes las nevadas invernales. En realidad, la nieve parece tener lugar en ese momento. Los análisis polí- en las altas vertientes orientadas al norte no se funde nicos indican que al menos en los ambientes de costa por completo hasta avanzado el verano, aunque no existía cierto arbolado. existen ya glaciares. Durante el Pleniglacial la línea de nieves perpetuas se situaba entre los 1.650 y los El estadio 2 de condiciones plenamente glaciales 1.025 m, con morrenas terminales más bajas entre se inicia c. 27 ka. y se prolonga hasta los 18 ka. El los 600 y los 750 m. sobre el nivel actual del mar. clima fue tan extremo que los niveles del Solutrense inicial en La Riera, en la llanura costera del oriente Antes de la intensa deforestación que ha afectado re- asturiano, carecen de pólenes arbóreos. La polémica petidamente a la región y ha creado grandes prade- se centra en la cuestión de la existencia de varias os- ras y brezales desde tiempos neolíticos, la vegetación cilaciones durante la primera parte del Tardiglacial holocena debió ser exuberante, con bosque mixto de (González Sainz, 1994; Leroi-Gourhan, 1994; Sán- hoja caduca. La vegetación del último Glacial, por el chez-Goñi, 1991, 1996). Parece que tales episodios, contrario, corresponde a un paisaje abierto, oscilan- especialmente , tuvieron lugar, fundamental- do entre la pradera salpicada por pequeños grupos de mente con mayor humedad, como indicaciones del pinos, enebros, y unos pocos taxones de hoja caduca límite de la pedogénesis del Tardiglacial, y han sido muy resistentes (como el abedul) bajo condiciones detectados en largas secuencias de loess del norte de interestadiales, a praderas sin árboles y brezales en Europa, pero no en las cuevas del sur de Francia y condiciones estadiales. España. El significativo atemperamiento del Inter- estadio del Tardiglacial (Bölling + Alleröd) comenzó La actual fauna salvaje de grandes mamíferos se en- bruscamente hacia el 13 ka. y algunos registros de cuentra empobrecida (corzo, jabalí, rebeco, oso par- gran potencia sugieren una leve disminución hacia do, lobo, zorro), pero era considerablemente más rica su mitad (Dryas II). La tendencia al atemperamiento en el Pleistoceno Superior, cuando incluía también se interrumpió súbitamente hacia el c.11 ka con un oso de las cavernas, león, leopardo, hiena, cuón, bi- retorno a condiciones frías, aunque todavía húmedas sonte, ciervo, uro, caballo, cabra y, excepcionalmente -Dryas III, un evento de Heinrich- (Corty y Vallver- bajo condiciones glaciales, reno. El mamut, el cier- dú, 2001). Este episodio frío finalizó hacia elc. 10 ka.,

16 Nivel Cero 12 2010 BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA tan inesperadamente como había comenzado, dando trense per se. Estos conceptos son abstracciones. Asi- paso a las condiciones interglaciares del estadio 1. mismo, el gran periodo representado y la vasta área cubierta por “el” Auriñaciense (unos 12.000 años y En la Región Cantábrica, los límites cronológicos un alcance geográfico desde hasta ), habituales de las unidades estratigráficas-culturales hacen menos probable que los términos se correspon- tradicionales del Paleolítico Superior están definidos dan a algo remotamente parecido a una cultura del como sigue (fechas de radiocarbono sin calibrar): presente etnográfico. Por su parte, el Magdalenien- se avanzado del occidente europeo, con una densa - Auriñaciense Inicial: c. 40-35 ka. red de conexiones espaciales entre áreas que abarca unos 2.500 años, podría acercarse más a una realidad - Chatelperroniense: c.35 ka. cultural identificable, dentro de una definición muy amplia de “etnicidad” reconocible. A medida que la - Auriñaciense Superior: c.35-28 ka. precisión de las fechas de radiocarbono se incremen- te, será más factible comparar colecciones por fechas - Gravetiense: c.28-20 ka. calibradas, y no por las tradicionales fases culturales. Estamos cerca de esta situación en el final del Paleolí- - Solutrense: c.20-17 ka. tico Superior, pero todavía lejos en los estadios inicia- les, particularmente antes de 20 ka. Continúo usando - Magdaleniense Inferior y Medio: c.17-13 ka. los tradicionales nombres de las “culturas” del Paleo- lítico Superior como etiquetas para compartimentar - Magdaleniense Superior: c.13-11’5 ka. mejor el tiempo, teniendo en cuenta algunas caracte- rísticas distintivas en cuanto a tecnología y arte, así - Aziliense: c.11’5-9 ka. como a poblamiento y subsistencia.

Considero que estas unidades taxonómicas tradicio- 4. LA TRANSICIÓN DEL PALEOLÍTICO nales son simplemente herramientas descriptivas que MEDIO AL SUPERIOR permiten la comunicación entre los prehistoriadores. Sin embargo, son construcciones de los arqueólogos Las evidencias para la primera ocupación humana decimonónicos, que además han sido retomadas y de la costa norte de España son aún muy limitadas, modificadas por otros estudiosos a lo largo del siglo a pesar de su proximidad al extraordinario comple- veinte. Asimismo, todas estas unidades fueron con- jo de cuevas de la Sierra de Atapuerca, con homíni- cebidas para el ámbito francés y sus definiciones han dos y artefactos del Pleistoceno Medio e Inferior, y tenido que ser forzadas para amoldarse a las condi- el reciente descubrimiento de la cueva de Valdegoba ciones cantábricas. Estoy realmente convencido de con restos musterienses y de neandertales (Arsuaga que estamos ante tradiciones tecnológicas y artísticas y Martínez, 2004; Bermúdez de Castro et alii, 1999; locales, regionales e interregionales que existieron Bermúdez de Castro et alii, 2004; Quam et alii, 2001). durante cada uno de los periodos tradicionales del No obstante, recientemente se han descubierto cla- Paleolítico Superior, con contactos entre bandas e in- ras evidencias de la presencia Achelense en la región dividuos que constituyeron redes de relaciones y, por vasco-cantábrica en los sitios al aire libre de Irikaitz tanto, redes para la difusión de objetos, ideas y sím- (Guipúzcoa) y La Verde -Cantabria- (Arrizabalaga, bolos, a lo largo de amplias áreas de Europa. Pero no 2000; Montes y Muñoz, 2000). existió, por ejemplo, una cultura auriñaciense o solu- Las excavaciones modernas de depósitos Musterien- ses, que se añaden a los ya clásicos proyectos de El Pendo y Cueva Morín, ambos en la llanura costera próxima a Santander, son pocas en número y ningu- na, de momento, ha sido definitivamente publicada. Los nuevos descubrimientos musterienses incluyen los restos de Neandertales de la cueva del Sidrón, en la zona centro-oriental de Asturias (Prieto et alii, 2001) y los sitios arqueológicos de La Viña, cerca de El Conde, Llonín en la zona este de Asturias; El Mirón, en la montaña interior del oriente de Cantabria, y Amalda en las montañas de Guipúzcoa. Una revisión de las viejas colecciones del Musteriense de , en Vizcaya, que permanecen sin fechar, incluye evi- Fig.2. Paisaje más abierto, cercano a la costa, en la cuenca baja del río Asón. dencia de un incremento en la selección de sílex de buena calidad para la talla en los niveles superiores

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(Baldeón, 1999). Se ha reivindicado la existencia de la transición y por qué ocurrió entonces, durante el objetos de “arte” simples en niveles musterienses de estadio 3 (Finlayson y Giles, 2000; D´Errico y San- Axlor y del Castillo. chez-Goñi, 2003; Finlayson et alii, 2004). Es también relevante que el mayor cambio cultural ocurriese me- El final del complejo tecnológico Musteriense y la diado el Paleolítico Superior, coincidiendo con el últi- sustitución de los Neandertales en la Península Ibé- mo Máximo Glacial. El Paleolítico Superior no apa- rica se completó a lo largo de un periodo de c.12 ka., rece de repente como un paquete completo en torno que fue climáticamente benigno, aunque variable en a 40 ka., sino que se desarrolló a partir de esa fecha, comparación con el Pleniglacial (Straus, 1997; Ca- en gran parte en respuesta al estrés demográfico y brera, 1993; Van Andel y Davies, 2003). Ya que los climático (Fig. 4 A). Neandertales habían sobrevivido anteriormente a condiciones interglaciales (estadio isotópico 5e) e in- La secuencia más importante corresponde a la cue- terestadiales (estadios 5c y 5a), así como a condicio- va de El Castillo, que fue reexcavada y estudiada de nes glaciales, la cuestión recae en por qué tuvo lugar nuevo durante un cuarto de siglo por la comentada

Fig. 3. Entrada a la cueva de El Mirón (Ramales de la Victoria).

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Victoria Cabrera. Los niveles de Musteriense Inferior temente niveles del Musteriense Superior datados en- han sido datados hacia el 89 y 69 ka. (Bischoff et alii, tre >39 y 36 ka., y un Auriñaciense inicial fechado en 1992; Rink et alii, 1997). Aunque estos estratos fueron 32 ka. (Fortea, 1995, 1996, 1999). Todos estos sitios excavados sólo por H. Obermaier entre 1911 y 1914, sugieren una transición de la tecnología Musteriense el nivel 20 (del Musteriense avanzado) y el nivel 18 a la del Auriñaciense inicial en la Región Cantábrica (Auriñaciense Inferior) han sido excavados por Ca- entre aproximadamente los 40 y los 36 ka., en la línea brera. El nivel 20 tiene dataciones por espectrome- de lo que parece ocurrir en Cataluña. Sin embargo, tría de acelerador de partículas (AMS) y por ESR de una reciente datación por AMS del 37.1 ± 1 ka en un c. 41 ka. El nivel 18 ha sido recientemente datado hueso de la cueva de Arrillor, en Álava, al sur de la por AMS sobre carbón por diferentes laboratorios, Cordillera, está asociada a un utillaje que se atribuye aportando diez lecturas consistentes que se extienden a un musteriense rico en raederas, aunque con algu- entre 37 y 41 ka. (Cabrera et alii, 1996; Rink et alii, nos tipos de útiles del Paleolítico Superior (Hoyos et 1996) no entre los 36 y 36’6 ka. como demandan Me- alii, 1999). Hay también evidencias radiométricas de llars (2005) y D’Errico y Zilhao (D´Errico et alii, 1998; una posible continuidad del Musteriense hasta casi Zilhao y D´Errico, 1999; D´Errico, 2003). la misma época en los sitios próximos de la Ermita y Millán, en Burgos (Moure et alii, 1997; Carbonell et Un profundo sondeo en El Mirón arrojó una indus- alii, 2000). Recientemente se ha reivindicado la su- tria lítica escasa en el nivel 130, que incluía denticu- pervivencia de la tecnología lítica musteriense en la lados asociados a carbón datado por AMS en el 41 cueva del Esquilleu en Picos de Europa, con datacio- ± 1 ka. El nivel 128, que es también pobre en restos, nes de 14C entre los 39 y los 37 ka. (Baena et alii, 2000; está datado por AMS sobre carbón en el 27.6 ± 0.2 Baena y Carrión, 2002; Carrión y Baena, 2003). ka. (Straus et alii, 2001). El análisis de las materias primas empleadas, los es- El enorme abrigo de La Viña, que domina el valle del tadios tecnológicos y las tipologías han apuntado una Nalón cercano a Oviedo, también ha ofrecido recien- continuidad entre el Musteriense Superior local y el

Fig. 4A. Distribución de yacimientos con depósito de inicios del Paleolítico superior.

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Auriñaciense inicial, al menos en el área que rodea 5. EL CHATELPERRONIENSE Y EL Santander (Cabrera et alii, 1997). Las verdaderas in- AURIÑACIENSE SUPERIOR novaciones del Auriñaciense incluyen puntas de asta y una variedad de la industria lítica del Paleolítico El panorama del desarrollo local de las industrias líti- Superior, pero éstas se asocian con muchos útiles que cas auriñacienses en la Región Cantábrica resulta di- son considerados normalmente propios del Muste- fícil de definir por la presencia de algunos conjuntos riense, especialmente raederas. Incluso las laminillas atribuidos al Chatelperroniense. Tradicionalmente están presentes tanto en los niveles del Musteriense existían sólo dos conjuntos chatelperronienses en la final como en del Auriñaciense inicial de El Castillo, región, en El Pendo y Morín, con algunos ejemplos aunque el supuestamente diagnóstico retoque margi- aislados de puntas o cuchillos de dorsos curvos (“cha- nal de las laminitas Dufour no aparece hasta niveles telperron”) en otros lugares. El nivel 10 Chatelperro- superiores de la secuencia estratigráfica de dicho lu- niense de Morín descansa entre el Musteriense Supe- gar. Los “raspadores/núcleos” carenados se han en- rior y el Auriñaciense inicial. El Chatelperroniense se contrado también tanto en los niveles musterienses data por una única prueba convencional de 14C en como auriñacienses, de éste y otros yacimientos. Los 36 ka., pero con una desviación estándar de 6.8 ka. mismos tipos de sílex y otras materias primas locales Hay series de dataciones similares sobre carbón que han sido usadas durante la transición, la cuarcita sólo oscilan entre c. 31´5 y 27´2 ka. para los niveles 8a –7 se va abandonando en el área de Santander de forma del Auriñaciense “arcaico” o “típico”, pero el nivel progresiva y tardía, a lo largo del Paleolítico Superior. Auriñaciense más antiguo (9), con una posible aza- gaya de base hendida, carece de datación. El Chatel- La continuidad en los medios de subsistencia durante perroniense de El Pendo está sin datar; su integridad “la transición” aparece sugerida también en El Cas- y su supuesta interestratificación entre los niveles del tillo, El Pendo y Morín (Altuna, 1992). Los caballos y Auriñaciense ha sido cuestionada (D´Errico et alii, bóvidos son abundantes en comparación con su me- 1998; Zilhao y D´Errico, 1999). nor importancia en las colecciones del Paleolítico Su- perior, pero el ciervo puede ser también muy numero- Más recientemente se excavaron dos nuevos sitios so, especialmente en los niveles del Musteriense final chatelperronienses: A Valiña en Lugo y Labeko Koba y el Auriñaciense inicial del Castillo. Los individuos -Guipúzcoa- (Llana et alii, 1996; Arrizabalaga y Altu- juveniles fueron consumidos con frecuencia, y pre- na, 2000). El primero, poco usual por su aislamiento sumiblemente cazados, en ambos periodos. En otros y por estar ubicado en un área donde las cuevas son yacimientos musterienses parecen existir evidencias raras, está datado entre los 35 y los 32 ka. Este sitio de una clara concentración en ciertas especies que tiene evidencias palinológicas de condiciones inter- debieron ser más abundantes en el entorno: rebeco estadiales, como en Morín. El utillaje lítico, que in- en Amalda, bóvidos en Lezetxiki, ciervo en algunos cluye las supuestas “puntas” diagnósticas, es escaso. niveles de Axlor (todos ellos en Guipúzcoa), y cabra El nivel IX Chatelperroniense de Labeko Koba ha en el Esquilleu (Cantabria). Sin embargo, el número sido datado en su parte inferior en el 34.2 ± 1.3 ka. de individuos animales representados en cada fino El escaso polen conservado incluye algunos granos nivel de habitación, es por lo general muy pequeño. de taxones termófilos así como de pino, sugiriendo Los grandes carnívoros (hienas, felinos, cánidos, osos) su atribución a un interestadio, acaso Les Cottés. En son abundantes en muchos conjuntos musterienses, contraposición, la parte superior del nivel IX se for- lo que plantea la cuestión de la importancia de los mó bajo condiciones de marcado carácter frío, con agentes humanos en la acumulación de restos anima- presencia de mamut y rinoceronte lanudo. Como es les de los yacimientos. Por el contrario, la presencia común en los sitios vasco-cantábricos no montaño- de grandes carnívoros cae a lo largo del Paleolítico sos, Labeko Koba que es una cueva cercana a la línea Superior en las cuevas elegidas por los humanos para del río Deva, tiene como fauna chatelperroniense do- una habitación más intensa. El estudio de los restos minante el ciervo, junto a gran número de restos de dentales de los ungulados de yacimientos del área de caballos, bóvidos y hienas. Las hienas son también Santander (Pike-Tay et alii, 1999) sugiere que el sumi- destacadas entre la fauna de Valiña. dero, pero muy buen refugio, de El Pendo fue usado por las poblaciones humanas sólo durante las fases El conjunto industrial chatelperroniense de Labeko frías del Musteriense y del Auriñaciense, mientras Koba es reducido, pero incluye porcentajes altos de el Castillo y Morín fueron visitados durante amplias láminas, tres o cuatro “puntas” de dorso curvo, tres temporadas en ambos periodos, aunque con algunas laminillas de dorso, un buril, un raedera, y un frag- restricciones de los periodos de uso en el rico horizon- mento de punta de asta. Ni Morín ni el Pendo han te 18 del Auriñaciense inicial del Castillo. Una nove- proporcionado artefactos de hueso chatelperroniense dad de este nivel es la presencia de algunos moluscos y, a diferencia de algunos conjuntos chatelperronien- marinos. ses franceses, no contienen objetos de adorno perso- nal.

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Sitios como El Pendo, El Castillo, Morín, La Viña, caso, hay una considerable evidencia de la continui- Cueto de la Mina, Labeko Koba y Lezetxiki contie- dad o similitud entre el Musteriense final y el Auriña- nen secuencias con niveles del Auriñaciense Superior ciense y Chatelperroniense de la Región. La cuestión (en total son sólo una docena los sitios vasco-cantá- aún sin resolver es a quién se debe cada uno de ellos. bricos con colecciones atribuidas con seguridad al Los restos de neandertales no son abundantes en la Auriñaciense). Aunque las fechas radiométricas son región vasco-cantábrica, salvo en el caso extraordina- todavía raras, está bastante claro que este complejo rio del Sidrón. Los restos de cromañón son aun más tecnológico perdura hasta aproximadamente los 28- escasos y están pobremente documentados (Garralda 27 ka. Algunos de estos conjuntos contienen una o et alii, 2000). En España no hay restos humanos aso- varias puntas de asta, incluyendo las de base hendi- ciados con el Chatelperroniense y esto no prueba que da en los niveles más antiguos y las de sección plana estas industrias fuesen realizadas aquí por los nean- en los más modernos, y dientes perforados, como los dertales. Tampoco el modelo de desarrollo autónomo caninos de ciervo. Los objetos de arte mueble están del Chatelperroniense por los neandertales propuesto ausentes, a excepción de un fragmento de asta con por Zilhao y D’Errico (D´Errico et alii, 1998; Zilhao grabados lineales del Auriñaciense más reciente de y D´Errico, 1999; D´Errico, 2003) ni el modelo de Labeko Koba, y unas pocas piezas grabadas y per- aculturación Auriñaciense de Mellars (2005) es de foradas de El Pendo. Los raspadores/núcleos care- modo inequívoco soportado por las evidencias can- nados y en hocico suelen ser abundantes, así como tábricas. Pero hay bastantes pruebas de una conti- las laminillas Dufour en las colecciones recogidas nuada adaptación regional, independientemente de con una criba de malla fina. Pero las hojas clásicas, las formas de humanos que estuvieron presentes en grandes y con retoque escaleriforme, o las hojas es- esta área durante el final del estadio isotópico 3. Un tranguladas auriñacienses, nunca son realmente co- modelo de desarrollo cultural en mosaico durante la munes en la zona vasco-cantábrica, en parte quizás a transición del Paleolítico Medio al Superior, y dentro causa del pequeño tamaño de los nódulos de materia del Paleolítico Superior inicial, parece acorde con la prima. Por el contrario, los tipos musterienses como evidencia de Cantabria en particular, así como de la los denticulados, muescas y raederas son abundantes Península Ibérica en general (Straus, 2005). e incluso muy abundantes en algunos conjuntos del Auriñaciense “inicial” o “típico”. 6. EL GRAVETIENSE

Los medios de subsistencia muestran una continui- En el norte de España el Gravetiense está escasa- dad, vis à vis con el Musteriense Superior, con domi- mente representado. Para el periodo c.28 a 20 ka. nio del ciervo, al que siguen bovinos y caballos en se conocen sólo unos 18 yacimientos, unos 2,5 sitios cantidades importantes, y que, debido a su gran ta- por milenio. Este es un número bajo, pero mayor maño, pudieron proporcionar tanto o más alimento que para el Auriñaciense y Chatelperroniense juntos, que el ciervo. Algunos niveles mantienen grandes cuya media es de 1,25 yacimientos conocidos por mi- cantidades de restos de oso de las cavernas, mostran- lenio (Straus et alii, 2000 a, 2000 b) (Fig. 4B). Para do que incluso en el Paleolítico Superior se compartió ambos periodos la densidad de la población vasco- alternativamente el uso de las cuevas entre humanos cantábrica, aunque medida con el procedimiento no y los osos durante su periodo de hibernación. muy fiable del número de sitios, parece ser mucho más baja que en el Périgord, por ejemplo. Aún así, El escepticismo al separar los troncos culturales tradi- hubo un cambio tecnológico en la Región similar al cionales Auriñaciense y Chatelperroniense, al menos ocurrido entre el 28 y 26 ka. en Aquitania y en otras en la Región Cantábrica, puede deberse al hecho de muchas regiones de Europa, coincidiendo con el final que las puntas de “Chatelperron” aparecen en mu- del estadio isotópico 3 y el comienzo del Pleniglacial chas colecciones “Auriñacienses”; los raspadores ca- Superior. Se produjo una notable reducción de tama- renados y en hocico pueden encontrarse en conjun- ño y, en algunos casos, microlitización, de los útiles tos Chatelperronienses; las laminitas Dufour pueden líticos, con un énfasis en los proyectiles líticos y los bu- ser abundantes o faltar en las colecciones modernas; riles, que se hacen más delgados, y las laminillas más las fechas de radiocarbono para niveles Chatelperro- estrechas; también se produjo una importante reduc- nienses superan en tres lugares el Auiñaciense inicial, ción de la importancia de las puntas de asta. Aunque son anteriores a las del Superior y se solapan en muchos de los tipos líticos especializados que definen otros; y a la posible interestratificación de los niveles este complejo arqueológico del Perigordiense Superior Auriñacienses y Chatelperronienses (aunque muchos en el suroeste de Francia son raros o no aparecen en el restos líticos coinciden en los dos conjuntos). Estos norte de España, es notable la abundancia y persisten- mismos hechos pueden ser usados, alternativamente, cia de los buriles de “Noailles”, pequeños y de múltiples para argumentar que el Chatelperroniense es resulta- truncaturas, especialmente en el País Vasco, donde hay do de una “aculturación” a partir de un Auriñaciense una notable concentración de yacimientos gravetienses, muy antiguo existente con anterioridad. En cualquier incluyendo varios al aire libre en Guipúzcoa y Navarra.

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Fig. 4B. Distribución de yacimientos gravetienses (c. 28-20 ka).

Las fechas de radiocarbono para el Gravetiense ini- costa de Santander, hay ahora evidencias de una no- cial son pocas, aunque hay tres idénticas de 27.4 ka table especialización en la caza de cápridos en zonas procedentes de los niveles ricos en buriles de Noailles rocosas de la montaña vasca, con un gran número de de Amalda (Guipúzcoa) y Antoliñako Koba -Vizca- rebecos en Amalda y de cabra montés en Bolinkoba ya- (Aguirre, 2000). El límite superior para las indus- -Vizcaya- (Castaños, 1983). trias de aspecto Gravetiense y sin presencia de puntas solutrenses es c.20-21 ka. (fechas de Amalda, Morín, El sitio de La Fuente del Salín apunta claramente a la La Riera y Lezetxiki). Una de las dataciones más existencia en la Región Cantábrica de un arte rupes- interesantes, de 22.3 ± 0.5 ka, es la realizada sobre tre realizado durante el Paleolítico Superior arcaico. carbón procedente de un hogar de la superficie del Se ha sabido o sospechado durante tiempo que los interior de la cueva de La Fuente del Salín, en el oes- grabados de algunas cuevas datan de antes del Solu- te de Cantabria (Moure y González Morales, 1992). trense; esto es evidente en el caso de El Conde, en la Sobre esta estructura –con más fechas inéditas- hay zona central de Asturias, donde los grabados lineales impresiones de manos en la pared de la cueva, cuya fueron cubiertos por los depósitos auriñacienses. La datación por AMS parece confirmar su edad Gra- misma situación ha sido cuidadosamente documen- vetiense final (M. González Morales, comunicación tada por las modernas excavaciones del abrigo de la personal). Viña (Fortea, 1994). Durante mucho tiempo se ha propuesto una cronología del Paleolítico Superior ar- Las condiciones ambientales para los primeros mile- caico para los grabados profundos de Venta la Perra, nios del estadio isotópico 2 eran todavía algo ines- en el valle de Carranza, un afluente del Asón en la tables, con al menos una oscilación, ampliamente frontera ente Cantabria y Vizcaya. Esto parece ha- aceptada, algo más templada (“Tursac”) en torno a berse confirmado recientemente (Arias et alii, 1999). 24 -23 ka, que ha sido identificada en algunas series Las antiguas excavaciones de Venta la Perra, por su polínicas vasco-cantábricas (por ejemplo, Amalda). parte, sugieren la presencia de industrias líticas de Mientras el ciervo, junto con el caballo, continuó ambos periodos. Recientemente se han realizado siendo el principal recurso en lugares cercanos a la dataciones experimentales por termoluminiscencia

22 Nivel Cero 12 2010 BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA en calcitas infra y superpuestas a las pinturas de ani- una media de 18 sitios por milenio (Fig. 4C). Estos males de las paredes de la cercana cueva de Pondra; yacimientos están frecuentemente agrupados, y se- los resultados sugieren una cronología del Paleolíti- parados en ocasiones por áreas vacías. Claramente co Superior inicial (González Sainz y San Miguel, existían áreas que eran favorables y favorecían el 2001). De ser correctos, estos resultados indicarían la asentamiento humano, presumiblemente aquellas producción de al menos algo de arte a lo largo del con buenos abrigos, agua, combustible y paisajes Valle de Carranza en un tiempo en que existía una propicios para la caza. Unos pocos de estos sitios o ocupación cercana en el Mirón. conjuntos concentran la mayor parte de los mate- riales solutrenses de la región. Entre ellos, el grupo Los objetos de arte mueble y de adorno están pre- de La Llera en el oriente de Asturias; Las Caldas y sentes en los contextos gravetienses, aunque aún son otros sitios del valle del Nalón en Asturias; Altamira y relativamente raros. De este modo, la explosión de la los sitios cercanos de la llanura costera del centro de producción artística en el Paleolítico Superior tardío Cantabria; el trío de Santimamiñe, Atxeta y Antoliña de la Región Cantábrica tiene sus antecedentes en cerca de Guernica en Vizcaya; y el complejo de cue- los tiempos Auriñaco-Perigordienses, aunque de un vas de Aitzbitarte cerca de San Sebastián. modo muy limitado y poco espectacular. Esto mues- tra un marcado contraste con lo que está sucediendo El Solutrense vasco-cantábrico se data actualmente en esta época especialmente en el suroeste de Alema- por más de una treintena de fechas de radiocarbo- nia, centro-sur de Francia y Moravia, donde encon- no, que oscilan entre el 20/20.5 ka y el 17/16.5 ka, tramos, respectivamente, la producción de figurillas Los conjuntos solutrenses se definen por la presencia de marfil de los valles de Ach y Lone, las pinturas de de las características puntas líticas, con una variedad la cueva de Chauvet, y los trabajos en marfil, hueso y de subtipos distintiva de la región, especialmente las arcilla del arte Pavloviense. puntas de base cóncava pero acanaladas (¿lanzas?), y puntas de muesca (¿jabalinas?) principalmente en 7. LA RESPUESTA SOLUTRENSE AL la mitad este de Asturias y en Cantabria, y puntas ÚLTIMO MÁXIMO GLACIAL foliáceas romboidales en las provincias vascas. Las puntas solutrenses son, en general, más abundantes Las condiciones en extremo frías y áridas del esta- en los sectores occidentales de la región, y más raras dio isotópico 2 forzaron al eventual, y casi completo, y asociadas con muchas puntas de dorso y buriles de abandono humano del noroeste de Europa. La con- Noailles en las áreas orientales. Esto sugiere una di- tracción de la distribución humana al área al sur del ferenciación social, como aparece en el resto de la Loira parece haber coincidido con un notable incre- oikumene solutrense. Hay también azagayas grabadas, mento del número de yacimientos en los “refugios” cortas, monobiseladas, y aplanadas en el centro del del suroeste de Europa e Italia, especialmente en la fuste, especialmente distintivas y comunes en Asturias periferia costera de la Península Ibérica. La crisis del y Cantabria. último máximo glacial también parece haber provo- cado el desarrollo de un torrente de nuevas tecnolo- Sin embargo los contactos entre varias partes de este gías en el oeste europeo, incluyendo la variedad de mundo se manifiestan por los sílex “exóticos” de Las puntas líticas foliáceas, pedunculadas o con aletas, Landas y Guipúzcoa encontrados en yacimientos so- proyectiles, las agujas con ojo y, casi al final, las pun- lutrenses del País Vasco-Francés -Isturitz, Azkonzilo- tas de asta armadas con puntas de dorso sobre lami- (Chauchat, 1990), así como por el descubrimiento de nilla. Las puntas líticas fueron frecuentemente acaba- yacimientos que empiezan a colmar los vacíos entre das mediante una exquisita percusión y un retoque el Atlántico y el Mediterráneo, entre el norte y sur por presión. El último máximo glacial parece haber de los Pirineos (Utrilla y Mazo, 1996) y entre Anda- llevado a incrementar la intensificación de los medios lucía y el Algarve. Unas pocas puntas “occidentales” de subsistencia a través tanto de situaciones de espe- de base cóncava en sitios del País Vasco y Pirineos, cialización como, sobre todo, de diversificación de las incluyendo algunos bellos ejemplos de costillas reto- fuentes de alimentos, pese a ser ambientes pobres cadas de la cueva de Antoliña en el centro de Vizcaya en productos vegetales aprovechables; y a posibles (Aguirre, 1998), evidencian los contactos humanos en cambios en la territorialidad, la organización social el mundo Solutrense. Estos objetos, como las puntas y la ideología, como expresa el arte rupestre (Straus, solutrenses del Mirón, están realizadas sobre materias 2001). primas de colores variados y de excelente calidad. Aunque raras, algunas de las puntas están intactas, En la región Cantábrica, el incremento en el número y todos los hechos sugieren que debieron ser aprecia- de yacimientos conocidos atribuibles al Solutrense es dos “objetos de intercambio” o regalos. sobresaliente: al menos 54 sitios, un incremento re- lativo de tres veces respecto al Gravetiense, y en un El solutrense cantábrico experimentó el desarrollo periodo que es sólo un tercio del Gravetiense, con de una caza más intensa de ciervo, especialmente en

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Fig. 4C. Distribución de yacimientos con industrias solutrenses (c. 20-17 ka). las llanuras costeras de Asturias y Cantabria, y de la gida entre el centro de Cantabria y el occidente de cabra montés en las montañas del interior, especial- Vizcaya. Otro posible arte parietal solutrense incluye mente en el País Vasco. La intensificación de la sub- agrupaciones de puntos rojos alineados en las con- sistencia también incluyó la explotación de moluscos cavidades de la roca, y otras imágenes tamponadas marinos y algo de pescado en un primer momento, en el oriente de Asturias u occidente de Cantabria: implicando incluso el transporte de lapas y otros mo- Riera, Chufín, Meaza, y Mazaculos, muchas de ellas luscos durante unas dos horas de camino desde la con puntas solutrenses. costa del Pleniglacial a la cueva de La Riera, en el oriente de Asturias. Tanto en la Península Ibérica como en el sur de Fran- cia, el Solutrense nos proporciona una imagen de El arte mueble incluía huesos con marcas o muescas grupos humanos viviendo en territorios relativamen- y plaquetas de marfil, dientes y conchas perforados, te restringidos pero favorables, practicando una caza y artículos figurativos raros, como un canto con un intensa como base de la subsistencia (posiblemente grabado de cabra en Bolinkoba y un pájaro esculpido complementada con el marisqueo), empleando el en un canino de oso de la caverna de El Buxú. Este nuevo y mortífero armamento y otras tecnologías. yacimiento solutrense, situado en el valle de la cara Estos grupos desarrollaron estilos locales de puntas y sur de la cadena montañosa del este de Asturias, tiene arte, pero claramente mantuvieron los contactos para también grabados rupestres (Menéndez, 1992). Otras rituales, buscar pareja, y otras actividades sociales, así cuevas con arte rupestre de la zona son atribuidas al como para la transmisión de información y el inter- Solutrense, aunque ninguna ha sido aún datada di- cambio de objetos. De este modo se mantuvo unido rectamente, a diferencia de lo que ocurre en Andalu- el universo humano de los refugios de suroeste de cía (Sanchidrian et alii, 2001). Las imágenes en trazo Europa, proporcionando un cierto grado de realidad punteado de color rojo, de caballos, bóvidos, renos y cultural a la noción de “El Solutrense”, una red de especialmente ciervos, marcan un estilo distintivo que supervivientes del Pleniglacial. tiene su centro en Covalanas y La Haza, en el este de Cantabria, y afecta a un área geográfica restrin-

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8. EL “FLORECIMIENTO” los Pirineos franceses, marcada por pequeñas cabezas MAGDALENIENSE Y LA REEXPANSIÓN de caballos y otros ungulados recortados en huesos DURANTE EL TARDIGLACIAL finos como ornamento (en La Garma, El Juyo, Tito Bustillo y La Viña), raros “proto-arpones”, e incluso La moderación gradual y discontinua de las condi- rodetes perforados y decorados en Llonín. En mu- ciones climáticas durante los 4-5 milenios posteriores chos casos hay un alto grado de continuidad entre al Ultimo Máximo Glacial (Dryas I) parece que con- los artefactos líticos del sustrato llamado Solutrense tribuyó a inmediatas reacciones en Francia, como el terminal y los conjuntos del Magdaleniense antiguo, pronto abandono de las puntas líticas solutrenses, el indicando un desarrollo in situ del último en el nor- desarrollo de las tecnologías del Magdaleniense Anti- te de España, del mismo modo que la transición del guo, y la reexpansión de los asentamientos humanos Magdaleniense terminal al Aziliense fue gradual, hacia las tierras altas del sur y hacia las llanuras del desigual, y claramente local. El Magdaleniense can- norte, sobre la cuenca de Paris y eventualmente más tábrico carece de muchos de los útiles y armas espe- allá (Straus, 2000). El abandono de la “costosa” fabri- cíficos definidos en el Perigord. Sin embargo, tiene cación de puntas solutrenses en la Península Ibérica una colección extraordinariamente rica y diversa de fue más lento, tal vez porque los cambios ambientales astas decoradas, huesos, dientes y objetos en piedra, del Último Máximo Glacial no fueron tan marcados algunos claramente utilitarios pero otros ciertamente y abruptos como en las latitudes más altas de Francia. ornamentales o rituales, así como punzones planos Durante unos mil años después de que los artefac- y agujas. tos solutrenses desapareciesen en Francia, las clásicas puntas seguían produciéndose en España, pero pro- Incluyendo unos pocos lugares vinculados a la Cordi- gresivamente se sustituyeron por armas con puntas llera en Navarra, se conocen 56 sitios para el Magda- de asta resistentes y reutilizables, combinadas con la- leniense Antiguo-Medio y 50 para el Magdaleniense minillas de dorso reemplazables y de baja inversión. Superior, que, respectivamente, se traducen en 17 y Se trata de un proceso de “desolutreanización”. El 25 sitios por milenio (Fig.5A). La densidad de sitios complejo tecnológico Magdaleniense, con su profu- (¿y de gente?) parece recordar a aquella del Solutren- sión de elementos de asta y líticos -que incluye tipos se durante el Dryas I, aparentemente incrementada generales como las laminillas de dorso y útiles espe- durante el último interestadio (Bölling-Dryas II- cializados como los abundantes tipos de buriles y per- Alleröd). Es también destacable la existencia de más foradores- se extiende en el periodo c.17 a 11.5 ka. sitios en tierras altas. Al retroceder los glaciares de la y alcanza al Aziliense, un “Epimagdaleniense” que Cordillera, los humanos ascendieron en altura, como hace de puente en el límite del Pleistoceno-Holoceno. también hacían en el Magdaleniense en Francia y en Este es el “clásico” Paleolítico Superior del que mu- el Epigravetiense final en Italia, como parte del gran chos textos extraen aún la mayoría de las descripcio- movimiento recolonizador que tuvo lugar no solo en nes estereotipadas de este estadio de la evolución hu- altitud, sino también en latitud a lo largo de Euro- mana -aunque los artistas de Altamira, de hace c.14 pa durante el Tardiglacial. Para el final del Magda- ka., están separados de los productores de azagayas leniense hay de nuevo evidencias de asentamientos de base hendida del Auriñaciense inicial por cerca de humanos, aunque dispersos, en la Meseta norte en dos veces el tiempo que les separa de nosotros en fe- Burgos y en otras partes de Castilla la Vieja. Mu- chas radiocarbónicas. chos de los valles fluviales vasco-cantábricos tienen yacimientos Magdalenienses por toda su longitud, El Magdaleniense cantábrico puede ser dividido desde sus actuales desembocaduras hasta la Cordi- al menos en dos fases tecnológicas: la anterior y la llera (Straus et alii, 2002). Los yacimientos pueden ser posterior a la invención de los verdaderos arpones campamentos residenciales con áreas de actividades dentados de asta hacia c.13 ka. Esto coincide con el diversas, a menudo localizados sobre o cerca de la principio de la significativa mejora climática de la os- planicie costera y, de otro lado, sitios de actividades cilación de Bölling. El paso del Magdaleniense Anti- más limitadas, como campamentos de caza, situados guo al Reciente está mostrando algunas variaciones a menudo en la zona montañosa. Otra indicación internas, con diversidad de facies definidas por tipos de la relativa densidad de la población humana es la particulares de azagayas y por la relativa importan- presencia en muchos lugares de niveles de ocupación cia de las puntas de dorso entre las colecciones líticas magdalenienses muy espesos, con restos de hogares, obtenidas por métodos de muestreo moderno. Sin hoyos y otras estructuras, y llenos de restos de fau- embargo, un Magdaleniense “inicial” (c. 17-15,5 ka) na, útiles, y restos de talla, a menudo sin lentejones aparece en yacimientos como El Rascaño y El Mirón, culturalmente estériles. Los ejemplos incluyen depó- y un Magdaleniense “Medio” comienza a definirse sitos magdalenienses de yacimientos como la Viña, en la región vasco-cantábrica en los conjuntos data- Llonín y Tito Bustillo (Asturias); Altamira, El Juyo, dos entre el c.14 a 13 ka. (Corchón, 1995, 2000; Utri- El Castillo y El Mirón (Cantabria); Santa Catalina y lla, 1996). Esto guarda relación con la fase clásica de Lumentxa (Vizcaya); y Urtiaga y Ekain (Guipúzcoa).

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Algunos sitios, elegidos por su localización apropiada especialmente salmón y trucha, son muy abundantes y disponibilidad recursos, fueron usados repetida- en diversos yacimientos, ambos en lugares cercanos a mente, tal vez durante periodos extensos o por gru- la costa y a lo largo de los ríos en el interior, en nive- pos grandes. les con o sin arpones, ya que la pesca pudo haberse realizado también con puntas de asta biseladas (Poki- La tendencia a la intensificación en la subsistencia nes y Krupa, 1997). El mar Cantábrico y los ríos que continuó durante el Tardiglacial (Straus, 1993), sin desembocan en él debieron constituir un gran refugio duda bajo la presión del incremento de la población. para el salmón del Atlántico norte durante el Ultimo La gradual pérdida de una modesta franja costera Glacial, cuando la corriente del Golfo estaba ausente a medida que el nivel del mar comenzó a ascender y las aguas frías y los hielos forzaron a los peces hacia fue compensada por la retirada de los glaciares en el sur (Consuegra et alii, 2002). Hay algún resto raro las montañas. El término de L.G. Freeman, wild har- de foca en sitios Magdalenienses, probablemente de vesting (cosecha o acopio masivo de recursos salvajes) animales varados en las playas. Los más recientes ha- puede aplicarse con exactitud en muchos sitios a las llazgos, incluyendo focas junto con pingüinos, proce- prácticas cinegéticas sobre el ciervo, especialmente den de Santa Catalina (Berganza, 1998-9). manadas de ciervas con sus crías. Los sitios Magdale- nienses en altura, en las laderas rocosas de las mon- El Magdaleniense vasco-cantábrico, como el de los tañas, se caracterizan generalmente por conjuntos Pirineos franceses y Aquitania, es mejor conocido por faunísticos dominados aplastantemente por la cabra la riqueza de su arte parietal y mobiliar (González montés, aunque hay otros, especialmente El Mirón, Echegaray y González Sainz, 1994; Barandiarán, dominando un amplio valle, en donde se aprecia un 1994; González Sainz y Moure, 2000). Desde el tra- co-dominio con el ciervo. Numerosos sitios a lo largo bajo de Alcalde del Río, Sierra y Breuil a comienzos de la franja costera del este de Asturias y Cantabria del siglo veinte, han sido documentadas semejanzas tienen gran número de lapas y bígaros, indicativos de llamativas en las mismas cuevas (Altamira y el Casti- una explotación sistemática. Los restos de pescado, llo) entre imágenes grabadas con el distintivo “som-

Fig. 5A. Distribución de yacimientos del Magdaleniense Inferior y Medio (c. 17-13 ka).

26 Nivel Cero 12 2010 BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA breado” estriado en las paredes de las cuevas y en es- de los grandes santuarios de arte de la región tam- cápulas de ciervo, que se han empleado en la datación bién tienen yacimiento magdaleniense. Algunas de del arte rupestre del Magdaleniense Inferior (Gonzá- estas cuevas están rodeadas por yacimientos “meno- lez Sainz, 1993). Una reciente datación directa sobre res” de habitación y de arte, formando agrupaciones una escápula grabada de Altamira, considerada en significativas. Entre estas se encuentran los complejos origen de edad Solutrense, ha mostrado que también kársticos de la actual desembocadura del río Sella en es del Magdaleniense Inferior (Valladas et alii, 1992), el este de Asturias y los del monte de La Garma y como los ejemplos de otros lugares: El Juyo, Rasca- el monte de El Castillo, ambos en la zona centro de ño, El Cierro, El Pendo y, ahora, El Mirón (Gonzá- Cantabria (Moure, 1994; Utrilla, 1994; Arias et alii, lez Echegaray y Freeman, 1992/1993; Fortea et alii, 2000). El arte rupestre cantábrico está dominado por 1990; Arias y Ontañón, 2004). En los últimos años las imágenes de bisonte, uro, caballo, cabra y ciervo. se han elaborado argumentos estilísticos similares El reno, hallado ocasionalmente entre las arqueofau- para la datación. Más recientemente hemos revelado nas Magdalenienses, es raro, pero está muy bien re- un espectacular caso de superposición estratigráfica, presentado, junto a otros animales “inusuales” como datada por radiocarbono, de depósitos culturalmen- osos, carnívoros, peces, y pájaros. Los antropomorfos te del Magdaleniense reciente sobre un bloque que no son comunes pero, cuando aparecen, son por lo había caído del techo de la cueva del Mirón y había general poco realistas e incluso “grotescos”. El arte sido grabado en el Magdaleniense antiguo (González parietal de Cantabria y Asturias es particularmente Morales y Straus, 2000). Además, hay ahora cerca de rico en “signos”: en rejilla, tectiformes, claviformes, 50 dataciones fiables por AMS sobre pinturas reali- puntos, y “vulvas”. zadas en carbón de cuevas cantábricas, que oscilan entre c.15 y 11 ka. (Moure y González Sainz, 2000) Además de las famosas escápulas grabadas, los cien- (Fig. 5B). Otras imágenes datadas por AMS sugieren tos de trabajos Magdalenienses de arte mueble inclu- una continuidad de la decoración de las cuevas hasta yen plaquetas líticas grabadas, entre las que hay una el final del Pleistoceno (Corchón, 1996). La mayoría amplia colección de Las Caldas, que incluyen algu-

Fig. 5B. Distribución de yacimientos del Magdaleniense superior (c. 13-11,5 ka).

Nivel Cero 12 2010 27 LAWRENCE GUY STRAUS nas imágenes antropomórficas, y un único y exquisito una red de relaciones, símbolos e ideas compartidas, ejemplo de Ekain, además del colgante con grabado y objetos característicos que, a pesar de las grandes de caballo del Magdaleniense inicial de El Mirón, o diferencias medioambientales, de recursos y en las la falange de La Garma. Asimismo hay tubos sobre estrategias de subsistencia entre los extremos de este hueso de ave, siendo notables los de El Valle y To- universo humano, se extendía desde España a Ale- rre; astas perforadas (bastones), incluyendo un par de mania y Polonia. ellas casi idénticas de los niveles del Magdaleniense fi- nal de El Castillo y la cercana Cualventi, y otro par si- 9. EL FINAL DEL PALEOLÍTICO milar de los yacimientos más distantes de El Valle y El SUPERIOR: EL EPÍLOGO AZILIENSE Pendo, todos ellos en Cantabria; ocasionales escultu- ras, como el busto humano en cuarcita de Entrefoces, El final del complejo tecnológico Magdaleniense es en Asturias; dientes perforados y decorados; conchas un proceso prolongado; pueden sostenerse de forma perforadas, unas pocas de taxones mediterráneos; justificada tanto cronologías cortas como largas. Tras bastones decorados; azagayas; y arpones (Corchón, el breve y poco marcado giro climático del Dryas II 1995; González Morales, 1990 a). Motivos decorati- vuelven a establecerse unas condiciones moderada- vos poco usuales en varios periodos Magdalenienses mente atemperadas (Alleröd). Con ellas llega el co- incluyen los llamados motivos geométricos “tectifor- mienzo de la simplificación tanto de las tecnologías mes”, estilizaciones en visión frontal de cabezas de líticas como óseas del Magdaleniense y un cambio cabra alpina, cordones, serpentiformes, y zigzags. radical en la expresión artística y decorativa. Esta tendencia se conoce como “proceso de azilinización”. En contraste con el Magdaleniense de Francia, Bélgi- El producto final, alrededor de la crisis climática del ca, Suiza y Alemania, no hay tantas evidencias en la Dryas III y el principio de las condiciones holocéni- región vasco-cantábrica de transporte a larga distan- cas c.10 ka., se conoce en la región franco-cantábrica cia de materias primas líticas, tampoco hay tantos fó- como Aziliense. siles o conchas marinas exóticas, e incluso resulta que el ámbar es de origen local (Álvarez, 2002). Es proba- Un estadio de transición rico en laminillas de dorso, ble que la causa sea que esta zona costera no estaba con puntas azilienses curvas, de dorso recto, así como en las fronteras de la reexpansión magdaleniense ha- micro puntas de doble dorso, se está definiendo en cia el norte. El sílex y, especialmente en Asturias, las el norte de España (Adan et alii, 2001; Aura et alii, cuarcitas empleadas para la fabricación de útiles eran 1998; Bernaldo de Quirós et alii, 1992; Straus, 1996 frecuentemente locales o de fuentes situadas a pocas b). Las azagayas y otros artefactos óseos típicos del horas de camino del yacimiento (Freeman, 1991; Magdaleniense desaparecen, los arpones continúan González Sainz, 1991; Straus, 1996 a). Por otra parte, fabricándose, pero con sección plana, en vez de re- es evidente a partir de las especificidades típicas de los donda. En principio son todavía bastante alargados estilos del arte rupestre, como el modo de “contorno e incluso, en tres yacimientos asturianos (Los Azules, negro” en el Pirineo, por ejemplo en Niaux, o a partir Cueva Oscura y La Lluera), con grabados geométri- de objetos mobiliares como los contornos recortados cos (Fernández-Tresguerres y Junceda, 1990), pero pirenaicos, que había contactos humanos significati- algo más tarde comenzarán a ser más aplanados y vos (por ejemplo, visitas, intercambios y matrimonios) en ocasiones con perforación basal. Un motivo de- entre la región vasco-cantábrica y los Pirineos, y aun corativo similar a líneas con tracitos fue grabado en más allá (Schwendler, 2004), incluyendo similitudes objetos óseos de diversos yacimientos del Magdale- notables con objetos decorados y artefactos del Le- niense terminal y Aziliense antiguo de Cantabria y vante español. Existió un “universo Magdaleniense”: Asturias. El Aziliense muestra un brusco descenso del número de buriles y otros tipos de útiles, excepto de los raspadores circulares, que tienden a hacerse sobre pequeñas lascas. Un término en ocasiones aplicado a la tecnología Aziliense ha sido el de “empobreci- miento”, pero gran parte del instrumental y las armas probablemente empezaron a realizarse ahora en ma- dera, cuando comenzó la reforestación de la Región.

Los patrones de asentamiento azilienses son casi una copia exacta de los del Magdaleniense. El número de yacimientos es básicamente idéntico: 51, que supo- ne una media aproximada de 25,5 yacimientos por milenio (Fig.7). La mayoría de las unidades azilienses Fig. 6. Representación de reno en la cueva de Las Monedas se apoya sobre las magdalenienses, pero muchos ya- (Puente Viesgo). medio (c. 17-13 ka). cimientos fueron abandonados tras el Aziliense. Así

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Fig. 7. Distribución de yacimientos de época Aziliense (c. 11,5-9 ka). mismo hay más yacimientos azilienses que magda- las condiciones atemperadas y húmedas de Alleröd y lenienses ubicados en la alta montaña, no hay duda el Preboreal, se incrementó el uso de las avellanas y que debido al final de la deglaciación (Bernaldo de hayucos, bellotas, y nueces, así como una variedad de Quirós y Neira, 1996; Muñoz y Berganza, 1997). Al- semillas, bayas y raíces. El programa de flotación de gunos yacimientos azilienses algo más tardíos (Prebo- El Mirón, como el del Juyo, debería arrojar luz sobre real) están localizados sobre o cerca de una línea de el papel de las plantas en la dieta. costa ya muy cercana a la actual. Estos sitios a menu- do contienen gran cantidad moluscos en concheros Además de la exigua mención realizada anterior- que son los precursores de la “cultura asturiense” me- mente sobre la decoración de los arpones del Azi- solítica (González Morales, 1995; Straus, 1995). Los liense inicial y plaquetas de hueso o colgantes, hay moluscos son aún taxones de aguas frías. unos pocos objetos de hueso y asta decorados con grabados geométricos, una espectacular espátula de Además de moluscos marinos, durante el Aziliense hueso con infinidad de puntos grabados de los Azu- las gentes explotaron en ocasiones cantidades impor- les (Asturias) y unos 40 ejemplares de cantos pintados tantes de caracoles terrestres, como en El Piélago, en -29 de ellos de la misma cueva, donde muchos de es- los bordes de las montañas, y La Fragua, ambos en tos objetos “clásicos” se asocian a un enterramiento Cantabria, y una variedad de peces marinos y aná- humano (Fernández-Tresguerres, 1994)-. El número dromos, como en La Riera. Los pájaros, incluyendo de objetos azilienses decorados desciende a medida aves acuáticas, comienzan a incrementarse de forma que pasa el tiempo, probablemente cuando todo el regular en las arqueofaunas desde el Magdaleniense sistema simbólico Magdaleniense se colapsa. En rea- final y Aziliense. El principal recurso animal durante lidad, todo el arte rupestre y mobiliar figurativo había el Aziliense continuó siendo el ciervo en los lugares de desaparecido ya totalmente hacia el final de Alleröd, la llanura costera y en los valles cercanos, y la cabra presumiblemente porque el mundo en el cual esa alpina y el rebeco en los lugares de montaña. Sin em- ideología se apoyaba había dejado ya de existir. bargo, con la reforestación comenzaron a aparecer ya desde sus inicios cantidades importantes de corzos Los artefactos azilienses desaparecen hacia el final y jabalí. Se puede suponer que, especialmente bajo del Preboreal (c. 9 Ka). La fase Boreal en Asturias

Nivel Cero 12 2010 29 LAWRENCE GUY STRAUS oriental y Cantabria occidental está marcada por la la Cordillera (Alday, 1998; Cava, 2004) y muy pocos formación de enormes concheros en gran número de yacimientos en los flancos montañosos de Picos de cuevas situadas a 1-2 km de la costa, especialmente Europa en Asturias y de la Cordillera en el oriente de alrededor de ensenadas y estuarios. El componente Cantabria y Vizcaya. La población humana parece cultural de estos yacimientos “Asturienses” es limita- haber estado todavía fuertemente concentrada a lo do; picos sobre cantos, lascas y punzones de hueso largo de la costa, especialmente en estuarios y ense- componen la mayor parte del instrumental. No hay nadas, los más ricos ecosistemas. Es en este mundo de evidencias de arte y sólo se conoce un buril, pobre- recolectores de amplio espectro donde se introduce mente documentado. Los concheros asturienses la domesticación animal neolítica, las cerámicas, los contienen grandes masas de moluscos marinos (aho- cereales y los megalitos, probablemente por medio ra bígaros de aguas templadas, así como lapas, que del comercio y migraciones del mundo mediterráneo son más pequeñas en La Riera y otros yacimientos, a través del Ebro o el sur de Francia poco después probablemente a consecuencia de una sobreexplota- de hace 6.000 años en fechas de radiocarbono (Peña- ción). Asimismo contienen erizo de mar y caparazo- Chocarro et alii, 2005). nes de cangrejos, espinas, algunos restos de plantas, y abundantes huesos y dientes de mamíferos (principal- AGRADECIMIENTOS mente ciervo, seguido de corzo y jabalí, y en menor proporción otros ungulados), así como pequeños car- Este breve resumen constituye un pálido reflejo de los nívoros y pájaros. trabajos de muchos colegas españoles, a los que se lo agradezco enormemente y me disculpo de antema- En Cantabria oriental y las provincias vascas costeras, no por posibles simplificaciones, tergiversaciones, u se ha documentado un énfasis similar en los recursos obviar aspectos de su gran y cuidadosa investigación. marinos, especialmente en yacimientos alrededor de Una de mis aportaciones a lo largo de los años ha los estuarios del Asón y de Guernica. Aquí, debido a sido no sólo contribuir a documentar la Prehistoria los diferentes substratos litorales, los taxones son di- cantábrica, sino también contribuir a su mejor cono- ferentes, incluyendo muchas ostras en el Boreal y a cimiento en el mundo angloparlante. Los mapas fue- inicios del Atlántico. Las manifestaciones culturales ron esbozados en un SIG, a partir de mis datos, por mesolíticas son algo diferentes (los picos asturienses Ann Winegardner. Tengo especiales deudas de gra- están ausentes), pero la colección de útiles es también titud con Joaquín González Echegaray, Jesús Altuna en general pobre (González Morales, 1990 b; Gon- y Manuel González Morales, así como hacia Leslie zález Morales y Diaz, 1992; González Morales et alii, G. Freeman y Geoffrey A. Clark, que me introduje- 1992). Un enterramiento simple datado en el 8.300 ron en la prehistoria cantábrica hace unos 30 años, y B.P. ha sido recientemente encontrado en un conche- a mi esposa, María del Carmen Rapado Errazti de ro del este de Guipúzcoa (Iriarte et alii, 2005). Santander, quien, incluso desde entonces, ha tolerado tantas excavaciones y escritos. La traducción al cas- Hay un debate en curso sobre si la montaña interior tellano fue hecha gentilmente por Raquel González fue o no abandonada durante la mayor parte del Gutiérrez y revisada por César González Sainz y por Mesolítico (Arias, 1995; González Morales, 1999; el autor. Este artículo está dedicado a nuestra queri- Straus y González Morales, 2003). Lo cierto es que da amiga y colega Victoria Cabrera Valdés, la gran había numerosos yacimientos epipaleolíticos en la conocedora de La Cueva de El Castillo, que desapa- cuenca superior del Ebro, de Álava hacia el sur de reció prematuramente en 2004.

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34 Nivel Cero 12 2010 Nivel Cero 12 Santander, 2010 Pág. 35-51

LAS ESTRATEGIAS DE SUBSISTENCIA EN LA REGIÓN CENTRAL DE LA CORNISA CANTÁBRICA. ¿CONTINUIDAD O RUPTURA?

José YRAVEDRA SAINZ DE LOS TERREROS Departamento de Prehistoria Universidad Complutense de Madrid [email protected]

Alberto GÓMEZ CASTANEDO Grupo Arqueológico Attica Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Cantabria [email protected]

1. INTRODUCCIÓN tica empleadas por los pobladores de la cornisa can- tábrica durante la transición del Paleolítico Medio al Desde los años de la década de 1980 las investigacio- Superior. Este tema ya fue tratado en otros trabajos nes sobre la subsistencia de la transición del Paleolí- (Altuna, 1989, 1992; Freeman, 1973; Straus 1976, tico Medio al Superior en el norte peninsular se fo- 1977, 1992, 2010; Bernaldo de Quirós, 1980, 1982; calizaron en los yacimientos de la Cueva del Castillo, Yravedra, 2002 a, b), sin embargo nosotros propo- Cueva Morín, el Pendo y Lezetxiki. Nuevos estudios nemos datos obtenidos de otros yacimientos y desde realizados en estos sitios han mostrado la existencia de una óptica diferente, basada en los resultados de los ciertos problemas en alguno de ellos. La revisión de estudios tafonómicos, cuestión no abordada en los esta circunstancia, además de nuevos análisis llevados trabajos mencionados. a cabo en otros sitios, puede contribuir a una renova- ción del estado de conocimiento que actualmente se Los estudios referidos, que tratan la subsistencia del tiene para este periodo en esta región. Los datos que Paleolítico Medio al Superior del norte de la Penín- se ofrecen en este texto proceden de los estudios tafo- sula Ibérica, presentan una serie de limitaciones que nómicos y zooarqueológicos de los yacimientos de la podemos resumir en los siguientes epígrafes: Cueva del Esquilleu, Hornos de la Peña, Cueva Mo- rín, Covalejos, El Ruso, el Cuco, Cofresnedo y el Ote- - Siempre se analizan los mismos yacimientos. En ro. La información obtenida contribuye a reforzar el la mayor parte de los estudios citados siempre se debate a propósito de la subsistencia en la transición tratan los mismos emplazamientos: Morín, Pendo del Paleolítico Medio al Superior en el norte peninsu- y Castillo (Cantabria) y Amalda, Lezetxiki y Axlor lar en general y en la cornisa cantábrica en particular. (Euskadi). Para remediar las limitaciones inheren- En este sentido, se propone cierta continuidad en las tes del estudio de los mismos sitios, en este trabajo estrategias de adquisición de recursos cárnicos entre aportamos datos nuevos de otros lugares como el los últimos representantes de Homo neanderthalensis y Otero, Hornos de la Peña, el Esquilleu, Covalejos, los primeros Homo sapiens. Morín, el Cuco, Cofresnedo y el Ruso (Cantabria) que renuevan el marco de referencia utilizado. 2. LA INVESTIGACIÓN DE LAS ESTRATEGIAS DE SUBSISTENCIA EN - Problemas metodológicos: La ausencia de aná- LA TRANSICIÓN DEL PALEOLÍTICO lisis tafonómicos ha condicionado la imagen del MEDIO AL SUPERIOR EN EL NORTE DE comportamiento cinegético de neandertales y LA PENÍNSULA IBÉRICA. PROBLEMAS Y Homo sapiens durante el Paleolítico (Altuna, 1972, LIMITACIONES TRADICIONALES 1989, 1992; Freeman 1973, Straus, 1976, 1977; Bernaldo de Quirós, 1980), reforzando en gran Los estudios a propósito de la subsistencia paleolíti- medida la idea del neandertal carroñero (Straus, ca implican efectuar un tratamiento multidisciplinar 1982, 1992; Klein y Cruz-Uribe, 1994). Por el con- que incluya análisis espaciales de las estrategias de trario, los estudios tafonómicos realizados en otros movilidad, la gestión y adquisición de materias pri- yacimientos han demostrando empíricamente que mas y un examen detallado de la explotación de re- neandertales y Homo sapiens desarrollaron similares cursos animales y vegetales. Nuestro trabajo se centra estrategias cinegéticas sobre gran parte de recursos en el análisis de las estrategias de adquisición faunís- animales en algunos sitios (Martínez, 1998, 1999, JOSÉ YRAVEDRA SAINZ DE LOS TERREROS Y ALBERTO GÓMEZ-CASTANEDO

2005; Dari, 2003; Yravedra 2000, 2001, 2002 a, b, en prensa) también han discutido la implicación 2005, 2007; Landry y Burke, 2006). Han demos- humana sobre los taxones de talla pequeña en este trado también que en otros lugares los homínidos yacimiento y en otros de los Pirineos. apenas tuvieron implicación en la acumulación de restos animales (Blasco 1995; Martínez Valle, - Aplicación tafonómica polarizada en el Muste- 1996; Yravedra, 2007; Marín et alii, 2009). A pe- riense. Durante los últimos años, los análisis tafo- sar de la importancia de este tipo de investigacio- nómicos están cobrando una mayor importancia nes, todavía hay autores reacios a la utilización de (Fig. 1). Sin embargo la mayor parte de los estudios la tafonomía como método de análisis (Altuna y se han centrado en lugares de época musteriense. Mariezkurrena, 2010). Así para el yacimiento de Tan sólo los yacimientos de A Valiña (Lugo), cueva Amalda, algunos autores han ofrecido diferentes de Las Caldas (Asturias), El Castillo, El Horno, El interpretaciones en función de la analítica utiliza- Mirón y La Fragua en Cantabria y Amalda (Eus- da. De este modo, Altuna (1990) y Altuna y Ma- kadi) presentan niveles del Paleolítico Superior riezkurrena (2010) sostienen que este yacimiento (Fig. 1) y de ellos sólo A Valiña, El Castillo y Amal- fue un cazadero de rebeco y cabra. Sin embargo, da tienen niveles del Paleolítico Superior inicial. otros autores (Yravedra, 2005, 2006, 2007, 2010), En este trabajo aportamos datos de varios yaci- muestran que los ungulados de talla pequeña, mientos con niveles del Paleolítico Superior que como el rebeco, no fueron aportados por el ser incrementa el número de niveles de este momento humano a este sitio, a diferencia de los ungulados estudiados con este tipo de aproximación (Fig. 1). de mayor tamaño como el ciervo, el caballo y el uro cuya acumulación si es de autoría humana. - El análisis de la subsistencia en la transición del Yravedra sustenta sus afirmaciones en la ausen- Paleolítico Medio al Superior debe hacerse com- cia de trazas antrópicas sobre los restos de rebeco, parando secuencias con niveles de ambos perio- al contrario de lo que sucede en los animales de dos. Para la Cornisa Cantábrica esto se ha hecho mayor tamaño, al tiempo que entre los restos de en pocos casos. Las estrategias de subsistencia que rebeco aparecen numerosos huesos con marcas de emplearon los grupos humanos en el pasado está diente y huellas de digestión (Cf. Yravedra, 2005). condicionada por varios factores, como la orogra- En sus nuevos trabajos, Altuna y Mariezkurrena fía del terreno, el clima, la disponibilidad de recur- (2010) continúan apoyando la autoría humana, sos o las preferencias conductuales. Una forma de sin embargo otros autores (Cf. Mallye et alii, 2010 estudiarlas es analizar yacimientos con secuencias

Yacimientos Niveles culturales tafonómicos Referencias

Castillo Nivel 18 y 20 Musteriense- Auriñaciense Dari (2003); Landry y Burke (2006)

Morín nivel 17 Musteriense Martínez (1998, 1999, 2005)

Pendo nivel 16 Musteriense Martínez (1998, 1999, 2005)

Lezetxiki nivel VI Musteriense Martínez (1998, 1999, 2005)

Esquilleu nivel I-XXX Musteriense Yravedra (2005, 2006 a, b)

Abauntz Musteriense-Solutrense-Magdaleniense Altuna et alii (2002)

Amalda nivel VII-IV Mousteriense-Gravetiense- Solutrense Yravedra (2005, 2006 b, 2007)

Musteriense-Auriñaciense-Solutrense- Hornos de la Peña I-V Yravedra (2010) Magdaleniense

Musteriense-Chatelperroniense- Morín nivel 2-17, 22 Yravedra (inédito) Auriñaciense-Solutrense-Magdaleniense

Otero nivel 2-9 Musteriense-Auriñaciense-Magdaleniense Yravedra (inédito)

El Ruso nivel V-III Musteriense-Auriñaciense-Magdaleniense Yravedra (inédito)

Covalejos nivel B-L Musteriense-Auriñaciense. Yravedra 2007 (inédito)

El Cuco Auriñaciense-Gravetiense Yravedra (inédito)

A Valiña Chatelperroniense Fernández Rodríguez (2006)

Cueva de las Caldas Magdaleniense Mateos (1999 a, b, 2000, 2002)

Horno Cave Magdaleniense Costamagno y Fano (2006)

Fragua Cave Magdaleniense Marín (2004)

El Mirón Magdaleniense Marín (2009)

Fig. 1. Yacimientos de la cornisa cantábrica con estudios tafonómicos.

36 Nivel Cero 12 2010 BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA

largas que permitan comparar las diferentes estra- gulados en Morín 17, Pendo XVI y Lezetxiki V, pero tegias que se emplearon a lo largo del tiempo en un también que la acción de los carnívoros y de los pro- mismo lugar. La escasez de análisis tafonómicos en cesos hídricos tuvieron algún impacto en las acumu- niveles del Paleolítico superior ha provocado que laciones óseas. Montes et alii (2002, 2004) mostraron no se pueda comparar un mismo yacimiento en que El Pendo es un revuelto que no puede ser consi- distintas cronologías. derado como un ejemplo comparativo de garantías al registrarse un mezcla de niveles arqueológicos. Los Sólo en el Castillo (Dari, 2003; Landry y Burke, 2006) últimos estudios realizados en Lezetxiki también po- y Amalda (Yravedra, 2005, 2007) se han analizado nen de evidencia problemas geológicos y una gran muestras del Paleolítico Medio y del Superior, permi- incidencia de Ursus spelaeus en las acumulaciones de tiendo comparar las dinámicas subsistenciales en un huesos de algunos niveles (Arrizabalaga et alii, 2005). mismo lugar en periodos diferentes. En ambos casos Finalmente, en Amalda, una revisión tafonómica ha neandertales y H. sapiens explotaron los mismos re- demostrado que los rebecos se corresponden con un cursos, centrados en la caza del ciervo y acompañada aporte natural no antrópico (Yravedra, 2005, 2007) de caballos y uros tanto en el musteriense como el frente a la opinión inicial de Altuna (1990) y Altuna y auriñaciense del Castillo (Dari, 2003; Landry y Bur- Mariezkurrena (2010). ke, 2006) como en el musteriense y el gravetiense de Amalda (Yravedra, 2005, 2007). También los datos 3. MATERIALES relativos a la estacionalidad muestran semejanzas en ambos periodos (Pike-Tay et alii, 1999). El material estudiado procede de una serie de yaci- mientos. La Cueva del Esquilleu de época Muste- En este trabajo incrementamos la muestra de yaci- riense y los niveles Musterienses y Auriñacienses de mientos con secuencias largas ya que se consideran Hornos de la Peña, El Ruso, El Otero, Cueva Morín varios lugares con niveles musterienses y auriñacien- y Covalejos. Junto a los materiales de estos yacimien- ses, como Morín, Hornos de la Peña, El Otero, El tos también aportamos algunos datos relativos a la Ruso y Covalejos. El objetivo es actualizar los datos tafonomía de los niveles auriñacienses y gravetienses conocidos en relación con la subsistencia de la tran- del Cuco y los auriñacienses de Cofresnedo. sición del Paleolítico Medio al Superior en la cornisa cantábrica y ofrecer nuevos datos de yacimientos no La cueva del Esquilleu (Cillorigo de Liébana, Can- estudiados hasta el momento. tabria, X:371520, Y:4790700 hoja m T. N: 1:50000 Carreña-Cabrales) se sitúa a 350 m sobre el nivel del Desde los trabajos de Altuna (1992, 1994) y Straus mar (s.n.m.), en el desfiladero de la Hermida, a 40 (1992), las interpretaciones que se han hecho para la km de la costa. Las excavaciones de este yacimiento subsistencia de la transición en el Norte de la Penín- comenzaron en 1997 y se prolongaron en sucesivas sula Ibérica se han centrado en los datos de las exca- campañas hasta 2006, bajo la dirección de J. Baena. vaciones del Castillo, Morín, Pendo, Axlor, Amalda y Hasta el momento se han identificado 41 niveles, Lezetxiki. Sin embargo estos sitios presentan algunos de los que 35 son de época musteriense con las si- problemas. Así, los trabajos sobre el Castillo se cen- guientes dataciones absolutas: 34380±670 BP (AA- traban en las excavaciones antiguas sintetizadas en 37883; AMS) (nivel VI), 36500±830 BP (AA-37883) Cabrera (1984) y Klein y Cruz-Uribe (1994) y por lo (nivel VIF), 36500±830 BP (AA-37882; AMS) (nivel tanto no tenían en consideración los datos proceden- XIF), 39000±300 (Beta-149320 AMS) (nivel XIII), tes de las nuevas excavaciones. Para Morín y Pendo 49700±1600 BP (OXA-11414 AMS) (nivel XVIII), se asumía la autoría humana de los yacimientos y no 51034±5114BP (Mad 3299 TL) (nivel XXId) y 53491 se consideraban otros aspectos, provocando discu- ± 5114 BP (Mad 3300, TL) (nivel XXIII) (Baena et siones científicas como las de L. Binford contra L.G. alii, 2005). Freeman a principios de la década de 1980 ( Binford, 1983; Freeman, 1983). Para Lezetxiki, Axlor y Amal- Hornos de la Peña (Tarriba, San Felices de Buelna, da, se asumía la autoría humana de las acumulacio- Cantabria) se halla a 280 m s.n.m. y a 18 km de la nes óseas a partir de los datos de Altuna (1972, 1980 costa dentro del valle de los Corrales de Buelna, y 1990) sin considerar otras posibilidades. caracterizado por un paisaje montañoso abierto a varios nichos ecológicos diferenciados. Esta cueva Los recientes trabajos han mostrado que las colec- fue excavada en 1906 por Alcalde del Río y entre ciones estudiadas por Klein y Cruz-Uribe (1994) 1909-1912 por el abate H. Breuil, H. Obermaier y del Castillo estaban sesgadas y que el caballo no es J. Bouyssonie (Breuil y Obermaier, 1912). La estra- el taxón predominante frente al ciervo (Dari, 2003; tigrafía publicada por Breuil y Obermaier (1912) y Landry y Burke, 2006). Los estudios tafonómicos de adaptada por Bernaldo de Quirós (1982) muestra 5 Martínez (1998, 1999, 2005) sostienen que el ser hu- niveles que van desde el Musteriense al Neolítico. fue el principal agente de acumulación de un- Nosotros nos centraremos en el nivel V, musteriense,

Nivel Cero 12 2010 37 JOSÉ YRAVEDRA SAINZ DE LOS TERREROS Y ALBERTO GÓMEZ-CASTANEDO y el IV y III auriñacienses, datados en 20930±370 BP 2003. El yacimiento presenta 2 niveles auriñacienses (BM-1883R-nivel III (Soto Barreiro, 2003). datados en 30380±250 (GRA 22443-AMS - nivel B), 32840±280 BP (GRA-24200-AMS-nivel C) y 10 ni- El Ruso (Igollo, Camargo, Cantabria, X: 427800, veles musterienses datados entre 40650+2300-1800 Y:4808670 UTM) se localiza en la llanura costera de BP (AMS-nivel D techo), 41640+650-530 (AMS-ni- la bahía de Santander a 60 m s.n.m. y a 6 km de vel D fondo) a 101000 BP (U/TH, nivel Q) -Sangui- la costa. La excavación del Ruso tuvo lugar en 1984 no y Montes, 2005-. bajo la dirección de Emilio Muñoz Fernández. El ya- cimiento contiene 7 niveles arqueológicos que van del El abrigo del Cuco (Urdiales, Castro Urdiales, Can- Musteriense a la edad del Bronce. Nosotros nos cen- tabria, UTM X 481507, Y 4804428) se sitúa a 43 traremos en los niveles musterienses V y VI y el au- mm s.n.m. y a 1,5 km de la costa. La excavación del riñaciense evolucionado, IVb, datado en 27620±180 yacimiento se desarrollo en 2006 bajo la dirección de BP (BETA-12036, AMS) (Muñoz, 1991; Muñoz y E. Muñoz, P. Rasines, S. Santamaría y J. M Morlote. Serna, 1999). En total se han identificado 14 niveles gravetienses y auriñacienses. El nivel III, gravetiense, esta datado El Otero (Secadura, Junta de Voto, Cantabria, N: en 23400±250 BP (GrA-32097 AMS), el nivel XIII, 43º21’10’’, E.0º09’30’’ hoja 18-35 plano 1/50000 auriñaciense, es datado en 30020+160-150 BP (GrA Inst. Geográfico Catastral), se ubica a 60 m s.n.m. 32436 AMS) (Muñoz et alii, 2007). y a 12 km de la costa. Las excavaciones de este yaci- miento tuvieron lugar en 1963 bajo la dirección de J. Cofresnedo (Matienzo, Ruesga, Cantabria) se halla González Echegaray, m A. García Guinea y A. Begi- a 160 m s.n.m. La excavación de este yacimiento nes Ramírez (González Echegaray et alii, 1966). Los tuvo lugar en 2000-2001 bajo la dirección de J. Ruiz 9 niveles arqueológicos identificados van del Mus- Cobo. La cueva describe ocupaciones discontinuas teriense al Aziliense. Nos centraremos en los niveles de humanos y carnívoros en el Paleolítico Medio y musterienses (nivel 9) y en los auriñacienses (nivel 8, Superior. Las ocupaciones del Paleolítico Superior 6, 5 y 4). están datadas en el nivel 4 en 31360±310 BP (GrA- 20267) (Ruiz Cobo y Smith, 2003). Cueva Morín (Villanueva de Villaescusa, Cantabria, N 0º10’10’’, E 43º21’43’’ I.G.C. 1/50000 hoja 34 To- Como se aprecia, todos los yacimientos analizados en rrelavega) es un yacimiento arqueológico situado a 60 este trabajo son de Cantabria y presentan un rango m s.n.m. y 6 km de la costa. La excavación de este cronocultural parecido al estar insertos en el final del yacimiento se efectuó en diferentes momentos. Car- Paleolítico Medio y comienzos del Superior (40000- ballo y Sierra en 1912, Carballo entre 1917-1919, y J. 25000 BP). Sin embargo, todos ellos mantienen par- González Echegaray y L. Freeman entre 1966-1969 ticularidades propias que los hacen únicos. Cada uno (González Echegaray y Freeman, 1978). La secuencia se sitúa en entornos propios, con características am- estratigráfica recoge un importante paquete de 22 ni- bientales y climáticas particulares. Del mismo modo, veles que van del Aziliense al Musteriense. Nosotros cada sitio ha sido excavado en momentos diferentes estudiaremos en este trabajo, los niveles 5-10 Auriña- con distintas metodologías de excavación y recupera- cienses, el nivel 10 Chatelperroniense, y los Muste- ción de restos. De forma que encontramos sitios con rienses (niveles 11-17 y 22). Las dataciones disponibles muestras sesgadas o preseleccionadas como Hornos son para el nivel 11 Musteriense, 39770±730 BP (GiF de la Peña o el Otero y conjuntos con materiales re- 96264) (Maillo et alii, 2001), el nivel 8 Auriñaciense cuperados estos últimos años con gran cantidad de 36590±770 BP (GiF-96263) (Maillo et alii, 2001), el diáfisis (Esquilleu, Covalejos, El Ruso, El Cuco, Co- nivel 6-7 30465±901 (SI-954), el nivel 5a 29710±340 fresnedo). Estas características propias de cada sitio BP (SI-953), el nivel 7 29515±840 BP (SI-955), el ni- han determinado que para poder analizar la subsis- vel 8a 27685±1285 (SI-956)-27336±735 BP (SI-952) tencia en la transición del Paleolítico Medio al Supe- (González Echegaray y Freeman, 1978) y el nivel 10 rior escojamos yacimientos con secuencias completas Chatelperroniense, 35905±6585 (SI-951a) (González de ambos momentos. De esta forma analizaremos Echegaray y Freeman, 1978). cada yacimiento de manera individual con sus par- ticularidades propias, fijándonos en las semejanzas Covalejos (Velo, Piélagos, Cantabria, UTM: X o diferencias que se registran durante el tránsito del 424560, Y 4805500) se sitúa a 110 m s.n.m. y a 3 Musteriense al Paleolítico Superior. km de la costa en un paisaje de relieve suave. Las excavaciones de este yacimiento tuvieron lugar en 4. MÉTODOS 1879 bajo la dirección de E. de la Pedraja, y de H. Obermaier, R. Shallcras y L. Rozas en 1914. La En nuestro estudio se ha dado gran importancia a la fauna analizada de este trabajo proviene de las ex- Tafonomía como disciplina de análisis en la evalua- cavaciones de R. Montes y J. Sanguino entre 1997 y ción de los procesos que operan en los yacimientos.

38 Nivel Cero 12 2010 BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA

8 7 10 5 4 9 6 3

1 2

0 20 km

Fig. 2. Situación geográfica de los yacimientos tratados en el texto: 1. Esquilleu, 2. Hornos de la Peña, 3. Castillo, 4. Covalejos, 5. Pendo, 6. Morín, 7. Ruso, 8. Otero, 9. Cofresnedo, 10. Cuco.

Sin embargo, antes hemos procedido a la identifica- drigo (2009); 3) los huesos apendiculares superiores ción taxonómica y a la cuantificación de las diferentes conformados por húmero, fémur, radio, ulna, tibia y especies animales en NISP (número de restos identi- rótula y 4) los huesos apendiculares inferiores que in- ficados por taxón) y MNI (número mínimo de indi- cluyen metapodios, carpos, tarsos y falanges. viduos). El cálculo del MNI se ha hecho siguiendo a Brain (1969) quien considera la lateralidad, la edad y El análisis de las superficies óseas y de las alteracio- el sexo de cada hueso. Junto a la taxonomía, también nes que encontramos en ellas, así como las marcas de se ha realizado la determinación de los perfiles esque- corte, se ha hecho con la ayuda de lupas de mano de léticos. En este aspecto destacamos la identificación 10X-20X tal y como propone Blumenschine (1995). de las diáfisis, sobre la base del espesor de las diáfisis, Los criterios diagnósticos que hemos utilizado en la su sección y las propiedades de la cavidad medular y identificación de las marcas de corte son los que pro- sus superficies óseas, siguiendo los criterios de Barba ponen Bunn (1981), Potts y Shipman (1981). Para las y Domínguez-Rodrigo (2005a). marcas de diente hemos seguido a Binford (1981), Shipman (1983), Blumenschine (1988, 1995), Blu- Cuando la asignación taxonómica no ha sido posible, menschine y Marean (1993) y Fisher (1995). El análi- los restos fueron atribuidos a animales de diferentes sis de las marcas de percusión se ha hecho siguiendo tallas en función del peso y el tamaño, los cuales po- a Blumenschine y Selvaggio (1988), Blumenschine demos resumir en: 1) animales de pequeño tamaño (1995), y Fisher (1995). comprendidos por taxones de menos de 100 kg (Ca- pra pyrenaica, Rupicapra rupicapra, Capreolus capreolus), 2) Las marcas de corte, diente y percusión se han conta- taxones de talla media de 100-400 kg (Cervus elaphus, bilizado por sección y partes anatómicas de acuerdo Equus caballus), 3) carcasas de animales grandes de en- con los criterios de Domínguez-Rodrigo (1997) y Bar- tre 400-800 kg (Bos primigenius, Bison priscus, Dicerorhinus ba y Domínguez-Rodrigo (2005b). La cuantificación hemitoechus), y 4) carcasas de animales muy grandes de las marcas se ha hecho en base al NR de los hue- como elefantes, >800 kg. sos con buen estado de conservación de las superficies óseas Para facilitar el análisis de los perfiles esqueléticos, se dividieron en regiones anatómicas. Se diferencian: 1) 5. RESULTADOS los huesos del cráneo que incluyen astas, cuernos, crá- neo, maxilar, mandíbula y dientes; 2) los huesos axia- 5.1. El Esquilleu les que incluyen vértebras, costilla, pelvis y escápula siguiendo los criterios de Yravedra y Domínguez Ro- En este emplazamiento, la cabra predomina en todos

Nivel Cero 12 2010 39 JOSÉ YRAVEDRA SAINZ DE LOS TERREROS Y ALBERTO GÓMEZ-CASTANEDO los niveles seguida por el rebeco y el ciervo (Fig. 3). es diferente en el nivel III, donde un 28 % supera el Bos/Bison sólo aparece en los niveles VIII, XI, XIF y 25% del radio de la circunferencia, a diferencia de los XIII. En ellos, se observa un amplio espectro de mo- demás niveles donde el 99% de las diáfisis tienen un vilidad que implica una adquisición de animales ale- radio de circunferencia inferior al 25% (Fig. 3). jados de la zona inmediata al yacimiento, además de la incorporación de materias primas alóctonas (Bae- Desde el nivel VI-XIII las frecuencias de marcas de na et alii, 2005). Al mismo tiempo la estacionalidad en corte, percusión y alteraciones térmicas aumentan. estos niveles indica ocupaciones más prolongadas en Lo mismo sucede con la fragmentación de los hue- diversas estaciones del año (Fig. 3) que difiere de lo sos, y las evidencias generadas por carnívoros se re- observado en los otros niveles en los que se registran ducen (Fig. 3). Los perfiles esqueléticos muestran un ocupaciones más estacionales. transporte completo de las cabras al yacimiento en todos los niveles y del ciervo en el nivel XIF (Yrave- El estudio tafonómico ha mostrado diferencias a lo dra y Domínguez-Rodrigo, 2009). Por último, en los largo de la secuencia. Los niveles superiores (III y IV) niveles XXI, XXIII, XXV, XXVIII y XXIX se han muestran un palimpsesto con ocupaciones humanas documentado hogares con abundantes huesos calci- poco definidas en los que los carnívoros tendrían un nados y carbonizados, muy fragmentados, que han papel importante en el aporte de recursos (Yravedra, sugerido para Yravedra et alii (2005) un uso como 2006 a, b). En estas unidades se observa que los hue- combustible. sos con marcas de corte son escasos, a diferencia de las marcas de diente que superan el 50% de los restos 5.2. Hornos de la Peña (Fig. 3). La fragmentación de ambos niveles es infe- rior a lo observado en el resto de la secuencia, de ma- La escasa representatividad del conjunto óseo de nera que sólo el 65% y el 82 % de los restos son me- Hornos de la Peña está condicionada por las exca- nores de 3 cm. a diferencia de lo visto en otros niveles, vaciones del yacimiento a principios del siglo XX. A donde más del 80 % de los huesos son menores de 3 pesar de ello, toda la muestra ha estado sometida a cm. El grado de circunferencia de las diáfisis también los mismos condicionantes, por lo que, teniendo en

Fig. 3. Principales características taxonómicas y tafonomicas del Esquilleu. La estacionalidad se ha estimado mediante el desgaste dentario de los dientes de cabra siguiendo a Pérez Ripoll (1987). Las frecuencias de marcas excluyen dientes y huesos con cortical en mal estado. Pequeño (Capra+Rupicapra+Capreolus+Pequeños animales). Grande (Cervus+Bos+Equus+Grandes y animales intermedios).

40 Nivel Cero 12 2010 BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA

Capra Rupicapra Cervus Capreolus Equus Bos/Bison Carnívoros %MC %MD NISP NISP MNI NISP MNI NISP MNI NISP MNI NISP MNI NISP MNI NISP MNI Pequeño Grande Pequeño Grande

2/0) 29 7(6/1) 7 1(1/0) 13 2 0 13,3 28 13,3

Fig. 4. Principales Características taxonómicas y tafonómicas en Hornos de la Peña. MNI: MNI (Adultos/Juveniles+Infantiles). Las frecuencias de marcas de corte y diente son establecidas a partir del NISP excluyendo dientes y huesos con mal estado de conservación. cuenta estos factores, podemos hacer algunas valora- Según se ha observado no hay diferencias significa- ciones sobre su fauna. tivas entre los taxones aportados en el nivel 5, mus- teriense, y el 4, auriñaciense. En ambos, el caballo y Los niveles musterienses y auriñacienses han propor- el ciervo predominan. Las diferencias surgen a partir cionado 655 restos En el nivel musteriense el rebeco del nivel 3, cuando el ciervo se convierte en la especie es el animal más abundante en NR y MNI, seguido principal en MNI y NISP, y los corzos, cabras y rebe- del caballo y el ciervo (Fig. 4). El nivel 4, auriñaciense, cos se incorporan a la gama de presas aportadas por muestra un predominio del caballo seguido del cier- el ser humano. vo, rebeco, cabra, corzo y uro. En el nivel 3 destaca el ciervo, seguido del caballo y los otros animales (Fig. 5.3. El Ruso 4). Se trata de una pequeña cavidad situada cerca de El análisis tafonómico ha mostrado que tanto en el otros yacimientos cantábricos de entidad, como El Paleolítico Medio como en el Superior los únicos ani- Pendo, El Juyo y Santián. El Pendo presenta mate- males con evidencias de actividad humana fueron el riales musterienses y auriñacienses que, según el estu- ciervo, el caballo y el uro. Según esto, no habría dife- dio de Fuentes (1980), no muestran diferencias entre rencias en las estrategias de selección de los cazadores ambos periodos, predominando en los dos el ciervo del Paleolítico medio y los del superior. Para ambos seguido del caballo y los grandes bóvidos. El proble- periodos, el caballo sería la especie principal en los ma del Pendo es que se trata de un palimpsesto con niveles 5 y 4 con el 56 % y 43 % de los restos y el mezcla de materiales entre los diferentes niveles ar- 58 % y 55 % del MNI respectivamente. Le sigue el queológicos según Montes et alii (2002, 2004). ciervo con el 43 % del NISP en los dos niveles y el 36 % y 33 % del MNI y después Bos/Bison con un MNI En Santián, destaca de nuevo la presencia del ciervo, inferior al 10 %. pero en este sitio la fauna esta descontextualizada de- bido a cuestiones metodológicas durante la recogida A partir del nivel 3 se producen diferencias. En esta de los restos. unidad el ciervo es la especie principal con el 60% del MNI y el 66 % del NISP, pero por primera vez en Es por ello que la fauna del Ruso sea trascendental, este yacimiento se observa que el rebeco, la cabra y el pues procede de la única secuencia de esta zona con corzo presentan evidencias de procesamiento huma- materiales contextualizados que van desde el Muste- no (Yravedra, 2010). Esto refleja cambios en las estra- riense al Solutrense. tegias de adquisición humanas al ampliar la gama de presas e incluyendo los ungulados de talla pequeña. Los datos taxonómicos muestran al ciervo como la A partir de esta unidad los animales de talla pequeña especie predominante en los niveles V, musteriense, muestran marcas de corte, de percusión y patrones de y el IVb, auriñaciense. En ellos presenta el 71 % del edad con más cantidad de individuos adultos (Yrave- NISP y el 33-38% del MNI. El caballo es la segunda dra, 2010). especie más importante en los dos momentos con un 31% del MNI en el nivel V y un 20 % en el IV. Tras Los ciervos, caballos y uros también tienen marcas estos taxones siguen los grandes bóvidos y los otros de diente que indican la acción de carnívoros sobre animales. Los patrones de edad muestran coinciden- las carcasas. Sin embargo, también tienen marcas de cia en ambos periodos, en Bos/Bison sólo hay adultos, corte, ligadas a procesados cárnicos que sugieren ac- en los équidos predominan los individuos jóvenes con tividades antrópicas sobre los animales. La presencia el 66% y el 50% en el Auriñaciense y Musteriense y de marcas de corte en costillas y huesos apendicula- en los ciervos los individuos jóvenes oscilan entre el res superiores (húmero y fémur) o intermedios (tibia 33% y el 50% (Fig. 5). y radio) en los niveles 5-3, los patrones de fractura caracterizados por la ausencia de formas cilíndricas La tafonomía nos muestra una situación similar a la y las edades de los caballos y uros con predominio de registrada en Hornos de la Peña. Ciervos, caballos y adultos, indican un aporte antrópico de estos taxones. Bos/Bison presentan evidencias de actividad antrópi- ca. Por el contrario el rebeco, la cabra y el corzo no

Nivel Cero 12 2010 41 JOSÉ YRAVEDRA SAINZ DE LOS TERREROS Y ALBERTO GÓMEZ-CASTANEDO

Capra Cervus Capreolus Equus Bos/Bison Carniv %MC %MD %MP NISP NISP MNI NISP MNI NISP MNI NISP MNI NISP MNI NISP MNI Pequeño Grande Pequeño Grande Pequeño Grande V Mus 1423 3 1 179 6(4/2) 4 1 58 4(2/2) 4 1 39 6 1,9 3,5 7,5 3,4 2,2 2,6 IV b Aur 667 6 2(1/1) 117 5(3/2) 2 1 27 3(1/2) 7 2 29 6 2,5 8,4 35 8,4 0 6,4 Frecuencias de los Taxones aportados por el ser humano Estacionalidad Cervus elaphus V Mus 73% 50% 24% 40% 3% 10% Invierno-Verano y comienzo de otoño IV b Aur 79% 50% 18% 30% 3% 20%

Fig. 5. Principales Características taxonómicas y tafonómicas en el Ruso. MNI: MNI (Adultos/Juveniles+Infantiles). % Marcas de corte (MC), % Marcas de diente (MD) y % Marcas de percusión (MP) son establecidas a partir del NISP excluyendo dientes y huesos con mal estado de conservación incluyendo en animales grandes (Bos+Equus+Cervus+indet. Talla grande y mediana); animales pequeños (Capra+ Rupicapra+Capreolus+indet. de talla pequeña). muestran indicios de esta actividad, sólo a partir del más importante, seguido del caballo y de otros ungu- nivel III, de época solutrense, se observan evidencias lados como el rebeco, el corzo, el reno y la cabra du- indicativas de un aporte antrópico (Yravedra et alii, rante toda la secuencia. Al contrastar la información 2010 en prensa). del nivel musteriense y los auriñacienses se observan algunas diferencias. En el musteriense aparecen res- Los patrones de fractura, la situación de las marcas tos de jabalí, bastantes restos de carnívoros y el caba- de corte y percusión en porciones de alto valor nu- llo es más abundante en NR y MNI que el ciervo. Sin tritivo como huesos superiores y elementos axiales y embargo, la muestra ósea de este nivel y los estratos 5 las elevadas frecuencias de marcas antrópicas en es- y 6 no son muy importantes al tener menos de 30 res- tos huesos indican un acceso temprano a los recursos tos cada uno (Fig. 6). El nivel 4, más representativo, cárnicos, por lo que el ser humano es el responsable muestra un predominio de ciervo seguido del caballo, del aporte de ciervos, caballos y grandes bóvidos al lo cual también se observa en los niveles 5 y 6 (Fig. yacimiento (Yravedra et alii, 2010 en prensa). Por el 6). En todas las unidades predominan los individuos contrario, la escasez de trazas antrópicas en anima- adultos, seguidos de los juveniles e infantiles. La esta- les pequeños no permiten interpretar que hayan sido cionalidad sólo se ha establecido para el ciervo en el aportados por el ser humano (Fig. 5). En cambio, la nivel 4, indicando una mortandad que abarca todo abundancia de marcas de diente en estos animales el año, y en especial al comienzo del otoño y el final indica un protagonismo importante de los carnívoros del invierno. (Fig. 5). También los animales medianos y grandes tienen marcas de diente, sin embargo las marcas an- La escasa muestra ósea ha provocado que no se pue- trópicas, ligadas a procesos de descarnación y des- da hacer un análisis tafonómico detallado de todos articulación, sugieren que los carnívoros accedieron los niveles. La ausencia de huesos postcraneales en como carroñeros después del ser humano. el musteriense no ha permitido establecer el agente responsable de la presencia de estos animales en el Según esto, y dado que el ser humano se centra en yacimiento. Entre los niveles 2-6, las marcas de corte bóvidos, caballos y ciervos podemos concluir que que tiene el ciervo en huesos apendiculares superiores entre el Musteriense y el Auriñaciense continúan las y huesos axiales sugieren un aprovechamiento antró- mismas estrategias de subsistencia, existiendo, por lo pico de este animal, sin embargo, hay otros animales tanto, una continuidad en ambos periodos. donde la incidencia humana es incierta. En taxones como el uro o la cabra no se han identificado mar- 5.4. El Otero cas antrópicas y en otros, como el caballo, el corzo o el rebeco, solo las presentan en algunos niveles (Fig. La antigüedad de las excavaciones del Otero ha con- 6). En los animales pequeños, sólo se han observado dicionado que sólo hayamos analizado 700 huesos trazas humanas en el nivel 4 y la unidad 2, magdale- de este yacimiento. De este modo nos encontramos niense, mientras que en los otros estratos no hay indi- ante una muestra sesgada y preseleccionada, como cios de actividad antrópica. se desprende de la desproporción existente entre el NR y el MNI, la escasez de huesos indeterminados 5.5. Cueva Morín entre la fauna, el predominio de dientes en los perfiles esqueléticos y la mayor representación de fragmentos De Cueva Morín se han analizado 6.500 restos. El epifisiarios frente a diafisiarios (Yravedra y Gómez- ciervo es el animal más destacado seguido de Bos/ Castanedo, 2010 a en prensa). Por lo tanto, este ses- Bison y los équidos, lo cual coincide con los datos de go óseo condiciona en gran medida el estudio y las Altuna (1971, 1973). Al comparar los niveles del Pa- conclusiones que pueden extraerse de esta colección. leolítico medio y superior observamos que entre ellos no hay diferencias. Los animales más abundantes son A partir de ello, cabe decir que el ciervo es el animal el ciervo y el Bos/Bison, teniendo el ciervo una repre-

42 Nivel Cero 12 2010 BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA

Capra Rupic Cervus Capreolus Equus Bos/Bison Carniv MC % MD % NISP NISP MNI NISP MNI NISP MNI NISP MNI NISP MNI NISP MNI NISP MNI Pequeño Grande Pequeño Grande 9 Mus 28 6 1(0/1) 12 3(2/1) 2 2(2/0) 7 2 0 0 0 0 6 Aur 86 14 2(1/1) 3 1(1/0) 6 1(1/0) 0 20 100 40 5 Aur 37 4 1(1/0) 14 2(1/1) 4 1(1/0) 0 0 0 0 4 Aur 408 13 2(1/1) 20 4(3/1) 177 10(8/2) 4 2(2/0) 71 10(9/1) 12 4(3/1) 7 2 6,3 7,7 19 18 Frecuencias de los Taxones aportados por el ser humano Estacionalidad Cervus elaphus 9 Mus ¿? ¿? 6 Aur 20 70% 67% 30% 23% ¿? 5 Aur 18 75% 67% 25% 23% ¿?

4 Aur 190 10% 29% 90% 71% Todo el año

Fig. 6. Principales Características taxonómicas y tafonómicas en el Otero. MNI: MNI (Adultos/Juveniles+Infantiles). % Marcas de corte y diente son establecidas a partir del NISP excluyendo dientes y huesos con mal estado de conservación incluyendo en animales grandes (Bos+Equus+Cervus+indet. Talla grande y mediana); animales pequeños (Capra+Rupicapra+Capreolus+indet. de talla pequeña). sentación porcentual del 40-50% del MNI según los cárnico primario sobre los animales de talla grande, niveles. La principal diferencia que se observa entre mediana y pequeña en algunos niveles, como el 17, el Paleolítico Medio y el Superior es el incremento el 4, el 3 y el 2 (Yravedra y Gómez-Castanedo 2010 de los ungulados pequeños (cabra, rebeco y corzo) a b en prensa). En los demás niveles también se han partir del nivel 6, auriñaciense, y la progresiva reduc- observado marcas antrópicas de descarnación sobre ción porcentual del Bos/Bison y del caballo a partir diversidad de taxones, sin embargo, muchos de es- del Gravetiense. tos niveles son poco representativos y por tanto poco concluyentes (Fig. 7). En los patrones de edad, Altuna (1971, 1973) tampo- co ha observado diferencias entre ambos periodos, lo Según los datos taxonómicos y tafonómicos a los que mismo sucede con la estacionalidad. Según Pike-Tay nos hemos referido tenemos una cierta continuidad et alii, (1999) el yacimiento se ocupó desde el final del entre el Musteriense y el Auriñaciense, de modo que otoño a la primavera durante el Musteriense y el Au- en ambos momentos se cazan las mismas presas. En riñaciense. los ungulados pequeños como la cabra, el rebeco y el corzo, los datos son escasos debido a la baja repre- En relación con los perfiles esqueléticos tampoco se sentatividad de estos animales en el yacimiento, pero observan diferencias. En ambos momentos, la repre- en el nivel 17 están asociados a comportamientos hu- sentación de todas las secciones anatómicas en los manos cinegéticos y entre los pocos restos que hay animales de talla media y pequeña sugieren un trans- de estos animales en los otros niveles, también se han porte completo de estos animales. Por el contrario, en observado marcas antrópicas. los animales de talla grande se observa un transporte diferencial centrado en los elementos apendiculares 5.6. Covalejos superiores en detrimento de los axiales y los apendi- culares inferiores (Altuna, 1971, 1973). La muestra ósea analizada comprende 49.799 restos muy fragmentados, de los que el 64% son indetermi- La tafonomía ha mostrado que la ausencia de algu- nados (Yravedra, 2007). En total se han revisado ma- nas secciones anatómicas puede estar condicionada teriales de varios niveles musterienses y auriñacienses. por la acción de los carnívoros y las corrientes hídri- El animal mejor representado de toda la secuencia cas (Yravedra y Gómez-Castanedo 2010 b en pren- es el ciervo, lo que coincide con las frecuencias que sa). Las marcas de diente observadas en epífisis y hue- aporta Castaños (2005) en un estudio preliminar. sos axiales indican que los carnívoros intervinieron en el yacimiento, del mismo modo que las elevadas Entre los niveles musterienses y auriñacienses no se frecuencias de huesos rodados y pulidos indican que producen diferencias significativas, la principal es el el agua fue un factor importante en la sedimentación aumento de Capreolus y Equus en el MNI del nivel B (Yravedra y Gómez-Castanedo, 2010 b en prensa). y la reducción porcentual del ciervo en el NISP y el Sin embargo, las frecuencias y la distribución de mar- MNI en el nivel B. Entre las unidades C del Auri- cas de corte y percusión indican que el ser humano ñaciense y el D del Musteriense no hay diferencias tuvo un gran impacto sobre las porciones cárnicas de taxonómicas. En las edades de las presas se observa la mayor parte de los taxones en casi todos los niveles un predominio de adultos jóvenes de entre 5-7 años (Fig. 7). en todos los niveles, y en la estacionalidad se obser- va una diferencia en la explotación de las presas, de Las frecuencias de marcas antrópicas, su distribución modo que en el Musteriense se produce durante todo esquelética y la funcionalidad a la que hacen refe- el año y en el Auriñaciense se focaliza entre el final rencia sugieren que el ser humano tuvo un acceso del verano y el comienzo del invierno (Yravedra,

Nivel Cero 12 2010 43 JOSÉ YRAVEDRA SAINZ DE LOS TERREROS Y ALBERTO GÓMEZ-CASTANEDO

Equus Animales Pequeños Cervus Bos/Bison Marcas de corte % Marcas de diente % Marcas de Percusión % NISP MNI NISP MNI NISP MNI NISP MNI Pequeño Grande Pequeño Grande Pequeño Grande

Fig. 7. Principales Características taxonómicas y taxonómicas en Cueva Morín MNI: Las frecuencias de marcas de corte y diente son establecidas a partir del NR excluyendo dientes y huesos con mal estado de conservación incluyendo en animales grandes (Bos+Equus+Cervus+indet. Talla grande y mediana); animales pequeños (Capra+Rupicapra+Capreolus+indet. de talla pequeña).

2007). pacto generado por carnívoros.

Tafonomicamente el conjunto que hemos analizado Según los perfiles taxonómicos, los patrones de edad presenta un buen estado de conservación, excepto y los tafonómicos tenemos en Covalejos continuidad en los niveles C, D y H donde el 60% de los huesos entre las estrategias de subsistencia del Musteriense y presentan rodamientos, pulidos y abrasiones produ- el Auriñaciense, ya que en ambos periodos siempre cidas por fenómenos hídricos (Yravedra, 2007). Junto se cazan las mismas especies en frecuencias similares, a estos procesos, se han documentado otros que han especialmente entre las unidades D y C. producido desconchamientos, brechificaciones, calci- ficaciones y, sobre todo, una intensa fragmentación 5.7. El Cuco que ha provocado que la mayor parte de los restos del yacimiento sean menores de 3 cm. El Cuco ha proporcionado 12.000 NISP, muy frag- mentados, que ha motivado que sólo se hayan podido El análisis tafonómico de los huesos con un buen es- determinar taxonómicamente una pequeña parte de tado de conservación de animales de diversas tallas estos huesos. Según Castaños y Castaños (2007), el muestra un aprovechamiento antrópico de todos los ciervo es el animal más abundante seguido de Bos/ recursos animales (Fig. 8). Todos ellos presentan ele- Bison y Equus (Fig. 9). La gran fragmentación de los vadas frecuencias de huesos con marcas de corte que huesos del Cuco puede estar condicionada por varios se ajustan, según sus frecuencias y distribución, a con- factores. El estado fresco de las trazas de fractura su- sumos antrópicos primarios (Fig. 8). Además de las giere patrones de fracturación intencional realizado trazas de actividad humana, también se han observa- por carnívoros y humanos. La presencia de marcas do marcas de diente de carnívoros. Sin embargo, su de corte, percusión y de diente sugieren que ambos pequeño tamaño, la ausencia de huesos digeridos, la agentes intervinieron en el yacimiento. elevada fragmentación y la superposición de marcas de diente sobre trazas antrópicas previas sugieren un Las marcas de corte en huesos con paquetes muscu- papel secundario para la actividad de los carnívoros. lares nutritivos como el húmero, el fémur y los huesos Sólo en el nivel H, el aumento de las frecuencias de axiales están asociados a accesos cárnicos primarios. trazas de diente y los menores porcentajes de huesos Del mismo modo, los conjuntos con altas tasas de con alteraciones humanas, sugieren que en este nivel, fragmentación son una muestra típica de las acumu- los ungulados pequeños pudieran sufrir un mayor im- laciones óseas humanas, por lo tanto los animales del

44 Nivel Cero 12 2010 BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA

Cervus Capreolus Cap+Rup+Rang Equus Bos/Bison Carnívoros Marcas corte % Marcas diente % Marcas percusión % NISP MNI NISP MNI NISP MNI NISP MNI NISP MNI NISP MNI Pequeño Grande Pequeño Grande Pequeño Grande

Fig. 8. Principales Características taxonómicas y tafonómicas en Covalejos. Las frecuencias de marcas de corte, percusión y dientes son establecidas a partir del NISP excluyendo dientes y huesos con mal estado de conservación incluyendo en animales grandes (Bos+Equus+Cervus+indet. Talla grande y mediana); animales pequeños (Capra+Rupicapra+Capreolus+Rangifer+indet. de talla pequeña).

Cuco habrían sido aportados por el ser humano y Castillo o Amalda, con niveles del Paleolítico Medio aprovechados de forma secundaria por los carnívoros y Muperior, cuentan con análisis tafonómicos. como revelan algunas marcas de diente. Más indicios de esta actividad humana los tenemos en los grados En la Cueva del Castillo, los estudios zooarqueológi- de circunferencia de las diáfisis, donde el 100 % pre- cos y tafonómicos de Dari (2003) y Landry y Burke senta grados de circunferencia inferiores al 25 %. (2006) proponen al ser humano como el principal responsable del aporte de animales al yacimiento. 5.8. Cofresnedo Ambos estudios han determinado que la ocupación del Castillo durante el nivel 20, musteriense, y el 18, La fauna del nivel auriñaciense estudiada por Cas- auriñaciense, se produjo desde el final del verano a taños (2003) ofrece un predominio de animales de comienzos del invierno. Los patrones de edad mues- talla media y grande como el caballo, el ciervo o los tran en ambos trabajos un predominio de adultos jó- grandes bóvidos (Fig. 9). El análisis tafonómico efec- venes en los dos niveles. Taxonómicamente los dos tuado por nosotros ha mostrado que algunos huesos estudios se muestra como el ciervo es la especie prin- presentan acumulaciones, pátinas y rodamientos pro- cipal seguido del rebeco, el Bos/Bison y los caballos ducidos por el agua y también marcas de diente gene- (Dari 2003; Landry y Burke, 2006). radas por carnívoros que indican su intervención so- bre los restos óseos del yacimiento (Fig. 9). Aunque la Según los datos existentes para el Paleolítico Medio y incidencia de las marcas de diente no es importante, el Superior, puede observarse en este caso una cierta los pits presentan dimensiones de entre 3,5 mm. y 5,4 continuidad en el comportamiento cinegético de los mm. que sugieren la participación en el yacimiento pobladores del Castillo. En ambos momentos se lle- de carnívoros como el lobo, la hiena, los osos o los van a cabo unas estrategias parecidas que conllevan grandes félidos. la explotación de animales de diferentes ambientes. En el caso de otros yacimientos próximos con crono- Por otro lado, la presencia de marcas de corte y per- logías musterienses, como La Flecha, los restos faunís- cusión (Fig. 9), la intensa fragmentación y las fre- ticos identificados muestran un aspecto similar al del cuencias de marcas que tienen los elementos apen- Castillo con predominio de ciervo y presencia de otros diculares sugieren un protagonismo antrópico en la taxones como caballos, bóvidos, rebecos y cabras. acumulación de los restos óseos. En los animales de talla grande y media, las marcas de corte de los ele- En la cueva de Amalda también se ha documentado mentos apendiculares superiores indican un tempra- continuidad entre las estrategias de subsistencia del no acceso cárnico a las carcasas. En los animales pe- Paleolítico Medio y el Superior. En los niveles grave- queños, la escasez de restos ha condicionado que no tienses y en el estrato musteriense de Amalda el ser hayamos podido observar más trazas, pero las marcas humano se centró en la explotación de los cérvidos, de descarnamiento sobre diáfisis y huesos axiales y équidos y grandes bóvidos, ocupando el yacimiento algunas de desarticulación indican accesos antrópicos entre el verano y el otoño (Yravedra 2005, 2006 a, primarios. 2007).

5.9. Otros yacimientos En Lezetxiki, aunque no tenemos datos tafonómicos sobre el agente responsable de la acumulación ósea Además de los yacimientos analizados, en la introduc- del yacimiento, taxonomicamente el nivel 5, muste- ción se hizo mención de que en otros lugares como El riense, y el 4, auriñaciense, ofrecen una representa-

Nivel Cero 12 2010 45 JOSÉ YRAVEDRA SAINZ DE LOS TERREROS Y ALBERTO GÓMEZ-CASTANEDO

Cervus Cap+Rup+Capreo Equus Bos/Bison Carnívoros Marcas de corte % Marcas de diente % Marcas de Percusión % NISP NISP NISP NISP NISP Pequeño Grande Pequeño Grande Pequeño Grande CUCO Grav 27 9 3 34 2 50 3,1 0 2,9 0 2,1 Aur 115 14 1 14 18 14 21,2 9,5 10,1 3,6 7,3 COFRESNEDO Aur 42 27 28 72 4 28,0 20,5 7 6,4 9,3 3,5

Fig. 9. . Principales Características taxonómicas y tafonómicas del Cuco y Cofresnedo. Frecuencias de Marcas de corte y percusión son establecidas a partir del NR excluyendo dientes y huesos con mal estado de conservación incluyendo en animales grandes (Bos+Equus+Cervus+indet. Talla grande y mediana); animales pequeños (Capra+Rupicapra+Capreolus+Rangifer+indet. de talla pequeña). ción faunística similar, donde el ciervo predomina de otros lugares como Hornos de la Peña, Covalejos, con el 63% de los restos en el nivel 5 y el 54% en el 4, Morín, Otero, El Ruso, El Esquilleu y las revisiones los grandes bóvidos siguen con el 25% en la unidad 5 estrictamente tafonómicas del Cuco y Cofresnedo. y el 18% de la unidad 4 y a continuación la cabra y el Dentro del análisis de estos sitios se plantea el estudio rebeco (Altuna, 1972). de los niveles musterienses y los del Paleolítico Supe- rior, por lo que se amplia la gama de yacimientos de En relación con otros sitios con faunas conocidas del este último periodo con análisis tafonómicos. Por otro Paleolítico Medio o el Superior, como Labeko Koba, lado, se investiga el problema de la subsistencia desde Axlor, Arrillor, Atxagorta, Bolinkoba, Arenillas, Ras- el caso particular de cada yacimiento, prestando es- caño, etc., la ausencia de datos tafonómicos no permi- pecial atención a la evolución que se produce en cada te conocer la implicación que tuvo el ser humano en lugar, analizando las diferencias o semejanzas entre el la formación de estos yacimientos. La consideración Paleolítico Medio y el Superior. de utilizar en nuestras observaciones sólo aquellos yacimientos que cuenten con análisis tafonómicos se En función de los datos manejados y los proporciona- debe a que en algunos lugares, como los yacimientos dos por otros yacimientos, como Amalda y El Casti- musterienses de los Moros de Gabasa (Blasco, 1995) llo, podemos concluir que, generalmente, se dan las o Abauntz (Altuna et alii, 2002), se observaron apor- mismas prácticas cinegéticas en el Musteriense que tes diferenciados de especies en función del agente en el Paleolítico Superior Inicial. responsable. Así en estos lugares, el ser humano es el principal agente de acumulación de animales como el Analizando cada caso, en el Esquilleu de cronologías ciervo o el caballo, mientras que los carnívoros fueron musterienses, se observa como casi no cambian las es- los máximos responsables acumuladores de cabras y trategias cinegéticas sobre la cabra durante toda la se- rebecos (Blasco, 1995; Altuna et alii, 2002). cuencia. Sólo al final del Paleolítico Medio se amplía la movilidad en la ocupación del yacimiento cazando 9. DISCUSIÓN Y CONSIDERACIONES y transportando carcasas de ciervo y grandes bóvidos FINALES en los niveles XIF y XIII.

Estudiar las estrategias de subsistencia implica llevar La larga secuencia de Morín en los niveles musterien- a cabo un trabajo multidisciplinar que contemple el ses y auriñacienses muestra cierta continuidad entre tratamiento de diferentes disciplinas. En este texto las estrategias de subsistencia. Taxonómicamente nos hemos centrado en un análisis de esta problemá- durante toda la secuencia predomina el ciervo con tica a partir del estudio zooarqueológico y tafonómi- frecuencias similares en ambos periodos. Sólo a par- co de varios yacimientos. tir del nivel 6 se dan pequeños cambios al aumen- tar la representación de animales de talla pequeña Planteábamos al comienzo del trabajo los problemas como el corzo, el rebeco o la cabra. Los patrones de que ha padecido la investigación de la subsistencia edad muestran un predominio de adultos en ambos en la transición del Paleolítico Medio al Superior en momentos y la estacionalidad, según Pike-Tay et alii, el norte de la Península Ibérica durante los últimos (1999), sugiere un aprovechamiento de las carcasas años. Con nuestro trabajo se intenta remediar esta entre el final de otoño y el comienzo de la primavera. problemática y se aportan soluciones. Desde una perspectiva metodológica proponemos análisis tafo- La Cueva del Ruso también muestra una gran conti- nómicos que nos permitan reconocer qué procesos nuidad en las estrategias de subsistencia entre ambos han intervenido en la formación de los yacimientos periodos. Durante toda la secuencia el ciervo es el y en la acumulación de los recursos animales. Frente animal más llevado al yacimiento, junto a équidos y a la monotonía descrita en los análisis de subsistencia grandes bóvidos, con frecuencias similares en los dos focalizados en los yacimientos de Morín, Pendo, Cas- momentos. Por el contrario, la presencia de animales tillo, Lezetxiki, Amalda y Axlor, ofrecemos los datos pequeños está más relacionada con la actividad de los

46 Nivel Cero 12 2010 BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA carnívoros y hasta los niveles solutrenses no hay indi- que en todos ellos, independientemente de que ha- cios de que sean aportados por el ser humano. Los blemos de niveles musterienses o del Paleolítico Supe- patrones de estacionalidad indican ocupaciones dis- rior es frecuente que intervengan otros agentes como continuas, centradas en momentos concretos como los carnívoros. En algunos lugares, como Amalda, el verano, el final de la primavera o los comienzos Hornos de la Peña, El Ruso o El Otero 4 su inter- del invierno en el Musteriense y desde el otoño al co- vención ha sido la principal responsable del aporte mienzo de la primavera en el Auriñaciense. Por últi- de pequeños ungulados como el rebeco, la cabra o mo también en los dos momentos se dan estrategias el corzo. Por otro lado en estos sitios y en todos los cinegéticas focalizadas en cérvidos jóvenes, menores demás analizados, también han intervenido como de 5 años. carroñeadores de las carcasas aportadas por el ser humano. Esto nos indica dos cosas, por un lado que En Hornos de la Peña la especie principal del yaci- carnívoros y humanos alternaron la ocupación de los miento en los dos momentos es el caballo seguido del yacimientos y por otro, que la utilización humana de ciervo y los bóvidos. Las capturas antrópicas se cen- los asentamientos no debía prolongarse por grandes tran en estos animales al contrario de lo que sucede espacios de tiempo, ya que las carcasas fueron mani- con los ungulados pequeños que son aportados al puladas poco tiempo después por los carnívoros. yacimiento por carnívoros. Es a partir del Solutrense cuando empiezan a producirse cambios al incorporar En cuanto a las estrategias cinegéticas del Musterien- cabras y rebecos en las capturas. se y el Auriñaciense, en todos los lugares el ciervo es la especie principal, sólo en el Esquilleu, ubicado en En Covalejos también se da esta continuidad. To- un medio abrupto propio para animales de medios dos los animales, incluidos los ungulados de tama- rocosos, se aprecia un predominio de la cabra. ño pequeño como la cabra, el corzo o el rebeco son aportados por el ser humano. La representación En los demás casos, ciervos, caballos y grandes bóvi- taxonómica muestra que el ciervo es la especie más dos son las especies más capturadas. Incluso en algu- seleccionada, incluido en el Auriñaciense, donde su- nos sitios como Abauntz, nivel musteriense, (Altuna et pone el 50% del MNI. La única diferencia respecto al alii, 2002), los Moros de Gabasa (Blasco, 1995) y en Musteriense es el incremento del corzo que desplaza los casos antes mencionados de Hornos de la Peña, al Bos-Bison como segunda especie más importante en El Ruso, El Otero 6 o Amalda, son las únicas especies la unidad b y, que la ocupación del yacimiento se da que se cazan. Esto plantea varios interrogantes. por un periodo de tiempo más limitado entre el final del verano y el comienzo del invierno. Por otro lado, - El predominio de los ungulados de tamaño me- las capturas en ambos periodos se centran sobre indi- dio y grande como especies cinegéticas ¿Puede viduos adultos próximos a los 5 años. relacionarse con hábitos conductuales selectivos humanos o está más bien determinado por los En el Otero los datos referentes al Musteriense son condicionantes del entorno? muy escasos y poco concluyentes. En el Auriñaciense se observa que el ciervo y el caballo son las especies - El que no se cacen en ciertos sitios ungulados de principalmente aportadas por el ser humano, y solo pequeña talla ¿se debe a una cierta incapacidad al final del Auriñaciense también hay evidencias que cinegética sobre estas especies?, ¿puede estar con- lo indican para los animales pequeños. En relación dicionado por preferencias cinegéticas sobre otras con las capturas, el nivel 4 indica que se dan princi- especies?, o sencillamente, ¿se prefirió explotar palmente entre el verano y el comienzo del invierno otro tipo de medios ecológicos, menos accidenta- y que en el caso de los ciervos se suelen cazar indivi- dos que los propios de la montaña? duos de aproximadamente 5 años de edad. Aún siendo necesarios más trabajos de futuro que En El Cuco y Cofresnedo sólo se han dado niveles del puedan ofrecer matizaciones más concretas, nosotros Paleolítico Superior. En ellos la especie predominante proponemos algunas respuestas. es el ciervo en El Cuco y el Bos-Bison acompañada del ciervo en Cofresnedo. Junto a estos animales apare- En lugares como el Esquilleu, la caza de cabra y re- cen también ungulados de pequeño tamaño como el beco puede estar condicionada por el entorno donde rebeco, la cabra o el corzo (Castaños, 2003; Castaños se ubica el yacimiento, pero en otros sitios abiertos a y Castaños, 2007). El estudio tafonómico ha mostra- una variedad de nichos ecológicos también se cazan do que todos los animales son aportados y aprovecha- estos animales. Así en Morín, El Castillo, Covalejos, dos por el ser humano. Otero 4, El Cuco y Cofresnedo hay evidencias cine- géticas sobre estas especies en el Musteriense y en el Además de la intervención humana que hemos men- Paleolítico Superior Inicial. Por tanto la incapacidad cionado en estos yacimientos, es importante destacar cinegética no es una respuesta válida.

Nivel Cero 12 2010 47 JOSÉ YRAVEDRA SAINZ DE LOS TERREROS Y ALBERTO GÓMEZ-CASTANEDO

Por otro lado el hecho de que en El Otero 6, Esto hace que los yacimientos permanezcan abiertos Abauntz, Hornos de la Peña y El Ruso no se cacen a multitud de biotopos y que al ser tan corta la distan- estos ungulados puede estar relacionado con hábitos cia entre la montaña y el mar, los movimientos esta- conductuales. En estos yacimientos, la presencia de cionales de los ungulados no sean muy grandes. Ante estos animales se debe a acumulaciones hechas por esto no debe extrañarnos la variabilidad taxonómica carnívoros, por lo tanto esto indica que estaban en que describen los yacimientos del norte peninsular. Si el entorno del yacimiento y que si no los aportaron a esto añadimos que algunos sitios fueron ocupados los cazadores musterienses o auriñacienses fue por durante el invierno (Morín, El Ruso, El Otero nivel motivos selectivos. Paradójicamente a partir del Solu- 4 y Covalejos), ello puede facilitar la adquisición de trense o el final del Auriñaciense sí se producen apor- cabras y rebecos que durante los inviernos de condi- tes antrópicos de estos animales en El Ruso, Abauntz ciones rigurosas suelen descender a valles o territorios (Altuna et alii, 2002), Hornos de la Peña y El Otero 4. de temperaturas más suaves.

Por lo tanto la presencia o ausencia de ciertos ani- Este trabajo ha pretendido ser el inicio de estudios males puede venir determinada por el entorno del posteriores que profundicen en el análisis, desde pers- yacimiento como en el Esquilleu, los hábitos selecti- pectivas tafonómicas, de las estrategias de subsistencia vos humanos y también por la gestión que se haga del paleolíticas en el norte de la Península Ibérica. Ante territorio o de las especies animales en función de sus el estudio zooarqueológico de un emplazamiento ar- comportamientos ecológicos. queológico y una vez que la fauna esta determinada, debe hacerse un análisis tafonómico que caracterice En la llanura costera los cérvidos, équidos y bóvi- el grado de implicación humana en la formación del dos son frecuentes en el Cuco, Morín, Covalejos y el yacimiento. El análisis bajo esta perspectiva de otros Otero. En estos lugares la adquisición de recursos de lugares, así como el de la estacionalidad de las ocu- roquedo implica dos posibilidades distintas. Por un paciones permitirá comprender mejor cómo eran las lado puede ser una explotación de recursos alternati- estrategias económicas de cada lugar y cómo era la vos procedentes de otro tipo de medios más alejados, gestión del territorio, así como las causas de la ex- relacionados con una gestión del territorio de amplio plotación diferencial de unos recursos u otros. Este espectro; O bien puede tratarse de una captación es- trabajo es sólo una primera aproximación al análisis tacional aprovechando los movimientos migratorios de las estrategias de subsistencia en la transición del que hacen los ungulados de montaña ante la rigu- Paleolítico Medio al Superior de la región cantábri- rosidad invernal. En la cornisa cantábrica la proxi- ca. De momento, nuestros datos indican que en esos midad entre la costa y la montaña se limita a poco momentos se produjo una continuidad en dichas es- más de 60 km en las áreas más alejadas. Esto propicia trategias y de ocupación de los yacimientos en cortos que en reducidos espacios se den gran cantidad de espacios de tiempo que permitió la alternancia de medios abiertos a multitud de posibilidades. Los va- carnívoros y humanos en diversos yacimientos como lles, colinas, llanuras y medios de relieves suaves se Amalda, Hornos de la Peña, El Ruso y El Otero 4. alternan entre la costa y las cumbres más escarpadas.

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Nivel Cero 12 2010 49 JOSÉ YRAVEDRA SAINZ DE LOS TERREROS Y ALBERTO GÓMEZ-CASTANEDO

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50 Nivel Cero 12 2010 BREVES APUNTES SOBRE EL PALEOLÍTICO SUPERIOR DE LA REGIÓN CANTÁBRICA

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Nivel Cero 12 2010 51

Nivel Cero 12 Santander, 2010 Pág. 53-62

REFLEXIONES ACERCA DEL TRASLADO DE BIENES SEMOVIENTES EN EL NEOLÍTICO DE LA MESETA SUR

David RODRÍGUEZ GONZÁLEZ Profesor Ayudante Área de Prehistoria Universidad de Castilla-La Mancha [email protected]

“(…) lo que parece evidente es que en el mundo antiguo ibérico hubo gana- derías móviles, lo más probable que con desplazamientos cortos y discontinui- dades temporales, pero que no pretendemos eclipsar con la gran trashumancia moderna y la tan traída y llevada Mesta de nuestras entretelas.” (García, 2001: 19)

1. INTRODUCCIÓN: LA TRASHUMANCIA tigua y medieval, reunidas por Joaquín Gómez-Pantoja COMO CONCEPTO HISTORIOGRÁFICO (2001). En dichas actas encontramos compilados y Y SU ADAPTACIÓN A REALIDADES en armonía trabajos referentes a los movimientos de DIVERSAS ganado desde el Calcolítico, la Edad del Bronce y del Hierro (Galán y Ruiz-Gálvez, 2001: 263-278), pasan- El problema de la existencia de la trashumancia en do por la Hispania romana (Gómez-Pantoja, 2001: épocas anteriores a 1273, ha sido uno de los temas 177-213) y por supuesto la Edad Media. historiográficos más fructíferos, tanto en los avances de su conocimiento como en producción científica, Es el trabajo que abre el volumen (García 2001: 2-19), sobre todo desde mediados del siglo XX. Como ex- el que repasa los datos disponibles y viene a sintetizar pone de manera clara Eduardo Sánchez (1998: 54- las ideas que permitieron llegar a un acercamiento 84), hasta los 90´ no ha sido posible llegar a un rela- de las posturas entre los especialistas. Además de la tivo acuerdo entre los diferentes especialistas. Dicho eficiencia con la que se resume el conflicto -véase acuerdo ha pasado por la sistematización y definición del encabezamiento del presente artículo- expone de una serie de conceptos claros para poder deslindar acertadamente que debemos entender la historia en cómo se entiende el concepto de trashumancia en las términos de continuidad, dado que el sujeto de estu- distintas épocas históricas. dio no varía y que la subdivisión en épocas no deja de ser una convención académica, aunque, como es Para poder hablar de trashumancia en una época evidente, cada período y sociedad son susceptibles de anterior a Alfonso X hubo que consensuar una defi- un estudio diferenciado, marcado sobre todo por la nición del término mucho más integral: actualmente naturaleza de las fuentes y la metodología de estudio podemos perfectamente definirla “(…) como el despla- (García, 2001:19). Aplicando estas concepciones ge- zamiento alternativo y periódico de partidas animales entre dos nerales, se puede disponer de un marco general de regiones opuestas medio-ambientalmente con el fin de aprovechar estudio para la trashumancia, como la hemos defini- la complementariedad vegetal establecida entre ambas zonas a do con anterioridad. través del ciclo estacional (…)” (Ibídem). De esta manera, disponemos de un concepto más general para poder Además de estas relevantes actas, cabe citar la aporta- estudiar los movimientos estacionales de ganado a lo ción de Manuel Salinas de Frías (1999: 282-293) que largo de la Historia. básicamente realiza el esfuerzo de redefinir y sistema- tizar los conceptos que permiten aplicar el concepto Gracias a la redefinición de conceptos y a una mayor de trashumancia a la Antigüedad. Pero al redefinir precisión terminológica, amainan las discusiones en- dichos conceptos está permitiendo, igualmente, que tre posturas contrapuestas, sobre todo entre historia- puedan ser aplicados a la época prehistórica y por dores medievalistas e historiadores que se centran en ende a los momentos en los que tales movimientos de el estudio de la Antigüedad. ganado se originaron. Era necesario definir modelos alternativos que hasta entonces se habían venido apli- Como reflejo de este sosiego, podemos citar obras cando para el concepto de trashumancia, hasta hace como las Actas del Seminario celebrado en la Casa poco reducido a un modelo aplicable desde 1273 a de Velázquez (enero de 1996), que llevaba por título 1836, y amplificar tal definición:(…) “ Es preciso dar- Los rebaños de Gerión. Pastores y trashumancia en Iberia an- se cuenta, también, de que la trashumancia implica no sólo DAVID RODRÍGUEZ GONZÁLEZ los grandes desplazamientos en sentido de los meridianos, sino de estos movimientos debió estar en el Neolítico, en también desplazamientos de menor radio, transversales, entre tanto en cuanto es el período en el que se incorpora los grandes ejes de la trashumancia (…)” (Salinas de Frías, gradualmente el pastoreo como estrategia de subsis- 1999: 286). tencia (Gómez-Pantoja y Sánchez, 2001: 25).

Por lo tanto, se vuelve a avanzar en esa ampliación Aún así no contamos con muchas evidencias concre- del término, incluyendo en su definición general tas que puedan justificar la adscripción neolítica de otras realidades diferenciadas en el radio de acción, la trasterminancia. Esta falta de datos impide volver pero no en la función intrínseca al movimiento de a revisar y ampliar los conceptos indicados anterior- animales domésticos. mente y poder generar un modelo en el que incluir los movimientos de ganado de radio medio entre Para el caso de la Prehistoria, se aplica el término de regiones medio-ambientalmente opuestas para una trasterminancia, como movimientos de radio medio, época anterior al Calcolítico. para poder ampliar el concepto general y como mo- delo que mejor se adapta a la realidad prehistórica, En el Calcolítico, sobre todo analizando los cambios para poder explicar e interpretar los datos disponi- entre el precampaniforme y el campaniforme, po- bles, cada vez más abundantes, como se ha justificado demos apreciar claramente el paso de la economía en varías ocasiones para el conjunto de la Prehistoria agraria de subsistencia a una economía agraria que Reciente en el occidente peninsular (Galán y Ruiz- incrementa su producción hasta el punto de que es Gálvez, 2001: 263-278). capaz de generar algún excedente, al menos la sufi- ciente cantidad para que algunos individuos puedan La última obra relevante que recopiló todas estas va- desviar ese excedente de manera sensible, a otros que riaciones y adaptaciones de un concepto a la genera- les ofrecen productos no alimenticios. Comienzan a lidad del estudio de la Historia, es la publicada dentro codiciar algunos bienes de prestigio como algunos del volumen “Un camino de ida y vuelta. La trashumancia elementos del equipo material campaniforme o los en España”. Nos referimos concretamente a la síntesis primeros objetos de cobre. realizada sobre la trashumancia premesteña firmada por los ya mencionados Gómez-Pantoja y Sánchez 3. LOS BIENES SEMOVIENTES EN EL (2001: 23-35). El proceso general de readaptación del NEOLÍTICO DE LA MESETA SUR O concepto trashumancia concluye y al mismo tiempo HISTORIA DE SU CUIDADO se exponen los datos principales que han apoyado su redefinición. Las evidencias conocidas, datos que van desde el Cal- colítico a la Edad Antigua, que permitieron poder 2. MÁS ALLÁ DE LA REDEFINICIÓN DEL hablar de una trasterminanacia o trashumancia, se CONCEPTO Y LA ADAPTACIÓN A SUS pueden encontrar en las obras citadas hasta ahora en PRECEDENTES NEOLÍTICOS la introducción. En nuestro caso particular, centra- remos el interés en saber si estos movimientos de ga- Como hemos visto, tras ampliar y redefinir el con- nado surgen tras la denominada “Revolución de los cepto general de trashumancia para dar cabida a productos secundarios” o si bien, pueden tener en su una realidad más amplia, se reconoce el movimien- origen remoto algún precedente neolítico. to estacional de animales domésticos entre regiones medio-ambientalmente opuestas en la Antigüedad y Como es sabido, muchos de los procesos socio-eco- la Prehistoria y que, para el caso prehistórico, esos nómicos que se aprecian en el período Calcolítico movimientos serían de distancias menos prologadas y que se generalizan en la Edad del Bronce, tienen que los acaecidos a partir de la Edad Media. Hasta su precedente, obviamente en el Neolítico. ¿Será la finales de la Edad del Bronce e inicios de la Edad del trasterminancia uno de ellos?: en las líneas siguien- Hierro, es complicado afirmar con total seguridad tes pretendemos exponer la información de la que que pudiera existir trashumancia de largo recorrido, disponemos para que sea evaluada y poder saber si y aún entonces estos postulados plantearían serías di- responde afirmativamente o negativamente a la cues- ficultades para su validación. Lo que si queda claro tión planteada. es que la práctica de la trasterminancia cuenta con evidencias suficientes que fundamentan su existencia Primero aclararemos, de manera sucinta, algunas al menos desde el Calcolítico (Galán y Ruiz-Gálvez, cuestiones de fondo, para poder entender que el de- 2001: 277). Pero sin embargo, los orígenes cronológi- sarrollo de ciertos procesos pueden ser mucho más cos de estos movimientos no están tan determinados. naturales si evaluamos las informaciones en términos Los especialistas, evaluando algunos datos dispersos de continuidad, teniendo en cuenta, sobre todo, que y aplicando el sentido común, vienen a inferir, o por la diferenciación entre Neolítico y las primeras fases lo menos a reconocer implícitamente, que el origen del Calcolítico, no presenta cambios radicales.

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El paso gradual de la preponderancia de la economía y una manera similar de relacionarse con el medio. de producción respecto a la de depredación, sienta las No será hasta una momento muy tardío del Neolí- bases de conceptos que determinan la existencia del tico Avanzado (o Final) o Calcolítico, cuando se dis- ser humano, incluso en el presente, como el seden- tingan claramente los cambios con la domesticación tarismo, la división social del trabajo, el surgimiento del paisaje (dominio cultural sobre la naturaleza) y de rituales de fertilidad de la Tierra, (con lo que eso como consecuencia de ello la aparición del modo de supone para la evolución del pensamiento ritual hu- vida campesino (Criado, 1995: 26-27), con todas las mano) y posteriormente, en el plano productivo, el características de una economía agropecuaria, en un excedente, a partir del cual, la sociedad comenzará paisaje de producción y con un concepto del asenta- a estratificarse y jerarquizarse, aspectos que se harán miento diferente, mucho más sedentario, evidenciado patentes en el período Calcolítico y se generalizarán por construcciones o poblados más duraderos y en en la Edad del Bronce. muchos casos fortificados.

Entre los orígenes, el Neolítico, y el momento en el Teniendo en cuenta estos postulados, contamos con que estos cambios se constatan ya con una incontes- un marco general que puede ayudarnos a compren- table nitidez, el Calcolítico, apenas podemos trazar der los procesos que vamos a estudiar como una suce- una muy delgada y borrosa línea, cuyo grosor, esta sión lógica de acontecimientos socioeconómicos. más marcado por los convencionalismos académicos que por la realidad. Hasta tal punto sucede esto, que 4. LAS EVIDENCIAS numerosos autores niegan la sucesión crono-cultural “Neolítico y Calcolítico”. El primer período meta- Para poder argumentar esta sucesión lógica entre lúrgico es calificado como un “Neolítico Avanzado”, ciertos movimientos de ganado en el Neolítico Me- pues en él ya se reconocen todas las características de dio, que presentamos como precedente neolítico de la una economía agropecuaria, determinado su diferen- trasterminancia atestiguada para el Calcolítico, nos ciación respecto al Neolítico Final sólo por aspectos centraremos en el estudio, preferentemente, de los materiales, como una incipiente metalurgia del cobre datos que se tiene sobre cinco yacimientos neolíticos y el gusto por otro tipo de elementos materiales, cerá- de Albacete y uno de Cuenca: El Abrigo del Molino micos, óseos y líticos. Son evidencias que no in- del Vadico, Cueva o Cuevón de Bochorna y el Llano ciden en cuestiones cruciales en la definición del tipo de Jutia (Yeste), la Cueva del Niño (Ayna) y la Cueva de sociedad: su economía y formas de apropiación Santa (Caudete), además del yacimiento conquense del territorio, su división jerárquica, su pensamiento de Verdelpino. En el caso de Albacete, son particu- simbólico y ritual y sus manifestaciones culturales. larmente interesantes las informaciones procedentes de los cuatro primeros enclaves, ubicados en las zonas Entre uno y otro período prehistórico se atisban cier- serranas del sur de la provincia. tas diferencias, todas ellas evoluciones de los cambios que se comenzaron a gestar en el Neolítico, como el El Abrigo del Molino del Vadico (Yeste), excavado paso del sistema sedentario, aunque con gran movili- por Gerardo Vega (1993), está en las inmediaciones dad debido a un hábitat estacional y recurrente, a un del tramo medio de río Zumeta, afluente del río Se- tipo de asentamiento permanente en poblados forti- gura, se ubica en el sector montañoso del frente pre- ficados (al menos en el caso de la zona que nosotros bético, en la comarca natural que une las tierras altas estudiaremos) o el desarrollo y mayor especialización de la provincia de Jaén con las de Granada y Murcia. del sistema agropecuario, éxito productivo eviden- El frente prebético y sus sierras de Cazorla, Segura ciado por el excedente, que comienza a dejar ver y Las Villas se relacionan con la cuenca alta del río algunas diferencias sociales entre individuos desde el Segura, cercano a la divisoria de la cuenca del Gua- Neolítico Avanzado o Calcolítico. dalquivir y por tanto, en una zona de vías naturales de penetración. La justificación de las dudas entre una verdadera di- ferenciación cultural entre ambos períodos, se argu- En la unidad estratigráfica A aparecieron las eviden- menta en la idea de que lo importante en un grupo cias de un poblamiento neolítico. Se recuperaron humano, no es tanto la forma en que obtenga sus cerámicas junto a restos de especies domésticas y sal- recursos, sino las relaciones sociales de producción, vajes, siendo los restos de ovicápridos mayoritarios, su manera de entender la territorialidad, es decir, su entre los que se encontraron algunos esqueletos casi forma de apropiación de la tierra. Por lo que se cono- completos. Se halló un mango de asta de ciervo que ce de ciertas zonas, por ejemplo Galicia, se llega a la se ha interpretado como una hoz, (Vega, 1993: 27). conclusión, de que tanto poblaciones epipaleolíticas, cazadoras- recolectoras y nómadas, y neolíticas, pro- Se verificaron en el subnivel A 1.1 diversas estructuras ductoras y en mayor o menor medida más sedenta- tales como fosas de unos 30 cm. de profundidad, y hue- rias, tienen una manera similar de percibir la realidad llas de poste además de manchas de materia orgánica.

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Fig. 1. Estribaciones Oeste de la Sierra de Alcaraz. Zona de transición llano-sierra.

Fig. 2. Yacimientos neolíticos en sierra y zona de aprovechamiento de pastos en zona de transición.

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La información zooarqueológica y paleobotánica es o la comarca del Alto Vinalopó a diferentes puntos muy importante porque se constató la presencia de montañosos de Albacete (Cerdeño, Vega y Córdoba, fauna doméstica, ovicápridos, y de varías especies ve- 1998: 121). La idea de que los rebaños en principio getales como nueces, bellotas y diferentes clases de eran exiguos, se justifica porque en estado natural la bayas. vegetación de los pisos mesomediterráneos es pobre en pastos verdes, y es lógico pensar que reducidas ex- Del estudio de esta fauna y sobre todo de estos restos tensiones de pastos no pueden alimentar a un gran vegetales, se deduce que al llegar el otoño el abri- número de animales (Badal, 2002: 138- 139). Este go sería abandonado por sus pobladores. Como ya hecho tiene su importancia porque justifica dos de hemos expuesto en otras ocasiones, con lo matices las ideas que se pueden extraer de la economía ga- pertinentes, (Rodríguez, 2006: 221), observamos que nadera del Abrigo del Molino: la preponderancia de tanto en el abrigo del Molino del Vadico, como en la los ovicápridos y la necesidad de estos movimientos Cueva del Niño (Ayna), la utilización que sus pobla- de ganado. Los ovicápridos son los herbívoros mejor dores le daban, formaba parte de un modelo general adaptados a este tipo de suelos por su capacidad de de comportamiento. ramonear, ya que hasta el 90% de la dieta de la ca- bra y el 20% de la dieta de la oveja pueden proceden Teniendo en cuenta la importancia de los datos obte- del ramón, hojas y arbustos, más dificultosos de dige- nidos sobre restos de ovicápridos, el tipo de vegetales, rir que las herbáceas anuales, pero más abundantes unido al abandono del abrigo al llegar el otoño y a (Badal, 1999: 73).Conociendo la buena adaptación las características propias del entorno, se colige que al entorno de la especie ganadera predominante, el grupo humano que utilizaba el abrigo se dedicaría la necesidad de la búsqueda de pastos de verano, la preferentemente a la ganadería al menos en una épo- práctica de estos movimientos estacionales de gana- ca determinada del año, sin obviar actividades agrí- do, encuentra explicación y vendría derivada de un colas en el resto del ciclo anual. Incluso se podría lle- incremento en la cabaña ganadera. Este incremento gar a precisar que ese abandono en otoño se debería producido, por ejemplo, en las zonas llanas de Alba- a la práctica de movimientos de bienes semovientes cete o Jaén, tendría como consecuencia inmediata la de corto recorrido o medio recorrido, consistente en búsqueda en las serranías de pastos estivales para el mover el ganado en sentido vertical (montaña-valle) ganado. Por tanto se puede deducir que muy posible- en busca de buenos pastos para cada estación del año. mente los ocupantes de la unidad A del Abrigo del En el caso que nos ocupa, sería un desplazamiento de Vadico del Molino de Yeste serían poblaciones gana- pequeños rebaños de ovicápridos desde los rebordes deras con relaciones con el Sur de la Sierra del Segu- de la Sierra del Segura, como ciertas zonas de Jaén ra. No hay que olvidar que la Cueva del Nacimiento

Fig. 3. Término Municipal de Ayna y situación de la Cueva del Niño.

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Fig. 4. Fuente de Isso. Límite con la zona de sierra y río Mundo. de Pontones (Asquerino y López: 1981) se encuentra sería utilizada de manera estacional y con el objetivo en la misma vía, ya en Jaén, en una zona clave para de explotar los recursos silvestres circundantes (Gar- probar estos postulados descritos y que además todos cía Atienzar, 2007: 582). los autores que han estudiado la tanto la Cueva del Niño como el Abrigo del Molino del Vadico relacio- Fuente de Isso, en el campo de Hellín, se define como nan directamente ambos yacimientos con esta cueva asentamiento en llano en el que se han localizado ni- jienense (Vega, 1993: 29) tanto por los materiales, veles pertenecientes al Calcolítico y a nuestro juicio, como por encontrarse Ayna y Yeste en el camino a como ya hemos expuesto (Rodríguez, 2008: 55) un Jaén a través de la Sierra del Segura, (Hernández, nivel de la transición Neolítico Final- Calcolítico. Se 2002: 13). han estudiado hasta 802 restos de fauna y de los 599 identificados se ha determinado que el 31,72 % perte- Cronológicamente también se pueden relacionar, e necería a ovicápridos, completados por otras especies incluso en el caso concreto del nivel A 1.1 del Vadico cuyos restos eran menores en número, destacando el se aprecian características similares al Neolítico An- 13,52 % de bóvidos (García Atienzar, 2007: 174). tiguo- Medio de Andalucía Oriental que junto a las similitudes apuntadas con la Cueva del Niño y la del En el caso del yacimiento conquense de Verdelpino, Nacimiento aporta un dato más a la hora de poder mencionar que disfruta igualmente de una privile- establecer una hipótesis razonable del inicio del po- giada ubicación estratégica ya expuesta con anterio- blamiento neolítico en Albacete. ridad (Rodríguez, 2005: 9). Dicha situación incluso adquiere más importancia, al atestiguarse que desde Igualmente en Yeste, destaca la importancia del ella dominaría los movimientos de las especies salva- Llano de Jutia y de la Cueva de Bochorna (García jes que cazaban (Rasilla, Hoyos y Cañaveras, 1996: Atienzar, 2007: 562 y 582). En el primer caso es 75) y que además debido al carácter del asentamien- un asentamiento en llano, ubicado en un lugar con to, en un sistema kárstico, servía perfectamente a los abundancia de herbáceas y de recursos hídricos, no propósitos de sus pobladores neolíticos, ofreciéndoles pudiendo asegurarse el carácter permanente o esta- un punto en el cual encerrar su ganado, principal- cional de su poblamiento. En la Cueva de Bochorna, mente ovicápridos, como se ha señalado (Morales, se localizó un fragmento de molino de vaivén de pe- 1977: 70). Cerca de Cuenca, en la Comunidad Va- queñas dimensiones y vasos de mediano tamaño, lo lenciana, se ha observado esta dualidad en el hábitat que lleva a pensar a G. García Atienzar que la cueva de poblados y cuevas. Las segundas van cambiando

58 Nivel Cero 12 2010 REFLEXIONES ACERCA DEL TRASLADO DE BIENES SEMOVIENTES EN EL NEOLÍTICO DE LA MESETA SUR de funcionalidad, desde el neolítico antiguo al medio: Verdelpino sería un lugar de habitación secundario a finales del V milenio y especialmente en el IV mile- dentro del contexto de una economía en la que la nio a.C., en donde se confiere a las cuevas y abrigos ganadería tenía importancia y en la que se practicaba unas características que nos indican la creciente espe- los movimientos de bienes semovientes de corto reco- cialización económica de los diferentes hábitats. Las rrido. Esta gestión estacional de los recursos coincide cuevas son cada vez más utilizadas como corrales, con los datos obtenidos, en las campañas de excava- (Badal, 2002: 139- 140), con sistemas de cerramiento ción de estos yacimientos en abrigo de la Meseta Sur, similares a los de Verdelpino. Estos corrales o cue- e incluso se puede inferir que en esta época del año, vas redil (Badal, 1999), han sido estudiadas para la en la que se buscaban los pastos de verano, el asentar- provincia de Alicante, destacando entre ellas Cova de se en una zona con grandes posibilidades cinegéticas; Les Cendres, Cova Bolumini y Cova de Santa Maira, la caza era de gran relevancia pues la dieta se basaba todas ellas en la comarca de Marina Alta, (Ibídem: en animales cazados y vegetales recolectados, como 70), y de las que se han obtenido datos sobre la eco- se desprende de la abundancia de animales salvajes nomía ganadera, como complemento de la economía atestiguados en los restos óseos recuperados. La mo- agraria, y de la importancia del control de recursos vilidad o conexiones de estos grupos poblacionales forestales. Estos estudios se centran en un ámbito que también quedan refrendadas gracias a ciertas eviden- ecológicamente no es muy diferente al entorno cir- cias documentadas, como la presencia de conchas de cundante de Verdelpino. Cardium y Pectem en estas zonas del interior peninsu- lar. La situación del yacimiento, de igual manera que Estos grupos humanos se caracterizarían por una el caso de la Cueva Santa de Caudete, hace que se amplia movilidad, de ahí el uso temporal que daban a deban buscar ciertos vínculos con el área mediterrá- los abrigos como consecuencia de su patrón de asen- nea, teniendo en cuenta además su cercana situación tamiento, relacionado con la explotación estacional respecto a la cuenca del Júcar, importante vía de co- de los recursos del medio, que, como expusimos en nexión de la periferia mediterránea con el interior. el caso del Abrigo del Molino del Vadico, gracias al Estos contactos no sólo hay que limitarlos a la época análisis de las especies vegetales que recolectaban y neolítica si no que en momentos precedentes parecen consumían, se probaba el abandono del lugar al lle- comprobarse estas relaciones entre grupos epipaleolí- gar el otoño, época en la que ya no necesitaban los ticos costeros e interiores y probablemente sería una pastos de montaña. Por tanto, y al igual que se ha de las causas de la llegada de nuevas técnicas de apro- propuesto para otros asentamientos en las provincias vechamiento de los recursos del medio a los grupos de Madrid y Guadalajara (Jiménez, 1998: 35- 36), epipaleolíticos serranos del interior (Antona, 1986: 21).

Fig. 5. Situación de Verdelpino. T.M .de Cuenca.

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Fig. 6. Relación de los principales enclaves neolíticos de la Meseta Sur y las Vías pecuarias históricas.

Otro aspecto destacable es la evidente relación de currente de captación de recursos y porque su grado estos enclaves con las zonas de control del tránsito, de especialización económica no es tan acusado. Por ubicándose en los márgenes de vías naturales. Dichas ello, es posible que para incluir estos movimientos de vías naturales fueron luego vías y veredas trashuman- ganado en el conjunto de la historiografía sobre el tes, de definitiva zonas aptas para el movimiento de tema, se deba volver a plantear algunos cambios con- bienes semovientes. ceptuales que den mayor amplitud al tema general de los movimientos de especies ganaderas domésticas, Estos grupos de población prehistóricos, como ve- de forma similar a las redefiniciones que permitieron mos, se caracterizan por una gran movilidad, pero configurar modelos de estos movimientos, engloba- no se les puede calificar como nómadas, como ya han dos dentro del término premesteños. explicado otros autores en diferentes estudios (Galán y Ruiz-Gálvez, 2001: 263). La diferencia es notoria, 5. REFLEXIÓN FINAL pues dicha movilidad viene impuesta y a su vez es consecuencia de sus estrategias de aprovechamiento En conclusión, en virtud de las informaciones que se del medio: se ha atestiguado que aprovechaban los manejan es coherente buscar una hipótesis acerca de recursos naturales de manera estacional y recurrente, las actividades económicas realizadas por estos gru- utilizando para ello un modelo de asentamiento dual pos, que teniendo características plenamente neolíti- aire libre en llano- cueva en altura dependiendo de cas, durante la época fría del año se dedicarían a cul- la época del año, focalizando su atención económica, tivos de subsistencia de ciclo corto y al cuidado de sus además de la caza, en ganadería o agricultura depen- animales para desplazarse todos o parte del grupo, diendo de la época del año. llegada la época estival, en busca de pastos. Se aleja- rían de sus zonas de mayor aprovechamiento agrícola En vista de las informaciones, queda claro que no y como consecuencia de ello la caza y la recolección son nómadas, compartiendo esta característica con tendrían relevancia en ese momento del ciclo en el los grupos de población calcolíticos, pero tampoco se que se dedicarían a alimentar a sus ganados, en las les puede incluir en el modelo de movimientos semo- áreas propicias para la obtención de pastos en estas vientes aceptado para el Calcolítico, englobado en el zonas de serranía. concepto de trasterminancia, sobre todo porque a es- tas poblaciones neolíticas, muy probablemente, tam- Haciendo un análisis diacrónico de los usos del suelo poco se les pueda definir como pastoralistas, pues su de la principal área de estudio, el sur de Albacete, medio primordial de vida no es el pastoreo, como se observamos como aún en la actualidad podemos ras- evidencia por su diversificado sistema estacional y re- trear las zonas más aptas para desarrollar cada tipo

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Fig. 7. Usos del suelo del ámbito de estudio. Predominio de uso forestal, zona Oeste y transición a zona de menor altitud media, Zona Este. de actividad estacional. Es sencillo valorar que los ya- lares. Por ejemplo en la Comunidad Valenciana, en cimientos en cueva o abrigo están rodeados de gran donde incluso se aprecia el cambio de funcionalidad cantidad de recursos forestales y las zonas en las que de las cuevas, desde el hábitat al corral, (Badal, 2002: se ubican los poblados al aire libre se muestran como 140) o en la provincia de Almería, en la cual, anali- lugares más aptos para el aprovechamiento agrícola, zando varios asentamientos en las sierras de Baza y cuestión evidente, marcada, claro está, por la diver- Filabres, se comprobó esta alternancia estacional de sidad de medios y su mejor adaptación a cada nicho aprovechamiento de los recursos. Se beneficiaban en económico. la época invernal de los barbechos situados en zonas llanas y en la época estival de los pastos serranos, des- Lo que fundamenta estos postulados son los datos plazándose y ocupando cuevas o simas (Sánchez et procedentes, de un lado, de los asentamientos al aire alii, 1995: 611). libre como Fuente de Isso y el Llano de Jutia, y de otro lado, las informaciones ya expresadas, proce- Por lo tanto, las informaciones expuestas sobre los dentes de los asentamientos en cueva o abrigo, como yacimientos neolíticos de Meseta Sur analizados, po- la Cueva Santa, la Cueva del Niño, el Abrigo del drían suponer una evidencia del origen de los mo- Molino del Vadico, Cueva Bochorna y Verdelpino. vimientos de especies domésticas, que ya en época Estos últimos lugares sirven de lugar de estabulación calcolítica, se realizaban mediante el modelo de tras- y además de para mantener al ganado debido a la terminancia. Esperemos que estos datos sirvan para abundancia de pasto cercano, en contraposición con algo, nos hemos atrevido a redactarlos porque como la escasez del llano. Además, en esa época la consecu- exponen los especialistas “La restricción informativa sobre ción de recursos silvestres y el aporte de la caza son el pastoralismo antiguo obliga a tomar en consideración cual- fundamentales. quier indicio por anecdótico que parezca, y en definitiva a traba- jar de forma multidisciplinar con un material heterogéneo y poco Estas diversas estrategias de aprovechamiento del me- concluyente” (Gómez-Pantoja y Sánchez, 2001: 23-24). dio se han constatado en diferentes ámbitos peninsu-

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CON EL ESTADO HEMOS TOPADO O DE CUANDO LAS SOCIEDADES CAZADORAS-RECOLECTORAS ENTRAN EN RELACIÓN CON LAS SOCIEDADES ESTATALES

Edgard CAMARÓS Laboratori d’Arqueozoologia Universitat Autònoma de Barcelona

“No voy a decir que un buen indio es un indio muerto, pero en fin, esto es lo que ha sucedido con nueve de cada diez de ellos, y no voy a perder tiempo con el décimo” Theodore Roosvelt

1. INTRODUCCIÓN concretas. Sea cual sea la cronología, sea cual sea la localización geográfica, las actitudes son siempre las No cabe duda que la gran mayoría (por no decir to- mismas, y el resultado también (con mayor o menor das) de las relaciones entre sociedades cazadores-re- éxito). colectoras y sociedades estatales son violentas. Dichas relaciones contemplan diferentes formas de violen- Cuando estas sociedades entran en contacto por pri- cia, pero el objetivo del Estado es su eliminación, ya mera vez, sigue una “fase de choque” (Bodley [ed.], sea mediante su asimilación (más o menos violenta) o 1988) donde la parte foránea genera una explota- su aniquilación. Éstas pueden resumirse mediante la ción que puede dar diversos resultados (aumento de palabra colonización, que hace referencia a la apropia- la mortalidad, quiebro de la subsistencia, fragmen- ción estatal de los recursos naturales de un territorio. tación de los grupos de parentesco, etc…) Durante El contacto entre Estado y cazadores-recolectores es esta “fase de choque”, que es la que definirá las re- sólo un elemento más de la apropiación de ese terri- laciones futuras, puede producirse incluso represión torio, viendo a los integrantes de estas últimas como civil con apoyo militar (pues los estados disponen de recursos naturales más, seres “naturales”, en el senti- profesionales de la violencia). Estos factores pueden do de pertenecientes al ambiente y que poco difieren llevar al colapso cultural (etnocidio) o a su extinción de los demás animales. física (genocidio) (Kottak, 2003). No obstante, muy acertadamente, E. Galiano en su blog “Red Latina sin Estas relaciones a las que hacemos referencia se pue- fronteras” publicó un artículo titulado “Otrocidio1, den englobar en tres categorías, a saber: el extermi- para diferenciarlo de genocidio. nio y la asimilación cuyo resultado es la eliminación de los grupos, la esclavitud y por último relaciones Hace aproximadamente un año, apareció en todos de dominio y resistencia frente a los colonizadores, los periódicos del mundo en forma de titular la noti- tal y como veremos en el apartado dos del presente cia del descubrimiento de una nueva tribu en la fron- trabajo. tera amazónica entre el Perú y el Brasil. Este contacto entre “nosotros” y los “no-nosotros” suscitó muchísi- La problemática a tratar aquí se enmarca cronológi- mo interés en la opinión pública, lo que atemporaliza camente desde la aparición del primer Estado hasta la temática de este trabajo, pues dichas relaciones se hoy mismo, y puede resumirse como ya hemos dicho han dado desde la existencia de “nosotros”, los indi- mediante la palabra colonización. Según algunos au- viduos sujetos al Estado. La fotografía que avalaba tores (Kottak, 2003), el colonialismo se conoce des- el contacto mostraba a un grupo de indígenas con el de los antiguos fenicios, cuando éstos establecieron cuerpo pigmentado apuntando sus flechas en direc- colonias a lo largo del mediterráneo oriental hace ción al aeroplano desde el que se tomó la instantánea. unos 3.000 años. No obstante, según mi opinión, el colonialismo existe desde que el primer estado entra La organización que gestionó la expedición, Survival en relación con otra organización socio-económica Internacional, a través de su representante J. C. Mei- aestatal, pues tal y como veremos más adelante, esta relles hizo un llamamiento al mundo estatalizado en relación genera unas actitudes violentas por parte del Estado que tienen como objetivo eliminar a la 1 Extraído del blog Red Latina sin fronteras (23/05/2008). Direc- sociedad sin Estado mediante herramientas estatales ción web: www.redlatinasinfronteras.wordpress.com EDGARD CAMARÓS defensa de estos grupos indígenas amenazados por la de Pedro: la sociedad es concebida como un pacto tala de selva amazónica: comercial entre consumidores y productores. Esto hace que la caridad resulte un contrato subordinado “Lo que ocurre en la región es un crimen contra la al derecho. Así pues, el Estado aparecerá como el juez y la naturaleza, las tribus, la fauna y es un testimonio más autoridad moral última, y su criterio de actuación es la utilidad de la completa irracionalidad con la que nosotros, los y un dominio total (Gómez de Pedro, 2003). 'civilizados', tratamos al mundo”2. Así pues, sin darse siquiera cuenta, S. Corry, desde Y unos días más tarde, el director de dicha organiza- el Estado del bienestar, incluye a los miembros de la ción, S. Corry, defendía que: tribu fotografiada dentro de nuestra organización so- cial aludiendo a las leyes internacionales que deben “El mundo tiene que despertar y asegurarse de protegerlos (asimilación) y atribuyéndoles la propie- que sus tierras son protegidas de acuerdo a la ley dad de la tierra en la que viven. Todo esto sin saber si internacional”3. esta sociedad quiere o no formar parte de “nuestro” mundo y si consideran la tierra en la que viven su En la primera opinión encontramos la base ideoló- propiedad privada. gica del Estado del bienestar y dos elementos que han caracterizado desde siempre las relaciones entre Finalmente, se supo que dicho grupo no era desco- cazadores-recolectores (indígenas, autóctonos, in- nocido, pues se tenía constancia de él desde 1910 y dios…). El primero es la idea de protección sobre los la organización Survival Internacional (que se encarga individuos desamparados (por parte del Estado), un de proteger a las tribus no contactadas), conocía per- pensamiento que a partir de Rousseau se asume filo- fectamente el paradero de este grupo desde hacía al sóficamente como una realidad antropológica (Sáez menos dos décadas. No obstante, eso es lo de menos o Mateu, 2008) y que no es más que la idea del “buen quizás el quid de la cuestión, pues recordemos que los salvaje”. Éste es un sujeto imaginario que permite individuos de la fotografía apuntaban con sus flechas teorizar sobre una sociedad prístina que salvaría la al objetivo. Si ya habían sido contactados previamen- naturaleza humana de su caída, de su pecado origi- te, es interesante su reacción. nal: la propiedad privada, el Estado, las normas coer- citivas, etc… (ídem). El “buen salvaje” se materializa Relaciones entre sociedades cazadoras-recolectoras con Rousseau y es el habitante de la metáfora del Es- siempre violentas, más allá de la cronología. El contacto tado de naturaleza descrito hace más de tres siglos entre dos tipos de organización social, entre dos modos por los filósofos de la Ilustración (v.p.e. Lull & Micó, de vida distintos que tiene tanta historia como el mismo 2007). Ese mismo Estado de naturaleza muchas veces Estado, ha estado siempre definido por la violencia. ha sido descrito en Prehistoria. Esto no es más que la idea de querer ver en el pasado nuestro deseos (Esté- En este trabajo analizaremos dichas relaciones para vez & Vila, 2006). El segundo elemento que se puede intentar caracterizar el contacto entre estos dos mun- extraer de la frase de J. C. Meirelles, es la idea de que dos, que como veremos son la base de las opiniones y los “indios” pertenecen al medio ambiente. Sólo hay actitudes en torno al “descubrimiento” de esta tribu que ver hacia quién y en qué orden se ha cometido del Amazonas. Esperemos que este trabajo nos haga un crimen según el representante de la ONG: “contra reflexionar sobre otra relación entre sociedades esta- la naturaleza, las tribus, la fauna”. Esta idea es la que tales y sociedades cazadoras-recolectoras: la Arqueo- ha servido para justificar a los EE.UU. su conquista logía prehistórica. y que se materializa en la inclusión de las “culturas antiguas”, la Antropología, dentro del estudio de 2. SOBRE LAS DIFERENTES RELACIONES las Ciencias Naturales. La Historia empieza con los WASP (White Anglo-Saxon and Protestant). Existen diferentes tipos de relaciones entre socieda- des cazadoras-recolectoras y sociedades estatales: el En cambio la otra frase, la de S. Corry, contiene otro exterminio y la asimilación, la esclavitud y las domi- elemento muy característico de estas relaciones, y es naciones, y las resistencias. Veremos que están carac- la base antes anunciada del Estado del bienestar ges- terizadas por una violencia que por parte del Estado tado en los siglos XVII y XVIII. Este Estado tiene está institucionalizada y tiene como objetivo la erra- como objetivo asegurar la paz, la vida de sus ciudada- dicación del sistema económico cazador-recolector nos y su bienestar. Tal y como lo define M.E. Gómez siempre por la misma razón: ampliar el territorio donde ejercer su organización social y explotación de los recursos para mantenerlo. 2 Extraído de EL PAÍS digital (30/05/2008). Dirección web: www. elpais.com. En cierta manera, estas relaciones violentas pueden 3 Extraído de EL PAÍS digital (02/06/2008). Dirección web: www. elpais.com. ser vistas como un conflicto, o incluso como una gue-

64 Nivel Cero 12 2010 CON EL ESTADO HEMOS TOPADO O DE CUANDO LAS SOCIEDADES CAZADORAS-RECOLECTORAS... rra como la entiende C. Lévi-Stauss (1996), pues ésta al contrario, en la lucha contra organizaciones sin Es- es el resultado de un intercambio que no ha funcio- tado se pueden dar todas juntas y en orden diverso. nado. Así pues, ésta es quizás una guerra entre dos No obstante, para comprender mejor el proceso de modos de vida que resultan irreconciliables. No en- eliminación de la organización social y económica tendamos, no obstante, que una organización social cazadora-recolectora, me ha sido más cómodo sepa- cazadora-recolectora es irreconciliable con cualquier rar entre las diferentes herramientas de las que dispo- otro tipo de organización humana. Existen casos de ne el Estado para definir esta relación basada en una intercambios no fallidos (por usar el léxico de Lévi- violencia institucionalizada. Strauss) y por tanto que no han derivado en conflictos violentos entre sociedades cazadoras-recolectoras y 2.1. El exterminio y la asimilación otros sistemas aestatales. Así por ejemplo, a la llegada de los españoles a Centroamérica, existía una red de En este apartado trataremos brevemente con algunos caminos que unía territorios como son los actuales ejemplos el exterminio y la asimilación de poblacio- estados de Panamá y Costa Rica (Fonseca, 1997). O nes cazadoras-recolectoras por parte de sociedades incluso en los llanos venezolanos y del este de Colom- estatales. Antes de exponerlos, es importante enten- bia, sitos al norte y oeste del río Orinoco, grupos de der que dicho exterminio y asimilación son actitudes cazadores-recolectores y comunidades de agriculto- amparadas o directamente dirigidas por el mismo res ribereños, estaban vinculados por un sistema sim- Estado. biótico de relaciones antiguas de intercambio (Helms, 1990). Los grupos cazadores-recolectores intercam- De sobra son conocidos los exterminios de poblacio- biaban frutas silvestres y carne con los horticultores nes indígenas al contacto con sociedades estatales. a cambio de recursos agrícolas. Dichos intercambios Quizás el más conocido sea el de los grupos centro se realizaban en las aldeas de los grupos sedentarios y sudamericanos a la llegada de los españoles. No mediante un sistema muy complejo de hospitalidad obstante, no es el único. En Haití por ejemplo, según (ídem). el informe de los dominicos, en el año 1519 había 1.100.000 indios. En 1507 según Juan de Pasamonte Tampoco parece que se diera una relación de con- 60.000, y en 1520 no había más de 1.000 indios en la flicto entre cazadores-recolectores y agricultores en Española (Bénot, 2005).Tuvieron que traer gente de los valles occidentales de Cantabria a finales del Me- tierras vecinas como las islas Lacayas para repoblar solítico (Díez-Castillo, 2005). Ejemplos hay muchos y la zona. no es éste el lugar para hablar de ellos, simplemente basten estas pinceladas para mostrar que es posible La población de los Estados Unidos, pasó de la coexistencia y las relaciones de intercambio (será 600.000 personas en el año 1800, a 375.000 en me- interesante estudiar en un futuro hasta qué punto) en- nos de cien años. Una reducción poblacional de en- tre organizaciones no estatales y otros modelos socio- tre un 60%, que ha de ligarse directamente con el económicos. proceso de colonización (1500-1900). Este declive de la población indígena se debe, en parte, a que el Así pues, la cuestión quizás sea la imposibilidad de número de muertos superó a los nacidos, y también la existencia de organizaciones estatales (y mucho a las migraciones. No podemos olvidar tampoco la menos capitalistas) con otras organizaciones socia- guerra en sí, las matanzas amparadas por el Estado, les, ya sean cazadoras-recolectoras o agricultoras se- las deportaciones, la destrucción de un modo de vida dentarias, como el caso de los astures en el norte de y las mismas enfermedades (Ndiaye, 2003). Todos es- la Península Ibérica (v. Orejas, 2002), por poner un tos son algunos de los factores producto de la coloni- ejemplo. Es decir, quizás vaya implícito con el Estado zación, o de los colonizadores, por no usar palabras la destrucción de otros modelos socioeconómicos. Es alienadoras. En el mismo sentido (en otra época y con interesante por ejemplo, ver que en ninguna consti- mayor intensidad), la población de las zonas centrales tución estatal “contemporánea” existe algún artículo de México descendió de 25 millones en 1519 a 2,65 en relación al respeto hacia otros modelos socioeco- millones en 1568 y la de Perú, pasó de 9 millones en nómicos, el Estado sólo contempla a otros estados. 1532 a 1,3 millones en 1570 (Elliott, 1900). También este declive es producto de los mismos procesos de Los diferentes tipos de relaciones que a continuación colonización. citaremos deben ser entendidas como diferentes me- canismos que tiene el aparato estatal para eliminar a Hemos citado antes las enfermedades como otro fac- la sociedad no estatal (en este caso cazadora-recolec- tor atribuible a la colonización. En algunos casos no tora) y que, por lo tanto, son actitudes al amparo o las podemos considerar independientes a la voluntad procedentes directamente de la organización estatal. de las sociedades estatales, al contrario, es una faceta No hay que entender que este desglose de actitudes más de este proceso de eliminación. Apunta Ndiaye contra sociedades aestatales son excluyentes entre sí, (2003), que no sólo se alegraban de la muerte de los

Nivel Cero 12 2010 65 EDGARD CAMARÓS indios por viruela, considerando esta situación como Británico y siendo pues los indios “inquilinos depen- una bendición de Dios, sino que incluso se documen- dientes sujetos al derecho de los EEUU” (ídem). Esta ta lo que podría ser la primera guerra biológica en idea no era nueva, pues Cristóbal Colón considera- 1763, cuando se mandaron mantas infectadas a Fort ba a los indios vasallos de los reyes de Castilla desde Pitt (Ndiaye, 2003). 1492 (Lequene, 1979; Elliott, 1990). Ese es uno de los primeros principios de la política (estatal) coloniza- Aunque la asimilación y el exterminio tiene como dora. Los habitantes de la tierra conquistada, debían resultado la eliminación de una organización socio- ajustarse a los conceptos de trabajo de Europa e in- económica, ambos tienen diferentes matices y me- corporándose a un sistema de salarios, convertirse al canismos de funcionamiento. Asimilación, según cristianismo y “civilizarse” en la medida que sus propias Kottak (2003) es el proceso de cambio que sufre un naturalezas débiles lo permitieran (Elliott, 1990). grupo minoritario que acaba incorporado a la orga- nización social y económica (el autor usa cultura), La idea es llevar el kit del Estado allá donde sea. Tal hasta tal punto que ya no existe separación observa- y como apunta J. Elliott (1990), no en vano Cortés ble. Así pues, no implica una eliminación física, por bautizó a México con el nombre de Nueva España decirlo de alguna manera, la eliminación no es tan (no hace falta citar muchos Nueva (York, Orleáns, In- directa (ni rápida), sino que tarda lo que se demore glaterra…) para captar el sentido de la idea. ese proceso de cambio. Hay que mencionar que las asimilaciones, normalmente tienen como primera Ejemplos hay muchos, y no sólo para momentos re- fase la incorporación de las élites a las estructuras de cientes. Términos usados sin miramiento y sin de- poder de los colonizadores. dicarle mucha atención en la historiografía, como helenización o romanización son conceptos colonialistas La idea de la asimilación es la eliminación de esas donde la visión proporcionada es estatocéntrica. Pa- organizaciones sociales que no sean Estado, es decir, rece que cuando más alejado en el tiempo los contac- que lo nieguen. Existen muchos ejemplos, incluso tos coloniales, dicha historia se vuelve lineal y evolu- cercanos (en muchos sentidos) como la obsesión por tiva, y no hay lugar para la pluralidad de reacciones civilizar/españolizar a los fang por parte del Tenien- ante los encuentros históricos (Aranegui & Vives-Fe- te Ayala Larrazábal en Guinea Ecuatorial (Nerón, rrániz, 2006). 2006). Se use el mecanismo que se use en la expansión colo- Esta obsesión por “civilizar” a los indígenas locales se nial, no se contempla la diversidad étnica o de otros hace, desde un punto de vista del Estado, con objeti- modos de vida, si no que en realidad se buscó, como vos humanitarios, así como para justificar moralmen- apunta A. Ibarra para Ecuador, su destrucción definitiva o te la política colonizadora (de usurpación de tierras su integración a la nación blanco-mestiza occidental y cristiana y recursos). (Ibarra, 1993: 69). Esta lenta inserción, ha supuesto para las sociedades indígenas de esta zona, su incor- Se intentó civilizar a los indios cherokee, chikasaw y poración a las relaciones mercantilistas de tipo capitalista, choctaw. Éstos debían entregar sus tierras y a cam- cuyo efecto ha sido la subordinación económica, la diferencia- bio serían absorbidos y asimilados por la sociedad ción social y la culturación (ídem: 70). Los problemas han blanca (Bosch, 2005). Efectivamente algunos lo hicie- surgido cuando intereses foráneos explotan recursos ron y apareció esa figura tan controvertida en con- que se localizan dentro de territorios tribales (Kottak, textos coloniales, los mestizos. Estos fueron los que 2003). por ejemplo, desarrollaron la lengua escrita de estos grupos indios y los que introdujeron (al fin y al cabo 2.2. La esclavitud ya eran individuos estatalizados) valores como la pro- piedad privada. La asimilación provocó que en 1827 El filósofo John Locke (citado en Back-Morss, 2005) se redactara una Constitución india (inspirada en el en su obra Dos tratados sobre el Gobierno Civil (1690) de- modelo de la norteamericana) que defendía la Na- fine la esclavitud como: ción India (con jurisdicción en Alabama, Tennessee, Carolina del Norte y ) (ídem). “…un estado del Hombre tan vil y miserable, tan di- rectamente opuesto al generoso temple y coraje de Esta situación dio lugar a un caso muy interesante. nuestra Nación que apenas puede concebirse que un El Presidente J. Quincy Adams decidió expulsar a los inglés, mucho menos un gentleman, pueda estar a fa- indios Creek de su territorio, apoyándose en la sen- vor de ella.” (Locke, citado en Back-Morss, 2005). tencia del Juez del Tribunal Supremo J. Marshall de 1823, que estableció que los indios tenían sus tierras Coincido con Locke en la condena hacia la esclavi- “por derecho de ocupación” y ellos las tenían por tud. Esta acción humana, no es propia de organiza- “derecho de descubrimiento”, heredadas del Imperio ciones estatales únicamente, pues algunos grupos de

66 Nivel Cero 12 2010 CON EL ESTADO HEMOS TOPADO O DE CUANDO LAS SOCIEDADES CAZADORAS-RECOLECTORAS... cazadores-recolectores complejos de la costa noreste (Elliott, 1990). En 1500 la Corona Española decla- de Canadá, también tenían esclavos. No obstante, la ró a los indios libres y no sujetos a servidumbre pues eran figura de éstos en el campo de lo ideológico (y esto vasallos del reino. No obstante, sí se permitía hacer es- se traduce al trato que esta categoría social recibía) clavos en lo que llamaron guerra justa (ídem). El Estado no eran lo mismo. La figura de la persona esclava ampara la esclavitud, cuando no la dirige directamente. que depende de una organización estatal, se sitúa en la clase social más baja posible dentro de ésta y sus 2.3. Resistencias y dominaciones condiciones de vida (exceso de trabajo, alimentación pobre, precariedad en la salud, …) son por decirlo de Después de esa primera “fase de choque” anterior- alguna manera, infrahumanas (por algo hasta hace mente citada que precede a las relaciones violentas, relativamente poco no eran considerados humanos). puede darse el caso de una resistencia por parte de los indígenas a colonizar. Dicha resistencia puede tener La esclavitud en un Estado, esta amparada o direc- muchas formas incluso puede darse en pleno proceso tamente controlada por éste. También en el seno de de asimilación (éstas son las más difíciles de localizar, éste se generan discursos y representaciones que lo pues muchas veces responden a actitudes en el seno justifican, o por el contrario, que lo condenan mo- del espacio doméstico y apenas son perceptibles a las ralmente, pero en la práctica su actitud es hipócrita. organizaciones estatales, aunque si por algo se carac- Sirva de ejemplo el mismo J. Locke, accionista de la teriza el Estado es por estar presente en todos los con- Royal African Company (que traficaba con esclavos) y textos sociales).Las resistencias pueden tener muchas autor de la Constitución Fundamental de Carolina formas distintas. Se pueden dar en pleno proceso de de América del Norte, donde se establece que todo asimilación. Un caso que ejemplifica este situación es hombre libre tendrá poder y autoridad absoluta sobre sus escla- la de los indios que ayudaron al General J. Amherst vos negros (ídem). en la toma del Canadá en el año 1760 (a cambio de subsidios, pues ya habían entrado en la economía de Estos esclavos negros también oponían resistencia, mercado). No obstante, una vez la toma de este terri- pese a que los “negreros” intentaban no juntar escla- torio concluyó ya no se les dieron más ayudas econó- vos con la misma base lingüística ni cultural (Kottak, micas y además se vislumbraron los intereses de los 2003) para no fomentar así rebeliones. No obstante, colonizadores en los territorios indios de caza. En ese los esclavos negros huían muchas veces a tierras in- momento, los indios se unieron al jefe de los Ottawa dias, e incluso se llegó a temer una unión entre indios en su resistencia (Boch, 2005). desesperados y esclavos negros (Bosch, 2005). Otro tipo de resistencias son las que se desprenden Los indios por su parte, sufrieron relativamente poco a posteriori de la “fase de choque”. Casos tenemos la esclavitud, pues rechazaban el trabajo agrícola y muchos, tantos como contactos. Por citar algunos, aprovechando el buen conocimiento del terreno del podemos mencionar la resistencia de Mamo Ima en- que disponían, huían en cuanto podían. La otra ra- tre 1536 y su muerte en 1544 durante la guerra de zón que existe para explicar la poca incidencia de la conquista del mundo andino, o la rebelión en la mis- esclavitud sobre la población india, es precisamente ma zona de Túpac Amaru en 1781 (Roffino, 2007). que a mediados del siglo XVIII ya no había suficiente población india como para satisfacer las necesidades Otro caso interesante es el de los indígenas de Tierra del colonizador (Ndjaye, 2005). Hasta finales del siglo del Fuego, pues vemos ya desde el primer momen- XIX (punto álgido del esclavismo) más de 17 millones to las respuestas en forma de discursos justificatorios de personas sufrieron la esclavitud. (que luego analizaremos) a esas mismas resistencias. Los indios fueguinos, desde sus primeros encuen- Muchos grupos sociales locales (sobre todo en África) tros con los europeos en el siglo XVII hasta el siglo contribuyeron ayudando a los colonizadores a captu- XIX, reaccionaban violentamente a esos contactos. rar a miembros de otros grupos tribales, para luego Cabe decir también, que se habían producido diver- entregarlos a los “negreros”. Estos grupos colabora- sos secuestros de indígenas durante todo este tiempo cionistas, ya estaban asimilados y habían ingresado (Briz, 2004). Destacable es la situación que se dio en dentro de la economía de mercado, pues cobraban la Bahía Nassau el 22 de enero de 1624, donde los sus salarios muchas veces en moneda. indígenas mataron a 17 miembros de la Flota Nas- sau. Al día siguiente no se encontraron los cuerpos, y La figura del esclavo, tiene su justificación en la idea ese hecho se atribuyó al canibalismo de los “salvajes” occidental del “salvaje” o “bárbaro” (que más ade- (ídem). Al año siguiente de este episodio, Walbeek es- lante desarrollaremos), y de acuerdo con las previsio- cribía: nes del derecho romano, los “bárbaros” podían ser esclavizados legalmente, y en la Edad Media, llegó “Son a la vez malvados y engañadores, mostrando a asociarse la idea de que un infiel era un “bárbaro” al principio mucha amistad para con el extranjero,

Nivel Cero 12 2010 67 EDGARD CAMARÓS con la intención de atacarlo y asesinarlo cuando se les la estructura y textura de sus órganos y tejidos. Pero presente la oportunidad […]. Los navegantes debe- las funciones no son las mismas. La vista y el oído rán ir prevenidos y no confiar en los salvajes por mu- funcionan en el negro salvaje de un modo más sen- cha amistad que éstos fingieren” (Orquera & Piana, sible que en el civilizado. En cambio su inteligencia 1995: 517, citado en Briz, 2004: 35). está embotada” (Bravo Carbonell, 1925: 47).

No vamos a entrar en el discurso que hay detrás de Y la segunda son las impresiones de Cristóbal Colón estas líneas, pues eso lo trataremos en otro apartado. en 1492 sobre los “salvajes”: No obstante, esta situación muestra una resistencia a los abusos y violaciones de las diferentes sociedades “Mas me pareció que era gente muy pobre de todo. estatales que entraron en contacto con los cazadores- Ellos andaban todos desnudos como su madre los pa- recolectores de Tierra del Fuego. Estos mismos abu- rió, y también las mujeres, aunque no vide más de sos, son lo que hace que los aborígenes de una farto moza y todos los que yo vi eran todos man- rechazaran el Estado de derecho, una organización cebos, que ninguno vide de edad de más de treinta que estaba basada en la propiedad de cada indivi- años ; muy bien hechos, de fermosos cuerpos y muy duo, puesto que ninguno de estos valores tenía senti- buenas caras ; los cabellos gruesos cuasi como sedas do para ellos (Davidson, 2005). de cola de caballos e cortos : los cabellos traen por en- cima de las cejas, salvo unos pocos detrás, que traen Estas resistencias que hemos citado como ejemplo, largos, que jamás cortan ; dellos se pintan de prieto, también se expresan a modo de defensa (y no sólo y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni de ataque). Esta actitudes defensivas suelen tener su blancos.” (Cristóbal Colón citado en Lucena, 2008). representación en la creación de fronteras que sepa- ren lo “civilizado” de lo no-civilizado”. Así por citar Como vemos, ambas opiniones (entre otras muchas) algún caso concreto, diremos que algunos grupos re- separadas por poco más de cinco siglos, tienen como lacionados arqueológicamente con la ciudad de Teo- base la misma idea: la concepción de los indígenas en tihuacan, se establecieron en el Norte de México a relación con el medio y poco distantes de los anima- modo de puestos avanzados para proteger la frontera les. En definitiva, sin ninguna relación (más que en que habían creado para diferenciarse y protegerse de apariencia física) con los miembros de las sociedades las incursiones de los chichimecas, que eran cazado- estatales. res-recolectores seminómadas (León-Portilla, 1990). Todo esto se traduce en una situación bien clara: el 3. REPRESENTACIONES Y DISCURSOS menosprecio de las sociedades estatales respecto a las sociedades cazadoras-recolectoras. Los Aymara En este apartado, represent, veremos aquellos elemen- menospreciaban a los pescadores4 de la zona (actual tos que el Estado ha elaborado para avalar y justificar oeste de Bolivia, sur de Perú y norte de ). Estos todas las relaciones violentas (colonizaciones) institu- mismos indios son los que en un relato de Atacama cionalizadas antes citadas. de 1581 son descritos como unos 400 indígenas que:

Estos discursos y representaciones, son la base de la “no son bautizados, ni reducidos ni sirven a nadie justificación de la eliminación de las poblaciones co- […]. Es gente muy bruta, no siembran ni cojen y lonizadas. Es la versión oficial del Estado, que me- susténtase de sólo pescado” (M. Jiménez citado en diante diferentes herramientas usadas en todas las Hidalgo, 1990: 77). esferas de la sociedad estatal (ciencia, educación, ámbito doméstico,…), trata de justificar sus actitudes. Vemos cómo en los discursos, al margen de la crono- Sirva también esto para reflexionar sobre hasta dón- logía o de la geografía de la sociedad estatal que los de llega el discurso del Estado dentro de la misma está usando, términos como “salvaje”, “bárbaro” o organización social estatal, y nuestro papel (como ar- “incivilizado”, son usados con el objetivo de separar a queólogos) dentro de dichas justificaciones. esas organizaciones sociales de la nuestra (de nuestro modelo). Es interesante observar algunas opiniones documen- tadas bien separadas en el tiempo, pero que tienen Los aztecas (mexicas), considerados como una socie- como base la misma idea. La primera corresponde dad con Estado por investigadores como P. Kirchoff, a las anotaciones de 1925 de J. Bravo Carbonell des- pués de un viaje a Guinea ecuatorial: 4 Pese a que durante todo el texto cito solamente a organizaciones “Estudiad a un salvaje del bosque y encontraréis que sociales cazadoras-recolectoras, debería decir para ser más correc- se parece más a un mono que al hombre. De hombre tos, sociedades cazadoras-pescadoras-recolectoras. Este hecho esta influido por cierta economía del lenguaje y una deformación pro- tiene la constitución física, la configuración externa, fesional.

68 Nivel Cero 12 2010 CON EL ESTADO HEMOS TOPADO O DE CUANDO LAS SOCIEDADES CAZADORAS-RECOLECTORAS...

A. Caso, F. Katz, A. Monzón y otros, denominaban a los pobladores de América con esa categoría, has- a los cazadores-recolectores de manera genérica ta entonces puramente mítica de “salvaje” [… y …] teochichimecas (el pueblo errante del arco y la flecha), aquellas características que sólo los seres imaginarios aunque también los llamaban popolocas (bárbaros) poseían fueron atribuidas a grupos sociales reales. A (León-Portilla, 1990). No obstante, al igual que mu- partir del siglo XVIII, además, se produjo una clara chas otras sociedades estatales, consideraban el “es- asociación de los grupos cazadores-recolectores con tadio” cazador-recolector como la “fase” antecesora el “salvaje”, reforzándose – más si cabe – el aspecto al Estado. Así por ejemplo, los mexicas atribuían sus de la “economía natural” del Mito”. (Gallego, 2008: orígenes a los chichimecas del norte, que vestían pieles 467). en lugar de ropas de tela y (como no) eran muy fieros (Smith, 2006). Quizá no sea éste el contexto para tra- Posteriormente, ya con la Ilustración lo “salvaje”, lo tar este aspecto, pero sí al menos para mencionarlo: “bárbaro”, lo “no civilizado”, se convirtieron en esta- se produce, por parte de las élites estatales, la mitifi- dios de desarrollo cultural (Gallego, 2008). Así pues, cación de los (y digo los) cazadores como origen pri- pese a que se trazaba una frontera (no tan) imagi- migenio, pese a ser ellas mismas las que destruyen a naria entre las sociedades cazadoras-recolectoras (los esas sociedades. Y no sólo eso, sino el por qué la caza no-nosotros) y las sociedades estatales (nosotros), se y únicamente la caza es lo que las élites conservan establecía un vínculo “evolutivo” entre una y otra or- de los cazadores (no en cambio el calendario lunar, ganización. Ésta es la idea que el evolucionismo del etc…). Así vemos cómo los señores aztecas practica- siglo XIX se ha empeñado en mostrar. A mi modo ban la caza como ejercicio y diversión (Ciudad, 2008) de ver, esto es sólo un discurso más para justificar la pese a considerar bárbaro el modo de vida basado en exterminación de estas sociedades. ¿Cómo puede ser la caza y la recolección. que las hayamos eliminado, si lo lógico es que evo- lucionen hacia el Estado? La historia se representa La separación de las sociedades cazadoras-recolec- como un hilo continuo sin fisuras (lógico y mecani- toras de la nuestra desde la perspectiva de que son cista en su funcionamiento), donde “se pasa” de los “otra cosa”, se ha hecho mediante las diferentes No-Nosotros a los Nosotros, o como escribe Gallego, herramientas de las que dispone el Estado (cultura de “un no-ser (Otro) hasta lo que se-es (Nosotros)” popular, religión…). Quisiera resaltar brevemente en (Gallego, 2008: 467). este trabajo, el papel que la ciencia ha desempeñado en la elaboración de estos discursos y justificaciones. No es de extrañar en este sentido, por ejemplo, que el Hay muchos ejemplos, desde la inclusión de todo mismo Charles Darwin durante su viaje por el Bea- aquello que tenga que ver con sociedades indígenas gle (1831-1836), al avistar a la sociedad Yámana que norteamericana en la sección de Antropología de habitaba las costas del Canal Beagle de Tierra del los Museos de Historia Natural (la Historia empieza Fuego, dijera que: con los colonos), hasta los estudios craneométricos de antropólogos nazis en África o Asia. Fueron los “Nunca me había imaginado la enorme diferencia naturalistas los que pusieron la ciencia al servicio de entre el hombre salvaje y el hombre civilizado […] su la justificación de dichas representaciones y discursos lengua no merece considerarse ni siguiera articula- estatales hacia sociedades cazadoras-recolectoras. da. El Capitán Cook dice que cuando hablan parece como si estuvieran aclarándose la garganta […] Creo En este sentido, es muy interesante analizar breve- que aunque recorriera el mundo entero, no aparece- mente el desarrollo del concepto “salvaje”, un tér- rían hombres inferiores a éstos” (Darwin, citado en mino que ya hemos visto citado antes en los ante- Huxley & Kettlewel, 1984: 66). riores apartados (bárbaros, no civilizados, etc…). La representación que aquí mostraremos es la que se ha La sociedad Yámana, se representa a través del tiem- fraguado en Occidente (y por tanto en el “mundo” po siguiendo el mismo esquema de “evolución” que bibliográfico al que tenemos acceso). el término “salvaje”. De esta manera, estas perso- nas pasaron de ser difícilmente distinguibles de los En un reciente trabajo, N. Gallego (2008) analiza acer- animales (y caníbales, como no), a ser considerados tadamente la representación del “otro” en el Mesolíti- como elementos pertenecientes a estadios evolutivos co, y para su objetivo también reflexiona sobre la dico- primigenios. Esta visión es la que será recogida por tomía entre Salvaje-Civilizado, desglosando primero el el prehistoriador J. Lubbock, a finales del siglo XIX término salvaje. Esta palabra, ya presente en Época (Briz, 2004). Clásica para designar ciertas criaturas mitológicas (mi- tad hombre, mitad animal), surge en el siglo XVI en Para finalizar el análisis sobre las representaciones y Francia para designar a los habitantes de América: los discursos, quiero terminar con una cita de Jean Paul Sartre que en mi opinión resume la visión que “En el siglo XVI y XVII los Europeos identificaron las organizaciones estatales han querido transmitir

Nivel Cero 12 2010 69 EDGARD CAMARÓS durante mucho tiempo (quizás incluso desde que citada al principio) no sea proteger a la tribu amazó- existen), sobre las sociedades cazadoras-recolectoras. nica de “nosotros”, sino proteger nuestro “mundo”, En las tradiciones orales, en los libros, en las repre- nuestro sistema, de la última flecha que les queda a sentaciones pictóricas dirigidas a todos los segmentos las últimas sociedades cazadoras-recolectoras: su exis- de la población, ahora con los tebeos, las películas, tencia. Así pues, en mi opinión, las organizaciones sin etc... Dejemos que sea el propio Sartre quién lo ejem- Estado son el verdadero enemigo de los Estados. La plifique mientras habla de sus lecturas de juventud en primera prioridad a tener en cuenta como enemigos, su autobiografía: puesto que son la evidencia social (material) de que otros modelos de organización de las relaciones de “El Nuevo Mundo parecía al principio más inquie- producción es posible. Desde el momento en que no tante que el Antiguo: se robaba, se mataba, corría son un Estado, las sociedades aestatales lo niegan. la sangre a chorros. Indios, hindúes, mohicanos, ho- tentotes raptaban a la muchacha, amarraban a su Esto nos lleva a un segundo planteamiento: la Ar- viejo padre y prometían matarlo con los más atro- queología puede convertirse en el principal enemigo ces suplicios [apréciese la ironía]. Era el Mal puro. Pero del Estado, puesto que “muestra” diferentes modelos sólo aparecía para posternarse frente al Bien; en el de ordenamiento de los grupos humanos. Entonces, capítulo siguiente se restablecía todo. Unos blancos ¿por qué el Estado sigue financiando los estudios ar- valientes harían una hecatombe de salvajes, cortarían queológicos y permitiendo la existencia de dicha dis- las ataduras del padre, que se uniría en un abrazo con ciplina? La respuesta la tenemos otra vez en el apar- la hija. Sólo morían los malos…” (Sartre, 1982: 52). tado de “discursos y representaciones”. Por decirlo de alguna manera, la Arqueología es en sí “la última” Esta es la imagen corolario. La imagen que el Estado relación entre sociedades estatales y no-estatales, y re- transmite, su visión oficial. La idea que con esfuerzo cordemos que sin ninguna duda estamos del lado de ha calado en nuestra imagen mental de las sociedades los “buenos”, por expresarlo en palabras de Sartre. cazadoras-recolectoras. La Arqueología es una disciplina científica que nace en el seno del Estado, y tiene como objetivo producir 4. A MODO DE CONCLUSIÓN Y discursos y crear representaciones sobre los cazado- MORALEJA DESDE LA ARQUEOLOGÍA res-recolectores que le favorezcan como Institución. Recordemos que somos “nosotros” los que estudia- Conclusión no es nunca un buen título para un aparta- mos y los interpretamos a “ellos” y no al contrario. do final de un trabajo (aunque se use por tradición), pues La relación inversa es en sí imposible. No concebi- la idea es “nunca concluir”, que se continúe el trabajo y mos una sociedad no-estatal (apréciese el matiz es- que éstos continúen. No obstante, debido a la temática tatocéntrico que tiene el término) analizando, y peor de éste, me parece más que apropiado finalizar con una aún interpretando (explicando) el funcionamiento conclusión, pues parece que el Estado ha concluido con de un Estado. Es una relación desigual basada en la dicha relación objeto de análisis en este trabajo. superioridad que hemos desarrollado como arma de ataque y de defensa. El Estado ataca, porque se de- Hemos visto cómo sociedades estatales y no-estatales fiende. Sabe que no es algo propio del ser humano, se relacionan de diferentes maneras, y cómo de dis- algo innato que se transmite en la carga genética. Es pares pueden ser la reacciones ante este contacto por una institución humana y como tal es vulnerable (en parte de ambas partes. De manera general (y simplis- diferente medida). ta) podemos decir que no son buenas, no son positivas y mucho menos para las organizaciones no-estatales. Este mismo escrito, que puede ser considerado como No obstante, queda patente, que el fin de esas rela- una crítica, es producto del Estado, soy consciente. Es ciones se traducen en una eliminación práctica de las un discurso “paralelo” más, que tiene como función sociedades cazadoras-recolectoras. representar (en el sentido idealista) la libertad que existe en esta organización que es, porqué no, fruto Ahora que apenas quedan sociedades cazadoras- de un pacto entre todos nosotros (idea que ha cala- recolectoras, la actitud del Estado es paternalista. do) y permite críticas en su seno. Pero hemos de en- Asume su culpabilidad y se siente arrepentido ante la tender que no son críticas reales, son elementos más desaparición (organizada, dirigida y planificada) de del engranaje necesario para que el Estado funcione, dichas sociedades. No obstante, ya ha cumplido su se reproduzca, se reinvente a sí mismo y no muera objetivo, la destrucción de todas aquellas formas de nunca. Hay que ser conscientes de ello, puesto que es vida no estatales mediante mecanismos instituciona- necesario conocer la realidad (como creía K. Marx) les. ¿Asistimos a la segunda fase del plan? como primer paso para cambiarla.

Quizás la verdadera función de la ONG, Survival Inter- nacional (la responsable de la controvertida instantánea

70 Nivel Cero 12 2010 CON EL ESTADO HEMOS TOPADO O DE CUANDO LAS SOCIEDADES CAZADORAS-RECOLECTORAS...

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Nivel Cero 12 2010 71

Nivel Cero 12 Santander, 2010 Pág. 73-87

SISTEMAS DEFENSIVOS EN EL OPPIDUM DE MONTE BERNORIO (VILLARÉN DE VALDIVIA, PALENCIA)

Jesús F. TORRES -MARTÍNEZ (KECHU) Departamento de Prehistoria, Universidad Complutense de Madrid Proyecto “Monte Bernorio en su Entorno” Instituto Monte Bernorio de Estudios de la Antigüedad del Cantábrico (IMBEAC) Instituto de Estudios Prerromanos y de la Antigüedad (IEPA) Mariano Luis SERNA GANCEDO Proyecto “Monte Bernorio en su Entorno” Instituto Monte Bernorio de Estudios de la Antigüedad del Cantábrico (IMBEAC) Instituto de Estudios Prerromanos y de la Antigüedad (IEPA)

1. EL OPPIDUM DE MONTE BERNORIO dos a lo largo de la primera mitad del siglo XX por disntintos investigadores, entre los que destacan J. Ca- El área arqueológica de Monte Bernorio (Villarén de bré Aguiló, P. M. Artiñano, R. Navarro y W. Schüle, Valdivia, Palencia) se extiende por toda la montaña y A. Schulten (Moro 1891; Barril 1995a: 408, 1995b, del mismo nombre y comprende varios yacimientos 1999: 46-51). Durante la Guerra Civil Española arqueológicos, en su mayoría de cronología protohis- (1936-1939) el yacimiento es ocupado y fortificado, tórica. El oppidum de Monte Bernorio ocupa la cima desarrollándose en él violentos combates. Finalizado -de forma plana y planta oval- y laderas superiores el conflicto, en los años 1943, 1944 y 1959, se lleva- de la montaña, extendiéndose por una superficie de ron a cabo una serie de intervenciones arqueológicas unas 28 Has (unos 700 m de largo, por 400 m de an- a cargo de J. San Valero Aparisi. En estas campañas cho aproximadamente). Junto a ese gran tamaño hay se excavaron distintas áreas del yacimiento y también que destacar además la posición estratégica que ocu- de la necrópolis, pero a partir de los trabajos de 1959 pa, y también por el enorme volumen de materiales no hubo proyectos de investigación hasta la actuali- arqueológicos de todo tipo que ha proporcionado en dad (San Valero 1944, 1960; Torres-Martínez 2007: las campañas arqueológicas en él desarrolladas. Des- 80-81; Torres-Martínez y Domínguez 2008). tacan por su abundancia los hallazgos de cerámicas de la Primera y Segunda Edad del Hierro, objetos El proyecto de intervención arqueológica en curso en metálicos de hierro y bronce de todo tipo, cuentas la Zona Arqueológica de Monte Bernorio se inició de vidrio, así como los restos de fauna, vegetales, etc. en el año 2004, desarrollado desde el Departamen- También se han localizado restos de importantes es- to de Prehistoria de la Universidad Complutense de tructuras constructivas y defensivas, a cuyo análisis Madrid (UCM) y el Instituto Monte Bernorio de Es- vamos a dedicar este trabajo. Las últimas y recien- tudios de la Antigüedad del Cantábrico (IMBEAC). tes excavaciones, bajo la dirección del primero de los Los equipos científicos están dirigidos y coordinados firmantes, han proporcionado evidencias de que el por el Dr. M. Almagro-Gorbea y el Dr. J. F. Torres- núcleo sufrió una destrucción violenta por parte de Martínez (Kechu), quien se encarga de la dirección tropas romanas en los años finales del siglo I a. C., de los trabajos de campo y de laboratorio. Un equi- con alta probabilidad durante las campañas desarro- po del “Institut für Archäologische Wissenschaften” de la lladas por el emperador Augusto y sus generales para Universidad de Frankfurt am Main, dirigidos por el someter los territorios independientes del centro del Prof. Felix Teichner, ha desarrollado dos campañas Cantábrico. de prospecciones mediante teledetección electromag- nética, destinadas a la identificación de estructuras en La celebridad de este yacimiento procede en buena el subsuelo del yacimiento en los años 2006 y 2007. parte de materiales como los denominados “puñales Monte Bernorio”. Estos fueron recuperados a finales Se han realizado excavaciones en la acrópolis, en espa- del siglo XIX en, al menos, una de sus necrópolis por cios interiores del recinto y, de modo más intenso, en Romualdo Moro, quien a la sazón ejercía de capataz un sector del hábitat asociado a la muralla sur. Ade- de las excavaciones destinadas a incrementar la co- más se han localizado varios puntos de suministro de lección arqueológica del Marqués de Comillas. Tanto agua, diferentes espacios de necrópolis y otros yaci- los escasos materiales procedentes del oppidum como mientos de la Edad del Hierro directamente relacio- los abundantísimos de su necrópolis fueron estudia- nados con el oppidum (Torres-Martínez 2007). Asimis- JESÚS F. TORRES-MARTÍNEZ Y MARIANO LUIS SERNA GANCEDO mo las prospecciones por la comarca han servido para 2. LAS DEFENSAS INDÍGENAS DE MONTE localizar o conocer mejor otros muchos yacimientos BERNORIO Y LOS SISTEMAS DEFENSIVOS protohistóricos que permitirán, en breve, un mejor INDÍGENAS DEL CANTÁBRICO CENTRAL. acercamiento a la evolución de la ocupación humana del área nororiental de la Montaña Palentina. La disposición natural de las laderas del oppidum de Monte Bernorio hace que este enclave posea buenas Con los materiales arqueológicos y los datos disponi- cualidades defensivas. La plataforma amesetada de bles hasta el momento puede plantearse que la ocu- la cima está rodeada de empinadas pendientes que pación del núcleo de Monte Bernorio debió comen- se escalonan siguiendo la disposición de los estratos zar en el Neolítico Final-Calcolítico, y su ocupación rocosos que, en su lado norte, resultan casi verticales continuada puede centrarse entre el siglo IX o VIII o son acantilados. Las defensas indígenas explotan la a.C. y finales del siglo I a.C., momento de su conquis- configuración natural de los afloramientos rocosos de la ta por las tropas romanas. Posteriormente el núcleo montaña tanto en la planificación de su trazado como fue utilizado, según nuestra hipótesis, para establecer en la búsqueda de la roca madre como un inmejora- una estructura campamental romana de tipo castellum ble asiento para su construcción, siguiendo un trazado durante un tiempo aún indeterminado, aunque pare- perimetral que obtiene la mayor superficie habitable ce seguro que sus defensas se clausuran finalmente de dentro del recinto mejor defendido que resulta posible. forma consciente y ordenada. El trazado de las defensas se conoce por los trabajos En todo caso aún debe intervenirse en otras zonas de J. San Valero y los realizados por nuestro proyecto del yacimiento, y las analíticas en curso de realiza- desde el año 2004 (San Valero 1944, 1960; Torres- ción pueden aportar algunas precisiones, por lo que Martínez 2007). Las estructuras defensivas han sido los resultados aquí expuestos han de ser considerados estudiadas fundamentalmente mediante fotografía como provisionales. aérea y prospección visual, ya que una parte impor- tante del perímetro fortificado sirvió como punto de apoyo a la línea de trincheras del lado norte de la posición en los enfrentamientos de la Guerra Civil (1936-37). Las trincheras se excavan tras la cara inte- rior de la muralla y los puntos fuertes en el interior de

Fig. 1. Vista aérea del oppidum de Monte Bernorio: 1. Estructura denominada “Castillete”; 2. Puerta en rampa y esviaje y torreón que defien- de la puerta norte; 3. Interior del castellum; 4. Interior del oppidum; 5. Puerta este; 6. Puerta sur; 7. Tramo de foso conservado (línea punteada blanca fina). Punteado negro: Defensas indígenas. Punteado blanco: Defensas romanas (agger) del castellum. (Fotografía del IGN modificada por J. F. Torres-Martínez IMBEAC).

74 Nivel Cero 12 2010 SISTEMAS DEFENSIVOS EN EL OPPIDUM DE MONTE BERNORIO

Fig. 2. Relación de los distintos niveles y estructuras en la secuencia estratigráfica del Área 3 (Muralla Sur): 1. Tierra de labor actual, nivel arqueológicamente estéril; 2. Cresta del límite arado y suelo agrícola antiguo; 3. Nivel de destrucción, siglo I a. C.; 4. Estructuras y niveles de finales de la Edad del Hierro; 5. Nivel de base y cimentación de la cara interna de la muralla indígena del área sur; 6. Relleno de la muralla; 7. Nivel de base y cimentación de la cara externa de la muralla indígena del área sur; 8. Reconstrucción alzado de la muralla sur; 9. Niveles arqueológicos sin agotar; 10. Nivel de base geológico (Dibujo de Alis Serna IMBEAC). los derrumbes de algunas de sus estructuras (Torres- dos líneas de muralla convergiendo en paralelo. La Martínez y Domínguez 2008: 109-111). Sin embargo puerta sur aparece completamente arrasada, aunque una parte muy importante de las líneas de muralla conserva restos de la cimentación de una larga rampa se encuentran aún enterradas y sin documentar ade- en codo encajada en una estrecha entrada probable- cuadamente. Por esto no podemos distinguir fases mente fortificada también. Este tipo de fortificacio- constructivas, ampliaciones u otros datos que expli- nes en puertas están documentadas en otras áreas del quen la evolución de las murallas desde los prime- ámbito cultural céltico de la Península Ibérica, donde ros momentos de ocupación del yacimiento hasta la también es habitual que existan varias entradas situa- II Edad del Hierro. Conocemos, sin embargo, cuál das en diferentes puntos del perímetro. Sin embargo era el trazado de gran parte de los lienzos de la mu- aún son muy pocas las puertas excavadas, documen- ralla y de una parte de los fosos (excavados en roca tadas y publicadas en el norte de la Península Ibérica. en algunos tramos) que pudieron estar en uso en el En el oppidum del Cerro de la Maza (Pedrosa de Valde- siglo I a.C. También en las laderas de la montaña, porres, Burgos) se documenta una puerta con bastión próximos a la muralla, pueden detectarse vestigios en su lado oeste, pero no ha sido excavada (Peralta de las fortificaciones de la Edad del Hierro a base de 2003: 296). Destaca en este sentido la reconstrucción trincheras y terraplenes dispuestas concéntricamente de la puerta del oppidum de Las Cogotas (Cardeñosa, (Torres-Martínez 2007: 81-84, 92-94 y Figs. 2, 8 y Ávila) formada por un estrechamiento de la mura- 9). Todos estos datos indican que en el momento del lla y sendos engrosamientos de ésta (Ruiz-Zapatero ataque romano el oppidum de Monte Bernorio estaba y Álvarez-Sanchís 1995; 1999: 133, 142 y Fig. 142). protegido por un perímetro de muralla de aproxima- En otros ámbitos del centro y occidente de Europa damente unos 1.700 m, ante el que se disponía un han sido exhaustivamente investigadas como piezas foso completado mediante trincheras y terraplenes. clave de las defensas de los núcleos fortificados (Avery 1986: 219-228; Audouze y Büsenschütz 1989: 121- Se han localizado tres puertas de acceso y sus corres- 122; Dyer 1999: 25-32; Cunliffe 2003: 51-54; Flichtl pondientes caminos de aproximación en el perímetro 2005: 64-74; Berrocal-Rangel 2005: 14-24; Ralston del recinto fortificado. En dos de estas puertas -la que 2006: 66-76, 81-85). se sitúa en el lado norte y la abierta al este- se han detectado restos de las fortificaciones que las defen- Las prospecciones de Teledetección Geomagnética dían. En la puerta norte la estructura es de tipo torre realizadas por el equipo del Institut für Archäologische y domina una angosta entrada al final de un acceso Wissenschaften indican que en algunos puntos de la en rampa de forma acodada. En la puerta este, situa- muralla se situaban estructuras adosadas en forma da tras un acceso muy empinado, se produce un largo de engrosamiento, tal vez fortificaciones de tipo to- estrechamiento formado por la prolongación de las rreón o quizá viviendas integradas a la muralla. Este

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Fig. 3. Vista de los restos de la cara exterior de la muralla sur del oppidum de Monte Bernorio (Fotografía Equipo Monte Bernorio IMBEAC).

Fig. 4. Vista de los restos de la cara interior de la muralla sur del oppidum de Monte Bernorio, con su cimentación visible en las hiladas inferiores (Fotografía Equipo Monte Bernorio IMBEAC).

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Fig. 5. Algunos de los materiales militares, indígenas y romanos recuperados en Monte Bernorio a los que se refiere el texto (Dibujo de Alis Serna IMBEAC).

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último tipo de estructuras está documentado en otros 3. LA MURALLA DE MONTE BERNORIO Y núcleos del norte de la Península Ibérica, y parece OTRAS MURALLAS DE LOS CASTROS DEL que estarían rematadas también por estructuras de CANTÁBRICO zarzo recubiertas de barro y empalizada. Se conocen ejemplos en el oppidum de Campa Torres (Gijón, As- Conocemos bien un sector de la muralla sur que ha turias) y en el castro de Llagú (Latores, Oviedo, As- sido excavado a lo largo de cuatro campañas. El tramo turias), así como en otros núcleos de menor tamaño exhumado de la muralla en el sector sur del oppidum, como Santa Tegra (La Guardia, Pontevedra), Coaña denominado Área 3, tiene un espesor medio de 3 m. (Coaña, Asturias), San Chuis (Allande, Asturias), El Está construida mediante una cara interna y otra exter- Castro de Castillo (Perellezo, Cantabria) y La Hoya na de hiladas de mampostería bien trabadas de piedras (Laguardia, Álava), y otros ejemplos de la Submeseta planas de calcarenita unidas a hueso, que contienen un norte (García y Bellido 1985: 284-285; Jordá et al. relleno de árido de piedras irregulares y tierra forman- 1989: 41; Llanos 1995: 313; Maya González y Cuesta do una masa compacta y densa. El material de cons- Toribio 2001: 40-42, 48-49; Cerdeño y Martín 1995: trucción parece proceder del sustrato calcáreo de la 187-189; Cerdeño y Juez 2002: 33-34; Berrocal-Ran- misma montaña, dispuesto en estratos horizontales que gel, Martínez, y Ruiz 2002: 102-103 y Fig. 35; Villa en ocasiones quiebran naturalmente en forma de esca- 2002a: 182; Berrocal-Rangel 2004: 51-52, 76-79; mas planas. La muralla se cimenta en la ladera de la Llanos 2005a: 28; Fernández, Peralta y Ayllón 2003: montaña a dos alturas diferentes, estando la cara inte- 166; González Ruibal 2007b: 306). rior en una cota sensiblemente más alta que la exterior; esta última se asienta sobre un afloramiento muy plano Los citados trabajos de prospección realizados en el de la roca de base geológica, un estrato con un cemento interior del oppidum indican que éste tenía una ocupa- calcáreo que integra pequeños fragmentos de arenis- ción intensa, con algunas construcciones de tipo cua- cas, cuarcitas y cuarzo. En su lado interno se cimenta drangular y también edificaciones circulares u ovala- en una obra de grandes bloques de roca que permiten das, así como algunas construcciones de gran tamaño asentar la obra en el nivel geológico de roca caliza. de tipo cuadrangular. Los trabajos arqueológicos en el área sur han servido para documentar restos de El cálculo de la altura de la muralla presenta varias estas estructuras (Torres-Martínez 2007: 92-94). dificultades. La primera es que no conocemos aún el

Fig. 6. Vista de la cimentación de estructuras de planta rectangular con esquinas redondeadas en inmediata proximidad a la muralla del lado Sur, denominada Área 3 (Fotografía Equipo Monte Bernorio IMBEAC).

78 Nivel Cero 12 2010 SISTEMAS DEFENSIVOS EN EL OPPIDUM DE MONTE BERNORIO volumen completo de ningún sector concreto de su una profundidad máxima de 4 m. y un desarrollo en derrumbe, por lo que establecer la altura de la obra el perímetro de 650 m. (Peñalver y San José 2003: 31, de piedra sin ese dato resulta puramente conjetural. 76). El castro de Llagú (Latores, Oviedo) posee una lí- Además cabe considerar que esta pudiera estar rema- nea de fosos doble (Berrocal-Rangel Martínez, y Ruiz tada por una obra de zarzo o empalizada recubierta 2002: 108, Fig 34 y Lam 16). “El Castro” de Chano de barro, material del que aparecen numerosos frag- (Peranzanares, León), un núcleo de menor entidad, mentos. Estos se habrían generado en el incendio que está protegido por tres fosos y uno de ellos tiene 10 se produjo, según las evidencias de las que dispone- m. de profundidad (Celís Sánchez 2002: 190). Tanto mos, en el asalto y posterior destrucción del oppidum. en el Cantábrico como en el centro y occidente de El desnivel actual desde la base de la muralla hasta Europa incluso los recintos de menor tamaño, como el techo de la estratigrafía es de 4 m, lo que hace que granjas y aldeas, presentan al menos un foso peri- pueda estimarse en un mínimo de 6 m su altura ori- metral de tipo defensivo (Audouze y Büchsenschütz ginal. 1989: 110-119; Cunliffe 1991: 313-323; Dyer 1999: 23; Malrain, Matterne y Méniel 2002: 137-154; Fi- Hemos de señalar que las excavaciones en el lado in- chtl 2005: 42-63; Ralston 2006: 46-48, 61-66). terior de la muralla muestran de modo bien claro que no existe ningún volumen de derrumbe de la mura- Todo indica la existencia de obras de acondiciona- lla en esta zona. Esto indica que ésta fue deliberada miento de las terrazas en torno al núcleo que for- y concienzudamente abatida hacia el talud exterior marían un área defensiva con parapetos de tierra y para evitar su reconstrucción. Este tipo de destruc- trincheras adaptadas al sistema de terrazas natural ción indicaría que fue obra de las tropas romanas, de la montaña, lo que ha sido ya documentado por que muy probablemente no querían dejar la posi- otros autores en diferentes áreas del cantábrico (Lla- bilidad de que estas estructuras defensivas pudieran nos 1995: 296; Peñalver y San José 2003: 30-31, 76). ser reconstruidas cuando prosiguiera el avance de las El resultado final es un sistema similar al multivallado, legiones y el enclave quedara abandonado. Monte pero que se desarrolla “en escalera” a lo largo de las Bernorio no es el único núcleo que sufrió este tipo laderas cuando estas son muy pronunciadas o escar- de destrucción de sus defensas en las Guerras Cánta- padas. Este tipo de estructuras defensivas son carac- bras y Astures, ya que el castro del Cerro de la Maza terísticas de la Edad del Hierro en el norte de la Pe- (Pedrosa de Valdeporres, Burgos) presenta un tipo de nínsula Ibérica y en toda Europa central y occidental derrumbe similar (Peralta 2003: 295-296). (Audouze y Büchsenschütz 1989: 110-119; Cunliffe 1991a: 313-323, 1991b; Camino 1995b: 155-165, Tampoco se conocemos si las defensas del sector sur 1997: 71-72, 75-76; Ralston 1997, 2006: 46-48, del oppidum contaban con una línea de foso. Este es- 61-66, 125-133, 134-139, 2007; Dyer 1999: 21-24; taría completamente colmatado por el derrumbe de Parcero 2002: 188-190, 200-202, 2005: 15-25; Fer- la muralla que, como hemos explicado en las líneas nández, Peralta y Ayllón 2003: 166; Berrocal-Rangel anteriores, fue sistemático y concienzudo. Donde se 2004: 52-53; Fichtl 2005a: 41-88, 2005b, 2007; Fan- ha conservado el foso es en la cara norte, preservado jul 2005: 73-74; González Ruibal 2007b: 302-303 y (o reexcavado) por resultar necesario para la defensa Fig. 4.15). del castellum romano que posteriormente se estable- ció en este sector del oppidum destruido. Este tiene 4. SISTEMAS DEFENSIVOS DE una anchura de más de 5 m. en algunas zonas y una PROBABLE ORIGEN ROMANO profundidad conservada (sin excavar) de más de 1,5 EN MONTE BERNORIO m. J. San Valero señala una anchura de 4 m. y una anchura de 1,80 m. (San Valero 1944: 35-36; Torres- Al sur del oppidum de Monte Bernorio, a dos kilóme- Martínez 2007: 90-94). No podemos descartar que tros aproximadamente, se encuentra el campamento existan otras líneas de fosos dispuestos en varias líneas romano (castra aestiva) de Castillejo (Pomar de Valdi- concéntricas alrededor del oppidum. Los ejemplos del via, Palencia). Este campamento fue excavado por área cantábrica son numerosos. Así el castro de Las E. Peralta con los equipos del Instituto de Estudios Coronas (Lerín, Navarra) posee un foso con un ancho Prerromanos y de la Antigüedad (IEPA) en los años de 20 m. y el desnivel entre foso y muralla es de unos 2000 y el 2002 recuperándose abundante material 16 m. El castro de Cruña, (Inestrillas, Aguilar del Río militar romano. Tiene una extensión de 41 Ha (castra Alhama, La Rioja) presenta un foso documentado maiora). lo que lo convierte en el mayor documentado con un ancho de más de 7 m. y con una profundidad en la Península Ibérica y probablemente también de de 8 m. (Llanos 1995: 296-298). El foso del oppidum toda Europa. Poseía unas defensas externas que apro- de Campa Torres (Gijón, Asturias) tiene una profun- vechaban los acantilados y fuertes desniveles de las didad de hasta 10,50 m. aumentada con un contrafo- laderas de la meseta donde se ubica reforzadas en su so que (Maya González y Cuesta Toribio 2001: 37). lado más vulnerable con agger de piedra, fossa duplex y El foso del castro de Intxur (Tolosa, Guipúzcoa) tiene contra agger. Además poseía un recinto o campamen-

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Fig. 6. Vista del emplazamiento del oppidum de Monte Bernorio y del emplazamiento del campamento romano (castra aestiva) de Castillejo, con la propuesta de la zona probable de batalla campal y del ataque al oppidum (Imagen de Google Earth modificada por A. Martínez y J. F. Torres-Martínez IMBEAC). to central de forma rectangular de 18 Ha. con sus fue destruido. Aún faltan importantes sectores por ex- propias defensas, esquinas redondeadas y puerta en cavar y los datos que puede aportar la analítica pen- clavícula. Este campamento alojaría, como mínimo, diente de realizar nos ayudará a ser más precisos en dos legiones completas. Las evidencias actualmente nuestras interpretaciones, por lo que estos datos han conocidas indican que un ataque en el lado sur del de ser considerados como provisionales. No obstante Bernorio, procedente de este campamento, fue lo que podemos presentar estructuras de ocupación y mate- permitió tomar el oppidum (Peralta 2003: 280-282, riales asociados a estas que son evidencias decisivas. 301-303 y Figs. 147 y 148, 2004a: 33-34, 2004b: 101, 115-y Fig. 12). Tanto en el Área 1 como en el Área 3 se han de- tectado los restos de un agger con vallum o parapeto Las intervenciones en el Área 1 (acrópolis) y el Área 3 construido con tierra y, con toda probabilidad, con (muralla sur) del Bernorio nos han permitido recons- empalizada. La tierra procede, en gran parte, de los truir, aunque con algunas lagunas y vacios, la secuen- niveles de destrucción del castro y de otros sectores cia de ocupación del espacio del oppidum una vez este del interior o del exterior del castro. No debemos des-

80 Nivel Cero 12 2010 SISTEMAS DEFENSIVOS EN EL OPPIDUM DE MONTE BERNORIO cartar que se acarreara tierra de zonas no ocupadas del oppidum y del exterior ya que el nivel de destruc- ción del oppidum, con todos sus materiales debía es- tar en la superficie. No obstante en el Área 1, en la construcción del vallum, se incorpora tierra cenicienta y restos de las construcciones de los niveles más an- tiguos. Como hemos explicado, estas estaban cons- truidas de manteado de tierra y estructura y cubierta vegetal. La destrucción de este enclave produjo un nivel arqueológico caracterizado por gran cantidad de cenizas y restos de cerámica huesos, objetos metá- licos, barro cocido con improntas vegetales y material militar romano. Fig. 6. Vista del territorio con eje que forma el paso natural a través de la Cordillera Cantábrica y su piedemonte y con algunos - El agger del Área 3: En la terraza de la muralla de los yacimientos arqueológicos citados en el texto: 1. Oppidum de Monte Bernorio y Campamento de Castillejo (Villarén- Pomar sur, se construye un “parapeto” de tierra por en- de Valdivia, Palencia); 2. Monte Cildá (Olleros de Pisuerga, cima de los restos de la muralla, que ya había sido Palencia); 3. Castro de La Ulaña (Humada, Burgos); 4. Castro de desmontada, formando un perímetro por encima Peña Amaya (Amaya, Burgos); 5. Castro de Las Rabas (Celada y a lo largo de la línea de la antigua muralla. Esta Marlantes, Cantabria) y campamentos de La Poza en Peña Cutral cresta de tierra se comporta a lo largo del tiempo (Enmedio, Cantabria); 6. Castellum de Santa Marina (Camesa- Castrillo del Haya, Valdeolea, Cantabria); 7. Castellum de El Pedrón como una “presa” que retuvo los materiales de es- (Cervatos-Campoo de Enmedio, Cantabria); 8. Cerco del Castro correntía (en algunos sectores con una potencia de de La Loma (Santibáñez de la Peña, Palencia). (Imagen de Google hasta más de un metro) y formó la terraza que ha Earth modificada por J.F. Torres-Martínez IMBEAC). sido explotada agrícolamente en tiempos recientes (Torres-Martínez 2007: 90-91 y Fig. 10). ligonales superpuestas adosadas formando una torre, probablemente en una zona de puerta que daba a la - El agger del Área 1: La excavación de un tramo meseta de la cima de la montaña, hacia el interior del del agger nos permitió documentar tanto su es- oppidum. (San Valero 1944: 35-36 y Fig. 15; 1960: 14- tructura como su evolución a través del tiempo. 23, Figs. 2, 4 y 5 y Lams. I a VIII). Se aprovechó la circunstancia de que un pozo de tirador de la Guerra Civil había roto el trazado Los equipos de J. San Valero excavaron (“limpiaron”) de la muralla atravesándola de lado a lado para dos tramos, uno en el lado noreste de 40 m. y otro en excavarlo y poder documentar su estructura. J. el sur de 20 m. Siempre tuvieron la idea de que tra- San Valero ya había excavado en este sector un bajan en una obra indígena y se excavó con este plan- “pozo de tirador” en 1943 y volvió a excavar tan- teamiento, lo que produjo grandes distorsiones en la to la “muralla” como la estructura en forma de interpretación de los que se documentaba. Mientras torre denominada “Castillete”, en su campaña de en la cara exterior de la estructura no encontraron 1959. Sus conclusiones fueron publicadas por él casi depósito sedimentario, al interior este resultó ser en la breve memoria que, como avance, publicó muy abundante. Estaba formado por un talud con en 1960. En 1982 A. Esparza Arrollo publicó un tierras negras y cenizas y restos calcinados. En la capa interesante artículo en el que planteaba distintas de tierra de base, por debajo del nivel de la muralla, cuestiones sobre estas estructuras y su cronología. se encuentran “[…] 1) una capa de tierra con cenizas y Con esta excavación pudimos contrastar nuestras restos calcinados y barro de revestimiento, 2) tierra con cenizas conclusiones y reinterpretar esta estructura (San y 3) tierras amarillentas”. En este nivel por debajo de la Valero 1943: 35-36 y Figs. 15 y 16, Lam V, 2 y X; base de la “muralla” aparecieron los restos arrasados 1960: 14-23 y Figs. 2, 3 y 4; Esparza 1982: 396- de una cabaña indígena de unos 4,5 m. de diámetro 400). con cerámicas, una reja de arado, un podón y una puñal tipo “Monte Bernorio”. En la excavación del El agger o “muralla de la acrópolis de Monte Ber- tramo de muralla más próximo al “Castillete”, a unos norio” delimita de norte a sur un área interior en 0,50 m. del nivel de base de la estructura apareció la zona más elevada de la montaña. Tiene forma “[…] un fragmento pequeño de terra sigilata lisa que nos pa- irregular, elíptica en el lado noreste y recta en el sur, reció de fábrica provincial del siglo I de J. C.” (San Valero y se prolonga desde el tramo de muralla de la cara 1944: 35-36 y Fig. 15; 1960: 14-23, 30, Figs. 2, 3, 4 y norte hasta el tramo de muralla en el lado sur unos 5 y Lams. I a VIII) 380 m. según los cálculos de J. San Valero. Delimita un perímetro que el mismo autor calcula en 3 Has. La intervención realizada en el año 2004 en el Área Asociado a esta se encuentra “Castillete” una cons- 1, en una zona aledaña a las excavaciones del equipo trucción compleja formada por varias estructuras po- de J. San Valero del año 1959, nos permitió docu-

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Fig. 9. Vista aérea del castellum de Monte Bernorio: 1. Estructura denominada “Castillete”; 2. Acceso en rampa y esviaje con puerta y torreón que defiende la puerta noreste; 3. Línea punteada blanca fina que señala el trazado del tramo de foso conservado. Punteado blanco: Defensas romanas (agger) del castellum. Punteado negro: Defensas indígenas reaprovechadas en la construcción del castellum. (Fotografía del IGN modificada por el J. F. Torres-Martínez IMBEAC). mentar un corte completo de esta estructura y de su caligae. Esta rampa aparecía delimitada, en algunas subsuelo hasta el nivel geológico. Con las evidencias partes de su arranque, por una fila recta de losas de recogidas en esta excavación pudimos interpretar de mediano tamaño hincadas verticalmente. Se trata sin un modo sensiblemente diferente esta estructura. duda de una rampa, una obra deliberada construida en función del muro, no una mera acumulación de Toda la obra está construida por mampostería con sedimento. Facilitaba el acceso a la parte superior de módulo de mediano tamaño tallada en caliza del la defensa y soportaba el empuje de la obra hacia el lugar. Para ello pudieron reaprovecharse materiales interior; de hecho la muralla actualmente está incli- de las construcciones arrasadas del oppidum. El lado nada hacia este lado y se mantiene sustentada por norte del muro se apoya en un terraplén de sección esta estructura. Su disposición estratigráfica comple- triangular compuesto por tierra negra y cenicienta ja puede obedecer a la distinta procedencia de los muy compactada y materiales como restos cerámicos paquetes de materiales que la componen, que en su (modelados a mano y torneados), restos de fauna y de mayor parte pudieran provenir de los niveles arqueo- manteado de barro cocido con improntas vegetales, lógicos de habitación y destrucción del núcleo em- etc. En su superficie una primera capa de tierra negra pleados como escombro para la construcción de esta aparecía cubierta por un manto ligero de guijo, pro- estructura. De hecho, más allá de la rampa se localiza bablemente proveniente de derrumbes de la estruc- un nivel arqueológico de escasa potencia, pero muy tura de la muralla o para acondicionamiento de una fértil, que se sitúa prácticamente en contacto con el zona de paso hacia la parte superior del muro. En nivel de roca de base. Aquí se recuperaron algunos este nivel se produjo la aparición de material militar materiales muy significativos, entre ellos cerámica romano muy significativo como son las tachuelas de característica del final de la Edad del Bronce y la Pri-

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Fig. 10. Relación de los distintos niveles y estructuras en la secuencia estratigráfica del Área 1 agger( de la Acrópolis): 1. Relleno delantero de la muralla del agger; 2. Relleno trasero o interior de la muralla del agger; 3. Derrumbe interior sobre la rampa del agger; 4. Rampa del agger con microestratigrafía; 5. Derrumbe de la muralla del agger sobre el foso; 6. Estructura de tierra apisonada, que sirve de cimentación o preparación de la base muralla, restos de un agger de tierra anterior; 7.Relleno del foso y niveles arqueológicos no alterados por la construcción del agger; 8. Niveles arqueológicos no alterados por la construcción del agger; 9. Nivel de base geológico (Dibujo de Alis Serna IMBEAC). mera Edad del Hierro (Torres-Martínez 2007: 87-88 87-88 y Fig. 4). La prolongación del sondeo al exte- y Figs. 4, 5 y 9). rior permitió documentar un pequeño foso excava- do en la roca del nivel de base geológico y un contra El lado sur de la estructura es la cara externa del re- agger formado por algunos bloques de tamaño grande cinto, que da hacia el interior de la cima y de lo que y mediano. Estas dos estructuras tal vez servían para fue el núcleo de la ocupación. En la excavación se dificultar el acceso a la muralla y aumentar el desnivel constató la existencia de un potente nivel de derrum- entre el nivel del suelo y la parte superior de la muralla. be compuesto en su mayor parte por mampuestos de la muralla deliberadamente volcados hacia ese lado. Bajo la muralla se pudo documentar y excavar una La caída del material fue muy rápida ya que se lo- estructura compuesta por tierra apisonada de color calizaron grandes espacios huecos entre las piedras ceniciento ligeramente arenosa. Esta estructura de que no habían sido rellenados por sedimentos. J. San tierra apisonada, que sirve de cimentación o prepa- Valero pudo documentar lo mismo en 1959 “[…] Al ración de la base muralla, mide aproximadamente exterior, el trabajo es muy lento porque el triángulo a remover unos 4 m. de ancho. Presenta además una enorme está construido por piedras caídas, o, mejor diríamos, derriba- abundancia de materiales arqueológicos con presen- das de la muralla de tamaños variables, pero muchas de ellas de cia de cerámica modelada a mano, menor cantidad 40 o 50 kg”. (San Valero 1960: 14). Los bloques del de- de cerámica torneada, fusayolas, restos de fauna de rrumbe proceden de la cara exterior del muro, cons- gran tamaño, etc. Tanto el tipo de tierra carbonosa truida por sillares de gran tamaño. Los materiales y cenicienta, como los materiales que en ella apare- recuperados en este nivel de derrumbe fueron muy cían resultan muy similares a los que aparecen en la escasos, pero apareció una punta de flecha romana rampa en la que se apoya la muralla. A partir de la de tres aletas ya en el nivel de base de la construcción. excavación de la base de la estructura podemos con- Una vez más se constata la destrucción de los muros cluir que esta muralla estaba cimentada o construida defensivos por parte de las tropas romanas, proba- de modo precario, tal vez precipitado, sobre una po- blemente al abandonar el emplazamiento (Torres- tente estructura de tierra. Es muy probable que esta Martínez 2007: 87-88 y Fig. 4). formara parte de la base de un parapeto o terraplén (vallum) anterior. Una vez retirados los materiales caídos se pudo des- cubrir la cara externa de la muralla. Esta parece - El “Castillete”: Por último debemos referirnos al construida con sillares y bloques de piedra de media- conocido “Castillete”. Por el testimonio de perso- no y pequeño tamaño que forman una pared bastan- nas ancianas del lugar sabemos que la altura de te regular. Este muro contiene un relleno de piedras esta estructura era mayor antes de la Guerra Ci- irregulares amontonadas y comprimidas con tierra. vil. En las obras de fortificación llevadas a cabo El grosor medio de esta muralla sería de 1,9 m, tal y en esta contienda perdió parte de su altura al em- como pudo documentar J. San Valero, a los que hay plearse sus sillares para la construcción de refugios que añadir la rampa del lado norte (hacia el interior y parapetos. También sufrió el impacto directo de del recinto de la “acrópolis”) que se extiende unos 2 proyectiles y bombas. Además en la zona central m más. (San Valero 1960: 14; Torres-Martínez 2007: se excavó un refugio en el que se guardaban mu-

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niciones. Este depósito fue alcanzado por un obús Tras la toma del oppidum de Monte Bernorio se des- y estallaron los miles de cartuchos almacenados en truyen concienzudamente sus defensas, es probable su interior. En las excavaciones de J. San Valero que en todo su perímetro. Por este motivo posterior- se identificaron y midieron diversas estructuras de mente las tropas romanas construyen un agger con un planta trapezoidal superpuestas, huecos en los mu- vallum de tierra (y probablemente empalizada) que ros que indicaban una estructura de tipo murus ga- sigue el perímetro defensivo que tenía el oppidum. Es llicus con vigas de madera embutidas en el interior muy posible que ya en este momento se construyera así como agujeros de poste en su exterior. Sin em- una línea defensiva similar delimitando un segundo bargo esta torre aparece sólo parcialmente docu- recinto, más reducido, en la acrópolis del Bernorio. mentada en los croquis que publicó J. San Valero El nuevo agger del recinto de la acrópolis se apoya en en el año 1960. A sus dibujos les faltan una serie de el tramo de muralla del lado noroeste y reaprovecha estructuras rectangulares, parcialmente excavadas, la puerta situada en este extremo del antiguo oppi- adosadas a su cara externa y que quedan fuera de dum. Es muy probable que estas fortificaciones fue- la línea murada (San Valero 1960: 14-15, 18-23, ran destruidas tras la toma del núcleo y que el para- Figs. 2, 4 y 5 y Lams. II, VII y VII; Esparza 1982: peto de tierra y empalizada, como en el lado sur, se 401-404). construyera encima de la antigua línea de muralla.

En nuestra opinión el denominado “Castillete” es En un momento desconocido por el momento parece precisamente eso, una torre para su uso como atala- que el agger del recinto que domina la acrópolis se for- ya, bastión y probablemente almacén. Se trata pues tifica más sustituyendo elvallum o parapeto de tierra de una estructura compleja, probablemente desarro- con empalizada por un muro de piedra. Es probable llada en varias fases, que esperamos poder próxima- que en este primer momento el muro no tuviera el mente documentar de forma adecuada. desarrollo documentado en la actualidad y se pro- dujera una fase de construcción intermedia, pero 5. LA OCUPACIÓN ROMANA DE MONTE no podemos asegurarlo con rotundidad. También BERNORIO Y LA CONSTRUCCIÓN DEL parece que es en este momento cuando se excavó el POSIBLE CASTELLUM foso hasta el nivel geológico y se construyó el contra agger. No sabemos si ese momento coincide con el Tanto el “Castillete” como la muralla anteriormente abandono de las defensas exteriores. En todo caso comentada, es una obra de factura romana que for- las defensas del castellum tomarán su aspecto actual maría parte de un castellum edificado en la acrópolis amortizando el agger de tierra y sustituyéndolo por del Bernorio tras la destrucción del oppidum indígena. una muralla de piedra construida con sillares obteni- El campamento romano (castra aestiva) de El Castillejo dos del lugar y se tomó tierra de los alrededores para (Pomar de Valdivia, Palencia) fue abandonado tras la construir la rampa interior de la muralla. Al mismo toma del Bernorio, destruyéndose deliberadamente tiempo se reconstruyó (si es que estaba destruida) la sus estructuras defensivas mediante el cegado de los muralla del lado noroeste, recuperándose el foso que fosos con los materiales del agger (Peralta 2003: 303, corre paralelo a ésta en este mismo sector y la puerta, 2004a: 34, 36-40). Posteriormente, por necesidades probablemente siguiendo la misma estructura que de control del territorio y de las campañas desarrol- ésta tuvo cuando aún estaba activa. ladas en la Guerra contra Cántabros y Ástures, las tropas romanas debieron fortificarse de nuevo en esta Las prospecciones de teledetección electromagnética comarca. En vez de reutilizar el campamento aban- del “Institut für Archäologische Wissenschaften” han donado y destruido de Castillejo, ocuparon el Berno- revelado la existencia de improntas de construccio- rio con una fortificación. El desarrollo de la ocupa- nes rectangulares en el espacio interior del castellum ción romana de este enclave puede ser interpretado que, por su tamaño y proporciones, recuerdan a los con las evidencias recuperadas en las campañas ar- barracones legionarios documentados por E. Peral- queológicas desarrolladas en este yacimiento. A par- ta Labrador en sus excavaciones de Cantabria en los tir de los restos de cultura material esta ocupación yacimientos de Cildá (Corvera de Toranzo y Arenas podemos situarla sin duda en los últimos años del de Iguña, Cantabria) y fundamentalmente en el castro siglo I a. C. y con toda probabilidad durante las déca- de La Espina del Gallego (Corvera de Toranzo y Are- das inmediatamente posteriores, dentro ya del siglo I nas de Iguña, Cantabria) (Peralta 1999: 220-229 y Figs. d. C. Resultan especialmente significativos los mate- 1, 2, 3 y 5; 2003: 275, 301-315 y Fig. 156; 2004a: 38, riales militares, tanto algunos recuperados por los 2004b: 119). Las construcciones del Bernorio tendrían, equipos de J. San Valero como los que actualmente al menos, dos fases definidas por la superposición y dis- estamos documentando en el proyecto de investiga- tinta orientación de las estructuras. ción actual (San Valero 1960: 16-18, 30 y Fig. 6; Fer- nández Ibáñez 1999: 254 y Fig. derecha en pág. 250; En todo caso, si nuestra hipótesis es correcta, la ocu- Torres-Martínez 2007: 97 y Figs. 5 y 10). pación de este enclave legionario parece que pudo

84 Nivel Cero 12 2010 SISTEMAS DEFENSIVOS EN EL OPPIDUM DE MONTE BERNORIO ser duradera, puesto que las estructuras defensivas se BIBLIOGRAFÍA reconstruyeron de forma que transmitieran fortale- AUDOUZE, F. y BÜCHSENSCHÜTZ, O. (1989): Villes, za y perdurabilidad, y cuando fueron abandonadas villages et campagnes de l´Europe celtiques: Du debut du II millénaire à se destruyeron, siguiendo un modo de actuar que es la fin du I siècle avant J.-C., Ed. Hachette, Paris. habitual de las legiones romanas en este momento. ÁLVAREZ-SANCHÍS, J. R. (1999): Los Vettones, Bibliotheca Archaeologica Hispana, 1, Real Academia de la Historia. Madrid. AVERY, M. (1986): “Stoning and Fire at hillfort entrances of southern Britain”, World Archaeology, Weaponry and warfare. Vol. 18, Nº 2, Routledge Ed. London, pp. 216-230. BARRIL VICENTE, M. (1995a): “El Castro de Los Barahones (Valdegama, Palencia): Un Poblado en el Alto Valle del Pisuerga”, III Simposio Sobre Los Celtíberos. Poblamiento Celtibérico, Institución Fernando el Católico (CSIC) y Diputación de Zaragoza Eds. 1991, Zaragoza, pp. 399-408. BARRIL VICENTE, M. (1995b): “Comentarios sobre el fondo de cabaña de Monte Bernorio”, en CALLEJA GONZÁLEZ, M. V. (Coord.): Actas del III Congreso de Historia de Palencia (Palencia 1995), Diputación de Palencia, Palencia, pp. 153-173. BARRIL VICENTE, M. (1999): “Dos yacimientos de la Edad del Hierro, Castro de Los Barahones y Bernorio” en IGLESIAS, J. M. y MUÑIZ, J. A. (Eds.): Regio Cantabrorum, Caja Cantabria, Santander, pp. 43-52. BERROCAL-RANGEL, L. (2004): “La defensa de la comunidad: sobre las funciones emblemáticas de las murallas protohistóricas en la Península Ibérica”, Gladius XXIV, Madrid, pp. 27-98. BERROCAL-RANGEL, L. (2005): “Las Fortalezas de Entrada, un elemento de la poliorcética castreña desde el enfoque de la conquista romana”, Norba 18, Cáceres, pp. 11-31. BERROCAL-RANGEL, L., MARTÍNEZ SECO, P. y RUIZ TRIVIÑO, C. (2002): El Castiellu de Llagú. Un Castro Astur en los orígenes de Oviedo, Real Academia de la Historia y Principado de Asturias, Madrid. BERROCAL-RANGEL, L. y MORET, P. (2007): “Paisajes Fortificados de la Edad del Hierro. Las murallas protohistóricas de la meseta y la vertiente atlántica en su contexto europeo” en BERROCAL-RANGEL, L. y MORET P. (Eds.): Bibliotheca Archaeologica Hispana Vol. 28, Real Academía de la Historia y Casa de Velazquez, Madrid. BERTHELIER-AJOT, N. (1991): “Vix” en MOSCATI, S. (Coord.): Les Celtes, Grupo Editoriale Fabbri Bompani, Milano, pp. 116-117. CERDEÑO SERANO, M. L. y MARTÍN GARCÍA, E. (1995): “Sistemas defensivos de un castro celtíberico: El Ceremeño de Herrería”, III Simposio sobre los celtíberos. Poblamiento, Institución Fernando el Católico (CSIC) y Diputación de Zaragoza Eds. Zaragoza, pp. 185-190. CERDEÑO SERRANO, M. L. y JUEZ GARCÍA, P. (2002): El castro Celtibérico de El Ceremeño. (Herrería, Guadalajara), Monografías Arqueológicas del S.A.E.T. Nº 8, Ed. S.A.E.T., Zaragoza. CAMINO MAYOR, J. (1995b): Los Castros marítimos en Asturias, Fuentes y Estudios de Historia de Asturias, Oviedo.

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Nivel Cero 12 2010 87

Nivel Cero 12 Santander, 2010 Pág. 89-96

EL CAMPAMENTO ROMANO DE CASTRILLO, EN LAHOZ (VALDEREJO, ARABA). AVANCE A SU ESTUDIO

Antxoka MARTÍNEZ VELASCO Arqueólogo Colegiado 41.936 Instituto de Estudios Prerromanos y de la Antigüedad de Cantabria (IEPAC)

1. EL PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN DE En el año 2001 se obtuvo el permiso para prospectar VALDEREJO todo Valderejo. Se catalogaron un buen número de yacimientos arqueológicos y hallazgos aislados (Mar- Valderejo es un pequeño valle cerrado en el extremo tínez, 2002). Ocurrió lo que es frecuente en arqueolo- occidental de Álava. El eje principal se orienta de NO gía, que cuando se busca se encuentra y que los vacío a SE. Viene definido por diferentes líneas de montes se deben, por lo general, a la falta de prospecciones. (Fernández de Montoya et alii, 1991: 11-14): al este Se puso en evidencia, además, el enorme interés de y en dirección NO, la Peña Carria (1.106 m.), un Valderejo desde el punto de vista arqueológico. cordal muy afilado que se prolonga hacia Arrayuelas (1.067 m.) con una superficie estrecha amesetada. El Durante los años 2002 y 2003 se llevaron a cabo son- vértice está en el monte Lerón (1.239 m.9. De aquí, deos en el Abrigo del Paraguas (Martínez, 2003b) y en hacia el oeste se encuentra el Recuenco (1000 m. de Santa Cristina III (Martínez, 2004b), una estructura altura media), una ámplia zona amesetada. Desde el megalítica con arte rupestre en su interior, el único extremo oeste del Recuenco, hacia el sur, se ubica el dólmen en todo el País Vasco que conserva arte ru- Vallegrull (1.225 m.), también con un cordal afilado. pestre. El Vallegrull finaliza abruptamente en el desfiladero del río Purón. En el lado opuesto del desfiladero se La falta de recursos impidió continuar con el trabajo encuentra el monte Santa Ana (1.039 m.). Este mon- de campo. Se completó el programa de investigación te constituye el extremo norte de la sierra de Árcena dando a conocer algunos de los hallazgos: Santa Cris- (Cueto, 1.367 m.) que se prolonga hacia el SE. Hoy tina III y su arte rupestre (Martínez, 2003a), el men- día, Valderejo, es parque natural (Pérez de Cárcamo, hir del Pico el Gustal, junto al nacimiento del río Pu- 2001). rón, y los monolitos del parque (Gómez y Martínez, 2004), dos estelas funerarias medievales de la iglesia Durante la redacción de la Carta Arqueológica de de Lalastra (Martínez, 2004a) y el molino de Ribera Álava (Llanos et alii, 1987), el catálogo de todos los (Martínez, 2005). yacimientos, hallazgos aislados y noticias arqueológi- cas del territorio histórico, se recogieron unas pocas Quedaron pendientes de publicación algunos yaci- noticias referidas a Valderejo. Fue Félix Murga, pros- mientos como el enorme lugar de aprovisionamiento pector incansable, el que las proporcionó. Era muy y talla de sílex de Arrayuelas-Monte Lerón, con una poco lo que se sabía sobre arqueología en el parque. secuencia de ocupación que arranca en el Paleolítico, el yacimiento prehistórico al aire libre de Los Portillos En el año 2000 se recibió la noticia del hallazgo de de Cildepuerta o el que nos ocupa ahora, el campa- un yacimiento neolítico, en un abrigo bajo roca, en mento militar romano de Castrillo. el desfiladero del río Purón. La noticia provenía, una vez más, de Félix Murga. El depósito se estaba erosio- 2. HALLAZGO E IDENTIFICACIÓN nando fuertemente por lo que se llevó a cabo un se- guimiento para su evaluación (Martínez, 2001). Este El hallazgo de esta estructura se realizó durante la fue el inicio del proyecto de investigación del patri- campaña de prospección del año 2001. Quedaron monio arqueológico del Parque Natural de Valderejo, algunos rincones del parque sin poder mirar pero se dirigido por el que firma estas líneas. prospectó la mayor parte de su extensión. ANTXOKA MARTÍNEZ VELASCO

Fig. 1. Situación del campamento de Castrillo.

A la par que se hizo la prospección arqueológica se no había alambradas, el perímetro solía definirse me- hizo una pequeña recogida de datos etnográficos. La diante una zanja o cárcaba que se llenaba de maleza, etnografía de la zona bajo estudio, frecuentemente, lo que impedía que los animales salieran. ayuda a comprender los yacimientos arqueológicos. Lo cierto es que la estructura se parecía más a un Se preguntó a los vecinos de la zona por el término de campamento romano que a un redil de ovejas, pero Castrillo (Fig. 1). Los datos recogidos no apuntaban sin más datos en que apoyarse y sin ningún material hacia la existencia de noticias, historias o leyendas arqueológico que avalara otra interpretación, se optó que recordaran en la zona nada “anterior a los mo- por resolver el problema desde el punto de vista et- ros”, como se suelen fechar en la sabiduría popular, nográfico. los vestigios históricos de cierta antigüedad. Más bien apuntaban a que en ese término había campos de En 2003 se obtuvo el permiso para llevar a cabo una cultivo en la ladera oeste; aterrazados, visibles y en prospección magnética en la zona (Gómez, 2003). Se desuso hoy día. También apuntaban a la existencia recuperaron diferentes objetos metálicos, pero nin- de algún recinto pastoril en la zona superior y que, gún material diagnóstico que permitiera aclarar el seguramente, este sería uno de ellos. Una pequeña problema cronológico y funcional. Al año siguiente chabola al norte, junto a la ladera oeste, cerca del se solicitó permiso para realizar una cata, pero este paso al Recuenco, apuntaba en ese sentido. También no se concedió. apuntaba en ese sentido la existencia de varios redi- les y chabolas en el Recuenco y el recuerdo entre los En 2003 finalizó el proyecto de investigación, como vecinos de una actividad ganadera y pastoril más in- se ha apuntado ya, por falta de recursos. Pero todavía tensa antiguamente. al año siguiente, a título personal, se realizó una visita para comprobar el estado de conservación de algu- Resultaba extraño, en cualquier caso, su ubicación nos yacimientos catalogados, en previsión de que la junto al cortado y la presencia de “foso”. Pero, en publicación, ya para esa fecha, de algunos de los re- este sentido, la información recogida entre los veci- sultados del programa, hubiera despertado el interés nos, nuevamente, hablaba de que “antes”, cuando de algún desaprensivo.

90 Nivel Cero 12 2010 EL CAMPAMENTO ROMANO DE CASTRILLO, EN LAHOZ (VALDEREJO, ARABA)

Entre otros yacimientos se visitó Castrillo. Fue enton- ces cuando se comprobó la existencia de una claví- cula externa como sistema de acceso. De esta forma, Castrillo se convirtió en un campamento romano de campaña.

En la práctica, a efectos de catalogación, esta cir- cunstancia no pasaba de ser un mero formalismo, un replanteamiento cronológico, puesto que el régimen de protección del patrimonio incluye por igual los vestigios arqueológicos y etnográficos1, y una vez ob- tenido el permiso pertinente, realizado una interven- ción arqueológica y recogida su noticia en Arkeoikuska 2003 (Gómez, 2004), se entiende que, oficialmente, pasa a “existir” un pedazo del patrimonio del que an- tes no se tenía noticia.

3. EL CAMPAMENTO

Coordenadas: X: 480339 Y: 4748558 Z: 997 m.

Lugar: Castrillo.

Localidad: Lahoz (Valderejoko Parke Naturala / Par- que Natural de Valderejo). Fig. 2. Campamento de Castrillo.

Ayuntamiento: Gaubea / Valdegobía. planta es rectangular con esquinas redondeadas (Fig. El término de Castrillo abarca la zona superior de 3). Presenta unas dimensiones totales máximas de 71 una lengua de tierra que desde el Recuenco, al norte, m de largo por 44 m. de ancho en el punto máximo desciende hacia el valle en dirección sur (González y 34 m. en el punto mínimo, al sur. El perímetro de- Salazar, 1989: 58-59, nº 246). El campamento se en- fensivo se articula mediante un pequeño terraplén de cuentra cerca del extremo sur, encima del pueblo de tierra (agger). En el reborde del mismo se aprecia una Lahoz. alineación de piedras que lo recorre en su totalidad, de una anchura que oscila entre 1 y 1’20 m. Una pe- Todas las cimas que delimitan Valderejo quedan muy queña depresión en el terreno, al exterior del agger, por encima de este punto, sin embargo, se encuentra indica claramente la existencia de foso (fossa), visible en una zona central del valle por lo que domina un en sus lados oeste y sur, con una anchura en los lími- amplio arco visual que incluye todos los posibles ac- tes superiores que oscila entre unos 5-6 m.; al norte cesos a este punto. es de suponer que debiera existir, pero no se aprecia en superficie. Resulta tentador relacionar el término “castrillo” con el campamento romano, quizá como reminiscencia No se aprecian derrumbes en la alineación de piedras del mismo, pero en esta zona alavesa es frecuente que del agger, por lo que también es de suponer que la “castro” se emplée para designar los cortados de roca defensa se completaría con una empalizada (vallum) naturales, y es que el reborde oeste de toda la lengua y esta alineación actuaría como refuerzo en la base de tierra viene delimitado por este accidente natural. de la misma.

La estructura se adosa al cortado para aprovechar El acceso se realiza por el norte mediante una puer- la defensa natural. La orientación del mismo, por lo ta en clavícula (Pseudo Hyginio, 55), concretamente tanto, toma como el eje NO-SE como el principal, una clavícula externa (Lenoir, 1977, Peralta, 2002: lo que altera la orientación ideal de un campamento 55) (Fig. 4). Este es uno de los sistemas característicos pero que se justifica como indispensable para apro- de articulación de los accesos en los campamentos ro- vechar las ventajas del terreno (Fig. 2). El diseño en manos de campaña. Consiste en la prolongación del agger hacia el exterior describiendo un cuarto de cír- culo. En este caso, en contra de las pautas habituales, 1 Ley 13/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español; se ha optado por colocar la puerta junto al cortado Ley 7/1990, de 3 de julio, de Patrimonio Cultural Vasco. para optimizar la defensa.

Nivel Cero 12 2010 91 ANTXOKA MARTÍNEZ VELASCO

Fig. 3. Croquis de las estructuras.

La clavícula está realizada mediante una alineación de piedras con un esquinal en ángulo recto en su unión con la alineación de piedras del agger (figura 4). En superficie se aprecia sin problemas el careado interno del arco. El radio interno es de 1’5 m. aproxi- madamente. Queda separada del cortado unos 3’5-4 m. hasta el punto de caída libre, aunque el espacio útil de paso entre el cortado y la clavícula es de 2 m. Fig. 3. Puerta en clavícula. puesto que a partir de ese punto comienza a adquirir una fuerte pendiente. en torno a los 370 legionarios, menos de una cohor- Es de suponer que la zona del cortado la defensa se te. Pero debemos tener en cuenta que no es probable complementaría con una prolongación de la empali- que toda la zona de acampada estuviese ocupada, zada pues, si bien la caída natural constituye de por dejando libre, como mínimo, el perímetro interno de sí una buena defensa, esta no es excesivamente alta, la defensa (intervallum) para facilitar su acceso y trán- alcanzando los 4 m. aproximadamente. sito y algunos espacios para el tránsito, por lo que los efectivos serían menores. Si a ello le unimos el hecho, Todos estos datos permiten definir la estructura de como se ha mencionado, de que se acampa por uni- Castrillo como un castra aestiva, un campamento ro- dades, la cifra aproximada, podría rondar en torno a mano de campaña2. las 2-3 centurias, 160-240 hombres (Le Bohec: 2004: 33-39; Goldsworthy, 2005: 46-48). Queda una última cuestión con relación con la des- cripción del campamento: el espacio útil de acam- 4. CRONOLOGÍA Y FUNCIONALIDAD pada. Este es un dato importante porque, como es sabido, las medidas de un campamento se ajustan Una vez identificado y descrito este campamento, al contingente de tropas que alberga y, además, se son dos las cuestiones principales que suscita, ambas acampa por unidades, lo que ayudaría a determinar estrechamente relacionadas. La primera es la crono- el número de legionarios que circularon por Valde- logía. rejo. A falta de datos que permitan establecer una crono- El cálculo se realiza a partir del área que ocupa el logía absoluta, contamos con una fechación relativa: recinto, unos 2074 m2, dividida entre 5’6 m2 que se la clavícula. estiman eran los destinados a cada legionario en los campamentos cesarianos de la batalla del Aisne con- Los sistemas de acceso en clavícula se documentan tra los Belgas en el 57 a.C. Esto proporciona una cifra desde época cesariana hasta mediados del siglo II d.C. (Peralta, 2002: 55; Kahrstedt, 1937; Lenoir, 1977; Reddé, 1995). Por lo tanto, con ánimo de 2 Polibio, VI, 27-42; César, Corpus Cesarianum; Livio, XLIV, 39, acotar el margen cronológico, y teniendo en cuenta 2-5; Flavio Josefo, Bello Iudaico, III, 77-92, Pseudo Hyginio, De donde se ubica este campamento, el punto de partida munitionibus castrorum; Vegecio, I, 21-25; III, 8. Para todo lo re- podría establecerse en torno al Bellum Civile, ya que lacionado con los campamentos de campaña, arqueología, fuentes, etc.: Peralta, 2002. las operaciones militares llevadas a cabo por César

92 Nivel Cero 12 2010 EL CAMPAMENTO ROMANO DE CASTRILLO, EN LAHOZ (VALDEREJO, ARABA) en Hispania anteriores a esa fecha se dirigen contra se prospectaron todos aquellos lugares suscep- los galaicos. tibles de albergar vestigios de poblamiento de esta época. Sí se tiene noticia de un castro en las No se tiene, por el momento, noticia del hallazgo en proximidades, no en Valderejo. Se encuentra en la Península de ninguna clavícula externa. Se conoce la Peña Gobía, en Arroyo de San Zadornil, en la una duplex en el campamento de Valdemeda (León) Jurisdicción de San Zadornil (Llanos, 1974: 109; (Sánchez-Palencia, 1984), y todas las conocidas en los Bohigas et alii 1984: 58). Pero teniendo en cuenta campamentos de las Guerras Cántabras son internas: el emplazamiento, el patrón de asentamiento que las los campamentos de Cildá, El Cantón o La Re- se deriva del mismo y los materiales, Llanos (idem) donda y El Campo de Las Cercas, en el asedio de lo clasifica como de la I Edad del Hierro, lo que La Espina del Gallego (Sierra del Escudo, Cantabria) sitúa este castro en un ámbito temporal diferente (Peralta 1999, 2001a, 2001b¸ 2004), las del campa- al campamento. mento de El Cincho (La Población de Yuso, Canta- bria) (García Alonso, 2002, 2003), la del campamen- También se encuentran algo alejados los núcleos de to principal (castra principalis) del asedio de La Loma población que pudieran ser contemporáneos al cam- (Santibánez de la Peña, Palencia) (Peralta, 2006) o la pamento. El principal a destacar es Los Castros de del campamento de Castillejo, frente al Monte Ber- Lastra, en Caranca (Sáenz de Urturi, 1977, 1974 a norio (Pomar de Valdivia, Palencia) (Peralta, 2001c) 1997), identificado con Uxama Barca (Solana, 1974: 75; Albertos, 1978, 1984: 269; García, 2003: 288- El punto de destino parece, a priori, excesivo llevarlo 290), una de las principales ciudades de los autrigo- más allá de las Guerras Cántabras. nes, con la que no tiene siquiera contacto visual.

Esta cronología relativa, en cualquier caso, no termi- No parece razonable relacionar este campamento na de resolver el problema; son demasiados los he- con el proceso de conquista. No hay poblados en el chos bélicos que se dieron en ese espacio de tiempo. valle y por lo tanto no hay a quien conquistar. Tam- poco parece razonable relacionarlo con Uxama Bar- ¿Qué hace un campamento como este en un lugar ca o con los otros poblados de Valdegobía o Losa; el como ese? Esta es la segunda cuestión. campamento debiera estar más próximo a su objetivo si fuera ese el caso3. Estar alejado de los núcleos de Una propuesta razonable que apunte una explica- población también hace dudar de la posibilidad de ción a ambas cuestiones, sin embargo, depende de plantear la recluta de tropas auxiliares. No atraviesa otros factores históricos. Veamos algunos. calzadas Valderejo. No hay obras públicas. Tampoco pasos importantes que controlar. 1. Las diferentes reconstrucciones paleogeográfi- cas de este pueblo al uso, a partir fundamental- Pero el campamento es de campaña, por eso debié- mente de los datos de Ptolomeo (Geografía II, 6, ramos encontrar la respuesta en los hechos bélicos. 52. García, 2003), sitúan a Valderejo dentro del territorio Autrigón (Solana, 1974: 42-44; Santos A partir de la cita de Livio (Per. XCI )4 se admite como et alii, 1993: 453-455; Llanos, 2002: 66, fig. 58), un convencionalismo que los autrigones entran en con un límite este que se establecería, aproxima- contacto con Roma en las Guerras Sertorianas, du- damente, en la Sierra de Arkamo, suficientemente rante la campaña de castigo que Sertorio lleva con- alejado como para incluir en la autrigonia todo tra autrigones y berones en la primavera del 76 a.C. este valle. (García Morá, 191: 210-211), aunque la cita, también da a entender que ya hay contactos previos5. Pero la 2. Valderejo no es zona de paso sino de destino. La vía 34, como referente principal de la región, que- da lejos (Roldán, 1975; Magallón, 1996). Dos ru- 3 Vid. p.e. Peralta 1999; 2001a; 2001b¸2004 y 2006, para el em- tas tradicionales secundarias atraviesan los valles plazamiento de los campamentos en el asedio de La Espina del vecinos, Valdegobía al este y Losa al norte. Ningu- Gallego (Sierra del Escudo. Cantabria) y el asedio de La Loma na vía o ruta, principal o secundaria, atraviesa Val- (Santibáñez de la Peña. Palencia) 4 derejo. Evidentemente, hay rutas que atraviesan el Livio. Per. XCI. “Ipse cum suo exercitu in Berones er Autricones progredi statuit, a quibus saepe per hiemem, cum ab se oppugna- valle, pero son marginales y con un uso limitado al rentur Celtiberae urbes, impoloratam esse opem Pompei compere- entorno próximo. rat missosque qui itinera exercitui Romano monstrarent...” 5 Livio. Per. XCI: Decidió avanzar él mismo con su ejército contra 3. No hay castros a la vista. La campaña del año los berones y los autrigones, porque había descubierto que estos 2001 se planteó como una prospección de cober- dos pueblos, mientras él asediaba las ciudades de los celtíberos, tura total. Se tuvo en cuenta el patrón de asen- durante el invierno habían implorado la ayuda de Pompeyo y le habían enviado guías para que indicasen el camino al ejército ro- tamiento de la Edad del Hierro de la comarca y mano; ... Trad. Segura, 1997: 40-41.

Nivel Cero 12 2010 93 ANTXOKA MARTÍNEZ VELASCO cronología de la clavícula, cesariana o posterior, no ñalar. En la Cueva del Puente (Junta de Villalba de permite relacionar ambos hechos. Losa, Burgos) (Ortega, 1999: 258-263), unos kiló- metros al noreste de Valderejo, en el valle de Losa Hay una cita de César, escueta, sobre la recluta de fueron halladas un total de 5 inscripciones, algunas tropas por parte de Afranio, legado de Pompeyo, en- de las cuales se han identificado como realizadas por tre los pueblos que habitan la costa cantábrica en los alguna patrulla militar romana (Abásolo, 1998). Estas momentos previos a las operaciones militares de Iler- inscripciones se han fechado en la primera mitad del da, en el año 49 a.C.: siglo III d.C. Las puertas en clavícula, tal y como se menciona más arriba, se documentan hasta media- “His rebus constitutis, equites auxiliaque toti Lusitaniae dos del siglo II d.C. No hay, por lo tanto, relación a Petreio, Celtiberiae, Cantabris barbarisque omnibus entre ambos hallazgos. qui ad Oceanm pertinent ab Afranio imperatur” 5. CONCLUSIONES CÉSAR, BC., 1, 386 En conclusión, en el término de Castrillo de Valdere- Se ha sugerido tener en consideración esta cita de jo nos encontramos con un campamento de campaña César en el sentido de que pudiera ser indicativa de la levantado por un destacamento romano en el territo- existencia de operaciones militares (Unzueta, 1996: rio de los autrigones en el transcurso de algún hecho 165; Martínez Salcedo, 2004: 39). Pero la cita con- bélico. El acceso, articulado a partir de una puerta tinúa con un Quibus coactis, ... (César, BC, 1, 38)7. En en clavícula externa, constituye en estos momentos el dos palabras deja resuelto el asunto... único elemento que permite establecer un referente cronológico, que se extiende desde tiempos de César Más allá de estos hechos bélicos, poco más se puede hasta mediados del siglo II d.C. Son muchas las pre- aportar en estos momentos con relación a este tema. guntas que suscita pero, en estos momentos, estos son Sí queda, por último, una pequeña cuestión que se- los únicos datos que se pueden confirmar.

6 Tomada esta decisión, Petreyo exige a toda la Lusitania la apor- tación de jinetes y tripas auxiliares y Afranio ordena lo mismo a la Celtiberia, a los cántabros y a todos los pueblos bárbaros que se extienden hasta el Océano. Trad. Segura, 1997: 118. 7 Reunidos estos contingentes militares, ... Trad. Segura, 1997: 119.

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¿SAN MILLÁN EN VALDERREDIBLE? REFLEXIONES A PROPÓSITO DE UNA PUBLICACIÓN RECIENTE

Enrique GUTIÉRREZ CUENCA Proyecto Mauranus [email protected] José Ángel HIERRO GÁRATE Proyecto Mauranus [email protected]

1. INTRODUCCIÓN quieren siempre de evidencias extraordinarias y con- sideramos que, en este caso concreto, tiene más vali- En la primavera y el verano de 2007 la prensa de Can- dez que nunca. Y lo hacemos porque llevamos más tabria recogía la noticia de la aparición de un trabajo de una década dedicados al estudio de la Tardoanti- que relacionaba a San Millán, un famoso monje del güedad en Cantabria y conocemos las escasas fuentes siglo VI, con las iglesias rupestres de Valderredible1 . documentales que tratan de la relación de San Millán La investigación, obra del profesor de la University of con esta región. Sobre todo la única que puede ser Tennessee Gregory Kaplan, demostraría la estancia de considerada como directa para el conocimiento de la San Millán en Valderredible durante los últimos años vida de este personaje, la Vita Sancti Emiliani, escrita de su vida, el depósito de sus restos mortales en ese por Braulio de Zaragoza alrededor del año 636. Por valle cántabro y la creación de un importante foco eso, tras asistir asombrados a la presentación de las de peregrinaje en la zona motivado por la presencia tesis de Kaplan y comprobar que dice haber encon- de esas reliquias. Además, en esas mismas fechas el trado en esa misma obra las pruebas de la estancia profesor Kaplan anunciaba el inicio de una nueva y muerte de San Millán en Valderredible, no hemos investigación, que probaría que el origen de la len- podido sentir otra cosa que perplejidad. Por nosotros gua castellana está en Valderredible y que empieza a y por todos los demás autores que han manejado la crear ciertas expectativas en la comarca2. Esta teoría, Vita y no han sido capaces de encontrar esas eviden- qu que se apoya en la que acababa de plasmar en la cias. Podemos llegar a asumir nuestra incompetencia, obra que analizamos en este trabajo, es el conteni- pero nos cuesta creer que historiadores de la talla de do principal de un nuevo volumen cuya publicación Joaquín González Echegaray, por poner un ejemplo se anuncia para marzo de 2009. En el momento de cántabro ilustrativo, hayan investigado este tema y escribir estas líneas, sabemos que la obra ha sido edi- tampoco hayan sido capaces de localizar los datos tada, pero escasamente distribuida. que Kaplan dice tener. Por tanto, nos hemos sumer- gido en la obra del profesor estadounidense con la Este artículo pretende hacer un análisis crítico de las esperanza de asistir a una completa revolución histo- tesis sostenidas por Kaplan en su obra El culto a San riográfica, esperando encontrar esos pasajes que tan Millán en Valderredible (Cantabria): las iglesias rupestres y la esquivos habían sido a los demás autores. formación del Camino de Santiago (2007), que reproduce y amplía un trabajo anterior (Kaplan, 2006). Más allá Lamentablemente y como se podrá comprobar en las del ruido mediático y de los debates políticos, con- siguientes líneas, no existen esas evidencias extraordi- sideramos muy necesaria una revisión del trabajo narias antes citadas, tan necesarias en una obra que de este investigador desde parámetros estrictamente pretende poner patas arriba un panorama histórico- científicos. arqueológico relativamente bien asentado durante décadas. Muy al contrario, del análisis de esa única Estamos completamente de acuerdo con la máxima fuente documental y de los resultados de los traba- que sostiene que las afirmaciones extraordinarias re- jos arqueológicos realizados en las últimas décadas en algunos de los escenarios –reales o supuestos– de la vida de San Millán, únicamente puede concluirse 1 El Diario Montañés, 14 de mayo de 2007, 31 de mayo de 2007 y 1 de agosto de 2007. Alerta, 1 de agosto de 2007. que la tesis de Kaplan carece de fundamento. Dedi- 2 El Diario Montañés, 22 de agosto de 2008. caremos las líneas que siguen a demostrarlo. ENRIQUE GUTIÉRREZ CUENCA Y JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

2. LA GEOGRAFÍA DE LA VIDA DE Todas estas localizaciones mencionadas en la obra SAN MILLÁN de Braulio han sido objeto de la atención de histo- riadores y arqueólogos desde antiguo. En las últimas La única fuente directa que existe acerca de la vida décadas algunos trabajos se han ocupado de su iden- de San Millán es la Vita Sancti Emiliani. Se trata de tificación (Castellanos, 1998 y 1999; Espinosa Ruiz, una pequeña obra hagiográfica que narra la vida y 2003), aportando evidencias toponímicas, documen- milagros del santo, desde su juventud como pastor tales y arqueológicas. En general, desde hace tiempo hasta más allá de su muerte, ocurrida alrededor del existe un amplio consenso al respecto, si exceptuamos año 574. Fue escrita por Braulio, obispo de Zaragoza la cuestión de la localización y la extensión de Canta- entre 631 y 651, como respuesta a un encargo de su bria, como veremos más adelante. Como recoge Gar- hermano Fronimiano, que recogía otro anterior de su cía Turza (1997: 11) y secunda la mayor parte de los también hermano y predecesor en la sede episcopal investigadores que han dedicado su atención al tema, cesaraugustana, Juan. La obra, concebida para ser “los hechos de la narración de San Braulio tuvieron leída en la misa del día de la celebración de San Mi- lugar en el territorio de La Rioja”. llán, se redactó a partir de una serie de testimonios –de los monjes Citonato, Sofronio, Potamia y Geron- El castellum Bilibio se identifica con las peñas o riscos cio– recogidos por Fronimiano, quien probablemente de Bilibio, en Haro (La Rioja) (Castellanos, 1998: fue abad de la comunidad monástica surgida, ya en 104-105 y 1999: 27-28; Espinosa Ruiz, 2003: 82). En vida del santo, alrededor de su oratorio (Castellanos, la punta más elevada, llamada San Felices, se encuen- 1998: 29-35). Debe hacerse notar el esfuerzo que tra una ermita construida sobre una covacha con ad- hace Braulio por buscar noticias de primera mano, vocación a ese santo, que fue quien instruyó a Millán algo que no siempre ocurre en la producción hagio- en la ascesis. El monte, habitado durante la primera gráfica de la época y que es característico de laVita . Edad del hierro y citado como castellum en la Vita, cuenta con restos de amurallamientos de piedra de Para la redacción de este trabajo hemos consultado cierta envergadura en su lado norte, zona en la que la edición crítica de la obra publicada por Vázquez se han producido hallazgos casuales de cerámicas tar- de Parga (1943). Existe una traducción al castellano dorromanas, concretamente de Terra Sigillata Hispá- del texto de Braulio, realizada por Toribio Minguella nica Tardía. Además, a su pie, existen algunas cuevas (1883), pero hemos preferido manejar el texto origi- artificiales que han podido ser utilizadas como eremi- nal latino. Por tanto, salvo que se indique lo contra- torios (Pascual Mayoral et alii, 2006). Frente a él y al rio, todas las citas textuales en latín están tomadas de otro lado del Ebro, encajonando el río, se encuentra la edición de Vázquez de Parga y todas las traduccio- el castro de Buradón. Se trata de un yacimiento con nes que las acompañan son nuestras. una secuencia que va desde la Edad del Bronce hasta la Alta Edad Media y que presenta restos de haber La Vita Sancti Emiliani cuenta cómo Millán, un joven gozado de cierta importancia durante el tránsito en- pastor, siente la llamada divina y va en busca de Felix, tre la Antigüedad y el Medievo (Unzueta y Martínez, un famoso eremita que habita en el castellum Bilibium. 1994). Bilibio aparece recogido, con esa misma forma Tras pasar allí unos años, se traslada a un lugar cerca u otras similares, en documentación medieval de los de la villa Vergegio, donde vive una temporada. De allí, siglos XI, XII y XIII (Castellanos, 1995: 35, nota 31). abrumado por la popularidad que comienza a tener, Acerca de su etimología, la interpretación que cuenta se retira a lo más apartado del mons Dircetius donde con más aceptación es la que relaciona el topónimo practica la ascesis. Pero su fama es tal que el obispo con el teónimo prerromano Baelibio, atestiguado epi- Dídimo de Tirasona, la actual Tarazona, le pone al gráficamente unos 30 km al norte, en Angustina (Ála- cargo de la ecclesia Vergegio, puesto del que es expulsa- va) (Sáenz de Buruaga, 1994). do no mucho después, debido a ciertas prácticas su- yas, quizá demasiado “evangélicas” para las costum- La identificación de Vergegio con la actual Berceo pa- bres del clero de la época. Se retira a su oratorium, en rece fuera de toda duda y tiene total aceptación en el que pasará el resto de sus días y donde reposarán la historiografía, considerándose ya superada la po- sus reliquias. En ese tiempo que transcurre hasta su lémica que pretendía situarlo en Aragón (Monreal muerte, Millán realiza una serie de milagros sobre Jimeno, 1988: 73-74). El carácter de villa que se le numerosas personas –o sobre sus propiedades– bien atribuye en la Vita ha hecho que algunos autores lo recibiéndolas en su oratorio, bien desplazándose él interpreten como un núcleo de población desarrolla- desde allí. Algunos de sus lugares de procedencia son do a partir de una explotación vilicaria tardorromana el territorio de Amaia y Parpalines. También le es reve- (Castellanos, 1999: 32-33). lada la conquista de Cantabria por Leovigildo y realiza milagros post mortem, algunos de ellos sobre personas Al igual que ocurre en el caso anterior, la ubicación que viven en Banonicus y en Pratum. del mons Dircetius, a cuya zona más apartada se retira Millán a practicar la anacoresis, goza de un consenso

98 Nivel Cero 12 2010 ¿SAN MILLÁN EN VALDERREDIBLE? REFLEXIONES A PROPÓSITO DE UNA PUBLICACIÓN RECIENTE absoluto entre los autores que han tratado el tema. La a Logroño3 (Flórez, 1768: 204). Aunque esta locali- identificación de ese monte con la vertiente riojana zación riojana ha sido aceptada, con más o menos de la Sierra de la Demanda viene dada por la existen- matices, por algunos autores, existen argumentos de cia de una prueba epigráfica de primer nivel: un ara peso, aparte del filológico ya mencionado, para des- de época romana consagrada al dios Dercetius, encon- echarla. En primer lugar, que la propia tradición del trada en la ladera del monte del Castillo, muy cerca monasterio de San Millán de La Cogolla establecía, del monasterio de Suso (Espinosa Ruiz, 2003: 82-83). en la Edad Media, que la Cantabria de la Vita era En este caso, como muy probablemente ocurriera en la misma que la de época romana, tal y como que- el de Bilibio, nos encontramos ante lugares sagrados, da reflejado en la “nota de Cantabria” del Códice exponentes del culto a los montes prerromano y de Emilianense 39 (González Echegaray, 1998). En esa época romana. No parece casual, por tanto, que sean anotación marginal, realizada en la segunda mitad elegidos por eremitas cristianos para llevar a cabo del siglo XI por un copista anónimo del scriptorium del sus prácticas religiosas en ellos. En cuanto al lugar monasterio riojano, puede leerse que “Cantabria está concreto en el que tiene lugar el retiro de Millán, la en el monte Iggeto, junto a la fuente del Ebro”4 (Ibidem: tradición señala a la “ermita del santo”, una pequeña 78). Además, los restos arqueológicos del Monte Can- construcción semirrupestre que aprovecha un abrigo tabria riojano han sido objeto de varias campañas de rocoso y que sigue siendo objeto de culto, con forma excavaciones que han permitido identificar en él dos de romería anual, por los habitantes de la zona. momentos de ocupación: uno berón, de la II Edad del Hierro; y otro altomedieval, con un momen- El oratorio de Millán, en el que pasa retirado una to fundacional en el siglo XII, del que datarían las buena parte de su vida, se localiza tradicionalmente obras de la muralla que aún se observan en superficie en el interior del Monasterio de San Millán de Suso, (Pérez Arrondo, 1979 y 1985; Pérez Arrondo et alii, muy cerca de Berceo, en La Rioja. Por su parte, el 1990). Como puede observarse, no se han localiza- lugar denominado Parpalines ha sido identificado con do restos de cronología tardoantigua que atestigüen un despoblado llamado Parpalinas, en Ocón, tam- la existencia de un enclave como el señalado en la bién en tierras riojanas y a unos 50 km del anterior. obra de Braulio5, por lo que puede descartarse casi Sobre ambos trataremos con más detalle más adelan- completamente esa identificación. No obstante, un te, dada su importancia para los fines de este trabajo. trabajo reciente que aborda este debate (Bango Tor- viso, 2007: 28-29) llega a expresarse en términos que La identificación de la Amaia del texto con el yaci- parecen coincidir con los de Kaplan, con la siguiente miento arqueológico de Peña Amaya, en el Norte de reflexión: “¿Cuál es el territorio en el que Emiliano la Provincia de Burgos, es otra de las que goza de desarrolló su actividad? La respuesta , apoyándonos amplio consenso. En la zona denominada “El Casti- en Braulio, no tiene ninguna duda: Cantabria. De llo” se localizan los restos arqueológicos de un peque- manera indirecta, pero muy precisa, nos informa so- ño castro de la II Edad del Hierro, un asentamiento bre quiénes son los que conocen la historia de Emi- romano de cierta entidad –con origen campamental liano: “todos los cántabros han podido conocerla de durante las Guerras Cántabras y que perdura hasta vista o de oídas” [VSE, XV]”. A continuación ofrece época visigoda– y un castillo y una aldea medieva- su propuesta del espacio geográfico que ocupa esa les (Quintana López, 2008). Aunque los trabajos ar- “Cantabria” a la que se refiere, que llegaría desde el queológicos llevados a cabo en el yacimiento no han norte de Palencia y Burgos hasta territorio riojano conseguido dar con los niveles de ocupación tardoan- y navarro, idea que es, a nuestro entender, bastante tiguos, se conocen algunos objetos de esa época reco- discutible. gidos en superficie hace décadas. Entre ellos destacan dos placas de cinturón hispanovisigodas de tipo liri- 3 forme (Pérez Rodríguez-Aragón, 2006: 159 y 2006: El principal argumento de Flórez residía en la utilización del tér- mino excidium en el pasaje de la Vita que trata de la destrucción de 160) y un anillo signatario de oro (Osaba y Ruiz de Cantabria (excidium Cantabrie), ya que lo consideraba más propio de Erenchun, 1970). ser aplicado a una ciudad que a una región o territorio. Sin em- bargo, existe un paralelo muy cercano en el tiempo que desmiente Por lo que respecta a la Cantabria del texto, hay que esa teoría: la obra de Gildas, De excidio et conquestu Britanniae, escrita señalar que ha existido un importante debate ya des- también en el siglo VI y en el que excidium, en este caso en ablativo, se aplica no a una ciudad sino a toda la isla de Britania. de los primeros trabajos sobre el tema. Acompaña a 4 “Cantabriae sita est in mons Iggeto, iuxta fons Iberi”. este debate otro sobre si esa Cantabria de la Vita es 5 Sin embargo, en algunos de los primeros informes de excavación un territorio o una ciudad. Sin ir más lejos, el mismo se cita el hallazgo de cerámicas tardorromanas (Pérez Arrondo, Flórez, en el siglo XVIII, proponía su identificación 1979: 76) y en el Museo de La Rioja se guardan algunas ollas de con la ciudad situada en el Monte Cantabria, junto aspecto Tardoantiguo procedentes de Monte Cantabria (Sánchez Trujillano et alii, 2002: 254-255). La existencia del nivel tardorro- mano es descartada posteriormente por los propios excavadores, mientras que la cronología de las cerámicas sólo podría acreditarse mediante la obtención de fechas absolutas.

Nivel Cero 12 2010 99 ENRIQUE GUTIÉRREZ CUENCA Y JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

Los lugares de Banonicus y de Pratum aún no han po- - La peregrinación a Valderredible para visitar las dido ser identificados, aunque del segundo consta, reliquias de San Millán entre los siglos VII y IX, por la propia Vita, su cercanía al oratorio de Millán. que tiene como destino las iglesias rupestres, está Algunos autores han propuesto situar el primero de en la génesis del Camino de Santiago que pasa por ellos en Baños de Río Tobía (Castellanos, 1999: 34) la comarca. y el segundo en Campo (Espinosa Ruiz, 2003: 83), ambos muy cerca de Berceo y con importantes restos A continuación vamos a analizar cuáles son los ar- de época tardorromana. gumentos que maneja el investigador estadounidense para sostener estas afirmaciones, confrontando sus 3. ANÁLISIS CRÍTICO DE LA TESIS tesis con el texto de la Vita Sancti Emiliani, con la tra- DE EL CULTO A SAN MILLÁN EN dición historiográfica y con los datos que aporta la VALDERREDIBLE investigación arqueológica.

La obra de Gregory B. Kaplan El culto a San Millán en 3.1. la localización en Valderredible del Valderredible (Cantabria): las iglesias rupestres y la formación oratorio de San Millán del Camino de Santiago (2007) defiende tres ideas fun- damentales: La idea principal de la tesis de Kaplan, aquélla so- bre la que apoya toda su argumentación, es que San - San Millán se retiró a Valderredible tras ser sepa- Millán, tras ser destituido de su cargo en la iglesia de rado del cargo que le habían encomendado en la Berceo, se retira a un oratorio localizado en Valde- iglesia de Berceo. En esta comarca cántabra desa- rredible, en el que pasa el resto de sus días. En sus rrolló parte su actividad, murió, recibió sepultura propias palabras: “En Vita Sancti Emiliani se revela y allí permaneció su sepulcro hasta que en el siglo un vínculo geográfico entre Millán y dos regiones, la X fue trasladado a San Millán de la Cogolla. del actual monasterio riojano de la Cogolla y Valde- rredible. Como se relata en Vita Sancti Emiliani, tras - El oratorio de San Millán y su sepultura se ubi- una estancia en la región cerca del monasterio de la caron en alguna de las iglesias rupestres de Valde- Cogolla, Millán huye de esa zona y vive unos treinta rredible, que fueron construidas en el siglo VII, tal años en una cueva, u oratorio, donde recibe visitas de y como evidencia la modulación de sus arcos de gente que busca curas milagrosas. La probable ubi- herradura. cación en Valderredible de este oratorio se revela en

Mar Cantábrico

Presillas de Bricia Arroyuelos El Tobazo Río Ebro Campo de Ebro Cadalso Santa María de Valverde

Amaia Buradón Castellum Bilibio

Monte Cantabria

Pratum(?) Vergegio Banonicus(?) Oratorium Parpalines Monasterio de Suso Leyenda Mons Dircetius Lugares citados en la Vita Sancti Emiliani Iglesias rupestres de Valderredible Yacimientos arqueológicos y otros lugares Cantabria en época romana Límites provinciales actuales

Tirasona

Fig. 1. Localización de lugares mencionados en el texto.

100 Nivel Cero 12 2010 ¿SAN MILLÁN EN VALDERREDIBLE? REFLEXIONES A PROPÓSITO DE UNA PUBLICACIÓN RECIENTE una variedad de detalles que se incluyen en Vita Sancti El pasaje de la curación de la sierva del senator Sico- Emiliani, una obra que comprueba la existencia del rius permite al autor norteamericano abundar en su culto a Millán en Valderredible hasta mediados del conclusión anterior, planteando una equiparación siglo VII” (Kaplan, 2007: 21). entre senator y cántabro que discutiremos más adelan- te: También una sierva del senador Sicorius, ciega desde hacía Podemos comprobar cómo, en el mismo párrafo, mucho tiempo, le ruega para que le restablezca la vista7. En primero se afirma el “vínculo” entre Millán y Valde- palabras de Kaplan: “Debido a que es una criada de rredible para, unas líneas más abajo, hablar de una alguien que forma parte del senado, es de suponer “probable ubicación” en ese territorio. Esta combi- que la ciega curada por Millán procede de Amaya, nación de afirmaciones tajantes y del uso del condi- revelando así la existencia de un tráfico de peregri- cional es una constante a lo largo de toda la obra, naje entre la capital y el oratorio, algo que a su vez como tendremos ocasión de comprobar en las citas refuerza la teoría de que Millán se refugió en Valde- textuales, y no parece que vaya más allá de un mero rredible” (Kaplan, 2007: 85) recurso estilístico. Esa misma identificación es utilizada de nuevo en el Sin embargo, Valderredible no aparece citado en caso del exorcismo de la pareja de senatores formada ninguna parte de la Vita Sancti Emiliani de Braulio de por Nepotianus y Proseria, de cuyo origen la Vita no pro- Zaragoza, ni con esa forma ni con ninguna otra. Y porciona detalles pero que le permite incidir en su la “variedad de detalles” que según Kaplan demos- tesis: Qué diré pues de los senadores Nepotianus y Proseria? trarían la localización del oratorio en esa comarca, (…) ninguno de los Cántabros hubiera podido no verlo u oírlo8. como veremos, se limitan a las referencias a dos mu- Para Kaplan se trata de un pasaje fundamental, tal y jeres del territorio de Amaia, a los senatores y a la visión como afirma en las siguientes líneas: “… Nepociano de Millán sobre la destrucción de Cantabria. y Proseria, cuya procedencia de la capital es evidente en el hecho de que los dos son senadores (…)” (Ka- Sobre Bárbara y la otra mujer que pudiera proceder plan, 2007: 85), y un poco más adelante: “… una de de Cantabria, el relato de Braulio únicamente indica las referencias braulianas (el hecho de que todo el que proceden del territorio de Amaia, algún detalle pueblo cántabro se entera de la cura) que más sugiere menor acerca de su viaje, cuáles eran sus lesiones y que Millán se refugió en Cantabria” (Ibidem: 113). cómo fueron sanadas: A una mujer llamada Barbara, traí- da de tierras de Amaia, contraída por la parálisis y gravemente Finalmente, el relato de la visión del santo sobre la afligida, gracias a la oración del santo le fue devuelta su salud, destrucción de Cantabria y su aviso al senatus cántabro perdida desde hacía mucho tiempo. Y también fue implorado, en cierran el abanico de pruebas manejadas por Kaplan los días de cuaresma, para que fuera curada por él otra, trans- para situar a Millán en Valderredible al final de sus portada en un carro desde el mismo territorio porque, carente del días: Ese mismo año, en los días de Cuaresma le es revelada la uso de sus pies, hacía tiempo que estaba coja6. destrucción de Cantabria. Enviando un mensajero allí ordena que su senado esté presente el día de la celebración de la Pascua. Sin embargo, Kaplan es capaz de encontrar en esos Se reúnen en la fecha señalada. Él cuenta lo que ha visto. Les breves textos referencias indirectas a la localización reprende por sus crímenes, matanzas, robos, incestos, violen- del refugio de Millán. Su explicación es la siguiente: cias y demás vicios. Les ordena que hagan penitencia por todos “Una de los primeros peregrinos es una mujer para- ellos. Aunque todos le escuchaban respetuosamente, pues era lítica, Bárbara, que viene de Amaya, la capital cán- para ellos tan digno de veneración como uno de los discípulos de tabra hasta su conquista por Leovigildo (Minguella nuestro señor Jesucristo, uno, llamado Abundantius, le dijo que 25). La ubicación de Amaya, a unos veinte km. al sur había perdido el juicio por la vejez. A él le anuncia que lo expe- de Valderredible, sugiere que el oratorio estaba entre rimentará por sí mismo, lo que después probaron los hechos, ya las iglesias rupestres que se estudian en los capítulos que murió a manos de la espada vengadora de Leovigildo. Quien cinco a diez de este libro. La posibilidad de que la acometiendo de la misma manera, con engaño y perjurio, a los procedencia de Bárbara sea un indicio de la ubica- demás, sobre los que pendía la furia de dios porque no habían ción del oratorio en Valderredible se infiere de nuevo corregido sus actos inicuos, se cebó con su sangre9. Su inter- en el siguiente episodio narrado por Braulio, en el que le visita una mujer coja que viene “del mismo 7 “Sicorii quoque senatoris ancilla lumine per tempora longa priuata, postulat territorio” (Minguella 25), es decir, Amaya” (Kaplan, ab eo oculorum sibi restaurari officia” (VSE, XI). 2007: 84-85). 8 “Nam quid de senatoribus Nepotiano et Proseria dicam (…) nemo sit Canta- brorum hoc non aut videre aut audire potuerit” (VSE, XV). 9 “Eodem igitur anno, quadragesimae diebus reuelatur ei etiam excidium Can- 6 “Nomine autem Barbara, mulier quaedam a finibus Amaiae abducta, paralisi tabriae; unde nuntio misso iubet ad diem festum paschae senatum eius praesto morbo contracta atque uehementer uexata, salute dudum amissae eius sancti esse. Ad praestitum conueniunt tempos. Narrat ille quod uiderat: scelera forum, oratione est restituta. Sed et alia, de eodem territorio plaustro aduecta ac depor- caedes, furta, incesta, uiolentias caeteraeque uitia increpat, penitentiam ut agant tata quoniam carens pedum officiis olim extiterat cloda, cuadragesimae diebus pro his omnibus praedicat, quumque omnes reuerenter auditum praeberent, nam ab eo efflagitatur curanda” (VSE, IX-X). erat omnibus uenerabilis quasi unus de domini nostri Ieshu Christi discipulis,

Nivel Cero 12 2010 101 ENRIQUE GUTIÉRREZ CUENCA Y JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE pretación del suceso es la siguiente: “Braulio escribe la localización del oratorio, el lugar en el que San que, al acercarse su muerte, Millán está en “el cen- Millán pasa los últimos años de su vida, en Valderre- tésimo de su vida” (Minguella 36), y es evidente que dible, al Sur de la actual comunidad autónoma de acaba sus días en su oratorio cántabro. Poco antes de Cantabria. Pese a la más que evidente endeblez de morir, Millán predice la destrucción y la conquista sus argumentos, expresiones como las que citamos de la región por el rey visigodo Leovigildo en el año a continuación abundan en la obra, dando por de- 574 (también el año de la muerte del ermitaño). La mostrada una ubicación que dista mucho de estarlo: descripción del evento ofrecida por Braulio refuerza “la diseminación del culto a Millán desde su foco en la teoría de la ubicación cántabra del oratorio de Mi- Valderredible” (Kaplan, 2007: 93); “Aunque no se co- llán” (Ibidem, 89). nocen muchos detalles sobre el culto a Millán en Val- derredible durante esos siglos” (Ibidem, 98); “Como Para él, el hecho de que las iglesias rupestres de Val- se ha demostrado, la obra de Braulio indica que el derredible estén relativamente cerca de Amaya hace oratorio está en Valderredible” (Ibidem, 109); “Su que una de ellas haya de ser, necesariamente, el ora- vida ascética, que se practicó en Valderredible, como torio de Millán. Aunque sólo dos de las personas a demuestra la Vita Sancti Emiliani de Braulio” (Ibidem, las que sana el santo pudieran proceder del territorio 115). Llega incluso al punto de fabular con una su- de esta población, él aumenta la nómina haciendo puesta rivalidad entre la comunidad de Millán y la naturales de allí a todos los que aparecen citados lebaniega surgida alrededor de la figura de Toribio de como senatores en la obra. Además, convierte la sali- Palencia10: “Además, es probable que existiera com- da de Millán de Berceo en una “huída”, obligando a petencia entre la comunidad de Millán en Valderre- éste a buscar refugio en una zona alejada de la villa dible y la de Santo Toribio de Palencia (n. y m. siglo en la que había sido cura. Esa lejanía es otro de los VI) en Liébana, siendo los dos focos de peregrinaje argumentos manejados para señalar a Valderredible: contemporáneos” (Ibidem, 98). “En un contexto geográfico, las curas de Bárbara, la mujer coja, la criada de Sicorio y de Nepociano y A la luz de la narración de los pasajes de la Vita Sancti Proseria establecen un vínculo entre el oratorio de Emiliani y de los de su propia obra que hemos revisa- Millán, y por extensión su primitiva comunidad de do, resulta muy llamativa esa pretensión de haber de- seguidores, y las iglesias rupestres de Valderredible. mostrado la ubicación del oratorio de San Millán en El tráfico de peregrinos entre la capital y el oratorio Valderredible. Máxime cuando el texto de Braulio no de Millán es un indicio de la ubicación del oratorio dice ninguna de las cosas que Kaplan afirma. Es más, en Valderredible, cuyo núcleo de iglesias rupestres es el autor de la Vita proporciona una información que, único en una región lo suficientemente lejos de Ber- por sí sola, echa por tierra el fundamento de todas las ceo (y el actual monasterio de la Cogolla) para que tesis de Kaplan. En el capítulo tercero encontramos sirviera de lugar de refugio para Millán” (Kaplan, una referencia a la localización del lugar en el que se 2007: 85). Más adelante retoma la cuestión: “En la guardaban, a mediados del siglo VII, las reliquias del obra de Braulio, Millán se refugia en su oratorio des- santo: y así llegó no lejos de la villa de Vergegio, al lugar en el pués de ser denunciado en Vergegio y sería lógico que que ahora está su cuerpecillo glorioso11. su búsqueda de soledad le llevara lejos de sus enemi- gos del pueblo. Es de suponer también que Millán Como se puede observar con claridad, Braulio no si- no hubiera regresado al monte Distercio, su primer túa ese lugar en Valderredible, sino en los alrededores refugio, donde su notoriedad había llamado la aten- de Vergegio, enclave identificado con el actual Berceo. ción del obispo Dídimo. En otras palabras, el deseo de Millán de alejarse de la gente hace poco probable La siguiente pregunta, obligada, es si ese lugar en que su oratorio estuviera en las proximidades de Ver- el que se encuentra el sepulcro de Millán en el siglo gegio, como lo están la iglesia cogollana de Suso y el VII y su oratorio son la misma cosa. La respuesta, de monte Distercio” (Ibidem: 110). nuevo, se encuentra en dos pasajes de la Vita y, como en el caso anterior, no deja lugar a ninguna duda12: Y esas son todas las pruebas de la localización cánta- bra del oratorio de Millán para Kaplan. 10 La existencia de esa comunidad monástica en el territorio de Liébana en el siglo VI está lejos de poder demostrarse de manera Como hemos visto, la piedra angular de su tesis es fehaciente, ya que los datos que se manejan han sido obtenidos de leyendas y tradiciones locales recogidas varios siglos más tarde. 11 “ac sic uenit haud procul a uilla Uergegio, ubi nunc eius habetur corpuscu- Abundantius quidam nomine prae senectute eum dixit desipere. At ille denuntiat lum gloriosum” (VSE, III). ei rem per semetipsum experiri, quod post probauit euentus nam gladio uindice 12 La traducción de Minguella de estos dos textos, muy similar a la Leuuegildi est interemtus. Caeteros quoque quum non resipiscerent ab iniquis nuestra, es la siguiente: “quitándole entonces el cargo que antes te- operibus, ira pendente diuinitus pari modo periurio doloque adgrediens, sanguine nía, pasó inocente el resto de su vida en el sitio que ahora se llama est ipsorum crassatus” (VSE, XXVI). su oratorio” (6) y “Entonces, por diligencia de aquel beatísimo va- rón, llevado su cuerpo con mucho acompañamiento de religiosos,

102 Nivel Cero 12 2010 ¿SAN MILLÁN EN VALDERREDIBLE? REFLEXIONES A PROPÓSITO DE UNA PUBLICACIÓN RECIENTE

Entonces, relevado del cargo recibido poco antes, pasó virtuoso una explicación alternativa. Sin embargo, no sólo no el resto de su vida en el lugar que ahora llaman su oratorio13; ha hecho nada de lo anterior, sino que ha tratado Entonces, según su beatísima voluntad, transportado su cuerpo el pasaje como si no existiera, omitiendo cualquier con gran acompañamiento de religiosos, fue depositado en su referencia. Y a partir de ahí ha construido toda su oratorio, donde permanece14. argumentación.

Atendiendo al relato brauliano, única fuente directa Además, lo ha hecho obviando la larga tradición his- con la que contamos para conocer la vida de San Mi- toriográfica que se ha esforzado en buscar evidencias, llán, su cuerpo fue enterrado en su oratorio y éste se incluso más allá de las que aporta la documentación localizaba muy cerca de la localidad de Berceo. Y allí escrita, para poder sostener con argumentos sólidos permanecía cuando se redacta la Vita, alrededor del la localización del oratorio de San Millán en el mo- año 636. Y por tanto, la identificación del oratorio nasterio de Suso. Tal y como afirma Monreal Jimeno con alguna de las cuevas que existen en el monas- (1988: 85) “hay una tradición secular que identifica el terio de Suso parece la hipótesis más verosímil que oratorio y la tumba [de San Millán] con esta cueva se ha planteado hasta el momento. Así lo consideran artificial [del monasterio de Suso] y que puede ser también, una vez estudiadas las evidencias disponi- respaldada (...) por la arqueología”. Los argumentos bles, todos los investigadores que se han acercado al que maneja este investigador, tras realizar una lectura tema en las últimas décadas. Las palabras de Bango detallada de la Vita, un estudio detallado de las estruc- Torviso (2007: 15) resumen a la perfección este plan- turas rupestres de Suso y un balance de los resultados teamiento: “El sitio al que regresa [San Millán] “es preliminares de las actuaciones arqueológicas de Al- un lugar cerca de la villa de Berceo, en el que hoy en berto del Castillo, “aconsejan pensar definitivamente día se encuentra su glorioso cuerpo” [VSE, III]. Salta en identificar las cuevas de Suso, y probablemente a la vista que el sitio elegido es el mismo en el que se algunos otros elementos, con el lugar donde practicó conserva en la actualidad la iglesia del monasterio de el eremitismo Emiliano” (Monreal Jimeno, 1988: 89). San Millán de Suso”. Y son muchos los investigadores que suscriben estas palabras. Incluso en uno de los trabajos que ha manejado Ka- plan, y como tal figura en la bibliografía que encon- Las excavaciones realizadas por Alberto del Castillo tramos al final de su libro, podemos leer: “Finalmen- en el monasterio de Suso entre 1970 y 1975 permitie- te, la VSE proporciona el conocimiento de otro lugar, ron documentar la existencia de un importante con- en este caso de capital importancia: el propio oratorio junto sepulcral en el entorno inmediato de la antigua emilianense. A él acude Emiliano tras haber sido ins- iglesia. Esos trabajos identificaron dos momentos de truido por Felices en Bilibio. Según Braulio, el lugar uso, una “fase visigoda” con tumbas excavadas en tie- al que acude el santo estaba cerca de Berceo, y en él rra asociadas a un edificio que se denomina “iglesia reposa su cuerpo hoy día (esto es, en el siglo VII)” B”, datada en los siglos VI-VII, y una “fase altome- (Castellanos, 1999: 36). dieval”, del siglo IX al XI, representada por tumbas excavadas en la roca (Andrío Gonzalo et alii, 1997). Consideramos que Kaplan necesariamente tiene que conocer tanto el pasaje de Braulio como la cita de Los primeros datos aportados por la investigación ar- Castellanos. El porqué obvia en su obra esta referen- queológica vienen a respaldar lo que sabemos por las cia, fundamental desde cualquier punto de vista para fuentes escritas sobre el oratorio de San Millán para conocer la geografía de la vida de San Millán, se nos los siglos VI y VII y además arrojan luz sobre la cues- escapa. Excluido un hipotético e injustificable despis- tión que ha centrado el verdadero debate emilianen- te, ya que son al menos dos las fuentes que maneja se. Este debate no es el del escenario de la actividad –directa e indirecta– y en las que se explicita la loca- de San Millán y sus seguidores en los siglos VI y VII, lización riojana, sólo cabe pensar en un ocultamiento asunto sobre el que existe consenso, sino la continui- consciente. Además, si el profesor Kaplan considera- dad de la vida del monasterio de la Cogolla entre la se que ese pasaje concreto de la obra de Braulio, por invasión de 711 y las primeras citas documentales en el motivo que fuese, no fuera digno de crédito, habría el siglo X. procedido, como es norma en los trabajos científicos, a realizar una crítica fundamentada, a aportar los Kaplan utiliza este hiato que plantea la documenta- argumentos que considerase necesarios y a proponer ción escrita para construir algunas de sus argumenta- ciones, concretamente cuando propone un traslado desde Valderredible a la Cogolla de las reliquias de fue depositado en su oratorio, donde está” (27). San Millán. El profesor estadounidense, para quien 13 “Tunc, a suscepto dudum ministerio relaxatus, ubi nunc uocatur eius orato- “Sería lógico concluir que se fundó el monasterio en rium reliquum uitae tempos peregit innoxium” (VSE, VI). 959 al tomarse en cuenta que en el siglo X tuvieron 14 “Tum, eius beatissimi Studio, corpus eius deportatus cum multo religiosorum obsequio, depositum est, ubi et manet, in suo oratorio” (VSE, XXVII). lugar muchas fundaciones” (Kaplan, 2007: 103),

Nivel Cero 12 2010 103 ENRIQUE GUTIÉRREZ CUENCA Y JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE plantea esta posibilidad sin otro fundamento que el vencia de la vida monástica en Suso para la época de la suposición. También busca respaldo en lo que que carece de respaldo documental, dejando poco él considera práctica habitual en la Edad Media: la margen de maniobra a teorías especulativas como la invención de reliquias y la falsificación de documen- de Kaplan. Es bastante probable que la confirmatione tos que avalen su autenticidad, como veremos más monasterio que aparece en los documentos se refiera adelante. a un acto realizado sobre una comunidad monástica ya asentada en el lugar, continuadora de la actividad Insistimos en que la idea de que San Millán vivió, iniciada por San Millán en el siglo VI, sin aparente murió y fue enterrado en La Rioja y que su culto se ruptura en los siglos posteriores. desarrolló en esa región al menos durante el siglo VII cuenta con una larga tradición historiográfica y en Para la época visigoda también se están documentan- la actualidad está unánimemente aceptada. En pala- do las primeras evidencias sólidas en Suso gracias a bras de García Turza, refiriéndose a los enclaves de la investigación arqueológica. La más llamativa quizá la Cogolla (1997: 11), “El hecho de que San Braulio sea el hallazgo de una sepultura en sarcófago con un escriba la Vita varias décadas después de la muerte de ajuar funerario consistente en un pequeño recipiente Emiliano confirma que hay, sin duda, continuadores de vidrio y un anillo signatario con una inscripción, suyos a mediados del siglo VII. Pero más difícil será en negativo, acompañada de tres cruces potenzadas probar si el culto a San Millán y la vida religiosa en (Sánchez Trujillano et alii, 2002: 175 y 262-263). Aun- esos parajes se mantuvieron sin interrupción hasta el que este enterramiento ha sido fechado en el siglo XI, siglo X (...)”, reconociendo que los datos que pueda tanto la presencia de ajuar como las características aportar la arqueología son claves. Va más allá Caste- de los objetos que lo forman permiten proponer una llanos (1995: 39) cuando afirma que “El ejemplo de datación de época visigoda16. Suso es un exponente –el mejor documentado– del origen tardoantiguo de la mayor parte de los monas- Por otro lado, hemos visto en las líneas precedentes terios que aparecen en los cartularios a partir del siglo que una de las pruebas manejadas por el profesor de X. El monarca astur-leonés o el pamplonés no fun- la University of Tennessee para la localizar en Cantabria dan ex novo, sino que, por lo general, impulsan a gran el escenario del retiro de Millán es la equiparación escala pequeñas comunidades preexistentes”. entre senatores y cántabros. En la Vita, Braulio men- ciona en varias ocasiones a diversas personas con ese En una intervención arqueológica reciente, realizada cargo: Sicorius17, Nepotianus y Proseria18, Honorius, y hace en el exterior de la iglesia del monasterio de Suso, se referencia también la existencia de un senatus de Can- han excavado una serie de tumbas de lajas, entre las tabria19. Pese a que la utilización de ese término en el que destaca una con evidencias de un curioso trata- siglo VII es sólo una manera de referirse a importan- miento post-mortem, consistente en la quema, dentro tes propietarios de tierras y no a los miembros del ya de la propia fosa, de las extremidades inferiores del desaparecido senado romano (Castellanos, 1998: 42- cadáver. Esa sepultura ha sido fechada por radiocar- 44), esa última referencia es la que da pie a realizar la bono en un intervalo que abarca desde inicios del si- identificación, aunque existen elementos en la propia glo VIII hasta mediados del siglo X15 y se superpone historia brauliana que, de la mano una vez más de la claramente a niveles anteriores relacionados con el arqueología, la ponen más que en duda. Se trata de monasterio (Valdés et alii, 2001). Estos hallazgos apor- la historia del demonio que habita en la casa de uno tan una sólida evidencia de la continuidad en la ac- de ellos, Honorius, ubicada en un lugar llamado Par- tividad del enclave, entre las referencias del siglo VII palines: La casa del senador Honorius padecía a un demonio de la Vita y las primeras menciones documentales de malvadísimo y tumultuoso (…) Llegan los mensajeros, le rue- mediados del siglo X. gan que vaya y que expulse al demonio como pueda; finalmente, rindiéndose a las súplicas, para mostrar la fuerza de nuestro Parece, por tanto, que la investigación arqueológica dios, no fue en carruaje, sino por su propio pie; y cuando llegó a está empezando a resolver la cuestión de la pervi-

16 El recipiente de vidrio, descrito como una “redoma” en la publi- 15 Se han obtenidos dos dataciones para este “Conjunto 2”, una a cación, podría ser un ungüentario o lacrimatorio. Por su parte el partir del esqueleto sepultado y otra a partir de la tierra carbonosa anillo signatario, cuya inscripción ha sido transcrita como Tudirius que aparece a sus pies. La muestra de hueso humano, con refe- fili Sildus –lectura que consideramos extraña pero cuya exactitud rencia Ua-17119, ofrece dos resultados: 1290±75 BP y 1160±35 no hemos podido comprobar– responde a un tipo común en la BP, con un intervalo de 723-963 cal AD (95,5%) para la combina- Tardoantigüedad. ción resultante (1184±32 BP). La muestra de tierra carbonosa, con 17 referencia CSIC-1575, ofrece un resultado de 1201±32 BP, con Sicorii quoque senatoris ancilla…(VSE, XI). un intervalo de 709-937 cal AD (95,4%). Para la combinación y 18 Nam quid de senatoribus Nepotiano et Proseria dicam…(VSE, XV). calibración de dataciones se ha empleado OxCal 4.0 y la curva de 19 … reuelatur ei etiam excidium Cantabriae; unde nuncio misso iubet ad diem referencia tomada es INTCAL 04 (Reimer et alii, 2004). festum paschae senatum eius praesto esse (VSE, XXVI).

104 Nivel Cero 12 2010 ¿SAN MILLÁN EN VALDERREDIBLE? REFLEXIONES A PROPÓSITO DE UNA PUBLICACIÓN RECIENTE

Parpalines, pues allí sucedía el asunto…20 una información textual que no sólo no encaja en la teoría formulada por Gregory Kaplan sino que, ade- Este fragmento del capítulo XXVII de la Vita Sancti más, la echa por tierra. Emiliani nos proporciona una información que per- mite cuestionar que los senatores que aparecen en la 3.2. Sobre el origen emilianense de las narración, por el hecho de que exista un senatus de iglesias rupestres de Valderredible Cantabria, hayan de ser necesariamente cántabros. El personaje llamado Honorius es, en palabras de Brau- Respecto al origen del conjunto de iglesias rupestres lio, un senator. Pero no reside en Amaya, como supone de Valderredible y su pretendida relación con el san- Kaplan que hacen todos los que aparecen asociados to, los argumentos se limitan a la prolongación de los a ese título en el relato, sino en Parpalines. Hasta hace expuestos con anterioridad. Argumentos que, como unos años, ese lugar había sido identificado con otro acabamos de ver, carecen de una base firme. Así por casi homónimo, Parpalinas, en la zona riojana de ejemplo: “… la labor de tallar las iglesias rupestres Ocón, gracias a la existencia de algunas citas, con la de Valderredible empezó a base de la transformación forma Parparinas, en documentos medievales (Caste- de una de éstas, el oratorio de Millán, en el santua- llanos, 1995: nota 39). Recientemente, una interven- rio que guardaba sus reliquias, y continuó durante el ción arqueológica ha sacado a la luz un importante siglo después de su muerte” (Kaplan, 2007: 23); o, lugar de habitación tardoantiguo y medieval en el lu- ya al final del libro: “La obra hagiográfica de Brau- gar exacto en el que esos documentos sitúan la aldea lio revela que un grupo de ascetas en Valderredible, de Parpalinas. En el yacimiento, aún en estudio, se que incluía a hombres y a mujeres, seguía el estilo de han localizado los restos de una iglesia, una necró- vida de Millán, quien había elegido una de las cuevas polis, una zona de hábitat y diferentes elementos re- del núcleo para su oratorio. Tras la muerte de Millán lacionados con actividades productivas, todo ello con su culto se popularizó durante el siglo VII desde su una cronología que va desde la época tardorromana foco en Valderredible, tal como revela Braulio, donde hasta la plena Edad Media (Espinosa Ruiz, 2003 y seguían viajando peregrinos en busca de curas mi- 2006). Este enclave se sitúa a unos 56 km. en línea lagrosas mientras la región de Cantabria era incor- recta del monasterio de Suso, muy lejos de la Canta- porada a la “micro-cristiandad” visigoda. Durante bria de época romana y, por tanto, de Amaya. esta época, entre la muerte de Millán y mediados del siglo VII, los seguidores del culto empezaron a habi- Al igual que ocurre con el párrafo en el que se explici- tar cuevas en las proximidades del oratorio, situadas ta la localización del oratorio junto a Berceo y que ya allí para aprovechar el valle del río Ebro, e iniciaron hemos comentado, llama poderosamente la atención la labor de tallarlas en iglesias, con ábsides y naves el hecho de que el profesor Kaplan no cite en su libro además de viviendas” (Ibidem: 228). este pasaje de Honorius, ocultando así la existencia de un senator que habita en un lugar llamado Parpalines, En realidad, hay muy poco que comentar acerca de al que Millán acude andando desde su lugar de re- estos párrafos, más allá de constatar cómo sigue utili- tiro. En el caso de la identificación arqueológica de zando las mismas técnicas que en otras partes de su li- Parpalines, su ausencia en la obra de Kaplan puede bro ya comentadas: afirmaciones gratuitas, suposicio- deberse al desconocimiento, pese a que la primera nes no demostradas, repetición de presuntas pruebas publicación es de 2003. Sin embargo, en lo que toca sin posibilidad de ser contrastadas y poco más. Y con al texto de Braulio, su no inclusión en los ejemplos de ese bagaje, Kaplan llega incluso a identificar alguna milagros realizados a senatores y que –supuestamen- de esas iglesias del sur de Cantabria con el lugar exac- te– reforzarían la ubicación cántabra del oratorio to en el que vivió retirado San Millán. En realidad, emilianense no parece casual. Hay que señalar que el profesor estadounidense propone tres ubicaciones en la ya citada obra de S. Castellanos (1999), publi- diferentes: Santa María de Valverde, Campo de Ebro cación, insistimos, manejada por Kaplan, se identifi- y Arroyuelos. De nuevo, los argumentos utilizados ca el Parpalines de la Vita con el Parparinas de las citas en las identificaciones son, cuando menos, tremen- medievales (Castellanos, 1999: 34-35), localizando el damente especulativos y carecen de una base firme episodio del exorcismo en la casa del senator Honorius sobre la que sustentarse. en Ocón, La Rioja. Cualquiera podría pensar que nos encontramos ante una ocultación consciente de En el caso de Santa María de Valverde, un buen resu- men, en palabras del propio autor, sería el siguiente: “El hecho de que funcionara como ermita e iglesia 20 Sceleratissimum seditionariumque, domus Honorii senatoris daemonem sus- durante esta época sugiere un vínculo entre Santa tinebat (…) Ueniunt nuntii, implorant ut accedat et qua ope posset daemonem pellat; tandem, fatigatus precibus, ad ostendendam dei nostri uirtutem, pedibus María de Valverde y el culto a Millán. Además, la suis, non uehiculo, est profectus; at ubi Parpalines venit, ibi enim res agebatur… configuración de la primitiva iglesia, en la cual el (VSE, XVII). habitáculo se encuentra muy cerca del altar primiti- vo en el ábside semicircular, recuerda la descripción

Nivel Cero 12 2010 105 ENRIQUE GUTIÉRREZ CUENCA Y JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE de Braulio de la ubicación del altar en el oratorio. la iglesia parroquial al lado, la cual parece revelar la La dicha posibilidad intrigante es, entonces, que la anterior existencia del culto a Millán en Campo de “Cámara del Eremita” fuera el oratorio de Millán, Ebro” (Ibidem: 147). el lugar donde se refugió, donde recibía visitas de pe- regrinos y donde fue enterrado, y que la iglesia pri- Una vez más, suposiciones y especulaciones, sin apor- mitiva de Santa María de Valverde, el lugar desde el tar pruebas o datos objetivos que permitan sostener, que se empezó a extender su culto por Valderredible, siquiera como hipótesis, esa identificación. Plantea fuera tallada en el siglo VII, probablemente durante hipótesis sobre la posible forma original de la iglesia, la segunda mitad del siglo, siguiendo el estilo visigodo ajustándola a sus ideas preconcebidas, para identifi- empleado en iglesias de fábrica. Aun en el caso de carla con el oratorio emilianense: no tiene altar, pero que no fuera el oratorio, su configuración, parecida al hubo de tenerlo en tiempos; no tiene celda eremítica, refugio de Millán, revela la diseminación por Valde- pero pudo haberlo sido el ábside; el ábside no tiene rredible de su forma de vida, así como que durante la puerta, sino ventana, pero ésta hubo de ser aquélla época visigoda Santa María de Valverde fue un foco en el pasado. La identificación, una vez más, dista de peregrinaje” (Kaplan, 2007: 130). bastante de tener una base firme. Ni siquiera el argu- mento de la hagiotoponimia contribuye de manera Hace referencia aquí a una supuesta descripción del decisiva a sustentar su tesis. oratorio de San Millán por parte de Braulio que en realidad no aparece en la Vita. El obispo caesaragus- Acerca de Arroyuelos el razonamiento es mucho más tano no ofrece en su obra descripción alguna ni del escueto, tanto que no pasa de ser una simple afir- oratorio, ni del sepulcro del santo. Es más, como ya mación especulativa: “Además, como en los casos advierte algún investigador al respecto (Monreal Ji- de otras iglesias rupestres del núcleo hay razón para meno, 1988), Braulio ni siquiera dice nada acerca de especular que Arroyuelos fuera el refugio de Millán, cuevas. Se limita a mencionar el oratorio (oratorium) y siendo tal vez este refugio la celda situada en el muro la celda (cellula) del santo, refiriéndose a ésta en una septentrional” (Kaplan, 2007: 175). ocasión simplemente como habitáculo (habitaculum), sin entrar en más detalles sobre la forma de esos es- Resulta sorprendente observar la facilidad con la que pacios (Bango Torviso, 2007). La única información se realizan identificaciones de este calado histórico. Y que pudiera aportar un cierto detalle es la referencia aún más comprobar cómo se proponen no una, sino a un altar ubicado en el oratorio donde yacía el santo, varias alternativas para una misma ubicación, sin de- mencionado en el capítulo XXXI de la Vita. finir con precisión cuál es la más válida. El método empleado tiene más de intuición que de cualquier También la iglesia de Campo de Ebro cuenta con otra cosa, ya que se da por hecho que cualquier igle- elementos que hacen pensar a Kaplan en que fue el sia de la zona que cuente con evidencias –reales o oratorio de Millán, y así lo expresa: “En el caso de supuestas– de haber contado con algún tipo de habi- Campo de Ebro, aunque actualmente no hay un altar táculo puede ser la que encierre la celda y el oratorio en el ábside como en Santa María de Valverde, es po- de Millán. O, si no la del santo, la de algunos de los sible especular que cuando funcionaba como iglesia miembros de su comunidad, dando por sentado que tuviera uno, y merece tomarse en cuenta que, a dife- los seguidores de un determinado tipo de eremita rencia de Santa María de Valverde, Campo de Ebro cristiano han de excavar, por norma, celdas e iglesias no ha sido iglesia en varios siglos, por lo que durante idénticas a la primigenia. su funcionamiento en la modernidad se habrá pres- cindido del altar. Este altar se hubiera situado en un En todo caso y aparte de estos más que discutibles ra- ábside que bien pudiera haber sido vivienda en una zonamientos, lo que sí se evidencia en estos pasajes es época anterior, algo sugerido por el hecho de que, un preocupante desconocimiento por parte del autor con toda probabilidad, el vano que hoy es ventana acerca de la geología de Valderredible y de la historia (…) fuera una entrada. Así que el actual ábside pu- de sus cavidades naturales y artificiales, a pesar de ha- diera haber sido el oratorio de Millán, que tras morir- ber realizado trabajo de campo en la zona. El ejem- se, se convirtió en iglesia, con el altar situado donde plo más significativo de todo esto sería el siguiente, descansaban los restos del ermitaño” (Kaplan, 2007: con una llamativa y extemporánea alusión a las cue- 144). E incluso retoma el argumento de la supuesta vas de Altamira: “Antes de ese momento, es probable descripción brauliana del oratorio, que no aparece en que las cuevas de Valderredible que iban a ser iglesias la Vita, como ya hemos visto, y afirma que “como en estuviesen habitadas, tal vez desde la prehistoria, una el caso de Santa María de Valverde hay razón para ocupación que no sería sorprendente debido a que se especular que Campo de Ebro fuese el mismo ora- ubican en una región conocida por su larga tradición torio de Millán. Además de en la forma del ábside, rupestre, ejemplificada sobre todo por las cuevas de que recuerda la descripción de Braulio del oratorio Altamira” (Kaplan, 2007: 118) de Millán, esta posibilidad procede de la titulación de

106 Nivel Cero 12 2010 ¿SAN MILLÁN EN VALDERREDIBLE? REFLEXIONES A PROPÓSITO DE UNA PUBLICACIÓN RECIENTE

Desconoce Kaplan que Valderredible, por sus carac- época que la construcción de varias iglesias visigodas terísticas geológicas, es una zona que se presta poco a de fábrica” (Kaplan, 2007: 24). la existencia de cavidades de génesis kárstica, y en la que son frecuentes los abrigos formados por procesos Sin embargo, uno de los trabajos que determina la erosivos en la arenisca, pero raras las cuevas. Y las falta de valor cronológico de la modulación de los iglesias rupestres no son ampliaciones de cuevas, sino arcos de herradura (Caballero Zoreda, 1977-78) es, obras excavadas ex novo, a pesar de su insistencia en paradójicamente, el que emplea el investigador de la buscar un origen natural a las cavidades artificiales: University of Tennesse para respaldar la validez de sus “De este modo, al realizar la labor de tallarlas, los pri- observaciones a partir de las medidas de los arcos. meros seguidores del culto a Millán probablemente En este trabajo se estudian las medidas y los módulos aprovecharon las cuevas, o pequeñas oquedades, que de la iglesia de Santa María de Melque (Toledo) y la ya tenían una larga historia” (Kaplan, 2007: 118). principal conclusión a la que se llega es que “la pro- porción del arco se elige de acuerdo con la función a El otro gran argumento para sostener que las iglesias desarrollar por él” (Caballero Zoreda, 1977-78: 340), rupestres de Valderredible están ligadas a un primi- desechándose el valor de la modulación como indica- genio culto a San Millán que se remonta a época visi- dor cronológico. En los últimos años este investigador goda es la forma de sus arcos de herradura. Según el ha variado su opinión sobre la época de construcción profesor norteamericano, la forma y modulación de de Santa María de Melque, edificio que ya no con- estos arcos permite datar la excavación de todas las sidera de época visigoda sino de mediados o finales iglesias en el siglo VII, y por el mero hecho de estar del siglo VIII (Caballero Zoreda, 1994 y 1995), sin funcionando en ese momento ya las liga al culto emi- que eso afecte a la validez de las conclusiones de su lianense, y así lo expresa: “Las dimensiones del arco trabajo sobre los arcos de herradura. de herradura en Campo de Ebro confirman, como en el caso de Santa María de Valverde, que funcio- Vamos a comprobar, no obstante, que Kaplan hace naba como santuario durante el siglo VII” (Kaplan, con el trabajo de Caballero Zoreda sobre los arcos 2007: 145); “El hecho de que funcionara como er- de herradura lo mismo que con la obra de Braulio: mita e iglesia durante esta época sugiere un vínculo amoldarlo a conveniencia para construir sus tesis. entre Santa María de Valverde y el culto a Millán” (Ibidem: 130). El modelo que plantea Caballero Zoreda en el estu- dio de Melque no trata de establecer una regla de Para él, el empleo del arco de herradura en la ar- exclusión para discriminar entre arcos visigodos e quitectura es un elemento fundamental en la liturgia islámicos, como da a entender Kaplan, sino que bus- visigoda y desempeña una función específica dentro ca la coherencia interna de un caso concreto que le de ésta. Por ello, considera que la cronología de las ayude a entender mejor su proyecto constructivo. Es iglesias debe fijarse en esa época y busca soporte para una propuesta que supera los rígidos planteamientos su tesis en la distinción que se realizó en los inicios de tipológicos que planteaban los estudios de la primera la investigación sobre la arquitectura prerrománica, mitad del siglo XX y que parece que pretende reto- entre los arcos visigodos y los de época musulmana a mar el estadounidense. Kaplan (2007: 63-64) consi- partir de su modulación; fundamentalmente a partir dera que Caballero Zoreda establece un valor pro- de los trabajos de M. Gómez Moreno. Sin embargo, medio para identificar la forma de herradura y que el intenso debate historiográfico que ha dominado los “subraya la proporción diámetro/flecha (...), que es estudios sobre la arquitectura tardoantigua y altome- “siempre alrededor de 1.41 (“La ‘forma’” 340) y que dieval durante el siglo XX ha motivado que se hayan esta proporción diámetro/flecha puede emplearse ido abandonando algunas propuestas interpretativas para determinar la auténtica existencia de la forma”. y cronológicas. Entre otras, la del valor cronológico Pero, Caballero Zoreda (1977-78: 340) no establece de la modulación, que se abandona definitivamente un promedio para la relación diámetro/flecha que a fines de la década de 1970 (Utrero Agudo, 2006: sirva para discriminar arcos, sino que identifica el 36-37). Pero, obviando de nuevo el amplio recorrido probable patrón usado en Melque por el arquitecto, historiográfico sobre el tema, como ya había hecho “asimilable a la razón √2”, patrón a partir del cual se en el caso de la ubicación del oratorio de San Millán establecen “variantes aproximadas del valor real”, “y en el monasterio de Suso, Kaplan toma una propues- usadas de modo que resultara un peralte menor para ta interpretativa que le conviene sin someterla a la los arcos de mayor envergadura y función más cons- más mínima crítica. Va más allá e incluso convierte tructiva; y al contrario, el mayor para los menores su método en un pretendido aval de cientifismo, afir- y de funcionamiento más decorativo”. Sin embargo, mando que “Las medidas de estos arcos confirman, Kaplan convierte en una suerte de “regla para me- por primera vez científicamente, que los arcos de he- dir arcos visigodos” los valores que Caballero Zoreda rradura de las iglesias rupestres de Valderredible son simplemente maneja para tratar de dar una coheren- del siglo después de la muerte de Millán, de la misma cia interna a su modelo de estudio de los arcos de

Nivel Cero 12 2010 107 ENRIQUE GUTIÉRREZ CUENCA Y JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

Melque, sin buscar hacerlo extensible a toda la arqui- ese mismo lugar a mediados del siglo VII, cuando tectura visigoda, insistiendo en que sus proporciones Braulio escribe la Vita Sancti Emiliani. Pese a todo, el están en relación con su función constructiva (1977- autor norteamericano se permite volver a elucubrar 78: 343-345) y no con el momento en que fueron le- con lo que, según él, podría haber pasado: “Con res- vantados. pecto al traslado de las reliquias de Millán a Cogolla, aunque la documentación sobre el monasterio no re- Todo esto no quiere decir que las iglesias rupestres vela nada sobre este episodio, merecen considerarse de Valderredible no puedan haber sido excavadas algunos posibles motivos, como una disminución de en el siglo VII, algo que entra dentro de lo probable. la evangelización por parte de los seguidores del culto En esta dirección apunta, por ejemplo, la datación de Millán en Valderredible tras la cristianización de absoluta de una cerámica procedente del conjunto Cantabria, un deseo de aprovecharse de un víncu- rupestre y semi-rupestre de San Pantaleón (La Puen- lo geográfico ya establecido (ya que, según Braulio, te del Valle, Valderredible) en los finales del siglo VI Millán había pasado unos cuarenta años en el monte (Fernández Vega et alii, 2003). Conocemos también Distercio y había sido cura del pueblo de Berceo) o otros datos sobre el poblamiento en el valle durante quizás un reconocimiento del valor de ubicar las re- el siglo VII, como la necrópolis de Santa María de liquias en un lugar cercano a la próspera ruta a San- Hito, con una importante fase de época visigoda (Gu- tiago para que atrajesen a más peregrinos” (Kaplan, tiérrez Cuenca y Hierro Gárate, 2007 y 2009), que 2007: 106). autorizan a pensar que la arquitectura rupestre pudo desarrollarse ya en esos momentos. Finalmente, necesita explicar por qué toda esta his- toria “cántabra” de San Millán y sus reliquias ha pa- Simplemente llamamos la atención sobre lo desafor- sado desapercibida durante siglos en beneficio de La tunado de la elección metodológica para tratar de de- Rioja y de los monasterios de Suso y Yuso. En este mostrarlo. Kaplan apoya toda su tesis sobre los arcos punto, inmerso en una especie de “teoría de la cons- de herradura en un único argumento, algo que por sí piración” anticántabra, encuentra al principal culpa- solo no ofrece demasiadas garantías de éxito, sobre ble, al que señala con su dedo acusador: Gonzalo de todo en un tema en el que los problemas de datación Berceo. Según él, este autor “cambia la historia brau- son difíciles de solucionar. Además, ese argumento liana e incorpora una tradición sólo existente desde está avalado por una teoría en desuso y que, incluso si el siglo X; esto es, que el oratorio de Millán está en fuese válida, sería difícil de aplicar al medio rupestre, la Cogolla, haciendo parecer que esa tradición se re- debido a las peculiaridades de la arquitectura sustrac- monta a los tiempos del ermitaño, mientras que el tiva (Monreal Jimeno, 1997). texto de Braulio contradice esa posibilidad y ubica el oratorio con más certeza entre las iglesias rupes- 3.3. El traslado de las reliquias de San tres de Valderredible” (Kaplan, 2007: 22). Y lo hace Millán a La Rioja: Gonzalo de Berceo y la de manera consciente, ya que “Si Berceo conocía la conspiración “anticántabra” obra de Braulio es de suponer que sabía que hay va- rios pasajes –las curas de Bárbara, la mujer coja de Una vez tratada la presunta ubicación cántabra del Amaya, y de Nepociano y Proseria (y las otras alusio- oratorio de Millán y el no menos presunto origen de nes al senado cántabro), además de la profecía de la las iglesias rupestres de Valderredible en estrecha re- conquista visigoda de 574” (Ibidem:112) . lación con su comunidad de seguidores y el culto a sus reliquias, el autor pasa a tratar de explicar cuál Es imposible encontrar párrafos tan poco afortuna- es el papel en toda esta historia de los monasterios dos cómo estos, no sólo en el libro de Kaplan, pla- riojanos de San Millán de Suso y de San Millán de gado de otros similares, sino en toda la producción Yuso, junto a Berceo. Según Kaplan: “Las reliquias historiográfica sobre la Tardoantigüedad peninsular de Millán se trasladaron al monasterio de la Cogolla, de la última década. La mayor parte de las afirma- donde descansan en la actualidad, en una fecha des- ciones contenidas en estas líneas son producto de la conocida antes de los comienzos del siglo X, cuando imaginación del estadounidense, como ha sido de- su existencia en la Cogolla es documentada por pri- mostrado en páginas anteriores, y se contradicen con mera vez” (2007: 22). lo que afirma la propiaVita . Pero este ejercicio de ma- nipulación no queda aquí, porque, además sostiene Este oportuno traslado, del que no existe constancia que “la manera en que Berceo establece un vínculo documental o arqueológica de ningún tipo, serviría entre el oratorio y Cogolla, en detrimento del vínculo para explicar por qué los restos del santo no se en- hagiográfico existente entre este oratorio y el sur de cuentran en Valderredible. No hace falta insistir en Cantabria, sugiere la posibilidad de que se inspirara que esa afirmación es falsa porque, como ya hemos en parte en el deseo de disminuir el recuerdo de la visto, los restos de Millán reposan en su oratorio, no relación entre el culto primitivo a Millán y un grupo lejos de Berceo, desde su muerte. Y permanecían en de cuevas en las zonas fronterizas entre esta provincia

108 Nivel Cero 12 2010 ¿SAN MILLÁN EN VALDERREDIBLE? REFLEXIONES A PROPÓSITO DE UNA PUBLICACIÓN RECIENTE actual y Burgos y Palencia, es decir, las iglesias rupes- cho de que Gonzalo de Berceo utilice en su obra los tres que forman el núcleo de Valderredible” (Kaplan, datos que toma de algunos de esos documentos no es 2007: 115). Afirma que Gonzalo de Berceo realiza ningún caso equiparable a la calificación de “falsifica- una alteración consciente de la historia del santo y sus dor” que le otorga el profesor la University of Tennessee reliquias “en parte motivado por el deseo de alejar el (Kaplan, 2007: 109), y menos entendiendo que se tra- oratorio de la región de Cantabria” (Ibidem: 111), y ta de una falsificación deliberada con una motivación que lo hace inspirado por un sentimiento anticánta- anticántabra. bro: “Berceo intenta llamar la atención (....) sobre un testimonio de la conquista y la destrucción de Canta- El ánimo de Gonzalo de Berceo es disipar dudas so- bria, una actitud que parece indicar un motivo anti- bre la autenticidad de las reliquias que custodia su cántabro” (Ibidem: 112). monasterio y contribuir a darle popularidad, algo co- mún en los santuarios de peregrinación de la época, Vemos que Kaplan, no contento con falsear la vida y y no posicionarse en un inexistente debate sobre el muerte de San Millán y el devenir de la comunidad auténtico escenario de la vida de San Millán, como que éste creó, se permite el lujo de manchar la figura pretende aquél. de Gonzalo de Berceo y acusarle precisamente de eso que hace él a lo largo de casi todas las páginas de su 3.4. Valderredible, el Camino de Santiago y libro: alterar y distorsionar los hechos históricos para la peregrinación fabulada adaptarlos a una teoría preconcebida. Los “errores” o actualismos –del siglo XIII– que introduce en su Otro de los grandes ejes argumentales de la obra del obra Gonzalo de Berceo son conocidos desde hace investigador estadounidense es la presunta relación ya mucho tiempo, siendo el más importante de todos, de la peregrinación hacia tierras de Valderredible para el tema que nos ocupa, su identificación de la para visitar las reliquias de San Millán con la for- Cantabria de la Vita con el asentamiento amurallado mación del Camino de Santiago. Incluso el autor se de Monte Cantabria, junto a Logroño (Libro II, 281- fija como el propósito de su obra la de “explorar los 292)21. Pero lejos de deberse a ninguna conspiración comienzos de una de esas trayectorias que pasa por “anticántabra”, puede explicarse de forma muy sen- Cantabria, que suele llamarse la Ruta Románica” cilla: cuando Gonzalo de Berceo escribe en el siglo (Kaplan, 2007: 17). XIII su Vida de San Millán de La Cogolla, existe un lu- gar llamado Cantabria, junto a Logroño, en el que Está convencido de que existió una peregrinación son visibles las ruinas de una ciudadela, con torres hacia Valderredible para visitar las reliquias de San y murallas muy bien conservadas. Y hay que tener Millán y de que “El peregrinaje a Valderredible pue- en cuenta que todos los demás lugares de la vida de de considerarse la base de la fundación de un afluen- Millán, a excepción de Amaia y tal y como recoge la te que se conocería como la Ruta Románica por la obra de Braulio, se localizan en esa misma zona. Por cantidad de iglesias románicas (...) construidas a lo tanto no puede extrañar a nadie que el autor riojano largo de su trayecto” (Kaplan, 2007: 222), basando localice en Monte Cantabria el lugar homónimo del su propuesta en las tesis que él mismo ha desarrolla- que Millán predice su destrucción en el siglo VI. do: “La evidencia textual y arquitectónica presentada en este libro sugiere que el inicio del peregrinaje por El resto de las modificaciones que realiza Gonzalo el norte de la Península se debe en parte al trayecto de Berceo sobre la obra de Braulio, que es la que cántabro del culto a Millán, cuyos seguidores tallaron maneja como fuente principal, son menores según las iglesias rupestres de Valderredible, estableciendo Dutton, como reconoce pero no comparte el propio así el primer centro dedicado a su culto, además de Kaplan (2007: 109). Prefiere acusar de falsificador uno de los primeros focos norteños de peregrinaje” al poeta riojano, mencionando con insistencia la (Ibidem: 223). A nuestro entender, la coincidencia en supuesta “postura anticántabra de Berceo” (Ibidem: el espacio entre la arquitectura rupestre y la posterior 82) y respaldándose en las afirmaciones de la obra arquitectura románica en el sur de Cantabria puede de Dutton, que habla de falsificaciones en la docu- tener numerosas lecturas, pero desde luego ninguna mentación referida a los monasterios de la Cogolla. puede referirse, a la luz de los datos disponibles en la Efectivamente, es cierto que se realizan auténticas actualidad, a la existencia de un foco de peregrina- falsificaciones documentales en los monasterios de ción a las reliquias de San Millán. la Cogolla, fundamentalmente a comienzos del siglo XII (García Turza, 1997), aunque Kaplan ni siquiera Hemos visto que las dos evidencias citadas en el pá- lo menciona, a pesar de que podría haber resultado rrafo anterior no eran suficientes para sostener sus un argumento perfecto para sostener sus tesis. El he- tesis y que Kaplan no ha conseguido demostrar que San Millán vivió, murió y fue sepultado en Valderre- dible, por lo que entendemos que todas las propues- 21 Tomamos como referente para la obra de Gonzalo de Berceo la edición crítica de Dutton (1992). tas que parten de esa premisa quedan refutadas en su

Nivel Cero 12 2010 109 ENRIQUE GUTIÉRREZ CUENCA Y JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE propia formulación: no se puede sostener, partiendo llán desde su oratorio de Valderredible, la zona seguía de esa base, que las iglesias rupestres fuesen fundadas siendo una ruta de peregrinaje, cuyo vínculo con el por seguidores de San Millán o por el propio santo; fenómeno jacobeo es visible hoy en la concha tallada ni que hayan sido destino de una peregrinación rela- en la “Cueva de la Vieja” detrás de la iglesia rupes- cionada con San Millán; y tampoco que esa supuesta tre de San Miguel de las Presillas (...), evidencia ésta peregrinación haya contribuido a la formación de la de la importancia del núcleo de iglesias rupestres de ruta jacobea. Valderredible en la evolución de uno de los trayectos que forman el Camino de Santiago” (Kaplan, 2007: El resto de los argumentos en los que pretende sus- 229-230). Incluso compara esta vieira tallada en la tentar este vínculo tampoco servirían de mucho, ni roca con la “vieira tallada en el sepulcro del Caba- siquiera en el caso de que la fabulada peregrinación llero Peregrino, que data del temprano siglo XIII” emilianense hubiese existido. Sin embargo, vamos a (Ibidem: 196). A nuestro entender, esa concha no es comentarlos aunque sea de forma breve para cerrar una concha de peregrino y ni siquiera se trata de una nuestro análisis crítico de su obra. obra producto de la mano del hombre, ya que segu- ramente es la huella de un fósil de molusco marino El profesor norteamericano pone en relación la su- del Cretácico Inferior, hallazgo habitual en las arenis- puesta vía de peregrinación hacia Valderredible con cas del Weald que forman la mayor parte del sustrato las vías de comunicación de época romana, y consi- geológico de la comarca. dera que “La ruta que siguen las iglesias rupestres es paralela a una calzada romana que también se exten- 4. CONCLUSIONES día entre los dos extremos del valle” (Kaplan, 2007: 119). Se debe de referir a la vía que uniría Iuliobriga Retomando la cuestión que nos planteábamos al ini- con el valle del Ebro (Guerra de Viana, 1998), de la cio de este trabajo, ¿qué nuevos datos aporta Kaplan que únicamente se conservan restos claros en su tra- para sustentar sus extraordinarias afirmaciones? La zado más septentrional y que, en todo caso, entraba repuesta, por desgracia, es ninguno. Ningún docu- en Valderredible por Bárcena de Ebro para conectar mento escrito desconocido, ninguna evidencia ar- con la Lora burgalesa camino de Sedano. Esta vía de queológica, ningún testimonio epigráfico, ningún comunicación habría cruzado Valderredible primero aporte del estudio de la hagiotoponimia, nada. en dirección sur, hasta las inmediaciones de Villanue- va de la Nía, después en dirección este paralela al Por tanto, las tres ideas principales que sustentan su Ebro hasta el entorno de Polientes, y de nuevo hacia tesis están lejos de haber sido demostradas con los ar- el sur hasta alcanzar la zona de Sargentes de la Lora. gumentos puestos en juego. No existe prueba alguna Este probable trazado deja al margen no sólo San- que permita certificar que San Millán vivió retirado ta María de Valverde, hacia el oeste, sino también la en Valderredible, donde murió y se conservaron sus iglesia de Arroyuelos, la de San Miguel de las Presillas reliquias hasta su traslado al monasterio de San Mi- de Bricia y la del Tobazo en Villaescusa de Ebro. El llán de la Cogolla, en La Rioja. De hecho y como caso de Santa María de Valverde es tan evidente que hemos tratado de exponer en este trabajo, existen nu- Kaplan trata de buscar una explicación en su iden- merosas evidencias de todo tipo que certifican todo lo tificación como un santuario de primer orden: “una contrario: que vivió, murió y fue sepultado en el terri- posibilidad para explicar la ubicación de Santa Ma- torio de la actual Rioja. Consecuentemente, tampoco ría de Valverde, a unos diez Km. de la ribera del río, puede haber constancia de que su oratorio y su tum- es que ésta fuera la iglesia rupestre que habría servi- ba se localizasen en alguna de las iglesias rupestres de do de oratorio de Millán” (Kaplan, 2007: 222-223). Valderredible, ni de que éstas fuesen construidas por Una posibilidad tan poco probable como tantas otras los miembros de su comunidad durante el siglo VII. afirmaciones que repite a lo largo de su obra. En el Y no la hay, como creemos haber demostrado en las resto de los casos, seguramente ni se ha percatado de líneas precedentes. Y finalmente, no puede demos- esta falta de coincidencia, haciendo discurrir en su trarse que haya existido un foco de peregrinaje en imaginación la vía romana al pie de cada una de las esa zona y basado en esas reliquias; ni que ese foco iglesias rupestres, que según sus pruebas sin funda- haya sido “precursor” –y luego parte integrante– del mento, excavaron unos supuestos seguidores de San primitivo Camino de Santiago. Millán en época visigoda. Toda su argumentación se apoya en la utilización Menos consistente aún es el último argumento al que como fuente de la Vita Sancti Emiliani de Braulio se aferra Kaplan para poner en relación las arqui- de Zaragoza y en la utilización de la forma y mo- tecturas rupestres de Valderredible y su entorno con dulación de los arcos de herradura como elemento el Camino de Santiago. La prueba definitiva la en- cronológico. En ambos casos, las deficiencias meto- cuentra en un supuesto relieve de temática jacobea: dológicas son tan grandes que su uso resulta comple- “Aun después de ser trasladadas las reliquias de Mi- tamente ineficaz.

110 Nivel Cero 12 2010 ¿SAN MILLÁN EN VALDERREDIBLE? REFLEXIONES A PROPÓSITO DE UNA PUBLICACIÓN RECIENTE

Su pretendidamente novedosa interpretación de la Finalmente, resulta paradójico que mientras atribu- obra de Braulio se basa simplemente en omitir aque- ye –en términos bastante poco adecuados, como he- llos pasajes que no encajan en su teoría. Ni siquiera mos visto– a Gonzalo de Berceo la manipulación de realiza una nueva traducción de la Vita a la búsqueda la historia de Millán, él incurre en esa misma falta y de matices que puedan haber pasado desapercibidos procede a la invención de unos hechos que nunca han a los investigadores que le han precedido22. Y es una sucedido. Además, en este trabajo Kaplan se acerca interpretación con bases tan poco firmes que no re- a posiciones más propias de la pseudociencia que de siste el más mínimo análisis crítico, ya que la propia la investigación histórica tradicional, planteando un fuente en la que dice basarse es la que le desautoriza ejercicio en el que las fuentes le “revelan” –emplean- y hace desmoronarse todo el aparato argumental que do la palabra que utiliza una y otra vez a lo largo de trata de sostener. la obra– aspectos que han ocultado a otros, como si fuese un verdadero iniciado, o un elegido al que le En el tema de los arcos de herradura sucede algo se- estuviera reservado el verdadero conocimiento. mejante. Sin su soporte teórico, la propuesta de atri- bución cronológica de Kaplan se viene abajo. En su En resumen, la nueva identificación propuesta por referente lejano, los trabajos de la primera mitad del Kaplan para los escenarios de la vida de San Millán siglo XX, ha sido desechado por las investigaciones no está apoyada en argumentos sólidos. Y los que posteriores. Y en lo que se refiere al modelo de Ca- ofrece son muy discutibles y carecen del respaldo que ballero Zoreda, hemos visto que el investigador es- tienen los que sustentan las hipótesis que han venido tadounidense busca valores de referencia de validez siendo aceptadas por la mayoría de los investigado- universal donde sólo se maneja un modelo empleado res desde hace más de un siglo y hasta la actualidad. para sistematizar un caso concreto. Por lo tanto, es razonable seguir considerando que fue en el monasterio de Suso y en su entorno riojano A todo esto hay que añadir que el investigador nor- donde vivió y murió el monje Emiliano en el siglo VI teamericano muestra en su obra un preocupante y descartar las tesis planteadas por Kaplan sobre la desconocimiento de las novedades científicas relacio- relación de San Millán con Valderredible. nadas con la materia que trata. Esta falta de actuali- zación se evidencia, sobre todo, en la bibliografía que maneja y que se caracteriza por su antigüedad y su carácter generalista. En ella llama la atención la au- sencia de algunos de los trabajos que nosotros hemos manejado en este artículo y que son fundamentales a la hora de acercarse a temas como la geografía de la Vita o la arqueología de los propios escenarios. En estrecha conexión con estas carencias en la documen- tación hay que situar el hecho de que su tesis quede completamente al margen de los grandes debates científicos relacionados con su tema principal. Por ejemplo, ninguno de los abundantes trabajos publica- dos en la última década acerca del carácter –visigó- tico o mozárabe– de algunos de los más importantes edificios religiosos peninsulares ha sido manejado por él. Y, como ya hemos señalado, tampoco parece saber que la discusión no está centrada en la localización o no del oratorio de Millán en el monasterio de Suso, sino en la continuidad o no de la vida del cenobio entre la invasión árabe-bereber de 711 y las primeras menciones documentales. Insistimos en que la pri- mera parte está plena y totalmente aceptada en la historiografía, mientras que las aportaciones arqueo- lógicas, que el profesor norteamericano también des- conoce, son fundamentales para la segunda.

22 Ya hemos visto con anterioridad que usa de forma exclusiva la traducción de Minguella (1883). La edición crítica latina de Váz- quez de Parga (1943) ni siquiera aparece recogida en su bibliogra- fía, aunque es mencionada, de pasada, en el texto.

Nivel Cero 12 2010 111 ENRIQUE GUTIÉRREZ CUENCA Y JOSÉ ÁNGEL HIERRO GÁRATE

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112 Nivel Cero 12 2010 ¿SAN MILLÁN EN VALDERREDIBLE? REFLEXIONES A PROPÓSITO DE UNA PUBLICACIÓN RECIENTE

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CRÓNICA CIENTÍFICA

Nivel Cero 12 Santander, 2010 Pág. 117-120

RECENSIÓN UNA VISIÓN INCOMPLETA DE LA ARQUEOLOGÍA DE LOS ORÍGENES HUMANOS

TORRE SÁINZ, I. (2008): La Arqueología de los Orígenes Humanos en África, Akal, Madrid.

Manuel DOMÍNGUEZ-RODRIGO Departamento de Prehistoria Universidad Complutense [email protected]

La arqueología de los orígenes humanos en África contextos ambientales, por ejemplo, se convierte en hoy en día es un campo apasionante en el que se de- la espina dorsal de este trabajo. baten cuestiones sobre cómo era el comportamien- to de los primeros homínidos con registro cultural, Esto me da pie a discutir brevemente algunas cuestio- la funcionalidad de los primeros yacimientos Plio- nes críticas en la justificación del autor de su enfoque Pleistocénicos, los modelos conductuales que mejor y en la definición de arqueología. Si ésta consiste en explican dicho registro, el estudio de su formación el estudio de las evidencias culturales, en el Paleolítico mediante la tafonomía y otra serie de cuestiones que es imprescindible definir qué es “evidencia cultural”; vienen a ofrecer un cuadro dinámico que nos abre en contra de lo que dice de la Torre, la piedra ta- una ventana, por vez primera, sobre en qué consis- llada es sólo una de las evidencias disponibles, no la te convertirse en humano. Una buena parte de esta única. Huesos manipulados de manera antrópica son dinámica se debe a que en la actualidad la mayor evidencias culturales, como también lo son conjun- parte de equipos de investigación sobre evolución tos faunísticos donde tafonómicamente se justifique humana en África son estadounidenses, que desde una autoría antrópica en su acumulación. Es cierto hace casi cuatro décadas han implantado paradig- que la industria lítica ha guiado el desarrollo de la mas procesuales, en donde los objetivos de estudio disciplina, pero sólo hasta la década de los setenta. son la conducta adaptativa de nuestros antepasados. Desde entonces, la mayor parte de la investigación ha Lo que sorprende del libro de de la Torre es el tra- estado guiada por la implantación de estudios tafonó- tamiento deficiente (en algunos casos, ausencia pal- micos y paleoecológicos. Los proyectos arqueológicos maria) de estas cuestiones, a pesar de haber recibido de Koobi Fora, Olduvai, Olorgesailie, que se encuen- una educación “conductualista” en su formación en tran entre los más relevantes, centran la mayor parte la UCM. Es más, en contra de lo recién afirmado a de su atención en estas cuestiones. La lítica ha venido comienzo de este párrafo, una lectura del libro de de jugando en estas décadas un papel menor en varios la Torre podría ofrecer al neófito la equívoca impre- de ellos (p. ejemplo, en Olduvai). El enfoque parti- sión de que la arqueología de los orígenes humanos dista (y liticista) del autor queda reflejado en que su es un tedioso campo de discusiones bizantinas sobre repaso historiográfico de la disciplina sea detallado piedras. Con una definición de arranque (obsoleta) desde los primeros exploradores hasta 1974 (47 pági- de que la arqueología “es el estudio de las evidencias nas de las 49 que tiene el capítulo 2). Lo sucedido en culturales....(y que) en el Paleolítico tales evidencias las 3 últimas décadas, curiosamente coincidente con culturales se reducen básicamente a la piedra tallada, la hegemonía de la investigación procesual america- y es la interpretación de las mismas la que ha guiado na queda sintetizado en sólo 2 páginas. Si el libro tu- el desarrollo de la disciplina” (de la Torre, 2008: 6), viera vocación de manual, habría conseguido insuflar el autor publica un libro de claro enfoque histórico- mayor conocimiento en el lector en la descripción de cultural centrado en la evolución de las industrias lí- los pluviales de Wayland que en los fundamentos de ticas en África oriental, que algunos podrían tildar la arqueología moderna en África. de retorno a la cacharrería de los 70´. Lo que es sólo una parte del registro (la industria), la cual propor- Es precisamente en la plasmación de la vocación de ciona una menor cantidad de información para la manual donde encuentro las mayores carencias de reconstrucción del comportamiento de los primeros este libro. Por ejemplo, en el Capítulo 1 (marco geo- homínidos que su uso conjuntado con la fauna y sus lógico y climático), se ofrece una discusión sobre la CRÓNICA CIENTÍFICA aparición de las grandes fallas (la del Rift oriental y primeros “homininos”, el autor ha dejado aparcada la occidental) en las que se da más información sobre literatura relevante sobre si Sahelanthropus es hominino su origen en el Oligoceno y Mioceno, que sobre su o no (Wolpoff y colegas), no discutiendo los proble- reactivación a finales del Mioceno para la falla orien- mas ni del plano nucal ni del tamaño de los caninos tal y a finales del Plioceno para la falla occidental y y el desgaste oclusal del mismo que se han usado la repercusión que dicha configuración tuvo en el como criterios de definición por el equipo descubri- proceso de hominización debido a los cambios cli- dor. Tampoco se recoge el fundamento de la discu- máticos regionales y las alteraciones a que conduje- sión sobre el bipedismo de Orrorin (véase intercambio ron en los biomas y las faunas Mio-Pliocénicas. La entre White y el equipo de Pickford y Senut). Otro sección climática aparece separada de la geológica tanto cabe mencionar del debate de la reconstrucción y por ello faltan los puentes entre los cambios tectó- postcraneal de A. garhi y de H. habilis. Por terminar nicos y los ecológicos. De ahí que afirmaciones del con confusiones como la de afirmar que la capacidad tipo de que los patrones de circulación atmosférica craneal de H. habilis y H. rudolfensis no es muy dife- en el continente durante el Plioceno fuesen iguales rente de la de A. garhi (comentario: la de H. rudolfensis a los de hoy en día sean erróneas. Hasta el mismo es sólo un 50% mayor que la de A. garhi). Existe una final del Plioceno, coincidiendo con la parte final de lista bastante más larga de detalles parecidos que no la re-estructuración de la falla occidental no tenemos puedo resumir en una recensión tan sucinta. El que evidencias, por ejemplo, de que los alisios circula- dichas carencias se achaquen a la circunstancia de ran igual que lo hacen en la actualidad, de lo cual que quien escribe es arqueólogo y no paleontólogo no da testimonio el gran cambio ecológico detectado en es justificable, ya que hay varios trabajos elaborados las faunas plio-pleistocénicas de la región en ese mo- por arqueólogos cuyo tratamiento del registro huma- mento o las evidencias palinológicas. Esto mismo lo no no muestra dichos errores (véase como ejemplo apoyan recientemente los estudios isotópicos de las más reciente en el panorama peninsular, el trabajo de faunas, mostrando unas características atmosféricas Gómez Castanedo [2007]). resultado de unas condiciones climáticas diferentes. El proceso de hominización en África oriental es una En el capítulo 4 (Los primeros yacimientos), el au- comunión entre cambios climáticos globales y espe- tor muestra posiblemente el que creo que puede ser cialmente tectónicos regionales (véase el especial de el mejor capítulo del libro, tomando como base los Journal of Human Evolution 2008 sobre evolución cli- antecedentes de los estudios líticos, mostrando la evi- mática en África). A este respecto, la clave en dicho dencia de las primeras industrias pliocénicas y dis- proceso es la aparición de los biomas de sabana. Al cutiendo con acierto parecidos y diferencias con los lector no se le aporta información sobre qué son las artefactos líticos generados por chimpancés. A éste, sabanas o como evolucionan desde el Mioceno hasta le sigue un Capítulo 5 (La arqueología del Pleisto- la actualidad. El contexto ecológico queda relegado a ceno), con una amplia discusión del origen y debate un segundo plano en coherencia con el planteamien- del olduvayense, pero con carencias en la trama no to histórico-cultural del autor. lítica que le acompaña. Por ejemplo, para hablar de la secuencia climática del lecho I, de la Torre usa la En el capítulo 3 (El contexto evolutivo), la ausencia síntesis de Potts (1988), muy mejorada por literatura de una descripción detallada de lo que son los biomas producida por Reed, Fernández-Jalvo, Ashley, Plum- de sabana se saldan con confusiones sobre si los pri- mer y Bishop, o Kappelman que no aparece debida- meros homínidos residían en éstas o no, al confundir mente referenciada. La discusión también es incom- hábitats boscosos con ecosistemas cerrados, siendo pleta ya que no es excusable que en un libro centrado particularmente aquéllos conspicuos en biomas de en la evolución de las primeras industrias ni siquiera sabana (confusión por otra parte bastante común en- se discuta sobre en qué consiste la división de los dis- tre varios especialistas). No existe ningún lugar donde tintos tipos de olduvayense. A este respecto, una de la evidencia apunte a presencia de medios boscosos las grandes contradicciones del libro reside en la au- asociados a restos de homínidos que no sugiera que sencia completa del mundo francófono en el debate se trata de un bosque aluvial de sabana. El autor no de las primeras industrias, cuando es en dicho ámbito recoge la evidencia que rodea a Sahelanthropus y que le donde se crea el paradigma histórico cultural que de contextualiza en un ecosistema abierto de sabana, a la Torre usa. Los trabajos de Biberson, Camps, Hu- pesar de estar a más de 3000 km de África oriental. got, Balout, Tixier, Alimen, Debruge, amén de va- Las sabanas no son biomas exclusivos de Rift. rios otros no aparecen ni siquiera referenciados. En este libro de la arqueología de África se erradican los Igualmente, estas carencias se notan en el tratamien- trabajos realizados el norte del continente. Es más, to de la parte paleontológica. Pese a que el autor se este sesgo es difícil de explicar cuando ni siquiera se decanta por el uso del término “hominino” (pág. 83) comentan los trabajos de los equipos franceses en ya- luego usa el de “homínido” indistintamente e incluso cimientos de África oriental, como Fejej (Etiopía). en la misma página (pág. 89). En la descripción de los

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Siguiendo esa descripción selectiva del desarrollo his- de las últimas compilaciones sobre las industrias en el tórico, de la Torre asume erróneamente que desde Pleistoceno medio-superior (como la de Willoughby) que L. Leakey describe (más bien aboceta) el olduva- no aparezcan ni siquiera mencionadas. yense en 1936 hasta la monografía de M. Leakey de 1971, el olduvayense se mantiene conceptualmente De la Torre finaliza el libro con un epílogo en el que de manera estática. No es cierto. A la definición más se lamenta de que la arqueología no goce del mismo formal de Leakey (1951), le sigue una corregida y prestigio que la paleontología. Argumenta que los ampliada en Leakey (1966), con una descripción de- proyectos arqueológicos deben ser financiados a largo tallada de las fases de evolución del olduvayense en plazo y habla de menor profesionalidad en la arqueo- Leakey (1967), que finaliza en la clásica y más cono- logía africana que en la occidental. Yo personalmente cida de Leakey (1971) bajo el influjo de las directrices no he conocido ningún profesional en los 20 años que de nomenclatura propuestas por Kliendienst (1967). llevo de experiencia en África que mantenga que la De hecho, salvo en la innovación en el término, po- arqueología en ese continente deba practicarse con dría discutirse que Louis Leakey definiera en realidad menor rigor que en otro lugar. Sin embargo, debo el olduvayense en la década de los 30 como señala manifestar mi conformidad con aquéllos que argu- de la Torre, ya que casi la misma definición con la mentan que las estrategias de campo en África y Eu- que Leakey denomina al olduvayense puede recoger- ropa deben ser diferentes porque los costes son ma- se en otros autores con anterioridad con el término yores (un solo día en África cuesta muchos cientos de de “pre-chellean” (ej. Wayland en la década de los dólares), el tiempo mucho más limitado y los objeti- 20). Debe señalarse que el mismo Leakey no diferen- vos deben centrarse a más corto plazo ya que los pro- cia entre ambos términos en su publicación de 1936 yectos se conceden con semejante escasa proyección. (Adam´s ancestors). En esto coindice Leakey (1966) Por ejemplo, uno no puede esperar al último día de quien manifiesta que la definición tipológica del ol- campaña para descubrir cuales son las características duvayense debe referenciarse con la obra de 1951 y de un depósito; éste debe conocerse (mediante son- no antes. También es digno de reseñar que las prime- deo) previamente a su excavación en extensión, dada ras divisiones del olduvayense y su convivencia con el la limitación de tiempo. Plantear proyectos que sólo achelense las realiza O´Brian en en la misma darán resultados tras 15 años de trabajo, cuando la década de los 30. realidad de la financiación es que sólo se dispongan de proyectos de 3 años (y muy frecuentemente, de un Igualmente, en la discusión del FLK Zinj, de la Torre solo año) es irresponsable amén de ingenuo, ya que se queda en la literatura de los 80, con muy pocas nunca se lograrán los objetivos científicos y sólo se referencias del debate en los 90. En la descripción del habrá conseguido derrochar recursos, a la vez que mismo el autor ofrece interpretaciones de algunos haber alterado los yacimientos de manera irreversible de los participantes en el debate pero no es capaz de (ya que todo proceso de excavación supone destruc- aportar los argumentos tafonómicos de cada modelo ción) sin haber conseguido sacar de ellos la informa- o discutir cual es la situación actual en la discusión. ción debida. Por ello en África no hay excavaciones Y pese a sumarse al grupo de investigadores que en extensión de miles de metros cuadrados (como en declaran que mucho del registro de este periodo es Schöningen, por ejemplo) y son tan populares las ex- un palimpsesto, de la Torre no logra mostrar que el cavaciones reducidas y los proyectos de arqueología FLK Zinj, siendo el corazón del debate que resume, del paisaje. No es porque los arqueólogos africanistas no es precisamente uno de ellos, como demuestran sean ignorantes, sino porque están obligados a en- los estudios tafonómicos de los 90 que no incluye o frentarse a una realidad de disponibilidad de recur- los más recientes (véase un resumen detallado en Do- sos que en la praxis de la arqueología en otros países mínguez-Rodrigo et alii, 2007). occidentales no existe.

El capítulo 6 (el achelense) el autor hace un repaso Del mismo modo, no entiendo la tesis confabulatoria a los yacimientos con industrias achelenses sin dete- del epílogo, donde el autor describe a algunos pa- nerse en discutir la problemática de su variabilidad leoantropólogos como buscadores de fósiles con mor- paleoecológica, contextos deposicionales o elementos fologías inesperadas para hacerse famosos. De la To- conductuales. Con ello, finaliza en el capítulo 7 (La rre describe esto como “chanza generalizada”, pero arqueología del último millón) con afirmaciones poco yo no conozco a nadie que participe de esta idea, por acertadas (como que no existen bifaces en Peninj; los lo que sería más conveniente definirlo como “chanza hay, si por tales se definen a positivos de gran tamaño personal”. Una vez más, en mi propia experiencia que han sido completamente tallados por ambas ca- no he conocido a ningún paleontólogo que realice ras) y con un resumen de las industrias en el Pleisto- su labor con semejante prejuicio y en los contados ceno medio hasta desembocar en el MSA y LSA sin casos de hallazgos que muestran características ines- aportar nada del debate actual sobre qué se entiende peradas, los descubridores ya eran académicamente sobre el LSA y su antigüedad. Asombra que algunas investigadores de reconocido prestigio. Dichos fósiles

Nivel Cero 12 2010 119 CRÓNICA CIENTÍFICA no les hicieron famosos. Los paleoantropólogos han Evaluar un libro de un antiguo alumno no es una ta- contribuído históricamente al estudio de la evolu- rea agradecida, ya que a uno le viene a la mente la ción humana de un modo que muchos arqueólogos concepción tan manida de que los alumnos son es- no han logrado igualar. El libro de de la Torre de- pejo de sus profesores y uno siente especial respon- bería reconocer este hecho y ser más respetuoso con sabilidad en el resultado. Mi valoración del libro no ellos. Su ataque indiscriminado queda deslegitimado es positiva. El autor ostenta erudición, ha leído bas- cuando intencionadamente desvirtúa la verdad de tante, pero en lo que respecta a la gestión de conoci- los acontecimientos. El descubrimiento del homínido miento de cuestiones ajenas a su formación (ecología, que menciona al final del epílogo no se llevó a cabo paleoantropología, tafonomía) no ha sabido digerir en “vacaciones” (cual turista de safaris), sino al regre- tanta información. El resultado es desigual; algunos so de una campaña de campo en una excursión al en- capítulos sobre lítica están bien escritos, pero otros clave. La matización es importante, ya que mientras están poco estructurados y se muestran incompletos. que desvela la aletoriedad que es común en el descu- Esta sensación de poco cuidado alcanza incluso a la brimiento de fósiles humanos, insufla mayor correc- bibliografía; varias referencias usadas en el texto es- ción al talante de los descubridores. De la aletoriedad tán ausentes de la lista final. El mérito que hay que del descubrimiento hasta sacarle toda su información atribuirle a de la Torre es haber engarzado, a veces paleontológica, paleoecológica, contextual y cronoló- de un modo sofista, argumentos para escribir un libro gica transcurrieron más de tres campañas de campo y sobre la arqueología de los orígenes en el que le falta cuatro años de estudio de laboratorio; de igual modo casi todo lo que se ha hecho en los últimos 20 años. que de la aletoriedad del descubrimiento de Ardipithe- Esto se refiere no sólo a la otra parte del material ar- cus ramidus hasta su estudio final habrá transcurrido queológico (la fauna) que ha ignorado a propósito, más de una década y media. Ese esfuerzo prolonga- sino también a mucha de la investigación sobre lítica do, que es el que traduce el trabajo del paleontólogo y contextos arqueológicos que se han hecho dentro más allá del mero buscador de fósiles, según aparece del paradigma ecológico-conductual. esbozado en el epílogo de de la Torre, al profesional del estudio de la evolución humana es imprescindible recalcarlo debidamente para evitar distorsiones.

BIBLIOGRAFÍA

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120 Nivel Cero 12 2010 Nivel Cero 12 Santander, 2010 Pág. 121-125

RECENSIÓN DE CUANDO PROMETEO SE HIZO COCINERO. FUEGO Y COCINA EN LA EVOLUCIÓN HUMANA

WRANGHAM, R. (2009): Catching Fire. How made us human, Basic Books, New York.

Alberto GÓMEZ CASTANEDO Grupo Arqueológico ATTICA Dpto. Ciencias Históricas Universidad de Cantabria [email protected]

Dilucidar qué es lo que hace al ser humano diferente blecer esa línea divisoria entre esta especie y sus pre- del resto de los animales de la Tierra es un ejerci- decesoras. En este sentido, en la introducción (pág. cio reflexivo que se lleva efectuando desde el primer 2), afirma que el elemento fundamental que favoreció momento en el que el hombre tuvo la capacidad de ese tránsito clave habría sido el control del fuego y su hacerlo. Numerables han sido las propuestas ofreci- uso para el procesado de los recursos alimenticios. La das por multitud de autores; sin embargo, el proceso publicación de este texto continúa la línea de trabajo de evolución humana es algo sumamente complejo iniciada por el mismo autor, junto a varios colegas, en y tratar de determinar de forma estricta qué motivó un artículo de finales de la década de 1990 (Wrang- que nos convirtiéramos en unos primates tan especia- ham et alii, 1999) en el que se defendían similares pos- les dentro del reino animal es una tarea harto com- tulados, especialmente esta idea de que el cocinado pleja y que, a buen seguro, ha de seguir ofreciendo de alimentos implicó no sólo cambios a nivel mor- opciones de debate durante muchísimo tiempo. fológico, sino que también conllevó transformaciones en las pautas de conducta y los comportamientos de Ahondando sobre esta cuestión, el conocido pri- los homínidos. No obstante, en este nuevo trabajo matólogo británico Richard Wrangham nos ofrece aporta un mayor conjunto de evidencias con las que en un interesante trabajo su teoría denominada The sustentar su teoría, apoyándose en la información cooking hypothesis (la hipótesis del cocinado). En él sos- obtenida a través de diferentes disciplinas, desde la tiene que el paso del consumo de alimentos crudos al Paleontología y la Arqueología, pasando por la Pri- de cocinados implicó un cambio radical en el proceso matología, los trabajos experimentales en Fisiología evolutivo humano que favoreció la emergencia de digestiva o la información procedente de la Etno- homínidos con una conformación psicosomática más grafía. Un resumen de todo ello podemos encontrarle próxima a la de los humanos actuales que a la de los en un reciente artículo publicado por el autor junto primates previos. Ese tránsito crucial lo ubica en el con R. Carmody (Wrangham y Carmody, 2010). periodo de aparición de una especie concreta, Homo egaster/erectus, en torno a 1·8 millones de años (m.a.), El libro se divide en ocho capítulos más una introduc- en la que se aprecian de forma clara los cambios físi- ción y un epílogo a lo largo de los cuales el autor tra- cos y conductuales mencionados. El autor, de este za una atractiva línea argumental, donde el uso del modo, se posiciona a favor de esa tendencia que pro- fuego y su aplicación al cocinado de alimentos sirve pone que el comienzo de la humanidad sensu stricto se como eje articulador, rastreando el cómo, el cuándo halla en el momento del surgimiento de Homo ergaster/ por primera vez y el por qué de este acontecimiento erectus. En la última década una tendencia revisionista así como sus consecuencias. En el texto se propone discute el hecho de que H. habilis, tradicionalmente que el control de este elemento y su uso para procesar considerado como el homínido que da comienzo a los recursos alimenticios aportó importantísimas ven- nuestro género, debería recolocarse dentro del árbol tajas para el desarrollo de unos homínidos que hasta evolutivo, debiendo ser considerado más un espéci- el momento habían dependido de un aprovision- men de australopiteco (por ejemplo Wood y Collard, amiento económico fundamentado en el consumo de 1999; Aiello y Andrews, 2000). Así, en contraposición vegetales y la ingesta de proteínas y grasas animales con los que Wrangham denomina habilinos, Homo er- crudas. Dentro de todos estos beneficios, Wrangham gaster/erectus presenta importantes diferencias físicas y considera especialmente importante uno de ellos y de comportamiento que justifican el hecho de esta- es que el cocinado permite aumentar la cantidad de CRÓNICA CIENTÍFICA energía que el cuerpo humano obtiene de la comida, valieron del fuego para procesar la comida de forma ventaja que a su vez lleva asociada otras muchas y habitual la selección natural actuó, favoreciendo a los que estarían en la raíz de esa transición evolutiva ha- individuos con tubos digestivos más cortos, capaces cia Homo ergaster/erectus (pág. 14). de digerir mejor la comida cocinada. Esa reducción facilitó el incremento de la eficacia en el proceso di- Para que se vea la importancia de ese cocinado, el gestivo y liberó a los homínidos de innecesarios costos capítulo 1 comienza repasando las implicaciones que metabólicos (pág. 44). Las consecuencias de la re- tiene el ingerir comida cruda. Hay muchos tipos de ducción del tracto intestinal fueron puestas de mani- recursos que pueden ser consumidos y asimilados por fiesto a mediados de la década de 1990 en un tra- el organismo humano de esta forma, desde determi- bajo de Leslie Aiello y Peter Wheeler (1995) que ha nadas hortalizas y frutas hasta ciertas variedades de revisado y cita el propio Wrangham, mencionando pescado. No obstante, el autor siguiendo las obser- datos interesantes como el de que, en comparación vaciones de grupos humanos que practican un con- con los grandes primates, la reducción de ese órgano sumo de alimentos en su versión cruda y los resulta- en los humanos ayuda a ahorrar como mínimo un dos obtenidos de trabajos dietéticos experimentales 10% del gasto energético diario en un proceso tan efectuados con animales en cautividad, muestra que, vital como el digestivo y metabólico. Además, implica a diferencia del resto de miembros del reino animal, que se operen cambios en beneficio del incremento y el ser humano, si dependiera exclusivamente del con- complejización del tejido encefálico, el órgano más sumo de recursos crudos, se enfrentaría a serios prob- costoso de mantener, que aprovecha así funcional- lemas. En este sentido, destacan los problemas gen- mente la energía que se ahorra metabólicamente. A erados por una pobre adquisición energética como, partir de esta idea el autor realiza en el capítulo 5 un por ejemplo, problemas de infertilidad con las con- entretenido repaso la dieta homínida, desde la emer- siguientes dificultades para la procreación, cuestión gencia de nuestro antepasado común hasta la actu- esencial no solo para las poblaciones actuales, sino alidad, y la relación de ésta con el incremento en los también, y de forma especial, para los grupos forma- valores cerebrales. Wrangham sugiere (pág. 127) que dos por nuestros más remotos antepasados. la paulatina introducción de mejoras en la calidad del cocinado de los alimentos favoreció que el volumen A lo largo de los capítulos 2 y 3 Wrangham añade del cerebro de los homínidos fuera experimentado más argumentos en favor del cocinado de alimentos rangos sensibles de crecimiento gracias a que se fue como paso clave en la evolución humana. Se centra logrando, a la vez, una mayor eficiencia en el proceso especialmente en dos aspectos fundamentales; por un digestivo. lado aborda la cuestión de lo costosa que es la di- gestión y cómo, precisamente, el hecho de someter Ahora bien, teniendo presente lo mencionado, al fuego y cocinar los alimentos redujo los inconveni- ¿cuándo puede documentarse efectivamente el con- entes de ese proceso. El cambio supuso notables ven- trol del fuego y su uso para el cocinado de la comida? tajas para los seres humanos y, de nuevo, la idea de A tratar de responder a esta difícil cuestión dedica la consecución de un incremento energético sale a la el autor el capítulo 4. Como mencionamos anteri- luz. Por otro lado, siguiendo en esta línea argumental ormente para Wrangham queda claro este evento y teniendo presente que, como parece dejar claro el se produce con Homo ergaster/erectus y para defender autor, el cocinado consigue incrementar la cantidad su teoría se vale de dos argumentos trascendentales. de energía que obtenemos de los alimentos, Wrang- El primero de ellos lo hemos comentado, la transfor- ham nos habla de cómo la fisiología de los homínidos mación en las estructuras físicas de los homínidos rel- experimenta un cambio importante en el momento acionados con la dieta, siendo evidentes, en compara- en que aquellos comienzan a valerse del fuego y a ción con los homínidos precedentes, en Homo ergaster/ cocinar los alimentos. Destacan las espectaculares erectus determinados cambios, como la reducción en transformaciones del aparato digestivo que se reduce la dentición que se adapta al consumo de dietas más de forma sensible en los miembros del género Homo blandas y más fáciles de procesar y las alteraciones en (tamaño de la boca, dentición, estómago, y especial- las estructuras del tronco que evidencian una reduc- mente intestinos). Los homínidos previos a Homo se ción del tamaño del aparato digestivo en su conjunto. hallaban habituados a consumir comida cruda y ali- El otro de los argumentos se relaciona también con mentos ricos en fibras y en ese aspecto se veían favo- cambios en el físico de los homínidos, pero también recidos por la posesión de unos aparatos digestivos de comportamiento; en ese sentido el autor reflex- adaptados a la asimilación de ese tipo de recursos. Ese iona sobre la perdida de la capacidad de trepar a los tipo de estructura digestiva se caracterizaba por la ex- árboles de forma habitual de nuestros antepasados y istencia de tractos intestinales muy alargados capaces el hábito de vivir de forma permanente en el suelo, de asimilar, por ejemplo, la celulosa como sucede en cuestión que el autor no concibe sin el dominio del los mamíferos estrictamente herbívoros. Wrangham fuego que habría servido como elemento vital de se- considera que en el momento en que los humanos se guridad frente a los depredadores. De este modo, si

122 Nivel Cero 12 2010 CRÓNICA CIENTÍFICA quisiéramos poner fecha al momento del uso de este reflexiona sobre la necesidad de modificar ciertos as- elemento para el cocinado de forma sostenida, según pectos de la conducta alimenticia actual que evite de- lo establecido por Richard Wrangham, deberíamos bacles tan preocupantes como el fenómeno creciente irnos a hace 1·8 m.a. momento de aparición en el de la obesidad y los problemas metabólicos que lleva registro fósil de Homo ergaster/erectus; los primeros ejer- asociados, abogando por una flexibilidad en la dieta. cicios de someter al fuego los alimentos habrían sido llevados de forma ocasional, a partir del uso del fuego El trabajo reseñado nos parece ciertamente intere- como elemento protector, de aprovisionamiento de sante, no solo por la sugerente propuesta en relación luz por la noche y para calentarse, por algún grupo con el uso del fuego sino también porque el autor de habilinos que habría dado lugar a posteriori al tipo no regatea en poner ejemplos y argumentos de peso de fisonomía característica de losergaster/erectus (pági- que sustenten sus propuestas. Constantemente nos nas 191-194). está refiriendo a investigaciones y referencias histo- riográficas que apoyan tanto la validez de su idea Junto a estas cuestiones, el autor también nos ofrece como la calidad del libro (estudios etnográficos sobre algunas interesantes reflexiones a propósito de cómo diferentes sociedades de cazadores-recolectores actu- el control y uso del fuego influyó en los cambios del ales, evidencias arqueológicas, menciones a trabajos comportamiento humano a lo largo de su tránsito experimentales con dietas sobre primates, referencias evolutivo. Así, en el capítulo 8 propone, por ejem- historiográficas a propósito de experiencias sobre di- plo, que el control de este elemento y la reunión de etas particulares, datos sobre porcentajes y valores los grupos humanos en torno a los festines cocinados nutricionales de diferentes alimentos procesados habría permitido incrementar la capacidad de comu- con fuego o sin él, observación de hábitos alimenti- nicación entre los individuos, conllevando actitudes cios y de comportamiento en sociedades humanas y mucho más flexibles basadas en la empatía, comp- primates…). No obstante, podríamos poner algunas rensión y tolerancia, favorecidas por la proximidad y objeciones. Por ejemplo, no nos llega a quedar claro, cercanía de los comensales que compartían la comi- ya que en el libro no se presta mucha atención al en- da. Igualmente, Wrangham también considera que el fatizarse en la trascendencia de la carne, la importan- cocinado hizo posible que se establecieran relaciones cia que podría haber tenido el consumo y cocinado de pareja (capítulo 7), que surgiera uno de los rasgos de recursos acuáticos en aspectos como la evolución más característicos de la sociedad humana como es del tracto digestivo o del incremento cerebral de los la división sexual del trabajo (capítulo 6, pág. 130) y homínidos. Recientes trabajos ratifican el hecho de a un fenómeno cultural como es la vulnerabilidad fe- que homínidos anteriores a la aparición de Homo er- menina frente a la autoridad masculina. Su argumen- gaster/erectus consumían una amplia variedad de pro- to se basa en el hecho de que poder consumir alimen- ductos que incluía alimentos terrestres y acuáticos, tos tratados y reblandecidos con el fuego permitió a como se aprecia en Koobi Fora, en el área del lago nuestros antepasados reducir el tiempo de masticado Turkana (Braun et alii, 2010); también se sabe que los invertido en procesar la comida cruda. El tiempo ex- recursos (peces, moluscos y crustáceos) de los medios tra ganado se invierte entonces en actividades pro- acuáticos del este de África son muy ricos en grasas ductivas, como la caza, realizadas por los miembros poliinsaturadas de cadena larga muy similares a los masculinos de los grupos que complementarían la que componen el cerebro humano (Campillo, 2004: economía de la pareja en las primeras formaciones 146, 153). Se aprecia también algún exceso, como el sociales, mientras los individuos femeninos recolec- de comparar de forma radical los hábitos alimenticios tarían y cocinarían para complementar y garantizar de los chimpancés con los de Homo habilis. Si bien es el aporte energético necesario a los cazadores al final cierto y sabido que los chimpancés cazan y de tal ac- del día en el caso de que la caza hubiera sido infruc- tividad obtienen cierta compensación energética hay tuosa. Con el paso del tiempo, como el propio autor que tener en cuenta que las actividades cinegéticas señala, el cocinado de alimentos conllevó elevados de Homo habilis y de los chimpancés muy probable- beneficios nutricionales pero para la mujer supuso mente habrían tenido objetivos diferentes. Mientras una mayor indefensión frente a la autoridad mascu- que para los primeros debió de ser una parte esencial lina. En un primer momento las mujeres se vieron de su modo de subsistencia con las consiguientes im- favorecidas pues vieron reducido el tiempo necesa- plicaciones socioculturales, para los segundos podría rio para alimentar a su descendencia, pero a la larga, ser más una actividad con un alto componente social culturalmente, se vieron inmersas en una espiral de y reproductivo con el consiguiente aporte energético servidumbre frente al dominio masculino. Como el y alimenticio (ver sobre este tema Pickering y Domin- autor señala (página 177): “El cocinado creó y per- guez-Rodrigo, 2010; Bearzi y Stanford, 2010). petuó un novedoso sistema de superioridad cultural masculina. No es un bonito retrato”. Por otro lado el autor sostiene cuestiones que nos pa- recen esenciales, pero que no por ello dejan de ser Wrangham finaliza el libro con un epilogo en el que discutibles. Así, su trabajo no entra en contradicción

Nivel Cero 12 2010 123 CRÓNICA CIENTÍFICA con la propuesta de que el consumo de proteínas y serie de alteraciones y cambios moleculares; destaca grasas animales fue fundamental en el arranque del en este sentido, y por poner un ejemplo, la presencia género Homo, es más, él con su teoría del cocinado de las moléculas de Maillard (ver pp. 50-51) que apa- reconoce esa importancia que estaría en la raíz de recen sobre un producto cuando se le somete a altas importantes cambios físicos. No obstante, independi- temperaturas. Se sabe muy poco sobre ellas y existen entemente de que pudiera haber surgido el uso del muchas sospechas de su peligrosidad para el organis- fuego para el cocinado en las fechas que él propone, mo cuando traspasan la barrera intestinal (Seignalet, los cambios somáticos en los homínidos ya parecían 2004). haberse empezado a producir antes de la emergencia de Homo ergaster/ erectus con el consumo por parte de Finalmente hay que decir que son muy interesantes los habilinos de importantes aportes de proteína ani- las apreciaciones que realiza para justificar su idea mal. Por ejemplo en las características dentales. Se ha de que el comienzo del control sostenido del fuego hablado siempre de la megadoncia de Homo rudolfen- y el cocinado se efectuó por Homo ergaster/erectus. No sis, en coherencia con ello, como señalan McHenry obstante, el propio autor reconoce que no es fácil pre- y Coffing (2000: 136), la medida del área de su den- cisar cuando comienza el control del mismo y su uso tición poscanina refleja unos valores de 572 mm2 lo para la cocina. En evolución humana es aventurado que coincidiría con el reconocimiento de un tamaño hacer apreciaciones categóricas sobre cuándo se pro- dental considerable. Por el contrario, si atendemos a dujo tal o cual evento evolutivo, máxime cuando se su cociente de megadoncia éste es de 1.5 lo que indi- está hablando de cuestiones que conllevan asociados ca que a pesar de que Homo rudolfensis pudiera haber hábitos y conductas sociales y cuya evidencia en el heredado una elevada megadoncia, comparándolo registro fósil a menudo pasa muy desapercibida por la con el tamaño del cuerpo, su cociente es similar al de ausencia de restos. Los comienzos del género Homo es Homo ergaster/erectus. Igualmente, los mismos autores un tema que, como hemos dicho, es muy controver- sostienen que con Homo habilis se hace ya patente una tido y discutido en Paleoantropología y Arqueología. reducción del tamaño absoluto del sistema mastica- Proponer un elemento único como motor para ese torio, aparte de que es a este taxón a quien de forma importante tránsito evolutivo es arriesgado. Desde conservadora se le atribuye la autoría de las primeras nuestro punto de vista, el control y uso del fuego es herramientas de piedra y su uso para el procesado de una parte más de la capacidad de innovar de los ho- recursos animales entre otros. Por ello vincular radi- mínidos que se hace particularmente evidente en un calmente los cambios somáticos de los homínidos al periodo que arranca, como mínimo, hace 2.6 m.a. consumo de carne cocinada parece una cuestión que (Gómez Castanedo, 2007). El fuego, como propone quizás hay que revisar con más detalle. Wrangham, podría haber sido un elemento impor- tante, pero también lo habrían sido, por ejemplo, la En otro orden de cosas, una de las cuestiones que el capacidad de fabricar herramientas de piedra para el trabajo de Wrangham asume, no solo en este libro procesado de las carcasas animales y otros recursos, sino también en los artículos citados sobre el par- los cambios en las tendencias cinegéticas, la mayor ticular, es el hecho de que biológicamente los seres tendencia a la organización social y el establecimien- humanos estamos adaptados al consumo de dietas to de lazos de cooperación y solidaridad, además de que incluyen alimentos cocinados. Líneas de investi- variadas transformaciones psicosomáticas. Es decir, gación recientes, llevadas a cabo por profesionales en una serie de procesos que se retroalimentan unos a medicina ponen en duda esta cuestión argumentan- otros y que son fruto de nuevas formas de enfrentarse do y dejando claro que nuestras enzimas digestivas por parte de los homínidos, fundamentalmente gra- no han conseguido adaptarse a esta circunstancia. cias a su capacidad innovadora, a los retos que pro- En este sentido, el conocido médico Jean Seignalet pone el entorno que les rodea en ese momento. sostiene que el calor produce en los alimentos una

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BIBLIOGRAFÍA

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ÍNDICE

ARTÍCULOS

David ÁLVAREZ ALONSO Industria lítica en el Picu Santufirme (Llanera, Asturias) ¿Selección de espacios y territorios en el Paleolítico Antiguo?...... 7-13

Lawrence Guy STRAUS Breves apuntes sobre el Paleolítico Superior de la Región Cantábrica: estado de la cuestión, 1990- 2005...... 15-34

José YRAVEDRA SAINZ DE LOS TERREROS y Alberto GÓMEZ CASTANEDO Las estrategias de subsistencia en la región central de la Cornisa Cantábrica. ¿Continuidad o ruptura?...... 35-51

David RODRÍGUEZ GONZÁLEZ Reflexiones acerca del traslado de bienes semovientes en el Neolítico de la Meseta Sur...... 53-62

Edgard CAMARÓS Con el estado hemos topado o de cuando las sociedades cazadoras-recolectoras entran en relación con las sociedades estatales...... 63-71

Jesús F. TORRES-MARTÍNEZ y Mariano Luis SERNA GANCEDO Sistemas defensivos en el oppidum de Monte Bernorio (Villarén de Valdivia, Palencia)...... 73-87

Antxoka MARTÍNEZ VELASCO El campamento romano de Castrillo, en Lahoz (Valderejo, Araba). Avance a su estudio...... 89-98

Enrique GUTIÉRREZ CUENCA y José Ángel HIERRO GÁRATE ¿San Millán en Valderredible? Reflexiones a propósito de una publicación reciente...... 97-113

CRÓNICA CIENTÍFICA

Manuel DOMÍNGUEZ-RODRIGO Recensión: Una visión incompleta de la arqueología de los orígenes humanos...... 117-120

Alberto GÓMEZ CASTANEDO Recensión: De cuando Prometeo se hizo cocinero. Fuego y cocina en la evolución humana...... 121-125