Bulletin de l'Institut français d'études andines
34 (3) | 2005 Los Andes del Centro Sur Estudios transversales
Thérèse Bouysse-Cassagne (dir.)
Edición electrónica URL: http://journals.openedition.org/bifea/4828 DOI: 10.4000/bifea.4828 ISSN: 2076-5827
Editor Institut Français d'Études Andines
Edición impresa Fecha de publicación: 1 diciembre 2005 ISSN: 0303-7495
Referencia electrónica Thérèse Bouysse-Cassagne (dir.), Bulletin de l'Institut français d'études andines, 34 (3) | 2005, « Los Andes del Centro Sur » [En línea], Publicado el 08 diciembre 2005, consultado el 08 diciembre 2020. URL : http://journals.openedition.org/bifea/4828 ; DOI : https://doi.org/10.4000/bifea.4828
Les contenus du Bulletin de l’Institut français d’études andines sont mis à disposition selon les termes de la licence Creative Commons Attribution - Pas d'Utilisation Commerciale - Pas de Modifcation 4.0 International.
)&%! GestoresBulletin de culturales. l’Institut EntreFrançais la culturad’Études y elAndines patrimonio / 2005, 34 (3): 277-288
Gestores culturales. Entre la cultura y el patrimonio
Elizabeth Torres* Javier Romero**
Resumen
El artículo revisa brevemente el origen del término Patrimonio Cultural, para luego focalizar su atención en la aplicación de este concepto a determinados momentos históricos en Bolivia. Menciona algunas connotaciones diferentes, sus cambios, junto con las formas de representarlo y algunas maneras actuales de ver el patrimonio, desde el consumo cultural. Dentro de este proceso se sugiere algunos conflictos entre el Estado, los gestores culturales y el mundo académico, a raíz de las nuevas formas desarrolladas entre las poblaciones locales, para relacionarse con los sitios, los objetos y/o los fenómenos culturales. Finalmente, se plantea la necesidad de generar procesos integrales entre el mundo académico, los gestores culturales y las poblaciones locales.
Palabras clave: patrimonio cultural, identidad cultural, gestión cultural
Agents culturels. Entre la culture et le patrimoine
Résumé
Cet article revoit brièvement l’origine du terme Patrimoine culturel et met l’accent sur l’application de ce concept à des moments précis de l’histoire de la Bolivie. Il fait état d’un certain nombre de connotations différentes, de leurs changements, de leurs formes de représentation ainsi que des formes modernes de considérer le patrimoine du point de vue de la consommation culturelle. Ce processus peut impliquer des conflits entre l’État, les gestionnaires du patrimoine culturel et le monde académique, en raison de nouvelles approches développées par les populations locales à propos des sites eux-mêmes, des objets et/ou des phénomènes culturels.
* Directora del Museo Nacional de Etnografía y Folklore de La Paz, Bolivia. E-mail: [email protected] ** Jefe Dpto. Extensión y Difusión Cultural de la misma institución. E-mail: [email protected]
277 Elizabeth Torres, Javier Romero
En fin de compte la création des processus qui rassembleraient le monde académique, les gestionnaires du patrimoine et les populations locales, est proposée comme un besoin.
Mots clés : patrimoine culturel, identité culturelle, gestion culturelle
Cultural manager. Between the culture and the patrimony
Abstract
The article reviews briefly the origin of the term Cultural Patrimony, in order to focus its attention on the application of this concept to certain historical moments in Bolivia. It mentions some different meanings, its changes, as well as the ways to represent it and some current ways to see the patrimony, from the point of view of cultural consumption. In this process some conflicts are suggested among the State, the cultural managers and the academic world, because of the new forms developed by the local populations to relate themselves with the places, the objects and/or the cultural phenomenon. Finally it is proposed the necessity to generate integral processes among the academic world, the cultural managers and the local populations.
Key words: cultural patrimony, cultural identity, cultural management
En los últimos 20 años en Bolivia, como en varios países del continente sudamericano y en el resto del mundo, se han otorgado una serie de nominaciones y declaraciones a favor del patrimonio cultural y natural, por parte de la UNESCO. Esto ha definido cierta dirección en el trabajo relacionado con objetos, espacios y construcciones arquitectónicas, que son valoradas por las diferentes culturas que habitan los distintos países del mundo. Sin embargo, las formas de vivir los tiempos y de asimilar los cambios no han sido uniformes, como tampoco han sido iguales las maneras en las que se han desarrollado la comprensión, lectura y visión de los procesos generados por la UNESCO. Además, hay que tomar en cuenta la capacidad económica, social y política de los diferentes países, para integrar procesos socio- educativos que hagan que las poblaciones locales conozcan, se apropien y formen parte de la construcción social en torno a aquellos objetos, espacios y construcciones arquitectónicas, que son parte de sus formas propias de «vivir la vida». En este sentido, nuestra formación nos obliga a tomar en cuenta los procesos de construcción de conocimiento que se dan en el mundo académico. Sin embargo, nuestras actividades laborales como gestores culturales nos posicionan en relación directa con la gran cantidad de colegas que trabajan en instituciones del Estado o privadas, relacionados directamente con objetos,
278 Gestores culturales. Entre la cultura y el patrimonio espacios, construcciones arquitectónicas y con las poblaciones locales. Este hecho particular nos ha permitido detectar ciertas situaciones que son parte de la relación entre el conocimiento académico, los gestores culturales y las poblaciones locales. Este contexto ha servido para desarrollar una reflexión inicial en torno a lo que está pasando en Bolivia en relación al trabajo con el Patrimonio Cultural. Este corto ensayo introduce una reflexión preliminar que surge de dos vertientes. Por una parte, varios años de trabajo en relación directa con sitios, objetos y fenómenos, conocidos como patrimonio cultural y por otra, unos pocos años, los últimos, relacionados con la reflexión desde aquellas categorías que se han ido construyendo para abordarlas. Si bien nuestra reflexión intenta llegar más allá, es importante advertir que las situaciones de referencia, en la mayoría de los casos, han sido aquellas de las que hemos sido parte, directa o indirectamente, en nuestros trabajos como gestores culturales en diferentes lugares, poblaciones o ciudades de Bolivia.
1. ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE PATRIMONIO CULTURAL
Hace apenas algunas décadas los organismos internacionales empezaron a llamar nuestra atención sobre el significado de lo que se ha venido a denominar «Patrimonio Cultural». En este proceso se ha dado un alto énfasis al uso de esta categoría. Para el caso de Bolivia, inicialmente en las esferas de especialistas y, posteriormente, como consecuencia de varias nominaciones por parte de la UNESCO, se ha difundido en los espacios de los propios actores en la base social de la población. Las dinámicas en estos procesos han tenido y tienen sus propias características. En algunos casos la apropiación del patrimonio ha partido de la base social, en otros casos las iniciativas han surgido de las esferas de poder. Esto ha generado procesos diferentes y obviamente sus resultados también son distintos. De este modo, se han construido diversas formas de sentirse «poseedores» de representaciones, significados y valores, de sus propias culturas y con esto se ha ido dando sentido a objetos, espacios y construcciones arquitectónicas. Estos procesos articulados en un sin fin de relaciones sociales han constituido formas locales de identidad, reflejadas en culturas particulares, como parte de sistemas articulados. Esta manera diferenciada de sentirse parte de una determinada comunidad, multiplicada por las diversas formas de articular y pensar las representaciones, significados y valores que existen en el mundo, hace que hoy sea indispensable dirigirse a la humanidad de manera plural, respetando las particularidades que resaltan las diferencias y rescatando las similitudes que comparten las diferentes culturas. Es en esta dirección que enmarcamos nuestra reflexión, partiendo de un origen del término con características monoculturales. La estructura social, de tipo patriarcal, marca el nacimiento de esta categoría, entendida como herencia recibida o heredada por vía paterna. Sin embargo su connotación se aproxima más a la relación que fortalece los vínculos con el pasado. La idea de herencia común inunda esta primera acepción (Urbano, 2000). Posteriormente, la modernidad cambia la concepción de patrimonio, el pensamiento crítico y el proceso histórico que culmina con la Revolución Francesa generan una idea en la que la nación entra a jugar un rol importante. Se plantea la herencia de la nación como parte de la memoria colectiva. Herencia, memoria y patrimonio se convierten en expresiones de un mismo espacio mental y social. La referencia, o los referentes, compartidos por una determinada colectividad, que remiten a aquel espacio mental y social, irán formando, poco a poco, la identidad cultural, compartida por cada individuo. En este proceso la lógica de las prácticas irá manifestándose en el espacio público, imprescindible para la socialización de la herencia de la nación.
279 Elizabeth Torres, Javier Romero
En Bolivia, este proceso se desarrolla a partir de la fundación de la República. Sin embargo, se dan dos momentos históricos fundamentales para la construcción de «objetos patrimoniales», que puedan servir de referentes en el imaginario de nación. El primero es el descubrimiento e inicio de las excavaciones de los restos arqueológicos de Tiwanaku, con el que se inicia una construcción, todavía vigente, con base en un pasado arqueológico desenterrado. El segundo es la Guerra del Chaco, que consolida procesos menores, anteriores, en los que el «indio» entra a ser parte del discurso de la Nación. De esta manera la presencia de los diversos «indios», habitantes del territorio nacional, empieza a visibilizarse de distintas formas, en función de las regiones y los espacios sociales en los que esta gran masa de población habitaba. La pintura, la danza, la música y la literatura habrán aportado bastante hasta este tiempo para que la referencia indígena haya sido parte de un discurso que miraba hacia su población, lo ponía como referencia, pero no se mezclaba con ella. Con estas características se inicia una puesta en valor del patrimonio como parte del imaginario de la nación. Actualmente se dan casos en que los indígenas, aquellos que fueron utilizados como íconos y «postales», han cambiado una vez más la manera de pensar el patrimonio. Son ellos mismos, a partir de la construcción de círculos intelectuales indígenas, los que se han apropiado de aquel imaginario desenterrado y se han hecho parte de su construcción actual, recurriendo a símbolos como la cruz cuadrada o la puerta del sol y a fechas especiales como el solsticio de invierno, celebrado el 21 de junio. Esto ha consolidado e incrementado la puesta en valor del patrimonio, pero esta vez por los propios actores. Pero estos casos no son la mayoría. Con mayor frecuencia se dan situaciones de cambio cultural y/o de «tránsitos» hacia formas de vida globales. En este proceso, danzas, instrumentos musicales, herramientas, sitios arqueológicos, espacios arquitectónicos y rituales van quedando en el abandono. El patrimonio cultural, como representación social, se ha ido construyendo a partir de diversos referentes; sin embargo, de una o de otra manera, todos hacen alusión a la identidad y a la cultura. Esta referencia tiene distintas connotaciones. Por ejemplo, se alude a la creación del pensamiento y a la destreza del ser humano, reconocidas en las legislaciones internacionales y contenidas en la siguiente definición: Patrimonio es «[…] todo lo que forma parte de la identidad característica de un pueblo, que puede compartir, con otros, si así lo desea […]». (Daes, 1998) Aquellas creaciones y destrezas, a las que se hace referencia, se manifiestan en: canciones, relatos, conocimientos científicos, obras de arte y otras formas de expresión humana. Incluyen además, en sí mismo, al patrimonio histórico y al paisaje cultural con el que un asentamiento humano ha estado y/o está culturalmente vinculado. Otra manera de comprender el Patrimonio Cultural es visualizarlo como un proceso que implica construcción social. «El patrimonio cultural es, esencialmente, una obra colectiva, producida por el conjunto de la sociedad. Pero en las sociedades altamente diferenciadas la contribución a su construcción y el acceso de las clases sociales a ese patrimonio es diferencial. Grupos y clases se apropian de elementos culturales diferentes que son frecuentemente utilizados como instrumentos de identificación colectiva en oposición a otros segmentos […]». (Rosas Mantecón, 1999) La misma autora hace un repaso del proceso en el que «[…] los estudios dejaron de centrarse exclusivamente en el sentido interno de los objetos o bienes culturales, y pasaron a ocuparse de su proceso de producción y circulación social […]» (Rosas Mantecón, 1999), así como de los significados que los diferentes receptores les atribuyen. De esta manera, la noción del patrimonio como acervo resultó inoperante. Se hicieron evidentes las desigualdades en la constitución y la reproducción cotidiana del patrimonio cultural y algunos autores fueron conceptuándolo como construcción social.
280 Gestores culturales. Entre la cultura y el patrimonio
Actualmente, el patrimonio cultural también está asociado a los derechos de la colectividad vinculados a una familia, un clan, una tribu u otra forma de parentesco o relación, así como a una comunidad o espacio social particular. Sin embargo, la dinámica económica es otro componente que va a generar una transformación importante en la manera de ver y vivir el patrimonio cultural. La dinámica actual, relacionada con el régimen económico del libre mercado, introduce al tratamiento del patrimonio cultural otros componentes. La producción, el consumo, la oferta y la demanda cultural se están convirtiendo en las nuevas categorías que rodean al patrimonio cultural y su gestión. En este contexto, la práctica ha abierto, de hecho, nuevas problemáticas. La producción cultural orientada hacia un consumo cultural específico ha buscado recursos como teatralizaciones y puestas en escena del «patrimonio» modificando, de alguna manera, la lógica de aquella parte de la memoria colectiva recibida como herencia para transformarla en función de consumos diversos y demandas variadas. Esto lo podemos ver en la creación de «fiestas tradicionales», como parte de construcciones contemporáneas, como el carnaval de Tarabuco, hoy conocido mundialmente como «Pujllay», que fue organizado por CORDCH1 por primera vez para el público en 1973 y la entrada universitaria de La Paz. Ambas son protagonizadas por actores no necesariamente vinculados al origen cultural de las mismas, sino más bien identificados con su interpretación a partir de la investigación y su recreación sui generis. Otra es la entrada de la «Jiska Anata», con sus propias particularidades. Son unos cuantos ejemplos para este caso. Junto a lo anterior está también la transformación de fiestas populares callejeras en desfiles «ordenados» con una lógica que rompe la dinámica de lo callejero y lo popular y se orienta desde los productores hacia los consumidores, introduciendo la noción de «orden», haciendo que aquella dinámica de lo popular busque sus propios momentos y lugares para legitimar la presencia de aquella memoria colectiva expresada a través de la práctica de los actores. El carnaval de Oruro, la Entrada del Gran Poder y de la Virgen de Urkupiña, son otros ejemplos de estas dinámicas. En los últimos tiempos el patrimonio cultural está siendo representado y teatralizado, sobre todo en conmemoraciones, monumentos y museos. Esta dinámica se mueve en función de distintos tipos de consumidores, que van de lo social y lo educativo, como parte de formas de vida, hasta aquellos que compran fragmentos de lo exótico para su propio consumo. El énfasis en alguno de estos marca los niveles de fragmentación para las dinámicas de consumo. Al mismo tiempo, y por lo mencionado anteriormente, encontramos en estos espacios, y en el proceso de ser parte de los diversos fenómenos que hacen al patrimonio, distintos sentidos y diferentes formas de representación social de lo que es el patrimonio cultural, en función de los varios sistemas de relaciones sociales y de los propios actores y sus finalidades. Este proceso sirve para incluir o excluir a los individuos como parte de determinadas colectividades, en los momentos de manifestación de ciertos fenómenos. Aquí es importante destacar el rol del espacio público como contenedor y su importancia para la manifestación de determinados fenómenos. El uso del espacio público se presta para ser parte de apropiaciones, negaciones y conflictos y es una constante en los centros históricos. En esta dinámica, el patrimonio está en disputa, en discusión y en entredicho, «[…] como un espacio de lucha material y simbólica, entre las clases, las etnias y los grupos […]» (Rosas Mantecón, 1999), que funciona para unificar a cada nación pero también como recurso para reproducir las diferencias sociales y la hegemonía de quienes logran un acceso preferente a la producción y distribución de bienes, técnicas y conocimientos.
1 Corporación de Desarrollo de Chuquisaca.
281 Elizabeth Torres, Javier Romero
Nuestra última reflexión, está relacionada con el proceso en el que la UNESCO, con buenas intenciones, ha manejado el tema2 relacionado con la cultura y sus procesos simbólicos. En un inicio esta «mirada» ha hecho énfasis en lo monumental y se han obviado los procesos sociales locales. Así se ha fragmentado la percepción de las dinámicas locales y se ha generado otra forma de lectura para los procesos sociales y sus operaciones simbólicas. A estas últimas se les ha dado inicialmente el rótulo de expresiones folklóricas, luego han sido definidas como expresiones de la cultura popular y actualmente han sido llamadas patrimonio intangible o inmaterial, dependiendo de las traducciones hechas del inglés. El Anteproyecto de la convención internacional para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial puesto a consideración de la comunidad especializada a partir de la 32ª Reunión de la UNESCO, realizada en París el año 2003, define como Patrimonio Cultural Inmaterial a: «[…]los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas, junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes, que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su Patrimonio Cultural. Este Patrimonio Cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana. Manifestándose en particular en los ámbitos siguientes: a) tradiciones y expresiones orales, incluido el idioma como vehículo del Patrimonio Cultural Inmaterial; b) artes del espectáculo; c) usos sociales, rituales y actos festivos; d) conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo; e) técnicas artesanales tradicionales […]» Enfatizando que se tendrán en cuenta únicamente los elementos del «Patrimonio Cultural Inmaterial» compatibles con los instrumentos internacionales de «Derechos Humanos» existentes y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible. Aclara también qué se entiende por «salvaguardia» a las medidas encaminadas a garantizar la viabilidad del «Patrimonio Cultural Inmaterial». Estas serían: la identificación, documentación, investigación, preservación, protección, promoción, valorización, transmisión —básicamente a través de la enseñanza formal y no formal— y revitalización de este patrimonio en sus distintos aspectos. Vemos cómo se ha ido reposicionando el abordaje conceptual a las diferentes formas culturales, en las que se hace indispensable el uso de representaciones sociales articuladas a prácticas culturales, en todas las culturas del mundo. Este intento, sin embargo, mantiene la separación entre la cultura material y no material. La mirada y abordaje holístico generado desde la antropología no han estado presentes. Sin embargo, en la mayoría de los espacios en los que participan gestores culturales, no ha habido cambios en la manera de abordar estos fenómenos; tal vez uno de los mayores cambios es el hecho de haber generado una idea de prestigio en aquellos fenómenos que se expresan a través de la danza, la música y otras formas artísticas, rituales y festivas. En general, en los espacios más familiarizados con estas prácticas culturales y sus procesos simbólicos, se dice: «primero fue folklore, luego cultura popular y ahora se tiene que hablar de patrimonio intangible», como si sólo se hubiera dado un cambio de categoría para designar a un mismo fenómeno.
2 Para el caso de este artículo estamos realizando solamente una reflexión preliminar, porque este tema necesita ser tratado con la profundidad necesaria y además es importante desarrollarlo con toda rigurosidad. Esta es una tarea pendiente para una próxima oportunidad.
282 Gestores culturales. Entre la cultura y el patrimonio
Nos parece importante, a partir de la introducción de nuevas categorías en los ámbitos de la educación, generar, también, procesos que puedan cambiar la representación social que se haya tenido en relación a las anteriores categorías. En esta línea es necesario generar una manera integral de comprender el patrimonio, entre lo antiguo y lo nuevo, lo local y lo global y también entre la lógica de las prácticas y la lógica de las representaciones, como parte de los procesos simbólicos y sociales que se viven en todas partes del mundo.
2. PUESTA EN VALOR Y CONSECUENCIAS DEL PATRIMONIO
Las primeras acciones para la puesta en valor de algunas expresiones culturales estaban fundadas en la «dignidad» y en el «prestigio histórico» de la herencia y la memoria. En este proceso surge la noción de «acervo» y toma bastante vigencia en América Latina, donde «[…] la concepción del patrimonio como acervo ha prevalecido sobre todo en las disciplinas directamente responsables de su cuidado —arqueología, arquitectura, restauración—. Esta manera de conceptuar el patrimonio es, en mayor o menor medida, estática: asume que la definición y apreciación de los bienes culturales está al margen de conflictos de clases y grupos sociales […]». (Rosas Mantecón, 1999) Sin embargo, como se ha descrito anteriormente, en muchos casos, esta manera de pensar el patrimonio de manera estática no ha cambiado. Lo que se ha producido es una renovación de la categoría utilizada por los especialistas, pero, en general, la representación social del patrimonio remite a una figura estática, heredada del pasado. En los últimos tiempos, el relanzamiento de esta categoría se ha orientado hacia la dinámica del libre mercado. Esto último es reafirmado a partir de la reformulación de las categorías que se han ido construyendo, como: «industrias culturales», «consumo cultural», «producción cultural», «oferta cultural», «demanda cultural» y «servicios culturales», entre otras. Una de las consecuencias de esta dinámica muestra cómo las formas de pertenencia de una cultura, que eran reflejadas por la construcción y uso de bienes culturales y la práctica en relación a estos, se han transformado de una dinámica compleja, articulada por los grupos sociales locales, dentro sus propias representaciones sociales, en un acontecimiento separado, fragmentándose así el proceso local, en función de la demanda o el deseo del «exterior». De esta manera, como plantea Enrique Urbano (2000), el patrimonio se está fragmentando en partes aisladas, en función de la oferta, pero también por la demanda. En Bolivia esta fragmentación sirve para generar nuevos referentes identitarios, que surgen de las nuevas dinámicas sociales económicas y políticas3. Algunas entran en conflicto con los estados, otras son complementarias a estos y hay también las que entran en conflicto con las poblaciones locales. En nuestro país la declaración de algunos sitios como «Patrimonio de la Humanidad» o de algunos fenómenos como «Obra Maestra» ha ido generando cierto tipo de conflictos que no han sido de fácil resolución, y, en algunos casos, las dinámicas diversas dejan ver conflictos hacia delante. Para el caso de los sitios patrimoniales, algunas comunidades o poblaciones han manifestado su descontento al ver que los restos arqueológicos de su región eran administrados por el Estado y no se habían generado mejoras en los sitios y su área inmediata. También se ha manifestado interés, por parte de las poblaciones locales, por la administración del dinero que pueda generar el posible turismo, que por el momento, no tiene una estructura, ni un sistema organizativo para generar una «oferta» turística alentadora, en la mayoría de los casos.
3 Para el caso del carnaval de Oruro, en Bolivia, en los últimos años, la Cervecería Boliviana Nacional ha lanzado spots televisivos, de difusión masiva, con ideas que están construyendo una nueva representación social sobre este fenómeno, dirigidas a visitantes que buscan divertirse durante los fines de semana de la época. Sirviendo esta representación social del carnaval, para generar turismo nacional masivo por dos o tres días durante la fiesta. Sin embargo, no es la única forma de vivir y de ser parte de este fenómeno.
283 Elizabeth Torres, Javier Romero
Dentro de esta línea, y por la influencia de «gestores culturales» que difundieron de alguna manera la idea de «Museos Comunitarios», ahora son los mismos comunarios los que están empezando a generar sus propias demandas para construir, difundir y administrar sus propios centros, con la idea de que estos podrían ser la solución a sus problemas económicos. Dentro de este proceso, el Estado, que ha empezado a recibir demandas en este sentido, no tiene las posibilidades económicas ni la logística necesaria para acceder a estas. Todo este proceso, en los últimos tiempos, está mostrando nuevas formas de relacionarse con los sitios o con los fenómenos, ya sea por parte del Estado, de las poblaciones locales o de los visitantes externos. Una primera consecuencia, a partir de algunas declaratorias por parte de la UNESCO, cuya intención fue la puesta en valor de un determinado sitio o fenómeno, ha sido la decepción y posterior desvalorización de otros sitios o fenómenos. Para el caso específico de la declaratoria del carnaval de Oruro como «Obra Maestra», su consecuencia fue un malestar general entre los organizadores y participantes de otros fenómenos similares en el resto de Bolivia. Sin embargo, su consecuencia posterior fue la competencia, en el sentido de pensar que si los otros fueron reconocidos por la UNESCO, «¿por qué nosotros no?». De esta manera la «rivalidad» por obtener una nominación ha ido generando una nueva dinámica de organización y puesta en escena de algunos fenómenos. Lo anterior nos muestra cómo la dinámica del patrimonio cultural ha llegado a constituir, en una misma sociedad, o dentro de un mismo Estado, diferencias que, en muchos casos, se han convertido en canalizadores de conflictos mayores. Así, ha pasado de ser «reproductor social de la diferencia» a «reproductor de la diferencia social», dando lugar en muchos casos a conflictos interculturales.
3. LA CULTURA Y EL PATRIMONIO CULTURAL
La última corriente, que aborda la problemática cultural separando lo «material» de lo «inmaterial», o lo «tangible» de lo «intangible», no toma en cuenta el proceso de reflexión que se da a partir del inicio del siglo XX en las ciencias sociales sobre este tema, donde la antropología social y cultural primero, la antropología estructural y sociología de la cultura luego y, actualmente, los estudios culturales, todas desde sus propias perspectivas, abordan fenómenos que se articulan de manera constante entre lo material y lo inmaterial, o lo tangible y lo intangible. Dentro de este proceso de construcción de conocimiento y desde las distintas escuelas y corrientes de pensamiento, el componente dialéctico y relacional entre lo tangible e intangible, siempre ha estado presente. Actualmente la comprensión de la cultura y su valoración como patrimonio cultural, debería tomar en cuenta varios puntos que han sido extensamente estudiados por las ciencias sociales4. Tomando estos puntos como referencia, planteamos que, a partir de la articulación del lenguaje y el manejo de operaciones simbólicas, los humanos han podido ser parte de colectividades. Estas han funcionado siempre de manera complementaria, con una lógica de las prácticas y una lógica de las representaciones simbólicas. La primera consolidando las prácticas culturales específicas y la segunda generando los sistemas simbólicos. Estos últimos cuatro elementos son articulados constantemente en lo cotidiano en los diferentes momentos y situaciones de la vida en comunidad y también en la vida urbana contemporánea, como parte de un proceso infinito de construcción social, en distintos lugares y desde distintas colectividades. Dentro de esta línea, son aquellas lógicas, aquellos sistemas simbólicos y las prácticas culturales las que constituyen lo que es en sí el patrimonio cultural, expresado en objetos y sujetos interrelacionados y en relación constante.
4 Pensamos que no se puede obviar, en una reflexión o abordaje de temas sobre patrimonio, pensar a la cultura como proceso, la cultura como construcción social y finalmente, la cultura como referencia de una dinámica entre objetos y sujetos.
284 Gestores culturales. Entre la cultura y el patrimonio
La forma de construir, ser parte y hacer propio un determinado patrimonio, se expresa constantemente en objetos y sujetos, como se dice en el anterior párrafo, interrelacionados y en relación constante. Entonces, si bien es posible delimitar la cultura para fines didácticos en algunos casos, siempre va a ser un sistema de significados compartidos por las poblaciones como representaciones sociales. Este sistema, abarca lo material, lo inmaterial y lo relacional. Así, elementos y fenómenos, objetos, sujetos, representaciones y procesos simbólicos, deberán abordarse de una manera integral, respetando el énfasis en la particularidad, pero sin desligar ningún componente del sistema. El peligro de asumir ciertas referencias externas, para fines de clasificación, en procesos y fenómenos integrales, lleva a desenlaces caóticos en los que se pierde la perspectiva para el análisis. Actualmente los intentos de clasificación de géneros musicales son un ejemplo importante. Con el ingreso de formas musicales de poblaciones locales al mercado de la música, las formas de clasificación han entrado en conflicto, «[…] la acelerada relación entre tradición y cambio, a través de múltiples procesos de hibridación musical, ha desestabilizado la manera de definir las fronteras de los géneros musicales […]». (Ochoa, 2003) Para el caso en el que los fines son solamente comerciales no se ha desarrollado ningún cuestionamiento y menos cierto análisis de las consecuencias. Sin embargo, cuando se aborda este fenómeno desde las ciencias sociales, se encuentra una gran variedad de géneros que cruzan diferentes formas musicales, sin existir ningún orden o coherencia. El caos mayor se ha presentado desde la construcción de la idea de la World Music, o Músicas del Mundo5. Pensamos que, en este caso específico, la perspectiva que sirve para comprender la cultura, debería ser utilizada también para ver aquello que se está llamando actualmente «Patrimonio Cultural». De esta manera se puede reducir aquellas tensiones generadas entre investigadores, gestores culturales y la base social de nuestros países.
4. CONCLUSIONES
La reflexión acerca de lo que fue y es actualmente el patrimonio no es unitaria entre los especialistas y menos entre los propios actores, aunque entre estos últimos esto no tiene mayor relevancia. La poca o ninguna relación entre científicos sociales —aquellos que construyen las categorías de análisis—, los gestores culturales —quienes operan y gestionan la actividad cultural relacionada con el patrimonio— y los propios actores —quienes viven en el día a día su propia cultura— plantea un contexto difícil y con mucho por hacer hacia delante, sobre todo en países como Bolivia. Como consecuencia de esta dinámica se ha arribado a un escenario confuso para la puesta en valor del patrimonio cultural en diferentes contextos, sean estos locales, regionales o nacionales. Por una parte, se manifiestan los propios actores, hablando de «su cultura» y «sus costumbres», refiriéndose a sus propias formas de ser parte de una colectividad viva; por otra, están aquellos consumidores, turistas, que fragmentan el fenómeno o producto ofertado y lo «digieren» en función de su propia demanda. Y también aparecen en escena aquellos «gestores culturales», que no se percataron de aquella forma cambiante de ser parte de una determinada colectividad y siguen viendo la idea del patrimonio como aquella inamovible herencia recibida por vía paterna con un vínculo rígido con el pasado. A esto se suma la dificultad de mantener determinados sitios, objetos y/o construcciones arquitectónicas, como parte de los procesos sociales locales, por parte de algunas colectividades. Esto puede ser por la imposibilidad de los estados, por decisiones políticas o por dinámicas sociales locales.
5 Este tema puede ser ampliado en: Ochoa, 2003; Ochoa & Gragnolini, 2001; Bohlman, 2000; 1992; De Carvallo, 1998, entre otros.
285 Elizabeth Torres, Javier Romero
La consecuencia, común en estos casos, es que van quedando olvidadas porque ya no son considerados parte de «su cultura» o de «sus costumbres» y entran en procesos de deterioro, depredación o saqueo, dependiendo del tipo de bien cultural, sitio arqueológico o espacio arquitectónico del que se trate. Esto último ha llevado a ciertas instituciones y/o comunidades a generar procesos en los que se incentiva la puesta en valor del patrimonio, como parte de una dinámica que tiene y tendrá distintos matices y diferentes características en función de los lugares y las sociedades en las que se desarrolle esta tarea. La finalidad, en la mayoría de los casos, es generar formas de apropiación, a partir de un imaginario compartido, desde los espacios sociales locales. Esta tarea, sin embargo, no está entre las prioridades de las políticas de los estados de los países del sur en la mayoría de los casos, aunque de una o de otra manera algunas instituciones pueden superar ciertas barreras y generar procesos con relativo éxito. Por otra parte, ante la puesta en valor de diferentes culturas, a través de nominaciones como obras maestras o sitios patrimoniales y la generación de conflictos de poder con la cultura hegemónica, se ha dado lugar a conflictos interculturales, mostrando un nuevo escenario de acción para las personas que trabajan en la gestión cultural. Otra situación por resolver es la fragmentación de la dinámica de las culturas locales, a partir de las ofertas turísticas. Las reacciones en estos casos no son las más ágiles ni las más apropiadas. En estos casos, es importante, por parte de los gestores culturales, la aplicación de una praxis desde un conocimiento teórico, aplicado y apropiado en la actuación con las poblaciones locales, que sea capaz de lograr una lectura adecuada de los fenómenos y los procesos sociales que pueden presentarse en las diversas coyunturas. Por lo anterior pensamos que es fundamental en nuestros países generar procesos integrales, entre el mundo académico, los gestores culturales y las poblaciones locales. Estos procesos servirán para mejorar la forma en la que se desarrolla el trabajo relacionado con el patrimonio cultural en general y también servirán como referente en los procesos de generar políticas culturales por parte de nuestros estados.
Referencias citadas
BOHLMAN, P., 1992 – Ethnomusicology’s Challenge to the Canon; The Canon’s Challenge to Ethnomusicology. In: Disciplining Music. Musicology and its Canons (Bergeron, K. & Bohlman, P., eds.): 116-136; Chicago-Londres: University of Chicago Press. BOHLMAN, P., 2000 – Músicas del mundo y religiones del mundo: ¿Mundo de quién? A Contratiempo, 11: 15-33. DAES, E.-I., 1998 – Estudio sobre la Protección de la propiedad cultural de los pueblos indígenas. In: Derechos de los pueblos indígenas (Legarreta, J., ed.): 179-255; Vitoria-Gasteiz: Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco. DE CARVALLO, J. J., 1998 – Estéticas de la opacidad y la transparencia. Música, mito y ritual en el culto shangó y en la tradición erudita occidental. Antropología, 15-16: 59-90.
286 Gestores culturales. Entre la cultura y el patrimonio
OCHOA, A. M., 2003 – Músicas locales en tiempos de globalización, 131 p.; Bogotá: Norma. OCHOA, A. M. & CRAGNOLINI, A., 2001 – Músicas en transición, 118 p.; Bogotá, CO: Minsterio de Cultura. Cuadernos de la Nación. ROSAS MANTECÓN, A., 1999 – «Las jerarquías simbólicas del patrimonio: distinción social e identidad barrial en el Centro Histórico de la ciudad de México» http.//www.naya.org. ar./articulos/patrimonio1.htm UNESCO, 2003 – Anteproyecto de convención internacional para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial. URBANO, E., 2000 – Patrimonio y modernidad. Turismo y Patrimonio, 1: 13-25; Lima: Universidad San Martín de Porres
287 Elizabeth Torres, Javier Romero
Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel. 447 60 70 Fax: 445 76 50 - E-mail: [email protected] Web: http://www.ifeanet.org
288 LaBulletin cognoscibilidad de l’Institut del Français pasado d’Études pre-europeo. andines Problemas / 2005, 34 y propuestas (3):289-297 )&%!
La cognoscibilidad del pasado pre-europeo. Problemas y propuestas
Peter Kaulicke*
Resumen
¿Cómo se puede alcanzar un conocimiento del pasado de los pueblos que vivían en América del Sur antes de la llegada de los europeos? ¿Existen nociones de conciencia histórica pese a la ausencia de escritura o se trata de una mitificación basada en las memorias actuales o en invenciones de pasados guiados por intereses políticos? En el siguiente artículo se trata de buscar respuestas a estas preguntas al discutir enfoques poco conocidos del inicio de los estudios respectivos (Uhle) y modernos en áreas tradicionalmente poco consideradas como espacios históricos (Amazonía). Estos enfoques postulan una aceptación de historicidad que se puede obtener por medio de trabajos interdisciplinarios, internacionales y comparativos dentro de conceptos más científicos que políticos. Como ejemplo se presenta las experiencias obtenidas por la realización y publicación de dos simposios internacionales organizados por el autor en la Pontificia Universidad Católica. Estas experiencias apuntan hacia la necesidad de discusiones sostenidas sobre aportes empíricos y teóricos en foros que permitan el intercambio libre con el fin de avanzar hacia una aceptación del pasado pre-europeo dentro de la complejidad y dinámica que le caracteriza en vez de aceptar nacionalismos que enfatizan lo «exótico» y esencialmente inalterado de pasados que legitiman la presencia de los estados nacionales modernos.
Palabras clave – cognoscibilidad, pasado pre-europeo, América del Sur, historia pre-europea, enfoques interdisciplinarios, perspectivas comparativas
La compréhension du passé pré-européen. Problème et propositions
Résumé
Comment peut-on parvenir á une connaissance du passé des peuples qui vivaient en Amérique du Sud avant l’arrivée des Européens ? Existait-il des notions de conscience historique malgré l’absence d’écriture ou s’agit-il d’une mystification basée sur les mémoires actuelles ou sur les inventions de passés guidées par des intérêts d’ordre politique ? Dans cet article, nous tentons d’apporter des réponses
* Profesor principal de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Departamento de Humanidades, Apto. 1761, Lima. E-mail: [email protected]
289 Peter Kaulicke
à ces questions en présentant des points de vue peu connus, qui remontent aux premières études sur le sujet (Uhle) et à celles de l’époque moderne, dans des régions qui sont traditionnellement peu considérées comme des espaces historiques comme l’Amazonie. Ces points de vue renvoient à une acceptation de l’historicité qui est mise en évidence par des travaux interdisciplinaires, internationaux et comparatifs dans le cadre de concepts plus scientifiques que politiques. Nous présentons comme exemple les expériences de réalisation et de publication de deux symposiums internationaux organisés par l’auteur de cet article à la Pontificia Universidad Catolica du Pérou. Ces expériences prouvent qu’il est nécessaire d’engager le débat à partir d’apports empiriques et théoriques au sein de forums qui permettent un échange libre afin d’aller vers une acceptation complexe et dynamique du passé pré- européen dans le cadre de la complexité et de la dynamique qui lui sont propres au lieu d’accepter les nationalismes qui mettent l’accent sur l’exotisme et sur ce qui perdurerait sans altération du passé et légitimerait en quelque sorte la présence des États nationaux modernes.
Mots clés – compréhension, passé pré-européen, Amérique du Sud, histoire pré-européenne, approche interdisciplinaire, perspectives comparatives
The problems and proposals for a definition of comprehensibility of the pre-european past
Abstract
How can we achieve knowledge of the past of peoples who lived in South America before the arrival of the Europeans? Did they possess notions of historical consciousness in spite of the absence of written sources or are we confined to myths based on present memories or inventions of a past guided by political interests? This paper aims at answers for these questions by discussing little known contributions from the beginning of scientific work in the Americas (Uhle) and modern approaches in areas traditionally considered as devoid of historical spaces (Amazon). These approaches are based on the acceptance of early historicity that can be obtained by applying interdisciplinary, international, and comparative studies within scientific guidelines instead of politics. This is exemplified by the presentation of the experiences from two international symposia Pontificia Universidad Católica. These experiences resulted in the necessity of sustained discussions on empirical and theoretical advances towards the acceptance of a complex and dynamic pre-European past that seem to represent this past better than nationalisms which are used to «exotize» essentially unaltered pasts in order to legitimize the presence of modern national states.
Key words – comprehensibility, Pre-European past, South America, Pre-European history, interdisciplinary approaches, comparative perspectives
Dos trabajos, uno presentado hace casi 90 años y otro reciente, servirán para iniciar la discusión del tema que está señalado en el título. El autor del primero es F. Max Uhle, el iniciador de la arqueología científica en una serie de países latinoamericanos. Su aporte no siempre está reconocido debidamente a causa de las orientaciones marcadamente nacionalistas en muchos de estos países, surgidas con posterioridad a sus intervenciones. A modo de ejemplo quisiera citar un párrafo de un libro reciente, en el cual se crea una dicotomía marcada entre Uhle y el fundador de la arqueología nacional en el Perú, Julio C. Tello:
290 La cognoscibilidad del pasado pre-europeo. Problemas y propuestas
«Tello y Uhle son indudablemente dos pilares opuestos de la arqueología peruana. Tello representa el nacionalismo de una arqueología comprometida con el presente. Uhle es el investigador extranjero encerrado en un gabinete de trabajo, ignorando el presente, la identidad nacional y la conservación de los monumentos arqueológicos, actitud seguida hasta la fecha por todos los arqueólogos extranjeros que trabajan en el Perú. Más aún, creemos que son pilares distintos en la consecución de la arqueología como ciencia, aspecto que se hace notar después de la muerte de Tello». (Morales, 1993: 19) Esta posición, compartida por muchos arqueólogos peruanos, quizá no siempre en esta forma algo extrema, no corresponde a lo que Uhle ha realizado en cinco países de América del Sur durante más de 40 años de su vida como científico (véase Kaulicke, 1998b, y en cuanto a la discusión entre las posiciones de Tello y Uhle, Kaulicke, 1998a). Este tema se refleja bien en un trabajo de Uhle que está muy poco conocido. Se trata de una ponencia presentada en el Segundo Congreso Panamericano en Washington en 1915-1916, publicada bajo el título Conveniencia de dictar una ley uniforme en los países americanos para proteger y estimular el estudio y recolección de material arqueológico y antropológico (Uhle, 1917, reeditado en Kaulicke, 1998: 301-335). Es la sorprendente propuesta de una ley panamericana, la que no prosperó como no se ha logrado algo parecido hasta la actualidad. Su ferviente defensa del patrimonio prehispánico (no solamente peruano) contradice en forma rotunda la citada opinión ligera expresada por el arqueólogo peruano. Pero lo que interesa no es esta propuesta de ley, que Uhle llama jus historiae antiquae americanae (derecho de la historia antigua americana), sino su fundamentación. En sus palabras, este derecho no sirve «[…] para subyugar [a las naciones americanas], no para imponerles una voluntad superior localizada en una u otra parte, sino para fortalecer a cada una de ellas individualmente, facilitándoles que se armen con las armas de la historia contra cualquier pretendiente interior o externo, i mutuamente contra cualquiera que viniera a probar que no ocupan en su totalidad el continente con título a justicia». (Uhle, 1917: 403) Es, por tanto, la historia antigua americana que le da la fuerza legal a este proyecto. Esta historia, en el concepto de Uhle, se divide en historia convencional, iniciándose con la llegada de los europeos, y la pre-europea, la cual, según Uhle, «[…] se ha de preparar por medio de la arqueolojia con sus ciencias hermanas la antropolojia, i, aunque en sentido menor, por la pérdida de la mayor parte de las lenguas antiguas, la lingüística». (Uhle, 1917: 387) La arqueología no solo sirve para documentar estos materiales, «[…] sino usa [los materiales] al mismo tiempo para la reconstrucción del desarrollo de las civilizaciones pasadas una de otra, de los factores que han contribuido a formarlas, de sus migraciones, paulatina estencion, de las causas que sirvieron a producirlas i despues a perderlas, entonces para la reconstrucción de su historia». (Uhle, 1917: 387) Se trata de una especie de «[…] filosofía que debe hacer comprender las fuentes de que el estado ha nacido i cuya multiplicación i desarrollo lójico tiene que dar como un resultado forzoso todo su desenvolvimiento hasta su fin». (Uhle, 1917: 386) Insiste en la necesidad de su definición ante la indiferencia e incomprensión de esta necesidad: «Los estados americanos son jóvenes, en los campos más variados de la vida no se han despertado todavía al entendimiento de su deber, disipan las fuerzas de su juventud sin pensar en las necesidades que tendrán en el tiempo de su madurez. Ahora la historia les parece de poca importancia, gozan su vida como si nunca hubiese de venir el tiempo en que necesitarán las fuerzas sacadas de las enseñanzas del pasado para mantenerse derechos. Sin embargo este tiempo ha de venir a ellos como ha venido para todos los otros estados modernos del mundo. Vendrá por eso el tiempo en que por necesidad se habrán de acordar de las fuentes de la historia precolombiana del suelo que ocupan para
291 Peter Kaulicke
encontrarlas quizá después exhaustas por la indiferencia punible de los siglos pasados. Entonces les faltarán las raíces profundas echadas en el suelo por medio de la historia, i como plantas acuáticas sin raíces parecerán expuestos a ser desalojados por el viento en el océano del continente que nunca habían hecho suyo penetrando en su pasado». (Uhle, 1917: 393) La comprensión de la historia antigua, para Uhle, no es una cuestión de moral, sino de sensatez política, y es un problema de identidad mejor resuelto por los estados europeos que gozan de conciencias históricas, basadas en historias largas. La supuesta inexistencia en el caso americano es una ilusión que se debe al afán intencional de rechazar o de ignorar historias diferentes de profundidades comparables a las europeas. Pero Uhle también se opone a los nacionalismos en constatar que: «[l]a historia de ninguna parte del mundo se ha desarrollado sin enlazamiento continuo con las rejiones vecinas. Ningún país por eso puede llenar la reconstrucción de su propia historia moderna o antigua sin continua referencia a condiciones o acontecimiento que existen o han pasado en rejiones vecinas. De esto se deriva cierto derecho de cada país aislado a que también la historia del vecino se estudie hasta poder servir como ayuda en la explicación de su propio desarrollo». (Uhle,1917: 399) Esta idea proviene de la experiencia europea también, pero, para Uhle, es aplicable a las Américas: «Por su configuración geográfica especial el continente americano formó, más que otras grandes partes de nuestro planeta, una unidad también con respecto al orijen de su población antigua i al desarrollo de su civilizaciones… Los tipos de la antigua población presentan una enorme variedad en el norte i sur, i casi en todas partes simultáneamente, cuya descendencia i orijen solo se puede aclarar con el concurso científico de todos los países». (Uhle, 1971: 400) Lo que Uhle plantea, en fin, es un enfoque comparativo y «holístico», interdisciplinario, internacional y esencialmente histórico, que debería extenderse a todo el continente cuya justificación no solo se basa en lo científico, sino también en lo político. Queda claro, sin embargo, que esto no implica que lo político condicione lo científico, sino al revés, lo científico debería condicionar lo político. El segundo trabajo es fruto de un evento internacional con el título Comparative Arawakan histories. Rethinking Language Family and Culture Area in Amazonia de 2002, editado por Jonathan Hill y Fernando Santos-Granero (Hill & Santos-Granero, 2002). Como ya indica el título el enfoque es interdisciplinario (historia, etnología, arqueología y lingüística), dedicado a un área vasta que abarca buena parte del continente sudamericano con la excepción del cono sur. Se trata además de la presencia de grupos cuya capacidad de generar historia se suele ignorar, cuya mera existencia aún se pone en duda, pese a la presencia muy prolongada del hombre en esta área y las evidencias de sociedades complejas con anterioridad a los europeos existentes aún en los siglos XVI y XVII (véase McEwan et al., 2001). En el trabajo citado se discuten diferentes ángulos como la relación entre lenguas, culturas e historias locales, jerarquía, diáspora e identidades nuevas, así como poder, cultismo y paisajes sagrados. Problemas controvertidos y poco populares en la arqueología como migraciones, correlación entre lenguas y grupos culturales, profundidad temporal de historia orales, etnogénesis y lingüística comparada no solo se discuten sino se aceptan como paradigmas. Si bien los resultados aún son algo tentativos en muchos aspectos, la utilidad del enfoque en sí me parece demostrada (véase también Whitehead, 2003). Estos dos ejemplos demuestran que las ideas de entender el pasado pre-europeo esencialmente como historia no solo son de larga data, sino también de renovado interés en los últimos años. Estas construcciones de historia o historias solo tienen sentido si se las aplica en un sentido comparativo y, si es posible, dentro de una perspectiva globalizante. Esto significa que no deberían construirse islas caracterizadas por la presencia de historias complejas en un mar de una nebulosidad cuasi ahistórica o, como se solía expresar por centros productivos e innovadores y
292 La cognoscibilidad del pasado pre-europeo. Problemas y propuestas periferias pasivas o esencialmente inalteradas. «Historia» es tanto una definición de temporalidad como también concepto de la misma, una conciencia del pasado como el pasado en su propio derecho sin su necesaria presencia en el presente. Quisiera ejemplificar esta idea con las experiencias ganadas en dos simposios organizados en la Pontificia Universidad Católica del Perú en Lima, en el 2000 (Kaulicke & Isbell, 2000; 2001) y en el 2002 (Kaulicke et al., 2002; 2003; 2004). El primero llevó el título Huari y Tiwanaku: modelos vs. evidencias y contó con la participación masiva de reconocidos expertos (en total 66) en el tema, provenientes de 10 países, casi todos arqueólogos y un lingüista. Este tema «internacional» por regla no se trata en conjunto, menos en una perspectiva comparativa (Huari vs. Tiwanaku) por lo cual las ideas y conceptos vertidos, relacionados con el «fenómeno» Huari, difieren marcadamente de aquellos propagados sobre Tiwanaku ya que trabajos comparativos, tanto internos como entre ambas áreas, y otras influenciadas, escasean y a menudo carecen de la debida precisión metodológica o teórica. La definición de sistemas políticos complejos como «imperios», «reinos» o sus conversiones semánticas en términos «andinos» implica la necesidad de historizar estos fenómenos en una especificidad que permita comparaciones con fenómenos análogos en otras partes del mundo, donde éstos se conocen además por fuentes de otro tipo que las arqueológicas. El afán de reducirlos y, a la vez estereotiparlos y politizarlos, a una especie de gramática estilística (estilos emblemáticos dominantes vs. estilos locales o regionales largamente indefinidos o aún no aceptados como tales) o interpretaciones iconográficas (dentro de una lógica prestada de la historia de arte europea, pero sin los textos «explicativos») no constituye una alternativa viable. Se debe introducir otros conceptos como identidad social para poder identificar sus actores dentro de su concreto espacio social tanto como individuos, grupos o etnias (etnicidad) y la dinámica de sus transformaciones debido a negociaciones con otras identidades en acciones de diferentes grados de intensidad, así como también aspectos relacionados con la lingüística histórica. Estos contactos implican tanto transformación de nivel provincial como de los centros. Pero las provincias constituyen entidades históricas diferentes, con sus historias propias, por lo cual no deberían reducirse a una especie de pantalla para manifestaciones del poder central. En este sentido, las vigentes nociones generales y largamente opuestas de lo que se considera imperios, no se sustentan, en primer lugar, en evidencias concretas, sino en la transferencia de un modelo idealizado del «militarismo» inca de un agresivo estado expansivo con pleno dominio territorial gracias a un rígido sistema administrativo muy en boga en la década de los setenta durante el régimen militar en el Perú. Este enfoque parece poco prometedor ya que las evidencias señalan una complejidad mucho mayor con la presencia de sistemas políticos de grados diferentes de complejidad que corresponden a diferentes tradiciones «urbanas», centros y territorios cambiantes, profusión de estilos coexistentes e interpenetración de rasgos culturales que desafían el trazo de fronteras rígidas (véase Kaulicke, 2000; 2001) en un panorama complejo de diferentes historias con dinámica propia al lado de elementos más «internacionales» que no solamente se limitan a impulsos de la capital Huari. Esta capital tampoco es el único «centro del centro» sino comparte su papel con otro complejo grande, Conchopata (Isbell, 2000). Tiwanaku, el otro centro de relevancia «internacional» y para muchos otro imperio de características diferentes con relación a los contactos con sus colonias (véase Kaulicke & Isbell, 2001; Stanish, 2003; Janusek, 2004), fue una ciudad con una historia muy larga cuya complejidad se está revelando gracias a las intensivas excavaciones realizadas en los últimos años (Janusek, 2004). Tampoco Tiwanaku fue una «capital» única, sino comparte este papel con Lukurmata. Conviene detenerse en las caracterizaciones que Janusek (2004: 278-279) atribuye a las ciudades (cities) de Tiwanaku y Lukurmata. Ambas emergen gracias a la formación de redes jerárquicas de asentamientos, la construcción de complejos monumentales, un gradiente ascendente de estatus social y orientaciones definidas en cuanto a su ubicación y fenómenos naturales significativos. La vida residencial involucraba la creación, distribución y el uso de bienes valorizadas en un estilo fácilmente reconocible, tanto para el uso diario como en fiestas. Este contorno físico y social proporcionaba una cultura estatal adoptada, adaptada,
293 Peter Kaulicke reproducida y valorada por todos, resultando en un sentido profundo de identidad común y una experiencia de la coherencia comunitaria. Pero también era social e ideológicamente diverso, con énfasis en el poder local y la autonomía, lo que convertía los grupos residenciales en microcomunidades e incluía enclavados con afiliaciones con regiones distantes. Tiwanaku, por tanto, era parcialmente un centro cosmopolita albergando grupos semiautónomos. Además, tanto Tiwanaku como Lukurmata, eran símbolos físicos creados y modificados de acuerdo a principios cósmicos en paisajes sagrados, así como lugares de peregrinaje y convergencia ceremonial, y, como tal, una especie de ancla de unidad política global, afiliación religiosa e identidad cultural. Los diferentes lugares ceremoniales monumentales fueron construidos en diferentes etapas como centros de cultos distintos y de actividades rituales específicos, quizá fundados por grupos distintos de élite, castas sacerdotales o dinastías. Sus significados varían en el tiempo lo que convierte a Tiwanaku en un fenómeno religioso sincrético caracterizado por una significativa diversidad ritual y por el cambio. Ambos centros también eran tanto centros de valores de élite y de hegemonías culturales como lugares donde grupos con estatus diversificado, trasfondos, redes socioeconómicas, afiliaciones religiosas y parentescos residían y se visitaban. Estos grupos mantenían prácticas rituales y domésticas, patrones distintos de cultura material, cultos a ancestros locales e identidades duraderas. Estas perspectivas corresponden a políticas arcaicas en un nivel global y, por lo tanto, no convierten Tiwanaku en una excepción andina cuyo funcionamiento y significado estén caracterizados por lógicas marcadamente distintas que obliguen a explicaciones sui generis. Dentro de esta perspectiva no puede sorprender que toda el área circumtiticaca, con el centro de Tiwanaku, sea un área sumamente compleja como una especie de «mediterráneo» andino con muchas de las implicancias que sugiere esta analogía. Es, asimismo, un paisaje cultural y sagrado o mejor dicho una secuencia de estos mismos cuya aceptación como «centro del mundo» parece haber sido «multinacional» y «multitemporal» (véase arriba). Estos conceptos tampoco son netamente andinos, y por tanto, solo comprensibles para «andinos», sino presentes en el mundo entero, por lo cual sus definiciones también deberían servir para convertirlos en conceptos comparables. Esta complejidad está especificada en el reciente hallazgo espectacular en la isla Pariti en el lago Titicaca (Korpisaari & Pärssinen, 2005). Se trata de un depósito ritual de un gran número de vasijas de alta calidad, pertenecientes al estilo Tiwanaku (por fechados radiocarbónicos entre 800 y 1000 d. C.). Muchas de estas vasijas son vasos retratos de un «realismo» poco habitual en lo que se conocía de este estilo, que reflejan no solamente una enorme variedad en los rasgos físicos sino también en tocados y vestimenta que parecen reflejar diferentes conceptos de identidad y etnicidad. Me parece que estos rasgos no solamente señalan la probable presencia de diferentes etnias sino también contactos, aún poco claras, con conceptos estilísticos (¿y de identidad?) mochica (costa norte del Perú) (véase Donnan, 2004). Rasgos respectivos aparecen aún en regiones mucho más distantes como San Pedro de Atacama (Berenguer, 1986 y Kaulicke, 2001: 509, 518-519). San Pedro de Atacama (Llagostera, 2004) es otro centro, pero en este caso poco espectacular en dimensiones y complejidad interior, cuya importancia reside en la presencia de una multitud de estilos locales, regionales y de otros sorprendentemente distantes que involucran el área de Tiwanaku y el NO de Argentina (La Aguada). Esta complejidad «internacional», la marcada dinámica en espacio y tiempo, identidades múltiples en diferentes niveles sociales y étnicos, rituales de gradación local, regional y suprarregional, no está reflejada debidamente en el «modelo militar» que se suele aplicar al «fenómeno» Huari, por lo cual es preciso diseñar modelos más apropiados en un ambiente caracterizado por complejidades de gradaciones diferentes con competencias más abiertas, nucleaciones importantes, estilos emblemáticos, sistemas diversos de comunicación, etc. En el evento mencionado estos puntos fueron reconocidos en parte, pero pueden significar solo un punto de partida en el largo camino de una comprensión apropiada de los temas señalados.
294 La cognoscibilidad del pasado pre-europeo. Problemas y propuestas
El segundo evento citado, con el título Identidad y transformación en el Tawantinsuyu y en los Andes coloniales. Perspectivas arqueológicas y etnohistóricas, puede entenderse como una extensión de la problemática anterior. Como el título indica, consistió en un diálogo entre etnohistoriadores y arqueólogos de diferentes nacionalidades, en el que participaron 76 especialistas de 14 países (en su mayoría etnohistoriadores y arqueólogos). Este diálogo, como el del tema Huari-Tiwanaku, no fue fácil tanto por conceptos de lo «incaico» que han tomado facetas variadas en los diferentes países donde se lo estudia como también por una cierta división entre historiadores y arqueólogos que usan terminologías compartidas que han adquirido significados diferentes en ambas disciplinas. Es, también, notable que muchos historiadores en su faceta de etnohistoriadores tienden a orientarse hacia la antropología o más concretamente a la etnografía en vez de la arqueología, en la cual, asimismo muchos investigadores tratan de buscar material etnográfico para la elaboración de sus enfoques teóricos. Esta tendencia es cuestionable ya que presume que subsisten elementos inalterados aplicables a ambas disciplinas. Es, sin embargo, obvio que una fusión de enfoques, el etnohistórico y el arqueológico, es inevitable para llegar a «rehistorizar» los incas en vez de aceptar idealizaciones políticas como cuasi hechos históricos. Como quedó claro, a los incas no se los entiende desde una exclusiva perspectiva «cuzco-céntrica» sin tomar en cuenta las complicadas negociaciones políticas y de identidades en procesos que afectan a ambos lados. Estos procesos, evidentemente, no terminan con la llegada de los europeos, sino crean nuevas negociaciones con estos últimos. Gracias a las tempranas fuentes escritas, los incas pueden ser estudiados mejor en vez de los conceptos del pasado, concentrados en mecanismos de memoria cultural, en particular con relación a Tiwanaku (cf. Kaulicke, 2004a). Por regla, se acepta que los incas emulaban la cultura material Tiwanaku (y/o Wari) como una revinculación con el pasado gracias a la iniciativa del Inca Pachacuti. Esta repetición algo irreflexiva de las fuentes escritas y un supuesto dark age con anterioridad a los incas que ellos terminan en su función de héroes culturales no necesariamente se encuentra confirmado por la arqueología. Hay demasiados «préstamos», en su mayoría relacionados con el ámbito de élite y de aspectos rituales que debería corresponder a otra lógica, la de un conocimiento mucho más preciso del papel de Tiwanaku y del «centro del mundo», el Lago Titicaca. Además de ello se comienzan a acumular datos de la presencia de sitios tiwanaku en la zona del Cuzco, el propio Cuzco incluido; la presencia de sitios grandes y complejos pertenecientes a Huari no está puesta en duda. Con ello no quiero subscribir la veracidad de la crónica de Montesinos de 1644 (véase Hiltunen, 1999; Hiltunen & MacEwan, 2004). El periodo Intermedio Tardío, el tiempo entre el colapso de Tiwanaku (1150 d. C.) y la etnogénesis de los incas (antes de 1400 d. C.) reviste una complejidad política y étnica que no se puede reducir a una simple ruptura que puede haberse dado más por severas crisis ambientales que por razones de colapso interno y lo que Janusek (2004: 273) llama revolución cultural (1000-1200 d. C.) ya que está seguido por un nuevo proceso de complejización de élites, entre ellas los incas. Es poco probable que una compleja memoria cultural con tanto arraigo y profundidad temporal como la de Tiwanaku pueda ser eliminada totalmente en el lapso de tres a cuatro generaciones pese a cambios radicales en la cultura material (para una discusión más exhaustiva véase Kaulicke, 2004b). Sin el afán de discutir en detalle la problemática relacionada a los incas y al Tawantinsuyu cuyos resultados se presentarán en breve (véase arriba) no quiero dejar de mencionar que este último está ahora tratado en perspectiva comparada con los imperios tempranos de otras partes del mundo (Alcock et al., 2001, Sinopoli, 2001). En esta perspectiva el imperio inca cabe muy bien en las definiciones básicas por lo cual no hay razón para buscar excepciones que lo separen como algo esencialmente distinto. Su lógica de funcionamiento y de expansión reviste, sin embargo, características propias que distan mucho de ser copias de las formaciones complejas como Huari y Tiwanaku. Para terminar, queda por subrayar nuevamente que el papel de la arqueología no se limita a la construcción de secuencias basadas en materialidades eclécticas, traducidas luego en formaciones políticas complejas cuya sustentación proviene de reflexiones poco sistemáticas basadas en la lectura de textos tempranos. Precisa, en cambio, un reconocimiento de complejidades que no
295 Peter Kaulicke se restringen a ciclos de unidad y de desunión, de fuerza política y ausencia de ella, de dominio de etnias dominantes y estáticas frente a otras francamente indefinidas destinadas al olvido eterno, de nacionalismos arraigados en el origen de los tiempos y otros constructos basados en la negación de historia. Pienso que la posición de Uhle, en la esencia de sus ideas, en su llamado a la interdisciplinariedad y a la internacionalización de las historias, queda vigente como meta hacia una comprensión más apropiada del pasado de un continente cuya materialidad sumamente variada, sofisticada y de gran profundidad temporal en todas sus áreas llama a una sistematización más reflexiva y metodológicamente más refinada con enfoques más acordes a las exigencias científicas modernas de lo que es sujeta hasta la actualidad.
Referencias citadas
ALCOCK, S. E., D’ALTROY, T. E., MORRISON, K. D. & SINOPOLI, C. M. (eds.), 2001 – Empires: perspectives from archeology and history, 523 p.; Cambridge: Cambridge University Press. BERENGUER, J., 1986 – Relaciones iconográficas de larga distancia en los Andes. Nuevos ejemplos para un viejo problema. Boletín del Museo Chileno de Arte Precolombino, 2: 33-53; Santiago de Chile. DONNAN, C. B., 2004 – Moche portraits from ancient Peru, 188 p.; Austin: University of Texas Press. HILL, J. & SANTOS-GRANERO, F. (eds.), 2002 – Comparative arawakan histories: rethinking language family and culture area in Amazonia, 340 p.; Illinois: University of Illinois Press. HILTUNEN, J. J., 1999 – Ancient Kings of Peru. The Reliability of the Chronicle of Fernando de Montesinos, Correlating the Dynasty Lists with Current Prehistoric Periodization in the Andes, 511 p.; Helsinki: Suomen Historiallinen Suera. HILTUNEN, J. J. & McEWAN, G. F., 2004 – Knowing the Inca Past. In: Andean Archaeology (Silverman, H., ed.): 237-254; Malden: Blackwell Publishing. ISBELL, W. H., 2000 – Repensando el Horizonte Medio: el caso de Conchopata, Ayacucho, Peru. In: Huari y Tiwanaku: Modelos vs. Evidencias. Primera Parte (Kaulicke, P. & Isbell, W. H., eds.): 9-68; Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. Boletín de Arqueología PUCP 4. JANUSEK, J. W., 2004 – Identity and Power in the Ancient Andes. Tiwanaku Cities Through Time, 288 p.; New York/London: Routledge. KAULICKE, P., 1998a – Julio C. Tello vs. Max Uhle en la emergencia de la arqueología peruana y sus consecuencias. In: Max Uhle y el Perú Antiguo (Kaulicke, P., ed.): 69-82; Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. KAULICKE, P. (ed.), 1998b – Max Uhle y el Perú Antiguo, 363 p.; Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. KAULICKE, P., 2000 – La sombra de Pachacamac: Huari en la Costa Central. In: Huari y Tiwanaku: Modelos vs. Evidencias. Primera Parte (Kaulicke, P. & Isbell, W. H., eds.): 313-358; Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. Boletín de Arqueología PUCP 4. KAULICKE, P., 2001 – Cronología, identidad, urbanismo y estado en los Andes Centrales y Surcentrales entre los siglos V a X d. C.: algunas reflexiones finales. In: Huari y Tiwanaku: Modelos vs. Evidencias. Segunda Parte (Kaulicke, P. & Isbell, W. H., eds.): 481-529; Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. Boletín de Arqueología PUCP 5.
296 La cognoscibilidad del pasado pre-europeo. Problemas y propuestas
KAULICKE, P., 2004a – Memoria historiografiada y memoria materializada. Problemas en la percepción del pasado andino preeuropeo. Estudios Atacameños, 26 (2003): 17-34; San Pedro de Atacama. KAULICKE, P., 2004b – Identidad, etnicidad e imperios: Algunas reflexiones finales. In: Identidad y transformación en el Tawantinsuyu y en los Andes coloniales. Perspectivas arqueológicas y etnohistóricas. Tercera Parte (Kaulicke, Urton & Farrington, eds.): 325-357; Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. Boletín de Arqueología PUCP 8. KAULICKE, P. & ISBELL, W. H. (eds.), 2000 – Huari y Tiwanaku: Modelos vs. Evidencias. Primera Parte, 651 p.; Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. Boletín de Arqueología PUCP 4. KAULICKE, P. & ISBELL, W. H. (eds.), 2001 – Huari y Tiwanaku: Modelos vs. Evidencias. Segunda Parte, 658 p.; Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. Boletín de Arqueología PUCP 5. KAULICKE, P., URTON, G. & FARRINGTON (eds.), 2002 – Identidad y transformación en el Tawantinsuyu y en los Andes coloniales. Perspectivas arqueológicas y etnohistóricas. Primera Parte, 304 p.; Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. Boletín de Arqueología PUCP 6. KAULICKE, P., URTON, G. & FARRINGTON (eds.), 2003 – Identidad y transformación en el Tawantinsuyu y en los Andes coloniales. Perspectivas arqueológicas y etnohistóricas. Segunda Parte, 435 p.; Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. Boletín de Arqueología PUCP 7. KAULICKE, P., URTON, G. & FARRINGTON (eds.), 2004 – Identidad y transformación en el Tawantinsuyu y en los Andes coloniales. Perspectivas arqueológicas y etnohistóricas. Segunda Parte, 462 p.; Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. Boletín de Arqueología PUCP 8. KORPISAARI, A. & PÄRSSINEN, M., (eds.), 2005 – Pariti: Isla, misterio y poder. El tesoro cerámico de la cultura Tiwanaku, 80 p.; La Paz. LLAGOSTERA, A., 2004 – Los antiguos habitantes del Salar de Atacama. Prehistoria atacameña, 213 p.; Santiago: Pehuén Editores. McEWAN, C., BARRETO, C. & NEVES, E. (eds.), 2001 – Unknown Amazon, culture in nature in Ancient Brazil, 304 p.; London: British Museum Press. MORALES, D., 1993 – Historia arqueológica del Perú (del Paleolítico al Imperio Inca), 670 p.; Lima: Milla Batres. Compendio Histórico del Perú, tomo I. SINOPOLI, C. M., 2001 – Empires. In: Archaeology at the Millenium (Feinman, G. & Price, T. D., eds.): 439-471; New York: Kluwe Academic-Plenum Publishers. STANISH, C., 2003 – Ancient Titcaca: the evolution of complex society in Souhtern Peru and Northern Bolivia, 354 p.; Berkeley: University of California Press. Uhle, M., 1917 – Conveniencia de dictar una ley uniforme en los países americanos para proteger y estimular el estudio y recolección de material arqueológico y antropológico. In: Proceedings of the Second Pan American Scoientific Congress, Washington, D.C., U.S.A., Monday, December 27, 1915 to Saturday, January 8, 1919, Section I, Anthropology, Vol. I: 386-407; Washington. Reeditado en Max Uhle y el Perú Antiguo (Kaulicke, P., ed.): 301-335; Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. WHITEHEAD, N. L. (ed.), 2003 – Histories and Historicities in Amazonia. 236 p.; Lincoln: University of Nebraska Press.
297 Peter Kaulicke
Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel. 447 60 70 Fax: 445 76 50 - E-mail: [email protected] Web: http://www.ifeanet.org
Coedición: IFEA - Centre Français d’Études Mexicaines et Centreaméricaines-CEMCA
298 )&%! ElBulletin templete de de l’Institut Tulán y susFrançais relaciones d’Études formativas Andines panandinas / 2005, (norte 34 (3):de Chile) 299-320
El templete de Tulán y sus relaciones formativas panandinas (norte de Chile)*
Lautaro Núñez** Isabel Cartajena*** Carlos Carrasco**** Patricio de Souza*****
Resumen
Se ha considerado que las prácticas religiosas templarias es un atributo de las sociedades complejas de los Andes nucleares. Recientes excavaciones en la puna de Atacama, hacia el occidente del centro- sur andino, han expuesto un templete bajo un montículo estratificado, datado en los 900-400 años a. C. Sus indicadores ritualísticos —inhumaciones de neonatos humanos, estructuras con petroglifos, ofrendas en fosos, fogones y nichos empotrados en el muro perimetral—, se comparan con las tradiciones religiosas sincrónicas de las tierras altas andinas. En este sentido, las evidencias de Tulán se vinculan con la emergencia de complejidad durante el Arcaico Tardío y su consolidación en la próxima fase Tilocalar del Formativo Temprano (1400-400 a. C.). Comparte con el ceremonialismo Wankarani, del altiplano meridional, la presencia de estructuras y depósitos monticulares constituidos de fogones, desechos de camélidos y patrones de descarte doméstico-ceremoniales.
Palabras clave – templete, complejidad religiosa, Formativo Temprano, puna de Atacama
* Proyecto FONDECYT 1020316. ** Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo, Universidad Católica del Norte, San Pedro de Atacama. Email: [email protected] *** Departamento de Antropología, Universidad de Chile. Email: [email protected] **** Programa Magíster en antropología, Universidad Católica del Norte, Universidad de Tarapacá. Email: [email protected] ***** Programa Magíster en antropología, Universidad Católica del Norte, Universidad de Tarapacá. Email: [email protected]
299 L. Nuñez, I. Cartajena, C. Carrasco, P. de Souza
Le petit temple de Tulán et ses relations panandines au cours du Formatif (nord du Chili)
Résumé
On a généralement considéré que les pratiques religieuses liées à des temples étaient l’une des caractéristiques des sociétés complexes des Andes centrales. Des fouilles récentes dans la puna d’Atacama, à l’ouest du centre sud andin ont permis de découvrir un petit temple au sein d’un monticule stratifié, daté de 900-400 av. J. C. Les indicateurs qui témoignent de l’existence de rites — inhumations d’enfants, structures avec pétroglyphes, offrandes dans des fosses, fourneaux et niches creusées dans le mur d’enceinte — sont ici comparés aux traditions religieuses synchroniques des hautes terres andines. Dans ce sens, les évidences trouvées à Tulán doivent être rattachées à l’émergence de la complexité lors de la phase Arcaïque récente et sa consolidation pendant la phase Tilocalar du Formatif ancien (1400-400 a. C.). Le site partage avec la culture Wankarani de l’altiplano meridional, la présence de structures et de dépôts en monticules où l’on détecte la présence de fourneaux, restes de camélidés et modèles de rejet domestico-cérémoniel.
Mots clés – temple, complexité religieuse, Formatif ancien, puna de Atacama
The temple of Tulan and its panandean relations during the Formative of northern Chile
Abstract
It is assumed that religious practices associated with temple structures is an atribute of complex societies in the nuclear Andes. Recent excavations at the western highlands of the Atacama Puna (south central Andes), have revealed a temple structure under a stratified mound dated 900-400 years B.C. We compared its ritual indicators - human newborn burials, structures with petroglyphs, offerings in pits, fireplaces and niches located on the perimetral walls, with synchronous religious traditions in the Andean highlands. We postulated that Tulán evidences are linked with a rising complexity process during the Late Archaic which consolidates during the Tilocalar phase of the Early Formative (1400-400 B.C.). Similar to Wankarani-meridional altiplano, in Tulán we found structures and mound deposits consisting of fireplaces, camelid bones, and patterns of discard derived from domestic refuse and ceremonial activities
Key words – Temple structure, religious complexity, Early Formative, Atacama Puna
«Es cada vez más evidente que el origen de la civilización no se inició en un único lugar y por un solo pueblo sino que se trató de un proceso interactivo que requirió la articulación de gentes diversas y separadas entre sí. Es una historia de grandes logros que encierra una importante lección para la humanidad actual». (Redman, 1991: 10)
1. Introducción
Recientes investigaciones en la vertiente occidental circumpuneña han documentado el desarrollo de ocupaciones pastoralistas más tempranas, con indicadores arquitectónicos y artefactuales complejos anteriores a los 900 a. C. (Benavente, 1981; Núñez, 1992). En general, ha existido cierta tendencia a presuponer que el desarrollo societario periférico al altiplano central y meridional no alcanzó desarrollos autónomos. Sin embargo, el proceso formativo
300 El templete de Tulán y sus relaciones formativas panandinas (norte de Chile) circumpuneño está siendo sometido a una revaloración desde una perspectiva regional al interior de particularidades propias del centro-sur andino (Núñez & Dillehay, 1979; Núñez et al., 2005a). Las dataciones, en su mayoría provenientes de contextos funerarios, sugerían que las ocupaciones formativas de la cuenca de Atacama no eran más tempranas del límite de los 400 a. C. (Llagostera & Costa, 1999; Tarragó, 1989). La identificación de la fase Tilocalar con asentamientos aldeanos localizados en el extremo SE de la cuenca de Atacama, con fechas fluctuantes entre 1400-400 a. C., permitió abrir una insospechada profundidad cronológica e identificar una complejidad emergente en plena sincronía con eventos formativos tempranos de los Andes centrales, incluyendo el altiplano meridional (fig. 1). A su vez, se han identificado eventos transicionales entre formaciones sociales arcaicas tardías y agrupaciones aldeanas formativas tempranas, con suficiente autonomía y desarrollo paralelo a los procesos formativos nucleares (Núñez et al., 2005a). En este sentido los cambios estimulantes en las estructuras sociales arcaicas no han sido bien advertidos, y poco se sabe de su transición hacia situaciones formativas complejas: pastoralismo y desarrollo aldeano desde los 1400 a. C. en uno de los hábitats con recursos más discretos del centro-sur andino (puna de Atacama), en donde se han identificado ecorefugios favorables en términos de locus civilizatorios (Núñez et al., 1999a).
Figura 1 – Ubicación de las aldeas del formativo temprano en quebrada Tulán La flecha indica al asentamiento TU-54 asociado al templete
En efecto, varios logros provenientes de ocupaciones arcaicas de la misma quebrada Tulán se han registrado en el sitio Tulán-54, principal aldea representantiva de la fase Tilocalar: nichos, patrón arquitectónico aglomerado, estructuras subcirculares con grandes lajas empotradas, redundancia de prácticas domésticas (molienda) y uso de fogones, pozos socavados, explotación dominante de camélidos y otros rituales como las incisiones lineales en muros (Núñez et al., 2005a). Se acepta que la noción de complejidad es un proceso en donde el cambio formativo es la prolongación del arcaico y en este sentido, entendemos por complejidad efectiva el principio que apela a un sistema social que siendo relativamente simple puede lograr una alta probabilidad de evolucionar en un intervalo temporal acotado hacia estructuras de complejidad creciente (Gell-Mann, 1995). En suma, la transición entre los asentamientos arcaicos tardíos (Tulán-52) hacia aldeas complejas con las primeras manifestaciones templarias, como Tulán-54, da cuenta de sostenidos cambios de organización ritual y residencial como reflejo de una reorientación de la economía de subsistencia hacia el pastoralismo y una mayor intensificación de prácticas de intercambio regional complementarias de larga distancia, recurrente en diversas regiones andinas (Aldenderfer, 1990; Aschero, 1994). Por lo anterior, la construcción de un templete, durante el desarrollo de la fase Tilocalar, se relaciona con la sociedad arcaica local y su eclosión formativa temprana, sustentada mediante
301 L. Nuñez, I. Cartajena, C. Carrasco, P. de Souza nuevas prácticas sociales y religiosas capaces de movilizar fuerza de trabajo y creencias compartidas en un ideario plenamente pastoralista. Así, el régimen corporativo se institucionaliza tempranamente a través de una cierta centralización, puesto que la distribución de las aldeas de esta fase no estarían ajenas a un locus ritual común localizado en Tulán-54 (Beck, 2004; Feldman, 1985; Renfrew, 1974). El interés por conocer la naturaleza de los estilos de vida y religiosidad aldeanas en contextos civilizatorios emergentes, al interior de procesos evolutivos sociales, ha transcendido en distintos territorios andinos (Arnes, 1991; Flannery, 1972; Redman, 1978; Rose, 2001). La región circumpuneña de acuerdo a nuestros estudios no está exenta de involucrarse en esta problemática, en especial cuando el modelo de investigación vigente se ha orientado a definir el proceso de complejidad desde su raigambre arcaica hasta los indicios de las innovaciones formativas (Núñez et al., 1999a). Las sociedades de los Andes Centrales se han definido en torno a una arqueología monumental configurando un «estadio cultista» (Bennett & Bird, 1960), que pasó a constituir en la costa y valles asociados un proceso original de complejidad arcaica en notables templos públicos de convocatoria calendarica hacia los albores de la civilización (Moseley, 1985). Esto incluye posteriormente su relación con sociedades agrarias (Burger & Salazar Burger, 1985), además de los templetes de las tierras altas como Chiripa y Tiwanaku, sostenidos por asentamientos dispersos agropastoralistas (Ponce, 1964; 1970), construidos con ingentes inversiones de trabajo mancomunal a lo largo de varias generaciones en un marco de complejidad social, institucional e ideológica, con espacios diferenciados de uso comunal y ritualístico. En este sentido, es importante destacar el aporte de la sociedad cazadora-recolectora-domesticadora de las tierras altas en el surgimiento de ideologías regionales (Burger, 1985; Moseley, 1975; 1985). A una escala menor, pero con similar complejidad, el Templete Tulán es también un segmento crucial de la religiosidad altoandina sustentada en ancestros arcaicos independientes entre sí dando lugar a una ritualidad institucionalizada propiamente circumpuneña.
2. Características de la fase Tilocalar
La fase Tilocalar se ha definido principalmente en el sitio Tulán-54, compuesto por un asentamiento aldeano y un templete asociado, ubicado al SE de la cuenca de Atacama (norte de Chile), en quebrada Tulán (3000 m.s.n.m.) perteneciente al Formativo Temprano. Durante su desarrollo existía un adecuado soporte alimenticio más ganadero que agrícola (crianza intensiva de camélidos), en un locus óptimo con recursos estables: vegetación arbórea, forraje, materiales de construcción, agua, canteras líticas, vetas cupríferas y otros recursos de corta distancia. De los estudios zooarqueológicos se desprende que, en un contexto de crianza de animales domésticos, es frecuente la caza de camélidos silvestres, lo que indica que las cacerías eran actividades regulares entre las comunidades pastoralistas formativas tempranas, por una parte, orientadas a la preservación de los rebaños de llamas y por otra, a la obtención de pieles, fibras y carne de especies silvestres (Cartajena et al., 2003). Frente a la dieta carnea dominante el registro de plantas alimenticias cultivadas es escaso, salvo la presencia de maíz en la aldea Tulán-85 datado en 700 a. C. y algunos granos a comienzo de ocupación en cueva Tulán-55 datado a los 900 a. C. También es escaso el registro de cucurbitáceas, ají y quinua en el asentamiento Tulán- 54 (Holden, 1991). La alta presencia de implementos de molienda indicaría la preparación de comidas y de pigmento rojo. Al respecto, llama la atención la ausencia de algarrobo y chañar. No obstante, su molienda podría haberse realizado en el cercano oasis de Tilomonte, donde se situaba el bosque, a través de campamentos especializados, esto es, en la preparación de harinas de mayor utilidad en términos de transporte y conservación (Núñez et al., 2004). Las aldeas de la fase Tilocalar (Tulán 122, 85 y 54) son contemporáneas entre sí y corresponden a estructuras residenciales subcirculares aisladas o conglomeradas y muros levantados con bloques verticales, empotrados en pisos socavados, incluyendo hiladas superiores con lajas horizontales y pozos socavados junto a nichos, cubiertos por depósitos que conforman túmulos extendidos. Se advierte en estas aldeas un fuerte énfasis en prácticas ceremonialistas en términos de ritualidad
302 El templete de Tulán y sus relaciones formativas panandinas (norte de Chile) funeraria infantil, tanto en la disposición de neonatos entre lápidas como «cajitas», en los inicios de los depósitos de desechos (Tulán 85) o en un modo más ritualizado como en el templete de Tulán-54, esto es, en fosos con una o dos inhumaciones asociadas a las cámaras o nichos empotrados en el muro perimetral. La aldea Tulán-54 presenta entre sus indicadores culturales cerámica monocroma caracterizada por sus colores grises y negros dominantes con tratamiento superficial alisado, pulido y algunas bruñidas con una mayoría de tiestos domésticos de paredes anchas, desgrasantes de granos gruesos y práctica ausencia de asas (Uribe, 2004), incluyendo la presencia menor de tiestos rojos pulidos e intrusivos corrugados, grabados y digitados. En conjunto, esta alfarería sería la matriz ancestral de la tradición negra-gris pulida de San Pedro de Atacama. Varios fragmentos de pipas de cerámica negra pulida con residuos quemados se han registrado en los depósitos del templete Tulán. Estos no solo se asimilan a aquellos del NO Argentino (Tarragó, 1976; 1989), sino que además están presentes en los montículos de Wankarani (Walter & Trimborn, 1994 [1966]), diferentes a los sopladores de fuego (Brockington et al., 1995). También se encuentran comúnmente cerámicos fragmentos retomados y discoidales para torteras. El carácter expeditivo del uso de fragmentos de cerámica con filos usados por fricción es un indicador del formativo temprano. En este sentido los fragmentos retomados en Tulán-54, aunque ratifican el uso de estos materiales expeditivos, aquí la óptima disponibilidad de materia prima lítica, habla a favor de una orientación especial o exclusiva para la cerámica desechada, en términos de opción cultural, en donde los fragmentos retomados habrían cumplido un rol más ritualístico que doméstico. El uso etnográfico de estas kallanas entre los aymaras se vincula con actos rituales precisamente como el corte de cordones umbilicales (Solc, 1969). Otros restos materiales presentes en esta fase corresponden a escasos fragmentos de cestería coiled en depósitos y tres ejemplares completos sobre inhumaciones de neonatos del templete, yesqueros (encendedores), cubiletes líticos, espátulas, agujas y punzones de hueso, fragmentos de placas grabadas con motivos geométricos, aplicaciones decorativas de hematita entre otros. También destacan las labores minero-metalúrgicas a través del registro de un maran (machacador) martillos de extracción y molienda, cobre fundido y abundante presencia de mineral de cobre molido. Las ofrendas funerarias que acompañan a diversos neonatos corresponden a iconos en láminas de oro con rostros opuestos, láminas rectangulares con punteados repujados en sus extremos (Tulán 54) y cucharas de cobre de mango corto (Tulán 85). Todo esto ratifica bien esta orientación en términos de la producción de bienes de estatus. Por otra parte, la presencia significativa de láminas de toba con filos desgastados transversalmente se relacionaría con la preparación de tientos, actividades que en conjunto enfatiza la orientación laboral pastoralista. Por su parte, la presencia de lascas con filos expeditivos y adherencia de fibras sugiere la aplicación de prácticas de esquila. También se observa una sobreproducción de cuentas y microperforadores que ha sido considerada como un atributo de las sociedades arcaicas del área andina en general y del norte de Chile en particular, alcanzando un incremento sustancial durante el formativo temprano y posterior (Núñez et al., 2005a; Rees, 1999; Rees & De Souza, en prensa). Durante la fase Tilocalar se tendería a estimular y especializar la producción de bienes de prestigio, creándose demandas recíprocas a través de redes de interacción de corta y larga distancia. Es el caso de la deliberada y exitosa sobreproducción de cuentas de collares de mineral de cobre y conchas del Pacífico y del oriente, constituyéndose en la industria lítica de mayor recurrencia. Esto explica, a su vez, la recepción de otros bienes de prestigio desde los valles piemontanos de las yungas aledañas como caracoles y cebil (alucinógeno) para las prácticas fumatorias en pipas y posteriormente en la inhalación con tubos y tabletas (Tarragó, 1989). Esta amplia circulación de cuentas ende y aquende en los Andes guarda relación con la explotación de una alta diversidad de materias primas locales: de hueso y de mineral de cobre: crisocola, malaquita, turquesa, lapislázuli, identificados en Tulán-54, incluyendo conchas del Pacífico (V.gr. Pecten & Semele) y del oriente transandino como Strophocheilus (Megalobulimus oblongus). Por todo lo anterior, durante la fase Tilocalar el surgimiento de arquitectura simbólica, además del estilo de grabados rupestres Tulán-Taira y bienes de prestigio, debería asociarse a la construcción
303 L. Nuñez, I. Cartajena, C. Carrasco, P. de Souza de una ideología local junto a cambios institucionales en la esfera política y del poder social (Earle, 1997), de tal dimensión que desde estos eventos formativos tempranos el territorio quedará expuesto a un proceso regional de desarrollo cultural con atributos propios (tesis autoctonista), constituyendo posiblemente uno de los orígenes de las tradiciones circumpuneñas. Esta dimensión ceremonialista y doméstica inserta en la fase Tilocalar se plasmaría en un marco de ritualidad, en donde la autoconstrucción identitaria de la élite se reflejaría en la ritualidad funeraria y sus distintos grados de complejidad organizados al interior de una estructura templaria formal. En este sentido, se acepta que en distintas culturas prehistóricas los ajuares y ofrendas de real prestigio se han sustentado en iconos metálicos y conchas exóticas (Chapman, 1991). Por otra parte, la ritualidad extra muro de quebrada Tulán-54 se centró en espacios más participativos en donde el imaginario del arte rupestre fue más recurrente en farellones y abrigos bajo roca, con la representación de grandes felinos dominantes sobre camélidos que pudieron representar a iconos andinos como el qoa (Kauffmann, 1976). Efectivamente, la asociación entre camélidos, felinos y aves marcó una triade iconográfica trascendente (Berenguer, 1995; Núñez, 1988; Núñez et al., 2003; 2005b). En este marco del ceremonialismo a escala pública propia del arte rupestre, la construcción de un templete sugiere una deliberada acción de apropiación y diferenciación al crear en el núcleo aldeano un centro del ceremonialismo que involucra a especialistas en su manejo religioso. Si bien es cierto que lo construido es una arquitectura pública, su audiencia debió ser selectiva, y aún dificultosa por la presencia de fogones al interior de espacios estrechos frente a nichos y pisos con pozos cubiertos con ofrendas e inhumaciones infantiles, tal como ocurrió con las plataformas estrechas de los templetes Chiripa (Beck, 2004). Entre los 450–200 a. C. se habría cubierto la aldea y el templete bajo el montículo estableciéndose el abandono del asentamiento Tulán-54 por causas no determinadas y con ello la disolución de la fase Tilocalar. Se ha indicado que las comunidades formativas circuntiticaca, habrían abandonado sus hábitats a raíz de un régimen de sequía detectado por los 450 a. C. (Abbott et al., 1997; Bandy, 2001). Sin embargo, los estudios locales no permiten por ahora correlacionar estos eventos entre el altiplano central y la puna salada. Se propone que esta población habría optado culturalmente por la ocupación de los oasis piemontanos, iniciándose un proceso de mayor aldeanización y producción agrícola en los pisos por debajo de los 3000 m.s.n.m., con control de los ambientes ganaderos altoandinos desde cabeceras sociopolíticas de base agraria (Núñez, 1995; M. Grosjean en Núñez et al., 2004; 2005a).
3. Descripción del Templete Tulán En el sitio Tulán-54 se observa una ocupación de ca. 2 800 m2 asociada a registros superficiales y una formación monticular con una cúspide de algo más de ca. 2 m. El proceso de excavación permitió exponer bajo la superficie los cabezales del muro perimetral correspondiente al templete, caracterizado por una estructura subcircular de 9 m de diámetro equivalente a un espacio interior de 85-90 m2. La construcción es homogénea levantándose el muro periférico de una sola vez, sobre el socavado del subsuelo, creándose un piso «hundido». En el interior se observa un primer nivel del paramento con grandes bloques empotrados 10 cm verticalmente en la base estéril, quedando cámaras liberadas entre Figura 2 – Cubilete lítico ofrendado junto a la inhumación infantil n° 16, con dos camélidos humanizados asociados jambas y dinteles, conformando 12 a un personaje central Tema reiterado y representativo de la nichos a nivel del piso apegado al Tema reiterado y representativo de la ritualidad intra templete
304 El templete de Tulán y sus relaciones formativas panandinas (norte de Chile) muro perimetral, asociados a 24 inhumaciones de neonatos (fig. 2). Sobre esta estructura se procedió al levantamiento del segundo nivel, esta vez con la aplicación de bloques semicanteados horizontales con ajustes a base de cuñas líticas. Para el apoyo lateral se acumularon rocas en su exterior y una estrecha rampa inclinada, desde el este, permitía el acceso al centro de la estructura (fig. 3). En el centro de esta gran estructura se construyó un recinto central ovalado (F), donde se registraron 4 inhumaciones de neonatos bajo lápidas y morteros con ofrendas de significado en términos iconográficos (fig. 4). Entre esta estructura y el muro perimetral se dispusieron muros divisorios estrechos dando lugar a cinco recintos radiales (A, B, C, D y E), los que contienen 10 fogones en cubeta estructurados y en algunos casos sectores de pisos compactos y/o cenicientos provocados por combustión y los pozos laterales con inhumaciones de los neonatos referidos. Se incluyen además ofrendas colocadas en pequeños pozos y petroglifos con diseños de cabezas de camélidos e incisiones longitudinales y jambas pulimentadas. De modo que los bloques verticales con grabados contuvieron también una carga simbólica, junto a los nichos cuya función se relacionaría con la recurrencia de los pozos de inhumación y sus ritos funerarios (fig. 5). Los nichos típicos de la fase Tilocalar ocurrieron previamente en asentamientos arcaicos, como Tulán- 52, donde su asociación a un pozo indicaría su origen aislado al interior de tempranas unidades domésticas. Las estructuras interiores y la planta del templete no recibieron Figura 3 – Planta del templete Tulán modificaciones posteriores, mante- niéndose el eje y los recintos fundacionales hasta sellarse la planta a través de depósitos estratigráficos. A diferencia de las plantas axialmente simétricas de los templetes de los Andes nucleares, aquí se ha asimilado el modelo de la arquitectura arcaica tardía sin trazados rectilíneos, con tendencia a construir con grandes bloques verticales. El templete acogió los rituales funerarios infantiles con la inhumación de 24 cuerpos dispuestos en pozos, en su mayoría bajo lápidas horizontales, apegados a los nichos del muro perimetral. Se cree que fueron inmolados puesto que los registros dietéticos reconocidos indican una explotación potencial de alimentos, en especial de camélidos, sin evidencias de stress alimenticio. Por otra parte, los análisis de coprolitos señalan patologías infecciosas menores sin efectos letales (Holden, 1991). Se suma la ausencia de recién nacidos fallecidos y la presencia de infantiles escogidos entre 6 a 12 meses (Costa, 2005).
305 L. Nuñez, I. Cartajena, C. Carrasco, P. de Souza
Los neonatos recuperados se encuentran asociados a ofrendas de prestigio, de origen externo y local, como los ornamentos de conchas exóticas del oriente y los iconos de oro producidos localmente. Las ofrendas de los neonatos incluyen lápidas con incisiones finas o simples, rodados con pigmento rojo, cuentas de conchas del oriente y mineral de cobre, cesto coiled, cubiletes grabados «matados» con escenas de Figura 4 – Principal icono de oro laminado con rostros binarios antropoformo y zoomorfo asociado a la inhumación infantil n° 1 camélidos humanizados en del centro del templete copula y/o enfrentados a personaje central y láminas de oro con motivos opuestos (fig. 2). En general, el registro de neonatos inhumados en pozos desde los pisos de estructuras residenciales formativas es escaso, pero refuerza la tendencia que esos cuerpos no siempre se disponían en los cementerios de jóvenes y adultos en cuanto se les asocia a rituales intramuro, puesto que en el borde sur se registró el cementerio Tulán-58 que contenían 6 cuerpos de adultos fechados en 2340+50 A.P. (Núñez, 1999). La recurrencia de las inhumaciones infantiles debió implicar roles trascendentes como nexos entre la práctica social y el imaginario sobrenatural. Los testimonios etnográficos también indican que los infantiles son más vulnerables a la inmolación frente a adversidades catastróficas y sorpresivas (Lindberg et al., 1960) y estarían más expuestos a rituales específicos (Vicent, 1999). El registro de inhumaciones infantiles en aldeas formativas bajo formaciones monticuladas, en las sociedades pastoralistas altiplánicas, ofrecen importantes recurrencias que quizás sean constituyentes de rituales macrorregionales. Al respecto, debe considerarse que en el asentamiento Tulán-85 se registró un sector con siete cuerpos de neonatos dispuestos entre lajas, bajo 150 cm de depósitos de desechos, fogones y depósitos de ceniza. Esta clase de prácticas funerarias, se ha documentado también en los montículos del complejo Wankarani (altiplano meridional), hallazgos que no excluirían el registro de cementerios propiamente tales fuera de los montículos (Estévez, 1999), tal como ocurre en el asentamiento Tulán-54 (Núñez, 1992). Otro rasgo particular del templete son los fogones estructurados y abiertos, incluyendo sectores de piso calcinados y cenicientos compactos repartidos en las estructuras interiores. En el fogón 2 de la estructura A se Figura 5 – Muro perimetral del templete con el probó que ocurrieron varios eventos deposicionales en empotrado de nichos asociados a los pozos de relación a distintos momentos de reactivación del fuego, inhumación infantil a nivel del piso originario junto a restos óseos que podrían corresponder a comidas
306 El templete de Tulán y sus relaciones formativas panandinas (norte de Chile) ceremoniales: camélidos, aves y roedores. Aquí se recuperó abundante mineral de cobre, asociado a cuentas de crisocola y microperforadores. Etnográficamente se ha documentado la íntima relación entre la liturgia de los cantales atacameños y el manejo simultáneo de las ofrendas en el covero (pozo) y la fogata asociada donde queman las yerbas del ritual (coa), tal como ocurre durante la limpia de canales del cercano pueblo de Peine. Esto nos sugiere que los pozos de inhumación del templete se relacionarían con la quema ritual en los fogones adjuntos.
4. Relaciones entre el Templete y el montículo deposicional
El templete está rodeado de estructuras residenciales bajo depósitos de basuras configurando un asentamiento cubierto por estratos continuos de desechos culturales dando lugar a una formación monticular que alcanza una profundidad de 180-200 cm en el sector cuspidal. En el caso del templete de Tulán se advirtió que los residuos domésticos configuraron depósitos estratificados sobre el piso, lo que acentuó el proceso de colmatación que culminó con la cúspide del montículo cubriéndose los cabezales del muro perimetral. Bajo estas condiciones no es fácil segregar en el registro arqueológico cuándo y dónde los residuos responden a actividades ritualísticas de aquellas seculares (Burger & Burger-Salazar, 1985). Se ha planteado que efectivamente los residuos sobre templetes pueden constituir densos depósitos primarios compuestos de desperdicios desechados de actividades aparentemente domésticas, de naturaleza profana, que encubren o dificultan identificar residuos de ceremonialismo (Burger & Burger-Salazar, 1985). La recurrencia de similares registros primarios: cerámica local e intrusiva, microperforadores, conchas, minerales de cobre, pigmentos rojos, puntas pedunculadas no agotadas, pipas, conchas de caracoles yungueños, hematita, fragmentos de placas grabadas, entre fogones e implementos de molienda y restos alimenticios, son indicadores de actividades ritualísticas homólogas intra y extratemplete. El piso original del templete Tulán y sus actos fundacionales se colmataron gradualmente de estos depósitos a través de eventos sacro-seculares intermitentes, no perdiéndose su carácter de estructura ritualizada. Entonces, los elegidos accedían al interior del templete sobre un espacio en que el piso original y compacto transitaba a superficies irregulares y disgregadas, cuyos residuos gradualmente lo cubrían. De modo que el espacio sagrado subyacente se mantenía en las memorias mientras que el túmulo ascendía tanto en el núcleo como en su entorno. La evidencia artefactual da cuenta de un espacio de «uso mixto», esto es ceremonial y doméstico (Hastorf et al., 2001), con labores de faenamiento y consumo de camélidos, manufacturación de instrumentos y uso de contenedores, constituyendo acumulaciones descartadas en unidades estratificadas primarias derivadas de actividades in situ (Núñez et al., 2005a). En estos contextos «mixtos» es posible identificar evidencias de ritualización, independiente de funciones exclusivamente utilitarias y que otorgan cierto valor especial al registro arqueológico (Binford, 1976; Bermann & Estévez, 1995). En efecto, cuando los fragmentos de artefactos domésticos presentan un patrón de agrupamiento sobre sectores específicos de un piso residencial y/o ceremonial, o mejor aún si están colocados en nidos de ofrendas o pozos (coveros), es seguro que más que simples escondrijos son ofrendas derivadas de pasajes culticos específicos, tal como ocurrió con dos socavados en el piso del templete Tulán, correspondiente a la disposición de 3 punzones completos de hueso, uno con mango adornado con incrustaciones de hematita brillosa sobre resina y 6 láminas líticas Tulán completas y no usadas. Situaciones bivalentes en donde la noción de festividad se encubre entre depósitos de desperdicios domésticos son recurrentes en las ocupaciones aldeanas pastoralistas responsables de la construcción de montículos formativos en el altiplano central y meridional y por cierto en el caso de Tulán. El principio para entender la aparente ambigüedad de los significados artefactuales ha sido acogido en un modelo explicativo en donde: «lo ritual y lo doméstico no son necesariamente mutuamente opuestos» (Hastorf et al., 2001: 36)
307 L. Nuñez, I. Cartajena, C. Carrasco, P. de Souza
Durante estos eventos formativos el concepto de basura monticulada debe ser revisado desde una óptica no occidental, vinculable más bien con residuos descartados que, sin embargo, en ciertos casos adquieren un rol en el ceremonialismo andino tal como se advierte en el asentamiento Pircas de Tarapacá y Alamito (Núñez, 1984; Núñez Rigueiro, 1998). ¿Qué significa tanto desecho de comida (v.gr. huesos de camélidos) y contenedores para su preparación y brebaje entre fogones al interior del templete? ¿Por qué se cubrió una obra que requirió del traslado y montaje de toneladas de rocas? De acuerdo a los análisis de los depósitos intra y extra templete, no se establecen diferencias sustanciales en cuanto a sus patrones de desechos. Lo que se ha jerarquizado es el lugar sacro central. Esto es, el espacio socializado al interior del templete, cada vez más cubierto, representó funciones similares a lo que ocurre en las cabañas Kollawaya, en donde se identifica un espacio asociado llamado cabildo. Solo allí se concentra el ritual, las quemas de ofrendas, libaciones y manipuleo de la sangre, porque: «no existen ni deidades sin espacio ni ritual religioso que no se halle ubicado en el espacio» (Rösing, 1994: 197) Estos hábitos ritualísticos son panandinos en tanto que quienes convocan a los convites (Fernández, 1994) en el área de estudio se reconocen como Puricamayok y cantales, quienes invitan a los convidos. Se encienden fogones, incienso, quema de yerbas aromáticas y ofrendas dispuestas en covero (pozo socavado), tapado finalmente por una laja plana aplicándose simbólicamente un instrumento cortante. La impresión de los últimos pastores perviventes de esta parte de Atacama, sobre los montículos con abundantes restos superficiales de morteros líticos, manos de molienda, industria lítica y sobre todo los notables fogones y huesos de camélidos expuestos; es que allí los antiguos antepasados celebraban sus festejos (Estanilao Ramos, comunicación personal). La idea de comida en abundancia remarcada por la elevación deliberada de las capas de desechos, hace que el concepto étnico de festejo, integre y defina al monumento arqueológico, a través de una connotación de festividad vinculante con comidas generosas ofrendadas a los númenes andinos con implicaciones sacro-seculares.
5. Relaciones PanAndinas
Las fechas obtenidas en la aldea Tulán-54 incluidas al templete cubren un rango entre 1400 y 400 a. C., dentro del cual las dataciones provenientes del templete ocupan el segmento entre 900 y 400 a. C. Es notable su sincronía con las ocupaciones Chiripa y Wankarani, aunque esta última tendría una ocupación más temprana, es decir, 400-300 años antes de la fase Tilocalar (fig. 6). Por otra parte, hay contemporaneidad con los centros templarios de los Andes Centrales y Centro-Sur (tierras altas), como aquellos de Chavín (Chakinanani, Ofrendas y Urabarrio), Kotosh (Chavín y Kotosh), Huaricoto (Capillita y Toñi), La Pampa, Huacaloma Layzon (Layzon Huaca loma tardío), Kunturwasi (Kunturwasi e Idalo), Cerro Blanco Pukara, Chiripa Medio y Tardío y las posibles estructuras ceremoniales de Wankarani (fig. 7). De acuerdo con estos antecedentes el ceremonialismo de Tulán es coherente con el énfasis religioso identificado entre las sociedades formativas anteriores a los 400-200 a. C. a lo largo de las tierras altas de los Andes y los primeros indicios de ceremonialismo formativo tardío en valles bajos cercanos al Pacífico (Agüero et al., 2001). En los ambientes serranos se han identificado templetes semisubterráneos subcirculares durante la fase La Capilla, con espacios restringidos (16 m diámetro) y muros con empotramiento de grandes bloques megalíticos similares a Tulán. La noción del templete hundido que nos interesa se encuentra bien representado en el patrón altiplánico Chiripa con montículos ceremoniales (Ponce, 1970) distribuidos en varios enclaves, definido en tres fases cronológicas: Chiripa Temprano (1500-1000 a. C.) seguido por la fase Chiripa Medio (1000-800 a. C.) contemporáneo con la construcción del templete Tulán y finalmente la fase Chiripa Tardío (800-250 a. C.) sincrónico con su desarrollo y abandono (Beck, 2004; Hastorf et al., 2001; Núñez et al., 2005a).
308 El templete de Tulán y sus relaciones formativas panandinas (norte de Chile)
La idea de jerarquizar un patio central hundido rodeado de recintos que se suceden estratigráficamente, es un formato reiterado entre las ocupaciones Chiripa. Estas plataformas rectangulares se cubren y rellenan de basuras una vez abandonadas, reiterándose el ceremonial cuando se cubre un espacio sagrado por otra plataforma. Esta sucesión de plataformas constituyó el alzamiento de los montículos como monumentos visibles y referentes del tiempo social y ritual (Beck, 2004), considerados como los más meridionales del centro sur andino, aunque no debería descartarse que algunos túmulos Wankarani, también sincrónicos con Chiripa y Tilocalar, encubran templetes hasta ahora no identificados, similares en términos de Figura 6 – Secuencia cronológica radiocarbónica de la fase Tilocalar procesos de formación de Se indica el rango del templete y su relación con otros asentamientos sitio (Beck, 2004; Bermann formativos tempranos del centro-sur andino & Estévez, 1993; 1995; Condarco, 2001). Sin embargo, en Tulán no se observa el patrón arquitectónico Chiripa, ni la sucesión de plataformas construidas, aunque se han definido estructuras domésticas superpuestas en torno al templete aún en proceso de excavación. Algunas ideas homólogas independientes se reconocen a través de las relaciones entre templetes e inhumaciones de neonatos. En el sitio clásico de Chiripa también se registran inhumaciones bajo el piso, tapadas con lápidas de las cuales la mitad corresponden a infantes asociados a ofrendas de prestigio en oro, cobre, lapislázuli y conchas, con una ritualidad diferente a la de los adultos (Beck, 2004; Bennet, 1934). Además, la presencia de nichos también se ha constatado en sitios Chiripa Medio (1000-800 a. C.). Estos son generalmente angostos, entre 35 a 66 cm, con sus bases también niveladas con el piso de la estructura, asociado a sectores con arcilla amarilla derivada posiblemente de locis de combustión tal como ocurre en el templete Tulán (Bandy, 2001; Beck, 2004; Chávez, 1988). Las estructuras inferiores de las plataformas Chiripa presentaron fogones de un ritual estandarizado asociado al momento de sellar el piso y abrir el recién nivelado o superior. La superposición de plataformas fue aparejada con quemas (arcilla amarilla), correspondientes al ciclo de rituales, observado en la secuencia de las construcciones (Bandy, 2001). En este Figura 7 – Panorama del templete Tulán localizado en el mismo orden explicativo se reconoce que centro del montículo ocupacional Tulán-54 y el registro entre los pisos de las plataformas Chiripa se de estructuras aledañas en el primer plano
309 L. Nuñez, I. Cartajena, C. Carrasco, P. de Souza han localizado escasos artefactos diagnósticos, entre ellos restos de molienda con pigmento rojo. No obstante, habría un rango limitado de actividades. Si bien cada plataforma se rellenó con residuos domésticos, este material constituía el marco ceremonial orientado a constituir un montículo como un monumento destacable en el paisaje físico y social que compartían los pastores formativos tempranos con nichos, inhumaciones y fogones asociados, aquí y en distintas regiones de los Andes. Se han logrado diferenciar distintos locis formativos tempranos con centros ceremoniales en el centro sur andino, con un énfasis que estimuló la circulación caravanera de bienes de status (Bandy, 2001). En Chiripa se han registrado minerales de cobre provenientes de los ambientes desérticos del norte de Chile (Browman, 1981), junto a cuentas de lapislázuli y de conchas, objetos de cobre, oro, plata y obsidiana usada en puntas de proyectiles procedentes de los fuentes del Colca (Arequipa) a más de 300 km de distancia (Bandy, 2001). Estos ejemplos representan un movimiento de bienes selectivos en términos de prestigio personal y ajuares mortuorios, insertos en redes de caravaneo aún intermitentes o exploratorias (Bandy, 2001; Browman, 1981; Núñez & Dillehay, 1979). Se ha planteado que gran parte del tráfico de minerales de cobre de color en el área centro-sur andino procede de los distritos mineros del cinturón del cobre de la desértica vertiente occidental de la Puna de Atacama (Núñez, 1987). Por otro lado, la presencia de conchas de mar y caracoles terrestres en contextos Wankarani y en Sierra Mocko, bien podría vincular a los valles de Cochabamba con las cuencas del Loa y Atacama entre las tierras altas y el Pacífico (Estévez & Bermann, 1996; 1998; Gabelmann, 2001; Walter & Trimborn, 1994). Más tardíamente, el tráfico de bienes de larga distancia derivado de prácticas arcaicas tardías y formativas tempranas, se mantuvo con las tierras altas (Aschero, 1994; Aguerre et al., 1973; Núñez & Dillehay, 1979). El flujo de cerámica de prestigio desde el noroeste argentino hasta la vertiente occidental de la puna de Atacama tales como Vaquerias, Cienaga, San Francisco, se asoció a pipas angulares, plumas de aves tropicales, obsidiana, conchas del oriente y la introducción aquende los Andes de conchas del Pacífico y mineral (óxido de cobre propio de ambientes desérticos). Estos indicadores presentes en las tierras altas aledañas (V.gr. Huayllajara) incluyen cuentas de Choro mytilus y turquesa, asociadas a tiestos negros pulidos clásicos de San Pedro de Atacama, de las fases Sequitor y Quitor (Nielsen, 2001; Tarragó, 1976; Berenguer et al., 1986). Aunque hasta ahora no se han identificado asentamientos aldeanos del patrón Tilocalar en el noroeste argentino, la presencia de cerámica homóloga y otros indicadores en cuevas correspondientes al Formativo Temprano indicarían interacciones significativas (Aschero, 1994; García, 1988-1989; Fernández, 1988-1989). Estas conexiones incluyeron la ceja de selva (yungas) tanto del noroeste argentino como San Francisco (Dougherty, 1972; Ventura, 1999) y el valle de Cochabamba (Sierra de Mokho) datadas entre 1050 y 200 a. C. Se suma Mayra Pampa entre 1000 y 820 a. C. (con implementos de cobre), el valle alto Chulpapata por los 700-800 a. C., el piedemonte del Chapare, entre 1200 y 100 a. C., incluido un cementerio en el montículo de Conchopata (Mizque) fechado entre 1200 y 600 a. C. asociado a evidencias de intercambio de larga distancia tales como: cobre, plata, cuentas de sodalita, coral, lapislázuli, cerámica intrusiva y conchas del Pacífico (pecten) (Pereira et al., 2001), al igual que cementerios ubicados en el valle Ibirza/Chapare (Pereira et al., 2001). De acuerdo a las dataciones de la fase Tilocalar las posibilidades de insertarse en este universo centro sur andino de selva a costa es ahora evidente, incluyendo por cierto el altiplano aledaño. En efecto, al sur de La Paz y a través del departamento de Oruro incluida la región intersalar de Uyuni se ubican cientos de montículos correspondientes a las primeras ocupaciones sedentarias agropastoralistas datados entre 1800 a. C. y 270 d. C. Se trata de los túmulos Wankarani de uno a dos hectáreas de ocupación identificados en el altiplano meridional con alta densidad distribucional, incluyendo contactos con el valle de Cochabamba e intenso tráfico caravanero inter-asentamientos debido a las distancias entre sí y con focos distantes de recursos líticos, depósitos de sales y otros (Gabelmann, 2001; McAndrews, 2001). Se sabía que estas aldeas constituidas de recintos circulares de adobes desmembrados y basuras, databan entre 1200 y 270 a. C. (Ponce, 1970), sin embargo, recientemente se han
310 El templete de Tulán y sus relaciones formativas panandinas (norte de Chile) obtenido dataciones más tempranas del orden de los 1400 a. C. (Hastorf et al., 2001). En general, los montículos Wankarani presentan residuos de ocupaciones domésticas con restos líticos, instrumentos óseos (punzones, leznas, espátulas), alta presencia de huesos de camélidos silvestres y domésticos, fragmentación de cerámica monocroma, fundido y escoria de cobre y fragmentos de cerámica retomada. Estos componentes se sitúan entre episodios de acumulación y erosión natural, integrando depósitos culturales de descarte y formación de suelos (Estévez & Bermann, 1998). Es notable la acumulación de fogones y depósitos densos de ceniza, con restos de paredes de barro asociados a pisos con sedimentos rojizos alterados por combustión (Walter & Trimborn, 1994; Estévez, 1999). Por otra parte, en el sitio-tipo Wankarani se excavaron ca. de 15 neonatos e infantes decúbito lateral flexionados y ca. 16 adultos. Algunos párvulos presentaron lajas verticales puestas sobre capas de ceniza, otros tapados con lápidas o lajas planas, entre edades precoces con dientes recién expuestos. El hallazgo de uno de estos párvulos recostado y flexionado, similar al patrón Tulán, fue descrito clavado al suelo con una cornamenta afilada de ciervo por la caja toráxica, como neta evidencia de sacrificio (Walter & Trimborn, 1994). Es importante resaltar que este cuerpo fue hallado junto a otro neonato, vinculados con inmolaciones ejecutadas al interior de una estructura específica, asociado a un fragmento cerámico retomado y afilado. Este registro recuerda a similares restos retomados y usados, incluyendo dos puestos también como ofrendas en dos cuerpos neonatos del templete Tulán. Puesto que se ha postulado la necesidad de complementariedad de recursos de los asentamientos Wankarani (V.gr. maíz), se podría esperar que hayan articulado contactos con comunidades sincrónicas del norte de Chile. Sin embargo, no hay evidencias consistentes de la presencia de sus atributos más representativos, incluyendo la ausencia de su cerámica típica (Estévez, 1999; Ayala & Uribe, 2003). Durante el Formativo Temprano coexistían comunidades desde la ceja de selva al Pacífico, independientes del altiplano central, con necesidades de interacciones complementarias (V.gr. bienes de prestigio), que aunque aislados entre grandes espacios despoblados pudieron mantener vínculos que exigen una mayor investigación. Así, de un examen reciente sobre el Formativo Altiplánico, se desprende que ocurrieron contactos caravaneros esporádicos con el flujo de ciertos bienes ceremoniales como sopladores y pipas tubulares (Ayala & Uribe, 2001).
6. Conclusiones
Este primer reconocimiento de una arquitectura ceremonial circumpuneña derivada de estructuras arcaicas locales abre insospechadas expectativas para la comprensión del surgimiento de tempranas prácticas religiosas integradoras, asociadas a comunidades cohesionadas en torno a procesos embrionarios de jerarquización (Renfrew, 1974). Los indicadores arquitectónicos y ritualísticos dan cuenta de una complejidad institucional suficiente como para sustentar un centro de convergencia ritual. Así, la arquitectura pública y la organización política y laboral que la sustenta, con alta inversión de mano de obra, se suma a un conjunto de cambios vinculados con el surgimiento prestigioso del poder social de la élite pastoralista, desde contextos arcaicos tardíos a eventos iniciales y formativos, tal como ocurrió, aunque obviamente en otra escala, en las tierras altas de los Andes centrales (Beck, 2004; Burger, 1985; Moseley, 1985). En general, las obras culticas intervienen en los espacios comunales, dada las necesidades de la élite por consolidar su posición teopolítica apoyada en labores colectivas interfamiliares conducentes a complejidad social e ideológica (Earle, 1997). El acceso al manejo de prácticas simbólicas entre bienes muebles e inmuebles, permite mediatizar el ordenamiento y control de las actividades convencionales y colectivas, intercediendo las élites entre el imaginario religioso y las necesidades humanas. Fuera de duda, la monumentalidad visible y la mítica del inconsciente colectivo configuraron una trama social que comparte los iconos subordinados con quienes conducen el ceremonialismo en torno al montículo como monumento, tal como se ha observado en el altiplano y ahora en el extremo SE de la cuenca
311 L. Nuñez, I. Cartajena, C. Carrasco, P. de Souza de Atacama, como procesos políticos y religiosos independientes al interior de una matriz pastoralista común (Beck, 2004; Núñez, 1992; Núñez et al., 2005a). Si la estructura subcircular de Tulán formatiza la cosmovisión algo ovalada del universo visible como la visión andina de San Cruz de Pachacuti (Duviols & Itier, 1992), entonces, el templete representa un caso de arquitectura simbólica en donde la circunferencia se ha interpretado como el mundo y su centro el origen o principio primordial propio de las tradiciones antiguas (Guénon, 1995). En cuanto al centro, se han inhumado cuatros infantes jerarquizados, la ritualidad adquiere una dimensión bipartita de naturaleza centrífuga, mientras que los veinte y cuatro cuerpos infantiles inhumados en el borde perimetral establecen un equilibrio con un ceremonialismo centripeto. En este sentido, núcleo y periferia del piso sacralizado del templete reflejan el axis mundi de arriba y al propio formato aldeano de abajo, en donde en el templete se han ritualizado los neonatos de los fundadores puesto que en cada una de las divisiones radiales se habrían inmolados los neonatos de los linajes subordinados durante los orígenes de la tradición religiosa Tilocalar. El manejo de la organización comunitaria pastoralista fue ordenado bajo normas corporativas para los efectos de optimizar un programa arquitectónico más sofisticado. Aunque los sucesos funerarios fundacionales pudieron ser evocados desde una cronología lineal, la imagen del tiempo sacro suele ser evocada desde una percepción subjetiva y mítica a través de festejos periódicos. La estructura del pensamiento religioso andino estaría ordenada por una matriz numinosa, perteneciente al universo de lo sobrenatural que se distingue del espacio doméstico, irradiando una atmósfera de espiritualidad que se conserva y representa en el templete, opuesto a la homogeneidad del ámbito profano (Burger & Burger-Salazar, 1985; Eliade, 1959, Rösing, 1994). La asociación entre el inicio y el desarrollo de una ideología regional y la producción de bienes exóticos y de prestigio van aparejados toda vez que la élite local ha logrado identidad y suficiente diferenciación en su forma de acumular riqueza y de intervenir en las necesidades y demandas del «universo» centro-sur andino. Así, la disposición de su potencial artesanal, en términos de productos de status, se orientó hacia la manufacturación de cuentas y ornamentos, inserta en redes de circulación extrarregional propia de las sociedades de rango (Service, 1962; Núñez & Dillehay, 1979). La contemporaneidad de tres aldeas pertenecientes a la fase Tilocalar en no más de 20 km y la presencia de solo un templete en el transecto Tulán no representaría rasgos de ubicuidad, sino más bien se relacionaría con la sacralización de un espacio que centraliza y subordina a la sociedad pastoralista ante iconos y rituales compartidos. Así, el templete ejerció cobertura ideológica, materialización de simbología y legitimización del poder ascendente en la medida que las comunidades se tornaban más complejas. Paralelamente, se requirió de políticas de integración orientadas a controlar el crecimiento de la fuerza laboral pastoralista en vías de asumir logros corporativos orientada a obtener suficiente autarquía socioeconómica. En efecto, una de las características de las sociedades formativas tempranas en las tierras altas, fue la explotación de recursos diversificados en espacios que integran diversos pisos productivos: pecuarios, hortícolas, lacustres y otros, tal como ocurrió en mayor escala con las comunidades Chiripa (Bandy, 2001). Las comunidades Tilocalar llegaron a controlar efectivamente desde los lagos de la alta puna (Meniques-Miscanti) hasta las quebradas intermedias, oasis y vegas del salar, dispuestos en un transecto entre los 4000-2000 m.s.n.m. En suma, en el piso original del templete se llevaron a cabo prácticas rituales relacionadas con la inmolación e inhumación de neonatos, asociados a fogones, imágenes grabadas y ofrendas en bolsones socavados, dispuestos junto a nichos empotrados en el muro perimetral. El templete como estructura fundacional se nutre de los elegidos para su sacrificio bajo una esfera de integración de linajes, en un espacio donde el axis mundi estaba representado y conmocionado por hechos gravitantes que exigían de un ceremonialismo mayor. Se ha esclarecido que la sociedad pastoralista de las tierras altas mantuvo un ethos propio de modo que durante el periodo Arcaico Tardío y Formativo Temprano se desarrollaron varias
312 El templete de Tulán y sus relaciones formativas panandinas (norte de Chile)
«tradiciones religiosas» que, aunque independiente entre sí, compartieron ciertos componentes (Burger, 1985). Ciertamente, en la sierra de Huanuco (Perú) se han identificado en Kotosh varios edificios superpuestos datados desde 1900 a. C. hasta los primeros siglos de la era, con plantas rectangulares, entre los que destacan el Templo de los Nichitos y el de las Manos Cruzadas, constituyendo montículos elevados separados de los espacios residenciales (Izumi & Terada, 1972). Precisamente en un contexto arcaico-inicial la «tradición religiosa Kotosh» integra muros perimetrales, empotramiento de nichos en el muro periférico con fogones en cubeta y espacios centrales, incluyendo fosos de uso ceremonial dispuestos en el piso originario (V.gr. La Galgada & Kotosh). Destacan sus estructuras circulares y rectangulares que incluyen ofrendas de todo el transecto desde las conchas del Pacífico y plumas de aves tropicales, camélidos, venados y cuyes quemados, incluyendo ritos mortuorios junto a las cámaras (Grieder & Bueno, 1985). Se observa el uso de grandes o bloques verticales bien representados precisamente en el templete circular La Capilla de no más de 16 m de diámetro (Burger & Burger-Salazar, 1985; Izumi & Terada, 1972). En su contexto agropastoralista sedentario los asentamientos Chiripa del altiplano boliviano mantuvieron una secuencia entre 1500 y 100 a. C. asociados a arquitectura pública (templetes), además de monolitos grabados, artesanías de status y surgimiento de autoridad capaz de planificar obras y acciones corporativas (Bennet, 1936; Kolata, 1983; 1993; Bermann & Estévez, 1995; Hastorf et al., 2001). Hay consenso que los componentes del ceremonial Chiripa constituyen la llamada «Tradición religiosa Yaya-mama» correspondiente al periodo Formativo Medio con irradiaciones hacia el complejo ceremonial Pukara y Tiwanaku (Chávez, 1988; Bandy, 2001). Se trata de centros ceremoniales con convocatorias periódicas entre recintos (plataformas) y patios hundidos, escultura lítica, tiestos cerámicos y trompetas decoradas, ofrendas en espacios sacralizados, formaciones monticuladas, producción metálica de prestigio e inhumaciones de párvulos bajo lápidas, además de comidas consumidas en actos públicos vinculados a prácticas rituales y políticas en el marco de reciprocidad ideológica (Bennet, 1936; Bandy, 2001). La tradición religiosa Wankarani habría surgido, de acuerdo a Estévez (1999), de un «gran acontecimiento» memorizado entre generaciones, a través de prácticas ceremoniales reiteradas, reflejadas en las quemas de leñas y fogones junto a ofrendas cubiertas por restos de barro, configurando capas compactas derivadas de rituales que evocarían acontecimientos fundacionales como el ceremonial de las inhumaciones de neonatos del templete Tulán y que en el caso de Wankarani se representarían en las litoesculturas de cabezas clavas tanto de camélidos como felínicas. En las capas se han reconocido estructuras residenciales, entre circulares y ovales (Walter & Trimborn, 1994). Sin embargo, en el montículo San Andrés se han excavado dos estructuras circulares de uso ceremonial de unos 8 m de diámetro con piso compacto de barro- ceniza, levantadas con bloques alargados, empotrados verticalmente en la base estéril, cubiertos completamente de depósitos de ceniza bajo la superficie del montículo, esto es, asociados también a quemas rituales (Estévez, 1999). De acuerdo a las excavaciones en estas aldeas bajo montículos se desprende que aquí se desarrolló la tradición religiosa Wankarani compuesta de posibles templetes con pisos compactos, figurinas de arcilla, ofrendas de concentraciones de azadas, manos de molienda con pigmento rojo, litoescultura de cabeza-clavas, cerámica en «nido de ofrenda», hornos estructurados, cucharas, tubos de pipas, sopladores y trompetas, incluyendo implementos metálicos de status: cobre, plata, oro e inhumaciones de neonatos e infantes subyacente al piso y bajo lapidas (Walter & Trimborn, 1994; Bermann & Estévez, 1995; Estévez & Bermann, 1996). Es muy posible que la ritualidad étnica perviviente de carácter pastoralista, provenga, en el altiplano meridional, del complejo Wankarani, tal como lo ratificaría la persistencia del icono litoescultórico focalizado en la cabeza de camélido y con menos frecuencia con rostros de felinos y humanos (Estévez, 1999). Finalmente, se propone la tradición religiosa Tilocalar como un posible complejo ritualístico representativo de un contexto pastoralista circumpuneño eventualmente distinto al altiplano meridional. Durante el Formativo Temprano, se habría iniciado esta tradición caracterizada por
313 L. Nuñez, I. Cartajena, C. Carrasco, P. de Souza
la utilización de espacios sacro-seculares de carácter ceremonial y doméstico, con estructura templaria subcircular dedicada a prácticas de inmolación e inhumación de neonatos e infantes asociados a nichos y ajuares de prestigio, además de ofrendas en coveros o «nidos de ofrendas», incluyendo fogones de quemas rituales, grabados de cabezas de camélidos e incisiones en los bloques, incluyendo lápidas o lajas de paramentos con grabados de rostros humanos y temas geométricos. Se suman las actividades redundantes de preparación y consumo de comida, bebidas y producción de manufacturas sobre el piso del templete y su entorno residencial, configurando gradualmente una formación monticulada. Por otra parte, se destaca el culto en torno a grabados de camélidos, felinos, aves, camélidos y felinos en imágenes rupestres del estilo Tulán-Taira y camélidos antropomorfizados copulando (rito de reproducción) y/o acompañando a un personaje central grabado en contenedores líticos. Se acepta que la producción de bienes de prestigio: metálicos, cuentas de status, pigmento rojo, placas grabadas y uso de pipas (alucinógenos) son también componentes del ceremonialismo. Se admite precisamente que la exacerbación religiosa durante el Formativo Temprano habría estimulado la producción de bienes metalúrgicos localizados en los Andes del sur a nivel de invención e irradiación (Lechtman, 1980). Ahora, la identificación de prácticas de extracción, molienda y fundido para piezas de valor simbólico durante la fase Tilocalar, demuestra la viabilidad de las propuestas en torno a un temprano tráfico de piedras preciosas, piezas metálicas, minerales y lingotes, incluyendo especialización laboral (Núñez, 1987; 2005). Así, se habría constituido el inicio del modo caravanero del desarrollo atacameño y el soporte parafernálico del ceremonialismo desde el Formativo Temprano, cuya eclosión se reconoce en la capacidad para instaurar en el medio aldeano la primera arquitectura ceremonial circumpuneña (fig. 8).
Figura 8 – Dataciones C14 de la fase Tilocalar y de los sectores de la aldea Tulán-54 asociada al templete Tulán y su relación con otros centros ceremoniales de las tierras alto-andinas
314 El templete de Tulán y sus relaciones formativas panandinas (norte de Chile)
Por último es necesario señalar la excepcional yuxtaposición puneña entre yacimientos arqueológicos y pervivencia étnica. A pesar de las dificultades que reviste el uso de analogías etnográficas, consideramos que éstas pueden ser consideradas como estímulos para interpretar la religiosidad formativa. En este marco, cobran relevancia algunos rituales andinos como el Ch’iayara misa (mesa), que incluye la presencia de un elenco de desechos considerados «inmundicias» semejantes a «basuras» incorporados al ceremonialismo (Rösing, 1991: 115). Por otra parte, la metáfora de asumir que el espacio intra templete se comportó como una gran mesa aymara, tiene sentido si desde la etnografía se admite que la mesa como ofrenda culinaria, permite por reciprocidad, satisfacer el apetito de los seres tutelares, como achachila que es amo y antepasado de la comunidad, además dueño del ganado silvestre y doméstico, incluyendo la lluvia y los infantes (Fernández, 1994). Los dioses andinos solo se satisfacen a través de la «deuda de ofrenda» para permanecer en estado de equilibrio y reciprocidad en términos de recibir ofrendas, sacrificios y rogativas como númenes dueños de las lluvias, alimentos, fertilidad, salud y muertes prematuras. Los achachilas, espíritus de los antepasados, viven en cerros, vertientes, lagunas y otros lugares sagrados y hacia allí son invocados a un espacio de interlocutorio (mesa, nido de ofrenda), donde un selecto colectivo participa en la disposición de las ofrendas, de las libaciones, la quema de inciensos y por cierto las comidas rituales con sacrificios de camélidos (Bouysse-Cassagne, 1987; Rösing, 1994). Los desechos prehistóricos primarios derivados de estas actividades in situ, de carácter sacro-secular, fueron deliberadamente acumuladas para constituir un montículo o relieve artificial que marca en el paisaje social y físico la existencia subyacente de un monumento funerario fundacional y protector, conservado en las memorias y convidos intergeneracionales.
Referencias citadas
Abbott, M. B., Binford, M. W., Brenner, M. & Kolts, K. R., 1997 – A 3500 14C High resolution record of water-level changes in lake Titicaca, Bolivia/ Perú. Quaternary Research, 47: 109-180. Agüero, C., Uribe, M., Ayala, P., Cases, B. & Carrasco, C., 2001 – Ceremonialismo del periodo formativo en Quillagua, Norte Grande de Chile. Boletín de la Sociedad Chilena de Arqueología, 32: 24-34. Aguerre, A., Fernández Distel, A. & Aschero, C., 1973 – Hallazgo de un sitio acerámico en la quebrada de Inca Cueva (Provincia de Jujuy). Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, 7: 197-214. Aldenderfer, M. S., 1990 – Late preceramic ceremonial architecture at Asana. Antiquity, 64 (244): 479-497. Aldunate, C. & Castro, V., 1981 – Las chullpas de Toconce y su relación con el poblamiento altiplánico en el Loa Superior. Periodo Tardío, 206 p.; Editorial Kultrun. Arnes, K. M., 1991 – Sedentism, a temporal shift or a transitional change in hunter-gatherer mobility strategies. In: Between bands and states (Susan Greg, ed.): 103-133; Carbondale: Ed. S.A. Gregg Southern Illimois University Press. Center for Archaeological Investigations Occasional Paper n° 9. Aschero, C., 1994 – Reflexiones desde el arcaico tardío (6000-3000 a. P.). Rumitacama, 1: 13-18. Ayala, P. & Uribe, M., 2001 – Las sociedades formativas del altiplano circuntiticaca y meridional y su relación con el norte grande de Chile. Estudios Atacameños, 21: 7-39. Ayala, P. & Uribe, M., 2003 – La cerámica Wankarani y una primera aproximación a su relación con el periodo Formativo del Norte Grande de Chile. Textos antropológicos, vol. 14, n° 2: 7-30; La Paz.
315 L. Nuñez, I. Cartajena, C. Carrasco, P. de Souza
Bandy, M. S., 2001 – Population and history in the ancient Titicaca Basin; Berkeley: Universidad de California, Tesis Doctoral. Beck Jr., R. A., 2004 – Architecture and polity in the formative lake Titicaca basin, Bolivia. Latin American Antiquity, 15 (3): 323-343. Benavente, A., 1981 – Chiu-Chiu 200: Un campamento de pastores. Universidad de Chile, Tesis de Grado. Bennett, W. C., 1934 – Excavations in Bolivia. Anthropological Papers of the American Museum of Natural History, XXXV (IV); Nueva York. Bennett, W. C., 1936 – Excavations in Tiahuanaco. Anthropological Papers of the Museum of Natural History, XXXIV (III); Nueva York. Bennet, W. & Bird, J., 1960 – Andean culture history, 331 p.; New York: American Museum of Natural History. Berenguer, J., 1995 – El arte rupestre de Taira dentro de los problemas de la arqueología atacameña. Chungará, 27 (1): 7-43. Berenguer, J., Deza, A., RomÁn, A. & Llagostera, A., 1986 – La secuencia de Myriam Tarragó para San Pedro de Atacama: un test por termoluminiscencia. Revista Chilena de Antropología, 5: 17-54. Bermann, M. & Estévez, J. C., 1993 – Jachakala: A New Archaeological Complex of the Department of Oruro, Bolivia. Annals of Carnegie Museum, 62 (4): 311-340. Bermann, M. & Estévez, J. C., 1995 – Domestic Artifact Assemblages and Ritual Activities in the Bolivian Formative. Journal of Field Archaeology, 22 (4): 389-398. Binford, L. R., 1976 – Forty-seven Trip: A case Study in the Character of Some Formation Processes of the Archaeological Record. In: Contributions to anthropology: the interior peoples of Northern Alaska (Hall Jr., ed.): 299-351; Ottawa: National Museums of Canada. Archaeological Survey of Canada Paper, 49. Bouysse-Cassagne, T., 1987 – La identidad aymaras. Aproximación histórica (siglos XV y XVI), 443 p.; La Paz: IFEA-Hisbol. Brockington, D., Pereira, D., Sanzetenea, R. & Muñoz, M. A., 1995 – Estudios arqueológicos del Periodo Formativo en el sureste de Cochabamba 1988-1989, 180 p.; Cochabamba: Universidad Mayor de San Simón. Cuadernos de investigación, Serie Arqueología, 8. Browman, D. L., 1981 – New Light on Andean Tiwanaku. American Scientist, 69 (4): 408- 419. Burger, R.L. 1985 – Concluding remarke early Peruvian civilization and its relation to the Chavin Horizon. In: Early ceremonial architecture in the Andes (C. B. Donnan, ed.): 269- 289; Washington D. C.: Dumbarton Oaks Research Library and Collection. Burger, R. L. & Salazar-Burger, L., 1985 – The early ceremonial center of Huaricoto. In: Early ceremonial architecture in the Andes (C. B. Donnan, ed.): 111-138; Washington D. C.: Dumbarton Oaks Research Library and Collection. Cartajena, I., Núñez, L. & Grosjean, M., 2003 – Los camélidos en la vertiente occidental de la Puna de Atacama: Una visión desde el arcaico temprano al formativo temprano. Ponencia presentada al III Taller Internacional de Zooarqueología de Camélidos Sudamericanos. Instituto Interdisciplinario de Tilcara. Condarco, C., 2001 – Verticalidad e intercambio en dos asentamientos de la cuenca de Paria. Informe final Programa de Investigaciones Estratégicas en Bolivia (PIEB). Convocatoria Regional Oruro, 1999. Costa, M. A., 2005 – Informe de determinación de edad de individuos infantiles del sitio Tulán- 54. Informe de avance Proyecto FONDECYT 1020316. Ms. Chapman, R. W., 1991 – La formación de sociedades complejas. El sureste de la península ibérica en el marco del mediterráneo occidental, 411 p.; Barcelona: Editorial Critica.
316 El templete de Tulán y sus relaciones formativas panandinas (norte de Chile)
Chávez Mohr, K., 1988 – The significance of Chiripa in lake Titicaca basin developments. Expedition, 30 (3): 17-26. Dougherty, B., 1972 – Las pipas de fumar arqueológicas de la provincia de Jujuy. Relaciones, 11: 83-90. Duviols, P. & Itier, C., 1992 – Juan de Santa Cruz Pachacuti yanqui Salcamaygua. Relación de antigüedades de este Reyno del Piru, 276 p.; Cuzco: Instituto Francés de Estudios Andinos – Centro de Estudios Regionales Andinos «Bartolomé de las Casas». Estudio Etnohistórico y Lingüístico. Earle, T., 1997 – How chiefs come to power: The political economy in prehistory, 265 p.; Stanford: Stanford University Press. Eliade, M., 1959 – The sacred and the profano, 213 p.; New York: Harcourt Brace and World Inc. (W. R. Trask, trad.). Estévez, J. C., 1999 – San Andrés: un montículo ceremonial de la cultural Wankarani (Informe preliminar); La Paz. Ms. Estévez, J. C. & Bormann, m., 1996 – Reporte preliminar de la temporada 1996. Proyecto Arqueológico Oruro. Ms. Estévez, J. C. & Bormann, m., 1998 – Reporte preliminar de la temporada 1997. Proyecto Arqueológico Oruro. Ms. Feldman, R. A., 1985 – Preceramic corporate architecture: Evidence for the development non-egalitarian social systems in Peru. In: Early ceremonial architecture in the Andes (C. B. Donnan, ed.): 60-70; Washington D. C.: Donnan. Dumbarton Oaks Research Library and Collection. Fernández, J., 1988-1989 – Ocupaciones alfareras (2860+160 años a.P.) en la cueva de Cristóbal, Puna de Jujuy, Argentina. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, XVII (2): 139-172; Buenos aires. Fernández, G., 1994 – El banquete aymará: Aspectos simbólicos de las mesas rituales aymaras. Revista Andina, 12 (1): 155-190. Flannery, K. V., 1972 – The origins of the village as a settlement type in mesoamerica and in the near east: A comparative study. In: Man, Settlement and Urbanism (P. J. Ucko, R. Tringham & E. W. Dimbleby, eds.): 22-53; Londres: Duck Worth. Gabelmann, O., 2001 – Choroqollo. Producción de cerámica e intercambio de bienes durante el periodo formativo. Un ejemplo del valle Santiváñez, Cochabamba. Textos Antropológicos, 13 (1-2): 197-229 (Rivera, C., Michel, M. R. & Cipreles, J. M., eds.). García, L. C., 1988-1989 – Las ocupaciones tempranas en cueva y aleros en la Puna de Jujuy, Argentina-Inca Cueva, Alero 1. Paleoetnológica, 5: 10-21. Gell-Mann, M., 1995 – El quark y el jaguar. Aventuras en lo simple y lo complejo, 413 p.; Tusquets editores. Guénon, R., 1995 – Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada. Paidos Orientalia, 399 p.; Trad. Tejada, J. L. & Leva, J. Grieder, T. & Bueno, A., 1985 – Ceremonial architecture at La Galgada. In: Early ceremonial architecture in the Andes (Donnan, C. B., ed.): 93-110; Washington D. C.: Donnan. Dumbarton Oaks Research Library and Collection. Hastorf, C. A., Bandy, M., Whitehead, W. T. & Steadman, L., 2001 – El periodo formativo en Bolivia: Regiones y sociedades. Textos Antropológicos, 13 (1-2): 17-91 (Rivera, C., Michel, M. R. & Cipreles, J. M., eds.). Holden, T. G., 1991 – Evidence of prehistoric diet from northern Chile: Coprolitos, gut contents and flotation samples from the Tulan quebrada. World Archaeology, 22 (3): 320-331; Londres. Izumi, S. & Terada, K., 1972 – Andes: Excavations at Kotosh, Peru 1963 and 1966, 354 p.; Tokyo; University of Tokyo Press.
317 L. Nuñez, I. Cartajena, C. Carrasco, P. de Souza
Kauffmann, F., 1976 – El Perú arqueológico, 288 p.; Lima: Kompaktos Ediciones G. S. Kolata, A. L., 1983 – The South Andes. In: Ancient South Americans (Jennings, J. D., ed.): 241- 285; W. H. Freman and Company. Kolata, A. L., 1993 – The Tiwanaku, Portrait of an Andean Civilization, 288 p.; Cambridge, Massachussets: The peoples of America, Blackwell Publishers. Lechtman, H., 1980 – The Central Andes: Metallurgy without iron. In: The Coming of the Age of the Iron (Wertime, T. A. & Muhly, J. D., eds.): 267-334; New Haven: Yale University Press. Lindberg, I., Pineda, E., & Núñez, L., 1960 – Algunos aspectos de la vida material y espiritual de los araucanos del lago. Budi Finis Terrae, 28: 58-89. Llagostera, A. & Costa, M. A., 1999 – Patrones de asentamiento en la época agroalfarera de San Pedro de Atacama (norte de Chile). Estudios Atacameños, 17: 175-286. McAndrews, T. L., 2001 – Organización y crecimiento de los sistemas de asentamientos tempranos basados en aldeas en el altiplano andino sur central. Textos Antropológicos, 13 (1-2):135-145 (Rivera, C., Michel, M. R. & Cipreles, J. M., eds.). Mohr-Chávez, K., 1988 – The significance of Chiripa in Lake Titicaca development. Expedition, 30 (3): 17-26. Moseley, M. E., 1975 – The maritime Foundation of Andean Civilization, 131 p.; California: Cumming Publishing Company Menlo Park. Moseley, M. E., 1985 – The exploration and explanation of early monumental architecture in the Andes. In: Early ceremonial architecture in the Andes (C. B. Donnan, ed.): 29-57; Washington D. C.: Donnan. Dumbarton Oaks Research Library and Collection. Nielsen, A. E., 2001 – Ocupaciones formativas en el altiplano de Lípez-Potosí, Bolivia. Textos Antropológicos, 13 (1-2): 265-285 (Rivera, C., Michel, M. R. & Cipreles, J. M., eds.). Núñez, L., 1984 – El asentamiento las Pircas: evidencias de tempranas ocupaciones agrarias en el Norte de Chile. Estudios Atacameños, 7: 152-177. Núñez, L., 1987 – Tráfico de metales en el área centro-sur andina: Factos y expectativas. Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología, 12: 73-105. Núñez, L., 1988 – Análisis de domesticación y crianza de camélidos en el Norte de Chile (1986-1987). Proyecto FONDECYT 1017-86. Informe final. Ms. Núñez, L., 1991 – Tráfico factos y conchas. Boletín de la Sociedad Chilena de Arqueología, 13: 18-19. Núñez, L., 1992 – Emergencia de complejidad y arquitectura jerarquizada en la Puna de Atacama: Evidencias del sitio Tulán 54. In: Taller de selva a costa (Albeck, M. E., ed.): 85- 115; Buenos Aires: Instituto Interdisciplinario de Tilcara, Universidad de Buenos Aires. Núñez, L., 1995 – Evolución de la ocupación y organización del espacio atacameño. In: Agua, ocupación del espacio y economía comparativa en la región atacameña, aspectos dinámicos (Pourrut, A. & Núñez, L., eds.): 18-60; Universidad Católica del Norte. Núñez, L., 1999 – Fase Tilocalar: Nuevas evidencias formativas en la Puna de Atacama (norte de Chile). In: Formativo Sudamericano. Una Revaluación. Simposio Internacional de Arqueología Sudamericana (Lederberger-Crespo, P., ed.): 227-242; Ecuador: Cuenca. Núñez, L., 2005 – La orientación minero-metalúrgica en la sociedad atacameña. In: Esferas de interacción prehistóricas y fronteras nacionales modernas en los Andes Sur Centrales (H. Lechtman, ed.). Lima: IEP (en prensa). Núñez, L. & Dillehay, T., 1979 – Movilidad giratoria, armonía social y desarrollo en los Andes meridionales: patrones de tráfico e interacción económica, 190 p.; Universidad Católica del Norte. Núñez, L., Grosjean, M. & Cartajena, I., 1999a – Un ecorefugio oportunístico en la Puna de Atacama durante eventos áridos del Holoceno Medio. Estudios Atacameños, 17: 125- 174.
318 El templete de Tulán y sus relaciones formativas panandinas (norte de Chile)
Núñez, L., Grosjean, M. & Cartajena, I., 1999b – Evaluación paleoambiental de las ocupaciones paleoindio y arcaico temprano en la puna de Atacama (Norte de Chile). National Geographic Society, n° 583696. Informe final. Ms. Núñez, L., Cartajena, I., Carrasco, C. & De Souza, P., 2003 – Informe Anual Proyecto FONDECYT 1020316. Ms. Núñez, L., Cartajena, I., Carrasco, C. & De Souza, P., 2004 – Informe Anual Proyecto FONDECYT 1020316. Ms. Núñez, L., Cartajena, I., Carrasco, C. & De Souza, P., 2005a – Informe Anual Proyecto FONDECYT 1020316. Ms. Núñez, L., Cartajena, I., Carrasco, C. & De Souza, P., 2005b (en prensa) – Patrones, cronología y distribución del arte rupestre arcaico tardío y formativo temprano en la cuenca de Atacama. In: Tramas en la piedra (Fiore, D. & Podesta, M., eds.) Núñez R., V. A., 1998 – Arqueología, historia y antropología de los sitios de Alamito, 346 p.; Editorial Interdea. onuki, y., 1994 – Las actividades ceremoniales tempranas en la cuenca del Alto Huallaga y algunos problemas generales. In: El mundo ceremonial andino (L. Millones & Y. Onuki, eds.): 71-95); Lima: Horizonte. Pereira, D., Sanzetenea, R. & Brockington, D. L., 2001 – Investigaciones del proyecto arqueológico formativo en Cochabamba, Bolivia. Textos Antropológicos, 13 (1-2): 167- 182 (Rivera, C., Michel, M. R. & Capriles, J. M., eds.). Ponce, C., 1964 – El templete semisubterráneo de Tiwanaku, 90 p.; La Paz: Biblioteca de Arte y Cultura. Ponce, C., 1970 – Wankarani, Chiripa y la relación con Tiwanaku, 79 p.; La Paz: Academia Nacional de Ciencias de Bolivia, 25. Redman, Ch. L., 1978 – The rise of civilization, 367 p.; San Francisco: W. H. Freeman and Company. Redman, Ch. L., 1991 – Los orígenes de las civilizaciones. Desde los primeros agricultores hasta la sociedad urbana en el próximo oriente (Picazo, M., trad.); Barcelona; Editorial Crítica. Rees, C., 1999 – Elaboración, distribución y consumo de cuentas de malaquitas durante el periodo Formativo en la vega de Turi y sus inmediaciones, subregión del río Salado, norte de Chile. In: Los tres reinos: Práctica de recolección (Aschero, C. A., Korstanje, M. A. & Vuoto, P. M., eds.): 83-94; Instituto de Arqueología y Museo, Universidad Nacional de Tilcara. Rees, C. & De Souza, P. (en prensa) – Producción lítica durante el periodo Formativo en la subregión del río Salado. Chungará, número especial; Arica. Actas XV Congreso Nacional de Arqueología Chilena. Renfrew, C., 1974 – Beyond a subsistence economy: The evolution of social organisation in prehistoric Europe. In: Reconstructing Complex Society: An Archaeological colloquium (C. B. Moore, ed.): 69-95. Rose, C., 2001 – Organización residencial en una aldea del Periodo Formativo Temprano: El sitio Wankarani de la Barca, Oruro. Textos Antropológicos, 13 (1-2): 147-165 (Rivera, C., Michel, M. R. & Capriles, J. M., eds.). Rösing, I., 1991 – Las almas nuevas del mundo Callawaya. Análisis de la curación ritual Callawaya para vencer penas y tristezas, vol. II. Estudios Callawayas, I; La Paz - Cochabamba. Rösing, I., 1994 – La deuda de ofrenda: Un concepto central de la religión andina. Revista Andina, 12 (1): 191-216. Service, E., 1962 – Primitive social organisation: an evolutionary perspective, 211 p.; New York: Random House. Solc, V., 1969 – Los aymaras de las islas del Titicaca, 194 p.; México. Instituto Indigenista Interamericano Antropología Social, 12.
319 L. Nuñez, I. Cartajena, C. Carrasco, P. de Souza
Tarragó, M., 1989 – Contribución al conocimiento de las poblaciones de los oasis de San Pedro de Atacama en relación con los otros pueblos púnenos, en especial el sector del valle Calchaquí. Tesis de Doctorado, Universidad Nacional de Rosario, Argentina. Tarragó, M., 1976 – Alfarería típica de San Pedro de Atacama (Norte de Chile). Estudios Atacameños, 4: 37-64. Uribe, M., 2004 – La cerámica arqueológica del sitio Tulán 54: Análisis tipológico y depositacional de un sitio formativo temprano del Salar de Atacama. Informe de avance Proyecto FONDECYT 1020316. Ms. Ventura, B., 1999 – Arqueología de los valles orientales y las serranías de Zenta y Santa Victoria, Salta. Tesis Doctoral, Universidad de Buenos Aires. Ms. Vicent, J. M., 1999 – Problemas teóricos de la arqueología de la muerte. Una introducción. In: Arqueología da Morte la península ibérica desde as orixes asta o medievo (Fabregas, R., ed.): 13-31. Serie Cursos e Congresos 3, Xinzo de Limia. Walter, H. & Trimborn, H., 1994 [1966] – Excavación mound Huancarani. In: Investigaciones de arqueólogos alemanes en Bolivia (Distel, A. I., trad.), 136 p.; Buenos Aires: Colección Mankacen CAEA.
320 )&%! SierraBulletin de Arica:de l’Institut asentamientos Français agrícolas d’Études prehispánicos Andines / tardíos2005, 34 (3): 321-355
Espacio social y áreas de actividad en asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos en la sierra de Arica*
Iván Muñoz Ovalle**
Resumen
El presente trabajo tiene como objetivo discutir el espacio social generado en tres de los mayores asentamientos prehispánicos ubicados en la sierra de Arica, sobre los 3 000 msnm, extremo norte de Chile: Huaihuarani, Lupica y Saxamar. La discusión está centrada en el análisis de una serie de áreas de actividad que se generaron tanto al interior de los recintos habitacionales como fuera de ellos, así como: terrazas de cultivos, caminos, plazas, corrales, enterramiento, pozos de almacenajes y los componentes cerámicos que aparecen distribuidos en dichas áreas. Este conjunto de evidencias ha permitido estructurar el comportamiento de las sociedades prehispánicas tardías (1000 al 1500 d. C.), en la perspectiva económica y social, de una población adaptada a un medio de desierto marginal de altura.
Palabras clave – espacio social, áreas de actividad, asentamientos prehispánicos
Espace social et zones d’activité sur des sites agricoles préhispaniques préhispaniques récents de la sierra de Arica
Résumé
Cette étude se propose d’examiner l’espace social des trois des plus grands sites préhispaniques situés dans la sierra d’Arica, à 3 000 m d’altitude, à l’ extrême nord du Chili : Huaihuarani, Lupica y Saxamar. La discussion tourne autour de l’analyse d’une série de secteurs d’activité tant à l’intérieur qu’à l’extérieur des enceintes d’habitat : les terrasses agricoles, les chemins, les places, les enceintes, les enterrements, les stocks de vivres et le matériel céramique répartis dans ces secteurs, par exemple.
* Este artículo es resultado del proyecto Fondecyt 1040296. ** Académico del Departamento de Antropología, Universidad de Tarapacá, Arica, Chile. E-mail: [email protected]
321 Iván Muñoz Ovalle
Cet ensemble d’éléments nous a permis de structurer le comportement des sociétés préhispaniques récentes (1000 à 1600 d.C), sur le plan économique et social, pour une société andine adaptée à un milieu désertique marginal d’altitude.
Mots clés – espace social, zones d’activité, établissements préhispaniques
Social space and activity area in late Prehispanic agricultural sites in the highlands of Arica
Abstract
The objective of the present essay is to discuss the social space generated in three of the biggest prehispanic sites placed in the highland of Arica, located at over 3000 m.asl. in the northern extreme of Chile: Huaihuarani, Lupica and Saxamar.. The discussion is focused on a group of activity areas generated not only inside domestic areas but also outside of them, such crop terraces, raods, plazas corrals, burials, and storage pits. This study also considers the distribution pottery in the areas. This evidence has allowed us to identify from an economic and social perspective the structure the behaviour of late Prehispanic societies (AD 1000 to 1500) of a population which is adapted to a background placed in the desert of highlands.
Key words – Social space, area of activity, settlement Prehispanic
1. El problema de estudio
La investigación arqueológica en los valles de Arica ha reconstruido la prehistoria regional a través del estudio fundamentalmente de cementerios, abordando temáticas específicas relacionadas con análisis de cerámica, textiles, maderas, osamentas, etc. Tal es así que, para el valle de Azapa, se ha planteado una larga secuencia cultural de más de 9 000 años enfatizando aspectos relacionados con los rituales de la muerte. A diferencia de estas investigaciones de carácter funerario, denotamos un número reducido de investigaciones sobre patrones habitacionales relacionadas a la reconstrucción del espacio social y las economías de subsistencia. Por tal razón, el tema a investigar adquiere importancia en la medida que se dispondrá de información para inferir aspectos relacionados con la vida cotidiana de las poblaciones que se asentaron en la sierra de Arica, durante los períodos Intermedio Tardío (1100 d. C.) y Tardío (1500 d. C.). Para enfrentar esta investigación hemos elegido las quebradas serranas de Lupica, Belén y Ticnamar, espacios geográficos donde se hallan los asentamientos de Huaihuarani, Lupica y Saxamar, constituyéndose en los más representativos de los períodos Intermedio Tardío y Tardío
322 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos
Figura 1 – Imagen digital de ubicación de sitios en la sierra de Arica, Extremo norte de Chile 1. Huaihuarane Belén; 2. Lupica, valle de Lupica; 3. Saxamar, valle del río Tignamar Fuente: NASA, cuadrante S-19-15; Escala 1:628:010:696 ubicados sobre los 3 000 msnm; cada uno presentando ellos edificaciones de piedra y materiales vinculados a las actividades domésticas distribuidos en su superficie (fig. 1). Al parecer fueron sitios estratégicos vinculados a la interacción social y económica durante los períodos tardíos de la prehistoria andina, especialmente entre poblaciones costeras vinculadas a la Cultura Arica y las pertenecientes a los reinos altiplánicos postiwanaku. Sobre las áreas de actividad, su estudio proporcionará información en torno a cómo se articuló el espacio doméstico al interior y exterior de las viviendas que conformaron los asentamientos antes mencionados. Permitirá abordar las diferencias y similitudes de los espacios, las interrelaciones humanas que se dieron en ellos, las actividades que se expresaron y los objetos que se utilizaron en el desarrollo de la vida cotidiana. Para abordar el estudio se propuso obtener la información de terreno a través de una prospección y excavación de pozos de sondeo de 800 m2 por asentamiento. En cada asentamiento se excavó un 0,25 %, lo que en número fueron más de 12 estructuras por asentamiento. Cada uno de estos espacios corresponde aproximadamente a un 10 % de los componentes estructurales del poblado. De tal manera que la información obtenida nos permitió describir distintas evidencias de lo que fue la vida doméstica en cada uno de los asentamientos. A partir de la problemática descrita nuestra hipótesis plantea que las áreas domésticas en los asentamientos de Huiahuarani, Lupica y Saxamar son testimonios de las actividades económicas y sociales generadas por los grupos humanos que se asentaron en cada uno de estos poblados como asimismo, de las relaciones que pudieron establecer estos, con otros grupos del valle, en
323 Iván Muñoz Ovalle el contexto de las relaciones de reciprocidad e intercambio. Estas poblaciones participaron de una red de influencias y contactos marcada al parecer por la organización política que ejerció en los valles serranos la Cultura Arica junto a las poblaciones dependientes de los reinos altiplánicos postiwanaku. Sin embargo, la esencia de este proceso se fundamenta en el sentido que las relaciones de reciprocidad establecidas entre los individuos sumadas a la complementariedad de recursos habría permitido el desarrollo y crecimiento de la población de los valles de Lupica, Belén y Saxamar. Teniendo presente lo anteriormente planteado, el objetivo del trabajo apunta a reconstruir el espacio social de las poblaciones Huaihuarani, Lupica y Saxamar, con el propósito de conocer el modo de vida de los agricultores de la sierra de Arica. Para alcanzar dicho objetivo estudiamos la arquitectura habitacional para entender aspectos constructivos, distribución, acceso, dimensión de los recintos, orientación, etc. para inferir la naturaleza del grupo doméstico que habitó dichos espacios; describiremos los componentes culturales de las áreas de actividad doméstica y la cerámica, información fundamental para la identificación de los grupos que ocuparon dichos espacios. Ambos estudios permitirán identificar el tipo de actividades que se llevaron a cabo en los espacios domésticos, inferir sus funciones y las posibles relaciones sociales establecidas en ellos.
2. Antecedentes sobre los estudios de asentamiento
Estos han tenido un desarrollo gradual en lo que se refiere a enfoques y procedimientos en los valles del extremo norte de Chile y sur del Perú, desde una etapa descriptiva en que se remarca las evidencias culturales halladas en los recintos que conforman los asentamientos, pasando por estudios interdisciplinarios en que se enfatizan aspectos espaciales, económicos, nutricionales, arquitectónicos, hasta llegar a la actualidad con estudios más complejos como son los sistemas agrícolas (riego, campos de cultivo), incluido el paleoambiente (Rivera et al., 1995-1996). Sin embargo, a pesar de este enfoque multidisciplinario, es necesario estudiar aspectos que analicen el grado de especialización del trabajo familiar, preparación y consumo de alimentos y la actividad social que se pudo generar en los espacios domésticos. En los valles altos de Arica y Tacna los estudios de asentamientos se han enfocado principalmente a analizar: a) características físicas y arquitectónicas de los poblados, b) el tiempo de permanencia de éstos y, c) la ubicación espacial de los poblados y su relación con la ecología del lugar. Todo esto con el propósito de plantear correlaciones con otros asentamientos y discutir sobre la organización social y económica de los grupos asentados (Niemeyer et al., 1971; Niemeyer & Schiappacasse, 1981; Dauelsberg, 1983; Santoro et al., 1987; Santoro, 1995; Romero, 2003; Schiappacasse & Niemeyer, 1998; Muñoz et al., 1997; Gordillo, 1996). Más al sur, específicamente en el valle de Tarapacá, el estudio del asentamiento de Caserones ha proporcionado una interesante información respecto a «[…] cualificar y cuantificar el temprano hábitat agrario semiurbano» en el curso inferior de la quebrada de Tarapacá (Nuñez, 1982: 80). Si bien hay un esquema de periodificación, donde se resalta el desarrollo evolutivo del poblado (períodos I al IV), se enfatiza en las áreas de actividad y en las estrategias organizativas de la población conllevando al surgimiento de autoridad y especialización de oficios. Al analizar la producción de alimentos se identificaron especies tanto vegetales como animales, lo cual le permitió a Núñez hacer un planteamiento de naturaleza paleonutricional en relación a los grupos que ocuparon dicho poblado. Para el extremo sur del Perú, Aldenderfer (1990) presenta asentamientos de cazadores y recolectores en el sitio Asana Moquegua; propone siete estilos arquitectónicos caracterizando distintos niveles de ocupación, relacionados con las fases arcaicas. La arquitectura residencial se caracteriza por estructuras circulares donde se distribuyen una serie de componentes domésticos como manchones de cenizas, carbones, fogones, postes de maderas y sectores de basuras diseminados fuera y dentro de los espacios habitacionales. En el mismo valle, pero para el período Medio, Goldstein (1989), en base a tecnología computacional y fotografía aérea, ha
324 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos estudiado la arquitectura doméstica y ceremonial del asentamiento Omo para definir el tipo de patrón de asentamiento provincial de carácter administrativo vinculado al sitio epónimo de Tiwanaku. Señala que este estuvo constituido por una estructura pública construida por plataformas escalonadas con paredes de adobe y una fachada principal de piedra tallada donde se practicaron sacrificios de camélidos, ofrendando con tiestos de cerámica. Añade que en estas ceremonias se usaron sahumerios. También se han realizado estudios sobre sistemas agrícolas (andenerías y canales) y unidades habitacionales con el propósito de conocer las economías agrarias postiwanaku (Stanish, 1990). Este último estudio se inserta dentro del análisis de la complementariedad económica en la prehistoria tardía de la cuenca de Osmore. En el valle de Otara Moquegua, Stanish (1990) al referirse a la complementariedad zonal señala sitios con diversas características estratégicas. Por ejemplo Cuajone o P-8 estaba constituido por extensos campos aterrazados donde se levantaron una serie de recintos; este sitio caracteriza al período Otara. Los sitios de este período son abiertos, ubicados sobre lomas y cerros, no presentan una posición defensiva. En el período Tumilaca los sitios conservan la misma estructura que Otara como lo demuestra P-5, es decir, construcciones en laderas abiertas sin una posición defensiva. La diferencia se observa en el período Estuquiña en los sitios P-1, P-2 y P-3 donde los sitios presentan estructuras de fortalezas. Williams et al. (2001: 75), al analizar el asentamiento de Cerro Baúl como enclave Wari en el valle de Moquegua, señalan que uno de los rasgos arquitectónicos más importantes son los recintos vecinales, que sirvieron para albergar familias, en otras ocasiones para el trabajo de la comunidad, y para almacenar productos. Una de las estructuras más importante, en forma de D, fue destinada para cumplir funciones ceremoniales donde practicaron sacrificios y veneraron a los dioses. En el área nuclear de Tiwanaku, circumtiticaca, Kolata (1989) señala que asentamientos como Lukurmata, Pajchiri, Aje, reflejan el patrón organizativo de un estado urbano o de grupos poblacionales organizados, localizados en planices lacustres, óptimas para la agricultura. Al referirse al sistema de asentamientos de Lukurmata, uno de los dos más grandes asentamientos en el área de Tiwanaku, plantea que en este complejo urbanístico se construyeron dos tipos de estructuras domésticas. Las primeras se caracterizan por sólidas residencias con cimientos de piedras, pisos gruesos de arcilla y paredes de adobe, que al parecer estuvieron asociadas a grupos de élite. Las segundas estructuras de forma oval o rectangular se asocian a la producción textil especializada o a la confección de instrumentos de piedras. Estas estructuras se ubican en el período Tiwanaku III ubicadas en terrazas artificiales. Estos dos tipos de estructuras se ubican entre la época III y IV. Kolata (1989: 28) determinó cinco zonas distintas de cultivos y sitios de ocupación. En primer lugar, una necrópolis pública monumental de piedra. En segundo lugar, residencias domésticas de la clase élite, concentrando la producción artesanal de textiles y utensilios de piedras. En tercer lugar, un área de residuos domésticos de élite (Clase I). En cuarto lugar, un sector de terrazas residenciales domésticas conformadas por bases circulares (Clase III). Y en quinto lugar, una franja agrícola de cultivos locales de construcción elaborada y canales. Stanish (1989:42) señala que Lukurmata no solamente fue un centro urbano nuclear sino que además había una población no elitista más amplia localizada en la periferia, diseminada dentro de un extenso y relativamente homogéneo asentamiento. Bermann & Graffman (1989) describen la arquitectura residencial del período Tiwanaku en Lukurmata de los períodos III (200-500 d. C.) y IV (500-900 d. C.). Al comparar los recintos 2 y 7 observan diferencias entre ellas, diferenciándose en el plano y en los rasgos internos. En el recinto 2 se hallaron 3 fogones, lo que corresponde a una estructura de forma oblonga irregular con un tamaño de 2x4 m con un poste central. El recinto 7 es una estructura circular con diámetro de 3 m donde se halló un solo fogón. Albarracín & Mathews (1990: 140), al referirse al patrón de asentamiento del período Pacajes Temprano (1100-1470 d. C.), señalan que la característica más importante es la proliferación
325 Iván Muñoz Ovalle de sitios pequeños no mostrando una configuración ordenada en la red de asentamientos como consecuencia del proceso de fragmentación de Tiwanaku en el período V, presentando extensiones menores a una hectárea. Janusek (2001: 257) señala que en buena parte del asentamiento de Tiwanaku se llevaron a cabo actividades no relacionadas con la vida doméstica, que los lugares donde la gente dormía, se alimentaba y educaba a los niños solían ser los mismos sitios donde se llevaban a cabo las ceremonias cíclicas o donde se efectuaban los negocios particulares. Que Tiwanaku fue un sitio dinámico donde la vida doméstica estuvo cada vez más ligada a una gran convergencia social y ceremonial. En Akapana Este 1 y 2 la actividad doméstica se registra en las basuras dejadas en los patios externos, los que conforman los focos principales de la vida doméstica y social cotidiana que ejecutaron los componentes de las unidades domésticas. Allí se prepararon y consumieron los alimentos, desollaron pieles, guardaron alimentos secos y líquidos en recipientes. Las actividades de cocina están documentada en fogones, combustible, hornos, ollas y tinajas. Dentro de la actividad doméstica ceremonial se hallaron implementos de hueso y piedra, sahumadores hechos en cerámica, entierros de fetos de camélidos y entierros humanos depositados en los pisos y muros de las áreas residenciales. Fueron halladas una variedad de vasijas que al parecer correspondieron a bienes de estatus social y de identidad dentro del marco de las fiestas cíclicas. Nielsen & Rivolta (1997) señalan que en el período tardío en las estructuras residenciales de la quebrada de Humahuaca, noreste argentino, una característica recurrente de los yacimientos con ocupación doméstica breve es su baja concentración de material de basuras y desechos artefactuales, además de una escasa relación entre estructuras, ausencia de vías de circulación y estructuras techadas. A diferencia de estas, los sitios de ocupación prolongada ostentan un trazado denso con grandes estructuras, y espacios abiertos y sectores densamente poblados, hay una gran cantidad de estructuras de tamaño reducido, con modificación y reocupadas intensamente.
3. Espacio social y áreas de actividad en los patrones de asentamientos
El estudio de los espacios domésticos en el extremo norte de Chile se ha abordado recientemente por Muñoz (2004; 2005) al estudiar los patrones de asentamiento de los períodos Medio y Formativo en el sector medio del valle de Azapa, Arica, señala una serie de indicadores de áreas de actividad lo cual ha permitido analizar sistemas de explotación y producción, división del trabajo, variabilidad socioeconómica, sistemas de intercambio, entre otros aspectos de la vida cotidiana. Por su parte, para los valles serranos Muñoz et al. (1997) han registrado componentes orgánicos y culturales relacionados a actividades que se pudieron haber generado dentro de los recintos, lo que ha permitido discutir la existencia y distribución de áreas preestablecidas como de descanso, ceremonial, cocina, almacenaje, trabajo y artesanía. De lo anterior podemos señalar que el espacio doméstico constituye una evidencia fundamental para entender cómo se organizaron las poblaciones prehispánicas del extremo norte de Chile. Sin embargo, tenemos que tener presente la existencia de factores de índole social y cultural que influyen en la disposición del espacio en una unidad doméstica. Para Kent (1990: 5-7), por ejemplo, el uso del espacio doméstico está directamente relacionado con una variable cultural: la complejidad sociopolítica del grupo en cuestión. Según este modelo, es posible predecir cómo se organiza el espacio doméstico de un grupo determinado si se sabe cuál es su organización sociopolítica y viceversa. El uso cultural del espacio doméstico es también abordado por Rappaport (1990), quien establece que la relación entre espacio doméstico y las actividades que se desarrollan es influenciada
326 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos por la cultura (o más específicamente, las expresiones sociales de la cultura). El proceso de análisis de dicha relación parte del principio que es necesario considerar la forma en la cual un conjunto de acciones son organizadas en «sistemas de actividades», y estos, a su vez, en «sistemas de escenarios». Los sistemas de actividades se refieren a la necesidad de enfocarse no solo en las actividades por sí mismas, sino también en la forma en que éstas son ejecutadas, por quiénes, en qué momento y lugar, cómo son combinadas con otras actividades relacionadas y en qué secuencia ocurren. Los sistemas de escenarios están compuestos de combinaciones de sistemas de actividades y se refieren a aquellas situaciones donde determinada conducta toma lugar en concordancia con un conjunto de reglas preestablecidas y materializadas en el arreglo arquitectónico del espacio en cuestión. La argumentación teórica de Rappaport resulta especialmente útil para explicar la variabilidad existente en el uso del espacio doméstico entre culturas a pesar de realizarse en todas ellas actividades del mismo género. Del análisis teórico anteriormente planteado y considerando los distintos componentes que conforman los poblados de la sierra de Arica, la información obtenida será clave pues nos ayudará a discutir y plantear hipótesis sobre cómo actuó dicha población en relación a su espacio social, problemática escasamente abordada por los estudios arqueológicos en la zonas altas de los valles occidentales andinos.
4. Los asentamientos de estudio: metodología, ubicación y características generales
La metodología de terreno se centró en una primera etapa en un diagnóstico visual de los conjuntos arquitectónicos y de los restos culturales hallados en la superficie de los recintos, tanto internos como externos. En cuanto a la excavación, esta abordó en detalle los componentes culturales de las áreas de actividad doméstica, entre ellos los recintos o estructuras de vivienda, morteros, basurales, espacios de ofrendas, pozos de almacenaje, etc. Para tal efecto, se tomaron como unidades de referencia los recintos y/o estructuras más representativas en términos de patrón arquitectónico de los poblados. Se inició una etapa de limpieza para despejar el área de estudio, luego se hizo una descripción del recinto resaltando los lineamientos arquitectónicos, técnicas de pircado, cimientos, mampostería, tratamiento de la superficie donde se enclavaron dichos poblados; además de las piedras y vegetales utilizados en la construcción, accesos y vías de desplazamiento. Una vez definido el sistema constructivo del plano artificial que sustentaba la vivienda, se realizó un registro visual del piso ocupacional interno, intentando detectar testimonios de muros, postes y techumbre que conformaron la estructura física de la vivienda. Se llevaron a cabo excavaciones de reticulado alternado para definir los componentes estructurales de la vivienda y el material empleado. En cuanto a la distribución y uso del espacio de la vivienda, se analizaron componentes como fogones, basurales, lineamientos de postes, morteros, pozos de almacenaje, ofrendas a la casa, etc., evidencias que nos permitieron establecer el espacio interior y exterior de la vivienda. Este análisis se abordó mediante el estudio de los componentes culturales y orgánicos hallados en las áreas preestablecidas como de descanso, cocina, alimentación y almacenaje. El método de excavación utilizado fue el de estacado perimetral total del recinto y la excavación fue a través de cuadrícula de 25 m2. El porcentaje de excavación en cada asentamiento alcanzó el 0,25 %. El control de la excavación y levantamiento de las evidencias se siguió a través de un mapeo y levantamiento topográfico utilizando un teodolito láser con software digital y posicionamiento mediante GPS. Para cada uno de los recintos se trabajó con una brújula magnética y altímetro manual. Este registro se complementó con la información de las mediciones topográficas y dibujo técnico de cada estructura (altura, espesores de muro, interno y externo, orientaciones de acceso o entradas, posibles techumbres, pasillos, escaños, estructuras interiores, collcas, etc.). El registro descriptivo de los recintos y del asentamiento general fue procesado de manera conjunta con el levantamiento y registro fotográfico. Además consideramos en estos registros la información
327 Iván Muñoz Ovalle proporcionada por lugareños, lo cual permitió tener una información etnográfica detallada de los sitios arqueológicos. Una vez realizados los levantamientos topográficos, sectorizamos las áreas de estudio con funciones de tipo económicas, viviendas, ceremoniales, vías de comunicación, posicionamiento estratégico, información apoyada por la cartografía de las áreas de estudio. El poblado de Huaihuarani (N: 7957438. 5 m E. 444.184. 3 m) se sitúa en la margen norte del río Belén distante a 4 km al noreste del pueblo actual de Belén (fig. 2). El espacio geográfico donde se halla el asentamiento corresponde a un plano, relativamente amplio, siendo la margen este del río que concentra la mayor cantidad de terrazas y corralones. Las últimas cotas de los cerros, llegan a las proximidades del río en cortes de 3 a 4 m de altura. El asentamiento prehispánico se encuentra en un imponente macizo rocoso que se adentra en dirección del valle, este a oeste, originando un meandro en el curso del río. La estructura granítica forma parte de la cadenas de montañas ribereñas de los diferentes valles andinos. Rodeando estos grandes cerros, existen pendientes más transitables y no tan inclinadas que son parte de faldeos de cerros más bajos. Específicamente el poblado de Huaihuarani se asienta sobre dos espolones rocosos, teniendo el que se ubica hacia el este mayor concentración de estructuras tanto en la cima como en los bordes y laderas. En cambio, el montículo más alto que presenta la cima estrecha se ubica hacia el oeste y presenta un alto número de estructuras nucleadas y sectorizadas producto de las características complejas del terreno. El poblado prehispánico de Lupica (N: 7953650. 0 m E: 444500. 0 m) está inserto en el valle de Lupica en su margen sur, y emplazado sobre un promontorio de color gris rosáceo de origen volcánico, el cual extiende su mayor longitud de norte a sur (fig. 3). Desde el sur, el promontorio es relativamente bajo, mientras que en su centro alcanza la mayor altitud. Luego vuelve a descender suavemente para remontar en un espolón más bajo, pero con bifurcación hacia el este. La ladera oeste del peñón es mucho más accidentada y de corte casi vertical que la banda contraria, es decir, el Este. Su pendiente de cotas medias probablemente esté alrededor de los 30o< pero hacia la cima la roca se alza verticalmente por unos 15 a 20 m para luego declinar en dirección a la cima. Es en esta ladera que poblaciones andinas, planificando estructurar una urbe, edificaron sus viviendas, depósitos de almacenaje, corrales y espacios funerarios. El asentamiento de Saxamar (N: 7950350. 2 m., E: 444850. 2 m) se ubica en los altos promontorios que dividen los ríos Saxamar y Tignamar. Estos ríos tienen sus nacientes a los pies de la cordillera Central (Los Andes) (fig. 4). El promontorio donde se ubica el asentamiento, forma parte de las estribaciones que provienen del cordón cordillerano en dirección oeste rematando en una extensa pampa. Estas cuencas de montañas dan origen a valles fértiles como Tignamar y Saxamar, cuyos poblados se ubican a 5 km al oeste del asentamiento prehispánico de Saxamar. Ocupando uno de los últimos promontorios, una antigua población local configuró un gran poblado sustentando su permanencia mediante el desarrollo agrícola y ganadero.
5. Descripción de las estructuras domésticas y áreas de actividad
El presente capítulo describe de manera sintética las evidencias arqueológicas halladas en los asentamientos; la información de detalle se describe en la Tabla 1. Respecto a la funcionalidad de los recintos para estimar la población que vivió en dichos asentamientos resulta aún complejo por la falta de evidencias e interrelación misma de los recintos, motivo por el cual trataremos de dar una respuesta de tipo general cuando se trate de la discusión de la unidad doméstica.
328 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos A ector S B ector S C ector S D ector S F E ector S ector S Figura 2 – L evantamiento topográfico del poblado de Huaihuarane Figura
329 Iván Muñoz Ovalle B A ector S ector C S ector S E ector S D F ector ector S S upica H G ector S ector S Figura 3 – L evantamiento topográfico del poblado de Figura
330 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos A ector S B ector S C ector S D ector S F ector E S ector S Figura 4 – L evantamiento topográfico del poblado de Saxamar Figura
331 Iván Muñoz Ovalle
Tabla 1 – Análisis porcentual de las estructuras de los asentamientos Saxamar, Lupica y Huaihuarani
Huaihuarani lupica Saxamar 598 Estructura 353 Estructura 731 Estructura Caractarísticas N. E. % N. E. % N. E. % Formas Oval (habitacional y silos) 94 15,7 148 41.3 124 16,9 Circular (habitacional y silos) 399 66,7 168 47,5 573 78,6 Rectangular (habitacional) 94 15,8 31 9,6 28 3,9 Semirectangular (corrales y plaza) 11 1,8 6 1,6 6 0,6 Total 598 100,0 353 100,0 731 100,0 Dimensión de estructuras 0-1,50 m 104 17,5 17 4,8 278 38,0 1,51-3,00 m 34 5,7 46 13,0 80 11,2 3,10-4,50 m 112 18,9 50 14,1 87 11,9 4,51-6,00 m 170 28,7 76 21,6 135 18,4 6,10-7,50 m 106 17,5 92 26,1 70 9,5 7,51-9,00 m 45 7,6 41 11,7 55 7,5 9,10 27 4,1 31 8,7 26 3,5 Total 598 100,0 353 100,0 731 100,0 Sistema Constructivo Muro doble hilada de piedras (habitación) 47 7,8 269 76,2 401 54,9 Muro una hilada de piedras (habitación) 467 77,7 63 17,9 323 44,2 Muro triple hilada de piedras (habitación) 84 14,5 21 5,9 7 0,9 Total 598 100,0 353 100,0 731 100,0 Espesor de muro 10 a 20 cm 109 17,2 24 6,6 21 40,5 25 a 35 cm 47 7,2 10 2,6 292 43,8 40 a 50 cm 322 54,4 140 39,8 322 10,2 60 a 70 m 82 14,5 157 44,9 74 2,2 75 a 90 cm 38 6,5 22 6,1 22 3,3 Total 598 100,0 353 100,0 731 100,0 Orientación de las entradas Ingreso habitaciones dirección SE 94 15,7 25 7,1 47 6,4 Ingreso habitaciones dirección SO 47 7,8 23 6,5 34 4,6 Ingreso habitaciones dirección N 60 10,0 8 2,2 36 3,5 Ingreso habitaciones dirección NE 94 15,7 19 5,3 27 3,6 Ingreso habitaciones dirección S 30 5,0 21 5,9 58 7,9 Ingreso habitaciones dirección NO 34 5,6 8 2,2 23 3,1 Ingreso habitaciones dirección O 43 7,2 10 2,8 21 2,8 Ingreso habitaciones dirección E 50 8,3 9 2,5 50 6,8 Indeterminadas 146 24,7 230 65,5 435 61,3 Total 598 100,0 353 100 731 100,0 Formas de Entradas Simples 206 34.5 105 29,7 26 3,5 Con jambas 74 12.8 7 2,0 62 8,4 Apéndice 33 5.5 10 2,9 21 2,8 Pasillos 19 3.1 4 1,1 11 1,5 Indeterminadas 266 44.1 227 64,3 611 83,8 Total 598 100 353 100,0 731 100,0 Otras características Estructuras pareadas 215 33.9 140 38,4 273 37,3 Estructuras no pareadas 97 16.6 28 8,2 82 11,1 Relación con muro perimetral 3 0.7 65 18,2 118 15,8 División interior de las estructuras 283 48.8 120 35,2 258 35,8 Total 598 100 353 100,0 731 100,0 N.E. Número de Estructuras
332 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos
El análisis porcentual indica las siguientes tendencias para estos tres asentamientos. Desde el punto de vista de la forma el mayor tipo es circular, siguiéndole el tipo oval; en relación a la composición de muros se destacan las de doble y una hilada de piedras; sin embargo, a pesar de que en Saxamar y Lupica la construcción a doble hilada es mayor que en Huaihuarani, el mayor porcentaje está constituido por muros a una hilada de piedras. En relación a los espesores de estos muros el mayor porcentaje se presenta entre los 25 a 30 cm y 40 a 50 cm en Saxamar y Lupica; en cambio en Huaihuarani los mayores se hallan en los 50 cm. Las entradas presentan varias orientaciones como sur, norte, oeste, aunque con un leve porcentaje mayor hacia el noreste. En cuanto a las dimensiones de las estructuras, la mayoría de las estructuras de Saxamar alcanza los 1,50 m. En cambio en Huihuarani y Lupica, desde los 3 hasta los 7,5 m, los porcentajes son similares, lo que indica que los pozos de almacenaje en varios casos alcanzaron las dimensiones de las estructuras de viviendas (fig. 5). Las entradas se caracterizan por formas simples, con jambas o pasillos, aunque en un gran número de estructuras no fue posible definirlas. Las divisiones Figura 5a – Mampostería externa de recinto en área interiores son escasas, registrándose un máximo de residencial asociada a promontorio principal del 10 % del total de los asentamientos. A su vez las sitio Huaihuarani estructuras pareadas alcanzan un tercio del total de las estructuras por asentamientos.
Figura 5b – Recinto habitacional del sector D en el Figura 5c – Complejo habitacional sector B en sitio Lupica sitio Saxamar
5. 1. El patrón habitacional
En Huaihuarani se registraron 598 estructuras, en Lupica 353 y en Saxamar 731 (Tabla 1). En cada uno de los sitios se excavó un porcentaje equivalente al 0,25 %, información que dio evidencias para discutir las tendencias relacionadas al comportamiento de los sitios. Debemos señalar que en su gran mayoría la información estratigráfica, como basura, fue escasa, constituyéndose en la información más importante las evidencias superficiales de los recintos como cerámica, artefactos de molienda y fogones.
333 Iván Muñoz Ovalle
5. 1. 1. Las estructuras habitacionales de Huahuarani
Se ubican en los faldeos norte del cerro, específicamente hacia el este del macizo principal. Las viviendas han sido distribuidas a partir de un espacio amplio delimitado de forma oval. Pueden observarse nueve niveles de piso ocupacional alcanzando las proximidades de la cima. El sentido de planificación urbana se orienta de este a oeste. El patrón arquitectónico varía desde estructuras de forma ovaladas a circulares; a su vez los muros presentan gruesa textura determinada por el empleo de bloques cuyas dimensiones son aproximadamente 60 por 70 cm. Estos muros han sido construidos en doble hiladas de piedras, en cuyo interior presentan relleno de material de grava. Sobre el piso ocupacional interno, se halla bastante fragmentación de cerámica sin decoración, de color naranja, producto de la cocción de la arcilla. Los accesos se orientan de este a oeste, de acuerdo al sentido de la orientación de la ladera. Algunos recintos, como el caso de R. 28, poseen estructuras menores de planta de forma circular, estructuras que al parecer fueron utilizadas como depósitos de almacenaje. Llama la atención que en la edificación de estos recintos los muros fueron construidos a partir de rocas de gran volumen, incluso en muchos casos, los cimientos han sido asentados sobre afloramiento del suelo rocoso. Los recintos habitacionales 12 y 13 difieren de otras estructuras en la construcción de sus muros. Las secciones norte utilizan rocas pequeñas en doble hilada de piedras, pero el relleno es material árido grueso (ripio). Debido a la nivelación del piso interno, este es más bajo que la superficie externa, por tal razón, se utilizaron uno o dos peldaños para acceder a las estructuras. Siguiendo en sentido este, a través del sendero principal, uno comienza a adentrarse por una quebradilla de pendiente no muy inclinada, que por su costado sur cae en forma inclinada. El espacio habitacional ubicado en la pendiente de la ladera intermedia entre el macizo principal y el cerro orientado hacia el este, donde se ubican los sectores A, B y C, se caracteriza por un espacio relativamente estrecho, muy prominente, con una fuerte caída hacia el lecho de una quebradilla que desemboca en el margen este del río Belén, abriéndole paso a los pies del macizo. En este espacio se definieron 11 niveles de piso ocupacional, teniendo en las cotas superiores un espacio sin ocupación, producto de un escarpe rocoso. El sentido urbanístico se orienta en su eje mayor de sureste a noreste. En sí, las viviendas responden a un patrón semicircular u oval, con muros construidos a doble hiladas de piedras con relleno de material de grava, lo que permite una estructura sólida. Visto en corte, los muros tienen un aplomo contrario a la caída de la pendiente. Sobresalen por altura las terminaciones de los muros oeste, llegando a alcanzar una altura externa, en algunos casos de hasta 2 m. Las entradas a ellos quedan orientadas en los extremos norte y sur definidas con jambas y peldaños para adentrarse en pisos internos más bajos que los externos. Muchas estructuras comparten muros medianeros tanto por sus costados como en sus cimientos o bases que miran a la caja de la quebradilla. Esto le confiere al sector un aspecto aterrazado. Otro espacio donde se concentra un alto conglomerado habitacional son las paredes del macizo principal. Este espacio, junto al sector D, está comunicado por senderos. Las estructuras existentes en este sector dan la percepción de constituir una plaza bien definida compuesta por pircados de doble hilada de piedra. También constatamos estructuras habitacionales de planta oval y trapezoidal distribuidas en tres niveles. Señalemos que en este sector los espacios para estructurar recintos se dieron de acuerdo con el relieve abrupto que presentaba la superficie del cerro. Una vía flanqueada con pirca por su costado sur, da acceso al macizo principal asignado como sector F. En cuanto a la ocupación interna de las estructuras, en 10 de ellas se hallaron restos de fogones; estos corresponden a manchones de cenizas con restos orgánicos quemados de aproximadamente 3 a 5 cm de espesor. Pudimos determinar 49 artefactos de molienda, todos ellos distribuidos a lo largo de los recintos habitacionales, 11 de ellos de forma cónica y 38 de forma de batán con los que, al parecer, molieron maíz. De acuerdo con las evidencias de las excavaciones y pozos de
334 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos sondeo realizados en distintos sectores del emplazamiento habitacional, vemos una ocupación de carácter horizontal de amplia magnitud pero con escaso depósito de ocupación, lo que hace complejo determinar la intensidad de la ocupación.
5. 1. 2. La cerámica doméstica de Huaihuarani
En nuestro estudio se recolectaron 294 fragmentos de cerámica tomados de siete recintos: 7, 51, 148, 263, 342, 391 y 421. Todos los fragmentos fueron encontrados en la superficie al interior de los recintos. Se consideró esta muestra reducida debido a los estudios previos que se enfocaron al igual que el nuestro en la identificación de pastas, formas y estilos decorativos. Pastas. El mayor número corresponde a los tipos 104 (51 fragmentos) y 105 (43 fragmentos). En general es una cerámica de pasta compacta, brochada en su superficie, con estrías y superficies espatuladas, la pasta es arenosa con mica. El 30 % presenta porosidad en sus caras internas y externas. La pasta es de color rojizo, naranja, negro y gris, la gran mayoría está dada por un sistema de brochado en su superficie. Formas. El mayor número corresponde a fragmentos de cuerpo. El 35 % presenta formas de olla y el 5 % de puco, el 3 % corresponden a formas de tazón y escudillas. No se pudo identificar las formas del resto, equivalente a un 57 %. Respecto a formas de base se identificaron 5 fragmentos de base recta y 3 bordes de forma redonda. Estilos. Los estilos reconocidos fueron 21 fragmentos, 13 corresponden a Charcollo, 4 a Chilpe, 2 a Inca Local y 2 a Saxamar. Presentan buen tratamiento de la cocción de la pasta, las superficies externas están brochadas con engobe que cubre la totalidad de la superficie de la cerámica en su cara externa. Estudios Previos. Una primera aproximación al estudio de la cerámica de superficie en el asentamiento de Huaihuarani, fue representado por Dauelsberg (1983: 77-78) quien señala que de 29 fragmentos recolectados de cerámica decorada, el mayor estilo lo constituye el Chilpe (13 fragmentos), luego vendría el Inca-Saxamar y Negro sobre Rojo (5 fragmentos cada uno), el estilo San Miguel que presenta 4 fragmentos, Pocoma-Gentilar con 1 fragmento y otro que no presentaba claro su estilo. En cuanto a la cerámica no decorada se recolectaron 273 fragmentos, presentando 129 fragmentos brochado grueso, 114 alisado húmedo, 23 compacta sin engobe rojo, 5 compacta con engobe rojo, 1 fragmento presenta superficie quebrajada y 1 no fue identificado. Respecto a este mismo sitio, Romero (1999: Tabla 3), al estudiar la variable estilística y la distribución cerámica, señala las características generales de la muestra cerámica del sitio. De acuerdo a la información entregada, señala la sectorización del sitio desde el A al G, la recolección de fragmentos de cerámica se hizo superficialmente en 81 recintos, alcanzando un total de 3 237 fragmentos. Reconoce tres tradiciones tecnológicas. La primera —estándar 200— es de origen altiplánico asociada a decoraciones tales como Saxamar, Inca altiplánico y las variantes del Negro sobre Rojo como Chilpe y Vila Vila. La segunda parece corresponder a una tecnología de valle bajo con desgrasante de arena que da un cocimiento entre rojizo y naranja; se asocia a los estilos San Miguel y Pocoma. La tecnología serrana constituiría el estándar 500 privilegiando el desgrasante con alta cantidad de cuarzo con una cocción irregular; según Romero se podrían asociar al estilo Charcollo, algunas variantes del Negro sobre Rojo y con engobe rojo grueso. En cuanto a la distribución de la cerámica, señala que la pasta altiplánica es baja en las áreas residenciales, por ejemplo en el sector A, al disminuir la tradición de valle bajo, la pasta con técnica serrana aumenta, mientras que en el sector E ambas pastas muestran similares proporciones. Plantea que al tomar el rasgo de la decoración también resaltan algunas diferencias, por ejemplo, en el sector A los estilos más representativos corresponden a la tradición Negro sobre Rojo, mientras que en el sector E existe un alto porcentaje del estilo Charcollo. Señala además una baja presencia del estilo Desarrollo Regional Costero. Respecto a las formas se remarca más lo altiplánico en el sector A, mientras que en el sector E se remarca más la tradición de valles bajos.
335 Iván Muñoz Ovalle
5. 1. 3. Las estructuras habitacionales de Lupica
Ocupan la totalidad del peñón abrupto quedando orientadas hacia el este, es decir hacia el valle. Son edificios de planta oval, circular y en menor número rectangulares, estas últimas están ubicadas en la base del sector C, esquina sureste. En 11 niveles topográficos, se distribuyen las viviendas cuya prolongación mayor está orientada de sur a norte. Los muros fueron construidos con pircados a doble hilada de piedra, aplomados en sentido contrario a la pendiente del cerro. Obviamente las accesos a las viviendas obedecen al sentido de nivelación superficial norte-sur; a su vez los bloques dispuestos como jambas los empotraron verticalmente. Los pisos de ocupación en el interior de los recintos poseen una tonalidad blanquecina asociada a fragmentación ceramológica decorada y no decorada. Existen claros corredores de comunicación que se entrelazan con otros tangencialmente, manteniendo movilidad desde las cotas superiores a las inferiores. Un espacio de planta circular ocupa un área intermedia de unión entre el promontorio principal y el promontorio menor. Podríamos definir este espacio como plaza o lugar de interacción social. Los muros son gruesos, de doble pircado de piedra, pero bajos de altura. La mayor densidad de estructuras se halla desplazada de norte a sur en nueve niveles en los dos mayores montículos donde se asentó la población de Lupica. Los muros fueron construidos a doble hilada de piedras, algo separada para dar cabida a un vaciado considerable de tierra y sedimento. Varias estructuras conforman entre sí aterrazamientos, producto que nacen de las bases de otras (p. ej., R. 180–190). Los accesos fluctúan de norte a sur, existen pequeñas estructuras circulares construidas muy próximas a las viviendas que definimos como silos o depósitos de almacenaje. Dentro y fuera de los recintos hemos hallado batanes para molienda de gramíneas (harina) (p. ej., R.180). Escasos recintos —como el 223— se hallan en la cima de este cerro, puesto que su geomorfología es muy estrecha. Entre el sector E y F se produce un claro afloramiento natural rocoso cuyas paredes caen verticalmente. En este espacio se hallan estructuras de planta de forma oval a doble hilada de piedras, distribuidas desde la cima y hacia cotas inferiores. Los pircados son gruesos, bien terminados, con bastante sedimentación depositada entre las hiladas. Todo el sentido de orientación de las estructuras está dada hacia el este, en 8 nivelaciones. En este espacio, un buen número de estructuras quedaron al borde del acantilado. Los accesos están claramente definidos, incluso con algunas prolongaciones a modo de pasillos. Los pisos ocupacionales en el interior de las estructuras presentan fragmentación de cerámica de pastas rojas con decoración en negro, además de algunos restos de batanes para la molienda de gramíneas. Al extremo sur del promontorio las cotas comienzan a bajar con algunos relieves abruptos sobresalientes. Son escasos los recintos construidos en este sector, y se conservan en muy mal estado. Solo cimientos a doble hilada de piedras con algunos segmentos de muro constatamos en los R. 262 y 263. Por el sector sur de la ladera este del promontorio algunos muros que sirvieron de contención o de terraplén para la construcción de 15 estructuras circulares con pircado a doble hiladas de piedra, presentan cuerpo abovedado, y están construidas pegadas a las bases de algunas paredes rocosas. Pensamos que estas estructuras podrían corresponder a silos. En el R. 303 ubicado en este sector, el piso de ocupación superficial es esencialmente orgánico, allí hemos hallado restos de zuros de maíz, coprolitos de camélidos y fecas de fauna nativa (vizcachas). La ocupación interna de las estructuras presenta fogones en 8 de ellas que se caracterizan por manchones de cenizas, carbones y material orgánico quemados de aproximadamente 3 a 6 cm de espesor. En cuanto a la presencia de artefactos de molienda pudimos determinar 39, todos ellos distribuidos a lo largo de los recintos habitacionales, 11 de ellos de forma cónica y 28 de forma de batán. Al igual que Huaihuarani las evidencias de las excavaciones y pozos de sondeo en distintos sectores del emplazamiento habitacional indican una ocupación de carácter horizontal de amplia magnitud pero con escasa estratigrafía ocupacional.
336 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos
5. 1. 4. La cerámica doméstica de Lupica
Se recolectaron 1 650 fragmentos de cerámica. El 70 % provienen del sector central del poblado. Pastas. Los mayores estándares de pasta corresponden a los tipos 104 (44 %), 105 (32 %) y 103 (17 %). Corresponden a cerámicas de pastas compactas manufacturadas en arcillas con arena de granulometría fina y mica. En general presentan buena cocción y un pulido con espátula. Formas. El mayor número de fragmentos (1 490) corresponde a la parte central de cuerpos de ceramios, 141 fragmentos constituyen bordes, 21 fragmentos base y 26 asas de forma acintada. Se reconocieron 72 fragmentos de ollas, 39 formas globulares, 14 fragmentos de pucos, 8 jarras, 4 escudillas y un fragmento de aríbalo. Al igual que los otros asentamientos estudiados la presencia de formas globulares, ollas y jarras, remarcaría una alfarería con función doméstica, objetos que fueron empleados para preparar comidas, trasladar agua y tal vez para guardar alimentos. La presencia de material orgánico adherido en la superficie interna de la cerámica apoyaría esta hipótesis, lo mismo que la presencia de hollín adherido en la superficie externa de los fragmentos cerámicos, lo que demostraría que fueron expuestos al calor de las brazas. Estilos. Se reconocieron 182 fragmentos decorados, 88 correspondieron al estilo Charcollo, 24 al Inca Local, 13 al estilo Chilpe, 7 al estilo Saxamar, 6 al estilo Gentilar, 4 al estilo Negro sobre Rojo, 3 al estilo Pocoma-San Miguel y 2 al estilo San Miguel. Debido a la alteración de la decoración, 35 fragmentos no pudieron ser asociados a un estilo. De acuerdo con esta tipología se puede plantear un estilo local que correspondería al Charcollo constituyéndose en el estilo serrano propio de los valles altos de Arica tal como lo han postulado Dauelsberg (1983), Muñoz et al. (1997) y Romero (1999).
5. 1. 5. Las estructuras habitacionales de Saxamar
Se distribuyen a partir de la cima del promontorio principal que ocupa la banda este del sitio. Junto a estas observamos un muro perimetral muy bien trabajado y conservado, especialmente en el sector noreste, que se ubica a 20 metros debajo de la cima. Las estructuras habitacionales las hemos identificados a nivel de planta. Estas responden a una forma semirectangular casi oval incluso pueden determinarse accesos definidos por bloques líticos a modo de jambas. No tienen gran altura, ocupan la cotas cercanas a la cima y se desplazan por la banda sur, este y norte (R. 261-267). Es posible que estas estructuras correspondan a la urbanización final del sitio. Los muros son a doble hilada de piedras con relleno de sedimentación lítica-terrosa. En estas estructuras tanto en su interior como fuera de ellas, vemos una gran fragmentación cerámica de tonos anaranjados y grises sin decoración. También en menor densidad lascado de obsidiana, algunos morteros y manos, artefactos ubicados preferentemente en la cima del cerro. En la cima se halla un espacio sin ocupación —abierto— lo cual sugiere una función de mirador, controlador de espacio por los cuatro puntos cardinales, o bien un lugar ceremonial donde se celebraron rituales agrícolas relacionados con los ciclos de siembras y cosechas. A mitad del peñón comienzan a nuclearse los recintos, aprovechando los diferentes niveles topográficos, extendiéndose hasta el borde superior del plano que baja desde la cima del promontorio principal. Este sector involucra un total de 76 estructuras, las cuales quedan vinculadas físicamente con el muro perimetral. En este sector se hallan pozos de almacenaje asociados directamente a los recintos habitacionales. Para construirlos, se realizaron fosas de forma circular pircando solamente los niveles superficiales. En la ladera oeste del promontorio principal que se extiende hasta un extenso y estrecho plano, las estructuras se desplazan hasta la ladera norte del promontorio. En doce a trece niveles se distribuyen los diferentes recintos habitacionales y pozos de almacenaje. La planta arquitectónica es esencialmente de forma oval dejando accesos, ya sea por el noreste o suroeste y definiéndolos con bloques líticos empotrados verticalmente a modo de jambas. Los muros han sido construidos
337 Iván Muñoz Ovalle a dos hileras de piedras, aplomados en sentido contrario a la pendiente. Entre ambas hileras se depositó grava (ver R. 212–216). En la planicie del cerro señalado como sector B observamos un conglomerado de estructuras de tipo residencial, éstas comparten muros como «medianeras» y entre ellos se producen estrechos pasillos de movilidad y comunicación. Otro aspecto importante como resultante de este criterio constructivo, es que las plantas arquitectónicas varían de ovales a irregulares constituyéndose en espacios amplios de morada. Las estructuras habitacionales del sector B que limitan a los pies del área funeraria, se extienden hacia la ladera sur del sitio, aproximadamente 60 m hacia cotas inferiores. Los muros se mantienen en buenas condiciones permitiendo visualizar técnicas de plomada, cimientos, distribución de cantos, accesos, plantas arquitectónicas, vías de desplazamiento entre recintos. La ocupación interna de las estructuras presenta en 25 de ellas restos de fogones; estos corresponden a cenizas con restos orgánicos quemados de aproximadamente 4 cm de espesor. Pudimos determinar 79 artefactos de molienda, todos ellos distribuidos a lo largo de los recintos habitacionales, 29 de ellos de forma cónica y 50 de forma de batán con una leve cavidad para moler. De acuerdo con las evidencias que arrojaron las excavaciones y pozos de sondeo realizados a distintos sectores del emplazamiento habitacional vemos una ocupación de carácter horizontal de amplia magnitud pero con escasa ocupación de depósito, al igual que Huaihuarani y Lupica. En cuanto al número de gente que vivió en estos poblados, es difícil realizar estimaciones, más aún cuando la muestra analizada en términos de excavación es menor (0,25 %). Además no todos los recintos fueron ocupados, sin embargo, nos aproximamos a una ocupación de menos de 100 personas. Esta estimación es realizada a partir de la presencia permanente de artefactos de molienda y cerámica en la superficie de aproximadamente 200 recintos. Esto debió haber ocurrido en 300 años de ocupación.
5. 1. 6. La cerámica doméstica de Saxamar
Se recolectaron 1 357 fragmentos de cerámica provenientes de distintos sectores de ocupación del sitio. La recolección fue superficial tomando el 20 % del material cerámico hallado en el espacio interior del recinto. Pastas. El estándar predominante es el tipo 104 equivalente a un 75 % del total de los fragmentos, en menor cantidad los tipos 103 (11 %) y 105 (9 %). La cerámica es de buena factura, en términos de pasta y cocción; presenta brochado. Formas. Estas corresponden a 61 fragmentos de ollas, 24 fragmentos de cántaros globulares, 16 fragmentos de escudillas y 6 fragmentos de pucos. Estos fragmentos de cerámica presentan restos de material orgánico adherido en sus caras internas. Otras presentan restos de hollín, lo cual sugeriría una función doméstica. Estilos. El mayor número de fragmentos (26) corresponde al estilo Charcollo, también se hallaron 2 fragmentos estilo San Miguel, Gentilar y Pocoma-San Miguel. Un fragmento está asociado al estilo Chilpe. No se pudo determinar el estilo de 7 fragmentos debido a la compleja decoración. Son fragmentos de pasta roja con engobe, la decoración se caracteriza por líneas y círculos de color negro. En este sitio más del 95 % de la cerámica recolectada no está decorada. La fig. 6, relacionada a los estilos de cerámica, permite visualizar que en los tres asentamientos observamos la presencia de tres tradiciones de cerámica: la costera, relacionada a los estilos San Miguel, Pocoma y Gentilar; la altiplánica, relacionada a los estilos Negro sobre Rojo; y la serrana, cuyo mayor representante es la cerámica Charcollo. Sin embargo, en el presente trabajo se ha integrado, bajo esta denominación, una serie de fragmentos monócromos que, desde el punto de vista tecnológico, son representativos de la Tradición Serrana (fig. 7).
338 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos
70.070 61,9 60.060 56,5
50.050
40.040
30.030 21,7 21,7 19,0 20.020
9,5 9,5 10.010
0,0 0,0 0,0 0.00 CulturaCultura AricaArica CharcolloCharcollo ChilpeChilpe IncaInca local SaxamarSaxamar Muñoz Dauelsberg Figura 7a – Cerámica de tradición serrana, Figura 6a – Porcentaje de estilos cerámicos en el sitio estilo Charcollo de Huaihuarani (Muñoz et al., 1997)
6060
48,4 5050
4040
3030
19,,2 2020 13,2
1010 7,1 6,0 3,8 2,2
00 CulturaCultura AricaArica CharcolloCharcollo ChilpeChilpe NegroNegro / RojoRojo IncaInca local SaxamarSaxamar OtrosOtros
Figura 7b – Cerámica de tradición altiplánica Figura 6b – Porcentajes de estilos serámicos en el sitio de estilo negro sobre rojo Lupica (Muñoz et al., 1997)
8080 72,2 7070
6060
5050
4040
3030
19,4 2020
1010 5,6 2,8
00 CulturaCultura Arica Arica CharcolloCharcollo ChilpeChilpe NegroNegro // Rojo Rojo
Figura 6c – Porcentajes de estilos cerámicos en el sitio Figura 7c – Cerámica de valles, engobes rojo de Saxamar (Muñoz et al., 1997) y blanco. Decoración lineal en negro
339 Iván Muñoz Ovalle
6. Fechamiento por TL y Discusión ceramológica
En la tabla 2 se muestran los fechados obtenidos para los asentamientos de Huihuarani, Lupica y Saxamar. Estos fechados fueron obtenidos por el método de la Termoluminiscencia (TL) en el Laboratorio de la Facultad de Física de la Pontificia Universidad Católica de Chile (fig. 8). Del asentamiento Huihuarani se tomaron cuatro muestras de cerámica: la primera corresponde a UCTL-796, proveniente del recinto 476, con una fecha TL 1440 d. C. (555±60 a. p.); correspondió a un fragmento con decoración estilo San Miguel, fondo blanco cremoso, con líneas paralelas
ESC 1:20 1 cm. 3 R-143 R-2
1460 d. C.
7.5 YR 8/4 10 R 5/8 1515 d. C. 2.5 YR N/3
ESC 1:20 R-324 1 cm. 3 R-428
2.5 YR 5/8 1475 d. C. 7.5 YR 6/4 7.5 YR 3/4 10 R 5/6 1475 d. C.
1515 d. C.
R-447 R-278
1510 d. C. 10 R 4/4
2.5 YR 3/4 R-476 10 R 4/4 1450 d. C. 10 YR 7/3 10 R 5/4 2.5 YR N 3/4 1440 d. C. R-602
2.5 YR 4/4 Figura 8a – Cerámica del poblado de Huaihuarani 10 R 3/2 1490 d. C. 2.5 YR 3/4
Figura 8b – Cerámica del poblado de Saxamar
PARTE BAJA RECINTOS PASTAS ROJAS
2.5 YR 4/4
1505 d. C. 7.5 YR N 3/4
R-602
2.5 YR 4/4
7.5 YR N 4/3 1540 d. C.
Figura 8c – Cerámica del poblado de Lupica
340 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos negras y rojas de forma curva, superficie externa pulida, cuidadosamente bruñida y superficie interna pulida no alisada; forma globular. La segunda muestra UCTL-797 proviene del recinto 143 y dio una fecha de 1515 d. C. (480±45 a. p.). Las superficies interna y externa presentan un pulido y bruñido, decoración interna con diseño en negro sobre la pasta, dispuestos en forma oblicua y líneas onduladas; corresponde a un puco. La tercera muestra UCTL-798 proviene del recinto 798 y dio una fecha de 1510 d.C (485±35 a. p.). Presenta un tratamiento de la superficie interna suave y bruñida. La superficie externa es suave, pulida y bruñida, sin decoración interna, presenta una película de engobe rojo en su interior, corresponde a un fragmento de base. La cuarta muestra UCTL-799 proviene del recinto 428 y dio una fecha de 1475 d. C. (520±30 a. p.). Presenta un tratamiento de la superficie interna y externa de un suave pulido y bruñido, la superficie externa presenta un estriado suave. En la cara externa presenta líneas horizontales, desordenadas de color rojo, muy diluido, corresponde a un fragmento de forma globular. En Saxamar también se fecharon cuatro fragmentos. El primero UCTL-800 proviene del recinto 324 y dio una fecha de 1475 d. C. (520±50 a. p.), superficie interna y externa pulida y bruñida en forma burda, decoración interior en negro con grecas con gancho sobre engobado en rojo y naranja. Corresponde a un fragmento de cuerpo y se relaciona al horizonte Negro sobre Rojo altiplánico. La segunda muestra UCTL-801 proviene del recinto 602 y dio una fecha de 1490 d. C. (505±60 a. p), superficie interna pulida suavemente y la cara externa pulida con un bruñido suave; decoración externa, formada por un reticulado de líneas gruesas en negro y más delgadas en rojo y marrón, sobre superficie rojiza anaranjada; corresponde a un fragmento de cuerpo. La tercera muestra UCTL-802 proviene del recinto 2 y dio una fecha de 1460 d. C. (535±55 a. p.), superficie interna y externa alisada con un leve brochado y engobado; tiene engobe por ambos lados de color blanco cremoso. Corresponde a un fragmento de forma globular. La cuarta muestra UCTL-803 proviene del recinto 278 y dio una fecha de 1450 d. C. (545±55 a.p), superficie interna pulida alisada y superficie exterior pulida sin alisar, sin decoración en su cara exterior y en su cara interior un engobado en rojo naranja y decoración en negro de grecas con gancho, corresponde a un fragmento de cuerpo. En Lupica se fecharon dos muestras. La primera UCTL-806 proviene de la parte baja de los recintos y dio una fecha de 1505 d. C. (490±50 a. p.), superficie interna pulida con brochado; se observan estrías, la superficie exterior tiene bruñido suave, con engobado solamente por la cara exterior de color rojo con decoración en negro de líneas paralelas y entrecruzadas. La segunda muestra UCTL-807 proviene del recinto 363 y dio una fecha de 1540 d. C. (455±50 a. p.). Tiene superficie interna y externa pulida sin alisar, bruñida, engobado en ambos lados de
Tabla 2 – Fechados TL para la cerámica de la sierra de Arica
Muestra Sitio Descripción Edad Fecha TL laboratorio Huaihuarani UCTL-796 Recinto 476 555±60 1440 d. C.
Huaihuarani UCTL-797 Recinto 143 480±45 1515 d. C. Huaihuarani UCTL-798 Recinto 447 485±35 1510 d. C. Huaihuarani UCTL-799 Recinto 428 520±30 1475 d. C. Saxamar UCTL-800 Recinto 324 520±50 1475 d. C. Saxamar UCTL-801 Recinto 602 505±60 1490 d. C. Saxamar UCTL-802 Recinto 2 535±55 1460 d. C. Saxamar UCTL-803 Recinto 278 545±55 1450 d. C. Lupica UCTL-806 Sector bajo 490±50 1505 d. C. Lupica UCTL-807 Recinto 363 455±50 1540 d. C.
341 Iván Muñoz Ovalle color rojo con decoración en negro. En la cara exterior se halla una línea horizontal en la base del cuello, en el interior del borde se halla una figura lineal de forma triangular; corresponde a un borde de jarra.
7. Comentarios
Del análisis de las fechas se desprende que los tres asentamientos coexistieron durante la influencia Inca, siendo Lupica el que tal vez perduró hasta después del 1500 d. C. El promedio de las fechas de Huaihuarani es de 1476 d. C. y corresponden a estilos locales, influencia del horizonte Negro sobre Rojo (Reinos Postiwanaku) y de los valles bajos de Arica, que sugiere que en este poblado vivió una población local que se movió hacia la costa y puna. A pesar de su gran magnitud, desde el punto de vista de los recintos, la ocupación del sitio parece relativamente corta. En el caso del asentamiento de Saxamar el promedio de las fechas es 1468 d. C.; las características de la cerámica se asemejan mucho a los de Huaihuarani, lo que nos sugiere una ocupación local de los valles serranos que fue influenciada por grupos costeros del Pacífico y grupos altiplánicos asentados durante el período del Tawantinsuyo. Sin embargo no vemos una presencia representativa de cerámica cusqueña, lo que reafirmaría lo planteado: que en los valles altos de Arica la influencia incaica vino de parte de poblaciones provenientes del altiplano circumtiticaca, especialmente la población Carangas. En el caso de Lupica parecer ser que la población local coexistió más tardíamente acompañada por alfarería de la tradición Negro sobre Rojo del área circumtiticaca. Esta situación se pudo haber dado en el momento en que el Inca ya había influenciado los valles costeros y serranos de Arica. Sugerimos que los primeros contactos indígenas de los valles altos de Arica con los europeos se produjeran estando aún en actividad el poblado de Lupica y Huaihuarani.
8. Entierros
En Huiahuarani, por el costado este del cerro, ubicamos dos complejos funerarios, cuyas construcciones se caracterizan por tener una planta circular con gruesos muros pircados en doble hilada de piedra. Cada una de las sepulturas se construyeron en torno a un crecimiento orgánico, están unidas entre sí, mediante un muro común. El estado general de conservación de estas estructuras funerarias es malo por causas de abatimiento de muros. En Lupica los entierros se ubican en la cima del promontorio donde en un alero con osamentas humanas, presenta una superficie muy irregular; sin embargo aprovecharon los desniveles para levantar estructuras. El sector funerario corresponde al sector A y está ubicado al noroeste, inserto en aleros naturales de un promontorio o espolón rocoso más pequeño (fig. 9). Estos aleros están orientados hacia el noreste, mirando al valle. Se utilizó un estrecho pero largo alero en que su entrada fue sellada con un pircado a doble hilada de piedras para mantenerlo aislado del medio. Las excavaciones permitieron visualizar parte del cimiento de este pircado. En él fueron hallados restos de material orgánico. De los restos humanos dispersos, se contabilizaron seis cráneos deformados, muy blanquecinos, producto de una prolongada exposición al sol. Acompañan estos cráneos mandíbulas y huesos largos (fémures). Dentro del alero los cuerpos fueron depositados individualmente en una estructura de planta circular o pentagonal, cistada por piedras lajas y adosándolas a un muro medianero. Esta construcción se hizo a partir de la línea de tierra del alero. Junto a las osamentas, en el suelo, detectamos fragmentación de cerámica no decorada color naranja con tonalidades grises debido a la cocción. Este alero es la única evidencia concreta del lugar de enterramiento. Otros aleros más pequeños no contenían información relacionada a entierros humanos.
342 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos SITIO: LUPICA CROQUIS PLANTA ARQUITECTÓNICA FUNERARIA
A
A`
Perfil corte A A`
N. Tumba
Piedra tipo laja Sección funeraria
Figura 9a – Croquis de planta arquitectónica funeraria (sitio: Lupica) Figura 9b – Estructuras funerarias del sitio Saxamar, área localidad de Tignamar
En Saxamar los entierros están en una necrópolis establecida sobre un lomaje rocoso de color gris rosáceo que en verdad es un afloramiento de roca madre que se extiende por la ladera sur del sitio hacia los bajos, rematando en un acantilado. Este sector se ubica en la margen suroeste del sitio. Las tumbas poseen plantas arquitectónicas de forma circular y oval adosadas unas a otras ocupando toda la superficie regular de este lomaje. Las oquedades naturales fueron aprovechadas como bóvedas funerarias y luego fueron cistadas con bloques de gran tamaño conformando una estructura abovedada de forma semicircular. En otros sectores, sin embargo, como el caso R. 558, el pircado es alto a doble hilada y relleno de grava. Se aprecia que en muchas situaciones se aplicó mortero para consolidar los «adoquines» de los muros. En la preparación de estos morteros, se observan cenizas con fragmentación de cerámica. En anteriores investigaciones, se pudo recuperar desde este sector fragmentación de osamentas humanas, lo cual fue decisivo Estructuras funerariaspara del determinar sitio Saxamar, área localidadun área de Tignamar. de cementerio. El estado de conservación de este sector es malo, las cámaras funerarias han sido violentadas con abatimiento de muros por la pendiente, producto de saqueos. Lám. 8 Las edificaciones funerarias, presentes en los tres asentamientos, constituyen en su conjunto sectores de entierro. Se ubicaban en sectores colaterales a las aldeas, se utilizaban espacios naturales con oquedades así como pequeñas cuevas. Da la impresión por la característica del tipo de patrón constructivo que estas tumbas fueron hechas por las poblaciones nativas del valle, no apreciándose incorporaciones de patrones funerarios de la puna como fueron las chullpas de barro. La característica general de las tumbas de los cementerios son cistas agrupadas tipo colmenas. Al analizar este tipo de tumba pensamos que estos agricultores serranos tuvieron contacto con las poblaciones de los valles bajos en Arica, especialmente las que se ubican en los sectores medios de los valles de Azapa y Camarones que presentan un tipo de construcción de tumba similar a los de la sierra, sugiriendo una relación que pudo haber alcanzado niveles de parentesco. Otro tipo de vinculación pudo haber sido con gentes Carangas y tal vez Pacajes. Planteamos esta hipótesis por la presencia de cerámica de estilos Chilpe y Tradición Negro sobre Rojo y tumbas cistadas similares a las que aparecen en los poblados del área Circumtiticaca (Heredia, 1993). Aún no hemos podido determinar el número de entierros. La mayor parte de la información proviene de Lupica donde hemos podido reconocer 5 cráneos pertenecientes a adultos de ambos sexos y algunos huesos diseminados. La presencia de estructuras funerarias, muchas de
343 Iván Muñoz Ovalle ellas sin restos humanos, sugiere que en estos asentamientos no fue enterrada una población numerosa. Si lo comparamos con las estructuras habitacionales tal vez pudo haber alcanzado un número de 50 personas, información sugerida sobre la base de los hallazgos de chullpas de piedras y cuevas donde fueron depositados los cuerpos sentados con las piernas flexionadas.
9. Depósitos
En cada asentamiento se observan dos tipos de depósitos para guardar la producción, quizás uno haya sido de tipo comunal y otro para guardar la cosecha del Inca. En Huaihuarani el sector de depósitos se ubica en la pared este del mismo cerro que ocupa el sector A, presenta silos bien conservados, construidos en pequeñas cavidades de la roca (fig. 10). Los muros son gruesos, algunos construidos en triple hilada de piedra, utilizándose mortero para consolidar la estructura. Una gruesa capa de tierra fue depositada como sello final. Las bocas de estas estructuras tienden a formas circulares. Otro tipo de estructuras con función de silo, lo constituyen pequeños recintos orientados de norte a sur, construidos a doble hilada de piedras. En general los pozos de almacenaje aparecen resguardados por la población, a pesar de que se ubicaban en diferentes sectores de los poblados, incluso algunos próximos a corrales. Las evidencias señalan que en estos se guardaban productos agrícolas preferentemente maíz, papas y carnes secas de camélidos. En Lupica los pozos de almacenaje están conformados por varias estructuras alzadas sobre superficie respondiendo a una planta circular, destinadas para almacenar productos agrícolas y carnes (charqui). Los muros son construidos a doble hilada de piedra en que se empleó cantos rodados como adoquines. Existe empleo de mortero para consolidar el edificio. Finalmente a nivel de superficie, se depositó grava. La estructura tiende a ser abovedada, con nivelación o plomada de los muros en sentido interno de la estructura. El R. 1 es uno de los mejores conservados, su muro sur alcanza una altura aproximada por el exterior de 185 cm. Podemos cotejar este sector como un complejo económico avecindado con algunas estructuras de encierro de animales para carga y descarga. Otras 11 estructuras, también de almacenaje, están distribuidas por las cotas más bajas de este sector, adosadas varias entre sí, tipificando un ordenamiento orgánico nuclear. El estado de preservación en general es regular a causa del abatimiento de muros. Las evidencias de pozos de almacenaje, sumadas a la presencia de restos de fecas de camelidos en los pisos de los corrales, nos hacen sugerir que estos fueron espacios donde se organizó, a través el intercambio, la economía de las poblaciones serranas. Además no existen estructuras habitacionales complejas para pensar que fue una élite determinada la dueña de la producción. El control de esta estuvo, al parecer, bajo la tutela de la comunidad. Estos espacios prehispánicos más bien se asemejan a lo que hoy en día son las markas, lugares donde la población aymara comercializa o intercambia su producción especialmente por productos traidos de la costa de Arica, incluso son lugares sin mucha complejidad arquitectónica, sino más bien espacios abiertos donde algunas familias permanecen con su ganado que forman parte de las actividades comerciales que se generan. Los silos en Saxamar están orientados mirando hacia el río, los muros han sido tratados a doble hilada de piedras y presentan cámaras abovedadas construidas sobre superficie. Existen pasillos de movilidad entre ellos (p. ej., R. 669 y R. 666). Por el abatimiento de muros en muchas estructuras, quedan al descubierto las técnicas constructivas de estos silos. Las bases de los muros están determinadas por el empotramiento de bloques grandes dispuestos horizontal y verticalmente que sirvieron de soportes. Luego, otros bloques menores, puestos sobre los primeros en sentido horizontal, definen la alturas. Existen en este complejo 40 estructuras; detectamos al oeste, en el tramo final del sector D, un pircado sin un acabado depurado que sirve como muro madre a algunos silos que se adosan a él por su costado norte y sur (p. ej., R. 691, 692, 693, 694). Al concluir su trazado, el muro converge al norte para intersectar y traspasar perpendicularmente a un sendero definido con bloques alineados de este a oeste. Este sendero se viene desplazando por el este, corriendo por la base norte del promontorio principal.
344 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos
Figura 10a – Complejo de red de canales de regadío Figura 10b – Uso de suelos destinados a la construcción en sitio Huaihuarani de terrazas de cultivos. Sitio Huaihuarani
Figura 10c – Terrazas pequeñas y transecto de canal Figura 10d – Corrales asociados a canales de regadío de regadío en sitio Saxamar, sector E en las proximidades del asentamiento de Saxamar
Figura 10e – Canales de regadío prehispanos y actuales en asentamiento serrano de Lupica, sector G Al fondo, en cotas inferiores del cerro, se observa los delineamientos de picardos atribuidos a terrazas
345 Iván Muñoz Ovalle
En el R. 705 concluye el recorrido del muro madre en dirección a la caja del río Saxamar. En este sector encontramos algunos silos de almacenaje asociados a una piedra de 4 m de diámetro que presenta fisuras en su cara superior, lo que le da una configuración de «damero», resaltando figuras cuadradas, rectangulares y circulares. Además presenta algunos orificios en el espacio central de la superficie. En los bordes se han desprendido algunos trozos de roca como consecuencia de la erosión natural. No sabemos la función de esta singular estructura granítica, tal vez pudo haber correspondido a una mesa ritual, representando la figura de una chacra. Aún no hemos podido determinar algunos tipos de recintos en función de productos determinados. Sin embargo, la presencia de algunas mazorcas de maíz y papas chuño encontradas en los estratos de ocupación nos sugiere la posibilidad que fueron estos productos, junto a carnes secas y quinua los que más se depositaron en estos graneros.
10. Corrales
Los corrales se ubican en los faldeos de los cerros, su construcción no presenta técnicas depuradas (fig. 10). En Huaihuarani los espacios que probablemente estuvieron destinados al manejo de animales son de planta rectangular, muy amplios con un cierto depurado en cuanto a la disposición de los bloques. Existe relleno de grava y un acceso al costado sur señalizado por dos jambas en posición vertical. En Lupica los corrales se caracterizan por espacios de planos inclinados cercanos a la base del mismo valle. Probablemente correspondan a las últimas evidencias habitacionales asociadas a espacios para encierro de animales (corrales). Las estructuras para corrales se desplazan desde el extremo sur hasta la medianía del sector D. Más abajo, un cauce seco algo profundo y de trayectoria norte-sur divide a este sector del valle. En Saxamar los corrales se hallan ubicados por el sureste del plano bajo el promontorio principal, de superficie sinuosa por elevaciones estrechas que dominan visualmente los valles de Tignamar por el sur y de Saxamar por el norte. Los recintos 653, 654, 655 y 656 conforman estructuras utilizadas como corrales para supuestas cargas y descargas de animales. Este antecedente se sustentaría por un complejo de estructuras utilizadas como pozos de almacenaje muy próximos a los corrales, construidos a partir del muro oeste del R. 656. Estos corrales fueron construidos con muros bastante rudimentarios, pero que se han conservado en el tiempo. Se aprecia una técnica mixta en las hiladas que conforman los muros: son de tipo simple y doble aprovechando también en algunos segmentos rocas voluminosas. Los recintos 707, 708, 709 y 710 conforman los espacios destinados a resguardar animales. Están ubicados sobre el plano extenso que va al noroeste. Los muros están construidos en técnica mixta: simple, doble hilada de piedras y rocas de gran volumen; poseen muros medianeros entre sí. Los recintos 714 y 716 que también corresponden a corrales, junto a un silo (R. 715), son las últimas estructuras del sector D. Entre ellos existen claros alterados por afloramientos rocosos de escasa altura. En el caso del R. 714, éste posee acceso con jamba por el este. En el sector D hallamos recintos espaciosos delineados con pircados muy rudimentarios en su manufactura, conservando un patrón irregular desde la perspectiva arquitectónica.
11. Terrazas de Cultivos
Respecto a la inserción del espacio agrícola en los poblados y su estilo constructivo, desde el punto de vista de la ubicación de los asentamientos estudiados, se desprende que el uso del espacio por estas poblaciones se circunscribió a lugares donde hubo agua permanente (ríos y manantiales) lo cual habría permitido el cultivo de papas y maíz como productos de primer orden, cultivos que han sido identificados en las basuras excavadas. El recurso hídrico utilizado para el riego pudo haber sido producto de la captación de agua de los ríos Belén, Lupica y Ticnamar,
346 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos cuyas aguas son permanentes como consecuencia de los deshielos cordilleranos: además, en estas hoyas hidrográficas hay varias aguadas, que aún son utilizadas por los agricultores serranos para el riego de sus cultivos (fig. 10). El espacio agrícola relacionado directamente a los poblados se caracteriza por conjuntos de andenerías abandonadas y otras reutilizadas, que corresponden a: Huaihuarani, 11 000 m2, Lupica, 22 500 m2 y Saxamar, 51 000 m2. Los canales principales que utilizaron los pobladores de Huaihuarani, Lupica y Saxamar se desprenden de los ríos: Belén, Lupica y Ticanamar, ubicándose las bocatomas a la altura de los 3 600 msnm aproximadamente. En el caso de Saxamar hay un aprovechamiento de la pendiente natural de la topografía serrana para distribuir el recurso agua mediante canales primarios y secundarios en la cota de los 3 065 m. Estos andenes fueron construidos con muros de contención de 70 cm de altura y «banquetas» de 2 m de ancho, ligeramente inclinadas hacia el borde. Los canales que transportaron el agua tienen muros de contención de hasta 1,50 m de alto y una «banqueta» de 3 m de ancho con planos rectos y con riego por gravedad. Algunos sectores de terrazas fueron regadas con agua de lluvia, es decir no están conectadas a un canal de regadío lo que sugiere una estrategia de utilización al máximo de los recursos de humedad. Las terrazas de cultivos indican que sus constructores fueron nativos de los valles de Lupica, Saxamar y Belén, puesto que la cerámica encontrada en dichas terrazas presenta similitudes con las halladas en esos poblados. Por otro lado, el sistema constructivo es similar al ejecutado en todos los valles serranos durante la época prehispánica tardía. Desde el punto de vista de los sistemas agrícolas, constituyen el espacio mayor humanizado en la sierra de Arica y corresponden a sectores con terrazas de cultivos, próximos a los fondos de quebrada o pequeños valles intermontanos. Los espacios aterrazados de uso agrícola se encuentran acompañados de redes de canales y de caminos que comunican las terrazas agrícolas con los poblados de Huaihuarani, Lupica y Saxamar. Un rasgo común a todas las terrazas observadas es el tipo de construcción: un trabajo de cortes horizontales y verticales hechos en las laderas de los cerros y quebradas. Debido a ello los niveles aterrazados están conformados por roca madre en la parte inferior y una débil capa de suelo, en la sección superior. El material de construcción de los muros de contención es roca de origen volcánico obtenida in situ, pues se trata del sustrato que prevalece en la sierra ariqueña. Además, el tipo de roca, por la alta permeabilidad que presenta, favorece el drenaje en los suelos. En Saxamar las terrazas se ubican a los pies del último promontorio rocoso que define la margen noroeste del sitio y corresponde a terrazas de cultivos distribuidas desde los altos hasta las proximidades del río Saxamar. Las terrazas que ocupan las cotas superiores son pequeñas y estrechas, sus pircados son de hiladas simples de piedra, de baja altura. Se aglomeran en un espacio bastante irregular por las demarcaciones que mantienen los afloramientos de roca. Los espacios de cultivos mayores ocupan las cotas inferiores orientando su distribución también en sentido noreste y suroeste. Cabe hacer notar que la irrigación de las melgas superiores se hacía a través de un canal que corre por la banda norte del sitio, teniendo la bocatoma en la quebrada Quilla Quilla. Toda esta descripción de cómo construyeron las terrazas y canales nos sugiere un conocimiento cabal del terreno que se refleja en haber subido el agua a niveles altos de las laderas, la utilización de la piedra para evitar el escurrimiento del agua a través de la construcción de canales y una planificada construcción de las terrazas de cultivos. El agua fue conducida mediante acequias. Para el trabajo de la tierra se usó una azada que estaba constituida por una hoja lítica unida a un mango de madera. Varios de estos ejemplares líticos los hemos hallado en los asentamientos. Evidentemente toda esta experiencia en el trabajo agrícola implicó una participación de la comunidad en la construcción de estos sistemas agrícolas y en el uso y reparto del agua, lo cual finalmente conllevó a entender una organización del espacio y de la comunidad en el contexto del trabajo de la tierra.
347 Iván Muñoz Ovalle
Si bien es cierto estas terrazas fueron hechas por poblaciones locales, este mismo estilo de construcción de andenería lo encontramos en los valles costeros de Azapa y Camarones, lo que demuestra una vez más que el trabajo agrícola fue una idea que se materializó a lo largo de los valles, participando bajo una misma experiencia tecnológica tanto los grupos costeros serranos de los valles de Arica.
12. Camino y Senderos
En Huaihuarani constatamos la presencia de restos de un camino flanqueado por soleras que presenta conexión con el área de Laguane (fig. 11). Posee pircados laterales con un ancho promedio de 3 m. Algunos tramos del costado Este han sido finiquitados con un pircado más elaborado dentro del contexto general que es la disposición de rocas alineadas. Frente al sector C, donde se haya el complejo funerario, este camino se abanica en una espaciosa entrada, lo que permite suponer la llegada de pastores con recuas de llamas desde otros centros urbanos provenientes de valles serranos cercano al sector de Belén. Al ingresar a un sector densamente ocupado por recintos habitacionales esta vía queda unida a un recinto por su vértice sureste (p. ej., R.583). Este sector bajo de la ladera este —el camino se conecta a un pircado o alineamiento de rocas— configura circularmente un espacio de superficie de suelo de forma convexa. Es posible que este espacio haya sido utilizado como plaza Figura 11 – Segmento red vial prehispana en donde pudo haberse estructurado el intercambio proximidades del sitio Huaihuarani, Belén de bienes y productos económicos. Planteamos esta hipotesis puesto que hemos reconocido en este conjunto de evidencias una red de senderos que convergen en puntos neurálgicos de los asentamientos. En estos puntos neurálgicos hemos hallado restos de fecas de camélidos y fragmentación de cerámica, algunas incluso decoradas. Estos espacios se hallan en pendientes suaves o planices, son amplios y divergentes, los cuales les permite tener un dominio estratégico interno. En la actualidad aún podemos observar que en el caso de las comunidades aymaras de la serranía y puna los accesos tienden a converger en espacios amplios donde se da el intercambio. Esta red vial conocida como Ruta Longitudinal o Precordillerana (Muñoz & Briones, 1998) corresponde al camino del Inca trazado en la vertiente occidental andina sobre los 3 000 msnm (Hyslop, 1992) en la sierra de Arica. Esta está presente según Dauelsberg (1983) en el sector de Belén en varios tramos como Tojo-Tojone, el tramo del poblado de Huaihuarani a Chajpa y Ancopachane; finalmente en la quebrada de Chapiquiña, donde se ubica el pukara de Caillama. Muñoz & Briones (1998) señalan que esta ruta se desplaza desde el sur del Perú en el sector de Calacota y Matarani cruzando la serranía ariqueña, donde es posible identificarla en primera instancia en el tramo Socoroma-Zapahuira hasta la quebrada de Saxamar. Las irregularidades del terreno precordillerano hizo necesaria una implementación y mantención permanente del trazado, como se observa en el tramo Zapahuira-Pachica. Otras vías de comunicación son los senderos que cruzan los asentamientos estudiados, estos tienen un ancho promedio de 3 m. Por lo general estas rutas se desplazan por las laderas de cerros y mantienen cierta sinuosidad de acuerdo a la topografía de la zona, cruzan quebradas y se relacionan con el camino troncal de la sierra que está asociado al período Inca (Ruta
348 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos
Precordillerana). La presencia de esta red de senderos que cruzaron la sierra demostraría el constante desplazamiento de hombres, bienes y animales durante los períodos Intermedio Tardío y Tardío de la prehistoria y que siguió durante la Colonia. Estos senderos que cruzan la sierra se dirigen hacia la puna y costa; hacia el litoral se desplazan a través de la pampa y otros hacia la quebrada de Livilcar para desembocar en el litoral de Arica. Ambos caminos constituirían las principales redes que comunicarían el valle de Azapa y la costa de Arica con la sierra de Belén y Ticnamar. Por estos caminos suponemos que los caravaneros traficaron pescado, algas, mariscos y en general una variedad de productos marinos, además de frutas, tubérculos, papas y maíz, los cuales ayudaron a sustentar la economía de las poblaciones serranas. De la misma manera, de la sierra hacia la puna los senderos comunican los poblados altiplánicos de Guallatire, Caquena y Sajama. Es posible que en este tráfico los productos más apetecidos hayan sido el charqui, la lana, la sal, la quinua, los cuales habrían ayudado a complementar la economía de las poblaciones de la sierra. El análisis de cada uno de los componentes de los asentamientos nos permite plantear similitudes en cuanto a su distribución del espacio; (a) poseen áreas claramente definidas y en algunos casos coexistiendo espacialmente (Ej: habitacional, funeraria y económica), (b) existe una estrecha relación entre silos y corrales, (c) los entierros responden a un patrón colectivo insertos en aleros naturales o chullpas de piedras, (d) el conglomerado habitacional se estructuró en la ladera este, no así en la cima del cerro principal por su escaso espacio de movilidad y bondad del piso, (e) el asentamiento responde a un crecimiento orgánico, aterrazado, con plena armonía respecto de la topografía, (f) como reflejo de una urbe socioeconómica compleja, posee espacio de convergencia ritual, como comunitario, (g) no podemos definir a estos asentamientos como enclaves defensivos ya que debería fundamentarlo la existencia de un muro perimetral, el cual no se constató en una gran extensión, (h) los corrales ocupan espacios sinuosos y planos en el valle, (i) finalmente determinamos que cada uno de estos asentamientos está vinculado uno con otro, gracias a la estructuración de redes viales, que constituyeran el transmisor de tecnología cultural como lo podemos constatar a través de los patrones arquitectónicos, los cuales pueden tener variantes en cuanto a tamaño o densidades de estructuras pero responden a un patrón de forma y construcción similar. Quizás las diferencias están en tres aspectos específicos. En el poblado de Huaihuarani los muros habitacionales fueron edificados en una hilera de piedras en un mayor porcentaje, en cambio en Lupica las tumbas fueron depositadas en cuevas difiriendo de las construcciones de piedras que se hallan en Saxamar y Huaihuarani. Finalmente en el asentamiento de Saxamar se construyó en la cima del cerro, pero este uso del suelo quizás se deba a la condiciones naturales del área ocupacional. Todas estas diferencias, sin embargo, son de menor grado —de alcance local— si consideramos que los patrones arquitectónicos, indicadores ceramológicos y distribución espacial de los sitios presentan una similitud que se corrobora con los antecedentes cronológicos.
13. Espacio social y población en la sierra de Arica: Comentarios Finales
13. 1. Espacio Social
La información de los estudios de asentamientos en las alturas de Arica nos lleva al análisis y discusión en torno a ciertos planteamientos teóricos sobre los estudios de asentamiento y áreas de actividad. En primer lugar la importancia de lograr en un medio complejo como lo es el desierto de altura en un espacio habitable, nos lleva a la misma pregunta que años atrás hizo Binford (1988) es decir ¿cómo estaban organizadas las actividades humanas en diferentes lugares del planeta? En el caso de las poblaciones de la sierra de Arica, por las condiciones complejas del ambiente —desierto de altura— las actividades humanas se centraron en aprovechar al máximo
349 Iván Muñoz Ovalle los recursos que el medio les proporcionaba y a organizar los poblados dentro de una compleja red de asentamientos situados estratégicamente conectados a senderos que los comunicaban entre ellos y con los valles costeros del Pacífico y las tierras altiplánicas En el caso de los poblados de altura el espacio del asentamiento fue armónicamente diseñado, integraron zonas húmedas, que es lo que está en directa relación con la agricultura, manejaron una visibilidad amplia del espacio, dentro de la cual diseñaron las rutas comerciales que los conectaron con la costa y altiplano. En este contexto, la construcción de terrazas y canales de regadío, en cuyas superficies se hallan restos de fragmentos de cerámicas de época precolombina, fueron diseñadas para no romper con la hegemonía del espacio; a su vez las piedras con la cual diseñaron los sistemas de terrazas y canales, no alteran la distribución armónica del paisaje. En este sentido podemos plantear que la construcción de los asentamientos, como lo señalan Criado (1996) y Nielsen (2001), reflejan una compenetración entre el hombre y el medio, no observándose una alteración del paisaje. Los materiales utilizados en la construcción de sus poblados como piedras, maderas, fibras vegetales etc. constituyeron elementos de un eje conformado entre la tierra no construida, la cultivada y la edificada, manifestando por lo tanto una unidad plena ligada a la cosmovisión andina que integró los aspectos polìticos, sociales, económicos y ceremoniales. En segundo lugar el estudio de estos tres asentamientos si bien muestra diferencias en torno a la ubicación de los recintos y la colocación de entierros en cuevas como Lupica, la organización y distribución de los poblados, el estilo arquitectónico y el conjunto ceramológico hallado muestran una relación directa entre los sitios, lo que demostraría una red de asentamientos con áreas de actividad similar; estos asentamientos están en directa relación con la red vial que fue la columna que integró a los distintos poblados serranos de los 3 000 msnm. De esta manera a partir del sitio arqueológico hemos podido analizar una red cultural, mucho más funcional, que involucró los valles de la sierra de Arica organización que nos recuerda el modelo planteado por Flannery (1976: 5) para el valle de Oaxaca (México), en el cual distingue varios niveles jerarquizados, los cuales configuran un sistema sociocultural a partir del área de actividad, la unidad habitacional, el grupo de residencias alrededor de un patio, el barrio, el sitio arqueológico en su totalidad y la correlación entre diversos sitios de una región. Además como anteriormente lo han discutido Trigger (1990) y Middleton & Price (1996) en el caso de nuestras investigaciones no solo se ha obtenido una interpretación funcional de un determinado proceso cultural acontecido en un sitio y en un determinado tiempo, sino que hemos registrado procesos de cambio a través de varios cientos de años que involucraron el período Intermedio Tardío (Postiwanaku y las Culturas Regionales) el Inca y el impacto con el europeo. En tercer lugar al analizar la unidad social (doméstica) si bien no está definida con claridad en los asentamientos, la información de los recintos excavados nos hablan de gente que vivió y ocupó dichas estructuras. Sin embargo, tal como lo plantean Wilk & Ashmore (1988), «[...] una unidad social, constituye un grupo de gente que comparte una serie de actividades, como la producción, consumo, recolección de recursos, reproducción, corresidencia y propiedades compartidas. Sobre la unidad doméstica o grupo de residencia señalan que esta puede o no ser reconocida por la gente misma. Pueden vivir en un solo sitio o pueden estar espacialmente dispersos. Los individuos pueden ser miembros de más de una unidad doméstica y es posible que ésta tenga miembros inactivos» (Wilk & Ashmore, 1988: 6). De lo anterior resulta complejo determinar arqueológicamente una unidad social en el contexto de las actividades domésticas. Por otro, sabemos a partir del registro etnográfico que una unidad doméstica puede estar dispersa entre varias residencias y que varias unidades domésticas pueden compartir una sencilla residencia (Wilk & Ashmore, 1988: 6). Al analizar los conjuntos habitacionales observamos que estos se caracterizan por un patrón de recinto de forma circular y oval la que se visualiza como una generalidad para los poblados estudiados. En estos asentamientos se desarrollaron diferentes actividades de la vida cotidiana como las actividades domésticas (viviendas), económicas (silos y corrales) y mortuorias (entierros).
350 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos
De acuerdo con la extensión alcanzada por los asentamientos en lo que se refiere al espacio doméstico y funerario, Huaihuarani abarcó 60 000 m2, siendo su cota más alta 3 100 msnm. Saxamar, a su vez, abarcó 70 000 m2, teniendo su cota más alta en 3 130 msnm. Finalmente Lupica abarcó 60 000 m2, constituyéndose su cota más alta en 3 000 msnm. Respecto al espacio interior en las viviendas, las evidencias señalan que este alcanzaró dimensiones de 5m x 3m y 4m x 2m con una sola entrada. Este fue acondicionado para albergar al núcleo familiar especialmente en la noche donde alrededor de un fogón pudieron comunicarse. 8080 Si bien las basuras son escasas se desprende 7070 66,7 que en su interior comieron, pernoctaron y 58,3 58,3 molieron alimentos; la presencia de batanes 6060 con sus respectivas manos de moler son 5050 indicadores de esta actividad dentro y fuera 41,7 41,7 de los recintos habitacionales, quizás con una 4040 33,3 leve tendencia de moler fuera de los recintos 3030 como se observa en el sitio Huaihuarani (66 %) (ver fig. 12). Da la impresión que al interior 2020 de los recintos, el espacio familiar estuvo organizado a partir de un espacio o punto 1010 central, el fogón, que al parecer constituyó el 00 Huaihuarani Lupica Saxamar centro térmico. Una muestra aleatoria tomada Huaihuarani Lupica Saxamar de 12 recintos habitacionales en cada uno de Internos Externos los asentamientos nos entregó un promedio de 4 a 5 fogones por recinto (ver fig. 13). Figura 12 – Presencia de Batanes (%) fuera o dentro de las habitaciones La entrada a los recintos, y en algunos casos la división interior que edificaron, permiten sugerir una actividad doméstica vinculada con 66 las últimas horas del día y con el descanso. 5,1 55 Pensamos que gran parte de la vida cotidiana 4,3 se hizo en el valle, especialmente en las 4,0 4 terrazas agrícolas donde se concentró el 4 trabajo familiar y posiblemente en los espacios 33 de mayor interacción social como pudieron haber sido las plazas y corrales. Es posible 22 pensar que por la gran cantidad de estructuras los grupos de familias hayan ocupado más de 11 algún recinto, ya sea en forma contemporánea o en períodos distintos. Recintos pareados 00 constructivamente muy similares y cerámica HuaihuaraniHuaihuarani LupicaLupica SaxamarSaxamar de igual manufactura apoyarían esta hipótesis. Este tipo de información es fundamental, Figura 13 – Promedio de fogones por habitación pues nos permiten inferir los patrones de Sitios: Huaihuarani, Lupica y Saxamar comportamiento del grupo social a partir de la distribución espacial que presenta el registro arqueológico. A diferencia de lo que plantean López & Molina (1986: 259) en el sentido que el análisis de la complejidad de una unidad doméstica (o un conjunto de ellas) permite vislumbrar el grado de desarrollo y estratificación de la sociedad a la cual pertenece, en el caso de las estructuras habitacionales de la sierra de Arica, el patrón es conservador presentando similitudes en relación al tipo de recinto. Dentro de la estructura global de las aldeas los sectores que la definen están claramente organizados a pesar que a simple vista aparece un conjunto de estructuras muy atomizadas. Cada espacio cumple su función y mantiene una estrecha relación con el medio que nos circunda. Así la aldea constituye el espacio mayor, algo así como el macrocosmo. Al parecer fue en ella
351 Iván Muñoz Ovalle donde se dio y determinó la vida cotidiana. Quizás los recintos de mayor envergadura fueron las plazas donde socializó (concentró e interactuó) la población, allí intercambiaron productos y se establecieron fuertes relaciones sociales. Para delimitar estas plazas buscaron lugares abiertos, en especial planices permitiendo una mayor concentración y circulación de individuos. Por otro lado, los recintos menores al parecer fueron espacios donde albergaron en la noche, lo cual hizo que prendieran fuego y prepararan alimentos. En síntesis las aldeas, a través del conjunto de áreas que la conformaban en la que se incluye las áreas agrícolas y los espacios donde pastaron y albergaron sus recuas de animales, formaron el circulo mayor base de la interacción comunal y familiar, a diferencia de los recintos que constituyeron espacios temporales en la vida de los agricultores serranos. Esto nos hace pensar en la perspectiva del espacio global que el espíritu de la comunidad estuvo dado en la aldea en la cual reflejaron su imagen y tradiciones. Rapaport (1972) plantea antecedentes etnográficos que nos ayudan a entender este sistema al señalar que en el caso de las culturas indígenas «la aglomeración de las casas como un conjunto fue considerada como un cuadro de vida, la casa es simplemente una parte de este dominio más íntimo, más cerrado y más resguardado». Este concepto es posible analizarlo a través de los símbolos. Al respecto Caiuby Novaes et al. (1983) señalan que los niños de las comunidades amazónicas como los bororo, xavantes, warzana, xinguanos, etc. jamás dibujan una casa aislada, sino un conjunto de ellas formando una aldea. En cuarto lugar respecto a las áreas de actividad observamos una sectorización de éstas en los distintos poblados; presentan algunas de ellas similitud en cuanto a las características funcionales planteadas por Manzanilla (1986: 11-13), es decir áreas de producción, uso o consumo, almacenamiento y evacuación. Sin embargo, en el caso de la sierra de Arica, éstas se dieron al parecer en espacios de mayor convergencia social tales como la chacra, plazas o estructuras comunales como las kallankas durante el período Inca. En los recintos habitacionales no se observan áreas de actividad especializadas al parecer el tiempo que los individuos permanecieron en ellos fue reducido aún cuando estos recintos cumplieron su función de espacios de alimentación y refugio. En cuanto a las áreas de almacenamiento, éstas fueron construidas en sectores determinados de los asentamientos vinculados a los corrales. El análisis del espacio habitacional permite inferir que los pobladores que ocuparon dichos asentamientos fue gente que aprovechó las características topográficas del terreno planificando los poblados bajo un sistema de autodefensa que es común en los sitios de la sierra durante los períodos Intermedio Tardío y Tardío. Éste habría sido construido entre otras razones como consecuencia de conflictos interétnicos, los que se produjeron tal vez por intereses del uso del agua y espacios agrícolas. Algunas referencias dadas a conocer por Vasquez de Espinosa (1948 [1618]) nos hablan de la tensión que provocaba el uso del agua para el riego en las poblaciones del sector alto del valle de Azapa, como Humagata, especialmente en períodos de escasez del recurso hídrico. De acuerdo a lo planteado por Ruiz & Albeck (1997) estos asentamientos están dentro de la categoría de pukara que corresponderían a asentamientos elevados naturalmente protegidos y de acceso dificultoso, con gran visibilidad de su entorno. Sin embargo, tenemos que dejar establecido que no hay extensos muros defensivos. Sus emplazamientos están cercanos a caminos o vías de circulación, algunas de ellas construidas en época preinca incluso anterior a ésta (Muñoz & Briones, 1998).
14. La población
Si consideramos que la cerámica a través de los estilos decorativos pudo haber sido un indicador de etnicidad existiría una alfarería que caracterizaría un estilo local propio de los valles costeros como fueron: San Miguel, Pocoma y Gentilar que definirían la Cultura Arica. Otro estilo lo constituiría Charcollo que estaría vinculado a una población local de naturaleza serrana, propia de los valles altos de Arica (Romero, 2003). Otros estilos de aparente origen altiplánico
352 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos circumtiticaca lo conforma la tradición Negro sobre Rojo representado por el estilo Chilpe y en el caso particular de Lupica el estilo Tumilaca, lo cual confirmaría la presencia de poblaciones vinculadas al epílogo de Tiwanaku. Estos tipos decorativos expresan claramente una interacción de estilos de orígenes distintos, uno costero-valluno y otro serrano-altiplánico, esta situación podría traducirse en una presencia de dos tradiciones culturales interactuando en un espacio como la sierra ariqueña que articuló ambas tradiciones. La población nativa de estos valles serranos manufacturó la alfarería no decorada, especialmente de uso doméstico, como las que presentan pastas tipo, 103, 104 y 105 preferentemente de color grises, rosaseas y cafesosas con formas de ollas y jarras principalmente (Santos, 1998). Sus semejanzas con los tipos manufacturados en la costa nos sugieren una tradición más local elaboradas por las poblaciones de los valles costeros tal vez perteneciente a la Cultura Arica. Esta interacción habría perdurado por varios cientos de años, aunque los fechados logrados para los estilos mencionados son más bien tardíos: 1476 d. C. promedio para Huaihuarani, 1468 d. C. promedio para Saxamar y 1522 d. C. promedio para Lupica. A pesar de estas fechas sugerimos que la emergencia de estos poblados y la interacción que se produjo en ellos, los sitúa a partir de 1300 d. C., perdurando hasta el período de contacto indígena-europeo. Desde el punto de vista de la población, las osamentas, fundamentalmente cráneos hallados en Lupica constituyen junto a las osamentas de Incauta, Codpa (Aufderheide, 1987) las únicas evidencias de naturaleza física estudiadas y que se asocian a gente prehispánica de origen serrano. Estos hallazgos comprueban la existencia de una población que vivió y fue enterrada en dichos poblados, a pesar de abandonos producidos por situaciones de escasez de alimentos o de enfrentamiento.
Referencias citadas
Albarracin, J & Mathews, J. E., 1990 – Asentamientos Prehispánicos del valle de Tiwanaku, vol. 1; Bolivia, La Paz. Aldenderfer, M., 1990 – Cronología y Definición de las fases Arcaicas en Asana, Sur del Perú. Chungará, 24-25: 13-35. Auderheide, A., 1987 – Restos humanos del Pukará de Incauta. El poblamiento prehispánico tardío en el valle de Codpa. Una aproximación a la historia regional (Muñoz, Chacama & Espinosa). Chungará, 19: 7-70; Arica. Bermann, M. & Graffman, G., 1989 – Arqueología de Lukurmata. In: La tecnología y organización de la producción agrícola en el Estado de Tiwanaku (Kolata A., ed.) 2 (7): 153-172. Binford, L., 1988 – En busca del pasado; España, Barcelona: Crítica. Arqueología. Caiuby, S., Ladeira, A. M., Da Silva, L., Vidal, C., Gallois, s. d. & Hussak, L., 1983 – Habitacoes Indígenas. Nobel editora de Universidades de San Paulo. Criado, F., 1996 – La arqueología del paisaje como programa de gestión integral del Patrimonio Arqueológico. PH Boletín, 14: 15-19; España. Dauelsberg, P., 1983 – Investigaciones arqueológicas en la sierra de Arica. Chungará, 11: 63-84; Arica. Flannery, K., 1976 – The Early Mesoamérica Village; New York: Academic. Press. Goldstein, P., 1989 – OMO, A Tiwanaku Provincial Center un Moquegua, Perú. Unpublished Ph. D. Dissertation Department of Anthropology. The University of Chicago. Gordillo, J., 1996 – Desarrollo Regional Tardío y ocupación Inca en la Pre-Cordillera de Tacna. Ciencia y Desarrollo, 3: 96-111; Tacna.
353 Iván Muñoz Ovalle
Heredia, M., 1993 – Las torres funerarias de Kullikulli. Pumpunku, 2 (5-6): 162- 171. Hyslop, J., 1992 – Qhapaqñan: El sistema vial incaico, 268 p.; Lima: Instituto Andino de Estudios arqueológicos. Janusek, J., 2001 – Diversidad Residencial y el Surgimiento de la Complejidad en Tiwanaku. Boletín de Arqueología PUCP, 5: 251- 294; Lima. Kent, S., 1990 – Activity areas and architecture: An interdisciplinary view of the relationship between use of space and domestic built en viroments. In: Domestic architecture and the use of space: an interdisciplinary cross-cultural study (Kent, S., ed.): 1-8; Cambridge: Cambridge University Press. Kolata, A., 1989 – Arqueología de Lukurmata. In: La tecnología y organización de la producción agrícola en el estado de Tiwanaku (Kolata. A., ed.) 2 (1): 13-40. López, D., & Molina, d., 1986 – Unidades habitacionales Prehispánicas de Puebla y Tlaxcala. In: Unidades habitacionales Mesoamericanas y sus áreas de actividad (Manzanilla, L., ed.); México, D. F.: IIA/UNAM. Manzanilla, L., 1986 – Unidades habitacionales Mesoamericanas y sus áreas de actividad. In: Unidades habitacionales Mesoamericanas y sus áreas de actividad; México D. F.: IIA/ UNAM. Middleton, W. & Price, D., 1996 – Identification of activity areas by multi-element chacarterization of sediments from modern and archaeological house floors using inductively coupled plasma-atomic emission spectroscopy. Journal of Archaeological. Science, 23: 1-15. Muñoz, I., 2004 – Estrategias de organización prehispánicas en el valle de Azapa: el impacto de la agricultura en un valle del desierto costero; Chile, Arica: ediciones Universidad de Tarapacá. Muñoz, I., 2005 – Ocupación del espacio doméstico y áreas de actividad generadas en el asentamiento prehispánico de San Lorenzo. Dialogo Andino, volumen en edición. Muñoz, I., & Briones, l., 1998 – Poblados, rutas y arte rupestre precolombinos de Arica: descripción y análisis de sistema de organización. Chungará, 28 (1-2): 47-84; Arica. Muñoz, I., chacama, j., & Santos, m., 1997 – Tambos, pukaras y aldeas, evidencias del poblamiento humano y de contacto indígena-europeo en el extremo norte de Chile: análisis de los patrones de habitacionales y nuevas dataciones radiométricas. Diálogo Andino, 16: 123-190; Arica. Nielsen, A., 2001 – Evolución del espacio doméstico en el norte de Lipez (Potosí, Bolivia). Ca. 900-1700 d. C. Estudios Atacameños, 21: 41-62; San Pedro de Atacama. Nielsen, A. & Rivolta, m. c., 1997 – Asentamientos residenciales de ocupación breve en la quebrada de Humahuaca (Jujuy, Argentina). Chungará, 29 (1): 19-33; Arica. Niemeyer, H. & Schiappacasse, v., 1981 – Aportes al conocimiento del periodo tardío del extremo norte de Chile: análisis del sector Huancarane del valle de Camarones. Chungará, 7: 3-104; Arica. Niemeyer, H., Schiappacasse, v., & Solimano, i., 1971 – Patrones de poblamiento en la quebrada de Camarones. In: Actas del VI Congreso Nacional de Arqueología Chilena: 115-138; Santiago. Núnez, L., 1982 – Temprana emergencia del sedentarismo en el desierto chileno: Proyecto Caserones. Chungará, 9: 80-123; Arica. Rapoport, A., 1972 – Pour une anthropologie de la maison, xiv + 209 p.; Paris: Dunod. Rappaport, L., 1990 – Systems of activities and systems of settings. In: Domestic architecture and the use of space: an interdisciplinary cross-cultural study, (Kent, S., ed.): 9-20; Cambridge: Cambridge University Press. Rivera, M., Shea, d., Carevic, a., & Graffam, g., 1995-1996 – En torno a los orígenes de las sociedades complejas andinas: Excavaciones en Ramaditas, una aldea formativa en el desierto de Atacama, Chile. Diálogo Andino 14-15: 205-240; Arica.
354 Sierra de Arica: asentamientos agrícolas prehispánicos tardíos
Romero, A., 1999 – Ocupación multiétnica en la sierra de Arica: arquitectura, uso del espacio y distribución cerámica en el poblado arqueológico de Huaihuarani. Boletín Zeta. www. Masma.Uta.cl. Romero, A., 2003 – Chullpas de barro, interacción y dinámica política en la precordillera de Arica durante el periodo Intermedio tardío. Textos antropológicos, 14 (2): 83-104; La Paz, Bolivia. Ruiz, M. & Albeck, m., 1997 – El fenómeno pukara visto desde la puna Juneña. Cuadernos, 9: 233-256; Jujuy. Santoro, C., 1995 – Late prehistoric regional interaction and social change in a coastal valley of northern Chile, 381 p. Doctoral Dissertation, University of Pittsburgh. Santoro, C., Hidalgo, j. & Osorio, a., 1987 – El estado Inca y los grupos étnicos en el sistema de riego de Socoroma. Chungará, 19: 71-92; Chile, Arica. Santos, M., 1998 – Análisis tipológico de la cerámica de la sierra de Arica; Arica. Segundo informe FONDECYT 1950980. Stanish, CH., 1989 – Arqueología de Lukurmata. In: La tecnología y organización de la producción agrícola en el estado de Tiwanaku (Kolata, A., ed.), 2 (3): 41-57. Stanish, CH., 1990 – Complementariedad zonal en Moquegua. Una aproximación desde el valle de Otora. Gaceta Arqueológica Andina, V (18-19): 137-157. Schiappacasse, V. & Niemeyer, h., 1998 – Continuidad y cambio cultural en el poblado actual colonial e Inca de Pachica, Quebrada de Camarones. Chungará, 29 (2): 209-248; Arica. Trigger, B., 1990 – A history of archaeological thought; Cambridge: Cambridge University Press. Vásquez de Espinosa, A., 1948 [1618] – Compendio y descripción de las Indias Occidentales; Washington: Smithsonian Institution. Wilk, R. & Ashmore, w., 1988 (eds.) – Household and community in the Mesoamerican Past; Albuquerque: University of New Mexico Press. Williams, P., Isla, j. & Nash, d. j., 2001 – Cerro Baul: Un enclave Wari en Interacción con Tiwanaku. Boletín de Arqueología PUCP, 5: 69-87; Lima.
355 Iván Muñoz Ovalle
Pedidos: IFEA, Casilla 18-1217, Lima 18 - Perú, Tel. 447 60 70 Fax: 445 76 50 - E-mail: [email protected] Web: http://www.ifeanet.org
Coedición: IFEA - PUCP
356 BulletinPatrón de de asentamiento l’Institut Français y uso del d’Études espacio. Precordilleraandines / 2005, de Arica, 34 extremo(3): 357-378 norte de Chile, siglos )&%!X-XV
Patrón de asentamiento y uso del espacio. Precordillera de Arica, extremo norte de Chile, siglos X-XV*
Juan Chacama R.**
Resumen
Sobre la base de un trabajo previo de prospección y análisis de un conjunto de más de treinta sitios arqueológicos se presenta una aproximación a los patrones de asentamientos existentes en la precordillera de Arica, norte de Chile durante los siglos X al XV. Se proponen dos grandes patrones arquitectónicos: circular y rectangular, cada uno asociado a diferentes momentos de la prehistoria regional; el primero al período Intermedio Tardío y el segundo al período Tardío u Horizonte Inca. Se presenta una distribución espacial de ambos patrones y la forma de utilización del espacio productivo. Ambas situaciones, patrones arquitectónicos y uso del espacio constituye lo que denominamos en este trabajo patrones de asentamiento.
Palabras clave – patrones de asentamiento, siglos X al XV, precordillera de Arica - Chile, Andes del Sur
Modèle d’aménagement et d’utilisation de l'espace. Précordillère d'Arica, extrême nord du Chili, Xe- XVe siècles
Résumé
À partir d’un travail préalable de prospection et d’analyse d’un ensemble de plus de trente sites archéologiques, l’auteur présente un essai de modèle d’aménagements existants dans la précordillère d’Arica, au nord du Chili, du Xe au XVe siècles. Deux grands modèles architecturaux s’offrent à nous : circulaire ou rectangulaire, chacun associé à différents moments de la préhistoire régionale : le premier à la période Intermédiaire Récente et le deuxième à la période Récente ou l’époque Inca.
* Este trabajo es el resultado del proyecto FONDECYT 1040296. ** Académico del Departamento de Arqueología y Museología. Universidad de Tarapacá, Arica - Chile. E-mail: [email protected]
357 Juan Chacama
La distribution spatiale des deux modèles est présentée ainsi que le mode d’utilisation de l’espace productif. Les deux cas, modèles architecturaux et d’utilisation de l’espace, constituent ce que nous appelons dans cet article un modèle d’aménagement.
Mots clés – modèles d’aménagemet, Xe au XVe siècles, Précordillère d’Arica - Chili, Andes du Sud
Settlement pattern and the use of the space. Premountain range of Arica, Northern Chile, AD X - XV
Abstract
On the basis of the survey and analysis of a set of about of thirty archaeological sites, an approach is offered to the settlements patterns existing in the premountain range of Arica, northern Chile during centuries X to the XV. Two great architectonic patrons are identified: circular and rectangular, each one associated with different moments of regional prehistory- the first is linked to the Late Intermediate Period and the second to the Late Horizon Period or Horizon Inca. A spatial distribution of both patterns can be identified and it gives form to the use of productive space. Both situations- architectural patterns and use of the space -constitute what we refer to in this work like settlements patterns
Key words – Settlement patterns, X to the XV centuries, Precordillera de Arica - Chile, South Andes
1. Generalidades
Como precordillera de Arica, consideramos en el presente trabajo al segmento de la vertiente occidental de la Cordillera de los Andes ubicado entre las coordenadas (UTM) 7 860 000 N y 8 020 000 N, con una altura promedio de 3 600 msnm1. Su geomorfología está definida por una serie de pequeños valles que con dirección Este-Oeste, alimentan cuatro grandes sistemas fluviales u hoyas hidrográficas: Lluta, Azapa, Codpa y Camarones. A lo largo de dicha zona se encuentra distribuido un conjunto de sitios arqueológicos, que conocidos comúnmente bajo el término genérico de los «pukaras de la sierra de Arica» (Dauelsberg, 1983), constituyen la base de datos de este trabajo2. El método utilizado sigue la tendencia de trabajos anteriores (Muñoz et al., 1987a; 1987b; 1997) en los cuales hemos centrado nuestra atención en el patrón arquitectónico o constructivo, de los diferentes poblados, específicamente en la planta de los recintos analizados. Siguiendo dicha línea, planteamos ahora obtener una visión global del área de estudio, intentando una aproximación a los patrones de asentamiento y uso del espacio en la precordillera de Arica, entre los siglos X y XV.
1 La zona en cuestión corresponde hoy en día a la provincia de Parinacota, Primera Región de Chile. 2 El trabajo de prospección y excavación incluye un conjunto de aproximadamente 30 sitos arqueológicos ubicados en la sierra ariqueña, con sus respectivos levantamientos topográficos. A estos hemos sumado el resultado de similares investigaciones realizadas por otros investigadores en la zona de estudio.
358 Patrón de asentamiento y uso del espacio. Precordillera de Arica, extremo norte de Chile, siglos X-XV
1. 1. La cuestión temporal
La temporalidad de los sitios arqueológicos que sirven de base a este análisis ha sido discutida con profundidad en artículos previos (Muñoz et al., 1987a; 1987b; 1988). En esta oportunidad, nos interesa resaltar que las dataciones absolutas obtenidas, más el análisis estilístico de los fragmentos recolectados, entrega un parámetro temporal de seis siglos de ocupación (+/- 1000 - 1600 d. C.), lo que en términos de la periodificación crono-cultural del extremo norte de Chile, corresponde a los períodos Intermedio Tardío, Tardío y Colonial Temprano. En este trabajo nos haremos cargo del análisis de los patrones de asentamiento correspondientes a los dos primeros períodos mencionados.
1. 2. La cuestión cultural
La investigación etnohistórica realizada en la precordillera de Arica nos permite ver que durante el siglo XVI existió un control político de la zona por parte de la etnia Caranga, cuyo origen debiera remontarse a épocas prehispánicas (Durston & Hidalgo, 1999; Hidalgo, 1999; Hidalgo & Durston, 1998; Rivière, 1982). La etnia Caranga corresponde a una de las grandes agrupaciones étnicas de habla aymara que habitaron y habitan el altiplano meridional a partir del siglo X d. C. En la actualidad ocupan el espacio territorial inmediatamente al este de la frontera chileno-boliviana, en el altiplano de Bolivia, colindante con las provincias chilenas de Parinacota e Iquique. Aunque los orígenes Caranga son aún inciertos, se sabe que este grupo étnico constituyó una formación política de gran alcance y complejidad que le ha valido la denominación de Jefatura o Señorío (Michell, 2000; Rivière, 1982) y, al igual que otras organizaciones políticas semejantes (Lupacas y Pacajes) habrían utilizado el control territorial de diversos pisos ecológicos, según el modelo de verticalidad, propuesto por J. Murra (1975). Desde el punto de vista de la arqueología, durante la época del período Intermedio Tardío o preinca, la precordillera de Arica habría actuado como una especie de Taypi, donde se articuló la presencia de dos grandes núcleos poblacionales: las poblaciones altiplánicas por una parte y las poblaciones locales o de valles occidentales3. El tipo de articulación que allí se dio ha sido catalogado como de «convivencia y conflicto» (Muñoz et al., 1987a; Muñoz & Chacama, 1999). De convivencia, por tanto se han detectado rasgos significativos de ambas poblaciones, dispuestos de forma homogénea a lo largo de todos los sitios estudiados y, de conflicto, por la presencia de aldeas con carácter defensivo (Pucaras), ubicadas estratégicamente en lo alto de cerros en cada uno de los valles prospectados. La coexistencia señalada ha sido concebida de diferentes maneras según el área de investigación y según diversos investigadores. Algunos ejemplos: un control de la sierra por parte de las poblaciones de valles occidentales sobre las altiplánicas en el Valle de Codpa (Muñoz et al., 1987b); una coexistencia simétrica en un mismo poblado en el Valle de Belén (Romero, 1999); una coexistencia simétrica en dos poblados distintos en una misma área en el Valle de Camarones (Niemeyer et al., 1972-1973). Lo anterior indica que si bien en términos generales la sierra ariqueña presenta durante el período Intermedio Tardío una visión transversal homogénea, esta se diluye cuando el análisis se sectoriza en valles específicos. En otras palabras, durante el período Intermedio Tardío, en la precordillera de Arica se llevó a cabo una relación intercultural de convivencia y conflicto entre poblaciones de valles occidentales y poblaciones altiplánicas. La forma de esta interacción pareciera haber tenido variantes entre las distintas áreas geográficas (valles) que componen esta zona.
3 Otros autores han sugerido la presencia de una tercera población, propia de la precordillera la cual habría sido el eje de articulación entre las poblaciones altiplánicas y la de valles costeros; esto sería una ocupación multiétnica en la sierra de Arica (cf. Romero, 1999; Santoro et al., 2000).
359 Juan Chacama
Sobre la situación cultural anteriormente planteada, se impuso, durante el período Tardío, la presencia del Estado Inca, detectada ésta por dos rasgos culturales distintivos: cerámica asociada a la expansión incaica y, sobre todo, por una arquitectura que, guardando la proporción con la arquitectura de los grandes centros incaicos, revela sin lugar a dudas la presencia del Estado en la zona. El estudio de la red de asentamientos Inca en la precordillera de Arica, ha proporcionado una primera mirada al tipo de administración e interacción que el Estado tuvo con y sobre las poblaciones que ocupaban la zona en estudio y cuya hipótesis más aceptada continúa siendo la de A. Llagostera, quien planteó un dominio indirecto de la vertiente occidental de los Andes vía poblaciones altiplánicas (Llagostera, 1976), hipótesis a la cual se han sumado otros autores (cf. Hidalgo & Santoro, 2001; Muñoz et al., 1987a; 1987b; Niemeyer & Shiappacasse, 1988; Shiappacasse & Niemeyer, 1997; 2002). En lo específico se ha señalado que la presencia Inca en la zona tuvo un carácter político, administrativo y económico (Schiapacasse & Niemeyer, 1997), siendo uno de sus objetivos el brindar apoyo logístico a las rutas que conducen a diversas zonas de interés económico (Niemeyer & Shiapacasse, 1988: 142) con algunos centros administrativos locales como Saguara en la cuenca de Camarones (Schiapacasse & Niemeyer, 2002: 79-82) y Zapahuira en la cuenca de Azapa (Muñoz et al., 1997: 135) en lo económico, la presencia Inca se orientaría al control pecuario y de bofedales en la cuenca del salar de Surire, del lago Chungara y Caquena entre otros (Aldunate, 2001a; Niemeyer & Schiappacsse, 1988; Muñoz & Chacama, 1993; Romero & Briones, 1999) y hacia una explotación agraria en los valles y de recursos marinos en la costa (Aldunate, 2001a; Niemeyer & Schiappacsse, 1988; Santoro et al., 2000).
2. El Patrón Arquitectónico
A fines de la década de 1990, nuestras investigaciones en la sierra ariqueña nos llevaron a plantear dos tipos de patrones arquitectónicos bien definidos. Uno de composición colmenar, con recintos circulares aglutinados, ubicado en las laderas o cima de los cerros y que denomináramos Patrón Circular. El otro, de base rectangular, ubicado en la periferia de los sitios de Patrón Circular o aislado de éstos, que denomináramos Patrón Rectangular (Muñoz et al., 1997). A continuación se presenta un resumen de la caracterización que hiciéramos de los patrones arquitectónicos señalados.
2. 1. El Patrón Circular
En términos culturales y temporales, el Patrón Circular se asocia con la ocupación de las poblaciones locales, las que interactuaron en un mismo espacio doméstico-habitacional con poblaciones cuyo núcleo poblacional se encuentra en el piso altiplánico inmediatamente colindante a la precordillera de Arica, especialmente con grupos Caranga. Ambas poblaciones, la de valles occidentales y la altiplánica, fueron definidas a través de la presencia de estilos cerámicos representativos. Por su parte, los sitios identificados bajo el Patrón Circular según ciertas características constructivas y, especialmente, según su lugar de emplazamiento, fueron denominados como aldeas o como pucaras4.
2. 1. 1. Las aldeas
Corresponden a sitios con estructuras de planta circular de diversos diámetros, construidos con una o dos hiladas de piedras. Su característica principal es su emplazamiento en lugares aledaños a la ladera de un cerro, o en la ladera misma. Los recintos de planta circular están hechos de mampostería simple, generalmente sin uso de aglomerante en la unión de las piedras. Cuando el asentamiento se encuentra ubicado en la
4 Pucara, palabra aymara que significa castillo, fortaleza (Bertonio, 1984 [1612], II: 275).
360 Patrón de asentamiento y uso del espacio. Precordillera de Arica, extremo norte de Chile, siglos X-XV
Superficie emparejada ladera de los cerros, la porción Talud del muro más distante a esta Interior recinto presenta mayores proporciones Muro externo (contención del talud) que aquella porción adosada Muro interno a la ladera, actuando a la vez como muro del recinto y como muro contenedor del talud de la ladera (fig. 1a). Del mismo modo, mientras más abrupta la pendiente, los recintos tienden a tomar formas más elípticas, esto como una respuesta de Talud adecuación a la disponibilidad del terreno. Los recintos circulares, pueden presentar diversos rangos de diámetro y estar constituidos por una o dos hiladas de piedras. Aquellos Figura 1a – Esquema en corte. Recinto habitacional que presentan dos hiladas de piedra, generalmente presentan un relleno interior constituido por piedras de menor tamaño y barro, en cuyo caso, los muros pueden llegar a tener entre 80 y 90 cm de espesor. Los muros simples de una hilada presentan mayor variedad en su espesor, una gran parte de los ejemplos cuantificados tiene sus bases constituidas por grandes bloques que pueden superar el metro de espesor, disminuyendo a medida que aumenta la altura del muro (fig. 2). Un cruce de la información obtenida: diámetro del recinto vs. hiladas constructivas, entregó las siguientes tendencias (tabla 1). Figura 1b – Plano no típico de un patrón tipo «colmenar» Esquema sitio Chapicollo 1
Tabla 1 – Diámetro del recinto, hiladas constructivas y función
Rango de Ø del recinto N° de hiladas constructivas Función (tendencia) 1 - 1,5 m Una o dos hiladas Depósito o sili 8 - 15 m Una hilada Corral 2 - 5 m Dos hiladas Recinto habitacional
Algunos rasgos constructivos particulares que presentan los recintos circulares, son los vanos. La mayoría de los recintos de doble hilada con y sin relleno interior, especialmente aquellos mayores a 3 m de diámetro, denotan aberturas que habrían constituido vanos de acceso; estas tienen un
361 Juan Chacama
Esquema Recintos Habitacionales promedio de 60 cm de ancho y están Rango diámetro 2 a 5 m delimitadas por piedras mayores que las del resto del muro, con esquinas Muro doble con relleno Muro doble sin relleno Recinto con pasillo bien definidas (fig. 2). Curiosamente, - apéndice en todos los poblados estudiados, no hemos detectado la presencia de un dintel que corone estos vanos, lo que nos hace suponer que este elemento arquitectural no fue constitutivo del Patrón Circular. Otros rasgos particulares de este Esquema estructura Corral patrón, aunque de mucho menor recurrencia, son los denominados pasillos-apéndices5. Estos se presentan como una prolongación de una parte Esquema Silo del círculo perimetral, que nace a Rango diámetro 1 a 1,5 m partir del vano de acceso (fig. 2). Su (revoque interior en ocasiones) función podría estar directamente Rango de diámetro 8 a 5 m vinculada con la protección del recinto contra el desplazamiento de aguas de lluvia hacia su interior. Por último, se han detectado también situaciones de revoque (recubrimientos de barro) en el interior de recintos con un diámetro menor a 1,5 m, lo que +/- 80 cm estaría estrechamente vinculado al tratamiento de silos de almacenaje (fig. 2). Respecto al plano general que las aldeas presentan, este puede ser Vano de acceso caracterizado como una formación «colmenar» (fig. 1b); esta se compone de un conjunto de recintos circulares Figura 2 – Esquemas de estructuras del Patrón Circular distribuidos sobre el terreno sin una planificación aparente, los que pueden estar aislados o nucleados (dos o más recintos), a veces compartiendo parte de un mismo muro. No obstante el aparente «desorden» de este tipo de patrón, la mayoría de estas aldeas presentan espacios bastante definidos y diferenciados. Así, en ellas se puede distinguir un espacio doméstico concentrado, un sector donde se ubican estructuras para almacenaje y un sector para entierros; los dos últimos sectores se ubican generalmente en la periferia o en los extremos del núcleo habitacional. Por último, hay que considerar los espacios abiertos (a veces delimitados por muros bajos) comúnmente denominados «plaza» que se encuentran en un extremo o insertos en el sitio mismo, a las que se les ha atribuido funciones de intercambio de bienes y/o ceremoniales.
2. 1. 2. Los pucaras
Los pucaras o aldeas defensivas, en términos constructivos, presentan las mismas características que las aldeas. Tienen recintos habitacionales similares a los descritos previamente y utilizan las mismas características constructivas. Del mismo modo, se aprecian en ellos la presencia de estructuras menores clasificadas como silos; no se percibe la presencia de recintos tipo corral.
5 Este rasgo solo ha sido detectado en los sitios Chapicollo 1 y Cobija 1 y algunos recintos de Huaihuarani.
362 Patrón de asentamiento y uso del espacio. Precordillera de Arica, extremo norte de Chile, siglos X-XV
Se diferencian de las aldeas por su emplazamiento «estratégico» en la cima de un cerro o en sectores escarpados. Poseen una o dos corridas de grandes piedras a manera de un muro perimetral, el que habría cumplido funciones defensivas. En varios de ellos, existe un espacio libre detrás del muro defensivo o entre ellos cuando existe más de uno. En el caso que los pucaras se encuentren rodeados por laderas escarpadas, el muro defensivo se encuentra en el lugar de más fácil acceso al sitio. Dependiendo su ubicación pueden ser caracterizados como: Pukaras de media altura Cuando se encuentran en conos de deyección o en salientes de las laderas de los valles, a una altura menor que la cumbre. Pukaras de cumbre Cuando se encuentran en la cima de un cerro isla. Aldea y pucara En tales casos el sector de pucara (sector defensivo) se encuentra contiguo a la aldea, ubicándose en la zona más escarpada de esta (fig. 3).
Ladera de valle Cono de deyección o saliente Pukara Cerro «Isla»
Pukara
Pukara de cima Pukara de media altura
Pukara Pie de loma Sector menos accesible
Aldea Aldea Sector menos abrupto
Aldea Aldea - Pukara
Figura 3 – Clasificación de los pukaras y aldeas según su ubicación espacial
2. 1. 3. Distribución espacial del Patrón Circular En ocasiones anteriores hemos caracterizado y definido en forma independiente el patrón arquitectónico de diversas áreas y sitios estudiados (Muñoz et al., 1987a; 1987b; 1997; Muñoz & Chacama, 1993; 1997). En esta ocasión intentaremos constituir un panorama general de la sierra de Arica, incorporando al análisis propuesto un conjunto de sitios estudiados a partir del año 2000, como también un conjunto de sitios estudiados por otros equipos de investigación, que se ubican en las cabeceras de las cuencas hidrográficas involucradas en el área en estudio6. A continuación se presentan cuatro tablas que resumen el Patrón Circular y su distribución espacial en la precordillera de Arica. Estas corresponden a sitios arqueológicos ubicados en las cabeceras de las cuatro cuencas hidrográficas de importancia: Lluta, Azapa, Codpa y Camarones. Las tablas están acompañadas por un plano esquemático que muestra la ubicación de los sitios indicados (fig. 4).
6 Estas cabeceras de cuenca corresponden al Valle de Lluta, estudiado sistemáticamente por C. Santoro y colaboradores, y el valle de Camarones investigado durante décadas por H. Niemeyer & V. Schiappacasse.
363 Juan Chacama
Tabla 2 – Cuenca del valle de Lluta (cabecera)
SITIO SECTOR TIPO SITIO REFERENCIA Coca Socoroma Aldea Santoro et al., 1987 Calacruz Socoroma Pucara media altura Muñoz & Chacama, 2005 Dauelsberg, 1995 [1959]*, Muñoz & Cachuchatiza Socoroma Pucara Chacama, 2005 * Levantamiento topográfico
Tabla 3 – Cuenca hidrográfica del valle de Azapa (cabecera)
SITIO SECTOR TIPO SITIO REFERENCIA Pubriza Valle Azapa Poblado Muñoz & Chacama, 1999; Muñoz & Santos, 2000 Ancopachane Belén Poblado Dauelsberg, 1983 Huaihuarani Belén Aldea/Pucara Dauelsberg, 1983; Muñoz et al., 1997; Romero, 1999 Incahullo Belén Poblado Dauelsberg, 1983 Trigalpampa Belén Poblado Dauelsberg, 1983 Pujone Chapiquiña Aldea/Pucara Muñoz & Chacama, 2005 Laco Alto Chapiquiña Poblado Muñoz & Chacama, 1999 Caillama Chapiquiña Pukara Romero, 1999; 2002; Muñoz & Chacama, 2005 Lupica Lupica Aldea/Pucara Muñoz et al., 1997 Saxamar Tignamar Poblado Muñoz et al., 1997 Charcollo Tignamar Poblado Dauelsberg, 1995 [1959]; Muñoz & Chacama, 2005 Chapicollo 1 Zapahuira Poblado Muñoz et al., 1987a Chapicollo 2 Zapahuira Pukara de cumbre Muñoz et al., 1987a Huaycuta Zapahuira Pukara de cumbre Muñoz et al., 1987a
Tabla 4 – Cuenca hidrográfica del valle de Codpa (cabecera)
SITIO SECTOR TIPO SITIO REFERENCIA Incauta Incauta Aldea/Pucara Muñoz et al., 1987b Vila Vila 1 Vila Vila Pucara de media altura Muñoz et al., 1987b Vila Vila 2 Vila Vila Pucara de media altura Muñoz et al., 1987b Molle Grande 1 Molle Grande Pucara de media altura Muñoz et al.,1987b Cobija 1 Cobija Pucara de cumbre Muñoz et al., 1997 Cobija 2 Cobija Aldea Muñoz et al., 1997
Tabla 5 – Cuenca hidrográfica del valle de Camarones (cabecera)
SITIO SECTOR TIPO SITIO REFERENCIA Sabaipugro Camarones Pucara de altura Niemeyer et al., 1972-1973 Chibaljaya 1 Camarones Aldea Niemeyer et al., 1972-1973 Chibaljaya 2 Camarones Pucara de altura Niemeyer et al., 1972-1973 Quiguatama 2 Camarones Aldea Niemeyer et al., 1972-1973 Saguara 3 Saguara Aldea Niemeyer et al., 1972-1973 Miñita 2 Miñita Pucara de altura Muñoz et al., 1997; Muñoz & Santos, 1998 Miñita 3 Miñita aldea Muñoz et al., 1997; Muñoz & Santos 1998 Miñita 4 Miñita Aldea Muñoz et al., 1997; Muñoz & Santos 1998
364 Patrón de asentamiento y uso del espacio. Precordillera de Arica, extremo norte de Chile, siglos X-XV
i n a n u n C nió Arojani . a. U llo a brd Vn. Taapaca o d Q g r a b R Q Lagunas io M M a Cotapampa ill rd s u Nvdo. Sajama b iritu Pi sp sic Q a. E a a brd Las Quebradillas Lagunas arz Q G Cota Cotani . La rda b os Q crit s Es e lo a. D brd Coca Lago Chungara Q Pujone, Cachuchatiza Chapicollo 1 y 2 Huaycuta Copaquilla 1 y 2 Laco Alto Laco Bajo, Vn. Guallatire Valle de Lluta Cayllama nes ardo a. C Pubrisa Ancopachane Qbrd
Chajpa R í o
L Huayhuarani a Trigalpampa u c a Lupica Laguna Macaya auca Valle de Azapa Saxamar Rio L ira ahu hi J Charcollo jac Ka Rio Laguna Cº Marquez Sacabaya
Cobija 1 y 2
Umirpa Incauta Vila Vila 1 y 2 Salar de Surire Molle Grande 1
Valle de Codpa a ni ar Saguara 3 alla gu Um a da. . S Pta. Madrid br da Río Ajatama Q br Q R o ío
r C arit 2 a
2
g y
a
y
u
a
p
i
1
m
a
a
a
b
t s y
a e a on a r j
S a l am u
C a
g de i
lle b Va i u
h
Q
C Miñita 1,2,3 y 4
Qb rda. Suca
illa am et . R da br Q
Figura 4 – Distribución espacial del Patrón Circular, precordillera de Arica Figura 4 Cartografía esquemática Distribución espacial Patrón Circular, precordillera de Arica. Cartografía esquemática
365 Juan Chacama
2. 2. El Patrón Rectangular
En términos culturales y temporales, el Patrón Rectangular está directamente asociado a la presencia Inca en la zona (Aldunate, 2001a; Muñoz et al., 1987a; 1987b; 1997; Niemeyer et al., 1972-1973; Niemeyer & Schiappacasse, 1988). Constructivamente se caracterizan por ser recintos cuadrangulares o rectangulares cuyas esquinas están definidas por ángulos rectos. Este indicador de esquina, aunque a primera vista simple, define en gran medida este patrón y lo diferencia de otros recintos que, también a primera vista, podrían calificarse como rectangulares, pero que una mirada más acuciosa caracteriza como una variante «más rectangular» del Patrón Circular (i. e. Vila Vila 2). La esquina en ángulo recto y la presencia de dintel en vanos de puertas y «ventanas», son algunas de las características constructivas del Patrón Rectangular que lo diferencian del Patrón Circular. Este patrón está principalmente asociado a construcciones con funciones específicas, inherentes a la administración Inca en la zona. En términos funcionales podríamos visualizar las instalaciones del Patrón Rectangular, bajo el concepto de Tambo Inca expuesto por Hyslop (1992). No obstante, según dicho autor, la arquitectura y tamaño de los tampus es sumamente variada y probablemente la única característica que les sea común; es su asociación con la red vial Inka o Qhapaqñan (camino real). Estas instalaciones, además de su condición de centros de alojamiento y almacenaje, destinados a servir de bastimento a funcionarios y al ejército del Estado, habrían cumplido funciones político-administrativas y de ceremonial público, aspectos indisolubles en la política de expansión incaica.
2. 2. 1. El camino real en la precordillera de Arica
Antes de proseguir con nuestro análisis del Patrón Rectangular, pensamos que es necesario hacer un breve resumen de lo que se ha considerado como un segmento del Qapaqñan en la precordillera ariqueña. No nos motiva en esta instancia hacer una discusión sobre las características constructivas de este camino ni mucho menos si se trata o no del Camino Real o de rutas previas, reutilizadas por el incario. Nuestra visión recoge más bien análisis previos sobre este tramo del camino Inca7, siendo nuestro punto de interés poner en relevancia que esta ruta se encuentra directamente vinculada al conjunto de aldeas y pucaras ya descritas y al conjunto de instalaciones caracterizadas bajo el título de Patrón Rectangular. Esta vinculación puede consistir en pasar directamente por determinadas instalaciones o algunos cientos de metros de distancia. Las áreas que este sistema vial involucra, de norte a sur y a una cota aproximada de 3 600 msnm, son: Socoroma (Coca, Calacruz, Cachuchatiza)8; Zapahuira (Chapicollo 1 y 2, Zapahuira 1 y 2, Huaicuta, Copaquilla 1 y 2); Chapiquiña (Lacco Alto, Pujone, Caillama), Belén (Ancopachane, Chajpa, Trigalpampa, Incahullo, Huahuarani); Lupica (Lupica), Saxamar (Saxamar); Ticnamar (Charcollo, Tangane); Cobija (Cobija 1 y 2); Codpa (Incauta); Saguara (Saguara I, II, III y IV). Paralelamente a este eje vial norte-sur, existen sistemas secundarios que bajan a lo largo de los valles uniendo sus cabeceras con la costa.
7 Para el tramo Socoroma-Zapahuira ver Santoro, 1983; para el tramo Zapahuira-Miñita ver Muñoz & Briones, 1998. Para aspectos específicos del sector de Belén ver Dauelsberg, 1983 y para el valle de Camarones ver Niemeyer & Schiappacasse, 1988 y Schiappacasse & Niemeyer, 2002. 8 Los nombres indicados para las áreas corresponden a los nombres de diferentes valles y que aún cuentan con población estable. Los nombres entre paréntesis corresponden a sitios arqueológicos comprendidos en las áreas o valles ya señalados.
366 Patrón de asentamiento y uso del espacio. Precordillera de Arica, extremo norte de Chile, siglos X-XV
2. 2. 2. Distribución espacial del Patrón Rectangular
A continuación examinaremos las diferentes instalaciones que conforman el Patrón Rectangular en la precordillera de Arica. Para tal efecto revisaremos las cabeceras de las cuatro cuencas hidrográficas que hemos analizado, sus diversos sectores y los sitios arqueológicos ubicados en cada uno de ellos. La tabla 6 que mostramos a continuación nos entrega un panorama general de las instalaciones con Patrón Rectangular asociadas a la presencia Inca en la zona. La función o tipo de instalación definida se obtuvo aplicando algunas categorías propuestas por Hyslop respecto al sistema de tampus (Hyslop, 1992), lo que diversos investigadores han señalado para cada uno de estos sitios y nuestra visión del problema la que tiene su base en el orden de cosas con el cual fue concebido el estado Inca, el cual fue replicado en las regiones incorporadas bajo el dominio del Tawantinsuyu9. Encontramos un punto de partida en T. Zuidema quien, en su búsqueda sobre la organización social del estado Inca, encontró en el sistema de ceques del Cuzco un punto de partida ideal para la comprensión de dicho sistema de organización. El sistema de ceques no solo habría funcionado como un calendario ceremonial sino que además su implementación involucraba la participación de los diferentes órdenes sociales existentes en la capital del imperio. Zuidema visualizó además que este sistema fue replicado en las distintas instancias territoriales que ocupó el estado Inca y cuyas reminiscencias aún son perceptibles en comunidades rurales del Perú contemporáneo (Zuidema 1995). Del planteamiento de Zuidema, nos interesa rescatar la idea de un orden central que fue replicado en las distintas instancias regionales involucradas bajo el Estado. Siguiendo una lógica similar, el sistema de asentamientos y planificación Inca replicó en las distintas regiones incorporadas al Estado, un patrón ideológico-arquitectónico conceptualmente más o menos similar al encontrado en el Cuzco. El Estado tuvo al respecto una suerte de plan maestro consistente en erigir similares tipos de edificios en los territorios conquistados, articulados éstos por una extensa red vial que abarcaba todo el territorio. Esta arquitectura cuya finalidad última era facilitar la administración del Estado, ya sea por medio de acciones logísticas o de actos político-ceremoniales, tuvo un patrón constructivo que remitió constantemente a la estructura epónima planificada y construida en la capital del imperio10. Una segunda idea necesaria de tener en cuenta son las características de los valles de la precordillera de Arica, especialmente su aspecto demográfico. Si bien es cierto que la amplitud de campos de cultivo y el complejo sistema de irrigación en el cual se insertaron, tanto las aldeas agrícolas como luego la administración Inca, nos puede inducir a pensar en una gran población prehispánica, el hecho cierto es que esta población aparentemente nunca habría superado las cinco mil personas11. Nuestro parecer es que el concepto estatal de replicar las instalaciones del centro simbólico, Cuzco, en las diferentes regiones incorporadas bajo su administración, estuvo, en cierta medida, parametrada por las características del territorio ocupado. Esta adaptación local del patrón incaico estaría entonces directamente relacionada con la importancia relativa de cada valle, en este caso los de la precordillera de Arica.
9 Un análisis pormenorizado de cada una de las estructuras reseñadas en la tabla 6 se encuentra en Muñoz & Chacama, 2005. 10 Para una mejor comprensión de los patrones de asentamiento Inca y su arquitectura se puede consultar la obra de Gasparini & Margolies, 1980 e Hyslop, 1990. 11 La cifra entregada es solo un referente general, para mayores detalles puede consultarse Hidalgo, 1978; Hidalgo et al., 2004 y Trelles, 1991.
367 Juan Chacama
Tabla 6 – Resumen del Patrón Rectangular (ver figura 5)
CUENCA SECTOR SITIO TIPO o FUNCIÓN REFERENCIA Muñoz et al., 1987a; Zapahuira 1 Centro administrativo ¿provincial? Chacama et al., 1989 Zapahuira (qollcas, kanchas y red Zapahuira 2 vial) Muñoz et al., 1987b Centro administrativo- político y ceremonial Pubrisa Pubrisa Muñoz & Santos, 2000 (edificio rectangular con plaza y qollcas) Chajpa Tampu – Chaskiwasi Dauelsberg, 1983 Azapa Centro administrativo- político y ceremonial (edificios rectangulares Incahullo Dauelsberg, 1983 Belén con plaza, qollqas, edificio circular con hornacinas) Dauelsberg, 1983; Muñoz Tampu Huaihuarani et al., 1987a; Romero, (¿kancha?) 1999 Chapiquiña Lacco alto Tampu – Chaskiwasi Muñoz & Chacama, 2005 Centro administrativo- político y ceremonial Incauta Muñoz et al., 1987b Codpa (edificios rectangulares Codpa con plaza) Molle Grande 2 Tampu Muñoz et al., 1987b
Cobija Cobija 2 Tampu Muñoz & Chacama, 2005 Niemeyer et al., 1972‑1973; Centro administrativo- Niemeyer & Schiappacasse, Sahuara Sahuara político y ceremonial 1988; Schiappacasse & tampu y ushnu Camarones Niemeyer, 2002 San Antonio de Tampu Niemeyer & Camarones Turuguire 3 Kancha Schiappacasse, 1988 Tampu Muñoz & Chacama, 1993; Tacora Ankara ¿Kanchas? 1999; Muñoz et al., 1997 Muñoz & Chacama, 1993, Caquena Pisarata Tampu 1999; Muñoz et al., 1997 Altiplano Centro político Chacón & Orellana 1979; Lago ceremonial Chungara12 Muñoz et al., 1997; Chungara (edificios rectangulares Aldunate, 2001b con plaza y ushnu)
12 No obstante lo señalado, existen evidencias que señalarían que el tambo de Chungara pertenece a una época más tardía (Colonial temprano). Una datación Tl de 1695 d. C. así lo confirmaría (Muñoz et al., 1997). Por otra parte una prospección realizada por C. Santoro, junto a uno de los muros del tambo, entregó evidencias de cerámica esmaltada y vidrio hasta el nivel más profundo (Santoro com. pers., 2004).
368 Patrón de asentamiento y uso del espacio. Precordillera de Arica, extremo norte de Chile, siglos X-XV
360.000 380000 400.000 420.000 440.000 460.000 480.000 500.000
8060000
Tacora 8040000
8020000
i n a n u ón Caquena C Uni Arojani llo . a. o a brd Vn. Taapaca g rd Q a b R 8000000 M Q io Lagunas M a ill Cotapampa u rd s Pi itu sic Nvdo. Sajama b pir a Q . Es a rda Las Quebradillas arz Qb Lagunas G La Valle de Putre Cota Cotani a. rd os Qb crit s Es e lo a. D Valle de Socoroma rd Lago Chungara Tambo Quemado 7980000 Qb Zapahuira 1 y 2
Vn. Guallatire Valle de Lluta Lacco Alto nes ardo a. C 7960000 Molle Grande Qbrd Pubrisa R ío
L a u Azapa 15 c a Laguna Macaya Lauca Valle de Azapa Rio ira ahu hi J jac Ka Rio 7940000 Laguna Cº Marquez Sacabaya
Cobija 2
Umirpa 7920000 Incauta Salar de Surire Molle Grande 2
Valle de Codpa a Sn. Antonio de Turuguire 3 ni ar Saguara 1y 2 alla gu Um a da. . S Pta. Madrid br da Río Ajatama Q br Q R ío C Pachica arita 7900000 ya
nes aro Hacienda de camarones am e C e d Vall
7880000
Qbr da. Suca
7860000
illa am et . R da br Q 7840000
Figura 5 Figura 5 – Distribución espacial Patrón Rectangular, precordillera de Arica. Cartografía esquemática Distribución espacia l P a t r ó n R e#CaminocA MtaINnO gInca )NuClaA prospectado rP, ROpSrPeEcC ToA DrdOillera de Arica. Cartografía esquemática Camino Inca prospectado
369 Juan Chacama
Si bien las funciones propuestas en la tabla precedente no están completamente esclarecidas y la consideramos aquí como una aproximación tentativa, éstas nos entregan una primera aproximación a lo que denominamos como una red de instalaciones incaicas caracterizadas por un Patrón Rectangular13. La figura 6 presenta un esquema de planta de cada una de estas instalaciones.
&ORMA