Prehistoria Y Protohistoria De Benito Pérez Galdós
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ENRIQUE RUIZ DE LA SERNA SEBASTIÁN CRUZ QUINTANA PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA DE BENITO PÉREZ GALDÓS CONTRIBUCIÓN A UNA BIOGRAFÍA EDICIONES DEL EXCMO. CA BILDO INSULAR DE GRAN CANA RIA Entre los primordiales propósi tos del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria se ha contado siem pre el estímulo y exaltación de to das las actividades del espíritu en la Isla. Para hacer más eficiente ese propósito, el Excmo. Cabildo, a través de su Comisión de Educa ción y Cultura, ha emprendido unas cuidadas ediciones que abar can diversas ramas del saber y de la creación literaria. Entre otros textos, se publica rán antologías, monografías y ma nuales en que se presenten y estu dien aspectos relativos a nuestras Islas; y se reeditarán, además, obras que por su rareza, por su importancia o por su antigüedad, merezcan ser divulgadas. A com petentes especialistas se encomen darán los prólogos y notas, así co mo cada una de las ediciones. Esta empresa editorial constará de las secciones siguientes: 1.—Lengua y literatura. 11.—Bellas Artes. 111.—Geografía e historia. IV.—Ciencias. V.—Libros de antaño. VI.—Varia. DONACIÓN Cabildo Insular de Gran Canaria Ediciones del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria (Comisión de Educación y Cultura) 1 LENGUA Y LITERATURA (Al cuidado de Ventura Doreste y de Alfonso Armas) ENRIQUE RUIZ DE LA SERNA SEBASTIÁN CRUZ QUINTANA PREHISTORIA Y PROTOHISTORIA DE BENITO PÉREZ GALDÓS CONTRIBUCIÓN A UNA BIOGRAFÍA Prólogo de ALFONSO ARMAS AYALA ¡:‘i :“ ¡ N.° c:d /qoçq 7 :: ‘973 Depósito Legsl G. C. 344-69 Lit. Sssvedra-CI. E. Fuentes, 33-Lss Palmss La biografía de un personaje comienza mucho antes del año de su nacimiento, ya que desde mucho antes comienzan a actuar las fuerzas secretas que han de influir sobre ella. EL CANCILLER LÓPEZ DE AYALA MARQUÉS DE LOSOYA PRÓLOGO Enrique Ruiz de la Serna —el que fue excepcional periodista, fino prosista y cronista nada común— y Sebastián Cruz Quintana —profesor, investigador mi nucioso, valioso colaborador de Ruiz de la Serna— acaban de terminar para entregar a la imprenta este volumen que hoy se añade a la ya copiosa bibliografía galdosiana. Estudian estos biógrafos galdosianos una faceta de Galdós poco conocida, precisamente sus años ju veniles en Las Palmas. Concretamente, el libro con cluye en 1864, año en que Galdós realiza su primer regreso a la isla, después de haber marchado a Madrid en 1862 para iniciar sus estudios universitarios. Han conseguido los autores del libro reunir una muy rica y desconocida documentación galdosiana encontrada en los archivos parroquiales, particulares y aun oficiales de Tenerife y Las Palmas. Gracias a ella es posible conocer nuevos ángulos de la vida del novelista. Para ser más exactos, del entorno familiar del escritor. Ix De ahí que se pueda conocer, con todo detalle, quiénes fueron los ascendientes de Don Benito y qué ambiente vivieron, ya en Valse quilla, ya en Las Pal- mas. Resulta curioso saber las vinculaciones mercan tiles de uno de los abuelos, dedicado al comercio de la pesca africana, con sus veleros “Jesús, José y la María” y “Stma. Trinidad”; y mucho más, leer su nombre en el Diario del inefable comerciante Don An tonio Bethencourt, cronista fiel aunque nada riguroso de la intimidad ciudadana de Las Palmas a fines del siglo XVIII y comienzos del XJX. También, haber encontrado los registros del Seminario Conciliar ha ayudado bastante a comprender la estela eclesiástica en que se desenvolvió la vida del padre y tíos del no velista. Y así resulta esclarecedor conocer ya con exac titud ese falso halo inquisitorial que ha rodeado los antecedentes familiares de Galdós; una vez más Ruiz de la Serna y Cruz han demostrado que el S.O. fue una oficina de patentes familiares al servicio de las ape tencias burocráticas de los más afortunados. Haber hecho, en paralelismo, la investigación de la ascendencia de los Pérez y de los Galdós ha ayu dado asimismo a tener una idea más cabal de la clase media burocrática y agrícola de Gran Canaria repre sentada por dos familias luego enlazadas por los ma trimortios de los padres de Benito. En una y otra rama, la fecundidad es el signo más evidente; y en las dos impera también el espíritu de superación económica ante tantas dificultades familiares. No es otra la ex plicación de tantos afanes por conseguir el padre de Don Benito cargos en la Contaduría de la Catedral, x al igual que el abuelo se había preocupado por arren dar la “hacienda de Guanarteme”, conservada ain por los herederos de Don Ignacio, el hermano de Don Be nito, hasta fechas muy recientes. Comercio, agricul tura y milicia van a ser tres notas predominantes en la ascendencia galdosiana; ya se verán reflejadas en algunos de los hermanos de Don Benito, dedicados en Cuba o en Las Palmas a transacciones comerciales y agrícolas, o en la estela militar de Don Ignacio, que moriría siendo Capitán General de Canarias. Los capítulos III y IV refieren con todo detalle los sucesos de 1808, en Las Palmas y Tenerife, y, aun que eran ya conocidos, destaca la manera viva y origi nal con que han sido relatados por los dos autores. El “Diario”, incompleto por desgracia, del tío de Don Benito es fuente de primera mano que con toda seguridad el novelista debió haber conocido y no se sabe si llegó a utilizar como fuente de alguno de sus “Episodios”. Todo este bagaje de anecdotario histó rico, tan igual al de otras provincias españolas sacu didas por el huracán napoleónico, no debió haber resultado baldío para un escritor como Galdós, tan amigo de memorias, de diarios, de relatos y de cró nicas. Si años después, sin cumplir los veinte, se con vertiría en un cronista gráfico de su ciudad, no des perdiciaría tan fácilmente este arsenal de noticias, de hechos, y hasta de cotilleos insulares que llenaron la trasvida del Archipiélago entre 1808 y 1814, cuando ya regresan las fuerzas de “La Granadera” canaria. Y cuando el teniente “Pérez” tiene que simultanear su vida militar con la administración de las rentas XI capitulares por encargo de su hermano Domingo, el capellán del batallón canario. Domingo y Sebastián, los dos hermanos unidos en tantos avatares, que se rían propietarios de la “data” de Los Lirios, en el Mon te Lentiscal, donada por el Ayuntamiento para com pensar los haberes nunca recibidos de los años de milicia y de guerra. “Data” en donde Sebastián, el padre del novelista, fabricó “un lagar y casa terrera”, tal vez la misma que, con algunas variaciones, conser van hoy los herederos del General Pérez Galdós. Desde el nacimiento de Benito los sucesos de Es partero interrumpen la duermevela de la sociedad es pañola; también la de Don Sebastián Pérez, coman dante de la Fortaleza de San Francisco, que, por arte de pronunciamientos, juntas y expedientes, se ve des tituido de su cargo: cuando ya tenía en su haber diez hijos, el último de los cuales había sido Benito. Los autores del libro han sabido rodear el nacimiento de este último vástago del ambiente histórico adecuado; y de este modo resulta mucho más fácil conocer cómo la ciudad de Las Palmas empezaba a despertar de su letargo un poco antes de mediados del siglo. Gracias al esfuerzo de “los niños de La Laguna” —años des pués caricaturizados por Don Benito—, gracias a ese hálito de liberalismo y progresismo que va imperando poco a poco. Y gracias sobre todo a la providencial existencia de unos hombres que, aun a costa de sus propias vidas —médicos, abogados, comerciantes—, supieron vencer los estragos del Cólera para conseguir remozar una ciudad insular e irla convirtiendo en una urbe provinciana, enriquecida con alientos cultu XII rales, remozada en su incipiente urbanismo y cada vez más deseosa de romper la monotonía somnolienta en que había vivido. El futuro novelista, en sus primeros diez años, testigo de tantos cambios, de tantas trage dias —qué visiones o recuerdos pudo haber tenido Galdós de la mortandad de 1815, en nuestros días re vivida con tanto gracejo por Claudio de la Torre?—; descifrador de aquella ebullición política que fructi ficara en la fundación del Gabinete Literario, en la construcción del nuevo Teatro, en la creación de un Colegio de Segunda Enseñanza — y hasta de un fugaz instituto, cercenado por las pugnas políticas insulares; compañero entrañable de su hermano Ignacio, inci piente seminarista y más tarde futuro cadete de la Escuela Militar. Almacenando, en fin, material para sus futuras páginas novelescas. Los capítulos Xli, XIII y XIV resumen el período que abarca desde 1852 a 1862, diez años que resultarán capitales para la vida de Benito. De un lado, como se ñalan muy bien los autores del libro, su aprendizaje escolar, sus monigotes de barro y papel; de otra parte, sus juegos infantiles, sus primeras amistades, sus es carceos de bachiller primerizo, sus exámenes, sus cali ficciciones, su vida de escolar semi-interno, sus pri meros palotes literarios. “Años de aprendizaje” que representan un hito importantísimo en la vida del fu turo escritor. Es el primer contacto con la vida pú blica, enriquecida de algaradas, de festejos, mientras sus paisanos juegan a independencias administrativas, al estreno de Puertos Francos (creados en 1852), entre algazara de chicos y grandes en el patio del viejo con XIII vento de San Agustín, lugar de celebración de tantas novedades y tantas alegrías... Los capítulos en los que se trata de la educación de Benito en el Colegio de San Agustín (XIV, XVI, XVII, XVIII), aclaran muchos extremos que otros biógrafos hasta ahora habían pasado muy a la ligera; y que futuras investigaciones deben dar más amplia información.