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HISTORIA DE DE LOS ORÍGENES A LA ÉPOCA MEDIEVAL

TOMO 1

HISTORIA DE ALGECIRAS

HISTORIA DE ALGECIRAS

TOMO I De los orígenes a la época medieval

MARIO OCAÑA (Coordinador)

Cádiz 2001 Autores: Mario L. Ocaña Torres Ángel Sáez Rodríguez Luis Alberto del Castillo Navarro Maribel Gómez Arroquia Antonio Torremocha Silva Juan Ignacio de Vicente Lara Juan Carlos Pardo González Juan José Téllez Rubio

© Edita: Servicio de Publicaciones de la Diputación de Cádiz Plaza de España s/n 11006. Telf. 956 24 02 03 Fax 956 24 06 14 [email protected]

Printed in . Impreso en España

ISBN Obra completa: 84-95388-34-0 ISBN Tomo I: 84-95388-35-9 Depósito Legal: CA-881/01

Motivo de cubierta: Pedestal de la Diosa Diana. Museo Municipal de Algeciras. Diseño de portada y maquetación: Julio Malo de Molina. Preimpresión: Cadigrafía. Publicidad y Comunicación. Imprime: Copartgraf. Índice

Introducción General…………………………………………………………………13 Agradecimientos………………………………………………………………………17

Capítulo I: El factor geográfico

1. Introducción ……………………………………………………………25

2. Clima ……………………………………………………………………26

3. Costas ……………………………………………………………………29

4. Corrientes marinas ………………………………………………………32

5. Islas ………………………………………………………………………35

6. Relieve ……………………………………………………………………36

7. Hidrografía ………………………………………………………………40

8. Suelos …………………………………………………………………… 41

9. Vegetación ………………………………………………………………43

10. Fauna ……………………………………………………………………47

11. Áreas protegidas …………………………………………………………48

12. Paisaje ……………………………………………………………………51

Capítulo II: Historiografía

1. La Historia de Algeciras en la Historiografía comarcal ……………………57

2. Historias de Algeciras: monografías previas ………………………………68

3. Bibliografía ………………………………………………………………82 Capítulo III: Prehistoria e Historia antigua

Prehistoria 1. Introducción ……………………………………………………………87

2. Descripción geográfico-geológica de Algeciras y su bahía…………………90

3. Localización de los principales yacimientos y descripción de los más importantes: El Embarcadero y Torre Almirante………………92

4. Síntesis del estudio de los materiales líticos y paleontológicos hallados …………………………………………………………………95

5. Estudio socioeconómico de las comunidades a las que pertenecen los yacimientos ………………………………………………97 5.1. Estado de la cuestión ………………………………………………97 5.2. Las comunidades de cazadores-recolectores del Paleolítico Superior Final ………………………………………………………98 5.3. Arte paleolítico del Campo de ……………………………100

6. Conclusiones e Hipótesis sobre la originalidad que representa el Campo de Gibraltar en el tránito hacia el neolítico …………………105

7. Abreviaturas bibliográficas ………………………………………………107

8. Bibliografía ……………………………………………………………107

Protohistoria 1. Introducción ……………………………………………………………111

2. Importancia geoestratégica del Estrecho en la Antigüedad ………………111

3. La bahía de Algeciras y la colonización fenicia …………………………113 3.1. Principales asentamientos de la bahía ………………………………113 3.2. Algeciras y su término municipal …………………………………118 4. Factores económicos ……………………………………………………120 4.1. La industria del Salazón ……………………………………………120 4.2. El «Circuito del Estrecho» …………………………………………122 5. Abreviaturas bibliográficas ………………………………………………125

6. Bibliografía ……………………………………………………………125

Historia Antigua 1. Introducción ……………………………………………………………129

2. Denominación de la Algeciras romana: Problemática de las fuentes antiguas y su interpretación ……………………………………129 2.1. Iulia Ioza, Iulia Traducta, Tingentera ………………………………130 2.2. Portu Albo …………………………………………………………133 2.3. Cetarea ……………………………………………………………134 2.4. Revisión historiográfica ……………………………………………135 2.5. Estado de la cuestión ………………………………………………138

3. Hipótesis sobre la fundación de la ciudad Iulia Traducta ………………138

4. Principales hallazgos arqueológicos de Algeciras y su término …………140

5. La Algeciras romana ……………………………………………………150 5.1. Factores económicos ………………………………………………150 5.1.1. Sector Primario: Agricultura, ganadería, pesca ………………150 5.1.2. Sector Secundario: Industria de Salazones y producción alfarera ………………………………………………………155 5.1.3. Sector terciario: Comercio. Aportes de la numistática y la cerámica. Relación con Carteya y el norte de África ………162 5.2. Aproximación a la Algeciras romana y tardorromana a través de los hallazgos arqueológicos ………………………………………165

6. Abreviaturas bibliográficas ………………………………………………168

7. Bibliografía ……………………………………………………………169 Capítulo IV: Algeciras Medieval

Algeciras Bizantina 1. Algeciras Bizantina………………………………………………………177 2. Conclusiones ……………………………………………………………180

Algeciras Medieval 1. Algeciras Medieval: Evolución histórica ………………………………181 1.1. Fundación de al-Yazirat al-Hadra …………………………………181 1.2. El emirato -siglos XVIII-IX- ………………………………………182 1.3. La fitna Hafsuní y el Califato ………………………………………184 1.4. Almanzor …………………………………………………………186 1.5. El reino Taifa de Algeciras …………………………………………190 1.6. Almorávides y Almohades …………………………………………191 1.7. Algeciras meriní ……………………………………………………193 1.8. Cerco y conquista de Algeciras por Alfonso XI de Castilla …………201 1.9. Intentos de repoblación ……………………………………………204 1.10. La crisis Petrista-Trastamarista ……………………………………205 1.11. El epílogo nazarí …………………………………………………207 1.12. La ciudad muerta -siglos XV, XVI y XVII- ………………………208

2. Algeciras Islámica: ………………………………………………………212 2.1. Organización territorial ……………………………………………212 2.2. Organización socioeconómica………………………………………214 2.2.1. Sociedad ……………………………………………………214 2.2.2. Economía ……………………………………………………216 2.3. Topografía histórico-arqueológica de Algeciras islámica ……………234 2.3.1. El recinto defensico de la Villa Vieja …………………………237 2.3.2. Constucciones civiles aúlicas y públicas de la Villa Vieja ……243 2.3.3. El recinto defensivo de al- Binya o ciudad meriní ……………246 2.3.4. Edificios aúlicos y públicos de al- Binya ……………………248 2.3.5. Las viviendas …………………………………………………251 2.3.6. Las necrópolis ………………………………………………254 2.3.7. El entorno defensivo de Algeciras islámica …………………255 2.4. La cultura yazirí ……………………………………………………265 2.4.1. La lírica en al época de Almanzor ……………………………267 2.4.2. La escuela yazirí ……………………………………………268 2.4.3. La jurisprudencia, la teología y la ascética ……………………272 2.4.4. La historia y la biografía ……………………………………274 2.4.5. La gramática y la erudición …………………………………276 2.4.6. Las matemáticas y la medicina ………………………………277

3. Algeciras Cristiana: ……………………………………………………277 3.1. Sociedad ……………………………………………………………279 3.1.1. La repoblación de las tiertras conquistadas …………………279 3.1.2. El ordenamiento de Algeciras ………………………………281 3.1.3. Organización social en la Algeciras cristiana …………………283 3.1.4. El Obispado de Algeciras ……………………………………285 3.2. Economía …………………………………………………………295 3.2.1. Las actividades del sector primario …………………………295 3.2.2. Las actividades del sector secundario…………………………299 3.2.3. Las actividades del sector terciario……………………………300

4. Apéndice documental …………………………………………………302

5. Fuentes y Bibliografía …………………………………………………319

Introducción General

Transcurría la primavera de 1998 cuando tuvo lugar el encuentro con D. Rafael Román, Presidente de la Diputación gaditana, con motivo de una cita en Cádiz de los que habíamos participado en el viaje de hermanamiento entre las ciudades de Cádiz y La Habana. Esta reunión fue el punto de partida de una idea, que tras una larga gestación, ha dado como fruto la redacción de esta nueva Historia de Algeciras, que hoy tiene el lector entre sus manos. He de reconocer que la coordinación de este trabajo, para el que conté con plena libertad de acción y todo el apoyo de la institución provincial, siempre la he sentido como una responsabilidad y, al mismo tiempo, como un honor. Entendí, desde el principio, que la redacción de una nueva Historia de Algeciras consti- tuía una ocasión idónea para sintetizar en una obra de conjunto, no sólo el trabajo de los historiadores que nos han precedido en este quehacer y que son fuente informativa siempre imprescindible como punto de partida para cualquier obra nueva, sino también la oportu- nidad de poner al día, en una publicación monográfica y multidisciplinar, todos los avan- ces que, en los últimos quince años, aproximadamente, la investigación histórica, los des- cubrimientos arqueológicos y las diferentes contribuciones de las distintas disciplinas, han aportado sobre el conocimiento de la Historia de nuestra ciudad. La elección del equipo de trabajo constituyó una responsabilidad ineludible para el coor- dinador, y si algún criterio estuvo presente en mi cabeza a la hora de tomar una decisión de tanta importancia, este fue que el equipo redactor debía estar constituido por aquellos inves- tigadores e historiadores que, en los últimos años, se hubiesen distinguido por mantener una clara y definida línea de investigación histórica relacionada con temas algecireños pero que, además, hubiesen hecho manifestaciones públicas de sus investigaciones, en Jornadas y Congresos, a partir de la utilización de fuentes documentales o arqueológicas inéditas o poco estudiadas hasta este momento. A la vista de los resultados, estimo que la elección ha sido la adecuada, aunque sobre este asunto será la opinión crítica de los lectores y estudio- sos de la obra la única importante y digna de ser tenida en cuenta. Es cierto que algunos capítulos han ofrecido más resistencia a ser realizados, que han resultado más difíciles de construir que otros, ya que nuestros conocimientos sobre deter- minados periodos eran, por qué no decirlo, casi nulos. La historia de Algeciras estaba llena de grandes vacíos que confiamos haber contribuido a llenar, en parte. Así ha sucedido, por ejemplo, con la mayor parte del siglo XIX o con temas, que aún resultan delicados y sensi- bles, como el referido a la Guerra Civil Española y la represión consecuente, aspectos estos últimos sobre los cuales no teníamos conocimientos de que existiesen apenas publicaciones, viéndose obligados los autores a recurrir a la investigación en archivos o a la información conservada en la memoria de nuestros mayores como fuente casi primordial que, de esa forma, los ha convertido en sujetos de la historia de la que fueron protagonistas. Los diferentes capítulos de esta Historia no han olvidado ninguna de sus fases. Ningún perío- do ha sido sacrificado en beneficio de otro, y en todos ellos hemos partido, cuando ha sido posi- ble y el estado de la investigación así lo ha permitido, de un estudio de la demografía, de los sec- tores de la economía para pasar, de ahí, a la sociedad, a los aspectos de la vida política y cultural de la ciudad, siempre que han existido fuentes o datos fidedignos en los que basarse. Además, la obra cuenta con un capítulo dedicado a las características del medio geográ- fico, que aparece en primer lugar, seguido de un análisis historiográfico y crítico sobre la bibliografía existente sobre la historia de la ciudad, que constituye un elemento novedoso y orientativo para futuros lectores. A continuación la obra mantiene la clásica división por edades, desde la Prehistoria al siglo XX y dedica el tercero de sus volúmenes a la evolución urbana y al mundo de la cultura. Hemos renunciado a incluir una bibliografía general al final de la obra por considerar de índole más práctico, cómodo y utilitaria situarla al final de cada uno de los capítulos. Pensamos que será más adecuado para el lector. La selección de ilustraciones se ha preten- dido sea la adecuada, fiel a los hechos que narra el texto, ilustrativa en lo tocante a los per- sonajes y amena para hacer agradable la lectura de la obra que, dirigida a un público amplio y heterogéneo, no renuncia a ser útil para el universitario o el especialista que busque entre sus páginas respuesta a sus preguntas e inquietudes. Aun siendo conscientes de que la objetividad no existe, que la historia la crean los his- toriadores y que cada uno de nosotros es hijo de su tiempo y de sus circunstancias, hemos tratado de ser lo más asépticos posible. Por ello el desarrollo del tiempo histórico-político se detiene en la Transición Democrática. Haber ido más allá habría aumentado la posibilidad de que nuestra interpretación de los hechos históricos se hubiese podido ver influida por cuestiones que nos podrían haber llevado a subjetivizar o moralizar la historia, algo que nunca hemos creído formase parte de nuestra actividad como historiadores. Esta norma solamente se ha transgredido en los capítulos dedicados al Patrimonio y a la Cultura en los que sus autores se han extendido, en algunos aspectos, hasta el año 2000. La coordinación ha tenido entre sus objetivos buscar y exponer la verdad de la historia local, aunque la verdad no sea, a veces, complaciente ni amable. Como coordinador de esta Historia de Algeciras he de manifestar que, si de algo me sien- to satisfecho, es, por un lado, de haber dirigido el trabajo de un grupo de compañeros que han realizado una intensa labor de recopilación, investigación, adición de las últimas apor- taciones y redacción, cuyos resultados tienen ustedes entre sus manos y que a ustedes les tocará enjuiciar con ojo crítico; por otro, estoy convencido de que sin la existencia del Instituto de Estudios Campogibraltareños, institución en la que estamos integrados todos los miembros del equipo redactor, tanto en la Sección I ( de Geografía e Historia), II (de Arqueología, Etnografía, Patrimonio y Arquitectura) y VI (Literatura, Filología y Ciencias de la Información) la realización de esta obra habría resultado muy difícil de llevar a cabo. Nuestro deseo es que, en esta fecha tan crítica de tránsitos de milenios en que nuestro trabajo ve la luz, éste sirva a todos aquellos que aman la historia y a esta ciudad para que, a través de la comprensión de su pasado, estudien, trabajen y, en definitiva, se esfuercen para hacerla más importante en aquellas facetas que permiten transformar una ciudad grande en una gran ciudad lo cual sólo se consigue invirtiendo en la ilustración del espíritu humano que es la mejor apuesta para el futuro, que es todo lo que empieza a partir de hoy. Agradecimientos

La realización de esta Historia de Algeciras ha sido posible no sólo por el trabajo de un grupo de investigadores, profesores e historiadores, que, de una manera u otra, pueden considerarse como profesionales de la Historia, sino también por la ayuda, la información, la colaboración, el estímulo, la crítica o el consejo de aquellas personas que, conocedoras del proyecto en el que nos habíamos embarcado, nos ayudaron amablemente en las labo- res de investigación, en la clarificación de un dato confuso o en la localización de algún lugar, persona o nombre olvidado. Personas que siempre estuvieron dispuestas a que sus palabras, transmisoras de recuerdos que ninguna obra impresa recopiló, no se perdieran en el vacío; amantes y conocedores de lo que fue esta ciudad, de sus tradiciones y costumbres en otros tiempos, parte viva de la misma; que abrieron sus bibliotecas particulares o su memoria añeja, y la pusieron al servicio de esta obra, de modo que la fuente de sus recuer- dos fuese testimonio de la historia diminuta y cotidiana, de esa historia, con minúscula, del día a día, que tan importante es para el espíritu de una ciudad. Sirvan estas breves líne- as para manifestar nuestro más profundo agradecimiento a todos ellos.

D. José Cabello + D. Antonio Moreno Carrillo D. Jorge Campos Uclés D. Antonio Moya Salvatierra + D. Cristóbal del Castillo Gamero + Dª Josefa Navarro Gordo + D. Juan del Castillo Navarro D. Diego Ocaña Pecino D. Jesús García Rivero D. Víctor Manuel Puyol + D. Manuel López Rodríguez D. Antonio Rizquez Fernández D. Everardo Martín Dª Irene Salvo y D. José Manuel Carpintero Dª María Luisa Martín D. Luis Sánchez D. Marcos Villanueva +

Sería ingrato olvidar al personal del Registro Civil de Algeciras, cuya colaboración e interés ha permitido realizar una investigación cuyos resultados constituyen uno de los aspectos más novedosos que aparecen publicados por primera vez en esta obra. Como coordinador deseo mostrar mi agradecimiento a D. Pablo García Durán, Licenciado en Filología Hispánica, y autor de las Normas de Estilo del IECG, publicadas este año 2001, las cuales he tratado de aplicar en, casi, todo lo referente a citas a pie de página, bibliografía, textos y composición. Aunque he intentado ser lo más minucioso posible en este aspecto, alguna errata se habrá colado entre las líneas. Espero de la benevo- lencia de los lectores que sepan disculpar mi bisoñez en este oficio de corrector de pruebas de imprenta, esperando que recuerden aquella frase latina que decía aliquando dormitat bonus Homerus a modo de justificación.

19 Este trabajo que pretende ser riguroso y científico, se publica en un momento en el que nuestra ciudad sufre la continuada metamorfosis del crecimiento urbano y portuario que, en pocos años, ha cambiado su imagen de pueblo blanco asomado al mar, construido a la medida del hombre, en una gran urbe cuyo crecimiento, ahora que comienza un nuevo siglo y milenio, muy pocos se atreverían a pronosticar de cara a los años venideros. Es deseo de todos los que hemos participado en la elaboración de esta obra que los alge- cireños, los de ahora y los que vendrán después, sean cuales sean su raza, su religión y su cultura encuentren entre estas paginas las referencias necesarias para poder sentirse orgu- llosos de las raíces de una ciudad hospitalaria y tolerante que a lo largo de su historia fue encrucijada de caminos, hombres y destinos, y una puerta, siempre abierta, al horizonte.

Mario L. Ocaña, a principios de agosto de 2001.

20 Capítulo I El factor geográfico

Angel J. Sáez Rodriguez Licenciado en Geografía e Historia Vicedirector del I.E.C.G. Sección I

1.- INTRODUCCIÓN.

La Baja Andalucía o Andalucía Occidental está encuadrada por Sierra Morena y la cor- dillera Bética, en torno al valle del Guadalquivir. La Alta Andalucía o Andalucía Oriental es el país de las cordilleras Béticas, subdi- vidido entre la Andalucía mediterránea, las altiplanicies béticas granadinas y la Andalucía árida. Las tierras que componen el Campo de Gibraltar ocupan, en el extremo sur de la penín- sula Ibérica, el espacio de contacto más difuso entre ambos conjuntos. Fisiográficamente

SITUACIÓN DE ALGECIRAS EN LA PROVINCIA DE CÁDIZ

25 incluido en la Andalucía mediterránea, no par- ticipa plenamente de sus características esen- ciales: estar bañada por aguas mediterráneas, dada la poderosa presencia atlántica por ; el típico abrigo climático que proporciona a la Costa del Sol el respaldo de la cordillera Penibética queda alterado en esta comarca por la apertura a los vientos de poniente al sur de la sierra del Cabrito; la sequía propia de las tie- rras del extremo oriental de la Costa del Sol contrasta con la elevada humedad de la zona del Estrecho y su alta pluviometría. La propia litología silícea campogibraltareña marca un ENTORNO FISIOGRÁFICO DEL TÉRMINO MUNICIPAL acusado contraste con la caliza habitual al este DE ALGECIRAS del Guadiaro. El paisaje del término municipal de Algeciras (83’8 kilómetros cuadrados de exten- sión) se caracteriza, como el de todo el Campo de Gibraltar, por la abrupta presencia de las últimas estribaciones de las cordilleras Béticas sobre el estrecho de Gibraltar. Están formadas por potentes paquetes de areniscas sobre un sustrato de margas y arcillas: los primeros emergen en las crestas de las sierras y el segundo conforma los frecuentas buje- os de las depresiones. Sierra Luna, que alcanza una altitud máxima de 786 metros, deli- mita el término por el oeste, dando paso al de Tarifa. El arroyo de las Corzas o de Botafuego, tributario de la margen derecha del río , y este mismo río en su curso bajo, marcan su frontera norte con Los Barrios. Al este, la bahía de Algeciras. Al sur, el Estrecho de Gibraltar. Se trata de uno de los términos más pequeños de la Comarca (pues sólo supera al de La Línea de la Concepción, de veinticinco kilómetros cuadrados), con el 1’12% de la super- ficie provincial, mientras que sus ciento cinco mil habitantes determinan una elevada den- sidad de población (de unos 1.225 habitantes por cada kilómetro cuadrado).

2.- CLIMA.

La situación de Algeciras en una latitud baja en el contexto europeo (entre los 36º03’N y los 36º10’N) determina que su régimen térmico sea muy suave, debido a un gran núme- ro de horas de sol al año (unas 2.800, que, no obstante, resultan escasas para su latitud por los frecuentes días cubiertos). La vecindad del Mediterráneo y el Atlántico suavizan y regu- lan sus temperaturas. Es conocido el efecto regulador del mar sobre las temperaturas cos- teras, ya que su capacidad de absorción y pérdida de calor es la mitad que la de la tierra.

26 El régimen de vientos predominante, normalmente de levante o, contribuyen a esta situa- ción. Suelen ser fuertes, con rachas que superan a veces los 100 kilómetros por hora en la parte más cercana al Estrecho1.

Del año Invierno Primavera Verano Otoño Norte1%1%1%0%1% Noreste 3% 3% 0% 1% 6% Este 26% 34% 20% 33% 17% Sureste 5% 7% 4% 5% 4% Sur1%1%0%0%3% Suroeste 4% 2% 4% 1% 10% Oeste 8% 4% 13% 9% 8% Noroeste 30% 25% 36% 26% 33% Variable 22% 23% 22% 25% 18% 100% 100% 100% 100% 100% MEDIAS ANEMOMÉTRICAS EN LA CIUDAD DE ALGECIRAS2

Las temperaturas medias anuales de la costa rondan los 18ºC, con una amplitud tér- mica que no supera los 13ºC. Son por tanto suaves y regulares, con medias veraniegas que alcanzan máximas mensuales de 26ºC y mínimas invernales de 12’5ºC. En la sierra estos valores tienden a rebajarse, básicamente por el descenso térmico provocado por el aumen- to de la altitud. En la umbría de los canutos serranos, la diferencia térmica con las zonas bajas y litorales en días estivales de elevada temperatura es muy acusada, efecto del suave y húmedo microclima de esos espacios.

ALGECIRAS Primavera Verano Otoño Invierno Año T(ºC) 16,9 22,5 17,8 11,8 17,0 P(mm) 155,6 8,5 193,9 232,0 590,0 VALORES CLIMÁTICOS DE ALGECIRAS ENTRE 1931 Y 19753

Del año Invierno Primavera Verano Otoño Máxima 21’4 16’5 22’3 27’7 18’9 Mínima 14’7 10’3 14’9 20’1 13’3 Media 18’1 13’4 18’6 23’9 16’1 TEMPERATURAS MEDIAS DE ALGECIRAS EN GRADOS CENTÍGRADOS4

1. La máxima velocidadalcanzada en fechas recientes en la ciudad de Algeciras es de 84 Km/h. Ocurrió el 20 de septiembre de 1999, a las 11:45, con viento de Noroeste (vendaval). 2. Fuente: estudios realizados por don Antonio Rízquez. 3. GUTIÉRREZ MAS, J. M., MARTÍN ALGARRA, A., DOMÍNGUEZ BELLA, S. y MORAL CARDONA, J. P., Introducción a la geología de la Provincia de Cádiz, Universidad de Cádiz, 1991, p. 39. 4. Fuente: estudios realizados por don Antonio Rízquez.

27 La configuración orográfica del término contribuye decididamente al mantenimiento, en las laderas orientales de sierra Luna y los montes que la flanquean, de una elevada humedad ambiental durante todo el año. De ahí deriva la frondosidad de sus bosques. Efectivamente, el viento de levante arrastra masas de aire que, en su discurrir por el Mediterráneo, se cargan de humedad. Los obstáculos montañosos del peñón de Gibraltar, primero, y de la propia sierra algecireña, más tarde, las obligan a elevarse, condensándo- se y formando sobre la Roca su típica montera y, en los valles y crestas de la sierra, nie- blas duraderas. El viento sufre similar proceso cuando arrastra borrascas del norte del Atlántico, causando lluvias orográficas en el Tajo de las Escobas, Llanos del Juncal y picos Luna, del Fraile y Vacas, cuando las bajas presiones son débiles, o precipitaciones que alcanzan niveles inusitadamente elevados para estas latitudes cuando se trata de una depresión profunda. En conjunto, las precipitaciones son abundantes, con irregular distribución a lo largo del año. A un prolongado período seco (habitualmente de mayo a septiembre, práctica- mente sin lluvia alguna) suelen seguir las lluvias torrenciales con máximos otoñales y al final del invierno, que descienden paulatinamente durante la primavera. Cuando arrecia la sequía, llegan a sucederse del orden de 8 ó 9 meses sin apenas precipitaciones.

Del año Invierno Primavera Verano Otoño Medias 926 379 112 26 409 Tanto por ciento 100 41 12 3 44 PRECIPITACIONES DE ALGECIRAS, EN LITROS POR METRO CUADRADO5

El total anual de precipitaciones, casi siempre en forma de lluvia (aunque ocasional- mente caen cortas y vigorosas granizadas), suele superar en la costa los 1.000 mm. En la sierra se eleva sensiblemente (superando los 1.400 mm. en el pico Luna), fundamental- mente provocadas por las lluvias de relieve. Los principales centros de acción atmosférica que determinan el clima de Algeciras y su entorno son el Anticiclón Subtropical de las Azores, la Depresión de Islandia, la Depresión Térmica Sahariana y el Centro Térmico Peninsular, que corresponde a un anticiclón en invierno y a una depresión en verano. En verano, el viento que proviene del Anticiclón de las Azores da lugar a un tiempo seco y caluroso, mientras que las perturbaciones asociadas al Frente Polar se mantienen más al norte. Las bajas presiones originadas en la península Ibérica y la influencia de la Depresión Térmica Sahariana determinan la sequedad de las masas de aire predominantes, que, aunque no provocan lluvias, se mantienen en niveles de temperaturas suaves gracias a la influencia de las brisas marinas.

5. Ibidem

28 En invierno, descienden latitudinalmente el Anticiclón de las Azores y la Depresión Sahariana, por lo que la zona sur-sudoeste de Andalucía se ve afectada por las perturba- ciones originadas en el Atlántico Norte. Generan abundantes lluvias, fuerte viento y tem- peraturas suaves. El efecto embudo que ejercen las sierras del sur de la Península y las del norte de África multiplican tanto la velocidad del viento como el volumen de las precipi- taciones, incrementadas por el referido ascenso en altura de las masas nubosas. Los antici- clones centroeuropeos invernales originan tiempo seco, despejado y frío, sin llegar a helar.

MESES TºC Pmm ENERO 11,9 169,9 FEBRERO 12 141,3 MARZO 14,2 110,5 ABRIL 15,7 66 MAYO 17,9 36,1 JUNIO 20,8 12 JULIO 23,6 0,1 AGOSTO 24,2 2,2 SEPTIEMBRE 22,8 20,5 OCTUBRE 18,6 73,9 NOVIEMBRE 15,1 131,2 DICIEMBRE 12 123,7 Medidas anuales 17,4 947,6 CLIMOGRAMA DE ALGECIRAS

El conjunto climático expuesto de temperaturas suaves, sin heladas, con precipitacio- nes abundantes y elevada y permanente humedad ambiental corresponde a un clima medi- terráneo subhúmedo con influencia oceánica, lo que permite la existencia de una vegeta- ción exuberante en las vaguadas y en las laderas más sombrías. Las restantes se cubren de un bosque mediterráneo adaptado a la prolongada sequía estival, con matorral xerófilo que llega hasta los bujeos más soleados. En su conjunto, el Campo de Gibraltar está comprendido en la subregión fitoclimáti- ca denominada mediterráneo subhúmedo de tendencia atlántica6.

3.- COSTAS.

El frente litoral algecireño cuenta con unos dieciocho kilómetros de longitud. Presenta dos tipos de costa principales: la costa de acumulación típica del arco de la bahía y la costa

6. ALLUE ANDRADE, J. L., Atlas de España, Vol. 2, Madrid. El País - Aguilar, 1987

29 estructural del frente del Estrecho. Entre ambas se localiza un tercer tipo de transición, que abarca desde el sur de la ensenada de Getares hasta la punta del Almirante. La costa de acumulación ocupa el frente litoral septentrional del término algecireño, desde la desembocadura del río Palmones hasta la punta del Almirante. Concuerda con el modelo predominante en el arco de la bahía, una costa de reciente formación por los depó- sitos fluviales de la red hidrográfica y el modelado de su línea costera por la dinámica de las corrientes marinas. De norte a sur se localizan, formando esta costa de acumulación, las marismas y estuario del Palmones, los cordones dunares y las playas del Rinconcillo y de la Concha. El entorno de la desembocadura del Palmones es un espacio inundable por las

EL LITORAL MERIDIONAL DE ALGECIRAS EN UNA VISTA DESDE EL SUR. SE DIVISA CALA ARENA, CALA SECRETA Y AL FONDO, EL PEÑÓN DE GIBRALTAR. A LA DERECHA, LA ISLA PEQUEÑA DE LAS PALOMAS. mareas, frecuentado por una variada avifauna. La elevada pluviosidad de la zona en otoño e invierno hace que se produzca un encharcamiento estacional. Los cordones dunares ocu- pan el espacio definido entre el frente de playas y la carretera nacional. La costa de transición, entre el sur de la ensenada de Getares y la punta del Almirante, alter- na playas de acumulación, de arena o grava, con acantilados de escasa altitud. Las puntas del Rodeo y de San García, en las que el oleaje forma sendas plataformas de abrasión, presentan los materiales más resistentes a la erosión de este tramo costero. El desarrollo urbano y, muy especialmente, el portuario, ha modificado profundamente esta fachada oriental del territorio estudiado, transformando tanto su fisonomía como la dinámica sedimentaria de las corrientes del interior de la bahía. En esta zona se sucedían, de norte a sur, las playas de Los Ladrillos, El Chorruelo (estas dos engullidas por el crecimiento del puerto), San García y Getares7.

7. VARIOS, Avance del Plan General Municipal de Ordenación, Algeciras, 1998

30 Al sur de Getares destaca la presencia de Punta Carnero, que define el inicio meri- dional de la bahía de Algeciras y el de la costa estructural que continúa por el Sudoeste hacia Tarifa. Los bordes costeros, desde el sur de Getares en adelante, caen verticalmen- te sobre el mar, con acantilados generados por la erosión diferencial de los materiales que los componen. A su pie se forman promontorios y pequeñas ensenadas muy pedregosas. Similar secuencia continúa en sentido Sudoeste, hacia donde se suceden las calas de la Parra, Secreta, Arena, Dos Hermanas y El Tolmo, cuyos intermedios ocupan las puntas denominadas Tía Abelica, Chorlito, Fraile y Acebuche. Sus acantilados son menos ele- vados que en Punta Carnero, si bien algunos presentan similar plataforma de abrasión (como en Bajo La Surta). Las desembocaduras fluviales requieren breve atención. A grandes rasgos, durante el Pleistoceno (hace aproximadamente un millón seiscientos mil años), los ríos Palmones, Guadacorte y Guadarranque compartían desembocadura al noroeste del espacio que actualmente ocupa la bahía de Algeciras. Dicha desembocadura alcanzaba los cuatro kiló- metros de anchura y fue paulatinamente colmatada por la sedimentación de materiales producto de la acción erosiva de los ríos. El fin de las glaciaciones supuso la elevación del nivel del mar y la inundación del antiguo estuario. Desde entonces, el depósito de mate- riales en la desembocadura del Palmones y su distribución por la corrientes marinas ha cau- sado que su boca se sitúe actualmente un kilómetro al N-NE de su emplazamiento origi- nal, conformando los cordones dunares del extremo norte de la playa de El Rinconcillo8. El río de la Miel ha sufrido todas las agresiones posibles hasta quedar anulado como accidente de relieve en su curso bajo. Recibe vertidos urbanos sin depurar, se encuentra canalizado, soterrado y, finalmente, disimulada su desembocadura en el complejo portua- rio algecireño. Antes de las importantes obras de infraestructura de muelles y espigones que han cambiado radicalmente la fisonomía de la zona durante el siglo XX, el área de su desembocadura apenas sufrió cambios durante siglos. El río llega al mar entre colinas que se interrumpen bruscamente en la línea de costa, en un contexto general de litoral suave- mente curvado al oeste de la bahía de Algeciras. Las corrientes marinas que en el interior de la bahía describen un recorrido en sentido inverso a las agujas del reloj depositaban sedi- mentos por todo su recorrido llegando hasta Los Lances -Tarifa-, hasta que la construcción de diversos malecones ha interrumpido esta secuencia. Los depósitos que realizaba el río de la Miel, una vez colmatado el breve espacio entre las alturas de la Villa Vieja y la , pasaban a integrarse en la dinámica general de transporte y sedimentación de la bahía. De esta forma no podía destacarse la boca del río del monótono diseño de la línea de costa. El río era navegable para embarcaciones de poco calado en su tramo final, aunque las fre- cuentes lluvias torrenciales solían cegar su boca, limitando sensiblemente e incluso impi- diendo su tránsito.

8. VALENZUELA TELLO, J. M., «Las redes hidrográficas del Campo de Gibraltar (I): distribución de sedimentos», Almoraima, 14, (1995), pp. 59 y 60

31 El río Pícaro ha ido cambiando su desembocadura desde una situación originaria a 400 metros al norte de la actual hacia el sur por la influencia del depósito de sedi- mentos originado por la acción conjunta de las corrientes marinas de levante, que cir- culan paralelamente a la línea de playa, y de las corrientes eólicas de la zona, también predominantemente del este. A mitad del siglo XIX se unía en su desembocadura con el arroyo del Lobo.

4.- CORRIENTES MARINAS.

La situación del estrecho de Gibraltar entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico provoca una corriente marina superficial, que discurre de oeste a este, compensada por la elevada evaporación mediterránea y por otra corriente, de este a oeste, en profundidad. La

LA BAHÍA DE ALGECIRAS DESDE EL SUR. EN PRIMER TÉRMINO, LA ENSENADA DE GETARES Y LA PUNTA DE SAN GARCÍA. AL FONDO, SIERRA CARBONERA Y LAS MONTAÑAS MALAGUEÑAS. importancia de los aportes fluviales de grandes cuencas como la del Nilo o las europeas no bastan para equilibrar el volumen de agua evaporada en un mar casi cerrado, sometido a una elevada insolación. La corriente superficial de entrada fluye hacia el Mediterráneo, con temperatura superior a los 13ºC. Afecta a una profundidad de entre cien y doscientos metros. Discurre por el centro del Estrecho a una velocidad de entre 0,5 y 5 nudos. La corriente profunda de salida es más fresca que la de entrada. Atraviesa el Estrecho por su parte septentrional, a una profundidad de entre cuatrocientos y seiscientos

32 metros9. Es también más densa, dada la mayor salinidad del Mediterráneo -salinidad del 38 por mil frente al 36 por mil de la de entrada-. La circulación no se limita a movimientos horizontales, ya que también se producen movimientos verticales de notable importancia biológica para la nutrición de ciertos bancos de peces. Parte de las aguas de la corriente mediterránea es desviada por el Peñón, chocando y mezclán- dose con las de la corriente atlántica que fluye en superficie en vez de penetrar total- mente en la bahía10. En el interior de la bahía se producen corrientes marinas de distinto signo, deri- vadas de la circulación general de las aguas del Estrecho, de los cambios de dirección en la corriente de marea, de los vientos -que pueden anular e invertir el sentido de ésta- y de la propia morfología de la bahía11. El oleaje predominante de componente E encuentra la gran bocana de la ensenada favorablemente orientada para su pene- tración, produciéndose, además, la difracción de los trenes de olas en el extremo sur de Gibraltar -Punta Europa- De esa manera, se genera dentro de la bahía una corrien- te de deriva resultante en el sentido de las agujas del reloj, o sea, de oeste a este 12. Valenzuela propone que las corrientes que discurren en sentido inverso al de las agu- jas del reloj son las más energéticas y, por tanto, las causantes de la distribución de los sedimentos de los ríos y arroyos que desembocan en la bahía. Éstas son corrientes de levante; tienen su origen en las corrientes del oeste que, al enfrentarse con el fondo rocoso del Peñón, se desvían en parte hacia el interior de la bahía barriendo suave- mente el fondo costero y desplazan hacia el oeste las estructuras deltaicas submarinas de los ríos Guadarranque y Palmones13. En la costa atlántica del Estrecho, las olas pueden originarse en pleno océano, por lo que pueden llegar a la costa gaditana con enorme tamaño. En esta zona predomina la componente sudoeste, menos frecuente pero más violenta que la de origen sudeste14.

9. GUTIÉRREZ MAS, J. M. y otros, Op. cit., p. 41. 10. BUEN, R. de, «Fenómenos dinámicos en el Estrecho de Gibraltar», Congreso Internacional de Oceanografía, Hidrografía Marina e Hidrología Continental, Sevilla, 1929, citado por CAMIÑAS, J. A., La bahía de Algeciras. Características oceanográficas y biológicas. Contaminación y áreas de protección, Algeciras, Delegación de Ecología y Medio Ambiente, Ayto. de Algeciras, 1987, p. 13. 11. CAMIÑAS, J. A. Op. cit., pp. 13 y 14. 12. FERNÁNDEZ-PALACIO CARMONA, Arturo, FERNÁNDEZ-PALACIO CARMONA, José y GIL GÓMEZ, Bernardo José, El Litoral, en Guías naturalistas de la Provincia de Cádiz, Vol. 1, Cádiz, Diputación de Cádiz, 1988, p. 122. Estos autores señalan que debido asimismo a la deformación del oleaje que hemos mencionado -la difracción en el saliente del Peñón-, por la orilla de levante asciende otra corriente de deriva opuesta a la anterior, aunque, en términos generales, más débil. 13. VALENZUELA TELLO, José M., «Distribuición de Sedimentos en la bahía de Algeciras», Algeciras, Cuadernos del Instituto, Instituto de Estudios Campogibraltareños, Vol. 1, 1993, p. 133. 14. FERNÁNDEZ-PALACIO CARMONA, Artura, FERNÁNDEZ-PALACIO CARMONA, José y GIL GÓMEZ, Bernardo José, Op. cit., p. 30.

33 LA ISLA VERDE Y EL RÍO DE LA MIEL. SERVICIO GEOGRÁFICO DEL EJÉRCITO, MADRID. PLANO DE LA PLAZA DE ALGECIRAS Y SUS CONTORNOS, DETALLE, CUERPO DE INGENIEROS DEL EJÉRCITO, 1857.

CONSTRUCCIÓN DEL PUENTE DE ACCESO NORTE AL COMPLEJO PORTUARIO DE ALGECIRAS.

34 LA TERMINAL DE CONTENEDORES DEL PUERTO DE ALGECIRAS

5.- ISLAS.

Sólo existían en Algeciras dos accidentes merecedores de tal nombre, uno en la bahía y otro en el Estrecho. Curiosamente, ambos comparten toponimia: son las islas de las Palomas. Una de ellas se encontraba frente a la población, más conocida como isla Verde o de Algeciras. Era un afloramiento rocoso con 8 metros de altura sobre el nivel del mar, a 800 metros de la costa. De su nombre árabe, al-Yazirat al-Jadra, deriva la denominación actual de la ciudad. De la isla Verde partía, en dirección norte, el rompeolas del puerto inaugurado en 1913. En 1926 quedó unida al continente por un puente y, progresivamente, fue convirtiéndose en el núcleo del desarrollo portuario, hasta quedar completamente integrada en el mismo. La laja de la Galera era una gran roca (de 16 a 19 metros de diámetro) que se encon- traba a unos trescientos metros ante la desembocadura del río de la Miel. Junto al bajo del mismo nombre (200 metros al N-Ne de la laja) sirvió de base para la construcción del muelle de la Galera en 1911, origen del actual complejo portuario. De la punta del Almirante se adentran en el mar peligrosos arrecifes. En mar abierto, en el extremo sur de Punta Carnero, se localiza el islote llamado Cabrita, formando parte de un arrecife que llega a la costa. Más al sur, a 300 metros de la línea de costa, entre Punta Secreta y Punta del Fraile, se encuentra la otra isla de las Palomas. Es rocosa, de escasa elevación y completamente pela- da. Junto a ella se encuentran dos piedras menores y rasas, las Cabrillas.

35 MAPA GEOLÓGICO DEL CAMPO DE GIBRALTAR. A corta distancia al E de la punta del Acebuche afloran dos peligrosas rocas para la nave- gación: las Dos Hermanas. Delante de la punta del Fraile sobresale una gran piedra que, por su tamaño y forma, le ha dado el nombre al accidente costero.

6.- RELIEVE.

El esquema general del relieve algecireño consta de una zona montañosa al oeste, pre- cedida de un conjunto de cerros, así como de las colinas y vegas fluviales que ocupan sus tierras bajas, ya en contacto con una amplia franja costera.

36 El conjunto de las unidades geológicas del Campo de Gibraltar ha recibido diversas denominaciones entre las que ha prevalecido tradicionalmente la de flysch del Campo de Gibraltar. Tal conjunto presenta peculiares características estratigráficas respecto a las de las unidades béticas que en ella confluyen con dirección NE-SW. Estas facies de tipo flysch se caracterizan por la alternancia rítmica de sedimentos arcillosos y areniscosos, cretácicos y terciarios, depositados en ambientes marinos profundos a partir de corrientes de turbidez y gravitacionales, en ambientes de inestabilidad tectónica. Componen estratos rígidos, for-

AL FONDO, EL VALLE DEL RÍO DE LA MIEL, ENTRE LA SIERRA DE LA PALMA (A LA DERECHA) YLASESCLARECIDAS mados por rocas areniscas, que alternan con otros más plásticos -margas y arcillas-, lo que facilita los deslizamientos de aquéllos sobre éstos. Se trata de materiales ampliamente repre- sentados en el espacio mediterráneo. Esta cuenca sedimentaria fue posteriormente levan- tada por la orogenia Alpina, desplazada y plegada, presentando estratos verticales. Actualmente se localiza en Sicilia, el Rif y el sur de los Apeninos15. Se trata de materiales que cuentan con pocos fósiles, de acuerdo con la escasa actividad biológica de las zonas marinas muy profundas en las que se formaron. Las corrientes de turbidez -de donde pro- cede su nombre alternativo de turbiditas- son enormes desplomes de arena y barro que se deslizan por la pendiente del talud submarino, formando un amplio abanico en cuyo vér- tice se depositan los materiales de mayor peso y tamaño16.

15. GUTIÉEREZ MAS, J. M. y otros, Op. cit., p. 111. 16. VALLE, Juan Manuel del, «Características geológicas de la comarca campogibraltareña», en I Jornadas sobre las señas de identidad culturales del Campo de Gibraltar, Algeciras, 1998, pp. 15 y 16.

37 En el término algecireño están presentes de forma predominante dos de las unidades del Campo de Gibraltar, conocidas como del Aljibe y de Algeciras-Los Nogales. Sus mate- riales, originados entre el Cretácico y el Mioceno inferior, fueron plegados y levantados durante la Orogenia Alpina. Estas unidades, como las restantes campogibraltareñas, tienen sus equivalentes exactos en las unidades rifeñas de la otra orilla del Estrecho. La Unidad del Aljibe se compone de areniscas de entre el Oligoceno y el Mioceno Inferior y de arcillas y margas, formadas entre el Cretáceo y el Oligoceno Superior. Ocupa el sector occidental del territorio analizado, siempre al norte de la carretera Algeciras- Tarifa. En el sector algecireño encontramos sierra Luna, que forma parte del conjunto serrano más meridional de Europa, junto a las sierras de Ojén, Cabrito y Saladavieja. Este actúa como divisoria de aguas entre las vertientes mediterránea y atlántica. En el núcleo de la formación se sitúan los Llanos del Juncal, ya en término de Tarifa, flanqueado por el oeste por su mayor elevación, el Tajo de las Escobas, de 842 metros. Sus modestas eleva- ciones conforman, no obstante, un relieve singularmente acusado dada la inmediatez de la línea costera, que realza tanto sus valores paisajísticos como climáticos y ecológicos. Sus crestas descienden rápidamente de altitud hacia el este por las laderas de la sierra del Algarrobo (674 m.) y por el escalonamiento de las Esclarecidas, Altas (606 m.) y Bajas (411m.). La transición hacia las tierras bajas se efectúa por algunos cerros como el del Rayo (268 m.) y el de La Rejanosa (105 m.). Este espacio es el dominio del alcornocal que, en las umbrías, queda desplazado por el quejigal. En las zonas altas predomina la arenisca y, en las bajas, las margas y arcillas. Las sierras se encuentran divididas por profundas gargantas (denominadas en la zona canutos -véase capítulo «9. Vegetación»- , al igual que las formaciones vegetales que las ocu- pan), de laderas frondosas y escarpadas. En el término de Algeciras se disponen perpendi- culares a la costa occidental de su bahía, básicamente en sentido W-E. Quedan así expues- tas a la influencia humificadora del frecuente viento de levante, lo que contribuye al man- tenimiento de su elevada humedad ambiental, un peculiar microclima y ciertas formacio- nes vegetales propias de latitudes más tropicales. La unidad toma nombre de la sierra del Aljibe, su elemento de relieve más elevado. Se compone de arenisca perfectamente redondeada, muy rica en cuarzo, con cemento silíceo. La Unidad de Algeciras-Los Nogales ocupa el territorio oriental y meridional de su tér- mino. Entre el conjunto montañoso de sierra Luna y la costa este, el paisaje es de suaves colinas de margas, muy erosionadas, con frecuentes afloramientos arcillosos y extensas superficies de terreno aluvial. Sus cumbres rozan los 100 metros de altura, con valores máximos en Adalides (105 m.), Cuesta del Piojo (104 m.), El Alamillo (95 m.) y El Guijo (79 m.). A unos centenares de metros del mar se sitúan las colinas de formas redondeadas y suaves pendientes sobre las que se asienta el casco urbano, que alcanzan en torno a los 30-40 metros de altitud. Al sur de la Carretera Nacional 340 predomina el flysch margo- areniscoso-micáceo (de entre el Oligoceno y el Mioceno Inferior), conformando unos

38 cerros de altitud media entre las sierras señaladas y la franja litoral. Destacan el cerro Hermanillas o Hermanita (307 m.), que corona el cerro Centinela; Las Cabañas (295 m.), El Lobo (227 m.), La Horca (209 m.) y Campanario, entre otros. Sus materiales son mar- gas, arcillas margosas e inserciones de areniscas turbidíticas. Es un espacio muy desforesta- do y erosionado por las aguas superficiales, que ocasionan un intenso fenómeno de aba- rrancamiento en toda la parte sur del término. Además de las unidades principales citadas, cabe citar otras dos. También existe en la zona un sustrato calizo jurásico, sobre el que se deslizaron las anteriores unidades, deno- minado recientemente Unidad Gibraltar-Los Pastores. Estos materiales afloran puntual- mente en el Campo de Gibraltar, complicando un panorama geológico ya de por sí bas- tante complejo. Han sido históricamente aprovechados para extraer la materia prima con

CURSO MEDIO DEL RÍO DE LA MIEL, CON BOSQUE GALERÍA que elaborar cal y, en las últimas décadas, su sistemática explotación como canteras está arrasándolos. Es el caso de Los Guijos17, entre Los Pastores y el río Pícaro, al sur de Algeciras, pero también de otros lugares como La Coracha, en Los Barrios. Finalmente, la Unidad del Almarchal, formada por margas y arcillas margosas, aflora en Pelayo y en el tramo final del río Pícaro. Las vegas fluviales, especialmente representadas en la cuenca baja de los ríos Palmones y de la Miel, están formadas por material de aluvión de edad cuaternaria. Se tata de limos

17. VALENZUELA TELLO, José M., El afloramiento paleontológico de «Los Pastores», Algeciras (Cádiz), Algeciras, Instituto de Estudios Campogibraltareños, 1993

39 y áridos de diferente grosor que ocupan el fondo de los valles y han servido tradicional- mente como excelentes tierras de cultivo.

7.- HIDROGRAFÍA.

La red hidrográfica del término municipal de Algeciras está formada por multitud de arroyos de cauce irregular, con intensos estiajes que llegan a mantenerlos secos durante meses. La marcada estacionalidad contrasta con máximos otoñales que suelen provocar desbordamientos. La acusada pendiente determinada por la proximidad de su nivel de base

RUINAS DEL MOLINO DEL AGUILA, A ORILLAS DEL RÍO DE LA MIEL. a las sierras algecireñas, provoca una fuerte erosión y la consiguiente sedimentación de are- nas en los cursos bajos y en el mar. El río Palmones, que nace en la sierra del Aljibe, sólo bordea el territorio algecireño en sus últimos tres kilómetros. Forma en su tramo final un gran humedal entre dunas de are- nas, de gran valor ecológico y paisajístico. Todos los cursos de agua de cierta relevancia se originan en el conjunto de Sierra Luna, El Bujeo y El Algarrobo. Discurren en sentido W-E y desembocan en la bahía. Destacan los arroyos de las Corzas; sus tributarios por la margen derecha, el Botafuego y el Cava; el río de la Miel, encauzado y soterrado en su discurrir urbano en 1973, así como el Pícaro y sus dos importantes afluentes de la margen derecha, los Guijos y Marchenilla. Más de una

40 docena de arroyuelos estacionales que vertían a la bahía han desaparecido en los sumide- ros de la expansión de la ciudad. Sólo conserva cierta entidad, aunque también se encuen- tra canalizado, el arroyo Saladillo, que desemboca al sur del puerto. En el núcleo de cerros del sur del municipio nacen decenas de arroyos que, con la excepción del denominado del Lobo, tienen muy corto cauce (menor a un kilómetro), pendientes muy pronunciadas (con una media de 14º de inclinación), irregularidad extre- ma de su caudal (desde intensas avenidas en otoño a absoluta sequía en verano) y entorno natural intensamente erosionado y desforestado. El arroyo del Lobo nace en el cerro que le da nombre, a 250 metros de altura. No suele secarse completamente en verano y su desembocadura, en la ensenada de Getares, se encuentra al sur de la del Pícaro.

LA CASA DEL HORNILLO. UN «BUJEO» AL PIE DE LA SIERRA DE LA PALMA, EN ALGECIRAS. Los numerosos manantiales del término de Algeciras brotan en la línea de contacto de niveles de areniscas con los materiales arcillosos de base, que actúan como capa impermeable sobre la que discurre el agua subterránea. Estas fuentes suelen secarse en el período estival.

8.- SUELOS.

La variedad de los suelos del término de Algeciras se encuentra determinado por su emplazamiento en los diferentes elementos de relieve. En términos generales, su zonifica-

41 ción es la siguiente: las sierras interiores tienen carácter forestal, cubiertas por algunas de las mejores formaciones de bosque mediterráneo del litoral español; en algunas partes de altitudes medias -dentro del contexto regional- han sufrido una intensa desforestación, con episodios de grave erosión; los cerros arcillosos, que se suceden hasta el borde litoral por el sur del término, carecen de cubierta arbórea y se destinan al pastoreo; las vegas fluviales sostenían los escasos suelos de cultivo de Algeciras, ocupados en el último siglo con finali- dad residencial o industrial, especialmente en el valle bajo del río de la Miel. Esta clasificación de la utilidad agrológica de los suelos algecireños se concreta en las siguientes características. La tierra parda forestal de la zona serrana coincide con el terreno de la Unidad del Aljibe. Están caracterizados por su textura arenosa, por disgregación de la roca madre areniscosa, lo que les confiere un carácter ácido y cierta soltura y permeabili- dad. Su profusa cobertura vegetal de quercíneas los mantiene en equilibrio climácico, con elevado componente de humus. Se superponen a un horizonte más compacto, con mucho menos nutrientes y acidez y una elevada proporción de arcillas. Carecen de valor agrícola por su acidez, las acusadas pendientes que integra y el delicado equilibrio en que se encuen- tran con respecto a la vegetación que los cubre. En los lugares donde el bosque ha ido desa- pareciendo se ha asistido a la pérdida del horizonte superficial más rico, una acusada ero- sión de sus materiales, afloramientos arcillosos y rocosos y, en definitiva, su conversión en verdaderos eriales, incapaces de ser aprovechados más que como pobres pastizales que se agostan rápidamente. La posición de los estratos de arenisca condiciona ciertos matices diferenciadores respecto a esta tónica general, conformando en los lugares de mayor verti- calidad un litosuelo que apenas retiene material orgánico. Son, por tanto, suelos pobres, cuya tonalidad amarillenta es similar al de la roca madre. Forma las denominadas herrizas, con pobre cobertura vegetal y gran exposición a la erosión. Las zonas de cerros al sur de la carretera Algeciras-Tarifa y de suaves colinas del entor- no de la población, correspondientes a la Unidad de Algeciras-Los Nogales, cuentan fun- damental con el suelo denominado vertisol. Tienen color pardo amarillento y son deno- minados en la zona bujeos. Han sido explotados tradicionalmente para cultivo de secano, lo que ha deteriorado radicalmente la capa superficial rica en humus que lo caracteriza. En nuestra zona de estudio, la pendiente habitual de los terrenos dificulta su retención de agua, por lo que desaparece una de sus escasas cualidades para la agricultura. Desde su antigua e intensa explotación, especialmente para el cultivo de la vid, han sido paulatina- mente abandonados y entregados a pastizales. Su escasa rentabilidad económica, reducida permeabilidad, riguroso agrietamiento estival al secarse y la dificultad de su laboreo justi- fican esta situación. Actualmente se encuentran profundamente erosionados, con frecuen- tes afloramientos rocosos, aportando muchos sedimentos a las cuencas intermedias. Ocasionalmente despuntan materiales calizos que alteran intensamente los caracteres generales anunciados. La habitual naturaleza ácida del terreno se vuelve básica. En combi- nación con materiales arcillosos influye mejorando su drenaje y cualidades agrológicas.

42 Las vegas fluviales presentan suelos muy variados, producto de la sedimentación fluvial y de la proveniente de las elevaciones circundantes. Son de tipo neutro, sueltos, húmedos y aptos para la agricultura, tradicionalmente explotados como regadíos por la cercanía de los cursos de agua.

9.- VEGETACIÓN.

Las características físicas y climáticas anteriormente reseñadas posibilitan una rica y variada cubierta vegetal en el término algecireño, especialmente frondosa en la zona de sierras. En ella predomina el bosque mediterráneo, formando un espeso alcornocal muy

ÁRBOLES MUERTOS EN EL PARQUE NATURAL DE LOS ALCORNOCALES POR LA «SECA DE LOS QUERCUS» bien conservado en sus áreas más recónditas. La distribución en pisos de las diferentes for- maciones boscosas presentes en nuestra zona de estudio no viene determinada por su alti- tud relativa sobre el nivel del mar, sino por las peculiares condiciones ambientales que presentan las zonas más o menos alejadas de las cumbres. La humedad y la naturaleza de los suelos introduce variaciones entre espacios ubicados a similar altitud, lo que aumenta la variedad de los paisajes que aquí se dan cita. Su vegetación es esencialmente esclerófi- la, resistente a largos períodos de sequía y capaz de rebrotar eficazmente tras los incen- dios. Así ocurre con el brezo, que resurge de su cepa subterránea a pesar de haber perdi- do su parte aérea.

43 Las crestas montañosas más altas se encuentran desprovistas de árboles. La intensa ero- sión, los afloramientos rocosos y el fuerte régimen de vientos imperante sólo permite la existencia de una cobertura vegetal pegada al suelo y dominada por especies rastreras, como la robledilla -Quercus fructicosa-, o por otras que, como jaras y brezos, adoptan formacio- nes homogéneas que destacan poco sobre el terreno. Este matorral de montaña se presen- ta muy disperso en las herrizas, zonas de suelos especialmente degradados, con escasos nutrientes. Sobre ellos hace su aparición, en los lugares más áridos, la insectívora Drosophyllum lusitanicum. A pesar de la general predominancia del citado matorral en las mayores alturas de las sierras algecireñas, la pervivencia de reducidas manchas de robles melojos -Quercus pyrenaica- y acebos -Ilex aquifolium- apunta a que su vegetación climáci- ca pudo ser un bosque más heterogéneo que el que se conserva a menor altitud. La transi- ción entre estas formaciones y el alcornocal suelen estar ocupada por el brezo de escobas - Erica scoparia-, mientras que en las zonas más húmedas prospera el brezo arbóreo o turel - Erica arborea-, especie que conforma intrincados e inaccesibles espacios. El bosque clímax de la zona serrana es perennifolio, con gran diversidad de matices ver- dosos porque, aunque predomina en su composición el alcornoque, la presencia de otras especies hace que en las zonas singularizadas por su humedad o la composición del suelo se altere sustancialmente su aparente homogeneidad. El alcornoque -Quercus suber- es un árbol de entre diez y veinte metros de altura, de hoja perenne y copa extendida y redondeada. El suelo arenoso, bien drenado, así como la suavidad de las temperaturas y la importante pluviosidad explican su éxito. Sus bellotas han sido aprovechadas tradicionalmente como alimentación del ganado de cerda, su ramaje para elaborar carbón vegetal y de su tronco se han extraído tintes naturales - tanino- para los cueros. Más recientemente, viene siendo aprovechada con fines industriales su corteza, el corcho, que cuenta con propiedades difícilmente igualables por ningún producto sinté- tico. El corcho proporciona al alcornoque protección cuando se desencadenan los incen- dios que cíclicamente arrasan el monte mediterráneo, de forma que queda aparentemente calcinado hasta que, en la siguiente primavera, rebrotan sus yemas y recupera su tono verde parduzco. El árbol suele ser descorchado cada nueve años, en verano. Periódicamente, el alcornocal sufre plagas de orugas defoliadoras -la lagarta peluda- y de un ascomiceto deno- minado Hypoxylon mediterraneum. El aspecto del árbol afectado por este hongo es caracte- rístico: un flujo oscuro sobre el tronco y un chancro seco, de aspecto carbonoso. La acu- mulación de restos de madera, por el desplome de árboles enfermos, se ha multiplicado conforme el espacio rural ha ido perdiendo a sus pobladores. Sus devastadores efectos se aprecian claramente en las masas boscosas de estos montes, algunas de cuyas laderas están quedando paulatinamente desforestadas18. El helechal de Pteridium aquilinum es frecuen- te en su sotobosque.

18. MONTOYA OLIVER, José Miguel, Los Alcornocales, Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 1988.

44 La huella material del carboneo tradicional en la zona pervive en los alfanjes, pequeños espacios llanos y despejados, enmedio del bosque, desprovistos de vegetación. En ellos se formaban los hornos o boliches en los que se carbonizaban, mediante una lenta combus- tión, las ramas podadas de las abundantes quercíneas de la zona. El escobón, el brezo y la adelfa formaban la broza, la capa externa de la provisional construcción que, por último, se aterraba para evitar la entrada de aire por lugares distintos a las espoletas o respiraderos. El carbón obtenido era transportado a la población a lomos de mulas y asnos para su comercialización19. Otra especie arbórea esencial en las sierras algecireñas es el quejigo o roble andaluz - Quercus canariensis-. Forma un bosque mixto con el alcornoque en las zonas menos solea- das, convirtiéndose en la especie predominante al aproximarnos al fondo de los valles, donde predomina la umbría y aumenta la humedad ambiental. Por esta razón su tronco y sus ramas suelen estar recubiertos de hiedras, musgos, líquenes e incluso helechos. Sus bellotas son también alimento del ganado en montanera.

DETALLE DE «LA TROCHA», HISTÓRICA RUTA EMPEDRADA QUE ATRAVIESA LAS SIERRAS DE ALGECIRAS Y TARIFA. La degradación de estas formaciones boscosas permite otras aclaradas del tipo garriga, leñosas y de bajo porte, con predominio de especies oportunistas que aprovechan los terre- nos desnudos por los incendios; o bien de otra de tipo maquis, de varios metros de altura.

19. Véanse acereca de este OCAÑA TORRES, Mario, «Los Alcornocales: la exploltación del carbón en el siglo XVIII», Almoraima, 17, (1997), pp. 171-182 y SÁEZ RODRÍGUEZ, ÁNGEL J., «La Trocha, una ruta por la sierra entre Algeciras y La Janda», 18, (1997), pp. 37-46.

45 En los cauces de los arroyos hunden sus raíces los alisos -Alnus glutinosa-, que forman el denominado bosque en galería. Se trata de árboles caducifolios que, en invierno, defi- nen una conspicua línea en el fondo de los valles, en contraste con el verdor general del bosque. Componen una formación especial de los bosques de ribera, propia de las cuencas altas de los arroyos algecireños, que reciben el apelativo local de canutos. Esta comunidad vegetal densa, siempre verde, también integrada por laureles -Laurus nobilis-, ojaranzos - Rhododendron ponticum sbsp. baeticum-, durillos -Viburnum tinus-, avellanillos -Frangula alnus sbsp. baetica- y acebos, se llama laurisilva. Recibe tal denominación porque sus espe- cies integrantes suelen tener hojas del estilo de las del laurel, coriáceas y lanceoladas. Entre sus peculiares componentes destacan algunos de pequeño porte, helechos que constituyen las últimas poblaciones europeas de especies de distribución macaronésica o tropical. Entre ellos se conservan verdaderos fósiles vivientes de la Era Terciaria, como Psilotum nudum, Pteris incompleto, Christella dentata, Diplazium caudatum o Polipodium macaronesicum. Tanto en las sierras como en los cerros más próximos a las costas se localizan los buje- os, en los que afloran las arcillas de base. Se encuentran cubiertos de acebuches -Olea euro- paea-, lentiscos -Pistacia lentiscus- y gamones -Asphodelus spp.-, que por la proliferación de enredaderas y zarzas suele ser impenetrable. El acebuchal siempre ha sido un tipo de bos- que en regresión, tanto por su frecuente transformación en campos de cultivo y pastos como por la expansión urbana, que alcanza las zonas de cerros en que a menudo se asien- tan. El acebuche es una especie de olivo silvestre, que solía ser injertartado para aprovechar su fruto. En el Campo de Gibraltar no se ha desarrollado su explotación. En estado salva- je produce la acebuchina, que no es aprovechable económicamente. Con frecuencia, con el acebuchal aparece ligado el algarrobo -Ceratonia siliqua-, que en los montes de Algeciras está muy escasamente representado. En las cuencas medias y bajas de los ríos, cuando sus cauces salen de los encajonados canutos y se remansan las aguas, las orillas aparecen pobladas de un bosque de ribera no tan excepcional como el de la laurisilva, aunque de gran valor ecológico y paisajista. Se compo- ne de álamos blancos -Populus alba-, fresnos -Fraxinus angustifolia-, sauces -Salix atrocine- rea-, adelfas -Neurium oleander- y, en las zonas en que atraviesa bujeos, de acebuches. Los amplios espacios silvestres desforestados que completan las zonas menos elevadas del término de Algeciras componen los pastizales, en los que pasta una ganadería extensi- va formada principalmente por vacas retintas, además de ganado caballar, caprino, ovino y de cerda. En función del tipo de suelo sobre el que se desarrolla, se distinguen diferentes comunidades, representadas especialmente por los tréboles y leguminosas de los bujeos y por las gramíneas de las areniscas20.

20. BLANCO, Rafael, CLAVERO, Juan, CUELLO, Agustín, MARAÑÓN, Teodoro y SEISDEDOS, José A., «Sierras del aljibe y del Campo de Gibraltar», Guías naturalistas de la Provincia de Cádiz, Vol. 3, Cádiz, Diputación de Cádiz, 1991, pp. 78-79.

46 En el núcleo urbano existen diversas zonas verdes, entre las que cabe destacar por la sin- gularidad de las especies vegetales que contienen el Parque María Cristina, situado en la avenida Blas Infante, y el Parque Las Acacias, popularmente conocido como Parque Smith, por el palacete que se levanta en su interior. En ellos se localizan distintas especies vegeta- les, preferentemente de distribución tropical21.

10.- FAUNA.

La variedad de los hábitats algecireños, unido a la singular situación de estas tierras y a su climatología, posibilita una extraordinaria riqueza de la fauna que los ocupa. Componen diversos ecosistemas con muy diferente grado de conservación, ya que el impacto antrópi- co deja huellas imborrables en todos ellos. No obstante, los vinculados a las áreas costeras se encuentran en especial peligro por la expansión urbana y portuaria, a pesar de ciertas medidas de protección adoptadas por la administración autonómica. Ciertas zonas de las sierras se encuentran especialmente bien conservadas, aunque pende sobre ellas el riesgo de cierto excursionismo incontrolado y en expansión. El carácter de puente entre dos continentes de esta zona, uno templado y otro cálido en líneas generales, hace que la avifauna migradora que aquí se puede contemplar sea espe- cialmente numerosa. Entre ellas destacan por su número las bandadas de cigüeña blanca - Ciconia ciconia-, milanos negros -Milvus migrans- y halcones abejeros -Pernis apivorus-. La rara cigüeña negra -Ciconia nigra- también cruza el Estrecho por estas costas, al igual que los bulliciosos grupos de abejarucos -Merops apiaster-. Esto hace que todos los años, en la época del paso, se den cita en estas costas numerosos ornitólogos dedicados al conteo y estudio de las aves. En ocasiones, la violencia del viento reinante en el Estrecho dificulta la emigración y concentra en sus orillas grandes contingentes de aves que esperan la ocasión propicia para abordar la travesía. La avifauna total o parcialmente invernante en tierras algecireñas es también muy des- tacada. Ocupa todos los niveles de las cadenas tróficas, desde especies granívoras -zorzales, Turdus philomelos, y jilgueros, Carduelis carduelis- o insectívoras -petirrojos, erithacus rube- cula, y herrerillos, Parus caeruleus- hasta rapaces de todos los tamaños y hábitats, tanto diurnas -águila calzada, Hieraetus pennatus, y gavilán, Accipiter nissus- como nocturnas - buho real, Bubo bubo, y mochuelo, Athene noctua-. Así como aves necrófagas, desde los abundantes buitres leonados o comunes -Gips fulvus- a los más discretos alimoches - Neophron percnopterus-22. Son también numerosas las especies de aves marinas que frecuentan el litoral algecire- ño, especialmente en las marismas del Palmones. Son limícolas, zancudas y gaviotas, entre 21. BENÍTEZ AZUAGA, M., DÍAZ BURGOS, P., LÓPEZ RAYA, D., MEJÍAS MORENO, M. V. y VILELA GALLE- GO, M., Guía de árboles y arbustos de los parque y jardines de Algeciras, Algeciras, Excmo. Ayuntamiento, 1989. 22. PAREJO GUERRERO, Emilio Luis y SÁEZ RODRÍGUEZ, Óscar, Estudio ornitológico del Campo de Gibraltar y Ceuta, Algeciras, Instituto de Estudios Campogibraltareños, 1995.

47 los que destaca el flamenco -Phoenicopterus ruber-. Las playas rocosas y los acantilados se encuentran colonizados por erizos de mar, actinias, gasterópodos y crustáceos. En las are- nosas, son frecuentes los lenguados y los peces araña. Entre los mamíferos, la variedad es lógicamente menor. Están representados, no obs- tante, muchos de sus órdenes, como insectívoros -musaraña común, Crocidura russula-, quirópteros -murciélago común, Pipistrellus pipistrellus-, roedores -lirón gris, Glis glis-, lagomorfos -conejo, Oryctolagus cuniculus-, artiodáctilos -corzo, Capreolus capreolus- y, den- tro de los carnívoros, cánidos -zorro, Vulpes vulpes-, mustélidos -comadreja, Mustela niva- lis-, félidos -gato montés, Felis silvestris- y vivérridos -meloncillo, Herpestes Ichneumon-. Del oso -Ursus arctos- se tienen noticias certeras hasta la Edad Media, el lobo -Canis lupus- desa- pareció en los años cuarenta y el jabalí -Sus scrofa- parece extinguido por efecto de la peste porcina y por su facilidad para hibridarse con los cerdos en montanera. La nutria -Lutra lutra- ha sido citada con frecuencia. A pesar de la tradicional persecución y ensañamiento sufrido por las alimañas en una zona de gran afición a la actividad cinegética, llena de cotos de caza, su riqueza faunística sigue siendo destacada. Entre la población anfibia se encuentran ranas comunes -Rana ridibunda- y meridiona- les -Hyla meridionalis-, salamandras -Salamandra salamandra- y tritones-Triturus spp.-. Los reptiles están representados por lagartos ocelados -Lacerta lepida-, lagartijas colilargas - Psammodromus algirus- y culebras de herradura -Coluber hippocrepis-, entre otras especies.

11.- ÁREAS PROTEGIDAS.

Las sierras algecireñas, que ocupan aproximadamente el cuarenta por ciento de la superficie de su término municipal, están en su práctica totalidad incluidas en el Parque Natural de Los Alcornocales. Este inmenso parque abarca toda la franja oriental de la pro- vincia de Cádiz y la occidental de la de Málaga, desde los montes de Cortes de la Frontera hasta tocar aguas del Estrecho hacia la desembocadura del río Guadalmesí. Esta figura de protección contempla la defensa de su riqueza natural y el mantenimiento de las activi- dades agropecuarias y silvícolas tradicionales, entre las que cabe destacar el aprovecha- miento del corcho. Otras tareas compatibles son la ganadería extensiva, principalmente la cría del cerdo en montanera, y la recolección de espárragos23. En su interior, no obstante, se definen ciertas áreas especialmente sensibles -coincidentes con la cabecera de los canu- tos- de acceso restringido para la salvaguarda de especies raras, como los citados helechos relictos que en ellas se conservan. El Paraje Natural Marismas del río Palmones protege cincuenta y ocho hectáreas de humedales en el noroeste de la bahía de Algeciras, desembocadura del río Palmones, entre los términos municipales de Algeciras y Los Barrios. Incluye una zona marismeña flanque-

23. ARRIZABALAGA, Alicia (coord.), Guía de los espacios naturales de Andalucía, Madrid, Agencia del Medio Ambiente, Junta de Andalucía, 1991, pp. 80-81 y 134-135.

48 LAS SIERRAS ALGECIREÑAS FORMAN PARTE DEL PARQUE NATURAL DE LOS ALCORNOCALES.

49 PUERTO PESQUERO DE LA CIUDAD

INCLINACIÓN DE ACEBUCHES POR EL LEVANTE REINANTE EN LA ZONA, CAUSANDO EL LLAMADO «EFECTO BANDERA».

50 ada, en la orilla algecireña, por un sistema de dunas costeras y una zona encharcada que, en la época de lluvias, aumenta sensiblemente de extensión. Su avifauna es muy destacada, integrada por diferentes limícolas y especies de gran porte como el flamenco y las garzas - Ardea spp.-. La ribera barreña sirve de atraque para pequeñas embarcaciones dedicadas a la pesca tradicional, en declive a causa de los contaminantes agrícolas e industriales. Diversas organizaciones ciudadanas están promoviendo el incremento de la superficie protegida. Actualmente se encuentra en estudio la creación de un nuevo espacio protegido, el Frente marítimo-terrestre Tarifa-Algeciras, que ha de afectar a la costa sur del término, a partir de punta Carnero. Estas figuras de protección requieren de la colaboración ciudadana para la adecuada conservación de tan singulares espacios naturales, ya que los medios humanos y técnicos que las diferentes administraciones despliegan para hacerla efectiva son siempre insufi- cientes. La presencia de guardas forestales, de miembros del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil -SEPRONA- y de agentes de la policía autonómica, con competencias en la materia, es cada vez más frecuente, aunque incapaz de controlar accio- nes aisladas y criminales como la que, en agosto de 1997, hizo arder parte de las masas mejor conservadas de los bosques campogibraltareños.

12.- PAISAJE.

El entorno de Algeciras presenta una peculiar geomorfología derivada de un abrupto entorno, las ya citadas últimas estribaciones de las cordilleras Béticas, que circundan un espacio de escasa altitud, drenado por varios ríos que desembocan en la bahía. Tan sólo dis- tan diez kilómetros entre el pico Luna y la punta de San García. Tan escasa distancia con- tribuye a que, para el observador situado en la costa, las cumbres parezcan más elevadas de lo que realmente son. Es ésta una característica esencial del paisaje algecireño. Otra está determinada por su ubicación a orillas de la bahía de Algeciras y del estrecho de Gibraltar, lo que posibilita una inmensa gama de luces y colores. En la costa africana se divisan Ceuta, con el Hacho y su caserío; Alcázar Seguer y el Atlas. La ciudad, que se asienta sobre colinas, estuvo dividida por el río de la Miel. La sepa- raba del mar un acantilado por el norte y por el sur, mientras que, en las inmediaciones de la desembocadura del río, las tierras más llanas penetraban hacia el interior por una angos- ta vega que, pronto, se convertía en empinadas laderas. El núcleo urbano ha desbordado todos los límites tradicionales, avanzando hasta enla- zar con las barriadas periféricas. Se han creado así nuevas áreas residenciales en los tradi- cionales bujeos, acercándose rápidamente a los núcleos rurales más lejanos del término municipal. El urbanismo del arco de la bahía tiene afán metropolitano y, en pocos lustros, los conjuntos ciudadanos de Gibraltar, La Línea de la Concepción, San Roque, Los Barrios y Algeciras se han aproximado lo suficiente para que su tendencia no deje lugar a dudas.

51 PUNTA CARNERO Y SU FARO, ALSURDELABAHÍA. Lejos de la ciudad, el paisaje es tan variado como permiten las características geográ- ficas enunciadas en estas páginas. El frescor de las vegas contrasta con la sequía estival de colinas y cerros. El fuerte régimen de vientos imperante en el Estrecho dificulta la agri- cultura, por lo que la actividad agraria se ha decantado por la ganadería. Las vacas retin- tas son parte del panorama habitual de sus campos. Por efecto del viento de levante, son frecuentes los ejemplares aislados de árboles inclinados hacia el oeste. También es habi- tual la forma redondeada que adopta el matorral, tanto para hurtar su silueta a las vio- lentas ráfagas que soplan desde el este como por efecto del ramoneo de cabras y ovejas, que lo poda sistemáticamente. Las sierras, siempre verdes, componen el fondo para cual- quier composición visual. La disposición de los bloques de arenisca determina la distri- bución de su vegetación. A mayor verticalidad de los estratos, el afloramiento de los cres- tones rocosos impide la formación de suelo y, por tanto, el desarrollo de cubierta vege- tal. Cuando la inclinación se suaviza se forman suelos arenosos, muy adecuados para el bosque mediterráneo. La humedad y la naturaleza de los suelos introduce variaciones entre espacios ubicados a similar altitud, lo que aumenta la variedad de los paisajes que aquí se dan cita. A orillas del mar los registros cromáticos son diferentes. Arenales y acantilados pre- sentan distinto aspecto según cual sea el viento predominante. A veces, extrañamente, la quietud es total.

52 Capítulo II Historiografía

Luis Alberto del Castillo Navarro Licenciado en Derecho y Geografía e Historia Consejero de número del I.E.C.G. Sección I

Las ciudades sin Historia se asemejan a los amantes que en las encrucijadas del tiempo han asesinado al Amor.

1.- LA HISTORIA DE ALGECIRAS EN LA HISTORIOGRAFÍA COMARCAL

En una obra realizada por diversos especialistas sobra la Historia de Algeciras, parece necesario realizar un estudio riguroso sobre la historiografía existente acerca de la Ciudad, al menos en un capítulo que nos permita conocer lo que en el pasado se escribió, se histo- rió de Algeciras. En esta tarea habremos de tener en cuenta que las páginas dedicadas a Algeciras, en su mayoría, se encuentran diseminadas en capítulos de obras, que tratan de la Historia de Gibraltar y de su Campo al decir decimonónico, o, como decimos hoy, en la Historia de la Comarca del Campo de Gibraltar. Así pues, al ser escasas las obras dedi- cadas en exclusiva a la Historia de Algeciras reseñaremos en primer término las obras de carácter comarcal que a ella aluden, omitiendo, por excesiva, las menciones que en recopi- laciones, crónicas o Historias Generales de España se hagan de la antigua y moderna ciu- dad algecireña. También prescindiremos de aquellas noticias sobre Algeciras, ya sean geográficas o his- tóricas reflejadas en textos medievales, tales como las referencias a la toma de Algeciras por Alfonso XI en los Cuentos de Canterbury de Chaucer; las descripciones de viajeros y geó- grafos islámicos como Ibn Batuta e Idrissis o, finalmente, la Crónica de Alfonso el Onceno. No vamos a repasar tampoco, pues es tarea propia de otro trabajo de investigación, las referencias a Algeciras a través de su avatar en obras literarias como el conocido poema El río de la Miel de Ibn Abí Ruh, entre otros varios escritores musulmanes, pasando por las menciones de los viajeros de los siglos XVIII y XIX hasta llegar a las efectuadas en Los cuer- nos de Don Friolera de Valle Inclán, las de la novela La calle Real y el callejón del Muro de Luis de Armiñán y los Sonetos de la Bahía de José Luis Cano. No obstante, no quiero cerrar esta brevísima relación sin referirme a una cita litera- ria sobre las Algeciras que, desde el instante en que la leí, me ha afirmado en la opinión que nuestra población no renació a inicios del siglo XVIII, pues aunque no disfrutase de instituciones vecinales reconocidas, por pertenecer su alfoz tras la tan mentada des- trucción de 1369 ora a las de Jerez de la Frontera, o posterior y definitivamente a las de Gibraltar, siempre estuvo habitada, como hallazgos documentales recientes se están encargando de demostrar. La cita en cuestión aparece en la página 6 de la edición fac- similar de las Andanças e viajes de un hidalgo español y literalmente dice: “Tiene puerto muy seguro, [se refiere a Gibraltar] que es una entrada que la mar faze por allí entre la tierra

57 fasta las Algeçiras, que ay tres leguas, é en todo aquello ay buenos surgidores.”

La cita, escrita por Pero Tafur en 1451, se produce al referir una navega- ción hecha en la misma fecha en que el conde de Niebla se anegó “ con todos aquellos que con el se recogieron”, cuan- do su fracasado asalto a Gibraltar, en el año 1436. Volviendo ya a las obras historiográfi- cas sobre Gibraltar y su Campo, justo es comenzar la reseña por la estimada, hasta hoy, primera de la serie: Historia de Gibraltar de Alonso Hernández del Portillo. Aludida la obra por varios auto- res comarcales en los siglos siguientes a la redacción primera y la revisión del manuscrito, efectuadas por su autor entre los años 1605 y 1622; el Portillo - como se denominaba y denomina en los círcu- los de investigadores y eruditos campogibraltareños- por azares del devenir histórico acabó convirtiéndose en un manuscrito inédito, que nadie había visto después que, según Montero, el ejemplar que se hallaba depositado en Algeciras desapareciese. Obra, pues, mítica y de culto, desde que López de Ayala lo citara en su Historia de Gibraltar, en la actualidad, felizmente, se encuentra editada con una introducción y notas del doctor Torremocha, gracias a una publicación de 1994 efectuada por la UNED del Campo de Gibraltar y Librería PRAXIS de Algeciras. Inicia Hernández del Portillo, en el capítulo VII de su obra, un tratamiento sobre la antigüedad y localización de las ciudades del arco de la bahía de Algeciras y de la ribera septentrional del Estrecho de Gibraltar, a partir de las fuentes clásicas griegas y latinas, que ha enriquecido hasta el presente el debate historiográfico sobre tales extremos. En este punto, mencionaremos el expresivo título del capítulo VII : En que se declara quien fue Carteya o Tartesos, Algeciras, Mellaria, con otras particularidades y recogeremos textual- mente dos referencias que nos parecen de interés. La primera, acerca de sus conclusiones sobre las localizaciones de Carteya y Mellaria:

58 Tarífa, como tengo referido, yo no le hallo nombre antiguo, porque el de Carteya está muy claro y todos los que ven el sitio que yo dejo señalado, [Cartagena ó cortijo del Rocadillo] confiesan ser aquel Carteya. En lo que toca a Mellaria, soy de opinión que fue Algecira, si ya -como allí dije- no fue Tarifa alguna población de las muchas que tuvo cerca de sí Algecira, cuya rui- nas hoy parecen.

En cuanto a la segunda, dice:

Están las dos Algeciras dentro de la bahía de Gibraltar, á la banda occidental, en sitio ameno y agradable, como su nombre lo dice. (...) Tenía bonísimo puen- te, y para más seguridad de los navíos tenía un muelle que aún hoy es vivo, sin el puerto de Getares que está a una milla de la ciudad.

Sería en 1782 cuando vería la luz, en la imprenta madrileña de Antonio de Sancha, la Historia de Gibraltar de Ignacio López de Ayala. Qué el sanroqueño insigne conoció el manuscrito de Alonso Hernández del Portillo depositado en Algeciras, es algo que hoy parece fuera de toda duda; y como afirma Torremocha, cuando se refiere a la copia de la obra de Portillo conservada en la Biblioteca Nacional, realizada en 1781, “ pudo muy bien ser encargada por el mismo historiador, posiblemente al comprobar que la existente en el Archivo Municipal de Algeciras se hallaba muy deteriorada.” Así, ya en su Libro Primero, vemos como sigue los dos capítulos primeros del Portillo, prácticamente, desde el número I al L. En lo referente a nuestra ciudad entrará de lleno en la polémica sobre la localización y correspondencia de los lugares con las citas y nombres de las fuentes antiguas; sobre todo con los famosos y controvertidos fragmentos de Mela, Estrabón y Plinio, que estudiará en los números LXXII a LXXV del Libro Primero; más adelante, en el Libro Segundo, núme- ros XLIX al LIV tratará del sitio y toma de Algeciras por Alfonso XI; para referirse de pasa- da en el LVII a su destrucción:

Mahomad Abil Gualid rei de Granada, agradecido al primero, (Pedro I de Castilla) reusó las treguas que Don Enrique le ofrecia; i entrando con poderoso exercito en los dominios cristianos tomó í arruinó la ciudad de Algeciras, que con tantos trabajos i constancia vimos conquistada por D. Alonso el XI.

En este Libro Segundo, a los números LXXVII y LXXVIII, podemos leer con extensos detalles como Enrique IV da a Gibraltar los términos de las Algeciras y la oposición de

59 Jerez de la Frontera que alegaba “que en atención á los grandes servicios de Xerez se le había concedido el usufruto de aquella ciudad desde setenta años antes con posesión pacífica i sin contradición.” (p. 194). Finalmente, el historiador sanroqueño en el número LVI del Libro Tercero tratará, luego de la pérdida de Gibraltar en 1704, de los “Principios de Los Barrios, i de Algeciras”; y en los números LXXV y LXXVI de este Libro historiará los litigios habidos entre Algeciras y San Roque, al pretender aqué- lla emanciparse de la tutela concejil san- roqueña. Tiene la Historia de Gibraltar de López de Ayala un gran mérito, relacio- nado con su Apéndice de treinta y seis documentos inéditos, en ese momento de la edición, pertenecientes a la ciudad de Gibraltar y el plano, novísimo, de Gibraltar levantado en 1782. En tercer lugar, por su interés y siguiendo un orden cronológico en las ediciones, nos encontramos con la Historia de Gibraltar de Ángel María Monti, editada en Sevilla en 1851, en la Imprenta y Taller de encuadernaciones de Juan Moyano. Ya en su introducción, a modo de justificación de motivos, refiere Monti que “Pocos han sido hasta de pre- sente los escritores contemporáneos que se dedicaran á poner en claro la historia moderna de aquella ciudad, [Gibraltar] desenvolviendo el cuadro de sus vicisitu- des y pasadas glorias con toda la precisión y detenimiento que ellas merecen”. Considera que por causa del conocimiento fabuloso y las más de las veces “por la parcialidad y la polí- tica” se trastornan los hechos históricos y éstos no se exponen con rigor y exactitud, “como deben ser trazados por la verdad desnuda.” Entre los autores anteriores a él menciona a Pedro Barrantes Maldonado y a ¿ D. Eugenio ? López de Ayala, en vez de Ignacio López de Ayala, equívoco que pensamos causase el manejo de un ejemplar con error de impre- sión en la página de títulos.

60 A la vista de esta escasez de bibliografía histórica española sobre el tema, alentado por amigos - pensamos que era conocedor de la zona- Ángel María Monti, militar de profesión - teniente coronel graduado, figura en la página de títulos- emprende por primera vez la empresa literaria, según sus propias palabras “ un primer ensayo en la difícil carrera litera- ria.” He aquí una vez más la Historia considerada como narración literaria de aconteci- mientos pasados, concepto, por otra parte, dominante en el siglo XIX, del cual Monti es hijo. En la Introducción nos expone el plan general de la obra, “aunque sencilla, acomodada y grata al común de las gen- tes.// En este concepto hemos creído oportuno dividir la obra en tres partes: esto es, en Cronología histórica, Materia descriptiva y Ojeada geográfica.” Por la redacción de la primera parte, que subdivide en seis libros, curiosamen- te relacionado cada uno de ellos con cada una de “ las seis dominaciones que ha sufrido, ó de los seis acontecimientos más célebres para aquel pueblo de recuer- dos.”; nos confiesa que ha consultado y tenido a la vista el Viaje de Gíbraltar a Málaga de Carter, así como las obras de Barrantes Maldonado, Hernández del Portillo y López de Ayala. Y afirma: “De este último se ha seguido casi toda la cro- nología histórica, fechas y antiguas ano- taciones.” Ya tenemos admitida una pri- mera servidumbre a López de Ayala. Al parecer sólo se editó la primera parte, pues no hallamos referencia bibliográfica de los anunciados Tomos Segundo y Tercero, lo cual es lamentable, pues nos hemos quedado sin poder conocer la descripción del Campo de Gibraltar y varios manuscritos de Algeciras y San Roque que le fueron de utilidad en todo lo referente a costumbres, estadística, comercio y prácticas religiosas. Pensamos, que la publicación en 1860 de la Historia de Gibraltar y de su Campo de Montero harían, tal vez, inviable la publicación de la Segunda y Tercera Partes, anunciadas en la Introducción.

61 Por lo que se refiere a las citas que hace de nuestra ciudad, señalaremos la del Libro I, página 9,

[ Los cartagineses] pusieron guarniciones militares en aquel cordón dilatado de pueblos tan placenteros y florecientes, que forma la costa desde Cadiz hasta Málaga. En esta ocupación, ya se supone que encontraron Barbesola situada en la costa de occidente de la bahía de Gibraltar, no lejos del solar de la antigua Algeciras: Carteya en lo mas norte de la misma bahía;

La del Libro IV, páginas 45 y 46, que tratan con síntesis notable el asedio y con- quista de Algeciras por Alfonso XI; la realizada en la página 56 del Libro V cuando dice:

Así permanecieron las cosas, hasta que Enrique IV cansado de aquellas desavenencias se propuso sacar partido de ellas y determinó incorporar la Plaza [ Gibraltar, en debate su posesión entre las Casas nobiliares de los Ponce de León y los Guzmanes ] á los títulos de la corona de Castilla, seña- lándola los términos y jurisdicción de la ciudad de Algeciras.

Francisco María Montero, tal como indicábamos anteriormente, publica su Historia de Gibraltar y de su Campo en 1860, impresa por la Imprenta de la Revista Médica de Cádiz, que tan señera ejecutoria editorial realizase durante la segunda mitad del siglo XIX.

Es de gran interés el brevísimo Prólogo, que escribiera el propio Montero, por el repaso crítico efectuado sobre las obras historiográficas anteriores sobre Gibraltar, tanto de autores españoles como de las de los ingleses; curiosamente no menciona la de Monti. Al respecto, es destacable el juicio que emite sobre la obra de López de Ayala y la noti- cia sobre la procedencia de sus fuentes, al par que reconoce haber utilizado la Historia de López de Ayala da noticias sobre el manuscrito de Hernández del Portillo, tal como podemos leer textualmente:

En 1782 publicó su historia de Gibraltar, D,Ignacio Lopez de Ayala, acadé- mico de la historia, la más completa que hay hasta el día, llena de erudición aun- que no de crítica y en la que podría haberse sacado mas partido de los muchos y buenos materiales que su autor tuvo á mano. No obstante, será siempre consul- tada con provecho, á pesar de su descolorido estilo y confuso método. Valióse Ayala de las historias manuscritas de la casa de Niebla por el mismo Barrantes, y por el Maestro Pedro de Molina y sobre todo de la historia manus- crita de Gibraltar, por Alonso Hernandez del Portillo, vecino y jurado de la misma ciudad, que escribió en el año de 1610, Esta obra se conservaba en el archivo de Cabildo de Algeciras de donde hace años que ha desaparecido.

62 Dividirá Montero su obra en cuatro partes y seguirá a López de Ayala en el Capítulo IV de la Parte Primera, en lo relativo a la discusión sobre el emplazamiento de las antiguas ciudades de la bahía y su correspondencia con lugares o poblaciones actuales. Con respec- to a Portus Albus, señalada en el Itínerario Antoniniano, piensa que debió de situarse donde, en 1860, existía “el embarcadero de Palmones, pues conviene la distancia que se señala en aquel desde Carteía. Tal vez tomó el nombre de la blancura de los saladares ó sali- nas que así entonces como ahora hay en este parage, Al abrir los caños de estas hace pocos años se descubrieron los cimientos romanos de las antiguas.” En el párrafo siguiente afirma la teoría - que cuarenta y un años más tarde manten- drá Santacana- que ni en la Villa Vieja ni en la Nueva Algeciras existen vestigios de poblamiento de la época romana. Y acto seguido incurre en un grave error, inconcebi- ble en un autor ilustrado y al parecer conocedor de los pueblos de la Comarca: “ El acueducto y restos de muralla que se ven en sus alrededores pertenecen á la ciudad árabe que fundó Tarik, y que renovó y agrandó hasta las orillas del mar, el famoso Jussuf Ben Tachfin, el de Zacala.” [No comprendemos como puede ignorar que el acueducto fue construido en el siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III. En cuanto al nombre de Zacala, pensamos que es un error tipográfico por trasposición de sílabas y, en realidad, se quiso decir Zalaca]. En la Parte Segunda, en los capítulos V y VI, tratará respectivamente del asedio y toma de Algeciras por Alfonso, el Onceno; y de la destrucción en 1369 de la misma por el rey granadino Mohammed V. Escribe Montero, que “el Historiador de Gibraltar ha de seguir paso á paso á Don Alfonso XI, como teatro que ha sido esta tierra de sus mas grandes hazañas”, y así desde esta página 149 a la 160 nos relatará el cerco y conquista de Algeciras. En el capítulo VI, página 168, con sencillez y fuerza narrativa relata la des- trucción de Algeciras:

Así en guerra abierta, vínose [ Mohammed V ] con un fuerte ejército sobre Algezira, que se encontraba desguarnecida; y embistiéndola con ímpetu y al improvi- so la tomó por asalto; pero recelando con harta razón que no le sería posible mante- nerla, la destruyó completamente, arrasó sus murallas y convirtió aquel antiguo y glo- rioso asiento del poder mahometano, por cuya posesión se había derramado tanta san- gre cristiana y árabe, en un montón de ruinas que mas adelante sirvieron para cobijar á miserables pescadores. Satisfecho con este triunfo Mohammed aceptó despues la paz con que le brin- daba el Rey de Castilla, [ Enrique II ] el cual no estaba para guerras; y el Moro aprovechó este respiro para arreglar los negocios de su Reino.

63 En la página 280, en los dos párrafos últimos del capítulo VI de la Parte Tercera, nos informa de las tres ermitas que cobijaron a los fugitivos de Gibraltar, tras la conquista de la Plaza por los anglo-holandeses en 1704, remitiéndose a páginas posteriores, para tratar por extenso las fundaciones de San Roque, de Los Barrios y “de la nueva Algeciras”. En efecto, de esa forma lo realiza en el capítulo IV de la Parte Cuarta de su libro. Entre otras cosas, desarrolla en este capítulo toda la trama jurídica-institucional de las nuevas pobla- ciones y como por constituirse la ficción jurídica de residir la Ciudad de Gibraltar en la de San Roque, ésta erigióse en cabeza de las tres poblaciones, en perpetuación histórica, pese a la ucronía que la realidad ponía de manifiesto, de los privilegios, derechos y demás fran- quicias que tuviera concedido sobre su Campo, desde los tiempos de Enrique IV y su pos- terior ratificación por los Reyes Católicos al incorporarla a la Corona de Castilla. De esta manera, de la página 328 a la 332, relatará con detalle el litigio que por su emancipación sostendrán los vecinos de Algeciras con la ciudad de San Roque. Para finalizar este recensión suscinta de los sucesos referidos a la historia de Algeciras, aparecidos en la obra de Montero, nos referiremos al capítulo VIII de la última parte, que recoge el traslado de la Comandancia General del Campo de Gibraltar, realizado por el General Castaños desde San Roque a la vecina Algeciras, señalando las quejas y recurso de San Roque contra tal decisión y las razones expuestas por Castaños en su defensa. Razones que no nos resistimos a copiar literalmente, ya que explican la lígazón futura a lo largo de todo el siglo XIX ( Posac, Gómez Barceló, entre otros investigadores ) entre las ciudades de Algeciras y Ceuta. Relata Montero en la página 382:

Por el contrario, decía el General, que á la vista de tan importante colonia como era Ceuta, siempre amenazada de enemigos, debía ser la primera atención del Gobierno y de su delegado principal en el Campo atender á su conservación, lo que no podía conseguirse sino desde Algeciras, lugar mas próximo de embar- que para los auxilios y menesteres de aquella.

La última cita sobre Algeciras digna de mención aparece en la página 410, y es de inte- rés en cuanto al asunto de insignias y honores en los que aún se dependía de San Roque.

...el general Castaños, ... , duque de Bailen y presidente del Consejo de Castilla solicitó y obtuvo para su ciudad predilecta el privilegio de alzar pendo- nes en la proclamación de nuestra augusta soberana Doña Isabel II. Concediólo por real cédula dada en Aranjuez á 24 de abril 1834 la Reina madre Gobernadora del Reino, con lo que vino á borrarse el último vestigio que quedaba de la repre- sentación de la antigua ciudad de Gibraltar.

64 En mayo de 1944 se edita en Madrid Historia de Gibraltar del escritor José Carlos de Luna, persona entrañablemente ligada a Algeciras y al Campo de Gibraltar, y cuya afabi- lidad y simpatía aún son un gratísimo recuerdo para los algecireños que le conocieron y trataron durante sus estancias en la ciudad. La obra está dividida en XLI capítulos y se acompaña de un inmejorable aparato bibliográ- fico y de fuentes, que empalidecía aquel notable repertorio que Juan Pérez de Guzmán incorpo- rara, en el Apéndice III, a la obra de José Navarrete, Las llaves del Estrecho de 1882. En la actualidad, pese a haber transcurrido más de medio siglo, esta relación de 333 títulos siguen siendo un tesoro para los investigadores y estu- diosos de la historiografía de Gibraltar y la Comarca. El desarrollo de la Historia gibraltareña de José Carlos de Luna sigue fielmente a López de Ayala y a Montero, y acoge puntualmente algu- nas aportaciones del algecireño Emilio Santacana, leídas en su Antiguo y Moderno Algeciras ; sin embargo, reitera sin traer nove- dad todas las cuestiones relativas a Algeciras, vistas en los autores estudiados. Sin lugar a dudas, de todas las Historias de Gibraltar, examinadas en este trabajo, es la más literaria y de mejor estilo pese a algunos errores de bulto, tal el de la traducción de Estrabón en la página 45, y que en algunos pasajes respira las formas propias de los vencedores de la Guerra Civil en lo referente a la idea Imperial, aún así sus páginas están a años luz de la pesadez de López de Ayala y de las declamaciones retóricas de Monti y de Montero. Es claro, que cada autor es hijo de su tiempo y éste impregna, al igual que la profesión y el estamento o clase social, su quehacer literario o histórico; pero eso no es óbice para que determinados trabajos de investigación histórica, rigurosos y científicos, sean menos legi- bles que otros ejecutados a la ligera. Y prueba de ello es la edición de la Historia de Gibraltar de Hernández del Portillo, de fácil y amena lectura, no falta de gracejo, como cuando con motivo que Tarifa no acepta las cesiones de término de Algeciras a Gibraltar comenta: “ Tarifa, que ojalá se quedara con el nombre de Carteya y Mellaria y nos diera y restituyera nuestra tierra y término, pues tan justamente es nuestro.” Qué diferencia con

65 las secas y hasta desabridas exposiciones en igual asunto de López de Ayala, o cuando trata de la emancipación de la nueva Algeciras. Tal vez esto se deba a que Portillo fue el primero en tratar la historia de Gibraltar, y esa circunstancia le da una frescura de la que carecen las siguientes historias de sus epígonos. Quizás, al hilo de lo expuesto, sea el momento de reflexionar sobre las cir- cunstancias pasadas, en las cuales era más dificil acceder a fuentes documenta- les y por lo tanto, a la hora de acometer un trabajo histórico sobre una etapa temporal determinada, o sobre un asun- to específico, era más fácil seguir los caminos trazados por investigadores anteriores; y si se trataba de historiar una ciudad o una comarca, se añadían aque- llos acontecimientos producidos en los años transcurridos entre la última Historia publicada y la que se daba, en ese momento, a las prensas. Apenas si apreciamos bibliografía en la obra de Monti y en la de Montero. En la de José Carlos de Luna, edición lujosa, con múltiples litografías de planos y personajes, plegados o interca- lados fuera de texto, y con un excelente índice onomástico, no obstante, observamos pocas aportaciones históricas, siendo, como dijimos antes, tributario en gran medida de López de Ayala y de Montero. Cabe, pues, preguntarse si es que algunos extremos, ya por anti- guos y oscuros nunca será posible dilucidarlos, o, bien la carencia de fuentes documenta- les, ya literarias, ya arqueológicas, imposibilitan al historiador de turno aclararlos; o, por el contrario, la inercia y el prestigio mal atribuido a estudiosos e investigadores anteriores - el criterio escolástico de autoridad- hace dar por bueno todo lo historiado antes, sin el menor espíritu crítico. Cierra el corpus de obras históricas sobre Gibraltar y nuestra Comarca la Historia Económica del Campo de Gibraltar, de los profesores Torremocha y Humanes; que fue edi- tada en el año 1989 por la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación del Campo de Gibraltar de Algeciras. Obra reciente y, como su título indica, específica, que recoge con ambición científica aquellos elementos económicos y sociales que los autores

66 antes expuestos habían tratado desde una óptica costumbrista, o, meramente cronística. Ello no obsta para que al inicio de cada uno de los grandes períodos históricos estudiados, la clásica división en cuatro Edades, no rindan tributo a la Historia General de la Comarca del Campo de Gibraltar. De acuerdo con el método de resaltar aquellos pasajes relacionados con Algeciras, observamos que Torremocha y Humanes abordan con el máximo de datos documenta- les los apartados “Vías de Comunicación”, y “Las ciudades y el comercio” en el capítu- lo “Actividades del sector terciario en la Edad Antigua”, para aproximarse así al debati- do y confuso tema de las antiguas ciudades de la bahía de Algeciras. Serán cautos ante el irresuelto problema de Julia Traducta; al respecto escriben : “Julia Traducta, también llamada Iulia Transducta, Iulia Ioza o Tingentera. Presenta todavía el enigma de su ubi- cación, pues algunos autores la sitúan en Tarifa, mientras otros aseguran que era la Algeciras romana.” Ambos autores se mueven más a gusto en la Edad Media, siendo espléndida, por la síntesis de fuentes documentales y bibliográficas realizada, la exposición, desde la pági- na 73 a la 76, del territorio y la poblacíón durante los siglos VIII al XIV de la cora o pro- vincia de Al-Yazirat-al-Hadra, Algeciras, coincidente geográficamente con el actual Campo de Gibraltar. De la página 93 a la 97, Torremocha y Humanes analizan el comer- cio de esclavos, tráfico en el cual Algeciras será el principal mercado de al-Andalus a lo largo del siglo XIII. Es obligado en este período medieval las referencias a la conquista de la ciudad por las armas cristianas de Alfonso XI y su posterior pérdida y destrucción. Interesante es el énfa- sis que los autores ponen en el subpoblamiento que Algeciras padeció durante los 25 años, que se mantuvo en manos cristianas. Este período se cierra con la cesión de 15 de diciem- bre de 1462, que efectuó en Agreda Enrique IV de los términos de las Algeciras a la ciu- dad de Gibraltar; y con la posterior ratificación hecha por los Reyes Católicos y el litigio que ello suscitó con Jerez de la Frontera. Así mismo, la pérdida de Gibraltar en 1704 será el punto de arranque del renacimien- to de Algeciras y la fuente obligada será López de Ayala, aunque en el punto de la división de términos municipales entre San Roque, Los Barrios y Algeciras se aporte como testi- monio bibliográfico, él de los folios 112 y 120 de la aún inédita Historia de la Muy Noble, Muy Patriótica y Excelentísima Ciudad de Algeciras, de Manuel Pérez-Petinto y Costa. Aproximadamente la mitad de la Historia Económica del Campo de Gibraltar está dedicada a la Edad Contemporánea, destacando como aportación relevante, que ya por sí sola salvaría la obra por ser su consulta imprescindible, un extenso capítulo que estudia en sus múltiples facetas el Puerto de Algeciras-La Línea, desde la página 391 a la 434. Un apéndice documental, conteniendo 35 documentos, que comprenden desde é1 de fecha 4 de febrero de 1295, de Sancho IV concediendo franquicias y privilegios a la villa

67 de Tarifa, al capítulo primero del Reglamento del Mercadillo Semanal de Algeciras, de fecha 30 de junio de 1988, y que ilustran 700 años de nuestra histo- ria comarcal. Una completa relación de fuentes documentales y bibliográficas y 425 libros y artículos en revistas especia- lizadas cierran un trabajo ambicioso, serio, denso y riguroso, al que amerita y realza una esmerada edición.

2.- HISTORIAS DE ALGECIRAS: MONOGRAFÍAS PREVIAS

Cuatro libros sobre la Historia de Algeciras se han escrito hasta ahora, de los que tres, por diversas motivaciones, han acabado convirtiéndose en objeto de culto para gran número de algecireños. Por orden cronológico de redacción son : Antiguo y Moderno Algeciras, de Emilio Santacana y Mensayas, conocido popu- larmente por el “Santacana”, publicado en 1901, de tirada cortísima, 300 ejemplares hoy prácticamente inencontrables; la muy circulada pero a la fecha aún inédita (parece que el Instituto de Estudios Campogibraltareños está en la tarea de una edición crítica), Historia de la Muy Noble, Muy Patriótica y Excelentísima Ciudad de Algeciras , de Manuel Pérez- Petinto y Costa, escrita en 1944; la más editada, cinco ediciones desde la 1ª de 1969 hasta la de 1990, Algeciras, pasado y presente de la ciudad de la bella bahía, de Cristobal Delgado Gómez . La cuarta que no ha sido difundida más allá de escuelas y centros oficiales, sin haber dejado huella entre los algecireños curiosos por la historia de su Ciudad, es la titula- da Algeciras, obra que en 1983 publicara la Diputación de Cádiz, dentro de su serie los Pueblos de la Provincia y que coordinaron entre otros Ramón Corzo,Genaro Chic y José Luis Millán Chivite. Analizaremos en un primer momento el por qué del predicamento local de las tres obras citadas en primer lugar, para luego acometer una valoración de las mismas, siempre desde la óptica de la Historiografía, sin entrar en juicios profundos sobre la valía literaria

68 de ellas, aunque desde aquí ya avanzamos que las tres son más literarias que historiográfi- cas, tal vez por ser hijas de unos tiempos en los que la Historiografía, el escribir sobre la Historia, aún se entendía como una mera narración de hechos acaecidos en un determinado lugar durante un período delimitado de tiempo. Pensamos que el mérito innegable de Antiguo y Moderno Algeciras, de Emilio Santacana y Mensayas radica en que fue la primera Historia monográfica escrita y públicada sobre nuestra Ciudad. Además, la avaloraba el que su autor fuese un algecireño insigne, hombre de vastísima cultura, representante arquetípico de la escasa burguesía algecireña, que a fines del XIX, provinciana y periférica, se encuadra- ba en la estructura sociopolítica de la Restauración. Hemos de añadir que los pocos ejemplares existen- tes de la cortísima primera y única edición, la han acabado convirtiendo, cerca de un siglo después, en una obra mítica, que casi todo el mundo alude en Algeciras, pero que pocos, en verdad, la han tenido en sus manos y muchos menos la han leido. Con respecto a la obra de Manuel Pérez-Petinto y Costa, muy documentada, rigurosa en sus análisis, adquiere gran relieve local por causa de su carácter de inédita. Aunque el Ayuntamiento de Algeciras adquiriese en 1944 los derechos de edición, la verdad es que nunca ha manifestado intención de dar la obra a la imprenta. Según una cons- tatada tradición oral, el propio Pérez- Petinto al percatarse de esa inoperancia municipal relacionada con su Historia de la Muy Noble, Muy Patriótica y Excelentísima Ciudad de Algeciras, optó por repartir copias mecanografiadas de la misma entre aquellos amigos que se la soli- citaban. Los sucesivos copistas han produ- cido alteraciones por errores mecanográfi- cos, ortográficos o, sencillamente, por omisiones de las últimas líneas en fotoco- pias desastrosas. Podemos afirmar, sin exa- geración, que hoy es difícil en contrar un manuscrito que sea copia fiel del original. Diferente fortuna a las dos anterio- res ha tenido la obra de Cristobal Delgado Gómez, Algeciras, pasado y pre- sente de la ciudad de la bella bahía. En 1990 la obra del Cronista Oficial e Hijo Predilecto de Algeciras, se publica por

69 quinta vez, con actualizaciones y algunas puestas al día. El que esta obra, cuyas tiradas por edición desconocemos, haya alcanzado cinco ediciones en veinte años, habla bien a las cla- ras a favor de la misma y, simultáneamente, del interés de los algecireños por conocer la historia de su Ciudad. Así pues, la obra de Cristobal Delgado ha venido a cubrir esa impor- tantísima laguna existente, como él mismo indicara en su prólogo de 1969: “ Desde que en 1901 el ilustre algecireño don Emilio Santacana y Mensayas publicó aquel precioso libro titulado ‘Antiguo y Moderno Algeciras’, ninguna otra obra de tipo histórico sobre nuestra ciudad había salido a la luz, a pesar del interés de muchas personas por conocer el pasado de Algeciras”. En 1901, impresa en el Establecimiento tipográfico de El Porvenir, ve la luz Antiguo y Moderno Algeciras, el día 15 de febrero. En una nota previa a la página de títulos se indica el número de ejemplares de la edición, 300, de los que 200 los destina Emilio Santacana a las instituciones benéficas de Algeciras, mediante el precio “que le fija de 5 pesetas por cada uno” .En la Dedicatoria el autor hace exposición de sus propósitos:

El trabajo que este libro representa, producto de la buena voluntad con que lo emprendí en mis ratos desocupados, poco vale; pero, tal cual es, deseo ofrecerlo a mi pueblo natal, y á la ciudad de Algeciras lo dedico como modesto testimonio del cariño que siempre le profesé. Mi propósito ha sido, el de reunir con algún orden, datos y noticias que den una idea más concreta de cuanto se refiere al pasado y presente de Algeciras, facilitando con ello el medio para que otros, con mayor suficien- cia, y sin duda en forma literaria más galana, correcta y atractiva, puedan ampliar y comple- tar la reseña histórica de esta ciudad. Si mi trabajo es bien acogido, y si con él llego á prestar algún servicio á mi pueblo por insignificante que sea, juz- garé sobradamente compensado cualquier pequeño sacrificio que haya podido imponerme al realizarlo. Algeciras, á 31 de Diciembre de 1900. Emilio Santacana.

Estructurará Santacana su obra en nueve capítulos de dispar contenido y extensión. Del capítulo I dedicará casi nueve páginas a hablar de y, como habían hecho los autores precedentes que habían tratado de Gibraltar y su campo, se servirá de la obra de López de Ayala. Desde la página diez se sumergirá en la discusión sobre las localizaciones de las ciudades de la bahía en la época romana, con especial referencia al problema de Iulia Transducta o Altera. Finaliza el primer capítulo opinando que en época antigua no existió en el actual solar de Algeciras o en sus cercanías presencia romana, ya que no exis- tía ningún vestigio romano. Así que, concluye, “ Si algún poblado existió antes, debió ser

70 de escasa importancia y sus restos quedarían por completo destruidos bajo la planta de los árabes”. El capítulo II lo dedicará a la época Mahometana. Por supuesto la historia de Algeciras durante ese período aparecerá vinculada a las diversas vicisitudes de la España musulmana. Para la redacción del capítulo III, que intitula “Sitio,conquista y destrucción de Algeciras,1341 á 1369”, utiliza la reducción que de la Crónica de Alfonso XI efectuara Joaquín Guichot en su Historia de Andalucía. Desde las dos últimas líneas de la página 52 Santacana copiará dicho relato hasta la página 76. Está claro que, el polígrafo algecireño con la copia literal de la recensión de Guichot, cumple así con una tarea de divulgación entre sus paisanos de la Crónica de Alfonso XI , en lenguaje actual y de más fácil com- prensión. En un breve capítulo IV, se suma al decir general sobre los más de tres siglos, desde 1369 a 1704, en los cuales “el nombre Algeciras no suena para nada en la Historia”. El capítulo V, titulado Formación de la Nueva Algeciras,1704 á 1756, se desarrollará de la página 93 a la 105; siguiendo Santacana el texto de Montero en lo referente al “célebre plei- to” entre Algeciras, por obtener su emancipación, y San Roque, que pretendía seguir man- teniendo la antigua titularidad de Gibraltar sobre Algeciras. En el capítulo VI llega nues- tro autor desde 1756 a 1900, con especial referencia final a los acontecimientos naciona- les de 1898. Sobresaliente en cuanto a datos actualísimos sobre la Algeciras de 1900 y a sus abun- dantes reflexiones filosóficas, políticas y morales es el capítulo VII, que bajo el título gené- rico de “La Actualidad” acoge doce apartados tales como Agricultura y Ganadería; Industria; Comercio,Banca, Navegación; Vía férrea; Instrucción y cultura; e Higiene por no citarlos todos. El capítulo VIII se divide en dos partes, en apariencia muy diferentes pero que sin embargo reflejan la hondura intelectual de Emilio Santacana. En este capítulo, el insigne polígrafo algecireño se nos muestra como un auténtico regeneracionista, no sólo colacio- nador y crítico de los entresijos locales, sino también vasto conocedor de la historia de España. Desde la página 199 a la 224 discurrirán sus “Observaciones finales”, que no per- siguen otra finalidad que la que enuncia en el penúltimo párrafo de la página 224:

Estas consideraciones que hacemos de carácter general, tienen como es natu- ral, su aplicación á este Campo y sus pueblos como parte importante de la nación, y quisieramos verlos recoger pronto los frutos de cambios provechosos en la dirección que indicamos.

A partir de la página 236 se describe la segunda parte del capítulo VIII. El título ya de por sí es suficiente clarificador de su contenido : Ensueños.

71 Personalmente, opinamos que en este capítulo VIII del libro Antiguo y Moderno Algeciras subyacen las claves que posibilitarán, casi un lustro después, el brillantísimo papel jugado por Don Emilio Santacana y Mensayas en la Conferencia Internacional de Algeciras sobre Marruecos. El capítulo último, IX, estará dedicado a la exposición de Datos y Documentos, en número de treinta y tres, que en cierto modo nos recuerdan a los 36 documentos inéditos del apéndice de la Historia de Gibraltar de López de Ayala. Es el capítulo más extenso, con 77 páginas ocupa una cuarta parte del libro. Las descripciones que realiza de monumentos o lugares, inexistentes en el momento actual, nos permiten tener una visión fidedigna de la Algeciras de finales del XIX e inicios del siglo XX. Como botón de muestra, aquí rela- cionamos algunos de los 33: Capilla de Europa, Convento de la Merced, Capilla del Cristo, Obelisco, Plaza de Toros, Muelles, Periódicos... Los siguientes autores de Historias de Algeciras, Pérez-Petinto y Delgado, también dedicarán la mayor parte de su obra a un apéndice similar al de Santacana; podemos afir- mar que en este sentido creó escuela. Tan sólo la Historia dirigida por Ramón Corzo desis- tirá del Apéndice, para en el último capítulo- El Arte y la Cultura Popular- hablar breve- mente de monumentos, dedicando tres apartados singulares a la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Palma, la Capilla de Nuestra Señora de Europa y a la Capilla de San Antón, popularmente conocidas las dos últimas como Capillita de Europa e Iglesia de la Caridad. Al reseñar con brevedad la obra Historia de la Muy Noble, Muy Patriotica y Excelentísima Ciudad de Algeciras, (cuya copia poseemos gracias a la amabilidad de D. Antonio Rizquez, incansable estudioso y articulista) dejaremos de inicio la palabra a su autor, Manuel Pérez-Petinto y Costa en el prólogo, que el mismo escribiera en enero de 1944. Creemos que esas líneas mostrarán palmariamente las motivaciones y el eje argu- mental de su trabajo.

Protestamos, ante todo, de la intención que nos ha impulsado a publicar este modesto trabajo; ni el afán de notoriedad que en nuestros años pecara de trasno- chado cuando no de ridículo; ni menos aún, el prurito de parecer maestro, por cuanto nada de lo que contienen estas páginas es novedad alguna en la historia de nuestra Patria, nos hubiera apartado del firme propósito de guardar para noso- tros solos los apuntes que una paciente búsqueda de más de veinte años nos había proporcionado; el gran amor que por Algeciras, cuna y sepulcro de nuestros padres y abuelos, sentimos, juntamente con la tortura espiritual a que nos some- ten cronistas de esta ciudad, unos, negando, en absoluto, la existencia de ella con

72 anterioridad a la invasión árabe, y otros silenciando o poniendo en duda hechos gloriosos de su vida, ha sido poderoso acicate para abandonar aquel propósito. Nada que no ostente el sello de incontestable veracidad; nada que no sea ad- vera- do por doctos y documentados historiadores, será reflejado en estas páginas; dese- charemos fábulas y destruiremos leyendas por doloroso que nos sea arrancar del alma popular narraciones que embellecieron su niñez, y consuelan su vejez y cuando transcribamos alguna, a título de curiosidad, lo haremos consignando su origen, a fin de que el lector sepa el valor que le atribuimos. Fuente copiosísima de nuestros trabajos e investigaciones lo han sido,la Biblioteca Nacional; las pro- vinciales de Sevilla, Granada y Cádiz; las famosas Escurialense y del Insigne Colegio del Sacro-Monte de Granada, ricas en monografías y memorias; los Archivos municipales de San Roque, Algeciras, Tarifa y Ronda y gran número de obras dispersas en los establecimientos de compra-venta de libros usados, en Madrid, cuyos dueños con un desinterés y cortesía reveladores de honda cultura, nos permitieron consultar y tomar cuantas notas precisamos, muchas de ellas muy valiosas. No obstante sabemos desde nuestro humilde conocimiento que la Ciudad de Algeciras merece más elevado cronista, su gloriosa historia mejor can- tor; suple estas deficiencias, irremediables en el autor, el hondo amor que le pro- fesamos y la buena voluntad que en el trabajo pusimos.

Tampoco omitiremos las palabras del Anticipo, que hoy, 55 años después, nos entriste- cen al advertir como nuestros sucesivos Consistorios Municipales hicieron escarnio de la ilusión, entusiasmo y del amor profundísimo de Pérez-Petinto por Algeciras, pasando de editar su Historia, para la que nunca, al parecer, hubo dineros o interés en ello:

Nobleza obliga y allá van estas líneas en demostración, siquiera sea de un modo insuficiente; mi gratitud a las personas que apoyaron esta obra, y muy especialmente al Señor Alcalde de la ciudad Don Manuel Baleriola Soler, sin cuyo noble rasgo acogiéndola, no hubiera culminado el logro para mí tan ansiado de verla impresa. Al Cabildo en Pleno, a los amigos que pusieron su cariñoso afán al servicio de esta empresa, a todos, mi reconocimiento.

Hasta la página 176, Pérez-Petinto estructurará su obra en siete capítulos. Los I y II estarán dedicados a la Algeciras romana. En el primero recoge la polémica clásica sobre Iulia Transducta. Ya en la página 6, Pérez-Petinto es consciente de la tarea que emprende:

73 Al llegar al estudio de este punto, sobrecoje nuestro ánimo la temerosa con- sideración de adentrarnos en el mar de polémicas, hipótesis y conjeturas que tanto los antiguos como los modernos geografos o historiadores han creado en torno de el mar en el que hemos de bucear en busca de la verdad con la esperan- za de arribar con fortuna a sus playas; ruda es la tarea, desde luego superior a nuestra inteligencia, pero no mayor que nuestra voluntad; ...

Por supuesto que la voluntad del ilustre algecireño fue enorme, y su inteligencia mayor al aplicarla al estudio de las fuentes documentales de todo tipo: desde las historiográficas a las numismáticas, sin omitir las lingüisticas y arqueológicas. Hasta el trabajo de Daniel Sedeño titulado Sobre la localización de “Iulia Traducta”, fuentes antiguas y relatos histó- ricos modernos, publicado en las Actas del Congreso Internacional sobre el Estrecho de Gibraltar, celebrado en noviembre de 1987 en la vecina Ceuta,no hemos encontrado un estudio tan riguroso y exhaustivo del tema. Además, el que fuera fundador de la Biblioteca Municipal de Algeciras no se muerde la lengua, cuando ha de rebatir las opiniones contra- rias a la existencia de una ciudad romana en el solar de la actual Algeciras. En concreto, cuando arguye en contra de las tesis de López de Ayala a cerca de este asunto:

En la edad actual, Don Ignacio López de Ayala, en su, por muchos títulos, meritísima obra ‘Historia de Gibraltar’ niega terminantemente hubiera existido en el golfo o bahía de Calpe otra población que no sea Carteia, la que dice habi- taban los fenicios trasladados de África,... No es posible imaginar que López de Ayala en su vasta erudición, desconociese el Itinerario de Antonino Augusto, documento oficial de que hemos hablado, y conociéndolo no acertamos a com- prender como afirma que en el golfo de Calpe no existió otra población que Carteia, cuando en el citado documento, como hemos demostrado, se menciona a Portu Albo. ¿Por qué lo silencia? Si la transcripción y sobre todo, la traducción del texto de Mela fuesen las empleadas en sus razonamientos, seríamos los primeros en felicitarlo por haber dado feliz solución a punto tan discutido, pero... es que al copiaarlo dice: CIGENTE FRETO, y traduce estos vocablos por ‘EN LA ANGOSTURA DEL ESTRECHO’, con todo el respeto que la ilustre memoria del Señor López de Ayala merece, se nos ha permitido a nosotros, pigmeos a su lado, exponer dis- conformidad; de emplearse CIGENTE participio del presente del verbo CIN- GERE (ceñir, coronar, envolver, cercar, sitiar) seguido del sustantivo FRETO, (para el estrecho) la traducción, cualquiera que fuese el significado que se esco- giese,resultaría impropia gramaticalmente para identificar la situación geográfica

74 de Mellaria que era el objeto propuesto por Mela; para salvar este escollo, apela a traducir el tiempo del verbo CIGENTE, por ‘la angostura’[subrayado en la copia que poseemos] traduciendo así, no hay texto que no diga lo que el traductor se proponga. (pp. 14-15).

Algunas páginas más adelante, el que fuera durante años Secretario del Ayuntamiento de Algeciras, remata la crítica efectuada a López de Ayala; transcribimos literalmente:

No debía estar muy arraigado en López de Ayala, no obstante su concluyen- te afirmación, el convencimiento de la no existencia de Julia Transducta, cuando en el curso de su obra, al narrar la invasión de nuestra península de los árabes, se- ñala a ALGECIRAS, como punto de desembarco donde, dice ‘cometieron trope- lías [subrayado en nuestra copia] y saqueos’, ahora bien, todos los historiadores están contextos en que el lugar donde los árabes pusieron la planta en su in- vasión de la península fue la ciudad de Julia Transducta que llamaron AL-GHE- ZIRA-ALHADRA, nombre que corrompido al ser traducido al castellano es el de ALGECIRAS, con que se lee actualmente; de donde resulta que la Julia Transducta de los romanos cuya existencia niega tan terminantemente López de Ayala, es la Al-Ghezira-Alhadra de los árabes y la Algeciras de hoy, en la que el mismo impugnador de su existencia dice que desembarcaron; y preguntamos nosotros al Señor Ayala si Julia Transducta no existió ¿cómo la encuentra con el nombre de Algeciras en los primeros pasos de la invasión musulmana? ¿Cuándo nace? ¿Quién la puebla? Nada habla acerca de estos capitales extremos por donde poder explicarnos su abierta contradicción. La justa autoridad que con la publi- cación de su obra conquistó Don Ignacio López de Ayala, hubiera sido el pabe- llón que cubriera su errónea afirmación; ello nos ha obligado a refutar detenida- mente su tesis, en aras de la verdad.

Los capítulos III y IV historiarán la Algeciras islámica, dedicando en el III las páginas 44 a 49 a la biografía de Almanzor, con base en la obra de Rainier Dozzy. En el capítulo V tratará Pérez-Petinto del Sitio, conquista y destrucción de Algeciras. Calificará los veinte meses del asedio de “homérica empresa” y lamentán- dose de la falta de atención prestada por los historiadores a este hecho comete el error de confundir Castilla con España, aunque resalta el dato auténtico, muchas veces olvidado, de la amplísima resonancia que la conquista de las Algeciras tuvo en el ámbito de los reinos europeos. También en estos párrafos iniciales del capítulo V, al igual que la transubstanciación entre Castilla y España, propia de la educación cul-

75 tural tras la restauración canovista, desliza Pérez-Petinto un comentario, que junto con algunos similares efectuados a lo largo de su Historia de Algeciras, le ha valido que en nuestra época algunos le tilden de maurófobo, cuando en realidad los histo- riadores, por muy objetivos que pretendan ser, como afirmaba Toynbee, están con los pies puestos en “su ribera” del río de la Historia. El comentario en cuestión es el siguiente: “... su importancia fue tal que la conquista de Algeciras por las armas cris- tianas cerrando la puerta por la que hemos visto entraban continuamente en la penín- sula las feroces hordas marroquies, aseguró definitivamente la conquista del bendito suelo de la Patria”.

La cursiva es de nuestra intención, para destacar algo muy importante: Pérez- Petinto había visto desfilar, una vez más, por la puerta de Algeciras hacia el resto de la Península tropas marroquíes al servicio de los militares africanistas sublevados con- tra la II República; y también, que duda cabe, debió de tener conocimiento, como todos sus coetáneos algecireños, de los desmanes de toda índole cometidos por dichas tropas en poblaciones cercanas, pertenecientes a la provincia de Málaga. Así que de maurofobia nada, más bien hijo de su tiempo, igual que nosotros somos hijos de un tiempo de amistad hispanomarroquí, sin que eso quiera decir que seamos ni maurófi- los, ni maurófobos. Aparte disgresiones sobre filias y fobias historiográficas, utilizará Pérez-Petinto, de manera indistinta, las crónicas del reinado de Alfonso XI de Juan Núñez de Villazan, en prosa y la rimada de Rodrigo Yáñez en todo lo referente al cerco y conquista de Algeciras, y lo plasmará desde la página 68 hasta la 95. De la página 97 a la 99 tratará de la destruc- ción de Algeciras:

Así acabó su vida en 1369, la ciudad de Algeciras que fundará, con el nom- bre de Transducta el emperador Augusto el año 18 antes de Jesucristo: la ciudad que era ‘Espejo de Africa, maravilla que Dios fizo poblar, que no tenía tantas pie- dras desde la cima hasta el fondo como cabezas cayeron por ella; que estaba fun- dada sobre sangre: villa que estaba siempre encantada y era víbora peligrosa, leona brava y rabiosa’, en pintura de los Cronistas árabes.

El brevísimo capítulo VI trata del Urbanismo-Cultura-Industria-Comercio en la Algeciras musulmana, es un interludio previo al extenso capítulo VII,-páginas 104 a 176- intitulado Algeciras-Su resurgimiento-Lucha por su independencia política. Es de gran interés, en el último capítulo, la exposición y análisis que realiza el autor del pleito emancipatorio entre Algeciras y San Roque, que culmina en la pági- na 120. De nuevo se observan discrepancias con las fechas dadas por López de Ayala

76 sobre el establecimiento de vecinos de Gibraltar en el solar de Algeciras, que el escri- tor algecireño fijará en 1706 y no en 1710 como afirmaba López de Ayala. Igual suce- de con las opiniones manifestadas por el historiador sanroqueño en relación con el litigio entre ambas ciudades. Reconociendo Pérez-Petinto el innegable derecho de San Roque a ostentar el título de la de Gibraltar en su término, no admite la hostili- dad y oposición de su Cabildo a que se reintegrasen a la renacida Algeciras los tér- minos y propiedades territoriales, que desde antiguo le habían pertenecido hasta su cesión, en 1462, por Enrique IV a la ciudad de Gibraltar.

Entre las páginas 130 y 163 va desgranando Pérez-Petinto el siglo XIX español con sus incidencias y repercusiones en el discurrir de Algeciras. Al final, tras reseñar el aciago 1898, escribe:

Mas no todo había de ser duelo en estos años de 1890 a 1900, en ellos reci- bió un gigantesco impulso el progreso de la ciudad, se adoquinaron y alcantari- llaron las principales calles y casas, se inauguró en primero de Julio de 1891 el alumbrado eléctrico sustituyendo al de petróleo; la tan ansiada vía férrea de Bobadilla a Algeciras en 1892 quien construyó un muelle provisional para el ser- vicio de los vapores de la expresada Compañía, se construyó por ésta el suntuoso y en 1895 se inauguró la nueva Casa Capitular y como arre- pentidos del sedentarismo, en que hasta entonces habían vivido, rivali-zan los administradores en la mejora de la Ciudad.

Los inicios del siglo XX con la celebración en Algeciras, en 1906, de la Conferencia Internacional sobre Marruecos, merecerán que nuestro autor dedique diez páginas,163- 172, a tan “magno acontecimiento”. Correcto el relato, sin embargo tenemos que objetar- le un reparo: el error palmario de confundir la crisis de Tánger de 1905, originadora de la Conferencia de Algeciras, con la de Agadir de 1911, posterior en cinco años a la referida Conferencia Internacional. Los treinta y siete años comprendidos entre 1906 y 1943 los condensa el autor en un par de hojas, páginas 173 a 176. Dignos de mención son la primera frase del penúltimo párrafo, “Desde 1914 a 1923 no se registra suceso alguno merecedor de anotarse;” y el últi- mo párrafo del capítulo, que reproducimos integro:

Enfrenada la oligarquía partidista de los años 1917 a 1923 por la férrea mano de la Dictadura militar y presente en la memoria de la generación actual los hechos ocurridos de entonces a hoy, quédese su narración para otra pluma den-

77 tro de 50 años, la nuestra aquí pone punto, rogando a Dios no deje de su mano a nuestra amada Algeciras, guiándola por la senda de paz y progreso emprendida al amparo del providencial Gobierno del Caudillo Generalísimo Don Francisco Franco Bahamonde.

Siguiendo la iniciativa de Santacana, Pérez-Petinto dedica las 102 páginas siguientes de su manuscrito inédito, un tercio de la obra, a Apéndices, los cuales en número de 38 enri- quecen el conocimiento de la ciudad de Algeciras. Podemos concluir esta recensión, afirmando que Manuel Pérez-Petinto y Costa es un historiador riguroso y metódico en el empleo de las fuentes documentales y bibliográficas que maneja; sorprende el copioso caudal utilizado de éstas últimas, desde alusiones y notas a la Decadencia de Occidente, de Spengler, pasando por los autores clásicos de la Antigüedad, los comarcales López de Ayala, Montero y Santacana hasta el hispanista Dozzy. También sorprende gratamente su deseo de estar al día en ediciones de historia local, tal es el caso de conocer la obra de José Carlos de Luna, editada en 1944 y refutar sus errores al seguir éste a Montero, haciéndole extensiva la refutación que efectuara al escritor sanroqueño. Así pues, es claro que Pérez-Petinto nunca fue seguidor servil de los autores anteriores; les concedió título de autoridad en los extremos, que sus propios conocimientos y estudios sobre la materia constataban la certeza y fundamento de las opiniones y afirmaciones de aquéllos; en los puntos donde descubría superchería, intereses torcidos o simple presun- ción ignorante, Pérez-Petinto no vaciló en rechazar, refutándolas, teorías de destacados tra- tadistas comarcales, cuyo prestigio parecía intocable. Tal vez, en esta línea de honestidad científica y respeto a la certeza histórica radique la razón última que su obra, aún, permanezca inédita. Circunstancia que hoy, 55 años des- pués, nos parece olvido imperdonable.

A diferencia de Santacana y Pérez-Petinto, Cristobal Delgado Gómez, en la 5ª edición actualizada de su obra Algeciras. Pasado y presente de la ciudad de la bella bahía, Algeciras 1990, la estructura en parágrafos y no en capítulos, hasta un número de 18, que abarcan desde Palabras sobre la Prehistoria hasta Panorama actual, comprendiendo apartados sobre Algeciras romana, y, ya dentro de la Algeciras islámica consagra tres interesantes parágra- fos a los Hammudíes de Algeciras. A Alfonso XI.Conquista de Algeciras, dedicará Delgado Gómez de la página 69 a la 99. Sus fuentes principales serán la Crónica Rimada atribuida a Rodrigo Yáñez y las Crónicas de los Reyes de Castilla. El ilustre Cronista de la ciudad se preocupa, con justeza, de resaltar la importancia del asedio y conquista de Algeciras. Al respecto escribe:

78 Numerosos comentarios figuran en los libros de Historia respecto a la importancia del Sitio de Algeciras. Todos ellos coinciden en que fue un hecho trascendental y que, desde la gloriosa epopeya comenzada en Covadonga y terminada en Granada, no hubo otro hecho semejante dada la desigualdad de fuerzas entre sitiadores y sitiados y las calamidades de toda índole que hubieron de sufrir las tropas de Castilla. Y prueba de esta impor- tancia es que a partir de entonces los reyes unan a su corona el título de ‘Rey de Algeciras’ y que el Papa mande trasladar la Catedral de Cádiz a nuestra ciudad.

Cristobal Delgado al igual que Santacana y Pérez-Petinto, consagrará una parte importante de su obra, la Segunda Parte, a Apéndices y Documentos. De la página 179 a la 323, aproximadamente la mitad del libro, entre los iniciales Escudo de Algeciras, descrito y dibujado por el investigador y artista algecireño, Luis Carlos Gutierrez, y el Esquema de la Prehistoria y de la Arqueología de Algeciras, cuyos datos arqueológicos, en nota a pie de página, Delgado Gómez nos da noticia de haberle sido facilitados por el profesor Pedro Rodríguez Oliva, y la relación final de Alcaldes de Algeciras irá mos- trando al lector monumentos y lugares, fiestas y actividades culturales y artísticas; des- tacando entre estos 27 epígrafes cuatro jurídicos de gran importancia: el texto del Acta de la Conferencia Internacional sobre Marruecos, de fecha 7 de abril de 1906; el Decreto sobre creación del Plan de Desarrollo del Campo de Gibraltar, de Presidencia del Gobierno, de fecha 28 de octubre de 1965; el Decreto de 16 de octubre de 1969, del Ministerio de Educación y Ciencia, por el que se declaran monumento histórico-artísti- co los hornos romanos de Algeciras; y la Orden de 6 de abril de 1981, del Ministerio de Cultura, por la que se declara monumento histórico-artístico de interés provincial a favor de la Capilla de Europa, en Algeciras. Dijimos que la obra de Cristobal Delgado Gómez, editada en 1969 por primera vez, venía a colmar el vacío existente sobre las vicisitudes de nuestra ciudad, hueco que ape- nas mitigaban la obra de Santacana, inencontrable, y las escasísimas copias de la inédita de Pérez-Petinto. Con respecto a la 5ª edición actualizada, destacaremos, como muy positivo, la incorporación de los nuevos hallazgos arqueológicos y los nuevos aconteci- mientos históricos, políticos y sociales sucedidos en nuestro país y sus incidencias en Algeciras hasta 1988. Desde un punto de vista racional, comprendemos que a un historiógrafo que escribe sobre hechos coetáneos le es muy difícil ser objetivo, por causas que ya expusimos ante- riormente; y, sobre todo, porque escribir de historia actual bajo un sistema político dicta- torial siempre entraña riesgos, el menor de los cuales es que la obra nunca sea impresa. Así

79 que comprendemos, admitimos ciertos textos de Algeciras.Pasado y presente de la ciudad de la bella bahía en la edición príncipe y en aquéllas que le siguieron durante el período de la Dictadura franquista. No nos parece, en cambio, idóneo que algunos de esos textos hayan seguido impresos en la edición de 1990, aunque respetamos la libertad de opinión y expresión de su autor. En 1983 la Excelentísima Diputación Provincial de Cádiz, dentro de la Tercera Serie de “Historia de los pueblos de la provincia de Cádiz” redactada bajo la dirección, del entonces Director del Museo de Cádiz, Ramón Corzo Sánchez, encuadrado en los pueblos del Campo de Gibraltar, edita el libro Algeciras. Ya en la introducción, que redactara Corzo, late la preocupación de enmarcar este libro dentro del conjunto que forman las siete localidades hermanas de la Comarca campogi- braltareña, “con un destino histórico muy similar”. Es evidente, que este criterio abarcador de un conjunto homogéneo de poblaciones en series propias persigue una metodología, que facilite una completa recopilación de documentos y la complementariedad entre sí de las diversas redacciones. Nos parece adecuado recoger textualmente parte de la Introducción:

El panorama histórico del Campo de Gibraltar es uno de los más interesan- tes y ricos de la provincia, no sólo en el panorama de la evolución interna de la región andaluza, sino también en el de las relaciones internacionales de toda la Península. Aquí, la situación geográfica determina una encrucijada esencial en todo el hemisferio occidental: la unión del Mediterráneo con el Atlántico y el paso marítimo más corto y directo entre Europa y África. Puede decirse con plena certeza, que todos los acontecimientos históricos, crisis bélicas y fenómenos de relaciones entre distintas comunidades étnicas que caracterizan al mundo occi- dental han tenido en el Campo de Gibraltar uno de sus escenarios preferentes. En el momento actual, el elemento perturbador en la región es la presencia bri- tánica en todo Gibraltar, fruto de un conflicto lejano cuya resolución definitiva nadie puede prever. El profundo arco de la bahía de Algeciras define la localización de los princi- pales enclaves urbanos: Tarifa y Gibraltar, estable el primero desde la época pre- rromana y foco de dispersión el segundo, ya que su pérdida ha potenciado en mayor o menor grado el desarrollo moderno de Algeciras, Los Barrios, San Roque y Tarifa. En el centro del arco se apoya el eje fluvial del Guadarranque, donde se apoyan las dos comunidades no costeras de la comarca, primero Castellar y luego Jimena, ésta sobre el río Hozgarganta, ambas de estructura fortificada y montuo- sa como vigilantes permanentes de la comunicación con el interior de Andalucía. Este ámbito singular, clave de la historia española y escenario de sus más gra- ves crisis, guarda el recuerdo milenario de todo lo que por allí pasó y que desme- nuzado entre sus pueblos actuales queremos dejar reflejado en esta serie.

80 Un plantel de especialistas de los Departamentos de Historia de la Universidad de Cádiz y de otras universidades e investigadores locales acometen el trabajo, que se estruc- tura en 8 grandes apartados o capítulos. 1.- Caracteres geográficos. 2.- Prehistoria. 3.- La época romana. 4.- La Edad Media. (Se retorna a la idea de Santacana en el primer parágrafo: El naci- miento de Algeciras.)

La villa de Algeciras como tal nace en la Edad Media. Una ciudad como ésta que siempre ha estado vinculada al mundo musulmán del Norte de África, que aún sigue viviendo del tráfico comercial con la otra orilla, nació también por obra y gracia de los musulmanes. Y surgió como una necesidad por parte de los musul- manes. Estos necesitaban disponer de una base, un núcleo permanente que pudiese poner en comunicación ambas orillas y que constituyese un punto de desembarco, una escala para posibles tropas norteafricanas que acudiesen en socorro de sus hermanos andalusíes si éstos se encontraban en apuro ante ataques cristianos.

5.- La Edad Moderna. 6.- La Edad Contemporánea. El siglo XIX. 7.- El siglo XX. 8.- El Arte y la Cultura Popular. El libro incorpora un material gráfico, la mayoría en correctas reproducciones en color, que amérita la obra; por otra parte, como ya indicamos, de escasa difusión en Algeciras. Esperamos haber aportado algunas luces al estado de la cuestión sobre la Historiografía del Campo de Gibraltar y de Algeciras; y deseamos con sinceridad no haber creado oscu- ridades en su estudio. Sabemos que la tarea era novedosa, aunque la aspiración a realizarla fuese antigua y pensamos que necesaria. Nos ha guiado siempre el respeto al trabajo y a la ilusión de aquéllos que nos precedieron en el estudio y, sobre todo, la coherencia con nues- tro entendimiento de la Historia.

81 3.- BIBLIOGRAFÍA

GENERAL DEL CAMPO DE GIBRALTAR.

HERNÁNDEZ DEL PORTILLO, Alonso: Historia de Gibraltar. Edición anotada por A. Torremocha; Algeciras. UNED del Campo de Gibraltar&Librería PRAXIS. 1994. LÓPEZ DE AYALA, Ignacio: Historia de Gibraltar. Madrid. Antonio de Sancha, 1ª edición. 1782. LUNA, José Carlos de: Historia de Gibraltar. Madrid. Edición del autor, 1ª edición. 1944. MONTERO, Francisco Mª.: Historia de Gibraltar y de su Campo. Cádiz. Imprenta de la Revista Médica, 1ª edición. 1860. MONTI, Ángel María: Historia de Gibraltar. Sevilla. Imprenta y Taller de encuaderna- ciones de Juan Moyano, 1ª edición. 1851. TAFUR, Pero: Andanças e viajes de un hidalgo español. Notas y edición de Marcos Jiménez de la Espada. Barcelona. Ediciones El Albir,S.A., 2ª edición. 1982. TORREMOCHA, A. y HUMANES, F.: Historia Económica del Campo de Gibraltar. Algeciras. Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación del Campo de Gibraltar, 1ª edición. 1989.

ESPECÍFICA DE ALGECIRAS.

CORZO SÁNCHEZ, Ramón y A.A.: Algeciras. Cádiz. Excma. Diputación Provincial, “Tercera Serie de Historia de los pueblos de la provincia de Cádiz”, 1ª edición. 1983. DELGADO GÓMEZ, Cristóbal : Algeciras. Pasado y presente de la ciudad de la bella bahía. Algeciras. Tip. Alg. Mazuelos, 5ª edición. 1990. PÉREZ-PETINTO Y COSTA, Manuel: Historia de la Muy Noble, Muy Patriotica y Excelentísima Ciudad de Algeciras. Manuscrito inédito. Algeciras, 1944. SANTACANA Y MENSAYAS, Emilio: Antiguo y Moderno Algeciras. Algeciras. Establecimiento tipográfico El Porvenir, 1ª edición. 1901.

82 Capítulo III Prehistoria e Historia Antigua

Maribel Gómez Arroquia Licenciada en Geografía e Historia (Especialidad en Prehistoria y Arqueología) Miembro del I.E.C.G. Sección II

PREHISTORIA

1. INTRODUCCIÓN.

El conocimiento de la Prehistoria de Algeciras es relativamente reciente a partir de los datos aportados por las últimas investigaciones realizadas. Las primeras noticias que tenemos de útiles líticos prehistóricos hallados en nuestro término municipal se remontan a 1938 cuando el profesor D. J. Martínez Santa-Olalla descubre en Punta Carnero un yacimiento, al parecer, de gran interés. En la ladera sur de las baterías hay rampas que atraviesan restos de probables terrazas marinas donde apare- ce “una industria arqueolítica de cuarcitas muy patinadas y rodadas, entre las que hay un bifaz típico y algunas lascas levalloisienses evolucionadas”1. También en las terrazas del río Palmones, en Los Barrios, cerca de Algeciras, habían apa- recido con anterioridad abun- dantes restos de industrias Chelenses y Achelenses2. El descubrimiento de mayor relevancia hasta aquel momento se produce en PRINCIPALES YACIMIENTOS DEL PALEOLÍTICO SUPERIOR EN LA BAHÍA DE 1967 cuando los arqueólogos ALGECIRAS: D. C. Posac Mon y D. P. 1. EMBARCADERO, 2. TORRE ALMIRANTE, 3. PINAR DEL REY, 4. GORHAM’S CAVE. Rodríguez Oliva descubren un yacimiento con industria lítica en las playas cuaternarias levantadas que forman los llanos conocidos como Torre Almirante, entre el cementerio y la , clasifica- da como “Musteroide”3. Dentro del casco urbano de Algeciras, como consecuencia de obras de remodelación del mismo, se localizaron una serie de materiales4 que se distribuirían de la siguiente forma:

1. PEMÁN, C.: Memoria sobre la situación arqueológica de la provincia de Cádiz en 1940. Informes y Memorias nº1. Ministerio de Educación Nacional. Dirección General de Bellas Artes. Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas. Madrid, (1954). p. 45. 2. BREUIL, H.; BURKITT, M. C.: “Rock Paintings in Southern Andalucia. A description of a Neolithic and Copper Age Art Group”, Oxford, (1929). p. 60. 3. DELGADO, C.: Algeciras. Pasado y Presente de la ciudad de la bella bahía, Algeciras, 1990. pp. 181-182. 4. Estos descubrimientos se realizaron como consecuencia de los seguimientos arqueológicos realizados por el equipo de investigación de J. I. de Vicente, director por entonces del Museo Municipal de Algeciras.

87 - al sur del casco urbano (campo de fútbol de la Era, barriada de la Juliana): diversas lascas y útiles de sílex (raspadores, etc.). - en la Plaza Neda (C/ Sevilla, esquina C/ Blas Infante) y en Puente Matadero (sobre el río de la Miel): varios núcleos de sílex. - en el Colegio de los Salesianos5 y en el yacimiento de Campo Chico6: abundantes res- tos de industria lítica. Poco más se conocía en el término municipal a parte de algunos otros hallazgos aisla- dos, sin un contexto claro que permitieran sacar conclusiones fiables7. Habrá que llegar a 1994, con el descubrimiento y estudio del yacimiento de El Embarcadero8 sobre un terra- za del río Palmones, para que se abriesen nuevas expectativas de análisis más sistematiza- dos y científicos que permitiesen establecer unas conclusiones sobre el poblamiento de Algeciras y su término municipal en el contexto del Campo de Gibraltar. A la vista de lo anteriormente expuesto, si bien es evidente un continuo poblamiento humano en la banda atlántica de Cádiz desde el Achelense, documentado en las terrazas del río Iro en Chiclana de la Frontera, en depósitos del Pleistoceno en San Fernando9, y otros enclaves a los que habría que unir el ya clásico foco achelense de la antigua Laguna de la Janda10, así como el yacimiento de Guadalquitón-Borondo en la costa mediterránea11 y el Chaparral en las terrazas del río Palmones en el Campo de Gibraltar12, en el caso de Algeciras es difícil establecer una secuenciación continuada de los distintos periodos prehistóricos, desde el Paleolítico Inferior, dada la ausencia de materiales de las primeras fases y por la falta de un estudio profundo sobre los restos aislados localizados en una serie de yacimientos de su término municipal y del propio casco urbano hasta que se llevó a cabo en 1994 el descubrimiento y posterior estudio del ya mencionado yacimiento de El Embarcadero sobre una terraza del Palmones.

5. FERNÁNDEZ, S. : “Evolución del poblamiento en el término municipal de Algeciras: Una perspectiva arqueológica”, Almoraima 14, (1995), p. 14 y nota 3, p. 20. 6. Este yacimiento fue descubierto por D. J. I. De Vicente en 1993, atribuyéndose el material al Epipaleolítico. 7. Para una relación de los yacimientos localizados en Algeciras y su término v. FERNÁNDEZ, S. (1995): Op. cit. p. 14. 8. RAMOS et al.: El Paleolítico Superior Final del río Palmones (Algeciras, Cádiz). Un ejemplo de la tecnología de las comuni- dades especializadas de cazadores-recolectores, Algeciras, IECG, 1995. 9. RAMOS, J. et al.: “Las ocupaciones humanas de la Prehistoria Reciente de la campiña litoral y banda atlántica de Cádiz. Ensayo de síntesis”, Gibraltar during the Quaternary, AEQUA Monografías 2, (1995), p. 72. 10. GILES, F.; SÁEZ, A. (1980) : “Prehistoria de la Laguna de la Janda: Nuevas aportaciones”, Boletín del Museo de Cádiz I, 1978, pp. 7-17. 11. Este asentamiento, localizado en el término municipal de San Roque, podría interpretarse como testimonio del avance de la ocupación humana desde la costa hacia el interior siguiendo las vías de las corrientes fluviales, v. GILES, F. et al. (1995) : “Testimonios paleolíticos de la ocupación humana del litoral mediterráneo: El tecnocomplejo de Guadalquitón- Borondo (San Roque) y su enmarque en el Achelense Superior del área Oriental de Cádiz”, Almoraima 13 (1994), p. 21. 12. Este yacimiento fue descubierto en 1994 por Domingo Mariscal mientras se realizaban obras de urbanización en el municipio de Los Barrios. El lugar fue objeto de una excavación de urgencia en 1997 que dio como resultado la recupera- ción de un importante conjunto lítico. Vid. GILES, F. et al. (e. p) : “Primeras sociedades paleolíticas en el Campo de Gibraltar: El Chaparral (Los Barrios), cuenca media- baja del río Palmones” y GILES, F. (e. p.) : “Pleistoceno en el Campo de Gibraltar. Poblamiento paleolítico en el último interglacial”, Conferencia Univ. de Verano San Roque, 1997.

88 Durante el Paleolítico Medio ha sido también evidente la ocupación poblacional en la banda atlántica de Cádiz y en el Campo de Gibraltar, enmarcada en la tradición de cultu- ras de graveras13 que podemos incluir, en un sentido tecnológico y tipológico, como Musteriense. Como ejemplos, entre otros, el ya mencionado yacimiento del río Iro o playa de la Barrosa14, y, dentro del marco de la bahía de Algeciras, en Gibraltar, donde además de industria lítica musteriense, encontramos restos de Homo Sapiens Neanderthalensis15. Recientes descubrimientos en las cuevas de Gorham y Vanguard16 están aportando datos sobre la permanencia tardía que los neanderthales y su industria musteriense tuvieron en el sur peninsular, y cómo el cambio climático que se produce hacia el 32.000 B.P.17 afectó a su extinción. Esta especie no estaba adaptada a los fríos glaciares, desarrollando su acti- vidad en los humedales mediterráneos donde se dedicaban a la caza de grandes y pequeños mamíferos y a la recolección de vegetales y moluscos. La vegetación y la fauna en el entor- no de la bahía de Algeciras eran en esa época las típicas del piso bioclimático mediterráneo con unas condiciones ambientales muy estables, lo que propició la supervivencia de los neanderthales durante largo tiempo. Sin embargo, el empeoramiento climático unido a la presión que van a ejercer nuevas comunidades, anatómicamente modernas y mejor adap- tadas a estas nuevas condiciones, los llevarán a su extinción definitiva. A partir de estos hallazgos arqueológicos se va perfilando el encuadre temporal concre- to de la cuestión transicional e inicios del Paleolítico Superior en la región. En relación con el final del Paleolítico Medio es importante también la demostración de la perduración musteriense en la cueva de la Carigüela (Granada)18. En lo referente al Paleolítico Superior, son fundamentales las recientes aportaciones de las secuencias de las cuevas de Nerja (Málaga) y Ambrosio (Almería), así como los nuevos yacimientos al aire libre localizados19. En el ámbito de la bahía de Cádiz y de toda la banda

13. En ámbitos fluviales aparece un Paleolítico Medio, claramente diferenciado de los complejos musterienses clásicos en cue- vas, caracterizado por el aspecto postachelense de las industrias que responderían a modelos distintos de ocupación territorial en base a las direrencias geográficas, ambientales y en recursos.Vid. VALLESPÍ, E.; PELLICER, M. (1995) : “Prehistoria de Andalucía”, Actas II Congreso Internacional “El Estrecho de Gibraltar”, Tomo I : Crónica y Prehistoria , Ceuta 1990, p. 9. 14. RAMOS et al. (e. p) : “Estado actual del conocimiento del Paleolítico en la banda atlántica de Cádiz y sus perspectivas de investigación”, Congreso Internacional de Paleontología Humana. Los Homínidos y su entorno en el Pleistoceno Inferior y Medio europeo, Orce 1995, p. 474. 15. STRINGER, C.: “The Gibraltar Neanderthals”, Gibraltar during the Quaternary, AEQUA Monografías 2, (1994), pp. 57-60. 16. FINLAYSON, C.; FINLAYSON, G.: Cambio climático, vegetación y fauna del Sistema Bético. Consideraciones sobre sus efectos en la ocupación humana de la Serranía de Ronda durante los estadios isotópicos 3 y 2, Jornadas de Campo del Grupo Andaluz del Cuaternario (AEQUA-GAC), Sierra de Líbar 1998.; MELLARS, P: “The fate of the Neanderthals”, Natura 395, (1998), pp. 539-540. BARTON, R. N. E. et al.: “Gibraltar Neanderthals and results of recent excavations in Gorham’s, Vanguard and Ibex Caves”, Antiquity 73, (1999) pp. 13-23.; BARTON, R. N. E. et al. (e. p) : Middle and Upper Paleolithic occupation evidence from Gorham’s and Vanguard Caves 1995- 97, Gibraltar and the Neanderthals 1848-1998.; FINLAYSON, C.; GILES, F. (e. p) : The southern Iberian Peninsula in the late Pleistocene: Geography, Ecology and Human Occupation, Gibraltar and the Neanderthals 1848 -1998. 17. Before Present = Antes del Presente. Fecha proporcionada por datación con Carbono-14. 18. VALLESPÍ, E.; PELLICER, M. (1995) : Op. cit. p. 11. 19. Ibid. pp. 11-13.

89 atlántica se han estudiado algunos enclaves como cuevas de Levante y Cubeta de la Paja, en los rebordes de la antigua Laguna de la Janda y los yacimientos situados en los glacis del Guadalete, además de importantes estaciones con arte parietal en cuevas y abrigos como los de las Motillas, las Palomas y Tajo de las Figuras20. En el Campo de Gibraltar, y en concreto en el término municipal de Algeciras, los enclaves más destacados de este periodo son Torre Almirante y El Embarcadero. Dentro de esta comarca natural hay que destacar así mismo el yacimiento del Pinar del Rey en el tér- mino municipal de San Roque y Gorham’s Cave en Gibraltar, que enlazan tecnológica- mente con el Epipaleolítico y que hay que relacionar con abundantes e importantísimos vestigios de arte parietal, que si bien en el entorno de Algeciras faltan por localizar, sin embargo, dada su estrecha relación con el poblamiento humano y su modo de vida, las comentaremos más adelante. En este capítulo vamos a centrarnos en los dos principales enclaves prehistóricos halla- dos en el término municipal de Algeciras, a partir de los cuales intentaremos llegar a reconstruir el modo de vida de estas primeras comunidades que habitaban el entorno más inmediato de la ciudad actual.

2.- DESCRIPCIÓN GEOGRÁFICO-GEOLÓGICA DE ALGECIRAS Y SU BAHÍA.

La actual localización del casco urbano de Algeciras posee, a nuestro entender, unas buenas condiciones para el poblamiento desde el comienzo de la Prehistoria: situado sobre una zona de pequeñas lomas, atravesado por el río de la Miel y elevado sobre el nivel del mar. Los hallazgos de los yacimientos objeto de estudio así como otros ya men- cionados de la comarca confirman que el Campo de Gibraltar y en concreto el entorno de Algeciras debió tener condiciones óptimas para el establecimiento en principio de cazadores- recolectores y posteriormente de poblaciones sedentarias. Las zonas objeto de estudio forman parte de la gran unidad estructural de las Subbéticas, dentro del conjunto de las montañas Béticas y participan de una comar- ca natural, la bahía de Algeciras, en la que se individualizan como unidades el lito- ral y las sierras costeras. Su situación en una latitud meridional, con una bahía abri- gada dentro de la zona del Estrecho, va a determinar las condiciones medioambien- tales del área que, aunque posee los rasgos generales del dominio mediterráneo, son bastante peculiares, formando parte de un ecosistema que se puede denominar “Campo de Gibraltar”21.

20. RAMOS, J. et. al (e. p) : Op. cit., p. 477. 21. SORIANO, M.; ARROQUIA, M. I.: “Investigación sobre el último tramo del río Palmones: Estudio de Geografía Física”, Almoraima 8, (1992), p. 11.

90 Se trata de una unidad alóctona, cuya procedencia citrabética, intrabética y ultrabética no se encuentra totalmente clarificada y no existe unidad de criterio. Del Cretácico Superior al Mioceno Inferior se produce la sedimentación de una serie de episodios con carácter de flysch. La colocación de los mantos del Campo de Gibraltar se sitúan a comien- zos del Mioceno Superior dentro de los reajustes tectónicos del Plegamiento Alpino. El substrato de los depósitos alóctonos está constituido por materiales del zócalo, prolonga- ción del correspondiente a la meseta, situados a gran profundidad. La estructura interna de los mantos de corrimiento se complica por la infinidad de pliegues disarmónicos y pequeñas fracturas que afectan a sus materiales. Después de la fijación de la estructura en mantos durante el Mioceno Superior, la región fue afectada por pliegues de gran radio de curvatura y por fallas en relación con movimientos diferenciales de componente vertical. El reajuste más importante de los movimientos finiterciarios es, sin duda, la apertura del estrecho de Gibraltar por hundimiento de un segmento intermedio entre el extremo de las Cordilleras Béticas y el de las Rifeñas.22 El río Palmones se encuentra en el sector noroccidental de la bahía de Algeciras. El río de unos 37 km. de longitud nace y se desarrolla en terrenos del flysch eoceno y are- niscas del Aljibe. Ambos terrenos están intensamente plegados en la zona. El flysch eoce- no, más arcilloso y blando, origina topografías suaves mientras las areniscas del Aljibe originan cantiles o grandes crestones. Los recubrimientos cuaternarios están formados a partir de estos mismos materiales, a través de movimientos superficiales o por transpor- te fluvial. Antes de llegar a la altura de la población de Los Barrios, el río tiene su cauce sobre cuaternario que va tomando amplitud río abajo, ensanchándose proporcional- mente hasta el río Guadarranque. Finalmente desemboca en forma de delta estuario en la bahía a 4 km. de Algeciras. La desembocadura del río Palmones es el único lugar del sudeste de Cádiz donde se ha generado una marisma, dada la mayor amplitud de marea que se registra conforme se acen- túan las influencias oceánicas que penetran a través del Estrecho. Su perfil longitudinal no se halla excesivamente distante de su perfil de equilibrio, aunque no se trata, ni mucho menos, de curso senil. Presenta una pendiente longitudinal media de 0’0041. Distinguiendo los tres tramos típicos del curso de un río, el curso bajo con una pendiente del 0’1% comprende unos 21 km. desde su desembocadura. El curso medio corresponde al tramo comprendido entre los km. 21 y 29 con una pendiente del 3%. El Palmones es un río de régimen subtropical mediterráneo, de alimentación pluvial, guardando su régi- men una estrecha relación con las precipitaciones en su cuenca de recepción. Suele tener aguas altas a finales de invierno con un máximo secundario en otoño y un estiaje de vera- no muy acusado, una gran irregularidad interanual, y fuertes crecidas coincidiendo con los periodos de lluvias tormentosas.

22. Ibid. p. 14.

91 En el último tramo del río Palmones, donde se localiza una de las zonas objeto de estu- dio, aflora la siguiente gama litológica: a. Plioceno: predominan rocas detríticas, conglomerados, areniscas, arenas y limos de facies litorales. b. Cuaternario aluvial: forma la mayor parte del valle del río. Se trata de materiales detríticos de diversas edades dentro del Cuaternario. Desde el punto de vista geomorfológico en esta zona destacan las terrazas, las marismas y las dunas costeras colindantes con la playa del Rinconcillo en cuyos frentes existen depre- siones con vegetación que se denominan “corrales”. Los terrenos que bordean la bahía se caracterizan por una clara asimetría topográfica. Sin embargo, en sus cercanías está circunscrita por un bajo país constituido por relieves bajos y suaves entre los que se desarrollan llanuras costeras de origen fluviomarino y depó- sitos de marisma. Las sierras arenosas del Aljibe y relieves de materiales del flysch que rodean la bahía de Algeciras proporcionan gran cantidad de materiales detríticos que las aguas arrastran hasta las corrientes principales y éstos, al perder potencia de arrastre en el curso bajo, se encar- gan de depositarlos. Así, por convergencia de los rellenos aluviales, la llanura se ha ido generando a lo largo de los últimos diez mil años aproximadamente23.

3.- LOCALIZACIÓN DE LOS PRINCIPALES YACIMIENTOS Y DESCRIPCIÓN DE LOS MÁS IMPORTANTES: EL EMBARCADERO Y TORRE ALMIRANTE.

Si observamos el río Palmones desde la carretera Nacional 340, en cuya margen dere- cha se encuentra el yacimiento de El Embarcadero, claramente percibimos que se trata de un río aluvial en fase de madurez, lo que le confiere una importancia fundamental desde el punto de vista geográfico, tanto por el aprovechamiento humano, como por el trazado de las vías de comunicación. Los sedimentos del río responden a distintos factores por lo que representan diferente granulometría. La zona que comprende la vega baja del río Palmones abarca alrededor de 400 hectáreas de terrenos llanos de escaso valor agrícola (según el mapa comarcal de suelos del Campo de Gibraltar), a causa de la concentración de sales y por ser una zona inundable y de mal drena- je. El lecho de inundación se presenta claro y, al actuar la erosión lateral de la corriente, las franjas del lecho de inundación se van ensanchando y se unen formando franjas más o menos continuas a uno y otro lado del cauce. Son los meandros del río que van acortando la distan- cia entre ellos a medida que el río se aproxima a la desembocadura. Las franjas arenosas que se

23. FERNÁNDEZ- PALACIOS, A. et al.: Guías naturalistas de la provincia de Cádiz. I El Litoral, Cádiz, Libros de la Diputación de Cádiz, 1988, p. 119.

92 LOCALIZACIÓN DEL YACIMIENTO DE EL EMBARCADERO depositan en la margen convexa, formando el llamado lóbulo del meandro o rivera aluvial, también acortan su extensión. La mayor parte de la zona de estudio se encuentra en el nivel de base del río, dado que la carga que éste ha transportado desde la cabecera la va depositan- do de tres formas distintas: por iones químicos, por suspensión y por carga de fondo. Es inte- resante destacar cómo la margen izquierda del río es regresiva, y la derecha donde se encuen- tra el yacimiento, es progresiva contorneándose en forma convexa sobre el delta estuario. El entorno del yacimiento es un espacio típico de periferia urbana llamado a ser ocu- pado por la ciudad, donde los usos tradicionales del suelo, cultivos de cereal y pastizal han sido abandonados. Ante el empuje de la presión urbanizadora, la vegetación arbórea es prácticamente inexistente, quedando solamente manchas muy pequeñas o ejemplares ais- lados de eucaliptos. El hábitat está constituido por barriadas de desarrollo espontáneo, siguiendo los antiguos caminos rurales adaptados a la topografía, instalaciones industriales (CELUPAL) e infraestructuras urbanas (Depuradora). Como se ha apuntado anteriormente, el Embarcadero se sitúa en la terraza derecha del río Palmones. Se trata de una terraza aluvial, donde la industria aparece bajo el suelo eda- fizado pardo de unos 10 cm, muy desmantelada por la acumulación de escombros, extrac- ción de áridos y la construcción de un campo de fútbol, por lo que el espacio que aún queda del yacimiento es muy reducido, concentrado en un área inferior a 50 x 50 m. El nivel de industrias líticas está in situ, es decir, en posición primaria, con una poten- cia muy limitada (40 cm), sobre un nivel de cantos y guijarros de areniscas, cuarzos y cuar- cita, mezcladas con arenas de tonos rojizos. Bajo los cantos se aprecia un nivel de arenas amarillentas de más de un metro de potencia. Todo el material lítico estudiado es muy homogéneo y procede del desmantelamiento del nivel de cantos, como consecuencia de las extracciones incontroladas de arena para la construcción de viviendas.

93 El hallazgo del yacimiento se debió a Don Luis Pérez Ramos, que mostró en una de las clases de la UNED algunos materiales productos del desmonte y extrac- ción de áridos, a la profesora de esta institución Dª Mª Isabel Arroquia Rodríguez, presidenta de la Sección Segunda (Arqueología, Etnografía, Patrimonio y Arquitectura) del Instituto de Estudios Campogibraltareños. Comprendiendo ésta la importancia del hallazgo y ante el peligro inminente de su destrucción, informó de su localización y aconsejó su protección al arqueólogo provincial de la Junta de Andalucía en Cádiz Don Lorenzo Perdigones Moreno así como al Sr. Alcalde Patricio González como máximo representante de la ciudad y a la vez concejal de cultura en cuyo término se halla el yacimiento. Así mismo, se contactó con Don Francisco Giles Pacheco, director-conservador del Museo de El Puerto de Santa María y con el Dr. Don José Ramos Muñoz, profesor del Área de Prehistoria de la Universidad de Cádiz, siendo éste último el que coordinó finalmente los trabajos de investigación24. El otro yacimiento de interés dentro del término municipal de Algeciras está situado sobre la actual línea de costa, entre la playa de el Rinconcillo y el cemen- terio, conocida como Torre Almirante. Se corresponde con un substrato pliocénico sobre el que se extiende una amplia llanura costera a la que llegan los aportes de los ríos Guadarranque, Guadacorte y Palmones. Como ya hemos mencionado, el asentamiento de Torre Almirante fue descu- bierto en 1967, a raíz de unas prospecciones realizadas por los investigadores Don Carlos Posac Mon y Don Pedro Rodríguez Oliva. La industria lítica procedente de estas prospecciones antiguas, depositada en el Museo Municipal de Algeciras, ha sido objeto de un análisis reciente25, que ha pues- to en relación este yacimiento al aire libre con sociedades de cazadores-recolectores especializados establecidos en el sur peninsular, al igual que el cercano emplaza- miento de El Embarcadero26. En la actualidad, el lugar está muy alterado como consecuencia de la presión urbanística.

24. Obtenidos los correspondientes permisos de la Junta de Andalucía se procedió al estudio de los materiales por un equi- po interdisciplinar integrado por arqueólogos, geólogos y biólogos de la Univ. de Cádiz y de la Sección Segunda del I.E.C.G. en el I.E.S. Kursaal de Algeciras. Vid PÉREZ, L. (1995): “Avance sobre un hallazgo prehistórico en las terrazas del río Palmones”, Almoraima 13, (1994), pp. 65-70; RAMOS, J. et al. (1995) : El Paleolítico Superior Final..., Op. cit. p.251; DOMÍNGUEZ-BELLA, S. et al.: “Estudio geológico, análisis petrológico y aproximación tecnológica del asentamiento del Paleolítico Superior Final del río Palmones (Algeciras, Cádiz)”, IX Reunión Nacional sobre Cuaternario, Madrid, (1995), pp. 423-436. 25. El material arqueológico ha sido estudiado por miembros del Departamento de Prehistoria de la Univ. de Cádiz. 26. CASTAÑEDA, V.; HERRERO, N.: “Torre Almirante (Algeciras, Cádiz). Un nuevo asentamiento al aire libre de caza- dores- recolectores especializados en el sur de la Península Ibérica”, Caetaria 2, (1998), pp. 19-20.

94 4. -SÍNTESIS DEL ESTUDIO DE LOS MATERIALES LÍTICOS Y PALEONTOLÓGICOS HALLADOS.

El estudio granulométrico realizado sobre una serie de muestras de El Embarcadero, de arenas pardas oscuras y amarillas pertenecientes a diferentes niveles, por miembros del equipo técnico pertenecientes a la Facultad de Ciencias del Mar de Cádiz, pone de mani- fiesto un mayor volumen de arenas medias y gruesas propias de un medio fluvial que ocu-

INDUSTRIA LÍTICA DE EL EMBARCADERO: (1-4) NÚCLEOS LEVALLOIS, POLIÉDRICOS, PARA HOJAS Y PRISMÁTICOS, (5-7) HOJA, RASPADOR Y BURIL. RAMOS ET AL., 1995

95 paría una zona de depósitos en las desembocaduras de los ríos Palmones, Guadacorte y Guadarranque en el que predominan las rocas metamórficas como la cuarcita y las sedi- mentarias, sobre todo areniscas y en menor medida el sílex.

Así mismo, por el estudio mineralógico-petrológico de los útiles se comprobó un pre- dominio del sílex pudiendo clasificarse en distintas categorías que dan tonalidades desde el color gris pardo-amarillento al negruzco-blanquecino. Se observa una menor presencia de útiles trabajados sobre areniscas de tonos amarillentos, pardos, rojizos y grises. Respecto al origen de las materias primas a partir de la cual se habían realizado los útiles, analizando la naturaleza de los materiales geológicos de la zona, observamos que los cantos de origen metamórfico presentes proceden probablemente de las zonas internas de las cordilleras Béticas, mientras que los de areniscas pertenecen a las Unidades del Campo de Gibraltar, en las que predominan las litologías de las areniscas del Aljibe. El material lítico estudiado lo componen 3.061 piezas, de las cuales 2.906 están realizadas en sílex y 155 en arenisca, caracterizando a todo el conjunto el poco rodamiento de las piezas. Dentro del conjunto predominan los restos de talla sobre el material retocado. Entre los primeros han sido estudiados 194 núcleos (predominando los levallois seguidos de los pris- máticos, poliédricos y para hojas). Entre los productos de talla, lascas y láminas proceden- tes de los citados núcleos se observa un predominio de lascas internas seguido de levallois, hojas de semidescortezado, de crestas y de descortezado. Aplicando los criterios de Bagolini sobre 463 lascas sin retocar se ha obtenido como resultado un análisis tipométrico en el que predominan los tipos pequeño y muy pequeño tamaño con escasa presencia de tipo lami- nar que suponen más de la mitad de la industria especialmente entre las lascas levallois. En cuanto al análisis tipológico se observa un predominio de los raspadores con una gran variedad de tipos (simples sobre lascas, sobre lascas retocadas, sobre láminas o laminillas, etc). Predominan los buriles diedros y sobre plano por encima de los de truncadura. Son pocos los tipos compuestos y los perforadores, observándose una gran variedad del grupo de truncaduras y fracturas retocadas, así como de los grupos de lascas y láminas y laminitas con borde abatido. Es interesante constatar la tendencia al microlitismo geométrico y microburiles llegán- dose a apreciar hasta seis tipos de triángulos, así como un variado utillaje de grupo diver- so formado por piezas con retoque continuo, raederas y foliáceas27. En cuanto a los materiales de Torre Almirante, su industria se puede dividir en dos grupos: productos líticos no retocados (núcleos, lascas, láminas y desechos) y productos líticos retocados (útiles). La materia prima empleada es en su mayoría sílex procedente del entorno en forma de pequeños guijarros y nódulos. La arenisca se utiliza muy poco. 27. Estos datos sobre la industria lítica proceden del estudio que realizamos en colaboración con el Departamento de Prehistoria de la Universidad de Cádiz, para una información más detallada v. RAMOS, J. et al. (1995) : Op. cit., cap. 3, pp. 61-147.

96 Entre los núcleos encontramos varios tipos: levallois, poliédricos y para hojas, predominando los poliédricos, siendo éstos de pequeño tamaño. Muchos de ellos se encuentran agotados (aprovecha- dos al máximo). Este aprovechamiento de las materias primas nos indica su escasez en la zona. Respecto a las lascas y láminas predominan también los tipos de pequeño tamaño en relación a los medianos y grandes. Relacionadas con las primeras acciones sobre la materia prima se han hallado lascas y láminas de descortezado y semidescortezado. También encon- tramos lascas y láminas internas, levallois, de cresta y hojas. Los útiles son pocos en relación con los restos de talla (el lugar podría ser un área de transformación de materias primas): predominan los buriles respecto a los raspadores; son abundantes las láminas de borde abatido; las muescas y los denticulados; hay poca presen- cia de truncaduras y perforadores; sólo hay un tipo compuesto: un raspador- buril y una punta con pedúnculo, característica del Solutrense28.

5.- ESTUDIO SOCIOECONÓMICO DE LAS COMUNIDADES A LAS QUE PERTENECEN LOS YACIMIENTOS.

5. 1.- ESTADO DE LA CUESTIÓN.

Hasta hace poco tiempo el final del musteriense y el principio del Paleolítico Superior se consideraba un territorio “inexplorado”29. Esta cuestión, uno de los grandes problemas de la historia paleolítica, se va perfilando gracias a las secuencias cronoestratigráficas de cavidades como la Carigüela y Gorham30. Ante la dificultad de distinguir el comportamiento de las sociedades del Paleolítico Superior, de manera que se diferencien de las musterienses, algunos autores han calificado a los hombres del Paleolítico Superior como “cazadores avanzados”. El término avanzado es poco claro, ya que no especifica en qué sentido eran primitivos los anteriores. Gamble ha apuntado la dependencia de algunas de estas sociedades casi a un sólo recurso como podía ser el reno o el ciervo, por lo que considera que podía denominárseles cazadores “especializados”, a diferencia de los anteriores a los que llama “generalizados”. Las teorías de Hole y Flannery contradicen lo anterior, al afirmar que las comunidades del último periodo glacial ampliaron su base de subsistencia y exploraron un amplio espectro de recur- sos. Mellars recoge ambos puntos de vista, proponiendo que si bien estos cazadores- reco- lectores se especializaron en un recurso concreto, al mismo tiempo diversificaron sus acti- vidades para complementar su dieta o para tener una alternativa para el caso de que esca- seara su recurso fundamental31.

28. CASTAÑEDA, V.; HERRERO, N. (1998) : Op. cit. pp. 14-19. 29. DENNELL, R.: Prehistoria económica de Europa. Barcelona, Edit. Crítica, 1987, p. 104. 30. VALLESPÍ, E.; PELLICER, M.: Op. cit. p. 11. 31. Ibid. pp. 110-111.

97 Parece ser que los cambios de tipos y abundancia de las presas entre el Paleolítico Medio y Superior en muchas zonas fueron escasos, tan sólo la pintura rupestre sigue siendo un fenómeno peculiar de este último periodo32. Según Gamble, el éxito del Homo Sapiens consistió en compa- ginar sus estrategias de supervivencia a largo plazo con los ritmos ambientales del Pleistoceno33. En el último periodo interglacial, a parte de la posible colonización de Dinamarca y Ucrania, el hombre quedó confinado al Mediterráneo y zonas templadas de Europa. Aunque los yacimientos del Paleolítico Superior son más abundantes, no hay pruebas de un crecimiento demográfico con respecto al Musteriense. El hecho de encontrar instru- mentos musterienses y del Paleolítico Superior en muchos yacimientos, indican cierta con- tinuidad, aunque las estrategias de subsistencia fueran diferentes34. En esta línea estaría la teoría del impacto musteriense planteada por Vallespí bien docu- mentada en enclaves de la banda atlántica de Cádiz, en los que pueden constatarse, por un lado, la continuidad de un tecnocomplejo achelense en el seno de comunidades de Homo Sapiens Preneanderthales que van evolucionando hacia un Musteriense y, por otro, la super- posición de un tecnocomplejo solutrense de gran personalidad y con tecnología especiali- zada sobre bases musterienses35. El tecnocomplejo solutrense del sur logra una personalidad en momentos adscritos a lo que Jordá definió como Solutreogravetiense36. Al estar estas comunidades de cazadores-recolectores estrechamente relacionadas y orga- nizadas en función al ecosistema, la variedad de medios (sierras, pie de monte y litoral), evidenciaría una interesante complementariedad económica. Según algunos investigadores, habría que relacionar el origen del Solutrense del sur peninsu- lar con la tecnología del Ateriense y en general con todo el paleolítico norteafricano. Teniendo en cuenta los grandes cambios en la línea de costa, sobre todo en fases de regresión, la tendencia a la aridez a partir del 25.000 provocaría el descenso del mar, lo cual facilitaría el paso del estre- cho de Gibraltar sobre distancias más reducidas que las actuales. Dicha facilidad de comunica- ción haría posibles las relaciones dentro del sistema de movilidad de los grupos de cazadores-reco- lectores, con sentido estacional, cambiando de territorio en función de los recursos a utilizar. Así pues, la movilidad entre ambas costas del Estrecho tendría un carácter socioeconómico37.

5. 2.- LAS COMUNIDADES DE CAZADORES-RECOLECTORES DEL PALEOLÍTICO SUPERIOR FINAL.

Todavía no hay en el sur peninsular una cronoestratigrafía completa que marque los procesos de cambio y desarrollo tecnológico de los últimos cazadores-recolectores38. 32. Ibid. p. 110. 33. GAMBLE, C.: El poblamiento paleolítico de Europa, Barcelona, Edit. Crítica, 1990, p. 418. 34. DENNELL, R. (1987) : Op. cit. p. 105. 35. RAMOS, J. et. al (e. p) : Op. cit., p. 475. 36. Ibid. p. 476. 37. Ibídem. 38. Ibid., p. 479.

98 Los trabajos de investigación que se vienen desarrollando en la Cueva de Ambrosio (Almería) pretenden conseguir este objetivo a largo plazo: establecer una cronoestratigrafía válida para el Paleolítico Superior en las zonas ocupadas por el Solutrense extracantábrico39. A lo largo de todo el levante y sudeste peninsular, los dos periodos iniciales del Magdaleniense, el Inicial y el Medio, no están en absoluto presentes o tienen una escasísima representación. Estas dos fases se hallarían sustituidas por el Solutrense Superior Evolucionado, ya que aunque intro- duce tipos de útiles claramente solutrenses, también aparecen otros de tipo magdaleniense40. En la bahía de Algeciras los enclaves al aire libre en depósitos fluviales, como el Embarcadero o el Pinar del Rey, y marinos, como Torre Almirante, adscritos en sentido amplio al Pleistoceno Superior Final, junto con las importantes secuencias de Gibraltar, nos aportan una valiosa información sobre la tecnología, fauna y modos de vida de las últi- mas comunidades de cazadores-recolectores especializados del sur peninsular41. El asentamiento de Torre Almirante, interpretado a partir de los restos arqueológicos como un área de transformación, desbaste y talla, donde se aprovechan las materias primas locales, se encuadra dentro del tecnocomplejo Solutrense Superior o Solutreogravetiense42. En este sen- tido, su industria presenta similitudes con otros enclaves de la bahía como Gibraltar. A partir del estudio de los materiales arqueológicos de varias cuevas del Peñón, se ha detectado la pre- sencia de industrias líticas que suponen los primeros indicios de la implantación solutrense en Gibraltar, en consonancia con la eclosión del poblamiento que se viene detectando en Andalucía occidental, atribuibles al Solutrense Evolucionado o Solutreogravetiense43. El Nivel II de la cueva de Ambrosio es el que se adscribiría al Solutrense Superior Evolucionado44 marcando un contexto tecnológico bien datado en 16.500 + 280 B. P.45 y cada vez más extendido por la banda atlántica y costa mediterránea de Cádiz. Por otro lado, el yacimiento de El Embarcadero, situado en una terraza del Pleistoceno Superior adscrito al Paleolítico Superior Final, se valoraría como Magdaleniense Superior y Epipaleolítico, fechable en torno al 12.000-10.000 a. C46. Su industria lítica, no obstan- te sería producto de un substrato previo que debió sentar sus bases en el Solutreogravetiense47.

39. RIPOLL, S. (1995): “La campaña de 1990 en la Cueva de Ambrosio, nuevos datos”, Actas II Congreso Internacional “El Estrecho de Gibraltar”, Tomo I : Crónica y Prehistoria, Ceuta 1990, p. 88. 40. Ibid. p. 90. 41. RAMOS, J. et al. (1995): Op. cit., p. 245. 42. CASTAÑEDA, V.; HERRERO, N. (1998): Op. cit. p. 19. 43. Este encuadre tan preciso en un Solutrense Evolucionado se debe a la presencia de una punta de pedúnculo y aletas con retoque plano cubriente y de una punta de muesca de tipo mediterráneo, v., GILES, F. et al. (1994) : “Nuevas apor- taciones a la secuencia del Paleolítico superior en Gibraltar y su enmarque en el contexto suroccidental de la Península Ibérica”, Gibraltar during the Quaternary, AEQUA Monografías 2, (1994), pp. 92-93 y GILES, F. et al.: “Nuevas evi- dencias del Paleolítico Superior en el extremo sur europeo. Estudio de materiales depositados en el Gibraltar Museum”, Caetaria 1, (1996), p. 14. 44. RIPOLL, S. (1995): Op. cit. p. 87. 45. Vid nota 17. 46. RAMOS, J. et al. (1995): Op. cit., p. 245. 47. Ibid. p. 226, p. 245.

99 A través del estudio de la fauna hallada en esta terraza, compuesta por 21 fragmentos óseos del nivel de la terraza 3 (T3), se han identificado especies de Equus caballus, Cervuus elaphus y Canis lupus. Estas especies, típicas del Pleistoceno Superior, se encontraron en el mismo nivel estratigráfico que la industria lítica descrita48. Todo ello se corresponde a gru- pos de cazadores especializados que vivían en los alrededores del río Palmones, de gran movilidad, lo que hace pensar en relaciones entre los distintos grupos de cazadores-reco- lectores y en la explotación de ecosistemas costeros y del interior, cazaban caballos y cier- vos y se dedicaban también a al malacocultura y a la pesca. El asentamiento de El Embarcadero en el río Palmones posee un carácter excepcional por tratarse de un campamento de cazadores-recolectores que vivían al aire libre y por estar in situ, como se demuestra tras el análisis geológico, lo que abre expectativas de documen- tación de cabañas e instrumentos característicos de su modo de vida. Un depósito similar a los anteriores, en cuanto refleja una tecnología lítica semejante, producto de una variabilidad destacada en modos de vida de pesca y caza especializadas, es el del Pinar del Rey49 (San Roque) localizado en una terraza del río Guadarranque. Se con- trolan más de 8.000 objetos líticos tallados procedentes del desmonte del nivel de terraza. Este yacimiento, en proceso de estudio, es un importante complejo con numerosos núcle- os, lascas y láminas sin retocar,... y una serie de más de 300 útiles (raspadores, buriles, tipos compuestos, láminas y laminitas con borde abatido, microburiles, triángulos, etc.). Las similitudes tecnológicas y tipológicas de estos yacimientos son el reflejo de una similar explotación del medio, lo que puede permitir rastrear vinculaciones entre los dis- tintos grupos sociales, tanto en la costa, como entre la costa y el interior, en el marco de un mismo modo de producción cazador-recolector50. Es posible que estos grupos pasasen los inviernos en asentamientos costeros o ribereños tipo Torre Almirante o Embarcadero, desplazándose en verano hacia las tierras altas donde se localizan las grandes cavidades en las que se ubican los santuarios tipo la Pileta (Benaoján, Málaga), interpretados como lugares de agregación de bandas de diferentes bio- topos del sudoeste de la Península, donde se llevarían a cabo intensas relaciones sociales 51.

5. 3.- ARTE PALEOLÍTICO DEL CAMPO DE GIBRALTAR.

En las sierras del Campo de Gibraltar, existen 140 estaciones52 con manifestaciones rupestres pintadas y/o grabadas. Estos accidentes geográficos están situados en las

47. Ibid. p. 226, p. 245. 48. Ibid. p. 244 49. Ibídem. 50. Ibid. p. 246. 51. CASTAÑEDA, V.; HERRERO, N. (1998) : Op. cit. p. 20. 52. Vid. Inventario de cuevas y agrigos con arte rupestre del Campo de Gibraltar y zonas cercanas de 1996, en BERGMANN, L. et al.: “Arte rupestre del Campo de Gibraltar: Nuevos descubrimientos”, Almoraima 17, (1997) , pp. 51-53.

100 Unidades Alóctonas del Campo de Gibraltar, dentro de las cordilleras Béticas, destacando la formación de areniscas del Aljibe, en donde se desarrollan las cavidades que componen los conjuntos rupestres. Geológicamente esta Unidad del Aljibe destaca en el relieve, dando lugar a varias alineaciones montañosas como Sierra Momia y Sierra del Niño, limitadas por áreas deprimidas, cuyo mejor exponente es la laguna de la Janda. Estas sierras presentan la peculiaridad de contener numerosas cavidades o abrigos rocosos, de pequeño tamaño, ori- ginadas por corrosión y erosión eólica, junto con superficies corroídas en extensión, dando lugar en conjunto a una morfología de tafonis en areniscas silíceas53. No es nuestro objetivo dar una relación de todos los enclaves con pinturas rupestres del Campo de Gibraltar, sino citar los más significa- tivos y relacionarlos con las comuni- dades de cazadores-recolectores del entorno de la bahía de Algeciras que los frecuentaron, ya que estos santua- rios parecen responder a las necesida- des sociales de las poblaciones en un espacio geográfico concreto. Estos enclaves podrían ser los lugares de agregación de familias y bandas, en lugares de especial signi-

1. CUEVA DEL MORO, 2. CUEVA DE LAS PALOMAS, 3. CUEVA DE ficación, desde un punto de vista ATLANTERRA, 4. CUEVA DEL TAJO DE LAS FIGURAS, 5. CUEVA DE LA simbólico. PILETA. BERGMANN, 1996 Parece ser que la gran expansión del arte paleolítico en el sur peninsular se produce durante el Solutrense Superior Evolucionado, a tenor de los recientes hallazgos efectuados en la serranía de Cádiz-Málaga en conexión con las estaciones de arte rupestre. En Sierra Momia, son de especial interés los yacimientos al aire libre de la Cubeta de la Paja, dentro del conjunto rupestre del Tajo de las Figuras, y las cuevas de Levante encuadrados en este momento. A partir del análisis de la industria lítica hallada, la funcionalidad de estos yacimientos estaría relacionada con patrones de asentamiento estacionales destinados fundamentalmente al abastecimiento de materias primas y su transformación54. Este modelo de ocupación estaría en consonancia con otra serie de yacimientos localizados en la cuenca del Guadalete y subbéticas occiden- tales, que se distribuyen cerca de las áreas fuente de los recursos líticos55.

53. MAS, M. et al.: “El poblamiento prehistórico del Campo de Gibraltar”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie I, Prehistoria y Arqueología, t. 9, (1996), pp. 208-211. 54. Ibid. p. 212. 55. GILES, F. et al (1997) : “Avance al estudio sobre poblamiento del Paleolítico Superior en la cuenca media y alta del río Guadalete (Cádiz)”, Boletín del Museo de Cádiz VII, 1995- 96, pp. 47-48.

101 Respecto a las representaciones pictóricas del Tajo de las Figuras y a la cueva en sí, se descartó desde su descubrimiento a principios de siglo, la idea de que pudiera haber servi- do de lugar de habitación por sus escasas dimensiones, difícil acceso y lo inclinado del suelo. Se da a la cueva un carácter totémico, en donde la caza y la procreación de los ani- males aparecen como ideas fundamentales de la decoración de la misma: gran ciervo en periodo de celo, cabras de grandes ubres en periodo de cría y distintas especies de aves, algunas de ellas con sus crías o junto a nidos con huevos56. La idea del santuario del Tajo de las Figuras se repite en Breuil, basándose en su ubica- ción en un lugar prominente, la imposibilidad de su utilización como lugar de hábitat y su cercanía a fuentes de agua. Según él, alguien -un sacerdote o un guardián- estaría a cargo de las pinturas que estaban en lugares sagrados, donde ritos estacionales o de otro tipo eran eje- cutados por los pobladores de la región relacionados con ritos de fertilidad o funerarios57. Además de las pinturas, aparecen en la cueva del Tajo de las Figuras un gran número de grabados, interpretados como posibles cérvidos, équidos y caprinos situados por sus inves- tigadores en un momento Solutrense sensu lato a partir de los paralelos estilísticos, cuya antigüedad se confirma al encontrarse estos grabados bajo toda la secuencia pictográfica postpaleolítica y a través de los yacimientos cercanos, ya citados, de Cubeta de la Paja y cuevas de Levante58. El grupo de cuevas de las Palomas, se localiza a 13 km. al noreste de Facinas en los relie- ves de areniscas eocenas que por el oeste descienden abruptamente a la que fue laguna de la Janda y hacia el sur se prolongan por la Sierra del Niño59. Cuatro son las cuevas-abrigo que se abren en esta línea rocosa, siendo la denominada Palomas I la que nos interesa ya que esta cavidad, además de pinturas postpaleolíticas, contiene un prótomo de caballo que habría que incluir dentro del horizonte cultural solutrense, según algunos autores60. Esta cabeza de caballo, ya la encuadró Breuil dentro del “estilo” paleolítico, relacionándola con las representaciones de la Cueva de la Pileta61. En 1995, el investigador Lothar Bergmann descubre una nueva cavidad con pinturas y grabados denominada la cueva del Moro62. El abrigo, de grandes dimensiones, está situa- do sobre un escarpe rocoso de unos 40 m. de altura y consta de dos “pisos” superpuestos. En el nivel superior se encuentran la mayoría de las pinturas rupestres (agrupaciones de puntos), mientras que los grabados se sitúan al fondo del nivel inferior, donde aparecen 56. CABRÉ, J.; HERNÁNDEZ-PACHECO, E.: “Avance al estudio de las pinturas prehistóricas del extremo sur de Europa (Laguna de la Janda)”, Trabajos de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas 3, Madrid, (1914) , pp. 24-25. 57. BREUIL, H.; BURKITT, M. C. (1929) : Op. cit., p. 86. 58. MAS, M. et al. (1996): Op. cit., pp. 214-215. 59. SANTIAGO, J. M.: “La cueva de Las Palomas en el arte paleolítico del sur de España”, Boletín del Museo de Cádiz II, 1979, p. 5. 60. BERGMANN, L.: “Los grabados paleolíticos de la cueva del Moro (Tarifa, Cádiz). El arte rupestre del paleolítico más meridional de Europa”, Almoraima, 16, (1996), p. 21. 61. BREUIL, H.; BURKITT, M. C. (1929) : Op. cit., p. 53. 62. BERGMANN, L.: “Nuevas cuevas con pinturas rupestres en el término municipal de Tarifa”, Almoraima 13, (1994), p. 59, p. 61.

102 LOCALIZACIÓN DE LA CUEVA DEL MORO, AL FONDO LA ENSENADA DE BOLONIA. FOTO: F. SÁNCHEZ representados seis équidos, un prótomo de caballo y un cérvido63 realizados en dos momen- tos diferentes dentro del horizonte cultural solutrense -Inicial y Final-64. Entre los équidos, la figura más importante es la de la yegua preñada, representada de perfil , con la curva del vientre muy pronunciada y con el morro en forma de “pico de pato” característico del Solutrense65. Estos grabados son muy similares a las pinturas de équidos de la cueva de la Pileta (Benaoján) que está muy próxima no sólo en el espacio, sino también en el estilo y en el tiempo. Parece ser que la cueva del Moro no fue un lugar de hábitat, sino un san- tuario donde se celebrarían ritos de tipo religioso-cultual66. En Gorham’s Cave, Gibraltar, en una galería lateral situada al fondo de la cavidad, se descubrieron tres localizaciones de grabados muy finos no figurativos, distribuidos en diversos sectores de la cueva rodeando un motivo central figurativo correspondiente a un cérvido. Otro panel pintado en rojo, combina la temática simbólica con un prótomo de caballo67. Este santuario paleolítico, estaría asociado con el momento de ocupación del nivel B de la cueva, que podría relacionarse con el Paleolítico Superior Final (Solutrense) en base al repertorio óseo y lítico hallado68.

63. BERGMANN, L. (1996) : Op. cit. p. 10. 64. MAS, M.: “La cueva del Moro. El arte paleolítico más meridional de Europa”, Revista de Arqueología 177, p. 20. 65. BERGMANN, L. (1996): Op. cit. pp. 10-11. 66. Ibid., pp. 19-20. 67. GILES, F. et al.: “Nuevas evidencias del Paleolítico Superior en el extremo sur europeo. Estudio de materiales deposita- dos en el Gibraltar Museum”, Caetaria 1, (1996), p. 15. 68. Destacan los hallazgos de una azagaya de base biselada y de un conjunto de raspadores, buriles y láminas retocadas, v. GILES, F. et al.: “Nuevas aportaciones a la secuencia del Paleolítico superior en Gibraltar y su enmarque en el contexto suroc- cidental de la Península Ibérica”, Gibraltar during the Quaternary, AEQUA Monografías 2, (1994), p. 95.

103 Otras cuevas con contextos ocupa- cionales solutrenses son la cueva de Higueral de Sierra Valleja (Arcos de la Frontera) y el Higueral de Motilla (Jerez de la Frontera) en el Subbético de las sierras de Cádiz-Málaga, que han proporcionado respectivamente un registro estratigráfico del Solutrense Superior mediterráneo69, y un tecnocomplejo del Solutrense Superior o Solutreogravetiense70. La ÉQUIDOS DE LA CUEVA DEL MORO. FOTO: F. S ÁNCHEZ ocupación del Higueral de Motilla además, hay que interpretarla en función de su vinculación con el cercano santuario de las Motillas. La cueva de las Motillas71, está situada en un lugar estratégico, que comunica las sierras gaditanas con la vertiente mediterránea a través de los sistemas fluviales que desembocan en la bahía de Algeciras y costa mediterránea, además de estar muy próxima al importante santuario de la cueva de la Pileta, en el valle del Guadiaro. Una de las pinturas de este santuario representa el contorno de un caballo que tiene rasgos comunes con otras representaciones paleolíticas, como las de la Pileta: pequeño formato, perfil absoluto, vientre abultado,...72 perteneciente al horizonte solutrense sensu lato de la región y a su estilo mediterráneo con la figura del caballo como tema común73. Estos pequeños santuarios monotemáticos o “santuarios locales” localizados en los abrigos del Tajo de las Figuras, cueva de las Palomas, cueva del Moro, cueva de Gorham y cueva de las Motillas habría que ponerlos en relación con el gran “santuario colecti- vo” de la cueva de la Pileta, que sería el emplazamiento colectivo temporal, el lugar de reunión de estos grupos humanos74, al que se accede fácilmente remontando el Guadiaro desde la bahía de Algeciras y que contiene excepcionales pinturas de équidos, cabras, ciervos, peces,... además de complejos símbolos, que inspirarían sin duda a los autores de los santuarios locales.

69. El Grupo Solutrense está representado por hojas de laurel y puntas de pedúnculo y aletas, v. GILES, F. et al (1997): Op. cit. p. 41. 70. Aparecen hojas de laurel, puntas de pedúnculo y aletas, triángulos e industria ósea, v. Ibid. p. 46. 71. Ibídem. 72. SANTIAGO, J. M.: “Avance al estudio del arte parietal paleolítico de la Cueva de las Motillas (Cádiz)”, Páginas, Revista de Humanidades 1, (1989), pp. 10-11. 73. Este motivo iconográfico está presente también en el único santuario al aire libre descubierto hasta la fecha en “Piedras Blancas”, Almería, donde sobre un bloque rocoso aparece grabado un caballo de perfil con el vientre muy abultado, v. VALLESPÍ, E.; PELLICER, M. (1995): Op. cit. p. 14. 74. RAMOS, J. et al. (1995): Op. cit., p. 217.

104 Una vez más queremos señalar la importancia de relacionar los asentamientos de estas bandas de cazadores-recolectores especializados, ya sea al aire libre -en medios fluviales o costeros- o en cuevas con las estaciones de arte rupestre, para comprender las relaciones de estas comunidades con su territorio y su funcionamiento como espacios sociales organiza- dos. Para conseguir este objetivo, en los últimos años está siendo de gran importancia el papel de las prospecciones para localizar nuevos yacimientos y estaciones con pinturas. Se han descubierto nuevas cavidades, a partir del estudio de las características de las ya cono- cidas como su altura sobre el nivel del mar, tamaño, cercanía a una fuente de agua,... que completan el mapa de la distribución demográfica de estos grupos humanos75. Por otro lado la labor de documentación gráfica que se viene realizando, con la crea- ción de un banco de imágenes digitalizadas de las nuevas estaciones encontradas abre nue- vas perspectivas para la investigación y para realizar un seguimiento de los procesos de degradación y alteración de estas pinturas, permitiendo al mismo tiempo la planificación de intervenciones de conservación76. Finalmente queremos dar la voz de alarma sobre el peligro que corre este patrimonio artístico, que está en vías de desaparición por la mano del hombre ante la falta de una pro- tección y conservación de estas cuevas y abrigos a pesar de estar declarados Bienes de Interés Cultural77.

6.- CONCLUSIONES E HIPÓTESIS SOBRE LA ORIGINALIDAD QUE REPRESENTA EL CAMPO DE GIBRALTAR EN EL TRÁNSITO HACIA EL NEOLÍTICO.

La hipótesis de trabajo que se plantea como conclusión a partir de todo lo anterior- mente expuesto y los numerosos vestigios hallados en la comarca, es la posibilidad de que en el Campo de Gibraltar se pudo llegar con una secuenciación continuada desde el Paleolítico al Neolítico78. La idea de que la diferencia entre ambos periodos está marcada por la aparición de la agri- cultura procede del s. XIX. A partir de 1890 en que se identifica el Mesolítico, Gordon Childe lo calificó entre otros, como un periodo oscuro del que no salió Europa hasta que la

75. BERGMANN, L. (1995) : Op. cit., p. 51. 76. Ibid. pp. 62-63. 77. Este grave problema que afecta directamente a nuestra comarca, por el gran número de cuevas y abrigos con pinturas que contiene tanto paleolíticas como postpaleolíticas, ha sido denunciado públicamente en numerosos foros de debate, entre otros, en la Clausura de las V Jornadas de Historia del Campo de Gibraltar celebradas en 1998 en Algeciras, donde el inves- tigador Lothar Bergmann expuso una vez más la necesidad de conservar este patrimonio. Para colaborar en su preservación, junto con organismos ya existentes en la Comarca como el Instituto de Estudios Campogibraltareños, se ha constituido en 1999 la Asociación Gaditana para el Estudio y la Defensa del Patrimonio Arqueológico (AGEDPA). Para saber más sobre AGEDPA, v., Internet: www.digitpoint.de /arte-sur / 78. ARROQUIA, M.I.; G. ARROQUIA, M.I. (e. p) : “La Prehistoria en el entorno del río Palmones”, II Jornadas sobre las señas de identidad culturales del Campo de Gibraltar, Algeciras, 1999.

105 presión demográfica del Próximo Oriente provocó colonizaciones hacia Occidente, y éstas se habrían sobrepuesto a las comunidades mesolíticas europeas. Esta idea de colonización agrí- cola impidió la aparición de otras teorías que explicaran el nacimiento del neolítico europeo79. Por otro lado en el sur peninsular queda comprobado que Neolítico no equivale a agri- cultura. Se observa una economía basada en la caza de especies salvajes (conejo, ciervo, jabalí, aves) y pesca en los yacimientos costeros con predominio de la malacofauna, con escasa importancia de la dieta agrícola de cereales y leguminosas no detectada hasta el Neolítico Medio, siempre acompañada de especies salvajes (bellota, acebuche)80. La ocupación neolítica de la banda atlántica de Cádiz viene manifestada por la conti- nuidad tecnológica directa con las ocupaciones del Paleolítico Superior Final y Epipaleolítico. La industria lítica refleja los modos de vida de estas comunidades que tie- nen una base importante de su sustento en actividades depredadoras de caza y recolección, sobre todo en los medios costeros. Por otro lado no aparecen recipientes cerámicos hasta el denominado Neolítico Medio81. En el entorno de la bahía de Algeciras, en Gibraltar, junto a una escasa presencia de artefactos cerámicos, encontramos todo un utillaje que, unido a la situación geográfica de los yacimientos y a la fuerte presencia de elementos malacológicos, vinculan el pobla- miento neolítico a los recursos marinos, mientras que se observa una escasa representación de artefactos líticos relacionados con tareas agrícolas. Este papel subsidiario de la agricul- tura en la tareas productivas queda reafirmado por la propia situación geográfica de estos asentamientos, en una línea de vinculación con el medio costero, interpretación que viene confirmada por el estudio de otros enclaves82. Algunas de estas sociedades de cazadores-recolectores no asimilan en un primer momento las novedades neolíticas porque económicamente no les son necesarias, o sólo adoptan algunas de ellas, bien como complemento a sus formas económicas, bien porque no les llegan otras83. La forma de vida basada en la caza y la recolección puede ser segura y fácil y, por el con- trario, la agricultura puede ser una actividad azarosa y laboriosa. Por otro lado, el estudio de las comunidades de cazadores-recolectores actuales muestra que a menudo han cambia- do su forma de subsistencia y han desarrollado su propia forma de producción de alimen- tos, sin aportaciones foráneas. La actitud de los primeros cazadores-recolectores del postglacial es de aprovechamien- to intensivo estacional de los recursos naturales constituyendo “territorios” que explotan las

79. DENNELL, R. (1987): Op. cit. pp. 203-204. 80. VALLESPÍ, E.; PELLICER, M. (1995): Op. cit. p. 22. 81. RAMOS, J. et al.: “Las ocupaciones humanas de la Prehistoria Reciente de la campiña litoral y banda atlántica de Cádiz. Ensayo de síntesis”, Gibraltar during the Quaternary, AEQUA Monografías 2, (1995), pp. 74-75. 82. FINLAYSON, C. et al.: “Recientes excavaciones en el nivel neolítico de la cueva de Gorham (Gibraltar. Extremo sur de Europa), Actes del II Congrés del Neolític a la Península Ibérica, SAGUNTUM-PLAV, Extra-2, (1999), p. 218. 83. ASQUERINO, M. D. (1995): “Transición Epipaleolítico/Neolítico en el Mediterráneo Occidental”, Actas II Congreso Internacional “El Estrecho de Gibraltar”, Tomo I : Crónica y Prehistoria, Ceuta 1990, pp. 100-101.

106 posibilidades del biotopo. Según Braidwood, la recolección intensiva es el antecedente del cultivo, ya que a largo plazo provoca una ruptura en la capacidad de sustentación del medio que conducen finalmente a estas comunidades a adoptar otra estrategia, la “domesticación”84. La teoría de la colonización no explica por qué las primeras culturas neolíticas del sudeste europeo presentan diversidades regionales desde un primer momento.

7.- ABREVIATURAS BIBLIOGRÁFICAS.

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8.- BIBLIOGRAFÍA.

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84. Ibid. p. 102.

107 CABRÉ, J.; HERNÁNDEZ-PACHECO, E.: “Avance al estudio de las pinturas prehistóricas del extremo sur de Europa (Laguna de la Janda)”, Trabajos de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas 3, Madrid, 1914, 35 p., 6 fig. y XIII lám. CASTAÑEDA, V. y HERRERO, N.: “Torre Almirante (Algeciras, Cádiz). Un nuevo asentamiento al aire libre de cazadores-recolectores especializados en el sur de la Península Ibérica”, Caetaria 2, (1998), pp. 11-23. DELGADO, C.: Algeciras. Pasado y Presente de la ciudad de la bella bahía, Algeciras, 1990, 5ª ed. DENNELL, R.: Prehistoria económica de Europa. Barcelona, Edit. Crítica, 1987, 292 p. DIDON, J.: “Etude géologique du Campo de Gibraltar (Espagne Meridionale)”. Thése Univ. Paris, 1969. DOMíNGUEZ-BELLA, S. et al.: “Estudio geológico, análisis petrológico y aproxima- ción tecnológica del asentamiento del Paleolítico Superior Final del río Palmones (Algeciras, Cádiz)”, IX Reunión Nacional sobre Cuaternario, Madrid, 1995, pp. 423-436. FERNÁNDEZ, S.: “Evolución del poblamiento en el término municipal de Algeciras: Una perspectiva arqueológica”, Almoraima 14, (1995), pp. 9-30. FERNÁNDEZ-PALACIOS, A. et al.: Guías naturalistas de la provincia de Cádiz I : El Litoral, Cádiz, Libros de la Diputación de Cádiz, 1988. FINLAYSON, C.; FINLAYSON, G.: Cambio climático, vegetación y fauna del Sistema Bético. Consideraciones sobre sus efectos en la ocupación humana de la Serranía de Ronda durante los estadios isotópicos 3 y 2, Jornadas de Campo del Grupo Andaluz del Cuaternario (AEQUA-GAC), Sierra de Líbar 1998. FINLAYSON, C. et al.: “Recientes excavaciones en el nivel neolítico de la cueva de Gorham (Gibraltar. Extremo sur de Europa), Actes del II Congrés del Neolític a la Península Ibérica, SAGUNTUM-PLAV, Extra-2, (1999), pp. 213-221. FINLAYSON, C.; GILES, F. (e. p): The southern Iberian Peninsula in the late Pleistocene: Geography, Ecology and Human Occupation, Gibraltar and the Neanderthals 1848-1998. GAMBLE, C.: El poblamiento paleolítico de Europa, Barcelona, Edit. Crítica, 1990. GARCíA DEL BARRIO, I. et al.: “Mapas comarcales de suelos. Campo de Gibraltar”, I.N.I.A., Madrid, 1970. GAVALA, J. : “La Geología del Campo de Gibraltar”, BIG y ME Volumen 4, Madrid, 1929. GILES, F.; SÁEZ, A.: “Prehistoria de la Laguna de la Janda: Nuevas aportaciones”, Boletín del Museo de Cádiz I, (1980), pp. 7-17.GILES, F. et al.: “Nuevas aportaciones a

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110 PROTOHISTORIA

1.- INTRODUCCIÓN.

Como se ha visto en el capítulo referente a la Prehistoria, en el entorno de la bahía de Algeciras se dan unas condiciones excelentes para el poblamiento humano, ya que a un clima benigno se unen unas inmejorables condiciones estratégicas para el control del terri- torio y para la subsistencia. Estos factores: la disponibilidad de agua potable, la existencia de una bahía resguardada, tierras aptas para el cultivo así como una gran riqueza pesquera fueron determinantes para los primeros colonos fenicios que aquí se asentaron.

2.- IMPORTANCIA GEOESTRATÉGICA DEL ESTRECHO EN LA ANTIGÜEDAD.

“El Estrecho de Gibraltar, es punto de paso obligado entre el mundo mediterráneo y el atlántico, así como eje de comunicación entre el continente europeo y el africano. Este pri- vilegio natural ha establecido en el transcurso del tiempo lo que se conoce como “Circuito del Estrecho”1. Para los griegos, los fenicios y los púnicos de Cartago, el Estrecho se convirtió de pron- to en motivo de codicia y el deseo de propiedad exclusiva de llegar más allá de las Columnas de Hércules, hacia un nuevo mundo: el del Gran Océano, y también el de Tartessos, famoso ya por sus legendarias minas de plata y cobre, que se transforma, por este motivo, en el punto geopolítico principal. Fueron los púnicos, marinos mercantes, los que dominaron primero el estrecho de Gibraltar, lo que les aseguró su hegemonía sobre el Atlántico e imponer su propia cultura. Se suele considerar al 550 a.C. como el momento de transición entre la fase fenicia y la púnica en Occidente lo que produjo un cambio sustancial en el panorama geopolítico del Mediterráneo Occidental2. No se puede hablar de una “culturización púnica” en el mundo de las colonias fenicias del Mediodía Peninsular hasta después de esta fecha, cuando éstas empezaron a depender políticamente del “protectorado”de Cartago. Es en el transcurso de este “protectorado” cuando se afianzan verdaderamente en las tierras del “Círculo del Estrecho” los intereses económicos de la ciudad norteafricana. Como Cartago, por su lado, Gadir era sin duda el epicentro púnico del área del Estrecho. Su importancia económica se basaba en la riqueza 1. PONSICH, M.: “Prospección Arqueológica: Metodología para la lectura de un paisaje en la Antigüedad”, Almoraima 5, (1991), p. 15. 2. AUBET, M.E.: Tiro y las colonias fenicias de Occidente, Barcelona, 1987, p. 276.

111 de sus pesquerías atlánticas, así como en la explotación y comercio de la sal y en las indus- trias de salazones. Antes de las Guerras Púnicas, la liga púnica del Extremo Occidente, for- mada por los antiguos centros fenicios encabezados por Gadir, eran aliados, pero no súb- ditos de Cartago. Para conocer como se fueron definiendo las estrategias geopolíticas en el mediterráneo nos son de gran utilidad las noticias transmitidas por Polibio sobre los tratados romano- cartagineses de los años 509 y 348 a.C., especialmente este último:

Que haya amistad entre los romanos por una parte y el pueblo de los carta- gineses, el de Tiro, el de Ática y sus aliados por otra, bajo las siguientes condi- ciones: que los romanos no recojan botín más allá del cabo Hermoso, de Mastia de los de Tarsis, que no comercien en tales regiones ni funden ciudades. Si los car- tagineses aprehenden a ciudadanos cuya ciudad haya firmado un tratado de paz con Roma pero que no sea súbdita romana, que los ciudadanos no sean llevados a puertos romanos; pero si uno desembarca y un romano le da la mano sea pues- to en libertad. Que los romanos se porten igualmente. Si un romano recoge agua y provisiones de un país dominado por los cartagineses, que este aprovisiona- miento no sirva para perjudicar a nadie de aquellos que están en paz y amistad. Y que lo mismo haga el cartaginés. Pero en caso contrario, que no haya vengan- za privada; si alguien se comporta así, que sea un crimen de derecho común. Que ningún romano comercie ni funde ciudad alguna, ni tan siquiera fondee en África o en Cerdeña, a no ser para recoger provisiones o para reparar una nave. Si un temporal le lleva hasta allí, que se marche al cabo de cinco días. En la parte de Sicilia dominada por los cartagineses y en Cartago, un romano puede hacer y vender todo lo que es lícito a un ciudadano cartaginés.Y que los cartagineses hagan lo mismo con Roma3.

Tras la caída de Tiro (585-573), irrumpe el comercio focense que se expande hacia las costas meridionales aprovechando momentáneamente el vacío comercial dejado por los fenicios. A mediados del siglo VI Cartago llevará a cabo una política intervencionista en respuesta al expansionismo griego. Los beneficios que se obtenían de la comercialización de los productos derivados de la pesca eran tan importantes que fueron motivo de guerra entre massaliotas y cartagineses, como nos indica Justino en las Historias Filípicas: “La guerra, habiéndose desencadenado entre ellos (los griegos y los cartagineses) por la incautación de algunos barcos pesqueros, enfrentaron varias veces sus respectivas flotas y firmaron la paz después de haberles vencido”4. En modo parecido a lo ocurrido con el hundimiento de la “talasocracia fenicia” tras la caída de Tiro, con la caída de Focea ante los persas (546 a.C.) el protagonismo comercial de los focenses en el Mediterráneo Occidental entraría en decadencia. Los focenses con la fundación de Alalía en el 565-560 a.C., controlaban el movimiento comercial que se desa-

3. POL. III, 24. 4. JUST. XLIII, 5, 2.

112 rrollaba en el mar Tirreno y en las costas de Etruria, incluso parece ser que se dedicaban a la piratería según Herodoto. En el 535 a.C., etruscos y cartagineses derrotan a los focenses en la batalla naval de Alalía, la que puso punto final a las actividades foceas en la penínsu- la Ibérica, lo que no implicó el cese de las actividades griegas en general; que por el con- trario se intensifican adoptando gradualmente una política diferente orientada a través de Ampurias y cada vez más orientada hacia la periferia del mundo tartésico5. Una consecuencia importante de la situación conflictiva entre los intereses griegos y cartagineses en el mediodía peninsular fue el llamado “Cierre del Estrecho” hacia el último cuarto del siglo VI a.C. por el que les quedaba vedado a los navegantes no púnicos nave- gar en corso y comerciar más allá de Mastia de los de Tarsis, es decir, más allá de la ver- tiente atlántica de Gibraltar.

3.- LA BAHÍA DE ALGECIRAS Y LA COLONIZACIÓN FENICIA:

3. 1.- PRINCIPALES ASENTAMIENTOS DE LA BAHÍA.

El interés de los fenicios por los metales estaría en la base del desarrollo de las primeras facto- rías tirias. El patrón de asentamiento de las colonias fenicias en Occidente se ajusta en un primer momento a la necesidad de asegurarse el control de las rutas del metal desde puntos relativamen- te aislados del resto del territorio, siendo la actividad dominante en un principio. Posteriormente, la especialización económica propia de esta civilización urbana venida de Oriente toca otros aspec- tos, entre los que estaría la pesca, que adquirirá una gran importancia con los cartagineses. Ya que los lugares escogidos por los fenicios para establecer sus colonias responden a condicionantes económicos, tendremos que localizarlas en puntos y en accidentes que se presten a ellos, sin olvidar otros factores geográficos que hagan viable la subsistencia de la colonia. Como ya hemos mencionado, el entorno de la bahía de Algeciras reúne óptimas condiciones naturales y de comunicación, marítima y terrestre. Uno de los motivos para la implantación humana en la zona del Estrecho es la impresionante migración de peces que cada año, durante la misma época cruzan del océano Atlántico al mar Mediterráneo. Con el objetivo de reconstruir la antigua línea de costa y localizar establecimientos por- tuarios, sobre todo fenicios en el litoral mediterráneo andaluz, el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid y el Instituto Geológico-Paleontológico de la Universidad de Kiel (Alemania) vienen realizando una serie de investigaciones geológico-arqueológicas desde el río Guadarranque hasta el Almanzora6. El conocimiento de la margen costera durante la

5. SCHUBART, H.; ARTEAGA, O.: “El mundo de las colonias fenicias occidentales”, Homenaje a Luis Siret, Sevilla, (1986) p. 506. 6. ARTEAGA, O. et alii: “Investigaciones geológicas y arqueológicas sobre los cambios de la línea costera en el litoral de la Andalucía Mediterránea. Informe preliminar.”, AAA’85. II, (1987) pp. 117-122.; ARTEAGA, O.; HOFFMANN, G.: “Investigaciones geológicas y arqueológicas sobre los cambios de línea costera en el litoral de la Andalucía Mediterránea”, AAA’86. II, (1987) pp. 194-195.

113 colonización fenicia con métodos geológicos, así como las característi- cas geográficas de las factorías, han permitido establecer su patrón de asentamiento. En la actualidad estos yacimientos aparecen alejados del lito- ral actual, pero en origen ocupaban el fondo de pequeñas ensenadas mari- nas, en la desembocadura de un río que daba refugio a las embarcaciones. Todos ellos constituían por entonces pequeños refugios marítimos que, al encontrarse vecinos los unos de los otros, facilitaban la organización de YACIMIENTOS PROTOHISTÓRICOS EN LA BAHÍA DE ALGECIRAS: actividades mancomunadas7. 1. ALGECIRAS, 2. CERRO DEL PRADO, 3. GORHAM’S CAVE La cercanía de un río facilitaba la comunicación con el interior y garantizaba el abaste- cimiento de agua dulce necesaria para la subsistencia y para la industria pesquera. Sin embargo, al estar estos puertos naturales junto a la desembocadura, a la larga los aluviones los fueron colmatando y haciendo desaparecer. Estos asentamientos tenían una posición estratégica de defensa y control del territorio en cerros escarpados o promontorios, cerca de terrenos cultivables para una economía de subsistencia y próximos a salinas, ya que necesitaban enormes cantidades de sal para la elaboración de las salazones de pescado. El papel de las prospecciones arqueológicas como método para localizar posibles asen- tamientos fenicios, previo estudio de su patrón de asentamiento, fue demostrado por el investigador M. Pellicer en 1975. Su programa de localización de enclaves feno-púnicos en la zona costera fructificó con el hallazgo del yacimiento de El Cerro del Prado8, a dos km. al noroeste de la Carteia romana, recuperándose también abundante material cerámico fenicio y feno-púnico como resultado de esta prospección que abarca desde el siglo VIII o VII hasta el V o IV a.C.9 La primera ocupación del Cerro del Prado no parece correspon- der con los primeros tiempos de la colonización fenicia, sino con un gran movimiento expansionista que se origina en las propias colonias occidentales en la búsqueda de nuevos mercados y ocupación de nuevas tierras10. Su abandono se debió a razones topográficas ya que debido a la condición aluvial del río Guadarranque, El Cerro del Prado perdió su con-

7. SCHUBART, H.; ARTEAGA, O. (1986) : Op. cit., p. 508. 8. PELLICER, M. et al.: “Para una metodología de localización de las colonias fenicias en las costas ibéricas: El Cerro del Prado”, Habis 8,(1977) pp. 217- 251. Vid. apartado I de Pellicer sobre las características de las colonias fenicias y el Cerro del Prado, pp. 217-227. 9. Para la cerámica recogida en dicha prospección Vid. el apartado III sobre el estudio del material realizado por P. ROUILLARD en Op. cit. Ibídem, pp. 231- 251 y P. ROUILLARD: “Brève note sur le Cerro del Prado, site phénicien de l’ouest, à l’embouchure du rio Guadarranque (San Roque- Cadix)”, MM 19,(1978) pp. 153-160. 10. SCHUBART, H.; ARTEAGA, O. (1986): Op. cit., p. 511.

114 dición de puerto, trasladándose la población a otro lugar más cercano a la costa. Su situa- ción defensiva en la desembocadura dominando una llanura aluvial era muy susceptible además a la influencia marina, teniendo sin duda un caracter lagunar. Las formaciones are- nosas contribuyeron a aislar poco a poco esta llanura de la mar, acentuando asímismo su colmatación, modificando la línea de costa y la transformación en marismas. Esta evolu- ción geomorfológica, con la consiguiente degradación de las condiciones naúticas, pudie- ron ser uno de los factores explicativos del abandono del Cerro del Prado por el yacimien- to costero de Carteia11. Desgraciadamente, la destrucción del yacimiento ha impedido la realización de excavaciones sistemáticas posteriores que hubieran aportado datos revelado- res sobre los colonos fenicios asentados en nuestra bahía12. Las campañas de excavación realizadas en los últimos años por la Universidad Autónoma de Madrid han confirmado el traslado de la población del Cerro del Prado a Carteia, que en el siglo IV a.C. estaría mejor ubicada en relación con la línea de costa. Así, los materiales más antiguos de la Carteia púnica enlazan con los más modernos del Cerro del Prado13. Sin embargo, estos investigadores defienden como hipótesis de trabajo, que el factor determinante de este traslado no sería tanto la cuestión geográfica, colmatación de la desembocadura del río14, como el crecimiento económico que consecuentemente debió de conllevar un notable aumento de la población15. En el extremo oriental de la bahía de Algeciras encontramos un importante testimonio de la presencia fenicia en Gorham’s Cave, Gibraltar16, donde diversas campañas de excava- ción han proporcionado niveles desde el Paleolítico Medio hasta época protohistórica. Su uso como santuario podría haber comenzado en el siglo VII a. C. con los fenicios. Esta fecha viene determinada por los escarabeos más antiguos estudiados17, aunque la mayor parte de la cerámica que se conserva corresponde a la fase púnica (siglos V al III a.C). Entre el repertorio cerámico hallado encontramos tanto producciones típicas del Círculo del Estrecho, conocidas como cerámicas de Kuass18, como cerámicas a mano tartésicas del periodo orientalizante19 que nos informan sobre contactos entre fenicios y población indí-

11. Vid. apartado II realizado por L. Menanteau sobre la geográfía del lugar, en PELLICER, M. et alii (1977): Op. cit., p. 230. 12. El yacimiento fue desmontado por razones industriales a finales de 1975 y comienzos de 1976, sin que fuera excavado, salvo un corte estratigráfico realizado en 1989 que ha permitido precisar la fecha de abandono del Cerro del Prado a media- dos del s. IV a. C. Vid. ULREICH, H. et al.: “Cerro del Prado. Die Ausgrabungen 1989 im Schutthang der phˆnizischen Ansiedlung an der Guadarranque- Mündung”, en MM 31,(1990) pp. 194-250. 13. ROLDÁN, L. et alii: Carteia, Madrid. Consejería de Cultura. Junta de Andalucía y CEPSA, 1998, p. 161. 14. ARTEAGA, O. et al.: “Investigaciones geológicas y arqueológicas sobre los cambios de línea costera en el litoral de la Andalucía Mediterránea. Informe preliminar (1985)”, AAA’85. II, (1987), p. 121. 15. ROLDÁN, L. et al. (1998) : Op. cit. , p. 166. 16. Hemos podido ver desde el capítulo anterior la riqueza de esta cavidad que contiene testimonios de la presencia huma- na desde tiempos prehistóricos, con numerosos restos de industria lítica, restos de paleofauna y arte rupestre. 17. CULICAN, W.: “Phoenicians remains from Gibraltar”, Australian Journal of Biblical Archaeology II, nº 1, p. 119. 18. Son producciones púnicas gaditanas que imitan prototipos griegos y su abundancia hace suponer la existencia de distintos centros alfareros en el área del Estrecho, v. BELÉN, M.; PÉREZ, I. (e. p) : “Gorham’s Cave, un santuario en el Estrecho. Avance del estudio de los materiales cerámicos”, IV Congreso Internacional de estudios fenicios y púnicos, Cádiz, 2- 6 Octubre 1995. 19. GILES, F.; FINLAYSON, C., coord. del proy. de investig.: “Gorham’s Cave’97. Informe de la primera campaña de exca- vaciones arqueológicas. Niveles históricos del santuario feno-púnico (siglo VIII al III a.C.)”, Gibraltar, (1997), p. 26.

115 gena. Tanto la cronología como los tipos cerámicos de Gorham’s Cave y el vecino estable- cimiento del Cerro del Prado guardan una estrecha relación, planteándose la hipótesis de que éste último fuera el centro de producción de determinadas cerámicas destinadas a fun- ciones que tenían lugar en el santuario20, lo que implicaría cierta dependencia de Gorham’s Cave con respecto al Cerro del Prado21. Por otro lado, el material hallado en la cueva nos da el testimonio de las ofrendas realizadas por las gentes que acudían al santuario: escara- beos, amuletos, collares, útiles de pesca, perfumes,... destinadas probablemente a Tanit, ya que la etapa de mayor frecuentación de la cueva coincide con la difusión de la devoción a esta diosa en el Mediterráneo occidental por influencia cartaginesa y que coincide también con la expansión del comercio gaditano que utiliza una representación esquemática de Tanit, como uno de los motivos para las marcas de sus ánforas de salazones 22. A través de estos enclaves queda confirmada la temprana presencia de los navegantes feni- cios en el entorno de la bahía de Algeciras. Por un lado el Cerro del Prado, establecimiento que si bien pudo deberse en un primer momento a cuestiones meramente estratégicas para asegurarse el control de las ruta comerciales tanto terrestres como marítimas, en un segundo momento, coincidiendo con la expansión del comercio gaditano, basaría su prosperidad en la pesca y comercialización de las salazones de pescado que, bajo la denominación de origen gaditana, se difundirían por todo el Mediterráneo. Finalmente el santuario costero de Gorham, situado en un punto clave para la navegación, lo que explicaría su sacralización por parte de los navegantes23 que se acercan a él para realizar sus plegarias y dedicar exvotos como agradecimiento o rogativa para una travesía feliz y cuyo momento de mayor frecuentación se da durante la fase cartaginesa coincidiendo con la formación del “Círculo del Estrecho”. Un testimonio importante de la presencia de navegantes en aguas del Estrecho lo tene- mos en las pinturas rupestres del abrigo de la Laja Alta, ubicada en el término municipal de Jimena de la Frontera, descubierta en 1978 por Salvador Corbacho. Su interés radica en la escena marítima representada, que pone de manifiesto los contactos entre las poblacio- nes indígenas del sur peninsular y los comerciantes orientales. Aparecen ocho barcos pin- tados de manera bastante descriptiva con velas triangulares remos, proas altas y popas cur- vas, estando uno de ellos enmarcado dentro de un recuadro que ha sido interpretado como un puerto o astillero24, y pensando en un motivo próximo que haya servido de modelo a la escena, puede representar el puerto de Carteia en la desembocadura del Guadarranque

20. BELÉN, M.; PÉREZ, I. (e. p) : Op. cit. 21. Culican ya planteó la posibilidad de que en tiempos púnicos y romanos, Calpe fuera un apéndice de Carteia, v. CULICAN, W. (1972) : Op. cit. p. 132. 22. DE FRUTOS, G.; MUÑOZ, A. (1994) : “Hornos púnicos de Torre Alta (San Fernando, Cádiz)”, Encuentro de Arqueología del Sudoeste. Huelva-Niebla, 1994, pp. 403-405. 23. PÉREZ, I.: “Santuarios costeros de Andalucía”, Gibraltar during the Quaternary, AEQUA Monografías 2, (1994) pp. 138-139. 24. BARROSO, C.: “Nuevas pinturas pupestres en Jimena de la Frontera (Cádiz): Abrigo de Laja Alta”, ZEPHYRUS XXX- XXXI, (1978) p. 25 y 34 ss.

116 BARCOS DE LA LAJA ALTA (DIBUJO M. I. G. ARROQUIA) o la propia bahía de Algeciras25. En cuanto a los elementos que caracterizan a estas embar- caciones, éstas parecen los buques de carga cretenses, chipriotas o fenicios, pudiendo fecharse entre los años 1000 y 700 a.C. dentro del ambiente “tartésico”26. Otras pinturas rupestres en la comarca del Campo de Gibraltar interpretadas como posibles embarcaciones las encontramos en las cuevas de Bacinete27 y en la cueva del Caballo o Las Zorrillas (o Los Alisos)28 en el término municipal de Los Barrios, la cueva de Las Palomas29 en Facinas, y la cueva del Arroyo y la cueva del Buitre (I) en Tarifa 30. Indicios sobre los primeros contactos entre los navegantes orientales y la población indígena la tenemos a través del yacimiento fenicio y del Bronce Final localizado en la desembocadura del río Guadiaro, que fue objeto de una excavación de prospección en 1986 dentro del proyecto ya mencionado del Instituto Arqueológico Alemán para deter- minar la antigua línea de costa31. Este asentamiento, conocido con el nombre de Montilla se sitúa en la línea costera de la antigua bahía marítima, estando en la actualidad a una dis- tancia de 1’4 km. de la costa mediterránea. Mediante una serie de sondeos geológicos se comprobó que bajo el limo aportado por el río que cubría toda la vega había sedimentos marinos, lo que evidenció que antiguamente este valle había sido una ensenada marítima que se fue colmatando progresivamente por los aportes de sedimentos del río32. Como

25. CORZO, R.; GILES, F.: “El abrigo de la Laja Alta”, Boletín del Museo de Cádiz I, (1980) p. 29. 26. Ibid. pp. 33-34. 27. Breuil sugiere que la pintura de Bacinete V podría ser la representación de un caballo con su jinete, mientras que Topper ve tanto en este abrigo como en el del Levante dentro del conjunto de cuevas de Bacinete la representación de embarcacio- nes. Vid. BREUIL, H.; BURKITT, M. C.: “Rock Paintings in Southern Andalucia. A description of a Neolithic and Copper Age Art Group”, Oxford, (1929) pp. 5-6.; TOPPER, U.; TOPPER, U.: Arte rupestre en la provincia de Cádiz, Cádiz. Diputación Provincial de Cádiz, 1988, p. 109, p. 111. 28. También aquí difieren Breuil y Topper, donde uno ve una cierva, el otro una embarcación, v. BREUIL, H.; BURKITT, M. C. (1929) : Op. cit. p. 61.; TOPPER, U.; TOPPER, U. (1988) : Op. cit. p. 114, p. 118. 29. TOPPER, U.; TOPPER, U. (1988) : Op. cit. p. 165. 30. BERGMANN, L.: “Nuevas cuevas con pinturas rupestres en el término municipal de Tarifa”, Almoraima 13, (1995), p. 52, p. 54. 31. Vid nota 6. 32. HOFFMANN, G.: “Estudios geológicos en el río Guadiaro”, AAA’86. II, (1987) p. 196.

117 podemos ver, este enclave se ajusta perfectamente al patrón de asentamiento fenicio: una ensenada resguardada, disponibilidad de agua potable y una vía de penetración al interior a través del río. Los resultados de las intervenciones arqueológicas dieron como resultado la exhumación de más de ocho mil fragmentos cerámicos que se pueden clasificar en dos grupos: cerámica hecha a mano del Bronce Final, y cerámica a torno fenicia. A través de estos hallazgos se pueden reconstruir cómo fueron los primeros contactos entre los comer- ciantes fenicios y las poblaciones indígenas del Bronce Final en el s. VIII a.C. y establecer las primeras hipótesis. Según la primera, pudieron existir dos núcleos de población sepa- rados, uno indígena y otro fenicio situado en la costa, que acabaría por asimilar cultural- mente al primero. La segunda se basaría en la existencia de un único asentamiento indíge- na que en un determinado momento habría recibido una fuerte influencia cultural de un relativamente cercano establecimiento fenicio, situado quizás en la otra orilla de la bahía lo que traería como consecuencia este proceso de aculturación33. De un momento posterior, ya durante la fase púnica, tenemos el yacimiento del Cortijo del Infante en el término municipal de San Roque a escasos kilómetros de la bahía de Algeciras que se interpreta como un establecimiento fronterizo y de contac- to entre la población indígena y la del litoral, claramente dominada en este periodo por los colonos de origen púnico. Su desaparición, a partir de los restos cerámicos, parece explicarse por el cambio de actitud cartaginesa que se dedica más a la conquis- ta militar del territorio que a un exclusivo control de las zonas litorales donde estaban sus factorías34. Otros testimonios de la presencia fenicia en nuestra bahía son diversos hallazgos perte- necientes a su cultura material, como el ejemplar de plato de pescado de engobe rojo que se encontró de forma casual durante la construcción de las instalaciones de la empresa Acerinox, cerca de la costa, entre las desembocaduras de los ríos Guadarranque y Palmones en el término municipal de Los Barrios y cuya tipología lo relaciona claramente con fase púnica de Carteia35.

3.2.- ALGECIRAS Y SU TÉRMINO MUNICIPAL.

Dentro del término municipal de Algeciras el único yacimiento protohistórico localizado hasta el momento es el de Cala Arena II descubierto a raíz de unas pros- pecciones arqueológicas realizadas en 1985 desde Getares a Tarifa con el objetivo de

33. SCHUBART, H.: “Hallazgos fenicios y del Bronce Final en la desembocadura del río Guadiaro”, AAA’86. II, (1987) pp. 202-209. 34. CASTIÑEIRA, J.; CAMPOS, J.: “Evolución de la estrategia territorial del Estrecho de Gibraltar durante la Antigüedad”, Gibraltar during the Quaternary, AEQUA Monografías 2, (1994) p.148. 35. En la actualidad este plato se encuentra depositado en el Museo Municipal de Algeciras, v. GARCÍA, E.: “ Un plato de pescado con engobe rojo en el Museo Municipal de Algeciras. Notas sobre esta forma cerámica en el sur peninsular”, Caetaria 2, (1998) p. 31, p. 33.

118 localizar colonias fenicias y demás enclaves indígenas afectados por el impacto colonizador36. Se prospec- tó la zona montañosa que rodea la ensenada de Getares, los alrededo- res del río Pícaro y la zona próxima al litoral ya que se buscaban pro- montorios, cerros o pequeñas ele- vaciones aptas para el poblamiento humano por su posición estratégi- ca., dando como resultado la loca- lización de dos yacimientos situa- dos en las cercanías de Cala Arena, LUCERNA HELENÍSTICA (FOTO CEDIDA POR J. I. DE VICENTE) uno romano (Cala Arena I) y otro púnico (Cala Arena II). Este último está situado en una pequeña elevación, junto a la misma línea de costa, por lo que ofrece posibilidades de fácil desembarco. En superfi- cie se encontraron diversos fragmentos cerámicos de época púnica (de engobe rojo y pintada a bandas), así como restos de edificaciones, que corresponderían posiblemen- te a un puesto de vigilancia37. En el casco urbano de Algeciras, como consecuencia de las obras en un solar de la C/ Baluarte, en la Villa Nueva, se hallaron de forma casual, un cuenco de barniz negro ads- crito a algún taller ático y una lucerna con restos de barniz negro correspondiente al tipo Howland 25B con una cronología desde la segunda mitad del siglo IV al primer cuarto del siglo III a.C.38 La ausencia de un contexto estratigráfico impide extraer conclusiones fia- bles, sin embargo, la aparición de este material puede deberse a la existencia de un asenta- miento púnico en la zona o alrededores, que según algunos investigadores podría ubicarse en la Isla Verde39. Otros, como el historiador local Manuel Pérez-Petinto y Costa, en su inédita Historia de Algeciras, afirman la existencia de un poblado fenicio en la desembocadura del río de la Miel, al que dice que los fenicios llamaron “Blanco” (término del que derivaría quizás el Portus Albus o “Puerto Blanco” de época romana)40.

36. MUÑOZ, A.; BALIÑA, R.: “Informe preliminar de las prospecciones arqueológicas del litoral gaditano: de Getares a Tarifa, 1885”, AAA’85. II, (1987) p. 161. 37. Ibid. p. 163. 38. DE VICENTE, J. I.; MARFIL, P. F.: “Reflexiones en torno al hallazgo de cerámica helenística en Algeciras”, Almoraima 6,(1991) pp. 119-122. 39. Ibid. p. 121. 40. DELGADO, C.: Algeciras. Pasado y Presente de la ciudad de la bella bahía, Algeciras, 1990, 5ª ed., p. 17.

119 4.- FACTORES ECONÓMICOS.

4. 1.- LA INDUSTRIA DE SALAZONES.

En los últimos años, se ha llevado a cabo un estudio en conjunto de factorías de sala- zones en la costa portuense entre los ríos Guadalete y Salado que son, por el momento, los testimonios industriales más antiguos de actividades pesqueras y su comercio. Estos des- cubrimientos datan de los ss. V-III a.C., remontándose a los momentos de las primeras referencias de los textos escritos -fuentes griegas- y son las más antiguas que se conocen en el Mediterráneo y en el Atlántico. En la ciudad de Cádiz se descubrieron tres factorías de salazones en las que se constató la existencia de varios niveles y estructuras relacionadas con esta actividad industrial41. Estas factorías inician su funcionamiento a comienzos del siglo V a.C., en el IV a.C. parecen decaer a tenor del material hallado y en el III a.C. se produce una reactivación de estas actividades. Finalmente en el s. II a.C. se aprecia un nuevo decaimiento. En estas fac- torías el material hallado es diverso: abundante material cerámico (ánforas, platos con engo- be rojo y cerámicas áticas), útiles de pesca (anzuelos, agujas de coser redes), restos de vér- tebras, espinas de atunes y abundante material malacológico, varios suelos apisonados de piedras y cerámicas, destinados posiblemente a la limpieza del pescado, un recinto rectan- gular con muro de sillarejos y piedras planas unidas con arcilla y restos de piletas de salazón. Sin embargo, ha sido el hallazgo de la factoría púnica de Las Redes, en el término muni- cipal de El Puerto de Santa María , el que nos da una idea de la estructura de una factoría. De planta casi cuadrada con dimensiones de 10,70 x 10,60 metros en sus momentos de mayor esplendor, se realizan sucesivas renovaciones a lo largo de su existencia, estando los muros formados por piedras irregulares (grandes guijarros y piedra ostionera) unidas con argamasa a base de cal y pequeños guijarros. La organización interna de la factoría se articula en cinco dependencias: 1. Destinada a la transformación industrial del pescado (garum). 2. Habitación con suelo inclinado hacia el mar y cubierto con un pavimento com- puesto de pequeños guijarros mezclados con cal y cerámicas trituradas. Su utilización sería de almacenamiento y limpieza del pescado. 3. Entrada principal de la factoría por la que se introducía el pescado o se expedían las ánforas que contenían las salazones y el garum. 4. Almacenamiento de los instrumentos utilizados para la pesca y funcionamiento de la factoría (hallazgos de anzuelos, pesas de redes y agujas). 5. Piletas destinadas a la maceración del pescado.

41. MUÑOZ, A. et al. (1988) : “Contribución a los orígenes y difusión comercial de la industria pesquera y conservera gadi- tana a través de las recientes aportaciones de las factorías de salazones de la bahía de Cádiz”, Actas del I Congreso Internacional “El Estrecho de Gibraltar”, Ceuta, 1987, pp. 488-496.

120 Las capturas de pescados eran llevadas a los centros de elaboración industrial para fabricar el garum y las salazones. A tenor de los análisis realizados sobre los restos de pes- cado aparecidos en excavaciones modernas, se sabe que estas gentes tenían un perfecto conocimiento de los ejemplares comestibles y de los que podían servir para la industria- lización. Las especies también indican la existencia de una pesca de arrastre a base de redes42. El Pseudo-Aristóteles nos informa de las calidades de garum que se fabricaban: uno de mejor calidad a partir de los túnidos, gruesos y cargados de huevas, que van al Mediterráneo a desovar, y otro inferior a partir de los túnidos que retornan al Atlántico, delgados y famélicos. Un problema a delimitar es saber quién manejaba dentro de la ciudad los hilos de la trama económica. Parece ser que en los primeros momentos de la colonización fenicia los templos jugaron un papel fundamental, tanto en lo administrativo como en lo económi- co. Sin embargo, la envergadura de este comercio hace pensar más en su control a través de una compañía de fuertes y variados recursos que como un monopolio simple. La larga tradición comercial de Cádiz habría forjado una élite de gaditanos adinerados, dotada de capacidad organizativa suficiente a través de la formación de empresas comerciales, para obtener el máximo beneficio de las posibilidades económicas de la colonia y su entorno. Marín Ceballos supone un complicado sistema comercial con base en Cádiz, con una clase de comerciantes de nivel inferior, “muchos de ellos con vivienda más o menos fija en encla- ves básicos para el comercio como la Torre de Doña Blanca”, que se encargarían de que todo funcionase correctamente. Estos centros se moverían a su vez bajo la tutela del Melkart gaditano, que en repetidas ocasiones aparece como tema monetal43. Posteriormente a la excavación de estas factorías se procedió a prospectar la costa para identificar otros establecimientos similares. El resultado ha sido el reconocimiento de más de veinte pequeños núcleos que, por los hallazgos superficiales se datan entre los siglos V y III a.C. Son pequeños asentamientos que no sobrepasan los 500 m2. de superficie, sepa- rados entre sí a una distancia de 145 a 340 m. y a una altitud media de 25 m. De la redu- cida extensión de estos yacimientos se deriva que serían pequeñas factorías de carácter familiar. Algunos de estos núcleos han sido arrasados por construcciones urbanas y se han perdido y otros esperan excavaciones metódicas. Se conocían más de un centenar de fac- torías desde Alicante a Portugal y un núcleo intenso en la costa gaditana y área del Estrecho, pero todas las registradas eran de época romana. De ahí la importancia de estas prospecciones arqueológicas. Los hallazgos en la factoría de salazón de Las Redes y en los hornos púnicos de Torre Alta (San Fernando, Cádiz) han confirmado determinados tipos de ánforas púnicas (tipo Mañá-Pascual A-4) como producciones típicas de la industria conservera de pescado de la

42. SCHUBART, H.; ARTEAGA, O. (1986) : Op. cit., p. 508. 43. CHAVES, F.; GARCÍA, E.: “Reflexiones en torno al área comercial de Gades: Estudio numismático y económico”, Gerión , (1991), pp. 157-159.

121 bahía de Cádiz44. Este tipo de ánforas tuvo una gran expansión comercial durante los ss.V-IV a.C. llegando a circular hasta buena parte del siglo III a.C. Fueron utilizadas para transportar las afamadas salazones “gaditanas”, difundiéndose por todo el Mediterráneo Occidental y llegando incluso a Grecia. En el almacén “Punic Amphora Building” del foro sudoeste de Corinto, los excavadores pusieron en relación importantes muestras de espinas y escamas de pescado, con ánforas tipo Mañá-Pascual A-4 anteriores al 480 a.C. Entre el material hallado en el yacimiento del Cerro del Prado, han aparecido ánforas tipo Mañá-Pascual A-4 aptas para el transporte de salazones a partir de finales del siglo VI a.C., lo que confirmaría el desarrollo de actividades relacionadas con la 45 pesca en este yacimiento . ÁNFORA DE SALAZÓN PÚNICA La bahía de Algeciras contituye un entorno estratégico, TIPO MAÑÁ-PASCUAL A-4. (MUÑOZ ET AL., 1988) punto clave en la navegación entre el Atlántico y el Mediterráneo, y bien comunicada también con el interior, ya que siguiendo el valle del Guadarranque se alcanza la depresión de Ronda y desde allí se enlaza con la ruta que podía llevar a la bahía de Cádiz a través del Guadalete o a la campiña sevillana o cordobesa. Por esta región discurre la ruta que según Avieno llevaba en cinco días de Malaca a Tartessos permitiendo distribuir las mercancías cuando las condiciones para la navegación eran adversas en el Estrecho46.

4. 2.- EL “CIRCUITO DEL ESTRECHO”.

El origen de las industrias de salazón puede relacionarse con los inicios de la coloni- zación en la zona según M. Tarradell, aunque su periodo de mayor florecimiento se sitúa entre los siglos V-III a.C. Fueron los cartagineses los que potenciaron estas actividades pesqueras a través de la fundación de factorías que constituirían lo que se ha llamado el “Circuito del Estrecho de Gibraltar”. Este circuito comercial fue definido geográfica- mente por Tarradell en 1960 como la región comprendida por las costas marítimas de Argel, Marruecos, comprendiendo buena parte de su sector atlántico, sur de Portugal y Andalucía, que vincula las costas españolas y africanas en intereses pesqueros comunes: los escómbridos en su ruta hacia el Mediterráneo para desovar, bordean las costas marro- quíes y atraviesan el Estrecho, y de retorno vuelven a pasar ceñidos esta vez a las costas

44. MUÑOZ, A. et al. (1988) : Op. cit., p. 502. 45. MANCEBO, J.: “Cerro del Prado y Estrecho de Gibraltar como zona receptora de influjos mediterráneos y transmiso- ra hacia los poblados del interior en época orientalizante”, Almoraima 13, (1995), pp. 90-91. 46. BELÉN, M.; PÉREZ, I. (e. p) : Op. cit.

122 españolas, siendo esta la causa de la implantación de factorías a uno y otro lado del estre- cho de Gibraltar. Las fuentes clásicas mencionan que los gaditanos navegaban en grandes navíos por el Mediterráneo y el Océano y que más allá del estrecho de Gibraltar, en las costas marroquíes del Atlántico, existieron numerosas colonias que posteriormente quedaron deshabitadas y arruinadas47. Otro escritor griego, el Pseudo-Aristóteles, que parece haber tomado sus referencias de Timeo de Tauromenion que se supone escribió entre el 300 y 250 a.C. y que, a su vez se ins- piró en fuentes púnicas, nos habla de las salazones gaditanas y de su comercio: “Dicen que los fenicios que habitan como colonos lo que se llama Gadir, navegando fuera de las

DISPERSIÓN DE LAS ÁNFORAS DE SALAZÓN TIPO MAÑÁ-PASCUAL A-4 (DIBUJO: L. CABRERA) Columnas de Heracles con viento del este durante cuatro días, llegaron de improviso a unos lugares desiertos, llenos de juncos y algas, que cuando había marea baja no estaban sumergi- dos, (y) cuando había marea alta estaban cubiertos de agua, en los cuales se encontraban una multitud exagerada de atunes e increíble por los grandes tamaños y grosores, siempre que lle- gan a la costa; salándolos y metiéndolos en vasijas los transportan a Cartago. De éstos los car- tagineses no solo hacen exportación en su provecho, sino que por la calidad que tienen como alimento lo consumen ellos mismos”48. Según esta noticia, los gaditanos pescan en el Atlántico y envasan la salazón de atunes, es decir, son los encargados de llevar a cabo el pro- ceso de obtención de materia prima, de la elaboración industrial de ésta y del transporte49.

47. ESTRABÓN 3, 1, 8; 18, 3, 2; AVIENO, O. M., 438-442 y 459-460. 48. PS. ARIST., Mir., 136. 49. DE FRUTOS, G.; MUÑOZ, A. (1994) : Op. cit. p. 406.

123 A tenor de los hallazgos arqueológicos de Lixus y Mogador, en la región atlántica nor- teafricana, parece ser que los habitantes de Gadir tenían una larga tradición en estas acti- vidades desde por lo menos el siglo VII a.C. También hay testimonios literarios de la fama que adquirieron en el Mediterráneo Oriental. Las salazones gaditanas eran conocidas y apreciadas ya desde mediados del siglo V a.C. y competían en el mercado ático con los afamados productos del mar Negro. Las primeras menciones de los productos gaditanos las proporcionan los comediantes áticos de los ss. V y IV a.C.: Eúpolis, Nicóstratos y Antífanes, a lo que hay que añadir las evidencias arqueológicas proporcionadas por las ánforas gaditanas halladas en Corinto. El comercio de los metales hispanos a mediados del s.VI a.C. supuso la desaparición de algunos de los enclaves fenicios de la costa mediterránea. Gadir no sólo subsistió, sino que comenzó uno de sus periodos más florecientes que ocupará los ss.V-III a.C. La razón se ha relacionado con el control de la producción pesquera y de las salinas del litoral así como la continuación del comercio del estaño atlántico en régimen de monopolio. La reorientación económica que experimenta Gadir a partir del siglo V a.C., la convir- tió en el centro rector del círculo comercial del Estrecho, por lo que esta ciudad estará ínti- mamente relacionada con el resto de los enclaves costeros. La dependencia de los estable- cimientos del Circuito del Estrecho, tanto del sur peninsular como africanos, respecto a Gadir, en función de la producción de las salazones y el garum, llevaría a que, como se ha propuesto para el periodo imperial romano, estos productos fueran envasados y exporta- dos bajo la etiqueta comercial gaditana50. Desde el siglo V a.C. , la comercialización de los productos derivados de la pesca debió de ser muy lucrativa, el garum gaditano era un producto de lujo pues adquirirlo era difícil y caro. Incluso existía un importante contrabando en torno a él y fue motivo de conflicto entre cartagineses y griegos, lo que provocó en el último cuarto del s. IV a.C. el ya men- cionado “Cierre del Estrecho”, por el que se prohibía a los navegantes no púnicos navegar más allá de la vertiente atlántica de Gibraltar. El comercio se va a convertir en esencia, ade- más de en una importante actividad económica, en una actividad política, ya que el con- trol sobre los puertos de comercio era fuente de prestigio y beneficios políticos capaz de proporcionar poder. En el año 237 a.C., Hamílcar desembarca para recuperar áreas de influencia tras la pérdida de Sicilia y Cerdeña en la Primera Guerra Púnica. Con este hecho, se inicia la hegemonía político-militar de Cartago que perduraría hasta el 206 a.C. con la caída de Cádiz. El procedimiento de elaboración y comercialización de las salazones y salsas de pesca- do estuvo en vigor hasta bien entradas las nuevas formas organizativas emanadas del nuevo poder establecido en la península Ibérica: Roma. A partir de la Segunda Guerra Púnica, Gadir comenzará a comerciar sus productos sin intermediario cartaginés en los mismos cir- cuitos comerciales que antes, aunque ya bajo el control de Roma y sus aliados, cuyas con-

50. CHAVES, F.; GARCÍA, E. (1991) : Op. cit. p. 156.

124 diciones quedan plasmadas en el foedus firmado del año 206 a.C. En un primer momen- to, la llegada de los romanos no va a suponer ningún cambio en el comercio de las salazo- nes ya que durante la fase republicana tan sólo se limitan a ocupar el lugar dejado por los cartagineses. La prueba del funcionamiento initerrumpido de las factorías la tenemos en que la tipología de las ánforas destinadas a su transporte durante el siglo II a.C. y parte del I a.C. sigue siendo púnica. Con Augusto se inician las transformaciones, desde los siglos I a.C./I d.C. el garum y las salazones de pescado se van a fabricar a escala industrial, no remontándose ninguna de las factorías romanas a esta fecha.

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127

HISTORIA ANTIGUA

1.- INTRODUCCIÓN.

Hasta hace un tiempo, no muy lejano, a Algeciras se le negaba un pasado romano, remontándose su antigüedad a la invasión árabe. Las causas de este desconocimiento son de diversa índole, ya que a la aparente falta de restos arqueológicos que justificaran la exis- tencia en nuestro solar de una ciudad, se unía la discusión de diferentes investigadores sobre las fuentes escritas antiguas, confusas muchas veces en su descripción de nuestras cos- tas y las ciudades que se ubicaban en el entorno de la actual Algeciras. Salvada la cuestión de la existencia de un núcleo de población en la ciudad, ya plena- mente confirmada por los numerosos hallazgos arqueológicos: piletas de salazón, necrópo- lis, restos arquitectónicos, hornos de ánforas..., queda la cuestión, no menos importante, del nombre que tenía nuestra ciudad en época romana. Este punto ha generado numero- sas hipótesis según cómo se hayan interpretado las fuentes y consideramos de interés el detenernos sobre el particular como antesala a nuestro estudio sobre la Algeciras romana.

2.- DENOMINACIÓN DE LA ALGECIRAS ROMANA: PROBLEMÁTICA DE LAS FUENTES ANTIGUAS Y SU INTERPRETACIÓN.

Hasta la conquista romana (fines del s. III a. C.), los escritores griegos solo conocían de la Península los accidentes costeros más importantes y las escasas noticias que sobre los pueblos del litoral podían recoger en los puertos en boca de comerciantes, marineros, etc. Con la penetración de los ejércitos romanos en el interior del territorio, este conocimien- to fue siendo progresivamente más amplio. Estrabón escribe en época de Augusto su famosa Geografía que en su libro III habla sobre Iberia, basándose en la información suministrada por otros autores (Artemídoros, Poseidonios y Asklepiades aportan datos sobre la Bética). Pomponio Mela, Plinio el Viejo y Ptolomeo también escriben sobre la Península. Este último, a mediados del siglo II, basándose en el material recopilado en tiempos de Trajano por el geógrafo Marinos de Tyros, nos proporciona un cuadro casi completo, con gran número de topónimos, cir- cunscripciones tribales y administrativas, de la Hispania de su tiempo o poco anterior. A estos autores debemos sumar la información proporcionada por los itinerarios y por la Ora Marítima de Festo Avieno.

129 El problema que plantean las fuentes es a la hora de su interpretación, ya que, a veces, es difícil poner en relación los datos geográficos e históricos que nos proporcionan, con las poblaciones actuales, debido, por un lado, a que la mayoría de estos autores no recogen la información de primera mano y, por otro, a los errores en la traducción que ha llevado a muchos investigadores a falsas conclusiones. Respecto al nombre de Algeciras en época romana, numerosas han sido las discusiones entre los distintos investigadores en torno a una serie de topónimos que nos han llegado a través de las fuentes griegas y romanas: Iulia Ioza, Iulia Traducta, Tingentera, Portu Albo y Cetaria:

2.1.- IULIA IOZA, IULIA TRADUCTA, TINGENTERA.

Estrabón, en su descripción de los principales enclaves del Estrecho, nombra el monte Kalpe, Karteía, Menlaría y Belón1. Tras hacer referencia a la industria de salazones de ésta última y a sus conexiones marí- timas con Tingis de la Maurousía, nos habla del tras- lado de población de la ciudad de Zelis y parte de la de Tingis, situadas en la costa africana del Estrecho a la orilla opuesta, que junto con colonos romanos constituirían la ciudad de Iulia Ioza: “Tíngis tuvo antes por vecina a Zelis; más los rhomaí- oi trasladaron esta ciudad a la CIUDADES Y VÍAS ROMANAS DEL SUR DE LA BÉTICA. (SILLIÈRES, 1995) orilla opuesta, con parte de la población de Tíngis; enviaron aún una colonia de ciudadanos romanos, y llamaron a la ciudad Ioulía Íoza”2. Iulia Ioza se identifica con Iulia Traducta, ya que ioza significa en feni- cio lo mismo que traducta en latín: “transportada”. La dualidad de nombres se debería pro- bablemente a que la ciudad estaba fundada con población africana de origen púnico y con romanos, de ahí que designaran a la ciudad de forma diferente según su lengua. Mientras que el apelativo Iulia haría alusión a una fundación augustea. Iulia Traducta es una ciudad que conocemos a través de las fuentes escritas y la numis- mática, ya que fue ceca monetal en tiempos de Augusto.

1 ESTRABÓN III,1, 7-8, v. GARCÍA y BELLIDO, A.: España y los españoles hace dos mil años según la geografía de Strabón, Madrid, Espasa-Calpe, 1968. Colección Austral nº 515, p. 62. 2 Ibid. III, 1, 8.

130 Plinio, en su Historia Natural escrita en el siglo I d.C., hace alusión a Iulia Traducta, pero erróneamente la sitúa en África asimilándola con Tingis, diciendo además que fue colonia en tiempos de Claudio: “ quondam ab Anteo conditum, postea a Claudio Caesare cum coloniam faceret apellatum Traducta Iulia”3. A este lado del Estrecho cita por este orden: Besippo, Baelo, Mellaria, Carteia y el Monte Calpe4. El error de Plinio de situar Traducta en África se explicaría por el origen común de ambas poblaciones, ya que con parte de la Tingis africana se fundaría otra ciudad en el lado europeo del Estrecho5. De mayor interés es el testimonio de Ptolomeo, un siglo después, que menciona a Calpe, Casteia, Transducta, Cetaria , Mellaria y Belo6. Por un lado, por que sitúa a Transducta a este lado del Estrecho entre las ciudades de Casteia (= Carteia) y Cetaria. Y por otro, por que hace mención de Cetaria, entre Transducta y Mellaria. Marciano de Heraclea cita las poblaciones de Calpe, Carteia, Traducta y Mellaria7, aportando una indicación bastante precisa de la situación de Traducta sobre la costa, ya que dice que existe la misma distancia de Carteia a Barbésula que de Mellaria a Traducta8, indicaciones que según algunos autores confirmarían la localización de Traducta en Algeciras9. En la Cosmographia del Anónimo de Rávena o Ravennate, escrita en el s. VII d. C. a partir de datos del siglo IV d. C., también aparecen citadas una sucesión de ciudades que se corresponden casi en su totalidad con la vía de Malaca a Gades citada en el Itinerario de Antonino10, salvo por la omisión en este último de los topónimos de Transducta y Cetraria y por la aparición de uno nuevo: Portu Albo, que aparece en lugar de Traducta y del que nos ocuparemos más adelante. La ciudades que nos interesan aparecen en dos capítulos diferentes del Anónimo de Rávena en el siguiente orden, aunque variando un poco los nombres: Gartegia o Cartetia (= Carteia), Transducta o Traducta, Cetraria, Melaria y Belon o Belone11. Estas indicaciones geográficas del Anónimo de Ravéna han llegado hasta nosotros también a través de la obra de Guido de Pisa, que en el siglo XII se limita a copiar diversas fuentes clásicas sin citar su procedencia, compilándolas en una obra llamada Guidonis Geographica, en la que aparecen las mismas ciudades del Anónimo de Rávena y en el mismo orden: Gartecia, Transducta, Cetraria, Melaria y Belona12.

3.PLIN. Nat. Hist., V, 1, 2. 4. Ibid. III, 7, 8. 5. SILLIÈRES, P. (1988): “Les villes antiques du littoral septentrional du Détroit de Gibraltar”, Actas del I Congreso Internacional “El Estrecho de Gibraltar”, Ceuta, 1987, pp. 795-796. 6. PTOL. II, 4, 6. 7. MARCIAN. II, 9. 8. BONSOR, G.: “Les villes antiques du détroit de Gibraltar”, en Bull. Hisp, XX, nº 3, (1918) p. 147. 9. JACOB, P.: “Cetraria. A propos d’une station du Ravennate”, MCV XXI, (1885) p. 58. 10. IT. ANT. 406, 3 y 407,1-3, v. ROLDÁN, J. (1973) : “Itineraria Hispana”, Univ. de Valladolid, Univ. de Granada eds, p. 57. 11. AN. RÁV. IV, 42 (305, 11-15), V, 4 (344, 5- 9), v. ROLDÁN, J. (1973) : Op. cit. , pp. 121-122, p. 142. 12. GUIDO 83, 4-8, v. ROLDÁN, J. (1973) : Op. cit. , p. 147.

131 En la tardoantigüedad, en el siglo VI d. C., aparece de nuevo Traducta, ya que Gregorio de Tours13 en su Historia de los Francos al hablar de los vándalos, dice que éstos se reunie- ron en Traducta y que desde allí embarcaron hacia África. Otro topónimo que viene a unirse a los dos anteriores -Iulia Ioza y Iulia Traducta- es el de Tingentera, que podría derivar de Tingis Altera, “la otra Tingis” según la interpretación de algunos investigadores y que haría alusión a este traslado de población africana a las cos- tas hispanas. Este nombre nos viene dado por Pomponio Mela en su Chorographia, escrita en el 44 d. C.: “sinus ultra est, in eo que Carteia (ut quidam putant, aliquiando Tartessos), et quam transvecti ex Africa Phoenices habitant, atque unde nos sumus Tingentera. Tum Mellaria, et Belo et Besippo usque Junonis Promontorium oram freti occupat”14. Este testimo- nio nos parece de gran importancia ya que este autor se declara originario de esta ciudad, situándola en el mismo golfo donde estuvo Carteia, que sería la actual bahía de Algeciras. En la enumeración de las ciudades del litoral mediterráneo que hace Mela observamos un distinto orden, diferente al de Estrabón: Carteia, Tingentera, Mellaria, Belo y Besippo, donde no aparece el nombre de Iulia Traducta, ni de Iulia Ioza, pero si el de Tingentera, que se situaría al oeste de Carteia como ya hemos mencionado. Las distintas lecturas del pasaje II, 96 de Mela han llevado a los investigadores a distintas conclusiones. Mientras que unos ven en el topónimo Tingentera, “la otra Tingis”, la confir- mación del trasvase de población al que alude Estrabón, y que iría en consonancia con los otros nombres dados por las fuentes Iulia Ioza y Iulia Traducta15, otros creen que la ciudad a la que se refiere Mela es otra diferente a la de Iulia Traducta, ya que no parece lógico que una ciudad tuviera más de un nombre en la misma época histórica.16 Por otro lado, el topónimo Tingentera podría derivar del nombre púnico Athingera que aparece escrito en algunas mone- das hispano-púnicas, y que podría corresponder al nombre primitivo de la ciudad que pudo conservarse pospuesto al nuevo17, por lo que la ciudad se llamaría Iulia Traducta Tingentera18. El traslado de parte de población tingitana a nuestras costas parece confirmarse a través de la numismática ya que en monedas de Tingis aparece la leyenda TING·MAIOR lo cual hace pensar en la existencia de otra Tingis Minor, que se identifica con Iulia Traducta19. Más tarde, también encontramos indicios del recuerdo de dos Tingis en la Primera Crónica General, donde al hablar de la hipotética división eclesiástica de Constantino, se enume-

13. G. TOURS, Hist. Franc. 2, 2, 30. 14. MELA II, 96. 15. BELTRÁN, A.: “Las monedas de Tingi y los problemas arqueológicos que su estudio plantea”, Núm. Hisp. 1, (1952) p. 98; SILLIÈRES, P. (1988): Op. cit., p. 796. 16. SEDEÑO, D.: “Prospección arqueológica superficial realizada desde Gibraltar hasta las playas de Bolonia, Cádiz”, AAA’86. II., (1987) p. 109. 17. BELTRÁN, A. (1952) : Op. cit. pp. 97-98. 18. SILLIÈRES, P. (1988) : Op. cit., p. 796. 19. BELTRÁN, A. (1952) : Op. cit., pp. 94-95.

132 ran las diócesis dependientes de Sevilla, entre las que cita: “..., tierra de Tániar la daquend mar, ca dos Tániardes eran aquella sazón; una aquend mar, otra allende”20, y en las fuentes hispano-árabes, ya que en éstas aparece Tánger con el sobrenombre de “la verde” 21, que es el mismo calificativo con el que se denomina a Algeciras, la Isla Verde22. Otro pasaje de Mela que se viene interpretando de distinta forma es el de: “et quam transvecti ex Africa Phoenices habitant”, ya que mientras unos autores interpretan que se refiere a Tingentera cuando dice que “estaba poblada por fenicios trasladados desde Africa”, lo que confirmaría definitivamente su identificación con la Iulia Ioza de Estrabón23, otros interpretan que no es a Tingentera sino a Carteia a la ciudad que alude24. Nosotros pensamos que es Tingentera a la que se refiere Mela y no a Carteia por dos razo- nes: aparte de la cuestión de la incorrecta interpretación del texto que ha generado una traducción errónea del mismo25, está el hecho de que Mela se refiere a unos aconteci- mientos no muy lejanos en el tiempo y es muy explícito al especificar que era población fenicia “trasladada” y no de origen feno-púnico, como sería el caso de Carteia, origen por otro lado que no llamaría la atención a este autor, ya que era sobradamente conocido, pues esta ciudad había sido en el año 171 a.C. la primera colonia de derecho latino fuera de suelo itálico, y estaba formada por hijos de soldados romanos y mujeres hispanas, y por los cartagineses que quisieron permanecer en la ciudad26. Prueba de la antigüedad e importancia que se concede a la ciudad de Carteia es su identificación con la mítica Tartessos por distintos autores greco-latinos como Estrabón, Plinio y Mela. Volviendo a la cuestión de la traducción del pasaje de Mela, creemos que la correcta es la propuesta por el Dr. Gozalves: “se abre un golfo en el cual se encuentra Carteia, que algunos consi- deran que es la antigua Tartessos, y Tingentera, ciudad habitada por fenicios trasladados desde África, de donde somos nosotros”27

2.2.- PORTU ALBO.

Portu Albo ha sido tradicionalmente situado en la ciudad de Algeciras. En las fuentes aparece únicamente citado en el Itinerario de Antonino, donde se describen las principales vías de comunicación y los principales núcleos de población costeros en conexión con la

20. MENÉNDEZ, R.: Primera Crónica General, II, (1906) p. 196. 21. BELTRÁN, A. (1952): Op. cit., p. 91. 22. Ibid. p. 95. 23. DE VICENTE, J. I.; MARFIL, P. F.: “Nuevas perspectivas de la arqueología romana de Algeciras”, Almoraima 5, (1991), p. 131; GOZALBES, E.: “Establecimiento de mauritanos en el Campo de Gibraltar en época de Augusto”, Almoraima 9, (1992), p. 269. 24. ROLDÁN, L. et al.: Carteia. Op. cit. p. 31. 25. García y Bellido interpreta que Mela se refiere a Carteia cuando dice que estaba poblada por fenicios de África, v. GARCÍA y BELLIDO, A. (1968) : Op. cit. p. 63. 26. LIV. XLIII, 3. 27. GOZALVES, E.: “La imagen del Campo de Gibraltar en la Antigüedad Clásica”, Almoraima 21, (1999), p. 53.

133 citada vía. De este Itinerario, nos interesa el tramo que iba de Malaca a Gades, último tramo de la vía Heraklea o camino costero que desembocaba en Cádiz a través de toda la costa oriental hispana donde aparecen citadas “...Calpe-Carteiam, Portu Albo28, Mellaria, Belone Claudia, ...”. Portu Albo aparece situado a seis millas al oeste de Calpe-Carteiam, a unos nueve kilómetros del Cortijo del Rocadillo, lugar donde se ubica Carteia, lo que ha llevado a muchos autores a situarlo en el emplazamiento actual de Algeciras, en concreto en la Villa Vieja, en desembocadura del río de la Miel, que constituiría un excelente puer- to natural, al formar una pequeña ensenada que fue colmatándose con el tiempo.

2.3.- CETARIA.

Cetaria o Cetraria es otro topónimo citado en Ptolomeo29 y en el Anónimo de Rávena30, localizado entre las poblaciones de Transducta y Mellaria, y que debe ponerse en relación con los restos arqueológicos aparecidos en la ensenada de Getares, en el término munici- pal de Algeciras31. Es importante el establecimiento de Cetraria en este punto, antes de Tarifa, ya que sitúa definitivamente a Transducta en Algeciras. El origen de este topónimo podría proceder del griego ketothereía que quiere decir “pesca de atunes”32. La propia palabra latina cetus, de la que derivaría más directamente Cetraria, que signifi- ca cetáceo o monstruo marino, refiriéndose a la ballena, el delfín o el atún33 viene del griego ketos34. Su etimología, ya sea griega o latina, ha sido ratificada por las piletas de salazón romanas halladas, que confirman la realización en Cetaria o Cetraria35 de actividades relacionadas con la pesca, y por el establecimiento en época moderna de una ballenera, hoy abandonada en la ensenada de Getares, dedicada a la transformación de los productos derivados de la pesca de la ballena. Dejando a un lado las fuentes clásicas, otra documentación que puede dar una valiosa infor- mación son los portulanos medievales que recogen los nombres de las ciudades del Estrecho. En ellos, uno de los topónimos que aparece es el de Zizera, Zicera o Ticera que se identifica con Algeciras, y que podría ser, o bien una corrupción del nombre árabe Yacira, o bien referirse a “Zilis Altera”, la otra Zilis, puesto que Traducta se fundó con la población de Zilis y parte de la de Tingis36.

28. IT. ANT. 407, 1, v. ROLDÁN, J. (1973) : Op. cit., p. 57. 29. PTOL. II, 4, 6. 30. AN. RÁV. IV, 42 (305, 13), V, 4 (344, 7), v. ROLDÁN, J. (1973) : Op. cit. , p. 122, p. 142. 31. DE VICENTE, J. I. ; MARFIL, P. F. (1991) : Op. cit. p. 130. 32. BONSOR, G. (1918) : Op. cit., p 146; GARCÍA y BELLIDO, A.: Veinticinco estampas de la España antigua, Madrid, Espasa Calpe, 1967. Col. Austral, nº 1375, p. 163. 33. Diccionario Ilustrado Latino-Español, Español-Latino Barcelona, VOX, 1985, p. 75. 34. Se traduce igual que cetus, como un montruo acuático (ballena, ...), v. PABÓN, J. M.; ECHAURI, E.: Diccionario Griego-Español, Barcelona, Spes, 1955, p. 296. 35. Sobre la evolución de este topónimo Vid. CUESTA, G. J.: “Contribución al estudio de la toponimia de Algeciras”, Almoraima 21, (1999), p. 30. 36. GOZALVES, C.: “La costa del Campo de Gibraltar en los portulanos medievales”, Almoraima 13, (1995) pp. 167- 168.

134 2.4.- REVISIÓN HISTORIOGRÁFICA.

Ya en los siglos XVI y XVII se documenta un interés entre los eruditos por cuestiones de tipo histórico-topográfico, sobre todo para identificar las ciudades antiguas referidas por las fuentes37. Desde mediados del XVI y a lo largo del XVII algunos autores van a atribuir a Algeciras un pasado romano identificándola con Mellaria, como A. Hernández del Portillo38, o con Carteia, como M. Fariñas del Corral39, que recorrió la costa de Málaga a Cádiz intentando ubicar las ciudades mencionadas por las fuentes clásicas. Su errónea identificación de los res- tos encontrados en Algeciras con Carteia, le hace situar hacia Tarifa Iulia Traducta. Sobre la localización de esta ciudad, la tendencia general va a ser la de identificarla con Tingis (= Tánger), concediendo mayor valor al testimonio de Plinio, aunque algún investigador como Rodrigo Caro, se desmarca de esta opinión, situando Iulia Traducta en la costa Bética40. En el XVIII el P. Flórez es el primero en asimilar Tingentera a Iulia Traducta, afirmando ade- más : “el sitio que tuvo acá fue entre Carteia y Melaria, junto a las Algeciras” 41. Sin embargo la dificultad en la interpretación de las fuentes clásicas, sobre todo en lo referente al pasaje II, 96 de Mela, hace que algunos investigadores vuelvan a retomar a Plinio, que como recordaremos no cita en la bahía de Algeciras más que el monte Calpe y Carteia, situando Traducta en África. Así, I. López de Ayala sitúa Melaria en Tarifa, mientras que de nuestra ciudad dice: «En Algeciras no encuentro población»42, afirmación que la historiografía posterior utilizará como parte de su argumentación al defender la inexistencia en Algeciras de un pasado anterior a los árabes. Sobre la interminable discusión erudita suscitada desde el XVIII sobre la ubicación de Iulia Traducta y su identificación con otros topónimos aparecidos en las fuentes grecolatinas no vamos a extendernos demasiado. Son muchas las tesis propuestas, no siempre con acierto, que han llegado hasta nosotros, ya que se llega a identificar Iulia Traducta hasta con Baelo Claudia o con Carteia, lo que no hace más que aumentar la confusión sobre su localización43. Nos detendremos en las más difundidas, concluyendo con un estado de la cuestión, a partir de las investigaciones más recientes. En el XIX destacan las investigaciones de Rui Bamba44, que dejando a un lado las discusiones anteriores, centra su atención en el estudio de la obra de Ptolomeo y en la localización de las ciu- dades de la Bética por él citadas citadas, concluyendo que Iulia Traducta debía estar situada en “un sitio hacia la Punta del Carnero y muy inmediato a Algeciras”. Otros autores del mismo siglo tam-

37. BELTRÁN, J.: “Arquelogía y configuración del patrimonio andaluz. Una perspectiva historiográfica”, La Antigüedad como argumento II. Historiografía de arqueología y historia antigua en Andalucía. (1993) Separata, p. 16. 38.HERNÁNDEZ DEL PORTILLO, A.: Historia de Gibraltar, introd. y notas de A. Torremocha, Algeciras, UNED, 1994, p. 170. 39. FARIÑAS DEL CORRAL, M.: Tratado de las marismas desde Málaga a Cádiz y algunos lugares sus vecinos según fueron en los siglos antiguos, Ronda, (1663) Ms. de la RAH, E. 181, fols. 40-41. 40. SEDEÑO, D. (1988) : “Sobre la localización de “Iulia Traducta”. Fuentes antiguas y relatos históricos modernos”, Actas del I Congreso Internacional “El Estrecho de Gibraltar”, Ceuta, 1987, pp. 812-813. 41. FLÓREZ, E. Fr.: Historia de la España Sagrada, Vol. 10, Madrid.1752 pp. 49-55. 42. LÓPEZ DE AYALA, I.: Historia de Gibraltar, Madrid, 1782, p. 96. 43. SEDEÑO, D. (1988) : Op. cit., pp. 815-816. 44. Su obra, que no llegó a publicarse, nos parece muy importante por que localiza Traducta en Algeciras basándose tan sólo en la Geografía de Ptolomeo y no en las posibles asimilaciones de esta ciudad con Iulia Ioza o Tingentera, Vid. Ibid. p. 816.

135 bién ubicarán Traducta en Algeciras45, aunque serán dos las hipótesis de mayor aceptación hasta nuestros días: la localización de Portu Albo en Algeciras y de Iulia Traducta en Tarifa. Cean-Bermúdez46 es el principal defensor de la ubicación de Portu Albo en Algeciras, basándose en el Itinerario de Antonino, que va a ser una de las fuentes más utilizadas, por considerarse muy valiosos los datos que aporta sobre las distancias entre una mansio y otra. Montero, cronista de la cercana ciudad de San Roque, siguiendo a López de Ayala, afir- ma: “Ni en Algeciras, ni en la Villa Vieja hay vestigios de población romana”, situando Portu Albo junto al río Palmones: Portus Albus, señalado en el Itinerario de Antonino, debió estar en el sitio donde existe hoy el embarcadero del Palmones, pues conviene la distancia que se señala en aquel desde Carteia. Tal vez tomó el nombre de la blancura de los sala- dares o salinas que así entonces como ahora hay en este paraje. Al abrir los caños de estas hace pocos años se descubrieron cimientos romanos de las antiguas47.

Respecto a la localización de Iulia Traducta en Tarifa, esta teoría se debe, por una parte, a la aceptación de que Algeciras es el Portu Albu del Itinerario de Antonino y, por otra, a las continuas reinterpretaciones de las fuentes clásicas y a la vigencia de las conclusiones de auto- res como Fariñas de Corral que, aunque erróneas, seguían siendo válidas dos siglos después. En el siglo XX las propuestas son las siguientes: - Iulia Traducta = Algeciras. Identifican la Iulia Traducta de las fuentes y ceca monetal con Algeciras entre otros M. Pérez-Petinto y Costa48, F. Chaves49, M. Ponsich50 y F. Alvarez51. - Iulia Traducta = Tarifa. Asimilan este topónimo con Tarifa G. Bonsor52, A. García y Bellido53 y C. Delgado54. - Portu Albo = Algeciras. Localizan Portu Albo en Algeciras, en la desembocadura del río de la Miel, G. Bonsor55 y C. Pemán56, mientras que P. Rodríguez57 y C. Delgado58 lo

45. Para una relación de los autores que sitúan Traducta en Algeciras en el XIX, v. SEDEÑO, D. (1988): Op. cit., pp. 817- 818 y DE VICENTE, J. I. ; MARFIL, P. F. (1991) : Op. cit. p. 133. 46. CEAN-BERMÚDEZ, J. A.: “Sumario de las antigüedades romanas que hay en España”, Madrid, 1832, pp. 230-231. 47. MONTERO, F. M.: Historia de Gibraltar y de su campo, Cádiz, 1860, p. 49. 48. Autor en 1944 de una Historia inédita de Algeciras, v. DELGADO, C.: Algeciras. Pasado y presente de la ciudad de la bella bahía, Algeciras, 1990, 5ª edic., p. 19. 49. CHAVES, F.: “Las cecas hispano-romanas de ...bora, Iulia Traducta y Colonia Romula”, Numisma Separata XXIX, Núms. 156-161, (1979), p. 26. 50. PONSICH, M. (1988) : “Aceite de oliva y salazones de pescado. Factores geo-económicos de Bética y Tingitania”, edit. Univ. Complutense, Madrid. 51. ÁLVAREZ, F.: La moneda hispánica, desde sus orígenes hasta el siglo V, Madrid, Vico & Segarra, Madrid, 1992, p. 1202. 52. BONSOR, G. (1918): Op. cit., p 147. 53. Este autor indica también otras hipótesis que no hemos mencionado para no complicar más la cuestión, entre ellas la de A. Schulten que identifica Tingentera con Algeciras y Iulia Ioza=Iulia Traducta con Tarifa, v. GARCÍA y BELLIDO, A. (1968) : Op. cit. p. 65 y SILLIÈRES, P. (1988) : Op. cit., p. 795. 54. Es el Cronista Oficial de la ciudad de Algeciras, v. DELGADO, C. (1990) : Op. cit. p. 21. 55. BONSOR, G. (1918): p. 147. 56. PEMÁN, C. (1954): “Memoria sobre la situación arqueológica de la provincia de Cádiz en 1940. Informes y Memorias nº1”. Ministerio de Educación Nacional. Dirección General de Bellas Artes. Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas. Madrid, p. 52. 57. RODRÍGUEZ, P.: “Pilar romano con inscripción votiva hallado en Algeciras”, Colección Estudios Históricos nº 2, Instituto de Estudios Ceutíes. (1973). 58. DELGADO, C. (1990): Op. cit. p. 19, pp. 183-184.

136 sitúan también en la Villa Vieja de Algeciras, pero bajo el actual emplazamiento del hotel Reina Cristina, en base a los restos arqueológicos hallados. - Portu Albo / Iulia Traducta = Algeciras. A principios del XX Romero de Torres59 es el pri- mero en plantear la posibilidad de que en Algeciras estuvieran ubicadas tanto Portu Albo como Iulia Traducta, a la que asimila con la Iulia Ioza de Estrabón. Investigadores posteriores más cercanos en el tiempo, no excluyen tampoco los topónimos Iulia Traducta / Portu Albo en sus hipótesis, ya que sitúan ambos en la ciudad de Algeciras, aunque no coinciden en su ubica- ción. Según A. Beltrán, Iulia Traducta estaría situada en la Isla Verde, razón por la que no apa- recería citada en el Itinerario de Antonino dada su situación insular, mientras que su puerto, Portu Albo estaría en tierra firme en la desembocadura del río de la Miel60. P. Sillières explica la denominación Portu Albo, en base a que es posible que el Itinerario de Antonino diera a un punto de su ruta un nombre distinto al de la ciudad. Por otro lado es posible que la vía sólo pasara por el puerto sin entrar en el núcleo urbano, Iulia Traducta, situada sobre la colina veci- na de la Villa Vieja, en la zona del parque del hotel Reina Cristina61. Otros autores que ven en Portu Albo el puerto de Iulia Traducta son P. Jacob 62, A. Padilla63 y E. Gozalves64. Según nuestra opinión, el hecho de que Iulia Traducta no aparezca nombrada en el Itinerario de Antonino, no es debido a que ésta estuviera situada en una isla, ya que se han hallado mul- titud de restos arqueológicos por todo el casco urbano de Algeciras, sino porque los topónimos que aparecen en este itinerario son simples puntos de referencia en relación al trazado de la vía, como bien han apuntado J. I. De Vicente y P Marfil para el caso de Calpe-Carteia, que tam- bién aparece en este itinerario y que debe interpretarse como un hito en la vía relacionado con Calpe y con Carteia, desde el que se podría ir hacia cualquiera de estos dos lugares. - Portu Albo = norte de Algeciras. De Vicente y Marfil65 lo ubican en zona de maris- mas y salinas que se situaban cerca del actual río Palmones, y donde hay testimonios del hallazgos de restos romanos desde el XIX. - Cetraria = oeste de Tarifa. Algunos investigadores, como G. Bonsor66 sitúan este asen- tamiento cerca de la desembocadura del río de la Jara, a tres kilómetros al oeste de Tarifa. Esta ubicación se comprende por la ubicación de Iulia Traducta en Tarifa. - Cetraria = Getares. Sitúan este asentamiento en la ensenada de Getares, a cuatro kiló- metros al sur de Algeciras, en la desembocadura del río Pícaro, C. Pemán67 y P. Jacob68 entre otros, siendo su ubicación en este lugar aceptada por al mayoría de los investigadores.

59. ROMERO DE TORRES, E.: “Catálogo monumental de España: Provincia de Cádiz (1808-1909)”, Madrid, (1934) pp. 176-177. 60. BELTRÁN, A. (1952) : Op. cit. , p. 98. 61. SILLIÈRES, P. (1988) : Op. cit., p. 796. 62. JACOB, P. (1985) : “Cetraria. A propos d’une station du Ravennate”, MCV XXI, p. 58. 63. PADILLA, A. (1991) : “ La provincia romana de la Bética (siglos III-V)”, Sevilla, p. 294, p. 320. 64. GOZALVES, E. (1999) : Op. cit., p. 54. 65. DE VICENTE, J. I. ; MARFIL, P. F. (1991) : Op. cit. pp. 130-131. 66. BONSOR, G. (1918) : p. 146. 67. PEMÁN, C. (1954): Op. cit., p. 49. 68. JACOB, P. (1985) : Op. cit., p. 59.

137 A parte de estas teorías también encontramos algún seguidor de López de Ayala y Montero como E. Santacana y Mensayas, alcalde de Algeciras y autor de la primera histo- ria impresa de esta ciudad, que en 1901 afirma:

No hay dato alguno convincente ni vestigio que demuestre, que en épocas anteriores a la invasión de los árabes, existiese población en el lugar que hoy ocupa... En refuerzo de esta creencia, podemos aludir al hecho de no haberse hallado en el perímetro de Algeciras ni en sus cercanías indicio alguno de obra romana, porque el simple dato de haberse encontrado soterradas monedas de Roma, no es por cierto concluyente69.

2.5.- ESTADO DE LA CUESTIÓN.

Dejando a un lado discusiones eruditas sobre las fuentes clásicas pensamos que los topónimos Tingentera, Iulia Ioza y Iulia Traducta se corresponden con el solar de la actual ciudad de Algeciras. El pasaje de Mela que sitúa a Tingentera, la otra Tingis, en el mismo golfo que Carteia, la bahía de Algeciras, y la aceptación por parte de la mayoría de los investigadores de que es la Iulia Ioza y la Iulia Traducta de las fuentes 70, no deja lugar a dudas, sobre todo en la actualidad, a raíz de las últimas intervenciones arqueológicas que se vienen realizando y que confirman la importancia de Algeciras en época romana. Portu Albo queda relegada a un segundo plano, quizás fuera el nombre del puerto de Iulia Traducta o estuviera situado cerca del río Palmones. Por último Cetaria, estaría localizada en la ensenada de Getares, en donde los restos arqueológicos también han confirmado la situación de este asentamiento dentro de nues- tro término municipal.

3.- HIPÓTESIS SOBRE LA FUNDACIÓN DE LA CIUDAD DE IULIA TRADUCTA.

Partiendo ya de la base de que la Algeciras actual fue el solar donde se ubicó Iulia Traducta quedan otras cuestiones por resolver: cuando y porqué se fundó y que estatus jurídico tenía esta ciudad romana. El primer interrogante es la causa del traslado de norteafricanos procedentes de Tingis y de Zilis a nuestras costas, donde junto con colonos romanos formarían Iulia Traducta71, y cuya población estaba formada por mauri de origen púnico, de ahí el sobrenombre de la ciudad Ioza en Estrabón y la razón de que Mela diga que Tingentera72 estaba poblada por fenicios de África.

69. DE VICENTE, J. I. ; MARFIL, P. F. (1991) : Op. cit. p. 133. 70. No es de esta opinión D. Sedeño que piensa que Tingentera y Traducta son dos ciudades diferentes, v. SEDEÑO, D. (1988): Op. cit., p. 813. 71. ESTRABON III, 1, 8. 72. Como ya hemos mencionado el propio topónimo Tingentera parece ser de origen púnico, v. nota 17.

138 Los investigadores no se ponen de acuerdo sobre las causas de este traslado. Mientras que unos interpretan el hecho como una medida de extensión de la romanización, otros lo ven como un castigo hacia estas poblaciones por su oposición a la dominación romana, teoría que nos parece la más lógica ya que para los habitantes de estas dos ciudades tuvo que resultar un hecho traumático el tener que trasladarse a la otra orilla del Estrecho, aban- donando sus tierras y ciudades73. Una causa probable de este trasvase de población tendría su origen en el testamento que Bocchus, rey de la Mauritania oriental y occidental74, deja al morir sin descendencia en el 33 a.C., legando sus dos reinos al Estado romano. Este hecho seguramente provocó des- contento entre los mauri y llevaría a Octavio a tomar medidas drásticas para frenar posi- bles revueltas. Sobre la fecha de la fundación de Iulia Traducta, sabemos que Octavio traslada la tota- lidad de la población de Zilis y la sustituye por veteranos romanos con los que funda la colonia de Iulia Constantia Zelis entre el 33 y el 25 a.C.75 Si la guerra civil finalizó en el 31 a. C, el traslado y fundación de la ciudad no debería llevarse más allá del 30-29 a.C. 76, a comienzos del reinado de Octavio y en un momento anterior al 27 a.C., año en que éste recibe el título de Augusto, nombre que hubiera llevado la ciudad en vez de Iulia (se hubie- ra llamado Traducta Augusta). Este traslado de los habitantes de Zilis y su sustitución por colonos romanos parece confirmarse a través de la arqueología, ya que las excavaciones en esta ciudad muestran la existencia de un pequeño hiato entre el abandono mauritano y la ocupación romana.77 Respecto a Tingis, sabemos gozaba de la ciudadanía romana ya desde el 38 a. C, año en que le fue concedida por Octavio como premio por sublevarse contra Bogud, rey de la Mauritania occidental y partidario de Marco Antonio en la guerra civil, cuando pasó a Hispania para luchar contra el legado de Octavio78. La concesión de este estatus jurídico, suponía la extensión de la romanización a un territorio que no pertenecía por entonces al Imperio romano79 e implicaba una dependencia administrativa de esta ciudad con respec- to a la Bética. Y dentro de esta provincia, según E. Gozalves los habitantes de Tingis son adscritos administrativamente a la ciudad de Carteia, ya que esta ciudad de la bahía de Algeciras era el centro con categoría jurídico-administrativa más cercano80. La ciudad de

73. GOZALBES, E. (1993) : Op. cit., pp. 272-273. 74. Bocchus, rey de la Mauritania oriental, se apodera de la Mauritania occidental, tras la rebelión de los tingitanos contra Bogud. 75. CHAVES, F. (1979) : Op. cit., pp. 26-27. 76. DE VICENTE, J. I.; MARFIL, P. F. (1991) : Op. cit. p. 128 77. GOZALBES, E. (1993a) : Op. cit., pp. 272-273. 78. BELTRÁN, A. (1952) : Op. cit. , p. 90. 79. La Mauritania occidental se incorpora al Imperio en época de Claudio, con el nombre de Mauritania Tingitana, v., GOZALVES, E. (1995a) : “Aproximación al estudio del comercio entre Hispania y Mauritania Tingitana”, Actas II Congreso Internacional “El Estrecho de Gibraltar”, Tomo II : Arqueología Clásica e Historia Antigua, Ceuta 1990 p. 185. 80. Este hecho parece confirmarse por las fuentes epigráficas que nos indican que ambas poblaciones pertenecían a la tribu Galeria, v., GOZALBES, E. (1993a) : Op. cit., p. 271.

139 Tingis habría pasado del estatus de municipium a colonia en un momento anterior a la concesión del título de Augusto a Octavio en el 27 a.C.81, ya que se ha hallado en alguna moneda la leyenda COL(onia) IUL(ia) TINGI(tana)82 que confirma este hecho y que está en contradicción con las noticias de Plinio según las cuales, fue Claudio quien concedería la categoría de colonia a la ciudad. Sin embargo, el traslado de población se habría hecho siendo Tingis municipium83, no colonia como ha apuntado algún investigador84. Sobre el estatus jurídico de Iulia Traducta la mayoría de los autores coinciden en que goza del estatuto de colonia en época augustea85.

4.- PRINCIPALES HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE ALGECIRAS Y SU TÉRMINO.

Desde la Edad Moderna hay constancia del hallazgo de restos romanos en Algeciras. Durante los siglos XVI-XVII se generalizan una serie de escritos con constante referencia a los materiales arqueológicos, la mayoría de las veces epigráficos y numismáticos, en especial si aportaban elemen- tos de topografía antigua, en los que se identifican y describen ruinas86. En esta línea se inserta el relato de algunos viajeros, como Fariñas del Corral, que en 1663 nos describe unos supuestos res- tos romanos: “Un muelle de lo más de cien varas que es de mezcla derretida romana”, además de hablarnos del traslado de ciertas inscripciones de Algeciras que fueron llevadas a Gibraltar con moti- vo de la construcción del convento de las Mercedes y entre ellas fue una con la inscripción siguien- te: P·TILLIONI FL·QUINTIONI87. Este convento no se conserva en la actualidad, y las inscrip- ciones parece ser que acabaron junto al túnel de acceso al Gibraltar antiguo (Lansport Tunnel)88. Este testimonio es el más antiguo conocido hasta la fecha sobre hallazgos romanos en Algeciras. A lo largo del XVIII como consecuencia de las remociones de tierra para la construc- ción de la ciudad hay constancia del hallazgo de monedas, algunas de ellas de Carteia y Iulia Traducta. En 1901 Santacana y Mensayas también recoge que en Algeciras habían aparecido soterradas monedas de Roma89. Es en el XX cuando los hallazgos se multiplican, sobre todo en los últimos años a raíz de las importantes modificaciones urbanas que se vienen realizando en el casco antiguo de nuestra ciudad. Nos ocuparemos primero de los localizados en Algeciras, para pasar segui- damente a los de su Término Municipal.

81. En un momento posterior al traslado de parte de la población a la bahía de Algeciras. 82. BELTRÁN, A. (1952) : Op. cit. , p. 93, p. 106-7 83. CHAVES, F. (1979) : Op. cit., p. 26. 84. BELTRÁN, A. (1952) : Op. cit. , p. 90. 85. CHAVES, F. (1979) : Op. cit., p. 26-27; DE VICENTE, J. I. ; MARFIL, P. F. (1991) : Op. cit. p. 128. 86. BELTRÁN, J. (1993): Op. cit., p. 17. 87. FARIÑAS DEL CORRAL, M. (1663) : Op. cit. fols. 40-41. 88. SEDEÑO, D. (1987) : Op. cit., p. 106. 89. DE VICENTE, J. I.; MARFIL, P. F. (1991) : Op. cit. p. 135.

140 PRINCIPALES HALLAZGOS ROMANOS EN LA VILLA VIEJA (IZQUIERDA) YLAVILLA NUEVA (DERECHA) DE ALGECIRAS (TORREMOCHA ET AL., 1999) Dentro del casco urbano dividiremos los yacimientos en dos sectores: la Villa Vieja y la Villa Nueva que se encuentran situadas a ambos lados del río de la Miel. En la Villa Vieja se han hallado importantes restos arqueológicos, siendo el lugar donde estaría el antiguo núcleo urbano de Iulia Traducta, que contaría además con un excelente puerto natural, denominado Portu Albo según algunos investigadores. Este puerto estaría situado en la desembocadura del río de la Miel, que en época romana formaba una peque- ña ensenada donde se refugiaban las embarcaciones y que en la actualidad se ha colmata- do por el continuo aporte de aluviones del río90. Este asentamiento en la margen derecha del río, tendría una importante prolongación al otro lado del río de la Miel.

90. Como podemos observar el patrón de asentamiento no varía respecto al periodo feno-púnico: puerto natural en la desem- bocadura de un río igual que los asentamientos fenicios de Guadarranque y Guadiaro, proximidad de agua potable y situación en una cota ligeramente elevada. Sobre el intento de reconstruir la Peleobahía de Algeciras en la Antigüedad, v., ARTEAGA, O. et al.: “Investigaciones geológicas y arqueológicas sobre los cambios de línea costera en el litoral de la Andalucía Mediterránea”, AAA’85. II, (1987) pp. 117-122 y ARTEAGA, O.; HOFFMANN, G.: “Investigaciones geológicas y arqueológicas sobre los cambios de línea costera en el litoral de la Andalucía Mediterránea”, AAA’86. II, (1987) pp. 194-195.

141 Los hallazgos se extienden desde la cota más ele- vada de la Villa Vieja, donde se ubica el hotel Reina Cristina llegando por el este hasta la orilla del mar91. A principios de siglo, durante las obras de construcción del citado hotel, debieron aparecer abundantes restos arqueológicos de los que sólo se mencionan las monedas92. En 1940, en los jardines del mismo, Pemán da noticias del hallazgo por Martínez Santa Olalla de cerámica romana y restos de construcciones hidráulicas93, que deben referirse a las piletas de salazón de pescado halladas junto a la desaparecida playa del Chorruelo94. Y en 1958- 1959 al realizar unas obras para la construcción de la piscina fueron encontrados a cuatro metros de FRAGMENTO DE SIGILLATA SUDGÁLICA DECO- profundidad, restos de construcciones romanas RADA (FOTO CEDIDA POR J. I. DE VICENTE) junto con abundantes teselas pertenecientes a mosaicos, monedas, cerámica de mesa95, ánforas y material constructivo cerámico. Cerca del hotel Reina Cristina, donde la colina desciende hacia el río junto al actual Paseo de la Conferencia, aparecieron al reali- zarse unos desmontes, restos de un edificio notable a juzgar por los tambores de fustes de columnas en piedra caliza estriados que allí se recogieron96. Como hemos visto, la totalidad de hallazgos hasta el momento de producen de forma casual y sin contexto estratigráfico, siempre con motivo de la realización de alguna LUCERNAS PALEOCRISTIANAS AFRICANAS remoción del terreno97. (FOTO CEDIDA POR J.I. DE VICENTE)

91. DE VICENTE, J. I.; MARFIL, P. F. (1991) : Op. cit. p. 135. 92. Ibídem. 93. PEMÁN, C. (1954): Op. cit., p. 52. 94. PONSICH, M. (1988) : Op. cit., p. 186. 95. Entre las que destaca un cuenco de TS Africana A de la forma Lamb. 4/36, v. RODRÍGUEZ, P.: “La arqueología romana de Algeciras (Cádiz)”, Bimilenario del acueducto Segovia-España 1974, Publicaciones Eventuales nº 27, Barcelona, (1977) p. 348. 96. Según fuentes orales también se habría hallado un mosaico, v. Ibid. 97. Se producen más hallazgos aislados en toda esta zona, cerámicos fundamentalmente, desde un fragmento de campa- nienses B republicano hasta TS Africana D estampada bajoimperial.

142 En 1985 se realiza una prospec- ción arqueológica en el ángulo sudeste de las murallas medievales, en la parte alta del terraplén que bordea el Paseo de la Conferencia paralelo al muro que delimita los terrenos del hotel Reina Cristina en su lado este y sur, cerca de las piletas de salazón del Chorruelo antes mencionadas, que se veían en un corte estratigráfico producido al

FIGURILLA DE TERRACOTA FEMENINA remodelar el acceso de la carretera (FOTO CEDIDA POR J.I. DE VICENTE) Cádiz-Málaga a la ciudad de Algeciras por su parte sur. Se procedió a la limpieza de la parte visible de las piletas y un son- deo arqueológico en el ángulo sudeste de las murallas, que dio como resultado la aparición de distintos niveles, alguno de ellos conteniendo material romano diverso98 Y al sur del hotel, y próximos a estos restos del Chorruelo, Ponsich encuentra numerosos fallos de horno de ánforas en superficie, lo que podría confirmar la existencia de unos hornos próximos a las factorías de salazones99. En la década de los 80-90 se multiplican los hallazgos en la zona del Cristina confir- mando la importancia del yacimiento localizado bajo la Villa Vieja de Algeciras. En 1984 en las obras de cimentación del edificio denominado Cristina IV, próximo al hotel del mismo nombre, se encontraron restos de estructuras romanas (muro de opus caementi- cium y restos de pavimento) y varias tumbas tardías de incineración. Aparecen restos humanos en posición decubito supino acompañados de su respectivo ajuar, abundante cerámica fina de mesa (sigillata itálica, sudgálica e hispánica), cerámica común, material constructivo cerámico, objetos de hueso y vidrio. En 1986, cerca del solar anterior, en el edificio Cristina I y II aparece material cerámico romano diverso (sigillata itálica, sudgáli- ca, africana C, D estampada, lucernas africanas cristianas y monedas de los siglos IV-V d.C.)100. Y en ese mismo año, en la zona del Hotel Reina Cristina, apareció medio shekel de plata hebreo, fechable en el 66 d.C.101

98. LIZ, J.: “Prospección arqueológica con sondeo estratigráfico en la zona S-E de las murallas medievales de Algeciras (Cádiz), 1985”, AAA’85. II, (1987) p. 184. 99. PONSICH, M. (1988) : Op. cit., p. 67. 100. DE VICENTE, J. I.; MARFIL, P. F. (1991) : Op. cit. p. 140. 101. Esta moneda fue emitida durante el primer año de la Primera Guerra Judaica (66-74 d.C..). En el anverso se represen- ta un cáliz con la leyenda shekel de Israel y en el reverso aparecen tres granadas unidas en ramo con la leyenda Jerusalem es santa. El problema de esta moneda radica en su falta de contexto, lo que impide extraer conclusiones fiables sobre su pre- sencia en la ciudad, v. MARFIL, P. et al.: “Consideraciones en torno a la problemática del estudio del judaísmo en el sur de la Península Ibérica y el norte de África en la Antigüedad: Un medio shekel de plata de la guerra judaica contra Roma halla- do en Algeciras (Cádiz)”, CAMC II / 5, (1989) pp. 35-38.

143 En 1989 como consecuencia de trabajos de remoción de terreno en el solar de la C/ San Quintín, se localizaron restos de un vertedero de alfar en superficie, donde se halló abundante cerámica común. El interés de esta cerámica es que la mayoría son ollas/urnas de borde horizontal y forma globular, y tapaderas con una pasta color rojo ladrillo igual a las urnas de incineración aparecidas en 1967, en la Villa Nueva, de las que hablaremos más adelante102. En el mismo año en un solar con fachada al Paseo de la Conferencia y línea trasera a la C/ Marqués de la Ensenada, aparecen cuatro piletas más de salazón, restos que deben con- tinuar bajo la calle y Parque de las Acacias103. En 1992 se realiza una excavación de urgencia en un solar de la C/ San Nicolás nº 17, donde aparecen restos de una factoría de salazón y más recientemente, en 1998 se inter- terviene en otro solar de la misma calle, el nº 1, en donde, bajo los niveles de los siglos XIX-XX, aparecen seis piletas de salazón. El inicio de la actividad de esta factoría parece situarse en torno a la primera mitad del siglo I d.C. a partir del material cerámico halla- do (sigillata italica, sudgalica, sudgálica marmorata del taller de la Graufesenque, lucerna tipo policandelón y ánforas Beltrán II probablemente de origen local), estando en uso hasta el s. V d.C., fecha en que se amortizan (en los rellenos de colmatación aparece sigi- llata D estampada, africana de cocina, varios anzuelos de bronce y varias monedas entre las que se distinguen tres pertenecientes a los emperadores Valentiniano, Teodosio y Gordiano). Sobre las piletas colmatadas existe un depósito conteniendo cerámicas, mate- rial constructivo y monedas fechado entre la segunda mitad del siglo VI y primer cuarto del siglo VII d.C.104. En la margen izquierda del río, en la Villa Nueva, en la intersección de las calles Rafael del Muro y Cánovas del Castillo, con motivo de la realización de unas obras de cimenta- ción, aparece en 1967 una necrópolis de incineración105, en un montículo que dominaba la antigua línea de costa, sobre una duna fósil de arenas. Se salvaron cinco urnas cinerarias de cerámica, dos de las cuales están enteras, conteniendo restos óseos y sus ajuares respec- tivos, compuestos por cuatro ungüentarios de vidrio y uno de cerámica. Estas urnas tienen el cuerpo globular, borde horizontal y están cubiertas por tapaderas también de cerámica, de pasta color rojo ladrillo106, fechándose la necrópolis entre final del reinado de Augusto y época de Claudio107.

102. Ibid., p. 141. 103. Donde se han hallado fragmentos de sigillata, v. Ibid., pp 141-142. 104. SALADO, J. B. et al.:”Excavación Arqueológica de Urgencia de una factoría de salazón roman en la C/ San Nicolás, nº 1 (Algeciras)”, Caetaria 2. (1998) pp. 206-207; TORREMOCHA, A. et al.: “Algeciras romana, bizantina e islámica, a la luz de las últimas excavaciones arqueológicas”, Almoraima 21, (1999), pp. 107-108. 105. RODRÍGUEZ, P. (1977) : Op. cit. p. 246-247 y lám. I, II. 106. Algunos investigadores proponen una producción local de esta cerámica, vinculándola con el hallazgo de los hornos de la C/ San Quintín, v., DE VICENTE, J. I. ; MARFIL, P. F. (1991) : Op. cit. p. 141. 107. RODRÍGUEZ, P. (1977) : Op. cit. p. 247.

144 En 1970 al abrirse la C/ Trafalgar, que enlaza la Avda. Virgen del Carmen con la C/ Alfonso XI, se constató la presencia de material cerámico romano en diversos puntos de esta última calle y en la Plaza Alta108. De estos hallazgos aislados, los más importantes se producen en 1972 en la C/ Alfonso XI a dos metros de profundidad cuando se trabajaba en las obras de cimentación de un nuevo edificio. Aparecen un pedestal de mármol blanco109 y una base de columna del mismo mate- rial. La primera pieza, que es la más importante, tiene 1,29 m de altura y una anchura máxi- ma de 0’52 m en la parte superior y está compuesta por dos cuerpos cilíndricos separados entre sí por una forma más estrecha de forma cúbica. El cuerpo superior, de 0’67 m, presen- ta una forma acampanada con una decoración en relieve de hojas de acanto, rematado por un prima, a modo de ábaco, que presenta la siguiente inscripción110 en la parte frontal:

DIANAE AUG(ustae) FABIA C(aii) F(ilia) FABIANA CUM ORNAMEN TIS I(nfra) S(criptis) EPULO DATO D(onat) D(edicat)

La forma cúbica, unión de los dos cuerpos, presenta en su frente la segunda parte de la inscripción:

CATELLA CUM CYLINDR(i)S N(umero) VII ARMILLAS CUM CY LINDRIS N(umero) XX ANTIMANUS CUM CYLINDRIS (Numero) XII PERIS CELIA CUM CYLINDRIS N(umero) XVIII AN(n)ULOS GEMMAIOS N(umero) II

Los laterales del cubo aparecen decorados con relieves en mal estado de conservación, ya que parecen haber sido martillados a propósito, quizás en época posterior cuando la pieza fuera reutilizada para otros fines. El relieve de la derecha se ha interpretado como una posible representación de Diana cazadora111, mientras que el de la izquierda, más deterio- rado, podría representar una escena mithraica o representar el rapto de Europa112.

108. En la Plaza Alta apareció un fragmento de Campaniense B, adscribible al periodo republicano y que se suele fechar, según la bibliografía que hemos consultado, en torno al s. II a.C. Sobre la noticia de estos hallazgos, v., DE VICENTE, J. I.; MARFIL, P. F. (1991) : Op. cit. p. 137. 109. Los datos sobre este pedestal están extraídos de RODRÍGUEZ, P. (1973) : Op. cit. 110. PRESEDO, F.J.: “Hallazgo romano en Algeciras”, Habis 5, (1974), p. 195. 111. RODRÍGUEZ, P.: “Nuevo epígrafe bético de los Fabii Fabiani”, BSAA XL-XLI, Univ. de Valladolid, (1975), pp. 613-623. 112. RODRÍGUEZ, P. (1973) : Op. cit. Para otras lecturas de estos relieves, v., PRESEDO, F.J. (1974) : Op. cit., p. 190.

145 El cuerpo inferior debió tener una forma similar al superior. Presenta una fractura hacia la mitad y en el centro de su base, una cavidad rectangular que parece recordar el focus de un ara, lo que nos podría indicar una posible reutilización de esta pieza cuando ésta se fracturó113. La inscripción que presenta este soporte hace referencia a una ofrenda realizada por Fabia Fabiana a Diana Augusta, en la que la dedicante hace reseñar los actos que acompañaron a la dedicación, como el banquete ritual y los objetos donados a la diosa y su número:

“A Diana Augusta. Fabia Fabiana, hija de Caio, con los ornamentos infraescritos, una vez celebrado el banquete, dona y dedica: Una cadenilla con siete piedras, pulseras con veinte piedras, brazalete con trece piedras, una ajorca con dieciocho piedras, dos anillos con gemas”.114

Este soporte es interpretado por la mayoría como un pedestal o base sobre la que iría una estatua de Diana115. Este pedestal, está tallado por todas partes menos por una, porque estaría adosado en la pared y su aspecto estilizado puede deberse a que podría soste- ner una estatua de plata o bronce de tamaño inferior al natural116. Las joyas ofrendadas por Fabia Fabiana a la diosa servirían para adornar dicha estatua, costumbre al parecer relativamente frecuente en la Hispania romana. Sin embargo, para Presedo sería un candela- bro que estaría colocado en el interior de un supuesto templo dedicado a Diana, al lado de la estatua que se veneraba117. Respecto a su origen, P. Rodríguez y F. Presedo coinciden en que esta pieza procede de Barbesula y que con posterioridad fue traída a Algeciras para ser reutilizada, relacionando esta inscripción con otra hallada en el XVII en Guadiaro (lugar donde se sitúa Barbesula) dedicada por Fabia C. Fil. Fabiana118. PILAR DE DIANA (FOTO CEDIDA POR EL MUSEO Actualmente, se sostiene que esta pieza, unida al MUNICIPAL DE ALGECIRAS) hallazgo de otros restos arquitectónicos en la Villa

113. Ibid. 114. PRESEDO, F. J. (1974) : Op. cit., p. 195. 115. RODRÍGUEZ, P. (1973) : Op. cit. 116. VENTURA, A.: “Nuevas perspectivas de la arqueología romana de Algeciras”, Almoraima 5, (1991), pp. 258-258. 117. PRESEDO, F. J. (1974): Op. cit. p. 201. 118. RODRÍGUEZ, P. (1973) : Op. cit. y PRESEDO, F. J. (1974) : Op. cit. p. 198. Se conocen más mujeres que llevan el nombre de Fabia Fabiana, a través de otras inscripciones halladas en Iptuci, Acci o Montoro, entre otras, v. CANTO, A.M.:”Una familia bética: Los Fabii Fabiani”, Habis 9, (1978), pp. 293-310.

146 Nueva, confirmarían la existencia en Algeciras de un posible templo. La cronología de este pedestal, la inscripción nos habla de una ofrenda a Diana a la que se aplica el epíteto de Augusta, lo que podría estar relacionado con la existencia de un templo dedicado al culto imperial en la primera mitad del siglo II d.C.119, siendo los dedicantes miembros de una aristocracia local o provincial. Esta fecha parece coincidir con otros pedestales del mismo tipo hallados en otros lugares, como Italica120. Otros hallazgos en la Villa Nueva121: - C/ Alfonso XI : lucerna de disco en las obras de cimentación del Ayuntamiento. - C/ Baluarte : tambor de fuste de columna de piedra caliza y una pequeña base de columna de mármol. - C/ Regino Martínez esquina con la Avda. Blas Infante : en los trabajos de cimenta- ción de un solar aparecen abundantes restos de TS Itálica, Africana A, C y D, D estampa- da así como lucernas africanas paleocristianas, cerámica común y monedas de los siglos III- IV d.C.

Los principales yacimientos fuera del casco urbano de Algeciras son:

1.- Hornos de El Rinconcillo. 2.- Necrópolis de la Menacha. 3.- Getares. 4.- Cala Arena I. 5.- Hallazgos subacuáticos.

1.- HORNOS DE EL RINCONCILLO.

En 1965 con motivo de la construcción de una casa en las cercanías (a 300 m.) de la playa de El Rinconcillo se localizan unos hornos de ánforas, que son excavados un año después por M. Sotomayor122. Se hallaron dos hornos circulares que forman una sola unidad así como abundante material de desecho. las paredes de estos hornos están construidas con fragmen- tos de ánforas y ladrillos y el hogar está cubierto por una bóveda-parrilla que consiste en una columna central, ocho arcos principales que se abren en forma de palmera (formados por adobes) y constituyen un pasillo anular. Entre cada dos de estos ocho arcos principales hay un grupo de tres arcos incompletos, que parten de la pared circular del horno y van estre- chándose hasta encajar en el ángulo interior, sin llegar a apoyarse en la columna central. Los

119. PRESEDO, F.J. (1974) : Op. cit., p. 194.Nota pie de página 120. VENTURA, A. (1991) : Op. cit., p. 258. 121. DE VICENTE, J. I.; MARFIL, P. F. (1991) : Op. cit. p. 142. 122. SOTOMAYOR, M.: “Hornos romanos de ánforas en Algeciras”, X CNA (Mahón, 1967), Zaragoza, (1969), p. 389.

147 adobes que forman estos arcos menores dejan unos espacios libres de vez en cuando, que son los orificios por donde pasa el fuego a la parte superior123. La principal producción del alfar, fueron ánforas siendo las más frecuen- tes las Dr. 7/11, 12-13 PLANTA Y SECCIÓN DE LOS HORNOS DE EL RINCONCILLO y 6, algunas de ellas con (DIBUJO DE M. SOTOMAYOR) las marcas SCC y S-CET, que se fechan en la primera mitad del siglo I a.C.124. Posteriormente en 1987 se realiza una segunda actuación arqueológica con motivo de la solicitud y concesión de una licencia de obras para la construcción de un proyecto urba- nístico residencial, que afectaba a los terrenos próximos a hornos excavados, donde se pen- saba estaría parte del vertedero del alfar. Se realizaron 31 sondeos y se delimitó una zona de interés arqueológico. En 1991 se realiza una excavación de urgencia en el mismo lugar, ya que durante las obras de construcción del citado complejo residencial se detectó la pre- sencia de material cerámico similar al de la excavación de los años 60. Se documentó la existencia de un sector del complejo alfarero que había comenzado y finalizado su activi- dad productiva con anterioridad a la puesta en funcionamiento de los dos hornos excava- dos con anterioridad, fechable entre el s. I a.C.. y el I d.C.. en el que aparecieron ánforas tipo Dr. 1A y 1C así como las típicas 7/11 para el transporte de salazones125.

2.- NECRÓPOLIS DE LA MENACHA.

En la década de los ochenta se localizan numerosos restos de tegulae y restos óseos humanos en superficie que indican la existencia de una posible necrópolis de inhumación, situada en una cota elevada y alejada de la costa junto a la carretera CA-231 126.

123. Ibid. p. 392. 124. Ibid. pp. 395-398. 125. FERNÁNDEZ, S. (1995) : Op. cit., pp. 180-181. 126. DE VICENTE, J. I.; MARFIL, P. F. (1991) : Op. cit. p. 135.

148 3.- GETARES.

En un cerro próximo a la costa en la margen derecha del río Pícaro y diseminados hasta la playa, se han encontrado restos romanos que confirman la identificación de este lugar con la Cetaria o Cetraria de las fuentes clásicas. Se han descubierto restos de una factoría de salazón de la que aún se conservan las alineaciones de los muros así como grandes pile- tas de salazón. Durante la construcción del Casino se hallaron restos de fondos de piletas así como fragmentos de TS Africana D estampada que indican la posible perduración de esta factoría hasta el siglo VI d.C.127

4.- CALA ARENA I.

Este yacimiento se localizó a raíz de unas prospecciones arqueológicas realizadas en 1985 en una altiplanicie situada entre Punta del Fraile y Arroyo de la Morisca frente a Cala Arena, cerca de Getares. Se halló material romano en superficie: TS Africana, cerámica común y material constructivo diverso (tégulas, ladrillos,...). La situación de este yaci- miento responde al patrón de asentamiento que venimos observando: buen emplazamien- to para el desembarco en una cala, agua potable próxima y lugar fácilmente defendible al estar a media altura128.

5.- HALLAZGOS SUBACUÁTICOS.

Bajo las aguas de la bahía de Algeciras cerca de la costa son frecuentes los hallazgos de ánforas y cepos de anclas en El Rinconcillo, Torre Almirante, Puerto de Algeciras, el Chinarral, San García y la Ballenera. En 1984 se realizan unas prospecciones subacuáticas dirigidas por M. Martín Bueno en la zona comprendida entre Getares y Punta Carnero que dieron como resultado el hallazgo de gran cantidad de cepos de anclas romanas y restos anfóricos. Por otro lado, el volumen de ánforas descubierto en los dragados de Isla Verde parecen confirmar la existencia de un puerto situado en la desembocadura del río de la Miel en época romana.129

127. PONSICH, M. (1988) : Op. cit., p.187 128. MUÑOZ , A.; BALIÑA, R.: “Informe preliminar de las prospecciones arqueológicas del litoral gaditano: de Getares a Tarifa, 1885”, AAA’85. II, (1987), p.163. 129. DE VICENTE, J. I.; MARFIL, P. F. (1991) : Op. cit. pp. 138-9, p. 143.

149 5.- LA ALGECIRAS ROMANA.

5.1.- FACTORES ECONÓMICOS.

5.1.1.- SECTOR PRIMARIO: AGRICULTURA, GANADERÍA, PESCA.

5.1.1.1.- AGRICULTURA-GANADERÍA.

Las actividades agropecuarias debieron jugar un papel secundario en las ciudades cos- teras del Estrecho cuya principal fuente de ingresos era la pesca, especialmente en aquellas que no presentaran unas condiciones favorables para el cultivo.

Las fuentes grecolatinas nos hablan de la riqueza de la Turdetania de la que “se exporta trigo, mucho vino y aceite; éste además no solo en cantidad sino de calidad insuperable, aparte de cera, miel, pez, mucha cochinilla y lana”130 Aparte de las fuentes clásicas131, algunos autores defienden la importancia de las activi- dades agropecuarias en la zona del Estrecho, en base a los tipos alusivos a esta actividad que aparecen en los reversos de las monedas, tales como el racimo de uvas y la espiga de trigo en el caso de Iulia Traducta (o un racimo de uvas y un toro, como en Baelo Claudia). Estos motivos harían referencia a la importante producción de cereales y vides de la zona132. Sin embargo para otros autores tendrían otro significado, el racimo de vid no es un motivo fre- cuente en el mundo romano siendo habitual en el norte de Africa, por lo que su presencia en Hispania, en las ciudades cercanas al Estrecho, hace pensar en un posible origen norte- africano y con un sentido religioso-simbólico más que económico. Por otro lado, la explo- tación de la vid no debía ser una de las fuentes más importantes de riqueza de la ciudad y sí de las ciudades del interior que no amonedan con este tipo. Respecto a la espiga, está asociada en el Mediterráneo con una divinidad fecundante y aparece relacionada con el creciente, símbolo de Tanit, en monedas de Tingis y Zelis, cuya población formó Iulia Traducta, como recordaremos133. Además, si su representación en las monedas es un refle-

130. ESTR. III, 2, 6. Algunos autores han insistido sobre el carácter poco fiable de las informaciones proporcionadas por Estrabón sobre la Bética por su intención propagandística, atribuyendo la riqueza de la Turdetania a los beneficios producidos en esta región por su inclusión en el Imperio Romano, exagerando su riqueza frente a zonas no romaniza- das, v., CHAVES, F.: “Reflexiones en torno al área comercial de Gades: Estudio numismático y económico”, Gerión, (1991) pp. 139-168. 131. Sobre las referencias de las fuentes clásicas a riqueza de la Bética, v. TORREMOCHA, A.; HUMANES, F.: Historia económica del Campo de Gibraltar. Vol. I : Edad Antigua y Edad Media, Algeciras, Cámara de Comercio, Industria y Navegación. 1989, 2ª ed. pp. 17-19 132. BONSOR, G. (1918) : Op. cit. pp. 147-148; SILLIÈRES, P. (1988) : Op. cit., p. 798; GOZALVES, E. (1999) : Op. cit. p. 50. 133. BELTRÁN, A. (1952) : Op. cit. p.101.

150 jo de la principal fuente de recursos, no se explica el escaso porcentaje de las amonedacio- nes con el reverso del atún respecto a la vid y la espiga de trigo, dada la importancia de la pesca y sus industrias derivadas en la ciudad. Así pues, debemos buscar el origen de estos tres tipos monetales al otro lado del Estrecho, en ciudades de la Mauritania como Lix, en donde aparecen simultáneamente monedas con estos tres mismos motivos. Su aparición en Iulia Traducta, se explica en una ciudad cuyos habitantes acababan de venir del norte de África donde estos temas eran comunes. A parte de la Numismática, se defiende la existencia de una producción vinícola de entidad en la ciudad, a partir del estudio de algunos tipos de ánforas (Dr. 1C) hallados en los hornos del Rinconcillo. Sobre esta cuestión hay dos posicionamientos: 1.- P. Sillières134 y D. Bernal135, ven en estas ánforas contenedores de vino, que están pre- sentes en Algeciras, cerca de Carteia y en Baelo Claudia. La producción de estas ánforas en los hornos del Rinconcillo, confirmarían su uso como receptores de una hipotética pro- ducción vinícola en el entorno de la bahía. 2.- F. Mayet136 y S. Fernández137 plantean la posibilidad de que las ánforas Dr. 1C, supuestamente vinarias, hubieran transportado salazones de pescado138. En un primer momento se imitarían las ánforas itálicas Dr. 1C en El Rinconcillo para transportar las salazones, siendo sustituidas en un segundo momento por las típicas ánforas hispánicas Dr. 7/11. El problema radica en diferenciar las ánforas itálicas vinarias de las imitaciones his- panas para transportar los productos derivados del pescado. En Baelo Claudia y El Rinconcillo algunas de estas ánforas aparecen con la marca SCG, de la que hablaremos más adelante, que confirmarían su uso como ánforas de salazón139. Nosotros no creemos que una de las principales fuentes de riqueza de la ciudad fuera la producción de vino, sino la explotación de la pesca y sus industrias derivadas, que exigían una elevada producción de envases, suministrados por los hornos de El Rinconcillo y por los del Chorruelo al menos. Hasta que no se realice una reconstrucción paleoambiental de la bahía de Algeciras en época romana no se podrán responder a interrogantes sobre la cali- dad del terreno, condiciones climáticas,... De todas formas, la vid requiere unas condicio-

134. SILLIÈRES, P. (1988) : Op. cit., p. 798. 135. BERNAL, D., edit. (1998a): Excavaciones arqueológicas en el alfar romano de la Venta del Carmen, Los Barrios (Cádiz). Una aproximación a la producción de ánforas en la Bahía de Algeciras en época altoimperial. Edit. UAM e Ilmo. Ayunt. Los Barrios, p. 39. 136. ÉTIENNE, R. ; MAYET, F.: “¿ propos de l’amphore Dressel 1C de Belo (Cadix)”, MCV XXX- 1, (1994) pp. 134- 136; MAYET, F.:”La production d’amphores Dressel 1C et Dressel 12 dans le détroit de Gibraltar”, Mél. C. Domergue, PALLAS 50, (1999) pp. 59-60. 137. FERNÁNDEZ, S. (1997) : Op. cit. pp. 190-192. 138. Esta hipótesis ya había sido planteada por C. Domergue, con relación a Baelo Claudia, v., DOMERGUE, C: ”Belo I. La stratigraphie”, Public. de la Casa de Velázquez (Sér. Arch., I), Paris, (1973) pp. 109-115. 139. La imitación de algunas formas de ánforas y su utilización para el transporte de productos distintos al prototipo origi- nal no es algo nuevo. En los hornos púnicos de Torre Alta (San Fernando, Cádiz), aparecen restos de ánforas itálicas supues- tamente vinarias, junto con ánforas de salazón púnicas, sobre las que aparece una marca representando una figura humana llevando un atún, lo que nos habla de la imitación en estos hornos de ánforas vinarias itálicas para transportar las salazones, indicando su contenido mediante una marca, v., FRUTOS, G. De; MUÑOZ, A. (1994) : “Hornos púnicos de Torre Alta (San Fernando, Cádiz)”, Actas del Encuentro Internacional de Arqueología del Sudeste, Huelva, 1993, p. 409.

151 nes mucho menos favorables para su cultivo que los cereales, que aunque redundara en una peor calidad del vino, lo podría hacer competitivo de cara a un mercado regional por su bajo precio. Aunque no hay que olvidar el proteccionismo del que era objeto el vino por parte del Estado romano, estando prohibido su cultivo en Hispania en el I a. C, fecha en la que aparecen las imitaciones de la Dr. 1C.

5.1.1.2.- PESCA.

La actividad pesquera es una importante fuente de ingresos para las ciudades costeras del Estrecho desde la colonización púnica. Los romanos van a impulsar definitivamente la pesca convirtiéndola, en el caso de Algeciras y otras ciudades como Carteia y Baelo Claudia en el motor principal de su economía a partir del siglo I d.C. Las fuentes grecolatinas nos hablan de la riqueza pesquera de la región del Estrecho. Estrabón nos dice:

Por rico que sea el interior de la Turdetania, la costa puede competir con él gracias a las riquezas del mar. En general todas las ostras y conchas del mar exte- rior exceden por su abundancia y tamaño a las demás....; lo mismo pasa también con todas las especies de cetáceos, orcas, ballenas y marsopas, que cuando respi- ran parece que lanzan al aire una columna de vapor. Los congrios se desarrollan enormemente y por su tamaño sobrepasan en mucho a los de nuestras costas, como las murenas y en general todos los peces de esta especie. Dícese que en Carteia los buccinos y múrices contienen diez kotylos, y en las costas de afuera se pescan murenas y congrios de más de ochenta minas, pulpos de un talento de peso, calamares de dos codos de longitud y así por el estilo140.

Por otro lado Plinio nos proporciona un relato casi fantástico sucedido en la bahía de Algeciras. Nos cuenta el caso ocurrido en Carteia de un pulpo que solía salir del mar y acer- carse a los viveros abiertos, destrozando las salazones y cometiendo toda clase de tropelías:

Saltaba los setos que las cercaban, trepando a un árbol. Fue descubierto por los perros, que le vieron una noche cuando iba de vuelta hacia el mar, y alertaron a los guardianes. Estos quedaron estupefactos del prodigio, de su tamaño y del olor apestoso que despedía enteramente untado de salmuera, hasta el punto que parecía imposible que eso fuera un pulpo y que se encontrase allí. Su aliento horrible hizo huir a los perros, azotándolos con la punta de sus tentáculos y gol- peándolos con sus robustos brazos. Por fin lo mataron a golpes de tridente. La cabeza tenía el tamaño de una tinaja capaz de contener 15 ánforas y el resto del cuerpo era de las mismas proporciones, pesando 700 libras141.

140. ESTR. III, 2, 7. 141. PLIN. NH IX, 92-94.

152 Estos relatos, aunque dentro de la visión mítica que se tenía de la zona del Estrecho desde los fenicios, nos dan idea de la riqueza pesquera que debió sorpren- der a estos autores. La información pro- porcionada por los textos sobre la abundancia de fauna marina de nues- tras aguas se confirman por el nombre de la ensenada de Getares, que proce- de del topónimo latino Cetaria que significa “lugar de cetáceos”. GRABADO DEL S. XVI SOBRE LA PESCA DEL ATÚN EN CÁDIZ La región del Estrecho es una zona pri- (FOTO CEDIDA POR J. I. DE VICENTE) vilegiada de paso de atunes en su migra- ción temporal. Los atunes llegan todos los años para aparearse, hacia mediados de junio, a la cuenca occidental del Mediterráneo. Procedentes del golfo de Guinea bordean las costas marroquíes y pasan el estrecho de Gibraltar en filas muy apretadas. Se les conoce como “atunes de carrera”, son muy gordos y sus vientres están llenos de huevas. Después de deso- var, los atunes toman el nombre de “atunes de retorno”, y vuelven a pasar el Estrecho para dirigirse al Atlántico Norte, en julio, está vez pegados a las costas hispanas 142. La principal técnica de pesca en esta época es la almadraba que se sitúa pró- xima a las factorías de salazón y cuyo funcionamiento nos descubren las fuentes:

Se despliega en el seno de las aguas una red, cuya disposición se asemeja a la de una ciudad; se pueden ver allí, vestíbulos y puertas y calles en el inte- rior. Los atunes llegan en filas, apreta- dos como falanges de un pueblo que emigra; los hay jóvenes, los hay viejos y también los hay entre las dos edades. Penetran en número infinito en el interior de las redes, y este movimien- to cesa únicamente cuando se quiere, o cuando no queda más espacio para nuevas capturas. De esta forma se rea- liza una pesca excelente y verdadera- PONDERALES DE REDES DE PESCA mente maravillosa143. (FOTO CEDIDA POR J. I. DE VICENTE)

La pesca del atún en el Estrecho servía para favorecer el desplazamiento de gran cantidad de trabajadores, que se trasladaban desde las costas africanas hasta las hispanas, una vez finali- zadas allí las actividades pesqueras, donde el ciclo era más temprano144. En Baelo Claudia, las

142. PONSICH, M. (1988) : Op. cit. p. 34. 143. APPIANO III, 573. 144. PONSICH, M. (1988) : Op. cit. p. 94.

153 estelas funerarias ofrecen un buen número de gentilicios africanos (Saturninus, Africanus). Estos pescadores, que por su profesionalidad y experiencia en una labor tan difícil y peligrosa como la pesca del atún eran requeridos al mismo tiempo en varias almadrabas, debían tener unos salarios privilegiados. Incluso se plantea el movimiento poblacional del interior a la costa, cuando las tareas agrícolas están ya realizadas, para intervenir en los trabajos relacionados con la pesca y elaboración de las salazones145. Los pescadores y manipuladores fijos, agrupados en corporaciones, tenían parte activa en la vida de la ciudad, interviniendo incluso algunas veces en la elección de los magistrados146. La instalación de una importante almadraba, acompaña- da de una planta de tratamiento de pescado, obligaba a invertir grandes capitales y daba lugar a crear sociedades, siendo la administración romana la que tenía la última palabra sobre el uso y provecho extraído de las costas, protegidas por prohibiciones muy bien establecidas. Desde el periodo republicano y más aún durante el reinado de Augusto, las almadrabas se extenderán por todo el mundo occidental mediterráneo, y más concretamente, en la zona del estrecho de Gibraltar.

5.1.1.3.- SALINAS.

La explotación de la sal está íntimamente relacionada con la industria conservera de pescado ya que para la fabricación de las salazones se necesitan enormes cantidades de sal. Estrabón147 nos habla de la sal fosilizada o producida por los ríos, gracias a la cual, tanto en estas costas como más allá de las Columnas de Hércules, abundan las industrias de sala- zón de pescado. Ya desde los fenicios la explotación y comercio de las salinas era funda- mental y durante la época romana se convertirán en una importante fuente de ingresos. Respecto al funcionamiento de las salinas también contamos con descripciones de época romana: “El agua del mar penetra por canales excavados... y pequeños regueros irri- gan numerosos estanques. Cuando Sirius llega con sus fuegos resplandecientes, cuando la hierba se marchita y el campo está sediento, se cierran las exclusas. El mar cesa en su reco- rrido, y así el agua inmovilizada se endurece sobre el recalentado suelo... “148. Debían ser abundantes las salinas en la zona del Estrecho, siempre próximas a las fac- torías, como podemos ver en la costa norteafricana donde éstas absorben la mayor parte de su producción149. La sal marina era indispensable y su volumen debía ser el mismo que el del pescado para fabricar las salazones, por lo que su explotación daría lugar a una verda- dera industria. El litoral atlántico y mediterráneo presentan unas condiciones inmejorables para el esta- blecimiento de salinas, y en la bahía de Algeciras, la existencia de grandes zonas pantano-

145. CHAVES, F. (1991) : Op. cit., p. 160. 146. PONSICH, M. (1988) : Op. cit. p. 96.147 ESTR. III, 2, 6. 147. EST. III, 2, 6, 148. PONSICH, M. (1988) : Op. cit. p. 46. 149. Ibid. p. 48.

154 sas y de marismas facili- tarían su existencia. Estas salinas, estarían ubicadas cerca del río Palmones, donde Montero nos dice que al abrir los caños de las salinas modernas se descubrieron los cimien- tos romanos de las anti- guas. Estas noticias pare- cen confirmarse, ya que en 1971, en la limpieza de caños de salinas, apa- recieron fragmentos de tégulas en los sedimentos 150 extraídos . En la misma FACTORÍAS DE SALAZÓN: barriada del Palmones se 13. CARTEIA, 14. ALGECIRAS, 15. MELLARÍA, 16. BAELO CLAUDIA. (ÉTIENNE Y MAYET, 1997) dice que, al construir una de las plantas de Acerinox, apareció parte de una calzada romana y restos diversos 151. En esta zona es donde Montero ubica además Portu Albo que, según parece, pudo tomar su nombre de la blancura de los saladares o salinas que existían tanto entonces como ahora en la zona.

5.1.2.- SECTOR SECUNDARIO: INDUSTRIA DE SALAZONES Y PRODUCCIÓN ALFARERA.

5.1.2.1.- LA INDUSTRIA DE SALAZONES.

Las factorías romanas, al igual que las púnicas, están situadas en el trayecto que reco- rren los bancos de peces, y las mareas determinan su situación cerca de las orillas. Su patrón de asentamiento, requiere las mismas condiciones: puerto natural en la desembocadura de un río; sobre una altura fuera del alcance de la marea alta; cercanía a salinas y a terreno cul- tivable152.

150. DE VICENTE, J. I.; Marfil, P. F. (1991) : Op. cit. p. 130. 151. SEDEÑO, D. (1987) : Op. cit. p. 106. 152. PONSICH, M. (1988) : Op. cit. p. 78.

155 Los romanos supieron instalar sus industrias de salazón en lugares muy concretos, favo- rables a la explotación beneficiosa de la red fija que es la almadraba, que calaban cerca de la costa, siendo el estrecho de Gibraltar una de las zonas de mayor concentración de éstas. Son muchas las ciudades que deben su existencia a la instalación temporal de una alma- draba y cuya urbanización estaría influenciada por el establecimiento de las factorías. Dentro de las factorías de salazón encontramos, por un lado, los grandes centros pes- queros como Baelo Claudia, Mellaria, Carteia y Algeciras (= Iulia Traducta) en la Bética; y Lixus y Cotta en la Mauritania Tingitana. Y por otro, almadrabas menos importantes per- tenecientes a las numerosas fábricas de salazón, más modestas, localizadas entre Tarifa y Zahara, correspondiendo muchas veces al emplazamiento de las almadrabas modernas. En estos pequeños enclaves la prospección del terreno ha revelado los hallazgos de pilas de sala- zón y numerosos restos cerámicos (sigillata, fragmentos de ánforas tipo Dressel 7/11 y material constructivo). Las ciudades que nos proporcionan mayor información sobre la estructura y funciona- miento de las factorías de salazón, son las de Cotta y Lixus en la Mauritania Tingitana y la de Baelo Claudia en la Bética. Estas instalaciones industriales estarían formadas por un edi- ficio de forma rectangular en el que se articularían una serie de dependencias153: - puerta de acceso: ancha, enlosada o bien hormigonada, por donde entraría el pescado tras su captura en las almadrabas cercanas. - sala de preparación: PROCESO DE ELABORACIÓN DE LOS SALAZONES donde el atún es limpia- (DIBUJO: GABINETE PEDAGÓGICO DE BB.AA., CÁDIZ) do y cortado en pedazos. - sala de pilas o piletas de salazón: en estos depósitos construidos a ras del suelo, se extien- den sucesivamente pedazos de pescado y capas de sal donde permanecen unos veinte días para fabricar la salazón. La salmuera sirve de base a la maceración de los despojos utilizados para elaborar el garum en pilas de menor tamaño. - sala de fogones: para acelerar la fabricación del garum se transporta en marmitas hasta las salas calientes, donde es activada la evaporación de la salmuera. - almacén: donde se guardan los utensilios de la pesca y las ánforas, que contenían las salazones y el garum una vez finalizada su preparación.

153. Ibid. pp. 78-79.

156 En Algeciras, al sur del río de la Miel, aparecen restos de un importante complejo industrial, a juzgar por los restos de piletas hallados en diversos puntos relativamente ale- jados, que nos hablan de la extensión de las factorías algecireñas: antigua playa del Chorruelo, Paseo de la Conferencia, C/ San Nicolás, 1 y C/ San Nicolás, 17. Respecto a su estructura, las últimas intervenciones documentan una planta compartimentada en varios grupos de piletas, cada uno de los cuales está rodeado de un muro perimetral. Los conjuntos de piletas están separados por calles pavimentadas con grandes losas por las que discurren atarjeas para el abastecimiento y desagüe de la zona industrial154. En cuanto a cronología de las factorías, se sitúa el origen de estas edificaciones hacia finales del siglo I a.C., es decir, durante el reinado de Augusto, con un importante desa- rrollo económico durante el siglo I d.C. Bajo Claudio, es cuando las industrias pesqueras de la zona del estrecho de Gibraltar alcanzaron su máximo esplendor. Después su activi- dad disminuyó y siguieron funcionando a un ritmo decreciente hasta desaparecer prácti- camente a finales del siglo V y principios del siglo VI d.C. Las referencias escritas son numerosas a cerca de todo el proceso de fabricación de la “salgama” o “salsamentum”(conservas de carne y pescado salado) y del garum (salsa en la que el pescado se dejaba fermentar). Estrabón155 nos dice que tanto en las costas del Estrecho como en las de más allá de las Columnas, abundan los talleres de salazón de pescado, que producen sal- mueras tan buenas como las pónticas, y en otro pasaje cita algunas de las ciudades que se dedicaban a esta industria como Mellaria y Baelo Claudia156. Por otro lado Apicius afir- ma que son excelentes los manjares preparados con la salsa procedente de las fábricas del estrecho de Gibraltar. Todos los pescados, a condición de tener una carne lo suficientemente gruesa, abundante y jugosa, podían ser salados, pero las industrias utili- HORNOS DE ÁNFORAS DE LA BAHÍA DE ALGECIRAS: 1. EL CHORRUELO, 2. CALLE SAN QUINTÍN, 3. EL RINCONCILLO, zaban sobre todo los esturiones y los 4. VENTA DEL CARMEN, 5. FACTORÍA CAMPSA, 6. GUADARRANQUE, atunes de diversas especies. Para la 7. CAMPAMENTO. 154. TORREMOCHA, A. et al. (1999) : Op. cit. p. 107. 155. ESTR. III, 2, 6. 156. ESTR. III, 1, 8 157. En el Norte de África, las factorías se encuentran situadas junto a las salinas, absorviendo la mayor parte de su pro- ducción, v. PONSICH, M. (1988) : Op. cit. p. 48. 158. GARCÍA y BELLIDO, A.: “La industria pesquera y conservera española en la Antigüedad”, Investigación y Progreso XIII, núms. 1-2, (1942), pp. 1-8.

157 realización de las salazones se limpiaba y cortaba el pescado separando las distintas partes en función de su calidad: tronco, cola,... Estos fragmentos a su vez se troceaban y se dis- ponían alternándolos con sal en el interior de las piletas. La cantidad de sal debía ser igual a la del pescado tratado por lo que la explotación de salinas está íntimamente relacionada con la industria conservera157. Respecto al garum, se hacía a base de los intestinos, hipo- gastrios, gargantas,... del atún, murena, escombro o esturión, que se mezclaban también con peces pequeños enteros. Todo junto se dejaba en salmuera y al sol durante unos dos meses, y cuando se quería acelerar su preparación se recurría a curarlo al fuego158. Las fuentes nos hablan no sólo de su fabricación, sino que nos indican los distintos modos y maneras de consumir el garum. Esta salsa se empleaba en muchos casos acompañando en las comidas a legumbres, carnes o frutos a modo de aderezo o condimento; incluso se solía mez- clar con vino, vinagre, aceite o se tomaba simplemente con agua159. Sobre las propiedades del garum se recomendaba su consumo por estimular el apetito y por sus facultades alimenticias y curativas. El garum también era útil en la conservación de la carne y los alimentos, a este res- pecto, Plinio nos dice que cuando era posible, las ánforas que habían servido para transpor- tar productos procedentes de las factorías de salazón, tenían el don de conservar perfectamen- te las leguminosas.

5.1.2.2.- PRODUCCIÓN ALFARERA.

La importancia de la industria de salazones se refleja también en el volumen de ánforas producidas en los alfares dedicadas a su transporte. A partir del siglo I a.C. se explota de manera intensiva la riqueza pesquera del Estrecho con el objeto de comercializar estos pro- ductos ampliamente demandados. Este hecho se observa en la proliferación de factorías de salazón u hornos de ánforas, constatándose en las ciudades del Campo de Gibraltar en ese momento un aumento espectacular de la ocupación del territorio, observado también en otras ciudades del Estrecho como Baelo Claudia, que adquieren gran importancia, tenien- do como base de su riqueza la pesca y sus industrias derivadas160. La romanización, trajo consigo una fuerte expansión del comercio de ánforas así como una transformación radical de sus formas. Los cambios tipológicos que hacia finales del siglo I a.C. se operan entre las formas tardopúnicas y las formas propiamente romanas, no suponen la ruina de las producciones gaditanas sino todo lo contrario. Son los mismos pro- ductos púnicos los que se sigue transportando en las ánforas “romanas” obedeciendo al cambio de fisonomía que Roma impone en todo el “Mare Nostrum” y coincidiendo con el espíritu del nuevo orden imperialista. Con Augusto, la Bética comienza a producir en cantidades industriales salazones de pescado y aceite, lo que provocará la fabricación de nuevos tipos de ánforas genuinamente hispánicas, y en las que se difundirán, monopoli- zando extensos mercados en gran parte del Imperio Romano, los mencionados alimentos.

159. Ibid p. 2. 160. FERNÁNDEZ, S. (1997) : Op. cit. p. 191

158 Los alfares, se encuentran muy próximos a las factorías de salazón, en zonas de fácil acceso cerca de los centros de embarque. El volumen de atún pescado en las almadrabas debía ser impresionante, posiblemente miles de metros cúbicos de salazón y garum, eran exportados dentro de las ánforas a todo el mundo medite- rráneo. En el entorno de la bahía de Algeciras se han hallado varios, siendo los que más infor- mación han proporcionado, los de El Rinconcillo161 y la Venta del Carmen162. SECCIÓN DE UN HORNO (LAUBENHEIMER ET AL. 1990) Respecto a la distribución geográfica de los hornos de ánforas, éstos nos indican la paleolínea de costa en el s. I d. C., ponien- do de manifiesto la colmatación que sufrió la parte central de la bahía en época histórica por los aportes de aluviones del río Palmones163. Dentro del casco urbano de Algeciras se ubican los dos posibles alfares en el Chorruelo y en la C/ San Quintín, ya mencionados: el primero, localizado cerca de los restos de una factoría de salazón y dedicado a la producción de ánforas164; y el segundo, que podría estar especializado en la producción de cerámica común165. Pero los hornos que han proporcionado mayor información han sido los de El Rinconcillo, probablemente los mejor estudiados de toda la península Ibérica. Están situa- dos a ambos márgenes de la carretera local que comunica la Carretera Nacional 340 y la playa del mismo nombre. En la actualidad se encuentran a una distancia aproximada de unos 300 metros de la playa y a 500 metros del río Palmones, aunque en época romana se situaban a la orilla del mar. La actividad de este alfar se centra entre el último tercio del siglo I a. C. y mediados del siglo I d. C., en época de Augusto y con los emperadores de la primera mitad del siglo I hasta Domiciano, coincidiendo el periodo de mayor producción alfarera con el punto álgido de las industrias de salazón de la bahía de Algeciras. Se fabri- can distintos tipos de ánforas, entre ellas, la Dr. 1C, Dr. 7/11, Dr. 12 y Beltrán IIA. De la tipología de las ánforas se observa la variada producción que hubo en las costas del sur peninsular de las salazones de pescado y derivados. Estos productos se transportaban en

161. SOTOMAYOR, M. (1969) : Op. cit. pp. 389- 399; Ibid. pp. 173-214. 162. BERNAL, D. : “La producción anfórica en la bahía de Algeciras en época romana: Nuevos datos procedentes de los talleres de la Venta del Carmen (Los Barrios)”, Almoraima 17, (1997), pp. 65- 74; BERNAL, D. ; LORENZO, L.: “Producciones cerámicas de época romana: los alfares de la Venta del Carmen”, Revista de Arqueología 203, (1998) pp. 24- 33; BERNAL, D., edit. (1998a) : Op. cit. 163. BERNAL, D., edit. (1998a) : Op. cit., p. 37. 164. PONSICH, M. (1988) : Op. cit. p. 67. 165. Parece ser que posteriormente fue descubierta parte de la estructura del horno, que fue destruída por los propietarios, v. DE VICENTE, J. I.; MARFIL, P. F. (1991) : Op. cit. p. 141.

159 tipos de ánforas distintos pero fabricados al mismo tiempo, como se deduce de la producción anfórica de estos hornos. No son demasiado numerosas las estampillas sobre las ánforas de salazón. Cuando aparecen, nos pueden dar infor- mación sobre el propietario del envase, el alfarero, el producto contenido, puerto de embarque, etc. En ocasiones, la proceden- cia se indica, en las marcas que aluden al garum gaditanum o a la muria malacitana, mientras que en otras dicha alusión se

ÁNFORAS DE LOS HORNOS DE EL RINCONCILLO generaliza, leyendo en los envases, bien (MAYET, 1999) garum hispanicum o muria hispana,o, por el contrario, garum sociorum, seguramen- te haciendo referencia a la compañía que lo fabricaba. En los hornos de El Rinconcillo aparecen marcas sobre algu- nas ánforas: SCG, que podría interpretar- se como S(ocii) C(etarii) G(aditani) o como S(ocietas) C(etariorum) G(aditano- rum) y SCET, que podría desarrollarse MARCAS DE ÁNFORAS DE EL RINCONCILLO (DIBUJO: M. I. G. ARROQUIA) como S(ocii) o S(ocietas) CET(arii)166. Estas marcas nos informan sobre los socios comerciales o compañías que comercializaban las salazones y nos confirman algo que ya habíamos señalado, que los productos del área del Estrecho (Carteia, Iulia Traducta, Mellaria, Baelo Claudia), eran envasados y exporta- dos bajo la etiqueta comercial gaditana. Además de ánforas de transporte, se producen en estos hornos: cerámica común, para el autoabastecimiento no para la exportación; pesas de telar; ladrillos sobre los que también aparece la marca SCG, igual que en las ánforas y, posiblemente, figurillas de terracota, ya que algunas fueron encontradas en las proximidades de este centro alfarero. Estas figurillas presentan una tipología uniforme, hechas a molde representando los rasgos anatómicos y de una calidad poco refinada167.

166. ÉTIENNE, R. ; MAYET, F. (1994) : Op. cit. pp. 134-135. 167. BERNAL, D.: “Las terracotas del Rinconcillo (Algeciras-Cádiz) : Una posible producción local de figurillas en época romana”, Almoraima 9, (1993), p. 148.

160 5.1.2.3.- ACUÑACIÓN DE MONEDA.

La emisión de moneda en Iulia Traducta se produce en tiempos del reinado de Augusto, abarcando un periodo muy corto. Los tipos monetales168 son los siguientes: - En los anversos de las monedas aparecen los bustos de Augusto, Gayo, Lucio y la repre- sentación del Simpulum (instrumento sacerdo- tal). - En los reversos de las monedas están los retratos de Gayo y Lucio, así como el racimo de uvas, la espiga, el atún, la Laúrea e instrumentos sacerdotales. Los retratos del emperador o de otro miembro de la familia real son ejemplos de la propaganda imperial llevadas a cabo por Augusto. Hay una reiteración de su efigie, ya que asume en Hispania el patronazgo de todas las ciudades. Asociados en las monedas al emperador, ocupando el reverso, aparecen representados sus nietos, Gayo y Lucio, a los que había adoptado e iban a ser sus suceso- TIPOS MONETALES DE IULIA TRADUCTA. res, con la leyenda de Caesares169. (DIBUJO: M. I. G. ARROQUIA) Estas emisiones augusteas forman dos grupos170, observándose en la primera emisión denominada “de arte tosco”, una forma de realizar el retrato de Augusto que se aleja de las premisas marcadas por los retratos imperiales, acercándose más al tipo de trabajo realizado al gusto indígena. Parece una emisión de tanteo por su escaso número y está formada por dupondios, ases y sémises. Sobre la técnica de ejecución de las monedas, éstas aparecen muchas veces mal terminadas observándose una técnica tosca y arcaizante. En la segunda emisión se observa una gran homogeneidad, siendo una serie bastante numerosa a base de dupondios, ases, sémises y cuadrantes171. Aparece en ambas emisiones la leyenda IULIA·TRAD, IUL·TRAD o IUL·TRA.

168. VIVES Y ESCUDERO, A.: “La moneda hispánica. Atlas.”, Madrid, (1924) p. 114. 169. CHAVES, F. (1979) : Op. cit., p. 13, p. 16. 170. Vid. VIVES Y ESCUDERO, A. (1924) : Op. cit., pp. 115-116.; Vives y Escudero, A.: “La moneda hispánica.”, Madrid, (1926) lám. CLXIV; Ibid. pp. 36-37. 171. A partir del 11-10 a.C. Iulia Traducta cambia los pesos y los tipos: de la “maniera indígena” pasa a retratos tipo Colonia Patricia, copiando los reversos, v. Chaves, F. (1979) : Op. cit., p. 64.

161 Respecto a los tipos, los más originales respecto a la temática romana son la vid, el raci- mo y el atún. Su aparición se explica en una ciudad cuyos habitantes acababan práctica- mente de venir del norte de África donde estos temas eran comunes, y que además se uti- lizaban también el la Bética (Acinipo, Bailo, Gades, Ituci,...). El motivo de estas acuñaciones172 de Iulia Traducta es la propaganda imperial desplega- da con motivo del viaje de Augusto a Hispania en el 15-14 a.C. Se le concede a la ciudad el privilegio de emitir moneda por esta razón. Si el funcionamiento de las cecas es corto, en general, es porque se considera a la moneda más un elemento de propaganda que un instrumento de comercio. Se confirma el estatuto de Iulia Traducta, ciudad de nuevo cuño, con ciudadanos del Norte de África establecidos en el sur de la Península Ibérica, una forma de demostrar la cohesión entre las distintas regiones del imperio173. La aparición de los instrumentos sacerdotales (apex y simpulum), hacen referencia al acceso de Augusto al cargo de Pontifex Maximus en el año 12 a.C. Tras la muerte de Agripa en ese mismo año, sus hijos Gayo y Lucio van a están en las monedas como herederos del Imperio, recalcando el título de Caesares en las provincias. A partir del 8 a.C., la mayoría de las monedas y monumentos festejan este hecho174. Sobre la existencia de amonedaciones anteriores a la época de Augusto, no tenemos noticias, a pesar de que sabemos por el apelativo de “Iulia” , que la ciudad había sido fundada antes del 27 a.C., cuando Octavio recibe el título de Augusto. Respecto al nombre de Tingentera, citado por Pomponio Mela, no aparece en las monedas. Su origen podría ser púnico, ya que en los rótulos de una serie de monedas his- pano-púnicas aparece el nombre de la ceca emisora Athingera, que podría asimilarse a la Tingentera de Mela175.

5.1.3.- SECTOR TERCIARIO: COMERCIO. APORTES DE LA NUMISMÁTICA Y LA CERÁMICA. RELACIONES CON CARTEIA Y EL NORTE DE ÁFRICA.

Durante la primera mitad del siglo I d.C., contemplamos el auge del llamado “Circuito del Estrecho”. Es el periodo del florecimiento de ciudades como Baelo Claudia, Carteia y Iulia Traducta, cuya fuente principal de riqueza es la comercialización de los productos derivados del pescado: las salazones y el garum. Este auge, hay que relacionarlo, con la enorme producción de ánforas de El Rinconcillo en ese momento y con la gran extensión que debía tener el complejo industrial de Algeciras (Iulia Traducta), que debió generar una importante actividad comercial vinculada a su puerto (Portus Albus, para algunos autores),

172. Ibid. pp. 79-84 (lám. III-VIII); VILLARONGA, L.: “Numismática antigua de Hispania. Iniciación a su estudio”, Barcelona, (1979) pp. 267-268; ÁLVAREZ, F. (1992): Op. cit., pp. 1202-1204. 173. CHAVES, F. (1979) : Op. cit., pp. 69-71. 174. Ibid. pp. 63-64. 175. BELTRÁN, A. (1952) : Op. cit. pp. 97-98.

162 evidenciado por la abundancia de ánforas pro- cedentes de pecios halladas en aguas de la bahía. La proliferación de factorías en el siglo I d.C. fue una respuesta a la apertura de mercados amplios, en zonas en plena fiebre urbanizadora y romanizadora176. La proyección económica y comercial de ciudades como Carteia o Iulia Traducta, se refle- ja en la fuerte circulación de sus monedas, que aparecen en zonas muy alejadas. Este comercio, está potenciado por la situación estratégica de las dos ciudades, que sirven de puente entre Europa y África177. En excavaciones realizadas en la Mauritania Tingitana, aparece un número considerable de monedas de Carteia, veintiuna, respecto a otras ciudades, lo que indicaría una fuerte presencia comercial en el territorio. Sin embargo, las monedas de la Tingitana en Hispania son muy escasas, indicando un dese- quilibrio entre ambas zonas178. Respecto a la JARRITA DE GARUM presencia de monedas de Iulia Traducta en otras (FOTO CEDIDA POR J. I. DE VICENTE) ciudades de la bahía, tan sólo aparece una, durante las excavaciones realizadas en Carteia179, lo cual hace pensar a algún investigador, en la posibilidad de que existiese una rivalidad comercial entre estas dos ciudades, con áreas comerciales y de influencia bien definidas180. Este reparto del territorio se puede observar en los alfares ya que, mientras Carteia monopoliza una parte importante de la actividad alfarera de los hornos de la Venta del Carmen, Factoría CAMPSA y Guadarranque, entre otros, Iulia Traducta dispondría de los hornos del Chorruelo, C/ San Quintín y el Rinconcillo. A nuestro parecer en esta época, más que una rivalidad, existe un claro pre- dominio de Carteia sobre las ciudades de la bahía y norte de África, como un importante centro redistribuidor a través de su puerto181. A mediados o finales del siglo I d.C. el alfar del Rinconcillo cesa su actividad, coinci- diendo con la disminución de las actividades pesqueras, que se recuperarán en el siglo II.

176. PADILLA, A. (1991) : Op. cit. p. 82. 177. GOZALVES, C. (1995) : “La circulación de monedas de las cecas de Iulia Traducta y Carteia en tierras malagueñas”, Actas II Congreso Internacional “El Estrecho de Gibraltar”, Tomo II: Arqueología Clásica e Historia Antigua, Ceuta 1990, pp. 403-404. 178. GOZALVES, E. (1995) : Op. cit. p. 187. 179. PRESEDO, F. J. et al.: “Carteia I”, EAE 120, (1982) p. 292, nº 37. 180. GOZALVES, C. (1995) : Op. cit. p. 414. 181. BERNAL, D., edit. (1998) : Op. cit. p. 37.

163 Parece ser que la conquista de la Mauritania a mediados del s. I d.C., en época de Claudio, supuso una serie de cambios entre las ciudades del sur de la península Ibérica y norte de África, que afectaron negativamente a las primeras. Hasta la conquista, las ciudades de la Mauritania Tingitana de pendían de la admi- nistración de la Bética, lo que suponía también una dependencia económica y comercial, en la que Carteia jugaba un papel muy importante. Tras la conquista, estos territorios se independi- zan de Hispania, estableciéndose una provincia dependiente directamente del mando imperial, lo que implicó una disminución del comercio en la bahía de Algeciras, reflejado a través del cese en la producción de alfares como El Rinconcillo, al disminuir la demanda de salazo- nes, y a través de la numismática, ya que la mayoría de las monedas de Carteia van desde IMPORTACIONES AFRICANAS mediados del siglo I a.C. hasta mediados del (DIBUJO M. I. G. ARROQUIA) siglo I d.C.182. A partir del s. I d.C., salvo la leve subida en la primera mitad del s. II, las exportaciones de salazones de pescado decaen hasta representar un papel irrelevante en el grueso de las exportaciones béticas durante el s. III d.C., por lo que muchos centros de Hispania y el norte de África dejarán de funcio- nar o reducirán su actividad183 como será el caso de las factorías de Iulia Traducta y Caetaria, que se mantendrán, la primera, hasta el s. V d.C.184, y la segunda, hasta el s. VI d.C.185, abasteciendo a un reducido mercado local. Las relaciones con el norte de África continúan ya que, a Algeciras llegan, desde la segunda mitad del siglo I d.C. hasta el siglo VI d.C., cerámicas finas de mesa (sigillatas africanas A, C, D y D estampada con motivos geométricos o paleocristianos), cerámica africana de cocina (ollas, cazuelas, platos-tapade- ras, etc), lucernas paleocristianas186 y ánforas procedentes del África Proconsular y la Byzacena (Región de Túnez). La afluencia de cerámicas africanas evidencia un contacto marítimo abundante entre ambas orillas, llegando estos productos a Algeciras de forma directa, o a través de centros redistribuidores como Baelo Claudia o Carteia. Por otro lado,

182. GOZALVES, E. (1995) : Op. cit. p. 185. 183. PADILLA, A. (1991) : Op. cit. p. 80. 184. TORREMOCHA, A. et al. (1999) : Op. cit. p. 108. 185. PONSICH, M. (1988) : Op. cit. p. 187. 186. BERNAL, D.:”Aportación al conocimiento de Algeciras en época tardorromana: las lucernas de tipo paleocristiano pro- cedentes de su Museo Municipal”, Almoraima 13, (1995), pp. 146-147.

164 los hallazgos subacuáticos de ánforas en la zona del Rinconcillo, Getares, San García o Isla Verde, también ponen de manifiesto la importancia de las relaciones comerciales del entor- no de la bahía de Algeciras con el norte de África durante el periodo bajoimperial (siglos III-V d.C.)187. La cercanía del continente africano permitía unas activas relaciones entre las dos orillas que no requerían el empleo de grandes embarcaciones. En trayectos no muy lar- gos, como los desarrollados entre África e Hispania, los viajes frecuentes de barcos peque- ños y medianos, eran los más eficaces188. Respecto a la recesión que sufre el comercio de las salazones a partir del siglo III d.C., parece deberse a que, desde mediados del siglo II d.C., una vez terminado el periodo de conquistas, romanización y urbanización de amplios territorios, verdadero motor de las relaciones comerciales, las distintas regiones tendieron hacia la autarquía. Este hecho supu- so la decadencia del comercio interprovincial, con la formación de mercados locales y regionales, y el fin de muchas factorías. A pesar de que las salazones y el garum no eran productos muy caros, la crisis económica del Imperio tuvo una incidencia negativa sobre este último, ya que era un condimento que no era imprescindible, pudiendo ser sustitui- do por la sal, más barata, o por otras salsas fabricadas a nivel local. El edicto sobre los pre- cios de Diocleciano, había fijado un precio relativamente bajo para el garum en compara- ción con otros alimentos, lo que no evitó que su demanda bajara, al no ser un producto de primera necesidad189. Por otro lado, las guerras y los ataques de piratas francos y maurita- nos, vendrían a acelerar el proceso, aumentando la inestabilidad en la zona del Estrecho y desplazando el comercio a otros puertos más seguros del sur peninsular. Durante el siglo IV se mantienen las exportaciones, a niveles muy reducidos en com- paración con siglos precedentes, centrándose en las salsas cuyo componente principal eran los túnidos, y por tanto de más calidad y mayor precio, por la dificultad y el tiempo redu- cido de su captura190. Continúan factorías como Iulia Traducta y Baelo Claudia, hasta el siglo V, en el que cesan su actividad.

5.2.- APROXIMACIÓN A LA ALGECIRAS ROMANA Y TARDORROMANA A TRAVÉS DE LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS.

A partir de los hallazgos arqueológicos hemos podido comprobar lo lejos que estaban de la verdad autores como López de Ayala o Santacana y Mensayas al negar la existencia de una Algeciras romana. Durante este periodo, tenemos en la ciudad un núcleo principal de población, a juzgar por los abundantes restos arqueológicos encontrados, que se localiza en la denominada

187. BERNAL, D.: “Algunas reflexiones sobre la economía y el comercio del Campo de Gibraltar en época tardorromana a travás del registro anfórico subacuático”, Caetaria 2 (1998), p. 64. 188. PADILLA, A. (1991) : Op. cit. p. 253. 189. Ibid. pp. 82-84. 190. Ibid. p. 243.

165 Villa Vieja. Este asenta- miento, se ubica sobre un antiguo promontorio cos- tero, donde es posible que algún día se localicen res- tos de una ocupación anterior, ya que su situa- ción responde al patrón de asentamiento fenicio. Hoy en día, no sabe- mos exactamente por donde iba la antigua línea

PILETAS DE SALAZÓN. de costa, ya que sólo se (FOTO CEDIDA POR MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS) han realizado trabajos en ese sentido en los entornos de los ríos Guadiaro y Guadarranque. A través de su estudio, se observó como los yacimientos arqueológicos, se hallaban alejados del litoral actual, o bajo potentes capas de sedimentos, salvo los localizados en alturas relativamente elevadas. En la actualidad, lo que podemos ver es una línea costera secundaria, que se encuentra demarcando a la verdadera playa antigua191. El caso del río de la Miel o del río Palmones sería similar al de los ríos estudiados: una lengua de mar penetraría hacia el interior en época anti- gua, convirtiendo la desembocadura del río en un pequeño estuario, y que funcionaría como un excelente puerto natural. Como consecuen- cia del aporte de aluviones en la desembocadu- ra, a largo plazo ésta se iría colmatando en un proceso natural, pero acelerado por la acción antrópica. Así pues, en la Villa Vieja podemos observar la existencia de un asentamiento importante, posiblemente el más antiguo de la ciudad, en donde los restos romanos ocupan toda la super- TAMBOR DE COLUMNA ficie de la zona y en donde podríamos situar: (FOTO CEDIDA POR J. I. DE VICENTE)

191. ARTEAGA, O. et al. (1987) : Op. cit. p. 121.

166 - Factorías de sala- zón: Su estructura se documenta en distintos puntos de la Villa Vieja (Playa del Chorruelo, Paseo de la Conferencia y C/ San Nicolás nº 1 y 17). El hallazgo de pile- tas en puntos relativa- mente distantes, indica la extensión de este com- plejo industrial que, en la Antigüedad, estaría URNAS DE INCINERACIÓN. situado en línea de (FOTO: L. MILLÁN) playa. El auge de estas factorías se sitúa, como ya hemos mencionado, en el siglo I d.C., momento álgido del “Circuito del Estrecho”, estando en funcionamiento hasta el s. V d.C. - Zona portuaria: Situada en la desembocadura del río de la Miel, en donde se desa- rrollaría una intensa actividad comercial en torno a la industria de salazones. - Alfares: se han localizado dos en esta zona, que proporcionarían envases a las facto- rías cercanas, como los del Chorruelo. Aunque los más importantes, los hornos de El Rinconcillo, están situados en las afueras de la ciudad, cuya intensa actividad, es un tes- timonio más de la prosperidad del comercio de las salazones. - Núcleo habitado: los hallazgos de material arqueológico (restos de estructuras, tese- las de mosaicos, cerámicas, objetos de adorno, etc.), incluyendo una necrópolis bajoim- perial, revelan la existencia de una población continuada, desde época augustea hasta la segunda mitad del siglo VI. -Edificio público: podría estar situado en la zona del Paseo de la Conferencia, junto a la línea de costa, de cara a las instalaciones portuarias, y del que se han recuperado varios elementos arquitectónicos. En la Villa Nueva, sobre una zona elevada de la terraza marina costera, al norte del río de la Miel, se observa también un poblamiento, desde el siglo I al VI d.C., en donde encontramos además: - Edificio religioso altoimperial: templo probablemente dedicado a Diana, del que se hallaron un pilar conmemorativo dedicado a esta diosa, así como diversos restos arqui- tectónicos e inscripciones que, posteriormente, fueron reutilizados como elementos de construcción: cornisas, sillares, tambores de columnas, etc. - Necrópolis augustea: situada en la C/ Rafael del Muro, esquina con la C/ Cánovas del Castillo.

167 A la vista de lo anteriormente expuesto, podemos comprobar como Algeciras es un núcleo importante de población desde su fundación a esta orilla del Estrecho. Su momento de mayor esplendor se sitúa en el s. I d.C., vinculado con la industria con- servera, decayendo su actividad con posterioridad. Sin embargo, a pesar de la disminu- ción aparente del tráfico comercial en la zona, como consecuencia de una menor demanda de las salazones de pescado, se observa una continuidad de la vida urbana en la Algeciras tardorromana. Los hallazgos arqueológicos y la mención de Iulia Traducta en las fuentes escritas nos confirman su importancia en el s. V d.. Así, Gregario de Tours, en su Historia de los francos, nos cuenta que Iulia Traducta, es decir, Algeciras, fue el lugar de embarque para el traslado a Africa del pueblo vándalo, al mando de Genserico en el año 429, y a cuyo paso pueden deberse los tesorillos encontrados en Arcos y Tarifa192. Algeciras debía ser la ciudad más importante de la zona, superando a Carteia, en el año 711, cuando se produjo la invasión árabe, ya que los árabes prefirie- ron establecerse en ella.

6.- ABREVIATURAS BIBLIOGRÁFICAS.

- AAA : Anuario Arqueológico de Andalucía. - Bull. hispan : Bulletin hispanique. - BSAA: Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología. - CAMC : Cuadernos del Archivo Municipal de Ceuta. - CCV : Colección de la Casa de Velázquez. - CNA : Congreso Nacional de Arqueología. - EAE : Excavaciones Arqueológicas en España. - MCV : Mélanges de la Casa de Velázquez. - MM : Madrider Mitteilungen.

7.- BIBLIOGRAFÍA.

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192. PADILLA, A. (1991) : Op. cit. p. 296.

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172 Capítulo IV Algeciras Medieval

Antonio Torremocha Silva Doctor en Historia Medieval Consejero de Número del I.E.C.G. Sección I Angel J. Sáez Rodriguez Licenciado en Historia Vicedirector del I.E.C.G. Sección I

ALGECIRAS BIZANTINA

Desarticuladas las estructuras político-militares y comerciales romanas en el Mediterráneo occidental con la caída del Imperio, la zona del estrecho de Gibraltar recu- perará su anterior protagonismo estratégico a mediados del siglo V, cuando el emperador bizan- tino Justiniano I desarrolló su ideal de la restitutio imperii. En esencia, este proyecto consistía, en lo relativo al oeste mediterráneo, en el establecimien- to de bases marítimas en el litoral norteafricano y peninsular, pero especialmente en las cercanías del Estrecho, con el objeto de controlar este paso marítimo y sus tierras circunvecinas. Algunos autores1, basándose en fuentes clásicas tardías y musulmanas de primera época, vienen proponiendo desde hace años la existencia de un asentamiento de época bizantina en el solar de Algeciras. Charles Dihl menciona a Algeciras y Medina Sidonia como asentamientos bizantinos. Para García Moreno, los bizantinos habían esta- blecido una base naval en Iulia Traducta con el objetivo de vigilar el tránsito del Estrecho y garan- tizar las comunicaciones terrestres hasta Medina Sidonia y Cartagena2. Según este autor, las pose- siones occidentales de Bizancio en tiempos de Justiniano correspondían, la mayor parte de las veces, a estrechas franjas de terreno litoral donde se hayaban situados antiguos centros urbanos con

ROMAN LATER UNGÜENTARIA DEL SIGLO V D.C., tradición marinera y comercial y frecuentemente HALLADO EN LA CALLE SAN NICOLÁS, Nº 1 DE aislados de las tierras interiores por cadenas mon- ALGECIRAS (MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS) tañosas. Estas características se cumplen puntual- mente para el caso algecireño, enclave bizantino íntimamente relacionado con la ciudad de Ceuta, principal base militar de los imperiales en el Occidente mediterráneo. El puerto de

1. DIHL, Charles, L’Afrique byzantine, París, 1896, pp. 470 y 495; TORREMOCHA SILVA, A. (1988): “Las fortifica- ciones medievales de Algeciras”, Actas del I Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar, Ceuta-Madrid, p. 356. GARCÍA MORENO, Luis A., «La talasocracia protobizantina en el occidente mediterráneo», en Oriente y Occidente en las Edad Media. Influjos bizantinos en la Cultura Occidental, Revista Veleia, Anejos, Series Minor, 2, Actas de las VIII Jornadas sobre Bizancio, Vitoria, 1993, p. 97. 2. GARCÍA MORENO, Luis A., «Ceuta y el Estrecho de Gibraltar durante la Antigüedad tardía (siglos V-VIII)», en Actas del I Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar, Vol. 1, U.N.E.D., Madrid, 1998, p. 1.106.

177 Iulia Traducta ejercía de eslabón fundamental en la navegación de cabotaje que se realiza- ba desde Cartago hasta el Estrecho y, desde éste, a las posesiones de Málaga y Cartagena. Actualmente se trabaja con la hipótesis de la existencia de una circunscripción militar y administrativa que englobase ambas orillas del Estrecho, con centro en Ceuta, que pudo perdurar, fuese en manos bizantinas o visigodas, hasta la llegada de los musulmanes3. Sólo recientemente se ha podido documentar, mediante registo arqueológico, la exis- tencia de un asentamiento bizantino de los siglos V-VI en la Villa Vieja algecireña. Los tra- bajos de excavación en un solar de la calle San Nicolás han permitido localizar los restos de una factoría de salazón de época romana, con una planta compartimentada en varios gru- pos de piletas, cada uno de los cuales aparece rodeado de un muro perimetral. Cada con- junto de piletas se hayan separados por calles pavimentadas con grandes losas, por las cua- les discurren atarjeas cuya función era el abastecimiento y el desagüe de la zona industrial. El momento fundacional de la factoría se ha datado cronológicamente a mediados del siglo I d. C., de acuerdo con los materiales muebles exhumados en los niveles de base del conjunto (terra sigillata itálica y gálica, ánforas tipo Beltrán II, monedas de la ceca de Iulia Traducta, etc.). Diversas refacciones en las estructuras de las piletas, así como la presencia de materia- les característicos de las primeras décadas del siglo V, revelan la continuidad de su uso hasta esa fecha, cuando todo el complejo sufrió un proceso de colmatación que tuvo como con- secuencia su amortización definitiva. Entre los materiales recuperados en estos niveles de colmatación, destacan la terra sigillata africana D (sobre todo la forma Hayes 61) y un numeroso conjunto de cerámicas de cocina norteafricanas, además de varias decenas de monedas de los siglos III y, sobre todo, IV. Sobre los restos de las piletas se exhumaron unos estratos de potencia variable de época bizantina, depositados cuando ya no eran visibles las construcciones vinculadas a la pro- ducción de salazones. No se han documentado estructuras relacionadas con estos niveles, posiblemente debido a su arrasamiento en época contemporánea, cuando se procedió al vaciado del solar hasta la cota de los mismos depósitos tardoantiguos. En cuanto a los estratos de época bizantina, se trata de depósitos de coloración muy oscura, con abundantes cenizas y numerosos fragmentos de materiales constructivos (tegu- lae, ímbrices, ladrillos y mampuestos de tamaño medio). Destaca la presencia, en varios de estos niveles, de ánforas completas fragmentadas y depositadas sobre restos de suelos de tie- rra batida, dato que, unido a la presencia de acumulaciones de ceniza, parece indicar que el lugar fue abandonado a causa de un incendio.

3. IBN ABD AL-HAKAN, Conquista de África del Norte y de España, ed. de Eliseo Vidal Beltrán, Textos medievales, Vol. 17, Valencia, 1966, p. 42.

178 ÁNFORA BIZANTINA DEL SIGLO VI D.C., RECUPERADA EN LA INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA DE LA CALLE SAN NICOLÁS, Nº1 DE ALGECIRAS. DIBUJO DE YOLANDA OLIVA CÓZAR. Los materiales cerámicos recuperados consisten, sobre todo, en fragmentos de ánforas del tipo Keay LXI -contenedor de aceite de procedencia norteafricana, que viene constitu- yendo un preciso «fósil-guía» en los asentamientos bizantinos peninsulares. También apa- recen, aunque en una proporción mucho menor, ánforas cuyo centro de producción es el Mediterráneo Oriental, como la Keay LIII, y un ejemplar casi completo del tipo Late Roman Unguentaria, procedente de la zona sirio-palestina4. En lo que se refiere a la cerámica de mesa, destacan las formas Hayes 99 y 104 de sigi- llata africana D, que aparecen abundantemente, aunque siempre en menor proporción que los contenedores anfóricos. También se han recuperado algunos fragmentos de cerámica de cocina, incluyendo varios realizados a torno lento. La cronología que aporta la cerámica remite a la segunda mitad del siglo VI, dato refor- zado por la presencia de varios nummi, exhumados durante la excavación, entre los que destaca uno perteneciente a Justiniano I, acuñado en Cartago5. En el año 1986, en los movimientos de tierras ocasionados por la construcción de un edificio en el Paseo de la Conferencia, junto a los jardines del hotel Reina Cristina, apare- ció una serie de materiales que pueden también datarse en época bizantina. Destacan varias

4. TORREMOCHA SILVA, A., NAVARRO LUENGO, I. y SALADO ESCAÑO, J. B., Véase «Algeciras romana, bizanti- na e islámica, a la luz de las últimas excavaciones arqueológicas», Almoraima, 21, (1999), pp. 105-129. 5. MAROT, T.: “Aproximación a la circulación monetaria en la Península Ibérica y las Islas Baleares durante los siglos V y VI: la incidencia de las emisiones vándalas y bizantinas”. Revue Numismatique, 152, (1997), pp. 159-ss.

179 lámparas cristianas africanas y, en especial, un vaso litúrgico de bronce del siglo VII d. de C.6

CONCLUSIONES

Del estudio de los datos anteriormente expuestos, se deduce que la pervivencia del asen- tamiento denominado por las fuentes clásicas Iulia Traducta, ha de vincularse a las extra- ordinarias situación del promontorio costero ubicado en la margen sur del río de la Miel, denominado por los cronistas medievales Villa Vieja. El interés que tuvo para los bizantinos este enclave debió fundamentarse en su impor- tancia desde el punto de vista estratégico. Su ubicación, en el seno de una abrigada bahía, en una de las orillas del Estrecho -zona de paso obligado entre Septem y los territorios más occidentales de la Spania bizantina, con asentamientos tan importantes como Carteia o Assido- y la necesidad de controlar el acceso occidental al Mar Mediterráneo, explican la presencia de gente proveniente de Bizancio en esta zona. No es posible por el momento constatar la continuidad del asentamiento de Iulia Traducta durante el siglo VII, aunque es muy posible que ,desde la etapa reseñada hasta la irrupción del Islam, se asista a una reducción del espacio habitado, limitándose el área de ocupación a la acrópolis, lugar que posteriormente ocuparían los primeros contingentes árabo-beréberes desembarcados en la Península a principios del siglo VIII.

6. VICENTE LARA, J. I. DE y MARFIL RUIZ, P. F., «Nuevas perspectivas de la arqueología romana de Algeciras», Almoraima, 5, (1991), pp. 140-141.

180 ALGECIRAS MEDIEVAL

1.- ALGECIRAS MEDIEVAL: EVOLUCIÓN HISTÓRICA.

1.1.- FUNDACIÓN DE AL-YAZIRAT AL-HADRA.

En el mes de mayo del año 711 desembarcaron los árabo-beréberes, mandados por Tarik ben Ziryad, en la bahía de Algeciras. Según el cronista del siglo IX, Ibn `Abd al- Hakam, atravesaron el Estrecho en las embarcaciones que el conde Iulian, señor de Ceuta, les había proporcionado1. Después de rodear la bahía, las tropas expedicionarias llegaron a una isla donde establecieron un campamento y donde Tarik dejó a su esclava Umm Hakim protegida por un destacamento militar. Estas primeras noticias sobre la Isla Verde nos están desvelando que Algeciras fue, en su origen, un puesto militar establecido en la isla situada frente a la desembocadura del río de la Miel, desde el que se organizaría un posible reem- barque en caso de fracasar la invasión. Una vez conseguida la decisiva victoria de la Janda o del Guadalete e iniciado el rápido avance hacia el norte, se trasladaría el campamento a tierra firme ocupando los arabo-beréberes la meseta situada junto al río, donde comenzó su desarrollo la nueva ciudad. No sabemos si los musulmanes aprovecharon alguna edificación anterior, aunque sí que, en fecha tan temprana como la del reinado de `Abd-al-Rahman I, éste mandó edi- ficar una mezquita sobre el solar que ocupaba una antigua iglesia, según refiere el Fath al-Andalus2. A pesar de las noticias escasas y confusas que aportan los cronistas sobre los tiempos de la Conquista, se puede asegurar que en Algeciras -puerto de importancia capital para los árabo-beréberes- se estableció, en las primeras décadas del siglo VIII, una población que creció con gran rapidez, pues hacia el 780 ya poseía una mezquita aljama con cinco naves, al menos otra mezquita menor e, incluso, un pequeño arsenal, si damos crédito a la infor- mación que nos proporciona el Ajbar Machmua3.

1. IBN `ABD AL-HAKAM, Conquista de África del Norte y de España, Trad. por E. Vidal Beltrán, Edic. Anubar, Textos Medievales, 17, Valencia, 1966, p. 42. Es muy posible que el llamado Conde Julián fuera, como dice Ibn Abd al-Hakam, señor de Ceuta y de Algeciras -la Iulia Traducta de las fuentes clásicas-, cuyo gentilicio habría quedado fosilizado en el ape- lativo Julián -Comes Iulianus o Conde de Iulia Traducta-. 2. Fath al-Andalus, Edit. y trad. por Joaquín de González, Argel, 1899, p. 67 del texto árabe y 75 de la traducción. 3. En el año 741, cuando el sirio Baly se encontraba asediado por los beréberes en Ceuta, se apoderó de los barcos mercan- tes que allí se hallaban; metió en ellos hombres que le condujeron a las atarazanas de Algeciras y se adueñó de los barcos, armas y pertrechos que en ellas se encontraron (IBN AL-QUTIYYA, Historia de la Conquista de España, Trad. por don Julián Ribera, Madrid, 1926, pp. 11 y 12).

181 1.2.- EL EMIRATO -SIGLOS VIII-IX-

Son escasos lo datos que tenemos de la ciu- dad en el siglo VIII. Las fuentes literarias son parcas al relatar los acontecimientos sucedidos en la ciudad y su entorno en aquellos primeros años de la conquista y las fuentes arqueológicas aún no han aportado, por la escasez de inter- venciones en la Villa Vieja algecireña, noticias que nos documenten el primer siglo de historia islámica de la ciudad.

DIRCHEM DE ‘A BD AL-RAHMAN I (756-788 D.C.) Sabemos que en el año 712 Muza desem- HALLADO EN LA CALLE JOSÉ SANTACANA DE ALGECIRAS barcó en Algeciras con su ejército invasor y que (MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS) reunió las enseñas de las distintas tribus que le acompañaban en un lugar de la ciudad donde después de levantó una mezquita que reci- bió el nombre de Mezquita de las Banderas en recuerdo de aquella expedición4. En las décadas siguientes, los gobernadores de al-Andalus tuvieron que hacer frente a una serie se insurrecciones protagonizadas por los beréberes que se habían asentado en varias zonas del país, desde Galicia a Zaragoza. En el año 741, un ejército formado por siete mil sirios que estaban refugiados en Ceuta y al mando del cual se hallaba Baly, pasó a la Península después de concertar un acuerdo con el gobernador omeya Abd-al-Malik. Desembarcados los sirios en Algeciras, tuvieron que dejar como rehenes en la Isla Verde a varios jeques que quedaron bajo la custodia del gobernador de la ciudad. Una vez hubie- ron vencidos a los beréberes, se alzaron contra Abd-al-Malik en un enfrentamiento que duró más de un año y que acabó con la muerte de Baly y del gobernador de Córdoba. Los yund, o cuerpos de ejército sirios, se repartieron y asentaron entre varios distritos del sur. A los distritos de Algeciras y Sidonia correspondió el yund de Palestina, cuyos guerreros recibieron casas y tierras con la condición de prestar servicio armado a los gobernadores de al-Andalus. Durante la segunda mitad del siglo VIII continuaron los levantamientos en las tierras del sur, generalmente encabezados por grupos beréberes establecidos en las zonas monta- ñosas o gobernadores de las ciudades que deseaban escapar del cobro de impuestos esta- blecido por el poder central. Así se levantó en Algeciras, durante el reinado de Abd-al- Rahman I, el wali de la ciudad, Al-Rumahis ben Abd-al-Aziz, el cual estaba en los baños cuando fue cercada la ciudad por las tropas del emir5, teniendo que embarcar casi desnu- do en dirección al norte de África. Otro gobernador de Algeciras, Rizq ben al-Numan, se

4. ABD-AL-WALID AL-MARRAKUSI, Kitab al-M`yib fi taljis ajbar al-Magrib (Lo admirable de las noticias del Magreb), Trad. por A. Huici Miranda, Crónicas Árabes de la Reconquista, Tetuán, 1955, p. 8. 5. IBN IDARI, Historia de al-Andalus, Trad. por Francisco Fernández González, Granada, 1860, p. 121.

182 alzó en el año 760, logrando apoderarse de Sevilla, donde fue sitiado y capturado por las tropas omeyas. Por estos mismos años se construyó la mezquita aljama de la ciudad, siendo su arqui- tecto Abd-Allah ben Jalid. Se edificó en el centro de la medina y constaba de cinco naves, un patio con pórtico en su fachada norte, un alminar y una casa de abluciones. En el transcurso del siglo VIII, Algeciras se fue consolidando como una de las medinas más importantes del litoral sur de al-Andalus, puerto de enlace con el Magreb y centro político y económico de una amplia región que abarcaba el actual Campo de Gibraltar ade- más de otros territorios colindantes. Como capital de una cora o provincia, la ciudad con- taba con un wali o gobernador que representaba al poder central en la zona y se encarga- ba de la defensa del territorio y de la percepción de los impuestos, un cadí o juez y una mezquita aljama donde se rezaba la oración del viernes en nombre del emir. A mediados del siglo IX las costas del Estrecho sufrieron el ataque de los normandos, los cuales habían ya arrasado poblaciones costeras gallegas, portuguesas y la propia ciudad de Sevilla. En el año 859, una escuadra vikinga que procedía de la isla de Thanet, forma- da por sesenta y dos bajeles y mandada por un jefe de nombre Hastein, asaltó Algeciras, logró entrar en la ciudad, incendiar la mezquita aljama y la de las Banderas y saquear las casas de los notables6. Pero rehechos los algecireños, lograron expulsar de la ciudad a los normandos, obligándoles a embarcar de nuevo, no sin antes apoderarse de dos de sus naví- os. Las crónicas árabes dicen que las puertas de la nueva mezquita, que se edificó sobre los restos calcinados del viejo oratorio de Abd-al-Rahman I, se hicieron con la madera de los bajeles capturados a los invasores. A raíz de aquel terrible suceso, el emir Muhammad I mandó construir una muralla en torno a la ciudad7 y reforzar la defensa marítima con una escuadra que apostó en la costa occidental de al-Andalus. Es muy posible que cuando los normandos asaltaron Algeciras sólo encontraran la oposición del antiguo recinto romano-bizantino, lo que no impidió su entrada en la medina. Las obras de defensa emprendidas por Muhammad I debieron con- sistir en la reconstrucción de la muralla preislámica, aspecto éste que se desvelará cuando se acometa la excavación arqueológica prevista en el flanco meridional del recinto murado de la Villa Vieja. Tres años después del ataque vikingo, la cora de Algeciras proporcionó al emir de Córdoba 290 hombres de a caballo para la expedición que su hijo Abd-al-Rahman prepa- raba contra los cristianos de Galicia. A pesar del control que el poder central logró imponer sobre los territorios de al- Andalus desde el reinado de Abd-al-Rahman II (822-852), la región montañosa del sur,

6. Ibn al-Athir dice que incendiaron la gran mezquita (IBN AL-ATHIR, Annales du Maghreb et de l`Espagne, por E. Fagnan, Argel, 1898, p. 235). Conde afirma que robaron la mezquita de Alhadra y la que llamaban de las Banderas (CONDE, J. A., Historia de la dominación de los árabes en España, sacada de varios manuscritos y memorias arábigas, Madrid, 1874, p. 76). 7. IBN HAYYAN, Al-Muqtabis, Trad. por J. E. Guraieb, en Cuadernos de Historia de España, Tomo XV, 1951, p. 339.

183 escasamente arabizada e islamizada y con abundante presencia de beréberes y de población hispana encastillada en las sierras desde los primeros tiempos de la invasión, seguía pre- sentando una fuerte oposición a someterse al poder de Córdoba. Frecuentemente prota- gonizaba levantamientos contra los omeyas, actitud levantisca que hay que entender como la negativa al pago de impuestos que todo estado centralizado exige a sus súbditos. Estos alzamientos llegaron a su momento álgido entre los años 879 y 914, cuando diversos rebel- des, entre los que destacó Omar Ibn Hafsun, establecieron poderes independientes en las serranías que se extienden desde Tarifa a Almería. En Algeciras estos actos de rebeldía enla- zan con las rebeliones que se documentan en las fuentes escritas desde mediados del siglo anterior. En el año 850 se alzó en armas contra Abd-al-Rahman II en las montañas de Algeciras un jeque beréber de nombre Habib al-Burnusí, el cual se refugió en un castillo cercano a la capital, donde fue sometido, aunque logró escapar confundido entre la gente llana. En el año 878 se levantó el caudillo Yahya al-Yaziri, en la ciudad y en toda su serranía. Al año siguiente, el príncipe Abd-Allah, hijo del emir Muhammad I, se trasladó a los alrededores de Algeciras donde mandó acondicionar para la defensa varias fortalezas que después puso bajo el gobierno de jefes leales a la causa omeya.

1.3.- LA FITNA HAFSUNÍ Y EL CALIFATO.

Pero la gran insurrección que mantendría las tierras del mediodía en un continuo estado de rebeldía contra el poder central, iba a ser, como ya se ha dicho, la protagonizada por el caudillo de Bobastro, Omar Ibn Hafsun. En torno al año 881, dos muladíes (hispanos convertidos al Islam) que estaban asentados en los montes cer- canos a Algeciras, Lope ben Mandaril y ben

CANDIL DE ÉPOCA CALIFAL (MUSEO MUNICIPAL DE Abi Zoara, se aliaron al rebelde de Bobastro y ALGECIRAS) se levantaron contra los omeyas, aunque fue- ron derrotados por el ejército que, al mando del general Haxim, había enviado contra ellos el emir Muhammad I. Unos años más tarde, el hijo de Omar atacó un castillo de la cora de Algeciras que estaba defendido por un alcaide de origen beréber, de nombre Abu Hard, que era fiel a los omeyas. El rebelde se apoderó del castillo, muriendo en la refriega su alcai- de y una parte de sus defensores. Sin embargo, de la documentación aportada por las fuentes árabes se desprende que el período que abarca desde las primeras acciones armadas de Omar Ibn Hafsun, en 879, hasta el año 888, la ciudad de Algeciras permaneció fiel a los emires de Córdoba, siendo

184 PLANO ESQUEMÁTICO DE ALGECIRAS (SIGLO X), SEGÚN A. TORREMOCHA los castillos que formaban su cora los que se levantaban contra el poder central, concer- tando alianzas con los hafsuníes. No cabe duda que los omeyas procuraron poner como gobernadores de la ciudad a generales y clientes fieles a su causa, pues Algeciras era una for- taleza y un puerto de mar de gran valor estratégico que hubiera proporcionado una nota- ble ventaja a los rebeldes, especialmente desde que los fatimíes -norteafricanos enemigos de los omeyas- se asomaban a las aguas cercanas al Estrecho. Pero esta situación cambió en el año 888, cuando los habitantes de Algeciras se sublevaron contra el nuevo emir Abd-Allah, expulsando al gobernador omeya. Omar Ibn Hafsun puso a un dignatario de su confian- za al frente de la ciudad y situó en el puerto a su escuadra con la que comerciaba y se abas- tecía desde las ciudades portuarias del Magreb. Volvió la ciudad a ser recuperada por los omeyas, pero diez años más tarde -898-, el propio Ibn Hafsun marchó con un ejército contra ella y la atacó. Su gobernador Ibrahim ben Jalid, que era amil del gobierno central, se defendió tan enérgicamente que Omar tuvo que retirarse sin poder tomarla, aunque al poco tiempo los habitantes de Algeciras se alza- ron contra el emir de Córdoba y expulsaron al gobernador ben Jalid, eligiendo a un tal al- Baransi. Pero los beréberes de los alrededores pusieron cerco a la ciudad para saquearla, teniendo sus habitantes que acordar una tregua y pactar con ellos. Algeciras pasó alternativamente de uno a otro bando, hasta que en el año 914 el emir Abd-al-Rahman III marchó contra ella con un poderoso ejército, tomó, en el camino, los castillos de Turrus -Torreguadiaro- y Lawra -Castellar-, entrando en Algeciras el 1 de junio. Permaneció en la ciudad algún tiempo ordenando el gobierno de la cora y organizando la defensa de la costa. Capturó los barcos que el rebelde de Bobastro tenía en Algeciras para

185 TORRE DE FLANQUEO Y RESTOS DE LA BARBACANA EN EL FLANCO SUR DE LA VILLA VIEJA DE ALGECIRAS abastecerse desde el Magreb y ordenó edificar unas atarazanas para que sirvieran de base a la flota que puso en el puerto con el mandato de vigilar el paso del Estrecho. Dice Ibn Hayyan “que mandó traer naves con tripulaciones hon- radas desde Málaga, Sevilla y otras ciudades lea- les, las apostó a las puertas de Algeciras con todo tipo de armas y pertrechos, dotándolas de fuego griego... Les ordenó patrullar desde Algeciras a la costa de Murcia8”. A partir de esa fecha Algeciras, convertida en base naval del emirato, gobernada por dignata- rios fieles a los omeyas y defendida por una guarnición militar selecta y numerosa, no volvió a caer en poder de Omar Ibn Hafsun o sus hijos, consolidándose su situación portuaria y militar hasta convertirse en uno de los principa- FRAGMENTO DE LÁPIDA FUNERARIA FECHADA EN EL les puertos del Califato de Córdoba. Una rebe- AÑO 322 E. (933-934 D.C.) FUE HALLADA EN LA CALLE BALUARTE DE ALGECIRAS (MUSEO MUNICIPAL DE lión que se documenta en el año 927-928, enca- ALGECIRAS)

8. IBN HAYYAN, Crónica del Califa Abdarrahman III an-Nasir entre los años 912 y 942 (Al-Muqtabis V), Trad. y notas por Mª Jesús Viguera Molins y Federico Corriente, Instituto Hispano-Árabe de Cultura, Zaragoza, 1981, p. 76.

186 bezada por un tal Ibn az-Zayyat, debió acontecer -como tantas otras veces- en el distrito de Algeciras, es decir, en las sierras cercanas y no en la capital. En el año 918 murió Omar Ibn Hafsun y, once años más tarde, fue conquistado Bobastro por las tropas de Abd-al-Rahman III, finalizando la larga guerra civil que había asolado al- Andalus a lo largo de cincuenta años. En el mes de enero del año 929, Abd-al-Rahman III an- Nasir tomó el título de Califa, adoptando el sobrenombre de Príncipe de los Creyentes. En el año siguiente nombró el califa a

RECINTO DEFENSIVO DE LA VILLA VIEJA, SEGÚN LA RESTITUCIÓN REALIZADA Umayya ben Ishaq al-Qurasi EN EL SIGLO XVIII POR J. P. DE VERBOON. A.G.S., M.P. Y D. X-94 (DETALLE) gobernador de la cora de Algeciras, poniendo la estratégica ciudad bajo el control de uno de sus clientes más fieles. Después de dos siglos de inestabilidad política y rebeliones contra el poder centraliza- dor de Córdoba, la ciudad iba a entrar en un período de tranquilidad que la convertirían en una de las principales fortalezas omeyas, base de la escuadra emiral y puerto desde el que acometer las venideras campañas militares en el Magreb. En Algeciras, como otras ciu- dades y castillos del litoral mediterráneo, se llevaría a cabo el reasentamiento de la pobla- ción que se hallaba dispersa y encastillada en las sierras cercanas y que estaba necesitada de un estrecho control por parte de las autoridades estatales y de una adaptación a la nueva realidad política y económica que representaba el califato omeya. En la primavera del año 931 se reunió en Algeciras un fuerte contingente de tropas cordo- besas. Desde el puerto algecireño embarcaron bajo el mando del general Umayya ben Isaq al Qurasi, a la sazón gobernador de la ciudad. Éste se apoderó de Ceuta el 24 de marzo, quedan- do también como gobernador de aquel puerto norteafricano con el fin de poder dominar ambas orillas del mar y tener el control de aquella zona fronteriza, dice el historiador Ibn Hayyan9.

9. IBN HAYYAN, (Al-Muqtabis V), Op. cit., p. 217.

187 1.4.- ALMANZOR.

Durante el reinado de Abd-al-Rahman III había nacido en Turrush, una aldea de la cora de Algeciras10, el que estaba llamado a ser uno de los más grandes estadistas de al- Andalus y, sin duda alguna, la personali- dad algecireña más destacada, Abu Amir Muhammad Ibn Abi Amir al-Maafirí, más conocido como Almanzor. Pertenecía este andalusí a una familia que provenía del Yemen, de una rama de los Maafir. Un antepasado suyo, de nombre Abd-al- Malik -tronco de la familia de los Banu Abi Amir- vino a España en el año 711 con el ejército de Tarik, destacando por su valentía en la batalla del Guadalete, por lo que recibió unas propiedades rústicas en los alrededores de Algeciras. Uno de sus descendientes llegó a ser gobernador de la ciudad bajo el gobierno de Muhammad I. Cuando Ibn Abi Amir alcanzó la puber- tad y habiendo muerto su padre en el transcurso de la peregrinación a la Meca, pasó a residir a Córdoba, donde lo acogie- ron unos tíos suyos. En la capital del cali- fato se dedicó al estudio de la ciencia jurí- dica, de la filosofía y de la historia, así ALMANZOR, SEGÚN LA ICONOGRAFÍA TRADICIONAL ESPAÑOLA como a la poesía. Dotado de una gran inteligencia, pronto destacó entre sus condiscípulos, llegando a dominar las tradiciones y las crónicas árabes y a hacer gala de una elegante oratoria y una sorprendente capacidad dialéctica. Entró en el círculo real de la mano de un antiguo hachib, Abd-al-Malik Ibn Xoheid, el cual lo aconsejó e inició en los primeros pasos de su brillante carrera. En el año 967 Al-Hakam II lo nombró -por mediación de su esposa Sobeia- inspector de la casa de la moneda; dos años más tarde, secretario del tesoro y cadí de Sevilla y Niebla; en el 970, preceptor del príncipe niño Hixem y, en los años 972 y 973, prefecto de policía de la región central de al-Andalus y del Algarbe, respectivamente. Sin embargo, su ambicioso plan no culminó hasta que alcanzó el cargo de Consejero de Estado

10. EN-NUWAIRI, Historia de los musulmanes de España y África, Trad. por M. Gaspar Remiro, Granada, 1917, Tomo I, p. 59.

188 en el año 976 y, poco después, el de hachib o primer ministro, desde el cual oscureció la misma figura del califa Hixem II. A la vuelta de una de sus victoriosas expediciones contra los castellanos, en el año 981, la gente de Córdoba comenzó a llamarlo Almanzor -El Victorioso-, sobrenombre que vino a añadirse al de al-Yazirí -el Algecireño-, con el que desde su juventud se le conocía en la capital del califato. Entre los años 977 y 1002 realizó cincuenta y dos expediciones militares contra los cris- tianos del norte -Galicia, León, Castilla, Portugal y Cataluña-, venciendo en todas ellas. En varias ocasiones estuvo Almanzor en Algeciras, residiendo en el palacio que el pueblo llamó la Hachibiyya -mansión del hachib- y que él había mandado construir en un lugar de gran belleza que dominaba el río de la Miel11. Desde allí dirigió numerosas expediciones milita- res contra el norte de África que lo llevaron a convertir la mayor parte de Marruecos en un protectorado de la Córdoba omeya. En el año 980 el hachib envió una escuadra a Algeciras mandada por Chafar ben Hamdun con el fin de reforzar desde el puerto algecireño la ciudad de Ceuta que había sido asediada por Buluggin ben Zirí, soberano de Ifriquiya. Pasó el general andalusí a Ceuta y, cuando hubo desaparecido el peligro, retornó a Algeciras donde se reunió con Almanzor. Desde su palacio algecireño nombró como gobernador de la ciudad norteafri- cana a su sobrino Jald ben Muhammad ben Bartal. De nuevo volvió Ibn Amir a su ciudad natal unos años más tarde. En esta ocasión para convocar en Algeciras a la caballería de todos los distritos de al-Andalus y organizar un ejér- cito que habría de pasar a África al mando de su hijo Abd-al-Malik Mudafar y combatir a los jeques que se habían rebelado en el Magreb. Durante los años que fue primer ministro ejerció un generoso mecenazgo sobre litera- tos, científicos y poetas, tanto de al-Andalus como del resto del Islam, organizando fre- cuentes reuniones poéticas, en las que destacaba su paisano y amigo el poeta-visir Abu Marwan de Algeciras. Fue noble, generoso y, a la vez, severo e inflexible, aunque tenía un gran sentido de la justicia. Dice de él la Crónica General de España, mandada redactar por el rey Alfonso X el Sabio: “Este Almanzor era hombre muy sabio, esforzado, alegre, franco, con mucho ardid y muy sutil, así que sabía halagar a los moros y cristianos...” De la nobleza de espíri- tu de este caudillo andaluz es buena muestra que, cuando en el año 997 arrasó las tierras de Galicia tomando la misma ciudad de Santiago de Compostela, puso una guardia de honor ante el sepulcro del Santo para rendirle honores e impedir que nadie de su tropa saqueara el sagrado lugar. Mas, también a Almanzor le llegó su quiebra y su desgracia. En Calatañazor, en el mes de agosto del año 1002, sufrió su primera y única derrota ante los cristianos, teniendo que

11. AL-QALQASANDI, Subh al-Asa fi Kitabat al-Insa, Trad. por L. Seco de Lucena, Textos Medievales, N1 40, Valencia, 1975, p. 28.

189 retirarse, herido y enfermo, a su castillo de Medinaceli, donde murió entre el 6 y el 11 de aquel mismo mes. Fue enterrado en aquella fortaleza y sobre su tumba se colocó el siguien- te epitafio: “No aparecerá nunca más un héroe que pueda comparársele, ni habrá ya quien defienda las fronteras como él lo hizo”. Pero si, para Algeciras, Almanzor había representado que uno de sus hijos alcanzara la más alta magistratura de al-Andalus, después de la dignidad califal, para el Estado cordo- bés significó el principio del fin, pues, a su muerte, las drásticas reformas que había lleva- do a cabo en el ejército con la introducción de mercenarios no andalusíes -eslavos y beré- beres-, el desprestigio de la institución califal que él mismo provocó y las ambiciones de generales y aristócratas arábigoandaluces, beréberes y eslavos, condujeron a al-Andalus a la desmembración y la decadencia política y militar.

1.5.- EL REINO TAIFA DE ALGECIRAS.

Desacreditada la autoridad califal y fracasados los intentos de Abd-al-Rahman Sanchuelo, hijo menor de Almanzor, por imponer el orden en Córdoba, primero los beré- beres y luego los enemigos de éstos, andalusíes o eslavos, se enfrentaron en una guerra abierta por alcanzar el poder. Desde el año 1009, la unidad política de al-Andalus había desaparecido, surgiendo en torno a las principales ciudades del califato reinos indepen- dientes que tuvieron una existencia turbulenta, a veces efímera, a veces larga. Reinos de muy escasa importancia política y militar, pero en los que florecieron las artes y la cultura, como en un intento por rememorar la grandeza pasada del Estado omeya. En el año 1010 un ejército formado por beréberes rebeldes abandonó Córdoba y se dirigió hacia Algeciras. En las orillas del río Guadiaro trabó combate con las tropas cordo- besas de ben Abd-al-Chabar y sus aliados cristianos. Éstos fueron derrotados, quedando el paso libre para los beréberes. En abril de 1011, entraron en Algeciras por la fuerza de las armas, mataron a cuantos hombres hallaron en la ciudad, demolieron las casas, cautivaron a los niños y los encerraron en las atarazanas12. Dos años más tarde, muerto Hisam II, ocupó el trono de Córdoba Suleyman al-Mustain apoyado por la facción beréber. Una vez en el poder repartió extensos territorios entre las tribus de procedencia norteafricana, entre- gando al hammudí al-Qasim la ciudad de Algeciras y las tierras que formaban parte de la antigua cora. Este noble beréber, siendo señor de Algeciras, fue proclamado para ocupar el trono de Córdoba, que era la máxima aspiración de cualquier rey taifa, reinando en la vieja capital del califato hasta el año 1035, cuando fue estrangulado en Málaga por orden del emir de aquella ciudad, su sobrino Idris I. Éste personaje se apoderó entonces de Algeciras anexionándola al emirato malagueño, situación que perduró hasta el año 1039, cuando, fallecido Idris I, el jeque Abu Hegiag, que residía en Algeciras y era preceptor de los dos hijos de al-Qasim, Muhamma y Hasan, reunió a la tropa que estaba en la ciudad y le pre-

12. IBN IDARI, Bayan al-Mugrib, Trad. por Lévi Dellavida, en Cuadernos de Historia de España, V (1945), p. 145.

190 sentó a los dos niños diciendo que eran hijos de su señor al-Qasim y, por tanto, que tam- bién eran ahora sus señores a los que debían obedecer. Los soldados aclamaron a los dos infantes y juraron defender sus derechos aún a costa de sus propias vidas13. De esta mane- ra fue proclamado emir del reino de Algeciras el joven Muhammad ben al-Qasim. Sabemos que los reyes hammudíes algecireños no residieron en el alcázar de la ciudad, que también había sido palacio de Almanzor, posiblemente porque los berebéres lo habían destruido en el año 1011, sino que habilitaron como alcázar las atarazanas que mandara construir Abd-al-Rahman III en el 914. El reino taifa de Algeciras abarcaba un territorio algo mayor del que pose el actual Campo de Gibraltar, llegando por el norte hasta Gaucín, por el este a Estepona y por el oeste a los límites de Medina Sidonia. Sin embargo, lo que daba mayor relevancia a este emirato era la existencia de la ciudad portuaria de al-Yazirat al-Hadra, puerta de al-Andalus y punto de conexión con el vecino Magreb. El reinado de Muhammad al-Qasim se vio envuelto en continuas luchas, unas veces en favor de su pariente que gobernaba Ceuta, otras del emir de Carmona o de Badajoz. Todo ello en detrimento de su propio reino que nada obtenía con estas empresas militares que no fuera debilitar su hacienda y agotar a unas tropas que pronto iba a necesitar para la defensa de su capital. En el año 1049 murió Muhammad, siendo proclamado emir su hijo al-Qasim, quien gobernó Algeciras y su territorio con prudencia y sabiduría durante diez años, período en el que tuvo que hacer frente al rey al-Mutadid de Sevilla, que trataba de apoderarse de los demás reinos taifas de al-Andalus. Sometidos los taifas de Morón, Arcos, Jerez y Ronda, el rey de Sevilla envió un ejército contra Algeciras, poniendo cerco a la ciudad en el año 1055. A pesar de la ayuda que le prestó el señor de Ceuta, el general sevillano Abd-Allah ben Salam logró bloquear por mar y tierra la ciudad obligando a al-Qasim ben Muhammad a entregar la plaza, teniendo que marchar él y sus familiares al destierro. Con este episodio se daba fin al reino taifa algecireño y a la dinastía que lo gobernó durante treinta años.

1.6.- ALMORÁVIDES Y ALMOHADES.

Al-Mutamid, rey de Sevilla, había solicitado la ayuda de los almorávides ante la presión que el rey Alfonso VI de Castilla estaba ejerciendo sobre su reino. Los almorávides eran nómadas saharianos que habían levantado un imperio en el norte de África, basándose en una intransigente aplicación de la doctrina malikí. Era su sultán Yusuf ben Tasufín y su capital se encontraba en Marrakech. En la carta que envió Al-Mutamid a Yusuf ben Tasufín le decía que evacuaría Algeciras y se la entregaría, pero, como tardase en abandonarla, el emir almorávide entró en sospechas y, sin previo aviso, mandó a su general Dawud ben Aisa con un ejército, el cual desembarcó en las atarazanas de Algeciras durante la noche14.

13. IBN AL-ATHIR, Op. cit., p. 433.

191 En aquel año -1086- era gobernador de la ciudad al-Radi, hijo de al-Mutamid, también poeta como su padre. Al amanecer vio el gober- nador como los guerreros norteafricanos habían rodeado la medina y amenazaban con entrar a la fuerza si no se rendía. Viendo que nada podía hacer, al-Mutamid ordenó a su hijo, por medio de una paloma mensajera, que evacuara la ciu- dad y la entregara al general magrebí. Al-Radi desalojó Algeciras y dejó que Dawd tomara posesión de ella en nombre de Yusuf ben Tasufin. Una vez consolidada la posición de Algeciras, cruzó el emir almorávide el Estrecho y se instaló en la ciudad, la llenó de víveres y armas y puso en ella una guarnición escogida de sus mejores soldados15. Los almorávides utilizaron Algeciras como DINAR ALMORÁVIDE ACUÑADO EN ALGECIRAS EN EL AÑO 508 E. (1130 D.C.) DURANTE EL REINADO DE ‘A LI base naval y puerto de desembarco para las tro- IBN YUSUF pas que cruzaban el Estrecho desde el Magreb. Esta dinastía realizó importantes obras de fortificación en la ciudad consistentes en la cons- trucción de una barbacana o antemuro en torno a la medina y la apertura de un foso defen- sivo en los frentes oeste y sur. Es muy posible que también reedificaran el alcázar califal, pues este edificio se vuelve a mencionar por las fuentes desde principios del siglo XII. Precisamente, el mencionado alcázar fue utilizado como prisión de uno de los hijos del emir almorávide Ali Ibn Yusuf, llamado Abu Bakr Sir, el cual estuvo aherrojado en él hasta su muerte. Este Alí Ibn Yusuf, la primera vez que pasó el Estrecho en 1106, se instaló en su alcázar de Algeciras, donde acudieron los cadíes y alfaquíes de al-Andalus, sus jeques y notables, sus literatos y poetas, a los que hizo grandes regalos y prometió satisfacer sus demandas. Sin embargo, el descontento se fue extendiendo entre las ciudades de al-Andalus, some- tidas a la continua presión de los ataques cristianos sin que el ejército almorávide pudiera hacer gran cosa para detenerlos. Todo ello provocó levantamientos y sediciones que acaba- ron con el establecimiento de nuevos poderes independientes en algunas ciudades. Algeciras continuó bajo el dominio almorávide, aunque su población, mayoritariamente andalusí, deseaba verse libre de los guerreros del desierto. En el año 1146, desembarcó el almohade Abu Imran en la isla de Tarifa. Se apoderó de la ciudad y luego se dirigió a

14. LÉVI PROVENÇAL, E. y GARCÍA GÓMEZ, E., El Siglo XI en primera persona. Las memorias de Abd-Allah, último rey Zirí de Granada, Madrid, Alianza Editorial, 1980, p. 200. 15. AL-HULAL AL MAWSIYYA, Crónica árabe de las dinastías almorávide, almohade y benimerín, Trad. por A. Huici Miranda, Tetuán, 1952, Tomo I, p. 66.

192 Algeciras que le fue entregada por sus habitantes. Sin embargo, el gobernador almorávide Yahya Ibn Ganiya, apoyado por Alfonso VII, volvió a adueñarse de Algeciras, aunque poco después fue definitivamente expulsado de la ciudad por los almohades. Éstos, como antes hicieran sus antecesores magrebíes, convirtieron Algeciras en una de sus principales ciuda- des de al-Andalus. Reforzaron sus defensas edificando una torre albarrana junto al mar y construyeron un hospital para atender a los heridos y enfermos de su ejército expediciona- rio. Los almohades o unitarios procedían de las montañas del sur de Marruecos y defendí- an una nueva reforma religiosa basada en la austeridad. Defendían el dogma de la unidad de Dios, de donde deriva su apelativo de unitarios, y negaban la eficacia de la intercesión de santones o morabitos. Crearon el primer imperio que unificó todo el norte de África tras derrotar a los almorávides. Los almohades reagruparon en un único distrito las dos orillas del Estrecho, poniendo bajo un solo gobernador las ciudades de Tánger, Ceuta, Tarifa y Algeciras, como dos siglos antes había hecho Abd-al-Rahman III. En el año 1156, el califa Abd-al-Mumen enco- mendó a su propio hijo, Abu Said, el gobierno de Algeciras. Hasta el año 1212 los almohades lograron mantener la unidad política de al-Andalus. A partir de aquel año, derrotados en las Navas, su poder se fue desmoronando en la penín- sula Ibérica, surgiendo, otra vez, gobernantes andalusíes que aspiraban a restaurar el espa- cio político que había pertenecido a sus antepasados: Ibn Hud, en Murcia; Zayyan Ibn Mardanis, en Onda y Valencia; Ibn al-Ahmar, en Arjona, e Ibn Mahfuz, en el Algarbe, se alzaron, con distinta suerte, contra los almohades. En el año 1231 Algeciras y Gibraltar reconocieron la autoridad de Ibn Hud, finalizando con este suceso el dominio de los uni- tarios sobre al-Andalus.

1.7.- ALGECIRAS MERINÍ.

Había comenzado Fernando III la conquista del Valle del Guadalquivir, cuando nació el último de los reinos musulmanes españoles: el reino nazarí de Granada. Aprovechando el descontento de la población andaluza contra Ibn Hud, Muhammad ben Yusuf ben Nasr se apoderó de Granada convirtiéndola en capital del recién nacido emi- rato. Muerto Ibn Hud, el rey nazarita tomó Almería en el año 1238 y, poco tiempo des- pués, se le sometió Málaga y la región de Algeciras. Apoyado en las magníficas condicio- nes naturales que ofrecían las sierras subbéticas, en la masiva llegada de musulmanes desde territorios conquistados por los cristianos y en el vasallaje que mantuvo con el rey de Castilla, supo establecer un estado económicamente fuerte y muy diestro en la diplomacia que iba perdurar durante doscientos cincuenta años. Pero el levantamiento mudéjar de 1264 contra Alfonso X en la Andalucía cristiana, vendría a trastocar la política de acuerdos con los castellanos y a posibilitar la irrupción en suelo peninsular de un nuevo poder proveniente del Magreb: los meriníes.

193 Los Banu Marín eran beréberes zanatas de vida nómada que se hallaban asentados, al finalizar el siglo XI, en los confines del desierto, al este del actual Marruecos, y que, con la decadencia del poder almohade, ocuparon el lugar de éstos en el Magreb noroccidental. En el año 1275, reclamada su presencia por el rey de Granada, el emir Abu Yusuf Yaqub tomó la decisión de cruzar el Estrecho y acudir en ayuda de sus hermanos en la fe andalusíes. Acordada entre Muhammad II y Abu Yusuf la cesión de Tarifa, Algeciras y Ronda a los meriníes, el 28 de mayo de 1275, el gobernador de Algeciras, Ibn Hisam, que se había declarado independiente de Granada, entregó la plaza al emir Abu Zayyan Mindil, el cual se estableció con sus tropas en la ciudad, hasta que entró en ella Abu Yusuf Yaqub en el mes de agosto del mismo año. En esta ciudad, convertida de facto en capital de sus domi- nios en al-Andalus, el emir meriní se entrevistó con Muhammad II y los Banu Asqilula de Málaga, posiblemente con el objeto de preparar la campaña que había de emprender con- tra las posesiones castellanas de la Andalucía Occidental. Entre agosto de 1275 y enero de 1276 Abu Yusuf llevó a cabo dos campañas militares contra los castellanos que se saldaron con asedios a ciudades, conquistas de castillos y torres, talas y captura de abundante botín. Ibn Abi Zar, con evidente exageración, relaciona las presas que se repartieron y vendieron en Algeciras al cabo de cada una de las dos campañas16. Lo cierto es que, aunque los daños causados no fueran tan elevados como señala el cronista árabe, el botín debió ser inmenso y las riquezas que se pusieron en movimiento en las ciudades islámicas del Estrecho cons- tituyeron un motivo de reactivación económica y de reforzamiento del prestigio de Abu Yusuf. Este emir, después de acabada la segunda campaña -19 de enero de 1276-, pasó a África para atender los asuntos del emirato. Antes de acometer el ambicioso proyecto de edificar una nueva ciudad junto a Algeciras, Abu Yusuf organizó otra expedición militar contra los cristianos en suelo penin- sular que se desarrolló entre junio de 1277 y junio de 1278 . Consciente Alfonso X de que sólo tomando Algeciras, base de las tropas meriníes en al- Andalus, podría verse Andalucía Occidental libre de las terribles algaradas magrebíes, decidió poner cerco a la ciudad, primero por mar y luego por tierra con un ejército mandado por el Infante Don Pedro. En agosto de 1278 ordenó a la flota que bloqueara el puerto de Algeciras y en febrero de 1279 el Infante cercaba por tierra la ciudad. El asedio se alargó durante un año. En el verano de 1279, las tropas cristianas se hallaban desabastecidas y muy quebrantadas por el hambre y la enfermedad. Abu Yusuf, desde Tánger, mandó parlamentarios para que se entrevistasen con el Infante Don Pedro. Cuando retornaron a la corte meriní, describieron al

16. (18 de Septiembre de 1275 - 10 Campaña) Se detuvo el emir de los musulmanes en Algeciras para dividir el botín. Separó el quinto para el tesoro y repartió el resto entre los combatientes. Se contaron 124.000 cabezas de ganado vacuno; en cuanto al lanar fue imposible contarlo por su multitud; llegó a venderse una oveja en Algeciras por un dirhem; el núme- ro de cautivos entre hombres, mujeres y niños fue de 7.830; los caballos, mulos y asnos, 14.700... (16 de Noviembre de 1275 - 20 Campaña) Dividió el botín cogido y los cautivos. Se vendió en esta campaña una esclava cristiana por mizqal y medio, tal era su abundancia... (IBN ABI ZAR, Rawd al-Qirtas, trad. por A. Huici Miranda, Valencia, 1964, 20 Edición, pp. 602 y 603). Para conocer cómo era la vida de estos cautivos en la Algeciras meriní, véase: MARÍN, P., Miráculos romançados, Madrid, 1736, pp. 161, 172, 173, 176, 185, 202, 219, 220, 224 y 225.

194 emir la situación lastimosa en que se encontraban los sitiadores, sin alimentos y enfermos. Abu Yusuf, entendiendo que era el momento oportuno para el ataque, envió su escuadra contra la flota castellana que fue vencida y destruida en aguas de la Isla Verde17, pasando los musulma- nes a cuchillo a los marineros que se hallaban convalecientes en la isla. Sin flota con la que poder bloquear por mar Algeciras, el Infante Don Pedro tuvo que levantar el cerco y abando- nar una empresa que se consideraba vital para los intereses castellanos en Andalucía.

CANDIL DE PIQUERA DEL SIGLO XII CON DECORACIÓN EN MANGANESO. (MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS) Una vez que los cristianos se alejaron de la ciudad, cruzó Abu Yusuf el Estrecho y entró en Algeciras en agosto de 1279

é falló muchas casas que los cristianos dejaron fechas; é porque falló que aquel lugar do es agora poblada la villa nueva de Algecira, era muy dañoso si otra vez fue fuese cercada, é dijéronle que por allí se podría perder, por esto mandó facer allí aquella puebla, que dicen la nueva villa de Algecira, é pobló- la de las casas que los cristianos avian fecho en los reales, é moró desta vez en Algecira pieza de dias18.

La Dajira dice, en relación con la fundación de al-Binya:

En los días de su reinado -Abu Yusuf-, construyó dos ciudades-fortaleza. Una de ellas fue la dichosa Fas al-Yadid que adoptó como sede de su monarquía.... La

17. En lo referente al cerco de Algeciras de 1278/79, veánse: Crónica de Alfonso Décimo, B A.E., Edic, Atlas, Tomo LXVI, Madrid, 1953, pp. 53 a 57; IBN ABI ZAR, Op. cit., Tomo II, pp. 620 a 628; IBN JALDUN, Histoire des Berbères, Trad. por le Baron de Slane, Paris, 1969, Tomo IV, pp. 100 a 102 y PÉREZ-EMBID, F., «La marina real castellana en el siglo XIII», Anuario de Estudios Medievales, (1969), pp. 179 a 183. 18. Crónica de Alfonso Décimo, Op. cit., p. 57.

195 segunda es la ciudad que construyó también para su propia residencia a las afue- ras de Algeciras... En ella moraban él, sus familiares y visires, pues sentía ver- güenza de que la gente de Algeciras se viera en el apuro de tener que alojarle cuan- do pasaba a la Península para hacer el yihad. En ambas ciudades construyó alja- mas, alminares, alcázares, baños, acequias y puentes en los caminos...19.

Texto muy esclarecedor, en el que el cronista anónimo -quizás el mismo Ibn Abi Zar- compara las dos ciudades palaciegas construidas por el emir Abu Yusuf: la villa nueva de Fez -Fas al-Yadid- y la villa nueva de Algeciras -al-Binya-, enumerando los edificios civiles y religiosos que mandó edificar en ambas. En el Musnad leemos que Abu Yusuf construyó la Ciudad Blanca de Fez la Nueva, urbanizándola y eligiéndola como residencia para sí y para sus soldados, con objeto de separarlos de la población de Fez. Cerca de Algeciras cons- truyó al-Binya, ciudad que se le asemeja mucho20. Tanto el autor de la Dajira como el del Musnad establecen un intencionado paralelismo entre las dos fundaciones, paralelismo que era evidente para los cronistas contemporáneos que debieron conocerlas: ambas eran ciu- dades palaciegas y ambas servían como residencia a los miembros de la corte meriní y a las tropas del emir. Dos hechos vienen a confirmar la existencia de al-Binya como verdadera capital, ciudad palaciega y centro del gobierno y de la administración meriní en la penín- sula Ibérica. Uno es que cuando Abu Yusuf murió, estando en Algeciras, el 20 de marzo de 1286, fue enterrado en la aljama de su alcázar de al-Binya, aunque luego se le trasladó a la otra orilla del Estrecho; y otro es que su hijo Abu Yaqub Yusuf fue proclamado rey el mismo día del óbito en la ciudad de Algeciras, recibiendo el juramento de fidelidad de las cábilas en la misma ciudad unas semanas más tarde. La construcción de la Villa Nueva debió finalizar en el año 1285. Al menos, el alcázar y los principales edificios palaciegos estaban ya terminados en el mes de octubre de 1285. No cabe duda que con anterioridad a esa fecha se había construido el recinto defensivo con el foso y las cuatro grandes puertas, pues desde el punto de vista de la poliorcética hubie- ra sido una temeridad impropia de un estratega de tan reconocida capacidad como era Abu Yusuf, edificar un palacio, un mexuar y una mezquita en campo abierto y tan cerca de terri- torio enemigo. Hasta el día de su muerte, Abu Yusuf, durante sus largas estancias en al-Andalus, resi- dió en su alcázar de al-Binya rodeado de sus visires, alfaquíes, cadíes y poetas. Allí cele- braba consejos de guerra, se reunía con los altos funcionarios de la administración civil y religiosa y, en el mexuar que edificó anejo al alcázar, celebraba audiencias. Ibn Abi Zar recoge toda una serie de actos oficiales celebrados en Algeciras durante la estancia del emir en Algeciras entre el 28 de octubre de 1285 y el 13 de enero de 1286. Escribe el autor del Qirtas:

19. AL-DAJIRA AL SANIYYA, edición de Abd al-Wahhab Ibn Mansur, Rabat, 1972, p. 90. 20. IBN MARZUQ, El Musnad: Hechos memorables de Abu-l-Hasan, sultán de los benimerines, traducción y notas por Mª J. Viguera Molins, Madrid, 1977, p. 102.

196 Ocupó el nuevo alcázar y pasó en él el mes de ramadan, hizo la oración del viernes en la mezquita y en la sala del consejo la oración del perdón... Los alfa- quíes velaban con él todas las noches. Hablaba con ellos de ciencia... El día de la ruptura del ayuno -30 de noviembre- fue desde la musalla a su palacio. Se sentó en la sala del consejo; entraron los jeques benimerines y árabes, se sentaron con él, comieron, y después de la comida el alfaquí Abu Faris Abd al-Aziz... le pre- sentó una poesía en la que recordaba sus expediciones de aquel año...; hacía memoria de la construcción de la ciudad nueva y del palacio de Algeciras, de la estancia del emir de los musulmanes en él y de su oración en la mezquita; cele- braba también su almimbar, la pompa de la fiesta de la ruptura del ayuno...21.

A modo de resumen, se puede afirmar que la erección de una nueva ciudad -al-Binya- por el emir Abu Yusuf Yaqub en la orilla norte del río de la Miel, junto a la vieja medina algecireña, debió fundamentarse en la intención de reforzar su prestigio personal y el de la dinastía frente a nazaríes, castellanos y los mismos jeques tribales que formaban el ejército expedicionario. Abu Yusuf diseña en Algeciras una ciudad palaciega similar a la que en Gibraltar erigió Abd-al-Mumin en 1160 o a la misma Fas al-Yadid. Al-Binya respondía al interés por reforzar la presencia meriní en al-Andalus utilizando la obra arquitectónica como elemento de propaganda y como plasmación del poder político. La nueva funda- ción debía mostrar, no sólo la grandeza de la dinastía y su pujanza económica y militar, sino también y a través de su poderoso recinto defensivo y del conjunto edificatorio áuli- co, la omnipresente autoridad del emir. Igualmente, al-Binya, como Fas al-Yadid, Salé o al- Mansura eran la demostración de la capacidad organizativa y económica que tenía el emi- rato. En ese orden de cosas, los arquitectos que diseñaron la nueva ciudad debieron recibir órdenes muy estrictas en cuanto a la grandiosidad de los edificios y del recinto murado y a la inexpugnabilidad de los elementos defensivos, caracteres ambos que están siendo corroborados por las excavaciones arqueológicas realizadas en los años 1997 y 1998 en la prolongación de la Avenida Blas Infante: recias murallas, torres de flanqueo con paramen- tos de excelente sillería, complejo sistema de ingreso en la monumental Puerta de Gibraltar, foso con escarpa y contraescarpa de cal y canto y sillares, etc. La vida económica de la ciudad meriní se vio potenciada por la intensificación de los intercambios con el resto del imperio norteafricano y, por tanto, por la afluencia de meta- les preciosos y de productos suntuarios desde la otra orilla del Estrecho; por el apoyo que el propio Estado prestaba a la capital de sus territorios en al-Andalus, ciudad emblemática y elemento de propaganda frente a castellanos y nazaríes; por último, por la enorme acti- vidad económica originada por la venta en Algeciras del botín de guerra capturado por las tropas norteafricanas en sus expediciones a la Andalucía cristiana.

21. IBN ABI ZAR, Op. cit., Tomo II, pp. 681 y 982.

197 En 1291 los reyes Sancho IV de Castilla y Jaime II de Aragón firmaron el Tratado de Monteagudo, por el cual se comprometían a proporcionarse la colaboración necesaria para conquistar los territorios del Reino de Granada. En septiembre de 1292 los castellanos, con la ayuda aragonesa y granadina, tomaron a los meriníes la ciudad de Tarifa. Dos años más tarde, Algeciras volvió a poder de los nazaríes. En los últimos años del siglo XIII y primera década del XIV, los benimerines se deba- ten en una profunda crisis interna, con continuas rebeliones en sus dominios magrebíes. El rey de Granada era dueño de Algeciras y Ceuta. Esta situación de control del Estrecho iba a conducir a un alianza antigranadina en la que intervendrían Castilla, Aragón y el emi- rato de Fez. En julio de 1309, los meriníes recuperaron la plaza de Ceuta, al tiempo que Fernando IV ponía cerco a la ciudad de Algeciras y el rey de Aragón hacía lo mismo con Almería. El 30 de julio de 1309 llegó el ejército castellano a las inmediaciones de Algeciras, que- dando cercada la ciudad por tierra, mientras la escuadra de Aragón la bloqueaba por mar. Para poder sostener el asedio, el monarca castellano tuvo que solicitar a los mercaderes genoveses establecidos en Sevilla un préstamo de 8.000 doblas. A diferencia del cerco de 1279, en esta ocasión la ciudad se había extendido con la Villa Nueva al otro lado del río, multiplicándose por tres el perímetro del recinto defensivo que había que asediar. Viendo el sultán granadino que se hallaba aislado, solicitó a los meriníes la paz a cambio de entre- garles Algeciras y Ronda, oferta que aceptó el emir magrebí. En enero de 1310, el rey de Castilla, ante la imposibilidad de tomar Algeciras tras la deserción de los norteafricanos, tuvo que capitular y firmar un tratado de paz con el rey de Granada, comprometiéndose a levantar el cerco de Algeciras si los nazaríes le entregaban a cambio los castillos de Bedmar y Quesada22. Por segunda vez, la ciudad del Estrecho se había salvado de caer en poder de los castellanos. Desde 1310 y hasta 1329 Algeciras pasó en varias ocasiones de manos meriníes a gra- nadinas y, de nuevo, a soberanía meriní, mientras Gibraltar se hallaba en poder de Castilla desde el asedio a Algeciras de 1309-1310. En 1331 el equilibrio existente en torno al Estrecho entre nazaríes, castellanos y meri- níes se rompió de nuevo. El emir Abu-l-Hasan envió a su hijo Abd-al-Malik con un pode- roso ejército a Algeciras con el encargo de recuperar la plaza de Gibraltar. Después de un breve asedio, la ciudad se rindió por capitulación de su alcaide Vasco Pérez de Meyra. Alfonso XI se vio obligado a firmar la paz con Yusuf I de Granada y Abu-l-Hasan de Fez. Una de las cláusulas obligaba a los meriníes a no tener en la Península más tropas que las absolutamente necesarias para la defensa de sus enclaves andalusíes. Sin embargo, desde 1338 los meriníes comienzan a desembarcar abundantes tropas en Algeciras lo que provocó el ataque de Alfonso XI a la frontera granadina. En el otoño de 1339, Abd-al-Malik, que se intitulaba rey de Algeciras y Ronda, inició una serie de cam-

22. Crónica de Fernando IV, B.A.E., Edit. Atlas, Madrid, 1953, Tomo LXVI, pp. 161 y 162.

198 pañas contra los territorios cristianos de la Andalucía occidental. En una de las escaramu- zas, cerca del río Barbate, murió el propio Abd-al-Malik. Dice la crónica que su cuerpo fue trasladado a Algeciras donde recibió sepultura en la mezquita real de al-Binya23. Esta nueva oleada norteafricana hizo ver al rey de Castilla que sólo conquistando la capital de los meriníes en Andalucía -Algeciras- lograría poner fin a las invasiones que, cada cierto tiempo, sufrían los territorios castellanos de Andalucía. En el año 1340, después de derrotar a la escuadra castellana que guardaba el Estrecho, el mismo Abu-l-Hasan cruzó el mar con doscientas cincuenta naves, desembarcando en Algeciras numerosa tropa, caballos, armas y víveres. Una vez instalado en el alcázar de al- Binya, se dirigió a la cercana mezquita donde lloró sobre la tumba de su malogrado hijo Abd-al-Malik, jurando que tomaría del rey de Castilla la justa venganza. Marchó, luego, con su ejército en dirección a Tarifa para poner cerco a esta ciudad. Alfonso XI, mientras tanto, había buscado la alianza de su suegro, el rey de Portugal, y organizado un ejército conjunto con el que se dirigió a Tarifa. En la llanura de la playa de los Lances se encon- traron las fuerzas cristianas y musulmanas, teniendo lugar la famosa batalla del Salado, también llamada por las crónicas árabes de los Cuatro Reyes o de Tarifa, donde las fuerzas expedicionarias meriníes y el ejército granadino fueron derrotados por los reyes de Castilla y Portugal. Abu-l-Hasan embarcó hacia el Magreb, dejando miles de muertos en la vega del río Salado, entre ellos a su esposa Fátima, hija del rey de Túnez. A partir de ese día, Castilla se preparó para la empresa más costosa y larga de cuantas acometió Alfonso XI a lo largo de su reinado: el cerco y conquista de Algeciras, la capital meriní en la península Ibérica. Mientras el rey castellano reforzaba su escuadra con la construcción de nuevos navíos y contrataba los servicios de quince galeras genovesas con su almirante Egidiol Bocanegra, los algecireños se aprestaban para una larga e incierta batalla, pues, si verdad era que habían logrado resistir los cercos de Alfonso X -1279- y Fernando IV -de 1309 a 1310-, la situa- ción no era la misma después de la derrota del Salado: reforzada la moral de los castellanos, disponiendo Alfonso XI de una flota más numerosa que la musulmana con las galeras que le mandaban Aragón, Portugal y Génova, y debilitado el poder militar de Abu-l-Hasan, las posibilidades de éxito de los sitiadores eran muy superiores a las que tuvieron el padre y el bisabuelo del rey castellano. La ciudad de Algeciras, compuesta por dos recintos separado por el río de la Miel -la medina o Villa Vieja y al-Binya o ciudad meriní- podía contener, en tiempo de paz, entre 7.000 y 10.000 habitantes, número que podría incrementarse en otros 2.000 si contamos a los habitantes de las almunias y alquerías de su alfoz, especialmente los establecidos en las vegas del río de la Miel, Botafuego y Palmones. En situaciones de conflicto bélico, la ciudad albergaba a una población sensiblemente superior, alcanzando -según la Crónica de Alfonso

23. CATALÁN, D. Y MENÉNDEZ PIDAL. Gran Crónica de Alfonso XI. Madrid, Gredos, 1976, Tomo II, p. 238.

199 XI- cerca de las 30.000 personas durante los meses del cerco de 1342 a 1344, entre ellas 800 caballeros meriníes y 12.000 hombres de a pie -ballesteros y arqueros, en su mayoría-. Las fuerzas expedicionarias magrebíes establecidas en Algeciras al inicio del cerco estaban mandadas por el visir Askar Ibn Tahadrit, siendo alcaide de la ciudad un tal Muhammad Ibn al-Abbas. Aunque las provisiones eran abundantes y el agua potable no faltaba, pues al río de la Miel, que cruzaba por entre ambas villas, se unían los numerosos pozos que existían en la ciudad, al cabo de un año de asedio y dificultado el aprovisionamiento de la plaza por el blo- queo marítimo, los víveres comenzarían a faltar y el hambre y las enfermedades habrían de extenderse entre los sectores más débiles de la población. No pudiendo ser enterrados los cadáveres en los cementerios de la ciudad, por hallarse éstos extramuros y, por tanto, en campo de lo sitiadores, se tuvieron que habilitar zonas de enterramientos en el interior del recinto, aprovechando huertas, descampados y patios de las viviendas. Abu-l-Hasan, desde el norte de África, envió, mientras que estuvo expedito el paso desde Ceuta, vituallas, armas y dinero por una cifra cercana al millón de dinares, si damos crédito al testimonio de Ibn

ESQUEMA DEL BLOQUEO MARÍTIMO-TERRESTRE Y DEL DESPLIEGUE DE LAS HUESTES CRISTIANAS DURANTE EL CERCO DE ALGECIRAS DE 1342-1344, SEGÚN A. TORREMOCHA.

24. IBN MARZUQ, El Musnad: hechos memorables de Abu-l-Hasan, sultán de los benimerines, Trad. por Mª Jesús Viguera Molins, Instituto Hispano-Árabe de Cultura, Madrid, 1977, p. 164.

200 Marzuq24. Esta fabulosa cantidad de dinero se dis- tribuía entre el costo del mantenimiento de la población y el pago de las soldadas a las tropas acantonadas en Algeciras. En enero de 1344 la ciudad quedó bloquea- da totalmente por mar y tierra. Un mes antes, el ejército de socorro enviado por los reyes de Granada y Fez fue derrotado en la vega del río Palmones. Sin esperanza de recibir ayuda exte- rior, los emires musulmanes enviaron parlamen- PUNTAS DE FLECHA Y HOJA DE CUCHILLO (SIGLO XIV) tarios al campamento de Alfonso XI con pro- HALLADAS EN LA PROLONGACIÓN DE LA AVDA. BLAS INFANTE DE ALGECIRAS (MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS) puestas de rendición que fueron aceptadas por el rey de Castilla. Una vez rendida Algeciras, el emir Abu-l-Hasan dio cobijo a sus pobladores que quisieron pasar al Magreb, concediéndoles casas, tierras o cargos en la administración de su emirato. El 28 de marzo de 1344 llegaba a su ocaso el período más destacado de la historia de Algeciras, los seis siglos en que fue uno de los principales puertos de al-Andalus y centro político, económico y religioso de la región situada al norte del Estrecho de Gibraltar.

1.8.- CERCO Y CONQUISTA DE ALGECIRAS POR ALFONSO XI DE CASTILLA.

Como ya se ha referido en el apartado ante- rior, en 1279 Alfonso X había puesto cerco a Algeciras por mar y tierra para evitar, con la conquista de la capital de los territorios meriní- es en la península Ibérica, el peligro de nuevos desembarcos norteafricanos y lograr, al mismo tiempo, el control del Estrecho. Pero fracasado el cerco tuvo que abandonar la empresa y retor- nar a Castilla mientras que, en Algeciras, Abu Yusuf Yaqub conmemoraba la victoria erigiendo la Villa Nueva o al-Binya.

Pasados treinta años, el rey Fernando IV vol- TRABUCO DE “DOBLE ARCA” DE FABRICACIÓN GENOVE- vió a intentar la conquista de Algeciras. En esta SA SIMILAR A LOS UTILIZADOS POR ALFONSO XI EN EL CERCO DE ALGECIRAS (1342-1344) PARA ARROJAR ocasión en alianza con el rey de Aragón, que BOLAÑOS SOBRE LA CIUDAD.

201 debía asediar entretanto Almería. De nuevo la ciudad logró resistir el asedio castellano, teniendo que abandonar el cerco Fernando IV sin haber logrado entrar en la fortaleza que era el centro del poder islámico en el Estrecho. Habrá que esperar hasta el verano del año1342, cuando un poderoso ejér- cito formado por las milicias concejiles, las mesnadas nobiliarias y las tropas reales castellanas, además de cruzados venidos de Francia, Inglaterra, Alemania e Italia, puso cerco a la ciu- dad con el firme propósito de no aban- PLATO DE CERÁMICA DE PATERNA (VALENCIA) DE MEDIADOS DEL donar la empresa hasta haber tomado SIGLO XIV, HALLADO EN AL-BINYA,LA CIUDAD MERINÍ DE 25 ALGECIRAS (MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS) el importante puerto musulmán . Por mar establecieron un férreo bloqueo las escuadras coaligadas de Castilla, Aragón y Génova. Alfonso XI puso en práctica todos los resortes de la diplo- macia internacional, mediante acuer- dos con los reyes de Francia e Inglaterra y el Papado26, consiguiendo el apoyo económico de la nobleza castellana y los municipios de todo el reino. Era consciente el rey de Castilla que sólo con el apoyo internacional y con unas arcas bien colmadas podría mantener un cerco que se preveía largo y costoso. Los defensores, dotados de abun- dante armamento y vituallas, estaban

EL RENACER DE ALGECIRAS A PRINCIPIOS DEL SIGLO XVIII. preparados para resistir un largo ase- GRABADO INGLÉS CON LAS MURALLAS MEDIEVALES Y LAS PRIMERAS dio, mientras que, amparados en la CASAS DE LA NUEVA ALGECIRAS. oscuridad de la noche, saetías, zabras y 25. Lo relativo al cerco y conquista de Algeciras por Alfonso XI, véase en Crónica de Alfonso el Onceno, B.A.E., Edit. Atlas, Madrid, 1953, Tomo LXVI, Capítulos CCLXVII a CCCXXXVII y TORREMOCHA SILVA, A., Algeciras entre la Cristiandad y el Islam, Algeciras, Instituto de Estudios Campogibraltareños, 1994, pp. 45 a 241. 26. Los aspectos financieros de la campaña se tratan en TORREMOCHA SILVA, A., Op. cit., 1994, pp. 57 a 66.

202 leños podían llegar con per- trechos desde los cercanos puertos de Gibraltar y Ceuta. En esta posibilidad de abastecimiento nocturno estuvo la causa del alarga- miento del cerco durante más de veintiún meses. Sólo cuando se hubo completa- do el bloqueo marítimo con la construcción de una barrera de troncos y cade- nas que iba desde el actual Varadero el Rodeo hasta la Isla Verde y, de ésta, a los alrededores de donde hoy se halla la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos, lograron los cas- tellanos impedir el abasteci- miento de la plaza y poner a los sitiados en condiciones de tener que solicitar la capitulación. En el cerco de Algeciras se usaron las más avanzadas técnicas que proporcionaba la poliorcética de la época: en el campo cristiano, cavas en torno a la ciudad, barre- ras o muros de circunvala- ción, cadahaldos o torres fijas de madera, máquinas de aproximación y asalto - bastidas, escalas y mantas-, aperturas de minas y artille- COPIA NOTARIAL DEL SIGLO XVIII DEL PRIVILEGIO REAL POR EL QUE ALFONSO XI ría neurobalística -trabucos, DONA EL ALCÁZAR MERINÍ A DON EGIDIOL BOCANEGRA, ALMIRANTE MAYOR DE CASTILLA (REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA, COLECCIÓN SALAZAR, MS. 114). cabritas y balistas-. En el

203 campo musulmán, maquinarias neurobalísticas y artillería pirobalística -primitivos caño- nes-. Dice la Crónica que muchas

pellas de fierro -balas- que les lanzaban con truenos -cañones-, de que los omes avian muy grand espanto, ca en cualquier miembro del ome que diese, lle- vábalo a cercén, como si se lo cortasen con cuchillo: et cuanto quiera poco que ome fuese herido de ellas, luego era muerto, et no avia cirugía ninguna que le pudiese aprovechar: lo uno porque venia ardiendo como fuego, et lo otro porque los polvos con que la lanzaban -pólvora- era de tal natura, que cualquier llaga que hiciesen, luego era el ome muerto...27.

Después de veintiún meses de asedio, una vez se hubo logrado por parte cristiana el total bloqueo de la ciudad y haber sido vencido el ejercito granadino-meriní en el valle del Palmones, los algecireños no tuvieron otra opción que rendir la plaza. Se ajustaron unos acuerdos entre los reyes de Granada y Castilla, conocidos como el Tratado de Algeciras, que recogían la entrega de la ciudad al rey de Castilla a cambio de que se permitiera a los defen- sores de la ciudad abandonarla con todos los bienes que pudieran llevar consigo. El 26 de marzo, el gobernador de la ciudad, Muhammad Ibn al-Abbas, hizo entrega de al-Binya a don Juan Manuel y a las tropas aragonesas que habían participado en el cerco; el 27, se entregó a los castellanos la medina o Villa Vieja, y, el 28, Domingo de Ramos, hizo su entrada triunfal en la ciudad el rey Alfonso XI con las tropas vencedoras, los nobles y prelados, los cruzados y los estandartes de Castilla y de las casas nobiliarias que estaban con el monarca en aquella señalada fecha. Se tomó posesión de la ciudad, de los alcázares y las atarazanas y se consagró la mezquita mayor como iglesia bajo la advocación de Santa María de la Palma. Dice la crónica castellana que el rey residió en el alcázar ordenando el gobierno y la defensa de la ciudad, hasta que pasó Pascua, es decir, hasta el 8 de abril. Antes de partir, nombró como alcaide y gobernador de Algeciras a un caballero de Jerez, que se había distinguido en el asedio, apellidado Barroso. Como alguacil mayor dejó a Alonso Fernández de Córdoba y, como alcalde mayor, a un caballero de Sevilla llamado Alvar García de Illas. Tras la rendición a Alfonso XI de Castilla, la ciudad vio truncado su desarrollo urba- nístico, económico y demográfico. A pesar de los esfuerzos del rey castellano por hacer de Algeciras un centro militar, político, religioso y económico que sirviera de cabecera de los territorios conquistados y por conquistar en la zona del Estrecho, la ciudad entró en un periodo de decadencia del que no volvería a recuperarse.

1.9.- INTENTOS DE REPOBLACIÓN.

La repoblación de Algeciras y de su término no iba a ser tarea fácil, dada la situación económica, demográfica y social de Castilla en los años centrales de la centuria, el aleja-

27. Crónica, Op. cit., p. 359.

204 miento -respecto a los centros económicos y de decisión política- de las tierras recién con- quistadas y la cercanía del peligro musulmán -Gibraltar, Ceuta y Tánger-. Para lograr el control y consolidar la posición de tan estratégica ciudad, Alfonso XI no escatimaría esfuerzos. Solicitó y logró del Papa Clemente VI la conversión de la mezquita en iglesia catedral y el traslado del obispado de Cádiz a la ciudad de Algeciras; ordenó el repartimiento de las propiedades urbanas abandonadas por los musulmanes entre los caba- lleros y pecheros que habían estado en el cerco; hizo donación de palacios, baños y alcáza- res a personajes de la alta nobleza -a doña Leonor de Guzmán, a sus hijos, a don Juan Manuel, al Obispo de Cádiz, a Egidiol Bocanegra, etc...-; erigió sendos monasterios de franciscanos y mercedarios. Todo ello para favorecer la repoblación de una ciudad y un territorio que el monarca quería fortalecer con la intención de convertirlos en la platafor- ma desde la que acometer la conquista del Reino de Granada. Para culminar su proyecto, otorgó, el 4 de febrero de 1345, un ordenamiento regio, conocido como Ordenamiento de Algeciras, que iba dirigido, sobre todo, a las ciudades fronterizas y mediante el cual se pre- tendía reforzar la autoridad de los jueces y de los oficios concejiles, sometidos frecuente- mente a violencias en las poblaciones que se hallaban alejadas del poder real. La existencia de una calle de los Genoveses en la Villa Nueva o al-Binya, junto al alcá- zar meriní que había tocado en suerte al almirante Egidiol Bocanegra; de un consulado catalán, activo al menos hasta el año 135928, y la aparición en las diferentes intervenciones arqueológicas realizadas en solares de la Villa Nueva de numerosos fragmentos de cerámi- ca de Paterna (Valencia), indican que en los años siguientes a la conquista de Algeciras se mantuvo una cierta actividad en la ciudad, que habría de decaer a consecuencia de la gue- rra civil que enfrentó a los seguidores de Pedro I y de Enrique de Trastámara. Ninguna de las prevenciones tomadas por el esforzado rey Alfonso XI logró el efecto deseado. Muerto el monarca en el transcurso del asedio a Gibraltar en 1350, iniciado el conflicto dinástico y la guerra civil en Castilla, desabastecida la plaza y abandonada su defensa, la ciudad se fue despoblando hasta que en 1369, una vez desaparecido Pedro I, el rey de Granada, Muhammad V, atacó Algeciras con un renovado ejército, recuperándola después de tres días de asedio.

1.10.- LA CRISIS PETRISTA-TRASTAMARISTA.

Una vez fallecido Alfonso XI frente a Gibraltar, su cuerpo fue trasladado por los caba- lleros más allegados al monarca hasta Algeciras y, desde esta ciudad, a Sevilla. Pero en el camino, algunos nobles castellanos cercanos a doña Leonor de Guzmán y varios miembros de la familia de los Guzmán, entre ellos el Conde de Trastámara, futuro Enrique II, rece- losos del nuevo rey Pedro I, regresaron a Algeciras que la tenía don Pero Ponce, para bus-

28. Se hace mención al consulado catalán de Algeciras en sendos documentos del Archivo de la Corona de Aragón de 1356 y 1359 (A.C.A., Registro 1.402, fol. 38 v1 y Registro 1.403, fol. 128).

205 car refugio en la ciudad y hacerse fuerte tras sus muros. Temiendo el rey que Algeciras se convirtiera en un foco de rebelión contra su persona, envió a Lope de Cañizares, su escu- dero, para que entrara en la ciudad y le diese noticias de la situación en que se hallaba. Entró el escudero del rey de incógnito en Algeciras y comprobó que la mayor parte de sus habitantes estaban en desacuerdo con el conde y seguían fieles a Pedro I. Luego volvió Lope de Cañizares a Sevilla y contó al rey lo que había visto y oído. Conocida la situación en Algeciras, el rey mandó preparar una escuadra de galeras y las envió al mando de Gutier Fernández de Toledo para que arribase a Algeciras y tomase la ciudad en su nombre.

Et llegó (la escuadra) a Algecira una grand mañana, é así como llegó comenza- ron las gentes de armas que en las galeas venían a salir a tierra. É los vecinos de Algecira, cuando vieron el esfuerzo del Rey, llegáronse todos con los que salieron de la mar, é comenzaron a dar grandes voces llamando: ¡Castilla! ¡Castilla,por el Rey Don Pedro!. El Conde don Enrique y don Pero Ponce, viendo que su causa estaba perdida en Algeciras, salieron por un postigo de la muralla en dirección a Morón29.

La posición estratégica de Algeciras y la inestabilidad provocada por la pugna dinástica en Castilla, iba a hacer que la ciudad se viera sometida a frecuentes tensiones políticas y a peligrosos estados de desgobierno, dada la cercanía de las posesiones granadinas y meriní- es. En 1354, los caballeros que gobernaban Algeciras llegaron a un acuerdo con los norte- africanos por el cual se comprometían a «entregarle la ciudad a cambio de una grand coan- tía de doblas». Como llegaran a oídos del rey los pormenores de esta traición, envió a numerosa tropa que se apostó en el puerto de Algeciras. Cuando las treces galeras meriní- es, que venían con el dinero a tomar posesión de la ciudad, atracaron en las atarazanas, fue- ron asaltadas por los castellanos teniendo los africanos que abandonar la empresa, no sin antes dejar un algunos muertos y prisioneros. El puerto de Algeciras sirvió de base de la escuadra castellana en la guerra que el bando de Pedro I mantuvo con Aragón, reino que apoyaba la causa Trastámara. En abril de 1359, el puerto algecireño sirvió de punto de encuentro de las escuadras castellana y portuguesa que iban a atacar a la armada y los puertos catalano-aragoneses de levante. Dice la Crónica que el rey estuvo en Algeciras quince días esperando a sus aliados portugueses30. En agos- to del mismo año mandó Pedro I a Algeciras veinte galeras mandadas por Garci Álvarez de Toledo y Martín Yañez, que era alcaide de las atarazanas algecireñas, para que esperasen en este puerto a doce galeras venecianas -aliadas al rey de Aragón- que, procedentes de Flandes, debían cruzar el Estrecho en el viaje de retorno a Venecia. Pero como la flotilla veneciana navegó cerca de la costa africana, alcanzó las aguas del Mediterráneo sin que se apercibiera de ello la escuadra castellana, que estaba apostada en el puerto de Algeciras, hasta que se hallaron los venecianos cerca de Almería.

29. Crónica de don Pedro Primero, B.A.E., Edit. Atlas, Tomo LXVI, Madrid, 1953, p. 407. 30. Crónica, Op. cit., p. 495.

206 Sin embargo, Algeciras, ciudad fronteriza situada cerca de territorios granadinos y meri- níes y con un concejo sometido a las presiones e inestabilidad propias de toda guerra civil, se hallaba en un estado constante de precariedad y peligro. Dependiendo de las mudables alianzas entre Pedro I y el Conde de Trastámara con los emires de Granada y Fez, sufrien- do un crónico desabastecimiento y con el escaso flujo repoblador que padecía la ciudad, la amenaza de una invasión -proveniente del bando musulmán o cristiano- era una realidad que impedía el desarrollo de este puerto y la posibilidad de convertirse en el centro políti- co, económico, religioso y militar que había previsto para este estratégico enclave Alfonso XI cuando lo tomó a los musulmanes en 1344.

1.11.-EL EPÍLOGO NAZARÍ.

Muerto Pedro I en Montiel a manos de su propio hermano Enrique, la alianza que mantenía Muhammad V de Granada con el rey de Castilla quedó rota. Decidido el naza- rita a recuperar territorios que habían pertenecido a su reino, preparó a su ejército y puso cerco a Algeciras el 28 de julio de 1369, según Ibn al-Jatib, y en octubre, según las fuen- tes cristianas. El rey de Granada inició el asedio de Algeciras mientras la escuadra meriní bloqueaba el puerto con el fin de que no le llegara a los defensores ayuda desde Tarifa o el Puerto de Santa María. La guarnición de la ciudad debía ser muy escasa, pues tres días más tarde -el 31 de julio- tomó Muhammad V por asalto la Villa Nueva pasando a cuchillo a todos los que había en ella. El alcaide de la ciudad y los defensores de la Villa Vieja, vien- do la suerte que habían corrido sus compañeros, optaron por rendir la plaza a cambio de que los dejaran salir de Algeciras con todo lo que pudieran llevar consigo. Aquel mismo día entraron los granadinos en la ciudad, nombrando Muhammad V como gobernador a uno de sus oficiales, según refiere Ibn Jaldun31. Era alcaide de Algeciras en aquellos días don Alonso Fernández de Portocarrero, III Señor de Moguer. Diez años estuvo la ciudad en poder de los nazaríes, hasta que en 1379, entendiendo el rey de Granada que no podría mantenerla en caso de ser atacada por los castellanos o los meriníes, decidió destruirla y luego abandonarla. Era práctica ordinaria en la Edad Media desmantelar el recinto defensivo de una fortaleza y después abandonarla cuando sus defen- sores se veían en la imposibilidad de defenderla. Para inhabilitar como recinto defensivo las murallas y torres de Algeciras, los nazaríes procedieron a socavar el aparejo de sillares, la mampostería y el núcleo de cal y canto hasta un metro sobre el nivel del suelo. Para sostener las estructuras socavadas se iba entibando la obra con pies de madera hasta que el hueco era lo suficientemente profundo como para afectar la estabilidad de la construcción. Entonces se aplicaba fuego a la madera de la enti- ba, la cual, al quemarse, despojaba a las torres y lienzos de la muralla de los únicos ele- mentos sustentantes, provocando la demolición de las estructuras. La destrucción se reali-

31. IBN JALDUN, Op. cit., Tomo IV, pág 381.

207 zó en todo el perímetro del recinto con la decidida intención de que nunca pudiera ser la cerca reedificada con fines militares. Durante trescientos veinticinco años quedó Algeciras convertida en un campo de rui- nas, hasta que, a principios del siglo XVIII, volvió a resurgir la ciudad sobre los desmo- chados restos de la fortificación medieval. Sin embargo, aunque permaneció despoblada más de tres siglos, cuando los nuevos pobladores comenzaron a levantar sus viviendas en el viejo solar de la Algeciras medieval, lo hicieron sobre las cimentaciones de las antiguas murallas. Esto permitió que en la actual trama urbana de la ciudad se cumpla la llamada Ley de Persistencia del Plano, pues, tanto en al-Binya -la Villa Nueva meriní- como en la Villa Vieja, han pervivido las trazas de la Algeciras islámica, quedando fosilizado en las calles Ruiz Zorrilla, Blas Infante, Alexander Henderson, Paseo de la Conferencia, etc... el trazado del foso, la barbacana y la muralla. Por regla general, el muro trasero de los edificios se asienta sobre los vestigios de la muralla y, el muro de la fachada, sobre los restos de la barbacana, quedando el foso -colmatado por los aterramientos y los cascotes de la barbacana y la muralla- como calle perimetral.

1.12.- LA CIUDAD MUERTA -SIGLOS XV, XVI Y XVII-.

Algeciras, la ciudad que fue emporio de los meriníes y el principal puerto de la zona del Estrecho hasta 1344, había desaparecido como entidad urbana. Destruidas sus defen- sas, abandonada por su población, desarticuladas sus estructuras administrativas, políticas y económicas, habría que esperar a la toma de Gibraltar por los ingleses, en el año 1704, para asistir al renacimiento de la ciudad. Despoblada la zona en 1379, los montes, las dehesas, los prados y las aguas que habían sido explotadas desde la más lejana antigüedad por los algecireños, quedaron abandonadas por espacio de una década. La cercanía de la frontera granadina y el temor a las algaradas organizadas por uno u otro bando, impedían el aprovechamiento de los fértiles campos que ocupaban las colinas y los valles de los ríos, así como la explotación de los recursos pesque- ros de la zona. Sin embargo, desde 1390 y hasta 1462, vecinos de Tarifa, Jerez, Medina Sidonia y Castellar pastaron con sus ganados en las dehesas y prados algecireños y las bar- cas pescadoras de Tarifa se nutrieron de los abundantes bancos de peces que, por entonces, poblaban las ricas aguas de la bahía. Cuando en 1462 el rey Enrique IV, una vez conquis- tado Gibraltar a los nazaríes, entregó al recién formado concejo gibraltareño los términos de Algeciras para que los poblasen y aprovechasen, se suscitó un enconado pleito entre el con- cejo de Tarifa -que alegaba un derecho de uso de dichos términos- y el concejo de Gibraltar que decía ser el dueño de ellos por donación del rey de Castilla32. El pleito se resolvió por sentencia definitiva favorable a Gibraltar en el año 1514.

32. Archivo Ducal de Medinaceli, Sección Medinaceli, Leg. 288, nº 14.

208 Sabemos que Enrique IV, con el fin de promover la repoblación del término, o quizá con la esperanza de poder restaurar la ciudad de Algeciras, solicitó del Papa, en el año1462, la erección de dos abadías seculares o colegiales en las iglesias de Algeciras y Gibraltar, pro- yecto que no se llevó a cabo a causa de la oposición declarada de la Iglesia de Cádiz. En el año 1469, dueño ya el Duque de Medina Sidonia de Gibraltar y, por tanto, de los términos que habían pertenecido a Algeciras hasta 1379, procedió al repartimiento de las dehesas y tierras de labor que formaban parte del concejo gibraltareño por donación del rey Enrique IV. El reparto se hizo entre los criados del duque a razón de una o media caba- llería por vecino. En total se repartieron, entre 1469 y 1502, ciento cincuenta y nueve caballerías de cuarenta fanegas de sembradura cada una. Tras una dura pugna entre la Casa de Medina Sidonia y la Corona, Gibraltar y sus tér- minos pasaron definitivamente a ser de realengo con el advenimiento del siglo XVI. En el año 1502, los Reyes Católicos enviaron al eficaz funcionario Fernando de Zafra para que elaborara, sobre el terreno, un proyecto de repartimiento y repoblación de la ciudad y su término. Al cabo de unos meses, Zafra remitió a los reyes un memorial en el que se rela- cionaban las tierras que podían repartirse entre los nuevos vecinos, el valor de las mismas y las posibles rentas que podrían dar a la Corona y al concejo gibraltareño. Entre los echos y dehesas más productivas y con mayor extensión se hallaban varias que formaron parte del antiguo término de Algeciras, destacando las de Ojén, Getares, río de la Miel, Navas, Zanona y Benarax. El funcionario real propuso que se entregaran lotes de tierra de una caballería por cada hidalgo que se avecindara y media por cada pechero. Además, a los arte- sanos y mercaderes se les daría un solar para levantar una casa y tierra aledaña para que tuvieran un pequeño huerto y una viña. En total se repartieron dehesas, solares y casas entre quinientos nuevos vecinos, de los cuales, ciento cincuenta eran caballeros y trescien- tos cincuenta labradores, ganaderos y hombres de mar. Es evidente que los términos de Algeciras recibirían una población -aunque dispersa- a raíz de este repartimiento, y que las ricas vegas del río de la Miel y las dehesas de Getares, la Punta, Palmones, etc., comenzaron, otra vez, a ser aprovechadas después de casi un siglo de abandono, a pesar del peligro que representaban los asaltos de los berberiscos. Tenemos noticias de la existencia de una plantación de caña de azúcar en la vega del río de la Miel en la primera década del siglo XVI. Pertenecía al Marqués de Cádiz y a otros dos caballe- ros de Sevilla. Sin embargo, este cultivo debió ser pronto abandonado a causa de las con- tinuas quejas de los ganaderos que tenían sus reses en el lugar, los cuales se quejaban de que no podían llevar sus ganados a los pastizales por estar ocupados los vados o pasos del río por las cañas dulces que están sembradas en la vega33. En 1599 viaja por España el alemán Diego Cuelvis. Navegando desde Cádiz hacia el Estrecho, deja constancia de la existencia de nuestra ciudad en esta descripción;

33. Archivo de la Real Chancillería de Granada, Cab. 503, Leg. 558, nº 3.

209 «Tiene este Estrecho algunos pueblos fuertes como Gibraltar, Algeria (sic) y Tariffa y de parte de Barbaris o Africa, Ceuta, Alcaçar y Tanger o Tanjar. Los quales aunque están asen- tados en la tierra africana, todavía se suelen quentar por los de España34». Pocos años después, a principios del siglo XVII, es el cosmógrafo portugués Pedro Teixeira Albernas quien describe los vestigios y ruinas donde fueron las ciudades de las Algeciras, mostrando hoy los antiguos muros, ya hechos pedazos, el sitio de su memoria35 De la información aportada por protocolos notariales de Gibraltar, existentes en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz, sabemos que, entre los siglos XVI y XVII, había varios cortijos en el actual término de Algeciras, en los aledaños al camino que conducía a Tarifa, así como huertas y molinos. Se mencionan los cortijos y las viñas de la dehesa de El Novillero y el molino de El Raudal. En el verano de 1558 desembarcaron cinco galeras de turcos en las inmediaciones de Algeciras -a tres leguas de la ciudad (de Gibraltar) y con dos

RESTITUCIÓN HIPOTÉTICA DE LA CORA DE ALGECIRAS CON SUS LÍMITES (SIGLOS IX Y X), SEGÚN A. TORREMOCHA.

34. CUELVIS o CUELBIS, Diego, Thesoro Chorografico de las Espannas, transcrito por GOZALBES BUSTO, Guillermo, «Gibraltar y el Estrecho en el relato de un viajero alemán. Siglo XVI», Almoraima 13, (1995), p. 178. El doctor Gozalbes considera que en este fragmento sigue puntualmente la obra de Pedro de Medina, Libro de grandezas y cosas memorables de España. 35. GOZALBES BUSTO, Guillermo, «Una descripción de Gibraltar y el Estrecho en el siglo XVII: Texeira», Almoraima 20, (1998), p. 25.

210 ríos sin puente (Palmones y Guadarranque, posiblemente), dice Portillo36-, atacados por la partida de gibraltareños que acudió al rebato. El objetivo de los asaltantes debieron ser las cortijadas de la ciudad del río de La Miel. El Archivo de la Catedral de Málaga, por otra parte, conserva un documento de 1668 que menciona un desembarco turco en la . Los pastores que allí se encontraban corrieron en búsqueda de refugio hasta la Torre del Gato, hoy conocida como Torre del arroyo del Lobo. Desde allí dieron grandes voces para alertar a la gente de los contornos, que debieron estar poblados37. Por todo lo anterior, podemos mantener que el abandono en que supuestamente se encontraba Algeciras no era tan real como se ha pretendido hasta comienzos del siglo XIX. La zona tenía un constatado uso agrícola y ganadero y debía congregar, a pesar de los riesgos, a una indeterminada población dispersa que tuviese al cuidado las diferentes explotaciones. Entre los documentos que confirman cierta ocupación del entorno de la doble ciudad medieval destacamos un texto escrito por Francisco Bertaut, un viajero francés que recorre gran parte de España en 1659. Bertaut formaba parte del séquito que vino a pedir la mano de María Teresa de Austria para Luis XIV. Entre sus muchas y acertadas impresiones nos dejó un valioso testimonio sobre la imagen que ofrecía Algeciras en estas fechas. Así, des- pués de visitar Gibraltar, narra que

resolvimos a irnos al día siguiente para Tarifa. Para eso costeamos toda la bahía, que forma una media luna. Dejamos a la izquierda Algeciras, que era el puerto donde los moros hacían más a menudo sus desembarcos y donde tenían un fuerte y muchos jardines frente por frente a Gibraltar. En efecto, se ven aún una infinidad de cortijos, que así llaman las granjas o casas de campo, lo que en Provenza llaman bastillas, todo alrededor de la bahía, y cerca de otra bahía muy segura y muy profunda encima de Algeciras, que está cubierta por la punta de una roca muy avanzada, que forma lo más estrecho del Estrecho38.

No sabemos hasta qué punto es verosímil esta apreciación de Bertaut. En cualquier caso, aunque la redujésemos a la impresión que le pudo producir el entorno de la ciudad desde la distancia durante su recorrido en barco desde la bahía, ésta no pudo ser más posi- tiva. La comparación con Provenza, en palabras de un francés, equivale a un entorno para- disíaco. En cualquier caso, aunque los cortijos no fueran una infinidad, como dice el texto, éstos ofrecieron el suficiente atractivo como para que aquellos desheredados de la fortuna, que se vieron forzados a abandonar Gibraltar, considerasen una opción atractiva la ocupa- ción de las antiguas ruinas de las Algeciras. Cuando, a principios del siglo XVIII, la ciudad inició su nueva andadura, en el entor- no de sus antiguas murallas sólo existían las dependencias del cortijo de los Gálvez y algu- nas chozas junto al río de la Miel donde se cobijaba una decena de humildes familias de

37. Archivo de la Catedral de Málaga, Leg. 353, citado por POSAC MON, Carlos, «Documentos sobre Gibraltar en el archi- vo de la catedral de Málaga», R. A., Vol. 15, Algeciras, 1996, p. 430. 38. BERTAUT, Francisco, «Diario del viaje a España». Texto recogido por GARCÍA MERCADAL, J., Viajes de extranjeros por España y Portugal. Vol. 2. Siglo XVII, Madrid, Ed. Aguilar, 1959, p. 596.

211 pescadores. Comenzó entonces la historia moderna de Algeciras, que estaba llamada a pro- tagonizar uno de los desarrollos demográficos más espectaculares concocidos en la región.

2.- ALGECIRAS ISLÁMICA.

2.1.- ORGANIZACIÓN TERRITORIAL.

La organización provincial de la España musulmana se basó, en líneas generales, en la que existía antes de la invasión islámica del siglo VIII. La cora o circunscripción provincial de al-Andalus, con cabecera en una ciudad de cierta importancia en la que residía el gober- nador -walí, qatid o amil- y el juez -qadí-, conserva normalmente la configuración políti-

LA “TORRE DE ARROYO DEL LOBO”, ALSURDELAVILLA VIEJA. FOTOGR. DE A. TORREMOCHA (1977) co-administrativa visigoda, coincidentes a su vez con los límites de las antiguas diócesis cristianas. Las que lindaban con territorio cristiano eran denominadas marcas o tugur -plu- ral de tagr- al estilo de los imperios `abdassí y carolingio, gobernadas por autoridades mili- tares. Con el avance de la reconquista, algunas kuwar -plural de kora- quedaron en posi- ción fronteriza, transformando su calificación administrativa. La cora de Algeciras recibió el nombre de su capital. En este caso no correspondía a una antigua diócesis visigoda, pero el valor estratégico de la región, cabeza de puente imprescindi- ble para el dominio del sur de Andalucía y del estrecho de Gibraltar, justificaron su creación.

212 Limitaba por el Oeste y el Noroeste con la cora de Sidonia o Shiduna -con capital en Calsena-, por el Norte con la de Takurunna -Ronda- y por el Este con la cora de Rayya -Málaga-. Constaba, total o parcialmente, de los términos municipales actuales de Alcalá de los Gazules, Algeciras,

PINZAS DE COBRE PARA DEPILAR HALLADAS EN LOS Barbate, Benalup de Sidonia, Casares, Castellar BAÑOS MERINÍES DE LA CALLE ROCHA DE ALGECIRAS de la Frontera, Estepona, Gaucín, Gibraltar, (MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS) Jimena de la Frontera, La Línea de la Concepción, Los Barrios, Manilva, San Roque, Tarifa y Zahara de los Atunes. Su capital era al-Yazirat al-Jadra, La isla verde, la doble ciudad separada por el río de la Miel -wadi-l-`asal-. Cada cora se subdividía en varios distritos -iqlims-, unidades administrativas a las que se asignaban en bloque los impuestos que les correspondían, presididas por una población destacada. El geógrafo almeriense al-`Udri nos informa de que, en el siglo XI, en la cora de Algeciras existían los iqlims de al-Barbar, Aruh -Castellar de la Frontera-, Labtit, Maqrun, Saft Banu Hizmaz, Sharit y Utaba -¿Jimena de la Frontera?-. Además, los castillos de Mashalis, Mayshar y Jushayn y la destacada fortaleza califal de Tarifa. Esta organización, que durante el califato alcanzaba 21 kuwar o coras aparte de las marcas, se mantuvo básicamente a lo largo de buena parte de la historia de al-Andalus. Almorávides y almohades la simplificaron al unificarlos en reinos, entidades mayores que, básicamente, conformaron lo que después serían los reinos cristianos andaluces. La España sometida al imperio almorávide quedó organizada en diversas regiones naturales o climas. Algeciras formaba parte de la denominada al-Buhayra, El lago, junto a Arcos, Cádiz, Jerez, Lakka, Medina Ibn Salim y Tarifa. Esta región lindaba por el Este con la de Rayya -Málaga- y por el Norte con la de Shidona -Sevilla-. Los almohades organizaron al-Andalus en seis reinos, provincias o mamalik. Al Reino de Sevilla o Mamlakat Isbiliyya pertenecía el distri- to de Algeciras. En el siglo XII, `Abd al Mu`min reagrupó en un solo gobierno la región norteafricana de Ceuta a Tánger y la andaluza de Tarifa a Málaga, incluyendo a Algeciras. Su objetivo fue organizar todas las poblaciones del Estrecho y sus inmediaciones bajo un solo mando, para poder disponer eficazmente de una gran flota con la que combatir a los cristianos. Finalmente, y antes de su destrucción, Algeciras se convertiría en capital del ambicioso proyecto benimerín en tierras andaluzas. La radical transformación de la ciudad a manos de los arquitectos e ingenieros de Abu Yusuf Ya`qubasí lo indica, aunque el plan de expansión meriní en el sur peninsular toparía con la acción decidida de Alfonso XI, que finalmente la impediría prosperar. En la base de la organización poblacional del campo andalusí encontramos la alquería o qarya y otras entidades de menor tamaño e importancia como la aldea -daya- y el corti-

213 jo -mayshar-. En la cora algecireña existían multitud de alquerías, prácticamente descono- cidas para nosotros, como la de los Banu Bilal, al-Hadira, Sarit, Oserra y Benarrofaique - estas dos al Este de Jimena de la Frontera-, además de Los Barrios y la de Estepona, des- pués fortificada y convertida en castillo -hisn-.

2.2.- ORGANIZACIÓN SOCIO-ECONÓMICA.

2.2.1.- SOCIEDAD.

La estructura social y productiva de la España visigoda, basada en la población rural, se vería profundamente alterada por la invasión islámica que comienza el año 711. Mientras los territorios cristianos norteños mantenían aquel predominio agrario, al-Andalus se con- vertirá en un Estado eminentemente urbano, sobre todo por la ocupación económica de buena parte de su población: la artesanía y el comercio. Se trató, no obstante, de lo que García de Cortázar denomina civilización de ciudades sin municipio, en alusión al nulo grado de autonomía municipal ante el poder del príncipe. La población de origen árabe que llegó a Hispania tras la expedición de Tariq b. Ziyad -qaysíes y yemeníes, sobre todo- constituyó la minoría dirigente del nuevo país. Se apro- pió de las mejores tierras y se asentó en las ciudades, formando su oligarquía. En Algeciras se dieron cita varias familias árabes, principalmente yemeníes, como kinaníes, lajmíes, udríes y yudamíes. La mayoría beréber, de procedencia norteafricana, tuvo que ocupar las tierras montañosas, menos aptas para el cultivo, actividad que simultanearon con su tradi- cional ganadería. En la cora de Algeciras -que según Guichard fue uno de los territorios menos arabizados de al-Andalus- poblaron el distrito de al-Barbar. Pertenecían a los grupos baranis y kinanis, entre otros. Las sierras que desde el Estrecho avanzan hacia el interior de Andalucía fueron el asiento de este colectivo. Su posición marginal en el esquema social del imperio omeya provocó frecuentes insurrecciones beréberes, combatidas por el califato de Damasco con el envío de tropas sirias que terminaron asentadas en la península. Como tro- pas victoriosas se unieron a los grupos de poder preexistentes. En Algeciras y Sidonia se establecieron los procedentes de Palestina. La población de origen magrebí se vio incre- mentada en el siglo X por la inmigración de trabajadores atraídos por el elevado nivel de vida en las ciudades andaluzas y de mercenarios para los ejércitos califales. Asimismo con los contingentes militares que acompañaron a almorávides, almohades y benimerines a partir del siglo XI hasta la conquista de la ciudad por los castellanos y su posterior ruina en el siglo XIV. Los recién llegados, principalmente militares varones, propiciaron una intensa fusión racial al contraer matrimonio con mujeres de la población indígena. Los muladíes integraban probablemente el contingente más numeroso en la cora alge- cireña, si bien formaban parte de la población menos favorecida económicamente. Eran hispanorromanos que, por convicción o simple interés, se habían convertido al Islam

214 LA TORRE DE LOS ADALIDES, AL NOROESTE DE LA VILLA NUEVA, CONSTRUCCIÓN DEFENSIVA DEL ENTORNO AGRÍCOLA DE LA CIUDAD. voluntariamente. Su conversión constituyó una liberación del estado de servidumbre en que se encontraban bajo el régimen visigodo. Su arabización fue intensa y rápida, convir- tiéndose en un poderoso factor de cohesión poblacional dentro de un panorama general presidido por el fraccionamiento racial. Su decidida identificación con los invasores deri- vó en parte de la pena de muerte en que incurrían si se retractaban de su apostasía de la fe cristiana. La población que no era musulmana pudo someterse al invasor mediante un pacto, por el que asumían determinadas obligaciones -como el pago de un tributo específico anual- y gozaban de ciertos derechos. Eran las Gentes del Libro, cristianos y judíos. Los cristianos que continuaron practicando su fe en territorio musulmán -llamados ini- cialmente extranjeros y, sólo de forma tardía, mozárabes- formaban parte de la población rural y, en las principales ciudades, con frecuencia constituyeron comunidades diferencia- das, llamadas mozarabías. Con el transcurso del tiempo y la convivencia con la mayoría de la población islámica, sus costumbres se fueron arabizando. Habitualmente se les permitió el uso de sus iglesias, pero no la construcción de otras nuevas. En Algeciras contaron con algún templo propio. Nutrieron un goteo incesante de migración hacia territorio cristiano a lo largo de la historia de al-Andalus que, con ocasión de la represión almohade, alcanzó su máxima expresión en 1126. Este año, gran número de mozárabes andaluces se unieron a las huestes de Alfonso el Batallador, que regresaban al Norte tras atacar al-Andalus. Apenas permanecieron cristianos en territorio musulmán que pudieran sufrir la persecu-

215 ción del celo almohade. Capítulo aparte merece la importante minoría constituida por los esclavos cristianos que integraban de forma ordinaria la población de al-Andalus. Los judíos, perseguidos por el Estado visigodo, recibieron la invasión islámica como una liberación. Fueron numerosos en al-Andalus, especialmente en Córdoba, Toledo y Granada. Como los cristianos, solían ejercer libremente su culto y, también como aquéllos, sufrieron el rigor de la fe de las dinastías africanas de almorávides y almohades, lo que fomentó su emigración hacia territorio cristiano o su conversión al Islam en el siglo XII, fundamentalmente. Era población esencialmente urbana, que solía vivir en barrios cono- cidos como juderías. Se dedicaban al papel de intermediarios en los intercambios comer- ciales o bien al de artesanos. De estas comunidades surgieron destacados eruditos y letra- dos que conformaron un importante foco cultural. Se significaron, asimismo, como intér- pretes en aquella España políglota de la Edad Media.

2.2.2.- ECONOMÍA.

2.2.2.1.- LAS ACTIVIDADES DEL SECTOR PRIMARIO.

2.2.2.1.1.- AGRICULTURA.

A pesar del carácter urbano de la civilización andalusí, su población rural seguía siendo predominante. El incremento del número de campesinos, sin embargo, fue menor que el de los habitantes dedicados a los sectores económicos ligados a la ciudad, como la indus- tria y el comercio. La cora de Algeciras era rica en árboles, regadíos y fuentes, según Ahmad al-Razi, lo que unido a su clima suave y de elevadas precipitaciones permitió un importante desarrollo de la agricultura. La ciu- dad estaba asentada sobre muy fuerte lavor a los ojos de un cronista cristiano medieval39 Los frescos valles de su territorio permitieron la prácti- ca de una rica agricul- tura de regadío con la aplicación de una tec- PICO-AZUELA (SIGLOS XIII-XIV) HALLADO EN LA PROLONGACIÓN DE LA AVDA. BLAS nología desarrollada INFANTE (MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS). en Mesopotamia.

39. Poema de Alfonso Onceno, B.A.E., Vol. LVII, Ed. Atlas, Madrid, 1966, p. 541

216 Corresponde a un tipo de propiedad muy fragmentada, ligada a pequeños campesinos que con frecuencia habitaban los arrabales urbanos. Los ríos Barbate, del Valle, de la Miel, Palmones, Guadarranque, Guadiaro, Genal y Hozgarganta, entre otros, regaban breves extensiones de tierras muy fértiles. La conocida habilidad de los hortelanos islámicos trans- formó el paisaje rural con sus azudas, acequias, norias, molinos y almunias para nutrir de productos frescos los pujantes mercados campesinos de las alquerías y los zocos de las medinas más próximas. En el desarrollo de la ciudad se basaba precisamente la pujanza de la actividad agrícola de su entorno campesino. La integración de al-Andalus en los circui- tos comerciales internacionales de la época supone un factor clave para la explicación de la ruptura del sistema autárquico visigodo. La imagen de los alrededores de Algeciras a mediados del siglo XIV era la de un autén- tico vergel. En la vega del río de la Miel había «muy buenas aguas dulces et grandes labran- zas de pan, et muchas viñas et huertas, et muchos regadíos et moliendas asaz»40. Para ára- bes y bereberes, originarios de regiones áridas en las que el agua es un elemento sumamente apreciado, la elevada pluviosidad del extremo sur peninsular debió parecerles providencial. El agua del río de la Miel era distribuida en sus márgenes por acequias que irrigaban los jardines de numerosas almunias. Las huertas salpicaban su valle y diversos autores desta- can su presencia en las inmediaciones de la ciudad, como al-Idrisi y al-Himyari, quien cita sus higueras y arroyos de agua dulce. Eran habituales dos o tres cosechas anuales, princi- palmente en el caso de plantas tempranas. El cultivo de la caña de azúcar se generalizó en la cuenca mediterránea a impulsos del Islam. Fue introducida en al-Andalus en tiempo de `Abd al-Rahman I. En Algeciras ha sido una planta tradicional desde la Edad Media, manteniendo su importancia durante siglos. La vega del río de la Miel todavía se cultivaba con caña de azúcar a comienzos del siglo XVI. Los terrenos más alejados de los cursos fluviales se dedicaban a pastos o a cultivos de secano. Su producción era fundamental para la alimentación de la zona, basada en cerea- les y legumbres, además de la presencia destacada del olivar y la vid. Los cereales podían ser tanto de verano como de otoño. El trigo y el mijo, molidos a mano, constituían ingre- dientes básicos de la dieta de las clases más populares. Las leguminosas cumplían una fina- lidad complementaria de enriquecimiento de los suelos agotados por las sucesivas cosechas. Las viñas han formado parte del paisaje campogibraltareño de forma tradicional hasta el siglo pasado, cuando, tras etapas de alta productividad en los siglos XVII y XVIII, quedó definitivamente abandonado por los avatares bélicos y la filoxera. Abulfeda cita las uvas blancas y gordas que producían estas tierras41. Aunque el consumo de vino estaba oficial- mente prohibido para los musulmanes, no era así para los seguidores de otras confesiones, por lo que su elaboración y venta eran actividades legales y rentables. El historiador egip-

40. Crónica de Alfonso XI, B.A.E., Vol. LXVI, Ed. Atlas, Madrid, 1953, p. 342. 41. GARCÍA MERCADAL, J., Viajes de extranjeros por España y Portugal, Madrid, Ed. Aguilar, Vol. 1, 1962, p. 17.

217 cio Ibn `Abd al-Hakam, del siglo IX, refiere que Tariq y sus guerreros, cuando llegaron a la isla de Algeciras, sólo encontraron en ella a unos viñadores42. Las uvas eran también con- sumidas directamente como una fruta más o, también, conservadas como pasas. Los alrededores de Carteia estaban sembrados de cereales, según la descripción de al- Himyari43. La explotaciones de secano continuaron ligadas, fundamentalmente, a los gran- des propietarios, como ocurriera en la etapa anterior. La anterior cita de la Crónica de Alfonso XI alude a los campos de cereales de las colinas del oeste de la ciudad. Entre las parias que el Reino de Granada había de satisfacer a Alfonso X se citan el trigo, cebada, vino y otras viandas que el rey castellano embarcó en sus naves en el puerto de Algeciras en 1275.

2.2.2.1.2.- GANADERÍA.

La ganadería era una actividad tradicional en los territorios de origen de la población islámica, fuese el Oriente Próximo de árabes y sirios o el norte de África de los bereberes. Las especies predilectas eran los bóvidos, especialmente los bueyes como fuerza de trabajo; las aves de corral, fundamentales para la alimentación; el ganado ovino, por el aprovecha- miento de lana, leche, queso y, especialmente, la carne de cordero; los équidos, para el transporte de mercancías y hombres varones. De ellos, mulas y asnos eran los animales de carga más habituales. El caballo apenas era empleado fuera del ámbito militar. Como mon- tura estaba reservado a personas de elevada categoría social. Los dromedarios aparecen oca- sionalmente en el paisaje de al-Andalus dada la constante relación con el norte de África, pero su empleo posiblemente no llegó a generalizarse. La explotación ganadera recibe un gran impulso en la cora de Algeciras en relación con el establecimiento de numerosos pobladores beréberes, tradicionalmente dedicados a esta labor. Esta región se haría famosa por su cabaña equina, burros y mulos, de gran calidad, informa al-Umari44. Los terrenos formados por margas y arcillas de la Unidad de Algeciras carecen de cualidades aptas para el cultivo, por lo que han sido habitualmente destinados a pas- tos ganaderos. Ocupan una importante extensión del área que estudiamos, al sur y oeste de Algeciras, al norte de Tarifa, en los alrededores de Los Barrios, al este del terri- torio comprendido entre Jimena de la Frontera y Castellar de la Frontera. Aún en la actualidad siguen aprovechados como alimento de la ganadería extensiva de la comar- ca, fundamentalmente vacuna. También eran adecuadas para pastos las tierras del extremo occidental de la cora algecireña, en torno de la laguna de la Janda, que era

42. IBN `ABD AL-HAKAM, Conquista de África del norte y de España, Trad. Eliseo Vidal Baltrán, Textos Medievales, Vol. 17, Ed. Anubar, Valencia, 1966, p. 43. 43. AL-HIMYARI, Kitab Ar-Rawd al-Mitar, Trad. Pilar Maestro González, Valencia, 1963, p. 154. 44. IBN FADL ALLAH AL-UMARI, Masalik al-absar fi mamalik al amsar, Trad. M. Gaudefroy-Demombynes, París, 1927, p. 243.

218 «muy grand tierra que dicen el Albuhera (...), en que se podrían mantener et criar muchos ganados»45. En los zocos se comerciaba básicamente la carne de aves de corral, cordero y conejo, quesos de leche de oveja y otros tan exóticos como los de leche de búfala, animal proce- dente de Irak. La carne de cerdo, aun prohibida por la ley islámica, encontraba también su comercialización, presumiblemente para atender la demanda de los mozárabes.

2.2.2.1.3.- PESCA.

Los recursos pesqueros fueron siempre importantes en nuestras aguas, hasta que la sobre- explotación del siglo XX los redujeron hasta casi esquilmarlos. La creciente demanda de pes- cados tanto de los mercados locales como de las bulliciosas ciudades del valle del Guadalquivir incentivaron las capturas en las costas andaluzas desde época califal. Su con- sumo se realizaba fresco en las poblaciones litorales, siendo exportado al interior del territo- rio ya salado. También la pesca fluvial tuvo importancia destacada, como la realizada en el propio Guadalquivir. En Estepona y Marbella se practicaba una pesca de bajura cuyas espe- cies más destacadas fueron la sardina -del término latino sardin46- y el atún. En el Estrecho se mantuvo la tradicional captura de túnidos que se había desarrollado en época romana. La pesca en la almadraba se efectuaba con redes de cerco que se denominaban sabaka, origen del término castellano jábega. También proceden de palabras árabes los términos castellanos arráez, sotarráez y jábega. Esta cultura fue la que transmitió su uso a los pobladores cristia- nos que lo ejercieron a partir del Bajo Medievo. Toda esta actividad conllevó un necesario incremento de la producción salinera. Al-Himyari refiere que Algeciras era una ciudad prós- pera que se beneficia tanto de las producciones del suelo como de las del mar47. En relación con esta actividad económica cabe reseñar la explotación del ámbar gris en la costa tarifeña, en opinión de al-Bakri48. Esta sustancia está constituida por las concre- ciones estomacales de cetáceos marinos, como los cachalotes, que flotan en la superficie marina. Era muy demandado por artesanos sevillanos y cordobeses que lo aplicaban en per- fumería para que persistiese el aroma de sus productos.

2.2.2.1.4.- CAZA.

La caza es actividad económica complementaria importante para los grupos sociales menos favorecidos en la Edad Media. Entre los pueblos semitas era desempeñada como

45. Crónica de Alfonso XI, p. 342. 46. IBN AL-JATIB, citado por Rachel Arié, Op. cit., p. 237. 47. AL-HIMYARI, Op. cit., p. 91. 48. ABU UBAYD AL-BAKRI, Yugrafiyat al-Andalus wa Urubba min Kitab al-Masalik wa-l-Mamalik, ed. Abd-al-Rahman Ali al-Hayyi, Beirut, 1968, p. 125.

219 deporte por la aristocracia y la realeza desde la Antigüedad. Nobles y reyes practicaban la cetrería o la caza con venablos y flechas. La densidad del poblamiento rural en al-Andalus, territorio de amplias arboledas y gran variedad de especies cinegéticas, justifica la amplia difusión de su práctica. La caza menor se basaba en la captura del conejo con lazo, animal sobre el que gravita la cadena trófica del bosque mediterráneo. Su consumo era frecuente en la sociedad andaluza. La misma riqueza natural del sur peninsular permitía la abundancia de especies de caza mayor. Los osos encontraban protección en las espesuras de alcornoques y quejigos, mien- tras que las bayas y frutos silvestres le proporcionaban su dieta básica. Diversos cérvidos compartían con los plantígrados estos bosques, constituyendo la dieta básica de los lobos. La voluminosa producción de bellotas sostenía una amplia población de jabalíes. A través del Libro de Montería de Alfonso XI conocemos esta riqueza cinegética en las sierras campogibraltareñas, adonde el rey castellano recurría con frecuencia durante los lar- gos meses en que puso asedio a Algeciras en el siglo XIV. En el territorio de la cora de Algeciras se citan jabalíes y, ocasionalmente, osos, en zonas interiores, como las gargantas del río de la Miel o de Benarax. En Ojén se daban ambas especies en todas las épocas del año. En zonas costeras, como en la Cabeza del Tormo y en el arroyo de Quebranta Botijas, había jabalíes. En verano, los jabalíes se encontraban fácilmente en el soto de Guadarranque y en la isleta del Palmones, adonde bajaban a refrescarse.

2.2.2.1.5.- SILVICULTURA.

La feracidad de los montes algecireños proporcionaba a sus habitantes notables recur- sos económicos. El fundamental era la madera, producto indispensable para el utillaje coti- diano de las ciudades, la edificación en general, como combustible y con destino a la cons- trucción naval. Era imprescindible para ciertas aplicaciones industriales como la construc- ción naval, la fabricación de vidrio, objetos de lujo y armas, tanto individuales como neu- robalísticas. La demanda maderera debió ser importante en el territorio de Algeciras, dada su pro- ximidad a un centro comercial de primer orden como al-Yazirat al-Jadra, la demanda de otras regiones desforestadas -sobre todo Egipto durante el emirato cordobés- y las propias necesidades de tan estratégica cora. Las atarazanas de la ciudad debían contribuir sensible- mente a su elevado consumo. Cabe derivar de estas necesidades una intensa deforestación del entorno de las ciudades de la zona, coincidiendo especialmente con las etapas de gran actividad constructiva, como la que vive Algeciras en el último cuarto del siglo XIII, ya bajo soberanía meriní. El carboneo o procedimiento artesanal para la elaboración de cargón vegetal a partir de leña era otra actividad fundamental para los algecireños que incrementaba la presión antró- pica sobre sus bosques. El carbón vegetal era el combustible doméstico por excelencia, ase-

220 quible por todas las capas de la población y más rentable que la propia madera por su capa- cidad calorífica. Los anafes y hogares fijos emplearon este producto habitualmente para cocinar los alimentos. El carbón se elaboraba en la misma zona de recogida de la leña, sien- do transportado a ciudades y alquerías a lomos de acémilas por veredas de montaña de los que es heredera La Trocha. Los carboneros desmochaban los grandes quejigos y alcornoques para que ensanchasen su copa y multiplicasen el ramaje, aumentando el volumen de la pro- ducción de leña menuda y mediana para formar los hornos en los alfanjes. Esta actividad aprovechaba la madera muerta de los bosques y se basaba en la poda y no en la tala de los árboles. En conjunto era beneficiosa para salvaguardar la salud del bosque, manteniendo abiertas las veredas y eliminando productos de desecho y material inflamable del monte49. Otros aprovechamientos silvícolas de cierta consideración serían la recolección de bayas, hongos, miel y otros productos silvestres. El corcho de los alcornoques facilitaba un material multifuncional con diversas aplicaciones para la vida cotidiana. Recipientes y utensilios de todo tipo se confeccionaban con este material, como continuó haciéndose hasta fechas recientes. Entre ellos destaca la fabricación de panales para abejas. La apicul- tura tuvo amplia difusión, aunque el mundo islámico era deficitario en cera y miel, que se importaba de los países eslavos.

2.2.2.2.- LAS ACTIVIDADES DEL SECTOR SECUNDARIO.

El poderoso proceso urbanizador de al-Andalus desde tiempos de `Abd al-Rahman II y `Abd al-Rahman III señala el inicio del gran desarrollo de las actividades de su sector secundario. La necesidad de dotar de los instrumentos esenciales para la vida en la ciudad a un contingente poblacional cada vez más numeroso espoleó la produc- ción de bienes de consumo por un artesanado tam- bién en aumento. La demanda de viviendas, vestido CUÑO DE ESTAMPILLAR DE CERÁMICA HALLADO EN LA INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA DE LA y útiles domésti- NECRÓPOLIS MERINÍ (SIGLO XIV). CONTIENE DOS IMPRONTAS, UNA DE TEMÁTICA VEGETAL Y LA cos justifican el OTRA GEOMÉTRICA. TAMBIÉN PRESENTA UN GRAFITO CON EL NOMBRE DE ABU-1-WALID (MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS) fenómeno.

49. SÁEZ RODRÍGUEZ, ÁNGEL J., «La Trocha, una ruta por la sierra entre Algeciras y La Janda», Almoraima, 18, (1997), pp. 37-46.

221 La actividad industrial era artesanal, desarrollada bien en las viviendas particulares de los trabajadores, bien en grandes talleres formados por maestros, aprendices y esclavos. Los trabajadores eran normalmente asalariados, incluso en el caso de los esclavos. Los artesa- nos son, de manera habitual, mercaderes de su propia producción, con frecuencia en el mismo lugar de trabajo. Al margen de esta situación se encontraban los grandes comer- ciantes que practicaban la importación y exportación de mercancías elaboradas por otros. Los núcleos urbanos, como Algeciras y Tarifa, concentraban un importante número de artesanos por tratarse de centros comerciales destacados y contar con una gran clientela potencial. Las más variadas especialidades manufactureras se daban cita en las callejas del zoco y su entorno: herreros, carpinteros, cuchilleros, zapateros, talabarteros, estereros... Los diversos oficios solían quedar agrupados por calles o por barrios, sometidos a normas y ordenanzas que regulaban su actividad de forma gremial.

2.2.2.2.1.- INDUSTRIAS TEXTIL Y ASOCIADAS.

La industria de paños se basaba en pequeños talleres domésticos, alcanzando un nota- ble desarrollo algunas especialidades de lujo. El importante incremento de la población his- panomusulmana hizo crecer la demanda de prendas de vestir, fundamentalmente de lino o lana. La gran cabaña lanar que explota la población beréber aportaba la materia prima necesaria en este último caso. Se daba una notable especialización en la fabricación de productos textiles, en cuya manufactura intervenían muy diversos artesanos que, sin estar necesariamente integrados en un gran taller, formaban cierta cadena productiva formada por hilanderos, tejedores, etc. El trabajo de la seda, originario de las orillas del mar Caspio, se extendió por el Medio Oriente, Sicilia y al-Andalus. El norte de la cora de Algeciras estaba muy poblado de more- ras de donde se obtenía el alimento para los gusanos de seda que solían criarse en esa región. Concretamente en el valle del Genal, la cría y la artesanía de la seda eran impor- tantes actividades económicas. Se trataba de una función desempeñada casi exclusivamen- te por mujeres, como ocurría en las zonas de Málaga y Granada. La cabaña bovina de la zona y los numerosos corderos que se sacrificaban como recur- so alimenticio facilitaban pieles y cuero en abundancia. Los talabarteros confeccionaban con estos materiales tanto elementos para los arreos de las caballerías como otros produc- tos, con cueros grasos y curtidos, de utilidad civil o militar. Las destinadas al calzado alcan- zaban un volumen nada despreciable. El Ajbar Machmúa menciona que, cuando llegaron a Algeciras los siete mil guerreros sirios de Balch en 740, pudieron vestirse con las abun- dantes pieles adobadas que allí encontraron, señal inequívoca de la importancia de esta industria en la ciudad50.

50. AJBAR MACHMÚA, Trad. de E. Lafuente Alcántara, Madrid, 1867, p. 499.

222 Ciertas materias vegetales eran cosechadas en los campos y humedales circundantes para emplearlas como fibras para confeccionar cestos, esteras y multitud de útiles domés- ticos y comerciales. En la zona abundan palmito y juncos que facilitan dicha materia prima, aparte de otras que pudiesen cultivarse en la zona, de las que carecemos de noticias.

2.2.2.2.2.- ALFARERÍA.

La actividad alfarera en el entorno de Algeciras cuenta con larga tradición. En época romana se hallaban activos, al menos, dos talleres de alfarería, uno en El Rinconcillo - Algeciras- y otro en la Huerta del Carmen -Los Barrios-, dedicados, sobre todo, a la fabri- cación de ánforas para abastecer a la industrias de salazón establecidas en el arco de la bahía. La abundancia de arcilla en la zona ha facilitado siempre su práctica, con aplicaciones tanto en la cerámica doméstica como en la industrial. Igualmente permitía la fabricación de ladri- llos y tejas, elementos imprescindibles para la construcción de edificios. Toda esta produc- ción contaba con una demanda en continuo aumento por el desarrollo parejo de los centros urbanos de la cora algecireña, del número de sus pobladores y de las actividades comerciales que de ellos dependía. La alfarería, considerada entre las actividades molestas en el ámbito urbano, se ubicaba fuera de la mura- lla o en espacios libres intramuros pero alejados de las viviendas. Se conoce a un santo algecireño del siglo XIII que tenía como profesión la de vendedor de loza51. En los Miráculos Romançados, un cautivo huido de Algeciras en 1285 dice que fue comprado por un tal Mahomat «El Ollero»52. Las fuentes escritas nos ofrecen algunos testimonios sobre la activi- dad alfarera en la Algeciras islámica. Por otra parte, las fuentes arqueoló- gicas han venido a confirmar la ALCADAFE CON FUNCIÓN INDUSTRIAL HALLADO EN LA EXCAVACIÓN DE existencia de esta importante activi- LOS BAÑOS MERINÍES EN LA CALLE ROCHA (MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS) dad económica, aportando datos de

52. MARÍN, P., Op. cit., p. 201.

223 gran interés que permiten asegurar que, entre los siglos XIII y XIV, hubo en al-Binya o Villa Nueva de Algeciras un número indeterminado de talleres de alfarería que se dedica- ban a producir cerámica de cocina, de servicio de mesa y, muy especialmente, de lujo. El hallazgo de un cuño de estampillar con dos motivos decorativos diferentes, uno de ellos reconocido en un fragmento de brocal de pozo encontrado en un solar de la ciudad, y con un grafito que reproduce el nombre del alfarero -Abu-l-Walid-, así como la abundancia de cerámica estampillada y vidriada en verde, permiten saber de la existencia de un taller que producía tinajas, brocales y estelas funerarias en la Algeciras meriní. Además de estas evidencias, se han recuperado restos de paredes de hornos, fragmentos de piezas con defectos de cocción y otras piezas que formaban parte del utillaje propio de los alfareros -atifles y rollos-. No cabe duda que, como en otros aspectos de la vida de al-Binya, la capital andalusí de los meriníes se convirtió, entre 1279 y 1342, en un centro productor y exportador de cerámica de cocina y servicio de mesa -ollas, cazuelas, ataifores, jarras, etc.-, así como de cerámica de lujo, especializado en la técnica del estampillado y la decoración a molde bajo cubierta de excelente vidrio verde. Se trataba esta última, en especial, de grandes tinajas, vidriadas y estampilladas destinadas a contener agua y ser colocadas en zonas nobles de las viviendas53.

2.2.2.2.3.- LA INDUSTRIA NAVAL.

Aunque cuando los musulmanes llegan a Hispania tenían poca tradición marinera, la posesión de tantos territorios costeros como abarcaba el imperio Omeya en los siglos VIII y IX los impulsaron a dominar este nuevo medio. Hasta tal punto fue así que territorios como los centrados en Denia, Almería o las Baleares dependieron fundamentalmente de la actividad marinera para su existencia. A partir de mediados del siglo IX, el tráfico maríti- mo de al-Andalus se hacía con barcos construidos y fletados en este Estado. Algeciras contó con unas atarazanas mandadas construir por `Abd al-Rahman III den- tro de su política de fortalecimiento naval del Estado cordobés54. El desarrollo de un poder contrario en el norte de África, el del califato fatimí de Qayrawan, obligó al monarca anda- luz a dotarse de una poderosa armada que garantizase el dominio del Estrecho, la inde- pendencia de sus estados y la libre navegación de sus buques mercantes. Se trataba de unos astilleros y un puerto fortificados situados al norte del río de la Miel, donde hoy se encuentra el mercado de abastos. Los astilleros o atarazanas constaban de grandes edificios inmediatos a la orilla del mar, formados por naves, donde se construían barcos según relata El Idrisí. El «Ojo del Muelle» era el arco monumental que daba acceso a esta zona, fundamental para una ciudad tan estratégicamente situada. Bajo el arco entra-

53. TORREMOCHA SILVA, A., NAVARRO LUENGO, I. y SALADO ESCAÑO, J. B., «La cerámica de época meriní en Algeciras», en Coloquio sobre la Cerámica Nazarí y Mariní, Ceuta, 1999 (en prensa). 54. AL-HIMYARI, Op. cit., p. 156.

224 ban y salían las embarcaciones que eran reparadas o construidas en las atarazanas. En su interior encontraban refugio las veloces y frágiles galeras durante la época de mal tiempo, dado el riesgo que suponía para su integridad el rigor de los temporales en el Estrecho. También eran allí sometidas a los trabajos de mantenimiento de sus cascos y arboladuras, que sufrían serio desgaste por su empleo intensivo en época estival. Su actividad debió ser importante por la abundancia de materia prima en las sierras algecireñas y la creciente demanda de barcos, tanto para el transporte comercial como para la marina de guerra. La conquista castellana de Algeciras privó a los benimerines de su arsenal naval en la bahía, lo que los llevó a impulsar la fortificación de Gibraltar y la utilización de las atara- zanas de Fernando IV -documentadas en la primera ocupación castellana del Peñón55- que reemplazasen a las algecireñas que habían utilizado durante siete décadas.

2.2.2.2.4.- OTRAS INDUSTRIAS.

Los molinos situados en los márgenes fluviales eran frecuentes, tanto para la molienda de cereales como de caña de azúcar o aceite. Tenemos noticia precisa de un importante molino hidráulico en el río de la Miel, situado entre otros dos, que alcanzaba, en 1326 el desorbitante valor de 1.629 dinares. Eran sus dueños, respectivamente, Ibn Jalifa, al-Agasi y el visir Abu Abd-Allah Ben Rida56. También existían en la región de Algeciras molinos de viento, que aprovechaban el habitual régimen de vientos que en ella imperan. A mediados del siglo XII, el soberano almohade Abd al-Mumin decidió asegurarse la posesión de Gibraltar mejorando el estado de sus defensas. Envió entonces a un famoso ingeniero que levantó uno de estos ingenios en la cresta del monte57. La práctica de pesca de bajura y, especialmente, la captura de atunes en las almadrabas, junto a la abundancia de sal, facilitó una industria de salazón de tradición clásica que pode- mos relacionar con los hallazgos realizados en la Villa Vieja, Getares, Carteia y Baelo Claudia. Se atendía con ello un mercado interior al que había de enviarse el pescado some- tido a alguna forma de conservación, bien secado al sol o salado Los núcleos urbanos en desarrollo de esta cora generaron una importante demanda de materiales constructivos. A la ya citada de la madera, tejas y ladrillos, cabe añadir la fabri- cación de cal. Ciertos afloramientos del sustrato calizo de la zona permitieron la explota- ción de caleras, tradición conservada en nuestra zona hasta fechas recientes. La cal era ingrediente preciso para la elaboración de la argamasa con que se trababan los restantes ele- mentos de las construcciones. Tenía, finalmente, la misión de enjalbegar las paredes de las

55. Crónica de don Fernando Cuarto, pp. 163, 239, 149 y 252. 56. GARCÍA SANJUÁN, Alejandro, «Una fetua del siglo XIV sobre un pleito sucedido en Algeciras», R.A., Vol. 20, 1998, pp. 9 y ss. 57. BENADY, Tito, «La bibliografía del Gibraltar musulmán», Almoraima, 9, (1993), p. 139 y nota 11 señala, siguiendo a Pascual Gayangos, que para hacer inexpugnable la ciudad, Abd al-Mumin ha enviado al sitio al jeque Abu Ishaq Barraz b. Muhammad y al al-Havy Yais -un famoso geómetra e ingeniero que según al-Makkarí fue constructor de ingeniosas máqui- nas durante su residencia en Gibraltar....

225 edificaciones, principalmente con finalidad higiénica. De ahí deriva la tradicional blancu- ra de los conjuntos urbanos mediterráneos.

2.2.2.3.- LAS ACTIVIDADES DEL SECTOR TERCIARIO.

2.2.2.3.1.- EL COMERCIO.

Durante un tiempo se ha mantenido -a partir de las teorías de H. Pirenne- que el Islam era hostil al comercio, por lo que esta actividad habría decaído en el Mediterráneo a causa de la expansión musulmana. Esa hipótesis está actualmente superada, habiéndose com- probado que su decadencia en la Alta Edad Media provenía de antes de la llegada de los árabes a su orilla sur. Tras un ciertos período de adaptación a la nueva realidad sociopolí- tica del Mare Nostrum, el comercio se reactivó con renovado vigor desde el siglo IX, bene- ficiado de alguna forma por la unidad cultural, lingüística y, en ocasiones, política que afec- ta a buena parte de su litoral. La economía de al-Andalus mantuvo en sus primeros inicios la tradición visigótica del trueque, con muy escasa circulación monetal. El desarrollo urbano en torno al año 900 intensifica las transacciones con dinero, que no sólo alcanzarán un gran desarrollo sino que servirán de modelo para el sistema que Carlomagno difunde por el resto de Europa. Se basaba en los dinares de oro, los dirhemes de plata y los feluses de bronce, importados res- pectivamente de Bizancio y Persia los dos primeros y creado en al-Andalus el tercero. A par- tir del `Abd al-Rahman III las monedas irán perdiendo su buena ley, lo que incrementará paulatinamente la inflación hasta el final del Estado omeya. Tras el Califato, Córdoba per- derá el monopolio de la acuñación de monedas, multiplicándose las cecas en los diferentes reinos de taifas. Algeciras, como capital de una taifa hammudí en la primera mitad del siglo XI, contó con su propio centro emisor de moneda. Desde finales de siglo, incorporada la ciudad al imperio almorávide, se mantuvo en funcionamiento la ceca algecireña, batiendo dinares y monedas de medio dinar, denominadas qirat. La ciudad era el núcleo básico de intercambios comerciales en época islámica, como lo había sido en el período clásico. En ella se concentraba el poder político-administrativo, la autoridad militar y la cabecera religiosa de la región, por lo que actuaba también como eje de su actividad económica. Sin embargo, en el Islam está llamada a desempeñar la fun- ción político-administrativa que en el mundo romano correspondía a la provincia. El centro de la actividad comercial de la ciudad islámica es el zoco, que comparte con la mezquita mayor el corazón de la misma. Constituía un dédalo de callejas atestadas de tiendas minoristas y talleres, cuyos artesanos vendían directamente su producción. La irre- gularidad del trazado de las calles del zoco y su estrechez, así como el trasiego de gente, acé- milas y mercancías lo convertían en el corazón palpitante y variopinto de la medina, al esti- lo del que aún subsiste en muchas poblaciones árabes. Este dédalo de callejas sólo queda-

226 EL LITORAL DEL ESTRECHO DE GIBRALTAR Y EL REINO DE GRANADA SEGÚN EL KITAB-I BHARIYE DE PIRI REIS (SIGLO XV). AL- ANDALUS Y EL MEDITERRÁNEO, LUNWERG EDITORES, S.A., MADRID, 1995, P. 116 ba mínimamente organizado y despejado en las proximidades de las puertas de la ciudad, donde formaban calles más amplias. En la Villa Vieja de Algeciras estaban ocupadas por tiendas, que las cubrían desde la mezquita mayor hasta el borde del mar, según relata Al- Himyari en el siglo XIV. El zoco funcionaba bajo la autoridad directa del señor del mercado, almotacén o zaba- zoque -del árabe sahib-al-suq-, nombrado por el cadí o juez de la ciudad. Vigilaba espe- cialmente la exactitud de pesos y medidas, la buena ley de las monedas, la calidad de los productos comerciados, etc. Cuidaban, asimismo, que los productos naturales comerciali- zados no fuesen adulterados -agua en la leche, mezcla de frutos o pescado fresco con otros en malas condiciones...-. Las autoridades rara vez intervenían en la fijación de precios, ya que habitualmente se consideraba que eran impuestos por Allah y, por tanto, eran libres. Las excepciones venían determinadas por el interés general en casos de escasez de produc- tos de primera necesidad. El almotacén, cuya figura tendría continuidad en las ciudades que pasan a poder cristiano con la reconquista, era responsable de otros cometidos funda- mentales para la higiene y el bienestar ciudadanos: perseguía los depósitos de basuras, excrementos o animales muertos en las calles, supervisaba la construcción de alcantarillas y velaba por el cumplimiento de ciertas normas de moral pública.

227 El comercio de lujo se concentraba en la qaysariyya, zona de bazares que ha pasado al castellano como alcaicería. La venta al por mayor, por su parte, se realizaba por medio de subastas, pregonadas las mercancías públicamente hasta que los intermediarios o minoris- tas pujaban para adquirir el lote que precisasen. Los depósitos mayoristas eran denomina- das alhóndigas, donde también se alojaban tanto comerciantes como sus bestias de carga mientras durase su estancia en la ciudad para realizar las transacciones previstas. A finales del siglo XIII se erigió en Algeciras una nueva alhóndiga, ordenada por Abu Yusuf, de acuerdo con los prometedores proyectos del emir para esta ciudad. En al-Andalus, e indirectamente en los reinos cristianos, entraban algunos productos de lujo del comercio oriental como especias, joyas, perfumes y objetos de arte, fundamental- mente por Almería, Algeciras y Sevilla; también por sus puertos se exportaban esclavos, aceite, miel, resina, sedas, lanas, pieles, etc.

2.2.2.3.2.- EL TRANSPORTE.

El transporte terrestre de mercancías se efectuaba por empresas especializadas con acé- milas -de carga o de silla-, conducidas por arrieros organizados en caravanas y, en menor medida, con carros. El caballo quedaba reservado para las actividades militares y el trans- porte humano de personajes relevantes. Los acemileros se comprometían a cumplir un plan de ruta previamente establecido y a velar por las personas o los bienes conducidos. El marítimo conocerá un gran desarrollo por el progreso de los medios técnicos -veloci- dad y capacidad de carga de las naves- y por la función vertebradora del comercio islámi- co que desempeña el Mediterráneo. También se verá beneficiado por las dificultades que las rutas caravaneras norteafricanas encuentran con la implantación del Estado fatimí desde el siglo X. Hemos citado el desarrollo de la construcción naval andalusí desde el siglo IX, lo que permitió que los hispano-musulmanes efectuasen el transporte marítimo con naves de su propia construcción. No obstante el desarrollo que fue alcanzando la navegación en un Estado tan vinculado al Mediterráneo, la presencia italiana en los circuitos comerciales y de transporte occidentales fue en aumento, hasta monopolizarlos a partir del siglo XII.

2.2.2.3.3.- LAS VÍAS DE COMUNICACIÓN.

La infraestructura viaria era elemento primordial para el intercambio comercial entre las ciudades y entre éstas y sus respectivos entornos agrarios. Las rutas terrestres por las que discurría el comercio andalusí coincidían en cierta medida con el trazado de las calzadas romanas, parcialmente conservadas hasta la Edad Media. No obstante, la fórmula básica del transporte continuó siendo marítimo, basado en el puerto de Algeciras. Por tierra, las jornadas de viaje solían coincidir con el espacio entre establecimientos en los que el viaje-

228 ro encontraba alojamiento y comida -manzil-, distantes una treintena de kilómetros entre sí. El camino fundamental que atravesaba la península Ibérica para llegar a Francia seguía el trazado de la calzada que unía Hispalis con Carteia. En la Edad Media partía de Algeciras, alcanzaba el Guadalquivir en Sevilla y lo atravesaba por Córdoba -de Algeciras a Córdoba se tardaba una semana y media-; pasaba por Calatrava, cruzaba el Tajo por Toledo, seguía por Guadalajara, traspasaba el Ebro por Zaragoza y los Pirineos por Cataluña, hasta Narbona. Este último tramo, desde Barcelona, coincidía con la Vía Augusta romana. En Córdoba se cruzaban perpendicularmente con esta ruta las que atra- vesaban Andalucía en sentido Este-Oeste: hacia Sevilla y Huelva, navegando por el Guadalquivir o siguiendo su curso por la margen derecha; hacia Granada, por Baena. Desde Sevilla llegaba la comunicación a Portugal y el noreste peninsular por Mérida y el trazado de la antigua Vía de la Plata. Desde Granada, donde la ruta de Córdoba convergía con la que llegaba desde Algeciras y Málaga para continuar, por la Vía Augusta, por el lito- ral mediterráneo. Este último itinerario de segundo orden, por Algeciras, Estepona, Marbella, Fuengirola -Suhayl- y Málaga fue el que siguió `Abd-al Rahman III en su cam- paña contra Omar Ibn Hafsun en 914, para reintegrar a su obediencia las tierras subleva- das de la serranía rondeña. Una ruta importante de corta duración era la que unía las capitales de las coras de Algeciras y Sidonia, respectivamente al-Yazirat al-Jadra y Calsena. Discurría por Gigonza, Alcalá de los Gazules y Los Barrios. Otra, la que llevaba a Cádiz por Tarifa y la costa. Desde Algeciras se ascendían las laderas orientales del Bujeo, se cruzaba el Guadalmesí -río de las Mujeres-, se subía el Cabrito para llegar a Tarifa y, desde allí, se tomaba el Boquete de la Peña, el río del Valle, la laguna de la Janda, Vejer y la campiña hasta Cádiz. La primera parte de la mencionada ruta es la que realiza Alfonso XI cuando se dispone a sitiar Algeciras en 1342, partiendo de Jerez. Las dificultades que presentaba el tramo Algeciras-Tarifa y los humedales del entorno gaditano hacían más recomendable realizar este viaje en barco. La travesía de la cadena montañosa de Ojén, El Cabrito, El Bujeo y Sierra Luna podía reali- zarse por un tramo más alejado de la costa, conocido tradicionalmente como La Trocha. El trayecto entre Algeciras y Sevilla, por Medina Sidonia y Fausana -¿Facinas?-, se cubría en cinco jornadas de viaje. Existía un camino serrano que alcanzaba Ronda por el valle del Guadarranque - Castellar- y por el del Hozgarganta -Jimena-, para ascender después en dirección a Gaucín y a la capital de la cora de Takurunna. Las rutas comerciales marítimas eran, según señalamos, esenciales para una zona de la relevancia estratégica de la que estudiamos, donde confluyen dos mares y dos continentes. En la bahía de Algeciras, además del puerto de esta ciudad se podían aprovechar el de Gibraltar y los fondeaderos de Getares y Guadarranque. El río de la Miel, navegable en su último tramo, permitía desembarcar mercancías en cualquier punto de los tramos mura- dos de la Villa Vieja y de la Villa Nueva que limitan con su cauce. Todos estos puntos de

229 atraque o fondeo permitían abrigar las embarcaciones de los vientos predominantes, que en ocasiones alcanzaban tremenda violencia y podían hacerlas zozobrar. Las citadas rutas marítimas enlazaban Algeciras con los puertos norteafricanos, espe- cialmente Ceuta, Tánger y Alejandría, también con ciudades andaluzas como Málaga y Almería y con otras plazas de gran interés del resto del Mediterráneo. Los viajes por mar eran lentos, aunque no tanto como los terrestres. Por ejemplo, de Alejandría a Almería tar- daba 85 días un barco pequeño. Conocemos las etapas del cabotaje entre Algeciras y Barcelona gracias a al-Idrisi: Gibraltar, Estepona, Marbella, Fuengirola, Málaga, Almuñécar, Torrox, Jate, Salobreña, Paterna, Adra, Pechina, castillo de Águilas, Cartagena, Alicante, Denia, castillos de Cullera y Peñíscola, Tarragona y Barcelona. El comercio con Italia se hacía con escalas en las costas norteafricanas y sicilianas, conectando con las rutas de las Baleares y de Cerdeña y Córcega. Tras pasar el Estrecho se iniciaban las rutas caravaneras que alcanzaban el Sáhara, Sudán y Egipto, donde conectaban con los circuitos comerciales de Oriente. Por el Atlántico, destaca el derrotero entre Algeciras y Sevilla vía Cádiz. La efectividad de estas rutas comerciales dependía fundamentalmente de la situación política de los espacios por los que discurría. El establecimiento del califato fatimí en Qayrawan en 909 coincidió con la decadencia de las transacciones comerciales andaluzas. Este dominio fatimí del norte de África preocupó a `Abd al-Rahman III, que ocupó Melilla, Ceuta y Tánger, creando una especie de protectorado en el centro y norte del Magreb, garantizando así provisionalmente el funcionamiento del comercio entre ambas orillas del Estrecho.

2.2.2.3.4.- EL COMERCIO DE ESCLAVOS.

Esta lucrativa actividad merece especial atención, toda vez que el tráfico de personas ha sido tradicionalmente un comercio tan atroz como pujante. La condición de esclavo esta- ba consideraba como absolutamente normal en esta sociedad medieval, como lo estuvo durante milenios anteriormente y seguiría siéndolo durante siglos. Los esclavos de al- Andalus provenían principalmente de la captura de enemigos en el combate o de simples ciudadanos sorprendidos por una razzia fronteriza. Su origen era con frecuencia del norte de España, de Sudán o del centro y este europeos, denominados eslavones o esclavones. Su destino era el desempeño de todo tipo de trabajos, desde los más ingratos de las explota- ciones agrarias o de los bancos de remeros de las galeras hasta otros de diferente entidad en los conjuntos palaciegos o como miembros del ejército. El precio de cada esclavo estaba en relación con su juventud y con sus habilidades, resultando más apreciados los jóvenes y los que dominaban oficios como alarifes y herreros entre los hombres o eran cantantes, entre las mujeres.

230 Mientras que Algeciras fue base para las razzias de los benimerines por el valle del Guadalquivir, fue también mercado principal para el comercio de los esclavos cristianos que las campañas de Abu Yusuf aportaban en gran número. Ibn Abi Zar relata, en varias ocasiones, la llegada de cautivos cristianos a Algeciras durante los años 1275 y 1285 y la posterior venta de éstos en pública almoneda. Dice este cronista que en el verano de 1275 llegó el emir Abu Yusuf a Algeciras después de haber saqueado los campos de Jerez, con 7.830 cautivos, entre hombres mujeres y niños58. En otro lugar refiere “que el 16 de noviembre de aquel mismo año entró en la ciudad con los cautivos que había capturado en las tierras de Sevilla, vendiéndose una esclava cristiana por mizcal y medio, tal era su abundancia59”. En cierta ocasión, tras la vuelta de Abu Yusuf de una de sus expediciones por tierras castellanas, trajo consigo tan elevado número de cautivos que no había en la ciu- dad mazmorras suficientes para contenerlos, teniendo que ser encerrados hasta el día de su venta en cárceles improvisadas, en la alhóndiga y en casas particulares60. En los Miráculos Romançados, Aparicio de Marzales refiere que estando en su cortijo de Don Bretón, en Jerez, llegó en el dia de San Andrés del año 1283 Yuzaf, nieto de Abu Yusuf Yaqub, con 1.500 jinetes y «cativaronle con todos sus bueyes y 1.500 cativos»61 y después lo llevaron a Algeciras. Conocemos con bastante exactitud cómo era la vida de un cautivo en la Algeciras meri- ní gracias a los relatos que algunos de ellos, que lograron huir de la ciudad, nos dejaron y que fueron recogidos por el monje de Silos, Pero Marín, en los varias veces citados Miráculos Romançados62. Una vez tomados cautivos los desdichados que habían tenido la mala fortuna de cru- zarse en el camino de los destacamentos meriníes en tierras de Vejer, Jerez, Sevilla e, inclu- so, Córdoba, estos eran trasladados a al-Binya, donde quedaban en poder y al servicio de sus captores o eran puestos a la venta en pública almoneda. Una vez sacados a subasta, podían ser adquiridos por un solo propietario o por varios individuos que lo poseían mancomunadamente, repartiéndose los beneficios que el cautivo producía con su trabajo. “A Joan Martínez lo compraron tres hermanos, al uno dicien Baudali Alhaquim, al otro Mahomat Almuedano, al otro Mahomat Ançadon63”. A Domingo de Merlán lo compraron Mahomat el Tejedor, Alí el Carpintero, Mahomat el Ollero, Bebecar el Corcovado y Mahomat Almohaçen. Las cantidades pagadas dependían de varios factores, siendo el principal de ellos la categoría social del cautivo, pero también la edad, el

58. IBN ABI ZAR, Op. cit., Tomo II, p. 603. 59. IBN ABI ZAR, Op. cit., Tomo II, p. 605. 60. IBN ABI ZAR, Op. cit., Tomo II, pp. 176 y 185. 61. MARÍN, P., Op. cit., p. 219. 62. Una primera aproximación a la vida de los cautivos en la Algeciras meriní puede encontrarse en TORREMOCHA SILVA, A. y HUMANES JIMÉNEZ, F., Historia Económica del Campo de Gibraltar, Cámara de Comercio, Industria y Navegación del Campo de Gibraltar, Algeciras, 1989, pp. 93 a 97 y BUENO LOZANO, M., «La Algeciras mora del siglo XIII, según once excautivos cristianos», Almoraima, 14, (1989), pp. 31 a 38. 63. MARÍN. P., Op. cit., p. 172.

231 estado de salud, sexo y conocimientos laborales. En una misma almoneda se vendió a “Joan Martínez por 12,5 doblas, a García de la Torre por 5,5 doblas y a Tomás Pérez por 5 doblas64”. Lo normal era que se pagase una cantidad baja -5 ó 5,5 doblas- en una primera venta, subiendo a 8, 8,5 o 12,5 doblas en una segunda o tercera venta realizadas, general- mente, en los días siguientes65. Aunque los propietarios de cautivos les hacían trabajar muy duramente, obligandoles a generar elevadas ganancias, lo que de verdad interesaba a sus due- ños era que pagasen rescate por sus vidas. Salvo casos contados en los que los esclavos podí- an escapar de sus amos, sólo cabía esperar la liberación cuando alguien en tierra de cristia- nos estuviese dispuesto a pagar su rescate. Esta salida quedaba reservada a personas de cier- to rango social, que constituían la excepción. La misión de intermediarios era desempeña- da por los alfaqueques -del árabe al-fakkak-. Se trata de personas que transitaban con cierta libertad por territorios fronterizos, capaces de expresarse en castellano o árabe, que concer- taban entre los familiares de los cautivos y sus captores los términos de su rescate, median- do en la entrega del mismo y en la liberación del afortunado esclavo. A los esclavos se les reiteraba la petición -bajo amenaza de terribles castigos- de que se redimiesen, aunque la mayor parte de las veces los desdichados respondían que no tenían con qué hacerlo. A Aparicio de Marzales le dijeron que se redimiese exigiéndole por el rescate 60 doblas, tres aljubas y tres cuchillos de Pamplona. El cautivo respondió que podría darles 25 doblas y una aljuba de Stanford. Pero como el alfaqueque que vino con el rescate desde Castilla sólo pudo traer 10 doblas, el de Marzales no logró la ansiada redención66. Los cautivos realizaban labores muy variadas con las que sus dueños obtenían algún beneficio entretanto se gestionaba al pago del rescate. Estas labores podían ser trabajos en la construcción de la ciudad nueva como carpinteros, alarifes o canteros, o domésticas como moler trigo. A Domingo de Merlán le hacían moler cada día una arroba de trigo o de mijo. A Esteban de Matrera le obligaban a calentar un horno para baño. A Joan Martínez le hacían moler trigo a peso. A Domingo Bono le ponían a aserrar madera para las casas nuevas. A Gonzalo de Soria le hacían tapiar paredes en las obra de al-Binya, con la obligación de rendir a sus dueños dos alquilates de plata al día, so pena de 40 azotes67. Por los general el trato que se dispensaba a los cautivos era tan atroz que los que no lograban la libertad en poco tiempo morían al cabo de unos meses a causa de los crueles castigos, tanto físicos como psicológicos, aunque a veces el período de cautividad podía alcanzar hasta 12 años, antes de lograr ser redimidos68. Una vez en Algeciras, los cautivos

64. MARÍN, P., Op. cit., p. 172. 65. A Estebán de Matrera lo compró Bebecar el Corcovado por 4 doblas y éste lo vendió después a Alí Alheral por 8 doblas. MARÍN, P., Op. cit., p. 161. 66. A Domingo Merlán demandaronle muchas veces que se redimiesse, et él dicia que non havia de qué se redemir. MARÍN, P., Op. cit., p. 201. 67. MARÍN, P., Op. cit., p. 185. 68. Domingo de Merlán estuvo cautivo en Algeciras algo más de un año; Joan Martínez, García de la Torre y Tomás Pérez, siete meses; Gonzalo de Soria, dos años y cuatro días; Domingo Ybañez, dos años. Sin embargo, Domingo Bono y Estebán de Matrera permanecieron en cautividad 10 y 12 año respectivamente.

232 eran encerrados en celdas o en cuartos aislados en las propias casas de sus dueños. Para evi- tar que pudieran huir se les ponía en cormas, es decir, apresados con pesados cepos de madera en torno al cuello y las manos y aherrojados con gruesas cadenas en los pies. Los castigos físicos consistían sobre todo, y además de los citados grilletes y cormas, en la apli- cación de azotes. A uno de los cautivos, por no querer pedir rescate a sus deudos en Castilla, «le dieron 200 azotes mui fuertes». A Gonzalo de Soria, por negarse también a dar el rescate exigido, «su señor mandole dar 102 azotes con una correa cruda mui fuerte, et tenia en cabo una sortija de fierro, que se metia en la carne»69. También se puede conside- rar un castigo físico la escasa comida que les daban, consistente en pan duro y agua. Sin embargo, los castigos psicológicos eran, sin duda, los más terribles, pues estaban destina- dos a hacer abandonar a los cautivos toda esperanza de volver a gozar de la libertad, con lo que su sometimiento se lograba sin mucho esfuerzo al abandonar los presos todo signo de rebeldía. Entre los castigos psicológicos era el más efectivo la amenaza constante de trasla- dar al cautivo al otro lado del Estrecho, de donde sabían que la huida era una empresa casi imposible. La compraventa de esclavos y la utilización de cautivos en obras de carácter estatal o privado, fue en al-Binya una realidad durante las varias décadas que se mantuvo la activi- dad bélica en la frontera suroccidental de Andalucía, alcanzando este comercio su momen- to álgido entre 1279 y 1285, años que coincide con la construcción de la nueva ciudad y con el período de máxima presión por parte de Abu Yusuf sobre las tierras de Jerez, Sevilla y Córdoba. Algeciras era punto de confluencia de comerciantes de esclavos de ciudades peninsula- res, como Ronda y Málaga, o africanas, como Ceuta y Tánger. Desde esos lugares eran reexpedidos hacia otros que pudiesen demandarlos.

2.2.2.3.5.- LOS TRIBUTOS.

La complejidad burocrática, las suntuosas obras públicas y las necesidades militares del Estado omeya lo convirtieron en una incesante máquina de consumo de recursos y de crea- ción de empleo. Para atender tales necesidades, disponía de una serie de impuestos legales y otros de carácter extraordinario. El sistema tributario de al-Andalus imita el implantado en Oriente por el imperio abbásida. La máxima magistratura de la hacienda estatal era el visir, auxiliado por tesoreros que eran aristócratas, judíos o muladíes. Hasta el siglo XI encontra- mos el centro de la administración fiscal en Córdoba, si bien las capitales de las coras, como Algeciras, disponían de una delegación que aplicaban la política fiscal del Estado a su ámbi- to competencial. Al-Himyarí señala que los impuestos recaudados por la cora algecireña ascendía a 18.900 dinares anuales.

69. MARÍN, P., Op. cit., p. 185.

233 Dado que los impuestos podían variar con el tiempo su carácter, pasando de extraor- dinarios a habituales o generalizarse cuando inicialmente sólo se aplicaban a ciertos grupos sociales, mencionaremos tan sólo los esenciales. La diferencia fundamental, a efectos tri- butarios, entre un musulmán y cualquier otro habitante del Estado andalusí, era el tipo de carga legal que cada cual soportaba. Los seguidores de Mahoma habían de satisfacer una limosna legal en especie, la sadaqa, equivalente a la décima parte del producto de su acti- vidad económica. Los tributarios del Islam, pertenecientes a una religión revelada -judíos y cristianos, como dijimos- contribuían con la yizya o tasa personal por cada varón adul- to. Quienes habían conservado sus propiedades tras la invasión porque se habían someti- do a los musulmanes mediante un pacto, sin ofrecer resistencia, debían satisfacer además un impuesto de carácter territorial o jarach. La qabala era un impuesto sobre cualquier producto comercializado, normalmente por la veinteava parte de su valor, de donde derivó más tarde la alcabala cristiana. Una contri- bución extraordinaria para atender la dotación de los ejércitos fue la taqwiya, por la que los ciudadanos aportaban la cantidad precisa para pagar el equipo y la manutención de un sol- dado. Como última modalidad específica de tributo de especial relevancia en las costas de la cora algecireña citaremos el tigual. Éste gravaba las capturas de pescado, que anteriormen- te hemos destacado como importante actividad económica en esta zona. Esta modalidad impositiva tendrá continuidad en época renacentista con la denominada sisa del pescado. En los primeros tiempos de al-Andalus, los impuestos se cobraban mayoritariamente en especie, dado que el volumen de capital circulante era aún escaso. Conforme las transac- ciones monetarias fueron reemplazando al trueque se fue generalizando el pago de los impuestos en dinero. Se evitaban así las autoridades la complicación de su venta y los pro- blemas derivados de su almacenamiento -silos para el grano y apriscos y corrales para el ganado-. Un importante capítulo de ingresos en las arcas estatales era el quinto del botín que venía reservado para el emir o el califa cuando se dividían los beneficios obtenidos del saqueo de territorio enemigo. En momentos difíciles, cuando se habían perdido las cose- chas o habían resultado muy pobres por causas naturales o bélicas, el soberano podía exo- nerar a sus súbditos del pago de sus obligaciones fiscales.

2.3.- TOPOGRAFÍA HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICA DE ALGECIRAS ISLÁMICA.

En la medina algecireña -Villa Vieja- se cumplen los esquemas organizativos clásicos de la ciudad islámica medieval: existencia de un núcleo donde se halla instalado el poder mili- tar, religioso y civil -alcázar y mezquita aljama-, en cuyo entorno se distribuyen otros edi- ficios públicos -hospital, baños, mezquitas menores, alhóndigas, etc...- y privados -manza- nas de viviendas separadas por calles estrechas y adarves-. Todo el conjunto defendido por

234 un recinto murado y comunicado con el exterior por medio de varias puertas, una que daba al cementerio -Bab al- Maqabir-, otra al puerto comercial - Puerta del Mar- y otras en las que se iniciaban los principales caminos -Bab Tarafa o Bab Hamza y Puerta de Jerez-. La medina ocupaba la totalidad de la superficie que abarcaban las mura- llas a finales del siglo XIII. En el cen- tro se alzaba la mezquita aljama, en el ángulo suroeste -a caballo de la mura- lla- se hallaba el alcázar y, muy cerca de ambos, el hospital que edificaron los almohades. Extramuros, al otro lado del río, se encontraban las atara- zanas y un arrabal que se fue forman- do a partir del siglo XII, una vez col- matada de viviendas la medina70. En este arrabal debía residir la gente dedicada a las labores portuarias - TORRE ALBARRANA DE “EL ESPOLÓN”, EN EL ÁNGULO SUDESTE DE comercio marítimo y pesca- y a algu- LA VILLA VIEJA. LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA, 1883. nos oficios molestos -curtidores, alfa- reros, etc..-. Al-Himyari describe con las siguientes palabras la medina de Algeciras:

(la ciudad) está situada sobre una colina que domina el mar. Sus murallas siguen exactamente la ribera. Al Este se encuentra un barranco; al Oeste, jardines de higueras y arroyos de agua dulce. La ciudadela (alcazaba) se inclina sobre el barranco y constituye una fortaleza muy sólida; sus muros son de piedra... Hay en Algeciras una mezquita aljama de hermosa construcción: consta de cinco naves y está provista de amplio patio y de galerías en su fachada norte. Esta mez- quita se encuentra en el centro de la ciudad, en la cima de una colina... Las tien- das se siguen, sin solución de continuidad, desde la mezquita aljama hasta el borde del mar... Cerca de la ciudad se encuentra la desembocadura del río de Algeciras, cuyas orillas están bordeadas de numerosos jardines (huertos)... El

70. Cuando desembarcaron los almorávides en Algeciras en el año 1086 las atarazanas se hallaban aisladas de la zona habitada, pues leemos en las «memorias» de Abd-Allah que los almorávides desembarcaron de noche en las atarazanas y que los habitan- tes de la ciudad vieron cómo al amanecer habían levantado un campamento sin saber cuando habían llegado (LÉVI PRO- VENÇAL, E. y GARCÍA GÓMEZ, E., El siglo XI en primera persona,. Las «memorias» de Abd-Allah, último rey Zirí de Granada, Madrid, Alianza Editorial, 20 Edición, 1980, p. 200. A mediados del siglo XII ya debían estar rodeadas las ataraza- nas por el citado arrabal, pues El Idrisi dice que estaban situadas en el interior de la ciudad (EL-IDRISI, Op. cit., p. 165).

235 puerto ofrece abrigo seguro, incluso durante el invierno...Posee tres termas... En Algeciras se construyen barcos y se realiza comercio de importaciones y exportaciones...71. Extramuros, frente a la Puerta del Cementerio, se halla- ba la maqbara de la Villa Vieja. Toda la vega del río estaba ocupada por fér- tiles huertas y almunias, destacando una zona de recreo denominada al-Naqa y un lugar delicioso conocido como la Hachibiyya, es decir, la mansión del hachib -Almanzor-72.

El recinto defensivo de al-Binya -Villa Nueva- encerraba un arrabal que se había ido for- mando, entre los siglos XII y XIII, en torno a las atarazanas califales, en la orilla norte del Wadi-l-Asal, los edificios palaciegos -alcázar, mexuar, mezquita y baños reales- que Abu Yusuf había mandado construir en la cumbre de la colina que se alzaba en el centro de la ciudad, a una cota sobre el nivel del mar de cuarenta metros, además de otros edificios públicos o privados como las alhóndigas -funadiq-, mezquitas menores, baños, etc... El resto de la superficie acotada por la línea de murallas -aproximadamente el ochenta por ciento del terreno- estaba ocupado por huertas y descampados donde establecían las tropas expedicio- narias las tiendas de campaña de su campamento cuando se hallaban acantonadas en la ciu- dad. Sin embargo, de no haberse truncado el desarrollo urbanístico de al-Binya con la con- quista cristiana en 1344, toda la superficie disponible se hubiera posiblemente ocupado con edificios públicos -baños, madraza, mezquitas, etc..- y con manzanas de casas separadas por calles estrechas y adarves, tal como sucedió en Ceuta, Fez y otras ciudades islámicas medie- vales magrebíes. En los sesenta años de existencia de al-Binya como ciudad islámica, tan sólo se urbanizó parcialmente por la zona sur con un barrio cuya extensión aún no podemos pre- cisar, pero que está siendo documentado por las excavaciones arqueológicas. Sobre la coli- na, alejados de este incipiente núcleo urbano, se situaban los edificios palaciegos y, más lejos, cerca de la Puerta de Gibraltar, las instalaciones industriales molestas73. Dos grandes cloacas, cuya función era conducir fuera del recinto murado las aguas resi- duales, atravesaban la ciudad de Oeste a Este y de Norte a Sur, cruzándose en el centro geo- métrico de la misma, en las cercanías de los baños reales. La primera desaguaba en el mar y la segunda en el foso -junto a la Puerta de Gibraltar-. Las casas que se situaban sobre la ladera de la colina estaban edificadas sobre terrazas y separadas por el muro que servía de contención a dichas terrazas o por calles estrechas y pendientes. En los Miráculos, un cautivo hace referencia, en su relato, a las calles y a algu- nos edificios de al-Binya, como un horno de pan y una mezquita, cuando dice que salió de la casa en que estaba (preso),

71. AL-HIMYARI, Op. cit., pp. 92-93. 72. AL-QALQASANDI, Subh al-A`sa fi kitabat al-insa`, Trad. por Luisa Seco de Lucena, Valencia, 1975, p. 28. (Al- Qalqasandi tomó estos datos de Ibn Sa`id al-Magribi). Debía tratarse de un palacio que mandó edificar Ibn Abi Amir en su ciudad natal para hospedarse en él entretanto organizaba desde Algeciras las expediciones militares al Norte de África entre los años 980 y 999. 73. Talleres de alfarería, tenerías, hornos, etc... Al excavar la zona de la muralla cercana a la Puerta de Gibraltar y la necrópolis situada frente a dicha puerta, se recuperaron fragmentos cerámicos con defectos de cocción, atifles, rollos de alfarero y un cuño de estampillar.

236 et salió a la calle..., et comenzó a andar...Et vio un Moro que venie en pos de él... Et vio un forno do cocían pan, et paróse en la calle a la lumbre del forno. Et el Moro paróse cabo de una Mezquita..., metióse en una calleja muy angosta et veno a un caño (cloaca), et metióse por él et salió al muro contra la mar... 74.

El abastecimiento de agua estaba asegurado, tanto por la existencia de veneros que bajaban de la cercana sierra y que, aún hoy, son un serio obstáculos para la edificación en la zona, como por los abundantes pozos que hubo en el medievo en la ciudad meriní, algunos de ellos docu- mentados por la bibliografía romántica -pozo de la plaza de San Isidro- o las recientes excava- ciones arqueológicas -pozo de noria de los baños meriníes-.Una red de acequias, que se origi- naba en la zona alta del antiguo arrabal y aprovechaba la pendiente de la colina, abastecía de agua corriente a las casas y las huertas que se distribuían sobre las mencionadas terrazas75. Con los conocimientos que tenemos actualmente sobre al-Binya, podemos afirmar que nos encontramos ante una fundación urbana diseñada según el esquema clásico de las ciudades islá- micas medievales: zona áulica, barrios destinados a una clase media acomodada -artesanos y comerciantes-, espacios para la milicia, zonas portuarias comercial y militar -atarazanas-, zonas para actividades artesanales, necrópolis extramuros junto a una de las principales puertas, etc...

2.3.1.- EL RECINTO DEFENSIVO DE LA VILLA VIEJA.

Es muy posible que en el año 859, cuando los normandos asaltaron Algeciras, la ciu- dad estuviera defendida por algún tipo de recinto murado, posiblemente de origen roma- no-bizantino76. Sin embargo, la primera referencia directa sobre las murallas yaziríes la encontramos en la obra de Ibn Hayyan. Dice este historiador que esta ciudad fue amura- llada y fortificada por el Emir Muhammad I. La construcción o reedificación de la mura- lla debió, por tanto, llevarse a cabo entre los años 859 y 886 con el fin de evitar nuevos ataques vikingos. Al-Rasi, a finales del siglo X, se refiere a las murallas de Algeciras dicien- do que el muro (de Algezira Talhadra) cuelga sobre el mar77. Interesante dato, pues nos des- vela que en el siglo X el recinto defensivo ocupaba ya la superficie que tendría la Villa Vieja o ciudad andalusí hasta mediados del siglo XIV, cuando fue tomada por los castellanos. Cuando los almorávides se apoderaron de Algeciras en el año 1086, dice la crónica árabe que Yusuf Ibn Tasfin procedió a construir los muros (o antemuros), a restaurar lo que se había deteriorado de los fuertes y cavó un foso a su alrededor78.

74. MARÍN, P., Op. cit., p. 173. 75. GENER BASALLOTE, J. M., Op. cit., p. 60. 76. Refiere la Prímera Crónica General que “(los normandos) combatiéronla tres días, et prisiéronla, et quemáronla, et levaron ende grand aver” (PRIMERA CRÓNICA GENERAL DE ESPAÑA, publicada por R. Menéndez Pidal, Madrid, Edit. Gredos, 1955, T. II, p. 362. Si los defensores de Algeciras lograron resistir tres días el asalto de sesenta y dos bajeles vikingos, es porque existía algún tipo de recinto en torno a la ciudad. Sobre el asalto normando, véanse: FAGNAN, E. Op. cit., p. 235 y DOZY, R., Investigaciones acerca de la Historia y de la Literatura de España durante la Edad Media, Trad. por D. Antonio Machado y Álvarez, tomo I y II, Sevilla-Madrid, p. 338. 77. Crónica del Moro Rasis, Edic. de Diego Catalán, Madrid, 1975, p. 104. 78. AL-HULAL AL-MAWSIYYA, Crónica árabe de las dinastías almorávide, almohade y benimerín, Trad. por A. Huici Miranda, Tetuán, 1952, T. I, p. 66.

237 Los almohades reforzaron el recinto defensivo con la construcción de una torre alba- rrana de planta octogonal en el ángulo sureste de la muralla. Era de tapial y estaba maci- zada hasta algo más de la mitad, disponiendo, en la parte superior, de una o varias estan- cias a las que se accedía desde el adarve de la coracha que la unía al muro principal. La Crónica de Alfonso XI la denomina «Torre del Espolón» y llegó casi entera hasta el año 1883, cuando fue reproducida en un grabado de La Ilustración Española y Americana. Pero serían los benimerines los que hicieron de Algeciras una de las ciudades mejor for- tificadas de al-Andalus. Edificaron -entre 1279 y 1286- una nueva ciudad al norte del río de la Miel y reforzaron las murallas de la vieja medina. El recinto total de ambas villas abar- caba, a finales del siglo XIII, un perímetro de 4.400 metros, un tercio del mismo sobre el acantilado marítimo o sobre el río. De la fortaleza del recinto islámico algecireño es buena prueba el que Alfonso XI, con un ejército formado por castellanos, navarros, aragoneses y cruzados transpirenaicos y con una poderosa escuadra constituida por naves y galeras de Castilla, Aragón y Génova, tardara veintiún meses en rendir la ciudad.

a) La muralla El recinto de la ciudad andalusí o Villa Vieja, según la denominación que le dan las cró- nicas cristianas, tenía forma de pentágono irregular, adaptándose a la escarpadura de la meseta sobre la que se asienta. En los frentes occidental, oriental y norte, la muralla es con- tinuación del acantilado o escarpe, mientras que en el meridional el desnivel se suaviza, permitiendo el acceso sin grandes dificultades hasta el pie de la cerca. El perímetro total del recinto es de 1.482 metros, siendo la superficie de la zona delimitada por la muralla de doce hectáreas. Desconocemos tanto su altura, por no haberse conservado ningún tramo, como su anchura, por estar a la espera de una intervención arqueológica en el frente sur, donde emergen algunas torres desmochadas. El Idrisi refiere que las murallas de Algeciras eran de piedra mezclada con cal79, noticia que recoge también al-Himyari.

b) Las torres de flanqueo Todos los flancos, a excepción del marítimo, se hallaban defendidos por torres de plan- ta cuadrada de cinco metros y medio de lado, separadas entre sí por una distancia media de veinticinco metros. El número de estas torres oscilaba entre treinta y cinco y cuarenta. A mediados de la década de los ochenta se realizó una excavación arqueológica de urgen- cia en una de las torres que se hallaban emergentes en el flanco sur del recinto. Esta inter- vención dejó al descubierto un alzado de algo más de cinco metros de la misma, compro- bándose que su fábrica era de calicanto con paramentos de mampostería, por hiladas, enri- piada y enfoscada. Las esquinas se refuerzan con cadenas de sillares o sillarejos. Debían ser macizas hasta la altura del adarve, desconociéndose si sobresalían por encima de él o esta- ban enrasadas con el paso de ronda.

79. AL IDRISI, Geografía de España, Valencia, Edic. Anubar, 1974, p. 165.

238 c) La barbacana y el foso El recinto de la Villa Vieja o ciudad andalusí se hallaba rodeado por una barbacana de línea quebrada situada a una distancia de once metros y medio de la muralla. Estaba cons- tituida por una base de calicanto sobre la que se alzaba el muro. Con el objeto de mante- ner siempre la misma distancia entre la barbacana, la muralla y los frentes de las torres de flanqueo, el antemuro presenta un quiebro hacia el exterior de cuarenta y cinco grados cuando se acerca a cada una de dichas torres. La barbacana de la Villa Vieja estaba situada en el talud sobre el que se alzaba la muralla, lo que evitaba ángulos muertos. El Poema de Alfonso XI señala que la ciudad estaba rodeada de muy peligrosas barreras80. En cuanto al foso de la ciudad andalusí, la crónica árabe dice que fue excavado por los almorávides cuando tomaron la ciudad en el año 108681. Sin embargo, aún no se tienen evidencias arqueológicas de este elemento defensivo por lo que no podemos conocer sus características de trazado, forma, sección o fábrica.

d) La torre albarrana «del Espolón» En el ángulo sureste, sobre la playa, se alzaba la llamada «Torre del Espolón», hoy desa- parecida, pero de la que se conserva un grabado de 188382 y fotografías de sus arruinados paramentos de principios de siglo. Su fábrica era de tapial, con una habitación en la parte superior cubierta con terrado y pretil. Era de planta octogonal y alcanzaba los diez-doce metros de altura. Una coracha con paso de ronda comunicaba esta torre con el adarve de la muralla cercana. Por las características de su fábrica, forma y tamaño se puede asegurar que fue edificada por los almohades cuando éstos se apoderaron de Algeciras en 1145. Esta torre albarrana marítima es mencionada por la Crónica de Alfonso XI cuando dice que el rey ordenó «que tirasen a la torre de esta puerta (del Fonsario) et a la torre del Espolón que estaba cerca del mar»83. A finales del siglo XIII, cuando los meriníes edificaban al-Binya, reforzaron el ángulo sureste de la antigua medina con otra torre marítima o Bury del Mar que alzaron en medio de la rada, a unos cincuenta metros de la orilla. Era también de planta octogonal, fábrica de calicanto con paramentos de sillares y estaba unida a la Torre del Espolón por medio de una coracha que penetraba en el mar y de la que se han conservado restos hasta mediados del siglo XX.

e) Las puertas Cuatro puertas permitían el ingreso a la Villa Vieja o medina algecireña: la Puerta de Tarifa y la del Fonsario o Cementerio en el frente sur, la Puerta de Jerez en el frente oeste y la Puerta del Mar en el frente norte. Además existía un postigo en los alrededores de la puerta del Fonsario. Tres de ellas son mencionadas por el Idrisi y, en el siglo XIV, por el compilador al-Himyari, el cual dice que entre las puertas de Algeciras están, al Oeste, la gran puerta llamada Bab Hamza;

80. POEMA DE ALFONSO XI, B.A.E., Madrid, Edic. Atlas, 1966, Tomo LVII, p. 538. 81. Véase nota 14. 82. Aparecido en La Ilustración Española y Americana, año 1883. 83. CRÓNICA, Op. cit., p. 358.

239 PUENTE DE MAMPOSTERÍA QUE FORMABA PARTE DE LA PUERTA DE GIBRALTAR, EN EL FLANCO NORTE DE AL-BINYA.. al Sur, la puerta del Portillón y, al Norte, la puerta llamada Bab Tarafa84. También son mencio- nadas por la Crónica de Alfonso XI, aunque con nombres castellanizados. De las puertas citadas, tan sólo han llegado a la actualidad los vestigios de una de ellas. La puerta que no se menciona en las fuentes árabes -aunque sí en las cristianas- es la denominada Puerta de Jerez. Es posible que se abriera en el siglo XIV, cercana ya la fecha del cerco y capitulación de la ciudad.

. Puerta del Fonsario o Cementerio La Crónica de Alfonso XI menciona en varias ocasiones la Puerta del Fonsario, traducción, según Torres Balbás, de Bab al-Maqabir, opinión que comparte Rachel Arié, la cual asegura que una de las puertas de Algeciras se llamaba Bab al-Maqabir85. La Crónica la sitúa en el frente sur de la Villa Vieja, entre la Puerta de Tarifa y la Torre del Espolón86.

84. AL-HIMYARI, Op. cit., p. 93. 85. ARIE, R., «España Musulmana (siglos VIII al XV)», en Historia de España, dirigida por M. Tuñón de Lara, Barcelona, Edit, Lábor, 1982, Tomo III, p. 276. 86. “Mandó (el Rey) que todos los engeños ... que los mudasen todos, porque tirasen al muro de la villa que es desde la puer- ta del fonsario fasta la mar..” (Crónica, Op. cit., p. 372).

240 . Puerta de Tarifa Se abría en el ángulo suroeste de la muralla y era de ingreso recto, estando flanqueada por dos torres. En ella se iniciaba el camino que se dirigía a Tarifa. El estar situada en zona llana y ser de ingreso recto la convertían en uno de los puntos más flacos de la cerca, de ahí que Alfonso XI concentrara en su entorno buena parte de las acciones ofensivas de su ejército durante el cerco de 1342-1344. Se la menciona en varias ocasiones en la Crónica de Alfonso XI87. Debe ser este el ingreso que al-Himyari denomina la gran puerta Bab Hamza.

PLANO ESQUEMÁTICO DE ALGECIRAS ISLÁMICA (SIGLOS XIII-XIV), SEGÚN A. TORREMOCHA. . Puerta del Mar Se abría en el flanco norte de la muralla, sobre una escarpadura a la que se accedía por medio de una doble rampa, dispuesta en zig-zag, que se ha conservado hasta la actualidad. Comunicaba la medina con el río y el puerto comercial. La cita El Idrisi, aunque los muros ataludados que forman las rampas deben ser de fábrica meriní. Es muy posible que dispu- siera de pasadizo acodado en el seno de una torre, aunque ese es un extremo que sólo la arqueología podrá desvelarnos en el futuro. El geógrafo ceutí -que conocía muy bien la ciu- dad- dice que hay al lado de la Puerta del Mar una mezquita...88.

87. “Et mandó el Rey que comenzase la pelea con los Moros... delante de parte de la Villa Vieja ante la puerta que dicen de Tarifa” (Crónica, Op. cit., p. 372).

241 EL RECINTO DEFENSIVO ARRUINADO DE LA ALGECIRAS ISLÁMICA. GRABADO INGLÉS DEL SIGLO XVIII.

. Puerta de Jerez Se hallaba situada, como la Puerta del Mar, en lo más elevado de la escarpadura que presentaba el recinto defensivo en su flanco noroeste. Se abría en el seno de una torre y se accedía a ella por medio de rampas o escaleras que no se conservan. Se constru- yó con posterioridad al siglo XII, pues El Idrisi no la menciona entre las puertas de la ciudad. La Crónica de Alfonso XI la cita a propósito de una «celada» que pusieron los cristianos a los musulmanes89. En otro pasa- je de la Crónica podemos leer que los «Moros de la villa vieja salieron por la puer- ta que dicen de Xerez90. . Postigo del Fonsario o Puerta del Portillón Se localizaba en el flanco meridional del

EL “OJO DEL MUELLE”. RESTOS DE LA PUERTA DE LAS recinto, cerca de la Puerta del Fonsario o ATARAZANAS. FOTOGRAFÍA TOMADA ENTRE 1930 Y 1935. Cementerio, de la que recibió su nombre. 88. AL-IDRISI, Op. cit., p. 166. 89. CRÓNICA, Op. cit., p. 372. 90. CRÓNICA, Op. cit., p. 355.

242 LOS VESTIGIOS DEL RECINTO DEFENSIVO DE AL-BINYA - LA CIUDAD MERINÍ - SEGÚN PLANO LEVANTADO EN 1736 POR EL INGE- NIERO MILITAR J.P. DE VERBOON (A.G.S., G.M., LEG. 3618, M.P. Y D. XIV-36).

Según relata la crónica castellana era utilizado por los sitiados, entre 1342 y 1344, para salir sorpresivamente de la ciudad y atacar a los cristianos. Al-Himyari lo denomina con el nom- bre de Bab al-Hawha91.

2.3.2.- CONSTRUCCIONES ÁULICAS Y PÚBLICAS DE LA VILLA VIEJA.

a) El alcázar Del alcázar andalusí, situado a caballo de la muralla, en el ángulo suroeste del recinto defensi- vo, tenemos referencias escritas árabes y cristianas, pero, todavía, muy escasos vestigios materiales. Es mencionado por al-Himyari y, en varias ocasiones por el Poema y la Crónica de Alfonso XI 92. En 1705, según el padre Labat, estaba habitado y servido por veinticinco o treinta hombres de

91. AL-HIMYARI, Op. cit., p. 93. 92. Dice la Crónica de Alfonso XI que “después de entrar en la ciudad, el rey fue a comer y a posar al alcázar” (Crónica, Op. cit., p. 390). En el Poema se describe el alcázar diciendo que era “alcázar muy real, fermoso como rubí...” (Poema de Alfonso XI, Op. cit., p. 537). En otro pasaje refiere que “la villa vio fermosa, el alcázar bien labrado...” (Op. cit., p. 541).

243 PLANO ESQUEMÁTICO DE LOS RESTOS DE LA MURALLA, BARBACANA, FOSO Y PUERTA HALLADOS EN EL TRANSCURSO DE LA INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA REALIZADA EN LA PROLONGACIÓN DE LA AVDA. BLAS INFANTE DE ALGECIRAS. armas, al mando de los cuales se hallaba un capitán o gobernador. Gracias a los planos de Algeciras levantados por J.P. de Verboon entre 1724 y 1736, conocemos la planta de este noble edificio que medía cien metros en su eje mayor por cincuenta y tres en el menor, ocupando una superficie de 5.300 m2. Estaba reforzado por siete torres de flanqueo, cuatro de ellas compartidas con la mura- lla y las otras tres hacia el interior de la medina. Este ingeniero militar, en su informe, refirió que el alcázar de la Villa Vieja estaba en la parte más alta del recinto y propuso al rey Felipe V su reha- bilitación como elemento defensivo de la nueva ciudad. Sin embargo este proyecto debió aban- donarse, pues cuando el viajero Francis Carter visitó Algeciras en 1772, se hallaba en estado rui- noso. Dice Carter que los muros del castillo, aunque ahora casi todos en el suelo, estaban en pie y daban la apariencia de una fortaleza hasta hace muy poco93.

b) Las mezquitas Están documentadas al menos dos mezquitas de cierta importancia en la medina alge- cireña, aunque debieron existir otras mezquitas y oratorios distribuidos por la medina y el arrabal que se formó al otro lado del río. La mezquita aljama de la ciudad fue mandada edificar por Abdarrahman I en el centro mismo de la medina, sobre el solar que ocupaba una antigua iglesia. Su constructor fue el arquitecto Abd-

93. CARTER, F., Op. cit., p. 26. 94. FAGNAN, E., Annales du Maghreb et de l`Espagne, Trad. parcial del Tarij de Ibn al-Athir, Argel, 1901, p. 142.

244 Allah ben Jalid94. Según al-Himyari se trataba de un edificio de hermosa construcción. Constaba de cinco naves, orientadas de sur a norte, y de un amplio patio y galería en su lado septentrional. También tenía un pozo con caja para noria con dos arcos de medio punto formado por grandes ladrillos y que aún se conserva en los jardines del hotel Reina Cristina. El alminar, del que desconocemos su ubi- cación, está mencionado en la Crónica de Alfonso XI. En el año 859, los normandos la incendiaron, siendo reconstruida y convirtiéndose de nuevo en el cen- tro religioso de la ciudad hasta el 28 de marzo de 1344, fecha en la que Alfonso XI entró en Algeciras y consagró la mezquita aljama como catedral bajo la advocación de Santa María de la Palma95. La otra mezquita documentada por los textos, se llamaba «de las LOS RESTOS DE LOS BAÑOS MERINÍES HALLADOS EN LA CALLE ROCHA, Banderas». Dice al-Himyari - REUBICADOS EN EL PARQUE Mª CRISTINA DE ALGECIRAS. tomando el dato de Al-Idrisi- que “al Sudeste de Algeciras, en la ribera, hay una mezquita de tamaño medio llamada Mezquita de las Banderas: allí colocaron los normandos sus ban- deras (cuando realizaron el desembarco)96”, aunque Abd-al-Walid al-Marrakusi refiere que recibió ese nombre porque se edificó en el mismo lugar donde Tarik puso las banderas cuando desembarcó en la primavera del 71197. Al-Himyari dice también que posee una puerta en cuyos batientes se utilizó la madera de los barcos normandos (capturados). Esta mezquita se hallaba situada cerca de la Puerta del Mar, en una zona muy concurrida de la ciudad, por encontrarse en la vía de acceso que comunicaba el puerto comercial con el zoco y el centro de la medina.

95. CRÓNICA, Op. cit., p. 390. 96. AL-HIMYARI, Op. cit., p. 91. 97. ABD-AL-WALID AL-MARRAKUSI, Op. cit., p. 8.

245 c) Los baños El compilador al-Himyari refiere que eran tres los baños o termas que existían en Algeciras, además del hammam real de al-Binya, del que se tratará en otro capítulo. No tenemos más datos de estos edificios públicos. Futuras intervenciones arqueológicas en lo que fue medina de la ciudad, ocupada en su mayor parte en la actualidad por zonas ajar- dinadas, proporcionarán, sin duda, noticias sobre estos baños citado por las fuentes escri- tas cuyos vestigios aún no han sido localizados.

d) El hospital almohade Una vez hubieron desembarcado los almohades en Algeciras, en el año 1145, y contro- lado el sur de al-Andalus, mandaron construir un hospital para atender a los enfermos y heridos en las campa- ñas militares. A finales del siglo XII llegó a Algeciras un médico natural de Bugía, llamado Abu Ishaq Ibrahim Eddany, para hacerse cargo de la dirección de dicho hospital98, función en la que sucederían algu- nos de sus hijos. El hijo mayor de este personaje, Abu Abd- Allah Muhammad, siendo responsable del hospital algecireño, participó en la batalla EL ALCÁZAR MERINÍ SEGÚN PLANO LEVANTADO POR J.P. DE VERBOON EN 1736. de las Navas99.

2.3.3.- EL RECINTO DEFENSIVO DE AL-BINYA O CIUDAD MERINÍ.

Las características del recinto de al-Binya o Villa Nueva, reflejan una continuidad de las novedades que en arquitectura militar aportaron un siglo antes los almohades -puertas abiertas en el seno de grandes torres con pasadizos acodados, corachas, bury o torres marí- timas, barbacana, foso, etc.- aunque con algunas diferencias locales y mejoras técnicas -uso 98. LECLERC, L., Histoire de la Médecine Arabe exposé complet des traductions du Grec, Nueva York, B. Franklin, 1876, T. I, p. 571. 99. LEROUX, E., Les sciences en Orient. Leur transmission á l`Occident par les traductions latines, Paris, 1876, T. II, p. 241.

246 abundante del aparejo de cal y canto y de la mampostería por hiladas, así como de la sille- ría, foso con escarpa y contraescarpa de mampostería, etc...-. Tenía forma de cuadrilátero irregular, con el frente sur, frontero al río y a la Villa Vieja, más corto que los restantes. Su perímetro era de, aproximadamente, 2.900 metros. Estaba constituido por la muralla, la barbacana, el foso y un antemuro de tapial. La muralla, en los flancos sur, oeste y norte, era de trazado recto, mientras que en el flanco oriental, que daba al mar, se adaptaba a las irregularidades del acantilado formando redientes y lienzos quebrados o en cremallera, sin torres de flanqueo. Disponía de cuatro puertas de ingreso, además de la monumental puerta de entrada a las atarazanas y la que hemos denominado Puerta de la Coracha. El recinto se hallaba reforzado por sesenta torres de flanqueo, dos corachas y una torre marítima o Bury del Mar. La muralla estaba constituida por un núcleo de cal y canto con revestimiento interior y exterior de mampostería por hiladas. Su anchura era de dos metros y medio y su altura de entre doce y trece metros si damos crédito al testimonio de Domingo Merlán, cautivo que logró escapar de al-Binya en el año 1285, y que dice que el adarve (tenía) en alto mas de ocho brazas. Las torres de flanqueo de la ciudad meriní eran de planta casi cuadrada, midiendo -por término medio- siete metros de lado por veinte metros. Su fábrica era de cal y canto con revestimiento de sillares, no trabando con la obra de la muralla, recurso que debió usarse como una estrategia de defensa frente a la acción de la artillería. En el transcurso de las excavaciones realizadas en el sector norte de la muralla durante el año 1998, apareció un muro de tapial de un metro y treinta y cinco centímetors de anchura que corría paralelo al recinto principal a una distancia de tres metros y treinta cen- tímetros del mismo. Este antemuro se apoyaba en los paramentos laterales de las torres de flanqueo circundando toda la cerca urbana en sus frentes no marítimos. Su función no fue otra que añadir un nuevo obstáculo a la acción de posibles asaltantes, a la vez que protegía la muralla absorbiendo el impacto de los bolaños y otros proyectiles lanzados por la arti- llería neurobalística o pirobalística. Por delante de este antemuro, a una distancia media de quince metros, discurría el foso, que presenta escarpa y contraescarpa de cal y canto con revestimiento -al igual que la mura- lla- de mampostería por hiladas y, en algunas zonas, de buena cantería. El foso de al-Binya, que rodeaba la ciudad en los frentes norte y oeste -era innecesario en los flancos que daban al mar y al río-, es de sección en «V», presentando en la zona excavada y en su cota más elevada una anchura que oscila entre los seis y los siete metros con ochenta centímetros. La escarpa del foso se remataba con un antemuro o barbacana de línea continua de dos metros de anchura, constituida, como la muralla, por un núcleo de cal y canto revestido, en el interior y exterior, con mampostería por hiladas, sillarejos y, en algunas zonas, buena cantería. Desconocemos la altura de este elemento defensivo, aunque lo ordinario era que no sobrepasara un tercio de la que tenía la muralla.

247 Para reforzar algunas zonas débiles del recinto, los meriníes construyeron tres corachas y una torre marítima o Bury del Mar en al-Binya. En el ángulo nordeste de la cerca, una coracha de unos ochenta y tres metros de longitud penetraba en el mar, uniendo la mura- lla con una torre marítima o Bury del Mar que se alzaba en medio de la bahía. La coracha tenía una altura de diez metros y una anchura de seis. La torre marítima era de planta octo- gonal y estaba también revestida de sillares. Gracias a dos grabados, uno de 1627 y otro de principios del siglo XVIII, y una fotografía de principios de este siglo, hemos podido reconstruir este magnífico conjunto defensivo que tenía como principal misión cerrar el paso a los posibles agresores que intentaran atacar la plaza desde la playa y dar cobijo a la escuadra musulmana cuando estaba fondeada en la rada. Como en los campamentos militares, cuatro eran las puertas de ingreso a la ciudad meri- ní, localizadas, dos en el flanco occidental -Puertas de Tarifa y de Jerez-, una en el flanco marítimo -Puerta del Mar- y otra en el flanco norte -Puerta de Gibraltar-. Dos disponían de ingreso recto y las dos restantes presentaban ingresos acodados, más o menos complejos. Otras dos puertas -ya citadas- se abrían en el recinto defensivo de la Villa Nueva: la de las Atarazanas y la Coracha. La Puerta de Gibraltar ha sido excavada en el año 1998, quedan- do a la luz un complejo sistema de ingreso que está formado por dos patios-trampas a cielo abierto, situados dentro de una torre exenta con planta en «L» y un puente que salvaba el foso. El puente, de un sólo ojo formado por un arco de medio punto de ladrillo, presenta ambos frentes decorados con arcos ciegos superpuestos, también de ladrillos.

2.3.4.- EDIFICIOS ÁULICOS Y PÚBLICOS DE AL-BINYA

Las fuentes cronísticas medievales, la cartografía del siglo XVIII y fotografías de prin- cipios del XX nos han permitido conocer algunos edificios oficiales y publicos que forma- ron parte de al-Binya -alcázar, mezquita real, baños, atarazanas, alhóndigas, mexuar, etc...- Sin embargo, hasta el momento, la única construcción que formó parte del conjunto pala- ciego meriní cuyos restos han podido ser exhumados y documentados por medio de una intervención arqueológica, ha sido la de los baños reales.

a) El hammam.- Entre los años 1987 y 1988, merced a sendas intervenciones arqueoló- gicas de urgencia realizadas en la confluencia de las calles Rocha y Muñoz Cobos, se exhu- maron los restos, muy arrasados, de unos baños que hemos identificado como los que el emir Abu Yusuf mandó edificar cerca de su alcázar y que son mencionados en la Dajira100. Sabemos que fueron construidos entre 1279 y 1285 y que, después del repartimiento de la ciudad en 1344, pasaron a propiedad del rey de Castilla101. En los Miráculos se refiere cómo a un cautivo «facianle cada día calentar un forno para baño en la Villa Nueva».

100. DAJIRA, Op. cit., p. 90. 101. Por un privilegio de 1344, Alfonso XI concedió el alcázar de la Villa Nueva a D. Egidiol Bocanegra, haciendo refe- rencia a que se hallaba junto a los nuestros baños (Real Academia de la Historia, Colección Salazar, M. 114, fol. 13 r1).

248 Aunque todas las estructuras excavadas pertenecían a cimentaciones y a elementos hidráulicos muy arrasados, se puede afirmar que se trataba de un edificio constituido por potentes muros de mampostería ligada con un mortero amarillento muy sólido y rico en cal. En la zona nordeste del solar se exhumaron parte de los muros perimetrales y toda la infra- estructura de canalizaciones que vertían en un desagüe de mayor capacidad y tamaño cubier- to con bóveda de cañón de ladrillos que, a su vez, desembocaba, fuera del edificio, en la clo- aca que cruzaba el subsuelo de la ciudad en sentido Oeste-Este. También se localizó una letrina con su atarjea y fragmentos de un suelo de ladrillo rojo. ESTELA FUNERARIA DE CERÁMICA VIDRIADA CON DECO- En el exterior del recinto, la aparición de RACIÓN A MOLDE (SIGLOS XIII-XIV) HALLADA EN LA un pozo de noria permite afirmar que el NECRÓPOLIS MERINÍ (MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS) suministro de agua a los baños se realizaba, al menos de forma parcial, por medio de esta técnica de extracción y abastecimiento hidráulico. En otro sector se localizó un vertedero de cenizas procedentes del horno que alimentaba las calderas del hammam, donde se recupera- ron fragmentos de cerámica de lujo y otros objetos relacionados con la función del edifi- cio, como pinzas de cobre para la depilación, raspadores de piedra pómez, ungüentarios de vidrio, etc... Entre los meses de febrero y marzo de 1999 se realizaron los trabajos de traslado de los restos de este hammam al cer- cano Parque María Cristina, donde se han res- taurado y puesto en valor, incluyendo la resti- tución de la noria.

b) El alcázar.- Sobre la cumbre de la coli- na que se alzaba en el centro del recinto, mandó Abu Yusuf Yaqub edificar un alcázar, NECRÓPOLIS MERINÍ, AL NORTE DE AL-BINYA. INHUMACIÓN EN FOSA SIMPLE. una mezquita y un mexuar. Según el Qirtas,

249 en octubre de 1285, «encontró -el emir de los musulmanes- que el alcázar que construía en la Villa Nueva, la sala de audiencias y la mezquita, se habían terminado por completo. Ocupó el nuevo alcázar y paso en él el mes de Ramadán»102. En otro capítulo dice que la escuadra musulmana victoriosa llegó hasta la corte del emir de los musulmanes en Algeciras y evolucionó en su presencia en el puerto. Él estaba sentado en su tribuna del alcázar en la ciudad nueva.... Este alcázar-palacio era de planta rectangular. Sus muros estaban reforzados con dos torres cuadradas en la fachada principal que miraba al sureste y otras torres menores en el flanco noroeste, donde también había -mirando a la bahía- un bastión saliente que hemos identificado como la tribuna que menciona Ibn Abi Zar. Su planta la conocemos a través de los planos que levantó J. P. de Verboon entre 1724 y 1736. Este ingeniero militar dice de sus vestigios que eran los de un castillo antiguo. En otro pasaje de su informe refiere que el recinto de la Villa Nueva comprende entre sus muros un fuerte castillo en un alto. Sus dimensiones, según el dibujo que nos dejó, eran cincuenta y cuatro metros en su eje mayor, por treinta y uno en el menor. Cuando, en 1344, se procedió al repartimiento de la ciu- dad, el rey de Castilla donó este alcázar a su almirante mayor, el genovés D. Egidiol Bocanegra103.

c) Las mezquitas.- Sabemos por las fuentes árabes y cristianas medievales que, junto al alcázar de al-Binya, Abu Yusuf mandó edificar una mezquita, utilizada también como pan- teón real, aunque, hasta el momento no hemos hallado ningún vestigio de la misma. Cuando el 20 de marzo de 1286 murió este emir en su alcázar algecireño, según el Rawdat, su cuerpo fue enterrado en la aljama de su alcázar de al-Binya104, aunque después se le tras- ladó al otro lado del Estrecho. Varias décadas más tarde, en 1339, el que se intitulaba «rey de Algeciras y Ronda», el infante Abd-al-Malik, fue muerto en una refriega con los castella- no cerca de Alcalá de los Gazules y, dice la Gran Crónica, que «el su cuerpo fue enterrado en una mezquita muy honrrada, a la cual mezquita puso nombre el noble rey don Alonso, cuando ganó esta villa, San Ypolite»105. Fue, por tanto, la mezquita de al-Binya, oratorio real y mezquita funeraria de los reyes e infantes meriníes, al menos con carácter temporal. Ibn Abi Zar alaba la magnificencia del mimbar de esta mezquita que bien pudo ser obra del granadino al-Rsa`al-Garnati, el mismo que en 1279 había labrado el de la mezquita mayor de Fas al-Yadid. En el arrabal que se había formando en la zona meridional de al-Binya debieron existir otras mezquitas y oratorios. Una, al menos, es mencionada en los Miráculos.

102. IBN ABI ZAR, Op. cit., Tomo II, p. 681. Según la Dajira, en ambas ciudades (Fas al-Yadid y al-Binya) construyó aljamas, alminares, alcázares, baños, acequias y puentes (DAJIRA, Op. cit., p. 90). 103. Real Academia de la Historia, Colección Salazar, Doc. cit., fol. 13 r1. 104. IBN AL-AHMAR, ISMAIL, Rawdat al-nisrin fi dawlat Bani Marin, Edición de M. A. Manzano, Madrid, 1989, p. 30. 105. Gran Crónica de Alfonso XI, Op. cit., Tomo II, p. 283. «Cuando un año después desembarcó Abu-l-Hasan en al- Andalus e entrado este rey en su alcaçar de la villa de Algezira, preguntó por el lugar do yazia enterrado su hijo el infante Abomelique; e Mahomad Alaçafi su alcaide ge lo fue a mostrar...» (Gran Crónica..., p. 331)

250 DETALLE DE LA FORTALEZA CONOCIDA COMO TORRE CARTAGENA, INTEGRANTE DEL ENTORNO DEFENSIVO DE LA ALGECIRAS MERINÍ. FOTOGR. DE A. SÁEZ. d) El mexuar o sala de audiencias.- Ya se ha hecho referencia a cómo Abu Yusuf mandó edificar, cerca de su alcázar, un mexuar o sala de audiencias, con lo que se refuerza la tesis de que este emir dotó a al-Binya con todos los edificios áulicos propios de una ciudad pala- ciega, sede de su corte cuando se hallaba en tierras de al-Andalus. Para M. Acién Almansa, a través de Algeciras pudo entrar en el Reino de Granada el modelo de mexuar separado del alcázar106. De este edificio, que debió estar situado en torno a la actual plazoleta de San Isidro, carecemos de noticias posteriores al siglo XIV, pues ni lo señala J. P. de Verboon en sus planos, ni han sido localizados, hasta el momento, sus restos en obras de urbanización ni intervenciones arqueológicas.

e) Las alhóndigas (funadiq).- Por los Miráculos Romançados sabemos que existieron, al menos, dos alhóndigas o funadiq en Algeciras: una, la denominada alhóndiga vieja, y, otra, la nueva. «Al cautivo Domingo Bono metieronlo en la alhondiga nueva», refiere la obra de Pero Marín107. Estas alhóndigas, edificios públicos que proliferaron durante el período meriní, servían como hospederías para los mercaderes, como almacén para sus productos y como lugares donde concertar las operaciones de compra y venta de las mercancías.

106. ACIÉN ALMANSA, M. y MARTÍNEZ NÚÑEZ, M. A., Op. cit., 1995, p. 2. 107. MARÍN, P., Op. cit., p. 176.

251 PUERTA DEL CASTILLO DE JIMENA DE LA FRONTERA. FOTOGR. DE A. SÁEZ. f) Las atarazanas o puerto fortificado.- Las atarazanas algecireñas fueron edificadas por Abd al-Rahman III en el año 914 junto a la desembocadura del río de la Miel, quedando dentro del recinto defensivo construido por los meriníes entre 1279 y 1285. Sin embargo, éstos las convirtieron en un verdadero puerto fortificado al edificar en la muralla marítima una monumental puerta para la entrada de las embarcaciones. A través de esta puerta, el arsenal se comunicaba con el mar por medio de un foso o canal. El arco apuntado que for- maba esta puerta, denominado «Ojo del Muelle», se conservó hasta la década de los años cuarenta del presente siglo cuando fue demolido para ampliar una calle. Sus dimensiones eran siete metros de anchura por once de altura. Un paralelo de esta puerta monumental lo hallamos en Salé, cuya Bab al-Mrisa, construida entre 1260 y 1270, responde a los mis- mos esquemas que la puerta algecireña -gran vano con arco apuntado cuyas dimensiones eran ocho metros y ochenta y ocho centímetros de anchura por diez metros y medio de altura-. El autor de la gran puerta de Algeciras debió ser el arquitecto sevillano Muhammad Ibn Ali al-Isbili, el mismo que edificó la Bab al-Mrisa de Salé. Una vez tomada la ciudad por los castellanos, las atarazanas continuaron en funcionamiento, pues sabemos que en el año 1360 era alcaide de ellas un caballero nombrado Martín Yáñez.

252 2.3.5.- LAS VIVIENDAS.

Conocemos por las fuentes escritas de la época y algunas evidencias arqueológicas des- contextualizadas que en la zona sureste de al-Binya existía un barrio, que fue antes un anti- guo arrabal situado en torno a las atarazanas. Sin embargo, hasta el momento, la única información arqueológica bien documentada acerca de las viviendas de la Algeciras meriní procede de las intervenciones de urgencia llevadas a cabo en calle Cánovas entre 1995 y 1996, dirigidas por José María Gener Basallote108. Las características más destacadas de las dos casas excavadas en el solar de referencia son su adaptación a la topografía y su sistema de abastecimiento de agua. La adaptación a la topografía deriva del hecho de que, al estar situadas las viviendas sobre la ladera de una colina, se tuvo que aterrazar el terreno pre- viamente a su construcción. El original siste- ma de abastecimiento de agua exhumado consiste en una canalización o acequia que, procedente de la zona más elevada de la coli- na -actual Plaza Alta-, discurría junto a las casas para proporcionarles un flujo continuo. En cuanto a las plantas y la compartimenta- ción interior, las viviendas de al-Binya res- ponden a los esquemas ya conocidos en el urbanismo islámico medieval -entrada con zaguán, estancias situadas en torno a un patio, suelos de tierra batida o de ladrillo en espiga, etc...-, teniendo un paralelo muy cer- cano en las casas excavadas en el Arrabal de Enmedio de Ceuta109. Por los materiales recogidos en las dos viviendas excavadas -ataifores de borde que- brado, candiles de pie alto, abundancia de cerámica estampillada, escasez de cuerda seca y esgrafiados, etc...- se puede asegurar que su COMPLEJO DEFENSIVO DEL ACCESO A LA FORTALEZA DE cronología se halla situada entre finales del CASTELLAR DE LA FRONTERA, VIGÍADELARUTADEL GUADARRANQUE. FOTOGR. DE A. SÁEZ. siglo XIII y primeras décadas del XIV.

108. Los resultados de esta intervención han sido publicados por GENER BASALLOTE, J. M., «Excavación Arqueológica de Urgencia de dos casas islámicas medievales en la Villa Nueva de Algeciras», Caetaria, 2, (1998), pp. 90-130 y, del mismo autor, «Aproximación a la evolución urbanística de la Villa Nueva de Algeciras desde la perspectiva histórico-arqueológica», Caetaria, 1, (1996), pp. 53-65. 109. HITA RUIZ, J. M. y VILLADA PAREDES, F., «Unas casas meriníes en el Arrabal de Enmedio de Ceuta», Caetaria, 1 (1996), pp. 67-88.

253 2.3.6.- LAS NECRÓPOLIS.

Dos son las necrópolis documentadas en la Algeciras islámica, una que se hallaba situa- da extramuros, al sur de la ciudad andalusí, y otra al norte de al-Binya, junto a la Puerta de Gibraltar y de la que se tienen referencias escritas y arqueológicas. La única mención direc- ta de las necrópolis algecireñas nos la ofrece Ibn Sa`id al-Magribi, cuando dice que los cementerios -de Algeciras- son tan hermosos que su contemplación arrebata los corazones110.

a) La necrópolis andalusí De los dos cementerios mencionados, sólo del situado al sur de la Villa Vieja o medina -cementerio andalusí- nos han llegado noticias escritas procedentes de fuentes medievales. Esta necrópolis, que fue utilizada como lugar de enterramiento desde la fundación de la ciu- dad, a principios del siglo VIII, hasta el año 1342, fecha en la que Alfonso XI puso cerco a Algeciras, se hallaba situada al suroeste de la medina, en las cercanías de dos de las puertas más transitadas de la ciudad -Bab al-Mackabir o del Cementerio y Bab Tarafa-. Sin embar- go, carecemos, hasta el momento, de testimonios arqueológicos que confirmen la ubicación exacta de este cementerio, a excepción de un fragmento de lápida funeraria de mármol, hallada en la calle Baluarte y fechada en el año 933-934, que se expone en el Museo Municipal111. En este cementerio recibieron sepultura los andalusíes y la población asentada en la ciudad durante los períodos almorávide y almohade. Y es muy posible que siguiera siendo lugar elegido por la población yazirí después de haberse habilitado, a finales del siglo XIII, el nuevo cementerio meriní al norte de la Villa Nueva, quedando reservada esta necró- polis para uso de los norteafricanos «Voluntarios de la Fe» afincados, entre 1279 y 1342, en Algeciras, capital, por entonces, de su protectorado en al-Andalus.

b) La necrópolis meriní Aunque ya era conocida su ubicación por hallazgos antiguos, fueron las obras de pro- longación realizadas en la Avenida Blas Infante desde 1998 las que permitieron la excava- ción de una parte de la necrópolis meriní algecireña112. En total se documentaron ciento treinta y cuatro complejos funerarios. La mayoría eran inhumaciones en fosas simples, sin revestimiento ni cubiertas. El ritual funerario se ajustaba a lo prescrito por la tradición islá- mica: los cadáveres aparecen depositados en posición de decúbito lateral derecho, con el ros- tro orientado al sureste y los pies al nordeste, las piernas ligeramente flexionadas y las manos situadas sobre la región púbica. 110. IBN SA`ID AL-MAGRIBI, Kitab al-Mugrib..., II, 320. Versión de F. Velázquez Basanta, recopilado por Juan Abellán Pérez, El Cádiz islámico, Universidad de Cádiz, 1996, p. 48. 111. MARTÍNEZ ENAMORADO, V., «Una inscripción califal de Algeciras», en Caetaria, 1, (1996) p. 47-52. 112. Un estudio más completo de la necrópolis meriní de Algeciras en: TORREMOCHA SILVA, A. y NAVARRO LUEN- GO, I., “La necrópolis meriní de Algeciras (siglos XIII-XIV): una intervención arqueológica de urgencia en la prolongación de la Avenida Blas Infante”, Caetaria, 1, (1998), pp. 99-130.

254 No se han localizado ajuares asociados a las tumbas, a excepción de algunos alfileres de cobre que debieron usarse para ajustar la mortaja al cadáver y una serie de clavos de hie- rro, alineados a ambos lados de los esqueletos, que pertenecieron a parihuelas u otros ins- trumentos de madera que sirvieron para transportar el cadáver y depositarlo sobre la fosa. En cuanto a los materiales cerámicos recuperados, únicamente aparecieron en los nive- les correspondientes a la necrópolis dos fragmentos de estelas funerarias de cerámica vidria- da y varios fragmentos concertados de un jarro con pico vertedero. En la parte excavada de la necrópolis se ha documentado una gran concentración de tumbas, observándose frecuentemente enterramientos superpuestos e incluso algunos que se han visto afectados por la excavación de fosas posteriores. También se han excavado dos fosas que contenían varios cráneos y diversos huesos largos, correspondientes a osarios for- mados con los huesos de tumbas destruidas al excavar fosas más modernas. En lo que respecta a la tipología de las sepulturas en la necrópolis de al-Binya, son muy numerosas las que podrían encuadrarse dentro el tipo de tumbas simples, abiertas directa- mente en la tierra y colmatadas con la misma tierra extraída durante el proceso de excava- ción . En dos casos las sepulturas aparecen revestidas, bien con ladrillos, bien con una estructura de mampostería. La mayor parte de estas fosas no muestran ninguna señal exte- rior, estando cubiertas únicamente con la tierra extraída en el transcurso de su apertura, aunque algunas -nueve tumbas- presentan cubiertas de tejas. Sólo una inhumación se seña- la con una cubierta constituidas por lajas de piedra. Mención aparte merecen los restos de una estructura arquitectónica más compleja, de planta rectangular o cuadrada, que ha sido identificada como un panteón o qubba, del que sólo se conserva la cimentación y parte del alzado de dos de los muros perimetrales. Esta construcción funeraria estaba orientada, al igual que el resto de los enterramientos, en sen- tido nordeste-suroeste.

2.3.7.- EL ENTORNO DEFENSIVO DE ALGECIRAS ISLÁMICA.

La investigación arqueológica y la de fuentes textuales y gráficas desarrolladas en la últi- ma década nos permite proponer un planteamiento novedoso acerca de la organización defensiva y, en menor medida, poblacional, del hinterland algecireño al final de su época de pertenencia a entidades políticas hispano-musulmanas. Ya hemos expuesto los últimos avances en el conocimiento de su realidad urbana hasta el siglo XIV. En el ámbito que ahora nos ocupa tambien quedan importantes lagunas por descifrar, especialmente en lo relativo al trabajo de campo respecto a posibles entidades poblacionales de orden menor del entorno rural de la doble ciudad. Un centro urbano de la categoría de Algeciras, integrado en una red ciudadana con poblaciones como Tarifa y, en menor medida, Gibraltar, requiere de una periferia mínima- mente dotada de población agraria que atienda su amplia demanda. Esta circunstancia viene realzada por el carácter fronterizo del territorio, cabeza de puente para sucesivas oleadas de población norteafricana -especialmente de carácter militar-, que atraviesan el

255 Estrecho hacia al-Andalus. Estos contingentes aportan una demanda añadida a la situación antes citada. El mapa de las alquerías de la cora de Algeciras está por hacer. Disponemos tan sólo de una serie toponímica relacionable con diferentes formas de habitat rural, aun- que en buena medida descontextualizada respecto a su ubicación física. Trataremos de esta- blecer las líneas maestras del entorno defensivo algecireño desde la óptica de la ciudad que ejerce una función de cabecera administrativa de un amplio territorio, por más que en cier- tas épocas no sea sino una más de las poblaciones relevantes andalusíes, destacada siempre por el carácter fundamental de su puerto para la relación con el norte de África. En la costa del continente vecino se localiza la plaza de Ceuta, cuya posesión fue duran- te siglos un factor clave para el control del entorno inmediato de Algeciras. La ciudad se encuentra tan próxima a la Península que desde las costas andaluzas se divisaban las alme- naras que desde la otra orilla se alzaran para advertir de cualquier amenaza. El monte Acho, en la península situada al nordeste de la población africana, conserva un nombre relacio- nado con esta práctica de envío y recepción de señales. Romanos, bizantinos y visigodos procuraron su dominio y vendría desde ella, precisamente, la invasión musulmana del siglo VIII. Emires y califas insistieron en la idea de dominarla. `Abd al-Rahman III la ocupó en el año 931 para establecer una zona de seguridad en el Magreb fatimí, siendo sucesiva- mente controlada por almorávides, arrasada por almohades, conquistada por granadinos y, finalmente, arrebatada por los portugueses de manos benimerines. En la costa andaluza, Algeciras se encuentra flanqueada hacia Occidente por Tarifa y, hacia Oriente, por Gibraltar, Estepona y Marbella. Tarifa fue asentamiento púnico-romano y, ya en la Edad Media, primer lugar en el que desembarcaron tropas islámicas en 709. La breve navegación que la separa de África es señal clara de su importancia para la salvaguarda del territorio meridional de España. El primer califa cordobés mandó construir su castillo en el año 960, alrededor del cual se fue desarrollando la población que hoy conocemos. Tras formar parte de la cora algecireña, la ciudad quedó integrada en la taifa de la ciudad vecina entre 1025 y 1055, para pasar ese año a depender de los ábbadíes de Sevilla. Pasó a manos castellanas en 1292 por conquis- ta militar de Sancho IV. En 1340 fue asediada por los benimerines, ocasión en que tendría lugar la defensa dirigida por su alcaide, Guzmán el Bueno. El auxilio prestado por los ejér- citos castellano y portugués desembocó en la victoriosa batalla del Salado, con lo que se levantó el asedio. En Gibraltar puede haber existido una pequeña fortaleza desde el siglo XI, aunque la ciudad no fue fundada hasta el año 1160 por el emir almohade `Abd-al-Mu`min. Siempre se mantuvo a la sombra de Algeciras, desarrollando sus defensas conforme el peligro caste- llano se cernía sobre el Estrecho. De hecho, resultó fundamental para el levantamiento del asedio a que sometió el Infante don Pedro a Algeciras en 1279. Durante el siguiente ase- dio, el de Fernando IV, Gibraltar fue conquistada por sorpresa por las tropas de don Alonso Pérez de Guzmán -el citado Guzmán el Bueno- en 1309, por lo que seguiría en manos de

256 Castilla hasta 1333, cuando fue conquistada por los benimerines. Perdida Algeciras en 1344 por este imperio africano, comienza el protagonismo de Gibraltar como puerta de al-Andalus. Alfonso XI, el conquistador de Algeciras, encontraría la muerte ante los muros de la ciudad del Peñón al contagiarse de la epidemia de peste declarada en su campamen- to en 1350. Antes de pasar a manos cristianas en 1462, la ciudad fue tomada por los naza- ríes en 1374. Constituyó durante casi un siglo el extremo occidental del Reino de Granada y, al ser destruida Algeciras en 1379, se erigió en el único núcleo urbano de la bahía de Algeciras. En 1379, por concesión de Enrique IV, la nueva ciudad castellana obtuvo los tér- minos que fueron algecireños. El flanco oriental de Algeciras estaba resguardado por los castillos califales de Estepona y Marbella. Sobre el de Estepona, totalmente perdido, tenemos pocos detalles. Del mar- bellí se conservan importantes restos, recuperados en los últimos años por la demolición de construcciones parásitas. Tan tempranas construcciones -siglo X- están en relación con las campañas de pacificación del califa `Abd al-Rahman III contra la levantisca población de la serranía rondeña, particularmente. Sometidos los rebeldes seguidores de Omar ben Hafsun, desde Córdoba se procuró la fijación de la población cerca de la costa, vigilada desde fortalezas ocupadas por tropas fieles. El paulatino retroceso de la frontera granadina haría que en los siglos XIII y XIV estos enclaves adquiriesen importancia al quedar ésta fija- da en sus inmediaciones. Enrique IV asoló estas tierras al finalizar la Edad Media, creando una tierra de nadie propia de las regiones fronterizas entre Estados en guerra. Estos luga- res fueron conquistados en 1485. Hacia el interior de al-Andalus, Algeciras contaba con algunas villas fortificadas que protegían sus principales accesos. Eran las fortalezas de Casares, Gaucín, Jimena de la Frontera y Castellar de la Frontera, además de otras fortalezas de menor importancia de las que apenas si conocemos su nombre, como las de Mashalis, Mayshar y Jushayn. Estaban enclavadas sobre cimas casi inaccesibles a una o dos jornadas de marcha de la costa y tení- an la triple función de ejercer la defensa de un núcleo de población rural, controlar una determinada porción de territorio y vigilar cercanas vías de comunicación. Para cumplir estas funciones de tipo defensivo, las villas fortificadas se levantaron en lugares fácilmente defendibles, que dominaran amplias panorámicas sobre los caminos junto a los cuales se hallaban situadas. Estas fortalezas se adaptan a las irregularidades topográficas, utilizando el propio roquedal, los farallones, barrancos y cimas como un elemento más de defensa. Algunos de estos enclaves, como Castellar, Jimena o Gaucín se desarrollaron a partir de husun o pequeños recintos establecidos en los primeros siglos del Islam andalusí para dar refugio a la población circundante. La villa fortificada de Casares se halla situada junto a la sierra Crestellina, sobre un abrupto macizo de roca caliza que se eleva entre los angostos valles de los arroyos de las Piletas y Albarrá, ambos tributarios del río Manilva, a una altitud de 420 metros. Domina los valles, colinas y llanuras costeras que se extienden desde la serranía de Ronda hasta la

257 bahía de Algeciras, teniendo enlaces ópticos con Jimena, Castellar y Gibraltar. Servía de conexión entre las ensenadas litorales de Manilva y Estepona y las fortalezas, torres y alde- as del interior, así como con la ciudad de Ronda. Aunque en sus inmediaciones se asentó la ciudad romana de Lacipo, la fortaleza no parece ubicarse sobre asentamientos anteriores al medievo. A varios kilómetros del actual emplazamiento de la fortaleza se hallan los restos de un recinto-refugio que se conoce con el nombre de Villa Vieja de Casares. Es posible que estuviera en este sitio el primer asen- tamiento de la población, luego abandonado por el que ahora ocupa; asimismo, que la for- taleza que el Muqtabis menciona con el nombre de Sas, junto a Gaucín y Castellar, cuan- do manda quemar las naves de Omar Ibn Hafsun en el puerto de Algeciras, sea Casares. Fue, no obstante, desde finales del siglo XIII, cuando, formando parte del protectorado benimerín, Casares adquirió gran importancia como una de las fortalezas situadas entre el litoral del Estrecho y la serranía de Ronda. Como bastión de la frontera granadina resistió el avance castellano hasta 1485, cuando, una vez rendida la ciudad de Ronda, capituló la villa que pasó a señorío de la Corona, aunque ésta la enajenó en 1491 en favor del Duque de Cádiz. La fortaleza de Gaucín, conocida como el Castillo del Águila, se eleva sobre una inac- cesible peña, a 688 metros de altitud, entre los valles de los ríos Genal y Guadiaro. Está enclavada en lo que fue cruce de los caminos que, desde la bahía de Algeciras y la costa de Casares, se dirigían a Ronda y su serranía. Tiene enlaces ópticos con el área del Estrecho, divisándose, en los días claros, Gibraltar y Ceuta. Los farallones casi verticales que borde- an la fortificación hacen, a veces, de parapetos y torres de flanqueo naturales, de modo que en muchos tramos de la cerca ésta desaparece. Existió un asentamiento preislámico de cierta importancia en la peña que hoy ocupa la fortaleza de Gaucín, aunque las primeras referencias literarias a la fortaleza de Gaucín datan de principios del siglo X. Entonces es mencionada como uno de los enclaves que se hallaban, en el año 914, bajo la obediencia del rebelde Omar Ibn Hafsun. Según Vallvé Bermejo, en el siglo XI, ´Abd-al-Yabbar, hijo de Al-Mutamid, se levantó contra los almo- rávides en Montemayor, sometiendo a las vecinas fortalezas de Alcalá de los Gazules y Gaucín. Sin embargo, será con la consolidación del reino de Granada cuando Gaucín adquiera una mayor relevancia histórica. Desde las últimas décadas del siglo XIII formó parte de la cadena de fortalezas fronterizas que defendían este reino por el Suroeste. En sus cercanías murió Alonso Pérez de Guzmán «El Bueno» en 1309. En 1483, tras ser con- quistada por el rey Fernando la ciudad de Ronda, todas las fortalezas de la serranía se some- tieron al vasallaje de Castilla, entre ellas la de Gaucín. Después de su capitulación, Gaucín pasó a formar parte de los dominios del Duque de Cádiz, sublevándose los mudéjares que habitaban la población en 1488, hasta que en 1495 pasó el señorío de la villa y de su tér- mino al Duque de Medina Sidonia.

258 La villa de Jimena de la Frontera se alzaba en la cumbre del cerro de San Cristóbal, que domina el valle del río Hozgarganta, como un eslabón más -junto con Castellar, Gaucín, Casares, Zahara, etc...- de la cadena de fortificaciones que defendía la frontera surocciden- tal del reino de Granada entre los siglos XIII y XV. Sin embargo, siglos antes que la ame- naza castellana se acercara a su alfoz, Jimena desempeñaba ya una función de defensa del territorio, de vigilancia de las rutas que partían de la bahía de Algeciras en dirección norte y de enlace entre las poblaciones de la costa y las situadas en las sierras interiores. En el siglo XV albergó una guarnición importante y, una vez en poder de Castilla, se erigió en bastión del dominio feudal, primero de los Alburquerque y luego de los Medina Sidonia, y en cabecera de expediciones contra el vecino reino nazarita. La fortaleza tiene origen romano-bizantino a juzgar por la abundancia de vestigios ante- riores al siglo VIII en su solar. La primera noticia clara de esta fortaleza la encontramos en el Rawd al-Qirtas, cuando su autor dice que, en 1293, el emir benimerín entregó al de Granada varios castillos de la serranía de Ronda, entre ellos el de Shamina -Jimena-. Desde 1275, Jimena, con Castellar, Gaucín, Casares, Estepona, Marbella, Ronda, Tarifa y Algeciras, habían pasado a formar parte del protectorado que los benimerines habían esta- blecido en el suroeste del reino de Granada. En poder de los emires norteafricanos, esta fortaleza sufrió los mismos avatares que las demás posesiones meriníes de España hasta que concluyó la pugna por el Estrecho y la frontera quedó establecida cerca de los territorios de Gibraltar, Castellar y Jimena. De nuevo bajo soberanía de Granada desde, al menos, 1374, los nazaríes volverán a hacer de ella uno de sus reductos defensivos de la frontera suroccidental, hasta que, en 1431, el mariscal don Pedro García de Herrera y las milicias de Jerez conquisten la villa. En 1451 volvió Jimena a poder de los nazaríes, hasta que, en 1456, el rey Enrique IV la conquistó definitivamente. Respecto a Castellar de la Frontera, la primera mención que se tiene del hins de Castellar se halla en el Muqtabis V. Escribe Ibn Hayyan que, en el año 914, `Abd al- Rahman III llegó a Algeciras y mandó quemar en su puerto las naves de Omar Ibn Hafsun, lo que fue visto desde la comarca vecina por la gente de Sas, Gaucín y Castellar. En 1292 el rey de Granada ofreció a Sancho IV, a cambio de la ciudad de Tarifa, los castillos de Sahquis, Tavira y Qastalla, entre otros. Esta villa es una de las fortalezas que, junto con Algeciras, Jimena, Ronda, Estepona y Marbella, entregó el rey de Granada a los meriníes para lograr su ayuda. Desde 1275, Castellar formó parte del sistema defensivo del protectorado benimerín de al-Andalus, hasta que un siglo más tarde, después de ser definitivamente expulsados los magrebíes de suelo andaluz, pasó a ser una de las fortalezas que defendían la frontera suroc- cidental del reino de Granada. Y así fue hasta que, en el año 1434, las milicias de Jerez y el alcaide de Jimena, don Juan de Saavedra, conquistaron la villa a los nazaríes. Algunos años más tarde vuelve Castellar a ser enclave granadino, aunque en 1450 fue recuperada

259 por su alcaide, el citado don Juan de Saavedra, quedando, a partir de entonces, bajo la órbi- ta castellana. En el entorno más próximo a Algeciras hemos de destacar una serie de lugares fortifi- cados, de muy diversa tipología, que conformaban sus enclaves inmediatos de vigilancia, desde los que recibir aviso en caso de peligro. La ciudad, a su vez, actuaba como centro administrativo y comercial de estos enclaves, que también servían como recurso de emer- gencia a los que acogerse si los habitantes de los campos cercanos se veían sorprendidos por la llegada del enemigo. Actuaban igualmente, hasta donde sabemos o suponemos, de pequeños núcleos de población campesina que atendían las actividades agrarias del hinter- land algecireño. Destaca, por su carácter de pequeña fortaleza, Torre Cartagena. Dentro del recinto de la factoría Gibraltar de CEPSA, en un entorno sumamente alterado por movimientos de tierras y el establecimiento de diversas instalaciones petroquímicas, subsisten los restos de un pequeño castillo cuadrangular conocido como Castillo de Carteia, Torre Cartagena o El Castellón. Cuenta con una torre albarrana que estuvo unida al lienzo sudoeste por un pequeño muro en el que se abría un vano de paso, con una puerta en recodo simple al sudeste y otra torre adosada en el ángulo noroeste. Posiblemente, la original Torre Cartagena no fuese sino una torre exenta con funciones de vigilancia, que habría genera- do un interesantísimo ejemplo de estructura fortificada, de la que terminó ocupando el vértice noroeste. De acuerdo con esta hipótesis, este pequeño castillo roquero sería un hisn que, ante la proximidad de importantes centros de población como Algeciras e incluso la fortaleza de Gibraltar, vería truncada su posterior evolución más allá del conjunto que hoy conocemos. Los avatares políticos, que convirtieron el lugar en peligrosa franja de tierra largamente disputada, hicieron el resto. La denominación de las fuentes árabes, donde figura como Turrus Qartayanna, es decir, Torre de Carteia, parece aludir a una construc- ción relacionada con algún núcleo poblacional del tipo alquería. Así lo sugiere una fuente árabe al explicar que según Ebn Abdo-l-Haquem, “salió Tarik del monte de Gibraltar y pasó por la alquería de Cartachenna, en dirección a Algeciras113”. La voz árabe se convirtió en la castellana Torre Cartagena en el siglo XIV. La Crónica de Alfonso XI menciona que, durante el mes de agosto de 1342, mientras el rey castellano asediaba Algeciras, el Rey envió gente que tomasen la torre de Cartagena, «que es entre Algecira et Gibraltar, que tenían los Moros, et los Christianos cobráronla en dos días: et los que estaban en ella diéronla por pleytesía que los desaxen salir»114. Posteriormente, con el real musulmán aposentado ante Gibraltar, la posesión castella- na de la pequeña fortaleza estuvo en peligro. Frecuentemente, las tropas que cercaban Algeciras habían de llevarles provisiones con gran riesgo dada la presencia enemiga al otro lado del Guadarranque. En uno de estos aprovisionamientos nocturnos, el destacamento

113. Ajbar Machmua, Op. cit., p. 250. 114. Crónica de Alfonso XI, Op. cit., p. 345.

260 militar no supo encontrar el vado del río a su regreso y murieron ahogados varios caballe- ros y peones con gran enojo del rey. El consejo real propuso su abandono por el poco pro- vecho que reportaba frente al grave peligro que suponía su mantenimiento, como había quedado demostrado. La decisión fue que los Christianos que estaban en ella «que la dexa- sen et se veniesen. Et el Rey fizólo asi: et por esta manera fincó la torre en poder de los Moros»115. A partir de 1344, con Algeciras en manos castellanas y después granadinas y Gibraltar dominada por nazaritas o meriníes, la pequeña fortaleza debió cambiar de amos hasta que- dar abandonada y arruinada. Entre otros, Al-Himyari recoge en el siglo XIV cierta tradición que identifica este lugar -Kartaganna, al este de Algeciras- con una mezquita que se dice fue edificada por un Compañero del Profeta: «fue, se dice, la primera mezquita fundada en al-Andalus (...) En las épocas de sequía se reúnen en esta mezquita para la ceremonia de rogativas, y el Altísimo Allah, en Su bondad y clemencia, oye favorablemente sus ruegos y les da la lluvia pedida»116. Gómez de Avellaneda sostiene que, tanto la primera mezquita de al-Andalus como el primitivo Castillo de Qartayanna117, no deben referirse a Torre Cartagena o El Castellón sino a Carteia como ciudad fortificada, que en tiempos de la conquista podría tener un reducido perímetro defensivo118. Por otra parte, la aportación de un contenido pietista a Torre Cartagena, nos permitiría ponerlo en relación con los ribats costeros anda- lusíes. Su aislamiento y su presencia en lugar fronterizo de gran riesgo podrían avalar tal hipótesis. Pavón Maldonado sugiere similar identificación de mezquita fortificada para la construcción interior del Afrag ceutí119. Por otra parte comentaremos la existencia de un peculiar enclave fortificado que hemos denominado recinto-refugio del Cerro de la Horca. Se halla situado en la ladera surocci- dental del cerro que le da nombre, a ciento noventa y siete metros de altitud y en la cres- ta de un promontorio que domina el barranco y el arroyo de Alcarracillo por el sudoeste y el litoral del Estrecho -en el lugar denominado Cala Secreta- por el sureste. Se trata de una serie de recintos, construidos a la piedra seca, de ciento veinte metros en su eje mayor y setenta metros de anchura. Consta de varias cercas de forma básicamente oval o circular que se contienen unas a otras o se adosan entre sí, reforzadas en los extremos oeste y este por torres-bastiones de planta circular. Construcciones castrales semejantes a la del Cerro de la Horca -coronando crestas casi inaccesibles, en lugares que dominan valles, caminos o ensenadas, edificadas con la ruda

115. Ibidem, p. 377. 116. MAESTRO GONZÁLEZ, Mª PILAR, Al-Himyari: Kitab Ar-Rawd Al-Mi`tar, Textos Medievales, 10, Valencia, 1963, pp. 157-158. 117. IBN IDARI, Kitab al-Bayan al-Mugrib, Ed. G. S. Colin y E. Leví-Provençal, Leiden, 1948. 118. GÓMEZ DE AVELLANEDA SABIO, Carlos, «La Carteya medieval y la fortaleza denominada Torre de Cartagena», Almoraima, 17, (1997), p. 268. 119. PAVÓN MALDONADO, B., «Planimetría de ciudades y fortalezas árabes del Norte de África», en Cuadernos del Archivo Municipal de Ceuta, 9, (1996), p. 22.

261 técnica de a la piedra seca, con incipientes aparatos defensivos en los ingresos, etc.- hun- den sus raíces en la más vieja tradición hispana, desde la protohistoria hasta la Baja Edad Media. Determinados asentamientos ibéricos, los castros celtas y los recintos-refugios ami- rales son buena prueba de ello. Sin embargo, la situación del recinto murado del Cerro de la Horca -punto desde el que se observa toda la extensión del Estrecho-, la consciente for- taleza que se dio a sus muros y torres, la existencia de un incipiente aparato defensivo delante de la puerta de ingreso, su original trazado en círculos concéntricos, así como la presencia de abundante cerámica islámica común y de lujo asociada a los restos de la for- tificación, permiten identificarlo como una novedosa fortificación de época islámica, al menos en lo que al área del Estrecho se refiere. En la orilla norte del Estrecho y en la del Magreb existen conjuntos castrales similares a éste. No lejos del Cerro de la Horca, en la sierra del Algarrobo y sobre una peña que domina el valle del río de la Miel, a 365 metros de altitud, se han localizado los restos de otro recinto similar, aunque sin la presencia de material cerámico. En la estribación sur de la misma sierra, cerca del antiguo camino que unía Algeciras con Tarifa, se halla otro de estos recintos. Entre los términos de Casares y Manilva se localiza un enclave semejante al del Cerro de la Horca, aunque más extenso, conocido como la Villa Vieja de Casares y anteriormente citado. En el Magreb encontra- mos también fortificaciones similares, al menos en cuanto a técnica constructiva y a la planta de los recintos. Una de estas fortificaciones es el recinto-refugio o ribat de Gabal al- Ahdar, situado al noroeste de Marrakech, consistente en una serie de recintos edificados a la piedra seca, en un promontorio sobre niveles distintos del terreno y en torno a una rudi- mentaria mezquita. Algunos de estos espacios tienen planta rectangular, pero otros pre- sentan una planta redonda u oval como en el Cerro de la Horca. Se trata, pues, de una fortificación de época islámica, utilizada como tal al menos entre las últimas décadas del siglo XIII y mediados del XIV, habitada por una guarnición de cáracter permanente, construida con materiales toscos pero con la suficiente fortaleza como para poder resistir posibles ataques de gente venida por mar. Su función debía ser doble: por una parte, ejercer la vigilancia del Estrecho y, por otra, servir de recinto-refugio para la población pastoril establecida en sus inmediaciones. Una vez tomada Algeciras por Alfonso XI y controlado el Estrecho por la escuadra castellana, la fortificación del Cerro de la Horca deja de desempeñar el papel que tuvo durante el periodo islámico, quedando des- mantelada y arruinada. Ya señalamos que apenas sabemos nada acerca de las alquerías próximas a Algeciras más allá de algunos de sus nombres. Éstas eran las unidades básicas del poblamiento rural de al-Andalus, dotadas tanto de límites propios como de autogobierno. Están relacionadas con la explotación agrícola del suelo y, dependiendo de su mayor o menor desarrollo, podrían llegar a contar con algún tipo de edificio público e incluso cerca. Más común a todas ellas eran las denominadas torres de alquería, edificios destacados por su fortaleza en el entor- no rural. Solían ser construcciones recias, de planta cuadrada o rectangular, normalmente

262 DOS JUGADORES DE AJEDREZ MUSULMANES, SEGÚN EL LIBRO DE LOS JUEGOS DE ALFONSO X (BIBLIOTECA DEL MONASTERIO DE EL ESCORIAL) de mampostería o tapial, con poderosos muros y varios niveles. Allí se recogían los cam- pesinos cuando el enemigo se presentaba de improviso en las cercanías y no quedaba tiem- po para dirigirse con sus ganados y pobres posesiones a la ciudad. El acceso se realizaba por una puerta al nivel del suelo, a diferencia de las torres de almenara que disponían de una puerta-ventana a cuatro o seis metros de altura, a la que se llegaba por una escala de cuer- da y que, una vez en el interior los torreros, era recogida para prevenir desagradables sor- presas. Las torres de alquería tenían puertas de robusta madera, forradas con planchas de hierro para evitar ser incendiadas en caso de asedio. Interiormente quedaban aseguradas por cerrojos y alamudes que se encastraban en sendos huecos practicados en el muro. Como no disponían de ventanas en la planta baja, sólo quedaba la puerta como vía de entrada. Para defenderla, podían disponer de cadahalsos a la altura del terrado, desde donde lanzar armas arrojadizas, piedras o pez ardiente sobre quienes quisiesen entrar. Normalmente sólo contaban con ladroneras, especie de balcón voladizo sobre la fachada del edificio y protegido por un elevado pretil para arrojar esos mismos elementos por su suelo aspillerado. El piso de la planta inferior podía estar excavado y tratado para servir de aljibe para agua, facilitando de esta manera la resistencia de sus ocupantes frente al agresor. El acceso entre las dos o tres estancias de que solían contar se realizaba por escaleras rectas,

263 estrechas y muy inclinadas, adosadas a los muros o practicadas en el interior de éstos, ilu- minadas por reducidos tragaluces que podían servir de aspilleras. En las plantas superiores se abrían vanos para la aireación e iluminación del interior del edificio. En ocasiones no eran sino más saeteras para permitir la defensa de sus ocupantes con arcos y ballestas. Las estancias se cubrían habitualmente con bóvedas vaídas de ladrillo, a las que solían practi- cárseles un hueco en la clave para facilitar el izado de mercancías y utensilios de una plan- ta a otra. El terrado, finalmente. se rodeaba de pretil defensivo sólo interrumpido por las ladroneras. Desde esta azotea se elevaban ahumadas para dar aviso de cualquier peligro detectado, cumpliendo así las torres de alquería la misma función para las que fueron cre- adas expresamente las más reducidas y estilizadas torres de almenara. Alrededor de Algeciras hemos localizado, de momento, cuatro torres de este tipo, si bien aún desconocemos casi cualquier noticia acerca de las entidades poblacionales con las que pudieron estar relacionadas. Se trata de la ya citada Torre Cartagena, al norte de las ruinas de Carteia; la Torre del Lobo, al oeste de la playa de Getares; la Torre de los Adalides, cerca del cortijo de San Bernabé120, y la Torre de Botafuego, en el Monte de la Torre. En el entorno agrario de Algeciras cabe citar la alquería de Los Barrios, siguiendo la sugerente hipótesis de don Manuel Álvarez Vázquez acerca del pasado medieval de esta localidad campogibraltareña121. Señalaremos, por último, las torres almenaras que existían en las costas del territorio que estudiamos. Como indicamos anteriormente, los torreros que vigilan desde sus azote- as tenían la misión de levantar llamaradas de noche o ahumadas de día para atraer la aten- ción de otros vigías y dar cuenta de algún peligro que se cerniese sobre territorio propio. La señal, transmitida de torre en torre, debía alcanzar centros de población o acuartela- mientos desde los que enviar tropas, si fuese preciso, para afrontar la agresión. Estos edifi- cios, que se ubicaban en lugares prominentes para ampliar su campo de visión, eran estric- tamente funcionales y no hacían concesiones a ornamentación alguna. De planta redonda o cuadrangular y escaso o nulo talud en sus muros, contaban para su acceso con la citada puerta-ventana elevada que garantizaba cierta seguridad a sus ocupantes. En el interior, una o varias estancias que podían estar abovedadas o separadas por vigería de madera. En la costa atlántica de Tarifa conocemos dos almenaras posiblemente islámicas: la Torre de los Vaqueros, ya inexistente, que se encontraba situada en la ensenada de Valdevaqueros122, y la Torre de la Peña, pequeña atalaya de planta rectangular que corona un otero rocoso al sur de la sierra de Enmedio. Las señales continuaban hacia levante por las torres de la pro- pia ciudad de Tarifa, entre las que destacaba por su monumentalidad la almohade Torre de

120. SÁEZ RODRÍGUEZ, A.J. Y GÓMEZ DE AVELLANEDA SABIO, Carlos, “La Torre de Los Adalides -Algeciras, Campo de Gibraltar-”, Caetaria, 2, (1998). 121. ÁLVAREZ VÁZQUEZ, Manuel, «La alcaria de Los Barrios: un testimonio de antigua población musulmana en el Campo de Gibraltar», Almoraima, 9, (1993), pp.129 y ss. 122. TORREMOCHA SILVA, A. y SÁEZ RODRÍGUEZ, A.J., Op. cit., pp. 239-242. También, SÁEZ RODRÍGUEZ, A.J., Almenaras en el Estrecho, Algeciras-Instituto de Estudios Campogibraltareños, 2001.

264 don Juan o Torre de Guzmán el Bueno, mucho más elevada entonces que en la actualidad. En el Medievo no existía la Torre de la isla de Tarifa, ni las restantes del tramo costero que continúa hasta Punta Carnero: Torre de Guadalmesí, ni Torre de las Cuatro Esquinas o de Punta Carnero, todas ellas del siglo XVI123. Por lo tanto, las almenaras con- tinuaban por la sierra entre Tarifa y Algeciras sin edificios que albergasen a los guardas, que realizarían su función desde lugares elevados, con buena visibilidad. Superadas las monta- ñas, la citada Torre del Lobo sería la última estación antes de la ciudad de Algeciras. La bahía contaba, además de con los vigías algecireños, con los de Torre Cartagena, al norte de las ruinas de Carteya -San Roque- y los de Gibraltar. En la cresta del Peñón, en el lugar denominado actualmente Signal Station y, durante la Edad Moderna, Nuestra Señora de Guadalupe, se encontraba otro puesto de observación denominado El Hacho124. Presumiblemente en la cima de Sierra Carbonera, entre los términos municipales actuales de La Línea de la Concepción y San Roque, se situasen más vigías que podían enviar las señales de alerta tierra adentro, ya que este lugar se divisa desde el terrado de la Torre de la Almoraima125. Este edificio, en el valle del Guadarranque, guardaba el camino que sube a Castellar de la Frontera y la ruta que se interna en la serranía de Ronda. De nuevo en la costa del Estrecho, las señales continuaban por la Torre Vieja de Chullera y la Torre Quebrada de Arroyo Vaqueros hasta Estepona y, desde allí, hacia Málaga126.

2.4.- LA CULTURA YAZIRÍ.

Una sociedad como la algecireña, que tuvo sus inicios en los primeros años de la inva- sión islámica y que perduró hasta mediados del siglo XIV, iba a reflejar, en lo referente a su evolución cultural, idénticos periodos y estilos que el resto de las ciudades de al- Andalus, acrecentados y favorecidos -especialmente a partir del siglo XI- por la condición de puerta de entrada de influencias procedentes del Norte de África y Oriente que

123. Véanse al respecto, entre otros SARRIÁ MUÑOZ , Andrés, «Organización de la defensa costera de Tarifa en el siglo XVIII», Almoraima, 13, (1995) y SÁEZ RODRÍGUEZ, A. J. «Almenaras en las costas de Tarifa (I) y (II)» Aljaranda, 20 y 21, (1996). 124. Algunos trabajos de las torres de Gibraltar se encuentran en PALAO, George, «The Guns and Towers of Gibraltar, Gibraltar, 1975; VALDECANTOS DEMA, Rodrigo, «Almenaras y follies desaparecidas del Peñón de Gibraltar», La organización militar en los siglos XV y XVI, Actas de las II Jornadas Nacionales de Historia Militar, Málaga, 1993; SÁEZ RODRÍGUEZ, A. J., «El Diablo y los molinos, torres de vigía del istmo de Gibraltar», Almoraima, 21, (1999). 125. SÁEZ RODRÍGUEZ, A.J., «Defensa costera y almenaras en el Campo de Gibraltar», Cuadernos del Instituto, Vol. 1, Algeciras, Instituto de Estudios Campogibraltareños, 1996. 126. Véanse GÁMIR SANDOVAL, Alfonso, Organización de la defensa de la costa del Reino de Granada, estudio de BAREA FERRER, José Luis, «Archivum», 7, (1988); TEMBOURY ÁLVAREZ, Juan, Torres almenaras. (Costa Occidental), Málaga, 1975; FALCON MÁRQUEZ, Teodoro, Torres de almenara del Reino de Granada en tiempos de Carlos III, Sevilla, Consejería de Obras Públicas y Transportes, Centro de Estudios Territoriales y Urbanos, 1989 y VERA DELGADO, A. Mª., La última frontera medieval: la defensa costera en el Obispado de Málaga en tiempos de los Reyes Católicos, Málaga, Biblioteca Popular Malagueña, 1986, entre otras obras.

265 Algeciras mantuvo a lo largo de la Plena y Baja Edad Media. Una ciudad que era capital de una cora o provincia, muy activa económicamente, de notable importancia militar, con un puerto de gran valor estratégico y una población formada por selectas familias muladí- es, árabes, sirias y beréberes, fue capaz de producir, con el paso de los años, una intensa vida cultural, como bien lo testimonian las fuentes musulmanas. La literatura, la jurisprudencia, la teología, las ciencias históricas y geográficas, la ascé- tica, la gramática y las ciencias experimentales, iban a estar bien representadas en Algeciras entre los siglos VIII al XIV, periodo que, a su vez -y en consonancia con lo que sucedía en el resto del país- hay que dividir en otras dos etapas: una, que vendríamos a denominar «clásica» y que coincide, en lo político, con el desarrollo del emirato y el califato cordobés -siglos VIII al X-, y otra, más larga en el tiempo, pero también más fecunda, que denomi- naremos «postclásica» y que se extiende desde el siglo XI al XV, periodo que se caracteriza por la división política de al-Andalus y las sucesivas invasiones que llegan de África. Los dos primeros siglos de este periodo, en los que predomina, como ya se ha demos- trado, la conflictividad política y social -sometimiento o integración de la población his- pana, intentos secesionistas, etc...-, se caracterizan por la paulatina propagación del ele- mento cultural árabe y el mimetismo de las realizaciones del Oriente islámico, aunque en el campo del arte sean las influencias hispanas las que predominarán. Pero con el adveni- miento del siglo X, sin desaparecer todavía la admiración por todo cuanto proviene de Oriente, la vida cultural de al-Andalus adquirirá una fuerza creativa, una originalidad y un clasicismo tan refinado que nada tendrá que envidiar a las realizaciones orientales. La sabia utilización de elementos hispanos enriquecidos por las influencias foráneas, la mesura y el equilibrio en la literatura, las artes y las costumbres, el respeto y la tolerancia hacia las comunidades cristiana y judía -en Córdoba se hablaba en romance y árabe- y la pujanza de una sociedad heterogénea, rica y emprendedora, posibilitarán el nacimiento y la prolifera- ción de escuelas de poetas y literatos, academias de científicos, sagas de historiadores, geó- grafos y jurisconsultos. Todo ello no sólo en Córdoba, sino también en las principales ciu- dades del Califato, donde la élite dominante rivalizará, apoyando las artes y las letras, por superar las realizaciones culturales de las urbes vecinas. Mas la buena estrella del Califato tuvo también su quiebra y, tras la muerte de Almanzor, se diluye la forzada unidad políti- ca de al-Andalus haciendo su aparición los reinos de taifas. La sedimentación de los rasgos hispanos, la creatividad de los diversos reyes taifas -andalusíes, beréberes y eslavos- y los sucesivos aportes almorávide, almohade y benimerín, vendrán a configurar una nueva etapa en la cultura andalusí caracterizada por el oscurecimiento de las influencias orienta- les, el aporte magrebí, la diversificación de los focos difusores y de las escuelas, y la expor- tación de genios andaluces -por propia voluntad o empujados por la persecución política o religiosa- al Norte de África y el Oriente musulmán. En el caso de Algeciras la vida cul- tural se vio interrumpida a mediados del siglo XIV, cuando Castilla se asomó al Estrecho y se apoderó de la ciudad. Para el Reino de Granada aún restarían días de gloria en el

266 campo del arte, de las letras y de la ciencia, hasta su postrer agonía y muerte a finales del siglo XV. Analicemos, a continuación, la evolución de la vida cultural en la Algeciras islámica, así como las primeras manifestaciones en las diversas ramas del saber.

2.4.1.- LA LÍRICA EN LA ÉPOCA DE ALMANZOR.

Bajo el gobierno de los últimos omeyas, florecería en Algeciras una escuela poética que, aunque iba a alcanzar su momento de esplendor en los siglos XI y XII, produciría algunos creadores de notable calidad en los siglos IX y X, especialmente durante el mandato de Almanzor, el cual se convertirá en mecenas de poetas nacidos en la ciudad de donde él era originario. En tiempos del emir Al-Hakam I vivió el poeta algecireño Abbas Ibn Nasih, del que sólo sabemos que, además de destacado literario, fue cadí de su ciudad. En el último ter- cio del siglo X destaca Abu Marwan Ibn al-jawlani o al-yazirí, famoso por sus poemas sobre flores, tan del gusto del hachib. Frecuentando las reuniones que, en su palacio, organizaba Almanzor, por su facilidad para improvisar versos encomiásticos, fue premiado con sustan- ciosos regalos y cargos. Por haber improvisado en presencia del gobernante algecireño unos versos lleno de ingenio, éste lo elevó al cargo de jefe de la policía de Córdoba 127. Antes había sido nombrado secretario del primer ministro y, durante algún tiempo, estuvo al frente de la cancillería amirí. Murió en el año 1003, estrangulado por un esclavo negro en las mazmorras de Medina al-Zahira, donde había sido encarcelado por orden de al-Muzaffar. Su producción poética debió ser abundante, conservándose tan solo algunos de sus poemas, los cuales se pueden dividir en dos grupos: aquéllos que compuso cuando era secretario y jefe de la poli- cía y vivía en la abundancia y el sosiego, y aquellos otros que, como dice J.M. Continente, nacieron de sus reflexiones de hombre encarcelado y abandonado por todos. Incluimos a con- tinuación dos poemas de Al-Yazirí, uno, de temática floral, de su época feliz, y otro, una casi- da -sólo algunas estrofas-, que compuso en sus momentos de infortunio, cuando estaba encarcelado en la prisión de Tortosa y solicitaba el perdón de Almanzor.

La Azucena

Lóbulos deshilados de un blanco purísimo que al cogerlos se colorean de amarillo intenso. El número de sus estambres si los cuenta son seis, sin olvidar al espía que es el séptimo. Todos ellos se resguardan amorosamente en su regazo cual si ella fuera una madre que velara con celo por un niño aún lactante. La límpida piel de su pecho se impregna del perfume profundo

127. TERÉS, E., «Ibn Faray de Jaén y su Kitab al-Hadaiq», al-Andalus, XI, (1946), p. 141.

267 y azafranado que exhalan sus cabecitas. Su tibio olor y su maravilloso y bello aspecto invitan al amor y a la pasión».

Qasida desde la prisión

«El lugar en que me encuentro está demasiado lejos para ser visitado y aún ni siquiera cuando mis ojos consiguen dormitar se me aparece de súbito ningún fantasma. ¡Ay!, cuán enflaquecido y debilitado estoy, y eso que yo era fuerte y gozaba de excelente salud. Toda mi alegría y mi placer de vivir me han desaparecido, ya no brotan para mí las flores. ¿Acaso será posible que el amado no tenga la menor sospecha sobre cuáles son mis pensamientos y mis más íntimos recuerdos?

Otro poeta del tiempo de Almanzor fue Afid Ibn Riaví al-Yaziri. Este personaje com- puso una serie de versos para conmemorar la campaña de Almanzor del año 997 sobre la ciudad de Santiago de Compostela.

2.4.2.- LA ESCUELA YAZIRÍ.

Con el derrumbamiento del imperio cordobés se quiebra la tendencia expansiva de Andalucía, estancándose o empobreciéndose la producción cultural en algunos sectores, pero permitiendo la multiplicación de los centros de creación y difusión. En el campo del arte se produce una barroquización del estilo y en el de la lírica una repetición de los temas clásicos, aunque adobados con una fuerte dosis de elementos andaluces. Los reyes taifas, con sus intrigas palaciegas, sus crímenes políticos, sus desbordadas pasiones y la pugna que mantienen en el mecenazgo de artistas y en la celebración de grandes fiestas, ofrecerán un terreno abonado para el desarrollo de la poesía. La lírica neoclásica se extenderá como un reguero de pólvora por aquellos reinos ávidos de conservar, aunque sólo fuera en lo cultu- ral, la ficción del Califato. Los reyes y magnates se cruzarán todo tipo de acusaciones, elo- gios, insultos, mensajes de concordia o de odio, utilizando como medio el poema o la carta impregnada de lirismo, en la que, ellos mismos, se comparan con flores, estrellas o fenó- menos naturales. Los temas, aunque sin perder el hilo conductor del clasicismo imperan- te, se enriquecen y diversifican: báquicos, amorosos, satíricos, guerreros, poemas descripti- vos en los que se destacan elementos de la naturaleza -ríos, flores, jardines, paisajes, ani- males, etc...-.

268 Bajo el dominio de los almorávides, la poesía andaluza se repliega sobre su propio pasa- do o se adapta a los nuevos tiempos, haciendo sobresalir en sus composiciones el elemento popular y los temas menos comprometidos e intrascendentes. Esta situación tendría corta duración, pues, atraídos por la superior cultura hispana, los almorávides se van a rodear, en sus ciudades de al-Andalus, de una corte de intelectuales como años antes habían hecho los reyes taifas. Aparecen nuevos modelos poéticos y los creadores seguirán aquéllos, los deno- minados neoclásicos, que continúan esforzándose por mantener viva la tradición lírica del Califato. Es el momento para lo satírico e, incluso, para lo vulgar. Con la irrupción de los almohades en la escena peninsular, la lírica andaluza languidece. Imbuidos por la rigidez de un Islam recreado en las cálidas arenas del desierto, los temas báqui- cos y eróticos, así como la declarada heterodoxia de algunos poetas andaluces, difícilmente podrían ser aceptados por los intransigentes norteafricanos. La lírica hispano-musulmana entrará en un largo periodo de agonía que se extenderá hasta los días del reino de Granada, cuando la poesía andalusí de fundirá con modos, temas y estilos de clara influencia castellana. Algeciras fue, durante los siglos XI y XII, centro de desarrollo de una importante escue- la lírica, profundamente neoclásica, que vino a cubrir un capítulo importante de la cultu- ra literaria andaluza. En el siglo XI, la corte hammudí algecireña se erige en foco de actividad cultural, recu- perando el esplendor que había tenido la ciudad en tiempos de Almanzor. Alrededor de la familia beréber que dirige los destinos del reino de Algeciras se van a formar artistas, teólo- gos, juristas y también poetas, entre los que sobresalieron el magnate-poeta Abu Udra y, sobre todo, Abu-I-Hasan Ibn Hafs al-Yazirí128 a cuyo ingenio debemos del siguiente poema:

Cuantas he ido en hora temprana a los jardines: las ramas me recordaban la actitud de los amantes. ¡Qué hermosa se mostraban cuando el viento la entremezclaba como cuellos que se abrazan estrechamente! Las rosas son mejillas; las margaritas, bocas sonrientes, mientras que los junquillos reemplazan a los ojos.

El poeta compara las esbeltas y cimbreantes ramas de los árboles con los cuellos de los amantes que se abrazan. Este tipo de imágenes literarias en las que se busca la semejanza entre especies vegetales con partes del cuerpo o virtudes humanas, es muy utilizado por la poesía musulmana, pero muy especialmente por la lírica arábigo-andaluza -véase el poeta amirí Abu Marwan al-Yazirí-. En los dos últimos versos se vuelve a incidir sobre este mismo tipo de figura: el color de las mejillas se compara con rosas rojas; las margaritas con bocas sonrientes, en las que los dientes son los blancos pétalos, y los junquillos que espían a los amantes desde la orilla del río son los ojos.

128. PÉRES, H., Esplendor de al-Andalus (La poesía andaluza en árabe clásico en el siglo XI), Trad. por M. García Arenal, Madrid, Edit. Hiperión, 1993, p. 169.

269 Los Analectes atribuyen a un poeta anónimo de Algeciras, que vivió en el siglo XI, los siguientes versos:

Vuestras miradas nos hieren el corazón y las nuestras os hieren las mejillas.

El poeta expresa las fuerza del sentimiento que la mirada de la amada ha despertado en su alma -su mirada le ha herido el corazón-, contraponiéndola con la de sus ojos que sólo han llegado a herir la mejilla de la que ama. Ibn Said al-Magribí recoge los siguientes versos del poeta algecireño Abu Zakariyya, que vivió a caballo entre los siglos XI y XII, y que llegó a ostentar el cargo de gobernador de la ciudad129:

El vaso, cuando lo llenaron de vino, se inflamó y se vistió una túnica de llamas. Y, cuando subieron arriba las burbujas, no vieron los ojos maravilla como ésta: Encima de unas brasas encendidas, granizos, que existían por ellas y que de ellas procedían.

Nos encontramos aquí con el fragmento de un poema de tipo báquico, cuyo autor fue, como lo era Ibn Abi Ruh -del que más adelante se tratará-, un magnate algecireño que vivió bajo la dominación almorávide. El vino es el objeto que inspira al poeta y le sirve de motivo para crear un elevado canto al preciado licor, que, aunque prohibido su consumo para el musulmán, nunca faltaba en las fiestas de la relajada sociedad andalusí. Una metá- fora de gran fuerza descriptiva nos dibuja el color rojizo del vino -túnica de llamas-, para terminar con una lograda imagen en la que se oponen conceptos aparentemente incom- patibles: las burbujas son granizos que aparecen sobre las brasas encendidas del vino. En el siglo XII continúa la pujanza de la escuela poética yazirí, acudiendo a la ciudad eruditos de lejanos países a recibir y contrastar conocimientos. Sabemos que en la prime- ra mitad del siglo se instaló en la ciudad del Wadi-l-Asal, para ampliar sus estudios en lite- ratura, gramática y jurisprudencia, el sabio oriental Ibn Jayr, del que se volverá a tratar en el capítulo correspondiente al derecho. Sin embargo, a partir de 1145, con la irrupción de los almohades, y aunque en el arte edificatorio alcanzó Algeciras un momento de gran esplendor -construcción de torres albarranas en el recinto murado y de un hospital-, la poe- sía sufrirá un decaimiento del que no volverá a recuperarse. A caballo entre las segundas taifas y el dominio almohade, vivió el más famoso poeta algecireño de la Edad Media: Ibn Abi Ruh, cuyo poema conocido como «El río de la Miel»,

129. IBN SAID AL-MAGRIBÍ, El Libro de las banderas de los campeones, Trad. por E. García Gómez, Barcelona, Edit., Seix Barral, 1978, pp. 283-284.

270 figura en las mejores antologías de la poesía árabe de todos los tiempos130. Este magnate- poeta de Algeciras rememora -posiblemente desde el obligado exilio- una noche de fiesta que pasó en su mansión situada al borde del río que cruzaba la ciudad. Combinando los elementos más característicos del estilo neoclásico, obtiene un bello ejemplo de poema que se ha de incluir entre los de tema báquico y amoroso, tan del gusto de la lírica andalusí. La lograda composición dice así:

Detente junto al río de la Miel y pregunta por una noche que pasé allí hasta el alba, a despecho de los censores, bebiendo el delicioso vino de la boca o cortando la rosa del pudor. Nos abrazamos como se abrazan las ramas encima del arroyo. Había copas de vino fresco y nos servía de copero el aquilón. Las flores, sin fuego ni pebetero, nos brindaban el aroma del áloe. Los reflejos de las candelas eran como puntas de lanza sobre la loriga del río. Así pasamos la noche hasta que nos hizo separarnos el frío de las joyas. Y nada excitó más mi melancolía que el canto del ruiseñor.

Este poema, en el que la temática amorosa y dionísica alcanza cotas de elevada perfec- ción y elegancia literaria, nos traslada, no cabe duda, a lo más granado de la lírica andalu- sí postcalifal, a un periodo en el que las almunias edificadas entre jardines al borde de los ríos eran escenario, en las noches de verano, de reuniones cultas auspiciadas por ricos mag- nates o eruditos gobernantes, donde el vino, el amor y las canciones se entremezclaban con la dialéctica, la disertación literaria y la más fina poesía. El magnate algecireño debió escri- bir este poema cuando ya los almohades se habían establecido en Andalucía y se hallaba alejado de Algeciras y de la vida pública por imperativo de los nuevos y fanáticos alfaquí- es. Su espíritu liberal y heterodoxo se jacta -en uno de los versos- de haber burlado a los censores bebiendo el mejor vino y gozando del amor. La rosa del pudor es la virginidad de la mujer amada, virtud muy apreciada en el mundo islámico y, por tanto, en la Andalucía medieval. Volvemos a encontrar el recurso de comparar los miembros del cuerpo con las ramas de los árboles, mientras que un fenómeno natural como es el viento se reviste de los atributos del copero. De intensa calidad poética y capaz de crear una imagen de gran fuer- za en el lector, es la comparación entre las candelas -las llamas fusiformes que desprenden las hogueras- con las puntas de ardientes lanzas, y entre la plácida superficie del río, en la

130. Véanse, sobre Ibn Abi Ruh: IBN SAID AL-MAGRIBÍ, Op. cit., p. 154 y GARCÍA GÓMEZ, E., Poemas arábigo- andaluces, Espasa-Calpe, S. A., Colección Austral, 6ª Edición, pp. 82 y 83.

271 que se reflejan las candelas, con una cota de malla donde van a clavarse éstas como lanzas. El frío de las joyas, para describir la llegada de la aurora, es una imagen muy utilizada por la poesía clásica andalusí y, como consecuencia, por los poetas neoclásicos de los siglos XI y XII. Termina el poema expresando la melancolía que siente el poeta con la llegada del día -el canto del ruiseñor- que le trae el alejamiento de la amada. Esta tristeza puede muy bien reflejar la añoranza que sentía Abi Ruh por su tierra natal y por su mansión a orillas del Wadi-l-Asal. Otro poeta que destaca en el panorama literario algecireño en la primera mitad del siglo XIII, es Abu Nair al-Fatah Ibn Musa al-Yazirí o al Jadrawí. Este ilustre personaje -también nota- ble gramático- nació en Algeciras en el año 1192. Viajó a Marruecos, donde estudió gramática bajo la dirección de Abu Musa. Más tarde marchó a Damasco y, por último, fijó su residencia en Suyut -Egipto)- donde ejerció los cargos de cadí y fue profesor de la Alta Escuela Faisia. Su obra consiste en una composición poética sobre la vida de Mahoma que consta de doce mil ver- sos. Ibn Musa al-Yazirí murió en el año 1287 en la ciudad de Suyut, a los noventa y cinco años de edad, después de una larga vida en la que contribuyó a enaltecer la ciudad donde había naci- do, siendo hoy uno de los personajes más celebrados de la cultura medieval egipcia. Para terminar con la relación de poetas «yaziríes», mencionaremos a Ibn Said al- Magribí, geógrafo y poeta de Alcalá la Real que, desde su exilio en Egipto, nos dejó una casida en la que recuerda con nostalgia las hermosas ciudades de su al-Andalus natal. Dicen así las estrofas dedicadas a Algeciras:

También con sus memorias Algeciras me abruma y su enriscada costa recuerdo con amor; en ella el mar bramando alza montes de espuma que estremecen los árboles de angustia y de terror. En los labios el vino y en brazos de mi amada, allí de mil auroras me sorprendió la luz, mientras que, por la luna con oro recamada, tendía el mar la fimbria de su túnica azul131.

2.4.3.- LA JURISPRUDENCIA, LA TEOLOGÍA Y LA ASCÉTICA.

La jurisprudencia, disciplina que gozó de gran prestigio en las sociedades islámicas por la repercusión que tenía en los más diversos ámbitos de la vida diaria, se basaba tanto en el Corán y las tradiciones, como en la opinión personal de los cadíes y en normas de dere- cho consuetudinario heredadas de Oriente e incluso del derecho romano y de la tradición germana. Algeciras, que por su condición de capital de provincia contaba con un cadí, máxima autoridad judicial de toda la cora, fue ciudad donde nacieron o residieron duran-

131. AL-MAQQARI, Nafh-al-Tib (Trad. por Scharck-Valera, Poesía y arte de los árabes en España, Buenos Aires, 1944, p. 145).

272 te buena parte de sus vidas los cadíes y eruditos religiosos -alfaquíes y ulemas-, que dieron fama a la ciencia jurídica que se impartía y elaboraba en los círculos jurídicos de la ciudad. A principio del siglo IX ejerció la función de cadí de Algeciras el jurista Abbas Ibn Nasih -citado ya como poeta- que llegó a ser famoso por la ecuanimidad y perfección de sus sentencias132. Sin embargo, el más renombrado de los juristas algecireños anteriores al siglo XI fue el sabio Jalaf Ibn Abd-Allah Ibn Mujariq al-Hawlani. Este jurista nació en Algeciras a mediados del siglo IX, estudió en su ciudad natal y en Pechina, viajando luego a Egipto donde oyó las predicaciones de una hija de As-Safii. Vuelto a su patria ejerció el cargo de imán. Perteneció a la escuela Safei, cuya doctrina había introducido en España Muhammad Ibn Sayar. Cultivó con acierto la literatura jurídica, alcanzando gran prestigio en los tribunales de al-Andalus, norte de Africa y Oriente por sus fatwa. Debió morir hacia el año 913133. Con la llegada a suelo peninsular de los almorávides, pero sobre todo de los almohades, la jurisprudencia, la teología y la ascética -apoyadas por el fervor religioso que traían con- sigo los nuevos señores de al-Andalus- alcanzarán una preponderancia en la vida pública paralela a la decadencia que sufre la lírica. El incremento de la autoridad de los alfaquíes en la sociedad andaluza y la preeminencia de los estudios teológicos favorecerán la apari- ción, en Algeciras como en otras ciudades de este lado del Estrecho, de sagas de alfaquíes, santos y ascetas, como nunca habían existido en una sociedad donde la heterodoxia había sido un valor intelectual muy cotizado. A finales del siglo XI y principios de XII , ya que murió hacia 1117, vivió en Algeciras Abu-l-Qasim al Qutami. Fue notable alfaquí y cadí de esta ciudad hasta que marchó a Marruecos, donde también fue cadí en las ciudades de Salé y Marrakech. Contemporáneo de este personaje fue el alfaquí y tradicionista Abd-Allah Ibn Hisam al-Yazirí, ilustre alge- cireño que unía a sus conocimientos de teología las dotes de un buen poeta. En las décadas centrales del siglo XII residió en Algeciras el célebre erudito oriental Ibn Jayr. Sus conocimientos abarcaban las tradiciones proféticas, las biografías, los estudios coránicos, el ascetismo, la gramática y la genealogía. Murió en el año 1180. A finales del siglo XII destacó Ali Ibn Yahia Ibn al-Qasim, el de Cinheja. Este famoso jurista era originario de la región del Rif, aunque muy joven vino a establecerse en Algeciras, donde se dedicó a la enseñanza del derecho y al oficio de notario. Fue nombra- do cadí de la ciudad y supo reunir a su alrededor una verdadera escuela jurídica que se desa- rrolló a lo largo del siglo XIII. Escribió un compendio o formulario de actas notariales que nos ha servido para conocer diversos aspectos de la legislación musulmana medieval. Esta obra se encuentra en la Escuela de Estudios Árabes de Madrid y en ella no sólo consta el nombre del autor, sino que se cita en varias ocasiones la ciudad de Algeciras en la data de

132. ANALECTES, II, p. 151. 133. CASTEJÓN CALDERÓN, R., Los juristas hispano-musulmanes (desde la Conquista hasta la caída del Califato de Córdoba. Años 711 a 1031), Madrid, Instituto de Estudios Africanos, C.S.I.C., 1948, p. 146.

273 los documentos. Tal circunstancia se da en el folio 82, donde aparece un acta notarial fechada en la Sala de Audiencias del Juzgado de Algeciras. Murió en el año 1189. También del siglo XII es el afamado tradicionista, cadí y filólogo, Abu Abd Allah al- Yahsubí, biznieto del cadí ceutí Iyad. Vivió en Algeciras en las primeras décadas del siglo, muriendo en Granada en el año 1257. Con la entrega de Algeciras a los meriníes en 1275, otra dinastía norteafricana se esta- blece en la ciudad y su alfoz. Desde esa fecha, hasta bien entrado el siglo XIV, van a desa- rrollar su actividad en Algeciras algunos alfaquíes pertenecientes a una de las familias ára- bes más nobles y antiguas de la ciudad, los Banu Udra, establecidos en el distrito algecire- ño desde tiempos de la invasión arabo-beréber. Uno de los miembros más preclaros de este linaje fue Ibn Udra134, cadí de Algeciras en los años que tomaron posesión de la ciudad los meriníes de Abu Yusuf Yaqub. Contemporáneo de este cadí fue el alfaquí Abu Faris Abd al-Aziz al-Imraní, amigo de Al-Malzuzi y citado por éste en su opúsculo «Un Vejamen de Tarifa Algeciras». Natural de Algeciras, y también miembro de una renombrada familia de la ciudad, fue el alfaquí y jatib Ahmad Ibn Jamis al-Yazirí, igualmente conocido como Abbu-l-Abbas Ibn Jamis. Murió en Algeciras en el año 1320. Entre los santos y ascetas algecireños destaca, en el siglo XI, Al-Hasan, hermano del rey taifa de Algeciras, Muhammad. Este personaje abandonó la vida plácida del palacio ham- mudí algecireño y, vestido de lana, se dio al ascetismo, haciendo la peregrinación. Entre 1170 y 1190 vivió el más famoso santo musulmán de Algeciras, Abu Ishaq Ibrahim Ibn Tarif135. Fue amigo del místico murciano Ibn Arabí, el cual lo cita en su obra Epístola de Santidad. Escribe de él Ibn Arabí que era de carácter afable y de trato cariñoso y que decía siempre la verdad. Había deseado durante toda su vida retirarse a vivir en soledad, pero le fue imposible realizar su anhelo, porque se lo impedía su profesión, que no era otra que vendedor de loza, termina diciendo el místico murciano, que lo visitó dos veces en Algeciras antes de que muriera de unas paperas.

2.4.4.- LA HISTORIA Y LA BIOGRAFÍA

Fueron la historia y la geografía disciplinas muy apreciadas por la sociedad musulma- na. Auxiliadas por la biografía y la genealogía, formaban un conjunto de conocimientos imprescindibles para la propia expansión del Islam, pues se utilizaba, no sólo para enseñar a los nuevos creyentes la doctrina y la tradición profética, sino también para reafirmar los lazos agnaticios y tribales de los distintos linajes. Por otra parte, la formidable extensión de tierras conquistadas y de pueblos sometidos necesitaban ser conocidos de la manera más exhaustiva posible por los dirigentes político-religiosos con el fin de arbitrar su buen

134. AL-MALZUZI, «Turfat az-zarif fi ahl al-Jazira wa Tarif», en Studia Islámica, Vol. III, (1981), pp. 21 a 23. 135. ASÍN PALACIOS, M., Vida de santones andaluces: La «Epístola de Santidad» de Ibn Arabí de Murcia, Madrid, Libros Hiperión, 1933, pp. 159 a 161.

274 gobierno y establecer y recaudar los impuestos. En la Algeciras islámica floreció, también en esta rama del saber, una impor- tante escuela de historia- dores, genealogistas y bió- grafos. La misma situación de la ciudad, puerto de desembarco de geógrafos, historiadores y compilado- res -El Idrisí mantuvo estrechas relaciones con eruditos y genealogistas de Algeciras-, puso en contac- LOS TÉRMINOS DE ALGECIRAS A PRINCIPIOS DEL SIGLO XV, SEGÚN A. TORREMOCHA. to tempranamente a la sociedad algecireña con los conocimientos más avanzados del Islam en estas y otras variadas mate- rias. Una ciudad que había sido la puerta de entrada de los musulmanes en la península Ibérica ejercía una poderosa atracción dentro y fuera de al-Andalus, de ahí que geógrafos, historiadores y compiladores le dedicaran en sus obras capítulos semejantes en extensión a los de Málaga, Sevilla o Granada. En 1201 nació en Algeciras Ibn Mosdai al-Andalusí, una de las figuras más señeras del islamismo español. Este biógrafo, historiador y compilador viajó por diversos países de Oriente y Occidente en los que recogió conocimientos que luego, en su ciudad natal, ver- tió en varias obras. Una de ellas, que trataba sobre una antología biográfica de cuatro mil personajes de su tiempo y anteriores a él, adquirió gran fama. Murió en Algeciras en el año 1264. Tal fue la notoriedad de que gozó Ibn Mosdai, que Al-Maqqari dice que llenó Algeciras con el mar de su ciencia difundida136. A mediados del siglo XIII vivió uno de los más renombrados historiadores algecireños de la Edad Media, cabeza de una saga de eruditos que perdurarán hasta que, en 1344, Alfonso XI tome la ciudad a los musulmanes. Fue éste Abu Bakr Muhammad Ibn Jamis. Sobre su juventud sabemos que, luego de nacer en Algeciras hacia 1220, fue discípulo de Muhammad Ibn Yusuf Ibn Ammar al-Mukattib, del que el propio Ibn Jamis nos dejó una extensa biografía. Nuestro historiador era sobrino del gran Ibn Askar, terminando de escri- bir la célebre Historia de Málaga que Askar dejó inconclusa. Debió morir en la última déca- da del siglo XIII. Un descendiente suyo, también historiador y nacido en Algeciras a fines del siglo XIII, fue Ibn Jamis al-Ansari. Ocupó el cargo de jatib en la aljama de Algeciras hasta que fue tomada la ciudad por Alfonso XI. Después emigró a Ceuta donde fue tam-

136. ANALECTES, II, p. 148.

275 bién jatib, muriendo en esta ciudad en el año 1349 como consecuencia de la peste negra. Entre sus obras destacan, Tarij al-Yazirat-al-Hadra -Historia de Algeciras-, desgraciadamen- te perdida, y una historia de los sabios de Ceuta, titulada al-Ilam.

2.4.5.-LA GRAMÁTICA Y LA ERUDICIÓN.

En el siglo X, bajo la dictadura de Almanzor, nació en Algeciras el erudito Abd al-Malik Ibn Idris, que destacó en los círculos palaciegos de Córdoba por su ingenio y amplios cono- cimientos. En el siglo siguiente, durante el reinado de los hammudíes algecireños, nació y vivió en la ciudad, Abu Abd-Allah Muhammad Ibn Abi Nasr. Fue jurisconsulto, pero des- tacó sobre todo por sus trabajos de erudición. Entre sus obras destaca la titulada Brasa ardiente sobre la historia de los españoles. En la segunda mitad del siglo XI nació en Algeciras el gramático y afamado lingüista Abu Bakr al-Tuyibí. Viajó por Marruecos y, más tarde, se asentó en Ceuta su ciudad natal, a mediados del año 1107. Durante la dominación almohade de al-Andalus, periodo en que, como ya se ha dicho en otro lugar de este trabajo, se produjo en Algeciras un intenso movimiento cultural, y en los años que precedieron al establecimiento del reino nazarí, sobresalió en Algeciras un per- sonaje cuya manera de proceder prueba bien a las claras el alto nivel que las artes y la eru- dición adquirieron en la ciudad de la bahía en los siglos XII y XIII. Nos relata su hijo -del que luego trataremos- que siendo su padre, Musa Ibn Said, gobernador de Algeciras por designación de Ibn Hud, señor de al-Andalus, tuvo noticias de la existencia de un libro que pose- ía un habitante de la ciudad en el que se contenían composiciones poéticas de las que eran autores poetas algecireños de los siglos pretéritos. El ilustrado goberna- dor envió a su hijo al citado dueño del libro para que, en su nombre, le prestara tan apreciada obra; mas, el hombre se negó a ello diciendo que si el gobernador tenía interés en conocer el contenido del libro que él mismo fuera a su casa a con- sultarlo. Cuando Musa supo la respuesta dijo: Ciertamente no debería yo hacer esto, pero en honor a los ilustres varones cuyos versos y biografías se encierran en ese volumen iré a casa de ese hombre ignorante. Y al poco fueron a casa del dueño del libro donde Musa lo pudo leer con delectación, dando luego las gracias a quien le había permitido, de aquella manera, conocer la obra de los poetas de su ciudad. Musa Ibn Said pertenecía a una de las familias más cultas y nobles de Algeciras y, al parecer, no pasó un sólo día de su vida sin que leyese un libro o escribiese algún opúsculo. Según las fuentes musulmanas, este Musa de Algeciras fue uno de los hombres más instruidos de su tiempo, sobre todo en materia bibliográfica. Había nacido en el año 1175, muriendo en Alejandría en 1242, cuando acompañaba a su hijo en la peregrinación a la Meca137.

137. GONZÁLEZ PALENCIA, A., Historia de la literatura arábigo-española, Barcelona, Edit. Lábor, S. A., 1928, p. 160.

276 Ibn Said al-Magribi, bibliógrafo como su padre Musa Ibn Said -no confundir con el célebre geógrafo y poeta homónimo de Alcalá la Real citado en el apartado que se dedica a lírica-, heredó los afanes eruditos de su predecesor, al que sustituyó en el gobierno de Algeciras. Realizó la peregrinación a la Meca, muriendo en su ciudad natal en el año 1250.

2.4.6.-LAS MATEMÁTICAS Y LA MEDICINA.

En los primeros siglos del Islam peninsular, las matemáticas y la astronomía, a causa de la rigi- dez religiosa, quedaron relegadas a un segundo plano, exceptuando el cálculo y la geometría cuyo conocimiento era fundamental para la partición de herencias, la contabilidad y la agricultura. Sería a partir del reinado de Abd-al-Rahman III cuando un mayor grado de tolerancia y la sepa- ración definitiva de al-Andalus del Islam oriental, permitirán un gran desarrollo de los estudios matemáticos y de la astronomía. Ha llegado hasta nosotros el nombre de uno de los matemáti- cos más destacados del medievo que nació y vivió en Algeciras. Se trata del famoso Ahmad Ibn Abd Allah Ibn Sad Ibn Mufaray-al-Hamdani. Este ilustre algecireño, que debió nacer alrededor de 1140, se especializó en aritmética, contratos mercantiles y partición de herencias. Murió en el año 1208. Refiere un cronista árabe que un día al-Hamdani entró a oír una disertación en una sala de audiencias y, como le tocara sentarse en la última fila, dijo a los eruditos y sabios que le acompañaban: Donde nosotros nos sentemos, ahí estará la cabecera del salón. En Algeciras, la existencia, desde mediados del siglo XII, de un importante hospital en la Villa Vieja, edificado por los almohades para atender a los heridos en las campañas contra los cristianos -hospital que estuvo en funcionamiento hasta el año 1344- permitió que la medi- cina gozara de un gran prestigio en la ciudad y que médicos del Norte de África y de Oriente vinieran a residir y trabajar en esta población. A finales del siglo XII vino a hacerse cargo de la dirección del hospital algecireño el médico, natural de Bugía, Abu Ishaq Ibrahim Eddany, permaneciendo en esta ciudad largo tiempo, hasta que pasó a residir a Marruecos, donde murió. Sus hijos le sucedieron en la función que ejercía en la institución hospitalaria. Su pri- mogénito, Abu Abd Allah Muhammad, participó como médico en la batalla de las Navas, donde fue herido. En los años que Algeciras estuvo cercada por el ejército y la flota de Alfonso XI - entre1342 y 1344-, estuvo ejerciendo su profesión en este hospital el afamado cirujano hispano-musulmán Abu Abd Allah Muhammad As-Safra, el cual realizó numerosas inter- venciones a soldados heridos en el cerco, dejándonos interesantes reseñas de ellas138.

3.- ALGECIRAS CRISTIANA.

En la Edad Media, la historia de Andalucía es, básicamente, la de las tierras de su vecino marroquí, y viceversa. Por lo tanto, el paso del Estrecho constituía un elemento clave tanto para el tránsito militar que equilibrara las tensiones políticas en cualquiera de las orillas como para

138. RENAUD, H.P.J., «Un chirurgien du royaume de Grenade: Muhammad As-Safra», Hesperis, XX, (1935), pp. 18 y 19.

277 garantizar el paso de mercaderías que, a través de los reinos cristianos de España conectaba con los circuitos comerciales europeos, mientras que por el norte de África se integraban en los orientales. Cualquiera tentativa para sostener algún tipo de dominio en la Península requería, pues, del dominio del extremo sur de al-Andalus y de sus puertos, como demostraron omeyas, almorávides, almohades y benimerines. La conquista castellana de Tarifa y Algeciras, seguida del mantenimiento de la frontera de Granada entre el Palmones y el Guadarranque, condenaron a ambas poblaciones a convertirse en plazas fuertes fronterizas que comprometieron sus posibili- dades de desarrollo. Su repoblación habría de resultar muy difícil. Las dificultades internas del Reino de Castilla por el conflicto sucesorio desatado a la muerte de Alfonso XI, el peligro de la doble frontera frente a Granada y a Marruecos, la lejanía de esta zona respecto a los centros del poder castellano en Andalucía y el déficit demográfico de Castilla dificultaron sobremanera el destino de pobladores a estas tierras. Debe considerarse, también, que la conquista alfonsina de Algeciras se limitó a la doble ciudad dividida por el río de la Miel, a la Isla Verde y a un redu- cido alfoz que, si bien por el oeste llegaba a la ciudad de Tarifa, en las restantes direcciones debió tener límites muy imprecisos, aunque poco distantes, por la proximidad de las plazas islamitas de Gibraltar, Estepona, Castellar, Jimena, Casares, Gaucín... El entorno rural de Algeciras debió quedar despoblado, franja de tierra de nadie demasia- do peligrosa por su proximidad a tantas plazas militares dependientes de Estados enfrentados. La ocupación y eventual puesta en producción de esta amplia zona sólo podría llevarse a cabo al amparo de pequeñas fortalezas como la de Torre Cartagena o Los Castellones -San Roque, torres-fuertes como la de Botafuego -Los Barrios-, Adalides y Arroyo del Lobo -Algeciras-, lugares de refugio inmediato al darse la alarma por la presencia de fuerzas enemigas. Conocemos precedentes de estos vacíos poblacionales, como el que, a mucha mayor esca- la, se constata por Sánchez Albornoz para el Valle del Duero en el siglo VIII a causa de las correrías militares de cristianos y musulmanes, que lo convirtieron en un espacio inhabitable. Quizás consciente del peligro a que se exponía su reciente y tan costosa conquista, Alfonso XI decidió, antes de afrontar el ataque de Gibraltar -lance infructuoso en el que acabaría hallando la muerte- consolidar su nueva adquisición territorial. Optó por emplear dos recur- sos de primer orden en el ejercicio del poder real, símbolo tanto de su determinación por con- servarla en sus manos como del casi ilimitado poder que desempeñaba el monarca castellano: por una parte, la concesión de un ordenamiento regio a Algeciras, la serie de preceptos jurídi- cos por la que habría de regirse la nueva ciudad castellana, que a su vez sirviese como atracti- vo poblacional; por otra, aplicando el mismo procedimiento que en su día utilizara el Rey Sabio tras la conquista de Cádiz: dotarla de un obispado como la mejor forma de aumentar la significación de la ciudad más allá de su utilidad militar. El recurso debía haber servido tam- bién para animar la llegada de nuevos pobladores, como se había experimentado anterior- mente con Ciudad Rodrigo. Eran ambas, finalmente, fórmulas adecuadas para resaltar la toma de Algeciras, considerado uno de los mayores hechos de armas del reinado de Alfonso XI.

278 3.1.- SOCIEDAD.

3.1.1.- LA REPOBLACIÓN DE LAS TIERRAS CONQUISTADAS.

El siglo en que se produce la conquista de Algeciras por los castellanos conoce una impor- tante recesión en el volumen demográfico peninsular que, hasta el siglo XV, no consigue reponer los efectivos de que disponía en la segunda mitad del XIII. Las grandes mortandades provocadas por las epidemias -peste negra entre 1349 y 1350 y entre 1363 y 1364-, el ham- bre que causan las malas cosechas y la disminución de la mano de obra campesina así lo deter- minan. Por ejemplo, entre 1342 y 1385, la población de Teruel disminuyó en un 37%, según Russell. El mismo Alfonso XI moriría víctima de la peste ante Gibraltar en 1350. Como con- secuencia, fueron malos años para las tareas repobladoras que los monarcas pretendían apli- car en los territorios que iban conquistando en al-Andalus. A pesar de todo, hubo zonas en el sur peninsular donde continuaba el proceso repoblador, como en el área de Sevilla, que en aquel siglo conoce la repoblación de 25 lugares. Normalmente, a este proceso de incremen- to demográfico de ciertas zonas corresponde el paralelo despoblamiento de otras que ofrecen un menor atractivo o posibilidades a sus habitantes. Otro elemento que influye negativamente en esta tarea repobladora de las tierras alge- cireñas es la inestable situación fronteriza en las que éstas se inscriben. Por tal motivo, los nuevos pobladores habían de reunir especiales características, pues no sólo debían ocupar- se del cultivo de las tierras, sino también de la defensa del lugar ante eventuales ataques enemigos. Como explica don Manuel González Jiménez, se trataba de atraer personas espe- cialmente preparadas para asumir el doble papel de pobladores y soldados139. Téngase pre- sente que Gibraltar continuaría en manos meriníes hasta 1374, pasando entonces a poder nazarí durante casi un siglo, quedando los alrededores de Algeciras no sólo al alcance de las razzias musulmanas, sino controladas a simple vista desde las torres del Peñón. No obstante la concesión de privilegios y exenciones, los monarcas castellanos verían frustrados sus intentos de repoblar adecuadamente la nueva ciudad de Algeciras. Tales medidas de gracia afectaron también a las obligaciones tributarias de los habitantes de la ciudad y sus términos. Las Cortes de 1342 habían aprobado el cobro durante tres años del impuesto general de la alcabala como fórmula extraordinaria de la financiación de la tras- cendental empresa que acometía Castilla. A petición del rey, la alcabala sería nuevamente autorizada con motivo de la continuación de la empresa conquistadora, esta vez con Gibraltar como objetivo -1349-. Al finalizar el siglo, Enrique III conseguiría su consolida- ción como impuesto ordinario. Conquistada Algeciras, quedó exenta del pago de la alca- bala por el Privilegio confirmado por Pedro I el 8 de noviembre de 1351, fórmula ésta de la exención tributaria que era práctica habitual en los lugares fronterizos. Recordemos las

139. GONZÁLEZ JIMÉNEZ, Manuel, «Orígenes de la Andalucía cristiana», Historia de Andalucía, Barna., Ed. Planeta, 1980, Vol. 2, p. 198

279 generosas concesiones que otorga Sancho IV a Tarifa en 1295, por las que sus habitantes no habían de contribuir al pago de diezmos, portazgos, veintena, cuarentena, alcabala ni quinto del botín de las cabalgadas, así como el derecho de sus vecinos a fabricar sus pro- pios hornos para cocer el pan, cal, tejas y ladrillos sin pagar derecho alguno. Privilegios des- pués confirmados por Fernando IV, Alfonso XI o Pedro I y que la ciudad ejercía frente a los intentos reales o señoriales de conculcarlos. Igualmente, los privilegios que contiene la carta-puebla concedida por Fernando IV a Gibraltar tras conquistarla en 1310. A los peligros propios de la proximidad de la frontera enemiga se unía la distancia de otros territorios poblados por cristianos, el aislamiento geográfico derivado de las ásperas sierras que se asoman a la bahía y, sobre todo, las graves dificultades internas por las que atravesaba el reino castellano que hereda Pedro I. El relativo aislamiento geográfico de la ciudad quedaba salvado por el dominio castellano de las rutas marítimas, lo que permitía su abastecimiento, especialmente desde Sevilla y el Puerto de Santa María. Similares difi- cultades afectaban a la ciudad de Tarifa, inmediatamente en la retaguardia de Algeciras. Todos estos motivos ocasionaron que la repoblación de los nuevos territorios fuese lenta e insuficiente. Da cuenta de sus dificultades el hecho de que, en estos años, fuese Jerez de la Frontera quien atendiese los gastos generados por la vigilancia del término algecireño140.

3.1.2.- EL ORDENAMIENTO DE ALGECIRAS.

En Algeciras, tras la conquista, debió llevarse a cabo el habitual repartimiento para beneficio de sus captores que se generaliza en Andalucía, Levante y las Baleares, frente a la fórmula de la pressura -Castilla- o aprissio -Cataluña-. Era la aplicación del reparto del botín entre quienes habían contribuido a la victoria, fórmula por otra parte tan antigua como lo es la propia guerra. Este sistema fue el predominante en la Andalucía Bética, por el cual las casas y las tierras de los vencidos, que eran expulsados de las ciudades conquis- tadas, se entregaban a quienes iban a ocupar los nuevos territorios castellanos. La pobla- ción hispano-musulmana había podido seguir viviendo en el campo hasta que, tras la rebelión mudéjar de 1264, era sistemáticamente expulsada de la Andalucía castellana. Entre las fragmentarias noticias de que disponemos sobre dicho repartimiento, se cuenta la concesión de casas en la ciudad al obispo de Cádiz y, a partir de abril de 1344, es decir, desde la fecha de elevación a catedral de la iglesia de Algeciras, a sus canónigos y beneficiados. En opinión de Martín Gutiérrez, quizás no se diera un reparto general de la ciudad, sino tan sólo ciertas donaciones regias de forma individual, lo que justificaría el que no se haya encontrado documentación pública alguna al respecto. Lo que sí parece claro es que fueron varias las fundaciones religiosas que inmediatamente se efectuaron en la ciudad. Conocemos, al menos, un convento de frailes mercedarios y otro de franciscanos en 1345.

140. LADERO QUESADA, Miguel Ángel y GONZÁLEZ JIMÉNEZ, Manuel, La población en la frontera de Gibraltar y el repartimiento de Vejer (Siglos XIII y XIV), Universidad de Sevilla, 1977, p. 21

280 No obstante, la acción fundamental que en el orden jurídico aplica Alfonso XI a su nueva ciudad es la concesión del Ordenamiento de 1345. La normativa jurídica por la que se regían los municipios eran los fueros, que contenían los derechos y exenciones concedi- dos a sus habitantes, su estructura organizativa y, en definitiva, su grado de autonomía en el conjunto del reino. Desarrollados a partir del siglo X, irán declinando desde el siglo XIII, cuando la iniciativa real vaya restándoles importancia a favor de leyes de carácter territo- rial más generales, como eran los ordenamientos de Cortes. Surgen como concesión real o señorial, con especial implantación en las localidades fronterizas que, recién arrebatadas a los musulmanes, precisaban tanto de una normativa jurídica que regulase su funciona- miento municipal como de privilegios y exenciones particulares que atrayesen repoblado- res. Estos municipios, al encontrarse en una posición fronteriza, permanecían expuestos al peligro musulmán. Con frecuencia, un fuero no era sino copia o adaptación de otro ya vigente en otro lugar. Sin embargo, a partir del siglo XIII con la recepción del Derecho Romano, los reyes inician un proceso de adaptación legislativa que tiende a unificar las diversas disposiciones locales. La promulgación por Alfonso X del Fuero Real de 1255 y su intento de aplicación general contará con la oposición de aquellas ciudades que, disponiendo ya de normativa reguladora propia, veía en la acción del monarca un claro intento de recorte de su amplia autonomía municipal. De la confrontación entre los intereses locales y los territoriales sur- giría un mapa de Castilla con poblaciones que admitieron el Fuero Real y otras que man- tienen su antigua normativa. Los intentos del Rey Sabio serán continuados por Alfonso XI, que aborda una reforma municipal tendente a consolidar la potestad del Reino sobre la autonomía de los munici- pios. Con tal fin, el enérgico rey castellano introdujo en los ayuntamientos la figura del regidor, integrante del concejo restringido o regimiento de las ciudades, órgano que susti- tuía a la asamblea general de vecinos hasta entonces imperante. También creó la del corre- gidor que, como representante del monarca, habría de intervenir en el gobierno local y desempeñar junto al alcalde de fuero, nombrado por el vecindario, la administración de justicia. Asimismo, trató de unificar la dispersión legal que significaban los diversos fueros municipales. Se basó en la redacción de ordenamientos en Cortes para lograr la unificación de la legislación del Reino de Castilla, de lo que el Ordenamiento de Alcalá de 1348 repre- senta el más claro ejemplo. Los ordenamientos son conjuntos de leyes emanadas de las Cortes de acuerdo con la voluntad del rey. Tienen ámbito territorial y reciben el nombre de la ciudad donde se halla- ban reunidas las Cortes en el momento de su redacción. Así ocurre con el Ordenamiento de Alcalá de 1348. En éste se establece un orden de prioridad en la aplicación de las nor- mativas legales existentes, que quedaba encabezada por este Ordenamiento, en su defecto los fueros municipales y, en último término, las Partidas de Alfonso X el Sabio.

281 Existen, no obstante, algunos ordenamientos que parten directamente de la Cancillería Real, sin contar con el trámite de la convocatoria a Cortes. Obedecen a peticiones de con- cejos ciudadanos para la intermedicación del rey en las tensiones surgidas entre estamen- tos municipales o a la propia iniciativa real, tendente habitualmente a restringir las facul- tades legislativas del municipio. El rey continúa la línea política de su abuelo, Alfonso X, al considerar que la función del monarca es impartir justicia y elaborar leyes. Pretende, con su labor legislativa, efectuar una renovación del derecho aplicado en sus territorios, como instrumento para el afianza- miento del poder de la monarquía. Se está dirimiendo un doble conflicto: uno es la pugna entre el municipio y la monarquía por el ejercicio de la capacidad legislativa que la prime- ra institución venía ejerciendo tradicionalmente frente a los intentos reales de restarle com- petencias en su propio beneficio; otro, la confrontación entre dos fuentes del Derecho, uno de origen germánico que prevalece momentáneamente sobre el romanista, representado por las Partidas alfonsinas. El conflicto entre las pretensiones autonomistas de la ciudad y las centralistas del Estado no son sino una segunda fase del que, desde que el rey asumiera el ejercicio efecti- vo del poder en 1325, lo había enfrentado a la nobleza. Las minorías de Fernando IV y del mismo Alfonso XI habían propiciado que los nobles asumiesen poderes que el rey consi- deraba de su patrimonio exclusivo. Sólo la resistencia de las hermandades, asociaciones de los concejos para defenderse de los poderosos, habían limitado el poder nobiliario, hasta que la reacción real logró someterlos temporalmente. Seguidamente, el rey continuó con su política unificadora, actuando contra la foralidad municipal como hemos señalado. El Ordenamiento de Algeciras es una normativa de carácter territorial que facilitara al concejo municipal la labor de gobierno y administración de Algeciras. Desarticulada la administración musulmana, era precisa una norma básica de referencia para el gobierno local. Está dirigido expresamente al concejo de la ciudad, a los doce caballeros y hombres buenos y al resto de los oficiales que constituían el cabildo algecireño. El Ordenamiento de Algeciras, aunque se refiere de forma específica a este ciudad, no es un simple ordena- miento local. En opinión de doña Ana Mª Barrero García, es de ámbito general para todo el Reino, sean los lugares de señorío o de realengo. En éstos, por ejemplo, se precisa que fuese el señor quien cobrase la parte proporcional de las multas destinadas al rey. En el ámbito judicial, el Ordenamiento de Algeciras procura la recta administración del territorio. Sanciona el mal muy extendido en la época del soborno de las autoridades judi- ciales. También persigue la falta de profesionalidad de los funcionarios de la justicia (alcal- des de corte, alguacil mayor y alguaciles), que habían de estar versados en sus respectivas funciones, los jueces en la legislación aplicable en cada municipio y los alguaciles en las tareas policiales. Se pretendía evitar que los jueces dictasen leyes según su libre albedrío y la tradición consuetudinaria que pudiese contradecir las normativas generales o locales del lugar en que se impartiese justicia. Este problema solía darse en los lugares fronterizos en

282 los que, dado el peligro que concurría por la proximidad del enemigo, era frecuente que se encomendase la vista de las causas a jueces sustitutos, legos en la tarea de administrar jus- ticia. Acerca de cuestiones de orden público, su normativa condena a la pena capital al agre- sor de los representantes del rey en el ámbito judicial, repartiéndose sus posesiones entre el agredido y el rey. Sin embargo, si el atacante actuara desarmado y no provocara derrama- miento de sangre, sólo habría que amputarle la mano o el pie con el que llevase a cabo la agresión. Además, habría de pagar 1.000 maravedises de multa. Esta disposición apunta a lo extendido de este tipo de ataques. Las rebeliones populares contra las autoridades loca- les eran duramente reprimidas, sufriendo el cabecilla destierro indefinido y, sus seguidores, destierro por un año y multa de 100 maravedises. Pretendía atajarse el riesgo de motines que podían alcanzar extrema gravedad en una ciudad fronteriza como Algeciras. Tan desorbitadas sanciones no desentonan de manera alguna con la normativa general de la época en Europa, que, basada en la tradición germánica, se fundamentaba en la apli- cación de la Ley del Talión. La situación quedaba agravado por la diferente conceptuación de un mismo delito a la luz de los diversos fueros municipales, que le asignaban diferente tipo de sanción. En ese aspecto, este Ordenamiento resulta progresista desde el momento en que recoge leyes de carácter penal en una norma de aplicación general, lo que va en con- tra de los referidos localismos. Como fórmula que favoreciese la atracción poblacional, parece ser que se concede a Algeciras el derecho de asilo. En su ejercicio, cualquier delincuente que viviese durante un año y un día en una población que disfrutase de este derecho, quedaría exento de toda culpa y libre de la acción de la justicia.

3.1.3.- ORGANIZACIÓN SOCIAL EN LA ALGECIRAS CRISTIANA.

El avance que el Reino de Castilla fue haciendo sobre el territorio de al-Andalus se materializó bien por la conquista realizada por tropas reales, bien por las llevadas a cabo por caballeros de las diferentes Órdenes Militares que, según el modelo desarrollado en las cruzadas de Tierra Santa, surgieron en la Península desde la segunda mitad del siglo XII. Dependiendo de quien protagonizara la ocupación, las nuevas tierras quedarían organiza- das según el sistema concejil o el régimen señorial aplicado por las Órdenes Militares. Posteriormente, a partir de las numerosas mercedes concedidas por Enrique de Trastámara a los nobles que optaron por su bando durante la guerra civil que acabó con la muerte de su hermano, el rey legítimo Pedro I, habrían de proliferar los señoríos en muchos de estos territorios. Se establecía entonces una diferencia fundamental en su ordenamiento jurídi- co, que en el caso de lugares de realengo hacía depender a sus pobladores de oficiales rea- les a todos los efectos, mientras que en los señoríos se aplicaba una organización jurídica y tributaria en la que la máxima autoridad era, en la práctica, el noble titular del territorio.

283 Como sabemos, Algeciras fue conquista efectuada personalmente por el monarca cas- tellano, por lo que la ciudad y sus términos pasaron a integrar las tierras de realengo. Expulsados de la ciudad sus habitantes musulmanes, se procedió al repartimiento ya cita- do. Entre los beneficiarios deben distinguirse los personajes principales e instituciones de la masa ciudadana, dentro de la cual, a su vez, solían existir notables diferencias: los mag- nates, las Órdenes Militares y la Iglesia habían de percibir donadíos de gran amplitud, fun- damento del poder económico de estos grupos en los siglos siguientes; a los caballeros correspondían heredamientos, consistentes en casas y algunas tierras de cultivo; a los peo- nes, heredades que eran la mitad de las anteriores. Todos, a cambio, habían de contribuir directa o indirectamente al poblamiento y defensa de las tierras conquistadas. Entre los magnates destaca la figura del almirante don Egidiol Bocanegra, beneficiado por la dona- ción del «alcázar de Manifle». Como se explicó en el apartado anterior, Alfonso XI concede a la ciudad un ordena- miento como instrumento para su correcta administración, tareas encarnadas en los regi- dores, que no eran sino caballeros que monopolizaban los cargos de gobierno municipal. Los caballeros villanos o caballeros ciudadanos constituían un grupo social muy desarro- llado en Castilla a partir del siglo X, que, gracias a los privilegios que fueron recibiendo de los monarcas, terminaron identificándose con la pequeña nobleza. Formaban el grupo dominante en las poblaciones fronterizas, como venía ocurriendo desde que se repoblara la Extremadura castellana. Sobre ellos gravitaba la función militar, que en casos de necesi- dad se generalizaba a toda la población. Los caballeros cumplían, además de las tareas defensivas imprescindibles, una misión ofensiva característica del espacio fronterizo: las cabalgadas, fundamento de su prosperidad económica. Estos caballeros tenían en los con- cejos municipales su ámbito natural de actuación política. Ostentaban los cargos de regi- dores, alcaldes, merinos y escribano mayor. Los regimientos tenían carácter vitalicio, por lo que su disfrute se convertía en un elemento de prestigio social muy ansiado por los prin- cipales linajes de la ciudad. Los regidores ejercían competencias para el gobierno munici- pal equiparables de alguna forma a los concejales actuales. Los alcaldes eran, en la Edad Media, los funcionarios con atribuciones judiciales, cuyo cargo duraba un año. Los meri- nos entendían de la administración económica y financiera del municipio. Tras la conquista de la ciudad, el rey encarga su gobierno militar o alcaidía a un caba- llero apellidado Barroso, cargo ocupado cuando Alfonso XI muere ante Gibraltar por don Pero Ponce. Conocemos pocos datos de la sociedad algecireña durante los pocos años que perte- neció al reino de Castilla. Junto a la presencia de pobladores castellanos, es de destacar la de gente proveniente del este peninsular. Los repobladores aragoneses que acompaña- ron a don Juan Manuel a la Villa Nueva y la existencia de un consulado catalán apun- tan en ese sentido.

284 La organización social castellana estaba encabezada en esta época por los ricos hombres, magnates que disponían de grandes propiedades territoriales y constituían la alta nobleza. Algeciras reunía pocas condiciones de seguridad y atractivo para que hubiese fijado en ella su residencia alguno de estos grandes personajes del Reino, que sí que habían participado en el largo asedio que desembocó en su conquista. La pequeña nobleza estaba integrada por infanzones e hidalgos, a los que tardíamente se fueron adscribiendo los citados caballeros villanos. Compartían con los ricos hombres privilegios, normas de comportamiento y mentalidad. Su finalidad social era, en su con- junto, la de guerrear contra el infiel. Los eclesiásticos componían otro heterogéneo estamento, con factores de cohesión como sus exenciones tributarias y otros privilegios. En Algeciras se instalaron órdenes men- dicantes como los franciscanos y los mercedarios, éstos últimos muy adecuados para la ciu- dad de frontera al estar dedicados a la redención de cristianos cautivos en tierras musul- manas. Además, el establecimiento de la sede episcopal en la ciudad, que se desarrolla en el apartado siguiente, supuso la arribada de numerosos canónigos vinculados a la iglesia catedral, todo lo cual había de componer un nutrido grupo social de religiosos en ella. Campesinos y pueblo urbano formaban la gran masa de la población. Entre los prime- ros se establecían notables diferencias dependiendo de la titularidad de las explotaciones en las que trabajaban, aunque en general también había pequeños propietarios, labradores de sus propias tierras. En Algeciras éstos debieron ser numerosos, por efecto del repartimien- to. Su labor, fuera de los muros de la ciudad, debió ser en extremo peligrosa. Sus explota- ciones agrícolas nunca alcanzarían el grado de eficacia de épocas anteriores por los condi- cionamientos bélicos a que se encontraban sometidos, condenando a la población a per- manentes problemas de abastecimiento. La población urbana algecireña reunía a artesanos, marinos, pescadores y comercian- tes con miembros de profesiones liberales, aspectos muy desconocidos hasta el momento. Las fuentes que nos informan de las relaciones comerciales de la ciudad con otros puertos mediterráneos permiten suponer cierta actividad mercantil que mantuviese a un impor- tante sector de la población dedicada a las tareas con ella relacionadas. También tenemos constancia de la presencia de algunos judíos que actuaban como prestamistas141.

3.1.4.- EL OBISPADO DE ALGECIRAS.

El Obispado de Algeciras, en el extremo sur de Castilla, llegó a ser fugaz realidad por el entusiasmo coincidente de un rey, Alfonso XI de Castilla, León y otros títulos al que unió el de rey de Algeciras, y un papa bisoño, Clemente VI, que desde su trono de Avignon no

141. GARCÍA FERNÁNDEZ, Manuel, «Algeciras, 1344-1369» Estudios de Historia y de Arqueología medievales, Vols. VII-VIII, Universidad de Cádiz, (1988), p. 69, citando el legajo 745 del Archivo Ducal de Medina Sidonia.

285 quiso perder la oportunidad de ligar su nombre a la nueva era que parecía iniciarse en Andalucía con la conclusión de la batalla del Estrecho. Quizás consciente del peligro a que se exponía su reciente y tan costosa conquista, Alfonso XI decidió, antes de afrontar el ataque de Gibraltar -lance infructuoso en el que acabaría hallando la muerte, como hemos dicho- consolidar su nueva adquisición territo- rial. Optó por emplear el mismo procedimiento que en su día aplicara el Rey Sabio tras la conquista de Cádiz: dotarla de un obispado como la mejor forma de aumentar la signifi- cación de la ciudad más allá de su utilidad militar. El recurso debía haber servido también de factor de atracción poblacional, como se había experimentado anteriormente con Ciudad Rodrigo. Era, finalmente, fórmula adecuada para resaltar la toma de Algeciras, considerado uno de los mayores hechos de armas del reinado de Alfonso XI. El bisabuelo del rey, Alfonso X, había llegado al Atlántico hacia 1255, tras el desmoro- namiento almohade. En 1260 o 1262 encontró en Cádiz una población de escasa impor- tancia pero de grandes posibilidades por su emplazamiento, de manera que solicitó del Papado la restauración en esa ciudad de la antigua diócesis visigótica de Asido. Urbano IV accedió a su solicitud por medio de la bula Excelsum fecit in, de 21 de agosto de 1263. A la vez se establecía que, a su muerte, el rey sería enterrado en Cádiz, aunque sus restos nunca llegaron a la población de la bahía. Esta restauración y traslado de la sede asidonense encontró la radical aunque infructuosa oposición del arzobispo de Sevilla, don Remondo. Desde entonces, el conflicto de la demarcación territorial entre ambas circunscripciones de la administración religiosa provocaría un largo pleito entre Sevilla y Cádiz. Ochenta años más tarde, el papa Clemente VI, que había apoyado económicamente la empresa de Algeciras, celebró en Avignon la conquista de Alfonso XI. La victoria alfonsi- na fue jubilosamente celebrada en Castilla y Aragón, pero sus ecos trascendieron las tierras hispanas por el carácter de cruzada que había concitado. La delegación real llegó con la buena nueva a Avignon en abril de 1344, con cartas y presentes para el Papa, entre los que se encontraban algunos magníficos caballos capturados en Algeciras. Cabe recordar que el pontífice había contribuido directamente con la empresa algeci- reña al conceder un empréstito de 20.000 florines de oro. Tal contribución tuvo impor- tante efecto moral y práctico, pues la aplicó Alfonso XI al pagó de los sueldos atrasados de las naves mercenarias de Génova, que participaban en el bloqueo naval de la ciudad y amenazaban con desertar. Sin embargo era corta ayuda dados los más de tres millones y medio de florines que el papa prestó al rey de Francia en los diez años de su pontificado. Ese año de 1342, los gastos de la cocina de Avignon alcanzaron los 60.000 flori- nes oro142. Tampoco debió preocupar en demasía a don Alfonso el plazo establecido para su devolución -la Navidad de 1344- ni la amenaza de excomunión que contraía

142. SERRANO, L., «Alfonso XI y el Papa Clemente VI durante el cerco de Algeciras», Escuela Española de Arqueología e Hª, Cuadernos de Trabajo, 3, (1914), p. 17.

286 al ratificar las condiciones del préstamo ya que, según parece, nunca lo reintegró a la tesorería de Avignon143. En relación al apoyo de los papas a las campañas alfonsinas, señalaremos que el prede- cesor de Clemente VI, el papa Juan XXII, había prorrogado en 1331 y por cuatro años las tercias concedidas en 1328 para sostener la lucha contra el Reino de Granada. Por su parte, Benedicto XII ratificó en 1340 la dedicación de un diezmo especial para financiar la Batalla del Estrecho. El benedictino Clemente VI -1342-1352- era un aristócrata del mediodía francés, amante de su confortable y lujoso estilo de vida, anterior a su elección para la silla de San Pedro el 7 de mayo 1342. Hizo de Avignon la capital de la cultura europea, prestando su apoyo a literatos y otros artistas, como Petrarca, que menudeó sus estancias en la corte papal como diplomático al servicio de Parma y de los Colonna. El papa, por nacimiento y convicción, era partidario del mantenimiento de su corte en Francia, a pesar de las reite- radas peticiones para su retorno a la Ciudad Eterna y a la comprometida y excesiva depen- dencia de París que suponía su mantenimiento en el Mediodía francés. En tal sentido actuó nombrando siempre cardenales franceses -que solían ser parientes suyos-, aparte de haber adquirido para la Iglesia la propia ciudad de Avignon. Nada más acceder al solio pontifi- cio, Clemente VI, gran benefactor de los proyectos alfonsinos, dispuso de la ocasión de vincular su nombre a una cruzada contra el Islam. Hacía 70 años que había finalizado la octava -1268-1272, Clemente IV y San Luis, rey de Francia- y última de las cruzadas consideradas oficiales -no suelen contabilizarse las fra- casadas de 1212 o de los niños; ni la de 1289, Nicolás IV para recuperar Trípoli; ni las de los pastores de 1250 y 1320; tampoco la de 1239, del rey de Navarra, el duque de Borgoña y Ricardo de Cornualles por considerarse una continuación de la sexta;- y el proyecto le resultó atractivo, por lo que otorgó en 1342 la décima, tercias y la bula de Cruzada para contribuir al cerco de Algeciras -desconocemos su fecha exacta porque el documento ha desaparecido, aunque es citado por Reynaldus, 1343, n1. 36 y referido por la bula del pro- pio Clemente VI Dudum Redemptor, de 14 de marzo de 1346-. No en vano, a las dos sema- nas de su entronización había remitido a los monarcas europeos carta encíclica en la que exponía su intención de defender la Cristiandad frente al poder islamita144. Debió satisfa- cerle el éxito de Alfonso XI pues dos años después las tropas de la Santa Sede, junto a las chipriotas y a los caballeros hospitalarios participaron en la toma de Smirna bajo el estan- darte de la cruz. Cuando el monarca castellano solicitó al papa la elevación de rango de la nueva iglesia algecireña, la obtuvo con gran facilidad. El 30 de abril de 1344, el papa firma en la ciudad del Ródano la bula Gaudemus et exul- tamus por la que erige la nueva diócesis con el nombre de Gadicensis et Insulae Viridis,

143. SERRANO, L., Alfonso XI y el Papa Clemente VI durante el cerco de Algeciras, p. 14. Se basa en la existencia de esta escritura en el archivo pontificio, guardada como se hace hoy con los documentos de crédito que no pueden hacer- se efectivos. 144. Annales Eclesiatici de Baronio, 1342, nº VI, encíclica de 21 de mayo de 1342.

287 Gaditana y de la Isla Verde . Serían sus ejecutores los arzobispos de Toledo y de Santiago de Compostela, dada la situación de confrontación entonces existente entre la diócesis de Cádiz y el arzobispado de Sevilla por asuntos jurisdiccionales ya señalados. El rey prome- tió al proyecto su necesaria dotación económica, para que no existiesen reparos de esa índo- le en su ejecución. La nueva entidad canónica quedaba sometida a la metrópoli de Sevilla, como ya lo estaba la de Cádiz145. En bula de 19 de julio del mismo año, el papa accede a que la iglesia de Santa María de la Palma fuese elevada a catedral146. Hemos de resaltar que Alfonso XI aprovechó el enorme aval que en la Edad Media suponía contar con la avenencia papal respecto a sus proyectos políticos para llevarlos a efecto. Esta postura habría de granjearle problemas, precisamente con Clemente VI, con quien habría de mantener un enfrentamiento a causa de las provisiones apostólicas en Castilla. Alfonso XI protestaría ante el Papa por la colación o nombramiento de las digni- dades eclesiásticas en su reino, ante lo que el papa le contestó: ¿Es que el bienaventurado Santiago, que hizo lucir en las Españas la luz de la verdad evangélica y conocer el sacra- mento del santo bautismo, nació en España?, destacando la primacía del poder espiritual sobre el temporal y el Reino de Dios sobre las fronteras terrestres147. Es más, el rey se valió de la bula como instrumento de su política cuando en Portugal y Cataluña, y también en Castilla, una clara muestra de los recelos de sus monarcas frente a las pretensiones de las autoridades eclesiásticas consistió en presentar serias reservas a la admisión de las bulas pontificias. La iglesia principal de Algeciras se encontraba en la Villa Vieja. Era resultado de la con- sagración de la mezquita aljama o mayor, ubicada en el centro de la antigua población. La mezquita había sido mandada construir por Abderrahmán I sobre una iglesia anterior, a finales del siglo VIII, y respondía al esquema habitual de edificio de planta cuadrangular, organizado en naves, con patio y alminar. En la ciudad existían otras mezquitas de menor relevancia, como la denominada de las Banderas -en la Villa Vieja, cerca de la Puerta del Mar- o la erigida por mandato de Abu Yusuf en al-Buniyya, además de pequeños oratorios aún desconocidos para nosotros y alguna iglesia para el culto cristiano. El templo sería dedicado a una nueva advocación de la Virgen María, la que alude a la festividad del Domingo de Ramos, primero de la Semana Santa y fecha en que el rey castellano entró en la ciudad conquistada con su séquito triunfal. El acto jurídico ordenado por el papa ha suscitado a lo largo de los años una gran con- troversia. La cuestión se ha centrado en si la concesión papal suponía la creación de una nueva diócesis, aunque con dos sedes, o su traslado desde Cádiz a Algeciras. Los distintos estudiosos del tema han concedido la razón a una u otra teoría en una polémica que dura

145. Archivo Catedralicio de Cádiz, doc. nº 16, Bula del papa Clemente VII de 22 de septiembre de 1380 por la que tras- lada otra, perdida en la actualidad, por la que Clemente VI erigía la diócesis de Algeciras previa unión canónica de las igle- sias algecireña y gaditana. 146. Respersit rore gaudiorum, Reg. Vat. 138, fol. 149v.-150, Ed. Rainaldo, Annales, 1344, nº 52. 147. «Espiritualidad y política en la Edad Media», en Historia de la Iglesia, dirigida por FLICHE, Agustín y MARTÍN, Víctor, Vol. 13, Valencia, 1952, p. 213

288 ya varios siglos, propiciada, en ocasiones, por opiniones básicamente localistas y subjetivas del asunto. Para Agustín de Horozco, era un caso de traslado de la sede episcopal de una a otra ciudad: «A pesar de las quejas del clero gaditano, al fin despojaron a esta ciudad pasando la silla obispal a las Algeciras»148, dice el historiador aludiendo seguidamente a la bula que se dio para transferir allí la catedral. En su opinión se trata de un verdadero traslado de la sede episcopal de Cádiz que, en sus palabras, «Alonso se la quitó i mudó a Algecira». Fray Gerónimo de la Concepción, a finales del siglo XVII, opina:

Esta no fue unión de las dos iglesias Cádiz, y Algezira, sino traslación a la igle- sia nueva de Algezira de la de Cádiz, llamándose obispado de Cádiz y de Algezira (...). Pues dice el Pontifice: Uniéndose con ella la de Cádiz, llamándose obispado de Cádiz y Algeziras, y más adelante: estando allí juntas y adunadas para siempre. Con que se conoce con evidencia contra Orozco que esta no fue traslación, sino unión de las dos iglesias149,

En opinión de Demetrio Mansilla, a mediados del presente siglo, la modalidad ideada para la nueva silla episcopal no creaba ningún problema serio a la sede de Cádiz, ya que no se trataba de sedes distintas y autónomas, sino de dos iglesias, que compartían por igual la dignidad catedralicia150. Este autor considera que las dos sedes episcopales de la época romano-visigoda de Medina Sidonia -Asido- y Niebla -Elepa- habrían sido sustituidas en el bajo medievo por las ciudades de Cádiz y Algeciras. Quedaban así, dice el autor, «restauradas dos nuevas dió- cesis de la antigua Bética, cuyas sedes no coinciden geográficamente con las viejas de la división visigótica, porque la Reconquista ha impuesto nuevas realidades políticas.» Sánchez Herrero escribía en 1986 en su «Cádiz, la ciudad Medieval y cristiana (1260- 1525)» que el emisario real informó al papa del deseo del monarca: «de no crear una nueva diócesis, sino de darle doble cabeza o doble catedral, Cádiz-Algeciras, como ya existían las de Baeza-Jaén, Segorbe-Albarracín, Calahorra-La Calzada.» Se da la curiosa circunstancia de que los más antiguos tratadistas de este tema en el siglo XVII, coinciden en que Alfonso XI, una vez conquistada Algeciras, la desmanteló, cons- truyendo otra junto a aquélla, a la que bautizaría con el mismo nombre. A pesar de que la tradición de Cádiz como sede episcopal apenas existía por entonces - ya que gozaba de tal privilegio desde hacía sólo unos 80 años-, la oposición al traslado fue grande por parte del cabildo gaditano. No obstante, el empeño real y la autorización pon- tificia pesaron más que sus quejas. A la vez que Alfonso XI sumaba a sus títulos el de rey

148. Agustín de Horozco Historia de la Ciudad de Cádiz, hacia 1616. 149. Emporio de El Orbe, Amsterdam, 1690. 150. Creación de los Obispados de Cádiz y Algeciras, «Hispania Sacra» X, (1957).

289 de las Algeciras, el obispo de Cádiz- en esos momentos Fray Bartolomé (1329-1348)- pasaba a serlo también de la ciudad campogibraltareña. En 1369, mientras Enrique II se encontraba guerreando en Portugal, Algeciras es atacada y conquistada por los granadinos. El cabildo saldría pre- cipitadamente de su catedral y sede- el obispo, Fray Gonzalo González, se encontraba ausente en esos momen- tos- perdiendo numerosas joyas y documentos en la huida. La sede epis- copal pasaría a residir, provisional- mente, en Medina Sidonia. La ciudad, a pesar de sus reiterados intentos, nunca ostentaría la capitalidad religio- sa de manera permanente en la Baja Edad Media. Los duques de Medina disputan infructuosamente, al igual que Jerez, la sede del antiguo obispado romano-visigodo de Asido que, en los últimos años del siglo XIV, sería trasla- dada definitivamente a Cádiz151. El obispo de Asido aparece men- cionado por vez primera el año 619 en el II Concilio de Sevilla, sin que se conozca la fecha de su fundación. Tras FAENAS MEDIEVALES EN EL CAMPO. JUNIO, EN LOS MESI DE la invasión islámica del siglo VIII, la BENEDETTO ANTELAMI, 1210-1215, CATEDRAL DE PARMA. organización administrativa del terri- torio quedó en buena medida desarticulada, hasta su recomposición a propósito del avan- ce reconquistador. De las antiguas metrópolis de la España romana, la última en restau- rarse sería la Bética. Una vez conquistada Sevilla -por Fernando III el Santo, el 23 de noviembre de 1248-, la sede quedó restablecida en 1249152, a partir de donde se procede a la reconstrucción de la provincia eclesiástica en que se inserta la peregrinación de la sede de la antigua Assido.

151. Siguiendo a fray Gerónimo de la Concepción, este último traslado habría tenido lugar en tiempos de don Enrique, pri- mer duque de Medina Sidonia, entre 1377-1404. 152. El 24 de junio de 1249, según MANSILLA, Demetrio, Op. cit., p. 84.

290 Durante la segunda mitad del siglo XV seguía teniéndose conciencia de lo precario de la sede episcopal en lugar distinto al de Algeciras. Tenemos constancia de que en 1472, el deán y cabildo de la Iglesia de Cádiz elevan una petición al obispo, don Gonzalo de Venegas -en esos momentos residente en Chiclana-, para que se les conceda el traslado a la iglesia de Santa María de Medina, dado que la situación de Cádiz resultaba muy difícil. La causa eran las injurias, destierros y crímenes de que venían siendo objeto por instigación del marqués de Cádiz. Los Ponce de León, señores de Arcos y Cádiz, mantuvieron un fuer- te enfrentamiento en la segunda mitad del siglo XV con los Guzmán, duques de Medina Sidonia. Si bien la pugna tiene el trasfondo del conflicto dinástico entre Enrique IV -los Ponce de León- y los nobles que apoyan primero a su hermanastro Alfonso y después a su hermanastra Isabel -los Guzmán-, uno de los argumentos que esgrime el de Medina Sidonia es su deseo del traslado de la catedral a su ciudad, repitiendo entre ésta y Cádiz la unión canónica que se hiciera entre Algeciras y Cádiz. Alegaba para ello los derechos his- tóricos que le asistían por haber sido sede episcopal siglos atrás. Ante la negativa del obis- po al traslado a Medina, vuelve a demandarse poco después, lo que por fin es aceptado siempre que se quedaran algunos religiosos atendiendo el culto en Cádiz, hasta que se reconstruyera la iglesia de Santa María de la Palma de Algeciras, adonde se trasladarían obispo y cabildo. En cuanto a la continuación o no del uso del título de obispo de Cádiz y Algeciras por los sucesores de fray Gonzalo González (1364-1379), titular de la doble diócesis en el momento de la pérdida de Algeciras, las opiniones aparecen encontradas. El empleo de uno u otro título viene determinado por el tenor de las bulas papales: las emitidas entre 1364 y 1384 constan Gadicensi et Insule Viridis electo, para seguir nombrando sólo al obispo de Cádiz a partir de esta fecha. Así ocurre con el sucesor de fray Gonzalo González, don Juan (1380-1383). Este misterioso obispo es obviado en la relación de titulares de la silla de Cádiz desde Demetrio Mansilla hasta Pablo Antón, siendo descubierto para el episcopolo- gio gaditano por Sánchez Herrero en 1981. El silencio sobre la doble intitulación de sus obispos aparenta ser norma común en el final de la Edad Media, como si la desaparición material de la ciudad de Algeciras debiese conllevar la anulación de la concesión pontificia de 1344. Sin embargo, un detenido rastreo de la documentación directa o indirectamente relacionada con la catedral gaditana, pone de manifiesto que la referida titularidad resurge en diversas ocasiones. Así ocurre, entre otras, con una carta fechada en Medina Sidonia el 10 de julio de 1387, firmada por el franciscano fray Rodrigo de Alcalá, obispo de Cádiz y Algeciras entre 1384 y 1395153. Un siglo después, en 1487, el deán don Esteban Rajón pleitea sobre la ampliación de sus límites territoriales ante el obispo de Ávila, desig- nado juez por Inocencio VIII para trazar los términos de las diócesis conquistadas al Reino de Granada.

153. Archivo de la Catedral de Cádiz., Doct1 A.C. 7, N1 8, 5

291 Alega el deán que «Las iglesias de Cádiz y Algeciras son tan pobres y necesitadas, que sería luengo contar». Durante el mismo siglo XV se emite una bula que puede ser muy significativa por la fecha de su concesión. Está firmada por Pío II el 27 de marzo de 1464154. En ella figura de nuevo la doble titularidad, rompiendo con la norma, al parecer establecida el siglo ante- rior, de nombrar tan sólo al obispo de Cádiz. En opinión de Demetrio Mansilla, «el cita- do documento nos autoriza fundadamente a pensar que la iglesia de Algeciras recobró rango de catedralidad, aunque canónicamente unida a la de Cádiz.» Ningún historiador hace referencia a esta bula en sus estudios al respecto, salvo Mansilla, obispo de Ciudad Rodrigo. Decíamos que su fecha es significativa. Acabamos de explicar que pervivió durante largo tiempo la viva sensación de que cualquier asiento de la sede gadicensis et Insulae Viridis esta- ba en precario hasta la recuperación de Algeciras. En efecto, el tan demorado momento de la restitución de la dignidad episcopal a esta ciudad parecía haber llegado. La frontera, al fin, se retiraba del litigado espacio de la bahía algecireña. Dos años atrás, Enrique IV había con- quistado Gibraltar, Jimena era castellana desde 1456 y, Castellar, desde 1450. La ofensiva cristiana devastó el territorio al este del Peñón, arrasando posiblemente Estepona, zona en la que quedó establecida la tierra de nadie hasta 1485, fecha de la toma de Marbella. Pero en 1462 se desvanecieron todas las posibilidades que venimos apuntando. Enrique IV de Castilla optó por la más sencilla fórmula de potenciar la fortaleza gibraltareña, con- cediéndole los términos de Algeciras, en vez de abordar la costosa reconstrucción de esta antigua población. Ese mismo año, la oposición del clero gaditano dio al traste con la auto- rización -bula de 18 de enero de 1462- concedida por el papa Pío II a la petición de Enrique IV para la creación de dos abadías seculares o colegiales en Gibraltar y Algeciras, dotándolas de los diezmos que se obtuvieran en sus términos. Hubiese sido ésta incompa- rable oportunidad para crear un núcleo poblacional en una Algeciras abandonada desde un siglo atrás. Su posición estratégica hubiera sido un buen argumento para fomentar su poblamiento en los años que se avecinaban, cuando los proyectos africanos de los Reyes Católicos iban a privilegiar los enclaves peninsulares del estrecho. Cabildo y obispo alega- ron la pobreza del obispado y la dificultad de recaudar sus rentas, si bien Demetrio Mansilla considera injustificadas estas quejas por el notable crecimiento que tales rentas habían experimentado (Mansilla, p. 260). Sánchez Herrero, sin embargo, sostiene la pobreza del cabildo (pp. 284 y ss.). Era titular de la sede de Cádiz el cordobés don Gonzalo de Venegas, típico ejemplo de los acaparadores de beneficios del siglo XV. Acumuló varios cargos, permutando canonicatos, prebendas y beneficios de forma continuada. Sánchez Herrero hace una breve y cabal biografía del personaje155 quien, residente habitualmente en

154. Siena, 27 de marzo, en MANSILLA, D., pp. 269-271. 155. SÁNCHEZ HERRERO, J., Op. cit., pp. 256-257.

292 Chiclana, negaba a sus canónicos la posibilidad de trasladar la sede temporal del obispado desde Cádiz a Medina, como ha sido señalado con anterioridad. Su actuación corporati- vista, no obstante, lo llevó a excomulgar al cabildo municipal gaditano que osó pretender que los clérigos de la ciudad pagasen por la introducción de vino en Cádiz los mismos dere- chos que el resto de la población. Personalmente vetó al tesorero de la iglesia colegial de Santa María de Baeza, Pedro de Navarrete, encargado de gestionar algunos asuntos con- ducentes a la erección en abadías de las iglesias de Algeciras y Gibraltar. No debió perma- necer ajeno al pensamiento del clero gaditano el riesgo que supondría para la permanencia de la sede episcopal en Cádiz el renacer de la ciudad a la que correspondía tal derecho. Gerónimo de la Concepción exponía en 1690 que hasta esa fecha había pervivido el título de obispos de Cádiz y Algeciras. Por su parte, el Concordato de 1851, en su Art1. 51, establece una nueva división y cir- cunscripción de las diócesis españolas. Entre las novedades introducidas se encuentra la agregación de varias diócesis a otras, como ocurriera con la de Ceuta a Cádiz, de donde nace la diócesis actual de Cádiz-Ceuta. Curiosamente, el doble título medieval de obispa- do de Cádiz y Algeciras aún no se había extinguido legalmente, por lo que resulta suplan- tado por la nueva circunscripción religiosa. Sin embargo, el título de «Obispo de Cádiz y Algeciras» pervivió hasta el 10 de febre- ro de 1932, fecha del fallecimiento del obispo López Criado, último que lo ostentó - 18/V/1918 a 15/2/1932-. Hasta ese año, según el Diccionario de Hª Eclesiástica de España, dicho título habría sido ostentado por todos los sucesores de la silla gaditana156. El padre Martín Bueno Lozano explica que

Luego, en 1970, la Santa Sede acordó utilizar el título de Obispo de Algeciras concediéndoselo a los obispos sin diócesis que regentar. Siempre en tales casos busca en el pasado el de alguna diócesis desaparecida. Lo han sido ya de Algeciras un obispo italiano, auxiliar del arzobispo de Milán, otro brasileño, auxiliar del obispo de Juiz Foras, y en el presente -1988- un español, monseñor Luis Martínez Sistach, auxiliar del arzobispo de Barcelona.157

Concluyendo, podemos decir que los motivos que llevaron a Alfonso XI a solicitar del papado la erección en catedral de la iglesia de Ntra. Señora de la Palma de Algeciras y la constitución de su diócesis fueron las mismas que habían impulsado a Alfonso X a pedir lo propio para la iglesia de Cádiz. En el caso campogibraltareño, nos encontramos ante la creación de una nueva diócesis -si bien unida canónicamente a la de Cádiz-, mientras que en el de ésta lo que se hace es una restauración y traslado, proceso en el que se sienten per- judicadas las ciudades de Jerez y Medina Sidonia. Téngase también presente que, en el momento de producirse los hechos de la erección de la diócesis de Algeciras, la catedral gaditana sólo contaba con ochenta años de historia,

156. Diccionario de Hª Eclesiástica de España, p. 302. 157. BUENO LOZANO, Martín, El renacer de Algeciras, Algeciras, 1988, p. 229.

293 ya que la ciudad había estado anteriormente en manos musulmanas y sin apenas relieve, como reseña Leopoldo Torres Balbás, para quien Cádiz debió de tener escasa importancia mientras estuvo en poder islámico; historiadores y geógrafos la nombran en muy contadas ocasiones, limitándose casi exclusivamente a mencionar los grandes restos de construccio- nes romanas que atestiguaban su pasado esplendor. Podemos concluir replanteando el asunto discutido durante siglos, a saber: si la bulla Gaudemus et exultamus consagra la traslación de la sede episcopal de Cádiz a Algeciras o la creación de un nuevo obispado, con doble cabecera catedralicia. Sea cual sea el verdadero carácter de la decisión papal, su voluntad viene incumplida desde el 31 de julio de 1369, día de la capitulación de Algeciras a las tropas granadinas de Mohamed V y, también, de la precipitada salida para siempre de sus canónigos. La primera de las dos alternativas planteadas, la traslación de la sede del obispado, deja de ser un hecho desde el momento del abandono de la ciudad, se agrava su inviabilidad con la destrucción de Algeciras en 1379 y queda definitivamente descartada con el resur- gimiento urbano del siglo XVIII sin el paralelo restablecimiento de su carácter episcopal. La segunda opción, es decir, la hipótesis de un nuevo obispado con sede compartida entre las dos ciudades, se hace inviable materialmente tras los hechos mencionados, pero permanece en vigor en tanto que, dada la imposibilidad de rehabilitar la sede algecireña por causas políticas y bélicas, la doble titulación de su obispo sigue empleándose y se aca- rician proyectos para el retorno a la normalidad legal cuando sea posible. Destruida Algeciras, no pudo haber voces que desde allí reclamasen para dicha ciudad la restitución de la sede episcopal para dar cumplimiento al tenor de la bula papal. En ella se dispone que el templo de Ntra. Señora de la Palma «lo elevamos a la categoría de cate- dral y decretamos que lo sea para siempre de dicha ciudad (...) y el (...) obispo de Cádiz, al que también con la misma autoridad ponemos al frente de la misma iglesia de Algeciras como obispo y pastor, y cualquier sucesor suyo, sea llamado para siempre obispo de Cádiz y Algeciras.» Permanece, pues, una situación de facto, como fue el traslado temporal de la catedral a Cádiz ante el abandono de Algeciras, impuesta a otra de iure el derecho otorgado para siempre por Clemente VI a la ciudad algecireña como sede de la doble diócesis. Tan sólo habría disfrutado Algeciras su nuevo rango de sede episcopal durante un cuar- to de siglo cuando el azar quiso que pasara de nuevo a manos granadinas. Muhammad V, el embellecedor de la Alhambra, aprovechando las discordias internas castellanas, llegó ante los indefensos muros de la ciudad y se apoderó de ella. La mantuvo en su poder durante diez años y, consciente de las dificultades para garantizar su defensa ante Castilla, ordenó su destrucción en 1379. Las murallas fueron minadas y arrasadas, sus edificios principales demolidos, el puerto cegado y el arruinado conjunto abandonado para sostener la fronte- ra en otras poblaciones más pequeñas y, por tanto, con menos requisitos de tropas y vitua- llas para su mantenimiento. La ciudad tardaría 325 años en comenzar a renacer.

294 3.2.- ECONOMÍA.

3.2.1.- LAS ACTIVIDADES DEL SECTOR PRIMARIO.

3.2.1.1.- AGRICULTURA.

Las actividades económicas castellanas en el siglo XIV continuaban siendo esencial- mente agropecuarias, tareas de difícil desarrollo en la zona fronteriza en que queda con- vertido el entorno de Algeciras desde mitad de siglo. La profunda decadencia del sector no presentará signos de mejoría hasta bien entra- do el siglo XV, cuando la zona conflictiva va pene- trando cada vez más pro- fundamente en territorio granadino. En 1462, al producirse la definitiva conquista castellana de Gibraltar, los antiguos términos de Algeciras tendrían la ocasión de recuperar en parte la actividad perdida. Las razones de la decadencia son simples: la despoblación que sufren las tierras del REPRODUCCIÓN DE UNA NAVE CASTELLANA DEL SIGLO XIV (MUSEO MUNICIPAL DE actual Campo de ALGECIRAS). Gibraltar, primero tras la conquista castellana de Algeciras en 1344 y, después, tras su conquista y posterior destrucción por Mohamed V de Granada, las privó de la mano de obra necesaria para mantener en activo sus explotaciones agrarias; además, las franjas de territorio fronte- rizo eran objetivo prioritario para las cabalgadas o razzias que las huestes de ambos bandos realizaban periódicamente con el objeto de obtener botín y despejar de ene- migos el terreno disputado. En esta coyuntura sólo cabía mantener fuerzas militares acantonadas en las fortalezas fronterizas y, a lo sumo, algunas cabezas de ganado que pudiesen ser puestas a salvo tras sus murallas en caso de peligro.

295 Como consecuencia de la paralización de esta actividad, Algeciras y Tarifa dependerían durante décadas del abastecimiento procedente de los concejos de Jerez, Sevilla, Medina Sidonia y otras ciudades más alejadas. Idéntica situación se repetiría con Castellar y Jimena, desde su conquista en la cuarta década del siglo XV. En 1485, los Reyes Católicos obligan a los vecinos de Tarifa a que restituyan a los de Gibraltar las rentas que han aprovechado de los términos de Algeciras, concedidos por Enrique IV a la ciudad del peñón, a razón de trescientos mil maravedises por cada año que las hubie- sen disfrutado. Se referían al pasto de ganado, el aprovechamiento de su madera y la siembra de la tierra. En esa fecha, por tanto, la actividad agraria debía estar parcialmente recuperada. No habría ocurrido lo mismo con el cultivo cerealístico que, tras los años de abandono, su esca- so rendimiento y la competencia de la producción de las campiñas del Guadalquivir, debió que- dar abandonado. La comarca sería desde entonces deficitaria en este producto básico para la dieta de sus habitantes, como se constata para Gibraltar -la ciudad más impor- tante de la zona- entre los siglos XV y XVIII. Jerez de la Frontera, Mazarrón y Málaga serían los principales puertos de embarque de este producto con des- tino a Gibraltar. Los viñedos debieron sufrir simi- lar decadencia desde la etapa anterior. En Tarifa continuó cultivándose durante el siglo XV, comenzando en Gibraltar en el XVI. En este siglo y el siguiente habrían de conocer un importante auge las viñas campogi- braltareñas, para volver a decaer, de forma prácticamente definitiva, con la conquista británica de Gibraltar. También el cultivo de las huertas que tradicionalmente ocuparon el norte de la bahía se fueron recuperando con el alejamiento de la frontera hacia Granada. En la primera parte GRIAL DE CERÁMICA DE PATERNA (VALENCIA) DE MEDIADOS DEL SIGLO del siglo XVI eran frecuentes, aprove- XIV, TESTIMONIO DE LOS INTERCAMBIOS COMERCIALES ENTRE LA ALGECIRAS CRISTIANA Y EL LEVANTE ESPAÑOL (MUSEO MUNICIPAL DE chando los cursos de agua que surcan ALGECIRAS). este territorio158.

158. SANZ TRELLES, Alberto, Catálogo de los protocolos notariales de Gibraltar y de su Campo (1522-1713) en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz, Algeciras, I.E.C.G., 1998, p. 22, Doctº Nº 6, Gibr., 25-11-1545.

296 3.2.1.2.- GANADERÍA.

La ganadería, dada su movilidad, debió acusar de forma menos extrema la convulsa situación de la antigua cora algecireña durante los siglos XIV y XV. Las fortalezas contaban habitualmente con un espacio para acoger los rebaños de sus inmediaciones, que eran con- ducidos a ellas urgentemente ante la llegada del enemigo. Este recinto, denominado alba- car o albacara -del árabe al-baqqara, la vaquería- solía situarse fuera de las murallas princi- pales de las ciudades, lo que da idea de lo habitual del recurso en las regiones fronterizas. A pesar de todo, la reactivación de la cría de ganado, para lo que tan proclives eran las dehesas de la región, según comentamos anteriormente, no debió ser muy efectiva. Sabemos por la Crónica de Enrique IV que, cuando Muley Hasan fue a saquear el territo- rio fronterizo en 1462, hubo de llegar a los términos de Tarifa, Jerez y Medina Sidonia para obtener ganado, dada la despoblación de las tierras algecireñas. En este contexto cabe referirse al papel que desempeñaron las grandes torres cuadran- gulares de la zona de colinas del entorno algecireño. Son éstas las ya citadas de Botafuegos, del Lobo y de los Adalides, a las que podemos unir las tarifeñas de Puertollano, tanto la del Rayo como la inmensa Torregrosa o Torre del Pedregoso. Está por demostrar que, bajo con- trol castellano, continuaron desempeñando las funciones que ejercieron en territorio islá- mico: vigilancia y defensa para salvaguardar vidas y haciendas de comunidades campesinas inmediatas a las poblaciones de Algeciras y Tarifa. En esta línea argumental, que conside- ra a las primeras como enclaves defensivos frente a las cabalgadas musulmanas del fértil valle del Palmones, señalaremos la teoría de Manuel Álvarez Vázquez de que la Torre de Botafuego hubiese sido donada por el conquistador de Algeciras o por su hijo Pedro I al marino genovés Bartolomé Botafuego159. De haberse convertido en residencia señorial, podría haber sido centro de la explotación agrícola del entorno y lugar de refugio para sus campesinos.

3.2.1.3. PESCA.

La tradicional actividad pesquera en el Estrecho habría de conocer una nueva época de esplendor a partir de la conquista castellana de sus costas. La prescripción religiosa de ayuno de carne durante muchos días al año era un incentivo que tenían los cristianos para aprovechar el aporte proteínico del pescado, por lo que hubieron de dedicarse intensa- mente a su obtención. La captura de túnidos sería, una vez más, la pesca industrial por antonomasia en la zona, especialmente a partir de que la Casa de los Guzmanes -después de Niebla y de Medina Sidonia- obtuviese el monopolio de las almadrabas de Andalucía. Prueba de la importancia de este recurso es la gran atención que prestaban los duques a la actividad jabeguera, que en el siglo XV llegaban a reunir hasta quinientos hombres arma-

159. ÁLVAREZ VÁZQUEZ, Manuel, «La Torre de Botafuego (I)», Benarax, 9, (1995), p. 13.

297 dos para protejerla de las incursiones musulmanas. Para valorar esta cifra puede tenerse pre- sente que en la segunda mitad del siglo XIV, la población de una villa de la segunda línea fronteriza como Medina Sidonia no pasaba de los ciento cincuenta vecinos. En 1310, al conceder Fernando IV una serie de franquicias y privilegios al Concejo de Gibraltar para favorecer su repoblación, se mencionan los derechos del rey sobre las alma- drabas de la ciudad. De los beneficios obtenidos de las mismas habían de retraerse diez mil maravedíes para atender las necesidades de Gibraltar160. En relación con la actividad almadrabera hemos de señalar la edificación de dos impor- tantes fuertes-factoría que, al estilo de las instalaciones portuguesas de la costa atlántica de África, se construyen en los confines occidentales de la antigua cora de Algeciras. Se trata del castillo de Santiago, en Barbate, y del castillo de Zahara de los Atunes, en la población el mismo nombre. El castillo de Santiago de Barbate es obra del final del siglo XV, mandado edificar por don Enrique de Guzmán, segundo duque de Medina Sidonia. Era cuadrangular, con torres artilladas en las esquinas y otra en el centro161. En el siglo XVIII se encontraba totalmente arruinado. En su interior, como en el de Zahara, se guardaban los aparejos de las almadra- bas, se almacenaba el producto de la pesca y se defendían los jabegueros, pícaros y solda- dos en caso de peligro. En contra de lo que pudiera parecer, la conquistad el Reino de Granada por Castilla no supuso la supresión del carácter de frontera de estas tierras, sino que ésta quedó establecida en la línea de costa. Los ataques y las escaramuzas de piratas y corsarios berberiscos y turcos se sucederían fundamentalmente durante los siglos XVI y XVII, aunque no desaparecieron hasta el XIX. El castillo de Zahara de los Atunes figura en las crónicas como casa de almadraba de Sara o Zara. Es otra fortaleza para la defensa de la importantísima almadraba de Zahara, obra del siglo XVI. Tiene planta cuadrangular, con torres en las esquinas opuestas al mar, que sostenían cañones para su defensa162. En 1612 fue atacada esta almadraba por los tur- cos, que le causaron graves daños. En el entorno de las explotaciones almadraberas eran frecuentes las atalayas costeras, con frecuencia construidas por la Casa Ducal y después integradas en el sistema defensivo estatal de las torres de almenara. Las primeras eran también conocidas como torres de jábe- ga, que desempeñaban una doble función: por una parte, servían de plataforma desde las que los vigías detectaban la aproximación de los bancos de atunes que había que apresar; por otra, permitían advertir la presencia de embarcaciones hostiles, como las de los berbe- riscos que con frecuencia depredaban en las costas andaluzas. La Torre del Diablo de Gibraltar es una de estas construcciones. Su emplazamiento, al pie del tajo del norte del

160. Archivo General de Simancas, Fondo Medina Sidonia, Caja 1, N1 3, publicado por BENAVIDES, Antonio, Memorias de Fernando IV de Castilla, Madrid, Real Academia de la Historia, 1860, Vol. 2, pp. 708 y ss. 161. SANCHO DE SOPRANIS, Hipólito, «El viaje de Luis Bravo de Laguna y su proyecto de fortificación de las costas occidentales de Andalucía de Gibraltar a Ayamonte», C.S.I.C. Instituto de Estudios Africanos, X, 42, (1957), p. 61. 162. Ibidem, p. 60.

298 Peñón, permite ponerla en relación con una almadraba que se calaba en Gibraltar desde el otorgamiento de la plaza por Enrique IV al segundo Duque de Medina Sidonia, en 1469. Bravo de Acuña menciona en Gibraltar las torres de xabega, y barcos de la Caualla que toda la noche pescan163. La actividad almadrabera continuó en el Campo de Gibraltar a pesar de la conquista de su principal ciudad por la flota anglo-holandesa, ya que los protocolos notariales citan armadores de jábega en 1706 preocupados porque pescadores de Casares y Manilva faenasen en sus aguas. Conocemos un arráez cartagenero avecindado en Gibraltar en 1703. El arráez es el capitán o jefe de la almadraba, término que continúa empleándo- se en la actualidad164. Tras la ruina de Algeciras, Gibraltar monopolizó la pesca en aguas de su bahía y alre- dedores. Se capturaban principalmente sardinas y boquerones, que eran exportadas a cen- tros urbanos como Sevilla. Las pesquerías gibraltareñas fueron donadas en 1468 por Enrique de Guzmán, II duque de Medina Sidonia, a la Orden de San Juan de Jerusalén, en la persona de su comendador en Trebejo, Bodonal y Figuera, fray Diego Bernal165.

3.2.2.- LAS ACTIVIDADES DEL SECTOR SECUNDARIO.

3.2.2.1.- SALAZONES.

La industria de salazones tiene larga tradición en el Estrecho de Gibraltar y se reactiva de forma importante desde que las plazas de Algeciras, primero, y Gibraltar, después, pasan a soberanía castellana. Esta última población explotaba unas salinas en las marismas del Palmones, que eran de propiedad real. Su sal se empleaba para tratar atunes y sardinas antes de su exportación. La mayor parte de las salinas andaluzas fueron concedidas en régimen de monopolio a las casas nobiliarias de Niebla, Arcos, de la Cerda y Moguer, si bien las gibraltareñas pertenecían a principios del siglo XIV al rey. En la citada concesión de privi- legios de Fernando IV a Gibraltar se dispone que un tercio de los recursos generados por ella pudiesen emplearse por el concejo de la ciudad para lo que requiriese su defensa o ade- cuado gobierno. La obtención de sal marina está directamente relacionada con la captura de atunes en las almadrabas. Los pescados eran tratados en el mismo lugar de la captura, siendo preparados y envasados en botas y toneles para su transporte y comercialización. Esta tarea se realizaba en la chanca, que, a su vez, era el recinto en el que se recogían todos los pertrechos necesarios para calar la almadraba. El castillo de Zahara es el único del que nos han llegado restos monumentales. Como dato orientativo de la importancia de esta 163. BRAVO DE ACUÑA, Luis, Gibraltar fortificada, Museo Británico, Londres, Mss. Add. 15.152, año 1627, publicado y comentado en CALDERÓN QUIJANO, José A., Las fortificaciones de Gibraltar en 1627, Anales de la Universidad Hispalense. Filosofía y Letras, Vol. 28, Universidad de Sevilla, (1968), p. 52. 164. SANZ TRELLES, A., Op. cit., p. 98, Doct1. N1. 467, 1706; p. 99, Doct1. N1. 475, 1706; p. 64, Doct1. N1. 236, 1703. 165. ÁLVAREZ VÁZQUEZ, Manuel, «La donación de las pesquerías de Gibraltar (1468) a la Orden de San Juan por el duque de Medina Sidonia», Almoraima, 21, (1999), pp. 149 y ss.

299 actividad señalaremos los cuarenta mil atunes que Barrantes Maldonado señala que se cap- turaban en las almadrabas de Conil y Zahara a mediados del siglo XIV, por un valor de veinte mil ducados, cifra que iría en aumento durante los siglos siguientes. En Tarifa exis- tían unas salinas, propiedad del duque de Medina Sidonia, cuyo producto se destinaba a la preparación de los atunes capturados en sus almadrabas. Este pescado, ya salado, fue exportado a Génova hacia finales del siglo XV. Gibraltar se benefició desde 1470 del fuero de Antequera, concesión de Enrique IV que eximía a sus pobladores del pago de toda clase de tributos y que les concedía completa libertad de comercio. Como consecuencia, algunas actividades industriales tomaron importante auge, como la construcción naval y la tonelería -aprovechando los aún abun- dantes recursos madereros de los alrededores-, así como la fabricación de aparejos para bar- cos. Todo esto responde a que constituyó durante siglos el único puerto con muelle de sufi- ciente calado en la orilla norte del Estrecho, entre Málaga y Cádiz, en el que podían aco- gerse grandes embarcaciones para su reparación y abastecimiento.

3.2.3.- LAS ACTIVIDADES DEL SECTOR TERCIARIO.

3.2.3.1.- VÍAS DE COMUNICACIÓN.

El tan reiterado carácter de ciudad fronteriza de la Algeciras del siglo XIV determina la explicación de todos los elementos de su existencia social y económica. La crisis definitiva del sistema viario que recorría sus términos, se inicia de manera rotunda desde que en 1212 la victoria cristiana de la Navas de Tolosa desequilibra definitivamente la relación de fuer- zas con los musulmanes en al-Andalus. Durante la primera mitad del siglo XIII, Fernando III había conquistado el valle del Guadalquivir, acercando inexorablemente el frente de batalla al Estrecho. Alfonso X estrechó el cerco y su hijo, Sancho IV, lo completó al con- quistar Tarifa en 1292. Con este proceso se fueron interrumpiendo las rutas comerciales que desde hacía siglos ponían en relación las producciones agropecuarias y artesanales del interior de Andalucía con los circuitos mediterráneos, especialmente norteafricanos y orientales. La antigua red viaria heredada de la Hispania romana entraba en una crisis tan profunda que acabaría perdiendo su razón de ser durante mucho tiempo. La aproximación de la línea fronteriza a la región del Estrecho y su ubicación en esta zona durante toda la Edad Moderna, a causa primero de la lucha con benimerines y nazaríes y después con el corso berberisco y turco, acabarían haciéndola prácticamente inviable. El tráfico en el Estrecho se paralizó de forma progresiva: el proceso antes apuntado, que se inicia con el acelerado retraimiento del territorio de al-Andalus desde los comienzos del siglo XIII, tiene su momento álgido con la conquista de Algeciras en 1344. Entonces se paraliza la doble vía comercial que enlazaba la ciudad con el norte de África y con Andalucía oriental. A la vez, el fracaso de Alfonso XI ante Gibraltar estanca la frontera en

300 la bahía de Algeciras durante más de cien años. La desaparecida actividad de las rutas comerciales islámicas a su paso por Algeciras no puede ser sustituida por otra que la ligue al Reino de Castilla porque la ciudad ha perdido su carácter de centro receptor de mer- cancías y generador de riqueza. Algeciras deja de ser rentable económicamente. Es dema- siado grande para ser defendida con eficacia, ya que su papel de punta de lanza castellana en el borde de los territorios islámicos lo puede desempeñar con igual o mayor eficacia un castillo reducido y bien pertrechado. La ciudad está condenada a su desaparición, convir- tiéndose Gibraltar, más tarde, en nudo de comunicaciones de la zona. Desde el siglo XV, tras la relativa pacificación del territorio, las vías de comunicación terrestre van a buscar rutas interiores por dos motivos: la actividad económica del Reino de Andalucía gravitaba en torno al eje del Guadalquivir y la costa era lugar poco seguro a causa de los desembarcos piráticos. Los numerosos caminos que relacionaban Algeciras con el resto de la Península van quedando olvidados. Desde Gibraltar sólo siguen en activo los que llevan a Cádiz por Tarifa, a Málaga y a Ronda, cada uno de ellos con momentos de auge y de declive dependiendo de la cambiante coyuntura política. Las líneas comerciales marítimas se vieron afectadas, de similar manera, por la difícil situación del Estrecho en estos años finales de la Edad Media.

3.2.3.2.- EL COMERCIO.

La situación expuesta en el apartado anterior explica de forma categórica el declive comercial de una ciudad de tan relevante posición estratégica como Algeciras. A pesar de la habitual superioridad naval de las armadas cristianas en el área del Estrecho, este hecho no era suficiente para garantizar que las líneas comerciales de esta zona funcionasen con total normalidad, impidiendo el desarrollo de la actividad mercantil y, en definitiva, el pro- greso de Algeciras. Aún así no faltan las noticias relativas a la presencia de comerciantes genoveses y de un consulado catalán en la ciudad, documentado entre 1350 y 1359. El Almirante Mayor de la Mar de Castilla, don Egidiol Bocanegra, era quizás el más destaca- do miembro de la colonia genovesa de Algeciras. Los comerciantes italianos dominaban la actividad comercial mediterránea, localizándose sus barrios y consulados en numerosas localidades portuarias. Los genoveses aparecen, tras su conquista, en Sevilla, Gibraltar, Cádiz o el Puerto de Santa María. Su destacado papel no se limitaba al de la importación de manufacturas, especias y papel, entre otras mercancías, así como a la exportación de aceite, cuero o mercurio. También intervinieron en la actividad bancaria, decisiva en el desarrollo de un incipiente capitalismo. En los últimos años han sido exhumados en la Villa Nueva numerosos fragmentos de cerámica de Paterna, en los niveles arqueológicos correspondientes a la presencia castella- na en la ciudad. Esto nos indica que en los años siguientes a la conquista de Algeciras exis-

301 tió cierta actividad mercantil en la ciudad, aunque ésta se desmoronara como consecuen- cia de la guerra civil castellana entre Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastámara. En definitiva, en Algeciras confluyeron las circunstancias que impidieron un tránsito intenso de mercancías que, a su vez, activase su vida de la población. Ésta, incapaz de atra- er repobladores, quedó abocada al trágico final que habría de conocer en 1379. La falta de actividad económica conduce al aisla miento y la decadencia. No obstante, a pesar del transcurso del tiempo perduran rasgos de la antigua actividad mercantil de la zona en época islámica. La figura del almotacén, señalada como autoridad municipal en la ciudad islámica responsable de que no se cometiesen fraudes en las tran- sacciones comerciales del zoco, permanece vigente en el Gibraltar que hereda de Algeciras la cabecera urbana en la zona en la Baja Edad Media166. En Algeciras todavía perdura la denominación de zoco por parte de los comerciantes del mercado de abastos para el lugar donde se efectúa la compra-venta al por mayor de frutas y verduras.

4.- APÉNDICE DOCUMENTAL.

I

DESCRIPCIÓN DE ALGECIRAS POR AL-QALQASANDI (SIGLO XIV-PRINCIPIOS DEL XV)

Algeciras, es una de las ciudades contiguas a Gibraltar por occidente y emplazada en el litoral. Se la sitúa en el cuarto clima y, según el Taqwim al-Buldan tiene 91 de longitud y 35150´, de latitud, como posición geográfica. En esta misma obra se la describe diciendo que es una ciudad que se encuentra frente a Ceuta, en el norte de Marruecos, del país de Garb, agradable y plácida. Ocupa el centro entre las poblaciones del litoral. Domina sobre el mar, con sus murallas; y su puerto es muy bueno para el tráfico. Tiene tierra de labor y de pastos y, en sus alrededores; hay agua corriente y jardines flo- ridos. En su río, que se conoce por Río de la Miel, existe un lugar delicioso que domina al río y al mar, llamado Hachibiyya. Entre otros lugares de recreo de que está dotada, sobresale uno denominado al-Naqa.

166. En 1545 era almotacén de Gibraltar don Pedro Díaz de Montemayor. SANZ TRELLES, Alberto, Op. cit. p. 22, Doctº Nº 4, Gibr., 25-11-1545.

302 Ibn Said la reputa como una de las ciudades más elegantes, más sanas y más dulces para sus habitantes. Es la que reúne más ventajas, tanto por el lado de tierra como por el mar. En el Mustarik se indica que Algeciras se da como denominativo al-chaziri, para dis- tinguir entre el patronímico de esta ciudad y el del distrito de al-Chazira, que es al- Chazari. En el Mosalik al-Absar se explica que constituye la parte final de la costa islamita de al- Andalus y que, más allá de esta ciudad no les queda a los musulmanes ninguna otra en el litoral. Continúa diciendo que, actualmente, se encuentra en poder del cristiano. (Qué Dios, ensalzado sea, la haga volver al recinto del Islam y castigue a los infieles!. Finalmente en el Taqwin al-Buldan se le enumera como una ciudad del distrito de Sevilla, contigua a la ribera de su río por la parte meridional. (AL-QALQASANDI, Subh al-Asa fi kitabat al-insa, trad. por Luis Seco de Lucena, Valencia, 1975, p. 28)

II

DESCRIPCIÓN DE ALGECIRAS EN EL DIKR BILAD AL-ANDALUS (SIGLO XIV-PRINCI- PIOS DEL XV)

Algeciras es una ciudad fundada en la antigüedad por los primitivos pobladores de al- Andalus; se alza a orillas del Estrecho, reúne los beneficios del mar y de la tierra, posee un agua dulce y un clima suave, es agrícola y ganadera. Su puerto es el más cercano a la otra orilla del Estrecho y el más idóneo, por tanto, para cruzarlo. Se halla a orillas del Río de la Miel y su tierra de labor es extensa. Se dice que es la ciudad del muro que levantó al-Jidr. Entre sus castillos se cuenta Gaucín, Nayaris (Casares), Jimena y Guadiaro; en sus cer- canías se halla la Laguna (al-Buhayra), que vale ella sola por todo al-Andalus; es tierra agrí- cola, ganadera y muy apropiada para la cría de abejas y animales. Una de las ciudades de Algeciras es Tarifa, localidad de tipo medio, que fue la primera en ser ocupada por los musulmanes en los inicios de la conquista. (Dikr bilad al-Andalus, Edic. por L. Molina (Una descripción anónima de al-Andalus), Madrid, 1983, Vol. II, pp. 73-74)

303 III

EL CERCO DE ALGECIRAS DE 1279

a)

(Según el Rawd al-Qirtas de Ibn Abi Zar) Acampo sobre Algeciras Alfonso con 30.000 caballos y 300.000 infantes y la asedió con rigor, cercando su campamento de muros y rodeando la ciudad como una pulsera rodea la muñeca. Levantaron contra ella máquinas de batir y truenos, y la estrecharon hasta tal punto que nadie podía entrar ni salir. Sus habitantes no tenían más noticias que las que les traían las palomas mensajeras de Gibraltar; por ellas recibían cartas y la contestaban. La mayor parte de los ciudadanos había sido aniquilada por el cautiverio, el hambre, la muer- te, el continuo velar en los muros y los combates diurnos y nocturnos. Llegó el emir (infante) Abu Yaqub a Tánger para socorrer a Algeciras y armas barcos para combatir a la flota que la cercaba... Mandó armar navíos en Ceuta, Tánger, Badis y Salé y distribuyó dinero y armas a los jefes y a los soldados expedicionarios... Ibn al-Ahmar armó en Almuñécar, Almería y Málaga doce naves; Abu Yaqub armó en Tánger, Salé, Badis y Anfa otras quince. En total se reunieron setenta y dos embarcaciones...... Se dirigieron a Gibraltar, donde pernoctaron aquella noche en orden de combate. Cuando amaneció el miércoles, día 10 de rabi primero (21 de julio de 1279), hicieron la oración de la mañana y se hicieron a la vela contra la escuadra de los politeístas. Cuando los cristianos vieron la rapidez con que los musulmanes se dirigían contra ellos, y que les habían cerrado todos los caminos, llenó Dios de espanto sus corazones y se estrecharon unos contra otros para estar mejor defendidos en la batalla... Se trabó el combate entre las dos escuadras. Las flechas de los musulmanes cayeron sobre los cristianos certeras, atrave- sando los escudos y lorigas, separando los batallones y llenando las naves de muertos y heri- dos. Cuando vieron los infieles la esterilidad de sus esfuerzos y los estragos que sufrían, se dieron a la fuga... Los musulmanes se echaron sobre ellos en sus naves y mataron e innu- merables. Los cristianos, por su parte, se arrojaron al mar...., hasta que no quedó ni uno y aparecieron sus naves vacías y abandonadas. Se regocijaron los musulmanes de Algeciras con la destrucción de la flota y con la muer- te de sus defensores y con el apresamiento de los navíos y cobraron esperanza cierta de vivir. Los musulmanes entraron en Algeciras pasando a cuchillo a los cristianos que había ante ella; cautivaron a su almirante al-Muland y a muchos cadíes cristianos, entre ellos al hijo de la her- mana de Alfonso y al mayordomo de su casa. Se apoderaron de todo lo que había (en su cam- pamento de )Algeciras y en las naves, pertrechos, armas, despojos y hasta los tesoros traídos por los comerciantes... Los habitantes de Algeciras salieron, hombres y mujeres, y se esparcieron por

304 sus tiendas, matando y cautivando. Encontraron en ellas despojos, dinero, frutas, odres, ceba- da y harina en cantidad inmensa, La harina cordobesa valía aquella tarde a dirhem la arroba. (IBN ABI ZAR (siglo XIV), Rawd al-Qirtas, Trad. por A. Huici Miranda, Valencia, 1964, 20 Edición, Tomo II, pp. 622 A 628)

b)

(Según la Crónica de Don Alfonso Décimo) En mill é docientos é setenta é ocho años, fueron ayuntadas en Sevilla las gentes que el Rey avia enviado llamar para enviar cercar la cibdat de Algecira, é fué llegado el mes de Marzo, é él acordó con los que eran y con él, que pues que la flota avia enviado, que todos los que avian de ir por la tierra á aquella cerca, fuesen con el infante don Pedro, su fijo, que les dio por cabdillo é por mayoral de aquella hueste... É desque llegaron á Algecira, que fue en el comendamiento el mes de Abril, el infante don Pedro mandó asentar los reales ade- rredor de la villa, é fue cercada por todas partes por mar é por tierra... Mandaron sacar los engeños, é pusiéronlos en aquellos lugares do vieron que cumplian, é mandaron que tirasen con ellos á la villa é á los muros de dia é de noche, é lo mas afin- cadamente que pudiesen... É porque ovo muchos feridos de los de parte de fuera, dejaron el combatimiento, é trabajáronse de guardar que non entrase en la villa vianda ninguna que les trojesen de fuera por mar ni por tierra. É otrosi, los de la mar que estuvieron con la flota en la guarda de la mar todo el invier- no, pasaron muchos dias que les non dieron la paga..., é el Rey le envió muy pequeño aco- rro de las pagas que les devian, por esto los omes de la flota adolescieron de muy grandes dolencias. Ca á muchos dellos, estando en las galeas é non aviendo las viandas, cayéronse- les los dientes é ovieron otras muchas dolencias que les recrescieron porque oviesen á salir de la mar é desamparar las galeas; é estavan todas las gentes dellas en casas é en chozas que tenian fechas en aquel lugar do fue poblada despues Algecira la nueva. É otrosi, estaban muchas de estas gentes dolientes en la isla de la mar que es cerca de Algecira, é todas las galeas é las naves estavan desamparadas...... É otrosi, los arrayaces de la mar dijeron (a Abu Yusuf) que mandase armar aquella catorce galeas de buenas gentes é bien armadas, é que desbaratarian toda aquella flota; é si la mar fuese desembargada, que podria levar despues á Algecira viandas cuanta quisiesen. É luego el rey Aben Yuzaf mandó que todas las gentes de la mar entrasen luego en las gale- as, é puso y muchos caballeros de los mejores que él tenia..., é partieron luego de Tanjar é llegaron á Algecira; é de estas catorce galeas, las cuatro fueron á las galeas que estavan cerca de la isla, é las diez vinieron á la mayor parte do estava poblada la villa nueva. É los de las cuatro galeas que fueron á la isla mataron cuantos fallaron, dolientes é sanos, é quemaron todas las galeas que y estavan; é las otras diez galeas de los moros llegaron á las otras gale- as de los cristianos, é tan poca era la gente que estavan en aquellas é tan lacerados, que ome

305 dellos non cató por se defender..., é los moros quemáronlas todas é mataron a los que esta- van en ellas...... É el infante don Pedro é los que estavan con él, desque vieron que la flota era perdi- da, é los moros metian vianda á la villa é todas las otras cosas que eran menester, ovieron su acuerdo commo se fuesen de allí, é dejaron allí los engeños, é las armas, é las otras cosas muchas que non pudieron levar, é los moros salieron é leváronlo todo, é metiéronlo á la cibdad. (CRÓNICA DE DON ALFONSO DECIMO, B.A.E., Madrid, Edic. Atlas, 1953, Tomo LXVI, pp. 54 a 57).

IV

DESCRIPCIÓN DE ALGECIRAS POR AL-HIMYARI (PRINCIPIOS DEL S. XIV)

En al-Andalus. Es (más exactamente) al-Gazira al-hadrá’ («la isla verde»). Se la ha lla- mado también Gazirat Umm Hakim, del nombre de una joven que había llevado en su expedición Tárik b. Ziyád, el liberto de Músá b. Nusair. Le legó esta isla, que, en adelan- te, tomó su nombre. En el fondeadero de Umm Hakim, se encuentra la ciudad de Algeciras. Está a una distancia de 64 millas de la ciudad de Calsena, y situada sobre una colina que domina el mar, sus murallas siguen exactamente la ribera. Al Este de la ciudad se encuentra un barranco; al Oeste, jardines de higueras y arroyos de agua dulce. La ciu- dadela de Algeciras se inclina sobre el barranco y constituye una fortaleza muy sólida; sus muros son de piedra, se levanta al Este de la ciudad propiamente dicha y le es contigua. Hay en Algeciras una mezquita mayor de hermosa construcción: comprende cinco naves, y está provista de un amplio patio y de galería en su lado Norte; esta mezquita se encuen- tra en el centro de la ciudad, en la cima de una colina. Las tiendas de la ciudad se siguen sin solución de continuidad desde la mezquita mayor hasta el borde del mar. Al Sudeste de Algeciras, en la ribera, hay una mezquita de tamaño medio, llamada la «Mezquita de las Banderas»: allí colocaron los normandos sus banderas (cuando realizaron su desembarco), y esta mezquita guarda su nombre en recuerdo de este suceso; posee una puerta, para cuyos batientes se utilizó la madera de los barcos normandos. Habia en Algeciras un astillero de construcciones navales, que fue edificado para sus flotas por el emir de los creyentes `Abd ar-Rahmán III b. Muhammad: lo hizo construir sólidamente y rodear de muros elevados; después, cuando se produjo el período de disturbios (desde principios del siglo XI), los príncipes independientes de Algeciras hicieron de este dar sina`a (astilleros) un alcázar. Cerca de la ciudad se encuentra la desembocadura del río de Algeciras, cuyas orillas están bordeadas de numerosos jardines, y la parte baja de su curso, al nivel de mar, donde llegan

306 los barcos; este río, que proporciona agua potable a los habitantes de Algeciras, es llamado por ellos el Wadí`l-`Asal (río de miel): en él se pueden apreciar las mareas hasta, aproxi- madamente, un satr de la ciudad, es decir media milla. Frente a la desembocadura de este río se encuentran los vestigios de la ciudad de al-Galandi, rey que era el dueño de Cartago de África; esta ciudad situada al Este de Algeciras, no es hoy más que un montón de rui- nas, donde se siembran cereales; todavía puede verse una larga escollera de piedra, cons- truida en el mar, donde se acercaban los barcos para cargar. Muhammad b. Bi-lal edificó una torre sobre esta escollera. La ciudad de Algeciras es próspera, agradable para vivir; se beneficia a la vez de las pro- ducciones de su suelo y de las de su mar; todo contribuye a hacer allí la vida fácil, pues es la ciudad más céntrica de las de la zona litoral y la ciudad de al-Andalus, desde donde se puede, en menos tiempo, atravesar el Estrecho para ir a África del Norte. Desde Algeciras partieron los reyes de al-Andalus para extender su dominio sobre ciertas partes de África. Posee tres termas. Es cabeza de partido de un ámbito con numerosas localidades. El impor- te de los impuestos recibidos en su territorio ascendía a dieciocho mil novecientos (dina- res). Los habitantes de esta ciudad de Algeciras rehusaron dar hospitalidad a Masa (Moisés) y a al-Hidr (Elías), y este último elevó allí un muro y destrozó el barco. En cuanto a al- Galandi, se apoderaba a la fuerza de todos los barcos. Así lo cuenta Waki b. al-Garrah. El puerto de Algeciras ofrece un abrigo seguro, incluso durante el invierno; es el sitio más cómodo de embarque para atravesar el Estrecho de Gibraltar, y es el más cercano de la orilla africana. Enfrente se encuentra la puerta de la ciudad de Ceuta. El brazo de mar que los separa se franquea en tres magráa. El puerto siguiente, a lo largo de la costa, es el de Gibraltar. Algeciras posee un muro de piedra trabajada con hormigón de cal. Tiene tres puertas y un astillero de construcciones navales, situado en el interior de la aglomeración. Sobre los bordes de su río, el Wadi`l-`Asal, hay jardines y huertos. En Algeciras se construyen bar- cos, y se realiza comercio de exportaciones e importaciones. Enfrente de la ciudad se encuentra la isla conocida bajo el nombre de Gazirat Umm Hakim, de la que ya se ha hablado más arriba. Algeciras fue la primera ciudad conquistada en al-Andalus, en los pri- meros tiempos del Islam, en el año 90 de la Égira (708-709), gracias a los esfuerzos de Musa b. Nusair y por cuenta de los Marwánidas (Omeyas); con él estaba Tárík b. `Abd Allah b. Wanmu az-Zanati, a la cabeza de las tribus de los bereberes. No lejos de la puerta que se abre al mar, se encuentra una mezquita llamada «Mezquita de las Banderas». Se dice que es allí donde los abanderados de las expedición se reunían para celebrar consejo. Los invasores habían llegado igualmente por Gabal Tarik, así llamado porque Tarik, cuando atravesó el Estrecho con sus contingentes bereberes, se fortificó allí. Calculando que los árabes no querrían desembarcar allí, deseó alejar de sí mismo toda sospecha, y orde- nó que se incendiaran todos los barcos que había utilizado para la travesía: de esta forma,

307 se limpió por adelantado de las acusaciones que hubieran podido recaer sobre él. De esta montaña (Gibraltar) a Algeciras, la distancia es de seis millas. Es una montaña aislada y de forma redondeada; al pie, hay grutas que contienen aguas de fuente. Entre las puertas de Algeciras están, al Oeste, la gran puerta llamada Bab Hamza; al Sur, la puerta de Portillón; al Norte, la puerta llamada Bab Tarafa. La ciudad posee tres termas. En el año 245 (859-60), los normandos se apoderaron de Algeciras e incendiaron la mezquita mayor de la ciudad. Al Este de Algeciras se encuentra una mezquita que se dice fue edificada por un Compañero del Profeta: fue, se dice, la primera mezquita fundada en al-Andalus. El lugar donde se eleva es conocido bajo el nombre de Kartaganna. En las épocas de sequía, los habitantes de Algeciras se reúnen en esta mezquita para la ceremonia de rogativas, y el Altísimo Allah, en Su bondad y clemencia, oye favorablemente sus ruegos y les da la lluvia pedida.

V

EL EMIR ABU YUSUF YA`QUB EN ALGECIRAS (1285)

Después de que Sancho (IV) se fue a su país, volvió a el emir de los musulmanes a Algeciras, donde entró el 27 de sha`ban (28 de octubre de 1285) y encontró que el alcázar que construía en la ciudad nueva, la sala de audiencias y la mezquita, se habían terminado por completo. Ocupó el nuevo alcázar y pasó en él el mes de ramadan. Hizo la oración del viernes en su mezquita y en la sala del consejo la oración del perdón, sin faltar un día... Los alfaquíes velaban con él todas las noches, hablaba con ellos de ciencia y, en el último tercio de la noche, cumplía su recitación del Alcorán... El día de la ruptura del ayuno (30 de noviembre) fue desde la musalla a su palacio. Se sentó en la sala del consejo: entraron los jeques benimerines y árabes, se sentaron con él, comieron y después de la comida, el alfaquí, gran letrado, Abu Faris Abd al-Aziz... le presentó una poesía en la que recordaba sus expedi- ciones de aquel año..., hacía memoria de las tribus árabes, según su diversidad, de la cons- trucción de la nueva ciudad y del palacio de Algeciras, de la estancia del emir de los musul- manes en él y de su oración en la mezquita. Celebraba también su almimbar, la pompa de la fiesta de la ruptura del ayuno y la gratitud que se le debía por haber restaurado la religión... (IBN ABI ZAR (siglo XIV), Rawd al-Qirtas, Trad. por A. Huici Miranda, Valencia, 1964, 20 Edición, Tomo II, pp. 681-682)

308 VI

ENTRADA DEL REY ALFONSO XI EN ALGECIRAS (MARZO DE 1344)

Otrosí vinieron y caballeros del Rey Albohacen de Marruecos con cartas de aquel Rey en que les daba poder que otorgasen la tregua por él. Et traxieron otra carta para los de Algecira, en que les enviaba mandar el Rey Albohacen que entregasen aquella ciubdat al muy noble Rey Don Alfonso. Et esto fué viernes veinte et seis dias del mes de Marzo del año de la era de mill et trescientos et ochenta et dos años: et andaba el año de la nascencia de Nuestro Señor Jesu-Christo en mill et trescientos et cuarenta et cuatro años. Et luego en este dia todos los Moros de la villa nueva pasaron á la villa vieja, et entregaron la villa nueva por mandado del Rey de Castiella á Don Juan fijo del Infante Don Manuel, que la toviese por el dicho señor Rey, entretanto que los Moros de la ciubdat de Algecira se iban para Gibraltar...... Et otro dia sabado veinte et siete dias andados de Marzo, víspera de Ramos, entrega- ron la villa vieja de Algecira al muy noble Rey Don Alfonso de Castiella et de Leon. Et los moros fueron todos so seguranza del Rey con todo lo suyo, que non se les perdió ende nin- guna cosa. Et el Rey mandó poner encima de las torres el su pendon, et el pendon del Infante Don Pedro su fijo primero heredero, et los pendones de Don Enrique, et Don Fabrique Maestre de Santiago, et el pendon de Don Fernando, e de Don Tello, et de Don Joan sus fijos. Et otrosi pusieron los pendones de todos los Prelados, et Ricos-omes, et de los concejos que venieron á aquella conquista. Et otro dia Domingo, dia de Ramos, el muy noble Rey Don Alfonso, con todos los Prelados, et Ricos-omes, et todas las otras gentes que y eran, entraron con muy grand procesión, et con los ramos en las manos en aquella ciubdat de Algecira, et dixieronle la Misa en la Mezquita Mayor, á que el Rey puso nombre Sancta Maria de la Palma. Et des- que ovo oido la misa, fue comer et posar al alcázar: et todos los de la hueste fueron á sus posadas que tenian en el real... Et el Rey Don Alfonso moró en Algecira fasta que pasó Pascua, et el jueves de las Ochavas: et partió dende para ir a Tarifa, porque las gentes non querían salir de la ciubdat, nin podian dar vecindat á los vecinos que avian y de fincar et de morar. (CRÓNICA DE DON ALONSO EL ONCENO, B.A.E., Madrid, Edic. Atlas, 1953, Tomo LXVI, pp. 389-390).

309 VII

UNA DESCRIPCIÓN DE ALGECIRAS EN EL POEMA DE ALFONSO XI

Algeciras la fermosa, espejo de los africanos, llave del mar muy premiada, de España grant provecho, e está bien asentada en las playas del Estrecho; el alcáçar muy real fermoso commo robí, torres de canto e de cal las mejores que yo bi, muros con sus saeteras, almenas bien apostadas, muy peligrosas barreras, cárcavas muy bien labradas; dos villa son de grant brio que están en tierra fiel, por entre amas un río que llaman río de la Miel.

(POEMA DE ALFONSO XI, Edic. de D. Catalán y Menéndez Pidal, Madrid, Edit. Gredos, 1953, p. 105).

VIII

CARTA DE MATEO MERCERALREYPEDRO IV EN LA QUE LE RELATA CÓMO ENTRARON POR IGUAL LOS ESTANDARTES DE ARAGÓN Y CASTILLA EN LA VILLA NUEVA DE ALGECIRAS. 3, ABRIL, 1344, ALGECIRAS.

Senyor. Sapia la vostra savia que Nostre Senyor ha feta gracia al rey de Castella que divenres a XXVI dies del mes de març entraren en la vila nova d`Algezira los estandarts del rey d`Arago e de Castella, e don Johan Manuel, el vezcomte de Cabrera, Anrich Anriqueç, l`almirall de Castella e yo, e dema, que sera disapte, lo rey de Castella entrara en la vila vella ab totes ses companyes, les quals viles son restude a parti sots aytals covinençes que tots los que estaven en les dites viles isquem salus e segurs ab tot ço del lur. E ha`s presa treua. Lo rey de Castella, guardant lo honor del senyor rey, tinent-se per pagat de la ajuda

310 que li ha feyta e del servir que les sues gents li han fet açi, ha ordenat que l`estandart del rey d`Arago e el seu entren per egual la I del altre en l`entrar de les dites viles, e totes aque- lles honors que seran fetes al estandart del rey de Castella, seran fetes al (del) rey d`Arago. Los affers e els tractaments son stats grans e serien lonch d`escriure, mes, si a Deu plau, quant que yo sia en Valencia, yo los vos comptare, Scrita en la vila nova d`Algezira en lo dia damunt dit. Yo Mateu Mercer, visalmirall del senyor rey, me coman en vostra gracia.

(Archivo Municipal de Valencia, Manuals de consell, A-4, fol. 310 v1. Publicada por DUALDE SERRANO, M., Solidaridad espiritual de Valencia con las victorias cristianas del Salado y Algeciras, Instituto Valenciano de Estudios Históricos, C.S.I.C., Diputación Provincial de Valencia, 1950, Doc. IV):

IX

LIBRO DE LA MONTERÍA DE ALFONSO XI

El arroyo de Desuella Cabras y Celada Viciosa era monte bueno para la caza del jabalí en invierno y, a veces, para el oso. Los Vallejos de Facinas es buen sitio para jabalí. El Helechoso y el puerto de Fate es lugar donde hay jabalí y osos. El Lentiscar, el monte de Ajunjulí y Boloña son buenos para la caza del jabalí y, a veces, del oso. Monte del afumada y Guadalmecí son buenos para jabalíes y, a veces, para osos. El arroyo de la Mata del Guijo y cerro de la Mezquitilla hasta el mar es muy buen lugar para cazar el jabalí y el oso. En invierno hay jabalíes en la cabeza del Tormo y el arroyo de Quebranta Botijas. La garganta del río de la Miel es buen monte de jabalíes y, a veces, hay osos. La garganta del arroyo de Benarax es buen monte de jabalíes en invierno y, a veces, de osos. El soto de Guadarranque y la isleta de Palmones son lugares buenos para jabalíes en verano. La mata de Hoxen es bueno para osos y jabalíes en todo tiempo. (Libro de la Montería de Alfonso XI, versión de José Gutiérrez de la Vega, Madrid, Ediciones Velázquez, 1976)

311 X

BULA DE CLEMENTE VII CONTENIENDO EL TRASLADO DE OTRA DE CLEMENTE VI («GAUDEMUS ET EXULTAMIS») DE FECHA 30 DE ABRIL DE 1344 POR LA QUE SE ERIGE LA DIÓ- CESIS DE ALGECIRAS AUNQUE UNIDA CANÓNICAMENTE A LA DE CÁDIZ.

Clemente, obispo, siervo de los siervos de Dios. A los venerables hermanos arzobispos de Toledo y de Compostela, salud y bendición apostólica. Puestos en el altura de la digni- dad apostólica (aunque no merecedores), disponiéndolo así el Señor, miramos atentísima- mente por perpetuo el estado de todas las iglesias de que tenemos general cuidado y están a nuestro cargo, quanto por la divina gracia Nos es permitido, para alabanza y gloria de Dios, y tanto más de buena voluntad, manifestamos nuestro deseo para el ornato y orde- nación de aquellas iglesias, cuanto somos enseñados las plantó la divina gracia, asistiendo en nosotros, de la cual costumbre y enseñanza del sapientísimo hacedor somos inclinados a su perfección, pues porque a la humilde instancia y ruego de nuestro muy amado hijo en Cristo, el ilustre Don Alonso, rey de Castilla y de León, dimos título de ciudad a la de la Isla Viridis, antiguamente llamada la villa de Algeciras, que está situada dentro de la dic- ción de Cádiz, que fue ganada a los moros, y les ha sido sujeta muchos años, a la cual el mismo rey Don Alonso (ayudado de la divina misericordia) se la ha ganado y reducido al culto y observancia de la fe cristiana, y la honramos con nombre de ciudad y de iglesia con el nombre de Santa María de la Palma, en el templo que llamaban los moros, o los genti- les antes que ellos, templo del horror, porque el mismo rey se ofreció a dotarla con sufi- ciente renta, y determinamos que sea de aquí en adelante para siempre tenida por ciudad, y su iglesia por catedral, siendo unidas y juntas en uno con esta iglesia de Algeciras la de Cádiz, y que el venerable nuestro hermano Bartolomé, obispo de Cádiz, a quien nombra- mos por obispo y pastor en la sobredicha iglesia de Algeciras, y a qualquier otro que en ella adelante lo sucediese, se llamen obispo de Cádiz y de Algecira, estando así juntas i aduna- das para siempre, como más ampliamente se contiene en otras nuestras letras dadas para el mismo efecto. Y mirando todas las cosas convenientes para su perfecta y sólida erección, juzgamos que conviene haya en ella forzosamente columnas que la sustenten, las cuales sean varones de virtud que, con el mismo obispo coadunados, hechos y compuestos como un cuerpo con su cabeza, no sólamente estén juntos allegados virtuosamente, como los miembros a la cabeza, sino que con igual trabajo y con mucha diligencia asistan a la eje- cución del gobierno eminente. Y además de esto, Nos, queriendo traer a la debida perfec- ción lo que loablemente está referido, asistiendo la gracia del omnipotente Dios, y para que la dicha iglesia de Algeciras resplandezca con honestidad y asistencia de ministros que en el ejercicio de las divinas alabanzas se al Señor, su creador, agradable sacrificio, haciendo confianza de vuestra fidelidad e industria y de la pureza de vuestra conciencia en el Señor, particularmente por estos escritos apostólicos os cometemos, y por la autoridad apostólica

312 os mandamos, que vos o cualquiera de vos, habiendo el rey señalado el primero con sufi- ciente dote a la dicha iglesia de Algeciras, y cotejados y tanteados los frutos, las riquezas, los réditos y preventos y todas las obvenciones que en la ciudad y su distrito alcanzare y tuviere de los diezmos y otros derechos eclesiásticos, mediante Dios, ordenéis, hagáis, pon- gáis y establezcáis cierto y congruente número de canónigos, prebendas, racioneros y racio- nes y otros ministros, sirvientes y beneficiados eclesiásticos, para que asistan en aquella iglesia y ejerciten el oficio divino, dividiendo sus rentas y preventos entre el obispo y los canónigos del capítulo y entre los racioneros y ministros, según conviniere; sobre lo cual encargamos vuestras conciencias, de tal manera que la iglesia de Algeciras sea igual y con- forme a otras iglesias catedrales del arzobispado de Sevilla en las provisiones y colaciones de los canónigos, de las prebendas y dignidades, de los personatos y de los oficios de las raciones y de los demás beneficios eclesiásticos que en aquella iglesia sean de ordenar y hacer reservados al obispo y a los sucesores que fueren para siempre, prohibiendo y cati- gando a los contradictores con eclesiásticas censuras, sin que haya lugar a apelación, no obstante si algunos en común o en particular tienen concesión de la Sede apostólica que no puedan ser entredichos, suspensos o excomulgados. Dada en Avignon a diez de mayo en el segundo año de nuestro pontificado.

(Bula de Clemente VII conteniendo el traslado de otra de Clemente VI («Gaudemus et exultamis») de fecha 30 de abril de 1344 por la que se erige la diócesis de Algeciras aun- que unida canónicamente a la de Cádiz, 1380, septiembre, 22, Avignon, Archivo de la Catedral de Cádiz, A. L. 3. N1 1, 22)

XI

ELREYALFONSO XI HACE MERCED A DON EGIDIOL BOCANEGRA, ALMIRANTE MAYOR DE LA MAR, DE UNAS CASAS CON SU HUERTA, QUE DICEN EL ALCÁZAR DE MANIFLE, EN LA VILLA DE ALGECIRAS.

Esquina superior derecha se lee: El rey Don Alonso hace merced del alcázar de Manifle a Don Egidio Bocanegra, Almirante Mayor de la Mar. En el nombre de Dios Padre / e Hijo e Espiritu Santo que son / tres personas e un Dios berdadero / que viue e reina por siempre / jamas e de la vienabenturada / Virgen Gloriosa Santa Maria su / madre a quien nos tenemos por se- / -ñora e por auogada en todos / nues- tros fechos e a onrra e servicio / de todos los santos de la corte ze- / -lestial, porque entre las cosas / que son dadas a los reies les / es dado señaladamente de / fazer graçia e merced mayor- / -mente do se demanda con rra- / -zon e con derecho e el rei que / la faze deue catar en ella / tres cosas la primera que merzed (p. 1) / es aquella quel demandan / la segun-

313 da que es el pro e el / daño quel ende puede venir / si la fisiere la terzera que logar / es aquel enque a de fazer la / merzed e como ge la me(re)scio. Por / ende nos catando esto quere- mos / que sepan por este nuestro preuillejio todos los hombres que agora / son e seran de aqui adelante / como nos don Alfonsso por la graçia / de Dios rrey de Castilla de Leon / de Toledo de Galizia de Seuilla / de Cordoua de Murçia de Jaen / del Algarue de Algeçira e / señor de Molina en uno con / la reina doña Maria mi mujer / e con nuestro fixo / el infante don Pedro primeri / heredero, por facer vien e / merced a uos don Egidio Boca- (p. 2) / -negra de Geuna nuestro almirante / mayor de la mar por muchos / seruiçios e bue- nos que nos ficiess- / -ttes e nos fazedes de cad día / e señaladamente porque fuestes / conusco en la zerca quando / zercamos Alxeçira e la ga- / -namos de los moros con la mer- / -zed e ayuda de Dios por / fuerza de armas en que nos / seruistes mui bien e muy / leal- mente e por esto es nuestra / voluntad de bos dar gualar- / -don por ello e de uos acre- / - zentar e heredar, porque a- / -yades con que nos seruir me- / -jor e mas complidamente / damosbos unas cassas con / su huerta en la dicha uilla / de Alxeçira a las quales / cassas dizen el alcazar de (p. 3) / Manifle, e damosbos las dichas / cassas e guerta con todas las otras cassas que se contienen / en la barrera que esta a las / espaldas de las dichas cassas que / son en la calle que dizen de / Genua ques en enlinde de / la una parte la dicha calle / de Jenoua e de la otra parte / la barrera de la dicha calle / e de la otra parte los nues- / -tros baños e estas dichas cassas / e guerta bos damos por juro / de heredat e que lo ayades / bos e buestros fixos e bues- / -tros herederos e los que de uos / vinieren que lo buestro obiere / de heredar para bender / e empeñar e dar e trocar / e cambiar e enajenar e para / fazer de ello e en ello assi como / de lo buestro mesmo porque / ninguna destas cosas no (p. 4) / podades fazer con perlado / ni con eglestas ni con horden / ni con home de relijion ni / fuera de nuestro señorio sin / nuestro mandado e man- / -damos e defendemos firme- / - mente por este nuestro priui- / -llexio que ninguno ni ningu- / -nos no sean osadosd e bos yr / ni de bos pasar contra esta / merzed que bos no fazemos ni / contra parte della en ningu- / -na manera e a qualquier o quales quier que lo ficiesen / abria nuestra hira e pe- / -charnos han en pena mill / maravedis de la moneda nu- / -eua e a uos el dicho don Egidiolo / o a quien lo buestro heredare / o tobiere buestra bos todo / el daño e menos- cauo que (p. 5) / por ende reciuiesedes doblado / e porque esto sea firme / e estable para siempre ja- / -mas mandamos vos ende / dar este nuestro priuillexio / rodado e sellado de nuestro / sello de plomo. Fecho el priuillexio en Sevilla, veinte / e zinco dias de maio, era / de mil e trescientos e ochenta / e dos años. E nos el sobredicho / rey don Alfonso rec- nante / en uno con la reina doña / Maria mi muguer e con nu- / -estro fixo el infante don / Pedro primero heredero en / Castilla en Leon en Toledo / en Galicia en Seuilla en / Cordoua en Murçia en / Jaen en Baeza en Ba- (p. 6) / -dajoz en el Algarue en / Alxeçira en Molina otro- / -gamos este priuillexio en com- / -firmamoslo. ——- / Don Yuçaf Habulhapeg rey / de Granada bassallo de el / rey confirma, el ynfante / don Fernando fixo de el rei Con- / -de de Trastamara e de Lemos / e de sarria e señor de Novera / e de Cabrera e de Riuera con- / -firma, don Fabrique fixo de / el rei Maestre de Caua- / -lleria de la hor-

314 den de San- / -tiago confirma, don Fernando / fixo de el rei e señor de / Ledesma confir- ma, don (p. 7) / Tello fixo del rey e señor / de Aguilar e chanziller maior / del rei confir- ma, don Juan / fixo de el rrei e señor de Jerez / Badaioz confirma, don Pedro / arzobispo de Santiago confirma / , don Gil arzobispo de Toledo / primado de las Españas / confir- ma, don Juan arzobis- / -po de Seuilla confirma, don / Garcia obispo de Burgos, don / Basco obispo de Palencia e / chanziller maior de la reina / , don Juan obispo de Calahorra / , don Garcia obispo de Cuenca, / don Gonzalo obispo de Ziguença / , don Bernaue obis- po de Osma / e chanziller mayor de el / ynfante don Pedro (...) 1obispo / de Segovia, don Sancho (p. 8) / obispo de Auila, don Nicolas / obispo de Plazencia, don Pedro / obispo de Cartaxena, don Julian / obispo de Cordoua , don Juan / obispo de Jaen, don Bartolome / obispo de Cadiz, don Juan Nuñez / Maestre de la Caualleria de / la Orden de Calatraua, don / Juan fixo de el ynfante don / Manuel adelantado mayor de / la frontera, don Juan Nuñez señor de Bizcaya al- / -ferez maior de el rey e su / mayordomo mayor, don Fer- / - nando fixo de don Juan Ma- / -nuel adelantado mayor / de el reino de Murçia, don / Lope fixo de don Juan Nuñez / , don Juan fixo de don Alfonso / , don Fernando fixo de don (p. 9) / Diego, don Diego Lopez su hijo / , don Alfonsso Lopez de Aro, don / Aluar Diaz de Aro, don Al- / -fonsso Tellez de Aro, don Lope / de Mendoza, don Joan Ro- / -driguez Zisneros, don Julian / Garcia Manrrique, don Bel- / -tran de Gueuara, don Garcia / Fernandez Manrrique, don / Gonzalo Roiz Giron, don V... / Nuñez de Aza, don Diego Lo- / -pez fixo de don Lope Diaz / el Chico, Fernando Perez de / Porto Carrero ministro mayor / de Castilla, don Juan obispo de / Obiedo, don Pedro obispo de / Astorga, don Juan obis- po de / Salamanca, don Pedro obispo de / Zamora, don Pedro obispo de (p. 10) / Ziudad Rodrigo, don Alfonsso / obispo de Coria, don Bizentte / obispo de Badaxos, don Albaro / obispo de Orens(e), don Basco / obispo de Mondoñedo, don Garcia / obispo de Tui, don Juan / obispo de Lugo, don Per Al- / -fonsso Maestre de la Caualleria / de la Orden de Alcantara / , don Fernando de Castro pertiguero / mayor de tierra de Santiago / , don Juan Alfonsso de Aluor- / -queque maiordomo mayor de el / ynfante don Pedro, don / Juan Alfonsso su hijo alfe- / -rez mayor de el ynfante / don Pedro, don Rodrigo / Perez Ponze, don Juan Al- / -fonsso de Guzman, don Pero (p. 11) / Ponce de Leon, don Fernando / su hermano, don Albar Perez de / Guzman, don Lope Diaz de / Zifuentes ministro mayor / de Galicia, don Fernando An- / -rriquez, don Diego Ramirez / hermano de don Lope Diaz / de Zifuentes, don Rodrigo / Perez de Villalouos, don Fer- / -nando Rodriguez de Villa- / -louos ministro mayor de / tierra de Leon e de Asturias / don Anrriquez Anrriquez de / Seuilla justiçia mayor de / cassa del rey confirmo / don Egidiolo Bocanegra de Guenua almirante mayor (p. 12) / de la mar, Fernand Sanchez / de Valladoliz notario mayor / de Castilla confirmo, Al- /-fonsso Ferandez Coronel no- / -tario mayor del reyno de / Leon confirmo, Fernand Ru- / -iz de Agreda teniente / logar de los preuillexios ro- / -dados por Fernan(n)do Rodriguez / camarero del rrei, camarero mayor de el ynfante / don Pedro su fixo lo mando / fazer por mandado de / el rei en el año quarto que / el rey don Alfonso bencio / al poderoso Allo Azen rey / de Marruecos de Fez / e de Surumeza e de Tremecen

315 / [en este lugar tiene el per- (p. 13) -gamino en lo scripto un po / co rroto que no se puede leer / y despues dize de Granada2] en la batalla de Tarifa / que fue lunes treinta dias / de otubre era de mil e / tres(cientos) (y por estar tanbien / rroto lo demas escripto no se / pudo leer). Y continua di- / -ziendo e setenta e ocho / años en el año que el so- / -bredicho rrey don Alfonso regno / y fenezido todo lo susodicho / a tres firmas al parezer / las quales no se pudieron leer / por la antigüedad de la letra (p. 14) / la breviatura que tienen / concuerda este traslado que queda es- / -cripto en pergamino su orijinal el qual / para efecto de sacar- lo ante mi exsiuio / don Julian de Zea Aguaio contador de este estado / a cuio cargo esta el archiuo que el excelentisimo / señor conde de Palma marques de Mont- / -tes Claros (...) tiene en esta villa y bol- / -ui a su poder para ponerlo en dicho ar- / -chiuo de que firmo aqui su rreziuo y / para que conste de (...) de la parte / de su excelencia saqué este traslado en papel de / el sello primero y comun en la villa / de Palma en onze dias del mes de / hene- ro de mil settecientos y tres años./ Yo Pedro de Orejuela Tamariz notario publico / y del numero de la villa de Palma pres- sente / fuy y en fee de ello lo signe y firme. / Don Julian de Cea y Aguaio (rúbrica) en tes- timonio (signo) de verdad / Pedro de Orejuela (rúbrica) / notario publico (p. 15). /

(El rey Alfonso XI hace merced a don Egidiol Bocanegra, Almirante Mayor de la Mar, de unas casas con su huerta, que dicen el alcázar de Manifle, en la villa de Algeciras, 1344, mayo, 25, Sevilla. Traslado notarial hecho en Palma del Río el 11 de enero de 1703. Real Academia de la Historia, Colección Salazar, M. 114).

XII

FRAGMENTO DE LA RISALA O CARTA DEL REY MUHAMMAD V AL JEQUE DE LA MECA EN LA QUE LE RELATA CÓMO PUSO CERCO A LA CIUDAD DE ALGECIRAS Y LA RINDIÓ.

La gente de las fronteras se apoderó, en este tiempo, de los castillos cuyas puertas esta- ban cerradas; mas las abrieron. Y de ningún modo los ejércitos de la guerra santa sacudi- rán el polvo amontonado en las crines de los caballos, ni desceñirán el cinto que liga las provisiones para las algaras, hasta tanto que consigan las almas su deseo ardiente, obtengan su gusto, demanden a las que no están sobre ellas, y lleven sus esperanzas hasta los extre- mos más remotos, y en las percepciones difíciles, hasta los pensamientos más profundos. Entonces nos dirigimos a Algeciras, puerta de esta patria, por donde vino el tranquili- zador levante de la verdad cuyo esparcimiento disipó la mentira, ruta de la conquista cuyo fulgor resplandece desde entonces, lugar de excitación del asalto, cuyo deseo no debe ser interpretado respecto de otro diferente de él, puerto de la travesía al que no se ha de renun- ciar, punto de reunión de los dos mares..., donde convergen ambas costas, marchando una

316 al lado de otra como dos cuerdas y donde se asimilan las dos porciones. Poco falta ya para que el cerco se haga completo como un anillo. Los infieles habían ya acrecentado el poder de este puerto por el cual les llegaba la defensa, y desde la primera conquista lo habían hecho objeto de su especial cuidado. Ellos sabían bien que las manos de los muslimes (de España) no se juntarían con las de sus her- manos si no era reteniéndola (la plaza de Algeciras) y que no habrían de faltarles disgustos con la permanencia de ella (en poder de los muslimes). Trasladaron a la plaza sus jinetes y peones, cerraron el horizonte del mar con sus flotas y barcos costeros para imperdir su abas- tecimiento durante la noche. Los muslimes llamaron en ambas costas excitando a desasir- la de los halagos del infiel e impedirla de caer en sus precipicios. Mas no hubo poder sufi- ciente. La calamidad se enseñoreó de ella y la quebrantó. Se había resistido el estrecho blo- queo cerca de treinta meses. El Islam con la separación de aquella ciudad siguió un cami- no insalubre. Se ennegrecieron los rostros por la noticia sorprendente de la caída de la plaza y derramaron lágrimas como lluvia y quedaron interceptados los socorros, salvo la miseri- cordia de Dios, el cual alivia con su consuelo las tristezas y concede la victoria al Oriente y al Occidente. Cuando hicimos que penetrase en la garganta de aquélla la punta de la espada de Dios y sofocamos su tierra y su mar con los ejércitos terrestres y con las fuerzas marítimas que se multiplicaban más que las estrellas del cielo, y la bloqueamos estrechándola fuertemen- te y le confirmamos las amenazas de su irremisible caída, juzgamos que con la ayuda de Dios estaría la ciudad en nuetras manos en poco tiempo. Que su fuente divina evitaría una duración prolongada de la campaña, y que la agitación del mar domaría la lluvia fina. En cuanto a las murallas de la ciudad, que estaban bien defendidas por tropas auxilia- res y guarnecidas con revestimiento de pieles por causa de las disputas de las ciudades, se elevaban sobre las viviendas, atravesando el mar desde una segunda restauración, y se llega a dudar que hubiese hombres que así las construyesen. En lo que se refiere a sus torres: sus órdenes y series adornaban a modo de narices salientes las caras de los cuarteles de la ciu- dad, y los arrecifes les daban a gustar sus lágrimas amorosas. Respecto a su foso: de roca importada y el muro construido en sentido inverso. Los muslimes atacaron la ciudad por cuantas partes pudieron, pues se juntaban la defensa violenta de los infieles con la bravura y el ocaso de éstos. Lanzaron sobre la ciudad tal cantidad de dardos que venían a ser como una sombra que ocultaba el sol y oscurecía la claridad de la urbe. Montaron sobre largas escaleras que dominaban las construcciones de la ciudad. Abrieron brechas, arrojaron sobre ella el tormento y se apoderaron de su hijuela, la ciudad Alboniya (la Villa Nueva). Los sables quedaron satisfechos del deguello y las manos del pillaje. La muerte se hizo general para todos sus defensores, abundante- mente armados y bien provistos de vituallas. Un terror gravísimo se había apoderado de ellos y quedaron retorcidos como serpientes. De sus cuerpos no se desviaba ojo alguno para hacer un guiño, ni lengua alguna que anunciase la nueva a quien tratase de conocerla e informarse acerca de ella.

317 Después se dirigieron los esfuerzos de los fieles contra la ciudad grande (la Villa Vieja) y rodearon con un muro sus propias murallas. Emprendieron con osadía el ataque a sus valles y a sus calzadas y aproximaron a ella, con cargas de caballería, torres fortificadas y máquinas de batir con las quales fueron asegurados sus cerros y ondearon al viento los extremos de las banderas y prestaron los ángeles los socorros de la salvación. Luego aban- donó Dios a los infieles y les cortó las uñas con la mano de su omnipotencia. Entonces fue solicitado (por los infieles) el salvo conducto para tener libre salida, y descendieron de las escaleras, claudicando, hacia los lechos de los torrentes y hacia las praderas, desde la altu- ra de aquella ciudad, señora de las torres. Fue la salidad de los infieles hacia la parte desier- ta de la tierra, recordándose con este hecho el día de la presentación. Ya la debilidad se había hecho general a todos sus defensores y se pegaban a las madres los jóvenes y peque- ñuelos. La ciudad fue rápidamente purificada de su infidelidad y los altos minaretes vol- vieron a dar voces llamando a la oración pública y a la conmemoración general. Fueron arrojadas de los altos edificos las esferas que las máquinas no habían podido abatir. Había sido expulsado de ella el púlpito del Islam, como cosa detestable, y olvidado en su destie- rro, y quedó restablecido ahora en su sitio y vecindad. Y ha continuado exhortando a la multitud, favorecida por el testimonio divino, la palabra que cumple lo prometido y hace que los árboles se revistan de nuevo follaje. Nosotros no maltratamos a los infieles de la ciudad: mas les trató con dureza su des- gracia. A punto estuvieron las lágrimas de descarnar las órbitas de los ojos y de extinguir la aflicción los últimos soplos de vida. Se alzaron quejumbrosos gritos y se elevaron al cielo los sollozos. Y se acudió prontamente a los esclavos muslimes que andaban con dificultad soportando las pesadas cadenas y enflaquecidos por las tumbas de la prisión. Mas enton- ces quedaron libres sus tibias de los hierros y sus cuellos de los fuertes yugos y quedaron cubiertos por la sombra de la misericordia de Dios, ancha y prolongada, y los defensores fueron ordenados en sus puestos. Los altos minaretes volvieron a florecer con la mención de Dios. La ciudad recobró sus mejores galas después de los terrores sufridos,. quedando tranquila, y volvieron a ser abundantes sus riquezas. Toda la región resurgió. Fue restitui- da su puerta a la emigración del Islam, quedando -no hay otro Dios que Alah- unida a sus habitantes. Esa ciudad es entre las del Islam como un collar de la garganta. Dios conserve, sobre ella así como sobre todas las moradas de tu pueblo que están tras de ella y sobre los depó- sitos de Dios confiados a tu protección, la sombra de su providencia descendente. Deje a nosotros gozar de la vida hasta que Él haga heredar a la tierra y a todos los que se hallen sobre ella, la palabra de su religión pura y perdurable, y extienda sobre aquélla los velos de su defensa. Y tornamos a nuestra capital, y la bendición de Dios sobre ti, ¡Oh, profeta de Dios! (Fragmento de la risala o carta del rey Muhammad V al jeque de La Meca en la que le relata cómo puso cerco a la ciudad de Algeciras y la rindió, 1369, octubre, ¿Granada?, publicada por Gaspar Ramiro en «Correspondencia diplomática entre Granada y Fez (siglo XIV)», Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, Nº. 1, 1915, Vol. 5, pp. 6 a 8).

318 5.- FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA.

A) FUENTES ISLÁMICAS

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B) FUENTES CRISTIANAS

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C) BIBLIOGRAFÍA MODERNA

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325 VERA DELGADO, A. Mª., La última frontera medieval: la defensa costera en el Obispado de Málaga en tiempos de los Reyes Católicos, Málaga, Biblioteca Popular Malagueña, 1986 VERGARA,. Fray Sebastián de; Vida y milagros del thaumaturgo español Moysés Segundo, Redemptor de cautivos, abogado de los felices partos, Santo Domingo Manso, Abad benedictino, reparador del Real Monasterio de Santo Domingo de Silos, Madrid, 1736.

326 Sumario Obra Completa

TOMO I Capítulo I El factor geográfico Angel J. Sáez Rodríguez

Capítulo II Historiografía Luis Alberto del Castillo Navarro

Capítulo III Prehistoria e Historia Antigua Maribel Gómez Arroquia

Capítulo IV Algeciras Medieval Antonio Torremocha Silva - Angel J. Sáez Rodríguez

TOMO II Capítulo V El siglo XVIII: el resurgimiento Mario L. Ocaña Torres

Capítulo VI El siglo XIX: la consolidación Juan Ignacio de Vicente Lara

Capítulo VII Algeciras siglo XX: tragedia, crisis y expansión Luis Alberto del Castillo Navarro TOMO III Capítulo VIII Arte, arquitectura y urbanismo en la Algeciras moderna Juan Carlos Pardo González

Capítulo IX El siglo XX: Sociedad, cultura y creación en Algeciras Juan José Téllez Rubio

LIBROS DE LA DIPUTACIÓN DE CÁDIZ