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1. INTRODUCCIÓN ...... 5

2. PROPUESTA DE CONTENIDOS TEMÁTICOS ...... 7

A. La importancia geográfica ...... 8

B. El sentir como estilo de vida ...... 10

C. De lo Popular a lo Universal...... 13

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El presente informe se encarga de definir y justificar el argumento principal del Producto objeto del proyecto, es decir, el papel central que Lebrija desempeña en el mundo del flamenco y que articulará el desarrollo estratégico del presente Plan Director y, consecuentemente, del espacio de interpretación del flamenco de Lebrija. Se trata del tercero de los documentos, Informe nº3, que componen el Plan Director del Flamenco de Lebrija.

De este modo, se justifica la denominación de “Lebrija, Centro del Flamenco”, realizando un ejercicio de revisión y reflexión estratégica de los contenidos analizados en el Informe 1 del Plan Director (Justificación Histórica del Flamenco en Lebrija).

La argumentación de “Lebrija, Centro del Flamenco” se corresponde, por tanto, con los grandes contenidos temáticos del Producto, sobre los cuales se articularán los contenidos del Espacio de Interpretación y de cualquiera de las otras actividades que se desarrollen en el marco del Plan Director y que se definen en el Informe nº4.

Es preciso indicar que este informe recoge buena parte de las aportaciones y directrices proporcionadas por los miembros de la Mesa del Flamenco de Lebrija, facilitadas en la reunión celebrada en diciembre de 2018.

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LEBRIJA, CENTRO DEL FLAMENCO se convierte en hilo conductor del flamenco lebrijano aglutinando y asumiendo los atributos y valores excepcionales originarios que mejor definen a este arte en Lebrija.

Son tres los elementos que justifican esta centralidad y que motivan la presente propuesta de contenidos temáticos

A. La importancia geográfica. Lebrija es el centro geográfico del flamenco. Su ubicación central dentro del triángulo del flamenco, o de lo que Domingo Manfredi denominó “triángulo tartésico” defiende que la verdad del cante se desarrolla en la vía del tren que une Sevilla y Cádiz. B. El sentir flamenco como estilo de vida. Lebrija es la esencia y originalidad del flamenco. Lebrija ha tenido y tiene al flamenco como seña de identidad. El sentir flamenco como arte de vida en Lebrija es único y, porque no, su antigüedad, permite considerarla como centro de esta disciplina. C. De lo popular a lo universal. Lebrija es el centro de la intelectualidad y el humanismo del flamenco. Lebrija es motor de la evolución del género en toda su extensión, facilitado el salto de lo popular a lo universal.

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Elementos claves:

• Epicentro Geográfico del Comercio entre Cádiz y Sevilla en ss. XVIII • Primer antecedente comercial del Flamenco: El Cartel de la Venta Caparrós • El ferrocarril Sevilla - Cádiz

En el siglo XVIII, Lebrija era el epicentro del tránsito comercial español. El 8 de mayo de 1717, la Casa de Contratación, que gestionaba el comercio con América, se trasladó desde Sevilla a Cádiz. Esto provocó que toda la entrada de la riqueza se asentara en la milenaria capital gaditana, pero Sevilla continuó siendo la gran ciudad del Sur de Europa, de manera que se instauró un gran trasiego económico entre ambas capitales, bien por el río , bien por tierra. En ambos casos, Lebrija, como localidad de la marisma del Guadalquivir, quedó situada estratégicamente como lugar de parada, ya que está exactamente a la misma distancia de ambos puntos. Por tanto, el vaivén de comerciantes y trabajadores de una zona y otra fue constante hasta mediados del siglo XIX, por lo que Lebrija se convirtió en un crisol de acogida de personas tanto de Cádiz como de Sevilla.

Esto quiere decir que sus formas flamencas tienen influencias de ambas partes. No es casualidad que uno de los primeros documentos flamencos conocidos sea un cartel de la Venta del Caparrós situada en Lebrija, primer antecedente comercial conocido de la fiesta flamenca datado en 1781. El tráfico comercial permitió qué las gitanas que solían interpretar estos cantes y bailes en sus celebraciones íntimas comenzasen a ganarse la vida con ellos en los escenarios. Y en ese punto intermedio se produjo un trueque excepcional entre las formas musicales más extendidas en Sevilla y las características de la provincia de Cádiz.

A esto hay que sumar la posterior construcción del ferrocarril entre ambas capitales, una infraestructura que resulta vital para el desarrollo del género cabal. De hecho, se dice que el flamenco está en la vía del tren porque ese trazado ha permitido el viaje permanente de los cantes entre las denominadas cunas de este arte: Sevilla, Alcalá,

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Utrera, Lebrija, Jerez, Cádiz, los Puertos y Sanlúcar. Es decir, Lebrija no solo está en el centro del flamenco desde el punto de vista artístico y filosófico, también lo está desde el punto de vista físico y geográfico. Esta localidad es receptora y emisora de artistas a un mismo tiempo, de ahí que su cante autóctono esté imbuido de referencias utreranas (Los Pinini) y jerezanas (El Chozas) a la vez, ya que estas localidades son las más cercanas a Lebrija en ambas direcciones. Pero el influjo abarca toda el área de acción comercial que genera la Casa de Contratación. Porque todo pasa por este punto. Unas veces sigue su camino y deja apenas un resquicio y otras veces se baja en la parada del tren y transforma lo que había. Unas veces se queda para siempre en la marisma y otras veces coge el vagón y llega al resto del mundo.

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Elementos claves: • Cortijos y gañanías • Barrios y casas de vecinos: las gitanerías • Cantes propios de Lebrija • Familias, estirpes y artistas de Lebrija • Las bodegas lebrijanas • La Caracolá: ventana entre el pasado, presente y futuro del flamenco

Una de las señas de identidad de Lebrija es, sin duda, el Arte Flamenco. Presente desde antiguo en su historia, la esencia flamenca impregna todos los aspectos de la realidad pasada y presente del municipio.

La historia del flamenco lebrijano discurre en paralelo a la propia historia de Lebrija. Condicionada por su estratégica posición geográfica, su carácter agrícola y por las circunstancias socioeconómicas que han caracterizado cada uno de los periodos y épocas de la historia, la ciudad ha sido el marco ideal para el desarrollo de un arte que nace del pueblo.

El Flamenco es un cante social, que se gesta improvisadamente al calor del encuentro entre mortales que comparten penas, alegrías, destinos y gustos. No resulta, por ello extraño que los orígenes del flamenco lebrijano nos trasladen a aquellos lugares donde se producían reuniones o encuentros: los cortijos y gañanías en los campos y las casas de vecinos en el casco urbano.

Por un lado, el trabajo en el campo les obligaba a permanecer durante largas temporadas en cortijos y gañanías, hacinados en infraviviendas que hoy en día harían estremecer a cualquiera. Por otro lado, los que permanecían en la ciudad por ser descendientes de gitanos permanecen aislados desde el siglo XVI en guetos o gitanerías del extrarradio. A todos, unidos entre sí por lazos de sangre, el flamenco les proporciona una suerte de “meloterapia”, de “reparación” del alma y el cuerpo a través de la música.

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Por tanto, en cortijos y casas de vecinos se halla el origen del flamenco lebrijano. Un flamenco con seña de identidad propia que puede ufanarse de tener cantes propios, cantes singulares creados por gentes de la tierra, con la impronta de Lebrija. Cantes propios o autóctonos de Lebrija. Cantes que dan fe de la historia de un pueblo donde gitanos y payos han convivido en armonía expresando sentimientos tan dispares como la opresión o la alegría. Cantes como la Toná, la Seguiriya de Diego El Lebrijano, la Soleá de Juaniquín, las Cantiñas de Pinini, o las bulerías de Antonia Pozo.

Cantes gestados en épocas austeras, donde familias enteras se hacinaban en Corrales de Vecinos y casas familiares que albergaban, como podían, a varias generaciones. Es este el origen, la vida en comunidad, de las familias o estirpes flamencas de Lebrija, conocidas también como casas cantaoras, una de las señas de identidad más importantes y conocidas del flamenco lebrijano.

Unidas no solo por lazos de vecindad y pasión por el arte, sino también por auténticos lazos de sangre, las familias flamencas de Lebrija atesoran siglos de aprendizaje y experiencia artística compartida. No resulta, actualmente infrecuente, revisar la biografía de cualquier artista y comprobar que comparte tanto la carga genética como la privilegiada escuela de vida y aprendizaje con otros/as muchos/as del lugar.

Estipes de solera, como la Familia Bacán, la Familia de los Peña o como los Funi, los Malena o los Pininis. No sólo Lebrija, sino toda la historia del género jondo en general debe muchísimo a estas dinastías hermanadas en ese son “romanceado”, algo ralentizado tan característico de esta zona cantaora, y que se puede disfrutar en bulerías, soleás por bulerías y soleás, amén de algunas formas cantaoras como el fandango por soleá o la siguiriya.

La esencia flamenca, pasada y presente, de Lebrija tampoco puede ser entendida sin su cultura vitivinícola. Una antigua leyenda cuenta, de hecho, que fue el mismísimo Dios Baco, dios del vino y la agricultura, quien la fundó. Prolífica en bodegas de renombre, amén de establecimientos y tascas varios que han existido o existen en la actualidad, la historia del vino lebrijano ha vivido caminos hermanos a la del flamenco local. Las bodegas lebrijanas fueron, y continúan siendo, espacios privilegiados para la creación y expresión flamenca.

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Pero no solo de historia y recuerdos puede vivir el flamenco de Lebrija, y esto lo saben bien sus aficionados, que son muchos y muy comprometidos. Es por ello que, en el año 1966, un grupo de artistas y aficionados locales siguiendo la estela de otros festivales que se estaban organizando en localidades cercanas, como el Potaje de , decidieron crear su propio festival, para mantener vivo el espíritu flamenco de Lebrija, ya que las antiguas fiestas de las bodegas y de vecinos estaban empezando a languidecer. Fue este el origen del emblemático Festival la Caracolá, uno de los más antiguos y con más prestigio de España en la actualidad.

Desde su primera edición, la Caracolá se ha caracterizado por ofrecer un cartel que, aunque dando también protagonismo a los artistas lebrijanos, ha abierto sus puertas a grandes nombres que distingan y prestigien el encuentro. Ya en su primer cartel figuran artistas de renombre como Camarón, El Lebrijano, Perrate de Utrera, Curro Malena o el Turronero entre otros. Desde entonces y hasta la actualidad, durante las más de 50 ediciones realizadas, han pasado por la Caracolá Lebrijana las grandes figuras de la escena flamenca.

Como todo lo que tenga vocación de continuidad, pero sin perder sus señas de identidad, la Caracolá ha sabido transformarse y asumir nuevos retos para lograr que el Festival siga siendo uno de los eventos culturales que más definen a la ciudad como flamenca.

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Elementos claves: • Elio : Gramática y Literatura para el flamenco • Juan Bernabé: Teatro Estudio Lebrijano, el Flamenco a escena teatral • Juan Peña, El Lebrijano: Un gitano flamenco y universal

El flamenco de Lebrija tiene vinculaciones innatas con las llamadas artes cultas o artes mayores desde sus orígenes. Hay que partir de la base de que el flamenco no es una música estanca, fosilizada, sino un arte en permanente evolución. A pesar de que las apariencias inviten a pensar que el arte jondo es una música de raíz anquilosada en sus lugares de nacimiento e interpretada por personas muy arraigadas en estas zonas, la realidad es que se trata de un género naturalmente inquieto. Y Lebrija es quizás el lugar que mejor ejemplifica esta condición. El flamenco lebrijano, que efectivamente tiene sus primeros retazos en las familias gitanas asentadas en esta zona de la Baja Andalucía, mantiene vínculos directos con toda la eclosión humanista que desde el siglo XV impulsó Elio Antonio de Nebrija, el autor de la primera gramática española.

A primera vista esta relación podría parecer forzada, pero en cuanto se profundiza un poco en las formas cantaoras de Lebrija se descubre el trato exquisito que los cantaores históricos de esta localidad le han dado siempre a la literatura en sus interpretaciones. En muy pocos lugares de Andalucía se ha tenido tanta consideración con la ejecución literaria del cante como aquí. Hay un ejemplo evidente: los romances de gesta o fronterizos. En Lebrija fue donde se les dio forma musical a estas piezas literarias recogidas de la tradición lírica. Y la razón de este gusto por la buena poética cantada por parte de los gitanos de Lebrija está sin duda en la presencia histórica de Elio Antonio de Nebrija en cuanto a lo acontecido en este municipio.

La presencia de la gramática lebrijana en los cantes se aprecia de manera muy directa a través de dos vías: la exquisita vocalización de todos los cantaores lebrijanos, incapaces de cantar algo que no se les entienda perfectamente hasta el punto incluso de crear melodías ex profeso para determinadas letras; y la inquietud de sus artistas por interpretar obras de grandes poetas. El “Romance del Amargo” de Lorca

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cantado por Manuel de Paula es un buen ejemplo de esta tendencia, que luego continuarían otros autores recurriendo también a cantes lorquianos o a Miguel Hernández, entre otros.

Pero en Lebrija se da otro fenómeno aún más interesante gracias, sobre todo, a su artista más trascendental, Juan Peña El Lebrijano. Este gitano llegó a interpretar las “Bienaventuranzas” de San Mateo por bulerías y a cuadrar en este compás estrofas absolutamente imposibles hasta entonces para el flamenco como el famoso “Encuentro” del “Poema del cante jondo” de Lorca que dice: “ni tú ni yo estamos en disposición de encontrarnos”. Pero su gran aportación a la historia del flamenco, relacionada directamente con el gusto lebrijano por la buena literatura, se produce cuando decide encargar obras temáticas a poetas vivos, es decir, ya no adapta al flamenco piezas escritas con anterioridad, sino que las encarga para su propia música y lo hace, además, para abordar una historia con espíritu narrativo. Es el caso del disco “Persecución”, en el que Juan relata la huida de los gitanos tras la Pragmática de los Reyes Católicos. Los textos de esta obra maestra se los encarga al poeta extremeño Félix Grande y el resultado de este encuentro entre la literatura y el flamenco es una verdadera revolución. Posteriormente El Lebrijano incide en esta misma idea encargando otra obra al poeta gaditano José Manuel Caballero Bonald, en este caso dedicada al descubrimiento de América: “¡Tierra!”. Y este delicado trato de la lírica cantada es lo que provoca que en una reunión privada el Premio Nobel Gabriel García Márquez le escriba al cantaor en una servilleta, tras escucharlo por soleá, la célebre frase “Cuando el Lebrijano canta se moja el agua”, cuyo desenlace sería que el artista sevillano acabaría grabando un disco con letras del gran autor colombiano.

Pero si esta relación no es suficiente, aún queda otra igual de importante: la relación del flamenco local con el teatro de Juan Bernabé. Este dramaturgo funda a mediados del siglo 20 lo que hoy conocemos como teatro social español con su compañía denominada Teatro Lebrijano. Bernabé decide usar las tradiciones a su alcance para expresar la forma de vivir que existe en la Baja Andalucía y el flamenco se convierte en su principal instrumento de comunicación. Es decir, el arte jondo de los patios y fiestas particulares se traslada al escenario con la misma profundidad con la que antes había alcanzado a la literatura.

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En Lebrija, por tanto, no sólo se creó la primera gramática castellana sino también la primera gramática del cante. Y esto es lo que determina la evolución del género en toda su extensión porque el flamenco da el salto de lo popular a lo universal. He ahí su verdadera esencia como arte mayor, como expresión culta desde sus orígenes a través de su relación directa con el humanismo, perfectamente ejemplificada en Lebrija y resumida en la sentencia del escritor y dramaturgo Chéjov: “Si quieres ser universal, habla de tu pueblo”.

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