ASTURIAS SIGLO XXI

PROAZA Una cuenta espléndida

FERMÍN RODRÍGUEZ RAFAEL MENÉNDEZ

Proaza es un territorio de paisaje amable, pero también agreste, de media montaña y angostos desfiladeros. Poco dinámico, pequeño, en declive, debe aprovechar su inmediatez al mundo metropolitano para hacer valer su función residencial y atraer población y actividad.

Proaza es una cuenta que enlaza el Trubia. Una alfombra de abigarrado dibujo, cuyos nudos, en forma de aldeas, salpican las laderas verdes por debajo de los albos cantiles caliares. Proaza se cierra en el sur por los picos Forcada y La Verde, la collada de Aciera y los altos de Villaurel, apéndices ponientes de la sierra del Aramo. Sobre el fondo del valle se encaraman las aldeas: Linares, Sograndio, , Villamexín, Serandi. En el sur del concejo, fuerzas telúricas abrieron surcos imposibles en las calizas masivas (Peñas Juntas, Teverga, de Arriba). Pocas aldeas caben aquí, aparte de las Carangas, y las escasas que hay anidan en rellanos imposibles, que rompen las laderas: Bandujo, Bustiello, Santa María. El bellísimo poblamiento rural del concejo invita a pensar en la necesidad de elaborar un plan ambicioso de recuperación de las aldeas de montaña, idea que aquí va unida al impresionante paraje en que se integra la belleza de Bandujo. Pero también la capital constituye un pueblo hermoso, alargado, tranquilo y ensimismado. Si quisiera reducirse esta última cualidad no deberíamos acudir a políticas genéricas de protección o de conservación. Sólo se conserva lo que está en uso, lo que está vivo. Y aunque es muy difícil certificar la muerte de un territorio, sí es un riesgo para la sostenibilidad del país la desocupación del mismo, la atonía, la autocomplacencia. Hoy el concejo está bien comunicado con el mundo urbano, sólo 25 kms lo separan del centro de y, sin embargo, nos encontramos con un mundo de apariencia nítidamente rural, parado en el tiempo. Mayor ruralidad y mayor quietud que en los extremos de la región, a pesar de la proximidad al centro. Durante demasiado tiempo las malas comunicaciones situaron el límite de la modernidad en la salida de Oviedo por Buenavista. La línea Oviedo-Avilés parecía un muro, una frontera, que dejaba a poniente un mundo incógnito, de aislamiento, lejanía y olvido. Hoy la integración es evidente, pero también lo son las consecuencias del muro, visibles en el valle del Trubia, tan cerca y tan lejos. Como resultado de ello, Proaza, un territorio con magníficas condiciones para la función de primera residencia, dada su cercanía al mundo metropolitano, hace tiempo, en 1996, que bajó de los mil habitantes. Poco más de 800 según la última actualización del Padrón. Hay en Proaza continuidad en su vocación ganadera tradicional. Algo más de cien familias mantienen la actividad, que supone la mitad del empleo total, unos 150 empleos. La otra mitad corresponde al sector terciario. El aprovechamiento tradicional de los saltos de agua para la producción eléctrica apenas tiene relevancia para el empleo y la sociedad local. A pesar de algunas iniciativas como la Casa y Senda del Oso el concejo no abandona su lánguido ritmo vital. Nacimientos en mínimos, defunciones al alza, predominio masculino, soltería, saldo migratorio negativo y lento descenso de una población envejecida, que se va consumiendo sin ruido, lentamente, como la pólvora mojada.. La ganadería, aunque la actividad continúe siendo fundamental, no da para sostener a la población en sus niveles actuales. En conclusión, la población decrece; a pesar del lento aumento del empleo terciario, basado en los nuevos equipamientos y en el turismo que ha pasado de una oferta inexistente en 1990 a siete establecimientos y unas 60 plazas hoteleras. El concejo tiene posibilidades objetivas de atraer población metropolitana en primera residencia. Ciudad Astur continúa su crecimiento sobre modelos de alta y media densidad, en urbanizaciones situadas en las periferias y en los concejos intercalares a los núcleos urbanos tradicionales. Pero la potencia y atractivo del poblamiento rural tradicional, situado a distancias cortas de dichos centros urbanos, contendrá su declive si se pone en el mercado una oferta real, adaptada a las condiciones del poblamiento, a su pequeña dimensión y a la recuperación del patrimonio edificado en estado de ruina. También a la mejora de equipamientos y servicios, incluido el acceso ágil a las telecomunicaciones, aún a las más clásicas. Poco se ha avanzado en las últimas décadas en formular estrategias de puesta en valor del poblamiento tradicional, orientadas a ampliar la función residencial metropolitana más allá de las buenas intenciones conservadoras. Pasan de siete mil los pueblos y aldeas de menos de mil habitantes, algunos como Proaza, dotados de un cierto nivel residencial y de servicios. Sin embargo, hasta la fecha, sólo ha habido movimientos vinculados a la creación de establecimientos hosteleros. Las comunicaciones actuales y la calidad residencial permiten abrir nuevas posibilidades a explorar por concejos como Proaza, y, en general, por los municipios occidentales, limítrofes con el Área Metropolitana, que presentan hoy una evolución absolutamente desfavorable, con indicadores bastante más negativos que los concejos más alejados de occidente y oriente. Es necesario romper la barrera “virtual” al desarrollo creada, durante muchas décadas de aislamiento, al oeste de la línea Avilés-Oviedo. Y ello se consigue con el apoyo decidido a las iniciativas de desarrollo rural, la mejora efectiva de las deficientes comunicaciones de segundo orden, comarcales y locales y la integración social de estos territorios a partir de la atracción de nuevos residentes. Proaza tiene algo fundamental en que asentar su futuro: calidad paisajística y disponibilidad para asentar población y nuevas actividades. Dada la atonía territorial existente habrá que apoyar con decisión desde el exterior los procesos de autoorganización local y la plasmación de las ideas en proyectos de futuro, en cooperación con los concejos vecinos. Figaredo, 20/10/06