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Revista de Estudios Sociales

61 | Julio 2017 Entre lo local y lo global: espacios e interacción en los nuevos enfoques de las ciencias sociales

Edición electrónica URL: https://journals.openedition.org/revestudsoc/837 ISSN: 1900-5180

Editor Universidad de los Andes

Edición impresa Fecha de publicación: 1 julio 2017 ISSN: 0123-885X

Referencia electrónica Revista de Estudios Sociales, 61 | Julio 2017, «Entre lo local y lo global: espacios e interacción en los nuevos enfoques de las ciencias sociales» [En línea], Publicado el 01 julio 2017, consultado el 28 mayo 2021. URL: https://journals.openedition.org/revestudsoc/837

Créditos de la portada Magda Lorena Morales

Este documento fue generado automáticamente el 28 mayo 2021.

Los contenidos de la Revista de Estudios Sociales están editados bajo la licencia Creative Commons Attribution 4.0 International. 1

ÍNDICE

Editorial

Espacios y circulaciones. Nuevas miradas desde las ciencias sociales en América Latina Presentación Fernando Purcell y Andreas E. Feldmann

Editorial Martha Lux y Mateo Morales

Dossier

La construcción de un mundo de regiones Giovanni Molano-Cruz

Espacios globales y espacios locales: en busca de nuevos enfoques a los conflictos ambientales. Panorámica sobre Sudamérica y Chile, 2010-2015 Aaron Napadensky y Ricardo Azocar

Asociaciones de inmigrantes, Estados y desarrollo entre España y Colombia. ¿Un nuevo campo social transnacional? Joan Lacomba Vázquez y Alexis Cloquell Lozano

Experiencias replicables. Análisis de las vinculaciones entre cooperativas de cartoneros, agencias estatales y ONG en el Gran Buenos Aires Santiago Sorroche

Espiritualidad y territorio: la emergencia de nuevos mercados religiosos en Pisco Elqui (IV Región, Chile) Luis Bahamondes González, Florencia Diestre de la Barra, Nelson Marín Alarcón y Wladimir Riquelme Maulén

Otras voces

Poder disciplinario y capitalismo en Michel Foucault Mauro Benente

Documentos

Traducción: potencial heurístico y desvíos teóricos de un tópico eficaz para pensar realmente la globalización Gustavo Sorá

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Debate

El incierto “efecto Trump” en el orden global Luís Javier Orjuela E., Fabrício H. Chagas Bastos y Jean-Marie Chenou

Lecturas

Harvey, David. 2014. Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo Quito: IAEN [294 pp.] Luis Alberto Salinas Arreortua

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Editorial

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Espacios y circulaciones. Nuevas miradas desde las ciencias sociales en América Latina Presentación

Fernando Purcell y Andreas E. Feldmann

NOTA DEL EDITOR

DOI: https://dx.doi.org/10.7440/res61.2017.01

1 Cómo citar: Purcell, Fernando y Andreas E. Feldmann. 2017. “Presentación: Espacios y circulaciones. Nuevas miradas desde las ciencias sociales en América Latina”. Revista de Estudios Sociales 61: 8-12. https://dx.doi.org/10.7440/res61.2017.01

2 Hace poco más de diez años, los sociólogos Mimi Sheller y John Urry (2006, 209) acuñaron la idea de que en las ciencias sociales se estaba estableciendo un paradigma asociado a las “nuevas movilidades”. Recurriendo a la moda académica anglosajona de entonces de asociar la palabra turn a los giros académicos más importantes —como el cultural turn vinculado al postmodernismo—, se aventuraron a denominar mobility turn lo que ellos evidenciaban como un renovado interés de antropólogos, sociólogos, geógrafos, historiadores y estudiosos de las migraciones, el turismo, la ciencia y la tecnología por fenómenos relacionados con el movimiento de objetos, mercancías, personas o ideas y sus efectos socioculturales. El paradigma de Sheller y Urry enfatizaba la idea de que todos los lugares y sujetos están atados a redes que los conectan con espacialidades diferentes, ya sea cercanas o remotas. Tal como explicaron en su influyente artículo, la idea del paradigma no se afirmaba en la velocidad o intensidad de los movimientos en la actualidad, ni tampoco en la idea de que las soberanías de los Estados nacionales estuviesen siendo cuestionadas. Para ellos, el paradigma iba más allá de la existencia de territorios espacialmente fijos, convertidos en contenedores geográficos de procesos sociales, por lo que invitaron a cuestionar las lógicas de escalas como local/global como meros descriptores de la extensión territorial

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en la que impactaban los procesos globales, cuestión de la que se ha hecho cargo una serie de autores de distintas disciplinas (Whiters 2009).

3 De forma paralela, por esos años se consolidaba otro tipo de estudios asociados a la globalización, que, si bien preocupados implícitamente por un sinnúmero de movilidades y formas de circulación, le asignaban un sitio privilegiado al espacio como categoría de análisis y a las interconexiones entre diferentes lugares y sociedades, con la clara intención de liberarse del Estado-nación como barrera de contención para los estudios en las ciencias sociales (Held et al. 1999). No resultó extraña entonces la proliferación de estudios, categorías de análisis, conceptos y revistas especializadas dedicados a lo global o lo transnacional, dos corrientes emparentadas (Hofmeyr 2006, 1444; Iriye 2013). Globalización supone cambio y dinamismo a lo largo del tiempo y refiere a un proceso o a un conjunto de procesos relacionados, que no necesariamente progresan con la misma velocidad ni intensidad (Hopkins 2006, 4). Tampoco tienen los mismos espesores, densidades ni coberturas espaciales, y ni siquiera apuntan en un mismo sentido, por lo que pueden afectar a distintas partes del mundo de modos diferentes (Osterhammel y Peterson 2005, vii). Como señala Hugo Fazio Vengoa (2011, 11), “cada cultura, por no decir cada grupo o individuo, tiende a establecer una forma específica de apropiación de la globalización porque la experimenta de modo bien particular, de lo cual se desprende que los significados tengan indefectiblemente que ser variados”.

4 Los académicos de distintas disciplinas, y particularmente los historiadores, le asignaron también un lugar privilegiado a la temporalidad en el momento de estudiar la globalización o utilizar lo global como categoría de análisis. Esto porque globalización siempre refiere a un proceso de proyección temporal no circunscrito únicamente al presente. Asociado a lo anterior, es necesario apuntar que los estudios en perspectiva global han ido evolucionando en las últimas décadas; además de su sensibilidad por el espacio y la temporalidad, vinieron a cuestionar las antiguas lógicas centro-periféricas, al reconocer la globalización como un conjunto de procesos multicéntricos (Hopkins 2006, 5), lo que ha impulsado el estudio de sujetos antes olvidados y considerados periféricos, ahora revalidados desde la óptica de su papel, no sólo en la apropiación de fenómenos de alcance global sino en su generación e impulso.

5 En el caso de otras disciplinas como la Sociología y las Relaciones Internacionales, un debate apasionante sobre la significación, los alcances y los efectos de la globalización generó una riquísima agenda de investigación (Held et al. 1999; Sassen 1998). Un debate similar se dio respecto al transnacionalismo, que en términos teóricos habla de una dinámica más acotada que la globalización, pero que evidentemente tiene puntos coincidentes con ella (Portes, Guarnizo y Landlot 2008; Risse-Kappen 1995). Ambas corrientes plantearon diversas e interesantes interrogantes a las dinámicas sociales, políticas, económicas y geográficas que creaba la creciente interconexión entre sociedades. Parte de este debate teórico investigó, pero sin llegar a conclusiones contundentes, cómo los cambios derivados de la globalización y el transnacionalismo impactaron al Estado (Holsti 1996; Hurrell 2007; Mann 1984; Strange 1996).

6 En ese contexto, si combinamos el conjunto de preocupaciones recientes asociadas a lo global con aquellas esbozadas por el paradigma de las nuevas movilidades, tenemos como resultado un escenario cada vez más contradictorio. Si, por un lado, el mundo nos parece cada vez más pequeño, debido a que sociedades distantes tienden a estar cada vez más estrechamente vinculadas por el movimiento y circulación incesantes de

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personas, información, ideas, objetos y mercancías, por otro lado, desde una perspectiva analítica, el mundo se nos hace cada vez más grande, puesto que nuestro horizonte de posibilidades investigativas nunca había sido tan amplio (Hopkins 2006, 3). Además, estamos lejos de vivir en una aldea global: si bien estamos cada vez más estrechamente vinculados, esto no implica que estemos frente a una intensificación de la proximidad, porque, tal como señala Fazio Vengoa (2011, 8), el mundo parece evolucionar más hacia la individualización de las sociedades contemporáneas, lo que complejiza el análisis.

7 No existe un acuerdo respecto de los orígenes de la globalización, pero al menos hay un consenso en que el proceso estaba en curso con nitidez en el siglo XVI. Llama la atención entonces que en los albores del siglo XXI estemos dándoles tanta importancia a las interconexiones, las movilidades y las relaciones entre diferentes espacialidades, lo que incluso caracterizó a mundos y contextos anteriores a la globalización, aunque de manera distinta. Para Sheller y Urry (2006), la explicación estaría en un prolongado “sedentarismo académico”. Apoyados en las ideas del geógrafo Tim Cresswell (2002), proponen que su explicación estaría en el apego de distintas sociedades e individuos a naciones, lo que ha generado la base para experiencias e identidades que han influido fuertemente en la definición de unidades básicas de investigación social. El “sedentarismo”, a decir de Sheller y Urry, descansaría entonces en distintas formas de nacionalismo territorial y en las formas de mapeo y visualización que emergieron de la visión cósmica del mundo, generadas durante la Ilustración y los posteriores procesos de fortalecimiento del Estado-nación. Una idea similar ha sido planteada por Wimmer y Glick Schiller (2003), quienes argumentan que los Estados han promovido un “nacionalismo metodológico” que ha impedido entender la realidad de manera más certera, ya que nuestros puntos de vista se encuentran influenciados por un lente artificialmente creado por los Estados y su métrica.

8 La noción “sedentarismo académico” que explicaría la falta de interés por observar más allá del Estado-nación, en los términos en que lo definen los autores citados, ha sido mucho más evidente en regiones como América Latina, lo que tiene una explicación histórica, relacionada con las formas de generación de conocimiento, la conformación de bibliotecas y centros de saber. Tal como destaca Ricardo Salvatore (2014), en lo que respecta a la conformación de bibliotecas y centros de saber, ha habido una clara expresión dicotómica a nivel mundial. Los procesos coloniales, la acumulación capitalista y los conflictos internacionales han facilitado el proceso a través del cual ciertos países tomaron ventaja en la conformación de grandes repositorios de conocimiento útiles para la investigación; proceso que se vio fortalecido a fines del siglo XIX, justo en el momento en que emergieron las universidades dedicadas a la investigación y se sentaron las bases de la investigación disciplinaria de las ciencias sociales, todo lo cual generó inequidades globales al respecto (Salvatore 2014, 995). En los grandes centros de saber europeos y norteamericanos, el conocimiento acumulado hizo más fácil la observación más allá de la nación, mientras que en regiones como América Latina, el conocimiento acumulado tuvo un sello mucho más local que global, lo que —se puede argumentar— terminó profundizando el apego al Estado-nación como la unidad de análisis natural de muchas de las investigaciones en ciencias sociales.

9 Los tiempos han cambiado, y si bien sigue existiendo una enorme brecha en términos de la disponibilidad de recursos de investigación entre América Latina, Europa y Estados Unidos, esta se ha acortado de manera dramática gracias a procesos globales

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que han facilitado el acceso digital a millones de libros, periódicos, documentos y fuentes de todo el mundo, todo lo cual ha visibilizado con mayor nitidez las múltiples conexiones y posibilidades de análisis desde la perspectiva de las ciencias sociales en América Latina. Pero han influido también en el cambio las vinculaciones globales del mundo académico latinoamericano. Por lo mismo, resulta interesante reflexionar sobre las dinámicas locales-globales y mostrar algunos ejemplos de investigaciones de las ciencias sociales que evidencian las nuevas sensibilidades por los espacios y la circulación o movilidad de sujetos, ideas, objetos o mercancías.

10 En este dossier hemos recogido una serie de artículos que nos permiten profundizar estas reflexiones y evaluar en qué están los aportes recientes de las ciencias sociales respecto a temáticas relacionadas con espacios, conexiones y movilidad. La invitación hecha a los autores, al establecer un contrapunto entre lo local y lo global, no buscó contribuciones centradas exclusivamente en realidades geográficas o espaciales dicotómicas. La invitación fue a reflexionar sobre distintos tipos de movilidades, bajo el entendido de que los espacios, ya sea locales o globales o de cualquier tipo, no son estáticos sino que son constantemente reconfigurados a partir de la circulación de personas y todo lo que se moviliza con ellas (Cresswell y Merriman 2011).

11 El trabajo de Giovanni Molano Cruz, titulado “La construcción de un mundo de regiones”, constituye un aporte al insertar su mirada precisamente entre lo local y lo global al explorar, desde el campo de las Relaciones Internacionales, la categoría región y el fenómeno del regionalismo. Desde una perspectiva global, y desplazándose desde aquellas miradas eurocéntricas del fenómeno, intenta explicar la emergencia y evolución de la región en el espacio mundial contemporáneo. Molano aborda primero el germen de los procesos y aparición de organismos regionales en el mundo, para luego concentrarse en los procesos de integración regional de las últimas décadas asociados a las transformaciones del Estado y la competencia con agentes supraestatales e infraestatales cada vez más activos en el orden mundial. Todo esto con la finalidad de explicar el interregionalismo actual, caracterizado por las relaciones y conexiones entre distintos grupos regionales del mundo.

12 Aarón Napadensky y Ricardo Azocar, en su artículo “Espacios globales y espacios locales: en busca de nuevos enfoques a los conflictos ambientales. Panorámica sobre Sudamérica y Chile, 2010-2015”, nos proponen una mirada renovada sobre los conflictos ambientales a partir de un análisis en el que las escalas espaciales son fundamentales. Su análisis trasciende el Estado-nación para abordar América Latina y su conexión con fenómenos globales. Con esta mirada establecen una propuesta interpretativa, en la que los conflictos no sólo se relacionan con las condiciones medioambientales, asimetrías de poder o inequidad, sino también con la existencia de diversas concepciones espaciales contrapuestas que se construyen con base en intereses y escalas espaciales diferentes, y sobre las cuales influyen fuertemente los procesos globales.

13 Por su parte, Alexis Cloquell Lozano y Joan Lacomba Vázquez proponen una interesante mirada al fenómeno migratorio de colombianos en España. En su artículo “Asociaciones de inmigrantes, Estados y desarrollo entre España y Colombia. ¿Un nuevo campo social transnacional?”, abordan el asociacionismo migrante y su relación con políticas estatales como las diaspóricas diseñadas por Colombia o las de codesarrollo implementadas desde España. La perspectiva transnacional ilumina el artículo al observar el funcionamiento de las numerosas asociaciones migrantes colombianas en

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España y su papel en la creación de nuevos campos sociales que las han conectado a las instituciones promotoras de desarrollo del país de origen (Colombia) y de destino (España).

14 Santiago Sorroche, en su artículo titulado “Experiencias replicables. Análisis de las vinculaciones entre cooperativas de cartoneros, agencias estatales y ONG en el Gran Buenos Aires”, escribe sobre el impacto de experiencias locales vinculadas a la gestión integral de los residuos sólidos urbanos (GIRSU). Su mirada, enfocada en el trabajo de los recolectores urbanos en Argentina y los procesos de replicabilidad de sus experiencias, presta especial atención a actores e instituciones mediadores de este proceso. Propone el autor que el desarrollo alcanzado por las cooperativas de cartoneros fue recogido por Organizaciones No Gubernamentales (ONG) y agencias estatales que las transformaron en modalidades de gestión replicables llevando a lo que denomina vernaculización de los modelos de GIRSU, que estuvo marcada también por formas de inclusión.

15 Por último, Luis Bahamondes, Nelson Marín Alarcón, Florencia Diestre de la Barra y Wladimir Riquelme Maulén, nos entregan una mirada etnográfica sobre el consumo vinculado a productos y servicios espirituales en la localidad de Pisco Elqui, en Chile. En su artículo “Espiritualidad y territorio: la emergencia de nuevos mercados religiosos en Pisco Elqui (IV Región, Chile)”, estudian cómo el pluralismo religioso se manifiesta en un territorio específico, en donde fenómenos religiosos globales son relocalizados a través de procesos de libre circulación de elementos religiosos y simbólicos. Desde la perspectiva de las prácticas y adhesiones religiosas, abordan entonces la constitución de un espacio caracterizado por la flexibilidad, que se transformó en un reservorio de sacralidad capaz de alojar diversas expresiones religiosas, mágicas, espirituales y esotéricas provenientes de distintas partes del mundo.

16 En la sección Documentos se incluye el artículo de Gustavo Sorá, que desde la antropología aporta al debate sobre las interacciones entre lo local y lo global. En un ejercicio “arqueológico” de la traducción, Sorá contribuye al fortalecimiento del campo de la etnografía de la traducción. En este marco, el autor aborda las conceptualizaciones desde la teoría antropológica, incorporando reflexiones sobre la globalización. Afirma que si bien es cierto que las traducciones pueden ser una buena forma de pensar las relaciones entre lo global y lo local, son en definitiva prácticas muy concretas que implican competencias no universalmente distribuidas y estructuran relaciones sociales y simbólicas particulares, todo lo cual contribuye a la finalidad de comprender las relaciones entre procesos globales y situaciones locales.

17 En su conjunto, estos artículos nos proponen nuevas líneas de investigación y diferentes maneras de reflexionar sobre los espacios en el tiempo global en que vivimos. Nos ayudan a entender mejor algunas de las diversas e interesantes aristas que procesos de orden global y transnacional generan a nivel regional. Al mismo tiempo, abordan la circulación y las conexiones entre distintos espacios, así como la conformación de nuevas espacialidades a partir de contextos y problemas que resultan iluminadores y sugerentes para potenciar este tipo de investigaciones en América Latina en el futuro cercano.

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BIBLIOGRAFÍA

Cresswell, Tim. 2002. “Introduction: Theorizing Place”. En Mobilizing Place, Placing Mobility: The Politics of Representation in a Globalized World, 11-32. Ámsterdam: Rodopi.

Cresswell, Tim y Peter Merriman. 2011. “Introduction”. En Geographies of Mobilities. Practices, Spaces, Subjetcs, 1-18. Burlington: Ashgate.

Fazio Vengoa, Hugo. 2011. ¿Qué es la globalización? Contenido, explicación y representación. Bogotá: Universidad de los Andes.

Held, Daniel, Anthony McGrew, David Goldblatt y Jonathan Perraton. 1999. Global Transformation: Politics, Economics and Culture. Stanford: Stanford University Press.

Hofmeyr, Isabel. 2006. “AHR Conversation: On Transnational History”. American Historical Review 111 (5): 1441-1464.

Holsti, Kalevi. 1996. State War and the State of War. Cambridge: Cambridge University Press.

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Mann, Michael. 1984. “The Autonomous Power of the State: Its Origins, Mechanisms and Results”. European Journal of Sociology 25 (2): 185-213.

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Portes, Alejandro, Luis Eduardo Guarnizo y Patricia Landolt. 2008. “The Study of Transnationalism: Pitfalls and Promise of an Energized Research Field”. En The Transnational Studies Reader, editado por Sanjeev Khagram y Peggy Levitt, 275-283. Nueva York: Routledge.

Risse Kappen, Thomas. 1995. “Introduction”. En Bringing Transnational Relations Back in: Non State Actors, Domestic Structures and International Institutions, 3-36. Cambridge: Cambridge University Press.

Salvatore, Ricardo. 2014. “Progress and Backwardness in Book Accumulation: Bancroft, Basadre, and Their Libraries”. Comparative Studies in Society and History 56 (4): 995-1026. https:// doi.org/10.1017/S0010417514000474

Sassen, Saskia. 1998. Globalization and Its Discontents. Nueva York: The New Press.

Sheller, Mimi y John Urry. 2006. “The New Mobilities Paradigm”. Environment and Planning A 38 (2): 207-226.

Strange, Susan. 1996. The Retreat of the State: The Diffusion of Power in the World Economy. Cambridge: Cambridge University Press.

Whiters, Charles W. J. 2009. “Place and the ‘Spatial Turn’ in Geography and in History”. Journal of the History of Ideas 70 (4): 637-658.

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Wimmer, Andreas y Nina Glick Schiller. 2003. “Methodological Nationalism, the Social Sciences, and the Study of Migration: An Essay in Historical Epistemology”. International Migration Review 37 (3): 576-610.

AUTORES

FERNANDO PURCELL

Ph.D. en Historia por la University of California, Davis (Estados Unidos). Profesor asociado de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Fpurcell[at]uc.cl

ANDREAS E. FELDMANN

Ph.D. en Ciencia Política por la University of Notre Dame (Estados Unidos). Profesor asociado de la University of Illinois at Chicago (Estados Unidos). Feldmana[at]uic.edu

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Editorial

Martha Lux y Mateo Morales

1 La Revista de Estudios Sociales abre este número temático con la presentación de los profesores Fernando Purcell y Andreas Feldmann, quienes nos ofrecen una mirada crítica con relación a la forma como tradicionalmente se han pensado los problemas y dinámicas sociales. Partiendo de la base de que las dinámicas actuales implican una complejización de los tiempos y las espacialidades, este dossier le ofrece al lector una perspectiva amplia de contextos y fenómenos, que le permitirán aproximarse a la variación que se esconde —o, más bien, que no tenemos los lentes para ver— detrás de la caja del Estado-nación. Como lo explican Purcell y Feldmann, el Estado no sólo se ha visto desbordado por “arriba” por procesos globales que trascienden las fronteras nacionales e implican interconexiones e interdependencias, sino también por “abajo”, desde lo que podría denominarse lo sub-nacional. En este sentido, el dossier busca sensibilizar en torno a la existencia de muchas otras realidades que escapan al lente del “nacionalismo metodológico” y que nos permiten entender la realidad social, no en su totalidad, pero sí en su complejidad.

2 Remitiéndonos a las otras secciones del número, en Otras Voces presentamos un artículo del profesor Mauro Benente, titulado “Poder disciplinario y capitalismo en Michel Foucault”. Como bien lo indica el título, el propósito del artículo es dilucidar el vínculo existente entre las nociones poder disciplinario y capitalismo, este último presente en los textos de Karl Marx y los marxismos. A través de una juiciosa revisión de la obra de Michel Foucault, Benente substrae las desordenadas y contradictorias referencias que este pensador realizó de la obra de Marx. El autor concluye con una propuesta, que sirve de base común para vincular al poder disciplinario y el capitalismo.

3 Enseguida, en la sección Debate, el lector encuentra un trabajo conjunto de los profesores Luis Javier Orjuela, Fabrício H. Chagas-Bastos y Jean-Marie Chenou. El trabajo a seis manos se desprende de un conversatorio que tuvo lugar en la Universidad de los Andes (Colombia) en febrero de 2017, y que llevó como título Trump & Cia.: Has Trump Really Trumped? A partir de este evento, los autores desarrollan el artículo titulado “El incierto ‘efecto Trump’ en el orden global”, en donde se reflexiona, como el nombre lo sugiere, en torno a la comprensión de la llegada de Donald Trump al poder: o bien como efecto de una situación local, o como una expresión más estructural del

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orden global. De este modo, los autores hacen una provocativa discusión en torno al futuro incierto que se aproxima, no sólo con la llegada de este gobernante, sino por la presencia de factores más extensos que invitan a repensar la manera como vamos a entender esas realidades desde las ciencias sociales.

4 Por último, el número concluye con la reseña del libro Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo (2014) de David Harvey, a cargo de Luis Alberto Salinas. El autor genera una bien informada discusión en torno a la conocida crítica marxista del “fin del capitalismo”, utilizando la obra citada de Harvey (y otras), contraponiéndola a los argumentos de otros pensadores del orden económico contemporáneo como Thomas Piketty.

5 Antes de cerrar esta nota, queremos darle la bienvenida a los profesores Enzo Nussio (Center for Security Studies, ETH Zürich, Suiza), María del Rosario Acosta (DePaul University, Chicago, Estados Unidos) y Pablo Kalmanovitz (Centro de Investigaciones para el Desarrollo Económico, México) quienes amablemente han aceptado ser parte del Consejo Editorial de la Revista. Sus aportes serán insumos fundamentales para seguir posicionando nuestra publicación y brindando contenidos de calidad para nuestros lectores. También los invitamos a que consulten nuestros últimos números, así como las temáticas de las próximas convocatorias, dedicadas a la reflexión sobre el “Tiempo social, tiempo histórico” (RES 65) y la “Investigación en psicología clínica y de la salud en situaciones de violencia” (RES 66).

AUTORES

MARTHA LUX

Editora

MATEO MORALES

Coordinador editorial

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Dossier

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La construcción de un mundo de regiones The Crafting of a World of Regions A construção de um mundo de regiões

Giovanni Molano-Cruz

NOTA DEL EDITOR

Fecha de recepción: 21 de junio de 2016 Fecha de aceptación: 15 de diciembre de 2016 Fecha de modificación: 07 de febrero de 2017 DOI: https://dx.doi.org/10.7440/res61.2017.02

NOTA DEL AUTOR

Este trabajo proviene de la investigación “Relaciones entre Grupos Regionales” (Universidad Nacional de Colombia - Hermes 27968), que no contó con financiación.

1 Cómo citar: Molano-Cruz, Giovanni. 2017. “La construcción de un mundo de regiones”. Revista de Estudios Sociales 61: 14-27. https://dx.doi.org/10.7440/res61.2017.02

Introducción

2 Aunque en el campo de estudios internacionales persiste cierta inercia que coloca al Estado-nación como principal, si no el único, actor del espacio global contemporáneo, desde mediados del siglo XX asistimos a una progresiva multiplicación de acuerdos y procesos regionales en todo el planeta. En el último decenio del siglo XX, al regionalismo —marcado por la cooperación entre Estados— se sumó la regionalización —determinada por actores privados— (Gamble y Payne 1996). Más aún, la acción

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externa de regiones formalmente institucionalizadas ha llevado a la constitución del interregionalismo (Hänggi, Roloff y Rüland 2006). La región es figura central para comprender la estructuración del espacio global contemporáneo (Buzan y Waever 2003; Katzenstein 2005; Van Lagenhove 2010).

3 Ahora bien, si el orden regional tiene espesura y fuerza global, en Latinoamérica su explicación opera desde una óptica deductiva que sitúa la experiencia regional europea como el modelo analítico y la fuente empírica y normativa por excelencia, si no exclusividad.1 La tendencia —sostenida con generosidad desde nuestras aulas— a explicar el hecho regional según la versión europea está revestida de interpretación canónica, y pareciera complementar aquella otra práctica donde la vertiente estadounidense de la disciplina de Relaciones Internacionales deslumbra y alumbra a internacionalistas latinoamericanos.2 Empero, no sólo sabemos que para comprender la arquitectura regional del mundo conviene observar prácticas regionales disímiles de la europea (Acharya 2007); también conocemos que el regionalismo abarca diferentes acontecimientos y procesos (Hurrell 2007). Apoyado en estas argumentaciones, que sugieren comprender la regionalización del mundo de manera incluyente y universal, este artículo adopta una perspectiva global y una lectura histórica (Conrad 2016; Fazio 2009) para explicar la compleja consolidación de la región como un fenómeno empírico, estructurante del espacio mundial contemporáneo. Un enfoque de historia global ofrece a nuestra reflexión el doble presupuesto de que los intercambios entre fenómenos sociales no se producen exclusivamente en sentido único, y que desplazar la atención de los centros enriquece la comprensión de complejas relaciones, interdependencias y realidades mundiales.

4 El artículo inicialmente describe las líneas gruesas que caracterizan la génesis de la unión regional en diferentes franjas del mundo desde la segunda posguerra mundial del siglo XX. Enseguida, focalizado en la década 1990, destaca el hecho regional como incrustado en el proceso de integración económica mundial. Por último, argumenta que en el siglo XXI se consolida el interregionalismo —por acciones y relaciones exteriores de diversos grupos regionales— y germina el transregionalismo mediante acuerdos que trascienden regiones, formalmente constituidas o no.

Emergencia global de arreglos regionales

5 Distinguir la región como elemento constitutivo del espacio global contemporáneo exige considerar las primeras manifestaciones de cooperación regional de Europa y Latinoamérica. Porque fue allí donde, en los años 1940, emergieron las conceptualizaciones pioneras del regionalismo contemporáneo. Mientras que en Europa la Segunda Guerra Mundial fue propicia para una interrogación sobre las condiciones de la paz y su mantenimiento, en Latinoamérica la reflexión giró en torno a las características de su autonomía y desarrollo industrial y económico. En ambos casos, sin embargo, la integración regional fue objetivo político y económico mediado por cooperación intergubernamental.

6 A comienzos de los años cuarenta, David Mitrany propuso un enfoque funcionalista de la unión regional que pasó a ser el origen del método de solidaridades concretas promovido por Jean Monnet, uno de los fundadores de la integración europea. Mitrany argumentó que la cooperación iniciada en un campo específico de necesidades humanas, sociales o técnicas, sin comprometer inmediatamente la soberanía, se

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extendería progresivamente a otros campos adyacentes e incluiría la construcción de instituciones de coordinación que, a su turno, asumirían la función de enlace político. Así, los nacionalismos europeos se quebrarían y, en consecuencia, la amenaza de guerra disminuiría (Mitrany 1943, 335-366). Para Karl Deutsch, la unión regional europea debía traducirse en la creación, por parte de los Estados, de un sentido de comunidad, instituciones sólidas y extensas prácticas compartidas. De esta forma sería posible mantener paz y armonía entre los pueblos (Deutsch, Burrell y Kahn 1957, 4-6). En el mismo sentido, focalizado en “la integración de Europa occidental”, Donald Puchala (1968) argumentó que la unidad regional debía reducir la soberanía a través de medios pacíficos, una autoridad regional fuerte, y compartir valores, políticas y objetivos entre pueblos y élites. Pero quizás sea Ernst Haas, el autor más acreditado de la construcción regional europea. Apoyado en Mitrany, Haas escribió su tesis doctoral sobre la unidad europea y llamó la atención acerca del papel de élites y burocracias transnacionales para aprender y fabricar la cooperación regional. En su razonamiento, el hábito de cooperar sobre un asunto determinado conduciría a las élites a reproducir la experiencia en otros asuntos y a retener los beneficios de la colaboración minimizando el enfrentamiento (Haas 1958). En la gestación de la configuración de la unidad europea, la integración económica fue un mecanismo para alcanzar objetivos políticos de paz y seguridad. Así, resultó fundamental que los Estados otorgasen algunas de sus prerrogativas soberanas a los organismos regionales que ellos mismos creaban. A diferencia de lo ocurrido en América Latina, donde conceptualización y práctica de la integración regional surgieron —sin el propósito o la exigencia de compartir, o discutir, soberanía pero enfatizando la cooperación económica— en medio de preocupaciones por “el desarrollo” nacional y arreglos interestatales para fortalecer la posición externa común.

7 Desde mediados del decenio de 1940, el problema del desarrollo socioeconómico latinoamericano y su solución fueron objeto de análisis conjuntos entre Raúl Prebisch, Víctor Urquidi, Daniel Cosío Villegas y Robert Triffin (Caravaca y Espeche 2016). Pero fue Prebisch quien, desde la Comisión Económica para América Latina (Cepal), consolidó una reflexión sistematizada sobre el desarrollo latinoamericano. Su argumentación, dirigida a los gobiernos, señaló que resultaba indispensable estimular la asociación regional intergubernamental y la industrialización, vinculándolas con el proteccionismo. De esta forma, consideraba Prebisch, también se reducirían las inequidades del comercio exterior y el deterioro estructural de los términos de intercambio. Así, una estrategia de industrialización por sustitución de importaciones debía ponerse en marcha a escala regional y ser objeto de una planificación sostenida por la complementariedad. A esta conceptualización del desarrollo (nacional e industrial) mediante cooperación intergubernamental, y adelantado principalmente por grandes economías nacionales latinoamericanas (Prebisch 1948), se sumó en los años cincuenta una dimensión comercial. Durante los años 1950 y 1960, desde la Cepal se ejerció una extensa y profunda influencia tanto en la formación de una conciencia regional como sobre la formulación de políticas gubernamentales socioeconómicas con sello latinoamericano. La Cepal suministró el sustrato epistémico que demostraba la imposibilidad de aplicar a los países latinoamericanos recetas y análisis de teorías tradicionales nutridas por y para otras realidades. En Latinoamérica, durante la segunda posguerra mundial, la conceptualización de unión regional consideró enfrentar la insuficiente competencia y las dificultades de explotación de las economías de escala, debido a la pequeña dimensión de las (pocas) fábricas que producían para

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mercados nacionales. Igualmente, se asumió que la integración reduciría una diversificación excesiva de las cadenas de fabricación.

8 Por estas características, que tenían como objetivo fortalecer el mercado nacional y sustituir importaciones mediante la construcción de un mercado regional, la integración regional en Latinoamérica fue inicialmente “cerrada”. Como en Europa, donde fueron instauradas, en 1962, la política agrícola común —que protege a agricultores europeos y sus productos—, y en 1966, la política comercial común —que creó un arancel externo regional—. Pero en la génesis de la figura regional latinoamericana también se acentuó el fortalecimiento de la autonomía externa de la región y sus países miembros. En 1964, Felipe Herrera, siendo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, aludiendo a la integración europea, afirmó que mientras “las grandes naciones desarrolladas” progresaban creando bloques y confederaciones, la fragmentación ideológica, cultural y económica de los países latinoamericanos disminuía su “poder de decisión”. De allí sus propuestas por una América integrada (Herrera 1964). Años después, José María Aragão, subdirector del Instituto para la Integración de América Latina (Intal), creado en 1965, precisó el componente de acción política de la integración al indicar que esta favorecía la diversificación de las exportaciones y aumentaba la capacidad de negociación externa de los países latinoamericanos (Aragão 1971). Más aún, el regionalismo en Latinoamérica no surgió desprovisto de la construcción de una acción común sostenida por la concertación de sus embajadores. En 1964, los gobiernos latinoamericanos crearon la Comisión Especial de Coordinación Latinoamericana para dar coherencia diplomática a sus posiciones político-económicas. Ahora bien, sobre prácticas y composiciones conceptuales de la unión regional latinoamericana desde los años 1960,3 conocemos muy poco.4

9 En los años 1960 y 1970, el regionalismo se posicionó en las disciplinas de la economía y la política, particularmente estadounidenses. Surgió entonces un enfoque comparativo (por ejemplo, Balassa 1961; Nye 1968), que en nuestros días continúa creciendo desde Europa (por ejemplo, De Lombaerde et al. 2010; Laursen 2010; Mattli 1999; Warleigh y Van Lagenhove 2010) y alrededor de esta.5 Pero otra mirada, sensible a interconexiones e interdependencias, devela que entre Europa y Latinoamérica, el tráfico de ideas sobre integración regional surgió en doble vía. Un examen no sistematizado de las publicaciones del Intal indica que allí fueron traducidos y difundidos textos de Haas y Deutsch, entre otros; y que europeos y latinoamericanos indagaron conjuntamente sobre el sentido del regionalismo. En 1970, por ejemplo, tuvo lugar en Roma un evento académico sobre la integración en Latinoamérica y Europa.6 De los intercambios académicos entre europeos y latinoamericanos da cuenta asimismo una somera revisión de las publicaciones periódicas de la Comisión Europea. También en 1970, por ejemplo, la Universidad de Chile y el Instituto de Estudios Políticos de París organizaron el coloquio “Europeos y Latinoamericanos frente a la nueva coyuntura mundial”, donde participaron Hélio Jaguaribe, Celso Furtado y Oswaldo Sunkel.7 Si en Europa y Latinoamérica predominó la comparación (Aragão 1973; Haas 1967), en torno al regionalismo aún son vigorosos los vínculos y resonancias entre las dos áreas. Reflejo de ello son, por ejemplo, publicaciones y actividades de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y de la Fundación EU-LAC.8

10 No obstante, son inexplorados y desconocidos los movimientos diacrónicos del pensamiento sobre regionalismo en Latinoamérica y Europa y sus interdependencias sincrónicas,9 a pesar de que allí la unidad regional emergió de manera simultánea. En

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1957 fue firmado el Tratado de Roma, texto político fundador de la Comunidad Económica Europea (CEE); y en 1960 fueron creados la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC), la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y el Mercado Común Centroamericano (MCC). En 1969 se suscribió el Acuerdo de Cartagena —acta constituyente del regionalismo andino que, excepción para confirmar la regla, sí incluyó una transferencia de soberanía en la cooperación—; y en 1973 surgió la Comunidad del Caribe (Caricom). Además, en los años 1960, arreglos regionales también surgieron gradualmente en África y Asia.

11 En África subsahariana, al igual que en Latinoamérica durante el siglo XIX, el regionalismo surgió desde los primeros años de la independencia mediante sinuosos caminos político-económicos. El proceso africano, inicialmente, buscó responder a desafíos y tensiones entre Estados. Pero la integración económica también fue un objetivo invariable (Constantin 1998). Con la salvedad de que, desde su gestación, la formación regional africana ha estado determinada por una sentida dependencia de sus países miembros con las metrópolis europeas.10 En ese contexto, en 1959 surgió la Unión Económica y Monetaria Oeste-Africana, y en 1963 fue creada la Organización de la Unidad Africana (OUA). En 1964 apareció la Unión Aduanera de los Estados de África Central, y en 1967, la Comunidad de África Oriental. Pero fue durante las décadas siguientes cuando florecieron configuraciones regionales africanas. En 1972, la Unión Económica y Monetaria de África Occidental; en 1975, la Comunidad Económica de los Estados de África del Oeste (Cedeao); en 1980, la Conferencia de Coordinación para el Desarrollo de África Austral (CCDA), y en 1983, la Comunidad Económica de los Estados de África Central (Ceeac), devinieron bloques significativos de cooperación regional (Bach 2015; Economic Commission for Africa 2004). En 1981, en el norte de continente, Arabia Saudita impulsó la creación del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), un organismo que formalmente incluyó crear un mercado común entre los miembros.

12 En Asia, el regionalismo germinó condicionado por cuestiones de seguridad pero paulatinamente amplió sus objetivos. En 1954 fue creada la Organización del Tratado del Sudeste Asiático; en 1961, la Asociación del Sudeste Asiático, y en 1966, el Consejo Asia Pacífico. En 1967, la creación de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean, por su acrónimo inglés) marcó una inflexión en la edificación regional asiática. Impregnada de propósitos de cooperación para la seguridad colectiva, en la Asean no se discutió la cesión de soberanía estatal sino su fortalecimiento, el crecimiento económico y la estabilidad regional. Desde su creación, la influencia de sus particularidades se ha expandido por la ribera asiática del Pacífico (Acharya 1997). En 1980, para promover la cooperación comercial entre islas-Estado del mar Índico, fue fundada la Comisión Océano Índico. Un lustro más tarde fue creada la Asociación Sud Asiática para la Cooperación Regional (SAARC, por su sigla en inglés), y, aunque las cuestiones de seguridad fueron excluidas, su matriz consistió en que las relaciones altamente acrimoniosas entre sus miembros —particularmente, Pakistán, India, Bangladesh— podían mejorarse o por lo menos apaciguarse a través de vínculos culturales y comerciales (Mukherjee 1998).

13 Aunque para analizar el regionalismo suele enfatizarse una particular definición de integración regional, o bien aspectos institucionales, políticos y económicos de la trayectoria regional europea, experiencias regionales en Latinoamérica, Europa, África y Asia germinaron en temporalidades próximas pero con distintos horizontes y variadas facturas internas y externas. Con todo, no son fenómenos aislados. Desplazar

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nuestra atención hacia la última década del siglo XX permite distinguir la mediación del fenómeno más amplio y profundo de integración económica mundial en las conexiones y dependencias mutuas entre experiencias regionales localizadas.

La región, en el contexto de integración mundial de mercados

14 Observar el regionalismo con una escala global no significa simplemente agregar casos disímiles o semejantes ocurridos en distintas partes del planeta en un lapso determinado de tiempo. Implica, por el contrario, situar el hecho regional en el proceso envolvente de transformaciones e interconexiones progresivas producidas por la integración mundial de mercados. Este enfoque permite resaltar por qué desde los años 1990 surgen, permanecen, mutan y se multiplican procesos regionales en diferentes partes del mundo respondiendo a cierta racionalidad compartida y según factores de cambio que les son comunes. La mirada global permite argumentar que, contrario a definiciones de manuales latinoamericanos de ciencia política, la integración regional no se limita a un fenómeno económico y es más compleja que una respuesta —originada en Europa— de Estados a la integración económica del planeta.11 Esta argumentación demanda identificar la dimensión política de la interdependencia económica global y la dimensión económica de la configuración regional.

15 La integración económica mundial, lejos de representar la uniformidad del planeta, contiene su diferenciación estructural. Aunque parezca perogrullada, la economía globalizada engendra desigualdades y fenómenos de exclusión que, por lo demás, son el contexto de difusión de movimientos altermundialistas. Pero en el plano político, el elemento relevante de la integración económica global consiste en que, desde finales del siglo XX, opera con celeridad un proceso de transformaciones de la autoridad de los Estados. Presionadas a interrelacionarse con otros actores, las autoridades políticas estatales experimentan la mutación de sus relaciones y políticas exteriores. En el siglo XXI, la diplomacia ha dejado de implicar simplemente cuestiones políticas, de seguridad y estrategia para incorporar la atracción o promoción de inversionistas, incidir en cuestiones culturales, ambientales, sociales, laborales, comerciales, y en cuestiones de derechos individuales y colectivos. Un resultado, en consecuencia, ha sido la confiscación de la acción diplomática por entidades internas o externas al Estado. Además, en el mundo, el creciente protagonismo de actores económicos ha estado acompañado tanto del progresivo accionar de agentes de orden moral como de la relevancia regional y global de actores ilícitos e ilegales. Tal multiplicidad de actores en el espacio mundial, reforzando sus relaciones directas mediante la innovación tecnológica, ha incrementado —sin duda— los vínculos de interdependencia planetaria. De esta situación se desprendió la redefinición de formas de asociación y cooperación, en la medida en que cualquier acción implica la participación (o la consideración) de otros actores. Del entramado de relaciones e interacciones producido por diferentes actores en el espacio mundial han proliferado instancias inéditas de regulación sobre toda suerte de sujetos y temáticas. Y en ese proceso, el fortalecimiento del regionalismo ha cumplido un papel significativo.

16 Durante la década de 1990, el conjunto de gobiernos del mundo estimuló movimientos y procedimientos para organizar regionalmente intercambios económicos y flujos financieros. La mayoría de países del planeta concluyeron o negociaron un acuerdo

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regional de cooperación, o bien un tratado de libre comercio. Pero esos arreglos asociativos no se limitaron a cuestiones económicas. Actores heterogéneos, sin las mismas capacidades ni las mismas legitimidades, encontraron en los intersticios regionales creados por los Estados un medio de acción e interrelación (Smouts 1997). Así, los bloques regionales incorporaron una multiplicidad de cuestiones que incluyen cooperación y ayuda al desarrollo, así como intercambios económicos, inversión en fortalecimiento institucional, defensa de derechos humanos, desarrollo sostenible, condiciones de trabajo, inclusión social, recursos energéticos, seguridad y acciones contra la pobreza y flujos ilegales e ilegítimos. Entretanto, una pluralidad de sujetos incluyó en su repertorio de acción esos bloques regionales; regionalismo y regionalización se fortalecieron y alimentaron en medio del impulso global hacia la preeminencia de lógicas de mercado. Así, a pesar de entusiastas vaticinios sobre el desplazamiento del Estado-nación por un Estado-región (Ohmae 1995), resultó una transformación de la práctica y acción estatales coetánea a la consolidación de otros actores. Hacia mediados de los años noventa, la integración regional ya reflejaba concentraciones de poder político y económico en competencia con múltiples flujos infrarregionales e interregionales (Mittelman 1996).

17 El robustecimiento empírico del fenómeno regional durante aquellos años de expansión global de la liberalización de mercados fue interpretado inicialmente como una fragmentación del mundo económico que podría obstaculizar el libre comercio (De Melo y Panagariya 1993). La proliferación de la cooperación económica regional entre Estados incluso fue percibida como preludio de una “guerra comercial” (Banco Mundial 1991, 29). Sin embargo, con la creación en 1994 de la Organización Mundial del Comercio (OMC), los bloques regionales adquirieron en el discurso de organismos económicos internacionales el papel de complemento de los movimientos nacionales de apertura económica y comercial (WTO 1995). En el contexto de interdependencia económica global y modificación de los vínculos del Estado con una diversidad de actores, la unidad regional se afirmó no sólo como respuesta, o reacción, de Estados a presiones externas provenientes de la economía neoliberal mundializada. Surgió también como figura de cooperación que, incrustada en los avatares propios de la progresiva liberación de los obstáculos del libre comercio, involucró cada vez más a las entidades estatales en agregaciones políticas y económicas que también promocionaron la desregulación de la economía. Los procesos regionales fomentaron entonces que múltiples agentes, incluido el Estado, redefinieran sus roles y abrieran sus horizontes de acción más allá del Estado-nación y las relaciones interestatales.

18 Esas transformaciones no tuvieron un sentido único o convergente. Pues, por una parte, actores diferentes al Estado, sin estar necesariamente subordinados al regionalismo, comenzaron a introducirse en sus dinámicas, se ligaron con entidades regionales mediante causas e intereses o en busca de financiación. Incluso, emergieron en contra de políticas y acciones de organizaciones regionales o apelando a esas organizaciones para alcanzar objetivos de justicia, igualdad, respeto por la diversidad, normas ambientales, derechos humanos o cuestiones de género (Boas, Marchand y Shaw 1999). Por otra parte, desde los años 1990, no sólo en las relaciones entre Estados la conquista del territorio o el control de recursos naturales fueron desplazados por la conquista de mercados (Stopford, Strange y Henley 1991). En paralelo, agentes estatales, infraestatales y supraestatales ampliaron su margen de acción —sin contar por ello con una similar capacidad de influencia— sobre la economía global (Strange 1995, 161). En últimas, la materia prima que moldeó los procesos de regionalismo y

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regionalización fueron tanto las diferencias entre Estados en la disponibilidad mundial de recursos políticos y económicos como la diversidad de roles de actores sociales (Grugel y Hout 1999).

19 El impulso global de los años noventa a la construcción regional —contextualizada por la integración global de mercados— fue etiquetado como “Nuevo Regionalismo” para insistir en que, a diferencia de décadas anteriores, una particularidad de la experiencia regional era involucrar múltiples temas y actores cuyas lógicas no eran esencialmente económicas. En la literatura del “Nuevo Regionalismo” puede resultar imposible establecer un punto en común entre sus diversos analistas (Dabène 2009, 9). Pero en la construcción y difusión de esa literatura, el enfoque analítico basado en la integración europea tuvo una difusión prominente. En 1994, Björn Hettne, coautor de un primer estudio comparativo mundial sobre el “Nuevo Regionalismo”, explicó sobre esa obra: El marco comparativo […] proviene del estudio de los procesos de europeización, del desarrollo de una identidad regional europea […] y ha sido aplicado a los casos de otras regiones […] bajo la hipótesis según la cual, a pesar de las enormes diferencias históricas y estructurales y los diversos contextos, existe una lógica subyacente detrás de los procesos de regionalización contemporánea. (Citado por Mittelman 1996, 193)

20 Hettne matizó el parroquialismo de tal hipótesis (Hettne 2008), y la literatura especializada ha señalado las falencias de generalizar según un caso —el europeo— (Caporaso et al. 1997; De Lombaerde et al. 2010; Malamud 2010; Söderbaum 2016). Sin embargo, en esa misma literatura, destacados autores continúan movilizando sus argumentaciones según la asimilación de hipótesis provenientes de la integración europea como postulados epistemológicos inamovibles y universales (Botto 2015; Malamud A. 2012). Mientras que la introducción a una monumental y relevante compilación sobre la historia intelectual del regionalismo fortalece, por un lado, la interpretación de que la ontología y el pensamiento sistematizado sobre el regionalismo están atados al caso europeo y, por otro lado, la lectura de que la producción extraeuropea en la materia constituye debates o innovaciones conceptuales (De Lombaerde y Söderbaum 2013).

21 Ahora bien, si a partir de los años noventa la región se erige en hecho estructurante del espacio mundial, no fue siguiendo un libreto europeo sino una trama global que también incluyó ese libreto: la intensificación de la práctica sociohistórica de eliminar obstáculos al libre comercio. Desde allí es perceptible la dimensión económica de la integración regional contemporánea. En 1986, el Acta Única Europea estableció la ruta para el mercado único, institucionalizado en 1992 en Maastricht. En ese proceso, cuando la CEE se transformó primero en Comunidad Europea y luego en Unión Europea (UE), la estrategia apuntó a reforzar el mercado regional y a posicionar globalmente empresas y empresarios europeos que enfrentaban la feroz competencia de sus pares estadounidenses y asiáticos. Además, en 1994 surgió el Espacio Económico Europeo de la fusión entre la UE y la AELC. Estos cambios ampliaron preguntas y áreas de estudio del caso regional europeo. Pero siempre con la premisa de que comparar la realidad europea con otras realidades explica el regionalismo en el mundo (Laursen 2010), situando experiencias regionales de Asia, África, Latinoamérica y Norteamérica como ilustraciones de un núcleo empírico y teórico —sobre oferta y demanda de integración — construido a partir del proceso europeo (Mattli 1999), o asumiendo las características europeas como sustrato para discutir la teoría del regionalismo (Caporaso 2008).

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22 La intensificación global de la liberalización del comercio y la economía, en estrecha interdependencia con el conjunto mundial de procesos de integración regional, dio paso a nuevos acuerdos regionales. En 1992, los países miembros de la Asean, a pesar de sus insignificantes —y poco buscados— resultados económicos, acordaron iniciar el proceso para una zona de libre comercio (Dixon 1999). En 1997 emergió el proyecto denominado Asean+3, uniendo la organización a China, Japón y Corea del Sur. Por iniciativa china, en 2000 Asean+3 exploró las posibilidades de establecer, diez años después, una zona de libre comercio. En 1993, las diferencias políticas entre los miembros de la SAARC cedieron al objetivo común de crear un organismo regional más dinámico en el plano económico bajo presupuestos de proximidad cultural y dispositivos técnicos. En Islamabad, sus miembros firmaron un acuerdo para crear una zona de libre comercio (Mukherjee 1998).

23 En el mundo árabe, en 1989, surgió la Unión del Magreb Árabe como proyecto político de integración, que rápidamente se convirtió en espacio vital para las empresas de la región. Mientras que en África subsahariana —según políticas concebidas de facto y dirigidas hacia la liberalización y el ajuste monetario— fueron creados de manera simultánea nuevos proyectos entre el Estado y la sociedad, particularmente liderados por instituciones regionales, y apuntando al comercio regional (Bach 2015). Bajo esas circunstancias, la Ceeac se mantuvo inactiva durante el decenio de 1990. Pero en 1994 fue firmado en Yamena el tratado constitutivo de la Comunidad Económica y Monetaria de África Central (Cemac). En 1992, la Comunidad de Desarrollo de África Austral sobrevino a la CCDA. En 1999, después de guerras civiles entre sus países miembros, la Cedeao —cuya esencia era económica— amplió sus objetivos a cuestiones de seguridad y mantenimiento de la paz. Y en 2002, la OUA mutó a la Unión Africana (UA), organización que fundó tres instituciones: Comisión, Parlamento y Consejo de Paz y Seguridad (Bach 1999).

24 En Latinoamérica, una vez más, la Cepal cumplió un papel en la propulsión de procesos regionales. Pero no como fuente cognitiva y programática, como fuera en las décadas 1950 y 1960, sino en la justificación de políticas que en la región se adelantaban desde finales de los años ochenta. Entre 1991 y 1994, la Cepal publicó el conjunto de informes que dieron forma, sentido y nombre a las transformaciones y tendencias que atravesaba el fenómeno regional en Latinoamérica y el Caribe: el denominado regionalismo abierto, entendido como conciliación entre integración regional y políticas nacionales de apertura económica. Así, reestructuración de organismos regionales de vieja data y creación de nuevos bloques regionales fueron recíprocas con políticas y programas nacionales de liberalización del comercio y mercados, desregulación financiera y masivas privatizaciones. En 1991, el MCC devino Sistema de Integración Centroamericano y estableció nuevas instituciones como el Tribunal de Justicia y el Parlamento centroamericanos. Simultáneamente, los países del Caricom adoptaron un arancel externo común, y en Asunción (Paraguay) fue firmado el tratado fundador del Mercado Común del Sur (Mercosur), con la rápida puesta en marcha de alcanzar una unión aduanera. En 1996, la integración andina también fue objeto de acciones de reingeniería institucional y pasó a denominarse Comunidad Andina (CAN),12 e inició la aplicación de una tarifa externa común —con excepciones— y estableció la normativa para una política externa común. Sin duda, las recomposiciones de la integración regional en Latinoamérica, Asia y África compartieron elementos presentes en la

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integración europea. No por ello, sin embargo, adoptaron el mismo camino que el proceso europeo (Bach 1999; Mittelman 1996; Söderbaum 2016).

25 En el continente americano, a inicios de los años noventa, surgió un hecho novedoso para la unidad regional. A comienzos de aquellos años, para atraer inversionistas extranjeros y promover a los locales, el Ejecutivo mexicano manifestó a su par estadounidense el interés por incorporarse al acuerdo de libre comercio Estados Unidos-Canadá. En 1994, los tres países firmaron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan), cuya primicia fue doble: la inserción de la estrategia regional en la política exterior estadounidense y la unión comercial, voluntaria y recíproca de un país del Sur con países del Norte. El Tlcan innovó con la inclusión, entre otros, de cuestiones relativas a servicios y temas laborales y fue proyectado —desde Estados Unidos— como punto de partida para una zona de libre comercio continental, en continuidad con la fórmula presentada en 1990 por George Bush: la Iniciativa para las Américas. La estrategia regionalista estadounidense influyó en los avatares de la economía política mundial en general y en la latinoamericana en particular, sin duda. Pero el Tlcan no absorbió per se los grupos de integración latinoamericanos, cuyos contenidos estratégicos, procesos e intereses no coincidían necesariamente con aquellos de Estados Unidos de regulación de la economía política mundial (Bouzas 2005; Tussie 1998).

26 En Latinoamérica, la transformación de la integración regional en los años noventa tuvo tres características: participación de tecnócratas regionales en el impulso y mantenimiento de las relaciones del Estado con agentes económicos; ingreso tardío de sindicatos, organizaciones patronales y organismos no gubernamentales en los procesos regionales; y hegemonía del sector privado en la expansión del mercado regional sin una planificación o programación proveniente de los Estados (De Lombaerde y Garay 2008).13 La renovación del regionalismo latinoamericano siguió sus propias modalidades, prioridades y crisis internas en paralelo al proyecto estadounidense de crear una zona de libre comercio desde Alaska hasta Tierra del Fuego. Ahora bien, originalmente el Mercosur se proyectó como un modelo que, determinado por factores exógenos e internos (Santander 2008), buscó equilibrar el peso continental de Estados Unidos, afrontar la proyección de la UE y reforzar la integración sudamericana en alianza con la CAN, ese proceso cuyas instituciones ofrecen a burocracias nacionales un espacio de acción e identidad colectiva regional (Prieto 2015). Pero los mayores obstáculos para estos objetivos de posicionamiento suramericano frente a Estados Unidos estuvieron en las crisis internas de cada bloque suramericano (Serbin 2009). El relevo fue asumido por otras experiencias regionales creadas en el siglo siguiente: la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), fundada en 2004; la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), creada en 2008 por Chile, Surinam, Guayana y los miembros de Mercosur y la CAN; y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que, establecida en 2011, reúne por primera vez en la historia de la integración latinoamericana al conjunto de países continentales e insulares de la región.

27 Interpretar estas recientes organizaciones latinoamericanas como más ideológicas que económicas es ignorar que en ellas se mantienen los propósitos —históricos en la unión latinoamericana— de desarrollo e inclusión social para los ciudadanos, según mecanismos propios, además de la concertación para una acción externa común. Incluso, la Alianza del Pacífico, creada en 2012, manteniendo la línea de regionalismo

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abierto, moviliza elementos políticos de autonomía para posicionarse en el espacio latinoamericano y mundial (Nolte y Wehner 2013), e igualmente ha sido explicada según premisas ideológicas.14 Por lo demás, en la exégesis de los procesos regionales de Latinoamérica y el Caribe abundan distinciones esquemáticas y duales. Habría unos organismos regionales orientados hacia el Atlántico y otros hacia el Pacífico; unos antiestadounidenses y otros proestadounidenses; unos ideológicos y otros económicos; unos eficientes y modernos y otros atados al pasado y burocráticos. Sin embargo, son escasos los trabajos que den cuenta de las conexiones, las contradicciones y los vasos comunicantes entre los actuales arreglos regionales latinoamericanos. Observar los procesos regionales latinoamericanos y caribeños mediante las políticas exteriores y las relaciones entre sus países miembros es un campo en barbecho.

28 Aunque evoca un grupo o bloque de países, próximos geográficamente, entre los cuales las relaciones comerciales y económicas son privilegiadas y promovidas por los Estados, el regionalismo no se limita a cuestiones económicas ni es un asunto exclusivo del Estado. Implica también regionalización: múltiples temáticas y, por extensión, diversos actores. Desde el siglo pasado, la región se manifiesta según configuraciones intergubernamentales, supranacionales, zonas de libre comercio y asociaciones de cooperación con énfasis, pero no exclusivamente, en temáticas económicas. Se trata de un fenómeno global que contiene, para actores de todo orden, desafíos y horizontes políticos y económicos, y, al mismo tiempo, se configura como espacio de interacción y/ o referencia de esos disímiles actores. Más aún, en los últimos años, acciones y relaciones externas de bloques regionales han producido el fenómeno interregional, y en paralelo han surgido acuerdos transregionales.

Interregionalismo y transregionalismo

29 Como en los análisis sobre regionalismo, la literatura acerca del interregionalismo se nutre principalmente de la experiencia europea y sus relaciones con grupos regionales y Estados (Baert, Scaramagli y Söderbaum 2014; Telò, Fawcett y Ponjaert 2015). Los trabajos pioneros en la conceptualización del interregionalismo, con espeso y sustancioso contenido normativo (Camroux 2010), sitúan el fenómeno alrededor del caso europeo. Desde allí se ha difundido que el interregionalismo favorece la regulación mundial de la economía y la política (Bacaria y Valle 2015; Hänggi, Roloff y Rüland 2006; Söderbaum y Van Lagenhove 2005). No obstante, si consideramos el interregionalismo como relaciones formalizadas entre grupos regionales (Robles 2008), cabe afirmar que se trata de un fenómeno construido en la interacción, y —por ende, como en cualquier otro hecho social, sin desconocer las asimetrías entre las partes— su análisis y comprensión exigen incluir el conjunto de agentes implicados.

30 No sólo la UE es activa en la construcción de relaciones exteriores. Tan pronto como es creada, toda organización regional establece vínculos institucionales —formales o informales— externos. La integración andina, por ejemplo, luego de su fundación, creó relaciones con Estados Unidos y las grandes economías nacionales latinoamericanas (Alcántara 1985, 284-285). Al igual que la integración europea, en su génesis, estableció vínculos con Estados Unidos, Canadá, China y las principales economías de África, Asia y Latinoamérica (Lumu 1990). Cada experiencia regional desarrolla relaciones exteriores y dispositivos de acción exterior según sus propios recursos materiales e institucionales.15

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31 La UE es un actor relevante en la construcción del interregionalismo. Pero, como en el caso del regionalismo, la constitución global del fenómeno interregional no tiene exclusividad europea (Molano 2016b). Las primeras formaciones interregionales brotaron en 1980, cuando la Asean y la CEE firmaron un acuerdo marco de cooperación. En 1983, el Acuerdo de Cartagena y la CEE hicieron lo propio, y en 1986, el MCC y la CCDA también suscribieron un acuerdo de cooperación. Asimismo, en 1988, el CCG y la Europa comunitaria firmaron un tratado. En 1989, fue formalmente creado en Roma el Diálogo Político entre la CE y el organismo latinoamericano de cooperación Grupo de Río. La gestación del interregionalismo también estuvo enmarcada por los movimientos hacia la integración global de mercados. Los acuerdos Asean-CEE y Acuerdo de Cartagena-CEE, bajo la racionalidad de cooperación y ayuda al desarrollo, incluyeron el mejoramiento de intercambios comerciales, eliminación de barreras arancelarias y no arancelarias, y promoción de encuentros entre empresarios.16 En otras palabras, el interregionalismo se ha configurado con el regionalismo impulsado por el movimiento global de supresión de barreras al libre comercio.

32 En 1995, en su consolidación como polo mundial de intercambios económicos, el Mercosur firmó un acuerdo interregional de cooperación con la UE. En 1996, en medio de los efectos de la crisis financiera mexicana, los ministros de relaciones exteriores del Mercosur se encontraron en Singapur con sus homólogos de la Asean. Producto de relaciones exteriores de grupos de integración regional, el interregionalismo pasó a recubrir también un vasto campo de temas que no se limitaron a cuestiones económicas. De hecho, en el interregionalismo, los empresarios tienen participación significativa (Sánchez 1999), y actores sociales intervienen para denunciar o contrarrestar las prácticas del mundo neoliberal (Icaza 2015).

33 Al comenzar los años 2000, la CAN y la Asean iniciaron encuentros formales con el fin de fomentar el encuentro entre agentes económicos y cooperación en asuntos culturales y de seguridad.17 En el mismo sentido procedieron los representantes de la Cedeao y el Mercosur, y de la UA y la UE. En 2006 se realizó en Abuya (Nigeria) la primera cumbre África-Suramérica (ASA), que, además de emitir una declaración sobre cooperación en seguridad, energía, inversiones, migraciones y educación, fue ocasión para que Unasur y la UA establecieran grupos de trabajo sobre esos temas. Después de Nigeria, en 2009 la cumbre ASA se realizó en Venezuela, y en 2013, en Guinea Ecuatorial. Un proceso similar se observa entre Unasur y la Liga Árabe, con reuniones presidenciales iniciadas en 2005, cuya cuarta cumbre se realizó diez años después en Ecuador.18 En el panorama mundial, un hecho sobresaliente ha sido la transformación de la estrategia interregional europea. Desde 2007, cuando publicó su documento Europa Global, la UE busca maximizar las ventajas de sus agentes económicos según una perspectiva realista. A partir de entonces, en la carrera por el acceso a mercados, las negociaciones bilaterales destinadas a crear tratados de libre comercio son, según los documentos de Bruselas, tan importantes como las negociaciones interregionales (European Commission 2007).

34 A diferencia de los bloques regionales que les dan origen, las experiencias interregionales no tienen personalidad jurídica. El interregionalismo es un espacio de negociación y discusión de múltiples asuntos donde se materializan las conexiones de interdependencia originadas en la integración económica mundial. Allí se abordan tanto asuntos mundiales como cuestiones de interés común para los grupos regionales signatarios. Es decir, el interregionalismo no es producido por la integración europea

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pero sí es un espacio de gobernanza política mundial. Forma parte de las últimas transformaciones del multilateralismo clásico de las Naciones Unidas —desde su cénit, durante los años noventa— hacia la multiplicación de foros, encuentros y grupos ad hoc, permanentes o efímeros. Sin embargo, no es medio de estructuración de la economía global. Son acuerdos transregionales los que han implicado temáticas y características de la regulación económica mundial.

35 El transregionalismo consiste en tratados de cooperación económica que trascienden regiones “naturales” o explícitamente constituidas por Estados sobre la base de proximidad territorial. Aunque su manifestación se vincula con el reciente conato estadounidense de crear un tratado comercial en el Pacífico con países de Asia, Oceanía y América, y un tratado transatlántico de comercio e inversión con la UE, fue durante la década de 1990 cuando retoñó la proliferación de acuerdos entre países distantes. En 1989 apareció el leadership de la apertura económica y el libre comercio: la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por su sigla en inglés) entre países de Asia y América, que no cuenta con instituciones sino que tiene en el diálogo directo multilateral y la coordinación política su esencia asociativa. En 1995 fue firmada la Nueva Agenda Transatlántica entre Estados Unidos y la UE,19 y el Asia Europe Meeting surgió en 1996. En 1997 fue fundada la Asociación del Océano Índico, por países de África, Asia y Oceanía. Dos años después, en la cumbre de la crisis económica asiática, apareció el Foro de Cooperación América Latina-Asia del Este. Empero, la experiencia transregional contemporánea más vigorosa es la Asociación Económica Integral Regional (AEIR), cuya negociación en curso, impulsada por China, además de este país involucra Estados de Asia y Oceanía. El transregionalismo indica procesos de cooperación e integración de amplios espacios geográficos. Pero no es (otra) integración basada en cooperar para regionalizar los intercambios sino que está encajada en el dilatado proceso sociohistórico de integración económica mundial, que por primera vez ya no tiene su centro en el Atlántico sino en el Pacífico.

36 El AEIR y los abortados proyectos transregionales de Estados Unidos en el Atlántico y el Pacífico comparten el propósito de autoridades estatales de crear acuerdos para gestionar asuntos de comercio e inversiones —no abordados en la OMC ni en otros acuerdos regionales— en nombre de poderosos actores económicos y bajo la contundente contestación de amplios sectores sociales. La expansión de acuerdos transregionales compromete dos dispositivos fundamentales de la economía política global: una integración plena, mediante una liberalización significativa de derechos de aduana y a través de amplias reducciones de obstáculos no aduaneros; y una formulación de normas relativas a servicios, contratación y mercados públicos, reglas para inversiones, movimiento de personas, uso de datos, comercio electrónico, política de competencia y propiedad intelectual (Rosales et al. 2013). En suma, los desafíos que implica comprender el naciente fenómeno transregional son, a nuestro juicio, tan fundamentales como el análisis y la investigación sobre interregionalismo y regionalismo desde una perspectiva histórica y global.

Conclusión

37 Este artículo ha ofrecido una interpretación del fenómeno empírico regional como constitutivo del espacio global contemporáneo. Nuestro análisis tomó como punto de partida el distanciamiento de tendencias hegemónicas —donde el pensamiento

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sistematizado sobre espacios regionales está nutrido, y sostenido, por la experiencia europea—, y se apoyó en un enfoque histórico y global. Esta elección permitió descentrar —de Europa— la mirada y el análisis del fenómeno regional y sus conceptualizaciones para indagar acerca de sus manifestaciones y pliegues en distintas zonas del planeta.

38 La reflexión fue desarrollada en tres momentos. La primera parte del artículo destacó cómo en la segunda posguerra mundial del siglo XX, las experiencias regionales, que aparecen primero en Europa y Latinoamérica, se realizaron con distintos sustratos cognitivos y apremiantes realidades diferenciadas. Asimismo, indicamos con qué particularidades germinaron organismos y procesos regionales en Asia y África en los años siguientes. En la segunda parte, el artículo señaló la interdependencia recíproca entre el fortalecimiento del proceso sociohistórico de integración mundial de mercados y el auge global de la figura empírica regional durante la década de 1990. Allí mismo subrayamos que el apogeo de la integración regional no es explicable únicamente según la acción de Estados, sino que su explicación y comprensión también deben incluir las transformaciones del Estado y la competencia que inicia con agentes supraestatales e infraestatales cada vez más activos en la arena mundial. Por último, sustentamos la idea de que el interregionalismo es producto de relaciones y arreglos formales entre grupos regionales, y argumentamos que, junto con el transregionalismo, conforma espacios de la gobernanza global.

39 En el artículo se señalaron limitaciones de las interpretaciones dominantes de la integración regional y se sugirieron campos de investigación inexplorados. Es indiscutible que tanto el enfoque comparativo como las hipótesis y preguntas originadas en la integración regional europea ofrecen —y han dejado— útiles aportes y enseñanzas para el conocimiento de la integración regional en otras latitudes. Pero es discutible que la comprensión histórica y la teoría de la integración regional estén atadas, empírica y normativamente, a una experiencia. Es necesario ampliar el conocimiento tanto de las diacronías de las configuraciones regionales como sus interconexiones. El análisis presentado también permitió indicar el escaso conocimiento que tenemos de la integración regional latinoamericana en sus propios términos, en sus variados procesos y modelos —pasados y contemporáneos—, y en sus vínculos, mediante comunidades epistémicas, con la integración regional europea. A nuestro juicio, avanzar en investigaciones novedosas que contribuyan a enriquecer nuestro saber de la integración latinoamericana, y de otras latitudes, ofrece alternativas tanto para teorizar y reteorizar el regionalismo y el interregionalismo como para conocer el transregionalismo y profundizar en la comprensión de la estructuración y las dinámicas del mundo de regiones en el cual estamos inmersos.

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NOTAS

1. Por ejemplo: Botto (2015), Malamud A. (2012), Oyarzún (2008), Vieira (2008), Gambrill (2003). Para un tradicional enfoque deductivo de la integración, Jaramillo (2008). 2. Sobre la influencia de corrientes, debates y temáticas estadounidenses en la práctica y enseñanza de la disciplina de Relaciones Internacionales en Argentina, Brasil, Colombia y México, véase Tickner, Cepeda y Bernal (2013). 3. Para una lectura histórica de la unión regional latinoamericana desde el siglo XIX ver, entre otros: Molano-Cruz (2016a); Briceño y Rivarola (2013); Briceño, Rivarola y Casas (2012). 4. En la literatura especializada imperan simultáneamente cierto juicio implacable sobre la construcción del regionalismo latinoamericano y cierta candidez en torno al regionalismo europeo. Por ejemplo, Andrés Malamud (2010, 643), después de una descripción cronológica de la formación de la integración en Latinoamérica, cita al Prebisch decepcionado con los resultados de la integración latinoamericana, pero, cuando su argumentación sigue los pasos de Haas para reflexionar sobre la teorización de la integración latinoamericana, ignora que el mismo Haas,

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decepcionado, consideró prontamente sus conceptualizaciones sobre el caso europeo como obsoletas (Haas 1975). 5. De esta tendencia hegemónica de un regionalismo comparado centrado en Europa se demarca, a nuestro parecer, Söderbaum (2016). 6. “Seminario Procesos de Integración”, 1970. 7. “De una reciente reunión franco-latinoamericana”, 1970. 8. Ver www.flacso.or.cr y www.eulacfoundation.org 9. En las formas de expansión de las conceptualizaciones de la integración europea son perceptibles ciertas continuidades transmitidas mediante agentes académicos. Por ejemplo: si el estudiante sobresaliente de Ernst Haas fue Philippe Schmitter —con quien inició sus pesquisas para comparar sus hipótesis de la realidad europea con la integración latinoamericana (Haas y Schmitter 1964)—, un estudiante destacado de Schmitter ha sido Andrés Malamud, con quien publicó sus reflexiones sobre las enseñanzas de la integración europea para Latinoamérica (2006; 2011). Para un trabajo que aborda interdependencias y relaciones entre comunidades epistémicas de América Latina y Europa sobre unidad regional véase Saldías (2012). 10. Por ejemplo, el franco Cooperación-Financiera-en-África, creado en 1973, con convertibilidad a francos franceses, actualmente tiene en países de África central y la Cedeao un cambio a euros gestionado por Francia. 11. Por ejemplo, Malamud (2007, 98); Pinto (2007); o las definiciones de Integración en Borja (2002). Para su asignatura Integración Regional, la Universidade Federal da Integração Latino- americana considera que “la integración, como objeto de estudio y práctica política, nació en academias europeas” (UNILA 213, 9). Una revisión no sistematizada de programas universitarios de asignaturas sobre integración regional en Argentina, Colombia, México y Uruguay indica la misma tendencia de la integración europea como prominente caso estudiado, y enseñado. En 2015, durante una conferencia magistral para un congreso de internacionalistas colombianos, Andrés Malamud argumentó “la integración [regional] es soberanía delegada o compartida”, como en Europa (Malamud A. 2015). 12. Acá cabe insistir en que —a pesar del manido error, difundido en parte en y desde la academia (por ejemplo, Söderbaum 2016, 107, 209)— la Comunidad Andina de Naciones no existe. El nombre oficial adoptado en 1996 por los países miembros del Acuerdo de Cartagena es Comunidad Andina. Véase Protocolo Modificatorio del Acuerdo de Integración Sub-regional Andino (Acuerdo de Cartagena), Trujillo, 10 de marzo de 1996. Disponible en www.comunidadandina.com 13. Sobre los factores nacionales de la integración regional en Sudamérica ver Tussie y Truco (2010). 14. Véanse, por ejemplo, Malamud C. (2012) y León Manríquez y Ramírez Bonilla (2014). 15. Para una aproximación en este sentido sobre el caso latinoamericano: Casas Gragea (2005), Cienfuegos (2001), Moncayo (1999) y Stuhldreher (2004). 16. Summary of Treaty CEE-Asean 1980; Summary of Treaty CEE-Cartagena Agreement 1998. 17. “La perspectiva de una cooperación”, 2000; “Secretarios Generales de la CAN y Asean”, 2004; “Secretario General de la CAN”, 2012. 18. En 2006, Heiner Hänggi realizó un registro de ochenta y dos foros, espacios, arreglos y acuerdos interregionales. Aunque Hänggi se basa en una discutible definición del interregionalismo, que incluye relaciones entre un Estado y una región, su trabajo resulta útil para identificar la dimensión empírica del interregionalismo. Véase Hänggi (2006). 19. Ya en 1990, en la Declaración Transatlántica, las partes se habían comprometido a “promover los principios de la economía de mercado, rechazar el proteccionismo, reforzar y abrir más [las economías nacionales] a un sistema de comercio multilateral”. Véase “Transatlantic Declaration”, 1990.

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RESÚMENES

Al contrario de la literatura convencional, que estudia los fenómenos regionales según los avatares de la experiencia europea, el autor adopta una lectura histórica y global para explicar la constitución de configuraciones regionales como elementos estructurantes del espacio mundial contemporáneo. Primero señala cómo, desde mediados del siglo XX, la integración regional se manifiesta en todo el planeta. Enseguida, focalizado en la década de 1990, resalta los vínculos interdependientes del auge del regionalismo con el proceso sociohistórico de supresión de barreras al libre comercio. Finalmente, argumenta que en el siglo XXI se ha consolidado el interregionalismo y, en paralelo, germina el transregionalismo.

Contrary to the conventional literature studying regional phenomena and according to the avatars of the European experience, I adopt a global and historic reading to explain the crafting of regional configurations as structuring elements of the contemporary world’s space. The article first talk about how, from the middle of the 20th Century, the regional integration is manifested around the planet. Then I highlight the interdependent relationships of the regionalism boom within the 90’s with the socio-historic process of the free trade barriers elimination. Finally, the article argues that in the 21st Century there is a consolidation of the inter regionalism in parallel to the seeding of the transregionalism.

Ao contrário da literatura convencional, que estuda os fenômenos regionais segundo os eventos da experiência europeia, o autor adota uma leitura histórica e global para explicar a constituição de configurações regionais como elementos estruturantes do espaço mundial contemporâneo. Primeiramente, assinala como, desde meados do século XX, a integração regional se manifesta em todo o planeta. Em seguida, focalizado na década de 1990, ressalta os vínculos interdependentes do auge do regionalismo com o processo sócio-histórico de supressão de barreiras ao livre comércio. Finalmente, argumenta que no século XXI consolidou o inter-regionalismo e, em paralelo, germina o transregionalismo.

ÍNDICE

Palabras claves: interregionalismo, transregionalismo, historia global Palavras-chave: inter-regionalismo, transregionalismo, história global Keywords: interregionalism, transregionalism, global history Temas: regionalismo, relaciones internacionales

AUTOR

GIOVANNI MOLANO-CRUZ

Doctor en Ciencia Política por l’Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne (Francia). Profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia. Última publicación: “L’interrégionalisme euro-latinoaméricain: quel partenariat stratégique?” En Concurrences régionales dans un monde multipolaire émergent, editado por Sebastián Santander, 329-343. Bruselas: PIE Peter Lang, 2016. Gamolanoc[at]unal.edu.co

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Espacios globales y espacios locales: en busca de nuevos enfoques a los conflictos ambientales. Panorámica sobre Sudamérica y Chile, 2010-2015 Global and Local Spaces: Seeking New Approaches to Environmental Conflicts. General Overview upon South America and Chile, 2010-2015 Espaços globais e espaços locais: em busca de novos enfoques aos conflitos ambientais. Panorama sobre a América Latina e o Chile, 2010-2015

Aaron Napadensky y Ricardo Azocar

NOTA DEL EDITOR

Fecha de recepción: 30 de junio de 2016 Fecha de aceptación: 15 de diciembre de 2016 Fecha de modificación: 26 de enero de 2017 DOI: https://dx.doi.org/10.7440/res61.2017.03

NOTA DEL AUTOR

El artículo es producto del proyecto “(RE) Organización funcional y morfologías metropolitanas emergentes en ciudades intermedias del sur de Chile: Los casos del Área Metropolitana de Concepción y Área Metropolitana de Puerto Montt, Chile”, financiado por la Dirección de Investigación de la Universidad del Bío-Bío (Chile). Proyecto de investigación interno DIUBB 150801 4/I

1 Cómo citar: Napadensky, Aaron y Ricardo Azocar. 2017. “Espacios globales y espacios locales: en busca de nuevos enfoques a los conflictos ambientales. Panorámica sobre Sudamérica y Chile, 2010-2015”. Revista de Estudios Sociales 61: 28-43. https://dx.doi.org/ 10.7440/res61.2017.03

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Introducción

2 No parece haber discusión en torno a la idea de que los conflictos ambientales (CA) están profundamente imbricados en el proceso de expansión del modelo de acumulación capitalista neoliberal, iniciado con fuerza desde mediados del siglo XX. Esto no quiere decir que antes los problemas ambientales estuviesen ausentes, sino que estos han devenido en situaciones conflictivas, en la medida en que esta visión capitalista global se ha dado a la par de la expansión y profundización de la democracia, la masificación del acceso a la información y a los medios de difusión, creando nuevos espacios para el empoderamiento de comunidades locales que están reaccionando frente a aquellas imposiciones que consideran injustas.

3 Este trabajo se enmarca dentro de una línea de investigación que se ha desarrollado con especial fuerza durante las últimas décadas, por lo menos en el contexto sudamericano, atizada en parte por el aumento y visibilidad sustanciales que están adquiriendo los CA; se aprecia un mayor interés en estudiar y analizar sus causas, consecuencias y posibles mecanismos de resolución, al emerger una vigorosa discusión continental, heterogénea en sus aproximaciones, pero principalmente circunscrita a los estudios de caso (Alfie 2013; Aliste y Stamm 2016; Acselrad et al. 2010; Carmona y Jaimes 2015; Constantino, 2015; Folchi 2001; Fuenzalida y Quiroz 2012; Guimarães 1991; Güiza et al. 2015a; Gómez 2002; Hillón 2014; Leguizamón 2015; Lunelli y Castillo 2014; Mullahy y Sabatini 1995; Munévar y Valencia 2015; Napadensky 2005, 2008, 2010; Oliveira, Zanquim y Espíndola 2016; Poma 2014; Sabatini 1999; Sabatini y Sepúlveda 2002; Vallejos 2008; Vélez, Ramos y Alayón 2011). Dentro de este contexto, la presente investigación se propuso alejarse de los estudios de caso y tomar la dimensión espacial de los CA como foco central de la discusión, más allá de su escala urbano-metropolitana, abordando su dimensión global, subcontinental y de país, contribuyendo con ello a ampliar el debate, aún en construcción.

4 En este sentido, el presente artículo tiene como propósitos: i) localizar los conflictos ambientales activos en Sudamérica y Chile, ii) vincularlos con los datos de IED, identificando el origen de los capitales detrás de los proyectos que los detonan, entendiendo estos como agentes generadores de conflicto; y iii) cruzar los datos levantados —CA e IED— e interpretar las cartografías resultantes de ello.

De conflictos y justicias ambientales

5 Como se ha mencionado, la cuestión de los CA, en cuanto discusión, por lo menos en el contexto sudamericano, y remitiéndose con especial atención a los países de lengua española, es relativamente nueva, no extrañando por ello las precisiones, las delimitaciones y los matices constantes en las definiciones que convergen en esta línea de investigación. Es así que se ha diferenciado entre conflictos ambientales locales (CAL)1 y conflictos socioambientales (CSA),2 por cuanto los primeros serían una disputa distributiva entre actores relacionados con las externalidades (ambientales) derivadas de un uso o cambio de uso del suelo; mientras que los segundos son causados por el acceso y control de los recursos del medioambiente, especialmente la tierra pero también el agua, los bosques, mantos minerales, etcétera (De la Cuadra 2015; Mullahy y Sabatini 1995; Sabatini 1997; Sabatini y Sepúlveda 2002). Otra definición plantea que los CA se generan

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al tensionar la estabilidad histórica entre una comunidad y su hábitat, confrontación de intereses que se da entre actores sobre un medioambiente específico (Folchi 2001).

6 Trabajos como el de Güiza et al. (2015a) pasan revista a las definiciones de CA, panorámica que va desde aquellas que lo señalan como una disputa frente al acceso, control y uso de los recursos naturales, y las que lo colocan como una contienda entre distintas formas de significar, representar y valorizar culturalmente la naturaleza. Sin embargo, y pese a los distingos mencionados, parece existir consenso en considerar los conflictos no necesariamente como algo negativo del todo, ya que estos son generadores de movilización y cambio en las estructuras sociales, y forman parte de la interacción humana y movilización social, donde los actores involucrados construyen nuevas redes y amplían las existentes (Munévar y Valencia 2015; Poma 2014). No obstante, no parece haber consenso a la hora de determinar si los conflictos ambientales son predominantemente una cuestión de grupos vulnerables que sienten una profundización de las inequidades territoriales preexistentes (Vásquez et al. 2008; Vásquez y Salgado 2009), o más bien son un tema de élites que se movilizan para conservar sus condiciones de vida (Aliste y Stamm 2016), con todo lo que esto puede implicar.

7 Junto con estas precisiones terminológicas y estos consensos y disensos relativos, existe un amplio debate del cómo, cuáles, y desde dónde se deberían resolver los CA —o si es necesario resolverlos—, discutiendo aspectos financieros en particular (Martínez- Pulido et al. 2015) como positivos y negativos en general; tal es el caso de modelos como la Resolución de Problemas Basados en Intereses (RPBI), Resolución de Problemas Basados en Valores (RPBV) (Vallejos 2008), Agendas Interinstitucionales Ambientales (AIA) (Güiza et al. 2015a), estructuras judiciales de mediación-conciliación (Ernandorena 2012; Lunelli y Castillo 2014; Ferreira Mendes y Miyasaka 2015), Tribunales Arbitrales (Oliveira, Zanquim y Battistello 2016), Consultas Previas (Hillón 2014) e Instituciones Anidadas (Vélez, Ramos y Alayón 2011). Todos instrumentos que buscan hacerse cargo de las contradicciones materiales, ideológicas y de visión de mundo detrás de los conflictos ambientales (Alfie 2013); sin embargo, la gran mayoría se mueve dentro de las leyes del mercado, en un juego de internalización de externalidades, compensaciones, mitigaciones y reparaciones.

8 Sin dejar lo expuesto, es relevante consignar que, ya en el último tercio del siglo XX, la cuestión de los CA estaba presente en la bibliografía anglosajona de forma estable; no obstante, a diferencia de Sudamérica y su enfoque predominantemente constructivista, el énfasis anglo se centra más en cómo estos conflictos son evidencia de procesos considerados injustos, poniendo de este modo la justicia como el eje central de discusión y dejando entrever en los debates y posiciones académicos una mirada mayoritariamente estructuralista.

9 La justicia es, esencialmente, un set de principios para resolver reclamaciones conflictivas; la búsqueda de una relación de equidad. Sin embargo, esta toma diferentes significados dependiendo del contexto social, geográfico e histórico. Así, la justicia social es una particular aplicación de los principios de lo justo, que se ejerce en conflictos que surgen fuera de la necesaria cooperación social, y por la búsqueda individual de avanzar (Harvey 2009), pero que depende de nuestra posición social y localización histórica (Fainstein 2010; Harvey 1996). En otras palabras, se refiere al grado en el cual una sociedad particular afronta social e individualmente el trato justo, a través de una división imparcial de ventajas y desventajas (Dikeç 2009). Siguiendo la

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lógica del óptimo de Pareto —que plantea mejorar las condiciones de un individuo sin que ello empeore las de los demás—, el principio de justicia social aplica a la división de beneficios y localización de cargas que surgen producto de los procesos de emprendimiento (Harvey 2009).

10 Por su parte, la justicia ambiental busca evitar el impacto desigual o desproporcionado de las amenazas ambientales sobre grupos de población en desventaja y, por tanto, más vulnerables, impidiendo que instalaciones que producen daño y peligros potenciales se encuentren situadas de manera concentrada en lugares donde residen grupos étnicos, socialmente empobrecidos y con menos posibilidades de presión social y económica (Bahadur, Samuels y Williams 1998).

11 Ya sea justicia, justicia social o justicia ambiental, estas poseen una dimensión espacial; componente formativo y vital de cómo la justicia o injusticia son socialmente construidas y temporalmente evolucionadas. Por tanto, la justicia es una continua dialéctica socio-espacial (Soja 2010). De aquí que la aplicabilidad del concepto justicia al espacio radica, como objetivo central de la política pública, en la búsqueda de una distribución justa de los beneficios y mitigación de las desventajas (Fainstein 2010). Siendo en sí misma una crítica a los sistemas de exclusión, dominación y oposición (Dikeç 2009), pero que, bajo el sistema imperante, sólo aspira a ser distributiva, donde ganadores compensan a perdedores (Marcuse 2009), manteniendo y manifestando la injusticia en la producción y reproducción de las relaciones de poder, dominación espacial, expresión de la lógica del máximo beneficio (Dikeç 2009).

12 En términos generales, mientras que la discusión sudamericana y de habla castellana es de enfoque constructivista —se levanta desde lo particular a lo general—, donde priman los estudios de caso y, en menor medida, aproximaciones geográficas, en la literatura anglosajona la discusión se enfoca principalmente desde la crítica estructuralista —va de lo general a lo particular—, centrándose mucho más en la cuestión de la justicia, profundizando en sus alcances sociales, ambientales y espaciales. De aquí que se consideró pertinente plantear una aproximación a los CA desde lo espacial, pero no desde el estudio de caso, sino más bien desde una panorámica de escala continental y nacional, tomando algunos principios desde los cuales construir una hipótesis exploratoria e interpretar los resultados del trabajo desarrollado. Por lo mismo, y por el carácter panorámico del trabajo, no se contempló la profundización en los conflictos ambientales catastrados, sin entrar en la casuística, ni siquiera como ejemplo, lo que contribuye al buen desarrollo de la amplitud que busca cubrir el artículo.

Los CA como una cuestión espacial

13 Antes de proseguir es relevante exponer un supuesto, cuya adopción no sólo contextualiza la hipótesis, sino que también le ofrece sentido procedimental a la metodología de investigación, posibilitando establecer nuevos límites a la interpretación de sus resultados.

14 La concepción del espacio como continente pasivo de los procesos sociales ha sido paulatinamente relevada por la idea del espacio como campo dinámico, dialéctico, coproductor de experiencias sociales. Así, el espacio producido, expresión de forma y proceso, puede ser estudiado como una trialéctica, en el entendido de que cada espacio producido es a la vez tres espacios, es decir, espacio percibido — por cuanto está constituido por el mundo material, físico, tangible—, concebido —por cuanto pertenece

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al mundo de las construcciones imaginarias y representaciones sociales— y vivido —al estar constituido desde las experiencias cotidianas, construido desde la simultaneidad de lo real e imaginado, espacio de articulaciones de complejos símbolos y códigos, sitio de estructuras individuales pero también de experiencias colectivas— (Lefebvre 2008a, 2008b, 2008c y 2009; Soja 2000, 2003).

15 Así, y al abrigo de lo expuesto, la hipótesis de trabajo plantea que los CA no sólo son evidencias de la exclusión y profundización de las inequidades territoriales, en cuanto movilizaciones ex post, o como tema de élites, en cuanto movilizaciones ex ante, sino que fundamentalmente son trazas, evidencias, una suerte de socioindicador de fricciones no resueltas entre escalas y concepciones espaciales construidas desde lo global y lo local, que, si bien son distintas, y muchas veces de intereses contrapuestos, se levantan sobre un mismo espacio material.

16 Para validar la hipótesis, la pesquisa desarrolla una metodología que conjuga datos histórico-económicos con información socioambiental, construyendo una serie de cartografías y gráficos, los cuales se analizan e interpretan con el propósito de establecer una correlación entre Inversión Extranjera Directa (IED), entendida como indicador de la presencia de concepciones espaciales globales ejercidas sobre espacios locales, y los CA, como indicador de la existencia no sólo de un espacio local en el sentido material, sino también de un espacio concebido desde lo local y friccionado desde lo global, cuestión que precisamente detona el CA.

Metodología

17 De forma sintética, el método aplicado se desarrolla en seis fases: i) recopilación, levantamiento, homologación e integración de bases de datos con CA; ii) generación de gráficos y cartografías de los CA a escala sudamericana y nacional; iii) recopilación de información de la IED en países sudamericanos y pesquisas del origen de los capitales de inversión detrás de los CA; iv) generación de gráficos y cartografías con IED a escala sudamericana y nacional; v) cruce de información CA e IED; y vi) análisis e interpretación de cartografías y gráficos resultantes del cruce de información.

18 En la primera fase, posterior a los catastros levantados, y antes de la integración de la bases de datos, se procedió a homologar las categorías de CA, utilizando para ello las del Environmental Justice Atlas, es decir, diez categorías: i) energía nuclear; ii) minería y canteras; iii) gestión de residuos; iv) agricultura y silvicultura; v) combustibles fósiles y energía; vi) gestión del agua; vii) infraestructuras; viii) infraestructura turística; ix) áreas de manejo; x) industria y utilidades.

19 Las fuentes revisadas se circunscribieron en un marco temporal, que va desde 1990 hasta 2105. El año 1990 corresponde a la caída de la última de las dictaduras de derecha de Sudamérica, en Chile. Y 2015, a la disponibilidad de información completa, donde se incorporan catastros existentes, como los del Environmental Justice Atlas,3 los del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA),4 los del Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (OCMAL)5 y los de la Coordinadora por la Defensa del Agua y la Vida.6 Además, se construyeron nuevos, levantados exclusivamente para este trabajo, a partir de prensa escrita y plataformas digitales nacionales, como los diarios La Tercera7 y El Mercurio, 8 más cercanos a la derecha

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política, y Radio Bío-Bío9, con sensibilidad de izquierda. Para el caso de la IED, se revisó la información del Banco Mundial y el Banco Central de Chile.

20 No obstante lo pertinente y adecuado que se considera el enfoque metodológico para los fines perseguidos, la información recopilada y su agrupación y forma de representación tienen limitantes insoslayables. Con relación a la recopilación y agrupación, se trabajó un mix entre bases de datos existentes y otras levantadas específicamente para este trabajo, y, si bien son diversas las fuentes desde las cuales se mapean los CA, especialmente en la escala nacional, estas se integran para formar una sola base de datos, sumergiendo con ello posibles hallazgos respecto de los sesgos inherentes a fuentes documentales como prensa, radio u organizaciones no gubernamentales, que suelen no abstraerse de sus grupos de interés y sesgos políticos (Aliste y Stamm 2016; Carmona y Jaimes 2015).

21 En segundo lugar, es necesario consignar que no es pretensión de este trabajo un desarrollo exhaustivo; más bien, persigue localizar espacialmente los CA levantados y generar una serie de cartografías para su interpretación, localizando y definiendo su naturaleza, no dando cuenta de su complejidad, naturaleza, magnitud o alcance geográfico. De aquí que se haya dejado como definición operativa la de CA, en su amplia acepción, dado que las bases de datos usadas y levantadas para localizar y cartografiar no hacen distinción si estos son CAL, CSA, o si son detonados por stockholders,10 stakeholders,11 o ambos.

22 Tampoco se puede desconocer, y he aquí el interés de cartografiar, que los mapas han sido históricamente objetos de poder, o de despoder, en este caso, por cuanto pueden ser utilizados para mostrar injusticias (Temper et al. 2014), punto relevante para esta materia.

23 El resultado del análisis e interpretación de la superposición de información, tanto la económica (con la IED) como la socioambiental (con los CA), expresada en gráficos y cartografías, fue dando consistencia a la hipótesis aquí planteada, pero también evidenció, en sentido clasificatorio, más que analítico, la existencia de cuatro tipos de países: i) alto en IED y alto en CA; ii) alto en IED y bajo en CA; iii) bajo en IED y bajo en CA; y iv) bajo en IED y alto en CA. Estos países, a su vez, y esto como parte de la propuesta interpretativa del trabajo, se plantean como ejemplificación de cinco categorías (ver el cuadro 1): i) países cumbres; ii) países meseta; iii) países ciénaga; iv) países valle; y v) países cantiles. Sin embargo, estas categorías no son únicas ni estáticas, y pueden ser precisadas, ajustadas o modificadas según cada caso, lugar y momento. También es necesario establecer que esta categorización es más bien descriptiva, y no necesariamente analítica.

Cuadro 1. Resumen de categorías identificadas

IED CA Clasificación Observaciones

Países cumbre. Alta fricción Correlación entre IED y CA, verificada por origen de no resuelta entre capitales de inversión detrás de los proyectos que + + concepciones espaciales, detonan los CA. Comunidades locales empoderadas pero globales y locales. con sistemas políticos centralistas.

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Alta IED y efectivos instrumentos jurídicos-políticos para Países meseta. Baja fricción la resolución de CA, dados a una mayor precisión de los entre concepciones derechos de propiedad privada, o a una mayor definición espaciales, globales y locales. de los bienes públicos. Comunidades locales empoderadas y sistemas políticos más descentralizados.

+ - Alta IED, relajo regulatorio, especialmente Países ciénaga. Alta fricción medioambiental, indefinición de bienes públicos y pero poca capacidad de derechos de propiedad privada, ausencia de mecanismos reacción o visibilidad por efectivos para la resolución de CA, comunidades locales parte de grupos locales. poco empoderadas o democracias cooptadas; no hay visibilidad de movimientos NIMBY.12

Correlación entre IED y CA, verificada por origen de Países valle. No se evidencia -- capitales de inversión detrás de los proyectos que tensión-fricción global-local. detonan los CA.

Comunidades locales empoderadas, alta visibilidad de Países cantiles. Economías grupos NIMBY. Alto dinamismo en la inversión nacional, periféricas con poca presencia pública o privada, e inexistencia o inoperancia de de flujos globales de capital - + instrumentos jurídicos-políticos para la prevención o pero alto CA; no dan cuenta de resolución de CA, que evidencia falencias en la precisión fricciones entre lo local- del derecho de propiedad privada, o indefinición de global. bienes públicos.

Fuente: elaboración propia con base en la interpretación de la cartografía y los gráficos, resultante del cruce de información económica y socioambiental.

IED y CA en Sudamérica

24 Para delinear el enfoque con el cual se quiere iluminar la cuestión de los CA es necesario contextualizar su surgimiento y proliferación, especialmente en Sudamérica y Chile. Así, es pertinente recordar las últimas décadas del siglo pasado, cuando se sentenció la planificación estatal como disciplina cuyos instrumentos distorsionaban e inhibían el funcionamiento de las leyes de mercado, y, por tanto, era necesario su desmonte (Hall 1996; Harvey 2007; 2009; Pérez 2004). Junto a ello, la apertura económica de posguerra y la expansión del pensamiento neoliberal fueron dando mayor protagonismo a los determinantes extralocales en la forma urbana y en la estructuración territorial (Friedmann 1992), expandiendo la idea de una ciudad y, por añadidura, un territorio, que se construía por una combinación de poderes sin identidad legible, sin asideros, sin transparencia, imposibles de manejar, y, por tanto, había que desistir de aquel vano intento y permitir el funcionamiento de las fuerzas invisibles del mercado (De Certeau 2002; Weber 1968). Para comprender el descrédito en el que cayó la planificación, vale la pena también tener en cuenta la conversión colectiva que se dio a favor de la visión neoliberal, donde el intervencionismo estatal fue sinónimo de “totalitarismo”, y el término eficacia se vinculó a la empresa privada, y la ineficacia, al servicio público (Bourdieu 1999).

25 La caída de las barreras regulatorias sobre los territorios nacionales y la disminución de la participación estatal en el desarrollo local fueron condiciones necesarias para la

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ampliación del espacio global de acumulación capitalista neoliberal, que dieron inicio con ello a una intensa competencia por la inversión privada y los flujos globales de capital. Para ello, los principales mecanismos empleados por los gobiernos occidentales involucraron la inversión en infraestructura, los subsidios y el relajo regulatorio (Fainstein 2010), transformando las economías locales a través de la privatización de tierras, recursos colectivos y servicios públicos, y suprimiendo formas no capitalistas de producción (Harvey 2004; Maricato 2011). Todo esto significó una reestructuración neoliberal, que también fue reconfigurando las relaciones entre nación, Estado y sociedad civil, abandonando las políticas de bienestar social en favor del emprendimiento orientado a la competitividad (Novy y Meyer 2009).

26 La política neoliberal trajo consigo el discurso de los derechos y libertades individuales, por sobre los de grupo, clase o colectividad, siendo parte de la reconfiguración sobre los procesos sociales que impone el modelo para abrir camino a la acumulación capitalista y el mercado de intercambio (Harvey y Potter 2009). Se abre paso, de este modo, a una concepción de derechos basada en la propiedad privada y prosperidad individual, derechos necesarios para la acumulación capitalista y el mercado de intercambio (Marcuse 2009). Sin embargo, a más de treinta años de la libertad neoliberal, lo que se puede observar es una inmensa concentración del poder. Cuanto mayor es la escala de desenvolvimiento de los tomadores de decisiones, mayor concentración del poder; y, por tanto, es menor el poder de la gente para incidir en los resultados y afectarlos (Marcuse 2009).

27 Esta visión neoliberal no tardó en llegar a Sudamérica, de la mano de sendas dictaduras que impusieron a fuerza el nuevo modelo (ver el gráfico 1), promoviendo desregulación, privatización y retirada del Estado (Meyer y Bähr 2001), desmontando las barreras de entrada al capital extranjero, y que al mismo tiempo eliminaban las legislaciones que regulaban al territorio, permitiendo, en una primera instancia, aumentar los flujos de capital internacional y la participación de actores privados en el desarrollo de proyectos tanto privados como de asociación público-privada. Esto generó espacios económicamente más abiertos, cuyas nuevas formas de urbanización y organización territorial han venido respondiendo cada vez más a lógicas neoliberales de comercialización y generación de valor, que a una proyección centralizada de un ideario colectivo.

28 En este contexto, la gran mayoría de los Estados sudamericanos detonaron procesos descentralizadores en favor de emergentes actores privados, dejando al mercado como el mejor asignador de los usos de suelo, en el entendido de que este maximiza beneficios y minimiza costos. Siguiendo a Coase (1960),13 si el objetivo era aumentar la eficiencia de todo el sistema, las externalidades que un proyecto de inversión podía provocar eran consideradas un problema de naturaleza recíproca entre las partes en conflicto, asumiendo que preservar la eficiencia de las actividades de mayor valor implicaría el sacrificio de los intereses de algunos (Acselrad et al. 2007). De este modo, la responsabilidad de los gobiernos era garantizar que los derechos de propiedad de las partes estuviesen lo suficientemente bien definidos, para que ellas pudieran negociar en forma válida. Sin embargo, la reestructuración capitalista sudamericana, montada durante la segunda mitad del siglo XX, ha estado fuertemente afectada, tanto por las importantes condiciones derivadas de las relaciones coloniales entre países como por las asimetrías de poder. Esto dio inicio a un período marcado por un aumento de las inversiones en proyectos ambientalmente conflictivos, lo que en los últimos años se ha

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visto disminuido, principalmente, por la desaceleración económica mundial y la incertidumbre generada en los inversores, tras los múltiples conflictos que no han encontrado canales formales y legitimados de resolución, tal como muestra el gráfico 1.

29 El gráfico 1 expone el importante aumento de los proyectos que, en el momento de su visibilidad social, construcción, puesta en operación, o posterior a ella, detonaron los CA. Es decir, lo que se aprecia aquí no sólo es una intensificación de la inversión, sino también un cambio de estándar social respecto de lo que es o no ambientalmente conflictivo. Entonces, es posible decir que el aumento de CA no sólo guarda relación con la apertura económica y la desregulación del territorio —o con las imprecisiones en los derechos de propiedad y la definición de los bienes públicos—, sino con un cambio social, porque, al igual que en su momento en los países desarrollados la globalización fordista significó la creación de un hombre y una sociedad nuevos (transformando el Estado, el mercado, los procesos de trabajo, valores, cultura, subjetividades, producción del espacio y formas de relación con el ambiente [Maricato 2009]), en América del Sur ha venido sucediendo algo similar, especialmente en la concepciones de justicia y en la forma de relacionarse y valorizar el medioambiente.

Gráfico 1. Proyectos generadores de CA y dictaduras modernas en Sudamérica, 1915-2015

Fuente: elaboración propia con base en el catastro de conflictos, en “Environmental Justice Atlas”, “Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales” y “Observatorio de Conflictos Mineros en América Latina”.

30 Se ha venido tomando conciencia de que la redistribución del poder de decisión sobre la inversión, el territorio y su estructuración, no siempre ha significado una redistribución de beneficios (Arnstein 1969); de hecho, en la mayoría de los países, la redistribución del poder ha significado una reconcentración de beneficios. Pero, más allá de si los Estados nacionales han reducido su tamaño en favor de actores privados, o se han reestructurado para ejercer un rol más dinámico en este nuevo escenario mundial, las profundas transformaciones político-económicas y jurídicas que

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ejecutaron los gobiernos sudamericanos, a fin de anexarse a la mundialización neoliberal y captar los flujos internacionales de acumulación capitalista, permitieron la neoliberalización de la naturaleza, la cosificación y fragmentación de esta, bajo la lógica de los recursos naturales; el agua se separa del suelo; este, del subsuelo y del bosque (Ávila-García 2016). Esta lógica ha venido chocando con la disposición de otros sujetos sociales que les dan otro sentido a sus territorios, muchas veces asociados a sus propias identidades, lo que estaría en el origen de la progresiva diseminación de los conflictos ambientales (Acselrad et al. 2010).

31 Para hacer compatible la mayor apertura y ampliación de los mercados, la intensificación de la base productiva exportadora primaria, la consiguiente presión sobre el medioambiente natural, la aparición masiva de conflictos ambientales (Sabatini 1999; Sabatini y Sepúlveda 1998), y en respuesta a la ola de judicializaciones de estos, el Banco Mundial propuso al continente mecanismos alternativos para la resolución de conflictos (Banco Mundial 1996). De este modo, entre 1995 y 1998, las legislaciones de varios países de América Latina fueron introduciendo mecanismos de arbitraje y resolución de conflictos (Acselrad et al. 2010). Pero esto no ha significado el fin de los CA. En la imagen 1 se puede apreciar un acumulado de la IED en las principales economías sudamericanas entre 2000 y 2015, y, en paralelo, un acumulado de CA registrados durante el mismo período. Al cruzar los datos se puede observar una correlación que, con diferencias, es relevante entre volumen de IED y número de CA, y que da un primer refuerzo a la hipótesis que coloca a los CA como trazas de fricción no resuelta entre escalaridades y concepciones espaciales distintas que se ejercen sobre un mismo espacio material. Lo que eventualmente, y dependiendo del nivel de descentralización política, de la democratización en la toma de decisiones y el empoderamiento ciudadano, sería una forma de relación entre grupos escalarmente distintos.

Imagen 1. Mapa de la IED y los CA en principales economías de América del Sur, 2000-2015

Fuente: elaboración propia con base en catastro de conflictos, en “Environmental Justice Atlas”, “Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales” y “Observatorio de Conflictos Mineros en América Latina”, 2000-2015.

32 Como parte de la herencia del Banco Mundial, Brasil y Colombia han desarrollado importantes estructuras judiciales para la mediación-conciliación de CA (Lunelli y Castillo 2014). Tal es el caso de las Agendas Interinstitucionales Ambientales (AIA) (Güiza et al. 2015), las consultas previas (Hillón 2014), la Resolución de Problemas

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Basados en Intereses (RPBI) (Vallejos 2008) o las Instituciones Anidadas (Vélez, Ramos y Alayón 2011) en Colombia; Brasil, por su parte, no se ha quedado atrás, siendo los Tribunales Arbitrales uno de los mecanismos de mayor uso (Oliveira, Zanquim y Battistello 2016). Pese a lo anterior, siguen liderando el ranking de CA en Sudamérica; sin embargo, existe una diferencia apreciable (ver imagen 1) que es necesario consignar; mientras que la IED de Brasil es casi 400% mayor que la de Colombia, es este último quien tiene asociada una mayor conflictividad ambiental. En otras palabras, Brasil, el país con el mayor volumen de IED, debería estar también en lo más alto de los CA, mas es superado por Colombia y Chile.

33 En la misma lógica planteada, dejando de lado una cantidad sustancial de información (que va desde datos generales hasta los casuísticos, que no son propósito de este trabajo identificar), y teniendo presente que sólo se están interpretando los datos aquí espacializados y dispuestos en la gráfica, se establecieron medias proporcionales al universo medido, a partir de lo cual se clasificaron los países de la siguiente forma:

34 Altos en IED y altos en CA; Chile, Perú.

35 Altos en IED y bajos en CA; Brasil, Argentina, Venezuela.

36 Bajos en IED y bajos en CA; Bolivia, Paraguay, Uruguay.

37 Bajos en IED y altos en CA; Colombia, Ecuador.

38 Para el primer caso (Chile y Perú), es posible hacer una primera conjetura en relación con la fricción no resuelta entre concepciones espaciales globales —trazadas por la IED, con actores inversores extranjeros que ven el territorio como un espacio de acumulación capitalista— y concepciones espaciales locales —señaladas por los CA, con actores que conciben su territorio desde una geografía de lo cotidiano y que tienen en él un valor de uso—. No son un dato menor las importantes causas ambientales judicializadas en la justicia ordinaria en ambos casos. Para el segundo grupo (Brasil, Argentina, Venezuela), igualmente alto en IED, pero bajo en CA, resulta relevante este cambio de tendencia, siendo posible aventurar que los motivos de Venezuela, dada su contingencia política, sean por la poca visibilidad pública de los CA, más que por la inexistencia de ellos.

39 Para el tercer grupo (Bolivia, Paraguay y Uruguay), su resultado es predecible, cuestión que no resta mérito para estudiar su explicación, dados los devenires históricos y contextos geográficos de cada uno. Los últimos en la lista son Colombia y Ecuador, que, al igual que el segundo grupo, escapan a la norma, pero en sentido inverso, es decir, a pesar de bajo IED, son altos en CA.

40 Lo que no se puede apreciar en la imagen 1 es la procedencia de los capitales que conforman la IED, cuestión que es abordada en la imagen 2, donde sí es posible identificar los países donde se localizan las casas matrices de las grandes corporaciones y transnacionales que invierten en Sudamérica. Esta desagregación también permite identificar el nivel de conflictividad ambiental que generan las inversiones en los contextos locales.

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Imagen 2. Mapa y gráfico de CA y origen de capitales de inversión en América del Sur, 2000-2015

Fuente: elaboración propia con base en catastro de conflictos, en “Environmental Justice Atlas”, “Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales” y “Observatorio de Conflictos Mineros en América Latina”, 2000-2015.

41 Siguiendo con la imagen 2, los capitales de origen canadiense son los de mayor conflictividad ambiental, suponiendo con ello que son los que tienen mayor impacto local; les siguen inversiones norteamericanas y españolas, y en un grado menor, Inglaterra, Sudáfrica, China y Australia. Cada punto puesto en el mapa localiza el origen del capital, o de la IED, que ha detonado un CA. Cada línea que se origina en estos puntos termina en la localización del conflicto que detona. Así, lo que se está localizando en el espacio son procesos de fricción y resistencia entre concepciones espaciales, globales y locales, con intereses distintos, contrapuestos y muchas veces incompatibles. Dependerá de cada caso, de cada realidad, si estos se transforman en momentos de elaboración y reelaboración de nuevos discursos y prácticas de los grupos e individuos, que, buscándolo o no, se ven inmersos en los CA y, por tanto, transformados en sujetos políticos, que, en su interacción, su contingencia y sus devenires, van definiendo y redefiniendo sus objetivos.

42 Sin duda, y como muestra la imagen 3, el panorama geográfico de los CA, por lo menos para el período 2000-2015, está en la costa oeste del continente y, en menor medida, en su costa este, circunscrita especialmente a Brasil, concentrándose preferentemente en la actividad de minería. Mucho más abajo, y en orden de prelación, están los vinculados a: 4) agricultura, silvicultura e industria forestal; 5) combustibles fósiles y energía; 6) administración de agua y energía. Los sigue un grupo minoritario, constituido por 7) infraestructura de transporte y telecomunicaciones; 8) industria química y de alimentos; y 1) energía nuclear.

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Imagen 3. Mapa y gráfico con CA, por localización y tipo, en América del Sur, 2000-2015

Fuente: elaboración propia con base en catastro de conflictos, en “Environmental Justice Atlas”, “Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales” y “Observatorio de Conflictos Mineros en América Latina”, 2000-2015.

43 Lo anterior está en línea con lo registrado y publicado en estudios de caso, como por ejemplo, las luchas por el agua en Argentina (Guerrero 2011; Guerrero et al. 2015), las disputas en contra de represas y trasvases de ríos en Colombia (Leguizamón 2015; Munévar y Valencia 2015), y Chile (Reyes y Rodríguez 2015), y por las actividades extractivas en Brasil (De Jesus y Gomes 2012), entre otras. Debe tenerse en mente que los problemas ambientales son inherentemente conflictivos, difíciles de cuantificar, identificar sus causas, responsables, y precisar quiénes se benefician y perjudican con ellos (Guimarães 1991). De aquí lo relevante de los estudios de casos, y más aún de los movimientos sociales que pueden suscitar.

IED y CA en Chile

44 Chile no ha sido la excepción en el continente; el déficit infraestructural al término del régimen militar (1989) se calculó en aproximadamente unos US$6.000 millones, lo que contrastaba con el presupuesto anual de US$300 millones del Ministerio de Obras Públicas (MOP), de los cuales tres cuartos se utilizaban en manutención, haciendo insalvable la brecha infraestructural con que había sido entregado el país, que no sólo se estimaba como déficit, sino que también se hablaba de la IED que inhibía. De este modo, el primer gobierno democrático tras el régimen decidió activar el sistema de concesiones consignado en el artículo 60 n.10 de la Constitución Política de 1980 y en el Decreto con Fuerza de Ley (DFL) del Ministerio de Obras Públicas (MOP), n.591 de 1982, donde el primero fijaba las normas que regularían la concesión de bienes del Estado, y el segundo especificaba la ejecución, reparación y manutención de las concesiones. La llegada de la democracia en 1990 y la decisión de mantener los pilares de la refundación económica y social implementada por el Régimen Militar desde 1973, hasta ese momento, se profundizaron con la eliminación de barreras que impedían el libre funcionamiento de las fuerzas de mercado, abriendo nuevos nichos para la inversión privada y provisión de infraestructura pública (Mattos y Riffo 2005).

45 Con la activación del sistema de concesiones y la apertura de nuevos mercados a la inversión privada, el relajo regulatorio, los incentivos a la inversión y la disminución de

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la carga impositiva establecida por el régimen militar se mantuvieron, al igual que la objetualización de la naturaleza, bajo la forma de recurso natural apropiable y explotable. De manera paralela fueron aumentando las inversiones en proyectos ambientalmente conflictivos. El gráfico 2 muestra los registros de proyectos que fueron generando conflicto; sin embargo, ha de tenerse en cuenta que estos son acumulativos, es decir, no se registra el inicio, y menos aún el cierre del conflicto (muchos de los presentes en los últimos años siguen vigentes y sin resolución aparente). Esto ocurre porque gran cantidad de CA se han judicializado al amparo de la justicia ordinaria, con procesos complejos, dilatados, y en tribunales que muchas veces no tienen las competencias, ni el expertise ambiental requerido.

Gráfico 2. CA y período de dictadura en Chile, 1915-2015

Fuente: elaboración propia con base en catastro de conflictos, en “Environmental Justice Atlas”, “Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales” y “Observatorio de Conflictos Mineros en América Latina”, “Coordinadora por la Defensa del Agua y la Vida”, más prensa chilena, Emol.cl, La Tercera y Radio Bío Bío.

46 Chile, en la clasificación planteada, está en el primer grupo, es decir alto-alto, pero los CA no se distribuyen homogéneamente sobre el país, ni tienen igual presencia las distintas categorías de CA. Al contrario, existen concentraciones significativas en número y tipo, las que quedan de manifiesto en la imagen 4. La región del país que concentra el mayor número de CA es la región Metropolitana (donde se encuentra la capital de Chile), pero casi la mitad de estos son por gestión de residuos, lo que está en línea con la concentración de población, que es cerca del 50% del país. La sigue la región del Bío-Bío, donde casi un tercio de los CA está asociado a la administración de agua y energía, y de esto, casi su totalidad se relaciona con la producción de energía (de la cual es exportadora neta). En tercer lugar está la región de Valparaíso, donde la mayoría de los CA se relacionan con los combustibles fósiles y la energía; cabe mencionar que en sus costas está la principal refinería estatal del país (Empresa Nacional del Petróleo,

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ENAP). Estas tres regiones, en el mismo orden, son las principales concentraciones poblacionales. Después siguen las regiones de Atacama y de Aisén, respectivamente, y con la misma cantidad, ocupando el sexto lugar, están las regiones de Coquimbo, Araucanía, Los Ríos y Los Lagos.

Imagen 4. Mapa y gráfico de CA en Chile, desagregados por región y tipo prevalente, 1990-2015

Fuente: elaboración propia con base en catastro de conflictos en “Environmental Justice Atlas”, “Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales” y “Observatorio de Conflictos Mineros en América Latina”, “Coordinadora por la Defensa del Agua y la Vida”, más prensa chilena, Emol.cl, La Tercera y Radio Bío Bío.

47 En el gráfico de la imagen 4, ordenado en la horizontal desde la zona norte, al extremo izquierdo, hasta la zona sur, por el derecho, es posible apreciar cómo en las primeras regiones —las del norte— predominan los CA de clasificación minera. En la zona centro predominan los del tipo (3) (gestión de residuos). En el centro sur, los (4) (agricultura, silvicultura e industria forestal), y (5) (combustibles fósiles y energía). En las regiones del sur, la mayoría son CA del tipo (6) (administración de agua y energía).

48 Tomando en cuenta lo anterior, es pertinente presentar la diferencia que plantea Storper (citado en Veltz 1999) entre procesos de territorialización y de localización de actividades, por cuanto el primero significa una ubicación en el territorio dependiente de la fuente de recursos, territorialmente específicos, activos locales en los que se incluye necesariamente la proximidad geográfica, cuestión que no se da en la localización, donde esta es una opción, una estrategia. Es decir, los CA extractivistas, tanto los mineros del norte como los de explotación hidroenergetica del sur, se originan por procesos de territorialización, donde no hay alternativas de ubicación, no es posible trasladar el filón de cobre o el salto de agua. En contrapartida, los CA de la zona central son producto más bien de estrategias de localización, infraestructuras que tienen posibilidad de relocalización.

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Gráfico 3. Tipos de CA e IED, por sector, en Chile, 1990-2015

Fuente: elaboración propia con base en catastro de conflictos, en “Environmental Justice Atlas”, “Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales” y “Observatorio de Conflictos Mineros en América Latina”, “Coordinadora por la Defensa del Agua y la Vida”, más prensa chilena, Emol.cl, La Tercera, Radio Bío Bío y Banco Central de Chile.

49 Para el período catastrado se logró identificar, tanto en las bases de datos consultadas como en las levantadas para este trabajo, un total de 201 CA, donde, al reagruparse por tipo (ver el gráfico 3), se aprecia una alta participación de la actividad extractivista, especialmente del tipo (2) (minería), sólo superada por los vinculados al tipo (6) (gestión del agua y energía). Los siguen, correlativamente, combustibles fósiles y energía; gestión de residuos; infraestructura y transporte; industria química y de alimentos; agricultura, silvicultura e industria forestal; y marginalmente, energía nuclear. Lo primero que se puede concluir es que el cambio productivo y el giro económico que se han venido dando en los últimos años hacia los servicios se ven reflejados en la alta participación de las infraestructuras, en especial de trasporte y gestión de residuos, agua y energía, sobre todo en las regiones centrales y más pobladas del país. A la vez, también es cierto que la matriz productiva primaria sigue estando muy presente, especialmente en los extremos norte y sur. Cuestión que hace pensar que la forma en que en los próximos años se resuelvan o aborden los CA tendrá diferencias geográficas significativas, en atención a las condiciones ya expuestas.

50 Otra cuestión relevante que es posible extraer del gráfico 3, donde se desagrega la IED por rubro asociado a tipo de CA, es el correlato directo entre IED y CA, que, si bien está siempre presente, se da de forma desigual, siendo nítido en el caso de los CA de los tipos 2, 5, 6, 7 y 8. Llama la atención lo que ocurre con los tipo 3 (gestión de residuos), donde la inversión es la más baja, pero la conflictividad asociada a ello es la tercera, en términos del número de conflictos. Esto, en parte, se puede explicar por la cercanía de estas inversiones a centros altamente poblados.

Consideraciones finales

51 El espacio mundial es la arena en la cual los conflictos entre los distintos grupos toman lugar. El auge del neoliberalismo, la desestabilización del sistema fordista y el fin de los contrarrelatos, como lo fue en su momento el comunismo, han generado una fuerte redistribución de objetivos que ha tensionado la escala global de acumulación

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capitalista, la nacional facilitadora, la regional cooptada por el centralismo y la local de resistencia.

52 Los conflictos ambientales y su estudio, por lo menos en Sudamérica, han estado principalmente dirigidos a los estudios de caso. De aquí que el enfoque desarrollado en este trabajo se considere novedoso, por cuanto propone una primera clasificación de países, integrando dos datos gruesos pero significativos, uno histórico-económico — Inversión Extranjera Directa— y otro socioambiental —conflictos ambientales—, lo que permite construir una panorámica sobre la cual se desprenden observaciones iniciales que pueden dar pábulo a posteriores trabajos de profundización, donde se integren otras variables.

53 La fortaleza de la metodología está en su simplicidad y capacidad de ganar complejidad, a medida que se tenga mayor información disponible, abriendo, sin embargo, una primera clasificación, que expone condiciones predecibles, pero también singularidades, anomalías, identificadas bajo las consignas alto-bajo, bajo-alto, que relativizan la hipótesis exploratoria que guio este trabajo. Otra fortaleza es la relativamente fácil actualización de la información necesaria para aplicar la clasificación y activar la discusión, siendo replicable en otros continentes y escalas.

54 La debilidad del método planteado está en que no explica el porqué de lo que expone, no relaciona causalidades, aunque aquí se ha arriesgado una hipótesis sobre ello que debe ser comprobada país a país. Otra limitante es la parcialidad, y también el posible sesgo de la información levantada. Pese a ello, sigue considerándose un interesante y perfectible método para enriquecer la discusión más allá de los estudios de caso.

55 En relación con la hipótesis exploratoria, la aproximación a escala continental y nacional visibilizó la correlación entre CA e IED. Sin embargo, también fue posible identificar casos donde esto no es claro. Ambas condiciones son relevantes, puesto que la primera refuerza la hipótesis exploratoria que guio esta pesquisa, mientras que la segunda abre nuevas líneas de investigación en relación con la precisión de los factores de desacoplamiento.

56 Con todo, es posible decir que un conflicto ambiental no es únicamente una disputa con relación a condiciones medioambientales o de equidad, tampoco es sólo la evidencia de asimetrías de poder no resueltas, o la movilización de élites para conservar sus condiciones de vida, sino que es la colisión de concepciones espaciales en contraposición, construidas por grupos sociales con intereses y escalas distintos, desencuentro entre espacios concebidos desde las globales lógicas de acumulación capitalista y desde las lógicas locales de lo cotidiano, pero que se levantan sobre un mismo espacio material. Esta fricción y este desencaje son de interés, en la medida que proporcionan una nueva lectura de los CA, que cuestiona si su resolución pasa sólo por la escala local o nacional, o necesariamente se debe imbricar la escala global, con lo que se amplían y, posiblemente, reestructuran el orden de significación y las escalas que se requiere establecer para discutir y resolver los CA.

57 Por último, la propuesta antepone un necesario ejercicio de resignificar la variable espacial como una cuestión fundamental en la comprensión amplia de los CA, abriendo la discusión hacia nuevos mecanismos de gobernanza territorial, cuyo fin sea establecer estribaciones significativas entre las distintas concepciones espaciales, globales y locales, que sobre un mismo espacio se pueden construir y pugnar, rubricando el ajuste

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bidireccional propio de estos procesos. Es decir, lo local se ajusta a lo global, y lo global a lo local, promoviendo las condiciones para simetrías mínimas de poder.

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NOTAS

1. Los CAL son más propios de las áreas urbanas, y estos pueden ser variados, como los conflictos generados por la instalación de termoeléctricas en ciudades, como en el caso de Bocamina II en Coronel (Chile) (Azocar y Napadensky 2014), o incluso detonados por la construcción de edificios en altura, como los conflictos documentados para el caso de Buenos Aires (Argentina) (Azuela y Cosacov 2013). 2. Un ejemplo de CSA es el documentado entre los proveedores y administradores de infraestructura vial y los aborígenes Tipnis, en Bolivia (De la Cuadra 2015). Aquí, la discusión es quién tiene derecho sobre las tierras, si los pueblos originarios, dado el uso ancestral que hacen de estas, o las empresas detrás del desarrollo vial. 3. https://ejatlas.org 4. http://olca.cl/oca/index.htm 5. https://www.ocmal.org/ 6. http://www.derechoalagua.cl 7. http://www.latercera.com 8. http://www.emol.com 9. http://www.biobiochile.cl 10. Stockholders o accionistas, llevado al ámbito de los conflictos ambientales, especifica aquellos actores, personas u organizaciones que tienen propiedades comprometidas en un conflicto. 11. Stakeholders o partes interesadas, término que, llevado al ámbito de los conflictos ambientales, especifica aquellos actores, personas u organizaciones que, aunque no tienen propiedades comprometidas en el conflicto, si sienten afectados sus intereses. 12. NIMBY, acrónimo anglosajón de Not in My Back Yard, que es como se señala a los movimientos ciudadanos que se detonan y organizan como reacción a un conflicto ambiental (Horah y Heather 1993). 13. La intervención del gobierno tal vez es innecesaria. Según Coase (1960), nada impide que los actores negocien. Hay normas y convenciones con respecto a las externalidades; quién sea el contaminador o el contaminado dependerá de la legislación. El gobierno debería hacerse a un lado y dejar que las partes involucradas solucionen directamente sus problemas.

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RESÚMENES

El artículo observa los Conflictos Ambientales (CA) en Sudamérica y Chile como acontecimientos tensionados por la confrontación de concepciones espaciales distintas, pero levantadas sobre un mismo espacio material. Para argumentar esto, y recurriendo a datos del Banco Mundial, Environmental Justice Atlas, Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA), Observatorio Conflictos Mineros en América Latina (OCMAL), Banco Central de Chile, Coordinadora Defensa del Agua y la Vida, prensa y radio nacional, se realizaron un levantamiento y localización de los CA, orígenes de sus capitales, e Inversión Extranjera Directa (IED). El resultado de las cartografías, y sus cruces, evidenció la relación entre concentración espacial de CA e IED, dando cuenta de una fricción no resuelta entre espacios concebidos desde lo local y lo global.

The article oversees the Environmentas Conflicts (CA as per its Spanish acronym) in South America and Chile caught through the confrontation of different conceptual spaces, but rising from the same material space. For this argument and retrieving data from the World Bank, Environmental Justice Atlas, Latin American Observatory for Environment Conflicts (OLCA as per its Spanish acronym), Observatory of Mining Conflicts in Latin America (OCMAL as per its Spanish acronym), Central Bank of Chile, Life and Water Defence Coordinator and national press and radio, a lifting and location of the CA’s capital sources and Direct Foreign Investment (IED as per its Spanish acronym) was undertaken. The result from the mapping and its crossings provided evidence of the relationship between the space concentration of CA and IED, noticing a non-solved friction between spaces conceived from the local and the global.

O artigo observa os Conflitos Ambientais (CA) na América Latina e no Chile como acontecimentos impulsionados pela confrontação de diferentes concepções espaciais, que são, porém, levantadas sobre um mesmo espaço material. Para argumentar isso, recorrendo a dados do Banco Mundial, Environmental Justice Atlas, Observatório Latino-americano de Conflitos Ambientais (OLCA), Observatório de Conflitos Mineiros na América Latina (OCMAL), Banco Central do Chile, Coordenadora de Defesa da Água e da Vida, imprensa e rádio nacional, foi realizado um levantamento e localização dos CA, origens de seus capitais e Investimento Estrangeiro Direto (IED). O resultado das cartografias e seus cruzamentos evidenciou a relação entre concentração espacial de CA e IED, dando conta de uma fricção não resolvida entre espaços concebidos desde o local e o global.

ÍNDICE

Palabras claves: inversión extranjera directa, espacios locales, conflictos ambientales Temas: Suramérica, Chile Palavras-chave: investimento, estrangeiro direto, espaços locais, conflitos ambientais Keywords: direct foreign investment, local spaces, environment conflicts

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AUTORES

AARON NAPADENSKY

Doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Profesor, investigador y director del Laboratorio de Estudios Urbanos del Departamento de Planificación y Diseño Urbano de la Universidad del Bío-Bío (Chile). Sus principales líneas de investigación son: procesos de metropolización y transformación funcional de los sistemas urbanos, conflictos ambientales, territorio y espacio urbano. Dentro de sus últimas publicaciones se encuentran: “Centros tradicionales, nuevas centralidades y descentralización en metrópolis intermedias latinoamericanas: Caso del Gran Concepción, Chile”. Cuaderno Urbano 21 (21): 29-56, 2016; y “Espacios genéricos y apropiaciones sociales en centros comerciales. El caso del mall Plaza del Trébol en el área metropolitana de Concepción, 1994-2012” (en coautoría). Revista: Urbano 18 (31): 32-51, 2015. Anapaden[at]ubiobio.cl

RICARDO AZOCAR

Arquitecto de la Universidad del Bío-Bío. Colaborador del Departamento de Planificación y Diseño Urbano de la Facultad de Arquitectura, Construcción y Diseño de la Universidad del Bío- Bío. Sus principales líneas de investigación son: conflictos ambientales locales e infraestructuras, y las intervenciones arquitectónicas y paisaje. r.azocar.u[at]gmail.com

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Asociaciones de inmigrantes, Estados y desarrollo entre España y Colombia. ¿Un nuevo campo social transnacional? Immigrants Association, States and Development between Colombia and Spain. A New Transnational Social Space? Associações de imigrantes, Estados e desenvolvimento entre Espanha e Colômbia. Um novo campo social transnacional?

Joan Lacomba Vázquez y Alexis Cloquell Lozano

NOTA DEL EDITOR

Fecha de recepción: 23 de junio de 2016 Fecha de aceptación: 15 de diciembre de 2016 Fecha de modificación: 05 de febrero de 2017 DOI: https://dx.doi.org/10.7440/res61.2017.04

NOTA DEL AUTOR

El artículo se basa en los resultados del proyecto de investigación titulado “Diásporas y codesarrollo desde España. El papel de las asociaciones de inmigrantes en el desarrollo de los países de origen” (Ministerio de Ciencia e Innovación, CSO2011-22686). En él, además de Colombia, se incluyó el estudio de Argelia, Bulgaria, Ecuador, Mali, Marruecos, Rumanía y Senegal. Con posterioridad, hemos iniciado una nueva investigación que analiza las relaciones entre asociaciones de inmigrantes y organizaciones de desarrollo españolas, titulada “El aporte del asociacionismo

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inmigrante a la sociedad civil española” (MINECO/FEDER, CSO2015-66181-R), y de la que también empleamos alguna información aquí.

1 Cómo citar: Lacomba Vázquez, Joan y Alexis Cloquell Lozano. 2017. “Asociaciones de inmigrantes, Estados y desarrollo entre España y Colombia. ¿Un nuevo campo social transnacional?”. Revista de Estudios Sociales 61: 44-57. https://dx.doi.org/10.7440/ res61.2017.04

Introducción

2 La migración de los colombianos constituye uno de los flujos más importantes de personas en el mundo. El caso de la migración entre Colombia y España es uno de los más significativos, habiendo adquirido en las dos últimas décadas una notable envergadura numérica y contribuyendo a incrementar los lazos y conexiones entre ambos países. Según las estimaciones del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, en 2015 habría 4.7 millones de migrantes colombianos en el mundo, el 34,6% de los cuales estarían ubicados en Estados Unidos, el 23,1% en España, el 20% en Venezuela, el 3,1% en Ecuador y el 2% en Canadá. En el caso de España, la cifra de inmigrantes colombianos habría sufrido importantes variaciones en los últimos años como consecuencia de la crisis económica española y el retorno provocado tanto por esta como por la mejora de algunos de los indicadores económicos en Colombia. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), de acuerdo con los datos proporcionados por el Padrón Municipal de Habitantes, los colombianos en España (o bien manteniendo su nacionalidad de origen o con nacionalidad adquirida española) alcanzaban en 2015 un total de 347.506, habiéndose reducido su población en 28.655 personas desde que en 2010 se alcanzó la cifra máxima de 376.161 colombianos (ver el gráfico 1).

Gráfico 1. Población colombiana en España (2002-2015)

Fuente: elaboración propia a partir de datos obtenidos del INE.

3 Las asociaciones creadas por los propios migrantes —como luego veremos— también han alcanzado una cifra considerable y, un buen número de ellas, han puesto en marcha actividades tanto en el país de acogida como en el de origen. Al mismo tiempo, tanto el Estado colombiano como el español han desplegado nuevas políticas que han contribuido a articular y amplificar esta nueva realidad, como es el caso de las políticas diaspóricas diseñadas por Colombia o las políticas de codesarrollo diseñadas por parte de España, abriendo así una nueva ventana de oportunidad para los migrantes y su acción transnacional.

4 Este tipo de procesos y convergencias entre la acción de los migrantes y los Estados no resultan exclusivos del caso colombiano y pueden extenderse a muchos otros países con importantes flujos migratorios, como muestra, por ejemplo, el estudio de Iskander (2010) sobre Marruecos y México, a los que se refiere como “Estados creativos” que habrían tenido que acomodarse progresivamente al creciente influjo de los migrantes en los planos económico, social y político. A este respecto, Guarnizo (2006) habla precisamente de Colombia como una nueva formación social transnacional, que sería la “expresión de una forma no conocida de Estado-nación, de nuevas formas de identidad nacional, de maneras recientes de ser ciudadano”, destacando a su vez que “las implicaciones teóricas y prácticas de las formaciones transnacionales son múltiples,

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pero aún no comprendidas claramente y, hasta hace poco, ignoradas por analistas de la mundialización contemporánea” (Guarnizo 2006, 101).

5 Estas nuevas realidades transnacionales, cuyo alcance se discute en ocasiones, han sido objeto de una creciente atención en los medios académicos, dando lugar a un cuerpo considerable de investigaciones que han tratado de dar cuenta de las conexiones y los impactos múltiples que serían capaces de producir las migraciones (Levitt y Sørensen 2004).

6 En este artículo, nuestro principal interés reside en profundizar en el análisis de la dimensión y el potencial transnacional de las prácticas de desarrollo de las asociaciones de inmigrantes colombianos residentes en España. La hipótesis de fondo del artículo es que, en el marco de las transformaciones generadas por la intensa migración de las últimas décadas entre Colombia y España, la acción de los migrantes y sus organizaciones, junto con el papel de los Estados colombiano y español, habrían permitido crear nuevos vínculos y contribuido a dibujar un campo social transnacional, hasta ahora inexistente, conectándose y conectando a instituciones de desarrollo del país de destino y el de origen, así como a organizaciones sociales de uno y otro lado, sin olvidar a los mismos migrantes y a las comunidades locales.

7 Los datos que tomamos como base para la elaboración del artículo proceden fundamentalmente de una investigación realizada en España entre 2011 y 2014, con el objetivo de conocer la participación de las asociaciones de inmigrantes en el desarrollo de sus países de origen a través de diferentes proyectos. Este estudio se llevó a cabo en tres fases. Una primera etapa exploratoria, en la que se procedió a construir un mapa de las asociaciones de inmigrantes en España, a partir de la búsqueda en los registros nacionales y autonómicos existentes, y que nos permitió identificar un total de 124 agrupaciones de inmigrantes colombianos. A esta le siguió una fase de corte cuantitativo, en la que se trató de encuestar a los representantes de las asociaciones identificadas previamente, obteniendo respuesta de 26 de ellas.1 Finalmente, en la tercera fase, de carácter cualitativo, sobre un total de 15 asociaciones que en la fase de encuesta habían manifestado contar con proyectos de desarrollo en Colombia, se procedió a entrevistar 8 de ellas.2

8 Para poder desarrollar nuestra argumentación y mostrar los resultados obtenidos en nuestro estudio, en el primer apartado del artículo nos centramos en los principales aportes de la perspectiva transnacional en los estudios migratorios y las asociaciones de inmigrantes, así como en la discusión de la noción campo social transnacional. En el segundo apartado, mostramos el perfil y el papel de la diáspora asociativa y la creciente implicación de los Estados de origen y de destino en el diseño e implementación de políticas que afectan a la acción transnacional de los migrantes y sus asociaciones. En la tercera parte del artículo, mostramos los principales resultados de nuestra propia investigación, analizando la incidencia en la acción que presentan las asociaciones en torno a su vinculación con redes verticales (organismos oficiales) y redes horizontales (organizaciones de la sociedad civil). En último lugar, discutimos los principales hallazgos de acuerdo con la hipótesis inicial del artículo y procedemos a extraer una serie de conclusiones en torno a la cuestión que nos ocupa.

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Transnacionalismo y campos sociales en la migración

9 Desde hace ya más de dos décadas, el transnacionalismo se ha convertido en un fenómeno reconocido en los medios científico-académicos y, a su vez, en un enfoque de investigación ampliamente aceptado y empleado en los estudios migratorios. Basch, Glick Schiller y Szanton Blanc (1994) definieron originalmente el transnacionalismo como “el conjunto de procesos por los cuales los inmigrantes crean y mantienen relaciones sociales multidimensionales que vinculan las sociedades de origen con las de destino”. Las tres autoras destacaron: “llamamos a estos procesos transnacionales para enfatizar que hoy en día muchos migrantes construyen campos sociales que cruzan fronteras geográficas, culturales y políticas”, al tiempo que definieron los campos sociales transnacionales como “un conjunto de múltiples redes enlazadas de relaciones sociales, a través de las cuales se intercambian, organizan y transforman de manera desigual las ideas, las prácticas y los recursos” (Basch, Glick Schiller y Szanton Blanc 1994, 7).

10 Con posterioridad, esta primera formulación ha sido retomada por numerosos autores para ser aplicada en la investigación de diferentes aspectos asociados al fenómeno migratorio, tanto en el ámbito económico como en el social, político o cultural, al tiempo que ha sido ampliada o matizada. A este respecto, se ha discutido sobre la misma novedad del transnacionalismo, cuando Portes, Guarnizo y Landolt (1999) sostienen que la aplicación del lente transnacional ha permitido hacer visible algo que ya estaba ahí, pero que ahora se ve con mayor nitidez y en toda la extensión, que habría facilitado el uso de las nuevas tecnologías.

11 Al mismo tiempo, las múltiples conexiones creadas por los migrantes en diversos ámbitos han generado también la discusión en torno a su capacidad de superar y alterar, hasta cierto punto, los límites impuestos por las fronteras nacionales o de actuar como contrapeso a los propios Estados (Waldinger y Fitzgerald 2004). De modo que, frente a un cierto optimismo por parte de los pioneros del transnacionalismo, en su énfasis por cuestionar al nacionalismo metodológico, también han surgido voces que cuestionan el sobredimensionamiento de la capacidad de los migrantes para alterar las realidades nacionales.

12 Sin embargo, existe un amplio consenso en torno al creciente papel de los migrantes en un contexto de conexiones cada vez más intensas entre lugares de origen y destino, pero sin olvidar el rol de los Estados, el mercado y otras instituciones intermedias (Faist 2006). Así, el mismo Faist (2008) ha destacado el protagonismo otorgado a las asociaciones de inmigrantes como agentes de desarrollo, en el marco de los renovados debates sobre el vínculo entre migraciones y desarrollo, impulsados por los grandes organismos internacionales y algunos Estados de origen y destino de la migración. Este impulso a las asociaciones no estaría exento de tensiones, especialmente cuando — como se verá— los Estados tratan de estructurar los nuevos campos sociales transnacionales, o bien como forma de control de la migración, o bien para aprovechar en mayor medida los flujos de remesas.

13 Por encima de esos debates, las asociaciones de inmigrantes se han convertido desde hace tiempo en objeto de estudio frecuente del transnacionalismo, con base en su potencial para generar vínculos entre los lugares y las comunidades de origen y destino. Uno de los primeros estudios sobre las organizaciones de migrantes con un enfoque transnacional, que además incorporaría el concepto remesa social, fue el

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llevado a cabo a finales de los noventa por Levitt en torno a la migración dominicana hacia Estados Unidos y su acción política y social en uno y otro lado, lo que la llevaría a hablar de organizaciones propiamente transnacionales. En su libro The Transnational Villagers (2001), Levitt logró mostrar cómo estas organizaciones activas, tanto en el país de origen como en el de destino, protagonizaban un desarrollo comunitario transnacional, incidiendo en los asuntos políticos y en el bienestar material de sus comunidades. Esta realidad ha sido desvelada por diversos autores también en otros países, como en los casos de las asociaciones de inmigrantes en México (Escala 2005; Goldring 2002; Moctezuma 2005), Marruecos (Lacroix 2005) y Filipinas (Asís, Baggio y Myra 2010). Otros estudios clave, como los de Portes, Escobar y Walton (2006), o los más recientes de Pries y Sezgin (2012) y Portes y Fernández-Kelly (2015), también han destacado la importancia creciente de las organizaciones de migrantes. En el caso, por ejemplo, de Portes, Escobar y Walton, estos hablan de las organizaciones transnacionales de migrantes como organizaciones colectivas que impulsan proyectos en sus países o comunidades de origen, y consideran que “el peso de la evidencia empírica aporta una prueba vigorosa acerca del carácter novedoso de estas prácticas y su importancia estructural para las regiones de origen y para las propias comunidades de inmigrantes” (2006, 5).

14 Como venimos diciendo, y en paralelo con su creciente protagonismo, el asociacionismo migrante y las organizaciones de la diáspora han sido objeto de un número significativo de estudios en los últimos años, tanto a nivel internacional (Sørensen 2007) como en España (Giménez 2006; Lacomba 2015). En el caso español, las investigaciones han coincidido en destacar el dinamismo de las asociaciones de inmigrantes, pero también la debilidad estructural de estas organizaciones (Albert y Gadea 2009; Aparicio y Tornos 2010; Cloquell 2014; Garreta 2007; Gómez Gil 2006). Sin embargo, y pese a dicha debilidad estructural, existe una importante implicación por parte de las asociaciones en acciones de desarrollo en origen (Lacomba y Cloquell 2014; Sanmartín 2011), un comportamiento en el que las asociaciones de migrantes colombianos han adquirido un lugar destacado.

15 Desde nuestro punto de vista, y esta es nuestra principal hipótesis, la extensión de las prácticas de las asociaciones de inmigrantes descritas en los estudios citados habría dado lugar, en determinados casos —como ocurre con la migración colombiana—, a la emergencia de un nuevo campo social transnacional, al hacer converger la acción de las primeras en las políticas desplegadas por los Estados de origen y destino. A su vez, entendemos el campo social transnacional, siguiendo la formulación de Itzigsohn (1999, 317), como un campo relevante de acción y referencia para un importante grupo de personas en el país de origen y para la diáspora en el exterior. De este modo, el campo social transnacional que abordamos estaría constituido por el entrelazamiento de distintas redes verticales y horizontales vinculadas tanto a los mismos migrantes y sus comunidades de origen como a las instituciones políticas de Colombia y España.

La diáspora asociativa colombiana y el papel de los Estados de origen y destino

16 La diáspora asociativa colombiana ha adquirido un volumen notable en las últimas décadas. De acuerdo con el Directorio de Asociaciones de Colombianos en el Mundo, creado por el Ministerio de Relaciones Exteriores,3 dentro de las acciones del plan

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Colombia Nos Une, en la actualidad se tiene constancia de la existencia de un total de 670 entidades, repartidas por todo el mundo, aunque el número real sea, posiblemente, muy superior. En España, y de acuerdo con nuestra propia investigación, el número de asociaciones supera ampliamente el centenar (124 asociaciones identificadas a partir de los registros nacionales y autonómicos), y sólo en la Comunidad de Madrid, la investigación de García Burgos (2015) identificó un total de 41.

17 A partir de las 28 organizaciones de inmigrantes colombianos analizadas en el trabajo de García Burgos —de un total de 41 identificadas—, el autor construye una tipología que incluye tres grupos de organizaciones: el primer grupo, constituido por cuatro asociaciones, se caracterizaría por su elevada formalización, continuidad en el tiempo, alta implantación social, institucionalización política, diversificación de prácticas y presencia en redes nacionales e internacionales (a este primer grupo pertenecerían las asociaciones Aesco, Aculco, Amigos MIRA y Nativos de Macondo); el segundo grupo estaría constituido por una docena de asociaciones de carácter formal, implantación social focalizada, institucionalización política media y presencia en redes nacionales y locales; y por último, el tercer grupo estaría formado por otras 12 asociaciones de carácter semiformal, baja implantación social, débiles institucionalmente y sin apoyos institucionales, así como basadas en la autogestión y la movilización de capital social (García Burgos 2015, 110).

18 La investigación de García Burgos destaca el elevado número de asociaciones colombianas que desempeñan prácticas transnacionales de carácter social o político (en su estudio, 19 de las 28 que componen la muestra), incluso entre las asociaciones pequeñas, aunque sólo siete de ellas lo hacen como actividad principal (2015, 288). Este estudio también establece una clara distinción entre las asociaciones grandes y las pequeñas: las primeras, con una mayor profesionalización y acceso a la financiación pública, tendrían la capacidad de “orientar las políticas públicas, inducir programas de intervención e incluso promover convocatorias, participar en ellas y condicionar sus resultados” (2015, 360), y desarrollarían prácticas transnacionales tanto a nivel institucional como informal; las segundas basarían su fuerza en la movilización del capital social a través de las redes y desarrollarían también prácticas transnacionales, aunque estas últimas se limitarían al ámbito de lo que se ha denominado “codesarrollo espontáneo” o prácticas autogestionadas (2015, 361).

19 Si atendemos al perfil de las 26 asociaciones de migrantes de origen colombiano en España encuestadas en nuestro estudio (ubicadas principalmente en Andalucía, Cataluña, Comunidad de Madrid, Comunidad Valenciana, Islas Baleares, Islas Canarias, La Rioja, Región de Murcia y País Vasco), podemos observar que la mayoría fueron creadas a partir del año 2000. Sin embargo, existen varias organizaciones con una larga trayectoria a nivel nacional que fueron creadas a principios de los noventa, como es el caso, por ejemplo, de las organizaciones Aesco, Aculco y Asociación Colombiana en Valencia (Acolval). En relación con el ámbito de implantación, un gran número de ellas están establecidas a nivel autonómico (comunidad autónoma) y a nivel nacional (en varias comunidades autónomas a la vez). No obstante, existe un porcentaje significativo de organizaciones implantadas a nivel internacional (46,2%), ya sea con presencia o sin ella en el país de origen. Ello, como veremos más adelante, permite poder incidir en dos espacios diferentes (aquí y allí) y movilizar recursos en acciones que se enmarcan dentro de las iniciativas propias de la cooperación al desarrollo.

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20 Del mismo modo, los resultados de nuestro estudio señalan cierta heterogeneidad en torno al tamaño de las organizaciones. Por un lado, observamos aquellas entidades con una membresía no superior al centenar de socios (38,5%), y por otro, las que superan el millar de miembros (26,9%), especialmente en aquellas entidades que presentan una larga trayectoria en su ciclo de vida, y, por tanto, se encuentran muy consolidadas en España. Asimismo, el 84% de las entidades forman parte de alguna federación, ya sea colombiana o relacionada con el ámbito de la migración en España. En relación con los recursos, cabe señalar que el 69,2% de las entidades dispone de un espacio físico propio (local) en el que pueden realizar las actividades de la asociación, y que el 46,3% dispone de personal contratado, en muchos casos especializado en el diseño y la gestión de proyectos concurridos a través convocatorias públicas. Al mismo tiempo que, aunque todas recurren a la financiación propia de manera diferente (cuotas mensuales, actividades para recaudar fondos, entre otras), en el 46,2% de las organizaciones, el principal monto de recursos económicos es facilitado por la administración española, ya sea a nivel municipal, autonómico o estatal. Por último, cabe señalar que más de la mitad de las asociaciones colombianas encuestadas (57,7%) llevan a cabo actividades relacionadas con la promoción del desarrollo en el país de origen.4

21 Por otra parte, si comparamos los elementos estructurales que distinguen las organizaciones que intervienen en el desarrollo de sus comunidades de origen de aquellas que no lo hacen (ver la tabla 1), podemos constatar que las organizaciones que participan en mayor grado en acciones de desarrollo en los lugares de origen son aquellas que se encuentran implantadas a nivel internacional, pertenecen a una federación,5 disponen de personal propio contratado y cuentan con financiación pública española.

Tabla 1. Características estructurales y funcionales de las asociaciones de migrantes colombianas y tipo de participación en actividades de desarrollo en lugares de origen.

Participación Sí (%) No (%)

Año de creación

Hasta el 2000 100

Entre 2001 y 2005 50 50

Entre 2006 y 2010 71,4 28,6

Después de 2010 100

Ámbito de implantación**

Local/municipal 50 50

Provincial/autonómico 25 75

Nacional 25 75

Internacional 91,7 8,3

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Número de socios

Menos de 100 40 60

Entre 100 y 500 60 40

Entre 501 y 1000 75 25

Más de 1000 71,4 28,6

Pertenencia a una federación*

Sí 66,7 33,3

No 100

Disposición de local

Sí 61,1 38,9

No 33,3 66,7

Personal contratado*

Sí 83,3 16,7

No 35,7 64,3

Financiación*

Propia 57,7 42,3

Española 66,7 33,3

Colombiana 20 80

Nota: *p< ,05; **p< ,01 Fuente: elaboración propia.

22 Atendiendo al ámbito de intervención y a los beneficiarios de dichas iniciativas, cabe señalar que nos encontramos con experiencias de diversa índole. En esta línea, observamos un porcentaje elevado de proyectos implantados en el ámbito de la economía social y del emprendimiento, como es el caso del proyecto de la asociación Acolvalle, denominado “Vivero de iniciativas emprendedoras. Contribución al desarrollo humano sostenible en el Valle del Cauca”, o el proyecto “Mujeres tejiendo para la vida. Recuperación de tejidos tradicionales y su comercialización como práctica económica de las mujeres indígenas afrodescendientes y campesinas de Colombia”, impulsado por la asociación Entre Iguales. Además, teniendo en consideración el conflicto armado en Colombia, también están presentes como áreas prioritarias de intervención la defensa de los derechos humanos y la atención social de los colectivos más vulnerables, especialmente en mujeres (“Programa para las mujeres desplazadas que sufren el flagelo de la violencia social y transfamiliar doméstica en la zona rural de

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Magangué-Bolívar”, de la asociación Emcat) e infancia y juventud (“Centros juveniles promotores de paz y desarrollo en Ibagué”, de la Asociación Colombia Euskadi).

23 El carácter de dichos proyectos viene a reforzar la constatación de que la extensión y las características de la diáspora y su tejido asociativo —tanto en España como en otros países— no pueden entenderse al margen de las consecuencias del largo conflicto que ha afectado al país y su incidencia en la desestabilización de todos los órdenes y la merma de las posibilidades de desarrollo, lo que ha provocado la mezcla de una migración política y una migración económica difíciles de deslindar, tal como han mostrado algunos de los estudios sobre el colectivo colombiano en España (Actis 2009; Aparicio y Giménez 2003).

24 En realidad, la diáspora colombiana ha tenido un componente político que no puede desligarse de su compromiso con los cambios en el país y su acción en el ámbito del desarrollo. Bermúdez (2010, 81) destaca que en algunos casos, la actividad política transnacional en el país de origen coexiste con la participación política en la sociedad de acogida. En numerosas ocasiones, los líderes asociativos de la principales organizaciones de la diáspora han tenido una trayectoria política previa a la emigración, lo que se ha sumado a su nuevo papel en el contexto de la inmigración, y que, incluso, se ha proyectado al retornar al país de origen.6

25 Bermúdez también describe cómo las asociaciones originalmente dedicadas a actividades políticas y culturales han evolucionado hacia actividades orientadas al desarrollo y los proyectos de codesarrollo en Colombia (Bermúdez 2010, 84). Por su parte, Escobar (2005) destaca cómo la doble ciudadanía de los colombianos en Estados Unidos no ha impedido su participación política en Colombia, como muestra de su comportamiento transnacional. Al mismo tiempo, señala que: […] aparte de proveer a los inmigrantes con información y redes de comunicación, de apoyar los proyectos de desarrollo y de organizar colectas para ayudar a las víctimas de desastres en Colombia, o de contribuir a las organización de eventos cívicos o culturales, estos líderes promueven la participación en las elecciones colombianas, en algunos casos haciendo campaña por candidatos específicos. (Escobar 2005, 16)

26 Dada la dimensión del fenómeno, Guarnizo (2006) llega a hablar de la conformación de Colombia como una formación social transnacional, lo que implicaría, en sus propias palabras, que: […] las múltiples matrices de poder (político, económico, social) que estructuran a la sociedad, así como a la producción, reproducción y transformación de la cultura que modela la identidad nacional, trascienden la jurisdicción territorial nacional y tienen lugar en un espacio transnacional en el cual los que viven “acá” (los residentes dentro del territorio nacional) interactúan con, influencian a, y son influenciados por los que viven “allá” (los colombianos residentes en múltiples destinos extranjeros). Mientras tanto, los que viven allá van construyendo relaciones fluidas que conectan diversas localidades de asentamiento colombiano en el exterior. (Guarnizo 2006, 81)

27 Precisamente, el protagonismo y ampliación crecientes del papel de las asociaciones de inmigrantes en el desarrollo local han sido algunos de los factores que ha condicionado la implicación de muchos Estados —incluido el colombiano— en el diseño de una política diaspórica. Como señala González Gutiérrez (2006, 13): […] ante el surgimiento de las diásporas como actores internacionales, las autoridades de países de alta emigración se han visto obligadas a rediseñar su discurso y a transformar sus estructuras gubernamentales, con la finalidad de

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responder a la movilización de comunidades transnacionales con capacidad de acción en ambos lados de las fronteras.

28 No obstante, y de acuerdo con Portes y Fernández-Kelly (2015, 14), la entrada de los Estados en el campo transnacional lo habría cambiado profundamente, de modo que los proyectos espontáneos de los migrantes se desarrollarían ahora en un nuevo campo de negociación, en el que los migrantes y las agencias estatales colaboran y compiten alternativamente. Muchos Estados han ido aumentando de manera paulatina su interés y han adoptado políticas con la finalidad de vincular sus comunidades de expatriados (Portes y Fernández-Kelly 2015). Levitt y De la Dehesa (2003), con base en ejemplos de políticas empleadas en países latinoamericanos, identifican varios tipos de medidas adoptadas por los Estados emisores: 1) reformas ministeriales o consulares; 2) políticas de inversión que buscan atraer o canalizar las remesas de los migrantes; 3) la extensión de los derechos políticos en forma de doble ciudadanía o nacionalidad y el derecho al voto desde el extranjero; 4) la extensión de las protecciones estatales o los servicios a los nacionales residentes en el exterior; y 5) la implementación de políticas simbólicas diseñadas para reforzar el sentido de pertenencia y la identidad nacional (Levitt y De la Dehesa 2003, 589-590). Mediante estas iniciativas, los gobiernos buscan preservar la lealtad de sus comunidades en el exterior, de tal manera que, como señalan Portes, Escobar y Walton (2006), también se vean incrementadas sus remesas, inversiones y contribuciones filantrópicas en el país de origen. Sin embargo, como apunta Goldring (2002), en algunas ocasiones, detrás de estos programas se esconden, como luego veremos con más detalle, prácticas clientelistas y subordinadas a los intereses de los gobiernos.7

29 El mismo Estado de Colombia ha venido diseñando una nueva política diaspórica dirigida a reforzar los lazos con la comunidad colombiana en el exterior. El principal instrumento de dicha política es el programa “Colombia Nos Une”, iniciado en 2003 y dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores y su Dirección de Asuntos Consulares y Comunidades Colombianas en el Exterior (Clavijo 2013). Este programa se inscribe en un nuevo marco institucional, al tratar de aprovechar la coyuntura económica positiva para la región y una mayor proyección hacia el resto del mundo, usufructuando el potencial relacional de la diáspora colombiana. El Programa se encuentra vinculado con el Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014 “Prosperidad para todos”, que, con un enfoque integral, determinó la creación de áreas de trabajo que abarcaron temas tan distintos, pero inevitables, como terrorismo y seguridad ciudadana (ya desde un buen tiempo trabajados), relaciones bilaterales en temas de inmigración, cooperación internacional, y el desarrollo del país, haciendo partícipes a los colombianos residentes en el exterior.

30 El programa “Colombia Nos Une” tiene como finalidad declarada vincular a los colombianos en el exterior y hacerlos sujetos participativos en las políticas públicas desarrolladas por el Estado. Asimismo, el Programa cuenta con un eje de trabajo denominado Plan Comunidad, dentro del cual existe un apartado dedicado a las asociaciones de colombianos en el exterior. Entre las acciones dirigidas a las asociaciones se contempla la creación de un directorio que permita la identificación de estas, y una serie de actividades como la celebración de ferias asociativas o la realización de cursos para el fortalecimiento de las organizaciones en el exterior.

31 Además del Programa Colombia Nos Une, el Estado puso en marcha el proceso de creación de la Mesa Nacional de la Sociedad Civil para las Migraciones, abriendo la

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recepción de propuestas, tanto de asociaciones como de migrantes individuales. El primer encuentro para la conformación de la Mesa Nacional se celebró en abril de 2016, y entre sus resultados figura la necesidad de promover la creación de asociaciones de colombianos para captar capitales de cooperación internacional destinados a programas de codesarrollo.

32 Sin embargo, este giro ha recibido también críticas que cuestionan su eficacia. Por ejemplo, Escobar (2015, 70) sostiene que el Estado colombiano ha establecido mecanismos para captar remesas e inversiones, ofrecer servicios o capitalizar los conocimientos de los migrantes, pero no ha puesto en marcha programas sólidos para promover las contribuciones de las organizaciones de migrantes. En cuanto a los Estados de recepción, un buen número de ellos también se han reorientado hacia la necesidad de implicar a las asociaciones de inmigrantes en las acciones de desarrollo llevadas a cabo en sus países de origen, una estrategia que en algunos lugares (sobre todo en los países europeos de recepción) ha recibido el nombre de codesarrollo. En esta línea, los mismos investigadores colombianos han reclamado que: […] cabe estimular la vinculación y contribución de las diásporas y asociaciones de inmigrantes en los países de acogida al desarrollo de sus países de origen, a través de medidas de codesarrollo. En este proceso, se puede acompañar y capacitar a las asociaciones de inmigrantes en acciones de desarrollo concretas en sus comunidades de origen (educación, sanidad, infraestructuras, etc.). (Rosa Elcarte, en Khoudour 2009, 68)

33 El caso del Estado español resulta ilustrativo en este sentido, y este se ha mostrado especialmente activo en la formulación de nuevas políticas de codesarrollo, orientadas a ampliar el efecto de la presencia migratoria colombiana en España en el desarrollo del país de origen, de modo que Colombia se convirtió en uno de los países prioritarios para la puesta en marcha de experiencias piloto en este ámbito. Como consecuencia, las políticas de codesarrollo impulsadas desde España, basadas en la idea de “la integración aquí y el desarrollo allí” (Østergaard-Nielsen 2011), reforzando la participación política local en la sociedad de destino con el fin de promover las actuaciones transnacionales, han tenido una particular incidencia dentro del colectivo colombiano. Las asociaciones de inmigrantes colombianos no sólo se habrían fortalecido en España en mayor medida que las asociaciones de otros colectivos, aprovechando esa nueva ventana de oportunidad política que representa el codesarrollo, sino que habrían empleado su ampliada capacidad para tejer lazos institucionales con otras organizaciones, con vistas a promover cambios en el desarrollo local en Colombia. Las relaciones establecidas aquí y allí en este nuevo marco, tanto a través de sus proyectos con instituciones políticas (redes verticales) como con organizaciones sociales (redes horizontales), son objeto de análisis en el siguiente apartado.8

La acción transnacional y sus redes de soporte

Las redes verticales

34 Como ya hemos avanzado, tanto para los Estados de origen como para los Estados de recepción, la posibilidad de estructurar la participación de los migrantes a través de sus organizaciones se ha revelado como un catalizador de nuevos dispositivos oficiales, que a su vez han generado nuevas formas de relación con las asociaciones de inmigrantes como actores transnacionales del desarrollo (Lacomba et al. 2015). Precisamente, la

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compleja relación de los Estados de origen con la diáspora organizada ha evolucionado hacia la normalización de los vínculos y hacia programas que promueven su participación e implicación en el desarrollo (como por ejemplo el plan “Colombia Nos Une”). Al mismo tiempo, algunos Estados receptores han redirigido sus agendas políticas a atender y considerar a las organizaciones de migrantes como nuevos agentes de la cooperación internacional (véanse los programas de codesarrollo en Francia y España).

35 A este respecto, es entonces esencial evaluar lo que Eisinger (1973) y Tarrow (1996) denominan “estructura de oportunidad política”, o Landolt (2008), “estructuras de oportunidad institucionales locales”, o los elementos del contexto político que pueden delimitar la actividad política de las organizaciones, para conocer las posibilidades de participación y la capacidad de movilizar recursos por parte de las asociaciones de inmigrantes a la hora de promover iniciativas de desarrollo en origen.

36 En las últimas décadas, el contexto sociopolítico en España ha facilitado la puesta en escena de una serie de programas gubernamentales (Plan Director de la Cooperación Española 2005-2008 y 2009-2012), así como de planes autonómicos y municipales en el área de la cooperación, que vinculan a los migrantes y sus organizaciones en los procesos de desarrollo de sus comunidades de origen, y que permiten financiar dichas actividades.

37 En el caso que aquí nos ocupa, hemos constatado que todos los proyectos analizados obtienen recursos económicos a través de convocatorias públicas de diversa índole: gubernamentales, como es el caso de los proyectos llevados a cabo por las asociaciones RedePaisas y Aesco, ambos financiados por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid); autonómicas, en el área de la cooperación, como ocurre con los proyectos de Acolvalle, Aculco, Emcat y Entre Iguales; y municipales, financiadas, por ejemplo, por los Ayuntamientos de Valencia, Bilbao, Torrente y Vitoria, en los proyectos promovidos por Acolvalle, Asocolvas, Emcat y Asociación Colombia Euskadi, respectivamente. Por tanto, en este marco, el tipo de relación que se establece entre las asociaciones de inmigrantes y las autoridades públicas en España —ya sea a nivel estatal, autonómico o local— viene marcado en especial por la obtención de recursos económicos, una tendencia que habría hecho aumentar su dependencia económica de los fondos públicos.

38 En la búsqueda de este tipo de financiación, la propia estructura de oportunidad política española ha hecho que algunas asociaciones de inmigrantes modifiquen su forma jurídica, pasando a constituirse como Organizaciones No Gubernamentales de Desarrollo —requisito indispensable en las convocatorias públicas de cooperación al desarrollo—, y que hayan revisado sus objetivos en función de la orientación de las subvenciones y las líneas programáticas favorecidas por la Administración. De esta forma, “entran en una cadena de institucionalización, profesionalización y empresarización, que culmina generando pautas de conformidad” (Ariño 2004, 94). Asimismo, la profesionalización de las asociaciones no sólo se ha traducido en la especialización en áreas de la cooperación y líneas de trabajo determinadas, sino también en la capacidad para disponer de personal técnico especializado en la obtención de ayudas públicas.

39 Por otro lado, la dependencia de las subvenciones públicas puede implicar determinados riesgos para las organizaciones, tanto en el terreno económico como político. En el primero de ellos, uno de los riesgos más evidentes se debe al efecto de la

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crisis económica, que, como viene ocurriendo en los últimos años en España, ha reducido las ayudas públicas, especialmente en el campo de la cooperación al desarrollo, con lo que se han visto limitados el número y la envergadura de las iniciativas impulsadas por las organizaciones de inmigrantes. En el terreno político, este mecanismo de financiación puede generar riesgos de cooptación política en las élites del movimiento asociativo migrante, como ocurrió a lo largo de los primeros años de funcionamiento con la Federación de Entidades para el Codesarrollo y la Cooperación Internacional (Fedacod) en la Comunidad Valenciana, donde el colectivo migrante colombiano tuvo una especial presencia (Lacomba et al. 2015). Esta situación también fue analizada por Toral (2010) en relación con el oficial Foro para la Integración Social de los Inmigrantes y la participación en este de diferentes asociaciones de inmigrantes, entre ellas la asociación Aesco, en representación de la población colombiana.

40 En cuanto al país de origen, estas prácticas de carácter transnacional también generan relaciones que llegan a institucionalizarse con organismos públicos, en especial administraciones y entes locales que muestran un nuevo posicionamiento en relación con los migrantes. En el ámbito local, son de destacar, por ejemplo, los proyectos promovidos por las asociaciones Emcat, Asociación Colombia Euskadi y Acolvalle, que disponen del respaldo institucional de los gobiernos municipales donde se han implantado los proyectos (Magangué, Ibagué y Pradera, respectivamente). En este sentido, dada la incapacidad de los entes públicos locales para acceder a los recursos económicos necesarios, en este marco de cooperación, las asociaciones de inmigrantes permiten, a través de sus proyectos, financiar infraestructuras locales y cubrir determinadas necesidades de la comunidad de origen, a la vez que se convierten en interlocutores con poder de negociación exigiendo a sus gobernantes locales mayores niveles de transparencia en la gestión de los fondos públicos.

41 En cuanto a instancias gubernamentales superiores, las asociaciones de inmigrantes colombianos en España han tratado de lograr el reconocimiento del Estado de Colombia y convertirse, así, en interlocutores en la definición de las nuevas políticas públicas, algo que sólo habrían conseguido parcialmente las grandes asociaciones como Aesco, que fueron incluidas en algunos de los foros de discusión organizados por el Gobierno colombiano, pero con una capacidad de incidencia política muy limitada.

Las redes horizontales

42 A la hora de impulsar proyectos de desarrollo en origen, las asociaciones de inmigrantes colombianos también activan determinadas estrategias basadas en interrelaciones de cooperación y colaboración con organizaciones de la sociedad civil del país de acogida y de origen.

43 En el plano fáctico se da en especial una relación directa entre las asociaciones de inmigrantes y las ONGD españolas. Sanmartín (2011, 88) sostiene que este tipo de relaciones de proximidad, y en ocasiones de competencia, con las ONGD españolas están estrechamente ligadas a la historia de las propias asociaciones de inmigrantes en el contexto español. Sin embargo, como apunta la misma autora, lo que resulta novedoso, junto al impulso dado desde la administración a este tipo de iniciativas transnacionales, es el acompañamiento de las ONGD. De este modo, en la formalización de los proyectos en España, observamos que existen dos modalidades: por un lado, las asociaciones que

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de manera independiente promueven y lideran estas iniciativas, y por otro, las asociaciones que trabajan al lado de una ONGD con diferentes niveles de protagonismo.

44 En el primero de los casos, encontramos aquellas iniciativas ejecutadas y lideradas en solitario desde la propia asociación de inmigrantes, como es el caso, por ejemplo, de Acolvalle, Asociación Colombia Euskadi, Asocolvas, Aculco y Aesco. Se trata de proyectos promovidos por entidades con una larga trayectoria en España, algunas de ellas creadas a principios de los noventa, que cuentan con una membresía de más de 500 socios —a excepción de la Asociación Colombia Euskadi— y disponen de personal técnico especializado en la tramitación de proyectos y gestión de fondos públicos. En cierta medida, la estructura de oportunidad política generada en el contexto político español —en parte promovida por todas aquellas convocatorias públicas de cooperación al desarrollo que exigían la necesidad de incluir a las asociaciones de migrantes como socios locales— indujo a que algunas asociaciones adquirieran con el paso del tiempo la capacidad de actuar como agentes consolidados de la cooperación, impulsando proyectos de forma autónoma y ganando así terreno a las ONGD españolas.

45 La segunda de las modalidades observadas a la hora de promover proyectos responde al esquema de trabajo conjunto entre las ONGD españolas y las asociaciones de inmigrantes —aunque existan importantes desequilibrios en el nivel de responsabilidad y el papel desempeñado por cada una de las organizaciones—. En esta alianza, como señala Sanmartín (2011), la asociación de inmigrantes se suma habitualmente a la iniciativa impulsada por la ONGD, para poder concurrir a una convocatoria pública. En este caso, destacamos los proyectos ejecutados conjuntamente entre Fundación Cideal y la asociación de inmigrantes RedePaisas, o entre la ONGD Periferias del Mundo y la plataforma Coordinación Valenciana de Solidaridad con Colombia (CVSC) y la asociación de inmigrantes Entre Iguales.

46 Dichas estructuras de trabajo ponen de relieve la oportunidad de colaborar estrechamente y conseguir objetivos comunes, a pesar de que las relaciones establecidas en este campo pueden incluir estructuras de desigualdad, y el riesgo de la imposición de objetivos formales en los proyectos por parte de las ONGD o la participación instrumental (en momentos puntuales) de las asociaciones de inmigrantes en estas iniciativas. Sin embargo, no deja de tener valor o restar importancia la participación de las asociaciones en dichos procesos. Igualmente, es esencial destacar, por ejemplo, la participación activa de las asociaciones a la hora de identificar las necesidades de sus comunidades de origen y de facilitar los contactos locales en los cuales depositar la confianza en la gestión local del proyecto.

47 Por otro lado, son cada vez más frecuentes las alianzas entre asociaciones de inmigrantes para impulsar proyectos, o la posibilidad de que asociaciones de inmigrantes convertidas en ONGD puedan apoyar los proyectos de otras asociaciones de inmigrantes, como en el caso de la colaboración entre la colombiana Emcat, la Asociación de Floridanos en España y el Mundo para la Cooperación y el Desarrollo (Asoflores), o el caso más inusual de colaboración entre la misma Emcat y la asociación de inmigrantes búlgaros AIBE Balcan.

48 Asimismo, la implementación de los proyectos en los lugares de origen implica la existencia de una red interorganizativa entre diferentes entidades ubicadas en Colombia y España, que incluye la participación de fundaciones y asociaciones locales en la zona en que se actúa. Buena parte de las asociaciones cuentan con socios locales en sus comunidades de origen que figuran como “contraparte” en la formulación de los

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proyectos, como son los casos de Acolvalle y la Asociación Integridad Social, Asocolvas y la ONG Amazonas, la Asociación Colombia Euskadi y la Corporación de Familias Desplazadas y Vulnerables, y la Fundación Yapawayra, o la asociación Entre Iguales y la Fundación Trenza, entre otras.

49 En términos generales, estas organizaciones en Colombia operan como intermediarias e interlocutoras políticas entre las asociaciones de migrantes, la comunidad de origen y las distintas instancias públicas. En ellas recae buena parte de la responsabilidad del proyecto, y su labor en los procesos de implementación y gestión en el contexto local, así como su capacidad de interlocución con la comunidad y las autoridades locales, resultan determinantes en la consecución de los objetivos marcados. Sin olvidar los casos, menos frecuentes, en los que es la propia comunidad local la que actúa como contraparte del proyecto, como ocurre con el proyecto Fortalecimiento de la cultura Huitoto, liderado desde España por la asociación de inmigrantes Asocolvas y gestionado por las propias comunidades indígenas.

50 Todo este conjunto de prácticas e iniciativas de carácter filantrópico y cívico en el campo transnacional exige analizar los vínculos o conexiones horizontales que “tienden puentes” con el país de origen, aunque no todas las asociaciones tengan la misma capacidad, de acuerdo con sus recursos y ámbito de implantación. Así, el carácter internacional que presentan organizaciones como Aculco y Aesco, que disponen de representación y delegaciones tanto en España como en Colombia, les permite crear un circuito en el que movilizar recursos y, por tanto, aprovechar en mayor grado las estructuras de oportunidad de ambos países. Pero no todas las asociaciones presentan este perfil ni pueden, por ende, disponer de tales ventajas. En cambio, en todos los casos, las asociaciones de inmigrantes se conectan con organizaciones locales que exigen el cumplimiento de obligaciones y expectativas, basado en normas y en la confianza que facilita la cooperación en beneficio mutuo, aunque no siempre se logra en aquellos proyectos que despiertan intereses diversos entre unas y otras partes.

Discusión y conclusiones

51 Como hemos podido ver, la migración de las últimas décadas entre Colombia y España ha dado lugar a nuevos vínculos entre ambos países. Esto ha estado relacionado, en buena medida, con la acción de las asociaciones de inmigrantes en el ámbito del desarrollo. Al mismo tiempo, los Estados colombiano y español han tenido un papel clave en este proceso, con el diseño de políticas orientadas a promover el desarrollo e implicar a los migrantes en este, aunque con limitaciones y riesgos evidentes.

52 A través de las redes verticales, las asociaciones de inmigrantes se han beneficiado de la nueva estructura de oportunidad política abierta, conectándose con administraciones y organismos oficiales del país de origen y el de destino, con el riesgo de adoptar comportamientos clientelares. Este riesgo de cooptación ha sido destacado por Portes (2015, 20), quien señala que, si bien los programas estatales multiplican el impacto de los proyectos transnacionales, también afectan la capacidad de las organizaciones a la hora de promover la democracia y su autonomía. Es más, la cooptación puede verse incrementada con la dependencia económica respecto a las instituciones, por cuanto la mayor parte de recursos movilizados por las asociaciones colombianas desde España no son remesas colectivas, como en el caso de las hometown associations (HTA) mexicanas

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(Moctezuma 2011), sino recursos financieros captados por las asociaciones a través de convocatorias públicas impulsadas por las diferentes administraciones (dinero público) o fundaciones bancarias (dinero privado).

53 Por su parte, a través de las redes horizontales, las asociaciones se han conectado con otras organizaciones de la sociedad civil del país de acogida y el de origen, como diferentes tipos de fundaciones y, muy especialmente, Organizaciones No Gubernamentales de Desarrollo españolas. La interacción con estas otras organizaciones no ha estado exenta de dificultades e inconvenientes, y ha podido generar también relaciones de dependencia (Sanmartín 2011), pero ha supuesto la adquisición de nuevas competencias y, sobre todo, una mayor capacidad de incidencia en el desarrollo local del país de origen, así como un mayor reconocimiento político de las asociaciones como actores transnacionales ante los poderes públicos. A su vez, las asociaciones de inmigrantes compiten entre ellas por el reconocimiento de su legitimidad y su valor social en este campo (Toral 2010), al igual que por obtener y acumular un mayor capital simbólico (Bourdieu 1977), lo que se convierte en una potencial fuente de conflictos entre ellas mismas y con otras organizaciones sociales.

54 Ambas dimensiones (redes verticales y redes horizontales) también se entrecruzan, pues la participación en proyectos de desarrollo conlleva al mismo tiempo la negociación con los poderes públicos, por ejemplo, a la hora de obtener financiación, y el trabajo conjunto y las alianzas con entidades de la sociedad civil, como puede ser el caso de las ONGD en España o de las organizaciones locales de desarrollo en Colombia. Así pues, la posibilidad de poner en marcha los proyectos y el alcance de las asociaciones de inmigrantes dependen en gran medida de su capacidad para crear redes en ambas direcciones y consensuar objetivos comunes con instituciones y organizaciones.

55 Pese al giro en las políticas del Estado colombiano, estas han sido objeto de críticas diversas. Inspirados especialmente en la experiencia estadounidense, autores clave en el estudio del transnacionalismo, como Portes o Guarnizo, han manifestado cuestionamientos en torno al papel del Estado colombiano: Ni Colombia Nos Une ni Conexión Colombia han aportado, hasta el momento, un canal importante que vincule a las organizaciones de migrantes con su país de origen; en cambio se han centrado, principalmente, en contactar a los expatriados de manera individual, a través de medios como los sitios de Internet. (Portes, Escobar y Walton 2006, 31)

56 Esta crítica también es compartida por investigadores españoles, quienes han manifestado que, “pese al reciente interés del Estado por activar mecanismos de vinculación con sus migrantes, no se percibe la incorporación real de las necesidades de los mismos, que ya tienen una trayectoria organizativa y un posicionamiento político que sumar a la construcción de la política migratoria colombiana” (Cortés y Sanmartín 2010, 1161). Es por ello que Escobar (2015, 75) afirma que el Estado colombiano —débil, en su opinión— no es un buen socio para las asociaciones de inmigrantes implicadas en programas de desarrollo en sus comunidades de origen, y que estas habrían encontrado su principal apoyo en las organizaciones de una dinámica sociedad civil, es decir, en las redes horizontales, en mayor grado que en las redes verticales. En este sentido, la acción transnacional de los migrantes parece haberse apoyado más en las redes verticales propias del contexto español y sus políticas de codesarrollo, que en el Estado

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colombiano. Sin embargo, tanto en uno como en otro caso, las asociaciones han sido invitadas a sumarse a las nuevas políticas, más que a participar en su diseño.

57 Respecto a los propios inmigrantes y su capacidad organizativa, Guarnizo habla de falta de solidaridad grupal y afirma que: […] los colombianos en el exterior ven su realidad, sus necesidades y oportunidades en términos individuales, mas no grupales. Esto contrasta con la experiencia de otros grupos de inmigrantes con niveles de escolaridad mucho más bajos, como los dominicanos y mexicanos en Estados Unidos, o aquellos procedentes de áreas rurales andinas, como ecuatorianos y peruanos en Europa, quienes han logrado crear influyentes organizaciones políticas y cívicas, respectivamente, para defender sus intereses y apoyar el avance de su grupo nacional ante la sociedad receptora. (Guarnizo 2006, 91)

58 En cambio, lo que hemos podido ver en el caso español es la existencia de un denso tejido asociativo que, en muchos casos, precede en su acción a la iniciativa de los Estados de origen y recepción. De este modo, Cortés y Sanmartín destacan que las asociaciones colombianas “llevan trabajando la participación social y política de los migrantes, tanto aquí como allí, antes de que sus estados de origen decidieran impulsar el conjunto de políticas mencionadas respecto a sus ciudadanos en el exterior. Las organizaciones más antiguas, como Aculco o Aesco […] desde sus inicios aparecen vinculadas al origen” (Cortés y Sanmartín 2010, 1159).

59 Pese a las referencias de Guarnizo al carácter individualista, alejado del espíritu de organización colectiva de otros grupos de migrantes, nuestro propio estudio de las asociaciones de inmigrantes colombianos en España muestra un panorama bien distinto, con resultados más coincidentes con el trabajo de Escobar (2015). Sin ser una realidad generalizable al conjunto de los colombianos, las asociaciones de inmigrantes han canalizado los deseos de muchos de estos de participar en el desarrollo de su país de origen, aunque estos hayan sido habitualmente los más cualificados entre ellos. Tal como Portes y sus colegas nos recuerdan: […] el transnacionalismo colombiano ejemplifica la forma que adopta este fenómeno entre los inmigrantes urbanos con un nivel de escolaridad relativamente alto, cuyas actividades filantrópicas se realizan individualmente o a través de organizaciones seculares y religiosas, las cuales son familiares y compatibles con las que operan en el mundo desarrollado. (Portes, Escobar y Walton 2006, 33)

60 En esta línea, las asociaciones de inmigrantes colombianos en España implicadas en acciones transnacionales de desarrollo habrían adoptado los modos de hacer de las organizaciones de desarrollo locales españolas (las ONGD), pero que también son cada vez más usuales en Colombia, donde las organizaciones de desarrollo se han extendido y profesionalizado notablemente en los últimos años.

61 Iniciamos este artículo con la hipótesis de que la acción combinada de asociaciones de inmigrantes y Estados habría contribuido a la creación de un nuevo campo social transnacional. Si entendemos los campos sociales transnacionales como un conjunto de redes entrelazadas a través de las cuales circulan ideas, prácticas y recursos —algo que permiten los propios proyectos de las asociaciones de inmigrantes—, podemos decir que estaríamos realmente ante la emergencia de un nuevo campo, todavía frágil y que no ha acabado de dibujarse en su totalidad, y en el que siguen existiendo desequilibrios en el papel y grado de implicación de los diferentes actores, pero que sirve de marco imperfecto para un desarrollo de carácter transnacional.

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62 Este nuevo escenario habría facilitado, a su vez, que las asociaciones de inmigrantes colombianos hayan puesto en marcha un número significativo de proyectos de desarrollo con impacto en los lugares de origen —algunos de ellos de considerable magnitud—, movilizando para ello redes verticales y horizontales en España y Colombia. Por último, pese a las limitaciones de la acción de los Estados (las críticas a la débil implicación del Estado colombiano, y la retirada de buena parte del apoyo proporcionado por el Estado español en el escenario de la crisis económica), estos habrían incitado a las asociaciones de inmigrantes —de modo voluntario o involuntario — a reclamar un mayor protagonismo y a perseverar en su empeño de conectar las comunidades de la diáspora con las comunidades locales y promover el desarrollo de estas últimas.

63 No obstante, la consolidación de un sólido campo social transnacional entre España y Colombia requiere todavía un fortalecimiento y reconocimiento mayores de las asociaciones de inmigrantes, una mejor capacidad de interlocución de estas con las instancias gubernamentales (al margen de los intentos de control o cooptación sobre la diáspora asociativa), así como el ímpetu e implicación de las organizaciones de la sociedad civil a uno y otro lado.

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NOTAS

1. Es sumamente complicado saber cuántas de las 124 asociaciones identificadas inicialmente permanecían en realidad activas, pues muchas de ellas desaparecen sin causar baja en los registros. Además, y como consecuencia de la crisis económica y el retorno de un número importante de los colombianos, en el período del estudio se produjo un efecto extraordinario sobre el descenso en la cifra de asociaciones. 2. Las asociaciones a las que se logró aplicar la entrevista semidirigida en profundidad fueron: Asociación Casa del Valle de Cauca (Acolvalle), Asociación Sociocultural y de Cooperación al Desarrollo por Colombia e Iberoamércia (Aculco), América-España, Solidaridad y Cooperación (Aesco), Asociación de Colombianos y Colombianas en el País Vasco (Asocolvas), Asociación Colombia-Euskadi, Empresa Comunitaria Asociativa de Trabajo Solidario de España (Emcat), Entre Iguales y RedePaisas. 3. http://www.redescolombia.org/ejes/plancomunidad/asociaciones/directorio 4. El porcentaje resulta elevado si lo comparamos con el de otros países estudiados en nuestra propia investigación. Por ejemplo, Argelia (43%), Bulgaria (39%), Ecuador (42%), Rumanía (22%) o Senegal (48%). 5. A este respecto, merecen especial atención las siguientes entidades: Federación de Asociaciones de Colombianos en España (Fedacoe), Federación Española de Inmigrantes (FEIN), Federación de Asociaciones de Colombia en la Comunidad de Madrid (Fedascom), Federación de Asociaciones de Colombianos en Cataluña (Fedascat) y Federación de Entidades para el Codesarrollo y la Cooperación Internacional (Fedacod). 6. Por ejemplo, es el caso de líderes como Yolanda Villavicencio, parlamentaria autonómica en España y presidenta de Aesco, convertida en candidata al Congreso de Colombia tras su retorno. 7. En este sentido, el autor hace referencia al Programa para las Comunidades Mexicanas en el Exterior (PCME), creado en 1990 como una agencia de la Secretaría de Relaciones Exteriores. 8. En esta fase de la investigación se han analizado dieciséis proyectos impulsados entre las ocho asociaciones entrevistadas.

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RESÚMENES

A pesar de la distancia geográfica, las asociaciones de inmigrantes colombianos en España han tenido una creciente incidencia en los asuntos locales de su país de origen, y sus acciones han ido adquiriendo una progresiva dimensión transnacional. Entre otras prácticas, las asociaciones han implementado numerosos proyectos de desarrollo en Colombia que han implicado la movilización de redes verticales y horizontales, tanto en el país de origen como en el de destino, en paralelo con el renovado interés de los Estados colombiano y español por dar soporte a esas acciones. En este artículo nos preguntamos en qué medida estas dinámicas, inducidas por la migración, podrían haber contribuido a la construcción de un nuevo campo social transnacional entre ambos países.

In spite of the geographical distance, the Colombian immigrants associations in Spain have had a growing incidence upon the local topics of their country of origin; their actions have acquired a progressive transnational dimension. Amongst other practices, these associations have implemented numerous development projects in Colombia implying the vertical and horizontal mobilization networks in both, the country of origin and the country of destination. In parallel, the Colombian and Spanish states have shown a renewed interest in supporting these actions. In this article we ask ourselves how is that these dynamics, raised by migration, could contributed to the construction of a new transnational social space between both countries.

Apesar da distância geográfica, as associações de imigrantes colombianos na Espanha têm tido uma incidência crescente nos assuntos locais de seu país de origem e suas ações têm adquirido uma progressiva dimensão transnacional. Entre outras práticas, as associações têm implementado numerosos projetos de desenvolvimento na Colômbia que implicam na mobilização de redes verticais e horizontais, tanto no país de origem como no de destino, em paralelo com o renovado interesse dos Estados colombiano e espanhol em dar suporte a essas ações. Neste artigo nos questionamos em que medida essas dinâmicas, induzidas pela migração, poderiam ter contribuído para a construção de um novo campo social transnacional entre ambos os países.

ÍNDICE

Temas: España, Colombia, asociaciones, desarrollo, redes, migración Palavras-chave: transnacionalismo Keywords: transnationalism Palabras claves: transnacionalismo

AUTORES

JOAN LACOMBA VÁZQUEZ

Doctor en Sociología por la Universidad de Valencia (España). Profesor titular del Departamento de Trabajo Social de la Universidad de Valencia. Miembro del grupo de investigación en Inmigración y Desarrollo (INMIDE). Últimas publicaciones: “El transnacionalismo revisitado: Aportes y límites de una teoría del alcance intermedio para el estudio de las migraciones” (en coautoría). Revista Española de Sociología 25 (2): 61-87, 2016, y “Asociaciones de Inmigrantes en

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la encrucijada. Acción transnacional y riesgos de cooptación”. REMHU-Revista Interdisciplinar da Mobilidade Humana 47: 27-44, 2016. joan.lacomba[at]uv.es

ALEXIS CLOQUELL LOZANO

Doctor en el área de Cooperación al Desarrollo por la Universidad de Valencia (España) y de la Universidad Jaume I de Castellón (España). Profesor de Sociología de la Universidad Católica de Valencia, San Vicente Mártir, España. Miembro del grupo de investigación en Inmigración y Desarrollo (INMIDE). Últimas publicaciones: “Aportes y límites de una teoría del alcance intermedio para el estudio de las migraciones” (en coautoría). Revista Española de Sociología 25 (2): 61-87, 2016, y “Políticas de desarrollo en el contexto de la migración. Coherencias y contradicciones en el caso de dos programas de codesarrollo en Colombia y Ecuador”. Iberoamerican Journal of Development Studies (2017- en prensa). alex.cloquell[at]ucv.es

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Experiencias replicables. Análisis de las vinculaciones entre cooperativas de cartoneros, agencias estatales y ONG en el Gran Buenos Aires Replicable Experiences: Analysis of the Relationships between Recycler Co- operatives, Agencies of the State and NGOs in the Greater Buenos Aires Experiências replicáveis. Análise das vinculações entre cooperativas de recicladores, agências estatais e ONGs na Grande Buenos Aires

Santiago Sorroche

NOTA DEL EDITOR

Fecha de recepción: 01 de julio de 2016 Fecha de aceptación: 15 de diciembre de 2016 Fecha de modificación: 06 de febrero de 2017 DOI: 10.7440/res61.2017.05

NOTA DEL AUTOR

El artículo es resultado de mi investigación doctoral, titulada “Gubernamentalidad global y vernaculización en la gestión de residuos. Análisis etnográfico desde la experiencia de cooperativas de cartoneros en el Gran Buenos Aires”, financiada con Becas Tipo I y Tipo II del Conicet (Argentina), en el marco de los proyectos PIP 11220120100220 2013-2015, “Estado, sectores subalternos y vida cotidiana. Etnografía de procesos políticos colectivos vinculados al trabajo, la tierra y la vivienda”, UBACYT 20020130200013BA, “Etnografía de procesos de organización colectiva del trabajo en sectores subalternos: entre lógicas racionales, prácticas creativas y dinámicas

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políticas”. Instituto de Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires (Argentina), programación 2014-2016. Ambos dirigidos por la Dra. María Inés Fernández Álvarez. Agradezco a los evaluadores por los aportes y comentarios realizados a este texto.

Introducción

1 A principios del siglo XXI, Argentina atravesó una de sus mayores crisis económicas y sociales. Tras diez años de “convertibilidad” y la profundización de políticas de corte neoliberal —iniciadas durante la última dictadura militar—, la estructura económica alcanzó niveles de concentración y desindustrialización sin precedentes (Basualdo 2006). La conflictividad social llegó a su punto más álgido el 19 y 20 de diciembre de 2001, desencadenando la renuncia del presidente De la Rúa.

2 El 6 de enero de 2002, el presidente interino, Eduardo Duhalde, dio fin a la ley de convertibilidad, abandonando la paridad cambiaria con el dólar. En el Gran Buenos Aires,1 la desocupación y subocupación alcanzaban niveles cercanos al 40% de la población, y, a su vez, la devaluación de la moneda propició un aumento de los precios de materiales reciclables. En este contexto, se fue configurando la recuperación de estos materiales de la “basura” como una práctica recurrente entre la creciente población de desocupados que se concentraba en las barriadas bonaerenses.

3 Si bien la recuperación de materiales reutilizables de los residuos constituye una actividad de larga data en Buenos Aires,2 la cantidad de personas dedicadas a esta práctica3 y su visibilidad parecían indicar el surgimiento de un fenómeno totalmente nuevo. Asimismo, tanto los medios como los analistas (Adissi 2004; Tufró y Sanjurjo 2010) lo caracterizaban como un claro epifenómeno de la crisis. Exobreros, exempleados, excostureros, entre cientos de oficios, salieron a las calles en busca de materiales reciclables para poder sustentarse.4

4 En aquel momento, el modelo de gestión de residuos —puesto en marcha en 1978 por la dictadura militar— se orientaba a la creación de rellenos sanitarios y el enterramiento indiscriminado de residuos, prohibiendo la actividad de los cartoneros.5 Este sistema, que contemplaba una gestión de los residuos regionalizada, comenzó a evidenciar signos de crisis a principios del siglo XXI, unos años antes de la aparición en escena de los cartoneros como emergente de la “cuestión social” derivada de la crisis. Diversos grupos de vecinos residentes en los alrededores de los predios de la Ceamse6 comenzaron a movilizarse en contra de los rellenos, aduciendo que esta cercanía era motivo de enfermedades, al evidenciarse la falta de medidas mínimas de seguridad (Merlinsky 2012).7

5 La movilización de vecinos visibilizó la problemática que atravesaba el sistema de gestión de residuos, y, junto a la afluencia de los cartoneros, se convirtió en un problema que comenzó a ganar espacio en la agenda pública.8 Las agencias estatales9 se vieron en la necesidad de reformular los sistemas de gestión de residuos, con el objetivo de atender a ambas problemáticas. En este marco, el establecimiento de sistemas de Gestión Integral de los Residuos Sólidos Urbanos (GIRSU) —esbozados por los organismos internacionales de crédito10— se presentó como una opción válida para enfrentar ambas problemáticas. La GIRSU, según la definición de la Secretaría de Ambiente de la Nación, “[…] es un sistema de manejo de los Residuos Sólidos Urbanos —

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RSU— que, basado en el Desarrollo Sostenible, tiene como objetivo primordial la reducción de los residuos enviados a disposición final. Ello deriva en la preservación de la salud humana y la mejora de la calidad de vida de la población, como así también el cuidado del ambiente y la conservación de los recursos naturales”.11

6 De esta manera, se buscaba reducir el enterramiento de los residuos a través de su recuperación y, a su vez, se pugnaba por la integración de los cartoneros al “circuito formal del reciclado” (Schamber y Suárez 2007). En este contexto, la conformación de cooperativas se volvió la forma privilegiada de estas políticas (Carenzo y Fernández Álvarez 2011).

7 Como he analizado en trabajos anteriores (Sorroche 2016), la implementación de estos modelos de GIRSU, orientados al universal12 del “desarrollo sostenible”, fue tensionada y disputada desde las cooperativas de cartoneros que pugnaron por su inclusión en los circuitos formales de gestión. En función de ello, allí di cuenta de la manera en que las propias cooperativas establecieron “creativamente” procesos de trabajo innovadores, en el marco de estas nuevas relaciones de hegemonía en torno a los residuos. En los casos de estudio,13 los programas de recolección diferenciada puerta a puerta se presentaron como nuevos procesos de trabajo que permitían el desarrollo de la actividad cartonera.

8 Fue a través de este proceso que se configuró lo que he denominado un modelo de GIRSU vernaculizado (Sorroche 2016),14 que contempló la participación de cartoneros en la recuperación de materiales para su reciclado, ampliando su alcance no sólo al manejo de los residuos, sino también a la inclusión social.15

9 Es importante señalar que la puesta en marcha de estos programas fue resultado de la labor realizada tanto por las agencias estatales y ONG como por las cooperativas de cartoneros. De esta manera, los discursos y lenguajes configurados en torno a estos modelos de GIRSU —en su mayoría provenientes de los lineamientos de los organismos internacionales— evidenciaron un cruce frecuente entre tópicos vinculados a la reducción de los residuos y la generación de trabajo digno.

10 En este marco, las dos cooperativas en estudio llevaron adelante experiencias piloto que alcanzaron el 10% de recuperación de los residuos. Por esto mismo, fueron consideradas “muy exitosas” a nivel de la política de GIRSU, desde los agentes gubernamentales y no gubernamentales. No obstante, el respaldo político y económico con el que contaron fue limitado, al punto de poner en riesgo la propia continuidad de estas incipientes iniciativas.

11 Periodistas, académicos, técnicos de ONG o de organismos internacionales y funcionarios de otros distritos se acercaron a indagar sobre los desarrollos alcanzados. A su vez, los integrantes de las cooperativas fueron convocados para el dictado de charlas, la participación en discusiones de leyes, programas orientados al sector, y hasta viajes al exterior y dentro del país para mostrar y contar su propia experiencia.

12 Este artículo tiene el propósito de evidenciar cómo las cooperativas se construyeron como modelos de gestión de residuos, gracias al acercamiento a los postulados de la GIRSU, lo que posibilitó que los emprendimientos fueran visitados, y los modelos de gestión, recuperados y replicados, tanto a nivel local como regional y transnacional.

13 La reconfiguración, a partir de la propia experiencia de las cooperativas, del modelo de GIRSU —que, en principio, planteaba el trabajo en plantas de separación o a través de la recolección de los materiales en la vía pública— posicionó la recolección diferenciada

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como una forma novedosa de gestionar los residuos. La respuesta que recibieron tanto de los vecinos como de autoridades estatales y ONG posibilitó que se convirtieran en ejemplos por replicar, adquiriendo su propio cariz local a partir del proceso de vernacularización de estos modelos.

14 De esta forma, la construcción de las cooperativas como “casos replicables” permitió rebasar las propias experiencias piloto, siendo replicados en otras localidades y en otros distritos. La replicabilidad —en cuanto lenguaje de las ONG— se volvió central en la posibilidad de fortalecer las relaciones con las agencias estatales y ONG que se involucraron en el trabajo cotidiano de estas cooperativas. Asimismo, se fortaleció el proceso de vernacularización, ya que los lineamientos propuestos por las cooperativas fueron recuperados en proyectos y políticas.

15 La recolección diferenciada llevada a cabo por cartoneros —como expresión de una GIRSU vernaculizada— fue uno de los pilares sobre los que estas experiencias se construyeron como modelo replicable, configurando el propio proceso de vernacularización.

16 En este contexto, las ONG cumplieron un rol central en los procesos de vernaculización de estos modelos. Estas, como mostraré a continuación, ya contaban con experiencia en otros países de la región, acompañando el desarrollo de políticas públicas orientadas a los cartoneros. Tal como ha señalado Dias (2009) para el caso brasilero, la diagramación de procesos de modernización de la gestión de los residuos ha sido abordada, principalmente, desde una visión técnica dejando de lado la problemática social, en función de obtener respuestas a la creciente cantidad de residuos que debían ser procesados (Dias 2009, 24).

17 De esta forma, las ONG incidieron, a través del acompañamiento de las organizaciones cartoneras, en la inclusión de la problemática social en los modelos de GIRSU que se desplegaron a fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI en los países de América Latina (Dias 2009; Sampaio de Alencar 2008).

18 En lo relativo a Argentina, y durante el proceso de reformulación legislativa, las ONG cumplieron un rol central, lo que posibilitó que las demandas de los cartoneros ingresaran en la legislatura de la ciudad y se sancionaran leyes como la 992, a través de la cual se creó el “programa de recuperadores urbanos —PRU—”, y la 1854, conocida como “Ley de Basura Cero”, impulsada por Greenpeace, que no sólo busca la progresiva reducción de los residuos, sino también propugna la incorporación de cartoneros en la gestión de los residuos reciclables de la ciudad (Grassi 2011; Koehs 2007; Paiva 2009; Schamber 2008).

19 Por otra parte, los trabajos académicos que indagaron sobre programas de desarrollo local han dado cuenta de la forma en que la consideración de éxito posibilita que estos sean replicados a través del trabajo de ONG, que cuentan con financiamiento de organismos internacionales (Cardozo Brum 2008; Gallichio 2004; Sumpsi Viñas 2006). Sin embargo, mi propuesta analiza la forma en que la replicabilidad se vuelve central en la construcción de políticas de inclusión de la población cartonera. En este sentido, la idea es analizar el modo en que la replicabilidad, en cuanto lenguaje de las ONG, permite el desarrollo de un modelo de GIRSU vernaculizado.

20 El análisis del trabajo mancomunado16 entre cooperativas y ONG permite conceptualizar un modelo de GIRSU vernaculizado, donde la inclusión social de la población cartonera se volvió el tópico más relevante, permeando la agenda pública de

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gestión de los residuos. En términos más directos, posibilitó que las cooperativas se volvieran tanto receptoras de las políticas como generadoras de estas. Los cartoneros en sí mismos no podían ser parte de la política de residuos, ya que eran considerados vagos y presentaban riesgos para la salud de toda la sociedad (Dimarco 2012). La labor de los cartoneros, de forma individual, no podía ser vista como una actividad de intervención de las políticas. La intervención en esta área debía ser abordada desde otros agencias estatales: salud, o incluso a través de la intervención policial.

21 En este contexto, y debido al desarrollo de cooperativas cartoneras, las ONG se volvieron agentes claves en el acompañamiento de estas experiencias y en el reconocimiento de la actividad, como una de las formas posibles de lograr los lineamientos de las políticas de GIRSU orientadas a las tres R.17 Durante este proceso, tanto en Argentina como en América Latina, nuevas formas de gestionar los residuos surgieron y disputaron por su inclusión, en cuanto modelo de gestión ambientalmente sustentable con mejores condiciones de trabajo para la población cartonera.

22 En función de lo expuesto, en primer lugar analizaremos la manera en que se desarrolló la categoría reciclaje inclusivo, para luego detenerme en los casos en estudio y el modo en que las cooperativas se convirtieron en modelos a ser replicados como solución a la problemática de los residuos.

Reciclaje inclusivo

23 La idea de la replicabilidad, enfatizada por las ONG, se conformó con el objetivo de lograr el desarrollo de modelos de gobernanza de esta población y de los residuos. En este marco, me interesa recuperar la forma en que diferentes ONG —AVINA, COSPE y WIEGO, en particular—, han establecido estrategias que buscan apoyar lo que se ha denominado “reciclaje inclusivo”. Esta categoría contempla la incorporación de las cooperativas dentro de los sistemas municipales de reciclado. Sin embargo, esta propuesta, que ha sido disputada, recuperada y reformulada por los emprendimientos, fue producida a través del trabajo mancomunado.

24 Por otra parte, una revisión de los documentos de organismos internacionales (IICA y BID 2013) y de programas de desarrollo (UE 2013) permite dar cuenta de la centralidad que adquiere la replicabilidad para considerar un proyecto como exitoso, y, por lo tanto, el acceso a los fondos para su implementación en nuevos espacios, o su sistematización.

25 La replicabilidad de las experiencias se construye como su capacidad de extenderse a otros espacios, en primera instancia, a niveles nacionales. Se basa en consideraciones respecto al éxito que tanto los agentes estatales como los técnicos de ONG estiman que estas han logrado. De manera paradójica, éxito y replicabilidad se autoconvocan entre sí: si es exitosa, debe ser replicable; si es replicable, se debe a su éxito.

26 En esta línea pueden comprenderse los pioneros desarrollos de la ONG italiana COSPE,18 la cual impulsó la red Reciclando Valores, o el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC). En 2003, este último intentó la organización de una red de comercialización conformada por cooperativas de cartoneros. Como señalaron Carenzo y Fernández Álvarez (2011), los mismos técnicos de COSPE que trabajaron en la conformación de la red, luego fueron parte de los cuadros técnicos del Ministerio de la Producción de la provincia de Buenos Aires, organismo que fue encargado de establecer

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políticas orientadas a las cooperativas. Lo que quiero señalar es que las ONG, y sus técnicos, fueron pioneros en el desarrollo de políticas orientadas a la población cartonera, permeando las prácticas de las agencias estatales, que debían afrontar una problemática novedosa.

27 Posteriormente, la fundación Avina estableció una estrategia regional que se orientó a la generación de trabajo digno; maximización de los beneficios ambientales y sociales; promoción de la organización de redes locales e internacionales de recicladores; mejoramiento de lugares de la cadena de valor; participación en los sistemas de manejo de residuos; desarrollo de políticas públicas; y “Vincular a los recicladores con la agenda de cambio climático: mercados y empleos verdes”.19 En este marco, es posible observar la recuperación del concepto empleos verdes20 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en los cuales busca incluir a esta población, y, a partir de esta propuesta, logró interesar a otros organismos internacionales para su vinculación en estas acciones.

28 En esta clave, el lanzamiento en 2011 de la Iniciativa Regional para el Reciclaje Inclusivo —a través de la asociación entre el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN), la División de Agua y Saneamiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Coca- Cola América Latina, Fundación Avina, la Red Latinoamericana de Recicladores (Red- LACRE) y PepsiCo Latinoamérica— da cuenta de la capacidad de Avina para establecer una agenda continental de inclusión de los cartoneros.21 El reconocimiento y la valorización del trabajo de los recicladores, mediante la construcción de alianzas estratégicas, permiten mejorar la coordinación tanto nacional como regional, vinculando a los gobiernos, las empresas y las organizaciones de recicladores. Pero, ¿qué fue lo que posibilitó este cambio de visión en torno al trabajo de los recicladores a nivel regional? El desarrollo de las cooperativas y, por lo tanto, de la actividad logró constituirse más allá de la mera subsistencia, convirtiéndose en un trabajo digno que permitía reducir los residuos.

29 De esta manera, las ONG construyeron la problemática del reciclaje informal como uno de los sectores estratégicos por intervenir en el ámbito de América Latina. En Argentina, los inéditos niveles de pobreza y desempleo redefinieron la forma de trabajo de las ONG reformulando las políticas de acción y recuperando las experiencias desarrolladas en otros países del Sur global. Mientras que en Colombia se registran cooperativas desde la década del setenta (Sampaio de Alencar 2008), en Brasil fue a partir de fines de los ochenta, y, en ambos casos, fue en función de mejorar las condiciones de trabajo de esta población (Dias 2009; Sampaio de Alencar 2008). De esta manera, las ONG que habían desarrollado trabajos en estos países contaban con un bagaje y experiencia propios que les permitían intervenir de forma diferencial en esta problemática.22

30 En su tesis doctoral, Dias (2009) señaló que el “paraguas conceptual de la GIRSU” se vuelve un concepto polisémico, en el cual las ONG encontraron una forma de lograr que las demandas del sector informal de los residuos fueran incorporadas en la discusión de políticas del área. Esto requirió un arduo trabajo, ya que, para los sectores técnicos- administrativos, la GIRSU se había vuelto una herramienta tanto para la implementación de modelos públicos-privados como para la privatización del sector (Dias 2009, 64-65). En función de incorporar las dimensiones sociales de esta problemática, en Brasil se creó el “Foro Nacional Lixo e Cidadania”, cuyos objetivos eran generar el diálogo en torno a los residuos; apoyar la organización y el

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asociativismo de los cartoneros; identificar, apoyar y diseminar experiencias exitosas de organizaciones cartoneras; involucrar al Ministerio Público, en función de generar presión sobre los alcaldes para que incorporen medidas del trabajo con los residuos y cartoneros; brindar capacitaciones tanto a cartoneros como ONG y agencias estatales; y coordinar con las instituciones de financiamiento proyectos vinculados a los residuos y la cuestión social (Dias 2009). Apoyado por las diversas ONG vinculadas al sector, y con un fuerte apoyo de UNICEF, el foro fue conformándose y adquiriendo apoyo estatal. Sin embargo, recién con la llegada del Partido dos Trabalhadores (PT) al gobierno de algunas ciudades —Belo Horizonte (Dias 2009) y Porto Alegre (Sampaio de Alencar 2008) —, los cartoneros comenzaron a desarrollar trabajos en conjunto, y se les permitió trabajar en la calle.

31 Dias (2009) señala que la mayoría de la sociedad brasilera tenía una imagen negativa de quienes realizaban la actividad, considerándolos mendigos o marginales. La autora recupera la forma en que, a través del trabajo mancomunado entre las ONG, cooperativas y agencias estatales, esta imagen pudo modificarse configurando la de agentes ambientales, lo que finalmente redundó en el reconocimiento legal de la profesión (Dias 2009, 253). Como ha señalado Dimarco (2011; 2012), en Argentina se desplegó un proceso similar, construyendo a los cartoneros como trabajadores, separándolos de la visión que los percibía como vagos, delincuentes, y como un peligro latente para la salud de la sociedad toda.

32 De esta manera, en la Argentina signada por la crisis, y el lugar marginal que ocupaban los cartoneros —invisibilizados, ladrones, ilegales (Dimarco 2011; 2012)—, las primeras intervenciones en pos del reconocimiento de la actividad como un trabajo surgieron desde las ONG, quienes acompañaron en las audiencias públicas, organizaron encuentros (Paiva 2009; Schamber 2008; Schamber y Suárez 2007) y hasta conformaron redes (Buldain 2007; Carenzo y Fernández Álvarez 2011; Koehs 2007; Paiva 2007). En este contexto, la participación de las ONG fue central para que pudieran comenzar a replantearse las leyes vinculadas a la gestión de los residuos y para que las propuestas de las cooperativas fueran escuchadas.

33 Como analicé en otros trabajos (Sorroche 2016), la participación de ONG fue central en los dos casos en estudio. En el caso de Morón, el desarrollo de la Asociación Civil fue una sugerencia del gobierno municipal, en función de poder presentar proyectos; a partir de su creación fue posible organizar y acompañar el surgimiento de la cooperativa NuevaMente. Mientras que en el caso de Reciclando Sueños (Recisu), en La Matanza, la vinculación con la ONG COSPE fue la que posibilitó viajar a Brasil — justamente, al Foro Lixo e Cidadania—, donde pudieron conocer la experiencia de la recolección diferenciada y, así, comenzar a diagramar su propio desarrollo. No obstante, ambas cooperativas se vincularon con agencias estatales, gracias a estas relaciones. Si en el caso de Morón fue la propia asociación la que buscó el apoyo municipal, y a partir de allí conformó la cooperativa, en el caso de La Matanza, el trabajo con la ONG COSPE, a través de la red Reciclando Valores, permitió el contacto con el Ministerio de la Producción de la provincia de Buenos Aires, a través del cual, como mostraron Carenzo y Fernández Álvarez (2011), pudieron acceder a créditos para el lanzamiento de la recolección diferenciada.

34 De lo señalado anteriormente resulta interesante recuperar dos cuestiones. Por un lado, COSPE también fue una de las ONG que participó en la diagramación de los Foros Lixo e Cidadania en Brasil (Dias 2009; Sampaio de Alencar 2007). Por el otro, y aquí es donde

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me interesa indagar, los foros, en su articulación territorial —nacional, estadual y municipal—, “[…] fueron diseñados de tal forma que funcionaran como red […]” (Dias 2009, 158).

35 La conformación de redes de ONG y organizaciones de base, en función de lograr la participación estatal en diversas problemáticas, fue analizada por la antropóloga Annelise Riles (2000) en su libro The Network Inside Out. Riles se centró en el trabajo cotidiano de ONG de Fiyi —vinculadas a los derechos de las mujeres— que desarrollan actividades articuladas en redes nacionales e internacionales. De esta forma, a través del análisis de la participación de estas organizaciones en conferencias globales de las Naciones Unidas, la autora dio cuenta de la manera en que se modelan tanto la práctica local como las formas de intercambio dentro de las redes. Siguiendo este planteo, mi intención no es describir la red sino pensar —más allá de la autoexplicación de que las redes vinculan diferentes grupos (Riles 2000, 26)— qué sentido tuvo la constitución de la red en el momento de emergencia del fenómeno cartonero en el ámbito del Gran Buenos Aires.

36 Por un lado, me interesa señalar que el nombre dado a la Red fue Reciclando Valores; hay un claro sentido que aparece de una primera lectura: el reciclado genera valor; por lo tanto, a partir de mejores condiciones de trabajo se mejorarían las ganancias de quienes participaban. Sin embargo, por el otro, estaba en juego parte de la redefinición de los cartoneros, no ya como desempleados, o la connotación que habían tenido durante años como vagos y delincuentes. En este sentido, debía reciclarse el valor del trabajo, es decir, que fueran considerados como trabajadores. Como ya señalé, fue allí donde las ONG cumplieron un rol central en acercar las propuestas de los cartoneros a las agencias estatales. Su apoyo —no sólo monetario— fue central para que las agencias estatales pudieran comenzar a ver y pensar que el trabajo de los cartoneros era una opción posible en la recuperación de los residuos. Al mismo tiempo, ese reconocimiento no sólo posibilitaba la generación de condiciones de trabajo digno sino que cimentaba las bases para disputar la incorporación de las cooperativas a los circuitos formales de residuos.

37 De manera simultánea, la red presentaba en forma “homogénea” —con esto no quiero decir que no haya sido disputada internamente— grupos muy diferentes que debían hacer frente a realidades locales extremadamente diversas. En este sentido, al presentarse como red, más allá de las diferencias, posibilitaba establecer relaciones más fluidas con las agencias estatales y en mejores condiciones que de manera separada. Algo similar a lo que relata Dias (2009) con los foros Lixo e Cidadania: la experiencia de COSPE en el desarrollo de estas redes en Brasil sirvió de base para la constitución de Reciclando Valores, que se volvió un actor central en la conformación del programa “Reciclando Valores”, dependiente del Ministerio de la Producción de la provincia de Buenos Aires. A partir de estos logros, los integrantes de la red participaron en la redacción de un proyecto de ley (que luego se convirtió en la ley provincial 13592), consiguiendo un mayor reconocimiento de lo estipulado en la primera versión de este. Como contaba Marcelo, presidente de Reciclando Sueños: “Cuando se cierra el relleno de Villa Domínico, nos invitaron a participar como red. Fue el gobernador, era Felipe Sola en ese momento. Y nosotros le señalamos algunas cuestiones del proyecto. Ahí, el gobernador dijo que estaba de acuerdo y que iba a hablar con su equipo para que lo modifiquen. Y así trabajamos con su gente, y presentó el proyecto que terminó saliendo”. (Entrevista realizada a Marcelo 15/02/2015)

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38 Como es posible observar, fue la participación de la red —apoyada por una ONG internacional— lo que les permitió a los integrantes de las diferentes cooperativas demandar en conjunto el reconocimiento de la actividad. Es importante señalar que, en la provincia de Buenos Aires, son los municipios los encargados de establecer la forma de gestionar los residuos; por lo tanto, cada jurisdicción presenta una realidad totalmente distinta. De esta forma, la conformación de la red posibilitó el trabajo mancomunado de las organizaciones, logrando el establecimiento de una ley marco que incluyera toda la provincia, convirtiéndose en una herramienta desde la cual pelear en cada uno de los municipios. Como ha señalado Riles (2000), una de las preocupaciones de las ONG es cómo lograr que “[…] los fondos se vuelvan documentos, los documentos acción […]” (Riles 2000, 143). En este marco, COSPE había logrado convertir la red en acción, lo que se expresó a través de la redacción de un proyecto de ley de las cooperativas.

39 Al lograr la sanción de esta, las cooperativas pudieron desarrollar sus actividades sin preocuparse, entre otras cosas, por la persecución policial (vigente aún en la legislación de la última dictadura militar). Esto permitió desarrollar un modelo vernáculo de la GIRSU. Al mismo tiempo, el trabajo en conjunto posibilitó que las cooperativas incorporaran el lenguaje de la GIRSU: rellenos sanitarios, recolección diferenciada, logística, circuito formal de los residuos, entre otros.

40 En este proceso, tanto las cooperativas como las ONG comenzaron a cobrar relevancia en la discusión política por la gestión de los residuos. Según la visión de las agencias estatales, el problema, presentado como novedoso, requirió un trabajo político en común para lograr el reconocimiento de los cartoneros como un actor central en un nuevo modelo de gestión. El trabajo a partir de la red no sólo posibilitó intercambiar experiencias entre cooperativas de diferentes municipios del Gran Buenos Aires, sino que también permitió la eliminación de las restricciones legales que, aún en 2006, seguían existiendo en todo el ámbito de la provincia de Buenos Aires. Junto a las reformas legislativas, la adquisición del lenguaje de la GIRSU y el conocimiento de la experiencia brasilera —con una trayectoria mayor que la local— posibilitaron la puesta en marcha de propuestas innovadoras por parte de las cooperativas, convirtiéndose en modelos replicables de una GIRSU vernácula.

Ejemplo nacional

41 La puesta en marcha de la recolección diferenciada por parte de Reciclando Sueños comenzó a llamar la atención tanto de técnicos de ONG como de agentes estatales, académicos, periodistas y público en general. Tal fue el caso de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación (SAyDS), la cual, en 2007 —a poco de lanzado el proyecto de la recolección diferenciada—, invitó a que la cooperativa participara en las actividades del Día del Ambiente que organizó la Secretaría (Fernández Álvarez 2016).23 En este sentido, es posible destacar la forma en que la SAyDS consideraba que Recisu era una experiencia ejemplar y, por lo tanto, debía mostrarse. No sólo en actividades desarrolladas por ellos, sino también a técnicos de organismos internacionales, como es posible observar en el siguiente registro de campo: “Es un frío sábado de mayo, hace poco tiempo que comencé mi trabajo de campo en la cooperativa. A las 10 de la mañana, me encuentro con Sebastián y María Inés para

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ir a un asado en la misma. No sé mucho más que eso. Al subir al auto me cuentan que el motivo del asado es la visita de un técnico del Banco Mundial por un proyecto que se encuentra diagramando la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación. Esta información es para mí una gran sorpresa, y lo que veo al llegar al galpón es aún mayor. Mientras camino los primeros pasos —desde la calle hasta el galpón, unos 20 metros aproximadamente—, veo que se encuentran todos reunidos. Entre los y las integrantes de la cooperativa, observo al técnico del Banco Mundial y a su mujer, quien registra, videocámara en mano, todo lo que sucede. Se está llevando adelante una reproducción del trabajo cotidiano que día a día realiza la cooperativa. Mientras algunos actúan de vecinos que habían separado sus residuos, otros llevan adelante su papel cotidiano en la recolección de los mismos. La actuación prosigue con el trabajo sobre la mesa de clasificación —un viejo esqueleto metálico de una cama—, donde muestran uno a uno los diferentes materiales y cuál será su destino definitivo. Tras las presentaciones, que son cuidadosamente filmadas, llega el turno del asado, que también es registrado. Mientras tanto, el técnico nos cuenta que se encuentra visitando diferentes experiencias vinculadas al manejo de residuos en América Latina. Había estado previamente en Bahía, Brasil, donde registró las actividades de los ‘catadores’ en un barrio completamente construido sobre la basura. En Argentina, concurrirá a conocer otra ‘famosa’ experiencia de la Ciudad de Buenos Aires, antes de volver a los Estados Unidos. En ese momento comencé a preguntarme qué llevaba a que un antropólogo (sí, el técnico era antropólogo) fuera enviado desde Washington para registrar experiencias del manejo de la basura en esta región. Luego me enteraría de que esta visita estaba relacionada con un proyecto del Banco Mundial para erradicar el trabajo en los basurales a cielo abierto que sería desarrollado en el marco de la Estrategia Nacional de Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos (ENGIRSU), dependiente de la SAyDS, donde le habían sugerido al técnico que visitara a la cooperativa”. (Registro de campo, 10/05/2008; énfasis del autor)

42 Dentro del marco de la ENGIRSU, la visita del técnico se orientaba a analizar las experiencias que lograran disminuir la población que desarrolla su actividad dentro de los basurales a cielo abierto. La ENGIRSU había establecido como prioridad el cierre de estos y el establecimiento de rellenos sanitarios. Al mismo tiempo, se buscaba incorporar a la población que vivía de los basurales a sistemas de gestión de residuos a través de cooperativas. Recisu, junto a otra cooperativa de la Ciudad de Buenos Aires — El Ceibo—, habían sido invitadas a participar en la elaboración de la propuesta —de la mano de los equipos “técnicos” que trabajaban con ellos; en el caso de Recisu, el equipo de becarios e investigadores del Conicet del cual formo parte—. En un primer momento, serían las cooperativas quienes realizarían el relevamiento en el interior del país. Finalmente, la SAyDS decidió contratar a una consultora para tal tarea.

43 La propuesta era que, dada la experiencia recorrida por las cooperativas, estas pudieran compartir sus logros, desafíos y problemas con otras organizaciones cartoneras que se formarían en torno a este proyecto. En este marco, ambas cooperativas se presentaban como un modelo replicable, en función de poder desplegar los lineamientos de la ENGIRSU: trabajo cooperativo, reducción de los residuos y gestión. El trabajo llevado adelante con ONG les permitía también un conocimiento en la diagramación y puesta en marcha de proyectos. Estos, como señaló Riles (2000), se configuran desde una matriz donde los solicitantes deben llenar los espacios en blanco, lo que permite luego un análisis de los logros alcanzados. Este conocimiento, producto de la participación en proyecto, posibilitó que ambas cooperativas tengan un conocimiento del que, en muchos casos, otras experiencias similares carecían.

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44 A medida que se desarrolló el trabajo de campo, lo que generó intriga fueron estos vínculos que se entretejían entre las agencias estatales, organismos internacionales y una cooperativa de La Matanza. ¿Qué tenía de particular esta experiencia, entre muchas otras, para que un técnico del Banco Mundial la visitara? En este sentido, el trabajo desplegado por Recisu había permitido que la experiencia desarrollada fuera considerada como una experiencia por replicar. Esta consideración se apoyaba en el trabajo mancomunado con ONG que sustentaban la propia construcción política de la cooperativa.

Conclusiones

45 En este artículo di cuenta de cómo el trabajo mancomunado entre ONG y organizaciones cartoneras amplió el rango de acción para que estas últimas pudieran incidir en los circuitos formales de residuos. Una problemática que en Argentina se presentaba como extremadamente novedosa requirió el apoyo de las ONG, en función de poder desplegar propuestas de modelos de GIRSU vernaculizados, conformados a través de la replicabilidad de estas experiencias.

46 De esta forma, la vinculación con otras organizaciones, en el caso argentino, fue mediada por las ONG. Estas, en un primer momento, se articularon a través de la red Reciclando Valores y en las instancias de discusión de las reformas legislativas en la CABA, que posteriormente se expresó a través de proyectos financiados por las ONG. Este proceso fue generando un trabajo conjunto, en el que las cooperativas se fueron constituyendo como un actor colectivo que demandaba políticas que dieran cuenta de la inclusión social de esta población.

47 Los desarrollos alcanzados por las cooperativas fueron recuperados por las ONG y agencias estatales como modalidades de gestión replicables. Sin embargo, estas propuestas son disputadas en los nuevos espacios donde se busca implementarlas. Esta replicabilidad no quedó circunscrita únicamente a otras experiencias sino también a la expansión de las propias propuestas piloto, replicándolas en otras localidades del mismo municipio, aumentando el rango de acción e incidencia de las cooperativas. En este sentido, no fueron sólo modelos llevados a otros espacios locales, sino que fueron replicados en función de ampliar su alcance.

48 Al mismo tiempo, y es en lo que me interesa hacer hincapié, la capacidad de replicabilidad de las propuestas de recolección diferenciada fue lo que posibilitó que estas se constituyeran como modelos de GIRSU vernaculizados. Así, la construcción de la replicabilidad se volvió una condición de la capacidad de constituirse como propuestas posibles dentro de las nuevas relaciones de hegemonía en torno a la gestión de los residuos.

49 La vernaculización de los modelos de GIRSU requirió el trabajo en conjunto con ONG — nacionales e internacionales—, cuyo conocimiento de otras experiencias latinoamericanas —como los casos brasilero y colombiano (Dias 2009; Sampaio de Alencar 2008)— posibilitó el desarrollo de modelos vernáculos. Como señaló Riles (2000), la participación en foros internacionales permite el acceso a nuevas formas de gestión y regulación, siendo las ONG mediadoras entre estos espacios de articulación transnacional y la práctica local.

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50 Este proceso amplió el horizonte de posibilidades de las cooperativas, a través de la adquisición del lenguaje de la GIRSU, en los términos de Roseberry (2007). Esto generó la posibilidad de discutir en otros términos, tanto con agentes estatales como con las propias ONG. De esta forma, las propuestas desarrolladas por las cooperativas se inscribieron en los lineamientos de la GIRSU, por cuanto reformularon su trabajo en función de que su actividad fuera comprendida dentro de ese marco y configurando demandas que puedan ser reconocidas por las agencias estatales. Este lenguaje reconfiguró, no solamente la actividad, sino también la manera de relacionarse con ONG y agencias estatales, posibilitando la participación de las cooperativas en la diagramación y el despliegue de las políticas de residuos.

51 Asimismo, la vinculación con las ONG abrió el campo de acción de las organizaciones en conformación —y luego el de las ya conformadas—, a través del logro de una representación y una legitimidad que eran necesarias, en función de poder vincularse y, desde allí, disputar con las agencias estatales tanto el reconocimiento de la actividad como la inclusión en los sistemas de gestión de residuos formales. Principalmente, y ante la inexistencia —en ese momento— de un movimiento que aglutinara varias cooperativas, el rol de las ONG fue central, ya que posibilitó la articulación entre las diferentes cooperativas y organizaciones.

52 El propio desarrollo de proyectos en conjunto con las ONG posibilita, como he señalado más arriba, el acceso de las cooperativas a espacios de articulación, tanto para contar sus propias experiencias como para conocer las de otras organizaciones. Estos encuentros permiten el despliegue de prácticas que impactan en el espacio local y en el transnacional, lo que llamé una dialéctica global-local. Y que, como se argumentó en este artículo, se expresa en el desarrollo de una GIRSU vernaculizada.

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NOTAS

1. El Gran Buenos Aires es la zona conurbada de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Siendo parte de la provincia de Buenos Aires, se compone de 33 municipios y cuenta con 12.806.866 habitantes. 2. Schamber (2008) la ha documentado, al menos, desde mediados del siglo XIX. 3. Alrededor de 100.000, según estimaciones de 2001. Datos provenientes de una investigación llevada a cabo por Francisco Suárez en la Universidad Nacional de General Sarmiento (Argentina) (Himitian 2001). 4. “En la Capital Federal el cartoneo ha llegado a su cumbre y ha comenzado su crisis: entre 2001 y 2002 los reclutas de estos ejércitos de la noche pasaron de 25 mil a 40 mil aproximadamente. Una cuarta parte son cirujas históricos, el resto son ex mozos, ex metalúrgicos, ex mucamas, ex zapateras ex algo que han dejado de ser en los años 90, para pisar el siglo XXI con zapatillas de ciruja, unas reebok gastadas, por qué no, pero en buen estado, admiradas con sorpresa, por primera vez, como recién nacidas adentro de una bolsa” (Muleiro 2002, 1; énfasis del autor).

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5. También conocidos en Colombia como recicladores, pepenadores en México y hurgadores en Uruguay. Decidí utilizar cartoneros, ya que es la forma en que ellos mismos se denominan y es la palabra de uso común en Argentina para hablar de quienes obtienen su sustento de la recuperación de materiales reciclables en la vía pública. 6. Originalmente llamado Cinturón Ecológico Área Metropolitana Sociedad del Estado, en 1998, al cambiar algunas de sus atribuciones, cambió su nombre a Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado. 7. Estos movimientos de vecinos se oponían tanto al funcionamiento de los rellenos (como fue el caso del de Villa Dominico o González Catán) como a la instalación de nuevos rellenos. Para más información, Merlinsky (2012) y notas periodísticas en la siguiente nota al pie. 8. Además de las notas sobre el problema de los cartoneros (reseñados en Adissi 2004), varios medios comenzaron a informar las noticias de las manifestaciones, por la clausura de los rellenos (Dandan 2003; Clarín, “Después de casi” 2004; Lucesole 2004; Clarín, “Vecinos de González” 2006) como contra la instalación de nuevos rellenos (Página 12, “Un corte contra” 2007; Clarín, “Vecinos de Brandsen” 2007; Clarín, “Hubo largas colas” 2007), e incluso sobre la búsqueda de nuevos lugares para el establecimiento de los rellenos (Clarín, “Siguen sin definir” 2007). 9. He decidido la utilización de la categoría agencias estatales, por cuanto nos permite analizar diversos niveles estatales que tienen un accionar heterogéneo. 10. Tales como el Banco Mundial o el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). 11. Fuente: http://observatoriorsu.ambiente.gob.ar/informacion/2/informacion-general-sobre- gestion-integral-de-residuos 12. En función de analizar estas vinculaciones transnacionales, recuperaré el trabajo de Tsing (2005), el cual nos permite mostrar cómo las conexiones globales adquieren vida. La autora utiliza el concepto fricción, para dar cuenta de lo que se produce en estos encuentros de escala global. Las fricciones (cuyas cualidades pueden ser consideradas incómodas, desiguales, inestables y creativas) son interacciones donde continuamente se coproducen las culturas; son las cualidades de la interconexión a través de la diferencia. La idea de fricción, según Tsing, da cuenta de la importancia de la interacción, al definir los movimientos, las formas culturales y la agencia de quienes participan; “[…] lo que nos facilitan es también la estructura a la que nos confinan” (Tsing 2005, 6). De esta manera, el concepto nos permite ver cómo se producen estas apropiaciones de diferentes ideas, proyectos y conceptos en los espacios locales, en sus contextos particulares. Sin embargo, las fricciones son el resultado de conexiones (Wolf 2005 [1987]), es decir, que han sido moldeadas por las fuerzas que actúan sobre los espacios locales. Recuperar la perspectiva wolfiana, nos permite profundizar el planteo de Tsing, dando cuenta de la forma en que, al analizar a través del concepto de fricción, es posible advertir articulaciones y vinculaciones que, en el espacio local, se despliegan y se interrelacionan conformando nuevos modelos de GIRSU. Las cooperativas de cartoneros se vieron inmersas en relaciones de poder que implican marcos de referencias más amplios que los del propio espacio local; como dijera Wolf “[…] lo hicieron bajo la presión de las circunstancias, los constreñimientos de las nuevas demandas y mercados, y las consecuencias de nuevas configuraciones políticas” (1999, 311). 13. El trabajo de campo se desarrolló en dos cooperativas del Área Metropolitana de Buenos Aires. Reciclando Sueños, en el partido de La Matanza, y NuevaMente, en el partido de Morón. En ambos distritos se sigue priorizando el enterramiento en los rellenos sanitarios por sobre otras formas de gestionarlos, siendo las experiencias de las cooperativas las propuestas diferenciales al modelo de gestión imperante. 14. Este concepto es recuperado del planteamiento de Engle Merry (1997; 2005a; 2005b), quien analizó cómo los movimientos locales en contra de la violencia de género han recuperado propuestas de organizaciones internacionales para, a nivel local, generar legislación, como también apoyo y contención para las víctimas. Sin embargo, tal como señala la autora, existen

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dificultades y tensiones que se producen en el momento de la aplicación de los conceptos globales en los espacios locales, que adquieren características específicas en función de los espacios donde son desplegados. En este sentido, recuperamos la idea de vernacularización (Engle Merry 2005b), entendida como la manera en que los derechos humanos son “traducidos” en su puesta en práctica local; esto se lleva adelante a través de conocimientos tecnocráticos, legales y de otros tipos. Para analizar, en este caso, la forma en que los modelos de GIRSU adquieren su cariz local. 15. Este modelo de GIRSU vernaculizado se orienta a la incorporación de los cartoneros a la gestión de los residuos siendo una opción ambiental y socialmente sustentable. Como señalé en otros trabajos (Sorroche 2016), las organizaciones cartoneras reclaman el reconocimiento de este trabajo como un servicio público, en función del cual los estados municipales les pagarían por su trabajo. Esto permitiría que las cooperativas no queden a merced de los valores de mercado de los materiales o su fluctuante demanda por parte de las industrias. De esta manera, las cooperativas podrían lograr una sostenibilidad y previsibilidad que actualmente no tienen. 16. Este trabajo no está exento de asimetrías, disputas, conflictos y desencuentros, como lo mostraré a lo largo del artículo, donde las ONG son quienes cuentan con mayores recursos, que permiten el desarrollo de los proyectos con las cooperativas. Sin embargo, estos fueron definidos en reuniones conjuntas, donde las cooperativas disputaron el reconocimiento de su trabajo y el acceso a recursos particulares para mejorar sus condiciones de trabajo. 17. La jerarquía de los residuos establece la prioridad de Reducir, Reutilizar y Reciclar. Para ver el desarrollo de esta categoría, ver Sorroche (2016). 18. Cooperazione per lo Sviluppo dei Paesi Emergenti —Cooperación para el Desarrollo de los Países Emergentes—. 19. http://www.avina.net/avina/micromundos/reciclaje-inclusivo/ Consultado, 11/04/2017. 20. Es importante señalar que esta propuesta fue recuperada por la OIT y el PNUMA, en la promoción de lo que han dado en llamar empleos verdes. El proceso que configuró la formulación de esta categoría, que se presenta como una solución a esta problemática, se conformó a partir del trabajo de ONG y organizaciones cartoneras que buscaron incidir en las políticas de estos organismos; lo que facilitó el establecimiento de nuevos modelos en torno a la “inclusión” de esta población, permitiendo el establecimiento de modelos de GIRSU posibles para los países en desarrollo (OIT 2008a; 2008b; 2012). 21. Sus objetivos son similares a los propuestos por Avina: mejorar el acceso de los recicladores al mercado formal del reciclaje, a través del diseño e implementación de actividades orientadas a: “1) Mejorar la situación socio-económica de las y los recicladores de base; 2) Facilitar su acceso al mercado formal del reciclaje; y 3) Fomentar el desarrollo de políticas públicas de gestión integral de residuos sólidos con inclusión de recicladores” (Iniciativa Regional para el Reciclaje Inclusivo [IRR]). 22. Los trabajos de Dias (2009) y Sampaio de Alencar (2008) han mostrado la vinculación de un gran número de ONG con las organizaciones cartoneras, algunas vinculadas a la Iglesia católica — tales como Cáritas y Pastoral da Rua—, universidades y organismos internacionales como Unicef, los cuales brindaron apoyo a estos emprendimientos en su surgimiento. Dias (2009) denominó a estas instituciones “entidades catalizadoras”, por cuanto posibilitaron el desarrollo de organizaciones que nucleaban cartoneros. En este marco, las ONG brindaron asistencia y abogaron por el reconocimiento de las demandas de las cooperativas, principalmente por su incorporación en los programas municipales de recolección diferenciada. 23. Para un análisis de la participación de la cooperativa en esta actividad, ver Fernández Álvarez (2016).

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RESÚMENES

Este artículo se propone dar cuenta, desde una perspectiva etnográfica, de las vinculaciones entre agencias estatales, ONG y cooperativas de cartoneros. El establecimiento de sistemas de recolección diferenciada desarrollados por cooperativas de cartoneros en el Área Metropolitana de Buenos Aires posibilitó que estas se constituyeran como modelos de gestión exitosos por parte de ONG y agencias estatales. Estas consideraciones permitieron la construcción de un modelo de gestión de residuos con inclusión social, con la capacidad de ser replicados en otros espacios locales, regionales e internacionales.

This article intends to highlight the relationships between agencies of the State, NGOs and recycler co-operatives from an ethnographic perspective. The establishing of differing recollection systems developed by recycler co-operatives within the Metropolitan Area of Buenos Aires allowed these to become a successful management model as defined by NGOs and agencies of the State. These definitions permitted the creation of a waste management model with social inclusion, able to be replicated in other social spaces regionally and internationally.

Este artigo se propõe a dar conta, a partir de uma perspectiva etnográfica, das vinculações entre agências estatais, ONGs e cooperativas de recicladores. O estabelecimento de sistemas de coleta diferenciada desenvolvidos por cooperativas de recicladores na Área Metropolitana de Buenos Aires possibilitou que elas se constituíssem como modelos de gestão bem-sucedidos por parte de ONGs e agências estatais. Essas considerações permitiram a construção de um modelo de gestão de resíduos com inclusão social, com a capacidade de ser replicado em outros espaços locais, regionais e internacionais.

ÍNDICE

Temas: Argentina, ONG, regional, internacional Palavras-chave: cooperativas de recicladores, local Keywords: recycler co-operatives, local Palabras claves: cooperativas de cartoneros, local

AUTOR

SANTIAGO SORROCHE

Doctor en Antropología Social por la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Becario Posdoctoral Conicet. Investigador de la Sección de Antropología Social en el Instituto de Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires. Últimas publicaciones: “Repensando los conflictos socioambientales desde una ecogubernamentalidad en fricción”. Estudios Políticos 49: 132-147, 2016 (en coautoría), y “Ni ‘vagos’ ni ‘ladrones’: trabajadores cartoneros. Las organizaciones cartoneras y la disputa por el reconocimiento de su actividad como un trabajo”. Épocas. Revista de Ciencias Sociales y Crítica Cultural 3. 2016. sorroche.santiago[at]gmail.com

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Espiritualidad y territorio: la emergencia de nuevos mercados religiosos en Pisco Elqui (IV Región, Chile) Spirituality and Territory: the Emergence of New Religious Markets in Pisco Elqui (IV Region, Chile) Espiritualidade e território: a emergência de novos mercados religiosos em Pisco Elqui (Região IV, Chile)

Luis Bahamondes González, Florencia Diestre de la Barra, Nelson Marín Alarcón y Wladimir Riquelme Maulén

NOTA DEL EDITOR

Fecha de recepción: 23 de junio de 2016 Fecha de aceptación: 15 de diciembre de 2016 Fecha de modificación: 28 de enero de 2017 DOI: 10.7440/res61.2017.06

NOTA DEL AUTOR

El artículo se enmarca en la investigación titulada “Mercantilización de lo sagrado en el Valle de Elqui”, producto del Grupo de Investigación sobre Religiosidades, Imaginarios y Patrimonios locales, financiada por la Universidad de Chile.

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Introducción

1 Una de las características más importantes de nuestro tiempo es el creciente pluralismo religioso de las sociedades latinoamericanas en un contexto de globalización acelerada. Como menciona Bastian (2004), dicho fenómeno se caracteriza por la presencia de una importante diversidad de creencias religiosas, situación posible de percibir desde tiempos coloniales, por la ruptura del orden cultural y religioso heredado. Este proceso se encuentra ligado a cambios sociales estructurales como el transnacionalismo, la desestructuración de las economías y políticas locales, la intensificación de la marginalidad social y la expansión de una lógica de mercado hacia nuevos espacios; todos procesos que generan un impacto en el campo de las creencias y las formas de asociación religiosas. La hegemonía del campo cultural católico, aún presente como opción religiosa mayoritaria de los latinoamericanos, se resquebraja e invita a los distintos actores a renovar sus estrategias y participar de forma activa en la diversidad (Bahamondes 2012).

2 Al igual que otros sistemas de valores y sentidos que entran en competencia por la interpretación de la realidad (Berger y Luckmann 1996), las religiones, dentro de una dinámica de pluralismo, catalizan la emergencia de nuevas y novedosas formas de creer, abriendo la posibilidad a la experimentación, el tránsito entre agrupaciones religiosas y la creatividad en la oferta de estas (Champion 1995). Como menciona Parker (2008), los cambios culturales acaecidos en las últimas décadas han generado impactos sustanciales tanto en las formas religiosas tradicionales como en la apertura hacia lo heterodoxo, lo sincrético y lo neomágico. De ahí que gran parte de los estudios de la religión en el mundo contemporáneo hayan focalizado sus esfuerzos en comprender la emergencia y el desarrollo de las nuevas maneras de religiosidad y creencia, que se dan en un contexto de modernidad tardía, tales como el surgimiento de los Nuevos Movimientos Religiosos, los sincretismos modernos, el auge del fundamentalismo, la religiosidad civil y los movimientos de renovación dentro de las grandes tradiciones religiosas (De la Torre 2013). Los clásicos modelos de socialización religiosa, centrados en la comunidad y la iglesia, se abren hacia afuera de los márgenes de los grupos e instituciones establecidos, favoreciendo la constitución de caminos espirituales individuales, alternativos, esotéricos, volátiles y eclécticos. La proliferación de un nuevo tipo de creyente que adapta, actualiza y reinterpreta su religiosidad obliga a repensar aquellos paradigmas que vinculaban el avance modernizador con religiones diferenciadas, en vías de privatización o extinción (Cantón 2008a; Esteban 2008; Semán 2007).

3 Este fenómeno de diversificación y flexibilización religiosas puede ser observado, con matices y variaciones, a nivel global (Lenoir 2005). Sin embargo, dentro del contexto latinoamericano se caracterizaría, siguiendo a Mallimacci y Giménez (2007), por la disminución de la dominación cultural del catolicismo, reflejada además en la caída progresiva de su feligresía en la mayor parte del continente, así como en el aumento de la presencia de nuevas opciones religiosas dentro y fuera del espectro cristiano. La diversidad de formas de “ser católico”, el crecimiento del evangelismo (mayoritariamente pentecostal), la indiferencia religiosa, la revalorización de las creencias subalternas (indígenas o afrodescendientes), la síntesis de nuevas o novedosas espiritualidades, serían la base de la constitución de un nuevo campo religioso en medio del cambio de milenio.

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4 El auge del esoterismo, lo místico y lo espiritual también toca de manera profunda las formas de creer y pertenecer dentro del contexto nacional. Comunidades terapéuticas, creencias orientales, neochamanismos, prácticas adivinatorias, conocimientos ancestrales, etcétera, se ofertan al creyente flexible en diversidad de formatos y lugares (Bahamondes 2016). Esto, que pudiera parecer evidente al observar la heterogeneidad religiosa en las ciudades chilenas, ha sido invisibilizado tanto por los indicadores estadísticos,1 difuminados frecuentemente en las categorías de “otras religiones o credos”, como por las investigaciones que constatan la existencia de diversidad de creencias, pero que no indagan acerca de los contextos espaciales donde se producen y reproducen. La emergencia del pluralismo religioso se da en torno a territorios específicos, donde lo global se relocaliza mediante la circulación libre de elementos simbólicos, transversalizando prácticas locales, conectándolas con circuitos mundiales que resignifican sus usos, y constituyendo nuevos híbridos religiosos (De la Torre 2008). De ahí que se produzcan, de acuerdo con la autora antes mencionada, la interacción y complementación entre los elementos religiosos populares (santería, magia, espiritismo, sanación, etcétera) y la cultura propia de la sobremodernidad (orientalismo, seudociencia, tecnología, cultura de masas, extraterrestres, etcétera).

5 A partir de lo anterior, la presente investigación tendrá por objetivo comprender y analizar la emergencia de nuevos mercados religiosos en Chile, por medio de un estudio de caso en la localidad de Pisco Elqui (IV Región). Dicho lugar se caracteriza por constituir un polo de atracción para quienes buscan conocer y experimentar nuevas y novedosas formas de vinculación con lo sagrado, a través del consumo de bienes y servicios de carácter místico y espiritual. Es así como el estudio se focaliza en las dinámicas que permiten resignificar elementos provenientes de las tradiciones religiosas más arraigadas e institucionalizadas, junto con diversos conocimientos experienciales dentro de un imaginario espiritual situado territorialmente. Esta dinámica permite al buscador espiritual desarrollar un camino de crecimiento y búsqueda personales de tipo místico (Velasco 2003) que es interior e inmediato.

Metodología

6 El enfoque de investigación utilizado fue de tipo cualitativo, centrado en comprender los sentidos y significados que tienen los miembros y visitantes de la localidad de Pisco Elqui con respecto a la ampliación de alternativas religioso/espirituales, en un escenario de mercantilización de lo sagrado y sus prácticas de consumo (Cantón 2008b). De esta forma, la elección de dicho lugar estuvo determinada por la alta concentración de espacios que ofertan servicios espirituales, constituyéndose como un ejemplo ilustrativo para explicar las dinámicas del mercado religioso presentes en el país.

7 En cuanto al diseño metodológico utilizado, este consistió en un acercamiento de tipo etnográfico,2 que tuvo como objetivo comprender las motivaciones de oferentes y consumidores de dichos servicios, para lo cual se diseñaron pautas de observación focalizadas en los espacios de comercialización. Para Aguirre Baztán (1995, 3): En la etnografía, la dimensión descriptiva no es un obstáculo para el análisis de la cultura en términos de identidad, totalidad, eficacia, por lo que, como resultado de la acción etnográfica, estamos en condiciones de conocer la identidad étnica de la comunidad, de comprender la cultura como un “todo orgánico” y de verificar cómo esa cultura está viva y es eficaz en la resolución de problemas en la comunidad.

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8 De esta forma, el método etnográfico descubre nuevas culturas, y les otorga el protagonismo a los sujetos que componen la comunidad en estudio, visibilizando e interpretando actos y discursos en el contexto sociocultural en que se generan, adquiriendo especial relevancia la comunicación no verbal. En este sentido, Fericgla (1995) postula que: […] la clave del registro emotivo de una situación dada, sirve también para validar o contradecir el mensaje verbal: por medio de la comunicación no verbal un informante puede repetir, contradecir, sustituir, complementar, acentuar o regular el comportamiento verbal. (Fericgla 1995, 155)

9 En síntesis, la etnografía es mucho más que descripción, es el resultado de procesos de observación, interacción, interpretación y análisis del fenómeno estudiado en el lugar en que se desarrollan las acciones, escudriñando las prácticas, los discursos y conflictos, para analizar los contenidos, relaciones y formas (Cornejo 2008) que estructuran los cuerpos de creencias de los individuos investigados.

10 De forma complementaria, se llevaron a cabo veinte entrevistas en profundidad,3 que buscaban indagar tanto las motivaciones como las experiencias de los sujetos. Para tales efectos, la selección de los individuos se realizó a partir de una muestra teórica que consideró oferentes, consumidores, líderes religiosos y representantes de la sociedad civil (agrupaciones de vecinos, organizaciones turísticas, entre otros).

11 En otra arista, con la finalidad de visibilizar la oferta de servicios religiosos/ espirituales, se elaboró un mapa de aglomeración, destacando los espacios de concentración de la oferta en la localidad, lo que fue complementado con registros fotográficos, destinados a comprender los aspectos visuales de las relaciones sociales y representaciones donde se expresaban las “sensaciones” de los espacios y paisajes (Rose 2002, 298). En este sentido, resulta importante la dimensión territorial que adquiere este fenómeno, la cual se materializa en distribuciones, disposiciones y elementos religiosos.

De la raigambre religiosa tradicional al mercado espiritual en Pisco Elqui

12 Pisco Elqui forma parte de la IV Región de Coquimbo, específicamente, de la provincia de Elqui y comuna de Paihuano. Su nombre proviene del río Elqui, la principal cuenca hidrográfica de la provincia (ver la imagen 1).

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Imagen 1. Ubicación de Pisco Elqui

Fuente: elaboración de Claudia Alonso con información recopilada por el equipo de investigación.

13 Los asentamientos del Valle se benefician de un peculiar grado de adaptación a la geografía que habitan, pues los pueblos se diseñaron de acuerdo con las posibilidades que ofrece el suelo. Esta relación con la naturaleza revela un vínculo simbiótico que se refleja en la siguiente afirmación: […] la suntuosa naturaleza ha contribuido en la formación espiritual de su gente; los altos cerros que la envuelven la fuerzan a tomar conciencia sobre la pequeñez del ser humano, sin embargo, el cielo azulado casi al alcance de la mano lo engrandece, pues el hombre sensible siente el acercamiento a un Dios. (Peralta 1996, 9)

14 Dicho contexto geográfico ha permitido ser un polo de atracción de buscadores de experiencias místicas (Prado 1990), que encuentran en el Cristo de Elqui su precursor por sus relatos bíblicos situados en la zona (Ferreira 2016), lo que construye una hoja de ruta para futuros buscadores que conforman el mercado religioso actual de Pisco Elqui.

15 Para tener una visión general del contexto del estudio, debemos agregar que, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2002, la comuna de Paihuano cuenta con una población de 4.168 personas, de las cuales 51,5% son hombres, y 48,5%, mujeres. Según la proyección realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), para 2016, la población se acerca a las 4.492 personas. Tal como se afirmó, esta es una comuna rural, en donde la estructura de la población se define por una alta presencia de personas adultas, que tienen entre 45 y 64 años.

16 Un dato que resulta ilustrativo para los fines de esta investigación es la composición de la sociedad, de acuerdo con su adscripción religiosa. Predomina entre los habitantes la religión católica (86,5%), seguida de quienes afirman ser parte de otras religiones

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(5,78%). Luego se encuentran aquellos que no son parte de ninguna religión y quienes se definen como ateos y agnósticos (5,21%), y, finalmente, la religión evangélica (2,51%).

17 Ahora bien, una de las actividades que ha tenido auge dentro de la comuna han sido los servicios turísticos. Según el Barómetro de turismo de la Federación de Empresas de Turismo de Chile (Fedetur), el valle del Elqui es uno de los lugares más visitados del Norte Chico. Tanto así, que las ofertas de Establecimientos de Alojamiento Turístico (EAT) se concentran en cinco comunas de la región, entre las que destaca, en tercer lugar, la comuna de Paihuano.4 Pisco Elqui es la localidad que posee la más amplia oferta, con 46 tipos de servicios turísticos, agrupados en alojamiento, alimentación y otros.

18 Junto con lo anterior, la comuna de Paihuano ofrece a los turistas la posibilidad de acceder a una Red de Terapeutas Alternativos (ver el cuadro 1), compuesta por 38 exponentes, lo que genera una cultura en torno a la espiritualidad que se sustenta en la creencia de que este lugar corresponde a uno de los centros energéticos mundiales. Esto se reconoce como insumo para el desarrollo del turismo con fines especiales.

Cuadro 1. Red de terapeutas alternativos, centros de terapia alternativa y/o complementaria, por localidades del valle del Elqui

Localidad N°

Pisco Elqui 14

Horcón 7

Cochiguáz 5

No especificado 4

Alcohuáz 3

Montegrande 3

Paihuano 1

Quebrada de Paihuano 1

Total 38

Fuente: elaboración de los autores, basada en SECPLAN 2012.

Territorio, espacio y experiencias religioso/espirituales

19 La relación entre las diferentes experiencias religioso/espirituales y la diversidad cultural se materializa en la cotidianidad del espacio geográfico en que ocurre la vida social, es decir, los seres humanos modelan su entorno a través de los sistemas de creencias que confluyen en él. Por tanto, conviene examinar la dimensión espacial y territorial del fenómeno religioso, a la cual nos acercamos desde la concepción de lugar religioso, entendiendo este como un “espacio vivido en lo cotidiano de la fe,

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contribuyendo a fortalecer relaciones y flujos que se instauran poco a poco en el espacio” (Rosendahl 2009, 14).

20 La propuesta de Mircea Eliade (1972) de comprender el espacio sagrado a través de procesos simbólicos evidencia la asociación de características emocionales que permiten entender al espacio religioso como socialmente construido. En este sentido, el territorio “viene a ser producto del conjunto de relaciones que a diario el hombre entretejió entre todos los suyos con la naturaleza y con los otros” (Ther 2012, 497). Es así como la noción de espacio sagrado como espiritualmente activo (Mouga Poças Santos 2009) es pertinente para el caso de estudio, ya que es un espacio vivido en que se establecen diversas creencias. En el proceso de ocupación del territorio es donde convergen interrelaciones, a tal punto que se logra una relación simbiótica entre el entorno natural y los seres humanos que lo habitan (Descola 2012).

21 La particularidad del territorio donde se lleva a cabo esta investigación radica en la multiplicidad de creencias que permean este espacio y lo convierten en lugar sagrado. Un interlocutor señala que la naturaleza de Pisco Elqui tiene un carácter infranqueable, ya que “la naturaleza nos supera, somos menos, está menos intervenida, todavía están los cerros […] estamos rodeados de naturaleza”.5

22 Los lugares sagrados se construyen socialmente a través de procesos de apropiación del “acceso, control, uso, transferencia y transmisión de cualquier realidad social que pueda ser objeto de discusión” (Godelier 1989, 100). Apropiarse de lo intangible revela el carácter subjetivo del territorio, entendiéndolo como espacio socializado y culturizado. De aquí se desprende la capacidad del ser humano de configurar su realidad, de manera compuesta y haciéndose cargo de fuerzas y poderes místicos que escapan del dominio de los sentidos humanos (Viveiro de Castro 2010). El proceso de construcción territorial pasa por la apropiación del espacio, tanto de acuerdo con sus relaciones de producción como con la sedimentación simbólico-cultural que ocurre en él. Una interlocutora señala que “cuando llego al valle del Elqui vivo tres años de ermitaña, sin luz. Estaba feliz de recuperar la conexión de la naturaleza con mi cuerpo”. 6 En este sentido, el territorio “es un soporte de identidades individuales o colectivas y es a la vez, materialidad de un paisaje tangible en que se expresa la práctica religiosa como otra forma de capital social” (Carballo 2009, 28).

23 De esta forma, es necesario hacer referencia a la relación que tiene la vivencia con el espacio sagrado, puesto que es a partir de las experiencias individuales o colectivas que se vincula el espacio con la espiritualidad o las creencias. Es esta asociación la que da cuenta de que “los lugares tocados por lo divino, lo sobrenatural o lo espiritual, en general, son, para el grupo religioso respectivo, lugares singulares y centros de territorios religiosos” (Mouga Poças Santos 2009, 208). La literatura especializada ha focalizado sus estudios en comunidades indígenas y campesinas, por lo que el caso elquino difiere de lo planteado hasta el momento. Es así como la búsqueda de experiencias religiosas y espirituales es realizada principalmente por habitantes de la ciudad que encuentran la respuesta a sus búsquedas en el entorno natural, en estado prístino, que ofrece el valle del Elqui.

24 Esto significa una revalorización de la naturaleza elquina por parte de actores e instituciones foráneos que buscan habitar estos territorios para llevar a cabo estilos de vida alejados del ajetreo urbano del siglo XXI. En efecto, la naturaleza del valle del Elqui es reinterpretada por su valor emocional, que se diferencia de la tradición extractiva del trabajo industrial en pequeña escala —principalmente minera—, una naturaleza que

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posee simbolismos y significados que favorecen la búsqueda de experiencias religiosas y espirituales por parte de este tipo de actores e instituciones. En palabras de Kopytoff (1991), la biografía cultural del cuarzo es ejemplificadora de este proceso de reinterpretación de la naturaleza, ya que pasa de ser un elemento basal de la construcción urbana, a través de la fabricación de cemento, a constituirse como objeto respetado y buscado por sus propiedades, que favorecen la experiencia mística. Es así como una interlocutora señala que su llegada “fue algo corporal, sentí paz en este espacio, había algo bastante curativo en él. Después me fui enterando de la historia del Valle y me asenté aquí”.7 De este modo, la circulación mundial de objetos y cosas, producto de los procesos migratorios y de globalización de la economía (Appadurai 1991), se traduce en el aumento del valor emocional de aquellos objetos originados en entornos naturales como los que circundan a Pisco Elqui, lo cual representa una dinámica contemporánea que lo sitúa como una localidad emergente de este tipo de mercados religiosos.

Religión y economía: mercantilización de lo sagrado

25 El establecimiento de los vínculos existentes entre religión y economía dentro de una sociedad en proceso de modernización ha sido una temática de discusión permanente en las ciencias sociales. Tal como lo señalaron Weber (2008) y Berger (1971), la expansión de la técnica y el racionalismo práctico, que caracterizan la economía moderna, hacia otros ámbitos de la vida social generaría transformaciones profundas que arriesgarían la composición de los tradicionales mecanismos de integración social. Uno de los síntomas más característicos de esto correspondería a los procesos de decadencia, desestructuración, privatización y/o relativización del valor otorgado a las creencias e instituciones religiosas en el mundo contemporáneo.

26 No obstante, como menciona Frigerio (2000), es posible sostener la emergencia de un nuevo paradigma que observa y actualiza la mirada sobre la religión en un contexto de capitalismo avanzado. Siguiendo los postulados de Warner (1993), Frigerio caracteriza este giro a partir de las investigaciones realizadas por distintos grupos académicos sobre la realidad religiosa norteamericana e inglesa. Los rasgos distintivos serían tanto el abandono de las perspectivas más clásicas sobre la secularización y el pluralismo religioso como la utilización de conceptos, imágenes y modelos propios de las ciencias económicas. Conceptualizaciones como “market theory of religion” (Warner 1993), “market model” (Finke y Iannacone 1993), “economics of religion” (Iannacone 1998), “rational choice model of religion” (Warner 1997), “economic/rational choice approach to religion” (Stark y Iannacone 1993), entre otras, se basan en la comprensión de las dinámicas religiosas dentro de un contexto mercantil, donde los individuos eligen o abandonan opciones religiosas de manera racional y según sus propios intereses circunstanciales. De ahí la pertinencia de poder esclarecer los mecanismos mediante los que se constituyen mercados abiertos o regulados, en los cuales se encuentran oferentes y demandantes interesados en satisfacer necesidades religiosas, espirituales y materiales específicas.

27 La emergencia de esta nueva “economía religiosa” (Stark 1985) funcionaría mediante los mismos principios que cualquiera otra economía de carácter comercial, en la cual un grupo de clientes reales y potenciales interactuarían con una serie de firmas religiosas que disputarían la satisfacción de sus necesidades. En este sentido, el

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dinamismo de esta economía dependería, al igual que en los ámbitos comerciales, del tipo de regulación o desregulación que establece los límites a la competencia entre las firmas, pudiendo pasar de un mercado religioso regulado por el Estado, que impone un determinado monopolio confesional, a una economía liberalizada. El pluralismo religioso, donde existe una serie de opciones y niveles altos de participación, correspondería a la situación natural de las economías religiosas abiertas (Stark y Iannacone 1993).

28 A pesar de las posibilidades analíticas que posee el comprender la religión como producto (commodity) y a los agentes religiosos como firmas, las críticas a esta interpretación economicista de la religión se concentran en los supuestos que el modelo realiza respecto de las lógicas de elección racional. Asumir que los sujetos consumen religión como cualquiera otra mercancía supone omitir la importancia de los valores de los individuos (Hechter 1997), las influencias sociales que operan sobre esa elección (Sherkat 1997) o las posiciones que ocupan en determinadas estructuras sociales o grupales (Sherkat y Wilson 1995). En otras palabras, aun cuando dentro de un contexto de pluralismo religioso se puedan observar mayores libertades en las posibilidades de adhesión religiosa entre opciones mutuamente válidas, lo cierto es que el comportamiento religioso implica la evaluación de elementos identitarios, culturales y sociales que es necesario considerar en el momento de analizar conductas variadas.

29 Desde la década del sesenta, asistimos en el plano regional a un proceso de mutación religiosa (Bastian 1997) que diversifica las formas de relación establecidas por los individuos con lo sagrado, donde ya no todo se remite al vínculo institucional (eclesial), sino que también comienzan a proliferar nuevas formas de comprensión de lo religioso. Amparadas en un escenario global, generan sentido en sujetos ávidos de nuevas experiencias religiosas y espirituales. Bajo este contexto, cobra importancia la presencia de “buscadores religiosos” (Thumala 2007), o “nómades religiosos” (Lenoir 2005), individuos que, lejos de rechazar lo sagrado o asentarse en determinada institución, buscan de manera diferente o novedosa una vinculación con este, de modo que les permita renovar sus esperanzas y aplacar la crisis de sentido de la sociedad moderna (Berger y Luckmann 1996).

30 Para 2002, el Informe de Desarrollo Humano daba cuenta de que las transformaciones que la sociedad chilena estaba sufriendo durante las últimas décadas —a la luz de la fragilidad de las instituciones eclesiales históricas, y en el contexto de la individualización— impactaban directamente en la relación que los sujetos establecían con lo religioso, planteando que: El debilitamiento de los imaginarios tradicionales de chilenidad y de comunidad política nacional, así como la necesidad de los individuos de diseñar por sí mismos sus identidades y proyectos de vida, han afectado los vínculos de las personas con la religión y con sus expresiones institucionales. (PNUD 2002, 234)

31 Dicho modelo de sociedad, caracterizado por ciertos autores (Bauman 2007; Beck 2006; Lipovetsky 2002) como la era de la libertad plena, incertidumbres, superficialidad, riesgos y peligro, detonaría en ciertos segmentos de la población la necesidad de buscar respuestas por vías alternativas a sus interrogantes y problemáticas, fortaleciendo el mercado religioso local a través de nuevos o renovados servicios y productos. La gama de opciones es múltiple, entre ellas: terapias de sanación, amuletos, pociones, sahumerios, estampitas, velas, talleres de autoayuda, sistemas meditativos,

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experiencias místicas, medicinas alternativas, etcétera. Esta realidad responde a un fenómeno de dimensiones globales pues obedece a: […] una intensificación de la circulación translocal y transcultural de adeptos, símbolos, creencias, prácticas, ideas y objetos que antaño pertenecían en forma exclusiva a una práctica religiosa anclada a un sistema simbólico y practicada en un determinado contexto histórico-geográfico. (De la Torre y Gutiérrez 2005, 55)

32 Sin embargo, esta situación no debe ser analizada sólo como un síntoma de individualismo motivado por el mercado. Los espacios de comercialización de lo sagrado generan instancias de asociatividad y colectivismo entre pares a partir de la concentración de personas que persiguen objetivos comunes, pues el mercado se fortalece en la medida en que la oralidad difunde las virtudes de los servicios y productos ofertados.

33 Lejos de sostener que los individuos sólo evalúan costos y beneficios, estamos en presencia de una nueva forma de relación con lo sagrado, lo que conforma nuevos sistemas de creencias de diversos tipos. Es la época de las amalgamas, mix, packs (Bahamondes 2013), o religiones a la carta (Champion 1995), donde, más que sólo estar mezclando productos o servicios de índole religiosa y espiritual (Parker 2008), presenciamos la capacidad creativa de los individuos para interpretar o reinterpretar su vinculación con lo sagrado, generando nuevas experiencias, cambios en los estilos de vida, respuestas a problemas médicos o emocionales, entre otros.

34 Los individuos, en esta nueva realidad, ya no están dispuestos a esperar a que las respuestas provengan de un solo agente religioso, ya que han logrado sin mayor dificultad compatibilizar su religión hereditaria con prácticas que se alejan de la ortodoxia institucional. Es así como nos encontramos con católicos budistas, evangélicos espirituales, ateos esotéricos, entre otros modelos, que tensionan la propuesta del “creer sin pertenecer”, postulada por Davie (2005) para el contexto europeo. Corresponde más bien a síntesis religiosas, que pretenden conciliar tradiciones, creencias, ritos, mitos y experiencias diversos conformando nuevos sistemas de creencias que se adaptan a sus necesidades.

35 Bajo este contexto, el creyente ya no se siente atado a una religión en particular, pues responde a un compromiso institucional flexible que le facilita incorporar elementos de diversas tradiciones religiosas, logrando generar un nuevo sistema coherente y funcional. Es así como destaca en esta nueva estructura la relación personal que establece con lo sagrado, superando, en ciertos casos, la experiencia colectiva o comunitaria, pues la búsqueda comienza por el interior del propio individuo, quien compra y experimenta nuevas sensaciones, junto con otorgarle nuevos sentidos (Hernández 2005). Necesita vivenciar el fenómeno, para lo cual requiere un mercado que pueda satisfacer su demanda a través de prácticas, servicios o productos nuevos o novedosos. Dicha búsqueda no sólo corre por cuenta del demandante, sino también por parte de quien oferta lo religioso, ya que debe descubrir o crear nuevos objetos de consumo.

36 Para Vega-Centeno (1995), este escenario de mercantilización de lo sagrado responde a una condición propia de la modernidad, donde los sujetos adaptan sus formas religiosas recurriendo a productos y servicios de consumo simbólico privado, fomentando sistemas de creencias “flotantes” que operan bajo la lógica del autoservicio. Sin embargo, debemos considerar que dicha mirada no contempla que los individuos no sólo consumen lo religioso, sino que también dotan de sentido dichas prácticas

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otorgándoles elasticidad a los sistemas de creencias y permitiendo el encuentro, encanto o reencanto con lo sobrenatural a través de diversos medios (lecturas de cartas, rituales de sanación, utilización de objetos que poseen propiedades saludables, tales como cuarzos, piedras, imanes, etcétera).

Emergencia del mercado religioso en Pisco Elqui

37 La configuración del mercado religioso en la localidad de Pisco Elqui y pueblos aledaños, nos remite al sentido que sus habitantes les otorgaron a ciertos hechos particulares que cargaron de significado su territorio, y que detonaron un masivo desplazamiento a la zona de místicos, videntes y curanderos, que buscaban cargarse de energías, vivir nuevas experiencias, conectarse con lo sobrenatural, descubrir o redescubrir prácticas ancestrales, o simplemente gozar de la tranquilidad que brinda su entorno natural. Ejemplos emblemáticos son las historias del Cristo de Elqui (ver la imagen 2), quien, a fines de 1920, comienza a peregrinar por distintos pueblos de la zona aglutinando seguidores a la luz de sus prédicas, bajo delirios mesiánicos, tales como la Madre Cecilia y su fraternidad (ver la imagen 3), durante 1970, quienes fusionaron elementos de sistemas de creencias orientales con terapias alternativas, sistemas meditativos y experiencias sobrenaturales que les permitían entrar en contacto con lo sagrado a través de portales dimensionales.

Imagen 2. Cristo de Elqui

Fuente: fotografía de Domingo Zárate en Ferreira, 2016.

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Imagen 3. Madre Cecilia

Fuente: fotografía de Madre Cecilia y su Fraternidad en Prado, 1990.

38 Entre los hitos que potenciaron el imaginario místico del Valle, y en particular de Pisco Elqui, se encuentran testimonios8 que sostienen que este lugar sería uno de los sectores del planeta con mayor carga energética, debido a la concentración de minerales y metales (cuarzo, magnetita, cobre, etcétera), junto con la energía de los espíritus de pueblos indígenas que habitaron la zona hace cientos de años, como las culturas diaguita e inca.

39 Su enclaustramiento natural, rodeado de grandes montañas; su entorno árido, que da nacimiento al valle del Elqui; semiaislamiento de grandes centros urbanos (La Serena y Coquimbo), entre otras características, promueven en Pisco Elqui un ambiente propicio para el desarrollo de actividades ligadas al cultivo de la espiritualidad, la meditación, o bien el encuentro con la naturaleza.

40 En este sentido, para los buscadores espirituales y místicos, el entorno natural de Elqui se encuentra en estado prístino. Esta percepción se traduce en nuevos significados y simbolismos con contenido espiritual sobre el territorio, cuya emergencia coincide con la proliferación del mercado religioso. A modo de ejemplo, los cerros observados en la imagen 4 son identificados como pirámides por los nuevos habitantes, y, a su vez, coinciden con los cerros en que desciende el Cristo de Mayo9 durante su celebración.

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Imagen 4. Cerros de Pisco Elqui

Fuente: fotografía tomada por el equipo de investigación.

41 Sin embargo, una de las características más reiteradas corresponde a su ubicación geográfica en el paralelo 30°, donde se encontrarían centros mundiales energéticos/ espirituales como las pirámides de Egipto, el Triángulo de las Bermudas, el Tíbet y el valle del Elqui, conformando parte de una cadena de lugares que poseen misterios y enigmas por develar.

42 El paso del cometa Halley en 1986, visible en la zona por la claridad de sus cielos, el efecto milenarista del año 2000, y el fin de los tiempos supuestamente previsto por el calendario maya en el 2012, continuaron potenciando el imaginario de un lugar donde este tipo de hechos cobra relevancia particular, debido a la sensibilidad que sus habitantes les otorgan a dichos eventos. Para muchos de ellos,10 son signos o señales de nuevos tiempos o momentos especiales que deben ser interpretados desde una lógica distinta, para lo cual hay que tener desarrollada cierta sensibilidad.

43 Lo anteriormente señalado responde a la búsqueda permanente, por vías alternativas o paralelas, para vincularse con lo sagrado, con el objetivo de adquirir nuevas respuestas, experimentar nuevas sensaciones, solucionar diversas problemáticas, o sencillamente combatir la apatía respecto a las instituciones religiosas, pues “Hay sed de experiencia del Misterio. Y hay hartazgo de ideologías, de recomendaciones moralistas, de rituales y sacramentalismos rutinarios y carentes de alma” (Mardones 1996, 28). El entorno natural favorece la percepción de espacios místicos y espirituales para vincularse con lo sagrado. Es así como en la percepción de la naturaleza dialogan conocimientos de lo local, regional y global (Ulloa 2011) que se materializan en prácticas (Tsing 2001) que llevan a cabo los buscadores de experiencias místicas y espirituales.

44 Son sujetos hastiados del estrés de las grandes ciudades, desencantados de las instituciones religiosas, curiosos en búsqueda de nuevas experiencias, practicantes de

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“religiones a la carta” (Champion 1995), desadaptados del modelo de sociedad materialista, etcétera, quienes han encontrado en esta localidad diversas respuestas, que se traducen en una forma de vida sencilla, austera, donde el tiempo “no corre” sino que “se vive”.11 Este hecho da cuenta de sujetos críticos de la sociedad actual, la cual se asocia con diversos males sociales (consumismo, exitismo, materialismo, entre otros), y a los cuales pretenden hacerles frente a través de formas o estilos de vida nuevos explorando terapias antes desconocidas, incorporando medicinas no convencionales, modificando su dieta alimenticia, consultando diversos sistemas adivinatorios (lectura de tarot, runas, calendarios, etcétera), llegando “[…] hasta anular el ego y construir un nuevo estilo de vida que no dé prioridad a la monetarización […] ni a la destrucción de la vida” (Siqueira 2005, 100).

Mercantilización de productos y servicios espirituales: transformaciones y dinámicas de oferentes y demandantes

45 La naturaleza prístina y los episodios de vinculación con lo sagrado entregan un marco territorial para la emergencia de nuevos mercados religiosos en el Valle, particularmente, en la localidad de Pisco Elqui. En este sentido, los nuevos habitantes perciben un entorno natural imaginado que sustenta experiencias místicas y espirituales en hitos geográficos que contienen propiedades mágicas. Un hito en la historia local que relaciona de un modo directo el entorno natural y la proliferación del mercado religioso es la pavimentación de los caminos, realizada a fines de los años noventa. La urbanización del territorio interfiere en las formas de vinculación con lo sagrado: por una parte, se quiebra la ilusión occidental de una naturaleza en estado primordial (Sahlins 2011), a la vez que las experiencias místicas se adaptan a las paradojas de la ruralidad chilena (Hernández y Pezo 2010), en el contexto de la globalización. Es así como la sequía, la minería a pequeña y gran escala, la industria frutícola y el turismo rural son variables que intervienen en las relaciones que establecen los habitantes con lo espiritual. Según los oferentes espirituales con mayor tiempo de estadía en el territorio, la urbanización de los caminos marca un quiebre en la naturaleza imaginada,12 ya que no sólo se pierde el encanto de la naturaleza no intervenida, sino que también favorece la emergencia de diversos servicios de carácter espiritual que se encuentran en la actualidad.

46 Respecto a la alta concentración de dichos elementos en las calles principales del pueblo, resulta evidente que su ubicación coincide con los lugares donde se encuentran los servicios básicos para la población. Si bien es cierto que la mayoría de locales de venta de artículos y productos espirituales están ubicados en el cuadrante de la plaza del pueblo, y gran parte de los servicios comparten este espacio, aquellos que llevan más tiempo en estas actividades tienen sus centros fuera de este radio. Estos últimos están configurados como espacios privados que resguardan una atmósfera de serenidad, al mismo tiempo que se articulan como caminos espirituales a los que acuden voluntariamente los interesados (ver la imagen 5).

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Imagen 5. Mapa de aglomeración de servicios y productos religiosos en Pisco Elqui

Fuente: elaboración de Claudia Alonso con información recopilada por el equipo de investigación.

47 La manera en que la oferta se da a conocer entre los habitantes y visitantes de Pisco Elqui recae en la efectiva estrategia de publicidad que significa la conversación cara a cara.13 Esto es así, puesto que los demandantes comparten sus experiencias en este mercado con quienes creen se encuentran en la misma búsqueda de objetos y servicios espirituales. De la misma forma, los demandantes comparten la opinión que obtienen respecto a los servicios, por lo que el prestigio de los oferentes depende principalmente de la experiencia del cliente y de la satisfacción de sus necesidades espirituales. La comercialización de lo sagrado en Pisco Elqui promueve instancias de asociatividad, en tanto que los locatarios fortalecen su trabajo en la medida que se difunden las virtudes de sus productos y servicios, dada la escala humana de la localidad, que permite una interacción constante entre sus habitantes.

48 La multiplicidad de creencias que permean este espacio se presenta a los demandantes a través de una gran diversidad de símbolos. Estos están estrechamente vinculados con la espiritualidad presente en el territorio, de manera tal que, al reconocerlos, el visitante se siente interpelado y adquiere las primeras certezas de que encontrará aquí el camino espiritual que anda buscando. Los oferentes se apropian de estos símbolos para cargar de significado espiritual el entorno de la localidad; al mismo tiempo, este proceso corresponde a la apropiación del territorio, por cuanto son capaces de configurarlo como espacio sagrado. Esto queda manifiesto en las murallas de los centros de terapia, puesto que, al ser típicas construcciones de adobe, los muros dan directamente a la calle y son concebidos como lienzos donde los oferentes plasman imágenes y palabras encantando a todo quien pase por el lugar. Esta es una de las estrategias de quien oferta lo religioso para descubrir o crear nuevos objetos y servicios de consumo (ver la imagen 6).

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Imagen 6. Muros

Fuente: fotografía tomada por el equipo de investigación.

49 Los objetos que se ofertan son aquellos que, a los ojos del público y del oferente, poseen propiedades que favorecen la experiencia mística. Ahora bien, estos no corresponden precisamente a objetos naturales y no procesados, sino que son objetos consabidos que se pueden encontrar en diversos centros comerciales. Entonces, cabe preguntarse cuál es la particularidad que distingue a los objetos que encontramos en Pisco Elqui. Si escindimos los objetos de su uso y significado en el territorio, podemos tan sólo retratar su materialidad, puesto que su singularidad recae justo en los valores que los individuos vuelcan sobre estos.

50 Variados son los productos de características místicas y espirituales que se pueden encontrar a disposición del consumidor dentro de Pisco Elqui. Los orígenes de su confección son diversos (desde artesanos y productores locales hasta manufacturas importadas desde lugares foráneos), aunque tienen como denominador común el poseer eficacia, que descansa tanto en la experticia de su productor —conocedor de secretos o conocimientos profundos— como en las materias primas utilizadas y el significado que conlleva su utilización. En este sentido, los productos disponibles dentro de las ferias y los locales comerciales destacan ante todo por la correspondencia que poseen con el relato cargado de significado espiritual que les confieren la naturaleza, los misterios y las energías de esta localidad.

51 Durante el trabajo de campo realizado se logró identificar veintidós locales comerciales que ofertaban bienes o servicios de carácter religioso y espiritual. La naturaleza de los emprendimientos resultó ser bastante diferente, según la clase de productos disponibles, siendo en algunos casos tiendas que poseían exclusivamente objetos vinculados a la sanación y la protección (collares con piedras, talismanes, infusiones, runas, velas, etcétera), y otros que se presentaban en medio de bisutería y artesanía de consumo masivo, mientras que en otros locales se ofrecían servicios espirituales como lecturas de adivinación, sesiones terapéuticas o experiencias místicas (ver el cuadro 2).

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Cuadro 2. Distribución de productos y servicios religiosos/espirituales en Pisco Elqui

Tipo de productos Locales Tipos de servicios Locales

Piedras energéticas (incluyen cuarzos) 14 Masajes terapéuticos 9

Jabones naturales depurativos 8 Tarot 3

Aceite para masajes 7 Reiki 3

Hierbas medicinales 7 Flores de Bach 2

Aromaterapia 6 Lectura de runas 2

Mándalas 5 Alineación de chakras 2

Atrapa sueños 5 Yoga 1

Mieles-mermeladas naturales 4 Oráculo maya 1

Duendes o hadas (imágenes/muñecos) 4 Regresiones 1

Inciensos 4 Piedras calientes 1

Sales de baño 3 Danza a la Luna 1

Velas 3 Reflexología 1

Champú natural 2 Radiestesia 1

Talismanes y runas 2 Baño ayurvédico 1

Rosarios 2 Turismo espiritual 1

Artesanía de signos 2

Cremas 2

Péndulos 1

Talco orgánico 1

Fuente: elaborado con base en información recopilada durante 2016 en la localidad.

52 Tanto los artículos vinculados a las condiciones naturales del entorno como aquellos asociados a los servicios espirituales o productos para uso personal tienen como características comunes al ser ofertados y consumidos, debido al valor que adquieren por ser producidos o estar localizados en el poblado. En términos de su confección o los materiales utilizados, no difieren en gran medida de otros productos presentes en ferias artesanales de la región. Sin embargo, su potencial de mercantilización descansa en la eficacia simbólica que los buscadores espirituales les otorgan a la pureza y energía de la tierra, el agua y los minerales. Por otra parte, la diversidad de productos, así como

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la forma ecléctica en que son presentados al consumidor, reflejan la complementariedad existente entre los distintos sistemas de creencias en los cuales el individuo decide participar. Es así como, por ejemplo, una artesanía de cuarzo cargada de energías se puede vender junto a infusiones de hierbas locales, velas para arcángeles, esencias de aromaterapia y mándalas, todo bajo el sentido compartido de búsqueda de lo profundo y lo original (ver la imagen 7).

Imagen 7. Productos

Fuente: fotografía tomada por el equipo de investigación.

53 A diferencia de los locales que sólo se dedican al expendio de productos de carácter religioso y espiritual, en muchos casos junto a otra clase de mercancía que carece de toda connotación o valor simbólico en esta materia, los servicios de contenido espiritual deben ser ofrecidos por personas que posean alguna clase de conocimiento, iniciación y/o convencimiento respecto de la naturaleza oculta y alternativa de estas terapias. Dichos servicios tienden a concentrarse en el ámbito de la sanación (masajes ayurvédicos, terapia floral, alineación de chakras, yoga, etcétera) y las artes adivinatorias (tarot, runas, oráculos, etcétera), las cuales poseen mayor presencia en la localidad.

54 En la mayor parte de los casos, los oferentes de servicios espirituales poseen conocimiento en otras artes, que también se presentan al consumidor en formatos atractivos y coherentes respecto a la naturaleza del emprendimiento y del territorio. Es así como resulta común encontrar negocios donde funciona más de un terapeuta, los cuales pueden o no ser copropietarios,14 especialistas en algún tipo de masaje o lectura. De igual manera, muchos de ellos ofertan distintos servicios complementarios (realizan lecturas de adivinación y clases de yoga, por ejemplo), a la vez que desarrollan sus propias artesanías, que ofrecen en vinculación con sus servicios (atrapa sueños,

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esencias naturales, mándalas, amuletos). Esta forma de posicionar sus productos/ servicios espirituales, así como de generar colaboración y organización entre oferentes de servicios, rompe las tradicionales conceptualizaciones que comprenden los espacios de mercantilización religiosa como lugares de competencias entre firmas por la fidelidad de un público objetivo. Como ha demostrado el trabajo realizado en Pisco Elqui, la tendencia va en dirección de integrar creencias, símbolos y ritualidades provenientes de religiones foráneas, ancestrales y tradicionales populares, facilitando la complementariedad y el tránsito tanto de buscadores como de oferentes espirituales.

55 Por otra parte, a pesar de la importante migración de personas con inquietudes espirituales y religiosas que han llegado a este territorio para generar emprendimientos comerciales durante los últimos años, un número no menor de individuos originarios de la zona han sabido reorientar su perfil laboral hacia actividades vinculadas con el turismo de lo alternativo y lo espiritual.15 Algunos de ellos han aprovechado el conocimiento que poseen sobre el territorio, la flora y las antiguas tradiciones familiares, para confeccionar productos naturales (productos de plantas y semillas locales, procesados de frutas de la zona, licores artesanales, etcétera) que satisfagan los requerimientos del visitante ávido de alternativas al mercado industrial que prolifera en los centros urbanos. De esta forma, se ofrece al visitante una mercancía original, inigualable en su calidad y saludable en la bondad que confieren el agua del río Mágico y los nutrientes de los cerros de Elqui.

56 La mercantilización de productos y servicios de carácter religioso y espiritual permite identificar las rutas complejas en que los individuos participan en estas formas de mercado y las diversas maneras en que se vinculan con los objetos espirituales. A diferencia de la racionalidad práctica que busca maximizar el beneficio en cada elección que se realiza dentro del mercado, el comportamiento de oferentes y demandantes de mercancías espirituales ha demostrado la importancia que posee el correlato que se da entre las inquietudes y necesidades de las personas, las trayectorias religiosas/personales y el territorio donde dicho encuentro se efectúa. En este sentido, el involucramiento con la compra/venta de bienes y servicios espirituales se encuentra mediado por lo maleables que resultan las identidades de aquellos que, tras un viaje turístico, místico o experiencial, encuentran en el corazón del Valle aquello que no han experimentado en otros tiempos y lugares.

Conclusiones

57 Pisco Elqui puede ser considerado un ejemplo a pequeña escala de las transformaciones religiosas en Chile, las cuales dan cuenta de una ampliación del campo de opciones religiosas y espirituales, lo que no implica necesariamente romper los tradicionales referentes propuestos por el catolicismo —principalmente—. Estamos frente a prácticas y adhesiones flexibles que permiten compatibilizar sistemas de creencias provenientes de diversas zonas del planeta con aquello que se considera local o autóctono. Es la búsqueda de lo originario, de aquello que posee raíces y que permite identificarlo como propio. En este sentido, es posible concebir esta localidad como reservorio de sacralidad, que les otorga alojamiento a diversas expresiones religiosas, mágicas, espirituales y esotéricas.

58 Siguiendo el planteamiento de Siqueira (2005), estamos frente a sujetos que de manera dual buscan alejarse y reencontrarse con lo sagrado. Por una parte, reniegan del

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modelo religioso autoritario, impersonal y materialista, cuyo reflejo es incluso identificable con ciertas instituciones eclesiales, y, por otra parte, pretenden descubrir nuevas fuentes de conocimientos (espirituales, mágicas, esotéricas, religiosas) que satisfagan sus necesidades a partir de una relación cercana, íntima y experiencial. Esta dinámica trae consigo una pretensión de mayor cercanía con lo sagrado, pues bienes y servicios son validados por los propios individuos, que transmiten sus experiencias de bienestar y sanación. Dicha situación da cuenta de una pluralización religiosa que oferta nuevos o novedosos bienes simbólicos de tipo flexible (Vallverdú 2001) que le permiten al individuo vivir en libertad su espiritualidad relativizando su compromiso institucional. Este fenómeno responde a un modelo de sociedad compleja en constante cambio que potencia el estado de incertidumbre en los individuos fomentando la búsqueda de sentidos a través de: […] comunidades que no exigen vínculos formales, inequívocos o exclusivos y que toleran las prácticas religiosas a título individual, doméstico, a tiempo parcial de acuerdo con ciertas directrices o enseñanzas filosóficas, por medio del asesoramiento de algún guía o maestro espiritual, etcétera. (Vallverdú 2001, s/p)

59 A partir de la prospección etnográfica, fue posible dar cuenta de que el consumo vinculado a productos y servicios espirituales refleja la complementariedad existente entre diversos sistemas simbólicos y religiosos locales, tradicionales y foráneos. En dicho proceso, la reinterpretación de los bienes y conocimientos disponibles en la zona, desde los nuevos saberes y técnicas importados por terapeutas y artesanos llegados a la localidad, muestra la flexibilidad y transitoriedad que despliegan tanto quienes ofertan como quienes consumen esta clase de productos. En este sentido, el trabajo realizado en Pisco Elqui demuestra las limitaciones que posee el comprender las lógicas mercantiles sólo desde la competitividad de opciones religiosas, rígidas y excluyentes, omitiendo la cooperación (material y simbólica) que se da entre los oferentes, así como las trayectorias que han determinado su transitoriedad entre creencias y prácticas que ponen a disposición de otros.

60 Al mismo tiempo, los individuos no sólo consumen lo religioso, sino que dotan de sentido a sus prácticas reencantando su mundo más inmediato. Este proceso de reencantamiento con lo sobrenatural sucede en Elqui a través de rituales de sanación, en donde utilizan objetos con propiedades medicinales, y se convive con la naturaleza imaginada. Las experiencias místicas y espirituales se viven en Pisco Elqui por las propiedades mágicas de sus hitos geográficos. Es así como la naturaleza es descubierta a través de discursos y prácticas, lo que supone un desafío metodológico de comprender el entorno natural como: […] un proceso de las formas en que se fusionan seres humanos y naturaleza en una unidad superior, pero de ningún modo totalitaria […] La simpatía con esta naturaleza, la comprensión intuitiva de la vida múltiple que ella encierra y el pleno desarrollo de la personalidad son partes esenciales de la nueva ciencia filosófico- mitológica que, aunque aun vagamente, hoy se dibuja en el horizonte. (Feyerabend 2013, 282)

61 De esta forma, un análisis en escala espacial (Tsing 2001) de la naturaleza imaginada por místicos, videntes y curanderos favorecería explorar dinámicas invisibilizadas en estudios socioterritoriales del siglo XXI.

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NOTAS

1. En este trabajo se utilizó el Censo 2002, puesto que el de 2012 fue invalidado, luego de que una comisión de expertos lo inhabilitara como herramienta estadística, por una serie de errores en el instrumento. 2. El trabajo de campo se llevó a cabo de manera íntegra durante 2016. 3. La información recabada durante el proceso de investigación consideró la aplicación de cartas de consentimiento informado, resguardando la identidad de los sujetos entrevistados y asegurando la confidencialidad de los datos de carácter personal, de acuerdo con la ley vigente en Chile N. 19.628. 4. En los primeros puestos están La Serena y Coquimbo, ambas comunas; son los centros urbanos importantes de la región. 5. Informante 20, entrevista realizada el 23 de mayo de 2016. 6. Informante 11, entrevista realizada el 22 de mayo de 2016. 7. Informante 20, entrevista realizada el 20 de mayo de 2016. 8. Informantes 1 y 11, entrevistas realizadas el 16 y 22 de mayo de 2016, respectivamente. 9. Celebración católica popular propia del Valle Central chileno. 10. Informantes 5 y 15, entrevistas realizadas el 17 y 18 de mayo de 2016, respectivamente. 11. Informantes 13 y 20, entrevistas realizadas el 18 y 16 de mayo de 2016, respectivamente. 12. Informante 8 y 11, entrevistas realizadas el 19 y 22 de mayo de 2016, respectivamente. 13. Informante 3, entrevista realizada el 22 de mayo de 2016. 14. Informantes 3, 13 y 14, entrevistas realizadas el 22, 18 y 19 de mayo de 2016, respectivamente. 15. Informante 9, entrevista realizada el 20 de mayo de 2016.

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RESÚMENES

El objetivo del presente artículo es analizar la emergencia de nuevos mercados religiosos en la localidad de Pisco Elqui, IV región de Chile. A través de una metodología cualitativa con enfoque etnográfico, se busca comprender el proceso de comercialización de bienes y servicios de carácter espiritual, místico, esotérico, así como una multiplicidad de terapias, viajes espirituales y transmisión de conocimientos ancestrales. De esta forma, los resultados revelan la transformación de dicho lugar en un nuevo espacio para la mercantilización de lo sagrado, cuyas expresiones religiosas, mágicas, espirituales y esotéricas representan la confluencia de elementos locales y globales atractivos para los nuevos tipos de creyentes contemporáneos.

The purpose of this article is to analyse the emergence of new religious markets in the locality of Pisco Elqui, IV region of Chile. Using a qualitative methodology with an ethnographic approach, it seeks to understand the goods and services commercialization and the spiritual, mystic, esoteric character process as well as a multiplicity of therapies, spiritual trips and the transmission of ancestral knowledge. Hence the results reveal the transformation of said place in a new space for the commercialism of the sacred; its religious, magic, spiritual and esoteric expressions represent the confluence of local elements and global attractions for the new types of contemporary believers.

O objetivo do presente artigo é analisar a emergência de novos mercados religiosos na localidade de Pisco Elqui, Região IV do Chile. Através de uma metodologia qualitativa com enfoque etnográfico, busca-se compreender o processo de comercialização de bens e serviços de caráter espiritual, místico, esotérico, assim como uma multiplicidade de terapias, viagens espirituais e transmissão de conhecimentos ancestrais. Dessa forma, os resultados revelam a transformação de tal lugar em um novo espaço para a mercantilização do sagrado, cujas expressões religiosas, mágicas, espirituais e esotéricas representam a confluência de elementos locais e globais atrativos para os novos tipos de crentes contemporâneos.

ÍNDICE

Temas: Chile, territorio Palavras-chave: espiritualidade, sacralização, mercado religioso Keywords: spirituality, sacralise, religious market Palabras claves: espiritualidad, sacralización, mercado religioso

AUTORES

LUIS BAHAMONDES GONZÁLEZ

Doctor en Ciencias de las Religiones por la Universidad Complutense de Madrid (España). Profesor de la Universidad Alberto Hurtado (Chile) y de la Universidad de Chile. Entre sus últimas publicaciones se encuentran “Nuevos movimientos religiosos (NMR’s) y demandas sociales en Chile: estrategias para la resolución de problemas”. En Religión y Espacio público: perspectivas y debates, editado por Luis Bahamondes y Nelson Marín, 39-61. Santiago: Crann, 2015; y “Expansión Hare Krishna en contextos de crisis: resignificando la movilización social desde una perspectiva

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religiosa en Chile”. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares 70 (2): 379-398, 2015. lbahamon[at]uahurtado.cl

FLORENCIA DIESTRE DE LA BARRA

Antropóloga por la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Colaboradora del Centro de Estudios Judaicos de la Universidad de Chile. f.diestre[at]gmail.com

NELSON MARÍN ALARCÓN

Magíster en Ciencias Sociales por la Universidad de Chile. Profesor del Centro de Estudios Judaicos de la Universidad de Chile.Entre sus últimas publicaciones se encuentran “Diversidad y tolerancia religiosa en el sistema penitenciario: Una aproximación a la relación entre religión e instituciones públicas en Chile”. En Religión y espacio público: perspectivas y debates, editado por Luis Bahamondes y Nelson Marín, 63-87. Santiago: Crann, 2015; y “Evangelismo carcelario en Chile: Análisis socioantropológico de comunidades religiosas en contextos de encierro”. Polis 43: 1-20, 2016. nmarin[at]uchile.cl

WLADIMIR RIQUELME MAULÉN

Antropólogo por la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Colaborador del Centro de Estudios Judaicos de la Universidad de Chile. wladiriquelme[at]gmail.com

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Otras voces

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Poder disciplinario y capitalismo en Michel Foucault Disciplinary Power and Capitalism in Michel Foucault Poder disciplinar e capitalismo em Michel Foucault

Mauro Benente

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 19 de mayo de 2016 Aceptado: 11 de noviembre de 2016 Modificado: 25 de noviembre de 2016 DOI: 10.7440/res61.2017.07

NOTA DEL AUTOR

El presente artículo se enmarca dentro de una beca posdoctoral otorgada por el Conicet (Argentina).

Introducción

1 Encasillar la obra de Michel Foucault dentro de una disciplina no es una tarea sencilla porque buena parte de sus investigaciones proponen, justamente, corroer los límites disciplinarios —ya sea la filosofía, la teoría social, la teoría política, la historia—. Mucho más complejo es ubicar sus investigaciones en una tradición teórica definida. No sólo porque su estilo de escritura escapa a las citas de autoridad o a los marcos conceptuales referenciados, sino también porque buena parte de sus conceptualizaciones parten de prácticas concretas que, vía el estudio de documentos y archivos, tiene bajo análisis.

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2 Rehuyendo las disciplinas y las tradiciones teóricas definidas, durante buena parte de la década de 1970 desarrolló sus estudios sobre el biopoder, modalidad de ejercicio del poder que comenzó a desplegarse en los siglos XVIII y XIX, esto es, en paralelo a la consolidación del capitalismo como modo de producción. Si bien Foucault no analiza en detalle al capitalismo, en sus estudios sobre el biopoder lo menciona en varias oportunidades y con distintos alcances. Ante esta situación, un interrogante emerge con rapidez: ¿cuál es la relación entre esta modalidad de poder y el capitalismo? Asimismo, y con vistas a encasillar los desarrollos de foucaulteanos, podemos decir que el modo en que se articule la respuesta puede acercar su obra a las tradiciones marxistas o alejarla.

3 En este trabajo, mi intención será presentar las superficiales, desordenadas y hasta contradictorias referencias que Michel Foucault hizo de la obra de Karl Marx y de los marxismos, y las distintas lecturas que se han realizado a propósito de las distancias y cercanías entre ambos autores. En segundo lugar, luego de reseñar los núcleos conceptuales más importantes del biopoder, presentaré algunas críticas que se le han realizado, enfatizando en aquellas provenientes de tradiciones marxistas. Finalmente, y sin la pretensión de responder a la pregunta por la relación entre Marx y Foucault, intento brindar un piso mínimo a la pregunta por la vinculación entre poder disciplinario y capitalismo.

Las referencias de Foucault sobre Marx y el marxismo

4 En el contexto en el cual Foucault escribe, la referencia al marxismo —o a los marxismos— no es sencilla porque, por ese entonces, esta tradición de pensamiento se encontraba en un intenso proceso de redefinición. Por estas décadas se encuentran los aportes de la denominada Escuela de Frankfurt, el estructuralismo y antihumanismo de Louis Althusser, el estructural-funcionalismo de Nicos Poulantzas, los aportes del marxismo anglosajón de Ralph Miliband y Perry Anderson, y la línea derivacionista de John Holloway y Elmar Alvater. Además, la apuesta por luchas no centralizadas, transversales, y con vistas a la constitución de nuevas formas de subjetividad, no es patrimonio de la obra de Foucault sino que se encuentra en varios marxismos, y podría decirse que es una recuperación que hace la teoría de los acontecimientos de Hungría, Checoslovaquia y Francia de fines de la década de 1960 (Deleuze 2014, 128-135).

5 Referirse a una tradición que se está redefiniendo es una dificultad, puesto que aquello a lo cual nos dirigimos no es estable, se está moviendo, y es posible que las apreciaciones no den en el blanco. Además, esta compleja situación debe completarse con algunos descuidos y vaivenes en las referencias de Foucault a Marx y los marxismos. Las primeras menciones a Marx se encuentran en una conferencia de 1964 y en Las palabras y las cosas, aparecido en 1966. En la disertación titulada Nietzsche, Freud, Marx sostuvo que cada forma cultural “ha tenido su sistema de interpretación, sus técnicas, sus métodos, de sospechar que el lenguaje quiere decir otra cosa de lo que él dice, y de sospechar que hay lenguaje por fuera del lenguaje” (Foucault 1967, 184). En particular, le interesaba resaltar que Marx, Nietzsche y Freud lograron modificar la manera en que el signo podía ser interpretado. Por su lado, en Las palabras y las cosas ubica la obra de Marx en continuidad con los desarrollos de Ricardo, haciendo del trabajo un semitrascendental, instituyéndolo como “la fuente de todo valor” (Foucault 1966, 266).1 Por su lado, si bien se encuentran algunas referencias en Vigilar y castigar

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(Foucault 1975, 160, 165, 171, 216, 280), las alusiones a Marx están fundamentalmente en entrevistas y conferencias. Son menciones superficiales, pero, incluso sin revestir profundidad, muestran importantes discordancias.

6 En alguna intervención dijo que citaba a Marx pero sin comillas, puesto que es imposible hacer historia sin valerse de conceptos ligados a su pensamiento (Foucault 2001d, 1620-1621). Es así que en La arqueología del saber empleó varios pasajes en referencia a Marx, pero sin citarlo (Foucault 2001e, 1276), y se ha quejado por el modo en que algunos marxistas se refieren a Marx, puesto que, más que partir de las estructuras históricas concretas, analizan si dijo o no dijo tal o cual cosa (Foucault 2001f, 1274-1277). De hecho, el valor de la obra de Marx reside en sus análisis históricos y no en sus erróneas profecías (Foucault 2001g, 612). Si bien en estos pasajes Foucault parece mirar con buenos ojos la obra de Marx —a la que dice citar sin comillas—, en otras referencias no es tan condescendiente. Así, mientras atacaba la tradición del humanismo, no dudaba en afirmar que Marx era uno de los responsables del humanismo contemporáneo (Foucault 2001h, 569), y, en este marco, criticó su concepción del trabajo como esencia del hombre (Foucault 2001i 1489; 2001j, 474).

7 En varias entrevistas, Foucault subrayaba las dificultades de Marx para analizar las relaciones de poder y la inutilidad de su obra para estudiar el presente. Así que ni la obra de Marx ni la de Freud nos ayudan a comprender el fenómeno del poder (Foucault 2001k, 1180), y liberarnos de ellos debe ser el punto de partida para resolver problemas que se nos presentan actualmente (Foucault 2001l, 1647-1648). De manera más detallada, Foucault indicó que, debido a las preocupaciones por la conciencia y la ideología, Marx dejó en un segundo plano el análisis del ejercicio del poder sobre el cuerpo (Foucault 2001m, 1625), y que tanto las tradiciones liberales como las marxistas mantenían una relación secreta: ambas compartían un “‘economicismo’ en la teoría del poder” (Foucault 1997, 14) del cual había que desprenderse. Por otra parte, de modo bastante ambivalente, ha sostenido que Marx cae en el esquematismo de reducir el poder a los aparatos del Estado (Foucault 2001n, 35) pero también afirmó, contrariamente, que no proponía un esquema de un poder central del cual derivarían los aparatos sino que mostraba la existencia de pequeños focos de poder que, poco a poco, formaron aparatos estatales (Foucault 2001o, 1005-1006).

8 Finalmente, ya no en el registro del problema del poder, Foucault remarcó que con respecto de la lucha de clases, Marx y los marxistas se enfocaron en conceptualizar las “clases” pero no aclararon la entidad de esa “lucha” (Foucault 2001p, 268; 2001q, 310; 2001g, 605-606).

9 Por otra parte, hay varias referencias no hacia Marx sino hacia los marxismos. En general, no queda claro a qué autores inscriptos en el marxismo, pero en varios casos podemos intuir que se trata de colegas franceses. De esta forma, en su temprano Enfermedad mental y personalidad, de 1954, dedicó una última parte a Pavlov (Foucault 1954, 92-101), autor muy leído por autores marxistas que promovían la denominada psicología materialista, pero en la reedición de 1962, bajo el título de Enfermedad mental y psicología, borró el tratamiento de Pavlov y transformó esa última parte en una suerte de resumen de Historia de la locura en la época clásica. Ya en la Historia de la locura no hay rastros de Pavlov, y se quejó varias veces de que no hubiera “un solo marxista que reaccionara ante el libro, ni a favor ni en contra” (Foucault 2006, 78), y aunque en el libro se abordaba el problema de la pauperización de locos y enfermos, la respuesta del marxismo “fue el silencio total” (Foucault 2001c, 879). A su modo de ver, el trabajo no

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había tenido repercusión dentro de los círculos de izquierda porque los intelectuales marxistas se ocupaban de temas más “nobles” que la historia de la psiquiatría, no tenían conceptos para analizar las relaciones de poder en el ámbito psiquiátrico, y la experiencia de los gulags impedía a los intelectuales del Partido Comunista Francés plantear la cuestión del encierro (Foucault 2001r, 141-142). Ya en términos más generales, llegó a sostener que no Marx pero sí el marxismo era culpable de vivir un momento de ausencia de imaginación política (Foucault 2001g, 600).

10 Además de lo anterior, podemos encontrar una crítica más específica y conceptual a cómo Marx y los marxismos tematizaron la ideología. Aunque en algunas oportunidades aludió en un registro coloquial a la “ideología de la clase dominante” (Foucault 2001s, 1210, 1224, 1230, 1236), a la “ideología burguesa” (Foucault 2001t, 1139, 1140; 2001u, 1399) y a la “ideología capitalista” (Foucault 2001v, 1594), marcó distancias y críticas con el concepto mismo de ideología. En términos generales, subrayó que las relaciones entre el poder y el saber no se pueden explicar con la noción ideología (1997, 30; 2001w, 1257), y que tampoco resulta admisible la tajante separación entre ciencia e ideología (2001n, 29; 2001x, 1349). De modo más específico, indicó que, en los estudios marxistas, la ideología es un elemento negativo, que subraya que la relación del sujeto con la verdad “es perturbada, oscurecida, velada por las condiciones de existencia, por las relaciones sociales o por las formas políticas que se imponen desde el exterior al sujeto de conocimiento” (Foucault 2001i, 1420). Sin embargo, articulando las relaciones de saber-poder como correctivas de la ideología (Kelly 2009, 45), postuló que las condiciones políticas y económicas “no son un velo o un obstáculo para el sujeto de conocimiento, sino aquello a través de lo cual se forman los sujetos de conocimiento, y entonces, las relaciones de verdad” (Foucault 2001i, 1420-1421). En términos más desagregados, la noción ideología no le resultaba interesante, ya que se encontraba en oposición a algo así como la verdad, estaba en una posición secundaria respecto de una estructura o determinante material, y alude necesariamente “a algo como un sujeto” (Foucault 2001y, 148).

11 Aunque no lo mencione con nombre propio, podría sospecharse que sus embates a la ideología se construyeron en diálogo crítico con Louis Althusser.2 En las referencias explícitas que hizo del argelino, a poco de publicar Las palabras y las cosas, Foucault marcó distancia y subrayó que en los trabajos de Althusser, la obra de Marx se leía en los términos de una ruptura epistemológica, mientras que él no encontraba esa ruptura (Foucault 2001al, 615). Sin embargo, años más tarde reivindicó la importancia de los trabajos de Althusser por haber liberado a Marx de las lecturas humanistas y hegelianas (Foucault 2001t, 1140). Además, en otro orden de ideas, aceptó que entre ambos existía un notable punto de convergencia: la urgencia de apartarse del sujeto cartesiano (Foucault 2001c, 871).

12 Foucault dialoga críticamente con la noción ideología pero también establece conversaciones con otro concepto central del pensamiento de Althusser: aparato de Estado. En Teoría e instituciones penales, Foucault realiza una genealogía de los sistemas de represión y marca el pasaje del sistema feudal, caracterizado por la descentralización y atravesado por lógicas señoriales y eclesiásticas, hacia el sistema centralizado propio del Estado Absolutista. Lo notable es que, aunque sin nombrar a Althusser, Foucault reconstruye este proceso en los términos de cómo el sistema penal se fue transformando en un aparato de Estado. Para el estudio de los aparatos de Estado, consideraba necesario distinguir: a) su estructura, que es de naturaleza

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represiva; b) la estrategia de sus decisiones, que está orientada hacia la reproducción; c) su funcionamiento, “que manifiesta el juego de relaciones de poder y de relaciones de producción, unas respecto de las otras” (Foucault 2015, 172). Lo interesante es que en trabajos posteriores subrayó que la noción aparato de Estado era inútil, justamente, para dar cuenta de estas estrategias y este juego de relaciones. Es así que con referencias a Althusser, consideró reduccionista concebir al poder en términos de aparato de Estado (Foucault 2001l, 1640), y sin nombrarlo remarcó que el funcionamiento del poder no se agotaba en una serie de aparatos del Estado (Foucault 2001b, 1673; 2001k, 1176), que existían relaciones de poder que no estaban integradas ni controladas por estos aparatos (Foucault 2013, 212, 233-234), que la noción aparato de Estado era insuficiente para dar cuenta de las prácticas y estrategias de poder (Foucault 2001am, 201; 2001l, 36; 2003, 17-18), y, por ello, no había que orientar las investigaciones sobre el poder con esa matriz conceptual (Foucault 1997, 30).

13 Finalmente, antes de avanzar específicamente en la vinculación entre poder disciplinario y capitalismo hay que mencionar algunas lecturas que se hacen de la relación entre los marxismos y las conceptualizaciones foucaulteanas. Marcando distancias, se ha dicho que Foucault inscribe a Marx en la modernidad, mientras él trata de delinear los trazos de un pensamiento posmoderno (Best 1995, 100); que si bien no excluye historias particulares del antagonismo de clases, la genealogía foucaulteana niega las pretensiones de totalización de la historiografía marxista (Poster 1987, 129-130); que postular que la subjetivación se produce en el marco de relaciones de poder prescinde de la idea marxista de alienación (Prozorov 2007, 64-65); y que la diferencia más importante entre ellos radica en plantear al poder como opresión de una clase sobre otra, o como una relación irreductible a una dominación de unos sobre otros (Downing 2008, 5).

14 De todas maneras, a pesar de las distancias que Foucault marcó con Marx y los marxistas, y las diferencias subrayadas por varios autores, hay lecturas que intentan vincular los desarrollos de Foucault con los marcos conceptuales marxistas. De esta forma, Negri y Hardt retoman la noción biopoder desde una tradición marxista (Hardt y Negri 2000, 22-41; Negri 2004, 73-93), se leen esfuerzos por vincular las premisas de la gubernamentalidad con marcos neomarxistas (Jessop 2007; Pearce y Tombs 1996), y también se ha sostenido que buena parte de los desarrollos de la gubernamentalidad han servido para responder a las críticas formuladas por Nicos Poulantzas (Jessop 2004).

15 De la lectura anterior se advierte una gran oscilación, una notable falta de precisión. Del propio Foucault en el momento de referirse a Marx y a los marxismos, pero también de los lectores de Marx y Foucault. En algunos pasajes y lecturas encontramos cercanías, mientras que en otros se enfatizan las distancias. Frente a este panorama de incertidumbre, quisiera precisar la noción poder disciplinario para luego presentar las críticas que se le han realizado desde el marxismo, y finalmente tratar de esclarecer el modo en que Foucault vincula las disciplinas con el capitalismo.

El poder disciplinario y sus críticas

16 A diferencia de lo que puede leerse en buena parte de la teoría social y política moderna y contemporánea, Foucault no pretende constituir una teoría del poder en sentido sistemático, válida para todo tiempo y lugar. Más bien, su propuesta de trazar una

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“nueva analítica del poder” o una “nueva economía de las relaciones de poder” debe inscribirse en el intento de dar cuenta de una modalidad particular e históricamente definida de las relaciones de poder: aquella que tiene como blanco la vida, tanto en su faz individual cuanto en su dimensión colectiva. Este poder sobre la vida, el biopoder, se ha desarrollado a partir del siglo XVIII bajo dos polos complementarios. El primero de ellos —la anátomo-política del cuerpo humano o el poder disciplinario— se focalizó “en el cuerpo como máquina: su entrenamiento, el incremento de sus aptitudes, la extracción de sus fuerzas, el crecimiento paralelo de su utilidad y su docilidad, su integración a sistemas de control eficaces y económicos” (Foucault 1976, 183). El segundo —la biopolítica de la población— se formó tiempo más tarde y se centró “en el cuerpo-especie, en el cuerpo atravesado por la mecánica de lo viviente” (Foucault 1976, 183).3 El tratamiento de la biopolítica ha sido bastante fragmentario y no ha merecido mayores críticas dentro de los marxismos, por lo que prefiero reseñar —al menos brevemente— la matriz disciplinaria del poder.

17 En sus conceptualizaciones sobre el poder disciplinario, Foucault aclara en numerosas oportunidades que no es una modalidad de poder que se encuentre exclusivamente en el Estado, ni tampoco que su foco u origen sea el Estado. Por su lado, si bien Foucault estudió el funcionamiento de la disciplina en cárceles, cuarteles, hospitales, escuelas y fábricas, esta no debe confundirse con instituciones o aparatos estatales: “ella es un tipo de poder, una modalidad para ejercerlo […] ella es una ‘física’, o una ‘anatomía’ del poder, una tecnología” (Foucault 1975, 217). La disciplina “es una modalidad de aplicación de poder” (Revel 2002, 20) que no funciona a través del consenso sino a partir de la normalización (Ransom 1997, 16), y si bien las instituciones disciplinarias despliegan un tipo de ejercicio de poder que distingue lo normal de lo anormal, es importante tener presente que su “coherencia no resulta de la puesta en juego de un proyecto, sino de la lógica de estrategias que se oponen unas a otras” (Foucault 2001m, 1627).

18 El funcionamiento de las disciplinas tiene por objetivo la racionalización del espacio y de las energías del cuerpo (Ewald 1975, 1260-1261), e implica un tipo de control sobre el cuerpo que a través de la combinación de dos variables —el espacio y el tiempo (Marí 1983, 181)— pretende tornar obedientes y dóciles a esos cuerpos. En el marco de espacios cerrados y frente a una multiplicidad poco numerosa, las disciplinas se caracterizan por “imponer una tarea cualquiera a una multiplicidad humana cualquiera” (Deleuze 2014, 84).

Críticas al poder disciplinario

19 La conceptualización sobre el poder disciplinario, que por razones de espacio aquí he presentado de modo sintético, ha sido criticada desde varios ángulos, y, por ello, antes de pasar a los embates provenientes desde tradiciones marxistas quisiera hacer una pequeña mención de algunas de las críticas que me parecen más logradas. Aunque buena parte de ellas se efectuaron con posterioridad a su muerte, Foucault no se caracterizó por responder a las objeciones que se le realizaron, así que posiblemente tampoco las hubiera contestado.4

20 Si bien Vigilar y castigar se ha transformado en un material ineludible para los trabajos sobre el castigo, y a pesar de que aludir a la temática “sin Foucault es como hablar sobre el inconsciente sin Freud” (Cohen 2007, 10), su labor ha recibido varias críticas.

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Algunas subrayaron la presentación y periodización problemáticas de los procesos históricos descritos: a) Pieter Spierenburg marca que la desaparición del suplicio público no se produjo de modo repentino entre 1750 y 1820, tal como Foucault insinúa en “El cuerpo de los condenados”, sino que se advierte su gradual desaparición desde los inicios del siglo XVII, cuando comenzaron a disminuir las mutilaciones (Spierenburg 1984). Además, las rebeliones como respuesta a los suplicios no son una novedad de la segunda parte del siglo XVIII, por lo que no sirven para explicar la desaparición del patíbulo (Spierenburg 1984, 108); b) John Beattie agrega que la periodización de la emergencia de la prisión no se ajusta al caso inglés porque en las primeras décadas del siglo XVIII los delitos menores eran castigados con el encierro (Beattie 1986).

21 Otros trabajos, más que de las variables históricas se ocuparon de los aspectos conceptuales. Así, para Dominique Lecourt, Foucault no es prolijo en la presentación de la escena del suplicio, puesto que no incluye a las figuras clericales en el ritual, una ausencia que no es menor, ya que no se reduce a un ejercicio del poder sobre el cuerpo sino que “aparece entonces como escenificación ejemplar (destinada a impresionar a las masas) del funcionamiento regulado de los diferentes aparatos ideológicos de un Estado determinado (el Estado de tipo feudal)” (Lecourt 1993, 78). Por su lado, de acuerdo con David Garland, Foucault interpreta al castigo como una forma de poder, pero esto no es presentado como una hipótesis de trabajo sino como “la base para la comprensión del castigo” (Garland 1999, 194). Se describe al sistema penal como adecuado a los requerimientos del control social, se vislumbra un concepto instrumental del castigo, despojado de elementos irracionales o contraproducentes. Sin embargo, el castigo no se reduce al puro control, puesto que “siempre está en tensión con las fuerzas sociales y sicológicas que imponen límites claros al tipo y la graduación del castigo” (Garland 1999, 195).5

22 En un similar orden de ideas, pero en este caso aplicable no sólo al tratamiento sobre la prisión, no queda claro a qué valores éticos, religiosos y políticos respondieron las mutaciones en las tecnologías de poder. Por momentos pareciera que “el único fin posible del poder es poder y más poder, control y más control” (Garland 1999, 201). Desde un lado opuesto, pero también relativo a los valores, Michael Walzer asume como cierto que las verdades de la moral y la ciencia están implicadas en el ejercicio de poder, “pero esas mismas verdades también regulan el ejercicio del poder. Ellas establecen límites a lo que puede hacerse correctamente […] Los límites son importantes incluso cuando en cierto sentido sean arbitrarios” (Walzer 1986, 66).

23 Por otra parte, también se ha puesto en duda la asimilación de la prisión con otras instituciones que integran la red institucional de secuestro. En esta línea, Walzer acepta que gran parte de la población se encuentra sometida a horarios, vigilancia y examen, y que nadie está libre de esas formas de sujeción, pero no todas ellas son similares a estar en la cárcel, diferencia que Foucault pasa por alto (Walzer 1986, 58-59). Asimismo, Garland postula que en la comparación entre las diferentes instituciones disciplinarias, y sobre todo en el momento de pensar tanto la eficacia de las disciplinas cuanto la resistencia a ellas, Foucault no advierte que, a diferencia de lo que sucede en la cárcel, tanto en la escuela cuanto en la fábrica o el monasterio, el individuo “coopera con su adiestramiento porque, por lo menos hasta cierto punto, comparte las metas del proceso disciplinario (sobreponerse a la carne, adquirir educación, ganar un salario)” (Garland 1999, 204). Puede decirse que Foucault entiende correctamente que las

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instituciones imponen conductas, pero no logra advertir que no todo respeto por sus normas es equivalente a someterse al poder (Dews 1979, 147).

24 Por su lado, Donnelly subraya que Foucault realiza un estudio de las diversas prácticas disciplinarias, de su generalización, y menciona la existencia de una tecnología general, pero queda en suspenso “saber cómo, una vez constituidas, las disciplinas se han perpetuado; cómo las disciplinas particulares se han unido las unas a las otras para dibujar el ‘diseño de un método general’” (Donnelly 1989, 234). De este modo, cuando Foucault muestra que las disciplinas tienen un carácter general, parece un funcionalista: “nadie diseñó el todo, y nadie lo controla; pero como por una mano invisible, de alguna manera todas sus partes están encajadas” (Walzer 1986, 57).

25 En términos más generales, y en el marco de los debates y redefiniciones contemporáneos sobre el biopoder, Giorgio Agamben y Roberto Esposito han manifestado ciertos puntos oscuros. De acuerdo con el primero, la biopolítica no es un fenómeno moderno sino consustancial a la soberanía, pero Foucault no logró advertir esta relación estructural entre soberanía y vida por desechar la matriz jurídica como grilla de análisis (Agamben 1998, 11-16; 2001). Para Esposito, Foucault se mostró muy oscilante en el momento de conceptualizar las relaciones entre modernidad, biopolítica y totalitarismo, y las rupturas y continuidades entre el poder de soberanía y la biopolítica, y por ello no logró precisar los alcances de la biopolítica afirmativa y la negativa (Esposito 2006, 17-18).

26 Aunque podrían reseñarse otras críticas, y aquí solamente sinteticé las que me parecen más logradas, me interesa avanzar en los contrapuntos que se han desarrollado desde tradiciones marxistas para luego así esclarecer la vinculación entre disciplinas y capitalismo.

Críticas provenientes del marxismo

27 Uno de los autores más influyentes del marxismo contemporáneo que ha analizado críticamente los desarrollos de Foucault es Perry Anderson, quien reprochó al posestructuralismo en general, y en particular a Foucault y a Derrida (Anderson 1984, 38-55), pero no tematizó sobre la relación entre capitalismo y poder disciplinario. Otro de los autores influyentes que le dedicó cierta atención es Nicos Poulantzas, quien intentó acercar algunas reflexiones foucaulteanas a la tradición marxista, pero sin dejar de marcar diferencias. En coincidencia con Foucault, reconocía que el Estado no es depositario del poder, que no tiene poder por sí mismo, pero a diferencia de los postulados de la microfísica, Poulantzas subrayaba que el Estado “es el lugar de organización estratégico de la clase dominante en su relación con las clases dominadas. Es un lugar y un centro de ejercicio del poder, pero no posee poder propio” (Poulantzas 1978, 162). Además, el poder no se agota en las modalidades de su ejercicio sino que tiene un fundamento preciso: “la explotación, la extracción de plusvalor” (Poulantzas 1978, 163). Dejando de lado la envergadura de los autores, dentro de la tradición marxista creo que es posible restituir críticas más refinadas y precisas sobre la analítica del poder trazada por Foucault.

28 Bob Fine subraya que Foucault muestra que las disciplinas imponen un ordenamiento de las multiplicidades y una coordinación de la producción, pero en ningún momento explica que eso se debe a las necesidades del capital. Esto es un problema porque son estas las que imponen “una división entre supervisados y supervisores, de una

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estructura no recíproca de observación, juzgamiento y castigo” (Fine 1993, 133). En contraste con los planteos de Marx, de acuerdo con Foucault, “es la sociedad industrial, y no el capital, la que es considerada la raíz de la disciplina. Foucault sólo puede hacer esto ignorando el contenido social del capital como una relación de clase” (Fine 1993, 134). Sin embargo, el problema no es sólo presentar al poder como un sustituto de las relaciones de producción, sino que se “hace del poder una forma de a priori que ‘produce realidades […] ámbitos de objetos y rituales de verdad’, y que no es reductible a cualquier tipo de relación” (Fine 1993, 137). Ahora bien, del mismo modo que el poder genera los ámbitos de realidad también produce la resistencia, “pero en la medida en que es el poder el que crea su propia resistencia, esta nunca puede ser subversiva” (Fine 1993, 139).

29 Por su lado, en un análisis fino y detallado, Stéphane Legrand sostiene que los conceptos centrales de la sociedad disciplinaria “quedan irremediablemente ciegos si no se los articula en una teoría de la explotación y en una teoría del modo de producción capitalista” (Legrand 2004, 28). Foucault plantea que las instituciones disciplinarias logran un vínculo coercitivo entre el cuerpo y el aparato de producción, pero no queda claro cómo se aplica esto a la escuela o a los hospitales: ¿Sería una vinculación con el aparato de producción de saber o de producción de la cura? Además, encuentra en las diferentes instituciones disciplinarias una función unívoca: sobrestimar las fuerzas del cuerpo en términos económicos de utilidad y disminuir esas fuerzas en términos políticos de obediencia. Se puede entender perfectamente a qué alude con la obediencia pero no con la utilidad, a menos que se refiera a ella en un sentido económico, “lo que no parecen querer ni Foucault, ni sus comentaristas” (Legrand 2004, 32). Asimismo, los estudios sobre el poder disciplinario sólo pueden ser consistentes si explican cómo y por qué instituciones tan distintas “pueden ser llevadas a formar un sistema en que interactúen de manera coherente” (Legrand 2004, 34). De acuerdo con la lectura de Legrand, en el curso La sociedad punitiva Foucault advertía que estas instituciones tenían una función específica y homogénea: “la reproducción de las relaciones de producción características del modo de producción capitalista” (Legrand 2004, 34). Allí se aborda la misma temática de Vigilar y castigar, pero se lee que la generalización de los dispositivos disciplinarios se explica por el “desarrollo creciente de la acumulación capitalista” (Legrand 2004, 36). Teniendo esto en cuenta, puede afirmarse que el estudio de Foucault sobre la sociedad disciplinaria “ganaría si se articulara a una teoría de la explotación” (Legrand 2004, 43). Asimismo, en sintonía con algo que ya había subrayado Balibar (1989), los desarrollos de La sociedad punitiva permiten afirmar que “las tesis más innovadoras de Vigilar y castigar sólo pudieron ser conquistadas con la ayuda de instrumentos y conceptos clara y distintivamente marxistas” (Legrand 2004, 43).

30 Finalmente, en un plano que ya no alude a la relación entre las relaciones de poder y el capitalismo a nivel local sino global, Gayatri Chakravorty Spivak postula —luego de presentar más los ejes de la obra de Deleuze y Guattari que la de Foucault— que “la relación entre el capitalismo global (explotación en la economía) y las alianzas de los Estados-nación (dominación en la geopolítica) es tan macrológica que no puede ser considerada por la textura micrológica del poder” (Spivak 1994, 74).

31 Estos fuertes embates a la obra de Foucault pueden inscribirse en las distancias y diferencias que, tal como he reseñado antes, varios autores subrayan entre los desarrollos del autor francés y los marxismos. Sin embargo, contrastan con aquellas perspectivas que intentan vincular los dos enfoques, y también con los pasajes en los

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cuales Foucault decía citar a Marx sin comillas. Para evaluar críticamente estas distancias o cercanías —algo que no desarrollaré—, entiendo que un paso previo es tratar de esclarecer la relación entre poder disciplinario y capitalismo en la obra de Foucault.

Poder disciplinario y capitalismo en Michel Foucault

32 La vinculación entre el biopoder y el capitalismo no ha sido tematizada de modo uniforme en los trabajos de Foucault. Esta falta de homogeneidad se encuentra en otras temáticas, puesto que en su labor de investigador no estaba preocupado por diseñar una teoría sistemática aplicable a todo tiempo y lugar, sino que su proyecto propone brindar aproximaciones conceptuales que permitan delimitar las discontinuidades de los procesos históricos. Además, la vinculación entre biopoder y capitalismo es abordada en materiales diversos —libros, cursos, conferencias y entrevistas— producidos a lo largo de un lustro —aproximadamente entre 1973 y 1978—. A pesar de estas dificultades, creo que existe un piso mínimo sobre esta vinculación: las disciplinas no son un obstáculo para el despliegue de las sociedades capitalistas y de la producción industrial, sino que son mecanismos de poder notablemente útiles.6 Para Foucault eran numerosos los estudios que analizaban las relaciones entre el capitalismo y el control sobre las ideas de los individuos, pero no entre aquel y el control sobre el cuerpo. Es así que resulta necesario desechar la tesis que indica que el poder ha “negado la realidad del cuerpo en beneficio del alma, de la conciencia, de la idealidad. En efecto, nada es más material, más corporal, que el ejercicio del poder” (Foucault 2001m, 1624). Las sociedades capitalistas han entendido que la “inversión del cuerpo por el poder debía ser pesada, fuerte, constante, meticulosa” (Foucault 2001m, 1624).

33 Parece claro que existe un vínculo entre las disciplinas y el capitalismo, pero aquello que merece ser precisado es su naturaleza. Sobre este punto, continuando con el proyecto de establecer pisos mínimos, habría que tener presente que no se trata de un vínculo necesario, puesto que las disciplinas también funcionan en modos de producción no capitalistas: no siempre que hablemos de disciplinas estaremos frente a un modo de producción capitalista. En este sentido, no sólo hay que recordar el funcionamiento de las disciplinas en los monasterios (Foucault 2003, 65-88) sino que el régimen soviético ha “transferido las técnicas de gestión y de poder puestas a punto en la Europa capitalista del siglo XIX” (Foucault 2001ae, 65). Los tipos de moralidad y los métodos disciplinarios, “todo eso que funcionaba efectivamente en la sociedad burguesa ya hacia 1850, ha pasado en bloque al régimen soviético” (Foucault 2001ae, 65).7 Es por ello que la manera en que se castiga en la actualidad está “vinculada a una determinada forma de poder y de control político, que se encuentra en las sociedades capitalistas y también en las sociedades socialistas” (Foucault 2001af, 1665).

34 No estamos, por tanto, frente a un vínculo necesario entre capitalismo y disciplinas. Por ello, puede afirmarse que estas son especialmente útiles para el funcionamiento de las industrias —que pueden o no montarse bajo una lógica de apropiación de trabajo ajeno —. En las grandes fábricas y talleres se torna necesario organizar un mecanismo de vigilancia que “debe formar parte integrante del proceso de producción” (Foucault 1975, 177). De este modo, la disciplina se constituye como un operador económico: “es a la vez una pieza interna en el aparato de producción, y un engranaje específico en el poder disciplinario” (Foucault 1975, 177). Las disciplinas tienden a organizar y ordenar

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las multiplicidades humanas, respondiendo a tres criterios que les aportan su carácter distintivo: 1) tornar el ejercicio del poder lo menos costoso posible, minimizando gastos y focos de rebelión; 2) lograr que los efectos del poder se maximicen y se desplieguen sin lagunas; 3) vincular estos efectos con un mayor rendimiento de las actividades, haciendo “crecer a la vez la docilidad y la utilidad de todos los elementos del sistema” (Foucault 1975, 220). Este triple objetivo responde a una coyuntura histórica precisa: el aumento de la población, el cambio de escala de los grupos que se pretende controlar, y el crecimiento del aparato de producción, por lo que “el desarrollo de los procedimientos disciplinarios responde a esos dos procesos o más bien, sin duda, a la necesidad de ajustar su correlación” (Foucault 1975, 220). La acumulación de hombres y de capital logró articularse gracias a los dispositivos disciplinarios (Foucault 1975, 222-223), y por ello puede sostenerse que el sistema económico que favorecía la acumulación de capital y el sistema de poder que dirigía la acumulación de hombres se transformaron en “dos fenómenos correlativos e indisociables uno del otro” (Foucault 2001f, 153).8

35 Para lograr una correlación entre el aumento de los hombres y del capital, las disciplinas “se integran desde el interior a la eficacia productiva de los aparatos, al crecimiento de esta eficacia, y a la utilización de lo que ella produce” (Foucault 1975, 221). Así, para Foucault, el biopoder había sido “un elemento indispensable en el desarrollo del capitalismo, [y] este no ha podido afirmarse sino al precio de la inserción controlada de los cuerpos en el aparato de producción y mediante un ajuste de los fenómenos de población a los procesos económicos” (Foucault 1976, 185). De esta manera, puede afirmarse que el capitalismo ha apelado a las disciplinas, que lograron que la “fuerza del cuerpo esté con el menor gasto reducida como fuerza ‘política’, y maximizada como fuerza útil” (Foucault 1975, 223). La formación de las instituciones disciplinarias se encuentra vinculada al desarrollo del capitalismo, puesto que este no podría funcionar “con un sistema político en cierta forma indiferente a los individuos” (Foucault 2001ah, 374). Es cierto que la economía capitalista ha planteado la “necesidad de un Estado disciplinario, correlativo al Estado industrial” (Foucault 2001ai, 1322) pero esto no alcanza para afirmar que el capitalismo explica tanto la emergencia cuanto el funcionamiento de las disciplinas. Muy por el contrario, en varios trabajos Foucault nota que históricamente las disciplinas preceden al modo de producción capitalista.

36 En La verdad y las formas jurídicas, enumeraba tres funciones que desarrollaban las instituciones disciplinarias. Una de ellas refiere a la creación de un poder epistemológico —la capacidad de establecer un saber sobre aquellos que son vigilados—, y las dos restantes se encuentran estrechamente vinculadas al funcionamiento del sistema productivo. La primera apunta al control de la dimensión temporal de los individuos, puesto que se busca que “el tiempo de los hombres sea ofrecido al aparato de producción, que el aparato de producción pueda utilizar el tiempo de vida” (Foucault 2001i, 1484). En segundo lugar, la red institucional de secuestro desplegaba un control sobre el cuerpo mismo de los individuos, con vistas a “hacer que el cuerpo de los hombres se transforme en fuerza de trabajo” (Foucault 2001i, 1486).9 Tal como reitera un año más tarde en Sexualidad y política, en los siglos XVII y XVIII el cuerpo fue “utilizado, cuadriculado, encerrado, encorsetado como fuerza de trabajo. Esta política consistía en extraer del cuerpo el máximo de las fuerzas utilizables para el trabajo, y el máximo del tiempo utilizable para la producción” (Foucault 2001ak, 1405).10 Sin embargo, incluso en La verdad y las formas jurídicas, donde se desarrolla con gran potencia la vinculación entre disciplinas y capitalismo, se descarta expresamente que el

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nacimiento y el diseño de las disciplinas se expliquen por la emergencia del modo de producción capitalista. Es así que —luego de remarcar que la esencia del hombre no es el trabajo, sino que para que trabaje es necesario que sea disciplinado— postuló al sistema disciplinario como condición de posibilidad de la plusvalía: “para que haya plusganancia es necesario que haya subpoder” (Foucault 2001i, 1490). Para que exista esta plusganancia, la existencia humana debe estar bajo la órbita de un poder disciplinario que la fije al aparato de producción. Por ello, el vínculo del hombre con el trabajo es “operado por el poder. No hay plusganancia sin subpoder” (Foucault 2001i, 1490).

37 Dentro de esta lógica, Foucault entiende que su estudio de la sociedad disciplinaria puede leerse como “el análisis del subpoder como condición de posibilidad de la plusganancia” (Foucault 2001i, 1490). De acuerdo con Gabilondo, al situar al subpoder como condición de la plusganancia, Foucault “establece en qué medida la apropiación política de los cuerpos por un sistema disciplinario es previa a su utilización económica” (Gabilondo 1990, 153). Así, incluso en los trabajos en los cuales Foucault subraya enfáticamente la vinculación entre las disciplinas y el capitalismo, hay que evitar leer una subordinación de la dinámica de las relaciones de poder a las transformaciones económicas: “el sistema de poder, bajo su mecanismo disciplinario, no es una consecuencia del modelo capitalista de producción, sino un elemento constitutivo e inmanente que hace posible el funcionamiento de la sociedad industrial” (Castro Orellana 2004, 119).

38 Si bien las disciplinas parecen anteceder al capitalismo, y Foucault y algunos de sus comentaristas las sitúan como su condición de posibilidad, no por ello hay que entender que el capitalismo sea una consecuencia —al menos no una consecuencia necesaria— de las disciplinas. La aparición de las disciplinas y el ascenso del capitalismo se encuentran interrelacionados, pero la novedad del análisis de Foucault radica en situar los dos procesos en “un paralelismo no causal, pero indica claramente que el desarrollo de la tecnología política, en su interpretación, precede a la económica” (Dreyfus y Rabinow 1983, 135).

39 A contrapelo de lo anterior, algunas lecturas parecen explicar el surgimiento de las disciplinas por la emergencia del capitalismo. Danaher, Schirato y Webb entienden que las disciplinas germinan porque fue necesario “producir una fuerza de trabajo flexible, sana y sobria para servir a las fábricas de la Revolución Industrial” (Danaher, Schirato y Webb 2000, 57). Por su lado, McHoul y Grace, en un pasaje algo oscuro, interpretan que aunque el poder disciplinario no puede entenderse como un reflejo del capitalismo, ha sido una de las grandes invenciones de la burguesía (McHoul y Grace 2002, 71). De todas maneras, y a la luz de lo anteriormente desarrollado, insisto en que una lectura más adecuada indicaría que el capitalismo, aunque sí lo ha utilizado, no ha inventado el tipo de poder sobre el cuerpo que diseñan las disciplinas.

40 En términos descriptivos, Marx también ilustró cómo en las industrias se utilizaban las disciplinas, empleó la metáfora de la disciplina militar, y hasta remarcó que el capataz ejerce poder sobre sus inferiores —por lo que el poder no se concentra solamente en el Estado—.11 De la misma manera, en el momento de caracterizar el proceso de trabajo bajo el modo de producción capitalista, indicaba que uno de sus elementos distintivos era que el producto del trabajo era propiedad del capitalista y no del productor, y el otro era que “el obrero trabaja bajo control del capitalista, a quien su trabajo pertenece. El capitalista se cuida de vigilar que este trabajo se ejecute como es debido y que los

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medios de producción se empleen convenientemente” (Marx 1946, 137). Si bien Foucault estaría de acuerdo con la descripción, no estaría dispuesto a sostener que la existencia y el funcionamiento de las disciplinas se explican por el despliegue del capitalismo. Si se postula al capitalismo como un modo de producción que supone la propiedad privada de los medios de producción concentrada en pocas manos, y una gran masa de individuos formalmente libres que venden su fuerza de trabajo, y que la ganancia del dueño de los medios de producción no es más que una apropiación de trabajo ajeno que se formaliza con el salario, Foucault no estaría dispuesto a aceptar que fue la burguesía la que inventó las disciplinas, ni mucho menos que su funcionamiento se explique solamente por la necesidad de extraer plusvalor o plustrabajo.

41 En línea con lo anterior, en Hay que defender la sociedad —en el momento de ejemplificar la precaución metodológica de realizar un análisis ascendente del poder—, presentaba el tratamiento de la locura, que puede ser ilustrativo para estudiar la relación entre disciplinas y capitalismo. Un análisis descendente del poder que explique el encierro de la locura en el siglo XVII postularía que la burguesía se había transformado en la clase dominante y se volvía necesario deshacerse de los locos porque eran inútiles para la producción industrial. Empero, Foucault proponía analizar cómo esos mecanismos de control que se llevaban adelante en el plano microscópico de la familia, en los niveles más bajos de la sociedad, en un momento determinado “comenzaron a transformarse en económicamente provechosos y políticamente útiles” (Foucault 1997, 29). Había que indagar las razones por las cuales, en un momento preciso, esos dispositivos de control arrojaron “un determinado provecho económico, una cierta utilidad política y, como resultado, todos se han encontrado colonizados y sostenidos por mecanismos globales” (Foucault 1997, 29). La estructura económica no es la que explica la emergencia de un determinado mecanismo de control, aunque sí da cuenta de su generalización, su organización “en una especie de figura global” (Foucault 2001ac, 379), y su captura por parte de los mecanismos estatales. De todos modos es importante reiterar que esa dominación global no la impone la clase burguesa (Foucault 2001ac, 379). Así, no existe “un foco único de donde saldrían como por emanación todas esas relaciones de poder, sino un entrelazamiento que, en total, torna posible la dominación de una clase social sobre otra, de un grupo sobre otro” (Foucault 2001ac, 379). De esta manera, incluso leyendo al capitalismo como un capítulo más de una historia de antagonismos y dominios de una clase sobre la otra, no es esta dominación clasista la que explica la emergencia y el funcionamiento de la modalidad disciplinaria del poder.

42 Teniendo en cuenta lo anterior, y reiterando la necesidad de establecer un piso mínimo de relaciones entre el poder disciplinario y el capitalismo, creo que podemos decir que: a) el capitalismo ha empleado las disciplinas como mecanismos de poder útiles para lograr una productividad de los cuerpos; b) por lo anterior, el capitalismo puede explicar la generalización y proliferación de poder disciplinario; c) sin embargo, la invención de las disciplinas no puede explicarse por la emergencia del capitalismo, puesto que ellas son anteriores a este; d) finalmente, así como las disciplinas son útiles para el funcionamiento del capitalismo, tienen la misma utilidad en modos de producción no capitalistas.

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Notas finales

43 Vincular la obra de Foucault con la de Marx no es una tarea tan sencilla como quizás se cree en una primera lectura. Esta dificultad no sólo se presenta por los desarrollos conceptuales de los dos autores en juego, sino también por algunas imprecisiones y complejidades en las pocas referencias que Foucault hizo de Marx. En algunos casos Foucault parece inscribirse y acercarse a los desarrollos de Marx, pero en otros momentos enfatiza las distancias. En numerosas oportunidades se separó de autores marxistas, pero nunca quedó claro a quiénes se refería —problema que se agrava porque, en paralelo a los estudios de Foucault, el marxismo se encontraba en una profunda redefinición conceptual—. Por otro lado, existen lecturas que enfatizan las distancias que existen entre ambos autores, mientras que otros desarrollos intentan vincular sus categorías fundamentales. Finalmente, existen algunos trabajos que subrayan problemas en la obra de Foucault, que podrían resolverse adscribiendo a los postulados marxistas fundamentales.

44 En el marco de todas estas dificultades, mi intención ha sido tratar de esclarecer la vinculación entre poder disciplinario y capitalismo en los desarrollos de Foucault. Teniendo clara esta relación, creo que estamos en mejores condiciones de evaluar las distancias y cercanías entre Marx y Foucault.

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NOTAS

1. En trabajos posteriores, Foucault reiteró y precisó el tratamiento que hizo de Marx en Las palabras y las cosas y su inscripción en la tradición inaugurada por Ricardo (Foucault 2001a, 1035-1038; 2001b, 1676; 2001c, 887-888). 2. Siendo su profesor en la École Normale Supérieure en el período 1949-1950, Althusser calificó tres trabajos de Foucault: “El conocimiento del prójimo”, “El destino”, y un tercero relativo al tiempo. En el ciclo 1950-1951 evaluó dos lecciones: “La virtud” y “¿Qué es un hecho científico?”. Además, por su influencia, en 1950 Foucault se afilió al Partido Comunista Francés, y en ese mismo año le consiguió un puesto en la Universidad de Besançon, pero como Foucault alcanzó la agregación en 1951, no pudo tomar el puesto (Eribon 1995, 295-297). Fue gracias a Althusser que Foucault conoció a Jules Vuillemin y a Jean Lacroix: el primero le permitió el acceso como

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profesor a la Universidad de Lille (1952), a la Universidad de Clermont-Ferrand (1960) y al Collège de France (1970), y el segundo fue quien le encargó la publicación de Enfermedad mental y personalidad. Por otra parte, tras haber asesinado a su esposa, Althusser fue recluido en el hospital psiquiátrico de Sainte-Anne, donde Foucault lo visitó al menos en tres oportunidades (Macey 1995, 515). 3. Como bien detecta Castro-Gómez (2010, 56-57) en La voluntad de saber, el biopoder se articula con el funcionamiento de dos polos —estamos frente a un “poder bipolar”—, pero en Hay que defender la sociedad, Foucault ya no se refiere a un poder bipolar sino a dos tecnologías que funcionan de modo superpuesto. Así, en el curso se lee que “tenemos desde el siglo XVIII […] dos tecnologías de poder que se ponen en práctica con cierto desfasaje cronológico, y que están superpuestas. Una técnica que, entonces, es disciplinaria: está centrada sobre el cuerpo, produce efectos individualizadores, manipula el cuerpo como foco de fuerzas que hay que tornar, simultáneamente, útiles y dóciles. Y, por otro lado, tenemos una tecnología que está centrada no sobre el cuerpo, sino sobre la vida; una tecnología que reagrupa los efectos de masa propios de una población, que busca controlar la serie de acontecimientos azarosos que pueden producirse en una masa viviente; una tecnología que busca controlar (eventualmente modificar) su probabilidad o, en todo caso, compensar sus efectos” (Foucault 1997, 222). 4. Dentro de los trabajos en los cuales sí respondió a ciertas críticas pueden mencionarse: a) “Mi cuerpo, ese papel, ese fuego” (Foucault 2001z), la réplica que realizó a los comentarios que Jacques Derrida dirigió contra su Locura y sinrazón. Historia de la locura en la época clásica, en “Cogito e historia de la locura” (Derrida 1967); b) “Precisiones sobre el poder. Respuestas a ciertas críticas” (Foucault 2001aa), en donde replicó un trabajo de Massimo Cacciari titulado “Racionalidad e irracionalidad de la política en Deleuze y Foucault”; c) “El polvo y la nube” (Foucault 2001ab), donde contestó las críticas que sobre Vigilar y castigar le había realizado el historiador Jacques Leonard en “El historiador y el filósofo”. Por su lado, aunque posiblemente haya entrado en conocimiento de algunas críticas que le formuló Habermas (Habermas 1987, 14), en las oportunidades en que se refirió al autor alemán no aludió a esos contrapuntos (Foucault 2001ac, 989-990; 1983, 218; 1984a, 378; 1984b, 248-250; 2001e, 1259, 1266; 2001ad, 1546). 5. En el mismo sentido, Merquior agrega que uno de los problemas de los desarrollos de Foucault es “su pancratismo [pancratism]: su tendencia a sonar como una sistemática reducción de todos los procesos sociales a patrones de dominación generalmente no especificados” (Merquior 1985, 115). 6. Sobre este punto es ilustrativa la similitud que encuentra Hoffman entre la descripción que Foucault realiza de las disciplinas y los Principios de la administración científica de Frederick Winslow Taylor, que ordenaron la producción industrial de los Estados Unidos a partir de 1910 (Hoffman 2011). 7. En sentido similar ver Foucault (2001n, 36). 8. Ver también Foucault (2001ag, 454). 9. En un similar orden de ideas, en el resumen de La sociedad punitiva se lee que con la emergencia del capitalismo se vuelve necesario “fijar a los obreros al aparato de producción, establecerlos o desplazarlos allí donde se tiene necesidad de ellos, someterlos al ritmo del aparato de producción, imponerles la constancia o regularidad que él necesita, en resumen, constituirlos como fuerza de trabajo” (Foucault 2001aj, 1335-1336). 10. Del mismo modo, en Vigilar y castigar reitera que es “como fuerza de producción que el cuerpo ha sido impregnado de relaciones de poder y de dominación” (Foucault 1975, 30). 11. Así, en Manifiesto comunista se lee que “la industria moderna ha transformado el pequeño taller del maestro patriarcal en la gran fábrica capitalista industrial. Masas de obreros, hacinados en la fábrica, son organizados de forma militar. Como soldados rasos de la industria, están colocados bajo la vigilancia de toda una jerarquía de oficiales y suboficiales. No son solamente esclavos de la clase burguesa, del Estado burgués, sino diariamente, a todas horas, esclavos de la

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máquina del capataz y, sobre todo, del burgués industrial, patrón de la fábrica. Y este despotismo es tanto más mezquino, odioso y exasperante cuanto más abiertamente proclame que no tiene otro fin que el lucro” (Marx y Engels 1998, 29-30).

RESÚMENES

Establecer una relación entre los estudios de Karl Marx y las investigaciones de Michel Foucault no es una tarea sencilla. Hay lecturas que marcan sus diferencias, otras que enfatizan sus similitudes, y otras que critican los desarrollos de Foucault desde una perspectiva marxista. En el contexto de estas complejidades y dificultades, en el presente trabajo intento esclarecer la vinculación entre poder disciplinario y capitalismo en la obra de Michel Foucault. De acuerdo con la lectura que propongo, aunque la producción y acumulación del capital han empleado las técnicas disciplinarias, el capitalismo no explica la emergencia del poder disciplinario.

Establishing a relationship between the studies of Karl Marx and the research of Michel Foucault is not an easy task. There are readings describing the differences; others might emphasize the similarities while some others criticize Foucault’s developments from a Marxist perspective. In my present work I try to clarify the linkage between the disciplinary power and capitalism of Michel Foucault’s work within the context of the above-mentioned complexities. According to my proposed reading, capitalism does not explain the emergence of the disciplinary power, even if the production and accumulation of capital have applied disciplinary technics.

Estabelecer uma relação entre os estudos de Karl Marx e as pesquisas de Michel Foucault não é uma tarefa fácil. Há leituras que marcam suas diferenças, outras que enfatizam suas semelhanças, e outras que criticam o desenvolvimento de Foucault sob uma perspectiva marxista. No contexto dessas complexidades e dificuldades, neste trabalho, tento esclarecer a vinculação entre poder disciplinar e capitalismo na obra de Michel Foucault. De acordo com a leitura que proponho, embora a produção e a acumulação do capital tenham empregado as técnicas disciplinares, o capitalismo não explica a urgência do poder disciplinar.

ÍNDICE

Palabras claves: poder disciplinario Keywords: disciplinary power Palavras-chave: poder disciplinar Temas: capitalismo, burguesía, marxismo

AUTOR

MAURO BENENTE

Doctor en Derecho por la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Nacional de José C. Paz (Argentina) y de Teoría del Estado en la Universidad de Buenos Aires. Recientemente publicó El Estado y el Derecho. Procesos políticos y

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constituyentes en Nuestra América (compilador). Buenos Aires: Clacso, 2016, y Michel Foucault. Derecho y poder (compilador). Buenos Aires: Didot, 2015. maurobenente[at]yahoo.com

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Documentos

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Traducción: potencial heurístico y desvíos teóricos de un tópico eficaz para pensar realmente la globalización

Gustavo Sorá

NOTA DEL EDITOR

DOI: 10.7440/res61.2017.08

NOTA DEL AUTOR

El artículo es el resultado del objetivo de alcanzar síntesis teóricas progresivas, producto de una secuencia de investigaciones emprendidas desde el año 2001 y enmarcadas en el campo de la sociología de la traducción y de la circulación internacional de ideas. Entre ellas se destacan dos estudios: una historia de la traducción de autores brasileños en Argentina a lo largo del siglo XX (Sorá 2003), y una investigación sobre la traducción, de autores de ciencias sociales y humanas en Argentina (1990-2013) desde el francés, inglés, alemán, italiano y portugués (Sorá, Dujovne y Ostrovievski 2014). Esta última fue recientemente concluida y desarrollada en el marco del proyecto internacional “INTERCO – SSH: International Cooperation in the Social Sciences and Humanities: Comparative Socio-Historical Perspectives and Future Possibilities” (con financiamiento FP 7 de la Comisión Europea), coordinado por Gisèle Sapiro. Tout-à-l’anglais - comme dit tout-à-l’égout. Le scénario catastrophe ne laisse subsister qu’une seule langue, sans auteur et sans œuvre: le globish, mot valisé pour global-english, et ses

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dialectes. Tous les langues d’Europe, français, allemand, etc., ne seront plus en effet que des dialectes, parochial, à parler chez soi, et à préserver comme des espèces menacées via une politique patrimoniale : des survivances pour le musée des Digital Humanities. (Cassin 2016, 55)

1 En ciencias sociales hay teorías mediáticas y teorías científicas. Las primeras transmiten ansiedad por diagnosticar el presente inmediato en el que se vive, con palabras de orden de sentido misional. Las segundas demandan tiempos a veces largos para el logro de perspectivas objetivas, de condiciones de relativización que lleven a comprender el presente en larga duración. En los años noventa, las teorías de la globalización corrían alegres a la par con el neoliberalismo, con sus pronósticos sobre el fin del gran discurso y sus neologismos “pluri-”, “trans-”, “post-” sobre la flexibilización de lo humano. Si el globish era tematizado como signo de la nueva comunicación planetaria, no fue sino entrados los primeros años de este siglo cuando comenzaron a aparecer análisis razonados sobre los efectos de dicha realidad. Así, la traducción salió a flote —parafraseando a Barbara Cassin— como “condición trascendental de la humanidad del hombre” (2016, 40).1 No hay duda de que los estudios que en las humanidades y en las ciencias sociales se han dedicado a la traducción dinamizan en el presente un frente de renovación teórica decisivo.

2 Para evitar reducciones y observar tal potencial heurístico, enfocaré el análisis sobre la traducción en la teoría antropológica. En esta disciplina, apelar a la traducción también acompañó la desestabilización de los paradigmas de la modernidad y los debates sobre la globalización, como una clave conceptual original para comprender relaciones entre procesos globales y situaciones locales. La antropología anglosajona es el ámbito que más ha incidido en la legitimación del tópico. Acompaña el desarrollo de puntos de vista comprensivos, gana visibilidad con el desarrollo del interpretativismo y se eleva a la condición de dispositivo epistemológico consolidado en el espacio intelectual que se extiende entre los estudios de corte posmoderno y poscoloniales. Desde los años 1990 se expanden discursos a propósito de la “traducción cultural”. No es arriesgado afirmar que ha devenido una moda.2

3 El objetivo de este texto es observar tal desarrollo teórico, situarlo en una genealogía de perspectivas analíticas que marcaron la teoría antropológica y relacionarlo con otras alternativas disciplinares (antropología de la cultura escrita, historia del libro, sociología de la traducción) que permiten observar críticamente cómo los antropólogos se han referido al tema de la traducción. Esta arqueología busca circunscribir las limitaciones y la potencialidad del problema de la traducción en la antropología, de manera particular, y en las ciencias sociales, de manera general.

4 Al igual que el texto como analogía privilegiada por Geertz y sus epígonos para redefinir el concepto de cultura, se observa que, generalmente, la traducción es tomada por los antropólogos apenas como una metáfora eficaz para comprender toda forma de contacto cultural. Las culturas son como textos. Y si siempre son el producto de contactos interculturales, la experiencia humana de la diferencia, de la alteridad, es traducción incesante de sentidos que no reconocen un origen necesario. Todo es semejable a textos pasibles de exégesis; la comunicación de diferencias implica transcripción; la antropología toda sería un arte de traducción.

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5 Al realizar investigaciones etnográficas, sociológicas e históricas sobre traducciones de literatura y ciencias sociales entre diversas lenguas y culturas nacionales, enfrenté el hecho de que la traducción, aun cuando pueda ser una buena idea para pensar realidades “global-local” y la propia disciplina, es ante todo una práctica concreta: envuelve delimitados procedimientos lingüísticos; funda prácticas acotadas; implica competencias no universalmente distribuidas; estructura relaciones sociales y simbólicas particulares; traza su propia historia; conlleva dimensiones políticas y económicas. Afirmo, en fin, que la traducción es un fenómeno sui generis que merece ser tomado como hecho social digno de agudos estudios empíricos. Si la teoría sólo se torna posible y necesaria en la dialéctica entre lo general y lo particular, este ensayo busca circunscribir relaciones entre antropología y traducción para sobrepasar la limitación metafórica y proponer un terreno de investigaciones que paradójicamente no ha sido casi explorado por los antropólogos, y que bien podemos denominar etnografía de la traducción.3

Traducción como metáfora en la teoría antropológica

6 La noción de traducción como aquello que centralmente hace el antropólogo apareció esporádicamente en la teoría antropológica al menos desde 1950, cuando Evans- Pritchard dictó su conferencia Marret, en Oxford. En tal acto sorprendió al mutar sus puntos de vista y afirmar que, al interpretar, el antropólogo “traduce una cultura a otra” (Evans-Pritchard 1978, cap. 1).4 Una década más tarde, Lévi-Strauss usó la metáfora de la traducción en su clase inaugural como profesor del Collège de France: “Cuando consideramos un sistema de creencias —digamos el totemismo […] nos esforzamos por traducir a nuestro lenguaje reglas dadas primitivamente en un lenguaje distinto” (Lévi-Strauss 1984, XXVII).5

7 Como es sabido, la ruptura de la antropología con el racionalismo de una ciencia que buscaba alcanzar a las de la naturaleza fue finalmente lograda por el interpretativismo en los años 1960 y 1970. Clifford Geertz, el autor más renombrado de esta corriente, hilvana las analogías del texto y de la traducción en sus dos libros programáticos. En La interpretación de las culturas (1973) se describe la cultura como una superposición de textos escritos en lenguas extrañas, en caracteres borrosos, cuya lectura e interpretación exigen traducción. Esa última analogía es acentuada en Géneros confusos (1980): “Concebir las instituciones, costumbres, cambios sociales como fenómenos de algún modo ‘legibles’ supone alterar completamente nuestra percepción hacia modos de pensar bastante más familiares al traductor, al exégeta, o al iconógrafo que al analista de test, al analista de factores o al encuestador” (Geertz 1994 [1983], 45). A mediados de los años ochenta, la radicalización de ciertas premisas del interpretativismo llevó a fundar lo que pasó a ser llamado antropología posmoderna. Al estudiar el surgimiento de esta formación intelectual en el escenario norteamericano, Carlos Reynoso remonta la observación de otros historiadores que remiten los inicios de este movimiento de crítica cultural a una nota al pie de La interpretación de las culturas, en la que Geertz afirmaba: “lo que primordialmente hace el antropólogo es escribir”. Para Reynoso, un corte con el programa de la “descripción densa” que propuso Geertz se expresa en el hecho de que la antropología posmoderna se ocupó antes del estudio de textos sobre las culturas, que de la aproximación a la cultura como textos (Reynoso 2008).

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8 Una particularidad de este movimiento intelectual en antropología es su faz colectiva, manifiesta por el acto de surgimiento y por la configuración de una definida formación discursiva que cobijó la traducción como tópico de progresiva recursividad. Tras un seminario en Santa Fe (Estados Unidos), Writing Cultures (de 1986) fue el libro que extendió la notoriedad internacional de James Clifford, George Marcus, Renato Rosaldo y otros. La traducción como problema epistemológico aflora en ese movimiento a través de un capítulo de Talal Asad. En “La traducción en la antropología británica”, se apropia de los debates modélicos de la teoría de la traducción, como advertencia de las alternativas, los peligros y riesgos que se toman en la traducción cultural, en el tránsito entre un original y su versión trasladada a otras lenguas. Remite a “La tarea del traductor” de Walter Benjamin, y concluye: El lenguaje de la traducción puede —y de hecho debe— conducirse por sí solo, pero dando intensión y armonía al original, sin suplantarlo; […] una buena traducción debe ir precedida de una no menos extremada crítica. Para lo cual habremos de considerar que esa crítica feliz será una crítica interna, una crítica acerca de la propia tarea de traducir; una crítica, pues, basada en el agudo entendimiento; o, mejor dicho, en el anhelo de la coherencia y de la fidelidad como divisas. (Asad 1989, 225; énfasis del autor)

9 Buena traducción, privilegio de la dimensión semiótica en la que el antropólogo se debe esforzar para lograr la exégesis más pura y aceptable posible. Esta acepción pudo haber sido original en antropología, pero ya era muy tradicional en la teoría de la traducción.6 La antropología posmoderna completa su legitimación intelectual a mediados de la década de 1990, cuando se multiplica la crítica sistemática a los presupuestos de la teoría antropológica clásica y se recibe como estimulante novedad un abanico de referentes de investigación empírica para un mundo globalizado y marcado por la incertidumbre, el riesgo y la violencia. En el núcleo conceptual de la teoría, anclado este en la tradición, el particularismo y la coherente identidad, se deconstruyó la noción clásica de cultura como “ese todo complejo” y de la sociedad como totalidad con fronteras nítidas y excluyentes. En el segundo plano se privilegiaron la observación de la ambivalencia, la contradicción, la inestabilidad de la experiencia, del sujeto y de la modernidad, a través de temas tales como los “sistemas de creolisación”, los “flujos” y las “hibridaciones”, los “no lugares”, las “escenas o escenarios (scapes) no homologables” (Appadurai 2001; Augé 2000 [1992]; Drummond 1980; García Canclini 1992; Hannerz 1997).

10 Como afirmé, el concepto de traducción se estabiliza y gana densidad teórica en el diversificado espacio teórico que se extiende entre el posmodernismo y los estudios culturales y postcoloniales. Entre estos últimos, Siting Translation de Tejaswini Niranjana (de 1992) es un buen ejemplo. Para este autor, la traducción inevitablemente conlleva modos de representación del “otro”. En su interpretación, los actos de traducción comandados desde Occidente fueron responsables de la generalización de las representaciones sobre los colonizados. Para Niranjana, las traducciones literarias y etnográficas que comunicaron lo que es el mundo, desde el siglo XIX, desnudan la complicidad de críticos y antropólogos con la expansión del imperialismo europeo. La traducción lleva implícita toda una filosofía occidental. Aun cuando su denuncia se pretende política, la traducción, tema por medio del cual se expresa, no trasciende el ámbito del lenguaje.

11 Tras los resonantes efectos de Writing Cultures (de 1986) y The Predicament of Culture (de 1988), no era de extrañar que fuera James Clifford el autor que consagrara el problema

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de la traducción al elevar el concepto al título del libro que siguió a aquellos en su programa para desplazar los estudios culturales: Routes. Travel and Translation in the Late Twentieth Century (de 1997). El prólogo de esta obra permite observar un conjunto de presupuestos predominantes entre los autores que se apropiaron de la traducción como un concepto clave de la teoría antropológica contemporánea. El estar allí, el relato del contacto del antropólogo con la tribu exótica en tierras lejanas, era el molde estilístico para el comienzo de las monografías etnográficas “clásicas”. Desde Geertz (1994; 1995) o Sahlins (1995 [1981]) devino habitual sustituir el viaje heroico por metahistorias, experiencias de otros viajeros en escenarios de contacto reveladores del carácter contingente, arbitrario, dinámico y conflictivo de las relaciones interculturales. Para iniciar Routes, Clifford toma a Amitav Ghosh y su narrativa autobiográfica como etnógrafo indio en una aldea rural del delta del Nilo.7 A pesar de los vestigios de tradicionalismo, la aldea visitada por el etnógrafo estaba poblada por gente cuya historia y subjetividad estaban marcadas por viajes a tierras lejanas. Ghosh decía: “los hombres de la aldea tenían la inquietud de pasajeros en tránsito, en un hall de aeropuerto” (citado en Clifford 1997, 3), y Clifford remataba: “Difícil imaginar mejor representación de la posmodernidad, el nuevo mundo de movilidad e historias desenraizadas” (Clifford 1997, 3). Routes, en lugar de roots, rutas, antes que raíces. Si bien el autor señala tres formas de poder occidental, tres fuerzas globales conectadas que en el siglo XX aceleraron los flujos migratorios y las relaciones interculturales (legados imperiales, guerras mundiales, capitalismo industrial), advierte que la interconexión de culturas es genética para la humanidad. El viaje como apropiación de alteridad es una norma de toda experiencia humana; deviene tan primitivo y universal como la formación del sentido de sí. El libro de Clifford hilvana ensayos de heterogéneo estilo que enfocan escenas de la vida cultural de finales del siglo XX; toma al movimiento y a los contactos como dinámica crucial de la inacabada modernidad. Su interés recae sobre las diferencias humanas articuladas por desplazamientos, experiencias culturales fusionadas, estructuras y posibilidades de un mundo de conexiones incrementadas pero no homogéneas. La frontera, los bordes, las zonas de contacto y contaminación se destacan como centros argumentativos y conceptuales. La traducción aflora al cierre del prólogo de Routes. Clifford la piensa como un concepto homólogo del viaje y de la conexión intercultural.8 Pero, a diferencia del viaje, que en el libro es descripto como acto histórico de determinado tipo, la traducción es tratada apenas como metáfora: “Postulo que todo concepto pleno de significación, términos tales como ‘viaje’, son traducciones, construidas a partir de equivalencias imperfectas” (Clifford 1997, 11).

12 Para Clifford, los conceptos comparativos son términos de traducción, aproximaciones que privilegian ciertos “originales” y son orientadas a ciertas audiencias. En el plano metodológico, propone un collage en el que se marcan y cruzan bordes. “Diáspora”, “espacios limítrofes”, “condición migrante”, “turismo”, “peregrinaje”, “exilio”, son términos traducibles de viaje. A causa de la histórica contingencia de las traducciones, estas serían siempre imperfectas e incompletas. Cita a Benjamin, crítico cultural icónico para los teóricos del posmodernismo, en la clásica oposición traduttore-tradittore, traductor y traidor: ¿apego al original o versión libre? La pregunta conductora de las meditaciones de James Clifford es: ¿cuáles son las condiciones para traducciones rigurosas entre diferentes rutas en una modernidad interconectada y no homogénea? Rutas en lugar de culturas, traducción en lugar de comparación. Clifford no concibe algún ser fijado por su propia “identidad”, y, frente a esta constatación, la traducción

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ofrece un recurso conceptual para retener la ambivalencia de los valores, las ideas y experiencias, los heterogéneos elementos de conjuntos significativos. Ello conlleva una crítica al método comparativo: […] no existe una simple localización desde la cual pueda ser producida una completa comparación […] el esfuerzo para percibir ciertos bordes de mi propia perspectiva no es un fin en sí mismo sino una precondición para esfuerzos de traducción y alianza. […] Se sigue que no hay cura para los problemas de las políticas culturales ni alguna visión de consenso o valores universales, viejos o nuevos. Sólo hay más traducción. (Clifford 1997, 12-13)

13 La traducción seduce y expande su presencia en el discurso de la teoría antropológica al punto que la metáfora fluye o trueca entre método y ontología.

14 Paula Rubel y Abraham Rosman son considerados dos de los autores más exhaustivos entre los que, en años recientes, profundizaron la teoría de la antropología como traducción cultural. En coautoría publicaron Translating Cultures. Perspectives on Translation and Anthropology (de 2003). No puede pasarse por alto el juego que el título propone con Writing Cultures. Todo pasa como si la reflexión sobre la traducción fuera el natural paso ulterior luego de aprehender o domesticar las implicaciones políticas de la escritura y la autoridad etnográficas. Rubel y Rosman abren su libro con un repaso de las actitudes que se observan en la historia de la disciplina sobre la relación de los antropólogos con la información primaria de su reflexión, necesariamente tamizada por el registro, la transcripción, la recodificación, la traducción. Confirman la ausencia de una discusión pormenorizada sobre lo que se pone en juego al traducir, los efectos ineludibles de conocer otras culturas en términos de la propia. Conscientes de que ese inexplicable vacío es una rica mina de expansión analítica, su breve sinopsis de historia de la teoría se detiene, previsiblemente, en James Clifford, en su cita de Benjamin, en la alegoría del traductor como potencial traidor. Al igual que con el tópico de la autoridad y la intensión de una antropología dialógica y experimental, Clifford habría tenido la virtud de señalar grandes cuestiones que otros se esfuerzan por detallar y expandir. Rubel y Rosman abrevan en fuentes de la crítica literaria y de la traductología. Es importante advertir que la redundancia de las aproximaciones de los antropólogos a la traductología resultó de la intensificación de cruces disciplinares, antes que de alguna “toma de conciencia” de los analistas de “otras culturas”. Por la misma época, en la teoría de la traducción se llamó cultural turn al corte que se realizó con el inagotable problema hermenéutico sobre la buena traducción. De las correlaciones entre texto fuente (source text) y texto de llegada (target text) y los juicios sobre la fidelidad o distorsiones en el acto de traducir —punto donde paraba la metáfora de la traducción en Asad y Clifford— se pasó a la glosa y la contextualización, centro de las preocupaciones para- y supratextuales de las traducciones dialógicas. El resultado es, como anticipaba Benjamin, en otras lecturas, la disposición a transformar el lenguaje y la cultura del analista a través de las apropiaciones de —o el contacto con— otros textos y culturas.

Hacia una etnografía de la traducción

15 Para una crítica de las referencias a la traducción en la antropología posmoderna es posible desplegar interrogantes análogos a los planteados al interpretativismo geertziano: así como en la cultura no todo es texto, no toda relación cultural ni toda interpretación es traducción. La metáfora de la traducción conlleva mayores riesgos

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que la del texto, pues mientras que este es, como revela Foucault (1971), una unidad material insoslayable, la traducción es, tal como evidencian las carátulas de un libro — donde el nombre de un traductor es apenas resaltado o incluso puede no aparecer—, una práctica a menudo invisible.9 La crítica en la que me inspiro afloró en los diálogos entre la historia cultural y la sociología de la cultura. En la ya clásica polémica levantada en torno a La gran matanza de gatos de Robert Darnton (1987), Roger Chartier se preguntaba: ¿Es legítimo considerar como “textos” acciones llevadas a cabo o cuentos relatados? [...] ¿podemos calificar como texto tanto al documento escrito (el único resto persistente de una más vieja práctica) y la práctica misma? El uso metafórico de términos como texto o lectura es siempre riesgoso,10 y más aún cuando el único acceso al objeto bajo investigación antropológica es un texto escrito. No solamente oblitera las formas de hablar y actuar que dieron al cuento o al rito tanto mayor significación como su sentido literal (o aún más); sobre todo un texto real con un status propio se yergue entre el observador y este supuesto texto oral o festivo. (Chartier 1995 [1985], 49)

16 Chartier advierte sobre la necesidad de no confundir dos tipos de lógicas: la de las expresiones escritas y la de las prácticas. Las metáforas de la cultura como texto no sólo conllevan el riesgo de empobrecer la comprensión de las lógicas de las prácticas sino que también pueden pasar por alto la textualidad de los textos: objeto, materia, mediación cultural precisa que en las mutaciones de las formas de lectura dinamiza ciertos procesos de civilización; en los que los pormenores de la línea y la palabra impresa conllevan modos específicos de cognición, de experiencia, de estar en el mundo.11 Las prácticas no textuales configuran lógicas no reductibles a las de la escritura, la lectura y la exégesis. Es factible que los antropólogos no leyeran a Chartier, tampoco a Darnton —estrecho colaborador de Clifford Geertz en la Universidad de Princeton—, pero es al menos paradojal que Jack Goody, el fundador de una notable antropología de la escritura, esté ausente en la bibliografía de la antropología dedicada a la cultura como textos y a los textos sobre las culturas. Es posible trazar un paralelismo entre la distinción que el historiador del libro realiza entre textos y prácticas no textuales, y la premisa de Goody de que la escritura no sustituye la oralidad: ambas mediaciones comunicativas se entrelazan en interfaces en las que expresiones y disposiciones orales afectan las formas de escritura, y la escritura condiciona la oralidad aun en contextos en los que la condición letrada (litteracy) no es la norma.12 Los efectos sociales y cognitivos de los textos dependerán del sistema de escritura en cuestión, del soporte, de las relaciones de poder que generan y de las cuales son también expresión, de la distribución de los objetos escritos y los usos a los que se disponen.13 Chartier y Goody serían apenas dos científicos sociales entre otros que —al tomar la escritura, la lectura, los medios de comunicación (incluida la oralidad), los sistemas de enseñanza y los procesos cognitivos como objeto de investigaciones historiográficas y etnográficas— revelan las limitaciones de las retóricas posmodernas que toman el texto y la traducción como metáforas, y hasta como ontologías, del mundo contemporáneo. De modo inverso, resulta enigmático que la historia del libro y la antropología de la escritura no hayan promovido estudios empíricos sobre la traducción como práctica en sí que reclama salir de la invisibilidad.

17 Investigaciones sobre las traducciones, los traductores y otras dimensiones del mundo social que envuelve a esta práctica histórica concreta fueron motivadas por autores de medios académicos de Israel y Holanda, países con lenguas periféricas en el sistema lingüístico mundial. Desde los años 1970, y en el seno de la literatura comparada y la

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sociosemiótica, Itamar Even-Zohar ha desarrollado la teoría del polisistema, la cual considera la traducción como una actividad compleja y dinámica gobernada tanto por las propiedades comparativas del lenguaje como por intereses sociales. De allí su interés por comprender los mercados culturales, los mediadores económicos y políticos de los intercambios simbólicos, la variabilidad de las prácticas intelectuales y el alcance y las limitaciones del poder asociado a la intervención y legitimación de las culturas a través de la traducción. Desde inicios de los años 1990, estas líneas de indagación, que claramente reactivaron la relación entre literatura y sociología (campo muy dinámico en los años 1960 y visiblemente desactivado en la década de 1980), fueron amplificadas por la teoría de Abram de Swaan y Johan Heilbron a propósito del Sistema Lingüístico Mundial, es decir, transfiriendo la teoría del sistema-mundo de Immanuel Wallerstein a la jerarquía y desigualdad de las lenguas y sus interconexiones planetarias en estructuras de centros y periferias (Heilbron 1999; Swaan 2001). Para los sociólogos holandeses, el poder internacional de las lenguas se objetiva en el volumen de traducciones, que se expresan de modo concreto en el mercado editorial internacional. Más del 70% de las traducciones de libros provienen del inglés. De allí que caractericen a esta lengua como hipercentral. Frente a tal dominio abrumador, el francés y el alemán (también el ruso hasta la caída de la Unión Soviética) pueden ser representados como lenguas centrales, con porcentajes cercanos al 10% del flujo mundial de traducciones. El español, el italiano, el danés, el sueco y el polaco rondan apenas el 1% y representan lenguas semiperfiréricas, para diferenciarlas de las restantes lenguas, en neta condición periférica. Ello hace de las traducciones un conspicuo indicador de las estructuras de desigualdad en las que se dirime el poder simbólico en la competición entre culturas nacionales. Esta competición sólo puede ser comprendida histórica y espacialmente, es decir, como variable de un mercado de bienes simbólicos. Heilbron y otros investigadores del Centro de Sociología Europea (CSE), como Gisèle Sapiro, Ioana Popa y Pascale Casanova, desde finales de los años 1990 han realizado innovadores proyectos tras las premisas asentadas por Pierre Bourdieu, fundador del CSE, en su conferencia de Friburgo (en 1989) sobre “Las condiciones de la circulación internacional de las ideas”.14

18 Bajo este estimulante cuadro de investigaciones en curso, me aboqué a diversos terrenos de trabajo. Por un lado, indagué la expresión y significación de la traducción de libros de autores brasileños en Argentina a lo largo del siglo XX; por otro lado, coordino una investigación colectiva sobre la traducción de libros de ciencias sociales y humanas de autores de las lenguas francesa, inglesa, italiana, alemana y portuguesa en Argentina, entre 1990 y 2014. Además del descubrimiento de hechos significativos,15 mis trabajos proponen una metodología que necesariamente combina escalas y estrategias propias de estudios macro o globales y micro o etnográficos.16 Las hipótesis que me guían implican realizar vastos y complejos relevamientos estadísticos, operar con categorías propias de la literatura, de la ciencia política, de la sociología de la internacionalización. Ello no es contradictorio con la posibilidad de añadir la etnografía como estrategia de observación y descubrimiento que logra sutileza, detalle e intensidad a escala humana de temas que de otro modo pasan de largo; que permite observar y comprender a los agentes, lugares, prácticas y detalles que giran en torno a la traducción.

19 No fue mi intención retratar una sencilla disputa de posiciones teóricas, sino las condiciones bajo las cuales un hecho como la traducción puede tornarse inteligible como fenómeno histórico y social, conspicuo y dinámico. Entre ellas, parece

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indispensable que la teoría antropológica no pierda de vista su programa etnográfico para caer en los juegos discursivos seductores de la filosofía, la semiótica o la crítica cultural. Creo posible afirmar, finalmente, que la traducción es un hecho simbólico y social que motiva etnografía y que la antropología está llamada a intensa reflexividad para que matice la traducción como clave analítica, no apenas de un presente amenazado por el globish.

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NOTAS

1. Amplío las premisas antropológicas de la teoría de la helenista Cassin sobre “los intraducibles”: “El sentido o, mejor dicho, el impacto del sentido de logos no se puede captar más que desde el exterior: desde el latín, en primer lugar, en el que con Cicerón se eligió traducirlo por un juego de palabras soberbiamente inventivo: ratio y oratio. A menudo se precisan varias palabras para expresar algo que llega de afuera […] Es que resultan necesarias por lo menos dos lenguas para hablar una, y saber que es una lengua lo que hablamos, ya que se precisan dos lenguas para traducir” (Cassin 2016, 38-39). 2. En los estudios de traducción no faltan quienes califican el presente como una Era de la Traducción, en la que “todo es traducible, todo es intercambiable” (Cronin 20120, 481). Las traducciones de citas en la presente ponencia son mías. 3. Por razones de espacio, en este trabajo no podré desplegar mi perspectiva etnográfica. Remito pues a algunos textos en los que la he desarrollado extensamente: Sorá (2002, 61-70; 2003; 2010, 77-99) y Sorá, Dujovne y Ostroviesky (2014). 4. El giro que explicitó en la conferencia Marret se decantó de su estudio histórico sobre los beduinos alauitas (Evans-Pritchard 1949). 5. La traducción también era la referencia sintética con la que Lévi-Strauss caracterizaba la actitud intelectual del antropólogo para operar sobre las reglas de permutaciones que enhebran los distintos sistemas de clasificación y pensamiento: “lo propio de un sistema de signos es el ser transformable —dicho de otro modo traducible— en el lenguaje de otro sistema, mediante permutaciones” (Lévi-Strauss 1984, XXXV; énfasis del autor). 6. Por limitaciones de espacio, no puedo extenderme sobre los préstamos que la antropología posmoderna toma de la teoría de la traducción. Para una visión holística de esta, véase Venuti (2012). 7. Véase también Chambers (2006). 8. “Pensar históricamente es un proceso de localización de uno mismo en el espacio y el tiempo. Y localizar es un itinerario antes que un sitio delimitado, es una serie de encuentros y traducciones” (Clifford 1997, 11). 9. La invisibilidad del traductor fue trabajada historiográfica y teóricamente por Venuti (1995). 10. Más adelante lo expresa de otra manera: “el uso metafórico del vocabulario de la lingüística comporta cierto peligro” (Chartier 1995 [1985], 54). 11. En la crítica literaria, ello fue magistralmente explorado por Genette (2001 [1987]). 12. “Writing may affect the procedures (that is, the cognitive operations) and content of the knowledge of individuals in a society, even though they are unable to read, let alone to write. Scribal cultures were of this kind, so too were many colonial ones. Even non-literate peoples or cultures may acquire, be influenced by, even be dominated by, forms of knowledge developed through literacy. It is possible, therefore, for literates to communicate the products of writing to non-literates by oral means. It is also possible that those who were able to read may have to reproduce orally, even among themselves, the knowledge they have acquired, either by reading or by having someone read to them” (Goody 1988, 114-115). 13. El antropólogo de Cambridge propone una etnografía de los textos, precisamente para verificar el alcance de los efectos de la diseminación y los usos de la cultura escrita. Su propuesta se complementa con la incisiva teoría (una sociología de los textos) que propone Don McKenzie (2005 [1999]). 14. Buena parte de los investigadores de este programa hemos publicado textos en obras coordinadas por Gisèle Sapiro (2008; 2014). 15. Por ejemplo: 1) la constatación de que, pese a las creencias de que en Argentina no se contempla la literatura brasileña en el conjunto de la literatura latinoamericana, nuestro país es, después de Francia, el mercado cultural donde más se han traducido autores brasileños desde

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1900; 2) que en ciencias sociales y humanas, en el período que va entre 1990 y el presente, en Argentina la publicación de traducciones del francés, con alrededor de 1.700 títulos, duplica el volumen de traducciones del inglés (Sorá 2003; Sora, Dujovne y Ostroviesky 2014). 16. Junto a Marie-France Garcia-Parpet y Romain Lecler, reflexionamos sobre esta estrategia de investigación en “Foires, salons et marchés internationaux. Circulation des biens symboliques et mondialisation des places marchandes” (2015).

AUTOR

GUSTAVO SORÁ

Doctor en Antropología Social por el Museo Nacional de Río de Janeiro (Brasil). Profesor titular en el Departamento de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Investigador independiente del Conicet. Su principal área de investigación es el estudio del libro y la edición, abordados desde perspectivas etnográficas, sociológicas e históricas. gustavosora[at]gmail.com

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Debate

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El incierto “efecto Trump” en el orden global

Luís Javier Orjuela E., Fabrício H. Chagas Bastos y Jean-Marie Chenou

NOTA DEL EDITOR

DOI: https://dx.doi.org/10.7440/res61.2017.09

NOTA DEL AUTOR

Este artículo se basa en la discusión entre los autores que se llevó a cabo el 1 de febrero de 2017, en el marco del conversatorio Trump & Cia.: Has Trump Really Trumped?, organizado por el Departamento de Ciencia Política y por el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de los Andes, Colombia.

1 Cómo citar: Orjuela, Luis Javier, Fabrício H. Chagas-Bastos y Jean-Marie Chenou. 2017. “El incierto ‘efecto Trump’ en el orden global”. Revista de Estudios Sociales 61: 107-111. https://dx.doi.org/10.7440/res61.2017.09

“El futuro ya no es lo que solía ser”

2 Esta paradójica frase de Arthur C. Clarke, autor de obras de divulgación científica y de ciencia ficción, viene como anillo al dedo para caracterizar la actual situación de la política mundial. El futuro que se avizoraba para un mundo cada vez más globalizado, que parecía conducirnos al ideal de un orden cosmopolita donde pudiéramos reclamar derechos planetarios, cuyo ejercicio nos permitiera constituirnos como ciudadanos del mundo, y que pretendíamos domeñar democráticamente, de repente ha cambiado su curso y amenaza con conducirnos a un futuro incierto, caracterizado por un populismo de derecha que se nutre de la exacerbación del nacionalismo cultural y económico, la xenofobia, la polarización social, la exclusión y la sinrazón de la decisión unilateral y

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caprichosa del gobernante, que no reconoce las instituciones de regulación y control político del orden demo-liberal.

3 Desde el mirador de la globalización en crisis, desde este futuro que solía ser, realizamos, a continuación, una breve reflexión sobre el significado del fenómeno político de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y lo que este significa hoy para la continuidad del orden liberal internacional, creado al final de la Segunda Guerra Mundial.

La globalización y la trasformación de las relaciones sociales

4 Entendemos la era de la globalización como el resultado de la conjunción de dos fenómenos. En primer lugar, el surgimiento de la fase planetaria de un capitalismo que superó la etapa nacional, merced a su dinámica expansiva. En segundo lugar, la agudización de dicha fase, debido al desarrollo tecnológico y, especialmente, a la aplicación de la microelectrónica a todos los campos de la actividad humana (Castells 2009).

5 La combinación de estas dos dinámicas ha transformado, de manera profunda, no sólo nuestra vida cotidiana, en especial la forma de comunicarnos entre nosotros, sino también el proceso productivo. La producción digitalizada ha permitido desplazar el trabajo humano, y también planetarizar la manufactura, pues esta ya no se caracteriza por la producción de bienes terminados producidos en el ámbito nacional, sino de piezas componentes, que provienen de diversas partes del mundo y se ensamblan en los mercados finales. Ello, entre otros factores, ha generado una mayor autonomía del proceso financiero frente al proceso productivo. Mientras el primero se ha concentrado, principalmente, en los otrora centros productivos del capitalismo central, el segundo se ha desplazado hacia el sudeste asiático y los BRICS. Dicha autonomía ha producido, entonces, una financiarización1 de la economía.

6 El problema radica en que la verdadera riqueza de la sociedad sólo se genera en el sector productivo, mientras que el sector financiero genera dinero artificial (Epstein 2005). Tan es así, que hoy en día, la rentabilidad de las inversiones financieras mundiales es del orden del 15%, mientras que la de las inversiones en la economía productiva es del orden del 5% (Amín 2009, 38). Además, la utilización de la capacidad productiva de la economía mundial ha venido declinando, al pasar de un promedio del 85% en el período 1960-1969, a uno del 79,8% en el período 1972-2007 (Foster y Magdoff 2009, 148).

7 A lo anterior hay que agregar que, a lo largo de la historia moderna, hemos atravesado por varios períodos de globalización. El más reciente ha sido el de la globalización neoliberal, basada en la idea que todas las regulaciones y barreras que impedían un comercio internacional, completamente fluido, tenían que desaparecer (Stearns 2010). La neoliberal es un tipo de globalización en la cual el Estado abandona, de manera progresiva, su función de producir y garantizar el bienestar social, y se convierte, cada vez más, en un actor entre otros, frente a los cuales pierde su soberanía, tales como las empresas multinacionales y la sociedad civil global, las cuales, correlativamente, van ganando poder (Held 2016). Todo ello nos muestra que las instituciones liberales y el orden socialdemócrata, surgidos después de la Segunda Guerra Mundial, y que habían

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conducido a altos niveles de desarrollo en Estados Unidos y Europa, encuentran hoy sus límites y su imposibilidad de continuar.

8 De manera que la financiarización de la economía, la digitalización de la producción y la erosión de la soberanía estatal inciden negativamente en la economía real, pues producen pérdida de puestos de trabajo y una desigualdad cada vez mayor en la distribución de la riqueza. Estos fenómenos han aumentado y agudizado las migraciones en el mundo, las cuales ya se venían generado por la pobreza y las guerras, y han desatado oleadas de xenofobia en ambos lados del Atlántico. Es este fenómeno el que hoy se experimenta en la Unión Europea y, en especial, en Estados Unidos. Respecto de este último país, un grupo de economistas de la Universidad de Stanford, dirigido por Raj Chetty, adelantó el año pasado un estudio que muestra que el 90% de los norteamericanos nacidos en los años cuarenta (época en la que se consolidaron los efectos del New Deal) ganaron mayores salarios que sus padres, mientras que sólo el 50% de los nacidos a mediados de los años ochenta ganaron salarios superiores a los de sus progenitores (Dongel 2017; Wong 2016).

¿Hacia una redefinición de la hegemonía mundial?

9 Así que la sorpresiva elección de Trump como presidente de Estados Unidos es la expresión de un fenómeno mundial de carácter más estructural, que obliga a trascender las discusiones coyunturales y evitar interpretaciones ligeras, como aquella que sostiene que la situación mundial actual se asemeja a la de la crisis de 1914 a 1933 (Carissimo 2016; Kagan 2016).

10 El carácter estructural de la actual situación internacional se expresa, también, en el hecho de que Estados Unidos es hoy una potencia exhausta que ya no está en condiciones de mantener su hegemonía mundial. Este es uno de los significados que se le puede atribuir a la propuesta de Trump de retirarse de la OTAN y reorientar esos recursos hacia el desarrollo interno. Ello, a su vez, contribuye a debilitar, aún más, el ideal de una Europa unida. Esta situación es aprovechada por China, que se apresta a llenar el vacío hegemónico mundial. En efecto, el presidente Xi Jinping manifestó el 17 de enero de 2017, ante el Foro Económico Mundial reunido en Davos, que, frente al actual proteccionismo, está dispuesto a retomar las banderas del libre comercio mundial (Goodman 2017), para lo cual las erráticas medidas de Trump, como la de rechazar el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por su sigla en inglés), le han dejado mucho margen de maniobra (Baker 2017).

11 Así, pues, se pueden advertir ya las señales, las premisas y los temblores iniciales en el orden mundial actual; pueden interpretarse como el advenimiento de otro tipo de globalización: una globalización más laxa, donde un mercado mundial menos pretencioso convive con fuertes tendencias de nacionalismo económico y de regionalización. En este sentido, la elección de Trump puede ser sintomática de un cambio en la globalización neoliberal que surgió a comienzos de 1990, y que sobrevivió, por un tiempo, a la crisis económica mundial de 2007-2014 que ella misma causó, pero cuyos efectos no pudo resistir incólume.

12 Probablemente, estamos presenciando ahora las consecuencias de la crisis más importante del capitalismo globalizado desde los años 1930. De hecho, las consecuencias políticas de la crisis de 1929 a 1932 se demoraron varios años en hacerse evidentes, y, cuando finalmente se hicieron visibles, pusieron fin al viejo orden mundial

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imperial que existía en aquel momento. El orden mundial se refundó a partir de 1945, sobre bases económicas y políticas del todo nuevas.

13 Así que la experiencia histórica nos enseña que es probable que estemos viviendo ahora, después de ocho o nueve años, las primeras consecuencias políticas de una de las mayores crisis del capitalismo que hemos padecido en los últimos siglos; y eso podría dar lugar a la creación de una globalización con características diferentes. Ciertamente, no se acabarán los intercambios más allá de las fronteras; no se acabarán los intercambios culturales, no se acabará el comercio internacional. Pero, lo más probable es que el Estado-nación, el Estado regulador, vuelva a fortalecerse con tintes más autoritarios en su regulación de la economía y de la vida social.

14 En síntesis, desde una perspectiva estructural, la elección de Trump es más un síntoma que realmente un cambio en sí, al cual se suman otros síntomas como el Brexit y los intentos de Rusia de avanzar sobre sus antiguos dominios, por ejemplo. Si estos cambios debilitan la hegemonía mundial de la principal potencia de la segunda mitad del siglo XX, entonces estamos viviendo un cambio estructural.

El temor y la rabia como catalizadores del cambio de orden

15 Es en este contexto que Donald Trump ganó la elección presidencial estadounidense, con base en un discurso populista que prometía “Make America great again”. Tanto la campaña de Trump como los primeros días de su mandato desataron reacciones muy fuertes por parte de sus oponentes en Estados Unidos y en el resto del mundo. Dichas reacciones son entendibles frente a la virulencia de su discurso hacia las mujeres, los migrantes, los musulmanes, o hacia otros países (como México, por ejemplo). Esta sección presenta algunas reflexiones preliminares para entender el “fenómeno Trump”, articulando la política nacional de Estados Unidos y elementos internacionales.

16 Más allá de los escándalos cotidianos provocados por los tuits del nuevo presidente de Estados Unidos, la elección de Trump ilustra un cambio histórico que podría traducirse en los próximos años, como dijimos antes, en un nuevo orden global diferente de la globalización liberal que conocimos en las últimas siete décadas.

17 Vivimos, desde la caída del Muro de Berlín, en un tipo de sistema que no ofrece alternativas a su gestión, y donde el capitalismo y la democracia liberales se unieron en un contradictorio matrimonio que parecía indisoluble. Pero este período de casi treinta años empieza a dar señales de estar llegando a su fin. Estamos iniciando un nuevo ciclo, del cual no sabemos si la expansión de capital va a producir más riqueza, si va a aumentar la desigualdad y generar un retroceso de la democracia. Aunque tengamos mejores condiciones materiales de vida que en otros siglos, debido al desarrollo tecnológico —el cual ha tenido un fuerte impacto en la aceleración de las desigualdades entre ricos y pobres (Reilly 2016)—, el avance material produce cada vez más movilidad social alrededor del planeta. Las migraciones laborales son percibidas como una amenaza a la forma de vida de los países receptores, y, en consecuencia, generan ansiedad y temor. Pero las promesas de Donald Trump son irrealistas, cuando no irracionales: ¿se pueden volver a producir carros en Detroit?; ¿se pueden producir iPhones en Estados Unidos de manera competitiva?; ¿se puede prohibir o bloquear la

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inmigración en masa sin afectar sectores estratégicos como tecnología y servicios financieros? La respuesta para todas estas preguntas es un sonoro “No”.

18 Cuando el temor se apodera de las sociedades, y ya no se puede confiar en la seguridad de las instituciones establecidas, se genera un espacio para el surgimiento de líderes carismáticos y erráticos como Trump, cuyas decisiones se dirigen a alimentar un populismo autoritario y excluyente, al hablar directamente a los que perdieron, y, así, fragmentar la sociedad norteamericana (Grassegger y Krogerus 2016), que no encuentra un camino para reconstruir un mínimo de unidad y recuperar unos estándares de calidad de vida que hoy parecen imposibles. La elección de Trump expresa la rabia de los que perdieron; aunque no hubieran perdido mucho, lo poco que perdieron es alarmante. Y, además de los perdedores, están aquellos que no se volvieron pobres, pero reaccionan histéricamente ante la erosión de su estilo de vida consumista y la imposibilidad de cambiar sus teléfonos celulares todos los años. Para todos estos es más fácil apropiarse del discurso de Trump, un discurso de salvación que excluye, que promete algo que es imposible de recuperar.

¿Hacia una internacional derechista?

19 Pero en su populismo autoritario, el presidente de Estados Unidos no está solo; él sabe que hace parte de un fenómeno más amplio. A lo largo de 2017, Europa celebrará varias y decisivas elecciones. Rusia, que ha desafiado exitosamente la integridad del tan aclamado sistema electoral democrático liberal de Estados Unidos, es también el mayor riesgo para las elecciones europeas del presente año, donde se perfilan, con fuerza, los candidatos de derecha y ultraderecha.

20 El 15 de marzo de 2017, Holanda fue a las urnas con el xenófobo Geerts Wilder, líder del Partido de la Libertad, cuyo programa se basó en la desislamización del país, bajo el lema de campaña “Holanda es de nuevo nuestra”, que se asemeja al “Make America great again” de Trump. Si bien Wilder no ganó las elecciones, como se había pronosticado, sí quedó como la segunda fuerza electoral del país, al obtener 20 escaños en el Parlamento, mientras que la primera fuerza, representada por el movimiento de centro-derecha del primer ministro Mark Rutte, obtuvo 33 de los 150 escaños del Parlamento. El avance en Holanda del centro-derecha y la ultraderecha ha deteriorado la representación de los socialdemócratas, quienes pasaron de 38 a 10 escaños (“Rutte proclama su victoria” 2016). En todo caso, a pesar de que los medios de comunicación has presentado los resultados electorales como una contundente derrota de Wilder, lo cierto es que, en una perspectiva de largo plazo, ha habido un lento reemplazo del progresismo socialdemócrata por parte de las fuerzas del centro y la extrema derecha.

21 En mayo votará Francia, con Marine Le Pen, del Frente Nacional, entre los más opcionados; en septiembre se realizarán elecciones parlamentarias en Alemania, donde el euroescéptico partido “Alternativa para Alemania” tiene altas probabilidades de triunfo, especialmente en los estados federales de Mecklemburgo-Pomerania y Berlín. Además, habrá elecciones en Croacia, Hungría, Rumania, Lituania y República Checa, donde también existen fuertes partidos euroescépticos y de extrema derecha, con altas posibilidades de triunfo. Sumémosles a ellos el movimiento populista xenófobo “Cinco Estrellas” —que representa la oposición en el Parlamento italiano y controla la Alcaldía de Roma—, al ultraderechista Norbert Hofer, quien casi gana las pasadas elecciones en Austria, y a Nigel Farage, líder del Partido de la Independencia del Reino Unido, quien

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cumplió su cometido con el triunfo del Brexit. Algunos de estos líderes políticos se reunieron el pasado 21 de enero en la ciudad alemana de Koblenz para unir fuerzas y discutir programas. En la inauguración de dicha reunión, Marine Le Pen afirmó que “2017 será el año en el que los pueblos de Europa continental se despertarán [y] asistimos al fin de un mundo y al nacimiento del otro” (Dongel 2017; Wearden 2016). Así que, frente al ocaso de la “internacional socialista”, podríamos estar asistiendo al surgimiento de una “internacional derechista”.

El mundo en la postglobalización (¿?)

22 Por lo tanto, una tarea urgente es pensar esta transición hacia lo que, a falta de un mejor concepto, podríamos denominar postglobalización, donde el prefijo post- nos permite expresar la ruptura, y el sustantivo “globalización”, expresar la continuidad. Así, pues, nos encontramos en un momento caracterizado por la tensión entre continuidad y ruptura: la globalización no va a volver a ser lo que era antes, pero es imposible pensar que vamos a volver a un mundo sin interconexiones y sin intercambios. El cambio producido en las actividades humanas por el desarrollo tecnológico no se puede cancelar. Lo único seguro sobre la era de postglobalización que parece estar empezando es que esta no va a ser una repetición de tiempos anteriores, sino una mezcla de cambios y de continuidad respecto a la era actual. La alternativa de la conducción de esta nueva fase del orden internacional recae en China, en caso de que decida moverse como garante de la globalización. El momento actual es una redefinición de acuerdos sobre el orden mundial, un quiebre de lógica, una falta de alternativa que provoca histeria, no sólo por la ansiedad de no saber qué va a pasar mañana, sino por no poder predecir lo que tenemos adelante. Vivimos tiempos de incertidumbre.

23 Las Ciencias Sociales fallaron en varios aspectos al tratar de entender el mundo actual, y nos impiden ver las transformaciones que estamos viviendo. Primero, un sesgo planetario y omniabarcante; después, un sesgo de Estado-centrismo, de nacionalismo metodológico, que nos hizo pensar la globalización en términos de países hegemónicos, de Estados o economías nacionales. Por ejemplo, que Estados Unidos estaba ganando la globalización; luego, que Alemania y Francia estaban ganando y que, tal vez, otros países estaban perdiendo. Si bien en conjunto los países ricos ganan, no es el caso de toda su población. La situación de crisis en Estados Unidos y algunas partes de Europa es grave, a pesar de las décadas de mejoramiento del bienestar general en esas poblaciones. Hay un sentimiento, cada vez más compartido, de que las élites (el 1% de la población mundial) se están beneficiando de la globalización, pero que la mayoría está perdiendo, incluso en los países que más se beneficiaron de este proceso.

24 Otra falla de las Ciencias Sociales ha sido pensar en el diseño del orden mundial, pero no en sus falencias o en la desigualdad que necesariamente produce el cambio. Tendríamos que volver a repensar las contradicciones que trae consigo el capitalismo. Este tipo de pensamiento se ha marginado y no ha tenido el desarrollo que permita pensar el período actual. A la hora de explicar el cambio histórico, las teorías del equilibrio (tanto económico como geopolítico) se quedan cortas. Una visión más dinámica de la historia, en general, y de la globalización, en particular, nos permitiría enfocar el análisis en el cambio y sus tensiones, y no en el equilibrio. Pensar el

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desarrollo histórico nos da las bases para entender los cambios actuales como parte de una dialéctica (Kellner 2009).

25 Es el momento de pensar y actuar, mas no de ponerse histérico. La falsa idea de que expresarse en las llamadas “redes sociales” es una protesta consistente contra el estado de cosas que vivimos alimenta únicamente la ansiedad. Peor aún, es un círculo vicioso: produce noticias sin fundamento, replica una crítica sin criticismo, propaga el discurso que legitima noticias falsas. De manera inconsciente, alimentan el monstruo. “Do not feed the Trump!” podría volverse la netiquette, la norma de comportamiento en las redes sociales. El temor produce la histeria que genera discursos duros, excluyentes y xenófobos.

26 El mundo ya no es lo que solía ser, pues de una globalización —que una sociedad civil mundial imaginaba cosmopolita y democrática— estamos transitado hacia una postglobalización (a falta de un mejor término) autoritaria y xenófoba. Por ello, hoy más que nunca se necesita en el mundo fortalecer el pensamiento y la acción política de carácter progresista. No hace mucho se discutía sobre la derrocada hegemonía estadounidense: hoy el mundo lo tiene como cierto.

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NOTAS

1. La financiarización se puede definir como el cambio del centro de gravedad de la actividad económica de la producción (tanto de bienes como de servicios) a las finanzas. Ver Bellamy Foster (2007).

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AUTORES

LUÍS JAVIER ORJUELA E.

PhD en Ciencia Política por la Florida International University (Estados Unidos). Profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes (Colombia). l.orjuela[at]uniandes.edu.co

FABRÍCIO H. CHAGAS BASTOS

PhD en Estudios Latinoamericanos por la Universidade de São Paulo (Brasil). Profesor asistente del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes (Colombia). fabricio.chagasbastos[at]uniandes.edu.co

JEAN-MARIE CHENOU

PhD en Ciencia Política por la Université de Lausanne (Suiza). Profesor asistente del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes (Colombia). jm.chenou[at]uniandes.edu.co

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Lecturas

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Harvey, David. 2014. Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo Quito: IAEN [294 pp.]

Luis Alberto Salinas Arreortua

REFERENCIA

Harvey, David. 2014. Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Quito: IAEN [294 pp.]

NOTA DEL EDITOR

DOI: 10.7440/res61.2017.10

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1 A finales de la primera década del presente siglo se produce, en distintas partes del mundo, la ocupación de espacios públicos que representan luchas en contra de las injusticias derivadas del sistema capitalista. Desde la Plaza Tahrir, en El Cairo, pasando por Puerta del Sol, en Madrid; Plaza Syntagma, en Atenas; frente a la catedral de San Pablo, en Londres, y hasta en Wall Street, son manifestaciones que buscan la construcción de alternativas a las condiciones generadas por el sistema dominante.

2 Occupy Wall Street y el 15 M expresan una serie de luchas en distintos sectores, y demandas sociales; entre ellas destacan los temas de la salud, educación y vivienda. En este último son fuertes las críticas dirigidas al sector financiero y también a las medidas de los Estados-nación, quienes han brindado apoyo total al sector privado. Los rescates bancarios, las inversiones y deudas convertidas en deuda pública, las legislaciones que permiten a la banca comercial realizar procedimientos judiciales contra deudores, entre otras medidas, han sido cuestionados por organizaciones como Occupy Our Homes o Plataforma Afectados por Hipotecas en diversas ciudades de Estados Unidos y España, respectivamente.

3 Estos movimientos han luchado contra los desahucios que se han venido produciendo a partir de la crisis del sector inmobiliario del 2008 en Estados Unidos, y tiempo después en España y diversas partes del mundo. El sector inmobiliario, en el proceso de producción de vivienda, busca obtener los mayores beneficios posibles, no sólo cubriendo los costos de producción y una tasa de ganancia, sino, además, esperando el momento propicio para obtener mayores beneficios, mediante la especulación. La diferencia entre los precios de las viviendas y los ingresos, estos últimos afectados por el crecimiento del desempleo, se traduce en una sobreproducción de vivienda, lo que ha producido una gran cantidad de casas deshabitadas. Se estima que en España hay cerca de cinco millones de casas vacías. Esta diferencia en el precio de la vivienda y el ingreso de los trabajadores se ha intentado mediar a través de la circulación de dinero ficticio, es decir, de la implementación de un sistema de crédito de alto riesgo (subprime); situación que contribuyó a generar la crisis inmobiliaria de finales de la primera década del presente siglo.

4 La crisis de sobreacumulación se deriva de la contradicción que se produce entre el valor de cambio y el valor de uso, en donde el sistema de crédito es una medida temporal. Esta es una de las diecisiete contradicciones del sistema capitalista. Harvey destaca que las contradicciones son parte del mismo sistema, y la forma de salir de una crisis contiene en sí misma las raíces de la siguiente crisis (2014, 12), es decir, manifiesta un carácter cíclico. Esto se aprecia en el mercado de la vivienda, en el cual dicha contradicción ha sido recurrente; basta recordar las crisis de 1928, 1973, 1987 y 2008 en Estados Unidos, por ejemplo.

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5 En su libro El enigma del capital y las crisis del capitalismo (2012), David Harvey analiza las razones de la proclividad del capitalismo a la crisis y su papel en la reproducción del sistema capitalista. Como antecedente, hace mención del “riesgo sistémico”, el cual alude a las contradicciones fundamentales de la acumulación de capital (2012, 215). Contradicciones que se dispone a explicar en la presente obra.

6 Pareciera que hay un cierto consenso sobre distintas contradicciones que existen en la acumulación de capital; conocido es el “argumento” que se le adjudica a Marx según el cual se establece que el capitalismo se ahogaría en su propia riqueza. Más allá de estar de acuerdo con esa concepción —el mismo Harvey menciona que no ha encontrado alguna cita al respecto en toda la obra de Marx—, explica las contradicciones del sistema capitalista, las cuales divide en tres categorías: contradicciones fundamentales, contradicciones cambiantes y contradicciones peligrosas.

7 Tal pareciera que suelen ser comunes los análisis sobre el modo de producción capitalista y la desigualdad en la distribución de la riqueza. Thomas Piketty, en su libro El capital en el siglo XXI (2014), hace exactamente este tipo de análisis. Pero suele ser poco común analizar las crisis del sistema capitalista y las causas que las originaron. Piketty establece además que el libre mercado, sin ningún tipo de regulación estatal, produce oligarquías antidemocráticas, y la contradicción existente que explica Harvey es que, en la medida en que se consolidan Estados democráticos, suelen limitar la movilidad de capital y, por tanto, “[…] la contradicción entre Estado y propiedad privada se intensifica convirtiéndose en una contradicción absoluta que enfrenta lo público contra lo privado, al Estado contra el mercado” (Harvey 2014, 61), otra contradicción fundamental para el sistema.

8 Harvey se ha interesado, contrario a Piketty, en analizar las contradicciones del sistema capitalista no sólo por la transformación de los espacios físicos que generan dichas contradicciones, sino también por los cambios espectaculares que se producen en los modos de pensamiento y de comprensión, en las instituciones y en las ideologías dominantes (Harvey 2014, 9). Pero deja en claro la importancia de analizar las contradicciones, pues su intensificación produce crisis generales, algo peligroso para el capital pues es ahí donde están las oportunidades para una lucha anticapitalista. Por ello, la relevancia de Occupy Wall Street y el 15 M, como manifestaciones que se generan a partir de fuertes contradicciones del capitalismo y de una crisis sistémica que establece un escenario para la construcción de alternativas, es un momento que John Holloway (2011) llamaría “agrietar el capitalismo”, como una oportunidad y obligación que ninguno de nosotros puede evitar (Harvey 2013, 236).

9 Por lo anterior, resulta un aporte esencial la obra de Harvey porque analiza las fallas del capitalismo y establece distintas contradicciones que producen crisis generales en el sistema capitalista. En la primera parte del libro, el autor plantea siete contradicciones fundamentales, llamadas así simplemente porque el capital no podría existir ni funcionar sin ellas. Estas contradicciones están estrechamente relacionadas, lo que implica que las transformaciones en unas tienen efectos en otras. Algunas de ellas, ya mencionadas, son la contradicción entre valor de cambio y valor de uso, la propiedad privada y el Estado, el capital y el trabajo.

10 En la segunda parte, explica las contradicciones cambiantes, las cuales son inestables y se mantienen en cambio evolutivo permanente. Por ejemplo, la tecnología o la producción geográfica del espacio responden a las relaciones sociales de producción, razón por la cual algunas tecnologías viables, menciona Harvey, son abandonadas y se

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desvanecen, mientras que espacios y lugares que una vez fueron centros vigorosos de actividad capitalista se convierten en pueblos fantasmas o ciudades en declive; basta ver las ciudades industriales del siglo XX.

11 Por último, las tres contradicciones con las que concluye la obra están inmersas en la concepción que Harvey comparte con Marx. Dicha concepción sugiere que, contrario a la idea de que el capitalismo se ahogaría en su propia riqueza, es probable que el capital pueda funcionar indefinidamente, pero de forma tal que provocaría la degradación del planeta, el empobrecimiento de las masas, una vigilancia policial totalitaria por parte del Estado y una democracia totalitaria, aspectos que en gran medida ya experimentamos en el momento presente (Harvey 2014, 217). El crecimiento exponencial y acumulación sin fin, la relación del capital con la naturaleza y la rebelión de la naturaleza humana son las tres contradicciones peligrosas del sistema capitalista. Harvey las denomina “peligrosas”, y no “fatales”, pues nombrarlas así traería una falsa idea de inevitabilidad, es decir, la prefiguración del fin del capitalismo. Una desatinada crítica que se le ha hecho a la obra de Marx al considerarlo como determinista.

12 Estas contradicciones son las “[…] más peligrosas para el presente inmediato, no sólo para la capacidad del motor económico del capitalismo de continuar funcionando, sino también para la reproducción de la vida humana en unas condiciones mínimamente razonables” (Harvey 2014, 218). Esto es, el peligro de dichas contradicciones, no sólo para el sistema sino por las repercusiones que se producirán en el ser humano. Para Marx y para Harvey no existe un carácter determinista sobre la extinción del capitalismo; lo que deja ver el autor son las posibilidades de construir alternativas a partir de las contradicciones y crisis del sistema. Como “[…] el dramaturgo alemán Bertolt Brecht una vez dijo, ‘la esperanza está latente en las contradicciones’” (Harvey 2014, 258).

BIBLIOGRAFÍA

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Piketty, Thomas. 2014. El capital en el siglo XXI. México: Fondo de Cultura Económica.

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AUTORES

LUIS ALBERTO SALINAS ARREORTUA

Doctor en Geografía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador asociado del Departamento de Geografía Social, Instituto de Geografía, UNAM. Miembro de la red de investigación Contested_Cities. lsalinas[at]igg.unam.mx

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