1 Mario Roso De Luna • La Esfinge
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Mario Roso de Luna • La Esfinge 1 LA ESFINGE ¿QUIÉN SOMOS? –¿DE DÓNDE VENIMOS? –¿A DÓNDE VAMOS? Colección: OBRAS COMPLETAS Tomo III 1ª Edición Digital 2015 Sociedad Teosófica Española (http://www.sociedadteosofica.es) Grupo Dharma, de Valencia ([email protected]) Rama Ceres, de Cáceres ([email protected]) Rama Hesperia, de Madrid ([email protected]) Pascual Pascual, miembro de la Sociedad Teosófica Española Yerran grandemente los que confunden al Espíritu o inteligencia (nous) con el Alma (psyché). No menos yerran quienes confunden al Alma (psyché) con el cuerpo (soma). De la unión del Espíritu con el Alma nace la Razón; de la unión del Alma con el Cuerpo nace la Pasión. De aquellos tres Elementos, la Tierra ha dado el Cuerpo; la Luna ha dado el Alma y el Sol ha dado el Espíritu, por donde el hombre justo, consciente de todas estas cosas, es a la vez, durante su vida física, un habitante de la Tierra, de la Luna y del Sol. PLUTARCO (De Isis y Osiris) Terra tegit carnem: Tumulus circumvolat Umbra: Orcus habet Manes: Spiritus astra petit. Famoso aforismo del clásico DENIUS. PREFACIO Una de las notas diferenciales entre el animal y el hombre, a lo que colegir podemos, es la facultad que tiene este último de dirigirse así propio las tres famosas preguntas de «¿quién soy?», ¿qué fui ayer? Y ¿qué seré mañana? Todos, desde el escéptico o el positivista más cerrado, hasta el soñador más iluso, se plantean a diario, bajo una u otra forma –principalmente bajo la forma del «nosce te ipsum socrático»–, problemas sintetizados en dichas tres interrogaciones pavorosas, tanto, que sin ellas ni aun la vida misma se concibe siquiera. ¿Veis esos niños rodeados de juguetes, que providentes les aportasen los «Reyes Magos» de sus padres? Pues el uno, en medio de sus pelotones de soldados de plomo multicolores, se cree, por no se sabe qué clase de mimetismo de ideas innatas o de reminiscencias de vidas anteriores, el propio general en jefe que los manda; mientras que el otro se figura ser el ingeniero que tiende sus vías férreas y compone los vagones deshechos en los choques de un jugar constante, y el de más allá canta como un futuro tenor de ópera, mientras que el otro pinta cual un nuevo Apeles, y el del rincón lejano cuenta y recuenta sus chucherías de urraca coleccionadora, del mismo modo y manera que cuenta cien veces sus doblas el avaro… La naturaleza, que jamás procede por saltos, les inicia así en los futuros destinos que les aguardan, y quizá, también, les proporciona un lejano recuerdo de lo que ser pudieran antes de nacer a esta vida física con arreglo al principio profesado por muchos filósofos de que las cosas ni empiezan ni acaban aquí, sino que antes bien la cuna tuvo su «ayer» 5 Mario Roso de Luna • La Esfinge y el sepulcro tiene su «mañana». Porque, a bien decir, el presente no existe, sino que es un fugaz y continuo «devenir», una especie de «plano- sección.», que diría un geómetra, entre el futuro que llega y el pasado que se va, tanto que el hombre digno de llevar tan glorioso título apenas si vive en el mentido presente, sino que, conocedor de su día de ayer y de antes de ayer por la experiencia de la vida, procura adelantarse al día de mañana mediante la previsión, previsión que le hace sembrar el trigo en el otoño para recogerle en el verano, acumular en la época de bonanza para afrontar valiente las épocas de escasez y rechazar continuamente las falsas atracciones del vicio, sabiendo que si todas las cosas de este mundo están mezcladas de placer y de dolor, el vicio tiene el placer al comienzo y el dolor al final, mientras que la virtud es, al principio, penosa, produciéndonos luego inenarrable placer. Además, la ciencia contemporánea ha sentado ya como indiscutibles unos cuantos principios que nos obligan, sin remedio, a una plenísima rectificación del ciego prejuicio escéptico y positivista del pasado siglo: el espectroscopio nos ha mostrado la unidad de la Materia en todos los astros del firmamento; el cálculo astronómico, la unidad sintética de la Fuerza, también en todos ellos, y la experiencia continua, además, la unidad de la Inteligencia en el Cosmos entero, por cuanto cada especie aquí en la Tierra actúa bajo cánones biológicos inmutables que, con geometría «inconsciente» se dice, hacen siempre cruciforme la corola del alelí, pentafolia la del pensamiento o de la rosa, y exafolia la de la azucena, y arriba en los cielos cada astro actúa en sus movimientos de un modo que debe 6 Mario Roso de Luna • La Esfinge ser inteligente u obra inteligente también, toda vez que responde siempre, en armonía perfecta con la inteligencia del hombre cuando este último llega a conocerlos por la observación y por el cálculo matemático. ¿Cabe, en efecto, paralelismo más perfecto que el que media entre la Ley Inteligente del astro y la refinada inteligencia del astrónomo que calcula y profetiza un eclipse, o descubre por el cálculo inteligente también astros aún no vistos? Pues todo esto y mucho más que por la brevedad omitimos, acarrea como corolario lógico el que la Ley de Evolución abarca todo el Cosmos, o bien que el Cosmos «todo conspira a una finalidad suprema», con arreglo al viejo criterio teológico de los filósofos griegos y dentro del verdadero concepto de «Cosmos» o «Armonía», concepto en el que se enlazan «lo vario» y «lo uno». Pero, aunque teóricamente no podamos ya negar esta Ley de Evolución que liga y solidariza a todo en el Universo, en la práctica diaria obramos como si dicha ley no existiese. Así, sabemos que la muerte se enseñorearía de nuestro planeta tan luego como le faltase el efluvio solar que en luz, calor, magnetismo, rayos X, etc., le nutren como la placenta de la madre nutre al feto, y, sin embargo de ello, emotiva, intelectual y moralmente nos consideramos perfectamente desligados del Sol y de los planetas vecinos, creyendo que aquí empezó nuestra evolución toda hace breves lustros, y aquí, en otros pocos lustros también, habrá de concluir, sin que ni la Luna, Venus, Marte, Mercurio, el Sol, Júpiter, etc., jueguen para nada ni en nuestro pasado moral e intelectual, ni en su futuro. Algo así como si, en un radio más corto, apoyados en la división actual de los continentes terrestres, nos obstinásemos en creer que el pasado, el presente y el 7 Mario Roso de Luna • La Esfinge futuro, físico, intelectual y moral de Europa, por ejemplo, nada tuvo, tiene ni tendrá que ver con el de Asia, África, América u Oceanía, o como si negásemos la solidaridad histórica, intelectual y moral de las regiones y los pueblos de un mismo país, porque un mismo país, a bien decir, es toda la gran comarca planetaria de entre el Sol y Neptuno, comarca en la que, si fuésemos a establecer correctamente las dimensiones respectivas, la Tierra, a la que queremos limitar nuestra evolución, seria respecto del espacio ocupado por el sistema planetario menos que la cabeza de un pequeño alfiler o un grano de mostaza perdido en la más amplia plaza de toros...¡Y no obstante, nuestro cretinismo nos quiere hacer pensar que en aquel corpúsculo empieza y acaba todo! ¿No sería preferible a esto el que viviésemos y muriésemos en perfecto estado de bestias?... Pero, no; esto ya, felizmente, no puede ser, por cuanto la Naturaleza, en su progreso evolutivo, va cerrando tras cada sér las puertas del pasado, para empujarle y que abra él por sí propio las del porvenir, por lo que, si ayer, en nuestro cuerpo físico al menos, pudimos ser animales, y aun ahora tengamos no pocas reminiscencias y conexiones con ellos, hoy ya es diferente nuestra evolución como hombres, y mañana esta evolución nos habrá de llevar a otros estados superiores aún, al tenor del axioma cabalista de que el mineral, con la evolución, se transforma en planta; la planta, en animal; «el animal, en hombre; el hombre, en un espíritu, y el espíritu, en un dios». Por eso, a todo evento, las interrogaciones famosas de la Esfinge tebana las tenemos siempre en pie, frente a nosotros y amenazadoras, sean ellas las que se dicen, o sean otras superiores que, alzando el velo del símbolo, podamos 8 Mario Roso de Luna • La Esfinge esclarecer Una pequeña exploración histórica se impone, pues, recordando, ante todo, lo que el mito clásico nos enseña sobre el particular de la Esfinge tebana y de sus terribles simbolismos. *** Según el mito griego que desnaturalizadísimo ha llegado hasta nosotros, la Esfinge fue un terrible monstruo femenino, hija de Tifón o Typhaon y de la serpiente Echidna o «La Quimera», y hermana de la Hidra de Lerma, el dragón Ladon, el león de Nemea y los perros infernales Orthros y Cerbero, etc. Hades, Ares, Hero, Dionysos u otros dioses, la habían desencadenado desde el monte Helicon en la Beocia, contra Thebas, la capital griega donde reinara Laio, esposo de Yocasta y padre de Edipo, para castigar la impiedad de aquellas gentes, que, ciegas de orgullo y de ignorancia, se habían apartado por completo de la religión primitiva. La monstruosa criatura, cuya cabeza y pechos eran de virgen coronada por tiara persa, el tronco de toro, las garras de león, las alas de águila y la cola de serpiente, se atravesaba pavorosa en los caminos beocios, y, envuelta en nube de misterio, proponía al espantado viajero este enigma: ¿Cuál es el animal que por la mañana anda en cuatro pies, en dos a mediodía y en tres por la tarde?..Aquel cuitado que no acertase a resolver el enigma de la Esfinge era por ella, en el acto, devorado.