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LA TRILOGÍA DEL "PLAN DE ABAJO" DE JORGE IBARGÜENGOITIA: UN CUESTIONAMIENTO DE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN A PARTIR DEL ESPACIO QUIMÉRICO, LAS TÉCNICAS NARRATIVAS Y LA HETEROGLOSIA

Matthew Sibley

A Thesis

Submitted to the Graduate College of Bowling Green State University in partial fulfillment of the requirements for the degree of

MASTER OF ARTS

August 2015

Committee:

Amy Robinson, Advisor

Valeria Grinberg Pla

Francisco Cabanillas

© 2015

Matthew Sibley

All Rights Reserved iii RESUMEN

Amy Robinson, Asesora

En el presente trabajo emprendo un análisis de uno de los rasgos más esenciales de la novelística del autor mexicano Jorge Ibargüengoitia (1928-1983): un aparato crítico subyacente en su obra que plantea un debate sobre los modos de la representación a la vez que cuestiona los discursos que adoptan los mismos. Ibargüengoitia presenta dicho aparato crítico por medio de la relación polifacética y equívoca entre la realidad extraliteraria y la ficción que forja en su obra. A partir de las obras Estas ruinas que ves (1975), Las muertas (1977) y Dos crímenes (1979)—la llamada trilogía del “Plan de Abajo”—subrayo una cohesión aproximativa y estilística que cultiva Ibargüengoitia, producto de una base de recursos que emplea para lograr la presentación heterogénea de la relación entre la no ficción y la ficción. Esta base consta de los siguientes aspectos: primero, la concepción de lo que yo denomino el espacio quimérico, el cual consiste en la invención y el retrato detenido de la región ficticia del Estado de Plan de Abajo; segundo, los recursos narrativos que maneja el autor, los cuales comprenden elementos autorreferenciales y autorreflexivos, para alterar la percepción de los discursos emitidos en su novelística y desplegar este cuestionamiento discursivo a niveles metaliterarios, intertextuales e intratextuales; tercero, la enunciación múltiple o la heteroglosia, la cual permite una polifonía de voces que plasma una omnisciencia artificiosa y plantea una disparidad discursiva que impulsa que el lector cuestione todo discurso. Con la finalidad de señalar la mirada crítica de Ibargüengoitia, analizo el espacio socialmente construido en su novelística como puesta en escena de la que se vale el autor para comentar el poder del que disponen los discursos para tergiversar, fabricar y mitificar la verdad, lo cual influye en la percepción y la presentación de su realidad social. En síntesis, expongo que la trilogía del Plan de Abajo cimienta una fusión entre la documentación y la imaginación que engendra una reflexión sobre la verosimilitud y el acto de la representación en el contexto de las problemáticas sociales y artísticas de México. iv

Este trabajo se lo dedico a tres mujeres que me han marcado la vida. A Liz, mi chaparrita, por estar a mi lado, alegrarme los días y ser quien me ha apoyado en lo anímico y lo sentimental

con su amor y su cariño abundante a lo largo de los últimos 4 años. A Suzie Berg, mi abuela

paterna, que en paz descanse, por haber siempre alentado la chispa creativa que llevo adentro

con su cosmovisión mágica y única que volvía el mundo una fantasía. A Alma Delia Miranda

Aguilar, mi ex maestra y querida amiga, por haber despertado más ampliamente mi interés en la literatura hispanoamericana y enseñarme, a lo mejor sin que se dé cuenta, tantas cosas de la vida

en nuestra amistad. v AGRADECIMIENTOS

Les agradezco ampliamente a todos los miembros de mi comité: a Amy Robinson, mi asesora, por haber colaborado con su lectura crítica de las obras estudiadas y su conocimiento de teoría pertinente así como por haberme asesorado y guiado por todo el camino, a veces lleno de percances, hacia la realización de la tesis; a Valeria Grinberg Pla por su lectura perspicaz que dio lugar a sugerencias y cambios que han corroborado en virtud de mejorar el proyecto; a Francisco

Cabanillas por su lectura activa y comprometida además de por las pláticas divagadas y entretenidas que hemos tenido no sólo sobre el proyecto sino sobre un sinfín de temas tales como la literatura, la poesía, la filosofía, la política, el arte y lo esotérico.

Por otro lado le agradezco a Eileen Bosch por la tertulia de escritura académica que impulsó a principios del semestre de primavera de 2015. Esta tertulia abrió un espacio multilingüe en donde se fomentó el pensamiento analítico y el pluralismo lingüístico y cultural.

A partir de nuestras pláticas e intercambios académicos pude progresar en mis investigaciones y desarrollar mejor mis argumentos al contar con la opinión de otra persona fuera de mi propio campo de investigación.

vi

ÍNDICE

Página

INTRODUCCIÓN ...... 1

Biografía ...... 1

Acercamiento crítico...... 2

CAPÍTULO I: EL ESPACIO QUIMÉRICO ...... 9

La creación del espacio quimérico en la narrativa de Ibargüengoitia...... 9

Armando el marco de Estas ruinas que ves...... 18

La tradición oral: la mitología cuevanense en cinco anécdotas clave ...... 23

El encuerado...... 24

El insulto ...... 25

El enredo ...... 28

La enfermedad ...... 31

Los murales...... 35

La lectura y la creación literaria en Cuévano...... 38

Vía directa: textos apócrifos ...... 40

Opúsculo cuevanense...... 40

Geografía histórica...... 42

Catálogo de ideas fijas cuevanenses ...... 43

Vía indirecta: relaciones intertextuales e intratextuales...... 45

Las muertas...... 49

CAPÍTULO II: LAS MUERTAS...... 52

Aproximación contextual y teórica a Las muertas ...... 52 vii

Recursos narrativos...... 56

El marco temático de Las muertas...... 61

La disparidad discursiva en tres crímenes clave...... 67

El asalto a la panadería ...... 67

Los fusilamientos en el rancho Los Ángeles ...... 74

La muerte de Rosa ...... 78

La continuidad del espacio quimérico a través de la heteroglosia...... 83

CAPÍTULO III: DOS CRÍMENES...... 86

Marco analítico y esquema narrativo de Dos crímenes ...... 86

Continuidad de la trilogía: intersecciones menores ...... 92

Continuidad del espacio: intersecciones mayores...... 95

El marco temático de Dos crímenes...... 98

La fabricación de la verdad...... 107

El negocio: la propuesta capciosa...... 107

La muerte de Ramón Tarragona ...... 115

CONCLUSIÓN...... 122

Síntesis del análisis de la trilogía...... 122

BIBLIOGRAFÍA ...... 129 1

INTRODUCCIÓN

Biografía

Jorge Ibargüengoitia nace el 22 de enero de 1928, en Guanajuato, Guanajuato, mismo año

en el que sucede el asesinato de Obregón, tema que luego le obsesionaría a lo largo de su vida y

carrera como literato (Domínguez Michael 79).1 Muere, junto con otros literatos, el 27 de

noviembre de 1983 a bordo de un avión rumbo a Colombia que se siniestra en Madrid (Secci 80).

Su obra abarca la dramaturgia, la ensayística, la cuentística, la novelística y el periodismo,

perteneciendo, a pesar de ser una tipificación con criterios escuetamente definidos, a una

generación de autores que ha sido denominada la “Generación del Medio Siglo” (Domenella 11).

2 Antes de incursionarse en el estudio y la creación literarios, Ibargüengoitia cursa ingeniería en

la UNAM en 1944, carrera que más tarde decide abandonar en 1947 por falta de interés (Secci

39). Decide iniciar su formación superior en la literatura en 1951 inscribiéndose en la Facultad

de Filosofía y Letras en la UNAM, tras conocer a Salvador Novo y ver el montaje de su obra

Rosalba y los llaveros en Guanajuato (Secci 40-42). En sus nuevos estudios en la gran urbe

mexicana el autor cursa el único curso de creación literaria ofrecida en aquel momento bajo la

tutela de Radolfo Usigli: composición dramática, por lo que inicia su carrera literaria como

dramaturgo (Secci 42). Ibargüengoitia practica la dramaturgia durante diez años, oficio al que

pone fin con su pieza teatral más exitosa, El atentado, para convertirse en novelista (Domenella

12, Secci 42).

Su primera incursión en la novelística es Los relámpagos de agosto que se publica en

1964 y sobre la que Ibargüengoitia afirma:

1 Christopher Domínguez Michael en su artículo para Letras Libres, “El lado oscuro de la luna,” detalla este hecho como influencia e hito central en la obra de Ibargüengoitia. 2 Armando Pereira hace un recorrido de los autores que comprenden esta generación literaria además de un resumen de la relevancia de este grupo, haciendo mención especial de Ibargüengoitia (Pereira 200). 2

[…] me hizo comprender que el medio de comunicación adecuado para un hombre insociable como yo es la prosa narrativa: no tiene uno que convencer a actores ni a empresarios, se llega directo al lector, sin intermediarios, en silencio, por medio de hojas escritas que el otro lee cuando quiere, como quiere […] (Ibargüengoitia citado en Barrios Luna 48)

Esta revelación, además del posterior éxito y buena crítica tardía de su primera obra, lo lleva a seguir desarrollando su narrativa, publicando una suma de cinco novelas más hasta el fin intempestivo de su vida y su carrera literaria en 1983: Maten al león (1969), Estas ruinas que ves

(1975), Las muertas (1977), Dos crímenes (1979) y Los pasos de López (1982). Su novelística termina por ser entre lo más valorado de su obra, su drama quedando más o menos relegado al olvido después del cambio paradigmático del autor. Durante su etapa como novelista también colabora en Excélsior como columnista semanal entre 1968 y 1976 y publica su único libro de cuentos, de corte autobiográfico, La ley de Herodes en 1967 (Domenella 12).

Acercamiento crítico

La novelística de Ibargüengoitia comprende dos vertientes mayores: tiene novelas de corte, digamos, “histórico” (Los relámpagos de agosto, Maten al león, Los paso de López), las cuales se inspiran en una clase específica de novelas—las memorias de generales—,3 y por otro

lado, tiene una serie de novelas que tratan temas de una dimensión más microcósmica

relacionados con elementos autobiográficos o cotidianos que, en ciertos casos, evocan aspectos

de la realidad extraliteraria mexicana contemporánea al autor (Estas ruinas que ves, Las muertas,

Dos crímenes).4 Las novelas de la segunda vertiente, es decir las microcósmicas, forman parte de

una trilogía no oficial que denomino la trilogía del “Plan de Abajo” y son las que me interesan

3 Ibargüengoitia, en el artículo “Memorias de novelas” que publica en la revista Vuelta en mayo de 1979, detalla la fascinación que siente por esta corriente de novelas escritas por generales y otros participantes en la revolución y la posrevolución mexicana que pretendían transmitir un relato íntimo de los hechos desde su punto de vista particular (Ibargüengoitia 32). 4 Jaime Castañeda Iturbide tipifica estas vertientes bajo las categorías de “la Gran Historia” y “la pequeña historia” (Castañeda 32).

3 estudiar en el presente análisis. Dichas novelas abarcan temáticas variadas, a saber: Estas ruinas que ves, las memorias de un profesor de provincia; Las muertas, una novelización de un caso delictivo verdadero, un asesinato en serie cometido por madrotas; Dos crímenes el relato de un prófugo que huye de crímenes que no ha cometido y recurre a su tío adinerado a quien intenta estafar para escapar de su destino torcido. A pesar de sus argumentos variopintos, todas estas novelas dialogan entre sí mediante una cohesión ambiental a partir del escenario inventado compartido, el Estado del Plan de Abajo.

Antes que nada cabe decir que al escribir sobre Jorge Ibargüengoitia y la crítica de su obra narrativa es inevitable que se toque, casi de inmediato, el tema del humorismo. Se podría decir que todo lector de Ibargüengoitia, en un principio, cuando primero lee su obra, cae en la trampa de adoptar la opinión generalizada sobre su obra: que sus novelas son chistosas y su autor es humorista. Por ejemplo, Francisco Javier Romero Luna, al hablar de los relatos de

Ibargüengoitia afirma que “[l]a primera reacción […] es, indudablemente, reír por considerarlos

‘graciosos’” (Romero Luna 23). Sin embargo, él concluye—conclusión con la cual coincido— que hay una función crítica más allá de esta impresión inicial, “pero luego debe venir la reflexión, porque el humor de Ibargüengoitia no trata solamente de hacer reír, sino de desnudar la realidad, de trivializar en anécdotas aparentemente absurdas” (23). Después, al leer entrevistas con Ibargüengoitia y ver que hay una discrepancia evidente entre el autor y sus críticos es posible que uno entre en dudas sobre la naturaleza de los mecanismos subyacentes en su novelística.

Para dar cuenta de las retundas negaciones que el autor presenta ante su catalogación como humorista basta con echar una mirada a un puñado de entrevistas con él. Para mí la más lúcida aseveración que hace es la siguiente, pronunciada durante una entrevista con Margarita García

Flores: 4

Yo no me burlo, no me río. Me parecería ridículo hacer un personaje con el único objeto de burlarse de él. En cualquier momento, me interesa presentarlo, presentar un aparato que en la novela tenga relación con la realidad, según yo la veo. Y necesito un lenguaje. Si mi lenguaje hace reír a la gente, allá ellos. (García Flores 190)

A partir del estudio de su obra narrativa, la crítica de la misma y las opiniones del autor, he cultivado un interés por analizar su novelística a más profundidad para tipificar el aparato crítico subyacente en ella al que alude el autor con el fin de repensar el valor crítico de su narrativa y concebir una nueva brecha en el análisis literario de Ibargüengoitia que se acerque por otra vía que no sea la humorística.

En efecto, al analizar detenidamente las novelas de Ibargüengoitia, me he percatado del escrutinio crítico que hay en su obra, además de una serie de temas recurrentes que predominan en ella y los mecanismos narrativos complicados que el autor emplea para plantear dichos temas.

Sobre todo, las problemáticas que aborda su obra incluyen: los modos de la representación, la distinción entre la verosimilitud y la veracidad y la confluencia de la documentación y la imaginación. Con imaginación me refiero a aquello que el ser humano se propone en su fuero interno como fantasía o invento y que tradicionalmente se ha relacionado con los modos ficcionales en la creación literaria. Con documentación me refiero a un modo de representación o una modalidad de expresión que transmite datos o conocimientos sustentados en la pretensión de ser más fidedignos por basarse en hechos o en principios provenientes de saberes tales como la ciencia, las matemáticas, la ingeniería o la jurisprudencia, entre otros, y que dan lugar a escritos considerados no ficcionales por su asociación con la difusión de información presuntamente fidedigna. Hay discursos textuales que se relacionan más estrechamente con este modo de representación, por ejemplo, generalmente se supone que el periodismo parte más de la documentación que de la imaginación en sus relatos sobre la realidad social que trata. En el campo literario los llamados relatos no ficcionales que resultan de la imitación de este modo de 5 representación se consideran más apegados a la verdad o a la realidad por partir de la documentación en vez la imaginación, lo cual es un sofisma que la novelística de Ibargüengoitia persigue desmentir.

Debido a la naturaleza autorreflexiva de aquellos temas es un autor que incluye muchos elementos metaficcionales que cuestionan la relación entre el autor y su propia obra, el lector y la obra y la literatura y la realidad extraliteraria. Para presentar los temas que le interesan, el autor maneja una serie de recursos y mecanismos narrativos, tales como la parodia, la metaficción y la heteroglosia. Si bien Ibargüengoitia no es humorista sin más, en su obra sí hay un distanciamiento irónico y sí existe una relación paródica con ciertos modelos textuales, interesándose por comentar ciertos discursos tales como los de los periódicos, de las revistas amarillistas, de las memorias de generales y de la historia oficial. De entre todos los susodichos recursos el más central en la obra de Ibargüengoitia es la heteroglosia. La heteroglosia, según

Mikhail Bakhtin, es un mecanismo narrativo que consiste en una polifonía de voces o una pluralidad de discursos sociales que hacen que la novela no se enuncie desde un punto de vista limitado sino a partir de un mosaico de perspectivas contrapuestas.

Aparte de los recursos narrativos, el otro rasgo que predomina en la trilogía de novelas es la centralidad del espacio que sirve de ambientación a dichas obras, el Estado del Plan de Abajo.

Un rasgo esencial de este espacio inventado es su convivencia con lugares verdaderamente existentes de la geografía mexicana, lo cual es otra expresión del tropo predilecto del autor en el que combina la documentación y la imaginación. No obstante, el rasgo principal de este espacio es el hecho de ser un entorno que se construye socialmente a base de los discursos que emiten los personajes del universo literario ibargüengoitiano sobre el ambiente que los rodea, los acontecimientos que suceden dentro de él y los demás discursos que forman o comentan dicho 6 universo. Esta construcción se facilita mediante la polifonía de voces, es decir, la heteroglosia, que el autor incluye en su narrativa. La profusión de discursos, puestos en diálogo por el autor, da lugar a una visión polifacética del universo literario que, por su naturaleza socialmente construida, resulta ser vivo, heterogéneo y monstruoso.

A raíz de la supremacía del espacio, en el presente estudio destaco, junto al uso de los recursos narrativos, el análisis que he desarrollado en torno al ambiente novelizado en la obra de

Ibargüengoitia para formular una concepción teórica de dicho espacio en la obra de

Ibargüengoitia que denomino el espacio quimérico. Con quimérico me refiero a las dos acepciones que recoge el diccionario de la Real Academia Española para la palabra quimera:

“Monstruo imaginario que, según la fábula, vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón”; “Aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo” (Real Academia Española). De este modo me baso en la quimera, por un lado, valiéndome de la primera acepción como una simbología para cristalizar la naturaleza heterogénea, monstruosa y discorde del espacio ibargüengoitiano creado a base de los discursos disparejos emitidos por los personajes que habitan dicho entorno. Por otro lado, me valgo de la segunda acepción de quimera para comprender el cruce de la documentación y la imaginación que se manifiesta en la novelística de Ibargüengoitia, no solamente a nivel puramente geográfico sino también a nivel discursivo y metadiscursivo en las problemáticas referentes a la representación y la interpretación abordadas por las obras.

Para acercarme al análisis de la trilogía del Plan de Abajo y adentrarme en la tipificación del espacio quimérico, en el presente estudio focalizo un capítulo en cada novela procurando enseñar la modalidad de heteroglosia particular de cada novela con el fin de apreciar la construcción del espacio así como descubrir y abordar la problemática peculiar que trata cada 7 novela. En Estas ruinas que ves la modalidad particular de heteroglosia que se manifiesta a través de las memorias del narrador Paco Aldebarán son las anécdotas, los chismes y los textos apócrifos que comentan Cuévano, todos los cuales se convierten en mitos mediante la problemática abordada por esta novela: la mitificación que reina en el ambiente provinciano de

Cuévano. En Las muertas la modalidad particular de heteroglosia que se desarrolla es un careo novelizado entre los testimonios de las víctimas y los victimarios implicados en el caso criminal de las Baladro, el cual explora la problemática de la disparidad de discursos y la incongruencia de la justicia, revelando la imposibilidad de que un discurso ofrezca una verdad que lo abarque todo. En Dos crímenes la modalidad particular de heteroglosia expresada es una narración doble, repartida entre Marcos González, un prófugo que se dice inocente y que intenta estafar a su tío

Ramón, y don Pepe, un amigo de Ramón que pretende investigar y descifrar los pasos de

Marcos, narraciones encontradas que exploran la problemática de la fabricación de la verdad.

Todas las problemáticas abordadas por aquellas modalidades de heteroglosia tienen que ver con los temas anteriormente mencionados, a saber, la distinción entre la veracidad y la verosimilitud y los modos de la representación, específicamente explorando la confluencia de la documentación y la imaginación así como exponiendo los sesgos inherentes de todo discurso.

Ibargüengoitia, al comentar sus métodos de acercarse a una representación mezcladamente novelesca e histórica afirma: “En vez de tratar de enseñar la historia, y de usar las anécdotas oficiales invento los personajes” (García Flores 205). Así la construcción del espacio quimérico implica necesariamente una exploración constante de la codificación discursiva, incurriendo en un examen de la mitificación y la desmitificación de todos los discursos incluidos en su novela que forman el armazón de dicho espacio. De modo que a través de la exposición de las susodichas problemáticas y su presentación heterogénea, procuraré demostrar que Ibargüengoitia 8 ingenia el espacio quimérico y los discursos que lo arman para socavar la posibilidad de un discurso oficial válido (los textos de la historia oficial y la moral cuevanense en Estas ruinas que ves, las sentencias del juez y el discurso periodístico y policiaco en Las muertas, la versión falsificada de la verdad por los agentes en Dos crímenes), el cual como todos los demás discursos expuestos en su novelística se muestra como defectuoso. 9

CAPÍTULO I: EL ESPACIO QUIMÉRICO EN ESTAS RUINAS QUE VES

La creación del espacio quimérico en la narrativa de Ibargüengoitia

La creación del escenario literario del Estado de Plan de Abajo es un eje central en la

novelística de Jorge Ibargüengoitia. Concretamente, la ciudad de Cuévano sirve de hilo

conductor que entreteje toda su novelística5 a lo largo de varias épocas. El surgimiento del estado

del Plan de Abajo y su capital Cuévano se remonta a su primera novela Los relámpagos de

agosto (1964) como uno de los varios teatros militares de las memorias apócrifas del general

José Guadalupe Arroyo durante la época de la revolución y la posrevolución. La presencia y el

protagonismo de Cuévano alcanza su cumbre en Estas ruinas que ves (1975), novela situada en

la época contemporánea al autor cuyo enfoque es precisamente el retrato minucioso de esta

ciudad mediante una trama que gira en torno a la vida del profesor Francisco (Paco) Aldebarán

que regresa a su ciudad natal. El espacio llega a su plenitud en la trilogía del “Plan de Abajo”6 que parte del marco establecido en Estas ruinas que ves y se completa con las otras dos instalaciones, Las muertas (1977) y Dos crímenes (1979), que se ambientan en otras poblaciones del Estado del Plan de Abajo, notablemente Pedrones y Muérdago pero que también incluyen referencias o visitas a Cuévano. Al final de su trayectoria la centralidad del Estado del Plan de

Abajo disminuye en Los pasos de López (1982), novela que se ambienta en el la provincia colonial de Cañada y en la que Cuévano reaparece como puesta en escena de otra toma militar durante la época independentista.

5 Exceptuando Maten al león, única novela que se ambienta fuera del escenario nacional. 6 Esta trilogía no se domina así per se por el autor, sin embargo, estas novelas comparten una cohesión y coherencia tal que merecen la consideración de facto como conjunto. Es más, algunos críticos también reconocen la calidad de trilogía de estas novelas, aunque le ponen nombres variados. Por ejemplo, Jaime Lorenzo, la denomina “la trilogía de Cuévano” (287). Otro estudioso, Jaime Castañeda las categoriza como las novelas de “la pequeña historia” (32). Para los fines de este trabajo considero “la trilogía del Plan del Abajo” como el nombre más apto puesto que Cuévano sólo tiene mayor protagonismo en Estas ruinas que ves, mientras que todas las novelas sí que tienen lugar principalmente en el Estado del Plan de Abajo. 10

A partir de esta gama de novelas es evidente que Cuévano y el Estado del Plan de Abajo nunca dejan de ser vigentes aunque el argumento particular de una novela determinada no se centre principalmente en ellos. No obstante, la novela en la que Ibargüengoitia persigue la creación del espacio por excelencia es Estas ruinas que ves por su concepción detenida y extensa de Cuévano, la capital del estado y el centro del universo literario compartido entre las novelas de la trilogía. Es precisamente en esta novela donde lo provinciano se presenta como un fenómeno no simplemente en términos de geografía y costumbres regionales del espacio periférico, sino más bien como una mentalidad mítica propagada por sus lugareños.

Ibargüengoitia presenta esta mentalidad mítica como fuerza que distorsiona la verosimilitud de todos los hechos que ocurren en el Estado del Plan de Abajo y su capital Cuévano. En la narración y el diálogo entre los personajes se arma un debate sobre la representación de Cuévano en el que se expone la disyuntiva entre una representación verosímil del lugar y la interpretación heterogénea de él. A partir de este debate central sobre el entorno y su representación mediante el acto de la interpretación Ibargüengoitia posibilita una exploración del ambiente literario como un espacio cuyo significado es construido por los personajes que lo habitan. Precisamente por esta faceta crítica que hay detrás del espacio este asunto se merece un análisis detenido.

Por lo general, el espacio como tema en la narrativa de Ibargüengoitia ha sido tratado a poca profundidad. Algunos críticos reconocen el empleo del espacio novelizado como recurso al servicio de su humor o parte de su ingenio, sin embargo, para éstos simplemente representa una sustitución de nombres o más bien una serie de etiquetas falsas que se pueden quitar fácilmente para revelar sus verdaderos correspondientes del Bajío mexicano. Por ejemplo, Jaime Castañeda

Iturbide, que parte de esta ideología, en El humorismo desmitificador de Jorge Ibargüengoitia: breve comentario de su obra narrativa explica: 11

Cuévano, ciudad donde se desarrolla la historia (mencionada ya en Los relámpagos de agosto, y que aparecerá también en Las muertas, Dos crímenes y Los pasos de López), es la natal Guanajuato del autor, así como ‘Pedrones’ es León, ‘Muérdago’ es Celaya o Irapuato y el ‘Estado del Plan de Abajo’ es el Estado de Guanajuato; lugares donde se escenifican los hechos de la novela que estamos comentando y de todas las antes citadas. (75)

Aquel acercamiento tiene sentido si el estudio de la obra de Ibargüengoitia es uno de corte histórico o autobiográfico como si de descodificar y etiquetar se tratara. En cambio, este estudio persigue investigar el proceso de la codificación y la superación de la disyuntiva de la documentación y la imaginación para cultivar un espacio equívoco, que califico de quimérico, el cual conduce a una lectura múltiple y ambigua.

Otros críticos se detienen momentáneamente a ver el espacio como un elemento trascendental en la obra de Ibargüengoitia. Por ejemplo, Luis Palacios en su artículo “Jorge

Ibargüengoitia: Cambio de perspectiva de Guanajuato a Coyoacán” señala que el autor idea el espacio como parte del proceso narrativo nostálgico que unifica los campos generalmente separados de la provincia y la ciudad, la historia y la literatura: “De esta manera, comienza un viaje de regreso a la fructífera nostalgia del recuerdo de la infancia y juventud para recrear la ciudad y región perdida en la memoria que la escritura hará posible como realidad” (217).

Palacios reconoce la escritura como medio que deja que el autor represente la quimera de sus recuerdos y posibilite la recreación de una realidad imaginada; de ahí que Palacios relaciona los topónimos imaginarios de Ibargüengoitia con algunos de los lugares más esenciales de la corriente del realismo mágico: “Jorge, el cuevanense, publica, en 1975, Estas ruinas que ves que, como se sabe, funda la ciudad de Cuévano para la geografía literaria hispanoamericana y la emparienta con el Macondo del Gabo y la Comala de Rulfo” (217). Es decir, bajo la opinión de

Palacios, los lugares novelizados en la novelística de Ibargüengoitia son construcciones 12 geográficas fundadas en el imaginario literario mexicano del mismo modo que lo son estas otras ciudades apócrifas de novelas canónicas de la literatura hispánica.

A pesar de que Palacios reconoce los motivos de Ibargüengoitia para idear el escenario literario, en el fondo de su argumentación subraya una lectura común de la obra como una novela en clave: “Para muchos, en efecto, Estas ruinas…puede ser leída por un guanajuatense de sesenta años, como un roman à clef desvirtuando el sentido y significación buscados por el autor” (217). Durante la época contemporánea a la publicación de la novela este debate termina por incitar un comentario del autor sobre la correspondencia entre el espacio dentro de su novela y la república mexicana. En el número 29 del 1979 de la revista Vuelta, Ibargüengoitia publica un artículo titulado “Memorias de novelas,”7 en el que explica la novelización de Cuévano.

Verónica González de León se instala en el seguimiento de este debate sobre la representación

más o menos apegada a la realidad extraliteraria haciendo observaciones sobre los comentarios

del autor en dicho artículo de Vuelta:

El hecho de hallar cierto parecido con el ambiente y personajes que inspiraron la novela se llegaron a exagerar de tal manera que ha hecho que esta novela: “haya sido leída en Guanajuato y en México como lo que precisamente no es: un ‘roman a clef’. Los hechos que en ella se narran son tan comunes que pueden haberle ocurrido a cualquiera, los personajes ficticios se parecen a personas vivas o muertas pero excepto en los casos que anoté / los Pórtico y Sebastián Montaña / no son alusión directa a nadie.” (Ibargüengoitia citado en González de León, diagonales del original, 148).

De esta manera se trasluce que el fin de la novelización de estos lugares es proveer un escenario en donde lo particular de estas ciudades se transforma en un discurso metafórico al servicio de armar una parodia de toda provincia a través de la dimensión social de sus personajes además de

7 Agradezco a Verónica Gónzalez de León y su trabajo rigoroso en su tesis doctoral La narrativa de Jorge Ibargüengoitia del año 1982 de la University of Texas at Austin por haberme advertido de la existencia de este artículo. González de León en su estudio presenta un panorama abarcador de, en aquel momento, toda la novelística de Ibargüengoitia que me ha servido de referencia. 13 abrir brecha para una crítica de la idea de que la documentación y la imaginación pertenecen a

ámbitos reñidos.

Por esta razón, en un intento de situar la novela dentro del canon, Ana Domenella en su libro Jorge Ibargüengoitia: Ironía, humor y grotesco. “Los relámpagos desmitificadores” y otros ensayos críticos disiente de la interpretación de Estas ruinas que ves como una novela en clave: “Sin embargo, como el narrador protagonista es un profesor de literatura y tiene rasgos cercanos al autor, la novela fue leída en Guanajuato y en México como lo que no es, según el autor; o sea, como ‘una novela en clave’” (186). Además niega su relación con las novelas del realismo mágico: “A mi parecer, Cuévano es más cercana a la Vetusta de Leopoldo Alas que a la mítica Comala, al Macondo tropical o a la Santa María rioplantense” (186). Domenella indica un parecido con la ambientación de La Regenta explicando una fascinación por parte de

Ibargüengoitia con dicha novela8 e insinúa que de ahí surge la influencia de la cotidianeidad y la

mentalidad provinciana como factores que crean el espacio dentro de la novela. Del mismo modo esta cita alude al tratamiento mítico que radica en el núcleo narrativo del realismo mágico, lo cual nos conduce a otro rasgo que distingue la novelística de Ibargüengoitia: su visión desmitificadora de la mitificación presentada en su obra. Es decir, generalmente en las novelas de una corriente como el realismo mágico existe un espacio que tiende a dejar rienda suelta a la ficción aunque puedan incluir antecedentes reales, con el fin de volver lo sobrenatural componente natural de la realidad de la novela.9 En cambio, en la obra de Ibargüengoitia la

cotidianeidad y la mundanidad son precisamente la fuente de lo mítico por lo que el autor

8 Domenella extrae esta información del prólogo que escribió Ibargüengoitia para una edición de La Regenta en la editorial Porrúa además de entrevistas particulares que hizo con el autor (Domenella 186-187). 9 Entiéndase Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo (1917-1986) o Cien años de soledad (1967) de Gabriel García Márquez (1927-2014). 14 presenta un espacio quimérico concebido a partir de la mentalidad mítica de sus personajes que a través de la narración y la pluralidad de voces el autor busca desmitificar.

En el presente estudio pretendo tipificar el espacio que Ibargüengoitia monta en sus novelas bajo el concepto de lo quimérico. El empleo del término quimérico no es nada casual puesto que muchos otros estudios se han limitado a considerar el Estado del Plan de Abajo como un sencillo castillo de naipes que encubre una serie de correspondencias con lugares verdaderos cuyos artificios se pueden derrumbar con un leve soplo de viento al saber un poco más de la geografía y la biografía de nuestro autor. Al contrario, busco entender la visión múltiple que

Ibargüengoitia forja al idear un espacio creado por la sociedad en su novela. Con quimérico me refiero al carácter vivo, heterogéneo y monstruoso del espacio que abarca el Estado del Plan de

Abajo y sobre todo Cuévano. La presente interpretación de quimérico remite a la definición que recoge el diccionario de la Real Academia Española para la palabra quimera en su primera

“Monstruo imaginario que, según la fábula, vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón” y su segunda acepción, “Aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo” (Real Academia Española). En primer lugar, notamos a partir de la primera acepción que el monstruo se compone de elementos variopintos por lo que la alimaña como conjunto resulta un ente heterogéneo y discorde. Al entender el espacio, de manera metafórica, como un ser vivo hecho de partes contrapuestas ubicamos un punto de partida desde donde identificar la dimensión social del espacio. Es decir, la quimera en Estas ruinas que ves consiste en la sociedad de Cuévano con sus excéntricos personajes y las ideas heterogéneas que transmiten ellos sobre su sociedad. De esta manera el espacio en la obra de

Ibargüengoitia deja de ser un lugar estático y macrocósmico y se convierte en un microcosmos que se concibe desde su esencia social y el diálogo variado de sus personajes. Debido a esta 15 faceta de la obra la capacidad de la creación del espacio radica en el lenguaje de los personajes y los discursos que éstos transmiten sobre su ambiente, por lo que es imprescindible reconocer el espacio como una construcción social.

La revelación del espacio en Estas ruinas que ves como un lugar socialmente construido se facilita mediante la apertura de un diálogo viviente en la novela que incluye los elementos necesarios, según Mikhail Bakhtin, para entender la novela no como un producto del autor como individuo sino más bien como producto de la sociedad retratada en ella: “the social life of discourse outside the artist’s study, discourse in the open spaces of public squares, streets, cities and villages, of social groups, generations and epochs” (The Dialogic Imagination 259).10 Es decir, lo que hace del espacio de Cuévano un microcosmos vivo y abigarrado es la polifonía de voces y discursos que provienen de la vida cotidiana de sus grupos sociales. Ibargüengoitia da cabida a que los miembros de la sociedad de Cuévano la construyan y describan al brindarles a ellos la potencia de hablar y escribir sobre el lugar. En ello radica la potencia del espacio quimérico que Ibargüengoitia resume como autosuficiente en su ya mencionado artículo

“Memorias de novelas”: “Creo que el proceso de composición de Estas ruinas que ves fue más o menos así: al tratar de evocar una ciudad conocida y real, construí en mi mente—y también en el libro—otra que es imaginaria, parecida y autosuficiente” (26). Es decir, la autosuficiencia se deriva de la capacidad que Ibargüengoitia les otorga a los personajes: la de crear el espacio mediante la interpretación de él. Esta interpretación se realiza por medio de la palabra oral y escrita sobre la vida cotidiana en Cuévano.

Por otro lado, en este procedimiento de remembranza Ibargüengoitia expone la centralidad del diálogo entre la ficción del espacio quimérico de Cuévano y la realidad

10 Bakhtin designa heteroglosia a la profusión de voces que se produce al incluir estos elementos en la narración, concepto central en la narrativa de Ibargüengoitia sobre el cual volveremos próximamente. 16 extraliteraria que evoca en su obra. Si bien existe un diálogo a nivel discursivo entre los personajes de la novela sobre su sociedad el cual construye la base del espacio, este diálogo en sí se puede considerar un despliegue metadiscursivo en el que la veracidad y la verosimilitud de los enunciados de los personajes son cuestionados mediante nuestra complicidad más plena, como lectores, con la narración. De ahí se devisa la relación con la segunda acepción de quimera,

“Aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo” (Real

Academia Española). Este diálogo tiene como resultado la concepción de un monstruo zurcido hecho de tirones de los ámbitos de la documentación y la imaginación pero que a fin de cuentas constituye un ente propio. Como monstruo mestizo que reúne características de ambas dimensiones, el discurso de la obra desafía cualquier intento de encasillamiento bajo cualquiera de las dos categorías, ya que es una fuerza viviente e híbrida que sigue completando y desarrollándose a lo largo de la evolución literaria de nuestro autor. Por lo tanto la obra del autor siempre se niega a ser tipificada fijamente como ficción o un relato histórico con pretensiones de verosimilitud sobre la realidad sino como una encrucijada híbrida y dispareja entre las dos categorías. Federico Campbell en su artículo “Ibargüengoitia: la sátira histórico-política” de la

Revista Iberoamericana resume de la siguiente manera el trato libre con que el autor se desplaza entre modos ficcionales y no ficcionales para superar las fronteras entre lo real y lo imaginario:

“La idea de que los hechos y la ficción pertenecen a provincias distintas, separadas y opuestas, fue un sofisma que nunca quitó el sueño a Jorge Ibargüengoitia. No se paralizó entre la información y la imaginación” (1054). A partir de este marco Ibargüengoitia opera en una tierra de nadie entre las dimensiones de la historia y la literatura, la realidad extraliteraria y la ficción desde donde documenta y pone en entredicho la conflictividad y las contrariedades que intercambian estos contrincantes. De ahí surge un retrato característico de su narrativa que 17 desmitifica y socava la soberanía de la historia o la literatura, insinuando indirectamente la fusión de estas formas del saber como respuesta a la intrínseca incredulidad que el autor alberga hacia cualquier opción exclusiva.

De modo que en el meollo de la narrativa de Ibargüengoitia radica un debate entre la veracidad y la verosimilitud en la historia y la literatura y un diálogo sobre la relación entre la realidad extraliteraria y la ficción. Este debate y diálogo está presente principalmente a dos niveles, a saber: la tradición oral, mediante la cual se manifiesta la mitología cuevanense, y la tradición literaria, que consta de los textos apócrifos escritos por los personajes dentro de la novela a manera de metaficción. Es decir, que en la presentación de Estas ruinas que ves hay una narración dual que se enfoca por un lado en las anécdotas mitológicas que relatan los cuevanenses oralmente y por otro lado en el mundo libresco de Cuévano y la producción literaria de sus habitantes. Esta plataforma desglosada refleja otras manifestaciones de los dos contrincantes que pelean constantemente en la novelística de Ibargüengoitia: lo popular y lo culto, lo cotidiano y lo trascendental, lo verosímil y lo mítico. El concepto que entraña este desglose es la teoría discursiva de Mikhail Bakhtin de heteroglosia que implica una enunciación doble donde un autor emplea una pluralidad de voces con el fin de producir una significación múltiple en su obra:

Heteroglossia, once incorporated into the novel (whatever the forms for its incorporation), is another’s speech in another’s language, servicing to express authorial intentions but in a refracted way. Such speech constitutes a special type of double-voiced discourse. It serves two speakers at the same time and expresses simultaneously two different intentions: the direct intention of the character who is speaking, and the refracted intention of the author. In such discourse there are two voices, two meanings and two expressions. And all the while these two voices are dialogically interrelated, they – as it were – know about each other (just as two exchanges in a dialogue know of each other and are structurally in this mutual knowledge of each other); it is as if they actually hold a conversation with each other. (The Dialogic Imagination, cursivas del original, 324)

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Bajo este concepto teórico—el cual Bakhtin entiende como mecanismo narrativo que el autor emplea en la novela—nos permitimos aproximarnos al cómo de la elaboración del espacio quimérico al igual que el porqué de su función. Esta técnica narrativa deja que Ibargüengoitia aborde la conflictividad del tema de la representación de manera frontal al poder presentar la literatura escrita por sus personajes al lado de la mitología oral y la documentación al lado de la imaginación en su novela. Esta posibilidad permite una heterogeneidad que termina por aniquilar las barreras tradicionales entre las categorías de la imaginación y la documentación.

Armando el marco de Estas ruinas que ves

El espacio quimérico del Plan de Abajo y su capital Cuévano es un microcosmos detalladamente elaborado por los personajes de la novelística de nuestro autor, por lo que conviene hacer un recorrido más detenido por su trayectoria literaria para reconstruir el trasfondo histórico de Cuévano que se presenta al leer Estas ruinas que ves. Al tener en cuenta todas las novelas de Ibargüengoitia en su conjunto, el lector aprecia un mapa a modo de pergamino sobre el que se escribe la historia de todos los sitios que forman parte del espacio quimérico. Dicho pergamino, como un palimpsesto, a la hora de ser examinado pone de relieve los garabatos de las varias etapas de la historia de la región novelizada. La historia rica de Cuévano si la vemos cronológicamente, se establece en cuatro períodos, a saber: en primer lugar, la etapa de la independencia en Los pasos de López, que tiene lugar en Cañada pero donde aparecen descripciones impresionistas del semblante de la ciudad de Cuévano y su actividad minera, ciudad que se vuelve escenario de una toma por las fuerzas independentistas que incluyen a

Matías Chandón, el narrador, y Domingo Periñón, el cura rebelde. En segundo lugar, la etapa de la revolución y la posrevolución en Los relámpagos de agosto, donde José Guadalupe Arroyo narra pasajes militares sobre la toma de Cuévano por fuerzas revolucionarias. En tercer lugar, 19 una época indeterminada al principio del siglo XX que aparece en la narración de don Pepe en

Dos crímenes y detalla la vida de Ramón Tarragona, tío político del protagonista Marcos

González. Por último, la época contemporánea al escritor de los finales de los años 50 a principios de los 70, donde tiene lugar la trilogía del “Plan de Abajo” comprendida por Estas ruinas que ves—una novela costumbrista/autobiográfica/histórica sobre Cuévano—, Las muertas—novela que narra la vida criminal de las Baladro y se desarrolla en algunos sitios satélites de los estados del Plan de Abajo y Mezcala tales como Pedrones, San Pedro de las

Corrientes y Concepción de Ruiz— y Dos crímenes—novela ligeramente policiaca que refiere la vida de Marcos González y se ambienta principalmente en Muérdago pero que incluye varias visitas a Cuévano—. Este marco fundamental sirve para orientarnos dentro de la historia de

Cuévano para poder, por consiguiente, situar un análisis específico de la concepción de Cuévano en Estas ruinas que ves.

En Estas ruinas que ves el argumento se desarrolla en torno al protagonista y narrador

Paco, quien regresa a Cuévano a trabajar de profesor después de haber vivido una temporada en

México. Con él convive un elenco extravagante de colegas que participan en la codificación del lugar que es Cuévano a través de la escritura, la lectura u otros actos: Enrique Espinoza, profesor de filosofía, y su esposa Sarita, quien se vuelve amante del narrador; Isidro Malagón, historiador y autor de varios textos apócrifos incluidos en la novela; Carlos Mendieta, profesor de pintura y dibujo; Sebastián Montaña, el rector de la universidad. Este elenco también incluye a otros personajes secundarios tales como: los Revirado, un matrimonio viejo cuevanense que conoce de antemano a Paco; su hija Gloria Revirado, alumna e interés amoroso de Paco; Raimundo

Rocafuerte, novio de Gloria y estorbo para Paco en sus avances amorosos; Justine Pórtico y su 20 esposo, Ricardo, pareja bohemia. Es preciso mencionar que Justine es autora de un texto apócrifo sobre la tipificación de ideas cuevanenses e investigadora del caso de las hermanas Baladro.11

La novela se presenta como una especie de memorias de Paco en las que se yuxtaponen relatos y observaciones personales con textos de índole histórica o costumbrista escritos por algunos de los demás personajes. La narración de Paco en lo estilístico cobra un carácter misterioso, turbio, nostálgico a la vez que en lo temático tiene un perfil erótico, costumbrista, autobiográfico e histórico. Hay una paulatina incorporación de otras voces en el hilo narrativo, que se realiza primariamente mediante la introducción de un texto histórico que no es propio del narrador sino de Isidro Malagón que sirve de concientización y de obertura a la narración en sí.

Este desvío narrativo señala de antemano el valor que tendrán la lectura y las reflexiones históricas sobre Cuévano, además de predisponer al lector a pensar en la interpretación múltiple del carácter de esta población.

La imagen que Paco nos pinta de Cuévano se va develando poco a poco a lo largo de la novela: empieza por la salida de la lectura del libro de Malagón y, por ende, la entrada libresca in media res en un viaje de tren que nos lleva rumbo a Cuévano. Ese viaje nos aleja espacial y narrativamente de la realidad de la urbe hacia este espacio mítico que es Cuévano, haciendo un recorrido con escalas en otras ciudades del Estado del Plan de Abajo para dejarnos ubicar en el espacio quimérico que la novela comprende:

La noche fue como todas las que pasa uno en el General Zaragoza. Se acuesta uno a buena hora, si logra dormirse en seguida, a la media noche despierta al entrar el tren en Apapátaro, que es gran centro ferroviario, y pasar el vagón sesgado sobre los lomos de ochenta y dos rieles. A la una y cuarto vuele uno a despertar con el golpe que le dan al tren al agregarle, en la estación de Calderas, un vagón lleno de gente dormida que va a Mezcala. A las tres y diez, otro sobresalto. El tren ha llegado a Pedrones. Se oyen puertas que se abren y cierran, pasos de garroteros, aire comprimido que escapa, ruido de cadenas, el pito de una locomotora y un tren que se aleja. El General Zaragoza se ha

11 Acordémonos de que las Baladro, específicamente Serafina y Arcángela, son las lenonas responsables de los crímenes que se narran en Las muertas. 21

quedado solo, en un escape, a quinientos metros de la estación. Siguen cuatro horas de calma. […] A las siete de la mañana, un golpazo. El vagón ha sido enganchado en el tren que hace el servicio entre Pedrones y Cuévano. La etapa final del viaje está a punto de comenzar. Aquella mañana, después del último susto volví a quedarme dormido, desperté demasiado tarde y cuando terminé de rasurarme estábamos entrando en Tepetates, que es la estación de Cuévano. (19-20)

Este acercamiento mediante un viaje con escalas hacia Cuévano entona con el despacio entretejer de las vidas de los personajes que observamos desde el principio de la novela. Ejemplo de ello lo notamos en el casual encuentro a bordo del tren entre el joven Rocafuerte, Enrique Espinoza y

Paco en el “salón fumador” mientras esperan para entrar al excusado sin que ellos sepan el impacto que tendrán en sus respectivas vidas. Casi en seguida, percibimos la sinceridad y desfachatez con las que el narrador relata sus desencuentros con sus compañeros como Enrique

Espinoza e Isidro Malagón, a quienes Paco presenta como defectuosos, chocantes o encajosos, no forzosamente por palabras en boca del narrador sino también por observaciones de sus actos, sus textos y sus diálogos que el lector descubre gracias a la heteroglosia.

Al llegar a Cuévano los tópicos que habrá en la obra empiezan a establecerse: un primer tema es el motivo erótico acerca de Sarita Espinoza y Gloria Revirado a quienes Paco persigue con apego y libido. Un segundo tema es la representación de lo festivo y lo vulgar de la vida del profesorado de la universidad con sus noches de parranda, sus conversaciones cutres de bar y las pláticas sobre sus deseos lascivos. En tercer lugar, hay una ilusión por parte de los protagonistas con la cotidianeidad y la historia de Cuévano además de con la inasible interpretación de ella.

Estos temas culminan en una obsesión con el chisme y las anécdotas peculiares que se cuentan sobre los acontecimientos que suceden en la ciudad, los cuales tienen su expresión en un discurso mítico cuando los personajes relatan dichos sucesos. De modo que los personajes, a la hora de relatar los acontecimientos de Cuévano, los pasan por una lente mitificadora bajo la cual 22 engrandecen y alteran las anécdotas según factores como la moral cuevanense, la interpretación personal y el escándalo que entraña el hecho. No obstante este discurso mitificador del espacio se presenta en la novelística de Ibargüengoitia a través de la lente desmitificadora del narrador como un aspecto ridículo, no por exponer una opinión tal cual sino por ofrecer un retrato que insinúa una interpretación dispareja al revelar que la codificación del lugar es una fuerza viva emprendida por sus habitantes, en especial los que interpretan y escriben su historia. De esta manera se pone de relieve una relación aparentemente paradójica entre la mitificación y la desmitificación, el llamado “eterno juego ‘desmitificación-mitificación’” (33) al que se refiere

Jaime Castañeda Iturbide en su El humorismo desmitificador de Jorge Ibargüengoitia. En el contexto de este trabajo entiendo la mitificación como la construcción social del espacio por los personajes y la desmitificación como los intentos del narrador de descodificar y representar esta construcción. Es decir, la desmitificación en la obra de Ibargüengoitia se realiza justamente por el retrato de la mitificación como un proceso de codificación humana. En fin, el espacio en la novela aparece como una construcción social sujeta a los caprichos de la humanidad que puede ser demolida.

En Estas ruinas que ves los personajes cuentan una serie de anécdotas inspiradas en los susodichos temas comunes. A través de la mitificación estas anécdotas se vuelven icónicas, grandiosas y extraordinarias, y por ende, para los fines de este estudio, las considero sinónimas de mitos. A partir de las siguientes cinco anécdotas-mitos clave persigo entender la construcción social del espacio quimérico en la tradición oral de Cuévano: el primer mito trata de un personaje misterioso conocido como “el encuerado,” un exhibicionista que pasea por las calles de noche espantando a las mujeres de Cuévano y que se rumorea es el historiador Isidro Malagón. El segundo mito consiste en un debate moral entre la generación joven, Gloria Revirado y 23

Raimundo Rocafuerte, y la generación más avanzada, el doctor Revirado y su esposa la

Rapaceja, el cual desencadena un pleito que los personajes terminan por intitular “el insulto.” El tercer mito destaca los detalles de la aventura amorosa que entablan Sarita y Paco. El cuarto mito se basa en la inventada enfermedad cardiaca de Gloria Revirado. Por último, el quinto mito se origina en la pintura de unos murales, producto de los profesores en una noche de parranda, que hace un guiño burlón al muralismo mexicano. Aunque estas anécdotas rayan en la cursilería, son representativas de la dimensión cotidiana y popular que Ibargüengoitia cristaliza como parte esencial del perfil de Cuévano como espacio viviente, monstruoso y autosuficiente. Por lo tanto estas cinco anécdotas, entre otras, vienen a forjar el fundamento de la llamada “mitología cuevanense” y serán el punto de partida del presente análisis para explorar este mecanismo literario por el cual los rasgos particulares del espacio quimérico se plasman.

La tradición oral: la mitología cuevanense en cinco anécdotas clave

En primer lugar la mitología de Cuévano se funda a base de la tradición oral y los chismes que son manifestaciones de la imaginación popular de sus habitantes. Esta tradición oral comprueba el inmenso poder del relato de convertir una anécdota de la vida cotidiana en mito debido al acto de la interpretación. Además de las interpretaciones peculiares que elaboran los cuevanenses de los acontecimientos que suceden en Cuévano, hay un fomento de la tradición oral debido al espíritu entrometido, espectador y chismoso de la comunidad cuevanense lo cual hace que todos estén pendientes de lo que se cuenta en la ciudad. La sensación de la fuerza mitificadora de la tradición oral es tan palpable que al relatar estos fenómenos el narrador se refiere directamente a “la mitología cuevanense” (163), aludiendo así al proceso de mitificación propio del espacio quimérico.

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El encuerado

La primera mención directa del carácter mitológico en las historias orales de Cuévano aparece cuando el doctor Revirado casualmente encuentra a Paco caminando por Cuévano y le da un “aventón”12 a la universidad. Mientras van rumbo a la universidad el doctor Revirado le

cuenta a Paco el caso del misterioso exhibicionista que ronda las calles de Cuévano:

—¿Ya supiste quién es el encuerado? El encuerado, según me cuenta el Doctor, es un personaje casi mitológico que se pasea por los callejones en las noches de luna envuelto en una sábana. Cuando encuentra en su camino a alguna doncella, se descubre—el Doctor no dice el sexo, sus vergüenzas, etc., dice ‘el tilín tolón’—, y luego se queda allí parado viendo cómo la otra huye despavorida. Bueno, pues según el Doctor ya se sabe quién es el encuerado: es Malagón. (cursivas mías, 69)

El doctor Revirado al describir este personaje le da un carácter legendario el cual refuerza con los apodos que él les pone al exhibicionista y su órgano reproductor, de este modo adornando su relato con un lenguaje vulgar y lúdico que enriquece la mitificación de la tradición oral. Mikhail

Bakhtin asevera que las groserías en la tradición oral no solamente tienen la función de derrocar el discurso oficial y unificar al pueblo en momentos de festividad, sino que también se basan en lo mágico: “Abusive expressions are not homogeneous in origin; they had various functions in primitive communications and had in most cases the character of magic and incantations”

(Rabelais and His World 16). Por lo tanto la vulgaridad de este comentario encamina al lector a empezar a considerar el enfoque cotidiano de la mitología de Cuévano como parte esencial de su construcción como espacio vivo, monstruoso y abigarrado donde varias voces dialogan y debaten el significado de lo oficial frente a la interpretación particular. En este proceso de interpretación y debate los personajes conjeturan y construyen significados más allá del alcance de la verosimilitud.

12 Darle a alguien un aventón es un modismo coloquial que aparece en la novela. Quiere decir llevar a otro en auto propio. 25

El insulto

A partir de este enfoque en lo cotidiano vienen a cuento las tradiciones y rituales de

Cuévano como componentes fundamentales de los mitos que participan en su caracterización. El narrador resume sus impresiones costumbristas del ambiente autosuficiente y rítmico de

Cuévano: “En Cuévano hay algo que produce en el observador la sensación de que lo que está viendo no es acontecimiento único, sino acto ritual que se ha repetido todos los días a la misma hora desde tiempo inmemorial y se seguirá repitiendo hasta la consumación de los siglos” (22-

23). Dentro de la novela esta fuerza viva que es Cuévano consiste en factores como la moral anticuada, el chisme y el qué dirán. La moral anticuada la notamos mayormente en el matrimonio Revirado: Elvira de Rapaceja de Revirado, alias la Rapaceja, constantemente se preocupa por el recato y la honestidad de su familia. Ejemplo de ello se observa cuando Paco está hablando con Gloria y la Rapaceja y esta última le dice lo siguiente: “—No es bien visto— me dijo—que a dos mujeres solas se les vea platicando con un joven que no es ni novio de una ni marido de la otra” (33). Esta obsesión que tiene la Rapaceja con la honra de su familia se expone en numerosas ocasiones, no obstante, el caso más impresionante es “el insulto.”

Esta anécdota hace constar la segunda ocasión en la que el narrador da cuenta directa de la mitificación. Cuando Paco posteriormente relata esta incidencia a los Pórtico que no la han presenciado, reconoce que el suceso ha entrado al canon de mitos cuevanenses: “la escena de lo que iba a pasar a la mitología cuevanense, como ‘el insulto’” (cursivas mías, 163). Los antecedentes de esta anécdota son los siguientes: Gloria y su novio Raimundo Rocafuerte han pasado un día fuera de casa sin avisar a la familia Revirado. Primero desayunan en el restaurante la Flor de Cuévano y luego dan un paseo por los jardines del señor Cruchet donde se encuentran con los profesores Espinoza, Aldebarán, Malagón, Mendieta y Montaña, quienes los invitan a 26 una fiesta en casa de los Espinoza. Durante la fiesta los convidados se asoman a los balcones y en eso pasa el auto de los Revirado. La Rapaceja baja del auto y empieza a reprochar a Gloria por haber pasado la tarde fuera de casa sin avisarle:

La Rapaceja, en diez segundos de vociferación, expuso las horas de angustia de una familia decente. La hija ha desaparecido—es decir, no llegó a las dos de la tarde, como es la costumbre—, telefonazos a las amigas, se reciben noticias alarmantes: alguien la ha visto en la Flor de Cuévano, platicando con el novio […] (159)

El pleito sigue escalándose conforme se acrecienta la actitud contestataria que Gloria adopta hacia su madre, por lo que la Rapaceja decide cambiar el blanco de sus ofensas al novio

Rocafuerte. El episodio culmina con el famoso insulto que la Rapaceja le dirige a Rocafuerte calificándolo de corruptor de su hija: “El honor de una mujer es un espejo que cualquier aliento fétido empaña” (159). Los profesores intentan amortiguar la riña con decir que la fiesta es en realidad un “ágape académico” y que ellos han estado custodiando el comportamiento de la pareja. Sin embargo, el choque es inevitable y supone la escisión de la relación entre los

Revirado y su hija puesto que Gloria y Raimundo deciden aceptar el reciente ofrecimiento de instalarse en la casa de los Espinoza mientras éstos pasan el verano en México.

A través del diálogo conflictivo entre las dos generaciones se establece, por un lado, el discurso oficial que mitifica la moral de Cuévano, y por otro lado, el discurso subversivo que busca desmitificar este primero al manifestarse en la libertad de la relación de los jóvenes que transgreden la moral. Si bien el discurso subversivo de los jóvenes se expresa mayormente en sus actos, también se refuerza en lo dialéctico por las oposiciones firmes de Raimundo y Gloria además de por la fortaleza que el narrador atribuye a sus actos. Como primer ejemplo examinemos el conflicto que se genera después de ver “la película inmoral” (138), el cual es preludio al episodio del insulto. Esta película enseña una relación abierta entre tres personas— dos hombres y una mujer—que escandaliza a la comunidad cuevanense. Raimundo, admirador 27 de la película y su mensaje, responde a las defensas que hace el doctor Revirado de la institución del matrimonio con lo siguiente: “Pero, suegro, ¿qué le pasa?, no hay que ser anticuado” (146).

La mayor parte de la conflictividad se ve ejemplificada volviendo al episodio del insulto en donde Gloria responde a los reclamos de su mamá tachándola de ridícula: “Mamá, por favor, serénate, porque estás haciendo el ridículo […]” (159). Del mismo modo ella desafía la moral de su mamá con sus palabras directas que son reflejos de sus acciones y que se ven alabadas en las observaciones del narrador: “—No bajo. No levantó la voz. Estaba furiosa, pero se contenía. Se veía mejor que cuando la vi empapada en el aguacero. Mientras más difícil era la situación en que se encontraba, más me gustaba” (160). En esta ocasión notamos que el narrador exalta la actuación de Gloria propagando su imagen heroica, una exaltación que también predomina en la conversación que entabla con Raimundo al final de la novela cuando recuerdan la anécdota:

—Gloria fue admirable. —Sí, claro. —Y muy valiente. —De acuerdo. —Logró lo que pocas mujeres en la historia de Cuévano: oponerse con éxito a sus padres. (178)

Este retrato laudatorio de la actitud contestataria de Gloria desmitifica la moral anticuada por enseñar la mitificación de la excepcional victoria del discurso subversivo. Además viene a estratificar y desglosar a los personajes y sus morales de acuerdo con sus comportamientos y sus lenguajes. De modo que los dos sistemas de valores en conflicto se representan de acuerdo con la estratificación de su lenguaje: “Social stratification is also and primarily determined by differences between the forms used to convey meaning and between the expressive planes of various belief systems” (The Dialogic Imagination 290). Si bien el tema más llamativo de esta anécdota es la moral anticuada y el choque generacional que ocasiona, veremos cómo en la siguiente es el qué dirán y el chisme. 28

El enredo

La anécdota del enredo comprende la relación amorosa que entablan Paco y Sarita. No es posible, desde luego, reducir esta anécdota simplemente a un solo episodio puesto que es una relación que dura a lo largo de varios capítulos en la novela. Por lo tanto contextualizaré el origen de la relación y después pasaré a comentar cómo la relación comprueba los factores míticos del chisme y el qué dirán. Esta relación surge al azar un día cuando Enrique Espinoza le pide a Paco el favor de llevar un recado y algo de dinero a su casa para que su mujer vaya preparando una comida con el fin de celebrar el boleto de lotería ganador que Enrique se acaba de sacar. Paco encuentra a Sarita en casa coquetona y provocadora por lo que la persigue por la casa mientras ella le lanza prendas de vestir y mensajes contradictorios diciéndole que se detenga. Hacen el amor dos veces en una especie de lucha juguetona donde Sarita finge rechazarlo con sus palabras mientras que lo invita a acercarse con sus gestos:

A veces ella se reía quedo y entrecortado, a veces se quitaba uno de los rizadores que tenía en el pelo y lo tiraba al piso, como si fuera un obstáculo para estorbarme el paso. Cuando por fin la tumbé en los mosaicos del baño, los dos estábamos jadeando. Ella tenía dos rizadores todavía en la cabeza. –No. No. No. No quiero—me dijo, y abrió las piernas. (113)

Después de la aventura, ellos salen de la casa a que Sarita compre el mandado para la comida. En el camino notamos que Sarita empieza a manifestar un cuadro suspicaz ilustrativo del poder mitológico del chisme al declarar su preocupación de que los demás transeúntes intuyan lo que acaban de hacer:

En ese momento pasaba un camión de pasaje por el Triunfo de Bustos, en una de cuyas ventanillas asomaban dos mujeres idénticas, que al reconocerme inclinaron la cabeza y sonrieron, después miraron a Sarita y las sonrisas se borraron, antes de que el camión desapareciera en la curva. –¿Quiénes son?—preguntó Sarita. –Las Begonia. –¿Se darán cuenta de que somos amantes? (116)

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En un principio su sospecha parece en parte razonable, con lo pequeño que es Cuévano y lo fácil que sería que corrieran las lenguas viperinas, y en parte exagerada porque supone una especie de telepatía a partir de la cual los cuevanenses pueden detectar cualquier inmoralidad que sucede en su entorno. Al cruzarse con otra mujer, esta vez una que conoce, el narrador explica que ella vuelve a sugerir esta idea de la increíble intuición que atribuye a los cuevanenses: “Sarita saludó a una mujer que pasaba y cuando estaba lejos, preguntó: —¿Se habrá dado cuenta de que acabamos de hacer el amor dos veces?” (116). En esta exageración de su suspicacia se vislumbra el papel clave que desempeña el chisme en el espacio quimérico y el poderoso alcance que posee para alterar la percepción de los cuevanenses.

Pese a su conciencia del alcance del chisme cuevanense, Paco y Sarita siguen engañando a Enrique durante varios meses, sin que éste se dé cuenta. La aventura se convierte en ritual, y

Paco y Sarita se vuelven confiados y arriesgados en sus actos llegando a tomar ron en uno de los balcones escondidos de la casa e incluso a ir a un hotel en Pedrones.13 Dan el paso irremediable una noche cuando Enrique y los niños van a una hacienda, y Sarita invita a Paco a quedarse la noche. En algún momento dado ellos se disponen a hacer espaguetis y los dejan cocinando mientras hacen el amor. En eso están cuando los espaguetis empiezan a quemarse. Bajan a tirarlos y ponen una porción nueva a calentar sin preocupación alguna. Sin embargo, dos

semanas después, cuando todos van a ver “la película inmoral” en el cine, la Rapaceja le dice a

Paco que está enterada de lo sucedido:

La Rapaceja que se quedó a mi lado, me sonrió pícaramente y me dijo: —¡Ya sé, Paco, ya sé! Ya me contaron que la otra noche estuviste en casa de los Espinoza, quisiste calentar unos tamales, se quemaron y tuviste que echarlos a la basura. Me quedé helado. No pude ni siquiera decirle que no sabía de qué me hablaba. –No, no vayas a creer que soy bruja, tú. Es que la sirvienta de los Espinoza es hermana de mi sirvienta y le cuenta todo lo que pasa allí. (138)

13 Acordémonos de que Pedrones es otro pueblo ficticio del estado inventado de Plan de Abajo. 30

En esta ocasión vemos que el recelo sobre el alcance amplio y grave del chisme en Cuévano que antes mostraba Sarita no está tan alejado de la realidad. Sin embargo, fijémonos que la Rapaceja relata una versión distorsionada de la realidad al acusarles de haber quemado tamales en vez de espaguetis.

Como prueba de la extensión increíble del chisme examinemos el resumen del narrador sobre cómo Elpidia, la criada de los Espinoza, delata a Paco y a Sarita:

En el fondo de mi cerebro sentía una gran admiración por Elpidia y sus poderes de deducción; había interpretado los signos correctamente—excepto el de spaguetti [sic] por tamales—, había recordado mi nombre del día que me abrió la puerta, había llegado a la conclusión exacta—una fiesta el día en que todos, menos la señora, se habían ido a la hacienda—, para después revelar el chisme explosivo, en el extremo opuesto de la ciudad, a quien menos podía interesarle. (139)

Por un lado esta cita nos revela una faceta importante de la construcción del mito: durante el proceso de interpretación los datos básicos del hecho—es decir, la verdad tras ellos—se tergiversan al cambiar los espaguetis por tamales. En este pormenor aparentemente insignificante se trasluce un eco del debate principal que encierra Estas ruinas que ves sobre la confusión de las categorías de la documentación y la imaginación al ser relatada una anécdota. Por otro lado, aunque esta anécdota no entra en el canon público de mitos sirve para demostrar el poder y el alcance del chisme en este ámbito privado. Es decir, este ejemplo evidencia que los cuevanenses, al estar conscientes del fenómeno del chisme, se percatan de la fuerza amenazadora que implica para sus vidas personales en el caso de cometer algún acto imprudente. Esta consciencia y temor contribuye a que el chisme vaya cobrando un carácter mitológico.

Otro ejemplo de las consecuencias de dicho chisme se presenta curiosamente, después de haber terminado la aventura entre Sarita y Paco, en el mismo contexto de la infidelidad de Sarita.

Se trata del episodio cuando Espinoza la encuentra mirando fotos pornográficas con Isidro

Malagón. En este caso, sin embargo, la infidelidad es supuesta y no real, siendo nada más un 31 intento fallido de Malagón de seducir a la esposa de Espinoza. Malagón reacciona de manera exagerada y da un brinco del balcón, luxándose el pie. Este episodio es sumamente interesante por dos razones: primero porque demuestra el juego de perspectivas al estar Paco allí, alguien que realmente ha participado en una relación infiel con Sarita sin que Espinoza se enterara, observando la violencia con que Espinoza reprende a Malagón, alguien que sólo ha intentado seducir, torpemente, a Sarita. En segundo lugar, porque este ejemplo profundiza una contemplación del peso del chisme mitológico cuando Malagón cuenta las implicaciones que hubiera tenido su fracasado desliz con Sarita si los demás habitantes de Cuévano lo hubieran visto brincar del balcón:

—Después de todo—dijo—, la cosa pudo haber sido peor. Hice el ridículo, pero entre ustedes. Si todo esto pasa una hora antes, me hubiera visto la gente que sale del cine. ¿Te das cuenta? ¡Ser humillado ante setecientos cuevanenses! Dejó pasar un rato y después dijo: —Hubiera sido cuestión de irme a vivir a otro pueblo. ¿Y a dónde me voy, Paco, si yo nací aquí? (172)

Este comentario pone de relieve el hermetismo y la delicadeza del ambiente provinciano de

Cuévano además de comprobar, de nueva cuenta, el gran poder del control social que tiene el pueblo al demostrar las amenazas que acarrea una falta contra su normativa.

La enfermedad

Sin lugar a dudas, la anécdota más esencial de la mitificación cuevanense es la falsa enfermedad de Gloria Revirado. A la hora de Malagón inventar esta historia, ocasiona secuelas muy grandes no tanto en los sucesos de la novela como en la percepción del narrador, y por lo tanto el lector. El origen de esta anécdota es el siguiente: al finalizar una noche de parranda

Malagón le cuenta a Paco que Gloria sufre de un defecto cardiaco y que su corazón ha engrandecido tanto que corre el riesgo de perder su vida en cuanto tenga su primer orgasmo:

—Su historia es la más triste que he oído. 32

[…] –Gloria nació con un defecto en una arteria, que hizo que el corazón, al palpitar se esforzara más de la cuenta. De tanto ejercicio, el corazón, que es un músculo como cualquier otro, fue creciendo y ahora Gloria lo tiene tan grande que apenas le cabe en el cuerpo. Es un corazón grande, pero enfermo. Puede reventar en cualquier momento. […] El día en que ella haga el amor por primera vez y tenga su primer orgasmo, el corazón va a estallar. (53)

De inmediato el narrador da a conocer el cambio de perspectiva que ocasiona el relato de

Malagón: “Miré la casa de los Revirado. Algo había cambiado. Como que de ella salía una emanación melancólica” (54). A lo largo de la obra este mito se propaga como rumor en la comunidad académica de Cuévano, causando malentendidos no sólo en los avances amorosos del narrador sino también impresiones falsas y trágicas en varios personajes. Ejemplo de la tergiversación de percepción que ocasiona el caso de Gloria lo observamos cuando Paco se lo cuenta a los Pórtico, quienes no están enterados: “Hablamos de Gloria. Cosa rara, ni Ricardo ni

Justine sabían que Gloria estuviera enferma del corazón. La noticia les parece interesantísima.

Durante hora y media revisan la historia de Gloria a la luz del nuevo descubrimiento encontrando nuevos significados a muchos de sus actos” (75). En esta cita se percibe la potencia de los mitos para adulterar la verdad además de ilustrar que la personalidad de cada uno de los personajes depende de la interpretación de los relatos que se cuentan sobre ellos en Cuévano. Es más, después de haber leído la novela, el lector antes convencido de que Gloría de veras sufría de esa enfermedad extraordinaria se entera junto con el narrador de la falsedad de este mito y, como él, tiene que volver a analizar los acontecimientos de la novela. Así el lector empieza a entender que la realidad social de la novela es una construcción a partir de anécdotas ficticias y que, por lo tanto, lo que se sabe sobre esta realidad se tergiversa y transcribe en una realidad mítica.

Del mismo modo, antes de la revelación de la verdad sobre su salud, se confunden lo cómico y lo trágico en las escenas en donde la excitación sexual de Gloria se interpreta como un 33 posible suicidio u homicidio, dando lugar a una profusión de malentendidos, generalmente por parte del narrador. Pensemos, por ejemplo, en la ocasión cuando Rocafuerte le regala un ramo de flores a Gloria en la Flor de Cuévano. Las demás mujeres que hay en el local comentan la galanía de Rocafuerte en obsequiarle flores por lo que Gloria se avergüenza y se enrojece. Al verla ruborizarse el narrador teme por su vida cuando piensa en su supuesta enfermedad: “Gloria, mientras tanto, se ha puesto roja. Por un momento pienso que no va a llegar al orgasmo y que lo que estoy presenciando es su fin. Después, la sangre se le baja, pero no se ve muy feliz. ¿O me equivoco?” (74). En esta ocasión, notamos de nueva cuenta un titubeo por parte del narrador que muestra su incredulidad ante la enfermedad de Gloria. Esta incredulidad e incertidumbre generada por el mito refleja la fabricación social del ambiente que da lugar al enturbiamiento de la distinción entre la veracidad y la ficción verosímil a nivel global en la novela, la cual se construye a base de pequeños detalles como éste. Otra escena parecida sucede en la misma fiesta anteriormente relatada del “insulto.” Antes de que ocurra dicho escándalo, el narrador y los demás profesores descubren a Gloria y Rocafuerte besándose detrás de una puerta. Todos menos el narrador se regocijan al ver la alegría y el enamoramiento de la pareja joven, éste, en cambio, cree que Gloria se va a morir en el acto: “—¡Éste es el preludio de un suicidio!—dije para mis adentros, mientras los demás se reían de los enamorados y éstos se ruborizaban” (158). Más ejemplos de estos malentendidos abundan en la novela14 y vienen a comprobar la extensión de la

adulteración de la verdad que produce el mito de la enfermedad falsa de Gloria.

El narrador sigue en la ignorancia hasta que el tema de la enfermedad de Gloria vuelve a

surgir en presencia de Malagón, inventor del mito. Paco y Malagón van hablando de la boda

venidera de Gloria y Rocafuerte cuando Paco le recuerda a Malagón lo grave que sería no llevar

a Gloria virgen a la iglesia, porque de lo contrario llevaría un cadáver. Malagón se sorprende al

14 Véase las páginas 74, 88, 141-142, 161, 162, 173, 177. 34 escuchar las palabras de Paco como si no supiera de la enfermedad y, en efecto, confiesa que ni se acuerda haberle contado a Paco esta ficción:

—¿Por qué con un cadáver? —El de Gloria. –¿Por qué el de Gloria? –Porque está enferma. –¿Está enferma? ¿De qué? –Del corazón. Tú me dijiste. –¿Yo te dije que Gloria está enferma del corazón? […] –Oye—me dijo al final—, qué ingenioso soy a veces, cuando estoy borracho. ¡Las cosas que se me ocurren! (173)

Cuando Malagón desengaña a Paco,15 se pone de manifiesto un juego de credibilidad que nos

hace cuestionar no solamente esta faceta trivial de la trama sino también cualquier discurso,

puesto que todo discurso puede mitificar la realidad.

A la hora de ser desmentida esta historia, el narrador subraya el efecto mitológico del

chisme cuevanense: “Ya ves lo que es Cuévano. Alguien inventa una cosa, se la cuenta a otro,

éste la repite y en una semana tienes a todo el pueblo convencido de que es verdad” (179). Como

posible explicación de los apetitos del chisme cuevanense y la propagación del mito sobre

Gloria, hay que dar un paso atrás casi al origen del mito donde el narrador pondera la

novelización de Gloria. Curiosamente el narrador, al reflexionar sobre la nueva condición de

Gloria, alude al valor seductivo que tiene la Gloria enferma frente a la Gloria sana: “La Gloria de

Rocafuerte, novia de pueblo y joven romántica no tenía ningún interés. En cambio, Gloria,

imaginada detrás de aquellas paredes, a solas con su enfermedad, era personaje trágico” (58).

Esta reflexión devela la mecánica del sensacionalismo que rodea este mito: el chisme sobre la

Gloria enferma produce una versión idealizada de ella, convirtiéndola en personaje cuya aura

trágica atrae a los demás, un atractivo que se ve aumentado por la naturaleza erótica de su

15 “Cuando salí a la calle lo maldije. Me imaginé diciéndole a Malagón en tono severo: decir que una mujer está enferma del corazón cuando está sana, es difamarla. Esa clase de mentiras, agregaba yo en mi mente, no se le cuentan a un amigo” (175).

35 posible desenlace. A la misma vez con este comentario el narrador nos aproxima a una exploración del papel clave que tienen la interpretación y la mitificación en la lectura de la obra, develando así el frágil tabique que separa la ficción y la no ficción que Ibargüengoitia se empeña en derrumbar.

Los murales

La última anécdota de la serie pertinente a este estudio es la de los murales que pintan los profesores en el café de don Leandro. Este episodio surge después de una cena insignificante cuando el dueño del café les dice a los comensales que quiere embellecer su local. De repente a

Sebastián Montaña se le ocurre que pinten murales en imitación a los maestros del muralismo mexicano. A su vez, Espinoza sugiere que no hay que tener ningún don para pintar un mural:

Don Leandro dijo que quería decorar el changarro. Lo demás ocurrió con rapidez vertiginosa. Sebastián dijo que era la ocasión ideal para revivir el muralismo mexicano, Espinoza expuso una teoría según la cual, cualquiera que esté en las condiciones anímicas propicias, puede resultar gran pintor, aunque nunca haya cogido una brocha, y Carlitos Mendieta dijo que, a pesar de esta teoría respetable él estaba dispuesto a asesorar a quien se lo pidiera. El caso es que para la media noche ya estábamos comprometidos a pintar un mural cada uno. (97)

El lenguaje y los actos de los personajes en esta ocasión encaminan a una crítica directa de un lenguaje oficial como el muralismo mexicano a través de su imitación, creando así una parodia.

De modo que la pintura de los murales por parte de los personajes entraña una construcción social mediante la cual cuestionan y parodian desde el mundo literario un discurso oficial, como fue el discurso del muralismo en México. Este acto paródico refleja, según la teoría de Bakhtin, que uno de los fines principales de la heteroglosia en la novela es cuestionar el discurso oficial:

“It was parodic, and aimed sharply and polemically against the official languages of its given time” (The Dialogic Imagination 273). Es más, la fusión de la alusión a los murales extraliterarios, los murales oficiales, y la ficción, los murales de los personajes en la novela, 36 presente en esta parodia se ve reflejada en el espacio híbrido en donde los murales del microcosmos imaginario de Cuévano critica el movimiento muralista procedente del México real.

De este modo esta anécdota de los murales supone un importante peso en el diálogo de la mitología cuevanense en la medida que entraña una exploración de la elaboración del significado. Durante el acto de la pintura vemos que cada uno de los “artistas” pinta su mural con más o menos esmero. Ricardo Pórtico traza siluetas de una naturaleza muerta y deja su obra inconclusa. Espinoza adopta una técnica experimental, que llama “action painting” lo cual consiste en echar chorros de colores con una bomba de flit. Carlos Mendieta, el profesor de pintura y dibujo, curiosamente se abstiene de la actividad y se limita a ofrecer consejos.

Sebastián Montaña decide emprender una pintura conceptual titulada el Triunfo de la Ciencia.

Paco y Malagón tienen como lienzo una pared con medidores de luz y alambres y emplean una técnica para incorporar estos obstáculos llamada “composición en trompe l’oeil” bajo el consejo de Mendieta. Ellos también optan por crear una pintura conceptual llamada la Eva Mecánica. El proceso de la significación se explora más íntimamente con el mural de Paco y Malagón cuando este último empieza a reflexionar sobre el concepto que le quiere dar:

Mientras tanto, Malagón había encallado. Se había empeñado en darle un significado al mural. El hombre de negro—había dicho al principio—es la historia, que da la espalda a los acontecimientos—el ahorcado—y se entretiene jugando con la imaginación—la Eva Mecánica—. Más tarde consideró que el significado era exacto, pero muy aburrido y decidió ponerles al ahorcado y al hombre de negro caras de cuevanenses ilustres. (101)

Esta reflexión por parte de Malagón no sólo ilustra una preocupación por la creación del significado por parte de los personajes en lo referente a su entorno inmediato, Cuévano, sino también expone una contemplación sobre las categorías de la historia (la documentación) y la 37 imaginación. Resulta sumamente llamativo que como conclusión Malagón escoja quitarle su sentido filosófico y ponerle otro más relevante al ambiente cerrado de Cuévano.

Por otro lado, el narrador a su vez, en su fuero interno, empieza a sacar sus propias conclusiones sobre el significado de los sujetos en su pintura como respuesta a los comentarios de Malagón. En eso está cuando descubre un parecido que le asombra, la Eva Mecánica comparte cierto parecido con Gloria Revirado: “El ahorcado y el hombre de negro no se parecían a nadie. La Eva Mecánica, en cambio, descubrí con cierto sobresalto, se parecía vagamente a

Gloria” (103). Tiempo después de darse cuenta de la semblanza que le ha dado al mural, supuestamente sin querer, esta representación da lugar a una polémica. En un momento dado el joven Angarilla le acusa al narrador de haber retratado a Gloria en su mural de la Eva Mecánica.

En primer lugar Paco se defiende al decirle que la intención de retratarla no ha provenido ni de su razonamiento ni de su imaginación, sembrando así perplejidad: “Ni tenía yo intención consciente de retratar a la señorita Revirado, ni tengo mayor interés en la señorita Revirado, más que el que me provoca cualquier alumna aplicada. Es decir, no creo haberla retratado subconscientemente” (118). Esta negación del significado por cualquier vía insinúa una duda inherente que alberga el narrador sobre ambos modos de expresión: la documentación y la imaginación. Además Paco le advierte al joven que no comparta su opinión con nadie, pues en una ciudad como Cuévano la opinión pública alcanza a distorsionar y mitificar cualquier mensaje:

Tenga mucho cuidado con esto que acaba de decirme. En una ciudad como ésta, tan chica y donde hay tanta gente tan chismosa, basta con que alguien oiga decir que la Eva Mecánica es el retrato de Gloria Revirado, para que la población entera dé por hecho que lo es, y se ponga a hacer disquisiciones, bastante torpes, de por qué la pinté yo, de por qué es mecánica y de quiénes son los demás personajes que aparecen en el mural, que tampoco son retratos de nadie. (119)

38

En esta ocasión el comentario del narrador refuerza la idea del poder que tiene el pueblo cuevanense para alterar un enunciado a la hora de interpretarlo.

En resumen, estas cinco anécdotas-mitos vienen a demostrar el indudable peso que tiene la tradición oral en la elaboración del significado del entorno en Estas ruinas que ves. Los mitos que cuentan los personajes ejercen una fuerza sobre la verosimilitud de Cuévano que la transforma en un ambiente vivo y heterogéneo que se engendra a sí mismo. El lector observa el lugar a través de la perspectiva polifacética de las tantas voces que se escuchan en los mitos que distorsionan el lugar en un juego de espejos el cual convierte la ciudad en una quimera abigarrada que arroja llamas sobre cualquier intento del lector de asir una concepción concreta de ella.

La lectura y la creación literaria en Cuévano

A la rica tradición oral de Cuévano Ibargüengoitia le superpone una tradición literaria propia que amplía las reflexiones sobre la representación del ambiente y las alza a alturas metadiscursivas. Por consiguiente, una de las facetas más esenciales de Estas ruinas que ves es precisamente la relación que la obra forja con respecto a los textos apócrifos incluidos dentro de ella. Basta con notar la profusión de textos inventados dentro de la novela para entender la importancia que le da Ibargüengoitia al acto de la lectura, la interpretación de textos y la creación literaria. Esta inclusión de textos producidos por personajes dentro de la novela deja que se abra un diálogo en donde el narrador participa activamente como lector y escritor además de desempeñar su función de intermediario entre los lectores y su propio discurrir narrativo. La presentación de estos textos se realiza mediante dos vías, a saber: la introducción directa de los mismos, intercalados dentro del texto principal; o bien a través de una visión indirecta de la lectura del narrador o alguno de los demás personajes. Por lo que respecta a la primera vía, los 39 textos de autoría ficticia (Opúsculo cuevanense, Catálogo de ideas fijas cuevanenses y

Geografía histórica) dentro del mundo literario de Estas ruinas que ves permiten que haya una pluralidad de voces narrativas y que el lector se haga una visión más plena del universo libresco ibargüengoitiano.

Estas obras metaliterarias dan la impresión de un ambiente autosuficiente como lo es

Cuévano que además de su propia mitología tiene una producción literaria que interpreta su historia, su cultura y sus tradiciones. Sin embargo, a la par le recuerda al público que en fin los textos son puro invento y que la autoría múltiple dentro del libro es una interpretación y una creación del autor real. La explicación que ofrece Patricia Waugh en su libro Metafiction respalda el poder que la autorreflexión le brinda al autor:

Metafiction is a term given to fictional writing which self-consciously and systematically draws attention to its status as an artifact in order to pose questions about the relationship between fiction and reality. In providing a critique of their own methods of construction, such writings not only examine the fundamental structures of narrative fiction, they also explore the possible fictionality of the world outside the literary fictional text. (2)

Es decir, esta autoconsciencia por parte del autor de la construcción del significado a través de la ficción es el ángulo que le permite explorar la verdad como concepto construido que a su vez le facilita la unión de la documentación y la imaginación, mecanismos tradicionalmente expresados respectivamente en la no ficción y la ficción. Por otro lado, a través de la autorreflexión que permite la metaficción, se pone de manifiesto que los discursos fabrican distintas construcciones de la realidad—ya sean estos discursos textos escritos o enunciados hablados—que mitifican y desmitifican. Este fenómeno permite al lector entender Estas ruinas que ves como un texto en el que convive un mosaico de discursos que mitifican la realidad de Cuévano y que, puestos en diálogo, desmitifican los unos a los otros.

40

Vía directa: textos apócrifos

Opúsculo cuevanense

La mitología de Cuévano en la tradición literaria se establece, en primer lugar, mediante la exposición del pensamiento generalizado de sus habitantes en un estudio sociológico metaliterario, el Opúsculo cuevanense de Isidro Malagón, que sirve de introducción a la novela y para bosquejar la relación entre la representación de Cuévano y su realidad. Este trato mitológico se tipifica por las jactancias del texto sobre Cuévano, lo cual le transmite al lector una imagen presumida y limitada de la ideología cuevanense:

Los habitantes de Cuévano suelen mirar a su alrededor y después concluir: —Modestia aparte, somos la Atenas de por aquí. […] Creen que no hay cielo más azul que el que se alcanza a ver recortado entre los cerros, ni aire más puro que el que sopla a veces con fuerza de vendaval, ni casas más elegantes que las que están cayéndose en el paseo de los Tepozanes. (9, 10)

Estas presunciones superficiales se complementan con leyendas populares que rayan en la hipérbole increíble y lo absurdo. Veamos, por ejemplo, lo que Malagón cuenta en un fragmento de su Opúsculo sobre la mina de la Reseca:

Del fondo de esta mina, sigue la historia, salieron tres cuartas partes de la plata que circula en el mundo, y el esplendor de la mina fue tal, que el Conde de la Reseca ofreció que si llegaba a Cuévano el Rey de España, él empedraría el camino que va de la mina a la ciudad con barras de plata […] (12)

El texto sigue enumerando los intelectuales de Cuévano, valiéndose de datos históricos para bautizar los “héroes” de Cuévano y así dar a entender una historia más grandiosa de lo que realmente es. Según el libro de Malagón: “los sabios que ha habido en Cuévano se cuentan por docenas. Los ha habido de todas las clases y en todas las épocas” (13). Este trato laudatorio es importante porque demuestra la actitud histórica que la novelística de Ibargüengoitia critica. Es decir, mediante la incorporación de textos apócrifos Ibargüengoitia pone de relieve la calidad que 41 tiene la historia aceptada de destacar ciertos elementos como trascendentales y oficiales y después bautizarlos como míticos dentro de los textos históricos.

Una alegoría de esta crítica del discurso oficial se nota cuando Malagón le lee a Paco un capítulo de su Opúsculo cuevanense que relata la crisis financiera de Cuévano al narrador: “La crisis duró hasta que un extranjero descubrió que las casas del barrio de San Antonio estaban hechas con adobes que contenían plata y mercurio” (73). El narrador de la novela, quien en este pasaje asume el papel de oyente y comentarista, disiente de las teorías de Malagón y este desacuerdo ilustra un debate dialéctico sobre la creación de la historia mediante la escritura. Paco subraya el sesgo con el que escribe Malagón—un historiador estrictamente provinciano—al ignorar los hechos acontecidos fuera de Cuévano:

Cuando Malagón termina de leer, le digo que su descripción de la crisis me parece bien, pero que no estoy de acuerdo en lo que él considera las causas. Malagón atribuye la crisis de Cuévano a las grandes sequías que hubo en los años del 28 al 32. Yo no estoy de acuerdo, porque la economía de esta ciudad nunca ha dependido de la agricultura. Es más probable que las compañías americanas e inglesas hayan resentido los efectos de la depresión mundial de esos años y hayan dejado de trabajar las minas. Malagón no acepta mi argumento. Se resiste a creer que un acontecimiento mundial haya determinado un fenómeno cuevanense. Para él ‘la crisis’ es la de Cuévano, si ésta coincide con otra de dimensiones mundiales es cuestión que no le interesa. (73-74)

Este cuestionamiento de las versiones de la historia se presenta no sólo desde la perspectiva del narrador sino también, curiosamente, desde la perspectiva de los textos mismos de Malagón que se encuentran intercalados en la novela.

Del mismo modo que Paco Aldebarán ha criticado la historia de los textos de Malagón,

Malagón a su vez plantea un cuestionamiento de la historia oficial en Opúsculo cuevanense al mencionar otro historiador que ha sido subyugado por la historia oficial:

[…] historiadores, como don Benjamín Padilla, autor de la más lúcida interpretación de nuestra Guerra de Independencia, interpretación que por desgracia ha quedado relegada al olvido, por no coincidir con la versión aprobada por la Secretaría de Educación Pública— 42

don Benjamín considera que la Independencia de México se debe a un juego de salón que acabó en desastre nacional—; (13-14)

En estos pasajes se trasluce un diálogo autorreflexivo sobre quién tiene licencia para escribir la historia y se confunden las categorías de la literatura y la historia al destacar la maleabilidad que puede haber en la historia que creemos fija. La irresolución que se crea a partir de esta crítica da cabida a una exploración del papel que tiene la mitificación en la creación de la historia y la literatura que se expresa en la concepción de Cuévano y sus tradiciones.

Geografía histórica

La Geografía histórica, la cual se inserta aleatoriamente16 dentro del capítulo cinco de la

novela que tiene como título “Apuntes,” es un documento que detalla intercaladamente la

historia de algunos sitios cuevanenses y su relación genealógica con la familia del narrador. Las

tres páginas que comprenden este apartado de la novela recorren un puñado de lugares que han

tenido peso histórico para la familia Aldebarán-Tarragona. Los relatos breves sirven como líneas

tangentes a partir de las cuales se conectan historia familiar con historia oficial además del

pasado con el presente. Esta confluencia narrativa que fusiona anécdotas personales y hechos

históricos es un gesto que profundiza la reflexión metaficcional sobre los modos de la

representación puesto que plantea una vertiente de la historiografía—una disciplina que

generalmente persigue la documentación—en la cual interviene una dimensión muy personal y,

por consiguiente, creativa. Por ejemplo, en la entrada para la Troje de la Requinta se dibuja el

vínculo entre la historia familiar de los Aldebarán y la lucha por la independencia mexicana. En

otra entrada, la Casa de los Copetes, se cuentan los antecedentes de este antiguo local cuyo fundador fue don Francisco Canaleja, familiar español de los Aldebarán. Dichos antecedentes abarcan las duras penas que éste tuvo que pasar en su travesía desde España a Veracruz y los

16 En la primera edición de Estas ruinas que ves, la Geografía histórica viene como apéndice al final de la novela en vez de insertarse dentro de otro capítulo. 43 prolíficos negocios de los que al cabo se vio dueño con la obra de su mano. Se forja una relación con el relato presente al decir que este local luego se convertiría en el local que en la época contemporánea a los personajes es la Flor de Cuévano (77-80). Este local cobra importancia en el argumento de la novela por ser punto de encuentro de los profesores y los demás personajes para tertulias, comidas, conversaciones, etc. Por otro lado esta genealogía traza una intersección intratextual ambigua entre Estas ruinas que ves y Dos crímenes, puesto que Paco Aldebarán describe la otra rama de su familia, los Tarragona, éste siendo el mismo apellido del tío político de Marcos González, Ramón Tarragona, en Dos crímenes. En síntesis, este texto apócrifo destaca una faceta esencial del espacio quimérico: que el entorno y los sitios que lo pueblan son construcciones sociales que entrañan un acervo histórico además de dimensiones personales con las que las vidas de los personajes se relacionan. Es más, a nivel autorreflexivo el esquema narrativo de Geografía histórica, que confunde la documentación y la imaginación para construir un retrato del espacio, pareciera ser una alegoría del mismo esquema del que parte

Ibargüengoitia para armar el espacio quimérico en su novelística.

Catálogo de ideas fijas cuevanenses

Otro personaje integral en este juego de lectura y producción literaria es Justine Pórtico.

A partir de una pista ínfima (Ibargüengoitia da a conocer la autoría de este texto una sola vez) nos percatamos de que Justine es autora del Catálogo de ideas fijas cuevanenses: “Justine ha dejado su trabajo habitual de en las noches—su catálogo de ideas fijas cuevanenses—y está absorta en la lectura de El Sol de Abajo” (Estas ruinas que ves 75). Enfoquemos aquí en el aspecto principal que se trasluce en esta cita, el que Justine sea autora de un catálogo que recoge las ideas populares de Cuévano (próximamente volveremos a ver la importancia de su lectura de

El Sol de Abajo). El catálogo a modo de diccionario en orden alfabético recopila barajadamente 44 supersticiones, prejuicios, palabras regionales y anécdotas-mitos con el fin de tipificar, de manera paródica y generalizada, la mentalidad cuevanense.

En el catálogo17 reina una cotidianeidad en el lenguaje además de una obsesión con la

vulgaridad junto al trato mitológico que predomina en las entradas sobre supersticiones,

episodios costumbristas y leyendas particulares. En un rápido recorrido que viene a continuación

resumo algunas entradas para que el lector se haga una idea del espíritu del catálogo. En primer

lugar, como ejemplo de superstición hay una entrada para alicante: una víbora que engaña a las

mujeres del campo imitando el silbido de sus esposos y que cuando acuden las penetra. En

segundo lugar, como ejemplo de prejuicios, en el catálogo aparecen descripciones que desprecian

y marginan a los indígenas por poco trabajadores y otras que detallan que los negros huelen a cierta hierba de la zona, el estafiate. En tercer lugar, para ejemplificar palabras regionales aparecen acepciones para las palabras chistoso, que en Cuévano quiere decir loco, y chino, que en Cuévano denomina a cierta clase de dueño de restorán mezquino. Por último, aparecen algunas entradas que describen anécdotas específicas de la historia de Cuévano del mismo modo que la mitología oral. Ejemplo de esto es la entrada sobre Teófilo Correa, quien supuestamente en su velorio se despierta y pronuncia su sentencia de estar condenado de irse al infierno (91-92).

En lo que al contenido respecta vemos una imitación de los temas de la tradición oral debido a que la finalidad del texto es capturar las ideas que se propagan y se rumorean en

Cuévano. Notamos, por ejemplo, el mismo discurso mitológico en la entrada sobre Teófilo, el cual le inculca un aire sobrenatural a un hecho que supuestamente ha ocurrido en la realidad de

Cuévano, aire que se aumenta al transcribir el hecho a la página doblemente escrita, es decir, al pasaje de un texto apócrifo dentro de la novela de Ibargüengoitia. En este sentido este texto

17 Véase el Catálogo de ideas fijas cuevanenses que aparece entre el capítulo 6 y 7 de Estas ruinas que ves. Si el lector está consultando la primera edición viene como apéndice. 45 demuestra que una exploración del lenguaje de los personajes a través de la literatura tiene como resultado exponer cómo la realidad mítica de Cuévano se construye y de esta manera la desmitifica. Patricia Waugh resume esta capacidad de los textos autorreflexivos en su libro

Metafiction: “If our knowledge of this world is now seen to be mediated through language, then literary fiction (worlds constructed entirely of language) becomes a useful model for learning about the construction of ‘reality’ itself” (3). De modo que el valor de este texto apócrifo radica no sólo en su contenido sino en el acto que entraña. A la hora de una persona culta transcribir el habla popular se entabla un diálogo entre el lenguaje culto y el lenguaje vulgar que se expresa en una enunciación doble (entiéndase heteroglosia). Es decir, no se puede separar el proceso de interpretación del lugar de enunciación porque no es lenguaje directo el que vemos en el texto de

Justine, al contrario de la tradición oral (aunque también a su vez implica interpretación), sino su intento de filtrarlo, de generalizarlo y redactarlo. En resumen, a nivel discursivo en el debate sobre los modos de la representación, en este texto se trasluce la confluencia no tanto de la disyuntiva global entre la ficción y la no ficción sino más bien de la fusión de otra disyuntiva más concreta entre el lenguaje oral y el lenguaje escrito.

Vía indirecta: relaciones intertextuales e intratextuales

Por lo que respecta a la segunda aproximación, se subraya la función de lector que

Ibargüengoitia les da al narrador y algunos de los demás personajes. En algunas ocasiones el lector de Estas ruinas que ves coincide con el narrador en calidad de lector de los textos antes mencionados de la primera vía y en otras ocasiones el narrador simplemente se refiere a la lectura o la creación de textos no incluidos directamente en la obra principal. Aunque a veces estas instancias rayan en lo trivial, no dejan de constituir un importante recurso que ocasiona una inversión de los papeles tradicionales del narrador, siendo aquí el que lee o interpreta en vez de 46 limitarse a ser el que simplemente relata. Dicha inversión logra que se exponga una perspectiva irónica y paródica de la narración tradicional, puesto que el narrador asume el papel de lector en estas ocasiones al igual que nosotros. Linda Hutcheon en su A Theory of Parody establece que este tipo de ironía y parodia implica un proceso de cuestionamiento de la potestad del autor:

“parody is showing us that there is a need to look again at the interactive powers involved in the production and reception of texts” (Hutcheon 86). De este modo Ibargüengoitia cuestiona la relación de poder entre lector, narrador y autor, señalando que cualquier enunciado o discurso se puede cuestionar y ser o no creíble.

En primer lugar, Estas ruinas que ves arranca con un extracto del Opúsculo cuevanense seguido por la apertura del núcleo narrativo principal donde se relata la narración de Paco cuyo discurrir narrativo se vincula con el texto incluido por mencionar que él lo va leyendo mientras espera a que se desocupe el excusado del tren que lo va llevando a Cuévano:

El cerrojo del gabinete decía “ocupado”, en la banca corrida estábamos sentados un hombre chaparrito, de anteojos, que leía la Introducción a la Estética de Wollheim, y yo, que tenía en las manos el manuscrito del Opúsculo cuevanense de Malagón. (17)

Así desde un principio nos acercamos al mundo de Cuévano a través del lente doblemente codificado de un texto que evoca la ciudad y un lector que lo interpreta antes de que el narrador y los demás pasajeros siquiera lleguen al lugar. Esta confluencia entre la acción, la lectura y la narración múltiple ofrece una introducción polifacética que nos advierte de la complicada relación que tenemos con el narrador y la aproximación al ambiente.

Además de tratar la lectura de obras de autoría ficticia dentro del universo de la novela, el narrador también menciona libros de autoría real lo cual tiene como efecto plasmar los comentarios de la obra en un plano entre la realidad extraliteraria y la ficción. En particular, se nota este fenómeno en los comentarios que aparecen sobre Sebastián Montaña: 47

En la mesa está la taza, la mano de Sebastián y un libro, que siempre está recién comprado, que nadie ha leído y que es imposible conseguir en Cuévano. Sebastián encarga sus libros cada mes a la Librería Porrúa. A esta costumbre de sacar libros a pasear se debe que sobre las mesas de la Flor de Cuévano hayan descansado por turnos, Nietzche, D’Annunzio, Alfonso Reyes, Kafka y Heidegger, entre otros. (67)

Por otro lado estos textos verdaderos siempre conviven con la tradición literaria de Cuévano, por lo que, aunque hay contadas menciones de ellos, siempre hay que tener en cuenta la fusión del canon verdadero y el canon imaginario de Cuévano.

Un ejemplo de la convivencia de textos verdaderos al lado de otros inventados aparece en el episodio en el que Sebastián Montaña les encarga a Ricardo Pórtico y Paco avaluar la biblioteca de las hermanas Begonia, cuyo hermano Leonardo apodado la Chuchuca es considerado uno de los inventores más famosos de Cuévano. Ricardo y Paco disimulan el motivo de su visita para poder calcular con calma la importancia de los textos cuevanenses que poseen las hermanas Begonia. Como pretexto para poder entrar en la biblioteca Paco y Ricardo hablan de inventar una búsqueda de los libros raros de Cuévano: “—El pretexto puede ser que buscamos un libro raro—digo yo. –Como la Verdadera historia de México de Berrihondo, de la que no hay en Cuévano, según dicen, más ejemplar que el que tenía la Chuchuca—dice él” (82). Durante el avalúo Paco enumera los libros importantes que va encontrando y el interés que podrían tener para algunos personajes como Malagón: “Los más interesantes no los incluí en la lista, como las

Confesiones del Barón Freihauff, que me hubiera querido robar para dárselo a Malagón, o la

Denuncia de onanismo, del padre Barrutia” (89). A partir de este episodio vemos que el prestigio y la opulencia de ciertos libros dan lugar a un canon ficticio que se exhibe obviamente como una construcción social de los personajes al igual que el canon literario real es una construcción social basada en el criterio de algunos lectores selectos. De este modo Ibargüengoitia sugiere un cuestionamiento de los criterios y la pretensión que implica alabar exageradamente a ciertos 48 autores, como observamos en el tono burlón cuando habla de la dificultad de conseguir los textos tanto reales como apócrifos.

Este diálogo entre textos reales y ficticios también se extiende a la producción literaria del narrador. A principios de la obra, nos enteramos de que Paco ha escrito un artículo sobre Las

Soledades de Góngora para los suplementos culturales de un periódico del Plan de Abajo.

Conforme Paco va conociendo y reencontrándose con los habitantes de Cuévano se desarrolla una peculiaridad en donde los demás personajes reconocen haber visto su artículo sin haberlo leído. Por ejemplo veamos este fragmento de la primera conversación entre Paco y Espinoza:

—Vi un artículo suyo sobre Las Soledades de Góngora—me dijo Espinoza. Empecé a disculparme. Le dije que lo había hecho a la carrera, que no había quedado como yo hubiera querido, que me había faltado rematar con una consideración sobre…Espinoza me interrumpió: —Vi su artículo, pero no lo leí. Vi el título, el nombre del autor y di vuelta a la página. Yo nunca leo los suplementos culturales. No me interesan. (22)

En esta ocasión nosotros los lectores no tenemos acceso directo al texto en cuestión, sin embargo, vemos una curiosa relación entre el autor y su posible lector. El narrador se preocupa por la calidad de su artículo, disculpándose por cualquier error que pudiera tener. La preocupación del narrador devela una dinámica de la pretensión de la comunidad académica: el temor de quedar mal ante el público culto de sus colegas. No obstante, el texto le da una vuelta irónica de tuerca al mostrar a Espinoza como ignorante a quien no le importan los suplementos culturales ni lo que ha escrito su colega. De manera parecida, el doctor Revirado felicita a Paco por su artículo sin haberlo leído: “—Ya vi tu nombre en los periódicos, Paquito—se refería a mi artículo sobre Las Soledades—. Te felicito. No leí lo que escribiste, pero vi tu nombre. Ya ves que a mí no se me escapa nada” (33). Esta repetición del hecho de que nadie lee el artículo de

Paco empieza a sugerir que el ambiente académico y la alta sociedad no son tan cultos como aparentan ser. Quitar esta fachada facilita la fusión y convivencia de los varios registros sociales 49 del lenguaje en Estas ruinas que ves y contribuye al derrumbe de las barreras entre la tradición oral y la tradición escrita así como la realidad extraliteraria y la ficción.

Las muertas

A nivel intratextual, es decir dentro de la novelística de Ibargüengoitia, la relación más fuerte que aparece en Estas ruinas que ves es la referente al origen de la siguiente novela de la trilogía, Las muertas. Es decir, dentro de la presente obra Ibargüengoitia forja un vínculo entre

Paco y el narrador anónimo de la próxima novela, a la vez que genera una incertidumbre sobre la posible identidad compartida entre el narrador de las dos novelas y el autor mismo.

Curiosamente el ímpetu que origina la novela que decide escribir Paco se encuentra volviendo al personaje de Justine. Además de autora, Justine se dedica a seguir el caso de las Baladro en los medios de difusión.18 De hecho, Justine es la primera en dar a conocer el caso a Paco mientras

ella lee el periódico de Pedrones, El Sol de Abajo, en el mismo momento que se revela la autoría

de su catálogo:

Justine ha dejado su trabajo habitual de en las noches—su catálogo de ideas fijas cuevanenses—y está absorta en la lectura de El Sol de Abajo. “MACABRO HALLAZGO”, dice el encabezado. En el pueblo de Rinconada la policía desenterró los cadáveres de varias mujeres “que en vida fueron prostitutas”. El desentierro fue hecho en un corral de una casa que es propiedad de las hermanas Baladro, “tres notorias lenonas de la localidad”. (75)

A partir de esta cita Ibargüengoitia presenta por primera vez los crímenes que serán el meollo de

su siguiente novela. Conforme avanza Estas ruinas que ves aparecen más detalles sobre la

concepción del texto sobre las Baladro cuyo desdoblamiento verdadero en la novelística de

Ibargüengoitia es Las muertas.

18 Hermanas de mala fama que en la historia verdadera de México fueron conocidas en la prensa bajo el alias Las Poquianchis. 50

El narrador idea la novela y se dedica a su producción cuando su relación con Sarita empieza a desbaratarse. En seguida, Paco acude a Justine a que lo apoye en la creación de la novela con el material que ella ha recopilado sobre el caso:

Decidí escribir un libro sobre las Baladro, las madrotas asesinas que habían sido juzgadas en Pedrones y condenadas a treinta y cinco años de cárcel, y con ayuda de Justine, que había seguido el caso con atención y tenía los recortes, empecé a recopilar el material necesario: las fotos de las putas, la historia de los burdeles, las declaraciones del defensor de oficio […] (132)

Por un lado, el impulso creativo que lo lleva a concebir el libro parece ser genuinamente suyo.

Por otro lado, pareciera que el libro que Paco decide escribir sobre el caso, en parte, toma su inspiración de Justine. Esta incertidumbre contribuye a aumentar la incertidumbre principal que surge de este mecanismo narrativo: si el narrador es autor de una novela real cuyo autor es

Ibargüengoitia ¿es el narrador el espectro del autor? Cabe recordar que la novelística de

Ibargüengoitia se caracteriza sobre todo por su metaficción, lo cual permite al lector entender la inestabilidad narrativa entre la ficción y la realidad extraliteraria en ella: “the language of fiction appears to spill over into, and merge with, the instabilities of the real world […] Metafiction flaunts and exaggerates and thus exposes the foundations of this instability” (Waugh 5). Además, esta faceta autorreflexiva deja que Ibargüengoitia explore el proceso creativo desde dentro de su novela.

En esta exploración Ibargüengoitia aborda las flaquezas del escritor al presumir de su creación antes de que siquiera exista. Este tema, a su vez, demuestra cómo un libro, a pesar de ser una construcción mental cuando todavía es un proyecto por realizar, llega a ser considerado realidad por parte de su escritor: “discutí con Malagón mi libro, como si ya existiera, ‘es un documento devastador sobre la justicia mexicana’, me dijo él, imaginándoselo, y por fin, el viernes me habló Sarita” (133). En esta cita se nota la complicidad de otro personaje escritor que 51 también empieza a convertir en realidad la idea del libro a través de la imaginación. Esta complicidad entre los literatos de Esta ruinas que ves ocasiona el desarrollo desmesurado de la confianza que tiene Paco en el ingenio de su novela aunque no exista: “Tiramos piedras en el estanque, yo volví a explicar el libro de seiscientas páginas que no había escrito, sobre las hermanas Baladro, Malagón nos contó un capítulo de su Opúsculo, y empezó a llover” (153).

Aparte de esta faceta afectiva del proceso creativo también se explora, en contadas ocasiones, los pasos que sigue Paco para adquirir la información para escribir su obra.

Además de colaborar con Justine, Paco consigue la información en la cual se basa su libro de varias fuentes. En otras ocasiones, la información simplemente le llega por comentarios de los demás personajes: “Sebastián Montaña me informa más tarde que la dueña de ‘El nomeolvides’ se llama Juana Baladro, es parienta de las madrotas que están siendo juzgadas en Pedrones y en una época ejerció la prostitución” (77). Otras veces, el narrador resalta el trabajo que hace para conseguir información sobre las Baladro: “Gracias a una recomendación de Sebastián Montaña, el juez encargado del proceso me permitió hojear el expediente de las hermanas Baladro—una lectura llena de contradicciones a la que dediqué tres ratos libres—” (134). Al parecer y de acuerdo con la falsedad de su presunción exagerada, el narrador invierte muy poco tiempo en investigar el caso antes de dedicarse a su escritura. Curiosamente, las descripciones que aparecen en Estas ruinas que ves sobre el proceso creativo son más abundantes debido a que el narrador de Las muertas es Paco sólo implícitamente; en la siguiente novela el narrador funciona como un cronista ausente que, salvo contados comentarios, recopila y reconstruye la información de los criminales o los organismos de la justicia mediante la inclusión de sus voces en vez de hablar sobre su métodos de seguimiento del caso. 52

CAPÍTULO II: LAS MUERTAS

Aproximación contextual y teórica a Las muertas

Las muertas, la segunda instalación de la trilogía del Plan de Abajo, se inserta en dicha

colección al seguir el hilo tejido en el núcleo narrativo en Estas ruinas que ves. El vínculo más

primordial pero a la vez disimulado que entreteje estas dos novelas es su narrador compartido,

Francisco (Paco) Aldebarán, personaje que también encierra una compleja relación de autoría

metaficcional con Jorge Ibargüengoitia. Dentro de Estas ruinas que ves, radican los orígenes de

un texto sobre las hermanas Baladro, las madrotas y autoras de los crímenes descritos en Las muertas, pues Paco detalla la génesis de un bosquejo sobre el caso cuyos trazos se asemejan a los fundamentos de la novela que escribe Ibargüengoitia. Es más, lo relatado en Estas ruinas que ves

acontece en una cronología sincrónica a los crímenes sucedidos en Las muertas, los cuales

evocan sucesos que coinciden cronológicamente con la aprehensión verdadera en 1964 de las

hermanas González Valenzuela, alias las Poquianchis.19 No obstante, la identificación del

narrador de Las muertas con Paco de Estas ruinas que ves—y extraliterariamente con

Ibargüengoitia—es completamente implícita y sugerida, en ninguna ocasión el narrador revela su identidad, siempre desempeñando un papel distante como cronista que se limita a observar y recopilar el historial de las Baladro, sus cómplices y sus empleadas. Ibargüengoitia construye este distanciamiento, en parte, mediante una lejanía temporal marcada entre el narrador y los sucesos relatados, de hecho, el único dato que aporta el narrador sobre su realidad es que cuenta su relato en 1976: “Al contemplar este edificio en la actualidad (1976) cuesta trabajo creer que fue construido hace apenas quince años” (46). Ana Rosa Domenella resume la inferencia

19 Cabe recordar al lector que González Valenzuela son los apellidos verdaderos de las madrotas en la realidad histórica de México, cuyo apodo mediático fue las Poquianchis. Los personajes que evocan a aquellas mujeres en la novela de Ibargüengoitia se llaman las Baladro. 53 intratexual que exige una lectura plena de Las muertas debido al anonimato y distanciamiento narrativo:

El narrador anónimo de Las muertas será intratextualmente, el narrador protagonista de la novel anterior: Estas ruinas que ves (1975). Este narrador distanciado afectiva y temporalmente de los hechos, reúne y compagina diversas versiones sobre el caso de asesinato múltiple a partir de los testimonios de acusados y víctimas; informes, sentencias y notas de prensa. Con este ‘material’ arma la ‘historia’ como si fuera un rompecabezas. (211)

De modo que si el lector reúne los datos inferidos de las dos novelas, es posible situar el comienzo de la redacción del texto de Paco en 1964 y su fin en 1976, lo cual contribuye a una creciente confusión entre el narrador y el autor, puesto que Ibargüengoitia confiesa haber seguido una trayectoria parecida a la de su personaje y Las muertas se publica en 1977. Para evidenciar esta analogía basta con echar una mirada a las palabras que el autor expone sobre su proceso creativo en donde, al igual que Paco, primero escribe sus memorias de provincia (Estas ruinas que ves) y desde este contexto redacta Las muertas:

A fines de 1964 hice una investigación desordenada sobre el caso de las Poquianchis y escribí un cartapacio de unas cien páginas que no es ni reportaje ni ensayo ni novela, que no me gustó cuando lo leí terminado y que no me sirvió de nada. En 1965 decidí que había que escribir una novela sobre el tema. En 1970 trabajé varios meses con este fin […] este marasmo me fue creando una especie de nostalgia del aspecto más o menos culto de la provincia que se solidificó en una descripción de Cuévano que escribí, que con el tiempo había de convertirse en el primer capítulo de una novela en la que las Poquianchis—o las Baladro, mejor dicho—no tienen más que una aparición momentánea y marginal. (“Memorias de novelas” 33)

Otro esquema compartido que da cohesión a la relación entre Estas ruinas que ves y Las muertas es el fundamento del espacio quimérico del Estado del Plan de Abajo que vuelve a ser escenario de la segunda novela. En Las muertas Ibargüengoitia le añade a su geografía ficticia otro estado inventado, Mezcala, además de una plétora de nuevas ciudades y pueblos imaginarios que abarcan ambos estados. Si bien en Estas ruinas que ves la creación del espacio quimérico se realiza mediante el retrato monográfico de Cuévano, en Las muertas el espacio quimérico se 54 arma por medio de la mención esporádica de una veintena de lugares en torno a las tres ciudades centrales de Pedrones, San Pedro de las Corrientes y Concepción de Ruiz. Estas tres ciudades principales son las ciudades donde las Baladro fundan sus casas de prostitución: la casa del

Molino, el México Lindo y el Casino del Danzón.

En el extrarradio de estas ciudades aparecen algunos lugares ya conocidos o mencionados en la primera novela, tales como Cuévano y Muérdago, así como una profusión de nuevos sitios ficticios: Salto de la Tuxpana, Pajares, Huantla, San Andrés, Aquisgrán el Alto, Mezcala,

Jarápato, Jaloste, Murangato y San Mateo el Grande por mencionar algunos. De nuevo el autor arma un juego literario que distorsiona las barreras entre la ficción y la realidad extraliteraria al poner nombres que satirizan y aparentan evocar lugares del territorio nacional mexicano. Del mismo modo, en virtud de esta intercalación y tergiversación de la relación entre la realidad extraliteraria y la ficción, Ibargüengoitia yuxtapone lugares verdaderos al lado de estos lugares inventados: Acapulco, Nogales, Puebla y Tijuana en México y Los Ángeles y Texas en Estados

Unidos. Esta convivencia entre lugares ficticios y existentes en la realidad extraliteraria hace eco de la coexistencia de libros ficticios y reales en Estas ruinas que ves20 y la relación de alter-ego que existe entre el narrador y el autor. Esta toponimia a la vez inventada y real tan sólo anticipa el meollo del debate que se arma entre la realidad extraliteraria y la ficción en Las muertas.

Mientras que el debate sobre la verosimilitud en Estas ruinas que ves gira en torno a la creación quimérica de Cuévano a base de las anécdotas y los chismes mitificados que los personajes cuentan o escriben sobre ella, en Las muertas este debate se instala en la disparidad de discursos presente en los múltiples testimonios que distorsionan la credibilidad de las declaraciones y la capacidad de conocer una verdad congruente sobre los crímenes acontecidos.

20 Por ejemplo el Opúsculo cuevanense del personaje Isidro Malagón existe al lado de Las soledades de Góngora. Para más ejemplos véase el apartado “Vía indirecta: relaciones intertextuales e intratextuales” del capítulo 1 del presente trabajo. 55

Es decir, si en la primera novela el andamiaje sobre el que Ibargüengoitia realiza la construcción del espacio es la mitificación de los chismes y anécdotas, en Las muertas este mecanismo consiste en el entramado de perspectivas resultante del careo novelesco que otorga la contraposición de los testimonios. Este entramado ofrece una complicidad o entendimiento más pleno del caso al lector que no necesariamente le brinde más veracidad sino una visión más abarcadora a la vez que heterogénea y dispareja que termina por enseñarle la incongruencia de las perspectivas y, sobre todo, las discrepancias entre los testimonios y la opinión dictada por la justicia. Esta incongruencia y disparidad, que genera un grado de desmitificación de la verosimilitud o la veracidad que el gesto del testimonio en sí pretende ofrecer, conduce a una exploración de la construcción social del espacio a través de los múltiples relatos de los crímenes dentro del universo literario partiendo de las disyuntivas subyacentes de sus contextos sociales, geográficos, políticos e históricos (los cuales a su vez tienen correlatos no explicitados en la novela con el caso de las Poquianchis).

En síntesis, la modalidad de la heteroglosia que se manifiesta en Las muertas es un careo novelesco recreado por el narrador que abre la posibilidad de que el lector tenga una complicidad con los testimonios que no necesariamente le ha sido posible saber a la justicia. La polifonía de los testimonios abarca muchos acontecimientos, sin embargo, éstos se contradicen y nunca llega a traslucirse una única verdad por lo que la novela señala que los discursos incluidos en ella no pueden dar a entender una versión verosímil, factible o fidedigna de los hechos. El resultado del careo no es llegar a saber la verdad sino ver las contradicciones entre las declaraciones y apreciar que la opinión de la justicia y los periódicos—es decir, el discurso oficial—no ha podido abarcar todos los pormenores del caso y que la completa certidumbre no es posible, de modo que enseña que la tergiversación es innegable y, en alguna medida, inevitable dada la subjetividad de los 56 testimonios que abogan por intereses personales más que por la veracidad o la justicia. Sin embargo, con esta presentación polifacética Ibargüengoitia logra, por medio de la ficción, expresar una versión novelizada de acontecimientos verdaderos que pareciera ofrecer un documento más abarcador que retrata la multiplicidad de discursos, los cuales a través de su montaje ficcional el autor persigue desmontar. De este modo se podría concluir que la obra ficcional ofrece la posibilidad de crear una representación que incluye factores ignorados por el discurso oficial y que de tal manera se acerca más a una presentación profunda que desvela el sesgo inherente de los discursos explorados en Las muertas.

De modo que, al igual que los mitos de la primera novela sirven para montar un espacio quimérico vivo y a la vez evasivo, al tiempo que lo desmitifican, la incongruencia e incredibilidad del expediente que el narrador recopila sobre las Baladro (re)construye una realidad viva, monstruosa y abigarrada que a la vez se vuelve inasible y fantástica por su enmarañamiento. En virtud del análisis de la construcción del espacio mediante el mecanismo de la disparidad de discursos, primero analizaré los recursos narrativos de los que se vale

Ibargüengoitia y luego pasaré a armar el marco temático de Las muertas para finalmente sobre este marco explorar tres crímenes clave que revelan un procedimiento de encadenamiento y desencadenamiento por el que Ibargüengoitia monta la novela.

Recursos narrativos

Dentro de la novela apreciamos una recopilación de monólogos, es decir, testimonios, a modo de mosaico que hace brotar a ras de la narración una polifonía de voces que sólo dialogan entre sí mediante la complicidad del lector al armar las conexiones entre ellos que exige la presentación fragmentada del texto. De modo que la narración se construye a base de tres recursos principales: la heteroglosia (entiéndese pluralidad de voces), la fragmentación y el juego 57 realidad-ficción mediante la novelización de antecedentes cuyo origen radica en un caso verdaderamente acontecido. En la entrevista que hace con Margarita García Flores,

Ibargüengoitia reconoce esta construcción compleja que da importancia y singularidad a su texto:

“está contada desde muchos puntos de vista. Me costó bastante trabajo porque no va uno siguiendo la vida del narrador: cambio muchos tiempos y muchos tonos. Es la contraposición de varias cosas la que hace interesante la novela” (204). A partir de esta declaración Ibargüengoitia expone, por lo que a la heteroglosia se refiere, cómo el carear una colección de voces fomenta no sólo la revelación al lector de las múltiples perspectivas de éstas sino también facilita apreciar el contraste entre ellas.

Además, el autor opta por presentar estos testimonios no de manera cronológica ni ordenada sino de manera fragmentada. Con fragmentación me refiero al hecho de que, por un lado, el texto se divide en segmentos numerados dentro de los capítulos y, por otro lado, que la unidad narrativa se interrumpe y los testimonios se intercalan sólo habiendo una cohesión temática alrededor de algunos acontecimientos comunes a las declaraciones de las madrotas, sus cómplices y sus empleadas. Carol Clark D’Lugo en The Fragmented Novel in Mexico subraya que la fragmentación tiene el efecto en el lector de suscitar una reconstrucción personal de lo presentado en cualquier novela que la emplee:

The result of these strategies is a lack of orientation for readers. Because the text refuses to define the relationship among its parts, readers must take it upon themselves to fill the lacunae, to formulate the nexus among the segments, whether it be temporal, spatial, or thematic. Discourse produces disorientation; disorientation leads to action and awareness. (7)

De este modo Ibargüengoitia logra ganar una complicidad que concientiza al lector sobre la subjetividad entrañada en la investigación policiaca y el proceso jurídico, sugiriendo así la arbitrariedad subyacente en la representación del caso verdadero. 58

Con caso verdadero hago referencia a los crímenes que cometieron las hermanas

González Valenzuela en México durante los años 50 y 60 que quedan documentados en periódicos nacionales tales como Excélsior al igual que en revistas populares como Alarma!

(Clark 205-214). El caso fue muy sonado no solamente en los medios masivos de comunicación sino también en el ámbito literario, habiendo por lo menos otro libro escrito sobre él, “¡Las

Poquianchis!” de Elisa Robledo,21 y siendo mencionado en obras como La noche de Tlatelolco

de Elena Poniatowska.22 Para advertir al lector sobre este vínculo al comienzo de Las muertas

Ibargüengoitia incluye una nota que dice: “Algunos de los acontecimientos que aquí se narran

son reales. Todos los personajes son imaginarios” (7). En el artículo que publica Ibargüengoitia

en la revista Vuelta titulado “Memorias de novelas” indica los antecedentes de su novela y la

dudosa credibilidad que rodea el caso, aspecto que el autor manifiesta en su novela a través de la

presentación polifacética que da cuenta de una maraña de relatos contradictorios:

“Los acontecimientos” son el caso de las Poquianchis, uno de los más memorables en la historia criminal de México. Descubrir los datos no fue cosa fácil, porque sobre las mentiras que la prensa dijo y las verdades que olvidó decir se podría escribir otro libro más escandaloso que el que escribió. El expediente legal del juicio tiene más de mil hojas, tamaño oficio, escritas por las dos caras a renglón seguido. (34)

Por otro lado, a partir de esta cita Ibargüengoitia destaca el difícil proceso creativo que implica la

recreación de un caso que encierra tantas lagunas y poca inteligibilidad. Sin embargo, de ninguna

manera propone darle objetividad al caso a través de su novelización. Al contrario, resalta la

imposibilidad de la verosimilitud al emplear la fragmentación y elaborar su ficción sin una

preocupación por la correspondencia precisa o factible con el perfil de antecedentes en el que se

inspira su recreación.

21 Stella Clark analiza las diferencias estilísticas entre esta novela de Robledo cuyo aspecto es más “periodístico” o documental por lo que alega ofrecer una versión más “verídica” de los hechos. 22 En La noche de Tlatelolco aparece una carta cuya autoría se atribuye a “La Poquianchis mayor” en donde alienta a su hijo, quien es granadero, a seguir reprimiendo a estudiantes. Según una acotación en el libro de Poniatowska esta carta fue luego impresa como volante en una manifestación (64). 59

En la anteriormente mencionada entrevista que hace con García Flores, Ibargüengoitia explica sus métodos de elaboración que, a diferencia de novelas ejemplares de la corriente testimonial como A sangre fría23 las cuales tienden a preocuparse por darle un aspecto verídico

al texto, no persiguen un enfoque preciso en los datos reales:

¿Las muertas está hecha a partir del mismo procedimiento que A sangre fría? –Al contrario. En el caso de Truman Capote había ocho protagonistas, de los cuales seis estaban muertos y los otros dos iban a ser ahorcados. A Truman Capote le gustaban y los entrevistó por horas y días enteros y luego reconstruyó sus vidas. Yo hice lo contrario. A partir de unos cuantos datos periodísticos y de una investigación en el Juzgado, inventé los personajes, porque si llego a entrevistar a Las Poquianchis me mandan a la chingada. Es una investigación muy escueta y sobre eso está construida una novela. (cursivas del original, 203)

En este pasaje Ibargüengoitia devela su falta de preocupación en darle a su texto una semblanza

fiel a la realidad además del diálogo que entabla entre la realidad extraliteraria y la ficción en

donde hay una confluencia que deja que las dos categorías se confundan. La preocupación que

más bien alberga Ibargüengoitia y que lo impulsa a escribir la obra es una inquietud hacia el

espíritu problemático que se dio en los discursos policiacos y populares referentes al caso

verdadero que pudo apreciar: “…lo que ocurrió en San Francisco del Rincón en 1963 y 64, las

causas políticas del suceso, la manera en que fue presentado por los medios de difusión, el juicio

que se celebró y la manera en que el público entendió y recibió la noticia, me producen

repulsión” (“Memorias de novelas” 33). A partir de esta cita es evidente, como reconoce el autor,

que Las muertas ha sido influenciada por la susodicha repulsión y es muy probable que este

23 La tipificación de A sangre fría como una novela testimonio puede dar lugar a confusión, ya que en inglés esta novela se ha clasificado bajo los géneros de “non-fiction novel” o “New Journalism,” sin embargo, estos matices en las letras hispánicas se resumen generalmente bajo la categoría del género testimonial. Véase por ejemplo la aseveración de Juan Villoro sobre los logros de Capote: “En 1966, Capote renovó la novela testimonial con ‘A sangre fría’, exploración de la mente criminal. El éxito se convirtió en la peor amenaza de un cronista con tendencia a investigar en exceso la buena vida” (10). Para una explicación abarcadora de las amplias expresiones del género testimonial en español consúltese “La »novela-testimonio«—rasgos genéricos” de Hans Paschen, que detalla los procesos creativos y formales de los cuales consta la denominación de este género. 60 sentimiento haya repercutido en la presentación y la construcción peculiar (entiéndase fragmentación y careo novelizado) de la novela.

Para respaldar su explicación de esta elaboración vagamente basada en los hechos,

Ibargüengoitia en su artículo en Vuelta detalla los parecidos específicos y limitados que hay entre el caso real y su novela: “Un suceso semejante al ataque a la panadería que ocurre en el primer capítulo del libro aparece en las actas, lo mismo que el pasaje del segundo en el que las hermanas le piden al amante de una de ellas que las lleve, en su coche a dejar un cadáver en la carretera”

(34). Esta lista abarca algunas otras comparaciones entre las personas y los personajes y detalles

ínfimos que el autor remata al afirmar que “[c]asi todo lo demás que aparece en el libro es ficción” (“Memorias de novelas” 34). De nueva cuenta, Ibargüengoitia plantea un cuestionamiento de que la no ficción y la ficción como modos de representación se excluyan mutuamente, es decir, del mismo modo en que crea un espacio quimérico que fusiona antecedentes reales con su imaginación literaria, el autor genera una versión vivaz y polifacética de una historia de crímenes reales mediante su novelización. A base de estas revelaciones extratextuales el lector podrá reunir los referentes necesarios para acercarse al análisis que persigue el presente estudio: una exploración de la disparidad de discursos que ofrece el texto a partir de la heteroglosia y las dudas que este mecanismo plantea sobre la verosimilitud de los testimonios en la novela. En la realización de este análisis se pondrá de relieve un proceso de encadenamiento y desencadenamiento con respecto a los crímenes que, en virtud del esquema del juego mitificación-desmitificación de Ibargüengoitia, desglosará la sociedad de Las muertas para reconstruir con sus voces el espacio quimérico.

61

El marco temático de Las muertas

A pesar de la disparidad y la desorientación inherentes en Las muertas debido a la fragmentación y su raquítica cronología, la novela invita al lector a que reconstruya una secuencia alrededor de los rasgos mayores de la trama. Las muertas detalla la suerte de dos lenonas, Serafina y Arcángela Baladro, quienes a lo largo de su carrera como proxenetas cometen una serie de crímenes espeluznantes en contra de sus empleadas24 los cuales culminan

en su detención en enero de 1964. Las Baladro empiezan como dueñas de un solo burdel, la casa

del Molino en Pedrones, más tarde expandiendo el negocio al adquirir otro cabaret en San Pedro

de las Corrientes, el México Lindo, además de un tercero, el Casino del Danzón, en Concepción de Ruiz.25 El relato se narra mediante una exposición fragmentada de los testimonios de las

hermanas asesinas así como los de sus cómplices delictivos y empleadas. Conforme avanza la

novela el lector observa el ascenso y el ocaso de los negocios de las Baladro. Según el testimonio

de Eulalia Baladro de Pinto, la otra hermana de éstas, Arcángela se ve iniciada casualmente en el

negocio de la prostitución:

Mi hermana Arcángela llegó a ser dueña de un antro de vicio sin querer. Ella era prestamista, uno de los deudores no le pagó a tiempo y ella tuvo que quedarse con las propiedades, entre las que había una cantinita que estaba en las calles de Gómez Farías, en Pedrones. Durante meses anduvo buscándole administrador sin encontrar ninguno que saliera honrado, por lo que no le quedó más remedio que regentearla ella misma. Le fue tan bien que a la vuelta de dos años abrió la casa del Molino, que llegó a ser famosa en Pedrones. Años más tarde, gracias a la amistad que tuvo con un político del Estado de Mezcala, le dieron licencia de abrir un negocio en San Pedro de las Corrientes. (39)

24 Prefiero referirme a las mujeres traficadas y esclavizadas por las Baladro por los nombres que emplea el narrador de Las muertas: empleadas y muchachas. Esta decisión la tomo para ilustrar y conservar el tono distante que elige Ibargüengoitia en el que no existe un matiz moralista bajo la premisa de que la presentación de los hechos basta para el retrato de sus personajes (García Flores 203-204). 25 Pedrones y Concepción de Ruíz se encuentran en el Estado del Plan de Abajo mientras que San Pedro de las Corrientes se sitúa en el Estado de Mezcala. 62

Cuando Arcángela abre el segundo negocio se ve obligada a buscar a alguien que maneje la casa del Molino por lo que contacta a Eulalia. Eulalia se niega, disgustada al enterarse de la profesión de su hermana, y por consiguiente Arcángela se lo propone a Serafina, quien acepta sin reparos:

“Ella se quedó al frente de la casa del Molino y Arcángela se fue a vivir en San Pedro de las

Corrientes en donde abrió el México Lindo, que iba a ser el cabaret más famoso de esa ciudad”

(40).

Las hermanas gestionan fácil e impunemente esos dos burdeles principales durante varios años antes de adueñarse de su tercer local, el Casino del Danzón, en Concepción de Ruiz en febrero de 1961. El motivo inicial de poner este tercer local es ofrecer un sitio más discreto para aquellos clientes que precisan disimular su vicio. A Serafina se le ofrece una oportunidad a pocos días de conocer el pueblito y haber estado contemplando las ventajas de abrir un posible tercer negocio en dicho lugar: “No habían pasado ocho días de que conocí Concepción de Ruiz, cuando

Hermenegildo—el capitán Bedoya—fue a verme con la noticia de que acababa de encontrar un terreno que estaba ni mandado hacer para construir un negocio” (44). Cabe destacar que hasta este momento los burdeles de las Baladro han gozado del respaldo y la complicidad de la justicia tanto en el Estado de Plan de Abajo como en el Estado de Mezcala puesto que el ejercicio de la prostitución se permite bajo la ley vigente. Confiadas en esta protección las hermanas buscan la aprobación de su nuevo local en el gobierno antes de adquirirlo: “Antes de tomar determinación, las Baladro consultaron al licenciado Canales—un señor que tenía un puesto importante en el gobierno del Estado—sobre las dificultades que podría haber para obtener licencia de operar un nuevo negocio. Él contestó que ninguna” (45). La seguridad que les inspira este comentario hace que las Baladro acaben por comprar el terreno y se empeñen en montar el burdel más ambicioso de sus carreras, el Casino del Danzón. 63

Este burdel temático, con decorado submarino, se inaugura el 15 de septiembre de 1961 con una fiesta a la que las Baladro invitan a varios personajes importantes del gobierno regional.

Esta celebración representa el apogeo de su profesión y un momento crítico en la trama porque marca la pérdida del respaldo gubernamental de sus negocios y el comienzo de un naciente antagonismo entre ellas y la ley: “Las Baladro habían llegado a la cúspide de su carrera social, pero ellas no lo sabían, creían que todavía les quedaban muchas cimas por escalar” (49). Durante la ceremonia el representante legal de las Baladro, el licenciado Canales, presenta su propia versión del grito mezclando los vivas a los héroes de la patria con otros que exaltan a las

Baladro, lo cual es considerado un acto blasfemo por algunos de los allí presentes. Esta torpeza les cuesta a las Baladro el fundamento de su apoyo legal: “fueron con el chisme al Gobernador

Cabañas, quien inmediatamente retiró su amistad y quitó el empleo al licenciado Canales, cortando así el único apoyo que tenían las Baladro en el Palacio de Gobierno del Plan de Abajo”

(50). Poco a poco la base de corrupción que les ha brindado a las Baladro el poder de operar con facilidad sus casas de prostitución se va resquebrajando.

El tropiezo del grito es la gota que derrama el vaso: a los pocos meses de inaugurar el negocio la protección legal se les acaba cuando el gobernador Cabañas promulga la Ley de

Moralización del Plan de Abajo la cual condena la prostitución y manda clausurar todos los burdeles en el territorio estatal. Para entonces la única esperanza que les queda es trasladarse con sus mejores empleadas al México Lindo en San Pedro de las Corrientes, el cual se salva por estar radicado en Mezcala donde la prostitución sigue siendo legal. Durante una breve temporada su negocio vuelve a ser próspero hasta que ocurre un hecho de sangre que cambia su suerte. En diciembre de 1962 Humberto Paredes Baladro, el hijo de Arcángela Baladro que se dedica al narcotráfico, es víctima de una balacera debido a sus avances amorosos hacia Conchita Zamora 64 cuyos hermanos procuran protegerla de su amante criminal. Humberto, después de haber sido acribillado a balazos, baja las calles de San Pedro de las Corrientes gravemente herido hasta dar con el México Lindo. Entra en busca de auxilio y cae muerto en medio del antro dando lugar al escándalo y caos de los clientes y las empleadas. Tras esta tragedia la policía interroga a las empleadas, quienes en este momento no presentan queja alguna, e inspecciona el local.

Finalmente las autoridades deciden cerrar el negocio, no por violar ningún código legal relacionado con la trata de blancas, puesto que no existe ninguna ley vigente por el estilo en

Mezcala, sino por algo mucho más trivial:

[…] llegó el actuario con la notificación: se retiraba a Arcángela indefinidamente la licencia de operar el México Lindo, por no cumplir el local con lo dispuesto por el Reglamento de Salubridad del Estado de Mezcala: la ventana de los excusados de hombres tenía ochenta centímetros de ancho, en vez de uno veinte, como marca la ley. (cursivas del original, 66)

A partir de este momento las Baladro, ante la clausura de su último negocio legal, se encuentran en una encrucijada desesperante que las conduce a tomar la decisión que desencadena la serie de crímenes sangrientos que cometerán: “La solución que adoptaron fue ilegal pero sencillísima: salir de un burdel clausurado para entrar en otro burdel clausurado” (68).

La estancia secreta en el Casino del Danzón dura unos trece meses desde el 10 de diciembre de 196226 hasta mediados de enero de 1964 cuando el capitán Teódulo Cueto descubre

un cadáver en el corral del mismo inmueble, supuestamente clausurado, de las Baladro. Para

hacer su estadía más llevadera llegan a los extremos de pactar un acuerdo con la vecina para

robar parte de su corriente y abrir un boquete en su pared con el fin de facilitar la salida a la calle

(70-72). Al llevar a sus empleadas a vivir en encierro clandestino al Casino del Danzón las

Baladro fomentan un ambiente inmundo que da lugar a medidas cruentas en contra de las

muchachas tales como privarles de comida y encerrar a las que se portan mal bajo el juicio de las

26 Fecha en la que las autoridades expiden la susodicha orden de clausura del México Lindo. 65 hermanas. El testimonio de la Calavera, la ayudante de las Baladro, ejemplifica los maltratos que

éstas ejercen cuando alude al régimen avaro de alimentación al que sujetaban a las muchachas:

Todo cambió. Preguntó cuánto se estaba gastando. Quiso ver las cuentas. –Están tirando el dinero—dijo. Le dio por la economía. Un día le pareció mal que yo comprara nopales. –¿Si hay tantos en el cerro de balde, por qué los traes del mercado en donde cuestan dinero? […] Les tomó mala voluntad a las muchachas, porque no trabajaban. –Míralas—me dijo una vez que vio a unas que estaban lavando—. Parecen pájaros recién salidos del cascarón. Nomás abren la boca, esperando a que les den de comer. Todas las noches apuntaba en su libro lo que cada muchacha se comía. (74)

En este pasaje se traslucen las manías y la mentalidad criminal de Arcángela, según las cuales sus intentos de controlar los costos del mantenimiento de las muchachas hambreándolas se traduce en la cosificación de sus empleadas al demostrar una conversión de sus necesidades fisiológicas en un estorbo para la economía del bolsillo de su patrona.

Aunque la deshumanización de las muchachas por parte de las Baladro no es novedad— la trata de blancas supone ya una fuerte dimensión deshumanizante—es durante esta etapa cuando ellas empiezan a buscar deshacerse de sus empleadas a toda costa. Por otro lado, la privación siembra la desesperación generalizada entre las muchachas prisioneras ocasionando que ellas también se agredan. Ahí surgen una serie de asesinatos, muertes “accidentales” e inhumaciones clandestinas que constituyen el meollo criminal de la novela. Este meollo consta de relaciones víctima-victimario confusas que hacen que los grados de culpabilidad se empañen y que los acontecimientos cobren una profusión de matices: hay pleitos entre las empleadas mismas, asaltos por parte de las empleadas a sus patronas, maltratos que desafían el sentido común y rayan en el descuido banal, sólo por mencionar algunos esquemas criminales mayores que se dan en los relatos. La narración de todos estos hechos pone en duda la intencionalidad 66 criminal de ciertos partidos involucrados así como la participación de sus cómplices, supuestos o auténticos, en actos que, en algunos casos, inicialmente no aparentan ser delictivos.

La complejidad de los hechos y de las relaciones víctima-victimario culminan a la hora de los implicados hacer sus declaraciones, en las cuales se encuentra una multitud de tergiversaciones: por ejemplo, la muerte de Evelia y Feliza, quienes en una riña se caen fatalmente sin querer del balcón interior del Casino del Danzón, la cual en la distorsión de las declaraciones al final es atribuida como homicidio a las Baladro. Por otro lado está la enfermedad de Blanca y el “remedio” casero fracasado que ocasiona su muerte, que retrata la mentalidad banal y el descuido de las hermanas y sus cómplices. En las sentencias, este caso se interpreta y condena como “un homicidio por irresponsabilidad” lo cual refleja el susodicho perfil frívolo de los criminales. Es más, en las declaraciones, las muchachas atribuyen la muerte de Blanca a la Coca-cola que le dio de beber la Calavera—cuando en realidad se la dio Feliza— en vez de las planchas calientes con las que la quemaron viva la Calavera y sus ayudantes. Esto sólo por mencionar algunos casos.

A partir de este cuadro, está claro que captar la complejidad plena de los acontecimientos referidos en la novela sería cuestión de reunir todos como conjunto. A pesar de esta desafiante resistencia por parte del texto a ser desenmarañado, para los alcances de este estudio me enfocaré en tres crímenes clave para poder analizar aquellos elementos narrativos que les infunden a los acontecimientos cierto grado de disparidad, incongruencia o contradicción a través de la enunciación múltiple, es decir, la heteroglosia. Una vez revelada esta disparidad la analizaré como el mecanismo por el cual Ibargüengoitia vuelve a construir su espacio quimérico en Las muertas, novela en la que el autor emplea la polifonía de perspectivas—entiéndase testimonios y declaraciones—sobre los crímenes para retratar cómo la interpretación social de estos 67 acontecimientos cruentos define y delimita el espacio de la misma sociedad retratada en ella.

Dichos tres hechos esenciales son los siguientes: el asalto a la panadería de Simón Corona, los fusilamientos en el rancho Los Ángeles y la muerte de Rosa.

La disparidad discursiva en tres crímenes clave

El asalto a la panadería

El asalto a la panadería es el crimen que encabeza la lista de crímenes que abarca este estudio no por casualidad sino porque también es el punto de partida para desenmarañar la serie de crímenes entretejidos que se cuenta en Las muertas. De hecho, el asalto a la panadería es el crimen que sirve de eje para unir temática y cronológicamente el comienzo y el desenlace de la novela. El capítulo 1 detalla el atentado desde la perspectiva de los agresores (Serafina, el capitán Bedoya, el Valiente Nicolás y el Escalera) e incluye también la entrevista inicial entre la policía y las víctimas (Simón Corona y su ayudante, la señorita Aldaco). Luego el penúltimo capítulo, el 16, retoma este hilo para describir en más detalle las declaraciones de Simón Corona a la policía y su señalamiento de Serafina como culpable del asalto; estas declaraciones de

Corona impulsan la investigación que destapa todos los demás crímenes y desencadena la captura de las Baladro y sus cómplices. De modo que la interrelación y cercanía de los crímenes es tal que representan una cadena que, una vez desenterrado su primer eslabón—el asalto a la panadería—, cuando más se tira de ella, más crímenes se descubren por lo que es imposible desvincular totalmente los unos de los otros. Debido a este encadenamiento, esta exploración del asalto a la panadería será un ambulante desencadenamiento que serpentea por los crímenes enmarañados, lo que nos llevará a entender las consecuencias cabales de este episodio.

El origen de este crimen está en una venganza que Serafina Baladro tiene pensada ejercer desde hace tres años del ataque a la panadería—que ocurre a principios de enero de 1964— 68 debido a una desilusión amorosa que le ha causado Simón Corona al dejarla abandonada en

Acapulco en 1960 cuando ella le confiesa que por años ha mandado soldados a retenerlo cada vez que éste ha querido separarse de ella. Simón Corona, en su primera entrevista con la policía, describe su relación amorosa con Serafina como turbulenta e inestable:

¿Qué cuál podía ser el motivo de la citada señora…, etc.? R: Que le daba vergüenza confesarlo, pero que en el pasado había vivido en varias épocas con la señora Baladro—“a veces estábamos juntos y a veces nos separábamos, porque ella tenía un carácter muy difícil”—, hasta que la abandonó definitivamente durante un viaje que hicieron los dos a Acapulco, por haber comprendido entonces que ella no era digna de su amor. Este abandono le produjo a ella un rencor tan grande que la hizo buscarlo tres años hasta encontrarlo. (13)

En otras declaraciones Simón especifica la cronología de su relación con Serafina, diciendo que la conoce en 1952 y que vive con ella durante tres épocas en Pedrones: de 1952 a 1954, de 1957 a 1958 y durante seis meses en 1960. Esta etapa final culmina con su viaje a Acapulco en donde abandona a Serafina por última vez (22-23). Entre la fecha desconocida de esta deserción en

1960 y el asalto cometido a principios de enero de 1964, Serafina idea y maquina la venganza mientras vive una serie de eventos tangenciales que la desvían de esta desilusión central pero los cuales producen factores que finalmente vuelven a reavivar sus deseos vengativos. En febrero de

1961 Serafina conoce al capitán Bedoya a quien ella inicialmente contrata para comprar una pistola e instruirla sobre su uso con el fin de ejercer su venganza. Sin embargo, el capitán se convierte en su nuevo amante y termina por suavizar su ira hasta que en diciembre de 1963, en un viaje que hacen juntos ella y el capitán a la ciudad de Mezcala, Serafina cree toparse con

Simón al ver una silueta que le da mala espina, alucinación que vuelve a desatar su cólera y la conduce a por fin ejercer su venganza en forma del asalto a la panadería (36-38, 128-130). Con este contexto el lector empieza a percatarse de que alrededor de cada hecho criminal la narración reúne una plétora de datos pormenorizados que vienen a construir un trasfondo complicado 69 detrás de las acciones delictivas el cual destaca las relaciones entre los personajes y las discrepancias resultantes de la presentación de todas sus voces.

El asalto en sí consiste en un viaje que hacen Serafina, el capitán Bedoya, el Valiente

Nicolás y el Escalera al Salto de la Tuxpana en el Estado de Mezcala con armas de alto calibre y gasolina para incendiar la panadería de Simón Corona. Llegan a la ciudad y preguntan por las panaderías hasta dar con la que buscan. Una vez que la encuentran entran Serafina y el Valiente

Nicolás disparando ráfagas hacia el fondo de la panadería donde están parados Simón Corona y la señorita Aldaco. Después de este paso el Valiente riega gasolina por el piso y lanza un cerillo encendido sobre el charco de combustible para quemar vivas a las víctimas. Las víctimas salen casi completamente ilesas del atentado y le cuentan al Ministerio Público sus versiones de los sucesos (11-13). Después estas declaraciones se yuxtaponen con las de los criminales que aparecen al final de la novela. A partir de las varias declaraciones que aparecen en torno al asalto se pone de relieve una contraposición de significados y explicaciones que dan lugar a una disparidad discursiva que no necesariamente enturbia los hechos sino que subraya la subjetivización y distorsión de lo ocurrido por los testimonios de los criminales y las víctimas.

Para ilustrar el contraste entre las versiones, examinemos por ejemplo las declaraciones de los asaltantes durante el juicio, las cuales, cabe señalar, conocemos no directamente sino mediante la reconstrucción del narrador cuyas palabras en algunas ocasiones aparecen entre paréntesis para destacar su ajenidad y supuesta imparcialidad con respecto a los testimonios de los demás personajes:

(Durante el juicio, el capitán Bedoya sostuvo que el viaje al Salto de la Tuxpana tuvo por finalidad ‘darle un buen susto’ a Simón Corona, no matarlo, como hubiera podido pensarse a juzgar por la cantidad de disparos con armas de calibres letales que Serafina y el Valiente Nicolás hicieron hacia el interior de la panadería. La declaración del Valiente concuerda con la del capitán: dijo ser gran tirador, que no hubiera tenido dificultad en atinarles a los dos que estaban echados en el piso, detrás del mostrador. Serafina, en 70

cambio, a la pregunta del juez “¿cree usted que este hombre—Simón Corona—merecía la muerte por dejarla en una esquina esperándolo, cuando no tenía intención de regresar”, contestó que sí y después confesó que al pararse en la puerta de la panadería, disparó contra los cuerpos, pero que la pistola calibre .45 “no la obedeció”.) (130)

En este pasaje se evidencia la falta de credibilidad planteada por la yuxtaposición de los testimonios y la mediación del narrador. Si bien el lector puede discernir la (in)verosimilitud de los testimonios gracias a la narración múltiple, también es evidente que la justicia no comparte esta visión omnisciente que permite captar una verdad más plena de lo sucedido.

Para poder develar la incongruencia de los discursos policiacos y la carencia de un discurso que pueda aportar una verdad única, la novela subraya que la justicia debe mediar con los sospechosos y pasar por un sistema burocrático donde abunda el chantaje y la corrupción. Es más, una vez delatadas las Baladro, surgen una cantidad de crímenes tangenciales vinculados al principal que hacen que algunas víctimas pasen a ser consideradas criminales debido a la extensión de la criminalidad del caso y la interrelación entre los sujetos involucrados. Por ejemplo cuando Simón Corona se entrevista por primera vez con la policía y acusa a Serafina como sospechosa principal, su testimonio se traspapela varios días en las oficinas sólo para ser respondido con una orden que lo chantajea e incrimina:

“Examine de nuevo al declarante y averigüe si en compañía de la acusada Serafina Baladro llevó a cabo en 1960 una inhumación clandestina.” En la segunda entrevista con el agente del Ministerio Público, Simón Corona quiso, antes de declarar, que le explicaran varias cosas: si era obligatorio o voluntario dar la información que se le estaba pidiendo […] Satisfecho con estas respuestas, Simón Corona relató al agente del Ministerio Público el caso de Ernestina, Helda o Elena. El agente leyó el acta que se levantó, el declarante no puso objeción a lo contenido en ella y firmó al pie de conformidad. Esta firma le costó seis años de cárcel. (comillas del original, 14)

Este pasaje ilustra la complejidad, el enmarañamiento y el alcance de los crímenes detallados en

Las muertas donde la revelación de un crimen descubre otro a la vez que comprueba la poca credibilidad inherente a un caso en donde las víctimas se confunden con los criminales. Además, 71 atando algunos cabos de algunos pasajes a alturas más avanzadas de la novela27 el lector puede observar el extenso chantaje que subyace en el caso al intuir este acto como una jugada de

Serafina para ganar tiempo y vengarse de Simón en otro sentido habiendo fracasado con su primer intento.

Mediante la presentación heterogénea de declaraciones y narraciones pertinentes al asalto

a la panadería y la consecuente investigación que deja al descubierto los asesinatos, se da a

conocer la complicidad y corrupción en los cuerpos policiacos que dificulta la revelación de los

crímenes. Cuando el inspector Teódulo Cueto recibe la orden de aprehensión en contra de

Serafina en vez de emprenderla de inmediato decide primero darle una pista al capitán Bedoya,

pues en un principio cree que no hay mayor profundidad tras los delitos de Serafina:

Lo primero que hizo el inspector al recibir esta orden fue entrevistarse con el capitán Bedoya en la cantina del hotel Gómez. El inspector Cueto niega haber tenido esta entrevista. El capitán Bedoya, en cambio, describe lo que se dijo en ella de la manera siguiente: Me dijo que me avisaba que le había llegado orden de aprehender a Serafina, por lo que era prudente que ella pusiera sobre aviso a su abogado. (131)

Esta entrevista secreta comprueba una complicidad por parte de la policía con las lenonas y sus

colaboradores en lo referente a la trata de blancas y el ataque a la panadería. Sin embargo, hay

que recordar que hasta este momento la policía ignora que las Baladro sean asesinas; el episodio

de la panadería termina por develar las mujeres que han asesinado y las demás a las que han

retenido en la clandestinidad.

Tras la entrevista, el capitán les avisa a las Baladro de las acusaciones en su contra y de

inmediato empiezan a desalojar el Casino del Danzón para irse al rancho Los Ángeles. El

inspector Cueto junto con tres policías y un actuario se dirigen al Casino del Danzón para hacer

un primer allanamiento sin resultado alguno. Después de realizar esta operación pasan al rancho

27 A mi parecer hay bastante información como para hacer estas inferencias en el capítulo 16 donde se detalla el traspapeleo, la burocracia y el chantaje que abunda en el proceso policiaco y legal (131-137). 72

Los Ángeles donde encuentran a las hermanas, momento en el que Arcángela intenta sobornar al inspector:

—Le doy diez mil pesos por decir que no encuentra a mi hermana en ninguna parte. No se sabe lo que el inspector contestó. (Las Baladro nunca dijeron ofrecerle dinero o habérselo entregado.) Esa noche el inspector escribió un parte que mandó a la Jefatura en el que dice haber roto los sellos del Casino del Danzón, inspeccionado el interior y visitado el rancho Los Ángeles, “sin haber encontrado a la persona que se busca”. El tono de este documento es definitivo. El que lo lee ignorando la historia podría suponer que allí terminó la pesquisa. (133)

Mediante esta exposición de una investigación adulterada y manipulada la novela cuestiona la posibilidad de dar a conocer una versión verídica del caso a la prensa o a la justicia además de plantear dudas sobre la eficacia y credibilidad de la justicia en un caso tan contaminado por mordidas y vistas gordas.

Para respaldar este cinismo e incongruencia el narrador detalla el siguiente paso del inspector con una de las pocas recriminaciones que hace a lo largo de la novela: “Conviene notar que los motivos que tuvo el inspector Cueto para regresar al Casino son tan oscuros como los que tuvo para advertirle al capitán Bedoya que estaba a punto de hacer una aprehensión” (134).

Como se indica en la cita siguiente, el inspector Cueto decide volver a inspeccionar el Casino del

Danzón debido a la mala corazonada que le da el ofrecimiento exorbitante de Arcángela: “El tamaño de la suma que me ofrecía la señora Arcángela era tan grande que me hizo sospechar que lo que tenían las señoras Baladro en la conciencia era un delito más grave que la balacera en el

Salto de la Tuxpana” (134). Este segundo allanamiento es clave porque durante su transcurso el inspector se topa, por su poca profundidad, con la fosa clandestina en el corral del burdel donde las Baladro y Ticho han enterrado a Blanca. Sin embargo, el narrador se niega a atribuirle protagonismo o intención justiciera al inspector, insinuando que el descubrimiento de la mano de

Blanca se da por casualidad: 73

Es posible que haya aceptado los diez mil pesos que le ofreció Arcángela, no por cerrar el caso indefinidamente, sino por darles a ellas dos días de delantera. Es posible también que el inspector haya cambiado de opinión en determinado punto de la investigación—cuando encontró en el corral la mano de Blanca, por ejemplo—y decidió apresurar la operación y efectuar la captura. Las Baladro hubieran necesitado otras veinticuatro horas para ponerse a salvo. Hay que admitir que esta posibilidad no explica que el inspector haya descubierto el cadáver de Blanca en su segunda visita al Casino del Danzón, lo cual, parece, ocurrió por pura casualidad. (137)

De este modo Ibargüengoitia plantea la crítica más siniestra y central de la novela: que la justicia a fin de cuentas no es una institución socialmente comprometida que funciona a base del raciocinio y la lógica sino una fuerza caprichosa y azarosa que está más sujeta a la casualidad que al buen desempeño de sus organismos. A la misma vez con este episodio el autor sugiere algo igual de espeluznante: que sin haberse fortuitamente descubierto la fosa de Blanca las hermanas Baladro hubieran salido casi impunes de este encuentro con los elementos policiacos.

Por otro lado, el lector observa cómo la pista acertada del caso del asalto a la panadería desata la maraña de crímenes y devela el núcleo delictivo que da lugar a una disparidad discursiva entre las declaraciones finales y los testimonios contenidos en la narración fragmentada de los eventos que ha leído hasta este momento.

De ahí se deduce la centralidad de la heteroglosia en la creación de la disparidad de discursos y la incongruencia en la novela lo cual, si tenemos en cuenta la relación que el texto tiene con el caso real, se puede interpretar como una parodia de las formas sensacionalistas y dizque fidedignas en las que se escribía sobre el caso verdadero. Esta contraposición esencial entre todas las voces que se exponen en la novela, y sobre todo las discrepancias que surgen entre los relatos antes y después de la detención de las Baladro, serán el punto de partida para acercarnos a los demás crímenes que respaldarán y concretarán la disparidad y la falta de verosimilitud que Ibargüengoitia le infunde a su texto para presentar una crítica social mediante 74 este retrato literario de un caso delictivo verdaderamente ocurrido y la problemática social que ocasionó. Del mismo modo la heteroglosia expone la esencial interrelación de los crímenes, no solamente entre sí, sino también con la plétora de aspectos sociales, geográficos, históricos y políticos que los rodea, la cual construye el perfil caótico y monstruoso del espacio quimérico de los estados del Plan de Abajo y Mezcala, proceso ilustrado y reflejado por el presente recorrido ambulante y desordenado del asalto a la panadería.

Los fusilamientos en el rancho Los Ángeles

Otro factor que contribuye a la creciente disparidad discursiva en torno al caso de las

Baladro es el hecho de que ellas aparecen como autoras intelectuales y no físicas de muchos de los crímenes que suceden en la novela. Esta relación entre ellas y los lacayos que llevan a cabo sus intenciones da lugar a una culpabilidad que sus cómplices se niegan a asumir puesto que

éstos interpretan sus actos como un cumplimiento de órdenes. El ejemplo más claro de este fenómeno son el encarcelamiento y los fusilamientos que Teófilo Pinto realiza en el rancho Los

Ángeles: “Una de las partes oscuras de esta historia es que dos personas tan orgullosas de su honorabilidad como el matrimonio Pinto hayan accedido a servir de carceleros, sin oponer la menor resistencia” (118). Acordémonos de los antecedentes de este episodio: durante el curso de la novela, después de que los negocios de las Baladro quedan clausurados, las hermanas deciden comprar un rancho, supuestamente para dedicarse a la agricultura, e invitan a su hermana Eulalia y su esposo Teófilo a encargarse de su nueva empresa (76-79). Con el tiempo este rancho se convierte en la cárcel y el panteón particular de las Baladro quienes aprovechan el sitio para mandar encerrar a sus empleadas bajo régimen de castigo así como para enterrar a las mujeres que, bajo la perspectiva de las hermanas, se les mueren casualmente. 75

Los antecedentes específicos del presente crimen son los siguientes: cuatro de las muchachas intentan enterrar viva a otra empleada de las Baladro, Marta Henríquez Dorantes, quien es una de las pocas que tiene el privilegio de salir a comprar al mercado durante la época en la que viven en clandestinidad en el Casino del Danzón (113-114). Como respuesta a esta

“insubordinación” las Baladro deciden llevarlas a encerrar al rancho Los Ángeles, tarea que les encargan a su hermana y su cuñado bajo órdenes cruentas y estrictas. Teófilo relata así las instrucciones que le da Arcángela: “Arcángela me dio varios consejos: —Tenlas encerradas.

Dales de comer lo que quieras. Si ves que alguna se quiere escapar, sacas la carabina y le das un tiro” (117). Arcángela inicialmente les entregó la carabina aludida a Teófilo y Eulalia con la premisa de usarla para cuidar vacas, de las que no hay en el rancho, dato que contribuye a la confusión sobre la premeditación de estos crímenes.

No obstante, el rasgo principal a destacar de este crimen es la obediencia ciega con la que el matrimonio cumple con la orden de las Baladro, lo cual se trasluce en las explicaciones que

Teófilo les da a las muchachas sobre su encierro: “—Entre ustedes y nosotros no hay enemistad ni pleito. Ustedes están pasando unos días aquí porque ésa fue la orden que dio doña Arcángela.

La otra orden que dio es que no las dejara irse” (119). El compromiso con el que actúa es de tal grado que también les dice que las mantendrá encerradas la duración de tiempo que las Baladro le pidan: “Una de las mujeres se atrevió a preguntar cuánto tiempo habían de estar encerradas, a lo que Teófilo contestó: —El que doña Arcángela disponga” (119). El matrimonio cuida a las mujeres durante tres semanas hasta que un día, cuando las deja salir para hacer sus necesidades como acostumbran hacer todas las mañanas, las mujeres emprenden la fuga. Mientras las mujeres empiezan a correr por el barbecho, Eulalia busca la carabina para su marido, quien no titubea en cumplir con las órdenes que las Baladro le han dado: “La que había entrado en la casa 76 y ha vuelto a salir le entrega a la que acaba de llegar del tejabán un objeto que ésta coge con las dos manos. Esta figura, erguida, se queda inmóvil un momento. No se ve ni el fogonazo ni el humo” (120-121). Esta falta de autonomía y subordinación absoluta son la perdición del matrimonio Pinto y la causa de dos asesinatos, además de una demostración de los efectos de la narración heterogénea y fragmentada: comprueban la profundidad de la trivialidad del mal que se retrata en Las muertas donde los culpables actúan sin siquiera pensar que su conducta es criminal.

Del mismo modo una serie de contradicciones empieza a generarse cuando Arcángela alega que nunca le ha dado la orden a Teófilo de dispararles a las muchachas en caso de que

éstas se fugaran. Por ejemplo, cuando Ticho—el peón por excelencia de las Baladro, quien realiza la mayoría del trabajo duro que requieren—va a avisarle a Arcángela sobre la fuga fracasada y los asesinatos cometidos, Arcángela niega haberle mandado que les disparara:

Ella no admitió, ni entonces ni después, ni admite ahora, haber pronunciado la palabra “carabina” en relación con las cuatro mujeres que llevó al rancho Los Ángeles. —Le dije que las cuidara, que las atendiera, que no dejara que se fueran, pero no que las balaceara. En la actualidad se refiere a Teófilo invariablemente como “el pendejo de mi cuñado”. (122)

Aunque pareciera que no queda misterio para el lector en cuanto a la falsedad de esta declaración porque percibe directamente los testimonios desde todos los puntos de vista, esta omnisciencia artificiosa también es la que le permite entender la disparidad que se genera entre los discursos sustentados por los personajes debido a dichas declaraciones contradictorias. Para colmo, puesto que la conversación entre Teófilo y Arcángela es privada, no hay manera de que los demás personajes ni la justicia puedan comprobar quién declara sinceramente: “Conviene advertir que ni el Escalera, que fue quien llevó a las mujeres al rancho, ni Eulalia, que salió con Teófilo al 77 encuentro del coche cuando éste se quedó atascado, oyeron a Arcángela hablar de la carabina”

(122).

Para contrastar la perspectiva del lector con la de los personajes, el narrador le recuerda al lector la supuesta realidad que entiende gracias al cotejo de las voces que él ha recopilado: “El resultado es el mismo: Arcángela dio a Teófilo la carabina, llevó a las mujeres al rancho, y

Teófilo, sintiendo que así cumplía una orden que Arcángela le había dado, disparó sobre ellas”

(122). Sin embargo, cabe recordar la situación privilegiada del narrador que se coloca más allá de los discursos que critica, por lo que esta aserción se podría considerar capciosa, pues por un lado descarta la credibilidad de los testimonios y por otro pretende ofrecer una objetividad al destacar la primacía de los hechos—“el resultado.” Así Ibargüengoitia logra infundir en el lector una sensación contradictoria: la seguridad de que entiende lo que ha pasado a la vez de la sospecha retrospectiva sobre la credibilidad de los testimonios de Arcángela y de Teófilo que ha leído.

Al final, el texto demuestra que la última palabra la tiene el juez cuando, a la hora de formar juicio sobre el matrimonio Pinto, no vacila en dejarles caer el máximo peso de la ley: “a

Teófilo Pinto, veinte años, por dos homicidios en primer grado; a Eulalia, su esposa, quince años, por descolgar la carabina de la pared y entregársela a su marido” (145). Esta sentencia demuestra que, aunque la justicia ha podido castigar los actos delictivos, no está desprovista de cierta arbitrariedad e incongruencia al no distinguir considerablemente los actos de Teófilo, el asesino de hecho, de los de su esposa, ni tampoco diferenciar la autoría física de Téofilo de la autoría intelectual de las Baladro en este crimen. Con el siguiente caso se verá que esta desviación e incongruencia aumentan cuando fragmentos esenciales de los acontecimientos se quedan relegados al silencio o manipulados para traspasar de otros crímenes. 78

La muerte de Rosa

El episodio que se desarrolla en torno a la muerte de Rosa comprueba, de nueva cuenta, la tergiversación de la verdad en los testimonios de los involucrados, asimismo subrayando la lejanía entre los hechos y la sentencia del culpable. El narrador presenta a Rosa de la siguiente manera:

Rosa aparece en el Padrón Antivenéreo de San Pedro de las Corrientes con los nombres sucesivos de Margarita Rosa, Rosa de las Nieves y María del Rosal. En el burdel le decían Rosa a secas. Tuvo fama de obediente. […] La otra fama que tenía Rosa era de delatora—rajona—. (107-108)

Siguen descripciones sobre la impopularidad de Rosa entre los clientes y las deudas que acumula con Arcángela debido a sus pocos ingresos. En resumen, para las demás empleadas y las

Baladro, Rosa termina por ser un estorbo, para las primeras por no ser de fiar y para las últimas por poca productiva. Su única salvación parece ser la utilidad que las hermanas le encuentran a su lealtad: “Las Baladro soportaron a Rosa diez años y medio, en parte por obediente, en parte por delatora, pero sobre todo, porque no lograron deshacerse de ella. […] Por fin las Baladro se resignaron y la usaban para ahuyentar clientes molestos o insolventes” (108). Este trasfondo de antipatía y prejuicios en contra de Rosa predispone la suerte que le depara los abusos que sufre.

El inicio del episodio de Rosa surge poco después de la clausura de los negocios de las

Baladro cuando las hermanas y las muchachas recién se instalan clandestinamente en el Casino del Danzón. Durante la temporada de la estancia secreta en el Casino, las Baladro sólo les permiten a dos mujeres salir al mercado con la Calavera, entre ellas Rosa. Esta privación provoca un complot de fuga por parte de cuatro empleadas:

Aurora Bautista, una de las mujeres que vivían en el Casino del Danzón, al conversar con María del Carmen y enterarse de que excepto las dos que salían con la Calavera, ninguna iba a poder salir a la calle, decidió escapar del burdel. Expuso su idea a tres de sus amigas y ellas estuvieron de acuerdo en acompañarla. (109)

79

En un principio las mujeres emprenden esta fuga sin que venga a cuento rencor alguno hacia

Rosa, sin embargo, la tarde en que ellas planean su fuga, Rosa comete la desventura de dar un paseo por el pasillo fuera de sus cuartos: “La perdición de Rosa fue caminar por el corredor que daba a los cuartos a hora en que no debía” (109). Mientras las prófugas en potencia contemplan sus opciones para llevar a cabo la operación escuchan pisadas fuera del cuarto. Una de ellas, Luz

María, se asoma a la puerta y ve a Rosa caminando por el pasillo, observación que lleva a las mujeres a hacer suposiciones sobre si las ha escuchado: “Las mujeres estuvieron un rato sopesando la posibilidad de que Rosa pudiera haberlas oído, pero llegaron a la conclusión de que no era probable. Sin embargo, en vista de este incidente ambiguo, decidieron adelantar la partida y fugarse esa misma noche” (110). En este momento Rosa todavía está a salvo de la condenación de las fugitivas, sin embargo, hay que aclarar que durante la reunión que han tenido las mujeres propusieron usar la escalera de mano de Ticho para realizar su huida. Cuando por la noche bajan por la escalera y ven que la escalera de mano no se encuentra en su sitio habitual cambian de idea sobre la posibilidad de que Rosa las haya delatado: “Salieron de la covacha desconcertadas y se reunieron en la cocina a oscuras. Allí tuvieron una conferencia en voz baja. Llegaron a la conclusión de que Rosa las había delatado. Esto las enfureció” (110). Las consecuencias de la conclusión a la que llegan las fugitivas fracasadas son graves: en vigor de su rabia por la supuesta delación de Rosa, las muchachas suben a su recámara para darle una golpiza severa que la deja semiinconsciente y tullida. Esta decisión se toma bajo una mala interpretación que se debe a varios factores: la incertidumbre producida por la presencia de Rosa fuera de su cuarto, la casualidad de que la escalera no estuviera en su lugar y el recelo que tienen las muchachas por la fama de delatora de Rosa. 80

La incoherencia que rodea el caso de Rosa aumenta debido a las lagunas que hay sobre los eventos que han ocurrido y la resistencia a confesar por parte de las agresoras:

No se sabe si Rosa despertó cuando las otras encendieron la luz, cuando la descobijaron o cuando empezaron a golpearla. Ni siquiera se sabe si las que la atacaron encendieron la luz o si la golpearon a oscuras. Tampoco se sabe si el miedo hizo enmudecer a Rosa, si las atacantes le impidieron gritar o si gritó con todas sus fuerzas y nadie la oyó. (111)

Las Baladro, quienes quieren castigar este “acto de insubordinación,” buscan desesperadamente una manera de enterarse de quiénes son los culpables de esta agresión. Rosa, quien está atontada por el ataque, no sabe decir quiénes son sus asaltantes:

Rosa no supo—o no quiso—decir quiénes la habían atacado. Las Baladro, que habían decidido castigar severamente aquel ‘desorden’, no sabían a quién atribuir el asalto—lo que indica que Rosa no había denunciado la fuga proyectada y que la escalera de mano no había estado en su sitio por casualidad—y no hallaban qué hacer para descubrir a las culpables. (111)

Como bien subraya el narrador el hecho de que Rosa no sepa la identidad de sus agresores indica que no es posible que ella haya escuchado la conversión de las mujeres que la han golpeado. Sin embargo, este detalle es una verdad conocible sólo para Rosa, sus asaltantes y el narrador (y por consiguiente el lector). Es importante destacar que debido al silencio de Rosa al respecto, las

Baladro, aunque sí descubren la culpabilidad de las cuatro mujeres que han golpeado a Rosa, nunca llegan a saber del intento fallido de fuga de las muchachas.

Como es de esperarse, este crimen desencadena otra serie de agresiones, empezando por el artificio que las Baladro efectúan para descubrir la identidad de las atacantes. El capitán

Bedoya les sugiere una estratagema para que las culpables se pongan en evidencia: hacer que todas las mujeres del Casino sostengan piedras durante un tiempo indeterminado y darles varazos a aquellas que suelten las piedras hasta que confiesen las culpables. Al cabo de quince minutos, confiesan Aurora Bautista, Luz María, María del Carmen y Socorro, por lo cual reciben un castigo adicional en el que tienen que golpearse las unas a las otras (111-113). Como última 81 medida las Baladro deciden encerrarlas a cada una en su cuarto. Este encierro es contemporáneo al encarcelamiento en el rancho Los Ángeles de las otras cuatro mujeres que atacan a Marta.

Durante tres semanas las mujeres siguen castigadas y Rosa, inmovilizada: “Rosa, que seguía enferma; sin poder moverse, estaba relativamente bien atendida, en su cama” (124). Cuando regresan las dos mujeres sobrevivientes del rancho Los Ángeles, Arcángela decide reducir la sentencia de las cuatro que han agredido a Rosa, permitiéndoles salir durante el día pero disponiendo que la Calavera las vuelva a encerrar durante la noche (125). Esta libertad a medias les produce un rencor que las conduce a cometer una nueva agresión, esta vez en contra de la

Calavera: “Parece que este acto, de cerrar un candado en las noches y de volver a abrirlo por la mañana, valió a la Calavera la enemistad de las encerradas” (125).

Un día las muchachas sorprenden y rodean a la Calavera en la cocina y la empiezan a agredir con utensilios con el fin de hacerle perder la consciencia para, según el narrador, poderla llevar al excusado: “Todo parece indicar que la intención de las cuatro mujeres fue hacerle a la

Calavera lo mismo que las otras cuatro habían tratado de hacerle a Marta: echarla por el excusado viejo y enterrarla viva” (126). Arcángela las descubre in flagrante camino al excusado y por consiguiente ella y el capitán vuelven a aplicarles el castigo de obligarlas a que se golpeen mutuamente. La importancia de este episodio no reside únicamente en la crueldad del castigo o de los actos de las mujeres en contra de la Calavera sino también y sobre todo en la discrepancia que hay entre esta versión de los hechos, que el lector conoce gracias a la narración múltiple, y la ausencia de estos eventos en las declaraciones finales: “No hay referencia en el expediente al intento que hicieron cuatro mujeres de enterrar viva a la Calavera en el excusado viejo” (142). La omisión de esta información viene a demostrar la disparidad de discursos que encierra el caso y 82 la imposibilidad de que la justicia conozca una verdad abarcadora en un caso lleno de lagunas y carente de credibilidad.

El desenlace del caso de Rosa es espeluznante no sólo por su lamentable defunción sino también por las malas interpretaciones de su muerte que conducen a sentencias fundamentadas en testimonios disparejos y, en algunos casos, tergiversados. Cuando el capitán Bedoya les avisa a las Baladro de la orden de captura en contra de Serafina y éstas se ven obligadas a abandonar el

Casino del Danzón, llevan a todas las muchachas, incluyendo a Rosa—todavía enferma—, al rancho Los Ángeles. Mientras pasan la noche en el rancho Rosa se pone peor por lo que la

Calavera intenta curarla, sin éxito, con un té: “Hizo frío. En la mañana se descubrió que Rosa tenía calentura. La Calavera diagnosticó resfriado y para curarlo preparó té de orégano. Rosa lo bebió, pareció aliviarse y murió tres horas después. Ticho la enterró al pie del bordito, en una fosa que cavó precipitadamente, contigua a las otras dos” (133). El lector puede observar que la muerte de Rosa es casual, a la vez que impulsada por un conjunto de factores como la paliza que le han dado las muchachas y el descuido en el que la han dejado las hermanas y sus cómplices durante varias semanas. Poco después, cuando la policía detiene a las Baladro y las mujeres hacen sus declaraciones, ocurre una distorsión de este incidente donde se insinúa que la Calavera ha envenenado a Rosa:

“…que cuando llegaron al rancho Los Ángeles una mujer llamada Rosa N se puso muy enferma y que la declarante vio que la mujer que tiene por mal nombre Calavera se acercaba a la enferma y le decía, ‘voy a hacerte un té de orégano’, que después fue al brasero y puso agua a hervir, a la que echó varios ingredientes que la declarante ignora qué fueron, que vio cómo la susodicha Calavera ponía el té en un jarro y se lo daba a beber a la enferma, la cual murió en pocas horas y fue enterrada en un agujero que hizo en el suelo el individuo apodado Ticho.” (comillas del original, 141-142)

Si bien el lector puede distinguir la (in)verosimilitud de los testimonios gracias a la heteroglosia en la novela, también es evidente que la justicia no siempre capta la verdad plena de lo sucedido 83 y distribuye el peso de la ley de manera discorde con lo acontecido. A través de sus testimonios tergiversados, las muchachas logran vengarse de la Calavera a quien sentencian por el homicidio de Rosa: “a la Calavera, veinte años, por un homicidio en primer grado—el de Rosa N—” (145).

En este episodio observamos que la disparidad de discursos que encierra el caso de las Baladro se presta a que sus empleadas alteren el resultado de los juicios al poder manipular la información que declaran, impidiendo la posibilidad de que se conozca una única verdad sobre el caso dentro del universo literario en Las muertas.

La continuidad del espacio quimérico a través de la heteroglosia

A partir del cuadro representativo de los crímenes explorado en el presente trabajo el lector ha podido apreciar el entramado de testimonios en Las muertas como la vía principal por medio la cual los personajes exponen su concepción no sólo de los hechos sino también de la sociedad y del espacio que los rodea. Al leer la novela el lector dialoga con este mosaico de voces mediante el recurso de la heteroglosia el cual da lugar al fenómeno de la disparidad de discursos. Esta disparidad, si bien es el motor que conduce al cuestionamiento principal de la verosimilitud en Las muertas y revela al lector el enmarañamiento de los crímenes y los discursos emitidos sobre ellos, cabe recordar que es únicamente una modalidad peculiar de la heteroglosia que cultiva el esquema superior del espacio quimérico. De modo que la polifonía de voces en la narración constituye, tal y como lo constituye en la primera novela, la fuerza que elabora el ambiente de la novela. Es decir, el espacio retratado en la novelística de Ibargüengoitia es producto de una creación social por parte de los personajes que habitan el mismo, matizado por los temas recurrentes en su discurso y los recursos retóricos mediante los que los personajes difunden sus pensamientos, es decir, las modalidades de la heteroglosia. 84

En Estas ruinas que ves los chismes y anécdotas son la modalidad a través de la cual los personajes crean el espacio en cuyo proceso interviene una retórica mitificadora que distorsiona y hace que el espacio se vuelva más monstruoso, contradictorio y vivo. En cambio, en Las muertas los testimonios y las declaraciones, puestos en diálogo a modo de careo, son la modalidad por la cual los personajes se expresan, dando lugar a un entramado en el que interviene la disparidad discursiva al carear sus voces, el cual da cuenta de la discordia, monstruosidad y complejidad del espacio concebido en la novela. Ambas novelas parten del esquema compartido del espacio quimérico—comprendido por los territorios ficticios del Plan de

Abajo y Mezcala, entre otros lugares—que son los cimientos de la novelística de Ibargüengoitia.

Este sistema-mundo, que es construido y completado por la sociedad microcósmica contenida en

él, se va desarrollando paulatina e intercaladamente en dimensiones topográficas, sociales, políticas e históricas a lo largo de la evolución de la obra de nuestro autor. Debido a la gran extensión y a la maleabilidad del espacio quimérico, hay un entretejimiento tal que incluso las tramas de las novelas se intersecan en algunos puntos, sucediendo simultáneamente o construyendo otro momento histórico para completar una información ya cimentada. Por ejemplo, los acontecimientos referentes al caso de las Baladro, que son el meollo de Las muertas, aparecen marginalmente en Estas ruinas que ves en el periódico El Sol de Abajo impulsando al narrador Paco a seguir el caso e idear el bosquejo de la novela que, al parecer, será Las muertas.

Este fenómeno tiene como resultado un universo literario unido y entrelazado, es decir intratextual, en donde, como es el caso de Estas ruinas que ves y Las muertas, hay un trasfondo compartido que deja traslucir la universalidad del espacio.

En Dos crímenes, la próxima y última novela de la trilogía del Plan de Abajo, el mismo escenario inventado vuelve a tener protagonismo dando así continuidad al tema de la 85 construcción del espacio quimérico. En esta novela, qué será el enfoque del último capítulo del presente estudio, se amplía la dimensión de la fusión de la realidad extraliteraria y el universo literario al agregar la presencia de la metrópolis mexicana, el D.F., al lado del estado imaginario del Plan de Abajo. Además de volver a visitar sitios ya conocidos de las primeras dos novelas de la serie y enriquecer sus acervos históricos con relatos sobre otras etapas y otros personajes, Dos crímenes ofrece detalles y guiños diminutos que completan el ornamento del universo literario.

Esta decoración y entretejimiento contribuyen, en igual medida, al carácter elusivo, equívoco y monstruoso del espacio quimérico. Sobre el perfil del espacio quimérico Ibargüengoitia asienta la trama de una novela que plantea una nueva modalidad curiosa de la heteroglosia: la contraposición de dos narradores, por un lado Marcos González, el protagonista prófugo quien se ve enredado en dos crímenes que no ha cometido, y por el otro don Pepe Lara, un boticario de

Muérdago que sirve de investigador improvisado para averiguar la culpabilidad de Marcos. 86

CAPÍTULO III: DOS CRÍMENES

Marco analítico y esquema narrativo de Dos crímenes

Dos crímenes, la última instalación de la trilogía del Plan de Abajo, se asienta sobre los cimientos del espacio quimérico armado en las novelas que la anteceden. Cabe recordar al lector del presente estudio que este espacio es una construcción viva cuyo trasfondo social, histórico y político es una fuerza dispersa, dinámica y vigente que abarca toda la novelística de

Ibargüengoitia, de modo que las novelas se intersecan entre sí mediante conexiones tangenciales referentes a las dimensiones sociales y paisajísticas del universo literario. Del mismo modo es preciso tener en cuenta que el montaje del espacio se realiza y completa principalmente mediante la interpretación que hacen de su entorno los personajes que lo pueblan. Es decir, las representaciones resultantes de este acto de interpretación se manifiestan en varios discursos que terminan por caracterizar el escenario de las novelas. En el contraste entre las varias representaciones que elaboran los personajes sobre su ambiente y su sociedad, las cuales plantean grados variables de pretensiones de verosimilitud, radica el análisis clave de la novelística de Ibargüengoitia: un debate entre los modos de representación—la imaginación y la documentación, la literatura y la historia, la ficción y la no ficción—en el que el autor plasma una confluencia y confusión de estos ámbitos generalmente reñidos.

Si bien en esta contraposición de voces, denominada heteroglosia, hay una profusión de matices peculiares de la interpretación de todo personaje, también hay esquemas o formas discursivas mayores que tipifican la modalidad de heteroglosia en cada una de las novelas de la trilogía del “Plan de Abajo.” En Estas ruinas que ves el esquema a partir del cual se realiza el montaje del entorno son los mitos que cuentan los personajes sobre Cuévano, tanto en la tradición oral como en la literaria, en la forma de anécdotas, chismes y textos apócrifos. En Las 87 muertas este esquema toma la forma de un careo novelizado que plasma un entramado de testimonios y declaraciones emitidos por los criminales y las víctimas complicados en la serie de crímenes descrita en la novela. En dichas novelas estos esquemas están encaminados, respectivamente, a plantear un cuestionamiento de la verosimilitud de cualquier discurso concebido en un lugar tan mitificado como lo es Cuévano y a presentar una socavación de la credibilidad de la justicia y las declaraciones puesto que en los testimonios abunda la incongruencia y la disparidad de discursos. En Dos crímenes la modalidad novedosa de heteroglosia que se da es la narración doble, una narración que fabrica artificios y otra que los descifra, las cuales dejan que el lector interprete los mismos acontecimientos desde dos perspectivas contrapuestas y complementarias que terminan por presentar un debate sobre la fabricación de la verdad.

Para los fines analíticos del presente capítulo es preciso explorar los rasgos de la narración doble como una continuidad de la heteroglosia y la vía por la que Ibargüengoitia vuelve a plantear un cuestionamiento de la verosimilitud de los discursos sobre la realidad y la representación en esta última novela de la trilogía. En lo formal el esquema narrativo de Dos crímenes consta de dos partes: en los primeros 8 capítulos narra Marcos González Alcántara, un empleado del Departamento de Planeación en la metrópoli mexicana quien es acusado de un crimen que, según él, no ha cometido. A partir de esta presunta falsa acusación se fuga a

Muérdago donde vive su tío político Ramón Tarragona a quien Marcos pretende estafar. En los

últimos 6 capítulos narra don Pepe Lara, un boticario y amigo de Ramón que relata a modo de una indagación detectivesca sus intentos de descifrar los pasos y las intenciones de Marcos.28 Las dos narraciones ofrecen información exclusiva a la vez que relatan acontecimientos compartidos

28 A pesar de no estar dividas en partes iguales, para mayor sencillez a partir de ahora me referiré a estas dos secciones de la novela como la primera y la segunda mitad respectivamente. 88 que sirven de puntos de encuentro que dan lugar a una presentación dispareja y compleja de los hechos. Por ejemplo, en los primeros capítulos de la narración de Marcos el lector aprecia directamente los antecedentes de su fuga a Muérdago y la ideación del negocio minero falso con el que pretende timar a su tío Ramón. En cambio en la narración de don Pepe, el lector observa las interpretaciones de los actos de Marcos por este nuevo narrador junto con Ramón al igual que aprecia descripciones revelantes sobre el pasado de Ramón y lo ocurrido en torno a la muerte enigmática de éste, detalles que Marcos no le aporta al lector por ya haberse ido de Muérdago, momento que coincide con el fin de su narración y la muerte de Ramón. Por lo tanto estas narraciones sólo dialogan mediante la recopilación y yuxtaposición de sus perspectivas por el autor y la complicidad que esta presentación le permite al lector. En la lectura comparada de las dos voces contrapuestas le es posible al lector corroborar una visión más omnisciente al percibir las discrepancias puestas en evidencia a la hora de cotejar las dos ópticas funcionales de cada narración: la narración de Marcos se centra fundamentalmente el negocio falso que éste inventa y tiene la finalidad de revelar la fabricación de la verdad tras este engaño que él cree ingeniosa; la narración detectivesca de don Pepe, en cambio, tiene como finalidad descifrar en pos de desmentir, en alguna medida, la fachada que ha construido Marcos.29 Por otro lado, la narración investigativa de don Pepe también cumple la función de evidenciar la inocencia de Marcos a través de la revelación de los mecanismos artificiosos de la trampa que los elementos policiacos y periodísticos le han tendido, éstos primeros acusándolo de crímenes fabricados y éstos últimos difundiendo dicha versión tergiversada de los hechos.

Otro rasgo significativo del esquema narrativo es el que ambos narradores presenten sus relatos en un formato consciente y autorreflexivo de su función de narrador. El discurrir de

29 Es posible apreciar estas fuerzas como una modalidad del juego de mitificación-desmitificación al que se ha hecho referencia en el presente trabajo: la narración de Marcos siendo mitificadora y la de don Pepe, desmitificadora. 89

Marcos empieza, por ejemplo, por la siguiente oración que destaca la acción de contar: “La historia que voy a contar empieza una noche en que la policía violó la Constitución” (7). Esta presentación sencilla con la que Marcos comienza su narración, luego se complementa intercaladamente con entradas en un diario austero en el que Marcos presenta algunas de las reflexiones más íntimas sobre sus artificios y su estancia en Muérdago: “Al día siguiente, viernes

18 de abril, a las diez y media de la mañana, escribí el apunte que sigue y que incluyo porque creo que refleja fielmente mi estado de ánimo en aquel momento. Dice así: […]” (110). A esta primera entrada le siguen varias otras fechadas únicamente con el día o el día y el mes, nunca especificando el año, lo que le da a su narración una calidad inconexa y tiene como efecto despistar al lector: “(domingo en la mañana)” (cursivas del original, 123); “(jueves 24 de abril)”

(cursivas del original, 132). Esta vaguedad complementa el propósito de codificación, fabricación e ingeniosidad que conlleva la narración de Marcos, donde detalla las estafas en las que se enreda para escapar la acusación en su contra de crímenes que no ha cometido. Es decir, el lector, al leer la mitad que relata Marcos, observa cada distorsión y fabricación de la verdad que éste emprende, que en su narración pareciera que realiza con eficacia e ingenio. Sin embargo, Marcos no es el único personaje que se desenvuelve en la siembra de (in)credibilidad, pues su tío Ramón también actúa de manera equívoca, por ejemplo, Ramón en varias ocasiones le da Marcos consejos contradictorios:

–Eso dije, en efecto, ¿pero en qué lugar has estado en donde yo tenga fama de decir siempre la verdad? No supe qué contestarle. Me le quedé mirando tratando de descifrar si era en ese momento cuando estaba tomándome el pelo. (120)

De modo que en la narración de Marcos se trasluce un planteamiento del tema de la

(in)verosimilitud, en concreto, la creación de engaños y fachadas (in)verosímiles que luego en la 90 narración de don Pepe se vuelven el objeto de investigación de éste con el fin de descodificar los hechos de la trama.

Por su parte, don Pepe abre su narración con una declaración que hace hincapié en su papel conciente de cronista y su nuevo oficio de detective:

Lo que voy a contar es lo único notable que me ha pasado en la vida: después de cincuenta años de ser boticario me convertí en detective. No puedo decir que triunfé en este segundo oficio, pero lo desempeñé mejor que los profesionales que intervinieron en el caso que me tocó resolver. (134)

Este pasaje, más allá de establecer la narración adrede por parte de don Pepe, asimismo cimienta los motivos subyacentes de su narración: una búsqueda de verdad, un despejar de dudas, un desenmarañar de los hechos, en fin, una descodificación que termina por crear, al yuxtaponerse a la narración de Marcos, una visión heterogénea y discorde de los discursos que se generan en torno a los acontecimientos en la novela. Esta visión le permite al lector—al igual que se la permite en Las muertas—una omnisciencia que deja que ate los cabos sueltos del texto y reconstruya lo acontecido bajo sus conclusiones e inferencias propias. En busca de una versión verosímil de los acontecimientos don Pepe debe competir con los elementos policiacos que cumplen su trabajo con más o menos esmero y en realidad representan otra fuerza que fabrica verdades, en este caso la verdad capciosa que Marcos sea el culpable universal de los dos crímenes centrales de la trama. En sus encuentros con la ley don Pepe ve cómo la verdad se tergiversa y empieza a resultar menos creíble frente a las versiones “comprobables” que pueden ofrecer los oficiales: “Les dije la verdad, que al oírla de mis propios labios me pareció poco convincente, sobre todo la parte de que no encontré el papel que Zenaida había echado debajo de la puerta en el que Ramón me anunciaba que ya no hacía falta que yo buscara a Marcos, etc.”

(179). Del mismo modo don Pepe se percata de la naturaleza enredadora del discurso oficial que presenta la policía puesto que en sus intentos de averiguar la culpabilidad de Marcos en la muerte 91 de Ramón da traspiés que luego contribuyen a las versiones que inventan los agentes:

“Comprendí que sin querer había puesto a Marcos en un aprieto” (175).

En fin, los pasos de la indagación de don Pepe, que están encaminados a averiguar la culpabilidad de Marcos, empiezan a revelar muchas sospechas en torno a Marcos con relación a su negocio con Ramón. No obstante, su investigación pone de manifiesto los alcances de la adulteración de la verdad puesto que conforme avanza su indagación don Pepe va aclarando en su justicia personal, la inocencia de Marcos en los crímenes de los que lo quieren inculpar la justicia, mientras que, por otro lado, en cada adelanto que éste hace lo siguen los agentes aprovechando su trabajo para torcer sus hallazgos y convertirlos en evidencia inculpatoria en contra de Marcos. Don Pepe al entablar diálogo con los agentes policiacos medita sobre la tergiversación de sus propias acciones por parte de dichos elementos y los turbios motivos que ellos tendrán para condenar a Marcos:

Pero no se ponga de mal humor, don Pepe, cuando gracias a usted ya todo salió bien. Ya el licenciado puede cerrar su expediente y yo puedo cerrar el mío. Véngase a tomar una copa para brindar por este triunfo de la justicia. Los miré con todo el desprecio de que soy capaz. Estos burócratas quincenales, pensé, no piensan más que en cerrar expedientes. (193)

Ante este cuadro en donde la justicia fabrica verdades para cerrar expedientes y crear historias que son más atractivas para la función burocrática de su trabajo, don Pepe, Marcos y sus primos se encuentran en una encrucijada en la que sólo pueden combatir esta adulteración con otra tergiversación. Pues para resolver el nudo de la trama inventan otra verdad: el envenenamiento de Ramón se hace pasar por un suicidio con lo que a Marcos y sus primos les toca una participación mucho más grande de la herencia de su tío difunto, parte de la cual la aprovechan para sobornar a la policía con el fin de que renuncie su versión falsa de los hechos. En esta resolución se observa, de nueva cuenta, la centralidad del tema de la (in)verosimilitud y la 92 veracidad las cuales se exploran mediante la heteroglosia, cuyas vertientes mayores en esta novela son las dos narraciones: por un lado, el discurso fabricador de Marcos que consta del negocio inventado y sus demás engaños y por otro, la investigación de don Pepe, el discurso descodificador que desnuda los pasos de Marcos y de los actores de la justicia. Estas dos vertientes chocan con un tercer discurso, el discurso oficial fabricado por los agentes policiacos y los medios periodísticos que aparecen en la novela, elementos que, cabe recordar, desencadenan la huída de Marcos con la creación de una acusación falsificada en su contra.

Continuidad de la trilogía: intersecciones menores

Los cruces que se aprecian entre el plano narrativo de Dos crímenes y las demás novelas son más tangenciales de lo que lo son entre Estas ruinas que ves y Las muertas, puesto que la presente novela carece de una cronología exacta y no comparte el referente de los acontecimientos criminales de las Baladro. En cambio, en Dos crímenes los criterios bajo los cuales se establecen las interrelaciones textuales con la demás obra de Ibargüengoitia son fundamentalmente el espacio y una serie de pormenores históricos o genealógicos vagamente relacionados con algunos personajes. Estos últimos detalles representan relaciones distantes y turbias que se pueden interpretar alternamente como intencionales o casuales. Es decir, si bien las interrelaciones detallistas dentro de la novelística de Ibargüengoitia no encarnan datos concretos del todo comprobables sí constituyen un gesto literario compuesto de pistas turbias que conducen a una posible lectura global que traza profusos puntos de encuentro en su obra. Por lo tanto el lector, en aras de apreciar estas pistas, debe recordar el carácter disforme y equívoco del espacio quimérico y buscar las sugerencias y siluetas que ofrece la novelística de Ibargüengoitia.

Pasemos revista a algunos de estos detalles ínfimos antes de proceder al criterio principal del espacio. En primer lugar el protagonista de Dos crímenes se llama Marcos González 93

Alcántara, nombre y primer apellido que comparte con el general Marcos González de Los relámpagos de agosto, personaje que en dicha novela es presidente electo y se muere de apoplejía, que además debe de representar uno de los generales de la revolución y posrevolución mexicana.30 Aunque esta intersección puede ser casual, siendo un sencillo gesto de reciclaje de

los nombres de los personajes, cabe la posibilidad de interpretar este vínculo como un lazo

familiar no profundizado entre los dos personajes; de todas formas da lugar a una confusión o

confluencia de los ambientes y las relaciones entre las novelas. La intersección tal vez más

esencial en términos de parentesco es el lazo familiar posiblemente compartido entre Marcos

González Alcántara de Dos crímenes y Paco Aldebarán de Estas ruinas que ves. Ambos

personajes comparten una relación parental con la familia Tarragona: en Dos crímenes Marcos es

el sobrino político de Ramón Tarragona, cuyo cónyuge era la tía de Marcos, Leonor Alcántara.

En Estas ruinas que ves Paco Aldebarán en varias ocasiones traza la genealogía de la familia

Tarragona y sus logros históricos en Cuévano: “La otra rama de mi familia, la de los Tarragona,

también participó en la toma de Cuévano” (78); “el banquete que los notables cuevanenses iban a

ofrecerle a mi bisabuelo, el general Tarragona, para celebrar su victoria sobre el ejército

conservador en lo que se llamó después la batalla de Bustos” (80). Estas referencias que aparecen

en Estas ruinas que ves tienen una presentación libresca en un texto de Paco que viene

intercalado en la novela bajo el título Geografía histórica. En cambio, en Dos crímenes el lector

se forma una idea de la familia Tarragona mediante la exposición de los dos narradores—Marcos

y don Pepe—quienes conviven con Ramón y sus sobrinos. Aunque es imposible comprobar de

manera decisiva el parentesco entre las respectivas familias Tarragona que aparecen en las dos

novelas, Ibargüengoitia deja cabida a la percepción de un posible vínculo entre los Tarragona de

30 Véase los capítulos 1 y 2 de Los relámpagos de agosto. 94 ambas obras, prestándose así, de ser verosímil para el lector, a la creación de una historia familiar bastante abarcadora.

Del mismo modo en Dos crímenes, en una visita que hace a Cuévano, Marcos consulta con el Director de Obras Públicas que resulta ser el antiguo profesor de Marcos: “Es el ingeniero

Requena, un viejo prógnata [sic] que fue mi maestro en la escuela de minas y que cuando señalé esta circunstancia, pretendió acordarse de mí” (94). Esta descripción, aparentemente sin importancia, conlleva una incertidumbre que se presta a un posible parentesco o lazo identitario entre este ingeniero apellidado Requena, cuyo nombre no se menciona en Dos crímenes, y el personaje don Pascual Requena de Estas ruinas que ves, catedrático y antiguo rector de la

Universidad de Cuévano.31 En Estas ruinas que ves nunca se menciona explícitamente las

materias que imparte don Pascual pero el narrador sí hace una referencia a “su libro sobre la

tipificación de delitos,” (40) la cual si bien parece demarcar los alcances de una posible identificación con el ingeniero Requena de Dos crímenes, quien según el texto fue profesor en la escuela de minas, tampoco descarta del todo esta posibilidad ni la otra de haber un parentesco entre los dos profesores. Conforme más detenimiento con el que el lector consulta las novelas, más pormenores equívocos surgen en lo que aparenta ser un sinfín de interrelaciones. Por ejemplo, en Estas ruinas que ves se hace mención de un personaje histórico apellidado Alcántara al igual que Marcos y su tía Leonor de Dos crímenes.32 Estas pistas equívocas parecen constituir

parte del juego que arma Ibargüengoitia sobre la (in)verosimilitud y la veracidad, el cual con este

acto el autor desplaza a niveles intratextuales y metaficcionales. Aparte de estas intersecciones

31 En un episodio dramático de Estas ruinas que ves don Pascual, debido a un mal entendido, renuncia el mismo día de la inauguración del nuevo salón de actos que se bautiza bajo su nombre “Aula Pascual Requena.” El episodio referente a don Pascual Requena aparece en Estas ruinas que ves en los capítulos 2 y 3 de página 25-40. 32 Dentro del texto apócrifo Opúsculo cuevanense de Isidro Malagón viene una descripción de un tal Pedro Alcántara, licenciado famoso en Cuévano por inventar procedimientos para violar y evadir leyes (Estas ruinas que ves 15). 95 menores, el meollo de las interrelaciones entre Dos crímenes y las novelas anteriores radica en la geografía inventada que comparten.

Continuidad del espacio: intersecciones mayores

El elemento mayor en el que coinciden las novelas de la trilogía es, de nueva cuenta, la geografía ficticia que sirve de ambientación a todas. No obstante y desde luego, este rasgo en común no consiste en una sencilla adopción del marco topográfico, al contrario, Dos crímenes aporta nuevos sitios a la par que adorna ciudades ya fundamentadas en las primeras dos novelas de localidades novedosas así como de detalles históricos y sociales. Algunos de los nuevos sitios que añade Dos crímenes al estado inventado del Plan de Abajo son los siguientes: los Comales, el río Bagre, el río Bronco, la Cañada y más significativamente el Calderón en el Municipio de las Tuzas en donde se ubica la mina la Covadonga la cual Marcos propone explotar a su tío

Ramón. Entre los sitios ya conocidos del escenario imaginario que aparecen en Dos crímenes figuran Cuévano, Muérdago, Ticomán, Pedrones y Mezcala. De este conjunto se destacan tres lugares esenciales que presentan intersecciones: principalmente, Cuévano, localidad que manifiesta hilos que entretejen Dos crímenes y Estas ruinas que ves, y en menor medida,

Ticomán y Muérdago, que son ambientes centrales en Dos crímenes pero de los que hay sólo menciones marginales en Las muertas y Estas ruinas que ves.

El estreno de Ticomán aparece en Las muertas cuando se cuenta la historia de una de las víctimas, Blanca, quien es natural de Ticomán: “En Ticomán la arena es blanca, suelta, los pies se hunden al caminar. La playa es ancha. Hay un río pedregoso que desemboca en el mar” (80).

Esta descripción paisajística es bastante detallada y pone en escena una geografía general de la que puede acordarse el lector cuando en Dos crímenes Ticomán se vuelve el destino final a donde quieren llegar los prófugos Marcos González y su novia la Chamuca. Dos crímenes 96 completa esta localidad general al añadirle un paraje específico, el hotel Aurora en la Playa de la

Media Luna, al que se llega en lancha desde la puerta principal de Ticomán. La única mención de Muérdago que aparece en Estas ruinas que ves es una alusión pasajera que hace Paco en el tren camino a Cuévano: “Hice cuentas: el que estaba detrás de la puerta—dueño del saco probablemente—, la había cerrado antes de que entráramos en Muérdago” (17). Lo poco que se dice sobre Muérdago en Las muertas trata de la vida de Humberto Paredes Baladro, hijo de

Arcángela, quien de niño vivió una temporada en un internado allí (58, 61). En cambio, en Dos crímenes Muérdago es el ambiente central en torno al cual sucede el meollo de los acontecimientos, por lo que los narradores y los personajes se empeñan en transmitir un retrato minucioso del lugar al lector. El sitio principal de este retrato es la casa de Ramón Tarragona en la calle de la Sonaja donde se reúnen los sobrinos de éste, Amalia, Gerardo, Alfonso y Fernando al acecho de la herencia que esperan que les deje su tío al morirse. Alrededor de este punto céntrico figuran sitios específicos que incluyen los empleos de algunos de los sobrinos, la tienda

Casa Amalia y el Banco de la Lonja, y negocios que frecuentan los personajes como el bar

California o el hotel Universal. Además, hay algunos otros lugares icónicos tales como la Plaza de Armas y el Casino, barrios como el de San José y Lomas de Muérdago, y en las afueras, el rancho de Ramón—la Mancuerna—y la Loma del Conejo a la que van a ver el atardecer un par de veces.

A pesar de que Muérdago es el escenario central de Dos crímenes, Cuévano es la ciudad que presenta más interrelaciones a nivel intratextual debido a que el lector que haya leído Estas ruinas que ves tendrá presente los lugares icónicos que vuelven a visitar Marcos y don Pepe. Por lo tanto estas interrelaciones se expresan sencillamente mediante la reaparición de sitios ya visitados en Estas ruinas que ves, como es el caso del Jardín de la Constitución, la Universidad, 97 la calle del Triunfo de Bustos, Campomanes y, más marcadamente, la Flor de Cuévano. La Flor de Cuévano, que en Estas ruinas que ves sirve de punto de encuentro preferido de los profesores, reaparece en Dos crímenes como guarida a la que acude Marcos para hacer llamadas a la

Chamuca—su novia prófuga en Jerez—y revisar los periódicos nacionales para noticias sobre los crímenes de los que los han inculpado a él y la Chamuca (73-75, 96, 112, 135).

Aunque la mayoría de la trama se desarrolla en Muérdago, Cuévano se vuelve la base de operaciones de Marcos donde éste realiza los trámites necesarios para fabricar el fundamento de su negocio inventado y de este modo hacer creíble su estafa a su tío Ramón, procedimiento en el que hace un recorrido de una serie de nuevos lugares: la oficina de Obras Públicas, el Registro

Minero, el laboratorio de muestras de la Universidad y la Cueva de Alí Babá en donde compra ejemplares de creolita. Este recorrido amplía el retrato de Cuévano, agregándole nuevos contextos burocráticos y mineros. Asimismo después de que don Pepe asume el papel de narrador llega a relatar una época antes desconocida de la historia de Cuévano: los tiempos que pasaron él y Ramón Tarragona de universitarios. En su relación nostálgica, que comprende el capítulo 10, don Pepe detalla un negocio de baratijas que abre Ramón en Cuévano que se llama

“el depósito” así como sus parrandas en la cantina El Aula y sus alternas visitas a un burdel de la señora Aurelia en el callejón de las Malaquitas—en donde Ramón conoce a Leonor—y la casa del doctor Miranda de cuya hija Ramón se hace novio (148-156). El aporte de esta nueva época imprecisa a la cronología de Cuévano amplía y profundiza su acervo histórico además de completar dimensiones sociales que han sido tópicos en la obra de Ibargüengoitia como la prostitución y el relajo.

Por otro lado, Dos crímenes enriquece una dinámica que Ibargüengoitia ha fomentado desde el principio de su novelística: una convivencia dentro de su universo literario entre lugares 98 existentes en la realidad extraliteraria y las provincias imaginarias que inventa. Entre los lugares verdaderamente existentes de los que se hace mención en la novela están El Oro, Estado de

México, Acapulco, Los Mochis, Tuxtla Gutiérrez, Moscú, La Habana y más notablemente el

D.F. Aunque en Estas ruinas que ves hay referencias oblicuas a México y al hecho de que Paco emprenda su viaje a Cuévano desde la capital, Dos crímenes es la primera novela de la trilogía en la que una parte de la trama tiene lugar en México.33 Pese a que los tramos de la novela que

ocurren en México se limitan al comienzo, se complementan de referentes a modo de bosquejo

que construyen un trazado de la ciudad. Menciones del Monumento a la Revolución, las calles de

Miguel Schultz, San Cosme y la Terminal del Norte entre otros sitios dejan que el lector se

ubique dentro un espacio conocible sin que el texto pretenda ofrecer una versión completamente

verosímil de la metrópoli mexicana. Para respaldar la reconstrucción de la semblanza del D.F.

Ibargüengoitia incluye referencias a elementos noticieros de la realidad extraliteraria mexicana,

sobre todo los periódicos nacionales Excélsior, El Universal, La Prensa y El Sol de México los

cuales se leen en el Estado de Plan de Abajo dando lugar así a un cruce entre el universo literario

y estos medios comunicativos del México extratextual.

El marco temático de Dos crímenes

La apertura narrativa de Dos crímenes consiste en el relato de Marcos González

Alcántara sobre “una noche en que la policía violó la Constitución” (7), misma noche en la que

él y su pareja, Carmen Medina, alias la Chamuca, celebran una fiesta con el motivo de su quinto

aniversario de concubinato. Cabe recordar al lector que Dos crímenes carece de una cronología

específica, pero que en el comienzo de ella se ofrecen algunas pistas referentes al comunismo

que deja que el lector ubique el transcurrir de la novela en una etapa posterior a la revolución

33 Fuera de la trilogía, partes de Los relámpagos de agosto se ambientan en México, D.F. 99 cubana.34 A dicha fiesta invitan a seis amigos de ideología más o menos comunista, a saber: el

Manotas, Olga y Carlos Pereira, Lidia Reynoso, Manuel Rodríguez e Ifigenia Trejo. Esta última

invitada llega tarde a la fiesta y trae consigo a un trabajador de la Procuraduría que despierta

desconfianza entre los demás invitados y los anfitriones:

[…] llegó Ifigenia Trejo, la sexta invitada, con un desconocido. […] Ifigenia lo presentó como “Pancho” y a nosotros como “unos amigos”. Desde el momento en que lo vi Pancho me dio mala espina: tenía un diente de oro, papada, traje, corbata y camisa. (8)

Marcos le recrimina a Ifigenia haber traído a un funcionario del gobierno, personaje chocante

que ocasiona varios desencuentros al cuestionar el marxismo entre un público manifiestamente

marxista.

Sin embargo, estos desacuerdos aparentemente insignificantes preceden un tropiezo

verdaderamente grave cuando llega otro huésped inesperado, Evodio Alcocer. Evodio le pide a

Marcos el favor de dejarle pernoctar en su casa, sin que Marcos sepa que él está implicado en el

incendio de una tienda de ropa llamada El Globo, acto delictivo cometido tres o cuatro meses

antes de su llegada. Cuando Lydia Reynoso presenta Evodio a Pancho35—quien había asistido a

la fiesta en busca de un culpable—lo delata y desencadena así una investigación que terminará

por implicar a todos los invitados en una recreación fabricada de los eventos que denomina a los

asistentes de la fiesta como integrantes de una “célula terrorista” (204). La fiesta termina poco

después, sin mayores sobresaltos, sin embargo, al día siguiente, cuando Marcos y la Chamuca

salen a trabajar, llegan unos agentes del gobierno a su departamento a llevarse detenido a

Evodio. Estefanita, la portera del edificio de departamentos de Marcos y la Chamuca, llama a

34 Hay referencias oblicuas en este primer capítulo que dan a entender un vínculo ideológico entre los invitados con el marxismo o el socialismo las cuales no prescinden de menciones marginales referentes a la revolución cubana: “Carlos Pereira, que cree ser idéntico al Che Guevara—cuyo retrato estaba en la pared—se mecía en una silla de palo y fumaba puro” (10); “los posters del Festival de La Habana” (11). 35 “—El señor se llama Evodio Alcocer—dijo Lidia Reynoso. Fue la única indiscreción. Pacho dijo su apellido, que nadie tomó en cuenta, y estrechó la mano de Evodio” (13). 100

Marcos para ponerlo sobre aviso de lo sucedido, noticia que Marcos recibe con pavor por comprender de sopetón las consecuencias de haber albergado a Evodio:

Así acabó esa parte de mi vida. Ni por un momento me pasó por la cabeza de la Chamuca tampoco, la idea de que si uno es inocente no tiene nada que temer. […] [L]os dos hemos estado en contacto con grupos socialistas serios. Además, estamos convencidos de que la policía es capaz, cuando le conviene, de colgarle cualquier delito a quien sea. (18)

Esta certeza de la capacidad de la justicia de confeccionar delitos lleva a Marcos y la Chamuca a emprender una fuga repentina partiendo de inmediato a la Terminal del Norte donde cada quien adopta un camino diferente para evitar que alguien los vincule con Evodio: “Nadie en México sabía que la Chamuca tenía una prima en Jerez ni nadie sabía que yo tenía un tío rico en

Muérdago” (19). Este raro destino en el que los dos se ven convertidos en prófugos de un crimen que no han cometido es el trasfondo argumentativo que pone en escena el desarrollo de la novela. Es preciso notar que la invención de la complicación de los personajes principales en un crimen por parte de la policía desencadena el desarrollo de la trama a la vez que anuda un hilo crítico que revela la importancia de reconocer la verdad como una fabricación de los personajes que habitan la novela y que esta verdad fabricada—la acusación falsa—es un componente clave que viene a construir el entorno social del universo literario.

Una vez en Muérdago, Marcos debe inventar no sólo una historia para poder explicar su llegada intempestiva sino también un pretexto para conseguir bastante dinero de su tío como para financiar los siguientes pasos de su fuga con la Chamuca. Cuando Marcos toca la puerta de la casa de su tío en la calle de la Sonaja, le abre su prima política Amalia quien le niega el paso, valiéndose del subterfugio de que su tío no puede recibir visitas inesperadas. Después de este desencuentro, Marcos se topa con don Pepe Lara, boticario y amigo de Ramón, quien le ofrece hospedaje en su casa ante la inhospitalidad engañosa de Amalia. Don Pepe pone a Marcos al día de las novedades en Muérdago, informándole que Ramón Tarragona, el tío político de Marcos, 101 está delicado de salud y los sobrinos del enfermo—Amalia, Fernando, Gerardo y Alfonso—lo han estado cuidando con alterna devoción y desgano con la esperanza de recibir la máxima suma posible de la herencia de don Ramón. Durante esta misma conversación le urge a Marcos darle una explicación a don Pepe sobre el motivo de su visita a Muérdago, por lo que Marcos inventa en el acto el artificio que será el mecanismo en torno al cual gira el suspenso de la primera mitad de la novela: Marcos le cuenta a don Pepe que se dedica a la consultoría de minas y que viene a

Muérdago a proponerle un negocio a su tío Ramón que consiste en la explotación de una mina para extraer de ella un mineral valioso llamado creolita (27-29).

Al día siguiente don Pepe y Marcos aprovechan un momento en el que sale Amalia para ir con Ramón a que Marcos le explique su propuesta. En esta segunda explicación Marcos embellece la descripción de su negocio fabricado con detalles tales como el nombre de la mina

(la Covadonga), las cifras aproximadas de las ganancias esperadas y los procedimientos previos necesarios para realizar la explotación. Estos procedimientos, según las patrañas de Marcos, consisten en “un estudio de costos y rendimientos, que incluye un levantamiento topográfico y unos muestreos para tener una idea aproximada del volumen del mineral explotable” (35) y representan el timo elemental que idea Marcos para estafar a su tío puesto que queda estipulado en el contrato que redactan y firman Marcos y Ramón que este estudio se pagará aunque los resultados del estudio señalen que la inversión no es aconsejable (36).

Tras el pactado de este contrato, cuyas estipulaciones se basan en un yacimiento de mineral ficticio, hecho del que el lector se entera gracias a su complicidad con el narrador, los elementos principales de la trama empiezan a tomar forma y desenvolverse. Marcos, para aparentar los trabajos de su proyecto imaginario, debe realizar viajes constantes entre el Calderón—su pueblo natal donde queda la mina la Covadonga—, Cuévano y Muérdago. Entre estos recorridos del 102

Plan de Abajo Marcos narra su estancia en Muérdago y su extraña convivencia con sus primos políticos,36 quienes lo tratan con desconfianza por pensar que la nueva relación de socio que

entabla con Ramón podría producirle a su tío una simpatía por Marcos que terminara por

arrebatarles parte de la herencia.37 En estos tratos con sus primos, los varones Alfonso, Gerardo y

Alfonso intentan lucir su influencia en Muérdago, llevando a Marcos en noches de parranda en

donde intentan convencerlo de que venda su parte hipotética de la herencia mientras ellos hacen

el ridículo y exponen sus relaciones adúlteras con sus secretarias. Con ellos Marcos cosecha

enemistades por no querer convenir un acuerdo sobre la venta de su parte, hasta que finalmente

lo convencen de que firme un pacto en el que todos los primos concuerdan en sumar la cantidad

colectiva de los herederos y dividir la herencia en partes iguales. En cambio, con las mujeres de

su familia extendida Marcos busca y despierta pasiones al entablar enredos amorosos con su

prima Amalia así como con la hija de ésta, Lucero. Estas relaciones se ven amargadas cuando más tarde llega la Chamuca a buscar a Marcos y además provocan el recelo y la ira del esposo

“gringo” de Amalia, Jim Henry, quien atenta contra la vida de Marcos en dos ocasiones por

causa de sus sospechas. Al llegar la Chamuca, Marcos, ante el nuevo embrollo en el que se ve metido debido a sus aventuras amorosas, apura sus trabajos para entregarle a su tío el estudio de costos y rendimientos y seguir su fuga con la Chamuca a Ticomán.

Este transcurso del texto se ve interrumpido en el capítulo 9, con el repentino y culminante cambio de narrador. A partir del susodicho capítulo, don Pepe asume el papel de narrador y recuenta desde una nueva mirada los sucesos acontecidos desde la llegada de Marcos a Muérdago. En su relato don Pepe confiesa su alterna desconfianza y admiración por Marcos, lo

36 A partir de ahora me referiré a los primos políticos de Marcos simplemente como primos para evitar una repetición tediosa del término. 37 Don Pepe le advierte a Marcos en su primer encuentro sobre la recepción adversa que va a recibir por parte de sus primos: “Te advierto que si a Ramón le interesa la mina de creolita, los hijos del guapo te van a detestar” (29). 103 cual despierta dudas que lo mueven a emprender una investigación detectivesca de los pasos del mismo para averiguar las razones tras su extemporánea estadía. Si bien la narración de Marcos concientiza al lector sobre la fabricación de la verdad dentro de la novela al aportar la perspectiva de un personaje que relata los pasos que sigue para manipular su discurso adrede, este recuento por parte de don Pepe despista al lector y socava la posibilidad de mantener una perspectiva única o fija sobre lo narrado en la novela a la vez que desarma la visión ingeniosa de

Marcos que transmite la primera mitad de la novela.

Por otro lado, la segunda mitad de la novela cuenta tramos novedosos del argumento que incluyen acontecimientos posteriores a la salida de Marcos para Ticomán, los sucesos más clave siendo el fallecimiento de Ramón y la llegada de los agentes en busca de Marcos. Ramón fallece a la mañana siguiente a su última conversación con Marcos el día en el que éste le entrega el estudio. En un principio parece que el deceso es natural, sin embargo, al examinar el cadáver don

Pepe y el doctor Canalejas encuentran signos inconfundibles de envenenamiento por agua zafia, sustancia que estos dos le han preparado y recetado respectivamente. En su narración don Pepe explica que esta sustancia es muy curativa en dosis diminutas pero que “dos cucharadas soperas de agua zafia matan a cualquiera” (161). Don Pepe y el doctor Canalejas encuentran restos de agua zafia en la botella de coñac de la que había tomado Ramón la noche anterior, por lo que deciden contarles a los familiares sobre sus sospechas de un posible envenenamiento o suicidio.

En eso están cuando llegan los elementos de la Procuraduría, el licenciado Majorro y el licenciado Pancho Santana—el mismo Pancho infiltrado del primer capítulo—, y les informa a los dolientes que Marcos está implicado en el caso del incendio del Globo, noticia que despierta la sospecha generalizada de que Marcos también es envenenador de su tío Ramón. 104

Aunque don Pepe haya albergado recelo hacia Marcos a lo largo de la segunda mitad de la novela le cuesta trabajo creer que haya sido uno de los autores materiales de un crimen de tal calaña como la del incendio de El Globo. Bajo esta corazonada don Pepe sigue investigando las pistas que dejó Marcos en sus últimos días en Muérdago y el Calderón así como sus pasos hasta llegar a Ticomán. A don Pepe lo siguen los agentes del gobierno y lo alcanzan en Ticomán donde ambos partidos encuentran a Marcos en el Hospital Naval en estado crítico por envenenamiento.

Este hecho sirve de comprobante, por lo menos para don Pepe, de que Marcos no es el asesino de su tío. Tras esta comprobación don Pepe sigue su intención de descubrir la verdad para poder liberar a Marcos de las garras de una justicia corrupta que le quiere clavar dos delitos que, según

Marcos, no ha cometido.

Al compás de esta investigación sucede una confusión en torno al testamento de Ramón.

La centralidad del testamento en la trama, lo cual destaca un texto como fuerza central que atañe directamente a la vida de los personajes, propaga un tópico que ha sido presente a lo largo de la trilogía en el que documentos o textos apócrifos se incluyen dentro de la novelística ibargüengoitiana con el fin de proveer un espacio que comenta metadiscursivamente la capacidad que tienen los textos para manipular, interpretar y fabricar la realidad social en la que se insertan.

Al día siguiente de la muerte de Ramón se lee la versión oficial y lacrada en la que da casi todos sus bienes al patrimonio del Casino de Muérdago. Sin embargo, poco después, al notario Zorrilla le llega una carta de Ramón remitida la tarde de su defunción que cambia el testamento para destinar todos sus bienes a Marcos. Esta carta si bien enturbia más los posibles motivos que

Marcos pudo haber tenido para envenenar a su tío, también es un aliciente para sus primos con quienes Marcos ha firmado un convenio para compartir la herencia en dado caso de recibirla. Al final don Pepe y los primos se las arreglan para aprovechar este cambio que hizo Ramón en su 105 testamento como evidencia para elaborar una versión adulterada de los hechos: tergiversan los motivos de la carta al presentarla como una carta de suicidio. Mediante este ardid logran corroborar la inocencia de Marcos, y por consiguiente distribuir entre ellos la herencia, usando la parte que le toca a Marcos como soborno para aplacar y hacer desistir a los elementos policiacos quienes están obstinados en comprobar su versión de los hechos, la cual persigue difundir una visión opaca que facilita dar carpetazo a sus casos.

En esta resolución del argumento radica un juego de la construcción de la verosimilitud de los acontecimientos que evoca otra vez la heteroglosia, un mecanismo principal del aparato crítico subyacente en la novelística de Ibargüengoitia. Las voces de Marcos, sus primos, su tío

Ramón, don Pepe y los elementos policiacos se yuxtaponen y contradicen a lo largo de la novela hasta el final, donde, curiosamente, llegan a un acuerdo para fabricar una versión de los acontecimientos que combina campechanamente verdades y mentiras pero que, siendo inverosímil, complace a todos. De modo que, mediante la presentación de la polifonía de voces, en Dos crímenes se plantea un cuestionamiento que consiste en examinar la ficción y la no ficción como modos de representación, esta última representada por el discurso oficial que pretende ofrecer los periódicos y los agentes, para socavar la posibilidad de un discurso oficial

único que sea creíble. La heteroglosia tiene un sinfín de expresiones en la novela, todas las cuales dialogan con la verosimilitud y el artificio. Algunas de las expresiones más evidentes son: las apariencias que guardan los sobrinos con Ramón para adularlo en persecución de la herencia, las discrepancias entre las versiones de lo que Ramón dice a Marcos y lo que dice a sus sobrinos y los engaños amorosos que sostiene Marcos con Lucero y Amalia sin que éstas se den cuenta de que son amantes simultáneas de él. 106

No obstante, la máxima expresión de la heteroglosia en Dos crímenes consiste en la narración doble, es decir, el hecho de que Marcos narra la primera mitad de la novela y don

Pepe, la segunda. Las intersecciones y discrepancias resultantes entre sus respectivas versiones de los acontecimientos tienen el efecto de socavar la posibilidad de que un solo discurso exponga una verdad abarcadora o inequívoca de lo sucedido. Es decir, para develar la naturaleza sesgada de todo discurso la narración reúne perspectivas múltiples de los hechos acontecidos en la novela dando lugar a una recreación del argumento basada en la contraposición de ambas mitades que termina por transmitir al lector la necesidad de ponderar varios relatos para sopesar la realidad social contenida en la novela y desmentir los discursos que la pueden tergiversar o fabricar. En esta contraposición el lector aprecia una encrucijada entre la fabricación y la descodificación de la doble narración en la que Marcos descubre al lector los subterfugios que ingenia para engañar a su tío mientras que don Pepe revela la interpretación de estos ardides. De modo que, la lectura comparada que es producto de este encuentro evidencia, de nueva cuenta, la viveza y la monstruosidad del universo literario de Ibargüengoitia como espacio quimérico cuyos discursos heterogéneos y contrapuestos construyen la realidad social de su novelística a base de sesgos, mitos, tergiversaciones y verdades fabricadas. A continuación presento una lectura comparada de las dos narraciones en Dos crímenes a partir de dos elementos centrales en la trama: el negocio inventado de Marcos y la muerte de su tío Ramón. En esta lectura contrapongo las voces de

Marcos y don Pepe, entre otros, para traslucir el debate subyacente entre la verosimilitud y la veracidad en todo discurso—con hincapié específico en el engaño de Marcos y en el discurso oficial emitido por elementos policiacos y periodísticos—en la novela. De modo que en el siguiente análisis el negocio engañoso de Marcos y la defunción de Ramón servirán de puntos de partida para dar cuenta de la extensa fabricación y tergiversación de la verdad que abunda en los 107 discursos en torno a estos fenómenos y que penetra la realidad social del Plan de Abajo en Dos crímenes forjando así, de nuevo, un espacio equívoco y socialmente construido que denomino quimérico.

La fabricación de la verdad

El negocio: la propuesta capciosa

Acordémonos de que el negocio que inventa Marcos no es un complot que maquina puesto que llega a Muérdago sin saber cómo va explicar su llegada inesperada, lo cual queda constatado por lo que dice a la Chamuca a la hora de despedirse de ella en la Terminal del Norte:

“—¿Y tú—preguntó ella—, qué vas a decirle a tu tío? –No tengo la menor idea” (19). Cuando

Marcos llega a Muérdago y habla con don Pepe, los cimientos de su subterfugio empiezan a sobresalir; curiosamente en esta génesis de su negocio hay una cierta complicidad con don Pepe.

Es decir, para lograr un relato verosímil Marcos se vale de la complicidad de don Pepe adaptando la idea según los presupuestos que le adelantan su interlocutor sobre su pasado como estudiante de ingeniería de minas: “Lo último que supe de ti es que estudiabas ingeniería de minas en Cuévano, ¿ejerces? –Soy consultor de minas—con esta frase borré de mi pasado los cinco años de monotonía en el Departamento de Planeación” (27). En esta adaptación inicial se trasluce ya un juego de perspectivas centrado el ambiente novelizado del cual se vale Marcos para manipular la percepción de su público con su conocimiento del espacio y la historia del Plan de Abajo, combinando sus artificios con referentes fácticos de la historia y la geografía para alterar las maneras en que su público percibe su reconstrucción de la verdad:

Contemplé en mi mente el relato que acababa de hacer y me llené de admiración. Con unas cuantas mentiras había justificado mi viaje a Muérdago y el sablazo que pensaba darle a mi tío; además, las barbas, el jorongo de Santa Marta y las botas argentinas habían adquirido de pronto un aspecto respetable, por ser los atributos de quien ha recorrido las sierras en busca de minerales. (28)

108

Es decir, aunque el negocio inventado de Marcos es resultado de una maniobra improvisada, no prescinde de cierta perspicacia ya que los pasos que quedan pactados en el contrato que luego firma con su tío son todos procedimientos que a Marcos le son posibles fingir y dar a entender la semblanza de haberlos cumplido:

Yo me comprometía a entregar a mi tío muestras de creolita, de ley superior a .08, en un plazo de cinco días a partir de la fecha, mi tío se comprometía a entregarme diez mil pesos, como anticipo a cuenta de honorarios, al recibir los resultados del análisis y las pruebas de que el yacimiento que íbamos a explotar no tenía inscripción vigente en el Registro Minero. En los siguientes diez días yo le entregaría el estudio de costos y rendimientos y él me pagaría cuarenta mil pesos, cualquiera que fuera la decisión posterior. (36)

En virtud de construir una fachada verosímil de las acciones a las que se compromete en el contrato Marcos maneja algunos referentes verdaderos, la Covadonga es una mina real, y saca los trámites de rigor, sin embargo, su ardid no es infalible; si bien logra disimular varias flaquezas de su complot sin que nadie se entere también hay pequeños fallos que lo delatan. Hay una serie de tropiezos minúsculos en su acto de prestidigitación que hace que Don Pepe se vaya percatando de pequeñas irregularidades en el proceder de Marcos que ponen en tela de juicio la verosimilitud de su relato. En algunos casos don Pepe llega a descubrir la verdad tras el engaño de Marcos y en otros se deja engañar por la fachada verosímil que Marcos elabora. Mediante la contraposición de las voces de Marcos, don Pepe y Ramón, es posible examinar más detenidamente los pormenores del negocio de Marcos así como la eficacia y la veracidad de los principios de los cuales parte para reconstruir su relato el cual combina la imaginación y la documentación.

Para este análisis destacaré dos aspectos mayores del artificio que presenta Marcos: la geografía y el mineral. La base más esencial de su relato es la mina y su ubicación, dato que no inventa y que, en un principio, le da a su negocio un nivel indiscutible de verosimilitud que lo 109 salva de sospechas fundamentales. Marcos escoge a conciencia un lugar que conoce lo bastante bien como para manipular una historia sobre él, por ejemplo, la mina la Covadonga se ubica en el Calderón, pueblo natal de Marcos. Además para cerciorarse de conocer a profundidad las tierras y la mina, Marcos vuelve a visitar el Calderón en simulacro del trabajo que finge hacer:

“‘La mina vieja’, le decíamos los chiquillos que íbamos a jugar en ella, pero yo después supe que se llamaba la Covadonga. […] La galería parecía estar en buena condición, la madera de los marcos estaba sana, las paredes y el techo estaban casi secos” (68). Este conocimiento profundo es el mismo que después le permite reconstruir la geografía en el plano que traza de la zona para

“el estudio de costos y rendimientos.” Además de basarse en un principio verídico de la geografía, Marcos saca el trámite para “el certificado de no inscripción,” paso que le da una credibilidad burocrática a su trabajo: “entré en las oficinas del Registro Minero, compré un mapa aéreo, escala 1:50,000, en el que aparecía el Calderón y llené una solicitud de ‘certificado de no inscripción’ de una mina llamada La Covadonga, en el Municipio de Las Tuzas” (75). Este paso le sirve de provecho a Marcos porque cuando don Pepe va al Registro Minero de Cuévano a investigar la veracidad del relato de Marcos comprueba no sólo la existencia de la mina sino evidencia del trámite: “la Covadonga no sólo existía, sino que estaba en terrenos cercanos al lugar donde Marcos y su familia habían nacido y vivido. Además, Marcos había hecho la gestión realmente, como lo había prometido: había tramitado el certificado de ‘no registro’” (140-141).

Estos detalles, que se salvan por su raigambre en los datos geográficos y burocráticos, logran apaciguar algunas de las dudas que albergan Ramón y don Pepe sobre la veracidad del proyecto de Marcos. De modo que este trasfondo de antecedentes aparentemente oficiales constituye una fachada algo ingeniosa que elabora Marcos, aprovechando factores comprobables tales como topónimos y trámites gubernamentales para aparentar o dar a entender que está obrando a buena 110 fe. Este acto destaca una vez más la maleabilidad de la realidad en el espacio quimérico, pudiendo ser alterada o combinada con ficciones específicamente a través de la adulteración, el manejo y la creación de textos. Más tarde cuando Marcos está en proceso de redactar el estudio falso y su tardanza en entregar el estudio vuelve a despertar sospechas en su tío y don Pepe, este

último va en busca de la mina y al verla le da la impresión de que lo Marcos dice es verdad: “Me pasó lo que me había pasado varias veces en los días anteriores: yo sabía que cerca del Calderón tenía que haber una mina vieja, sin embargo, al verla, sentí que aquella circunstancia demostraba que Marcos había estando diciendo la verdad. Era una tontería, lo sé, pero así lo sentía” (144-

145).

Más allá de los datos básicos de la geografía Marcos también debe realizar “el estudio de costos y rendimientos” que implica fingir el uso de aparatos topográficos, el trazado de un plano topográfico verosímil de la zona y la redacción de un ensayo que aparentan un trabajo ingenieril detenido. Por lo tanto el engaño de Marcos no sólo tiene que resistir la prueba de su tío y don

Pepe, también debe enfrentarse con el criterio de burócratas y peritos de la minería, como el ingeniero Requena quien es el encargado en Obras Públicas de entregarle las herramientas que pide prestadas para su proyecto con la facilitación de la carta de su tío Ramón. Para que su engaño salga exitoso en este encuentro Marcos le miente al ingeniero sobre el proyecto que pretende realizar, puesto que él sabría la imposibilidad del proyecto que está proponiendo a su tío:

El ingeniero Requena me hizo varias preguntas. Era evidente que tenía curiosidad de saber para qué quería mi tío un levantamiento. Yo le di a entender que se trataba de deslindar algunas propiedades. No mencioné ni la mina ni el yacimiento de creolita, porque él sabe perfectamente que para hacer una evaluación correcta de esto último, es necesario un sondeo, lo cual sería casi imposible fingir. Mis respuestas—puras mentiras—parecieron satisfactorias al ingeniero Requena y al final de la entrevista hizo una orden para el almacén y la firmó. (95)

111

Una vez superada esta prueba, Marcos pasa a fingir el trabajo topográfico que le toca hacer. En su diario detalla y celebra el ingenio de su engaño: “Mi tío Ramón ha de creer que ando por los breñales de estos cerros cargando el tránsito, enfocando el anteojo, tratando de leer con la lupa lo que marca el vernier, escribiendo columnas de números en el registro de campo, etc. Se equivoca” (110). Aunque, como se trasluce en este pasaje, Marcos no realiza ningún levantamiento para inventar los datos del estudio que luego escribe, el regreso al Calderón le sirve para recopilar algunos datos que le permitir brindar más veracidad a su engaño. Por ejemplo, Marcos refiere los nombres de los cerros que rodean el Calderón y corrobora la información consultando a su antiguo amigo el Colorado, que sigue viviendo allí, para averiguar la ubicación de los cerros:

El estanque está en el centro del Calderón, a mi alrededor se yerguen los cuatro cerros idénticos que se llaman el Foque, el Borloque, la Teta del Norte y el Cerro sin Nombre. Yo nunca había olvidado los nombres de los cerros, pero el Colorado tuvo que decirme hace un rato a qué cerro correspondía cada nombre, lo cual es muy útil para el trabajo que estoy haciendo, porque le da más veracidad. (110)

Esta pretensión de verosimilitud es el meollo no sólo del argumento de la novela sino también del aparato crítico subyacente en la novelística de Ibargüengoitia. En la contraposición de voces y narraciones el autor ofrece una visión de la construcción de la verdad y cómo ésta es un producto variable y no fijo que tampoco siempre coincide con la realidad.

En el caso del plano elaborado por Marcos, la realidad con la que no coincide su creación es la del espacio, inconsistencia sobre la cual Marcos hace una observación provocadora en la que propone que su versión irregular se apega más a la realidad:

Frente a mí, en la mesa de ping pong del hotel está mi trabajo terminado. El plano de configuración, que parece muy exacto, tiene un metro veinte de ancho y no coincide con el mapa aéreo de la región. El Cerro sin Nombre, por ejemplo, que en el mapa aparece circular, en el plano que yo hice es ovalado, lo cual me aparece más elegante y quizá hasta más apegado a la realidad—sin que esto tenga mayor importancia—. (132)

112

Este comentario de Marcos hace un eco curioso del enfoque del presente trabajo—el espacio quimérico—, por lo que es interesante considerar las implicaciones metaliterarias tras esta declaración del personaje de Ibargüengoitia. Si en este estudio he analizado y propuesto el espacio quimérico como una construcción social del entorno por medio de la heteroglosia, es decir, las perspectivas de los miembros de la sociedad que lo habitan y que esta recreación produce un espacio más vivo, heterogéneo y monstruoso frente a un espacio que parte de una perspectiva única, este comentario de Marcos refleja una implicación autorreflexiva por parte del autor que le confiere mayor valor a la recreación de la realidad a través de la imaginación frente al retrato de la realidad por medio de la documentación.

El otro aspecto central del engaño de Marcos es todo lo referente al mineral, la creolita, que Marcos afirma que hay en el yacimiento, aspecto en el que abundan más torpezas que en el primero. Para fabricar la verdad sobre la creolita, una piedra de burilio que no hay en la

Covadonga, Marcos decide comprar ejemplares del mineral en una tienda de antigüedades llamada “La Cueva de Alí Babá” en Cuévano:

—¿Qué se le ofrece? –Creolita—dije. Me condujo a un patio interior en donde había fierros viejos y montones de piedras de varias clases […] Yo, que sabía lo que buscaba, fui a uno de los montones y escogí seis ejemplares que me parecieron excelentes. La creolita es una piedra pesada, blanca, con vetas rojizas. (75)

Por haber estudiado ingeniería de minas, Marcos tiene la virtud de saber escoger muestras ejemplares de la piedra, lo cual le da una credibilidad fundamental a su engaño: el hecho de que las piedras son, en efecto, creolita y que tienen buena ley. Ramón y don Pepe, quienes albergan dudas sobre la veracidad de la mina y el mineral por razones variadas, se empeñan en comprobar las muestras por medio de una enciclopedia, apostando—Ramón en contra de Marcos y don Pepe a su favor—sobre si Marcos ha cumplido: 113

Ven a la casa con la enciclopedia para ver si realmente esas piedras son creolita. […] busca la palabra “creolita”—y en otro tono—: te apuesto cien pesos a que estas piedras no son creolita. Yo abrí uno de los tomos, encontré la palabra “creolita”, vi la ilustración, la comparé con las piedras que había en el escritorio y dije: —Me debes mil cien pesos. —¿Por qué mil cien? —Porque Marcos regresó y esas piedras son creolita. (138)

Tras tener un resultado satisfactorio en esta primera prueba, Ramón, que en el fondo todavía sospecha de la veracidad del negocio de Marcos, manda a don Pepe que lleve las piedras a ensayar a Cuévano: “—Quiero—me dijo—que mañana vayas a Cuévano y lleves estas muestras al laboratorio, a ver si es cierto que tienen tan buena ley como dice este muchacho” (139).

Marcos y don Pepe, bajo las órdenes de Ramón, van juntos en este viaje a Cuévano,

Marcos para pedir las herramientas al director de Obras Públicas y don Pepe para comprobar la ley de las piedras. Cuando don Pepe acude al laboratorio, el negocio de Marcos parece cobrar credibilidad ya que le dan la noticia de que las piedras superan la ley que prometió Marcos: “Los resultados del ensaye de las muestras que yo había llevado aquella mañana fueron satisfactorios.

Una de las piedras tenía una ley de .12 y las otras cuatro, de .11. Superiores en ambos casos al

.08 que Marcos había calculado inicialmente” (141). Sin embargo, el laboratorista le hace a don

Pepe una observación que plantea nuevas dudas sobre la integridad del negocio de la mina: “Le recomiendo que la próxima vez que traiga a ensayar mineral de dos yacimientos, separe las muestras para evitar confusiones” (141). Don Pepe a quien le preocupa esta irregularidad sigue inquiriendo sobre cómo el laboratorista se ha enterado de este hecho: “—¿De modo que usted es capaz de notar a simple vista que el mineral que le traje venía de dos minas diferentes? –A simple vista no, pero al observar las muestras con el microscopio no me quedó la menor duda, porque las cristalizaciones son muy distintas” (141). Este descubrimiento va potenciando una paulatina socavación de la fachada que ha creado Marcos puesto que don Pepe recuerda a ciencia 114 cierta que Marcos no mencionó dos yacimientos: “Yo estaba seguro de no haber oído a Marcos hablar en plural: no había dicho ni ‘las minas’ ni ‘los yacimientos de creolita’. ¿Por qué entonces las muestras que había llevado a Ramón provenían de dos depósitos? ¿Sería esta imprecisión otro indicio de mala fe?” (142). Don Pepe, a pesar de las dudas que le despierta esta irregularidad, no se la manifiesta a Ramón porque no quiere intervenir hasta tener la completa certeza de que

Marcos está obrando a mala fe, certeza que no le permite el relato de Marcos que fusiona principios verdaderos y mentirosos: “Yo iba a decirle […] que las muestras de creolita que yo había llevado a ensayar eran de dos minas, etc., pero decidí que era más sencillo callarme la boca y eso fue lo que hice” (142).

Esta certeza sólo le habría sido alcanzable a don Pepe si hubiera descubierto la grieta más notoria en el artificio de Marcos: el que la Covadonga antes haya sido explotada para extraer manganeso, lo cual excluye definitivamente la posibilidad de extraer creolita de la misma mina.

Esta irregularidad es la más perniciosa para la fachada del engaño que construye Marcos sobre el mineral, tal y como reconoce Marcos cuando va al Registro Minero a recoger la ficha sobre la mina en “el certificado de no inscripción”:

El “español” decía el documento, se llamaba José Isabel Tenazas Archundia, no era español, porque había nacido en el Oro, Estado de México, y explotó la mina para extraer minerales de manganeso. Ojalá, pensé, que mi tío no vaya a enseñarle nunca este papel a un minero, porque cualquiera sabe que donde hay burilio nunca hay manganeso. (111)

Don Pepe en su narración cavila sobre su encuentro en Registro Minero el día que va a averiguar la existencia de la mina, porque este mismo día le informaron que la Covadonga: “—Fue explotada—siguió leyendo Carlitos—para extraer minerales de manganeso” (141). En la siguiente reflexión en su narración don Pepe lamenta, desde su actual conocimiento, el no haber mencionado el mineral que Marcos quiso extraer porque le hubiera aclarado todo el asunto: “Si hubiera yo dicho ‘creolita’, en ese momento, Carlitos me hubiera explicado que donde ha habido 115 manganeso nunca se encuentra burilio. No dije nada y esta peculiaridad de las minas la supe cuando era demasiado tarde” (141). Del mismo modo esta cavilación demuestra al lector la eficacia dispareja que tiene la fachada que construye Marcos alrededor de su negocio falso. Es decir, si bien don Pepe y Ramón perciben algunas inconsistencias en su información y proceder nunca logran esclarecer la falsedad completa de su negocio hasta después de la muerte de

Ramón, momento en que el engaño de la mina cede su centralidad en el argumento a dicha tragedia.

La muerte de Ramón Tarragona

El cuadro enigmático que supone la muerte de Ramón Tarragona representa el núcleo narrativo culminante de la novela. En un principio, se cree que la muerte ha sucedido por causas naturales, sin embargo, don Pepe y el doctor Canalejas encuentran síntomas y evidencias que señalan un probable envenenamiento por agua zafia—la medicina que Ramón estuvo tomando para mejorar su salud—que en dosis grandes es mortal. El doctor Canalejas debido a esta determinación debe pedir una autopsia y tiene que avisar a los familiares. Don Pepe hace la observación aciaga antes de que el doctor dé la noticia “probablemente uno de los que vamos a ver dentro de un momento haya sido el que puso el agua zafia en el coñac” (167). Sin embargo, al recibir la noticia, casi de inmediato todas las sospechas se arrojan sobre Marcos cuando

Alfonso señala los resultados de una investigación de crédito que ha pedido en su contra:

—Marcos—dijo Alfonso—nos ha engañado a todos. Dijo que era consultor de minas y que tenía un despacho en la calle de Palma, mentira, en la calle de Palma no hay ninguna consultoría de minas, dijo que tenía una pick up International, falso también, no hay ninguna camioneta de esa marca a nombre de Marcos González, dijo que había hecho peritajes para la Compañía Minera El Monte, falso otra vez, esa compañía nunca ha ocupado un experto particular que se llame Marcos González. (168)

Estas sospechas se acrecientan cuando justo después entran los agentes de la Procuraduría en busca de Marcos para inculparlo de cómplice en el incendio del Globo. Al día siguiente de la 116 llegada de los agentes se celebra la lectura del testamento, para la decepción de todos los herederos porque el testamento, extrañamente, deja casi todos los bienes al Casino de Muérdago.

Tras la revelación enigmática del testamento y ante el cuadro inhóspito y recriminatorio hacia

Marcos, don Pepe decide averiguar la verdad tras la muerte de Ramón. Don Pepe sigue el rastro de Marcos hasta llegar a Ticomán, Playa de la Media Luna, sitio donde Marcos y la Chamuca habían pensado refugiarse. No los halla en el hotel señalado, sin embargo, se encuentra casualmente con la Chamuca en la playa del puerto de Ticomán quien le informa que Marcos está en el Hospital Naval con un envenenamiento fuerte. Don Pepe la acompaña al hospital y llegan a la misma vez que los agentes, quienes llevan detenido a Marcos.

Al llegar de vuelta a Muérdago don Pepe encuentra al licenciado Zorrilla esperándolo en su casa con la novedad de que le ha llegado una carta de Ramón remitida el día de su muerte que cambia su testamento declarando a Marcos el heredero universal. Este descubrimiento tiene un efecto doble, sirve para crear más evidencias inculpatorias en contra de Marcos a la vez que abre un posible desenlace amparador. Mediante la declaración de Marcos don Pepe averigua que

Marcos no es culpable, sin embargo le informa que su situación es muy dificultosa:

—¡Pero si nos envenenaron a los dos al mismo tiempo! Yo puedo sacar un certificado médico. […] –¿Sabes que Ramón escribió esa noche un segundo testamento en que te nombra heredero universal, aparte de unos cuantos legados? Marcos se cubrió la cara con las manos. —¿Te das cuenta ahora de que tu situación es muy difícil? […] —Don Pepe, yo no maté a mi tío. –Ya lo sé, pero estás complicado en el incendio del Globo y eso te hace muy sospechoso. –Tampoco tengo nada que ver con el incendio del Globo. –¿Quieres decir que estás acusado de dos delitos que no has cometido? Es increíble. (198)

En este diálogo se esclarece la inocencia de Marcos, sin embargo, se pone de manifiesto la encrucijada legal en la que se encuentra con todas las evidencias fabricadas en su contra, una coyuntura en donde su credibilidad está completamente socavada por la semblanza de sus 117 acciones y las versiones de la verdad que presentan los agentes policiacos. No obstante, en su desesperación Marcos le explica la mala suerte que sufre puesto que hubiera perdido la herencia de todos modos por el convenio que firmó con sus primos, acto que termina siendo su salvación:

“tengo firmado un convenio con mis primos según el cual me comprometo a entregarles cuatro quintas partes de la herencia” (198). Este convenio es novedad para don Pepe y encuentra en él el subterfugio para liberar a Marcos de las acusaciones: antes les convenía a los primos de Marcos inculparlo debido a que no le tocaba participación en el testamento, sin embargo, con el nuevo testamento les tocaría a los primos una quinta parte a cada uno. Puesto que el nuevo testamento sería inválido si Marcos fuera culpable, los primos se animan a cambiar la suerte de su primo político. Alfonso y don Pepe colaboran para sobornar a los agentes de la policía con la parte de la herencia que le toca Marcos, logrando así disuadirles de publicar sus expedientes fabricados sobre Marcos y crear una nueva versión en donde Marcos sale impune—como lo es—de los dos crímenes.

Si bien las explicaciones que ofrece la narración de don Pepe sobre la defunción misteriosa de Ramón Tarragona despejan de manera más o menos obvia y directa la culpa de

Marcos, hay pormenores sumamente llamativos que se pueden apreciar mediante una lectura comparada de los sucesos. Dichos detalles dejan que, sin que el texto lo constate directamente, el lector intuya una posible conclusión sobre la identidad del presunto asesino: Lucero, quien en realidad quiso asesinar a Marcos. Los primeros indicios de esta conexión se remontan a la coyuntura confusa que se da en torno a la llamada que Marcos le hizo a Ramón del hotel el

Calderón y la última conversión que tuvo Marcos con su tío. Don Pepe, la mañana que se muere don Ramón parte para el Calderón en busca de Marcos, un viaje cuyo motivo se había basado en su última conversación con Ramón la tarde anterior. Al llegar al Calderón descubre que Marcos 118 y la Chamuca ya han salido y que Marcos había pedido dos conferencias telefónicas la tarde anterior, una con un número en Ticomán y otra con la casa de Ramón: “Me interesaron dos llamadas telefónicas, una hecha a la casa de Ramón a las cinco y media de la tarde del día anterior, es decir, antes de que yo estuviera con él” (146). Cuando don Pepe regresa a la casa después, encuentra una nota que Ramón le había dejado la noche anterior pidiendo que desista del viaje que acaba de hacer: “El pajarito llegó, aunque muy retrasado. Todos los asuntos que estaban pendientes han quedado arreglados. No te molestes en hacer lo que te pedí. Ramón”

(176). Entre estas dos señales extrañas don Pepe llega a la conclusión de que hubo alguna treta puesto que nadie le avisa a Ramón de la llamada:

Decidí que la llamada que había hecho Marcos a las cinco y media a la casa de Ramón era francamente muy extraña: había habido comunicación, puesto que la conferencia había durado cuatro minutos, era probablemente para avisar que iba con retraso y sin embargo, nadie le había dicho nada a Ramón, el cual, toda la familia sabía, estaba esperando noticias de Marcos. (177)

Esta falta de comunicación entre la que contestó la llamada y Ramón es el primer indicio a partir del cual el lector, una vez apreciadas las demás insinuaciones, establece la probable culpa de

Lucero puesto que entre el momento en que Marcos llama a la casa y su conversación con

Ramón hay espacio de tiempo suficiente para que la que contestó la llamada buscara el veneno antes de que éstos entraran a la oficina.

Antes de seguir es preciso establecer los motivos que llevarían a Lucero a intentar asesinar a Marcos y, en su intento fallido, envenenar a su tío. Durante el transcurso de la novela

Marcos y Lucero entablan relaciones sexuales que son para ella obviamente más afectivas y profundas que para Marcos. Cuando llega la Chamuca a la casa a buscar a Marcos, Lucero y

Amalia—que también ha sido el amante de Marcos—se quedan decepcionadas porque Marcos les ha engañado, sin embargo, en el caso de Lucero esta decepción se convierte en una desilusión 119 amorosa insuperable. En algún momento dado, después de la llegada de la Chamuca, Marcos se queda a solas con Lucero y le pregunta: “—¿Estás enojada? –No—me dijo—. Estoy triste”

(132). En su respuesta se trasluce una frialdad y lejanía las cuales luego se van convirtiendo en un desamor que desata su pasión asesina. Los primeros indicios tangibles a través de los cuales el lector empieza a vincular a Lucero con el crimen provienen de su reacción a la noticia de la muerte de su tío: “Vi cómo Lucero, a quien no le habíamos dicho nada de lo que estaba pasando, vio el bulto cuando lo llevaban por el zaguán, comprendió que era el cadáver de Ramón y se desmayó” (171). Si bien hay cierta incertidumbre en su desmayo puesto que ella no ha presenciado la conversación sobre el envenenamiento, es intuitivo interpretar este desmayo como un espanto al darse cuenta de que ella lo ha matado. Esta intuición se ve respalda por más descripciones generales sobre su proceder nervioso: “De pronto sentí que alguien había entrado en la sala, me di la vuelta y vi a Lucero, que estaba recogiendo unas tazas. Estaba muy pálida”

(173).

Si bien estas suposiciones son incompletas, hay un episodio que sucede cuando Marcos está en la cárcel que parece la prueba más contundente sobre la culpa de Lucero. Mientras don

Pepe realiza su investigación de la muerte de Ramón, va a hablar con Marcos en la cárcel, quien le dice que la comida del comedor de la cárcel es espantosa. Como acto de caridad Jacinta, la esposa de don Pepe, decide mandarle algo de comer, por lo que don Pepe, de paso en la casa de

Ramón, les pregunta a Amalia y Lucero si desean mandarle algo: “—Parece que la comida que le dan en la cárcel es malísima. Mi esposa va a llevarle una canasta con alimentos, si ustedes quieren enviarle alguna cosa, ella la puede llevar. –Yo no le mando nada—dijo Amalia. –Yo creo que yo sí—dijo Lucero” (202). Por la tarde Zenaida, la criada de los Tarragona, le lleva a Jacinta un pastel que hizo Lucero para Marcos: “Esa tarde Zenaida llevó a mi casa el pastel que Lucero 120 había hecho para Marcos” (205). Jacinta cuando va a entregarle a Marcos la comida decide no darle el pastel y se lo regala “a un policía gordo que estaba en la puerta” (206). Al día siguiente reciben una noticia alarmante, el policía ha sido envenenado:

En la mañana siguiente Canalejas llamó por teléfono. –¿Has preparado más agua zafia?—preguntó. –Ni la he preparado ni volveré a prepararla. –Pues te aviso que en el hospital está un policía que le dicen el Muelas con una intoxicación muy fuerte y puntos azulados en la base del labio inferior. –Ha de haber tomado agua zafia de la que venden los yerberos del mercado. Afortunadamente no era agua zafia de buena calidad y el Muelas se quedó calvo, pero vive todavía. (206)

Esta insinuación sobre la culpabilidad de Lucero en el texto se convierte en una revelación que profundiza el juego de la verosimilitud y la veracidad en la novela, puesto que esta verdad no forma parte de la reconstrucción de los hechos que los demás han convenido en hacer. Es más, despierta una duda sobre la cantidad de crímenes que se cometen en la novela y a cuáles crímenes se refiere el título, pues los dos atentados de envenenamiento que ha cometido Lucero pueden constituir dos crímenes al igual que los dos crímenes de los que Marcos es acusado.

No obstante, Lucero no sale completamente impune o ilesa de sus actos delictivos puesto que corre una suerte terrible al final de la novela. Hay otra serie de dos crímenes: el padre gringo de Lucero, Jim Henry, que se percata de la relación que Marcos y Lucero sostuvieron lo intenta matar en dos ocasiones, la primera cuando van de cacería, ocasión en la que falla porque Marcos cambia de posición, y la segunda, en la que el fallo es más desastroso, ocurre al final de la novela cuando Marcos regresa a Muérdago y los familiares ponen un banquete para celebrar “la resolución” de la muerte de su tío y la redistribución de la herencia. En este segundo atentado el gringo termina por fusilar a Lucero, a quien confunde con Marcos porque Marcos le ha prestado su jorongo: 121

Dicen que cuando oyeron la descarga y vieron que las agachonas seguían volando, miraron el rifle y se dieron cuenta de que estaba apuntando en otra dirección. Después vieron el bulto cubierto con el jorongo de Santa Marta. Dicen que cuando le dijeron al gringo “es Lucero”, el gringo nomás movió la cabeza, porque no lo podía creer. (211)

Este final horripilante es la máxima expresión del tropo de la apariencia capciosa en la novela en donde la verosimilitud se tergiversa a tal grado que, la semblanza de Marcos, el jorongo, engaña a Jim de modo que éste asesina a su propia hija, acto que también cierra la posibilidad de averiguar la culpabilidad de Lucero en los crímenes que ha cometido. 122

CONCLUSIÓN

Síntesis del análisis de la trilogía

Como se ha visto expuesto en el análisis del último capítulo, Dos crímenes reanuda el hilo del espacio quimérico tejido a lo largo de la trilogía del Plan de Abajo, ampliando tropos ya establecidos a la vez que renovando dicho espacio con aportes únicos en las temáticas y las problemáticas que explora. Los tropos o temas recurrentes que contempla de nueva cuenta esta

última novela de la serie son los modos de la representación, la distinción entre la verosimilitud y la veracidad y la confluencia de la documentación y la imaginación. Estos temas se ven explorados tanto en la treta que inventa Marcos para estafar a su tío como en la misteriosa defunción de su tío por envenenamiento así como en los discursos falsificados de la justicia en sus intentos de inculpar a Marcos y a su novia la Chamuca de delitos que no han cometido.

Antes que nada para ubicarnos en el marco analítico de la trilogía, es preciso recordar que cada novela de la misma tiene una modalidad de heteroglosia—ésta siendo el andamiaje sobre el cual cada novela construye el espacio quimérico—y una problemática—ésta siendo la cuestión particular que la expresión de heteroglosia explora a base de la temática peculiar de cada novela—propias. En cuanto al primer aspecto, los andamiajes o expresiones de heterglosia sobre los cuales se arman Estas ruinas que ves y Las muertas son, respectivamente, los mitos y el careo novelizado, mientras que la modalidad novedosa en Dos crímenes es la narración doble.

Con respecto a las problemáticas, si bien las primeras dos instalaciones de la trilogía exploran respectivamente, la mitificación y la disparidad de discursos como problemáticas discursivas, en esta tercera novela hemos conocido a fondo la problemática de la verdad como una fabricación discursiva, la cual se despliega en varias manifestaciones dentro de las fachadas y los engaños que elaboran los personajes. 123

En Dos crímenes esta fabricación de la verdad se convierte en una fabricación del entorno social y del espacio puesto que estas construcciones son el resultado de las verdades falsificadas por los personajes. En aras de la confección de verdades los personajes incurren en juegos de perspectiva creando fachadas y engaños que aparentan con más o menos esmero cierto grado de verosimilitud o veracidad, pretendiendo así convencer a su entorno que espera un nivel aceptable de facticidad a la hora de interpretar los discursos de los demás. En el presente análisis se ha evidenciado que el armazón del espacio social en Dos crímenes está construido a base de estas premisas inventadas, las cuales son confeccionadas por casi todo el elenco de personajes de la novela con lo cual se puede afirmar que este fenómeno constituye los cimientos de la obra. Por ejemplo, el elemento disparador de la trama, los crímenes de los que los acusan a Marcos y la

Chamuca, son puro invento o cuando menos una reconstrucción de un solo crimen que los periódicos y elementos policiacos se empeñan en transformar en hechos más graves y extensos, tergiversando así la fiesta al principio de la novela a la que asiste el único criminal verdadero,

Evodio, en una reunión de una “célula terrorista” en la cual todos los asistentes están implicados

(204).

En lo que al desarrollo de la novela se refiere el negocio de Marcos constituye, obviamente, el meollo del tema de la fabricación de la verdad, que, curiosamente, Marcos se ve obligado a impulsar a causa de otra verdad fabricada: su implicación en los delitos vinculados con Evodio. Los subterfugios que inventa Marcos para estafar a su tío Ramón representan a nivel discursivo una combinación de los modos de representación, empleando tanto la documentación como la imaginación para elaborar una fachada que supone una extracción de un yacimiento de mineral falso en una mina verdaderamente existente dentro del universo literario. Por otro lado, el negocio inventado de Marcos constituye, a nivel metadiscursivo y metaficcional, una alegoría 124 de la creación del espacio quimérico de Ibargüengoitia puesto que en la fabricación de la verdad que emprende Marcos intervienen asuntos geográficos que dejan que Marcos altere la percepción literal del espacio para los demás personajes, siendo así una metáfora para la creación quimérica del espacio en la trilogía del Plan de Abajo.

Por lo que respecta al apogeo y el desenlace de Dos crímenes, la defunción turbia de

Ramón por envenenamiento y la consecuente investigación vuelven a abordar el tema de la fabricación de la verdad. En estos tramos de la obra notamos que factores como la repentina ida de Marcos, la llegada de los agentes policiacos en su busca y la extraña carta remitida por Ramón la tarde de su fallecimiento (que cambia su testamento declarando a Marcos heredero único) permiten que los contrincantes de Marcos se aprovechen de estas pruebas para crear una fachada casi incontrovertible en su contra, que pese a no ser verdad sí resulta ser, en un principio, más verosímil que cualquier discurso que abogue a favor de Marcos. Luego durante la investigación se trasluce que la agenda de la policía, para cerrar rápidamente sus casos, depende de la captura de Marcos aunque no sea culpable de los crímenes de los que lo acusan, demostrando así que la verdad en los ámbitos policiacos se crea en base a motivos sesgados, burocráticos y personales no necesariamente en base al ejercicio de la justicia. Esta demostración hace eco de la disparidad de discursos y la incongruencia de la justicia abordadas y evidenciadas mediante el careo novelizado en Las muertas que, cabe recordar, termina por revelar las flaquezas de todo discurso a la vez que plantea la imposibilidad de que un discurso exprese una verdad universal o abarcadora como pretende hacerlo el discurso policiaco.

En Dos crímenes, una vez develada la incongruencia de la justicia, don Pepe y los primos de Marcos deciden que para defender sus intereses deben también incurrir en la confección de la verdad haciendo pasar el envenenamiento de Ramón por un suicidio y usando la parte de la 125 herencia que le tocaba a Marcos para sobornar a la policía con lo cual logran hacerlos desistir de su versión falsa de los hechos, reemplazándola a su vez con otra versión fabricada. Esta lucha entre discursos falsificados demuestra que la sociedad y el espacio contenidos en la novela constituyen un entorno maleable que se puede fabricar y tergiversar mediante los discursos que emiten los habitantes del universo literario, haciendo así que sus distorsiones de la verdad empiecen a formar la realidad social que los rodea con lo cual se confunden no sólo la documentación y la imaginación sino también lo veraz y lo real. Cabe destacar que esta

(con)fusión también se ve reflejada en la mitificación que reina en los múltiples discursos (los chismes, las anécdotas y los textos apócrifos) en Estas ruinas que ves, los cuales construyen, como se vio en el primer capítulo, el ambiente quimérico de Cuévano.

Es precisamente esta (con)fusión de los modos de representación el debate principal en que reside la concepción de la novelística de Ibargüengoitia. Mediante la presentación heterogénea de la multiplicidad de discursos Ibargüengoitia expone el poder que albergan éstos para alterar la percepción de quien los interprete, valiéndose de ciertos modos de representación para confeccionar artificios tales como la fabricación, la mitificación y la tergiversación de la verdad. El aparato crítico por medio del cual Ibargüengoitia presenta este debate es el espacio quimérico, una construcción social del entorno a base de los discursos de los personajes que se articula mediante la heteroglosia, es decir, la polifonía de voces en la narración. El rasgo más visceral de dicho espacio quimérico, la continuidad entre el espacio inventado y la geografía extraliteraria, deja que el autor inserte su novelística en una encrucijada entre lo ficcional y lo no ficcional parapetándose así en una tierra de nadie que permite que sus textos comenten la realidad extraliteraria y la ficción desde una especie de atalaya que le brinda una visión omnisciente que fusiona y cuestiona modos de representación y discursos sobre los ámbitos 126 extraliterarios, es decir sobre México, y ficcionales. Esta mirada metadiscursiva, es decir, allende los discursos contenidos en su novela, es la que emplea Ibargüengoitia al valerse de la heteroglosia para recopilar voces con el fin de tejer una alegoría de la representación. De este modo la novelística de Ibargüengoitia logra entablar un diálogo entre múltiples aproximaciones a la problemática de la representación que terminan por crear una disparidad discursiva que desmitifica o descalifica todo discurso al dar lugar a visiones contradictorias del entorno social y los hechos acontecidos en la novela.

En resumidas palabras, la fusión de los estados inventados con la geografía extraliteraria mexicana abre paso a un diálogo entre los discursos provenientes de ambos ámbitos. De este modo la novelística de Ibargüengoitia logra hacer confluir su ficción con la realidad social extraliteraria con el fin de entablar un diálogo que abarque la multiplicidad de los discursos presentes en cada ámbito y que deje apreciar los sesgos centrales en todo discurso, sin importar de donde provenga. Es más, esta fusión permite que la ficción de Ibargüengoitia invada la realidad logrando así que su obra literaria interprete y afecte el México extraliterario de una manera más cercana y visceral. Cabe aprovechar esta coyuntura para explorar el hilo de humor que tanto ha sido discutido en la crítica de Ibargüengoitia, un debate en el que a lo largo de este estudio no me he insertado a profundidad debido a la finalidad que tiene este trabajo de aportar un nuevo acercamiento al autor. Tal vez debido a esta proximidad de la trilogía con la realidad extraliteraria y la heterogeneidad discursiva presente en su obra, es que Ibargüengoitia tanto ha sido tachado de humorista. Y tal vez él se ha negado tanto a aceptar este calificativo debido a que de este modo articula su mirada crítica. Es decir, el humor pareciera provenir de la recopilación y mezcla de discursos y voces ficcionales y extraliterarios puestos en diálogo por Ibargüengoitia en su obra, lo cual da lugar a discrepancias y contradicciones que se expresan mediante parodias, 127 juegos de perspectiva y alegorías. Estos mecanismos, que tanto han sido interpretados en la crítica como aparatos al servicio del humor, en realidad tienen por objeto poner en evidencia de las problemáticas discursivas estudiadas en este trabajo, que Ibargüengoitia expresa por medio de la heteroglosia y la construcción del espacio quimérico. De modo que el humor es un efecto secundario del aparato crítico subyacente en la novelística en vez de un componente. Con esta aclaración, el presente estudio pretende abrir una nueva brecha en las investigaciones de la obra de Ibargüengoitia que se acerca desde una perspectiva distinta a la humorística con el fin de analizar más concretamente los mecanismos subyacentes del aparato crítico en su obra, para poder así entender y apreciar mejor los orígenes de uno de los efectos estilísticos más valorados del autor que es el humor.

A lo largo de la trilogía del Plan de Abajo, las problemáticas abordadas (la mitificación, la disparidad discursiva y la fabricación de la verdad) en las obras vienen a demostrar los límites de la representación como instrumento para conocer la realidad y la confluencia entre la documentación y la imaginación, para llegar al final a una conclusión provocativa: que ningún modo de representación puede sostener pretensiones de estar más apegado a la realidad por la naturaleza intrínsecamente sesgada de todo discurso. Al demostrar la centralidad de los sesgos que subyacen todo discurso, la trilogía expone, por consiguiente, que ningún discurso puede pretender ofrecer un relato más verídico, aunque se base en modos de representación que generalmente se consideran no ficcionales o más propensos a la veracidad. Por ende, las obras también expresan lo contrario, que los modos ficcionales tampoco deben descartar el valor de poder acercarse a la veracidad o la realidad, afirmando que la ficción a fin de cuentas ofrece opciones para aproximarse a hechos reales que a la no ficción no le son posibles sin que estas 128 aproximaciones sean menos verídicas o verosímiles puesto que cualquier relato, ficcional o no ficcional, es una representación o recreación selecta y limitada de la verdad o de la realidad.

De este modo hay un alterno oscurecimiento y aclaración de la verdad en donde si bien las novelas socavan la posibilidad de una verdad única, también plantean un cuestionamiento del discurso oficial que le otorga más credibilidad a la ficción o cuando menos a la idea de que la ficción y la no ficción, la documentación y la imaginación, la literatura y la historia no pertenecen a mundos reñidos o separados. En síntesis, la obra de Ibargüengoitia tanto socava la credibilidad de un discurso oficial como propone el derrumbe de disyuntivas tradicionales entre los modos de la representación, que oponen ficción a no ficción, desmintiendo la idea de que estos modos están reñidos al afirmar que la veracidad de un discurso no depende de su modo de representación. Para demostrar esta idea Ibargüengoitia concibe el espacio quimérico en su novelística, un entorno en donde los modos de representación son más híbridos y confluyen libremente para crear un ambiente socialmente construido, vivo y monstruoso que pretende abarcar una gama más amplia de la representación y retratar así la heterogeneidad discursiva inherente a la mimesis de la vida. 129

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