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LOS PRIMEROS ABOGADOS DE LA NUEVA ESPA1'lA

Por el licenciado Marco Antonio PÉREZ DE LOS REYES Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

El maestro don Lucio Mendieta y Núñez en su famosa obra Historia de la Facultad de Derecho nos narra, citando al historiador Alfonso Toro, que los conquistadores profesaban una franca animadversión a los aho­ gados, al grado que Hemán Cortés previniendo el peligro que representaba la intervención de los abogados en los diversos negocios indianos, ya que incluso para esa época eran un verdadero azote para las colonias del Nuevo Mundo, propuso al Emperador Carlos V que prohibiera la venida de tales profesionales a la Nueva España y que en cambio la justicia se administrara breve y sumariamente.1 A esta solicitud parece que se le dio cierta resonancia, pues efectiva­ mente, a principios de la dominación europea no hubo en Nueva España algún interés por el estudio jurídico, ya que por un lado para los indí• genas se puso fin a la enseñanza sistemática de su derecho al suprimir el funcionamiento del Calmecac, y por esto, entre los españoles ni siquiera fueron admitidos los abogados. Con fecha 6 de agosto de 1555 el mismo Carlos V expidió la siguiente disposición "Ordenamos y mandamos que las leyes y buenas costumbres, que antiguamente tenían los indios para su huen gobierno y policía y sus usos y costumbres obsetvados y guardados. después que son cristianos y que no se encuentran con nuestra sagrada religión ni con las leyes de este libro, y los que se han hecho y ordenado de nuevo, se guarden y ejecuten y siendo necesario, por la presente las aprobamos y confinna­ mos, con tanto, que nos podamos añadir lo que fuéramos servido y nos parece que conviene al Servicio de Dim nuestro Señor y al nuestro y a la conservación y policía christiana de los naturales de aquellas provincias, no perjudicando a los que tienen hecho ni a las buenas y justas costumbres y estatutos suyoS".2 En estas condiciones los indígenas siguieron rigiéndose en ténninos ge­ nerales por sus propias normas e instituciones de justicia, pero adminis­ trada ésta por personas que aprendían empíricamente de los mismos jue-

1 TORO, Alfonso. Citado por MENDIETA y NÚÑEZ, Lucio, Historia de la Fa­ cultad de Derecho. Dirección General de Pub1icaciones, UNAM, México, 1975, 2" ed., p. 2l. 2 Recopilación de la,r Leyes de Indias, Ley IV, tftulo 1, libro 11.

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ces, cuanto ellos sabían de Su derecho autóctono. No obstante, tal situa~ ci6n fue modificándose conforme el derecho español se iba infiltrando a todos los niveles y eliminando notoriamente al derecho prehispánico. Por otra parte, en los Ayuntamientos españoles, los alcaldes tenían como función la de resolver algunas cuestiones civiles y casos criminales que se presentaban dentro de sus respectivas jurisdicciones, sin sujeción alguna a principios legales, su único compromso era el del lema de HA verdad sabida y buena fe guardada", por 10 mismo podían considerarse tribunales de conciencia. El mismo Don Alfonso Toro explica que con el propósito de que los indios Comenzaran a adquirir los usos y costumbres y maneras de vivir de los españoles, se dispuso que algunos naturales integraran los Ayun­ tamientos conjuntamente COn los señores regidores, además de que en cada pueblo hubiese un alguacil indio, con ese propósito se enviaron desde España diez títulos en blanco de regidores y ocho cédulas de al­ guaciles para la ciudad de México, a la vez que se ordenó a otros pueblos que hicieran lo mismo si esto les fuera provechoso.3 En tal actitud, comenta el maestro Mendieta, los indios comenzaron a aprender de los españoles las formas de administración de justicia de una manera empírica, semejante a la que ellos usaban con antelación. Todo lo expuesto nos hace meditar en el hecho de que el Capitán Cortés habiendo recibido alguna fonnación por sus estudios en la U niversdad de Salamanca, tenía sin embargo, un pobre concepto de los abogados, empero, confonne pasó el tiempo y se fueron estableciendo, arraigando y ampliando las instituciones europeas en todos los órdenes (Agrario, civil, penal, fiscal, etcétera), se hizo cada vez más necesaria la presencia e in­ tervención de los profesionales del derecho, al grado de que el Ayunta­ miento de la Ciudad de México solicitó a Carlos v que se pennitiera el establecimiento de abogados en estas regiones. A tal efecto, y a propósito de crearse la primera de la Nueva España, por cédula de 3 de diciembre de 1527, Carlos v manifestó: "Abogados y procuradores, no los haya. Por otra parte de los conquis­ tadores y pobladores de la dicha tierra, nos ha sido fecha relación que de haber en ellas letrados y procuradores se siguen muchos males; porque se ocupan en pleitos y diferencias que tienen unos con otros, 10 cual cesada no los habiendo; pero que de no los haber, nacen otros incon­ venientes y es que muchos dejan perder sus causas por no saber pedir ni defender su justicia, me fue suplicado y pedido por merced diese licencia para que hubese los dichos letrados y procuradores, con tanto que luego como comenzaren a abogar y entender en los negocios y causas que se les encomendaren, que si superen que sus partes no tienen justicia, no les ayudarán más, ni pondrán ténninos a fin de dilatar y que los abogados

3 TORO, Alfonso. Citado por MENDJETA y NÚÑEZ. Lucio Ob. cit., pp. 22 y 23

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finnen en los escritos que se hicieren; proveréis en ello como viéredes que más convenga para que en los pleytos no haya dilación y las partes alcancen justicia".' Don Hemán Cortés a pesar de su fobia contra los abogados, se vio en la necesidad de utilizar los servicios de algunos de ellos como Don Alfonso Zuazo quien fuera uno de los primeros en establecerse en México y que le asesoró en algunos trabajos legislativos, y precisamente por lo rosmo resulta interesante hacer una pequeña semblanza biográfica de este per­ sonaJe. Don Alfonso Zuazo nació en Olmedo de Castilla la Vieja en 1466, se graduó en Jurisprudencia en Salamanca y con ese carácter entró al servicio de los Reyes Católicos. Para 1517 fue nombrado Justicia Mayor en Santo Domingo y tres años después en 1520 pasó a Cuba para juzgar en Residencia al señor Gobernador Diego Velázquez. En 1523 llegó a Mé­ xico en donde su presencia conciliadora pudo evitar una grave crisis política causada por el rompimiento entre Francisco de Garay y Hernán Cortés. Cuando Cortés partió hacia las Hibueras encomendó a Zuazo el cargo de Alcalde Mayor y Asesor del Tesorero Alonso de Estrada y del contador , quienes en su calidad de oficiales Reales quedaron como responsables del gobierno interino de la Nueva España junto con el factor y el veedor Peralmindez Chirino. 5 La época que se describe se vio pletórica de intrigas y dificultades, los oficiales reales riñeron entre sí y Don Alfonso Zuazo también se com­ plicó en estos problemas) al grado que fue enviado preso a La Habana, si bien logró reivindicarse y demostrar su inocencia respecto a los cargos urdidos por sus enemigos, incluso llegó a ser nombrado oidor de Santo Domingo lugar en donde falleció en 1539.6 A partir del establecimiento de la Primera Audiencia todos los miembros de esa institución de .T usticia fueron abogados, igual que lo eran muchos de los. altos funcionarios de ]a Nueva España: otros lleg-aron a nuestro actual territorio con el fin de dedicarse al ejercicio de la profesión que por entonces les ofrecía grandes perspectivas, pues si bien, en los nego­ cios df' los indios resolvían, como ya se ha dicho, los juccc's indígenas, tambié'1 es cierto que el Rey Don Felipe n por Real cédula expedida en Madrid el 12 de enero de 1562, dispuso que los alcaldes ordinarios pudiera conocer en primera instancia de los p}(,jtos que 'ie suscitaran entre indios y españoles, con esto fue posible que los abogados pudiesen patrocinar a los indígenas. Como, por otra parte, aun no se establecía la Universidad de México,

, MENDIETA y NÚÑEZ, Lucio. Op. cit., p. 23. ~ MARTÍNEZ MARÍN, Carlos. Los primeros tiempos de Nueva España. Histo~ ria de México, tomo 5) SaIvat Mexicana de Ediciones, S. A. de C. U., México, 1978, p. 1090. 6 ENCICLOPEDIA DE MÉXICO. Tomo XII, pp. 1186 y 1187, México, 1977,2' ed.

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no era posible formar abogados en estas tierras, y los profesionales que llegaban de España no alcanzaban a cubrir las necesidades en este renglón por lo que era necesario que los abogados europeos instruyeran a perrona::; interesadas en ejercer este tipo de profesión en el Nuevo Mundo. Don Lucio Mendieta y Núñez comenta citando al historiador Alfonso Toro, lo siguiente: "El abogado para serlo, debía examinarse ante la Audiencia y aprobado, inscribirse en la matrícula respectiva, so pena la primera vez, de suspen­ sión por un año y multa de cincuenta pesos; a los reincidentes por la se­ gunda vez se les duplicaba la pena y a la tercera se les inhabilitaba para ejercer la profesión. Los que no hubiesen cumplido los requisitos para graduarse, no podían hacer promoción de ningún género, y si presentaren alguna no debía de recibírselas, salvo que promovieran en causa propia. Además de los abogados, había tambén -dice el historiador citado---, en cada Audiencia, un número determinado de procuradores que eran nombrados y titulados por el rey; pero cuando faltaban, como ocurría en las tierras recién descubiertas, donde conforme a las capitulaciones cele­ bradas por los descubridores se había estipulado que no entraran letrados, se autorizaba a los vecinos a procurarse unos a los otros. Los procurado­ res, para recibirse tenían que presentar examen ante la Audiencia. No debían de alegar nada que no fuera cierto, ni hablar en los estrados sin licencia de la Audiencia; ni llevar más salarios que los que ésta les seña­ lara. Les estaba prohibido recibir dádivas y presentes para alegar las causas; hacer partido con los interesados de seguir los pleitos a Su costa; hacer peticiones sin fitma de abogado a no ser las de acusar rebeldía, pedir se dictara sentencia y otras semejantes; hacer autos sin presentar poder. Cuando recibían dinero de las partes, debian de manifestarlo y depositarlo con el escribano de la causa".1 Lo más probable es que al margen de tales disposiciones hubiera sujetos que llegaban a litigar sin cumplir los requisitos necesarios, basándose en su simple experiencia, lo que paulatinamente se fue haciendo grave por ser gente deficiente, intrigosa y cada vez más abundante, por eso en el acta de Cabildo de la Ciudad de México del viernes 28 de abril de 1553 encontramos la orden de que a la brevedad posible se reexamine a los litigantes. De todo lo cual podemos deducir que en Jos primeros años de la dominaci6n española no era necesaro un título universitario para ejercer como abogado, bastando examinarse frente a la Audiencia, al menos así ocurría durante el siglo XVI; por lo tanto el estudio del Derecho era en ese tiempo fundamentalmente empírico y de carácter privado, incluso autodidacta. A esto hay que añadir la abrumadora complejidad del derecho indiano formado por disposiciones españolas medioevales, con doctrina romanística,

1 TORO, Alfonso. Citado por MENDIETA y NUÑEZ, Lucio, Ob. cit., pp. 24 y 25

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canOlllca v gernlánica, con disposiciones legislativas contradictorias y de­ rogadas parcialmente con muchas disposiciones en latín y sin textos para estudiarlo pues las primeras bb1iotecas se establecieron hasta la llegada de las órdenes monásticas. El maestro Margadant dice al respecto que HEl estudio universitario del derecho en todo el Imperio Español también, por lo tanto, en la Nueva España se limitaba a "los dos derechos", o sea el romanO y el canónico. "El derecho español o el indiano ya se aprenderían en la prác­ tica" ... Fue hasta 1741 cuando la corona inició una nueva política al respecto exigiendo que las Universidades también enseñaran el derecho nacional, si bien pasó mucho tiempo para que, venciendo la natural opo­ sición, se pasara a dar vida real a esta nonna.8 Tal derecho tan contradictorio era conocido por una reducido número de personas, a través de compilaciones privadas que fonnaban los abo­ gados postulantes y las autoridades que se encargaban de su aplicación, todo lo cual causó grave confusión, al grado que Don Alonso de Zorita, oidor de la Nueva España al preguntar a algunos indios la razón por la cual gustaban de andar en litigios, le respondieron que habiéndoles qui. tado su orden y concierto, cambiándolos por un estado de cosas que no entendían y que únicamente se aprovechaba para despojarles y humi. llarles, entonces ellos recurrían aunque inútilmente a la justicia a fin de hacer valer su verdad. Es muy probable que este estado de cosas movieran a Fray Juan de Zumárraga y a don Antonio de Mendaza, primeros Obispos y Virrey respectivamente para solicitar a los reyes españoles la creadón de una Uni­ versidad en La Nueva España. En cuanto al propio Cortés y su contacto con el Derecho podemos decir que fue alumno de la Universidad de Salamanca, gracias a que en esa ciudad vivían Don Francisco Núñez Valera y Doña Inés de Paz, cuñado y hennana de su padre respectivamente; a decir verdad, los pa­ dres del futuro conquistador deseaban que estudiara derecho, por ser una de las profesiones más prestigiosas de ese entonces, sin embargo, el joven Cortés aprendió muy poco en los dos años que estuvo en Sala­ manca, si acaso algo de latín que solía usar en sus conversaciones, igual que citas de autores latinos: el hecho de haber acudido a la Universidad indica que su familia tenía cierto abolengo, es decir, disfrutaba de la hidalguía tan importante en su época. Salamanca era entonces un emporio de la cultura peninsular, con sus 25 colegios, 52 imprentas, 84 bibliotecas y 7000 estudiantes.' Parece que al abandonar Salamanca pennaneció algunos meses en

8 MARGADANT S., Guillermo F. Introducci6n a la historia del Derecho mexi­ cano. Editorial Esfinge, S. A., México, 1976, 24 ed., p. 34. 9 GURRÍA LACROlJ{, J. HerntÍn Cortés. Historia de México, t. 5, Salvat Mexi­ cana de Ediciones, S. A. de C. V., México, 1978, p. 1013.

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954 MARCO A. PÉREZ DE LOS REYES Valladolid en una escribanía donde aprendió a redactar documentos y actas forenses, lo que le resultaría de gran utilidad en los mucbos litigios en que se vio mezclado. Es sabido que Don Hernán Cortés estableció la figura del Municipio y del Ayuntamiento desde su llegada a nuestros costas del Golfo, aquél viernes santo de 1519 cuando fundó la Villa de la , con el claro propósito de legalizar su situación jurídica, en serio entredicho al haber salido precipitadamente de Cuba rompiendo abruptamente con el Gober­ nador Velázquez; la ciudad se fundó en los arenales que los indios lla­ maban Chalchicueyehcan; este Ayuntamiento nombró a Cortés Justicia Mayor y Capitán General de la expedición, según lo asienta el propio Don Hemando,'· más tarde el Ayuntamiento de Coyoacán confrmó sus títulos cerrando así, aparentemente, el aspecto de legalidad de la actuam ci6n bélica del famoso capitán. Don Hemán Cortés tenía un sentido muy particular de la justicia, si bien acorde con el temperamento de su época, se sabe que en su carácter de justicia mayor sofocó un intento de rebeldía en su contra en Vera­ cruz, apenas a punto de iniciarse la campaña de conquista, fue así como mandó ahorcar a Pedro Escudero y a Diego Cermeño, cortar los pies a Gonzalo de Umbria y dar 200 azotes a cada uno de los complicados. En cuanto hace al Ayuntamiento fundado por Cortés en Veracruz, algunos historiadores afirman que se trató de una maniobra para a1can· zar el favor real para su empresa conquistadora puesto que la sutil ma· niobra deslig6 a Cortés de la autoridad de Velázquez, y a partir de ese momento pasó a depender del monarca español, lo que equivalía a no depender de nadie, dada la lejania y la dificultad de las comunicaciones. A raiz de la calda de Tenochtitlán, 13 de agosto de 1521, los pueblos y villas fueron gobernadas por alcaldes y tenientes de gobernador, nom­ brados por Cortés, las comunidades indígenas siguieron bajo el dominio de sus caciques y en las poblaciones de españoles hubo cabildos con composición idéntica a los de España, que admini~traban municipalmente justicia y regimiento; el gobierno efectivo del Capitán duró hasta el 22 de octubre de 1524, en que tuvo necesidad de compartir, en mala hora, 'su autoridad con los oficiales reales, quienes con sus intrigas y ambiciones minaron mucho la imagen de Cortés y estuvieron a punto de provocar una auténtica guerra civil. Cortés recuperó el poder a su regreso de las Hibueras, el 15 de junio de 1526, pero s610 gobern6 unos dias hasta el 3 de julio, fecha en que ilubstÍtuido por Don Luis Ponce de León que venía como Juez para resi· dendarto; sin embargo, este personaje murió al poco tiempo y fue subs.­ tituido por Don Marco de Aguilar, quien prosiguió la causa con tal len­ titud debido a su mala salud, que hubo de nombrarse a Don Alonso

10 CORTÉS, Hemán. Cartas de Relaci6n. 1f Carta 10 de julio de 1519. Edito­ rial Porrúa, S. A., Colección "Sepan cuántos .•• n, núm. 7, México, 1973, p. 19.

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de Estrada para que gobernara mientras entraba en funciones la Audien~ eia nombrada por el Rey. Esta Audiencia se integró teniendo como Presidente a Don N uño Bel~ trán de Guzmán, entonces gobernador de Pánuco, sus oidores fueron Alonso de Parada, Francisco Maldonado, y ; los dos primeros fallecieron apenas llegaron a la Nueva Es­ J laña y como no los substituyeron, los cargos quedaron vacantes, funcio~ nando de hecho, el Presidente y los dos últimos oidores. El gobierno de esta Audiencia fue desastroso y su principal característica fue el saqueo, la deshonestidad y el abuso, hasta que dichas calamidades fueron cono~ cid as en España, y se substituyó a. estos indignos funcionaras ordenando su enjuiciamiento. Así las cosas, se decidió crear un Virreynato, pero en tanto éste en~ traba en funciones se nombró una segunda Audiencia integrada por Don Sebastián Ramírez de Fuenleal, Obispo de Santo Domingo, en calidad de Presidente y como oidores Don , licenciado y sacer­ dote, Don Juan Salmerón, Don Alonso Maldonado y Don . Esta Audiencia fu€' recibida con grandes solemnidades y se convocó a todos los anteriores gubernnntes y residencia general; a Matienzo y a Delgadillo se les aprehendió y fueron condenados a pagar cuarenta mil pesos cada uno~ en cuanto hace a Nuño Beltrán, aunque también se le procesó, no se creyó prudente aprehenderlo por andar en esos días en su campaña de conquista rOl' el occidente, donde por cierto siguió des~ tacando por su crueldo.d. La sell:unda audiencia gobernó con el benenlácito general desde el mes de enero de 1531 al año de 1535 en que llegó a México el primer Virrey Don . Entre los primeros abogados en la Nueva España a los que poof'mos referirnos por su particular importancia tenemos, sin lugar a dudas, a Don Alonso de Zorita, cuyo nombre en muchas ocasiones se escribe ('fro~ neámente como Zurita, quien nació probablemente en Córdoba España en 1512 y murió en Granada en 1~R5, obtuvo su título de Licenciarlo en Derecho en la Universidad de S;:tlaman,a pn 1540, siete años rlf'<;l1ués pasó a América como oidor en la Audiencia de Santo Domingo, luego en la Nlleva Granada, Santa María y Cabo la Vela, regrf'~'Í entonces a Santo Domingo, y después de salvarse df' un mmfragio llf'gó a la Au~ dienria de los Confines en Guatemala hacia 1553, en dicho sitio ner~ manpC'"ló trp.s años en los que llegó a conocer al ya muy anciano Don Bemal nlaz del Castillo. Luego fue promovido a ~{inistro oidor de la Audiencia de M éxiro v pasó a la Nueva España en abril de 1556. En la Real y Pontificia Uni­ versidad de México, entonces recientemente inaug-urada, inrorpnró su título profesional y fue admitido como doctor en leyes, en una solemne ceremonia por el Sr. Rector Can0nigo Juan González y Con la asistencia del Sr. Virrey Don Luis de Velasco I.

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Recorrió varias regiones de la Nueva España y en 1557 intervino en Teotihuacán para calmar a los indios amotinados que no aceptaban a los frailes dominicos y pedían el regreso de los franciscanos a la zona. En 1560 envió un memorial al Rey Don Felipe II proponiéndole algunas expediciones en tierra chichimeca e incluso llegó a solicitar que se le nombrara Gobernador de la Nueva Galicia pero 110 hubo apoyo a sus peticiones, por lo cual regresó a Granada en donde concluyó los escritos históricos que había iniciado desde su estancia en el Nuevo Mundo. Don Alonso de Zorita escribió la "Breve y sumaria Relación de los Señores de la Nueva España" cuya motivación fue la de responder a un cuestionario que envió la corOI!a en 1553 a las diversas autoridades in­ dianas, con el propósito de conocer algunas generalidades sobre las cos­ tumbres y gobierno de los indígenas; este cuestionario circuló cuando Zorita viajaba de Guatemala a México por lo cual no le fue posible participar en su resolución y a pesar de ello envió por su propia cuenta una infonnación detallada que vino a constituir su célebre relación de los Señores de la Nueva España; esta obra que resulta hoy día de tras­ cendente importancia en el estudio del México Prehispánico y en el de las costumbres de los primeros tiempos de la dominación hispana, si bien claro adolece de serias limitaciones y equívocos, al margen de lo cual, el hecho de que Zorita fuera abogado explica que se interesara especial­ mente por los aspectos jurídicos que a otros cronistas de su tiempo pa­ saron desapercibidos; así su definición y estudio del Calpulli azteca, su preocupación por dejar aclarada la fonna de gobierno y sucesión de los gobernantc') indios, la administración de justicia, etcétera, vienen a ser hasta la fecha estudios de básico interés para los amantes de la historia del Derecho. De esta suerte los primeros contactos del derecho y de los primeros juristas con la realidad de la Nueva España fueron contradictorios, por un lado una aversión quizás muy justificada dada la experiencia que se tenía en el Viejo Mundo de la') malas artes de los hombres de la ley, por otra parte la necesidad ineludible de crear, fundamentar y arraigar ins­ tituciones jurídico políticas para organizar a un vasto continente cuya realidad escapaba a cualquier semejanza con el panorama jurídico de Europa y en tomo a estos extremos se fue configurando nuestra profesión con tal fuerza y desarrollo que llegó a constituir de las actividades más prósperas y relevantes del México hispano y cuya influencia fue decisiva en muchos aspectos de la historia nacional en el México insurgente y aún en el tiempo actual.

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