Horacio Cabezas Carcache
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HORACIO CABEZAS CARCACHE Agricultura El desarrollo agropecuario en la Guatemala colonial fue intenso en comparación con los reinos del Perú y otros en América. Los españoles que se avecindaron en estas regiones, obligados por la escasez y la pobreza de los yacimientos de minerales preciosos, tuvieron que recurrir a la comercialización de productos agropecuarios, como cacao, añil, cueros y, en cantidades menores, plantas medicinales, trigo y azúcar. Con la Conquista se dieron algunos cambios en los hábitos alimenticios, tanto de la población indígena como entre los colonos españoles, ya que al maíz y al frijol mesoamericanos se agregaron el trigo, la caña de azúcar, el ganado vacuno y gran variedad de frutas y hortalizas. Producción de Maíz, Frijol y Verduras Al conquistar y poblar Guatemala, los españoles tuvieron que aceptar como parte fundamental de su dieta el maíz preparado de distintas maneras (tamales, tortillas, atol, pan de maíz, etcétera) y el frijol. Ambos productos se cultivaban en grandes cantidades, pues constituían desde antaño la base de la alimentación de los indios. Durante la década que siguió a la Conquista, parece ser que los españoles no tuvieron mayores dificultades en cuanto a recibir suficiente abastecimiento, excepto los problemas derivados de la gran rebelión cakchiquel (kaqchikel) que comenzó a finales de 1524. Sin embargo, a medida que se esclavizó un mayor número de indios, éstos no sólo disminuyeron la entrega de alimentos, sino planearon vencer a los españoles por el hambre. Este propósito lo expresa Francisco de Fuentes y Guzmán de la siguiente manera: `Porque viéndose dominados de nuestros españoles y sin poderlos expeler ni rechazar, probaron a echar de los países a los castellanos, dejando de sembrar sus sementeras de maíz, para que así con el hambre y las desdichas se fuesen para otras partes'. Esto llevó a las autoridades coloniales a crear, en 1539, el cargo de Juez de Milpas, a fin de obligar a los indígenas a sembrar frijol y maíz para el sustento de los españoles. Cuando la Corona prohibió la esclavitud de los indios, a mediados del siglo XVI, las autoridades coloniales locales procuraron que con la nueva situación no disminuyeran los alimentos. Por tal razón establecieron, como primera obligación tributaria de las comunidades indígenas, la entrega de maíz, frijol y gallinas. Según las tasaciones de Alonso López de Cerrato, los indios de Guatemala estaban obligados a dar anualmente 16,050.5 fanegas de maíz y 342.96 fanegas de frijol. 1 La ciudad de Santiago de Guatemala de ordinario se abastecía de maíz y frijol mediante el tributo que cada año pagaban las comunidades indígenas alrededor de las fechas de San Juan y Navidad. La mayor parte de lo que daban las comunidades de los pueblos realengos se sacaba a pública subasta y se remataba por lo general en favor de alguna autoridad del Ayuntamiento, la que luego lo negociaba en el mercado. El resto se distribuía entre las autoridades de la Audiencia y la jerarquía eclesiástica. Sin embargo, gran parte de la población (españoles pobres, castas libres, etcétera) obtenía el maíz y el frijol en el mercado, también aprovisionado por comerciantes indígenas que llegaban de distintos pueblos. El dominico Thomas Gage describe dicha actividad tal como se efectuaba a principios del siglo XVII en San Miguel Petapa: Hay también aquí un `tiánguez' (como lo llaman ellos) o pequeño mercado donde algunos indios venden durante todo el día sus frutos, especias y cacao, pero a las cuatro de la tarde este mercado se llena por espacio de una hora de mujeres indias que se concentran allí para vender sus productos caseros (que los criollos consideran una exquisitez) como atol, pinol, plátanos escaldados, manteca de cacao, pasteles hechos de maíz indio, con un poco de carne fresca de ave o de cerdo, rociada con mucho chile, al que ellos llaman `anacatamales'. La información se amplió por Fuentes y Guzmán, quien indicó que a Santiago de Guatemala la verdura y la fruta llegaban de San Juan del Obispo, San Cristóbal El Alto, San Pedro Las Huertas, Almolonga, Jilotepeque, Petapa y San Juan Sacatepéquez; las tortillas, de Santa Ana y Almolonga; las flores, para surtir en especial a las cinco boticas, desde Almolonga, San Cristóbal El Bajo y El Alto y San Juan del Obispo. Los indígenas siguieron sembrando sus milpas al estilo tradicional, excepto por algunas innovaciones tecnológicas, como el uso del machete y el azadón. Por lo común hacían dos siembras: la primera al inicio de las lluvias, y la segunda, conocida también como `postrera', cuyo producto cosechaban en diciembre. En ambos casos realizaban sus antiguos ritos, con comidas ceremoniales, ofrendas en sus santuarios ancestrales, y abstinencia sexual. El cultivo de la milpa no afectó, durante la época colonial, las formas tradicionales de tenencia de la tierra. En efecto, el reconocimiento que los españoles hicieron de las tierras comunales tuvo como principal objetivo el de asegurar que los indígenas tuvieran donde sembrar sus milpas. Este propósito fue más asequible porque, como parte del proceso de institucionalización política, se conservó, en parte, la estructura prehispánica de poder, para garantizar así que los indígenas sembraran milpas no sólo para el pago del tributo sino también para el mantenimiento de sus principales (gobernador y alcaldes indígenas), de su caja comunal y para su propia alimentación. La escasez de maíz empezó a sentirse alrededor de 1570, como resultado de las epidemias y el descenso de la población. Ello impidió a los indígenas pagar completamente los tributos tasados, a pesar de las presiones que encomenderos y autoridades coloniales ejercían sobre ellos. La crisis se agudizó y tuvo su expresión más dramática en la década de 1660 (ver Cuadro 35). Se considera como la causa principal de tal situación el hecho de que muchos pueblos indígenas dedicaron sus tierras al cultivo de trigo y caña de azúcar. El Obispo Juan Ramírez de Arellano planteó, en carta dirigida a la Corona a principios del siglo XVII, otras consideraciones que ayudan a comprender mejor el fenómeno: 2 La violencia más intolerable causadora de la hambre y por consiguiente de la pestilencia que va consumiendo y acabando los indios, es que al tiempo que ellos han de hacer sus sementeras y cuando las están haciendo (en lo cual consiste toda la hartura y bien de la tierra y no en las sementeras de los españoles) les fuerzan a que los indios las dejen comenzadas, por diez y por doce días, y después cuando vuelven hallan perdido lo que habían hecho y destruido, y pierden la esperanza de tornarlo a reparar o de proseguir y cultivar y de aquí viene después el hambre, porque el que no siembra no come. El repartimiento, por lo tanto, contribuyó igualmente a la escasez de alimentos. A ello se debe añadir que los españoles que recibían a finales del siglo XVII alrededor de 11,000 fanegas de maíz, tenían la costumbre de `entrojarlo' (acapararlo) y provocaban con ello una escasez artificial para beneficiarse después con precios más altos. La crisis llegó a tal punto en algunos casos, que una familia acostumbrada a sostenerse con un real diario de tortillas, tenía que gastar cuatro reales en la década de 1690. Durante el siglo XVII, el cargo de Juez de Milpas cobró mayor importancia. En 1620, el Cabildo informó a la Corona que, con base en la experiencia, `cuando se proveían jueces de milpas, la fanega de maíz estaba a 4 y 5 reales, mas si faltaban, se ponía a dos e tres y cuatro tostones'. Comentarios como el anterior abundaron durante el siglo XVII. Sin embargo, la Corona no siempre les dio el crédito necesario, y periódicamente repetía órdenes para que se suprimiera dicho cargo. Las autoridades coloniales, no obstante, lo seguían manteniendo contra derecho, aferradas al expediente, tan común en el período colonial, de que la ley `se acata, pero no se cumple'. Las prohibiciones repetían constantemente el argumento sobre los Jueces de Milpas: ...[hacen] más agravios a los indios que cuarenta ni cincuenta españoles que viven entre ellos, porque estos jueces españoles con la vara se atreven más osadamente a agraviar a los indios azotándolos, despojándoles sus comunidades, llevándoles por día de derecho y salarios sus haciendas y siendo disimuladamente ladrones autorizados con la vara de vuestra majestad. El cargo resultaba perjudicial, en efecto, pues en 1628 había 20 Jueces de Milpas, que cobraban 14,600 tostones en concepto de salarios y además obtenían de las comunidades indígenas el doble o triple de lo que les estaba asignado en nómina. El maíz y el frijol, base de la alimentación de los naturales antes de la Conquista, lo fueron después para la sociedad colonial guatemalteca. La dieta básica, sin embargo, se complementó con un buen número de verduras, algunas de reciente incorporación, como la lechuga, el repollo, la remolacha, la zanahoria, el rábano. Entre las tradicionales figuraban el chipilín, chile, macuy, bledo, güisquil, ayote, etcétera. Lo mismo puede decirse de las frutas. A las originarias de la tierra, como jocote, zapote, jícama, nance, anona, mamey y otras, se sumaron la naranja, manzana, pera, durazno y otras que trajeron los españoles. Los frailes desempeñaron una ingente labor, enseñando a los naturales las nuevas técnicas de cultivo de los granos, hortalizas y frutales. Los productos aludidos, con excepción del chile, no estaban incluidos en las obligaciones tributarias de los naturales y podían venderse, por lo tanto, en el mercado. 3 Trigo Francisco Castellanos introdujo el trigo en Guatemala en 1529. Este mismo año, el Ayuntamiento concedió un salto de agua del río de la ciudad al Adelantado Pedro de Alvarado, a fin de que éste lo utilizara en un molino de trigo. El cultivo se expandió rápidamente porque el pan era parte fundamental en la alimentación de los españoles.