Asturias Siglo Xxi
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ASTURIAS SIGLO XXI TEVERGA La vida después del carbón FERMÍN RODRÍGUEZ RAFAEL MENÉNDEZ Teverga ha cerrado el ciclo carbonero que marcó al concejo durante el siglo XX. Ha tenido que modernizar la actividad ganadera y explorar nuevas actividades apoyadas en los equipamientos turísticos y el importante patrimonio cultural y paisajístico, pero también necesita una nueva forma de organización, que permita la participación de la gente en los proyectos de desarrollo territorial, para que los considere como suyos, se apropie de ellos, mediante la acción inteligente de una administración que logra salir de la lógica de los expedientes burocráticos y traza el rumbo de los proyectos compartiendo el remo con la propia comunidad. Teverga es una cuenta en el rosario del río del mismo nombre y una cuenca, que fue carbonera desde 1876 y hoy ya dejó de serlo, para simplemente ser geográfica, un mundo de tradiciones que con dificultad abre una estrecha puerta entre los dinteles caliares de las peñas Gradura y Siella, que desde sus 1.500 metros vigilan el principal acceso a un concejo que reposa sobre la divisoria cantábrica y es abrazado por los vigorosos y albos contrafuertes de la Sobia y el Cordal de la Mesa. Cuando se supera la angostura, alcanzamos La Plaza y aún subimos a una de las gradas en cualquiera de sus laderas, comprendemos la riqueza, dureza, diversidad y belleza del concejo Teverga hace veinte años tenía 350 empleos en la minería del carbón. La actividad aportaba un 40% de la población activa y era el sector dominante junto con la ganadería. Hoy no queda ninguno. El concejo ha tendido que replantearse su futuro en un marco de declive de la actividad económica y del empleo, pero también de la ganadería, lo que tiene como consecuencia el descenso de población. Que va acompañado de la reducción drástica de la natalidad, del crecimiento natural y del saldo migratorio negativos. La cuestión de la natalidad en Asturias es grave, porque desvitaliza, apaga y desocupa extensos territorios rurales de la región. A nadie parece importarle, tampoco a la administración, que incomprensiblemente no le concede prioridad frente a otras cuestiones sociales. Como territorio de alta montaña, en la divisoria cantábrica, participa de las tendencias generales de los concejos del área. Mantiene una numerosa cabaña ganadera, algo menor en cabezas de vacuno a la de hace una década, en un número sensiblemente menor de explotaciones, 195. Algo más de 200 personas se emplean en el sector, orientado a la producción de carne, que aprovecha los extensos pastizales de montaña existentes. A pesar del descenso de explotaciones vacunas, se mantienen las ganaderías ovina y caprina, adaptadas al arrugado relieve. La alta montaña de Teverga, que ha quedado al margen de la minería del carbón, ha tenido que refugiarse en la ganadería y en las actividades terciarias y turísticas. A pesar de su relativa cercanía a la ciudad, poco más de 40 kilómetros, la distancia mental es mucho mayor, en parte debido a las características de las comunicaciones. Se echa en falta una villa de tradición en las actividades de servicios y de caracteres urbanos. El núcleo central, compuesto por San Martín, La Plaza y Entrago cuenta con 800 habitantes. A partir de ellos es posible tejer una estrategia para conformar una pequeña villa de actividades terciarias, equipamientos y servicios públicos y privados. Pero la tendencia sigue marcando un descenso lento de población, que habrá que afrontar con mayor iniciativa y empeño. El extenso territorio municipal y la aún importante población, 2.000 habitantes, permiten asentar esa estrategia sobre bases sólidas. El problema parece estar más en la percepción social de declive, muy asentada en la población tras el fin del ciclo minero, y en las dudas sobre el futuro de un territorio más aislado y lejano en las mentes que en la realidad objetiva. La importancia que las pequeñas iniciativas tienen en estos territorios rurales de montaña es notable. Se puede rastrear hoy en la mejor evolución que presentan las parroquias y aldeas de la parte alta del concejo (Páramo, La Focella, Torce, Barrio, Fresnedo) que el propio núcleo central. Y ello a partir de las expectativas creadas por la creación del Parque de la Prehistoria, iniciativa pendiente de pasar del intrincado mundo de la burocracia a ser apropiada como plataforma de desarrollo local. El poblamiento está compuesto hoy por 13 parroquias y 44 aldeas, además de los núcleos centrales de San Martín, de caracteres propios del hábitat minero, La Plaza y Entrago. Ninguna de las aldeas supera los cien habitantes, cifra a la que sólo se acercan Santianes, Campiello, Villamayor, Taja, Villanueva y Páramo. La puesta en valor del patrimonio cultural y paisajístico, enmarcado por los impresionantes bordes montañosos: La Sobia, Marabio, La Mesa, aún está en sus primeros pasos. La constitución del Parque Natural (habría que preguntarse si ésta es la figura más adecuada para un territorio rural de vocación ganadera) de Ubiña-La Mesa, que comparte con Quirós y Lena, debe servir para asentar e impulsar procesos de desarrollo territorial que tengan muy en cuenta las actividades ganaderas y la diversificación de actividades. Del mismo modo la participación en los programas de desarrollo rural es también demasiado reciente para haber dado resultados de entidad. La vinculación a la figura del Camín Real de la Mesa es positiva en tanto que relaciona este territorio con su función caminera tradicional entre las dos vertientes de la cordillera. Que puede ser renovada con la fuerza de los proyectos que conviertan el capital intangible atesorado en las carreteras del concejo en capital de relación, al ofrecer a ciclistas de todo el mundo los paisajes contenidos en Ventana, San Lorenzo o Marabiu, hitos de alto nivel de exigencia ofrecidos a la par que el paseo por la ruta del Oso o la marcha por los valles del Trubia hasta el corazón de Ciudad Astur. La puesta en marcha de tímidas iniciativas de desarrollo territorial y la localización de nuevas actividades ha dado frutos ya reseñables en las actividades turísticas. Lo que quiere decir que el sistema local reacciona pronto y de persistir en el tratamiento la mejoría se dejará notar con mayor evidencia en el futuro. De no haber, en la práctica, establecimientos turísticos se ha pasado a una veintena de ellos, diez de la tipología “casa de aldea” y una oferta de alojamiento que se acerca a las 150 plazas. Aún tiene posibilidades de crecer, si se vincula a estrategias que aprovechen los nuevos equipamientos y los notables recursos patrimoniales existentes: el riquísimo patrimonio edificado, el Parque de la Prehistoria, el Camín Real de La Mesa, la Senda del Oso, el Anillo Ciclista, las nuevas comunicaciones con Somiedo o el uso turístico de los macizos montañosos. La vida sigue después del carbón. Aún existe un volumen de población importante y eso es un recurso fundamental para el futuro. Hace falta salir del pesimismo y conectar con las tendencias que asientan procesos de diversificación económica en el medio rural. Hacer que la gente se apropie de los proyectos de desarrollo territorial, no sirve de nada protegerlos entre expedientes. La tendencia a extender los establecimientos turísticos sobre numerosas aldeas es particularmente positiva, también el mantenimiento de la vinculación de la población emigrada para mantener la vitalidad social de las aldeas. Teverga está muy próxima al centro metropolitano, del que debe atraer más flujos económicos y aumentar las relaciones en un proceso que permita superar la sensación de aislamiento, tras el desfiladero. Es un territorio con futuro, que dará frutos a poco que se crea en él, y se apueste por él. .