Murmullos De Salamandras Araceli Toledo BAP
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1 Araceli Toledo Olivar, MURMULLOS DE SALAMANDRAS Buenos Aires Poetry, 2019. 64p.; 20x13 cm. ISBN 978-987-4197-63-4 1. Poesía Mexicana © Araceli Toledo Olivar. Reservados todos los derechos. Primera edición. Editorial ©Buenos Aires Poetry. Colección ©Pippa Passes dirigida por Juan Arabia. Diseño editorial ©Camila Evia. BUENOS AIRES POETRY Salta 350 5º F / C1074AAH / Ciudad de Buenos Aires [email protected] www.buenosairespoetry.com 2 3 Índice 4 9 EN LAS INVOCACIONES MÁS RECURRENTES 15 CUERPO ADENTRO 16 MI PRIMO JORGE 21 LAS ESCAMAS DE PESCADO SECO 25 EN EL PUEBLO 31 A ORILLAS DE CARRETERA 34 ¿ERES TÚ 36 EL LLANTO DEL ÉTER 38 LANZAS LA MONEDA AL AIRE 42 LAS SALAMANDRAS 47 EN TRES LUNAS 49 LA CICATRIZ DE OCTUBRE 52 EL BARRO 55 ¿QUIÉN ENTRE SUEÑOS 57 DEL VENENO DE LA TRISTEZA 59 CUANDO CORTE 64 SOBRE LA AUTORA 5 A Maryfer y Sofía porque también son fuego Agradezco los atinados consejos de Karel Mena y Víctor Toledo. Lo pequeño, lo estrecho, lo cotidiano, no es, sin embargo, ningún sinsentido, sino una de las dos esencias de la divinidad. Carl G. Jung 6 ARACELI TOLEDO OLIVAR _ Murmullos de salamandras 7 8 • EN LAS INVOCACIONES MÁS RECURRENTES de mi acicalado insomnio vuelvo infante a las grietas del patio de cemento que tantas veces caminé descalza. Veo los lavaderos anchos altos como nubarrones grises el tanque de agua helada con flores de limón flotando en el pozo de los deseos truncados de los habitantes de esa casa. Percibo con la nitidez de mis ensueños el olor a granadas recién cortadas de cáscaras de naranja marchita que colgaban como serpentinas en la entrada de la cocina. 9 Se asoma a mi encuentro la silueta confusa de mi abuela. Cerca de la ventana sus cabellos reposan con los primeros brotes de la mañana. En secreto se sabe llorosa adormecida Su alegría vive prisionera de su pasado. Nunca fui feliz repetía insistente Tantos hijos tantos ascos tantas panzas… tantos nombres. Germina en mi memoria el aroma del café con canela y sus espirales de humo. En la cocina hay una olla de barro 10 Se asoma a mi encuentro tambaleándose en la estufa. la silueta confusa El vapor de los alimentos de mi abuela. se trenza con el frío de la mañana. Cerca de la ventana sus cabellos reposan En esos días con los primeros la sonrisa de mi tía Domi brotes de la mañana. se mostraba cálida En secreto destilaba certezas. se sabe llorosa La caricia de sus palabras adormecida era mi talismán. Su alegría vive prisionera de su pasado. Esta noche mi mente Nunca fui feliz la cristaliza eterna repetía en el lecho que años después insistente la alejó de sus días de fiesta y de nuestro amor. Tantos hijos tantos ascos ¿Qué vamos a comer? tantas panzas… Preguntaba tía Domi tantos nombres. emocionada Germina a mitad del desayuno en mi memoria mientras hábil desvenaba chiles el aroma del café con canela para sazonar la comida. y sus espirales de humo. la salsa que hizo tu mamá En la cocina hay una olla de barro no pica lo suficiente. 11 En esos años me arropaba un gusto dulce de vainilla entre los labios. Me veo dormida entregada a la noche a lado de la abuela. Me protegía una sensación de esperanza absoluta cuando fantaseaba con un futuro que desde mi primer llanto había comenzado a engarzar entre sorbos de té de anís-canela y velas de pastel de cumpleaños. ¿Te ayudo a llevar el pan? preguntaba con cierta preocupación mi tía Chela a la abuela. Mira que pesa mucho te vayas a lastimar. Abuela negaba con la cabeza seguía caminado como si nada como si no fuera ya muchísima la carga que llevaba en su pecho 12 además de la enorme canasta de pan que vendía todas las tardes en el pueblo puerta por puerta. Al final de la jornada con la luna y su conejo mi abuela abría como abanico las puertas de su casa y se sentaba en la banqueta. Buscaba confundida el rumor velado de su juventud. Es en el abandono del sueño el narcótico efecto de la madrugada y el silencio del día que recién murió que entre sábanas intento desdoblar las imágenes 13 de quienes dejaron de habitar la casa aquella la de mi infancia terciopelo. Sé que a veces los que ya se fueron regresan en forma de libélulas. Dicen que por las mañanas se posan en la parte más alta del ventanal donde reciben las bondades del sol. Después alumbrados por el viento obsidiana del sur vuelan en círculo hacia los últimos brillos de la ruta crepuscular. 14 • CUERPO ADENTRO el mar se extiende sin naufragios. Cada ángulo de su tronco a contraluz oculto es como un lirio en duermevela. El deseo se somete tembloroso ante su silueta tensa piel de raso oliva. Su cabello bruno encrespa el ánimo humedecido del sol. Eros y un café saben bien por la mañana. 15 • MI PRIMO JORGE se fue en marzo con la llegada de las primeras gemas de lluvia gardenia. Su rostro lunar se fue desgastando entre médicos y rezos hasta que una mañana de anhelos quebrantados su vigor se desvaneció por completo. Veintitrés años derrotados fue su gesto ante la vida. Extraño verlo tirado en el colchón viejo del corral de su casa con los brazos 16 extendidos con su sonrisa constelada de pecas con la espontaneidad de la inocencia con la que se ofrecía admirado a las nubes jaspeadas ojo tigre de verano. Regreso vestida de azul al disfrute de los días que compartimos juntos en la casa de la abuela. Jugábamos con pasteles de lodo para luego bañarnos en una tina vieja. Nuestros ojos se irritaban de tanto permanecer bajo la resolana. 17 Por las tardes bajábamos al parque. Corríamos entre las jardineras y regresábamos a casa entrada la noche acompañados por una aureola de luciérnagas con el frío del pueblo adherido a la piel. Avanzábamos a tientas entre los mantos de niebla que parecían girones de fantasmas. Caminábamos dichosos hacia la cocina en busca de la cena. Ahí nos esperaban los adultos 18 sentados alrededor de la mesa Con tazas rebosantes de café y una charola con pan. En sus caras se veía la frustración de una plática interrumpida. En los estantes de la alacena había frascos de mermelada llenos hasta el tope de secretos macerados. Jorge era el último de los primos en irse a dormir. Es ahora cuando comprendo después de quince años de construir su ausencia que tal vez se mantenía despierto 19 porque presentía que sus sueños no engendrarían otros sueños. porque con los años descifraría que sus anhelos más evocados no se cubrirían de verde. Jorge desconocía que su cuerpo permanecería por muchos años oculto cómplice obligado y perpetuo de la oscuridad que prematuramente lo devolvió al útero de la tierra. 20 • LAS ESCAMAS DE PESCADO SECO siempre alumbraron tus faldas Abuela Salamandra. Aun te siento caminar por la casa de tejas hoy destruida. Todas las tardes dormitabas en tu hamaca. Te mecías lentamente mientras templabas tu fuego con el verdor de las almendras. Todo reposaba en silencio hasta que una bandada de pericos cruzaba escandalosa el cielo despejado. Cuando niña observaba tu ritual 21 de vestimenta. Salías del baño con los cabellos escurridos como pasionaria ennegrecida. Abrías tu baúl tomabas una enagua la sacudías de frente al sol y en cascada luminosa caían escamas aguaviva. Enroscabas alrededor de tu cabeza el cabello húmedo entrecano. Luego caminabas descalza hacia la calle sin decir adiós. Por las noches peinabas tu cabello con polvos de mamey sándalo de mar raíces desangradas. Con el cabello entre los dedos pensabas en tu madre. 22 de vestimenta. En los años complicados Salías del baño que pasaron juntas. con los cabellos escurridos Añorabas como pasionaria ennegrecida. constantemente Abrías tu baúl su presencia tomabas una enagua sabia la sacudías de frente al sol enmohecida y en cascada luminosa mientras un olor caían escamas aguaviva. a nostalgia Enroscabas no llorada alrededor de tu cabeza impregnaba el cabello húmedo entrecano. todo el cuarto. Luego caminabas Tu mirada severa descalza nunca hacia la calle me obsequió jazmines. sin decir adiós. Por las noches Crecí peinabas entumecida tu cabello con con la cercanía de tu imagen polvos de mamey distante. sándalo de mar raíces desangradas. Tu sombra Con el cabello se proyectaba inmensa entre los dedos ante el sobresalto pensabas en tu madre. de mis ojos 23 crédulos de niña. En las madrugadas de noviembre los perros aullaban en el patio. Sus lamentos se confundían con el bramido del viento índigo. Enfurecida te levantabas de la hamaca y pisando las piedras adormecidas te detenías frente al árbol de algodón. Discutías con quien se escondía entre los repliegues del tronco. Con acicaladas injurias exigías que abandonaran tus tierras. De inmediato los perros se tranquilizaban y tú regresabas satisfecha a este mundo Abuela Salamandra. 24 • EN EL PUEBLO la conocían como la Tía Mode. A su puerta llamaban las mujeres y los hombres que querían curarse de la pesadez de la vida. Mira tienes el cuerpo vencido te voy a amarrar la cabeza con un paliacate rojo para que se te pase el desguance Mientras se esperaba turno uno se entretenía viendo a los caracoles trepando las campanillas de las paredes de su casa. Ella se encerraba con los dolientes 25 en silencio. A veces se abrían las anchas puertas de madera con brusquedad. Sorprendía la silueta delgada de Mode que había salido a buscar hierbas al jardín. No permitía la entrada de persona alguna a su cuarto.