Nuestra Memoria
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Nuestra Memoria Año XIV · Nº 30 · Julio de 2008 El Museo del Holocausto de Buenos Aires es miembro de la delegación argentina de la ITF* * Task Force for International Cooperation in Holocaust Education, Remembrance and Research. Grupo de Trabajo para la Cooperación Internacional en Educación, Rememoración e Investigación del Holocausto. Nuestra Memoria Consejo de Administración 2007/2008 Año XIV, Nº 30, julio de 2008 Presidente Dr. Mario Feferbaum CONSEJO EDITORIAL Vicepresidentes Sra. Danuta Gotlieb Coordinación general Arq. Boris Kalnicki Lic. Sima Milmaniene Dr. José Menascé Lic. Sima Milmaniene Asesor Dr. Enrique Ovsejevich Prof. Abraham Zylberman Secretaria General Sra. Susana Rochwerger Prosecretarios Dr. Jorge Goldstein Colaboradores Lic. Bruria Sorgen Sra. Alicia Gubnitzky Lic. Marga Haar Tesorero Sr. Daniel Banet Prof. Graciela N. de Jinich Protesoreros Sr. Enrique Dychter Sra. Julia Juhasz Sr. Jaime Machabanski Lic. Bruria Sorgen Vocales Sr. Moisés Borowicz Consejo Académico Sra. Raquel Dawidowicz Dra. Graciela Ben Dror Dr. Pablo Goldman Dr. Yossi Goldstein Dr. Alberto Monczor Prof. Avraham Milgram Sr. Eduardo J. Santoro Dr. Daniel Rafecas Sr. Ernesto Slelatt Dr. Leonardo Senkman Dr. Sixto Stolovitzky Sra. Eugenia Unger Producción Dra. Irene E. Freilich de Weiss Lic. Claudio Gustavo Goldman Lic. Susana Zang Vocales Suplentes Lic. Eduardo Chernizki Diseño e impresión Marcelo Kohan Revisor de Cuentas Dr. Manuel Kobryniec Presidente Fundador Dr. Gilbert Lewi Z’L “Nuestra Memoria” es una publica- ción de la Fundación Memoria del Ho- Directora Ejecutiva Prof. Graciela N. de Jinich locausto. Las colaboraciones firmadas Comité de Honor Arq. Ralph Appelbaum expresan la opinión de sus autores, Prof. Haim Avni declinando la institución toda respon- Prof. Yehuda Bauer sabilidad sobre los conceptos y/o con- Dr. Michael Berenbaum tenidos de los mismos. Permitida su Dra. Griselda Pollock reproducción citando la fuente. Sra. Simone Veil Sr. Elie Wiesel Se imprimieron 3.000 ejemplares de esta edición. Imagen de tapa: “El mendigo-violinista”, en el Ghetto de Varsovia, 1941. Sumario 7 Latinoamérica siglo XX, ¿refugio de la nueva diáspora judía? Daniel Rafecas 17 Acerca de los músicos judíos exiliados en la Argentina durante el nazismo. Biografías preliminares. Silvia Glocer 41 Shmerke Kaczerginski. El partisano trovador Bret Werb 61 El Holocausto y la maldición del arte Demián Orosz 77 Lucha de la literatura del exilio Sigrid Schneider 87 El Holocausto y la legitimidad de su uso como tema en las artes Jaime Vándor 95 Thomas Mann, el nazismo y los judíos Arnoldo Liberman 101 Aproximaciones al tema del Holocausto en la literatura latinoamericana Nora Glickman 111 Memoria y narración en tiempos de oscuridad Graciela N. Brunet 123 Breve comentario sobre la obra Las benévolas, de Johnatan Littell Daniel Rafecas 127 Los casos Grass y Waldheim. Silenciamiento y externalización en situaciones de lo “indecible” Gerhard Botz 147 Los “Justos de la Humanidad”. Ser diferentes en un mundo indiferente Abraham Zylberman 171 El pogrom de Kielce Bozena Szaynok 177 Mentiras en torno del Holocausto Lucy Dawidowicz 191 El “mal elemental”. La culpa y los crímenes de lesa humanidad Arnoldo Siperman 205 En la noche de guardia, de Zvi Eyzenman. La culpa en los sobrevivientes de catástrofes sociales Moisés Kijak 219 La verdad oculta de la culpa Nicolás Meyer 225 Kol Nidre en Auschwitz Yoysef Vaynberg 229 Mauthausen, Dachau, Bergen-Belsen, Theresienstadt, Sobibor, Treblinka, Auschwitz... Ruth Yolanda Artziniega 233 Psicoanalizar después de Auschwitz Mariano Horenstein 267 Dilemas educativos en la enseñanza de la Shoá Yossi Goldstein 273 Las metáforas de la memoria Nora Tage Muler Nasielsky 293 El Holocausto en documentos. Protocolos de los debates internos del aparato nazi. Notas introductorias: Abraham Zylberman 305 Nuestra Memoria. Sumario de los números 1 al 29 Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo del doctor Mario Feferbaum Daniel Rafecas Latinoamérica siglo XX, ¿refugio de la nueva diáspora judía?* I. Hasta 1933 Hasta finales del siglo XIX, Latinoamérica era una región poco significativa para la inmensa mayoría de la judería mundial, que se repartía –en su gran mayo- ría– en Europa, y el resto, en la zona geográfica de lo que había sido el imperio otomano: Cercano Oriente y norte de África. Los últimos judíos que habían llegado a las ex colonias españolas y portu- guesas en América lo habían hecho durante los siglos XVI y XVII, huyendo de la intolerancia e impedidos –al menos en las primeras épocas– de practicar su fe. Condenados a esconder su religión, su rastro se perdió en los siglos posteriores. De modo tal que hasta ese momento, fines del siglo XIX, no cabía esperar que la región pasase a estar en la consideración del colectivo judío del Viejo Continente. El acercamiento comenzó del otro lado del Atlántico, pues no fueron pocos los nacientes Estados modernos americanos, concebidos al calor de revoluciones inspiradas en los ideales ilustrados –libertad, igualdad, fraternidad–, que hacia la segunda mitad del siglo XIX comenzaban a caer en la cuenta de la imposibilidad de progreso y consolidación política y económica sin la afluencia masiva de po- blaciones que se asienten en suelo americano y generen riqueza y prosperidad. De modo tal que era imperioso diseñar estrategias para atraer contingentes de otros lugares del mundo, a fin de cumplir con los objetivos trazados por los “padres” de las flamantes patrias americanas. De ahí que en muchas de las constituciones nacionales figura expresa y enfáticamente esta convocatoria, conjugada con los principios de igualdad ante la ley y libertad de cultos. Daniel Rafecas, Juez federal. Profesor de Derecho penal en las universidades de Buenos Aires y Palermo. Consejero académico de Nuestra Memoria. * Trabajo expuesto en el ciclo de conferencias “Judíos en Iberoamérica”, organizado por Casa Sefarad y Casa América. Madrid, junio de 2008. 8 / Nuestra Memoria Lanzada esta oferta desde América –en especial, hacia Europa–, fue hacia fines de siglo XIX cuando un enorme colectivo judío se fijó –por primera vez como un posible destino de emigración– en el remoto objetivo latinoamericano; en especial, en la Argentina. Me refiero a los aproximadamente cinco millones de judíos que vivían en la Rusia imperial, quienes además de venir padeciendo la tradicional intoleran- cia religiosa antisemita, debieron afrontar –en ese entonces– una persecución política y económica muy marcada; en especial, a partir del asesinato del zar en 1881, lo cual desató una serie de pogromos que no se detuvo en esa década y a la cual se agregó, en 1890, la expulsión de todos los judíos de Moscú y San Petersburgo. Esta situación se vio rematada con renovados y sangrientos pogro- mos a comienzos de 1900, en Odessa, Byalistok y otros sitios, con cientos de muertos y miles de heridos. Enterado el gobierno argentino de la apremiante situación por la que atra- vesaba esta población europea, el presidente Julio Roca firmó un decreto in- vitando específicamente a los judíos del imperio zarista (rusos, pero también ucranianos, lituanos, bielorrusos y polacos) a emigrar a la Argentina, y se des- pachó un agente a Europa para encargarse personalmente del asunto. El decreto presidencial es aún más destacable debido a que la población judeoargentina era –en ese momento– prácticamente inexistente. Así fue que, contra todo pronóstico, se generaría una formidable corriente migratoria de judíos rusos desde Europa Oriental, en especial hacia la Argenti- na, que comenzó hacia 1890 y tuvo su auge durante los siguientes veinte años. Para 1913 se contabilizaban en más de 110.000 los judíos establecidos en esa nación, a partir de esta iniciativa gubernamental. Éste sería el origen de la colectividad judía más grande y activa de todo el subcontinente hasta nuestros días. No podemos aquí entrar en detalles, pero lo cierto es que una vez habilitado el ingreso y asentamiento en territorio argentino de esta gran población judía, por parte del poder político de aquel entonces, ella se integró razonablemente bien, fue migrando de ámbitos rurales a urbanos, ascendió socialmente y casi no fue molestada desde entonces. Un primer vistazo, entonces, a la cuestión analizada pareciera responder afirmativamente a la pregunta que nos formulamos. Pero esto sólo fue así du- rante los primeros años del siglo XX, y en todo caso, respecto de un puñado de naciones. Es que una serie de acontecimientos políticos, económicos y científicos –to- dos ellos, productos de la modernidad– impediría, de allí en más, la conjuga- ción de los factores necesarios para que Latinoamérica se convirtiera en una región receptiva a la judería europea y mundial, cuando bien pudo haberlo sido en las décadas subsiguientes. Latinoamérica siglo XX, ¿refugio de la nueva diáspora judía? / 9 El primer factor distorsivo de esta potencialidad migratoria provino, paradó- jicamente, de la Ilustración. La segunda mitad del siglo XIX asistió a una explo- sión de todas las ciencias. En este marco de revoluciones científicas fueron des- collantes las teorías raciales, que aseguraban la existencia de razas superiores e inferiores dentro de la especie humana. Eran la prolongación de los estudios de Charles Darwin de 1851, acerca de la evolución de las especies. El negro, el indígena eran vistos como racialmente inferiores. El hombre blanco europeo, la raza superior. Pronto, estos discursos pseudocientíficos de- generaron aún más, a través de las técnicas “eugenésicas” y de “higiene racial”, haciéndose funcionales