EL COLEGIO DE MICHOACAN, A.C. CENTRO DE ESTUDIOS ANTROPOLÓGICOS

“Etnicidades en construcción: Procesos históricos y relaciones interétnicas entre huaves y zapotecos en el oriente del istmo oaxaqueño durante el siglo XX”

tesis que para optar al grado de Doctora en Antropología Social

Presenta Claudia Rocío Magaña González

Director: Dr. José Eduardo Zárate Hernández Lectores: Dra. Marcela Coronado Malagón Dr. Yanga Villagómez Velázquez

Zamora, Michoacán, Abril 25 del 2012. AGRADECIMIENTOS

Esta tesis se concretó gracias al financiamiento económico otorgado por la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología CONACYT (no. Registro: 198790), durante la formación en el programa de Maestría-Doctorado en Antropología Social (2005-2010) en El Colegio de Michoacán, A.C. en Zamora Michoacán. A su vez, la Universidad de Guadalajara (U de G), con su sede en el Centro Universitario del Sur (CU-Sur) y el Centro de Investigaciones en Comportamiento Alimentario (CICAN) fueron un espacio fructífero para la concreción del último periodo de redacción y corrección de la presente investigación. La principal influencia académica la debo a mi director de tesis el Dr. José Eduardo Zárate Hernández. Maestro, tutor, director académico, consejero y amigo durante esta etapa. Su dedicación, entrega, paciencia y esperanza a lo largo de mi formación fueron los pilares para la conclusión de este trabajo. La Dra. Marcela Coronado y el Dr. Yanga Villagómez coadyuvaron intelectualmente con sus cuestionamiento para la realización y afinamiento de algunas ideas del presente trabajo a lo largo de los casi cinco años. A ellos manifiesto mi gratitud por el acompañamiento a lo largo de las múltiples versiones del presente; a veces desconcertantes y otras atinadas. A Marcela por apoyarme en los momentos más difíciles de campo y personales. A Yanga por construir un espacio de diálogo crítico del caso oaxaqueño en Michoacán y brindarme un techo en donde discutimos el caso michoacano. A su vez, agradezco a los maestros del Centro de Estudios Antropológicos del COLMICH quienes fueron testigos de mi formación académica. Al Dr. Jorge Uzeta, Dr. Marco Calderón y Dr. Salvador Maldonado, tres caballeros que me ayudaron a sortear los laberintos de las teorías políticas. A la Dra. Gail Mummert y Dr. Paul Liffman por echarme porras en los pasillos y en el camino de redacción de tesis. A Margarita por su gran labor administrativa. Las largas charlas cotidianas y en diversos espacios académicos sostenidas con mis compañeros Sara Raquel Baltazar, Claudia Pureco, Eduardo Solorio, y Favióla Castillo sirvieron de espacios de contención, diversión y crecimiento intelectual. A ellos gracias por ese acompañamiento. La importancia del respeto a la otredad y la valoración de quienes somos, la debo a mi estancia de campo en el Istmo de . Estoy en deuda y agradecida con la gente que me abrió el corazón en Ixhuatán y San Francisco del Mar Oaxaca. Gracias por las enseñanzas culinarias, históricas y de la vida comunitaria. Los llevo en la esperanza de reencontrarnos en un banquete istmeño: Totopo, queso y camarón seco. Al personal de los archivos consultados: Archivo Parroquial de la Virgen de la Candelaria (APVC), Archivo General del Estado de Oaxaca (AGEO), Archivo Histórico Judicial de Oaxaca (AHJO) y al Archivo General Agrario (AGA) en el Distrito Federal. A mis amigos de Guadalajara: Brenda González, Gina López, Paola Lugo, Mónica Loyola (Beto y Lucía), Michelle Fernández, Carmen "China” Castro, Salvador Iván Rodríguez, Diana Vargas Salomón, Ernesto Cisneros, Julio C. Ayala, Gabriela Velarde y Lorena Muñoz. Desde la ciudad de México a Gina Chacón, Mariana Matus y familia y Jahir Navalles. En tierras europeas a Maximino Matus. A mis compañeros de trabajo en el Centro de Investigación en Comportamiento Alimentario y Nutricio (CICAN) en el CU-Sur, U de G: Dr. Antonio López-Espinoza, Dra. Gabriela Martínez, Dra. Karina Franco, Dr. Felipe de Jesús Díaz, Dra. Claudia Beltrán, Mtra. Virginia Aguilera y Dra. Soraya Santana. Aquí empieza una nueva página entre la Antropología de la Alimentación y mi formación en la Antropología Social. El diálogo multidisciplinario ha sido fructífero para ir reafirmando la importancia del trabajo antropológico en la región Sur de Jalisco. Gracias por su paciencia. A pesar de TODO estaremos juntos. A mis padres Jorge A. Magaña e Irma Y. González, mis hermanos Jessica y Jorge, les agradezco la vida y su fe. Dedico esta tesis a: F.G.M.M. y a mi compañero de viaje Jorge Daniel Rojas Ortiz. Las afirmaciones contenidas en la presente investigación son completamente mi responsabilidad. Zapotlán El Grande, Jalisco. Marzo del 2012 I N D I C E

INTRODUCCION Las relaciones interétnicas en el oriente del 2 Los estudios acerca de la etnicidad 14 Metodología propuesta para el estudio de las etnicidades a través 20 relaciones interétnicas Capitulado 29

CAPITULO 1. Poblamiento y construcción de un orden social en el oriente: Las familias de prestigio de finales del siglo XIX Introducción 32 1.1. Poblamiento de familias zapotecas en el curato de San Francisco 33 del Mar. 1.1.1. Estrategias zapotecas y huaves de apropiación de la tierra y 42 propiedad en el oriente. 1.1.2. Cambios en la propiedad de la tierra: Propietarios de tierras 48 y ganaderos en el municipio de San Francisco del Mar. 1.2. Los dones y sus proyectos locales de modernización en Ixhuatán 57 1.2.1. Las lealtades y fidelidades: relación patrón-jornalero 58 1.2.2. La importancia e instauración de la educación 59 1.2.3. La vinculación zapoteca con los proyectos "modernizadores 61 de la región y obras públicas en la localidad. 1.2. La consolidación del poder local: Apropiación y resignificación 64 del "Municipio” y "Ayuntamiento(s)” 1.3.1. La búsqueda por el reconocimiento de Municipio Libre para 68 San Francisco del Mar. 1.3.2. Las estrategias de control de la Cabecera Municipal, los 75 dones de Ixhuatán. 1.3.3. Los argumentos a favor de un Municipio libre de los dones 80 huaves. 1.4. A modo de conclusión 82

CAPITULO 2. Las luchas por la tierra: Relaciones entre huaves, zapotecos y el Estado Introducción 85 2.1. Entre la tierra comunal y la propiedad privada. 86 2.1.1. La Ley Agraria y las tierras: Instrumento de negociación y 91 símbolo de la identidad local. 2.2. La relación ente el Estado y las autoridades locales huaves: El 99 inicio de la resistencia. 2.2.1. La recuperación territorial de los huaves de San Francisco 102 del Mar. 2.3. Acciones de resistencia de los ixhuatecos: Invasiones y juicios 109 legales sobre las tierras. 2.3.1. El decreto de 1972: Entre el Estado, huaves e ixhuatecos 111 2.3.2. Segunda etapa de ejecución del decreto presidencial 119 2.4. A modo de conclusiones 122

CAPITULO 3. Resignificando la identidad local y étnica: El catolicismo liberador frene a ixhuatecos y zapotecos Introducción 125 3.1. La veneración de los santos y vírgenes católicos, las autoridades 126 religiosas y la mayordomía de la Virgen de la Candelaria 3.2. La relación entre Iglesia y sociedad: Los sacerdotes y religiosas(os) 137 de la Teología de la Liberación India 3.2.1. La reorganización socio-espacial del territorio católico 146 3.2.2. El trabajo de las CEB y los TCO 149 3.2.2.I. La construcción del Templo de San Francisco de Asís 154 3.3. El conflicto entre Jesuitas y autoridades de Ixhuatán. 155 3.3.1. Conflictos políticos y la expulsión de los jesuitas de la 158 región oriente. 3.3.2. La reinterpretación del catolicismo liberador frente a la 163 fragmentación local 3.4. A modo de conclusión: El discurso étnico del catolicismo liberador 164 en la actualidad.

CAPITULO 4. Participación política y “el ejemplo del vecino”: Fragmentación y diversificación del poder local Introducción 166 4.1. Proyectos políticos locales: El poder de los dones y las 167 asociaciones económicas familiares. 4.2. El surgimiento de la oposición en Ixhuatán 179 4.3. Los espacios de la democracia: Los significados de la participación 184 local 4.3.1. Procesos electorales: Entre asambleas y elecciones 184 4.3.1.1. Cacicazgos familiares y partidos políticos: Formas 186 de reordenar el poder en Ixhuatán en el siglo XXI 4.3.1.2. Las elecciones municipales del 2010 191 4.4. Idealización de la participación política y "el ejemplo del vecino” 195 4.5. A modo de conclusión: Las formas de participación política 200

CAPITULO 5. Los discursos sobre la legitimidad étnica: Los mitos de los Santos y las formas de organización de las fiestas

Introducción 204 5.1. La Virgen de la Candelaria: La mitificación de las relaciones 205 interétnicas 5.2. La hermandad y "la nación huave” en San Francisco del 209 Mar 5.2.1. Los actores locales en el ámbito religioso católico en San 209 Francisco del Mar 5.2.2. El Templo de San Francisco de Asís y las imágenes 214 religiosas 5.2.3. Mitos y creencias acerca de los santos y el territorio étnico 218 huave 5.2.4. Organización ceremonial alrededor de las fiestas en San 221 Francisco del Mar 5.3. Antecedentes de la Vela de la Virgen de la Candelaria en 226 Ixhuatán 5.3.1. La organización ceremonial jerárquica zapoteca: 229 Despliegue del poder 5.3.1.1. Sociedad de la Virgen de la Candelaria en Ixhuatán 231 5.3.1.2. La postura de la sociedad frente al conflicto religioso 232 5.3.1.3. Redes regionales con otras sociedades en el Istmo 234 de Tehuantepec 5.3.1.4. De mayordomo a presidente del comité de la 237 Sociedad 5.3.1.5. El camino hacía la presidencia municipal 238 5.3.2. Comunidad y el comité Xunaxii Candelaria 242 5.3.2.1. Al rescate de la mayordomía: El surgimiento del 243 comité 5.3.2.2. La identidad católica: La participación y articulación 244 de redes 5.3.3. Las creencias católicas: Sustento de la práctica zapoteca 245 5.4. Comentarios finales puestos a discusión 246

CAPITULO 6. Las memorias locales institucionalizadas: Representaciones simbólicas de las relaciones interétnicas

Introducción 252 6.1. La historia regional: hegemonía zapoteca y subordinación huave 253 6.2. De las memorias locales a su institucionalización como historias 259 locales 6.2.1. Contextos y coyunturas para el surgimiento de las 261 "historias locales” 6.2.2. Las memorias institucionalizadas como historias 264 6.2.2.I. Los huaris como etnia migrante: la recuperación del territorio de los mero ikoots 265

6.2.2.2. La historia de los huaves en Pueblo Nuevo 270 6.2.2.3. De las anécdotas huaves a la acción política 276 individual: Unanimidad y ocultamiento 6.2.3. El guión público del ixhuateco: La historia de Ixhuatán 278 6.2.3.I. De la subjetividad individual a la experiencia del 2 8 4 pueblo 6.4. A modo de reflexión 287

CONCLUSIONES GENERALES Los términos de una nueva relación interétnica

Procesos históricos en la construcción de las etnicidades: 292 Recapitulación Los términos de una nueva relación interétnica: la resistencia frente a 301 la hegemonía Reflexiones hacia el futuro próximo de los huaves de San Francisco 304 del Mar y Zapotecos de Ixhuatán

Anexos 304 Anexo 1. Cuadro de Divisiones Territoriales Anexo 2. Algunos Juicios Civiles (1872-1899) Anexo 3. Análisis Prosopográfico Anexo 3.1. Lista numérica Anexo 3.2. Tipos de módulos y Códigos Anexo 3.3.a. Trayectorias individuales y familiares en el oriente del Istmo de Tehuantepec Anexo 3.3.b. Cambios en la propiedad de haciendas y ranchos en el Oriente del Istmo de Tehuantepec (1857 a 1929) Anexo 3.3.c. Los Dones (1860-1930) Anexo 3.3.d. Categoría y acciones políticas en el oriente Anexo 4. Consolidación del Municipio de Reforma de Pineda Anexo 5. Cuadro de Presidentes Municipales en San Francisco del Mar Anexo 6. Recomendación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos Archivos Consultados 363 Bibliografía 364 I N T R O D U C C I O N

El objetivo de la presente tesis es describir cómo se construyen las etnicidades a través del análisis de las relaciones interétnicas entre huaves y zapotecos del oriente del istmo de Tehuantepec. El estudio parte de una perspectiva histórica, construccionista y política de las etnicidades, para explicar que a lo largo del siglo XX las relaciones interétnicas e intraétnicas entre huaves y zapotecos del oriente del istmo han estado marcadas por una relación de poder que oscila entre la dominación y resistencia. El estudio de la construcción de las etnicidades desde el nivel ineter e intraétnico, adquiere relevancia en la actualidad ya que aparentemente los procesos globales, económicos neoliberales y el papel del Estado impactan unilateralmente en las regiones modificando las dinámicas de los actores sociales. Las identidades grupales y el reavivamiento de lazos primordiales parecen resurgir frente a dichos cambios mundiales y locales. En algunos países, los conflictos interétnicos han emergido o se han agudizado; en otros los gobiernos han reconocido los derechos de "los pueblos originarios” en el marco legal, reestructurando la relación entre Estado-Sociedad en términos políticamente correctos. En otros, los grupos étnicos han ejercido sus derechos tras desplegar estrategias locales para mantener y fortalecer su identidad frente al Estado. Sin embargo, muchos de estos estudios se centran en el impacto final que conllevan los cambios globales en la localidades y territorios, dejando de lado el estudio de la construcción de las etnicidades a lo largo del tiempo enfatizando las relaciones interétnicas e intraétnicas en una microrregión. La perspectiva histórica a nivel local, permite observar cómo los actores sociales crean configuraciones particulares de dominación y resistencia, que en ciertas coyunturas potencian discursos, prácticas y símbolos que refieren a la pertenencia étnica como un discurso hegemónico que se impone de un grupo étnico sobre otro; mientras el otro grupo étnico invierte dichas relaciones sutilmente, a través de la creación de discursos que cuestionan y resisten la relación de poder. Específicamente en el oriente del Istmo de Tehuantepec, los actores sociales vivieron una reestructuración de sus relaciones interétnicas, derivadas de un conflicto

1 agrario en el que el Estado Mexicano formó parte en la década de 1970. El conflicto por la tierra entre huaves y zapotecos coadyuvó a la re-definición y re-valoración del estatus étnico de dichas comunidades. Sin embargo, la presencia del Estado en la región ha sido un eje importante en la conformación de las relaciones de poder entre grupos étnicos, desde finales del siglo XIX, precisamente en la lucha por el control de la tierra y los territorios. En otros momentos, los procesos de dominación estatal han coadyuvado a que los actores sociales elaboren discursos que potencializan y exaltan la pertenencia, a través del uso de las instituciones estatales y los instrumentos para la regularización y legitimación de la propiedad de la tierra (Joseph y Nugent, 1994). En la actualidad tanto los huaves como los zapotecos del oriente alimentan un discurso abierto acerca de su identidad étnica como bien definida e inamovible en tanto grupos étnicos separados. Los huaves de San Francisco del Mar han argumentado abiertamente en las últimas dos décadas que sus raíces étnicas provienen del Perú, los mero ikootd, ikood, ikooc que significa "el verdadero nosotros” mantienen su lengua nombrada ombejuts, ombeayiüds o umbeyajts (en San Francisco del Mar solamente 900 personas hablan la lengua de acuerdo al INALI). Por otro lado, en aras de mantener un estatus identitario como un tipo de zapoteco (miembros de los binniza), los ixhuatecos -denominación local de los habitantes del pueblo de Ixhuatán- decidieron renombrar al pueblo de Ixhuatán con el vocablo zapoteco Guidxi Yaza o Idxi Yaza que significa lugar entre hojas de palma o maíz en la lengua zapoteca (didxazá) (binni gula'sa' los ancestros). Al traducir el nombre del pueblo al zapoteco, no solamente se borra la historia conflictiva que subyace a la construcción de dicha localidad, sino que los ixhuatecos han afirmado que este lugar les pertenece en tanto zapotecos y no a los huaves como lo fue en un principio. Estos discursos abiertos acerca de su identidad étnica diferenciada, nos permite reconocer que existe una lucha continua por la legitimidad étnica.

Las relaciones interétnicas en el oriente del Istmo de Tehuantepec.

¿Cómo se construyen las etnicidades en el oriente del istmo de Tehuantepec? Esta pregunta nos obliga a posicionarnos desde una perspectiva construccionista e histórica de las relaciones de poder que entrañan las relaciones interétnicas e

2 intraétnicas gestadas en ésta región. Como bien señaló Van Young (1992), México es un país fuertemente regionalizado y las múltiples y distintas problemáticas que emergen, exigen y merecen un estudio mucho más localizado y particularizado espacial e históricamente. El Sur de México y, específicamente, Oaxaca es una entidad federativa que en términos sociales presenta una fuerte contradicción: la riqueza cultural inigualable versus la pobreza material en la que vive la mayoría de su población. La pluralidad cultural oaxaqueña, ahora reivindicada un folklor mercantilizable para el turista, fue durante mucho tiempo reprimida, olvidada y negada. Es por ello que algunos autores, como Bartolomé (2005), argumentaran que el estudio de las relaciones interétnicas (entre grupos étnicos, mestizos y élites locales) es un desafío al discurso antropológico, ya que no puede ni debe ocultar "los dramas sociales” que han ocurrido en "una historia signada por la opresión y la violencia física y simbólica”. "Oaxaca, el estado con la mayor diversidad cultural del país, es un campo social contradictorio, en el cual el "caciquismo”, es decir, el control económico y político de una región por parte de comerciantes mestizos [y élites indígenas o familiares], coexiste con la celosa defensa de las autonomías comunitarias” (Bartolomé, 2005:23). El istmo de Tehuantepec es una de las siete regiones de Oaxaca que resulta sumamente interesante. La historia de dicha región está ceñida por una larga trayectoria de "las autonomías comunitarias” y a su vez, la formación de una estructura de dominación en la que las relaciones interétnicas (entre grupos) y las intraétnicas (dentro del grupo) están en una continua y mutua imbricación. Este escenario multiétnico y de dominación enmarca las interacciones entre diversos actores sociales en una relación tríadica entre "nosotros-otros-Estado” que obligan a repensar las formas en que los actores sociales continuamente logran establecer sus particularidades a la par de redefinir las fronteras, las diferencias y las símbolos culturales (Coronado, 2004). Por lo que el problema de investigación partió del cuestionamiento sobre la naturalización de las formas de poder implícitas en las categorías de clasificación, con las que los grupos étnicos en el oriente del istmo oaxaqueño se autodenominan;

3 es decir, entre “hueves” de San Francisco del Mar y "zapotecos” de Ixhuatán. El tema de investigación acerca de las identidades y mecanismos de diferenciación étnica se derivo del primer planteamiento hecho en el curso de la formación de la maestría (2005-2007) en Antropología Social en el Colegio de Michoacán, sobre todo durante la segunda temporada de campo en el año del 2007, en el que se analizó el proceso de construcción de una identidad local, como lo fue la ixhuateca. En el trabajo de grado respondí a la pregunta de cómo entender o definir una sociedad que presenta rasgos rurales, con una lógica económica capitalista, fragmentada políticamente y al mismo tiempo, donde la etnicidad y el tipo de relaciones de solidaridad son sumamente importantes. Estas contradicciones no fueron comprensibles hasta que el conflicto agrario de la década de 1970 apareció en el discurso de mis informantes, aunado a que un primer planteamiento sobre la cocina y las identidades locales no permitía ver este tipo de procesos políticos. Los conflictos por la tierra entre Ixhuatán y San Francisco del Mar durante la década de 1970, fueron coyunturales para la resignificación de marcadores culturales de los habitantes de ésta región, pues el despojo o recuperación de tierras amenazó la posibilidad de reproducción económica y social. La viabilidad de mantenerse como un grupo -ixhuatecos- fue a través de la reproducción de prácticas culturales, como un discurso étnico de legitimidad histórica (Magaña, 2007). El municipio de San Francisco Ixhuatán está localizado en la región oriente1 del Istmo de Tehuantepec en Oaxaca, entre la Sierra de los Chimalapas y la laguna Oriental, cerca del Río Ostuta. Limita al norte con los municipios de Santiago Niltepec, Reforma de Pineda y Santo Domingo Zanatapec, al sur con el municipio de San Francisco del Mar y el Mar Muerto [Golfo de Tehuantepec], al oeste con el municipio de San Francisco del Mar y al este con los municipios de Santo Domingo Zanatepec y San Pedro Tapanatepec (véase Mapa 1). Ixhuatán es el nombre de la cabecera municipal que pertenece al distrito de Juchitán. Administra cuatro secciones y un barrio -Ostuta- y está constituido por 15 localidades -agencias municipales-: 20 de Noviembre “El Morro”, Reforma Agraria

1 Una descripción geográfica exacta de Ixhuatán diría que se ubica: “[^ ] en las coordenadas 94° 29' longitud oeste y 16° 21' latitud norte, a una altura de 10 metros sobre el nivel del mar” (Enciclopedia de los Municipios de Oaxaca, 2002).

4 Integral, Chahuites “Las Conchas”, Río Viejo, Cerro Chico, Cerro Grande, Las Palmas, La Curva, La Gloria, Paniagua, Lázaro Cárdenas, El Naranjal, col. 1ro de Mayo, La Herradura, El Mango, Cachimbo, El Milagro y El Porvenir. Es una localidad que cuenta con servicios de: agua potable, electricidad, 3 unidades médicas de salud, 1 clínica del ISSSTE, 1 clínica del IMSS-SOLIDARIDAD, 6 consultorios médicos, 1 centro de salud y 4 casas de salud de S.S.O., una casa de la cultura y varias canchas deportivas. A nivel educativo cuenta con 12 jardines de niños, 12 primarias, 2 secundarias -una federal y otra por cooperación- y 2 bachilleratos técnicos. Las calles principales están pavimentadas, con casas habitación de ladrillo y concreto, edificaciones más urbanas y a la par de casas antiguas de barro y techos de palma y/o lámina.

Mapa 1. Ubicación geográfica de San Francisco Ixhuatán en el Istmo de Tehuantepec.

En la cabecera se encuentra el palacio municipal, sede de las autoridades: presidente, secretario general, tesorero, los regidores de hacienda, educación, ecología, obras públicas y síndico. El mecanismo para la elección de representantes

5 se da a través de la postulación de candidatos por los partidos políticos. Al igual que en todo el país, cada tres años se realizan elecciones municipales para el cambio de los funcionarios. En cada una de las agencias municipales existe un representante del orden, elegido a través de juntas locales. Empero, estos no representan a la gente de las localidades y no necesariamente a un partido político; su cargo sólo supone la vigilancia y el orden sin tener facultades jurídicas. La aplicación de sanciones se hace a través de las autoridades municipales. Después de los hallazgos encontrados durante el trabajo de grado, entendí que la etnicidad del ixhuateco, no solamente tenía que ver con la resignificación de símbolos, si no tomaba en cuenta la interacción y relación que estos guardan con los huaves de San Francisco del Mar (Barth, 1976). A su vez, pude observar que el Estado, en sus múltiples representaciones (i.e. agentes del Estado, las reformas agrarias y los procedimientos agrarios), aparecía constantemente como un eje rector en la confromación de las relaciones de poder entre estos dos grupos étnicos, vecinos de municipio. Fue por ello que para la tesis doctoral plantee la importancia de problematizar esta relación interétnica, sin peder el papel desplegado por el Estado en su proceso de construcción2. Para el trabajo de campo doctoral realizado en el periodo comprendido del 2008-2009, en el municipio de San Francisco del Mar encontré un fuerte discurso de reivindicación étnica, en el que los habitantes de la localidad Pueblo Nuevo argumentaban que su asentamiento databa desde hacía 3,000 años, tomando como punto de referencia la antigüedad de su lengua. Parte de la reelaboración histórica local consistió en que los huaves vinieron del Perú o de la república de Nicaragua, siguiendo la crónica Francisco de Burgoa. Tras un largo recorrido, los hauris viajaron en sus embarcaciones por la costa del pacifico huyendo de guerras y asentándose en las orillas del Océano Pacífico, en el Istmo de Tehuantepec. Por mucho tiempo,

2 Este último no necesariamente se considero como eje del estudio ya que existen muchos trabajos que se centran en una discusión mucho más profunda. Para ello sugiero que se revise el libro que compila dicha discusión en Joseph y Nugent (2002) Los Aspectos cotidianos de la formación del Estado. Lo que estaba de manifiesto a lo largo de los diarios de campo era cómo los actores sociales continuamente resaltaban la importancia de refrendar los sentidos de pertenencia, manifestados en la ostentosidad y fastuosidad de las prácticas locales reconocidas como étnicas, a la par de una lucha continúa por la tierra donde el poder se manifestaba abiertamente, en una relación tensa entre estos dos grupos étnicos de autoadscripción.

6 su señorío se extendió desde Jalapa del Marqués a gran parte del Istmo. Antes de la llegada de los españoles los huaves enfrentaron enérgicamente una serie de guerras en las que perdieron y fueron relegados a las costas y lagunas. Fueron los zapotecos establecidos en , con el apoyo del gobierno de Axayacatl -rey azteca- quienes controlaron durante mucho tiempo el comercio y el uso de tierras fértiles. Por lo que continuamente se dice que desde ese entonces, los huaves y zapotecos mantiene sus rivalidades, visibles en el control de las zonas pesqueras y por la tierra. Es en este punto cuando inicio la búsqueda por entender por qué la gente continuamente hablaba de sí, en referencia a un grupo étnico. La individualidad y subjetividad de los habitantes en dichas localidades, se entretejían en discursos que apelaban continuamente a su pertenencia a un grupo étnico, los zapotecos; empero estos no eran iguales a los de Juchitán y los huaves que eran de San Francisco del Mar, no eran iguales a los de San Dionisio del Mar. Estos últimos regionalmente privilegiados en la literatura antropológica y lingüística por mantener una fuerte resistencia y arraigo a través de su lengua conocida como el ombedjuuts. Aquí inició otra encrucijada. La problematización de las relaciones intraétnicas de ambos grupos étnicos. Sin embargo, está dimensión solo fue analizada en relación a los discursos que cada grupo étnico expreso de sus "hermanos de raza”3. Para contextualizar es necesario decir que el municipio de San Francisco del Mar limita al norte con los municipios de San Dionisio del Mar, Santiago Niltepec y al sur con el Océano Pacifico, al oeste con la Laguna Inferior y con el municipio de San Dionisio del Mar y al este con San Francisco Ixhuatán. Se ubica en las coordenadas 94° 31’ de longitud oeste 16° 20’ latitud al norte, con una altura de 10 metros sobre el nivel del mar. La superficie total del municipio es de 400.61 km2. El municipio cuenta con un total de 6,874 habitantes de los cuales un total de 926 personas que hablan alguna lengua indígena (CONAPO, 2005). El municipio cuenta con un total de 1,517 viviendas de las cuales 1,511 son particulares. Todas estas con los servicios de agua potable, alumbrado público, drenaje urbano,

3 El estudio de las relaciones intraétnicas en su dimensión histórica requería de otro tipo de metodología para comprender los procesos de confromación de estas identidades énticas muy particulares.

7 pavimentación, sistema de recolección de basura, seguridad pública y rastro municipal. Las religiones que predominan en este municipio son la Católica y Evangélica. Los niveles de educación: 3 jardines de niños, 3 escuelas primarias, 1 secundaria federal, 1 telesecundaria, 1 COBAO, 1 centro de educación inicial indígena y 1 albergue escolar indígena nivel primario. El municipio cuenta con 1 Clínica IMSS- COPLAMAR con personal médico y 2 enfermeras para toda la población. La PEA asciende a 1,577 personas, de las cuales 1,565 se encuentran ocupadas y se presenta de la siguiente manera: sector primario: agricultura: maíz, sorgo, ajonjolí, sandía, melón, y mango; ganadería: ganado bovino y especies menores y pesca: camarón y diferentes tipos de pescado base económica de la población. Sector terciario enfocado al turismo: pesca deportiva y su fiesta tradicional. A partir de la revisión de literatura y mis estancia en la región, en un primer momento entendí que en el transcurso de cuatro décadas, en el oriente del istmo oaxaqueño se dio un proceso de re-etnización, que actualmente se expresa en la recuperación, mantenimiento y enorgullecimiento de la pertenencia étnica, a través de proyectos particulares para el reavivamiento de la lengua, a la par de una noción generalizada de lo que es y debe ser la pertenencia a un grupo étnico. La diferencia cultural no es solo el componente que organiza4 las relaciones sociales al interior y exterior de las poblaciones, es también el elemento del cual se deriva y legitima la conflictividad social hacía dentro de una población y en relación a sus vecinos de municipio. Al cuestionarme acerca de los sistemas de clasificación de grupos en el istmo, me di cuenta que en efecto existen relaciones de dominación y subordinación entre ellos, expresadas actualmente a través de gentilicios despectivos: los ixhuatecos llaman a los huaves mareños y viceversa los huaves de San francisco del Mar se refieren a los habitantes de Ixhuatán como los caciques. Sin embargo, encontré otras formas de poder que no necesariamente se expresaban nítidamente en estas formas

4 Es decir, que a través de categorías los miembros de ambas poblaciones interactúan con diferentes actores sociales, en espacios múltiples, con ciertos bienes sociales desde una posición dentro de la sociedad más amplia a la que pertenecen.

8 de identidad. Fue por ello que me permití cuestionar estas nociones étnicas y su relación, lo que no significó centrarme en un análisis procesual de la construcción de la desigualdad, sino más bien ahondar en cómo estás formas de dominación- subordinación han sido resignificadas (por distintos grupos o en distintas poblaciones, municipios), en diferentes situaciones y niveles -comunitario local, regional y estatal- y cómo estas reinterpretaciones son formas de poder que permiten la convivencia entre ambos grupos étnicos vínculados geográfica, política, económica e históricamente. Es en esta imbricación de identidad y poder presente en la interacción entre grupos étnicos, lo que potencia la construcción de las etnicidades en un largo proceso histórico inacabado y cambiante. Parte fundamental para la presente investigación fue distinguir los procesos de dominación histórica del Estado en la región a la par del proceso de conformación de una hegemonía zapoteca versus la resistencia sútil de los huaves, de las construcciones y elaboraciones significativas que en cada población se hacen respecto a estos procesos de configuración del poder. Así que primero tuve que reconocer, que en diferentes momentos los zapotecos fueron asentando su hegemonía y poderío a través de varias estrategias de representación (símbolos e historias locales) en diferentes periodos; subsumiendo a los huaves en un imaginario regionalmente dominado por el zapoteco. Por otro lado, fue necesario hacer una relectura de la posición de los huaves frente a los zapotecos, precisamente a través del seguimiento de sus acciones y símbolos en diferentes coyunturas históricas. Los procesos históricos de conformación de una hegemonía zapoteca regional en la literatura antropológica y sociológica de la región han sido identificados como la zapotequización de algunos grupos que conviven en este espacio geográfico (Millán, 2005). Tal proceso de expansión del poder zapoteco se ha expresado en diferentes esferas económica, política y actualmente en la cultural, las cuales han impactado en las poblaciones huaves, dándoles forma a ciertos símbolos como una especie de "estilo zapoteco” para realizar actividades, sean fiestas o ejercicio de los derechos electorales. Una especie de expansión y colonización cultural del "zapoteco”, tras el proceso de reivindicación étnica (Reina, 1997). Por otro lado, pareciera que los huaves, zoques y mixes que también habitan la región poco han hecho para frenar

9 estos procesos de dominación (ver Cheney, 1976; Diebold, 1969; García y et.al., 2001; Radin, 1906; Radin, 1924; Signorini, 1979a, 1979b, 1976, s.f.; Suarez, 1975). Los estudios centrados en los huaves se caracterizan por hacer un énfasis exacerbado en las características lingüísticas de los huaves de San Dionisio del Mar, pero poco han explicado de las dinámicas y cambios políticos y económicas actuales en relación a la hegemonía zapoteca. Sin embargo, a lo largo de la presente tesis trato de demostrar que los huaves han resistido de maneras muy particulares para frenar dichos procesos de expansión del poder zapoteco, tras desarrollar estrategias muy claras de contención. El proceso de expansión étnica desde finales del siglo XIX se dio gracias a la reconstrucción de la identidad étnica del zapoteco en parte a las estrategias de resistencia desarrolladas frente a los proyectos de modernización del estado Porfirista. A nivel regional algunos miembros de ciertos sectores de la población lograron posicionarse como intermediarios políticos y económicos, creando así una elite intelectual y militar (Millán, 2005; Reina, 1997). De acuerdo con Reina (1997) hacia finales del siglo XIX el istmo constituía una región geográfica, cultural y económicamente definida. El ambiente ecológico y una economía estable por los ciclos climáticos facilitaron el establecimiento de varias etnias, con vecindad territorial y un pasado en común en el cual "la cultura zapoteca se encargó de crear un marco cultural de interacción entre los grupos subordinados a ella” (Reina, 1997: 4). El origen "guerrero”, más no civilizatorio, y su "nobleza fundadora” producto del mestizaje proveyó a los zapotecos las herramientas para mantener el control político y económico sobre otros grupos. A través del papel de intermediación, los zapotecos controlaron el intercambio y posteriormente el comercio de diversos productos marítimos, agrícolas y artesanales. La política poblacional del gobierno federal durante el Porfiriato propicio un rápido crecimiento demográfico y diversificación productiva con resultados positivos para los zapotecos. De acuerdo con los datos que provee Reina (1997) hacia finales del XIX, bajo este régimen modernizador porfirista, los zapotecos intensificaron y diversificaron su producción agropecuaria a la par de que otros grupos étnicos

10 resintieron el crecimiento económico, visibles en las profundas diferencias económicas. La llegada de la inversión extranjera para la construcción del ferrocarril, promovida por Porfirio Díaz, abrió el comercio nacional al mercado internacional, a la par de brindar a los extranjeros las facilidades para comprar grandes extensiones de tierras. Para los grupos étnicos establecidos en la región, "significó un cambio en la utilización de los espacios” y por ende una redistribución desigual de los recursos. Mucha mano de obra fue desplazada con la llegada de extranjeros lo que produjo un reacomodo de la población en dos tipos de asentamientos: los agrícolas y los de las estaciones de ferrocarril. Las unidades privadas estaban en manos de gente zapoteca y de los extranjeros. La intensificación del comercio complejizó la estructura ocupacional zapoteca y provocó el reordenamiento de la organización social que de por si era altamente estratificada5 (Zeitlin, 1989; Zeitlin N., 1990; Reina, 1997; Covarrubias, 2001; Whitecotton, 2004; Villagómez, 2004). Con la construcción del ferrocarril a finales del siglo XIX, los zapotecos de Tehuantepec y Juchitán se especializaron en el comercio a larga distancia desarrollado por las mujeres bayunkeras lo que facilitó el intercambio de noticias, ideas y costumbres a la par de la acumulación de riqueza, prestigio y poder que este conllevó. La incorporación temprana de la mujer juchiteca en el mercado de trabajo no fue cuestión de mero azar (Reina, 1997). La estructura familiar en Juchitán a mediados del siglo XIX estaba constituida mayoritariamente por mujeres viudas o solas, con un promedio de 4 hijos. Las guerras y la inclusión de hombres a la milicia, hicieron que las mujeres buscaran alternativas para subsistirlos en su papel de proveedores. Así "las actividades que desempeñaban las mujeres zapotecas fuera de sus hogares, constituían [_ ] una extensión del trabajo doméstico” (Reina, 1997:15). Un último elemento fue que ante el desequilibrio numérico entre hombres zapotecos y mujeres, la llegada de extranjeros sin mujeres para la construcción del ferrocarril llevó a el establecimiento de matrimonios entre mujeres zapotecas y

5 Reina (1997) proporciona un dato que ejemplifica dicha complejidad: para el año de 1844 casi el total de la población se dedicaba a la agricultura; para 1890 la población zapoteca diversificó sus actividades comerciales y artesanales a un total de 64 diferentes tipos de actividades. El 1% de la población constituía la élite intelectual básicamente profesionista.

11 hombres extranjeros6. La inclusión masculina extranjera a la sociedad zapoteca provocó un proceso de aculturación de los recién llegados. De los matrimonios interétnicos se formaron "los criollos nuevos”, constituyendo una elite zapoteca criolla que facilitó la reelaboración de la identidad étnica. Estos elementos contribuyeron a conformar una sociedad lista para apropiarse e incorporar nuevos elementos "biológicos y culturales” tanto en la práctica como en la representación simbólica hacia finales del siglo XIX. La vinculación de la élite zapoteca con líderes políticos en el país, durante el siglo XIX con Juárez y Porfirio Díaz, fue un mecanismo crucial para que los zapotecos se consolidaran como grupo hegemónico en años posteriores. Estos acapararon y controlaron los espacios públicos de la política, la economía y la cultura. A principios del siglo XX se reactivó la economía por las vías del ferrocarril y los puertos: i.e. en Veracruz se construyó la refinería de Minatitlán, y el ferrocarril interoceánico conectaba el tráfico internacional con Estados Unidos. Aunado a ello, en la década de 1930 y en el contexto de reacomodo económico surgió la revitalización de una élite cultural -escritores, pintores y maestros- y política de zapotecos con vías de integrarse al modelo del Estado nacional -de acuerdo a las políticas indigenistas-. Estos zapotecos que migraron a la ciudad de México, fortalecieron un imaginario en el que se reivindicaron los valores "indígenas” con la capacidad de apropiarse y aculturar a todo extraño que los vinculó con instituciones del Estado Mexicano (Millán, 2005). La hegemonía zapoteca se ha dado a través de la resignificación de los valores zapotecos, específicamente de Juchitán y de Tehuantepec; omitiendo quizá otras poblaciones, que se han formado por familias zapotecas y que se han insertado en espacios fuera del centro del Istmo de Tehuantepec. En este caso, la imagen del zapoteco dominante se dio a principios de siglo XX, cuando se estableció una diferenciación tajante del zapoteco como no indígena y, muy vinculado a la cultura nacional. La posibilidad de que la imagen del zapoteco pudiera ubicarse como hegemonía fue posibilitado por contactos cotidianos, por ejemplo la figura de la mujer

6 .. Las mujeres zapotecas les abrían las puertas a la sociedad zapoteca y un mejor acceso a los recursos sociales, materiales y naturales” (Reina, 1997;16).

12 tehuana en billetes de $10 o Frida Kahlo personalmente promovió los trajes istmeños. A la par de ello, en la Ciudad de México, surgió un movimiento de escritura y reivindicación del Istmo de Tehuantepec. La revista Neza, conformada por jóvenes zapotecos del Istmo que emigraron a la ciudad de México, publicaron escritos acerca de la vida cotidiana y de los valores zapotecos en los diarios nacionales y textos literarios creados por estos intelectuales zapotecos. Los escritos de los viajeros, como Miguel Covarrubias (2001) muestran también el impacto que causaron a dichos viajeros, las poblaciones del istmo de Tehuantepec por el colorido y lo folclórico de los habitantes, su vida cotidiana y sus fiestas. A través de los medios de difusión y los contactos cotidianos se creo una imagen de los zapotecos dominantes, innovadores y con poder económico y político fuera de las inmediaciones regionales, siendo indios. Sin embargo, no solamente fue la imagen estereotípica señalada anteriormente, la que otorgó a la hegemonía zapoteca su lugar privilegiado en los estudios de la región. Otro momento importante en el que se reivindicaron los valores zapotecos fue cuando hacia finales de la década de 1970 en Juchitán surgió el movimiento de la Coalición Obrera de Campesinos y Estudiantes del Istmo (COCEI). Los miembros de dicho movimiento organizado en Juchitán se declararon los representantes de los valores y la cultura zapoteca. Fue a través de la revalorización de la fuerza zapoteca juchiteca7 en conjunción con ciertas estrategias de lucha organizada, observada en el movimiento de la COCEI, las que facilitaron arrancar del gobierno local a los caciques locales, representados en el PRI, y devolver el poder al pueblo juchiteco. Desde ese entonces y hasta hace algunos años8, la COCEI se ha

7 Aclaro que es juchiteca, porque es precisamente en este espacio en el que podemos observar las particularidades de las historias locales. Es decir, para los zapotecos juchitecos el valor guerrero y bélico que entraña su historia tiene que ver con las múltiples derrotas contra los invasores extranjeros, como los que se conmemoran en la Batalla del 5 de Septiembre contra los franceses. No es solo la fuerza de la sangre conquistadora de los zapotecos binnizá, sino además la fuerza inapacible de quien defiende su pueblo heredada de los ancestros que pelaron frente a las fuerzas armadas extranjeras en Juchitán (Notas de diario de campo, Juchitán, Junio del 2006). 8 Lo que ocurre con la COCEI no tiene nada que ver con el origen y el desarrollo de este movimiento que marcó un hito en las luchas municipalistas de los años 70 y 80, ni en la contribución de movimientos como éste para la reforma electoral de 1977, que abrió camino para la participación institucional de los partidos opositores al PRI, la representación proporcional de minorías, y la posibilidad de que muchos movimientos opositores salieran de la clandestinidad. 28 Mayo 2010.

13 considerado un movimiento auténtico y temprano de reivindicación étnica a nivel nacional (Campbell, 1992, 1993; Rubin, 1997; Villagómez, 2004). A nivel regional se consideró la expresión de un solo grupo étnico, que mantiene relaciones de asimetría frente a los otros. Sobre todo, que ha mantenido su poder precisamente a través de la promoción de una representación simbólica de un grupo que resiste y se enfrenta de manera imperante ante las fuerzas del Estado. Por otro lado, el papel de los huaves en la historia regional apenas empieza a ser descubierta en estudios históricos recientes. Son pocos los trabajos de los huaves que hacen referencia a su participación en la construcción de las relaciones de poder en la historia regional y su papel en las coyunturas históricas (Bailon, 2001). En este trabajo trato de demostrar que los huaves del municipio de San Francisco del Mar, específicamente en la localidad de Pueblo Nuevo y Viejo, han desarrollado y desplegado estrategias de contención para frenar esa hegemonía y poder del zapoteco, ya que la misma literatura antropológica los ha invisibilizado al situarlos fuera de la escena regional.

Los estudios acerca de la etnicidad El término ethnicity apareció por primera vez en el año de 1950 en el Oxford Dictionary y la primera compilación con ese titulo fue la de Glazer y Moyninham (1963). En la década de 1960 algunos académicos dieron importancia a los famosos enclaves étnicos y el impacto regulador que los Estados tenían sobre ellos; las migraciones y nuevas formas de integración cultural, negando hasta cierto punto la raíz histórica de la etnicidad (Barth, 1976). Los sentidos de parentesco, solidaridad grupal y la cultura en común son aspectos que tienen antecedentes definidos. Empero hasta hace algunas décadas se ha reconocido la profundidad historica de los procesos de "etnicidad” (Hutchinson & Smith, 1996; Gutiérrez y et. Al., 2008). Para los sociólogos Gutiérrez y et al. (2008), la etnicidad es un componente central que plantea una problemática sobre la gestión de las reivindicaciones identitarias colectivas locales y regionales, basado en la dialéctica entre similitud y diferencia y que permite poner en el centro de la discusión la cultura y las interacciones sociales en diversos contextos políticos y sociales. En tanto un medio

14 de identificación, la etnicidad es individual y colectiva que se manifiesta en la interacción social e internalizada de la autodefinición (prácticas cotidianas y la agencia individual). Es un concepto que permite entender la capacidad grupal para definir al "otro” y los significados que se relacionan y son definidos de forma particular con "Una identificación (con), sentirse parte de un grupo, organización o sociedad y, por ende, excluir a otros por esta afiliación” (Gutiérrez y et al, 2008:8). Actualmente se ha reconocido el papel político que la etnicidad puede tener para movilizar a los actores sociales en la búsqueda por el reconocimiento de valores culturales, la diversidad cultural y de derechos humanos; que muchas veces se define por la construcción social y política de las "sustancias” y de sus diferencias biológicas, culturales y religiosas (Smith,1991; Hutchinson & Smith, 1996). Para Guitérrez y et al (2008), y en otro momento Vincent (1974), estas características de la etnicidad constituyen una forma de categorización social que es puesta en marcha para que y durante la interacción se utilicen como mecanismos de interpretación de "las sustancias”. "Tiene que ver con el hecho de lidiar con sentidos de pertenencia diferenciados que se encuentran en constante interacción, convivencia, cohabitación, intercambio” (Gutiérrez, 1996: 13). El enfoque de las categorizaciones sociales busca un acercamiento de "Lo cultural de la etnicidad” en temáticas muy específicas como: movimientos étnicos e indígenas, los vínculos políticos y relaciones interétnicas, las relaciones cambiantes entre globalización e identidad, los fenómenos de racismo y xenofobia, la profundización de las diferencias y legitimidad, y los reavivamientos étnicos, religiosos, etc. Sin embargo, lo que interesa es entender que la etnicidad antes que ver con connotaciones racistas es primero una forma de apego a un sistema cultural y político. Aunque muchos estudiosos preferirán ver solamente el lado de la acción política que puede generar los sentimientos primordialistas en movimientos políticos, sociales y culturales en los que se busca la apropiación del espacios público (Gutiérrez, et. Al., 2008). Para la presente investigación la etnicidad designa tendencias culturales y políticas orientadas en las "relaciones” de grupos de pertenencia diferenciados frente a un mundo pretendido homogéneo. Aunque

15 también nos remite a esas relaciones de fuerza y poder que oscilan entre la dominación y resistencia de una etnia dominante frente a otras. Actualmente, el multiculturalismo se ha convertido en una expresión política que privilegia, ingenuamente, un acercamiento más pluralista de la nacionalidad en estados occidentales poliétnicos, a pesar de que dichas tendencias también han generados reacciones nacionalistas en las minorías étnicas (Hammar, 1990; Husbands, 1991; Rex, 1995). "Al mismo tiempo, algunos antropólogos antiesencialistas y otros han buscado deconstruir la etnicidad en si misma, sugiriendo que no sólo las comunidades étnicas están profundamente divididas, sino también la etnicidad en si misma es una identidad opcional y es frecuentemente obscurecida por otras identidades (género, clase, regional)” (Hutchinson & Smith, 1996:12). Antes de pasar a la propuesta teórico-metodológica para el estudio de las relaciones interétnicas haremos una síntesis de los tres enfoques que han propuesto el estudio de las etnicidades. Los enfoques teóricos que han permeado los estudios de las etnicidades se pueden dividir en tres campos propuestos por Hutchinson y Smith (1996). El primero, denominado los estudios primordialistas (termino propuesto por Shils, 1957), son todos aquellos que buscan encontrar los vínculos que mantienen a los grupos unidos, casi siempre atribuidos a los lazos individuales que se atan a la religión, sangre, raza, lengua y costumbre. Hutchinson & Smith (1996) afirman que algunos socio-biólogos han propuesto una visión radical del primordialismo o esencialismo, afirmando que existe una capacidad genética reproductiva en las sociedades como la base, "no solo de las familias y clanes, sino de otro tipo de linajes de grupos como las etnias (prácticas y estrategias sociales se explican como derivados o resultados de los drivers biológicos)” (op.cit.,1996:8). Geertz (1963) siguiendo los trabajos de Shils enfatizó en la importancia de las cualidades culturales sustanciales como religión, lengua, raza, nacionalidad y costumbres que unen a los grupos étnicos con una cualidad primordial, empoderada e inefable. Geertz (1963) fue criticado por Eller y Coughlan (1993) ya que su enfoque fue apriorístico y a-sociológico, reduciendo el fenómeno social a limites inherentes en las culturas y por ello, limitando la posibilidad de explicar las pasiones colectivas que emergían en ciertas situaciones.

16 Por su parte, Grosby (1994) argumentó que la emoción masiva no es un tema a repensar, sino más bien explicar por qué tantas personas atribuyen cualidades primordiales a sus relaciones con elementos vitales de la vida como: origen, descendencia y territorio ancestral. Para Van den Berghe (1995) estas fuentes recaen en impulsos profundos, genéticamente reproductivos de los individuos y son una propensión privilegiada por grupos de linajes cerrados y facilitando la extensión de sus relaciones a grupos más amplios como etnias o razas. Las visiones esencialistas han sido criticadas por su poca capacidad para explicar los cambios y disoluciones de las identidades primordiales, derivadas por ejemplo de los procesos migratorios y matrimonios interétnicos en el mundo moderno. Este tipo de trabajos (de religión o cultura) plantean una visión estática y naturalista de la etnicidad. A su vez, han sido criticados por carecer de una explicación amplia del poder, ya que para estos autores lo que importa es comprender las formas de vinculación afectiva a través de lazos primordiales. En general, los estudios etnográficos han demostrado lo variable y flexible que pueden llegar a ser las identidades, muchas veces traslapadas y en la que los individuos son capaces de asumir, resignificar símbolos, prácticas o interacciones y resistir a las relaciones de poder. El segundo grupo de estudios centrados en la etnicidad es una de las perspectivas más utilizadas en la actualidad, denominada “interaccionista o instrumentalista”. Estos estudios tratan la etnicidad como un recurso social, político y cultural para diferentes intereses colectivos e individuales, y un indicador del estatus de los grupos. Esta propuesta inició con el trabajo de Barth (1976) en el que planteó que a través de la interacción, los grupos étnicos lograban construir y marcar sus fronteras culturales. En el “transaccionalismo Barthiano”, los grupos étnicos debían de entenderse como unidades de adscripción, en el que las fronteras sociales aseguraban la persistencia del grupo. Los contenidos culturales no son los que determinan a los grupos étnicos, sino los limites que se marcan durante una interacción. Por lo que, las fronteras culturales y los guardias de las fronteras simbólicas (i.e. lengua, vestido, comida) que perpetúan la comunidad, requieren de un intenso estudio antropológico. Barth (1976) propuso que las frontera son

17 permeables, empero las transacciones que se establecen a través de las fronteras ayudan a proveer un limite más duradero. Para los instrumentalistas la naturaleza de la etnicidad deviene de una construcción social y de la habilidad de los individuos de "cortar y mezclar^’ de una variedad de herencias étnicas y culturales para forjar sus identidades individuales o grupales (Hutchinson & Smith, 1996). Sin embargo, se les ha criticado porque por ejemplo, Barth asumió la perdurabilidad de las fronteras o limites. A su vez, la imposibilidad de diferenciar tipos de alianzas, recursos abiertos a varios tipos de relaciones y la falta de las dimensiones individual y subjetiva, que limitan la comprensión de estas interacciones diferenciadas (Francis (1976), Wallman (1986), Epstein (1978) citados en Hutchinson & Smith, 1996). Los estudios de elección racional -rational choice- adoptado por Hechter (1986) y Banton (1994), rechazan las explicaciones normativas, estructuralistas o esencialistas, porque éstas ignoran el rol de las preferencias individuales. Para salir de este dilema, Hechter (1986) y Banton (1994) construyen un modelo de solidaridad grupal basados en los alcances personales de bienes públicos. Para Hechter (1986) los individuos están de acuerdo en otorgar cierta libertad a las organizaciones civiles para asegurar sus metas de bienestar, prestigio y poder. Las organizaciones étnicas juegan un rol clave en monitorear y controlar información para sus miembros quienes se unirán a ellos siempre y cuando negocien y deliberen los beneficios individuales. Por su parte, Banton (1994) argumenta que la etnicidad es definible a un nivel micro, para explorar las preferencias étnicas individuales usando una versión de la teoría de juegos y el dilema del prisionero para determinar las circunstancias en las que los individuos eligen alienarse ellos mismos a su linaje étnico o en las identidades base de clase, religión o género. Estas propuestas interaccionistas e instrumentalistas presenta tres limitantes: 1.- Divorcian la identidad individual cultural de la base institucional; 2.- Niegan el ambiente cultural más amplio en el que tanto la competencia de la elite y la maximización de preferencias racionales suceden; y, 3.- Ninguna de estas posturas considera una visión de larga duración de las identidades (Hutchinson & Smith, 1996:34). Muchas veces estos estudios definen ampliamente los intereses individuales o colectivos en términos materiales, desestimando seriamente el sentido

18 de la participación de los individuos en la permanencia de sus identidades. Caracterizándose por el olvido de las dimensiones históricas y afectivas de la etnicidad (Connor, 1994; Fishman, 1980). El tercer enfoque de la etnicidad que parece relevante en esta discusión se encuentra en aquellos estudios que han demostrado que a través de la historia, las naciones y etnias en tanto ejes de pertenencia han despertado las pasiones colectivas en relación a parentescos primordiales (Hutchinson & Smith, 1996:9). Los trabajos de McKay y Scott (citados en Hutchinson & Smith, 1996) constituyen esfuerzos por sintetizar la perspectiva subjetiva e histórica de la etnicidad en un nivel teórico. El etnosimbolismo propuesto por Armstrong (1982) y Smith (1991) busca salir de las perspectivas antihistóricas y antisubjetivistas. Ambos autores se preocupan por la persistencia, cambio y resurgimiento de las etnias y el rol de lo(s) pasado(s) étnico(s) para dar forma a las comunidades culturales presentes. Armstrong (1982) aplica el modelo de Barthiano incluyendo los contenidos étnicos en grupos preexistentes. Los mitos y los símbolos juegan un papel crucial en unificar poblaciones y asegurar la continuidad sobre muchas generaciones. Armstrong (1982) considera un amplio rango de factores como: la nostalgia por formas de vida pasadas, las civilizaciones y organizaciones religiosas, los mythomoteurs y las fisuras en el lenguaje, que afectan la creación y/o construcción de identidades étnicas cambiantes. Por su parte, Smith (1991) examina algunas de las causas de la etnogénesis, distinguiendo entre etnias horizontales (aristocráticas) y verticales (demóticas); y traza los patrones por los que de ellos surgen naciones modernas. También, Smith (1991) enfatiza en los contenidos culturales como símbolos, mitos de origen y elección étnica, y memorias de "épocas de oro” contextualizados en los proceso de producción retomados por los grupos étnicos. Es decir, la etnicidad se puede estudiar a través de la intensidad emocional y la herencia histórica de las etnias que es fundamentada en la comprensión subjetiva de dichas referentes históricos. Hutchinson y Smith, argumentan que "[_] se ha dado el resurgimiento de las etnicidades en el mundo moderno, así como las inteligensias han redescubierto sus raíces étnicas, como un antídoto al racionalismo burocrático impersonal. Se les ha

19 criticado por dejar a un lado el materialismo y por privilegiar más bien los contenidos culturales” (Hutchinson & Smith, 1996:11). Estas tres perspectivas en realidad se complementan, ya que la etnicidad es tanto una construcción histórica en la que las concepciones de un "yo” -individual y colectivo (Taylor, 1996), que forma parte de un "nosotros”, se define y diferencia en la medida en que hay un otro que se reconoce y permite reconocerse a sí mismo (Barth, 1976). A través de la interacción e intercambio de recursos o intereses (individuales y colectivos) se establecen y se utilizan símbolos para la identificación y diferenciación del "yo colectivo” y "otros”. Para la presente investigación, la etnicidad es un proceso histórico inacabado que permite englobar ciertos proyectos individuales y colectivos que facilitan el surgimiento de nuevos actores sociales que establecen relaciones de poder horizontal y vertical, a lo largo del tiempo. Hay periodos en los que la resignificación de un "nosotros” como un todo integrado es tan sutil y cotidiana que pasa por alto las idealizaciones esencialistas del "ser indígena” o "formar parte de un grupo étnico” centrada en representaciones de sociedades salvajes o tradicionales en peligro de extinción. En la actualidad, los mecanismos de identificación y creación de los sentidos de pertenencia a un grupo étnico se visibilizan y potencian en una relación interétnica ceñida por el poder, que en sí misma entraña dominación y resistencia (Scott, 2000). No obstante, la fascinación de viajeros, estudiosos y personas que han conocido la región del istmo de Tehuantepec, se ha centrado en la opulencia y fastuosidad del indio zapoteco frente a la pobreza y exclusión de los indios huaves. Cómo estudiar la relación de dichos grupos étnicos cuando la mirada ha estado puesta en lo visible de los contenidos culturales, en lo que se presenta textual y explícitamente. Los estereotipos y símbolos de los grupos étnicos han guiado el estudio de una relación de desigualdad entre huaves y zapotecos; ocultando cómo y sobre qué otros aspectos la etnicidad se construye y opera en la interacción.

Metodología propuesta para el estudio de las etnicidades a través de las relaciones interétnicas La etnicidad es un proceso histórico inacabado que se caracteriza por la negociación del sentido de pertenencia tanto hacía dentro de los mismos grupos

20 étnicos (intraétnica) como en la relación a otros grupos étnicos (interétnica). De aquí que la presente investigación se ha construido como una etnografía histórica que busca describir algunos procesos coyunturales y escenarios de negociación de los límites de la pertenencia ocurridos durante el siglo XX que han permitido la revaloración y negociación, por ende la construcción de las etnicidades en el oriente del istmo de Tehuantepec. ¿Cómo han construido su etnicidad los ixhuatecos y los huaves de San Francisco del Mar, a través de la negociación y confrontación de sus sentidos de pertenencia? En esta investigación se privilegia el seguimiento de la relación interétnica entre zapotecos de Ixhuatán y huaves de San Francisco del Mar en el oriente del istmo Oaxaqueño. En el análisis de las relaciones intraétnicas e interétnicas podemos distinguir los procesos y las maneras en que se construye la etnicidad desde dentro de cada grupo étnico y en confrontación abierta u oculta las expresiones de las relaciones interétnicas frente a la hegemonía. Para ello ha sido necesario problematizar en primer plano la relación interétnica entre ixhuatecos y huaves, que entraña una relación de poder y por ello de resistencia frente a cada uno de ellos (Scott, 2000). Es en esta relación de dominación y resistencia, en la que tanto los ixhuatecos como los huaves de San Francisco del Mar han ido delimitando sus fronteras simbólicas de pertenencia a la par de afirmarse así mismos como miembros de un grupo étnico a lo largo del siglo XX. Por lo que, la información obtenida a través de las estancias de campo prolongado en los pueblos de Ixhuatán y San Francisco del Mar (desde el 2005 hasta el 2009), me permitió: 1.- Re-pensar la conceptualización de la etnicidad como un proceso histórico social inacabado, en un contexto microregional en el que se ha configurado una estructura de poder interétnica e intraétnica. 2.- Reconocer que las formas de identidad y pertenencia que se establecen entre grupos étnicos están marcadas por el poder; ya que al momento de interactuar los actores sociales proclaman y se apropian de símbolos y practicas para resignificarlas como particularidades culturales que deben ser valoradas y respetadas por quienes no las

21 comparten. Esto me condujo a problematizar ciertas nociones implícitas en el concepto de identidad y su variante étnicas como: diversidad, diferencia-igualdad9, y centrarme en la "pertenencia10” y las fuentes de la misma. Para Waltzer (1993) la pertenencia supone un bien primario que se distribuye. Esta "pertenencia” estructurará una opción distributiva: con quién, cómo, cuando y dónde se pertenece. También implícitamente reconoce el carácter individual y volitivo de este bien para ser distribuido o adquirido. Por lo que los actores sociales son quienes seleccionan y distribuyen los elementos que darán forma a la noción de pertenencia. Estas nociones están determinadas socialmente y por el contexto en el que se gesta las relaciones interétnicas. Por lo que, fue necesario crear un modelo que permitiera analizar y explicar que las relaciones de poder que se establecen entre grupos etiquetados "étnicos” -sea por clasificación o categorización impuesta o autoadscripción- que disputan bienes sociales11 en la interacción entre los mismos en circunstancias particulares y contextos históricos específicos; implica necesariamente comprender nociones de agencia y poder (Waltzer, 1993). A partir de un modelo basado en el estudio de las relaciones interétnicas que entrañan la dominación y resistencia fue posible comprender el dinamismo y complejidad en el que se establece y resignifica la etnicidad históricamente construida. La estrategia metodológica parte de una perspectiva histórica, procesual y construccionista para el análisis de las relaciones interétnicas. La propuesta que presento primero parte del estudio de la relaciones interétnicas con énfasis en las relaciones de poder que se han construido históricamente y no porque están dadas ipso facto o de jure. Las maneras en que los actores sociales interactúan, simbolizan, negocian deben estar situadas históricamente. Por lo que el segundo punto de la presente propuesta es utilizar una perspectiva histórica que permita comprender la

9 Waltzer (1993) afirma que detrás de una idea de igualdad existe la experiencia de subordinación (11). La justicia e igualdad son artefactos filosóficos, el primero es el arte de la diferenciación y el segundo, el resultado del primero. 10 En este sentido, es fundamental estar atentos a la importancia atribuida a qué referentes culturales y, por ende, normativos se erigen como particulares a ese grupo. Los rituales Matrimonios o los funerales nos brindan pistas para descubrir las nociones de pertenencia locales. 11 En su introducción hace alusión a algunos bienes sociales como: cuna, sangre, riqueza, capital, educación, gracias divina, poder estatal o la pertenencia. Pero estos se definen de acuerdo a las valoraciones internas, de allí que los bienes sociales están determinados en lo local y la particularidad que es definida por los miembros de un grupo social para Waltzer (1993), de allí su naturaleza “social”.

22 configuración social y las maneras en cómo se fueron conformando las relaciones étnicas entre huaves y zapotecos en el oriente del istmo de Tehuantepec. Obviamente esto nos obliga a repensar las maneras en cómo concebimos a nuestros actores sociales y que más adelante explico. El modelo propuesto para explicar la construcción de la etnicidades a través del análisis de las relaciones interétnicas e intraétnicas, está inspirada en la teoría de poder, que parte de la dominación y resistencia propuesta James Scott (2000). Esta teoría propone un análisis de la relaciones sociales centradas en el poder. Las relaciones de poder son al mismo tiempo relaciones de resistencia y de dominación. Para Scott, la dominación es la que ejerce el Estado sobre la población. Para la presente investigación se sigue la idea de que existe una relación tensa entre un grupo que es dominante sobre otro que resiste. El Estado ha estado presente en la configuración de las relaciones de poder entre estos grupos étnicos. Sin embargo, también podemos pensar que un grupo étnico puede ejercer relaciones de poder sobre otros grupos étnicos, es en este sentido en el que podemos retomar el sentido de la relación entre dominación y resistencia entre grupos étnicos. Los actores sociales requieren de constantes esfuerzos de consolidación, perpetuación y adaptación de su poder para sostener la dominación. El sostenimiento de un poder dominante, en este caso de los zapotecos de Ixhuatán frente a los huaves de San Francisco del Mar, consiste en simbolizar la dominación con manifestaciones y demostraciones de poder (en el presente trabajo observados en la lucha por la tierra y el control del poder político). Es a través de la fastuosidad y la ostentosidad que los zapotecos de Ixhuatán presentan en diferentes escenarios en los que se puede observar las manifestaciones de poder. La fastuosidad y la ostentosidad de los zapotecos constituyen parte de las fronteras de la etnicidad. Para ello, es importante demostrar que las estructuras de dominación operan de manera similar en los tipos de dominación. En este caso, la estructura de dominación intraétnica es visible en un marco cultural político-económico impuesto por los zapotecos de Juchitán y los estudios centrados en los huaves de San Dionisio del Mar a otras poblaciones de adscripción étnica como el referentes de la cultura istmeña. A su vez, en las relaciones interétnica, la dominación material y simbólica

23 que los zapotecos de Ixhuatán han tratado de imponer sobre los huaves de San Francisco del Mar. Si el resto de las condiciones no cambia, podría percibirse cómo estas mismas formas de dominación simbólica y material hacen surgir reacciones y estrategias de resistencia (Scott, 2000). De esta manera podríamos entender cómo es que por ejemplo los huaves de San Francisco del Mar, no se atreven a rechazar de manera abierta las condiciones de su subordinación- muy probablemente creerán y defenderán, a escondidas un espacio social en el cual se podrá expresar una disidencia marginal al discurso oficial de las relaciones de poder. Por ejemplo, estas formas de subordinación resistida aparece en espacios sociales como en los disfraces lingüísticos, los códigos rituales, las tabernas, las ferias etc) o "el contenido especifico de la disidencia (i.e. la esperanza en el regreso de un profeta, la agresión ritual a través de la brujería, la celebración de héroes rebeldes o de mártires de la resistencia) son únicos de acuerdo con las necesidades propias de la cultura y la historia de los actores que los adoptan” (Scott, 2000: 20). Una de las virtudes del trabajo de Scott (2000), aplicado al estudio de las relaciones interétnicas, es que propone un estudio del poder que descubre contradicciones, tensiones y, por ende, posibilidades inmanentes. Para ello en el presente trabajo se retoma el sentido del concepto de "guiones ocultos” para explicar cómo un grupo subordinado, en este caso los huaves de San Francisco del Mar, produce a partir de la reelaboración mítica de su origen, un discurso oculto que representa una crítica del poder a espaladas del dominador. El poderoso, por su lado, también elabora un discurso oculto donde ser articulan las prácticas y las exigencias de su poder que no se pueden expresar abiertamente. "Comparando el discurso oculto de los débiles con el de los poderosos, y ambos con el discurso público de las relaciones de poder, accedemos de una manera fundamentalmente distinta de entender la resistencia ante el poder ” (Scott, 2000: 20-21). Los guiones ocultos se pueden desentrañar del registro de rumores, chismes, cuentos populares, canciones, gestos, chistes y teatro ya que son vehículos que sirven, entre otras cosas, para que los desvalidos insinúen sus críticas al poder al tiempo que se protegen en el anonimato o tras explicaciones inocentes de su

24 conducta. Scott denomina infrapolítica al conjunto de estas manifestaciones, como formas de insubordinación a través de los cuales es posible resistir los efectos de la dominación. Sin embargo, en la presente investigación también damos seguimientos a esas acciones y estrategias que realizan los actores sociales para resistir la dominación. Al relatar la configuración histórica de una microrregión altamente conflictiva damos seguimiento a las acciones emprendidas específicamente por los huaves de San Francisco del Mar, frente a las acciones que los ixhuatecos realizaron. Scott (2000) propone que cuanto más amplia es la desigualdad de poder entre los dominantes y los dominados y cuanto más arbitrariamente se ejerza el poder, el discurso público de los dominados adquirirá una forma más estereotipada y ritualista; "en otras palabras, cuando más amenazante sea el poder, más gruesa será la máscara” (Scott, 2000: 26). Para explicar cómo a lo largo de casi un siglo los zapotecos de Ixhuatán han buscado de imponerse sobre los huaves de San Francisco del Mar, he tratado de identificar en ciertas coyunturas históricas, las mecanismos de visibilización del poder a través de los que Scott llama: el ocultamiento, la vigilancia, la afirmación, eufemización, estigmatización y unanimidad que constituyen parte de los patrones culturales del "discurso publico” del Ixhuateco. Por otro lado, la alta conflictividad que se presenta en el Istmo de Tehuantepec nos habla de una defensa continua y sostenida de la diferencia, que no es sino una muestra clara de una larga trayectoria de resistencia entre los grupos étnicos para frenar la dominación ya sea de los múltiples esfuerzos estatales por imponer proyectos económicos y políticos, o porque los zapotecos en el istmo, han dominado la escena regional. En diversos momentos y contextos los grupos étnicos en Oaxaca han desarrollado una serie de estrategias para frenar la dominación ejercida a través de políticas públicas o proyectos económicos que amenazan los territorios y la existencia de la diversidad cultural. En este sentido, en el Istmo de Tehuantepec resalta la labor y la tarea continua de huaves, zoques, mixes y zapotecos por defender sus territorios, su lengua y otras formas de organización política tradicional que los distinguen y cohesionan como grupos étnicos. Sin embargo, esto no había sido posible observarse, ya que hasta hace muy poco tiempo

25 se ha considerado las discusiones teóricas acerca del papel de los huaves frente a la hegemonía zapoteca y dominación estatal. En este trabajo se entiende por grupos étnicos en el sentido barthiano de que estos son grupos de autoadscripción dotada de identificación colectiva y que establecen fronteras interactivas con otras colectividades humanas, aunque formen parte del mismo grupo etnolínguistico. Dicha definición nos permite observar la capacidad que los actores sociales tienen para elegir identificarse y diferenciarse, a través de dichas fronteras que mantienen la unidad, a la par de marcar un tipo de interacción que se define de acuerdo a la adscripción que los actores sociales formulen de sí. Los grupos étnicos no son la suma de individuos que actúa homogénea y colectivamente al unisono. Hacía dentro de cada grupo étnico, existen diferencias y estructuras jerárquicas que delimitan la actuación de diversos actores sociales. De aquí se desprende un segundo concepto que guía la presente investigación, actor social. Siguiendo la metáfora teatral propuesta por varios autores, se entiende por actor social aquellos individuos que forman parte de una colectividad que actúan e interpretan una serie de guiones los cuales deben actuarse (Goffman, 1989; Turner, 1988; Scott, 2000). La dificultad de llevar al extremo esta definición es que no nos permite ver los cambios y las transformaciones que estos mismos actores han hecho de dichos discursos públicos u ocultos a lo largo del tiempo. Por lo que los actores sociales han emergido embestidos de diversas identidades dependiendo del contexto en el que se encuentren actuando. Por lo que debemos incorporar a nuestra definición de actor social la capacidad no solamente de interpretar sino de improvisar, ejecutar, ejercer, elaborar, proceder, intervenir, trabajar, conducirse frente a cualquier situación que ocurra. Dentro de los grupos étnicos existen actores sociales que buscan y que exaltan continuamente su identidad étnica muchas veces con fines políticos y otras veces sin darse cuenta, ya que retoman los elementos de su repertorio cultural (Glazer y Moyniham, 1963). Por lo que, debemos matizar esta capacidad consciente, instrumental y reflexiva de los actores sociales; muchas veces los discursos se significan en función de prácticas que no necesariamente van aparejados de un rational choice para

26 optimizar las ganancias. En muchas ocasiones los discursos que parten de prácticas tradicionales apelan a una subjetividad emocional de añoranza. De una preocupación genuina por el presente, sin que necesariamente su subjetividad sea capitalizada para una acción política. De aquí que, abordar el nivel intraétnico implica la construcción de un nosotros tomando en cuenta los procesos de interacción hacía dentro de cada grupo étnico que nos permite salir del falso dilema de comunidades autocontenidas y primigenias, en contraposición a los instrumentalismo de la etnicidad; y problematizar aquellas perspectivas esencialistas o primordialistas de la construcción de etnicidad. Centrarnos en la dimensión política de la etnicidad es apreciar la complejidad del tejido social jerárquico y clasista, es reconocer que hacía dentro de los grupos étnicos existen disputas internas que forman parte de esos procesos de negociación y construcción de la etnicidad. Y no necesariamente la movilización política de los recursos culturales frente al Estado. El interés fundamental por abordar las relaciones interétnicas es deconstruir y problematizar las formas en que huaves y zapotecos han dado forma a su etnicidad, observando esas coyunturas en las que diversos actores sociales confrontan y negocian la identidad étnica. Es en las estrategias y mecanismos que los actores han desplegado en estos eventos históricos a través de los cuáles podemos observar la complejidad de la relación de poder zapoteca, pero también la resistencia que huaves han opuesto. Por ello, el objeto de estudio son estas formas de poder y resistencia que están en la interacción continua y vecinal de ixhuatecos y huaves de San Francisco del Mar. Para bordar la complejidad interactiva entre las relaciones interétnicas e intraétnicas, realice un análisis prospopográfico retomando la propuesta de Guerra (2010), en el cuál fue posible identificar a los diversos actores sociales que pariticipan en este proceso de negociación de las etnicidades y de las relaciones de poder. Stone propone que la prospografía, en tanto un análisis histórico o procesual de las trayectorias individuales en un contexto social específico nos permite “[_] hacer inteligible la acción política, ayudar a explicar los cambios ideológicos o culturales, identificar la realidad social, y a describir y analizar con precisión la

27 estructura de la sociedad, lo mismo que el grado y la naturaleza de los movimientos que en ella se verifican” (1986:62). En este caso la construcción de un análisis prosopográfico, me permitió observar la articulación de ciertos actores sociales con algunas acciones políticas y reconocer el papel de la jerarquía en las relaciones de poder hacía dentro de cada grupo étnico. Ya que, en palabras de Stone: "La prosopografía es la investigación retrospectiva de las características comunes a un grupo de protagonistas históricos, mediante un estudio colectivo de sus vidas” (1982:61). Este tipo de análisis se ha hecho para el estudio de las elites políticas, pero su aplicación en el ámbito de poblaciones que se han dado por hecho que constituyen etnias parece un reto a alcanzar. Ya que nos permite romper con esta dicotomía que las comunidades o grupos étnicos se basan solo sobre lazos horizontales. Como veremos a lo largo de los capítulos es posible analizar las afiliaciones sociales y económicas de las agrupaciones sociales y políticas, sobre todo de quienes detentan y ejercen el poder sobre los que no lo hacen. También nos permite mostrar la manera en que opera el sistema político y su relevancia, no solo en el plano formal e institucional sino sobre los sistemas de lealtades y filiaciones familiares que caracterizarían a las etnias. Para construir dicho objeto de estudio elegí dos núcleos empíricos. El primero está conformado por los procesos históricos y políticos que fueron dando forma a una región interétnica, como el oriente del istmo, en la que los huaves de San Francisco del Mar e ixhuatecos continuamente interactúan y luchan por el poder simbólico de su legitimidad y pertenencia a grupos étnicamente diferenciados. El segundo núcleo empírico está constituido por escenarios en los que la hegemonía y la resistencia están en un continuo diálogo a través de los guiones públicos y ocultos. Estos son: los espacios sociales para la organización de las fiestas patronales en las que se enuncia y actúa la etnicidad; y lo que llamo las memorias locales institucionalizadas, en las que se selecciona, representa y reinterpretan simbólicamente las relaciones interétnicas en el pasado. Estas memorias locales institucionalizadas se analizan a través de los libros escritos por los cronistas de las localidades de Ixhuatán y San Francisco del Mar.

28 La selección de estos dos núcleos empíricos fue gracias a las estancias de campo prolongado que permitieron comprender que estos dos ejes son importantes en la construcción de la etnicidad a lo largo del siglo XX en el oriente del istmo oaxaqueño. Los procesos históricos y políticos que han dado forma a la relación interétnica negociada y los escenarios de la dominación y resistencia, son ejes empíricos aparentemente contrapuestos; sin embargo nos permiten ver esas expresiones de la relación interétnica marcadas por el poder. A su vez, permiten primero: entender cómo se construye dicha etnicidad en la relación interétnicas; segundo, llevar la problematización de la identidad étnica a un nivel intraétnico nos permite apreciar la complejidad de la organización social hacía dentro de cada grupo étnico. Hacía dentro de cada grupo étnico, en este caso de Ixhuatecos y huaves de San Francisco del Mar existen a su vez relaciones de poder y de resistencia, ya que como se observa en el primer eje de esta tesis, en cada uno de estos grupo existen actores sociales que imponen sus intereses sobre otros, y viceversa, se resiste frente a estos que son dominantes. Esta complejidad interna es difícil de apreciar si se parte de un paradigma que asume que los grupo étnicos son actores sociales, la suma de los individuos, que actúan como un bloque homogéneo.

Capitulado La etnografía histórica resultado de la investigación de campo está desarrollada a lo largo de seis capítulos en los que analizó las relaciones interétnicas ubicadas en espacio y tiempo. En particular se exploran las relaciones de dominación-subordinación entre los habitantes de Ixhuatán y San Francisco del Mar. Ambas poblaciones están vinculadas geográfica, histórica, económica, política y religiosamente. Su particularidad radica en los tipos de relaciones de poder construidas a partir de categorías "étnicas”. El capítulo 1 se centra en la descripción del poblamiento de la región oriente con familias de origen zapoteco a finales del siglo XIX. A su vez, a través de la noción de familias de prestigio analizó la conformación de un orden social y político caracterizado por las relaciones de poder entre huaves y zapotecos. La relación de poder está analizada a través de los mecanismos de apropiación de la tierra que se gestaron durante este periodo de poblamiento. En el capitulo 2, describo los

29 conflictos agrarios que se suscitaron desde finales del siglo XIX y cómo estos coadyuvaron hacía la década de 1970 en la consolidación de un discurso étnico abierto y confrontativo. En este sentido se describen las acciones de lucha y resistencia de huaves y zapotecos. El Capitulo 3 versa sobre otro proceso de resignificación de las identidades étnicas, que se gestó gracias a la institucionalización del catolicismo liberador que propicio la llegada de los jesuitas en la década de 1980 a la microregión. El proceso de insititucionalización de una autoridad religiosa, como la católica, permitió la resignificación de valores comunitarios a la par de crear nuevas facciones grupales debido a la confrontaciones de interés de un grupo local, específicamente en Ixhuatán. En el capítulo 4 analizó la noción del poder local problematizando las nociones actuales de democracia y participación política a través de los partidos políticos. En este capítulo se hace especial énfasis en la política local desarrollada en Ixhuatán. En dicho capítulo trato de ejemplificar cómo es que la noción de etnicidad, en los espacios de participación política actuales, se ve matizada por el discurso de la democracia en la cuál tanto huaves como zapotecos participan y actúan desarrollando prácticas y acciones que aparentemente contradicen los lineamientos de un ejercicio de la democracia ideal. A lo largo del Capitulo 5 describo los mitos de los Santos y las vírgenes y los espacios de organización de las ceremonias festivas que sirven como escenarios alternos para negociar la etnicidad. En este capítulo se analizan tanto los discursos abiertos de poder de los ixhuatecos, frente a los guiones ocultos de resistencia que los huaves oponen en sus prácticas. Las hermandades y sociedades encaminadas a la celebración de las fiestas tradicionales en los Municipio de San Francisco Ixhuatán y San Francisco del Mar constituyen una prueba clara de que los primordialismos se construyen en relación a los intereses muchas veces políticos y culturales que se gestan internamente y en relación a sus vecinos de municipio. A través de la descripción de los libros publicados local y recientemente, analizo las memorias locales institucionalizadas, en el Capítulo 6. Una lectura poco crítica de los mitos de origen, de cada una de las poblaciones, diría que los mitos de orgien anclan los sentidos de pertenencia a cada grupo étnico. Sin embargo, a lo

30 largo del capítulo demuestro, como bajo esta narrativa explícita se marcan tanto las relaciones de poder como los elementos que constituyen las identidades de cada grupo. A su vez, planteo cómo estas reinterpretaciones históricas constituyen textos de la dominación y la resistencia que cada grupo elabora de si mismo y del otro, como una lucha continua por la legitimidad étnica. Es por ello, que muestro los contenidos culturales históricos que han sido seleccionados para refrendar los capitales culturales y los eventos del pasado que deben ser recordados, por cada grupo étnico, para explicar los múltiples cambios que se viven en el presente. En las Conclusiones Generales, hago una recapitulación general de la etnografía histórica, retomando la discusión de los procesos de etnicidad y, propongo algunas directrices de las relaciones interétnicas en el oriente del istmo oaxaqueño.

31 CAPITULO 1. Poblamiento y construcción de un orden social en el oriente: Las familias de prestigio de finales del siglo XIX

Introducción En el presente capítulo se describe el proceso de poblamiento de los zapotecos al oriente del istmo de Tehuantepec, donde varias familias huaves habitaban desde antes de la llegada de los españoles. A su vez, se relata cómo los miembros de algunas familias zapotecas fueron acaparando la tierra, aunado a las políticas de colonización extranjera, produciendo una revaloración de la tierra en términos de una mercancía. Los monopolios familiares en relación a la tenencia de la tierra empezaron a tensar la relación entre los vecinos zapotecos y huaves. El análisis de cómo se configuró el territorio del oriente nos permite vislumbrar el escenario geopolítico en el que las familias huaves y zapotecos interactuarían y construirían un orden social articulado sobre la noción de una jerarquía organizada, siendo este el guión público (Scott, 2000). De aquí que, el objetivo de este capítulo es mostrar cómo se consolidó un orden social jerárquico en el municipio de San Francisco del Mar a finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, como el eje rector de la relación de dominación de los zapotecos. Este proceso se caracterizó por la marcación de diferencias económicas y de estatus de algunas familias huaves y zapotecas. El nuevo orden social se baso en la organización social de tipo estamental, en la que las familias económicamente pudientes resignificaron los valores de la modernidad, creando una forma de vida que los separó del resto de la población. Del proceso de diferenciación económica, y posteriormente política, surgió una categoría local que apeló a quienes mantuvieron un estatus económico, y posteriormente político, los dones. Esta categoría local entraña un guión público de la dominación y el poder sustentado sobre la jerarquía de poder. Por lo que, quienes no pertenecían a la élite económico-política, como los jornaleros, peones y/o pescadores fueron incluidos en la categoría de "pueblo”. Estos mantuvieron relaciones laborales y económicas con los dones dando por resultado una relación jerárquica y vertical. El prestigio alcanzado por estás familias permitió que hacia

32 dentro de las sociedades -ixhuateca y huave- el acceso a la tierra y las actividades económicas, contribuyendo al capital político de algunos miembros de estas familias permitiéndoles acceder a los espacios de toma de decisiones en el control por el Ayuntamiento y el Municipio. La hipótesis que demuestro es que a finales del siglo XIX, las relaciones interétnicas entre los grupos familiares que detentaron el poder local, denominados los dones huaves y zapotecos, mantuvieron una relación de poder y de tensión política, no de dominación-subordinación vertical, sino de tensión y resistencia debido a sus relaciones de parentesco, alianzas políticas y estrategias para mantener u obtener el control del Ayuntamiento.

1.1. Poblamiento de familias zapotecas en el curato de San Francisco del Mar. Antes de la llegada de los españoles, San Francisco del Mar se conoció como Iztaltepeque o Iztaltepec en náhuatl y en huave Tuan-Umbah (León, 1903:13). En términos geográficos San Francisco del Mar ocupó un amplio territorio distribuido en las costas de la Laguna Inferior y el Mar Muerto en el Golfo de Tehuantepec. A su vez, dicho territorio incluyó la sierra de los Chimalapas y parte del estado de Chiapas (Henestrosa, 1997). Al arribo de los españoles se tuvieron las primeras referencias documentadas de un territorio aproximado que ocupó la etnia huave. Esto significó que los huaves eran dueños de 310 leguas cuadradas cedidas por la Corona española a través del Titulo Primordial que la Real Audiencia de México otorgó a la población de San Francisco del Mar para el siglo XVI. De acuerdo con la descripción hecha por el Padre Basilio, transcrito por Del Paso y Troncoso (citado en Martínez,1975) San Francisco del Mar fue la cabecera del curato de los dominicos compuesto por cuatro pueblos: "está inmediato a el Mar de el Sur, con distancia de tres quartos de lega está en el oriente y por punto principal de el ocidente, y por los intermedios corresponde entre el ocidente y Norte con la alacaldía Mayor de Teguantepeque que es su centro y dista de dicha alcaldía diez y ocho leguas en dicha línea y tiene dicho curato quatro pueblos, el primero se nombra Santa Maria Asumpción de el Mar el segundo San Dionisio de el Mar, el tercero San Matheo de el Mar y el quarto Nuestra Señora de la Candelaria de Ysguatan” (citado en Mártinez,1975:55).

33 La nueva situación político administrativa cambió reordenando las relaciones interétnicas en materia de ocupación de los espacios y las jerarquías políticas. El impacto se observó en los nombres religiosos que recibieron los pueblos y la relación tributaria que estos mantuvieron con el centro de Tehuantepec. San Francisco del Mar fue el nombre de la cabecera parroquial que recibió Iztaltepeque, por parte de la orden de los dominicos (León, 1903; Martínez, 1975; Zeitlin, 2005; Machuca, 2008). Hacia el siglo XVII, las tierras que formaron parte del territorio de la cabecera de parroquia, fueron administradas por los religiosos de Santo Domingo, provincia de Oaxaca, en el convento de Tehuantepec. Fue hasta 1749 ó 1796 "en que la permutaron los dominicos por la parroquia de Tlacolula, siendo sus administradores hasta el año 1864 en que volvió á poder del Obispado de Antequera” (León, 1903:4). Este cambio de administración jurídico-religioso, y por consiguiente de los territorios, aunado a la distancia geográfica que separaba el Curato de San Francisco del Mar de la parroquia de Tlacolula, permitió que los huaves mantuvieran una cierta autonomía en relación al uso y distribución de la tierra. Por otro lado, en las inmediaciones del territorio de la cabecera de parroquia de San Francisco del Mar existió un lugar nombrado "Nuestra Señora de la Candelaria de Isguatan”. Se dice que en este sitio no habitaba gente, ya que sólo se encontraba un pequeño santuario dedicado a la veneración de la Virgen de La Candelaria que perteneció al curato de Niltepec (Esparza, 1993). "El pueblo de ysguatan esta en el oriente en yano con tierras muy amenas que es donde como dixe siembran los de la cavezera, esta este pueblo inmediato a un Río que le yaman de Ostuta” describió Del Paso y Troncoso (citado en Méndez, 1975:59). Las tierras que circundaron dicho poblado fueron para siembra y estancias de ganado que tuvieron algunos huaves en los alrededores de los terrenos que formaron el territorio de los dominicos. "El santuario conformaba una pequeña región interétnica en la que confluían zoques, huaves y zapotecos, cuyas estancias de ganado circundaban las propiedades territoriales que la orden de los dominicos administró durante el siglo XVI, con el objeto de fundar haciendas y pesquerías para su propio benegal” (Millán, 2005: 168). En este periodo se dieron muchos intercambios culturales, debido a que el santuario

34 fue un centro de encuentro y contacto entre varios grupos de diversos orígenes lingüísticos. Las bases materiales arqueológicas confirman estos intercambios y contactos culturales, demostrando que dicho lugar fue habitado por zoques, huaves y posteriormente, zapotecos en periodos distintos (Martínez, 1975). Desde el siglo XVI y XVII, la tierra ha sido objeto de disputa entre los grupos étnicos de la región del Istmo de Tehuantepec. Las fuentes de conflictos versaron desde las mercedes, los arrendamientos, las invasiones de tierras hasta la disminución de la población que originaron su pérdida. Se dice que la sucesión de tierras se hacía mediante la tradición oral: “recordaban palmo a palmo sus límites y colindancias a través de la permanencia geográfica; transmitían la información de lo que les pertenecía, porque allí habían vivido sus ancestros desde siglos atrás, porque no sólo habitaban esa tierra, sino formaban parte de ella, porque allí habían muerto su gente y muy probablemente también ellos tenían presente de que morirían allí también.”

El conocimiento local y las formas de demarcar los límites permitieron a los pueblos el arraigo a la tierra pues se heredaban a los miembros de las familias de acuerdo a la tradición oral. Esto provocó que las tensiones y pleitos alrededor de la propiedad de la tierra fueran constantes, ya que muchas veces los puntos que se marcaron como limites territoriales se basaban en el recuerdo que podía ser impreciso o sujeto a interpretación (Arellanes, s.f.). Sin embargo, en el caso de los huaves de San Francisco del Mar, el uso de la tradición oral como la práctica que delimitó el territorio resultó útil y efectiva para marcar y defender su territorio. En parte se debe a que los huaves incluyeron en su territorialidad el agua, como punto de referencia. El agua para otras etnias no constituyó un recurso contencioso, por lo cuál era posible ampliar el territorio huave. Algunos autores han definido a los huaves como la “cultura del agua”, porque estos no solo obtienen los recursos para su auto subsistencia alimentaria, sino porque el agua fue el medio a través del cuál se dice que sus ancestros llegaron al territorio para fundar un nuevo asentamiento. El agua constituye parte de la cosmogonía étnica. La tierra y el agua (cuerpos lagunares y el mar) constituyeron dos elementos que anclaron el sentido de territorialidad heredada gracias a la transmisión oral y creando un vínculo con el medio en el que se reprodujeron (Castaneira, 2008; Millán, 2005).

35 A partir del siglo XVIII los conflictos por la tierra fueron más frecuentes, ya que muchos pueblos indígenas buscaron recuperar lo que por siglos les perteneció y se rehusaron a perder, el territorio debido a las presiones que algunos grupos étnicos ejercieron sobre ello (Arellanes, s.f.). En el territorio que abarcó la cabecera de San Francisco del Mar habitaron los huaves hasta mediados del siglo XIX, en el pueblo actualmente llamado "Pueblo Viejo” ubicado en una isla entre el la Laguna Inferior y el Mar Muerto (Mapa 1). En dicho lugar las familias huaves se dedicaron a la pesca obteniendo las principales fuentes de alimentos. Aparentemente durante este periodo las huaves constituyeron una sociedad relativamente cerrada, ya que los contactos con otras etnias fueron mediante el intercambio de los productos marítimos por maíz que los zapotecos ofrecían en los mercados locales (Diebold, 1969; Signorini, 1979). En este periodo las relaciones interétnicas estuvieron mediadas a través del comercio y el culto a ciertas imágenes religiosas. El origen de los huaves en este territorio ha sido un enigma para los estudiosos de la etnia. Castaneira (2008) defiende la hipótesis acerca del origen de los huaves, llegados de la costa del Pacífico Sur Americano ya que existen pruebas que indican que los cambios climáticos sucedidos en el posclásico (como el fenómeno del Niño) provocaron una movilización de grupos humanos en las costas del Pacifico americano hacia el 1200 d.C. "Las diferencias climáticas inciden en la circulación de bienes que propician una dinámica de intercambios y movilidad humana. Establece una correlación entre la transición climática y precipitación pluvial y las diferencias entre los pueblos huaves. Así como la formación de dos centros en competencia Tehuantepec y Juchitán, afectando en la formación de dos periferias huaves en relación a estos dos lugares” (Castaneira, 2008: vi). La apropiación territorial en las periferias puede interpretarse como obligada o impuesta. Sin embargo, y como veremos más adelante, puede entenderse como una estrategia de control del territorio para los huaves de San Francisco del Mar que quedaron alejados de dichos centros regionales.

36 Hacía 1826, las tierras del Rancho del Común12, como se le nombró al pueblo de Ixhuatán, en San Francisco del Mar se destinaron para la agricultura y cementeras; posterior a la expulsión de los dominicos el territorio fue relativamente abandonado por los huaves (Anexo 1). Martínez (1975) planteó que los huaves que habitaron en San Francisco poseyeron grandes extensiones de tierra, motivo por el cual mereció por mucho tiempo la categoría de cabecera de los pueblos huaves. Por su parte, León (1903) afirmó a principios de siglo XX que Ixhuatlán fue pueblo huave pero tenía mucho tiempo abandonado. A su vez, Martínez (1975) y León (1903) plantearon que los huaves descuidaron sus tierras y ranchos, "ocasionando que gente de pueblos fueran invadiendo las tierras abandonadas y fundaran el Pueblo de San Francisco Ixhuatán” (Martínez, 1975:22). Dicho descuido en parte se debió a que las autoridades huaves iban y venían de su pueblo a Ixhuatán provocando que quienes llegaban a este lugar se asentaran y tomaran decisiones fundamentales en el uso y administración de los recursos naturales. Veamos varias hipótesis acerca de cómo fue poblándose la región oriente con gente de origen zapoteco, considerando que los huaves tenían arraigo desde ya hacía tiempo. Algunos registros censales encontrados, nos permiten plantear algunas hipótesis respecto al poblamiento y las relaciones interétnicas en la región. En la Tabla 1 podemos apreciar cómo en un lapso aproximado de 60 años la población en el pueblo de San Francisco del Mar incrementó de 195 a 937 habitantes

12 Colección de decretos varios. En 1826 La villa de Tehuantepec (partido primero) se dividió en 31 cabeceras donde San Francisco del Mar aparece como Cabecera. El común de San Francisco fue un rancho dentro de la cabecera de San Francisco. Para 1837, la División Territorial del Departamento de Oaxaca cambió a 8 distritos, de los cuáles Tehuantepec fue el octavo. Este a su vez se dividió en 4 partidos, donde San Francisco del Mar aparece como Parroquia de departamento a la par de Juchitán. Hacía 1844 el Distrito con cabecera en Tehuantepec se dividió en 21 subprefacturas o partidos políticos. San Francisco del Mar quedó sujeto a la cabecera de parroquia de Zanatepec y se elevó a categoría de agencia municipal, siendo pueblo. San Francisco del Mar estaba compuesto por 7 ranchos con una población total de 287 habitantes. Los ranchos fueron: Rancho del Común, Amatitlán, Las Cruces, Xucuapam, Buena Vista, Pozo San Juan y La Isla.” Estos ranchos fueron disputados entre huaves y zapotecos al momento de las migraciones y reubicaciones poblacionales de finales del siglo XIX. En 1858 el Estado de Oaxaca fue dividió nuevamente. Derivado de las pugnas entre juchitecos y tehuantepecanos la administración territorial cambió en el istmo. Juchitán se separó y adquirió la categoría de distrito político a la par de Tehuantepec. San Francisco del Mar quedó como un pueblo sujeto al distrito político de Juchitán y desde donde el General Francisco León ejercería sus funciones político-administrativas. Por último en el año de 1878, San Francisco del Mar adquirió la categoría de Agencia municipal y pueblo, del cual dependían a su vez las haciendas de El Zopilote y Las Conchas. Los ranchos se dividieron y se crearon nuevos llegando a un total de 27, respecto a la información obtenida del año 1858, que eran 7 ranchos.

37 y con variaciones significativas hacia finales del siglo XIX. Por ejemplo, en 1832 la población total en San Francisco del Mar fue de 195 habitantes y para 1883 se registró un total de 386 habitantes, lo que nos indica un incremento13 14 de 191 habitantes. Para 1844 encontramos que San Francisco del Mar estaba dividido en 7 ranchos: Del Común, Amatitlán, de las Cruces, Xucuapam, Buena Vista, Pozo San Juan y La Isla (Gobierno del Estado de Oaxaca, 1844) con una población total de 287 habitantes (Anexo 1). Para los huaves de San Francisco del Mar estos ranchos fueron propiedad comunitaria desde el siglo XVII hasta mediados del siglo XIX. Sin embargo, a partir de este momento y derivado de las múltiples migraciones la tierra comenzó un proceso acelerado de fragmentación y por consiguiente, el surgimiento de propiedades particulares.

Tabla 1. 14 Censos de 1832 a 1893 en San Francisco del Mar Población Año Total 1832 195 1844 287 1878 330 1881 350 1883 386 1884 313 1886 291 1887 833 1890 851 1992 893 1893 937

Fuentes: Martínez Gracida (1833); Cruz, (1878); Gobierno del Estado de Oaxaca (1893); León (1903); Henestrosa (1997).

13 La cifra del incremento poblacional se obtuvo de la formula de Tasa de Crecimiento Poblacional (TCP) que es la diferencia entre el contingente de la población (Nt), en determinado tiempo (t) menos la Población en 0 tiempo. Nt = Nt - No. Decidí utilizar la formula de la Tasa de Crecimiento Poblacional absoluta ya que la información obtenida no permite establecer rangos o cohortes significativos para el análisis de variaciones demográficas relativas. 14 El uso de datos censales merece una reflexión aparte ya que las fuentes e instrumentos de registro dependen mucho del momento en el que se realizó y los fines para lo que fue elaborado. Por lo que muchas veces pueden plantearse cuestionamientos alrededor de la producción de fuentes censales. Para la presente investigación decidí utilizarlos como complemento para plantear las hipótesis al respecto del poblamiento en el oriente. Son datos que abren las posibilidades para interpretar los cambios y las formas en que se fue asentando la población.

38 En 1886 la población decreció hasta llegar a 291 habitantes. No obstante, al año siguiente la población incrementó hasta 833 habitantes. Esta cifra significó un aumento global de hasta 542 habitantes para 1887. En 1893 la población fue de 937 habitantes. Estas variaciones en la población total pueden ser explicadas a través de factores sociales y políticos como migraciones de tipo muy distinto. Veamos tres hipótesis respecto al poblamiento de la región, considerando de antemano que la población fue mayoritariamente huave hasta mediados del siglo XIX. a.) Migración como parte de la expansión zapoteca. Castaneira (2008) planteó que actualmente las relaciones territoriales en la región del istmo de Tehuantepec tienen un carácter de confrontación. De aquí la relevancia de comprender la conformación de una estructura territorialmente conflictiva mediante el análisis de los procesos diacrónicos o de "larga duración” enfatizando en la relación diferenciada entre huaves y zapotecos. Para entender las tensiones en las relaciones territoriales interétnicas, Castaneira (2008) analizó los mecanismos de división del trabajo y jerarquizaciones interétnicas, profundizando en "antecedentes, dinámicas en la geografía, diferencias de origen y desarrollo de concepciones territoriales de ambos grupos. Las bases de la división del trabajo y la base alimentaria se dieron mediante la apropiación y uso de recursos de humedales fueron, lo que permitió la estructuración de una economía regional. A su vez, el autor observó la ocupación territorial lagunar de los huaves, a través de un análisis de la adaptación ecológica de los huaves. Este proceso se logró hacía el Posclásico Medio, a causa de la especialización productiva. A este periodo Castaneira (2008) le denominó la "Prehistoria huave”. Estas nociones adaptativas a un medio lagunar nos permiten entender cómo los huaves ocupan actualmente un lugar, las maneras de hacerlo y mantener su soberanía frente a la presión que ejercen los zapotecos sobre ellos. Desde la perspectiva de Castaneira (2008), los zapotecos tuvieron un proyecto de expansión y dominación (geopolítica de dominación territorial) desde el siglo XIII, que se ha mantenido hasta la actualidad. Para el autor, el proyecto de expansión zapoteca queda por interpretarse a profundidad en el Lienzo de Huilotepec. Sin embargo, la

39 hipótesis de la expansión zapoteca lo lleva a justificar y reconocer la pérdida de territorios huaves que fueron parte de su "movilidad”. Para él, los huaves del siglo XXI mantienen y recuperan su territorio a través de lo que denomina "La Ruta Mareña”; que consiste en la ocupación de algunos puntos clave del territorio a través de diversas actividades económicas, ceremoniales y/o a partir del conocimiento explícito de los lugares sagrados, allende las fronteras municipales actuales. Casteneira (2008) afirmó que la resistencia actual de los municipios huaves para aceptar fronteras impuestas derivadas de "la expansión zapoteca” constituye la razón de tantos conflictos interétnicos en esta región. Los conflictos interétnicos están caracterizados por la "superposición de territorialidades étnicas entre huave y zapotecas y son elementos vivos de una dinámica de larga duración” (Castaneira, 2008: xix). El punto central del argumento, es que al ser tan antiguos los conflictos interétnicos se naturalizan, formando parte de la estructura de dominación regional. Resulta interesante la propuesta respecto a la etiología de los conflictos interétnicos relacionados con las territorialidades superpuestas, aunque de acuerdo con los datos obtenidos en la presente investigación no podemos aceptar completamente la hipótesis del proyecto de dominación zapoteca sostenido desde el siglo XIII. Ciertamente dichas "territorialidades” étnicas son diferentes, pero la manera en que actualmente se construyen, tienen otras fuentes de referencia como algunas coyunturas políticas en las que el Estado Nacional ha sido participe de las reconfiguración territoriales. Resta decir que esta perspectiva de larga duración es muy amplia (del año 1200 d.C. hasta el siglo XXI) y lleva al descuido de algunos actores sociales y procesos tales como: (1) las reconfiguraciones territoriales promovidas a finales del siglo XIX, (2) La construcción del Estado Nacional, y (3) el impacto que éste tuvo a lo largo del siglo XX, con la implementación de algunos proyectos de modernización porfirista, sus políticas en materia agraria y las actuaciones de sus agentes con las comunidades en el istmo. Dichas estructuras de poder y territorialidades deben ser problematizadas en términos de su aparición en coyunturas y por ende en periodos históricos acotados, no de larga duración lineal, sino en su contexto de producción. b.) Migraciones promovidas por autoridades decimonónicas regionales.

40 A nivel nacional, los proyectos de colonización territorial que caracterizaron a los gobiernos independentistas, tienen sus antecedentes en las primeras décadas del siglo XIX, dada "la necesidad de colonizar grandes extensiones deshabitadas del país y explotar las tierras "improductivas”” (Reina, 1991). Sin profundizar en cada uno de las iniciativas de los gobiernos independentistas, las políticas de colonización a nivel nacional y regional constituyeron un hecho histórico relevante, para la comprensión de las ocupaciones territoriales de las etnias en el oriente del istmo. Esto nos conduce a otra hipótesis que plantea que la migración zapoteca al oriente del istmo fue durante la guerra entre Tehuantepecanos y Juchitecos en 1850, cuando algunos zapotecos provenientes de Juchitán, Ixtaltepec, Espinal y Chicapa de Castro migraron al oriente del istmo. La guerra, las epidemias y hambrunas que azotaron los centros económicos importantes de la región a mediados del siglo XIX, incidieron en los procesos de poblamiento acelerado (Henestrosa, 1997; Reina, 1991). No obstante, durante la revolución oaxaqueña el líder juchiteco, el General Francisco León encabezó una serie de movimientos poblacionales hacia el oriente del istmo creando y dando nombre a otros asentamientos. Los continuos flujos migratorios (más no masivos) y nuevos núcleos poblacionales en el oriente del istmo pueden ser explicados en parte a las decisiones y obligaciones desplegadas por Francisco León15. Para el año de 1875, Francisco León fue Jefe Político de Juchitán que encabezó el comando de la fuerza pública zonal, vigilancia de la recaudación de impuestos y el cobro de las alcabalas, combate a la criminalidad e intervención en los procesos electorales para designar gobernadores, diputados locales y federales; además de resolver los "casos conflictivos que ocurrieran en los ayuntamientos” como lo fue Unión Hidalgo y la reubicación de poblaciones que se encontraban en peligro durante las guerras o por causas naturales (Bailón, 2002: 142). Se dice que

15 Nacido el 4 de Octubre de 1846 en el seno de una familia acomodada y criado en la Hacienda de su padre llamada la “Finca del León”, en lo que ahora se conoce como Zanatepec. Francisco León trabajó para Alejandro de Gyves comerciante acaudalado y dueño de varios negocios en Juchitán. En 1866, durante la Intervención francesa, Francisco se enlistó en el ejército liberal, destacando por su liderazgo lo cual le brindó el grado de Mayor a los 20 años. Su misión fue la de dirigir a los juchitecos durante este periodo. En 1875 recibió el nombramiento de síndico municipal de Juchitán (Jiménez, 2001).

41 Francisco Leon amo'616 a su "pueblo”, tras resolver problemas y necesidades de la gente a la que sirvió. Su fama de caudillo y su capacidad de actuar en "beneficio de la gente” fue palpable en el oriente a finales del siglo XIX, cuando ordenó la relocalización de la cabecera municipal de San Francisco del Mar, en las inmediaciones de lo que se conocía como: El Rancho del Común, hoy Ixhuatán, ya que la población corría peligro por causas naturales (Jiménez, 2001). Los huaves se asentaron en dicha población, mientras que los zapotecos se refugiaron de las múltiples confrontaciones y luchas por territorios y poder en el centro del Istmo de Tehuantepec. Esta hipótesis permite ver una arista del proceso de poblamiento, ya que los recién llegados no se establecieron armónicamente en el territorio solamente por una orden del Jefe Militar. Al contrario, derivado de su llegada algunas familias tanto huaves como zapotecas iniciaron procesos legales para comprobar que sus tierras estaban siendo invadidas o acaparadas por particulares. Esto nos conduce a la tercera hipótesis que a continuación se demuestra. La llegada y asentamiento de los zapotecos a San Francisco del Mar se debió en parte a las políticas de colonización promovidas por los Jefes Políticos como consecuencia de las guerras, hambrunas y epidemias, y porque las tierras se convirtieron en un bien disponible, enajenable, recurso de compra que aseguraría y ampliaría el poder de algunas familias zapotecas y/o huaves.

1.1.1. Estrategias zapotecas y huaves de apropiación de la tierra y propiedad en el oriente.

Una coyuntura fundamental sucedida a mediados del siglo XIX fue el cambio en la tenencia de la tierra. La expedición de Ley Lerdo en 1856 consistió en la desamortización de las tierras y bienes eclesiásticos, provocando que la propiedad de la tierra se fragmentara y fuera acaparada por algunas familias nativas y/o 16

16 Para algunos cronistas Juchitecos, Francisco León ganó fama durante la intervención francesa en 1866 en el ejército liberal. No solamente por su impecable ejercicio militar en la defensa del territorio regional, sino que su liderazgo se caracterizó por la empatia que generaba con la gente. Su carrera política inició con la participación en la defensa del territorio tras ocupar un puesto militar y por su acción sensible a las necesidades de la gente (Jiménez, 2001: 217).

42 personas extranjeras, aunado a la oleada de planes y políticas de colonización que los gobiernos independistas promovieron (Reina, 1991). La Ley Lerdo fracturó las formas colectivas de propiedad de la tierra y modificó las relaciones sociales y económicas de quiénes eran dueños. A su vez, se creó la noción de propiedad privada de la tierra, articulado a un sistema de organización social basado en familias extensas con poder económico y político en la región del istmo. Para Fraser (1972) la Ley Lerdo significó la oportunidad para que muchas familias zapotecas, extranjeras y mestizas fueran oportunistas y sacaran provecho para extender su poder a través del acaparamiento de tierras y el ejercicio del derecho a la propiedad de la tierra. Por su parte, Binford (1985) propuso que la noción de propiedad privada entre los zapotecos posiblemente existió previó a la Ley Lerdo y por ende, al iniciar su reglamentación generó conflictos entre las prácticas culturales y las leyes del Estado. En este sentido, podemos entender que la declaración y aplicación de la Ley Lerdo, y paralelamente la Ley de Colonización y Baldíos en 1883, en la practica abrieron las posibilidades de que algunas familias reclamaran una extensión de tierra y se otorgara como propiedad privada por su falta de uso (tierras baldías y ociosas). Por consiguiente, al reconocerse propietario de dicha tierra se otorgó el poder para hacer uso de ella sin un sistema de regulación mixto: legal y por práctica. Del mismo modo, el efecto de estas leyes promovió que la tierra se convirtiera en un bien enajenable sujeto a la compra, venta e intercambios mercantiles desarraigando completamente el sentido primordialista de pertenencia a una tierra en la que se nace. Hemos visto en la Tabla 1 una variación poblacional significativa de 542 habitantes de 1886 a 1887. Este periodo coincide con las políticas promovidas por los gobiernos a nivel nacional, que impulsaron nuevas formas de significar y relacionarse con la tierra. La cantidad de juicios que impuestos por particulares para el reclamo de sus propiedades durante este periodo sugieren algunas pistas de estos nuevos procesos de significación y relación entre las poblaciones y la tierra. Paralelo a las políticas de colonización de principios de siglo XIX, los movimientos migratorios en la región se debieron al surgimiento de nuevos sistemas de intercambio y

43 comercialización de tierra entre diversos actores sociales y no necesariamente entre grupos étnicos (Reina, 1991). Henestrosa plantea una hipótesis interesante según la cual: "Es probable que estos cambios en la tenencia de la tierra hayan sido un imán que atrajo a Ixhuatán a gente zapoteca de Juchitán, El Espinal, Tehuantepec e incluso Tonalá Chiapas, donde la gente podía adquirir tierras. Y cuando no fue la compra el medio de adquirirlas, fue el emparentar con los mareños [huaves] por medio del matrimonio” (1997: 51). Desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad, la tierra se ha visto en un proceso acelerado de fragmentación (Anexo 1) y cambio de propietarios que desembocaron en múltiples conflictos por la posesión de la misma. Las familias zapotecas y huaves aprovecharon este contexto de reformulación de la propiedad de la tierra para apropiarse de otras tierras o para defender las que tenían. Por lo tanto entre las familias huaves como las zapotecas fue visible su capacidad para interpretar y hacer uso de las leyes a su conveniencia. En 1837 se registraron 4 ranchos pertenecientes a San Francisco del Mar y para 1878 dos haciendas y 28 ranchos. Varias familias zapotecas del centro de la región istmeña heredaron, compraron, rentaron, subarrendaron, adjudicaron o invadieron tierras que se encontraban dentro del territorio del existente Municipio de San Francisco del Mar (AHJ). A su vez, en este periodo algunas familias huaves reclamaron el derecho de propiedad sobre ranchos, después de haber arrendado sus tierras a familias zapotecas. El uso de las instituciones civiles como el juzgado, constituyó un recurso legal socorrido que medió las transacciones locales de la tierra entre particulares de familias huaves y zapotecas (Anexo 2). Los juicios17 por herencias, interdictos testamentarios, de nulidad, de jactancia, de tanto, de despojo, de apeo y deslinde de terrenos, y de recuperar la posesión de tierras muestran la alta conflictividad de la tenencia de la tierra a finales del siglo XIX.

17 En el Juzgado Civil de Juchitán se pueden encontrar 12 tipos de juicios que se relacionan con la tenencia de la tierra. El Archivo Histórico Judicial de Oaxaca se encuentran documentos desde 1872 hasta 1949. Por cuestiones de tiempo solo pude revisar en la sección de Materia Civil el periodo comprendido de 1872 a 1900 los cuáles permitieron distinguir los siguientes tipos de juicios: Despojo, Jactancia, Testamentario, Interdicto de recupera la posesión, Nulidad, De tanto, Verbal, Jurisdicción voluntaria, Apeo y Deslinde, Iniciativa de Justicia, Posesorio y Ejecutivo.

44 Estos juicios ejemplifican cómo ciertas familias actuaron a favor de sus intereses y no como comunidades indígenas (Anexo 2). Ya que, “[_] como lo señala Molina Enríquez en su libro Juárez y la Reforma, éstas [las comunidades indígenas] aparecieron de pronto, y como era natural, en calidad de despojados y en formidable actitud de descontentas” en ciertos momentos históricos (citado en Reina, 2004). La actuación por parte de algunos miembros familiares en materia agraria fue un cambio sustancial en la construcción de la noción de territorialidad. Existieron dos tipos de territorialidades, aquella que se sustentó sobre la idea de que las tierras eran propiedad privada y en su conjunto formaban el territorio. Tal es el caso de las familias zapotecas para quienes el nuevo territorio estuvo conformado por las propiedad particulares de varias familias. Para el caso de las familias huaves el territorio ya habitado constituido por tierras colectivas pudieron ser susceptibles de mercantilizarse mediante rentas o subarrendamientos a familias extrañas. Binford (1985) señaló que una característica, en este caso una estrategia, de las familias zapotecas fue documentar y regularizar sus propiedades a través de este tipo de juicios e instancias para construir una noción de "Derecho de propiedad” y privada de acuerdo a las instituciones del estado. Otras estrategias de apropiación de las tierras fue mediante el pago de impuestos'8. Para vender o transferir sus tierras hacían tratos privados y directos entre las partes para garantizar que la tierra adquirida fuera su propiedad, legitimada mediante el pago de impuestos. A su vez, la mayoría de los particulares regularizaron sus propiedades a través de notarios privados que estuvieron familiarizados con la jerga legal. Esta variedad de mecanismos de regulación de las tierras legales e ilegales, se dieron gracias a la falta de un sistema estatal organizado que será cuestionado al momento de la instauración de la Reforma Agraria de 1917. La noción de propiedad privada, en el oriente del istmo, siguió la tendencia de entablar arreglos o negociaciones en el plano de lo privado y pocas veces en relación al sistema legal. Lo que vino a crear un estado de confusión entre quiénes verdaderamente serían los dueños de la tierra

18 Para ejemplificar la importancia y legitimidad que el pago de impuesto otorgaba el derecho de propiedad privada, en el siguiente apartado presento las familias y sus propiedades en las cuales se señalan quienes pagaron el impuesto de acuerdo a la cantidad y calidad del terreno.

45 (por uso o por contrato) y marcó un tipo de relación contractual y capitalista entre vecinos. Por ejemplo, en Junio 19 de 187519, el señor Gerónimo Delgado (zapoteco del Espinal) promovió un Juicio Civil de Juchitán por despojo contra D. Jacinto de Aquino. Gerónimo Delgado compareció ante el juzgado, diciendo que: "desde el quince de Agosto de mil ochocientos cincuenta y siete [1857], mi finada abuela Doña Foribia Fuentes de Delgado recibió en adjudicación los terrenos de "Buena Vista20” del común de San Francisco del Mar por transacción celebrado entre ella y el apoderado de dicho pueblo.” Don Gerónimo afirmó que el señor Jacinto Aquino por demandar sus tierras "lejos de respetar los linderos de nuestra adjudicación se introdujo dentro de ellos, desde el punto llamado las "trancas” al de la "Zarza”, despojándonos de una porción considerable de nuestros terrenos.” Gerónimo fue el heredero más perjudicado. En Julio de 1856, el municipio de San Francisco del Mar le otorgó a Jacinto Aquino permiso para escritura "El Carrisal de las Conchas” (Anexo 2). A pesar de que la tierra fue heredada a familiares, también se establecieron otro tipo de relaciones contractuales y conflictivas entre miembros de otras familias. La tierra valorada como un recurso o bien material de una familia, inevitablemente provocó conflictos entre los mismos familiares por la legitimidad de "ser dueño”. Tal fue el caso de Lucio Fuentes, quien reclamó los derechos de propiedad del rancho "La Isla” en contra de sus sobrinos2'. Lucio Fuentes, vecino de Ixhuatán, declaró que "por el testamento, que en cuatro fojas útiles, otorgado por mi señora madre22 [Juana García de Fuentes] en el pueblo del Espinal el día 9 de Mayo en el año de 1882, se ve que he sido nombrado albacea.”

19 AHJ. 1875. Leg. 2, Exp. 5, 24 ff. 20 Los limites de dicho rancho fueron: El puente llamado de Rincón Zapi en línea recta hacia el norte a “San Nicolás”; desde el mismo Rincón Zapi hacia el poniente, hasta el estero de las “Trancas” y “Laguna de las Conchas y de este lugar hacia el norte al punto llamado “La Zarza” y dos leguas y media más siguiendo el mismo rumbo. 21 AHJ, 1888. Leg. 7, Exp. 6, 58 ff. 22 Lucio Fuentes era casado con 42 años, de oficio labrador. Su madre, Juana García de Fuentes, murió de una fiebre a los 76 años de edad viuda el día 9 de enero de 1888. Ella fue hija de Manuel García de Jalapa, labrador y su madre de apellido Betanzas. El esposo de Juana fue Vicente Fuentes de El Espinal. Tuvieron 7 hijos: Teodoro, José María, Lucio, Juana de la Cruz, Francisca, Anastacia y Catarina Fuentes. Durante su viudez tuvo a José de Jesús García.

46 Las propiedades que reclamó Lucio Fuentes como herencia por línea materna fueron: "un rancho de ganado nombrado "La Isla” en terreno de la jurisdicción del pueblo de San Francisco del Mar^’; otro terreno denominado "Río Grande” en los limites de Santa María Guiengati. Le entregó 136 cabezas de ganado a su primogénito Teodoro [hermano de Lucio] quien murió y no se los pudo devolver. Teodoro dejó a su vez a 8 hijos: Visente, Esequiel, Abraham, Samuel, David, Virginia, Herlinda y Josefa Fuentes. Todos ellos hijos y nietos fueron nombrados herederos únicos. En el Periódico Oficial que acompañó el expediente, tomo VIII, con fecha del 12 de julio de 1888 se publicó un edicto de la albacea L. Fuentes para una reunión del juicio testamentario. Aparece también un "testimonio de poder especial para pleitos otorgado por el C. Abraham Fuentes á favor del Señor Exequiel Fuentes, de Juchitán.” Abraham Fuentes vivía en la república de Guatemala, en San Pablo Distrito de San Marev. Dada su distancia física y la imposibilidad de hacer el recorrido, otorgó un poder a su hermano para que resolviese todos los problemas y ejerciera sus derechos como heredero único en el testamento de su abuela Juana. En este caso las partes llegaron a un arreglo de conformidad y a todos se les entregó su parte correspondiente de la herencia, otorgándosele un valor de propiedad privada perteneciente a una familia. Los contratos entre familias de origen étnico diverso, promovieron la reorganización socio espacial del territorio fragmentado espacialmente y delimitado por las propiedades privadas o particulares. Se marcaron los limites sobre la base de las propiedades particulares y se consensuaron las normas para su regulación por un periodo breve. La actividad ganadera fue otro mecanismo a través del cuál las familias zapotecas y huaves se apropiaran de sus propiedades. Muchas de las veces los ganados invadían predios para pastar, siendo el inicio de una apropiación aparentemente fortuita (Anexo 2). Esto permitió el fortalecimiento una noción particular de derecho a la propiedad de la tierra privada en paralelo a los cambios en las políticas de regulación de la tierra y los mecanismos locales de formalizarla. Por ejemplo, el pago de impuestos, la cantidad y calidad de la tierra, los límites marcados, la actividad ganadera y los juicios ante autoridades estatales o privadas

47 como notarios fueron parte de los mecanismos de apropiación y legitimación de su derecho a tener propiedades privadas. El pago de impuestos y su acreditación frente a notarios privados fueron el medio local de construir la noción de "propiedad” de la tierra. Los censos de propietarios muestran el control que los miembros del ayuntamiento de San Francisco tuvieron de los propietarios de ranchos y sus extensiones de tierras. Por lo que el ayuntamiento en este periodo fue la instancia que dio seguimiento a la tenencia de la tierra. Mediante las formas de regulación local sobre la tierra se relacionaron los grupos familiares diferenciados étnicamente. A nivel local emergió un proceso de estratificación social de las familias en términos de los capitales: cantidad de tierras, prestigio social y participación en el poder local, fueron los referentes sobre los que se construyó un nuevo orden social en el oriente del istmo.

1.1.2. Cambios en la propiedad de la tierra: Propietarios de tierras y ganaderos en el municipio de San Francisco del Mar.

El poblamiento de las tierras del oriente y la organización territorial por parte de familias de apellido zapotecas y huaves fue altamente conflictivo desde mediados del siglo XIX. El eje de la conflictividad fue la tierra. Como ya hemos visto, la Ley Lerdo abrió la posibilidad de reclamar tierras como propiedad privada cuando se exigió y comprobó que éstas fueron abandonadas. A nivel local las autoridades del ayuntamiento se encargaron de llevar un registro minucioso de propietarios, tierras y la calidad de las mismas, así como de las actividades como la ganadería. Esta ley propició un proceso de fragmentación acelerada de la tierra (Tabla 2). Por otro lado, la propiedad de la tierra (extensión y calidad) y las actividades ganaderas fortalecieron una noción de propiedad de la tierra sustentada en el principio de particular o privada y fortalecida por los lazos consanguíneos. A su vez, estas familias forjaron un estatus privilegiado sustentado en el capital económico que constituyó la propiedad de haciendas y ranchos. Entre 1884 y 1910, la tierra del Municipio de San Francisco del Mar estuvo distribuida entre aproximadamente 18 familias zapotecas, 14 familias huaves y 10

48 familias de origen no identificado23. De las 18 familias zapotecas, 13 de ellas por lo menos tuvieron una miembro dedicado a la ganadería. De las 14 familias huaves, 7 familias se dedicaron a la ganadería. De las 10 familias de origen no identificado 9 se dedicaron a la ganadería (ver Anexo 3.3.a).

Tabla 2. Distribución de la tierra en el Municipio de San Francisco del M a r A ñ o s H a c ie n d a s R a n c h o s 1837 - 4 1844 - 7 1858 - 7 1878 2 28 1901 - 33 1916 - 32

Tabla 2. Elaborado con las Divisiones territoriales de s.a. (1837), Gobierno del Estado de Oaxaca (1844), s.a. (1858), Cruz (1878), s.a. (1901) y Pavía (1916).

Sin embargo, las haciendas y ranchos fueron susceptibles de múltiples cambios en la propiedad de la tierra entre estas familias. A pesar de que la convivencia entre familias huaves y zapotecas fue estrecha por la ubicación y ocupación geográfica, y los intercambios económicos y sociales producto de la contigüidad vecinal, las relaciones se fueron tensando debido a los conflictos por la propiedad de la tierra entre particulares24 *. Para 1884, El Común o Rancho de San Francisco del Mar ocupó aproximadamente 10,000 has de superficie distribuidas y usufructuadas por un total de 34 familias huaves y zapotecos. Fueron tres familias las propietarias de haciendas

23 Los apellidos a los que me refiero son: Zapotecos -Álvarez, Aquino, Carrasco, Cruz, De Aquino, Fuentes, García, Hinestroza, Matus, Meléndez, Pérez, Pineda, Ruiz, Salinas, Toledo, Velázquez, Ynostroza y Zárate; Huaves - Alonso, Andres, Cortés, De Vargas, Enríquez, Gómez, Matus, Marga, Nieto, Parada, Pioquinto, Vargas, Vicente; y de origen desconocido - Algarín, Altamirano, Cabrera, Hernández, López, Meza, Orozco, Pascal, Rementeria, Vásquez, Villanueba. El origen étnico de los apellidos aquí señalados fueron identificados de acuerdo a la información de los censos ganaderos y de tierras, así como con la corroboración de algunos informantes claves. Aquellos que se identifican como de origen desconocido no fueron comprobados como de la región, por ello se optó por clasificarlos de esta manera. 24 El eje de la etnicidad en este apartado solamente fue visible en relación al apellido de las familias. Posteriormente se observará la importancia de la diferenciación étnica.

49 y 31 familias propietarias ranchos en el territorio ocupado para este periodo (Anexo 3.3.a). En este mismo año, San Francisco del Mar fue reconocido como pueblo y Agencia municipal de la cual dependían dos haciendas de acuerdo al manuscrito de la División Territorial (Cruz, 1878) (Anexo 1): "El Zopilote” en propiedad de Nicolás Toledo -origen zapoteco- y "Las Conchas” de Jacinto de Aquino -zapoteco- y Rosalía Nieto -origen huave- para el año de 1884. La primera hacienda de Don Nicolás Toledo fue la propiedad más grande en extensión ocupando un total de 8,000 has y las de mejor calidad ya que 6,000 has fueron de pastos y 2,000 de bosques. Para el cuidado de sus propiedades tuvo 6 hombres y una mujer de jornaleros. En el año de 1904 las tierras de la hacienda "El Zopilote” fueron valuadas en $667.00 y por las cuales se pagó un impuesto de $40.00 (Anexo 3.3.b). La Hacienda de "Las Conchas” fue primero propiedad de Jacinto de Aquino - origen zapoteco- gracias a un permiso de escritura otorgado por el municipio de San Francisco del Mar 1856. En 1875 este predio fue sujeto a un Juicio Verbal de parte de Jacinto de Aquino en contra de Rosalia Nieto -origen huave- para que desocupara pronta y ejecutivamente el terreno25. Para el año de 1903, Hilario Aquino pariente de Jacinto compartió la propiedad con Antonio Nivón. La extensión de la hacienda fue de 3, 510 has, de las cuáles la mitad fueron de temporal en propiedad de Antonio Nivón quien tuvo a su cargo a 7 hombres y 2 mujeres jornaleros. Las 1,755 has restantes de Hilario Aquino fueron de bosques, cuidadas por dos hombres y una mujer jornaleros. Josefa Toledo y Francisco García aparecen como propietarios en 190326 (Anexo 3.3.b). Algunas de estas familias fueron adquiriendo reconocimiento a nivel local, ya que estos tuvieron varios ranchos en su propiedad (Anexo 3.3.a). Por ejemplo, la familia de los Nieto tuvo en su propiedad 15 predios desde 1875 hasta 1910. "Pozo San Juan” primero adjudicado a Doroteo Nieto en 187527, después de dos años de haber luchado por el otorgamiento de escritura al Ayuntamiento de San Francisco del

AHJ. 1875. Leg. 10, Exp. 4, 24 ff. Para el año de 1929, Raquel Mahoney, una extranjera norteamericana, se quedó con dicha propiedad. Las razones por las que se dio apropiación del rancho son desconocidas. 27 AHJ. 1875. Leg. 10, Exp. 22, 8 ff.; AHJ. 1875. Leg. 10, Exp. 26, 5 ff.

50 Mar. En 1903 dicho rancho estuvo en manos de Cesáreo Nieto -huave- el cual poseyó un total de 5,802 has, de las cuales 200 fueron de bosques y las 5,602 restantes de pastos (Anexo 3.3.b). Fueron tres hombres y una mujer los que estuvieron a su cargo. El rancho Don Cesáreo Nieto de fue valuado en 55 pesos y pagó 3.3 pesos anuales. A su vez, Encarnación Nieto -origen huave- tuvo dos ranchos en su propiedad y que juntos cubrían un total de 6,552 has. El rancho más grande poseído por los Nieto fue "La Soledad”, valuado en $400 (pagó $24.00), ya que 5,200 has fueron de pastos para ganado y 65 has de bosques. Otro rancho de su propiedad fue "El Roble” de un total de 1,287 has, 12 eran de temporal y las 1,275 has restantes fueron de pastos para ganado. Este último fue valuado en $80 y pagó un total de $4.8 anuales. Tuvo 12 hombres y 4 mujeres para el jornal distribuidos en los dos ranchos. A su vez, Doroteo Nieto fue dueño de "Amatillo”. Rosalía Nieto fue propietaria de "Las Conchitas”, rancho que cambió de manos a Josefa Toledo - zapoteca-. Dicho rancho ocupó un total de 3,510 has distribuidas en tierras de temporal, pastos y bosques (Anexo 3.3.a. y Anexo 3.3.b.). Otra alquería importante por extensión de tierras fue "Las Vacas”, en propiedad de los hermanos Nieto, Albino, Blas, Hilario, José Inés, y disputado entre familiares de adscripción étnica huave y zapoteca a principios del siglo XX (Anexo 3.3.b.). La propiedad de los hermanos Nieto tuvo una extensión total de 1,755 has. Los tipos de tierra fueron de temporal (24 has), pastos (1,700 has) y bosques (31 has). Los ranchos de 3,500 has y más fueron "La Ysla del Roble” y "Los Tules” valuados en un promedio $24.00 y $21.00. El primero estuvo en propiedad de Norberto Nieto -origen huave pariente de José María Fuentes- quién destacó por ser un ganadero muy importante y por la cantidad de tierras que poseyó, 3,510 has de las cuales 3,000 has fueron de pastos y las restantes de bosques; cuidadas por dos hombres y una mujer. A su vez, Norberto, Cesario y Gregorio Nieto junto con los Gómez, Telésforo y Lorenzo, fueron propietario del rancho denominado "Llano Grande” (1,700 has, 1,650 bosques y 50 pastos para los Nieto) y "Rubicana” de Norberto Nieto. "Los Tules” fue un rancho también en posesión de la familia Vicente de origen huave. Para el año de 1884 fue propiedad de Cresencio Vicente y quien heredó a su hijo Salomón un total de 3,500 has, de las cuales 500 fueron de bosques

51 y las restantes de pastos. La propiedad fue valuada por el ayuntamiento en $21.00, quien además pagó impuestos por dedicarse a la ganadería para el año de 1901 (Anexo 3.3.a y Anexo 3.3.b). Un disputado solamente entre familias de origen huave fue "Llano Grande”, las cuales fueron Gómez, Nieto y Ventura hacía 1910. Cirilo Nieto fue propietario de "Majada” y "Esterillo” (Anexo 3.3.a y Anexo 3.3.b). Otro apellido huave respetado fue Morales por tener en su posesión 4 ranchos (Anexo 3.3.a.). Marciano, Bernabé, Arnulfo y Sixto Morales destacaron por poseer y mantener "Rancho Nuevo” hasta 1910 (Anexo 3.3.b). Su extensión fue de 1,755 has, de las cuales 600 fueron de pastos y 155 de bosques. La cantidad de tierras en pastos nos sugiere que se dedicaron a la agricultura y solo Sixto se dedicó a la ganadería para 1910. Por su parte, Damaso Morales fue propietario del predio denominado "Aguachil” (Anexo 3.3.b). Por su parte Emilia Morales se dedicó a la ganadería en el predio nombrado "Pazo Conejo” y Teodoro Morales en "La Zarza en 1910 ” (Anexo 3.3.b). Por su parte, la familia Fuentes -de origen zapoteco- destacó por tener tres ranchos en su propiedad por derecho de herencia y los cuales tuvieron muchos conflictos por la posesión de la tierra (ver Anexo 2 y Anexo 3.3.a). Encontramos que "La Ysla28” fue propiedad de José María Fuentes quien heredó a su hijo Teodoro Fuentes y Lucio Fuentes quedó como albacea. Aunque en los registros censales de propietarios de tierras de 1884 es Lucio Fuentes propietario legitimo por pago de impuestos del rancho de "La Ysla” con una extensión de 5,122 has, las cuales se distribuyeron en 12 de temporal, 110 has de bosques y las 5,000 has restantes fueron de pastos para ganado (Anexo 3.3.b.). Cuatro hombres y una mujer se encargaron de cuidar las propiedades de Lucio Fuentes entre los años de 1884 y 1906. Su propiedad fue valuada en $200 y destacó en la ganadería de aquí que sus cuotas incrementaron considerablemente.

28 En la División Territorial de 1878 no aparece el nombre de “La Ysla”, sino “La Isla del León”. Por la extensión doy por hecho que se trata del mismo rancho. El nombre de “La Ysla” aparece en los documentos que rescató Henestrosa (1997).

52 El rancho de "Santa Cruz29” propiedad inicialmente de Guillermo Fuentes - zapoteco- tuvo una extensión aproximada de 3,510 has. Para 1903 este rancho estuvo en propiedad de Juana Toledo -zapoteca- quien las heredó de su esposo Guillermo Fuentes dedicados a la ganadería para el mismo año; dos hombres y una mujer fueron sus jornaleros. 3,300 has fueron de pastos para ganado, 186 has de bosques y 24 de temporal. Y "Santa Ynes” en propiedad de Teodoro Fuentes (Anexo 3.3. b). Don Antonio Pérez -origen zapoteco- fue dueño del rancho "Los Potrillos” hacía el año de 1884, el cual heredó a sus hijos Rosendo Pérez y Socios (Anexo 3.3. b). Su propiedad fue valuada en un total de $75 (4.5 impuesto) ya que 3,400 has fueron de pastos y 110 de bosques, las cuales fueron cuidadas por dos hombres y una mujer. La tendencia muestra que el valor de la tierra devino de la cantidad y el tipo de tierras i.e. bosques ya que éstas, y como veremos más adelante, eran importantes para impulsar el proyecto de modernización porfirista, tras la construcción del ferrocarril. "Huachil” fue un rancho en propiedad de Rosalino Pérez en el año de 1884 (Anexo 3.3.b). El rancho de "Amatitlán” tuvo un total de 1,775 has y guarda una característica, la de haber sido un rancho que cambió de propietarios (Anexo 3.3.b.). Es difícil rastrear las razones de estas transacciones, pero lo que es cierto es que en menos de 20 años fue propiedad de tres familias distintas. Para el año de 1884 fue propiedad de Hipólita Hernández y para el año de 1903 cambió a manos de Mauricio Matus y Nicolás de Vargas. Mauricio Matus -zapoteco- tuvo en sus propiedad 1,755 has de bosques, a cargo de cuatro hombres y una mujer jornalera; y, el cual pagó 4.8 pesos por su propiedad (valuada en $80.00). Nicolás de Vargas tuvo 14 has de temporal y 1,741 has de bosques y pagó exactamente el mismo precio que su vecino ganadero Matus. A su vez, Mauricio Matus, albacea de su padre Ponciano Matus, fue propietario del rancho "El Lagartero” el cual fue disputado a principios del siglo XX. La familia Matus destacó en el ámbito de la ganadería según registro de 1901 (Anexo 3.3. a y Anexo 3.3.b).

29 Este rancho no aparece en las Divisiones Territoriales de 1878 y 1916.

53 Por otro lado, el rancho de "Los Ladrillos” estuvo en manos de cinco familias distintas, Pascuala García y Gorgonio Gómez -huaves- y Cristóbal Salinas, Tomás Toledo y Juana Marta Vásquez y socios -todos zapotecos- (Anexo 3.3.b). Este rancho tuvo una extensión de 1,755 has de bosques al cuidado de tres hombres y dos mujeres jornaleros. Por su parte la familia De Vargas tuvo en propiedad otros cinco ranchos. Lino de Varga fue dueño de "Aguachil”, junto con Dámaso Morales; José de Vargas de "La Jicara”; Jacinta y Juan de Vargas de "Matitán”; Atanacio de Vargas de "Palo Blanco”; y Leonardo de Vargas "Llano Pinto”. Mención aparte merece este último rancho, ya que al igual que "Amatitlán” estuvo en manos de varios propietarios entre 1884 y 1903 (Anexo 3.3.b). En el primer año, "Llano Pinto” perteneció a Leonardo Vargas y en el mismo registro, aparece Silvestre Pineda de origen zapoteco, quien tuvo por albacea a Enrique Pineda. Para el año de 1903 Enrica de Aquino aparece como propietaria de "Llano Pinto”, ya que su rancho de 1,775 has fue valuado en $80.00 y pagó un impuesto del $4.8. Tuvo un total de 1,600 has de bosques, 152 de pastos y 3 de temporal (Anexo 3.3.b). Otra familia importante fue la Pineda -zapoteca-, cuyos miembros tuvieron en propiedad tres ranchos. Magdalena fue propietaria de "El Cerrito” (de 1,755 has de bosques, valuado en $25.00) y "Santa Lucía” de Cipriano Pineda. Silvestre Pineda dueño de "Llano Pinto” mencionado anteriormente (Anexo 3.3.a). A su vez, en 1901, la familia Pineda destacó en la actividad ganadera porque 7 de sus miembros se dedicaron a dicha actividad. Bárbara, Cecilio, Cirilo, Enrique, Magdalena y Manuel figuraron en el censo de ganaderos de 1910 (Anexo 3.3.a). La familia Vicente -de origen huave- propietaria del rancho "Cerrito30” que se distribuyó entre los hermanos José Ángel, Narciso y Rodrigo. A su vez, en 1884, fueron otros dos los propietarios de dicho rancho Esteban Zárate -origen zapoteco- y José Pioquinto Orozco (Anexo 3.3.a). En 1894, Evaristo Matus fue el apoderado legal para iniciar un juicio de jactancia contra el municipio de San Francisco. Dicho rancho

30 Es difícil rastrear si fue un solo rancho compartido entre tres personas o fueron tres ranchos distintos ya que en las divisiones territoriales aparecen numerados 1, 2, 3 (Gobierno del Estado de Oaxaca, 1878).

54 perteneció a tres propietarios miembros de una familia, lo que permite pensar que la fragmentación y repartimiento por parte de la familia Vicente haya sido una estrategia de control y poder sobre sus propiedades (Anexo 3.3.b). Ya que como hemos visto, la familia Vicente tuvo en su propiedad otras dos propiedades, el rancho de "Los Tules” y Anselmo Vicente "Paso Conejo” (Anexo 3.3.a). "Buena Vista” fue un rancho valuado en $834.00 en propiedad de Natividad Álvarez para el año de 1884. En el censo de 1903, la familia Delgado -origen zapoteco- aparece como propietaria de dicho rancho (Anexo 3.3.b). Gerónimo Delgado y socios fueron dueños de aproximadamente 3,510 has, de las cuales 48 has fueron de temporal, 1,755 de pastos y las restantes de bosque. A su cargo tuvo cinco hombres jornaleros y dos mujeres. Otros miembros de la familia Delgado, Apolinar, Jerónimo, Manuel y Tirso destacaron en la ganadería a principios del siglo XX (ver Anexo 3.3.a). "Maliata” fue un rancho que cambió de propietarios rápidamente (Anexo 3.3.b). Primero en 1884 perteneció a Ventura Velásquez -origen zapoteco- y posteriormente Andrés y Cresencio García (en 1903) -origen huave- con una extensión de 1,755 has de bosques. "Las Cruces” fue propiedad de Tomasa Carrasco, familia de origen zapoteco (Anexo 3.3.b). La extensión del rancho fue de 1,755 has, divididas entre bosques y de pasto. Sus tierras fueron valuadas para el año de 1906 en $50.00. y "San Nicolás” que fue propiedad de Ancieto Carrasco y posteriormente Felipe López y Socios (Anexo 3.3.b). Este rancho tuvo una extensión de 1,700 has de pastos y 55 de bosques cuidado por cuatro hombres y una mujer jornalera. Está última familia, López y socios también tuvo en su propiedad el rancho de "Xocoapam” o "Xocoapa”, quien fue primero propiedad de Luisa Meléndez; posteriormente de Juan D. Fuentes y luego de Modesto López (Anexo 3.3.b). Este rancho tuvo una extensión de 1,779 has, de las cuales tres hombres y una mujer cuidaron las 24 has de temporal y las restantes de bosques. Ahora bien, algunos ranchos se mantuvieron en manos de una sola familia como sucedió con "Monte Rata” de Nicolás Gómez -origen huave (Anexo 3.3.b).

55 “Palo Grande” fue un rancho que estuvo en manos de Blas Hernández y posteriormente Norberto Ruiz y socios con una extensión de 1,700 has de bosques (Anexo 3.3.b). Otro rancho en propiedad de zapotecos fue “Santa Rita” de Esteban Zárate y de Antonio Ruiz el rancho de “Santo Palo Blanco” (Anexo 3.3.b). “Rincón Antonio” fue propiedad de Ancieto Santiago -origen zapoteco- quien no figuró como ganadero (Anexo 3.3.b). Otros ranchos en propiedad de familias huaves que no figuraron por su extensión fueron “Calzada en Medio” en propiedad de Gregorio Cruz. “Cerro Blanco” perteneció a Juan Crisóstomo Cortés, pariente del último cacicazgo de San Francisco del Mar. “Huaxota” perteneció a Tomás Parada, ganadero en el año de 1901. Y, “Pochumbá” de Pascual Cruz (Anexo 3.3.b). Ranchos que desconozco el origen de su propietario, pero se ubicaron dentro de los perímetros de San Francisco fueron “Calzada de Mezquite” de Hermenegildo Alonso y el rancho de Santiago Enríquez “Calzada Roble” (Anexo 3.3.b). La noción de que existieron familias de prestigio entre las sociedades huaves y zapoteca se fue construyendo a la par de las propiedades de tierras, la capacidad económica que las familias tuvieron para el pago de impuestos y el mantenimiento de sus tierras. Estos dos últimos elementos constituyeron una obligación civil que deberán cumplir frente al gobierno local y una estrategia de legitimación de sus propiedades (Binford, 1985). Por lo que, parte de la estrategia de los líderes huaves para mantener control sobre la tierra fue mediante la vigilancia y el pago de impuestos que formó parte de la política del Presidente Municipal Norberto Nieto -origen huave-, en 1890. Esta consistió en la captación un impuesto tazado a los ganaderos que tuvieran (ganado pastando en tierras de ejido) la que nombró política de “impuesto de capitación e instrucción pública” (Henestrosa, 1997:64). El cobro de impuestos fue variado, a los dueños de hatos de ganado se les cobró 6 pesos por pastar en tierras de ejidos. Hubo de otros tipos como el impuesto de captación e instrucción pública, “Encima había que pagar una cantidad extra para [_ ] agitar ante la Jefatura Política del Distrito la continuación de las diligencias sobre el reparto de los terrenos comunales de este pueblo” según comunicación de Norberto Nieto dirigido al Jefe Político (Henestrosa,

56 1997). Fue entonces cuando los impuestos de 3 centavos se aplicaron a los dueños de ganado; aunado a los que se tenían que pagar por diligencia sobre el reparto de terrenos comunales en el periodo en que Norberto Nieto fue presidente municipal. De aquí se "autorizó gravar con cinco pesos a cada una de las cincuenta personas consideradas de primera clase; con tres pesos a cada uno a 100 personas consideradas de segunda clase y, a 1.50 a cada una, a otras 100 personas clasificadas como de tercera clase” {ibidem:64). Las tipificaciones establecidas por la autoridad municipal que venían de Juchitán provocaron la polarización de la sociedad de acuerdo a sus posibilidades de pago por impuesto, quizá esta iniciativa fue una forma de renovar las diferencias sociales existentes. Por ejemplo, los considerados de primera clase, mayoritariamente ganaderos y propietarios de tierras y recursos materiales, fueron los que accedieron a puestos administrativos (Anexo 3.3.d).

1.2. Los dones y sus proyectos locales de modernización en Ixhuatán.

A finales de siglo XIX y principios del XX, surgió la categoría local de "los dones” que se utilizó para identificar a aquellas familias que gozaron de una forma de vida sustentada en la acumulación de propiedades y ciertos privilegios en relación al acceso de espacios de regulación económica, social y moral. Esta categoría local apeló a una forma de vida estamental31 (Ferrando, 1974). Estos gozaron de capitales económicos (propiedades, tierras y ganado), capital familiar (los lazos consanguíneos que permitieron el control de la tierra) y posteriormente, el capital político (Bourdieu, 1994). Por lo que, los miembros de éstas familias forjaron su posición de prestigio a partir de: a.) la propiedad de la tierra, que significó riqueza, abundancia y seguridad; b.) el parentesco consanguíneo y compadrazgos, fueron elementos importantes para afianzar la pertenencia a una

31 De acuerdo con Weber, un estamento en contraposición a la clase normalmente tienen un carácter amorfo, un conjunto de hombres que, "dentro de una asociación, reclaman de un modo efectivo [^ ] pueden originarse primariamente por un modo de vida estamental propio, y, en particular, dentro de lo anterior, por naturaleza de la profesión [^ ] secundariamente, por carisma hereditario a través de pretensiones efectivas de prestigio, en méritos de una procedencia estamental [^ ] por apropiación estamental, como monopolio, de poderes de mando políticos o hierocráticos” (2004:264). En este caso la forma de vida estamental que estás familias tuvieron radicó en la fortaleza de pertenecer a una familia, y que entre sus capitales encontró que la tierra y posteriormente un estatus social que le es reconocido en la esfera del poder político.

57 familia de apellido reconocido; y c.) que veremos más adelante, las actividades económicas fortalecieron a estas familias como miembros de una elite que se encargó del ejercicio del poder local, ya que fueron intermediarios políticos y/o comerciales (Anexo 3.3.c). A partir de estos capitales se fue organizando y delineando el poder local sustentando en pocas manos y sobre el prestigio familiar.

1.2.1. Las lealtades y fidelidades: relación patrón-jornalero La propiedad de ranchos en pocas familias nos permite delimitar claramente quiénes destacaron económicamente y lograron posicionarse como hombres de poder (Anexo 3.3.c). La capacidad económica de los dones no aseguró el acceso al poder político de forma directa. Para alcanzar el poder político hubo que tener una relación cercana con la gente que no gozó de los privilegios económicos. En el caso de Ixhuatán, los hombres y mujeres jornaleros que trabajaron con los dones les debían lealtad por cuidar y velar por su subsistencia. Y, viceversa, los dones debían su fortuna y posibilidad de ser reconocidos en la localidad por el esmero y empeño de sus trabajadores. Lo que propició la segmentación de la sociedades, creando la noción de una élite ganadera y/o propietarios de ranchos diferenciada de quienes trabajaban para ellos. Por ejemplo, a finales del siglo XIX, en Ixhuatán existieron más de 76 ganaderos (Anexo 3.3.a), los cuales fueron propietarios de tierras para cultivo de temporal como vimos anteriormente. Los ranchos fueron cuidados y trabajados por mozos y jornaleros quienes recibieron 50 centavos por jornal para hombres y 25 centavos para las mujeres. Los trabajadores también recibían un pedazo de tierra, animales para autosubsistencia y apoyo económico en caso de complicaciones de salud. El discurso zapoteco de Ixhuatán afirma que los trabajadores eran seguidores de su patrón hasta su muerte (Henestrosa, 1997). Sin embargo, esto se debió a que los "contratos laborales informales” que se establecieron entre patrones y jornaleros

58 fue de dependencia y, en ocasiones, garantizó un tipo de lealtad al patrón pues eran bondadosos con sus trabajadores32. Los dones y los jornaleros mantuvieron una relación estrecha de dependencia. Durante los primeros años del siglo XX existieron dos lógicas de convivencia entre estamentos33: cotidiana y política. La primera fue la relación contractual y laboral que tenían los patrones - jornaleros la cual estableció la lealtad vitalicia del jornalero al patrón. El segundo vio por la subsistencia del primero, creando una relación leal basada en la confianza mutua. Una vez afianzada la relación de "confianza” mutua entre patrones y jornaleros, se pudieron entretejer las decisiones del poder local, centradas en intereses muy particulares, con la instauración formal de las instituciones del estado moderno como el gobierno elegido a través de una filiación política.

1.2.2. La importancia e instauración de la educación En este periodo se fue consolidando una elite económica en el Municipio de San Francisco del Mar en la localidad de Ixhuatán. Los miembros de esta elite sustentaron su jerarquía y verticalidad sobre los principios de distinción que la propiedad de tierras, ganado, pago de impuestos, la relación de dependencia respecto de los jornaleros. La educación fue el ámbito complementario en la adquisición de un estatus social privilegiado. Para el año de 1893, el presidente municipal Norberto Nieto -huave- pidió recursos económicos al Jefe Político Francisco León, y por decreto autorizó el sueldo de 50 centavos diarios a un preceptor en San Francisco del Mar (Anexo 3.3.c. y Anexo 3.3.d). La educación solo se impartió a quienes tenían la posibilidad de pago, aunque Norberto Nieto intentó que su política de captación de impuesto sirviera para el sueldo del preceptor y que

32 Otro discurso afirmado por el zapoteco de Ixhuatán fue que las relaciones establecidas entre patrones y trabajadores en términos de la lealtad fueron menos verticales a partir de prácticas “tradicionales” como el tequio y la ayuda. El cumplimiento de la costumbre fue vigilado por los ancianos quienes constituyeron la autoridad moral -o por lo menos así se añoran-. La gente recuerda que durante las siguientes décadas, las costumbres fueron sumamente ritualizadas y fueron desapareciendo conforme transcurrió el tiempo. 33 Existieron otro tipo de actividades laborales y oficios que se incluyeron en la noción de “pueblo”: carpinteros, panaderos, mujeres que elaboraban velas, ladrilleros, curanderos, etc. Aunque sus nombres son recordados por la participación en la localidad ya que proveían de servicios a la población que se consolidaba (ver Anexo 3.3.b).

59 los hijos de los huaves, asistieran a la casa de Simón Herrera para recibir instrucción formal básica de primer, segundo y tercer nivel. Ya que la cabecera municipal estaba en Ixhuatán y la mayoría de la población era de origen zapoteco, los huaves que recibieron educación básica fue mediada por los zapotecos. El interés por recibir y “tener^’ educación en la localidad fue un interés promovido por los miembros de esta elite. Estos se concretaron gracias a la política educativa que Francisco León tuvo para las poblaciones del istmo. En Ixhuatán la educación escolar fue encabezada por Don Modesto Matus (en 1906) quien fue maestro de varones, Juventina Castillejos de niñas y Fausta Jiménez enseñó a particulares. Años mas tarde la apertura de la escuela rural permitió la formalización educativa más no su generalización.

Antes en Ixhuatán no había escuela pero sí educación [_ ] Antes era poca la gente que sabía contar, leer y escribir. Quien sabía, tenía ventajas sobre las demás y ocupaba los cargos importantes en la comunidad. Era asimismo muy respetado en un tiempo en que no había diferencias entre pobres y ricos por lo que toca a la vestimenta y a lo que se comía. La diferencia lo daban el número de ganado y la extensión de tierra que se tuviera. Estos eran un tipo de don. El otro tipo lo conformaban los ancianos, los hombres de experiencia. Los demás eran N a si de 34 señora se trataba o Ta si señor fuera el caso.

En San Francisco del Mar fueron: Vicente de la Rosa, José Cruz Ynistroza, Nabor I. Ruiz y Simón Herrera. José Cruz Ynistroza fue preceptor de la escuela en San Francisco del Mar en el año de 1888 quien enseñó a la lectura en los niveles 1 a 3 grado y “[_] en el ramo de memoria que abarcaba gramática, ortología, habla y aritmética” (Henestrosa, 1997:90). Recibió un sueldo de 15 pesos por impartir dichos ramos a 44 estudiantes matriculados. La educación para los dones fue relevante ya que abrió las posibilidades de aprender el castellano y sobre todo formar parte del proyecto nacional. A partir de la apropiación del lenguaje nacional podrían conocer y aprender las leyes, mandatos o instrucciones políticas, para desempeñar adecuadamente las funciones administrativas y políticas que exigió municipio. Entre los dones existió una conciencia clara y estratégica de aquellos medios -educación- para vincularse al proyecto del estado nacional, manteniendo sus propias formas de resignificar y apropiarse local y regionalmente.

34 Henestrosa, (1997:90).

60 La castellanización de las generaciones que fueron educadas, no significó la pérdida de la lengua de origen. Al contrario, fue una estrategia para la apropiación de los lenguajes del Estado a través de los rituales cívicos y creando un sentido de inclusión a la nación. Detrás de los intereses de la élite estuvo la inclusión al proyecto nacional, tras su inserción al "lenguaje del Estado” y sus instituciones y mandamientos (Bloom y Stepputat, 2001). Por lo tanto, la instrucción educativa fue un espacio que dotó de prestigio y a su vez fortaleció el poder local, ya que no todos podían acceder. Para estas familias lo que importó fue brindar conocimientos de educación básica a quienes serían los líderes de los proyectos locales en materia política y económica.

1.2.3. La vinculación zapoteca con los proyectos “modernizadores” de la región y obras públicas en la localidad.

Las familias zapotecos asentados en Ixhuatán se vincularon a los proyectos modernizadores que se propusieron desde el estado porfirista. Por ejemplo, a nivel regional, el inglés Weetman Pearson y el presidente Porfirio Díaz "[_] en 1899 proyectaron tres nuevas vías de comunicación que intersectarían el eje norte-sur del Ferrocarril Nacional de Tehuantepec (FCNT): una debía enlazar con los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, a partir de Campeche, atravesando Tabasco y Veracruz hasta llegar a la estación de Santa Lucrecia; la segunda, llamada de Veracruz al Istmo, debía comunicar la ruta del Ferrocarril Mexicano (Ciudad de México-Puerto de Veracruz) con el FCNT, también a la altura de Santa Lucrecia y, por último, de la estación de San Jerónimo -hoy ciudad Ixtepec- en el istmo oaxaqueño hasta la frontera con Guatemala, en territorio chiapaneco; a este ferrocarril se le denominó Pan Americano” (Ruiz, 1994: 34). Se dice que para la construcción del ferrocarril Panamericano, Ixhuatán mandó mano de obra (Henestrosa, 1997:63). Las empresas inglesas reclutaron gente que vivía en esos lugares independientemente de su origen étnico y aprovecharon los recursos naturales, con permiso del presidente de la república para la extracción de madera y fabricación de los durmientes del tren (Reina, 1994). En los terrenos del norte de la cabecera municipal de Ixhuatán llegó un grupo de trabajadores y sus familias procedentes del Ingenio de Santo Domingo. Estos

61 migrantes huyeron de la hacienda de doña Matilde Maqueo dadas las condiciones de explotación laboral que sufrieron. De este nuevo asentamiento y después de una serie de sesiones extraordinarias el ayuntamiento de San Francisco del Mar, ubicado en la localidad de Ixhuatán, reconoció a dicha población como la cuarta sección de la municipalidad y, posteriormente, recibió el nombre de La Reforma (Anexo 4). Aquí se construyó una estación del ferrocarril35 Panamericano que empezó a funcionar en 1908, la cual trajo beneficios económicos para ésta micro-región. El comercio de la madera se intensificó e incremento el valor de las tierras de bosques. De aquí que el pago de impuestos por tierras incrementó y el valor de la misma cambiará. La ganadería tuvo su auge durante este periodo ya que el ferrocarril facilitó el transporte de reses hacía dentro y fuera de la región (Henestrosa,1997). Consolidando una economía centrada en la ganadería y de la cuál los dones lograron amasar sus fortunas y poder político (Anexo 3.3.c). Se dice que en ese entonces San Francisco del Mar envío un cargamento de hasta 400 cabezas de reses a través del ferrocarril para ser vendidas en diversas partes de la república. Su poder se extendió en términos económicos gracias a las nuevas vías de comunicación. Por lo que, una característica del sistema local de prestigio en el municipio de San Francisco del Mar, fue que los líderes de la élite económica adquirieron su legitimidad y poder tras haber recorrido y demostrado que eran hombres de bien; es decir, interesados por el bienestar del "pueblo” (De la Peña, 1986). Tanto dones huaves como zapotecos participarán en la toma de decisiones relacionadas con el poder local. Por lo tanto, a través de obras públicas los dones aumentaron su reconocimiento y prestigio gracias a la imagen proyectada hacia sus trabajadores. Actualmente algunos son recordados como personajes preocupados por el desarrollo de la población. Por ejemplo, para el año de 1901 se inició la construcción del mercado36 en Ixhuatán, cabecera del municipio de San Francisco del Mar, en el periodo de gobierno de Manuel Pérez - de origen huave- (Anexo 3.3.d). Para su

35 Para el 10 de enero de 1903 tuvieron una reunión el presidente municipal Norberto Nieto con los señores Berthold Baruch y Joseph H. Barman superintendente e ingeniero respectivamente del Ferrocarril Panamericano, quienes le solicitaron la donación de terrenos para el paso del tren en la cuarta sección de la localidad. Negociación que se consolidó en esa fecha, gracias a un contrato de cesión de derechos. 36 En el año de 1957 se construyó con materiales de concreto y para el año de 1977 se amplió con baños (Henestrosa, 1997: 90).

62 construcción algunas personas donaron madera: José María Santibáñez, Policarpo Sánchez, Eutimio Toledo, Nicolás Toledo, Josefa Toledo, Juana Toledo, Adrián Hinostroza, Vidal Ruiz, Tomas Toledo, Cecilio Pineda, Salomón Vicente, Pedro de Vargas y Cresencio García (ver Anexo 3.3.d). En Ixhuatán sobresalieron algunos nombres y apellidos huaves y zapotecos: Pedro de Vargas, Lucio Fuentes, Crescencio García, Efraín Nieto, Cecilio Pineda, Vidal Ruiz, Josefa Toledo, Juana Toledo, Tomás Toledo y Salomón Vicente (ver Anexo 3.3.d). Quienes además, "contribuían” al beneficio social del lugar. Por otro lado, participaron personas que no pertenecían a la elite pero que vieron por el beneficio colectivo. Nombres como Miguel Cabrera, Policarpio Sánchez, José María Santibáñez y José Velásquez encontrando tanto apellidos de origen huave como zapoteco (ver Anexo 3.3.d). El poblado de Ixhuatán creció alrededor de la ermita de la Candelaria, el palacio municipal y la cárcel en el mismo centro37 constituyéndose como punto de referencia físico y de encuentro para desempeñar las actividades políticas y económicas. Dos años después, en el lugar donde estuvo la ermita de la Virgen, se construyó un templo de 130 m2 de adobe y teja. Una vez terminado el templo Don Tomás Toledo de origen zapoteco fue nombrado padrino del templo tras recibir un oficio por parte del Presidente Municipal: Abiendo concluido la pintura que se hizo de la Sta. Yglesia de la Stma Virgen de la Candelaria y teniendo que bendecirse expresada yglesia Esta mpadad viendo mérito de su honradez y tras cualidades pecuniarias que le caracteriza á tenido avien nombrarlo padrino de la yglesia refereida para el día de su vendición que será el día 30 del presente que es cuando debe llegar aquí el sr. Cura. Como no dudo que aceptara Ud. Dicho nombramiento tan honroso que se le ase le suplico me honre con su aseptada contestación acepte á Vd. Con tal motivo la súplica que le hago. Lib. Y C. San Francisco Ixhuatán Enero 17/1893.- Por el pdte. mpal. Norberto Nieto. 38

Se dice que los dones zapotecos, representados en la figura del padrino Tomás Toledo le construyeron "un lugar digno” a la imagen de la virgen de la Candelaria, patrona y protectora de los zapotecos de Ixhuatán. Por lo que, los dones fueron las personas pertenecientes a familias de origen lingüístico huave o zapoteco, que radicaron en la cabecera municipal, con tierras y capacidades económicas que les

37 Posteriormente estos últimos fueron cambiados al lugar actual, quedando separadas la autoridad religiosa de las civiles. 38 Oficio transcrito del libro de Henestrosa (1997: 65-66).

63 permitieron a su vez entablar relación con funcionarios públicos. Algunos dedicados al ganado, pusieron al servicio del "pueblo” sus riquezas tras las obras materiales en beneficio del poblado, recibieron distinciones y estaban comprometidos con el crecimiento del "pueblo” (Anexo 3.3.c). Los intereses de la élite económica se refleja