Librovenezuela-Investigacion-De-Unos
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Venezuela: Investigación de unos medios por encima de toda sospecha Luis Britto García Venezuela: Investigación de unos medios por encima de toda sospecha. Luis Britto García. Ministerio de Comunicación e Información; Av. Universidad, Esq. El Chorro, Torre Ministerial, pisos 9 y 10. Caracas-Venezuela. www.minci.gob.ve / [email protected] DIRECTORIO Ministro de Comunicación e Información Willian Lara Viceministra de Estrategia Comunicacional Amelia Bustillos Viceministra de Gestión Comunicacional Teresa Maniglia Dirección de Publicaciones Gabriel González Diseño de Portada Adolfo Dávila Diseño de Diagramación y Montaje Lissy Chandía Price Corrección Sol Miguez Agosto, 2006. Impreso en la República Bolivariana de Venezuela. Depósito Legal: lf87120060701027 Introducción .enezuela inaugura el tercer milenio bajo una amenaza cierta: los partidos que abandonaron a las masas son V abandonados por ellas. Los grandes capitales apuestan a la solución final de la antipolítica. Partidos y dirigencias son abolidos a favor del totalitarismo de un gremio de patronos sindicalizados y otro de sindicalistas patronales que intentan confiscar el Estado por la fuerza bruta, legitimados o más bien dirigidos por una fracción de los medios que actúa como partido político, designa o destituye a los líderes de la oposición y les dicta estrategias y programas. Uno de los artículos de fe de la postmodernidad reza que los medios de producción ceden el paso a los medios de reproducción, a artilugios que, simplemente, replican simulacros de lo real. Inevitablemente, los medios privados tienden a proponernos estos simulacros como única realidad. La televisión atiende todos los males mediante cosméticos y terapias alternativas; la pantalla chica dispensa jurisdicción mediante un juez de paz telegénico; las antenas ya no sólo indican por cual político votar; producen sus propios políticos independientes de toda consulta electoral, salidos de la farándula, los reinados de belleza, la conducción de programas de opinión. Este modelo opera en dos instancias. Frente al público, tergiversa la información haciendo pasar suposiciones, opiniones o deseos por noticias; omite hechos y suplanta a los actores y poderes políticos clausurando, de hecho, la democracia al pretender legislar, juzgar, deponer y constituir gobiernos y administrar la República mediante titulares o cuñas. Pero el modelo de confiscación de lo político por algunos propie- tarios de los medios opera también en el interior de las redes. Sus primeras víctimas son los mismos comunicadores, a quienes ciertos propietarios proscriben, censuran o cesantean cuando desacatan la línea impuesta. Se desencadena así una purga ideológica que, en los primeros meses del año 2003, integra una lista negra de casi medio millar de comunicadores, columnistas y artistas despedidos o veta- dos. Una fracción de dueños de los medios prohíbe toda disidencia y clausura de hecho la libertad de expresión y creación. Con esta doble táctica opera un aparato mediático que auspicia y apoya la disolución de los poderes públicos constitucionales, la destitución de todos los funcionarios electos, el sabotaje y la priva- tización de la principal industria de Venezuela, el desconocimiento de la voluntad soberana expresada en el sufragio, el odio étnico y la guerra civil, e instaura la censura. Como bien apunta Augusto Hernández: “Esta ley mordaza se le impuso al país el 12 de abril del 2002. Los medios privados no la protestaron, ni antes, ni durante, ni después. Más bien aplaudieron”. (“Una buena Ley mordaza”; Últimas Noticias, 1-6-03, p. 31). De tal manera pretenden algunos inversionistas —muchos de ellos, por cierto extranjeros— que comprar un medio es adquirir un actor político, y que poseer el actor es confiscar lo político con miras a la incautación de las reservas de hidrocarburos más grandes del planeta a favor de una potencia hegemónica foránea. Para ejemplo del mundo, a los venezolanos nos ha correspondido mostrar que su poder tiene un límite en la voluntad soberana. Como regla de esta investigación pionera privilegio la cita textual, el señalamiento de las fuentes y los testimonios de opositores abier- tos, que hablan por sí mismos. Si la lengua es el castigo del cuerpo, las comillas son el de la palabra escrita y la imagen grabada. Como método adopto la confrontación de unos mensajes con otros, de unos medios con otros, de los titulares con el cuerpo de la noticia, de lo que se denota con lo que se connota. No pretendo haber sido exhaustivo. Apenas abro un campo de indagación inagotable y urgente para las confrontaciones que se avecinan. Dedico este trabajo a los comunicadores y a los propietarios de medios que, respetando las normas constitucionales y los principios éticos de la profesión, mantienen un difícil equilibrio en situaciones turbulentas y respetan el derecho de su público a una información veraz, imparcial y oportuna. De su exigente tarea cito abundantes ejemplos en las páginas que siguen. Lo dedico también a quienes por mantenerse fieles a su conciencia y a su deber han sido vetados o excluidos, sin que en su defensa se hayan movido hasta el presente gremios ni organizaciones supuestamente defensoras de la libertad de expresión o de los Derechos Humanos. Su escogencia los honra. En Venezuela, a los intelectuales o los vetan o se vetan. Cada vez somos más quienes ni nos vetamos ni dejamos que nos veten. Después de todo, a nadie le interesa participar como colaborador o público de unos medios unánimes. Luis Britto García Auge y caída del golpe mediático La máquina dio manija al golpe de Estado que intentó voltearlo. No por su estilo mesiánico, ni por su tendencia a la verborragia, sino por las reformas que propuso y las herejías que cometió. Chávez tocó a los intocables. Los intocables, dueños de los medios de comunicación y de casi todo lo demás, pusieron el grito en el cielo. Con toda libertad, denunciaron el exterminio de la libertad. Dentro y fuera de fronteras, la máquina convirtió a Chávez en un “tirano”, un “autócrata delirante” y un “enemigo de la democracia”. Contra él, estaba “la ciudadanía”. Con él, “las turbas”, que no se reunían en locales sino en “guaridas”. Eduardo Galeano: “La máquina” os venezolanos inauguramos tres experiencias históri- cas trascendentes. El 19 de abril de 1810, la Indepen- Ldencia latinoamericana. El 27 de febrero de 1989, la primera rebelión masiva de todo un país contra el Fondo Monetario Internacional. En la semana más larga de la década, la que concluyó el 13 de abril de 2002, padecimos y vencimos el primer golpe mediá- tico. Los hechos siguen un guión preciso, que vale la pena examinar. No sólo repite en algunos aspectos el golpe contra Mossadeg en Irán y el golpe contra Salvador Allende en Chile: anuncia la tentativa insurreccional de diciembre del mismo año y seguramente será ins- trumentado en otros países, con idéntica participación protagónica de los medios. Los dueños de la información De acuerdo con las concepciones imperantes en los EEUU, no supone un daño a la democracia el que un pequeño grupo de corporaciones controle el sistema de información: de hecho, eso es la esencia de la democracia. Noam Chosmsky: “La oligarquía, esencia de la democracia”. ¿Cuáles son estos medios? Hay unas seiscientas cincuenta tele- visoras en América Latina, que ametrallan imágenes para más de cincuenta millones de receptores. En Venezuela el espacio de la radiodifusión y la televisión pertenece a la República, quien puede otorgarlo o revocar el derecho a su uso mediante concesiones dis- crecionales. Un reducido grupo de propietarios posee 65 televisoras en el país. De ellas, sólo seis tienen alcance nacional: las demás son emisoras 15 Colección Análisis locales. En tres de éstas, Televisora Andina de Mérida, Canal de los Niños Cantores del Zulia y Vale TV, tiene participación decisiva la Iglesia Católica. Hay una sola televisora de servicio público de alcance nacional, Venezolana de Televisión, e incipientes emisoras comuni- tarias de poco alcance, como Catia TV y la televisora comunitaria de Boconó, a las cuales se agrega posteriormente Vive TV. Durante varias décadas, la televisión comercial en Venezuela fue un oligopolio de dos familias constituidas como poderosos grupos econó- micos: la Organización Diego Cisneros (ODC), que posee Venevisión, y el grupo 1BC, controlado por las familias Bottome y Granier, que dominan Radio Caracas Televisión y Radio Caracas Radio. Contra la decidida oposición de estos grupos, surgieron posteriormente Tele- ven, de Camero Zamora, Globovisión (de Alberto Federico Ravell y Guillermo Zuloaga), CMT (de Humberto Petricca Zugaro), Meridiano TV (del editor Armando de Armas) y La Tele. Estos grupos privados, aunados a las televisoras locales, controlan 94% de la cobertura nacional y desarrollan 85% de potencia efectiva irradiada, dejando para el sector público un magro 15%. A esta abrumadora capacidad de emisión se añaden para finales de 2004 más de dos centenares de operadoras de televisión por suscrip- ción, algunas ilegales, otras con estructuras precarias. Las legalizadas alcanzan a 5,5 millones de auditores, lo cual totaliza cerca del 13% de la audiencia total (El Nacional, 5-11-04, p.A-19). Directv, el gru- po de Cisneros, cubre parte importante de ella. En desobediencia continuada contra todas las normas de telecomunicaciones, dicho sector satura sus programas con propagandas prohibidas de bebidas alcohólicas, interfiere la imagen original con todo tipo de mensajes, signos y animaciones que deterioran y desnaturalizan el mensaje y censura las películas transmitidas. Los propietarios de algunos canales lo son a su vez de cadenas editoriales, como Armando de Armas, dueño de un vasto grupo de publicaciones que comprende diarios como 2001 y Meridiano. Al- 16 Venezuela: Investigación de unos medios por encima de toda sospecha gunos canales, por cierto, no sólo son prolongación comunicacional de poderosos grupos económicos, sino que además son de propiedad mayoritaria de accionistas extranjeros: la organización Cisneros es un grupo trasnacional, con inversiones en Estados Unidos y en diversos países de América Latina; Radio Caracas tiene decisiva participación del capital colombiano.