Actas De Formación De Juntas Y Declaraciones De Independencia (1809-1822) Reales Audiencias De Quito, Caracas Y Santa Fé
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
Actas de formación de juntas y declaraciones de independencia (1809-1822) Reales Audiencias de Quito, Caracas y Santa Fé Tomo I Dirección Cultural Actas de formación de juntas y declaraciones de independencia (1809-1822) Reales Audiencias de Quito, Caracas y Santa Fé Editores Inés Quintero Montiel Armando Martínez Garnica Dirección Cultural Colección Bicentenario Bucaramanga, 2008 © Universidad Industrial de Santander Colección Bicentenario N° 2: “Actas de formación de juntas y declaraciones de independencia (1809-1822)”. Tomo I Dirección Cultural Universidad Industrial de Santander Rector UIS: Jaime Alberto Camacho Pico Vicerrector Académico: Álvaro Gómez Torrado Vicerrector de Investigación y Extensión: Óscar Gualdrón González Vicerrector Administrativo: Sergio Isnardo Muñoz V. Director de Publicaciones: Óscar Roberto Gómez Molina Dirección Cultural: Luis Álvaro Mejía Argüello Impresión: División Editorial y de Publicaciones UIS Comité Editorial: Armando Martínez Garnica Serafín Martínez González Luis Alvaro Mejía A. Primera Edición: marzo de 2008 ISBN: 978-958-8187-75-4 Dirección Cultural UIS Ciudad Universitaria Cra. 27 calle 9. Tel. 6846730 - 6321349 Fax. 6321364 [email protected] Bucaramanga, Colombia Impreso en Colombia Contenido Introducción de los editores 9 1. ACTAS DE FORMACIÓN DE JUNTAS 125 1.1. REAL AUDIENCIA DE QUITO 127 1.2. REAL AUDIENCIA DE CARACAS 143 Caracas 143 Cumaná 164 San Felipe 182 Barinas 185 Mérida 215 Barcelona 239 1.3. REAL AUDIENCIA DE SANTA FÉ 245 Cartagena de Indias 245 Santiago de Cali 272 Villa del Socorro 299 Introducción El punto de partida: las noticias de la Península. l doctor Santiago Arroyo Valencia (1773-1845), abogado neogranadino establecido en Popayán, Ereconoció en sus Memorias personales que durante el año 1808 su provincia, y todas las del Virreinato de Santa Fé, gozaban de una paz tan completa “que parecía no poderse alterar jamás”1. Las periódicas ceremonias de jura de fidelidad a los reyes de las Españas, los besamanos de los virreyes, la sucesión ordenada de los gobernadores provinciales y la cotidianidad de las ceremonias eclesiásticas anunciaban un estado de reposo social que no parecía turbarse por suceso alguno. La publicación de calendarios y guías de forasteros daban cuenta del orden de los estamentos del Virreinato, de su organización administrativa en lo temporal y en lo espiritual, y de la rutina de las festividades del extenso santoral2. 1 Santiago Arroyo Valencia: “Memoria para la historia de la re- volución de Popayán., 1808-1824”. En: Colección de grandes escritores nacionales y extranjeros. Bogotá: Librería Nueva, 1896 (Biblioteca Popular), tomo XII, p. 261-338. 2 Antonio Joseph García de la Guardia: Calendario manual y guía de forasteros en Santa Fe de Bogotá, capital del Nuevo Reino de Granada, para el año de 1806. Santa Fe: Imprenta Colección Bicentenario 7 Solamente un reducido grupo de lectores de la Gaceta de Madrid y de los pocos semanarios que se publicaron durante la primera década del siglo XIX en Santa Fe, Caracas y Cartagena pudieron enterarse de la toma de Montevideo por los ingleses el 3 de febrero de 1807, y del infructuoso ataque que hicieron contra Buenos Aires el 7 de julio siguiente, unas lejanas novedades que apenas estimulaban el sentimiento de unión de los españoles americanos con los españoles peninsulares. Pero las noticias de las discordias de la familia real sí lograron inquietar los ánimos de esos lectores: primero el decreto del rey Carlos IV (30 de octubre de 1807) anunciando la conspiración de El Escorial y el arresto de su hijo, el príncipe de Asturias; luego el decreto de su absolución (15 y 19 de marzo de 1808), seguido del alboroto de Aranjuez (15 de marzo de 1808) contra la casa del valido don Manuel Godoy, y finalmente su renuncia de la Corona (19 de marzo de 1808) en favor del príncipe, llamado desde entonces Fernando VII. Estas inquietudes por la suerte de la familia monárquica de las Españas fueron atizadas por las noticias de la ocupación de Madrid por el Duque de Berg (23 de marzo de 1808) y de la emigración de la familia monárquica de Portugal hacia el Brasil. Fueron entonces las novedades de las sucesivas cesiones de la Corona acaecidas en Bayona y la proclamación de José I Bonaparte como nuevo rey de España y las Indias (6 de junio de 1808) las que convirtieron la inicial perplejidad de los vasallos americanos en agitación espiritual. Descontando las tentaciones vertidas por los agentes de Carlota Joaquina en algunos lugares del Virreinato de Buenos Aires, vecino de la nueva sede Real, por don Bruno Espinosa de los Monteros, 1806. Calenda- rio manual y Guía Universal de forasteros en Venezuela para el año 1810. Caracas: Imprenta de Gallagher y Lamb, 1810. 8 Colección Bicentenario del rey portugués, y las sospechas que por esta opción recayeron en los oidores de Santa Fe, casi todos los americanos cerraron filas en torno de Fernando VII, “el rey deseado”, a quien se le habían tributado ceremonias de jura de fidelidad en buena parte de las jurisdicciones indianas. La atención se centró desde entonces en la respuesta que daban las provincias de la Península frente a la “usurpación” de la nueva familia monárquica y en la nueva situación en que quedarían las provincias americanas. La respuesta dada en la Península fue doble: por una parte, los afrancesados abrieron en la Diputación de Bayona la posibilidad de mejorar la condición política de las provincias americanas en el seno de la Monarquía, iniciando unas tradiciones reivindicativas que fueron recogidas por los diputados suplentes de América en las Cortes de Cádiz. Por la otra parte, la eclosión juntera que acaeció en muchas provincias peninsulares polarizó la respuesta que podrían dar las americanas frente a la crisis política y abrió nuevas expectativas al ofrecerles un lugar en la Suprema Junta que se formó en la Península. El 25 de mayo de 1808, Napoleón Bonaparte explicó que la Diputación General de Españoles que había convocado en Bayona era una “asamblea general de diputaciones de provincias y ciudades” de la cual saldría “una constitución que concilie la santa autoridad del soberano con las libertades y privilegios del pueblo”. De los 94 diputados que asistieron a esta Diputación, seis eran americanos: José Joaquín del Moral, canónigo de la Iglesia Metropolitana de México, por Nueva España; Francisco Antonio Zea, director del Real Jardín Botánico de Madrid, por Guatemala; Ignacio Sánchez de Tejada, oficial mayor de la Secretaría virreinal de Santa Fe, por el Nuevo Reino de Ganada; José Ramón Milá de la Roca, hacendado y comerciante, por el Río de la Plata; Nicolás de Herrera, por Buenos Colección Bicentenario 9 Aires, y José Hipólito Odoardo y Granpré, hacendado de Caracas, por Venezuela. El proyecto de Estatuto Constitucional presentado por el emperador de los franceses a la Diputación que se reunió doce veces en Bayona, entre el 20 de junio y el 8 de julio de 1808, se transformó en la primera Constitución de los Estados de las Españas y de las Indias que fueron puestos bajo la soberanía de la Corona de José I Napoleón. Aunque para algunos juristas se trata solamente de una carta otorgada, dado que la Diputación apenas se habría limitado a aceptar y jurar obediencia a la carta presentada por el emperador de los franceses, no hay que soslayar la fuerza de las Observaciones que hicieron los diputados al proyecto, las cuales comenzaron por modificar el nombre de Estatuto Constitucional por el de Constitución. La intervención de los seis diputados americanos transformó el proyecto a tal grado que estableció la nueva tradición del estatuto especial de América en la Monarquía. Para empezar, la denominación de colonias fue sustituida por la de reinos y provincias de América, la piedra de toque de la demanda de igualdad jurídica con los reinos y provincias peninsulares. Francisco Antonio Zea, quien andando el tiempo sería uno de los fundadores de la República de Colombia, hizo el mejor elogio de la Constitución de Bayona. Presentándola como la primera carta liberal del mundo hispánico, introdujo una fórmula jurídica favorable al derecho fundador de la Diputación de los españoles: “Y habiéndonos reservado el derecho de dar a la Monarquía española una constitución, hemos decretado, etc.”. Esta fórmula jurídica dejaba a salvo la soberanía original de la Diputación nacional, un principio liberal que no podía pasar inadvertida para los publicistas liberales de 1808. 10 Colección Bicentenario El diputado del Nuevo Reino de Granada, don Ignacio Sánchez de Tejada (Socorro, 1764 – Roma, 25-10-1837), presentó un memorial a favor de la igualdad de las provincias americanas con las peninsulares, la fuente original de los esfuerzos por encontrar los recursos para “reunir y estrechar con nosotros a los americanos, que son una parte de la familia española, domiciliada en otro territorio”. Esta idea, que concedía a los vasallos americanos la adscripción a la familia española, fue un legado que la Constitución de Cádiz adoptaría en su primer artículo: “La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”. La demanda de igualdad, planteada originalmente por los diputados americanos en Bayona, inició desde entonces su desarrollo. Fue entonces cuando los diputados americanos introdujeron en el título décimo de la Constitución unas demandas inéditas que incluyeron una mayor participación en la administración estatal, con la consiguiente reducción de las facultades de los virreyes y gobernadores, la libertad de cultivo, industria y comercio, y una reforma de la división administrativa de España que incluía la creación del Ministerio de Indias. La acción de los diputados americanos en Bayona, pese al repudio que suscitó en sus provincias de origen, dada su actitud “afrancesada”, fue la fuente de unas demandas que se han creído originales de Cádiz. Tal es el caso de la demanda de abolición del tributo de los indios y las castas, la concesión de representación a las provincias americanas sujetas a audiencias pretorianas (Yucatán, El Cuzco, Charcas, Quito), y el fomento de la industria americana.