LOS ABOGADOS EN LA INDEPENDENCIA

Álvaro Barrero Buitrago*

Resumen: Los abogados jugaron un papel importante en la independencia, no siempre por motivos altruistas, pero que sin su colaboración decidida, la independencia hubiera tomado un rumbo diferente, dado que no eran enemigos declarados de la corona españo- la, si no colaboradores en el gobierno de las colonias. Conocedores de las leyes y de la manera de actuar de la Corona española, sentian miedo a las repercusiones que un fallido proceso libertario les podría traer. La queja constante era el trato de segunda clase, que según ellos recibían de parte de la corona, respecto a ocupar cargos de relevancia en el gobierno. Por supuesto que sus posturas no le quitan merito a sus grandes aportes en la consolida- ción del Estado libre y soberano que hoy constituye nuestra república. El liderazgo de los abogados fue fundamental y este se facilitó precisamente por el papel tradicionalmente dominante de sus familias en la Nueva Granada Palabras clave: Abogados, independencia, revolución, Llorente, oidor, virrey.

La doctrina en general, manifiesta que el derecho surge en la Nueva Gra- nada con el descubrimiento de América, sin embargo esta versión la refuta él académico Otto Morales Benítez, quien es enfático en contradecir tal afirmación y reconoce que ya existía una evolución del derecho (Derecho precolombino), adelantado por los pueblos indígenas y, que hubo una rela- ción de influencia mutua entre el derecho indígena y el derecho español. El Profesor Morales, autor de más de doscientos libros, echaba de menos que la historia del derecho, no había sido escrita en y que las esca- sas referencias se remontan a identificar “las institutas” “el Digesto” y las

* Académico de Numero de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

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“novelas” de Justiniano y no han tenido en cuenta el derecho aborigen, sus instituciones y principios que fueron olvidados por completo y retirados por la mano extranjera. A la llegada de los españoles existían ochenta y un pueblos, pertenecientes a doce grupos, de los cuales se conocen ocho pa- trones de sistemas jurídicos. Ejemplos de esos desarrollos fueron; los chib- chas, los incas, aztecas, mayas, caribes, como ejemplos de esta afirmación. Los primeros abogados llegaron de España y debían cumplir rigurosos trámites académicos, oficiales y monetarios. Desde el siglo XVI el Rey de España autorizó la creación y funcionamiento de Universidades, como la de Santo Domingo, México y Lima, con escuelas de derecho. La primera fundada en Colombia, en el año 1580, fue la Universidad Santo Tomás. Impulsada por los Padres Dominicos, es la sexta más antigua del continen- te americano. Los jesuitas obtuvieron en 1621 la autorización papal para fundar una universidad y, dos años después, la Academia Javeriana abrió en las instalaciones del Colegio Seminario San Bartolomé (actualmente Colegio Mayor de San Bartolomé) su sede. Todos los programas tenían tres componentes básicos: a) Derecho Romano o Justiniano (Digesto y Códigos) b) Derecho Canónico Pontificio c) Interpretaciones de escuelas en Teología (libro maestro de senten- cias) Ya desde esa época los togados se quejaban de la exagerada proliferación de normas jurídicas, el tratamiento casuístico de los jueces y las continuas reformas acompañadas de recopilaciones y codificaciones. Esa situación conllevaba el incumplimiento de las leyes, con la tesis prevista por don Gonzalo de Oyón en la Siete Partidas: “La ley se obedece pero no se cum- ple”, siendo una fórmula administrativa del derecho castellano medieval que tenía como objetivo el comunicar al rey o emisor de una Real Cédula o Provisión Real que la misma era injusta o no se ajustaba a derecho, por lo que la ley capacitaba al receptor a acogerse a no obedecer. No es dable afirmar que los abogados durante la colonia fuesen enemigos de la corona española y procuraban guardar distancia de las actividades subversivas, aunque si estaban resentidos por la poca participación que tenían en la burocracia.

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Prueba de ello es que durante el complot anti-monárquico de 1794-1795, del que insistió una y otra vez en su inocencia como conspirador, el joven empresario Antonio Nariño y Álvarez del Casal, no pudo encontrar en Bo- gotá, en donde la mitad de los abogados de la Nueva Granada residían, quien lo defendiera. Los abogados, siempre aspirantes a cargos o preben- das, procuraban no enemistarse con el poder. Todos, conocedores de las leyes y de la manera de actuar de la Corona española en este tipo de casos, sintieron miedo a las repercusiones que este proceso les podría traer. La Corona española no solo castigaba al acusado, sino también a sus personas más cercanas, como lo sería el abogado. Ni siquiera los juristas nombrados de oficio aceptaron dicho proceso. Los altos criollos con muy contadas excepciones lo dejaron solo. Por esa época ejercía su profesión entre los más notables, quien se negó a defenderlo, lo que dio inicio a la enemistad con el procesado y su posterior enfrentamiento en la primera guerra civil entre federalistas y centralistas que se desarrolló entre 1812 y 1815; periodo conocido como la patria boba. La carta con la que Camilo Torres rehusó la defensa dice: “Señor Don Antonio Nariño.- Muy Señor Mío: el crecido número de cau- sas de pobres, las más de ellas criminales , de que me hallo encargado, la cortedad de mis luces y conocimientos, inferiores a la arduidad de la de Usted, la estrechez de un término de veinte días, por los cuales, según he oído, se ha recibido a prueba en calidad de todos los cargos y la delicade- za y gravedad de una materia que pide un hombre de toda instrucción y experiencia que solo puede dar un largo manejo de negocios que yo como abogado nuevo no puedo tener, no me permiten hacerme cargo de la defen- sa de usted, que no podría desempeñar con el acierto que otra pluma mas diestra y ejercitada y que por lo mismo privaría a usted de esta ventaja y mérito que en consecuencia de ello debía esperar. En atención devuelvo a usted la instrucción para que usted en vista de mis razones ponga los ojos en otro letrado. Dios Nuestro Señor guarde a usted muchos años. Santa Fe y agosto siete de mil setecientos noventa y cinco. Beso la mano de usted su más atento servidor, José Camilo de Torres. Por ello, fue el propio Nariño quien asumió su defensa y escribió en la cár- cel, en el mes de julio de 1795, una amplísima defensa, la que según al- gunos historiadores, fue el amplio bagaje intelectual, la prepotencia con que Nariño llegó a defenderse, mostrando una persona de un nivel cultural

Revista No. 369. Enero - Junio de 2019 149 Los abogados en la independencia bastante amplio, pero a su vez una persona que no imaginó que esta cir- cunstancia lo hiciera vivir una odisea. La retórica usada, las ideas expues- tas, la solidez de sus argumentos, y la defensa perfecta, angustiaron mucho más al jurado y a la Corona, ya que con dicha defensa se demostró que el conocimiento podría ser un engranaje fundamental para la revolución: Una defensa perfecta en un momento imperfecto, esa es la descripción del majestuoso discurso hecho por Nariño. Es una argumentación intachable, pero la arrogancia fue su falacia, y fue esta la que hizo culminar con una sentencia en contra de este prócer de la nación, en palabras del historia- dor Daniel Guillermo Deaza Acosta. Es así que la real audiencia manda a quemar el escrito de defensa “por mano del verdugo en la plaza mayor de Santafé, no sólo el original sino todas sus copias”. (Lorenzo Marroquín). Según algunos historiadores José Antonio Ricaurte y Regueiros, tío del héroe de San Mateo, Antonio Ricaurte, concuñado de Nariño, joven Abo- gado del Colegio San Bartolomé y amigo, coadyuvó y colaboró en la re- dacción de la defensa. Ricaurte en su casa de “El Chicó” la que hoy lleva el desafortunado nombre de “Museo Mercedes Sierra de Pérez” se reunían en tertulias a comentar los acontecimientos de la época, el Movimiento Comunero y compartirían las ideas de aquel entonces, venidas ya fueran de Francia o de los Estados Unidos, aunque nunca lo hacían en público. Es también encausado. Ningún abogado a los que acude, tiene el valor de defender ahora al nuevo acusado, y José Antonio Ricaurte y Rigueiros es juzgado y sentenciado por defender a Nariño, sin saber jamás de qué se le acusaba y sin darle la oportunidad de defenderse. Tan solo José Ignacio de Sanmiguel y Tordecillas, acepta ser su abogado de oficio, pero sin acceso a su expediente. Después de innumerables vejaciones, enfermedades, tor- turas y traslados de mazmorra en mazmorra, murió el 9 de mayo de 1804 a la edad de 56 años. La comunidad de abogados de la Nueva Granada, incluía a muchos de los candidatos más calificados y aspirantes más acuciosos a los cargos públi- cos, por lo que no es de extrañar que este grupo de profesionales, suminis- tró muchos líderes al movimiento independentista, siendo sus miembros por lo tanto blanco de persecuciones y ejecuciones. Aunque fueron excluidos de los altos cargos, si estuvieron vinculados a la administración y gobiernos locales, lo que les permitió formar una red

150 Academia Colombiana de Jurisprudencia Álvaro Barrero Buitrago que contribuyó en la causa libertaria y les permitió relanzar sus carreras burocráticas en la dirección del incipiente Estado. Simón Bolívar, escribió su famoso documento fechado en Kingston, Ja- maica, durante su exilio temporal, el 6 de septiembre de 1815 (manuscrito en inglés, cuya primera versión en español se conoció en 1833), conocido como “la Carta de Jamaica”, donde de manera profética disertaba sobre el futuro de América Latina, evaluando las condiciones políticas y sociales del momento y justificando las rebeliones contra la corona española que se presentaban en la región. Una de las justificaciones era la exclusión de los criollos o los españoles nacidos en América de la administración y gobierno. Decía Bolívar: “…estamos ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración del Estado. Jamás fuimos virreyes ni gobernadores, sino por causas muy extraordinarias; obispos y arzobispos pocas veces, diplomáticos nunca; militares, solo en calidad de subalternos; nobles sin privilegios reales; no fuimos magistrados ni financistas…” La Carta de Jamaica hacía eco del reclamo generalizado de los criollos y españoles nacidos en América, para ocupar cargos en la administración. Reclamos que datan desde el año 1673. Muchos de quienes reclamaban eran precisamente los abogados que eran relegados a cargos de segunda. Los abogados fueron los lideres naturales en la creación de las juntas su- premas o comités de gobierno, en las principales ciudades, incluyendo la ciudad de Bogotá el 20 de julio de 1810, fecha que se tiene como la del primer grito de independencia, que se venía gestando, desde que se co- noció la crisis por la que atravesaba el estado español, cuando fue descu- bierto en 1807 el plan de Fernando VII hijo de Carlos IV para derrocarlo. Los encausados fueron absueltos por falta de pruebas y desterrados. En 1806 Napoleón considero la invasión a España y una turba en 1808 pidió la abdicación de Carlos IV, quien vivía como un holgazán en su castillo, entrego finalmente la corona a su hijo Fernando, que subió al poder por aclamación popular, pero sin la aprobación de las Cortes del reino. Poco después intervino Napoleón quien instaló en el trono a José Bonaparte (1808-1813), quien a su vez designó un virrey. Estos fueron los factores que impactaron en la Nueva Granada y que llevó a que las personas mas

Revista No. 369. Enero - Junio de 2019 151 Los abogados en la independencia ilustradas de la clase media reaccionaran ante el debilitamiento de la co- rona española. Simón Bolívar reconoce esta circunstancia como relevante en el proceso libertario: “La felonia con que Bonaparte, dice Bolívar en la Carta de Jamaica, prendió a Carlos IV y á Fernando VII reyes de ésta nación, que tres siglos há, apri- sionó con traición a dos Monarcas de la América Meridional, es un acto ma- nifiesto de la retribución divina, y al mismo tiempo, una prueba de que dios sostiene la justa causa de los Americanos y les concederá su independencia”. En 1810, Las autoridades del virreinato y el cabildo preparaban la venida del comisario regio a Santafé de Bogotá. Nacido en de madre santafereña. El plan de los criollos revolucionarios, tenía por objeto aprovechar la presencia del comisario regio para hacer la revolución política y exigir una participación más adecuada en las esferas del poder. El comisario regio Antonio Villavicencio se enteró de ello en medio de su viaje a la capital por el río Magdalena. Recibió el informe del vicepresidente de la Junta, por intermedio del alcalde de Honda, Juan Me- rino. Cuando llegó a Santafé de Bogotá recibió la nota oficial de la Junta Suprema sobre el desconocimiento al Consejo de Regencia. La respuesta de Villavicencio fue de acatamiento a la Junta Suprema y declaró suspen- didas sus funciones como comisario regio, ya que decidió abrazar la causa patriota. Asumiendo la presidencia del nuevo estado, 17 de agosto siguien- te hasta el 15 de noviembre de 1815. Un día antes expidió el decreto que aprobaba el escudo como emblema nacional. Fue Juzgado y condenado por traición durante el régimen de terror y ejecutado el 6 de junio de 1816. Los criollos tenían razones de fondo, que el 20 de julio se convirtieron en la gota que rebosó la copa. En las juntas realizadas entre 1808 y 1810, a pesar de que los criollos fueron invitados, la representación era mínima: entre 36 peninsulares, había 9 americanos. Esto hizo que por primera vez pensaran en la posibilidad de acatar un Estado-Nación. Fue nombrado Vi- cepresidente de la Junta Suprema de Gobierno, el abogado Bartolista, José Miguel Pey, quien ya se desepeñaba como alcalde ordinario de primer voto de Santafé de Bogotá, fue designado por Acevedo y Gómez vicepresidente de la Junta Suprema de Gobierno y presidente al virrey Amar y Borbón. Poco después, Pey ordenó la detención del virrey Amar y Borbón y lo desterró, convirtiéndose en el primer neogradino en ocupar el poder ejecu-

152 Academia Colombiana de Jurisprudencia Álvaro Barrero Buitrago tivo. Posteriormente fue presidente del 28 de marzo de 1815 al 28 de julio de 1815, ya que era su turno en el triunvirato integrado por él abogado Cartagenero, Manuel Rodríguez Torices, ejecutado por Morillo en 1816, y Antonio Villavicencio (estando Villavicencio en reemplazo de Custodio García Rovira y Pey en reemplazo de José Manuel Restrepo). El 20 de julio de 1810, no fue una fecha al azar, fue previamente acordada, como se dijo, aprovechando la llegada del Villavicencio, siendo el inicio de los sucesos que cambiaron la historia de Colombia. La historia nos dice que todo comenzó con un florero. Era viernes –día de mercado– cuando un crio- llo fue a pedir prestado un florero. Una costumbre española es la de llamar a las personas por su segundo apellido, éste es el caso de don José González Llorente, quien por el incidente del “florero” del 20 de julio de 1810, pasó a la historia, únicamente, por el apellido de su madre: Llorente y el florero que pudo ser el “florero de González”, se llama el “florero de llorente”. La ne- gativa previamente acordada, del comerciante español a prestar el reciepien- te, fue un acto en apariencia intrascedente, que desató un enfrentamiento entre criollos y españoles y culminó en la independencia de Colombia. Como anécdota, se tiene que el incidente con el Español Gonzalez Llo- rente fue provocado y acordado, un sainete. Incluso Gonzalez se ofrecio “gustoso” a intervenir. La provocación la haría Don Luis Rubio y que ante la negativa, los hermanos Morales procederían a agredir al español. Pero hubo un problema, pues la negativa no fue dada en términos despec- tivos o groseros, por lo que don Francisco Jose de Caldas quien pasaba a esa hora por el frente de la tienda, según lo acordado como plan b, saludó a Llorente y dio pie para que los Morales lo reprendieran por dirigir la palabra a un “chapetón” enemigo de los americanos y se dió inicio a la reyerta, según relatan algunos cronistas. (Revista U. De los Andes 7 de agosto de 2010). Joaquín Carrión y Moreno, oidor de la Real Audiencia de Bogotá (la Corte de Apelaciones del virreinato), envió un informe confidencial al Conse- jo de Regencia Español en la que incluía los miembros principales de la conspiración entre los que estaban: José Acevedo y Gómez, Regidor de Bogotá; Baltasar Miñano; El canónigo-Abogado Andrés Rosillo y Merue- lo: Manuel Pombo; El fiscal del crimen Frutos Gutiérrez, Antonio Nariño y los abogados, Joaquín Camacho, Ignacio Herrera, Pedro Groot.

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Se conformó una junta Suprema de Santa Fe de Bogotá integrada según la ocupación o profesión de acuerdo al historiador Hernández de Alba así: Ocupación Julio 27 de 1810 Abogados 8 Abogados-Sacerdotes 2 Abogados-burócratas 4 Sacerdotes 5 Militares 2 Comerciantes 3 Hacendados 2 No reporta 4 Es decir de un total de 35 miembros 14 fueron abogados. Los abogados tenemos en Bolívar al Libertador y al colega que nos inspira en la aplicación de la justicia con equidad recordando sus palabras: La justicia es la reina de las virtudes ciudadanas. Los abogados fueron activos no solo en Bogotá, sino en otras ciudades, por lo que participaron decididamente en las Juntas Patrióticas en otras regiones del virreinato: En (1811) de 29 miembros 6 eran abogados Cartagena (1811) de 20 miembros 9 eran abogados Socorro (1810) de 12, miembros 4 eran abogados Fuentes: Zawadzky, Rodríguez Plata, Posada y Lemaitre. Los abogados eran en su mayoría varones blancos criollos, pertenecientes a familias acomodadas, rara vez provenían de familias mestizas o indí- genas, dado el carácter altamente selectivo de los colegios mayores de la Nueva Granada en sus carreras médicas o escuelas de leyes. Caso contra- rio de lo que sucedía en otras regiones como en México, donde los letrados se quejaban de extrema pobreza y enfermedades y de que sus familias una vez fallecidos, tenían que acudir a la limosna pública. Oscar Cruz Barney. Los Abogados en la independencia de México. UNAM El historiador Víctor M Uribe, nos cuenta que “los candidatos a aboga- dos debían pasar por un “procesillo” para probar su pureza de sangre, o

154 Academia Colombiana de Jurisprudencia Álvaro Barrero Buitrago ausencia de ancestros no blancos o no católicos, así como su legitimidad familiar”. Adicionalmente continua contando Uribe: “luego de servir en cargos ho- norarios, enseñar derecho, demostrar su tradición familiar de servicio y establecer alianzas matrimoniales apropiadas, podía aspirar a la buro- cracia y alcanzar posiciones altas o medianas”. Dada la composición de las Juntas revolucionarias, se explica porque eran renuentes a tratar como prisioneros a los miembros de la real audiencia y porque los negros, esclavos, los mestizos e indígenas eran indiferentes o incluso se oponían a la independencia. De hecho algunos indígenas lucha- ron junto con los ejércitos españoles en contra de los rebeldes, tal como lo relata Indalecio Liévano Aguirre. El mestizo de ascendencia indígena llamado Agustín Agualongo, expulso a las tropas patriotas de Pasto. Antonio Villavicencio a su llegada a la Nueva Granada en 1810 escribió una carta el Virrey en la que resume las razones de la inconformidad de los criollos, en la que se queja que no son considerados para ocupar cargos a los que tendrían los méritos suficientes, al decir del historiador Ortega Ricaurte. La carta incluía una lista de frustrados candidatos locales a cargos públicos en- tre los que menciona a los abogados: Joaquín Cabrejo, José Munive, Camilo Torres, Joaquín Camacho, Manuel Rebollo, Frutos Gutiérrez, entre otros. Debemos recordar que el oidor Carrión Moreno ya había alertado a la co- rona sobre el pedido de los togados. Durante la década de 1810 a 1819, la Nueva Granda fue un campo de con- frontaciones. Unos querían gobernar a nombre del rey de España y otros pretendían la autonomía total. La Monarquía española en la Nueva Gra- nada en 1814 trato de aferrarse al poder e instauro una línea dura y tomó medidas represivas con recompensas a quienes se mostraran leales. Se lanzó una campaña militar que posibilitó el regreso de la Real Audiencia hasta finales de 1816 y determinó la ejecución de un número importante de abogados, muchos de los cuales habían redactado principios constitu- cionales y documentos de reformas institucionales. Cerca de un cuarto de profesionales fueron ejecutados en procesos sumarios. Manuel Bernardo

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Álvarez de 73 años el de mas edad, tío materno de Antonio Nariño, se había desempeñado como contador-ordenador del Tribunal de Cuentas de Santafé, de la Casa de Moneda de Popayán, contador principal del Tribu- nal de Cuentas de Santafé, y José María Lombana de 28 años el menor. La mayoría de los profesionales graduados entre 1780 y 1790 Otros abogados y el lugar de su ejecución, fueron: Aguilar, Francisco de Paul. ​Bogotá, 25 de octubre 1816 Ayos, Antonio José. ​Cartagena, 24 de febrero 1816​​​​ Benítez Plata Emigdio. Socorro 1816 Cadena, Vicente Pore, Junio 1810 ​Caicedo, Joaquín Pasto, 26 de enero 1813​​ Caldas Francisco, José. Bogotá, 29 de octubre 1816 Calderón, Pedro José Agustín. Málaga, 4 de marzo 1816​ Camacho, Joaquín. Bogotá, 31 de agosto 1816​​ Céspedes, Hermógenes. Bogotá, 8 de agosto 1816 Castilla y Rada Manuel Cartagena febrero de 1816 Cuervo, Leonardo Chocontá, 30 de noviembre 1817​​ Díaz, José Neiva, 18 de septiembre 1816 Diaz, Manuel. Bogotá, 14 de noviembre 1817​​ Díaz, Miguel, 14 de marzo 1818 Díaz Granados, Miguel. Cartagena, 24 de febrero 1816 García de Hevia Francisco Javier. (Venezolano) Bogotá 6 de Julio de 1816 García De Toledo Jose María. Cartagena 24 de febrero 1816 García, Luis José Neiva, 18 de septiembre 1816​ Gómez, Joaquín Garagoa, 6 de diciembre 1817 Gutiérrez y Moreno José Gregorio. Bogotá 6 de julio de 1816 ​​Lozano, Jorge Tadeo. Bogotá, 6 de julio 1816 Montaña, Pedro Manuel Sogamoso. Boyacá, 12 de diciembre 1816 Montalvo, Miguel José​. Bogotá, 29 de octubre de 1816 Morales, Francisco Bogotá, 23 de noviembre 1816​​​ Niño, Juan Nepomuceno. Tunja, 29 de noviembre 1816​​ París Valencia Manuel. Venezuela, 1813​​​ Peña, José Gabriel. Bogotá, 8 de agosto 1816 ​​Pino, José Ma. Santander de Quilichao. Cauca, 6 de noviembre 1816 Pombo, Miguel. Bogotá, 6 de julio 1816​​

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Portocarrero, José Ma. Cartagena, 24 de febrero 1816​​ Ramírez, Francisco. Bogotá, 25 de octubre 1816​​ Rodríguez Torices y Quirós Manuel. Bogotá 5 de octubre de 1816 Rosas, José Agustín. Popayán, 8 de julio 1816​​ Rosillo, José Ma. Pore, Junio 1810​​ Suárez, Joaquín​ Bogotá, 14 de noviembre 1817 ​​ Torres Camilo Bogotá, 5 de octubre 1816 Ulloa,​​​ Francisco Antonio. Bogotá, 29 de octubre 1816​​ Umaña, Joaquín Leyva. Boyacá, 24 de abril de 1816​​ Vallecilla, Manuel Santiago, Popayán, 24 de septiembre 1816​​ Valenzuela y Conde Crisanto Bogotá el 6 de julio de 1816 Vargas, Ignacio Bogotá, 19 de junio de 1816 Vásquez, José Cayetano. Tunja, 29 de noviembre 1816​​ Fuentes: 1.- Las huellas del Rosario en la Independencia. 2.- Los Mártires de Cartagena y El Régimen del Terror español .Ubaldo José Elles. Todos graduados antes de 1810. Muchos profesionales, escondieron su calidad de abogados, Benedic- to Rodríguez de 33 años, quien se había graduado en 1809, recordó que cuando fue interrogado por negó su condición de abogado y manifestó ser comerciante, pues Morillo era especialmente duro con los miembros de esa profesión. García de la Guardia, página 393. Morillo solicitó el envío de abogados españoles a la Nueva Granada y creó un “Consejo de Purificación”, encargado de juzgar a los sospechosos de revolucionarios, sin embargo algunos pocos abogados criollos o españoles nacidos en la Nueva Granada, formaron parte de este consejo. Entre ellos Tomas Tenorio y Carvajal, tío de Camilo Torres Tenorio; José Ignacio San Miguel Abogado defensor de oficio de José Antonio Ricaurte Rigueiros (el abogado que coadyuvo el memorial de Nariño) en el proceso que se le siguió en 1795 y quien ocupó la presidencia de Colombia del 26 de no- viembre de 1812 al 14 de diciembre de 1812 como integrante de la Junta de Gobierno designada por el general Antonio Nariño para que dirigiera a Cundinamarca en su ausencia; Francisco José Aguilar; Eusebio María Canabal; Tomas Barriga, juristas jóvenes, todos abogados con menos de 52 años. “Maten a todos los abogados”, parece que fue la consigna de Morillo, parodiando a un personaje de William Shakespeare en la obra Enrique VI.

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Podemos afirmar que, si bien es cierto los abogados siempre manifestaron su inconformidad por la imposibilidad de ocupar cargos importantes en la administración del virreinato, no es dable desconocer que procuraron acer- camientos con al corona en busca de una negociación que permitiera una coalición de gobierno, ante la abrumadora crisis que se afrontaba en esa momento y ante el fracaso de una negociación con la Corona, tomaron par- tido por la causa de libertad e independencia. Mientras el estado español se mostró fuerte y estable en América, no se emprendieron acciones contra él y muchos abogados se beneficiaron con cargos fiscales y de recolección de impuestos. Nariño mismo fue abanderado de un batallón de milicias creado para contener a los comuneros de 1781 y presenció el tormento y ejecución de José Antonio Galán; en 1789, se desempeña como tesorero de diezmos del arzobispado y luego regidor y alcalde mayor provincial, entre 1791 y 1793. Camilo Torres en su Memorial de Agravios, escrito en 1809 se queja por la falta de igualdad entre los españoles nacidos en España y los nacidos en la Nueva Granada y manifestaba que “América y España, son dos partes integrantes y constituyentes de la monarquía española, por lo que en mate- ria de representación, así en la junta central, como en las cortes generales, no debe haber la menor diferencia entre América y España”. Cuando el estado español colapso, estuvieron listos para involucrarse y procurar tener control en la Nueva Granada, para prevenir que recién lle- gados de otras partes de Europa se tomaran el poder. Por supuesto que sus posturas no le quitan merito a sus grandes aportes en la consolidación del Estado libre y soberano que hoy constituye nuestra re- pública. El liderazgo de los abogados fue fundamental y este se facilitó por el papel tradicionalmente dominante de sus familias en la Nueva Granada. Por su parte la ejecución de tantos abogados, en lugar de ayudar a los es- pañoles a consolidarse en el poder, hizo que los restantes se mantuvieran firmes en su resolución libertaria. Simón Bolívar nuestro libertador, cual brillante hombre, fue sociólogo, filosofo, educador, periodista, militar y ciudadano ejemplar. Pero muchos desconocen una faceta del héroe americano: la de ABOGADO. En efecto el 3 de junio de 1826 en Lima Perú, recibió de parte de las autoridades de la Universidad Mayor de San Marcos, el título de Abogado efectivo o

158 Academia Colombiana de Jurisprudencia Álvaro Barrero Buitrago pleno, no honorifico. La universidad fue fundada mediante Real Cédula, refrendada por los reyes Carlos I de España o Carlos V, emperador de Alemania, y su madre la reina Juana, dada en Valladolid, el 12 de mayo de 1551, en cuyas instalaciones funcionó la asamblea nacional constituyente del Perú de 1822 convocada por el Protector José de San Martín Bolívar en esa ocasión pronunció un breve discurso ante las autoridades académicas de esa casa de estudios, de representantes del gobierno, la Su- prema Corte de Justicia de Perú, representantes del Colegio de abogados y otros asistentes lo siguiente: “Al pisar los umbrales de este santuario de la ciencia, yo me sentí sobreco- gido de respeto y de temor, y al verme ya en el seno mismo de los sabios varones de la célebre Universidad de San Marcos, me veo humillado ante hombres envejecidos en las tareas profundas y útiles meditaciones eleva- das con tanta justicia, al alto rango que ocupan en el orden científico. ……desnudo de conocimientos y sin mérito alguno, vuestra bondad me condecora gratuitamente con una distinción que es término y recompensa de años enteros de estudio continuo…… Señores…… yo marcaré para siempre este día tan hermoso en mi vida y no olvidaré jamás que pertenezco a la sabia Academia de San Marcos como Abogado…. Yo procuraré acercarme a sus dignos miembros y cuantos momentos me pertenezcan después de llenar los deberes que he contraído por ahora, los emplearé en hacer esfuerzo para llegar, sino a las cumbres de las ciencias jurídicas que vosotros halláis, al menos a imitaros”. Las causas que motivaron a muchos abogados a participar en el movimien- to libertario pudieron ser personales, pero una vez se involucraron en el, abrazaron con fervor la causa libertaria, pusieron los cimientos del país y lavaron con su sangre, alguna mácula que pudieran haber tenido.

Bibliografía

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