ANO V NÚM. XLX

LA

ESPAÑA MODERNA

REVISTA IBERO-AMERICANA

DIRECTOR PROPIETARIO: J. LÁZARO

FEBRERO —1893

AGUSTÍN AVRIAL IMP. DE LA COMPAÑÍA DE IMPRESORES Y LIBREROS SAN BERNAKDo, 92.—Teléfojio núiu. 3.074 MADRID Para la reproducción de los artículos comprendidos en el presente tomo, es indis- pensaMe el permiso del Director de LA EBPAÑA MODERNA. HISTORIA DE UN CABALLO

os primeros rayos del sol Néstor, el guarda de la yeguada, naciente disipaban las tinie­ iba vestido con un casaquín ajusta­ L blas de la noche; la aurora do al talle por medio de una correa invadía el cielo, que parecía elevar­ adornada con chapas de acero; lle­ se, extenderse y ensancharse. La vaba al hombro el látigo, y un zo­ plata mate del rocío blanqueaba quete de pan dentro de una servi­ más; el bosque se volvía cada vez lleta atada á la cintura. Tenia en la más rumoroso... Todo comenzaba mano una silla de montar y unas á despertarse y á rebullirse en el bridas. patio de las cuadras señoriales; los Los caballos no parecieron asus­ caballos rezongaban y piafaban en tarse ni ofenderse por el tono tru­ medio de la paja, relinchando de hanesco de su guardián; fingieron impaciencia y de cólera. no concederle importancia alguna —¡Hola! ¿Te has dado mucha y se alejaron á paso lento de la prisa? ¿De modo que tienes mucha puerta. Sólo una yegua vieja, de hambre?—gritaba un viejo mozo de pelo bayo intenso y largas crines, cuadra, abriendo la puerta cochera, alzó las orejas y volvió grupas á cuyos goznes rechinaron. escape. —¡Eh! ¿A dónde vas tú?—conti­ Aprovechando la ocasión la jo­ nuó, echando mano á una potranca ven revoltosa, á quien no le impor­ que intentaba aprovecharse de ver taba nada el apostrofe del mozo, se abierta la puerta para irse. I puso á relinchar estrepitosamente LA ESPAÑA MODBBNA j soltó un par de coces á un caba­ quería apretarle la cincha; enton­ llo viejo, inmóvil junto á ella. ces el caballo se llenó de aire y re­ —¡Hola! — gritó el viejo con voz tuvo el resuello ; pero Néstor le aún más amenazadora, dirigiéndose puso el dedo en los belfos y le dio al fondo del patio. una patada en el vientre; el animal De toda la yeguada, el único que no tuvo más remedio que soltar el no daba ninguna muestra de impa- aire. A pesar de este castigo, y cia era un caballo pío, que perma- mientras el viejo apretaba la cincha cía aislado debajo del cobertizo. con los dientes, el caballo bajó de Con los ojos medio cerrados, lamía nuevo las orejas y hasta sacudió su la viga de encina del tinglado, con cabezota. Aunque profundamente aire serio y pensativo. persuadido de que toda resistencia —¡ Basta de animaladas!—excla­ era inútil, creía deber suyo expre­ mó el guarda, acercándose á él y sar que aquello le desagradaba y dejando sobre un montón de estiér­ que siempre manifestaría su des­ col la silla y la pequeña manta usa­ contento. Una vez ensillado, remo­ da que tenía en la mano.—El caba­ vió una de las patas delanteras que llo pío se detuvo, y, sin menearse, tenía embotada, y se puso atascar miró largo tiempo al viejo Néstor. el freno, sin duda con una intención No se sonrió, no se enfadó ni se particular, pues al cabo de sus años puso fosco; pero dio un paso ade­ bien sabía que el acero no tiene lante, suspiró con tristeza y se apar­ gusto alguno. tó á un lado. Néstor montó á caballo, empuñó El guardián echó los brazos al­ la fusta, se arregló el casaquín, aco­ rededor del cuello de la bestia para modóse en la silla á estilo de los pasarle la brida. carreteros y cazadores, y tiró de la —¿Qué te pasa para suspirar así? brida. El caballo levantó la cabeza, —le dijo. queriendo expresar así que estaba Por única respuesta, el caballo pronto á obedecer, pero no se mo­ naeneó la cola como si hubiera que­ vió del sitio; sabía de mucho atrás rido decir: que, antes de partir, era preciso dar —Anda; eso no es nada, Nés­ muchas órdenes al guarda joven tor. Vaska. Néstor le puso la manta y luego En efecto, Néstor se puso á gri­ la silla; el caballo agachó las ore­ tar: jas, como para expresar su descon­ —¡Vaska! ¡Eh, Vaska! ¿Has sol­ tento, y fué tratado de pillo. El viejo tado las yeguas? ¿A dónde te has ido, HISTORIA DE ÜN CABALLO demonio? ¿Estás durmiendo, caram­ Este cuadro de desolación pareció ba? Abre la puerta y deja que sal­ entristecer al viejo caballo pío, aun­ gan primero las yeguas, etc. que estuviese desde larga fecha Rechinó la puerta. Vaska, medio acostumbrado á verlo. Levantó y dormido y furioso, tenia con una luego bajó con lentitud la cabeza, mano la brida de su caballo y de­ como si hubiera querido saludar á jaba salir á todos los demás. Desfi­ alguien; suspiró todo cuanto se lo laron uno á uno, resoplando la paja; permitía la cincha, y después enca­ pasaron primero las potrancas, lue­ minóse tras la yeguada, cojeando go los potrillos, y, por último, las con sus viejas patas rígidas y con yeguas preñadas, que salían por la Néstor á lomo. puerta con precaución, balanceando «Ya sé lo que va á hacer ahora— su vientre lleno. Las potrancas iban pensaba:—en seguida que llegue­ en grupos de dos ó tres, con los ho- mos á la carretera, sacará del bol­ <;icos puestos encima del espinazo sillo la pipa pequeña, encenderá con de sus compañeras, y al llegar los avíos y se pondrá á fumar. ¡Cuán­ frente á la puerta no podían seguir to me gusta eso! ¡ El olor del taba­ adelante. Por eso recibían denues­ co , mezclado con la frescura del tos, lo cual las hacía apretarse aún rocío, es grato por la mañanita y más. Los potrillos mamones se ex­ me recuerda mis buenos tiempos traviaban de sus madres y diri­ pasados! gíanse á otras yeguas, respondien­ »La lástima es, tan sólo, que do con sus relinchos á las llamadas cuando el viejo lleva entre los dien­ de sus madres. tes la pipa, imagínase á veces toda Una potranca juguetona bajó la clase de cosas; se yergue, fanfarro­ cabeza y soltó al aire un par de co­ nea y se apoya con las dos piernas ces y un sonoro relincho así que se colganderas siempre en el mismo vio en libertad. Sin embargo, no se lado en que precisamente me due­ atrevió á ponerse delante de la vie­ le. .. Pero, en fin, ¡ bendito sea Dios! ja yegua gris Juldiha, que marcha­ Para mí no es ninguna novedad el ba siempre á la cabeza de la yegua­ sufrir por gusto ajeno; hasta co*- da , pavoneándose con paso grave y mienzo á experimentar con ello una serio. especie de satisfacción caballuna. Quedóse triste y solitario el patio, ¡Que continúe, pues, en la misma tan animado poco antes. No se veían postura!»—decíase el viejo caballo, más que los postes abandonados y caminando lentamente y doblándo­ los montones de paja. sele las patas en medio del camino. LA BBPANA MODERNA

embargo, hizo como que nada veía, y se dirigió hacia el río rumiando la hierba y moviendo la cola. Nin­ II guna atención prestaba á las po­ trancas y á los potros, quienes, con­ tentos de su libertad, corrían y tris­ Así que hubo llegado á orillas del caban de aquí para allí. Sabiendo río donde había de pastar la yegua­ por experiencia que no hay nada da , Néstor apeóse del caballo y des­ tan bueno para la salud como beber ensilló su vieja montura. Poco á agua fresca por la mañana en ayu­ poco se dispersó la grey á lo largo nas, acercóse á orillas del río, eli­ de la pradera, cubierta de rocío; gió el sitio menos hondo y donde ligeros vapores surgían de la hú­ era menos''rápida la corriente, y meda tierra, y se elevaban con len­ metió los belfos en el agua, ponién­ titud. dose á sorberla despacito con sus Después de haberle quitado la viejos labios, rotos por los dos án­ brida, Néstor rascó el pescuezo al gulos. A medida que llenaba la tri­ viejo caballo pío, quien cerró los pa sentía un bienestar indefinible. ojos en señal de agradecimiento. Para dar testimonio de su satisfac­ —¡ Cómo le gusta eso á este perro ción meneó su pedazo de cola, des­ viejo!—dijo Néstor. provista de pelos. Pero el caballo no sentía ningún Una potranca alazana, que se go­ gusto con tal caricia, y sólo por de­ zaba en contrariar al pobre viejo, licadeza aparentaba estar" encanta­ hizo como que no le veía y enturbió do. Bajó la cabeza en señal de asen­ el agua que con tanta delicia estaba timiento. bebiendo. El caballo pío había ter­ De pronto y sin motivo alguno, minado ya; fingió no advertir la creyendo quizá Néstor que aquella jugarreta que quiso hacerle la po­ caricia pudiera considerarla el vie­ tranca ; sacó uno tras otro sus cas­ jo caballo como un signo de fami­ cos hundidos en el agua, y se fué á liaridad, rechazó con violencia la pacer lejos de la gente joven. Pastó cabeza del animal y le atizó un gran así con mucha seriedad durante tres golpe con la brida; luego se alejó horas, tratando de aplastar con las en silencio y sentóse junto al añoso patas la menos hierba posible. Cuan­ tronco de árbol donde solía pasar la do se hartó, colgábale el vientre jornada. Aquella brutalidad apesa­ como un talego, estirándole el pe­ dumbró al viejo caballo, quien, sin llejo sobre las descarnadas costillas. HISTORIA DE UN CABALLO

Se puso entonces en cuatro patas pensa del flaco y encorvado pescue- echado en el suelo, apoyándose con zo. A través de la desgarradura de la'misma fuerza en todas ellas, á fin la boca veíase la punta de la ne­ de fatigarse lo menos posible, y se gruzca lengua desviada á un lado, quedó apaciblemente dormido. y restos amarillentos de los dientes Hay vejeces de todas clases: ve­ inferiores. Las orejas, una de ellaa jez majestuosa, vejez horrible y ve­ rota á lo largo, pendían á cada lado jez que in«pira profunda lástima. del cuello, y rarísima vez se ende­ La del caballo era á la par horrible rezaban para espantarse las moscas y majestuosa; presentaba á la vista importunas. De su antiguo copete las repulsivas señales de la decre­ sólo le quedaba un mechón de cri­ pitud ; las manchas de su pelaje au­ nes, que le colgaban por detrás de mentaban aún más su fealdad, y, la oreja izquierda. La descubierta sin embargo, su impasibilidad, su frente estaba hundida y rugosa; la conciencia de lo puro y fuerte de su piel hacía pliegues y honduras so­ raza, le daban cierto aire de gran­ bre los flacos carrillos; las venas deza que imponía más. Era de gran formaban gruesos nudos á lo largo talla: dos archines y tres verschoks de la cabeza y del pescuezo, y esos de alzada; su pelaje fué en otros nudos se estremecían cada vez que tiempos negro y pío; á la sazón, las encima se posaba alguna mosca. manchas negras habíanse trocado Sus patas delanteras, en arco, esta­ en un color castaño sucio. Tenia ban hinchadas alrededor de los cas­ tres grandes manchas : una en la cos; la de la izquierda tenía un gran cabeza, á la derecha, junto al hoci­ bulto junto á la rodilla. Las patas co, bajaba hasta medio del cuello; de atrás estaban menos enfermas; la segunda estaba á lo largo del cos­ pero, á fuerza de frotar una con tado derecho, hasta medio vientre; otra, no habían echado pelo en mu­ la tercera ocupaba la grupa y los cho tiempo. En comparación del dos cuartos traseros. Sus largas cri­ tronco, las extremidades parecían nes, enmarañadas, eran medio blan­ largas con exceso. Los ijares, aun­ cas, medio pardas; el trozo de cola que redondos, estaban descarnados era de esos dos colores mezclados y recubiertos solamente por la piel, con sucias tintas. La cabeza, gran­ que parecía pegarse á los espacios de, huesuda, con dos hoyos profun­ intercostales. En la cruz y en la es­ dos encima de los ojos, con el belfo palda tenía huellas de antiguos gol­ inferior negro y desgarrado de mu­ pes; más lejos, hacia atrás, veíase cho tiempo atrás, parecía estar sus­ una matadura reciente aún, y á lo 10 LA ESPAÑA MODERNA

largo de la parda grupa desplegá­ el rocío poco á poco , y los últimos base otra más antigua y recubierta vapores de la mañana disipábanse de gruesos pelos; se notaba otra ci­ como leve humareda. El aire estaba catriz en el omoplato derecho. En tranquilo, pero con grupos de blan­ la rabona cola descarnada se dibu­ cas nubéculas. Al otro lado del río jaban las últimas vértebras, y todo veíase un campo de trigo todavía vestigio de pelo habia desaparecido verde. El olor de las ñores y de las á lo largo de aquella cola siempre frescas hierbas embalsamaba el aire. sucia, así como los corvejones, á En lontananza se oía el cuclillo; y causa de una continua diarrea. El Néstor, echado de espaldas, contó pelo, aunque muy corto, estaba eri­ cuántos años le quedaban aún de zado en todo el cuerpo. vida. Cerníanse las alondras por A pesar de su feísima estampa, encima de los prados. Una liebre ^1 verle un inteligente hubiera re­ retrasada se encontró cogida en me­ conocido en él en seguida un caba­ dio del rebaño ; huyó á todo correr, llo de pura raza. Y hubiera añadido ocultóse tras de unas matas y em­ que sólo hay en Rusia una raza de pinó las orejas. caballos con huesos tan largos, con Vaska se quedó dormido, con la tales cascos, el cuello en arco y el cabeza metida entre la hierba. pelo tan fino. Las yeguas se dispersaron por to­ Por eso tenía una expresión de das partes, aprovechándose de su dolor y de paciencia infinita y aire libertad. Las más viejas elegían un de profunda reflexión. sitio tranquilo donde pudiesen pas­ Era como una ruina viviente en tar sin molestia para ellas, pero ya medio de la verde pradera, rodea­ no ramoneaban; escogían suculen­ do por la joven manada dispersa tos pimpollos de hierba y los mas­ por todas partes y que llenaba el cullaban con placer. Insensiblemen­ aire de gritos y relinchos. te todo el rebaño se dirigió al mis­ mo lado. Y siempre era la vieja Juldiba quien iba á la cabeza y en­ señaba el camino. III La joven yegua Muchka, que ha­ bía parido por primera vez, relin­ chaba de continuo, jugando con su Ya estaba el sol encima del bos­ potrillo. La joven Atlasnaya, de que, iluminando con esplendorosa piel lisa como el raso, jugaba con luz la pradera y el río. Desaparecía la hierba, con la cabeza baja, de HISTORIA DE UN CABALLO 11 modo que el copete la cubría todo el trabajo. Veíase que su estado ins­ morro y los ojos. Arrancaba un piraba respeto hasta á la juventud, tallo de hierba y después lo tiraba que no se atrevía á molestarlas. Si á lo lejos, golpeando el suelo húme­ una traviesa, más atrevida que las do con su fino casco. Uno de los otras, se aventuraba á acercarse á potros mayores, habiendo inventa­ ellas, bastaba un movimiento de do un juego nuevo para él, corría cola ó de oreja para llamarla al or­ por vigésimasexta vez alrededor de den y hacerla ver lo inconveniente su madre, con la cola empingoro­ de su conducta. tada como un penacho; pero habi­ Los potros de un año juzgábanse tuada la madre al carácter revolto­ ya demasiado grandes para mez­ so de su hijo, continuaba ramonean­ clarse en los retozos de sus cama- do con calma y lanzándole de rato radas más jóvenes. Ramoneaban en rato una mirada con sus negros con aire serio, encorvando los ju­ ojos. Uno de los potrillos más pe­ veniles cuellos graciosos j movien­ queños, negro, con la cabeza volu­ do las colitas para imitar á sus ma­ minosa , el tupé erizado con aire de yores ; lo mismo que éstos, se revol­ sorpresa entre ambas orejas y la caban por la hierba ó se rascaban cola vuelta aún al mismo lado que mutuamente la espalda. dentro del vientre de su madre, sin La compañía más alegre era el moverse de un sitio, seguía con mi­ grupo de yeguas de dos á tres años. rar embobado las cabriolas de su Paseaban todas juntas y aparte camarada y parecía preguntarse el como doncellitas. Reuníanse, po­ por qué de tales habilidades. Por nían la cabeza unas encima del cue­ supuesto, no hubiera podido decir­ llo de otras, resoplaban, saltaban, y se si envidiaba ó vituperaba la vi­ luego, de pronto, se ponían á tris­ veza del otro. Algunos de los pe­ car y á galopar delante de sus com­ queños tenían un aire extraviado. pañeras. Otros, sordos al llamamiento de sus La más hermosa y levantisca del madres, dirigíanse al opuesto lado, grupo era una yegua alazana. To­ relinchando con toda la fuerza de das las demás la imitaban en sus sus pulmones juveniles. Otros se juegos y la seguían por todas par­ revolcaban en la hierba. Los de tes. Ella era quien daba el tono. más edad imitaban á los caballos Aquel día estaba más alegre que grandes y ramoneaban tranquilos. nunca, y sentíase muy dispuesta á Dos yeguas preñadas se alejaron de divertirse. Por la mañana, en el la piara, arrastrando las patas con río, había ya acudido á enturbiar el 12 LA ESPAÑA MODEENA agua que el viejo caballo bebía pa­ « Y yo también soy joven, bella cificamente ; luego, aparentando y fuerte—decía el relincho de la pi­ haberse asustado, echó á correr carona—y sin embargo no he sen­ como una flecha, seguida por toda tido aún las dulzuras de ese senti­ la banda. A Vaska le costó el ma­ miento tan poderoso, y ni siquiera yor trabajo del mundo alcanzarlas. me ha contemplado todavía un solo Cansada ahora, se revolcaba en la amante.» hierba, y después se ponía á con­ El relincho resonó con un aire de trariar y provocar á las yeguas juventud provocadora y también de viejas corriendo delante de ellas. doloroso pesar; llegó á lo lejos has­ Viendo que uno de los potrillos ta el pobre caballejo del mujik, que mamaba gravemente, le asustó y enderezó las orejas y se detuvo. El persiguió haciendo como que iba á labriego le dio una patada; pero, morderle. Inquieta la madre cesó siempre bajo el encanto de aquel de ramonear: el hijo gritaba con vibrante llamamiento, el caballo voz quejumbrosa, aun cuando la permaneció en su sitio y relinchó á picara no le hizo ningún daño. Sa­ su vez. Incomodóse entonces el al­ tisfecha de haber divertido á sus deano y le descargó en el vientre un compañeras, que la miraban con golpe tan terrible, que el animal se interés, alejóse como si tal cosa. detuvo en medio de su relincho y Luego le dio la idea de encalabri­ prosiguió su caminata. Sentía una narle la cabeza á un caballo gris dulce tristeza y escuchó largo tiem­ montado por un labriego, que se po aún el tierno llamamiento lejano acercaba. Detúvose, echó en torno que llegaba hasta él desde la yegua­ suyo una mirada de altivez, volvió da; y también durante largo tiem­ su linda cabeza de perfil, sacudióse po sus relinchos quejumbrosos y y relinchó con voz dulce y lángui­ apasionados, interrumpidos por la da. Ese relincho dejaba adivinar ¡' voz brutal del mujik, llegaron á la promesas de amor y un deseo no llanura. Si sólo la voz de la yegüita satisfecho. había podido hacer olvidar todos Saltan las rachas por entre los sus deberes al caballo gris, ¿que hu­ espesos juncales y llaman á sus biera sucedido si la hubiese visto, amigas con pequeños gritos apasio­ hermosa, con ojos de fuego, aspi­ nados; más lejos, los cucos y las co­ rando el aire voluptuosamente y dornices cantan sus amores, las flo­ estremeciéndose todo su bello cuer­ res se envían entre la brisa su po­ po juvenil? len aromático... Pero á la traviesilla no le gusta- HISTOKIA DE UN CABALLO 13

ba seguir mucho tiempo sus pre­ otro modo. El tenía toda la culpa; y ocupaciones. Cuando se apagó á lo los jóvenes, fuertes y felices, los que lejos la voz del caballo gris, relin­ tenían porvenir ante sí, los que po­ chó con aire burlón j se puso á es­ dían levantar la cola como un pena­ carbar la tierra con los cascos; des­ cho y cuyos músculos se estreme­ pués, habiendo reparado en el vie­ cían con el menor contacto, esos jo, apaciblemente dormido, corrió tenían á su pro todas las mejores á él para despertarle y hacerle ra­ razones del mundo. En sus ratos de biar. El pobre caballo pío era el plácida reflexión, el mismo caballo burro de carga de la feliz juventud, pío admitía quizá que todas las sin­ que le atormentaba aún más que los razones estaban de parte de él, que hombres; y, sin embargo, no había ¡su vida tocaba á su fin y que debía hecho ningún mal á los unos ni á los pagar los pasados placeres; pero no otros. era más que un caballo y no podía Los hombres lo hacían por nece­ impedir el tener impulsos de suble­ sidad; pero, ¿por qué no le dejaban var contra aquella juventud que tranquilo los caballos jóvenes? le castigaba por lo que á ella mis­ ma le había de acontecer en un por­ venir más ó menos remoto. Otra causa de la crueldad de ésta consis­ IV tía en sus instintos aristocráticos. Cada uno de ellos descendía, por lí­ nea paterna ó materna, del celebre El era viejo, ellas jóvenes; él es­ Smetanka. taba flaco, ellas gordas; él triste, El caballo pío era un extraño, de ellas alegres. Era, pues, un extraño, origen desconocido, comprado en un ser aparte, que no podía inspi­ una feria por ochenta rubios en bi­ rarlas ningún sentimiento de pie­ lletes tres años ha. dad. Los caballos no la tienen sino La yegua alazana, haciendo como para consigo mismos ó para con que iba de paseo, se aproximó al aquellos en cuyo pellejo pueden po­ viejo caballo y le empujó como sin nerse. ¿Tenía la culpa el pobre y querer. Este sabía de dónde venía viejo caballo pío si no se les aseme­ el golpe; por eso, sin abrir los jaba, si era viejo, flaco y feo?... ojos, limitóse á dar un paso atrás. Parece que esto no debiera impu­ La yegua volvió grupas ó hizo ade­ társele como falta suya; pero, se­ mán fingido de tirarle un par de gún la lógica caballar, sucedía de coces. El viejo abrió los ojos y se 14 LA ESPAÑA MODERNA

alejó con calma. Pero había perdi­ tuvo que intervenir varias veces do el sueño; entonces se puso á ra­ para hacerles entrar en razón. monear. La picara no estaba satis­ El pobre caballo se sentía tan fecha aún. En compañía de sus ca- desventurado que, cuando llegó el maradas nuevamente se acercó al instante de regresar á la cuadra, se viejo. Una yegua de dos años, muy acercó él mismo al anciano Néstor,, bruta, que imitaba en todo á la y se sintió más feliz y tranquilo hermosa alazana y la seguía paso á cuando, habiéndole ensillado éste^ paso, acercóse también al caballo, y le tuvo montado encima. Sólo Dios (como todos los imitadores) exce­ era capaz de conocer los pensamien­ dió los límites de la burla. La otra tos que asaltaban el cerebro del po­ hacía siempre como que no veía al bre viejo cuando llevaba en los lo­ viejo; pasaba y repasaba por delan­ mos á Néstor. ¿Pensaba con amar­ te de él con aire atareado, de suer­ gura en la crueldad de la juventud, te que preguntábase él muchas ve­ ó bien, con la indulgencia despre­ ces si debería incomodarse ó no, ciativa que caracteriza á los viejos, tanto más cuanto que era muy di­ la perdonaba sus ofensas ? No es po­ vertida. sible adivinar lo que ocurría en sus Volvió ésta á sus habituales ma­ adentros, tan impenetrable fué su nejos; pero su imitadora se acercó aire durante todo el trayecto hasta en derechura al viejo y le asestó un la casa. golpe. r>a enseñó los dientes, 3^ con Aquella noche, los compadres de una rapidez que ella no podía figu­ Néstor fueron á verle; al pasar por rarse , se abalanzó y la dio un mor­ la aldea, había éste notado que su disco en un muslo. La pequeña re­ carreta estaba atada delante de la volvióse entonces contra él y le pa­ puerta de la cabana de él. Tenía teó con todas sus fuerzas en los po­ prisa por reunirse con ellos; así es bres ijares viejos y flacos. El viejo que, apenas entró en el patio, apeó­ resopló con el intento de arrojarse se del viejo caballo y partió sin otra vez contra ella; luego reflexio­ desensillarlo siquiera, gritando á nó, exhaló un profundo suspiro y Vaska que lo hiciese cuando hubie­ dirigióse al lado opuesto. Lajuven- ra concluido sus faenas; pero Vas- tud en masa fué probablemente de ka no pensó en ello. parecer que su conducta era una Ignoro si á causa de la ofensa ofensa mortal para todos; por eso hecha á la biznieta de Smetanka no le dieron punto de reposo en por un caballo de feria, sin padre todo el día. Tanto, que el guarda ni madre conocidos, ó porque este HISTORIA DE UN CABALLO 15

caballo, con su alta silla y sin jine­ Y, en efecto, he aquí lo que su­ te , presentaba un aspecto extraño pieron: y fantástico, lo cierto es que aque­ lla noche todos los caballos, jóve­ nes y viejos, se pusieron á perse­ Primera nocbe. guir al viejo, quien huía por esqui­ var las coces que por todas partes le «Si. Soy hijo de Liicbezny Ijáe daban. Baba. Mi nombre, según el árbol Al cabo, se sintió sin fuerzas ya genealógico, es el de Mujik I; mas para nada; y, en la imposibilidad en todo el mundo soy conocido por de continuar evitando á sus perse­ el nombre de Kholsíomer (1), á guidores , se detuvo en medio del causa de mi trote largo y rápido.. patio. Retratábase en su rostro un Según mi ascendencia, no hay ca­ odio impotente, y agachó las ore­ ballo más de pura sangro que yo. jas; entonces ocurrió un inesperado Nunca os lo hubiera dicho. ¡Para, suceso que, como por encanto, llevó qué! Viasopurikha, que estaba con­ el sosiego á las iras de toda la ma­ migo en Kranovo, tampoco me hu­ nada. La vieja yegua Viasopurikha biera reconocido nunca; y, en cuan­ acercóse á él, le resopló y exhaló to á vosotros, no me creeríais ano un suspiro. El viejo la respondió tener el testimonio de Viasopuri­ suspirando también hondamente... kha. Así, pues, hubiera continuada guardando silencio, porque no ne­ cesito de la conmiseración caballar,, pero vosotros mismos lo habéis V querido. Sí; soy aquel mismo Khols- tomer, tan buscado por los inteli­ gentes, y vendido por el conde á En medio del patio, iluminado causa de haber vencido en las ca­ por la luna, erguíase el alto y rreras á su favorito Lebed escuálido perfil del viejo caballo, ensillado aún; el borde del arzón Cuando vine al mundo ignoraba pasaba de la altura de su cabeza, lo lo que quería decir la palabra JJ/O/ que le daba extravagante aspecto. no sabía más que una cosa, que era En derredor suyo estaban todos los demás caballos, inmóviles y en pro­ (1) Que significa al pie de la letra «medí-' fundo silencio, cual si oyesen de su dor de telas», alusión al braceo largo del hortera, comparado aquí con el gran bracea boca algo nuevo y extraordinario. del caballo al trotar. 16 LA ESPAÑA MODERNA

JO un caballo. Las primeras obser­ neros se agruparon en torno nues­ vaciones que hicieron acerca de mi tro y se pusieron á examinarme. pelaje nos asombraron mucho á mi Uno de ellos corrió á anunciar al madre y á mí. Probablemente vine caballerizo mi nacimiento. Todos de noche al mundo, pues por la ma­ se reían al ver las manchas de mi ñana me sostenía ja en las patas, pelo y me daban los nombres más limpio por mi madre. Recuerdo que estrafalarios. No sólo yo, ni siquie­ tenía jo un vago deseo, indetermi­ ra mi madre, pudimos comprender nado, imposible de que yo lo for­ el sentido de sus palabras. Hasta mulase , y que todo cuanto pasaba aquel entonces jamás había habido en torno mío me parecía á la vez ningún caballo pío en nuestra fa­ muy curioso y muy sencillo. Nues­ milia. No pensábamos que hubiese tras cuadras estaban á lo laroo de nada malo en esto. En cuanto á mis un gran corredor caldeado, y tenían formas y á mi fuerza, admiráronles por cierre unas puertas enrejadas desde los primeros días de mi naci­ á trave's de lo cual podía verse todo. miento. Mi madre me presentaba las tetas; —Va á ser muy vivo. Apenas pero era yo aún tan candido, que puede sujetársele—decía un pala­ las rechazaba con el morro. De frenero. pronto se apartó á un lado; acababa Algún tiempo después vino el ca­ de ver al palafrenero de servicio, el ballerizo ; asombróse al verme y cual se acercaba. Miró á través de hasta pareció ponerse mohíno. la reja de la puerta y la abrió. —Pero ¿á quién se asemeja este —Vamos, Baba, acabas de pa­ monstruo?—dijo. — El general no rir—dijo al entrar. va á querer conservarlo en la ye­ Me rodeó con sus brazos. guada. ¡Ay, Baba, me has hecho —Míralo, Tarass; su pelo es pío una mala pasada! — exclamó, diri­ como las alas del cuervo. giéndose á mi madre.—Si tuviese Me arrojé de sus brazos, y, dan­ una estrella en la frente, menos do un paso en falso, me caí de rodi­ mal; pero es pío. llas. Mi madre no respondía nada; so­ —¡Vaya con este diablejo!—ex­ lamente, como siempre ocurre en clamó. esos casos, exhaló un profundo sus­ Mi madre se puso intranquila; piro. pero no atreviéndose á defenderme, —¿A quién diablos puede pare­ se limitó á suspirar hondamente y cerse? Es un verdadero mujik. Ira- se alejó. Todos los demás palafre­ posible dejarlo en la yeguada; es HISTOKIA DE UN CABALLO 17 una verdadera ignominia. Sin em­ Viasopurikha, aquí presente, sólo bargo , ¡ es muy hermoso, muy her­ tenía por aquel entonces un año. moso ! —decía examinándome. Era una potranca alegre y gentil, Algunos días más tarde vino el pero (sea dicho sin ofenderla, y mismo general, y volvieron á em­ aunque la consideréis como de la pezar de lo lindo las imprecaciones más pura sangre) era una de las indignadas contra mi pelo. Todo el más feas de la yeguada. Ella misma mundo parecía furioso y acusaba á os lo puede confirmar. Mi pelaje, mi madre del color de mi pelaje, que había desagradado á los hom­ añadiendo: bres , fué muy del gusto de los ca­ — Sin embargo, ¡ es muy her­ ballos. Rodeáronme; se pusieron á moso! admirarme y á jugar conmigo. Co­ Hasta la primavera nos dejaron | mencé á olvidar los malos dichos de •con nuestras madres en las calien­ los hombres y á gozar de mi triun­ tes cuadras. Algunas veces, cuando fo. Sin embargo, bien pronto expe­ hacia buen tiempo y comenzaba áj rimenté la primera pena de mi vida, desaparecer la nieve bajo los rayos | y mi madre fué la causa de él. del sol primaveral, se nos permitía ¡ Cuando se hubo fundido del todo salir con ellas al patio grande, re­ la nieve, y vuéltose puro y embal­ cubierto de paja fresca. Allí es don­ samado el aire como lo está en pri­ de entablé relaciones con todos mis mavera ; cuando los gorriones em­ parientes, próximos ó lejanos, y vi pezaron á charlar bajo los coberti­ también todas las yeguas célebres ^zos , mi madre se volvió otra vez salir de sus recintos con sus hijue­ conmigo. Cambió por completo su los. Entre otras, estaban la vieja carácter. De pronto, y sin motivo, Gollandka, Mudika, la hija de Sme- se ponía á jugar y correr por el pa­ tanka, y también el caballo de silla tio, lo cual no sentaba bien del todo Dobrokhotikha. Una vez reunidas, á su respetabilidad de matrona. Ya resoplaban y revolcábanse encima se ponía meditabunda y relinchaba de la fresca paja, como simples mor­ tristemente, ya mordía á sus her­ tales... manas y les tiraba coces; algunas No puedo olvidar el patio, lleno veces acercábase á mi, me olisquea­ de las más hermosas yeguas que se ba y después me rechazaba con aire pueda imaginar. descontento. Salía á menudo á to­ Os asombraréis ante la idea de rnar el sol, apoyaba la cabeza en el que yo también he sido joven y hombro de su prima Kuptchitkha, picaruelo, pero así es la verdad. y durante largo rato le rascaba la 18 LA ESPAÑA MODERNA espalda con aire soñador; entonces Oí su paso ligero, que se acercaba me impedía mamar. á nuestra cuadra. Cuando le abrie­ Una vez vino el caballerizo, hizo ron la puerta y la volví á ver, me que la pusieran un ronzal y se la costó sumo trabajo conocerla: ¡tan­ llevó. Púsose ella á relinchar; la to había cambiado ! respondí y quise seguirla, pero se La encontré remozada y embe­ fué sin dirigirme ni una sola mira­ llecida. Olióme y relinchó; al punto da de despedida. El palafranero Ta- noté que ya no me quería ni pizca. rass me cogió en sus brazos, en el Me habló de la hermosura de Bohry momento de cerrar tras ella la puer­ y de su amor á él. Continuaron sus ta. Me escapé de su apretón y le citas, y volviéronse cada vez más tiré sobre la paja; luego me lancé frías y estiradas mis relaciones con á la puerta , pero ya estaba cerrada ella... y sólo oí los relinchos de mi madre, Poco después nos enviaron á pas­ que se perdían en lontananza. Esos tar. Desde aquella época sentí nue­ relinchos ya no eran llamamientos vos goces, que me hicieron olvidar dirigidos á mí; tenían otro signifi­ el abandono de mi madre. Tuve cado. Una voz potente respondió á amigas y compañeros. Aprendía­ la suya. Era, según más tarde supe, mos juntos á comer hierba, a relin­ la de Dobry I, á quien dos mozos de char como los grandes, á saltar cuadra llevaban á una cita amoro­ alrededor denuestras madres, levan­ sa. .. No recuerdo cómo salió Tarass tando al aire la cola. ¡ Era un tiem­ del patio. Estaba yo entonces de­ po muy feliz! Todo el mundo me masiado triste; sentía haber per- admiraba, todo el mundo me que­ didopara siempre el amor de mi ría y perdonábanme todas mis lo­ madre. curas. Pero aquello no duró mu­ «¡Y todo porque tengo pío el cho ; pronto me aconteció una cosa pelo!»—decíame á mí mismo con terrible.» coraje, pensando en los malévolos Al decir esto, el viejo caballo dio dichos de los hombres. Me entró tal un profundo suspiro y se alejó. arrebato de ira, que me puse á dar Comenzaba á despuntar la auro­ con la cabeza, las rodillas y el cuer­ ro ; rechinó la puerta y apareció el po entero contra las paredes del re­ viejo Néstor... Al entrarse aparta­ cinto , hasta que me detuve, rendi­ ron los caballos; y el guarda, luego do, exhausto de fuerzas... Algún de acomodar la silla de su viejo ca­ tiempo después regresó mi madre. ballo, hizo salir la yeguada. HISTORIA DE UN CABALLO 19

buen temple, dispuesto á jugar con los amigos y lamerlos, á burlarse VI de los caballos y de los hombres. Cuando estábamos siempre juntos, Ses;anda nocbe. trabamos tierna amistad, pero de corta duración. Según llevo ya di­ Tan pronto como los caballos hu­ cho, era de un carácter alegre y bieron vuelto á entrar en el patio, muy ligero. se agruparon de nuevo en torno del Desde sus más juveniles tiempos, veterano, quien reanudó su relato. había comenzado á festejar á las «En el mes de Agosto me sepa­ potrancas pequeñas. Siempre hacía raron de mi madre; pero no sentí chacota de mi encogimiento. Pica­ dolor alguno. Veía que llevaba den­ do de sus burlas en lo más vivo, tro de sus ijares á mi hermano imité, por mi desdicha, su ejemplo, menor, el célebre üssan, j que yo y poco después estaba enamorado. quedaba relegado al segundo tér­ Este impulso precoz fué causa de mino. No experimentaba ningún un gi*an cambio que se realizó en sentimiento de envidia hacia el re­ mi destino, pues aconteció que no cién venido; sólo sentía que ya no supe dominar mis pasiones. Viaso- experimentaba yo hacia ella los pitrikha tenía un año más que yo. mismos sentimientos que antes. Siempre fuimos muy amigos; pero, Además, estaba seguro de que, á fines del otoño, notó de pronto una vez apartado de ella, me en­ que trataba de rehuirme... Aún re­ contraría en compañía de mis jóve­ cuerda , de seguro, el fatal amor nes camaradas , y de que iría á pa­ que por ella sentía yo entonces... sear con ellos diariamente por los Los guardas de la yeguada se echa­ campos y praderas. ron sobre nosotros, la espantaron y Tenía yo por compañero de cua­ pusiéronse á pegarme. Por la tarde dra á Mily. Era un caballo de silla; fui encerrado en un recinto solita- cuando fué grande, tuvo el honor ; rio, donde pasé la noche relinchan­ de que lo montase el emperador, do desesperado, como si presintiese y de ser representado en todos sus lo que me iba á suceder el día si­ retratos y estatuas. guiente. Por aquella época no era más Por la mañana vinieron á ver­ que un potrito de pelo liso , cuello me el general, el caballerizo, los graciosamente ena,rcado, remos de­ palafreneros y los guardas. Todo rechos y finos. Siempre estaba de el mundo hablaba y gesticulaba al 20 LA ESPAÑA MODERNA mismo tiempo. El general reñía al de polvo y los tan conocidos con­ caballerizo, y éste se excusaba di­ tornos de nuestras yeguas. Escuchó ciendo que él no tenía nada que ver SUS pataleos y relinchos, llenos de en eso y que era culpa de los pala­ alegría. Me detuve, á pesar de la freneros. El general dijo que los soga que se me clavaba en el pes­ haría azotar á todos, que así no po­ cuezo y me hacía pasar la pena ne­ dían guardarse los tipos puros en la gra , y miró el rebaño como se con­ cría. El caballerizo prometió que se templa la ventura perdida por toda cumplirían los deseos del general; la eternidad. Conforme se acercaba y todo el mundo se marchó. éste, distinguía yo una por una las Yo no comprendí nada; pero te­ figuras de mis antiguas amigas, to­ nía cierto presentimiento de que das ellas bonitas, majestuosas, sa­ meditaban algo en contra de mi. nas y bien alimentadas. Algunas fijáronse en mí y me miraron. El palafrenero tiraba con fuerza de mi Al día siguiente me convertí en ronzal, pero yo no le hacía caso lo que soy ahora, y dejé de relin­ ninguno. Perdí la cabeza, y me puse char para siempre. Me hice indife­ á relinchar y saltar, pero me pare­ rente por completo á todo lo que ció extraña y ridicula mi propia me rodeaba. Me anegué en amar­ voz. Nadie se movió en la yeguada; gos pensamientos. En los primeros sólo noté que volvían la cabe­ tiempos me quedó profundamente za, por urbanidad. Resultaba claro desalentado, hasta cesó de comer que yo les inspiraba asco, lástima y beber; en cuanto á juegos, ya no y vergüenza. Sobre todo, estaba existían para mí. Algunas veces me horriblemente feo á sus ojos con mi acometía la idea de soltar unas cuello delgado, mi cabeza volumi­ cuantas coces al aire, de relinchar nosa (había enflaquecido muchísi­ con fuerza, de galopar alrededor de mo), mis patas larguiruchas, y, mis camaradas , pero luego pregun­ más que nada, mi estúpida actitud tábame con tristeza: «¿Para qué? (pues, como de costumbre, daba ¿Con qué objeto?», y al punto se trotecillos alrededor del caballeri­ extinguía ese deseo. zo). Nadie respondió á mi llama­ Una tarde, habiéndome puesto miento , y apartáronse de mí todos. el caballerizo una cuerda al cuello, De pronto se hizo la luz en mi es­ me paseaba delante del patio á la píritu, y al cabo comprendí el abis­ hora en que solía regresar del cam­ mo que me separaba de la yegua­ po la yeguada. Vi á lo lejos la nube da... Desesperado, seguí al palafre- HISTORIA DE TJN CABALLO 21

ñero, y no sé cómo llegué á mi rando entre dientes. Al otro día encierro. vino el palafrenero á traernos el Desde mi edad juvenil era incli­ pienso; noté su extremada palidez, nado á la melancolía y á la refle­ y comprendí que había algo dolo­ xión ; mis desdichas acrecentaron roso en la expresión de toda su per­ en mi el desarrollo de ese estado de sona. Tiró el heno con ira á través ánimo. Mi pelaje, que inspiraba tal de la reja; y cuando trató de po­ menosprecio á los hombres, mi po­ ner mi hocico encima de su hom­ sición excepcional en la manada bro, me dio un puñetazo con tanta (que adivinaba sin comprenderla fuerza que retrocedí; pero no se muy bien), me hicieron adquirir limitó á esto, y además me dio dominio sobre mi mismo. Meditaba una;patada en el vientre, refunfu­ seriamente acerca de la injusticia ñando: de los honbres, que me tenían des­ — ¡Si no fuera por este feo sar­ precio por mi pelo. Pensaba con noso no me hubiese hecho nada! amargura en la inconstancia del —Pues, ¿por qué?—le preguntó amor rriaterno y del amor femeni­ su compañero. no en general, que casi siempre —No viene á ver los caballos del dependen de las cualidades físicas. conde; en cuanto al suyo, le hace Reflexionaba, sobre todo, acerca dos visitas diarias. de la naturaleza de esa extraña raza —Pero, ¿le han regalado el caba­ de animales con quien estamos tan llo pío? intimamente ligados y que llama­ —No sé si se lo han regalado ó mos «hombres». La naturaleza de vendido; pero ya ves que pudiera esos seres y la conciencia de mi si­ yo dejar morir de hambre á todos tuación me fueron reveladas del los caballos del conde; pero si se modo siguiente: atreve uno á permitir que le falte Era en invierno, durante las ñes- alguna cosa á su potro, eso es ha­ tas. En todo el día no tuve nada rina de otro costal. «Échate»—me que beber ni comer. Más tarde supe ha dicho, y se ha puesto á azotar­ que fué efecto de estar borrachos me...— ¡Y no te digo más'! ¡Eso no como una cuba todos los palafrene­ es cristiano! Se conduele de una ros. Precisamente aquel día el ca­ bestia más que de un ser humano. ballerizo , que estaba de ronda, se Diríase que no le han bautizado. El acercó á mi cuadra; al ver que yo mismo contaba los golpes. Ni el no tenía alimento, se arrebató con­ propio general azota nunca con tra el palafrenero y se fué, murmu­ I tanta fuerza: tengo mi pobre espal- 22 LA ESPAÑA MODERNA da hecha una llaga. De veras: no persona pueda calificarlo con la pa­ tiene alma de cristiano. labra mió. La persona que tiene la Comprendí muy bien el signifi­ posibilidad de aplicar la palabra cado de los latigazos y de la com­ Ttiío á grandísimo número de obje­ pasión cristiana. En cuanto á lo de­ tos es considerada por los otros más, no comprendí bien lo que que­ como la más feliz. rían decir estas palbras: su potro, y ¿Y por qué es esto? No sé ; pero sólo deduje que tenían una relación es así. Durante mucho tiempo me cualquiera entre el caballerizo y yo. he preguntado si el móvil de todo Pero, ¿cuál era esa relación? En sería la cuestión del interés; pero aquel momento no pude compren­ más adelante comprendí que esa no derla. Sólo más tarde, cuando me era la razón de lo que tanto me alejaron de todos los demás caba­ asombraba. llos, fué cuando vi con claridad lo Por ejemplo: muchas de esas gen­ que aquello quería decir. tes que me consideraban como pro­ Parecíame tan ilógico eso de mi piedad suya nunca se valían de mí; caballo, como mi tierra, m,i aire, eran otras personas quienes me m^• agua. Sin embargo, me produjo montaban, otras las que me daban honda impresión. Posteriormente de comer; cocheros, albéitares y lo he reflexionado; y hasta largo extraños, en general, eran los que tiendo después, cuando aprendí á me cuidaban, y nunca aquellos á los conocer mejor á los hombres, no me cuales pertenecía yo. pude expUcar bien todo aquello. Con el tiempo, extendióse el ho­ Habéis de saber que los hombres rizonte de mis observaciones; y he déjanse guiar, no por hechos, sino llegado á comprender que, no sólo por palabras. A la posibilidad de con relación á nosotros los caballos, hacer tal ó cual cosa, prefieren la sino para todo el universo, el con­ posibilidad de hablar de tal ó cual cepto del yo tiene por base el ins­ objeto en términos convenidos en­ tinto bajo y bestial que los hombres tre ellos de antemano. Y estos tér­ llaman idea ó derecho de la propie­ minos, de grandísima importancia dad. para ellos, son los siguientes: el Un hombre dice mi casa y no la mió, la mía, los mios. Los emplean habita, cuidándose tan sólo de cons­ hablando de los diferentes seres vi­ truirla y que no se le destruya; un vos, de la tierra, de los hombres, comerciante dice mi tienda y jamás de los caballos. Así, es común, al pone en ella los pies, ó bien mi al­ hablar de un objeto, que una sola macén de paños, y nunca toma un HIBTOBIA DE UN CABALLO 23 metro de ese paño para sus necesi­ mi pelaje, por mi sexo (que ya no dades. Hay hombres que dicen mis era ninguno), y porque las gentes tierras, y jamás las han visto. Has­ se imaginaron que ya no pertenecía ta los hay que emplean el vocablo á Dios y á mí mismo, como toda mió aplicándolo á sus semejantes,! criatura viviente, sino que era pro- á seres humanos á quienes ni siquie- ¡ piedad del caballerizo, puesto que ra conocen y á los cuales causan i tuvo derecho para llamarme mi ca- todoslos desafueros posibles ó im-d.-\ bailo, y por eso azotó al palafre- ginables. También dicen mi m,ujer, \ ñero. hablando de una que consideran' Las resultas de esta manera de como de su propiedad, pero que, considerarme fueron numerosas: me sin embargo, vive con otro hom- alimentaron mejor, me cuidaron bre. El principal objetivo que se: mejor, me separaron de los otros ca- proponen los hombres no es hacer ballos y me engancharon mucho lo que estimen bueno y justo, sino más pronto que á mis camaradas. tener la posibilidad de aplicar la' Apenas llegué á la edad de tres palabra "tmo á grandísimo número años, quisieron ponerme al trabajo, de objetos; y ahora estoy convencí- La primera vez que me engancha­ do de que ahí estriba la diferencia ron, el caballerizo, que me conside- fundamental que existe entre nos-' raba como propiedad suya, asistió á otros y los hombres. He aquí por la ceremonia. Temiendo que hicie- qué, y sin hablar aún de otras ven-i se á ello una oposición muy viva, tajas que les llevamos, podemos me sujetaron con cuerdas; luego decir nosotros que estamos en un me pusieron una gran cruz de cue- grado superior al suyo en la escala ro en los lomos y la ataron á las social de los seres vivientes. Otra dos varas del carruaje , con dos co­ observación : la actividad de los rreas para impedir cocear. Yo sólo hombres á quienes conocí, sólo con- deseaba la ocasión de manifestar sistia en palabras, al paso que la mi amor al trabajo, nuestra consistía en actos. Este des-1 Grrande fué su asombro cuando me cubrimiento me chocó mucho. Las vieron tirar como un caballo viejo, reflexiones, los ensimismamientos i Después me engancharon todos los que me sugirieron mis aventuras y ¡ días para enseñarme á ir al trote; y mis observaciones me han vuelto'todos los días progresabayo, de suer- el caballo serio y absorto que soy te que uno de ellos, el mismo gene­ en la actualidad. ral, quedó maravillado. Pero (¡cosa Era tres veces sin ventura: por extraña!), desde el momento en que 24 LA ESPAÑA MODERNA el caballerizo, y no el general, era cuencia de que yo no pertenecía á quien me aplicaba la palabra « mioy>Dio s ni al conde, sino á un simpl© ya no tenía igual valor ni talento. caballerizo , fué: que la cualidad Cuando enganchaban á mis her­ que es de gran valor en los demás manos los «pura sangre», medían­ caballos, tornóse un crimen en mi y les la longitud de sus pasos, los en­ fué causa de mi destierro. Me refie­ ganchaban en coches dorados , los ro á mi trote rápido. cubrían con magnificas mantas. A Un día regresábamos el caballe­ mí me enganchaban en carruajes rizo y yo de unas carreras, cuando más sencillos, ó iba con el caballe­ al entrar vimos que estaban pasean­ rizo á desempeñar comisiones. Y do á Lebed alrededor del picadero. todo ello porque era yo de color Nos acercamos. Lebed pasó delante pío; y, sobre todo, porque no per­ de nosotros. Marchaba bien ; pero, tenecía al conde, sino al caballerizo. por más que se las echaba de plan­ Si mañana estamos aún con vida, cheta, no tenía mi rápido trote; so­ os contaré cuáles fueron para mí los bre todo, carecía de esa cualidad demás resultados de este cambio de extraordinaria de levantar un casco propietario.» inmediatamente que el otro toca en Durante todo el día estuvieron el suelo , para que no se pierda nin­ los caballos llenos de respeto para gún esfuerzo, y, antes al contrario, con Kholstomer. El guarda Néstor cada uno de ellos sirva para dar fué el único que continuó tratándo­ impulso y avanzar más. le como en lo pasado; es decir, con «¡Si ensayase el paso de mi pío!» muy malos modos. — dijo para sí el caballerizo. — Y cuando Lebed volvió á pasar ante nosotros por segunda vez, partí con él. A la primera vuelta, como lle­ VII vaba ya velocidad adquirida, me tomó delantera, pero á la segunda, Tercera noche. había yo tomado impulso y le al­ cancé; luego le dejé atrás. La luna creciente iluminaba de Empezóse otra vez, y obtuve el nuevo los contornos de Kholstomer, mismo triunfo. Decididamente, te­ que estaba inmóvil, de pie, en me­ nía yo m.ejor trote. Todo el mundo se dio del patio y rodeado por sus ca- quedó estupefacto. El general su­ maradas. Continuó su relato: plicó que me vendiesen cuanto an­ «La más extraordinaria conse­ tes y muy lejos, á fin de que el HISTORIA DE UN CABALLO 25 conde no supiese jamás nada de mí. A la mañana siguiente, había Apresuráronse á cumplir sus órde­ junto á la yegua un potrillo nuevo. nes, y fui vendido á un chalán. No Néstor llamó al caballerizo, quien permanecí mucho tiempo en su se lo llevó consigo y condujo á la. casa: me compró un húsar de la re­ madre á otro recinto. monta. Los demás caballos fueron al Todo esto era tan injusto y tan campo, como de costumbre. cruel, que abandoné con gusto mi patria, mis parientes y mis cama- radas. Érame harto penoso la vida VIII cerca de ellos; suyo era el porve­ nir , el amor ; la gloria y la liber­ Cuarta noche. tad les aguardaban... ¡En cuanto á mi sólo me cabía esperar el trabajo, la humillación! ¡El trabajo hasta el A la noche, en cuanto Néstor fln de mi vida! ¿Y eso por qué? hubo cerrado la puerta cochera y ¡Porque yo era pío, y, por consi­ quedó restablecido el silencio, con­ guiente , había de llegar á ser pro­ tinuó el caballo: piedad de alguien!...» «Tuve ocasión de observar de Kholstomer no pudo continuar cerca á hombres y caballos en mis su narración aquella noche. Ocu­ peregrinaciones. La mayor parte rrió en el patio un acontecimiento del tiempo permanecí en poder de que conmovió á todo el rebaño. dos de mis amos: el príncipe (el ofi­ Kuptchikha, una yegua que se­ cial de húsares) y una buena ancia­ guía con interés el relato del viejo, na que vivía en Moscú, junto á la se puso á removerse y se alejó á iglesia de San Nicolás. paso lento en dirección al coberti­ El tiempo que pasé con mi húsar zo. De pronto se la oyó gemir tan fué el mejor y el más agradable. fuerte, que llamó la atención á todo Aun cuando fué más adelante causa el rebaño. Echábase, se levantaba, de mi ruina, y aunque él no quería volvía á echarse de nuevo ; las ye­ nunca nada ni anadie, precisamen­ guas viejas se acercaron y en se­ te por eso mismo le quería yo y to­ guida vieron de qué se trataba. En davía le quiero. Lo que me agrada­ cuanto alas jóvenes, de tal manera ba en él es que era guapo, rico, se emocionaron, que ninguna podía feliz, y por todas estas razones no escuchar más el relato de Kholsto­ amaba á nadie. Vosotros debéis mer; todas rodearon á la enferma. comprender estos elevados senti- 26 LA ESPAÑA MODERNA míen tos de caballo. Su frialdad y en el pesebre, alejábase y venía el mi dependencia no hacían más que cochero á ver si todo estaba en or­ reavivar mi pasión por él. « ¡Máta­ den... me , atorméntame!—pensaba yo en El cochero Feófanes se parecía á aquel tiempo, el mejor de mi vida.— su amo: uno y otro no tenían miedo ¡Así seré más feliz con eso!» de nada ni querían á nadie en el Me compró porque nadie quería mundo; por eso mismo todo el mun­ caballos píos. Abandoné, pues, al do les quería y admiraba. Feófanes chalán á quien el caballerizo me llevaba siempre camiseta roja, pan­ había vendido en ochenta rublos. talón y casaquín de velludo. Me Como yo os he dicho, pasé en su gustaba verle los días de fiesta, casa los mejores instantes de mi cuando entraba en la cuadra, bien existencia. Tenía él una querida. peinado y bien vestido, y gritaba Sabíalo yo porque á diario le lleva­ con voz retumbante: «Vamos, ani­ ba á verla, y pasábamos los días mal, ¿qué haces?», dándome un gol­ juntos á menudo. Su querida era pe en el muslo, en broma y no por guapa, él también, y su cochero no hacerme daño; entonces enderezaba les cedía en belleza. Por eso los yo las orejas y enseñaba los dientes. quería yo á todos y era feliz con También teníamos un «pura san­ ellos. gre» negro, que algunas veces en­ Esta era mi vida: por la mañana ganchaban conmigo de noche... un palafrenero venía á arreglarme, Llamábase Polkan. De un carácter no el cochero, sino un palafrenero. desagradable, no comprendía las Era un joven mujik. Abría la puer­ bromas; era, sencillamente, malo ta de mi cuadra, la barría con cui­ como un demonio. Como nuestras dado , después me quitaba la manta cuadras estaban juntas, algunas ve­ y me limpiaba con la almohaza... ces me sucedía tener que reñir se­ Le mordisqueaba los dedos y piafa­ riamente con él. ba alegremente el suelo con los cas­ En cuanto á Feófanes, no tenía cos para darle gracias... Después miedo de él; á menudo, al acercarse me lavaba, y cuando había conclui­ á Polkan, se le ocurría dar un gri­ do su trabajo contemplaba con ad­ to agudo , cual si estuviese colérico miración mis ijares lisos, mis patas y dispuesto á matarle; sin embar­ derechas y terminadas por anchos go, no hacía más que ponerle el ca­ cascos, mi reluciente grupa y mis bestro. redondos lomos. Luego de haber Una vez nos desbocamos Polkan puesto heno en el astillero y avena y yo á lo largo de la calle principal HISTOKIA DE UN CABALLO 27

de Moscú, llamadaKuznetskyMost. base en el quicio de la puerta; el El amo y el cochero no se asustaron mvjik, que venía á entregar leña, ni pizca. Gritaban «¡Cuidado!», nos seguía con la vista. Avanzába­ riéndose, torcían á derecha é iz­ mos algunos pasos y luego nos dete­ quierda para evitar atropellos, y no níamos. Entonces los lacayos y co­ aplastaron á nadie. En su servicio cheros nos rodeaban, y hablábamos perdi mis cualidades más preciosas con ellos aguardando al amo; algu­ y la mitad de mi vida. En su servi­ nas veces permanecíamos tres horas cio me ocurrieron mil contratiem­ á la puerta antes de que reaparecie­ pos y fui premiado. Pero igual me se. Durante ese tiempo, rodeados da, no me quejo; eran los tiempos de la servidumbre, contábamos to­ mejores de mi existencia. das las noticias que habíamos oído; A medio día me peinaban el co­ después, no pudiendo resistir más pete y las crines, limpiábanme los en el mismo sitio, íbamos á dar una cascos y después me enganchaban. vueltecita y volvíamos para esperar Nuestro trineo era muy pequeño, hasta que le diese la gana á nuestro de paja trenzada, cubierta de ter­ amo. Al fin oíase ruido en la ante­ ciopelo ; los arneses, chapeados de sala; el criado Tikhon, de traje ne­ acero, eran de una elegancia inau­ gro, acudía y gritaba: «¡Acercad!» dita. En cuanto estaba yo listo, En nuestro tiempo no había la es­ Feófanes, con magnífico caftán, un túpida costumbre de decir «¡ Ade­ cinturón rojo debajo de los sobacos, lante! », como si ignorásemos que y aún más ancho de talante que de no se anda hacia atrás. hombros, venía á ver si todo estaba Se acercaba Feófanes, y nuestro en orden. Registraba los arneses, y, amo avanzaba, arrastrando el sa­ satisfecho de su inspección, monta­ ble, con paso indolente; su hermo­ ba en el pescante, se arreglaba el sa cabeza ocultábase en gran parte caftán, ponía los pies en el estribo, con el cuello de castor de su pelliza lanzando siempre algunas chacotas, y con el chacó. Sin hacer caso nin­ y preparaba el látigo, aunque no guno de nosotros, á quienes todo el me tocaba casi nunca; lo llevaba mundo, menos él, admiraba, subía por el bien parecer. En seguida al trineo y arrancábamos. Yo le gritaba: «¡En marcha!» Tomaba yo echaba siempre una mirada de refi­ impulso, y avanzaba gracioso y al­ lón, sacudiendo la cabeza y volvien­ tivo. do con gracia el pescuezo. La cocinera, que había salido Algunas veces estaba de buen hu­ para verter las aguas sucias, pará­ mor el príncipe y bromeaba. Feófa- 28 LA, ESPAÑA MODERNA nes le respondía sin volver apenas Durante ese tiempo, Feófanes y yo la cabeza, y con los dos brazos guardábamos silencio y teníamos siempre en arco para tener las rien­ un aire distraído, como si fuese das. Hacia con las guias un movi­ nuestro paso ordinario y ni siquie­ miento imperceptible, comprendido ra reparásemos en los que tenían por mi, y que signiñcaba: «Vamos, caballos poco rápidos. Asi, pues, me vamos, vamos, cada vez más de pri­ gustaba pasar á los buenos corre­ sa.» Y partía yo como un rayo, es­ dores y también cruzar por delante tremeciéndose todos mis músculos de ellos. En menos de un segundo y levantando nieve en mi carrera. cambiábamos una sola mirada, y ya Los cocheros no tenían entonces estábamos lejos uno de otro, conti­ esta estúpida manera de gritar: nuando cada cual nuestro camino «¡ Eh! », como si les doliese en al­ en dirección inversa.» guna parte. Rechinó la puerta, y oyéronse —¡ Hola, cuidado!—gritaba Feó- las voces de Néstor y de Vaska. fanes. La multitud se entreabría á nues­ Quinta noche. tro paso y volvían la cabeza todos para admirar por más tiempo al Comenzaba á cambiar el tiempo: hermoso caballo, al hermoso co­ el cielo estaba nuboso desde el chero y al hermoso señor. amanecer, y ni siquiera había caído Mi mayor placer era encontrar­ rocío. Hacía mucho calor y eran me con un trotón y pasarle... Tan inaguantables ya los mosquitos. Por pronto como Feófanes y yo divisá­ la noche se agruparon los caballos bamos á lo lejos un tiro digno de en torno del viejo, según costum­ nosotros, tomábamos carrera y par­ bre, y éste acabó así su historia: tíamos cual una flecha. Poco á poco ¡ « ¡ Ay, no duró mucho mi vida nos acercábamos; las salpicaduras feliz! Al concluirse el segundo in­ llegan ya á la trasera del trineo; vierno tuve el mayor goce de mi pronto estoy junto al señor que nos existencia, seguido muy pronto por precede, y le soplo en la cabeza; una terrible desventura. bien pronto llego al cochero, en se-1 Era en Carnaval. Fuimos á las guida al cuello del caballo, por fin j carreras con el príncipe, y allá vi paso más allá de su cabeza y ya no j á mis antiguos camaradas Atlasny le vuelvo á ver. Aún oigo el ruido •y Bitchok. No sabía yo lo que ha­ de sus campanillas, que poco á poco cían allí. Apeóse nuestro amo y or­ se extingue en nuestras espaldas. denó á Feófanes que entrara en la HI6T0EIA DE UN CABALLO 29 pista. Recuerdo que fui introducido Asi que llegué no pude comer y en la pista y colocado junto á At- estuve temblando toda la noche. lasny, quién iba montado por un Por la mañana me dieron de beber, picador; yo iba enganchado á un y desde ese momento fui caballo trineo de ciudad. A la primera perdido. Me dieron tormento, lo vuelta dejé atrás á Atlasny; me que llaman sangrar los hombres. acogieron con gritos de triunfo. Me Se me cayeron los cascos, hinchá- siguió la muchedumbre, j más de ronseme las patas y se encorvaron. cuatro personas ofrecieron por mí Me volví débil y apático. cinco mil rublos. El príncipe se son­ Me vendieron á un chalán, quien rió, y dijo, enseñando su bonita den­ me alimentó con zanahorias y otros tadura blanca: ingredientes; sin curarme me hizo —No es un caballo, sino un ami­ engordar; no recobré las fuerzas, go. ¡No me desharía de él ni aun­ pero al verme, una persona no inte­ que me diesen montañas de oro! ligente en ello, hubiérase equivoca­ Señores, hasta la vista. do de seguro. Al decir esto montó en el trineo Tan pronto como acudía algún y gritó al cochero: comprador, el chalán, armado de —¡A Ostojenka! látigo, me molía á golpes, hasta el Eran las señas de su querida. punto de acometerme un acceso de Arrancamos. Fué el último día fe­ rabia, y me ponía á dar cabriolas. liz de mi existencia... Al fin, una señora anciana me com­ Llegamos á casa de la querida. pró al chalán. La llamaba suya, pero ella quería á Iba constantemente á la iglesia otro, ¡y había huido con él cinco de San Nicolás , y azotaba á su co­ horas antes! El príncipe lo supo por chero todos los días; el desdichado la doncella. venía á llorar á mi cuadra ; con ese Lió al cochero la orden de ir en motivo aprendí que las lágrimas su persecución, y sin darme tiempo tienen un sabor ligeramente amar­ á resollar, me lanzaron á todo es­ go, bastante agradable. Algún tiem­ cape. Por primera vez en mi vida po después murió la vieja. Su in­ me molieron á golpes. Por primera tendente me llevó al campo y me vez en mi vida di un paso en falso. vendió á un trajinante. Me dieron Trató de pararme , pero mi amo trigo y me puse aún más enfermo. gritó: «¡Deprisa! ¡Listo!» Y parti­ Me revendieron á un mujik, quien mos á galope. La alcanzamos á vein­ me puso á labrar la tierra. Mal nu­ ticinco verstas de distancia. trido, mal cuidado, tuve además la 30 LA ESPAÑA MODERNA

desgracia de herirme un pie con un —Esta es de la raza de Khrieno- pedazo de acero. El mtijik me tro­ vo—dijo el amo. có por otro que le dio un gitano, Pero no podían examinar los ca­ quien me hizo sufrir el martirio y ballos de esa manera. Llamaron á me vendió á nuestro intendente. Néstor, que aún estaba montado; Y aquí me tenéis entre YOS- acercóse con presteza y se descu­ otros...» brió. El viejo pío cojeaba, y, sin em­ Todos los caballos guardaron si­ bargo , corría con tan buena volun­ lencio.. . Comenzaba á caer la lluvia. tad , que demostraba cómo nunca se había manifestado descontento aun­ que le mandasen correr más de lo que sus fuerzas le permitieran y IX aunque fuese hasta el fin del mun­ do. Hasta quiso salir al galope y tomó ímpetu con la pata derecha. Al día siguiente, al regresar la —No hay mejor yegua que ésta yeguada encontró á su amo en com­ en toda Rusia — exclamó el due­ pañía de un forastero. ño, señalando á una de las jóvenes. Acercándose la vieja Juldiba, le El forastero la admiró por corte­ echó una mirada interrogante. sía. El dueño, todo agitado, se puso El propietario era un hombre jo­ á correr, á enseñar por turno cada ven aún; el otro, un antiguo mili­ caballo y á contar la historia de la tar de cara abotagada. La yegua El otro se aburría hasta más vieja pasó tranquila por delante de no poder, pero inventaba pregun­ ellos, pero las jóvenes se conmovie­ tas , aparentando interesarse por la ron y extrañaron, sobre todo cuan­ yeguada. do el amo fué á situarse en medio —Sí, si—respondía con distrac­ del rebaño y enseñó una cosa á su ción á todos los relatos de su amigo... amigo. —He comprado aquella yegua —Mira bien—proseguía éste.— tordilla en casa de Voieykov—dijo. Fíjate en esas piernas. Me ha cos­ —Y esa yegua joven, de cascos tado cara, pero tengo de ella el ter­ blancos, ¿de dónde procede? Es cer caballo en disposición de engan­ muy bonita. charse ya. Así pasaron revista á varios ca­ —¿ Y anda bien ? ballos, y se fijaron en la yegua ala­ Así pasaron revista á casi todos zana. los caballos; ya no había más que HISTORIA DE UN CABALLO 31 enseñar. El amigo no podía resistir no lo notaban en el interior del más, y preguntó: castillo. —Bueno. ¿Vamonos de aquí? En un salón lujoso , alrededor de —Vamos—dijo el dueño. Y to­ una mesa bien servida para el té, maron la dirección de la puerta. estaban reunidos el castellano , una El visitante, contento al verse mujer joven y el antiguo húsar. La libre, animóse con la idea de vol­ joven estaba en cinta, lo cual notá­ ver á casa, donde podría comer, base mucho por su vientre promi­ beber y fumar tranquilo. nente, su actitud echada para atrás, Al pasar por delante de Néstor, y, sobre todo, en sus grandes ojos que estaba inmóvil, esperando ór­ que miraban con dulzura y grave­ denes, golpeó con su rechoncha dad. Delante de ella estaba el sa- mano la grupa del caballo pío: w,ovar y servia el té. —¡ Es chocante! Yo tuve uno El señor tenía en la mano una parecido á éste. Te he hablado de caja de cigarros de diez años. Se­ él. ¿Te acuerdas? gún él, nadie los tenía iguales. Era Viendo el dueño que ya no se un joven de veinticinco años, gua­ ocupaba de los caballos, no presta­ po, elegante, vestido á la última ba atención á lo que se le decía, y moda por un sastre de Londres. De seguía con la vista á su rebaño. De la cadena de su reloj pendían di­ pronto se oyó un relincho débil y jes, y hermosos gemelos de turque- tembloroso. Era el viejo caballo pío, • sas lucían en los puños de su cami- quien se contuvo tímido y confuso |sa. Llevaba la barba á lo Napo­ por su temeridad. Ni el amo ni su león ni; las dos colitas de ratón en visita se ocuparon de él; dirigiéron­ que terminaban sus bigotes estaban se á la casa. tan bien atusadas y eran tan punti­ El viejo Kholstomer había reco­ agudas y tiesas, que sólo en París nocido en el veterano oflcial á su I pudieran verse otras análogas. dueño muy amado el húsar. La dama tenía puesto un traje de muselina de seda rameada de gran­ des flores, á la Pompadour. De sus X espesos cabellos, rubiosy bellísimos, aunque no todos eran de ella, sa­ lían alfilerónos de oro muy origi­ nales; pulseras y sortijas de mucho Llovía desde por la mañana. El precio adornaban sus brazos y sus, patio estaba oscuro y triste, pero manos. 32 LA ESPAÑA MODERNA

Los muebles del salón eran cla­ Su amigo y huésped, Nikita Ser- ros y de madera torneada; las col­ pukhovsky, había pasado de los cua­ gaduras de grandes ramajes oscu­ renta ; era de gran estatura, robus­ ros. Junto á la mesa, una galguita to , calvo; gastaba grandes bigotes bacía sonar su collar de plata ; te­ y patillas. En otros tiempos había nia un nombre inglés dificilísimo de debido de ser guapo; á la sazón es­ pronunciar, y que sus amos pronun­ taba degenerado, lo mismo física ciaban muy mal por no saber el que moralmente, y aun desde el inglés. En un rincón, entre maci­ punto de vista rentístico. Eran tan zos de flores y plantas raras, encon­ cuantiosas sus deudas, que, para trábase un piano de madera con no ser reducido á prisión , tuvo que incrustaciones. solicitar del gobierno un destino de Un criado, magnífico con su tra­ funcionario en la remonta del Es­ je negro, de corbata y chaleco blan­ tado. Gracias á la elevada posición cos, estaba inmóvil, de pie, como de su familia y á sus grandes rela­ una estatua, esperando órdenes, PJI ciones, había podido conseguir esa samovar era de plata, el servicio de plaza; y se dirigía á su puesto, á la porcelana fina. Todo era raro y pre­ capital de la provincia. Componíase cioso, de última moda; pero falta­ su traje de levita de uniforme mili­ ban el buen gusto y la elegancia, y tar y pantalón azul. Eran de tan todo denotaba la absoluta carencia buen corte su ropa de vestir y blan­ de instintos artísticos ó intelec­ ca, que sólo un hombre muy rico tuales. podía vestirse de aquella manera. El castellano, sportman á macha­ Sus botas tenía extrañas suelas, de martillo, era un hombre de tempe­ un dedo de gruesas. ramento sanguíneo y bastante ro­ En su juventud se había comido busta corpulencia; jamás había es­ una fortuna de dos millones de ru­ tado enfermo. Era uno de esos hom­ blos y contraído deudas por valor bres que llevan pieles de marta, de ciento veinte mil. Después de tal beben los vinos más caros y comen existencia, siempre queda un cré­ en los restaurants más en boga; uno dito ilimitado y la posibilidad de de esos á quienes se les ve en todas vivir con lujo durante diez años aún. partes, en las carreras, en los tea­ Esos diez años tocaban á su fin. tros; que sostienen la querida que Disminuía su prestigio de vividor, más alto se cotiza, y que instituyen y encontraba muy amarga y muy premios de ; carreras, á los cuales triste la vida. Tomó la costumbre dan su nombre. de emborracharse; es decir, que ya HISTORIA DE ÜN CABALLO 33 no soportaba el vino tan bien como se extrañado y ofendido si la hubie­ antes, pues siempre fué bebedor. ra tratado de diferente modo; ade­ Los signos más salientes de su de­ más , era preciso reservar ese tono cadencia veíanse en lo inquieto de de respetabilidad para la mujer le­ su mirar (parpadeaban sus ojos), en gítima de un igual suyo. Con esas lo indeciso de sus ademanes y pala­ damas hablaba siempre guardando bras. Esa falta de seguridad choca­ las conveniencias; pero no porque ba, sobre todo porque no estaba en participase de las ideas que se pre­ su carácter; adivinábanse los sufri­ dican en las Revistas (nunca leía mientos morales que este antiguo esas necedades), á saber, el respeto buen mozo había tenido que pade­ debido á cada ser humano, sea el cer antes de llegar á esa lastimosa que fuere; lo inútil del matrimo­ degradación. nio, etc., sino sencillamente porque Todo eso lo veían el dueño y la todos los hombres como es debido dueña de la CB.SÍX j Se miraban ha­ obran de esa manera, y él era uno ciéndose señas de inteligencia, j de esos hombres, aunque rebajado. dejaban para la hora de acostarse Cogió un cigarro. Torpemente, reflexiones más extensas acerca del su amigo le ofreció un mazo de ellos. particular. Aguantaban lo mejor —Pruébalos nada más; ya verás posible al pobre Nikita, y hasta le qué buenos son ; tómalos. tenían muchas consideraciones. La Nikita rechazó los cigarros. Por felicidad del joven humillaba á Ni­ la expresión de sus ojos, uno más kita, y, al recordar lo pasado, le hábil que su huésped hubiera podi­ inspiraba una envidia enfermiza. do ver que le había ofendido. —¿No le molesta á V. el humo, —Gracias. María?—dijo á la joven con ese par­ Abrió su petaca y dijo: ticular tono de cortesía y familiari­ —Prueba de los míos. dad que saben emplear las personas La dama era más aguda que su de buena sociedad para distinguir amante; reparó en todo eso, y, con una mujer equívoca de una mujer presteza y alguna volubilidad, rea­ honrada. No es que quisiera ofen­ nudó la conversación: der á la que le hospedaba; antes, —Me gusta mucho el humo del por el contrario, deseaba hacerse cigarro; y hasta yo también fuma- simpático para ella, si bien jamás , ría, si no fuese porque ya fuma todo se habría confesado á sí mismo ese el mundo á mi alrededor. sentimiento bajo ó interesado. Por Y sonrióse con dulzura y bondad. otra parte, sabía que ella se hubie­ El la respondió con una sonrisa 34 LA ESPAÑA MODERNA también, pero un poco retraída; le —¡Y las yeguas! Son elegantísi­ faltaban dos dientes, mas. Tú mismo lo verás mañana. —Te lo ruego, toma este—repu­ He pagado por Dobrynia tres mil so el castellano, que no era malicio­ rublos, y por Lascovaya dos mil. so;—los otros son demasiado sua­ Y volvió á enumerar sus rique- ves. Fritz—dijo al lacayo—hringen sie noch eine kasten dort zwei (1). Su querida advirtió que aquella ¿Cuáles prefieres: suaves ó fuertes? conversación hacía sufrir á Nikita, Estos son muy buenos. Cógelos y la cortó preguntándole: todos—continuó, empeñándose en —¿Quieres tomar otra taza de té? poner á la fuerza los cigarros en la —No, gracias—respondió el cas­ mano de su amigo. tellano. Era visiblemente feliz al poder Y prosiguió su charla. vanagloriarse delante de alguien, Viendo ella que no tenía ningún y no reparaba en el disgusto de su medio de interrumpirle, se levantó. amigo. Entonces la cogió en sus brazos y Nikita encendió un cigarro y tra­ la besó con ternura. tó de dar otro giro á la conversa­ Nikita se sonrió al ver lo que ha­ ción. cían. Pero cuando hubieron des­ —¿Cuánto te ha costado Atlasny? aparecido tras el cortinaje de la —preguntó. puerta, alteróse la expresión de su —Me ha costado muy caro—res­ rostro, poniéndose triste, con cierto pondió el otro;—nada menos que matiz de ira y desesperación. cinco mil rublos. Pero, en cambio, estoy tranquilo... ¡Si vieses sus hijos! —¿Corren mucho? XI —¡Ya lo creo! Uno de ellos ha ganado los tres primeros premios: en Tula, en Moscú, en San Peters- Pronto regresó el dueño de la burgo. ¡Y eso que tenia de rivales casa y tomó asiento, sonriéndose, los caballos de Voieykov! en frente de Nikita. Ambos guar­ — Tu Atlasny está un poqaillo daron silencio un rato. gordo para mi gusto—replicó Ni­ — ¿ Conque decías que le has kita. comprado Atlasny á Voieykov? — dijo con indolencia Nikita. (1) Frase alemana que significa: «tráeme otra caja, de las dos que quedan». — Sí. Hubiese preferido comprar HISTORIA DE ÜN CABALLO 35 yeguas á Dubovitsky, pero no le de mufiequitas, vinos exquisitos quedaban más que malas. dentro de garrafas, extraños plati- —¿No ha hecho bancarrota Du­ tos de entremés, aguardiente. bovitsky?— prosiguió Nikita, Bebieron y comieron; vuelta á Pero en seguida se detuvo y beber y comer más, y reanudóse la miró en torno de él; acordóse de conversación. Nikita se ponía rojo que debía veinte mil rublos á ese y se expresaba entonces sin vacilar. «quebrado >, y que más bien se le Hablaban de mujeres y enume­ podía decir á él mismo que había raban todas las que estaban soste­ hecho bancarrota. Se echó á reir. nidas por sus conocidos; bailarinas De nuevo hubo un largo silen­ francesas , gitanas, etc. cio. El castellano daba vueltas ásu — ¿Has abandonado á la Ma- cabeza, buscando de qué podría va­ thieu?—preguntó el amo de casa. nagloriarse ante su amigo. Por su Esa era la querida que había parte, Nikita pensaba en demostrar arruinado á Nikita. que no se consideraba como un —Yo no he sido; ella es quien, hombre tronado y en ruina. me ha abandonado. ¡Ay, herma­ Ninguno de los dos encontraba no, cuando pienso en todo el dine­ nada que decir, aunque ambos se ro que he derrochado en mi vida, y estimulaban fumando un excelente en que ahora estoy á mis anchas cigarro. cuando tengo un millar de flori­ «¿Cuándo beberemos un poco?»— nes!... Estoy contentísimo de aban­ pensaba Nikita. donar á Moscú ; ja no podía vivir « No hay más remedio que beber, allí. Mas, ¿para qué sirve el hablar ó me muero de aburrimiento con de eso? él»—pensaba su amigo. Y el otro se aburría de escuchar — Dime, ¿piensas permanecer esas lamentaciones; hubiera prefe­ aún mucho tiempo en el campo? — rido hablar de sí mismo, darse preguntó el antiguo húsar. pisto, mientras que Nikita quería — Sí, lo menos un mes todavía. hablar de su brillante pasado. Le ¿Vamos á beber? Fritz, ¿está eso echó vino y esperó á que acabase, pronto ? para decirle la yeguada que había Pasaron al comedor, alumbrado fundado en sus propiedades, una por una lámpara colgante. En la yeguada como no había otra igual mesa había candelabros encendi­ en el mundo; y, además, que su dos, y los objetos más extraordi­ María le amaba por sí mismo y no narios; sifones, corchos en forma por su dinero. 36 LA ESPAÑA MODERNA

—Quería decirte que en mi ye­ respondió su amigo con displicen­ guada—comenzó; pero interrum­ cia.—A propósito de los míos, que­ pióle Nikita. ría decirte... — ¡Ah! Aquellos eran buenos —¿Conque has oído hablar de él? tiempos, lo puedo decir. Por aque­ Lo compró, como te digo, sin co­ lla época amaba yo y sabía vivir nocer su raza, sin el menor certi­ bien. ¿Me hablas de sport? Pues ficado. Más tarde supe de dónde bien; dime cuál es tu caballo más procedía. Voieykov y yo investi­ rápido. gamos su genealogía. Pues bien; El castellano cogió la ocasión por era hijo de Lubezny I y se llama­ los cabellos para hablar de su ye­ ba Kholstomer. A causa de su pelo guada; é iba á dispararse de nue­ pío , se lo habían regalado al caba­ vo, cuando le interrumpió Serpu- llerizo de la yeguada en que na­ khovsky. ciera. —Sí, sí; ya sé que vosotros los El caballerizo lo había cuidado y sportmen tenéis caballos por vani­ después vendido al chalán. ¡Ah, ya dad, y no para los placeres, para no hay caballos de esos, amigo mío! la vida. Yo , era otra cosa. Así, ya ¡Ah, los hubo un tiempo!... ¡Ah, la te he contado hoy que tuve un ca­ juventud!...—cantó, con la música ballo pío, de montar, parecido al de un aire gitano. que monta tu guarda. ¡Ah, qué Comenzaba á estar borracho. caballo ! Tú no lo puedes imaginar; —¡Aquellos eran buenos tiempos! era en el año 1842. Acababa yo de —continuó.—Tenía yo entonces llegar á Moscú; me dirigí á casa veinticinco años de edad, ochenta del chalán y vi en sus cuadras un mil rublos de renta, ni un cabello caballo pío de magníficos aires. gris y dientes como perlas... Todo —«¿Qué precio?—Mil rublos».— lo que emprendía me salía bien; y Me convenía; lo compré, y en él aquello se ha acabado... montaba. Pues bien; ¡jamás ha­ —Sí, pero los caballos no eran bía yo tenido, ni lo tendrás tú, un buenos corredores—dijo el otro, caballo semejante! No lo había me­ aprovechando la pausa forzosa que jor en estampa, fuerza y ligereza. tuvo que hacer su amigo para to­ Tú eras aún un chiquillo y no po­ mar aliento. Te diré que mis pri­ días conocerle, pero supongo que meros caballos empezaban á andar has oído hablar de él; todo Moscú sin... le conocía. —¡Tus caballos! En mi tiempo ha­ —Si, he oído hablar de eso— bía mucho mejores para la carrera. HISTORIA DE UN CABALLO 37

—¡ Cómo! ¿Mejores para correr? Comenzaba á despuntar el día, y — ¡Si! Mejores para correr. Re­ aún estaban uno en frente del otro. cuerdo que un día llegué á las ca­ El castellano se aburría de lo lindo. rreras de Moscú en trineo; había Al cabo se levantó. hecho enganchar áKholstomer. Mis —Bueno. Si es para dormir, va­ caballos no corrían; no me gustaban mos á acostarnos—dijo Nikita le­ los caballos de carreras y sólo tenia vantándose. caballos de raza: General Cholet, Hacía eses y respiraba ruidosa­ Mahoma y Kholstomer... También mente. Se dirigió al dormitorio que tenia un buen cochero, á quien que­ le habían preparado. ría mucho y que concluyó por dar­ se á la bebida... Ahora llego. —«Ser- El dueño de la casa estaba en el pukhovsky—me dijeron — ¿cuándo lecho con su querida. tendrás tú también caballos de ca­ —No; es incorregible—decía él. rreras ?» — ¡ Bah! Todos vuestros —Estaba borracho y me contó cosas caballos de carreras no son más que imposibles. mujiks. ¡El demonio se los lleve! —Y á mí me ha galanteado—dijo Tengo yo un caballo de tiro que pa­ la joven. saría con mucho á vuestros mejores —Temo si me pedirá dinero pres­ trotones. tado. — ¡A verlo! Nikita, sin desnudarse, se había —Pues bien: apostemos mil ru­ tumbado en la cama y resoplaba. blos. «¡Creo que se ha dado un poquillo Aceptaron, y salieron los caba­ de pisto de sobra!»—pensaba.—¡No llos á la pista. El mío llegó cinco importa! Su vino es bueno, pero él segundos antes que los otros, y me es un cochino; tiene un no sé qué hizo ganar mil rublos... Pero eso de tratante. Yo también soy un co­ no es nada. Con tres caballos de ra­ chino. En otro tiempo mantenía yo za he recorrido cien verstas en tres á las otras, y ahora las otras me horas. Todo Moscú lo sabe. mantienen á mí. ¡Sí; me mantiene Y Nikita se puso á referir mara­ la Winkler; tomo dinero de ella! villas con una facilidad soi'prenden- A fe mía, tanto peor para su aman­ te de elocución, y con una volubi­ te. Sin embargo, es preciso que yo lidad que no permitía meter b me desnude... ¡Que si quieres! Lo su amigo. Este se hallaba inmóvil, que es yo mismo, en la vida voy á con rostro contrariado. Para dis­ poderme quitar las botas. traerse, no cesaba de echar de beber. — ¡ Hola! ¡ Que venga alguien!—• 38 LA ESPAÑA MODERNA gritó; pero el criado que le debía — ¿Y para qué? Mátelo; es nece­ servir estaba dormido hacía largo sario, en absoluto, que desaparezca tiempo. hoy mismo. Se enderezó en la cama, se sentó, La mañana era clara y hermosa. se quitó la levita de uniforme y el El rebaño fué conducido al campo. chaleco, logró sacarse el pantalón Kolstomer se quedó en la cuadra. y hasta una de las botas; en cuanto Pi'esentóse un hombre extraño, á la otra, ya no pudo hacerlo; se lo flaco, bronceado, sucio, con el caf­ impedia la barriga. Echóse en la tán lleno de manchas negras. Era almohada, con un pie calzado y el el descuartizador. Cogió de la brida otro descalzo, y se puso á roncar, al caballo, sin mirarlo, y fuese. llenando toda la alcoba de un hedor Kholstomer le seguía con tranqui­ á tabaco , vino y sucia vejez. lidad, sin volverse, arrastrando como siempre las enfermas patas y rozando con el cuarto trasero la paja al pasar. XII Al salir de la puerta cochera, el caballo estiró la cabeza hacia el pozo, pero el descuartizador le tiró Aquellanoche, íLolstomernoTpu.do de la brida, diciendo: volver á sumirse en sus recuerdos. —No merece la pena. Vaska vino á estorbárselo, le echó El descuartizador y Vaska llega­ una manta en los lomos y se lo ron á un claro, detrás del cober­ llevó á la puerta de una taberna, tizo de ladrillo; y como si este sitio donde estuvo aguardando hasta la vulgar tuviese para ello extraordina­ mañana en compañía del caballo de rio interés, detuviéronse allí. El un mujik. Los dos animales se la­ descuartizador, entregando las bri­ mieron mutuamente. Al otro día das á Vaska, se quitó el caftán, se Kolstomer se reunió con la yegua­ levantó las mangas de la camisa, y da, pero tenía un continuo picor en luego sacó de la caña de las botas la piel. «No sé lo que será, pero me un cuchillo y una piedra de afilar. pica esto dolorosamente»—pensaba. El caballo alargó la cabeza hacia Transcurrieron cinco días. Al fin la brida, queriéndola mordisquear llamaron al veterinario , quien ex­ para desaburrirse; pero no pudo clamó con tono alegre: conseguirlo. Exhaló un suspiro y — ¡Esto es sarna! Déjenme que cerró los ojos. Dejó colgar el belfo, se lo venda á los gitanos. descubriendo los amarillos y des- HISTORIA DE UN CABALLO 39

gastados dientes, y se amodorró me­ un paso, pero se cayó de bruces y cido por el rumor del cuchillo que sobre el costado izquierdo. El des­ afilaban. Su pata enferma y ador­ cuartizador esperó el fin de las con­ mecida era lo único que temblaba. vulsiones, apartó á los perros que De pronto sintió que le cogían y querían acercarse, agarró por las le alzaban la cabeza. Abrió los ojos. patas al caballo, lo puso panza Dos perros estaban delante de él: arriba, y, diciendo á Vaska que lo uno olisqueaba al descuartizador, sujetase, procedió á desollarlo. el segundo miraba al caballo como — Era todo un caballo — mur­ actor principal de lo que iba á muró Vaska. ocurrir. Kholstomer, al mirarlos^ —Si estuviera más gordo, sería se puso á restregar el carrillo contra mejor su piel — dijo el descuar­ la mano que le sujetaba. «Sin duda tizador. irán á curarme; así sea» pensaba.— En efecto, sentía que le estaban Al atardecer, la yeguada pasó haciendo algo en la garganta. Sin­ por el montuoso sendero; los caba­ tió daño, se estremeció, se le dobló llos del ala izquierda notaron allá la pata; pero se contuvo y aguardó abajo una cosa roja y cerca de ella á ver qué iba á ocurrir luego... Lo unos perros que se rebullían, cuer­ que ocurrió fué, salir á chorro un vos y milanos que revoloteaban. liquido corriendo por su garganta Un perro, con las dos patas delan­ y pecho. Un suspiro levantó sus teras puestas encima de la carroña ijares y sintióse muy aliviado... arrancaba con gruñidos, sacudien­ ¡Aliviado de toda la carga de su do furioso la cabeza, lo que sus col­ vida! millos habían apresado. Una po­ Cerró los párpados y dejó caer tranca se detuvo, alargó la cabeza la cabeza; nadie se la sostuvo. y el pescuB'Zo; durante largo rato Después le temblaron las piernas y estuvo husmeando el aire. Costó se tambaleó todo su cuerpo; lo que sumo trabajo hacerle avanzar. experimentaba era más bien asom­ Al alba, en un barranco del año­ bro que miedo. so bosque, unos lobeznos aullaban ¡Todo le parecía tan insólito! Ex­ alegremente. Eran cinco: cuatro trañóse y quiso lanzarse adelante, de una estatura casi igual, y otro arriba... Pero, en lugar de eso, se pequeñito, con la cabeza más grande le entorpecieron las patas, remo­ que el cuerpo. La loba, flaca y en viéndose en el mismo sitio; sintió vías de parir, arrastrando el pre­ que se caía de costado, quiso dar ñado vientre cuyos pezones colga- LA ESPAÑA MODEBNA ban hasta el suelo, salió de un jaral El cuerpo muerto de Serpukhovs- y fué á sentarse junto á sus lobez­ ky (el antiguo amo del caballo), nos. Estos formaron corro delante que había andado por el mundo^ de ella; se acercó al más pequeño, comiendo y bebiendo mientras vi­ bajó la cola, é inclinando el hocico vió, también dio en tierra mucho hacia el suelo, hizo algunos mo­ más tarde. Ni su piel, ni su car­ vimientos convulsivos; abrió sus ne, ni sus huesos, sirvieron para fauces, erizadas de dientes; luego, nada. con un postrer esfuerzo, arrancó Como ese cadáver que había an­ y tiró un gran trozo del caballo. dado por el mundo fué durante Los lobeznos grandes iban aechar­ veinte años una pesada carga para se de un salto encima de él; pero los demás, también su tránsito no los contuvo con un ademán amena­ fué sino otra nueva carga. Desde zador y se lo dio todo al pequeño. muchísimo tiempo ya no era útil; Este, como encolerizado, agarró la desde muchísimo tiempo molestaba carne gruñendo, la puso debajo de á todo el mundo. Y, sin embargo, sí y comenzó á devorarla. De igual los otros inútiles, verdaderos muer­ manera, la loba arrancó para el se­ tos que entierran á los muertos, gundo, el tercero, y asi sucesiva­ creyeron necesario ponerle á ese mente para los cinco. Cuando hubo cadáver un hermoso uniforme y concluido, entonces se tumbó junto magníficas botas, meterle en un á ellos para descansar. buen féretro nuevecito, con argo­ Ocho días después, tras el cober­ llas en los cuatro ángulos, colocar tizo de ladrillo ya no quedaban este féretro nuevo dentro de uno más que el cráneo y los dos húme­ de plomo, transportarlo á Moscú; y ros; lo demás había desaparecido. allí, apartar las viejas osamentas Por el verano, el mujik.que recoge para sepultar en medio ese cuerpo los huesos para los refinadores lle­ podrido, comido de gusanos, dentro vóse los húmeros y el cráneo; los del uniforme nuevo y de las botas cuales también hallaron su empleo. usadas, y recubrir todo ello de tierra.

CONDE LEÓN TOLSTOY. EL SUICIDIO EN SUS RELACIONES CON LA CIVILIZACIÓN

(CONCLUSIÓN)

Estos son suicidios políticos, gue­ Vicente de Beauvais , en Oeroseo, rreros, laicos, si se me permite ha­ la descripción de esa terrible enfer­ blar asi. Pero triste es y curioso medad que en ciertas épocas deso­ ver la muerte voluntaria penetrar laba los piadosos y santos retiros hasta el seno de los monasterios v en que se refugiaba la vida inte­ en el santuario de la Iglesia. La lectual y moral de aquellos tiempos misma vida religiosa no acertaba á profundamente turbados. Los escri­ impedir esta tentación en ciertas tores eclesiásticos dieron un nom­ almas inquietas y enfermizas. El bre griego á esta enfermedad, y la demonio de la tristeza, tan vigoro­ llamaron acedía. El exceso de este samente combatido por San Juan disgusto malsano conducía derecha, Crisóstomo en la débil alma de mente al suicidio, y con verdadero Stagyra, tentaba de tiempo en tiem­ espanto cuentan los piadosos cronis­ po á los pobres monjes perdidos en tas algunos ejemplos dolorosos. Ya el fondo de sus celdas é ignorados es una religiosa de avanzada edad, del mundo (1). Es preciso leer, en de virtud ejemplar, que se siente de repente acometida del mal de la tristeza y atormentada por el espí­ (1) Véase, en el Curso de literatura dra- mdtica de M. Saint-Marc Girardin, que ha tra­ ritu de blasfemia, de duda y de in­ tado con delicada justicia de todas estas credulidad. Se cree condenada, se cuestiones, el profundo análisis de esta tris­ desespera y se precipita en el Mo- teza particular la athumia que padecía el alma de Stagyra y que no es otra cosa que el primer sela, de donde se la saca viva; ya síntoma de la enfermedad moderna de Werter es un hermano converso que se aho­ y de Rene. (Curso de literatura dramática, primer volumen, página 93.) ga en una hora de delirio. Una re- 42 LA ESPAÑA MODERNA ligiosa seducida por los artificios las penas eternas! ¿Cómo formar­ mágicos de un monje, j que loca de nos idea de los gemidos lanza­ amor, incapaz de resistirá la tenta­ dos por aquellas almas heridas de ción, quiere salir del convento. Se muerte? Pero estos viejos muros impide que salga j se arroja, á un místicos han guardado su secre­ pozo j muere. Baudoin, monje de to y sólo con gran trabajo puede Brunswick, debilitada su cabeza seguirse el rastro de sangre de por las vigilias j el trabajo, se cuel­ esas historias sepultadas en el pa­ ga de la cuerda de la campana de sado. su convento. El viejo fraile Heron A despecho de la acedía j de sus acometido repentinamente por el extravíos, á despecho de la aluci­ demonio de la tristeza, se ahoga. nación demoníaca que tantas víc­ Ilabia, como se ve, un sentimien­ timas hizo durante la Edad Media, to más fuerte que la doctrina mis­ justo es reconocer que, en suma, ma del cristianismo, más fuerte bajo la ley cristiana, el suicidio es que la fe, más fuerte que la es­ raro, sobre todo en aquellos tiem­ peranza de salud, j que en ciertos pos en que la creencia era candida momentos señalaba su presencia y fuerte, la vida laboriosa, el su­ con terribles victorias, era aquella frimiento real, cotidiana la lucha una insoportable tristeza, un mise­ contra el hombre, la peste y los rable disgusto. En vano ciertas al­ males de la guerra. Lo que demues­ mas, enfermas del disgusto de la vi­ tra mejor que cualquier otra prue­ da , buscaban en el fondo de los asi­ ba que tales hechos son vagos, es los sagrados un refugio contra sí que han impresionado la imagina­ mismas. No encontraban todas su ción contemporánea con una espe­ curación en el reposo místico de la cie de poder misterioso. Para los contemplación j de la plegaria; mu­ cronistas, cada suicidio es el crimen chas languidecían en su retiro, víc­ inexpiable de Judas. Se refiere el timas de mortales tristezas: sufrían hecho con horror piadoso. Puede otros hasta el punto de querer mejor decirse que la Edad Media es un morir; y la fe, vencida, cedía ante la punto de espera en la historia del horrible alegría de lamuerte. ¡Cuán­ suicidio. Durante toda esta época to debía de sufrirse para que en en que el dogma cristiano reina sin aquella edad de fe sencilla y á la rival sobre las conciencias, la muer­ sombra de los tabernáculos en que- te voluntaria aparece todavía de Dios vivo residía, el pensamiento tiempo en tiempo, pero no reviste del suicidio triunfase del temor de ya, como en otras épocas, la forma EL StriCIDlO EN SUS RELACIONES CON LA CIVILIZACIÓN 43

de una doctrina; es más bien una tivo en el mundo: la gracia en el rebelión contra la regla aceptada. infortunio. Cuando vino el protestantismo hubo Mas enfrente del catolicismo, que nuevas condenaciones para el sui­ secunda su freno para contener el cidio. Lutero declaró formalmen­ suicidio , y del protestantismo , que te que Dios es el señor único abso­ proclama que sólo á Dios pertenece luto de la vida y de la muerte. el derecho sobre la vida, he aquí Calvino y Teodoro de Beza no son que aparece el Renacimiento, que menos explícitos. Se conoce cierta reivindica los fieros privilegios del carta admirable de Juana Grey al estoicismo y renueva la escuela filo­ doctor Aylmeis, escrita la víspera sófica del suicidio. El despertar bri­ de su muerte, en la cual carta esta llante de las ciencias y de las letras, pobre reina de nueve días, esta mu­ la admiración de la sabia antigüe­ jer casi niña cuenta qué piadosos dad , la pasión por la imitación, el razonamientos opuso á las tentati­ prestigio de los grandes nombres y vas de su fiel servidor Arham, que de los muertos ilustres, el renacien­ quería sustraerla, por medio del ve­ te gusto por el paganismo, el des­ neno, á las ignominias del último quiciamiento de las creencias, son suplicio, y que la excitaba á la muer­ otras tantas causas que contribuye­ te voluntaria proponiéndole ejem­ ron poderosamente á modificar las plos antiguos. «Los antiguos—dice ideas de la Edad Media sobre la la carta—elevaban su alma por la muerte voluntaria. Entonces apa­ contemplación de las propias fuer­ recen por todas partes apologías zas, los cristianos tienen un testigo, filosóficas. Tomás Moro, en su Uto­ y delante de El les es preciso vivir ó pia, admite en ciertos casos la legi­ morir; los antiguos querían glorifi­ timidad de la muerte por sí mismo. car la naturaleza humana, y colo­ Otro inglés, Juan Done, compuso, caban en la primera línea de las bajo la doble inspiración del Rena­ virtudes la muerte que sustraía á cimiento, que exalta su espíritu, y los hombres del poder de sus opre­ de la miseria que le oprime, un li­ sores; los cristianos estiman, por el bro titulado Suicidio, en el cual contrario, el acatamiento que les libro se demostraba esta tesis: «El somete á los designios de la Provi­ homicidio de sí mismo no es tan dencia. » Así pensaba y así murió claramente un pecado que no pueda aquella amable y tierna reina, que ser visto desde otro aspectos » En tiene á su favor el corazón de la pos­ ese estudio, se pasa cuidadosa­ teridad por lo que hay de más atrac­ mente , revista á la naturaleza y 44 LA ESPAÑA MODERNA alcance de las leyes que con ese acto cia del mundo antiguo. M. Bour- parecen violadas. Montaigne, en guelot, cuyos escritos hemos ya Francia, es un apologista entusias­ citado, enumera, entre otros, el ta de la muerte estoica, y manifies­ suicidio del sobrino del conde de ta decidida simpatía por la muerte Petersburgo, Felipe Mordaunt, que de Catón , que glorifica á cada ins­ se mató en el seno mismo de la feli­ tante ; iba á decir que deifica. «Este cidad; Ricardo Smith, que hizo otro personaje — dice — fué verdadera­ tanto, después de haber perdido su mente un patrón que eligió la natu­ fortuna; Carlos Blount, traductor raleza para mostrar hasta qué pun­ de la vida de Apolonio de Tyane, to puede llegar la virtud y firmeza que se hirió con un cuchillo para humanas... Su muerte nos muestra no sucumbir á una pasión criminal; la grandeza de su alma y nos causa Buenaventura de Periers, autor del una emoción extraordinaria y un Cimbalum mundi, que se arrojó so­ placer verdaderamente viril. » Y bre su espada en un momento de luego añade: «El saber morir nos desesperación; Jerónimo Cardan, libra de toda sujeción y cadena.» matemático y filósofo célebre, que La muerte más voluntaria es la había predicho la época de su muer­ más bella. La vida depende de la vo­ te , y que por no aceptar el mentís luntad de otro, lamuerte de la nues­ de la naturaleza la obligó á obede­ tra. En ninguna otra cosa debemos cerle muriendo de hambre. Un sui­ acomodarnos á nuestros propios hu­ cidio más antiguo es el de Felipe mores que en ésta. La reputación no Strozzi, romano desconocido del si­ hace referencia á semejante empre­ glo xvr. Hecho prisionero por el sa; es una locura respetarla. Existe gran duque Cosme I, su enemigo, y un rasgo común á la emoción y á acusado de haber tomado parte en la muerte: se nos hiere, se nos can- el asesinato del duque Alejandro I, teriza, se destruyen nuestros miem­ prefirió matarse antes que exponer­ bros ó se nos quita el alimento y la se á revelar en el tormento el nom­ sangre; un poco más, y nos encon­ bre de sus amigos. «Si no he sabido tramos del todo cuerdos. Desde este vivir—dijo—por lo menos sabré punto de vista, Montaigne es Séne­ morir.» Su testamento lleva el se­ ca , resucitado en la más pura tra­ llo de la fiereza republicana y de las dición de la escuela estoica del sui­ reminiscencias clásicas: «Al Dios cidio. En esta época se multiplican libertador. Para no estar más tiem­ las muertes voluntarias, porque casi po en poder de mis bárbaros ene­ todos los hombres sienten la influen­ migos, que injusta y cruelmente me Eli SUICIDIO EN SUS EKLACIONES CON LA CIVILIZACIÓN 45 han aprisionado, y que pueden obli­ mientos agitados recorren Europa, garme , por la violencia de los tor­ y la conciencia humana, tocada de mentos, á cosas que lesionarían mi | una indefinible enfermedad, se ator" honor, el de mis parientes y el de | menta en las impaciencias de una mis amigos, yo, Felipe Sírozzi, to­ larga espera. Este mal sin nombre, mo la única solución que me resta, y que no es otra cosa que el sueño por más que me parezca funesta pa­ confuso de los sentimientos moder­ ra mi alma; resolución que consiste nos, va á producir una escuela nue­ en poner fin á mi vida con mis pro­ va de suicidio. Comiénzala edad de pias manos. Recomiendo mi almaá AVerter. la soberana misericordia de Dios, y le pido humildemente, á falta de otra gracia, la de concederme para último asilo el lugar en que habitan II las almas de Catón de Utica y de los hombres virtuosos que tuvieron un fin semejante. » Todo el espíritu La enfermedad de Werter, nom­ del siglo XVI brilla en estas palabras. bre que se ha dado al mal del siglo, El siglo XVII es una época relati­ es un mal complejo. En él entra un vamente tranquila, en que la vida poco de todos los elementos huma­ se regulariza y se apaciguan los fe­ nos y cada facultad del alma la lleva briles ardores del siglo precedente. su tributo. Ya sea la imaginación, Las creencias, quebrantadas duran­ estérilmente activa y atormentán­ te un momento, se restablecen en dose en la vida, ya la voluntad con las almas. La filosofía espiritualista sus miserias, sus desfallecimientos añade á las esperanzas de la fe las y sus turbaciones, ya la sensibilidad de la razón. Las inquietudes del si­ acometida de irrealizables deseos, glo precedente se purifican: es un siempre el fondo de todo esto es una siglo orgánico, y estas épocas pri­ melancolía enamorada de sí misma. vilegiadas de la historia tienen un Esta tristeza, de un género particu­ carácter de sólida grandeza y de paz lar, se parece á la tendencia de un animada que se concilla mal con las cristianismo romántico desviado ha­ enfermedades morales, cuyo suici­ cia el país de las quimeras. En el dio es el término. En el siglo xviii, fondo del carácter de Werter y de y sobre todo al terminar el siglo, los innumerables personajes que él despierta el mundo nuevo, las in­ ha inspirado, se encuentra siempre quietudes se reaniman, presenti­ la doble influencia de una especie de 46 LA ESPAÑA MODERNA poesía soñadora que se separa de la El cristianismo enseñó al mundo^ acción, y de un escepticismo vani­ una melancolía más digna, más ele­ doso que desea replegarse sobre sí vada, más fecunda en grandes pen­ mismo en una verdadera idolatría. samientos; esa melancolía se inspira Bien quisiera definir con algún en el sentimiento profundo de la esmero este sentimiento nuevo de nada de la vida enfrente de la eter­ melancolía apasionada, gozando en nidad , de la nada del hombre en­ su mismo dolor, saboreando sus pro­ frente de Dios. La idea del infinito, pias heridas y acariciando en se­ una vez despierta en el alma hu­ creto sus sufrimientos. Casi nada mana, no le dejará reposo ni paz. parecido encontramos en la antigüe­ Una constante inquietud perseguirá dad y nada análogo en la literatura al hombre hasta en sus alegrías, y del siglo xvn. toda la felicidad de la tierra no bas­ El espíritu antiguo tenía su tris­ tará para llenarla capacidad de sus teza, pero era, por decirlo así, una deseos, si una sola vez prueba una tristeza epicúrea, nacida de la socie­ gota de aquella embriaguez sagra­ dad , y recordadora de que el placer da. En el cristianismo existe el ger­ y la alegría siempre renovadas, no men de una inmortal tristeza, y duran una eternidad. Aparte de la toda la literatura, y toda la filoso­ melancolía excepcional del filósofo fía cristiana se resienten de esa Heráclito, aparte también de algu­ misma influencia. Esa tristeza reli­ nas notas misteriosas, escapadas de giosa se respira ya en los salmos de algunos poetas como Esquilo, Pín- los hebreos, en el libro de La Sabi­ daro, Lucrecio ó Virgilio, los ro­ duría, y, sobre todo, en el libro de manos como los griegos, amantes Job. Marca su huella en cada una de de los bienes de la tierra, no se que­ las páginas de las obras de los pa­ jaban de otra cosa que de la breve­ dres de la Iglesia; anima la literatu­ dad de la vida y del rápido volar de ra del siglo XVII con la más alta elo­ la prosperidad. «Adheridos á labora cuencia y la más alta poesía. Es la presente, no sabemos lo que la suer­ que dictaba á Corneille aquellas es­ te nos reserva de disgusto y de tur­ trofas en que Poliucto, en el um­ bación para la hora próxima: goce­ bral de la eternidad, arroja el ana­ mos. Puede venir la muerte y mar­ tema del martirio á los placeres del chitar las coronas de flores que mundo, inspiraba á Pascal sus Pen­ adornan nuestras cabezas.» Así can­ samientos, que encierran el infinito taba Anacreonte, y así cantaba Ho­ en una frase; impregna la gran pa­ racio. labra de Bossuet de una poesía casi EL BXJICIDIO EN 8US HELACI0NE8 CON LA CIVILIZACIÓN 47

lírica. Mas señalémoslo bien: en el humanos y su destino tan estrecha­ fondo de la melancolía cristiana mente limitado en la imperfección hay ideas positivas y precisas que de sus facultades. Hay aquí una va­ sostienen el alma y que la dirigen; guedad terrible, por no sé qué de esta melancoJla tiene un objeto defi­ indeciso é indeterminado , que ofre­ nido y límites fijos. El alma que está ce un singular y peligroso atrac­ poseída de este sentimiento, sabe á tivo. La imaginación se pierde en qué atenerse en la vida, no se aban­ delicias, la voluntad se anonada. Su dona á sueños estériles, se somete á existencia no es más que un sueño prácticas establecidas, que á la vez agitado. Bajo el imperio de esta son una disciplina y un apoyo, y tristeza soñadora, el alma sufre y economiza el tiempo de su prueba goza á la vez. Sufre el vacío in­ en provecho de la eternidad. No se menso que la sensibilidad le hace abisma en Dios, ni aun en la ora­ encontrar en la vida, las decepcio­ ción, no se aventura por caminos nes de la inteligencia y del corazón revueltos y peligrosos; y si el alma que habían soñado con una ciencia inquieta y sutil de Fenelón cede un y un amor imposibles; de ese tor­ instante ante los sueños místicos, la mento inefable que produce en nos­ voz de la Iglesia le llama bien pronto otros el pensamiento de lo infinito, á las verdades sencillas y á la prác­ cuando no detenemos este pensa­ tica. El sentimiento religioso tiene miento bajo la forma precisa de un carácter positivo, se regula por una creencia, de una esperanza un dogma; no sueña, obra. ó de una súplica; pero al mismo La melancolía moderna tiene tiempo goza de sus sueños confusos, también por origen el sentimiento de sus facultades, aunque incomple­ doloroso de lo que hay de incom­ tas, del sufrimiento mismo, que es pleto en el destino del hombre; pero un pretexto para ocuparse de sí mis­ mientras que el espíritu cristiano se mo y concentrarse en una contem­ apoya sobre esta consideración para plación perpetua que se parece á una lanzarse de la esfera del tiempo á la adoración. Hay algo de dulzura en esfera de la fe, la imaginación mo­ sufrir de esa suerte; pero, no lo ol­ derna, alterando el sentimiento de videmos, esa complacencia idolá­ lo infinito por un inquieto senti­ trica del alma, por ella misma la miento de duda, se complace en la enerva insensiblemente, la incapa­ meditación de ese contraste doloroso cita para obrar, detiene el resorte que existe entre las ansias del hom­ de la voluntad, y si puede producir bre y la realidad, entre sus deseos cierta predisposición á lo novelesco,. ^8 LA ESPAÑA MODERNA confesemos al menos que no pro­ haber sentido los sufrimientos de duce un estado moral y sano; la in­ Werter. Goethe lleva ante la histo­ capacidad para obrar conduce bien ria la responsabilidad de ese tipo pronto á la impotencia para vivir. novelesco de la pasión y de la me­ El alma aplicada eternamente á ana­ lancolía. El fué quien dio nombre á lizarse se hace irritable hasta el ex­ esfa enfermedad del espíritu mo­ ceso, é impaciente ante los obs­ derno. táculos, se fatiga de la vida, ó, lo El éxito prodigioso de Werter, que es lo mismo, del esfuerzo, j se que fué mucho más que un éxito li­ va dejando ganar poco á poco por la terario , prueba incontestablemente curiosidad de la muerte. Fuera de la que Goethe había expresado otra co­ fe, no hay para el alma, más allá de sa que emociones de fantasía ó sen­ la vida, mas que lo inmenso deseo-1 timientos individuales. Un dolor nocido; este porvenir misterioso so­ verdadero hablaba en este libro , y licita al pensamiento como un des­ la generación á que él se dirigía le cifrable enigma. Al término de estas'' acogió con entusiasmo, reconocien­ vagas tristezas, sin remedio, puesto do una parte de su alma algunas de que son en común, aparece la idea sus pasiones, de sus sueños, de sus del suicidio como el único medio tristezas. Cuando apareció Werter de escapar de la fatiga de vivir y de : diez y seis años antes de la revolu­ conocer la clase del destino, si es ción francesa, sintióse cierta espe­ que alguno existe. cie de laxitud enfermiza y cierta Tal es el sentimiento de la me­ ansiedad apasionada. Se presentía lancolía que va á producir, al termi­ que algo iba á suceder y que algu­ nar el siglo xvni, la escuela literaria na cosa iba á pasar: el espíritu es­ del suicidio. Se conoce esta escuela: taba á la vez dispuesto é inactivo. Werter, Jacobo Ortiz, Manfredo, Hallábase como en suspenso delante Rene, Obermann, Adolfo, Rafael, del porvenir que se preparaba, mas Jacques; he aquí la triste familia nada se hacía, porque nadie veía de esos héroes que tienen á Hamlet punto alguno ni objeto hacia el por abuelo. A Shakespeare, en efec­ cual enderezar útilmente la acción. to , se remonta la verdadera pater­ Esta inercia febril se convertía nidad de esta raza enfermiza. Pero fácilmente en sueños delirantes, en el pensamiento de Shakespeare no amores quiméricos, alimentos de llega á ser fecundo hasta fines del una imaginación ardiente y des- último siglo. No se comprende el ocu])ada. No sabiendo dónde en­ delirio de Hamlet sino después de contrarlas, se echaba mano de pa- Eli SUICIDIO EN SUS BBLACI0NE8 CON LA CIVILIZACIÓN 49

«iones facticias que cada cual se to íntimo y el gusto por la literatu­ forjaba á su gusto para dar un ob­ ra inglesa, que yo no había cesado jeto á la vida. Pero el sueño no de profundizar, aumentaba la inten­ permanecía largo tiempo en ac­ sidad de mis tristes meditaciones. tividad; le eran precisos más sólidos En la más feliz situación imagina­ apoyos, y esta actividad, entreteni­ ble, sucede que la falta de actividad, da un instante con quimeras, se aba­ junto á un vivo deseo de acción, tía en seguida, y no dejaba al alma nos precipita hacia la necesidad de otro sentimiento que el sentimiento la muerte y nos hace sentir la sed amargo del vacío. ¿La anulación de la vida. Pedimos á la existencia del alma no es el carácter distinti­ mucho más de lo que puede darnos, vo de esta generación á la vez en­ y estos impuestos exorbitantes que tusiasta y escéptica, metafísica y le imponemos, no pueden ser ni du­ sentimental, débil de voluntad y rables ni bastantes á satisfacer la violenta de pasiones, llena de con­ avidez inmensa de nuestras sensa- I tradicciones y caprichos, desdeñan-, i clones; insensatos como somos, bus- do la acción y pereciendo por la : camos deshacernos de una vida que pereza que AVerter nos representa I no corresponde á la altura y exi­ con grandísimo y atractivo relieve? gencia caprichosa de nuestro pen- Mas para qué esforzarnos en dar j samiento. Sé bien cuántos sufri- cuenta de esta situación moral. Na­ j mientes me han costado todas estas die mejor que Goethe la ha descri­ especulaciones, sé también cuántos to en esta página de sus Memorias. esfuerzos he tenido que hacer para En ninguna parte ha sido mejor librarme de esa obsesión constante: analizado el mal de la vida. Goethe la boga que ha obtenido el Werter es un Werter hasta en sus sufri­ me prueba que esas mismas ideas mientos, hasta en sus tentaciones del I tan enfermizas no eran particulares suicidio. Werter es más que un y privativas mías; no ocultaré ni hombro, es toda una generación. En I los dolores que participo con los medio de estudios estériles, privado , hombres de mi siglo, ni mis medi­ de estímulos y de excitación, arras­ taciones sobre el suicidio, medita- tró una vida lánguida. Me parecía ; clones que han absorbido una gran que estaba alejado del destino de mi j parte de mi juventud. Me parecía, vida, V mi orgullo se revolvía con- I lo confieso, muy monótona la vida. tra un destino, sin i-elación, con mis Acometido de fastidio, insensible al deseos, contra una existencia sin amor, no esperaba esa voz dulce de objeto y sin honor. El conocimien­ la naturaleza, que en intervalos re- 4 ñO LA ESPAÑA MODERNA guiares nos llama á gozar de sus far de ellas por medio de una puña­ metamorfosis maravillosas. Con na­ lada. Tales eran los pensamientos da mejor se me ocurre comparar cuya influencia dominaba mi asom- esta situación que con la sordera del \ brada imaginación. Había meditado desgraciado que, extenuado el oído, durante mucho tiempo acerca de los no oye ningún sonido. Jenny se su­ diversos medios de que el hombre blevaba contra la eterna verdura de puede servirse para librarse de la la primavera: hubiese querido que existencia. La muerte de Otón, so- las hojas, en vez de su verdura siem­ bre todo, excitaba mi asombro.. pre idéntica, se coloreasen con tin­ Vencido, pero señor todavía de una tas de púrpura y azul. He conocido parte del mundo, pensó con dolor en un inglés que se ahorcó para esca­ las víctimas que llenarían bien pron­ par al fastidio de tenerse que vestir to el campo de batalla. Entonces se todos los días, y un honrado jardi­ resolvió á no cometer aquel crimen nero que apoyado en el mango de y á salir de la vida, á renunciar al su azadón clamaba en el tono de la imperio y á la luz del día. Sus ami­ desolación más sincera contemplan­ gos, convocados á un gran festín es­ do el volar de las aves: «Habráse tán lejos de penetrar el designio de visto siempre á esos malditos ir de su emperador. A la mañana siguien­ un lado á otro del cielo !...> A menu­ te se le encuentra en su lecho, tran­ do el poder de esa enfermedad mora- quilo y con un puñal en el corazón. es proporcionado á las cualidades y De todos los suicidios, acaso sea es­ virtudes del desgraciado que de ella te el que pruebe más fuerza de alma es victima. El favor de los grandes, y más libertad de espíritu. Poseía el capricho de las amistades y de los yo una bella colección de armas an­ amores, todos los accidentes del tiguas; entre otras un puñal de ele­ destino humano hieren al alma irri­ gante forma, ricamente guarnecido, tada ó febril: débiles en los comba­ y cuya aguda punta hubiese cum-. tes contra nuestros vicios, nos fati­ plido en pocos instantes, manejado gamos en esta lucha interminable. por una mano segura, eso que Caemos sin cesar en los mismos Shakespeare llamó la gran acción errores; á veces traen su origen de humana. Más de una vez lo apoyó nuestras mismas virtudes, y en la sobre mi pecho; me faltó la fuerza; impotencia en que nos hallamos no tardé en reconocer que aquella para separar los unos de los otros, sed de la muerte no era más que la desesperados de nuestra debilidad I fantasía de un desenlace lúgubre. incurable,nos determinamosátriun- i Me echó á reir, y me sentí cuerdo. EL BÜICIDIO EN SÜ8 RELACIONES CON LA CIVILIZACIÓN 51

Sin embargo, los mismos senti­ que antes no tenía ni voz ni pala­ mientos de fastidio que me habían bra con que expresar unas y otras; preocupado, volvieron á atormen­ por esta razón también lá humani­ tarme. Necesitaba una obra poética dad los considera como sus poetas en que poder depositar para mi re­ privilegiados. Pero esta influencia poso estos tristes pensamientos; era de su siglo que tan profundamente el único medio de darles salida y de sienten la devuelven, sobre ese mis­ librarme de ellos expresándolos. En mo siglo, multiplicada hasta lo in­ este momento, el rumor de la muer­ finito. Influyen á su vez y con in­ te del joven Jerusalém llegó hasta creíble poder sobre la generación mis oídos. Jíl plan de Werter fué que influyó en ellos. Goethe encon­ trazarlo del modo que queda referi­ tró la inspií'ación de Werter en el do ; la obra, concebida de una sola sentimiento profundo de los senti­ ojeada, fué escrita del mismo modo, mientos de su tiempo ; tuvo por co­ los fantasmas que habían obsesio­ laborador en esta obra única el es­ nado mi juventud tomaron realidad píritu soñador de su país y de su y mi curación quedó terminada. época. Mas, á su vez, inspiró á toda Sabido es cómo los sufrimientos una generación y le dio ese punto del joven Werter apasionaron á Ale­ de melancolía, esa curiosidad de la mania y á Francia más tarde. Se muerte, esa susceptibilidad penosa, sabe también que el mismo Goethe, esa pasión por el análisis, con todo que había lanzado aquel gran ge­ lo cual había formado el carácter de mido, se sintió conmovido cuando su héroe. Su obra fué, por consi­ todos los ecos de sus palabras lle­ guiente, causa y efecto á la vez. Ha­ garon hasta él. Los verdaderos poe. bía nacido la novela de un dolor tas son los intérpretes del alma uni­ verdadero y de una emoción gene­ versal , de sus inspiraciones y su­ ral. Goethe propagó el gusto (ó más frimientos en un momento determi­ bien el culto) de este dolor, de esa nado de la historia: sólo son gran­ emoción, que había sido un sufri­ des á condición de traducir emocio­ miento ; creó una moda, y el suici­ nes generales; sufren las ideas ó los dio, durante cuarenta años, llevó sentimientos de su época ó de su el uniforme de Werter. país; por haber dado á estas ideas Goethe no habla sentido más que una expresión que antes no tenían una tentación vaga hacia el suici­ y á la vez esos sentimientos antes dio, y se decidió á hacer morir á ignorados, es por lo que han hecho Werter en su lugar. Un cuarto de hablar al corazón de la humanidad, siglo después, Chateaubriand, acó- 52 LA ESPAÑA MODERNA metido del mismo disgusto por la presión, no fué otra cosa que un vida, llevó mucho más lejos las co­ largo bostezo de fastidio. En el fon- sas que Goethe; sólo le salvó la ca­ do de estos disgustos de soberbia, sualidad , si hemos de dar crédito á ¿qué parte tuvo la vanidad herida? las Memorias de ultratumba. «He ¡Qué de pequeneces en estas deses­ aquí—nos dice—que ha llegado un peraciones , que lanzan un reto á la momento en que necesito algún es­ vida y al mundo! ¡Qué de Renes fuerzo para confesar mi debilidad. se hubieran salvado si los hubiesen El hombre que atenta á su vida nombrado ministros á tiempo!» muestra menos el vigor de su alma El mal del siglo existía, sin em­ que el desfallecimiento de su natu­ bargo, y sería injusto negarlo obs­ raleza. Tenía una escopeta , cuyo tinadamente. Esta inquietud, este fiador estaba bastante gastado, y fastidio del mundo, esta laxitud de que hacia tiempo que no se usaba. la vida, este anhelo engañado á me­ La cargué con tres balas y me metí nudo, pero indomable hacia las co­ en una encrucijada bastante alejada sas invisibles; la pasión de lo nove­ del Gran Moel. Monté el fusil, in­ lesco, incapaz de plegarse á los pe­ troduje el cañón en mi boca y gol­ queños deberes que nos solicitan peé la culata contra el suelo; varias cada día y cada hora; el apetito del veces hice lo mismo; el tiro no sa­ alma, que quiere, como dice Goethe, lió ; la aparición de un guarda sus­ beber la vida en la espumosa copa pendió mi resolución. Fatalista sin del infinito, son los rasgos caracte­ querer y sin saberlo, supuse que no rísticos del lirismo moderno, y este había llegado mi hora, y dejé para lirismo no sería tan grande ni ten­ otro día la ejecución de mi proyec­ dría tanto brillo si no estuviese ins­ to. Si me hubiese matado, todo pirado en sentimientos sinceros. A cuanto he sido liubiera sido enterra­ la emoción panteística de AVerter do conmigo; nada se sabría de la sustituid una religiosidad vaga, y historia que me había conducido á tendréis las Meditaciones y las Ar­ esta catástrofe; hubiera engrosado monías. Es el mismo género de su­ la multitud de infortunados sin nom­ blime, embriagante, melodioso y bre ; no hubiera podido seguir el triste. Encontraréis en el fondo el rastro de mis disgustos, como un gusto siempre de la muerte. Si Ra­ herido el rastro de su sangro No fael no es una ficción, si existió, se curó, sin embargo, como Goethe, sufrió también como Goethe y Cha­ sino que, como escribe en su Rene, teaubriand la tentación del suicidio. toda su vida, según su enérgica ex­ «¡Oh! Muramos—decía Julia—y so- EL SUICIDIO EN SUS RELACIONES CfiN LA CIVILIZACIÓN b3 foquemos este porvenir dudoso, ó días, y nos encontraremos con la muertos en este último suspiro que juventud soñadora de Jorge Sand. depositara en nuestros labios el sa­ Bajo la influencia de lecturas nove­ bor sin mezcla de la completa feli­ lescas , la misma fascinación por la cidad. Mi alma me decía en el mis­ muerte. «Tomaba ésta—escribe en mo momento y con la misma fuerza la Historia de mi vida—la forma de lo que su boca decía á mi oído, lo una idea fija. Sobre todo, el agua que su rostro decía á mis ojos, lo me atraía con fuerza misteriosa. No que la naturaleza solemne, muda, paseaba por otros sitios que por las fúnebre, en el esplendor de su hora orillas del río, no pensando jamás suprema, me decía en todos senti­ en buscar los parajes agradables. dos. De suerte que las dos voces Seguíala maquinalmente hasta en­ que JO escuchaba, la una fuera y la contrar un lugar profundo. Enton­ otra dentro de mi, me hablaban las ces me detenia como atraída por un mismas palabras, como si el uno de imán, y sentía en mi cabeza como esos lenguajes no fuese más que el una alegría febril que me gritaba: eco ó la traducción del otro. Olvi­ «¿Por qué te detienes? Con un paso dado del universo le respondí: ¡Mu­ basta.» Al principio esta manía me ramos ! Rodeé entonces su cuerpo y ocasionaba una extraña calma, que el mío (que estaban unidos como en no trataba de combatir; pero llegó un mismo ataúd) con ocho vueltas á adquirir una intensidad que me con las cuerdas de la red de pescado­ asustó. No podía separarme de la ri­ res que había en el barco al alcance bera tan pronto como lo hubiera de mi mano. La levanté en mis bra­ deseado, y comenzaba á preguntar­ zos, que conservabalibres, para pre­ me ¿sí ó no? bastante á menudo y cipitarla conmigo en las olas. En el durante largo tiempo para evitar el momento en que el impulso hecho lanzarme al decir si en el fondo de por mí iba á lanzarnos para siem­ aquella agua transparente que me pre al abismo, sentí su pálida cabe­ magnetizaba.» Cierto día, parece za doblarse como el peso de una que el si fatal resonó en sus oídos; cosa muerta sobre mi hombro, y el vértigo de la muerte se apoderó desfallecer su cuerpo sobre sus ro­ de ella, latió con fuerza su corazón, dillas. El exceso de la emoción, el se turbó su vista y encamino su ca­ deseo de morir juntos, se había ballo hacia el paraje más profundo adelantado á la misma muerte. Se del rio. Si no acude su preceptor había desvanecido en mis brazos.» Deschartres, hubiese perecido. Descendamos más hacia nuestros Hemos juzgado curioso relacio- 54 LA ESPAÑA MODEBNA

nar las confesiones de estos grandes de estos poetas ha salido una lite­ poetas que tanto han influido sobre ratura novelesca, razonadora y en­ las imaginaciones en la sociedad mo­ tusiasta, inspirada á un mismo tiem­ derna. Acometidos del fastidio de la po en el desprecio de la actividad vida, Goethe, Chateaubriand, La­ humana y en la curiosidad de lo in­ martine , Jorge Sand han sentido la visible , enervando la voluntad para tentación del suicidio. Todos ellos la acción y no excitándola más que nos presentan con viveza este mal por las pasiones, gustando de pa-. del siglo, que uno de esos grandes searse por medio de la fantasía des­ escritores ha definido y que es sin de la fatiga de la vida hasta lo desco­ duda una enfermedad, pero una en­ nocido de la muerte, sustituyendo, fermedad que tiene más de atractivo en fin, á la austera tristeza del cris­ que de dolor, y en la que la muerte, tianismo que, lejos de excluir la como la de los místicos de la India, acción, la multiplica por la caridad, se asemeja á un desvanecimiento. una especie de melancolía inquieta Todos han sufrido como los héroes que guste de concentrarse en la de sus novelas ó de sus poemas. agitación solitaria de sus sueños. Ellos son "Werter, Rafael, Rene, Tal es esta literatura, verdadera Jacques. Ellos han creado toda una literatura de suicidio, cuya influen­ tradición d3 suicidio, de la que he­ cia ha sido tan grande sobre la ge­ mos visto un siniestro ejemplo en neración que nos ha precedido en la lamuerte del pobre Gerardo de Ner­ vida. val, que emocionó tan vivamente á Esta época, es preciso decirlo, á este escéptico París. No basta la está ya bastante distante de nos- miseria á explicar ese triste despo­ I otros, menos por la distancia de los jarse de una existencia á la que no años que por la diferencia de las había faltado ni la simpatía pública I costumbres; y aunque se encuen­ ni la amistad. En esa inteligencia, tren algunos descendientes de Wer- hubo siempre un buen sentido fran­ ter, justo es confesar que su número cés casi volteriano y una imagina­ disminuye de día en día, y que los ción propensa á exaltaciones fantás­ últimos descendientes de esta raza ticas. El ensueño acabó de matar tan pronto extinguida son verdade­ el buen sentido y con el buen senti­ ros anacronismos. No se vaya á do la vida. La enfermedad de Wer- creer por esto que el suicidio dismi­ ter contó una víctima más. nuye entre nosotros; la estadística No habremos de asombrarnos al nos desmentiría, demostrándonos ver que de la confusa imaginación que se multiplica. Pero ha cambia- EL 8ÜICIDI0 EN 8UB EELACIONES CON LA CIVILIZACIÓN 55

do de carácter y reconoce como y por el talento. La fuerza de ese origen causas nuevas que no tienen principio está en la equidad, y esa nada que ver con las literarias. Se­ es la razón de su triunfo. Mas ¡qué ñalaremos brevemente algunas de inevitables daños produce! ¡ Qué de las influencias sociales que pueden perturbaciones en la vida social! El contribuir á la extensión del suici­ orden antiguo pereció perla inmovi­ dio contemporáneo. lidad. El orden nuevo corre los ries­ No quiero calumniar á mi época. gos de una movilidad excesiva. El "Somos de nuestro tiempo como so­ principio democrático echó abajo mos de nuestro país, y hay una es­ las barreras y llamó á la actividad pecie de patriotismo que consiste en inteligente á los más dignos y á los no hacer traición al uno, cómo no mejores. Pero fueron los escogidosá •debemos hacer traición al otro. los que se llamaba y es la multitud Pero no se me desmentirá si digo la que se presenta. ¡Y qué multi­ que no se nos ha concedido el pro­ tud! ¡Qué de ardientes vanidades! greso á titulo de gratuito, y que ¡Qué de medianías engreídas! ¡Qué «existen en el esfuerzo de las socieda­ de incapacidades ambiciosas y de des modernas para organizarse so­ cualidades ávidas de empleos, de bre bases sólidas, causas inevitables honores y cargos! Y por la misma de sufrimiento. De aquí nacen oca­ causa, ¡ qué de decepciones, de des­ siones para el suicidio: cada nuevo esperaciones y de imprecaciones sufrimiento despierta la tentación furiosas también contra la sociedad! de la muerte voluntaria. Sucede asimismo que, en medio de Uno de los caracteres más incon­ estos arrebatos, más de uno á quien testables de nuestro tiempo es el ad­ su inteligencia ó su mérito parece venimiento de la democracia. Es ley prometer un destino mejor, en­ de los tiempos, y no puede menos de cuentra una tumba en su camino. extenderse sobre las instituciones y Hay quien sucumbe en esta grande las costumbres su imperioso nivel. agitación de la vida por defecto de Es preciso acostumbrarse á las con­ energía, de paciencia ó de conduc­ diciones de una sociedad rejuvene- ta. Para éstos la fuerza moral no dida en que, según un programa llega al nivel de sus deseos ni de su ideal, sujeto á desviaciones y lagu­ inteligencia. La voluntad ha sido nas en la realidad, el mérito sólo de­ desigual á la lucha, se ha rendido be marcar las categorías, en que la al dolor ó al esfuerzo. Han caído en hierocracia no debe ser más que la lugares inferiores, de donde su ta­ -armonía regulada por los servicios lento debía hacerles salir. Otros 56 LA ESPAÑA MODBBNA más dignos de simpatía tienen á su volverse á la oscuridad, la inteli­ favor, por lo menos en la aparien­ gencia traicionada por una volun­ cia, el mérito, el celo, la voluntad tad mediana, el talento mal servido fiera j valiente; una sola cosa les por la fortuna, he aquí otras tanta» hace falta, un no sé qué, en virtud causas que deben engendrar deses­ de lo cual estos jóvenes, de un valor peraciones siniestras. ¿No vemos,^ igual en unos que en otros, hace en efecto, todos los días desgracia­ que éstos triunfen j que aquéllos dos que se vengan de su suerte, caigan, á causa de lo que llamaría hombres que desiertan de la vida? el azar ó la suerte, si no estuviese ¿No es un capítulo de historia con­ convencido de que la causa verda­ temporánea lo que estamos escri­ dera es un vicio secreto del carác­ biendo? ter ó cualquier otra misteriosa cir­ ¡El progreso! Es una hermosa cunstancia. Hemos conocido á algu­ palabra, y hasta una idea santa.. no de esos heridos de la vida, para Pero consideremos que el progreso los que cada ambición, aun las le­ material no viene solo, sino que gítimas , no ha sido más que la oca­ conduce detrás de sí males terribles sión de un desastre, cada esfuerzo que no puede impedir. Es un bello una caída y la existencia toda un espectáculo ver cómo la ciencia de aborto. Estos son á los que es justo la industria cubre el globo de obras tener lástima, á los que haj que prodigiosas, y cómo el hombre reina consolar, á los que hay que mostrar sobre la naturaleza, el tiempo y el afecto, si es que el afecto puede algo espacio. Me asocio con entusiasmo sobre las miserables tristezas de la á ese movimiento milagroso, y no actividad engañada. Sólo indico al­ quiero ser ni injusto ni ingrato. Pero gunos resultados de esta excesiva áqué conduciría cerrar los ojos ante- concurrencia, inevitable producto los peligros que aumentan todos los del principio democrático en la so­ días, ¿Se halla la civilización actual ciedad moderna. Mas lo que he dicho en un estado normal y sano? ¿Se- basta para mostrar de qué manera puede desconocer la terrible des­ esas condiciones nuevas deben con­ proporción que existe entre el luja tribuir á multiplicar el suicidio. El y la miseria? Y si bien se observa,, prodigioso desarrollo de esas activi­ la miseria moderna es mucho más dades ardientes que por cualquier insoportable que lo fué en los tiem­ precio quieren conquistar una plaza pos pasados. Tiene conciencia de sí al sol, la fiebre de la ambición uni­ misma, siéntese como agriada é versal, la impotencia condenada á instada por esa semi instrucción EL SUICIDiO EN BÜ8 EELACIONES CON LA CIVILIZACIÓN 57 universal que flota en la atmósfera no está dentro de sus fabulosos de­ y que se respira por todas partes seos. ¿Trataremos de pintar estas con las vanidades que ella misma fiebres del agiotage, estas esperan­ inspira; siéntese más agitada que zas delirantes, estos temores raya­ en otro tiempo, por el movimiento nos con la desesperación ? ¿ Mos­ mismo de la vida moderna con sus traremos cómo estas imaginaciones.: elegancias exquisitas, con sus es­ enfermas, acometidas del vértigo,, plendores envidiados, que son la se precipitan en pos de los millo­ herencia de los felices del siglo. Ve nes? ¿Para qué? ¿Quién no conoce de cerca este lujo, ante el cual pa­ tal enfermedad y los efectos de ella? lidecen las maravillas de Las Mil y ¡ Qué vida puede compararse con una noches. Todas las tentaciones esa vida, arrojada en medio de vio­ de la imaginación j de los sentidos lentos azares, compuesta de éxitos vienen á solicitar al pobre hombre y caídas, balanceada constantemen­ que tirita de hambre y de frío bajo te desde las cumbres á los abismos! sus harapos, ó lo que es más triste ¡Qué apresuramiento en estas locas todavía, bajo su traje negro y raído, emulaciones! ¡ Qué correr furioso, á la puerta de los cafés más concu­ y jadeante! Estas existencias no son rridos , de los teatros y de los bai­ más que un juego gigantesco. Si se les. Acaso este infortunado en las gana, se dobla; se dobla siempre mil vicisitudes de la vida social hasta llegar al fin prefijado. Mas creyó tocar alguna vez la felicidad para uno que llegue á la meta, espléndida que tan cerca para de ¡cuántos cayeron y seguirán cayen­ sus ojos. ¿No es bastante una visión do! No por eso dejan de jugar, siem­ como esta en una noche de invier­ pre con furor; y, si la suerte se no , para que la Morgue al otro día obstina en no serles favorable, aca­ reciba un nuevo huésped? ban por jugarse la vida. Un golpe Las crecientes necesidades del más todavía y se pierde, entonces lujo, en ciertas clases sociales, han la muerte. ¿Es esto calumniar á despertado un hambre terrible, in­ nuestra época? ¿ No es más bien la saciable, un deseo siempre hidrópi­ débil pintura de alguno de sus ac­ co de riqueza. Hay muchos hombres cidentes? ¡Qué mayor revelación de rara inteligencia y de ardorosa que la muerte del más asombroso actividad que ponen al servicio de especulador de los tiempos moder-^ conquistar una fortuna fantástica !nos, Sadleir, que dejó detrás de sí todos sus pensamientos y todas sus : más de cincuenta mil víctimas y fuerzas. Estos desdeñan todo lo que murió arrastrando en su ruina co- 58 LA ESPAÑA MODERNA

marcas enteras! Sé que este es­ para el estudio, ni que se reponga peculador era un falsario que juga­ por medio del reposo. Se apresura ba fulleramente. No pretendo hacer su actividad y se le piden prodigios de él el tipo del agiotista. Mas ¿no que se transforman en excesos. El Este pen­ Bolsa; todo el mundo no persigue samiento podría servir de epígrafe las febulosas riquezas que son el al tiempo presente. La bancarro­ sueño de los espíritus enfermos. ta de que nos habla Goethe, es la de Pero todo el mundo, con muj po­ la razón ó de la vida, la locura ó el cas excepciones, desea apasionada­ suicidio. Terrible alternativa en que mente el bienestar. ¡ Qué de condi­ viene á terminar una sociedad poco ciones, qué de recursos es necesario cuidadosa de los intereses morales, poner enjuego para conseguir eso donde el deber y Dios son verda­ que se llama bienestar en nuestros deros enigmas. Hay, en fin, ma­ días! ¿Dónde existen los sabios de teria para escribir un largo y dolo­ otras edades á quienes la tradición roso capítulo sobre la instabilidad atribuye vida modesta y que hacían de la vida social, sobre la poca se­ estribar su riqueza en la modera­ guridad de las existencias moder­ ción de sus deseos? Actualmente nas y sobre la frecuencia de las re­ se tiene demasiada prisa por vi­ voluciones. Todo esto agita terri­ vir. Se vive demasiado, y dema­ blemente los cerebros débiles. Es siado rápidamente. La civilización una causa epidémica de locura y de tiene una fiebre contagiosa. Se ex­ suicidio. prime la intehgencia para hacerla Sin duda resultará incompleto producir todo lo que puede, en el nuestro estudio, pero hemos indica­ menor tiempo posible. No se la deja do las principales causas. Recuén­ que se detenga, ni que se prepare tense los disgustos que incesante- EL SUICIDIO EN SUS RELACIONES CON LA CIVILIZACIÓN 59 mente conducen á la muerte, la este montón de materiales, elegire­ ambición que se revuelve en la os­ mos los más importantes. Iríamos curidad, la incapacidad orgullosa, hasta lo infinito si tuviéramos que la voluntad débil j sin valor para seguir á nuestro guia al través de la lucha, la miseria perpetuamen­ todas las subdivisiones de su aná­ te enconada por la vecindad de un lisis. lujo sin freno, el delirio de la espe­ La progresión de los suicidios au­ culación, la febril precipitación de menta á medida que avanzamos en la vida, la inquietud propia de las el siglo. Es esta una lección decisi­ nuevas sociedades que buscan su va que nos da la estadística. En 1843 equilibrio sin haberlo encontrado, y hubo en Francia 151 suicidios más se tendrá una idea aproximada de que en 1842, 206 más que en 1841, las diversas influencias de la civili­ 268 más que en 1840, 273 más que zación moderna sobre el suicidio. en 1839, 434 más que en 1838, 577 Desde hace veinte años se ha veri­ más que en 1837, 680 más que en ficado un cambio muy grande en 1836, 715 más que en 1835 y 742 las costumbres. El Werter de nues­ más que en 1834. El período dece­ tros días es poco soñador. Todavía nal siguiente de 1843 á 1853 ofrece se mata, pero sin frases y porque una progresión más rápida aún, ex­ perdió jugando á la Bolsa. ceptuando el año 1848, que ofrece una cifra inferior á las de 1847 y 1849, como si el drama que en aquel III año se representaba hubiese tenido en vela la curiosidad y como en suspenso la vida. Si es verdad que Dejemos ya las generalidades his­ las cifras tienen su elocuencia, ¡cuan tóricas, y ocupémonos, con M. de siniestras son las que dejamos apun­ B.oismont, de las particularidades tadas! En menos de treinta años el del suicidio contemporáneo (1). En suicidio ha doblado.

(1) De una nota comunicada por M. Le- goyt á la Academia de Medicina, posterior al dia. En Baviera, Dinamarca, Francia, Pru- trabajo de M. de Boismont, se desprende que sia, Sajonia y Suecia, avanza en progre­ actualmente es en Alemania del Norte y en sión más rápida que la población y que la Dinamarca donde más abunda el suicidio. mortalidad general. Se calcula en 29 ó 30 Contra la opinión general, Inglaterra se en­ suicidios de mujer por 300 de hombre. Los cuentra en el último lugar respecto de aque­ suicidios aumentan en proporción á la edad llos dos países en cuanto á la frecuencia del hasta los 60 ó 70 años. El mes de Enero es la suicidio. Bélgica, Austria, España, van des­ época en que hay menos ; el mes de Julio es pués. Francia ocupa una posición interme- el que cuenta más.—(N. DBÍ, A.) 60 I>A ESPAÑA MODERNA

La proporción en que están las ver que su nodriza diese el pecho á mujeres en estas listas fúnebres, es otro niño sin que le acometiese có­ muy inferior con relación á los hom­ lera tan violenta, que casi le pro­ bres. En 4.595 suicidios, más espe­ ducía convulsiones. Suponed á este cialmente estudiados por M. deBois- niño algunos años después excitada mont, se cuentan 3.215 hombres y por preferencias que no fuesen para 1.380 mujeres, es decir, una terce­ él, y quizá los celos le hubieran im­ ra parte próximamente. M. Dever- pulsado al suicidio. Nuestra presu­ gie, en la Estadística decenal de la rosa civilización contribuye pode­ Morgue de 1834 á 1846, señala una rosamente á desarrollar antes de la proporción todavía más insignifi­ edad susceptibilidades orguUosas y cante. Según él, es en París el sui­ celosas. Esta tendencia de los niños cidio cuatro veces y media más fre­ al suicidio ha aumentado sensible­ cuente en los individuos del sexo mente en los últimos años, sobre masculino que en las mujeres. Esta todo en París. Si dais á estos seres. es también la opinión de M. Selut, costumbres ó ideas que no son pro­ En todo caso se ve que la diferen­ pias de la infancia, los exponéis, cia es bastante grande, y esto nos á concebir pasiones y á imaginar parece que se explica perfectamen­ actos en completa discrepancia con te por dos causas principales: Las ! la edad. Hay aquí motivo de serias ideas morales y las religiosas están ¡reflexiones para los padres. muy arraigadas en las mujeres. Al La proporción de los suicidios en mismo tiempo tienen menos valor ^los viejos es relativamente más físico, que tan necesario es para • elevada que en los adultos, si se vencer en un momento de decisión tiene en cuenta el número de indi­ viduos de cada una de estas dos suprema las últimas resistencias de i la naturaleza. series. Este hecho revela otro, á La muerte voluntaria es rara en saber: que si el viejo, á medida los niños, y esto se comprende, que avanza en la vida, se siente, puesto que ordinariamente es efec­ como á menudo se ha observado,^ to de una pasión exaltada y de una 'más atraído por ella, en cambio decisión enérgica. Hay, sin embar­ ! los disgustos, las decepciones, la go , ejemplos que se explican, casi I miseria, aumentan en esta edad he- todos por el desarrollo precoz de I lada y triste, á la cual falta el últi­ una sensibilidad irritable. En sus mo remedio del dolor, la esperanza. Confesiones, nos habla San Agus­ : El viejo, además, tiene otras razo­ tín de un niño de teta que no podía nes para amar la vida si es feliz„ EL SUICIDIO EN SUB RELACIONES CON LA CIVILIZACIÓN 61 porque tiene poco tiempo para dis­ consecuencia de su gran miseria. frutarla; pero tiene también más Es un estudio muy curioso el de razones para dejarla si sufre, puesto | las profesiones. De él resulta que que el porvenir no existe para él., hay en París una cantidad conside­ No hay aquí contradición; son dos rable de artesanos que se suicidan. fases de la misma verdad. La proporción de esta categoría es La influencia del celibato es con­ la mitad de las profesiones comu­ siderable , y es natural que asi suce­ nes. M. de Boismont indica muy da, puesto que en éste el hombre se juiciosamente las causas de este he­ considera más libre por disponer de cho lamentable; la concentración si mismo. El sentimiento de la in­ de todas las industrias en la capital, utilidad de la existencia entra por I el atractivo de los salarios crecidos, mucho en la resolución del suici­ la concurrencia que produce de con­ dio. Sentirse necesario para alguien tinuo perturbaciones en la mano de es una responsabilidad más, y hay obra, las privaciones de toda clase, -muchos hombres depravados que no la carestía de los víveres, la mala son insensibles. He aquí una de las disposición de las viviendas, la fa­ ventajas de la familia; ella impone cilidad délos placeres, éntrelos cua­ nuevos deberes, que son otros tan­ les la disipación y el ajenjo tienen tos lazos que unen á la vida un una parte considerable, la ignoran­ alma sublevada contra ella. cia ó el desprecio de los deberes, La miseria es á menudo una las lecturas malas ó los espectáculos como predisponente. No interviene, inmorales, el ejemplo contagioso sin embargo, como circunstancia del vicio, la vista continua del lujo, accesoria ó principal, en los casos la ausencia ó la endeblez de los estudiados por M. de Boismont, De principios morales. Hay bastante los 4.595 casos estudiados, 697 in­ de verdad en estas observaciones. dividuos (la sexta parte próxima­ Mas no debe olvidarse tampoco que mente) estaban en buenas condicio­ la clase de los artesanos es mucho nes de fortuna; ganaban 2,000 su más numerosa y que la proporción vida por medio del trabajo. En la de los suicidios está relacionada con tercera categoría conservaban mu­ el número. chos algún dinero, pero estaban al No me detendré en hechos de im­ borde del precipicio. Todos los de­ portancia secundaria, tales como más eran más ó menos desgracia­ que el número de suicidios va en dos; de este número, 282 parece aumento desde Enero hasta Julio, que se habían dado la muerte á y decrece progresivamente desde 62 LA E6PANA MODERNA

Agosto hasta Diciembre, puesto que también el suicidio, sumamente rara esto se explica por las influencias entre las poblaciones ignorantes. atmosféricas Pero he aquí una sin­ Tengamos valor para ver el mal y gular observación: los dos primeros señalarlo. Es incontestable que la días de cada mes, arrojan una cifra semiciencia, no dirigida y sosteni­ más elevada que los otros. Es esta da por una sólida educación moral,, una de las singularidades de la esta­ propaga las tentativas depravadas dística, de que un psicólogo curioso de la imaginación, los deseos insen­ podría sacar algunas inducciones, satos, y con el espíritu de escepticis­ pero que en difinitiva no conduciría mo el disgusto de la vida práctica. á nada serio. Me apresuro á tratar ¿Dónde está el remedio? ¡No le pla­ de algo más característico. Se dedu­ ce á Dios que le busquemos en la ce de las observaciones hechas por ignorancia! Combatamos la semi- M. deBoismont, hábil mente interro­ ciencia, siempre envidiosay descon­ gadas , un triste resultado. La ins­ fiada, por medio de la verdadera trucción entra por mucho en los ciencia que difunde la tranquilidad elementos de este poderoso proble­ en las almas. Favoreciendo con todo ma. En verdad, y M. de Boismont nuestro poder la iniciación intelec­ no se ha equivocado, que esta ins­ tual del pueblo, no olvidemos que trucción es á menudo causa de con­ sería prestarle el más detestable ser­ secuencias funestas, por medio de vicio, si al mismo tiempo no nos una literatura corruptora ó por las esforzásemos en fortificar en él toda violentas publicaciones informadas especie de nobles creencias y de sa­ por el espíritu de partido, y que nas convicciones. Amemos al pue­ esas lecturas no son á propósito ni blo, ilustrémosle; mas si no le ama­ para formar el juicio ni para recti­ mos, no le engañamos. Seamos sus ficar el sentido moral. Ellas irritan amigos, no sus cortesanos, y no le las almas, predisponen á la rebelión escatimemos las verdades severas. contra la regla, y el suicidio no es, Los centros considerables donde á menudo, más que una de las for­ se acumula la vida humana ejercen mas de esta rebelión de las inteli­ una grande acción en el desarrollo gencias atormentadas por la para­ del suicidio. En París se encuentra doja, ó de las voluntadas irritadas el máximum de las muertes volun­ contra los males inseparables de la tarias , y la influencia de París rei­ sociedad. No es menos doloroso na sobre los departamentos vecinos. pensar que, á medida que la ins­ Otro hecho, que se relaciona mu­ trucción se extiende, se extiende cho con el que vamos á enunciar, EL BUICIDIO EN RUS RELACIONES CON LA CIVILIZACIÓN 63-. es que la elevación ó decrecimiento juicio de la razón y de la moralidad de la cifra en todos los departa-; públicas. Es preciso, sin emliargo,. mentes, está en relación directa con : descender en el análisis detallado de la fuerza relativa de las poblacio- las causas particulares. No adopta- nes urbanas. La conclusión que | remos exactamente la división que puede de aquí deducirse, es que allí M. de Boismont ha seguido, y que donde más activa es la vida, es más clasifica estas causas en dos grupos: frecuente la tentación de la muerte. 1 las causas predisponentes y las can- Las rivalidades del amor propio, \si sas determinantes. Nos parece que concurrencia, la exaltación de las hay mucho de vago y de confuso en ideas, la impaciencia por el bien-; esta clasificación por extremo arti- estar, los ardores del deseo, todos ificial. Sin aspirar al mérito de una los estímulos del placer fácil y de | división perfecta, propondríamos la disposición, esos son los peligros,una que es muy clara, se reduce á de las grandes ciudades para las in- j repartir las causas del suicidio en vestigaciones vivas ó las almas dé- tres grupos: las causas fisiológicas biles. Transportad áParís un aldea-: en que el organismo juega el princi- no de las Landas ó de la Bretaña,; pal papel, las causas mixtas en que y veréis, si es una alma capaz de' se combina la doble influencia del emocionarse, cómo arderá en él la ' alma y del cuerpo, las causas mo- fiebre de los deseos. No se olvide | ra/(?5 que tienen su origen en las que en todo deseo hay un germen pasiones. de pasión, y en toda pasión una se­ En el primer grupo incluiré espC' milla de muerte. Casi siempre es cialmente la herencia y las influen- producto el suicidio de una pasión cias climatológicas, viva irritada por un obstáculo. Nada es tan triste como esta trans^ He indicado algunos hechos gene-; misión hereditaria, cuyos ejemplos rales que manifiestan el valor de'abundan. Espanto causa ver fami- ciertas influencias como los de la | lias enteras expuestas á sucumbir edad, el sexo, el celibato, la semi-1 ante la tentación del suicidio. Exis- instrucción, sin contrapeso y sin ten pruebas que no dejan lugar á correctivo. He hecho notar también duda acerca de esta ley dolorosa, la acción dañina que ejercen los gran­ no sólo multiplicando la muerte des centros de población en que la voluntaria, sino repitiendo el mis­ vida humana, multiplicada en un mo género de muerte, al través de pequeño espacio, corre el riesgo de largos intervalos en la sucesión de excitarse con exceso con gran per- las generaciones. Esta página en 64 LA ESPAÑA MODERNA que M. deBoismont acumúlalas más mo que su mujer, casada en segun­ decisivas autoridades, nos ha pa­ das nupcias con un marido cuya ma­ recido característica. Esquirol enu­ dre, tíay primóse habían suicidado. mera numerosos ejemplos de una Encontramos enlos curiosos cuadros misma familia que acaban por ma­ que acompañan al trabajo de Cazan­ tarse ó por volverse locos. Gall co­ vieilh, ejemplos que manifiestan la noció una familia cuya abuela, una repetición hereditaria, y no sólo la hermana y la madre se suicidaron. reproducción del acto, sino que á La hija de ésta estuvo á punto de menudo, después de largos años de matarse y su hijo se ahorcó. Fabré intervalo, la copia más exacta del habla también de una familia com­ género de muerte. puesta de seis hijos nacidos de un El núm. 2 se ahogó en 1804, su padre atrabiliario y perezoso. El hijo sobrino se ahogó en 1824. primogénito, á los cuarenta años El núm. 9 se ahorcó en 1807, su se precipitó, sin motivo, de un ter­ sobrino se ahorcó en 1823. cer piso, el segundo tuvo penas y El núm. 24 se ahorcó en 1817, su se estranguló á los treinta y cinco tío se había ahorcado en 1803, años, el tercero se arroja desde una El núm. 29 se ahorcó en 1817, su ventana tratando de volar, el cuar­ hijo se ahorcó en 1820. to se disparó un pistoletazo, y un El núm. 30 se ahorcó en 1817, primo de éstos se arrojó á un rio su hermana en 1821, su abuelo en por una causa fútil. M. Moreau cita 1802. á un joven que se sentía inclinado El núm. 61 se ahorcó en 1827, su al suicidio, y cuyo padre y tío se abuelo en 1799, su hermano y su habían matado. Un hermano que le ^ hermana intentaron suicidarse. visitó en Cuarentón estaba desespe­ No se crea al leer esta lista es­ rado por las ideas terribles que le pantable que se tiene un mal sueño atormentaban y no podía desechar ó que se lee un cuento de Hoffman, la idea de que acabaría por sucum­ en el cual los personajes quedan bir. Pero difícil es encontrar un reducidos á guarismos. La más hecho que presente más triste com­ exaltada fantasía no llegará jamás binación de casos semejantes y de á una realidad semejante. Existe en suicidios que el siguiente referido el fondo de la pobre naturaleza por Cazanvieilh. D...., hijo y sobri­ humana misterios de dolor ante los no de ascendientes suicidas, se casó cuales la razón queda consternada. con una joven hija y sobrina tam­ El clima predispone al suicidio. bién de suicidas. El se mató, lo mis­ Se ha notado desde largo tiempo ha EL SUICIDIO EN BUS RELACIONES CON LA CIVILIZACIÓN 65 que el spleen nace preferentemente sas mixtas la locura, el delirio, la y se nutre en las nieblas británicas. imitación contagiosa, la debilidad Pero esto no es más que una pre­ de carácter, la exaltación, la hipo­ disposición general, y hay casos en condría y esa especie de melanco­ que ciertas influencias rneteorológi- ; lía particular que influye tanto so­ cas determinan muertes casi in­ bre el temperamento como la iner­ mediatas. Los extremos de tempe­ cia moral. Querer sostener, como ratura contribuyen bastante. Se nos se ha hecho, que todo suicidio es un refiere que durante la expedición á, acto de locura, es ir contra el sen­ Egipto, la elevación de la tempera-: tido moral y contra la ciencia. No tura ocasionó cierto número de sui­ es, sin embargo, menos incontesta­ cidios, y que la intensidad del frío,: ble que es grande la proporción de cuando la retirada de Moscú, cau­ los suicidios causados por la locura. só el mismo efecto sobre un gran; Entre los cuatro mil quinientos no­ número de soldados. El Dr. Die- venta y cinco casos observados por trich cita diversos hechos análogos, M. de Boismont, hay que contar nacidos de una impulsión casi me­ seiscientos cincuenta y dos, inclui­ cánica que se manifiesta en los ma­ dos en esta categoría. Las causas rinos y que recibe el nombre de The de la locura son infinitas, monoma­ ho7ios. «El mal se declara—dice— nías diversas, temores quiméricos, generalmente en la estación de in­ el miedo á la policía después de la vierno, cuando, después de una lar­ comisión de un delito real ó imagi­ ga y penosa travesía, los marinos, nario, los disgustos ó las enfer­ poniendo el pie en tierra, se colocan medades , las alucinaciones y los sin precaución alrededor de una terrores imaginarios. Una de las hoguera encendida y se entregan, formas más comunes de la locura siguiendo la costumbre,á excesos de suicida es la imitación contagiosa. todo género. Cuando regresan á bor­ Los ejemplos que cita M. de Bois­ do se presentan los síntomas de su mont son verdaderamente extraor­ terrible mal. Aquellos á quienes dinarios. Una mujer que tenía la ataca se sienten impulsados por un idea de matarse, sabe que una de deseo terrible de arrojarse al mar, sus amigas acaba de poner fin á sus sea porque el vértigo se apodera de días, y se da la muerte de la misma ellos cuando trabajan en lo alto de manera. Algunas veces esta influen­ los mástiles, ó ya durante el sueño, cia no se deja sentir más que al manifestándoseporgritosterribles.» cabo de un lapso de tiempo consi­ Coloco en la categoría de las cau­ derable. Una mujer, al entrar en 66 LA ESPAÑA MODERNA

SU alcoba, se encuentra á su mari­ representación de la primera esce­ do ahorcado, pierde el sentido, na. Bajo el imperio un soldado se vuelve en sí, y cambia su carácteT; mató en una garita, muchos solda­ se hace perezosa y melancólica; ha­ dos eligieron sucesivamente esta bla siempre de morir, pero pasan misma garita para matarse; se que­ doce años hasta que pone en prác­ ma la garita, y los suicidios no se tica su proyecto, ahorcándose á su repiten. En tiempo del gobernador vez. La influencia de la imitación Lerrurier, un inválido se ahorca se manifiesta también con ocasión colgándose de una puerta; en el es­ de algún acontecimiento extraordi­ pacio de quince días doce inválidos nario que tiene ciertaresonancia; así se ahorcan colgándose de la misma es que un suicidio realizado por al­ puerta. El gobernador ordena que gunos desgraciados que se arrojaron se quite; la puerta desaparece, y de lo alto de las torres de Nuestra ningún otro inválido se suicida. Señora, de la columna Vendóme y El pavor desempeña un papel im­ del arco de triunfo de La Estrella portante en los casos de locura sui­ ha sido seguido muchas veces de cida. M. de Boismont ha señalado suicidios parecidos. Es cosa de notar sesenta y nueve casos, que entran la impresión que producen relatos en esta clase. Son desgraciados que de este género sobre ciertas perso­ se creían traicionados, denunciados, nas. Se ve que confiesan ó que de­ victimas de las persecuciones de sus jan adivinar con un estremecimien­ enemigos. Muchos se suponían obje­ to , con una mirada que, colocadas to de las persecuciones de la policía. en las mismas circunstancias su Esquirol hace observar que en nues­ vida, hubiese pendido menos que de tros días esta monomanía de la po­ un hilo. La costumbre de hablar de licía ha reemplazado al temor del un asunto lúgubre delante de los demonio. Los suicidios ocasionados niños, fáciles siempre en conmo­ por alucinación no son escasos. Un verse, basta para ejercer una ac­ hombre se ve sin cesar en medio de ción contagiosa sobre sus tiernas una escena de incendio y de carni­ imaginaciones. La imitación del cería, otro se imagina que es per­ suicidio afecta, en general, la más seguido por espectros, otros pre­ extraña fidelidad en la reproduc­ tenden ver en torno de ellos figuras ción del acto. Esta fidelidad no se amenazadoras, otros se dan la muer­ extiende solamente á la elección de te porque no cesan de oir injurias los mismos medios, sino á la acción ó de pensar en sus propias infamias, del mismo lugar y de la minuciosa que ellos solos conocen. Un aluci- EL SUICIDIO EN 6US EELACIONES CON LA CIVILIZACIÓN 67 nado se mata gritando: «No me origen de estas desviaciones mora­ queda más que un poco de dinero; les. Sólo ha existido un momento hace dos meses que vivo á expen­ en la vida de ciertos hombres en el sas de mi hermana, pero lo que me que hayan sido verdaderamente obliga á matarme es haber oído irresponsables, Pero casi siempre decir en la calle: he ahí á ese que' ha existido ese momento en su se ha cortado el cuello.» ! vida, y si débilmente han transigi- La locura se produce á veces bajo do con los arrebatos ó los desfalle- la forma del delirio agudo ó de fie-, cimientos desatinados de un carác- bre elevada, y entonces este suici- ter arrebatado ó inerte, deben, en dio corresponde á los producidos cierta medida, soportar la pena de por causas fisiológicas. Hemos co- su debilidad. Ellos han sido, en locado entre las causas mixtas la parte, los artífices de su propio in- debilidad y la exaltación de carác- fortunio; su desgracia es, más que ter, porque creemos que estos de-, desgracia, un castigo. Esto no dis- fectos no dependen solamente de minuye la piedad que nos inspiran una pura alteración de los órganos, sus calamidades , son hombres cuyo sino al mismo tiempo de una espe- carácter parece carecer de contra- cie de inercia moral ó de excitación peso, y que no pueden soportar el apasionada, sobre las cuales una, menor obstáculo. Muchos, entre es­ voluntad bien dirigida hubiera po- , tos seres — dice M. de Boismont — dido vencer. El carácter depende, ¡lloran ó rien por las más fútiles cau- sin duda alguna, del temperarnen- sas. Uno de tales desgraciados fué to, en cierta proporción , pero tam- nombrado contramaestre de cierta bien en él interviene la voluntad, importante fábrica; se imaginó que No se tiene el carácter que se quie-, no tenia capacidad bastante para des- re, pero se puede modificar por ¡ empeñar el empleo y que iba á per- medio de una aplicación sostenida;' der su plaza. No pudo soportar esta j sin negar la parte que tiene cierta idea y se ahorcó. Otro* puso fin á fatalidad fisiológica en las disposi-: sus días porque su apellido era igual clones de los individuos , no se po-, al de un ladrón famoso. Por el con- drían desconocer las influencias de- j trario, se encuentran gentes que es- cisivas del esfuerzo voluntario so- tan siempre en un estado de exal- bre estas naturalezas perezosas ó' tación. Esta disposición es muy fa- desarregladas. Salvo en casos muy ¡ vorable á la locura suicida. En los raros, es preciso tener en cuenta la treinta individuos de esta categoría responsabilidad, al menos, en el los había distintos en humor, taci- 68 LA ESPAÑA MODEBNA turnos, arrebatados, turbulentos, más común que el disgusto de la susceptibles hasta el exceso, ene­ vida en los artistas, largo tiempo mistados siempre con todo el mun- ••aplaudido s por el público, cuando do. La exaltación en los jóvenes es. ese favor les abandona. Han con­ frecuente, y debe ser dominada con traído en esa vida de excitación el mayor cuidado. Para estas orga- j costumbres que les son más necesa­ nizaciones desgraciadas todo puede rias que la misma existencia. Un ser motivo de muerte. éxito dudoso les impulsa á veces á Más numerosos son los suicidios ' resoluciones desesperadas. El nom­ motivados por melancolía sin causa: bre de Nourrit viene á la memoria. apreciable, por disgustos difíciles El amor propio herido, el descon­ de sobrellevar, por esa enfermedad ^tent o en los hombres ardientes, un á la vez física y moral que la Edad | sentimiento de orgullo exagerado, Media apellidó acedía, que los in-: una susceptibilidad extrema y per­ gleses llaman spleen y que nosotros petuamente irritada, exaltaciones llamaremos sencillamente disí^usto generosas equivocadas, los excesos de vivir. M. de Boismont ha conta­ de todo género y las consecuencias do más de trescientos. Hace notar que de ellos se derivan, pueden que hay una época en la vida en producir en el alma esa laxitud que ese morboso disgusto parece morbosa de la vida, cuyo término relacionarse con las modificaciones es el suicidio. No podemos hacer que experimenta la organización otra cosa que indicar estas causas, sexual. Los jóvenes sienten nacer pero su carácter común es el de in­ en ellos ideas completamente nue­ fluir á la vez sobre el cuerpo y so­ vas, buscan la soledad, se compla­ bre el alma; sobre el cuerpo, en cen en sus propios pensamientos que virtud de ciertas alteraciones, de no les representan más que objetos cierta debilidad orgánica; sobre el melancólicos. Persiguen un fantas­ alma, por la impotencia y debilidad ma al que no pueden alcanzar. Su desarreglada de la voluntad. sensibilidad se excita; las más in­ Coloco entre las causas mora­ significantes contrariedades les pa­ les, las pasiones, los disgustos, la recen graves motivos de pena. La desesperación. Nada hay de abso­ imaginación cambia para ellos las luto en esta clasificación; pero, verdaderas dimensiones y la verda­ ¿puede haberla absoluta en esta dera perspectiva de las cosas. En materia? Se puede, todo lo más, tal estado, el suicidio se les pre­ notar la circunstancia principal ó senta como una emancipación. Nada el punto de partida de la enfer- EL SUICIDIO EN 6U8 RELACIONES CON LA CIVILIZACIÓN 69 medad que á la vez es una fiebre cuando los efectos de la borrachera del alma y del cuerpo. Sá, por han pasado, entonces el espanto les ejemplo, que se podría, en cierto precipita en el suicidio. respecto, clasificar la embriaguez La desesperación nacida de la entre las causas fisiológicas de la miseria ha inspirado doscientos causa suicida. Pero si la embriaguez ochenta y dos suicidios, la décima- «s una causa física, el hábito de sexta parte próximamente de la ci­ embriagarse es una causa moral, fra total. El análisis de los hechos puesto que es incontestablemente de esta categoría es conmovedor. una pasión, y, como todas las pa­ Entre los doscientos ochenta y dos siones, puede ser combatida. Es casos de miseria, se encuentran en considerable el número de suicidios ciento cuarenta y nueve, detalles que tienen por causa la embriaguez. circunstanciados que no dejan lugar Se eleva á quinientos treinta, la oc­ á duda sobre los motivos; en los tava parte de la cifra total. Para ciento treinta y tres casos restan­ muchos, los disgustos han sido la tes, los procesos verbales se limitan -causa primera de esa triste pasión. á indicar como causa la miseria. M. de Boismont ha notado este he­ Las papeletas del Monte de Piedad, cho en ciento doce casos, y de se­ la desnudez de las habitaciones, la guro se han escapado á su penetra­ carencia de vestidos, el lecho mis­ ción otros muchos. La mayor parte mo, son las mejores pruebas. En lo de estos desgraciados—dice—se ha más riguroso del invierno, se en­ entregado al vino para olvidar sus cuentra á un hombre casi desnudo; males. Muchos se matan por la con­ afirma en una carta, que ha comba­ vicción en que están de no poder tido palmo á palmo, vendiendo todo vencer sus impulsos. Otros se ven cuanto poseía; en su casa no se en­ sin empleo, lanzadosde sus destinos, cuentra más que las paredes desna­ perseguidos por rechiflas, expuestos das. Dos individuos, en el último á incesantes censuras, perseguidos, extremo, prefieren morir á inscri­ castigados por los tribunales, sien­ birse en los asilos de caridad ó á do el horror de sus familias, no te­ pedir limosna. Otros se matan por­ niendo jamás un céntimo, perdien­ que no pueden alimentar á su fami­ do la cabeza y muriendo. A menudo lia. Uno de los hechos más conmo­ también las acciones vergonzosas, vedores es , sin duda, la historia de las pasiones brutales que engendra una pobre joven que trabajaba día y la embriaguez, disgustan á esos noche para sostener á su madre desgraciados por sus consecuencias; baldada y medio loca. Sus fuerzas 70 LA ESPAÑA MODERNA se gastan, el trabajo falta; se tien­ jugadas de Bolsa han ocasionada de en su cama y se asfixia; su cerca de cien suicidios. Un gran muerte da derecho á su anciana número de comerciantes, antes que madre para entrar en un estableci­ declararse en quiebra, prefieren miento benéñco. Muchos se inmo­ matarse. Los dicterios, por lo que lan á fin de no ser una carga para mortifican y por las molestias que sus parientes. Un negociante se da crean, han producido la muerte á la muerte, después de haber asegu­ ochenta y siete personas. Algunos rado á su familia por una suma de se han matado después de escenas cuarenta mil francos. Otras veces, públicas ocurridas en concursos nu­ la desesperación de ver bajar el sa­ merosos, donde habían sido insul­ lario á causa de enfermedades y el tados por los acreedores. Todo es aumento de los gastos de la familia, relativo en este caso; todo depende impulsa á la muerte á otros desgra­ de la posición social ó del grado de ciados. Una mujer se mata al ver inteligencia. Tal hombre se mata que tiene que acostarse por la sex­ porque debe cien mil francos, tal ta vez sin abrigo de ninguna clase. otro porque no tiene bastante cré­ Pero M, de Boismont, que nos re­ dito para comprar un pan. Ocurre fiere todos estos hechos, tiene buen á menudo que algunos, débiles y cuidado de hacernos observar que, orgullosos, se precipitan en la muer­ si la desigualdad de los salarios, la te por evitar las humillaciones de huelga, la elevación del precio de un cambio de condición ó de fortu­ las mercancías, los impuestos, son, na. La necesidad de solicitar de los en muchos casos, causa de la mise­ demás cuando se ha sido rico ó po­ ria , suelen serlo también la pereza, deroso, es para muchos causa de las malas pasiones, la holgazanería, muerte. Una susceptibilidad exce­ las necesidades de la disipación, de siva puede conducir al mismo re­ las diversiones, del placer, motivos sultado, como cierto empleado que todos que condenan al hombre auna se mató—según declaración propia triste situación en que la desespera­ — porque su jefe había encontrada ción de la miseria se agranda aún en sus papeles un resguardo del más por el sentimiento de la falta. Monte de Piedad. Las pérdidas, los agobios de La disipación y la pereza llevan dinero, los desastres que siguen gran contingente á esta triste enu­ á ciertas operaciones comerciales, meración. Ejemplos numerosos nos forman aproximadamente la déci- demuestran la influencia de las cos­ masexta parte de la cifra total. Las tumbres vergonzosas. Las innobles EL SUICIDIO EN SUS RELACIONES CON LA CIVILIZACIÓN 71 codicias, las inclinaciones infames, súplica que te dirijo, si mi cuerpo producen á la larga una especie de j es encontrado, es que lo hagas en- embrutecimiento furioso que con-'terrar sin ninguna mentirosa de­ duce al suicidio. Muchos libertinos' mostración.» Una causa de suicidio se matan después de una última' es la introducción de extraños en orgia en las públicas. la familia, por ejemplo, un suegro Una clase más interesante es la ó una suegra; otras veces es la ne­ de los comprendidos en los disgus­ gativa de las familias que se oponen tos domésticos. M. de Boismont á que sus hijos sigan una determi- cuenta trescientos sesenta casos per-: nada carrera, para la cual creen tenecientes á esta categoría. Los | ellos tener una vocación decidida, hay producidos por causas muy ¡Tres jóvenes se suicidan porque sus graves, y por otras increíblemente padres no les dejan seguir la carre­ fútiles. Unos son causados por di­ ra de marinos. La vergüenza cau­ sentimientos, otros por'querellas de sada por hechos graves, como la familia ó bien por la desesperación seducción y el temor de revelar á producida por la muerte de padres padres muy honrados ó muy seve­ ó hijos adorados, discusiones, in­ ros un hecho deshonroso, ha im­ compatibilidad de humor, adulterio, pulsado á la muerte á muchas jó­ abandono ó muerte de la mujer, venes. La mala conducta del mari­ abandono ó muerte del marido. Exi­ do ó de la mujer y el desorden in­ gencias injustas, correcciones ex­ terior que de ella se sigue, llegan á cesivas, escenas violentas, han im­ veces ó hacerse insoportables, oca­ pulsado muchas veces á algunos sionando explicaciones violentas jóvenes al suicidio. Un pobre hom­ que terminan en el suicidio. bre de carácter débil, agobiado por Vivas contrariedades, penas mo­ los sarcasmos y persecuciones de rales de todas clases ó imposibles su mujer, se ahoga después de ha­ de clasificar, porque seria menester ber escrito una carta, especie de para ello entrar en relatos particu­ venganza tardía. « Quiero hacer tu lares que nos llevarían demasiado felicidad y la de nuestra hija: sin lejos; intereses materiales lesiona­ cesar me tratas de cobarde y como dos, bruscas destituciones ó cam­ incapaz de privarme de la vida. bios de destinos, han causado la Hoy acepto el desafio; pero no ten muerte de trescientos once indivi- drás el acta que me pedías para dúos. La difamación y la calumnia quedarte dueña del establecimiento tienen una buena parte en esta cifra. y desembarazarte de mí. La sola Un gran número se mata para esca- 72 LA ESPAKA MODERNA par al dolor físico ó á las enferme­ enumerar para que fuese completo dades incurables. Los moralistas po­ nuestro relato. Aunque la estadís­ dían estudiar con vivo interés el tica se convirtiese en un curso de análisis de los suicidios por amor. psicología social ó en una historia Trescientos seis individuos, alrede­ de las enfermedades de la humani­ dor de la de'cimaquinta parte de la dad , sería incompleto nuestro tra­ cifra general, se han dado la muerte bajo. ¡Tantas formas particulares por esta causa. En este grupo es y múltiples tienen el dolor y la pa­ donde únicamente supera el núme- sión! ¡Tanto conturban este pobre i'o de las mujeres al de los hombres y débil corazón humano! Aún, sin (134 hombres, 172 mujeres). Los embargo, nos veríamos obligados á disgustos de amor, el abandono del prescindir en nuestro estudio de qui­ amante ó de la querida, los matri­ nientos diez y ocho casos, la octava monios abortados, la muerte, las parte del número total, sobre los separaciones forzosas, las discusio­ cuales no se ha podido obtener no­ nes ó las riñas, el matrimonio de ticia alguna. las personas amadas, he aquí los Terminaremos esta exposición de motivos más ordinarios. Cincuenta las causas del suicidio con un resu­ y cuatro personas han muerto víc­ men muy interesante, y que M. de tima de los celos. Circunstancias Boismont ha trazado con cuidado novelescas acompañan á menudo sumo: locura, 652 casos; embria­ estos suicidios del amor desgracia­ guez, 530; enfermedades, 405; dis­ do ó celoso. Al leer tales relatos, gustos domésticos-, 361; disgustos y parece que se lee una triste novela. contrariedades diversas, 311; amor, Se tiembla cuando se piensa que esa 306; pobreza, miseria, 282; agobios novela que nos haría bostezar es una de dinero, reveses de fortuna, avari­ historia de ayer. cia, 277; disgusto, spleen, fastidio, Los remordimientos, el temor del 237;carácter débil, exaltado, triste, deshonor, el pavor á las persecu­ hipocondriaco, 145; remordimiento, ciones judiciales, las heridas déla temor de la deshonra ó de la pei'se- vanidad, del amor propio, del or­ cución judicial, 131; mala conduc­ gullo , las decepciones de la ambi­ ta, 121; pereza, 56; delirio agudo, ción, el juego, la exaltación, la 55; celos, 54; falta de trabajo, 43; avaricia, el ansia de lucro, la cóle­ orgullo, vanidad, 26; motivos di­ ra, la venganza... todos estos sen­ versos, 38; motivos desconocidos, timientos, todos estos disgustos, to­ 518. He aquí cómo se descomponen dos estos móviles tendríamos que los 4.595 casos observados. No con- EL SUICIDIO KN SUS RELACIONES CON LA CIVILIZACIÓN 73 viene, sin embargo, dar á estas ci­ militudes. Existen, sin embargo, fras así agrupadas una importancia leyes en este confuso conjunto de excesiva. La estadística suele causar los fenómenos morales; pero á tan algo de ilusión á los ojos, y por me­ grande altura, que cuando se les dio de los ojos al espíritu, de tal encuentra, tienen tal carácter de suerte los resultados morales pare­ generalidad, que se corre el peligro cen salir con claridad y evidencia de cometer graves errores si se de esas columnas de cifras cuidado­ quiere deducir de esas leyes induc­ samente alineadas. Hay, no obstan­ ciones precisas para los hechos par­ te, materia para inmensos errores ticulares. Es que el mundo moral de detalle. Casi siempre sucede que tiene por resorte la libertad, y que esas causas se combinan entre sí. por dondequiera que la libertad se Los celos, por ejemplo, se combinan introduce lleva consigo el movi­ á menudo con el orgullo engañado, miento , la variedad, la contradic­ la ambición defraudada, la miseria ción misma. No hay más que fenó­ desesperada. Las enfermedades pue­ menos físicos que no se contradi­ den hacerse intolerables con los dis­ cen, porque pertenecen al mundo gustos domésticos, que se hubieran regular de la materia; allí donde la soportado fácilmente en otras cir­ necesidad comienza, principia tam­ cunstancias. El disgusto de la vida bién el orden invariable, la eterna se enlaza con la mala conducta y identidad, la inmutable disciplina; con la pereza. El amor desgraciado que sin duda es una bondad en el se complica con un carácter exalta­ universo material, pero que seria do ó débil. El corazón humano dis­ un principio de uniformidad y de ta mucho de esa unidad artificial que muerte en el universo activo y li­ la estadística se ve forzada á atri­ bre de las almas. buirle ; es un mundo tumultuoso y La parte más curiosa acaso del diverso, en que todas las influencias libro de M. de Boismont es lo innu­ se entrecruzan y todas las pasiones merable de las citas que nos presen­ se mezclan; creéis haber acertado ta de los últimos pensamientos y de al señalar una causa, y otras mil se los últimos escritos de los suicidas. os escapan. En la estadística moral Una gran parte de esos infortuna­ y en la fisiología de las pasiones, lo dos quieren dejar, al morir, algún verdadero no es más que lo proba­ ¡testimonio de ellos mismos. Es un ble ; la ciencia del corazón humano I instinto bien explicable de la po- aplicada á los individuos no nos ' bre natulareza humana. Los mis- proporciona jamás más que verosi­ I ¡ mos que creen en la nada quieren 74 LA ESPAÑA MODEBNA sobrevivir al menos en el pensa- nota discreta, como un grito del co­ naiento de los otros. No quieren razón en estas poesías fúnebres. Ci­ morir del todo, j dejan detrás de sí taremos algunas que no se pueden una carta, sea con notas en que ex­ leer sin emoción, pensando en la» presan sus últimos y supremos pen­ circunstancias en que han sido es­ samientos, ya sea elegías en que critas : « Perdonad mi pena secreta^ lamentan su suerte, ya una especie lo he perdido todo, placer, felicidad; de diario tristemente auténtico, que vosotros gozáis, pero yo recuerdo; escriben con mano resuelta, hasta vosotros vivís , pero yo he vivido.» que viene á interrumpirles el mo­ Y esta otra tan sencilla como llena mento de la muerte. Hay extraños de desfallecimiento : «Nunca, ni de y curiosos datos que recoger acerca niño, ni de casado, corazón alguno de las últimas preocupaciones del ha latido cerca del mío. Jamás la­ alma que espera la muerte. bios celosos me han preguntado ¿de A menudo son citas de versos co­ dónde vienes?» nocidos en relación con su triste Ciertamente no es esta una poesía suerte. ni muy brillante ni muy nueva. Sin Otras veces es el suicida el mismo embargo, tendrá interés cuando diga que habla en versos detestables ó que el papel que contenía estos ver­ declamatorios, donde se ve el sello sos estaba manchado de sangre. de perversos melodramas. Lo que más sorprende la imagi­ Tengo la creencia de que los au­ nación del lector es la sangre fría tores de estos versos han querido con que muchos suicidas analizan hacer ruido en el mundo después de sus últimas sensaciones. No se trata su muerte. Su nombre es ignorado de obras de imaginación como ei y su ambición postuma ha sido de­ Ultimo día de un condenado á muer­ fraudada. Nada tan triste como este te, de Víctor Hugo, ó las memorias amor propio que sobrevive hasta á de un suicida, de M. du Camp; es la preocupación misma y á la espe­ la expresión exacta y real de un ra de la muerte. Se creería que en alma que ve avanzar la muerte, que estos supremos instantes el alma no la espera en un momento dado, y puede menos de ser grave, y, sin que conserva, para observarse, toda embargo, son á veces muertes de su presencia de espíritu. Se nos per­ efecto, como en los teatros del mitirá citar un extraño documen­ bulevar las ñngen los actores de to de un hombre de letras bastante moda. conocido en el mundo de los perió­ A veces hay también como una dicos, hace quince ó veinte años; EL SUICIUIO EN eU8 RELACIONES CON LA CIVILIZACIÓN 75 documento escrito todo él en la no­ en continuo disgusto desde la muer-, che de su muerte, y después del te de María, sin esperanza, perse­ cual todos los terrores puramente guido por la necesidad, por la mi­ literarios palidecen. seria; humillado, calumniado, ul­ trajado, no veo más que un camino «Ultimes momentos de Bourg- para salir de esta situación extrema. Saint-Edme (Edme-Theodore), li­ -»A las dos.—¡Qué veloz corre el terato. tiempo! Acaban de dar las dos ; el »Para Mongiave. viento sopla con fuerza allí fuera. »Creo, mi querido amigo, quedaba Hay en el espacio una tempestad V. empezar por mandar que bus­ que resuena en el fondo de mi co­ quen al comisario de policía, á fin razón. Acabo de poner la llave en de que la comprobación del suicidio la cerradura del lado de la escalera^ tenga un origen legal. A continua­ y he colgado de la llave, por medio ción seguirá V. mis instrucciones. de un hilo encarnado, una carta Adiós, salud y felicidad. para el portero, en la cual le doy »26 de Marzo de 1852. A las cua­ cuenta del suceso y le hago algunas tro y media de la mañana. advertencias; de modo que la pri­ y>Media noche.—Preparo las me­mera persona que venga por la ma­ dias , la camisa y la ropa que han ñana la verá, la cogerá y la llevará de ser mis últimos vestidos. á su destino. »Siento que el momento se apro­ •»Dos y media. — Es preciso, sin xima. Lo siento por una especie de embargo, que me ocupe de los pre­ emoción de la cual no puedo defen­ parativos. No quiero que el día me derme , á pesar de mi valor. encuentre aquí. No me es indife­ »Dirijo á Dios mis plegarias por rente el género de muerte. Querría el reposo del alma de María, por dispararme un tiro en el corazón,_ mis hijos y por mí, porque hay un sería un procedimiento fácil y pron­ grito interior que llama á sí los sen­ to , pero no me ha podido procurar timientos más dulces, los mejores, una pistola. ¡Ahogarme! Tendría y con ellos la confianza y la espe­ que salir de casa; además, tengo ho­ ranza. rror al agua; axfisiarme por medio » Alimento el fuego. Me parece que del carbón me causaría una agonía hay fuera de mí algo que vive. Si no ruda y lenta. Colgaré de lo alto de hubiese sido engañado, abandona­ mi biblioteca un cordón que tengo do, de seguro que no estaría donde desde hace algún tiempo; haré un me encuentro. Mas solo, decaído. nudo corredizo y me lo echaré al 76 LA ESPAÑA MODEBNA cuello; dejaré caer la silla en que noche una verdad que da frío. En me suba y quedaré colgado. presencia de la muerte, todos esos >A las tres.—El fuego se consu­ detalles insignificantes toman un me. Estoy contrariado. Oigo el rui­ interés inmenso: ese fuego que se do de los cari'os que van al mercado. extingue, ese silencio de la noche, Nada he de aprovechar de lo que esa confusión de las ideas, todo, llevan. Vamos. hasta el hilo encarnado, del cual »¡ Oh hijos míos! Vuestras dulces pende la carta para el portero... figuriis surgen delante de mi y me ¡Qué drama! hacen temblar. ¡ Valor! M. de Boismont se ha servido »^ las tres y media.—Acabo de hábilmente de los 1.328 escritos de colocar el cordel. A las cuatro ó suicidios que ha tenido en sus ma­ cuatro y cuarto, ejecutaré mi pro­ nos, uno de los capítulos más nue­ pósito, puesto que todo marcha como vos y de los más interesantes de su lo había previsto. libro FJl análisis de los últimos sen­ »No temo la muerte, puesto que timientos. Ha dividido estos senti­ la busco, puesto que la deseo; pero mientos en tres clases, advirtiéndo­ me espanta el sufrimiento prolon­ nos que esta clasificación no es ri­ gado. gurosa. En la primera ha colocado »Me paseo. Mis ideas se confun­ los dictados por la esperanza, el den. arrepentimiento , la religión, el ho­ »No tengo más que la conciencia nor , la ternura, la amistad, el amor, de mis hijos. el reconocimiento, y los ha reunido » El fuego se extingue. bajo la denominación de buenos sen­ »¡ Qué silencio me rodea! timientos; ha colocado en la segun­ •»Alas cuatro.—Dan las cuatro; da clase las manifestaciones suge­ he aquí el momento del sacrificio. ridas por el resentimiento, la ven­ » Adiós, queridos hijos míos. ganza, las quejas, las imprecaciones »Dios me perdonará por mis do­ contra la muerte, las declaraciones lores. del materialismo, las últimas confi­ » Adiós; otravezadiós, hijos míos, dencias de la disipación. Esta parte bien amados. Vosotros tenéis mi úl­ se titula de los malos sentimientos. timo pensamiento. Para vosotros Por último, en la tercera catego­ los últimos latidos de mi cora­ ría ha agrupado las manifestaciones zón.» que no tienen relación directa con las dos clases precedentes, ó que si Hay en este diario de la última en cierto modo se relacionan, se EL SUICIDIO EN SUS EEI.ACIONES CON LA CIVILIZACIÓN 77 alejan, por otra parte, de ellas, y las manifiesta también en muchos hom- llama sentimientos mixtos. bres hacia sus opresores y enemi- Dominan los buenos sentimientos, gos. En fin, vienen después los sen- La proporción de esta clase es de timientos religiosos que se despier- 626 (474 hombres, 152 mujeres), tan con fuerza, sobre todo en las Entre estos diversos sentimientos, mujeres, bajo la inspiración déla dice M. de Boismont, los más fre-| última hora. Algunas reclaman las cuentes son los de la sociabilidad, y'ceremonias y las oraciones de la se manifiestan por las despedidas. Iglesia. ¡ Ah! Dejemos á Dios, á El Siguen una especie de jerarquía con solo, el cuidado de separar con mano relación á los afectos humanos; se segura y equitativa la parte que en dirigen sucesivamente á los esposos, el suicidio tienen el delirio y la li- á los padres, á los hijos, á los aman- bertad. No nos apresuremos á con- tes, á los queridos, á los amigos, á denar. Conservemos inflexibles los los conocimientos, al mundo en ge- principios, pero abstengámonos de neral. Vienen en seguida los senti- juzgar con demasiada ligereza, y di- mientos morales , los remordimien- ' gamos como la carta recogida en tos por una falta cometida, la ver-las ropas del citado suicida: ¡Des- güenza de un crimen, el dolor por graciados! no haber podido corregirse, el te-! Los malos sentimientos compren-' mor de deshonrar á la familia y den 374 casos (279 hombres, 95 mu- deseo de castigarse. Algunas veces'jeres), 301 escritos contienen que- es una susceptibilidad moral que jas ó imprecaciones contra las fa- raya casi en enfermedad; un senti- millas, la sociedad, Dios. Veinti- miento exagerado del honor, el te- nueve cartas revelan ateísmo y el mor á suposiciones injuriosas ó ala deseo de la nada. Una sola de es­ calumnia. A menudo también ex- tas cartas está firmada por una mu- presan el disgusto de la separación, jer. En los nueve escritos restantes sobre todo en las mujeres, las cua-¡no se encuentra más que la expre- les casi todas suplican que se guarde sión de una idea de libertinaje. En un recuerdo de ellas, que se las lio- 31 casos son la hipocresía ó la va­ re. Es otras veces el pensamiento nidad las notas características de del dolor que el suicida va á causar tales cartas escritas en tan supre- á sus padres, á sus amigos. Es tam- mos instantes. bien á menudo el último adiós al se- En fin, los sentimientos mixtos ductor que las ha perdido, adiós son aquellos en que la moralidad del mezclado de perdón. El perdón se último pensamiento no se marca su-* 78 LA ESPAÑA MODERNA ficientemente. En esta categoría se ¡pué s de este largo y doloroso estu­ colocan las cartas de los locos, que' dio? Indiquemos por lo menos cómo todos dan testimonio de sus almas [serí a posible combatir esta tenta­ extravagantes, su estado morboso, ción endémica del suicidio que de la incoherencia de sus pensamien-' día en día hace espantables progre­ tos, todo lo que los distingue su­ sos. No porque yo crea que el mal ficientemente de los suicidios come­ puede ser suprimido; no me hago tidos en el estado de razón. Entre tal ilusión. Sé que en las edades en los suicidas razonables, los unos se que la fe, aun candida y fuerte, aun preocupan del sufrimiento material en las almas verdaderamente cris­ del suicidio, temen que les falte va­ tianas , en las almas de los clérigos lor. Otros , por el contrario, mues­ y monjes, existía la terrible tenta­ tran una resolución fría. Muchos ción que los hacía sucumbir. Sé que ponen cuidado en cómo han de ha­ en tanto haya hombres, habrá do­ cerse sus funerales, y hacen á este lores sin remedio, desesperaciones, propósito precisas recomendaciones. pasiones, y, por consiguiente, oca­ Las opiniones fatalistas son muy siones de suicidio. Pero si el mal frecuentes. Algunos muestran com­ no puede ser suprimido, puede, sin pleta indiferencia hacia la opinión embargo, quedar reducido á ciertos pública. Otros, por el contrario, y límites. Conseguir esto último será en bastante número , dejan adivinar un buen resultado, porque hasta el deseo de obtener la publicidad y ahora no se ha hecho esfuerzo en de que hablen de ellos. Otros, por este sentido, ni tampoco existe una último, revelan la futilidad de los especie de conspiración de gentes motivos que le impulsaron al suici­ honradas para dar fuerza á la razón dio. Esto daría ocasión á reflexio­ pública. nes muy amargas. Espanta ver á La más seria garantía contra la estos desgraciados jugar así con la locura suicida, mil veces se ha di­ muerte. Hay casos desesperados en cho, es la firmeza de las creencias que la gravedad suprema de las cir­ religiosas. Es muy raro que la ten­ cunstancias da serio interés al sui­ tación del suicidio triunfe délos es­ cidio. Pero ¡ qué decir de esas almas crúpulos de la conciencia espanta­ pueriles que se precipitan en la da ante las prohibiciones de la Igle­ muerte para vengarse de pequeñas sia y por el juicio á que ha de ser contrariedades de la vida! ¡ Qué de­ sometida. bilidad de razón más terrible!... Pero en una sociedad tan hete­ ¿ A qué conclusión llegamos des­ rogénea, dividida por creencias y EL SUICIDIO KN SUS KELACI0NK8 CON LA CIVILIZACIÓN' 79 doctrinas tan contrarias, ¿no podría tocráticas, desdeñando toda profe­ nada la razón laica contra un mal tan sión , despreciando los pequeños de­ terrible? Sin duda que no tiene la beres que forman la humilde trama misma autoridad que la Iglesia para de la vida y consignando su prurito hacerse obedecer; sin embargo, no á declamaciones contra los trabajos es impotente. Que emprenda la lu­ de este mundo, del que no quieren cha contra los estravíos de una ci­ formar parte. Y, sobre todo, que se vilización excesiva, desarreglada, combatan todas esas paradojas mal­ impaciente de bienestar, loca por sanas que circulan en las novelas y los placeres y el dinero. Que sea en los dramas de cierta escuela; que infatigable en recomendar á las al­ se muestre cuanto hay de vulgar y mas la saludable higiene de los sen­ de insensato en los anatemas contra timientos justos, santos y tranqui­ esa pretendida fatalidad que pesaría los , de la actividad racional, del sobre el hombre de corazón y le im­ trabajo regular, de los deseos mo­ pediría cumphr su destino; que se derados. Que defienda y propague fortifique en las almas la convicción el culto de la familia, que es uno de de la libertad; que se de vigor al los mejores refugios para la mora­ resorte de la vida debilitado por lidad del hombre, uno de los asilos filosofías declamatorias; que se haga más seguros en que su dignidad he­ esfuerzos para asociar la idea del cri­ rida se cura, donde su amor pro­ men á la del suicidio en la concien­ pio lesionado se consuela, donde su cia de la humanidad, tan profun­ ambición se modera en la sólida paz damente alterada por los sofismas de los afectos verdaderos. Que se contemporáneos cuando no lo está castigue por medio del ridículo esas por el dolor y la pasión que son ociosidades soberbias. que pasean los mayores y más peligrosos so­ por el mundo sus melancolías aris­ fistas.

E. CARO. FRANCISCO COPPÉE

•"•^ 'T' na de las mejores veladas desciende por unos cuantos pelda­ I de descanso en plena char- ños desde la planta baja. ^.^ J la literaria, libre y de con­ Mansión de poeta-artista, y aña­ fianza, que me ha sido dado pasar diré que de poeta parisiense. En en esta ruda existencia parisiense, efecto: Francisco Coppée es un pa­ fué una noche de Abril, en la calle risiense neto, nacido en París, en de Oudinot, en casa de Francisco 1842, de padres también naturales Coppée, ante el jardín del poeta, de París, cosa rara. Si nos remon­ donde primaverales flores daban á tásemos hasta su abuelo paterno, ese rincón de París perspectivas de sin embargo , el apellido Coppée re­ biombo japonés. Y bajo la lámpara^ sultaría belga. Parece ser que en entre diversos j encantadores in­ Mons y en sus inmediaciones todo genios, ¡qué discreteos irónicamen­ el mundo se apellida Coppée. Esto te regocijados hubo allí, ante la es francés antiguo y significa «cou- cara placidez de una recepción sin póe » (corta de leña). Lo mismo da; aparato de intimidad! Esta casa de el nombre es bonito , suena bien y Coppée es un verdadero nido de es «rima rica» de espada (épée), poeta, donde el autor de Las inti­ palabra sublime. Hay un Coppée, midades y de El Relicario aparece de Mons—¿quizá pariente del poe­ risueño y feliz junto á su hermana, ta? — que es muy rico, tiene una á quien adora, y la cual siempre le cuadra célebre y toma parte en las ha cuidado con maternal afecto; carreras de caballos. Firma F. Cop­ entre sus libros, cuadros de ami­ pée; y algunos toman al autor de gos y el florido jardín, adonde se El transeúnte por un caballista, FRANCISCO COPPÉE 81 cuando en su cuadra no tiene más | que Coppée padre, que fué amigo caballo que el Pegaso (estilo an­ suyo. tiguo) . Familia pobre; el padre, modesto Volvamos á los orígenes. Por el empleado en las oficinas del minis­ lado paterno, \\a.j una abuela (Cop- terio de la Guerra; tres hijas, que pée enseña en su casa un delicioso se educaban en el convento de San retrato de ella, pintado por una se­ Mauro, en la misma calle, frente á ñora, discípula de Greuze) que tuvo su casa; y el hijo, pequeño, delica­ en sus venas sangre de la antigua do, débil. Se mudaron de casa, nobleza lorenesa; por este lado se yéndose á vivir á un quinto piso, tropezaría con gentes de armas de en la calle Vanneau. En Oliverio la real y caballeros de San hay recuerdos conmovedores de Luis. Es notable el contraste por la aquellos tiempos de honradas lu­ línea materna. El abuelo (Baudrit, chas. de apellido) era maestro cerrajero, El poeta Oliverio, ser fingido, y durante la Revolución forjó picas Que, de su ensueño al enarrar la magia, para armar á las secciones. Aún \ Lo burgués y lo bufo ha compensado existe la casa Baudrit. El nieto, De aquestos días de opereta y drama, Augusto Baudrit, primo hermano ese poeta es Coppée, en todo ó en •de Coppée, es un cerrajero artístico parte. Y cuando al llegar á este del mayor talento. Con arreglo á verso en su poema estos orígenes pudiera deducirse, si hay empeño, que el autor de ¡Es ver su juventud, el ver su patria! Oliverio es un aristócrata que ama se interrumpe el autor y se vuelve al pueblo. hacia su pasado, entonces sube has­ En resumen: en el núm. 9, en­ ta él una ola de recuerdos; y, olvi­ tresuelo, de la calle de las Misio­ dándose de la juventud de Olive­ nes (hoy calle del Abate Gregoire, rio, recuerda la suya propia, su in­ antaño calle de San Mauro y San fancia. Germán), en 1842, la madre de Mira, lector.—Cien veces me paseo Coppée, según la frase de Chateau­ A solas, donde antaño fué la tapia briand , le condenó á vida. « A pe­ Del Maine (*); es un lugar que desde el sitio De i'arís, aún está peor que estaba. sar de todo, tiene buenos momen­ Enclenques arbustillos esmirriados tos»—nos decía Coppée riéndose. En esos bulevares reemplazan A los añosos olmos, que otros tiempos El bueno y gran Charlet, el pintor Bóveda inmensa hacían de sus ramas. de los soldados y de las escenas Ya no existe el tapial de los consumos;

populares, vivía en el mismo piso (*) Pronuncíese Men. 82 LA ESPAÑA MODERNA

Y en vez de aquél, un barrio se levanta. Suspensos, las católicas plegarias Al caer de la tarde, los veranos, Que me enseñó de niño. Y lo contemplo, 151 autor de mis días me llevaba Joven aún, provectas las espaldas A dar dos vuelttcitas cuando niño. De llevar sus hijitos á su lado. Pequeño y débil, de salud escasa. ¡Y ansio amor, creencias y esperanza!... Y en aquellos remotos andurriales, — Os demando perdón. Una historieta En esas alamedas solitarias, Olvidé que á vosotros relataba. Aquel h^imbre de bien—puro, sencillo. Mas al hablar de mí, lector, declaro Temeroso de Dios, de santo en fama, Que es de Oliverio , mi rival en trazas. Inocente cual vate, y, aunque pobre. Siempre lleno de júbilo, sin tacha—• ¿Qué notas biográficas valdrán Después de haber pasado todo el día jamás tanto como las que cualquier De oscura covachnela entre las tapias, Era feliz, por toda recompensa, hombre pudiera dar acerca de si Con el dulce calor que al pecho alcanza. mismo? Subiendo de la mano pequeñuela El niño que asi vagaba j calle­ Del viltimo (¡y varón !) hijo del alma, íbamos juntos á mirar les bueyes jeaba con su padre, fué llevado de Cómo en tropel al matadero marchan ; interno al colegio de Hortus. Se Y, al ser más fuertes ya mis piececitos, Solíamos llegar á la explanada acuerda de cuando á la edad de seis En que el ciarte! de Inválidos seyergue, años, en 1848, veía desde el bal­ Y donde , entre el montón de papanatas cón de sus padres vivaquear los Venidos de oti-os barrios, la retreta Nos hacía gozar con su algazara; soldados en el jardín del palacio Y, por fln, á la hora en que la luna Monaco, entonces cuartel general Del horizonte surge en lontananza , El camino tomñ hamos más corto de Cavaignac, durante las jornadas Para volver á nuestra humilde casa; de Junio. Subíamos despacio al quinto piso. Digámoslo por última vez: la in­ Daba un beso á mamá y á mis hermanas, A la luz de la vela allí las cuatro. fancia de Francisco Coppée fué la De palique, esperándonos sentadas. de los humildes. Coppée se gloría Pues bien; cuando un instante la energía Advierto que á mi espíritu le falta, de ello. Tiene razón. Saludemos á Cuando el horrible spleen (*) del desaliento esos hombres laboriosos y honra­ Me abruma á veces con su negra carga, dos. El padre hacía durar mucho Vuelvo á marchar, á solas, por la tarde, Al apacible barrio que en mi infancia tiempo sus gabanes del bazar La Frecuenté con mi padre. Y su recuerdo. bella jardinera; la madre hacía Tan caro para mí, sirve de magia. Pienso entonces ea él, en lo que hizo «papeles» á los pequeños trafican­ Ese justo varón de limpia fama, tes de la vecindad, y jabonaba en Pobre y altivo; en la paciencia suya casa la ropa blanca menuda. Las Y en su sin par resignación cristiana Para ganar el pan de cada día, dos hermanas maj^ores pintaban, Sin tener del descanso la nostalgia. haciendo copias de cuadros del mu­ Sin murmurar, entouces, me someto seo del Louvre. Así, pues, Coppée A la desdicha que mi vida amaga; Y siento cómo ecuden á mis labios. fué educado por mujeres, en un

(*) Fronúncíego espHn. medio artístico, lo cual desarrolló FRANCISCO COPPtóa 83 de cierto su sensibilidad y su gus­ su inñxncia ; no puede pasar por de­ to. He visto un retrato del poeta lante de cierta casa de esa calle sin cuando era niño, original de la se- mirar allá arriba, á un balcón del ñorita Ana Coppée, hermana suya, quinto piso, sin volver á verse de enteramente notable, muy vivo , y j pequeñito en su silla alta, á aquella pintado con solidez. ¡mesa de familia, cuyos sitios, ¡ay!, Crece, y sus padres vuelven á I se han espaciado poco á poco y don- mudarse de casa otra vez para estar de ya no existen hoy más convida- más cerca de los colegios. Van á j dos que él y su amada hermana, vivir á la calle del Príncipe, y el, que le quiere por todos los muertos futuro académico es un pésimo es-!y por todos los ausentes. Nunca se tudiante externo en el liceo de San ¡ detiene un instante junto á los pues- Luis. Aún era débil, soñador y ¡ tos de libros al aire libre en las ga- callejero el niño parisiense que ' lerias del Odeón (que, entre parón- tan bien ha expresado en alguna tesis, son una de las más simpáti- parte la vida familiar del adoles­ cas originalidades de París) sin ve­ cente en París. La página está em­ nírsele á la memoria la época en balsamada de recuerdos. Un día la que, con los cuadernos de estudian­ leyó Coppée en una Conferencia te debajo del brazo, hacía largas aplaudida: paradas allí y leía gratis los libros «El verdadero parisiense ama á de los poetas que ya le gustaban. París como á una patria; invisibles En fin, hay en alguna parte—no cadenas del corazón le atan á él, y dirá dónde — una ventanita que ve si se ve obligado á alejarse de él por al pasearse por cierto jardín públi­ poco tiempo, sentirá la nostalgia de co, y que no puede mirar en otoño, su querido arroyo de la calle de hacia las cinco de la tarde, cuando Bac, lo mismo que Mad. de Staél. el sol poniente la tiñe con reflejos El que os habla es uno de esos pa­ de incendio, sin que su corazón se risienses. En esta ciudad, donde ponga á palpitar como lo sentía la- (cual de ello se dolía Alfredo dejtir hace mucho tiempo, muchísimo Musset) conoce todos los empedra-l tiempo, pero en la misma estación dos, mil recuerdos le esperan en jy á la misma hora, cuando acudía sus paseos, en los ángulos de todas;hacia aquella mansión con la em- las encrucijadas. Una pacífica calle j briaguez de los veinte años, y cuan- del barrio de San Germán, cuyo do la ventanita, festoneada enton- silencio rara vez turba algún ca­ ees con capuchinas, abríase de pron­ rruaje particular, le recuerda toda to y dejaba ver entre el verdor y 84 LA ESPAÑA MODERNA las flores una cabeza rubia que se ellas, la segunda, se casó con el sonreía á lo lejos. pintor de vidrieras Lafaye; la ^ter­ >¡Feliz, ¡ah! feliz, muy feliz quien cera murió muy pronto, á los vein­ vive en el campo en ese delicioso tidós años de edad; la mayor per­ momento! Un lecho de musgo bajo manece soltera, y es hoy la querida los robles, la orilla de un riachuelo Anita Ooppée, su compañera de donde hierve el agua de un molino, siempre, su maternal amiga. la senda ahondada en , ana El niño abandonó el colegio des­ pradera con flores j mariposas: ta­ pués del tercer curso. Francisco les son los agrestes y dulces paisa­ Ooppée no es bachiller. No es por jes que guardarán, para devolvér­ falta de haber estudiado. Oompletó selas, las impresiones de la juven­ como pudo su instrucción por me­ tud , y que más tarde, cuando la dio de lecturas, pasando todas sus dicha haya huido de él, le ofrece­ veladas bajo los mecheros de gas rán un asilo de soledad, de frescura de la biblioteca de Santa Genoveva; y de paz. Pero el hijo de París, hasta enfermó de los ojos. Habién­ que, siempre privado de aire y ho­ dosele paralizado al padre el cere­ rizonte libres, no ve en su remoto bro, se fueron á vivir al cerrillo de pasado más que calles tortuosas y Montmartre; Ooppée estuvo de su­ las cuatro paredes de un colegio, pernumerario sin sueldo en el mi­ si es poeta necesitará cosechar los nisterio de la Guerra dos años. Es recuerdos sembrados durante sus un tiempo negro y de tristes recuer­ tiempos juveniles en caminos des­ dos, que, sin embargo, no han de­ empedrados y en casas de yeso, y jado otra huella ni otro sentimiento saber hacer que en una puesta de en este noble carácter que lasti­ sol, verde y roja, entrevista al final ma de quienes sufren. De tales prue­ de una alameda, quepa toda la mór­ bas, otros han guardado odios de bida melancolía del otoño; y en una refractarios y una bulimia de dine­ alborada de sol junto á las lilas, en ro y desquites. Ooppée sólo ha to­ el jardín de Luxemburgo, toda la mado de ellas una sonriente filoso­ divinal alegría de la primavera.» fía y una verdadera bondad. Dába­ A la sazón, Francisco Ooppée les ejemplo su madre, sublime en hacía versos ya; á los doce años ri­ valor y sacrificios; y la hermana maba sus traducciones. El padre se mayor, única que quedó en la casa, había jubilado por fuerza. Hacíase ganaba unos pocos cuartos restau­ dura la vida entre aquellas gentes. rando antiguos lienzos. ¡Tres solteras sin dote! Sólo una de Murió el padre. Ooppée ascendió FRANCISCO COPPÉE 85

á empleado de plantilla ; tuvo cura quizá no había esperado tal triun­ de almas, fué jefe de familia á los fo (¡aunque se esperan tantas cosas veintiún años. Continuaba hacien­ cuando no se conoce la vanidad de do versos; pero aquella juventud la vida!) sin alegría le entristeció para siem­ ¡Ah, ese Transeúnte! ¡Qué feliz pre. No importa, llenaba sus debe­ sorpresa y qué gorjeo de pájaro hubo res ; y la mesa de familia, en torno en el Odeón cuando se oyó recitar (ie la cual ya no había más que tres sus sonetos florentinos á Sylvia y personas (la anciana mamá, Anita Zanetto, esas dos exquisitas estatui­ y él), era centro de veladas melan­ llas á lo Donatello! cólicas , pero con esperanza. Veíase Entonces escribimos (y este es allí claro en lo porvenir. uno de los mejoros recuerdos do Pasa el tiempo. Coppée tiene nuestra juventud) en la revista de veintitrés años; conoce á Catulo teatros de La Opinión Nacional: Mendés y los Parnasistas, quema «He aquí un poeta joven, que tres ó cuatro mil versos y publica trae una pieza al Odeón; y el breve á sus expensas (¡pobre muchacho!) acto produce mayor efecto en la El relicario. Grande fué el triunfo; sala que los cinco actos de un dra- Timoteo Triram, que era un Sainte- món de tonos chillones. Si se prue­ Beuve de á perro chico, escribió un ba á menudo ese vino de Chipre, articulo en el Petit Journal; sin em­ habrá que tirar por la ventana el bargo, no se vendieron cien ejem­ vino tinto de pasto. plares del tomo. Dos años después »La cortesana Sylvia está de co­ imprimía á su costa Alfonso Le- dos en la terraza, meditabunda, merre Las intimidades—una obra triste, mirando á lo lejos las te­ maestra;—entonces no se vendieron chumbres de Florencia, blanquea­ más que setenta ejemplares. da por la luna, y las cúpulas que se Por último, casualmente, por ha­ destacan sobre lo azul del cielo. ber encontrado el poeta en su cami­ Sueña, se aburre. El falso amor de no á la Agar, se representa El tran­ que la rodean, los homenajes con seúnte en el Odeón. Aquello fué un que la fatigan han cansado á la pos­ cambio de decoración, como en las tre á Sylvia, quien quizá echa de comedias de magia. De la noche á la menos entonces su pasado, y no mañana, el poeta obtuvo un poco de tiene ya lágrimas ni aun para su dinero y mucho ruido. melancolía, llanto para su sufri­ miento. Hay que oiría interrogar á «Cuando, de meditar enflaquecido, Bajo las tejas él versificaba», , su corazón triste y helado; hay que; 86 LA ESPAÑA MODERNA escuchar aquel lenguaje firme j los primeros fulgores del dza ten- sonoro, al cual no nos tiene acos­ ará su poesía eternal. «¡Y, sin em- tumbrados el teatro, y que de pron- bargo—dice (1) un excelente bió- to os transporta , dichosos y hechi-' grafo , amigo de Coppée, M. A. zados, al país de los ensueños. Chenneviére — algunas veces ha ^Parecíame volverá contemplar tenido tirria el poeta á ese Tran- esas claras noches florentinas, esas seuníef» Se irritaba al oir aquella noches de verano azules y aromo- • eterna perífrasis de su nombre: « el sas, donde desde lo alto de las te-' afortunado íintov de El transeúnte»; rrazas del Ombrellino—la villa de ¡pero, como después de todo, no es Galileo—veíamos revolotear, mez- ! ingrato, al cabo de muchos años le ciarse, centellear, dar saltos á las pide perdón por esos arranques de bandadas de luciérnagas, parecidas impaciencia. á enjambres de estrellas. Ese Tran­ « Pobre Transeúnte—dice en al­ seúnte es, en efecto, un sueño ita- guna parte—dulce inspiración ra- liano, el sueño de una noche de diante de mis veinticinco años, amor, una verdadera canción de I perdóname los minutos de impa- poeta oída á orillas del Arno, en la ciencia y mal humor que me ha estación de las rosas.» I causado tu nombre, dicho malicio- «Sueña Sylvia, y pasa el poeta, 'sámente para despreciar mis nue- El poeta es un niño; tiene diez y! vas creaciones. No por eso has de­ seis años. Lleva ese gracioso traje jado de ser el hijo predilecto de mi de los frescos de Ghirlandajo y de juventud, el sueño de ideal y de Botticelli. Vestido de sarga, lleva en amor que sólo se tiene una vez en la mano la mandolina y terciada al la vida; y jamás he olvidado, gen- hombro la parda capa. ¡Un banco! ¡til trovador de una noche de luna Se detendrá en él, dormirá allí al clara, que te debía aquella primera aire libre, á la luz de las estrellas, recompensa del poeta, esa primera Sylvia entonces quédase atenta y rama de laurel que hizo llorar de turbada, oyendo repetirse ese es­ gozo á mi anciana madre y me dio tribillo florido como una estrofa de alientos y esperanzas para siem- Remi Belleau, el gentil Belleau.» ¡pre. » Por lo demás, Francisco Coppée Desde entonces , aplaudido Fran- piensa con enternecimiento en aque cisco Coppée, era célebre , buscado, lia noche, ya lejana, que fué como • mimado; y sus versos, que la vis- la salida del sol de su gloria. La^,,, ~ , .,,. r n- j n- ,-^„ . ° I (1) En el penoáico Za Gironda CienHJca y frase de Vauvenargues acerca de!I Literaria. FKANCISCO COPPÉE 87 pera no se vendían, viéronse en caracterizaba no ha mucho el talen­ manos de todos. Tuvo de su parte, to de Coppée, y buscaba sobre todo como en otro tiempo Alfredo de la dominante del poeta en la colec­ Musset, á los jóvenes y á las muje­ ción rotulada Los humildes, di­ res. La princesa Matilde le convi­ ciendo : daba, y para ir á verla se mandó iLos humildes indicaban un pro­ hacer el poeta su primer traje ne­ fundo cambio en la manera del es­ gro formal. «Aquello ófa demasía-1 critor. ¿Hay que ver allí, como pre­ do hermoso — nos decía él mismo; tende Zola, la introducción del na­ —caigo enfermo con una pulmonía, turalismo en la poesía? Coppée, á de la cual sufrí varios años y que quien el maestro del naturalismo ensombreció el fin de mi juven­ ha querido afiliar á la fuerza entre tud. Por otra parte, había tenido los que siguen su bandera, defién­ yo excesivas privaciones; el deseo dese contra tal honor y protesta mata.» como si le llevase el diablo. Esos Ahora bastaría con citar los to­ cuadritos, algunos de los cuales son mos y los dramas que han seguido expuestos, no se enlazan realmente al Transeúnte, para recordar á los con ninguna escuela; corresponden lectores una seducción, un encanto, á esas escenas de la vida doméstica, un querido recuerdo: Los poemas á esas reproducciones de las cos­ modernos, El cuaderno rojo, Oli­ tumbres familiares en que han so­ verio, Los humildes, L^as narracio­ bresalido los holandeses; tienen la nes y las elegías, Dos dolores, La finura de toques, la sinceridad, el abandonada, LJl guitarrero de Cre- candor de esos pequeños lienzos que mona, La cita, El tesoro, Madama se pagan á peso de oro, y no vemos de Maíntenón—escrita primero con por qué lo que es licito á la pintura 6l titulo de El salterio—y, en fin, le haya de estar prohibido á la poe­ después de Un idilio durante el si­ sía. "Junto con puerilidades, hay tio, esos Cuentos en prosa que for­ allí efectos de una exactitud inau­ man ya dos tomos, y que, uniendo dita , visiones de calles, impresio­ la emoción más profunda con una nes de caída de la noche de aguda singular limpieza de estilo, hacen á \ perspicacia. Esa especie de poesía veces pensar en un Merimée con cotidiana de ciertos espectáculos ternura. urbanos en el rincón de una tien­ Un periodista de verdadero ta­ da, en una alameda de jardín pú­ lento, crítico muy agudo ó investi­ blico, en un barrio dado, visto en gador erudito, M. Bd, Drumont, determinada hora del año, se retra- 88 LA E8PANA MODERNA

ta allí con asombrosa habilidad de de pilón. Conmuévele la vida; y hechura.» también en esa vida inquieta que se Sustituyendo por la palabra pa­ llama viaje, el encuentro de todo risiense el vocablo holandés, me ad­ heroísmo, de toda abnegación: Wal- hiero con gusto al juicio de M. Dru- hubert en Avranches, Cambronne mont; pero Los humildes y hasta en Nantes. Si en Bretaña son para, Las intimidades no presentan más él dos decepciones—como para nos­ que una faz del talento de Coppée. otros—Santa Ana de Auray y Car- El autor de Oliverio tiene arran­ nac, en cambio le agrada el país de ques por los cuales se recuerda que Brizeux porque allí se encuentran es contemporáneo del autor de La pescadores, «esas magníficas caras leyenda de los siglos; y es preciso de lobos de mar, verdaderos jamo­ juzgar al poeta por el conjunto de nes cocidos por el sol y salados por todas sus obras. el viento del Océano». ¡Dos mari­ Ama y canta los pequeños, los nos ! Francisco Coppée los ha salu­ tímidos, los desconsolados, los que dado á menudo en verso y en pro­ arrastran sin ruido y oscuramente sa , no sólo en sus horas de sacrifi­ las más pesadas cadenas, \Q?> parias cios, como en Los restos del naufra­ de nuestra sociedad feliz y sonrien­ gio, sino en sus horas de cotidiana te, los pobres diablos cuya carne labor dedicadas al cuidado del bu­ parece hecha no más que para su­ que. «El que está en su puesto para ministrar mantillo al suelo donde barrer—dice—también lo estará se abren las flores cogidas por otros. para combatir; y quien no tenga Y Coppée tiene lástima y ternura miedo á una nube de polvo, no re­ para cada uno de ellos , ya sean trocederá ante el humo de un ca­ esos « humildes » un pobre guardia ñonazo.» En todas las cosas ha vis­ móvil arrancado al suelo nativo por to así Coppée la grandeza de los el gran deber, ó un niño raquítico destinos humanos en su humildad condenado á las exhibiciones de la conmovedora, y sus obras son la escena, ó un deportado, un utlaw glorificación de los ocuros y lim­ que se siente francés al ver en pe­ pios de corazón. No conozco más ligro la bandera de la patria, ó una noble empleo del talento que el de pobre vendedora de periódicos, ó dejar venir á sí los pequeños para hasta un horterilla de ultramarinos coronarlos. —el tendero, mofado ya, y, sin em­ El editor que tanto ha hecho en bargo, hecho célebre por Balzac— pro de la librería francesa clásica que sueña mientras parte el azúcar y moderna, y tanto tiempo ha me- FRANCISCO COPPÉ 89 rece una recompensa oficial, Al­ nodriza ; y de un carácter agudo 6 fonso Lemerre, ha puesto empeño altivo, como en sus grabados de La en hacer de esas obras uno de los huelga y de Hijos de las arm,adu- más hermosos libros que puedan ras. Coppée ha sido bien compren­ verse. Como en otro tiempo Perro- dido y admirablemente traducido. tin con Béranger, ha querido le­ Además, su poesía modernísima, vantar un monumento artístico á de una intensidad de sensaciones su poeta Francisco Coppée. Publi­ enteramente original, conmovida,, ca una edición en 4.° del autor de replegada, parisiense por los re­ El relicario, y las ha hecho ilustrar cuerdos, los enervamientos, la gra­ por un maestro, el acuafortista cia doliente ó irresistible, era la. Boilvin. Es una obra maestra. más á propósito para inspirar á un El primer tomo de esta edición artista muy contemporáneo en su definitiva, monumental, contiene manera de ver. La hechicera musa las poesías publicadas por Coppée de Coppée es pariente de la musa desde 1864 á 1872, El relicario. Las triste de Sainte-Beuve; pero, lo re­ intimidades, Los humildes, y esas pito, con su fina mano de parisiense poesías dramáticas, popularizadas ha tocado la gran espada de Víctor con tamaña rapidez, esos relatos Hugo, y de ese contacto guarda un conmovedores y magníficos. La ben­ raro vigor que añade precio á su dición. La huelga de los fundidores. exquisita nerviosidad. Francisco La carta del móvil bretón y las Coppée ha dado un sello especialí- composiciones escritas durante el simo á estas Intimidades, donde las sitio. Juntamente con las páginas ternuras, los escalofríos, los olores,, tituladas Paseos é Interiores, de un las reconditeces y complicaciones sentimiento tan profundo y exacto, de la pasión moderna, ó del amor- penetrante y sincero, todo aquello gusto contemporáneo, se analizan es quizá lo que el poeta de El tran­ con un lenguaje de una sencillez seúnte ha escrito de un modo más sabrosa y sabia. Ahí está Coppée, acabado, más personal. en ese no sé qué profundamente Gusta leer en esta edición magis­ sentido, enamorado y doliente, sin­ tral esos versos que desde hace tanto cero y real como la vida. Enamo­ tiempo resuenan en la memoria de rado parisiense y poeta de París, todos. Boilvin ha firmado allí agua­ con murallas grises para marco de fuertes exquisitos, muy variados, los idilios, y días de nieve para des­ de un naturalismo sencillísimo, co­ pertar las neurosis. Verdadero poe­ mo cuando ilustra El banco 6 La ta moderno, contemporáneo, sen- 90 LA ESPAÑA MODERNA sitivo, que expresa con una claridad continuaron en la literatura la obra decisiva, llena de emoción sobreen­ tormentosa de sus padres. Fueron tendida las realidades cotidianas. militantes, audaces, desesperados, Esta edición, este monumento que en una época de paz, de sosiego y le erige Alfonso Lemerre, es ya de venturas. El reinado suave y una especie de posteridad que co­ sin puntos negros de Luis Felipe, mienza para Coppée. En la última les permitía ser á sus anchas revo­ página de este hermoso libro escri­ lucionarios en el arte. Al revés; los be estos cuatro versos, modestos en de hoy, que nacieron y se desarro­ demasía: llaron en horas de calma, no bus­ *A MI EDITOR can más que las seducciones del ho­ gar, las desdichas íntimas, las ter­ ¡Vivirán más que yo mis pobres versos! Gracias á tu edición, de arte santuario, nuras verdaderas — hasta en Las Tu libro guardará cual un herbario. vanas ternuras del querido y pro­ Los de efímera flor pe'talos tersos.» fundo pensador SuUy Prudhomme; Pero la flor dista mucho de mar­ —y, sin embargo, tienen suspensas chitarse. ¡La flor de la poesía siem­ la amenaza y la espada encima de pre embalsama el aire, siempre di­ su cabeza, como la misma patria. funde su aroma sutil y suave! Y «Parecidos—se ha dicho—á esos li­ Francisco Coppée, ese poeta de teratos galo-romanos que, á ejem­ nuestros veinte años, es ya de aque­ plo de Fortunato, alineaban sus en­ llos de quienes puede aflrmarse que cantadores versos entre dos inva­ volverlos á leer en esas páginas siones de bárbaros, tienen tragedias acabadas es revivirlos. en la cabeza é idilios en el cora­ Ya se ha hecho resaltar el con­ zón.» traste que existe entre los poetas Esta edición definitiva es como de la generación que precedió á la una tarjeta enviada por Coppée á nuestra y los que hoy viven. Los la Academia. Faltóle poco para sen­ primeros, nacidos entre el fragor tarse ya en uno de los sillones; y de una tormenta, hijos de legitimis- cuando la juventud literaria (que tas ó de republicanos, mecidos por empieza á tener bastantes canas) el retumbar del cañón, tales como dio un banquete á Sully Prudhom­ Hugo los recuerda cuando narra la me, electo de los Cuarenta, el poe­ juventud de Mario en Los misera­ ta de El transeúnte fué quien ca­ bles, ó como nos los hace ver Musset lurosamente pronunció el primer en el admirable capítulo primero de brindis por el poeta de La Justicia: La confesión de un hijo del siglo, «Mi querido Sully Prudhomme FHANCI8C0 COPPEK 91

(aún me parece oirle): Los ami­ ción. Y sonriéndose, el poeta de gos congregados en esta fiesta inti­ Las intimidades dice de sí propio y ma me han hecho el honor de ele­ de su vida: girme por intérprete de la honda «Habito en un barrio del ensan­ alegría que les causa la pública che; el cuarto donde trabajo está consagración de un talento que sólo situado en la planta baja y comuni­ cuenta con admiradores. Al nom­ ca por unos cuantos peldaños con brarle—y al preferirle — la Acade­ un jardinillo. Pero la casa está ex­ mia Francesa ha querido coronar puesta al Norte , en pleno Norte; y en V. á la poesía en su más pura y hasta en verano, aun al mediodía, •desinteresada expresión ; y yo invi­ extiéndese su sombra sobre la mi­ to á todos cuantos guardan con fide­ tad de ese pequeño cuadro de flores. lidad en el fondo de su alma el culto Las que están en el fondo del jardín, del arte profundo y exquisito, á le­ en pleno sol, se abren y embalsa­ vantar sus copas con la mía. ¡Brin­ man el aire tibio; pero las otras, do por Sully Prudhomme , de la las más cercanas á la pared, á quie­ Academia Francesa!» nes jamás alcanza un rayo de sol, M. Sully Prudhomme respondió apenas se entreabren y no exhalan «ntonces, muy conmovido, en bre­ sino débil aroma. ves frases: »Con frecuencia, al pasearme por «Mi querido Coppée: Hemos la estrecha calle circular de mi jar- comenzado casi juntos; y si hago dinito, echo una mirada compasiva presente este recuerdo y digo casi, á esos claveles marchitos y á esas es porque pretendo hacer constar rosas enfermizas—que son mis pre­ que soy más viejo que V Y por­ dilectas—y en el mismo instante, al que soy más viejo, he sido preferido llegar hasta mi los ruidos de las ca­ (como dice V.) por la Academia... sas próximas, por una misteriosa Ahora que estoy en el Instituto, mi correspondencia de ideas, me hacen querido amigo, allí le espero á V.» I pensar en ciertas vidas compara­ Francisco Coppée no se ha dado bles á esas tristes flores. Ya es la mucha prisa. Es feliz entre sus ami­ ' monótona canción de la obrera que gos y sus parientes, recibiendo en tira de aguja en su camaranchón; su casa álos maestros Barbey d'Au- ya el hipo de la vecina máquina de revilly y Banville, á Paul Bour- \ vapor, donde se agita un pueblo de get, al poeta delicado, sensitivo y artesanos en el infierno de una for­ profundo, una de las individualida­ ja; ya la campana del convento, des exquisitas de la nueva genera­ donde inocentes mujeres ofrecen á 92 LA ESPAÑA MODERNA

Dios SUS sufrimientos y sus oracio­ de «ese spleen que está en el fondo nes por los que, como muchos de del alma de casi todos los poetas nosotros, no saben padecer ni orar; modernos (A. Chenneviére)», salie­ ya, en fin, la corneta del cuartel, ron poco antes que Oliverio. donde pobres labriegos, desterrados Pero, repitámoslo, ese esplín es de sus camposy de sus viñas, aguan­ en Coppée risueño é indulgente. tan los rigores de una dura disci­ Acaba de verse en sus confidencias plina en espera de que estalle la que se encuentra satisfecho y bien guerra, la cual les obligará á pagar pagado de la vida. Trabaja mucho. á la patria el terrible tributo de su «La existencia del poeta se compo­ sangre. Oigo esos ruidos melancó­ ne de ensueños y de papeles embo­ licos, miro esas rosas languidecien­ rronados.» En los malos días fué tes, y mi pensamiento reúne en una deudor del buen Lemerre; ahora, misma conmiseración esas almas y muchas veces, es acreedor suyo. esas flores, á quienes el destino no Nombrado en 1870, antes de la ha otorgado lo que á todos parece guerra, por mediación de la prin­ debernos, un sitio al sol.» cesa Matilde, bibliotecario adjunto Olvidábaseme añadir que,de 1870 del Senado—convertido luego en á 1871, Coppée fué soldado como simple Luxemburgo—Coppée hizo Sully-Prudhomme;perose dice que, dimisión dos años después en favor con la mochila al hombro, no se ol­ de Leconte de Lisie, el admirabilí­ vidó de que era poeta. De aquella simo poeta. Después le han otorga­ época datan Durante el sitio, la Car­ do al autor de Oliverio la biblioteca ta del móvil bretón, ¡No más san­ del Teatro Francés, la cruz y tres gre! y Un idilio durante el sitio. En premios en el Instituto; pero no 1874 aparecieron los Paseos é Inte­ hace más que cuatro ó cinco años riores y El cuaderno rojo. El poe­ que es libre y vive á su antojo. Aun ta, mientras se ocupaba al mismo así, le ha sido preciso aceptar la tiempo de obras más importantes, servidumbre de un folletín, como á tenia entonces la costumbre de abrir Teófilo Gautier. á veces un delgado cuaderno rojo He querido hacerle contar su que rodaba siempre encima de su vida literaria; pero, como todos los mesa de trabajo, y descansar de hombres—sobre todo si han dobla­ aquéllas apuntando en él algunas do el cabo de cuarenta años—su poesías fugitivas. Reunidas y pu­ pensamiento se ha dirigido, más blicadas con el título de El cuader­ que nada, á su infancia, á sus co­ no rojo, esas poesías, impregnadas mienzos, á las hermosas horas en FKANCI8C0 COPPÉE 93 que creía en todas las quimeras. nras!» En un arranque de ferviente Cuantos más pasos da el hombre en y respetuosa admiración, decía otra la existencia, más echa de menos vez: «¡Es el mayor genio lírico que los primeros que dio. >ha producido Francia. Es como el Con Coppée, los recuerdos son >sol de nuestra literatura moderna, enteramente íntimos. Impresiones »y sus rayos han penetrado en to­ de arte. Nada de política. adas partes. Y hoy mismo, que, con Sin embargo, cierto día habló »penetrante melancolía, le vemos muy bien de política. >declinar á su poniente, lanza res- «La política—dijo—es una cien­ >plandores tan espléndidos, que no cia, ciencia poco exacta, pero al fln »permiten distinguir las débiles y ciencia, y no me siento con aptitud i' ^tímidas estrellas, únicas que que- ninguna para ella lo mismo que ¡ > darán en nuestro cielo poético cuan- para las demás. Tengo la modestia, I >do haya traspuesto majestuoso el más rara de lo que parece en los i ^horizonte.» i tiempos que corren, de considerar­ »¿Y Chateaubriand? Fatigado me en absoluto incapaz de legislar y Gustavo Flaubei't de oir, durante y de mezclarme en el gobierno. Soy ocho horas de reloj, el piano de una poeta, y nada más; trato de hacer vecina suya, decía: «Me vengoru- versos lo mejor posible, y me pare­ »giéndola por la ventana páginas ce que este es el mejor medio que »enteras de Los Mártires ó de Los tengo de ser un buen ciudadano, y yNatchez.-» Coppée no tiene que de­ útil.» fender su tranquilidad con estos El amigo de Coppée, de quien he medios heroicos, pero gusta de citado más de una página, ha reco­ aquella prosa majestuosa tanto co­ gido algunos de los dichos y ciertas mo de ella gustaba su ilustre amigo. confidencias del poeta. Hablando es >Por lo demás, al mismo Flau- como el hombre desnuda su pensa­ ber le pone muy alto. «Es uno de miento y se retrata de cuerpo en­ »los primeros prosistas del siglo— tero. »decía;—llegará á ser clásico: den- «Coppée—escribe M. Chenne- »tro de doscientos años harán copiar viére—expresa sus simpatías lite­ >á los colegiales, como ejercicio de rarias con la franqueza del conven­ »estudio, el episodio de los leones cimiento. Al hablar de Víctor Hugo, »en Salammbó. y> exclamaba el otro día: «¡Es el gran Coppée, que nació romántico, »modelo de todos nosotros! ¡Tiene tiene sus admiraciones clásicas co­ »versos que duran veinticuatro ho­ mo Flaubert. Le gusta recordar, 94 LA ESPAÑA MODERNA como lo hacia el autor de Madama deleitándose, que aconsejo á todo el Bovary (quien la recitaba á voz en mundo. Primero ver, y en seguida grito), tal ó cual frase de Bossuet, saber. Volviendo de una visita á cuya sublime concisión le parecía las salas egipcias del Louvre, vuel­ al gran novelista un modelo inimi­ vo á leer la encantadora Novela de table. «En verdad, en verdad te la momia, de T. Gautier, ó las ad­ digo que mañana serás conmigo en mirables palabras pronunciadas por el Paraíso.» Así habla Cristo al Isis en La tentación de San Anto­ Buen Ladrón en el patíbulo, á su nio, de G. Flaubert; y al día si­ lado. Y Bossuet añade: «Mañana, guiente , presa del deseo de saber ¡qué prontitud! En el Paraíso, ¡qué más, voy á la biblioteca á hojear la mansión! Conmigo, ¡qué compa­ gran obra de Leipsius ó dar un vis­ ñía !» Con la expresión admirativa tazo á los trabajos de M. Mariette 6 de Flaubert se encuentra el mismo de M. Maspero. Luego entra en acento del coloso ruanés en la voz danza la loca de la casa. Durante de Coppée, cuando repite estas fra­ ocho días no sueño más que con ses de Bossuet. obeliscos, hipogeos, esfinges y pi­ —Pláceme fumar y leer—dice rámides , dioses con cabeza de ga­ también el poeta—y pasar del papel vilán paseados en barca por el Nilo,. i\\ papelillo (1). faraones impasibles en sus tronos,, No hay andaluz que lie más piti­ con las manos puestas en los mus­ llos que él al cabo del día. Coppée los y tocada la cabeza con el sacro se estaría días enteros encerrado y uraeus; y con todos los misterios meditando, con blusa, en medio de del Egipto antiguo. Al salir del mu­ sus bocetos de Julio Lefevre ó de seo de Cluny, donde he suspendido Julio Bretón y de sus libros. mi andorrear parándome á ver una También dice (y lo cita, porque armadura nielada y damasquinada acerca de un hombre nada vale tan­ de oro, abro con afán las crónicas to como el testimonio del mismo): de Froissart ó de Joinville, y ahi «Suy un gran lector y un gran me tenéis en marcha para las cru­ andarín de galerías y museos. Ade­ zadas, los nobles pasos de armas y más, me gusta grabar con una lec­ las grandes cabalgatas. El método tura la impresión que me ha produ­ es excelente, os lo aseguro. La vis­ cido un objeto de arte ó una curio­ ta de un portaescudo de madera do­ sidad. Es una manera de instruirse rada, con sus dos dedos alzados para bendecir y sus hipnotizados (1) Los franceses se empeñan en llamarlo ]júpelilo porque sí.—{N. DKL T.) ojos, hace comprender mejor el FRANCISCO COPÍ-Klá 95 hermoso libro de Eugenio Burmouf. del joven y pobre Read. Y es que Con el recuerdo de un retrato his­ Coppée es un maestro sin pedante­ tórico se esclarece y se anima una ría, un artista sin tiesura, respe­ página de las Memorias de Saint- tuoso para su oficio hasta la reli­ Simón. Una estatua griega se com­ gión , enamorado de la armonía y pleta con un canto de Homero, y de la sinceridad; que ha sufrido y un primitivo italiano con un Evan­ ama la vida, conoce á los hombres gelio.» y no los detesta; sueña con los bra­ La confesión es bonita y de un vos de los teatros y prefiere á ellos giro ingenioso. Asi, en todo lo que el murmullo de alguna playa bre­ confia á sus versos y á sus libros, tona ; retocando, hoy día de la fe­ Erancisco Coppée se nos aparece, cha, un drama italiano que el Odeón no como un satisfecho en el sentido pondrá muy pronto en escena, y egoísta de la palabra, sino como un dispuesto á escaparse para ir á Flo­ sabio, un joven sabio á quien van á rencia ó á Douarnenez en busca de saludar los recién llegados como á alguna impresión de arte ó de algún un maestro, y á quien muy pronto baño de olvido entre los vientos del quieren como á un amigo. Nótese mar. En una palabra, es un poeta, que casi todos los tomos de versos un verdadero poeta, que ha sabido de los principiantes están dedicados poner en su vida el encanto mismo á Coppée, cuando no llevan el nom­ y la poesía de sus libros. Es uno de bre del autor de la Justicia. Y es los más felices de entre nosotros, que Coppée les ayuda, les alienta, puesto que vive en la realidad de escribe á veces un prólogo para sus ensueños; el arte, el trabajo, la ellos, como para la colección de lectura, el afecto de sus amigos y el M. R. del Costal, b Vá^ Reliquiae de laque ha reemplazado ásumadre..

JULIO CLARETIE. UN IDILIO DURANTE EL SITIO

mediados de 1870, una se­ provisor del Liceo, hombre bené­ ñora anciana y su hija vi­ volo y servicial, hizo, pues, obte­ A vían en una modesta habi­ ner al joven un empleo en las ofi­ tación de quinto piso en una casa cinas de Instrucción pública, con del muelle de . mil quinientos francos anuales de Mad. Fontaine perdió su marido, sueldo-, y esta suma, unida á la profesor de sexto curso en el Liceo pequeña pensión de Mad. Fontaine de Luis el Grande, en el momento y á algunos pobres ahorros hechos ^3n que su hijo Gabriel, que acaba­ en vida del padre, aseguró el pan ba de terminar bastante bien los cotidiano á la viuda y á su hijo. estudios, iba á presentarse á exá­ Componíase el cuarto que ocu­ menes en la Escuela Normal. La paban de tres piececitas y la cocina. muerte de ese padre de familia fué El comedor, con ese eterno papel entonces, como casi siempre, un imitando madera de roble, y cuyo verdadero desastre. No teniendo pavimento estaba pintado de color aún M. Fontaine la edad y el tiem­ pardo rojizo, contenía el aparador po reglamentarios de servicios para i de caoba, la mesa con tapete de jubilarse, su viuda no obtuvo de la : hule y las seis sillas de bambú de Administración sino una mezquina .reglamento, ante cada una de las pensión, y á Gabriel la fué preciso cuales descansaba un ruedo de plei- renunciar á la carrera del magiste­ ; ta. Tampoco faltaban allí las corti­ rio y agenciarse inmediatos recur­ nillas blancas, colgando de unas sos para sostener á su madre. El ! varillas, así como la estufa de la- UN IDILIO DURANTE EL SITIO 97 drillo pintada de verde y descon-| pable en la exactitud con que esta­ chada; los únicos adornos de laj ban reproducidos los clavos del si­ pared eran unas colecciones de ma- j llón, el tintero de sifón y la palma riposas puestas en cuadros y que de oro bordada en la toga del pro­ revelaban los gustos entomológicos fesor. del difunto M. Fontaine. La alcoba Cuando hayamos dicho que una de la viuda, que hacía de sala, es­ tenue alfombra cubría parte del taba abarrotada con el antiguo le­ embaldosado, siempre enlucido con cho conyugal sepulto bajo los plie­ barniz secante; que dos grabados, gues de un pabellón de damasco copia de Delaroche, regalo de sus- verde, de lo que eran también los crición á algún periódico, consti­ cortinajes del balcón; fundas de tuían todo el adorno artístico de la hilo crudo cubrían las sillas y las estancia, juntamente con el ram­ dos butacas puestas á los lados de plón retrato de M. Fontaine; que la chimenea, donde ardía en invier­ junto á la butaca, comúnmente no leña de raíces, y que ostentaba ocupada por la viuda, había en un dos ramos de flores artificiales bajo veladorcito redondo una calceta sin fanal y un reloj de alabastro, estilo acabar de hacer, un par de gafas del Imperio. Desde la pared opues­ con montura de plata y una Jor­ ta á la chimenea mirábase al espejo nada del cristiano; y, por últi­ el retrato del difunto M. Fontaine. mo , que todo brillaba con fría Aquella obra artística, que un irres­ y meticulosa pulcritud, el lector petuoso aprendiz hubiera calificado comprenderá, sin duda, con qué con el enérgico epíteto de buñuelo, elocuencia expresaba ese triste y representaba al digno universitario sosegado interior una vida de po­ con toga negra y birrete en la ca­ breza dignamente sufrida, de virtu­ beza, sentado ante una mesa de des burguesas y casi inconscientes. despacho de tapa cilindrica (cuyo La tercera pieza del cuarto era original estaba puesto debajo del el aposento de Gabriel. Aún más retrato), y escribiendo un verso de pequeña que las otras dos, empa­ Virgilio con una pluma de ganso. pelada con un pésimo papel blanco Si el pintor había hecho resaltar de y flores azules, y caldeada por una una manera chocante el contraste estufllla de loza cuyo negro tubo que ofrecían los blanquísimos cabe­ formaba un ángulo y horadaba la llos y muy subido color rojo de pared, estaba pobremente amue­ M. Fontaine, su concienzuda buena blada con dos sillas de paja, un cor­ voluntad hacíase á lo menos pal­ to y estrecho catre de hierro, sin 98 LA E6PAKA MODERNA pabellón, casi como una cama del ella las torrecillas del palacio de Jus­ dormitorio de un colegio, una me- ticia y el áureo campanil de la sita con tapete, una cómoda con la Santa Capilla; y allá abajo, á la ropa blanca de vestir dentro y un izquierda, entre la bruma de las lavabo encima; y , por último, unas mañanitas de verano, más allá de tablas en escalerilla haciendo de la graciosa curva del río y de la es­ biblioteca, en las cuales codeábanse tatua de Enrique IV, entre el ad­ los libros de texto y los diccionarios mirable marco formado por la isla encuadernados en tela con cierto de la Ciudad y por las casas del número de volúmenes de caiito do­ muelle de los Agustinos, la línea rado , testimonio de los premios ob­ armoniosa y lejana de los palacios tenidos por Gabriel en el colegio y del Louvre. Reforzados por la so­ en el gran concurso. A la cabecera noridad del rio, subían de todas de la cama colgaba el retrato de partes hasta él los mil alegres ru­ Mad. Fontaine, uno de esos anti­ mores de la ciudad al despertarse, guos daguerreotipos en metal que los jadeantes suspiros de los barcos no se pueden mirar con luz fuerte de vapor, el ruido del rodar de sin quedarse uno ciego. ómnibus y coches, los gritos de los Ese gabinete era, pues, aún más vendedores callejeros y las charan­ pobre y triste que el resto de las gas del relevo de la guardia. Podía habitaciones; pero bastaba abrir el embriagarse á sus anchas con aque­ balcón para traer ante sí el más lla intensa vida, ese movimiento maravilloso panorama. Cuando en deslumbrador, esos magníficos ecos; un claro amanecer se ponía de co­ y respirar á pulmón lleno el aire dos en el antepecho el morador de libre y puro de ese vasto cielo po­ aquel sotabanco , podía contemplar blado de golondrinas. uno de los más sublimes espectácu­ Gabriel Fontaine estaba hecho los de ese París cuya belleza, como para gozar de esas grandiosas sensa­ paisaje, no ha sido aún bastante en­ ciones , aun cuando la vida que has­ comiada por los escritores y poetas. ta entonces había llevado no pare­ De un vistazo en redondo abarcaba cía á propósito para desenvolverlas todo el curso del Sena, los muelles en él. y puentes donde hormigueaba el En el momento de comenzar este gentío, los monumentos que sobre­ relato, era un joven de veinte años, salen de entre los tejados. A la de­ estatura regular, delicada comple­ recha, muy cerca, la imponente xión, y llevaba siempre abrochado mole de Nuestra Señora; delante de su traje de luto. Tenía finas las ex,- UN IDILIO DURASTE EL SITIO 99 tremidades , abundante cabellera sa de las ocho, retirábase él á su castaña y ondulosa, y unos grandes cuarto á leer ó meditar; algunas ojos garzos, á la vez apasionados y veces, aunque raras, salía é iba á tímidos. Su rostro, de una palidez ver á sus amigos de colegio, troca­ mate j trigueña, ofrecía vago pare­ dos en estudiantes de derecho ó me­ cido, más en joven, con El hombre dicina. negro del pintor Francia, que está El domingo acompañaba á su •en el museo del Louvre. madre á misa mayor á San Severi- Su vida era monótona. Lastrado no. Allí, aquella mujer anciana, con el clásico café con leche, salía bajita y flaca, que aún llevaba de­ temprano para la oficina, llevando bajo de su velo de viuda la capota en un bolsillo del gabán un paneci­ en forma de cabriolé, con ancho llo relleno de embutido. Seguía por adorno encañonado y unos cabellos el parapeto de los muelles, calle­ duramente negros , reproducía con jeando , mirando los barcos y los su larga cara de un color amarillo pescadoras de caña, revolviendo á rancio, su alta frente de devota, sus veces los puestos de libros. Abría pálidos labios y sus ojos sin mirada, con gusto los tomos de versos, pero una de las místicas figuras que in- nunca compraba nada, por ser muy mortahzó el pincel de Holbein. Leía pobre y por haber oído á menudo á el oficio divino en un grueso Euco­ su madre, mujer apocada y econó­ logio, cuya encuademación estaba mica, hablarle de las escaseces do­ envuelta en paño negro, y cantaba mésticas. Res angusta domi, como en voz alta las respuestas en latín, decía antaño el difunto M. Fontai- como en una iglesia de aldea. Ga­ ne. En el ministerio le querían sus briel, que había sido muy piadoso compañeros. Parecía interesarse en en su infancia, pero de quien ha­ las conversaciones, sonreíase con los bíase apoderado la duda desde lar­ equívocos, y de muy buena voluntad go tiempo atrás, se avergonzaba en­ desempeñaba la tarea de un ausen­ tonces vagamente de su madre; te. A la noche regresaba al muelle pero, por respeto á ella, nunca se de San Miguel por el camino más atrevió á aconsejarla que renuncia­ largo; y, á solas con su madre, to­ se á esa costumbre en un todo cam­ maba una cena can breve y frugal pesina. como una comidita de muñeca; des­ Después de misa, daban una vuel­ pués, cuando la viuda, que era del ta por el Luxemburgo ó el Jardín campo y había conservado algunas Botánico. A Gabriel le gustaba so­ costumbres de él, se acostaba á co­ bre todo este último paseo, por los 100 LA E8PANA MODERNA aromas de sus árboles extraños y las cazadoras demasiado cortas; se le por sus largas alamedas melancó­ salía la camisa por entre el chaleco, licas. subido hacia el pecho, y el panta­ En fin, era un ser dulce, tran­ lón, de tela clara, de tal manera quilo, silencioso, taciturno por na­ ajustado, que á cada momento se tural tendencia. Casi nunca había temía, por motivos de pudor, verla entrado en el café , y, probable­ estallar con estrépito. mente, siempre había sido casto. Mario Cazaban era ateo, mate­ No se le conocía ninguna opinión rialista é irreconciliable: esta pala­ política. bra estaba entonces de moda. Su terrible acento del Mediodía hacía retumbar con discursos incendiarios el café del bulevar de San Miguel, II donde tomaba feísimas posturas en las banquetas de cuero. Había gri­ tado ^¡Viva la República! > en el Cediendo á la ley en virtud de la entierro de Víctor Noir y creíase que los extremos se tocan, Gabriel vigilado por la policía. A menudo- tenía por íntimo amigo á un estu­ paseaba de noche por las calles so­ diante de primer año de medicina, litarias , armado de una enorme con quien había estudiado y cuyo estaca, con la esperanza (poco since­ carácter era enteramente opuesto al ra, por supuesto) de que se le acer­ suyo. case alguno de la secreta, y los mo­ Llamábase Mario Cazaban y era linetes que hacía con el palo eran el natural de Valence-d'Agen. Peque­ terror de los transeúntes trasnocha­ ño, rechoncho, con ojos inquietos y dores. ardientes, era ya barbudo hasta los Vivía en un cuarto de una hos­ ojos y parecía tener treinta y cinco pedería en la calle de la Escuela de años, cuando apenas había llegado á Medicina, cuyo ingreso, estrecho y la mayor edad, por ese raro privile­ cerrado por una cancela, tenía en la gio de los meridionales, quienes cier­ alto un transparente de cristal, con to es que nunca tienen aspecto de jó­ el rótulo Hotel amueblado del Pro­ venes , pero en cambio no se m anifies- greso y del Tarn-y-Garona, y tan en ellos hasta muy tarde los sig­ donde mujeres con chambra y des­ nos de la vejez. Cubierto siempre con peinadas asomábanse á la barandi­ un sombrero de fieltro flexible, se lla de la escalera para llamar al distinguía por las corbatas rojas y mozo. Mario frecuentaba el baile de UN IDILIO DURANTE EL SITIO 101

Bullier y conocia desde muy atrás claración de la guerra, Gabriel sa- '' «1 amor. Decía . ces SU madre temores acerca de él, Por lo demás, buen muchacho, con motivo de aquella guerra;' y con esa labia y esa cordialidad co­ para tranquilizarla, había tenido rriente de las personas del Medio­ que repetirla con insistencia que, día ; en la sala de disección fumaba siendo hijo único de viuda, no co­ en una pipa cuyo depósito repre­ rría ningún riesgo de que le hicie- • sentaba las entonces tan populares sen servir en el ejército. facciones del periodista Enrique Pero sordamente asomaba la re­ Rochefort. En resumen: inaguan­ vuelta en aquel ánimo joven, ávido table. de impresiones nuevas, y á quien No era, pues, una real simpatía no bastaba la satisfacción del coti- ' •el atractivo de Cazaban para Ga­ diano deber cumplido. briel, sino más bien una vaga admi­ Estaba conforme en que no podía ración, muy explicable por cierto ser soldado como los demás, pues en un joven ignorante y tímido. era demasiado necesario á su madre. Debemos confesarlo: Gabriel no Pero pensaba que el destino le ha­ podía eximirse de una especie de bía dado una vida muy estrecha y / -envidia cuando tenía ante sus ojos muy fastidiosa. Recordaba las lar- \ la imperturbable confianza y el ma­ gas tardes en la oficina llena de car­ ravilloso aplomo del hombre del petas amarillas, el apestoso olor de Mediodía. los papelotes viejos, la constante Es inútil añadir que la vida me­ intimidad de colegas con quienes tódica y pura de Gabriel era para ya no se ocurre una idea que comu­ Mario un tema continuo de burlas nicar, la calle alegre y llena de sol, •del más pésimo gusto. abandonada todas las mañanas para hundirse en los largos corredores húmedos del ministerio. Veíase de antemano empleado antiguo, ma­ III niático y estúpido, con manguitos de percalina de lustre y tapones de algodón en las orejas. Una tarde de fines de Julio, es Gabriel hacía estas tristes refle­ -decir, pocos días después de la de­ xiones al subir entre compacta mu- ' 102 LA ESPAÑA MODERNA chedumbre por una de las aceras de combates y de gloria. Veía el del bulevar de Sebastopol. La noche amanecer de una formación en ba­ era muy cálida. Acababan de en­ talla, la línea oscura de las tropas cender el gas. Las gentes bebían hasta perderse de vista, los porta­ cerveza y discutían con animación pliegos á galope en la llanura y delante de los cafés deslumbradores. apenas visibles. Allí estaba también A cada momento, los transeúntes él, con el arma descansando, en la vertían en los oídos de Gabriel re­ primera fila de la columna de ata­ tazos de frases como éstas: «El em­ que, lluego sordos estampidos de perador ha partido ayer... Le digo cañonazos, cornetas tocando á car­ á V. que Le Boeuf es quien ha sido gar, el calacuerda á la bayoneta,, nombrado...» Negros grupos se aho­ temeridades de zuavo; y allá abajo,, gaban ante los kioskos luminosos, y en la cima de una colina, junto á los que á duras penas podían salir un molino agujereado por la metra­ de allí llevaban en la mano, por en­ lla, en medio de los artilleros ja­ cima de la cabeza, un periódico de deantes sobre sus piezas, reconocía­ la tarde, desdoblado y húmedo. De se á sí mismo en aquel soldado raso vez en cuando pasaban sobre el fir­ que plantaba una bandera, al sol,, me bandas de granujas y hombres entre el humo rojo. con blusa, aullando con ritmo mo­ Callejeando así, llegó á la esta­ nótono los gritos furibundos de ¡A ción de Strasburgo; pero en esos Berlín! Luego, un repentino redo­ parajes habíase hecho casi imposi­ ble de tambores cubría con su atro­ ble la circulación. Los soldados ha­ nar todo aquel barullo. Eran los re­ bíanse confundido con la muche­ gimientos de la guardia imperial dumbre; los entusiastas les ofrecían que iban á la estación del Este, y cigarros, hasta dinero; y en toda» Gabriel distinguía en la calzada, so­ las tabernas vélaseles, fusil en tie­ bre las cabezas de los curiosos, en­ rra y mochila al hombro, trincanda tre el confuso desfile de los chacos con los paisanos. negros de los cazadores de Vincen- Gabriel hizo lo que todo el mun­ nes ó los gorros de pelo de los gra­ do: se puso en fila al borde de la naderos, el águila de oro de una acera y miró. bandera ó el plumero de un coronel Aquello era un hacinamiento de á caballo. tropas, carros y artillería. Enca­ Aquella emoción militar, aquel britábanse los caballos, j uraban los aparato bélico, hacían pasar por la oficiales. A los agentes de orden mente del hijo de la viuda sueños • público les costaba sumo trabajo- XJN IDILIO DDBANTE KL BITIO 103 contener el valladar de los curiosos. ella hacía, rozaba contra él su ves­ Los babiecas aplaudían la llegada tido. de una batería de ametralladoras, En ese momento, y como pasase gritando. < ¡ Ahí van los molinillos delante de ellos, al trote corto, un de café!» El reloj de la estación de convoy de pesados cajones del tren la vía férrea marcaba las nueve. de equipajes, hubo un tremendo En ese momento sintió Gabriel empuje entre la multitud; y la mu- que le tocaban suavemente en el jercita que estaba delante de Ga­ brazo, y aun antes de volver la ca­ briel, lanzada violentamente al beza , oyó á una voz femenina de­ arroyo, dio un paso en falso exha­ cirle : lando un grito, y quizá hubiera —Caballero, ¿nos permite V. pa­ caído debajo de las ruedas de uno sar delante suyo, para ver mejor? de los carros, si el joven, que tam­ Y, en efecto, dos mujeres jóve­ bién había sido como ella echado nes, vestidas de verano, se desliza­ de la acera, no la hubiese recibido ron por delante de él. entre sus brazos. La mayor, una morena de ojos Muda y desfallecida de miedo atrevidos, volvióse, ante todo, para permaneció en ellos tres ó cuatro dirigirle una sonrisa de gracias; segundos, y después se levantó con luego se inclinó para decir una pa­ brusco esfuerzo; pero Gabriel, que labra al oído de su compañera. Iban la había cogido la mano durante el cogidas del brazo y estrechándose accidente, la conservó en la suya y una contra otra, como pequeñas la agarró del brazo maquinalmente, burguesas un poco asustadas de ha­ como por instintivo deseo de conti­ berse arriesgado entre aquella ba­ nuar protegiéndola. lumba, —Vamos, Eugenia, buena suerte Al principio, Gabriel no puso hemos tenido de que estuviese aquí atención en esas dos mujeres; pero este caballero... ¿Qué hubiera dicho el oleaje del pueblo, engrosado tras tu marido, que no quería dejarte de él, empujábale contra ellas, y se venir?... ¡ Vaya un recibimento que puso á mirarlas distraído. Estaban me hubiera hecho esta noche! ¡Oh! hablando una con otra en voz baja Caballero, se lo suplico, no nos y se reían. La más pequeña, más abandone V. Ayúdenos á salir de tímida, al parecer, que su amiga, estas apreturas. Se parecen á las de llevaba echado el velete á la cara. la última fiesta del 15 de Agosto, Junto á ella es donde se encontraba en que á poco me ahogan en los Gabriel; y á cada movimiento que,fuegos artificiales... ¡Oh, tuve un 104 LA ESPAÑA MODERNA miedo!... Di, Eugenia, ¿sabes que Su voz era dulce, un poco sorda, elseñor acaba de salvarnos la vida?... tal vez á causa del miedo que aca­ Bonito es eso. Como en las novelas. baba de pasar. Estaba inmóvil de­ Pronunciaba estas palabras sin lante de Gabriel, quien se la quedó ilación la mocetona morena, quien mirando. Era una mujercita de habia cogido el otro brazo de su veinte años, fina y bien formada. amigo, j concluyó su discurso con Llevaba traje completo de color una pequeña carcajada. gris claro y un sombrero bastan­ —En efecto, señoras — dijo Gra- te bonito, con una pluma de fai­ briel con voz temblorosa;—ante sán. todo hay que tratar de salir de es­ Bajo el velete, que sólo permitía tas apreturas. ver una boca redonda y pura y una Habían vuelto á subirse á la ace­ linda barbilla un poco regordeta, ra, y Gabriel continuaba sintiendo brillaban sus ojos alzados hacia Ga­ sobre su brazo la mano de aquella briel, he parecieron muy grandes á quien acababan de llamar Euge­ y muy refulgentes en la semioscu- nia. Estaba profundamente turba­ ridad en que se encontraban. do. Por la primera vez de su vida La buena moza morena volvió á se había abandonado sobre su pe­ intervenir, exclamando: cho una mujer. —¡Cómo es eso, querida! ¿Quie­ Caminaban los tres por entre el res que el señor nos deje? Pues hormigueo popular, ya detenidos yo voy á rogarle, ya que tan com­ por toda una familia que en lloroso placiente es, que nos ponga en buen grupo abrazaba á un soldado de camino. Estoy completamente ex­ lijeros, ya empujados por un zuavo traviada por estos barrios... Díga­ que salía del café corriendo en bus­ me, caballero, ¿sabe V. dónde pasa ca de su compañía y haciendo re­ el ómnibus de los Pozos de la Nie­ sonar la tartera y el cubilete. ve? Vivimos por allí. Cuando hubieron llegado á un —Pero, querida Mad, Henry, sitio de menor gentío, en el bule­ estamos abusando de la bondad de var de Magenta, Gabriel sintió á la este caballero — dijo Eugenia con joven desprenderse del brazo de él. una ligera insistencia. Aquella separación le produjo un Gabriel tuvo entonces una auda­ extraño malestar. cia inverosímil en él: afirmó que —Ahora, caballero—dijo—sólo quería dejar en sitio seguro á aque­ me queda darle á V. las gracias, llas señoras, y que, con permiso de muchas gracias. ellas, las acompañaría hasta el óm- UN IDILIO DURANTE EL SITIO 105 nibus que pasaba por allí cerca, por tó bruscamente á Gabriel sin darle la calle de la Rochechouart. tiempo á contestar: Mad. Henry aceptó inmediata­ —¿Qué edad tiene V.? Debe de mente, y echaron á andar los tres ser V. muy joven: veinte ó vein­ en fila, dándose el brazo ambas tiún años, ¿no es asi? ¡qué hermo­ mujeres. sura tener veinte años! ¿Porqué no Hacia una magnífica noche en lleva V. barba? ¿ Es V. artista aca­ ese largo bulevar, que comenzaba á so? Pero no; los actores gastan más quedarse desierto. No había luna, largo el pelo. Déjeme V. adivinar. pero sí un cielo azul lechoso, sem­ Tampoco es V. un cualquiera; tie­ brado de estrellas. Brillaba el gas ne V. un aire demasiado distingui­ con luz muy clara. Gabriel iba jun­ do... ¡Vaya! Me parece queme que­ to á la buena moza morena; no se mo: V. debe de trabajar en el mi­ atrevió á ponerse cerca de la otra. nisterio. Nunca se había encontrado con Regla general: para la gente del mujeres desconocidas; latíale con pueblo, los artesanos y todas las fuerza el corazón. Oía crujir los personas ignorantes de las cosas de botitos sobre el asfalto de la acera. la administración, no hay más que Acababa de levantarse la brisa noc­ un sólo y único ministerio, vago é turna, un poco fuerte, y agitaba indeterminado. suavemente las faldas y las mante­ Gabriel confesó que, en efecto, letas de las dos mujeres. era oficinista del Estado. —Oiga V.—prosiguió Mad. Hen­ Mad. Henry continuó: ry, con ese ton,o familiar y un poco —Son buenas plazas, porque tie­ ordinario que le chocaba mucho á nen sueldo fijo. ¡Galla! Lleva V. Gabriel—no vaya V. á creer que mi gasa en el sombrero. ¡Pobre joven! amiga sea ingrata por lo que acaba ¿Lleva V. luto por su madre? No. V. de hacer. Pero mi Eugenia es un Entonces debe V. de vivir con ella. poco arisca. Comprenda V.; sólo Enseguida se echa de ver que vive hace un año que está en París y su V. con su familia. ¿Sabe V. que ha marido no la saca nunca. Apenas tie­ estado V". muy amable con nosotras? ne aún ella costumbre de sociedad... ¿Cómo es la gracia de V.? Gabriel advirtió entonces que Eu­ —Gabriel. genia tiraba de la manga de su —¿Gabriel? Me gusta mucho ese amiga para hacerla callar, y ma­ nombre, Gabriel. ¿Y á ti, Eugenia? dama Henry, que parecía ignorar Pero prefiero el de León... ¡Ah! Y, el arte de las transiciones, pregun­ por supuesto, el de Víctor: es el 106 LA ESPAÑA MODERNA nombre del picaro de mi marido... Al fin llegaron á la calle de Ro- En fin, ya no tengo por qué que­ chechonart. Precisamente bajaba el jarme. Me ha abandonado; es lo ómnibus, y se le veia venir de le­ mejor que pudo hacer. Diga V., don jos, moviendo sus dos ojazos rojos. Gabriel, ¿qué piensa V. acerca de —D. Gabriel—dijo entonces ma­ la guerra? Yo creo que vamos á dama Henry, con su habitual desen­ ganar. A pesar de todo, muchos de fado—segura estoy de que deseará esos pobres soldados que acabamos saber V. si mi amiguita Eugenia se de ver partir quedarán muertos. Mi­ ha repuesto de su emoción... Pues re V,, nada más que con esta idea, bien, vivo en la calle de Santia- me hace daño eso... Pero, en fin, el go, 17. Será V. bien recibido siem- Emperador se ha visto obligado; ¡le 1 pre. aburrieron tanto con el plebiscito! j Deslumhrado Gabriel con aque- El joven comenzó á conocer á | lia inesperada invitación iba á con- Mad. Henry por esos discursos, á testar, pero el ómnibus estaba alli los cuales acabó por contestar Ga­ cerca y Mad. Henry acababa á& briel, venciendo al cabo su natural hacer señas al cochero. Alargó la timidez. Sin embargo, una atrac­ mano al joven y le dijo: ción misteriosa volvía siempre su —Hasta muy pronto, ¿no es asi? pensamiento hacia la silenciosa jo­ Gabriel la dio la mano, que ella ven que les acompañaba. sacudió como un camarada. Tal vez El tímido Gabriel iba un poco por iba á atreverse á dar también la delante de las dos compañeras, y de mano á Eugenia, cuando ésta, con vez en cuando encontrábanse sus ^ una postrera mirada y un gracioso miradas con las de Eugenia. Pero saludo de cabeza, lanzándose en pos. entonces bajaba él á pesar suyo los de su amiga, le dijo vivamente: ojos, y ni una sola vez se atrevió á [ —Adiós, caballero, y de nuevo dirigirla la palabra. Mad. Henry: le doy las gracias, parecía percatarse de la preferencia | Gabriel las vio entrar en el óm- de Gabriel, pero no se daba por ¡ nibus, que otra vez púsose en mar- ofendida; antes al contrario, cuando' cha. Oyó al cochero dar los dos en medio de su chachara le veía! golpes de timbre, y quedóse inmó- distraido y ocupado nada más que; vil allí, mirando cómo el pesado con su amiga, dejaba escapar esa carruaje bajaba la áspera cuesta y encantadora risita que tan bien de- ¡ desaparecía al cabo dando vuelta á cía á su boca encarnada y de linda | la calle, dentadura. Volvió á casa á pie, andando muy ÜN IDILIO DUBANTE EL SITIO 107 deprisa. Estaba lleno de una extra­ pensado mucho en las dos amigas.. ña exaltación. Recordaba los deta­ Enternecíale hondamente el recuer­ lles de su aventura, todos á la vez do de la mujercita silenciosa y ve­ y muy precisos. Estremecíase con lada, con la cual sólo había cam­ la idea de que los cabellos de Euge­ biado algunas miradas con miedo^ nia le rozaron casi la cara cuando Sabía que tenia marido, que era cayó ella en brazos de él; aún sen­ arisca é ignorante, y adivinaba que tía en su mano la presión de la mano no era feliz. Quería volver á encon­ de la joven, recordando que lleva­ trarla, y repetíase que no había ba guantes de piel de Suecia. Decía ningún otro medio sino el de visi­ para sus adentros que volvería á tar á Mad. Henry. Pero la imagen verla; pronunciaba en alta voz pa­ de esta hermosa morena, de ojos labras vagas. Repetía veinte veces relucientes y palabras libres, cuyos, las señas de Mad. Henry, calle de labios sanguinosos se reían ense­ Santiago, 17, como si temiera ol­ ñando una dentadura tan blanca,, vidarlas. Se sentía más fuerte, más le daba una turbación que casi era, ágil y más ligero que de costumbre; miedo. parecíale que su sangre circulaba Sin embargo, pensando que ha­ con más rapidez. bía mostrado ya muy poca prisa y Al atravesar el puente de San que cuanto más tardase menos bien Miguel, vio por enmedio del arroyo habría de ser recibido, un día salió pasar un grupo de estudiantes, en­ temprano de la oficina y se dirigió tre los cuales conoció desde lejos á á la calle de Santiago. su amigo Cazaban. Todos berrea­ Como todo cobarde que se acer­ ban la Marseílesa. ca al peligro, tomó el camino más «j Ah, es verdad! —pensó. — ¡La largo y fué acortando el paso con­ guerra! ¡Se me había olvidado!» forme se aproximaba á la meta. En el bulevar de Montparnasse estuvo cinco minutos delante de VI una tienda de antigüedades, exami­ nando un retrato litográfico del ge^ neral Athalin, antiguo caballeriza Hasta pasar tres días, no se atre­ mayor de la princesa Adelaida. vió Gabriel á ir á ver á madame Para no pensar en el paso que iba Henry. á dar, absorbíase en la contempla­ Esa visita le parecía un asunto ción de ese militar, evocando la muy complejo y muy difícil. Había época burguesa de Luis Felipe y 108 LA EBPANA MODERNA recordando todos los grabados que chada. Encima del tejado había un había visto de la época: el rey con buharda de granero, con una barra un sombrero gris en la mano, la de hierro y una garrucha colgando. reina peinada á la inglesa, los prin­ En la planta baja, junto á la puer­ cipes con uniformes de un corte ta de escape que daba á una calleja pasado de moda, y M. Guizot en oscura, había despacho de leche, en la tribuna y con la mano metida el escaparate del cual veíase la im­ •entre las solapas de la levita. prescindible pirámide de terrones En la esquina del bulevar d'Enfer, de azúcar entre dos grandes cuen­ donde era aquel día el mercado de cos de arroz y de chocolates hechos •caballos y adonde ios pilluelos lle­ con leche. vaban troncos de percherones blan­ Gabriel se tranquilizó un poco al cos con un haz de paja en la cola, ver el aspecto melancólico y popu­ detúvose de nuevo para mirar de­ lar de aquella casa, que á pesar lante de la puerta de una taberna á suyo le hacía pensar en la cara de dos chalanes, con largas blusas azu­ un pobre obrero. Con grandes pal­ les y gorras de casquete, discutien­ pitaciones de corazón entró allí do el precio de un rocín matalón bruscamente y se dirigió entre ti­ que doblaba las rodillas, y al que nieblas al tabuco del portero, guia­ uno de ellos tenía sujeto con una do por un fuerte olor á sopa de ce­ correa. bolla. En la plaza del Observatorio es­ —¿Mad. Henry?—preguntó en tuvo mirando á unos titiriteros. el ventanillo, á media voz. Luego, de pronto, después de — ¿Cómo? haber perdido todo ese tiempo y —¿Mad. Henry?—repitió un poco siempre con arreglo á la lógica de más alto. los cobardes, echó casi á correr y —Piso segundo, puerta de en­ no paró hasta la calle de Santiago, frente—respondió la voz de una frente á aquel número 17, cuyas mujer vieja. dos cifras se le habían aparecido Tropezando en cada peldaño de la con caracteres de fuego en sus oscura escalera, agarrándose atien­ sueños de las noches anteriores. tas á la vetusta y gruesa baranda de Era una casa vieja y estrecha, madera, llegó por fin Gabriel ala recién revocada con una mano de indicada puerta, se detuvo palpi­ un color amarillo rabioso. Sólo te­ tante, y, después de haber tomado nia tres pisos, pero muy altos, y aliento, tiró del cordón de la cam­ con dos huecos nada más en la fa­ panilla con mano temblorosa. ' UN IDILIO DURANTE EL SITIO 109

En seguida salió á abrir madame para meter por entre los alambres Henry. hojas de escarola, estaba de pie,, — I Ay, es don Gabriel!... Pase casi dando la espalda á Gabriel,, V.... Tome asiento... ¡Ha sido V. quien sólo la veía de escorzo. Su amable en demasía acordándose de larga bata de flno paño rojo, que mi!... apenas indicaba el talle y arrastraba, Por un contraste tan feliz como un poco por el suelo, la hacía pa­ inesperado, el cuarto era alegre con recer altísima. La magnífica mata sus dos ventanas abiertas, y la luz de sus negros cabellos formaba un y el sol penetraban en él á raudales. moño alto en el vértice de la cabe­ Todo estaba tapizado con cretona de za, sujetándolos una gran peina de fondo amarillo, sembrada de rami- concha. Del mollete de la oreja col­ tos. Había allí alfombra, sillas ba­ gaba una bolita de oro. jas, un diván, un armario de luna — ¡Qué rico es esto... vaya una. donde se veía como si fuese un re­ golosina rica, queridos!—canturreó trato de cuerpo entero. Tras de los la morena buena moza, inclinán­ alzados cortinones de la alcoba en­ dose hacia la jaula; y con los labios, treveíase la cama, larga y ancha, imitó el ruido de un sonoro y largo con un cubrepiés almohadillado. Por beso. todas partes había pequeneces, ob­ Gabriel estaba deslumhrado. jetos de mujer tirados en desor­ Aquella mujer guapa, en traje al den, sin suciedad, en el velador, descuido, tan cerca de él, le fasci­ donde un ramo de rosas embalsa­ naba; sin saber lo que hacía, miraba maba el aire; Gabriel reparó sobre aquélla dorada piel de la nuca y los la chimenea, donde también bri­ rebeldes mechoncitos rizados en ella. llaba un lindo reloj dorado, en las Por ese instinto maravilloso de velas azules de los candelabros y en las mujeres, adivinaba Mad. Henry, una pequeña zapatilla de porcelana sin verla, esa muda admiración, y pintada, llena de cerillas. como era un dulce halago para su — Mire V. — dijo Mad. Henry, amor propio, no se daba prisa para , cuando Gabriel se hubo sentado en un volverse de frente. sillón—estaba poniéndoles el verde De pronto cruzó por la imagina­ á mis pájaros. ¿Me permite V. que ción de Gabriel el recuerdo de Eu­ concluya? genia. Acordóse de que por ella ha­ La jaula, donde saltaban un ca­ bía ido allí; y, cosa extraña, le re­ nario y un jilguero, estaba puesta mordía la conciencia por ese olvido sobre una mesa; y Mad. Henry, de un momento, por tal sorpresa de lio LA E8PANA MODEKNA

ios sentidos que casi le había hecho están hace diez y ocho meses. ¡Ah, •desear á la otra. no ha ido bien la cosa! Todo está — ¿Y no le ha pasado nada á su ya comido ó poco menos, y creo que señora amiga de V. — preguntó—á anda en malos negocios. Además, consecuencia del susto del otro día? no se construye apenas... Y siquiera Mad. Henrj se volvió, riéndose, fuese galante con su mujer... pero jdijo: no; el tal Clément sólo la tiene para —¿Eugenia?... ¡Ah, picaruelo, ya lo material... ¡Es más bruto!... Pues veo que hemos pensado en ella!... ¿y mal hablado?... Y se va al café Es V. muy guapo, Gabriel; pero todas las noches... Si no me tuviese Eugenia es casada... y virtuosa... ella á mí para pasar las veladas, ¡se No hay más remedio que olvidarla. moría de aburrimiento, esa pobre- —Pero, señora, le aseguro á V.... cita querida! Por fortuna, la deja —Bueno, bueno... como si yo no venir aquí en cuanto comen. Trae hubiese notado nada la otra vez... labor, hacemos café y charlamos. como si V. no hubiese estado mi­ Me cuenta sus miserias. Esto las ali­ rándola todo el tiempo que tarda­ via siempre, ¿no es así? Mire, Ga­ mos en subir por el bulevar Ma­ briel , seria V. muy amable si vi­ genta. Pero, es lo mismito que le niese alguna vez á pasar una hora

•consideraciones acerca de las bellas hasta haber prometido que volvería •artes, la religión, la guerra y la po­ sin falta el día siguiente por la tar­ lítica. En pocos instantes supo Ga­ de ; y desde el quicio de la puerta, briel que había nacido en Clinan- Mad. Henry le prometió entonces «ourt; que se pirraba por el cómico que Eugenia estaría allí, con una Melingue; que su marido la había sonrisa que acabó de trastornarle plantado por una nadie; que ella hasta el punto de que, al ir á salu­ rezaba sus oraciones por la mañana dar por última vez, en poco estuvo y por la noche; que el lavado y que no fuese rodando á oscuras por plan "ihado de las enaguas costaba un la escalera. «entido; que en su opinión debían Mas, apenas se vio en la calle, anexionarse á Francia las márgenes invadióle una alegría inmensa al del Rhin; "le se hacía subir la co­ pensar que iba á volver á ver á Eu­ mida del despacho de leche; que genia. Se felicitó de haber ido á leía con entusiasmo las obras de En­ casa de Mad. Henry, como de un rique Murger; que admiraba mucho acto heroico. Gon la cabeza ergui­ á Garibaldi, y que había asistido á da , el paso alegre y fuerte, dio la la ejecución de Troppmann. vuelta atravesando el Luxemburgo, Se había sentado en un sillón, polvoriento y abrasado por un tó­ frente á Gabriel, con los codos en rrido día de canícula. las rodillas y la barba apoyada en Bajo los hermosos plátanos de la las manos; y le hablaba, mirándole fuente Médicis, en esa alameda don­ cara á cara, como un hombre. de las niñeras y las mamas tiran de Armándose de todo su valor, Ga­ aguja, agrupadas al pie de los ár­ briel hizo otra tentativa para llevar boles , fija la vista en los niños aga­ otra vez la conversación á lo que se chados que juegan con la arena, en­ refiriese á Eugenia; pero madame contró á Cazaban, sombrío y cala­ Henry tuvo tal acceso de hilaridad, do el sombrero hasta los ojos. hizo notar con una risa tan chan­ Gabriel rebosaba simpatía univer­ cera y con burlas tan gordas la in­ sal. Estrechó las manos al hombre sistencia de Gabriel, que éste, sin­ del Mediodía, y se informó con tiendo que se le encendía el rostro tierno interés acerca de la causa de y que la sangre le abrasaba las ore­ su tristeza. jas , cambió él mismo el curso de la —¿Y tú me lo preguntas?—dijo conversación, y algunos minutos Cazaban con impaciencia. — ¡Ah, después se levantó para despedirse. es cierto, tú no eres un ciudadano! Sin embargo, no pudo hacerlo De modo que no has leído el tele- 112 LA ESPAÑA MODERNA grama.., que el chico (1) ha cogido da, y cuando Gabriel se informó una bala del suelo... ¡ Ah, si Badin- con urbanidad de su salud, respon­ gue obtiene la victoria, animal, que­ dióle ella: da fundada su dinastía, y nos clavó —Mire V., ya no vivo. Cuando con eso (2)! pienso que, acaso ahora mismo, se Gabriel estaba tan lejos de este baten nuestros soldados con esos orden de ideas, que ni siquiera se tunantes de prusianos... ¡Oh, hay , fijó en lo que la inquietud de Ca­ momentos en que me da rabia no zaban tenía de poco patriótica. Las ser hombre! frases del meridional le recordaron Estas palabras produjeron á Ga­ la guerra. Pero la confianza de ma- briel el efecto de una acusación. dame Hearj había penetrado tam­ Desde la víspera había vivido es­ bién en su ánimo, y dijo alegre­ perando con fiebre el momento en mente : que estaba, y veíase obligado á —¡ Tanto peor para tu Repúbli­ confesarse á sí mismo que ni un ca! Estoy seguro de que seremos instante había reflexionado acerca vencedores en toda la línea. de la suerte de nuestro ejército. Le dio vergüenza de oir á una mujer darle esta lección de patriotismo, sin saberlo ella; y pegado silencio­ V samente al antepecho de la abierta ventana, permaneció un rato con la cabeza medio vuelta y mirando Al siguiente día, Gabriel fué los oblicuos rayos del crepúsculo exacto á la cita. de la tarde dorar la cúpula del Ob­ Encontró á Mad. Henry ocupada servatorio y las copas de los ár­ haciendo el café; y la vista de tres boles que se veían al otro lado de tazas del Japón puestas en una ban- la calle sobresalir de las altas ta­ dejita, le causó una emoción vio­ pias. lenta , pues eran prueba de que se Al conocer á Gabriel, se detuvo esperaba á Eugenia. cortada. Mad. Henry parecía muy agita- —¡Ah, ya está aquí mi querida? —exclamó Mad. Henry besando á (1) El príncipe imperial, muerto años des­ la joven y quitándola el sombrera pués oscurameute por los zulús en África. y la manteleta.—Vamos, Eugenia, (2) El partido revolucionario llamaba en­ tonces á Napoleón III Badingueí y Badingue. me parece que te he reservado una ~(N. DEL T,) sorpresa. Ya le conoces. Es núes- UN IDILIO DDBANT» EL 8ITI0 113 tro caballerito de la otra vez... ¿No dame Henry sacó de apuros á los es verdad que tiene gracia? dos. Luego, exagerando de una ma­ —Vaya, sentémonos. Se va á en­ nera bufa los arqueados ademanes friar el café. Tome V., Gabriel, y la sonrisa ultragraciosa de una eche azúcar... ¡Cómo, mi pequeña mujer de sociedad que hace una Nini! ¿ Estás ya con tu bordado? presentación, añadió: ¡Qué trabajadora! Vamos, ¿dónde —Señora Clément, el señor don habré puesto mi alfiletero?... ¡Ca­ Oabriel... Don Gabriel, la señora ramba, si lo tengo en el bolsillo!... Clément... ¡Ah, tengo una cabeza!... Y eso Y concluyó soltando una carca­ me da desazones á cada momento... jada. Prueba de ello, ayer mañana, la Gabriel saludó con encogimiento. disputa que tuve con el revisor de Mad. Clément tartamudeó trabajo­ los ómnibus de la plaza de San Mi­ samente algunas palabras : guel , por no haber dado mi billete «Tenía mucho gusto en volverle de combinación. á ver... No se había olvidado de... Se había disparado, y su charla Esperaba que habría estado bien de iba saltando de un asunto á otro, salud...» extendiéndose en prolijos detalles Pero el joven la miraba sin ver­ acerca del equipo de novia de una la, la escuchaba sin oiría. Tenia prima suya, el padre de la cual, co­ sed. No sabía dónde poner las má­ merciante en en la Chapel- manos. Aparecíasele como entre le, no se hubiese dejado cortar una niebla, de pie ante él, bajita, mo­ pata por doscientos mil francos, ó nísima, con los ojos bajos, con una indignándose con el recuerdo de la gorgnera de muselina blanca que se ira que tuvo el otro día en la esca­ introducía por el escote del cuerpo lera, cuando su vecino del segundo, de su vestido gris, y teniendo con el practicante de la Maternidad, ambas manos delante de si por el quiso besarla á oscuras. asa una bolsa de labor, de cuero Estaban sentados los tres alrede­ negro. dor de una mesa redonda, sobre la Entonces Gabriel, haciendo un cual Mad. Henry, situada entre los esfuerzo enorme, se pasó la mano dos jóvenes, estaba cortando, á la por la frente, calada de sudor, y pre­ vez que hablaba, las piezas de un guntó, con aire embobado, si no le cuerpo de merino, por patrones he­ parecía que hacía muchísimo calor. chos con un periódico viejo. Euge­ La estrepitosa hilaridad de ma- nia bordaba, con la cabeza terca- 114 LA ESPAÑA MODERNA

mente inclinada sobre la labor, y voluntad, se miraron Gabriel y Eu­ tirando de hebra muy de prisa. En genia. cuanto á Gabriel, siempre emboba­ El choque duró un segundo, uno do por su timidez, contemplaba el sólo; y la joven bajó de nuevo y de dibujo de su taza de café; ó si alza­ pronto la cabeza hacia el bordado, ba los ojos, pero sin atreverse á aunque ya casi no se veía nada. Pero fijarlos en Eugenia, era para mirar Gabriel había reconocido aquellos el vasto espacio de cielo azul recua­ ojos, tan grandes y tan brillantes en drado por las ventanas, en el cual la penumbra, tales como se fijaron flotaban algunas nubéculas cobri­ en él por vez primera en el bulevar- zas, último recuerdo del sol que Magenta, á la luz del gas, y sintió acababa de desaparecer. refluirle al corazón toda la sangre. CuandoMad. Henry le dio LePe- Encendida la lámpara, Mad. Hen­ tit Journal, rogándole que lo leye­ ry fué á sentarse, y se puso á ha­ se , Gabriel creyó al pronto que no blar con su amiga, pidiéndola pare­ iba á poder lograrlo. Parecíale que cer acerca del modo de cortar su las lineas impresas ondulaban como cuerpo de vestido, y Eugenia la culebras, y que los caracteres de contestó interrumpiendo su labor y imprenta cambiaban de continuo de trazando líneas en la tela con el color. Sin embargo, pudo leer, pero dedo cubierto con un dedalito de no comprendía sino con vaguedad plata. No miraba nunca á Gabriel, las frases que pronunciaba. Tenía pero se presentía un esfuerzo en una confusa idea de que se trataba aquella persistencia en evitar el ver­ de la biografía de un mariscal de le. Por el contrario, él se iba atre­ Francia, encargado de un mando en viendo. Hasta llevó su audacia al el ejército del Rhin; y de un rasgo punto de dirigirla la palabra. Res­ de intrepidez realizado en otro tiem­ pondióle ella en muy pocas, con voz po por dicho general, cuando sólo que trataba de ser fría y que era era comandante en África, en no sé siempre dulce. De vez en cuando, qué asalto que dio, bastón en mano sonriéndose con una idea oculta, y con el cigarro en la boca. Mad. Henry los miraba despacio, Iba cayendo poco á poco la no­ uno tras otro, con un aire extraño. che, y la oscuridad comenzaba á Al fin dieron las diez en cuatro ó invadir el cuarto. Mad. Henry se cinco relojes del barrio. Hacía una levantó para encender una lámpara. noche clarísima, con muchas estre­ Sólo entonces fué cuando, impe­ llas y muy cálida. No corría una lidos por un instinto superior á su brisa. Una gran mariposa nocturna, UN IDILIO DUBANTE EL 8ITI0 115 procedente de los árboles del Obser- Sintió de pronto un profundo aba­ Yatorio, había entrado por la ven­ timiento. Estaba disgustado de si tana y revoloteaba girando junto al mismo. Encontraba que Eugenia techo, dentro del círculo luminoso había estado glacial, y acusábase de proyectado por la lámpara. haber estado él estúpido; casi le da­ Eugenia metió el bordado en la ban ganas de llorar. bolsa de cuero, y se levantó para A la altura del museo de Cluny, retirarse; pero Mad, Henry, al po­ delante de un puesto de periódicos, nerla la manteleta, la dijo en voz ni atravesó por entre grupos cuyo as­ alta ni baja: pecto le pareció siniestro. Gente ar- —Dime, Eugenia, si te parece... tesaiia, estudiantes y hombres del está tan desierto esto, y esos bule­ pueblo hablábanse unos á otros con vares exteriores... Gabriel podría aire sombrío. Maquinalmente se de­ acompañarte hasta tu casa... tuvo para escuchar. —¡Oh! Mad. Henry, es imposi­ ¡Wissemburgo! ¡El general Douay ble... ¿Qué diría Clément si me sorprendido y muerto! ¡aplastados encontrase? los turcos, después de prodigios de —¡El! Bien sabes que nunca sale valor! ¡El territorio invadido! He del café antes de medianoche... En aquí lo que supo Gabriel, por algu­ tu lugar, tendría yo mucho miedo nas frases lanzadas por voces enfu­ de volver sola... Los periódicos es- recidas. tan llenos de asesinatos... No era ningún egoísta; amaba á —Te lo suplico, querida amiga... su patria como cualquier otro, y eso no puede hacerse. aquella terrible noticia disipó al Y Mad. Clément, después de be­ pronto su amorosa languidez. Pero sar á su amiga y saludar á Gabriel cuando entró en su cuarto, se echó con una simple inclinación de ca­ en la cama y apagó la vela, en esos beza, salió bruscamente. momentos en que los habitantes de Un instante después, también el París pensaban en la muerte de una joven dio las buenas noches á ma- división entera, en la sangre derra­ dame Henry; la cual, de pie delante mada por tantos franceses; Gabriel, de la chimenea, canturreaba, esti­ en cuyo pensamiento volvió á im­ rándose los brazos, como una per­ ponerse el recuerdo de la mujer ya sona que tiene sueño. Y Gabriel deseada, veía otra vez con la imagi­ regresó á casa de su madre por el nación la estancia de la calle de bulevar San Miguel, desierto y ba­ Santiago, y á Eugenia bordando ñado por la claridad de la luna. junto á la lámpara; y sentía llenar- 116 LA ESPAÑA MODERNA sele de lágrimas los ojos, con infan­ maras en sesión permanente, derri­ til ternura, al recordar el minuto bados con rabia los ministros, la iz­ en que se había pinchado ella el quierda imperiosa y amenazadora, dedo, y de donde habla hecho salir, la proclamación de leyes angustio­ apretándolo delicadamente entre sus sas y medidas desesperadas, las mu­ blancos dientecillos, una pequeñísi­ rallas cubiertas de carteles acerca ma y única gota de sangre. del estado de sitio. Luego vino la carencia de noticias, peor aún que las noticias malas. Comenzóse á vi­ vir en la calle, discutiendo, pero­ VI rando con periódicos en la mano. La muchedumbre, ávida de cre­ dulidad y de esperanza , acogió to­ Entonces comenzaron á transcu­ das las fábulas: victorias ante Metz, rrir los largos y penosos días de ese en las canteras de Jaumont. París mes de Agosto, durante el cual un cambió de aspecto todos los días. ardiente y espléndido sol se cernió Surcado ayer por los ridículos uni­ constantemente, como una ironía, formes de los bomberos de provin­ sobre la capital llena de angustia y cias , reunidos contra un amotina­ de espanto. miento posible por un gobierno Primero hubo un diluvio de no­ extraviado, llenábase hoy de solda­ ticias siniestras: ¡Reichshoffen, ho­ dos veteranos, hombres de la re­ rrible desastre, del que apenas se serva, sucios, á medio equipar, á consolaba el patriotismo popular, menudo borrachos, y acompañaba haciendo entrar en el ciclo de sus mañana con cantos y burras frenéti­ leyendas la carga sublime de los cos la marcha de sus guardias mó­ grandiosos coraceros! Luego se su­ viles, [todavía ¡sin armar. Después cedían los telegramas pavorosos y de engallarse un día de pronto con el oscuros: Sin noticias de Frossard. falso rumor de una victoria, corría Todo puede arreglarse aún. Acele­ en masa á ver sus fortificaciones, rad la defensa de París. ¿Y For- que hasta entonces sólo habían va­ bach? ¡Y retrocediendo en todas lido para los idilios de los pistólos partes! ¡Y Strasburgo bloqueado! con sus paisanas y los domingueros ¡Y Metz embestido! ¡Y las prime­ regocijos de extramuros, trastor­ ras lanzas de los huíanos vistas acá nadas á la sazón por el zapapico de y allá, en todas partes, siempre más los terraplenadores, cubiertas de cerca cada vez! Y se vieron las Cá­ caballos y peones, retumbando con UN IDILIO DÜKANTH BL SITIO 117 el chasquido de los látigos y las ór­ allí á Eugenia. Al principio fué denes gritadas por los jefes de per­ cada tres ó cuatro días, luego con trechos, y mostrando acá y acullá más frecuencia, más adelante todas en la hierba de sus taludes el cente­ las noches; y ahora ya no vivía lleante bronce de las grandes piezas más que para esas dos horas pa­ de sitio. Presa de la fiebre militar, sadas en la casa de la calle de San­ los ciudadanos iban á aprender el tiago , junto á las dos mujeres ejercicio á los patios de los cuarte­ trabajando al lado de la lámpara, les , donde se los veía formados en mientras por las ventanas abiertas pelotones y haciendo sonar las cu­ llegaba el olor de los árboles y el latas en las losas. De las puertas de centelleo de estrellas de las hermo­ las alcaldías, donde se estacionaba sas noches de verano. la multitud leyendo los bandos hú­ En los primeros tiempos, Euge­ medos , veíanse salir burgueses con nia había parecido apurada con la el fusil al hombro y la bayoneta in­ presencia del joven y le había dis­ vertida. Por los afueras, los habi­ pensado la misma acogida, llena de tantes de los contornos, impelidos frialdad y de reserva; pero había ya por el miedo á la invasión, lle­ concluido por conmoverla su silen­ gaban con su pobre ajuar en un ca­ cio y su dulzura, siendo también rro de mano, el hombre en las va­ ella candorosa como él; y á los ras y la mujer empujando por de­ pocos lugares comunes que él se trás, los niños llevando envoltorios, había atrevido á decirla con voz y, illtimo síntoma del próximo blo­ temblona por la emoción más pene­ queo, numerosos rebaños de bueyes trante, había concluido por contes­ flacos y fatigados, y de carneros tar ella con más confianza. Algu­ grises de polvo, se hacinaban en los nas veces se fijaban sus ojos con parques construidos deprisa y co­ simpatía en los de Gabriel. Una rriendo, en medio de los jardines noche, hasta fué la primera en di­ públicos y á lo lago de los buleva­ rigirle la palabra, y no pudo evitar res exteriores. el sonreírse con tristeza al ver el Pero el parisiense que menos inefable gozo que leyó entonces en parte tomaba en* aquella furibunda los ojos de él. exaltación, en esas crueles ansieda­ Mad. Henry protegía visiblemen­ des, en esas locas esperanzas, era te á Gabriel. Aquella mujer sin Gabriel, con toda seguridad. educación, tal vez medio galante, Había vuelto á ir á casa de ma- por fuerza había de tener mucha dame Henry, había vuelto á ver indulgencia para los descarríos amo- 118 LA ESPAÑA MODERNA rosos. Quizá no hubiera dado á su' la proximidad de un vencimiento amiga un mal consejo, pero se di- impagable, y sin dirigir á su mu- vertía viendo nacer y desarrollarse jer más que algunas palabras bre- una pasión en aquel joven ; y en su I ves y duras; sabía las in termina- inconsciente inmoralidad, casi hacia bles veladas que antes de conocer votos porque fuese correspondido á Mad. Henry había pasado Euge­ ese amor. nia en el dormitorio nupcial, apenas Gabriel amaba como un loco, amueblado, cosiendo á la luz de como se ama por vez prim.era, ¡ay!, una vela y esperando hasta media como sólo se ama una vez. Todo lo j noche, hora en que su marido re- que Mad. líenry le había dicho : gresaba de la taberna, con la ame- acerca de su amiga, todo lo que Bu-1 ricana ¡señalada con tiza del taco de genia le había permitido corprender biliar, apestando á vinazo caliente, sobre su carácter y su vida en las | y tirando, antes de acostarse, la ce- conversaciones de la noche, habían niza de su última pipa sobre el encendido en su pecho un foco ar­ mármol del hogar de la chimenea. diente de ternura y lástima. Adivi­ EQ los azares de la conversación, naba entonces cuan triste y penosa Gabriel había sorpi'endido en un existencia había labrado el matri­ suspiro, en una mirada al cielo, en monio en aquella mejerciía, senci­ una soarÍGa irónicamente dolorosa, lla de corazón, delicada y amante, los muchos sufrimientos que Eu­ á quien habían unido con un obrero genia había experimentado, las medio salido de su esfera, grosero muchas lágrimas vertidas en silen­ y violento, y además irritado por cio. ¡Qué tormento, entonces, para la mala fortuna. Comprendía el ab­ el pobre enamorado! ¡Y decirse que soluto abandono en que ella se en­ todo aquello no tenía remedio, que contraba , perdida en esta inmensa estaba casada! ¡ Sentir lo inútil de capital donde no conocía á nadie; toda compasión, lo impotente de veíala sola en su casa, hasta sin toda eóIsFa! criada, ocupándose en ios pequeños Sin embargo, tenía un consuelo: menesteres domésticos y preparan­ veía que Eugenia encontraba algún do las comidas que su marido (el encanto en esas apacibles horas de cual salía del taller con blusa de charla y de labor que reunía á los trabajo y se paraba en el quicio tres en casa de Mad. Henry. A él, de la puerta para reprender á uno tan sencillote, no se le alcanzaba de sus operarios) acudía á comer á nada de eso, y la misma Eugenia escape, ensombrecida la frente por no se daba cabal cuenta del íntimo UN IDILIO DURANTE EL SITIO 119 placer que sentía al verse admirada conocer á las dos mujeres la inmor-r y querida por aquel dulce joven, de tal narración del abate Prévost (1) modales tan discretos, de penetran­ y algunos de los versos más apasio­ te voz, con tan lindas manos blan­ nados de Alfredo de Musset, y una cas hechas para acariciar y una ex­ vez más los herm^osos libros que presión de ternura tan melancólica hablan de amor sirvieron de inter­ en sus hermosos ojos negros. El mediarios á dos amantes tímidos. inocente no comprendía cuánto ca­ mino había andado ja en el cora­ zón de la joven; pero, sin embargo, VII veía que en sus reuniones íntimas en el cuarto de la calle de Santiago perdía ella pronto el aire triste y Una noche, á fines de Agosto, preocupado que tenía á su llegada, como se hubiese prolongado la lec­ y que á veces ella misma se aban­ tura hasta más tarde de lo ordina­ donaba á un amable y gentil rego­ rio, de tal modo insistió Mad. Hen­ cijo que hacía muy venturoso á Ga­ ry, que Eugenia acabó por consentir briel. que Gabriel la acompañase hasta su Todas las noches leía Le Petit casa. El marido estaba ausente por Journal á las dos amigas; era ya haberse marchado por uno ó dos una costumbre para los tres, y para días á Chartres para un asunto de Mad. Henry, que desde los prime­ su profesión, y no había riesgo de ros reveses había dejado de ser bo- encontrárselo. napartista, una ocasión para recla­ Por primera vez en su vida sintió mar la república, el levantamiento Gabriel apoyarse el brazo de la ca- en masa y la victoria cantando la sadita en el suyo con confianza, Marsellesa. A Gabriel le gustaban mientras subían los dos despacio y mucho esos discursos patrióticos de silenciosos la solitaria calle extra­ la guapetona morena, no porque los viada donde resonaban sus pasos, escuchase él, sino porque entonces en el sosiego de aquella noche de interrumpía la lectura y miraba verano, sobre ese suelo próximo á intensa y largamente á Eugenia. las catacumbas. También algunas veces, con el fin Sin cruzarse una palabra, llega­ de prolongar la sesión, llevaba un ron así al ancho y hermoso bulevar libro, y á la diaria ración de perió­ dico añadía algunas páginas de no­ (1) La famosa novela de los amores de Manon Lescaut y el caballero Des Grieux.— vela ó de poesía. De ése modo hizo (N. DEL T.) 120 LA ESPAÑA MODERNA de los Pozos de la Nieve, cuyos al­ sus manos estaban ya en las del jo­ tos árboles, desaparecidos hoy, er­ ven un buen rato. Pero de pronta guían sus oscuras copas entre el oyó un sollozo y sintió que una cosa esplendor del cielo estrellado. En ardiente le había caído en una de medio del firme de la carretera las manos. Era que G-abriel lloraba. veíanse, saliendo por encima del ¿Qué se dijeron entonces?... ¡Ohí largo cercado de malas tablas, los ¡Sólo vosotros lo sabéis, los que ha­ cuernos negros de los bueyes esta­ béis llorado, entre tinieblas, sobre bulados allí en previsión del asedio. el seno de una mujer; los que ha­ Cuando penetraron bajo la oscu­ béis creído en la palabra < ¡siem­ ra bóveda de ramaje del paseo, Eu­ pre!-*, al pronunciarla; los que ha­ genia acortó el paso de pronto y béis conocido el delicioso dolor de dijo con voz alterada: amar! ¡Sólo vosotros lo sabéis, aque­ —Gabriel, voyá decirle una cosa, llos á quienes una mirada de tris­ y espero que no se enfadará V. Des­ teza en ojos muy queridos ha hecho de hace algún tiempo vengo notan­ faltar á los más grandes juramentos do que me profesa V. una amistad de virtud y de valor! ¡Corazones excesiva, y esto me causa mucha candidos y sublimes, que habéis pena. Sólo por explicarme con en­ hecho caber todo el ideal de la vida tera franqueza con V. he consentido dentro de una hora de vuestra ju­ dejarme acompañar esta noche. No ventud, y á quienes la pérdida fatal quiero que tenga V. ningún pesar de ese divino ensueño deja para por causa mía. ¿Sabe V. lo que de­ siempre apagados los ojos y pálida biera hacer si quisiera ser V. pru­ la frente: sólo vosotros tendréis in­ dente del todo? No volver más á dulgencia para aquellos dos pobres casa de Mad. Henry. Yo no puedo seres, á quienes el destino había dejar de ir allí, porque ha sido muy concedido tan pocos consuelos y bondadosa conmigo. Pero V. debe­ alegrías, y que, perdidos entre la ría tener ese valor. ¿Adonde nos soledad de aquella noche cálida y llevaría el tenernos en el pensa­ llena de aromas, vistos nada más miento el uno al otro? Sufriría V. que por las clementes estrellas, ol­ por ello y también yo, y harto des­ vidábanse de los deberes sociales y venturada soy ya. Por supuesto, de la patria enlutada é iban á abis­ hago mal en quejarme... ¡puesto marse en las inmensidades del amor! que así es la vida! Estaban sentados en un banco. Callóse. Había hablado de prisa, Gabriel lloraba aún con ardientes muy emocionada y sin advertir que lágrimas. Ella trataba de tranqui- UN IDILIO DURANTE EL SITIO 121 lizarle, de consolarle, le enjugaba piedra, y contemplaron un instante los ojos con su pañuelo, le suplica­ lo que la noche, bastante oscura, ba que se sonriese. permitía ver del melancólico paisa­ Después vagaron bajo las anti­ je: el agua negra del río, la cortina guas enramadas, cogidos de las ma­ de altos álamos blancos inmóviles nos, estrechándose uno contra otro, y los vagos campos donde se secan hablando quedito. Ella le refirió en cuerdas las piezas de ropa blanca. toda su vida, su infancia en el cam­ A lo lejos dieron lentamente las po, en la granja, donde aún vivían doce de la noche. sus padres; le dijo cómo la habían —¡Oh! ¡Qué tarde es!—dijo Eu­ casado demasiado joven, y que genia estremeciéndose.—Ya debía siempre le había dado miedo su ma­ estar de regreso en casa. Vamos rido con su voz bronca y su barba pronto. áspera; que á ella no le gustaba Pa­ Aceleraron el paso, y á los pocos rís, que esta ciudad era demasiado minutos estuvieron en el bulevar grande, y mil niñerías; y que el de Italia, delante del domicilio de perrazo mastín que estaba en el pa­ Eugenia. tio de la casa no la conocía, y que Al resplandor de un mechero de al regresar á casa por la noche la­ gas vio Gabriel, aislada, dentro de draba tras ella, tirando de la cade­ una tapia medio ruinosa, una gran­ na de amarre. de y tosca puerta de madera, en el Oíala Gabriel hablar como en un montante de la cual había una sueño y la contemplaba á través de muestra pintada de blanco, donde sus propias lágrimas. Luego, de con letras negras estaban escritas pronto, la interrogaba, quería sa­ estas palabras, que el enamorado ber todas las cosas de ella, el deta­ leyó oprimiéndosele el corazón: lle más insignificante de su vida, el Clément, trancante en maderas. Lue­ pensamiento más recóndito de su go, así que llegaron junto á aquella alma. puerta, Gabriel vio confusamente, Ni uno ni otro se decían que se á través de los espaciados tablones amaban: no tenían necesidad de de­ con que estaba hecha, en primer círselo. Eugenia tenía cruzadas las término unos almacenes bastante manos sobre el brazo de Gabriel y vastos, llenos de maderas y vigas, se miraban á los ojos. y donde acababan de estallar ios Detuviéronse en la parte del bu­ furiosos ladridos de un perro; des­ levar que pasa por encima de la pués, en el fondo de aquel patio, la Biévre, al borde del parapeto de techumbre baja y plana de un ta- 122 LA E8PANA MODEENA

11er, y, por último, un poco á la instintivamente, ambos jóvenes ca­ izquierda, la casa-habitación, pe­ yeron uno en brazos de otro; y los queña, cuadrada, con planta baja labios de Gabriel se apoyaron febri­ j piso principal tan sólo, con ven­ les y enloquecidos en la frente de la tanas simétricas, sin un adorno ni joven, en sus párpados medio ce­ una moldura, muy nueva y muy rrados, en su boca entreabierta... triste. —¡Oh! ¡Eso está mal hecho! En aquel sitio ramplón y sin en­ ¡Déjeme V., Gabriel! ¡Eso está cantos era donde Eugenia vivía con muy mal!—murmuró Eugenia pal­ el otro, y con tal pensamiento sen­ pitante.—Y arrancándose de los tíase Gabriel lleno de amargura. brazos del joven se lanzó al patio, Eugenia había introducido ya en empujando violentamente tras de la cerradura la llave. sí la puerta, que se cerró con ruido —¿Hasta mañana?—preguntó el y retembló largo rato. joven con suplicante YOZ. Gabriel la vio escaparse y des­ Ella no se había dejado acompa­ aparecer dentro de la casita. Que­ ñar por él sino para suplicarle que dóse inmóvil allí, con los ojos no volviese á verla más; pero á la levantados hacia el firmamento cen­ sazón la había abandonado todo su telleante de astros, frente á ese al­ valor. macén oscuro y desierto, donde con­ —Hasta mañana—respondió, en­ tinuaba aullando un perro invisible. treabriendo la pesada puerta y alar­ Temblábanle las manos como á un gándole la mano que tenía libre. viejo. Se le oprimía el corazón den­ Cogió aquella mano que le ofre­ tro del pecho. Hubiera deseado mo­ cían. Pero de pronto, espontánea, rirse.

FRANCISCO GOPPÉE. (Se concluirá.) EL SALÓN DE LA CONDESA MERLIN

espués de haber deplorado por reunir y animar á los artistas la pérdida de los salones de todos los países, que han hecho D que las revoluciones ó la de su salón un paraíso lleno de ar­ muerte han cerrado para siempre, monías. después de haber gemido por el de­ Angelicales voces de jóvenes y rrumbamiento ó la profanación de lindas señoritas, cuyos acentos no esos templos erigidos á la antigua han arrobado hasta ahora más que deidad de los franceses, á la conver­ á su familia, cantan allí los salmos sación , justo es que nos consolemos de Marcello, los coros de La Crea­ un poco hablando de lo que nos ción por Haydn, ó los de Moisés, queda. con esa pureza que da á los cantos Esperamos que, siendo ya tan religiosos el primer puesto por cima merecidamente célebre el nombre de todos los demás. Al escuchar los de la señora condesa Merlin, se nos sonidos de esos divinos acordes, la perdonará insertarlo aquí á la ca­ mujer más disipada la elegante me­ beza de los que más honran á las nos accesible á las emociones del artes y á la buena sociedad. La se­ alma, siéntense conmovidas con ñora condesa Merlin forma parte una turbación religiosa. El libre­ del pequeño número de personas pensador más resuelto á no creer que pueden desafiar á la publici­ en nada, reconoce en aquella santa dad; ella misma lo ha reconocido armonía otra patria que no es la así publicando su vida; por eso tierra; y allí, rodeado por todas las creemos poder, sin temor de ofen­ seducciones del mundo real, sueña, derla , reparar el olvido suyo de no á pesar suyo, con un mundo más hablar de su talento y sus afanes bello todavía, y concibe que len- 124 LA ESPAÑA MODERNA guaje ían sublime sólo puede diri­ á la generosidad de la señora Mer­ gírsele á Dios. lín; porque era necesaria toda su Es imposible no reconocer la in­ superioridad para no temer el con­ fluencia que el salón de la señora curso de un talento tan distinguido condesa Merlín ha ejercido sobre como el de la señora Dubignon, esa la música social en París. Fué la encantadora discípula de Crescen- primera en advertir que sin incon­ tini, verdadero modelo del gran veniente alguno podían amalgamar­ método italiano, la cual dijo el re­ se las preeminencias de una dama citado como la Grassini, y posee de buena sociedad con el talento de en grado sumo aquella declamación una gran cantatriz, pues nadie ne­ melodiosa, aquella manera de emi­ gará que si la señora Merlín hubie­ tir la frase musical, de que tanto se nacido en la clase de los artistas, caso se hacía antes de que los gor­ hubiera adquirido los mayores lau­ goritos destronaran el canto. ros que han ilustrado los conciertos Es un recuerdo imperecedero en ó la escena. Su voz brillante, ex­ todas las memorias de ese tiempo, tensa, fuerte y ligera á la vez, el el de aquella reunión de tantas mu­ sentimiento dramático que la ani­ jeres bonitas y voces arrebatadoras, ma y que se delata á despecho del acompañadas por el primer compo­ tono convenido, de la dignidad de sitor del siglo, y desafiando sus há­ aficionada y del ostentoso círculo bitos caseros, su timidez de aficio­ que la escucha, juntamente con nadas y la crítica de un público de otros dones que la naturaleza le ha pago, todo ello para ser caritativas. prodigado, la hubieran hecho ser Conocíanse en los coros la hija el ídolo del público; se ha limitado de la duquesa de D**", la de la con­ á serlo de los aficionados á la bue­ desa de L***, y otras muchas á na música. Pero puede juzgarse el quienes el cebo de una buena acción efecto que hubiera producido el gran había determinado á darse así en talento de la señora Merlín sobre espectáculo; pero ningún murmu­ un concurso numeroso, con acor­ rador de oficio se hubiera atrevido darse de los aplausos que resonaron á vituperarlas. Este sacrificio sin en la sala de Wauxhall el día del riesgo debiera servir de ejemplo á concierto dirigido y dado por ella las mujeres distinguidas que tanto en beneficio de los griegos. Aque­ vacilan hoy en sacrificar su amor lla buena acción, franca y noble­ propio ó su modestia en provecho mente realizada, no hace menos de los pobres. honor al ingenio y á la gracia que ¿Qué mejor empleo puede darse EL BALÓN DE LA CONDESA MEELÍN 125

á esa educación privilegiada, á esos sus consecuencias; porque la inteli­ talentos adquiridos con trabajo, á gencia y la aptitud la conducirán al esos modales naturalmente nobles talento, y una vez que haya sobre­ y graciosos, que suelen ser patri­ salido del gran nivel de la medianía, monio de las mujeres bien educadas, nada tendrá que aguardar de la be­ ó aun educadas para ello? Porque nevolencia de las gentes. Asi, pues, hay que ser franco, hasta con el pú­ tendrá que imponerse á su admira­ blico: la madre que pone todo su ción, noble refugio que se parece á ahinco en hacer valer el ingenio y ese palacio de mármol y oro donde las gracias de su hija, que paga se muere de frío y hambre. Pero crecidísimos honorarios á Bordo- como no hay ningún medio de ga­ gni, Bertini ó Labarre para propor­ nar al hada que nos dota ó deshe­ cionarla un gran talento musical; reda al nacer, lo mejor es olvidar que la impone una penitencia cuan­ lo que nos falta y sacar partido de do comete una falta de ortografía, lo que se tiene. ¿Y puede hacerse y la obliga á leer tratados de histo­ algo más honroso, hasta más vir­ ria y literatura; esa madre espera tuoso, que consagrar sus talentos al que ofreciendo á su hija tantas oca­ alivio del desdichado? siones de ejercitar su genio, se dig­ Dicen que eso es ponerse en evi­ nará bien pronto ser superior en dencia. Sin duda; pero esa madre alguna cosa. Verdad es que se en­ de la cual hablamos y que quiere cuentran á veces algunas insensi­ que su hija cante, no los ramplones bles á todas las seducciones de la dúos de zarzuela, suficientes antaño ciencia y de las artes. No hablemos en los conciertos de familia, sino de éstas, porque la felicidad las sus­ las más hermosas arias de la Mali- trae á la gloria: son las elegidas de bran y de la Grisi, ¿la obliga á ha­ este mundo, donde los pobres de cer tantas escalas, tantos trinos y espíritu no están menos favorecidos tantos complicados floreos nada más que en el otro; pero si no se adquie­ que por encantar los últimos días ren las facultades que la naturaleza de algunos parientes ancianos, ó rehusa, no puede tampoco neutra­ para arrobar al noble terrateniente lizarse ese sentimiento poético, ese que ha de casarse con su hija? No. gusto por el ingenio, ese amor á las Quiere que sepa todo París que su artes con que el cielo anima á un hija tiene un talento superior; y no alma selecta. Una persona dotada seré yo quien vitupere este orgullo ó afligida con tal naturaleza no tie­ materno, el más dispensable de to­ ne más remedio que sufrir todas dos cuantos agitan el corazón de 126 LA ESPAÑA MODERNA una mujer. Me limito á probar que ningún acorde la diese el tono, sin una vez admitida esta necesidad de que ningún preludio advirtiese al aplauso, nada debe impedir apli­ público lo que le amenazaba. carla á una buena acción. Esto me recuerda aquella seño­ Entre todo lo que ha cambiado en rita que hallándose en un banquete Francia, pudiera afirmarse que no por la toma de los dichos, donde ha habido revolución tan completa representaba el primer papel, salió como la realizada en nuestra músi­ de pronto con la gran aria de La ca y en la manera de ejecutarla. bella Arsenia, sin caer en cuenta Sin disputa, una de nuestras más que su futuro pudiera intranquili­ añejas usanzas era la de hacer can­ zarse por la elección de esta letra: tar á nuestras jóvenes para recrear á los convidados de un palacio, de No, no, no, soy muy altiva Para hacer papel de esclava. una casa de la clase media ó de una choza; jamás hubo costumbre algu­ Pero en aquellos tiempos no se na tan generalizada como ésta. Des­ sabía más que un aria, y se cantaba de la planchadora á quien se invi­ siempre, pegare ó no pegare; por taba á comer hojaldres á condición lo general se escogía el aria culmi­ de cantar unos villancicos en la ve­ nante de la ópera que acababa de lada, hasta la noble heredera á quien obtener mayor aceptación. Tanto se hacía salirdel convento para can­ peor para el banquete de boda que tar á los postres en casa de la abue­ se daba cuando estaba en auge el la los cadenciosos aires de Ramean aria de Castor y Póluco; antes de ó de Lully, cada salón, grande ó llegar á los brindis báquicos y á los pequeño, con sillones dorados ó si­ cantares verdes, hechos para las llas de paja, tenía su cantatriz de circunstancias, había que aguantar afición. Vieja ó joven, esta Silvia el canto fúnebre de domesticada tenía invitación segura en todas las comidas de aparato que Tristes preparativos, pálidas luces, etc. se daban en la familia; y como sabia Sin embargo, la ópera cómica, el precio puesto á ese favor, nunca que era entonces el encanto de la se hacía rogar. El sacarse á la mesa sociedad elegante, reemplazó bien el último y más humilde de los pos­ pronto á las lamentaciones de la tres, las pasas y almendras, inevi­ ópera seria; ya no se aplaudieron table compañero del plato de ma­ sino arietas, y su uso se generalizó carrones , era señal del berrido con mucho, lo que valió tanta confusión que comenzaba la cantante, sin que y chacota á la inocente que se puso EL SALÓN DE LA CONDESA MERLÍN 127

á cantar cenando en casa de la | ahogarse al cantante en medio de marquesa de Puisieux el aria de Los \ la larga frase que le hacia perder cazadores y la lechera: el aliento. Cada cual se alistó bajo las banderas del método italiano ó Yo soy, etc.... del alemán; estas dos potencias ex­ No me atrevo á seguir citando tranjeras trajeron una especie de más. guerra civil en Francia, en esta Estas especies de sobremesa acos­ buena Francia, tan indiferente has­ tumbraban á concluir por cancio­ ta entonces por los progresos de la nes muy alegres, que la linda can­ armonía, á quien bastaban los aires tante de ópera no llegaba á oir; de sii3 añejas baladao y de sus mi­ porque entonces las jóvenes se levan - nués cadenciosos, que no gustaba taban de la mesa en cuanto los con­ más que de la letra ingeniosa, ver­ vidados empezaban á ponerse ale­ de ó picaresca, sin preocuparse de grillos, medida tan provechosa para las notas que la sostenían. Esa la inocencia de las unas como para Francia que, á no existir Inglate­ la jocosidad de los otros. rra , hubiera sido el país menos mu­ El uso del clavicordio y luego del sical de Europa, encendióse de piano acompañante, hizo caer en pronto á favor ó en contra de la ar­ desuso las canciones á voces solas. monía alemana ó de la melodía ita­ Ya no hubo mujer que se atreviese liana; fué aquello como una guerra á soltar la voz sin el apoyo de un de religión, y viéronse familias des­ instrumento de cuerda. Entonces el unidas , matrimonios perturbados, aria dramática se impuso á la arie- amistades rotas para siempre por xa, la romanza dominó á la canción, efecto de esas disputas musicales. y los acentos de la sencilla cantora Los espíritus más cultos y más dul­ desaparecieron ante los recitados y ces no estaban libres de ese vértigo; los torrentes de voz de la cantatriz no puedo recordar, sin reírme de sabia. ello, todo lo que sufrí en mi prime­ Sin duda el arte ganó con esta ra juventud con aquella locura. revolución: maestros procedentes Una mujer hermosa, amable, de­ de Italia enseñaron á los aficiona­ vota de un marido ingenioso y un dos á filar las notas, los iniciaron poquillo inconstante: he aquí, sin en el gran arte de reforzar ó dismi­ contradicción, todos los elementos nuir la voz á voluntad; cesaron de de un perfecto matrimonio; así, gritar á compás, de inspirar á los pues , nada había perturbado el de benévolos oyentes el temor de ver mi madre, hasta que un día descu- 138 LA BBPANA MODERNA brió en mí una voz bastante buena proteger á un talento alemán, sin y alguna disposición para la músi­ crimen de alta traición; le era pre­ ca. Desde entonces fui sometida, ciso estar sobre sí, disimular el en­ por orden paterna, á las lecciones tusiasmo que la inspiraban tantos del célebre Imperani, el sabio pro­ nobles cánticos, ocultar sus lágri­ fesor de Italia, á quien habíase de­ mas al oir la Despedida de Efige- bido el gran talento de la Morelli. nia, so pena de hacerse sospechosa Pero, como este gran profesor te­ de una parcialidad culpable, de nía el más profundo desprecio por conservar algún recuerdo de su la música de Gluck, en quien ado­ patria, de conmoverse con los acen­ raba mi madre, ésta me hacía dar tos que le recordaba, de que la lla­ lecciones, de cuenta suya, por Ri- masen la austríaca, la extranjera... cher, el primer maestro de canto y ya se sabe á dónde habían de con­ indígena, el que daba lecciones á la ducirla estos dos sobrenombres. reina, dirigía con Piccini sus con­ Sin tener yo que temer tan crue­ ciertos y á quien el talento innato les consecuencias de mi admiración del joven Garat le había seducido, por la música de Gluck, cuidaba de hasta el punto de hacerle cantar no estudiarla sino en ausencia de con él en la corte. mi padre; este estudio, fatigoso por j Ah ! Esas veladas musicales las notas altas y sostenidas del can­ habían llegado á ser las únicas to dramático, extenuábame á veces distracciones gratas de todas las los días en que, habiendo encontra­ inquietudes políticas, de todos los do mi padre á Piccini, lo traía á presentimientos siniestros que pe­ comer con nosotros y me era pre­ saban ya en el corazón de esta ciso cantar las grandes arias de infeliz princesa. Y aun este mismo Dido, después de quedarme ronca placer no estaba exento de pre­ declamando Ahestes. Entonces in­ ocupaciones temerosas. Apenas se ventaba algún pretexto para expli­ atrevía á dejar cantar el dúo de Ar- car lo débil de mi voz y mi falta de •mida, ante una corte ávida de agra­ respiración, sin confesar nunca la darla , aplaudiendo la obra maestra verdadera causa de ello, discreción del caballero Gluck: verdad es que que me valía una mirada de grati­ estos sufragios los alcanzaba, más tud de mi madre. que el genio del compositor, su tí­ Traigo á cuenta estas pequeneces, tulo de compatriota de la reina. para dar idea de la importancia Aquella mujer, á quien acusaban concedida entonces á la música. La de amar á su hermano, no podía aparición de una nueva ópera era EL SALÓN DE LA CONDESA MEELÍN 129 un acontecimiento, casi una bata­ chocar unas con otras. El ruido de lla ; arriesgábase allí la yida por su las discusiones no cubre allí al del ídolo, como en aquellos tiempos de piano, y si se oyen algunas frases ignorancia en que los cristianos se demasiado sonoras es porque hoy degollaban unos á otros por no com­ existe la costumbre de cotorrear en prender su religión. El espíritu de voz alta, y eso perturba más de una combate es tan natural en los fran­ armonía. ceses , que antes de sentir, j apre­ Allí se ha visto á los primeros ta­ ciar, j amar un arte, ya están dis­ lentos olvidar sus rivalidades para puestos á batirse por él. ofrecer el modelo de una ejecución Ha sido menester que el estudio perfecta, y superar en este género de la música se generalizase tanto hasta las aspiraciones del mismo en Francia para conducirnos al fin ; compositor. Allí oía Rossini á la á este gran descubrimiento: que:I señora Malibran y á la señorita sólo hay dos clases de música en el I| Sontag cantar juntas sus dúos tan mundo, la buena y la mala; que una; brillantes. Esas envidias, que al pú­ obra maestra no necesita patria, y blico tanto le gusta hacer que naz- que después de haberse burlado por;; can y crezcan, cedían ante el deseo tanto tiempo y tan justamente de la \ de agradar á la señora de la casa, á música francesa, hay que convenir : su gracia afectuosa é imparcial, que en que la escuela á la cual se deben sabe conceder á cada uno su parte las partituras de Montano, José, La en los elogios, y asegurarle su par­ Dama Blanca, La Muda, Fra-Diá- ticipación en el triunfo. Allí se ensa­ vola, el Pre-aux-Clercs y tantas yaron todas las hermosas partituras otras obras hechiceras, ha conquis­ de Rossini, Meyerbeer, Bellini y tado un puesto entre las grandes Donizetti antes de ser aplaudidas en potencias de la armonía. la escena. En fin, tan habituado se La exclusión, ese déspota avaro está á ver presentarse en ese salón que se encierra con su tesoro por todas las eminencias del arte musi­ miedo á recrearse con las riquezas cal, que hallándome noches atrás del otro, no tiene entrada en el sa­ en una casa donde varias personas lón de la condesa Merlín. A ningún que volvían de la Opera elogiaban talento se le pide allí el pasaporte la voz admirable y el método de antes de aplaudirle. Las diferentes canto de Duprez, hubo de decirme sectas que hay en el culto de las ar­ una de ellas: tes, como los partidos diferentes en —Siento muchísimo no haberle la política, se encuentran allí sin oído hoy; pero-, sin duda, muy 9 130 LA ESPAÑA MODERNA pronto le aplaudiremos en casa de la de su lugar se manifestará bien señora Merlin. pronto en cosas dignas de él, y que El esplendor melodioso de esos los profesores ó los aficionados no brillantes conciertos triunfa de la se verán reducidos á sobrenaturales frialdad del público de nuestros sa­ esfuerzos de pasión para vencer la lones modernos, pues pueden ci­ apatía de los oyentes de buena so­ tarse varios donde aún se ejecuta ciedad; porque si deploramos la excelente música. Pero ¡cómo la es­ inmovilidad y el silencio que se pro­ cuchan, santo Dios !... ¡ Qué mortal ducen á veces después de arrobado­ escalofrío se apodera del infeliz ar­ ras piezas musicales, sufrimos aún tista llamado por el ritornello á más viendo á una mujer joven y cantar delante de ese círculo de mu­ hermosa tratar de galvanizar á un jeres ocupadas mutua y exclusiva­ salón adormecido, exhalando las mente de sus perifollos ! Al princi­ agudas quejas de un amor traicio­ pio, la desesperación de producirla nado ó la demencia poquísimo casta más mínima emoción en esas caras de una pobre amante abandonada. bonitas ó feas le priva de la mitad Estos lamentos y sollozos, puestos de su talento; pero si, por milagro, en solfa, á propósito de la incons­ la otra mitad hace efecto sobre un tancia y el desamor de un ingrato, corto número de aficionados que no se multiplican, al extremo de que temen comprometerse por algunos si las romanzas fueran un espejo signos aprobativos, el eco de esos del siglo, como las comedias, las tímidos ¡bravo!, que caen sobre un mujeres del actual pasarían en los témpano de hielo, resuena tan tris­ venideros por haber sido las más temente como la limosna echada por aburridas y menos amadas del una mano caritativa dentro de un mundo. cepillo vacío. Al ver á esas mujeres Ridiculez por ridiculez, prefiero jóvenes, tan insensibles á los más la de los hombres que antaño can­ dulces acentos, cualquiera creería taban su doloroso martirio, á la de que tienen el alma ausente ó para­ estas jóvenes á quienes se ha reco­ lizada, si no se supiera que la ener­ mendado que tengan alma, como gía de aquel alma joven se agotó si esa desventura se adquiriese, y dos horas antes en imprecaciones las cuales creen llegar á lo sublime contra las señoritas Baudran ó Pal- de lo dramático en el concierto con mira, por el retraso de un sombrero levantar al techo los ojos y pronun­ ó la falta de un vestido. ciar la frase beso de la loca, como si Esperamos que ese ardor fuera tuviera cuatro hbbh. ¿No es una EL SALÓN DE LA CONDESA MERLÍN 131 inconveniencia oir esos gemidos pre. Y además, esta hospitalidad eróticos pasar envueltos en voces concedida á las artes por una anti­ virginales? Y esas jóvenes aficio­ gua gloria militar tiene algo noble nadas , tan puras y bellas, cuya ti­ ó interesante; gusta encontrar los midez natural en su edad presenta pasatiempos de la paz en casa de los un contraste tan extraño con lo que hacen la guerra. Y esos dúos, que cantan, ¿no serían más gracio­ cantados por la madre y la hija con sas suspirando una romanza melan­ doble talento, causan doble placer: cólica que imitando las convulsio­ j tiene tanta gracia el amor materno nes de la desesperación amorosa? cuando desciende hasta la frater­ ¡ Dice tan bien la languidez al ros­ nidad ! tro de una mujer! Y eso sin contar Lo que tranquiliza en ese salón es con que se interesa uno más por el que si de pronto hubiese una falta sentimiento que hace estallar. Por de voz ó de buena voluntad en las lo demás, sólo criticamos esta moda personas inscritas en el programa para impedir que reaparezca, pues del concierto, encontraríase aún nos parece muerta y enterrada. Las allí tan gran número de personas de romanzas cantadas con tanto hechi­ chispeante conversación, que po­ zo este invierno por Mad. Damo- dríamos consolarnos de la falta de reau han llegado á ser modelos de un goce con la sobra de otro. Tal buen gusto, que los aficionados á vez se diga que es inútil dar tan ese género se apresuran á imitar; y perfecta música á gentes que en ese añejo buen gusto de los salones rigor podrían pasarse sin ella, por­ de París, á quien se insulta, como que el encanto de una buena con­ á todos los poderes antiguos, á fuer­ versación hace las veces de todo. za de frases extravagantes é injurias Responderemos á eso, que sólo shakespearianas, no por eso ejerce guardan silencio los que pueden menos influjo sobre la mayoría del romperlo agradablemente; que, co­ público. mo la gente sin ideas habla siem­ Esta verdad queda bastante de­ pre y en voz alta, bueno es contra­ mostrada por el apresuramiento con ponerla gentes de ingenio que saben que se aceptan las invitaciones del callarse y para quienes la música es conde y de la condesa Merlín. Los una fuente de inspiración; todos compromisos adquiridos, los cori­ los talentos son hermanos. Sí; la zas, los bailes, nada sirve de obs­ superioridad es una hermandad cu­ táculo al deseo de oir tan buena yos miembros se reconocen entre sí música y tan bien ejecutada siem­ y se comprenden siempre á despe- 132 LA ESPAÑA MODEENA cho de las diferencias de su lenguaje ello desde cuarenta años á esta par­ respectivo. Por más que la envidia te. Pero como la educación de los intente dividirlos, perseguirlos, des­ pueblos es larga y difícil, pienso terrarlos como convictos j confesos que sería prudente conservar nues­ de genio, cuando se encuentran, tros atractivos de adorno hasta que aunque sea al fin del mundo, como adquiriésemos esas grandes virtu­ los descendientes de ese pueblo pros­ des, esa alta sabiduría, indispensa­ crito por el crimen de sus abuelos, bles á los buenos gobiernos y aun en seguida se entienden y se son­ á los felices gobernados. ¿Por qué ríen cual hijos de una misma fa­ echar al fuego los adornos que nos milia. embellecen antes de adquirir la ves­ Demos gracias á las distinguidas tidura fuerte é impermeable, que personas que aún se complacen en debe resguardarnos de todas las in­ reunirlos, en casa de las cuales pue­ temperies políticas? Antes de llegar den aún encontrar los extranjei'os á ese paraíso nacional, donde los ese culto de las artes, esas fiestas mártires de todos los partidos de­ del ingenio, esa exquisita urbani­ pondrán sus palmas en el altar de dad de que Francia fué durante lar­ la patria, contentémonos con el pa­ go tiempo un modelo acabado. trimonio de nuestros padres, y, No cabe duda de que algún día como en esos tiempos tan difama­ llegaremos á ser grandes políticos, dos hoy, resignémonos con vivir lo cual es de presumir en virtud de aún algunos años, si se puede, de los afanes que nos tomamos para ingenio, de placer y de gloria.

SOFÍA GAY. i BUENOS DÍAS, SEÑOR!

¡ El modernismo, elíxir de la fiebre ! (ADRIANO JÜVIQNT.)

ernando Octavio Bruat des­ ahondar en la sociedad actual para pertóse una mañana con una extraer ideas, formas, una lengua, F idea que le pareció buena. absolutamente nuevas y originales. Fernando Octavio Bruat era lo Decía que, habiendo tenido cada que vulgarmente se llama un lite­ época su expresión propia, á la rato. Había hecho versos que nadie nuestra correspondíale á su vez te­ quiso editar, novelas que todos los ner la suya. periódicos habían devuelto sin leer, Y no le faltaba razón. obras teatrales que hasta el direc­ Por desgracia no tenía estatura tor de los Funámbulos había recha­ para llevar al combate esta bande­ zado. ra que enarbolaba, y toda su valen­ Sin embargo, á falta de talento tía reducíase á discutir mucho; á tenía una teoría, un ideal. Creíase perorar en los cafés. Derribaba más llamado á ser jefe de una escuela, y vasos de masagrán que preocupa­ pensaba firmemente haber inventa­ ciones, y hacía más deudas que do el género moderno. Con esta obras maestras. palabra quería dar á entender la ex­ Pues bien, una mañana, al saltar presión de todo cuanto constituye de la cama, encontró la obra maes­ nuestra vida contemporánea, tan tra que tanto tiempo venía buscan­ extraña, tan práctica en ciertas co­ do. Al decir que la encontró, me sas, tan loca en otras. Sostenía que equivoco; quiero decir que creyó ya es tiempo de romper de frente encontrarla. con las imitaciones, tanto clásicas Había dado á luz un título. como románticas, y que era preciso ¿Qué haría con él? Aún no lo sa- 1S4 LA ESPAÑA MODEKNA bía. Pero el título le pareció elo­ parece que no basta para una idea cuente, sonoro, fácil de retener, de tanta importancia? Una cosa tan rico en variaciones, lleno de moder­ profunda, ¡fijaos bien! tan varia, nismo , j resumen de todo el siglo, tan compleja, no cabe en catorce hecho á la vez de un modo sencillo versos. El pensamiento, demasiado y complejo. robusto, hace estallar la forma. En Ese titulo era una fórmula tanto lugar de Bruat, haría yo de mi so­ más asombrosa cuanto que era la neto un drama. más corriente; era una frase de dos Todo el cenáculo se adhirió, en­ palabras, que se dice millares de cantado al ver el famoso soneto so­ veces todas las mañanas; una frase metido así á una corrección. no rebuscada ni pretenciosa, sin Bruat no comprendió la ironía pedantismo, ni clásica, ni románti­ del exigente. ca. Era sencillamente: ¡Buenos días, —Tienes razón—exclamó enga­ señor! llándose.—He empequeñecido mi Con este título hizo primero un idea dentro de eso molde estrecho. soneto. Gracias por tu crítica, que prueba El soneto fué leído á los amigos, cuánto me estimas. En efecto: mi claro es que con acompañamiento ideal vale más que catorce versos. de preliminares y comentarios, lo Haré con él un drama en cinco ac­ mismo filológicos que filosóficos, tos y nueve cuadros. destinados á hacer saborear su jugo, Y á pesar de las hipócritas pro­ á dar á comprender todo su alcance. testas de sus amigos, hizo trizas el Todos estuvieron unánimes en soneto obra maestra. decir que era admirable. Vivió durante cinco años con el —Hay que publicarlo lo antes recuerdo de este soneto. Prometía posible—gritaron los más entusias­ de continuo el asombroso, drama ti­ tas.— Esto va á dar el tono de la tulado. ¡Buenos dias, señor! Con poesía nueva. esa obra en cartera habíase hecho Un quisquilloso, que no se atre­ casi célebre. Se sabía que sólo fal­ vía, á manifestar con franqueza su taban por hacer algunas escenas; parecer, pero á quien se le avina­ afirmábase que avanzaba la tarea; graba tal triunfo, envolvió su crí- los candidos y los convencidos que tica en un elogio. no conocían ni de vista al autor, sa- —Creo que el asunto requiere lían fiadores de su genio y exten­ mayor desarrollo. Por supuesto, que dían su renombre por todas partes. el soneto es bueno. Pero, ¿no os A creerlos, era un gran porvenir. i BUENOS BÍA8 , SEÑOU ! 135 una gran esperanza; debía esperar­ to. ¡ Se hundió el soneto! ¡ Viejo, se el estampido de un trueno. Sin has encontrado el drama nuevo, el duda, empleaba en ella mucho drama del porvenir, el drama mo­ tiempo; pero el áloe no tarda cien derno. años en florecer. Pero Bruat estaba consternado. Al fin tuvo término el drama. En el fondo desconfiaba del des­ Fué un gran acontecimiento en los contentadizo , quien le había acon­ periódicos callejeros. ¿Qué teatro sejado sustituir el soneto por un iba á servir de campo de batalla á drama. Le guardaba rencor porque la nueva escuela? ¿Iban, induda­ el drama no producía ningún efec­ blemente , los directores de ellos á to , cuando el soneto lo había pro­ disputarse unos á otros el honor de ducido. presentar al público la obra capital —Veamos—dijo á los otros— del siglo XIX? ¿Había artistas capa­ ¿qué críticas se os ocurren ? ces de interpretarla? —Ninguna, absolutamente nada Ante todo, Bruat reunió su pe­ —respondió el coro de amigos. queña corte y quiso darla las pri­ —Sin embargo, bien claro veo micias de su victoria. que mi drama no os parece bien. No tuvo el mismo buen éxito que —¿Quieres que te diga la ver­ la primera vez. ¿Acaso se habían dad?—interrumpió uno á quien el formado de antemano una idea de­ fracaso de Bruat le daba ánimos. masiado alta de su drama? ¿Quizá —Dila, amigo mío; ya sabes que no había sido Bruat tan asombroso tengo por norma el buscar en todo como se esperaba? ¿Tal vez mez­ la verdad. clóse un poco de envidia con el jui­ —Pues bien; pienso que la vida cio de los oyentes? ¿O estos eran moderna es demasiado enmaraña­ menos jóvenes, y, por tanto, me­ da para ponerla en drama. Hay nos entusiastas? En una palabra: causalidades, fenómenos de medio fué una lectura frustrada ó poco ambiente, complicaciones de senti­ menos. miento , descripciones materiales y El quisquilloso fué el único que espirituales, sondeos fisiológicos y protestó contra la frialdad general, psicológicos que no se acomodan é hizo aspavientos de una admira­ con la escena. Has luchado contra ción sin límites. esta dificultad. Unas veces la has —Vamos, eso responde á la idea ladeado, lo cual produce lagunas; concebida. Hay movimiento, vida, otras te has empeñado contra ella^ observación, agudeza, eso está vis­ lo cual engendra violencias. A pe- 136 LA ESPAÑA MODERNA sar de todo tu talento, no has para aplastar á los escritores que logrado sujetar al monstruo. Tu producían. Los periodistas, faltos enredo es oscuro, tus personajes de original, hacían el ajuste con lí­ están mal explicados, tu desenlace neas de relleno anunciando su no­ no es natural. Y, sin embargo, vela, ó refiriendo anécdotas acerca ¡qué observaciones, qué fulgores de de su trabajo en las mil y una trans­ análisis, qué fuerza de penetración, formaciones de su obra. Los igno­ qué lenguaje! ¡Ah! Para haber sa­ rantes, los imbéciles, los repetido­ cado ese partido, á despecho de los res de vulgaridades, hablaban de él obstáculos, preciso es que seas un porque se hablaba, sin saber preci­ trabajador infatigable. Pero ¿qué samente por qué. Llegó á ser tan quieres hacerle? Nadie está obliga­ conocido como el obelisco. do á lo imposible. Yo, en tu lugar, Sin embargo, acabaron por can­ refundiría todo eso, lo alargaría, lo sarse de esperar. Pasaron genera­ aclararía, lo desarrollaría, me to­ ciones, y el eco de su gloria iba maría todas mis anchas, agranda­ amortiguan dose de una á otra. A ría el cuadro hasta la alteza de mi los sesenta años estaba casi olvida­ pensamiento, y convertiría el dra­ do. Ya no se citaba su nombre sino ma en una novela. de tarde en tarde, y para eso, como —Tiene razón—repitió el coro— el de un excéntrico, casi un chifla­ está en lo cierto. Esa es la coyun­ do. Recordábase vagamente que tura. Hay que convertir en una no­ trabajaba en una gran novela; pero vela el drama ¡Buenos días, señor! se dudaba de que alguna vez la ter­ La opinión era unánime, y Bruat minase, ó, más bien, había la segu­ demasiado sincero para no adherir­ ridad de no verla nunca acabada. se á ella. Con heroísmo arrojó al Hasta ya no se hablaba sino con fuego su drama y se puso á hacer sorna de aquella gigantesca tarea, la novela. de esos veinte tomos que querían Pasó diez años trabajando en ella. resumir toda nuestra sociedad, de Llegó así para él el momento de esa creación que debía ser la Babel la apoteosis. Tuvo más profetas y el pandemónium de la vida mo­ que un Dios. Unos lo exaltaban derna. por pura admiración. Otros, más Mucho más se hubieran reído co­ maliciosos, pensando que en su vida mo supiesen en qué ocupaba Bruat haría ninguna cosa, le daban bom­ su vejez. bo porque no les parecía peligroso. El infeliz había terminado esa IJOS críticos se valían de su nombre formidable novela, escribiendo la ¡BUENOS DÍAS, BBÑOE! 137

materia de veintisiete tomos, con coraza: me refiero al soneto. ¡Ah, este título despampanante: ¡Buenos si recordase mi maravilloso soneto días, señor! Pero al fin de su tra­ de antaño! Pero, aún era demasia­ bajo, asustado de haber sido tan di­ do flojo. Hoy lo haría mejor. Haré fuso, no se atrevió á afrontar la entrar en él toda mi experiencia. prueba de la lectura. Entonces se ¡ Que pueda yo vivir aún diez años puso á abreviar, á cortar, á conden­ y verán los hombres lo que catorce sar. En fuerza de condensar, había versos pueden expresar; y la pos­ llegado á reducir poco á poco aque­ teridad podrá conocer nuestra vida lla biblioteca, primero á diez tomos, moderna, tan vasta, en ese poema luego á cinco, después á dos, y, por tan pequeño, como se respira una último, á uno. En fin de cuentas, esencia sutil encerrada en el dia­ llegó á concentrarlo todo en una mante de un anillo! novelita de cien páginas. Vivió los diez años requeridos, y Fernando Octavio Bruat tenía la novelita desapareció como la no­ entonces ochenta años. Ya no le vela y el drama; y, lentamente, quedaba más que un amigo, confi­ verso por verso, palabra por pala­ dente de su ambición siempre viva. bra, letra por letra, quedó escrito — Publica tu novelita—decía el el colosal soneto que debía conté amigo. — Te juro que dará que ha­ nerlo todo. cer en el mundo. Es la flor y nata A los noventa y dos años, Fer­ del modernismo. nando Octavio Bruat se encamó —No, no — respondía Bruat; — para morir. El amigo fiel estaba á aún no he llegado al punto de su cabecera, gimiendo, llorando, condensación que deseo. Ya ves desesperado de ver apagarse una tú; conozco mi oficio, conozco el tan alta inteligencia. público. Para hacer una obra dura­ — ¡No llores, amigo mío — dijo dera, para apoderarse del ánimo, Bruat;—no llores! Muero, mas mi para dejar una nota á la posteridad idea no morirá conmigo. He roto es preciso ser intenso. Ser intenso: mi primer soneto , he quemado mi eso es todo. Cien páginas, es ya ser drama, he echado al fuego uno por demasiado difuso. En mi inspira­ uno los veintisiete tomos de mi no­ ción juvenil había encontrado la vela, luego los diez, después los verdadera forma de mi pensamien­ cinco, más tarde los dos, al cabo to ; una forma breve, precisa, cin­ el tomo único, y á la postre el celada, estrecha, que se ajusta al cuento. Pero, al fin, hice mi obra ideal como un corsé y como una maestra. 138 LA ESPAÑA MOBEBNA

— ¡ El soneto ! ¡ El supremo so­ en un cuarteto, ni siquiera en un neto! ¡Dámelo, dámelo! No me lo verso. Está... has leído, pero sé que es la obra Apagábase la voz; se volvía ron­ por excelencia. Dámelo , lo publi­ ca , sibilante, extinta. caré, me arruinaré si es preciso El amigo, con los ojos huraños para que aparezca grabado en oro y la boca abierta, se inclinó sobre con letras de diamantes. Lo merece: el lecho para beber la última pala­ Deslumhrará al mundo. ¡Dámelo! bra, la palabra que rasgaría los — ¡Ese soneto! ¿Qué soneto?— velos, la palabra clave del misterio, tartamudeó Bruat con el estertor. el «ábrete sésamo> del arte veni­ — ¡ Pues, tu gran soneto!—sus­ dero. piró el amigo, quien veía llegar el —¡Habla, habla! — decía. delirio de la agonía. — ...Todo en una frase, todo en — ¡ Ah, sí; el soneto, el gran so­ una frase— murmuraba Bruat. neto ! ¡ Demasiado grande, amigo Y el viejo se irguió, con un so­ mío, demasiado largo! Hay que ha­ bresalto de agonía. Su mirar era cer con intensidad. extático. Conocíase que en los um­ — ¡Qué! ¿Has quemado también brales de la muerte veía el ideal tu último soneto ? soñado. Hizo un esfuerzo terrible, —He encontrado algo mejor. Lo y la frase extraordinaria salió de he encontrado todo. La vida mo­ sus labios con el postrer aliento. derna, el modernismo, lo tengo, lo Expiró diciendo: expreso. No está en ün soneto, ni ¡Buenos dios, señor!

JUAN RIGHEPIN. EL RELOJ VIEJO

ueno! ¡He roto el muelle al ¡Media noche! ¡He ahí tu res­ querer dar cuerda á mi her­ puesta! Son las doce de la noche, B moso reloj nuevo! Ya está prosigues tu vuelo siniestro, huyes muerto el bichito; por más vueltas en la oscuridad; y en las últimas que le doy, no corre la manecilla. vibraciones de la campana, paréce- ¡Oh tiempo, divinidad insaciable, me oir como el rumor expirante del que no pueda yo detener así tu cur­ batir de tus alas. so! ¿Por qué nos llevas tan pronto, ¡Vamos! Hay que dormir. ¡Dur­ y con nosotros todos nuestros amo­ mamos ! res y esperanzas? Una vez, una sola, déjame hacer un milagro; dé­ ¿Qué hora es? La noche está os­ jame suspender por algunos instan­ cura... Enciendo luz. tes el furioso curso de ese torrente ¡ Ah! Es verdad, mi reloj de bol­ de la vida, en que nos haces rodar sillo ya no anda. Por fortuna, da en revuelta confusión con los des­ el reloj de pared. Son las dos. pojos de todo lo que hemos amado. Se me ocurre una idea. El reloj Déjame hacer aún más: que pueda viejo lo tengo dentro de la mesa de volver á ver en dulce ensueño los escribir. Voy á darle cuerda. recuerdos del pasado. ¡Vamos, via­ Ya lo tengo. jero eterno: toma un minuto, un ¡Qué grande, grueso y pesado es! solo minuto de lo infinito de la du­ ¡Y este enorme vidrio abombado! ración , y dámelo! ¡Y esta esfera, donde las horas es­ —Tan... tan... tan... tan... tan... tán en guarismos árabes, por una tan...tan...tan...tan... tan... tan... novedad que hizo estremecerse á tan. todos los relojeros! Pero, pobre re- 140 LA ESPAÑA MODERNA loj mío, eso ya no es moda desde el ¡Pobre viejo, qué prisa se da! año 1804; y lo que entonces te hacía ¡Qué trote lleva!... Parece una an­ tan joven y bullanguero, te hace tigua criada, que desterrada largo ahora ridiculo, ¡ay! como todo lo tiempo de la casa donde vivió, vuel­ viejo. ve á tomar posesión de ese querido Sin embargo, eras fuerte y con­ hogar en que cada cosa le cuenta cienzudamente fabricado. Tus gran­ una historia ó le trae á las mientes des y anchas ruedas, tu vigoroso un recuerdo. volante, tus resortes elásticos y fir­ —Tic tac, tic tac, tic tac, tic tac. mes, todo eso, marchando con gran ¡Qué ruido meten estos relojes ruido y alegre tic tac , parecía más antiguos! Y, sin embargo, no es bien un burdo molino que una má­ desagradable: adormece, como si le quina de precisión ; pero, andabas mecieran á uno... siempre, y una vez puesto en hora Profundo silencio. Cátate que aho­ no te descomponías como los relojes ra me parece distinguir como una de bolsillo de hoy. dulce vocecita que murmura junto Y además, tenias tu lujo, de me­ á la cama. Escucho, y he aquí lo jor ley que el de tal ó cual reloj de que oigo: hoy, pretenciosamente enriquecido —Soy viejo, muy viejo, y com­ con diamantes y rubíes equívocos, prendo bien que el mundo no mar­ y cuyo guardapolvo no es más que cha ya como antaño. No sé lo que de cobre. Tú eres todo de oro, ¡y siento : es una cosa así como un qué oro! De oro viejo; no de la ley peso, una fatiga que me abruma. de nuestro oro bastardo, donde en­ Birlase que el tiempo ya no es hoy tra tanto cobre, que no se le puede lo mismo que antes : es más ardien­ tocar sin ensuciarse las manos. te, más áspero, quema. ¿Qué suce­ j Ah! Ya lo ves, no somos como de, pues, en este mundo donde ya los hombres de tu tiempo. Necesi­ no me conozco á mí mismo? ¿Cómo tamos oro, y antes que pasarnos sin se gastan ahora los dijes? ¿Dónde él, aceptamos el embustero similor; estoy? ¿Qué hora es? ¿Ando bien?... faltos de poderlo gozar, queremos so­ Tic tac, tic tac, tic tac, tic tac. ñar, por lo menos que lo gozamos... Un momento de silencio. Refle­ ¡Vaya! Me voy á dormir otra vez. xiono. ¡Buenas noches, querido! —Me acuerdo. He visto muchas Le he dado cuerda. Ya anda. cosas... ¡Tantas cosas! Todo aquello —Tic tac, tic tac, tic tac, tic tac, ha desaparecido... Pero, me dormí tic tac, tic tac, tic tac, tic tac. por largo tiempo; y he perdido el EL RELOJ VIEJO 141 hilo de las historias de este mundo. esperaba la hora de ir á buscarte á ¡Ah! He visto acontecimientos la escuela, ¿sabes cuántas veces se tales, como vosotros no habéis de impacientó al ver que mis maneci­ verlos. llas caminaban harto lentas para su Hijo mío, estuve en batallas donde deseo? ¡Y en aquella tremenda en­ el cañón segaba hombres como si fermedad en que estuviste á pique fuesen espigas ; seis veces crucé el de morir! Tú no podías verle, eras Océano en buques de guerra que presa del más atroz delirio. Además, daban caza al enemigo; he visto en eras muy chiquitín, y no hubieras los pontones ingleses á nuestros comprendido. Pero, ¡qué escena! prisioneros apiñados como cerdos; Esperábase la crisis que había de y qué angustiosas hoi'as he dado resolver acerca de tu vida. allá cuando, en medio de esas largas —Al mediodía—había dicho el noches de dolor, uno de los compa­ médico—estará muerto ó salvado. ñeros de cautiverio de mi dueño le Tu madre estaba arrodillada al despertaba diciéndole: 'pie de tu lecho ; despeluznada, con —Dispense V., mi comandante, las manos crispadas encima de la jqué hora es? ! colcha, devoraba con ojos ardientes ¡Yo fui quien señaló la hora en ; tu rostro inyectado de sangre, cu­ que le anunciaron que era libre, que bierto de frío sudor. iba otra vez á ver á su mujer y su I Tu padre me tenía en una mano hija, de quienes estaba separado ' y había puesto la otra sobre la ca- desde hacia cuatro años! ¡Ah, lo ibeza de tu madre. Aún veo aquella recuerdo! Me sacó del bolsillo de ' cara, que la ternura, el dolor y la los pantalones, me miró un instante I firmeza hacían irradiar con una con los ojos llenos de lágrimas y me majestad casi sobrehumana. ¡Era besó, diciéndome: el momento fatal! No te movías; —¡ Las dos y media! ¡He aquí un tus mejillas empezaban á jaspearse momento que jamás olvidaré! con manchas lívidas, y en ese mo­ ¡ Cuan bueno y noble y tierno y mento supremo comprendíase que delicado era en todo! Durante se­ la vida y la muerte desplegaban senta años, cuyas horas todas le se­ todo su poder para combatir una ñaló , no hubo en aquella vida una con otra. mala obra, ni un mal pensamiento. Entonces, en medio de un silen­ Puedo'afirmártelo yo, confidente de cio horrible, no se oyó más que el todos sus actos y de todas sus ideas. tic tac del reloj viejo. Y ambos es­ ¿Sabes cuánto te amaba? Cuando cucharon, pusiéronse los dos á con- 142 LA ESPAÑA MODERNA tar los movimientos del segundero; más aprisa, ó bien, otras veces, de­ como cuando se presta oído al ga­ tenerme. Hubiera querido compren­ lope lejano del mensajero, se le oye der y contestar esos ruidos del mun­ detenerse, descabalgar, subir la do exterior, esas voces dulces ó escalera, ¡ y se pueden contar sus estremecedoras que oía. Sentíame pasos! presa de un inmenso deseo de pal­ ¡ Ah; en aquel momento eran tan pitar como ese corazón que palpita­ intensas las potencias del alma hu­ ba junto á mí. mana, temblaba tanto aquella pa­ Ya ves, hijo mío; nosotras las ternal mano que me tenia, que me máquinas ya no somos la materia pareció sentir la vida, sí la vida, y no somos aún la vida. Estas for­ circular entre mis ruedas! mas , estos órganos, estas ruedas y ¡Redobla la crisis! La muerte, estos resortes con que estamos cons­ como una bestia feroz, se recoge un truidas, son una porción del alma momento como una pelota y salta humana, y la fuerza que nos pone por última vez contra ti... Y yo en movimiento, es una parte del marcho siempre con igualdad ó in­ alma universal. Oasi vivimos, pero variable en mis latidos. no conocemos aún más que el su­ ¡ Aún faltan tres segundos! frimiento. ¡ Ah! ¿Qué palabra es esa ¡Uno, dos, tres! ¡Salvado! que tantas veces he oído repetir y Y entonces me cogió tu madre. que los hombres dicen de una ma­ Me abrazaba, me acariciaba, me nera tan conmovedora ? j Amar! besaba con frenesí, repitiendo: i Paréceme que si yo pudiera com­ — ¡Mediodía, mediodía, medio­ prenderla , no sufriría! día! No hay miedo de equivocarte; Tictac, tictac, tictac, tic tac, bien sé, viejo reloj, que eres fiel y tic tac. que ¡nunca has mentido! Se calla, como desvanecido... Desde ese día comencé á sentir Y yo sueño. Me pregunto por movimientos desconocidos. Poco á qué el corazón del hombre no había poco se desarrolló en mí una como de tener el poder de introducir has­ necesidad de no sé qué cosa vaga, ta en la materia inerte algo de su que ya me hacía arrebatarme, ya alma y de su vida; cómo, si asi no contenerme. Este movimiento uni­ fuese, habría de bastar sólo con ver forme y continuo, esta regularidad ciertos objetos, para resucitar ante implacable y automática, me aho­ sus ojos el recuerdo , la imagen , la gaban con una angustia que no pue­ realidad misma de los seres y de los do expresar. Hubiera querido ir acontecimientos que ya no existen... Kli EELOJ VIBJO. 143

¡Vamos! Ya es de día. La roja está, ante mis ojos! ¡Veo su her­ luz del sol saliente disipa todos es­ mosa y noble cabeza inclinada sobre tos sueños... Volvamos á la reali­ mí, veo su sonrisa tan buena y tan dad, mi pobre reloj viejo; tú no tierna! Saca el reloj y me lo deja eres sencillamente más que una má­ ver un instante. Y yo, tiendo los quina debilitada, j yo no soy más brazos, me empino sobre mis piece- que un pobre soñador. Veamos, citos, le suplico... Inclina dulce­ ¿anda bien aún tu repetición? mente la cabeza hacia mí. Le cojo Aprieto el resorte: de las orejas, le beso con todas mis —Tin, tin, tin, tin, tin... Tintín, fuerzas y le digo: tintín... —Papá, mi... querido... papá... ¡Oh, Dios mío! ¡Allí, allí, allí Te lo ruego:... ¡Hazle sonar!

EUGENIO MOUTON (MERINOS.) EL DELITO POLÍTICO

Critica general del método empleado por Lombroso para coMtruir una teoría de la criminalidad.

"« xplicar la criminalidad por son éstas , ante todo, si no exclusi­ causas generales y no sim­ vamente, de orden físico ó fisio­ T*^plement e por circunstancias lógico. Y aun en tanto que se ha particulares, ó más bien por cir­ limitado á estudiar homicidas y la­ cunstancias particulares que con­ drones vulgares, ha podido soste­ sisten en interferencias de causas nerse el punto de vista suyo. Pero generales; tal es la tarea que se han en su última obra (1), lo extiende impuesto los nuevos criminalistas. hasta á los delincuentes políticos; Y no debe parecer sorprendente como si, sacando él mismo las úl­ que, después de haber intentado timas consecuencias de sus propios hacer que prevalezca esta explica­ principios, hubiera querido facili­ ción en lo concerniente á la crimi­ tar la refutación de ellos. En efec­ nalidad de derecho común, el señor to : aun en el caso de que la prepon­ Lombroso se atreva á aplicarla al derancia de las causas de orden so­ mismo delito político. La desgracia cial en la delictuosidad ordinaria está en que su terca fe en el tipo fuese dudosa ó improbable, ¿no criminal, que juzga descubierto á parece que debiera quedar fuera de despecho de los hechos contrarios á toda duda, en materia de delictuo­ él, falsea bastante gravemente su sidad política, ó de excesos produ- manera de comprender las causas generales de que se trata. Para él (1) ü deliUo político. EL DELITO POLÍTICO 145 cidos por el espíritu de sedición ó cho laudables esfuerzos por dis­ motines? Si pudiera dudarse de ello, tinguir en principio los actos in­ bastaría leer el libro á que me re­ surreccionales (únicos delictuosos, fiero j que merece examinarse prin­ según él) de los actos revolucio­ cipalmente por eso, á pesar de la narios, aun cuando, después de multiplicidad j á ratos exacta pro­ contraponerlos como antinómicos, fundidad de sus disquisiciones. Sin los confunde continuamente en sus embargo, creo inútil hacer un aná­ cálculos estadísticos. lisis minucioso y metódico de él; me Pero la demarcación precisa del limitaré á algunos de los innumera­ simple motín y de la revolución pro­ bles asuntos en los cuales divide y piamente dicha, aun dado que sea po- pulveriza la atención del lector. siblea^non antes del éxito, supone Nótese que consta de diez y siete un espíritu poseso de una fe política, capítulos, desmenuzados en ciento ó, lo que aún vale más, de una teoría ochenta y siete subdivisiones (si no sociológica. Decir que «en resumen, he contado mal), cada una con su las revoluciones son fenómenos fisio­ epígrafe, todo ello en el más pre­ lógicos, las asonadas fenómenos pa­ cioso desorden del mundo, muchas tológicos», es pagarse de una metá­ veces sin ilación visible y no sin fora, no muy feliz por cierto, pues la frecuentes contradicciones. más bienhechora revolución, es una El método del Sr. Lombroso con­ crisis peligrosa siempre para la sa­ siste en no limitar ni circunscribir lud de las naciones. Luego, ¿cómo nunca las nociones que emplea; y concilla el sabio autor este carácter como le da siempre por nociones normal y fisiológico, atribuido aquí muy complejas ó muy confusas (que, alas revoluciones, con el principio ante todo, debiera tratarse de poner repetido por él passim de que el es­ en claro), con estas complacientes tado normal de los pueblos es esen­ complejidad y confusión, que cali­ cialmente el misoneísmo, es decir, fica de síntesis, persuádese harto el apegamiento conservador á los ligero de librarse de la acusación de ! usos y costumbres, la hostilidad inconsecuencia en que incurre bas­ manifiesta contra toda innovación? tante á menudo. ¿Qué entiende por Decís (pág. 145) que Cristo y Lu- crimen, por locura, por epilepsia? tero han provocado revoluciones Al acabar de leerlo, nos quedamos puras, mientras que la Revolución ayunos por completo de saber nada francesa «y las Vísperas Sicilia- acerca de eso. Concedámosle, sin ' ñas », fueron en parte motines. Ad­ embargo, la justicia de que ha he­ mitámoslo; pero, ¿cuál es vuestra 10 146 LA ESPAÑA MODERNA

piedra de toque para decidirlo asi? que más claro resalta en esta pro­ No la veo por ninguna parte. cesión, que dista mucho de tener El Sr. Lombroso no tiene una so­ encadenamiento, es la carencia de ciología fija y propia. Esto es una una idea directriz. Cierto es que el deplorable condición para abordar Sr. Lombroso descubre á centena­ el estudio de la criminalidad ordi­ res verdades por este estilo : «el naria, pero sobre todo, lo repito, mínimum de genialidad coincide el de la criminalidad política. Sin con el máximum de terrenos cre­ embargo, concedo que hace los im­ táceos.» Pero confieso que estas posibles por colmar ó disimularse á comparanzas y otras de ese calibre si mismo esta laguna. Coge por to­ me dejan frío. dos los cabos á la vez la madeja so­ cial, y si no la devana, antes bien, la enreda, no es por falta de buena volunúad. No omite una, ni aun la II más ínfima de las innumerables j enmarañadas influencias que con­ tribuyen á producir un hecho social Investigaciones de Jacoby acerca de la rique­ cualquiera, lo mismo un motín que za de cada departamento en hombres nota­ un rasgo de genio; y sucesivamen­ bles, acerca del influjo de la constitución te, con una paciencia impaciente y del terreno —Acción de la raza ea la pro­ ducción del genio.—Análogos estudios de con una perseverancia febril, estu­ Lombroso en Italia: concordancia de los dia el papel que han podido repre­ rejsultados.—Factor que ambos dejan á os­ curas.—Encadenamientos racionales de laa sentar en los acaecimientos la hu­ innovaciones reales ó imaginarias que for­ medad ó sequedad del clima, la con­ man series reversibles ó irreversibles: ejem­ figuración del suelo, la braquicefa- plos.—El genio es un accidente histórico en que se expresa una necesidad lógica.— Ca­ lia, etc. Cada uno de estos factores lendario del genio , análogo al calendnrio se nos presenta por turno en el del crimen de Lacassagne,—Algunas esta­ dísticas de M. Ribot.—Calendario insurrec­ proscenio como protagonista prin­ cional de Lombroso. cipal ; parece un desfile de sombras chinescas, todas ellas en el primer Me apresuro á añadir que su término. Pero el autor se anega en obra contiene comparaciones felices, esos detalles de influencias acceso­ paralelismos verdaderamente ins­ rias ó insignificantes; las causas tructivos. Los más importantes de primordiales no aparecen sino para éstos le han sido palmariamente su­ ser desconocidas y relegadas á la geridos por Jacoby, quien, en su misma categoría que aquéllas; y lo libro acerca de la selección, fué el EL DELITO POLÍTICO 147 primero que imaginó trazar el mapa lo que atañe á la fecundidad en ta­ departamental del genio francés, lentos y en capacidades, y el de las por decirlo así, é interpretarlo á la Landas, que ocupa el último puesto. luz de mapas diferentes. Era una Los departamentos Meuse, Alpes empresa empeñada j ardua, de don­ altos, Jura y Gharente, presentan de Jacoby salió con honra. Formó el mismo terreno (jurásico), etc.» con minucioso esmero la lista de Esto demuestra que Jacoby se ha­ los hombres notables producidos bía anticipado á Lombroso en las por cada departamento en un tiem­ investigaciones y disquisiciones de po dado, bastante largo é igual para este orden; pero, después de haber todos; y disponiéndolos por orden hecho inútiles sondeos, abandonó decreciente de fertilidad genial para sus calicatas como hacen los inge­ una misma cifra de población, in­ nieros; y su sucesor, al bajar á esos vestigó en primer término si había, \ pozos ha creído descubrir en ellos en efecto, algún enlace entre esa '. minas explotables. Además tan im- categoría y el clima ó los caracte­ \ petuoso y precipitado como es Lom­ res del suelo. No lo ha encontra­ broso, otro tanto es Jacoby tranqui­ do. «Los departamentos que tienen lo y circunspecto, admirable por su el mismo clima—dice (1)—presen­ método y lucidez. Si ve un vínculo tan las mayores diferencias desde el aparente entre dos fenómenos, no punto de vista de la frecuencia de se apresura á bautizarlo con el nom­ personajes notables; y viceversa, los bre de ley y á generalizarlo. A me­ departamentos análogos por este nudo desentraña muy bien una in- último concepto se ve que están en j fluencia social de lo que parece una los opuestos extremos de Francia.» influencia natural. Por ejemplo (pá­ Lo mismo debe decirse « de las con­ gina 516) , á las mil maravillas de­ diciones del terreno, de la natura­ muestra que si los departamentos leza del suelo, de la constitución de grandes llanuras son los más es­ geológica. Los departamentos más tériles en talentos, en contra de lo opuestos desde el punto de vista de que Lombroso pretende observar, la frecuencia de personajes notables esto depende sencillamente de que se ve que ocupan los mismos terre­ las grandes ciudades, focos de ge­ nos ; asi, en el terreno terciario se nialidad que irradian en torno suyo, encuentran el departamento del están situadas en los valles; á orilla Sena, que ocupa el primer lugar en de los ríos. En cambio, Jacoby, después de (1) Eludes sur ¡a sélection, pág. 545. profundo examen, pone fuera de 148 LA ESPAÑA MODERNA duda el influjo de la raza en la pro­ matices graduales, la producción ducción del genio. Pero, tal como comparativa de las diversas comar­ la comprende, la raza misma es un cas italianas en músicos, pintores, producto de la historia y de las di­ escultores y arquitectos, célebres ó versas causas sociales que han re­ distinguidos. Pues bien , por el es­ fundido , según su conveniencia, el píritu de esos mapas, y sea el que tipo humano. A decir verdad, su fuere el contrario parecer de su au­ división de Francia en razas corres-1 tor (que no siempre acostumbra á ponde con tanta exactitud á la de i rendirse ni aun ante la evidencia las antiguas provincias que es su de sus propias observaciones) , es reproducción con otro nombre, con­ imposible que no llame nuestra fesada del modo más correcto. Da atención un hecho que salta á la vis­ gozo ver á ese naturalista, condu­ ta: la influencia dominante de las cido por la penetrante comprensión capitales, y de las capitales más de su ingenio, á poner de relieve renombradas , Roma , Florencia, la preeminente importancia del ele­ Milán, Genova, Parma, etc. En mento histórico y social, mejor que cuanto ver allí brillar con rasgos lu­ hubiera sabido hacerlo ningún ar­ minosos, cual se nos asegura, la in­ queólogo ó ningún sociólogo. Toma fluencia de la raza etrusca ó griega aparte cada grupo de departamen­ y de los países de colinas, confieso tos constitutivos de una antigua estar atacado de una ceguera com­ provincia, y en cada uno de esos pleta respeto á este particular. En grupos, manifiesta con claridad que resumen, Jacoby está plenamente la serie de los departamentos co­ confirmado por Lombroso, quiera locados por orden decreciente de ó no quiera éste. genialidad coincide con su clasifica­ El último zanja con sobrada des­ ción , según la densidad decrecien­ envoltura la oscura cuestión de los te de sus aglomeraciones urbanas. orígenes del genio. Cuando, por He aquí el resultado claro y decisi­ ejemplo, en lo que concierne á la vo de sus trabajos acerca de este música, se considera que pueblos de punto. las mismas raza y latitud, Inglate­ ¿Es una influencia sencillamente rra y Alemania, Italia y España, curiosa ó peculiar de nuestro país? difieren hondamente desde este pun­ No; el señor Lombroso, en su JJomo to de vista, mientras que pueblos di genio ha querido extender á Ita­ de razas y latitudes diferentes, Ita­ lia el método de nuestro compa­ lia y Alemania, España é Inglate­ triota y ha figurado á la vista, con rra presentan poco más ó menos EL DELITO POLÍTICO 149 idéntico grado de aptitud ó inapti­ citada obra de M. de Candolle acer­ tud; cuando sabemos que el don de ca de la herencia de las capacidades la composición musical se ha trans­ científicas (otra obra maestra de mitido del Mediodía al Norte, de la análisis), que el pequeño pueblo raza italiana á la raza alemana, des­ helvético había formado un contin­ pués de haber emigrado desde Gre­ gente de grandes hombres de cien­ cia y el Oriente, estériles ahora, á cia verdaderamente extraordina­ Roma y al Occidente cristiano, úni­ rio, si se tiene en cuenta la cifra de cos fecundos hoy; parece bastante su población. No sólo ha probado difícil conceder al célebre profesor M. de Candolle este hecho, sino de Turín que resulta manifiesta «la que lo ha explicado; y, como emi­ influencia del clima volcánico y de nente naturalista que es él también, la raza latina» y que es indudable ha encontrado las razones de ello la superioridad de las condiciones en condiciones de familia, educa­ atmosféricas y climatéricas sobre ción y costumbres que enumera todas las demás (1). Asómbranme juiciosamente. ¿De que Florencia en cada página asertos tales como esté rodeada de colinas y Pisa en éste: Todos los países llanos (Bélgi­ un llano depende que la primera ca, Holanda) ó los que, encajona­ haya sido tan fecunda en genios, dos entre altas montañas, se ven por lo menos hasta el siglo xvii, y sujetos al bocio y al cretinismo en­ Pisa tan improductiva ? Ante todo, démicos , como Suiza y Sabaya, preciso es recordar la larga hosti­ están desprovistos de hombres de lidad de esas dos ciudades durante genio; el pequeño número de ge­ I la Edad Media, así como la derrota nios que cuenta Suiza han naci­ y la subordinación política de la do... etc..» ¿Puede olvidarse hasta segunda. La victoria militar siem­ tal punto el pasmoso florecimiento pre es una circunstancia favorable de la pintura y de la marina holan­ para el desarrollo intelectual del desas, del genio holandés en todas vencedor; bastante más favorable sus manifestaciones en aquella har­ que la colinosidad de su suelo, si se to breve fase histórica en que las me permite ese neologismo. circunstancias lo favorecieron? En Pero, dicho esto, aún queda que cuanto á Suiza, tenía yo por incon­ decir lo esencial, á nuestro parecer. cuso, después de lá tan á menudo Y ni Lombroso ni el mismo Jaco- by dicen nada de ello. Aún más que la proximidad á un gran cen­ (1) Véase Uomo di genio, pág. 118 y si­ guientes. tro ó el triunfo por las armas. 150 LA ESPAÑA MODERNA favorece la aparición de celebrida­ cadenados , ¿y qué significa ese pro­ des en un lugar ó en un país da­ greso sino que los autores de esos dos , la ventaja de encontrarse libros se han conformado cada vez arrastrado por una ó varias co­ mejor con la serie rectilínea, di­ rrientes lógicas de invenciones en gámoslo asi, de los teoremas ó de vías de desarrollarse. Los inventos las leyes que exponen y todos los reales ó posibles, tomados por hi­ cuales han sido, en su tiempo, in­ pótesis en su totalidad, forman par­ novaciones geniales , de apariencia te de un orden racional que me accidental y fortuita? Pues bien; represento como una especie de esos encadenamientos racionales de espacio intelectual, del que cada las innovaciones reales ó imagina­ uno de aquellos es un punto fijo. bles forman series, ya reversibles, Para ir del uno al otro hay siempre ya irreversibles (como lo he dicho intermedios que recorrer, y que en otra parte acerca de las imita­ cambian según el punto de partida; ciones, es decir, de los inventos pero deben reproducirse, casi sin imitados, que han representado al­ cambios, si el punto de partida es gún papel social). No tengo que in- poco más ó menos el mismo, cual vestigar porque ora son reversibles, sucede con las sociedades humanas ; ora irreversibles, de que depende que comienzan siempre por poner I su reversibilidad ó su irreversibili- en relación cerebros casi semejan­ ¡ dad. Eso nos alejaría de nuestro tes frente á una naturaleza exterior asunto. Basta comprender la reali- casi invariable. Deben seguir, pues, ! dad de esta distinción y que, por un orden lineal, que el gradual ejemplo, no puede concebirse de perfeccionamiento de los métodos ninguna manera la música de Wa- de investigación y de enseñanza gner como anterior á la de Mozart, tiende á hacer cada vez más apro­ ¡ ó el órgano y el piano como ante­ ximado á la línea recta, es decir, á riores á la flauta y al arpa, ó Her- cierto mínimum de verdades inter­ ! nani á las tragedias de Voltaire, ó puestas más allá del cual no podría ' las novelas naturalistas á los poe- proseguirse la abreviación. Se ha ' mas épicos, ó aun el orden corintio perfeccionado á Euclides, se le per­ al orden dórico, ó el gótico florido fecciona aún de vez en cuando; se al ojival puro y severo, aun cuando hacen tratados de mecánica, de as­ muy bien puede imaginarse el esti­ tronomía, de física, de química, de lo gótico como anterior al estilo anatomía, de fisiología, cada vez románico, ó los instrumentos de más rigorosamente deducidos y en­ cuerda á los de viento, ó la prime- EL DELITO POLÍTICO 151 ra comedia al primer drama. Por di genio, ni // delitto politico. Tal consiguiente, las condiciones nece­ vez hubiera escrito otra cosa; pero, sarias y sine quibus non de un in­ también sin duda, con menos buen vento son la producción anterior y éxito. el previo conocimiento de otras in­ Hay, pues, que tener en cuenta venciones que son su antecedente en primer término esas leyes supe­ lógico. ¡ Cuántas personas, admira­ riores que rigen soberanas á la evo­ blemente dotadas para tal ó cual lución lógica de las ideas geniales, rama de la ciencia ó del arte (pues y cuya evolución real no es nunca hay muy pocos talentos universa­ más que una aplicación fragmenta­ les) han muerto sin producir nada, ria y mutilada de la primera, si porque han tenido la mala suerte quiere comprenderse la aparición de nacer antes del tiempo en que del genio en cualquier orden de he­ debieran aparecer sus predecesores chos. El genio es un accidente his­ lógicamente necesarios, ó lejos de tórico donde se expresa una necesi­ los lugares donde hubieran podido dad lógica. El genio es el encuentro ser iniciados en los progresos pre­ de dos encuentros, la confluencia paratorios debidos á aquéllos! En de dos confluentes; un confluente edades groseras \ cuántos artistas y fisiológico de aptitudes cerebrales, poetas ignorados han perecido mi­ de felices legados hereditarios; y serablemente en un mundo que no un confluente social de enseñanzas estaba maduro paradlos! Newton, recibidas. Pero esas mismas aptitu­ nacido antes de Kepler, Darwin des ¿ qué son sino la consolidación antes que Malthus y Lamark, Spen- vital de hábitos sociales? En resu­ cer antes que Augusto Conté y que men : la primera y más importante el mismo Hegel, quizá se hubieran tarea que incumbe al explendor de extinguido en la oscuridad. El se­ las fuentes de ese Nilo, consiste en ñor Lombroso (¿quién sabe?), si remontar el curso secular de los hubiese nacido en Marruecos, en inventos, anotar los afluentes que Fez, que, sin embargo, es una ciu­ aumentan su caudal durante su tra­ dad situada en un clima muy cáli­ yecto, indicar la fatalidad de las do , y añadiré yo que es una gran vertientes que lo han alimentado; ciudad de población muy densa, ó y concluida esa faena, entonces si hubiese nacido en París pero en habrá tiempo de divertirse en com­ -el siglo xvui, antes que Darwin, poner el calendario del genio, ú^ Broca y Jacoby, no hubiera escrito reloj del genio, la geología ó la nunca Uuomo delinquente, l^uomo meteorología del genio. 152 LA ESPAÑA MODERNA

Los calendarios están de moda si se tiene en cuenta, respecto á una actualmente. Después del ingenioso de ellas, que los descubrimientos calendario del crimen, debido al astronómicos han tenido por fuerza doctor Sr. Lacassagne, hemos teni­ que ser más frecuentes en la buena do el del suicidio y otros varios. estación, puesto que si en ella son Convengo en que el del genio no más cortas las noches, también son tiene nada más de sorprendente que en cambio mucho más despejadas. los anteriores, y hasta creo que en­ Paréceme que se puede formar cierra como ellos una gran parte de una idea bastante exacta de las va­ verdad, contra la cual no tengo ra­ riaciones en más ó en menos que zón alguna de declarar en falso. sufre en el transcurso de las diver­ Todos tenemos estaciones inspira- sas estaciones la inspiración filosó• trices que se reproducen en los mis­ fica, consultando á Mr. Ribot acer­ mos meses del año. Según Lombro- ca de este particular. Le doy las so, en primavera y verano madu­ gracias por haberse dignado dibu­ ran todas las mieses y viñas del es­ jar para mí, con aproximación su­ píritu. No entro en los detalles de ma, la curva anual de los manus- sus estadísticas. Pero creo que con­ rritos que le remiten para la Revue viene en este caso no confundir dos philosophique, en los quince años cosas muy distintas: la producción de próspera vida que lleva. Verdad de las obras de arte, y la de los tra­ es que un manuscrito de este géne­ bajos científicos ó especulativos. Si ro nunca se confía al correo sino las primeras florecen con mayor fa­ cierto tiempo después de haberse cilidad durante los meses de em­ terminado, y que su composición es briaguez exterior, de sol, de belle­ bastante lenta. Pero, sin pecar de zas naturales (y de vacaciones, por excesiva inexactitud, puede referir­ añadidura), el filósofo y el sabio ¿no se, por término medio, á un mes an­ templan el vigor de su espíritu en tes de la fecha del envío la época en la estación fría que purifica y reco­ que el autor estaba en todo el fuega jo el pensamiento? Aun cuando á de su trabajo. Pues bien, la curva esto se objetase que Galileo descu­ de los envíos manifiesta una fuerte brió los anillos de Saturno en Abril, depresión que comienza brusca­ y que la primera idea del descubri­ mente en la época de vacaciones miento del Nuevo Mundo se le ocu­ (fines de Julio), en el momento mis­ rrió á Colón en Mayo y Julio, pu­ mo de los fuertes calores, y no ter­ dieran quedar dudas acerca del al­ mina hasta Octubre. En Octubre y cance de tales réplicas; sobre todo Noviembre la curva sube con len- EL DELITO POLÍTICO 153 titud; con vivo impulso en Diciem­ uno de los semestres tenga sobre el bre, baja un poco en Enero (sin otro una superioridad constante, duda, por las fiestas de Año Nuevo), aunque osciladora. En cuanto á la pero sube muchisimo en Marzo, y distribución de las cartas por me­ se sostiene casi al mismo nivel has­ ses , «no hay nada más irregular; ta Julio, en que, durante un breve unas veces un diluvio, y otras nada», periodo anterior á la salida de va­ me asegura M. Ribot. Ninguna in­ caciones , sube formando un agudo fluencia estacional parece dejarse pico. Esto significa que los filósofos notar aquí. trabajan mucho en Noviembre y No importa; sea la que fuere, Febrero, lo mismo que en Abril, admito la acción de la temperatura Mayo y Junio, y que no hacen cosa sobre las manifestaciones del talento mayor en Julio, Agosto, Setiembre humano. Admito también en prin­ y Octubre. Si comparo este resul­ cipio el calendario insurreccional, tado con el que figura en la página por decirlo así, que el Sr. Lombro- 98 de Unomo di genio, un cuadro so traza para compararlo con sus gráfico que expresa la curva anual calendarios genial y criminal. Es de las creaciones geniales, veo im­ curioso el saber que, lo mismo en portantes diferencias. En ese cua­ nuestra Europa moderna que en la dro, uno de los más altos picos está antigüedad y hasta en la Edad Me­ en Setiembre, y el más hondo des­ dia, el máximum de las asonadas peñadero está en Febrero; Noviem­ y revoluciones ha ocurrido en los bre y Diciembre están en bajo.— meses más cálidos del año; y aun M. Ribot ha tenido la atención cuando hay excepciones de la regla, de enviarme otro documento : «es y, por ejemplo (véase el cuadro de la estadística de las cartas recibidas la pág. 51 de la obra de Lombroso), por la Revista desde el día en que en nuestra Europa desde 1793 hasta apareció el primer número; hablo 1884, de 37 revoluciones de orden de las cartas concernientes á la re­ político, 16 han sido en primavera y dacción, no á las de la administra­ verano, 21 en invierno y otoño, no ción ; á lo espiritual, y no á lo tem­ puede negarse que hay cierta rela­ poral». Para cada año hay dos ci­ ción entre la periodicidad de las ma­ fras tan sólo, una por semestre. y nifestaciones revolucionarias y el luego el total. El total no varía; curso de la tierra al rededor del sol. las cifras semestrales varían más; Pero el sentido de tales observacio­ pero unas veces es mayor la prime­ nes no se revela sino á medida que ra, y otras la segunda; no se ve que se multiplican. Porque los meses cá- 154 LA ESPAÑA MODEENA lidos, no sólo son particularmente urbana en cada departamento y fecundos en rebeliones, en rasgos de su genialidad, esforzábase en re­ genio, en crímenes pasionales, sino lacionar ésta con el color político que también en producción industrial del mismo departamento. Esta idea, y en consumo de todos géneros, en mucho menos feliz que la otra, fabricación de discursos y de leyes, no ha dejado de recibir algunas en guerras, victorias y derrotas, confirmaciones aparentes, bajo la en luchas electorales. Merecen co- forma que la ha dado el ingenio- tejarse todos esos calendarios eco-' so investigador. En un gran nú- nómicos, militares, políticos, par-: mero de casos ha demostrado, res- lamentarios. Y su cotejo permite' pecto á los departamentos agrupa- comprender, ante todo, que los días: dos en una misma provincia, que más largos j calurosos, á causa de, su fertilidad en hombres notables su longitud ó de su calor (lo cual era proporcional á la cifra de los no está claro), traen consigo aumen- [ no emitidos por ellos en el ple- to de actividad en la vida social. Ibiscito de 1870. Ese triunfo par- ; cial depende de la singularmente favorable elección de ese escrutinio. Si la comparación hubiera tenido por base nuestras demás luchas elec- -•^11 torales, no hubiera confirmado la hipótesis de donde parecía partir Jacoby, á saber: que la adopción de „ , . , , • ,-j j j j ^ I una idea política determinada trae Kelaciones entre la genialidad de un departa- I -i mentó y sus tendencias políticas, según i consigo una presunción de talento, .Tacobj.-Imposibilidad de hallar ninguna ; Je Originalidad inventiva. Al apo- relación entre la orografía y la genialidad. -, i o T i i j -Estudio crítico del «misoneísmo» deLom-1 ¿erarse el Sr. Lombroso de este pen- broso.—Las tendencias políticas conserva-! Sarniento y desnaturalizarlo exage- doras no pueden tomarse ái,m«, y sin ro.ás;^¿^¿Q|^ ^ ^^ manera, ha precisado explicaciones, como un signo d(5 esterilidad i . / artística, agrícola ó científica.—Junto con | la naturaleza de esta Opinión polifi­ la tendencia á repetirse, hay en el hombre í ^^ ^^g ^Q„^^ ¿I g, ]j^ republicana,' una tendenccia á innovar.—Lucha entre el i ^ . . ^ -^ capricho y el hábito. \ en Francia por lo menos. Pero Ja- coby no dice nada semejante: no es Pero volvamos á Jacoby. Es en una escarapela j9o.S2Y«ya,. sino sen- un manantial. Al mismo tiempo ; cillamente negativa, donde ha bus­ que descubría y demostraba el en-' cado el signo revelador de una ap­ lace entre la intensidad de la vida titud para las innovaciones genia- EL DELITO POIÍTICO 155 les. En el plebiscito de 1870 expre­ blación, y, por último, la naturale­ sábase por los «no> el espíritu de za de las ocupaciones, agrícola, in­ oposición y de independencia bajo dustrial ó ambas cosas á la vez. Lo todas sas formas, republicana, so­ que en ellas me choca es que los cialista, legitimista, orleanista. Por departamentos conservadores son consiguiente, nada tenia de extraño en su mayoría agrícolas ó semi- el que su cifra fuese en ciertos lími­ agrícolas (agrupadas al Oeste y en tes proporcional á la proximidad de parte al Norte), mientras que las los grandes centros y á la densidad I regiones republicanas son indus- de la población; y, por tanto, pues­ I tríales. La comparación de los ma­ to que dos cantidades proporciona­ pas IV y VI lo prueba, á pesar de les á una tercera son proporciona­ I muchas excepciones. En cuanto á les entre SI j 9, la genialidad de cada \ la relación entre la genialidad y el departamento. Y aun así, habría republicanismo, la noto mucho me­ mucho que hablar acerca de este nos, y no puedo ver en las coinci- asunto. Pero, cuando la República I dencias que á este propósito se ad- comienza á establecerse y afirmar­ ! vierten entre los mapas III y IV se en un país, el adherirse á ella ¿es : más que la acción de la vida urba- dar testimonio de independencia y ; na sobre los dos fenómenos á la vez. de inclinación á las novedades, ó El mismo Sr. Lombroso hace ob- no es tan sólo demostrar cordura y ¡ servar que la opinión republicana buen sentido, ó á veces docilidad? prevalece allí donde la población es ¿Hay el menor motivo para pensar más densa. Esta observación , con que la prontitud para tomar el vien­ la cual viene á confirmar las de to y orientarse hacia el polo guber­ j Jacoby, hubiera debido hacerle re- namental pueda servir para aquila­ I conocer el mayor papel de las gran- tar la vocación para los viajes de : des ciudades y de su ejemplar con. descubrimientos por mares desco­ I tagio en materia electoral. nocidos? Comparemos atentamente Por supuesto, cuanto más miro y sin atención preconcebida los seis menos veo el paralelismo pretendido mapas de Francia en donde se re­ entre los mapas orográfico y electo­ presenta por departamentos la dis­ ral. «La montaña—nos dice el se­ tribución de las razas; el carácter ñor Lombroso—favorece la genia­ llano, onduloso ó montañoso del lidad y las tendencias republicanas.» suelo; la genialidad; el reparto del En vano busco la prueba de este voto político entre conservadores y aforismo, en absoluta contradicción republicanos; la densidad de la po­ con el hecho demostrado por Ja- 156 LA ESPAÑA MODERNA coby, de que la genialidad es pro­ abundan allí donde está más difun­ porcional á la densidad de la pobla. dido el paludismo, en los países pan­ ción, muy escasa en los países mon­ tanosos «Laudas, Creuse, Charente tuosos, como se sabe. Por otraparte, inferior, Vendéa». Además, los mo­ había yo creído hasta ahora que los nárquicos son sobre todo braquicé- montañeses, por su género de vida falos, muy desprovistos degenio (1). sedentaria y doméstica, eran incli­ ¿Habrá que ser, pues, republicano? nados á las ideas conservadoras po­ No es seguro. Los departamentos líticas ó religiosas. Así lo demues- conservadores son los de menor tra la historia, y en particular la de mortalidad y donde los hombres son Grecia que, sin embargo, invoca el más robustos y de estatura más alta. Sr. Lombroso (pág. 62) en apoyo Son también los más fértiles en ce­ de su parecer; del cual se olvida, reales. El progreso del republica­ por cierto, algunas páginas más nismo es paralelo al de la locura. adelante. Aquellas ciudades del in­ Hay que pensarlo, después de esto. terior, cuyo espíritu tradicionalis- ¿Será tal vez la última palabra de la ta ponderaban los filósofos grie­ sabiduría votar papeletas en blanco? gos, en oposición ai temperamento El Sr. Lombroso se ha dejado revolucionario de las ciudades del arrastrar á algunas de las ilusiones litoral, estaban situadas en las par­ que le echo en cara, por su preocu­ tes montuosas ó en los valles altos pación de lo que llama misoneísmo. y encajonados de Grecia, El mismo Entiende por misoneísmo el horror dice de los dorios (pág. 105), que sistemático, instintivo y congénito «habiendo habitado en las regiones por toda innovación, sacro terror montañosas, quedaron apegados á que, á despecho suyo,se ve obligado la tradición». á reconocer como atributo normal. Por lo que antecede, pudiera co­ legirse que el Sr. Lombroso es un (i) Demuestra (pág. 102) que la raza cím- brica en Francia es enteramente monárquica. republicano furibundo, á pasar del De aquí debiera, naturalmente, deducirse, elogio que en alguna parte tributa según el enlace cien veces alegado por Lom - broso entre monarquismo y falta de genio, á la monarquía de Saboya. Pero, en que la raza cimbrica es la menos generaliza- verdad, creo que un joven dócil y dora de las razas francesas. Pero en la página confiado se vería en gran aprieto si 103 nos hace saber que «el genio predomina I allí donde prevalece la raza belga y cimbrica». consultase IIdelittopolítico para afi­ No lo entiendo. Siento saber la superioridad liarse á un partido. ¿Con quién hará de las razas rubias sobre las razas morenas. bien de votar? ¿Con los monárqui­ ¿Será cierto, sin embargo, que Héctor fué I vencido porque era moreno, y que Aquiles era cos ? Pero es el caso que en Francia rubio? (pág. 97). EL DELITO POLÍTICO 157 necesario y universal de las masas pronto á creer que, después de tan­ humanas (1). De aquí se sigue que tas experiencias sociales acumula­ las revelaciones del genio, sean las das, pueda descubrirse aún algo que fueren, y de las cuales es carác­ absolutamente nuevo y á la vez más ter propio el filoneismo, por decirlo viable, útil y verdadero, en punto á asi, son anomalías como las de la lo­ instituciones y principios políticos; cura. Asi, pues, cuanto más genial por el contrario, ha lugar á tener es una región, por más innovadora, cierta desconfianza acerca de todo rebelde ó revolucionaria en política, lo que se precia de ser nuevo en es­ debe ser á priori reputada. Pero si tas materias, y preguntarse si las es asi, ¿no debiera fijarse el señor pretendidas novedades lo serán tan Lombroso en que toda resistencia á sólo porque, después de haber sido un aluvión electoral, á una mayo­ experimentadas muchas veces en ría triunfante, denota libertad de las civilizaciones anteriores, hayan espíritu? ¿Ignora la dosis de auda­ sido rechazadas en seguida siempre cia intelectual que supone la eleva­ y reemplazadas por antiguallas, más ción sobre las nubes de la opinión conformes con la naturaleza de las corriente hasta las altas cimas, des­ cosas. Sucede con el arte de la po­ de donde se contempla la razón de lítica como con el arte en general, lasinrazón aparente, la justificación donde no todo cambio es un pro­ de las instituciones históricas? Si la greso, y cuyo punto de perfección, sociedad humana no datase más que imposible de superar, ha sido al­ de cinco ó seis mil años, compren­ canzado varias veces en el curso de dería yo esa presunción de verdad la historia, por lo menos en algunas que el Sr. Lombroso parece conce­ de sus ramas. Al hablar así, no creo der á toda novedad política. Pero de ninguna manera obedecer á una desde que aparece á nuestra vista inspiración retrógrada y reacciona­ la prodigiosa antigüedad del pasado ria. Lo que de estas consideraciones social y retrocede por los tiempos deduzco, es que, cuando hombres geológicos el origen de las civiliza­ como Laplace y Taine, por ejemplo, ciones, ya no es lícito hallarse tan á costa de un gran esfuerzo eman­ cipador, vuelven á hallar los títu­ los del pasado, ó cuando un crítico (1) Como ejemplo de ea& misoneísmo nacio­ vigoroso, cual M. Brunetiére, res­ nal cita el pueblo francés, que desde Estrabón ha continuado siendo el mismo, «vano, beli­ taura y endereza la estatua de los coso, amigo de novedades.» Aquí es tan gorda maestros clásicos, no hay derecho la contradicción, que preciso es atribuirla á un lapsus cahimi. para atribuirles un misoneísmo lar- 158 LA ESPAÑA MODERNA vado, como lo hace el Sr. Lombro- no está muy lejos de pensar en al­ so, de tratarles de espíritus incon­ guna parte (págs. 131 y 145) que el secuentes, porque ponen piedras entusiasmo en aceptar pronto sus nuevas en diques nuevos que se re­ ideas sobre el tipo crñninal puede mueven j que ellos tratan de con­ valer para medir la genialidad de solidar. ¿Son misoneístas ó filoneís- los diversos países. «La idea so­ tas? Poco importa: son, en suma, cialista—dice—florece en Rusia; y talentos y capacidades; y suponga­ la escuela penal italiana (la nue- mos que los ingenios de este temple I va) tiene en Rusia sus principales abunden en un departamento ó den adeptos.» Por tanto, los rusos están el tono en él, veréis á la mayoría á la cabeza de todos los pueblos. tomar allí el matiz conservador (lo Por el contrario—añade—«Fran­ que, en el actual momento, no quie­ cia, España y la América del Sur, re decir precisamente monárqui­ pueblos tan frecuentemente en es- co). Por lo demás, el Sr. Lombroso j tado de sedición, cuentan con ra- insiste á menudo en esta verdad: I rísimos creadores de verdaderas re- que el hombre de talento ó de ge­ i voluciones políticas y científicas». nio, opuesto en un punto, en un ¡ ¡Francia puesta en la misma fila solo punto, al misoneísmo de las que la América del Sur, y citada muchedumbres, por una compensa­ como ejemplo de esterilidad imagi­ ción inevitable, tiene un misoneís­ nativa y revolucionaria! Por lo de- mo á machamartillo. Así, pues, ¡ miis, un poco más adelante escribe: las opiniones políticas conservado­ j « Vemos entre nosotros á los hom­ ras no pueden tomarse á priori y bres más avanzados concebir súbi­ sin más explicación como-signo de tamente y adoptar las nuevas ideas esterilidad artística, agrícola ó cien, (incluso las de la nueva escuela tífica. Si se entra por ese camino, penal) pero conducirse en la vida ¿dónde nos detendremos? En cierta pública mucho menos correctamen- época, Hseckel valoraba el grado de ! te que los clericales, bastante cortos civilización de las razas y naciones de ideas, pero de conciencia ínte- según su conversión más ó menos \ gra.» Cito este pasaje como una rápida y general á las doctrinas muestra de las sorpresas que aguar­ darwinistas, lo cual parecíale en­ dan al lector casi en cada página de tonces autorizarle para poner á // delato poUtico. Francia muy por bajo de Alemania, El Sr. Lombroso es á la vez har­ Inglaterra y América. A ejemplo to severo y harto benévolo para con suyo, el sabio criminalista italiano el espíritu conservador en general. EL DELITO POLÍTICO 159

Harto severo al calificarlo de miso­ Comparando cierto número de ma­ neísmo , lo cual es una manera de­ pas electorales de un mismo país nigrante y negativa de compren­ en épocas diversas con un mismo derlo. Harto benévolo al mirarlo número de mapas geniales de ese como el único estado normal de las país (por ejemplo, en las mismas sociedades. Esto es, olvidar que la épocas sucesivas de Francia, du­ hospitalaria acogida hecha á las no­ rante el transcurso de este siglo), vedades extranjeras, es también una hubiera visto sin duda diferir entre de sus funciones no menos normales, si las primeras qué las segundas aunque discontinua é intermitente. mucho más profundamente de una Si en vez de hacer girar sus ideas so­ fecha á otra, de suerte que si pare­ ciológicas alrededor de la idea de lo ciese haber alguna coincidencia en­ nuevo y crear una antitesis infecun­ tre una de las primeras y una de da entre el amor y el odio á lo nue­ las segundas, este acorde momentá­ vo, hubiese tomado por noción cen­ neo y transitorio debería juzgarse tral la idea de imitación y compro­ en gran parte fortuito, ó explicarse bado la universal diferencia entre la por la intervención de una causa imitación de lo nuevo y la imita­ extraña. ción de lo antiguo, hubiera evitado Junto con el hábito, especie de muchos errores á que le ha condu­ misoneísmo fisiológico , coexiste en cido su punto de vista. En primer cada uno de nosotros el capricho término, se hubiera guardado de junto á la tendencia á repetirse, la considerar el apegamiento á la tra­ tendencia á innovar. La primera de dición y la usanza, ó el entusiasmo estas dos necesidades es fundamen­ por las innovaciones contemporá­ tal; pero la segunda es la esencial, neas, como caracteres inmutables é es la razón de ser de la otra. No inherentes á una raza ó á un pueblo; habría novedades posibles si no hu­ en efecto, hubiera podido ver alter­ biese rutinas duraderas; la persis- nar esas dos formas, más comple­ mentarias que contradictorias, de la ni los dorios siempre conservadores. Los pi'i- imitación. Hubiera advertido sin meros son conservadores en Asia Menor, los segundos son innovadores en Sicilia y en la asombro ninguno que los pueblos ó Magna Grecia. El Sr. Lombroso explica estas departamentos más conservadores pretendidas anomalias por los cruzamientos de razas. Y yo me pregunto cómo los cruzamien­ hoy han sido en una época anterior tos de los dorios (conservadores natos, en muy innovadores, y viceversa (1). hipótesis) con razas autóctonas aún más ru­ tinarias (como salvajes ó bárbaras) pudo dar resultados diametralmente opuestos á las ten­ (1) Losjoniosno siempre son innovadores, dencias de las dos razas progenitoras. 160 LA ESPAÑA MODERNA tencia de los tipos específicos es lo tado todo él de verde. No confunda­ único que hace viables y aun ima­ mos el horror á lo nuevo y el de lo ginables las variaciones individua­ anormal. En cuanto á las mujeres, les. La lucha entre el hábito y el sin hablar de los niños, su facilidad capricho, que son indispensables en empaparse en las nuevas modas, mutuamente, dura toda la vida del no sólo en materia de vestir, sino de individuo; pero es de notar que co­ sentimientos, ideas y costumbres, mienza por el triunfo de la tenden­ es increíble, aunque á veces se di­ cia innovadora, y termina, en la simule bajo exterioridades enga­ extrema vejez, por la victoria de­ ñosas. Si hay en ellas muchas su­ finitiva de la tendencia rutinaria. pervivencias religiosas y morales, Lo mismo sucede en la vida social, prácticas que antaño les fueron en­ aun cuando nuestro autor parece señadas por nuestro sexo (porque creer precisamente lo contrario. En todos los fundadores de religiones el más remoto comienzo de las so­ y todos los apóstoles han sido hom­ ciedades coloca el reinado del mi­ bres y han tenido por primeros fie­ soneísmo absoluto, según la obser­ les á hombres), esto depende sen­ vación superficial de los salvajes. cillamente de la ley de la imitación Paréceme que el horror á lo nuevo del superior por el inferior, que se bajo todas sus formas es propio de realiza aquí como en todas partes. los espíritus débiles, mujeres y ni­ La mujer siempre ha imitado al ños, comenzando por los animales. hombre, cuya superioridad ha sen­ Pues bien; por lo que hace á estos tido siempre; así, no puede sor­ últimos quiero creerle por su pala­ prender que su religiosidad, hija de bra cuando nos afirma que una ga­ la del hombre, le sobreviva cierto llina blanca pintada de verde ha tiempo. Por otra parte, cuando las producido viva repulsión en todo el mujeres siguen á los insurrectos 6 gallinero después de ese cambio de revolucionarios, van más lejos que color, pero no puedo menos de ellos. El Sr. Lombroso se ve en pensar que no dejaría también de aprieto (págs. 227 y siguientes) provocar un movimiento de repug­ para conciliar el ejemplo de las nancia entre los más revoluciona­ calceteras de la guillotina, de las rios de los hombres en vías de ba­ petroleras, de las señoras nihilistas ñarse en un yío ó de aparecer m y hasta de las doctoras rusas, con naturalibus ante un tribunal de re­ ¡ el misoneísmo esencial de la natu- conocimiento físico de reclutas, la ¡ raleza femenina. Pero, si, según mi llegada de un hombre en cueros pin­ parecer, no se ve en la tendencia á EL DELITO POLÍTICO 161 seguir las nuevas modas más que una forma de la imitación , no cau­ sará sorpresa que ese gusto alterne en las mismas personas con el culto IV á las antiguas usanzas, á los abue­ los j al hogar. Y fácil será conce­ bir que la mujer, precisamente por­ Hay que distinguir las invenciones confor­ mes con el espíritu general de la sociedad que es muy imitadora, sea de un donde brotan, y las que son contrarias á modo alternativo devota de lo pa­ ese espíritu. — Diferencia entre la rebelión y la regeneración. — Influencia muy secun­ sado hasta la ciega rutina, y entu­ daria de las condiciones meteorológicas, siasta de actualidades hasta las peo­ orográflcas, etc. res extravagancias. Nada diré de los salvajes; pero haré notar que la Lo más deplorable que hay tal admiración supersticiosa, la vene­ vez en la manera cómo entiende el ración entusiasta de los pueblos misoneísmo el Sr. Lombroso, es bárbaros por las diversas formas de que le conduce á considerar todo locura bautizadas á menudo con los invento, toda innovación como una nombres de profetismo y santidad, anomalía morbosa, compañera de no se compadece con aquella aver­ la locura, puesto que la rutina es sión por las novedades , es decir, el único fenómeno normal, la salud por las singularidades, que harto y la salvación de las naciones. Ni liberalmente se les atribuye. La no­ siquiera distingue entre las inven­ ble locura que ama el bárbaro es la ciones conformes y las que son con­ que acentúa la personalidad, ha­ trarias con el espíritu general de ciendo de ésta una singular y po­ la sociedad donde brotan. Sin em­ derosa excepción de la regla gene­ bargo, esta distinción fundamental, ral. Se olvida de sus sacerdotes, aunque á menudo delicada y sutil representantes de la regla, para co­ en los detalles, es la única que pue­ rrer tras el profeta y el asceta, re­ de justificar y explicar la oposición presentantes de la excepción. en que insiste con tanta fuerza, sin conseguir dilucidarla entre las in­ surrecciones y las revoluciones, ó, por mejor decir, entre las crisis de destrucción y las crisis de renova­ ción. Las revoluciones verdadera­ mente regeneradoras son, como lo dice muy bien, no lo contrario de 162 LA ESPAÑA. MODERNA la evolución social, sino su expre­ con qué índice cefálico, etc., es más sión más precisa ó intensa. El rá­ frecuente uno que otro de estos dos pido y duradero triunfo de una idea fenómenos. Nuestro autor creepoder política ó religiosa nueva y recién decidir, en virtud de ciertas esta­ importada denota que era pedida y dísticas (pág. 377), que «las rebelio­ buscada á tientas desde mucho tiem­ nes se observan con más frecuencia po atrás por las inteligencias inquie­ en los países de altitud muy eleva­ tas, ocupadas en los problemas á da y muy cálidos, en tiempos de los cuales ofrece aquélla una so­ carestía, ó en los pueblos braquicé- lución inesperada. El revoluciona­ falos y morenos, y guardan íntima rio, ó, por mejor decir, el regenera­ relación con el alcoholismo y las es­ dor , golpea contra un peñasco de taciones cálidas», al paso que «las re­ prejuicios, como el simple insurrec­ voluciones, más raras en los países to; pero de ese choque sale una muy cálidos, m,ás frecuentes en los fuente, un raudal de convicciones meses cálidos (cosa un poco extra­ anteriores y acumuladas que ha ña ), sobre todo para las creaciones hecho brotar él. El insurgente gol­ geniales, se desarrollan, sin embar­ pea, y nada brota: es un Moisés go, á la inversa de las rebeliones, en abortado. No hay rebelde que, con los países moderadamente fríos y se­ otros tiempos, no hubiera podido cos, sobre todo enlospaíses de mon­ ser un revolucionario; y viceversa. tañas y colinas, rara vez en las Si Lutero hubiese venido cien años llanuras y en los terrenos volcá­ más pronto, antes del descubri­ nicos... y están en relación con la miento de la imprenta, ó nacido en elevada estatura de la raza». Mas España en lugar de nacer en Alema­ para tener derecho á asentar esas nia, hubiera muerto en el quema­ conclusiones, curiosísimas de se­ dero como Juan Huss. Tampoco le guro, ¿no sería preciso previamen­ faltó á Juan ÍIuss más que haber te explicar en qué principio se ha nacido á tiempo para ser un Lutero. fundado para formar las listas de Esta es, en el fondo, á mi parecer, rebeliones y de revoluciones que la verdadera diferencia entre las han servido de base á esos cálculos, rebeliones y las regeneraciones so­ para incluir en una lista más bien ciales. He aquí la piedra de toque que en la otra muchos hechos his­ indicada por el buen sentido y de la tóricos diversamente apreciados? El cual debiera comenzarse á hacer uso Sr. Lombroso no nos dice el prin­ antes de investigar en qué climas, cipio que le ha guiado en quella de­ en qué estaciones, en qué latitudes, licada operación. Poco ha, le vimos EL DELITO POLÍTÍCO 163 poner en la misma categoría la Re­ crecimiento, como la de El Plata; volución francesa y las Vísperas y hay motivos para creer que todas sicilianas; esto es un poco atrevido, las sociedades llamadas á tener un aun por parte de un italiano. gran porvenir, á un vasto desarro­ Por supuesto, no acometeré la llo territorial, que se formaron en empresa de discutir las proposicio­ remoto pasado, es decir, las que tu­ nes antedichas j otras análogas, á vieron por cuna un valle delicioso, pesar de algunas tímidas objeciones los valles del Nilo, del Eufrates, que quizá pudiera hacerles. Pensan­ del río Amor, han sido convulsio­ do en el Egipto y en la Mesopota- narias de esta suerte en sus co­ mia antigua, en la China, en Ru­ mienzos. Pero la llanura argen­ sia, atribuye el Sr. Lombroso á los tina se calmará al envejecer, como países de grandes llanuras un ca­ en los siglos xvii y xvni se calmó rácter antirrevolucionario. Pero no la llanura holandesa, hoy tan tran­ se acuerda de las fases de OTojantes-' quila, ayer tan tormentosa. Con­ eos trastornos atravesadas por esos viene á este propósito hacer notar pueblos antes de su época tran-1 que todas las civilizaciones del an­ quila, en la cual se fijan con prefe-| tiguo y del nuevo mundo han hecho réndalos ojos de la historia; me­ su nido en un llano ó en una me­ nosprecia en demasía las excepcio- ¡ seta. Por tanto, si fuera cierto que nes á su regla presentadas por la las revoluciones (hablo de las re­ República Argentina y Polonia, voluciones verdaderas y felices) tie­ tan revueltas, aunque situadas en; nen por habitual teatro las colinas países de suma planicie. Acerca de ó los montes, deduciríase de aquí la República Argentina, dice que que revolución y civilización son eso depende « de la sequedad del dos términos incompatibles, una aire, del desbordamiento de la vida I antítesis completa. Tal vez no sea urbana, de la imitación de las re­ de este parecer el sabio y profundo voluciones europeas»,tres conside­ : revolucionario Mctclrnikoff, autor raciones de las cuales dos, por lo i * menos, tienen cierta validez. Pero, ; de La civilización y los grandes por desgracia, ninguna de las tres ríos históricos. Y creo que tendría es aplicable á Polonia antes del re­ razón. Si revolución quiere decir parto. En cuanto á mí, no me sor­ innovación fecunda, propagada y ' duradera, toda civilización es un prende en manera alguna ver con haz de revoluciones ingertas unas i frecuentes convulsiones á una so­ en otras y amacolladas. Si acaso ciedad nueva, en plena fiebre de I . . . mi propia quimera no me engaña, 164 LA ESPAÑA MODERNA por las leyes de la imitación se j dos, según su conformidad ó su con­ resolvería con facilidad una dificul­ tradicción con las ideas y tenden­ tad aparente que // delitto 'político cias de su medio. Pero su misma presenta al atento lector. empresa prueba que han creído es­ tar acordes y contar con ellas. Pues bien, si se han equivocado, ¿de qué son culpables? De su error. Pero no está aquí la cuestión. Desde el V I momento en que han tomado las armas y antes del desenlace de su Conclusiones. tragedia, el hombre de pensamien­ to y corazón se cree en el derecho de juzgar su conducta y no esperar Pero temo mucho que al agitar el resultado final, como la muche­ con nuestro autor estas cuestiones, dumbre , para aplaudirles ó conde­ perdamos de vista, como él, nuestro narles á muerte. ¿ Me diréis que verdadero asunto. En resumen, se esto es un derecho imaginario, un trata de caracterizar el delito y el puro prejuicio ? Si me dijera V. eso, delincuente políticos, y decir en qué Sr. Lombroso, no le creería, por­ casos tenemos ante nosotros un de­ que de un extremo al otro de sus lito y un delincuente de este orden. libros vibra enérgicamente la hon- ¿Estaremos lo suficiente ilustrados rada fibra de la indignación y del acerca de este particular, cuando desprecio contra toda necedad, aun sepamos en qué difieren la insu­ aplaudida, contra toda maldad, aun rrección y el insurrecto, de la re­ triunfante; esto es lo que, sobre volución y el revolucionario? No, á todo, aficiona á su lectura, lo que menos de sublevar la conciencia hace pasar por alto todas las para­ humana, subordinando la aprecia­ dojas y todas las extravagancias. ción moral y jurídica de un acto á Por más que dice V. (de piquillo), su triunfo ó su fracaso. Estalla una que mérito y demérito no significa conspiración. Los conspiradores, nada, que es pueril vituperar ó in­ ¿son regeneradores ó rebeldes? El dignarse, con placer le veo fustigar porvenir lo dirá. Si triunfan, se les á cada página toda infamia y pro­ aclamará como grandes hombres, testar contra todo hecho contra de­ si fracasan, se les fusilará. No cabe recho. Que cualquiera otro le acu­ duda de que, á menudo, pero no se por ello de inconsecuencia, por­ siempre, vencerán ó serán venci- que es V. determinista, yo también EL DELITO POLÍTICO 165 lo soy, y pretendo continuar siendo na de derecho penal se ha honrado lógico al indignarme cuando llega señalando, á propósito de los homi­ el caso. Hasta estoy convencido de cidios ordinarios, la mayor (y, en haberlo demostrado. Derecho, de­ parte, desconocida) importancia de ber, vicio, virtud, bien, mal: no­ la naturaleza del móvil. Quisiera, ciones siempre jóvenes, patrimonio con razón, ver sustituir este con­ común de todos los sistemas. «¿Qué cepto al de la premeditación, del pacto nos privó de esas palabras?», que se abusa. Pero me parece que, pudiéramos decir con el poeta. Por sobre todo, convendría aplicar esta eso, que se nos permita preguntar­ doctrina á los delitos políticos. Si nos á la vista de ese obrero, que fu­ los homicidios pasionales son dig­ sil en mano sube á una barricada, nos de particular indulgencia, con de ese regicida ó presidenticida que mayor motivo deben serlo aquellos va á poner fuego á una bomba, si inspirados no por una pasión indi­ -es culpable ó no, y hasta qué pun- jvidua l , como el amor ó los celos, to lo es. ¿No es claro que para esto^ sino patriótica y humanitaria. Ad­ se necesita escrutar su corazón, ante mito que está pasión es un peligro todo, y leer en él qué sentimiento y que importa precaver nuevas ex­ le anima; saber si su móvil ha sido' plosiones de ella; pero si al cas­ egoísta ó generoso, cobarde ó he-! tigarla sólo se tiene en cuenta la roico? Tal revolucionario que ha utilidad de «hacer un escarmiento combatido á fevor de lo venidero, ejemplar» y se cree dar muestras y á quien el porvenir erige esta­ de profundo hombre de Estado or­ tuas, no fué más que un vil malva­ denando la ejecución de tal ó cual do , concusionario y manchado de sentencia de pena capital, contraía sangre. Y tal insurrecto, apegado que se levantarán protestas «senti­ á un ideal imposible, á una causa mentales», se comete un sangrien­ perdida de antemano, quimérica ó to error, que cada día llega á ser prematura, y por la cual fué ahor­ más grave y evidente. cado, guillotinado, fusilado ó que­ Los delitos políticos son el último mado, según los tiempos y lugares, asilo donde ha reinado hasta nos­ es un héroe que ha hecho llorar de otros el utilitarismo penal puro y lástima y admiración á sus mismos donde se le puede juzgar manos á verdugos. Lo que digo, podrá no la obra. OastÍ£?ar á un rebelde en ser político, pero es moral; y espe­ la medida que el Estado cree tener ro que la moral ha de ser la políti­ interés en hacerlo, sin considerar ca futura. La nueva escuela italia­ para nada el carácter vil ó noble 166 LA ESPAÑA MODERNA de SU rebelión, tal ha sido la regla la extradición alcanza á los delitos de conducta de los jefes de Estado graves de derecho común, mientras en todos tiempos, hasta en las épo­ que se eximen de ella habitual- cas en que se hacía gala de propor­ mente los delitos de orden político. cionar la penalidad ordinaria al pre­ Si el Sr. Lombroso hubiera obser­ ciso grado de culpa y de responsa-1 vado estos dos grandes hechos, no bilidad moral. Pero nuestro siglo sé qué explicación física ó flsioló - ni augura en esto una era nueva, Igic a les hubiera dado. En cuanto á fácil de caracterizar por el contras­ mí, veo en ellos la prosecución de te entre el presente y el pasado en los inmensos progresos hechos por lo que atañe á la pena de muerte y' la recíproca asimilación de las na­ á la extradición. En otro tiempo la ciones civilizadas en extensión y en pena capital era un importantísimo , profundidad; ha comenzado por las aparato social, del que sólo nos que­ clases superiores, que al asemejarse da ya un órgano rudimentario; fun­ han sido las primeras en adquirir cionaba en todas partes y continua­ el sentimiento de su solidaridad, de mente; pero, sobre todo, en materia la comunidad de intereses; luego política es donde desplegaba todo ha conquistado á las últimas capas su lujo de atrocidades y reinaba, del pueblo, y desde entonces el in­ como en su propio dominio. Pare­ terés común de los gobernados ha cía que hubiera podido desalojársela concluido por prevalecer hasta so­ de cualquiera otra parte, sin ocu­ bre el de los gobernantes. Por lo rrirse la idea de sitiarla en esta úl­ demás, sea lo que fuere, del doble tima trinchera. Hoy, precisamente, contraste indicado resulta por lo allí es donde se ha suprimido, mien­ I menos que, lejos de ser el crimen tras que subsiste para los delitos de ! y el criminal políticos objeto de un derecho común. Lo mismo ha suce­ horror excepcional, como se vio en dido en materia de extradición. Los el siglo xvín cuando el atentado de primeros tratados en que los Esta­ Damiens, tienen actualmente el pri­ dos antiguos estipularon el trueque vilegio de provocar la indulgencia de sus criminales referíanse á los ó el favor universal. Eso prueba delincuentes políticos; éstos han que al ilustrarse la humanidad no sido objeto de la extradición lar­ se hace cada vez más utilitaria, dí­ guísimo tiempo antes de que se pen­ gase lo que se quiera: en efecto, si sara en apoderarse más allá de las nada hay tan generoso á menudo fronteras de los vulgares asesinos. como el móvil del conspirador, nada En nuestro siglo, por el contrario, hay tan peligroso, por lo común, EL DELITO POLÍTICO 167 como su tentativa, ni nada más rui­ cómplices por delitos comunes, an­ noso y destructor que su triunfo. tes de su atentado; son numerosas. Ni Pranzini, ni Prado, ni Eyraud, Respecto á los hombres de la Com­ han hecho al público que pide sus mune hace la misma observación, cabezas tanto daño como los conde­ no sólo según Despine y Máximo nados de la Commune, cuya amnis­ Du Camp, sino según Cluseret y tía ha pedido. Valles. La extiende á los jefes de los Y es que el público es psicólogo jacobinos. No pierde tan buena oca­ sin saberlo, mucho más que soció­ sión de utilizar su tipo criminal. Si, logo ; y, con razón, encuentra mu­ á despecho mío, no me inspirasen cho más interesante la psicología siempre alguna desconfianza sus es-^. del insurrecto que la del bandido tadísticas, no podría menos de cho­ ordinario. Pero preciso es confesar carme un hecho que afirma: la pro­ que á menudo le engañan las pala­ porción de individuos portadores bras, en esto como en todo, y que de ese famoso tipo es mucho más se apresura demasiado aponer en la considerable, según él, en los re­ categoría de los delincuentes polí­ beldes que en los revolucionarios, ticos á malvados que no tienen de muy fuerte donde es injusta la causa políticos más que el nombre (1). En del levantamiento, mínima cuando un capítulo de los más instructivos la insurrección es legítima. Así, de nos manifiesta el Sr. Lombroso quinientos veintiún mártires de la cuántas veces ha debido de ha­ independencia italiana, sólo encuen­ cerse esta confusión. Pasando re­ tra tres estigmatizados de esa espe­ vista (págs. 268 y sigs.) á los regi­ cie; al paso que en cincuenta foto­ cidas célebres , Orsini, Fieschi, grafías de miembros de la Com,mune Haedel, etc., enumera las condenas halla seis, y en ocho petroleras en que habían incurrido ellos ó sus cuatro. Pero, ¿no le habrán per­ turbado tal vez la vista los anteojos

(1) Todos sabemos en qué condiciones el del patriotismo ? Entre nuestros proceso más sencillo del mundo se tiene por grandes agitadores franceses cierto proceso político, y, como tal, se inhibe de la es que halla magnífico á Mirabeau, jurisdicción del sentido común y del sentido moral. Basta que interese de cerca ó de lejos pero su nariz torcida le parece su­ á un hombre político ó se suponga que puede ficiente para clasificarle en la cate­ ejercer cualquiera influencia sobre el resulta­ goría de los individuos í¿pa¿/o5 Junto do de unas elecciones, aunque sean munici­ pales. Advirtamos que el aumento de los á la de Marat, Carrier, etc. Descu­ procesos políticos, ó calificados como tales, bre muchos epilépticos entre los es un síntoma grave y seguro de perturba­ ción social. innovadores: por ejemplo, Mahoma. 168 LA ESPAÑA MODERNA

De ahí una nueva neurosis, de la cual nuas relaciones con el arcángel ha querido ser padrino, bautizándola Gabriel. con el nombre de epilepsia política. Siendo esto así, es lógico esperar Observación más seria: el extraor­ ver en una nación ó en una clase dinario número de locos en las ñlas el espíritu de rebelión y de revolu­ revolucionarias. Lutero, Savonaro- ción relacionado con el número de la, tuvieron verdaderas alucinacio­ casos de locura en los mismos. nes. Masaniello , Cola de Rien- Por tanto, debe de estar más di­ zi, locos peligrosos y el último fundido y ser más intenso en las megalómano. Ohátel, Jacobo Ole- ciudades que en los campos, en los emente , Poltrot, otros tantos aluci­ países en vías de civilizarse (no nados. Ravaillac, al herir á Enri­ hablo de los países antiquísimamen- que IV, obedecía al delirio de te civilizados y asentados en su ci­ persecución. Durante la Revolu­ vilización establecida, tales como ción francesa, Téroigne de Méri- China ó Egipto) que en los pueblos court, loco. Bajo la Commune, rei­ bárbaros. Viendo progresar al mis­ na la locura; véase acerca de ello mo paso en nuestra Europa la en­ el libro del doctor Laborde. Muchos ajenación mental y la agitación in­ locos entre los insurrectos de la novadora, no puede dudarse de ese América del Sur. John Brown, el paralelismo ni vacilar en explicarlo apóstol de la emancipación de los por causas principalmente sociales. esclavos en 1859, estaba atacado de El solo hecho de que el espíritu locura hereditaria. También loco revolucionario tiene sus accesos y Hong-Sion-Tucen, el revoluciona­ remitencias, que ya viene del Norte rio chino (ya ve el Sr. Lombroso como del Mediodía, que se pasea de que China ha tenido revoluciones, Oriente á Occidente, y viceversa, á pesar de sus valles) que á media­ prueba con claridad que no depende dos de este siglo soñó con cristiani­ de causas físicas ó fisiológicas, del zar el Celeste Imperio y produjo I clima ó de la raza, las cuales no grandes trastornos. Loco también cambian. Si dependiese en primer el fundador de una nueva religión término de esas condiciones, sería que se formó en 1862, entre los sal­ fijo y constante como ellas. Hasta vajes de Nueva Zelanda (prueba de Lutero, como puede verse en el que el pretendido misoneísmo de los Compendio de la historia de la salvajes no deja de tener alguna ex­ Iglesia de Occidente por Carlos cepción) . Parece ser que era un tal Schmidt, la mayaría de los grandes Iloropapera, que estaba en conti­ heresiarcas cristianos nacieron en EL DELITO POLÍTICO 169 el Mediodía de Italia ó de Francia, tre representante al conde de Mira- focos de la civilización y de la ri­ beau. Si el Sr. Lombroso hubiese queza europeas en la Edad Media; tenido en cuenta esta ley, hubiéra- y si desde el siglo xvi se han ma­ le sorprendido menos un fenómeno nifestado en una latitud más alta la que cuesta mucho trabajo expli­ herejía y el genio, es porque los carse: ¿Cómo es posible que siendo descubrimientos de la América y la nobleza, según él, esencialmente de la imprenta produjeron gradual­ misoneista, haya habido siempre, y mente el efecto de transportar al sobre todo en otros tiempos, tantos Oeste y al Norte la corriente co­ nobles á la cabeza de todas las re­ mercial y civilizadora. En el si­ voluciones? Son curiosos sus esfuer­ glo XIV, cuando estallaban de plebe zos para resolver ese problema in- á plebe esas epidemias revoluciona­ soluble. ¡Representa á Mirabeau rias por imitación advertidas por como un degenerado neurópata! La Lombroso, y que se exacerbaron verdad es que lejos de ser el miso­ de 1378 á 1394, las plebes de Roma, neísmo carácter esencial de la no­ Florencia y Palermo sirvieron de bleza, en sus días de esplendor es modelo á las comunidades alema-1 amiga siempre de novedades, hasta ñas , á los hussitas de Bohemia y á' de las que indirectamente tienden á los ciudadanos suizos. La nación ó derribar su poder; como, por ejem­ las clases más brillantes son siem­ plo, las ideas de los Enciclopedistas pre las imitadas por otras. Por esta; y de Rousseau. misma ley de la imitación del supe-' Pero basta de criticar al señor rior se explica otro hecho citado Lombroso. A pesar de todo, su libro por nuestro autor. Hasta mediados es interesantísimo , precisamente del siglo actual, las rebeliones y porque se asemeja demasiado á un conspiraciones en Rusia estaban bosque virgen. Digámoslo, para localizadas en las clases altas, eran concluir: el Sr. Lombroso es uno sucesos palaciegos; pero de enton­ de los agitadores más apasionados ces acá, el regicidio ha descendido pero más sinceros que existen. Es, poco á poco á las capas profundas á su manera, un impulsivo. Una de la nación. Entre nosotros, el fuerte excitación interior le impele ejemplo de las rebeliones ha sido constantemente, no á cometer crí­ dado á la clase media y al pueblo menes, sino á acuchillar á ene­ por los jefes aristocráticos de la migos intelectuales que le acometen Fronda, cuya tradición se perpetuó y que, hechos tajadicas, -yérguen- hasta 1789 y tuvo por su más ilus­ se siempre bajo sus pies, cual se ve 170 LA E8PANA MODERNA en los poemas orientales. Mucho le gos) sino por haber buscado mu­ será perdonado, no por haber ama­ cho, ya que no siempre encontrado, do mucho (pues me parece que lo cual sería, en verdad, harta for­ odia de todo corazón á sus enemi­ tuna.

G. TARDE.

AMOR DE MUJER

(DE SHAKESPEARE.) Si osada mano su corriente enfrena, Encréspase el arroyo cristalino ; Mas, dejándole libre en su camino, Entre las guijas melodioso suena:

Los lirios besa de su orilla amena. Vueltas dando y revueltas peregrino, Hasta sumir, cumpliendo su destino. En el inmenso mar su onda serena.

Si estorbáis mi pasión, yo me rebelo; Dejad en paz mi enamorada vida, E iré, débil mujer, cual fuente mansa.

Hasta llegar al solo bien que anhelo, Y descansar allí, como alma herida. En la gloriosa Eternidad descansa. M. A. CARO APLICACIOxNES JUDICIALES Y MÉDICAS DE LA ANTROPOLOGÍA CRIMINAL

EL TIPO DE LOS ANARQUISTAS

uizá una de las aplicacio­ grandes revoluciones científicas 6 nes más prácticas de la an­ políticas que provocan un verdade­ Q tropología criminal es la ro progreso en la humanidad, son que resulta del examen de la fiso­ casi todos genios ó santos y tienen nomía del criminal político. Su­ todos una fisonomía maravillosa­ ministra, en efecto, ciertas bases mente armónica; baste con mirar para el estudio del crimen político las láminas de mi Delito 'político que hasta aquí parecían eximirse de (lámina VI). ¡Qué nobles fiso­ todas las investigaciones y de todos nomías tienen Paoli, Fabrizi, Dan- los esfuerzos de los juristas, quienes dolo , Moro, Mazzini, Carlota Cor- veíanse reducidos á negar la exis­ day, Orsini, Garibaldi, G-ambetta, tencia del crimen político (Power); Marx, Lassalle y todos los mártires también parece darnos el medio de cristianos! En general se advierte diferenciar la verdadera revolución, en ellos una frente muy amplia, en siempre fecunda y útil, del motín y los hombres una barba muy pobla­ la rebelión, que siempre quedan es­ da y unos ojos muy dulces y muy tériles. grandes; algunas veces se encuen­ Hay un hecho enteramente con­ tra muy desarrollada la mandíbula firmado por mí, y del cual he dado inferior, pero nunca hipertrófica; las pruebas en mi Delito político y por último, algunas otras, palidez es: que los verdaderos revoluciona­ del rostro (Mazzini, Bruto, Ca­ rios , es decir los iniciadores de las sio), pero, casi nunca se reúnen 172 LA ESPAÑA MODERNA esos caracteres en el mismo indi­ despacho de M. Bertillón , en la viduo para constituir lo que yo prefectura de policía de París, la llamo tipo criminal. proporción del tipo criminal era de En un estudio que he hecho acer­ 31 por 100. ca de 321 muertos revoluciona­ En el asunto del 1.° de Mayo de rios italianos (sublevados contra el 1891, he podido estudiar á 100 anar­ Austria, etc.), casi todos varones quistas de Turín, encontrando en (habia 27 mujeres por 100 hom­ ellos el tipo criminal en la propor­ bres), la proporción del tipo cri­ ción de 34 por 100; al paso que en minal ha sido de 0,57 por 100; es 280 criminales ordinarios de la cár­ decir, mucho menor que en los cel de Turín, esta proporción era hombres normales, donde es del 2 del 43 por 100 , entre los cuales por 100. había De 30 nihilistas célebres, 18 tie­ nen una fisonomía muy hermo­ Crimina- Crimina­ lea políti­ les ordi­ sa, 12 presentan algunas anomalías cos. narios. aisladas y solamente tienen tipo Plagiocefalia exagerada.. 117o '¿17o criminal (Rogagiewy Okladsky), Asimetría facial 36 » 60 » Anomalías craneales (ul- es decir 6,8 por 100. tra-braquicefalia, etc.. 15 » 44 » Mandíbula inferior m.uy Pues bien; si de los mártires de voluminosa 19 » 29 » una gran idea política ó religiosa, Pómulos exagerados 16 » 23 » Senos frontales enormes. 17 » 19 » 30 » 20 » tales como los mártires cristianos, Dientes anómalos 64 » 75 » se pasa á los regicidas y presiden- Anomalías de las orejas.. 40 » 57 » ídem de la nariz 30 » 8 » ticidas, tales como Fieschi, Guiteau, ídem en el color de la piel. 10 » 26 » Nobiling y á los fautores de las Antiguas heridas 4 » 10 » Pintarrajeo (tatuaje) 26 cai'nicerias políticas de 1789, tales Anomalías neuro-patoló­ como Oarrier, Jourdan, Marat, se gicas 8 » encuentra en todos ó casi todos Entre esos 100 individuos dete­ ellos el tipo criminal (Taine). nidos el 1.° de Mayo de 1891, el Y este tipo se repite con frecuen­ 30 por 100 eran reincidentes por cia en los comuneros de París y en delitos comunes; en los detenidos los anarquistas. En 50 fotografías por delitos comunes, los reinciden­ de comuneros, he encontrado el tes llegaban al 50 por 100. Verda­ tipo criminal en la proporción del deros parroquianos habituales de 12 por 100; el tipo de locos en el las cárceles había ocho entre los 10 por 100. Entre 41 anarquistas primeros y 20 entre los últimos, de París, que he estudiado en el Gracias al doctor Carus y á la APLICACIONES JUDICIALES 173 dirección del Open Court, que tu­ cuente en los hombres normales, es vieron á bien enviarme documen­ decir, las orejas sésiles, sin lóbulo tos curiosos, y gracias también á la y más desarrolladas que en los indi­ obra muy especial, pero rica en he­ viduos normales (excepto en Spies). chos de Shaak {Anarchie and Anar- Son también de asa en Lingg, F'is- chistes, Chicago, 1889), he podido cher y Bngel; la mandíbula está estudiar las fotografías de 43 anar­ muy desarrollada en Lingg, Spies, quistas de Chicago y he encontrado Fischer y Engel; todos tienen, sin casi la misma proporción de tipos embargo, la frente hermosa y am­ criminales, 40 por 100. Entre ellos plia de las grandes inteligencias. presentaban ese tipo Dieneks, Po- Cuando digo que los anarquistas tosuki, Cloba , Seveski, Stimak, de Turín y de Chicago tienen con Sugar, Micoland, Nina van Zands, frecuencia el tipo criminal, no pre­ Lieskre, Lingg, Oppenheim, Bngel tendo decir que sean verdaderos y su mujer , Fielden, G. Lehm, 'criminales los delincuentes políti- Thiele, Most. Señalo sobre todo en ; eos, ni aun los anarquistas más vio- Potosuki, Sugar y Micoland la asi­ • lentos; pero tienen muy á menudo metría facial, mandíbula inferior esos caracteres degenerativos co- enorme, senos frontales, orejas de I muñes á los criminales y á los lo- asa; los mismos caracteres (salvo ' eos, porque son anormales heredi­ la asimetría), se encuentran en Se­ tarios; en efecto, el padre de Booth veski y Novak. Fielden tiene la se llamaba también Junio Bruto, y nariz remangada y la mandíbula \ le habían puesto el nombre de un inferior enorme; Most tiene acro- revolucionario, Wilkes (véase Re- cefalia y asimetría facial. |gis. Los Regicidas, Lyon, 1790). Por el contrario, Marx tiene una Los padres de Guiteau y de Nobi- fisonomía hermosísima, con la fren­ ling y la madre de Staps eran locos te muy despejada, los cabellos y la religiosos ; y el mismo Staps, como barba abundantes y los ojos dul­ Ravaillac y Clément, ha tenido alu­ ces; Lassalle, Ilermann, Schwabe, cinaciones. Neebe, Schnaubelt, Waller y See- En las autobiografías del Vorbo- ger, tienen también hermosas fiso­ ten, encuentro que la madre de nomías. Pearsón era una metodista muy Estudiando aparte los jefes anar­ fanática, y que su padre representó quistas de Chicago, se encuentra, un gran papel en el movimiento de sin embargo, en todos ellos una temperancia de la Luisiana. Desde anomalía, por lo demás muy fre­ hace un siglo, toda la famiha Pear- 174 hÁ. ESPAÑA MODERNA son tomó parte en todos los movi­ ral, también suprime el misoneís­ mientos revolucionarios. UnTomp- mo, ese horror á lo nuevo, que es kin, pariente de su madre, había casi la regla general de la humani­ tomado parte en las batallas de dad; así haría de ellos innovadores, Brandirón j de Montraonth; un ge­ apóstoles del progreso, si la educa­ neral Pearsón servía durante la ción harto grosera y la lucha con revolución de 1776; un capitán la miseria, de que fueron victimas Pearsón asistió á la batalla de Bun- todos los anarquistas de Chicago, hers Hill. excepto Pearsón, no les hiciera ser El padre de Lingg ha sufrido una desesperados y rebeldes, impidién­ conmoción cerebral. doles comprender que la humanidad, El padre de Fielden, obrero j como cualquiera otra parte de la gran orador, era uno de los agita­ naturaleza, no puede progresar á dores en la cuestión de los obreros galope. en Inglaterra; fué uno de los fun­ Spies, solamente en su última dadores de la Consummers Coopera- hora, advierte que la humanidad tion Society j de la sociedad de los es misonéica, esclava de la costum­ Old-Fellows. El padre, los herma­ bre, y lo dice citando los versos nos y el abuelo de Padelewski to­ alemanes: < Con gran asombro mío, maron parte en las insurrecciones I he debido comprender que la gran de Polonia, y casi todos fueron fu-! masa de los hombres es rutinaria y silados ó murieron en prisiones de llama al uso su nodriza.» Estado. Evidentemente, si hubiera com­ Esta influencia hereditaria, se prendido eso desde el principio, no halla también en la mayoría de hubiese sido anarquista. Quien es­ los hermanos coacusados de Chica­ tudia como yo los trabajos de los go: los dos Spies, los dos Lehm, etc. locos, advierte que uno de sus ca­ Sabido es que entre los anarquis­ racteres es la originalidad, entera­ tas hay bandidos y ladrones (tales mente lo mismo que en los genios; como Pini, Kammerer, Gasparine). solo que la originalidad de los locos Booth tenía por cómplice á Payne, (y también de los locos morales, es un verdadero homicida de profe­ decir, de los criminales natos) es sión; y Orsini tuvo por cómplices á casi siempre absurda, inútil y hasta dos ladrones. peligrosa. Y así es muy á menudo Sin embargo, preciso es notar la obra de los anarquistas. que si la anomalía hereditaria pro­ Por eso, yo que soy partidario voca una anomalía del sentido mo­ tenaz de la pena de muerte, no pue- APLICAOIONEB JDDICIALK8 175 do aprobar el fasilamiento de los llegar á ser una gran ventaja para la comuneros de París y el ahorca­ humanidad. Podría trazar la senda miento de los jefes de la anarquía' nueva y, en todo caso, serle útil de Chicago. Tengo por muy nece-1 prácticamente. sario el suprimir á los criminales Un criminal nato, en un presidio natos, cuando se ve que, nacidos matará á un carcelero, en una co­ para el mal, no pueden hacer otra •loni a se aliará con los salvajes y no cosa más que el mal; y de ese modo itrabajar á nunca; al paso que los su muerte ahorra muchas vidas de •delincuente s políticos en una co­ personas honradas. Pero es muy lonia serán trabajadores, á menudo diferente aquí, donde por lo demás, hasta más útiles que las personas el tipo criminal es menos frecuente honradas, las cuales son medianías que en esos criminales natos. en todo, hasta en el bien. Aquí hay que considerar también Luisa Michel (ese ejemplar único la suma juventud de casi todos que conozco de mattoide femenino) (Lingg, veinte años; Schwabe, vein­ había recibido el sobrenombre de titrés; Neebe, treinta y siete), por­ «Ángel rojo» en Caledonia: tan ca­ que en esa edad existe el máximum ritativa enfermera se mostraba allí. de audacia y el mínimun de miso­ A mi parecer, no debe aplicarse neísmo; y me acuerdo de un gi*an la pena de muerte al delito político. nihilista ruso que me decía que Una idea no se ahoga con la muer­ quien en Rusia no es nihilista á te de sus fautores; por el contra­ los veinte años y ultramoderado á rio, gana con su martirio si es bue­ los cuarenta, no es más que un na, como sucede en las grandes necio. conspiraciones ó revoluciones. Si Si aquí existe la tendencia al mal la idea es mala queda estéril, como en una proporción más grande que en los anarquistas. Como no puede en las personas honradas, sin em­ emitirse un fallo definitivo acerca bargo, toma una direción altruista de grande hombre durante su vida, y enteramente opuesta á la de los ;tampoco una generación, en su criminales natos. Exige indulgen­ efímera vida, puede juzgar con cia y lástima. certidumbre acerca de la falsedad Si esa tendencia, asociándose con de una idea (sea la que fuere) y, la necesidad de lo nuevo, que es por consiguiente no tiene derecho también, anormal en la humanidad á imponer una pena tan radical se hubiera encauzado bien y no ex­ como la de muerte á sus secuaces. traviado por la miseria, podría Mis estudios acerca de los anar- 176 LA ESPAÑA MODERNA quistas de Chicago se ven confirma­ su abuelo Konigstein y su bisabue­ dos por lo que hasta aquí se conoce lo murieron en el patíbulo, reos de de Ravachol y sus cómplices. asesinatos, incendios, etc. Su cóm­ Lo que á primera vista choca en plice Simón no tiene un pasado tan su fisonomía es su bestialidad. La terrible, pero aún es muy joven y cara, que presenta una asimetría toda su fisonomía recuerda el tipo muy marcada, se distingue por un criminal: tiene orejas de estenocrotafia enorme y por la exa­ metría de la cara y prognatismo. geración de los arcos supercilia­ res; encontramos enseguida la nariz fuertemente torcida á la derecha, las orejas de asa ó insertas á dife­ rentes alturas y, por último, la II mandíbula inferior gruesa, cuadra­ da y prognática, que acaba de dar TIPO DE CRIMINAL NATO á esta cabeza los caracteres típicos de mi criminal nato. Añádase un defecto de pronuncia­ Una aplicación aún más directa ción , que se considera como un y más práctica es la que hace servir signo frecuente de degeneración. el conocimiento del tipo para la re­ En cuanto á su psicología, co­ velación del autor de un crimen; en rresponde en todos sus puntos á las efecto, el tipo suministra un indicio lesiones anatómicas. Alumno de la tanto más precioso cuanto que no escuela de primeras letras hasta la puede alterarlo ningún disimulo y edad de quince años, sale ella sin se conserva durante toda la vida y saber casi nada ó inepto para prac­ hasta después de la muerte. Asi ticar los diversos oficios para los hemos podido por el cráneo juzgar cuales se le recluta. Holgazanea, del tipo criminal de Sesostris, que roba y fabrica moneda falsa, desen­ era casi un ser mitológico, y en­ tierra un cadáver para despojarle contrar caracteres degenerativos en de las alhajas. Después mata á un la cabeza de Carlota Corday, á quien anciano ermitaño de noventa años sin embargo debe admirarse como para apoderarse de su dinero. una heroína. Y justamente porque Por aquella época igualmente ese tipo no existe en todos los cri­ quiso matar á su madre y abusar minales, sino solo en la gran ma­ de su hermana. yoría (95 por 100, según parece) No le falta la herencia morbosa; de los criminales natos, es por lo APLICACIONES JUDICIALES 177

que, cuando se asocia con las ano­ una precocidad sexual enorme (á malías funcionales j psíquicas, da la edad de ocho meses tuvo ereccio­ casi la certeza de la inclinación al nes que pusieron en la necesidad de crimen, y hasta la del crimen eje­ destetarle); también se notaba en cutado. En mi práctica he recogido él una agilidad extraordinaria, te­ ya buen número de casos (1). rrores nocturnos, inteligencia re­ La Sra R..., gentil persona, ha­ gular pero con distracciones é inca­ cendosa, sin procedentes anorma­ pacidad de fijar la atención; su les, fué arrojada un día desde la afectividad era muy obtusa; decía ventana de un piso tercero. Du­ adorar á su madre y la pegaba; se rante la caída, lanzó un grito te­ había comido casi por completo su rrible; por lo demás, no pudo creer­ patrimonio con una mujerzuela á se en un suicidio porque siempre quien más de una vez amenazó con había sido muy arreglada en sus el revólver, y su mujer había sido costumbres. Tenia un rostro muy maltratada muchas veces por él, normal, sin ninguna herencia mor­ incluso el mismo día de su muerte. bosa ; maltratada á menudo por su Este día habíala escrito, con letras marido, le perdonaba y lloraba. grandes: Días Por el contrario, su marido, R..., antes la había amenazado con ti­ que había padecido convulsiones rarla á un abismo. epilépticas y vértigos, y que pre­ En el día y hora de la muerte de sentaba anomalías degenerativas en su mujer, después de una disputa, muy gran número, fué objeto de la había entrado con ella en su alco­ sospecha de que la había arrojado ba. Cuando cayó sobre las losas, por la ventana. Presentaba el apén­ salió él; y aun sabiendo el estado á dice lemúrico de la mandíbula in­ que quedó reducida, no se volvió ferior, oreja sésil, bicromatismo para cuidarla, y regresó á su casa del iris, oxicefalia, protuberancias pretextando que no sabia nada. frontales muy desarrolladas, caren­ Pretendió más tarde que se había cia de barba, sensibilidad dolorosa arrojado por la ventana después de muy obtusa (2™™,4 en el lado de­ haberle dicho: Si continúas así me recho, Sai'» en el izquierdo), sensi­ mato; y que, por única respuesta, bilidad rápida muy obtusa (núme­ la había contestado: Si es asi, hazlo. ros 6 y 7 de la solución estricnica), En la cárcel aumentó de peso en pocos días cuatro kilogramos; ha­ bló cínicamente de sus amores con (1) Scuola positiva , Mayo de 1892. Ar- chivio di PsicMatria, 1887, 1889 y 92. su mujer. Al salir de la cárcel (en 178 LA ESPAÑA MODERNA libertad provisional,) se paseó por no observé ninguna reacción al lia- las calles como si nada hubiera su- ' blarle del robo del manguito , al cedido; y el día que menos lo pen­ paso que se producía una gran saban, se escapó con unajoven sol­ reacción cuando le hablaba de los tera á quien había violado. otros robos. Deduje en seguida que De estos hechos deduje que era no había cometido el primer delito él quien había tirado á su mujer de que se le causaba, sino los otros por la ventana, y demostré que era dos, y se lo escribí al juez. Este se inadmisible la hipótesis del sui­ quedó absorto al ver confirmadas cidio. por documentos oficiales mis con- Besson, famoso ladrón, había'clusiones. sido detenido, acusado de un robo! María Galluci, de edad muy avan- de 10000 francos hecho por el mé-jzada, encontróse muerta en su ie- todo del manguito (manos artificia-1 cho, con la cabeza bajo la almohada les que se ponen en evidencia, ¡y con sangre en la nariz. La autop- mientras que se trabaja con las ma-1 sia reveló los signos de una violenta nos verdaderas) en un vaí^ón. En asfixia. la cárcel rehusaba los aumentos di- I Tenía dos hijos interesados en su ciendo que estaban envenenados, y;muerte, puesto que eran sus here- y rifaba contra enemigos imagina-| deros y porque querían impedirla rios. Sospechando la simulación,' que colocase su fortuna en renta le sometí al platismógrafo y al hi- vitalicia, lo cual deseaba hacer ella drosmógrafo de Mosso; como ha- por aquel entonces. La noche del bía una reacción muy grande de asesinato, unos vecinos habían visto descenso cuando lo decía yo que los [ á Miguel, el hijo mayor, entrar en jueces iban á entrar en su aposen- la casa de ella, to, y como las orinas no presenta- Pues bien; del examen antropo- ban ningún cambio en comparación ! lógico que hice de los dos hermanos con la de los días en que estaba!resultó que Félix, el menor (que, tranquilo, mis conclusiones fueron'por otra parte, no había cometido por la simulación. Pero, hubo más. ningún crimenysólo erasospechoso Sabia yo que había cometido otros ' de ser cazador furtivo), no presen- dos robos de dinero en una casa, i taba ningún signo de los caracteres merced á un falso pasaporte que | criminales; Miguel, por el contra- había fabricado y que se le encon-|rio, tenía enormes mandíbulas, tro encima. Pues bien, renovando | grandes protuberancias frontales, las pruebas con el platismógrafo, | obtusismo para el dolor , labio APLICACIONES JUDICIALES 179 superior muy delgado , tacto obtuso (cuatro en el lado derecho, dos en el izquierdo), sin duda con zurdis- in mo sensitivo. La capacidad del cráneo era superior á la normal (1.620 cen. cúb.). Afectaba un gran CÓDIGOS cinismo en sus respuestas. Declaré, pues, que con la mayor probabilidad Miguel debía ser el más sospechoso i Se nos acusa de no haber hecho de los dos hermanos. En efecto, de triunfar nuestras ideas en el nuevo las declaraciones dadas en el proceso , Código italiano, y es verdad; pero resultó que había estado tres veces no es de extrañar en un país en que en la cárcel por golpes y heridas; todas las ideas nuevas, políticas, pocos días antes, jugando con una I económicas, científicas, tienen sumo mozuela, la había apretado el cuello : trabajo en penetrar,—donde se nace diciéndola: No juegues mucho con­ ^ clásico, académico, casi tanto como migo, pues para mi no es nada ma­ i en Francia.—Pero, quizá no sepan tar á una. persona y estrangularla ' en el extranjero que los únicos sa- como lo he hecho con mi madre. : bios que han visto en seguida y se- Esto era la jactancia imprevisora I halado las faltas del nuevo Código del criminal; en seguida la amenazó : han sido los antropólogos crimina- con matarla, si hablaba de ello. : listas; lo cual manifiesta otro as­ También pudo comprobarse que en pecto de las aplicaciones de nuestra un contrato reciente había hecho ciencia (1). incluir una cláusula de rescisión Este nuevo Código es el resultado para el caso de encarcelamiento, de cerca de treinta años de estudios que, efectivamente, ocurrió algu­ teóricos de los mejores criminalistas nos días después. italianos. Por eso , al publicarse, Félix fué absuelto. Miaruel fué pareció una maravilla jurídica, condenado y confesó en seguida su pero era una obra teórica, en la crimen. Aquí, los datos antropoló­ cual se había estudiado el crimen gicos se habían anticipado con mu­ sin estudiar ni de lejos el criminal, cho á los testigos oculares. (l) Troppo presto, por Lombroso, 1889. Appnnti al nimv» Códice, por Lombroso, Ferri, Garofalo, Balestriani, Olivieri, Rosi; Torino- Bono, 1890. Commenti al nuovo Códice, por Majano, Verona, 1891-92. 180 LA EBP ANA MODERNA sin tener siquiera presentes las ob­ sin tener en cuenta los hábitos y las servaciones más seguras. intenciones de los criminales. Cas­ Por eso ha recibido los unánimes tigábase así á personas honradas, eloííios de los criminalistas teóricos impelidas por una pasión grande y de toda Europa; pero una sola se­ hasta noble , con la misma pena que mana de examen ha bastado á los á gentes malas de remate; se cas­ antropólogos criminalistas para de­ tigaban enormemente y con gran mostrar sus defectos. En seguida se ventaja de los abogados los delitos ha visto cuan absurda era, en un pequeños, al p aso que á los grandes país tan desigual geográficamente culpables se les concedían todas las como Italia, la unificación de las atenuantes. Multiplicábanse las pe­ penas y de los delitos, cosa de que nas pequeñas, y se abolía la única se le hacía un mérito. Es un absur­ pena que puede librar de 1 os crimi­ do, por ejemplo, imponer la misma nales natos á las sociedades, la pena pena á un delito contra las costum­ de muerte. bres en los países insulares, donde Al cabo de tres años, la opinión son una excepción. Peor aún era la pública ha dado la razón á todos^ unificación de la acción criminal, esos críticos.

CÉSAR LOMBROSO. RESEÑA CRITICA DEL CENTENARIO

Fiestas en América.—Monumentos en el Río de la Plata y en Bogotá.—Antologías.—Aca­ demias.—Los niños en el Centenario. — Precocidad. — Joyas y champagne. — Sígnenlas carabelas navegando por el mar literario,—Libros portugueses. — Cómo llegó Colón á Lisboa y lo que allí liizo.—Descubrimiento del Brasil.—La condesa de Lemos. —Inves­ tigaciones de espafíoles.—ídem de italianos.—El virrey del Canadá.—Kn todas partes cue­ cen habas, adagio traducido al francés. — Un favor y un disfavor.—Obra inglesa.

ún nos trae el eco alegres so­ en Buenos Aires la piedra fundamental nes de las fiestas con que al de un monumento dedicado al Almi­ mismo tiempo de las nuestras rante de las Indias, honrándolo por de sAe solemnizó en tierras lejanas el su­ pronto con medalla de bronce grabada ceso final del siglo xv. Aún aportan los por los Sres. Gottuzo y Terrarosa, en vapores trasatlánticos mensajes de feli­ cuyo anverso el busto, levantado por citación y testimonios de simpatía por el genio de la navegación, es coronado complemento de los que han de formar por la República. En el anverso sostie­ armónico conjunto para enseñanza de ne un águila cartela adornada con ra­ •edades futuras. mas de palma y roble, y se lee: Cris- Del Eio de la Plata vienen entusias­ tóbal Colóíi, descubridor de América.— tas descripciones del empleo que se dio Elpuehlo argentino conmemora su cuarto al 12 de Octubre, haciendo noble figura centenario, 12 Octubre 1892. el crucero español allí estacionado, que Este día circuló un impreso con poe­ á las circunstancias de nacionalidad y sías, dibujos y menciones de los lite­ representación amistosa unía la de nom­ ratos y artistas más populares, titulado brarse Colón. Dignóse visitarlo el ma­ Homenaje á Colón (1). En el pueblo de gistrado supremo de la República, dis­ pensando á la oficialidad honrosas dis­ (1) Homenaje á Colón. Número tínico, V>'\V6Q,- tinciones. tor literario, R. Monner Sans; Director ar­ Refieren los periódicos de qué modo, tístico, V. Nicolau Cotanda. Fotograbados de Emilio A. Coll y Compañía. Impreso por Ja- por decisión del Instituto geográfico ar­ cobo Peuser. Buenos Aires, 16 págs., gran gentino y suscrición nacional, se puso folio. 182 LA ESPAÑA MODEENA

Chilvicoy se inaug-uró otro monumento tiano alivio á la indigencia; noble y con estatua semejante á la de Suñol en justo el homenaje á Gonzalo Jiménez; el obelisco de Madrid. Termina la alo­ de Quesada, conquistador del territo­ cución de la junta constructora con rio , fundador de Bogotá, estas frases: «El noble é hidalgo pueblo de Chil­ «Que no tenía menos de letrado vicoy , en el cuarto centenario del des­ Que supremo valor en el espada.» cubrimiento de América, se inclina respetuoso ante tan grande y glorioso según escribió Juan de Castellanos.. acontecimiento, sintiéndose lleno de Guardan ahora sus cenizas los mármo­ júbilo por haber contribuido en la es­ les de un cenotafio digno y guardarán fera de su poder, á erigir el monumen­ en la memoria sus merecimientos los to que hoy entrega á la posteridad, y que lean el Ensayo liográjico , formado- que llevará á las generaciones futuras por el Dr. D. Pedro M. Ibáñez, con el recuerdo de los esfuerzos realizados ampliación de las noticias conocidas. para dar forma plástica á un pensa­ La literatura colombiana, eminente miento noble y generoso, que llevando por obras señaladas, se ha enriquecido en sí la savia del progreso y de la ci­ con las del Centenario, sobresaliendo vilización , se impuso al pueblo, que, la antología poética publicada por don aunque tarde, reconoció la deuda sa­ Ignacio Borda con nombre de Apoteosis grada contraída con el procer ilustre, de Colón. Otras se han concluido (1) ó que como si en sí hubiera llevado el se van concluyendo con frutos del Cen­ germen progenitor de la grandeza hu­ tenario mismo, por todas partes ubé­ mana , en cada paso y en cada ola que rrimos (2). sus naves surcaban, abría un nuevo horizonte y un campo vastísimo para (1) Antología ecuatoriana. Poetas. Quito, que el hombre perfeccionase su enten­ Imp. de la Universidad Central, 189a, 4.°, 685 dimiento. » páginas. (2) Colón, América, Medellín, por Manuel No han desmerecido los festejos de Uribe A. 12 de Octubre de 1892. Medellín, Colombia en la comparación con otros, Imp. del Departamento. ya se juzguen por los espectáculos, ya A Colón. Oda de D. Delio Moreno Cantón, premiada en el certamen literario abierto por por las producciones de la inteligencia el Liceo de Mérida (Yucatán) en celebración en cualquiera de sus testimonios. Im­ del cuarto Centenario del descubrimiento de ponente ha sido la procesión cívica América. con carruajes simbólicos; solemnes los Cuarto Centenario de Cristóbal Colón. Colom­ bia , por José G. Clavero, demógrafo ameri­ actos de fundación del monumento al cano. Lima, Imp. de J. Francisco Solís, I892-< gran marinero, y del hospital nombra­ 4.°, 28 págs. do de Isabel la Católica que con la glo­ Cristóbal Colón ó el descubrimiento del Nuevo Mundo. Ensayo épico escrito por el licenciado rificación crea un establecimiento de Rafael Gómez. Méjico, 1892. utilidad práctica permanente y de cris­ Monumentos patrióticos de Bogotá, su kisto- RESEÑA CRÍTICA DEL CENTENARIO 183

Con mucha facilidad podría ordenar tenderse infantil sin más que dar á la aquí antología especial nueva la se­ imprenta las composiciones en cinco ñora Pardo Bazán si, como se susurra, lenguas leídas en la Academia poética se ha encargado de examinar los sone­ que en el IV Qerdenario del descubri­ tos que optan al premio ofrecido por miento de A mérica celebran (celebraron) el Sr. Vizoso al mejor en que se enal­ los alumnos de Id clase de Retórica del tezca el desprendimiento de la Reina Colegio de Nuestra Señora del Recuer­ Católica en obsequio de la empresa de do , en Chamartin de la Rosa, el día 29 Colón, pues hay noticia de haberse de Nbviemhre de 1892, á las dos de la presentado cuatrocientos (1), cifra que tarde. algunos íntimos duplican. De cual­ Presidió el acto el señor obispo de quier modo van á subir de precio las Madrid y asistió escogida concurrencia joyas de Doña Isabel, de las que ya que aplaudió la soltura y gracia de los existe ensayo de Colección de poe­ niños. Suprimiendo sus nombres, espe­ sías (2). ranzas de la patria, copio del lujoso Otra colombina de poetas religiosos programa, impreso én rojo y negro, contiene una Revista de esta corte (3) con portada elegante cromolitografia­ y aun se tendría la que pudiera en- da la indicación. Discurso preliminar.—El Genio ins­ pirado, alejandrinos. — El Genio des­ ria y descripción. Partes una y dos, por Igna­ preciado, romance heroico.—La Reli­ cio Borda. Bogotá, 1892, 4.°, 245 págs. Re­ gión y la Ciencia, narración castella­ trato de Quesada y 1^ láminas. Las primeras tierras que vio Colón al descu­ na.—Las persecuciones , oda latina.— brir el N'uevo Mundo, por Francisco Vidal Isabel la Católica y Colón, narración Gormaz. Santiago de Chile, 1892, 8.», 34 castellana. — Los compañeros del ma­ págs. y mapas. Za Imprenta en el antiguo Virreinato del Rio rino , versos griegos. — Partida del de la Plata, por José Toribio Medina. Tercera puerto, balada castellana.—Eiiel Océa­ parte de los Anales del Museo de la Plata, pu­ no , oda castellana. — Presagio feliz, blicados bajo la dirección de Francisco P. Mo­ reno. Buenos Aires, 1892, íbl. serveatesios.—Heroísmo de Colón, sil­ (1) La Época. Madrid 2 de Diciembre va castellana. — A vista de América, 1892. alejandrinos.—Llegada al Nuevo Mun­ (2) Por el que suscribe, en el libro titula­ do, serventesios.—Himno á la Améri­ do Tradiciones infundadas. (3) A Cristóbal Colóti, la Revista Calasan- ca, oda francesa.—Un triunfo de la fe, «íl, dirigida y redactada por PP. Escolapios. versos ingleses.—La nación heroica, Madrid, Octubre, 1892. Contiene: Colón, poe­ oda castellana.—Vuelta de Colón, fan­ ma de D. Andrés Casado —A Colón, oda de D. Hermenegildo Torres. — Primera visita de tasía. Cristóbal Colón al convento de la Rábida, ro­ Tendríase con la divulgación de es­ manee, por D, José ¥eAi&.—Colón y los Pinzo­ tas composiciones privadas una histo­ nes, romanee por D. Francisco Jiménez Cam­ paña.—A Colón, soneto, por D. Hermenegil- ria poética completa del descubrimien­ d o Torres. to, como se tiene en prosa, por la aso- 184 LA ESPAÑA MODEKNA dación de la niñez á la manifestacióa se ha publicado un opúsculo queriendo general (I). demostrar, contra los datos aducidos Con posterioridad á la Academia de en la justificación de los constructo­ Chamartín, no ha habido más cere­ res, que carabela era y no nao la que monias que las del banquete y sarao, rigió el caudillo del descubrimien­ organizados en el local de la Exposi­ to (1), opinión opuesta á las declara­ ción histórica por los delegados ame­ ciones de Colón mismo y que indirec­ ricanos, asistiendo al primero el Go­ tamente contradicen referencias en que bierno y el cuerpo diplomático, hon­ se buscaba apoyo. Una es el escrito rando el baile la infanta doña Isabel en que acompaña al precioso modelo de representación de la Reina Regente, la nao de Vasco de Gama enviada á la y resultando, como era de esperar, Exposición por el Gobierno de Portu­ fiestas suntuosas y agradabilísimas, gal (2); otras los estudios de más im­ en albricias del éxito alcanzado con la portancia con que la misma Exposi­ reunión de objetos de arte del siglo xv ción se ilustra (3). en los dos mundos al ponerse en con­ tacto , hasta ahora no comparados de (1) Li Car alela Gallega ó Santa María ó la una manera tan completa. nao Capitana de Colón, por D. Pelayo Alcalá Galiano. Madrid, 1892. Tip. de Ricardo Alva- Estas expansiones, seguidas de fes­ rez, 4c.°, 32 págs. tines particulares en las embajadas, (2) Noticia sobre a nao San Gabriel em que barruntan el fin de las solemnidades Vasco da Gama foi pela primelr.% tez a India, públicas; la despedida y marcha de por A. A. Baldaque da Silva, capitau-tenenta da Armada e engenlieiro hjdrographo. Lis­ huéspedes ilustres que han prolonga­ boa. Tip. da Academia Eeal das Sciencias, do la estancia en Madrid, tomando 1892 8 ", 22 págs. Con planos y fotografía del parte activa en los trabajos intelectua­ modelo. (3) Commemoracao da descobería da A meri- les y conquistando nuestro afecto. Por ca. Eslndos sobre navios portuguezes nos séca­ acuerdo de la comisión ejecutiva de los XV e XVI, por Henrique Lopes de Men- Huelva, los representantes americanos donza, capitao-teaente da Armada. Lisboa. llevarán por memoria las banderas de Tip. da Academia Beal das Sciencias, 1892. 4.", 119 págs. Con grabados. sus estados respectivos que se arbola­ Centenario de Colombo. Os navios de Vasco ron en la altura del convento de la da Oaraa, por Joao Braz d'Oliveira, capitao- Rábida, al lado del soberbio monu­ tenente da Armada, Lisboa. Tip. da Academia mento nuevo, y fueron saludadas por Eeal das Sciencias. 1892, fol. 28. Con gra­ bados. las escuadras del mundo moderno, A construccao naval em Portugal. Considera- cuando ante ellas desfilaban las cara­ '• coes sobre o seu p'issado e o seu futuro, por belas simbolizando al mundo antiguo. ! Bernardino Várela. Porto, 1892. ¡' Son pertinentes al asunto Citaiioni giusti- A propósito de estas embarcaciones, ''jicalive per la riconstitiizioni dei mode'li delle \ caravelle Niña e Pinta e della nave Santa Ma- j ría, desvAite dall Arle náutica á ternjn di Coloni- (1) Historia de Colón escrita é ilustrada,por i bo, da 15. A. D'Albertis. Genova, IstitutoSor- niños de nueve á once años. Barcelona, 1892. I domuti. 1892. 8.°, 12 pcágs. EESKÑA CRÍTICA DEL CENTENAEIO 185

La cita trae aparejada la obra del vegacióa sin dar con la tierra, la pers­ Sr. Pinheiro Chagas, anunciada en el pectiva de acrecer los gastos y de per­ Congreso de americanistas de Huelva der el capital hubiera acaso influido y ya en manos de los estudiosos (1). para el abandono de la empresa. Era Corresponde á las esperanzas que ha­ necesario para lograr la obra grandio­ bía despertado la enunciación y á las sa que en ella se empeñara la honra de insignes condiciones del autor, ante­ una nación, como al fin sucedió. riormente mostradas en trabajos de la «Hay por naturaleza—dice el autor— materia (2). Trata profundamente de dos especies de organismos entre los los problemas geográficos del siglo xv, hombres de más alto vuelo: los des­ fijando la idea imperfecta que de la equilibrados y los equilibrados. A la figura de la tierra había formado el primera pertenecía Cristóbal Colón; á navegante de Liguria. Analiza las re­ la otra Don Juan II. Era este rey uno laciones de éste con el rey D. Juan II, de esos espíritus enérgicos perfecta­ perseverante en el empeño de llegar á mente asentados, que tienen la pers­ la India por el Sur de x4.frica con sus picacia, la fortaleza, las ideas del arro­ propios bajeles, pero dispuesto á favo­ jo, mas nunca desmandadas; espíritus recer los iutentos de los azorianos y capaces de formar y desenvolver sere­ maderenses en exploraciones hacia el namente un plan, afeccionando y aco­ Oeste, por lo cual es de admitir que lo giendo las innovaciones, mas no sin mismo que á otfos favoreciera á Colón sujetarlas al criterio de su buen juicio. si hubiera querido armar expediciones Los hombres de esta especie acometen á su costa ó asociarse con capitalistas empresas atrevidas, pero calculadas, á cuyo cargo fueran; mas como no era sin entregarse nunca á los irreflexivos tal su propósito, las condiciones inad­ caprichos del azar. No les asusta el pe­ misibles que insinuaba, y no otra cosa, ligro ; afróntanlo cuando es necesario, hicieron fracasar sus proyectos. con todo, no lo buscan por fanfarrona­ Piensa el Sr. Pinheiro Chagas que das de caballeros andantes... fué venturoso para el -mundo que fue­ »Hoy que el éxito muestra la razón ra pobre Calón y no buscara ó encon­ de Colón, imaginan muchos que sólo trara asociado con dinero, porque en un espíritu rutinario podría desechar este caso, al transcurrir los días de na- sus teorías; examinándolas es como se comprende que los entendimientos po­ sitivistas no las aceptasen.» (1) Os desflobrimentos portugnezes e os de En dos puntos solos disiente mi po­ Colomio. Tentativa de coordenagao histórica, por Manuel Pinheiro Cliagas, secretario ge- bre opinión de las que con tanta clari­ ral da Academia Keal das Sciencias de Lis­ dad y galanura desenvuelve el señor boa. Lisboa. Tip. da Academia, 1892. 8.", Pinheiro Chagas. Procura probar que 244 págs. (2) A descoherta da India contada por un la recalada de Pedro Alvarez Cabral al marinheiro. Lisboa, 1891. Brasil fué intencionada, registrando 186 LA ESPAÑA MODERNA indicios por los que se piensa que, á pe­ missao Portugueza (1), destinadas á la sar de las precauciones del Gobierno celebración del Centenario, obra que español, iban clandestinamente bu­ abraza también los estudios de naos ques portugueses á reconocer los mares antes citados, porque separadamente de Occidente. A mi me parece que la se han impreso; obra importante, de es­ vista de las tierras en que había estado tudio y enseñanza, de belleza tipográ­ Vicente Yáñez Pinzón fué de todo pun­ fica , digna por todo del concepto de la to fortuita é impensada, por razones Real Academia de Ciencias de Lisboa, científicas que tengo escritas (1) j por­ que la ha preparado y dirigido, y que que las instrucciones que Alvarez Ca- no es, sin embargo, la única debida á bral recibió las confirman, mientras no la iniciativa del Gobierno portugués, parezca la parte que el Sr. Pinheiro acrecentada con colección de documen- presume que falta en ellas. Apoya asimismo mi juicio la discu­ (1) Centenario do descobrimenío de America. sión abierta en el Instituto Histórico Memorias da Cotnmissao Portugueza. Lisboa, Tip. da Academia Real das Sciencias, 1892, Geográfico del Brasil, por iniciativa fol., con grabados y facsímil. Comprende: del emperador Don Pedro I, discusión A Commissao portuguesa da Hxposicao co­ que yo no conocía y de la que el autor lombina, por Joaquín de Araujo, 19 p. Centenario da discoberta da America, por nos dice que en memorias escritas por Tlieophilo Braga, 19 p. Machado de Oliveira y por Gonsalvez Breve noticia sobre o descobrimenio da Ameri­ Dias se sustentó la casualidad del des­ ca, por A. C. Teixtira de Aragao, 80 p. cubrimiento contra la tesis contraria de Catalogo dos objetos de arte e industria dos indigenas da America que pelas /estas comme- Joaquín Norberto. También la ampara morativas do cuarto Centenario da sua descober- el nuevo estudio sobre los navios de ta a Academia das Sciencias de Lisboa envía a Vasco de Gama por el Sr. Braz d'Oli- Exposigao de Madrid, por A. C. Teixeira de veira. Aragao, 41 p. Estudos sobre navios portugueses nos secu­ El otro punto se refiere á la veraci­ tas XV e XVI, por Henríque Lopes de Mendon- dad de las relaciones ó cartas de Amé- ca, 119 p. Memoria sobre a residencia de Christovam Co- rico Vespuccio; me inclino más á lo que lombo na ilka da Mndeira, por Agostinho de de este florentino sentía el vizconde Ornellas, 11 p. de Santarem. Os navios de Vasco da Qama, por Joao Braz. d' Oliveira, Í8 p. De la opinión del Sr. Pinheiro Cha- O descobrimento do Brasil, por Pedro Alva­ gas , relativa al descubrimiento de las res Cabral. Memoria de A. A. Baldaque da tierras de la Vera-Cruz, Santa Cruz ó Silva, 16 p. Brasil, participan otros dos escritores Carta de el Rey D. Manuel ao Rei Catholico narrando-lhe as viagens portoguezas a India des­ portugueses, Teixeira de Aragao y de 1500 até 1505. Reimpresa sobre o prototj- Baldaque da Silva , según los escritos po romano de 1505, vertida em linguagem e, comprendidos en las Memorias da Q.om-annotada por Próspero Peragallo. Seguem em appendice a Eelacao análoga de Lunardo Cha Maeser e deis documentos de Cantino e Pas- (1) En el libro nombrado Neiulosade Colón. qualigo, 104 p. EESENA CRITICA DEL CENTENAEIO 187 tos del archivo nacional de la Torre do e o propeo, que fica em poder da con­ Tombo con muchas reproducciones en desa, pera se nom poder fazer d ele facsímil, encomendada á una comisión nada, senao o que for servygo de Vosa que presidió D. José Ramos Coelho (1). Alteza; e mais anda me sabendo, por Hay entre las cartas una cuyo con­ vía do almyrante, em que asentaarao tenido nos dio á entender no ha mu­ aqueles cosmógrafos que se aquy ajun- cho el Sr. D. Marcos Jiménez de la Es­ taarao, sobre que Vosa Alteza me c^- pada (2), y que asi por tratar de libro creveo. E quem tem este zelo, e desoja de Colón, desconocido, como por an­ tanto de o servyr, párese que Ihe di­ dar faldas en el negocio de aprovechar­ vera Vosa Alteza de fazer a merse que lo, no descontentará copiada. Dice: Ihe pedja; que asi me salve Deus, que «Senhor. Porque nom sey se seraa soo por quem ela he, sem estoutras dada a Vosa Alteza hua carta mynha, cyrcunstancyas que importao muyto, em que Ih escrevya que me ficavao Ih a ouvera Vosa Alteza de fazer; e ela treladando hum lyvro do almyrante estaa muy desconsolada, por Ih a Vosa das Indias que fezera Dom Cristovao Alteza negar; e nao creo que por ym Colon, seupay, das demarcacoes dos deyxaraa de o servyr. Noso Senhor a mares e térras de Vosa Alteza e os de vida de Vosa Alteza com muyta saude Castela, Ih o torno a escrever agora; e seu estado real guarde e prospere e o lyvro, ja o tenho mandado a Vosa por muytos anos, pera seu sevyco. De Alteza. E, ajuda que aquy lo nom séja Valhadolyd, a vynta cynco de Noven- verdade, como me párese, todavya bro (1554). Beyjo as reaes raaos de devyo (sic) o Vosa Alteza de mandar Vosa Alteza.—Dom Duarte de Almei- ver por cosmógrafos, porque tanbem da.—A El Rey noso Senhor.» os teólogos vem o Alcorao. A condesa Se ha dicho que D. Adriano de Oli- de Lémos m o mandón treladar, e es- veira, literato portugués asimismo, ha torvou que nom se entregase ao Con- dedicado á la Reina Regente un Elogia selho das Indias, que o pedya muy de Cristóbal Colón, escrito en prosa apertadamente ao almyrante, que he y verso, pero no en la lengua de Ca- seu sobrinho e muyto sen amigo de moens, en francés (1). ella. E o lyvro vae concertado por mym (1) Todavía son de citar las obras siguien­ (1) Alguns documentos do ArchiTo na­ tes, presentadas en la sección portuguesa de cional da Torre do Tombo acerca das navega- la Exposición Histórico-Americana, entre coes e conquistas portuguezas, publicados otras varias: por orden do Governo de Sua Majestade Fide- Esmeralda de Situ Orbis, por Duarte Pache­ lissima ao celebrar se a commemoracao qua- co Pereira. Edicao commemorativa da deseo- dicentenaria do descobrimento da America. berta da America por Cliristovam Colombo no Lisboa, Imprensa nacional, MDCCOXCII, seu quarto Centenario, sob a direceao de Ra- íol. 551 p. phael Eduardo de Azevedo Basto. Lisboa, (2) 3Íenudencias historiales. Un libro del 1892. Con facsímiles e diremos. primer Almirante del Océano. A Mulher de Colombo, por Nieolau Floronti- 188 LA E8PANA MODEBNA

La imprenta española ha escaseado ro se cuenta el informe que leyó k la este mes las producciones colombinas, Academia de la Historia el Sr. Altola- y aun las más generales de Centenario; guirre, examinando sucesos oscuros hay, no obstante, algunas de utilidad, de la vida de Colón (1). Expone que como la que se debe á los Sres. D. José debe entenderse fueron catorce meses Sancho Rayón yD.CristóbalPórez Pas­ los tantos años que, según el P. Las tor, extraída de los papeles del fecundí­ Casas, importunó al rey de Portugal simo relator del Consejo de Indias, don con sus pretensiones; que la campaña Antonio de LeónPinelo. Reúne noticias en favor del rey Renato para prender cronológicas de los presidentes, conse­ la galeaza Femandina, á que hacia jeros, fiscales, secretarios, relatores, referencias el Almirante en carta en­ contadores, cronistas, cosmógrafos y viada á los Reyes Católicos por Enero aun alguaciles y porteros, desde 1493 de 149b, no fué cuando se trataba de á 1645, con notas de efemérides y de reponer á aquel principe en el trono decisiones importantes, componiendo de Ñapóles, ó sea el año 1459, en que un librito de consulta indispensable á tenía Colón pocos para confiarle el los que manejen documentos del ar­ mando de un bajel, sino en 1472, al chivo de Indias (1). tiempo que los catalanes sublevados Las hay de resumen (2); algunas, eligieron por conde de Barcelona al ya juzgadas , responden á la demanda mismo Renato de Anjou, fué sitiada la de ios suscritores (3), y en este núme- ciudad y auxiliada por mar con barcos genoveses. Por último, que el 13 de Agosto de 1476, no lejos del Cabo de Do (Autoriio María de Freitas). Lisboa, 1892. Christnvam Colomho, poesía por Mariana Santa María, hubo combate naval entre Belinira de Andrade. las naves portuguesas, apoyadas por las Nova Ahorada. Villa Nova de Famalioao- del corsario francés Callan ó Colón, y Portugal. Homenagem a Christovam Colom- cuatro genovesas, y abiéndose aferrado, bo, no IV centenario da descoberta da Ameri­ ca. Director Sonsa Fernandes. se incendiaron, pereciendo mucha gente Cartas de América Vespucio a Pedro Soderi- y salvando los vecinos de Lagos, testi- ni, feitas por ordem do rei de Portugal. Ool- leccno de noticias para a Historia e Oeographia das nacoes uUram-irinas que viven nos dominios porlug-u^zes. Siete tomos. vo, y Elogio de la misma, por D. Diego Ole- (1) Tablas cronolóyicas de los Reales Conse­ mencín. Madrid, 1892, 8.° jos Supremos y de la Cámara de las Indias Occi­ (1) Llegada de Colón á Portugal.—Informe dentales D. O. C. al Rey nuestro Señor en sus leido en la sesión del 4 de Noviembre de 1892 en Reales Consejos de las Indias, el licenciado la Real Academia de la Historia, y que por Antonio de León Pinelo, relator del Supremo acuerdo unánime de la misma se insertó en su dallas. Madrid, tip. do Manuel Ginés Hernán­ Boletín, por Ángel de Altolaguirre y Davale, dez, 1802, 8.", 55 págs. oficial primero del Cuerpo Administrativo del (2) España.—Impresiones de un viajero his­ ejército, licenciado en derecho civil y canóni­ pano am'ricano en las fiestas colombinas. co, correspondiente de la Academia de la His­ (3) Biblioteca de la mujer. Tomo V. Histo­ toria. Madrid, imp. del Cuerpo Administrati­ ria de Isohel la Católica, por el Barón de Ner- vo, 4.°, 19 págs. KESEÑA CEÍXJCA DEL CENTKNARIO 189 gos del encuentro, ciento cincuenta más entusiasta que la anterior, aun­ náufragos, entre los cuales es de presu­ que lo sea mucho, de la grandiosa figu­ mir estaba Cristóbal. La fecha de la lle­ ra de Colón (1). Lícito me es, asimismo, gada á Portugal, que es dato importan­ encomiarla, disintiendo de los razona­ te, quedaría con esto ratificada, y en tal mientos y apartándome en todo de las caso se acredita la opinión del Sr. Ce­ conclusiones, que se salen del marco sare de LoUís, de que allí tuvo noticia de la historia. de las cartas de Toscanelli, iniciador Al Dr. D. Joaquín Olmedilla debe­ del pensamiento de alcanzar el Levan­ mos una monografía del médico de te por el Poniente. El razonamiento Colón en el segundo viaje, físico y na­ del Sr. Altolaguirre es de tal solidez turalista poco conocido (2). y se funda en datos históricos tan se­ Aún no han llegado las tareas de la guros, que ha de ser muy difícil dispu­ RaccoUa oficial italiana, si bien au­ tarlo. mentan las publicaciones varias de Del Sr. D. José Silverio Jorrín anti­ aquel país (B), y también las de Fran- guo escritor colombino, tenemos una conferencia, amena, erudita, instruc­ (1) Manuel Sanguily. Bl Descubrimiento de tiva como todas sus labores litera­ América. El IV Centenario : Bleraentos menta­ les y sociales que determinan la obra y el carác­ rias (1), y, permitido me es afirmarlo, ter de Cristóbal Colón, conferencia pronuncia­ porque no acepta alguna de mis opi­ da en <(La Caridad» del Cerro la noche ¿«¿30 de- niones ni las de otros que han ocupado Octubre de 1892, en la velada conmemorativa del IV Centenario. Habana. Imp. «La Moder­ lii cátedra del Ateneo. Entre sus curio­ na», 1892, 8.", 57 p. sas noticias las hay de dos obras ame­ (2) Breves consideraciones históricas acerca ricanas que siguen la corriente moder­ del médico español de los siglos XV y XVI doc­ tor Alvarez Chanca, por el Dr. D. Joaquín na de investigación de la verdad con Olmedilla. Oportuno recuerdo dedicado al ilustre desdén de toda afirmación no compro­ médico que acompañó á Colón en su segundo viaje bada con documentos (2). á América en 1493. Madrid, 1992, 4.", 28 p. De D. Manuel Sanguily es otra con­ (3) A Cristoforo Colombo nel quarto Cen­ tenario delta seoperta. dell America. Inno, per ferencia elocuente, erudita también, y Guiseppe Migone, Genova, 1892, 8.°, 16p. Cristoforo Colombo. Carme con note iHustra- (1) «El Descubrimiento de América», con­ tive, perG. B. Cisotti. Venezia. Tip. «Istituto ferencia leída en la Real Sociedad Económica Coletti,1892, 8.", 16 p. de Amigos del País , de la Habana, la noche Cinque salmi in onore di Cristoforo Colombo del 11 de Octjubre de 1892, por su presidente nel IV Centenario della scopería deWAmerica, D. José Silverio Jorrín. Habana. Tip. «La Es­ per Ugo Nomi Yenerosi Pesciolini. Siena. pecial», 1892, 8.°, 27 p. Tip. S. Benardino, 1892, 8.°, 28 p. (2) Christopher Columbus (1436-1503) and Cántica peí IV Centenario delta seoperta delh tJie Discovery of the Nen-World, by Charles America, per Nicola Cieri. Casalbordino. Tip_ Kendall Adams, president of Cornell Uni- de Arcangelis, 1892,16.°, 32 p. versity. New York, Dodd, Mead and Com- Cristoforo Colombo. Orazione delta il 12 Octu­ pany. bre 1892 in Genova nelsalone delpalazio ducale, The Career of Columiws by Charles Elton, per Ant. Emilio Barrili. Genova. Tip. dell* M. V. New York, Cassel publishing Co. 12." Istituto Sordomuti, 1892, 8.°, 20 p. 190 LA ESPAÑA MODERNA

cia (1). La que la sociedad histórica de ron, creía haber tocado en el continen­ Compiegneha dedicado al Congreso in­ te asiático, no lejos de la China. ternacional de Americanistas celebrado Un magnate de aquella corte, el señor en la Rábida, contiene un estudio do­ de Roberval, se brindó á colonizar en cumental del primer virrey francés del la región de Cartier, empresa que el rey Canadá, muy oportuno y de lección alentó con privilegios y concesiones comparativa interesante (2). calcadas sóbrelas de la corona de Casti­ Conocidas en la corte del rey Fran­ lla. Roberval obtuvo título de virrey cisco I las conquistas que iban exten­ del Canadá con facultad de elegir en diendo los españoles por las tierras Francia y tomar á sueldo capitanes, descubiertas en el Oeste, la relación de pilotos, marineros y soldados, con ju­ las expediciones hechas por Cartier con risdicción civil y criminal sobre ellos; dos buques de 60 toneladas y 122 hom­ de fletar barcos y proveerlos; de repar­ bres, habiendo reconocido las costas tir tierras y de hacer tres partes de los de Terrauova, Canadá y rio San Loren­ beneíicios, una para el virrey, otra pa­ zo en los años 1534 á 1436 impresiona­ ra su compañía y la tercera para el ron profundamente, haciendo concebir Estado. Obtuvo además la facultad de esperanzas de tropezar con algún im­ sacar de las prisiones á los criminales perio parecido á los de Motezuma ó de y malhechores sentenciados á muerte, Atahualpa, toda vez que Cartier, lo conmutándoles la pena por los méritos mismo que Colón y los que le siguie- de aquel viaje Jionroso y saludable, en la inteligencia de que si volvieran á Francia sin licencia serían ejecutados (1) Colomh et le IV' Centenaire de la décou- en cualquier lugar en que aprehendidos verte de PAmérique, traduit en francais sur reditioii italienne publiée par MM. Treves fueran. frére. París, 1892, fol., 48 p. con ilustraciones. Vendió Roberval sus tierras, hizo CristopJie Colomb a Barcelona, par Brunet I. empréstitos, y empezó en 1540 los pre­ Brellet, 1892, 8.°, 6 p. parativos de armada y reclutamiento Congrés iníernational des Américanistes. Comple-rendtí de. la hidtiSnie session tenue a Pa­ con lentitud grande por los obtáculos rís en 1890. París, Ernest Leroux, editeur, que á cada paso se le oponían: los due­ 1892, 8.°, 704 p. con láminas. ños de bajeles no se allanaban á faci­ (2) Qiiairieme Centenaire de la découverte de V imérigwe. Of/erl ato Congrés iníernational des litarlos sin garantía de su valor en ca­ Améric'inistes re'ani au convent de la Rábida a so de pérdida; la gente de mar rehuía Voccasion du guatrieme Centenaire de la décou- el embarco sin aceptar los gajes ex­ verte du Nouveau Monde par la Societé histori- traordinarios; de los criminales uno tan que de Compiégne. VInjluence des couvres de Pierre d'Ailly sur (es projets de Cristophe Co­ solo consideró preferible el viaje salu­ lomb, par le Coaite de Marsy.—/««M Franeáis dadle á la horca que le amag-aba, no de la Rocque, seigneur de Rohenal, Vice-Uoi significándose por actividad y calor, du, Canadá, par M. l'Abbé Emile Morel, curé (le Ohevricre:-:, etc. Compiégne, Henry Lefeb- entre tanta gente, más que los acreedo­ vre, ISOií, •:'.", 58 p. y un m-ipa. res, en gestión de su dinero. Transen- BE8ENA CRITICA DEL CENTENARIO 191

rrieron,pues, más de dos años antes de Examinando ahora lo producido con completar el armamento de cinco na­ motivo del Centenario, piensa que la ves, la mayor de cien toneladas, con más completa y la mejor biografía doscientas personas, y en vísperas de del gran Almirante , entre cuantas se partir del puerto de Honfleur se suble­ han escrito, es la de nuestro compa­ varon. triota D. José María Asensio (1). El virrey logró al fin verse en la ra­ ¿Qué impresión hará la noticia en el da de San Juan de Terranova en Junio irascible Mr. Harrisse, que al mismo de 1542, subiendo en el mes sigaiente tiempo casi ha propalado nrii et orli por el rio San Lorenzo; allá empezaron ser evidentemente detestable la histo­ á faltarle los víveres; el frío, los traba­ ria del literato sevillano? No querrá, jos y el escorbuto afligieron á su gen­ sin duda, dar crédito á sus ojos , ni por te; él mismo se vio en la necesidad de el juicio del crítico britano dará un ar­ regresar á Francia en 1544, discutido dite, él, que nunca se equivoca; por­ y arruinado. . que el hecho es que no se trata ya de ¿Se creerá que todo esto consta de uno de estos infelices españoles, á los una manera clara en los archivos de que niega átomo de razón; es hombre Francia? Nada de eso: los documentos de su raza y de su lengua, el que afir­ del reinado de Francisco I no abundan ma y repite en buen ioglés, que no se allí más que los de los Eeyes Católi­ ha escrito nada tan bueno y tan com­ cos entre nosotros; la paciente investi­ pleto como la vida de Colón , de Asen­ gación del abate Morel, no ha logrado sio, para crédito de su patria (2). determinar fechas, contar personas, Sirva de retribución al director de la precisar sucesos: tiene lagunas infran­ Academia de Buenas Letras de Sevilla queables, y, no obstante, es de utili­ el libro de Markham contra la amargu­ dad para estimar lo que eran las explo­ ra que debió producirle el exabrupto raciones americanas en los primeros del americano á quien había colmado tiempos, y para recordarnos un adagio de atenciones. Nadie la verá con más castellano que puede muy bien tradu­ satisfacción que yo, en razón á que cirse á otras lenguas. pública y lealmente he discutido apre­ La inglesa nos obsequia con una vida ciaciones históricas suyas, con las que nueva de Colón, obra compendiosa del no estoy conforme. americanista ClementeU. Markham(l), EQ absoluto, tampoco manifiesta que no ha mucho estudió la correspon­ dencia de la isla Guanahaní con todas (1) The most complet and, on the whole, the best life of the great admiral that has las Lucayas dudosas. yet appeared. Pág. 341. (2) A woi-k which should do credit to liis country, and he has been rewarded with com­ (l) Life of Christopher Columbus by Cle- plete sucess. The Life of Columbus by Asen­ meats R. Markham, O. B. London, George sio is, without doubt, the best and most Philip aud Son, 1892, 8.°, 375 p. con láminas. complete that has yet appeared. pág. 342. 192 LA ESPAÑA MODERNA conformidad el crítico inglés; estima Con esto basta para justificar que, que el Sr, Asensio no está en lo cierto teniendo por el mejor el libro del señor al fijar el nacimiento de Cristóbal Co­ Asensio, tome la esencia para el suyo, lón, y que yerra identificando la isla extractando ó conr" asando cuanto al de antigua con la mo­ Almirante se refiere, y por ende la es­ derna del mismo nombre. Se aparta timación de las personas que le rodea­ asimismo de su criterio, al tratar de los ran; los Pinzones, Fonseca, Bobadilla, amores del pretendiente genovés con Ovando, Buil, Margarit y otros de me­ Beatriz Enríquez, creyendo que no es nos bulto. En la adaptación va tan se­ punto este suficientemente esclarecido, guido , que admite el viaje de Colón á y que debe inclinarse el ánimo á ad­ Lisboa y su presencia al llegar al Tajo mitir la unión legal del Almirante con la Bartolomé Díaz de regreso del Cabo de cordobesa; pero declara que estas lige­ las Tormentas; cae en la tentación de ras discrepancias anuladas hasta cierto copiar la carta atribuida á Fr. Juan punto por los apéndices en que el his­ Pérez, Guardián de la Rábida; en la toriador español da á conocer opinio­ de citar la que escribiera Colón á Tos- nes contrarias á la propia suya, en canelli después del descubrimiento, y nada modifican la apreciación general en la de repetir que falleció el Almi­ de la obra. rante el jueves 20 de Mayo de 1506.

CESÁREO FERNÁNDEZ DURO. CRÓNICA INTERNACIONAL

Tristezas europeas. — Varios aspectos de la cuestión del Panamá. — Cuestión irlandesa en Inglaterra. — Sabiduría del me'todo sajón.—Obstáculos á las reformas y tenacidad de los reformistas. — Esperanzas.—Estado de las cuestiones austríacas. — El Oriente y sus di­ nastías.— Problemas africanos.—Política de lord Rosbery muy atenta de suyo á la esta­ bilidad.—Imposibilidad de la evacuación del Egipto y del avance en Marruecos para In- ^laten-a. — Paz firme.— Oonclusióü.

tristes, muy tristes, los últi­ presagiando los desastres que habían mos sucesos de nuestra Euro­ de sobrevenir á Francia por la desorga­ pa. Comencemos por Francia. nización en todos los grandes factores T La comisión de informaciones de aquella política, y por el desencan­ parlamentarias, que no sabe aún dón­ to del público, á quien le habían hecho de llegan sus facultades; el ministro creer un grandísimo empleo de sus de Justicia, emperrado en prender á ahorros en el Panamá, y tropieza con todos cuantos le pasan por el cacumen; que mil quinientos millones de su for­ un juez instructor, más próximo de tuna se han desvanecido, y, entre lüs esbirros que de los magistrados; la tanto, como se las prometían felices, clase gobernante y directora herida no hay uno capaz de decirle adonde ha por las maniobras de los radicales, con ido la evaporación de su oro sólido y quienes de antiguo viviera en estre­ brillante. Repetir las novelas contadas cha inteligencia; hombres tan impor­ por unos y creídas por otros, sería ver tantes como Eouvier y La Roche, cu­ dadera obra de romanos por lo compli­ ya sabiduría y destreza llevaran el cada y por lo difícil. Aquí han des­ peso de los tratados mercantiles y del enterrado un cadáver y arrancádole ministerio de Hacienda siempre, so­ las entrañas, con el fin de preguntar metidos á tan grave cosa como la de­ á la muerte secretos por ella nunca re­ manda de autorización para procesar­ velados, los cuales habrán de ser mal los; Floquet acusado de haber entre colegidos del substratum químico que los diarios distribuido quinientos mil dejen las visceras del barón Reinach, francos con pretextos de dispendios enterrado hace ya cerca de dos meses. para la publicidad; Clemenceau con­ Allí han deducido de las iniciales colo­ feso y convicto de haber tenido por cadas en unos talones de caja, más ó comanditario en su periódico á Hertz, menos auténticas, la corrupción y el UQO de esos cosmopolitas, francés, ale­ cohecho. Por todas partes se han visto mán, yankee al mismo tiempo, que latrocinios organizados desde lo alto, hacen astillas de todos ios palos y jue­ y dirigidos á quedarse con el capital gan á la bolsa con todos los princi­ francés, arruinando y destruyendo pios; Freycinet departiendo con An- aquel riquísimo pueblo. drieux, quien hace tiempo se las tiene Así no hay entre los franceses nin­ juradas á cuantos ministran por no guno que deje de interrogar á la esfin­ haber llegado él á ministro jamás; el ge de los secretos de Estado en demanda Gobierno desorganizadisimo y sin ac­ y requerimiendo de que les descifre ción; los fondos en baja de seis ente­ los enigmas guardados en los senos ros ; el desorden y la inquietud en alza, profundísimos del oscuro y silencioso muestran cuan en lo cierto estaba yo porvenir. La sustitución de lo presente 194 LA ESPAÑA MODERNA priva en todos los espíritus, y nadie gativos , britanos á la justicia resisten­ pregunta otra cosa sino el nombre de tes , exaltados católicos, exageradísi­ aquel que deberá recoger la herencia. mos celtas componen contra el progreso- Yo no creo en una restauración mo­ nube tan espesa y tonante, que ame­ nárquica, por absurda, ni en una vic­ drentaría de seguro al más esforzado, toria del socialismo, por imposible. si no estuviera de antiguo todo esfuerzo- Paréceme cosa más fácil una reacción medido y moderado por una tradicio­ muy conservadora que no rebase allen­ nal prudencia en el trabajo continuo, de la República. Si hubieran empezado conseguida y afirmada por una robus­ por esto les franceses, no tendrían tez antigua de todas las instituciones para qué ni por qué volver á ello ahora políticas. Por ejemplo: hace pocos en guisa de retroceso. Una forma de días, uno, entre tantos innumerable» gobierno, muy cercana del régimen dinamiteros como abundan por las ciu­ á quien sucede y reemplaza, se des­ dades europeas, lanzó al palacio del arrolla gradual y lógicamente por un gran protector de Irlanda, del escritor modo evolutivo hacia el progreso, y Morley, una bomba en Berlín, induda­ no se halla sujeta de modo alguno á blemente para que á las amenazas re­ los decaimientos y á los retrocesos na­ volucionarias el terror reaccionario turales en régimen de un avance de­ surgiera y trajese un gravísimo de­ masiado y de una demasiada violencia. trimento al desarrollo de la libertad Esta República radicalesca y semiso- irlandesa y al triunfo de los principios cialista no puede hallar su reemplazo progresivos. Hablábase ya del asalto sino en una República gubernamental de los fenianos á la situación política y conservadora. El bonapartismo, el y del espíritu revolucionario diluido en orleanismo, el radicalismo y el socia­ su tonante atmósfera. Mas ha llegado lismo están por el cielo condenados aun el maduro sentido inglés á medir igual marro. cuánto le dañaría retroceder, y ha re­ El ejemplo de la tenacidad en los suelto responder á las violencias y á propósitos, de la sabia lentitud en los las amenazas con el inmediato depósito procedimientos, del mirar certero en en la Cámara del anhelado proyecto de las investigaciones, de la verdad toda­ reforma. Para determinarlo en el silen­ vía velada por lo porvenir, del método cio reconcentrado y ofrecerlo después evolutivo y graduado por una serie al debate público, se ha Gladstone re­ lógica y continua, lo presenta y ofrece cluido en Biarritz, donde á la vista Inglaterra, donde hace ya lustros ca­ del mar inmenso y al recogimiento en minan hacia la emancipación de Irlan­ la profunda soledad, habrá escrito el da , sin desmayos, decaimientos ni futuro código de los emancipados celtas. retrogradaciones, que serian seguras Y sucediendo esto en Inglaterra, de haber llegado con precipitaciones Germania se agita, resistiendo con su­ irreflexivas fuera de sazón á un tér­ premas resistencias á la nueva ley mi­ mino exagerado y violento. Irlanda, litar, mientras pasa por otra de sus bajo este ministerio liberal, adelantará innumerables crisis la perturbada é un grado, y dará en su emancipación infeliz región austriaca. Aquí los anti­ un grandísimo avance, pero sin sacu­ semitas empeñados en discordias pro­ dimientos que la perturben y quebran­ pias de la Edad Media, los chequea ten ó hayan de ponerla en zozobra. allí jurando eternos odios á los alema­ Con muchos inconvenientes habrá de nes, en otra parte los transylvanos, y combatir el redentor, con muchísimos, en todas la rivalidad y porfía de tanta pero todos quedarán superados por el tribu enemiga y diversa llevan los sabio tacto político que distingue y asuntos austríacos á extremos, en los enaltece á Inglaterra. Parnellistas ven­ cuales el Imperio se resquebraja sin CRÓNICA INTERNACIONAI. 195 destruirse nunca, pero siempre des­ crisis, que pudieran influir en el con­ componiéndose y enfermando. No le cierto diplomático de las potencias eu­ faltaba más que unir á las violentas ropeas y en el progreso pacífico del pasiones religiosas, suscitadas por el planeta todo. Cuando se gobierna, co­ anti-semitismo, una guerra civil en mo con el tridente de Neptuno, los Hungria entre los católicos j los libe­ mares, y la sombra del pabellón pro­ rales con motivo del registro y del pio se dilata desde las puertas del Me­ matrimonio civil para que cayeran so­ diterráneo hasta el Norte de América, bre su frente las plagas todas que pasando por las ludias y por Australia pueden adolorar y afligir á un pue­ y por Jamaica, parece que no debían blo moderno, apenas emancipado de encontrarse dentro del propio Estado é las instituciones antiguas. No, no; no Imperio dificultades invencibles y en­ hay paz moral en Oriente. Las difl- marañamientos varios de una bien di­ cultades que ofrece la sobreposición fícil solución y salida. Sin embargo, á un pueblo como el búlgaro de una Inglaterra no tiene que mirar tan sólo dinastía, por completo ajena del dog­ á sus dominios diseminados en el glo­ ma y del temperamento suyo, como bo ; tiene que mirar á su propio terri­ la dinastía Coburgo-Orleans, se pa­ torio, muy agitado y estremecido al tentizan ea las grandes agitaciones que contacto candente de la cuestión irlan­ allí reinan por la reforma constitucio­ desa. Por estas agitaciones, ya cróni­ nal, la cual se dirige á poner sobre un cas, cuya intensidad no impide la fre­ pueblo cismático un jefe apostólico ro­ cuencia, necesita divertir un poco su mano contra viento y marea. Pues si ánimo del dominio lejano y concen­ la religión de los príncipes ofrece tales trarlo en la verde isla indispensable á inconvenientes no quiero decir los que su existencia histórica. Y siempre que ofrecerán sus respectivos matrimonios. surjan en este período crítico de su Ahora vuelve á contarse, con motivo existencia interior algunas dificulta­ de la boda del príncipe de Rumania des, habrá de combatirlas y de conju­ con una hija del duque de Edimburgo, rarlas, para que no compliquen más y cómo aquél se había enamorado de la más la interna enfermedad crónica, favorita de Carmen Silva, su cufiada cuyas agravaciones la traen á mal y su reina, favorita inspirada y poéti­ traer y la colocan, maguer su poderío ca también como su ama y señora, y su grandeza, en bien dificultosos quien deseaba legarle, no solamente su trances. Así, no creo que se lance hoy corona de laurel, sino su corona de al abandono de Egipto en el Oriente y oro, enlazándola con el heredero de á la invasión de Tánger en el Occi­ esta líltima, sobrecogido por un ver­ dente africano, falta de la fuerza pro- dadero y exaltadísimo amor. Imagi­ viniente del entero dominio de sí mis­ naos qué felicidad podrá prometerse la ma, que permite la disf)osición del novia impuesta por el Estado, cuando ánimo y del espíritu propio para una sabe la historia de aquella otra que á grandísima empresa, como lo habrían su marido le impuso el corazón. ¿\ní de ser las empresas africanas circuidas lacrymcR rerum. de múltiples y altos escollos en que Las cuestiones más graves del mes podrían estrellarse naves de tanta ra- líltimo son las cuestiones referentes al sistencia como la nave del gran Esta­ África. En los dos extremos de tal do británico. Así, en mi sentir, el há­ continente, así en el gaditano estre­ bil estadista encargado de los Negocios cho como en el egipcio Nilo, el protec­ Extranjeros en Londres, representa la torado directo de Inglaterra sobre un estabilidad internacional. No hará nin­ tal extremo y el protectorado indirec­ gún esfuerzo por las grandes aspira­ to sobre el otro pasan por gravísima ciones nacionales vivas hoy en los 196 LA ESPAÑA MODEBNA pueblos; no pretenderá extender el te­ beldes al poder y al nombre de Ingla­ rritorio griego hasta Macedonia; reca­ terra, que necesitan ser afirmados por bar el gobierno autonómico para los un alarde nuevo del poderío británico esclavones de Bohemia j los rumanos y una prórroga indefinida de la mili­ de Hungría; devolver á los franceses tar ocupación. Pero estas concesiones Alsacia y Lorena; distribuir entre ita­ á la estabilidad en el Oriente africano lianos , griegos, españoles, Malta, contradicen y refrenan todo conato de Chipre, Gibraltar; emprender ninguna innovación en el Occidente. Lord Ros- de aquellas obras románticas muy en bery mantendrá las cosas políticas tal crédito cuando Goethe, Chateaubriand como están hoy en todo el planeta sin y Byron ponían en manos de la Euro­ alteraciones de ningún género. Y por pa cristiana el brulote que debía in­ consecuencia mantendrá el estado en cendiar la escuadra turca en Navarino que Tánger se halla , sean cuales­ y traer la independencia helénica: quiera las dificultades con que tropiece mantendrá el fiel de la balanza inmó­ y los desaires y los desacatos que le vil entre los pactos de las potencias infieran. Corrimos grave daño al acer­ hostilmente agrupadas en sendas alian­ carse las últimas elecciones inglesas. zas, y no propenderá ni en favor de la Temerosos entonces de una derrota triple alianza compuesta por las tres los conservadores, creyeron en su monarquías centrales, ni en favor de experiencia y sabiduría conjurarla, di • la dupla formada entre la República virtiendo el espíritu inglés de la cues­ francesa y el Imperio ruso. Así, por tión irlandesa y llamándolo con re­ tal estado de ánimo en los ingleses, no petidos reclamos al engrandecimientíi creo que se arresten ahora ni al retro­ exterior. Y para el engrandecimienti) ceso en la ocupación del territorio exterior inglés, nada tan propio com') egipcio, ni al avance inmediato en la la indispensable para ellos, adquisi­ ocupación del territorio marroquí. ción de Tánger, con la cual podrían Para cohonestar esta parsimonia con extender una cadena entre los cabo^ el cumplimiento de promesas, mil ve­ del Estrecho y acaparar las celestes ces dadas y constitutivas de grandes aguas de la civilización y del arte, por obligaciones, tiene dos cosas Inglate­ donde corren la mayor electricidad de rra : el fastasma de los mahdíes ame­ ideas y la mejor suma de productos nazando siempre así el Nilo alto como que hay en el planeta. Divididos los en el Mar Rojo y la resistencia de los liberales y los conservadores ingleses, soldanes al consejo y al influjo britá­ poique atienden más estos al engran­ nico. Uno y otro pretexto se han agra­ decimiento exterior y aquellos á la vado ahora. El desierto, que tan fe­ mejora interior, no es mucho si Salis- cundo se muestra en profecías y en bury, jefe de los conservadores , se fijó profetas, aborta nuevos mahdíes dis­ en Tánger, para que le sirviera de puestos á la guerra sauta, con su señuelo en su caza incansable de los Koran en una mano y en la otra su votos británicos. Así mandó á Tánger rifle, caballeros sobre los potros líbi­ al célebre Smith, residente allá en el cos, que vuelan con alas de viento, costado austral de África, en Zanzí­ por ende idóneos á la demostración de bar , donde había con sus buenas ma­ que aun se necesita la próvida tutela ñas deshancado la tutela germánica so­ de los ingleses sobre la desembocadu­ bre un débil Sultán; y engrandecido así ra del Nilo; y los soldanes desde sus el poder inglés le mandó á Tánger, con harenes del Cairo, en grado tal resisten encargo de preparar vías varias al co­ á la influencia y al consejo de sus mercio y al influjo de su Estado en Ma­ protectores, que ahora, hoy, son osa­ rruecos , que debería ser, en concepto dos al nombramiento de ministros, re­ de los torys, un occidental Egipto, des- CRÓNICA INTERNACIONAL 197 tinado á garantizarles el estrecho de vo allí como protesta y amenaza cuan­ Gades, como les asegura el oriental to durara el gobierno conservador in­ y genuino por su parte á la virtud glés. Pero, así que subió el partido y á la eficacia del protectorado in­ liberal, merced á las últimas eleccio­ glés las aguas de Suez. Pero Smith nes determinantes del triunfo de Glad- no habíaíContado con la huéspeda, stone, su primer acto fué retirar á no había 'contado con la raza marro­ Smith de África y llevárselo á Lon­ quí, de un vigor y de una tenacidad dres. No conozco victoria mayor para excepcionales entre las razas muslími­ todos cuantos mantienen la estabili­ cas. Comenzó por darse una grande im­ dad marroquí en Europa. Tras tal vic­ portancia, como si estos aparatos y toria no había que hacer sino quedar faustos europeos pudiesen deslumhrar á en las posiciones conquistadas y tomar pueblos tan absortos en su pensamien­ posesión del campo con tantas dificul­ to y ensimismados cual estos pueblos tades conseguido. Pero los franceses de árabe y berberisca sangre, manteni­ cometieron un error inexplicable. Le­ dos en sus tradiciones seculares por jos de aprovechar la veataja, perdié­ una ortodoxia constante, á la cual ronla enviando un embajador á Fez parécele cosa de poco más ó menos con más ruido que nueces y más deseo todas las grandezas humanas, dimi­ de aparato que de provecho. Nada tra­ nutas y haladles, cuando se las com­ jo en realidad el embajador, sino co­ para con el Dios encerrado en los sas tan haladles como la triste autori­ profundísimos senos de su alma. La I zación de imponer una derrama sobre procesión formada y compuesta por los extranjeros para mejorar á Tánger: ia comitiva del buen embajador, la victoria, en la cual sólo resaltaba la pompa que le acompañaba, el esplen­ torpeza del diplomático europeo y la dor y brillo circundantes, la petulan­ magistral superioridad de la diploma­ cia en las exigencias, el imperio en cia marroquí. Dadas todas estas faltas los ademanes, la pueril arrogancia, no tenía más remedio que sublevarse la el empeño de tratar com.o inferior á opinión británica, y dadas estas suble­ quién se cree sólo un aliado de la Reina vaciones de la opinión, el Gobierno por Victoria y no un protegido, el afán por su parte no tenía más remedio que man­ humillar á los mismos que de él bajo su dar un enviado á Tánger. Pues bien, de aparente indiferencia se burlaban y cosa tan por extremo natural y senci­ reían, tantos y tantos yerros le traje­ lla , se ha querido sacar un extraordi­ ron tal género de aventuras que pa­ nario partido para sonar la trompa recía su embajada una novela morisca épica y augurarnos una inminente de las trazadas por nuestros escritores catástrofe. Ya hubo quién aprestó es­ del siglo decimosexto y con especia­ cuadra y consignó ejércitos en de­ lidad por el colosal Cervantes. Pero lo manda y requerimiento de una cru­ cierto es que tales idas y venidas no zada sobre África, Pero no conozco condujeron á cosa ninguna y que alarma con menos fundamento. El en­ Smith se volvió de Tez á Tánger de­ viado trae un ramo de oliva, puesto sairado por el Sultán y herido en su que contribuyó al arreglo de una cues­ renombre diplomático. Pero burlas y tión como los límites del Afghanistán, desaires le impelían más y más á una manzana de discordia entre Rusia é representación, peligrosa para los otros Inglaterra. Por eso creo que quiere pueblos europeos y especialmente para inteligencia con España, y no creo ser nosotros, á la representación del poderío optimista si aseguro que no hay peli­ británico en los dos lados del Estrecho. gro del lado de Marruecos. La paz estk Desairado y todo, el temerario estu­ segura. EMILIO CASTELAR. IMPRESIONES LITERARIAS

orrilla ha muerto! Cuanto gran verdad, la verdad del ideal, en Madrid contiene de ilustre pugna muchas veces con la verdad i en la política, en el foro, en de los hechos. Zorrilla, en efecto, Z•^ las armas y en las letras, ha ha sabido interpretar como ningún formado el cortejo del poeta insigne. otro poeta el carácter nacional ó ¡Justo tributo al hombre que fué en más bien el ideal de este carácter, vida regocijo délas musas, cantor i Siempre fueron los españoles reli- inspirado de nuestras glorias y tro­ ' giosos hasta el fanatismo, supersti­ vador último déla poesía castellana! ciosos, admiradores del valor, pren­ Pocos poetas más fecundos que el dados de la galantería y rebeldes á poeta que acaba de morir. Por millo­ la ley humana y á la justicia que nes se cuentan los versos que salieron pudiéramos llamar histórica. No hay de su inagotable pluma en el medio más que hojear las Cantigas de Al­ siglo transcurrido desde su célebre fonso el Sabio, el Romancero, nues­ composición ante el cadáver de La­ tras comedias y novelas del siglo de rra, hasta las últimas estrofas suyas oro, para contrastar con numero­ publicadas pocos días ha en uno de sos ejemplos la verdad de lo que los diarios de mayor circulación. En acabo de decir. En una de las can­ toda esta larguísima labor, no in­ ciones que aquel monarca dirigió á terrumpida durante cincuenta y seis la Virgen se cuenta cómo una vez años, mantúvose Zorrilla flel siem­ la Reina del cielo sostuvo con sus pre á los ideales á que consagró los divinas manos á un ahorcado, li­ primeros sones de su lira. La reli­ brándole así de la muerte; en otra, gión, elvalor, la patria, fueron siem- la excelsa Señora toma la forma cor­ preelobjetodesupoesia. No hay que poral de una monja que huye del buscar en ella la historia tal y como convento, sustituyéndola hasta que fué, sino tal y como la tradición nos la vuelve al claustro arrepentida de ha conservado en cuentos y conse­ I sus culpas. Los héroes del lioman- jos. Tomando de ellos sus materia­ \cero, Bernardo del Carpió, Rodrigo les reedificó el poeta las ruinas del I Díaz de Vivar, los reyes t>. Sancho pasado; en la cantera de lo legenda­ i el Fuerte y D. Pedro el Cruel, se rio labró sus hermosas creaciones, y parecen como una gota de agua á con tal vigor y fuerza, que los héroes otra gota de agua á los caballeros que canta, las costumbres que des­ y monarcas evocados por la musa cribe, los hechos que narra son ante del vate castellano. En La Devoción la fantasía popular más verídicos \de la Cruz, en El San Franco de que todo cuanto la ciencia histórica I Sena, en La Exaltación de la Cruz, ha intentado reconstruir después de j en El convidado de Piedra, en El prolijas investigaciones. Pero aun­ ' condenado por desconfiado y en otros que lo que constituye la trama, cien dramas, cuyos nombres sería la acción y los personajes de sus can­ i fácil tarea repetir, descúbrense las tos , lej-endas y comedias es soñado mismas cualidades (subsistentes en y quimérico, íate en todo ello una i lo esencial en los romances mismos IMPEESI0NE8 LITEEARIAS 199 de guapeza y desafueros) que cons­ repetidos hasta por las personas de tituyen los rasgos característicos de menor cultura literaria. Zorrilla la musa de Zorrilla. mismo reflere que vio representar El autor de Margarita la Torne­ su Don Juan Tenorio una vez por ra supo condensar en sus leyendas, los negros de un ingenio cubano y j en general en sus composiciones, otra por los indios medio salvajes esos elementos esparcidos por toda de una ranchería mejicana. nuestra literatura. ¿Qué importan En ningún poeta es tan visible •los anacronismos, las equivocacio­ como en el autor de Granada la in­ nes en el color local y aun el fal­ fluencia del ambiente patrio. La se­ seamiento de algunos personajes veridad de su padre, magistrado á históricos, si á pesar de tales erro­ la antigua usanza, sus primeras res logró el poeta dar vida , mate­ lecturas, sus recreos en el Semina­ rializar , por decirlo así, el espíri­ rio de Nobles, donde Zorrilla se tu del pueblo español? distinguía representando papeles de Por esta razón ha sido aclamado comedias antiguas, las leyendas, Zorrilla el poeta nacional por ex­ tradiciones y monumentos de Va- celencia. Otros sienten ó han sen­ lladolid, presentes de continuo al tido más hondo que él, han pensa­ espíritu del cantor, en aquella edad do con mayor madurez, han com­ en que el alma es como blanda cera, puesto versos más primorosos ó dispuesta á recibir las impresiones atildados; pero ninguno ha acerta­ del mundo exterior, fueron otros do á hablar el lenguaje de las mu­ tantos importantes factores que, chedumbres, ni expresado como él, unidos al genio soñador y fantásti­ los sentimientos de su pueblo, ni; co del poeta, determinaron el carác­ encontrado esa fórmula poética que ter esencial de su poesía. Castilla, es igualmente entendida por el hu­ del mismo modo que conserva con milde y el poderoso, por el sabio y más pureza que ninguna otra re­ el ignorante, por el adolescente y gión de la Península el habla her­ el anciano. Y es que la poesía, que mosa que por antonomasia se llamó en otro tiempo fué erudita y popu­ castellana, de tal modo que los hu­ lar, hoy es sólo erudita. Ni Quin­ mildes habitantes de aldeas y case­ tana, ni Pastor Díaz, ni Tassara, ríos emplean aún en sus conversa­ ni Querol, ni Núñez de Arce, ni ciones giros y palabras idénticos á Campoamor, han bajado al pueblo: las empleadas por Santa Teresa; así sus poemas son deleite de los en­ también guarda todavía costum­ tendimientos cultivados, tienen un bres, fiestas y tradiciones iguales á público selecto, pero de ellos puede las que de las épocas pasadas nos decirse lo que de ciertos cantares refiere la historia. Todo es allí cas­ dijo Aguilera: tizo: el traje délos habitantes, su piedad, sus hábitos, su supersti­ Un cantar bajó al pueblo, ción, su idioma. Parece que para no era mal mozo; pero el pueblo le dijo: esta comarca no ha pasado el tiem­ «No te conozco». po. Uñase á todo ello el haber sido A las obras admirables de esos Castilla el teatro de los hechos más 'Doetas tampoco las conoce el pue­ importantes de la vida nacional en el blo. En cambio los versos de Zorri- período de su formación, los monu­ ,.la están en todos los labios y son mentos que todavía subsisten levan- 200 LA ESPAÑA MODERNA tados por los hombres del pasado, de espadas, dueñas, escuderos, pa­ la organización de sus municipios, jes, hombres de armas...: todo esto, sus fiestas , sus bailes, que conser­ como evocado por la imaginación van todavía reminiscencias de las del artista, forma la trama de sus danzas guerreras, las viejas histo­ inimitables leyendas. Aún hoy, en rias trasmitidas de generación en que han caído en el panteón del ol­ generación..., y cuando todo esto se vido desdeñoso todos estos recuer­ haya considerado, tendráse idea de dos del pasado, y en que hasta el cuan grande influencia debió ejer­ adjetivo gótico ha llegado á signifi­ cer talconjunto en un alma poética car algo extravagante y ridículo, que, como todas las que poseen esta aún hoy, digo, es imposible leer los divina cualidad, tenía la virtud de versos "del vate castellano sin sentir recoger y fundir en el crisol de su que se despiertan en nosotros las inspiración, cuantos elementos dis­ vagas sombras de reminiscencias, persos existen en el ambiente social. románticas. Imaginémonos á Zorrilla en sus Con legítimo orgullo exclamaba- prÍBieros años en la casa de su pa­ Zorrilla en los últimos años de su dre, cuyo severo gesto acaso tenga gloriosa vida: « ¡ Yo también soy su retrato en el recto magistrado de poeta...; he escrito la leyenda de A buen juez mejor testigo; conside­ Margarita la tornera!... Es ésta una rémosle viendo de continuo golillas de las composiciones más hermosas y ministriles, ó vagando henchida de nuestro autor y la primera en su el alma de sueños por las tortuosas género. De una antigua tradicióa calles de Valladolid y las orillas del alemana—si no recuerdo mal—con­ Pisuerga, ó contemplando la plaza servada también en la cantiga LV y del Ochavo en cuyo centro se alzó referida por Avellaneda en su Qui- el cadalso de D. Alvaro de Luna, ó \jote, tomó el asunto de su poética la portada magnífica de San Pablo, leyenda. ¡Cuan hermosamente está ó los pardos y viejos muros de la pintado el candor, la piedad y la Antigua, ó las ruinas de los alcáza­ pasión de aquella pobre monja se­ res vallisoletanos, ó las tapias de sus ducida inicuamente por un galán tan conventos, ó las severas fachadas valeroso como perverso y descreído! de los antiguos caserones. ¡Cuan En Margarita la tornera se dibujan elocuentemente deberían hablar á ya los contornos delicados de doña su juvenil imaginación aquellas re­ Inés de Ulloa, religiosa también, liquias délas pasadas edades! Sus pri­ también enamorada y victima como meras poesías reflejan como un espe­ Margarita de fementido galantea­ jo estas primeras impresiones de su dor, así corno en éste se descubre espíritu: formidables castillos de­ la castiza catadura del burlador de fendidos por valerosos caballeros; Sevilla. Aquel claustro que en no­ claustros solitarios alumbrados por che medrosa recorre la tornera para lámparas mortecinas; Vírgenes y arrojarse en brazos de su amante; Cristos milagrosos; endechas lasti­ aquel altar de la Virgen; aquellas meras de melancólicas cautivas; diá­ flores depositadas á los pies de la logos de amor al través de góticos imagen; aquella ternísima despe­ enrejados; besos furtivos; doblar de dida... y luego el regreso al santo campanas en lo alto de las caladas asilo y el milagro hecho por la Ma­ torres; galopar de corceles; ruido dre de Dios para ocultar la ausencia IMPÜESIONES LITERARIAS 201

de su sierva extraviada, componen pañol. Por regla general, nuestros cuadro tan perfecto, tan tierna y buenos escritores antiguos son más delicada narración, que nada hay enérgicos que tiernos; sus sollozos en el género legendario que lo aven­ pocas veces sinceros (no siendo por taje, ni siquiera que con ella com­ causa de amor, porque en estonues-^ pita. Para encontrar algo parecido, tros poetas de otro tiempo no tienen es menester buscarlo en las demás nada que envidiar á los modernos) > composiciones del poeta, por ejem­ el escepticismo doloroso, la duda y plo , en la titulada A buen juez me­ todos los desgarradores acentos de jor testigo, cuyos dos romances, el los vates de este siglo, son cosa nue­ del tribunal y el último, no son in- va en nuestra poesía, más influida,, feí'iores á los más perfectos del Ro- como toda la literatura, de lo que mancero. Gala también de la poesía sería de desear por las literaturas nacional y abundantes en primores extranjeras. y bellezas, aunque inferiores á las El mismo carácter viril y enér­ dos citadas composiciones, son las gico ofrecen las poesías propiamen­ que llevan por títulos La pasiona­ te líricas y los poemas que escribió ria, msjiirada en un cuento de Hoff- Zorrilla en el primer período de PU mann, Para verdades el tiew.po y vida artística, tan brillante como fe­ para justicias Dios, La princesa cundo. En vano pretende ser sen-^ doña Luz, Historia de un español y tencioso; sus sentencias son casi dos franceses, El capitán Moníoya, siempre vulgaridades: tampoco lo­ Justicias del Rey Don Pedro, Las gra mover el sentimiento más que pildoras de Salomón, El talismán, en muy contadas ocasiones, por El Montero de Espinosa, La Azuce­ ejemplo, en la tierna poesía titula­ na silvestre y otras varias. En estas da Al pie de la cruz. Carece, casi obras se señalan con perfecta evi­ siempre, del don de lágrimas; pero dencia las principales dotes del ca­ en cambio, acierta cuando, dejan- ' rácter poético de Zorrilla , su rica dose arrebatar por sus arranques imaginación, muy superior á su enérgicos y por su fantasía exube­ sensibilidad, su vigor más bien que rante , describe, narra ó ensalza. su delicadeza, y, sobre todo, su ¿Quién no se ha sentido conmo­ dilettatitismo religioso y su brillan­ vido de entusiasmo al contemplar te amor á la patria. En sus versos no los tesoros de belleza que contie­ hay trascendentalismo, ni filosofía, ne su poema Granada, al leer los ni afeminadas lamentaciones. No es cuartetos de Gloria y orgullo, ó la su musa plañidera deidad sollozante pintura de Adán y Eva en la pa­ y lacrimosa, no es la escéptica ana­ ráfrasis del Dies irce, ó la enume- lizadora de las fibras del corazón; meración de los beneficios de la paz es la matrona viril, armada como y de los horrores de la guerra en Palas, y más dispuesta á embrazar La oliva y el laurel? Aun en la a el escudo y blandir la lanza que á composiciones de menos valor (ha­ mesarse, mal ceñida, los destrenza­ blo siempre de la primera época del dos cabellos y á lanzar voces de do­ poeta) se encuentran á menudo ras­ lor y cantos de gemido. En esto como gos hermosísimos, que son como ra­ en las demás fases de su tempera­ yos de luz que se abren paso al tr.i-- mento poético. Zorrilla se nos mues­ vés del enrejado de sus más vulga­ tra como poeta eminentemente es­ res versos. 202 LA ESPAÑA MODERNA

Las mismas cualidades y defec­ mero de las creaciones del genio: tos échanse de ver en sus composi­ don Juan y doña Inés. El drama Don ciones dramáticas, las cuales, á ex­ Juan Tenorio es como la síntesis y cepción de algunas comedias como resumen de todo lo producido por el Más vale callar, Ganar perdiendo autor. Allí la valentía, la arrogan­ j alguna otra, imitaciones de las de cia, el desorden, el desprecio á las capa y espada, y prescindiendo tam­ leyes, representado todo ello por el bién de algunos dramas disparata­ pendenciero burlador; allí la piedad dos y absurdos, como Vivir loco mística, el amor sublime, el soñador y morir más, son ampliaciones de espíritu de la mujer española; allí sus leyendas ó más bien adapta­ rondas acuchilladas, enmascarados, ciones de ellas á las exigencias del diálogos al través de las rejas, esce­ teatro. Las dos partes de El zapa­ nas de amor en la margen de poé­ tero y el rey, Sancho García, El tico río, claustros escalados , desa­ eco del torrente, El puñal del godo fíos, estocadas, panteones bañados y el mismo Don Juan Tenorio, no por la luz de la luna , muertos que vienen á ser otra cosa, en último I salen de sus turabas, cenas exóticas, e vtremo, más que leyendas dramá­ doblar de campanas, espectros y ticas, en las que el autor usa y sudarios; allí versos enérgicos, abusa á veces de los mismos proce­ apostrofes hiperbólicos, endechas dimientos de sus narraciones. En empapadas en mieles y relatos de Don Juan Tenorio hasta parlamen­ peligrosas aventuras; allí grandes tos enteros hay de Margarita la Tor­ defectos al lado de deslumbrantes nera, como en El eco del torrente I bellezas; en una palabra, allí las estrofas tomadas de la Historia de \ múltiples fases del genio de Zorrilla. un español y dos franceses. La pri­ I Aunque se destruyesen todas sus mera parte de El zapatero y el rey ;obras, como Don Juan se salvase está colocada en la leyenda Justicias de la destrucción, nada faltaría á la del Rey Don Pedro, y el asunto de crítica para poder trazar con mano Sancho García es el mismo que el segura la fisonomía literaria del de la narración titulada El montero gran poeta. de Espinosa. En estas obras legen­ Pero no es sólo el alma de Zorri­ darias logró el poeta ruidosos triun­ lla lo que alienta en su fantástico y fos , como que en ellas late lo que popular drama; es además el ideal constituye el mérito principal de su del pueblo español. El autor del Dopt estro poético, lo que pudiéramos Juan ha sido, por querer del cie­ llamar su españolismo. Esta mis­ lo, la voz inspirada de nuestra raza. ma cualidad es la que avalora el En el alma del artista se jun­ drama más famoso de Zorrilla. To­ taron todos los átomos dispersos das sus leyendas y dramas ¡pare­ del pensamiento y sentimiento na­ cen tentativas hechas,por la mano cionales. Zorrilla no hizo más que del trovador español para encon­ exteriorizar aquello que dentro de trar la verdadera y total encarna­ su mente llevaba, aquello que se ción de su poesía: son bocetos en los había condensado en su cerebro por cuales se vislumbran los rasgos más no sé qué ley de afinidad misterio­ ó menos borrosos de las dos figu­ sa. Cuando el pueblo contempló la ras inmortales con que el poeta que obra del poeta, en la cual entró por acaba de morir ha aumentado el nú­ mucho, como en todas las grandes IMPRESIONES LITERARIAS 203 obras, lo inconsciente, vio, si no su éstos que no sé si llamar lunares propio retrato, el retrato de su ideal. sería cosa de escasísima dificultad, De aqui su predilección por el Don tratándose del menos cuidadoso de Juan Tenorio; de aqui también lo nuestros poetas, el cual como su exacto de la afirmación que hace don héroe jamás se para en barras, y lo Isidoro Fernández Flórez en su her­ mismo atropella la verdad históri­ moso estudio sobre Zorrilla. «El día ca y las leyes literarias que el atre­ -en que anunciándose Z)o?iJwa?i Teno­ vido sevillano las leyes humanas rio estén vacies los teatros, España y divinas. Mas á pesar de estos de­ habrá llegado á su completa civili­ fectos en los cuales se han cebado zación, pero no será España.» más de una vez los críticos , entre Como más perfecto en su plan, otros el mordaz Villergas, que ha­ mejor estudiados sus caracteres, más blando del autor de Margarita la lógico en su desarrollo y con más tornera le llamaba con desdén ese -artificio preparadas sus situaciones sujeto, las obras poéticas de Zorri­ ha sido apreciado el drama Traidor lla son de lo más hermoso que •inconfeso y mártir; mas no obstante contienen nuestros anales litera­ •este mayor atildamiento y atilda­ rios. Dormitaba no algunas sino da factura, carece del vigor y la muchas veces, ha dicho enormi­ grandeza del Don Juan Tenorio. dades; pero ¡cuántas joyas no se Aquél está escrito con más talen­ encuentran envueltas entre falsos to, éste con más genio; aquél re­ oropeles, cuántas flores en medio vela mayor estudio , éste mayor de viciosas hierbas! Así acontece espontaneidad; en aquél los perso­ en nuestros templos góticos: ¡ cuán­ najes están labrados en la mesa del tos santos roídos por el tiempo, -estudio, en ésta han brotado llenos cuántas agujas rotas, cuántas cla­ de vida de la fantasía calenturienta, ves ladeadas, cuántos botareles tor­ pero potente, del autor. cidos, cuántas rugosidades en la Fácil tarea sería señalar defectos piedra, cuántos pormenores defec­ á millares en los versos de Zorrilla: tuosos ; pero qué magnífico el con­ imágenes tan ridiculas como aque­ junto! lla de llamar pupila del cielo al Y aquí debiera poner punto á astro de la noche, lo de calificar de estos renglones relativos á Zorrilla: imbécil é. Toledo, lo de motejar de sus obras posteriores son, salvo villanos á los céspedes, lo de decir contadas excepciones, indignas de con toda solemnidad que en Gra­ él. En la segunda mitad de su larga nada se pone y sale el sol, lo de vida, el poeta, como Don Luis Me- llamar transparente á la luna y hacer jía, fué perdiendo todo su caudal cantar al ruiseñor en el mes de Fe­ poético dobla á dobla, una por tma, brero, lo de embutir de ripios los y aunque su nombre amparaba la versos, lo de emplear vocablos im- mercancía que su pluma daba á las pi-opios, lo de manejar la historia imprentas, rara vez se encuentra en del modo que acostumbraba Fer­ ella nada que pueda competir con nández y González (hermano geme­ lo hermoso de su antigua y abun­ lo del poeta), lo de aceptar como dante vena. Ni el Álbum de un loco, buenos los más vulgares galicismos ni La Leyenda del Cid, ni Gnomos y y de descuidar hasta las leyes de la •mujeres. Los Tenorios... ni el fárra­ rima y de la prosodia. Enumerar go de serenatas y canciones esparcí- 204 LA ESPAÑA MODERNA das en revistas y diarios añaden lo ro sería, en mi concepto, reconocer más mínimo á su fama; y si he de que por esta vez Galdós no ha acer­ decir lo que siento, creo que le per­ tado á producir una obra maestra. judican. Con casi todos esos, como En toda composición dramática, con los últimos versos que en estos hay que considerar las condiciones días han dado á luz los periódicos, relativas á la acción y las particula­ debiera hacerse lo que un critico pro­ res referentes á su carácter escéni­ puso que se hiciese con las obras del co. ¿Se ajusta La loca de la casa k P. Feijóo: quemarlos sóbrela sepul­ esas leyes? Esto es lo que me propon­ tura del gran poeta. Para ser grande go estudiar aquí, siquiera sea ligera. no ha menester de esas serviles ofren- y someramente.

Pero en el tercer acto los carac­ El formidable duelo que se anun­ teres se quebrantan y truncan. Las ciaba en el segundo acto, queda re­ lanzas se vuelven cañas. Pepet no ducido en el tercero á una reyerta es ja el bravo luchador de Améri­ casera; el tigre de malas pulgas ha , ca ; se ha convertido en una especie perdido sus garras ; en cambio el de tío Grandet, tan mezquino como ángel de rizado plumaje saca las aquél, y que por ahorrarse un jor­ uñas, g Es bastante causa el amor nal compone él mismo el tejado de que ha prendido en las dos almas su fábrica. Con lo cual evidenciase para determinar cambio tan radical que todo cuanto antes se ha dicho en ambos personajes? Cierto que el en la comedia acerca del talento amor amansa las más ásperas con­ industrial de Pepet, es falso, puesto diciones de carácter y modifica las que si el bueno de Cruz tuviese una almas. La fábula de Hércules á lo» sola chispa de esa especie de talento, Ipies de Uníala, da de ello testimo- sabría que en cualquier cosa en que 1 nio. Pero aun siendo esto así, se emplease, en vigilar, por ejem­ I ¿ responde esta mudanza de los plo, á sus obreros, habría de obte­ I dos personajes á la expectación de ner mayor utilidad que recorriendo los primeros actos ? La explica­ el mismo las goteras de su finca. ción de tales metamorfosis hubie­ Pero hacía falta, para que la escena ra podido ser fácil en la novela, en que luego sigue de la pelea con Da­ donde el autor cuenta con medios niel y la reyerta con Victoria fuese para mostrar paso á paso las diver­ de más efecto, presentar al marido sas modificaciones que experimen­ con aspecto feroz, y de aquí lo de la tan los personajes; en el drama blus^a sucia, lo del hacha, la cuerda estos cambios radicales han de ser- y el tejado. El autor no ha parado motivados por una peripecia violen­ mientes en que tales recursos, un ta, y que impresione al público y le poco burdos, tenían además el in­ explique además suficientemente la conveniente de desvirtuar el carác­ desviación de los caracteres. Como ter del personaje. Por su parte, Vic­ la explicación no es suficiente, los toria deja á un lado su resignación espectadores toman á risa la nue- cristiana, y se convierte en mujer ,'va fase en que la acción entra peleadora y respondona. El ángel \ en los dos últimos actos. Razón que en el primer acto aparece como existe para esa nueva fase, pero esa visión celeste con la palma bendi­ razón no está convenientemente ta en Ja diestra, que luego como presentada; así es que el públi- mártir cristiana se lanza á las fie­ j co, al ver que el carácter enér- ras y que acaba de decir que «á su igico, fiero, bárbaro, pero grande, imaginación sólo le queda libre el de José Cruz, pierde lo de grande caminito del espacio donde se ven para quedarse sólo en lo de bárba­ flotar las cosas futuras » , conviérte­ ro , cuando se hace cargo de que se en una esposa nada humilde, que I aquel luchador de las selvas ameri- con la mejor intención del mundo ; canas se ha quedado reducido á un roba á su marido, se pone de parte j deshollinador de chimeneas, expe- del hombre de quien está celoso írimenta una decepción que lejos Cruz, y aún no contenta, exalta á de hacer meditar hace reir. Lo mis­ ^ éste y le aguijonea con sus punza­ mo acontece con Victoria; la mon­ duras palabras. ja que en el acto segundo nos re- IMPRUSIONES LITERARIAS 207 cordaba á Santa Teresa, resulta pet ? Gracias á él, Moneada se ve una mujer mal educada, capaz de salvo de la ruina y de la deshonra; sacar de tino á la persona más re­ el mediquito y Gabriela tienen ase-^ posada y pacifica. gurada su fortuna, y la marquesa, A medida que la obra avanza, los si bien está á punto de perder su dos caracteres principales se falsean finca del Clot, ni es por culpa de más y más; el bueno de Pepet llega Pepet, ni hay motivo para aque-. en el último acto á la categoría de líos odios é insultos que le dirige.. lo grotesco. Aquel regateo con su El místico Daniel es un ente ridícu-^ mujer, á quien puede hacerla vol­ lo; Mario ha hecho perfectamente ver á su casa con un solo mandato, en cortar la escena en que aquel aquella desfachatez de la ex-mon- beato grotesco pide á Cruz un rifle jita poniendo á precio el fruto de su para suicidarse, si bien el director vientre, aquel afán de despojar al de la Comedia no ha tenido en cuen-- marido de su dinero, no para que ta que, al suprimir esta escena, de­ gane el cielo, que bien debe saber jaba como cabo suelto el duelo pen­ Victoria que aquellas concesiones diente entre Daniel y Pepet. de su esposo no son compra de te­ Este pobre hombre, á quien todo rrenos en el paraíso, todo esto es el mundo llama bárbaro , bruto, tan ajeno, tan otro de lo que se bestia y otras ilindezas semejantes, cree adivinar en los dos primeros y en el que por contera ha tenido, actos, que el público ve en ello algo „el autor el propósito de simbolizar del ridiculus mus del parto de los el mal, nos inspira lástima, al ver montes. Casi me atrevo á asegurar cómo aquella familia, que cuando, que si la obra no hubiera estado niño le trató poco menos que á un amparada por nombre tan justa­ perro, le saquea, gracias á la habili­ mente respetado y admirado como dad de Victoria, y le arranca aquel es el de Galdós, La loca de la casa dinero que, con riesgo de la vida y no hubiera llegado á puerto de sal­ á costa de tremendos sufrimientos, vación. ha logrado conquistar en su lucha Porque además de estos defectos, tenaz por la existencia. que lo serian también en una nove­ Aunque Victoria declare formal­ la ó en un poema, puesto que la mente al terminar la comedia, que identidad es siempre y en todo caso, Pepet es la personificación del mal, condición esencial de los caracteres, sus palabras á nadie conmueven. la última obra de Galdós incurre José Cruz parece, más bien que la, en no pocos errores escénicos. Casi representación del mal, la imagen todos los personajes que intervie­ de la tontería, y la familia de Mon­ nen en la acción son inútiles. ¿Qué eada, Jordana y la marquesa, una le importa al público el escepticis­ nube de parásitos, que por medio de mo materialista de Jaime, ni el la angelical Victoria, despluman á misticismo tonto de Daniel, ni las aquel pobre dragón, que paga, á la angustias de la marquesa, ni las le­ verdad, bien largamente el honor tanías de la beata, ni las entradas de haberse casado con una hija do y salidas de Huguet? ¿En qué con­ su antiguo dueño. tribuyen á la acción? Además, toda Tampoco hablan siempre los per­ aquella gente, resulta un conjun­ sonajes en armonía con las cualida­ to de tontos. ¿Por qué odian á Pe­ des que el autor les atribuye. De, 208 LA ESPAÑA MODERNA

"Cruz ya he dicho que, si algunas gos , aunque excesivamente largos, veces se expresa con la rudeza pro­ están bien manejados, que la prosa pia de su educación, otras declama es limpia y gallarda; pero todas es­ •como el más estirado catedrático. tas perfecciones de detalle no con­ Victoria cambia también de len­ siguen dar á la obra de Galdós el guaje cuando cambia de estado, y mérito y grandeza que tienen otras unos y otros personajes emplean producciones suyas. Una golondri­ imágenes propias y exactas algunas na no hace verano , ni una equi­ veces , pero otras absurdas y dislo­ vocación disminuye en lo más mí­ cadas. Aquello de las aletas del nimo la justa nombradla del autor dragón que raspan, y el plumaje de de Realidad, de Gloria y de Doña ángel que punza, es de mal gusto. Perfecta. Tampoco prueba su última Tampoco es |frase feliz la que pone comedia que le falten condiciones de -el autor en labios de Victoria, cuan­ dramaturgo; todos, hasta los más do dice: «Procediendo gradualmen­ grandes escritores, flaquean alguna te, puede una usar como borla de vez; que esta es condición humana polvos para la cara... la pata de á que se hallan sometidas las más un elefante.» poderosas inteligencias, entre las Fraseología es esta, empleada sin cuales se cuenta la de Galdós. Se­ duda por Galdós, para seguir la guro es que encontrará en lo suce­ •costumbre de nuestros autores dra­ sivo ocasiones de hacerse aplaudir, máticos, los cuales buscan el aplauso- no por el coro de alabarderos más con esos falsos relumbrones. ó menos distinguidos , sino por el Injusto sería negar que en La loca público en masa y por cuantas per­ de la casa, abundan los primores, sonas acuden al teatro sin prejui­ las frases gráficas, los pensamientos cios favorables ó adversos. atinados y profundos, que los diálo­

FRANCISCO F. VILLEGAS.

! ÍNDICE '- , Paginas. Historia de un Caballo , por el Conde Leda Tolstoy. 5 M suicidio en sus relaciones con la civilización, por E. Caro 41 Francisco Coppée, por Julio Olaretie 80 Un idilio durante el sitio, por Francisco Coppée 96 El salón de la condesa Merlín, por Sofía Gay 123 ¡Buenos dias, señor!, por .luán Richepin 133 lÜlreloj viejo, por Eugenio Montón (Merinos) 139 M delito político, por G. Tarde 144 Amor de mujer (poesía), por M, A. Caro 170 Aplicaciones judiciales y médicas de la antropología criminal, por César Lombroso 171 Reseña crítica del centenario, por Cesáreo Fernández Duro 181 Crónica internacional, por Emilio Castelar 193 Impresiones literarias, por F. Villegas 198 PEQUExNfECES.

CURRITA ALBORNOZ AL P. LUIS GOLOMA POR D- JUAN VALERA Precio, en las principales librerías, nna peseta. ¿Académicas? Folleto atribuido á rarios escritores ilustres, por la sal y pimienta con ([ue está «ttorito. Precio, en las principales librerías, ana peseta. BIOGRAFÍAS DE PERSONAJES ILUSTRES

TOUOB PUBLICADOS •{•rge Sand, por E. Zola, una peseta. — Víctor Hugo, por id., una peseta.— Balaac, por id., una peseta. — Alfonso Daudet, por id., una peseta. —Sardón, por id., una peseta.— Damas (hijo), por id., una peseta.— O. Flaabert, por id., ana peseta. -- Chateaabrland, por id., una peseta. — Conconrt, por id., una pe­ lota. — Masset, por id., una peseta. —Gl P. Luis Cüoloma, por B. Pardo Bazán, dos pesetas.—IWáñez de Arce, por M. Menéndez y Pelayo, una peseta.—Ventora de la Vega, por Juan Valera, id. —Teófilo Cíaaller, porE. Zola, id. — Jf. E. nartzenbasch, por A. Fernández-Gruerra, id.—Cánovas, por R. de Gampoamor, ídem.—Alarcón, por E. Pardo Bazán, id.—ÜEorrlIIa, por I. Fernández Flórez, id. —Stendhal, por E. Zola, id.—Sainte-Oenvc, por id., id.- Martínez de laKosa, por M. Menéndez y Pelayo, id. — Ayala, por J. O. Picón, id.—Tamayo, por F. Fernández Flores, id. —Trueba, por R. Decerro de Bengoa, id. — Lord Ma- «aulay,por Gladstone. id.—Concepción Arenal, por Pedro Dorado, id.—Heine, por T. Grautier, id. — Ibsen, por L. Passarge, id.

COLECCIÓN DE LIBROS ESCOGIDOS A TRES PESETAS TOMO

TOMOS PUBLICADOS C3onde Eicón Tolstoy, La Sonata de Kreutzer, Marido y mujer. Dos generacio­ nes. El Ahorcado, El Principe Nekhli, Kn el Cáucaso, La Muerte, El Sitio de Se­ bastopol, Los Cosacos, Iván el Imbécil, El canto del cisne.—Barbcy d'AnrevIIIy, El Cabecilla, El Dandismo. — Wasner, Recuerdos de mi vida (Memorias íntimas).— lios Gottcourt, Querida (novela de costumbres aristocráticas), Renata Mauperin. Germinia Lacerteux, La Elisa, La Faustin.—Turguenef, Humo, Nido de Hidalgos, El Judío, El rey Lear de la estepa. Un Desesperado.—ÍBoía, Las Veladas de Médan, Estudios literarios. La Novela experimental. Mis odios, Nuevos estudios literarios. Estudios críticos, £1 Naturalismo en el Teatro (Las teorías y los ejemplos).— Dandet, Jack (costumbres de París), La Evangelista, El Sitio de París, Novelas del lunes. Cartas de mi molino.—Slacaulay, Estudios jurídicos.—Cherbullez, Mlss Rovel, La Tema de Juan Tozudo, Amores frágiles. —Renán, Mi infancia y mi ju- rentud. Memorias íntimas. — Plaubert, Un corazón sencillo.—Dostoyusky, La Oasa de los muertos. La Novela del presidio. — Campe, Historia de la conquista y descubrimiento de América. — Stnart Mili, Mis memorias.—José María Asensio, Martín Alonso Pinzón.—Enrique Heine, Memorias.—Enrique Ferrl, Estudios de antropología criminal.—César Lombroso, Estudios de antropología y psiquiatría. — Manuel Carnevale, La Cuestión de la pena de muerte.— Sainte- Beuve, Tres Mujeres.-Balzac, Eugenia Grandet, Papá Goriot.-Ibsen, Oasa 4« muñecas, Los Aparecidos, Edda Gabler. —Varios autores, Ramillete dé cuentos. —Caro, El pesimismo en el siglo XIX. . . , OBRAS DE DERECHO

Estudios jurídicos, por Macaulay, dos tomos, 6 pesetas.— Estudios d« Antropología criminal, por Ferri, 3 pesetas.— Antropología y psiquia­ tría, por Lombroso, 3 pesetas. — La cuestión de la pena de muerte , por Carnevale, 3 pesetas.—El visitador del preso, por Concepción Arenal, 3 p«- •etas—Derecho administrativo, por Meycr y Posada, 5 pesetas.—El delito colectivo, por Concepción Arenal, 1,50 pesetas.—El duelo y El delitopoU- tioo, por Tarde, 3 pesetas.—Criminología,por Garofalo, 10 pesetas. —La criminalidad comparada, por Tarde, 3 pesetas.

DE PRÓXIMA PUBLICACIÓN LA CRIMINOLOGÍA FOR 3Ft. O--A-H O aET--A. X_. O TBADUCCIÓll I» I>. DOEA^DO Catedrático de Derecho peñol de la Uviveriidaá d* S»lammn»m.

OBRA DE SENSACIÓN

LA ESPAÑA MODERNA REVISTA IBERO-AMERICANA

AÑO V La redacción de esta Rt VISTA la constituyen los siguientes escritores: Arenal (dofia Concepción), Barranleo, Campoainor, Cánovas, Caclelar, Eche^a- ray, Galdós, Menéndez y Pclayo, Pardo ttazán (Doña Emilia), Palada Valdés, Pi y Margali, 1 liebassem y Valera, con los que alternan, en concepto de colaboradores, los primeros publicistas españoles. La parte extranjera está re­ dactada por Bourget, Cantú, Coppéc,