España Moderna

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ANO V NÚM. XLX LA ESPAÑA MODERNA REVISTA IBERO-AMERICANA DIRECTOR PROPIETARIO: J. LÁZARO FEBRERO —1893 AGUSTÍN AVRIAL IMP. DE LA COMPAÑÍA DE IMPRESORES Y LIBREROS SAN BERNAKDo, 92.—Teléfojio núiu. 3.074 MADRID Para la reproducción de los artículos comprendidos en el presente tomo, es indis- pensaMe el permiso del Director de LA EBPAÑA MODERNA. HISTORIA DE UN CABALLO os primeros rayos del sol Néstor, el guarda de la yeguada, naciente disipaban las tinie­ iba vestido con un casaquín ajusta­ L blas de la noche; la aurora do al talle por medio de una correa invadía el cielo, que parecía elevar­ adornada con chapas de acero; lle­ se, extenderse y ensancharse. La vaba al hombro el látigo, y un zo­ plata mate del rocío blanqueaba quete de pan dentro de una servi­ más; el bosque se volvía cada vez lleta atada á la cintura. Tenia en la más rumoroso... Todo comenzaba mano una silla de montar y unas á despertarse y á rebullirse en el bridas. patio de las cuadras señoriales; los Los caballos no parecieron asus­ caballos rezongaban y piafaban en tarse ni ofenderse por el tono tru­ medio de la paja, relinchando de hanesco de su guardián; fingieron impaciencia y de cólera. no concederle importancia alguna —¡Hola! ¿Te has dado mucha y se alejaron á paso lento de la prisa? ¿De modo que tienes mucha puerta. Sólo una yegua vieja, de hambre?—gritaba un viejo mozo de pelo bayo intenso y largas crines, cuadra, abriendo la puerta cochera, alzó las orejas y volvió grupas á cuyos goznes rechinaron. escape. —¡Eh! ¿A dónde vas tú?—conti­ Aprovechando la ocasión la jo­ nuó, echando mano á una potranca ven revoltosa, á quien no le impor­ que intentaba aprovecharse de ver taba nada el apostrofe del mozo, se abierta la puerta para irse. I puso á relinchar estrepitosamente LA ESPAÑA MODBBNA j soltó un par de coces á un caba­ quería apretarle la cincha; enton­ llo viejo, inmóvil junto á ella. ces el caballo se llenó de aire y re­ —¡Hola! — gritó el viejo con voz tuvo el resuello ; pero Néstor le aún más amenazadora, dirigiéndose puso el dedo en los belfos y le dio al fondo del patio. una patada en el vientre; el animal De toda la yeguada, el único que no tuvo más remedio que soltar el no daba ninguna muestra de impa- aire. A pesar de este castigo, y cia era un caballo pío, que perma- mientras el viejo apretaba la cincha cía aislado debajo del cobertizo. con los dientes, el caballo bajó de Con los ojos medio cerrados, lamía nuevo las orejas y hasta sacudió su la viga de encina del tinglado, con cabezota. Aunque profundamente aire serio y pensativo. persuadido de que toda resistencia —¡ Basta de animaladas!—excla­ era inútil, creía deber suyo expre­ mó el guarda, acercándose á él y sar que aquello le desagradaba y dejando sobre un montón de estiér­ que siempre manifestaría su des­ col la silla y la pequeña manta usa­ contento. Una vez ensillado, remo­ da que tenía en la mano.—El caba­ vió una de las patas delanteras que llo pío se detuvo, y, sin menearse, tenía embotada, y se puso atascar miró largo tiempo al viejo Néstor. el freno, sin duda con una intención No se sonrió, no se enfadó ni se particular, pues al cabo de sus años puso fosco; pero dio un paso ade­ bien sabía que el acero no tiene lante, suspiró con tristeza y se apar­ gusto alguno. tó á un lado. Néstor montó á caballo, empuñó El guardián echó los brazos al­ la fusta, se arregló el casaquín, aco­ rededor del cuello de la bestia para modóse en la silla á estilo de los pasarle la brida. carreteros y cazadores, y tiró de la —¿Qué te pasa para suspirar así? brida. El caballo levantó la cabeza, —le dijo. queriendo expresar así que estaba Por única respuesta, el caballo pronto á obedecer, pero no se mo­ naeneó la cola como si hubiera que­ vió del sitio; sabía de mucho atrás rido decir: que, antes de partir, era preciso dar —Anda; eso no es nada, Nés­ muchas órdenes al guarda joven tor. Vaska. Néstor le puso la manta y luego En efecto, Néstor se puso á gri­ la silla; el caballo agachó las ore­ tar: jas, como para expresar su descon­ —¡Vaska! ¡Eh, Vaska! ¿Has sol­ tento, y fué tratado de pillo. El viejo tado las yeguas? ¿A dónde te has ido, HISTORIA DE ÜN CABALLO demonio? ¿Estás durmiendo, caram­ Este cuadro de desolación pareció ba? Abre la puerta y deja que sal­ entristecer al viejo caballo pío, aun­ gan primero las yeguas, etc. que estuviese desde larga fecha Rechinó la puerta. Vaska, medio acostumbrado á verlo. Levantó y dormido y furioso, tenia con una luego bajó con lentitud la cabeza, mano la brida de su caballo y de­ como si hubiera querido saludar á jaba salir á todos los demás. Desfi­ alguien; suspiró todo cuanto se lo laron uno á uno, resoplando la paja; permitía la cincha, y después enca­ pasaron primero las potrancas, lue­ minóse tras la yeguada, cojeando go los potrillos, y, por último, las con sus viejas patas rígidas y con yeguas preñadas, que salían por la Néstor á lomo. puerta con precaución, balanceando «Ya sé lo que va á hacer ahora— su vientre lleno. Las potrancas iban pensaba:—en seguida que llegue­ en grupos de dos ó tres, con los ho- mos á la carretera, sacará del bol­ <;icos puestos encima del espinazo sillo la pipa pequeña, encenderá con de sus compañeras, y al llegar los avíos y se pondrá á fumar. ¡Cuán­ frente á la puerta no podían seguir to me gusta eso! ¡ El olor del taba­ adelante. Por eso recibían denues­ co , mezclado con la frescura del tos, lo cual las hacía apretarse aún rocío, es grato por la mañanita y más. Los potrillos mamones se ex­ me recuerda mis buenos tiempos traviaban de sus madres y diri­ pasados! gíanse á otras yeguas, respondien­ »La lástima es, tan sólo, que do con sus relinchos á las llamadas cuando el viejo lleva entre los dien­ de sus madres. tes la pipa, imagínase á veces toda Una potranca juguetona bajó la clase de cosas; se yergue, fanfarro­ cabeza y soltó al aire un par de co­ nea y se apoya con las dos piernas ces y un sonoro relincho así que se colganderas siempre en el mismo vio en libertad. Sin embargo, no se lado en que precisamente me due­ atrevió á ponerse delante de la vie­ le. .. Pero, en fin, ¡ bendito sea Dios! ja yegua gris Juldiha, que marcha­ Para mí no es ninguna novedad el ba siempre á la cabeza de la yegua­ sufrir por gusto ajeno; hasta co*- da , pavoneándose con paso grave y mienzo á experimentar con ello una serio. especie de satisfacción caballuna. Quedóse triste y solitario el patio, ¡Que continúe, pues, en la misma tan animado poco antes. No se veían postura!»—decíase el viejo caballo, más que los postes abandonados y caminando lentamente y doblándo­ los montones de paja. sele las patas en medio del camino. LA BBPANA MODERNA embargo, hizo como que nada veía, y se dirigió hacia el río rumiando la hierba y moviendo la cola. Nin­ II guna atención prestaba á las po­ trancas y á los potros, quienes, con­ tentos de su libertad, corrían y tris­ Así que hubo llegado á orillas del caban de aquí para allí. Sabiendo río donde había de pastar la yegua­ por experiencia que no hay nada da , Néstor apeóse del caballo y des­ tan bueno para la salud como beber ensilló su vieja montura. Poco á agua fresca por la mañana en ayu­ poco se dispersó la grey á lo largo nas, acercóse á orillas del río, eli­ de la pradera, cubierta de rocío; gió el sitio menos hondo y donde ligeros vapores surgían de la hú­ era menos''rápida la corriente, y meda tierra, y se elevaban con len­ metió los belfos en el agua, ponién­ titud. dose á sorberla despacito con sus Después de haberle quitado la viejos labios, rotos por los dos án­ brida, Néstor rascó el pescuezo al gulos. A medida que llenaba la tri­ viejo caballo pío, quien cerró los pa sentía un bienestar indefinible. ojos en señal de agradecimiento. Para dar testimonio de su satisfac­ —¡ Cómo le gusta eso á este perro ción meneó su pedazo de cola, des­ viejo!—dijo Néstor. provista de pelos. Pero el caballo no sentía ningún Una potranca alazana, que se go­ gusto con tal caricia, y sólo por de­ zaba en contrariar al pobre viejo, licadeza aparentaba estar" encanta­ hizo como que no le veía y enturbió do. Bajó la cabeza en señal de asen­ el agua que con tanta delicia estaba timiento. bebiendo. El caballo pío había ter­ De pronto y sin motivo alguno, minado ya; fingió no advertir la creyendo quizá Néstor que aquella jugarreta que quiso hacerle la po­ caricia pudiera considerarla el vie­ tranca ; sacó uno tras otro sus cas­ jo caballo como un signo de fami­ cos hundidos en el agua, y se fué á liaridad, rechazó con violencia la pacer lejos de la gente joven. Pastó cabeza del animal y le atizó un gran así con mucha seriedad durante tres golpe con la brida; luego se alejó horas, tratando de aplastar con las en silencio y sentóse junto al añoso patas la menos hierba posible. Cuan­ tronco de árbol donde solía pasar la do se hartó, colgábale el vientre jornada. Aquella brutalidad apesa­ como un talego, estirándole el pe­ dumbró al viejo caballo, quien, sin llejo sobre las descarnadas costillas.

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