Viñas David -Literatura Argentina Y Politica-De Los Jacobinos Porteños A
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David Viñas Literatura argentina y política I David Vi ñas Literatura argentina y política I. De los jacobinos porteños a la bohemia anarquista David Viñas Literatura argentina y política I David Viñas Literatura argentina y política I Para G.G.C: estas hipótesis, estas discusiones Una lectura política empieza por leer el interior de los textos. Es un momento que se va inscribiendo, a su vez, en la dramática de la ciudad donde intenta globalizar una mayor densidad posible y hasta el vértigo de sus conflictos. Sin olvidar que siendo una alternativa no impone sino que solicita otras perspectivas para cuestionar y cuestionarse. Terry Eagleton David Viñas Literatura argentina y política I I. CONSTANTES CON VARIACIONES El sol de ayer ha iluminado uno de los espectáculos más grandiosos que la naturaleza y los hombres pueden ofrecer: el pasaje de un gran río por un grande ejército. Las alturas de Punta Gorda ocupan un lugar prominente en la historia de los pueblos argentinos. De este punto han partido las más grandes oleadas políticas que los han agitado... D. F. Sarmiento, Campaña en el Ejército Grande, 1852. David Viñas Literatura argentina y política I La mirada a Europa: del viaje colonial al viaje estético Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de la Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, propiedad... Manuel Belgrano, Autobiografía. En las impresiones de viaje en Italia que sucesivamente daré a luz por el folletín de El Mercurio, se notará que sobresale, como asunto, dominante, la jurisprudencia. Tal ha sido, en efecto, el asunto que con especialidad me propuse examinar al visitar aquel país. J. B. Alberdi, Veinte días en Génova, 1845. Lo que no impide que Pablo se creyera transportado a un cuento de hadas. Eugenio Cambaceres, Música sentimental, 1884. Conocía que estaba en el centro del mundo. Eduardo Mallea, Nocturno europeo, 1935. La élite intelectual pretende superar este subdesarrollo del país que se cuela en la intimidad, superando la imagen que la cultura desarrollada nos devuelve de nosotros mismos, por medio de un acceso al universo universitario o artístico o ingresando al orbe de las ciencias, como si sólo con ello desapareciera esa maldición que sufrimos de ser un resultado del subdesarrollo en el plano personal. Pero, querrámoslo o no, estamos amasados por el subdesarrollo, la dependencia y las modalidades impuestas por él. León Rozitchner, Persona, cultura y subdesarrollo, 1961. David Viñas Literatura argentina y política I Rosas, romanticismo y literatura nacional "La literatura argentina comienza como una violación", escribí allá por 1960. Se trataba, sin duda, de un ademán provocativo frente a una crítica inmovilizadora. Pero que se vinculaba al balance de la revista Contorno y al proyecto, más o menos explícito, de dramatizar polémicamente la franja cultural de ese momento. El final de El matadero y el de Amalia me sirvieron de puntos de partida para esa formulación: el cuerpo humillado del joven unitario proyectado por Echeverría y la casa desbaratada de la protagonista de Mármol. En ambos casos los soportes de lo civilizado agredidos por los símbolos de "la barbarie"; y el uso privilegiado del francés o de las fórmulas consagradas como intentos de conjuro frente a las fuerzas del afuera sobre los prestigios interiores. En otra lectura —más mediatizada— la emergencia de la literatura argentina se trenzaba así con los inaugurales conflictos de clase. La literatura argentina, en ese contexto, se va justificando como la historia de un proyecto nacional; es decir, es el proceso que puede rastrearse a lo largo de un circuito pero que sólo se verifica con nitidez en los momentos culminantes caracterizados por la densificación de un dato fundamental- ¿Pero cómo se reconocen esas emergencias? Por varios datos: por el pasaje de la cultura entendida como eternidad a la convicción de que es historia; por el tránsito de los escritores que interpretan a la literatura como tautología y la realizan como conducta mágica a los que se sienten sujetos de la historia; por la diferencia entre los que se prefieren erigiendo su opacidad como una garantía y los que eligen; por las coyunturas en que se acentúa lo dado al inscribirse en una nomenclatura a las que se lanzan a acrecentar lo puesto arriesgando las palabras. En forma similar, los mayores logros se definen por el desplazamiento del miedo hacia la responsabilidad cuando los escritores dejan de ser literatos para considerarse autores. A partir de ahí puede agregarse que la literatura argentina comenta a través de sus voceros la historia de los sucesivos intentos de una comunidad por convertirse en nación, entendiendo ese peculiar nacionalismo como "realismo" y mundanidad en tanto significación totalizadora, como elección y continuidad en un élan inicial y como estilo en tanto autonomía y autenticidad de los diversos grupos sociales de acuerdo con los momentos a los que se ven abocados. Se trata, en fin, de la producción de una identidad histórica, aun en los conflictos con "otros" que se le oponen hasta negarla pero que, finalmente, van siendo reconocidos de manera dramática, fecunda, dialécticamente. Dentro de esta perspectiva la literatura argentina empieza con Rosas. De ahí que las respuestas que se nuclean en torno a lo puramente testimonial (frente a las invasiones inglesas en 1810), alrededor de una tradición libresca impregnada de elementos retóricos (como en la David Viñas Literatura argentina y política I poesía de la guerra contra España y en el período rivadaviano), al llegar a 1837, 38, 45 caracterizadas ya por una nítida voluntad de estilo, marquen un salto cualitativo e impliquen una revolución cultural. Bien vista, toda revolución es un salto cualitativo. Lo que separa la poesía de Rivarola, López y Planes o Juan Cruz Varela de la de Echeverría reside en eso; es el espacio que se abre entre las memorias de Martín Rodríguez o Saavedra y las de Paz. Análogamente puede decirse que Gorriti y Sarmiento se ocuparon de lo mismo: tanto las Reflexiones sobre las causas morales de las convulsiones interiores en los nuevos estados americanos y examen de los medios eficaces para reprimirlos como Facundo presuponen una descripción analítica y un programa, pero mientras el segundo se inscribe en la literatura al lograr el nivel de especificidad de lo literario, el primero no traspone ese umbral y su autor se queda en la categoría de precursor. Aunque precursor implique una legítima acumulación simbólica. El Deán Funes y Vicente Fidel López en dos coyunturas diversas enfrentan la misma temática con la diferencia que va de lo que se resigna a crónica en la zona de lo preliterario a lo que se articula en la trascendencia de lo histórico. El salto, de hecho, en todos estos casos, es brusco, pero los ingredientes que lo condicionan armando el entramado cultural subyacente se han ido desplegando con un ritmo lento y contradictorio. Son varias las coordenadas que se entrecruzan y superponen en el período rosista y que inciden en la aparición de una literatura con perfiles propios. Son conocidas: en primer lugar la presencia, unidad y desarrollo de una constelación de figuras de cronología, nivel social y aprendizaje homogéneos; con una implicancia decisiva: se trata de la primera generación argentina que se forma luego del proceso de 1810. En segundo lugar, su inserción en las tensiones que provoca el momento rosista que los crispa, motiva y moviliza alejándolos del país y otorgándoles distancia para verlo en perspectiva y desearlo, interpretarlo, magnificándolo y descubriéndolo como condición sine qua non hasta poetizarlo en una permanente oscilación entre carencia y regreso. El destierro los prestigia como excentricidad y los enfervoriza como aventura e infinitud pero desgarrándolos como separación; el país se les aparece virgen y contaminado a la vez. Es que la Argentina para los románticos de 1837 se identifica con La Cautiva. Son los términos espaciales y significativos con los que operan: el desierto rústico, amenazador y desnudo que acecha, provoca la evasión como cabalgata y lirismo y llama para poseerlo, parcelarlo y transformarlo; es vacío que provoca vértigo a la vez que urgencia por "llenarlo" condicionando una debilidad regresiva entremezclada con avideces e imperativos de acción. El otro término es el matadero con sus dos connotaciones clave, lo pintoresco y lo pringoso; es decir, el matadero es la estancia impura. Y. como símbolo de "barbarie" y crudeza se opondrá—entre los dualismos de Echeverría— al emblema del matambre tan cocido como civilizado. Así como correlativamente las "brujas" en tanto divisas se polarizarán David Viñas Literatura argentina y política I con las mujeres "angelicales". Y a partir de ahí, el juego antagónico intemperie/domesticidad condicionará prolongadas secuencias. Cómo tercer elemento se juega la abundancia de tiempo para escribir en el exilio y la necesidad de hacerlo a los efectos de sobrevivir a la vez que paralelamente se crean y difunden numerosos canales periodísticos, voceros de intereses mercantiles en algunos casos como El Comercio del Plata. En cuarta instancia —estrechamente nexada con la anterior—, el sistema voraz y cotidiano del folletín que exige una continuidad obligando a cierta adecuación en cortes, síntesis, suspenso y extensión, pero que compensa con la apoyatura inmediata y concreta de la difusión. En quinto lugar, la convicción de contar con un público reducido pero fervoroso y en crecimiento, esparcido en los distintos centros de la emigración en Chile, Montevideo, Río de Janeiro, Lima y La Paz. Más aún, la posibilidad de un público europeo y el esfuerzo por lograrlo de acuerdo con la pauta inaugurada por Fenimore Cooper, que se convierte en precedente, paradigma y estímulo. En este aspecto —sobre todo en poesía— se presiente y verifica la presencia de un público femenino, muy al día, liberalizado y hasta rebelde, al que se apela mediante títulos más o menos seductores como La Moda.