BRITANOS Y GALOS

F. TETT(ñMñNCV GA5TÓN

BRITANOS Y GALOS

(páginas de la 6uerra de la independencia)

1808-1809

1_A CORUNA

IMPRENTA Y FOTOGRABADO DE FERRER CAL1.H REAL NlhuRPO 61

1 9 1 O ES PROPIEDAD DEL AUTOR

Sres. T). jvfarce/o jYíacías garcía y D- Benito Fernández j/flonso

Mis queridos amigos: Cuando en los meses de Enero al de Marzo de 1006, dediqué á ustedes, en el simpático periódico lácense La Idea Moderna, unos apuntes, compendio del asunto á que se refiere este modestísimo trabajo, no abrigaba, entonces, los propósitos de darle mayor extensión, ni menos concederle los honores de la pu• blicidad por medio del presente volumen. Mas al considerar que se aproximaba el Cente• nario—con todos los sucesos que le precedieron—de aquella famosa batalla librada á las puertas de esta capital el 16 de Enero de 1809, entre dos razas hete• rogéneas por sus costumbres y su religión, pero ambas animadas de un mismo espíritu vigoroso y guerrero, hecho que constituye una página interesantísima de nuestra brillante historia regional contemporánea, me fijé en la necesidad que demandaba ampliar su informe narrativo, atendiendo á la ligereza con que lo emitieron algunos historiadores que en dichos suce- VI DEDICATORIA sos se ocuparon, y á la marcada parcialidad de otros, quienes llevados de un sentimiento de nacionalismo, incurrieron en lamentables errores, tergiversando el concepto histórico. Saben ustedes, mejor que yo, el poco apego que en los tiempos que corren se tiene en España—á la inversa del extranjero—á esta clase de trabajos de investigación, arduos de suyo y tan difíciles de cons• truir; obedeciendo preterición tan absurda y lo diré, creo sin temor á equivocarme, á ese género de lite• ratura dominante, que poco á poco va filtrándose en la conciencia social, encamado en el Cuento, en la Crónica ó en la Novela Moderna, cuyas respecti• vas formas, aunque se las engalane—lo cual sucede raras veces—de rica y lujosa vestimenta de léxico, jamás su fondo será tan educativo para la cultura pública, como las prácticas enseñanzas de inelucta• ble utilidad que revisten los estudios históricos. Si se han de corregir los vicios y defectos de que adolece nuestro actual organismo social, derivados del ambiente insano que predomina, es racionalmente imprescindible estudiar nuestro PASADO desde que se inició, hace veinte siglos, la obra de la civilización, exhumando aquéllos laudables ejemplos de civismo y aquellos principios moralizado-res que contiene, ejem• plos y principios que la presente Sociedad debe adop• tar, si hemos de reconocer, como proclama un escritor insigne de nuestros días, nada sospechoso, cual Pérez Galdós, que «aburridísima sería la Historia y monó• tono el Tiempo, si una y otro no trajesen la explosión dramática del sentimiento secular, la bárbara justi• cia, que pone fin á indecibles abusos y vejámenes-». FRANCISCO TETTAMANCY VII

Ahí tienen ustedes, pues, impreso BRITANOS Y GALOS; libro que debiera haber visto la luz hace meses; pero que circunstancias especiales, que no son del caso exponer, han impedido su publicación. Y así como en ocasión anterior tuve placer singu• lar en dedicarles la síntesis de dicha obra, es natu• ral que ahora consagre á ustedes él todo; que nadie mejor que ustedes, son acreedores á este humilde aga• sajo, por lo mucho que se afanan con esta índole de b'abajos propagando la cultura de la amada tierra de Galicia, y por la amistad sincera é inquebranta• ble con que vienen distinguiendo al que se reitera de• votísimo admirador. Francisco Tettamancy

La Cortina, 1910.

INTRODUCCIÓN

Las concupiscencias del César.—Situación militar de Es• paña al comenzar la invasión francesa.—La expedición al Norte del Marqués de la Romana. — Opiniones de varios escritores militares.

I

El Consulado, postrera ficción republicana de aquella truculenta etapa de 1793, cayera antes de que él régimen monárquico tuviera oportunidad para levantarse; y al Consulado, sustituye el Imperio, en• carnado en la persona de Bonaparte, quien trueca á su vez este nombre por el de Napoleón. Evolución tan anómala sirvió para trastornar los principios. Tras la sangrienta metamorfosis operada desde la monarquía tradicional á la república, régi• men, este último, proclamado por la soberana vo• luntad de un pueblo que, seccionado luego en diver• sas sectas revolucionarias comete todo género de excesos é incongruencias, surge, como inmediata consecuencia, una nueva transformación: el sistema BRITANOS Y GALOS

republicano conviértese en una especie de monarquía militar, produciendo esta evolución un solo hombre, pretextando que «la República no podía por sí misma realizar el fin esencial de su propia existen• cia» (!) esto es, que su vida política «no debía dima• nar en el gobierno por medio del gobierno mismo». Con este desatinado argumento, sugerido de un cerebro asaz ambicioso, vemos que el Estado fran• cés pasa á ser dirigido por el capricho de un indi• viduo, oponiendo los supuestos derechos de una personalidad gigantesca á los derechos legítimos, indiscutibles, que de abolengo correspondían á una sociedad, que ya se hallaba entonces en pleno goce de una pujante civilización; no siendo extraña á ella, nuestra España, que, entrando en las ideas nuevas- se iba saturando de una sana filosofía y de una lite, ra tu ra y arte admirables, precisamente en los críticos momentos en que los ejércitos napoleónicos, invadían estruendosamente su territorio, para presentar como triste corolario á aquella época, la llamada GUERRA DE LA INDEPENDENCIA. Los antiguos descamisados, que al estridente can• to de la Carmañola se embriagaran con el repug• nante crimen, decapitando las honorables figuras de Lavoisier, Jolivet, Andrés Chénier, Roucher, el ancia• no Fenelón; que en el corto intervalo de cuatro meses hicieran subir al cadalso de Paris doce mil mujeres... y la mayoría de aquellos tenaces convencionalistas, precursores de los descamisados, pasan pronto, unos y otros, á humillarse ante el nuevo Alejandro, siendo revestidos de las más altas dignidades del Imperio, llegando algunos de estos aventureros á ceñir en sus FRANCISCO TETTAMANCY sienes corona real. Era preciso que en consonancia con su nueva dinastía, crease también el César una nueva aristocracia... Napoleón, determina provocar hondas luchas entre Francia y Europa, iniciando y practicando una serie de grandes guerras que quebrantaban la• mentablemente la vida política y social de los ver• daderos Estados del Continente y que destruían el antiguo mundo á los golpes del despotismo en pro• vecho de una civilización mejor, «mientras la paz creara en cambio el mundo nuevo con sus libertades precisas y altamente progresivas», (i) Y en sus ímpetus de conquista, el flamante tau• maturgo, á la inversa de la política de Carlomagno, no dejaba á las naciones conquistadas ni su consti• tución, ni sus leyes, ni sus hábitos, ni sus usos, ni sus costumbres, sino que se arrogaba la dirección suprema de todos ellos para que «esos elementos convergiesen á un centro común, á la unidad polí• tica, á la UNIFORMIDAD, señal de decadencia y de muerte». (2) Mas los quiméricos propósitos del célebre gue• rrero quisieron malograrse pronto: la dinastía por él fundada, eclípsase en breve, como secuela de su falsa cimentación; y Francia levántase luego potente y vigorosa al amparo de un sistema progresivo y eminentemente democrático, llevándola á un estado político perfecto, siendo hoy uno de los mejores modelos entre las naciones más cultas y poderosas de la tierra.

(1) M. FKANCIS LACOMBE: Historia de la Monarquía en Eu• ropa, tomo 4.0, pág. 91.—Barcelona, 1860. 2) Ob. cit., pág. 95. 12 BRITANOS Y GALOS

II

Los errores de la política exterior en que, desde los albores de la pasada centuria, venía incurriendo el Gobierno presidido por Godoy, comprometieron, tras• tornaron y debilitaron, como atinadamente discurre el entendido marqués de San Román (i), los elemen• tos de fuerza y poderío que á España abonaban, re• presentados en un ejército regular de todas las ar• mas, con una instrucción y organización magníficas que no tenían que envidiar á los extraños, compuesto de 112.000 hombres—sin incluir 43 regimientos de milicias prQSÍrrfciáícs y otras unidades auxiliares— apoyada á la eji un sólido sistema defensivo de plazas ^fotiri%a¿íoxies en todos sus dominios, sufi• ciente para sósteriér airosamente el honor nacional. Esa p.glíti¿ay'era igual, con sus vicios y desa• ciertos, á la de aquel famoso «Pacto de Familia» de la cual tanto abominaran los esclarecidos estadistas Aranda y Floridablanca, á quienos no quiso el rey oir sus saludables consejos, y que precipitó, con tal motivo, el desarrollo de la pavorosa tragedia france• sa, provocando la declaración de guerra á la Repú• blica, para exigir luego Francia á España la acepta• ción de la paz de Basilea y la pérdida de Santo Domingo, obligándola á firmar en San Ildefonso la alianza ofensiva y defensiva contra Inglaterra, trata• do dolorosísimo que nos ocasionó la catástrofe de Trafalgar...

(1) La España en el siglo XIX, (colección de conferencias históricas).—Ateneo Científico y Literario de . Curso de 1885-86; tomo I.", pág. 47.—Madrid, 1886.

€1 parqués de la Romana FRANCISCO TETTAMANCY 13

Esa política, observada por el Príncipe de la Paz, que, dado su excepcional valimiento en la Corte, qui• so postergar aquella otra mas racional del Conde de Aranda, trajo á nuestra patria un abismo-de desgra• cias sujetándonos á los caprichos y concupiscencias de Napoleón, nuestro dulce aliado por aquellos cor• tos dias, quien solicitó del gobierno español la expe• dición á Dinamarca del marqués de la Romana (1807), «de amarguísimo fruto» (i) con una división de 11.596 soldados de infantería, 2.700 caballos y 600 artilleros con 25 piezas. Mermadas nuestras fuerzas de la Península con esos 15.000 soldados de menos, que representaban un ejército aguerrido y admirablemente disciplinado, se hacía más difícil la resistencia, desde el instante en que el formidable ejército imperial de amigo que era, se convirtiese en enemigo temible; como seguidamen• te aconteció, á las pocas horas de poner éste sus plantas en nuestro territorio. Y ya que esa infortunada expedición nos viene á la memoria, es lógico, por tratarse de hijos de Galicia que de ella formaron parte, (Véase nuestro Apéndice n.° 1) les consagremos también uno de esos recuerdos que, por entero olvidados, resurge nuestro ilustre Murguía en un hermoso artículo que publicó recientemente (2) enterándonos de un pequeño y tal vez único ejemplar, de un libro que llegó á sus ma• nos, titulado «Manual del soldado español en Alema-

(1) MARQUÉS DE SAN ROMÁN: Con/, cit. pág. 49.

(2) DE la EXPEDICIÓN ESPAÑOLA AL BÁLTICO EN 1807: La Temporada de Mondariz. 12 de Septiembre de 1909. BRITANOS v GALOS nia—Munich, 1807, impreso por F. Hüeschmann» — cuyo autor Carlos Guimbernat, lo dedica al marqués de la Romana, (i) En los varios pasajes de este corto volumen, re• lata Guimbernat que viajó por Alemania, y que «á las simpatías que le ligaban á los naturales, respondían éstos con una merecida estimación,» probándolo las relaciones de amistad que á la sazón mantenía con la Corte de Baviera, cuyo monarca «le invitó por medio de un expreso á concurrir á Weilhen para acompa• ñarle en la revista que los reyes pasaron al Regi• miento de Zamora, que formaba parte de la expedi• ción española». De ella, — escribe Murguía,—-lo mismo que de otra revista con que SS. MM. honraron igualmente al Regimiento Cazadores de Villaviciosa, habla nues• tro autor (Guimbernat), aunque brevemente, con aquel entusiasmo que como hijo de España sintió al ver «la admiración de los espectadores, quienes ape• nas podían concebir como había hecho (el Regimien• to de Zamora) tan larga y penosa marcha como la del tránsito de los Alpes.» Y en verdad que nadie como él podía explicarlo, pues conocía á sus compa-

(1) «En la portada, —dice Murguia, — no consta el nombre del autor, mas consta en la dedicatoria así como en las láminas que preceden al texto, representando una de ellas á cinco oficiales con traje iluminado de los diversos Cuerpos que marcharon de Es• paña al Báltico; láminas que se dicen estampadas en la clmpr. Po- lyantographica de C. Guimbernat.» La dedicatoria está en esta forma: «Dedicado: al Exercito del Elba, Al mando del Excelentí• simo Señor Marqués de la Romana. Grande de España de primera clase y Theniente General de los Reales Exercitos de S. M. C. Por Carlos Guimbernat.» FRANCISCO TETTAMANCY 15

triotas y había atravesado ocho veces aquellas mon• tañas. «Del gran aprecio con que le distinguieron los reyes y del cariño que mostraron entonces por nues• tros soldados, hizo especial memoria, consignando que, convidaran á su mesa al brigadier Salcedo que mandaba el aludido regimiento de Zamora, á la espo• sa de dicho jefe, al teniente coronel, al sargento mayor, al mayor de ingenieros «y á mí,» añade senci• llamente. «El barón de Montegelas, — agrega ense• guida Guimbernat, — primer ministro de Estado, expresó su admiración al aspecto marcial de los solda• dos españoles, diciéndome: «á la vista de estas tropas comprendo las grandes hazañas de los Exercitos de Carlos V. y veo que estos soldados son capaces de repe• tirlas.-» Por cierto que á tan nobles alabanzas puede aumentarse, como prueba de lo mucho que celebra• ron los monarcas bávaros tanto la marcialidad de las tropas como los aires nacionales de España que du• rante la comida ejecutó la música del Regimiento, que hubieron de manifestar vivos deseos «de ver bailar el Fandango.» La señora de Salcedo y varios oficia• les «dieron á S.S. M.M. este espectáculo caracterís• tico de la expresión Española, y el qual colmó el regocijo de esta Jornada memorable, que el Rey se sirvió declararme haber sido para S. M. una de las mas plausibles de su vida.» Debió haber sido nuestro Guimbernat—dice Murguía—excelente médico si hemos de tener en cuenta la completa instrucción que dá á los expedi• cionarios en lo referente á sanidad, traduciendo la obra inglesa del Dr. Smith relativa á higiene, y apli- i6 BRITANOS Y GALOS cando con éxito á sus compatriotas los preceptos que la misma aconsejaba. Hombre de cultura supe• rior que recorría á principios del pasado siglo los primeros centros de enseñanza de Europa, fué él también, y puede afirmarse, el primer español que explotó el arte litográfico, «invención entonces ver• daderamente admirable para los dibujantes» (i), como puede corroborarlo su citado Manual. La pequeña Guía que en aquella época debieron nuestros soldados á su compatriota, llenaba las ma• yores exigencias. «Aún, hoy, la lee el curioso con provecho.» «Es además un recuerdo vivo de aquella famosa expedición inútil para España, sensible para los que la formaban y que se vieron obligados á jurar, ó nó, al intruso José Bonaparte. Quería la suerte que aque• llas tropas que por donde pasaban daban tan gallar• das pruebas de sus aptitudes militares, vivieran un momento doblemente separadas de su patria por la distancia y la incomunicación en que con ella se ha• llaban. Repartidas en varios puntos, ni todas tuvie• ron noticia de los luctuosos días porque estaba pa• sando España, ni les era dado romper á un tiempo el círculo de hierro en que fueran encerradas». «El saberlo fué para ellos momentos de tribula• ción. Se les mandó jurar y ni todos lo hicieron. El mismo marqués de la Romana se rindió entonces á lo intolerable, y no solo juró sino que ordenó que ju-

(i) H. BOUCHOT: La Lilhographie, pág. 30 (nota del citado artículo de Murguía).- FRANCISCO TETTAMANCY 17 rasen (1). Los más indefensos fueron los que se ne• garon más pronto. Y justo es recordar que entre estos últimos se hallaba entre otros, un hijo de Galicia, D. Ramón Posse, capitán del Regimiento de Asturias, que con su compañía estaba destacado en la isla de Zelanda (2). Desarmados él, y sus soldados fueron conducidos á Francia.» (3) No todos sufrieron igual suerte; habiendo podido abandonar aquellos países antes amigos, después inhospitalarios, regresando á la madre patria, entre ellos, uno de los generales que formaban parte de la expedición, el valiente gallego conde de San Román, que más tarde, en la batalla de Espinosa de los Monteros, dio tan grandes pruebas de su valor que las selló con su muerte...

IV

Científica y técnicamente hablando — objeta el

(1) Véase el Apéndice núm. 1 que nos fué facilitado por nuestro apreciado pariente el escritor D. Eugenio Carié Aldao, biznieto del capitán Posse. En dicho apéndice va también una relación de los oficiales que juraron y de los que se negaron á hacerlo. (2) Véase el propio Apéndice. (3) De un cuaderno manuscrito de Memorias del capitán Posse que contiene varias curiosidades anotadas por éste durante su vida militar, relacionadas algunas con su emigración en Dina• marca, reproducimos la siguiente: cEfectiuo de la Fuerza que tenia mi Comp.a asta el dia 11 de Julio de 1808 ynclusiue que fue Prisionera Por el Rey de Di namarca en Ristad: Total de Fuerza BRITANOS Y GALOS

marqués de San Román—carecía España para cohonestar las insistentes pretensiones del francés, de todo otro elemento móvil que los que dejamos expuestos anteriormente: «Todos los libros de arte militar, todos los tratados de Estrategia y todos los

D estino s

Quedaron en España . 2 Id. en Francia, 2

hosp.l de Anburgo 5 Estado mayor . 166 hosp.l Rinstad. 6 hosp,l,¿Ros.qu¡lde . . 2

.Jr'ésS^'ij^árel'.motin (*) 13 yprisioíieros.-.'v».; . 135 ,\ Igual. Rinsted io Agosto 808 \" •-. . : '•' POSE -. '•< . -v. • Nota.-^En este mes Murió el tambor Andrés Pérez, hospital Ristad, Etico. Efectiuo de la fuerza que lleuo mi Comp.a para Campar en Rosquilde en 22 de Julio de 1808 Plazas

Sargentos 4 tambores 2 Pito. . I Cauos i.os 3 Id. 2.°s 7 Soldados 132 total P 149

Quedaron en España . 2 Id. Camino de francia. 2 Hospital de Anburgo . 5 En el Estado mayor un Cauo i.° 1 hospital de Ristad 10

total de Comp.a 169

(*) Con motivo de oponerse á la Jura del rey José Bonaparte. N. DHL AUTOR

p. llamón posse de Xecarey

CAPITXN DEL REGIMIENTO INFANTERÍA DE ASTURIAS

AÑO DE I 808 FRANCISCO TETTAMANCY 19 aforismos de los grandes capitanes para vencer, están reducidos á ir tres contra uno, ó lo que es lo mismo, á que los ejércitos inferiores en fuerzas y recursos, aunque se hallen bien mandados, son por regla gene• ral vencidos por los que le son superiores en ambas cosas y son bien conducidos. Con iguales condiciones y conocimientos, la mayor fuerza decide la victoria; y viniendo al caso, la España militar hubiera sido dominada y aherrojada por falta de otros elementos auxiliares». Pero el invasor no se hacía cargo de otro fac• tor, que si bien exento de toda noción militar ha• bría de anteponerse tenazmente á la realización de su codicia. Y ese factor ó elemento revelábalo el idiosincrático espíritu apasionado de los españoles, con todas sus condiciones de bravura y fiereza en la lucha, con su indiferencia en el sufrimiento y con sus hermosos sentimientos patrióticos que se han señalado lo mismo en los tiempos de los cartagine-

Npta.—En fin de este Mes pasaron un tambor ala 4.a vn soldado á la 2.a-2.° y el tambor Andrés Pérez Murió en el hos• pital de Rister Cuyas 3 vaxas no se dieron por no pasar la revista de Agt°. POSE

Muertos después de mi salida de Copenague y Pases á otros Cuerpos Nombres Destinos Ant.° Auades Anburgo.

Clemente Vecino .... > Josef Otero 2° al serv.0 de Francia Cauo 2.0 Josef tufion y algu- nos más al reg.to de Francia Luchenbourg. 20 BRITANOS Y GALOS

ses como en los empeñados pugilatos que vinieron sucesivamente desarrollándose hasta las épocas pre• sentes y que la historia nos refiere con su elocuencia proverbial. Si Napoleón, desde el otro lado de los Pirineos, con un ejército ordinario, y con todas las leyes de la guerra y el respeto y consideraciones internaciona• les, hubiese roto con España, no habría tampoco obtenido éxito en su empresa avariciosa; más llevaba algunas probabilidades en favor suyo. «Pero entrando á traición,—arguye otro notable escritor militar; — (i) sustituyendo á un Gobierno más ó menos digno, pero al fin Gobierno; la bárbara dictadura de campamento de hombres como Murat, excitando con la insolencia del soldado el odio al pueblo y asesinando al Estado por la espalda, nada consiguió sino despertar catorce millones de odios que no esperaban sino el momento de aunarse. Y en auxilio de la nación muerta, vino la Provincia (región) llena de vigor propio; el federalismo que es la vida robusta de cada u?ia de las partes CUANDO EL TODO HA PERECIDO. Primero Asturias, luego Galicia; sigue Santander y todo el Norte; después Sevilla y las fértiles comarcas del Sur; todas las provincias se sublevaron y cada una se constituyó como Estado soberano; levantó ejércitos y declaró la guerra á Francia. Napoleón no había querido ba• tirse de bueno á bueno con España, y se veía preci• sado á contender con cuarenta Españas á todo tran-

(i) FRANCISCO VILLAMARTÍN: Nociones del Arle Militar; un volumen, pág. 310.—Madrid, 1863. FRANCISCO TETTAMANCY 21 ce, á espada y á puñal. Los franceses acudían á la vez á cien puntos: aquí saqueaban, allá fusilaban; pero como no es el carácter español el más á propó• sito para doblegarse al imperio del terror, conseguían solamente triunfos aislados; y cuando por fortuna eran vencidos, sufrían una derrota humillante...»

BRITA^OS V GALiOS

(PÁGINAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA)

CAPÍTULO I

Invasión del ejército imperial en España. — Entrada en la misma de Napoleón: su plan de operaciones. — Levan• tamiento de Asturias y Galicia: la alianza inglesa.— Batalla de Rioseco.—Auxilio de las fuerzas británicas.— Opiniones de escritores nacionales y extranjeros acerca de la organización de los ejércitos españoles.

I

La luctuosa epopeya madrileña del 2 de Mayo de 1808, fué la primera, de la numerosa serie que se sucedió en España, desde que el pueblo español re• solvió romper enérgicamente las hostilidades con el soberbio Bonaparte. Este, después de la rendi• ción de Madrid desistiera en principio del propósito de sentar á su hermano José en el trono de Castilla, concibiendo el pensamiento de agregar á su vasto imperio, la monarquía española. En los últimos días del mes de Octubre de aquel 24 BRITANOS Y GALOS

año, la grande armée, esto es, el numeroso ejército imperial que acababa de operar en Alemania, fué pe• riódicamente concentrándose con el ejército manda• do por el rey José Bonaparte; y pronto se desarrolla aquel conjunto de riesgos para el gran ejército, obligando á sus generales Dupont y Junot á capi• tular en Andalucía y Portugal; y al mariscal Mon- cey retirarse á Valencia, viéndose el ejército entero en la imperiosa necesidad de reunirse sobre la orilla izquierda del Ebro.

Napoleón, entra en España en la noche del 8 de Noviembre, sentando su cuartel imperial en Vitoria, para luego trasladarlo á Miranda; y al siguiente día, todo el ejército se pone en marcha á las órdenes del mismo Emperador. Cifraba éste su estrategia, en realizar un esfuerzo sobre Burgos, centro de las fuerzas españolas, para proceder seguidamente contra los flancos de sus ejércitos de la izquierda y de la derecha que ocupa• ban respectivamente el primero la provincia de Viz• caya y el segundo la frontera de Navarra y Aragón. De este modo y por un rápido movimiento de avan• ce, se adelantarían las tropas imperiales á las espa• ñolas, impidiendo á éstas concentrarse en Madrid si se retiraban, ó cortarles sus comunicaciones con el centro de la Península, caso de insistir aquellas en una obstinada resistencia, (l)

(i) «La Guerra de la Independencia contada por nn oficial francés.—Memorias de M. Rocca (el segundo marido de Mme. de Staé'l nuevamente traducidas al Castellano, arregladas y anotadas FRANCISCO TETTAMANCY 25

El ejército de la derecha de Bonaparte comanda• do por los mariscales Víctor y Lefébre, debia per• seguir al ejército de Blake que se retiraba hacia Es• pinosa después de ser rechazado en Durango y por D. Ángel Salcedo Ruiz, auditor de Brigada del Cuerpo jurí• dico militar, 1 vol. 223 pag. Madrid—Imp. de la Revista de' Aichivos— 1908. Al comentar Salcedo las apreciaciones de Rocca, por medio nota (pag. 24) dice: «Las fuerzas españolas para resistir a agran• de armée de Napoleón, eran: ejérñto de la izquierda mandado por Blake con 25.513 infantes, 32 cañones y.. . 1150 ginetes! por toda caballería: ejército del Centro mandado por Castaños con 23.000 infantes y 3 000 ginetes, y ejército de Aragón ó de Reserva con 29.515 hombres y 281 ginetes. Total 78.028 infantes y 3.431 de caballería. La calidad era variadísima pues había de todo: desde magníficos regimientos capaces de medirse con las mejores tropas francesas, hasta Cuerpos, por desgracia los más, que solo de nom• bre podían llamarse militares. Del ejército de Aragón, expresa el general Gómez Arteche en su «Historia de la Guerra de la Inde• pendencia» (tom. III pag. 217) que era imejor que ejército, masa abigarrada y heterogénea que el reino de Aragón habla logrado reu• nir para sostener su patriotismo y generoso levantamiento.* iA estos contingentes se unieron la división asturiana manda• da por Acevedo con 7.400 hombres y 1.000 del ejército del mar• qués de la Romana y el llamado ejército de Extremadura á las órdenes del Conde de Belveder con 12.846 infantes y 11.114 gi• netes. La división asturiana era una simple aglomeración de pai• sanos, y el ejército de Extremadura casi lo mismo. A este ejército de Extremadura ó mejor dicho á una de sus divisiones, es á la que llama Rocca ejército español del Centro.* • Intentar resistir con toda esta gente á la hueste de Napoleón que se componía de más de 300.000 infantes, 4C.000 ginetes y una artillería servida por más de 15.000 bestias, y todos de tropas ex• celentísimas acaudilladas por el capitán del siglo y sus mariscales, fue una verdadera locura que ni las mayores de D. Quijote. La po• sición de nuestros generales no fue pues, diversa en 1808 que la de Cervera y Montojo en frente de las escuadras americanas en 1898». 26 BRITANOS Y GALOS

Balmaseda; y el ejército de la izquierda á las órdenes de Moncey y Lannes, permanecer en observación entre Logroño y Tafalla esperando el resultado de las operaciones sobre Burgos para lanzarse, si fuese satisfactorio, Ebro abajo hasta Zaragoza. El cuartel imperial llegó el 9 á Briviesca acanto• nándose las fuerzas mandadas personalmente por el Emperador en los alrededores de dicha villa, si• guiendo así, en su odisea, entre batallas formales y escarat;*ií^ií

ni

El 9 de Mayo del 1808, resuelve la ciudad de Oviedo desobedecer las órdenes de Murat, adoptan• do previamente las medidas conducentes para el afianzamiento de su patriótica decisión, declarando solemnemente la guerra á Bonaparte. Publicada ésta, marcharon á Londres comisiona• dos por la Junta de Asturias, el Vizconde de Mata- rrosa y D. Andrés Ángel de la Vega. Galicia inició el 30 de Mayo su alzamiento (i)

(1) El Ayuntamiento de la Coruña en los primeros días de Junto, pasó al vecindario la siguiente circular: «Esta Ciudad pasa á manos de V. de orden del Excmo. Señor j). francisco j^ermúdez de Sangro FRANCISCO TETTAMANCY 27 precisamente el mismo día en que los comisionados asturianos se embarcaron en Gijon para Inglaterra. Como delegado por la región gallega, partió también á Londres el prestigioso coruñés D. Fran• cisco Bermudez de Sangro, quien «honrado y obse• quiado por el gobierno ingles logró con éxito se re• mitiesen libres á la Coruña los prisioneros españoles que allí existían, (por consecuencia de la última gue• rra sostenida entre la nación inglesa y España), y que viniese con carácter diplomático Sir Carlos Stuart, á la vez que se estipulaba un arreglo entre las Juntas de Galicia y Oporto. (i) En Inglaterra causó general impresión la viril actitud de España, sobre todo la resolución de las regiones asturiana y gallega.

Fidelísimo Reino de Galicia el adjunto papel, á fin de que ins• truido de la necesidad de socorrer prontamente con todos los au• xilios de dinero, granos, ropas, y demás efectos el exército que ha marchado ya á la defensa de la Religión del Rey y de la Patria, se digne desplegar en fabor de tan justa y buena causa los rasgos de su beneficencia y" Patriotismo con la brebedad que exsigen las circunstancias. Para recivir los Donatibos en dinero, está nombrado D. Josef Rojo de los Ríos, Comerciante, y para los granos, ropas y demás efectos un Cavallero Regidor y destinada la casa número 14 de la calle de San Agustín detrás del Camarín de nuestra Señora de los Dolores adonde los recibirán y darán el resguardo conveniente. La Ciudad espera del celo patriótico y buenos sentimient os que animan á V. que proporcionará aquellos auxsilios que permi• tan sus fuerzas, y que dispondrá se hagan efectibos con toda prontitud. Dios guarde á V. muchos años. Coruña 12 de Junio de 1808. FERNANDO DE LEÓN BENAVIDES, FEI.IX ANDRÉS DE PAZOS MONTENEGRO, ANTONIO PATINO.—Señor Don... Se acompañaba la proclama del Reino de Galicia, de 9 de junio de 1808, autorizada por Domingo Valado de Parga.—Do• cumento facilitado por nuestro amigo el escritor coruñés D. Anto• nio Abelardo Rey Escariz. (I) J. P. VINCENTI: El Sepulcro ¡te Moore 2.a edición. La Co• ruña Imp. de la Papelería de Ferrer, 1890, pag. 25. co

Croquis de La Coruña en el año 1808

(de un grabado en boj de la época) FRANCISCO TETTAMANCY 29

Por interés especial y propio, aquella potencia tenía que acojer con entusiasmo idea tan altruista: llevaba sosteniendo una lucha tenacísima y dispen• diosa, de 16 años, con Francia; y consideraba que habría de serle mucho más utilitaria una alianza con España, que proseguir la comenzada guerra. Su aisla• miento debido al plan continental, la pérdida de Han- nover y Portugal y cerrados para ella todos los puertos, no le quedaba en Europa un palmo de terre• no donde emplear sus fuerzas, reducida solamente á producir la guerra marítima, que no compensaban los enormes gastos ni la paralización del comercio, las victorias que obtenía. Los franceses ocupaban la Península, y amenaza• ban realizar una invasión á Irlanda, para cuya expe• dición estaban haciendo numerosos aprestos navales en el puerto de Boloña. Rodeada, pues, de apuros apremiantes por todas partes, y cansada ya de esparcir el oro para exci• tar á los pusilánimes Gabinetes de Europa contra Francia, vio, repetimos, con singular simpatía, por toda esta conglomeración de concausas, la alianza que España le brindaba, «en el mismo instante en que en el parlamento británico, se trataba de entrar en negociaciones con Napoleón, por hallarse el pais reducido á la miseria.» (l) Ofrecíale España por otro lado, ocasión para dar salida á sus productos manufacturados y, por ende, un dilatado territorio con abundantes recursos para

(1) MR ELIAS REGNAUI.T. Histeria Criminal del Gobierno in• gles. Pag. 518 I vol. 716 pag. Madrid 1841. 3° BRITANOS Y GALOS fomentar la guerra sin tener que experimentar mayo• res contingencias. «Los ingleses—objeta Regnault—más bien que socorrer á España intentaban continuar en un suelo nuevo y con el auxilio del valor español, la lucha que desde 1793 sostenían contra Francia». (1) En este caso, el interés y la política caminaban de acuerdo. Así es, que el partido de la oposición votó con el ministerio. El elocuente diputado Sheridan abogó en el parlamento por la causa de España; y Cannig, el famoso ministro de Negocios Extranjeros, se expresó de esta manera: «Los ministros de S. M. no se acuer• dan desde ahora que haya habido guerra entre Espa ña y la Gran Bretaña. Toda nación que se levante contra el poder terrible de la Francia, es desde aquel mismo instante, cualesquiera que hayan sido sus re• laciones anteriores con nosotros, la aliada esencial de la Gran Bretaña». Y á esto, en efecto, casi podemos afirmar, que obedecían los móviles del anhelo con que se acogió la ofrecida alianza de España y la viva satisfacción que produjo semejante noticia en los ingleses. El Gobierno británico ofreció auxiliarla, por de pronto con algunas tropas. En este sentido lo notificó á los comisionados gallegos y asturianos; pero por un exce• so de vanidad, sus Juntas, más que por la experiencia y confianza en el esfuerzo propio, encomendaron á dichos comisionados manifestasen al Gobierno in• glés que solo precisaban dinero, sin perjuicio de que si el rey de Inglaterra creyese oportuno aquel envío,

(1) Ob cit. pag. 519. FRANCISCO TETTAMANCY 3i

lo dirigiese á Portugal, donde sería provechoso para estorbar las ulteriores miras del general Junot que mandaba en aquel país en nombre del Emperador. Atendiendo á esta demanda, salieron de Cork el 12 de Julio, 10.000 hombres á las órdenes de Sir Arturo Wellesley, famoso más tarde, como duque de Wellington y Ciudad Rodrigo. A la altura de la Coruña, capeó la expedición; desembarcando su jefe en esta capital el día 20.

Las circunstancias no podían ser más desespera• das, porque acababa de reñirse la triste batalla de Rioseco, clara y evidente demostración de que el valor sin la instrucción técnica en los soldados ni ciencia en los capitanes, solamente sirve para llevar á los hombres á una muerte segura. Los generales españoles Cuesta y Blake, manda• ban nuestras fuerzas en la memorable acción, contra las del experimentado Bessieres. El primero, más enérgico que hábil, y el segundo más diestro en la enseñanza que en la práctica, se empeñaron en una empresa en la cual de antemano se auguraba un la• mentabilísimo fracaso. La Junta Superior del Reino de Galicia lo tenía previsto; y así se lo indicaba al general en jefe de su ejército en las diferentes comunicaciones que le ha• bía pasado (1) para que procurase rehuir la aventura,

(1) Véase nuestro Apéndice 2° 32 BRITANOS Y GALOS haciéndole presente á Blake, las marcadas ambicio• nes de Cuesta, quien no supo ni siquiera disponer el plan de aquella acción, en que pereció la flor de la juventud gallega y lo mejor de sus hijos, coro• nándose de laurel inmarcesible el Batallón literario de Santiago de Compostelá del cual quedaron en el campo una inmensa mayoría de aquellos vale• rosos muchachos. Un periódico de la época (i) estampa el juicio de que «los gallegos mostráronse ansiosos de so• correr á Castilla por patriotismo y obligación; pero el reynado de los siete tira>ios (alude á la Junta del Reyno de Galicia) se opuso con sus medidas orde• nando á Blake no prestase su apoyo á Castilla, que de haber intervenido con el ejército gallego en pleno, se hubiese ganado la batalla de Rioseco, en la que no entraron más que dos divisiones de dicho ejército». Falsísimo es este prejuicio, que estamos en la obligación de refutar: la Junta del Reino Gallego, se prestó inmediatamente á facilitar todo género de au• xilios al ejército de Castilla, no escatimando los me• dios, porque así se lo impulsaban sus sentimientos patrióticos, de poder asegurar el éxito de una em• presa, cuyo malogramiento, como hemos dicho, ha• bía previsto. Las únicas observaciones que la Junta, racional-

(i) EL ROBESPIERRE ESPAÑOL, Amigo de las leyes: Impreso en la Isla de León y reimpreso en la Coruña en la Oficina de Prieto, año I8II> y en el mismo año en la de Antonio Rodrí• guez. N.° X, Questión Décima, Sección Primera, N.° II. FRANCISCO TETTAMANCV 33

mente hicieron á Blake en i.° de Julio de 1808 (i) concretábanse á que éste «ejecutase el plan pro• puesto cuidando siempre de cubrir el Reyno y de replegarse á él en qualquier descalabro, y también de

dejar alguna división en dicho Reyno para atender á la quietud pública, recoger los alistados de las res-

(1) Véase nuestro citado Apéndice n.° 2. 34 BRITANOS Y GALOS pectivas capitales que faltan y ocurrir á algún acci• dente de enemigos que pueda acaecer».... En esa batalla pelearon independientemente los ejércitos castellano y gallego, que ambos se resentían de los indispensables preparativos para entrar en campaña, aparte de que entre ambos jefes concurría la ruptura «de esa comunicación recíproca tan esen• cial, inspirada en la confianza mística que á veces decide el tiempo». Al empeñarse la acción, las fuerzas españolas se adelantaron sin esperar órdenes, con ánimo tan deci• sivo y adelantado, que los franceses la creyeron en principio perdida. La infantería española—comenta un juicioso es• critor—dueña de una batería y vencidos los enemL- migos que tenía delante, gritó / Viva el Rey!; pero en aquella jornada faltaron como en gran parte de nuestras batallas de la guerra de la independencia, hombres que, á más de valientes como lo eran todos, fuesen buenos capitanes, (i)

(i) FERNANDO FULGOSIO Crónica de la provincia de la Co• ruña.—Madrid, 1866, pag. 89. De las fres líneas que ocupaban el páramo de Valdecuevas, la segunda la formaba el cuerpo de vanguardia de parte del ejército gallego mandada por el Conde de Maceda, quien murió gloriosa• mente en el campo; y la tercera, por la primera división gallega de la que era Jefe el mariscal de Campo Don Felipe Jado. El ge• neral D. Gregorio de la Cuesta, se había situado á la izquierda, algo á la retaguardia, con el Ejército de Castilla y toda la 4.a di• visión del de Galicia. El general Blake, situárase de espalda á Medina de Rioseco y dando frente á la villa de Palacios de Cam• pos, distante cinco kilómetros de aquella ciudad, por donde nece• sariamente había de avanzar el ejército enemigo dirigido por Bessieres. FRANCISCO TETTAMANCY 35

Es decir, que no se tuvo en cuenta aquel precep• to esencial de que en la guerra, para vencer, deben marchar, de comün acuerdo, la cabeza y el brazo. Como no encaja en la índole de nuestro trabajo,— ni menos son esos nuestros propósitos—historiar la famosa hecatombe de Rioseco, labor hecha ya, en multitud de ocasiones por plumas peritísimas, sola• mente consagrárnosle este ligero recuerdo, que nos proporciona la coincidencia de nuestra relación, al fijarnos en que, á raíz de consumarse la catástrofe, empezábamos á recibir la cooperación de Inglaterra, con la llegada á la Coruña de los aliados británicos. Vaya, pues, la remembranza, en holocausto á los gallegos que sacrificaron sus vidas en aquella jornada.

v

El general Wellesley, reiteró los ofrecimientos de su Gobierno á las Juntas gallego-asturianas; pero, desgraciadamente, éstas tampoco los aceptaron, por lo que respecta al auxilio de tropas, solicitando, úni• camente, dinero, factor exclusivo que perseguían para hacer frente á las mas apremiantes necesidades de la empresa. Volvióse, pues, aquel jefe á bordo, dirigiéndose á Mondego (Portugal), en cuyo punto se le unieron, á los pocos días, las fuerzas del general Spencer pro• cedentes de Andalucía, y las del mando del teniente general Moore, que venían de Suecia. ínterin no se reunían estas tropas que habían de mandar como primer jefe Sir How Dalrrymple y 36 BRITANOS Y GALOS

como segundo Sir How Burrard, á las cuales se agregaron algunas portuguesas, Wellesley inició la campaña, llegando á Caldas el 9 de Agosto, provo• cando á los dos días una acción en Roliza, que fué sensible para los franceses; llegando á librar otra á los diez días, con los nuevos refuerzos llegados de Inglaterra, y en la que también le ayudó la suerte. Llamados á Londres Dalrrymple, Burrard y We• llesley, como consecuencia de la Convención de Cintra, por la cual los franceses con su general Ju- not tuvieron que evacuar el territorio portugués, recibe Sir John Moore una orden del ministro de la Guerra, encomendándole el mando en jefe del ejér• cito que había de operar en España. Este despacho, para él de tanta significación é importancia, iba acompañado de una carta puramente familiar de su superior, lord Vizconde de Castlereagh, asegurándole su especial confianza y asistencia en todas las cosas del servicio público, y le rogaba que le escribiese siempre confidencialmente de todos los asuntos rela• cionados con su mando. El número de fuerzas se elevaba á la cifra de 30.000 hombres; 10.000 de los cuales estarían á las inmediatas órdenes de Sir David Baird. Conforme á las disposiciones del Gobierno británico, este ejér• cito destinábase á «cooperar con los ejércitos espa• ñoles para expulsar del territorio español á los ejér• citos franceses». (1)

(1) Biografía de Sir John Moore publicada en el Chamber's Edinburgh Journal—4 de Octubre de 1834—que'nosotros repro• ducimos con nuevos datos en el Boletín de la Real Academia Ga• llega los días 20 de Enero, 20 de Febrero-y 20 de Marzo de 1909. FRANCISCO TETTAMANCY 37

El 13 de Octubre, entraba en el puerto de la Co- ruña un convoy procedente de Inglaterra, compuesto de 148 velas, ó sean 5 1 fragatas, 93 bergantines de transporte, 2 fragatas, 1 bergantín y I cúter de gue• rra conduciendo á su bordo de 13 á 14.000 hombres de tropa al mando del teniente general Sir David Baird. El día 15 desembarcaron en la plaza varios jefes y muchos oficiales, siendo agasajados cariñosa• mente por los coruñeses, (i) No faltó quien se lamentase de que este ejército, en lugar de desembarcar en la Coruña para unirse á Moore y en Salamanca tomando la ruta de Santiago y Orense, debiera hacerlo en Santander teniendo en cuenta lo rigoroso de la estación. ¡Como si la influen• cia de ésta no ejerciese los mismos efectos en el Nor• te que en el Cantábrico! Todas estas fuerzas emprendieron seguidamente la marcha para incorporarse á las de Moore, cum• pliendo de esta forma las órdenes de su gobierno. (2)

(1) Gaceta de la Coruña, núm. 34 del sábado 15 de Octubre de 1808, que poseemos. (2) Algunas de estas tropas, se alojaron en Santiago, á juzgar por la siguiente nota que nos facilita nuestro amigo el inteligente publicista, Archivero del Ayuntamiento de aquella ciudad, D. Pa• blo 1'. Costanti Ballesteros: «A consequencia del oficio que acabo de recibir de V S. he dado orden para que mañana se habiliten los claustros que á prin• cipio del próximo pasado Noviembre sirvieron de alojamiento á las tropas de S. M. Británica. Entonces se acomodaron mil y doscien• tos hombres con los correspondientes oficiales, y los mismos podran acomodarse ahora, y si fuese preciso alojar mas número se busca• rá sitio, aunque sufran incomodidad estos Monges, pues nada mas desean que acreditar sus respetos á V. S. y su amor á la Causa púr 38 BRITANOS Y GAI-OS

Los fríos y lluvias hicieron lenta la expedición; tardando por esta circunstancia bastantes jornadas en llegar á Lugo. Ya en esta capital, el Jefe accidental de las tro• pas, resuelve hacer un movimiento retrógado hacia Orense, solicitando antes de la Junta de aquella provincia le facilitase víveres por ocho dias para ali• mento de las mismas; y de paso le consultaba que es lo que debía de hacer «ante las dificultades y te• mores que se ofrecían» para continuar su movimiento sobre Salamanca, (i) La Junta lucense le contestó, que libre por ahora de enemigos la región gallega, sería preferible pro• siguiese su marcha hasta reunirse con su Jefe principal.

vi

Es indudable que las armas inglesas, prestaron á nuestra nación en la guerra de la independencia, blica = Dios gue. á V. S. ras. as.—San Martin de Santiago 5 de Enero de 1809.—Fr. Theodoro Mosquera, Abad de San Martin— Sres. del Ayuntamiento de la M. N. y L. Ciudad de Santiagos En parecidos términos ofició el prior del Convento de San Agustín Fr, Roque de Roo.— Del libro de Consistorios de Enero de iSop. (1) ¿Archivo Histórico Nacional, Leg. 39, Estado, Año de 1808: Conferencias, 28 Noviembre 1808.—Junta de Lugo dirige carta á la Junta de Orense «dándole parte del movimiento retró• gado de las tropas de S. M. B. sobre aquel punto y propuesta de su comandante accidental, á fin de que se le faciliten víveres por ocho dias y consulta que hará por dificultades y Lemores que se ofrecen». — Dato fac. por nuestro amigo el distinguido escritor D, Federico Maciñeira Pardo. FRANCISCO TETTAMANCY 39

grandes y señalados servicios: negarlo como observa Fulgosio (i) sería exponerse neciamente á verse mo• tejado de ingrato. Tal se muestra Napier en su His• toria de la Guerra de la Península — Lib. IV, Capí• tulo 5.0—atacado de frenético desvarío en contra nuestra, al asegurar despectivamente sin la menor razón y fundamento que España nada hizo por su in• dependencia, circunstancia que solo se debía al acero inglés, al oro inglés y al ardimiento inglés; vanidad inconcebible de un espíritu de marcada parcialidad y de carácter rencoroso. Otro historiador inglés, (2) formula igualmente juicios poco gratos para los españoles. Reconoce el patriotismo de la clase baja, mas en cambio, censura duramente á los que llevaban la dirección de los asuntos en aquella guerra, tildándolos de ignorantes y presumidos; de negligentes y apáticos en moverse, que no atendían más que á asegurarse una pomposa autoridad que uniese á los esfuerzos para libertar el país. «Como todos los hombres débiles y vanos—agre• ga— eran grandes fanfarrones que hablaban de inun- merables ejércitos y de inagotables recursos; pero cuando llegó el momento de la prueba, viose qué sus ejércitos eran una turba indisciplinada, y aun á veces reducíanse éstos á simple papel; (3) sus almacenes se

(1) Ob. cit., pág. 89.

(2) Goldsmitlis History of England conlinned by Pinnok, pá• gina 408, Earis 1861, 1 vol. 8.° (3) Esta apreciación no deja de ser completamemte absurda. El ejército español era excelente en 1808 al 1809. Constaba de 103.824 soldados en armas: 87.201 de á pié y los demás de caba- 40 BRITANOS Y GALOS encontraron vacíos y sus ponderados preparativos se concretaban á nada. Aun antes que el general inglés (Moore) entrase en España, las principales fuerzas con las cuales se habían destinado á cooperar, fueran derrotadas y dispersadas en gran parte por simple incapacidad de los generales.» Por este orden de cargos que sí algunos carecían de fundamento hay que reconocer que otros revestían una amarga verdad, los cronistas é historiadores franceses no le iban A la zaga á los sajones. M. Rocca (I) asienta en sus Memorias que los es• pañoles se formaba de un pueblo religioso y guerre• ro, pero no militar. «Detestaban y menospreciaban todo lo que constituye la fuerza de un ejército regu• llería y 32.418 de reserva, distribuidos en 51 batallones de milicias provinciales contando con buena oficialidad y una artillería en• vidiable. Véase al efecto el gráfico de uno de los morteros que bonitamente se llevaron los ingleses á su país, que aun lo con• servan como modelo de arma de aquellos tiempos, y que el mismo Goldsmith's lo presenta en su obra. Napoleón, como atinadamente escribe Salcedo, traductor de las Memorias de Rocca, procuró la dispersión de nuestras fuerzas militares: 14.905 hombres, 3.088 caballos y 25 cañones, se fueran con el marqués de la Romana á Dinamarca. (') El resto del ejér• cito sirvió de base para la campaña de verano de 1808 (Rioseco, Valencia, Zaragoza y Bailen); pero se le utilizó mal, uniéndole tropas de nueva extracción mal instruidas y organizadas; y sobre todo, oficiales improvisados. Las tropas que quedaron, sin em• bargo, de aquel ejército de 1808, fueron siempre lasque sirvieron de ndeleo en toda la guerra, y las que llevaron á cabo las haza• ñas verdaderamente militares que ilustraron á España en aquella ocasión. (1) Ob. cit., pág. 71.

(*) Véase la Introducción de este libro, pág. 13. FRANCISCO TETTAMANCY 4i

lar; carecían de buenos oficiales, de suboficiales y de cuanto es menester para la tropa de línea. Conside• raban esta guerra como una cruzada religiosa contra los franceses por la patria y el rey: una cinta encar•

nada con la inscripción de Vencer ó morir por la pa• tria y por Fernando VII era el único distintivo mili• tar de la mayor parte de sus soldados ciudadanos. Al primer llamamiento acudían los hombres de todas las provincias, casi desnudos, á las grandes reunió- 42 BRITANOS Y GALOS nes que llamaban ellos sus ejércitos; y una vez en éstos, el ardiente deseo que tenían de vencer, les ha• cía soportar con admirable paciencia las privaciones á que todo el poder de la más severa disciplina no hubiera podido someter á los mejores soldados de línea». Con gran elocuencia contradice esta opinión de Rocca, su traductor Salcedo, (i) argumentando que ningún pueblo es militar sino se le instruye y dota de elementos propios para serlo. «Así sucedía en la guerra de la independencia á los españoles que no se habían preparado con tiempo para la guerra. En cuanto á la aptitud de los españoles para ser bue• nos militares, cuando se les educa y se les da medios adecuados, es incuestionable y la historia lo acredita más que suficiente». Estos y otros párrafos de Rocca, mejor dicho de Mme. de Staél, llevada de su odio á Napoleón, pa• rece como que quiere inculcar la idea de que para combatir y vencer no son necesarias la preparación y tácticas militares, bastando el ardor guerrero; y esto es falsísimo. «Si los españoles —objeta Salcedo— que tomaron las armas en 1808 y 1809, hubieran te• nido organización material y preparación proporcio• nadas á su ardimiento y patriotismo, Napoleón, no hubiese hallado aquí el principio de Warterloo sino el Waterloo mismo, y España habría salido de la guerra no solo libre sino á la cabeza de las potencias militares de Europa». Habremos de hacer notar que el libro de Rocca,

(1) Ob. cit. pág. 71 y 72, nota. FRANCISCO TKTTAMANCY 43 por lo mucho que se leyó en todas partes al termi• narse la guerra de la independencia, formó en el mundo el pobre criterio de que los españoles solo servían para ese batallar desordenado, atendiendo á la carencia de cualidades verdaderamente militares. «Y fué lo peor—concluye Salcedo—que esa opinión europea se reflejó en España y llegó á ser opinión española, creyendo aquí muchísimos que pues había• mos vencido á Napoleón sin elementos militares, estos elementos son poco menos que inútiles; opinión desacertada y funesta que nos ha perjudicado ex• traordinariamente durante todo el siglo XIX». Como compensación á ese conjunto de tópicos de los aludidos escritores y otros más que omitimos en obsequio á la brevedad, nos es honroso consig• nar, las opiniones contrapuestas de algunos publi• cistas extranjeros de autoridad reconocida, que de• claran sinceramente la razón del derecho que asistía á España en aquel pleito ruidoso que venía venti• lando para reconquistar su libertad, defender la inte• gridad de su territorio y rechazar la codicia del fran• cés que la había invadido sin justificación legítima. Mr. Thiers, refiriéndose á Galicia, expresa en su Historia de Francia que «.merece ser tenida por uno de los grandes Centros del poder españoh. Charles Ornan, profesor de Historia en la Uni• versidad de Oxford, miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia de Madrid, con un método claro y preciso, presenta en su obra (i) una

(i) iHistory of the .—Oxford af the Claren- don Press>, 1902. 44 BRITANOS Y GALOS

serie de documentos originales que aportan mucha luz á los problemas que caen bajo su examen. El Diario de Vaughan y varios papeles hallados en Oxford y en el Record officer, sirven para rectificar buena parte de las injurias y especiosas opiniones de Napier y otros autores, respecto á los españoles. «Foreste hecho—como indica nuestro malogrado amigo, el notable publicista y valiente militar Ibañez , Marín, (i)—aparte el singular valor de la obra, ya merece nuestro cariño». Ocioso será consignar las refutaciones, algunas inspiradas en un espíritu recto é impárcial, de nues• tros primeros historiadores como el Conde de Tore- no, Lafuente, Chao, continuador de Mariana, Muñoz Maldonado, Alonso López, Fulgosio, Vicetto, Pi y Margall, Murguía, Gómez Arteche, Suárez Inclán y tantos otros, que al detallar extensamente la serie de episodios que concurrieron en aquella homérica lu• cha, desvirtuaron, con su finísimo y agudo escalpelo, los conceptos de una detractación injusta. Y se acerca el momento de ocuparnos en la per• sonalidad del valeroso Sir John Moore, objeto prin-

(i) Bibliografía de la Guerra ríe la Independencia. —Madrid, Imp. de la Revista técnica de Infantería y Caballería, 1908 Este erudito escritor y bizarro jefe, fué muerto gloriosamente en la campaña de Melilla por las harkas rifeñas, en el combate del 23 de Julio de 1909. La inesperada muerte de Ibañez Marín, nos ha causado impre• sión profunda, como causó á España entera, que admiraba en él uno de sus militares más prestigiosos por su criterio científico y su entusiasmo por el engrandecimiento de la nobilísima profesión que ejercía. FRANCISCO TETTAMANCY 45 cipal de este libro, de quien dice perfectamente Ful- gosio (i) que pocos generales extranjeros habrán merecido bien de nación alguna, como la mereció de la nuestra, el intrépido soldado, no obstante de cebarse en él la crítica apasionada é irracional; y de las batallas reñidas en nuestra región entre Britanos y Galos, cual la de la Tolda (Lugo), que apenas tratan de ella todos los historiadores sin excepción, así como de la realizada en Elviña en los suburbios de la Coruña, que en la historia gallega y especialmente en la local, tendrá siempre en sus páginas lugar preferente.

(i) Ob. cit., pág. 89.

CAPÍTULO II

SIR JOHN MOORE (BIOGRAFÍA) (I)

Nacimiento y educación de Moore.—Su ingreso en la mili• cia y sus hazañas militares en América.— Es nombrado miembro del Parlamento.—Sus operaciones en Córcega é Indias Occidentales.—-ídem en Egipto y Suecia.

I

Sir John Moore nació en Glasgow el 13 de No• viembre de 1761. Era el tercer hijo del Dr. Moore, celebrado médico, pero más conocido como literato, entre cuyas obras de mérito, sobresalía la titulada Zelucco, que le proporcionó gran renombre. Su ma• dre fué hija del profesor Simson, de la Universidad de Glasgow y sobrina del famoso geómetra Roberto Simson. (2)

(1) Publicada por el autor de este trabajo en el Boletín de la Real Academia Gallega los días 20 de Enero, 20 de Febrero y 20 de Marzo de 1909 (2) Matemático escocés. Nació en 1682 y murió en 1768. Es autor del Tratado de las Secciones Cónicas, Traducción, de Eu- clides y otras obras notables. 48 BRITANOS Y GALOS

Cuando el pequeño Moore alcanzó la edad nece• saria, ingresó en la High School (Escuela Superior) de su ciudad natal. En este período del comienzo de

Sir John Moore Generalísimo del K j é r c i L o Inglés su vida, se le describe como niño «atrevido, osado, intrépido, un tanto indómito, de temple irascible y FRANCISCO TETTAMANCY 49 fácilmente iracundo.» Dotado, no obstante, de buen sentido, hacíale capaz de dominar por completo su temperamento. Su aspecto, lo mismo en sus juveniles años, como en la edad en que ya se revelara el hombre, era excesivamente agradable, simpático y atrayente. Su figura, alta y hermosa, y la expresión de su ros• tro, alegre y benigno. Designado su padre el Dr. Moore, para acompa• ñar en calidad de instructor, durante un largo viaje por el Continente, al joven Douglas, duque de Ha- milton, juzgó valerse de esta oportuna ocasión para llevar también consigo á su hijo y proporcionarle la instrucción conveniente, en consonancia con sus aficiones militares, que ya empezaban á dominarle. Esta circunstancia fué el origen de una intimi• dad entre ambos muchachos que había de trocarse muy pronto en fraternal cariño, y que solamente vino á interrumpirlo la prematura muerte del du- quecito, acaecida pocos años después. Nació esa amistad con motivo de un incidente ocurrido du• rante la estancia de los viajeros en Paris: el duque de Hamilton, aprovechando unos instantes de buen humor, sacó su espada y comenzó á esgrimirla, en broma, contra Moore. Este procuraba huir de las fingidas estocadas que aquél le dirigía, dando saltos por la habitación en donde tenía lugar la escena. En uno de aquellos momentos en que pretendía parar una de ellas con el brazo, resbala, y al caer recibe él mismo el arma en un costado. Conmovido el duque, como causante de semejante desgracia, arroja con ímpetu la espada y sale precipitadamente en busca del Dr. Moore. Alarmado éste, creyendo á 4 5o BRITANOS Y GALOS su hijo en un estado grave, examina la herida, que por fortuna carecía de importancia: la hoja, desli• zándose sobre una costilla, solamente había rasgado ligeramente la piel. Renace entonces la alegría en el ánimo de Ha- milton; y de este suceso parte la cariñosa amistad que profesaba á su compañerito de viaje, acrecen• tada por el inminente peligro en que colocara su vida, y por la serenidad y fortaleza de espíritu de• mostrada por éste, tratando de desvanecer á aqnél sus temores é intranquilidades en cuanto á la insig• nificancia de la herida. El carácter de intrepidez del embrionario solda• do, confirmóse á los pocos días más patente y de un modo inequívoco. Estando jugando en el jardín de las Tullerías con varios muchachos de su edad, riñe con ellos por cuestiones del juego: John, sin fijarse en la desigualdad del número, presénta• les batalla inmediatamente. Dados sus conocimien• tos en el arte del boxeo, ignorados para sus con• trincantes, pronto da cuenta de éstos tendiéndolos en tierra, uno tras otro. Acude en el acto su padre, que también se hallaba presente en el jardin, y rá• pidamente levanta del suelo á los vencidos, alaba el valor y robustez de su hijo, al que se lleva consigo, y ya á solas con él y delante de Douglas, repréndele duramente por su conducta.

II

Después de una corta estancia en París, llegan los excursionistas á Ginebra, donde Juan fué llevado FRANCISCO TETTAMANCY 5i

á un colegio, mientras su padre y el Duque se alo• jaron en casa de un clérigo de la ciudad. El sistema educativo que se daba en aquel esta• blecimiento y las predisposiciones del niño para el estudio, tanto en las ciencias naturales como en las exactas, hiciéronle sobresalir en la geografía, geo• metría y aritmética. Progresos admirables también hizo en las demás enseñanzas que recibió, como la esgrima, la equitación y el baile. Su apariencia y cualidades personales, mejora• ran notoriamente, según se desprende del párrafo de una carta que su padre dirigió á su esposa en 1774, cuando el pequeño Moore contaba trece años de edad: «Juanito es, realmente, un hermoso muchacho. Su rostro acusa viril belleza; su constitución fuerte y su figura elegantísima. Su inteligencia comienza á desenvolverse, demostrando gran vivacidad tem• plada por un buen sentido y benevolencia. Es de temple atrevido y valiente, y de atractivo singular.» Ya en esta primera etapa de su vida, comienza á despertar en él decidida predilección por la mili• cia. Con frecuencia jugaba con otros muchachos de su edad «á los soldados» contemplando las fortifica• ciones de Ginebra con mirada de táctico, explicando á su padre como las atacaría, y señalándole al mis• mo tiempo los puntos débiles de ellas. En el otoño de 1774, salen de Ginebra para Alemania: en Strasbourg son agradablemente reci• bidos por el mariscal Contade; y en Carlsruhe por la margravina, viuda de Barieth. En Alemania, se consagra Moore asiduamente 52 BRITANOS Y GALOS

al estudio del idioma del país, haciendo en él pro• gresos considerables. Con gran complacencia del muchacho, fueron presentados, él y sus acompañantes, al feld-mare- chal Sporken, «a fine oíd soldür» como él mismo escribe á su hermano «con cabellos grises y que ha estado en muchas batallas.» En Brunswick, Moore y el Duque de Hamilton se instruyen en el ejercicio militar prusiano, en el cual adquieren tal experiencia en el manejo del fusil, que ellos «podían disparar y cargar cinco veces por minuto.»

ni

De Brunswick, siguen los viajeros á Berlín, en cuyo punto son recibidos con singular complacencia por Federico II, teniendo ocasión de presenciar al• gunas de aquellas espléndidas y suntuosas revistas militares, con las que tanto se deleitaba el célebre monarca. Estos grandiosos é imponentes espectáculos, in• clinaron definitivamente el ánimo del muchacho para abrazar la carrera de las armas—vocación que apro• bó su padre—y que le valió el ser obsequiado por el mariscal Conde de Escocia, á la sazón al servicio de Prusia, con un par de pistolas prusianas y un Horacio de bolsillo. De Berlín salen para Viena, llegando á esta ca• pital en el mes de Agosto de 1775. En la misma, son también agasajados con esplendidez por el Em- FRANCISCO TETTAMANCY 53

perador José II, quien, habiendo formado una fa• vorable opinión del Dr. Moore, le ofrece tomar á su hijo á su cuidado y servicio; proposición que ambos rehusaron. Desde Viena, escribe el futuro héroe á su her• mano James, quien había manifestado deseos de ser marino. — «Espero que dentro de algunos años tu y yo zurrarejnos á los Monsieurs por mar y por tierra.» Añadiendo con aquel candoroso sentimiento que en él siempre resaltaba: «Mas, espero que no haremos la guerra á los españoles, porque el embajador español es el hombre mejor y más bueno que he visto y conocido en mis viajes.» De Viena pasan á Italia, llegando á Ñapóles, en cuya capital recibe Moore la grata noticia de que el Duque de Argyle obtuviera para él un despacho de alférez en el Regimiento número 51. Su hermano James, al escribir las memorias de Moore, (i) consigna que el contento que éste expe• rimentó «no tuvo límites; y como solamente tenía 13 años de edad cuando se le agraciara con dicho nombramiento, fué necesario pedir una licencia de algunos meses—que se le concedió —para incorpo• rarse á su regimiento, invirtiendo este tiempo en perfeccionarse en la lengua italiana.» Ínterin su padre y el Duque de Hamilton regre-

(1) A narrative of the Campainy of the British Army in commaiided by his Excellency Liutenant General Sir John Moore, K. B., etc., etc. Authenticaded by official papers and original letters, by James Moore.-^Esq. London, 1809. 54 BRITANOS Y GALOS saban de Ñapóles á París, el joven subteniente dirí• gese desde esta última capital á Glasgow, permane• ciendo dos meses en su pueblo natal, entregado exclusivamente á los afectos entrañables de la que le dio el ser. Terminada la licencia sale para Menorca á últi• mos de Diciembre de 1777, empezando brillante• mente su carrera que había de continuar con tanto aprovechamiento y terminar gloriosamente para su fama, en tierra hermana de Galicia. Como en Menorca no concurrían operaciones activas, (i) por las cuales pudiera Moore satisfacer los deseos de su espíritu belicoso, dirige su ansiosa mirada á América, que entonces guerreaba con la madre patria, y solicita un puesto de actor en aquel inmenso escenario, puesto que alcanzó casi á los dos años de su ingreso en la milicia, otorgándosele el nombramiento de teniente y el oficio de pagador mayor de un regimiento reclutado por su amiguito de la infancia el Duque de Hamilton. Con este Cuer• po embarcó para Halifax (Nueva Escocia) á donde llegó en el verano de 1779. En todas las operaciones militares que posterior-

(1) Menorca perteneció sucesivamente á los fenicios, carta• gineses, romanos, vándalos y sarracenos. Conquistada por Alfon• so IX de Aragón vino perteneciendo á España, hasta 1708 en que fué ocupada por los ingleses. Se apoderaron de esta isla, después, los franceses, que entonces estaban aliados con los españoles en lucha contra Inglaterra y Portugal. Hecha la paz en 1763, se de• volvió á Inglaterra en cambio de la de Cuba que fué devuelta á España. En 1779 volvió á poder de España por reconquista, quedando desde esta fecha definitivamente agregada á nuestra nación. FRANCISCO TETTAMANCY SS mente se desarrollaron en aquella parte de América, en las que Moore activamente intervino, demostró «aquella firmeza de carácter, intrepidez en el campo é inteligencia en el consejo» que subsiguientemente le reputaron de primer soldado de sus días, (i) Entre otras muchas, podemos citar dos pruebas que ha dado el joven oficial durante esta guerra con los americanos; la una de su proverbial valor y la otra de sus humanitarios sentimientos: En cierta ocasión en que la acción mostrábase más empeñada, observa que su gente flaquea reti• rándose confusamente ante el nutrido fuego de su• perior fuerza enemiga. Colócase entonces el joven teniente á la vanguardia, arenga á los suyos con calor, aconsejándoles que traten de conservar su puesto y «portarse como soldados.» Obedece la gente, reanúdase el fusgo, y tienen á raya al enemi• go, hasta que el aspecto de la lucha experimenta un cambio favorable. La otra prueba que dio de hidalguía, del alto sentido del honor y de caballerosos sentimientos, lo corrobora esta anécdota que comenta uno de sus biógrafos: (2) «Viendo en otra acción, á un oficial-comandante enemigo á corta distancia blandiendo la espada y

(1) Sit John Moore, artículo biográfico publicado el 4 de Octubre de 1834 en e' Chamlr's Edinburgh Journal, que nos proporcionó nuestro amigo D. José Gómez y Gómez. (2) A naivatwe of cireunsíances atlendíng the Brilish Army under Ihe command of /lie tale Liul. Gen. Sir John Moore K. B. Wlihs. A Conche Account of Ihe memorable Baltle of Corunna, by H. Melbourne.—London T. Egeston, 1809. 56 BRITANOS Y GALOS animando con viveza á sus parciales, Moore, apunta su fusil, (los subalternos también llevaban entonces esta arma como la clase de tropa), y fácilmente pu• diera haberle muerto; pero repentinamente, conmo• vido por la impresión juzgando que sería una co• bardía aprovecharse de ocasión tan ventajosa, echa de nuevo, sin disparar, su fusil al hombro.»

Al terminarse en 1783 aquella campaña en la que se registraron á cientos las acciones, fué pro• movido John Moore al empleo de capitán, premian• do así sus inapreciables servicios. De Halifax regre• só á Inglaterra donde fué disuelto su regimiento pasando á la situación de reemplazo. El intervalo transcurrido hasta su vuelta al ser• vicio, lo empleó en completar sus conocimientos tácticos especialmente los de fortificaciones de cam• paña. Varios municipios escoceses le eligieron su re• presentante en el Parlamento; y durante su gestión política, tuvo la buena fortuna de trabar íntima amistad con el duque de York; pero por muy hono• rable y halagadora que fuese esta posición de par del reino, y la de ser compañero y amigo de uno de los primeros hombres de aquellos días, no estaba en consonancia con el carácter de Moore. Suspiraba por la oportunidad de reanudar su carrera militar, tan próspera y tan provechosamente comenzada, de• seos que no pudo ver realizados hasta el año 1787. FRANCISCO TETTAMANCY 57

En este año se le nombró mayor de uno de los dos nuevos batallones anexionados al Regimiento núme• ro 6o; y en el siguiente pasó con igual empleo al número 51, acuartelado en Cork. Destinado este últi• mo Cuerpo á servir en el extranjero, no le siguió. Sale entonces á la venta una tenencia coronela, y el mayor Moore fué el adquiriente de la misma, pasando á ocupar inmediatamente este rango. Nombrado ya coronel en 1790, permaneció con su regimiento en Irlanda hasta el año 1792, en don• de recibió órdenes de embarcar para Gibraltar lle• gando al Peñón á últimos del mes de Marzo.

v

La monotonía de la vida de guarnición, pronto comenzó á cansarle, distrayéndole solamente duran• te nueve meses, una excursión que verificó por España, y la infructuosa tentativa de ayudar á los leales de Tolón, en cuyo sitio tomó una pequeña parte. Por lord Hoodi y el general Dundas, fué desig• nado Moore, juntamente con el mayor.Kochlek, para efectuar un reconocimiento en la isla de Córcega y asegurarse hasta donde sería-aconsejable un ataque á la misma—que á la sazón estaba gobernada por el venerable patriota Pascual Paoli,—(i) que se había insurreccionado contra la soberanía de Francia.

(1) Pascual Paoli era hijo del general y poeta corso Jacinto, uno de los supremos magistrados del país y gran revolucionario que tomara activísima parte en 1729 cuando el levantamiento de 58 BRITANOS Y GALOS

El resultado de la misión de Moore, trajo como consecuencia su nombramiento para el mando de fuerzas al objeto de realizar un desembarco en la Isla y operar en ella de acuerdo con Paoli; llevándo• se á cabo el pensamiento el 7 de Febrero de 1793, entrando en la misma al frente de 650 soldados, 19 marineros y 2 piezas de artillería de campaña. Conservaban todavía los franceses 700 hombres

los corsos contra Genova. Pascual fué un valeroso guerrero y hombre de Estado. Estuvo destinado con su padre en Ñapóles; y al regresar á Córcega, figuraba como teniente de un regimiento napolitano. Elegido diputado por su pueblo natal, se le nombró general en 17551 desplegando excepcionales talentos como militar y como administrador celoso de su patria. Durante 13 años luchó contra Genova, cuya república soberana de Córcega, desesperan• do del triunfo, vendió la isla á Francia/ Entonces Paoli continuó luchando contra esta potencia, derrotando dos veces al marqués de Chauvelin y al conde Marbeuf; pero vencido por el conde De- vaux, determinó emigrar, saliendo en 1767 para Inglaterra, per• maneciendo allí hasta 1790 en que, llamado por sus compatriotas, regresa A su patria, siendo nombrado teniente general por Luis XVI, y comandante de la Isla. En 1793 fué requerido por la Convención francesa para que compareciese ante ésta á dar des• cargos acerca de su gestión y mando en la Isla. Avistóse al efecto, con Danton y Malesherbes; mas no haciendo por fin, caso al reque• rimiento, entrega su patria á los ingleses. Paoli, como espíritu inquieto y refractario á todo régimen centralista, se indispuso con el virrey, pasando á Inglaterra y recibiendo una pensión de 2.000 libras esterlinas, viviendo en dicha nación como simple particular hasta su muerte, que tuvo lugar en el año 1807. Algiín historiador no deja de censurar duramente, sin causa fundada, la conducta política del significado patriota; pero contrapónense á esta censura, las cartas que dejó escritas, en las cuales vense reflejados aquellos hermosos sentimientos de su alma por la libertad y el bienestar de su patria. Pueden verse en la pág. 412, nota, del tom. VI de la Historia Universal de CÉSAR CANTÚ—-1866. Madrid. FRANCISCO TETTAMANCY 59 en diferentes guarniciones y destacamentos; y apro• vechando activamente el intervalo, del reconoci• miento al desembarco, prepararon una posición que amenazase ser extremadamente formidable, mas el resultado no correspondió á los deseos. Los ingleses, después de una lucha empeñada, se hicieron dueños de la Isla que volvieron á evacuar dada la tenacidad firme dé los franceses en sostenerla. Las operaciones en Córcega, continuaron por algún tiempo, desplegando Moore en ellas su genio militar y sus cualidades de valiente, consiguiendo por fin apoderarse del pequeño territorio. Nombrado por el Gobierno británico virrey de Córcega Sir Gilbert Elliot, supuso éste, que la in• fluencia del coronel Moore con los isleños, que era muy estrecha, había infundido al pueblo un espíritu de oposición á su gobierno; y en este sentido pre• sentó una queja al Secretario de Estado. Con tal motivo, dispuso el ministro que Moore regresase á Inglaterra para responder de los cargos que contra él se formulaban; y acatando éste la orden, se presenta á los principales miembros del Gabinete, á quienes no solo logra convencerlos de lo injusto de las acusaciones, sino que obtiene, como prueba de confianza de su honor y talentos, el nom• bramiento de brigadier general de las Indias Occi• dentales, algunas de cuyas islas se hallaban en estado de rebelión. La brigada para que fué nombrado, compuesta en su mayoría de extranjeros, estaba concentrán• dose en la isla de Wight, saliendo para ésta, Moore, después de una permanencia en Londres de pocas 6o BRITANOS Y GALOS

semanas. En Febrero de 1796, embarcó con su fuerza á bordo de la flota que mandaba el almirante Cornwalles, para las Barbadas, á donde llegó el 15 de Abril. En estas posesiones le recibió cariñosa• mente el Comandante en Jefe Sir Ralph Abercrom- by, bajo cuyas órdenes operó inmediatamente. Después de una serie de operaciones en las que Sir John se significó, como siempre, por su pericia, fué tomada la isla de Santa Lucía, siendo él desig• nado para gobernarla, continuando en el desempeño de este cargo hasta el año de 1797 en que se vio obligado á regresar á Inglaterra por quebrantarse su salud. No pudo gozar largo tiempo de la sociedad de sus amigos y del retiro que su debilitada salud demandaba; porque temiéndose una grave invasión francesa, se le encomendó la misión, en compañía del mayor de ingenieros Hay, para reconocer la costa occidental de Inglaterra é informar acerca de las facilidades que presentaría un desembarco del enemigo.

vi

Nombrado en el siguiente año Sir Ralph Aber- cromby, jete superior del ejército de Irlanda, que por entonces, dicha guarnición, sin razón justificada, se había indisciplinado, solicitó tener á sus órdenes como brigadier general á Moore. Aprobada la propuesta, salió para Dublín el 2 de Diciembre de 1798, demostrando en dicha difícil comisión sus peculiares talentos, consiguiendo apa- FRANCISCO TETTAMANCY 61

gar aquella rebelión formidable que complicaba la situación de la nación inglesa ante los nuevos peli• gros que se avecinaban, si el francés se decidía inva• dir el país. Los éxitos obtenidos por Moore en este asunto, premiáronsele con el empleo de Mayor general. En 1779, volvió á Irlanda; y bajo las órdenes de Abercromby partió para Holanda al frente de una expedición destinada á rescatar este país del domi• nio de Francia. Parte brillantísima tomó el general Moore en esta campaña, siendo herido tres veces: en una mano, en un muslo y en la mejilla derecha, saliéndole el proyectil de esta última herida por de• trás de la oreja. Dos de estas heridas de bastante consideración, le incapacitaron para continuar por algún tiempo en el campo de batalla. Al regresar á su patria, el Rey otórgale por sus servicios el nom• bramiento de Coronel del Regimiento núm. 51. Austria é Inglaterra habían acordado en la pri• mavera de 1800, formar una fuerte expedición mili• tar, señalando á Moore como jefe de la misma, para expulsar á los franceses de Italia; pero abandonada la idea, tuvo aquél que dirigirse entonces á Menorca, funcionando en las diversas operaciones realizadas en el Mediterráneo. Después, con el mismo Aber• cromby, salió para Egipto, desembarcando con sus tropas en la bahía de Aboukir, empresa dificilísima que supo abordar admirablemente, dados sus cono• cimientos técnicos; saliendo gravemente herido en una pierna, cuya bala penetróle tres pulgadas, de• jándole muy quebrantado. Hallándose en Sandgate (1804), recibe inesperadamente la grata noticia de que el Rey le agraciaba con la Orden del Baño. 62 BRITANOS Y GALOS

Restablecido ya de esta última herida, lord Cas- tlreagh y el Duque de York, indican á Moore para mandar un cuerpo de ejército de 12.000 hombres con el propósito de auxiliar al Rey de Suecia y ex• pulsar al francés que estaba enseñoreándose de este país. Aceptada la propuesta por el gobierno, em• barca John en Deal para Gottemburg. El carácter versátil de aquel monarca que implicaba una pertur• bación de sus facultades mentales, había hecho im• posible toda índole de operaciones. Convencido Moore de que sus consejos al rey en nada inclinaban su ánimo, decidió retornar á Inglaterra, sin intentar cosa alguna, evitando así, de este modo, perjuicios á su ejército. Con éste, parte para Portugal, anexionándose al que mandaba en jefe Sir Hew Dalrymple, permane• ciendo en dicho país hasta que los franceses, con su general Junot evacuaron el mismo, de conformidad con el convenio verificado entre este jefe y el del ejército británico. •B = =»

CAPÍTULO III

Sir John Moore en España.—Lo persigue Napoleón.—En• cuentro en Benavente entre ingleses y franceses, cayendo prisionero el general Lefébvre Desnoettes.— Napoleón desiste en la persecución de Moore, encomendando á Soult la misión.—Encuentro de Cacabelos y muerte del general francés Colbert.—Acción de la Tolda (Lugo).

I

Al entrar en España el general Moore, proceden• te de Portugal, su ejército era el único que quedaba intacto en la península. La marcha pausada que traía, y varias circunstancias políticas que en aque• llos días se presentaran, le impidieron operar con los españoles apostados en los márgenes del alto Ebro. Si bien es cierto confesar que la presencia del jefe británico no fué del todo provechosa, tuvo en cambio la trascendencia de sus operaciones, á la pe• ricia que Napoleón había desplegado en persecución de aquél. El 27 de Octubre llegó Moore á Salamanca en cuya ciudad permaneció un mes. En un principio BRITANOS Y GALOS 64 diera orden á Baird, que ya había desembarcado en la Coruña con sus 13.000 hombres,—como hemos dicho en el capítulo — para incorporársele; pero luego dispuso que retrocediese con el objeto de in• ternarse en territorio lusitano, á donde el mismo Moore se encaminaría, en el momento que se le reu• niese su camarada Hope, para estar todos prepa• rados con elfin de embarcarse para Inglaterra. Esta providencia causó gran revuelo, siendo mo• tivo de hondas murmuraciones en el ejército ingles, llegando á iniciarse síntomas de insubordinación, por cuya circunstancia viose el generalísimo en el caso de revocarla. Hay que advertir que á éste, se le engañara con las falsas relaciones que publicaba la Junta Central acerca de la defensa de Madrid, instándole tanto ésta como el embajador inglés Mr. Frere, para que marchase con su ejército al socorro de aquella capi• tal «cuyos habitantes estaban resueltos á sepultarse bajo sus ruinas antes que rendirse, y donde la abun• dancia de comestibles prometía garantizar mucho tiempo la subsistencia de sus tropas,» (1) Moore, accediendo á estos requerimientos, y de• duciendo que no tenía mayor enemigo que las fuer• zas del mariscal Soult que ocupaban á Carrión, determinó marchar seguidamente á Burgos. Por éste arriesgado movimiento, se cortaba la retirada á los franceses que se habían adelantado sobre Madrid, ó por de pronto, se les forzaba á abandonar este punto céntrico de España.

(ij MALDONAUO: Guerra de la Independencia. Reproducida en el Folletín de La Integridad de Tuy, números del 115 al 121. FRANCISCO TETTAMANCY 65

II

«Preocupaba á Napoleón el ejército inglés—dice un entendido escritor—que desde las costas portu• guesas se adelantaba al Norte de Castilla amena• zando las comunicaciones con Francia: batirlo, este- nuarlo, y marchar con su victorioso ejército á Lisboa, era el pensamiento de Napoleón», (i) Al conocer éste los movimientos de Moore, abandonó su cuartel imperial de Chamartín, orde• nando el 23 de Diciembre que en este mismo día saliesen sus fuerzas atravesando las montañas que separan las provincias de Madrid y Segovia y pasa• sen el puerto de Guadarrama. El 24 partió el Em• perador en la misma dirección, no obstante hallarse el puerto cerrado de nieve y reinar un viento hura• canado que hacía impracticable la marcha. Pero Bonaparte, á quien no detenía el tiempo ni le preocupaba la obscuridad de la noche, se colocó á la cabeza de la columna con el Regimiento Caza• dores de la Guardia; y, llevando de las bridas su ca• ballo, empezó á subir á pié el puerto llegando en la misma noche á Espinar.

(1) ¡.Discurso leído ante S. M, el Rey por el E. S. D. Julián Suárez Inclán en junta pública, celebrada por la Real Academia de la Historia en 31 de Enero de 1909 en conmemoración del Centenario de la Guerra de la Independencia y del tercer aniver• sario de la muerte de su historiador el general D. José Gómez Arteche>.—Madrid, 1909.—Est. é Imp. de Fontanet. Este distinguido publicista,—general Suárez Inclán,—falleció pocos meses después de leído su interesante discurso. 6 66 BRITANOS Y GALOS

Solamente la gran tenacidad y energía del céle• bre caudillo francés á quien obsesionaba la entrada en España de su prestigioso rival, pudieron vencer los obstáculos que en el paso del Guadarrama se oponían á sus tropas. Con una temperatura de nueve grados bajo cero y desafiando las molestias y los peligros de la nieve y la ventisca, dio Napoleón ejemplo á su gente, (i) Pernoctó en Espinar, continuando al siguiente día á Villacastín teniendo que vencer las nuevas contingencias que le ofrecían los charcos y lodazales, de que la lluvia, sucediendo á la nieve, había sem• brado el camino. Hasta el 26, le fué humanamente imposible lle• gar á Tordesillas, villa en la cual se enteró de que Moore había salido de Salamanca el 12 del propio mes, (Diciembre), pasando el Duero por Zamora y tomando la dirección de León. «La precipitación de la marcha del Emperador —advierte Suarez Inclán—favoreció á Moore, pues avanzando éste con presteza para atacar de súbito á Soult, tuvo en el camino noticia del movimiento veloz del soberano francés, y retrocedió al punto para evitar el inmenso peligro que lo amenazaba. Si el enemigo hubiera retrasado algunos días las operaciones, ingleses y españoles se hubiesen inter• nado en la provincia de Palencia, para expulsar á

(1) Historia de España en el siglo XIX, por FRANCISCO PÍ y

MARGALL (obra postuma) y FRANCISCO PÍ y ARSUAGA.—pag. 456, tora. FRANCISCO TETTAMANCY 67

Soult de su posición; y si éste se replegara entonces cediendo con maña el terreno á sus enemigos, hubie• se habido tiempo para que el grueso del ejército imperial avanzando rápido, se colocara á la espalda de los anglo-sajones antes de que éstos pudieran impedirlo. Atacado en tal hipótesis Moore por Soult que recobraría la ofensiva, y envuelto y rodeado por la gran masa que en persona acaudillaba el Empera• dor, se hubiese visto el primero precisado á rendir armas.» (1) La marcha á León del jefe británico, obedeció á los propósitos de incorporarse á su compañero Baird, al saber que éste ya estaba en Astorga desde el 28 de Noviembre, y reunirse igualmente con el marqués de la Romana, que había tomado el mando del ejér• cito de la izquierda después de la batalla de Espino• sa, el cual ejército acababa de organizarse con el resto de otras unidades en León, formando un con• tingente de 25.OOO combatientes, Moore envió personalmente al general Graham para que se avistase con el marqués de la Romana, bajo el pretexto de informarle de su plan de opera• ciones; pero, en realidad, esta misión no obedecía á otros fines que observar el estado moral y material del ejército español y «calcular—según Muñoz y Maldonado—lo que se podría esperar de él.» (2) El 20 se concentraron en Astorga los dos Cuer• pos ingleses de Moore y Baird, cuyo núcleo ascendía á 23.000 infantes y 3.000 caballos. Con el primero ya venían las divisiones de Hope y Frazer.

(1) Discurso citado. (2) Ob. cit. foll. 115 al IZI. 68 BRITANOS Y GALOS

III

Los ingleses llegaron con su vanguardia á dar vista á Valladolid, vadeando previamente el Duero por Tordesillas, retrocediendo enseguida á Mayorga, punto de reunión en el cual habría de concurrir el marqués de la - Romana; pero éste jefe no quiso adelantarse más que á Mansilla, concretándose á en• viar un destacamento de 5.000 hombres, á los que ordenó luego se replegasen á Mayorga, El 21 hallábase en Sahagun la vanguardia ingle• sa; y á su vista, replegóse una brigada de caballería imperial, sobre Carrión, lugar en el cual acampa• ba el grueso del ejército. Un pliego que recibió Moore le impone de la rendición de Madrid, de la marcha de Napoleón en su busca y de la inutilidad y riesgo de su jornada á Valladolid; y en su consecuencia, renuncia en el acto á su anterior proyecto. Abandona su posición, deja al marqués de la Romana delante de Soult y sale el 26 de Sahagun corriéndose á Benavente con objeto de tomar el camino real de Galicia, haciendo volar dos arcos del puente Elza,—cuyo río habían hecho las lluvias caudaloso,—para asegurar su retirada á la aludida región. Napoleón, al frente de sus tropas, y forzando marchas, pretendía alcanzar la retaguardia enemiga en Benavente, que estaba batiendo la vanguardia francesa mandada por el general Lefébvre Desnoe- FRANCISCO TETTAMANCY 69

tres; pero persiguiendo los franceses con excesivo ardor, y reforzado el enemigo con la brigada de ca• ballería de lord Eduardo Paget, aquellos se vieron en el trance de retirarse, quedando herido y prisionero Lefébvre al rebasar el río; atendiéndolo los vence• dores con todo género de consideraciones y res• petos. (1) Moore continuó en su movimiento retrógado, después de desmoronar los puentes del Orbigo; y el marqués de la Romana, evitando los riesgos que podrían sobrevenirle sin el auxilio de su aliado, tomó la sierras de Siles con dirección á Orense. Sin duda — espresa Rocca — por efecto de las nieves acumuladas en el paso del Guadarrama y por los torrentes desbordados que dificultaran la marcha, no se consiguió alcanzar al ejército británico. Napo• león, hubo de perseguirle hasta la ciudad de As- torga»... (2)

(1) A Lefébvre Desnoettes, lo califica Marbot de oficial muy valiente pero imprudentísimo: «Juzgúese la cólera del Emperador— dice—al saber que su Regimiento favorito había sufrido un revés, y que un jefe de su Guardia había sido hecho prisionero por los ingleses. A pesar de su irritación, hizo proponer enseguida el canje á Moore; pero éste, oigullosísimo de poder enseñar al pueblo inglés á uno de los jefes de la Guardia de Napoleón, no accedió: Leféb• vre fué tratado con exquisitas consideraciones; pero se lo llevó á Londres como un trofeo, y esto llevó al extremo el enojo del Emperador.»—MARBOT. En esta marcha tuvo lugar el coloquio de Napoleón con la abadesa de Santa Clara, en Tordesillas, refe• rida últimamente por Ibañez Marín en la Sociedad de Conferen• cias y en el número extraordinario del periódico El Universo de Madrid del 2 de Mayo de 1908.—Nota puesta alas Memorias ci• tadas de Rocca, por su traductor Salcedo, págs. 74 y 75.

(2) Ob. cit., pág. 74. 7o BRITANOS Y GALOS

El 30 de Diciembre entró en Benavente el Em• perador, determinando que el mariscal Bessieres pro• siguiese en la persecución de los ingleses, mientras Soult se aproximaba á Astorga, hacia donde el mar• qués de la Romana se retiraba vertiginosamente con sus fuerzas para continuar el rumbo que anterior• mente indicamos. El i.° de Enero de 1809 entró el soberano fran• cés en Astorga, estableciendo en esta población su cuartel imperial, reuniéndosele allí Soult; pero horas antes, en el promedio del camino de Benavente y Astorga, un oficial le comunica, que venía en su busca un correo de París con pliegos urgentes. Napoleón echa pié á tierra, establece un vivac en medio del camino, y permanece en éste,—á pesar de hallarse todo cubierto de nieve,—hasta la llegada del correo. De la balija recoge la correspondencia dirigida á él, y continúa su marcha á Astorga, en cuya ciudad ya no habló de perseguir hasta la Coru- ña á su encarnizado enemigo, cuales eran sus vivos deseos, sino que dispuso, ipso fado, la vuelta á Va- lladolid. Los pliegos recibidos, le informaban de que el emperador de Austria había resuelto comenzar las hostilidades. Esta noticia prodújole honda im• presión, siendo causa eficiente de la precipitación de su regreso á Valladolid para atender á aquel asunto que llamaba grandemente su presencia en París. Antes de partir de Astorga, encomendó á Soult el mando del ejército, previniéndole «persiguiese á los ingleses sin dejarlos respirar,» encargando á Ney FRANCISCO TETTAMANCY 7i

permaneciese en León para proteger á Soult en caso apurado; adoptando igualmente otras medidas para la seguridad de sus tropas y celeridad en sus ope• raciones.

EL MARIS CAL . SOULT

El ejército inglés, perseguido siempre por Soult desde Astorga, tomó el camino de Ponferrada á Vi- llafranca. En esta última villa, elige el real y los 72 BRITANOS Y GALOS

españoles el más recto, pero más difícil por lo mon• tañoso. En seguimiento de éstos iba el general Franceschi por disposición de Soult; y éste tras de Moore con el grueso de sus tropas. Los ingleses en su precipitada marcha—observa el Conde de Toreno al que siguen otros historiado• res—abandonaban los enfermos, cortaban las corbas á los caballos que no podían seguir y destruían gran parte de sus bagajes y municiones; y encontrándose los soldados británicos con un convoy, arrojaron por orden de Moore, á un despeñadero, 120.000 pesos fuertes en vez de repartírselos.» El ir^es^foiSsciplinado—objetan Fulgosio y Pí y Margalí—^téraa^a desesperación de Moore, llegan• do al fectrátó^la^s$iceridad de éste de fusilar á todos aquelld¡s\sOTda

(1) Obras citadas pág. 90 y 457—tom. I.° respectivamente. (2) M. SARRAZÍN marechal de camp. etc. Historia de la gue• rra d'Espagne et du Portugal de 1807 á 1814.—París.—t. 5.— Dentu. Imprimeur, libraire, 1814—:«Su severidad fuera de sazón —dice Sarrazín—no causó más efecto que descontentar á muchos oficiales. Penoso es confesar que en la guerra hay momentos crí ticos en que es fuerza cerrar los ojos á varios inconvenientes para evitarpotros mayores.»

Murallas de Lugo

•o

Vista general de Lugo FRANCISCO TETTAMANCY 73

la propia retirada, originada ante fuerzas superiores, llegó á disgustar á los suyos. Castigó con rigor por• que así lo aconsejaba y exigía la misma disciplina, no ya al soldado raso, sino que el castigo lo hizo exten• sivo al propio oficial que, en opinión del superior, era tanto ó más culpable que aquél.

Siguiendo en su retirada el inglés, fué alcanzada su retaguardia en los desfiladeros de Cacabelos por las cabezas del ejército imperial; y aunque la posi• ción del primero fuese ventajosa, la infantería del último lo desalojó de ella, causándole 300 bajas entre muertos y heridos. El valiente general francés Colbert que por exi• gencias de Soult, se había adelantado con su briga• da de caballería, recibió un balazo en la frente en el momento de la acción que le arrebató la vida á los pocos instantes. Su muerte fué ocasionada por una descarga de los tiradores ingleses. Moore no quiso arriesgarse en otra aventura, re• tirándose á Villafranca, fusionándose allí españoles é ingleses, tomando los primeros la dirección del Valle de Oro, á los cuales se le unieron 4.000 ingle• ses mandados por Crawfurd, (1) con el objeto de embarcarse en Vigo, y continuando Moore su acele• rada retirada á Lugo.

(1) El coronel Crawrfurd tomó parte en la batallado Elviña que relatamos en los capítulos 5.0 y 6,°. 74 BRITANOS Y GALOS

En Galicia se ignoraba totalmente la retirada del ejército aliado, causando la consiguiente sorpresa á la Junta de Lugo, el verse con aquel aluvión de sol• dados que se le echaba encima é imposibilitada por falta de elementos para abastecerlos y alojarlos. El 3 de Enero entró Moore con sus avanzadas en la ca• pital lucense solicitando de la Junta bagajes y aloja• mientos. Esta comunicó inmediatamente la noticia por medio de propios, al Fidelísimo Reino Gallego (I), contestándole éste que igualmente ignoraba el mo• vimiento de las fuerzas británicas. Ya hemos indicado que todos los historiadores, sin excepción, no hicieron más que mencionar lige• ramente la acción librada en la Tolda (Lugo), entre ingleses y franceses. A la amabilidad de nuestro distinguido amigo el laborioso escritor D. Manuel Amor Meilán, debemos un documento original que describe, aunque no con extensión, siquiera al menos con bastante claridad, aquel hecho de armas. Ese documento, es copia de un manuscrito que existe en el Convento de Franciscanos de Santiago de Compostela, y que relata, desde la entrada de los

(i) «El Reyno ha resuelto se conteste al Ayuntamiento y Junta de Lugo, queda enterado por su oficio de la entrada en aquella Ciudad de seis mil Hombres del Exercito Inglés: que no tenia la menor noticia de este movimiento y que está persuadido en efecto de lo riguroso de la estación con el fin de mejorar de posiciones el exercito, y no á consequencia de ninguna disgracia: que no obstante actibará si es posible mas las vigorosas disposi• ciones que está tomando para la defensa del Pais.J—Archivo Histórico Nacional, leg. 76; Estado.—Año de iSog. Conferencias.— Conferencia del día 5 de Enero.» FRANCISCO TETTAMANCY 7S ingleses en la capital lucense, hasta que éstos se vieron en la necesidad de evacuarla, por consecuencia del combate de la Tolda. Por no privar al lector del interés que encierra, trascribimos íntegro el documento aludido:

«LA TOLDA (y de Enero).—En el 3, 4 y 5 de Enero, entraron los ingleses á galope en esta Ciu• dad (Lugo) sin que la Junta, nuevamente estable• cida, tuviese más noticia que la que le daba un pliego del general inglés, pocas horas antes reci• bido, pidiéndole con tres luegos y sin recurso, alo• jamiento para su exército y provisiones de boca para sus soldados. Apenas puede pintarse con vivos colores, la confusión espantosa que consternó en aquellos lastimosos días, á los habitantes de la ciudad, que por la mayor parte ignoraban lo que pasaba y no creían lo mismo que estaban viendo; los religiosos y religiosas abandonaron precipita• damente sus monasterios, obligados los unos con órdenes terminantes de la Junta, y llenos de terror los otros por verse expuestos á morir sin saber por que. El pueblo, acostumbrado á gozar un tranquilo reposo en medio de su cara familia, destituido enton• ces de consejo y entendimiento, se veía correr á los montes y abandonar sus casas, sin acordárseles la propia capa que los cubría: enfermos y ancianos, niños y mujeres, todos divagaban llorando descon• solados, sin acertar á resolverse ni arreglar planes para prevenir su futura suerte y destino.

«Al entrar en la ciudad Sir John Moore, pasó, sin detenerse, á reconocer sus inmediaciones, las que, en 76 BRITANOS Y GALOS realidad, le parecieron favorables para ponerse en batalla y hacer frente al enemigo. En el 6, la van guardia de este se detuvo á observar esta operación inesperada, pero no se atrevió ella sola á trabar combate; llegó, por último, en el 7, todo el exército francés, el que, viendo que los ingleses no continua• ban su retirada, conoció su proyecto, é inmediata• mente dispuso avanzar con su artillería y empezar un vivo cañoneo, que, siendo correspondido por los ingleses, le causó notable pérdida y no menos sor• presa. A consecuencia de una oposición tan impre• vista como obstinada, hizo Soult marchar con toda aceleración, varias columnas de infantería para poner trabas al ímpetu y denuedo inglés; pero estas fueron recibidas con un fuego tan infernal y acertado, que se vieron precisadas á replegarse en su primer posi• ción, después de palpar, con sus ojos, el escarmien• to de su tentativa en un considerable número de muertos y algunos prisioneros. En seguida de este revés, que no esperaba el enemigo, tuvo orden el general Franceschi de colocarse, con su caballería ligera, sobre la izquierda de los ingleses, cuyo mo• vimiento, habiendo sido observado por Sir John Moore con el más escrupuloso reconocimiento, lo consideró como un preparativo para ser atacado con vigor al día siguiente; y en este concepto, dio al mo• mento las más eficaces disposiciones y providencias para hacer suya la victoria. Al amanecer del 8, ya estaba, en efecto, el exército inglés puesto en orden de batalla, y su digno general sumamente satisfecho, al ver en todas sus filas la inalterable firmeza de las tropas, y el animoso deseo que manifestaban de dar FRANCISCO TETTAMANCY 77 un testimonio de su carácter guerrero, de su brío y disciplina. Soult, igualmente, se colocó en ademán de acometer, aunque sin notarse señales de comen• zar el ataque, porque tal era el terror que le infundía el valor británico. No puede negarse que si el Exmo. Sr. Marqués de la Romana hubiera podido continuar maniobrando sobre la izquierda del ejérci• to aliado, en este caso le sería fácil al general Moore ponerse en estado ofensivo para con esta acción in• timidar á Soult, ó tal vez aniquilar notablemente sus fuerzas; pero las fatigas, molestias y enfermedades que dejo insinuadas, han impedido la ejecución de este plan, que estaba lejos de olvidársele al general español. «Por último, advirtiendo Moore que los franceses iban dejando el camino real, para tomar con disimu• lo el de la derecha, sospechó, no sin fundamento, que podría muy bien ser cortado, si se detenía más tiempo en aquella posición, y en esta inteligencia, emprendió de nuevo su retirada hacia la Coruña, á las dos de la mañana del 9, aunque siempre con mo• vimientos hostiles, haciendo frente al enemigo cuan• do las circunstancias se lo permitían.»

CAPITULO IV w

Moore continúa su retirada, llegando á Betanzos. — Sale de esta ciudad para la de la Coruña.—Llegada á la misma.— San Vicente de Elviña.

I

Con el objeto de conjurar un lamentable conflic• to, si persistía en mantener su posición en Lugo, el general Moore adoptó la resolución de seguir viaje á la Coruña. Para ocultar al enemigo este movimiento, .dis• puso en la noche del 8, encender grandes hogueras, cuyos resplandores, unidos al prolongado ruido que producía la agitación de la retirada, engañaron á aquél, haciéndole ver que se trataba de los prepara• tivos de empeñar la batalla al amanecer del siguien• te día.

(i) Parte de éste Capítulo fué publicado en el popular perió• dico Noticiero de Vigo los días 14 y 15 de Febrero de 1910. 8o BRITANOS Y GALOS

Descubierta la estratagema por el francés, éste re• solvió entrar en Lugo en la citada mañana, apoderán• dose de T 8 piezas de cañón que se destinaban al ejército del marqués de la Romana y 400 caballos que Moore, — según un historiador—« había dejado muertos ». Ordena incontinenti, el mariscal Soult que una división saliera en persecución del inglés; mas éste llevábale ya una ventaja de diez horas, haciéndose humanamente imposible alcanzarlo en su totalidad. Sin embargo, la rapidez desplegada por la van• guardia francesa, llegó á tiempo para impedir que la retaguardia inglesa destruyese los puentes que iba encontrando en su marcha. Cerca del Mandeo, próximo á la parroquia de Rodeiro, riñerou ambas fuerzas una ligera escara• muza, haciéndole la primera á la segunda un regular número de prisioneros. La caballería imperial forzó el puente sobre aquel río el día 9, llegando á Monte Salgueiro. «Los ingleses—relata Muñoz y Maldonado—con• cibieron el horrible proyecto de volar la ciudad de Betanzos cuyos habitantes acababan de recibirlos como aliados; pero no pudieron poner en ejecución su intento porque los franceses tenaces en su empeño de batir al enemigo, se apoderaron inmediatamente de la ciudad aprovechándose de un considerable al• macén de harinas, de 8.000 fusiles encajonados aun, además de siete cañones que los ingleses arrojaran al río, y de una gruesa cantidad de municiones de guerra que destruyeron.» Este modo de hiperbolizar, tan común en el mencionado cronista, nos impone en el deber de re- FRANCISCO TETTAMANCY 81 futar versión tan irracional respecto á las intencio• nes de que el británico se empeñase en volar fácil• mente la entonces capital de la antigua provincia de Betanzos, considerándola, quizá, una sencilla aldehu- cha. Los ingleses concretáronse únicamente á entrar

VISTIA DE" BETANZOS el lo en dicha población deteniéndose en ella lo preciso para tomar alimento y proporcionarse un li• gero descanso, continuando en la madrugada del 11, dados los perjuicios que les corría, en su retirada ha• cia la Coruña, puerto en el cual cifraban su salvación para embarcarse en él y reintegrarse á su patria. Antes de evacuar la población, cortaron, no sin las protestas del Ayuntamiento, el puente de las Cas• cas que comunica con la Coruña y parte del Nuevo, en cuya operación, según Martínez Santiso (i) mu• rieron un oficial y varios soldados, dada la precipi• tación con que aquella se hizo. Los franceses en cambio, al entrar en Betanzos,

(i) Historia de la Ciudad de Betanzos,— i t. pág. 398 y 399.— Administración, Plaza de la Constitución, 3 - Betanzos—1892. 6 82

cometieron innumerables tropelías que la conciencia humana condena, violando mujeres, desgarrando las orejas de las niñas que encontraban en las calles para hurtarles los pendientes; matando los ganados y animales, saqueando las iglesias y quemando las imágenes; robando las casas de los vecinos, derra• mando el vino que contenían las bodegas y queman• do el trigo y maiz de los que no se podían aprove• char; apoderándose déla Casa Consistorial, arrojando la documentación por las ventanas, haciendo pasar por encima de ésta los escuadrones de caballería, es• parciendo los papeles por las calles inmediatas hasta llegar á la Puerta de la Villa, (i) «Al historiador Verin (2), agrega Martínez Santi- so, le incendiaron su casa y librería, pereciendo con tal motivo, según el mismo consigna, siete tomos iné• ditos que tenía escritos por él acerca de diversas materias.»

11

A paso acelerado tomaron la carretera de la Co• ruña, siguiendo por Cambre, inutilizando en este punto el puente y llegando al Burgo, en cuyo lugar, Moore ordenó se cortase también su puente, como obstáculo que embarazase las intenciones de su per• seguidor. El general Franceschi, que con su caballería ve• nía picándoles la retaguardia corriéndose hacia la

(1) Ob. cit., pág. 398 y 399. (2) D. Manuel Antonio Verín y Seijas, González de Hevia. FRANCISCO TETTAMANCY 83

orilla derecha del Mandeo, al encontrarse en Cambre con el puente destrozado, continuó su avance ro• deando por Cela—dos kilómetros escasos de Cambre —siguiendo la ruta de Santiago á la Coruña. «En este avance consiguió alcanzar una compañía del Re• gimiento inglés número 60, haciéndola prisio• nera.» (l) Tras aquella balumba de contingencias que en su obligada y vertiginosa retirada venían experimentan• do las tropas británicas, avistan por fin la Coruña al mediodía del II, «su puerto deseado».

III

Cuenta Napier (2) que éstos, habían perdido más gente en su marcha de Lugo á Betanzos que en nin• guna otra, y aun en los continuados combates que habían tenido que sostener. Su núcleo iba disminuyendo de día en día en número y consistencia; agregando Gómez Arteche que obedecía lo primero á las pérdidas sufridas, lo segundo, porque una retirada rebaja siempre la mo• ral de las tropas; y la que verificaban las de John Moore, era para acabar con el orden y la disciplina de los mejores ejércitos del mundo. Añádase á esto—arguye otro escritor—la falta de la brigada Crawford que ascendía á 4.000 hom• bres y que se dirigiera á Vigo embarcándose en

(1) MUÑOZ MAI.DONAUO. Oh. cit. (2) Ob. cit. 84 BRITANOS Y GALOS aquel puerto sin ser molestado, (i) y se comprenderá el reducido contingente que ya le debía quedar al cau• dillo británico, precisamente cuando más necesaria había de serle la concentración de sus tropas y la superioridad de las armas. Al dar vista á la Coruña notan con amargura, que en su bahía no fondeaban los apetecidos trans• portes que habían de conducirlos á Inglaterra. Vien• tos contrarios impidieron al almirante inglés doblar el cabo de Finisterre. Por este atraso vióse expuesto Moore á probar la suerte de una batalla, causando pesadumbre á muchos de sus oficiales la circunstancia de que se hubieran para ello desperdiciado ocasiones más fa• vorables y en días en que su ejército se conservaba más completo y menos indisciplinado. (2) Los suburbios de la Coruña ofrecían al generalí• simo sitios á propósito para resistir el empuje de las águilas francesas; y al efecto elige, como punto es• tratégicamente adecuado, la cuenca de San Vicente de Elviña escudada por el monte del mismo nombre, los del Mero, Peñasquedo y otra serie de no inte• rrumpidas eminencias altas y abruptas que dominan los extensos valles de Elviña, San Cristóbal, y la capital de la metrópoli gallega con toda la costa Sur y Este que la ladea.

(1) Crawford, perseguido por una columna francesa llegó á Vigo con 500 hombres el 29 de Enero, embarcándose á los cinco días para Inglaterra.—SANTIAGO Y GÓMEZ: Historia de Vigo y su Comarca, pág. 493.—Madrid, 1896. (2) VICETTO: Historia de Galicia, tomo VII, pág. 310.— Ferrol, Imp. de Taxonera.

FRANCISCO TETTAMANCY

Una excursión á Elviña, es verdaderamente de• liciosa. Tenemos la seguridad de que la mayoría de los impresionables coruñeses, no conocen aquel para• je que tantos encantos reúne, por las gratas y dulcí• simas sensaciones que produce al espíritu. Nosotros, por espacio de bastantes años, hemos realizado constantes visitas al que fué hasta ha muy pocos meses uno de nuestros amigos más queridos, el bondadoso párroco de aquella feligresía, licencia• do D. Manuel Serapio Casal Bea (i), en cuya casa rectoral, emplazada en la cima del monte de Elviña estableciera el mariscal Soult su cuartel general, al librarse la batalla del 16 de Enero de 1809. El viaje es fácil, corto y económico, especialmen• te ahora, dados los medios de locomoción desarro• llados en la Coruña con la implantación de la red de tranvías que se extiende á los barrios extremos de la Capital. Aprovéchense cualquiera de las líneas que parten de la Puerta Real ó de Aires y que atra-

(1) Falleció este ilustrado sacerdote el 20 de Agosto de 1909, habiendo desempeñado el curato durante 25 años. Era muy amado de sus feligreses por sus sentimientos filantrópicos y sus grandes virtudes cívicas. Su entierro verificado en la tarde del día 22, revistió una imponente manifestación de duelo. La gente anciana no recuerda otro semejante en la comarca. El señor Casal había nacido en la parroquia de Cotovad (Pontevedra), fué un escritor discreto, habiendo colaborado en varios periódicos de la re• gión gallega, entre ellos el extinguido Diario de Galicia, de la Coruña. 86 BRITANOS Y GALOS viesan las calles más alegres y mejor urbanizadas de la población y sígase hasta el término de aquellas que mueren en el barrio de Monelos. Ya en este punto se cruza á pié la larga Corre- doira que se ofrece á la derecha, apiñada de blancas casitas—unas de reciente construcción, otras que, no obstante su vejez, mantiénense en estado ex• celente, y muchas tocando el último tercio de vida,—hasta alcanzar la «Huerta del General» ó «Campo de la Victoria», finca que la Diputación provincial coruñesa, regaló al Estado hace años, para que éste la dedicase á «Granja Agrícola Expe• rimental.» (i) Ya en el ángulo Norte de la Huerta, seguimos la vía romana, cuyas huellas en opinión de los eruditos descúbrense, á pesar de los siglos, en genuinos ca• racteres que se pierden á los 300 metros; y aquí, comienza el declive suave del camino de carro, cu• yos ambos lados presentan sembrados fértiles y escrupulosamente atendidos, Por cualquiera de aque• llos que el espectador extienda la vista, disfrutará del sugerente panorama que le proporciona la cinta del perfecto cinematógrafo de la Naturaleza. Atravesando el río, vemos á nuestra izquierda la larga faja de la carretera de Castilla y Santiago, el barrio de Monelos, despuntando en lo alto las

(1) Este hermosa finca fué adquirida por la Diputación pro• vincial de la Coruña de su primitivo dueño, el respetable político gallego D. Luciano Tuga Blanco, abogado notable, diputado á Cortes en varias legislaturas y exsecretario general de Cuba, en las postrimerías de la dominación española en esta reciente repú• blica. torres de su iglesia parroquial (Sta. María de Oza); los del Montiño, Castrillón y Penafurada, por donde se supone la continuación de la vía romana que 88 BRITANOS Y GALOS

marchaba directa á Flavium Brigantia (Betanzos), camino que todavía está por estudiar. Interpólanse en este trayecto los lugares de la Braña, Roca de Plata, Cernadas, Eirís de Abajo y Eirís de Arriba; y á medida que se va ascendiendo y prolongando la visión, aparece la mansa y risueña ría del Burgo, con sus agradables lejanías, destacán• dose al extremo Este las aldeas de Perillo, Montro- ve, Mera, Santa Cruz, y, ya cerca, el amplio puente de hierro del Pasaje, Monserrat con su legendaria cruz de granito, Pedra Longa (y no Piedra, que así quiso pervertirlo la toponimia moderna como ha adulterado infinidad de nombres (i) que acusan un verdadero desatino); Palavea, Río de Quintas, El

(i) Es altamente sensible lo que viene sucediendo con la tra• ducción de los nombres de lugares, calles y plazas á la lengua oficial, por personas imperitas. Así se observa, sin ir más allá, en la capital de Galicia, solamente, las heregías que se cometieron, cuales las de traducir Rúa das Donas por calle de Damas; Rúa da Tristura por calle de la Amargura; Barreira por calle de la Ba• rrera; Turreiro por Torrero; Alcabalciros por Caballeros; y menos mal que á tales innovadores no les ha dado por cambiar, quizá de• bido á su total ignorancia, los nombres genuinos de Perele, Fita y algunos otros como la calle de Cachinas, en Betanzos. No olvidamos tampoco el disparate de convertir el lugar de Cristas en Cristales; Niño d' Águia por... Niño de la Guía; Acea da ma por Hacia Dama: y todo por suponer la semejanza de las voces gallegas con otras castellanas, olvidando que, como idiomas distintos, tienen diversas acepciones. Exactamente igual que ocu• rre en la actualidad, incongruencias análogas pasaron en épocas remotas, presentándose el caso de que, al designarse en escrituras antiguas sitios y lugares, se adaptaba á ellos, en la lengua oficial de aquellos tiempos, idéntico criterio que en nuestros días; y así es de ver como los etimologístas suelen dar, como vulgarmente se dice, tina en el clavo... FRANCISCO TETTAMANCY 89

Portazgo, todos estos barrios cuajados de modernas viviendas, en su mayoría, y de confortables Chalets, que utilizan los privilegiados de la fortuna, para pasar la plácida estación estival con la satisfacción del despreocupado burgués. A la derecha, domínase el frondosísimo lugar de Someso, resaltando escalonados los del Lagar, La- ges de Arro (vulgarmente conocido por el Birloque), el Castro céltico, admirablemente conservado; el Martinete, San Cristóbal, Visma, y el dilatado valle de Elviña en su fondo. En el ángulo Sur, á la cabeza del valle, vése en• clavada, en medio del pueblecito, remozado por un conjunto de edificios, la románica iglesia de San Vi• cente de Elviña, resguardada del contacto destructor del tiempo, tan digna de la atención del observador y del arqueólogo (l); y que debido al nunca bastante aplaudido celo que desplegara su finado rector señor Casal, presenta un cuidado manifiesto. (2) De marco de lujosa moldura para todo este atrayente cuadro, exuberante en tonalidades, colori• do y vigor real, sobresalen los montes altísimos, en• galanadas sus faldas de espesos pinares, álamos y

(1) Nuestro amigo el estudioso é inteligente joven D. Fer• nando Martínez Moras, publicó hace pocos años en el popular y prestigioso periódico coruñés La Voz de Galicia, de 8 de Abril de 1905, un interesante trabajo acerca de este románico templo, que tuvo la atención de dedicarnos. Fué este estudio, el primero de una serie que comenzó á escribir bajo el título Nuestras iglesias i urales.

(2) Véase el Apéndice 3.0 que se refiere á la descripción de la Iglesia de San Vicente de Elviña. 9° BRITANOS Y GALOS robles, confundiéndose con las nubes en eterno y amoroso consorcio... Desde la cresta del monte de Elviña, nos sor• prende la Coruña lanzando ascuas de oro por sus miradores de cristalería, mimándola la blanquísima espuma del Atlántico y cubriéndola un cielo diáfano de azul turquí, de ese cielo que también tiene por dosel Stambúl, la graciosa sultana de Oriente. Ella, desde aquellas alturas, fué trasladada al lienzo por la admirable paleta de Ferrant y cantada por nuestros primeros vates gallegos; y ella, es acreedora igualmente á aquellos versos del inmortal poeta de las Orientales:

La ciudad del Sultán quedó dormida, y reflejó en sus lunas la del Cielo, brillando recelosa y conmovida de ver tantas hermanas en el suelo... Por que hay que admirar la Coruña, de noche, desde la cumbre de Elviña; y la urbe espléndida de luz y circundada de augusta belleza, nos recuerda las rimas, que la musa delicada de Arólas consagró á la antigua Bizancio... CAPÍTULO V <•>

Disposiciones del general Moore.—Voladura de dos polvo• rines.— Atenciones que tuvo la Coruña con el Ejército inglés. — Plan de operaciones de Moore y Soult. — Co• mienza la acción de Elviña. - El general inglés Baird es herido de gravedad.—Avan ce de los ingleses. — El gene• ralísimo Moore cae mortalmente herido.

I

Por efecto de la velocidad del avance de las fuer• zas francesas, el ejército británico pasaba por una situación angustiosa, presentándosele el dilema de, ó capitular ó hacer frente al enemigo que conti• nuaba estrechándolo tenazmente. En oposición al consejo de varios de sus más significados subalter• nos, el generalísimo Moore resuélvese por lo último, no ya precisamente obligado por el riesgo de si la escuadra que aguardaba llegaría oportunamente para

(i) Un fragmento de este Capítulo fué publicado en los im• portantes periódicos El Correo Gallego, de Ferrol, los días 24, 25, 26 y 27 de Enero de 1910, y El Regional, de Lugo, de 27, 28, 29 y 31 de dicho mes. 92 BRITANOS Y GALOS

la ejecución del embarque de sus tropas, sino por• que lo inducía su temperamento belicoso y el amor propio de poner en su lugar el honor de las armas inglesas, las cuales, desde su entrada en España, no habían tenido un encuentro de empeño. ínterin el grueso de su ejército acampaba en los suburbios de la capital herculina—barrios de la Pa- lloza y Santa Lucía alargándose hasta el de Mo• ndos—Moore se dirigió al palacio de la Capitanía general, convocando previamente á la Junta Suprema del Reino; y en presencia de ésta y de la de varios comisionados del Ayuntamiento, citados al efecto, aquél les hizo presente «que la venida á España de los ejércitos ingleses, implicaba el protegerla y au• xiliarla creyendo que en ella encontraría más fuer• zas, más auxilios y más patriotismo; (i) y como ob-

(i) Un libro que recientemente acaba de imprimirse en París titulado España en 1810, memorias de un prisionero de guerra inglés por ANDREW THOMAS BLAYNEY, págs. 34 y 35, escrito con bas• tante imparcialidad, nos informa que no carecían de fundamento las palabras del general Moore para espresarse en la forma que lo hizo al Serenísimo y Fidelísimo Reino de Galicia. Fijémonos en lo que dice el autor de dicha obra refiriéndose á informes indecisos, respecto á la Ciudadela de Málaga, que re• flejan de un modo inconcuso la perturbación que resaltaba en aquellas personas que llevaban la dirección de la guerra en los primeros momentos de iniciarse, y del comportamiento nada re• gular que usaron con los aliados: cEsto puede servir de ejemplo de la poca confianza que se debe poner en los informes españoles, lo que es más sorprendente si se piensa en que todos los habitantes del país pertenecen al partido patriota, y sus avisos deberían inspirar más confianza. No obstante, frecuentemente se ha reconocido la falsedad de los informes que nos daban, y Sir John Moore lo sabe por experiencia, FRANCISCO TETTAMANCY 93

servase que nada de esto ocurriera en este Reyno, resolvía embarcarse con sus tropas, ofreciendo que éstas guardarían la mejor disciplina; y esperaba no se las incomodase por parte de los vecinos, con lo cual se evitarían los perjuicios respectivos», (i)

lo mismo que todas las personas que han tenido relaciones con los españoles durante la presente guerra, pero que este efecto proviene de un exceso de celo, pues desearían ver cumplidos inmediatamente sus ardientes deseos de libertad. Cualquiera que sean los defectos del pueblo español, no se le puede negar un primer puesto entre las naciones modernas por su invariable amor al honor y á la verdad.» El autor, mayor general del ejército inglés fué enviado á Es• paña (Cádiz) en Julio de 1810. En el primer encuentro con los franceses cayó en poder del general Sebastiani y como prisionero de guerra atravesó toda España trazando en su obra un curioso cuadro del estado de nuestra nación durante aquella azarosa época. (1) «En este Ayuntamiento se hizo presente un oficio del Rey- no de esta fecha,—10 de Enero 1809—en el qual dice que tenien• do que manifestar un asunto de la mayor importancia, espera se servirá la Ciudad concurrir con quatro Caballeros Regidores, dos Diputados del Común y los Procuradores General y Personero, al anochecer de este día á Palacio, y se promete que el Corregidor no haga falta,

>Se nombró á los Sres. D. Antonio M.a Várela, D. Francisco Romero, D. Fabián López, D. Félix de Pazos, Regidores; D. Josef Tapia y D. Diego de Pazos, Diputados de Abastos; D. J. Manuel García y D. Josef Magdalena, Procuradores Síndico General y Personero, los quales partieron inmediatamente al Reyno y des• pués de largo rato volvieron diciendo: ique el General Inglés Moore había hecho presente al mismo Reyno que la venida de los Exercitos de S. M. B. á España había sido para protegerla y au• xiliarla creyendo que en ella había mas Exercitos mas auxilios y mas patriotismo: y que mediante nada de esto habia encontrado en este Reyno había resuelto reembarcarse con su Exército, ofreciendo que este guardaría la mejor disciplina, y que esperaba no se le 94 BRITANOS Y GALOS

Terminada esta entrevista, Sir John Moore enca• minóse al lugar donde muy luego habría de reñirse el combate, examinándolo minuciosamente y dispo• niendo su plan estratégico. En los altos de Peñasquedo á la espalda del monte Elviña, distante unos 500 metros del lugar del Escorial, existían dos polvorines, y á fin de evi• tar cualquier incidente peligroso para sus fuerzas, dio una orden al general Alcedo, Gobernador militar de la plaza coruñesa, recomendándole mandase cua• renta y seis carros, con el objeto de recoger y con• ducir á la ciudad cuatro mil barriles de pólvora que en dichos polvorines se hallaban almacenados pro• cedentes de Inglaterra. Como la orden no se cum• plimentase ó los carros no llegasen á tiempo, el general británico, conociendo que el enemigo se echaba encima abrigando las intenciones de posesio• narse de Peñasquedo, determinó volar los almacenes, adoptando antes la precaución de prevenir al pueblo, para que no se sobrecogiese en el acto de promo• verse la explosión. (1) Esta fué tremenda: tembló la tierra toda circun• vecina como un violento terremoto; se sintió el mar

incomodase por parte de los vecinos con lo qual se evitarían los perjuicios respectibos.» Y con su vista acordó la Ciudad que so• bre esta materia nada tiene que resolver.»—Libro de Acuerdos del Ayuntamiento de 16 de Enero de 1809, que examinamos, debido á la amabilidad de su actual inteligente Secretario-Archivero nues• tro amigo D. Marcial Jiménez Reinó. (1) Documentos del Convento de San Francisco de Santiago, que nos proporcionó nuestro distinguido amigo el laborioso pu• blicista D. Manuel Amor Meilán.—Véase nuestro Apéndice n.° 10. RESTOS DE LOS POLVORINES DE PENASQUEDO

Almacén de pólvora (Heiteiro)

FRANCISCO TETTAMANCY 95 conmovido,—dice un cronista—y zozobraron lar• go tiempo los buques del puerto; sobrecogiéronse de espanto los habitantes que solo pudieron expli• carse el fenómeno á la vista de la ingente columna de humo que se remontaba á las nubes, y también por las declaraciones de los vecinos de una aldea in• mediata (i) que, previamente, habían recibido orden de alejarse de ella y la que encontraron completa• mente arruinada al volver á sus hogares. El estruendo pavoroso que llegó á oirse á distan• cia de diez leguas, duró algunos segundos, con la circunstancia de haberse notado un impetuoso mo• vimiento de tierra en toda la circunferencia de nueve millas. Los efectos que ocasionó, han sido diversos, pero todos perjudiciales. Además de los fundados sustos que produjo dentro de la plaza, se observó que algunas mujeres embarazadas, «se disgracia- ron»: que se conmovieron los edificios inclinándose algunos, «rompiéndose las mas de las vidrieras». «Los sacerdotes que en aquella hora, (nueve de la mañana), estaban celebrando el sagrado sacrificio de la Misa en la Iglesia Colegiata de Santa María, al oir el espantoso trueno de la explosión se perturbaron hasta el extremo de echar á correr llenos de pánico por el templo, dejando el sacrosanto Misterio en el mismo estado en que les cogió el sobresalto.» (2) Por algunas de las partidas de defunción que co• piamos de los libros parroquiales de Elviña—Véanse

(1) La del Casita, próxima á Penasquedo. (2) Doc. del Convento de San Francisco de Santiago.—Apén• dice mím. 10. 96 BRITANOS Y GALOS nuestros Apéndices 4 y 5—(1) varios vecinos de los lugares de Elviña, Escorial y Castro, han pe• recido, por demostrar indiferencia; y no pocos fueron lesionados por los fragmentos de las rocas que, arrancadas de los montes y elevándose á grandes alturas, cayeron á distancias bastante lejanas. Esta resolución del jefe inglés la consideran ra• cional algunos, y «necesaria para la seguridad de su ejército,» (2) atendiendo á que el enemigo pudiera utilizarse de aquel importante elemento, aun no vi• niendo escaso de él; otros, la juzgan inconveniente, porque tendía á quebrantar los intereses del propio Moore. En tanto el enemigo no se acercaba, las fatiga• das fuerzas británicas fueron abundantemente abas• tecidas por la Coruña de alimento caliente y nutriti• vo, gozando del lujo del abrigo y del descanso—of schelter and repose — (3) Dóteseles además de nue• vos fusiles en sustitución de los averiados y oxida-

(1) Durante el tiempo que se posesionaron de Elviña in• gleses y franceses, el párroco D.Jerónimo de Cimavilla, se refugió en la parroquia de San Esteban de Moras (Arteijo); y así que unos y otros evacuaron el terreno, el cura citado restableció algunas de las partidas de bautismo y de defunción, insertándolas en sus respectivos libros de la parroquia; pero certificando los actos los párrocos de Moras, Loureda y Pastoriza. — Véanse nuestros Apéndices 4 y 5. (2) THEODORE HOOK: Vida del general Sir David. Baird Bart.—Extracto de esta obra que nos facilitó nuestro querido ami• go el reputado pintor coruñés Román Navarro, autor de la her• mosa alegoría que comprende la cubierta del presente libro, hecha expresamente para el mismo. (3) Biografía de Sir John Moore, que hemos publicado en el citado

dos que traían, y de municiones — to suppley the place of the damaged and rusty arms zvihch they carried—facilitados por el parque de la Coruña. (l) Vigorizados y frescos con estos reparos, los in• gleses alegres y animosos, piensan en la próxima lucha: no eran ya aquellos rivales que podían me• nospreciarse marchando frenéticos y pisoteando la disciplina, sino soldados que cuando entraban en fuego despreciaban la vida.

(i) Biografía de Si> fohn Moore, citada. El periódico que llevamos citado lEl Robespierre Español, Ami• go de las Leyes, impreso en la Isla de León,—Cádiz,—de 20 de Junio de 1811, en la oficina de Prieto, y reimpreso en la Coruña el mismo año, oficina de Antonio Rodríguez, núrn. X—Questión Décima—páginas 75 a' 7^ — Sección Primera número n», dice tratando de este asunto, lo siguiente:

cDe este modo los franceses no hallaron mas impedimento en Galicia que á los ingleses, cuyo sabio general (Moore), vino conteniendo con su fuerza en su admirable retirada. Hubiéranse detenido mas en la Coruña si la hallase provista, y si el señorito mimado Exembaxador de S. A. S. en la Corte de Sevilla no hu hiera entregado la Artillería con que salió á recibir á los enemi. gos y con la qual batieron estos los buques en que se embarcaban los ingleses después de muerto su general y herido su segundo (Sir Baird), en la batalla que á pesar de estos obstáculos fué muy gloriosa para los ingleses deslihtidos de lodo socorro.1»

En dicho número del propio periódico, se censura acerbamen• te á la Junta del Reino de Galicia, que radicaba en la Coruña, por la política que venía observando. Critica con dureza á Biedma general y presidente de aquel organismo, taue después se pasó á los franceses.-i

En esto exageraba con exceso, el periódico aludido: porque, según explicamos en el texto, la Coruña estuvo afectuosísima con los ingleses, municionándolos y alimentándolos espléndidamente. Lo que ocurrió, como es natural, fué que la plaza, por el momen• to, no se hallaba provista de víveres para satisfacer las necesida- 7 98 BRITANOS Y GALOS

II

Desde el 10 al 14, no ocurrió más incidente que el que dejamos mencionado,—el de la voladura de los polvorines;—empleando los franceses el tiempo en reparar y hacer practicable el puente del Burgo, destruido días antes por los ingleses. El mariscal Soult, que como sabemos venía per• siguiendo á éstos en columna imprudentemente frac• cionada, no podía ni debía correr la peligrosa eventualidad de un ataque serio, hallándolos bien apercibidos y concentrados. «Tenía, arguye un en• tendido escritor, que asegurar la victoria, y esto, si, era una prudencia obligada que no debía ser objeto de crítica bajo el concepto táctico.»

des de un Ejército numeroso que no esperaba; y tuvo que recurrir á Ferrol, Neda y otros puntos, — libres aun en aquellos días de franceses,—solicitando la demanda. También está exento de razón el cronista de El Robespierre, en cuanto á manifestar que Biedrha entregara al enemigo «la ar• tillería que existía en la plaza». Los franceses tenían en abundan• cia material necesario de este género para batir á sus enemigos, como se corroboró en la batalla librada en Elviña en la tarde del 16 de Enero. La diversidad de criterios y apasionamientos injustificados que por aquella época tanto se exteriorizaron, fueron y continúan en la actualidad siendo causa de que lo opinión se estravíe, eclipsan• do la verdad histórica, haciendo incurrir en anacronismos lamen• tables á muchos escritores que, aun poseyendo cierta clase de datos, narran aquellos hechos presentando como documentos de fe, versiones cual la del periódico referido, que carecen de todo fun• damento y de toda lógica. FRANCISCO TETTAMANCY 99

Por esta circunstancia no tuvo aquel jefe—dice Thiers—en los primeros días de llegar á la vista de la Coruña, más que 18.000 hombres, «decidiéndose á esperar que sus filas se completasen con los que iban detrás y sobre todo, á que entrase en linea toda la artillería». Bastante más reparable nos parece—expone Ar- teche,—que Sir John Moore, contando como conta• ba ya con un refugio seguro (cual era la plaza coru• ñesa) no aprovechase entonces la oportunidad que una vez más en su retirada le ofrecía. Moore ocupó igualmente el tiempo en proceder rápidamente á embarcar aquella parte inútil de sus fuerzas, cuyos transportes acababan de fondear en la bahía de la Coruña, como la caballería desmon• tada, el material y la artillería,—exceptuando 12 ca• ñones por si la acción se empeñaba; de éstos, cuatro eran de los españoles—; á los enfermos y heridos ocasionados por las marchas penosas que habían efectuado y las escaramuzas que fueran sostenien• do en su retirada, y á las familias de algunos milita• res que venían siguiendo al ejército; quedándole dis• ponible un contingente útil aproximado de 16.000 combatientes, que seccionó en cuatro divisiones, mandadas por Sir David Baird, Sir John Hope, Sir John Frazer y el mayor general lord Eduardo Pa- get, encomendándole á este último la de reserva. Baird estableció su cuartel general en una pe• queña finca á retaguardia de su división; y tanto los oficiales como los soldados, no pudieron encontrar mas albergue que algunas barracas al otro lado del monte Mero. Las tropas estaban sobre las armas y 100 BRITANOS Y GALOS formadas en su cumbre todos los días, una hora an• tes del amanecer, (i) Los franceses se avistaron en la tarde del 12 con• centrándose en gran número á la orilla derecha de la ria del Burgo. El día 13 se encamina Baird al ci• tado monte, posesionándose de éste con las brigadas de Williams Bentinck, Maninghan y Warde, á cuya espalda habíase situado ya la división Hope próxima al lugar de Eiris de Abajo hasta cubrir la carretera hacia el mar, (2) viniendo así á quedar éste en se• gunda línea con las de Leith, Hills y coronel Catlin Crawfurd. A la división Frazer le correspondió servir de reserva general, manteniéndose cerca del valle de Elviña con las brigadas Beresford y Fane. En este punto no solamente apoyaba la línea de batalla sino que atisbaba el flanqueo que el enemigo pudiera emprender por la extrema derecha inglesa, estorbán• dolo en todo caso la caballería de Paget, colocada á la izquierda, pegada á la carretera, con las brigadas del general Disney y la otra á cargo del mismo Paget. En aquel trance, que podría llegar á ofrecer á Frazer un carácter gravísimo, se precisaba—observa un técnico—una fuerza y una energía extraordinarias para dar abrigo á la masa general del ejército y pro• teger su entrada en la Coruña, ante la eventualidad, á todas luces probable, de un combate desgraciado.

(1) THE0D0RE HOOK: Vida del General Sir David Baird Barí. cit. (2) Vida del general Sir David Baird, cit. FRANCISCO TETTAMANCY IOI

Las brigadas Beresford y Fane, colocáronse al efecto á la retaguardia del Ejército: la primera hacia Santa Margarita, cerca de las obras más adelantadas de la plaza, observando todas las avenidas terrestres; y la segunda á la vanguardia, esto es, entre la Can• cela y la Infesta, á fin de proteger los Cuerpos de reserva, caso de tener que oponerse al movimiento de flanco del enemigo contra la derecha inglesa. Formaba, pues, el núcleo total del inglés, dos lí• neas establecidas exclusivamente para la defensión, sin otro objeto, que la de asegurar el paso final de la accidentada retirada que desde Villafranca acaba• ba de realizar, (i) El mariscal Soult disponía de 20.000 soldados (2) distribuidos en tres divisiones, una al mando de Mermet, otra al de Merle y la tercera al de Delaborde. El jefe francés concluyó de pasar la ría del Burgo, con todo su ejército, en las primeras horas de la mañana del 16, yendo seguidamente á posesio-

(1) Véase el Croquis de la batalla de Elviña que debemos al ¡lastrado amigo Don Juan López Soler, Capitán del Cuerpo de Estado Mayor, que hizo expresamente para nuestro libro, á quien le quedamos profundamente reconocido; así como á los buenos amigos el notable pintor Román Navarro, el reputado dibujante Fernando Cortés, los artistas fotógrafos Antonio Pórtela y Fran• cisco Pliego, y los aficionados en este arte Leandro y Eugenio Ca• ire Alvarellos y D. José Fernández, por la valiosa y desinteresada colaboración que prestaron á nuestro trabajo.

(2) En 25.000 aprecia Chao en la continuación de la Historia de España, de Mariana, tomo VI, pág. 522. Otros historiadores dan al francés los 20.000 hombres y 16.000 al adversario. Algu• nos, como Arteche, en su Historia de la Guerra de la Independen• cia, tomo V, no concede al último más que 14.000. 102 BRITANOS Y GALOS

narse de los principales puntos estratégicos en las alturas de Elviña, estableciendo su línea desde el ángulo Sur que cogía en diagonal la carretera, co• menzando por Palavea y siguiéndola hasta morir en El Escorial; sentando el grueso de su caballería cerca de los valles de Marzan y Lonzas, próximos á la aldea de San Cristóbal,—que actualmente atraviesa la carretera provincial del Espino á Moras y que finaliza en Uges —. Apoyando dicha línea en sus dos extremos, em• plazó en cada uno una batería gruesa, incluyendo la de la posición de la cumbre de Peñasquedo. Se en• cargó del ala izquierda el general Mermet, de la del centro Merle y de la derecha Delaborde. Soult es• tableció su cuartel general, según ya dijimos en el anterior capítulo, en el lugar de El Escorial. Antes de fijarse Soult en las posiciones aludidas, su vanguardia, conforme cuentan Hook (i) y Gómez Arteche, sostuviera en la mañana del 15 una fuerte escaramuza con las fuerzas avanzadas del 5.0 de línea inglés que mandaba el coronel Mackienzie. Obser• vando éste que el enemigo se afanaba en subir al• gunas piezas de artillería para emplazarlas en las alturas de Peñasquedo, trató de sorprenderlo, avan• zando resueltamente con varias compañías con el propósito de apoderarse de dos cañones; mas al cruzar de través el campo próximo al lugar del Es• corial, el coronel perdió la vida á consecuencia de una descarga de fusilería, retirándose entonces su

(1) Obra citada.— Vida del General ingles Sir David Baird Barí, etc. FRANCISCO TETTAMANCY 103

gente sin poder lograr la empresa temeraria á la cual la impulsara su superior, (l) Al amanecer del l6, se circuló una orden general á todos los jefes de los Cuerpos con instrucciones para llevar á la práctica, en aquella misma tarde, las ope• raciones del embarque del ejército de Moore,—supo• niendo que el francés no se opondría al intento; — mandando al efecto se encontrasen en el puerto y bahía, todos los botes de la escuadra. Pero al saber el generalísimo que su rival el du• que de Dalmacia tenía ya dispuestas sus fuerzas para acosarlo, dícese que «experimentó verdadera alegría» aceptando el reto, y realizando de esta manera los deseos más ardientes de hombre de honor y de sol• dado valiente, (2) aunque algunos opinen que tuvie-

(!) En el parte dado después de la batalla, por el general Hope á su camarada Sir David Baird, que publicamos en nuestro Apéndice núm. 8, no se incluye entre los muertos al coronel Mac- kienzie. (2) El Diario de la Colima de 20 de Diciembre de 1809, in• serta una crónica de Londres, que confirma los encomios que se hacían de John Moore, hasta por sus mismos enemigos, y que estamos en el caso de reproducir un párrafo: «Los franceses están haciendo todavía los mayores elogios de los talentos de Sir John Moore. Oí a los mariscales Ney y Lefé- bre hablar con admiración de la retirada de aquel desgraciado general por Galicia, la cual comparaban á la memorable retirada de Moreau por Suabia. Bonaparte tuvo entonces un paroxismo de rabia cuando supo que el ejérciro británico había evitado el quedar cercado. Durante su marcha de Madrid, frecuentamente declaraba que ni siquiera un soldado inglés alcanzaría la costa...» El propio periódico publica también este juicio atribuido al rey Jorge III de Inglaterra con el título de Respuesta á las damas españolas, aseverando que «la retirada de Moore fué prudente 104 BRITANOS Y GALOS se que aceptarlo forzosamente; comprobándolo, «el solo reparo de las posiciones ocupadas y el hecho de no haber dejado en ellas más que las fuerzas necesa• rias para su defensa y únicamente la artillería indis• pensable.» «La caballería,—dice Londonderry—después de destruir el resto de sus caballos, había ido á bordo algo antes, así es que nada quedó entonces, excepto la más precisa en posición» (que era la que tenía la división Paget). gloriosa y necesaria: atacóle Buonapavte con sus mejores tropas, y aun no estaba Galicia organizada*... Y no estaba fuera de razón el criterio del monarca inglés, co• rroborándolo el presente dato que entresacamos del periódico El Patriota Compostelano de 19 de Agosto de 1809 que inserta la si• guiente carta de su Corresponsal en la Coruña: ICORUÑA—Señor Diarista de la Ciudad de Santiago:=Es in• calculable lo que se ha adelantando en esta Maestranza de Arti• llería desde que salieron de esta plaza los pérfidos ministros del cruel tirano de la Francia y de toda la Europa: baste decir que quando en aquella época apenas podía contar el exército de la Izquierda con una docena de piezas de Artillería, en el día tiene 50 con todo lo correspondiente á ellas; y que en orden á cartu• chos de fusil pasan de dos millones los que han salido de estos laboratorios. Tenemos aún pólvora, y esperamos mas; pero falta absolutamente el papel, por lo que ha ordenado el Excmo. Señor General en xefe se haga nna riquisición rigurosa de un ramo tan interesante y preciso en las actuales circunstancias; pero antes que llegue este punto queremos anunciar esta necesidad en los pape• les públicos, á fin de ver si puede recogerse con donativos volun• tarios. Espero que Vm. se sirva dar este anuncio á su Diario, y animar á ello; advirtiendo que está encargado de su recolección el Sr. D. Manuel de la Riva Moreno, de ese Comercio, quien ins• truirá á los buenos patriotas de la clase de papel que puede servir para el expresado objeto. = Dios guarde á Vm. muchos años. Co• ruña 17 de Agosto de 1809.—Juan Antonio Várela.> FRANCISCO TETTAMANCY

Lo propio se había hecho con los cañones, —ob• jeta otro cronista,—porque esperando evitar el com• bate y siendo el material de esta arma el obstáculo mayor para la realización del embarque con la rapi• dez que exigía la aproximación del enemigo, John Moore redujo su artillería á siete cañones de á 6, y á un obús ingleses; y á cuatro cañones españoles agregados á la reserva, para dirigirlos al punto que se considerasen útiles. Resulta, por lo tanto, que «al encontrarse ahora frente á frente perseguidores y perseguidos, no tu• vieron éstos en línea más que unos catorce mil hom• bres apenas, contra el arranque de más de veinte mil, llenos de codicia y de orgullo, y protegidos por for• midable artillería. Cierto es que aquellos tenían la ventaja de contar á su espalda una plaza bien fortifi• cada y ocupar unas excelentes posiciones; pero no es menos cierto que los imperiales, en cambio, no se constituían de tropas de las que se desordenan fácil• mente: poseían una brillante artillería que habría de sostenerlos briosamente, dirigida por un experimen• tado veterano.» Sir John, al ver que el enemigo aparecía en las alturas opuestas á la derecha de su ejército, ordenó el refuerzo de ésta con dos brigadas de la división Hope, colocándolas en sitio á propósito para defen• der la carretera—Eirís de Arriba—quedando consti• tuida así la línea, ocupando la derecha las brigadas de Bentinck y Maninghan de la división Baird, pro• tegidas por la de Warde, que formó en columna á retaguardia de la de Bentinck á la espalda del monte Mero; y la izquierda, por las de Leith y Hill io6 BRITANOS Y GALOS

de la división Hope con la del coronel Crawfurd sobre una posición más atrasada, pero fuerte y de fácil- acceso. La división Frazer mantúvose en su posición primitiva formada en columnas para trasladarse rá• pidamente á contrarrestar todo movimiento envol• vente que pretendiese hacer el enemigo sobre el ala derecha, flanco el más vulnerable y por lo tanto de más trascendencia y gravedad. Sobre las alturas fronterizas presentaban los franceses el ataque con sus tres divisiones de Mer- met, Merle y Delaborde; la primera para embestir la derecha inglesa ton una poderosa batería gruesa de 12 cañones; y las otras dos perfectamente dispues• tas para el asalto que venía preparándose. «El peligro mayor para los ingleses—relata el ilustre Arteche -estaba en la ocupación de la aldea de Elviña, desde la que no solo era fácil el asalto del monte Mero por sus escabrosas faldas, sino que podía envolverse por el valle que la separa de los altos de Santa Margarita.» En la mañana del 16, como de costumbre,—dice Hook—(i) toda la línea estaba sobre las armas una hora antes del amanecer; pero como todo se pre• sentaba tranquilo en las posiciones enemigas, se dio orden á los regimientos para que se retiraran á sus alojamientos respectivos, haciéndose los últimos pre• parativos para practicar el embarque. «Se dieron también las órdenes para la retirada gradual de las diferentes divisiones; y los botes de la flota se reu-

(i) Ob. cit. FRANCISCO TETTAMANCY 107

nieron en el Puerto á lo largo de la playa para recibir• las fuerzas á bordo, tan pronto llegasen á la orilla; por manera que durante aquella noche y la mañana si• guiente todo el ejército se hubiera podido embarcar; y era tal la confianza de que nuestras tropas no se• rían molestadas en su retirada, que algunos oficiales entraron en la Ciudad á recoger sus equipajes para trasportarlos á bordo.» (1) Sin embargo, poco después del medio día, se notó algún movimiento en la línea enemiga, y bien pron• to se vio que tres fuertes columnas del enemigo pre• cedidas de una nube de soldados, en escaramuza, descendían la colina de Elviña protegidos por un fuego muy vivo de balas y bombas de los cañones emplazados en aquella. Esto tenia lugar precisamente cuando Sir John Moore acaba de dictar sus últimas instrucciones para el embarque, montando á caballo para recorrer las avanzadas. «Sir John, al ver el cambio que había tomado la acción, se mostró satisfecho por sus con• secuencias que corroboraron dos desertores acaba• dos de llegar del ejército enemigo.» (2) El objeto de los- franceses era evidentemente deshacer y penetrar en la derecha enemiga hacién• dola así retroceder en dirección al mar. Moore, fiján• dose en este detalle, partió inmediatamente á galope para aquel punto del campo; y mientras se aproxi• maban las columnas contrarias que venían descen• diendo de la colina para atacar la división Baird, éste indicó á Moore «si no creía llegado el momento de

(1) HOOK. Ob. cit. (2) Id. id. BRITANOS Y GALOS

avanzar á encontrarlas, preguntándole también si quería dar la voz de mando» á lo cual le contestó: — «Nó, Baird, hacedlo vos.» (i) La orden se dio enseguida para el avance, princi• piando el fuego de fusilería.

ni

A las dos de la tarde del 16 rompe decisiva• mente el fuego el francés con su proverbial impe• tuosidad y viveza, lanzando Mermet simultáneamen• te la^fe^polumnas de su división sobre Elviña; la c&itfraf^dícj^da al ataque de este pueblecito; la de la

i d6nec^^ti ñ^|iedir la acción del centro enemigo y la de^ia ^Sié>dá: á cerrar el paso á las reservas ingle- saáig«e trá-í^íen de acudir desde las posiciones en donde~-se^rallaban colocadas. Las fuerzas inglesas compuestas de tiradores que estaban apostados en las casas de la citada aldea, hacíanse incapaces para resistir el empuje; y á pesar de defenderse con la tenacidad característica que abona al británico, tuvieron que ceder á la superio• ridad del número y retirarse, disputando palmo á palmo las cercas y las heredades circundantes. Moore, fijándose en aquellos momentos críticos en la debilidad de los suyos, se lanza al puesto más peligroso «cual era costumbre en él», ordenando á Bentinck que avanzase protegiendo su brigada con los Guardias que formaban su reserva parcial, y re-

(i) HOOK. Ob. cit.

/•'. Pliego. Elviña. —Pena do Galiacho FRANCISCO TETTAMANCY 109 comienda á Paget baje al valle y se corra á la dere• cha para oponerse al flanqueo del contrario. La lucha se empeñó entonces encarnizada: los ingleses alentados con la voz de su general dando ejemplo de heroísmo inconcebible, lánzanse con vio• lencia á la liza, haciendo flaquear la columna cen• tral de Mermet. Sir David Baird, pónese á la cabeza del regi• miento núm. 42 de la brigada Bentinck, y en el empuje del avance, un disparo de metralla maltrata su brazo izquierdo, dejándolo gravemente herido, (i)

IV

La aldea de Elviña, dicen Lafuente (2) y otros historiadores, fué perdida y recobrada por unos y por otros en diversas veces, sin ser posible apreciar quienes llevaban mayor ventaja. Moore observa que un Cuerpo afecto á la referi• da columna central enemiga, se extendía á su iz• quierda con el preconcebido fin de envolver la posi• ción inglesa: y dispone que el regimiento núm. 4, que estaba en primera línea, efectúe un.cambio de frente, robusteciendo así su ala derecha para después romper inmediatamente el fuego. Tan admirablemente ejecutó esta unidad la ma• niobra, formando sus dos mitades un ángulo obtuso cuyos lados daban frente al enemigo en las distintas

(1) Parte dirigido después de la acción por Hope á Baird.— Véase Apéndice núm. 8. (2) Historia General ele España, tomo XVI, pág. 442. 110 BRITANOS Y GALOS direcciones que había tomado, y tan nutrido era su fuego, que el general, al observarlo, prorrumpió estas frases: — «Esto es precisamente cuanto deseaba que se hiciese». «Entonces, escribe James Moore, (i), hermano del caudillo, el general avanzó hasta el Regimiento núm. 50 (2) que mandaban los mayores Napier y Stanhope y que ganaban un cercado á su frente, cargando con la mayor bizarría. El general, admi• rado de tanto valor, exclamó entusiasmado: — »¡Muy bien el 50! ¡Muy bien mis mayores! »Ellos echaron al enemigo de la aldea de Elviña con gran carnicería; en aquel momento culminante, el mayor Napier, por avanzar demasiado, fué herido en muchas partes y hecho prisionero; y el segundo mayor Stanhope, recibió desgraciadamente una he• rida mortal. (3) En seguida se trasladó al puesto del 42.0 regimiento (en la misma línea) dirigiéndole estas palabras: —¡Highlanders, acordaos de Egipto!...

(1) A narralive of the Campainy, of the British Army in Spain commanded by his Excelleney LietUenant General Sir John Moore, K. B., etc., cit. en el Cap. II, pág. 53. (2) HOOK, en su Vida del General Sir David Baird, espresa que fué el Regimiento n.° 30. (3). Ambos jefes fueron muertos en la acción, según describe el general Hope en su parte; y HOOK, en su obra citada, también' consigna este detalle, agregando que el 2° mayor Stanhope que• dó muerto en el campo. «Después tuvo lugar en las calles (del pueblo) un terrible encuentro á la bayoneta siendo el enemigo expulsado de la aldea. Sin embargo, la batalla se había hecho general en toda la línea»... FRANCISCO TETTAMANCV III

»Avalanzáronse fieramente echando por delante á los franceses hasta que los detuvo un muro. Sir John los acompañó en la carga y dijo á los soldados que quedaba muy satisfecho de su conducta*. Pero la superioridad numérica del enemigo insis• tía en imponerse á los heroicos sacrificios de resis• tencia del soldado inglés. Rechazado aquél por el fuego y las cargas á la bayoneta, volvía cuadruplica• do á empeñarse en la reconquista del terreno perdido. Soult, contrariado por la valentía y obstinada oposición de su adversario, lanzaba masas enormes de gente para conseguir la victoria; y una y otra vez eran compelidos. los franceses, perdiendo siempre terreno. Casi toda la vanguardia de Mermet estaba rendida. «Las circunstancias críticas de este desastre; — relata uno de los Manuscritos de los Franciscanos de Santiago;—(i) el haber muerto el general francés Gau- Uois y quedar herido gravemente Lefébre, colocaba á Soult en una situación apuradísima sin saber que partido tomar ni arriesgarse á nuevas empresas, par• ticularmente careciendo de municiones ni otro arbi• tro que pudiese recuperar las pérdidas. En este caso bien sensible por lo desesperado, se resolvió á abra• zar el último recurso, que fué emprender la retirada para de este modo evitar una total destrucción de su Ejército. No hay duda que hubiera sido esta efecti• va, si en lo más encarnizado de la acción no llegase una bala de rebote á herir gravemente al benemérito general Moore al arrojarse á bayonetazos sobre los

(i) Citado varias veces en este trabajo. 112 BRITANOS Y GALOS franceses y los arrolla. Desgracia digna de llorarse no solamente por las tropas británicas, sino también por los fieles españoles cuya libertad se iba á restau• rar con tan acertado combate. Desgracia... que final• mente esta lucha hasta entonces ventajosa, frusto la completa victoria con el sacrificio de una vida inte• resante. Desgracia que desengañó de una ves á los que, revestidos de charlatanería, se habían atrevido á proferir en sus privadas tertulias de que los ingle• ses lejos de defender la península, solo trataban de reducir el pueblo de la Coruña á escombros y ceni• zas...» Mientras Soult se entregaba, quizá á las atinadas reflejfí^asi^del anónimo Cronista, y sus soldados co^báTía'a^^rno leones, Moore se multiplicaba acu- d^3dq^^rrt^i* á los sitios más avanzados y de ma- yot'jp¿í^|o,í^imando á los suyos con su carácter carlfe¡5s%y;4iifregándose á todos los arrebatos de un paladín'""temerario y á todas las ligerezas de capitán valeroso.

"V"

A la cabeza de los Regimientos 4.0, 42.0 y 50.°, seguía avanzando hasta llegar á la Pena do Galiacho, Muy cerca de esta roca, (1) existe todavía una casa que habitaban entonces los antepasados de la actual familia del labrador Juan Veira Galán (2). Allí, al

(1) Distante unos 400 metros de la casa rectoral, 6 sea don• de Soult estableciera su Cuartel general. (2) Era dicho edificio en aquella época propiedad de la fa• milia de Bermiídez de Castro.

Afilo. J• Fernández lugar donde cayó mortalmente herido el general jVloore, FRANCISCO TETTAMANCY "3 pretender emplazar una pieza de artillería para pro• teger el avance con mayor eficacia, una bala de cañón hiérele en el hombro izquierdo, arrojándole en el acto del caballo. «Aquel gigante de la bizarría y de la firmeza, merecía caer así: hombre de bronce y fuego, sólo el cañón podía con su violencia derri• barle»... No obstante recibir golpe tan brutal, no rodó por tierra. Se incorporó por sí mismo hasta quedar como sentado, sin que su semblante se inmutase y con la mirada fija en sus esforzados escoceses que peleaban con el mayor ardimiento, aunque compro• metidos seriamente ante un enemigo superior. Ellos, pudieron en su acometida á la bayoneta, obligar á éste á replegarse por el flanco izquierdo hacia el pinar de Elviña (i). El coronel Graham y. el capitán Hardinge, con un soldado del 42 de highlanders, al ver caer á su ge• neral, arrójanse de los caballos cogiéndole en brazos para retirarlo junto al muro de la finca citada, tra• tando de calmar su ansiedad con la noticia de que los regimientos de lord Bentinck avanzaban valero• samente.

(1) Este pinar hoy no existe. Fé talado hace 30 años pró• ximamente por su propietario el Sr. Galiacho. Hallábase situado muy cerca de la peña que lleva este nombre, por ser propiedad ó haber pertenecido todo aquel terreno al Convento de Santo Domingo de la Coruña y después á la familia de la aludida per• sona vecina del barrio de Monelos. Del libro de Consejo del citado Convento de Santo Domingo de la Coruña que se conserva en la residencia de Padrón, y cuya nota nos fué proporcionada por el Sr. Amor Meilán, copiamos lo siguiente: ...«propuesta la obligación de contribuir con lo posible, según 8 114

Reconócenlo inmediatamente, y se aperciben de la horrible herida que acababa de causarle la artille• ría enemiga, de la cual herida salía la sangre á to• rrentes: «la bala le había llevado el hombro y parte de la clavícula izquierda, dejándole el brazo pendiente tan sólo de un pedazo de carne». Los facultativos exigieron que fuese transportado en el acto en una manta á retaguardia de la línea, siendo retirado del campo por algunos highlanders del núm. 42.° y varios soldados del Regimiento de Guardias. El capitán Hardinge que no se separaba de su lado, esfuérzase en vano para contener con la propia faja del general la abundante hemorragia que mana• ba de la herida; y notando que la espada de su supe• rior le molestaba grandemente, pretende desceñírsela. —7/ is as zvell as it is. Y had rather it schould go oitt of the field with me. (Bien está como está. Prefiero que salga conmigo del campo)—exclama aquel valiente (i).

>las facultades y estado del Convento para los gastos y necesida- »des de la Patria para sacudir el yugo francés y conservar la mo• narquía... etc, se convino por todos y unánimemente que, d inombre de la Comunidad se ofreciesen cuarenta mil reales en >dos tercios, los pinos de la Fraga de Elviña que se necesitasen »para cuarteles ú hospitales y algún capellán para el ejercito». A fines del mismo mes, (Junio de 1808), aceptado por la Junta de Galicia este último ofrecimiento, y no habiendo en la Corau. nidad sacerdote en condiciones de desempeñar la Capellanía ofrecida, tratóse de nombrar á persona apta para semejante mi nisterio, siendo nombrado el presbítero de la Colegiata D. Fran• cisco Payan, asignándosele el estipendio de diez reales diarios. (1) Biografía de Sir John Moore, que hemos publicado en el referido Boletín de la Real Academia Gallega. tos de Guardias y del 42.°, señalándosele por la Cor• poración municipal como alojamiento, la casa número II6 BRITANOS Y GALOS

16 del Cantón Grande, (hoy 13), de la que era en• tonces propietario el acaudalado comerciante D. Je• naro Fontenla. Durante el trayecto mandaba hacer alto á los conductores, indicándoles que le diesen vuelta para poder apreciar el curso del combate y oir el fuego... En una de estas paradas, mandó un ayudante á Hope, recomendándole que tratase de sostenerse, «por abrigar la esperanza de que los franceses se• rían batidos.» Al propio tiempo se interesaba en preguntar por el estado de su compañero Baird, contestándosele que éste ya fuera trasportado á bordo de la escuadra. En las primeras horas de la noche, entraba el héroe en la ciudad herculina... CAPÍTULO VI w

Continúa la acción, encargándose el general Hope del man• do del ejército británico.—Los franceses son rechazados. —Bajas que tuvieron ambos ejércitos.—Embarque de las tropas inglesast — Los franceses hostilizan á la Coruña.— Entrada de los mismos en dicha población.

I

Lesionado gravemente Baird y mortalmente he• rido el generalísimo Moore, noticia que fué conocida inmediatamente en el ejército inglés, se hizo cargo del mando del mismo Sir John Hope, como teniente general más antiguo. Sin embargo del sensible incidente ocurrido al segundo, no por eso desmayaron las tropas inglesas, las que no se concretaron solamente á conservar sus respectivas posiciones, base primordial del éxito de la acción, sino que, animadas en ganar mayor terre• no, rechazaron las pretensiones del enemigo, obli-

(l) Publicado parte de este Capítulo en el ilustrado perió dico La Idea Moderna de Lugo el II de Febrero 1910. n8 BRITANOS Y GALOS

gándole á retirarse, no obstante las unidades que vinieran á reforzarlo. Este, que veía frustrados todos sus planes de for• zar la posición de la derecha contraria, hizo un es• fuerzo supremo para conseguirlo lanzando una masa numerosa de gente. Entonces, lord Paget, con los cuerpos de reserva que extrajera de sus acantona• mientos para apoyar la derecha de los suyos, em• prende un movimiento oportunísimo, desbaratando con un vigoroso y sostenido ataque los propósitos del adversario, arrojando contra sus fuerzas más ade• lantadas el primer batallón del regimiento núm. 52 y, el cuerpo de Rifles número 95, con su coronel ;v'Betíkwith á la cabeza, aquel que tan bizarramente £fy¿hár%; pocos días antes en Cacabelos. fi':?¿iCoj^tal empuje y coraje dieron su carga los Ri- fies, .

Pliego, afci." Castro de Elviña

E. Curré, n/dfi Elviña.— Vista general FRANCISCO TETTAMANCY 119

II

«Lo que pasaba en la izquierda inglesa—explica el entendido Gómez Arteche—(l) no ofrecía caracte• res de tanta gravedad. Los franceses conocían que el resultado de la batalla habría de buscarse en la dere• cha, allí, donde la mayor accesibilidad del terreno y la comunicación con la Coruña, hicieran su acción más fácil y decisiva. Por eso la columna derecha de Mermet, más que un ataque formal se ocupó en te• ner en jaque á las brigadas Manningham y Leith, que constituían el centro de la línea inglesa para impe• dirlas apoyar inmediatamente á lord Bentinck á cuyo lado formaba la primera. Los ingleses, aprove• chando lo favorable del terreno para el uso de su es• casa artillería, la utilizaron como acostumbran y tuvieron á los franceses á distancia mayor respe• table. » No sucedió lo mismo en la extrema derecha, donde los franceses, apoderándose de las casas, de Piedra Longa (2) — á la media falda del monte—reu• nieron una fuerte columna que rompió el fuego con• tra la brigada Hill cuyas posiciones amenazaba. Hope ordenó maniobrase seguidamente contra aquella el regimiento núm. 14 (3) «que ejecutó una carga á la bayoneta de las más brillantes.» Las pér-

(1) También se da cuenta en el parte de Hope á Baird.— Véase nuestro Apéndice núm. 8. (2) Por donde pasa la carretera de la Coruña á Madrid y Santiago. (3) Parte cit. de Hope.—Apéndice núm. 8. 120 BRITANOS Y GALOS didas fueron graves, porque los franceses cubiertos con los edificios y accidentes del terreno lo mantu• vieron largo rato bajo la acción del fuego; mas todo lo venció al fin aquel cuerpo dirigido por su teniente coronel Nichols que los rechazó del aludido lugar haciéndoles huir al fondo de la montaña y pie de la Palavea. (i) A las cinco y media de la tarde, hora en que el día declinaba y el crepúsculo iba iniciando la noche, el inglés había logrado repeler todas las tentativas de su rival, ganando terreno en todas direcciones, y ocupando una linea más avanzada que á los comien• zos de provocarse la batalla, mientras que el segun• do, concretaba sus operaciones al fuego de fusil de sus tropas ligeras y al cañoneo de su artillería. Por efecto de la ruda brega que acababan de sostener las tropas inglesas, debían lógicamente, atendiendo á su inferioridad, hallarse necesariamen• te quebrantadas. Si la noche no se hubiese echado encima, causa determinante de la suspensión de hos• tilidades, sería más que probable que, de reanudarse la lucha, el enemigo las hubiese producido un grave disgusto atendiendo á las numerosas fuerzas de re• fresco que á éste aun le quedaban. El propio general Hope viene á reflejarlo en el parte que trasmitió á Sir David Baird: «A pesar de la marcada superioridad que en estos momentos habían alcanzado nuestras tropas por su bizarría sobre el enemigo, que de su número y dominantes ventajas de su posición esperaba, á no

(i) Próximo á la aludida'carretera de la Coruña á Madrid y Santiago. FRANCISCO TETTAMANCY 121 dudarlo, una victoria segura y fácil, no me consideré bastante garantido, después de examinadas todas las circunstancias contra la responsabilidad de separar• me, de lo que yo sabía era la fija y primitiva deter• minación del último jefe superior de las fuerzas, esto, es, la retirada del ejército en la noche del 16 y su embarque, para lo cual todo había sido dispuesto por sus órdenes, estando ya muy adelantados los prepa• rativos cuando la acción principió».. Si la victoria, como arguyen algunos historiado• res, no estaba definitivamente aclarada sino inte• rrumpida por la suspensión del encuentro, y aunque opinen otros de diverso modo, por fundarse en que la línea británica avanzaba mucho en sus posiciones al cesar aquél, es lo cierto y digno de encomiar, sin ningún género de reservas, el hecho, la energía y el arrojo incesante con que se batieron los ingleses y el heroísmo exaltado que demostraron en la liza.

ni

No hubo ni hay posibilidad de poder apreciar fijamente las pérdidas que tuvieron ambos ejércitos en el combate que dejamos descrito. Hope, en su parte, calcula la de sus tropas de 700 á 800 entre muertos y heridos, privándole de facilitar datos aproximados, la circunstancia de los incidentes que surgieron en el embarque de su ejér• cito por la necesidad de mezclarse á bordo unas unidades con otras de distintas armas en los dife• rentes buques de la flota, algunos de los cuales ya 122 BRITANOS Y GALOS

se habían hecho á la mar, quedando varios Cuerpos embarcados en otras naves que aun permanecían en bahía preparándose para tomar rumbo hacia las cos• tas inglesas. Estima dicho general las bajas contra• rias en 1.400 á 1.600. (1) El Cronista anónimo del Convento de Francisca• nos de la Coruña (2), atribuyendo la victoria á favor de los ingleses, relata: «Esta batalla se dio en la parroquia de San Vi• cente de Elviña distante del pueblo (Coruña) una le• gua escasa. Murieron en ella j.000 hombres por una y otra parte. Se decidió á favor de los ingleses aun• que pereció en ella Moore; igual suerte tocó á su segundo. Este murió en el mismo campo de una bala de cañón, (3) y aquél aun llegó con vida al pueblo, pero falleció luego en su alojamiento. El tercero Sir . .P^jd Baird, salió herido». -'-*3Jh'r§r.s, en cambio asienta, que las británicas lle- • ga£53b &r4.200 y las francesas de unas 300 á 400... ''-Míaldojíado cuenta que las primeras han sido -Considé"r|frjles, expresando que, «además de la muer• te déTgeneral en jefe murieron otros dos getierales

(1) Otros cronistas é historiadores no precisan niímero fijo; pero advierten que fueron enormes las de ambas tropas, especial• mente la Relación del Convento de Franciscanos—Apéndice nu• mero 10—que hace subir á J.000 el número de muertos por am• bas partes. Alonso López, en sus Consideraciones, tomo 6.", página 146, da la suma de 4 á 5.000.

(2) Relación cit. (3) Debe confundir el Cronista al ayudante de campo de Moore capitán Burrard; teniendo en cuenta que Baird era el lugai- tcniente de Moore y Hope el que le seguía en categoría.

P. Plugo, a/d." Interior de las ruinas

F. Pliego, afd.o Elviña.—Exterior de las ruinas de la quinta del Convento de Dominicos de la Coruña FRANCISCO TETTAMANCY 123 de división en el campo de batalla (!) y un gran nú• mero de oficiales y soldados.» Mal informado está este historiador acerca de este asunto, llevado quizá de la exagerada animosi• dad que demuestra en sus relatos contra el ejército británico. El parte de Hope, que en este punto es de auten• ticidad probada, no expresa la muerte ni de esos dos generales ni de ningún otro jefe que se aproxime á esta elevada gerarquía. Descartada la del generalísimo Moore, no ocurri• da en el campo de batalla sino en la capital coruñe• sa, tal cual narramos en el capítulo siguiente, sola• mente se menciona la herida gravísima que se produjo á su lugarteniente David Baird; y la enfer• medad que adquirió, por las vicisitudes originadas durante la retirada del ejército, el brigadier general Clinton, ayudante del Estado mayor general inglés. De los jefes de categoría, algunos cayeron efecti• vamente muertos en el campo y otros heridos. De ellos cita Hope, entre los primeros, al teniente coro• nel Napier del regimiento núm. 92 y á los mayores Stanhope y Napier del número 50; y entre los se• gundos á los tenientes coroneles Winch, Maxwell, Fane y Griffith, y los mayores Miller y Williams. Es de lamentar toda cuanta víctima ocasiona los azares de la guerra cruel; pero en la que nos ocupamos, es doblemente de sentir la de Sir John Moore, de quien, como dice un biógrafo, valia por muchas por lo que su personalidad atesoraba y el gran concepto que, por sus inapreciables servicios le había granjeado la opinión general, constituyen- 124 BRITANOS Y GALOS do una esperanza muy fundada para su patria tanto más necesitada de hombres de guerra, cuanto que se las había con el más hábil y terrible de los tiempos moderaos.

Cerrada ya la noche, ordena Hope la retirada de su retaguardia hacia la ciudad coruñesa, para proce• der, según se tenía dispuesto, al embarque de todo el ejército. Con un orden perfecto y una tranquilidad abso• luta, después de retirar toda la artillería que dejó de embarcarse, abandonaron periódicamente las tropas sus respectivas posiciones, dirigiéndose á los puntos determinados de la población para tomar los botes de la escuadra. Las avanzadas permanecieron en sus puestos hasta las cinco de la mañana del 17, hora en que aun el crepúsculo no había despuntado, reti• rándose en igual forma, sin que el enemigo se per• catase del movimiento. A las seis quedó embarcado el grueso del ejér• cito á excepción de las brigadas Hill y Beresford que permanecieron en tierra para proteger el embar• que, situándose la primera á la entrada de los enton• ces arsenales de la Palloza, por donde éste se efec• tuara en su mayor núcleo; y la segunda entre la antigua Puerta de la Torre de Abajo, dentro ya del recinto murado, colocándose sobre la Batería de San Carlos. (1)

(1) Fué también conocida por fuerte de Malvecin, que hasta hace pocos años funcionó da batería de salvas, y en cuya planta FRANCISCO TETTAMANCY 125

En la misma madrugada del 17, se aperciben los franceses de que el campo inglés se hallaba desierto, sufriendo con tal motivo profunda decepción. Soult se hace cargo de que el enemigo lo había burlado con las hogueras y simulados vivacs de la noche antecedente; y no temiendo ya á la menor hostilidad por enterarse que éste se había replegado á la Co• ruña para tomar los buques de la flota, dispuso que su vanguardia hiciese un ligero reconocimiento de avance hacia la ciudad y se posesionase de las altu• ras de Santa Lucía. A las ocho y media de la ma• ñana hacen alto en este barrio. »Mas á pesar de esta circunstancia—relata Hope, —no temiendo que nuestra retaguardia pudiese ser forzada, sin embargo de las muchas dificultades de su posición, y por otro lado apareciendo buena la actitud de los españoles (coruñeses) se dispuso el embarque de la brigada del Mayor general Hill que estuvo ultimado á las tres de la tarde, después de lo cual, habiendo dado el mayor general Beresford una completa explicación al gobernador español (i) so• bre la causa de nuestros movimientos con un celo y destreza á V. bien conocidos, tan luego como las preventivas disposiciones se hubieron efectuado, re. tiró ya anochecido sus cuerpos del frente de la ciu• dad, y junto con los heridos que anticipadamente se

estuvieron establecidas las oficinas de ingenieros militares, siendo derribada, y esplanado luego su terreno, con motivo de la urba• nización del puerto. (1) I.o era entonces el mariscal de campo D. Antonio de Alcedo, jefe político de la Coruña y Capitán General interino del Reino de Galicia. 126 BRITANOS Y GALOS habían trasladado, efectuó su embarque antes de la una de la mañana...» En esta dificultosa operación, la Coruña prestó eficaz concurso, entreteniendo al ejército francés que había logrado emplazar en la mañana del 18 una ba• tería de varias piezas de grueso calibre en las alturas de Santa Margarita, pegada á los molinos de viento, y otra sobre el Castrillón y el Montiño, (en el anti• guo y ya por aquellas fechas derruido Fuerte de Valparaíso), dominando el Castillo de San Diego y la bahía, y desde cuyas posiciones sacudían repeti• dos cañonazos á la plaza y á los buques británicos. Estos, para asegurar la facilidad del resto del embar• que de las fuerzas, viéronse obligados á acodarse, y responder con el auxilio de las escasas piezas de San Diego, á las baterías francesas, hasta conseguir apagar sus fuegos, (i) Y aquí es de oportunidad contestar á una injuria

(l) «Con esta acelerada providencia, ya en la mañana del 18 ocupaban sus tropas, (las francesas), la posición que antes te• nían los ingleses; y colocando luego un obiís y otras piezas de artillería en las alturas de San Diego, trató (Soult) de batir las embarcaciones, que, diseminadas por la bahía, estaban expuestas á un inevitable naufragio. Es preciso confesar en obsequio de la verdad, que este rápido movimiento ha sido feliz para el ejército francés y bien perjudicial para los ingleses. Estos, que habían empleado toda aquella noche en traer heridos, recoger provisio• nes, matar caballos, abandonar carros, municiones, sillas, montu• ras y embarcar tropas, al ver después sobre sí una multitud de granadas que cruzaban por encima de los transportes, solo se acordaron de picar cables y hacerse á la vela, después de haberse perdido, en medio de la confusión, tres buques que vararon, y otro que, incendiado, corría hacia la peña de la Marola, i— Documento citado del convento de San Francisco de Santiago. FRANCISCO TETTAMANCY 127 del escritor inglés Fort, y á especiosos conceptos de otros que se atreven á ofender, como dice Fulgo- sio (1) en tan solemne momento á «los leales hijos de la Corufia con frases embozadas y de incierto sen tido», negando el hecho de que mientras sus com. patriotas se embarcaban, aquellos defendían fiel y honradamente las espaldas de sus aliados oponiendo los pechos más que débiles fortificaciones, á las em• bestidas del francés. A tales especies, no solo contesta Hope en su parte, sino que las refutan las propias palabras de Napier, otro inglés de espíritu apasionadísimo en todos sus juicios contra España; pero que en esta cuestión, hace resaltar la verdad, combatiendo las de su conterráneo Fort: «Moore hizo fortificar la parte de tierra, dejando indefenso el lado del mar... y los habitantes (de la Coruña) alegres (churfully) y honrosamente (honou- rably) le ayudaban en la tarea, si bien estaban segu• ros de que el ejército había al cabo de embarcarse, incurriendo ellos (los coruñeses) en la ira del enemigo por haber tomado parte en las operaciones militares. Semejantes relámpagos en medio de la obscura nube que por entonces cubría á España, sorprenderá al lector haciéndole dudar si los españoles eran tan in• capaces de defenderse á si propios como se ha dicho de ellos. Con todo esto los sucesos acaecieron según van referidos.* (2) Y por último, he aquí la apreciación de dos es-

(1) Ob. cit. pág. 91. (2) NAPIER.—Historia de la Guerra de la Península.—Lib. IV Cap. V. 128 critores como el Conde Torerio (i) y Mr. Elias Reg- nault (2) explicando la parte activa que en el em• barque de los ingleses tomó la Coruña: «¡Cuan diversa era la conducta generosa, la fide• lidad verdaderamente española de los habitantes de la Coruña á donde los ingleses fueron á embarcarse! No solo ayudaron á éstos con desinteresado celo para que efectuaran su embarco sino que les fueron leales no entregando inmediatamente la plaza á los franceses. Esto hacían los vecinos de una ciudad que dejaban los ingleses abandonada y en poder de los enemigos; ¡y un ejército veterano y provisto de cuantiosos recursos se retiraba antes de pelear, (3) y se retiraba cometiendo desórdenes y estragos escan• dalosos!» En la tarde del 18, habían zarpado del puerto coruñés, los últimos transportes, llevando consigo Las unidades de la brigada Beresford. (4)

(1) Historia del Levantamiento, Guerra y Revolución de España. (2) Historia Criminal del Gobierno inglés, desde los primeros asesinatos de la Irlanda hasta el envenenamiento de los Chinos.— 1 tom. (716 pág. 8.° mayor—) Madrid 1841.—Imp. de D. José Palacios, pág. 525. (3) En cuanto á la última parte de este juicio, la dejamos á salvo. Ya hemos visto como los ingleses pelearon bravamente en Elvifia. (4) Lord Guillermo Carr, Vizconde de Beresford, conde de Trancora y marqués de Campo Mayor, nació en Irlanda; y abra• zando la carrera de las armas, llegó muy joven al elevado puesto de Mayor general (general de división). Después de embarcarse en la Coruña para su patria, volvió nuevamente á España á las órdenes de Sir Arturo Wellesley ('Wellington) luchando constan• temente en ésta y en Portugal contra los franceses, persiguiéndo• les tenazmente hasta arrinconarlos en Francia, cuando ya se iba FRANCISCO TETTAMANCY 129

Muchas fueron las personas de significación de la localidad que abandonaron la misma con la escua• dra inglesa, temerosas de la responsabilidad que las tropas invasoras pudieran exigirles por sus esfuerzos en aras de la causa nacional. Entre ellas, citaremos la de D. Benito Santos, Vice Cónsul inglés en la Coruña, que muy luego regresó á las costas galle• gas desembarcando en las Rías Bajas grandes canti• dades en metálico, armamento y municiones; con cuya diligencia y otras no menos expuestas, contri• buyó al éxito del memorable combate librado á los pocos meses en el Puente de San Payo, entre las fuerzas mandadas por el Conde de Noroña y Morillo contra las que acaudillaba el mariscal Ney. Los ingleses que no pudieron embarcar por varias causas, se entretuvieron aquel día en cerrar las puertas de la ciudad colocando algunas faginas. No obstante la confusión extraordinaria que reinaba en aquellos críticos momentos, trataron, al menos con visos de apariencia, de procurar la defensa de la plaza. Los pocos soldados que existían en ésta, se co• locaron en las baterías acompañados de los Urbanos, en consideración á que apenas había para el servicio de cada cañón, un soldado veterano. El general Al• cedo se multiplicaba dictando enérgicas providen• cias para restablecer el orden perturbado y garanti• zar la vida y tranquilidad de los vecinos. eclipsando la buena estrella de Bonaparte. Tenía un excepcional espíritu para organizar guerrillas y disciplinar gente bisofla. Por• tugal le colinó de honores; y España, por sus brillantes servicios como aliado en las múltiples campañas realizadas en aquella me• morable guerra, le premió con el empleo de Capitán General de sus ejércitos. i3° BRITANOS Y GALOS

En la misma tarde del 18, dictó una resolución el Juez eclesiástico, para que los sacerdotes armados patrullasen aquella noche á evitar los alborotos y robos que se producían. Algunos frailes de los conventos Franciscano y Dominico, acompañados de varios eclesiásticos secu• lares, cumplimentaron la disposición, «sin dejar el hábito; y esto mismo alarmó á muchas personas para que concurriesen á transportar municiones á las ba• terías que toda la noche llevaron en continuo», (i) Las baterías de la plaza, continuaban con bas• tante debilidad respondiendo al fuego del sitiador, por efecto, como decimos, de la escasez de artilleros que había para dirigirlas. La poca guarnición que aquella tenía, era también incapaz para sostener una defensa, inútil por todos conceptos; circunstancia de la que no dejó de enterarse el mariscal Soult; y tanta era esta seguridad, que sus tropas burlábanse del estruendo del cañón, paseándose ufanas con estoi• ca impasibilidad, bajo las mismas murallas de la población. Toda la mañana prosiguióse disparándose caño• nazos por los sitiados, sin ajustarse á plan ni orden determinado, atendiendo á que carecían de persona técnica que los dirigiese; y por la tarde, cesaron en su tráfago, desmayados por la labor y por la caren• cia de raciones. El resto del susodicho día y toda la noche, la pasaron en esta situación, pernoctando algunos hombres en las baterías, y particularmente en la

(i) Apéndice núm. 10. FRANCISCO TETTAMANCY 131

Estacada, guardando este punto en previsión de si por él pudieran entrar los enemigos. (1) Al día siguiente, 19, el duque de Dalmacia intimó la rendición de la plaza por medio de un parlamen• tario; y aunque se le contestase solicitándole tres días para deliberar lo más pertinente en convenien• cia con los deberes y requisitos de la guerra, fué denegada la petición, pretextando Soult que «sus tropas estaban cansadas y expuestas á la intemperie de la estación y se hallaban incapaces de resistir; pero que en todo caso, convendría en las propuestas que se le hicieren por estar animado de sentimientos pacíficos análogos á la felicidad de los habitantes.» Las capitulaciones se celebraron en aquella tarde entre el mariscal Soult y el gobernador militar Don Antonio de Alcedo, que desempeñaba á la vez el cargo de capitán general interino del reino de Gali• cia.—Véase apéndice núm. 9.— Ultimadas las negociaciones, hizo su entrada en la Coruña al anochecer, el mariscal francés, acompa• ñado de su Estado-Mayor y de un regimiento de Dragones, encaminándose al palacio de la Capitanía General, en cuyo edificio se alojó. El ejército lo verificó en la madrugada del 20. A las diez de la mañana de este día, el indicado jefe, con todo su Estado Mayor general, se dirigió á la Iglesia Colegiata de Santa María del Campo, en cuyo templo se cantó un Te Deum, con misa solem• ne y con asistencia del Cabildo, clero y comunida• des religiosas.

(1) Apéndice niSm. 10. 132 BRITANOS Y GALOS

Terminada esta ceremonia, el mariscal mandó varios correos á la Península y á Francia, dando cuenta del resultado de su triunfo. Del tomo de Batidos y Proclamas de los años de 1809 á 1813, que se guarda en el Archivo municipal de Santiago, copiamos lo siguiente: (1) «De orden del Gobierno se hace notorio que el Sr. General de División acaba de comunicar la orden del tenor siguiente: »Las tropas francesas á las órdenes del General el Duque de Dalmacia entraron en la Coruña el 19 de este enseguida de un ataque en el que el General en xefe inglés Moore ha sido muerto y el General Bick (Baird) salió mui herido. »Los ingleses se han aprovechado de la noche para embarcarse y se marcharon dejándonos mucha Artillería y doze mil fusiles.—El General de División Aiudante de campo de S. M. Catholica.—De Jouse Francislh. »Y para que llegue á noticia de todos se manda publicar por medio del presente bando esta gloriosa victoria. Santiago, Enero 21 de 1809.» Este bando se publicó después del acuerdo to• mado el día anterior, (viernes 20), por el Congreso de los Sres. Justicia y Regimiento y Autoridades de Santiago, mandando cumplir lo ordenado por Fran• cislh, (publicación del bando), acordándose igual• mente «que una Diputación pasase á felicitar á Su Excelencia por tan plausible íioticia.»

(1) Facilitado por su inteligente archivero nuestro amigo el escritor D. Pablo P. Costanti Ballesteros. FRANCISCO TETTAMANCY 133

En el momento que el mariscal Ney sustituyó á Soul t en el mando del ejército haciéndose cargo del gobier• no de la plaza coruñesa, ordenó que de la ciudad y Co• munidades, con el Cabildo, fuesen dos individuos á Ma-

fohe keya of Corynna

LAS LLAVES DE LA PLAZA DE LA CORUÑA

T/ie military cxJiibitión iji the groiuids of Cltehea Hospital.—(Tomado de la Revista The Iitustratcd Londotí News de 17 de Mayo de 1890). drid á felicitar en persona al Rey José Bonaparte. Como la misión nada tenía de agradable, mirada bajo el as• pecto patriótico singularmente para las instituciones re• ligiosas, la Franciscana, se vio en el caso de reunirse, 134 BRITANOS Y GALOS designando por medio de votación, las dos personas que habían de sumarse á la Comisión que debía cumplimentar la disposición de Ney, recayendo la elección en el P. Guardián Fr. José de la Grafía y en el P. Definidor Fr. Ignacio Gens. La Dominica nom• bró al P. Maestro de Estudiantes y al P. Lector de Filosofía Fr. Ramón Ferreño. (i) Unidos con los de la Ciudad y Cabildo y demás Comunidades, salieron de la Coruña; y cuando ya rebasaran la Capital de Lugo, un numeroso grupo de paisanos armados, hiciéronles retroceder, «sin que la escolta francesa que llevaban fuese bastante para abrirles el paso.» (2) Con pasaporte del gobernador lucense, retorna• ron á la Coruña; y á las 11 de la noche del mismo día en que llegaron, se les presentó un escribano, requiriéndoles en nombre del mariscal Ney para que á las cinco de la mañana estuviesen fuera de la po• blación, «y en camino á cumplir su comisión, ó de lo contrario que á las once de la misma mañana se• rían todos fusilados irremisiblemente. Emprendieron su marcha; y con una escolta de 500 franceses, pu• dieron romper. A su vuelta sufrieron muchísimos trabajos, ya con los franceses, ya con los españoles;

(1) «El P. Mtro. de Estudiantes juntamente con el P. Lector de filosofía Fr. Ramón Ferreño, á principios de este mes fueron nombrados por la Comunidad para que vayan á Madrid á presen, tar al Rey de España José Napoleón I el proceso verbal de la fidelidad que juró esta Comunidad (lo que igualmente hicieron to• dos los Cuerpos de este Pueblo), todo por orden del Gobierno actual de esta Plaza....» Libro de Consejo del Convento de St." Do- mingo de la Coruña. Acta de 20 de Febrero de 1809. (2) Relación citada. Véase Apéndice niím. lo. FRANCISCO TETTAMANCY 135 con aquellos por que eran frailes, y con éstos por• que venían con pasaporte francés.» (1) Durante la permanencia de los franceses en la Coruña, «tomó partido con ellos» haciendo el oficio de espía, un religioso franciscano llamado Fr. Manuel Fiz. «Sin embargo de su mal oficio—dice la Relación tantas veces citada—no hizo daño á persona alguna en el pueblo, siendo así que muchos regulares y se• culares han desahogado en su presencia sus pensa• mientos y deseos. Al fin se marchó con los france• ses, y se ignora su paradero.»

v

Inmediatamente que el duque de Dalmacia se apoderó de la Coruña, pasó, ciñéndose al plan de in• vasión admirablemente combinado que traía, á Fe• rrol—21 de Enero —con el objeto de rendir esta plaza; y conseguido este fin, dirigióse luego á inva• dir á Portugal, quedando, como hemos dicho, el mariscal Ney dominando en el país. De las fuerzas de que el último disponía, destinó 8.000 hombres al mando del general Marchand para que pasasen á Orense con el propósito de perseguir al marqués de la Romana que con sus fuerzas se en• contraba en aquella provincia. A fines de Enero, los franceses eran dueños de las capitales de las siete provincias gallegas y de sus villas más populosas.

(1) Relación cit. 136 BRITANOS Y GALOS

«Con esto—dice Alonso López—(i) se hallaron sobrecogidos repentinamente todos los pueblos de Galicia sin más esperanza, por entonces, de apoyo nacional y extranjero para volver por sí y extermi• nar á sus opresores, que el arrojo propio, la osadía atropellada y el patriotismo por divisa de todos los afanes y operaciones de defensa, aunque los descon• ciertos por falta de directores de profesión, atrasa• sen el logro del deseo final de la empresa.» Por esta necesidad, ya los pueblos de las provin• cias de Lugo, Mondoñedo, Betanzos, Santiago y Orense,-empezaron á hostilizar enérgicamente á las águilas imperiales desde el momento en que se en• señorearon del territorio, consiguiendo por fin á los pocos meses, por esfuerzo propio, arrojarlas para siempre de Galicia.

(i) Consideraciones Generales, etc., tomo VI, pág. 146. CAPÍTULO VII (-i

Muerte de Sir John Moore.—Sus exequias.—Mausoleo le• vantado en la Coruña á su memoria.—Honores que se le tributaron en los tiempos actuales. — Inscripción histórica.

I

Con el natural sentimiento de los suyos, entraba, al despuntar la noche del 16 de Enero de 1809, rnortalmente herido en el alojamiento que se le había designado por el Ayuntamiento coruñés, el generalísimo Sir John Moore, siendo depositado en la sala principal del único piso que entonces contenía el edificio. (2)

(1) Parte de este Capítulo fué publicado en el popular perió• dico La Voz de Galicia de 17 de Enero de 1910. (2) Casa niím. 16 de! Cantón Grande (hoy 13), propiedad en• tonces del acaudalado comerciante D. Jenaro Fontenla, más tarde de D. Jerónimo Vidal y actualmente del coronel de artillería don Eugenio Vidal Alonso. Tiene accesorio este edificio por la calle de la Estrella, que ya por aquella época se componía de dos pisos. Por esta calle entró rnortalmente herido Moore; y por la misma lo sacaron para llevarle á enterrar. 138 BRITANOS Y GALOS

Por los facultativos se procedió inmediatante á reconocer la horrible herida que acababa de produ• cirle la artillería francesa, aplicándosele el aposito oportuno. Mientras los cirujanos realizaban la operación, el rostro del héroe permanecía sereno: sus palabras eran claras y firmes, y sólo un tanto agitadas cuan• do hablaba de su madre. El coronel Anderson, íntimo amigo suyo y com• pañero de armas por espacio de veinticinco años, escribía poco tiempo después de la muerte del cau• dillo, esta interesante narración: «Encontré al general la tarde del 16—(Enero 1809)—cuando lo llevaban hacia La Coruña en una manta y con pañuelos, á fin de no causarle la menor molestia. Me conoció inmediatamente, aunque era ya bastante oscuro; me apretó la mano y me dijo: »—Anderson, no me dejéis. »Habló á los cirujanos que examinaban la herida; pero en tal situación apenas articuló algunas palabras. «Después de un momento mostró deseos vehe• mentes para hablar conmigo; y á intervalos fué di• ciendo lo que sigue: *—Anderson, sabéis que siempre quise morir así. «Entonces, preguntó: »—¿Han sido batidos los franceses? »Y repitió esta frase á cuantos iban llegando con el objeto de enterarse de su grave estado. »Luego, vuelve á exclamar: » —Espero que el pueblo inglés quedará satisfecho. No dudo que mis compatriotas me harán justicia. FRANCISCO TETTAMANCY 139

¡Anderson, veréis á mis amigos en cuanto podáis... decidles todo... Ved también á mi madre. »Aquí le faltó del todo la voz y pareció suma• mente agitado. — i>¡Hope, Hope—-vue\ve á exclamar—tengo mu• cho que decirle... pero no puedo más! ¿Están bien el coronel Graham... y todos mis ayudantes de campo?.. »Hice una seña de que no se le dijese que el ca• pitán Burrard, uno de sus ayudantes, había sido heri• do en la acción. El general prosiguió: — >->He hecho mi testamento y recordado á mis criados. Colborne tiene el testamento y todos mis papeles. »E1 mayor Colborne penetró entonces en la habitación. Le habló muy amistosamente, y después me dijo: — -a Anderson: os recuerdo que vayáis, y decidle (al general Hope) que le suplico y espero que dé al mayor Colborne una tenencia coronela. Ha estado mucho tiempo conmigo y le tengo por merecedor de ella. »Entonces preguntó al mayor Colborne si habían sido batidos los franceses, y habiéndole respondido que en todas partes, exclama: — »Es una gran satisfacción para mí el saber que han sido batidos los franceses. ¿Está Paget en la habitación?, y contestándole negativamente, agrega: — »Dadle mis recuerdos; al general Paget me re• fiero. Es un excelente cantarada, Me siento fuerte. Temo que voy á estar mucho tiempo muriendo. Es una gran incomodidad. Es una gran pena. Todo lo 140 BRITANOS Y GALOS

que dice Francisco está bien. Tengo en él la mayor confianza. »Dió gracias á los cirujanos por su trabajo. Los capitanes Percy y Stanhope, dos de sus ayudantes de campo, entraron en aquellos instantes en el cuar• to. Habló á los dos tiernamente y preguntó á Percy «si todos sus ayudantes estaban buenos.» «Después de un corlo intervalo, dijo: — »Stanhope,mis recuerdos á vuestra hermana...{}) Apretó mi mano contra su cuerpo, y á los pocos mi• nutos moría sin agitación alguna.»

El apremio de las circunstancias, obligó á que sin la menor muestra de pompa ni ruido, fuese lle• vado á enterrar precipitadamente el cadáver del va• leroso caudillo. A la una de la madrugada, y envuelto en la ban• dera británica, se le condujo por ocho highlanders al antiguo baluarte de San Carlos, conocido en aque-

(i) Sir John Moore era amado de la linajuda y espiritual dama Lady Esther Stanhope, sobrina del célebre Pitt.—Habiéndo• se retirado á Oriente, hízose tan famosa por sus excentricidades, que Lamartine, que fué huésped suyo, escribía acerca de ella en su libro « Viaje á Oriente*:—cjamás supe los motivos de esta ex• patriación. Algunos lo atribuyeron al fallecimiento de un joven general inglés muerto en campaña por esta época en España, y que un pesar eterno habíase arraigado en el corazón de Lady Estheri. — MURGUÍA, España, sus Monumentos y Arles. Su Na• turaleza é Historia.—Tom. Galicia, pág. 277,nota: Barcelona 1888. FRANCISCO TETTAMANCY 141

lia época no solo por este nombre, sino también por el de «Fortaleza Vieja», (i) La inhumación verificóse en un apartado rincón de dicho fuerte, á fin de burlar cualquier profanación por parte del enemigo, caso de llegar á conocer el punto fijo del enterramiento. (2) Su cadáver, no fué encerrado en el usual ataúd, como dice en su elegía el poeta Wolfe (3): ni sábana

(1) Cuenta la tradición que ya en los siglos IX, Xy xi, sirvió aquel sitio, con el Castillo del Faro, de amparo para los naturales y de resguardo para las tropas contra las incursiones normandas que con sus robos y atropellos asolaban este litoral, y que le cupo suerte varia en las invasiones, discordias y rebeliones de los si• guientes hasta el xv. La historia nos relata que hicieron un gran papel sus fortificaciones en el Cerco de 1589; y por último, que el 3 de Abril de 1658, un lamentable descuido, hizo volar su al• macén de pólvora, que trajo, por consecuencia, la ruina de su fuerte torre, de sus almenadas puertas y de su puente levadizo.— VINCENTI: Ob. cit., pág. 61. (2) Algún escritor, leyendo á Vincenti, confunde esta forta• leza con el Castillo de San Antón, tergiversando el hecho de que á Moore se le enterró en dicho Castillo; cuando aquel autor claramen• te expresa que lo fué en el Baluarte de San Carlos, diciendo «que las aguas que bañan nuestros muros por el frente del Castillo de San Antón velaron su eterno sueño»... y la confusión, al narrar e\ caso, hizo leer fuerte por FRENTE, estampando disparate seme• jante. (3) Un interesante libro que acaba de publicar una escritora inglesa, acerca de nuestra región gallega, que lleva el título de GALICIA THE SWITZERLAND OF SPAIN, by Aunetle M. B. Meakin.— London, 1909.—Chapter XIII, explica: cWolfe era cura. No salió nunca de Inglaterra. No es el autor de la elegía «Entierro de Juan Moore». M. Newick lo descubrió en el libro titulado Memoirs of Sergeant Paul Sivanston, publicado por B. D. Connus hacia 1850. (Véase el folleto de Newiclc El IVriter of the Burial of Sir John Moore discoveted). 142 BRITANOS Y GALOS

ni mortaja lo envolvía. «El campo recogió su cuerpo marcial, cubriéndole con su capa de musgo... y allí se quedó solo con su gloria»...

ni

Años más tarde fueron exhumadas sus cenizas, siendo colocadas en el centro del baluarte, levantán• dose al efecto un sepulcro que constaba únicamente de un zócalo con su lápida; y posteriormente se re• mató en la forma que hoy lo vemos, (i)

(i) Cuando Barrow visitó la Coruña en el año 1836, halló la tumba de Sir John Moore en el lugar donde fuera sepultado por sus soldados «en el silencio de la noche», en una pequeña batería de la Ciudad Vieja, cuya muralla bañaba las aguas de la bahía: «Es un lugar agradable,— escribe,—y la perspectiva que se alza ante él, es extensa. La batería tendrá 80 yardas cuadradas. En el centro de la batería, levántase la tumba de Moore edificada por los caballeros franceses en conmemoración de la muerte de su heroico antagonista. Es oblonga y cercada por una losa de gra• nito, y en cada lado tiene uno de los sencillos y sublimes epita• fios con que nuestros rivales lo celebraron, y que levantándose con igual eficacia, contrasta con las hinchadas y retumbantes ins• cripciones que deforman los muros de la Abadía de Westminster:

ijuan Moore General en Jefe de las fuerzas inglesas muerto en la batalla i8o().-> >Cercado cada ángulo (de la muralla de granito) surge de la tierra el trozo de un inmenso cañón de bronce, mostrando tener la pared unida y cerrada.» ÍEstas erecciones exteriores,—dice Miss Annette (ob. cit,),— son no obstante, no obra de los franceses sino del Gobierno in-

FRANCISCO TETTAMANCY i43

El monumento se constituye de un pedestal y un sarcófago, encerrándose en una cerca de piedra de i'20 metros de altura y 5'30 de largo por 4 de an• cho, adornada con pilastras almohadilladas y recua• dros en los entrepaños, concluyendo en un tejadillo sin ningún coronamiento, descansando por sus dos extremos sobre un pedestal que comprende de largo l'8o por o'8o de ancho y I'20 de elevación, apoyán• dose sobre dos escalones de o'10 cada uno. En los cuatro ángulos de éstos, vense otros tan• tos morteros enterrados en el pavimento hasta más arriba de los muñones. Mirando sus cascabeles al monumento, se ven igualmente enterrados por la boca hasta próximos á la recámara, otros cuatro ca• ñones en los ángulos de la cerca por su parte exte-

glés; y nosotros, según expresamos en el texto, rectificamos que no es obra tampoco exclusiva de este último—en cuanto á la de Moore,— sino en colaboración con el pueblo de la Coruña y á iniciativa de sus autoridades. >En el Handbook for Travatlers ¡n Spain de Murray (Londres 1845), leemos que el cuerpo de Moore fué removido, por el mar• qués de la Romana, de su tumba primitiva del Cementerio (*) de San Carlos en donde ahora reposa: el monumento actual fué pa• gado por el Gobierno británico por la intervención del Cónsul inglés Mr. Bartlett. En 1839 (tres años después de la visita de Barrow) el general Mazarredo un español que vivió mucho tiem. po en Inglaterra, abrió una subscripción, con la que reparó la tumba é hizo alrededor plantaciones para Alameda pública. Los escritores españoles no mencionan nada acerca de ninguna remo• ción del cuerpo.»—ANNETTE M. B. MEAKIN: Ob. cit.

(•) Tenemos entendido que en el Jardín de San Carlos, se han hecho, des• pués del cadáver de Moore, por algún tiempo, varias inhumaciones de subditos ingleses.—N. del A. 144 BRITANOS Y GALOS rior. A esta cerca la circunda una verja de hierro en todo el perímetro del monumento. Consta el pedestal de ésta, de un zócalo de o'3o de altura, un dado de o'50 y una cornisa de 0*20; las caras del dado están adornadas con recuadros del gusto plateresco. Las dimensiones del sarcófago se componen de i'8o de largo por o'8o de ancho y o'6o de alto; y las materias empleadas han sido de granito para el sepulcro, de piedra blanca para la urna, y la ordina• ria de construcción para la cerca. La verja posterior que rodea todo el monumento, está empotrada sobre un zócalo de cantería de O'50 de alto, midiendo aquella 8 metros al largo, por 5 de ancho y 2 de al• tura desde el basamento. Esta verja es elegante y seria. En las dos caras N. y S. del pedestal, hay dos tar- jetones que contienen ambos la siguiente inscripción:

IOANNES—MOORE EXERCITUS BRITANNICE DUX PR^ELIO OCCISUS A. D. 1809.

Frente á la cara O. y en el lienzo correspondien• te también de la parte interior de la cerca, se lee esta otra inscripción:

Esta verja ha sido construida y el monumento restaurado por orden del Gobierno Britá?iico A. D. 1839 RICHARD BARTLETT Cónsul FRANCISCO TETTAMANCY 145

Y en la cara central posterior de la cerca susodi• cha, se halla exculpida en una lápida de mármol, la que dice:

IN MEMORY OF GENERAL SIR JOHN MOORE WHO FELL AT THE BATTLE OF ELVIÑA WHILE COVERING THE EMBARKATION OF THE BRITISH TROOPS, I6th JANUARY 1809.

Esta lápida se ha colocado hace pocos años. Todo el conjunto del monumento con su verja, es sencillo y severo, «en armonía con las vicisitudes y el carácter del personaje que guarda y conmemora.» No obstante el celo que vinieron demostrando varios años los cónsules ingleses, disponiendo cons• tantemente asear el recinto en donde se halla empla• zado el mausoleo, y de la vigilancia de la autoridad local dictando enérgicas disposiciones á evitar la pro• fanación de la sepultura, hubo necesidad, para pro• hibir las escenas poco edificantes que se producían á menudo entre cierta gente de la clase baja del ve• cindario, de convertir aquel paraje en jardín. Las iniciativas partieron del Gobernador militar de la plaza D. Francisco Mazarredo que contó con la cooperación del cónsul y vicecónsul británicos y de los vecinos de la ciudad, abriéndose al efecto una subscripción, que hubo meses ascendía á 2.000 rea• les, con cuyos recursos se llevó á la práctica el pen• samiento, (1834), encargándose luego del jardín el Ayuntamiento coruñés que desde entonces, (1848), viene poniendo interés especialísimo en su conserva• ción y cuidado .(i)

(1) Véase nuestra Historia Comercial de la Coruña, p." 407 y 408. 10 146 BRITANOS Y GALOS

El jardín tomó el nombre del baluarte: su forma es circular distribuido en calles radiales, sirviendo de paseo su círculo máximo, que tiene pegado al muro en su derredor, una banqueta corrida de mani• postería, á la cual puede subirse para admirar por las ventanas enclavadas en el lienzo de la muralla, el hermoso y abrigado puerto de la Coruña con sus montes circundantes, entre los cuales se destaca el de Elviña, punto donde se desarrolló la memorable batalla de 16 de Enero de 1809. Las calles radiales que dan acceso á las entradas del jardín, van á comunicarse con otro círculo con• céntrico en el que está el mausoleo. En todo el pe• rímetro de aquél, se desarrollan copudas acacias de bola que prestan sombra grata al visitante ó al deso• cupado vecino que suele por costumbre recrearse en dicho lugar. Ellas también ofician de centinelas per• manentes, custodiando celosas las cenizas de aquel á quien la inmortalidad le señaló un puesto glorioso en la historia. Las entrecalles, están plantadas á paterre: su puerta principal da frente á la muralla de la huerta que perteneció al antiguo convento de San Francis• co. (1) Por la parte exterior izquierda existe un

(1) Después de la exclaustración, el gobierno dedicó este edificio á establecimiento penal hasta que en el año de 1879, con motivo de amenazar ruina, fueron trasladados los reclusos á los penales de Burgos y Valladolid. A los pocos años lo adquirió del Estado el comerciante de la Coruña Sr. Cervigón, quien después de reparado, quiso dedicarlo á una industria de sombreros, mas fustrados sus propósitos, consi• guió alquilarlo al mismo Estado para cuartel de la Guardia Civil. Esta fuerza estuvo alojada en dicho edificio algún tiempo. Actual- FRANCISCO TETTAMANCY H7 artístico escudo de armas del marqués de Croix, pri• morosamente labrado en piedra; y á la derecha una tarjeta de la misma materia con adornos en los án• gulos, en cuyo campo aparece grabada esta inscrip• ción:

¿PULCHRUM NE OPUS? PULCHRUM ¡MAGNA ARS! NULLA MIRERE, QUIBUS CUNCTA PRAVÉ IN PROBÉ FACTUM OPUS; GÉMÉRE COMPEDIBUS PL MOENIA SAXO LEVARÉ PRODIGIUM LEGIS PRECONIUNQUE CROIX MDCCLXIV.

Esta inscripción y los escudos, fueron obra de un presidiario. El monumento lo perfuma asiduamente la profu• sión de flores que lo rodean, y cuyo aroma envuelto en las auras gallegas, lleva á las costas del Norte el recuerdo perpetuo del Héroe de Elviña. (i)

IV

Muy próximo al lugar donde cayó mortalmente herido el general británico, existe un gran peñasco hendido por la mitad. Su base lo adorna el simbó• lico laurel, cuyas hojas son desprendidas de cuando mente se halla cerrado sin dedicarlo los hijos herederos del se• ñor Cervigon, á cosa alguna. Y es de lamentar que éstos perseveren en la conducta de su progenitor, privando la entrada á aquellas personas entendidas ó aficionadas á los estudios arqueológicos, que se ven imposibilitadas de admirar las bellezas interiores que contiene el ex-templo Franciscano, cuya fábrica todavía se halla en buen estado de conservación. (i) Es sensible que la arcada que existía en el centro del muro y que desapareció por ruinosa, no hubiese sido reparada con• servándose así el busto del general Moore que la coronaba. 148 BRITANOS Y GALOS en cuando por las manos de sus compatriotas, que á pesar de la marcha de los años, no olvidan las ha• zañas de aquél. En el parlamento inglés se presentó en la sesión de 13 de Marzo de i8ocj,una moción pidiendo se eleve en la Catedral de San Pablo un monumento «á la memoria del general Moore, heroico caudillo de las fuerzas inglesas en La Coruña». En Londres y otras po• blaciones del Reino Unido, llevan algunas calles el nombre de Sir John Moore; y ahora, en estos días, se ha inaugurado en su me• moria, en aquella metró• poli, costeado por la Muni• cipalidad y á iniciativa de una sobrina del héroe, un sencillo monumento carac• terístico del cipo romano y estela griega, en cuyo centro destaca el busto de Moore, en alto relieve; re. matándolo una corona de Monumento erigido en Landres el alio 1909 pensamientos y siempre• á la memoria del general Moore vivas. Y es que el inglés, tan celoso de sus tradiciones, sabe honrar con escrupu• losa veneración la memoria de los suyos. FRANCISCO TETTAMANCY 149

En la Coruña, coincidiendo con la fecha del centenario de la acción de Elviña, se organizó una procesión cívica presidida por las autoridades Civiles y Militares, á las cuales acompañaron Comisiones de todos los centros docentes y sociedades de recreo, formando un conjunto numerosísimo. La Comitiva partió del Gobierna Civil á las n de la mañana dirigiéndose al Jardín de San Carlos en

donde descansan los restos de John Moore, haciendo los honores una Compañía de infantería con bande• ra y música. En aquel acto pronunciaron discursos alusivos al BRITANOS Y GALOS héroe de Elviña, el Alcalde y el gobernador militar de la plaza (i) depositándose varias coronas sobre su tumba. Los alumnos de la Escuela Superior de Comercio cantaron el Himno inglés. Después de verificada esta solemne ceremonia, la Comitiva se encaminó á la Casa del Cantón Gran• de núm. 13, en la que murió Moore, en cuyo edificio se colocó una lápida de mármol y bronce oirecida y costeada por la Municipalidad coruñesa, á la memo• ria del valeroso caudillo británico, descubriendo la lápida el cónsul inglés y el gobernador civil de la provincia D. Felipe Crespo de Lara, quien pronun• ció otro discurso atinente á la solemnidad que se celebraba.

Hasta hace poco más de medio siglo, conservaba aquel peñasco esta inscripción que mandara grabar el mariscal Soult en conmemoración de la batalla que se librara el 16 de Enero de 1809:

HIC OCC'DIT JOHANES MOORE DUX EXERCITUS ANGLICAE IN PUGNA JANUARI XVI. 1808 CONTRA GALLOS A DUCE DALMA- TIAE DUCTOS.

(1) Don Juan Sánchez Anido y Don Abelardo Arce Baun, este último en calidad de Gobernador militar interino. FRANCISCO TETTAMANCY

«Aquí pereció Juan Moore, general en jefe del ejército inglés en la batalla de 16 de Enero de 1809, dada contra los franceses dirigidos por el duque de Dalmacia.» No fueron los rigores del tiempo los que deter• minaron la desaparición de esta inscripción, sino la avaricia del hombre, suponiendo que bajo aquella peña se guardaba inmenso tesoro. Todavía no ha muchos años que al remover el arado, por ve• ces, la tierra de aquellos sem• brados, apa• recían en su superficie res• tos de osamen• tas, fragmentos de uniformes, correajes, tro• zos de fusiles, sables, bayo• netas, balas, cascos de gra• nadas, testimo- niosquedenun- SOBRINA DEL GENERAL SIR JOHN MOORE cian la lucha que asistió á la ceremonia del descubrimiento . , del MonumenLo que acaba de erigirse en Londres sangrienta que á la memoria de dicho General se libró el 16 de Enero de 1809 entre BRITANOS Y GALOS. Nosotros, en una de las ¡numerables excursiones que llevamos realizadas á la cuenca de Elviña, hemos hallado un casco de granada,—del tamaño y estado que BRITANOS Y GALOS presenta el gráfico,—muy cerca del peñasco en donde cayó mortalmente herido Sir John Moore; y nuestro amigo el abogado D. Severino Urioste, nos propor• cionó, recogidas por él mismo en aquellos lugares, dos balas de fusil que indica el presente grabado. Estos objetos y otros más de la propia índole que nos fueron facilitados — y que omitimos su pu• blicación por considerar suficientes los expuestos,— podemos afirmar que proceden de aquel sangriento hecho de armas, tan abstrusamente relatado como tan absurdamente discutido por algunos historiadores. A medida que los tiempos se suceden, la verdad -histórica va reconstituyéndose también; y en los actuales, la Acción de Elviña, página admirable que nuestra historia regional registra con singular aten• ción, se hace justicia á la abnegación y pericia de su primer protagonista, Sir John Moore.... Casco de granada y balas de lusil, halladas en el lugar de Elviña, donde se libró la acción del dia J6 de Enero de 1809.

CAPÍTULO VIII

Las consecuencias del combate de Elviña.—Tropelías co• metidas por las fuerzas inglesas y francesas.—Saqueo de conventos.—Fin.

I

Las principales consecuencias del combate de Elviña, las han tocado muy directamente los habi• tantes de toda aquella comarca, quienes, desde sus preliminares, ya con motivo de la voladura de los polvorines de Penasquedo y luego con las operacio• nes de la acción librada en aquel punto, se vieron en la imperiosa necesidad de tener que abandonar sus hogares, que muy pronto fueron saqueados por las tropas de ambos ejércitos, (i) Las tropelías que se registran, cometidas singu• larmente por los soldados franceses alegando un de• recho de represalias que no concurría, han sido bien sensibles.

(i) APÉNDICES NIÍMEROS 4 Y 5- iS4 BRITANOS Y GALOS

Dedúcese, de las partidas de defunción que co• piamos en nuestro Apéndice núm. 5, únicas que existen estampadas en los libros parroquiales,—aten• diendo á que el cura, según llevamos dicho en otro lugar, tuvo que huir á una de ks parroquias limítro• fes buscando asilo seguro,—la desconsideración de• mostrada por las tropas imperiales con los vecinos de la extensa parroquia de San Vicente de Elviña. Al presbítero D. Ventura Teixido, adscrito á la mencionada feligresía, y que antes desempeñara el economato de la misma, lo mataron, «apareciendo su cadáver en el río Abelleira lugar de la Apla- zadoira». Al vecino Antonio Martínez, se le privó de la vida, de un sablazo (golpe de espada expresa la partida). A D.a Juana de San Pedro que falleciera del susto que le originara la batalla, saquearon totalmente su domicilio «sin que, la hubiera quedado nada*. Iguales procedimientos se usaron con otros veci• nos que, aunque las partidas no lo expresan, lo testi• monian, en cambio, la multitud de reclamaciones formuladas al gobierno español, algunas de éstas, por las respectivas familias de los lesionados solicitando indemnización, y otras interesando el reintegro de efectos y dinero que habían anticipado. (1) Los ingleses no han sido tampoco parcos en éste genero de abusos, obligados por la fuerza de las cir• cunstancias. A Don Benito Sanjurjo vecino del lugar de Eirís

(1) Véanse los Apéndices números 6 y 7. Coruña.— Exterior é interior de la casa donde murió

Sir John Moore

FRANCISCO TETTAMANCY 155 de Arriba, punto próximo en el cual se estableciera la retaguardia de la división Hope, le quemaron su casa, un rancho terreno, un pajar, tres pipas, una cantarola y dos tinajas, llevándole varios ferrados de trigo y centeno, 31 partidas de pontones y be- biéndole una cantarola de vino de la tierra; valuan• do el interesado, todos éstos desperfectos, según consta en el Apéndice, núm. 6, en la cantidad de 10.637 reales.

11

En el Convento de Franciscanos de la Coruña, y en las casas del vecindario, los desmanes llegaron á constituir abuso tan manifiesto jpt^fjijiyip de los in• gleses á su entrada, el día io^^k^íétjj^— en la ci• tada población, no obstante a^q^^i^ü^e aliados, que causa pena abrumadora 3^¿te1Sro.f^) queremos prescindir de éste, sujetándonoi^áofe.^íiento (1) que tenemos á la vista: «... comenzó á entrar en este pueblo (La Coruña) el ejército inglés que venía en retirada y al día si• guiente (i 1 de Enero) comenzó á entrar de romplon que ya no había boletas para los alojamientos sino que se entraban en las casas y conventos de tropel. Entraron en este (el de San Francisco) á pesar de que era el último que se hallaba por estar al último

(1) Relación de lo ocurrido en la entrada y estancia de los fran• ceses en el Convento de N. S. P. San Francisco de la Coruña.—Do• cumento existente en el Archivo Franciscano de Santiago; copia facilitada por nuestro querido amigo el publicista D. Manuel Amor Meilán.—Apéndice mtm. 10. «56 BRITANOS Y GALOS

del pueblo (i) sin que surtieran efecto alguno tres oficios que el Guardian puso al Ayuntamiento para contenerlos. Al anochecer se agolparon tantos, que su número se reguló en seis mil hombres. Se apo• deraron de todas las oficinas. Ocuparon el coro y nada valieron las reflexiones de que era iglesia y que estaba allí el Santísimo Sacramento, entrándose hombres y mugeres indistintamente. Entraron en la librería; con unos libros hicieron lumbre para calen• tarse, y otros tendieron abiertos por el suelo para dormir sobre ellos. En la cocina todo destrozaron; hasta la misma pizarra pusieron en pedazos. En este día se dispersaron algunos religiosos hacia sus tie• rras, escapando por las montañas para librarse de los franceses que inundaban las inmediaciones. Durmie• ron unos pocos en el convento en tres ó cuatro cel• das que pudieron conservarse por aquella noche, pues los guardianes les echaron á tierra la puerta en aquella tarde á culatazos. Al amanecer del 12, el sa• cristán y otro religioso sumieron el Santísimo y tra• taron de echar fuera por la misma iglesia la plata y ornatos, con hombres y mujeres que buscaron al efecto y tiraron todo en una casa inmediata sin or• den ni método, sino todo á montón. Este dia se dis• persaron todos los religiosos, excepto el P. Guardian, su Vicario y otros tres que aun se conservaron en una celda todo el día y noche siguiente llenos de susto, por el mal trato que experimentaron de los ingleses»....

(1) Situado frente al hoy Jardín de San Carlos, extremo Norte de la Coruña. XL ¡•.anr.sríF.niUB

QUHTION TÜKCi'K.Í. GAZETA DE LA CORUÑA P.iütf i ciV.it el Rob«i«l'in- «fiS il n t\o fia tuUma, V" h» llj.tuJo i J» U

BEL SÁBADO 3Q DE AGOSTO DS iSos.

INGLATERR.4.

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U Frí(;>:a Eurydvce !lrFA t Plymmrth el JistveR ftiiliifi^.n ^í!i boiei tic! Ñauo Úi- S. Vi. vl.L'mri:rr.^U¡-

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UlfUj^lfUMi • f FMüiiai, : BjljcJfji i lk-rR.ii.ar.

Periódicos de la Coruña, años 1808 y 1809

Coruña. — Inauguración de la lápida conmemorativa

FRANCISCO TETTAMANCY 157

Al evacuar los ingleses la Coruña, sustituyéronles los franceses en el mismo género de conducta, sa• queando las aldeas comarcanas al Burgo y que• mando muchas casas. (1) Alojáronse la mayoría de éstos en los conventos y el resto en los cuarteles y casas del vecindario. El Ayuntamiento, dirigió un oficio á la Comuni• dad de Santa Bárbara, para que en el término de una hora dejasen el edificio pasando á reunirse con las Madres Capuchinas. Como el plazo era tan breve y la orden apremiante, las religiosas barbarinas aban• donaron su domicilio con la consiguiente precipita• ción, dejando «sus oficinas y ajuares particulares»; y aunque el mayordomo había tratado de conservar la bodega, granero y celdas, solamente lo consiguió «del fruto y vino», saliendo la mayor parte de las religiosas «con el encapillado.» (2) Las fuerzas francesas que se alojaron en dicho convento, destruyeron sus pisos, paredes y celdas. Del órgano, no dejaron ni el más leve vestigio. Llegó á tal grado la manía de destrucción, que para hacer más tarde, medianamente habitable, el edifi• cio, gastó la Comunidad «siete mil reales con los canteros y albañiles y veinte tres mil de carpin• tería». (3) En el de Franciscanos, derribaron todo el dormi• torio de la parte del Poniente que contenía doce cel• das, haciendo de él, enfermería. En la iglesia no

(1) ALONSO LÓPEZ: Consideraciones, etc.—toro. 6, pág. 146. (2) Relación cit. (3) Relación cit. 158 BRITANOS Y GALOS

causaron mayor daño que el de descerrajar unas ar• cas de Cofradías que únicamente guardaban algunos cabos ó desechos de cera, quitando «la mesa de los Difuntos y los bancos que se llevaron para las celdas». El trascoro se conservó cerrado por dos ó tres días, subiendo al efecto el Padre Vicario por una escala, desde la iglesia, bajando con la cuerda de la lámpara todos los libros de solfa que consiguió sal• var, á excepción del Salterio que quedó en el facistol. El propio Vicario, observando después que des• trozaban el órgano que continuamente estaban to• cando (los franceses), pudo conseguir del comandante del Convento ó Cuartel de San Francisco-—como éstos lo llamaban—que se le permitiese clavar una puerta y tapiar el coro. Acompañóle un oficial para el cumplimiento de la orden; y «aunque de mala gana salieron los soldados que había dentro, mandó el oficial al religioso bajar los fuelles, y después que tocó lo que quiso, se tapió dicha puerta. De este modo se conservó el órgano, á excepción de unos seis caños que estropearon antes.» (i) En el libro de Consejo del Convento de Santo Domingo de la Coruña, que se conserva actualmente en la residencia de Padrón, también consta que tu• vieron que hacerse en aquel edificio, infinidad de re• paraciones, «por los muchos desperfectos que habían ocasionado las tropas francesas durante su estancia en el Convento».—(Acta de 27 de Septiembre de 1809).

(1) Véase el Apéndice núm. 10, Vista general de la Coruña en 1910

FRANCISCO TETTAMANCY 159

III

El resultado déla infortunada expedición del ejér• cito del general Moore, por España, se consideró en todo el Reino Unido, á raíz de su regreso, como una catástrofe irremediable. Al desembarcar los super• vivientes en la tierra patria, se creyó en Inglaterra que la península española quedaba á merced de Na• poleón Bonaparte. Mas esas apreciaciones vjgaanse desvirtuadas á los pocos meses con los éxj^á^íjrfjf^bles obtenidos en la batalla del Puente ^áíg^|D ^gs| las tropas ga• llegas sobre las imperia|ji$..f %¡¡$$ ^^lorable hecho de armas sirvió de proleg^me%c«t^F:a expulsar, por de pronto, á las huestes fráne^jSsf'del territorio ga• llego. No obstante, actualmente se hace justicia al ta• lento estratégico de John Moore, porque se ve clara• mente—como arguye en una interesante crónica, Ramiro de Maeztú —(i) que fué su operación la que salvó á España, en razón á que, al concentrarse las fuerzas napoleónicas sobre el Noroeste, pudo respi• rar con más libertad el resto de la Península y avivar su resistencia contra los invasores. Cuando el generalísimo inglés entrara en ella, el pueblo español no había aún podido formar ejércitos que cooperasen con el suyo; «de ahí su soledad,

(i) Dirigida desde Londres, á La Correspondencia de España en el mes de Enero de 1909. i6o BRITANOS v GALOS que hubo de determinar su penosa retirada;» mas es indiscutible que la cooperación de John Moore favore• ció la ulterior constitución de las fuerzas regulares é irregulares que, unidas después á las de Wellesley (lord Wellington), acabaron por arrojar de España á las tropas francesas. El episodio es tan interesante, que merece ser recordado por su valor intrínseco; y hay además otro motivo para que Inglaterra lo recuerde—agrega Maeztú—«y es que aquí, (Londres), se teme la po• sibilidad de que Alemania intente la constitución del imperio europeo con que soñó Napoleón. Y es por eso que hoy, como hace cien años, la política inglesa consiste en apoyar á cuantos pueblos, gran• des ó pequeños, se erijan en obstáculo para la reali• zación de ese designio».

J¡0_ .S'J^05 C0T)V)CT)Cl01f)Cxlc$ Ingleses ta

Croquis de la batalla de Elviña, hecho sobre el terreno y con arreglo á documentos y planos de la época, por el Capitán de Estado Mayor, D. Juan López Soler.

Escala • (adoptada por las dimensiones de estos páginas.) o? m A APÉNDICES

•***•

«Don Luys Pimentel, Cauallero déla Militar orden de S.n Ermenegildo, Condecorado conla Cruz del Norte y Medalla de Sufrimiento porla Patria; Tenien• te de Infantería Agregado al Estado Maior de esta Plaza=Certifico, Conosco á D." Ramón Pose, Cap." que ha sido del regim.to Infantería de Asturias, Ex• tinguido, en el que he seruido desde el Año demil setecientos nouenta y tres hasta el diez de Agosto demil ochocientos y ocho, que hauiendo reciuido la orden del General en Gefe, el Excmo. S.01' Marques de la Romana, enla Isla de Zelanda, Reyno de Di• namarca, para que Jurásemos por Rey délas Espa- ñas al Intruso Josef Napoleón, nolo hemos querido hacer, motiuo por el qual fuymos echos Prisioneros de Guerra, y conducidos de Cárcel en Cárcel alos Depósitos de francia, donde nos Separamos, Cuya Conduta Militar y política fué sienpre yrrepreensible. 11 IÓ2 BRITANOS Y GALOS pasado algún tiempo seme Condujo del Castillo de Besanzon, al déla pequeña Piedra, endonde encon• tré al citado Pose, Grauemente Enfermo desús Acha• ques, y algo mejorado, lo sacaron de aquel peximo destino, y no le he buelto aver hasta quelo hallé en esta Plaza, sinque hubiese llegado ami Noticia elque fuese Enpleado por el Gouierno Intruso, ni menos echo Armas Contra la Patria. Coruna y Marzo diez y nue- ue demil ochocientos veynte y uno=Luys Pimentel =D." Antonio López Then.e de ynfanteria y segun• do Ayud.e de esta Plaza, Condecorado con la Meda• lla Sufrimiento por la Patria y Estrella del Norte &.a =Certifico que conosco a D.n Ramón Pose Cap." quefué del Antiguo Regim.t0 Infantería de Asturias, desde el año demil setecientos ochenta y ocho que entró aseruir en el yndicado regim.'° ; Con el cual pasamos al Norte Con la Diuision que mandaua el Exmo. S.or Marques déla Romana, y en once de Ag.to de mil ochocientos y ocho, fuymos Desarma• dos y quedados Prisioneros de Guerra en el Reyno de Dinamarca, desde donde nos separamos, no bol- uiendolo hauer mas hasta mi llegada aesta Plaza que fué en el Año dies y ocho, y sobre suconduta hasta nuestra separación, fue yrrepreensible, Desempeñan• do todos los Encargos que tubo a satisfacción de sus Gefes; y para quelo haga Constar donde le conben- ga, doy la presente apeticion del Interesado, en la Coruña a veinte de Marzo de mil ochocientos veinte y uno=Antonio Lopez=D.n Pedro Corvinos Then.e Coronel de Infantería, Cap." del regim,to Infantería Voluntarios de Castilla y Sargento Maior Interino de esta Plaza, déla que es Gobernador, el S.or D." Mel- FRANCISCO TETTAMANCV 163

chor déla Concha, Cauallero déla Real y Militar or• den de S.n Ermenegildo, Condecorado Con la Cruz y Placa de ella y Coronel vibo de los Exercitos na• cionales &.a=Certifico quelas firmas que anteceden, del Then.e Coronel D." Josef Zerdeyra, del Gouerna- dor del Castillo de S.n Antón D.n Eujenio yglesiás, del Then.e D." Luys Pimentel y la del de Igual Clase y segundo Ayudante desta Plaza D.n Antonio López, Son la misma que usan en todos sus escritos; y para que conste lo firmo en la Coruña á veinte y dos de Marzo demil ochocientos veynte y vno=Í?edro Cor- vinos=B.to B.°=Concha.» «Ministere de la Guerre=Paris le 26 Sptre 1814 =Monsieur=j'ai l'honneur de vous informer que Sa Majesté pleine de Confiance dans votre fidelité et dans votre dévouement á sa personne, vous auto- rise á porter la decoration du Lis.=Le Ministre Se- cretayre d'Etat de la Guerre,=Conte Dupont=par

le Ministre=Le Marechal de Canp, Barón d'Arvepej Sécretaire general du Ministére=Legendre=M. Pose Capitaine d' Infanterie.» Ya que copiamos en esta obra algunos fragmen• tos de sus Memorias, nos parece oportuno dar una ligera noticia biográfica de

DON RAMÓN ANTONIO POSSE DE RECAREY

Capitán del Regimiento de Asturias

Nació en Seavia (La Coruña) en 1757 y murió en Carballo (La Coruña) en 1830. 164 BRITANOS Y GALOS

He aquí un ligero extracto de su hoja de ser• vicios: Entró en el Regimiento en 1775 y siempre en el mismo, en sus campañas recorrió Europa y América, hallándose en gran número de acciones de guerra. En Méjico fué herido; en la campaña contra Francia; en 1793, se halló en todos los combates, habiendo recuperado de los franceses un cañón que tomaran á nuestro ejército en el ataque de Castellpiñor. En la acción del Collado de Izpegui, mal herido de dos sa• blazos, cayó en poder del enemigo del que lo resca• taron sus soldados. Siendo Gobernador del Castillo de San Antón de La Coruña, en 1799, hizo prisio• nera una fragata inglesa, armada en corso, que, con bandera anglo-americana, se había introducido en el puerto para hacer el contrabando. En servicio de mar su regimiento estuvo, desde 1799 á 1800, en el navio de guerra San Hermenigildo, en la escuadra que mandaba el almirante D. Juan Joaquín Moreno, habiendo tomado parte activa en la defensa de Fe• rrol, en 1800, contra los ingleses, obteniendo por su brillante comportamiento un escudo de distin• ción. Por último salió de la Coruña en 1807 para la expedición en auxilio de Francia, hallándose en Ma- yence, Stralsunda y Hamburgo de donde partió para Dinamarca y al querer regresar á España fué hecho prisionero en Ringsted (Setland) en 11 de Agosto de 1808, con su compañía amotinada, por no querer prestar, á pesar de las órdenes del Marqués de la Romana, juramento de fidelidad al rey intruso. Como prisionero recorrió casi toda Francia hasta que pudo regresar á España. Entre otras distinciones tenía la FRANCISCO TETTAMANCY

«Condecoración de Lis» concedida por Luís XVIII. Dejó escritas unas curiosas memorias de sucesos de su tiempo de las que solo se conservan varios trozos. El fotograbado que publicamos en la pág. ig, es reproducción de una hermosísima miniatura de la época (1809) y que posee de este su ascendiente por línea materna, nuestro pariente Eugenio Carré Aldao.

Relación de los oficiales que del regim.' de Asturias han pasado al de Josef napoleón:

COMPÑS. CLASKS NOMBRES BATALLONES

1.a Grans. Capitán Tomas Errera . . . M. 1.a fusils. j Tliente. Manuel Larreategui . P. I Suthente. P. Antonio Sequeiros. P. 1." Batalln. 2.» id. Capitán P. Pedro Zorrilla . . P. a 3. id. Thente. P. Francisco Viñas . P. Tiradores Suthente. II. Rafael Alcedo. . M. Comandte. Ramón Dusen . . . M. Sute. Aydte. Felipe Sánchez Vlllamarin Cirujano Francisco Abreas. . P. 2.» Grana. j Thente. Manuel Torregrosa . P. Suthente. Josef Oliuer . . . . P.

a I Capitán Salimdor Maseres . . M. 1. fusils. ! Suthente. Nicolás Viesma. . . P. ( Capitán Francisco González . P. 2.» Batallón 2.a id. I Suthente. Francisco Montuel . P. 3.a id. ('apitan Domingo Tierra . . 4.a id. Suthente. Juau Sánchez . . . M. ( Capitán Luya Gutiérrez . . . P. Tiradores I Suthente. Francisco Zayas . . M. Antonio Billalva . . .Ayud. Mor. Manuel López ... Sub Ayudte. Manuel Pujadas . . P. Cirujano Matias Retamar. . . P. 2.a fusils. Capitán Antouio Vismes.—Desertó. Thente. Antonio Aldao, W. 3." Batalln. Suthente. a Murcio Carelli . . . M. B. fusils. Thente. 4.A id. Suthente. Tomas Aldao Tiradores Capitán Miguel Buergo .... i66 BRITANOS Y GALOS

COMPÑS. CLASES NOMBRES BATALLONES

Sute. Aydte. D.

a | Tiente. D. Antonio Mena . . 1. iusils. 1 Suthente. D. Josef Montojo . . . M. 1 Thente. D. Juan Espinosa . . I. q. a 2. Iusils. i Suthente. D. Pedro Aparicio . . . P. 3." id. Capitán D. Nicolás Caonedo . . P. Suthente. D. Tiradores Capitán D. Cristóbal Bolaño . . M. Thente. D. Antonio Casanobes 1.» ( Thente. D. Gabriel Cárdena. . í Suthente. D. Manuel Eomero. . 8.» Capitán D. Thomas Pérez . . . M. Thente. D. Francisco García.—Desertó. Suthente. D. Josei Vázquez . .

Pagador del Referido Eegimto. el Subthente. D. Francisco Fernandez, destinado al 1." Batallón.

Relación, de los Sefes y O/iciales que del Regimiento de Asturias han quedado desempleados y siguiendo la suerte de prisioneros en francia, por no querer jurar al rey Josef:

CLASES NOMBRES

Coronl, D. Luys de la Vielleuse. \ Murió en Burdeos Thene. Coronl. D. Rodolfo Gautier. i Gomante. •D. Antonio Salgues. f Ayudte. D. Felipe Andrade. / Plana Mayor Cappn. D. Juan Tova. ] Otro D. Blas Chacón. Capn. D. Pedro del Busto id. D. Joséf Cabiedes. id. D. Ramón Posse. id. D. Santiago Miguel. id. D. Jacobo Casal. id. D. Ramón de Sant.°. id. D. Diego Lorenzo. 1er. Thene. D. Francisco Fernz. id. D. Juan Aut.° Abad, (murió en la Coruña) id- D. Antonio Balledor. FRANCISCO TETTAMANCY 167

CLASES NOMBRES

2.° Trien e. D. Thoinas de Vez, ifl. D. Manuel Zeruela. id. D. Juan Rouy. 2.° Thente. D. Juan Isidro Valberde. (1) id. D. Josef Olarría. (murió en Peroné). Subthene. D. Frane." Josef García. id. D. Diego San Pedro. id. D. Luys Pimentel. id. D. Vizeute Camaño. id. D. Jorge García. Nota. D. Luys Siran y D. Josaí Ruyz pasaron á servicio de Francia del Regimiento Latour d' Auberne. Id. D. Josef Rúa quedo en España.

IsT TJ . 3

CUESTA y BLAKE EN LA BATALLA DE RIOSECO

Documentos importantes de la Junta Suprema del Reino de Galicia, del mes de Julio de 1808

Con fecha i.° de Julio de 1808, la Junta dirigió al general Blake el siguiente oficio, aprobando el plan que este general la envió tan pronto tuvo co• nocimiento de que se pensaba destinarle á auxiliar al ejército de Castilla: «El Reino, instruido del oficio que V. E. le ha pasado por conducto del teniente coronel D. José de Zaya, con fecha 22 del pasado, conocen en que Vue-

(1) En Fha de 24 Otre de 1816 manda S. M. Con el parecer de su Supremo Consejo de la Guerra sea despedido del scruicio el Thene. del Antiguo Regimt.0 de Asturias Don Isidro Valverde acusado de hauer prestado Sumisión al Intruso hallándose Prisionero en Francia. i68 BRITANOS Y GALOS cencia ejecute el plan que propone, cuidando siempre de cubrir el Reino y de replegarse á él en cualquier des• calabro, y también de dejar alguna división en dicho Reino para atender á la quietud pública, recoger los alistados de las respectivas capitales que faltan y ocu• rrirá algún accidente de enemigos que pueda acaecer. V. E. no necesita instrucciones militares por sus acreditados conocimientos, y sólo el Reino le advier• te: i.° Que V. E. ha de mandar siempre con inde• pendencia el exército de Galicia de que es jefe, aun cuando haga sus combinaciones con el general don Gregorio de la Cuesta; y lo 2.° que V. E. tenga par• ticular cuidado con los traidores, porque habrá algu• nos que haciéndose en apariencia vasallos nobles de Fernando VII no lo sean en la realidad, sino muy adictos á los franceses, y de un equivocado concep• to de las personas podrá resultar nuestra desgracia. En fin, el Reino de Galicia tiene fiada su suerte á V. E., su honor y su espíritu, y espera que con el auxilio de la Providencia, que siempre protege las causas justas, será feliz su empresa».

«El Reino contesta á los oficios de V. E. por si tal vez quiere examinarlos el general don Gregorio de la Cuesta, pero en particular y con la precisa reserva contempló preciso hacera V. E. algunas reflexiones para que las tenga presentes en los procedimientos militares. — El general don Gregorio de la Cuesta será seguramente un buen español, y un hombre del mérito que V. E. contempla; pero en la realidad pu• dieran hacérsele los mismos cargos que á todos los FRANCISCO TETTAMANCY que mandaron las provincias de España... Los más de los generales que mandaban en las provincias de España fueron sacrificados por los pueblos, y al general Cuesta pudieran hacérsele cargos muy gra• ves: lo cierto es que este general no se ha decidido por Fernando VII sin embargo de las órdenes que expone tenía, hasta que en Valladolid le precisó á executarlo amenazándolo con la horca; y lo es tam• bién que si este general y los demás de España, el Consejo de Castilla y la Junta de Madrid hubieran desempeñado sus deberes, no nos hallaríamos en el estado en que nos hallamos, porque pudieron por la defensa de su patria y rey tratar con las ciudades y provincias, las que hoy de nadie tienen satisfacción sino de aquellos jefes que ellas propias han elegido en nombre de su rey. El Reino sólo confía en sus tropas y del general que las manda, repite que el ge neral Cuesta será militar y un caballero muy digno de elogio, y sin oponerse á sus virtudes quisiera que las justificase con las experiencias... La proclama que V. E. ha dirigido al reino, publicada por el ge• neral Cuesta, será leída en las provincias de España con mucho escrúpulo y mayor desconfianza: la Junta de cuatro á cinco personas en que quiere reunir toda la autoridad suprema de España, tendría los mismos frutos que la que se ha establecido en Madrid. En• tonces cuatro ó cinco hombres dispondrían á su ar• bitrio de la suerte de la nación toda, y faltando por soborno, esperanza de premio ú otro motivo á sus obligaciones, quedaría la España esclava y entregada al yugo extranjero. Cuatro ó cinco hombres son fá• ciles de ganar, ó pueden equivocarse en sus juicios. i7o BRITANOS Y GALOS

España no conoce más autoridad general suprema que la de las Cortes ó Estados: éstos se componen de representantes de todas sus provincias, que siem• pre son fieles á sus reyes, porque tienen mayorazgos propios y regularmente unos nacimientos distingui• dos, con otras circunstancias que los ligan para mi• rar su patria y su rey como "el primer objeto de sus atenciones. Los reinos formaron los ejércitos y eli• gieron los generales; cada uno representó y repre• senta la soberanía psr su parte, Ínterin no se forman las Cortes para establecer la soberanía unida... To• das estas especies y reflexiones quiere el Reino que V. E, las tenga presentes para proceder con el pre• ciso conocimiento y con la cautela necesaria, sin confiarse demasiado del general Cuesta ni de otro alguno, á fin de evitar un peligro que nos destruya. V. E. es demasiado noble y caballero; el Reino lo tiene ya reconocido; pero V. E. debe acordarse que no conviene la mucha confianza, que nunca sobra la precaución y que los que piensan como hombres de bien son los engañados regularmente.—Del exército de Galicia es V. E. jefe: sus operaciones, aun cuan• do sean combinadas con las del general Cuesta, han de ser siempre conservando V. E. su autoridad y el mando en jefe de sus tropas, sin sujeción ni depen• dencia, cuidando de replegarse hacia Galicia en caso de una desgracia...»

«El reino de Galicia ha convenido en que el ge• neral en jefe de su exército ejecute el plan que le FRANCISCO TETTAMANCY I7i propuso para auxiliar las ideas de V. E., esperando que los castellanos agradecidos darán al ejército de Galicia pan y vestido, quedando á cuenta de este Reino la paga de sus tropas. Sus pueblos han pedi• do que su mando se cometiese á don Joaquín Blake, por la confianza que les merece, el cual por lo mismo ha de mandarlas con independencia, sin perjuicio de acordar con V. E. las combinaciones que se conside• ren oportunas para el feliz éxito de las empresas, que espera el reino serán felices con los auxilios de la Providencia, que siempre protege las causas justas.» Tan pronto tuvo noticia la Junta de Galicia del fatal resultado para nuestras armas de la batalla de Rioseco, dirigió al general Blake el siguiente oficio: «El Reino se ha instruido del oficio de V. E., y siente como debe la desgracia de nuestras tropas; pero el mal ya no tiene más remedio que el que V. E, indica. Si V. E. vuelve á leer lo que le expuso en su oficio reservado, quedará satisfecho en ésta primera experiencia de que los hombres de bien son los engañados, y que exigen mucha cautela las ope• raciones de que pende la suerte de una nación. V. E. dice en su oficio que halló más fuerzas de infantería y caballería en los enemigos de las que pensaba, de• duciéndose de esto que á V. E. se le hizo creer que eran pocas y despreciables, y que bajo este concep• to ha salido de su campamento para un auxilio que siempre pronosticó el Reino formaría su des• gracia... »La guerra tiene accidentes: los buenos soldados 172 BRITANOS Y GALOS

no se desalientan con una desgracia, y solo debe serles sensible que la confianza y la hombría de bien fueran tal vez causa de un mal suceso.»

(Instrucciones reservadas del Reino de Galicia al general fllake)

KTÚMEBO 3

E l_ V I NA

Sant Vicenzo d' Eluina. Albina, Eluinia se lla• maba á esta antigua feligresía en documentos medio• evales. Albina, nombre de mujer; Albinias, nombre de diferentes personajes, Albinas, el emperador ro• mano Clodio Elvino. Es, pues nombre latino, aun• que la radical pudiera ser pre-romana. Subidos unos tres metros sobre el nivel del camino se halla un buen crucero, de peana triangular escalonada, de fuste prismático estriado, y con las imágenes en la cruz de Cristo crucificado y Nuestra Señora de Mon- serrat; y cerca, una mesa de piedra sobre dos pilo• tes, donde dan vuelta todas las procesiones y se canta uno de los villancicos al Santísimo Sacramen• to. Desde este Crucero, y en medio de un fuerte muro de mamposteria, se abre y deja subir al atrio una fuerte escalera de granito. La Iglesia es romá• nica, de planta rectangular, de una nave y un ábside también rectangular. Tiene tres puertas que dan acceso al interior: la principal, del O., tiene tres ar- chivoltas tóricas, de medio punto, sin más ornamen• tación que los filetes que las separan, apoyándose FRANCISCO TETTAMANCY 173

en tres columnas por jamba, de largo fuste y bases áticas, con garras en el plinto, bastante maltratadas por el tiempo. Los capitales de estas columnas son curiosos: dos derivan del corintio, con dos series de hojas, que terminan las del ángulo arrolladas en bo• tón, y cortadas en sección recta las de las caras; y otros tres tienen el tambor de figura de flor, deter• minado por hojas, y solo uno uno muestra, al lado de las volutas, dos caras humanas de escaso relieve. En el tímpano no hay signo ni adorno alguno, y en una de las mochetas del dintel, á la parte cóncava, está adosada una cabeza que parece de buey: en la otra solo hay una moldura circular de poco resalto, que podría ser la base de otra cabeza ó figura desa• parecida. En la parte sur existen cuatro contrafuertes pris• máticos y otros cuatro á la parte Norte, aunque ocultos, por el anexo moderno de Sacristía baja y alta y almacén de efectos de la Iglesia. Tres de ellos son menos gruesos en la casi mitad superior, con se• ñales de haber sido elevados es su parte más alta, lo mismo que la pared que sostienen hasta el alero, época más reciente que la de la primitiva fábrica de la Iglesia. El otro, pegado al imafronte, tiene toda la altura, y apoya por aquel lado el muro y arco prin• cipal del presbiterio. La puerta del Sur, sin colum• nas, tiene un arco de descarga, y en todas las dove• las signos lapidarios de medio punto. El entrearco está cubierto de cal, asi como los batientes y moche• tas en que se apoya el dintel; de éstas, la de la de• recha, es de perfil rectilíneo y sin molduras, y la concavidad de la izquierda tiene la cabeza de animal 174 BRITANOS Y GALOS parecido al de la puerta principal. En el muro del Norte se abre otra puerta, de factura igual á la del Sur, la cual da paso á la escalera que conduce a[ coro, al campanario y á la parte alta que se extien• de por todo el lado Norte. En el muro interior no hubo arcos, ni columnas ni ha tenido bóveda. Entre los contrafuertes existen tres ventanas, de arco de medio punto, que cobijan á las interiores de forma aspillada, situadas todas en la parte mas antigua; de las cuales, una que dice al coro, está tapiada. El alero, á dos aguas, está con• tenido por canecillos lisos en los lados Norte y Sur de toda la longitud de la nave. El ábside, más estrecho que la nave, es también mas bajo y abovedado. El arco triunfal es de medio punto, algo peraltado, apoyado al exterior en otro adosado de mayor altura, que descansa en pilastras con abaco que hace de capitel y es continuación del de las columnas que sostienen el arco principal inte• rior. Estas columnas son gruesas, de corto fuste, con hermosos capiteles cúbicos ornamentados con hojas y figuras, en gran relieve, que sobresalen del abaco. Tienen collarino funicular, Sus bases, del tipo de las áticas, son altas, y constan de un plinto formado por tres sillares, dos inferiores y uno supe• rior, la cara plana superior del plinto está pomatada, lo mismo que la concavidad de las escocias, y en los ángulos tiene gruesas garras. El segundo arco, sencillo, parecido al anterior, contiene y divide en dos compartimientos, la bóveda algo peraltada: las columnas en que descansa son análogas á las citadas; pero sus bases, del mismo FRANCISCO TETTAMANCY 1755

tipo que las anteriores, tienen un plinto más alto, ó mejor pedestal, de una pieza, cilindrico, y or• nado con rosas multifolias; y una escocia más que aquellas, directamente colocada sobre el plinto, y adornadas con pomas y juntas de cierre: son de me• jor labra que las de la fachada. Los capitales, son de diferente ornamentación: en uno de ellos, la laceria se combina con las anchas hojas, que, al enrrollarse, forman grandes volutas: en otros, resaltan entre el follage caprichosas cabe• zas: el abaco de uno está decorado con molduras en espiral, y los demás con lisos. A la altura de los abacos corre, por ambos muros, desde la primera columna hasta el fondo, una imposta guarnecida de billetes de dos clases. El muro de cabecera del ábside termina en pi• ñón, coronado por la figura de un cordero, ya mal• tratado de los agentes atmosféricos: así como el del arco principal tiene una cruz, con triángulos inscrip• tos entre sus brazos. En medio de la pared del ábsi• de hay una ancha ventana, de arco semicircular, ornado de funículos y tapiada; por lo cual se ignora si tendría columnas. Este tejado, más bajo que el de la nave, está también á dos; y el alero está sostenido por cuatro canecillos por muro, con figuras humanas y de animales en distintas actitudes; uno con volutas y otro de perfil geométrico; siendo de notar la do• ble repetición de la cabeza de buey que se vé bajo el dintel de las dos puertas de entrada. Hay también una ventana pequeña, aspillerada que dá luz al altar mayor. En muchos sillares de regular aparejo se ven BRITANOS Y GALOS varios signos lapidarios, aunque muchss están cu• biertos por las capas de cal. Ninguna cruz de con• sagración se descubre en los muros, ni año ó fecha de su fundación; pero no será aventurado, vistos to• dos los elementas arquitectónicos y escultóricos del estilo románico, libre aquí de tQda influencia ojival, manifestar que pertenece á la última mitad del si• glo XI ó principios del xil.

f MANUEL S. CASAL.

Elviña Marzo 1898.

NÚM. -4

LIBRO DE BAUTIZADOS DE SAN VICENTE DE ELVIÑA

Nota \ j-rn (jjez y sejs ¿s enero de mil ocho-

Mana hija de i c¡entos nuebe, Baptizo el Sr. Abad Agustín en Santa \ J 1 r

a María de Lomeda j de St. Maria de Loureda una niña que con m Murió ) °tivo del fuego y combate que hubo en esta Parroquia yendo fugada, nació en el mismo dia al amanecer, hija legítima de Agustín Rumbo y de su muger Josefa Fernandez vecinos del lugar de Feans desta fra. Púsela nombre María de Oza y para que cons• te se anota y firma, Jerónimo de Ci- mavilla. FRANCISCO TETTAMANCY 177

Xntn \ En treze de Enero de mil ochocien- juanhijodeAma- ( tos y nuebe, D. Marcos Cancio y Mon,

ro en STA. María í Rector de .Sta. María de Pastoriza, de Pastoriza ] ' baptizo solemnemente vn niño q.e avia nacido la noche anteced.te hijo legítimo de Amaro Barveito y de su muger Angela de Arteijo que con motivo de la esplosión y de los dos almacenes y próximo el combate se avía fugado de esta Parroquia. Puso- sele nombre Juan. Fueron Padrinos Juan López y Juaquina su muger Ve• cinos de Sta. Maria de Pastoriza. Y para q.e conste se anota y firma ://: Gerónimo de Cimavilla.

Notft En catorce de Febrero de mil ocho• do n Josefa hija de cientos y nuebe. El Lic. D. Blas n Vicente en S.n Carrillo Abad de S. Esteban de Mo• Esteban de Moras ras, baptizo en aquella Parroquia una niña q.e avía nacido en el mismo día hija legítima de Vicente Seoane y de su muger Benita Ferreiro vecinos de esta Parroquia de S.n Vicente de El• viña, que con motivo de la esplosión de los almacenes y convate que avía, se avían fugado. Pusosela nombre Jo• sefa. Fueron Padrinos Josef Ferreiro y Nicolasa Pérez, vecinos de San Este• ban de Moras; y para que conste lo anoto y firmo:/: Gerónimo de Cimavilla. 12

"^2- 17» BRITANOS Y GALOS

N Ú M . 5

LIBRO DE DEFUNCIONES DE SAN VICENTE

DE ELVIÑA

Vicente Tenido \ En catorce de Enero de mil ocho- — / cientos y nuebe, falleció Vicente Te-

xido marido de María Sep'Tst N' 5, ( Gómez, vecino HízoUie todo5'') del lugar de Castro fra. de Elviña. No recibió sacramento alguno por aver sido repentinamente de una piedra que le dio de resulta del incendio del Al- macen de Pólvora de Peñasquedo. Se• púltesele al dia siguiente en sepultura de quince rs. en el núm.° cinqt.a y dos con solo el oficio de sepultura por no permitirlo la ocasión. Hizosele entie• rro y Honrras después aq.e asistieron ocho Sres. Sacerdotes incluso yo que lo firmo, Jerótiimo de Cimavilla.

Antonio Martínez En veynte y uno de Enero del mil marido de ochocientos y nuebe falleció de golpe Sep.a 33 N.° 64 de espada Antonio Martínez marido Hicieronsele las de Juana Desttal vecino del lugar de Vio de esta fra. de Elviña. No pudo recibir Sacramt.0 alguno sepoltose el dia sig.te conmigo solo por no hallarse mas en sepultura trienta y tres rs. en el numero sesenta y cuatro. Hizieron- se las exequias aque asistieron diez Sres. Sacerdotes incluso yo que lo fir• mo, Jerónimo de Cimavilla. FRANCISCO TETTAMANCV 179

D.a Juana S.n i En veinte y cinco de Enero de mil a Pedro I ochocientos y nuebe falleció D. Jua- seP.»T5rs.N.°3i > na de S." Pedro celibata, vecina del ~ l lugar de Elviña de esta misma fra. Hicieronse las \ exequias. Recivio los Santos Sacramentos de Penitencia eucharistia y extremau- cion. Tenía hecho Testamento pot• ante Don Bernardo Antonio Posse, SS."° de S. M. y vecino de esta fra. pero nada de q.t0 podia contener se hizo por no averie quedado cosa algu• na y lo mismo a los mas con motivo del combate. Sepultóse al dia siguien• te con asistencia de cuatro sacerdotes y io. Hizieronsele las exequias con asistencia de nuebe sacerdotes inclu• so yo que la firmo, 'Jerónimo de Ci- mavilla.

D.u Ventura Tei• En diez de febrero de mil ochocien• xido Presbítero tos y nuebe, se dio sepultura á Don Sep. 44 reales Ventura Teixido, Presbítero vecino de

N.° 8 la Casa de Agoeira de esta fra. de El• viña que se halló muerto en la apla- Hicieronse las , zadoira y Rio llamado da Abelleira en esequias / J términos de Sta. María de Rutis coto de Vilaboa, q.e con motivo del com• bate se avia ausentado de casa. Fue sepultado en sepultura de quarenta y quatro r.s en el numero sesenta y ocho. Hizosele el dia sig.tc el entierro i8o BRITANOS Y GALOS

y Honrras aq.e asistieron siete sacer• dotes incluso yo que lo firmo.—Halló• se tener hecho testam.to en 8 de Marzo de 1804 por ante D." Diego Iglesias SS.no de S. M. en el que dis• puso asistiesen á sus funeralales v.te sacerdotes ó los que pudiesen ser avi. dos por disposición de sus herederos con Misa correspondiente de la de Anima se distribuyesen por su inten• ción seis mil r.s v."—Gerónimo de Ci- mavilla.

isr T_T nvr. s

Relación jurada q.e formo D.n Benito Sanjurjo vecino del Lugar de Eyris Parroq a de Santa Maria de Oza, é dijo q.e en el año de 1809 Quando en el Henero de el llegaron á este Pueblo y otros desu In• mediación en Retirada las tropas de S M. el Rey de la gran Bretaña acosados de la de los franceses, tube q.e retirarme junto con mi familia alas Montañas mediante alas frequentes disgracias q.e podian, y sucedieron, con motibo del Ataque tan Inmediato de esta Parroq.a como fue en la de San Vicente de Elbiña por lo mismo, yafin de dar Cumplimt.0 a lo mandado del Mayordomo déla citada Parroq.3 q.e aora vltimam.le acaba de manifestar, por lo mismo y ensu Cumplim.1" y a fin de q.e se me avone lo q.e FRANCISCO TETTAMANCY 181

Realm.te perdí en calidad de vno de los Acenda- dos de la citada Parroq.a lo hago en la manera Sig.te

Razón de las Perdidas Se me ha quemado que he tenido por los Ingleses:

Reales 1.a Vna Casa de Alto en el Lugar de Eyris en dha Parroquia compuesta de dos Pisos Madera de buena Calidad consus Di- bisiones Alcobas y otras cosas de actual Serbicio que según su Calidad y situación podia sin fraude alguno seis mil y quatro cientos 6.400 2.a también me quemaron las citadas tropas Británicas vn Rancho terreno que te• nia junto ami Casa q.c según su calidad podia baler mil seis cientos cinq.ta R.es . . . I.650 3.a En dha. mi Casa tenia una Partida de Pontones y tablas qe me sacaron para el Acanpam."3 que muy bien balian quinien• tos sesenta y un R.cs 561 4.a Por consig.te me han vebido los cita• dos Ingleses una Quarterola de bino del Pais queseg." su calidad Doscientos sesenta Reales 260 5.a también me quemaron Dos tinajas tres Pipas y una Quarterola q.e calculo va• ler Quatro cientos Noventa R.es .... 490 6.° Vn Pajar de Paja conpuesto de cinco

9.361 182 BRITANOS Y GALOS

Suma de la Suelta 9.1,61 Mungueros q.e me sacaron para la manu• tención desús Caballerías que balia Ciento Cinquenta R.es 150 7.a también me sacaron paralas Caballe• rías Veinte y nuebe fer.s de Mais que á ca- torze R.es cada uno Importa Quatro cientos seis R.es 406 8.a también me sacaron treinta ferr.os de trigo q.e aprecio cada uno de Veinte R.es inporta seis cientos deV.0,1 600 9.0 Y por vltimo también lo hicieron de dies ferr.os de Cent.0 que á doze R.es cada uno inporta Ciento Veinte R.es . . . . 120

Suma. . . . 10.637 Importan estas nuebe Partidas Saibó y Erro la Cantidad de Dies mil seis cientos treinta y Siete R.s V.on y para que Conste de su Certeza Vajo juram.'0 quellebo ofrecido asu Principio señalando q.e quien hasido el vnico Agresor q.e me ha hecho lo manifes• tado fue por las citadas tropas Británicas, pues ya quando llegaron á esta la de los franceses no halla• ron cosa alg.a y lo firmo en dha. fra. á 23 de octubre de 1815. Benito San Jurjo

Documento facilitado por las Srtas. de Iglesias Pénela, biz• nietas del D. Benito Sanjurjo). La casa saqueada, era la principal de Casanova de Eiris. FRANCISCO TETTAMANCY I83

TsT TJ 3VC . 7

Exc.m0 Sr: Muy señor mió, y de todo mi respeto: enfha. 31 de elhultimo, V. E. se sirue decirme, que es justa mi suplica, sobre el reintegro de algún dinero, mas que no puede hacerlo, sin conocimiento de la Junta Superior, por no estar la cuenta liquidada, en punto alo que adeudan los Il.mos Obpo. y Cav.do de Ouiedo, y que yo me deuo de cubrir conlo que fuese, sauien- dose después lo que se me resta. Quando para reme'diar mis hurgencias, diriji mi solicitud á V. E. creí lo hacía, á quien ovedecí, para el apronto de dinero, y mas de que proceden los Librara.tos escedentes álos sesenta mil reales pro• puestos, y a quien me ofició p.a que me constase su autoridad. Los Libram.tos indicados, deuo de repetir á V. E., estar estendidos á mi fauor, firmados de el S.r Inten• dente como procedentes de liquidac.es hechas en la Contaduría de Exc.t0 y en ellos ninguna represen- tac.on tienen, ni el Cav.do ni el S.r Obpo. (ambos los tienen separados), en tal concepto fundé mi gestión; i con recorrer V. E. la época en que por orn. de la Junta Superior, sus Comisarios tomaron de mi Comercio, los géneros que les acomodó p.a Bestuario de la tropa, los suplimientos en gastos de Sanidad, los que hize p.a el Hospital Militar en dine• ro y mantas cuando estaba en s.u Franc.00, Préstamo ala Zentral, y duplo con que entonzes hube de con- 184 BRITANOS Y GALOS currir, por el irrebocable decreto de V. E. hallará su origen y antigüedad. Si S. Ilt.a y el Cav.do son deudores, también son Acreedores de tamaño a cargo de la Provincia; pero permítaseme decir que mis intereses no están mez• clados con los de ambas Mesas, aunque sea Prioste de el vno, y Apoderado de el Otro, y que solo cuando expidan Libram.tos contra mi seré respon• sable. Porlo expuesto i por quela Junta Superior, siem• pre accederá al dictamen de V. E., no la dirijo mi solicitud, pues que detodos sus actuales Vocales, solo el S.r Miranda Florez, es quien tiene cono- cim.t0 de los propuestos antecedentes, y el vnico, si no me engaño, de los S.s que componían, la estable• cida en eltpo. de mis adelantos: larepito porlo propio áV. E. por si gustase acceder á mis intentos. Aqui podré tomar, lo que V. E. gustase livrarme, y á no ser los apuros, i circunstancias de mi Casa, i otras precisas atenciones en esta, no molestaría su atención. Dios nro. Señor gue. á V. E. muchos años. Co• ruña 4 de Ag.to dei8io. Qda. de V. R. su mas al.0 serv.or JOSEF MÉNDEZ DE VIGO

Exc."w S.r Marq.s de Vist.a Alegre.

Hay un decreto al margen que dice: tCastropol, 13 de Ag.to de 1810.—Pase al Sr. Intendente de Exto.—VISTA ALEGRE.» Doc, que poseemos. FRANCISCO TETTAMANCY

3ST TJ 8

GACETA EXTRAORDINARIA DE LONDRES

Calle de Downing, Enero 24. de 1809. Ayer, á hora avanzada de la noche, llegó el dig• no capitán Hope con un parte del señor Teniente General David Baird para Lord Vizconde de Castle- reagh, uno de los primeros Secretarios de Estado de S. M., cuya copia es como sigue:

Buque de S. íl. «Villa de París», en la mar, Enero IS de 1809.

SEÑOR: A causa de la muy sensible pérdida del Teniente General Sir John Moore, herido mortalmente en la acción que tuvo lugar el 16 del corriente entre las tropas de su mando y las dirigidas por el Mariscal Soult, es de mi deber poner en conocimiento de S. S., que sobre las dos de la tarde del dicho 16, el ejército francés atacó á las tropas inglesas en las posiciones que ocupaban al frente de la Coruña. Una grave herida, que me forzó á abandonar el campo pocos momentos antes de la caida de Sir John Moore, me pone ahora en la necesidad de llamar la atención de S. S. para el conocimiento detallado de acción tan larga y tan obstinadamente empeñada, hacia la adjunta relación del Teniente General Sir Hope, que sucedió en el mando del ejército, y á cuya habilidad y esfuerzo en la dirección del ardiente celo é insuperable valor de las tropas de S. M. se debe, i86 BRITANOS Y GALOS

después de la Providencia, atribuir el éxito de un combate que terminó con la derrota del enemigo en toda la línea de ataque. El Sr. Capitán Gordon, mi Ayudante de Campo, tendrá el honor de entregar este parte, y al mismo tiempo podrá informar á S. S. sobre cualquiera noti• cia que desee adquirir. Tengo el honor de repetirme, &. El Teniente General,

D. BAIRD.

Al muy honorable Lord Vizconde de Castlereagli.

Buque de S. «I. «Audaz», sobre la Corulla, Enero 18 de 1809.

MUY SEÑOR MÍO: En cumplimiento del deseo expresado en su co• municación de ayer, aprovecho el primer instante de que puedo disponer para detallar á V. la acción que tuvo lugar al frente de la Coruña el 16 del corriente. No dejará V. de recordar que á eso de la una de la tarde se observó que el enemigo, que había reci• bido refuerzos por la mañana y colocado algunos cañones delante de sus líneas derecha é izquierda, movía tropas hacia su flanco izquierdo, y formaba varias columnas de ataque sobre la extremidad de la fuerte y dominante posición que, cerca de nuestro frente, había tomado en la mañana del 15. A este movimiento sucedió un decidido ataque contra la división de V., que ocupaba la derecha de FRANCISCO TETTAMANCY 187 nuestra posición; V. está ya suficientemente entera• do de todo lo ocurrido durante esta parte de la ac• ción, como que se puso, para rechazarlo, á la cabeza del regimiento número 42, y de la brigada mandada por el Mayor General Lord William Bentinck, siendo objeto de una lucha obstinada el pueblecito colocado á su derecha. Me es muy doloroso el tener que manifestar que tan luego como recibió V. la grave herida que privó al ejército de sus útiles servicios, el Teniente Gene• ral Sir John Moore, que acababa de dirigir un acer• tado y feliz ataque, cayó herido por una bala de cañón. Las tropas, aunque sabedoras de la irrepara• ble pérdida que acababan de sufrir, no desmayaron; y antes bien, con el más decidido valor, no solamente rechazaron todas las tentativas del enemigo para ganar terreno, sino que le obligaron á retirarse á pesar de los cuerpos que vinieron á reforzar y soste• ner los empeñados en el combate. Viendo frustrados el enemigo todos, los planes que formó para forzar la derecha de nuestra posición, procuró conseguirlo á fuerza de gente: entonces el Mayor General Paget, por medio de un oportuno movimiento que emprendió con los cuerpos de la reserva que había sacado de sus acantonamientos para apoyar la derecha del ejército, desbarató su intento con un vigoroso y sostenido ataque; y ha• ciendo adelantar el cuerpo de rifles número 95 y el primer batallón del regimiento número 52> arrojó al enemigo, concluyendo por avanzar rápida y diestra• mente y amenazar la izquierda de su posición. Esta circunstancia, combinada con la situación de la divi- i88 BRITANOS Y GALOS

sión del Teniente General Frazer, dispuesta para asegurar más la derecha de la línea, hizo aflojar los esfuerzos del enemigo por este lado. Sin embargo, con más fuerzas, aun dirigió des• pués sus ataques contra nuestro centro; pero fué también rechazado por la brigada del Mayor General Manningham, que formaba la izquierda de la división de V., y por parte de la del Mayor general Leith que formaba la derecha de la división de mi mando. So• bre el ala izquierda se contentó el enemigo con em• bestir á nuestras avanzadas, que conservaron su puesto; mas todavía viendo lo infructuoso de sus planes sobre la derecha y el centro, pareció determi• nado á renovar un ataque más serio sobre la izquier• da, habiéndose posesionado ya del pueblecito, por cuyo centro pasa el camino real para Madrid, y que estaba situado al frente de nuestra línea; pero pronto fué expulsado del lugar con pérdida considerable, merced á un denodado ataque de algunas de las compañías del segundo batallón del regimiento nú• mero 14, mandadas por el Teniente Coronel Nicholls. Antes de las cinco de la tarde no sólo habíamos conseguido rechazar todas las tentativas contra nues• tra posición, sino ganado terreno en todas direccio• nes, ocupando una línea más avanzada que al princi• pio de la acción; mientras que el enemigo había reducido sus operaciones al tiroteo de su artillería y al fuego de fusil de sus tropas ligeras. A las seis cesó el fuego; y todas las diferentes brigadas se reu• nieron en el lugar que habían ocupado por la maña• na, y las avanzadas y centinelas volvieron á ocupar sus respectivos puestos. FRANCISCO TETTAMANCY

A pesar de la marcada superioridad que en estos momentos habían alcanzado nuestras tropas, por su bizarría sobre el enemigo, que de su número y domi• nantes ventajas de su posición esperaba, á no dudar• lo, una victoria segura y fácil, no me consideré bas• tante garantido, después de examinadas todas las circunstancias, contra la responsabilidad de separar• me de lo que yo sabía era la fija y primitiva deter• minación del último Jefe superior de las fuerzas; esto es, la retirada del ejército en la noche del 16 y su embarque, para lo cual todo había sido dispuesto por sus órdenes, estando ya muy adelantados los prepa• rativos cuando la acción principió. En su consecuen• cia, las tropas dejaron sus posiciones con-un orden que les hace honor; y después de retirar toda la Ar• tillería que dejó de embarcarse, marcharon con el mismo orden y se dirigieron á los diferentes puntos de embarque en la ciudad de la Coruña y sus alrede• dores; y las avanzadas que habían permanecido en sus puestos hasta las cinco de la mañana del día Xy, se retiraron después del mismo modo, sin que el enemigo se apercibiese de su movimiento. Merced á la incesante actividad de los Capitanes de la Marina Real Sres. H. Curzon, Gosselin, Boys, Rainier, Serret, Hawkins, Digby, Carden y Macken- zie, á quienes, en cumplimiento de las órdenes del Contra-Almirante de Courcy, se encargó el embarque del ejército, y á consecuencia de las disposiciones tomadas por el Comisionado Bowen, los Capitanes Bovven y Shepherd y otros agentes del cuerpo de transportes, la totalidad del ejército efectuó su em• barque con una prontitud que raras veces ha podido BRITANOS Y GALOS igualarse. A excepción de las brigadas mandadas por los Mayores Generales Hill y Beresford, que per• manecieron en tierra hasta averiguar la dirección que tomaba el enemigo, el grueso del ejército estaba á bordo antes del amanecer. La Brigada del Mayor General Beresford, que debía formar alternativamente nuestra retaguardia, ocupó el terreno fronterizo á la ciudad de la Coruña, y la que mandaba el Mayor General Hill se había estacionado como reserva sobre el promontorio que está á espaldas de la misma. En esto, poco después de las ocho de la mañana, el enemigo adelantó sus tropas ligeras, y en seguida se posesionó de las alturas de Santa Lucía, que do• minan el puerto. Mas á pesar de esta circunstancia, no temiendo que nuestra retaguardia pudiese ser for• zada, sin embargo de la muchas dificultades de su posición; y por otro lado apareciendo buena la acti• tud de los españoles, se determinó el embarque de la brigada del Mayor General Hill, que estuvo termi• nado á las tres de la tarde; después de lo cual, ha• biendo el Mayor General Beresford dado una com• pleta explicación, para satisfacer al Gobernador español, sobre la causa de nuestros movimientos con un celo y destreza que son á V. y en todo el ejército bien conocidos, tan luego como las preventivas dis• posiciones se hubieron efectuado, retiró, ya anoche• cido, sus cuerpos del frente de la ciudad, y junto con los heridos que anticipadamente se habían trasla• dado, efectuó su embarque antes de la una de esta mañana. Las circunstancias robaron nuestra esperanza de FRANCISCO TETTAMANCY

que produjese un brillante resultado para la Gran Bretaña el triunfo con que se dignó la Providencia coronar los esfuerzos del ejército, gloria conseguida á la terminación de un largo y fatigoso servicio, si bien nublada con la pérdida de uno de sus mejores soldados. La superioridad del número y la ventajosa posición del enemigo, no menos que el estado de este ejército, imposibilitaron conseguir ninguna ven• taja de nuestro éxito; pero debe servir de dulce con• suelo á V., al ejército.y á nuestra patria, que el lustre de las armas inglesas ha sido sostenido en medio de muchas y muy adversas circunstancias. El ejército que había entrado en España, no bien había efectua• do su total reunión, y por consecuencia de los mul• tiplicados desastres que hicieron dispersar las fuerzas del país, se encontró reducido á sus propios recursos; y si bien la marcha de las tropas inglesas, desde el Duero, había permitido esperar socorriesen al Sur de la Península, este generoso esfuerzo por salvar al desgraciado pueblo español, abrió al enemigo la co• yuntura de dirigir el impulso de sus numerosos cuer• pos, reuniendo antes el grueso de sus principales re• cursos, contra la única fuerza regular que existía en el Noroeste de España. Bien sabe V. con que acti• vidad se realizó este plan. Esta eventualidad produjo la necesidad de mar• chas forzadas, que disminuyeron el número, agotaron las fuerzas y destruyeron el equipo del ejército. Mas á pesar de todas estas contrariedades, y las que más íntimamente se agregaban al estado de una posición defensiva á que imperiosamente había conducido lo imprescindible de cubrir el puerto de la Coruña, 192 BRITANOS Y GALOS.

nunca se vio brillar más claramente el innato é indo• mable valor de las tropas británicas, que debe haber excedido del que V. podía esperar por el conoci• miento que ya tiene de cuan inherente le es esta ina• preciable cualidad. Me es imposible, al trasmitir á usted esta relación, señalar á los que, distinguiéndose más particularmente, hubiesen merecido su aproba• ción, puesto que todos han rivalizado en las ocasio• nes presentadas por lograr la mayor gloria. Los cuer• pos más empeñados en la acción, lo fueron las brigadas de los Mayores Generales Lord William Bentinck, Manningham y Leith, y la brigada de los Guardias mandada por el Mayor General Warde. Son dignos de la mayor alabanza los siguientes Oficiales y las tropas de su inmediato mando: el Mayor General Hill y el Coronel Catlin Crauford, que sostuvieron hábilmente sus puestos avanzados en la izquierda de nuestra posición; la fuerza del combate fué soportada por los regimientos números 4, 42, 50 y 81, con parte de la brigada de los Guar• dias y del regimiento número 26; el Teniente Coro• nel Murray, el Intendente General y los Oficiales de Estado Mayor General, que me asistieron con el más decidido apoyo, habiendo sentido mucho que la en• fermedad del Brigadier General Clinton, Ayudante General, me hubiese privado de su ayuda; y por úl• timo, debo al Brigadier General Slade la oferta que durante la acción me hizo de su asistencia personal, no obstante hallarse ya embarcada la caballería de su mando. Como la mayor parte de la escuadra se hizo á la mar y el resto estaba ya en marcha, y como por FRANCISCO TETTAMANCY 193

otra parte, al tiempo de efectuarse el embarque, los cuerpos tuvieron que mezclarse unos con otros á bordo, me es imposible por ahora ofrecer á V. una lista de nuestras bajas y demás accidentes; pero es• pero que la pérdida no sea tan considerable como pudiera creerse; y aun si se me pidiese la estimación de su número, me atrevería á decir que quizás no exceda de setecientos á ochocientos entre muertos y heridos; mientras que la del enemigo, que debe per• manecer desconocida para nosotros, me aventuro por varias circunstancias, á calcularla eñ muy cerca del doble número expresado. Varios han sido hechos prisioneros, pero no he podido llegar todavía al co• nocimiento de su número, si bien no es considerable. De los Oficiales de categoría algunos han sido muer• tos y otros heridos; de todos, sólo me es dado ahora citar los siguientes: Teniente Coronel Napier, del regimiento número 92, y los Mayores Napier y Stan• hope, del número 50, muertos; los Tenientes Coro• neles Winch, Maxwell, Fane y Griffith, y los Mayo• res Miller y Williams, heridos. Con V., que conoce bien á fondo las excelentes prendas que adornaban al Teniente General Sir John Moore, no necesito extenderme en consideraciones sobre la pérdida que el ejército y la patria han ex• perimentado con su muerte, que me ha privado de un inestimable amigo, á quien sinceramente me ha• bía ligado el largo conocimiento de su mérito, y de quien era aún más íntimamente bajo el aspecto polí• tico. Pero mucho servirá de consuelo á todos los que amaban y respetaban su carácter moral, el saber que, después de haber guiado el ejército con una fir- 13 194 BRITANOS Y GALOS

meza inalterable en medio de una azarosa retirada, terminó su honrosa y distinguida carrera con una muerte que dio al enemigo nuevo escarmiento, para respetar aún más al soldado britano. Lo mismo que el inmortal Wolfe, fué arrebatado de su patria' en edad temprana, después de haber empleado su vida en su servicio. Sus últimos momentos fueron, como los de Wolfe, iluminados por el reflejo crepuscular del éxito y animados por la exaltada exclamación de la victoria; y así como la de Wolfe, su memoria será por siempre sagrada en la patria, que tan sincera• mente amaba, y que tan fielmente ha servido. Réstame ahora manifestar mi deseo por que vuelva V. cuanto antes al servicio de su país, y la• mentar el desgraciado suceso que le obligó á dejar el campo y á depositar el mando interino en manos, con mucho, menos hábiles. Tengo el honor de repetirme, &.

El Teniente General,

JOHN HOPE.

Al Teniente General Sir David Baird, etc., etc.

isr TJ UVE _ e

Combencion entre S. E el Mariscal Duque de Dalmacia, Comandante de las tropas de S. M. el Emperador y Rey en Galicia y el Señor General D. Antonio de Alcedo, Gobernador Militar y políti• co de la Coruña. FRANCISCO TETTAMANCY 195

Art.o I.0 La Plaza de la Coruña, obras de fortificación, ba• terías y fuertes que de ella dependan con la artillería, almacenes, materiales, plazas y municiones, serán cedidas á las tropas de S. M. el Emperador y Rey Napoleón, a cuio efecto S. E. el Mariscal Duque de Dalmacia esta noche podrá tomar posesión de la puerta de la torre de abajo y su baluarte.

Art.° 2.o La guarnición española que reside en la Coruña, las autoridades civiles bien sean de Justicia, Admi• nistración, Hacienda, Clero y generalmente todos los habitantes harán juramento de fidelidad y sumisión á S. M. el Rey de España é Indias D. Josef Napoleón.

Art.0 3.0 Las personas de la Administración, Hacienda y el Señor Intendente de la Coruña y de su provincia de Galicia, Corregidor, Alcalde y demás funcionarios subsistirán en sus empleos, interinamente ejerciendo sus funciones en nombre de S. M. el Rey D. Josef Napoleón, como también serán hechos en nombre de dicha Magestad todos los actos del estado civil.

Art.° 4-o

Los Militares de la guarnición qualquiera que sea su grado y empleo, podrán entrar al servicio de S. M. el Rey D. Josef Napoleón conservando la misma 196 BRITANOS Y GALOS

graduación, después que haian hecho el juramento de fidelidad y obediencia según el artículo 2.0; a este efecto se formará un estado de nombramientos de los Señores oficiales, bien sean del Estado maior, tropas, asi como oficiales y soldados; este estado será certificado por S. E. el Señor General Don An• tonio de Alcedo, Gobernador de la Coruña, para que después se dé destino á estos militares, procediendo las ordenes de S. E. el Ministro de la Cuerra del Reino de España; esperando dichas ordenes los Mi• litares de que se trata, podrán mantenerse en la Co• ruña, donde se les contribuirá con los mismos vive- res y alojamientos que á las tropas francesas en este capitulo son comprehendidos los oficiales y emplea• dos de la Real Marina, que asi mismo se hallen en la Coruña, de los que se formará un estado y habrán de esperar en esta Ciudad las ordenes de S. E. el Mi• nistro de Marina. Art.o 5.0

Los Militares de la guarnición de qualquiera gra do que quieran dejar el servicio podrán retirarse á sus casas, después de haber recibido su demisión en forma, de S. E. el Ministro de la Guerra del Reino de España y hecho el juramento de fidelidad pres• crito en el Artículo 2.°: aquellos que no quieran ha• cer juramento serán considerados como prisioneros de guerra. Art.0 6.0

Las propiedades de los habitantes serán respeta• das, sin establecerles contribución alguna, pero será FRANCISCO TETTAMANCY 197

probista por la provincia la subsistencia de las tro• pas que estarán de guarnición; se pondrán salvaguar• dias en todos los establecimientos piadosos de Administración: la Religión será respetada y sus Mi• nistros protejidos en el ejercicio del Culto.

Art.o 7° •

La Administración de Reales Cajas se hará según costumbre, en nombre y por cuenta de S. M. el Rey Don Josef Napoleón acuio efecto todas las autorida• des Eclesiásticas y Civiles, como los empleados por el Rey continuaran cumpliendo con sus respectivas funciones y serán pagos de sus sueldos.

Art.o 8.0

Si algún empleado en Tribunales ó Administra• ción, quisiese hacer dejación de su empleo se podrá impedirlo; pero si lo anhelase se le concederá salir de la Ciudad con sus propiedades y efectos, dándole el pasaporte y seguridad necesaria.

Art.0 9°

Los Diputados de las Ciudades y qualquier otro individuo nombrado á representar parte del Reino de Galicia, podrán retirarse á sus casas, con sus equipajes ó vivir en la Ciudad si lo hallan combe- niente, concediéndoseles para seguridad de su per• sona,- una escolta, si la pidiesen. 1.98 BRITANOS Y GALOS

Art.° 10

Se permite á qualquier vecino de la Plaza retirar• se al paraje que guste con sus muebles y efectos, y todo lo que pueda pertenecerle, con tal que sea en lo interior del Reino.

Art.° II

Las casas y propiedades de todas las personas, que por orden, comisión u otro motivo se hallasen ausentes de la Plaza, serán respetadas y estas per• sonas podran volver quando lo tengan por combe- niente.

Art.° 12

El beneficio de amnistía ó perdón general que hace S. M. el Emperador y Rey Josef Napoleón, comprehenderá á la guarnición y habitantes de la Coruña, como igualmente á las personas que han servido un empleo qualquiera, por lo que ningún in• dividuo será perseguido, arrestado, ni castigado por haber tomado partido en los desordenes que han agitado el Reino, ni menos por sus discursos, escri• tos, medidas, resoluciones, ordenes que haian sido executadas durante aquel tiempo: el mismo beneficio de perdón general será comprehensivo á todas las Ciudades, barrios y pertenecientes del Reino de Ga• licia, á la hora que se rindan á la obediencia y que sus habitantes hiciesen el juramento de fidelidad á S. M, el Rey Josef Napoleón, . . FRANCISCO TETTAMANCY 199

Art.° 13

Las leyes, costumbres, vestiduras, se conservarán en toda su fuerza: Las leyes serán las que la Consti• tución del Reino ha establecido ó establecerá. Fecho en la Coruñ 1, por duplicado, á 19 de Ene• ro de 1809; firmado el Mariscal Duque de Dalmacia. —Antonio.de Alcedo.

número 10

RELACIÓN

de lo ocurrido en la entrada y estancia de los franceses en el convento de N. P. San Fran.c° de la Coruña

(Copia de un documento existente en el Archivo Franciscano de Santiago)

«En IO de Enero de 1809 comenzó á entrar en «este pueblo el ejército inglés que venía en retirada, «y al día siguiente comenzó á entrar tan de romplon «que ya no había boletas para los alojamientos, sino »que se entraban en las casas y conventos de tropel. «Entraron en éste, á pesar de que era el último que «hallaban por estar al último del pueblo, sin que «surtieran efecto alguno tres oficios que el Guardian «puso al Ayuntamiento para contenerlos. Al ano- «checer se agolparon tantos, que su número se regu- 200 BRITANOS Y GALOS

>ló en seis mil hombres. Se apoderaron de todas las »oficinas. Ocuparon el coro, y nada valieron las re- >flexiones de que era iglesia y que estaba allí el «Santísimo Sacramento, entrándose hombres y mu- «jeres indistintamente. Entraron en la librería; con «unos libros hicieron lumbre para calentarse, y otros «tendieron abiertos por el suelo para dormir sobre «ellos. En la cocina todo destrozaron; hasta la mis- »ma pizarra pusieron en pedazos. En este dia se «dispersaron algunos religiosos hacia sus tierras, «escapando por las montañas para librarse de los «franceses que inundaban las inmediaciones. Dur- «mieron unos pocos en el convento, en tres ó cuatro «celdas que pudieron conservarse por aquella noche, «pues los guardianes les echaron á tierra la puerta «en aquella tarde á culatazos. Al amanecer del 12, «el sacristán y otro religioso sumieron el Santísimo »y trataron de echar fuera, por la misma iglesia, la «plata y ornatos con hombres y mujeres que busca- «ron al efecto y tiraron todo en una casa inmediata, «sin orden ni método, sino todo á montón. Este dia »se dispersaron todos los religiosos, excepto el »P. Guardián, su Vicario y otros tres que aun se con- «servaron en una celda todo el dia y noche siguien- »te, llenos de susto por el mal trato que experimen- «taron de los ingleses. «Al dia siguiente, 13, imposibilitados de poder «subsistir en el convento, salieron estos úitimos y «cada uno buscó, ó posada ó algún bienhechor que «lo recogiese. De 55 religiosos de que se componía «la Comunidad, se quedaron 23 en el pueblo, y á «estos se repartió el trigo que había en la granera, FRANCISCO TETTAMANCY 201

«y tomó cada uno, ó se les avisó para que acudiesen «todos á tomar el vino que pudiesen. El 14, á las «nueve de la mañana, sucedió la explosión de los al- «macenes de la pólvora, que estaban en Elviña, á «una legua de distancia. Irritado el geneial inglés «Moore, porque el Gobernador de la plaza no acaba- »ba de mandar 46 carros que se necesitaban para la «total extracción de dicha pólvora, y viéndose, por «otra parte, con los franceses sobre sí, determinó «volarla, pasando primero aviso al Gobernador, pero «este no se dignó comunicarlo el pueblo para que «estuviese prevenido. Fué tal su ruido que algunos «aseguraron se había oido en Pontevedra, distante «veinte leguas. Ocasionó muchos sustos en este pue- «blo, y algunas mujeres embarazadas se han disgra- «ciado. Rompiéronse muchísimas vidrieras, se ex- «tremecieron todos los edificios y aun se inclinaron «algunos. Dos sacerdotes, que en aquel punto esta- «ban celebrando en la Colegiata, dejaron las misas »en el estado en que les cogió el estruendo, y se «echaron á huir, uno para la sacristía y otro para «fuera de la iglesia en la que se abrió de suyo el «cancel y de cuyo tejado cayeron piedras y tejas, en «el estremecimiento del edificio. En la noche de este «dia, no faltaron afrancesados que dijesen á Moore «que en el pueblo corría la voz de que los ingleses «querían saquearlo y reducirlo á cenizas, que no tra- «taban de defensa, y otras cosas á este tenor. Cons- «ternado Moore con este dicho, contrario en todo á «sus intenciones, resolvió dar una batalla al enemigo «antes de embarcarse, para convencer al público de «la rectitud de las intenciones. En efecto, tomó po- 202 BRITANOS Y GALOS

ssición, y el 16 del mismo mes rompió el fuego á las «dos de la tarde, poco más ó menos, mandando el «mismo en persona, y duró hasta la noche. Esta ba- «talla se dio en la parroquia de San Vicente de El- »viña, distante del pueblo una legua escasa. Murie- «ron en ella 5000 hombres por una y otra parte. Se «decidió á favor de los ingleses, aunque pereció en sella Moore; igual suerte tocó á su segundo. Este «murió en el mismo campo, de una bala de cañón, »y aquél aun llegó con vida al pueblo, pero falleció «luego en su alojamiento. El tercero, Sir David Ba- «ird, salió herido. «Los ingleses hicieron hogueras en sus puestos, y «con esto engañaron á los franceses , que los creian «en las posiciones en que estaban las hogueras, «pero toda la noche ocuparon en traer heridos al «pueblo y todos los enseres de guerra, que inmedia- «tamente embarcaron, retirándose todos ellos al «amanecer. Todo este día 17 ocuparon en matar ca- «ballos y embarcar los que pudieron. Hubo muchas «desgracias al embarcarse, pues la mar estaba tan «alborotada que parecía querer tragarse la tierra. «Por todas las calles había caballos muertos y vivos «abandonados, carros de municiones, sillas, monturas, «etc. Los franceses luego que al amanecer advirtie- «ron que se habían retirado los ingleses, colocaron «inmediatamente una culebrina de á 12 junto al cas- «tillo de San Diego, y desde allí comenzaron á dis- »parar tantas balas á la bahía, en que estaban los «trasportes y navios ingleses, que todos picaron de «cable para escaparse. A tres transportes, que vara- «ron al salir, pusieron fuego los mismos ingleses, FRANCISCO TETTAMANCY 203

«para que los enemigos no se aprovechasen de ellos. «En otro prendió fuego, no se si por desgracia, y «solo marchó ardiendo hasta la peña de la Marola. »Los ingleses que no pudieron embarcar, se entretu• vieron aquel dia en cerrar las puertas del pueblo y «colocar algunas faginas. Sin embargo que todo era «una confusión, trataron, á lo menos en la apariencia, »de defensa. Los pocos soldados que habia en la «plaza, fueron á las baterías acompañados de los «Urbanos, pues apenas habia para cada cañón un «soldado veterano. Por la tarde, pasó oficio el Sr. Juez «eclesiástico para que los eclesiásticos patrullasen «aquella noche para evitar alborotos y robos. Un «religioso nuestro lo verificó también, acompañado «con seis sacerdotes seculares sin dejar el hábito; y «esto mismo alarmó á muchas personas para que «concurriesen á llevar municiones á las baterías, que «toda la noche llevaron en continuo. »A1 dia siguiente, 18, se presentaban los france- «ses, ya por la Palloza, ya en el alto de Santa Mar- «garita, ya debajo de las mismas murallas. Estaban «bien seguros que no habia tropa en la plaza y por «lo mismo se paseaban con libertad. Toda la ma- «ñana siguieron los cañonazos sin orden alguno, por- «que tiraba quien queria, y á la tarde ya los pocos «soldados desmayaron, porque no tenian ración ni «jefe. Los franceses no han disparado un solo tiro al «pueblo. El resto de aquel dia y la noche se pasa- »ron en esta situación, y solo algunos hombres per- «noctaron en las baterías, y particularmente en la «Estacada, por donde podían entrar los enemigos. »A1 dia siguiente mandó el general Soult un parla- 204 BRITANOS Y GALOS

«mentario intimando la rendición de la plaza; se le «pidieron tres dias de término, pero los denegó di- «riendo que tenia sus tropas cansadas, y que hacia «mucho invierno etc; que le propusiesen las capitu- «laciones que quisiesen que venia de paz, etc. Por »la tarde, cuando volvió el parlamentario, se propu- «sieron las capitulaciones; todas las aceptó, y des- «pués del toque de oración entró Soult con su guar- »dia á dormir al Palacio, verificándolo el ejército en »el campo. Al amanecer del 20, entró todo el ejér• cito, y á las diez de la mañana hubo Te Deum y «misa en la Colegiata en acción de gracias por haber «entrado los enemigos en el pueblo sin haberse de- «rramado sangre. Asistieron todos los religiosos «que había, con hábito. «En los días que mediaron entre el embarque de «los ingleses y entrada de los franceses, ocultó el »P. Vicario de casa, toda la plata de la iglesia, colo- «cándola en diferentes partes, por si perecía en una «de salvarse en otra y no hubiese una pérdida total. «De las alhajas que iba colocando, formó tres listas. «Una entregó al P. Guardián, otra al Sacristán, y con «otra se quedó él, por si alguno moría se supiese de «ella por los demás. Igual gestión practicó con las «ropas de sacristía, poniéndolas en lios, colocándolas »en las casas en que, á su parecer estaban menos «expuestas. Con esto logró que, ni de plata ni de «ropas se perdiese la menor alhaja. En estos mis- »mos dias saquearon el convento los vecinos, no de• sjando colchón ni jergón, mantas, etc; hasta los po- «tes, peroles, calderos, tazas, cazuelas y leña llevaron. «Hubo hombre que se ocupó en arrancar cerraduras, FRANCISCO TETTAMANCY 205

«y se llevó una gran ensartada de ellas. Llevaron »pipas, cuarterolas y cuanto había en la bodega. «Repartiéronse los franceses la mayor parte en »los conventos, y los demás en los cuarteles y casas. «A la Comunidad de Santa Bárbara, pasó un oficio «la Ciudad para que en el término de una hora eva- «cuasen el convento y fuesen á reunirse con las Ma- »dres Capuchinas. Como el término era tan corto, lo «executaron abandonando toda la casa con sus ofici- »nas y ajuares particulares; y aunque el mayordomo «veló para conservar la bodega, granera y celdas, «solo pudo verificarlo con el fruto y vino, pero de «las celdas nada; de modo que las mas de de las re• ligiosas se quedaron con el encapillado. Los fran• ceses que se alojaron en él lo destruyeron en sus »pisos, paredes, celdas, y del órgano ni aun el más «leve vestigio han dejado. Llegó á tal su destrucción «de este convento, que para ponerlo después habita- «ble medianamente, gastó la Comunidad 7.000 reales «con canteros y albañiles, y 23.000 de Carpintería. «En el nuestro derribaron los franceses todo el «dormitorio del Poniente, que contenía doce celdas »é hicieron de él enfermería. Entraron en la iglesia, «en donde no hicieron más daño' que descerrajar «unas arcas de Cofradías, que creo solo tenian algu-' «nos cabos ó deshechos de cera. Sacaron satamente «la mesa de los Difuntos y los bancos, que llevaron «para las celdas. El trascoro se conservó cerrado «unos dos ó tres dias, y en uno de ellos subió el Vi- «cario de casa por una escala desde la iglesia, y con «la cuerda de la lámpara bajó todos los libros de «solfa, y á excepción del Salterio, que había queda- 2o6 BRITANOS Y GALOS

«do en el facistol, todos se salvaron. El mismo Vi• seado, viendo después que destrozaban el Órgano, «que continuamente estaban tocando, pudo compo- «ner con el Comandante del Convento ó cuartel de «San Francisco, como llamaban, que se le permitie- »se clavar una puerta y tapiar la del Coro. Acom- «pañole un oficial para esta ordenación, y, aunque «de mala gana, salieron los soldados que había den- «tro, mandó el Oficial al religioso bajar los fuelles, y «después que tocó lo que quiso, se tapió dicha puer- »ta. De este modo se conservó el Órgano á excep- »ción de unos seis caños que estropearon antes. «Después que Ney reemplazó á Soult, mandó «aquél que de la Ciudad y Comunidades, con el Ca- «bildo, fueran dos individuos á felicitar al Rey intru- »so en persona. Como la comisión nada tenía de «agradable, fué necesario nombrar á votos los dos «Comisionados. Recayó la elección en el R. P. Guar- «dián Fr. José de Grana, y en el R. P. Definidor Fr. «Ignacio Gens. Unidos con los de la Ciudad y Ca- «bildo y demás Comunidad, marcharon, y mas allá «de Lugo los hicieron retroceder los paisanos, sin «que la escolta francesa que llevaban fuese bastante «para abrirles el paso. Retrocedieron en efecto; y «con pasaporte del Gobernador de Lugo, se volvie- «ron á la Coruña. A las once de la noche del mismo «dia en que llegaron, se presentó un escribano á to- «dos ellos á intimar una orden de Ney para que á «las cinco de la mañana estuviesen fuera del pueblo »y en camino á cumplir su comisión, ó de lo contra- «rio, que á las once de la misma mañana serian to• ados fusilados irremisiblemente. Emprendieron su FRANCISCO TETTAMANCY 207

«marcha, y con una escolta de 500 franceses pudie- «ron romper. A su vuelta sufrieron muchísimos tra. «bajos, ya con los franceses, ya con los españoles; «con aquellos porque eran frailes, y con éstos por- «que venian con pasaporte francés. «Por ausencia del P. Guardián presentó el Vica- »rio el 19 de Marzo del mismo año un memorial al «Mariscal Ney, pidiéndole alguna parte del Conven- »to para habitación de algunos ¡religiosos. Decretó «que pasase al Gobernador para que comisionase «sujeto que, acompañado del pretendiente, le señala- »se la mejor pieza. Comisionó á un Ayudante de la «plaza, y este señaló al dicho Vicario, seis celdas; «mas como estas no tenían comunicación con la igle- «sia, se vio precisado á pedir otras que la tuviesen, «en lugar de las señaladas. A esto dijo el Comisio- «nado que era necesario volver al Gobernador, con «quien ya había estado el Comandante de San Fran- «cisco diciéndole que no quería alli frailes. Llegaron «los dos Comisionados y Vicario, y tanto el Gober- «nador como el Comandante, que aun estaban jun- »tos, lo negaron todo. En seguida, pidió el Vicario «que á lo menos le permitiesen sacar los pocos li- » bros que habían quedado en la librería. Se le con- »cedió, y de este modo se salvaron. «Mientras los franceses permanecieron en este «pueblo, tomó partido con ellos, haciendo el oficio de «espía, un religioso morador de este Convento que »se llamaba Fr. Manuel Fiz. Sin embargo de su mal «oficio, no hizo daño á persona alguna en el pueblo, »siendo asi que muchos regulares y seculares han «desahogado en su presencia sus pensamientos y «deseos. Al fin, se marchó con los franceses y se «ignora su paradero.»

(Facilitado por el publicista D. Manuel Amor Meilan) 208 BRITANOS Y GALOS

_A- PÉ TST DICE - NOTA

En la página 144 incurrimos en un anacronismo transcribiendo en español una inscripción, que escri• ta en inglés, contiene una lápida existente en la cara Oeste interior de la cerca de granito que rodea el mausoleo emplazado en el Jardín de San Carlos, don• de se guardan los restos del general Sir John Moore. Y con el fin de rectificar el error y al propio tiempo no destruir el sentido de dicha inscripción, nos vemos en el caso de reproducirla literal:

THIS BARRIER BUILT AND THE MONUMENT REPÁ1RED BY

ORDER OF THE BRITISH GOVERNMENT A D I824

RICHARD BARTLETT

CÓNSUL.

A la vez completamos el trabajo con la siguien• te, que se estampa en otra lápida que aparece en la cara E. interior de la cerca referida:

AVISO EL SOR. PRESIDENTE DEL AYUNTAMIENTO DE ESTA CIUDAD P. BANDO PUBLICO FECHA.... DE AGOSTO DEL AÑO MANDO QUE SE EXIGIESE LA MULTA DE VEINTE DUCADOS A CUAL QUIERA PERSONA QUE VIOLASE LA URNA SEPULCRAL DEL GENERAL YNGLÉS D. JUAN MOORE LO QUE SE HACE SABER A TODOS POR EL PRESENTE EN LA INTELIGENCIA QUE EL CÓNSUL DE S. M. BRITÁNICA EN ESTA PLAZA RECLAMARA DE LA AUTORIDAD COMPETENTE LA IRREMISIBLE EXACCIÓN DE DICHA MULTA. ÍNDICE DE LOS CAPÍTULOS

PÁGINAS

DEDICATORIA

INTRODUCCIÓN.—Las concupiscencias del César.—Si• tuación militar de España al comenzar la invasión francesa.—La expedición al Norte del Marqués de la Romana—Opiniones de varios escritores militares 9

CAPÍTULO I.—Invasión del ejército imperial en Espa• ña.—Entrada en la misma de Napoleón: su plan de operaciones.—-Levantamiento de Asturias y Galicia: la alianza inglesa.—Batalla de Rioseco. — Auxilio de las fuerzas británicas.—Juicios de escritores na• cionales y extranjeros acerca de la organización de los ejércitos españoles 23

CAPÍTULO II. — Sir John Moore (Biografía).— Naci• miento y educación de Moore, su ingreso en la Mi• licia y sus hazañas militares en América.—Es nom• brado miembro del Parlamento.—Sus operaciones en Córcega é Indias Occidentales.—ídem en Egipto y Suecia 47 14 210 BRITANOS Y GALOS

PXGINAS

CAPÍTULO III.—Sir John Moore en España.—Lo per• sigue Napoleón.—Encuentro en Benavente entre ingleses y franceses. Cae prisionero el general Leféb- vre - Desnoettes.— Napoleón desiste en la persecu• ción de Moore, encomendando á Soult la misión.— Encuentro de Cacabelos y muerte del general fran• cés Colbert.—Acción de la Tolda (Lugo) ... 63

CAPÍTULO IV.—Moore continúa en su retirada llegan• do á Betanzos.—Sale de esta ciudad para la de la Coruña.— Llegada á la misma.—San Vicente de Elvifia 79

CAPÍTULO V. — Disposiciones del general Moore.— Voladura de dos polvorines.—Atenciones que tuvo la Coruña con el ejército inglés.—Plan de opera• ciones de Moore y Soult.—Comienza la acción de Elviña.—El general inglés Baird es herido de gra• vedad.— Avance de los ingleses.—El generalísimo Moore cae mortalmente herido 91

CAPÍTULO VI.—Continúa la acción encargándose el general Hope del mando del ejército británico.— Los franceses son rechazados.—Bajas que tuvieron ambos ejércitos.—Embarque de las tropas inglesas. —Los franceses hostilizan á la Coruña.—Entrada los mismos en dicha población 117

CAPÍTULO VII.—Muerte de Sir John Moore.—Sus exe• quias.—Mausoleo levantado en la Corufia á su me• moria—Honores que se le tributaron en los tiempos actuales.—Iinscripción histórica 137

CAPÍTULO VIII. - Las consecuencias del combate de Elviña.—Tropelías cometidas por las fuerzas ingle• sas y francesas.—Saqueo de conventos.—Fin . . 153 FRANCISCO TETTAMANCY 211

ÍNDICE DE LOS APÉNDICES

PÁGINAS

I. Antecedentes acerca de la expedición del mar• qués de la Romana á Dinamarca. .... 161 II. Correspondencia reservada de la Junta del Rei• no de Galicia 167 III. Descripción de la Iglesia de S. Vicente de Elvifla 172 IV. Partidas de baustismo de Elvifla 176 V. Id. de defunción 178 VI. Reclamación de D. Benito Sanjurjo. . . . 180 VIL Id. de D. Josef Méndez de Vigo. . 183 VIII. Parte del general Hope acerca de la batalla de Elviña . 185 IX. Capitulaciones entre la plaza de la Coruña y el Mariscal Soult 194 X. Relación del Convento de Franciscanos de la Coruña 199 XI. Rectificación de una lápida en la Tumba de Sir John Moore. 208 ÍNDICE DE FOTOGRABADOS

PÁGINAS

Cubierta: Entrada del general Moore moribundo, en la Coruña 1 Retrato del autor 5 2 Id. del marqués de la Romana 13 3 Id. del capitán D. Ramón Posse. . . 19 4 Id. de D. Francisco Berinudez de Sangro. . 27 5 Croquis de la Coruña, año de 1808. .... 28 6 Retrato del general Blake \ 33 7 Mortero español que funcionaba en los años 1807 al 1810 41 8 Retrato del general Sir John Moore. ... 48 9 Id. del mariscal flanees Duque de Dalmacia, 71 10 Vista general de Lugo 73 11 Murallas de Lugo 73 12 Vista general de Betanzos 81 13 Retrato del párroco de Elviña fallecido en 1909. 84 14 Iglesia parroquial de San Vicente de Elviña. . 84 15 Casa rectoral de Elviña 87 ,.i6J Ruinas de los polvorines de Penasquedo: í- .U l,° Almacén de balas, en el lugar do Lagarteiro 94 í5£ 2.*f Id. de pólvora en el lugar do Fieiteiro. 94 fff¿?. iJugár del Escorial 109 Feria do Galiacho 109 FRANCISCO TETTAMANCY 213

PXGINAS

20 Punto donde cayó rnortalmente herido el general Moore 113 21 Espada, reloj y faja que usaba el general Moore. 115 22 Vista general de la aldea de Elviña. . . . 119 23 El Castro de Elviña 119 24 Ruinas del interior de la quinta que poseían en Elviña los P.P. Dominicos 123 25 Id. del exterior id. id. id. . . 123 26 Las llaves de la plaza de la Coruña (1809). . 133 27 La tumba de Sir John Moore 142 28 Monumento levantado en Londres en 1909 á la momoria de Moore 148 29 Lápida conmemorativa dedicada por el Ayunta• miento de la Coruña, al generalísimo Moore en el primer Centenario de su muerte. . . . 149 30 Retrato de la sobrina de Moore que descubrió en Londres el monumento levantado á la memoria de su tío 151 31 Casco de granada y balas de fusil procedentes de la acción de Elviña, halladas en dicho punto. 152 32 Exterior de la Casa donde murió el general Moore 154 32 Interior id. id 154 34 Periódicos coruñés de la Época (año 1808-1809). 156 35 Inauguración de la lápida colocada en la Casa donde murió John Moore, cuya solemnidad se celebró en Enero 1909 156 36 Vista General de la Coruña en 1910 .... 158 37 Croquis de la batalla de Elviña 161 OBRAS DEL AUTOR

Historia Comercial de la Coruña, agotada. Enredadas, poesías en gallego (fuera de venta), agotada. O Castro de Cañas, poema gallego, ilustrada con fotograbados, agotada. Diego de Samboulo, leyenda histórica, en verso y prosa gallegos, ilustrada con fotograbados, agotada. La Revolución Gallega de 1846, 2.a edi• ción, ilustrada con 62 fotograbados. Discurso contestación al de D. Manuel Diez San/urjo, con motivo de la recepción de éste como académico de número, en la REAL ACADEMIA GA• LLEGA, (fuera de venta). Britanos y Galos (Páginas de la Guerra de la Independencia, 1808 á 1809); ilustrada con 40 fo• tograbados.

PRÓXIMAS Á PUBLICARSE

O Agoiro do Druida, poema en verso y prosa gallegos. Zapicadas, versos gallegos. Lope de Vilouzás, estudio histórico (siglo xiv). E) Monasterio de Cánduas, estudio histó• rico (siglo XV). Tres Letras de Cambio Gallegas (siglos XVI, XVII y XVIII). Acontecimientos históricos gallegos (si- glos^CVIIl y XIX).

Los pedidos á casa del autor, Ba• rrera 34, pral., (üa Coruña), quien los servirá, enviándole previamente el im• porte de cada ejemplar con los sellos de correo incluso el de certificado.