Britanos Y Galos
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BRITANOS Y GALOS F. TETT(ñMñNCV GA5TÓN BRITANOS Y GALOS (páginas de la 6uerra de la independencia) 1808-1809 1_A CORUNA IMPRENTA Y FOTOGRABADO DE FERRER CAL1.H REAL NlhuRPO 61 1 9 1 O ES PROPIEDAD DEL AUTOR Sres. T). jvfarce/o jYíacías garcía y D- Benito Fernández j/flonso Mis queridos amigos: Cuando en los meses de Enero al de Marzo de 1006, dediqué á ustedes, en el simpático periódico lácense La Idea Moderna, unos apuntes, compendio del asunto á que se refiere este modestísimo trabajo, no abrigaba, entonces, los propósitos de darle mayor extensión, ni menos concederle los honores de la pu• blicidad por medio del presente volumen. Mas al considerar que se aproximaba el Cente• nario—con todos los sucesos que le precedieron—de aquella famosa batalla librada á las puertas de esta capital el 16 de Enero de 1809, entre dos razas hete• rogéneas por sus costumbres y su religión, pero ambas animadas de un mismo espíritu vigoroso y guerrero, hecho que constituye una página interesantísima de nuestra brillante historia regional contemporánea, me fijé en la necesidad que demandaba ampliar su informe narrativo, atendiendo á la ligereza con que lo emitieron algunos historiadores que en dichos suce- VI DEDICATORIA sos se ocuparon, y á la marcada parcialidad de otros, quienes llevados de un sentimiento de nacionalismo, incurrieron en lamentables errores, tergiversando el concepto histórico. Saben ustedes, mejor que yo, el poco apego que en los tiempos que corren se tiene en España—á la inversa del extranjero—á esta clase de trabajos de investigación, arduos de suyo y tan difíciles de cons• truir; obedeciendo preterición tan absurda y lo diré, creo sin temor á equivocarme, á ese género de lite• ratura dominante, que poco á poco va filtrándose en la conciencia social, encamado en el Cuento, en la Crónica ó en la Novela Moderna, cuyas respecti• vas formas, aunque se las engalane—lo cual sucede raras veces—de rica y lujosa vestimenta de léxico, jamás su fondo será tan educativo para la cultura pública, como las prácticas enseñanzas de inelucta• ble utilidad que revisten los estudios históricos. Si se han de corregir los vicios y defectos de que adolece nuestro actual organismo social, derivados del ambiente insano que predomina, es racionalmente imprescindible estudiar nuestro PASADO desde que se inició, hace veinte siglos, la obra de la civilización, exhumando aquéllos laudables ejemplos de civismo y aquellos principios moralizado-res que contiene, ejem• plos y principios que la presente Sociedad debe adop• tar, si hemos de reconocer, como proclama un escritor insigne de nuestros días, nada sospechoso, cual Pérez Galdós, que «aburridísima sería la Historia y monó• tono el Tiempo, si una y otro no trajesen la explosión dramática del sentimiento secular, la bárbara justi• cia, que pone fin á indecibles abusos y vejámenes-». FRANCISCO TETTAMANCY VII Ahí tienen ustedes, pues, impreso BRITANOS Y GALOS; libro que debiera haber visto la luz hace meses; pero que circunstancias especiales, que no son del caso exponer, han impedido su publicación. Y así como en ocasión anterior tuve placer singu• lar en dedicarles la síntesis de dicha obra, es natu• ral que ahora consagre á ustedes él todo; que nadie mejor que ustedes, son acreedores á este humilde aga• sajo, por lo mucho que se afanan con esta índole de b'abajos propagando la cultura de la amada tierra de Galicia, y por la amistad sincera é inquebranta• ble con que vienen distinguiendo al que se reitera de• votísimo admirador. Francisco Tettamancy La Cortina, 1910. INTRODUCCIÓN Las concupiscencias del César.—Situación militar de Es• paña al comenzar la invasión francesa.—La expedición al Norte del Marqués de la Romana. — Opiniones de varios escritores militares. I El Consulado, postrera ficción republicana de aquella truculenta etapa de 1793, cayera antes de que él régimen monárquico tuviera oportunidad para levantarse; y al Consulado, sustituye el Imperio, en• carnado en la persona de Bonaparte, quien trueca á su vez este nombre por el de Napoleón. Evolución tan anómala sirvió para trastornar los principios. Tras la sangrienta metamorfosis operada desde la monarquía tradicional á la república, régi• men, este último, proclamado por la soberana vo• luntad de un pueblo que, seccionado luego en diver• sas sectas revolucionarias comete todo género de excesos é incongruencias, surge, como inmediata consecuencia, una nueva transformación: el sistema BRITANOS Y GALOS republicano conviértese en una especie de monarquía militar, produciendo esta evolución un solo hombre, pretextando que «la República no podía por sí misma realizar el fin esencial de su propia existen• cia» (!) esto es, que su vida política «no debía dima• nar en el gobierno por medio del gobierno mismo». Con este desatinado argumento, sugerido de un cerebro asaz ambicioso, vemos que el Estado fran• cés pasa á ser dirigido por el capricho de un indi• viduo, oponiendo los supuestos derechos de una personalidad gigantesca á los derechos legítimos, indiscutibles, que de abolengo correspondían á una sociedad, que ya se hallaba entonces en pleno goce de una pujante civilización; no siendo extraña á ella, nuestra España, que, entrando en las ideas nuevas- se iba saturando de una sana filosofía y de una lite, ra tu ra y arte admirables, precisamente en los críticos momentos en que los ejércitos napoleónicos, invadían estruendosamente su territorio, para presentar como triste corolario á aquella época, la llamada GUERRA DE LA INDEPENDENCIA. Los antiguos descamisados, que al estridente can• to de la Carmañola se embriagaran con el repug• nante crimen, decapitando las honorables figuras de Lavoisier, Jolivet, Andrés Chénier, Roucher, el ancia• no Fenelón; que en el corto intervalo de cuatro meses hicieran subir al cadalso de Paris doce mil mujeres... y la mayoría de aquellos tenaces convencionalistas, precursores de los descamisados, pasan pronto, unos y otros, á humillarse ante el nuevo Alejandro, siendo revestidos de las más altas dignidades del Imperio, llegando algunos de estos aventureros á ceñir en sus FRANCISCO TETTAMANCY sienes corona real. Era preciso que en consonancia con su nueva dinastía, crease también el César una nueva aristocracia... Napoleón, determina provocar hondas luchas entre Francia y Europa, iniciando y practicando una serie de grandes guerras que quebrantaban la• mentablemente la vida política y social de los ver• daderos Estados del Continente y que destruían el antiguo mundo á los golpes del despotismo en pro• vecho de una civilización mejor, «mientras la paz creara en cambio el mundo nuevo con sus libertades precisas y altamente progresivas», (i) Y en sus ímpetus de conquista, el flamante tau• maturgo, á la inversa de la política de Carlomagno, no dejaba á las naciones conquistadas ni su consti• tución, ni sus leyes, ni sus hábitos, ni sus usos, ni sus costumbres, sino que se arrogaba la dirección suprema de todos ellos para que «esos elementos convergiesen á un centro común, á la unidad polí• tica, á la UNIFORMIDAD, señal de decadencia y de muerte». (2) Mas los quiméricos propósitos del célebre gue• rrero quisieron malograrse pronto: la dinastía por él fundada, eclípsase en breve, como secuela de su falsa cimentación; y Francia levántase luego potente y vigorosa al amparo de un sistema progresivo y eminentemente democrático, llevándola á un estado político perfecto, siendo hoy uno de los mejores modelos entre las naciones más cultas y poderosas de la tierra. (1) M. FKANCIS LACOMBE: Historia de la Monarquía en Eu• ropa, tomo 4.0, pág. 91.—Barcelona, 1860. 2) Ob. cit., pág. 95. 12 BRITANOS Y GALOS II Los errores de la política exterior en que, desde los albores de la pasada centuria, venía incurriendo el Gobierno presidido por Godoy, comprometieron, tras• tornaron y debilitaron, como atinadamente discurre el entendido marqués de San Román (i), los elemen• tos de fuerza y poderío que á España abonaban, re• presentados en un ejército regular de todas las ar• mas, con una instrucción y organización magníficas que no tenían que envidiar á los extraños, compuesto de 112.000 hombres—sin incluir 43 regimientos de milicias prQSÍrrfciáícs y otras unidades auxiliares— apoyada á la eji un sólido sistema defensivo de plazas ^fotiri%a¿íoxies en todos sus dominios, sufi• ciente para sósteriér airosamente el honor nacional. Esa p.glíti¿ay'era igual, con sus vicios y desa• ciertos, á la de aquel famoso «Pacto de Familia» de la cual tanto abominaran los esclarecidos estadistas Aranda y Floridablanca, á quienos no quiso el rey oir sus saludables consejos, y que precipitó, con tal motivo, el desarrollo de la pavorosa tragedia france• sa, provocando la declaración de guerra á la Repú• blica, para exigir luego Francia á España la acepta• ción de la paz de Basilea y la pérdida de Santo Domingo, obligándola á firmar en San Ildefonso la alianza ofensiva y defensiva contra Inglaterra, trata• do dolorosísimo que nos ocasionó la catástrofe de Trafalgar... (1) La España en el siglo XIX, (colección de conferencias históricas).—Ateneo Científico y Literario de Madrid. Curso de 1885-86; tomo I.", pág. 47.—Madrid, 1886. €1 parqués de la Romana FRANCISCO TETTAMANCY 13 Esa política, observada por el Príncipe de la Paz, que, dado su excepcional valimiento en la Corte, qui• so postergar aquella otra mas racional del Conde de Aranda, trajo á nuestra patria un abismo-de desgra• cias sujetándonos á los caprichos y concupiscencias de Napoleón, nuestro dulce aliado por aquellos cor• tos dias, quien solicitó del gobierno español la expe• dición á Dinamarca del marqués de la Romana (1807), «de amarguísimo fruto» (i) con una división de 11.596 soldados de infantería, 2.700 caballos y 600 artilleros con 25 piezas. Mermadas nuestras fuerzas de la Península con esos 15.000 soldados de menos, que representaban un ejército aguerrido y admirablemente disciplinado, se hacía más difícil la resistencia, desde el instante en que el formidable ejército imperial de amigo que era, se convirtiese en enemigo temible; como seguidamen• te aconteció, á las pocas horas de poner éste sus plantas en nuestro territorio.