Revista Electrónica del Centro de Investigaciones Criminológicas de la USMP-PERÚ- 2da Edición

DERECHOS HUMANOS: DELINCUENTES Y VÍCTIMAS, TODOS VÍCTIMAS. TEMAS PARA INVESTIGAR EN LA CRIMINOLOGÍA CRÍTICA LATINOAMERICANA DE LOS PRÓXIMOS AÑOS.*

Lolita Aniyar de Castro Penalista y Criminóloga. Investigadora reconocida internacionalmente, es considerada una de las creadoras de la Criminología Latinoamericana. Ministra Consejera de la Delegación Permanente de ante la Unesco. Ha escrito: Victimología, Criminología de la Reacción Social, Criminología de la Liberación, Temas de Derecho Penal, El Guante de Terciopelo, El que queremos ; Democracia y Justicia Penal.

Sumario: 1-Las revoluciones originadas por los Derechos Humanos en nuestro campo de batalla. 2- A pesar de haber nacido en la misma cuna, ¿pueden la Criminología y la Victimología seguir andando caminos paralelos, o es el momento de re-integrarlas, ahora de otra manera, conjuntamente con todas las instancias que conforman el espacio de la llamada “cuestión criminal”. 3- La Historia detrás de la Criminología en los inicios del 3er milenio. 4- La irresistible tentación de definir. Los Derechos Humanos, la Libertad y la Seguridad. 5- Democracias y autoritarismos: víctimas de las instituciones y víctimas de la Ley. la Independencia de Poder Judicial como Derecho Humano. 6- El autoritarismo del mercado y de la globalización: un banquete particular. Otra forma de victimización. 7- La globalización cultural y las migraciones. 8- El Miedo y el aumento de las penas. 9- El Derecho Penal del Enemigo. 10-El regreso del peligrosismo y la cultura de la guerra. 11- El proceso penal como conjunto de garantías a los Derechos Humanos. 12- El rol de la llamada Justicia. 13- La legislación penal de emergencia. 14- La otras penas, las falsamente “no-penales”. 15- El delito político. 16- Otro tema de investigación: la Economía Política del Castigo y la Psicología Social de la Represión. 17- El lugar de la investigación. América Latina: sitio de producción de conocimientos. 18- Una condición de la investigación: El viejo interrogante: ¿de qué lado estamos? 19- Criminología y Derecho Penal. 20 - ¿Puede la Criminología ser una Criminología como “Disciplina Integrada y Crítica del Control Social”, y convertirse así en la Criminología de los Derechos Humanos? 21- Una obligación: dar respuestas.

1-Las revoluciones originadas por los Derechos Humanos en nuestro campo de batalla:

Si, -haciendo uso de una memoria corta, yo quisiera decir de dónde vengo, diría que de la Criminología. Pero mi nacimiento en ese campo, fue, en realidad, la Victimología. Si no me equivoco, el primer libro en español, dedicado exclusivamente a la Victimología1, hoy

*Ponencia presentada en el Encuentro Anual de Criminología, Venezuela – Noviembre del 2005 1 Aniyar de C.,Lola: VICTIMOLOGIA,, edic. del Centro de Investigaciones Criminológicas de la Universidad del Zulia, l969. Víd también Mendelssohn: “La Victimologie”, en Revue de Droit Penal et Criminologie,Bruselas, l958-59. Cornil, Paul: “Contribution de la Victimologie aux Sciences Criminalistiques” en Revue de Droit Pénal et Criminologie, Bruxelles, l959. En la misma Revista, William Callewaert publica un artículo sobre “La Victimologie et l’escroquerie”; mientras que Jiménez de Asúa , publica un trabajo sobre “Victimiología” en Estudios de Derecho Penal y Criminología, Buenos Aires, Omeba,l951. En Venezuela, Mendoza ,J.R. analizó la influencia de las víctimas de los accidentes o delitos de tránsito en los mismos. Pinatel escribe “Les aspects interpersonnelles de la Conduite Criminelle” en Revue de Criminologie et de Droir Pénal Comparé, N° 2, Paris, l961. También son precursores Racine, el argentino Sempértegui y el cubano Tabío.

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amarillo por el paso del tiempo, lo publiqué yo en 1969. Empezó siendo mi tesis de posgraduación en Roma en l964. Fue también mi primer libro. Mendelssohn, para entonces, había escrito algunos artículos pioneros que abrieron las puertas a mi curiosidad; y Von Hentig publicó un trabajo en l948 sobre “The Criminal and his victim”2, y había dedicado muchas páginas de su “Criminología” al rol de las víctimas. Ellenberger, por su parte, publica sus “Relaciones Psicológicas entre el Criminal y la Víctima”, donde las clasifica. También estaba la investigación que sobre víctimas propiciatorias del homicidio había hecho Wolfgang 3.

Aunque prácticamente en manos de psicólogos, hasta el momento, ya era bastante revolucionario, para entonces, mirar hacia la otra parte: la cara siempre oculta hasta el momento, del binomio delincuente-víctima. El delincuente había dejado de ser “el protagonista”, como Ferri lo denominaba.

36 años han pasado. Aquel era el tiempo del positivismo y la obsesión era buscar causas y condiciones para el paso al acto delictivo: cómo las víctimas, con su conducta, -y en ocasiones en virtud de algunas pulsiones de muerte y masoquismo-, habían preparado, y a menudo impulsado, las condiciones para que el delito se cometiera.

Era el tiempo en el que -se decía- las víctimas se adecuaban a sus victimarios como la “cerradura a la llave”, o se afirmaba que el delincuente era arrastrado por la seducción de la víctima “como el lobo por las ovejas”. Eran las personas que tenían “tendencia a ser víctimas” de delitos y accidentes de cualquier tipo, inclusive ataques de animales. Inclusive Tomás de Quincey, en su libro “On Murder Considered as One of the Fine Arts” decía que la víctima, en ocasiones, “quería ser asesinada”. O víctimas delincuentes que, a su vez, resultaban víctimas del “escotoma” producido por sus malas intenciones, al ser estafadas por aquel a quien pretendían estafar. Era el tiempo de los buenos y los malos, casi sin matices.

Las propuestas eran las de reducir las penas por la participación generalmente inconsciente de la víctima, y tal vez, inclusive, de responsabilizar a aquellas esas víctimas propiciatorias del delito cometido.

Por fortuna “nosotros, los de entonces,- como decía Pablo Neruda en uno de sus viejos poemas- ya no somos los mismos”.

Mucha agua ha corrido bajo los puentes, muchos paradigmas se desmoronaron, otros surgieron.

De la Criminología positivista, aquella de la pasión represiva o reeducativa, del Estado omnipresente y exclusivista en su monopolio de la función punitiva, y totalmente centrada en el delincuente, se pasó a la criminología crítica o del control social, -inclusive al

Según Cornil, Sutherland, De Greef y Selig habían presentado de manera incidental el argumento,. Y Versele, S.C. sus “Appunti di Diritto e di Criminología con riguardo alle vittime del delitti” en La Scuola Positiva, n° 4, l962 2 Von Hentig, Hans: The Criminal and his Victim, Yale University Press, l948 3 Wolfgang Marvin: “Victim Precipitated Criminal Homicide”, in Journal of Criminal Law, Criminology and Pokice Science, 1957.

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abolicionismo del sistema penal. Y de aquella Victimología positivista, a una que ahora reclama no sólo justas pretensiones indemnizatorias, sino la presencia de la víctima como parte importante del proceso penal, cuando no su absoluta primacía para dar inicio a la maquinaria jurisdiccional; además de la tendencia a facilitar la solución privada de los conflictos y la obligación de darle asistencia psicológica y social.

¿Cuál fue el motor de esas trasformaciones copernicanas, verdaderas revoluciones intelectuales?

La respuesta no puede ser sino la insurgencia, con amplios poderes enraizados en una nueva conciencia colectiva, del concepto de los Derechos Humanos. Esos subversivos Derechos Humanos, que generalmente han sido sospechosos para el Poder.

Esto nos lleva a una pregunta de total actualidad:

2- A pesar de haber nacido en la misma cuna, ¿pueden la Criminología y la Victimología seguir andando caminos paralelos, o es el momento de re-integrarlas, ahora de otra manera, conjuntamente con todas las instancias que conforman el espacio de la llamada “cuestión criminal”?4

Hace mucho tiempo, allá por los 80, en México, propusimos que el objeto de la Criminología Crítica fuera el estudio del control social, formal o informal. Algunos debates y disidencias surgieron contra la amplitud de la propuesta. Sin embargo, hoy más que nunca se dibujan, como características de este inicio de siglo, la peligrosidad de los controles5, así como el avance del autoritarismo y de la manipulación que se ha hecho de la misma Criminología para justificarlo.

Aquella Criminología de la Liberación que postulamos en la década de los ochenta, era una no-teoría. Habíamos dicho que no queríamos una teoría que se congelara en el tiempo; es decir, que lo que proponíamos, por su plasticidad ontológica, era un planteamiento abierto, que se adaptara a lo histórico concreto, que fuera fluyente hacia el futuro.

Bueno es aclarar que utilizamos la palabra “Criminología”, para comprender todo lo que se relaciona con lo que se define como crimen, y por lo tanto con la criminalización, con las instituciones normativas y administrativas que se han utilizado para manejarlo, con las expectativas y el imaginario colectivo, y con las manipulaciones políticas que se hacen de todo este complejo conjunto de hechos, ideologías, políticas, que es tan trascendente para la gobernabilidad. “Criminología” es también, entonces, algo que tiene que ver con la búsqueda de controles sobre los controles y con las víctimas de todas estas instancias y situaciones.6

Es decir, que estamos todavía dentro del marco conceptual de la Criminología como Teoría

4 Es la muy antigua aspiración de Von Liszt, retomada por Baratta en una perspectiva crítica, cercano a lo que l980 proponíamos como Teoría Crítica de todo el Control Social. 5 Parafraseando a Zaffaroni, quien habla de la peligrosidad del sistema penal 6 (Víd. Lola Aniyar de C.: Criminología de la Liberación , publicaciones del Vicerrectorado Académico y el Instituto de Criminología de la Universidad del Zulia, l987)

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Crítica del Control Social.

Para esta concepción de Criminología, la Victimología es una parte importante de la misma. Que se haya desarrollado separadamente ha sido beneficioso por lo mucho que aportó. Pero es imperativo hoy entender ambas instancias del pensamiento y la reflexión, como parte de una sola disciplina, necesariamente articulada, e interesantemente enlazada por el concepto de Derechos Humanos.

¿Qué ha pasado en el mundo, y en América Latina desde el último siglo?

3- La Historia detrás de la Criminología en los inicios del 3er milenio:

El siglo XXI amanece en un escenario de catástrofe.

Porque el siglo XX se caracterizó por los más espantosos genocidios. Como concepto delictivo, el genocidio es un delito de tan reciente concreción doctrinaria que apenas aparece en la Convención de NNUU de l948. Ni siquiera se sabía cómo denominar un fenómeno tan espantoso antes del holocausto: esa palabra fue inventada en 1943 por Rafael Lemkin.

Para dar sólo un sucinto panorama, recordaremos que en el S. XX se asesinaron 1.5 millones de armenios, 6 de ucranianos, 6 millones de judíos, 250.000 gitanos, 6 millones de eslavos, 25 millones de rusos, 25 millones de chinos, 1 millón de ibos, 1.5 millones de bengalíes, 200.00 guatemaltecos, 1.7 millones de cambodianos, 500,000 indonesios, 2 millones de sudaneses, 600.000 ruandeses, 2 millones de norcoreanos, y 10.000 kosovares. A ello debemos sumar las guerras de Afganistán e Irak; así como los asesinatos masivos de personas y las desapariciones, sin contar las torturas, que se han producido en muchos países latinoamericanos. Esta enumeración, hecha por Amnistía Internacional de forma más bien aproximada, no abarca la totalidad de los asesinatos realizados en la historia por situaciones diversas de macrocriminalidad

El siglo XXI no se ha iniciado con menos violencia.

Mencionemos algunas cifras del terrorismo: 2.978 muertos el 11 de septiembre del 2001 en Nueva York, Washington y Pennsylvania; 21 en Djerba en abril del 2002; y 18 y 12 en Mombasa y Bali en noviembre y en octubre3, respectivamente, de ese año;63 en Estambul, 45 en Casablanca, 35 en Ryad, Arabia Saudita en noviembre y mayo del 2003, respectivamente; 191 en Madrid y 34 en Sinai en noviembre y en octubre del 2004; 118 en Hilla (Irak), en febrero del 2005, en mayo del 2003; 56 en Londres y 88 en Sharm el Sheikh, Egipto, en julio del 2005. (No disponemos de las gigantescas cifras de la guerra de baja intensidad entre Israel y la intifada palestina).

Nos hemos acostumbrado tanto a las grandes tragedias, que su mención numérica simplemente las banaliza. Se convierten en cuadros más o menos estadísticos, sólo números, detrás de los cuales desaparecen las historias personales y sociales de cada uno de los seres humanos que componen las cifras. No tenemos ni las fotos de las víctimas, no sabemos de qué color eran sus ojos, ni sus nombres, ni un resumen de sus vidas o realizaciones: nada que las individualice.

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Es así como se evapora la esencia de lo humano.

Ante ese espectáculo de Estados, funcionarios o agentes, delincuentes e impunes, tenemos que lamentar que la criminología, en general, -aunque sí la victimología, al menos, al referirse a las víctimas del abuso de poder-, no se haya interesado por estos homicidios, limitándose a seguir estudiando el relativamente mínimo espacio de los delitos individuales localmente cometidos.

Ciertamente, ni los Códigos Penales, ni la Dogmática Penal, surgieron para estudiar los más grandes crímenes. No porque no existieran en la Europa pre-revolucionaria grandes masacres, terribles exterminios: recordemos las Cruzadas, la Inquisición, la persecución de los hugonotes, las quemas de brujas....Sino porque eran delitos del Poder, político o religioso o militar, pero poder al fin, como ahora. Por eso estos Códigos y esta Dogmática de hoy, más o menos permanentes a través de la historia, no sirven para tratar los abusos de poder en condiciones catastróficas

¡Pequeños controles, éstos, los penales, que sólo sirven para castigar a los pequeños!

Entonces, ¿para qué sirven la Criminología y el sistema penal tradicionales? Debemos tener una criminología, y por lo tanto, una victimología, que puedan dar cuenta, sólidamente, de las razones y de los controles relativos a los asesinatos masivos.

No podemos obviar la estrecha relación entre conocimiento, controles, leyes y poder; no hay perspectiva crítica sin esa unidad conceptual. Un ejemplo de esta relación lo tenemos en el hecho de que, mientras que las leyes y Declaraciones no muestran, sino en ocasiones y a muy largo término, alguna eficiencia indemnizatoria o punitiva frente a los genocidios y los asesinatos colectivos cometidos desde posiciones de supremacía, en cambio sí se han puesto a la orden del control del terrorismo grandes inversiones, Congresos y tecnologías. Y es porque en estos casos los autores de las masacres vienen de estratos nacionales o religiosos que no están en el Poder. Los controles se activan, como se sabe, cuando los poderosos de antes “pierden la guerra”

Sería interesante investigar hasta qué punto las Declaraciones multinacionales (por ejemplo, la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de los Delitos y de los Abusos de Poder), sólo tienen efectividad cuando se posee una parte del poder político, además de un fuerte poder organizativo, para hacer valer las indemnizaciones y reclamos de las víctimas de las grandes masacres. Al mismo tiempo, determinar cómo estas acciones, que han surgido con una energía particularmente desmesurada, han abierto la puerta a violaciones de Derechos Humanos antes respetados.

Porque los Derechos Humanos no han sido siempre utilizados para enfrentar las matanzas generadas “desde arriba”. Ha debido crearse un denominado “Derecho Humanitario” para manejar situaciones que, en sustancia, poco se diferencian de los delitos convencionales. Ciertamente, en las guerras, la ingerencia política es más obvia. Y es tan grande el poder que las desata que, -en vez de proscribirlas-, sólo se ha llegado a ponerles límites a la barbarie que toda guerra entraña.

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Es, pues, a través de la sangre de las víctimas como logramos más fácilmente encontrar los homicidas. Es lo que nos permite acercarnos un poco más a una perspectiva de la totalidad, desvincularnos del parcelamiento del conocimiento que la modernidad nos impuso.

En el campo de la macrovictimización, Ester Kosovski había señalado la existencia de un nuevo concepto que extiende el campo a niveles incalculables: las minorías como víctimas. Y luego, conjuntamente con las víctimas por abuso del poder político, también se refiere a las víctimas del poder económico.7 Ante este paisaje de homo hominis lupus, son tantas las víctimas que no sabemos si los no-victimizados son la minoría de la población.

Esta es en parte la importancia de reunir, estratégicamente, Victimología Crítica y Criminología Crítica. Los Derechos Humanos son precisamente el eslabón que también asocia hoy, indivisiblemente, a la nueva criminología con la nueva Dogmática y las nuevas teorías del proceso penal. Vinculación, por cierto, bien influida por los conocimientos que desde afuera aportaban tanto la Victimología, como la criminología de los controles, siempre dispuesta- esta última- a dejarse confundir con propuestas axiológicas.

¿Cuál compromiso, cuáles valores, cuál sociedad, cuál vida planetaria queremos en el siglo XXI? ¿Cuál Criminología, cuál Victimología, cuál dogmática, cuál proceso penal? ¿Cómo construir estas instancias usando todos los materiales disponibles, de manera que puedan comprender los grandes delitos, las grandes acciones de negatividad social?

Estas son las primeras preguntas que deberían dirigir parte de la actividad investigativa en los años por venir. Porque cuando los Derechos Humanos son masivamente violentados, nadie puede tranquilamente dormir en su cama.

4- La irresistible tentación de definir. Los Derechos Humanos, la Libertad y la Seguridad.

Como muchos, Robert se impacienta por la incapacidad demostrada hasta ahora de construir un concepto coherente de lo que es “delito”. Es precisamente esa incapacidad lo que ratifica que el concepto de delito no es sino el instrumento de múltiples actitudes o intereses, variables en el tiempo y el espacio, y variables entre ellos mismos.

Por eso el conocido y a la vez desconocido fantasma del delito “parece ser” escurridizo. Se nos ha socializado para creer que podemos simplemente meter en un solo saco todas las situaciones sancionadas con una pena, y excluir las que no lo han sido.

Para concretar una posible definición de lo delictivo, el tema de los Derechos Humanos impregna las posturas alternativas en Criminología. Hermann y Julia Schwendinger8, por su parte, y Baratta por la otra, intentaron definiciones de lo delictivo, de lo socialmente

7 Kosovski, Ester: “Abuso de poder. Nuevas medidas contra la prepotencia”, en Capítulo Criminológico, órgano del Instituto de Criminología “Lolita Aniyar de Castro”, Universidad del Zulia, 23-2, l995 8 Schwendinger, Julia y Hermann: Defenders of Order or Guardians of Human Rights” en Issues in Criminology, N° 5, Berkeley, Calif.

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negativo, o de lo penalmente controlable -según los autores-, que girarían precisamente en torno a los estos Derechos. Aquellos buscaron un referente ético y a la vez estratégico en las Declaraciones de DDHH en NNUU (serían delito aquellas acciones que violaran bienes protegidos en las Declaraciones de DDHH en Naciones Unidas). Baratta, por su parte, intenta definir los parámetros de un referente material de “lo socialmente negativo“, en una formulación que, no obstante no ser iusnaturalista, nunca dejó de ser ética. En el pensamiento posmoderno, pues, un bloque de propuestas axiológicas se enfrenta a las posiciones utilitarias y sistémicas. Para él los derechos humanos serían el objeto (posible pero no necesario) de la tutela penal, a la vez que el límite a la potestad punitiva del Estado .

Como objeto y como límite, pues, los Derechos Humanos9 poseen preciadas cualidades heurísticas: son estratégicos, son éticos, son universales, son variables, y son ejemplo de compromisos entre puntos de vista diferentes. Tienen, claro, las limitaciones que aporta su ser históricamente determinado: no siempre son definiciones permanentes. Y las limitaciones que proporciona el saber que ellos suelen ser sólo la parte elevada del doble discurso (haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago).

La utilidad de ese doble discurso es que las Constituciones lo asumen; así, aunque los Derechos Humanos no se realicen necesariamente en la práctica institucional, a menos que se active expresamente su protección, legitiman cualquier acción que tienda a convalidarlos.

En el caso de las víctimas, de aquellos que sufren el resultado de acciones individuales o institucionales que los privan de vida y de derechos, de nuevo el asunto es de controles y de cómo resarcirlos, pero también de cómo evitar esas acciones, esos sufrimientos, de cómo contener a futuro esas acciones.

Los Derechos Humanos que deberían ser objeto central del interés de esa amplia concepción, tanto de la Criminología como de la Victimología, deberían ser la Libertad y la Seguridad.

Seguridad en un sentido amplio: como protección de las agresiones de toda índole, especialmente contra la vida, la integridad personal, la salud (y por lo tanto el ambiente), y la propiedad; seguridad para garantizar el movimiento, el crecimiento -incluido el crecimiento espiritual-; seguridad nutricional, habitacional, de empleo y de educación. Seguridad de no ser discriminado.

Y, a la vez, libertad física y de movimientos, de pensamiento, de expresión, y de fe, de asociarse, de manifestar. Libertad de escoger, la que también comprende la libertad para ser diferente a los demás.

Libertad y seguridad para disfrutar de las oportunidades y de los bienes materiales e intangibles disponibles en la naturaleza y las sociedades. Esto incluiría como un Derecho Humano la emigración económica y política. La mejor manera de entender la

9 Los Derechos Humanos serían el objeto y el límite del poder punitivo, según Baratta.

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globalización es que, así como se decretó que no hubiera fronteras para capitales ni instituciones vinculadas al movimiento internacional de los mercados, no haya tampoco fronteras para los individuos. Hoy las poblaciones migratorias ofrecen una gran vulnerabilidad para ser victimizadas. 10

Parecería que seguridad y libertad, entendidas en un concepto amplio, fueran la misma cosa. Las limitaciones a la seguridad son limitaciones a la libertad y las limitaciones a la libertad son limitaciones a la seguridad.

Y, tanto la Criminología como la Victimología, deberían tener como norte proteger a los ciudadanos contra la afectación de esos dos derechos, y buscar medios para resarcirlos cuando se les prive de ellos. Las garantías y los derechos, acciones e instituciones, dirigidos a hacer valer los que se proclaman, deben afinarse y complementarse.

No nos parece aventurado avanzar que delincuentes y víctimas son, de una manera u otra, todos víctimas. Así que también hay que considerar el resarcimiento por violación de los Derechos Humanos de los delincuentes cuando hayan sido quebrantados por las estructuras institucionales, como por ejemplo, no sólo el error judicial, sino el retardo penal y las condiciones de la cárcel.

Una propuesta, más conservadora por cuanto mantendría el estatus actual de los Códigos tradicionales, propuesta que debería ser manejada con la cautela necesaria para que no conduzca a una sobrecriminalización, sería la inclusión normativa del concepto de “delitos contra los Derechos Humanos”, como un nuevo bien jurídico tutelado, en el cual, por supuesto, podrían ser subsumidos algunos tipos ya existentes en los Códigos. Ello les otorgaría una jerarquía especial en instrumentos normativos plagados de tutelas de calidad axiológica insignificante frente a la trascendencia de un Derecho Humano. El peligro de otorgar jerarquías, sin embargo, es que se pueda hacer selectivamente: unos derechos sí, otros no.

5- Democracias y autoritarismos: víctimas de las instituciones y víctimas de la Ley. la Independencia de Poder Judicial como Derecho Humano.

Igualmente el siglo XXI despierta en la continuación de un viejo escenario de abuso de poder y de su legitimación por la fuerza o el discurso.

La tesis del autoritarismo como “mal necesario” ha tomado una lamentable fuerza legitimadora. Se ha llegado a decir que “en América Latina la población recibió con alivio los regímenes que prometían ley y orden, no porque su población fuera portadora de una cultura autoritaria, sino porque las dictaduras aparecían como males necesarios en períodos de cambio y grandes movilizaciones sociales“.11

10 Una rápida ojeada a la prensa nos permite detectar el verdadero Muro de Sangre que se ha ido formando por las matanzas de mexicanos que intentan entrar ilegalmente a los Estados Unidos, los sucesos del Peñón de Gibraltar del cual fueron vìctimas los subsaharianos, y las incendiarias protestas de los imigrantes en la banlieue Parisina, en el mes de noviembre de este 2005. La famosa “Guerra del Fútbol” centroamericana tuvo su motivo en las migraciones económicas entre dos países. En cada uno de los nuestros podemos observbar los procedimientos identificatorios a veces ofensivos, y hasta privaciòn de derechos y servicios…

11 Lechber, R: Los patios interiores de la democracia. Subjetividad y política, Santiago de Chile, Fondo de

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Comenzamos apenas a desembarazarnos de las más cruentas dictaduras cuando encontramos nuevos tipos de autoritarismos: unos comienzan legal y legítimamente por procesos electorales y van perdiendo legitimidad progresivamente, bien por el colapso general del consenso, bien por las maneras insidiosas o antidemocráticas de desairar el consenso original o de paralizar la protesta.

En algunos de nuestros países se ha llegado hasta la distorsión de la lógica de los instrumentos penales para consolidar una estructura legal de apoyo al poder. Aunque se sabe que todo régimen tiende a decretar su propia legalidad, también es cierto que Ley y Derecho no son la misma cosa. Se pueden decretar leyes que van en contra del Derecho. El producto será legal, pero no estará jurídicamente validado. Parece ser cierto que el ex dictador brasileño Getulio Vargas dijo en alguna ocasión: “Para mis amigos todo, para mis enemigos, la Ley”. Haya sido o no cierto, la verdad es que esta frase explica muy bien la diferencia entre Ley y Derecho.

Es asì como se generan vìctimas de la Ley y vìctimas de las instituciones.

La autonomía del Poder Judicial tiene una importancia a la que no se le ha puesto la debida atención. Su trascendencia, sin embargo, es válida en la práctica de la democracia, no sólo desde que, en la Convención de La Habana, el libre desenvolvimiento de defensores y abogados era condición atinente a los Derechos Humanos, sino la ONU tiene un Relator Especial para la independencia del Poder Judicial, Magistrados y Abogados. Es decir, que esta autonomía es un verdadero Derecho Humano.12

Esa autonomía del Poder Judicial es, en realidad, el Derecho de los Derechos, la garantía de las garantías, lo único que permite asegurar los otros derechos cuando éstos fueren conculcados.

Entonces: ¿Por qué separar las víctimas de los delitos definidos institucionalmente, de quienes son víctimas de los controles penales, de las persecuciones “legales” y de las impunidades? Este es otro tema que merece ser investigado.

6- El autoritarismo del mercado y de la globalización: un banquete particular. Otra forma de victimización.

Cultura Económica , l995 Cit por Saez Capel, José: Seguridad Proceso Penal y DD HH en América LA y el Caribe Edic. de Ilanud y Universidad de la Patagonia San Juan Bosco, 2004. “Los totalitarismos se apropian de los miedos ideologizándolos, borrando las amenazas reales, transformándolos en fuerzas del mal, como el caos, el delito, la droga, el comunismo y (…) el terrorismo”. Pág10. ; También Mark Malloch Brown, Administrador del PNUD. La Democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanos y ciudadanas . PNUD 2004 : “El corazón del problema es que si bien la democracia se ha extendido ampliamente en América Latina, sus raíces no son profundas. Así, el Informe advierte que la proporción de latinoamericanas y latinoamericanos que estarían dispuestos a sacrificar un gobierno democrático en aras de un progreso real socioeconómico supera el cincuenta por ciento” 12 Baratta ya lo decía explícitamente en su trabajo sobre Respeto Mínimo a los Derechos Humanos en la Ley Penal.

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Mientras nuevos y viejos autoritarismos parecieran no ser tomados en cuenta en las consideraciones sobre la naturaleza del control en nuestro continente, el imperio de un mercado sin fronteras comienza a desdibujar los principios humanísticos que dieron cabida a la concepción del buen gobierno y de los Derechos Humanos. Por cuanto los límites entre países sólo sirven para defender lo que se ha convertido en una idea abstracta, es decir, apenas un nombre de Estado, vacío de contenido propio, la soberanía se ha convertido en un argumento de carácter retóricamente militar.

En América Latina se han expandido los conflictos sociales tanto como los modelos político criminales de los países centrales, incluidas sus respectivas legislaciones, sin tomarse en cuenta las especificidades históricas estructurales o culturales, con efectos estrafalarios y perversos sobre la imaginería del delito y la represión, así como la que se tiene sobre el poder y los intereses.

La globalización se ha convertido, pues, en una forma no siempre sutil de totalitarismo.

Las palabras, como siempre, cargan su propio equipaje semántico: hablamos de “globalización”, (término que tiene falsas connotaciones horizontales), -cuando no se trata sino de una estructura piramidal que se impone verticalmente a través de medios sutiles de convencimiento e ideologización. Por ejemplo: asesorías y becas para estudiar los sistemas penales de los países centrales, sus sistema procesales y policiales, los métodos tecnológicos de control al probacionario, la aplicación de la política de tolerancia cero, o de la ideología de la Ley y el Orden; las nuevas tesis que sustituyeron, -a nivel de lenguaje solamente-, la “peligrosidad” por “factores de riesgo“13; los controles situacionales invasivos, las cárceles privatizadas

Esto promueve un extraño banquete para nuestros países: el de las formas de control importadas.

Engullimos disciplinadamente, y sin protestas por el desconocimiento de nuestras realidades antropológicas e históricas - y más bien hasta con jactancia de modernidad-, los modelos legales que aseguran de este modo los controles necesariamente uniformizados para el libre desenvolvimiento del mercado. Ejemplo de esto son la justicia negociada, y el poder de criminalización y de impunidad que posee, -prácticamente sin límites reales, aunque los tenga legales-, el Ministerio Público.

Saboreamos la novedad de los acuerdos reparatorios de los Códigos procesales, pero los reducimos a su mínima expresión. Ciertamente, las medidas alternativas a la pena de prisión son un ícono de nuestros avances. Pero ahora, como en Venezuela, la represividad adopta nuevas modalidades: en lugar de aumentar las penas, se opta por sumar las figuras delictivas a las que se decide que no se les aplicarán aquellas medidas.

De la misma manera, UNICEF nos vendió la receta universal de las Leyes de Protección al Niño y al Adolescente. Ahora los menores, víctimas tradicionales de todas las situaciones a

13 Gestión de los riesgos sobre la base de cálculos estadísticos y probabilísticas, para lo cual se controla e incapacita a las categorías de individuos más riesgosas (ahora el control se haría sobre grupos de personas y no sobre personas individualmente consideradas)

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través de la historia, están incorporados al campo penal, que es un terreno minado. Se bajó la imputabilidad penal a límites nunca soñados, ni aún en los discursos más represivos. No se tomó en consideración que en nuestros países no hay- y en muchísimos años tal vez no habrá-, instituciones de calidad para ayudar a los menores en conflicto con la Ley. ¿Se presume que el campo penal es aséptico y produce justicia? En vez de mejorar los sistemas de protección al menor abandonado o en conflicto con la ley, ¿se cambiaron las leyes- en detrimento de la mayoridad penal- para que nada cambie? ¿No vale la pena evaluar lo que ha resultado de estas reformas?

Como si no fuera suficiente, revisamos con fruición los menús de las privatizaciones de las instituciones de control, sin haber hecho un examen exhaustivo de las posibles consecuencias de las mismas. Conocimos un contrato para construir y administrar cárceles privadas que disminuía el costo de administración de las mismas a medida que se aumentaba el número de reclusos... ¡qué tentación!

No se nos oculta que la globalización es, también, factor de nuevas criminalidades: según un informe de la Casa Blanca, los cárteles internacionales del crimen y la delincuencia de Cuello Blanco se han visto facilitados por el colapso de la URSS, la reducción de las barreras comerciales y los avances de las telecomunicaciones14

Pero esto no sólo es válido para la delincuencia de Cuello Blanco: Mauricio Benito señala cómo los sistemas de mundialización económica han afectado de forma especialmente dramática a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, “entre ellos los niños, niñas y adolescentes, y los jóvenes: las dificultades económicas de las familias, la misma desintegración familiar, una educación de poca calidad que expulsa a sus miembros del sistema, una integración al mercado laboral prematura y en condiciones extremamente desfavorables, así como la dificultad en encontrar primeros empleos de calidad en la economía formal, son sólo algunos de los aspectos que se entrelazan en el entorno en el cual se forman las nuevas generaciones centroamericanas”.15

Y, continúa:“Hoy América Latina es considerada la región más violenta del mundo, debiéndose esto a factores asociados al hecho de presentar la mayor inequidad social, el mayor consumo de alcohol por habitante y la más elevada tasa de desórdenes neuropsiquiátricos16. (BID. 2000).

Los problemas centrales en este plano son la pobreza y la desigualdad, que no permiten que los individuos se expresen como ciudadanos con plenos derechos y de manera igualitaria en el ámbito público, y que erosionan la inclusión social. Los indicadores muestran que en todos los países de la región hay más desigualdad que en el promedio mundial” (Informe PNUD 2000).

14 Editorial NY.Times, nov.22 del 2000, cit p. Saez Capel :Seguridad, Proceso Penal y Derechos Humanos en América Latina y el Caribe ob cit. p.13) 15 BENITO, Mauricio: “Maras” en Centroamérica: Causas Socioeconómicas de la Delincuencia Juvenil” 16 Londoño, J.L. Gaviria A, Guerrero R, Asalto al Desarrollo. Violencia en América Latina. BID. 2000.

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15 paises con m ayor inequidad (Gini) sobre un total de 173 países

El Salvador 52,2

México 53,1 B urkina F aso 55,1 G uatemala 55,8 Lesotho 56 G u in e a -B is sau 56,2 H onduras 56,3 C o lo m b ia 57,1

Paraguay 57,7 Su dafrica 59,3 Nicaragua 60,3 Brasil 60,7 S w az ila n d ia 60,9 R epublica C entroafricana 61,3

Sierra Leona 62,9

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7- La globalización cultural y las migraciones: Es tarea de la Criminología (incluimos, como hemos dicho, en este campo, la victimología), a inicios del nuevo milenio, recoger lo que se ha dicho, se ha hecho, se ha vivido, aquí y afuera, para detectar el nivel de “globalización” cultural que tenemos, porque esto influye en las tendencias a la criminalización. Sin duda estamos penetrados, pero también sin duda mantenemos, nuestras diferencias étnicas (lo cultural profundo, las creencias ancestrales, o clavadas en los sentimientos, o artificialmente asumidas como trascendentes: lo que los inmigrantes, esos nuevos “enemigos”, -nuevas víctimas-, para los países del Primer Mundo, arrastran como único equipaje al traspasar las fronteras).

Las migraciones o desplazamientos forzosos son un fenómeno característico de los países con índices profundos de precarización. Tanto en Europa como en Estados Unidos, los desplazamientos de ciudadanos del tercero y cuarto mundos generan actitudes que los victimizan. En Europa, el binomio inmigración-criminalidad parece ser el nuevo estereotipo de enemigos a controlar. Los procedimientos de identificación se convierten en agentes de criminalización.

¿Cómo mantener para estas migratorias víctimas del hambre, y luego de la discriminación, el “Derecho a Ser Diferente”, tanto en las instituciones normativas como en la práctica del sistema penal?

8- El Miedo y el aumento de las penas: Ante la falta de posibilidades de hacer efectivas

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las políticas sociales necesarias, el sistema penal emerge como el más importante recurso de la gobernabilidad.

Del Estado Mínimo, se pasa al Estado policial-penal máximo.17

Se agrega el miedo, el cual, ideologizado por el poder autoritario, y convertido en una amenaza supuestamente real para todos, y se ha ido manejando cada vez más políticamente. Ese fantasma motoriza emociones generalmente irracionales, y en América Latina, aunque no sólo aquí, abre la puerta a formas diversas de autoritarismo y hasta a la quiebra del Estado de Derecho, a través de la vulneración de los Derechos Humanos.

Así, tenemos en casi todas partes unas deshilachadas democracias, que se sostienen, por una parte, sobre leyes cada vez más represivas, y, por la otra, sobre las penas informales del que, en otras ocasiones, he denominado “sistema penal subterráneo“. En ambos casos, estas sedicentes democracias, de alguna manera también, como las viejas dictaduras militares, se sientan sobre la punta de las bayonetas.

Podríamos también intentar definir como Derecho Humano el Derecho a un Derecho Penal Mínimo.

En cuanto a los muertos y heridos del sistema penal subterráneo, -ese ya viejo tema, permanente, por lo tanto-, de las ejecuciones extrajudiciales tenemos que reportar que hoy, como nunca, están a la orden del día: sólo en Venezuela se contabilizan más de 3.655 muertos por la policía, sin castigo, desde agosto del año 2000 y febrero del 2005, de los cuales 2.300 fallecieron en presuntos enfrentamientos, lo que es tal vez más grande que el número de homicidios cometidos por particulares en el mismo período18.

El miedo determina reacciones profundamente represivas: Mientras en 1996, el 32 % de la población opinaba que la policía tenía derecho a matar, esa cifra aumentó al 38.4 % en el 2004.19

Por su parte, el Observatorio Venezolano de Prisiones 20 señala cifras no menos alarmantes: sólo en el primer trimestre hubo 156 heridos y 110 muertos -parece que llegaron a 200 en el semestre completo- en los 32 centros penitenciarios del país (apenas en el mes de abril murieron 39 presos y 37 fueron heridos). Pero la respuesta del Ministro

17 Víd. BENITO Mauricio : como forma de contener la crisis social generada como consecuencia del creciente numero de marginados, se ha apostado por una política represiva asentada sobre el principio de más estado penal. Esto nos lleva a la situación de contar con “Estado mínimo” para las políticas sociales y económicas y “Estado máximo” en materia policial- penal. 18 Declaraciones del exparlamentario Rafael Narváez a El Nacional el 14 de mayo del 2005, quien denuncia igualmente las presiones politicas por parte de las fracciones oficialistas “ y se corre el riesgo de que la Asamblea Nacional negocie políticamente el resultado de esa investigación el resultado de esa averiguación con lo quedarían impunes los crímenes y abusos policiales...” 19 Declaraciones del Soc. Roberto Briceño León en el seminario realizado por Venamcham sobre Represión del Delito y Derechos Humanos, El Nacional , 16-06-2005. Por su parte, Liliana Ortega, representante de Cofavic anota que el 80% de estos casos no llega a juicio, y los que llegan son absueltos, y acusa a la impunidad como promotora de esos hechos. 20 Humberto Prado: declaraciones a El Nacional, 15 de mayo del 2005

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fue ordenar, -no programas de estudio y de trabajo, o más humanas condiciones de vida, o investigar quiénes introducen las armas al local-, sino ¡requisas en todas las cárceles del país!

Cuatro elementos significativos hay que señalar aquí: la impunidad, en el caso de las ejecuciones; en consecuencia, la pena de muerte, no autorizada constitucionalmente; la violación por omisión, y también por acción, de los Derechos Humanos, en el caso de las cárceles; y la indiferencia, -cuando no la aprobación-, de la población ante los hechos.

9- El Derecho Penal del Enemigo:

El concepto viene de Jakobs, quien enfrenta el derecho penal del ciudadano al derecho penal del enemigo, o lo que es lo mismo, la asimilación del control social a un ejercicio de guerra. Hablar de guerra es hablar de batallas, muertes, y bajas. No de resolver problemas reales en sus raíces originales. Nada más lejos de una concepción democrática del buen gobierno. Ya Mezger, al servicio del nazismo, aducía que ese enemigo no pertenecía a la comunidad, que era un extraño. Por lo tanto, bien podía ser objeto de todos los exabruptos.

Todo esto ha sido llamado la “sociedad terrorista”21: los controles serían los ideológicos de contención y los punitivos de represión. Es decir, violencia legal en la guerra interna y violencia organizada en lo institucional: cuerpos armados, policía, cárceles.

Cuando se argumenta que toda sociedad de clases es represiva, se olvida puntualizar que todas lo son: toda sociedad es sociedad de clases. De una o varias, pero de clase.

Fue un error del economicismo, dice Lefebvre, reducir la opresión a las condiciones materiales de vida, de las instituciones o de las ideologías. Las represiones se extienden a todas las instancias, a todos los niveles, incluidas la vida sexual y afectiva. A todo lo que pasa desapercibido por su cotidianidad: “Hoy se reconoce que la represión se extiende a la vida biológica y filosófica, a la naturaleza, a la infancia, a la educación, a la pedagogía, a la entrada a la vida”.

Es el momento entonces, de señalar también los pequeños poderes, que siempre hemos considerados los más arbitrarios e incontenibles: el poder marital, el parental, el de género, y los muchos muertos y heridos que estos supuestos “pequeños poderes” han producido, como ha sido ampliamente reseñado por la moderna Victimología.22

10-El regreso del peligrosismo y la cultura de la guerra

De nuevo nos persigue el viejo concepto de peligrosismo. El asesinato de los niños de las maras centroamericanas, no es sólo espantoso por el exterminio, sino porque se trata de personas a las que ni siquiera se les pueden imputar delitos: sólo peligrosidad. A pesar de que se dice que estos asesinatos han sido cometidos por maras o pandillas rivales de menores, las estadísticas desmienten esta creencia. La verdad es que se trata de grupos

21ver Henri Lefebvre: “La vida cotidiana en el mundo moderno” en Antropos , ob cit p.11 22 Víd trabajos en Victimology, an Internacional Journal, vol 2, l977-78, números 3 y 4.

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desconocidos, que los matan en la calle. En el caso de Guatemala el homicidio de menores de edad viene creciendo de los 248 registrados en el 2001, 251 en 2002, 391 en 2003 y a junio del 2004 200.23

En Europa, específicamente Francia, se reviven viejas leyes peligrosistas. Como se ha dicho, ahora el inmigrante es el enemigo, el “desconocido”, el “outsider”, el “diferente”.

Zaffaroni tiene razón al referirse más bien al “peligrosismo” del sistema penal.24

11- El proceso penal como conjunto de garantías a los Derechos Humanos

Siempre he sostenido que el proceso penal debe considerarse como un sistema de garantías. Al eliminar el tradicional concepto de proceso como rutina puramente mecánica para llegar a la sentencia, se nos ofrece la posibilidad de abrir el mundo del Derecho hacia la democracia, como ha sostenido Antillon25.

12- El rol de la llamada Justicia: No hay Justicia para delincuentes o víctimas si no investigamos de dónde surgen, de qué valores o estereotipos se alimentan los procedimientos argumentativos. Y también los temores, los compromisos, el oportunismo de los jueces y sus delitos propios.

13- La legislación penal de emergencia o coyuntural que trastoca el sentido de lo prohibido y de la necesaria codificación.

Después del apogeo, que no fue más que transitorio y fundamentalmente teórico, de las descriminalizaciones masivas, ahora vivimos en medio de una gran inseguridad jurídica. La legislación penal de emergencia a veces también se ha convertido en instrumento de control político.

Muchas veces, también la reivindicación de los intereses de los grupos oprimidos se convierte en factor de sobre-criminalización. Será virtud de los investigadores y agentes sociales, ser mesurados y equitativos al valorar las maneras de dignificar estos derechos sin necesidad absoluta de acudir a la sanción penal.

14- La otras penas, las falsamente “no-penales”, deben seguir siendo objeto de pesquisa: las que excluyen, las que privan de derechos, las que se esconden tras subterfugios neopositivistas, (por ejemplo, tras la coartada de grupos o factores de riesgo) de inimputabilidades o tratamientos o reeducaciones.

15- El delito político debe ser reconsiderado como objeto de estudio entre las prioridades de la criminología latinoamericana.

23 Grupo de Apoyo Mutuo. Guatemala. No es la primera vez que en América Latina vemos exterminios parapoliciales de “indeseables”: mendigos, homosexuales, menores, negros. Esto fue ampliamente documentado en los seminarios del Proyecto sobre Derechos Humanos y Sistemas Penales en América Latina del IIDH. 24 Víd Zaffaroni, Raúl: Culpabilidad por la Vulnerabilidad, en la revista Anthropos, ob.cit.p. 136 ss 25 Víd Antillon, Walter: CONTRIBUCION HISTÓRICO-CRÍTICA AL ESTUDIO DE LA DOCTRINA PROCESAL PENAL, sin publicar

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A más necesidades, o más autoritarismo, más protesta social, y más persecución penal. No hay democracia con presos políticos.

16- Otro tema de investigación: la Economía Política del Castigo y la Psicología Social de la Represión.

La mayor penalidad y las crecientes tasas de encarcelamiento. El control en manos privadas, el recurso a la negociación en el área procesal. La necesidad de la participación, y de los controles que esta participación requiere. Las presiones de los grupos y sistemas tradicionalmente sumergidos que exigen consideración de sus puntos de vista (mujeres, minorías sexuales, indígenas, víctimas); la emergencia del Derecho Penal del Enemigo, el Derecho Penal a dos velocidades, el manejo político del miedo como resorte de gobernabilidad, en lo interior, por una parte; y la cultura de la guerra como solución a los conflictos en lo exterior... hay razones por las cuales preocuparse del control y del castigo.

La criminología debe ciertamente tener el castigo como foco, tal como Garland propone, sobre la sociedad excluyente26 y represiva.

La Criminología debería ubicarse como Economía Política del Castigo, tanto como Psicología Social de la Represión: una Psicología Social que analice lo emocional, lo afectivo, y la concepción del mundo, como fuentes de represión o de tolerancia.

Esto permitiría hacer propuestas para adecuar castigo y represión a un conjunto de valores que responda a la equidad, y proponer sanciones, -las mínimas posibles-, igualitariamente distributivas.

17- El lugar de la investigación. América Latina: sitio de producción de conocimientos.

Al sumergirnos en las profundidades de nuestra imaginería, de nuestras vocaciones políticas, de nuestra historia de reciente y cotidiana violencia, la criminología latinoamericana debería obtener la información necesaria para revertir la tesis, a menudo repetida, de que América Latina es un sitio de recepción de conocimientos, en tanto que Europa sería el de producción de conocimientos. .

Muchas investigaciones se han hecho sobre nuestra realidad, y con los matices que nuestra realidad aporta; mucho conocimiento se ha generado en nuestros centros académicos. Pocas veces las instancias oficiales voltean sus ojos hacia las Universidades para aprender de ellas. Pero ahí están, para la Historia, para el desarrollo espiritual y de la democracia; y hasta para justificar la mala conciencia de quienes miran hacia otra parte

No se trata de sugerir que el pensamiento latinoamericano debe partir de la nada. Habría que considerar las potencialidades heurísticas de la Criminología “mestiza” de la cual hablaba Baratta, quien consideraba que las condiciones prebeccarianas en la vida política

26 Ver Young, Jock: “La energía en Merton, la estructura en Katz: la sociología de la represión y la criminología de la transgresión”, en Anthropos, ob cit. p 152 ss.

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latinoamericana, ofrecían, lamentablemente, un foco especial de interés para la criminología

Ciertamente, nada parte de cero: con lo mucho que se ha dicho y analizado, en todas partes, sólo hay que armar este nuevo edificio transdisciplinario e insistir en nuestro ambiente sociocultural y político particular.

¿Quién sino nosotros podemos decir quiénes somos, cómo somos, cómo reaccionamos, cuáles son nuestros valores, nuestras virtudes y nuestros defectos, a la hora de intentar construir una sociedad mejor y unas instituciones “mejores”?

América Latina debe saber difundir su conocimiento criminológico específico a otras regiones del planeta. Así se contribuirá a que la investigación comparada rinda frutos en otros lugares. Así se sabrá que la criminología no “se produce en unas partes para otras”. Que ello no es serio, ni cierto, ni válido. La Criminología es de cada lugar y para cada lugar. Si no lo es, no sirve, no ilumina, no se entiende.

18- Una condición de la investigación: El viejo interrogante: ¿de qué lado estamos?

Esta pregunta, que nos permitió la comprensión de cuál debía ser nuestro compromiso, ha mostrado en algunos casos su carga oculta de exclusión y su potencial autoritario. Por lo tanto, el compromiso debe entenderse, no como estar en un lado contra el otro: este pedazo de espacio llamado Tierra nos pertenece a todos. Sino estar por todos, entendidos en su esencia humana, en sus capacidades de ser diferentes, en sus aspiraciones a realizarse en totalidad, siempre con equidad, pero siempre también en libertad27.

19- Criminología y Derecho Penal.

La criminología que llamamos “crítica“, siguiendo la tradición frankfurteriana, debe continuar en su actitud debeladora y normativa (axiológica). Como se ha dicho, esta Criminología es un deber ser.

Así nos encontramos con que, por su parte, si el bien el Derecho Penal es un “deber ser” de la conducta, al ser visto a través de la Criminología Crítica se trasmuta en un ser, es decir, es analizado como el hecho social que en realidad es.

Aunque parezca paradójico, en razón de sus nuevos enfoques, la Criminología debe ser considerada como un “deber ser”; en tanto que Derecho y Sistema Penal en general son el “ser” a estudiar.

No basta la crítica al Derecho Penal, a lo represivo institucional, a lo normativo. Hay que hacerla igualmente de lo represivo internalizado por la colectividad. Es allí donde está el mayor peligro para los Derechos Humanos.

27 A eso se refería sin duda Baratta cuando abogaba, desde su posición comprensiva de las desigualdades sociales, por la “emancipación general“.

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Debe también alimentar las maneras como la Dogmática debe adecuarse a la realidad social, cultural y política latinoamericana. Zaffaroni ha dado un paso fundamental en ese sentido con su teoría sobre el contenido de la culpabilidad como vulnerabilidad

20 - ¿Puede la Criminología (con la amplitud que la hemos definido en este texto), 28 ser una Criminología como “Disciplina Integrada y Crítica del Control Social”, y convertirse así en la Criminología de los Derechos Humanos?

Todas las instituciones y saberes que integran el control penal son su indispensable objeto de estudio; y deben revisarse, no sólo el sistema penal sino lo externo que los condiciona y a la vez los utiliza.

Hay que evitar el escotoma: el no poder ver la totalidad.

El hecho de que la criminología crítica sea una disciplina normativa, axiológica, propositiva, -ahora que han comenzado a derribarse las separaciones que hacían de lo criminológico, lo victimológico, lo procesal, y lo penal -y hasta lo policial y lo penitenciario-, compartimientos estancos- facilita la propuesta de un gran movimiento de Política Criminal Latinoamericana, con presencia de las diversas ramas que componen el saber penal-criminológico total, lo que ya se inició con algunos tropiezos en el Seminario de Riberao Preto (Brasil), hace dos años. La afirmación de que Criminología Crítica y Política Criminal son la misma cosa29, por su aspiración a cambiar los sistemas y adecuarlos a un conjunto de valores que respondan a la equidad, y a una economía de la sanción que sea igualitariamente distributiva, debe entenderse también aplicable a las Políticas Penales, en sus relaciones de género-especie.

¿Hay que retomar de alguna manera la antigua aspiración de disciplina penal integrada de von Liszt 30reformulada por Baratta e incluida por nosotros31 en las propuesta de los años 80 para nuestra criminología latinoamericana?

No hay que partir de cero: hemos visto cómo en los últimos años todos esos saberes se han ido entrelazando. Es un camino sin retorno.

La Criminología Crítica como Teoría Crítica del control social, debería ser una radiografía permanente de las tendencias a los autoritarismos (nacionales o internacionales), que hacen uso de los controles del sistema penal y del recurso a la guerra. Con los penalistas, por una parte, debemos hacer la crítica del Derecho Penal. Con los victimólogos, reemprender la búsqueda de políticas preventivas y de acciones participativas y asistenciales, que sean satisfactorias para las víctimas.

América Latina requiere de ejércitos de investigadores que se ocupen tanto de las

28 Ya que no podemos predecir cuál será la Criminología del Tercer Milenio o, más bien, de “pasado mañana”, como decían Virgolini y Simonetti en l999, en el Congreso que con ese nombre se tuvo en Buenos Aires-, 29 Como ha recogido Mauricio Martinez. 30 El hablaba de “ciencia“ penal integrada, expresión que preferimos obviar porque tiene en nuestro campo connotaciones positivistas, 31 Aniyar de C. Lola: Criminología de la Liberación , ob.cit.

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transgresiones, como de las instituciones. Tanto de los creadores de instituciones, como de quienes producen los hechos y las instituciones-. Tanto de lo que éstas generan, como de los intereses que se protegen; de las exclusiones que se consolidan: de las legitimaciones que se producen; y de los autoritarismos y los exterminios y discriminaciones que se extienden como la más penosa enfermedad social

21- Una obligación: dar respuestas:

Una criminología de la democracia, de la libertad y de la seguridad, debe poder ir más allá de la crítica y ofrecer respuestas que devuelvan a los integrantes de la sociedad la ciudadanía total. Pero respuestas que a la vez satisfagan las inquietudes legítimas de los ciudadanos. Una opción última es la toma de posiciones de poder para la transformación definitiva de las deformaciones actuales

Hemos visto como las instituciones penales han estado alimentándose de propuestas criminológicas críticas. Ejemplos reales y posibles son la minimalización de lo penal, la eliminación de figuras delictivas y de circunstancias agravantes y atenuantes propias del Derecho Penal de Autor; el control constitucional difuso en el ámbito judicial, los acuerdos reparatorios, el llamado a la recodificación y el rechazo de la legislación penal de emergencia, las medidas alternativas a la privación de libertad, la negativa a la expedición de antecedentes penales; la aplicación de la Parte Generales de los Códigos a toda la materia penal dispersa en otros instrumentos normativos.

Igualmente, lo hemos visto en la convocatoria a la participación ciudadana en la mayor cantidad posible de las instancias del sistema, como los grupos de apoyo a los reclusos y la gestión de las cárceles; en el régimen de prueba, en el escabinado, y los sistemas de tratamiento y prevención. En la consideración de los puntos de vista de grupos tradicionalmente sumergidos, como las mujeres, las minorías sexuales, los indígenas, y las clases precarizadas, así como en el reciente protagonismo de las víctimas.

También en el diseño de nuevas policías. Todas estas propuestas, y otras similares, deben intensificarse, extenderse y perfeccionarse. Es decir, ir progresivamente avanzando hacia la sociedad global de los Derechos Humanos, hacia una ciudadanía que resuelva, de acuerdo a los mejores valores, sus peores conflictos.

Llamémosla Criminología de los Derechos Humanos.

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